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in memoriam
PASADO, PRESENTE Y PORVENIR
DE LAS HUMANIDADES Y LAS ARTES IV
PASADO, PRESENTE Y PORVENIR
DE LAS HUMANIDADES Y LAS ARTES IV
© Contenido
Diana Arauz Mercado
© Características Gráficas
Texere Editores SA de CV
Corrección de estilo
Juan Emilio Sánchez
Ana Isis Cardona Padilla
Magdalena Okhuysen Casal
Diseño
Salvador Eduardo Posas Guzmán
Imagen de portada
Alberto Durero
Melancolía I (fragmentos)
zacatecas
m m x i i
Presentación
ción y que el ejercicio magisterial fue uno de los campos donde esta
fue viable durante el período porfirista.
La riqueza y la complejidad de las humanidades y las artes en
el tercer lustro del siglo veintiuno, con su riqueza heredada y los
desafíos recientemente planteados por la tecnología y la evolución
social, encuentran en este volumen dos docenas de monografías,
rigurosas cada una en su campo. Un excelente índice del estado de
la cuestión de nuestro tiempo.
Prólogo
los galaicos eran una sola entidad que también describe Estrabón,
limitados al Este por astures, y lusitanos más allá del Duero. Se
acomoda así un territorio a una designación administrativa romana
pero con una singularidad étnica, demostrable por su arqueología
castreña muy tipificada, concentrada y original de este ángulo noroc-
cidental. Centraremos nuestros esfuerzos en considerar las diferen-
cias entre los grupos bracarenses y lucenses, una de ellas por estar
estos en un menor grado de romanización y relativo aislamiento
en el largo proceso de expansión tanto cesariano como augústeo.
J. M. Blázquez considera que los lucenses que no vivieron la
expedición de Décimo Junio Bruto (pues solamente los ártabros
lucenses vivieron la de Julio César), sí debieron experimentar un
fuerte choque en plena guerra cántabro–astur al ver las tropas
romanas, y tratarían de adaptarse por la fuerza o en rendición al
pujante enemigo, pero siempre desde un ángulo aún muy indígena
e inferior en romanización a los cántabros y astures. Sería el cris-
tianismo paulatino, en su forma herética y ortodoxa, lo que jugará
el papel civilizador de lo latino–romano en la zona que estudiamos.
El territorio de la Gallaecia que aquí tratamos por fuentes romanas
es una tierra fuertemente indoeuropeizada desde tiempos preceltas,
una cultura muy antigua del Bronce Atlántico y que se debió de
imponer a la posterior celtización del Hierro;4 es una región con per-
sonalidad continental, costera geográfico–climática y étnica muy bien
definida en claro paralelismo con el nivel civilizador de la Segunda
Edad del Hierro (como las creaciones vetonas) donde sobrevivirán
formas indígenas preceltas, celtas y posteriores elementos ya roma-
nizados (latinos, italos y etruscos) que pudieron durar en estado casi
virgen hasta prácticamente más de dos siglos después de una supuesta
sumisión al poder imperial en toda la extensión de la lucense.
En esta cultura de los castros autárquicos (verdaderos “Nomoi”
vinculados a la tierra propia y con la libertad de autoabastecerse
24 Xosé-Carlos Ríos Camacho
otras ciudades lucenses: Buro (Bares, Lu.), Vica (cerca del Eo, Lu.),
Libunca (ría de Ferrol, Cor.), Pintia, Caronio, Turuptiana, Glan-
domiro, Ocelo, Turriga. De los caporos, dos ciudades: Iria Flavia
(Iria–Padrón, Cor.) y Lugo Augústeo (Lugo); de los cilinos: Aguas
Cálidas (Caldas de Reis, Pont.); de los lemavos: Dactonio (Monforte
de Lemos, Lu., entre otras teorías); de los bedios, Flavia Lambria
(Betanzos, Cor.), y de los seurros: Talamina y Aguas Quintinas
(amplia comarca de Cervantes galaico–leonés).
Hemos comparado las limitaciones de los territorios lucenses
y bracarenses en varia bibliografía y categorías históricas. El mapa
de José Cornide (1790, Gallaeciae Antiquae tabula) nos ofrece un
límite meridional que cortaría la península de Morrazo (Pont.) a
la mitad, y el Este incluso antes del río Navia astur–galaico. Otra
cartografía más moderna bajaría la frontera hasta la ría de Vigo,
antes de la raya del Miño,7 aunque otros autores como Blásquez
ampliarían la frontera oriental lucense en una de sus partes hasta
más allá de Lucus Asturum (Oviedo) y muy cerca de Astorga,
aunque limita dichas fronteras al año 27 a. d. C. de las conquistas
y en el contexto de conventus lucense de la Citerior. Más adelante,
el mismo autor y autores (muy influenciados por los trabajos de
Tranoy —1981—) nos situarán a los lucenses muy limitados por los
astures en la administración imperial definitiva. La Galicia/Galiza
actual no se corresponde en absoluto ni con la Gallaecia antigua
ni con la lucense; esta, debemos admitir, ocuparía todo el ángulo
Noroeste peninsular hasta el sur de los ríos Verdugo–Montes do
Testeiro–confluencia río Miño–Sil; el límite oriental desarrollaría O
Courel lugués–ourensano actual, parte del Bierzo y Ancares, hasta
llegar al Navia cantábrico.
