Cuento, Jonas, El Pirata

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

Jonas, el pirata que se quedó del barco

Era terrible ese pirata. Su cabeza brillaba como bola de billar. De la oreja
izquierda le colgaba una argolla de oro macizo. Las tres heridas de cañón
que adornaban su pecho parecían rasguños si se comparaban con el
remiendo de la pierna. Sus brazos gruesos, troncos repletos de tatuajes,
exprimían al enemigo como si fuese una naranja y, en las parrandas,
quebraban los toneles de vino como si fuesen huevos. Con sus manos
desnudas podía atrapar un cocodrilo. Era terrible, era un pirata.
Que terrible era el pirata. Si amanecía con los trapos al revés, gritaba
como loco para asustar a los pájaros y soplaba hasta encrespar el mar. En
el brazo izquierdo se tatuó un corazón en llamas y en el derecho un ancla
rodeada de estrellas. Una flor de grandes y hermosos pétalos enmarcaba
las cicatrices del pecho.
Jonás, el pirata que se quedó del barco una tarde de noviembre vivía de
mal humor, el tabaco siempre encendido, apretado entre los dientes.
Unos días estaba peor que nunca y sus compañeros mantenía la distancia
para salvar el pellejo: el pirata de la pata de palo se rascaba sin ruido, el
cocinero se prohibía llorar mientras picaba la cebolla. Un solo grito de
Jonás hacía temblar el barco.
Una vez casi naufragan por una cuchara. La niebla rodeaba el barco, la
sopa se enfriaba y Jonás, muerto de hambre, no encontraba su cuchara de
plata
-¿Quién demonios escondió mi cuchara? –grito
Todo el mundo tembló. El barco y mar temblaron. Los tiburones se
alejaron espantados. Hasta la niebla desapareció con pasos de algodón
Jonás grito tres veces y el barco se sacudió tanto que le entro el agua.
Pataleó y los demás piratas con el corazón en la boca, recogieron los pies.
El enano que dormía debajo de la mesa se despertó al tercer grito: tenía
un sueño de piedra. El enano se acomodó el parche sobre el ojo izquierdo
y con el otro descubrió la cuchara tirada en el piso, mojada pero intacta,
perfecta, junto a una moneda de oro. Dio tres saltos mortales y quedó de
rodillas a los pies de Jonás, con la cuchara en la mano.
-¿Esta es la cucharita suya? –pregunto con su fina vocecita de enano
chillón
Jonás le arrebato la cuchara y casi lo mata con la mirada de ambos ojos
-quédate con la moneda- dijo
Era un pirata terrible, tenía una novia en Cartagena, una tal perica lunares,
que vendía flores a los enamorados junto a la iglesia de san pedro Claver.
Los lunares no los llevaba en la piel sino en el vestido rojo de volantes que
la hacía ver como una bailarina.
Una tarde de noviembre el pirata se enfureció como un toro, porque no
encontró a su negra en el puesto de flores. Los cartageneros se
arrodillaron de miedo en miedo del terremoto. Las murallas, intactas
durante siglos, se arietaron. No era para menos
El pirata, loco furioso la busco en su casa de la playa. Allí no había nadie y
nadie le dio razón. A la escuela de baile no asistía desde la semana
anterior. Jonas la busco por toda Cartagena desde Bocagrande hasta el
Castillo de san Felipe, desde donde cantan las ranas hasta la venta de
nísperos de pascual salamanca. La busco tres días y tres noches y se quedó
del barco. Había desaparecido del mapa la tal perica lunares.
Y así Jonás se encontró sin novia y sin barco, en Cartagena de Indias y casi
sin tabacos: le quedaron tres. ¿Dónde andarían sus amigos? ¿En qué mar
los muy malditos beberían y bailarían?, disfrutando del más reciente botín
Ay, ya empezarían a olvidarlo. Traidores, jonas se entretuvo dibujando
muñecos en la playa con un palito de helado y pateando los castillos de
arena los niños. Los policías, temerosos de pisar su sombra, se alejaban
con el rabo entre las piernas. “pirata desventurado “, murmuraban.
Durante el día, el pirata paseaba con una tajada de piña, y en la noche
