La Respuesta Reflejo

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 32

LA RESPUESTA-REFLEJO 1

Carl Rogers & Marian Kinget

Después de esbozar las características generales de la actividad del


terapeuta, examinemos más de cerca las formas concretas en que esta
actividad se traduce.

Puesto que el terapeuta rogeriano no trata de juzgar, interrogar o dar


seguridad, ni de explorar o interpretar, sino que por el contrario, trata de
participar en la experiencia inmediata del cliente, se deduce, fácilmente, que
sus respuestas deben adaptarse al pensamiento de éste hasta el punto de
rehacerlo dándole una forma equivalente o que, al menos, el cliente
reconozca como suya. Por ello, la respuesta característica del enfoque
rogeriano se indica con el nombre de "reflejo".

Reflejar consiste en resumir, acentuar la comunicación, manifiesta o


implícita del cliente, teniendo en cuenta las reglas señaladas en el cap. II. La
finalidad de este tipo de respuestas es satisfacer una de las condiciones
necesarias y suficientes de la terapia, expuesta en el tomo I, capítulo IX. Una
de estas condiciones es que no basta con que el terapeuta perciba al cliente
como éste se percibe a sí mismo.

Hace falta, además, que consiga hacer entender esta identidad de percepción
al interesado y de un modo más convincente que por la simple afirmación. El
medio más directo y más seguro de realizar esto es la respuesta-reflejo.

Pero ¿cómo hacer para comunicar esta conformidad de percepción sin


parecer repetitivo?

Para hacer comprender al cliente que se participa en su experiencia –que se


piensa no "en" él, sino "con" él- habrá que recurrir a veces a la reproducción
exacta de su comunicación, en los mismos términos en que él la hace. Por
insignificante y repetitivo que pueda parecer este modo de responder, no deja
por ello de ser de una eficacia asombrosa.

Primeramente, tiende a ejercer un efecto saludable, a la vez de alivio y de


estímulo, en el cliente acostumbrado a que se contradigan, con frecuencia, o
se critiquen sus puntos de vista. Además, como no impone ninguna
exigencia al interesado, le permite sumergirse por completo en su mundo
personal, subjetivo. A causa de ello, representa el medio por excelencia de
1

(N. de la T.) “Reflejo” se refiere aquí al sustantivo derivado del verbo reflejar.
“Reflet” en francés.

1
facilitar la toma de conciencia autónoma de la experiencia vivida. Sin
embargo, para terapeutas que empiezan, el uso abundante del reflejo simple
formulado en los términos del cliente puede causar a éste la impresión de un
simple eco y, a causa de ello, estropear la relación. Este tipo de conducta es
demasiado diferente del estilo habitual del interlocutor, para que no corra el
riesgo de ser sentido como extraño -sino inadecuado- por cualquiera de las
dos partes. (Puede que suceda de otro modo cuando se trata de terapeutas de
renombre; del sentimiento de competencia reconocida, si va acompañado de
humildad, puede resultar una seguridad interna tal, que el profesional pueda
contentarse con el empleo de medios verbales extremadamente simples y
sobrios. Por su parte, el cliente de tal terapeuta puede que se acomode, e
incluso que admire esta sencillez rara, mientras que esa misma sencillez
manifestada por un profesional de menos categoría podría indisponer a ese
mismo cliente. Parece innegable que esos "halo-effects" –variantes del
fenómeno de transferencia- se observan en un buen número de clientes.)

Reconozcamos, sin embargo, que la importancia de variar las modalidades


del reflejo y de elevarlas por encima de su expresión más elemental o literal,
no es tanto a causa del cliente como del terapeuta. La necesidad de parecer
activo e inteligente o, al menos, de no parecer pasivo o inepto es respetable
-siempre que no se convierta en una necesidad de afirmación de sí mismo- y
conviene tenerla en cuenta. En un proceso en que la relación entre las partes
es esencial, todo lo que afecta a una de las partes repercute sobre la otra. Por
esta razón, no pedimos al terapeuta en formación que imite el modo de
interacción, sobrio hasta el extremo, de un terapeuta como Rogers, aunque
creamos que ese modo estrictamente empático, es el mejor siempre que el
terapeuta pueda acomodarse a él sin violentar sus propias tendencias y
sentimientos.

Por suerte, hay medios de ser empático sin parecer mecánico. Esta
posibilidad se deriva de una característica fundamental de la interacción
humana: que la comunicación siempre es más rica que los medios, palabras
o actos que la traducen, así como la experiencia siempre es más compleja
que su representación. Precisemos que el empobrecimiento a que nos
referimos no resulta necesariamente de una falta de talento verbal. Es
inherente, en parte, a la naturaleza discursiva del lenguaje, hasta el punto de
que no podemos decir más que una cosa a la vez mientras que podemos
sentir simultáneamente una cantidad enorme de cosas o, al menos,
múltiples facetas de una misma cosa.

Aunque la comunicación se empequeñece inevitablemente al pasar por el


lenguaje, puede ampliarse en la recepción. Esto presupone, sin embargo, que
el individuo receptor se vuelva enteramente disponible a la comunicación.
Por eso esta amplificación no podría producirse en aquel cuya mente esté
llena de categorías diagnósticas y de otros criterios de valoración. En tales
casos, en vez de amplificarse, la comunicación se vacía de su sentido propio

2
y las palabras se convierten en vehículos de un pensamiento extraño al del
que las ha emitido. De esta propiedad de la comunicación se deriva que el
terapeuta que se abre a las palabras de su interlocutor está en situación de
contestar de modo íntimamente empático, sin tener que repetir las palabras
de éste. Le basta con reflejar los elementos tácitos o inherentes a la
comunicación (elementos necesarios) o indicados por ésta (elementos
probables).

El hecho de que toda conducta, verbal o no, se preste a la explicación de


dimensiones implícitas proviene, evidentemente, de la complejidad de la
conducta. Precisemos esta idea con algunos ejemplos, empezando por
algunos casos de conducta no verbal.

Ejemplo 1.- El significado de la conducta del individuo que solicita los


servicios de una clínica psicoterapéutica no se limita a esta petición. Si no se
prueba lo contrario, podemos asegurar:
a) Que este individuo cree tener un problema.
b) Que se da cuenta, de un modo general, de la naturaleza de su problema.
c) Que lo considera remediable.
d) Que se cree incapaz de resolverlo sólo.
e) Que tiene, al menos, un mínimo de confianza en las clínicas
psicoterapéuticas.
f) Que es capaz de coordinar las diferentes etapas de su iniciativa.
g) Que posee un mínimo de capacidad intelectual y que sus funciones
lógicas están relativamente intactas (teniendo en cuenta f).

Ejemplo 2.- El terapeuta que informa al nuevo cliente de la importancia de


decir todo a propósito de sí mismo y de su caso -sobre todo, lo que resulta
difícil decir- comunica al mismo tiempo:
a) Que el resultado de la terapia es función de la expresión total de la
experiencia.
b) Que este resultado está, esencialmente, en las manos del cliente.
c) Que, si no insistiera, el terapeuta no obtendría más que una expresión
parcial de la experiencia del cliente.
d) Que lo más importante es lo que resulta difícil de decir.
e) Que el proceso exigirá un esfuerzo considerable, quizá penoso.

Ejemplo 3.- La conducta del terapeuta no directivo que se limita


estrictamente a reflejar el pensamiento del cliente revela, sin embargo,
algunos elementos de su pensamiento, relativos a su trabajo (elementos que,
por otra parte, desea comunicar):
a) Que considera al cliente capaz de dirigir el proceso.
b) Que la comunicación del cliente -por trivial que pudiera parecer- merece
la pena de ser escuchada con atención.
c) Que estima útil responder, de vez en cuando, incluso si lo que dice no
añade nada a los datos.

3
d) Que no es necesario guiar al cliente por medio de preguntas u otras
formas de intervención.
e) Que lo que importa son los puntos de vista del cliente, no los del
terapeuta.
f) Lo que cuenta no es tanto el problema, sino la persona, es decir, el modo
que tiene el cliente de ver y sentir el problema, en el momento presente,
etc.

Pasemos a algunos ejemplos de conducta verbal. Empecemos por un caso en


que la comunicación y las palabras concuerdan estrechamente (suponemos,
además, que la expresión de la cara confirma las palabras):

Ejemplo 4.- C 1. Estoy completamente desanimado y ya no puedo más.


En este ejemplo, la comunicación es tan unívoca e intensa, tan despojada de
elementos accidentales que, a primera vista, no parece prestarse a otra
respuesta (empática) que la reiteración, literal o estrictamente sinónima:
T 1a. Está usted sin fuerzas (el modo de formular esta respuesta presupone
que la estructura empática de la interacción puede ser comprendida por el
cliente. Si no es este el caso, conviene que el terapeuta responda, indicando o
recordando esta estructura: "Se siente usted sin fuerzas", sin lo cual su
respuesta corre el riesgo de parecer una afirmación o una valoración).
Si el terapeuta se abre plenamente a la comunicación, descubrirá que,
incluso enunciados tan simples y coherentes como los de este ejemplo, se
prestan a una elaboración o a una diferenciación a partir del interior. En
efecto, el individuo que dice: "He perdido todo el ánimo y ya no puedo más",
se refiere, implícitamente, a una fuerza que le animaba antes y le incitaba a
hacer ciertos esfuerzos. Si estas palabras representan adecuadamente su
experiencia, dice al mismo tiempo:
a) He hecho todo el esfuerzo de que soy capaz.
b) He esperado hasta aquí.
c) He tenido el valor de luchar hasta aquí.
d) Algo ha venido a quitarme todo el valor.
e) Renuncio a continuar mis esfuerzos.
f) Me he agotado en vano.

Todos estos aspectos son, más o menos, inherentes a las palabras en


cuestión. Sin embargo, es posible que no pertenezcan a la experiencia del
cliente. Al reflejarlas, el terapeuta ofrece al cliente la ocasión de comprobar si
su comunicación reproduce exactamente su sentimiento. Por ejemplo, si el
elemento a) no forma parte de él, el cliente puede darse cuenta de este hecho
y rectificar. Esta comprobación invita, casi necesariamente, a una
explicación. El cliente puede darse cuenta, entonces, de que su sentimiento
no resulta -como sus palabras parecían sugerir- de una acumulación de
fracasos sino de que apenas ha hecho tentativas. A su vez, esta falta de
coincidencia entre los hechos y la representación invita a una explicación.

4
Así, paso a paso, y en virtud de una lógica interna, el cliente puede llegar a la
conclusión de que lo que siente no es un sentimiento de desánimo (que
sigue, generalmente, a la experiencia de fracaso) sino una falta total de
confianza y de respeto hacia sí mismo, sentimiento que no se ha producido a
causa de un acontecimiento particular sino que tiene su raíz en la imagen
del yo.

