Benjamin, W., Infancia en Berlín (Hacia 1900) ) PDF
Benjamin, W., Infancia en Berlín (Hacia 1900) ) PDF
Benjamin, W., Infancia en Berlín (Hacia 1900) ) PDF
1 ganz1912
Walter
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BenJam1n
•
Injancia en Berlín
hacia 1900
1· l )Jl'll1Nl·s
\1 l'A(3llAR¡\
s.���) A
DE f.STA EDICION
EDIOONES
, G_U4RA
ALFA
S.�A. Tiergarten . .. . . . . . . . . . . .. . . .
15
PRINCIPE DE VERGARA. 81
Panorama imperial . . . . . . . . . 19
TELEFONO 261 97 00
MADRID-6
Columna Triunfal . . . . . . . . . . . . 22
1982 Teléfono ... ... ... ... ... .. 25
1 SBN 84204-2506-0
.
>6.154 -1982
Caza de mariposas .. . . .. .. . ... 28
DEPOSITO l.EGAL. M
!Ul.10 19S2
Partida y regreso . . . ... ... ... 31
1982
PRIMERA EDICION
SEGUNDA EDICION· NOVIEl\.lCRE Llegando tarde . . . . . . . . . . . . . . . 34
Mañana de invierno ... ... . .. 35
Calle de Steglitz, esquina a Genthin. 38
La despensa .. . . .. . . .... ... 42
Despertar del sexo . . . . .. . . . . . . . . . 43
Noticia de un fallecimiento ... .. . 45
El mercado de la Plaza de Magde-
burgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Escondrijos ...... ... ........... . 49
El señor Knoche y la señorita Pru-
dem ... ... ... ... ... 51
. La nutria ... ... ... ... .. . 54
Blumeshof 12 .. .
58
Mummerehlen . . . . . . . . . . . .
64
J
. ... . . . 69
I..os colores . . . . . . . . .
. . . . .
Veladas . . . . . . . . . 71
..
. . .
.
. . . . . . . . .
. . .
El 78
. .. .. .. .
Ln fiebre ... . . . . . . . .. 79
Do charangas . . . . . . ... . .. . . . . 86
.
. .
. .. 89 A mi querido Stefan
I tbros . . . . . . . . . . . .
92
J l pupitre ..... ... ... ... ... 9'5
Un ángel de Navidad ... ... . . . 99
Armarios ... ... ... ... . .... . 10 2
Mendigos y prostitutas . . . . . . HJ8
Hallescher Tor ... ... .. .......... 11 1
�o:;Jursro . .. .. . . .. . . . . . . . .. 1 13
"'Accidentes y crímenes ........... . 1 18
l..ogta . . . . .. .. . . .. .. . .. . . .. 12�
Pf auem n el y Glienickc ... .. . 128
1 luna . . . . . ... . . . . . . ... . .. . . . 132
Í h ml rec111o jorobado 136
J p1l 141
«Oh, Columna Triunfal tostada
con azúcar de meve
de los días de la infancia.»
Mii
Tiergarten
ÚntC4 (1928).
Importa poco no saber orientarse en
una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad
como quien se pierde en el bosque, requiere
aprendizaje.Los rótulos de las calles deben en
tonces hablar al que va errando como el crujir
de las ramas secas, y las callejuelas de los ba
rrios céntricos reflejarle las horas del día tan
claramente como las hondonadas del monte. Es
te arte lo aprendí tarde, cumpliéndose así el
sueño del que los laberintos sobre el papel se
cante de mis cuadernos fueron los pr:meros ras
tros. No. no los primeros, pues antes hubo uno
que ha perdurado. El camino a este laberinto,
que no carecía de su Ariadna, iba por el Puente
de Bendler, cuyo suave arco significaba para mí
la primera ladera. A su pie, no lejos. se encon
traba la meta: Federico Guillermo y la reina
Luisa. En sus pedestales redondos se erguían
sobre las terrazas, como encantados por mági
cas curvas que una corriente de agua, delante
de ellos, dibujara en la arena Sm embargo. me
gustaba más ocuparme de los basnmentos que
no de los soberanos, porque lo que sucedía en
1' 17
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llos ' s1l1cn n uc:o en rcln
d\'11 con el t'<'nj1111 me rcunfa en Lt tcr tul iu h.tsl.t qu e mudo, lmhrn
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la necesida d de ,,¡,,¡r en el LiitZO\\u fc1,
casi enfrente de la pcqucna m.1lcz.1 de cu·n� lit
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t 1.11 en c�te l1
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1rendf de de s1em¡ 1e lor I.1
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res cuid.tban las aguas <lcl cunal. �\n tnrdc des
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aba en 11nd.1 que cubrí nue,·os rincone�; sobre ot tl s lu1 ndqui
nqu[ n l l as s del uJI''\' \le h1"' u1ches Je .
ricndo nuevos con ocimicn ws Pcrn ninguna mu
.
ph n , carro ns, duc 1 mc In pu1te m.1-. 111:-oln.1 chach;i. ni ngun .1 c:xpcricncin ) nin'llll lit tl pu
dcl parque D ell' pcrc1b1 ,l r\"'11l\' un.1 �<'n.d. dieron contarme nuda nu evo sol re nquél. Pnr
Puc nquí. o n p n <list.lll('lll. dcb1:1 de h.1ber .
eso. cuando treinta :lños m;ts t t rdc , un c.unpc
tcmd c:u lecho \ri.1dn.1, en C"ll\',1 proximid.1d sin o <le Rcrlín. conocedor de l.t t i c n.1 , cuid.1h.1
.
comp1cndf por \CZ p ri mc r.1 par1 nL1 nh id.1
:
1 l\1 de mí ,11 voh er a b ciud:td. t l'.ls l.1rg.1 · wmún
j míe:, lo que olo mu" 1.mlc me lue d.tdP OllH' au scnn<1, sus pas os crmrnb.111 c:-tc j .1r dí11 scm·
p ltbri· 1\nwr. Sin emh.1rg0. en su 111i�111l1 \Wi hr nn do en él la s cmill. t del �ilencit1. Fl Sl' . 1d c ·
gen surgh1 nquelk de ..scfü1rit.I'> que ln Lubrí,1 l.1t1l<' po 1 los scnd<.'ros. t<.1dos cuesta :tl njo. B.1
como uno fdn s1,mbr.1 ) .t�Í. este parque que j.1h:111. s1 no <t lo s orígenes de tod o ser. sí l\ ll'S
parece a bierto .1 lo n111(1s como ning1í 1 1 n1 w. de este i �1 rdín \1 pa s.ll' por endm.1 del BsfoltP
¡ r m{ qucd.1ba ccrrndo p or .1lgo difícil <' im sus pasos deo;pcrt.1ron un ceo . 1 .is hic1h,1s que
po 1b le de rcnliznr Como o;ucedc rara ''l"Z. dis se J ih uj :1 h .m sobre el empcd1.1d<.1 1n1<.1j.th'll u n.l
tmgufo l o 1cces del estanq ue de l.1s dor.1dillas luz c<.1nfusa sohrc este sucll'. Lus ¡ cqn cn <l" es
Cuántn s co ns prornetfo pM su nomhre 1:1 1\'e Cillin.1t.1s. lo:\ port1ros. los friso�' I<.'' .uquitr.1-
n d:.t de lo lonteros del Re,· ,, cu.in poC\) cum
plf 1 , Cu�n tas \CCC bu c 1b1 en v.111r1
" bcs de lns ,·ilbs del Tictg:u·tcn -¡l r 1 rimc1 1 .
