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Leviatán

En 3 oraciones: El documento resume el libro Leviatán de Thomas Hobbes, el cual justifica el Estado absoluto como resultado del contrato social para poner fin al estado natural de "guerra de todos contra todos". Hobbes analiza la naturaleza humana, las pasiones y la razón, y propone que los individuos cedan voluntariamente su poder al soberano a cambio de seguridad y paz. El soberano tendría poderes ilimitados para preservar el orden público y la seguridad del Estado.

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Leviatán

En 3 oraciones: El documento resume el libro Leviatán de Thomas Hobbes, el cual justifica el Estado absoluto como resultado del contrato social para poner fin al estado natural de "guerra de todos contra todos". Hobbes analiza la naturaleza humana, las pasiones y la razón, y propone que los individuos cedan voluntariamente su poder al soberano a cambio de seguridad y paz. El soberano tendría poderes ilimitados para preservar el orden público y la seguridad del Estado.

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Leviatán (Hobbes)

Leviatán
de Thomas Hobbes
Género Filosofía
Idioma Inglés
Título original Leviathan
Texto original Leviathan en Wikisource
Ilustrador Abraham Bosse
Editorial  Andrew Crooke
País Inglaterra
Fecha de 1651
publicación

Leviatán, o La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil (en el original
en inglés: Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common-Wealth Ecclesiasticall and Civil),
comúnmente llamado Leviatán, es el libro más conocido del filósofo político inglés Thomas Hobbes.
Publicado en 1651, su título hace referencia al monstruo bíblico Leviatán, de poder descomunal ("Nadie hay
tan osado que lo despierte... De su grandeza tienen temor los fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le
parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios").1 La
obra de Hobbes, marcadamente materialista,2 puede entenderse como una justificación del Estado absoluto,
a la vez que como la proposición teórica del contrato social, y establece una doctrina de derecho moderno
como base de las sociedades y de los gobiernos legítimos.

Contenido[editar]
Parte I: Del hombre[editar]
En esta primera parte, Hobbes comienza por el estudio del hombre en sí mismo para poder, a partir de ahí,
estudiarlo en sociedad. Analiza el conocimiento humano, cuyo origen fundamenta en la experiencia. La
experiencia, según Hobbes, se forma por la repetición de hechos que se irán almacenando en la memoria,
por lo que son fuente de sensaciones que permiten la producción de imágenes memorizadas. Los recuerdos
son utilizados en estas combinaciones mentales y posibilitan al hombre simular los acontecimientos futuros
y adquirir, por lo tanto, una indispensable prudencia. El hombre actuará según su experiencia, mediante la
cual tratará de evitar los resultados indeseados que ha sufrido en momentos anteriores. El elemento
fundamental que hará que este proceso sea mucho más rápido es la palabra, ya que permite el tránsito de
lo mental a lo verbal, oral y escrito, razón por la cual favorece la emergencia de la verdad. Si decimos la
verdad podemos transmitir nuestra experiencia y recibir la de otros, con lo cual podremos complementarnos
mutuamente. Sin embargo, al tener datos equivocados, la ausencia de veracidad en esta comunicación
tendría un efecto nefasto sobre nuestra prudencia. El discurso es, sin embargo, fuente de errores y de
engaños que deben ser eliminados con el fin de obtener definiciones rigurosas que, a su vez, se conviertan
en vías de acceso a la ciencia. Estos errores no tienen por qué ser inevitablemente malintencionados por el
prójimo, sino que pueden ser producto de una falta de precisión lingüística. La palabra es la base de la razón
y se adquiere por la acción, siendo esta fuente de sensaciones y de imágenes que se intelectualizan tras la
adquisición de una metodología. La razón se caracteriza, según Hobbes, por el “cálculo de las
consecuencias” de nuestros pensamientos. Descompondrá la situación que se presenta ante ella y analizará,
según su experiencia, los posibles acontecimientos futuros para elegir el que más le convenga.