Esta comprobación por parte del cliente, representa uno de los factores más
importantes del proceso terapéutico. En efecto, los problemas psicológicos se
deben, en gran medida, a una simbolización o representación defectuosa de
lo que realmente se siente. La persona que, como la señorita Vib, cuyo caso
analizaremos en el Cap. V, se siente frustrada hasta el punto de estimar
que "no hay más salida que el suicidio" -sin que los hechos justifiquen tal
sentimiento, como ella misma lo admite- es generalmente víctima de una
representación defectuosa de su situación. En efecto, para poder decir que
no hay otra salida, hay que tener la idea de una salida determinada y saber
con certeza que está cerrada. Pero lo que sucede frecuentemente -y el caso de
la señorita Vib lo confirma- no es que el individuo sepa que una meta
determinada se ha vuelto inalcanzable, sino que no tiene idea de cuál es su
meta. Este suele ser su problema. Explicarle todo esto no tiene,
generalmente, ninguna utilidad. En el momento en que sufre, el individuo
quiere tener una justificación de su sufrimiento. Lo que conviene es que el
terapeuta, en vez de probar al cliente que su problema no existe o imponerle
otra versión, acepte el problema tal como el cliente lo formula y crée las
condiciones en que dicho cliente esté en situación de percibir más
claramente sus puntos de vista sobre el problema y de corregirlos, si es el
caso. Al reflejar la comunicación manifiesta -o alguna de sus implicaciones-
el terapeuta le ofrece, precisamente, la ocasión.

Otra respuesta empática que conviene a la misma situación:


T 1b. No puede usted más o, al menos, es lo que usted siente en este
momento.
Esta respuesta puede introducir en la conciencia un elemento de experiencia
muy real pero atenuado por la intensidad de la experiencia inmediata: que
todo sentimiento es pasajero. A causa de ello, tal respuesta puede situar al
sentimiento en su perspectiva propia y atenuarlo por lo tanto. El cliente
rechazaría probablemente las palabras de consuelo, como una subestimación
de su problema y de su dolor -o las refutaría con el fin de provocar más- pero
una respuesta como la que acabamos de indicar y que pone de manifiesto un
aspecto innegable de la experiencia, es capaz de modificar la óptica del sujeto
sin hacer intervenir factores poco terapéuticos, como son el consuelo o los
consejos.
Reconocemos, sin embargo, que es posible que el cliente, dominado por
su abatimiento, responda, no sin impaciencia :

5
C 2. No es una cuestión del "momento presente". No se trata de un
sentimiento pasajero.
Según el caso, el terapeuta puede juzgar útil responder a estas palabras
acentuando el sentimiento al que se refieren:

T 2a. Se trata de algo verdaderamente profundo.


Este tipo de respuesta tiende a dar lugar a una expresión más completa de la
desesperanza que está en la base de las palabras del cliente y, a causa de
ello, a conducir a ese estado de saturación emocional en que se opera un
cambio total de dirección. Por otra parte, si el terapeuta estima que el cliente
no va a pensar que lo que él quiere hacer es una especie de esgrima verbal,
la siguiente respuesta puede dar más fruto:

T 2b. Le parece que tendrá usted ya siempre ese sentimiento. Que nunca
volverá a tener ánimo.
Es muy difícil que el cliente responda afirmativamente. Si lo hace, es seguro
que muy pronto se dará cuenta de que, en ciertas condiciones, su juicio no
es válido. (Si se trata de un caso de depresión psicótica que requiera algo
más que un tratamiento por medio de entrevistas, evidentemente, no llegará
a darse cuenta de esto. Sin embargo, en este caso, y teniendo en cuenta la
resistencia más o menos agresiva manifestada en C2, la existencia de tal
depresión es improbable).
Teniendo en cuenta que el cliente no podría refutar T2b, la percepción
de su sentimiento se precisará seguramente. Es decir, podrá intuir que la
cualidad de permanencia está unida al fracaso (suponemos, por el momento,
que se trata de un fracaso) no al sentimiento, lo cual es muy diferente. Se
podría decir que esta especificación se sobreentendía, que no es un elemento
nuevo. Esto es exacto. Pero el hecho de que este elemento periférico se lleve
al centro de la conciencia, puede modificar considerablemente el cuadro
afectivo.
Las dimensiones tácitas del ejemplo 4 se ponen más claramente de
manifiesto cuando se le modifica ligeramente:

Ejemplo 5.- No tengo ánimo para ello.


En el ejemplo 4, la implicación del enunciado gravitaba alrededor de la idea
de esfuerzos hechos, pasados; en éste, se refiere a esfuerzos potenciales,
futuros:
a) No creo que pueda tener éxito.
b) Haría falta más ánimo del que tengo por el momento.
c) No me siento con ánimo para el esfuerzo que habría que hacer.
d) No vale la pena.
e) Renuncio a intentar.
f) Temo fracasar.
g) Al menos, en estos momentos, no tengo valor, etc.

6
Todos esos aspectos, implícitos o explícitos, acuden a la mente del que
se esfuerza por escuchar en función del interlocutor, no en función de sus
propias hipótesis, necesidades o inclinaciones.
Sólo las comunicaciones expresivas del sentimiento se prestan a esta
elaboración desde dentro. El enunciado, puramente descriptivo de los hechos
materiales, como el siguiente, contiene también una comunicación que va
más allá de las palabras:

Ejemplo 6.- C 1. Mi marido trabaja en una fábrica. Tiene un buen puesto. Yo


me ocupo de la casa y de los niños.
¿Cuál es la comunicación implícita en este caso? A menos que el contexto lo
desmienta, estas palabras significan:
a) Desde este punto de vista (funciones e ingresos) no hay problema.
b) Cada uno contribuye a su modo al mantenimiento de la familia.
c) Desde este punto de vista, la situación es normal, etc.

Pero una vez más la diferencia entre la comunicación y los datos


verbales se pone más claramente de manifiesto cuando modificamos un poco
este ejemplo.

C 1. Yo trabajo en una fábrica. Tengo un buen puesto. Mi marido se ocupa de


la casa y de los niños.
En este caso, la comunicación sugiere algo así.
a) Esto plantea problemas, evidentemente.
b) Hay algo fundamental que es anormal en la situación familiar.
c) ¿Se da cuenta de la situación a que todo esto da lugar?

Ejemplo 7.- C 1. La gente cree que Hitler estaba equivocado. Pero no lo


estaba.
a) Tenía razón.
b) La gente se equivoca.
c) Es la gente la que está en un error.
d) Yo sé que él no se equivocaba.
e) Aunque prácticamente todo el mundo dice que estaba equivocado, esto no
hace cambiar, en absoluto, mi opinión.
f) Algunos raros individuos, entre los que me cuento, son capaces de
reconocer que tenía razón.

Esperamos que estos pocos ejemplos hayan conseguido dar una


primera idea de lo que es propio de la respuesta-reflejo. Completemos esta
imagen con una presentación un poco más teórica.
Con este fin, hagamos un breve paralelo entre este tipo de respuesta y
un fenómeno sacado a la luz por la psicología de la forma.

7
Entre los dibujos que ilustran la mayor parte de los
manuales de psicología de la forma (Psicología
Gestalt), están los que sirven para demostrar la
distinción entre lo que se llama la "figura" y el
"fondo" del campo de la percepción, así como las
leyes que rigen las relaciones entre estas dos partes
constitutivas de todo campo. Cualquiera que haya
seguido un curso de psicología general, reconocerá
el trazado presentado en esta figura.(hay un jarrón y
hay 2 perfiles de rostro humano)

El campo incluido en este cuadrado puede organizarse al menos de dos


maneras. Es decir, que se presta a la percepción de dos imágenes o figuras.
Para algunos sujetos, lo que forma la figura es la parte central y ésta aparece
como un jarrón. Para otros las partes laterales se organizan formando dos
perfiles, frente a frente. La "preferencia" perceptual por una u otra de estas
figuras, es función de diversos factores: unos subjetivos -intereses,
necesidades y tendencias- y otros objetivos. Entre estos últimos, citemos el
contraste entre las dos partes del campo.

Las leyes de la organización del campo perceptual -las que rigen la


formación, modificación o "desaparición" de la figura y cuyo juego se
demuestra fácilmente en el campo de la percepción visual- valen también
para la percepción no sensorial, para el pensamiento y para el sentimiento.
Así, cuando dos sujetos consideran una situación más o menos compleja o
ambigua, los elementos que se organizan en "figura", varían según factores
más o menos constantes (actitudes, valores, tendencias personales) y
factores variables (contenido mental inmediato) que forman el "fondo" sobre
el que la situación aparece para cada sujeto. Concretando más: supongamos
que dos individuos, X e Y, leen en el periódico que otro individuo, Z, acaba de
hacer una donación a una obra filantrópica. Supongamos que X ve en ello,
con toda naturalidad, un gesto de generosidad y tiene un sentimiento de
admiración hacia Z. Por otra parte, supongamos que Y sabe que Z se prepara
para meterse en el campo de la política y que su donación está financiada
por un grupo no muy recomendable. Estableciendo el paralelo con la fig. l, se
puede decir que X organiza los datos, de tal modo, que ve dos perfiles;
mientras que Y, que conoce un elemento complementario, adopta una
actitud diferente y ve el jarrón. Si Y informa a X de los planes de Z y del
origen de su donación, este elemento nuevo puede cambiar radicalmente la
organización del campo de X. Lo que antes era percibido como un acto de
generosidad, puede aparecer ahora- como una táctica vil, con los cambios
que este nuevo punto de vista origina en los sentimientos de X.
Un fenómeno análogo se produce constantemente en la terapia
rogeriana. Como hemos visto en el tomo I de esta obra, el cambio terapéutico
puede concebirse como un proceso de modificación constante del campo de

8
la percepción, en particular del sector central que corresponde a la
estructura del yo.
A medida que la interacción continúa, ciertos elementos de experiencia
que formaban parte del "fondo" vienen a integrarse en la "figura" y se
producen así modificaciones generadoras de nuevas modificaciones. Estas, a
su vez, exigen que se desprendan del fondo otros elementos y vengan a
ocupar el puesto de éstos en la figura en vías de reorganización.
Uno de los factores más importantes de este proceso es la respuesta-
reflejo. Esta respuesta tiene por efecto, o acentuar la figura tal como el
cliente la percibe -ej. 4, T 1a o darle luz por vía de contraste -ej. 8- o
modificarla ampliándola -ej. 4,T1b- o incluso invertirla (ej. 9). Pero lo que
importa hacer notar a propósito de este proceso es que la modificación de la
figura se hace a partir del interior, no bajo la influencia de fuerzas exteriores.
El terapeuta extrae los datos de su respuesta de la comunicación del cliente,
no de ninguna fuente externa a esta comunicación. La fuerza de este tipo de
respuesta consiste precisamente en esto. Su contenido pertenece a la
comunicación del sujeto, como un fondo determinado pertenece a una figura
determinada.
Veamos algunos ejemplos de este fenómeno de modificación de la
figura. Empecemos por un caso de inversión completa de la figura:

Ejemplo 8
C 1. La ciudad X (donde yo vivo) es un verdadero agujero. Entre los cien mil
habitantes que tiene, aproximadamente, no hay cuatro o cinco con los que se
pueda tener una conversación sencillamente inteligente. Y fíjese ove no digo
una conversación interesante, sino simplemente inteligente.
T. En ciertos aspectos como... el de la inteligencia... se encuentra usted
prácticamente solo en X.
En este ejemplo, el "campo" es el mismo para el terapeuta que para el
cliente. Se compone de dos elementos: X y el cliente. Sin embargo, la
organización de este campo es diferente. En las palabras del cliente, X forma
la figura y esta figura está presentada con tonos extremadamente sombríos.
En las palabras del terapeuta, es el cliente el que hace de "figura" y ésta se
desprende, necesariamente, con fuerza de la parte del campo que, para el
cliente, forma la "figura". Esta transposición permite al cliente darse cuenta
del reverso de la medalla de lo que él describe. Se le da ocasión así de tomar
conciencia de que:
1) Al hablar de los demás, está hablando de sí mismo;
2) Se presenta como un individuo excepcional, prácticamente el único dotado
de inteligencia, entre más de 100,000.
Veamos otro ejemplo muy parecido y que ofrece, además, una muestra
de la prueba a que pueden ser sometidas la empatía y la autenticidad del
terapeuta.
En cuanto a la actitud a adoptar por parte del terapeuta que es
incapaz de seguir siendo empática en situaciones como ésta, hablaremos de
ello en un artículo que estamos preparando.