. , el bns \·cz los \TÍffiOS cl,\l 1\, 11CtltC-. Sl'l re wdo lu s es
qucc1llo en el cual habín un quioo;co c on stniid c.1lcr.1s que. con slls cnst,\ les. ser ufon sie ndo lHs
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mo con lad 1 illos de juguete, con tPn
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mi sm 1 s. :mnquc en d 111te1io1 h.1bit.1dl1 h.1 b1.m
ro¡n blnncn Azule 1 ¡C:on c11:1n pnc.ts espc - c.1mhind0 much:ts cos.1s. 1\1ín rcu1�tdl' h ... \Cr
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1.1 q11c• g.ncs lns nwt lH
18
bre mis
�
hombros leí: «El trabajo es la onra
Panorama unperial
dd CJUdadano '
.
la prosperidad el' premio del
'
esfuerzo». Abajo, la puerta voIvio a cerrarse
como el gemir de un fantasma .
que se recoge
en la rumba. Puede que 11oviera afuera. Una
de Jas ventanas con cristal de colores. estaba,
a la sigwente Y
primero a un vado, y luego bía perdido nada del encanto cuyo último pú
cada vez que sonaba se
em?ebían de un am blico fueron los niños. Así, una tarde quiso per
ida los mo nte s has suadirme, a la vista de la imagen transparente
biente de melancólica desped
ta sus pies, las ciu
dades con sus vent�as relu de la villa de Aix, de que yo había jugado en
tterras le
cientes, los indígenas pintorescos de la luz oliva que fluye a través de las hojas de
jana:::,, las estaciones cie ferrocarril con sus hu los plátanos sobre el ancho Cours Mirabeau' en
maredas amarillas. los nñedos hast
a en la más una época que nada tenía que ver con otros
pequeña hoja de sus vides. Me convencí por tiempos de mi vida. Pues esto era lo que hacía
segunda vez -pues la contemplación de la pri extraño aquellos «viajes»: el que los mundos
mera imagen suscitaba regularmente esta sen lejanos no siempre fueran desconocidos v que
sación- de que sería imposible apurar todas las añoranzas que despertaban en mí no fueran
las delicias de una sola sesión. Y surgió el pro siempre de las que hacen tentador lo descono
í
pósito, jamás cumplido, de volver al d a siguien cido, sino de las otras, más dulces, por regresar
te. Pero aún antes de decidirme por completo al hogar. Puede que fuera obra de la luz de gas
se estremecía toda la máquina, de la que estaba
que caía tan suavemente sobre todo. Y cuando
separado tan sólo por un tabique de madera; llovía, no tenía que estar delante de los carteles
la imagen flaqueaba para desvanecerse acto se donde figuraban puntualmente. a dos columnas.
guido hacia la izquierda. Las artes que aquí per las cincuenta imágenes. Entraba y entonces en
duraban aparecieron con el siglo diecinueve. No contraba en los fiordos y en las palmeras la
d�masia ?o temprano, pero a tiempo para dar la misma luz que iluminaba mi pupitre por las
b1enveruda al romanticismo burgués. En 1838, noches, cuando hacía mis deberes. a no ser que
D�erre inauguró su Panorama en París. A un fallo del alumbrado produjera de repente
�artu de ent?nces, estas cajas relucientes, acua aquella extraña penumbra en la que desaparecía
nos de lo le1ano y del pasado, tien
en su luga r el colorido del paisaje, que quedaba entonces
en todos los co sos y paseos de moda. Allí
� , co oculto bajo un cielo color ceniza. Era como si
mo � los pasajes y quioscos ocupar hasta hubiera podid o oír el \'Íento y las cam
� artistas ª?tes de convertirse en cám
.
on a
ara s,
sno
don
bs
- panas, si hubiese estado más atento.
e, en el mteno r' los niños hicieron amistad
con el globo terrestre, de cuy
os meridianos el
más alegre' bello y varia · do cruzaba el Panorama
1mper1al. Cuando entré .
.
ua Partzda
prendía algunas de las leyes del extraño leng y regreso
je en eJ que, delante de sus ojos, se ha í nn co
� .
y
• Juego de palabras entre �1 nombre de
ha/ten (parar(sd) Hall (parada) la estacr"6n an
•
(N. del T)
Llega11do tarde Maíiana de i1111iernu
El reloj del patio del colegio parecía es Cada cual posee un hada que le tic.ne
tar herido por mi culpa. Daba las «demasiado reservado un deseo por cumplir. Sin cmhargo,
tarde». Y hasta el pasiIlo llegaba el murmullo son pocos los que recuerdan el deseo que expre
de deliberaciones secretas procedentes de las
saran algún día, y sólo pocos reconocen más
puertas de las aulas que pasé rozando. Dctds
tarde en la vida el cumplimiento del mismo.
d� eUas profesores y alumnos eran amigos. O
Conozco el que se me cumplió y no puedo de
bien todo estaba en silencio, como si espcrnsen
cir que fuera más inteligente que el de los niños
a aJguien. Imperceptiblemente toqué el picapo1-
tc . .,El sol baña�a el Jugar donde me encontraba.
del cuento. Tomaba forma en mi mente con la
As1 profané el ¡oven día y entré. Nadie parecía linterna, cuando ésta se acercaba a mi cama a
conocerme. Como el diablo se quedó con la las seis y media de las tempranas mañanas de
som hra de Peter Schlemihl así cJ profesor se
*,
invierno arrojando la sombra de la niñera sob¡e
hahia , quedado con mi nombre al
comienzo de el techo Se encendía el fuego en la estufa. Poco
la cl�sc. '!a no me tocaba el turno Colahornhn después vda la llama que parecía encerrada en
c n silencio hasta que dieron la hora. Pero todo un cajón demasiado pequeño, donde npenas po·
fue en vano. día moverse con tanto cn1·h6n. Sin c111barg1J,
era algo enormemente poderoso lo que empe
zaba a instalnr:-;c t•n la rnás cercana prnximidu<l,
mas pequcno que yo, y hacia lo que lu cria<l11
tenía que agnchnrsl' mín 1111\s q\1c hncin mí mis
• l'c:tcr Scl1lrmihl, J>rota g oni In dt- I t mo. Una vez ,llcndido, l'llll ml·t1.1 unn munzann
v1lloJtJ lmto11a dr l'rter S 11 a nart.1rilin f,n mnrn
q11 ve11dr su sombra
t!1111hl dt- Arllllhrrt (} < harnÍNso,
rd en d horno para 11s11d11. P1ll11to In rcjilln de la
y d dl" precio entre �9
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,
,�,....., de1
�,., . .
* Bicdcrmcicr
.· romant1c1smo burguá (18 15·1848).
(N. del T.)
REPU8UQ
uom" L �.L ARA�
l.)(lf'JO. U <;ICiOW
•
... ... - 111- ... ... 111
11 11 111
"\ fü1' \" ·11 '·1' \ c.• la-- mcj\ res f1milia' del
·
a. Era , con mu
ch?, la e os usada Y con
� � ducía a las regiones seguía por fin, sólo era por un momen to. ya que
mas solitarias del parque . al instante el morador resplandeciente de b al
La avenida que alJí
esperabª ªJ visitante se berca volvía a desap;1recer en las oscuras aguas.