Posteriormente, examina la voluntad y la conducta humanas, tendentes siempre a la acción motivada por el
deseo: el poder del hombre reside en su capacidad de actuar, y la adquisición del poder se convierte en una
búsqueda permanente y dominada por la pasión.
La persona actúa según los impulsos que recibe del exterior, por lo que intentará a toda costa evitar los
impulsos que le resulten desagradables y conseguir todos los agradables posibles.
El problema surge cuando estas fuentes de placer hay que compartirlas con otras personas o interfieren con
sus deseos. Ello determina que cada ser humano esté en continua guerra con los demás. Esta situación en
la que vive el ser humano en su estado natural encontró su mejor definición en dos de sus sentencias más
universalmente conocidas: Bellum omnium contra omnes («Guerra de todos contra todos»); y Homo homini
lupus est («El hombre es un lobo para el hombre»).
En este proceso de análisis del ser humano y de sus sentidos llega a una serie de definiciones que serán
cruciales para su filosofía. Señala la importancia de estas definiciones, para lo cual insinúa que está
intentando axiomatizar la humanidad siguiendo el modelo de la geometría. Esta influencia de las ciencias
exactas se percibe en la manera tan objetiva y carente de sentimiento en la que describe las pasiones. Por
ejemplo:
Lo que de algún modo es objeto de cualquier apetito o deseo humano es lo que con respecto a él se
llama bueno; y el objeto de su odio y aversión, malo; y de su desprecio, vil e inconsiderable o indigno. Pero
estas palabras de bueno, malo y despreciable siempre se usan en relación con la persona que las utiliza. No
son siempre y absolutamente tales, ni ninguna regla de bien y de mal puede tomarse de la naturaleza de los
objetos mismos, sino del individuo (donde no existe Estado) o (en un Estado) de la persona que lo representa,
o de un árbitro o juez a quien los hombres permiten establecer e imponer como sentencia su regla del bien y
del mal.
Le sigue una larga secuencia de definiciones similares como la esperanza (apetito con opinión de obtener) o
lo honorable (cualquier acción, cualidad o argumento que sea señal de poder) por ejemplo.
El capítulo XIII es una exposición de la condición natural del hombre. Abarca el marco de su felicidad e
infelicidad. Contiene la célebre frase anteriormente citada, “Bellum omnium contra omnes”. La vida del
hombre es solitaria, pobre, malévola, bruta y corta.
Hobbes encuentra tres motivos básicos por los cuales hay conflictos en el estado de naturaleza: el primero
es la competición, que hace que el hombre invada para obtener algo; el segundo, la desconfianza, para la
seguridad; y el tercero, la gloria, para la reputación.
De estos tres conceptos partirán las leyes de naturaleza hobbesianas. Hobbes define 19 leyes de naturaleza.
Sin embargo, las leyes primera y segunda son las más importantes, y de ellas se van a deducir todas las
demás. La primera ley se compone de dos partes: Cada hombre debe procurar la paz hasta donde tenga
esperanza de lograrla, y, cuando no puede conseguirla, entonces puede buscar y usar todas las ventajas y
ayudas de la guerra. La segunda parte se refiere al derecho natural, a la libertad de cada hombre, que lo
autoriza a usar su propio poder, según le plazca, para la preservación de su propia vida, y por lo tanto de
hacer cualquier cosa que conciba como la más adecuada para alcanzar ese fin. De esta ley se va a derivar
la segunda ley: Un hombre debe estar deseoso, cuando otros lo están también, y a fin de conseguir la paz y
la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no hacer uso de su derecho a todo, y de
contentarse con tanta libertad en su relación con los otros hombres, como la que él permitiría a los otros en
su trato con él. De aquí en adelante, las leyes de Hobbes van a definir el contrato social, que es la base del
siguiente capítulo.