Nacida de un campamento militar y anterior bosque sagrado de
los Copori (ver Ptol. II, 6, 23, en 7º 25’ y 44º 25’) consagrado al dios
Luc (corroboración únicamente lingüístico–toponímica —epigrafía:
Los Populi Callaici Lucenses de la Gallaecia Romana desde sus fuentes clásicas 27
• Albiones. Valles del río Navia y Eo, Lu. y Astur. Plinio, Naturae
historiarum libri IV, 111; Avieno, Ora maritima, 113 (“propinqua
rursus insula Albionorum patet”). El “deinde conventus lucensis a flumine
Navia Albiones” da lugar a situarlos según Plinio en el inicio del
Navia y de este Conventus, cerca de los astures Paesicos, es decir,
entre el Navia —diosa céltica de las aguas o “diosa de la rueda”
según Guyonvarc’h— y el Eo (<ieuo, “río agitado, impetuoso,
probablemente de origen no céltico porque no conserva yod:
hay otros Euue –Sobrado, Cor.– y Vall d’ Ebo —ayto. W Denia,
Valencia—), límite costero. En Vegadeo, Astur., existe una lápida
funeraria que contiene un antropónimo albión. Ptolomeo (II, 6,
4) relata los “Nalbiones fluvii ostia”: la desembocadura de este río
y la del Limia indican la zona que el doctor Luis Monteagudo
calculó para su tesis de Ptolomeo y Galicia.13 García Bellido
sigue a F. López Cuevillas y Serpa Pinto, y los sitúa en la zona
costera clásica entre Navia y Eo, tierra aurífera desde el estudio
de la estela de Vegadeo (datación 160 d. d. C): Nicer / Clutosi /
Cari / aca / princi / pis Al / bionu / m, nombre de posible origen
etrusco (Nicer, clut–osius, sufijo –osius etruscos, Car–ius– “castellum
de gens Cariaca”, gentilicio etrusco Car–ius). El gentilicio Albi–
onum podía proceder de la raíz céltica alb– (“altura nevada”) o
del étnico etr. Albi–onius (variante de Albonius < Alb–ius (XI
Pisae, Falerii); Alfius, Alfienus IX, conserva la –i– de unión,
ver Alfi–onia VI.14 Es bien conocida la teoría del profesor
Monteagudo (de donde sacamos las justificaciones lingüísticas
por parecernos las más rigurosas hasta el momento) sobre el
42 Xosé-Carlos Ríos Camacho
los ártabros que habitan cerca del Cabo [... Nerion...] tienen muchas ciu-
dades situadas en un golfo al que los navegantes que lo recorren llaman
“Puerto de los ártabros”. Hoy los ártabros se llaman arotrebas. Alrededor
de 30 pueblos habitan la región entre el Tajo y los ártabros [...] dejando
de vivir de la tierra viven del robo y de la guerra entre ellos mismos [...]
hasta que los Romanos acabaron con esto...
• Nerios. Nombre que recibió otra sub–tribu ártabra (Plinio IV, 111,
“celtici cognomine Neri”). El cabo Nerio (Estrabón 153; Mela III, 12;
Plinio IV, 111–114) es también llamado Artabrum (Estrabón 154;
Plinio 119) y Luis Monteagudo lo sitúa en sus tesis doctoral en el
Cabo Touriñán, Cor., “donde las naves que desde Portugal vienen
navegando de sur a norte tienen que poner proa al Noreste”, cerca
de Fisterra con una posible “ciudad” llamada Dugium.
• Prestamáricos / Praesamarchos / Praestamarcos. Mela III, 11
describe: “Los praesamarchos habitan la parte que sobresale y a
través de ellos corren los ríos Tamaris y el Sars nacidos no lejos;
el Tamaris [desemboca] junto al puerto de Ebora y el Sars en la
torre que recuerda el nombre de Augusto [...] los supertamaricos
y los nerios son los que viven más alejados de aquella zona”. Así
pues este pueblo queda situado en la península de Barbanza, en el
valle del Tambre y del río Sar, entre las rías de Noia y Arousa; en
la Edad Media aún se conservaban los topónimos Pestomarcos
y Pistomarcos (García Bellido). El puerto de Ebora cabe loca-
lizarlo en el actual Padrón, Cor., y la torre dedicada a Augusto
quizás después de la victoria sobre cántabros y astures. Casimiro
Torres afirma que las actuales Torres del Oeste en el Catoira
arousano, derivan del “turris Augusti” de Mela. El promontorio
céltico (común a célticos nerios y célticos praestamarcos que
Plinio quería eludir en su enumeración de lucenses, III, 28) cabe
identificarlo con el mismo lugar que el promontorio Nerion.
Monteagudo identifica el accidente Nerion en cabo Touriñán,
46 Xosé-Carlos Ríos Camacho
Consideraciones finales
Desde nuestros primeros estudios de la Antigüedad e incluso protohis-
toria, hemos querido ir dejando claro, sistematizando, los rasgos esen-
ciales de cultura material y características básicas de la antropología de
los populi de la Gallaecia septentrional y lucense, pues solamente así los
altomedievalistas y estudiosos de lo tardoantiguo, podríamos estudiar
la romanización–latinización desde el sustrato indígena “castrexo” de
52 Xosé-Carlos Ríos Camacho
Notas
1. A partir de ahora, las actuales provincias de Galicia/Galiza van a
ir con las siguientes iniciales: A Coruña: Cor.; Lugo: Lu; Ourense:
Our.; Pontevedra: Pont. Otras son: Portugal: Port.; León: Le.;
el resto de lugares de provincias los cito íntegramente (Oviedo,
Trás–Os–Montes, Valencia, etcétera).
2. Las referencias a las obras literarias clásicas que estamos cotejando
y sus respectivos autores, parten de las enumeraciones y párrafos
de la obra de A. Ma. Romero y X. M. Pose, Galicia nos textos clásicos;
a su vez, dichas referencias son las habituales en otras ediciones y
versiones que hemos consultado salvo leves diferencias de edición.
3. Un poco desacreditadas hoy las teorías cesarianas de J. M. Laredo
y J. R. Insua, podemos renovar la razón de dicho posicionamien-
to por medio de mediciones astronómicas de desplazamiento de
la dirección norte de la fachada del Faro desde su construcción
a la actualidad (67º 5’), es decir, hace 2044 años, de ahí la consi-
deración más científica de datarlo en 53–60 a. d. C., aproxima-
damente la primera conquista de Brigantium.
Los Populi Callaici Lucenses de la Gallaecia Romana desde sus fuentes clásicas 53
Anexos
Fuentes
Arias, Felipe: A Romanización de Galicia, Vigo, A Nosa Terra, 1992.
______: La Romanización, vols. I y II, Madrid, Istmo, 1975.
Blásquez, José María, (dir.): Historia de España Antigua, tomo II,
Hispania Romana, Madrid, Anaya, 1988.
Brañas, Rosa: Indíxenas e romanos na Galicia céltica, Santiago de Com-
postela, Follas Novas, 1995.
García, Blanca: Guerra y religión en la Gallaecia y la Lusitania antiguas,
Sada (A Coruña), Do Castro, 1990.
López, Álvaro: A Galicia irredenta, Vigo, Xerais, 1998.
Luengo, José María: “Noticia sobre las excavaciones del castro de
Elviña (La Coruña)”, Informes y memorias de la Comisaría General
de Excavaciones, Madrid, no. 23, 1950.
Millán, Isidoro: “Edovio: un teónimo galaico”, Revista ITH, no. 3,
verano 1988, pp. 24–25.
Monteagudo, Luis: Galicia en Ptolomeo, Madrid, Cuadernos de estudios
gallegos, C. Bermejo, 1947.
Pena, Andrés: “Notas sobre la organización institucional celta en
los territorios políticos autónomos (Trebas) de la antigua Gallae-
cia”, Os Celtas da Europa Atlántica. Actas do 1º Congreso galego sobre
a Cultura Celta, Ferrol, Concello de Ferrol, 1997.