9
Ejemplo 9
La cliente es una estudiante no americana y se dirige a un terapeuta
que tampoco es de origen americano:
C. De acuerdo. Las mujeres americanas son, quizá, las más guapas del
mundo, aunque esto sena algo difícil de decidir. Es una cuestión de gustos. Se
cuidan mucho, hay Que reconocerlo. Pero no tienen ninguna personalidad,
ninguna individualidad. Son cabezas vacías, autómatas. Es difícil ser amiga
de ellas. No tienen nada que dar como compañeras. En este sentido, tienen un
vacío, una pobreza interior que da casi compasión.
T. Usted considera que tiene suerte de no ser americana.

Ante esta respuesta, la cliente -cuyo carácter era difícil, pero a la que
no faltaban inteligencia ni sensibilidad- quedó desconcertada. Su tono
cambió y pareció perder el hilo de su pensamiento. No se presentó a la cita
siguiente, (tres días después) pero volvió a aparecer a la otra, una semana
más tarde.
Hizo un largo análisis de los pensamientos que se habían agitado en
ella a continuación de la entrevista que acabamos de citar y de las
conclusiones a que había llegado. Declaró que su primer sentimiento hacia la
respuesta del terapeuta había sido violentamente hostil pero que, en seguida,
se había dado cuenta de que éste le había tendido sencillamente "un espejo",
como solía hacer siempre. Que no la había atacado ni le había dado una
lección. Reconocía además que había mostrado un "complejo de superioridad
grotesco" del que reconocía numerosas manifestaciones y que identificó como
la causa de muchos de sus fracasos en la vida social.
El valor de la respuesta-reflejo si se trata verdaderamente de reflejar,
no de valorar o de deformar sutilmente la comunicación de la cliente,
consiste en que su contenido no puede ser negado por el sujeto. El
sentimiento reflejado está unido a su comunicación, como lo están las dos
caras de una misma moneda. Por el hecho del carácter intrínseco del
sentimiento que refleja, esta respuesta ejerce un efecto, a la vez penetrante y
"aséptico", capaz de efectuar una toma de conciencia sin herir el sentimiento
o, al menos, sin dejar cicatrices.

MODALIDADES DEL REFLEJO

La respuesta-reflejo puede presentar diferentes modalidades en la medida en


que da luz al cliente sin instruirlo y afina su pensamiento sin traicionarlo.
Estas variaciones se sitúan en un continuo y aunque no podríamos
separarlas con líneas de demarcación claras, se pueden distinguir tres tipos.
Los nombraremos según el orden creciente de su valor de elucidación:
1) "Reiteración" o reflejo simple;
2) "Reflejo del sentimiento" o reflejo propiamente dicho;
3) "Elucidación" (recognition of feeling, reflection of feeling, clarification).

10
Notemos que estas categorías fueron establecidas a posteriori,
basándose en el análisis de entrevistas dirigidas por Rogers en la época en
que todavía no se daba cuenta plenamente de que había elaborado un
enfoque psicoterapéutico nuevo. Es decir, en la época en que aún no se
preocupaba en absoluto de las "técnicas". Por eso, estas categorías en vez de
constituir técnicas sistemáticamente inventadas con fines particulares,
representan formas y variaciones que la expresión verbal toma, de un modo
natural, en el interlocutor que se esfuerza por despojarse de su propio marco
de referencia, con el fin de sumergirse en el claroscuro del mundo subjetivo
del otro.

1. LA REITERACIÓN
Esta forma elemental del reflejo se dirige al contenido, estrictamente
manifiesto, de la comunicación. Generalmente, es breve y consiste en resurtir
la comunicación del cliente o en poner de manifiesto un elemento importante
o simplemente en reproducir las últimas palabras para facilitar la
continuación del relato. El reflejo simple se emplea, sobre todo, cuando la
actividad del cliente es descriptiva, es decir, cuando le falta sustancia
emocional o cuando el sentimiento está amalgamado hasta tal punto con el
contenido material, que el terapeuta daría prueba de una actitud
escrutadora, analítica, contraria a sus intenciones, si se esforzara por sacar
algún significado implícito.

Por el hecho de que representa algo así como un calco simplificado del
pensamiento del cliente, esta respuesta apenas tiene valor de elucidación
directa. Sin embargo, prepara el terreno para una toma de conciencia cada
vez mayor, ya que tiende a establecer un clima de seguridad que favorece la
disminución de las barreras defensivas del "yo" y, por tanto, también la
ampliación del campo de la percepción. Sirve pues, esencialmente, para
establecer una atmósfera de acogida y de relajamiento. Por ello, esta
respuesta se suele formular según las mismas palabras del cliente, por muy
humildes que éstas sean.

El modo que tiene de facilitar la toma de conciencia el reflejo simple puede


compararse con el efecto de la buena puntuación en un texto. El relato del
individuo con conflictos suele parecerse a una larga asociación libre -llena de
tanteos, repetitiva, complicada con detalles que no tienen nada que ver y que
están desorganizados- en una palabra, a un texto sin puntuar. Todos los
datos están presentes pero sus relaciones son confusas y no puede sacarse
ninguna conclusión. Dentro de este conjunto caótico, el reflejo simple crea
un cierto orden que suele afectar al cliente como si fuera una explicación
cuando, en realidad, la actividad del terapeuta se limita a puntuar, un poco
por todas partes, el flujo verbal de éste. El efecto de elucidación de este modo
de contestar se pone de manifiesto en las palabras de la señorita Vib, (cap. V,
págs. 166-167). Esta cliente sale de su primera entrevista con la impresión
de comprenderse mejor, de haber encontrado de repente una explicación,

11
aunque sea provisional, a su conducta "inexplicable". El efecto estimulante
de este método, también se pone de manifiesto y de un modo casi
enternecedor, en las palabras de la señora P. S., joven esquizofrénica, vista
por Rogers en una institución para enfermos mentales. Durante la primera
entrevista, esta mujer observó en dos ocasiones: "Es curioso... pero no he
dicho estas cosas a esos otros médicos" (que la habían entrevistado antes
que Rogers, empleando otros métodos). También el caso de la señora Ett, nos
muestra el efecto, en cierto modo madurador, que este tipo de conducta
"inofensiva" puede producir.

Reproduciremos un pasaje, bastante divertido, de esta última cliente. Como


volveremos a hablar de ella un poco más adelante, quizá sea conveniente
describir, en pocas palabras, a la señora Ett. Se trata de una mujer joven
divorciada y casada nuevamente, madre de dos niños pequeños, de un nivel
socioeconómico medio-superior, culta, inteligente y de un temperamento vivo
y apasionado. Sea cual fuere la posición que se adopte hacia las cosas que
cuenta, tenemos que admirar las fuerzas constructoras que la empujan a
expresarlas. Durante las entrevistas, la señora Ett, se describe como
profundamente neurótica, sujeta á episodios inquietantes -aunque no de
naturaleza psicótica- de depresión y, algunas veces, de excitación. Cuenta
también que siente impulsos sexuales excepcionalmente fuertes y de tipo
bastante problemático. Nuestra opinión era que tenía también una
"indigestión aguda" de nociones Psicoanalíticas, tanto ortodoxas como
apócrifas, obtenidas Por medio de lecturas y de conversaciones con amigos.
Las doscientas páginas, aproximadamente, de transcripción de su caso
abundan en referencias psicoanalíticas.

Aunque la cliente es una persona irritable y que se aburre e impacienta


fácilmente en el contacto con las personas que no excitan su imaginación, el
estilo empático, tranquilo, del terapeuta ejerce en ella un efecto
particularmente estimulante. Sin embargo, en la transcripción del diálogo se
pone de manifiesto que las respuestas del terapeuta son del tipo del reflejo
más elemental. El pasaje siguiente, aunque casi parece un texto humorístico
(lleva la marca del estilo, invariablemente vivo y alegre de la cliente) nos
ofrece una muestra de este efecto. Está cogido del comienzo de la tercera
entrevista, cuando la cliente -muy preocupada por los métodos y las
escuelas psicoterapéuticas- describe su reacción a las entrevistas
precedentes

Ejemplo 10
C 85. Y además, hay otra cosa. El otro día, después de mi entrevista, me di
cuenta de algo muy curioso. Después de cada una de esas dos entrevistas,
tuve la impresión, en cierto sentido, de no haberle dejado a usted, como si la
charla siguiera... lo menos durante una hora después de haberme marchado
de aquí. estaba metida en una explicación conmigo misma y -era muy curioso-
pues sí... tenía, prácticamente, una conversación conmigo misma, diciéndome

12
bueno, que la charla no cesaba después de haberla terminado. Que
continuaba. Era una experiencia realmente..., realmente interesante. Y lo que
es un hecho es que, después, me sentía verdaderamente estimulada
T 85. En cierto sentido, la entrevista se prolongó, incluso después de haberse
terminado en realidad.
C 86. Sí. Eso es. Y esto resulta algo muy extraño. Me llamaba la atención
porque, en general, después de una conversación, se vuelve uno a sus
ocupaciones y el pensamiento sigue su curso habitual. Pero cuando se trata de
estas visitas no sucede así. El otro día, al salir de aquí, me sorprendí
metiéndome en un tranvía que iba al centro, y yéndome así sola, a cenar, a lo
que saliera. Francamente no sé si es que me estoy embalando con esto (la
terapia). Espero que no sea así. Es decir, espero que no sea una reacción
superficial v Pasajera. De todos modos, figúrese que, al llegar al centro, me
sentí en calma y serena, repasando, sencillamente lo que le había dicho y
cómo me había escuchado usted. Y así, continué mi "conversación". En el
restaurante pedí cosas que no suelo tomar, ¿sabe?, cosas que me gustan pero
que engordan. Pero no me importaba (ríe). Me di un buen banquete, hablé con
la persona que estaba en la mesa de al lado y... figúrese que me puse a
imitarle a usted..., a hacer el papel de "catalizador". Lo llama usted así, ¿no?
Quiero decir..., a hacer de... agente...
T 86. ¿Catalizador?
C 87. Catalizador. Si. Claro que es eso. ¡Qué tontería! Bueno, pues de agente
catalizador y ella, en menos de veinte minutos, me contó prácticamente su
vida... y esto..., todo esto..., esta manera de actuar me dio tanto que pensar
toda la semana y estaba..., sentía algo... verdaderamente muy agradable...,
¡ehh.'..., no sé muy bien cómo explicarlo. No es que nunca hubiera sentido ese
sentimiento de bienestar.., pero hacía bastantes semanas que no lo tenía. Sólo
que la lata con ese tipo de sentimientos es que..., es que... se puede comparar
a lo que siento cuando Arnold (su marido) me anuncia que tiene que irse de
viaje..., me siento desgraciada porque sé que después de ese sentimiento
maravilloso, vuelvo a caer en la depresión.
T 87. Teme usted que se trate de una reacción pasajera.
C 88. Eso es. Sin embargo, tengo que decir que la cosa no ha ido mal esta
semana. En general, tengo ese sentimiento de... de estar en la gloria, me
siento divinamente por un momento... y una hora después todo ha cambiado.