• •
parecía con las tulipas
hlancas de las farolas, a un
Í •
o de os paseos ahan Por cierto. y a decir venfod. no era en una al
donados de Eilsen ° B
ªd berca donde se tenía a Ll nutria. No obstante.
·
mcshof.
61
60
hof. Frente a ella \•fri6 durante largo tiempo la se había comunicado a éstos, y todo parecía dis
madre de mi padre. que era )a mayor También
�
puesto a ab� onarse de repente a una profun.
ella muri6 en otra parte. Así, aquella calle llegó da paz domlnlcal. Por eso mismo, el domingo
a ser para mí el Eliseo el reino de las sombras era el día de . las galerías. El domingo1 al que
.
de mis abuelas inmortales, aunque desaparec1 las otras hab1tac10nes, como si estuvieran en
das. Y puesto que a la fantasía, una vez que mal estado, no pudieron captar nunca del todo
echa el velo sobre el lugar, le gusta rizar sus pues se filtraba a través de ellas . Unicament �
bordes con unos capnchos incomprensibles, la galería, que daba al patio y a las otras gale
convirtió una tienda de ultramarinos, que se rías, con sus barras para sacudir alfombras, lo
encontraba cerca, en monumento a mi abuelo captó y ninguna de las vibraciones de las cam
que era comerciante, por la única razón de que panadas con las que las iglesias de los Doce
el propietario se llamaba también Jorge. El re Apóstoles y de San Mateo la colmaban, se des
trato de medio cuerpo del que falleciera antes lizaba, sino que se quedaban amontonadas allí
de tiempo, de tamaño natural y haciendo juego arriba. Las habitaciones del piso no sólo eran
con el de su mujer, estaba colgado en el pasillo numerosas, sino que algunas de ellas eran muy
que conducía a las partes más apartadas de la vastas. Para darle los buenos días a la abuela en
casa. Diferentes circunstancias las volvían a la su mirador 1 donde al lado del costurero encon
vida. La visita de una hija casada abría una ha traba frutas o chocolate, tenía que atravesar el
bitación que hace tiempo no se utilizaba, otro gigantesco comedor y cruzar seguidamente la
cuarto interior me recogía a mí cuando los ma habitación donde estaba aquel mirador Sin em
yores dormían la siesta, y había un tercero del bargo. sólo el día de Navidad ponía de mani
cual salía el ruido de la máquina de coser los fiesto para qué servían estas habitaciones. El
días que una costurera venía a la casa . Para mí
comienzo de la gran fiesta creaba todos los años
1� más importante de esas estancias era la gale�
unas extrañas dificultades. Se trataba de las lar
na1 fuera porque los mayores la a
preciaba n me gas mesas que estaban repletas, en función del
nos por estar amueblada más mod
estamente reparto de los regalos, debido al número de .l�s
fuera porgue el ruido de la calle 1ta
subía amorti� agasajados . Se obsequiaba no sólo .ª la fam1 .
�u
guado, era porque me franqueaba
. la vÍsta so en todas sus ramas, sino que también la servi
bre pauos a¡enos con porteros, niñ l Y. al
os y organi dumbre tenía su sitio debajo del Arbo
lleros . Por otra parte, el bar juhilada.
. rio era distinguido lado de la activa, también la antigua ya
!
Y la vida de sus pat os no
estaba nunca muy Por muy próximos que estuviesen por
ello los
movid . a;
algo de] sos1ego de los ricos,
para Jos asientos, jamás se podfa estar a segu
ro de � r
cuales se llevaban a cabo trab do, ª medio-
ajos en ese lugar, didas inesperadas de terreno. cuan
63
�
día, al final del gran banquete, se servía t avía estaba esperando en la puerta, la nieve pura en
a algún antiguo factótum o a algun .
, nrn� del las cornisas, sobre las vallas y más deslustrada
portero. No obstante, la dificultad n? radicaba sobre el adoquinado, cuando se comenzaba a
en eso, s ino en la puerta de dos ho1as que se oír desde el Lützowufer el tintineo de los tri
abría a1 comienzo. En el fondo de la gran sala neos y se encendían uno tras otro los faroles de
brillaba el Arbol. En las largas mesas no había gas marcando el rumbo del farolero, quien tuvo
sitio que no invitase aJ menos con un plato de que echarse al hombro su pértiga incluso en la
mazapán y sus ramas de abeto, ademas , de los tarde de esta dulce fiesta, entonces la ciudad
muchos juguetes y libros. !vfás vaJía no compro estaba abismada como un saco que se me hacía
meterse demasiado. Me hubiera podido estro pesado a causa de nú felicidad.
pear el día estando de acuerdo precipitadamen
te con Jos regalos que luego, por derecho, pa
saran a ser propiedad de otros. Para evitarlo,
me quedaba inmóvil en el umbral, con una son
risa en Jos labios, de la cual nadie hubiese po
dido decir si era provocada por el resplandor
de] Arbo1 o por Jos regalos destinados para mí,
a los que no me atrevía a acercarme, embargado
por la emoción. Pero quizás había otro motivo
que era más profundo que las razones fingidas
e induso más auténtico por ser el mío personal .
Pues aJlí los regalos p(·rtenecían todavía un po
co más a Jos que Jos hacían que no a mí mismo.
Eran frágiles; grande era e1 miedo de tocarlos
con torpe7.a delante de los ojos de todo el mun
do. De nuestros nuevos bienes sólo podíamos
estar totalmente seguros fuera, en el vestíbulo,
donde la criada Jos envolvía en pape] de emba
lar y s� forma desaparecía en paquetes y cajas
para de1arnos en su lugar Ja garantía de su peso.
Esto ocurría horas más tarde. Luego, cuando
talimos al crepúsculo con las cosas bien envucl
tu Y atadas bajo el brazo, el coche de alquiler
65
Ja�ás se tocaban dos pi 111 111 111 111 111 ••• 111
ezas del mism. o env
torio . Venciendo un
d1a 1 b cfu�
a,
ol-
me asaltaron y aún
m· a
siento � los colo
ra con la que
res Veladas
entonces se empaparo
��
.
n º
� lo dulce
del hoculate con el qu
�
hacerseme mas en el
ee a �: J lba a des-
corazon que en la b
.