Ríos, Xosé–Carlos: Glossário Latino do Exército Romano, 1994.
______: História Cronolóxica da Gallaecia. Idades de Pedra e Metal,
Moçarabia no. 2–3, Lugo, 2001.
Rodríguez, Francisco (dir.) Galicia Histórica, tomo I, Coruña, Hér-
cules, 1996.
Romero, Ana Ma. y X. Manuel Pose: Galicia nos Textos clásicos, Co-
ruña, Museu Arqueolóxico Provincial da Coruña, 1988.
Schulze, Willheim: Zur Geschichte lateinischer Eingennamen, Zurich,
Weidmann, 1966.
Los Populi Callaici Lucenses de la Gallaecia Romana desde sus fuentes clásicas 61
Las tendencias del pensamiento del siglo XVIII eran complejas. Fue en
teoría del arte donde tuvo lugar el gran cambio, la victoria del subjetivis-
mo; mientras que en la práctica del arte el giro fue diferente —se trataba
en realidad de dos cambios diferentes; los dos ocurrieron casi al mismo
tiempo durante la segunda mitad del siglo. Uno significaba la vuelta, desde
el barroco, a la antigüedad, a un nuevo clasicismo. En cierta ocasión, en
Grecia, el arte clásico había producido una estética objetivista; el arte
clásico del Renacimiento la había mantenido y renovado; la vuelta al
clasicismo que se producía ahora en el arte había hecho que se renovara
la teoría objetivista; esto se expresaba claramente en una obra de Johann
Joachin Winckelmann, Geschicte der Kunst des Alternus (1764).9
Lessing y el Lacoonte
Gotthold Efraim Lessing —contemporáneo de Winckelmann—
es considerado como uno de los representantes clásico de la
Aufklärung alemana que abre una interesante polémica en torno
70 Rolando Picos Bovio
Se dice del siglo XVIII que fue el siglo de la razón. Sólo que en este siglo
la razón adquiere un sentido diferente; no equivale ya al sentido común,
sino a un “poder crítico”. No se debía creer, sino que había que estar se-
guro; el espíritu crítico hizo su aparición y no tardó en triunfar. El primer
deber de la razón consistía en examinar, y se reconoció que el mundo
estaba lleno de errores que la tradición garantizaba como verdades. El
papel de la razón pasó a ser, pues, el de combatir la tradición existente
y reemplazar el ideal del hombre honesto por un nuevo ideal humano.21
El arte y lo bello
Para Kant, lo que distingue el arte de otras formas de apropiación
y transformación de la naturaleza es la voluntad unida a la razón.
Este hacer se diferencia de otras formas de prácticas como las de
la ciencia, la técnica y el oficio. La condición esencial en la creación
artística es la libertad, pues “debiera llamarse arte sólo a la produc-
ción por medio de la libertad, es decir mediante una voluntad que
pone razón a la base de su actividad”.26 Así pues, reflexiona Kant,
el arte se distingue de la creación de la naturaleza —como la que
realizan las abejas en un panal— en tanto que “su causa produc-
tora ha pensado un fin al cual debe su forma [y, por tanto…] una
representación de ello ha debido preceder a su realidad”.27
El arte también se distingue de la ciencia y del oficio. En el pri-
mero se trata tanto de saber lo que se puede hacer como de tener
la habilidad para hacerlo; en el oficio la distinción básica es que
este constituye un “arte mercenario”, una ocupación desagradable
y fatigosa en tanto que el arte supone juego, goce, “como si no
pudiera alcanzar su finalidad (realizarse) más que como juego, es
decir, como ocupación que es en sí misma agradable”.28
Con su observación sobre el juicio estético del arte como jue-
go (spiel), Kant abre la puerta a los desarrollos posteriores de la
estética que, como en el caso de Schiller (1759–1805), despliegan
la idea de que “el hombre sólo debe jugar con la belleza, no con la
sensibilidad ni con la forma”.29
Kant insiste en que no puede existir una ciencia de lo bello,
sino una crítica en torno de lo bello, pues “el juicio sobre belle-
za, si perteneciese a la ciencia, no sería juicio alguno de gusto”.30
Distingue además dos tipos de belleza: la belleza libre y la belleza
adherente: “la primera no presupone concepto alguno de lo que el
objeto deba ser; la segunda presupone un concepto y la perfección
del objeto según este”.31
Arte y belleza en la reflexión estética ilustrada 77
[Para Kant] lo bello y lo útil son incompatibles […] Bello es para él “lo que
gusta por su forma” cuando esta “es percibida sin la representación de un
fin” (Crítica del juicio). La verdadera belleza, o belleza libre, no se apoya
en ningún concepto del objeto [...] Pronunciarse sobre la utilidad de un
objeto requiere conocer el fin. La utilidad carece de valor estético y, por
tanto, el objeto bello es por principio inútil. Cuando se admite su utilidad y,
en consecuencia, un conocimiento del fin que se apoya en el concepto del
objeto —como en el caso de una obra arquitectónica o de un monumento
histórico—, estamos, según Kant, en la belleza adherente, que, comparada
con la belleza libre de un arabesco o una flor es inferior o dependiente.34
Conclusiones
El camino que hemos recorrido desde la fundamentación de la es-
tética ilustrada a la prerromántica que inaugura Kant, nos muestra
los desplazamientos que sufre el concepto de lo estético, con la
vuelta al sujeto como parte fundamental para reflexionar en torno
de la experiencia estética.
El sujeto es fundamental y se recupera al ser el elemento central
de los planteamientos ilustrados. En la esfera del arte se va creando
una nueva sensibilidad en el tratamiento de la creación artística que,
abandonando los cánones de la tradición, presupone un intelecto
activo, una capacidad para ejercer el juicio de la recta razón, tal y
como lo plantea Kant, para gozar y juzgar la creación estética.
Kant intenta fundamentar un equilibrio que tiene como objetivo
evitar que la razón se cosifique y se apodere del objeto tornándo-
se también ella en objeto. Al contrario, Kant abre una rendija de
entrada al sentimiento en el juicio estético y plantea que la esencia
del arte, de la creación artística, reside en su libertad, como ya lo
había señalado Lessing.