Las respuestas del terapeuta durante este fragmento del diálogo son
perfectamente representativas de la actividad que manifestó durante las dos
entrevistas a las que se refiere la cliente. Es decir, que no tienen ningún
relieve intelectual ni ninguna originalidad propia. Reproducen, sencilla y
fielmente, alguno de los elementos que sobresalen en la comunicación
explícita.

Se puede decir que el valor específico de la reiteración parece ser de tipo


afectivo. Estas respuestas no añaden nada al pensamiento del cliente. En el
lenguaje de la psicología de la forma se podría decir que no contienen nada

13
que sea susceptible de modificar directamente el campo de la percepción. Si
el tono de este tipo de respuestas concuerda con las palabras -que suelen
estar tomadas de las del cliente- éste muestra, de un modo casi tangible, que
el cliente y el terapeuta avanzan al unísono. El cliente se siente acompañado,
no observado por su interlocutor y esto le da la tranquilidad y la seguridad
necesaria para adoptar su papel de un modo espontáneo. Así, esta forma
elemental del reflejo representa, bajo un exterior insignificante, el
instrumento principal para crear la atmósfera de relajación necesaria para la
activación de las fuerzas de crecimiento y de autonomía.

2. EL REFLEJO DEL SENTIMIENTO

Mientras la reiteración facilita el proceso dando al sujeto el sentimiento de


ser perfectamente comprendido y respetado, el reflejo propiamente dicho
trata de sacar a la luz la intención, la actitud o el sentimiento inherentes a
sus palabras, proponiéndolos al cliente sin imponérselos. En términos
gestaltistas, consiste en iluminar el "fondo" de la comunicación con el fin de
permitir al sujeto que se dé cuenta de si hay en él elementos susceptibles de
integrarse en la "figura", de modificar ésta o de realzarla.

El reflejo tiene, pues, un carácter más dinámico que la reiteración. Esta


última trata de estabilizar y de precisar la "figura", de reducir su fugacidad
para permitir que el cliente la examine mejor y compruebe su exactitud. El
reflejo del sentirniento da un paso más. Tiende a favorecer la evolución de la
"figura", en el sentido de una amplificación, de una diferenciación o de una
corrección. La diferencia entre estas dos modalidades de la respuesta
empática quedará probablemente más clara con los ejemplos que van a
continuación.

Veamos primero un ejemplo elemental, que no está tomado de la práctica


clínica sino de la vida ordinaria. Pongamos una conversación entre un hijo y
un padre verdaderamente empático. El valor del ejemplo reside,
principalmente, en su sencillez. Por una parte, el niño, contrariamente al
cliente, sabe exactamente lo que quiere pero se eúpresa con indirectas
porque teme probablemente indisponer o entristecer a su padre con su
petición. Por otra parte, el padre sabe perfectamente donde quiere llegar el
hijo, lo que no sucede o -no sucede siempre- en el caso del terapeuta:

Ejemplo 11
Niño 1: Todos los chicos de mi clase tienen bicicleta.
Padre 1: Es decir, que tú eres el único que no tienes bicicleta.
N 2. Sí. El único.
P 2. Eso no te gusta mucho, ¿eh?
N 3. No. No me gusta nada.
P 3. Lo entiendo muy bien, Jean-Jean.

14
N 4. Y van a dar paseos después de clase y se divierten..., y cuentan todo lo
que han hecho y lo que se han divertido.
P 4. Y eso te parece un poco triste, ¿no?
N 5. Si (pausa). Y dicen.- "¿Por qué tu padre no te compra una bici?"
P 5. Dicen eso.
N 6. Si.
P 6. ¡Humm! (pausa).
N 7. ¿Yo no podría tener una bicicleta., como los demás?
P 7. Ya sé, hijito, que te gustaría mucho tener una bicicleta. Y a mi me gustaría
regalarte una. Pero en este momento no puedo comprártela. Necesitamos, por
el momento, muchas otras cosas. Cosas que nos son necesarias a todos, y a ti
también. ¿Comprendes?
N 8. ¡Hummm! (pausa). Pero yo querría tener una bicicleta... ¿No podríamos
comprarla ahora e irla pagando poco a poco?
P 8. ¡Hombre, ya conoces las compras a plazos! Si, hijo. Se podría comprar
ahora la bicicleta y pagarla después. Pero papá y mamá no compran a crédito
más que cuando es verdaderamente necesario. No creemos que sea una buena
idea comprar todo lo que se quiere, cuando no se tiene dinero para ello. Eso de
pagar después no es sencillo. Ya lo verás cuando seas mayor (pausa). Pero
entiendo muy bien que, entre tanto, eso no te solucione mucho, y que te dé
pena no tener una bicicleta en seguida. Sabes muy bien que yo te la regalaría
si tuviera dinero, ¿verdad?

La conducta del padre, en este trozo de conversación completamente


corriente, es en muchos aspectos -no en todos- altamente representativa de
la manera con que el terapeuta rogeriano se esfuerza por ayudar a su cliente.
Sin emplear medios explícitos, es decir, sin tranquilizar o animar, crea calor,
acogida y seguridad que conducen, de modo natural, a la expresión del
sentimiento, e incluso a la expresión de la insistencia con que ese
sentimiento aparece.

Veamos, más de cerca, el significado de cada una de las respuestas dadas


por el padre en la discusión de este pequeño problema. En P1, desplaza el
centro de la situación en cuestión de los "otros chicos" -donde el hijo se
sitúa- al mismo hijo. Este desplazamiento pone de manifiesto el significado
personal de exclusión, de aislamiento que lleva consigo la situación para el
niño. Por eso éste se apresura en N2 a confirmar y a acentuar este
significado. En P2 el padre se muestra capaz de representarse el sentimiento
del niño en tales condiciones. Sólo con este hecho comunica su aceptación
de tal sentimiento. En P3 y P4, confirma su comprensión. Animado por esta
acogida, el hijo se siente capaz de llevar su iniciativa más adelante. El padre
no refleja el sentimiento del hijo contenido en N5 -"eso mismo pienso yo"-
estimando, parece ser, que se ha mostrado suficientemente receptivo como
para que el hijo se atreva a formular la meta de su iniciativa. Notemos
también que no se da por enterado de la referencia hecha a él mismo en N5.
Es decir, no aprovecha la ocasión que se le da de centrar la conversación

15
sobre él y tratar de justificar o refutar los comentarios de los demás a su
respecto. Se contenta con seguir tranquilamente la trama de la conversación,
reiterando una parte de la comunicación del niño y ofreciéndole con ello una
ocasión de irse ejerciendo en expresar las cosas difíciles de decir. En P7,
termina el paralelismo propiamente dicho entre la conducta del padre y la del
terapeuta.

Sin embargo, la actitud del padre sigue siendo conforme a los principios
rogerianos de las relaciones humanas, adaptadas ala situación padre-hijo-
Así vemos que en P7, su negación va precedida de un testimonio de
comprensión y de participación en los sentimientos del hijo. En P8, toma
una posición firme ante la sugerencia del niño pero sin dejar de reconocer la
precocidad de su hijo en relación con la "solución" de problemas financieros;
y lo hace con una explicación realista. Notemos que su explicación no es
defensiva. No se refugia en el pretexto de que le es imposible satisfacer el
deseo del niño. Admite que no desea satisfacerlo en las condiciones actuales.
Es decir, toma la responsabilidad de su negativa, franca y sencillamente. Por
fin en P9, indica que comprende la decepción que su negativa causará al
niño y termina recordándole las buenas relaciones que les unen.

El mérito de este modo de tratar el problema se pone, sobre todo, de


manifiesto al pensar la cantidad de métodos que el padre hubiera podido
emplear para esquivar la situación desagradable que representa una
discusión, una negativa y la confesión de su situación financiera. Teniendo
en cuenta su posición ventajosa en relación con el niño, le hubiera sido fácil
enfocar la cuestión de un modo autoritario o defensivo. Sabiendo a lo que
quería llegar el niño, hubiera podido poner fin a la discusión desde el primer
momento, empleando algunos de los tópicos que los niños tienen que oír
hasta la saciedad, que no les enseñan nada y que no sirven más que para
recordarles que sus sentimientos valen menos que los del adulto, que no son
dignos de atención y de respeto más que si el adulto está dispuesto a
reconocerlos. En una palabra, para recordarles su estado de dependencia
total, con el potencial de hostilidad que lleva consigo tal estado.

El padre también hubiera podido tratar el problema adoptando la táctica que


consiste en responder a las palabras, no a la comunicación. Es decir,
hubiera podido mantener el centro de la conversación donde su hijo lo
situaba: en los otros niños, indicando que ellos eran más ricos, que vivían
más lejos, que tendrían accidentes, etc., y silenciando lo que reconocía muy
bien como la comunicación. El niño hubiera comprendido la negativa, pero
habría comprendido también el subterfugio. La falta deliberada de empatía y
respeto por parte del padre repercutiría en los sentimientos del niño, que se
apartaría, cada vez más, de la confianza, del respeto y del cariño hacia
aquél.El "conflicto entre generaciones", que la concepción autoritaria de las
relaciones humanas considera como un fenómeno genético inevitable, habría
empezado.