veladas tuviera que irme a la cama, lo que me rro se había infiltrado en mi cuarto. Lo invi
disgustaba doblemente si la fiesta se daba en sible se había robustecido y se disponía a con
nuestra casa. Esta traspasaba, no obstante, sultarse a sí mismo por todas partes. Escuchaba
el umbral de m. cuarto y así estaba continua su propio murmullo sordo como quien coloca
mente informado tan pronto como sonaba el al oído una concha . Era como las hojas en el
primer 6mbre. Durante un rato la campanilla viento que deliberan entre sí, crepitaba como
acosaba el corredor mcesantemente y de una un tronco en la chimenea y luego se desmoro
manera alarmante. porque repicaba más bre\•e naba. Entonces llegó el momento en que me
y con más prec.tstón que otros días. No me en arrepentía de haber preparado pocas horas an
gañaba que se manifestaran en su sonido unas tes el camino a la veleidad. Esto había ocurridr-,
pretensiones que fueran más allá de las que de con una maniobra por medio de la cual la mesa
ordinario hacía valer. Con tal motivo, la puerta del comedor se desplegó y un tablero. abierto
se abría al momento y en silencio. Luego llega mediante dos bisagras, cubría el espacio entre
ba el momento en que la reunión parecía morir las dos mitades, de manera que tremta personas
apenas había comenzado a formarse. En reali cupieran en ella. Luego me dejaron ayudar a
dad, sólo se había retirado a las habitaciones poner la mesa. Por mis manos pasaron no sólo
más alejadas, para desaparecer allí, en medio los utensilios que me honraban. como las pinzas
del bullicio y del poso de los muchos pasos y de bogavante y el abreostras, sino que también
conversaciones, como un monstruo que busca los de uso diario se exhibieron de una forma
refugio en el fango húmedo de la costa tan pron solemne. Así las copas de cristal \·erde para vi
to como el oleaje lo arroja a la misma,. Y ya que nos del Rin. las pequeñas talladas para el Opor
el abismo que había arrojado a ese monstruo to, las de champaña cubiertas de filigranas. los
era el de mi clase social, trabé conocimiento con saleros en forma de tonelitos de plata. los tapo
ella por primera vez en estas velada s. Me de nes de las botellas en forma de pesados gnomos
sazonaba. Tuve la sensación de que aquello que y animales de metal. Y. finalmente. me permi
entonces llenaba las habitaciones era inaccesible tieron colocar encima de una de las mucha· co
resbaladizo y siempre dispuesto a estrangul
ar � pas de cada cubierto una tarjeta que indicaba
�
los q e rodeaba; ciego a su tiempo, cieg al bus
o al invitado el lugar que le esperaba. Con esta
car alimento, ciego en la actuación. La brillante tarjeta se coronaba la obra, y cuando. por últi
camisa de frac que llevaba mi pad mo dí con aire de admiración, una vuelta al
re me parecía
es� noche toda una coraza , y descubrí que sus �
red dor de la mesa, delcmte de la cual umca
miradas que pasearon hacía una mente faltaban rodada lns sillas, sólo entonces
hora por las si
llas vacías estaban armadas. me penetró profund,1mcnte el pequeño símbolo
Entretanto un susu-
de paz que me saludaba desde todos
los platos. prometido por la tarde. y si mi madre 8 pesa:
Eran las centaureas azules CU)o menudo dibujo
de haberse quedado en casa entraba por un mo-
rubna el sen oo de l.Dlpecable porcelana: una
mento para darme las buenas noches sentía d
señal de paz cuya bondad sólo concebía la mi blemente cuál era el regalo que otros días o
que esm acostumbrada a aquella otra, gue dejaba a esta hora sobre el cubrecamas d me
ra
en el rranscurso
de os desaños y en las batal las decisivas que se ras que le caían silenciosamente, sin saberlo ;
desencadenaban en la misma mesa que shora
.
bre los pliegu�s del cubrecama que me arregla
estiba delante de mí en todo su esplendor. In ba, eran esas noras que me consolaban incluso
fmidad de veces había seguido las ramificacio en las noches en las que ella se disponía a salir
nes hilos, :flores y volutas, con mayor entrega
ruando me tocaban disfrazadas de las punúllas
que frente al cuadro más bonito. Jamás se ha negras de su mantilla, gue ya se había colocado.
tratado de granjearse más sinceramente una Me agradaba, y por eso no me gustaba ae1ar1a
amistad que yo lo hacía con esta muestra de marcharse, y cada momenro que ganaba :a la
abolla de color azul oscuro . .Me hubiera gus sombra de la mantilla y de la piedra amarilla
tado tenerla por aliada en la lucha desigual que me hacía más feliz que los bombones fulminan
tantas "e.ces me amargaba el almuerzo. Pero ja tes que, sin falta . tendría seguros por la maña
más lo conseguí. Esta muestra era venal como na. Cuando mi padre la llamaba desde fuera.
su partida me llenaba de orgullo . por dejarla ir
un general de la Oúna, la cual, al fin y al cabo,
la había visto nacer. .Mis solicitudes se desbara a la fiesta de trn.a forma tan rac:liame. Y en la
taron por los honores con los que mi madre la
cama, poco antes de dormirme comprendía sin
mimaba, por los desfiles a los que convocaba conocerlo, la yerdad del dicho que afmna cuan
a la tropa, por las elegías que resonaban desde to más avanzada la noche más brillantes los in
la mcina por cada miembro caído. Pues, indife vitados.
rcmc Y rastrera, la muestra de cebolla se resistió
El tiovivo La fiebre
rndos por el sol, bail:tban en el techo de mi ha estearina. Puede que en el fon ?o la enfcrmcda?
bi rnción , y ordenaba una y 01rn vez los rombos no me privara sino de aquel Juego mudo y si
dc.I papel pintado formando diferentes con lencioso que, en lo que a mí se refiere, nunca
juntos. había estado libre del miedo encubierto, pre
Be esrndo enfermo muchas vt·ccs. Dt cursor de aquel otro que acompañaría más tar
ahí resulta tal vez que lo que otros llaman m1 de el mismo juego al mismo filo de la noche.
paciencia en realidad no se parece en na<la a IIabía tenido que presentarse la enfermedad pa
esa virtud. No es m.ís que Ja propensión a ver ra proporcionarme una conciencia pura. Y ésta,
acercarse desde lejos todo lo que nw importa, sin embargo , era tan limpia como cualquier par
como las horas que se acercaban a mi kcho de.: te de la sábana lisa que me esperaba por las no
enfe1mo. Sucede, pues, que pierdo las ganas el<: ches los días en que se mudaba la ropa de la
hacer un viaje, si no puedo esperar durnnLc.: lar cama.
go ricmpo l a l legada del tren l'n la ci;Lación, e Por lo general , mi madre me preparaba
igwdrncntc esa debe de ser la razón por la c.¡uc.: la cama. Desde el diván observaba cómo sacu
hacer reg�1los se haya convertido para mí en una día las almohadas y las sábanas, y recordaba las
pasitSn. Lo que sorprende a Jos otros, yo, d que noches que me bañaban y luego me servían la
los hace, lo preveo de antemano. Ayudada por cena en la cama, en una bandeja de porcelana.
el t iempo de la e:-;pera, como el enfermo se apo Debajo del vidriado, entre zarzales de frambue
ya en las almohadas que tiene en la espalda, la sas silvestres se abría paso una mujer afanán
necesidad misma de aguardar lo venidero ha dose por entregar al viento una bandera con el
hecho que más tarde las mujeres me pareciesen lema:
más bellas cuanto más tiempo y más confiada
mente las había esperado. Mi cama, en otros Como en casa no se está en ningtín sitio.
tiempos eJ lugar más retirado y tranquilo, ad
qu iría ahora rango y categoría públicos Por al El recuerdo de lu cena y de los zarzales
gún tiempo no seguiría siendo el coto de empre del frambueso me agradaban tanto m:ís por
cuanto el cuerpo se sentía por encima <le la ne
sas sigilos�1mcnte l levadas a cabo por las nochts:
cesidad de tener que comer alguna cosa . En
nada de lecturas ni de sombras chinescas. Ya
cambio le npctccían las historias. Las fuertes co
no estaba debajo de la almohada cJ libro que,
rrientes que las lknaban le ntrnvesaban y arras
por estar prohibido, se solía esconder nllí 1od:1s
traban el mal como un obkto flotante. El dolor
las noches con un último esfuerzo. Durnntc se·
manas se acabaron también los ríos ele � :1vn t cm un dique que sólo al principio se resistía a1
relato. M,\s tare.le, cuando éste se hubiera ro-
los pequeños incendios que hacían fund1 rse a
82
83
arr�strado al pozo
bustecido, quedaría minado y historias. A veces participahan los
iendo el cauce dedos y p _
del olvido. Las caricias iban hac
, o
'' ª la tien-
ma en cscena a1gun suceso o jugaba
pues la mano
de esta corrien te . Me agradaban,
,
e
otro:s no I :u1.� btener tan pronto. Apro, euu de la amada en d dc.l hombre · c ...e �acudir de
ba mi ocio la rercanfa de la p.ued. de los que alfori1hras que era d idioma de In da,e bajn, de
d i frutaba en h c ..,1a p.. ...1 sa1t·d,1:- lu t. con ge.ntt:s realmente aduJra�, y que nun :-e mte.
