Miedo Escolar
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1
Correspondencia: Departamento de Psicología de la Salud. Universidad Miguel Hernández de Elche.
Avda. de la Universidad, s/n. Elche. Alicante (España). E-mail: [email protected]
Método
Participantes
Participaron en el estudio 190 sujetos (51% niñas, 49% niños), con una edad media
de 10 años. El 50% de la muestra (n = 95) eran hijos de padres divorciados y el resto
pertenecían a familias cuyos padres permanecían unidos.
Instrumentos
Los miedos escolares fueron examinados mediante el Inventario de Miedos Esco-
lares (IME-PreA)-Forma Preadolescentes (García-Fernández y Méndez, 2008). En él se
presentan 27 situaciones o experiencias relacionadas con el colegio que pueden generar
temor, malestar o desagrado al niño, más una pregunta de respuesta abierta: «¿Hay
alguna cosa más que te dé miedo en el colegio?». El niño debe valorar el miedo que
siente ante dichos estímulos en una escala donde 0 significa nada de miedo, 1 algo de
miedo y 2 mucho miedo. El inventario nos ofrece puntuaciones en 4 factores: a) Miedo
al fracaso y al castigo escolar (8 ítems), b) Miedo al malestar físico (6 ítems), c) Miedo
a la evaluación social y escolar (8 ítems) y d) Ansiedad anticipatoria (5 ítems). La
puntuación máxima que los sujetos pueden alcanzar en el inventario es de 54 puntos.
El inventario muestra una elevada consistencia interna y una validez convergente
moderada (Méndez, Beléndez y López, 1996). Su fiabilidad es de 0,89 y el porcentaje de
varianza explicada del 56% (García-Fernández y Méndez, 2008).
Procedimiento
El reclutamiento de la muestra se llevó a cabo en 8 colegios, públicos y privados,
de la provincia de Alicante (España). Se distribuyó entre todos los niños de 8 a 12 años
una carta dirigida a los padres divorciados informándoles del objetivo del estudio y
solicitándoles consentimiento para que sus hijos participaran en él, obteniéndose 95
respuestas de padres interesados. Una vez reclutada la muestra de niños procedentes
de padres separados, se eligieron al azar de cada aula una muestra de niños de género
y edades similares con padres no divorciados, que permitiera la comparación de los
miedos en ambos grupos.
Para recabar la información del estudio, se aplicó a los niños en las aulas un
autoinforme de forma colectiva. Se procedió al reparto de los ejemplares con las instruc-
ciones, leyéndolas en voz alta y aclarando cualquier duda. Se insistió en la necesidad
de no dejar ninguna pregunta en blanco, evitando influir en las respuestas de los
sujetos. Un investigador permaneció en el aula durante toda la aplicación para propor-
cionar información y verificar la correcta cumplimentación de los cuestionarios. Los
encargados de realizar las entrevistas diagnósticas fueron cuatro entrevistadores, psi-
cólogos con más de cinco años de experiencia en el desempeño de la actividad clínica.
Análisis de datos
Los análisis estadísticos se han llevado a cabo con el programa SPSS 14.0. Se
utilizó la prueba paramétrica t de Student para comparar las puntuaciones en cada
variable entre hijos de padres divorciados y no divorciados, y el análisis de varianza
para establecer las diferencias en miedos escolares en función del género y edad en los
hijos de padres divorciados, con un nivel de significación de 0,05. Con el fin de
averiguar si la existencia de un volumen alto de miedos escolares es predecible a partir
de la situación de experimentar el divorcio de los padres se testaron distintos modelos
predictivos mediante un análisis de regresión logística. Para ello se dividió la puntua-
ción total y la de cada factor en cuartiles, y se utilizó como valores de la variable
dependiente el primer y cuarto cuartil, y como valores de la variable independiente tener
o no padres divorciados.
Resultados
Los hijos de padres divorciados manifestaron un nivel de miedo bajo (M = 21,69;
DT = 8,17). Teniendo en cuenta el rango de cada factor, observamos que las puntua-
ciones más altas se obtuvieron en el factor Miedo al fracaso y Castigo escolar (M =
10,45; DT = 4,49), y las más bajas en el factor Ansiedad anticipatoria, en el que los
niños presentaron un temor casi inexistente (M = 1,40; DT = 2,2). Las niñas presentan
más miedos en general, y puntúan más alto en miedo al fracaso y castigo escolar y en
miedo al malestar físico, mientras que los niños obtienen mayor puntuación en ansiedad
anticipatoria. El miedo a la evaluación social y escolar es similar en ambos sexos.