16
El enfoque adoptado por el padre en este ejemplo es constructivo por el
hecho de centrarse en el nudo del problema y de dejar de lado los elementos
contingentes. Y ese "nudo" no es la bicicleta o lo que los otros niños poseen o
dicen. Como todo padre sabe muy bien, una vez que la necesidad de la
bicicleta hubiera quedado satisfecha, se manifestaría otra necesidad. El nudo
del problema es el sentimiento del niño respecto de su situación. Por ello, las
respuestas del padre expresan una consideración constante hacia estos
sentimientos. De modo indirecto, sus respuestas indican que los
sentimientos del niño son comprensibles, que son dignos de atención y de
consideración y que no se dejarían insatisfechos si no hubiera una razón
poderosa. Por eso, creemos que la discusión de los problemas -incluso con
una solución negativa- lejos de enfriar las relaciones entre las partes, puede
consolidarlas si da ocasión a los interesados de tomar conciencia de los
atributos de tales relaciones: la libertad, por ambas partes, para pedir y para
negar; el respeto mutuo, el deseo de comprenderse el uno al otro. Aunque
ciertas necesidades particulares del sujeto queden insatisfechas, la
frustración ocasionada por este hecho tendría su contrapeso en la
satisfacción de la necesidad más fundamental: la de sentirse una persona de
valor, digna de atención y de respeto, y ser reconocida como tal por los que
ocupan un puesto importante en la economía afectiva.

Insistamos, sin embargo, en que el enfoque del padre, por terapéutico que
sea, no es representativo, desde el principio hasta el fin, de la interacción que
tiene lugar entre el terapeuta y el cliente. El terapeuta no da explicaciones
como en P6 y P7, excepto en algunos casos que no describiremos aquí. 2
Tampoco el terapeuta hace intervenir sus propios sentimientos, excepto
también, en casos especiales que indicaremos más adelante.

Pasemos a algunos ejemplos de origen clínico que muestran cómo el


terapeuta pone de manifiesto el sentimiento sobreentendido en las palabras.
Veamos primero un pasaje tomado del caso de la señora Nor, casada con un
hombre de profesión liberal y que estaba en terapia a causa de dolores de
cabeza psicosomáticos. Las buenas relaciones entre el terapeuta y la cliente,
reticente, tardaron en establecerse. Durante la quinta entrevista, la cliente,
que empezaba la descripción de un incidente reciente, se interrumpe de
repente:

Ejemplo 12
C. ¡Ehh! ... ¿Usted es creyente?..., quiero decir... ¿Cree usted en... la religión?
En su forma, estas palabras representan una pregunta que trata de
obtener una simple información. En cierto sentido, completamente
2

Describiremos estos casos raros en un articulo en preparación.

17
secundario, eso es lo que la pregunta significa. Pero su significado personal
es de orden emocional. Esta pregunta no está inspirada por el interés de la
cliente por el terapeuta. La falta de calor en la relación que había entre ellos
en ese momento del proceso hace inverosímil tal suposición. Tampoco está
inspirada por la curiosidad, ya que la cliente está demasiado deprimida y
absorbida por sus cosas para preocuparse por el terapeuta y por sus valores.
El contexto de la relación y de la conducta no verbal -tono de voz, expresión
de la cara- de la cliente, sugieren que su "pregunta" es una manifestación de
inseguridad, de temor de no ser comprendida, de no encontrar el respeto
necesario para poder expresar sentimientos profundos. Por eso, el terapeuta
dirige su respuesta al significado emocional:

T. ¿Quiere usted decir que... sin ser creyente... no podría comprender lo que
iba a decirme?
La cliente, olvidando su pregunta y quizá agradablemente sorprendida y
tranquilizada a la vez, al comprobar que el terapeuta es capaz de adivinar el
sentimiento que motivaba sus palabras y de reflejárselo de un modo que le
resulta fácil admitirlo, se lanza, al fin, a expresar el obstáculo que impedía el
desarrollo de una actitud de confianza hacia el terapeuta:
C. Pues... no sé. Suele suceder que la Gente como usted... en fin..., como mi
marido y su círculo no son creyentes.
T. Y... muchas veces... estima que vale más guardar para usted ciertas cosas
que le importan verdaderamente... por las que siente una cierta... reverencia,
como pasa con las cuestiones religiosas.
C. Sí. No sirve (el hablar) más que para parecer estúpida o para quedar
aislada.
T. Es un sentimiento que parece resultarle familiar.
C. Es el pan de cada día.
T. Un pan un poco amargo... y que se lo proporcionan a usted su marido y
su círculo de amigos, si no me equivoco.
Estas últimas palabras, directamente articuladas sobre el sentimiento de la
cliente, forman, por decirlo así, un trampolín desde el que ella se puede
lanzar, de modo natural, a una explicación más completa. Pues la persona
reticente, temerosa e incluso desconfiada que, como la señora Nor, tiene
tendencia a "matar el tiempo" hablando de cosas inofensivas, en general está
deseando abandonar esta vía defensiva y meterse en la discusión de
cuestiones, dolorosas quizá, pero que le preocupan intensamente. Sin
embargo, no sabiendo cómo abordar estas cuestiones de modo ventajoso, es
decir, de modo que se le haga justicia y estando demasiado deprimida para
tomar la iniciativa, se queda silenciosa y evasiva. Cuando, de repente, la vía
parece abrirse espontáneamente, se mete en ella con gusto y, quizá, con más
provecho que si se hubiera preparado. A partir del momento en que el
terapeuta se muestra capaz de captar el sentimiento vivido, aunque no
expresado de modo manifiesto, la relación y el proceso toman un giro más
constructivo.

18
Ciertos lectores pensarán, quizá, que sería más terapéutico aprovechar
ocasiones como las que se dan en Cl para explicitar el sentimiento del sujeto
hacia el terapeuta. Es decir, que sería preferible no limitar la aclaración a un
aspecto determinado de la personalidad del terapeuta, en este caso, sus
convicciones religiosas.

Aunque el rogeriano evita, generalmente, el orientar la entrevista hacia sí


mismo, este modo de reaccionar no es, necesariamente, incompatible con su
enfoque, si verdaderamente el sujeto desea orientar la conversación sobre el
terapeuta. Sin embargo, incluso en estos casos, éste no se impone como
tema de la entrevista, sino que se contenta con ofrecer al cliente la ocasión
de concentrarse sobre él, si tal es su deseo. De todos modos, hablando de
otras cosas, el cliente habla de sí mismo, como ya hemos visto en los
ejemplos anteriores.

Veamos, por medio del role play cuál hubiera podido ser el desarrollo del
diálogo, si la respuesta se hubiera dirigido más directamente a la actitud de
la cliente hacia el terapeuta.

T. No está muy segura de que yo sea el tipo de persona a quien usted se


puede confiar sin reserva.
C. Es que... casi no le conozco a usted.
T. Y mientras no me conozca mejor, le parece que vale más... desconfiar un
poco.
C. No sé. No creo que desconfíe de usted.
T. Usted no querría ser injusta conmigo, pero... sin embargo, no tiene todavía
la impresión de poder expresarse espontáneamente, sin asegurarse,
previamente, de mis actitudes en ciertos terrenos.

Aunque la interacción podría desarrollarse en un gran número de


direcciones, es muy probable que, si está centrada en el sentimiento, tomara
el giro que tomó en realidad. La cliente expresaría su temor de que el
terapeuta siendo:
1. Un hombre,
2. De formación universitaria como su marido, la consecuencia -según ella-
era que tendría el mismo punto de vista sobre la cuestión religiosa o, al
menos, la misma actitud hacia las personas de convicciones opuestas a
las suyas. Inmediatamente, llegaría a la conclusión de que esta
combinación de características había llegado a representar –para ella- un
signo de hostilidad o de desprecio y que el aislamiento de que padece
tiene sus raíces más en un temor indebidamente generalizado que en
observaciones concretas y comprobadas.

Para mostrar hasta qué punto una pregunta de este tipo está poco orientada
a la obtención de datos externos, añadiremos que la cliente ya no volvió a

19
hacer alusión a su pregunta hasta el final de su terapia y entonces se refirió
a ello en un tono más bien divertido:
C. A propósito, ¡seguimos sin dejar claro si es usted creyente!
T. ¿Sigue planteándose esa pregunta? ¡Humm!
C. Realmente, no. Ahora ya no. Me he dado cuenta de que ése es un "problema
de usted" (expresado de un modo humorístico).

Y sigue describiendo la nueva actitud que tiene respecto de las cuestiones


que son objeto de controversia. Actitud de la que forman parte una seguridad
más fuerte respecto de sus propias convicciones y una mayor tolerancia
hacia las convicciones de los demás, incluyendo en ellas los sentimientos que
los demás tienen hacia las convicciones de la cliente.

Para terminar la serie de ejemplos relativos al reflejo del sentimiento, veamos


un pasaje del caso del señor Nyl, de treinta y cuatro años, casado, empleado
de bastante categoría, inteligente, instruido, competente en su terreno, pero
incapaz, sin embargo, de obtener ascensos -y debiendo cambiar de empleo, a
causa de ello, cada dos o tres años- e igualmente incapaz de hacer o
conservar amigos y de tener buenas relaciones con la familia de su mujer.
Según sus propios términos, había ido a la terapia “para tratar de entender
quién está loco, si yo o el resto del mundo”.

El pasaje siguiente, procede de la séptima entrevista.


El cliente, según su costumbre, evita hablar de sí mismo, de su conducta y
de sus problemas y pasa el tiempo en atacar con vehemencia cualquier
cuestión de orden general o público. En esta entrevista le da por atacar “el
desastre moral contemporáneo”:

Ejemplo 13

C 1. Sé muy bien que no estará usted de acuerdo conmigo en este tema. Sé


muy bien que los psicólogos y los psiquiatras no aprueban este tipo de
concepciones. Todo lo que se publica en psicología aboga por la falta de
trabas, por hacer concesiones, por el relativismo moral. En una palabra, sé
muy bien que mis ideas no están de moda. Pero a mí me preocupa muy poco la
moda en estas cuestiones.
T1. Usted tiene la impresión de que todo lo que se publica en psicología trata,
en cierto modo, de afectar las buenas costumbres, de alterarlas.
C 2. ¿La impresión? ¿Cree que se trata de una impresión, de una simple
opinión?
T 2. ¡Hmmm! No es una cuestión de impresión. Es un hecho.
C 3. Absolutamente.
T 3. ¡Hmmm!
C4. Tome cualquier libro. Vaya a la librería T (librería universitaria).
Muéstreme un solo libro que no sea, moralmente, subversivo.
T 4. Todos los que usted ha examinado allí son, más o menos, subversivos