.:ombra:s chine..:(..' �ntoncu• L'i os aque.los 1 ue rru.np1a. ni �e desviaba jamá , tománd ,e �u
go que había p ·a 1. tido .. �1 s üedos .;;e repeu.m
tiempo a veces, lento y moderadnmentc di,pues·
una \ ez más :sobre cl pape. ?,..'H,1do. :11• 1que de to .1 todo. p.ua rec.1er de nuevo en un ine.�pli
c:1ble ritmo g.1lop.mte. como si abajo se apre u
manern meno precisa, pero más ,·is10s.1 ' her
r.1sen ante el temor- de la llm·in.
De la m1sm.1 m:mcr.1 imperceptible etmo
mét:ica. �En lugar de temer las somhr.1s de la
y granadero:, c.isnes y conejos Por lo que a m1 p.H.l'Ct.m gr ses. nK1nó tonns romo In" que hnbfo
respecta, rara veces logré mas aue las fuuces '"'.is.do. smo qte lSt.6.n nlH cnfilndn' m
de un lobo. Sólo que eran tan g�J. des v ab1er .1� e nu. de cdorl'� �l'i1·c.: r1 N'<."1i) d 1 mutiln
tas que debían ser la del lobo Fe,r s . al auc co T s 11as. Lt 1ot.t �' ·.1 r.is .: c. 'l dcnro --eren·
tn ' tres hor�1s�'\ s· ·nbt, .. . �·.: \. :.1
.
Dos charangas
,
� u�ho antes conoció otra charanga. Pe·
ro cuan distintas eran las dos: ésta que se mecía
�
sofocante y seductora ajo �I techo de hojas y
de lona, y aquella mas antigua, que nítida y
aguda ix:rmanecía en el aire frío como debajo
de una fma campana de cristal. Invitaba desde
la Isla de Rousseau, animando a los patinadores
del Neuen See * a ejecutar sus vueltas y sus
quiebros. Yo también estaba entre ellos, mucho
T antes de sospechar el origen del nombre de la
Nunca habría nada tan deshumanizado isla, por no hablar de las dificultades de su gra
y tan desvergonzado en la música como aque ffa. Por su situación, este patinadero no se igua
llo de la banda militar que atemperaba la co laba a ningún otro, sobre todo por su vida a lo
largo de las estaciones del año. Pues ¿qué hacía
rriente de personas que se empujaban entre las
el verano de los demás? Pistas de tenis. Aquí,
cafeterías del Zoológico a lo largo de la «avenida
sin embargo, se extendía bajo las amplias copas
del mentidero». Hoy comprendo lo que supone
de los árboles de la orilla el mismo lago que,
el poder de estas corrientes. Para los berlineses puesto en un marco, me esperaba en el comedor
no había más alta escuela para el flirt que ésta, sombrío de mi abuela. En aquella época gusta
rodeada de los arenales de los nús y cebras, ba pintarlo con sus laberínticas corrientes de
por los árboles desnudos y las grietas donde agua, y ahora, deslizarse, al son de un vals vie
anidaban los alimoches y los cóndores, por las nés, bajo los mismos puentes desde cuyo pretil,
cercas hediondas de Jos lobos y por ]os nidales en verano, se solía contemplar el paso lento de
de los pelícanos y de las garzas. Las voces y los los botes por las oscuras aguas. En las cerca
gritos de los animales se me-zclaban con el ruido nías había caminos sinuosos, y, sobre todo, los
de los bombos y platillos. Este era el ambiente apartados refugios y ios bancos: «Sólo parn ma
en el que, por vf·z primera, la mirada dd mu yores». De forma circular estaban allí reparti
chacho trataba de; acercarse e importunar a al dos los cajones de arena, en los que los peque
ños jugaban distraídos hasta que olguno trope
guna de ]as transeúntes, en tanto que se afanaba
zaba con otro o le chillaba desde el banco la
por hablar con el compañero. Y tal fue su es
ninera que, detrás del cochecito, leí11 cl&il algún
fuerzo por no traicionarse por el timbre Je la
voz, ni por la mirada, que nada vio de aquella
"' Lago de Ticrgarten. (N del /')
que pasaba.
s
el dta hab1a guardado para mí un dan uema �1t1e " t>sttí d bran > un b nql tt>
de la úluma noche pasa la E�te era d suew 1., i había guarda l para mí
me había aparecido un fanta-. l a noche �igmente >b::- nr . a un h 'I'1l l ,
,. fue \>llW si un s gun
' -.u n ) '
te hubiera podido de ribir el tumbra la
e t ba ataread sobtt·pusiern al prim r.. , '-lll mi-. p l ' n
'fl
en su, neguc io�.
ª algun parecido con otru iue truhan en mi t"1rto. El ¡u s• n \rrtt:-. n
migo va m' h,, , 1 P\1t la m nm1 , u nd
' l '
� la ª qu de manera impenetta
p�1 té. rw hahu 1uda E rl l 'ª'u ntr '
n
ª to <l
' npf(
de dormían mi pa he ;
ch ¡u" huhfan r..'badP lt \ ni 1t 1\ ta 'l
u a ra1da e r t ina viol
1lh ·'
eta b1
l e tab n olgada lct ni wn un ,, p ri nt
••• ••• ••• ••• ••• ••• • ••
94
emrete1 iéndose cada mis l�bios quedaron como los pliegues que una
nera la fie·ta próxim.. ·b�
ramas En los patios. vela merte produce de repente ante una brisa
día un poco más en sL.:s con sus
Jos organile ·.aron a demorar
mr
l ros� e nP fresca.
ro, no obs-
- . ,
xp1
r frn e.
.
los temores
a algunas yeces �or de 1 01'do que esperaba en cualquier mo
logré llegar a ellos Sucedi . mento el
vuelto del coleg10, ruid o de la llave y el golpe sordo con
la mañana, cuando ya había el que,
antes de que mi madre regres
ara de! centr� y fuera, e1 b . as ��,n de mi. padre caía en la basto-
s días �e 1ba nera. Un md1c10
mi padre de los negocios En tal� . .