Al inaugurar la filosofía moderna, Kant abre al mismo tiempo la
reflexión sobre la naturaleza del lenguaje en tanto instrumento de
la hermenéutica estética, pues los juicios sobre lo bello y lo subli-
me atraviesan tanto la razón como la subjetividad. Los desarrollos
filosóficos posteriores —sobre todo los de la filosofía clásica ale-
mana— intentarán, en muchos sentidos, responder a la pregunta
que Kant había lanzado en la Crítica de la razón pura y que ahora
fundamenta en la Crítica del juicio. Sin embargo, su concepción
estética, la cual tiene, además, el mérito de plantear por primera vez
una nueva categoría estética, la de lo sublime —con la cual rompe
el monopolio de lo bello de las Beaux–arts—, será cuestionada
críticamente por las realidades y problemas de la modernidad.
Arte y belleza en la reflexión estética ilustrada 79
Notas
1. Para Baumgarten, la estética será una teoría del saber sensible o
conocimiento inferior con respecto al saber racional —supe-
rior— que es objeto de la lógica y de la teoría de las acciones de
la voluntad, que es objeto de la lógica. Valverde señala que “Es
[en] el ámbito germánico donde, por fin, se constituye como tal
la disciplina llamada ‘estética’ [...] precisamente, nace como tal en
latín, en la obra Aesthetica [...] pero aesthetica no tenía el sentido
preciso que hoy le damos, sino otro más vago: dentro de la pers-
pectiva de Leibniz, las mónadas se alinean en una suerte de rampa
ontológica, de más clara a menos clara, y entonces el conocimiento,
además de tener una zona luminosa que se ocupa de las más altas,
también tiene otra parte inferior, de percepción inmediata, y más
material, que es precisamente la estética en su sentido etimológico
de ‘percepción’, de ‘sentir’. Así pues, filosóficamente nace aquí
una disciplina de segunda clase, a pesar de que algún gran filóso-
fo —Kant— la eleve a ser clave de su pensamiento, y algún otro
—así, Hegel— cuente con ella como pieza indispensable”, J. M.
Valverde: Breve historia y antología de la estética, p. 129.
2. Ver A. Sánchez: Invitación a la estética, p. 47.
3. En el caso de la emergencia del Neoclasicismo, este puede com-
prenderse como una reacción natural ante el artificio del estilo
rococó, identificado con la corrupción y artificialidad del Ancien
Régime, y representado en la corte francesa. El Neoclasicismo
pugna por una idea de progreso y de lucha contra el dogma en
la búsqueda de estas verdades racionales universales.
4. “Para Platón lo bello es lo bello en sí, perfecto, absoluto e intem-
poral. Esta concepción no es sino la aplicación de su doctrina
metafísica de las ideas. La belleza es sólo una idea y como tal
existe, con una realidad suprasensible, independientemente de las
cosas bellas, empíricas, sensibles, que sólo son bellas en cuanto
80 Rolando Picos Bovio
27. Ibidem.
28. Idem, p. 277.
29. R. Bayer: op. cit, p. 309. Ver el tratamiento que Schiller hace del
tema en las Cartas sobre la educación estética del hombre (1795).
30. I. Kant: op. cit., p. 277.
31. Idem, p. 226.
32. Idem, p. 227.
33. Ibidem.
34. A. Sánchez: op. cit., p. 149.
35. I. Kant: op. cit., p. 214.
Fuentes
Bayer, Raymond: Historia de la Estética, Fondo de Cultura Eco-
nómina, México, 2002.
Kant, Inmanuel: Prolegómenos a toda metafísica del porvenir, Observaciones
sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Crítica del Juicio (estudio
introductivo y análisis de las obras por Francisco Larroyo), Mé-
xico, Porrúa, Colección “Sepan Cuantos...” 246, 1985.
Lessing, Gotthold Efraim: Lacoonte, México, Porrúa, Colección
“Sepan Cuantos...” 632, 1993.
Praz, Mario: Mnemosyne. El paralelismo entre la literatura y las artes
visuales, Barcelona, Taurus, 1981.
Sánchez Vázquez, Adolfo: Antología. Textos de estética y teoría del arte,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1972.
Sánchez Vázquez, Adolfo: Invitación a la estética, México, Grijalbo, 1992.
Tatarkiewicz, Władysław: Historia de seis ideas. Arte, belleza, forma, creati-
vidad, mímesis, experiencia estética, Madrid, Metrópolis Alianza, 2002.
Valverde, José María: Breve Historia y antología de la estética, Barcelona,
Ariel, 2000.
El mestizaje o lo irreductible en la pintura
de Ricardo Martínez
Introducción
El artista y su arte
Quien quiera hablar de un artista mexicano o del arte de México
no puede pasar por alto la tradición precolombina y la colonial, ni
debe hablar a partir de esa tradición de líneas o planos rigurosos,
ni olvidar que en México parece imponerse siempre, de manera
caprichosa y rebelde, el mundo natural de la fauna y la flora, la as-
tronomía y todos aquellos símbolos que encarnan la presencia de
lo sagrado religioso, sea de raigambre primitivo o cristiano.
Las resonancias de ese México profundo aparecen en la obra
de Ricardo Martínez, con un toque personal contemporáneo que
lo hace un artista “raro”, inclasificable; en su negación a seguir la
senda de los muralistas, el indigenismo militante o las “vanguardias”
europeístas, y en la reafirmación de su carácter de artista latinoame-
ricano que le permitió ser independiente en un medio y una época
que prefería ser gregaria.
La mayoría de los críticos están de acuerdo en la apreciación
anterior.1 Pero lo llamativo está justo en esa actitud independiente:
¿Cómo lograr ser un pintor mexicano y de lo mexicano sin seguir la
aparentemente obligatoria senda de Rivera, los arrebatos de Orozco
o el colorido agresivo de Siqueiros? Si no siguió los pasos del movi-
miento artístico más “revolucionario” (y quizás el más importante
que se produjera en Latinoamérica durante el siglo XX), quizá se
debiera a que Martínez saltó muy pronto a la otra orilla, a la de
aquellos que hicieron rápida ruptura, como Tamayo (1899–1991).
Y si bien el oaxaqueño fue un inspirador, Martínez tuvo la
intuición de no imitarlo y de no pretender una simbiosis entre la
fuente puramente telúrica mesoamericana y el saber occidental; en
El mestizaje o lo irreductible en la pintura de Ricardo Martínez 85
Muralismo y Revolución
El arte mexicano había seguido un recorrido diametralmente opues-
to al que se abre con la pintura de Martínez: hasta ese momento, la
vida cotidiana, el indígena, la tradición propia no habían sido temas
ni fundamentos del arte. Pero, hacia 1920, México fue el escenario
del renacimiento del arte indígena y popular, lo cual hizo lamentar
al artista José Clemente Orozco que el arte mexicano se estuviera
diluyendo entre “petates, ollas, huaraches, rebozos” mezclado con
88 Luis Felipe Jiménez
los brazos fuertes de los hombres que izarán la bandera del pueblo
enardecido en la cima de la montaña, simbolizando el final de los
tiempos de la injusticia y el principio de un orden nuevo.
