Julio Ramos - Limites de La Retorica de Las Drogas PDF
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Julio Ramos1
Abstract: This article explores the representation of psychoactive drugs and addiction
(1966) a neglected novel by Puerto Rican author Josefina Guevara Castañeira. In more
general terms, the article explores the tension between a rhetorical or culturalist
approach to the discourse on drugs at the intersection with current discussions about
*
Las primeras variaciones de este trabajo fueron conferencias que presenté por invitación en el Segundo
Congreso Internacional de Retórica e Interdisciplina, Villa María, Córdoba, Argentina (26 de junio de
2015) y en The Form of Affect: Graduate Student Conference de NYU (16 de abril de 2015), dedicado a
la teoría del afecto. Presenté la parte final de este ensayo bajo el título “Literatura, adicción y políticas del
cuerpo: Los encadenados de Josefina Guevara Castañeira” en la Universidad de Puerto Rico (16 de marzo
de 2017). Agradezco las invitaciones de los colegas Pablo Molina (Córdoba), Francisco Marguch (NYU)
y Elidio Latorre Lagares (UPR), así como la lectura atenta y las indicaciones posteriores de Eleonora
Cróquer Pedrón.
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vez no esté de más decir, de entrada, que cuando hablo de literatura pienso en un
evidencia. Esa porosidad la hace susceptible a una serie de asociaciones metafóricas que
con frecuencia identifican la escritura literaria con una lógica liminal, de la mezcla o
las discusiones actuales sobre el afecto, aunque voy también a considerar cómo estas
giro fundamental en los discursos sobre la droga y las políticas del tratamiento de
adictos pocos años antes del empuje de la campaña conocida como la “guerra contra las
drogas” en 1971. Me aproximo al papel que cumple la literatura como gobierno del
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Ver las aproximaciones de J. Derrida a las paradojas de esta lógica liminal en “Retórica de las
drogas” (1995) y de A. Ronell en “Narcoanálisis” (de Crack Wars, 1992).
3Agradezco a la investigadora argentina Elsa Noya quien me introdujo a esta novela y me regaló
un ejemplar del libro. Se ha escrito muy poco sobre la obra relativamente extensa de Josefina
Guevara Castañeira. De entrada, resulta fundamental el capítulo que le dedica Lesbia Cruz
(2014) en “Aproximación a la novela femenina en Puerto Rico”, Tesis Doctoral, Universidad de
Valladolid, pp. 304-326.
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No desconozco los deslices y ambigüedades del heterónomo y a veces difuso
vocabulario del afecto y su relación ineludible con las emociones, “the structures of
muy ideologizado, que cumplen las pasiones en las diversas genealogías del discurso de
la Ilustración. A esta confluencia se le suma, en las últimas dos o tres décadas, las
fuerza vital que intensifica y potencia la acción del sujeto, la configuración misma de
impacto cerebral. En ese sentido, resulta muy sugerente el libro de Catherine Malabou
(2012) sobre los retos que opone el trauma al hábito psicoanalítico de subordinar la
economía de los afectos a las figuras o tropos del inconsciente, pasando por alto la
resulta fundamental en las discusiones actuales sobre la adicción, a pesar del riesgo
caso, esto nos da una idea de la amplia y compleja gama del debate sobre los afectos y
dimensión de los afectos, y también por la condición del desafecto radical. Me refiero,
desgaste de los tropos, el colapso de esa mediación figural que solía pensarse como
inscritos en tales órdenes. En el medio argentino (donde presenté una versión inicial de
estas notas) podría recordarse, por ejemplo, el desafecto de los jóvenes en el discurso de
la profunda crisis nacional que narra un filme como Birra, pizza y faso (1995) de Israel
Caetano, a partir de aquellos planos del obelisco en tanto tropo monumental desde cuyo
interior los jóvenes desocupados –fuera de la red de la seña identitaria garantizada por el
Casas,6 tan afín a los mundos juveniles de las novelas de la dominicana Rita Indiana
los órdenes simbólicos no pasa sólo exclusivamente por la mediación discursiva o por
los contenidos de las representaciones, sino también por los modos en que la
identificación se inscribe en las sensaciones. Para algunos críticos, como Jon Beasley
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Para una lúcida lectura de la novela de Casas, véase C. Rollé (2017).