20
C 5. ¿Hay alguna razón para creer que lo que vende un librero como R... no es
representativo de este terreno?
T 5. ¡Hmm! Usted no ve ninguna razón.
C 6. Si lo que se vende en una librería universitaria no es representativo,
dígame dónde se venden las obras representativas.
T 6. Si esos libros no son una muestra representativa, ¿Dónde hay que buscar
las muestras representativas?
C 7. Absolutamente.
T 7. Es una cuestión sobre la que se ha documentado usted suficientemente
como para no tener ninguna duda.
C 8. En fin, yo no soy especialista en la materia. Pero lo que me llama la
atención es que cada vez, pero cada vez que cae en mis manos un libro de
psicología o de psicoanálisis, está lleno de referencias, de alusiones, de
ataques velados contra las concepciones morales tradicionales.
T 8. En cualquier cosa que cae en sus manos, encuentra usted siempre esta
misma tendencia subversiva.
C 9. Absolutamente.
T 9. ¡Hmmm!
C10. Evidentemente, comprendo que usted no vea las cosas del mismo modo.
Siendo psicólogo, quizá usted no ve ataques donde los veo yo. Se comprende.
El hecho de pertenecer a este campo tiene que influir, evidentemente, su punto
de vista. Porque, en fin, hay que reconocer que todos somos, en cierto modo,
prisioneros de nuestro campo de especialización. Entiéndame bien. Yo no
quiero decir que usted personalmente -sus teorías o sus escritos- sean
subversivos.
T10. Usted no me cuenta entre los autores o... agentes más o menos
subversivos. Pero encuentra que, al fin y al cabo, no puedo evitar la influencia
de mi especialidad. Que el que se encuentra dentro del círculo es menos capaz
de reconocer tales cosas.
C11. Ah, eso desde luego. Es difícil que pueda usted sustraerse al efecto... al
clima que reina en su profesión.
T 11. Es decir, usted encuentra que el que no pertenece a la especialidad está
mejor situado para juzgar la cuestión.
C 12. Desde ciertos puntos de vista, sí. Aunque no desde todos.
Evidentemente, no. Desde el punto de vista técnico, yo admito que no tengo
ninguna competencia.
T 12. Pero desde otros puntos de vista, encuentra usted que está mejor
situado.
C 13. Lo pienso. Desde luego.
T 13. ¡Hmmm!

Pausa.
C 14. Me doy cuenta de que he sido terriblemente pretencioso al afirmar esto.
Pero, a pesar de todo, pienso que es un hecho.
T14. No le gusta a usted parecer pretencioso, pero estima que se trata,
indudablemente, de hechos.

21
C 15. Indudablemente. Desde luego, como acabo de decir, habrá gente que no
opine lo mismo. Eso es inevitable.
T 15. Que diferentes personas puedan ver la cuestión de un modo diferente.
C 16. Cierta gente no verá nada malo en esto. Al contrario. Encontrarán en ello
lo que buscan. La justificación de su conducta.
T 16. Los que son.., es decir, las personas no recomendables sólo verán cosas
naturales.

Pausa.
C 17. Yo no digo que cualquiera que no vea esos libros como los veo yo sea
necesariamente una persona no recomendable.
T 17. No es exactamente el nombre que usted le daría.
C 18. No sé exactamente cómo los calificaría. Desde luego, no todos los que
leen y a los que les gusta este tipo de libros, están corrompidos. Ni siquiera
-necesariamente- todos los que los escriben.
T 18. ¡Hmmm!
C 19. Como casi todo el mundo, son... ingenuos, supongo. Ignorantes,
incapaces de pensar en términos de principios. No ven las implicaciones de lo
que dicen o creen. No es por maldad. Pero se dejan arrastrar como borregos.
Eso es lo que explica la catástrofe moral a que asistimos.
T 19. Cuando observa usted el panorama contemporáneo, encuentra que está
realmente, poblado de personas crédulas, ignorantes, superficiales... y
algunas, quizá... peores.
C 20. Pero no cro que eso se limite a la actualidad. Creo que ha pasado así
siempre.
T 20. ¡Hmmm! Los buenos... los justos han sido siempre pocos.
C 21. Los menos.
T 21. ¡Hmmm!
C 22. Evidentemente, sería presuntuoso creer que se pertenece a esos pocos.
Eso está claro.
T 22. A usted no le gustaría parecer presuntuoso... Pero si no me equivoco, no
puede evitar el contarse entre esos pocos.
C 23. Muy bien, doctor. Muy bien. Ya veo que me he metido en un dilema.
T 23. Un dilema.
C 24. Si digo “si”, soy presuntuoso. Si digo “no”, me contradigo a mí mismo y
resulto absurdo.
T 24. Le sería difícil escoger entre esos dos males.
C 25. Bueno, supongo que ... puedo encontrar una salida.
T 25. ¡Hmmm!
C 26. No sé si es una solución. Pero me temo que sea una conclusión. Una
conclusión correcta, probablemente. Soy, probablemente, pretencioso. Sin
quererlo, seguramente. Sin darme cuenta, plenamente cuenta.
T 26. Es una conclusión dura... pero...
C 27. ¡Qué más da!
T 27. Encuentra que es difícil escapar a tal conclusión.

22
C 28. No tengo el menor deseo de escaparme. Quiero mirar mis equivocaciones
de frente. Estoy completamente dispuesto a reconocerlas. A lo que me opongo
es a reconocer cosas que no lo son. Que son equivocaciones de los demás.
(Pausa.) Bueno, ésa es quizá una de mis equivocaciones... Lo que indispone a
mis jefes, a mis compañrRos. Parezco presuntuoso, ¡y lo soy!
T 28. Le parece que ...ése es, en cierto sentido, un descubrimiento-clave sobre
usted mismo. Algo de lo que usted no se había dado cuenta plenamente.
C 29. Sí...es decir, que... es una cuestión-clave, un problema-clave. No
exactamente un descubrimiento. En cierto modo...inconsciente... en fin, no
completamente inconsciente –no me daría cuenta si no hubiera tenido una
cierta consciencia- en cierto modo he sabido siempre que yo tenía nececidad de
afirmarme, de dominar, de ser mejor que los demás, “el primero de la clase”
¿sabe?. Siempre he tenido esa necesidad. Como cuando estaba en el colegio
-donde todo era cuestión de memoria y de disciplina- no realmente de
disciplina, digamos más bien de una cierta disciplina, de la adhesión a las
reglas establecidas. ¡Y ahora.'... Estoy muy lejos de ser el primero. El primero
de los fracasados, sí. No me encontraría aquí, si no fuera así. Y esto es
probablemente lo que me hace ser tan... crítico, casi cáustico algunas veces.
Por ejemplo, el otro día una buena mujer recorría mi barrio haciendo una
petición para instalar una piscina en el colegio de enseñanza media. Pues en
seguida tuve una buena agarrada con esa mujer a la que no había visto nunca
y a la que quizá no volveré a ver jamás. ¡Y todo por una piscina! ¿Se da
cuenta? Y que conste que no fue por miedo de que aumentaran los impuestos.
Sólo los pagarían los propietarios. Además, aunque la cuestión de los
impuestos cambiara, es bastante poco probable que nosotros sigamos viviendo
en el barrio cuando se instale la piscina.
T 29. ¡Hmmm!... Tiene usted una impresión clara de que hay cierta relación
entre, por una parte, su actitud crítica, su necesidad de ser "el primero de la
clase", su necesidad de afirmarse y... por otra parte, sus dificultades con sus
jefes.
C 30. Sí, eso está claro. Se ha vuelto una costumbre, una obsesión. Antes de
que haya podido darme cuenta, ya estoy lanzado a algún ataque más o
menos directo o indirecto. Por otra parte, ¿Qué es lo que acabo de hacer
durante toda esta entrevista? Bueno, veo que es la hora. En vez de tratar de
mi caso, de mis problemas, de mi personalidad, ¿Qué es lo que hago?. Me
lanzo a un ataque tonto contra la psicología. Ni siquiera contra los psicólogos, o
contra un psicólogo determinado, sino contra todo ese campo. Y todo esto,
delante de un representante de la profesión. A propósito, usted ha estado
formidable (levantándose). Lo que... lo que es curioso, es que me estaba dando
cuenta a todo lo largo de esta discusión de que me estaba portando como un...
grosero. Pero no podía pararme. Ha llegado a ser una obsesión. Es como si se
hubiera automatizado (en la puerta). Pero ¿sabe?, ésa es mi opinión en lo que
se refiere a la psicología. Bueno, dejémoslo. No tiene importancia. Hasta el
jueves.

23
El progreso o, al menos, el movimiento realizado durante el diálogo
precedente, parece indudable. Creemos que lo que explica este progreso es el
hecho de que cada respuesta refleja fiel y respetuosamente un elemento
significativo de la comunicación del cliente. El significado es inherente a la
comunicación hasta tal punto, que el cliente es incapaz de negarlo.

En términos gestaltistas, diremos que unas veces se pone de relieve un


elemento de la "figura" y otras un elemento del "fondo", pero todos ellos
pertenecen al campo perceptual del cliente.

Es prácticamente seguro que no se habría llegado a las conclusiones de C26,


C28 y C30 si el terapeuta hubiera tomado una actitud "realista" y "objetiva"
en relación con el objeto de la discusión. Si, por ejemplo, hubiera refutado
las afirmaciones del cliente, colocándose en el plano de los hechos, llamando
la atención de éste sobre la complejidad, la extensión; la diversidad y el
carácter cambiante de la psicología ; sobre el hecho de que la valoración
objetiva de esta disciplina sería imposible incluso para los que la han
estudiado durante años; sobre la existencia -apoyándose en citas- de autores
y de teorías que, lejos de atacar la moral tradicional, tratan de darle un
fundamento, la afirmación particular del cliente podría haber sido reducida a
la nada, pero no su problema.

Este método hubiera procurado al terapeuta la satisfacción de saber – o de


creer- que había hecho justicia a los valores de realidad, objetividad y razón
(o a su propia necesidad de afirmación) pero no hubiera dado lugar a que el
cliente se acercara a esos valores objetivos.

Por el contrario, si el cliente hubiera sido llevado a un sentimiento de


derrota, se sentiría mucho más frustrado y, por lo mismo, mucho más
agresivo, a no ser que la retirada radical (y reiterada) de sus medios de
defensa hubiera tenido por efecto precipitar su derrumbamiento, según la
teoría del derrumbamiento psíquico formulada en el primer tomo de esta
obra (cap. X).

En el diálogo que acabamos de seguir, el terapeuta se mantiene


estrictamente en el marco subjetivo del cliente. Como no opone ninguna
resistencia la expresión de las fuerzas que empujan al cliente a afirmarse de
una manera excesiva y agresiva, estas fuerzas se descargan de su papel
defensivo y se vuelven disponibles para la acción constructiva. En vez de ser
empujado a la derrota -experiencia peligrosa, teniendo en cuenta el
funcionamiento precario del cliente- o al repliegue a una posición tan
defendida, tan ingeniosamente inaccesible a todo arbitraje que no se presta
siquiera a la discusión, el cliente tiene ocasión de satisfacer su necesidad de
revalorización de un modo más ventajoso. Se le facilita el mostrarse capaz de
una acción rara y difícil, como es la admisión voluntaria, valiente, de la
vulnerabilidad de su posición y de la deficiencia de su carácter. Como el

24
cliente se da muy bien cuenta, tal acción lo levanta por encima de la
mezquindad y ese conocimiento le compensa de la humillación que lleva
consigo el hecho de admitir las deficiencias personales.