No es difícil reconocer que todo este imaginario tuvo fuerza
emotiva e influencia en el pueblo mexicano, especialmente entre
los mestizos que participaron activamente en una Revolución que
no logró materializarse en un mejoramiento de su situación social
y llevó a los sectores más desfavorecidos y mayoritarios a percibir
la modernidad con desconfianza y angustia. Si bien esta imagen
de los mestizos no consiguió sus objetivos políticos, es decir, la
universalización de México y su ingreso a la modernidad, desde
el plano estético generó por lo menos estereotipos que como arte
serían reconocidos por los artistas europeos gracias a la experiencia
que vivieron con el cubismo y su máximo profeta, Picasso.
La mediación Picasso
El mestizaje biológico, la mezcla de muchísimas generaciones entre
blancos españoles e indios y sus diferentes combinaciones con otras
razas como la negra, en un proceso que se gestaba desde el siglo
XVI, encontró en la Revolución Mexicana la cima de su expresión.
El mestizo, sin ser jamás una raza, devenía sujeto histórico, era
el protagonista del movimiento social que construía el proyecto
con que México pretendía legitimar su ingreso a la modernidad
occidental. El arte revolucionario, más que un imaginario, era una
expresión que caracterizaba a la Revolución y a sus personajes; había
una codependencia entre el movimiento social y el arte, en especial
con el muralismo, con una legitimación interna, local, que carecía
de un elemento mediador que le permitiera acceder a lo universal.
La máxima debilidad de la Revolución fue la ausencia de una
meta política definida y de un proyecto ideológico propio; ante esto,
una vez establecido el orden nuevo, quiso compensar dicha ausencia
El mestizaje o lo irreductible en la pintura de Ricardo Martínez 93
Anexos
Tríptico de Venus II
Ricardo Martínez
104 Luis Felipe Jiménez
Notas
1. R. Martínez: Atmósferas.
2. L. Cardoza y Aragón: La pintura Mexicana, p. 42.
3. D. Bayón: Aventura plástica de Hispanoamérica, pp. 257–258.
4. A. Chumacero: “Poema de amorosa raíz”, En la orilla del silencio
y otros poemas.
5. J. C. Orozco: Autobiografía, apud L. Cardoza y Aragón, pp.106–107.
6. El famoso y polémico texto que Hegel escribe sobre América en
Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, pp. 169 y ss.
7. El arte indigenista atravesó por varias etapas durante el siglo
XX, desde un período “ingenuo” inspirado en las reivindica-
ciones de la Revolución mexicana y de los muralistas, hasta un
indigenismo abstracto que encuentra sus representantes en Perú
y Ecuador, con calidad y sentido diverso, como en Szyszlo o
en Guayasamín; también en Suramérica podría localizarse un
El mestizaje o lo irreductible en la pintura de Ricardo Martínez 105
Fuentes
Bayón, Damián: Aventura plástica de Hispanoamérica, México, Fondo
de Cultura Económica, 1974.
Cardoza y Aragón, Luis: La pintura Mexicana, México, Era, 2001.
Chumacero, Alí: “Poema de amorosa raíz”, En la orilla del silencio
y otros poemas, México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
Libro en audio.
Gruzinski, Serge: El pensamiento mestizo, Barcelona, Paidós, 2000.
Hegel, Georg: Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid,
Alianza editorial, 1994.
Krauze, Enrique (edit.): El mestizaje mexicano, México, Fundación
BBV–Bancomer, 2010.
Martínez, Ricardo: Atmósferas. Selección de Miguel Ángel Muñoz,
México, Siglo XXI, 2007.
O’Gorman, Edmundo: El arte o de la monstruosidad y otros escritos,
México, Planeta–Joaquín Mortiz, 2002.
II. LITERATURA Y DISCURSOS LITERARIOS
El humanismo sorjuanino y su conexión
con el arte barroco novohispano
La necesidad de que el espíritu y letra entren por los ojos nace con el
Concilio de Trento y esta necesidad de hacer que lo sagrado se vuelva
sensible, a veces bajo la forma de policromía, otra mediante una mezcla
El humanismo sorjuanino y su conexión con el arte barroco novohispano 121
Notas
1. Se trató de un opúsculo filosófico publicado por el centro de estu-
dios de filosofía clásica (CEFIC UNCUYO 2009 Año II, No. 4).
2. Ver Carta de Sor Juana Inés de la Cruz a su confesor. Autodefensa espiritual.
3. J. I. de la Cruz (sor): Carta Atenagórica (Obras completas, Fondo de
Cultura Económica, Condumex y Porrúa).
4. Obras completas, vol. I Lírica Personal, p. 5.
5. Versos 547 y ss.
6. El uso de la oposición sueño–vigilia en todo el texto. La explica-
ción mecanicista (205, 212, 216 y 165), la crítica de las catego-
rías aristotélicas por artificiosas (580 y ss), la imposibilidad del
conocimiento metafísico total (701).
126 Virginia Aspe Armella
Fuentes
Álvarez, José Rogelio: Un siglo arquitectónico en Sor Juana y su mundo,
México, Fondo de Cultura Económica/ Universidad del Claustro
de Sor Juana, 1995.
El humanismo sorjuanino y su conexión con el arte barroco novohispano 127
Judith Navarro
Universidad Nacional Autónoma de México
La simulación barroca
El tiempo simulado
Podemos ver otro aspecto de simulación en Los pasos perdidos: el
tiempo. En la novela no se sigue una línea temporal que va de atrás
hacia delante, sino que se experimenta un tiempo simulado que corre
hacia atrás; no en la estructura, como en el caso del cuento “Viaje a
la semilla”, sino en el nivel temático: el protagonista sale de la ciudad
en la que vive, la ciudad que en muchos aspectos es la vanguardia del
“adelantado” siglo XX, y en una comprensión profunda de la vida, se
remonta a la colonización española, su pasado cultural, luego al duro
periodo de conquista. Después se amplía el camino a la cultura occi-
dental: el Medioevo, la Edad Antigua; más tarde ve etapas de la vida
del planeta —el Paleolítico— y termina presenciando La Creación.