Parte II: Del Estado[editar]
Hobbes desarrolla su idea del contrato o pacto social, desarrollado por los hombres como garantía de la
seguridad individual y como forma de poner fin a los conflictos que, por naturaleza, generan estos intereses
individuales. Así, a las pasiones naturales del hombre se oponen las leyes morales, siendo a su vez leyes
naturales.
El Estado (o República) que Hobbes proyecta en Leviatán no es el concepto moderno de república (ausencia
de monarquías) sino que es concebido como una res publica, es decir, un poder organizado de forma común
cuya función es “regentar” las cosas públicas y que se funda a partir de la suma de voluntades individuales
libres que deciden actuar para adquirir ventajas comunes. La libertad del individuo se verá reducida a los
espacios donde la ley no se pronuncia. Sin embargo, al existir una cesión voluntaria de poder, se contemplaba
un caso en el que los individuos podrían rebelarse contra el soberano: cuando éste causara perjuicios a su
integridad corporal o a su libertad física, o sea, si el soberano no cumplía su parte del contrato social (defender
la libertad de los individuos asegurando la paz) el pacto quedaba roto inmediatamente. El pensamiento de
Hobbes deja un margen muy estrecho al libre albedrío y a la libertad individual.
El propósito que Hobbes da al principio del segundo libro es describir la causa final, el fin o el deseo de los
hombres (que aman la libertad y el dominio sobre otros) en la auto imposición de los límites en los que viven
en sociedad que es un instrumento para su propia preservación y, consecuentemente, para obtener una vida
más tranquila; es decir, para librarse de la terrible condición de constante guerra, que como fue demostrada
en la primera parte, es natural a las pasiones del hombre cuando no hay poder visible que las limite y controle
por el miedo al castigo a aquellos que las lleven a cabo.
Hobbes renuncia explícitamente a la separación de poderes, en particular a la que posteriormente se
convertirá en la separación de poderes establecida en la Constitución de los Estados Unidos. Cabe destacar
que en el sexto derecho del soberano, Hobbes especifica que está a favor de la censura de los medios de
comunicación y de las restricciones a la libertad de expresión, si el soberano considera que son negativas
para la preservación del orden público.
Hobbes admite tres tipos de Estado: la monarquía, la aristocracia y la democracia. No puede haber más
formas de gobierno que esas tres, pues ninguna, o todas, pueden tener todo el poder soberano (que se ha
demostrado anteriormente que es indivisible).
Aunque haya habido otras formas de gobierno en el pasado, como fueron la tiranía y la oligarquía, Hobbes
no las consideraba nombres de otras formas de gobierno sino las mismas con otro nombre. Pues aquellos
que están descontentos con la monarquía la llaman tiranía y aquellos que están descontentos con la
aristocracia la llaman oligarquía, al igual que aquellos que no les gusta la democracia la llaman anarquía (que
significa falta o ausencia de gobierno).
Para Hobbes, el más práctico es la monarquía; ya que la diferencia entre estos tipos de gobierno no consiste
en la diferencia del poder, sino en la conveniencia o aptitud de asegurar la paz y la seguridad del pueblo; al
fin y al cabo, es el motivo por el cual se instituyen.
Al comparar la monarquía con las otras dos, de esto deduce que donde los intereses públicos y lo privados
están muy unidos, los públicos se ven más favorecidos. En la monarquía el interés público y el privado son
el mismo. Las riquezas, el poder, y el honor del monarca surgen de las riquezas, fuerza y reputación de sus
súbditos. Es imposible que el rey sea rico, glorioso o poderoso si su pueblo es pobre, sin aspiraciones, o
débil debido a la pobreza o la ignorancia, como para mantener una guerra contra sus enemigos. Mientras
que en la democracia o la aristocracia, la propiedad pública no da tanta fortuna individual, dando lugar a la
corrupción, el mal uso de la ambición, a la traición o a la guerra civil.
