Ratón Dorado, El Gran Ratón de Lilas de Marosa Di Giorgio
Ratón Dorado, El Gran Ratón de Lilas de Marosa Di Giorgio
Ratón Dorado, El Gran Ratón de Lilas de Marosa Di Giorgio
Resumen
En este trabajo pretendemos observar cómo la secuencia de los relatos eróticos de Marosa
di Giorgio, a partir de la articulación de modalidades diversas y anómalas de “experien-
cias eróticas”(Bataille), van construyendo un tipo de Comunidad de los Amantes” (Blanchot,
Agamben), entendiendo esta última como la institución imaginaria (literaria) de un espacio
excepcional en que toda Ley se haya suspendida y por ello se inaugura un territorio donde se
afirman todas las posibilidades eróticas/corporales/subjetivas sin excluir ninguna, ni poder
prever alguna. Una comunidad de cuerpos ex/puestos (Nancy) en permanente tráfico con su
afuera, sin ningún presupuesto que los aúne salvo el impulso erótico. Marosa di Giorgio con-
signaría, por este medio, una Comunidad Monstruosa ajena a toda economía del ser que ejerce
la actitud ética del lenguaje impropio de la literatura: exponer en toda forma su propio ser
amorfo y en toda decisión la propia inactualidad del acto.
Por último, analizaremos también el particular dispositivo de representación estética que
pone a funcionar la Comunidad de amantes monstruosos de Marosa di Giorgio: una escritura
que actualiza nuevas potencias al arrastrarse hasta su límite externo, en el cual las palabras
son sacrificadas a su afuera: una ex-critura.
Los relatos de Marosa di Giorgio (2008) acontecen al borde de la ley, desbordan cualquier
interdicto erótico sin necesidad de negarlo por vía de la trasgresión: simplemente preferirían no
hacer... la ley; como si Marosa di Giorgio escribiera ante los muros de la ley pero de espaldas; o
como si siempre llegara demasiado tarde o suficientemente temprano a una cita, que es también
ser impuntual con la Cita (textual): los relatos marosianos se desentienden del Sentido y prolife-
ran derramados felizmente a un margen del mismo: “Era Terrible. Pero, habíamos pasado a vivir
en la Prehistoria (...) Nos había tocado a mi madre y a mí mudarnos a la Prehistoria” (di Giorgio
2008: 277).
Ahora bien, ¿qué podemos entender por semejante recusación de la instancia intedicial de
La Ley ajena a una dialéctica melancólica de la transgresión? En principio podríamos afirmar
que El gran ratón dorado, el gran ratón de lilas comienza en el mismo instante en que La Ley se en-
cuentra confinada a una total suspensión o retraimiento inaugurando, de este modo, espacios
anómicos y excepcionales que son el “entorno molecular” (Fisher y Lee, 2009: 15) propicio para
la emergencia del acontecimiento erótico. Escribir el deseo y los cuerpos al borde de La Ley es
B
No busco nada. No me propongo nada. Encuentro.
Marosa di Giorgio
¿Por qué hablar de Comunidad y no simplemente de cuerpos en plural? Porque lo que una y
otra vez se escenifica en primer lugar en los relatos marosianos no es una subjetividad (La niña,
el perro, el lobo, etc.) ni siquiera cuerpos sino encuentros, alianzas, cruces: lo primario en los
relatos es el vínculo entre heterogéneos, un dominio de la alianza y la simbiosis donde se ponen
en juego seres de escalas y reinos completamente diferentes y cuya única propiedad en común
es, simplemente, el encontrarse en un punto infinitesimal de sus trayectos y devenires. Lo prima-
rio son los encuentros profanos, las bodas contra-natura, las “Alianzas heterogéneas” (Deleuze
y Guattari, 2004: 245); o, dicho de otro modo, lo que privilegian los relatos eróticos no son los
meros cuerpos discretos sino su guión de extimidad:
El silencio de ese guión no pacifica ni apacigua nada, ningún tormento, ninguna tortura. Nun-
ca hará callar su memoria. Un guión nunca basta para ahogar las protestas, los gritos de ira o
sufrimiento. Es imposible no pensar ese guión, ese espacio común, el entre-lugar: el derrotero,
un movimiento en dirección al movimiento pero también una secuencia de discontinuidades.