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Murray, se trata de un rasgo contemporáneo que estimula un giro en el orden de la
de los afectos y las sensaciones. Lo que por otro lado nos deja con una pregunta sobre
mismas. Por cierto, esta tendencia del análisis deleuziano de Beasley-Murray y otros
autor –luego de publicar su análisis decisivo sobre las cargas pulsionales del
populismo– reunió sus trabajos donde a lo largo de tres décadas había recalcado la
otro extremo de aquel debate, la crítica de la retórica y del análisis cultural que postulan
Digamos, por ahora, que la creciente atención que cobran las dimensiones
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objetos, para poder dar cuenta, en cambio, de aspectos de la vida y de la muerte que han
sido soslayados por las jerarquías del sentido y de la sensibilidad establecidas por la
teórica, sino más bien reflexionar, a partir del comentario sobre un archivo
considerar algunos aspectos de lo que Eve Kosovsky Sedgwick (1996) ha llamado las
también nos ubica ante una serie de construcciones retóricas ligadas a la proliferación
inseguridad ciudadana, ahora bajo las condiciones históricas de la crisis o desplome del
concepto moderno del sujeto autónomo, soberano, dueño de sí, en un contexto que es
En este sentido, aunque no hay que ignorar la urgencia de las discusiones sobre lo que
desechable de acuerdo con los valores asignados por la norma productiva y los intereses
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neoliberales que João Biehl (2005) y Elizabeth Povinelli (2011) han identificado con las
un sujeto insolvente, Adictus, que pierde su condición de sujeto libre y se esclaviza para
pagar una impagable deuda, condición culposa de una lógica económica que William
forma tan particular y a la vez absoluta del consumo que compulsivamente insiste en
constata una lógica mayor inscrita en el nervio y el afecto de la soft machine del
dimensiones subjetivas rara vez son analizadas en las proliferantes discusiones que
articulación figurativa y sus narrativas del cambio e reinscripción del sujeto en los
órdenes de la vida.
7 Señala William Burroughs en la Introducción a Naked Lunch: “Junk is the ideal product (...) the ultimate
merchandise. No sales talk necessary. The client will crawl through a sewer and beg to buy (...) The junk
merchant does not sell his product to the consumer, he sells the consumer to his product. He does not
improve and simplify his merchandise. He degrades and simplifies the client. He pays his staff in junk.
Junk yields a basic formula of evil virus: The Algebra of Need. The face of evil is always the face of total
need. A dope fiend is a man in total need of dope” (1959). De esta relación entre “necesidad” y
“consumo” se desprende un modo de abordar a la adicción como valor de cambio absoluto y fetichismo.
E. Kosovsky Sedgwick (1993, 2018) establece una relación entre los discursos sobre la adicción y la
crítica del consumismo ya en el siglo XIX. Véase también el trabajo de Juan Duchesne sobre Burroughs,
“El yanqui, el yonqui y la Cosa” (2001). Por otro lado, la identificación estricta de la adicción como
forma absoluta de consumo merecería una discusión aparte, en la medida en que las sociedades
contemporáneas derrumban la oposición esquemática entre producción y consumo (ver Muñiz Varela
2013). La adicción en estas sociedades deja de ser un desvío, excepción o patología, para convertirse en
un aspecto constitutivo de la relación del capital con las cosas, la extracción, el cuerpo y la acumulación
de valor, en un mundo donde el consumo de psicoactivos es un aspecto fundamental de la producción y
gobierno de la vida y de las multibillonarias economías farmacológicas, ya sea legales o ilegales.
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El primer testimonio conocido sobre la recuperación de un adicto al opio fue
notable. Se trata, según el mismo autor, de un texto sin precedentes, es decir, sin
modelos que imitar, lo que por momentos incluso se explicita en el efecto formal de una
escritura discontinua y dispersa (como la “vida” misma) que desborda los marcos de la
retórica en el sentido preceptivo del término. Por supuesto, la retórica no pierde allí su
relación ni con la persuasión ni con la poética o tropología. Para el sujeto romántico que
testimonio sobre su dolencia y extrema dependencia toxicómana implica una aporía que,
por un lado, lo separa de cualquier norma, y por otro, lo somete a una compleja
decir, el testimonio de De Quincey bien puede leerse como una prolongada reflexión
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y en las comunidades terapéuticas de “reinserción social”. El modelo confesional –que
educación del sujeto. En las Confesiones de un inglés comedor de opio (1821), ese
physis de la afección del cuerpo doliente del adicto bajo los rigores de la abstinencia, y
como un filósofo atrapado por las dolencias del romanticismo y la crisis de la retórica.