Este “vertiginoso retroceso del tiempo” que regula la historia co-
mienza con la novela misma: en el primer párrafo, el narrador suelta
una frase que luego tomará su verdadera consistencia: “tenía la casi
penosa sensación de que el tiempo se hubiera revertido”10 Esta sen-
sación se convierte posteriormente en la certeza de que “Las fechas
seguían perdiendo guarismos en fuga desenfrenada, los años se vacia-
ban, destranscurrían, se borraban, rellenando calendarios, devolviendo
lunas, pasando de los siglos de cifras al siglo de los números”.11
La simulación barroca en Los pasos perdidos 133
Podemos ver otros casos en los que los objetos simulan ser lo
que no son ante los ojos de quien las enuncia: el escenario en el
que trabaja Ruth tiene apariencia de cárcel,15 la funeraria cercana a
la casa de la pareja parece una sala de maternidad,16 hay un perro
jadeante que remeda estiramientos de conejo desollado para hallar
vetas de frescor en la tibieza del piso, los colibríes de la selva son
“más insectos que pájaros”, las manos de Montsalvatje, de dedos
cortos, gordos y pecosos, parecen estrellas de mar, y la cabeza des-
peinada de Mouche es una górgona.20
Al simular, los objetos no solamente convencen la virtual vista
del narrador; su virtual oído también se ve envuelto en este teatro
auditivo: cuando escucha en el gramófono un disco en el que está
grabado lo que pareciera ser el canto de un ave, se entera de que
es un instrumento musical primitivo. Hay una tercera simulación:
el trino fingido, pues “tiene la sonoridad de un alfabeto Morse
sonando en la cabina de un telegrafista”.21 Ya cuando está en la
selva, ve un caimán muerto, debajo de cuya piel se metían moscas
verdes que componían con su ruido un sonido humano: “Era tal el
zumbido que dentro de la carroña resonaba, que, por momentos,
alcanzaba una afinación de queja dulzona, como si alguien —una
mujer llorosa tal vez— gimiera por fauces del saurio”.22
Después, cuando el narrador describe el paisaje de las Grandes
Mesetas, hace una comparación que no tiene referentes naturales,
sino que alude a la obra humana: “Hay tantas vegetaciones dis-
tintas, en un palmo de humedad, como se diputan allá el espacio
que debiera bastar para un solo árbol. Este plancton de la tierra
es como una pátina que se espesa al pie de una cascada caída de
muy alto”23 Podemos entender la pátina ya como la sulfuración
del bronce, ya como la coloración artificial que se da a los objetos
para que aparenten antigüedad, en otra palabras, como un proceso
natural de una mezcla artificial, o como la imitación de este mismo
La simulación barroca en Los pasos perdidos 135
Notas
1. A. Carpentier: “Lo barroco y lo real maravilloso” en Razón de ser, p. 56.
2. S. Sarduy: La simulación, en Obras completas, tomo II, p. 1269.
3. A. Carpentier: Los pasos perdidos, en Obras completas, tomo II, p. 382.
4. Idem, p. 127.
5. Idem, p. 126.
6. Idem, p. 127.
7. Ver Idem, p. 143.
8. Idem, p. 330.
9. Idem, p. 331. Podríamos considerar auténticos a los demás personajes
que el protagonista conoce en el mundo natural, sin embargo, al final,
el mismo Carpentier señala en la nota: “El Adelantado Montsalvatje,
136 Judith Navarro Salazar
Fuentes
Carpentier, Alejo: Selección de ensayos, Santa Fe de Bogotá, Editorial
Panamericana, 1996.
______: Obras completas, , México, Siglo XXI Editores, 1991.
______: Razón de ser, Caracas, UCV, 1976.
Sarduy, Severo: Obra completa (edición crítica de Gustavo Guerre-
ro y François Wahl), Madrid, ALLCA XX–CNCA, Colección
Archivos, 1999.
El poeta angélico de la vanguardia argentina:
una biografía intelectual de Leopoldo Marechal
Florencia González
Universidad Autónoma de Madrid
El huésped del hotel Des Aviateurs había cedido paso a mí, a un hombre
que ya escuchaba su “segundo llamado al orden”, que traía en mente un
Adán Buenosayres cuya realización debería ser paralela a la realización espi-
ritual que ya presentía su autor aún en potencia. […] Estas alternaciones
de lo primitivo, lo clásico, lo moderno y lo ultramoderno integrarían en
mí una síntesis armoniosa del arte humano que yo aplicaría en mis futuras
composiciones. Por otra parte, releía metódicamente las epopeyas clásicas
y estudiaba las líneas filosóficas de Platón–San Agustín y Aristóteles–San-
to Tomás, todo lo cual influyó en las planificaciones de Adán Buenosayres
que yo realizaba paralelamente.16
Por mi parte reanudé mis viejas relaciones con los poetas de España,
Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Rosales, los
hermanos Panero. En la Universidad de Madrid [actual Complutense]
expuse a los alumnos mis experiencias sobre la “metafísica de lo bello”;
me recompensaron con un almuerzo en Alcalá de Henares, cerca de
su histórica Universidad, en un bodegón del tiempo de Cervantes […]
Nuestra misión nos llevaría luego a Ginebra para dialogar con los fun-
cionarios del Bureau Internacional de Educación de la UNESCO y por
fin a Roma, en cuya Universidad expuse mis ideas acerca de la cultura y
su promoción. Previa escala de 48 horas en París, volvimos a España.25
Leopoldo Marechal está entre nosotros. Lo que vale decir que nos
visita la mejor poesía argentina[…] Marechal se halla entre los chopos
148 Florencia González
Tenía, como todo gran artista, algo de niño. Era un espíritu evangéli-
co, uno de esos seres que parece salvar el alma cristiana de esa Iglesia
objetivada de que hablan Berdiaev y Urs von Balthasar. […] Amó a su
patria hasta la muerte, a esa patria que bellamente resplandece en las
páginas de sus obras, en un amor que, paradójicamente, se revela hasta
en sus más amargas reflexiones. […] Pasará a la historia de la lengua
154 Florencia González
Consideraciones finales
El trazado bio–textual que hemos intentado delinear en las páginas
anteriores nos demuestra la importancia que sigue teniendo, para el
estudio humanístico actual, un tratamiento hermenéutico que contem-
ple el horizonte de sentido propio del autor y del contexto en el que
su obra se desarrolla. Un tratamiento, por tanto, que incluya la expe-
riencia de sí y del otro como fuente primordial del proceso creativo.
De este modo, el estado situacional del enunciador —y de lo
enunciado— oficia como coordenada interpretativa de la produc-
ción artística que, necesariamente, bebe y participa de una deter-
minada tradición, es decir, de un complejo simbólico de sentido
que otorga a la obra de arte un marco tanto estético como ético.