Hobbes considera la realidad política en la que vive y desarrolla una serie de explicaciones para la sucesión
paterno filial; si falta la denotación expresa de un heredero por parte del monarca, se seguirá la tradición.
Esta establece que el varón primogénito será el heredero de su padre, teniendo inmediato derecho de
sucesión por costumbre; se supone que el monarca lo habría declarado así en vida, al ser tradición de
generaciones. Por tanto, en la práctica, se vuelve al varón primogénito como heredero.
Parte III: Del Estado cristiano[editar]
En esta tercera parte, y por lo que respecta a las relaciones entre el poder espiritual y el poder temporal,
Hobbes abogaba por la total sumisión de la Iglesia al soberano.
Hobbes investiga la naturaleza de un Estado cristiano. Esto da lugar inmediatamente a la pregunta de en qué
escrituras deberíamos confiar y por qué. Si alguna persona reclama que lo sobrenatural es superior a lo civil,
entonces habría caos, y el deseo principal de Hobbes es evitarlo. Por tanto, concluye que no podemos
conocer infaliblemente la revelación divina dada por otra persona; ya que cuando Dios habla al hombre, es
por medio del propio hombre o de otro igual al que le ha hablado anteriormente. La persona con la que Dios
habló le entendió perfectamente, pero eso no quiere decir que cuando el revelado se lo cuente a otro, esta
otra persona le comprenda; por lo que es difícil, por no decir imposible, saber con certeza lo que Dios quiere.
Además, que alguien demuestre que Dios le ha hablado es prácticamente imposible, por lo que no puede
esperar que los demás le crean. Como esto podría ser considerado como una herejía (al aplicarse a la Biblia),
Hobbes dice que se necesita una prueba, y la verdadera prueba es contrastar los dichos de los que oyen a
Dios con las sagradas escrituras -ya que considera que las escrituras son las enseñanzas que Dios ha dado-
, y la muestra de un milagro. Si ambos requisitos se cumplen, es un verdadero profeta. Como en la actualidad
ver un milagro es algo poco probable, se considera a la Biblia como única fuente verdadera de fe.
Hobbes analiza varios libros que son aceptados por distintas sectas y la cuestión de la verdadera autoridad
de las escrituras.
Para Hobbes, es un manifiesto de que nadie puede saber cuál es la palabra de Dios (aunque los cristianos
la crean) al menos que Dios se lo haya dicho personalmente. Por tanto la verdadera pregunta es: ¿Qué
autoridad tiene la ley? Como era de esperarse, Hobbes concluye que no hay una forma certera de saberlo si
no es por medio del poder civil: a aquel a quien Dios no le haya revelado personalmente que son suyos, ni
que aquel que los hizo fue enviado por Dios mismo, tiene obligación de obedecer a nadie cuya voluntad no
sea ley. Por tanto sólo hay obligación de obedecer al soberano del Estado, el cual sólo tiene poder legislativo.
Discute los Diez Mandamientos, y se pregunta quién los dio para que tengan fuerza de ley. No hay duda de
que la ley la dio Dios mismo, pero éstos ni obligan ni son ley para aquellos que no lo reconozcan como acto
del poder soberano. ¿Cómo sabía el pueblo de Israelque fue Dios quien se los dio, y no Moisés, si no
pudieron acercarse al monte? Concluye que la promulgación de la ley de las Escrituras es tarea del soberano
civil.
Finalmente, se plantea qué poder tiene la Iglesia sobre aquellos que, siendo soberanos, han elegido la fe
cristiana. Concluye que los reyes cristianos son los pastores supremos de su pueblo y tienen el poder de
ordenar a sus pastores lo que deseen, pueden enseñar a la iglesia, es decir, instruir a sus súbditos.
Ésta tercera parte está repleta de enseñanzas bíblicas. Sin embargo, una vez aceptado el argumento
principal de Hobbes (que nadie puede estar seguro de la revelación divina del prójimo) a su conclusión (que
el poder religioso ha de estar subordinado al poder civil) se llega por deducción.