Esto, porque su experiencia con la adicción como objeto fundamenta la autoridad del
vida y muerte, es decir, los grandes temas relacionados con la cuestión de la autonomía
Tampoco es casual que en una extensa entrevista a Derrida sobre el tema de las
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el lugar problemático que ocupa el artificio o la técnica, la noción misma del desvío que
define al tropo ante la exigencia naturalista del logos occidental. 8 Como los
La droga introduce lo que Derrida identifica como una lógica parasitaria, afín al
racionalidad moderna.
remedio. Aunque sea muy de paso, no puedo dejar pasar por alto, al respecto, los
escritos de Oscar del Barco (2010) sobre Antonin Artaud así como sus propios
metafísica del sujeto y del logos. Lo que presiona inmediatamente a hacer algunas
sociedades del abandono, donde la droga –inseparable del capital legal o ilegal
compulsiones que llenan el tiempo “vacío” de los sujetos fuera de trabajo (pienso, por
8 Tanto Ronell (1992) como B. Stiegler (2015) elaboran esta relación entre fármaco y técnica, lo que les
permite por un lado hablar de suplementos farmacológicos que rebasan las sustancias químicas (como el
fármaco-escritura en Derrida). Stiegler llega a sugerir que la farmacología es un modelo de la tecnología
en la sociedad contemporánea.
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¿Qué puede decirnos todo esto sobre el enorme problema de la adicción, de la
guerra contra las drogas, de las economías de la muerte, de lo que Rossana Reguillo
(2013) y Sayak Valencia (2010) en México, entre otros, han llamado el narco-
capitalismo? ¿No será que nos topamos aquí con los límites del análisis “retórico” de la
traducción aparece introducida por un ensayo del propio López Seoane sobre la
relevancia de este libro en la discusión muy actual sobre la llamada “guerra contra las
fronteras más protegidas de una rutinaria división entre ficción y teoría, poesía y
filosofía. De hecho, la escritura de Avital Ronell en Crack Wars potencia una especie
de sacudida de los hábitos de la crítica literaria académica. Pero esa misma pulsión
literatura. Ronell, como el propio Derrida, tiende a definir el consumo de la droga como
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en una figura de la escritura misma, una figura del gesto deconstructor de las categorías
soberanía del sujeto, etc.). Para Ronell, la droga es prótesis tecnológica o suplemento
¿Pero que puede significar todo esto ante la industria multibillonaria de la droga
y la violencia que genera? En un ensayo publicado unos años después de Crack Wars,
Trauma TV, significativamente subtitulado Twelve Steps Beyond the Pleasure Principle,
Ronell introduce un análisis de los violentos efectos de lo que llama una alucinación
policiaca en el abuso casi letal del ciudadano afroamericano Rodney King. El altercado
fue capturado en imagen por un testigo anónimo con una pequeña cámara de video. Su
ensayo sobre la irrupción del video “nómada”, callejero, que sorprende a la policía
golpeando brutalmente a Rodney King –consumidor de PCP o Angel dust, droga que
analiza la interrupción del estado narcotizado del medio televisivo. Pero aún ahí el
drogas. A pesar de la paliza brutal, que la autora lee como una sodomización simbólica
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del hombre negro, transformado ahí en un zombi por el imaginario fantasmático,
alucinado, de los policías blancos, Rodney King emerge finalmente como un sujeto
que hablan con insistencia muchos adictos cuando se refieren a la adicción como muerte
en vida. Y tampoco con el desafecto comatoso del adicto deambulante en los territorios
potenciamiento que ordena muchas veces las versiones más dramáticas de la resistencia
(1966) de Josefina Guevara Castañeira, una olvidada escritora puertorriqueña quien con
su novela nos traslada a los debates sobre la adicción en una época regida por un
paradigma productivista, tutelado por la versión del Welfare State bajo el gobierno de
Luis Muñoz Marín a lo largo de las décadas del 50 y del 60 en Puerto Rico. Esta novela
interpreta la adicción a las drogas como una patología moderna, como un síntoma que
hospitalario al elaborar una estética o terapéutica del adicto como sujeto enfermo,
durante una época en que su figura se ponía bajo la mira de nuevos discursos
del pánico que generaba un quiebre en las nociones de la seguridad ciudadana, estos
discursos disciplinarios de comienzos de los años 1960 establecían las bases de lo que
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pocos años después se conocería como la guerra contra las drogas. 9 Aludiré luego
brevemente a una serie de casos judiciales de aquellos mismos años que nos dan una
buena idea de la disputa o del diferendo entre los discursos médicos y legales que esta
novela intenta conjugar o resolver. De hecho, esa será una de las funciones de la
pedagógica, era la única salida posible del “desafecto” moderno encarnado en la figura
del joven adicto. Lo que a su vez moviliza en la novela un modo de legitimar el papel de
afectiva inicialmente impulsadas por las misiones pastorales del propio Estado social de
beneficencia.