bebía ron Medellín con coca cola hasta emborracharse. Todas las
madrugadas se veían al pirata gritarle al mar sus desgracias.
_Me gusta asaltar barcos, robar grandes tesoros y enterrarlos en una isla
lejana. Me gusta cuando las señoras gritan de miedo y esconden los
collares en el seno. Me divierten los incendios.
Nadie se acercaba por miedo. Solo una rana medio loca que era miaga de
todo el mundo, la rana Susana, que estudiaba francés en la universidad
desde hacía por lo menos 20 años, se le acerco con una carta perfumada.
Era de Perica Lunares, por supuesto que lo extrañaba en Bogotá.
- le escribiré ahora mismo – anuncio el pirata -. Se nota que la pobre se
muere por mí.
Jonas, le escribió a su adorada con letras de aprendiz una larguísima carta,
adornada con gruesos corazones atravesados por flechas. Después de las
frases de amor que los piratas repiten en todos los puertos, le pidió que
volviera pronto por una razón elemental: a Bogotá no iban los barcos. La
rana Susana llevo de inmediata la carta al correo y volvió junto al pirata.
Se hicieron amigos
La rana Susana organizo una fiesta en la playa y el pirata se aburrió: no
había incendios ni barcos hundidos ni saqueos. Nadie disparo un cañón ni
a nadie le cortaron la cabeza. Nada divertido.
La rana Susana lo invito al Carnaval de Barranquilla. Se pintó como un
payaso y lucio su traje más atrevido, las zapatillas cristal y los anillos. Se
veían divinos el pirata y la loca y hasta ganaron un premio. Pero Jonás se
sintió como gigante en piñata.
La rana Susana lo invito al banquete del cumpleaños de Pedro Abundio, un
ricachón de bigotes espesos que escupía fuego y paraba las orejas como
los conejos, y el pirata se comió casi todo sin permiso de nadie. Una dama
de ojos negros quiso encender un fino tabaco de Vuelta Abajo en las
llamas del corazón de su brazo izquierdo, y el pirata la derribo con un
suspiro y le dijo.
- Estoy enamorado de perica-.
- ¿Y que tiene perica que no tenga yo?
- Lunares- explico el pirata. Estaba contento
- sin mi cigarro no vivo contento- se quejó
La rana Susana trajo cigarros, perfumaditos, con anillo de oro, como le
gustaba al pirata. Y una semana más tarde otra carta: Perica Lunares venia
en camino, Bogotá era horrible, y peor sin paratas. Pronto llegó otra
noticia: el barco de los amigos se acercaba.
La rana y el pirata se sentaron a esperar. –Quisiera hablar francés en
restaurante más fino de Paris- dijo la rana, que nunca había salido de los
charcos de Cartagena
-Enséñame unas frases en francés para impresionar a Perica- dijo el pirata.
Primero llego el barco y celebraron a cañonazos el encuentro. Los amigos
dijeron que los incendios no eran tan divertidos sin él, que sin él las
señoras no se desmayaban con la misma gracia, que los barcos sin él casi
no se hundían. Que todo era tan pero tan silencioso sin sus divinos gritos.
-No nos separaremos nunca más- Se prometieron los piratas.
Luego para redondear la dicha, llego Perica Lunares. Ya casi se acaba la
fiesta cuando la vieron acercarse en bicicleta, masticando semillas de
cardamomo, un vivió Bogotano.
-Por allá no vuelvo ni amarrada- dijo perica-. Aquí me encontraras siempre
que vengas.
El pirata soltó tres frases de amor en francés y perica sintió que volaba. La
fiesta volvió a prenderse. La rana Susana se hizo amiga de todos.
- Ven con nosotros- Dijeron los piratas-. La lora de nos voló en Panamá con
un gorila tuerto.
La rana Susana se mostró indecisa. ¿Quién cuidaría sus charcos? Le
prometieron la mitad del próximo botín.
- Ven con nosotros- dijo Jonás, vamos a Francia, seremos felices.
Bailaremos en las calles de París, beberemos champaña y seremos felices
–dijeron los piratas.
La rana salto al barco. Y luego al hombro de Jonás, el pirata que se quedó
del barco una tarde de noviembre en Cartagena por buscar a su novia. Y el
barco se alejó.

También podría gustarte