Si, como afirma Gadamer, la experiencia es constitutiva de la
historicidad humana, es entonces y al mismo tiempo un cierto
conocimiento del mundo y de sí mismo que, en tanto saber, se
produce a través de lo vivido, transitado y pensado para sí con
otros. La experiencia es, pues, una suerte de padecimiento de y en
el tiempo, dentro del cual el pensar inaugura un espacio dialéctico
de apertura y conciencia de finitud. Así, la experiencia misma se
constituye en una posibilidad de acceso a un conocimiento como
medio, como autorreferencia y como historia efectual. Empero, la
experiencia hermenéutica no es posible sin un verdadero estado
El poeta Angélico de la vanguardia argentina 155
Notas
1. H. Cavallari: “Leopoldo Marechal: de la metafísica a la revolución
nacional”, Ideologies & Literature, vol. 2, no. 9, pp. 3–23.
2. Ver A. Blanch: El hombre imaginario: una antropología literaria, pp. 10 y ss.
3. Ver G: Maturo: Marechal: el camino de la belleza, pp. 65–66; P. Ba-
quero: “Significación de Leopoldo Marechal en los umbrales del
tercer milenio”, Leopoldo Marechal, entre símbolo y sentido, pp. 15–23.
4. En las últimas décadas se han editado y recogido testimonios,
homenajes y estudios referidos a la figura y obra de Marechal.
Gracias al esfuerzo de muchos investigadores y colegas del poeta,
hoy contamos con valiosa información que contribuye a delinear
una imagen más cabal de su persona y de su contexto. En este te-
nor, es necesario referir a algunas obras como J. Bajarlía (coord.):
156 Florencia González
25. A. Andrés, op. cit., p. 44. Los detalles de su tercer viaje a Eu-
ropa se encuentran en D. Cvitanovic: “Encuentros secretos
con Leopoldo Marechal”, Cincuentenario de Adán Buenosayres, pp.
61–70.
26. Revista PROA, op. cit., pp. 120–121.
27. Consideramos que el mejor estudio genealógico acerca de la
recepción de la novela lo realiza P. L. Barcia en su “Introduc-
ción biográfica y crítica” a Adán Buenosayres, pp. 9–14. También
puede verse J. de Navascués: Adán Buenosayres, una Novela Total:
Estudio Narratológico.
28. P. L. Barcia da cuenta de los avatares por los que tuvo que pasar
el escritor Francisco Ayala cuando decide encargar a Cortázar
la reseña de la novela para su revista Realidad (Cincuentenario de
Adán Buenosayres, p. 11.). Ver también F. Ayala en P. L. Barcia
(coord.): op. cit., pp. 55–57.
29. J. Cortázar en Revista Realidad, no. 32, pp. 232, 235, 238. En una
carta que Cortázar dirige a Graciela Maturo en julio de 1964,
el escritor da cuenta de los acontecimientos que rodearon la
publicación de la reseña. G. Maturo, op. cit, pp. 282–283. Asi-
mismo, tenemos noticia de una última carta que Cortázar envía
a Marechal el 12 de julio de 1965, en la que agradece al poeta
sus apreciaciones sobre Rayuela con afecto y cercanía. G. P. del
Corro: Marechal, un dolor, un viento, una guerra, pp. 105–106.
30. Leopoldo Marechal: op. cit., p. 63. Destacado nuestro. Se puede
afirmar, con Navascués, que existe una obra invisible de Mare-
chal, constituida en su mayoría por piezas teatrales que se han
perdido, pero de cuya existencia tenemos noticias provenientes
de diversas fuentes. Rafael Squirru en su libro Leopoldo Marechal,
—citado por Navascués— da cuenta de once piezas teatrales
que el autor le confía haber escrito. Navascués, por su parte,
realiza un detallado recorrido por la compleja red de fuentes
160 Florencia González
Fuentes
Aleman y Bay, Carmen: La polémica del meridiano intelectual de Hispanoamé-
rica (1927): estudio y textos, Alicante, Universidad de Alicante, 1997.
Alonso, Carlos: Las revistas literarias argentinas 1893–1967, Buenos
Aires, El 8vo. Loco, 2006.
Andrés, Alfredo: Palabras con Leopoldo Marechal, Buenos Aires, Carlos
Pérez, 1968.
Asís, Roxana et al.: Leopoldo Marechal, entre símbolo y sentido, Córdoba,
Ediciones del Copista, 2004.
162 Florencia González
La hibridez lingüística
Para los propósitos de este trabajo, «hibridez» se refiere a las mani-
festaciones de contacto lingüístico y cultural con especial énfasis en
la hibridez lingüística. Mientras que los dos viajan inevitablemente
juntos, lo que más interesa al traductor es el aspecto lingüístico,
pues la lengua se ha considerado el vehículo de la cultura. La al-
ternancia de códigos entre las manifestaciones de la hibridez es el
resultado de la concurrencia de variedades lingüísticas o lenguas.
Puede definirse como el uso que hace un hablante de dos (o más)
códigos en el mismo acto de habla. El espanglish, como concepto
aplicado a la mezcla de español e inglés, abarca todos los fenómenos
de contacto español–inglés;3 como en la alternancia de códigos, se
considera que el espanglish se evidencia cuando un solo hablante
utiliza dos lenguas, en este caso tanto inglés como español, en una
misma situación comunicativa.
El modelo del marco de lengua matriz de Myers–Scotton4 con-
cibe las lenguas en la alternancia de códigos en contextos bilingües
como la lengua «matriz»y la lengua empotrada o «incrustada». Sin
embargo, aunque en el tipo más frecuente de alternancia de códigos
una lengua ocupa una posición dominante y la otra está subordina-
da5 no siempre ocurre así; se ha señalado con cierta frecuencia que
la lengua base o «matriz», en el caso del espanglish, puede alternar
en el mismo discurso y ambas lenguas pueden jugar papeles igual-
mente importantes; las oraciones completas son el componente
que se alterna con mayor frecuencia.6
Tal modelo del marco de lengua matriz se emplea en conjunto
con el modelo de «marcación» (markedness), el cual encuentra que hay
una opción de código en contextos híbridos que no está marcada,
168 Anna Maria d´Amore
Notas
1. B. Morquecho Guerrero: Dos lecciones. La génesis de una figura nove-
lesca. Los entes y las denominaciones, p. 28.
2. H. L. Mencken: The American Language: An Inquiry into the Develop-
ment of English in the United States, p. 191.
3. A. M. D’Amore: Translating Contemporary Mexican Texts: Fidelity
to Alterity, p. 86.
4. En inglés, the Matrix Language Framework, C. Myers–Scotton:
Duelling Languages. Grammatical Structure in Codeswitching.
5. R. Jacobson (ed.): Codeswitching Worldwide II, p. 61.
6. S. Poplack: «Sometimes I’ll start a sentence in Spanish y termino
en español: Toward a typology of code–switching».