Aunque hoy en día ésta es una novela prácticamente desconocida, en los años de
su primera edición Los encadenados se discutió con cierto interés en la prensa, y llegó a
formar parte del currículo de instrucción pública, seguramente porque ofrecía una
Rafael Sánchez, “Que sabe a paraíso” (1966), versión contemporánea de una danza
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Sobre la historia de la “criminalidad” en esos mismos años, ver los trabajos de B. Silvestrini y M.
Román.
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compleja que el estilo pedagógico de Los encadenados– introduce la cuestión de la
economía del gasto y el endeudamiento del sujeto adicto con matices alegóricos que se
representar en los discursos culturales, tal como ha visto con lucidez Silvia Álvarez
Curbelo (2008) en sus análisis del muñocismo. A diferencia del cuento de Sánchez, la
modelo terapéutico, lo que por otro lado invita a una serie de preguntas sobre la relación
una trabajadora social, Celia Alcaraz, en su búsqueda de un método efectivo para tratar
perdido a manos de Carlos una joya de gran valor simbólico familiar: un reloj antiguo,
la repetición compulsiva son notables. El robo del reloj es el evento que motiva la
cambios que la modernización urbana acarreaba. En alianza con la policía, tras recibir al
trabajaba, Celia se hace cargo del cuidado de Carlos, mientras la voz narrativa
reflexiona acerca de los modos más efectivos de tratar la nueva “plaga”, si con métodos
debates sobre la adicción, al mismo tiempo que provee una interpretación de su causa,
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narradora, Carlitos es un “adicto de arrabal”, distinto de otros adictos internados en la
clínica. Entre aquellos otros adictos, algunos provenientes de mundos sociales muy
es diagnosticada por los médicos como un caso de “neurastenia”. Esta breve historia de
a la novela corta titulada Sebastián Guenard, publicada por De Diego Padró en 1924,
que sirvió de esbozo para la narración de su novela En babia, escrita años después;
puertorriqueña.
sexuales, entre dos hombres caribeños residentes en la ciudad de Nueva York. Este
magnífico relato de adicción y neurastenia merece un análisis más detenido que el que
voy a proponer aquí. Por ahora diré, a modo de resumen de una lectura posible, que el
hecho de que esta narración tenga lugar en el barrio chino de Nueva York, en la calle
Mott, en el mundo clandestino del jazz y del consumo del opio, hace de Sebastián
narcografía. Si, por un lado, Susan Buck Morss (2018) remite en su análisis de la
“anestética” de Benjamin a los usos de la droga como una protección o parapeto del
abulia), la narración de De Diego Padró nos remite a una geopolítica global de la droga
en tanto mercancía que circula por las mismas rutas de los imperios modernos, como
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Significativamente, en el relato de De Diego Padró, el consumo del opio y la economía
del gasto en Nueva York se relacionan directamente con el azúcar –otra mercancía de
cuerpos durante la era industrial– que constituía la fuente del capital del padre cubano
representación de las fronteras del otro (según el argumento clásico de E.W. Said), sino
personajes. Tampoco es casual que el narrador sugiera de paso que Sebastián Guenard
era un vampiro, personaje que como la figura del zombi (ver Sotomayor 2008 y Cortés
Rocca 2009) pulula con insistencia en las narcografías puertorriqueñas más actuales,
como por ejemplo en Malas hierbas (2011) de Pedro Cabiya y en el texto reciente de
(2006) de Ángel Lozada las compulsiones del consumo (de droga, cosas, imágenes,
sexo, palabras) son aspectos distorsionados de las figuras del afecto en una delirante
economía del crédito y del endeudamiento que, como ha explicado Lazaratto (2015),
10Estas narrativas se inscriben en un archivo más amplio de ficciones del colapso urbano en Puerto
Rico, ligadas, por un lado, a la crisis del estado de beneficencia y, por otro, a la crisis de autoridad de
la cultura literaria en la gubernamentalidad. Véase los magníficos trabajos de María Elena
Rodríguez Castro (2009, 2015) sobre las transformaciones del espacio literario y urbano en San
Juan, particularmente sus lecturas de Sol de medianoche de Rodríguez Julia y de Estrategias de la
catedral de Vanessa Droz. En su lectura del poemario de Droz sobre la vida precaria y el abandono
urbano, Rodríguez Castro indica la relevancia de la discusión de G. Agamben sobre la figura del
musulmán en los campos de concentración, “la conversión de lo humano a la nuda vida” (2015:
409). Por otro lado, la “vida nuda” del “musulmán” ocluye la discusión sobre los derechos de los
sujetos adictos o marginales bajo condiciones de precarización.