A propósito de la solución favorable de este fragmento del proceso,


recordemos que la condición sine qua non de tal solución reside en el respeto
incondicional y auténtico del terapeuta. El cliente sensitivo y susceptible de
que aquí se trata, reconocerá inmediatamente si la actitud
imperturbablemente acogedora del terapeuta es auténtica (o si representa
sólo un intento de hacerle "picar"), y precisamente tanto más efectiva cuanto
que no es agresiva.
La importancia de esta actitud de sinceridad y respeto queda
confirmada de un modo expreso por este cliente durante la entrevista
siguiente. Veamos el pasaje correspondiente.

Ejemplo 14
C 1. Volviendo a nuestra discusión del jueves pasado, yo me daba perfecta
cuenta de que estaba haciendo el tonto -que afirmaba cosas sobre un tema
que, en realidad, me es desconocido-. Aunque, durante estos últimos años, he
leído bastantes libros de psicología y de ciencias sociales. Pero, a pesar de
todo esto, no tengo ninguna... ninguna autoridad en este campo. Hice dos años
de filosofía y letras, pero eso es otra cosa. Era sobre todo filosofía clásica. Y
me daba cuenta, durante la entrevista, que exponía afirmaciones que... bueno,
expresaba una opinión, nada más (riendo). A propósito, sigo creyendo en ellas.
Pero el hecho de que... yo dogmatizaba, en cierto sentido, es... en fin, me daba
cuenta de que era ridículo. Porque, en resumidas cuentas, era casi un modo de
criticarle a usted o de desafiarle. Y sabía bien que no tiene ningún sentido
desafiarle, porque no tengo ningún motivo para ello y además (riendo) usted
nunca recoge el guante. No es su método. Desde el primer momento me di
cuenta.
T 1. Se sorprende usted haciendo o diciendo cosas que no querría hacer o
decir..., pero no es capaz de detenerse, de corregirse o de dar marcha atrás

C 2. Exactamente. Y a propósito de método. En un momento dado, tuve la


impresión de que empleaba usted una cierta táctica. O no. Una táctica no. Eso
hace pensar en el combate y usted no es combativo. Quiero decir que me daba
cuenta de que seguía usted un cierto método. Ahora no se trata de critica. A
propósito, he reflexionado mucho sobre esta entrevista y tengo que reconocer
que ese método tiene mérito. Pero tengo que confesarle, sin embargo, que si no
hubiera estado convencido de que no tenía usted ninguna intención de
burlarse de mí, hubiera pensado en algunos momentos que me estaba
tomando el pelo.
T 2. Si no hubiera tenido usted el sentimiento de que yo era... sincero, hubiera
creído que me burlaba de usted.., en algunos momentos.

25
C 3. En algún momento, sí. Me parece... Pero, después de pensarlo, supongo
que es lo mejor que se puede hacer cuando la gente se pone pesada. Darles la
razón.
T 3. ¡Hmmm! Tuvo la impresión de que era eso lo que yo hacia: darle la razón
y dejarle ponerse pesado.
C 4. ¡Ehhh!..., sí. Sí y no. No quiero decir que hubiera nada de ofensivo en su
actitud. No. No quiero decir que usted dice que yo me ponía pesado. Decía esto
refiriéndome a mi mismo. No. Lo que quería decir era esto. Usted no me daba
exactamente la razón. Pero tampoco me contradecía. Y esto es tan raro que..,
bueno, es sospechoso. Cuando la gente dice tonteras, es natural
contradecirles. En fin, hacer notar nuestro desacuerdo de alguna manera. Y
como usted no lo hacía, tenía un poco la mosca detrás de la oreja.
T 4. Eso le parecía sospechoso. No completamente natural.
C 5. Eso es. Sí. O, más bien, eso me hubiera parecido falto de naturalidad en
cualquier otra ocasión o, al menos, con cualquier otra persona. Cuando la
gente nos da continuamente la razón... hay que desconfiar. Quiere decir que
nos tratan como a críos. Que se burlan.
T 5. ¡Hmmm! Tiene usted la impresión de que, en general, hay que desconfiar
de esta... conducta. Pero, en este caso, le parece a usted natural..., sincera.
C 6. Si. En realidad, me extraña ser capaz de creer que es sincera. Esto me
sucede raramente. Más bien nunca. Confieso que, a veces, me pregunto (ríe) si
es usted siempre así..., quiero decir, en su casa, con sus amigos.
T 6. No sabe usted si se trata de una técnica o si es posible ser así... siempre.
C 7. Supongo que tiene que haber de todo esto un cierto factor... técnico. En
fin, una cierta habilidad que se adquiere con la práctica. Pero hay más que
eso. Es, quizá, una cuestión de temperamento. Me parece que... (El cliente se
lanza a una larga disertación -lo que prueba que ha reflexionado sobre la
cuestión- que, en conjunto, recoge muy bien la corriente de pensamiento que
inspira esta terapia).

La importancia de la autenticidad del terapeuta no podría ser


confirmada de un modo más explícito de lo que se hace en este testimonio
espontáneo.
Este fragmento de diálogo contiene también dos testimonios relativos al
efecto producido por tal modo de interacción.
El primero se refiere al modo de actuar de este efecto. La actitud,
constantemente empática, no estimativa, no intelectualista, no objetivista del
terapeuta, pone al cliente frente a una situación muy nueva que, al principio,
le deja un poco perplejo. La ausencia de crítica y de contradicción defrauda
sus expectativas y le obliga a modificar su conducta habitual. La experiencia
le ha enseñado que se expone a la contradicción o a la oposición cuando
enuncia afirmaciones exageradas o insostenibles. Mientras la persona que
funciona bien se sirve de este conocimiento para evitarse la oposición de los
demás, ciertas personas neuróticas dan la impresión de emplearlo para
provocarla.

26
La "lógica" de esta conducta parece ser la siguiente: Sabemos que la
frustración tiende a dar lugar a la agresividad. Como el individuo neurótico
es incapaz de obtener la satisfacción necesaria para su buen funcionamiento,
se encuentra en un estado de frustración crónica. Es decir, tiene tendencia a
la agresividad: manifiesta o disfrazada; hacia sí mismo o hacia los demás.
Con el fin de proteger la imagen de su yo contra la inclusión del atributo
"tengo un carácter agresivo", el individuo neurótico provoca la oposición de
los demás para tener una ocasión "legítima" de expresar los impulsos
agresivos y hostiles que se agitan en él. Uno de los medios de provocación es
expresar opiniones extremas o de desafío. Como esta conducta no origina los
resultados habituales cuando se trata del terapeuta, el cliente no tiene
ocasión de lanzarse al ataque al que le dispone su estado de frustración. En
vez de expresarse en reacciones emocionales estériles, el impulso agresivo se
orienta hacia el sujeto mismo o, más bien, hacia el contenido de sus
afirmaciones tal como el terapeuta se las refleja. Reorientada así, esta
agresividad se transforma en autocrítica constructiva.
Pero, insistamos una última vez, en que la condición de este fenómeno reside
en la autenticidad de la empatía y del respeto del interlocutor. Pues el cliente
puede someter a éste a numerosos sondeos y "tests de veracidad" antes de
renunciar a sus tácticas.

Sólo cuando está convencido de que el terapeuta no tiene otra finalidad


que seguir e iluminar los meandros de su pensamiento y de su humor, se
vuelve él capaz de reconocer los medios absurdos con los que persigue sus
metas mal identificadas. En ese momento, se observa con frecuencia que
reconoce, de modo explícito el efecto bienhechor que tal enfoque ejerce sobre
él.
Esto nos lleva al tercer hecho ilustrado o al menos sugerido por el caso
del señor Nyl. Cuando la relación es buena y el cliente se da cuenta de que se
llevan a cabo ciertos progresos, acaba frecuentemente por modelar su
conducta interpersonal por la del terapeuta. Esto se produce consciente o
inconscientemente, como en el ejemplo siguiente. En este pasaje, la cliente
describe una conversación en la que muestra que ha asimilado, si no el estilo
del terapeuta, al menos, algunos de sus principios de interacción:

Ejemplo 15

C. La otra tarde, mi marido me volvió a hablar de la cuestión del divorcio y de


todo lo que lleva consigo -ya sabe, la venta de la casa y el repartir nuestros
bienes- y si valdría más que uno de los dos se quedara en la casa o si quería
mejor venderla, etc. Vi claramente que quería hacerme tomar alguna iniciativa
en este sentido, cuando sabe muy bien que yo no deseo el divorcio.
Evidentemente, se da cuenta de que los niños nos guardarán rencor o, al
menos, se lo guardarán al que haya querido el divorcio. Y quiere evitar esto.
Porque él quiere a los niños. Esto no se puede dudar. Pero a su modo. Cuando
le conviene. Y en otros momentos no puede soportarlos y está verdaderamente

27
grosero. En fin, con el pretexto de que su decisión depende del arreglo más o
menos favorable que encontremos para los asuntos de tipo práctico, quiere
conseguir que yo decida ciertas cosas o que le aconseje, es decir, que tome la
responsabilidad de esta decisión. Entonces yo le he dicho (la cliente adopta
una voz llena de calma y mesurada, un poco como la de su terapeuta):
"Comprendo muy bien que te sea difícil tomar esta decisión. Pero me parece
que si verdaderamente vieras claro en ti mismo, en fin, si supieras
verdaderamente lo que quieres, en el fondo, verías al mismo tiempo las
soluciones de todas las cuestiones prácticas".

Esta respuesta, aunque no es directamente del tipo del reflejo, se inspira, sin
embargo, en los principios rogerianos, en el sentido de que da prueba de una
cierta comprensión de sentimientos muy diferentes de los propios así como
de un respeto y de una responsabilidad que se expresan, por una parte, en la
voluntad de acomodarse a ciertas decisiones de los demás y, por otra, en la
negativa a encargarse de ejecutar decisiones que no son las propias. En una
palabra, da pruebas de una actitud que no se opone a las necesidades de los
demás pero que sí se opone a dejarse manipular por los demás. En fin, esta
actitud se inspira en los principios rogerianos, en el sentido de que reconoce
la importancia de los sentimientos, es decir, de los elementos profundamente
personales de ciertas conductas. En particular de las decisiones graves.

3. LA ELUCIDACIÓN

Mientras el reflejo del sentimiento trata de ampliar, diferenciar o incluso


desplazar el centro de la percepción sacando a la luz ciertos elementos que
pertenecen indudablemente al campo, pero que han quedado eclipsados por
el relieve dado a otros elementos, la elucidación consiste, más bien, en captar
y cristalizar ciertos elementos que, sin formar claramente parte del campo, lo
impregnan sin embargo. La elucidación trata de poner de manifiesto
sentimientos y actitudes que no se derivan directamente de las palabras del
sujeto sino que pueden deducirse razonablemente de la comunicación o de
su contexto. Por "razonablemente" entendemos por vía simplemente lógica.
Sin intervención de conocimientos especializados, psicodinámicos. (No
queremos decir que las deducciones psicodinámicas no tengan lógica. Pero
su lógica se basa en elementos de conocimiento de los que el sujeto no
dispone generalmente y que son, por otra parte, hipotéticos. Recurrir a ellos
es, pues, apartarse del marco de referencia del cliente, es romper la
estructura "client-centered" de la interacción).

