¿Qué Es Investigar ?

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¿Qué es “investigar”?
Reflexiones introductorias(*)

Se ha vuelto un imperativo absoluto en los tiempos actuales, tanto en el mundo


académico como en el mundo de las prácticas profesionales más diversas, hablar de
“investigación”. Se habla de ella a todas horas y de múltiples formas, y se invita a
menudo a académicos y profesionales a no ser meramente repetitivos o memorísticos,
sino “creativos” e “investigadores”.
Tales exhortaciones, sin embargo, suelen tener poco efecto, entre otras cosas,
porque no sabemos qué sería lo que deberíamos investigar, y, mucho menos, entendemos,
qué es eso a lo que debemos llamar “investigación”; tales llamados no nos ayudan a ser
mejores investigadores porque no sabemos aún con claridad qué cosa sea la investigación
en general y, en particular, en qué consista o deba consistir la investigación científica.
Antes que dar una definición dogmática de “investigación”, propondría que
examináramos los siguientes ejemplos:
a. Un funcionario departamental, preocupado por la creciente corrupción, basado en
archivos institucionales e informes de prensa, se dedica a averiguar cuánto ha perdido
su departamento a causa de la corrupción administrativa en los últimos 10 años.
b. Una profesora de Educación Básica Primaria que trabaja en una zona de alta violencia,
interesada específicamente en los fenómenos de violencia en el hogar, se dedica a
conversar con sus alumnos uno por uno (30 niños entre 8 y 10 años) sobre la violencia
que soportan en su hogar. Graba esas conversaciones y luego las transcribe al papel.
c. Un estudiante universitario de Economía se pone a analizar el incremento que ha
tenido en los últimos 16 años (y en los últimos tres gobiernos) el gasto militar en
relación con el presupuesto general de la nación. Para ello revisa documentos como los
planes de desarrollo de cada gobierno, el presupuesto de la nación de los últimos 16
años, el Plan Colombia, los balances del Ministerio de Defensa, periódicos, etc.

(*)
Elaborado por Diego Antonio Pineda R., Profesor Asociado Facultad de Filosofía Pontificia Universidad
Javeriana y Profesor de la Maestría en Docencia e Investigación Universitaria de la Universidad Sergio
Arboleda. No se puede reproducir sin autorización.

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d. Un grupo de investigadores sociales, basados en la teoría del “Desarrollo a Escala


Humana” de Max-Neef, hace un diagnóstico sobre la satisfacción de las necesidades
humanas básicas en un municipio del país.
e. Un profesor de biología pide a sus alumnos que se dediquen a observar el perro de su
casa durante una semana, fijándose sobre todo en la relación que existe en los perros
entre la posición de las orejas, la tensión muscular y los movimientos de la cola, por un
lado, y ciertos estados de ánimo del animal (alegría, dolor, tristeza, sensación de
peligro, etc.), por el otro. Con base en ello realizan muy buenas descripciones de los
estados físicos y psicológicos del perro, que además acompañan con ilustraciones y
fotografías.
Un breve examen de cada uno de estos casos nos resultaría, de entrada,
problemático, por lo menos en un sentido: en determinar si cada una de las actividades
descritas amerita o no que se le llame “investigación”. Muchos estaríamos tentados a
responder que todas ellas son formas de investigación, aunque de distinto tipo y con
diverso grado de complejidad y profundidad. Otros preferirían decir que ninguna de
ellas es, en sentido estricto, una investigación, pues las investigaciones deben, para que
sean reconocidas como tales, cumplir con una serie de exigencias, las del llamado
“método científico”.
Una y otra son posturas muy cuestionables. La primera porque, al considerar que
casi cualquier intento por averiguar algo es ya una investigación, no especifica los
criterios y condiciones básicas que debe reconocer una determinada búsqueda para que
se le considere investigación. La segunda porque, al poner tantos requisitos y exigir
tantos “pasos”, realizados, además, según un orden único e inmutable, empobrece la
tarea investigativa y la hace el privilegio de unos pocos iniciados.
Es cierto que no basta con intentar establecer un determinado dato con algún
grado de precisión a partir de informes ya consolidados (caso a), o con recoger historias
relatadas por sus protagonistas (caso b), o con estudiar caudales inmensos de
documentos (caso c), o con realizar un diagnóstico (caso d), o con hacer observaciones y
descripciones precisas (caso e), para decir que lo que hacemos tiene el carácter de una
investigación. Es cierto que tales cosas no pueden reclamar para sí el estatuto de
investigaciones consolidadas; pero es cierto también que todas ellas son, en cierto modo,
actividades investigativas; y que, por tanto, quienes las realizan están ya, a su modo y
manera y dentro de sus limitaciones específicas, empezando a “investigar”. La
investigación, pues, no tiene por qué ser el privilegio de unos pocos especialistas, sino
una actividad que podemos y debemos desarrollar en nuestros quehaceres cotidianos.
Así pues, parece claro a primera vista que en cada uno de estos casos hay
“investigación” por lo menos en un sentido genérico: en el de averiguar algo, indagar por
algo, examinar algo, querer saber algo1, etc. En todos los casos se dan por lo menos estos
tres aspectos básicos:

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Tal es el sentido general del término “investigación” según lo define el Diccionario de la Real Academia de
la Lengua: “hacer diligencias para descubrir una cosa”.
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a. algo que se pretende averiguar: es decir, hay un problema que la investigación quiere
clarificar y ayudar a resolver (cuánto ha perdido su departamento a causa de la
corrupción en los últimos 10 años, cómo es la violencia intrafamiliar en los hogares
de una zona de alta violencia, el incremento del gasto militar en relación con el
presupuesto general de la nación en los últimos 16 años, cuáles son las necesidades
humanas básicas más pobremente satisfechas en un municipio del país, qué relación
existente entre ciertas expresiones físicas y ciertos estados de ánimo de los
perros).
b. un modo de averiguarlo: esto es, un método a través del cual se examina el problema,
el cual se compone a su vez de una serie de procedimientos y técnicas que permiten
determinar y someter a examen dicho problema (estudio de archivos y elaboración
de tablas estadísticas, recolección de historias y “narraciones en vivo” de los
protagonistas del fenómeno a ser estudiado, lectura y examen de diversidad de
documentos y análisis de porcentajes de participación, elaboración de un diagnóstico
de una población determinada, observación directa acompañada de descripciones
precisas e ilustraciones llamativas).
c. un motivo o razón para averiguarlo: por lo tanto, una finalidad que tiene el
investigador, que bien puede ser marcada por expectativas personales, o por
intereses institucionales o sociales más amplios (reducir la corrupción en una
administración departamental, encontrar caminos para enfrentar la violencia en el
ámbito familiar, someter a discusión el continuo incremento de la participación del
gasto militar en el presupuesto general de la nación, determinar las principales
necesidades insatisfechas de una comunidad y sugerir alternativas de solución,
hacernos conscientes de que los perros manifiestan ciertos estados de ánimo
mediante posturas físicas).
No pretendo afirmar que se trate, pues, de investigaciones completas, pero sí
que, por lo menos en un sentido general, hay aquí una investigación en ciernes y cada una
de las actividades analizadas puede marcar el camino por el cual llegamos a una
investigación más sistemática, pues en cada uno de estos casos se dan los tres elementos
básicos para que haya investigación: un problema a examinar, un método para examinarlo
y una finalidad a corto o largo plazo que se persigue con la investigación.
Hay, sin embargo, dos preguntas que a esta altura de nuestra reflexión nos
asaltan: (a) ¿para qué investigamos?, ¿qué es lo que logramos con ello?; y (b) ¿cuándo una
investigación puede ser llamada propiamente “científica”? Abordémoslas aunque sea de
un modo general.
Es claro que si la investigación no fuera más que una contemplación desinteresada
del mundo no pondríamos tanta atención ni gastaríamos tantas energías en ella. Si
investigamos, pues, es porque ello nos puede ayudar de algún modo a comprender mejor
y/o a comportarnos más racionalmente respecto de aquello que hemos sometido a
indagación.
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La investigación, entonces, nos lleva a establecer una nueva relación con el objeto
investigado por lo menos en dos puntos esenciales: por una parte, cambia nuestra
percepción de aquello que hemos investigado (la relación que un científico social
establece con un entorno que investiga es bien distinta de la del que se sitúa ingenua y
desapercibidamente en él, e incluso de la que él mismo tenía al comenzar su
investigación); por la otra, la realidad investigada también se encuentra
transformada, pues ahora hay en ella muchos menos aspectos indeterminados y están
también más claramente establecidas las relaciones entre los elementos que la
componen. Como bien dijera el filósofo norteamericano John Dewey:
La investigación es la transformación controlada o dirigida de una situación
indeterminada en otra que es tan determinada en sus distinciones y relaciones
constitutivas que convierte los elementos de la situación original en un todo
unificado 2.
Ahora bien -y con ello comenzamos a abordar nuestra segunda pregunta-, es
evidente que no toda investigación es necesariamente una investigación científica, esto
es, una investigación cuya finalidad principal es la de la producción de un conocimiento
nuevo. Para que ello se dé no basta con “recoger datos”3, o con relatar historias -así sea
en las propias voces de los protagonistas-, o con analizar estadísticas, o hacer
diagnósticos, observaciones y descripciones, por más precisas que ellas sean. Tales
actividades sólo alcanzan su verdadera relevancia cuando están claramente establecidos
los aspectos más fundamentales de una investigación: el problema a indagar, una
hipótesis de trabajo (es decir, una respuesta provisional al asunto que habremos de
confrontar con los datos, observaciones, historias, etc. que nos proponemos producir), un
método que articula coherentemente las actividades a realizar y un resultado que
esperamos alcanzar con el proceso a desarrollar. La investigación científica ha de ser,
pues, el ejercicio sistemático de “perseguir”4 metódicamente un problema mediante el
uso de diversas técnicas de observación, rastreo y registro, con el fin de adquirir y
ofrecer una comprensión integradora y compleja de un determinado asunto.

2
DEWEY, John: Lógica: teoría de la investigación, México, F. C. E., 1.950, p. 123.
3
Habría que decir que, en sentido estricto, los datos no se recogen, sino que se producen, y que la
observación es precisamente una operación activa de “producción de datos”. Al respecto, cfr. IBAÑEZ,
Jesús: Del algoritmo al sujeto, Madrid, Siglo XXI, 1.985, pp. 226 y ss.
4
Conviene aquí recordar que el término “investigación” tiene su raíz en la palabra latina “vestigium” (huella,
pisada, vestigio), y que, por tanto, hace referencia a aquella actividad por la cual “persigo” o “sigo las
huellas” de algo. Investigar es, pues, “seguir la pista” o “seguir las huellas” de algo que deseo descubrir o
conocer. En tal sentido, una buena manera de introducirse en el sentido general de la investigación es la
lectura de ciertas historias policíacas -como las que tienen por protagonista a Sherlock Holmes-, en las
cuales el famoso detective emprende una investigación con el fin de encontrar a un criminal “siguiendo sus
huellas”.

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