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control contemporánea. La literatura de la adicción parece haber estado siempre ligada a
ocio, o como un tipo de desafecto que es inmediatamente sometido al juicio moral que
pero consignaba al mismo tiempo un programa de cura. Como sugerí antes, el proyecto
de la adicción como una alternativa al nuevo orden punitivo que ganaba territorio desde
1959 (fecha de una nueva y estricta ley de drogas en Puerto Rico) en nombre de la
donde surge la idea para la creación del primer programa de rehabilitación propiciado
discursos médicos.11Para dar un solo ejemplo, conviene recordar el caso del Habeas
Corpus presentado por Rubén Martínez Rodríguez, conocido como El Gallego, contra el
11Una de los primeros foros sobre la adicción a las drogas como deriva de la modernización en
Puerto Rico se publica en la revista The San Juan Review en noviembre de 1964. La novela de
Guevara Castañeira alude a las discusiones y materiales incluidos en el dossier titulado “The
Addict” publicado en aquel número de The San Juan Review, donde entre otras cosas se discute el
tema de la criminalización del sujeto adicto y los aspectos médicos de la adicción. El cuento de Luis
Rafael Sánchez sobre la adicción a la heroína, “Que sabe a paraíso”, se publicó en traducción al
inglés en esta revista (Julio 1965, vol. 2, num. 6, pp. 29-31) antes de su aparición en el volumen En
cuerpo de camisa (1966).
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Jefe de la Penitenciaría, Gerardo Delgado, en 1965.12 Cuando se presenta su reclamo de
Habeas Corpus, Martínez Rodríguez ya llevaba varios años preso por posesión de un
no violaba las garantías constitucionales del sujeto “enfermo”, porque la adicción, según
los abogados de Martínez Rodríguez, no era un acto delictivo (intencional) en sí, sino
una condición del sujeto, una enfermedad del autocontrol, es decir, de la voluntad.
Tanto los abogados como los fiscales citan en sus alegatos antecedentes de casos
uno de los psiquiatras principales de la Isla, el Dr. Ramón Fernández Marina,13 quien
del caso nota de pasada que Martínez Rodríguez, el acusado, había estado internado en
el programa para adictos fundado por un joven psiquiatra, el Dr. Efrén Ramírez, en la
efecto, el tratamiento que propone la novela de Guevara incluía, como las comunidades
terapéuticas fundadas por Ramírez (primer Director Médico de los Hogares Crea) un
12
Agradezco las indicaciones de Carlos Gil sobre este caso de Habeas Corpus, disponible en los
archivos digitales en la plataforma Micro Juris. (Ver la referencia al caso en la bibliografía).
13
Sobre la trayectoria del psiquiatra Fernández Marina, considerado el fundador de la
psiquiatría moderna puertorriqueña, véase C. Gil (2010).
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debe tomarnos por sorpresa.14 Al menos desde el Ariel de Rodó, la masificación social
estímulos y mercancías.
Con los años, las teorías de la adicción del Dr. Efrén Ramírez en Puerto Rico,
cuya versión de la comunidad terapéutica ha sido decisivo en los Hogares Crea (con
saturación sensorial de la era digital y del neoliberalismo; lo cual nos lleva a mencionar,
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