. . de la posición privilegiada que
, tiempo. 1 os biene 1n tuales mantenían en casa era
a la biblioteca sin perder el mas m1mmo s esp
Era un extraño mueble; por su aspecto
no se que este ar�ario fuera el único entre todos que
.
veía que albergara libros Sus puertas, dentro quedara abierto. A los demás no había otro ac
de los bastidores de roble, tenían unos cuarte ceso que la cestita de las llaves que acompañaba
rones que eran de cristal, es decir se componían en aquella época a cuafquier ama de casa por
cJe pequeños cristales emplomados, cada uno se todas las partes del hogar , la cual, no obstante,
parado de los otros por unos rieles de plomo. era echada de menos a cada paso . El ruido del
Los vidrios er.an de color rojo y verde y ama montón de llaves al revolverlas precedía cual
rilJo, y totalmente opacos. De esta manera, el quier faena en la casa . Era el caos que se reve·
vidrio no tenía sentido en esta puerta, y como laba antes de que se nos presentase la imagen
si quisiera tomar venganza por el destino que del orden sagrado detrás de las puertas de los
le deparaba este uso impropio, brillaba con unos armarios abiertos de par en par como el fondo
reflejos enojosos que no invitaban a nadie a de un relicario del altar Tamb1en a mí me e)..-i
acercarse. Pero, aunque me hubiese afectado en gía veneración e incluso sacnfic10 Despues de
tonces el ambiente malsano que rodeaba ese cada fiesta de N av1dad } de cumpleaños hab1a
mueble, no hubiese sido sino un estímulo más que decidir cuál de los regalos había que ofren
para el golpe de mano que tenía proyectado a dar al <<nuevo armario» del que mi madre me
esta hora silenciosa, peligrosa y clara de la ma guardaba las llaves. Todo lo que se encerraba
_
ñana. Abría bruscamente la puerta, palpaba el permanecía nuevo por mas tiempo. l.º: en cam·
�olu�en que no había que buscar en la primera bio, no pensaba conservar lo �uevo, s1�0 reno
fil smo detra,s, en la oscuridad, y hojeando fc var lo antiguo. Renovar lo .muguo mediante
su
�
me
br11men �e abría la página donde me había que· posesión era el objeto de la colecc1�n que se
dado ; sin moverme, comenzaba a recorrer las qu.e en
amontonaba en los cajones . Cad.1 piedra
página delante de la puerta abierta, aprovech mar�posa
� an contraba, cada flor que cogfo y c.tda
do el tiempo hasta que vinieran mis pad capturada, todo lo que poseía c:a P•l �
a �� una
res. De
lo que leía no comprendía nada. s1gntficado
Sin embargo, colección única. «Ürdennn> hubiese
106 1 0/
cast11ñas con ptíns, les y dela nte de sus 'cves1 irnic11tt1s. IAl
destruir una obta llena de el�a<la
. tudº
mudern, cuct us y Hltu rn donde oc11paba11 su 110110 unulaba
papeles de estano , cubos de . , . e , el aparad
respc:11v1H nc nte , �1so p1actrco. on 1 az o11
pfcnnigs de cobre que cian, or se ascrne
ataudes, pal os ¡:iba e eso ª los mor1tes cubiertos de templos.
manguaJcs ' un te oro de pla tu. , ? _ _
esta rnnn er CJec� �m y Ademas, po<l1a , cxh1b1r unos tesoro
de t6tcm y escudos . D� � s uilcs como
infa ncia en los que a los ídolos les gusta rodearse. El <lla
se transformaban Jos b1enes de la
que antaño rn:\s oportuno para ello cm ctnrn<lo se daba al
los anaqueles, cajas y cnjones. Lo
e guna fiesta. Ya a mediodía se abría la montaña
pasaba de uno casa de cumpo a formar part del
cuento -aquel últim o cuarto que está vedado dcj:índomC" ver el tesoro de plata de Ía casa en
sus galerías cubiertas dr un terciopelo parecido
a la ahijada de la Vi 1gen María *-, en una casH
de ciudad qued11 reducido al arma rio. El nu\s a musgo verde gris. De todo lo que allí yncía
sombrío entre los muebles de aquell a época fue no sólo se podía cli�poncr diei, sino veinte y
e] aparador. Lo que era un comedor y su miste lwsta treinta veces Y cuando veía estas largas,
rio sólo pnclíu apreciado quien lograba cxplicm l�l'guísimas fila& de cuchar-itas tic morn y posa
se ]a despropo rción de la pue1 ta con el apa rador cubicrtos, cuchillos para pelar frutn y <lcshullu
ancho y macizo cuyas cimas l legaban hasta el dorcs de ostras, se mc7.clahn el goce de ver tanta
teCho. Parecía tener unos derechos heredados nbundancia con el temor de que aquellns a quic·
sobre su espacio, lo mismo que sobre su tiempo, ncs se esperaba se parecieran los linos a los
en e l cual se erguía como testigo de una i den ti ollos como nuestros cubic1 tos.
dad que en épocas remotas podría haber unido
los bienes inmuebles con los muebles. La lim
piadora, que despoblaba todo por doquier, no
podía con él. Sólo podía quitar y amontonar en
un cuarto de al Jado los enfriadores de plata,
� �d
nin n m o quisiese hacer frente aunque fuer
a m1 propia madre. Lo que tenía que agradecer
�
a esta resistencia �oñadora durante los paseos
comunes por la cmdad se mostró más tarde
cuando su laberinto se franqueó al instinto se:
xual. Este, sin embargo, no buscaba el cuerpo
En mi infancia estuve aprisionado por
con los primeros tanteos, sino a Psyque, cuyas
el antiguo y el nuevo Oeste. Mi clan vivía por
alas relucían pútridas a la luz de una farola de
entonces en los dos barrios, con una actitud en
gas o reposaban, sin haberse desplegado, cual
la que se mezclaban la obstinación y el amor
propio que hacía de ambos un ghetto al que ninfa, debajo de la pelliza. Entonces me rega
consideraba como su feudo. En este barrio de laba con una mirada que no parecía captar ni
propietarios quedé encerrado, sin saber nada de la tercera parte de lo que en realidad abarcaba.
los otros. Para los niños de mi edad, los pobres Pero ya en aquella época, cuando mi madre me
sólo existían como mendigos. Y supuso un gran regañaba por mi hosquedad y mi modo de andar
paso adelante en mis conocimientos cuando, por soñoliento, sentí la posibilidad confusa de li
primera vez, la pobreza se me traslució por la brarme más tarde de su dominio, en unión de
ignominia de un trabajo mal pagado. Era una estas calles, en las que aparentemente no me
pequeña composición, la primera tal vez, que orientaba. En todo caso, no cabe duda de que
la sensación --engañosa, por desgracia- de
había redactado para mí. Tenía que ver con un
hombre que reparte hojas y con las humillacio abandonarla a ella, a su clase y a la mía, era la
nes que sufre por parte del público que no tie causa del impulso sin igual de dirigirme a una
.
ne interés prostituta en plena calle. Podían pasar horas
en las hojas. Así sucede que el pobre,
Y con esto concluía, se desembaraza con disimu hasta que llegué a ponerlo en práctica. El pavor
lo de todo el paquete. Ciertamente la manera que iba sintiendo era el mismo que me hubiese
1 producido un autómata al que una simple pre
más ineficaz para aclarar la situaci6n , Pero en
tonces yo no alcanzaba a comprender ninguna gunta fuera suficiente para ponerlo en marcha.