Como la elucidación es, de hecho, una deducción, se caracteriza por una


cierta agudeza intelectual que no tienen las otras variedades del reflejo,
puesto que el reconocimiento es un simple calco del pensamiento manifiesto
del cliente, y el reflejo, propiamente dicho procede de una especie de
participación afectiva en este pensamiento más que de una operación lógica.

28
A causa de este matiz intelectual, el empleo de la elucidación suele ejercer un
atractivo más fuerte que las otras formas del reflejo, sobre todo para los que
empiezan en la profesión que, generalmente, tienen un gran deseo de afirmar
su inteligencia y están animados de una gran fe en los medios intelectuales.

Además este tipo de respuesta suele también suscitar un interés más vivo en
el cliente porque le parece más activo, más "interesante", más sustancial e
indicativo de la competencia del terapeuta. La consecuencia es que puede
fomentar la tendencia a la dependencia o, si se prefiere, a la transferencia,
característica del neurótico. Esta es una de las razones principales por las
que el terapeuta rogeriano formado, evita responder de este modo.

Por el hecho de acercarse a la interpretación, la elucidación es, pues, un tipo


de respuesta menos "aséptico" que las demás formas del reflejo, más
susceptible de contener elementos extraños al campo de la percepción y, a
causa de ello, de afectar al sujeto de un modo amenazador. Notemos que por
"amenazador" no entendemos necesariamente "desagradable" o " penoso".

Las respuestas del terapeuta en los ejemplos 8 y 9, pueden afectar al cliente


de un modo desagradable e incluso aumentar su angustia, al menos
temporalmente. Pero no constituyen una amenaza para la tendencia
actualizante ni para la capacidad de aprehensión y de dirección autónoma de
sí mismo. Pues lo que aquí nos importa es la tendencia actualizante, no un
vago sentimiento de bienestar o de agrado. En realidad, las respuestas del
terapeuta no contienen nada que el cliente no sea capaz de captar por sí
mismo. La respuesta susceptible de amenazar la tendencia actualizante
puede no tener nada de desagradable. Puede, de hecho, estar penetrada de
significado intelectualmente estimulante y, emociona1mente, atrayente,
tranquilizador o animoso. Sin embargo lleva al sujeto a contar con el
terapeuta para descifrar y solucionar el problema. Es decir, deja de estimular
la tendencia al self-help y puede incluso reducirla a la inactividad.

En realidad, después de un primer movimiento de "marcha atrás" por parte


del sujeto, las respuestas en cuestión parecen ejercer un efecto estimulante
sobre la tendencia a la comprensión de sí mismo, como se desprende de los
ejemplos 8 y 9 en cuestión. La cliente reconoce claramente que el terapeuta
le "tiende sencillamente el espejo". Que el contenido de su respuesta no es
más que el producto de algo que la interesada tenía ya.

Por el hecho de que la elucidación se aparta sensiblemente del centro de la


percepción y que su contenido corre el riesgo de no ser reconocido por el
sujeto como perteneciente al campo de su percepción, es útil formular el
contenido de esta respuesta de un modo no categórico. Por ejemplo,
empleando una expresión como:

29
 "Si no me equivoco...",
 "Si es eso lo que usted quiere decir...",
 "Dígamelo si me equivoco...",
 "No sé si lo capto correctamente...",
 "No sé si lo entiendo muy bien en este momento...", etc.

Notemos que la presencia de expresiones de este tipo no significa


necesariamente que una respuesta determinada representa una elucidación.

Algunos terapeutas, como Rogers -como puede verse en el cap. V- emplean


estas expresiones, incluso cuando reiteran la comunicación manifiesta del
cliente. En esos casos, el empleo de tales expresiones no sirve tanto para
comprobar el contenido de la respuesta (es decir, si el cliente reconoce ese
contenido como formando parte de su experiencia) como para indicar o
consolidar la estructura "client-centered" de la interacción; para hacer
comprender que la entrevista se refiere sólo a los puntos de vista del cliente y
únicamente a los suyos, no al significado que tales puntos de vista pudieran
tener para el terapeuta. En fin, el empleo de estas expresiones podría
también carecer de toda finalidad particular y representar, sencillamente,
una característica del estilo personal del terapeuta, como es el caso de
Rogers.

Puesto que la elucidación se parece bastante a la interpretación, aparece


raramente en el diálogo rogeriano. Difícilmente encontraríamos pasajes que
contuvieran varios ejemplos consecutivos de elucidación. Este tipo de
respuesta no aparece más que cuando la comunicación o su contexto lo
justifican, imponen casi su empleo. Por eso, en los pasajes sacados del caso
del señor Nyl, citados más arriba, la respuesta T 22, sin ser un ejemplo muy
típico de elucidación, se parece bastante.

Del mismo modo, cada uno de los tres pasajes que vamos a transcribir,
sacados del mismo caso, contienen una respuesta, más o menos típica de
esta variedad de reflejo. Estos ejemplos están sacados de la 11ª, 13ª y 17ª,
entrevista del señor Nyl.

Ejemplo 16

C 1. La familia de mi mujer y yo, es igual a dos. Dos mundos diferentes. Ellos


hacen todo lo que pueden por evitarme. Si me ven llegar, cambian de acera.
Personalmente, yo hago como si no los viera. Cuando vamos a su casa,
apenas me dirigen la palabra. Por otra parte, no tendríamos nada que
decirnos. No tenemos nada en común. Por ejemplo, durante las cinco semanas
en que mi mujer estuvo en el sanatorio, no me invitaron ni un solo día a comer.
No es que me importe, claro (ríe). Si ellos no me tienen en cuenta, yo tampoco

30
tengo por qué tenerlos en cuenta. Si no me invitan, así no tengo que invitarles
yo tampoco. ¡Menos complicaciones!
T 1. No estoy muy seguro de captar bien lo que usted quiere expresar. Quiere
usted decir que las relaciones entre usted y ellos –por malas que sean- son, en
el fondo... ¿lo que usted desea que sean?... o se trata, más bien, de una
situación que le resulta penosa, hasta el punto de que tiene usted que
protegerse, en cierto modo, "blindarse" contra los sentimientos que ellos
parecen tener hacia usted... no veo muy bien...

Ejemplo 17

C 1. (Terminando de presentar la conducta de su jefe que impide su ascenso,


tanto desde el punto de vista de la categoría como del sueldo)... por eso, le
aseguro que compadezco a este individuo. Lo compadezco. Una persona tan
ciega respecto de sus responsabilidades y de la justicia más elemental, es
digna de compasión. Lo compadezco más de lo que lo desprecio. Pero no me
iré. No, eso no. El no tiene autoridad para despedirme. Y la Compañía tiene
necesidad de mis servicios. Hay muy pocos estadísticos especializados en este
campo. Por eso, fácilmente, podría obtener un puesto en otra parte. Pero me
quedaré. Sé que algún día se arrepentirá de su conducta conmigo. No podrá
escapar.
T 1. Veamos si yo capto el sentimiento que parece usted expresar... El modo
de portarse de su jefe le priva a usted de los ingresos, del prestigio y de las
satisfacciones que se desprenderían, normalmente, de su trabajo, pero, sin
embargo..., si no me equivoco..., la perspectiva de ver un día que él se
arrepentirá de su conducta con usted, es una razón suficiente para soportar
las pruebas y sacrificios de que usted habla.
C 2. Sí.
T 2. Es decir, que esos sacrificios se los impone usted a sí mismo tanto como
él. ¿Es eso? La perspectiva de ver sus remordimientos le parece una
compensación muy suficiente...

Ejemplo 18

C 1. (Hablando de su cuñado). Es un individuo literalmente lleno de


pretensiones. Sólo él cuenta. Sólo él tiene algo que decir. En cuanto entra en
escena, la conversación queda monopolizada por él. Lo único que puede uno
hacer ya, es dar las buenas noches y marcharse.
T 1. Eclipsa a todo el mundo.
C 2. Por completo. Por completo.
T 2. Y esto le fastidia a usted..., le crispa, si no me equivoco.
C 3. Oiga,.. ¿Le gustaría a usted?
T 3. Duda mucho de que le pueda gustar a nadie.
C 4. Desde luego.

31
T 4. O que pueda dejar indiferente.
C 5. Eso, depende. Si no es más que un espectador, supongo que la cosa no
importaría mucho. Pero yo no soy un espectador frío. Por parte de esta
situación. Me toca. Ahí está el nudo del problema.
T 5. Ahí está el nudo del problema. No es el modo de actuar de él.., es el hecho
de que ese modo, en cierto sentido, le alcanza a usted desfavorablemente...; le
disminuye. ¿Es esto?

En este capítulo, nos hemos concentrado, sobre todo; en el reflejo


propiamente dicho y en la elucidación. Quizá el lector pudiera deducir de
este hecho que esas dos modalidades del reflejo representan los tipos
principales de la actividad del terapeuta rogeriano y que la reiteración no se
emplea más que en los casos en que la comunicación del cliente no se presta
a una respuesta más sustancial. Esta conclusión, sin embargo, sería
incorrecta.
La respuesta privilegiada del rogeriano o, al menos, de Rogers personalmente
es el reflejo simple, la reiteración. Este tipo de respuesta representa la
expresión más pura de los principios de empatía y de consideración positiva
incondicional que fundamentan esta terapia.

Si hemos insistido en las formas más pronunciadas de reflejo, es porque la


reiteración es tan sencilla y tan desprovista de características notables que
apenas se presta a fines didácticos. Como su contenido no llama la atención,
no retiene el interés, no incita a la curiosidad o a la admiración
características que la hacen eminentemente apta para engendrar y sostener
la actividad autónoma del cliente- esta variedad del reflejo tiene poco
atractivo para el estudiante o para el observador. Por eso, al elegir el material
que podría ilustrar nuestras teorías, hemos dado prioridad a las formas más
complejas del reflejo, suponiendo que el matiz, más o menos intelectual que
llevan consigo ese tipo de respuestas lo harían más aceptable al hombre de
formación superior, que tiene tendencia a apartarse de las formas de
interacción extremadamente elementales. Si hemos logrado hacer
suficientemente atrayentes estas formas hasta el punto de que el lector se
sienta tentado a adoptarlas a título de ensayo, él mismo descubrirá
gradualmente el valor del reflejo elemental. Yo creo que sólo por experiencia
directa, puede uno convencerse de que, guardando las proporciones el valor
terapéutico de una respuesta tiende a ser inversamente proporcional a su
valor intelectual. Así como el valor terapéutico de la importancia asumida por
el terapeuta parece ser inversamente proporcional también a la asumida por
el cliente.

32

También podría gustarte