Respecto a la evolución de los miedos con la edad, se observa en los varones que el
número de miedos aumenta de los ocho a los nueve años, desciende hasta los 11 años
y a los 12 se produce un aumento significativo. En las niñas, el patrón evoluciona de
forma distinta, con un descenso de los miedos hasta los 10 años y un aumento de nuevo
hasta los 12 años. A pesar de observarse esa tendencia, no existen sin embargo
diferencias significativas en función del género y la edad en ninguno de los factores
ni en la puntuación total.
Los resultados obtenidos en los hijos de padres divorciados se compararon con
los de un grupo de niños que no han experimentado la separación de sus progenitores
35
30
25 Hijos de padres
divorciados
Hijos de padres no
20
divorciados
15
10
8 años 9 años 10 años 11 años 12 años
30
25 Hijos de padres
divorciados
Hijos de padres no
20
divorciados
15
10
8 años 9 años 10 años 11 años 12 años
TABLA 2. Resultados del análisis de regresión logística para los miedos escolares.
B ET Wald p OR IC 95%
Divorcio -0,87 0,42 4,23 0,04 0,42 0,18 – 0,96
Constante 0,50 0,31 2,63 0,11 1,65
Nota. B: coeficiente; ET: error estándar; p: probabilidad; OR: odds ratio; IC: intervalo de confianza
al 95%
Discusión
El presente estudio examina los miedos escolares en una muestra de niños de 8 a
12 años que proceden de familias en las que los padres se han divorciado, comparán-
dolos con los temores que presentan los niños que no han vivido una ruptura parental.
Respecto a la presencia de miedos escolares en los hijos de parejas divorciadas,
observamos que a lo que más temen es al fracaso y al castigo escolar, que los miedos
no disminuyen con la edad, y que en general son mayores en mujeres que en varones.
La ansiedad anticipatoria se encuentra, sin embargo, poco presente en los niños con
padres separados.
De la comparación de ambos grupos de escolares se observa que las puntuaciones
son ligeramente superiores en los niños que proceden de familias rotas, excepto en el
miedo al fracaso y castigo escolar, mayor en niños cuyos padres permanecen unidos.
Los miedos más frecuentes relatados por los niños son los vinculados con el fracaso
y castigo escolar no sólo en los hijos de padres divorciados, sino también en los que
conviven con ambos progenitores, lo que significa que en general entre todos los
miedos escolares los niños temen más al castigo y al fracaso que al resto de situaciones.
Los resultados encontrados son similares a los hallados en estudios previos. Scherer
y Nakamura (1968) y Ollendick, Matson y Helsel (1985) encontraron que «sacar malas
notas» y «ser enviado al director», temores relacionados con el fracaso y castigo
escolar, se encontraban entre los diez miedos infantiles más comunes. Granell de Aldaz,
Vivas, Gelfand y Feldman (1984) hallaron en una muestra de escolares venezolanos que
la mayoría de ellos tenían miedo a los profesores. Los miedos escolares más intensos
también se encontraban relacionados con el fracaso y castigo escolar en un estudio con
una muestra española de 7.808 sujetos (Méndez, García-Fernández y Olivares, 1996), y
en un trabajo posterior con 3.043 participantes en el que el 38,38% de los niños de 7
a 17 años manifestaban como uno de los miedos más frecuentes «sacar malas notas»
(Méndez, Inglés, Hidalgo, García-Fernández y Quiles, 2003). Con una muestra amplia de
niños y adolescentes de 8 a 18 años, Valiente, Sandín, Chorot y Tabar (2003) compro-
baron también que uno de los diez miedos más comunes, «ser enviado al director»,
pertenecía al factor miedo al fracaso y a la crítica.