otra for�a de subJevaci6n sino la del sahotaje, Y así eché mi voz por la hendidura. Luego me
Y ésta, sin duda, por propia experiencia. Rccu- zumbaban los oídos y no era capaz de recoger
110
a
cielo se veía la luna llena. La luna y las vent El costurero
nas estaban, _in embargo
libres ce la capa su
perior de la tarjeta. �e uesr...caban. descoloridas,
del cuadro' y tenía que co:ocar la tar,eta contra
la lámpara para sentirme tranquilizado y feliz
a la vista del res'.'"1:.ndor amarillo que de repente
su r�ía de las nubc:s nocturnas y de las ventanas.
fu
¿ a la amistaG que la luna y las casas habían
contraído? ¿Era la certidumbre de que nada
ocurría detrás de las ..·entanas ? No sé por qué
esta tarjeta me hacía dichoso. Nosotros ya no conocemos el huso que
.
picó a la Bella Durmiente haciendo que durmie
ra cíen años. Pero, al igual que la madre de
Blancanieves, la reina, estaba sentada Junto a
la ventana cuando nevaba, nuestra madre es
taba también sentada junto a la Yentana con su
costurero, y no cayeron tres gotas de sangre
porque llevaba dedal mientras traba1aba. En
cambio, la cabeza de éste era de un pálido color
rojo r le adornaban pequeñas concavidades,
huellas de antiguas puntadas S se le ponía con
tra la luz, se encendía al final de la cueva os
cura en la que nuestro dedo índice se oriemJbJ
tan bien. Pues nos gustaba apoderarnos de la
pequeña corona que en secreto podíamos ceñir.
Cuando yo la colocaba en el dedo, comprendía
el tratamiento que las criadas daban a mi ma
dre Querían decir «señora», pero durante mu
cho tiempo me parecía que, trocando In p;tbhm,
decían «sastra» *. No se hubier.1 podido encon-
ld&ttico a «l ñ
a úa • (costurera, sastra). (N 1rrcconociblcs Tal es "la prcocup 6n dd padre quen
Jel TJ nadie ube qué es_. (N dtl T )
116
117
no 1_ punta del dedo contra dfcentro
tras el papel se abría a la aguja con un ligero
apretar u
�... d o intensa la saos acc1on
· · '
1_ e em3- d
,.ia
crujido, yo caía de vez en cuando en la tentn
de l.a nque ....
ruando se romµ y yo palpaba el agu1ero
que
·
as, bordan
platos de cartón, limpiaplumas, fund
do flores de 3fllerdo con los dibujos.
Y mien-
119
sospeehosas. Ba-
es ventanas las que me parecían
Accidente� y crímen
rrotes de h.terro 1 as protegían . y aun
que h dis-
tancia <l; unos a ot os fucra tan peq
� ueña que,
en �tngun ca o. nadie hubiese podido pasa
� r por
entre ellos, siempre estaba pendiente, sin
mos
�
tra �lo, e los malhechores y criminales que en
el tnt�nor estaban presos, como yo mismo me
sugeria. En aquel entonces no sabía que eran so
lamente coches que transportaban expedientes,
aunque por eso los comprendía mejor aún co
La ciucl.1d me los prometía cada maiia mo depósitos sofocantes de la desgracia. De
n.1 de nuevo y por 1.1 noche quedaba dl.'biénclo cuando en cuando me entretenía también el Ca
rnelos. Cu.me.lo ocurrían, <lesapan.:cta n lnn pron nal en el que ]as aguas fluían oscuras y lentas,
to como yo llegab,1 al lugar de los sucesos, .d como si se tratasen de tú a tú con toda la triste
igual que los dioses que sólo dispone n ele llll za del mundo. Inútilmente cad,1 uno de los mu
instante parn los mortales Unct vitnna robc1da, chos puentes estaba desposado con la muerte
unn casa de la que hab1an sacado un muc1 to, el por el aro de un sah a\ idas. Siempre que los
Jugar de la vía donde cayera un cab,1110, me pasaba los encentre 'irgenes, y al fin, aprendí
plantaba allí para saciarme de la fugaz esencia a contentarme con las t,1bbs que muestran los
que los sucesos dejaron, pero en el mismo ins esfuerzos para reamnur a los ahog.1dos. No obs
tante se fue esfumándose, dispersada y llev.1&1 tante, tales luch,1s me result.1ron t.m indiferen
por la multitud de curiosos que acabaron de tes como los guerreros del \1useo de Pergamon.
disgregarse. ¿Quién podí,t compcur con los De esta manera la desg1"1c1.1 rond.1ba por do
bomberos que, a galope, eran llevcldos a mc.:en quier; la ciud.1d \ �o la hub1esemos acogido
dios desconocidos, quién podía mirnr a tr.1vcs dulcemente, pero no se dej.1ba \'t'r p)f ninguna
de los cristales opacos al interior de una ambu parte. Si al menos hubiese podido min1r n cr.1-
lancia donde al lado de la camilla estnrfa st'n vés de h1s contrnvenrnnns firmt•mt•nte ct•rmdas
tado un acompañante? En estos coches se des del Ilospital de S.m ta ls.1hel. f\k h.1bf,1 dado
cuento, cuando pasnbn por l11 rnlle dl' l
ützow,
lizah.t por las calles la desgracia tempestuosa
en pleno
cuyo rastro no logiaba alcanzar. JIabín vehícu que algunas vcn(;1ni1s t'st.1b.111 n·m1d.1s
que en
los aún más extruños que guardaban su sccrcto <lía. A mi preg unhl , st' me h,1hí.1 dicho
C?º la mism a tenacidad que los cnrtos de los .1qucllas h11bir .1ciones t'st,1b.m }(lS «en �
f rmos de
grR\'t�d.1d». Dt·sdt• t'llllllll't's. siempre miraba
ha-
guanos. Y en esos otros también fueron l.1s
120 12 1
próximo juego de las camcas en el Zoológico o � e podía inferir muchas cosas de las
lo-
de la excursión del domingo. La primavera ha .
gias: el inten to de entregarse al ocio del atar
cía nacer aquí los primeros brotes delante de la decer, el deseo de anticipar la vida fam ilia
fachada posterior gris, y cuando, avanzando el
el campo, el afán de aprovechar el dom �C:
ig
año, un cecho de hojas cubierto de polvo rozaba
mil veces al día el muro de la casa, el roce me
Pero, a fin de cuentas, todo era en vano.
situación de estas piezas cuadradas, una encima
L�
daba unas lecciones a las que aún no era capaz
de la otra, enseñaba mejor que nada cuántos
de seguir. Todo el patio me servía de aviso
negocios fatigosos iba transmitiendo un día al
Cuántos mensajes no había en el alboroto de
siguiente. Cuerdas para tender la ropa corrían
las persianas verdes que se levantaban, y cuán
de una pared a la otra; la palmera se veía tanto
tas malas noticias dejaba yo discretamente sin
más desamparada por cuanto su patria ya no
abrir en el escándalo de las cortinas corredizas
era el Continente Negro, sino el salón vecino.
que caían estrepitosamente al anochecer.