Debido al momento histórico en el que ésta obra fue redactada, las largas explicaciones que se exponen en
esta tercera parte fueron necesarias. La necesidad que Hobbes veía de la supremacía del poder soberano
surgió por una parte por las consecuencias de la guerra civil, y por otra, para destruir la amenaza de los papas
de Roma, dedicándole bastante esfuerzo a esta última idea.
Parte IV: El reino de la oscuridad[editar]
En esta cuarta parte, ejerce una severa crítica a la Iglesia, a la cual acusaba (tras denunciar las tradiciones
fabulosas que sostienen al conjunto de la mitología cristiana) de estar impregnadas, incluso, de cierto
ateísmo. No obstante, y con el fin de evitar eventuales represalias y censuras eclesiásticas, en el apéndice
con que concluye Leviatán intentó atemperar sus posiciones recurriendo para ello al examen de la
jurisprudencia sobre la herejía.
Cuando Hobbes nombra esta sección «el reino de la oscuridad», no se refiere al Infierno (al no creer ni en el
Infierno ni en el purgatorio), sino a la oscuridad de la ignorancia como opuesto a la luz del verdadero saber.
Esta interpretación por parte de Hobbes es bastante poco ortodoxa y ve oscuridad en la mala interpretación
de las Escrituras.
Para este autor existen cuatro causas para esta oscuridad:
1. La mala interpretación de las Escrituras. El abuso más destacado es el enseñar que el reino de
Dios está en la Iglesia, por consiguiente disminuyendo el poder civil. Otro abuso es convertir la
consagración en una conjura o un ritual tonto.
2. La demonología de los poetas, tratando de demonios que no son más que construcciones de la
imaginación. Critica muchas prácticas del catolicismo, como la veneración de los santos, las
imágenes, reliquias y otras cosas practicadas por la Iglesia de Roma, afirmando que no están
permitidas por la palabra de Dios.
3. Mezclando las reliquias, las escrituras y la filosofía griega (especialmente Aristóteles) han causado
grandes estragos. Hobbes no es muy amante de los filósofos en general. Desprecia el hecho de que
muchos hayan tomado la filosofía aristotélica y hayan aprendido a llamar, a las
distintas commonwealths, tiranías (como lo fue Atenas en su momento). Al final de este apartado
aparece una idea interesante (además de que la oscuridad no sólo introduce mentiras, sino que
destruye verdades), que parece aparecer a raíz de los descubrimientos de Galileo. Afirma que incluso
habiendo verdades demostrables, aquellos que están en la oscuridad condenarán a los iluminados
que intenten enseñárselas, gracias a las doctrinas de la Iglesia. La razón que estos necios dan es
que va en contra de la verdadera religión, sin embargo, si son verdades demostrables, ¿cómo pueden
ir en contra de lo que Dios dice? Sin embargo, Hobbes no tiene problemas con la supresión de algunas
verdades si es necesario, esto es, si tienden a desordenar el gobierno al dar pie a una rebelión. Si
este fuese el caso opina que más vale que sean acalladas y que se castigue a sus predicadores,
aunque estas medidas sólo podrán ser tomadas por el soberano.
4. Interviniendo y modificando las tradiciones y la historia se daña también a la luz. Hobbes se plantea
quién se beneficia de estos engaños. Expone el caso de Cicerón, el cual afirma que uno de los jueces
más crueles de Roma era un gran hombre; pues en los casos penales en los que el testimonio del
testigo no era suficiente, tenía la costumbre de preguntarles a los acusadores cui bono, esto es, qué
beneficios obtenían con el caso. Esto es así porque entre los móviles más obvios que uno puede ver
están los beneficios. Hobbes concluye que de todo esto, los beneficiarios son la Iglesia y su jerarquía.

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