A pesar de tratarse de un temor frecuente en todos los niños de la muestra, la
magnitud de los miedos en nuestro estudio difiere en ambos grupos, mostrando los
niños con padres divorciados menos miedo a las situaciones relacionadas con el fracaso
y castigo escolar. Los hijos de padres divorciados manifiestan menos miedo, con
diferencias estadísticamente significativas, que el resto de niños a obtener malas notas,
repetir curso, suspender o copiar en un examen, a que llamen a sus padres, a que les
llame el director, o a cambiar de colegio o ser castigado, situaciones que se incluyen
en dicho factor. Los resultados del análisis de regresión logística confirman también
estas diferencias e identifican la situación de que los padres estén o no divorciados
como variable predictora de los miedos escolares relacionados con el fracaso y el
castigo escolar, indicando una probabilidad de presentar estos miedos 0,42 veces más
en los niños que no han experimentado una ruptura conyugal.
Después de un divorcio suele producirse una alteración en las pautas y normas
establecidas por los progenitores, aumentando en ocasiones la coerción y la incon-
gruencia educativa (De Garmo y Forgatch, 1999). En algunos estudios se ha observado
que los cambios en las pautas de crianza del padre custodio y no custodio se carac-
terizan, entre otras, por la falta de supervisión, de afecto, de control y de comunicación
(De Garmo y Forgatch, 1999; Simons y Johnson, 1996), y que las familias monoparentales
suelen ejercer menos control sobre los hijos (Florsheim, Tolan y Gorman-Smith, 1998).
El estilo permisivo y la falta de supervisión en los hijos de padres divorciados puede
deberse en parte a la discrepancia en las pautas educativas que suele ser frecuente en
algunas parejas tras su ruptura, y en parte al intento de compensar al niño por la
situación que está atravesando. Dicho cambio en el estilo de crianza después del
divorcio suele afectar a la adaptación social y personal del hijo de la pareja (Herrera-
Gutierrez, Brito, Pérez-López, Martínez-Fuentes y Diaz-Herrero, 2001), por lo que un nivel
de exigencia menor con los hijos después de la ruptura podría explicar las puntuaciones
más bajas en miedo al fracaso y castigo escolar que presenta este grupo al compararlo
con el otro grupo de niños y con la población general.
Analizando los miedos en función de la edad, observamos que en los niños cuyos
padres no están separados los miedos descienden con la edad. Únicamente encontra-
mos un aumento del volumen de miedos en algunas variables en los varones a los 12
años. En los hijos de padres divorciados no aparece este patrón y los miedos no
descienden de forma estable con la edad. Algunos miedos, como los relacionados con
el fracaso y castigo escolar, aumentan incluso de los niños más pequeños a los más
mayores. En la mayoría de estudios basados en pruebas de autoinforme (Sandín, Chorot,
Valiente y Santed, 1998) se sugiere que el volumen de miedos es más frecuente en niños
más pequeños que en los de mayor edad, resultados que se repiten en la muestra de
nuestro estudio perteneciente a familias con los padres conviviendo, excepto en los
varones de 12 años donde se observa un aumento en la puntuación total de miedos.
La variación en el volumen de miedos según la edad en los niños con padres divorcia-
dos puede responder a cambios en su situación familiar y a la necesaria adaptación del
niño a éstos que puede aumentar su vulnerabilidad en determinados momentos a
presentar más temor frente a estímulos relacionados con el colegio. También destaca que
las niñas que no han vivido el divorcio de sus padres presentan más miedos escolares
que las niñas con hogares rotos, mientras que son los niños varones hijos de divor-
ciados los que temen más a situaciones relacionadas con la escuela, frente al otro grupo
de niños. De acuerdo a estudios previos, en ambas muestras las niñas informan en
general de más miedos que los niños (Sandín et al., 1998; Wren et al., 2007).
Como conclusión de este trabajo destacamos que los niños que han experimentado
la separación de sus padres presentan puntuaciones ligeramente superiores en miedos
relacionados con el colegio, excepto al fracaso y castigo escolar. En este factor los niños
procedentes de parejas no separadas puntuaban más alto. La existencia de dichas
diferencias podría explicarse por los cambios en el estilo educativo y la incongruencia
en las pautas de crianza entre los padres después de su ruptura. Las reacciones
negativas de los niños ante la nueva situación familiar podrían disminuir si los padres
minimizan los cambios bruscos y la relación que mantienen con sus hijos es positiva
(Bragado, 1994). Para fomentar el bienestar del niño es por tanto necesaria la coopera-
ción de ambos padres en la crianza, siguiendo unas pautas educativas adecuadas y
coherentes.
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