Lo que más hondamente me afectaba Así lo quería la ley del lugar, al que en otros
era el lugar del patio donde se encontraba el tiempos envolvieran las ilusiones de sus habi
� bol. Habían dejado abierta una parte del pa tantes. Pero antes de que cayera en el olvido,
vunento, en el que estaba hincado un ancho aro el arte había intentado transfigurarlo a veces,
de hierro. Le atravesaban unas barras, de tal fuera porque una lámpara, un objeto o porque
un jarrón chino se introdujera secretamente en
I?odo que formaban una reja por encima <le la
tterra dc;s uda. Me parecía que no la tenían cer su ambiente . Y, a pesar de que las antiguallas
. ? fueron
raras veces enaJ tecían el lugar, las logias
un ca·
cada inuulmente; Y a veces reflexionaba sobre
adquiriendo en el transcurso del tiempo
a m:riu
lo que pa aba en aquel hoyo del que salía el
�
tronco. Mas tarde amplié mis indagaciones has rácter arcaico. El rojo pompeyano que
ancha anta
ta la pa ada de los coches de punto. Los árbo do recorría las paredes en forma de
� les que se es
! ?
8 lf ha 1a echado sus raíces de man
? era pare
era el fondo adecuado de las horas
po enve ec! �
cida, s1 bien estaban cercados tancaban en esa soledad. El tiem
además por una abrían hac:a
estacada. y los cocheros colgaban de en esas sombrfas piezas que se
1 as estacas era la manana
sus1 pelerm . tras llena
· as mien ban para el caballo patio. Y por eso, la mañana ya en
la encontraba
el al:>rccvadero colocado en la acer hacía mucho tiempo, cuando
a con el cho-
126 127
1 . Je Ja c1uc
·
I ...
t �s
; ,t:
•
. . pm
1 per-
con las otras parte!' del ,
,._
.1 , .
. a!I
hn . .J1m
( manece f.iel a �1 mismo y nadn díme
e:-per.111do a m t . l�s
ro prevalece
a su lado. Ba10 sus auspicios
rarlas·' siempre me esiab.m se encuentran y
,
, en el
, P1s.1das de nod,1, se reun
se co]O·
lugar y el licm¡>o Aml>os
t:abnn alH hac10 ya tiempo
.
fm consegu1a
por decirlo asÍ1 cuando por . camhio, que..
aman - o fuc parucipe, se encuentra en
con ellas. . su logia
tard e descubrí de nue\ o los pat 1os abrazado por ese grupo como <lentro de
Más un mau�
.1b.1 desde soleo que hace tiempo le está destin
desde d rerr.pl�n. Y cuando los m11" ado.
Jo alto del tren, lns rnr<les sofocantes
de v�rano,
ellos Y
parecfo que éste se habia encerrado en
que
había abandonndo el pa1sn1e. Los gera111os
i�udi ne
se asomaban con sus rojas flores en las
ras le correspondían menos que los colchones
rojos que !iC hnbían colg.1do por la mañ.1 na so
bre los antepechos para airearlos. En las noclR·s
que seguían a esas tardes, se nos veía reunidos
a veces en la logia a mí y a mis compañcws.
Nuestros asiencos eran muebles de jardín de
hierro que parecían trenzados o cubiertos ele
junco. Y sobre los libros de bolsillo cafa la luz
de gas que salía de un globo <le llamas rojas y
azules y en el cual zumbaba e] mechero incan
descente: un círculo de lectura. El último suspi
ro de Romeo vagaba por nuestro patio en husca
del eco que le tenía reservado la cripta de Ju
lieta.
Desde mi infancia las logias habían cam
biado menos que otras estancias. Pero no sólo
por esto me siento todavía allegado a ellas, sino
por el consuelo que emana de su condici6n de
inhabitable::; para quien apenas llega a estable
ccrse fijo en alguna parte. En ellas, las moradas
129
i
distnru s
ir había
insra: iones propias e indumentana extr
l c
�
ava
aquellos
renunaado durante años. Tras una peq
b.d
uen -a su-
1 a, el c�no bajaba de repente; la elevación
gante. Era, además, característico e
.
cuyo hálito fue el tiempo, ya no se mueve, por Pues el pasado parecía tener ya ocupados todos
fin, la creación ha retornado a su origen y puede los rincones de aquella tierra satelne en la que
cubrirse de nuevo con el velo de viuda que el me encontraba desplazado As1, cada sonido v
día le había arrancado. Me lo dio a entender el cada momento venía a mi encuentro como su
pálido rayo que penetró por la persiana de mi propia sombra . Y despues de sufrirlo durante
un rato, me acercaba a mi cama llt�no del temo
r
cuarto. Mi sueño resultó intranquilo. La luna
en la
lo cortaba con su ir y venir. Cuando estaba en de encontrarme a mí mismo esnrado
�
mi h bitación yo quedaba desalojado, pues no misma.
parec ia querer albergar a nadie sino a ella. El miedo sólo se me pas.1ba del todo
mi espal
Lo primero sobre lo que recayó mi mi� cuando volvía a sentir el cokhon con
luna a\·an
da. Luego me dormía. Lt lu1 de la
rada fue en las dos jofainas de color crema del
lavabo. Durante el día jamás se me ocurrió re zaba lentamente pura salir de mi
cuarto. a"'f
do volvia a
parar. en ellas. En cambio, a la luz de la luna menudo, ya estaba a oscurns. cu,rn
tercera Ve2i·
me d 1s� staba la franja azul que trazaba la par despertarme una segunda o una
tenía que cob�ar
�� superior del lavabo. Aparentaba como un te Era primero la mano b que
borde de la trm-
Jido que se entrelazaba en un ribe ánimo para asomnr!>e por d
te. y' en efcc-
134 135
Su no existencia no se me hubiera ofrecido más despertar no fijó su meta al sueño. smo que me
dudosa que su existencia, que parecía guiñar descubrió que la hab1a fallado \ que el gobierno
un
a la no existencia. La luna tenía juego fácil de la luna, que había e..xpenmemado siendo
con este existir. niño, fracasó hasta otro evo
Mi infancia casi había quedado atrás
cuando parecía resuelta a reivindicar el derecho
sobre la tierra y su semblante diurno que antes
s6lo había reclamado durante la n � e. En lo
�
alto del hor zonte, grande, pero pálida, así es
tuvo en el oelo de un sueño encima de las ca
lles de Berlín. Aún era de día. Los míos me ro·
dca�o�, un poco rígidos, como en una dague
rrotipia. S61o faltaba mi hermana. ¿Dónde está
ª
Dora ? ' oía decir mi madre. La luna llena que
�
hab a estado en �I cielo, de repente habí
a ido
aeaendo. Aproxunándose más y más
despcda-
11 11 11 11 11 137
del pa�
tiempo, e:� jJc. 1 se hu
sas, en
s1llo, en el Brauhausberg con las maripo
cuarnto � el banco en
dincillo, mi cuarro en un
y parecia que les cre e1 patmad�ro,. con las charangas, delante
del
un banquillo �e encogian
.
le que,
r por lo irrecuperab
co11 la fuer"•a del dolo
Las ruinas de Berlín responden a las zner
.
·
vaczo-
·
, de1 propw
·
al fantástico reino
ESTE LIBRO
SE TERMINO DE 11\tl'RIMIR
ningún aeronauta.
EN LOS TALLERES
. DE ARTES GRAFICAS Bl-NlAL
' S A
Esto, en confianza, segun figuras
VIRTUDES, 7, MADRID
LN EL MES DE NOVIEMBRE
DE 19S2
en tumbas de momias,
me dijo un silfo.