1esolc SV Es Ud12 Ev Fin
1esolc SV Es Ud12 Ev Fin
1esolc SV Es Ud12 Ev Fin
El tenedor
Esto pasa un domingo radiante del mes de abril, en un restaurante de un pueblo situado en la falda de
una montaña en cuya cima todavía hay nieve. A la hora de comer, con la mayoría de las mesas aún
vacías, llegan dos parejas, más cerca de los sesenta que de los cincuenta. Uno de los hombres entra
en el comedor leyendo con gran interés un periódico deportivo. Es evidente que vienen con
frecuencia al restaurante, porque saludan a la dueña con mucha confianza, se besan en las mejillas y
hablan del tiempo que hace que no se han visto. «¡Desde antes de Semana Santa!», finge
sorprenderse una de las mujeres. Después hablan de los hijos. Según parece, todos están bien.
Concluida la conversación, la propietaria (siempre sonriente), les indica qué mesa les ha reservado.
Es una rectangular, a un lado del comedor. Una de las mujeres escoge uno de los asientos próximos a
la pared, y la otra el que hay enfrente. Los maridos, pues, quedarán también cara a cara pero junto al
pasillo.
Y entonces, mientras todavía están de pie y se quitan las chaquetas, sin querer una de las mujeres
da un golpe de manga al tenedor, el suyo, que cae al suelo sin hacer ruido porque, aunque hay poca
gente en el comedor, el hilo musical lo cubre todo, y además se oyen voces que vienen de la cocina.
La caída del tenedor ha pasado inadvertida a los otros tres. El otro matrimonio ahora está vuelto
hacia la pared, y contempla un cuadro donde se ve un camino bordeado de cipreses en una mañana
amarillenta, y el marido de la mujer que ha tirado el tenedor al suelo continúa centrado en la lectura
del periódico deportivo.
De manera que, con gesto rápido, la señora se agacha y recoge el tenedor. Pero, en lugar de
dejarlo en un lado de la mesa para que el camarero se lo cambie por otro limpio, coge el tenedor de
su marido, lo coloca donde estaba el suyo, y el que ha recogido del suelo lo pone a la izquierda del
plato de él, en el lugar donde estaba el tenedor que ahora ella se ha apropiado. Entonces se sienta. A
continuación se sienta su marido, da por acabada la lectura del periódico y lo dobla.
Los observo fascinado. ¿Por qué no ha pedido al camarero que cambie el tenedor? Si no le
importa que se haya caído al suelo, si no considera inadecuado utilizarlo aunque se haya ensuciado,
¿por qué no lo ha dejado donde estaba, al lado de su plato? Hay gente a la que no le importa
demasiado que un cubierto o un trozo de comida se caiga al suelo. Entre la juventud americana
circula una imaginaria Ley de los Cinco Segundos según la cual, si algo cae al suelo (un bocadillo,
un cubierto…), no pasa absolutamente nada si lo recoges antes de que pasen cinco segundos, ya que
—dicen— se requiere más tiempo para que la porquería, los microbios, lo que sea, afecte a lo que ha
caído. Pero la señora no debe de creer en esa ley, porque después de recoger el tenedor ha
considerado que no estaba lo bastante limpio para ella. Pero sí para él. ¿Él es menos escrupuloso?
[…]
Repaso con la vista las pocas mesas ocupadas que hay en el comedor. Ningún comensal se ha
fijado en la acción. La dueña tampoco, ni el camarero, un chico jovencísimo y eficiente que en este
momento lleva a la mesa la panera repleta, una aceitunas y las cartas con los platos. El otro
matrimonio deja finalmente de mirar el cuadro y se sienta. Cogen las cartas, las abren y empiezan a
leer.
QUIM MONZÓ: Mil cretinos, Anagrama
1. Completa una tabla como la siguiente con los elementos de la narración del texto.
Narrador
Personajes
Espacio
Tiempo
Acción (planteamiento, nudo
y desenlace)