(Antelo, 2008: 15)
Hay un vuelo y como si buscaran flores entran de golpe, insectos sexuales, gloriosos y temibles.
Ansían oídos, ojos, nariz, toda clase de bocas. Las primas y amigas corren inútilmente a ocultar-
se bajo la cama (...) Y ya viene los grandes gritos de lujuria (...) Y en la casa ya ha pasado todo y
nada. (di Giorgio, 2008: 55)
– Llegan murciélagos.
– Mi Dios.
(…) Apareció uno pero se desdobló en varios. Ella se puso de costado como si fuera a amantar.
Separó también un poco las piernas. Quitó la sabana. Uno se le acomodó en la ubre, otro en la
otra ubre, otro se le posó en el sexo, otro en el ano, que era otro sexo. Y otro en la nuca, pero
este no libaba, hacía un cos-quilleo. Vibró y se hamacó todo junto. El cuerpo y los hongos negros
que acababan de juntársele. (di Giorgio, 2008: 70)
Era una copulación profusa, infinita. Pasamos horas así y días. Yo daba a entender que seguiría
toda la vida, así. Eso deseaba. Pero, una mañana, él se desprendió de a poco, descendió del ár-
bol, y rápidamente, quedó pequeño, del tamaño de un dedal, y vi cómo se escondía adentro de
la tierra. Sin salir jamás. (di Giorgio, 2008: 278)
Los encuentros son perfectos e inoperantes. Al régimen del Guión de la extimidad habría que
sumarle, entonces, la importancia en la escritura de Marosa de la conjunción “Y”. La lógica con-
juntiva desbarata la preeminencia de la dinámica atributiva del “Es”, y por ello la “Y” puede ser
pensada como la huella gráfica del cruce de caminos, de alianzas provisorias entre distantes que
no fundan ni estabilizan nada; cooperación de cuerpos afectándose mutuamente para incremen-
tar su potencia; encuentros infinitesimales que fulguran en el preciso albor de una imagen y que
luego siguen su errancia, su exilio, para formar nuevas comunidades de amantes provisorias; o
no. Quizá no hagan nada de eso. Al fin y al cabo, quién sabe lo que puede un cuerpo.
C
El monstruo en el cual nos reconocemos,
con el cual identificamos nuestros destinos,
se sostiene en una genealogía indestructible del porvenir.
Antonio Negri
D
La salud como literatura, como escritura,
consiste en inventar un pueblo que falta.
Gilles Deleuze
Si, como afirma Raúl Antelo, “lo propio de la literatura es desbordar la literatura” (Antelo
2008: 55), la escritura debe ser comprendida como un lenguaje impropio cuyo ejercicio implica
Bibliografía
Agamben, Giorgio. 2007. Lo abierto. El hombre y el animal. Costa, Flavia y Edgardo Castro, Edgardo (trads.).
Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
Antelo, Raúl. 2008. Crítica Acéfala. Buenos Aires, Grumo.
Bataille, Georges. 1975. Teoría de la religión. Savater, Fernando (trad.). Madrid, Taurus.
Blanchot, Maurice. 2002. La comunidad inconfesable. Nancy, Jean-Luc (postfacio), Herrera, Isidro (trad.).
Madrid, Arena Libros.
Deleuze, Gilles. 2002. Diferencia y repetición. Delpy, María Silvia y Beccacece, Hugo (trads.). Buenos Aires,
Amorrortu.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. 2004. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Vázquez Pérez. José (trad. con
la colaboración de Umbelina Larraceleta). Valencia, Pre-Textos.
Derrida, Jacques. 2006. La Hospitalidad. Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Di Giorgio, Marosa. 2008. El gran ratón dorado, el gran ratón de lilas. Buenos Aires, El Cuenco de Plata.
CV
Javier Martínez Ramacciotti es Ayudante-Alumno en la cátedra de Hermenéutica en la Lic. en
Letras Modernas, Fac. Filosofía y Humanidades, UNC. Publicó “Devenir deseo, devenir Marosa.
Violencia, experiencia(s) y deseo en Camino de las pedrerías de Marosa di Giorgio” en la revista Árbol de
Jítara, N° 1. También, en co-autoría con Franca Maccioni, “Babuino o el su(ici)dado por la ley:
erotismo, ley y subjetividad en dos relatos de Diego Tatián” en la revista Escribas, año 2008, N° 5.