7. C. Myers–Scotton: op. cit., pp. 67–68.
8. Ibid.
9. S. Poplack: «Code–switching (linguistic)», p. 2063.
10. «A reconsideration of the Notion of Loan Translation in the
Analysis of U.S. Spanish» in Roca, A. and J. L. Lipski (eds.): Spa-
nish in the United States: Linguistic Contact and Diversity, pp. 21–45.
180 Anna Maria d´Amore
Fuentes
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Mencken, H. L.: The American Language: An Inquiry into the Deve-
lopment of English in the United States, London, Routledge and
Kegan Paul, 1963.
El asombro, la hibridez y la traducción 183
La obra en contexto
El origen de la iconografía de la Virgen y el Niño se halla en el arte
funerario tardo–antiguo, que integra la escena de la Epifanía21 Con
la oficialización del título de María como Madre de Dios,22 esta ima-
gen se va independizando de las escenas narrativas y va sumando
nuevos atributos como la corona, en tanto María es declarada Reina
del Cielo.23 Durante el románico francés se popularizan las tallas de
Una talla medieval oculta en el depósito del Museo Nacional de Bellas Artes... 191
Datación y procedencia
El catálogo de la exposición organizada en homenaje a Jorge Larco
en 1970,28 que reúne las obras que integraron su legado al Museo
Nacional de Bellas Artes, menciona esta talla como perteneciente
a fines del siglo XIV; el doctor Francisco Corti, en su catálogo
razonado de arte medieval español en Argentina, la ubica en el
siglo XIV, aunque sin dar mayores precisiones.29 Intentaremos, a
continuación, revisar la fecha que se le atribuye a la obra, así como
la órbita de influencia estilística a la que pertenece.
La datación de una talla de este tipo es muy difícil, ya que a su
descontextualización y a la ausencia absoluta de cualquier documen-
to que pudiese guiar su estudio, se suma el hecho de que, debido a
su carácter tosco, cabe la posibilidad de que se trate de una obra re-
tardataria. Sin embargo, existen ciertos detalles que pueden ser muy
útiles para salvar estas dificultades, por ejemplo, las características
de la ropa. Si bien es necesario tener en cuenta que las ropas de la
Virgen tienden a mantener un carácter conservador, casi siempre
pueden encontrarse detalles que responden al dictamen de la moda.
Según el estudio realizado por Carmen Bernis sobre la datación
de la iconografía de la Virgen a partir de la vestimenta,30 podemos
identificar dos características en esta talla que corresponden al siglo
194 Ma. Laura Montemurro
Conclusión
La talla de la Virgen con Niño, procedente de la ex colección Larco
nunca antes había sido objeto de un estudio académico. La incer-
tidumbre de los datos referente a su origen y fecha requería que
estos fueran urgentemente revisados con el fin de proceder a su
correcta atribución y catalogación; la ausencia total de documentos
y bibliografía acerca de esta talla hicieron del análisis estilístico y
de una observación minuciosa de los detalles del vestido las únicas
vías posibles para satisfacer ese requerimiento. A partir de lo ex-
puesto, parece más apropiado fechar esta escultura entre fines del
siglo XIII y comienzos del XIV considerando lo siguiente: que las
características de la ropa se adecuan a las usuales para el siglo XIII
y principios del XIV, que la forma de plegar el manto es frecuente
en tallas románicas y del gótico temprano y que el Niño mantiene
una pose frontal y la Virgen carece todavía de la típica sonrisa gótica,
Si aceptamos que la escultura representa un ejemplar temprano
dentro del estilo vasco–navarro–riojano, es posible que su origen
se halle dentro del núcleo originario del estilo, básicamente, de las
provincias que le dan nombre. Si además nos atenemos a la pro-
cedencia de los ejemplares citados que comparten con esta talla el
mismo plegado del manto, Navarra parece una buena opción para
situar el lugar de origen de esta obra.
Una talla medieval oculta en el depósito del Museo Nacional de Bellas Artes... 199
Agradecimientos
Agradecemos al personal del Museo Nacional de Bellas Artes, en
particular a Mercedes de las Carreras, quien nos hizo posible el acceso
a la talla y a Cecilia García, quien nos posibilitó la lectura del legajo.
Notas
1. T. Bermejo: Arte y coleccionismo en la Argentina (1930–1960). Procesos de
construcción de nuevos valores culturales, sociales y simbólicos, tesis doctoral..
2. Numerosos trabajos se han dedicado en los últimos años al estu-
dio del coleccionismo de arte en Argentina; entre estos destacan
los de M. E. Pacheco: Coleccionismo artístico en Buenos Aires. Del
Virreinato al Centenario y M. I. Baldasarre: Los dueños del arte. Co-
leccionismo y consumo cultural en Buenos Aires. A estos debe sumarse
la tesis doctoral de Talía Bermejo ya citada.
3. Acerca de la diferencia entre colección y consumo de arte ver J.
Baudrillard: El sistema de los objetos y P. Bourdieu: La distinción.
Criterios y bases sociales del gusto.
4. Es el caso, por ejemplo, de Enrique Larreta; a su muerte, sus
hijos vendieron su casa, convertida en un palacio neo renacen-
tista español, a la Municipalidad de Buenos Aires. La donación
de la colección de arte y del mobiliario permitió la creación del
Museo de Arte Español en 1962.
5. Larco nació en Buenos Aires el 25 de enero de 1897, de padre
argentino y madre española. Su padre, Atilio Larco, fue un co-
merciante aficionado al arte que logró formar una importante
colección artística, parte de la cual fue donada al Museo Nacional
de Bellas Artes; en 1903, se trasladó a Madrid, donde realizó
estudios con Alejandro Ferrant y luego con Julio Romero de
Torres. 13 años después, volvió a Argentina, donde comenzó
su carrera como artista profesional y llegó a ser profesor de la
Escuela Nacional de Bellas Artes; en 1933, realizó la primera
Una talla medieval oculta en el depósito del Museo Nacional de Bellas Artes... 201
33. La saya consistía en una túnica talar usada durante la Edad Media
tanto por hombres como por mujeres.
34. C. Fernández–Ladreda: Iconografía medieval en Navarra, pp.
157–164.
35. C. Fernández–Ladreda: “Algunas reflexiones en torno a las
vírgenes del llamado tipo vasco–navarro–riojano”, La Catedral
de León en la Edad Media. Actas del Congreso internacional.
36. El cordón cosido en el interior del cuello de la capa o manto,
que rodea la garganta; de ahí “manto con o sin cuerdas” según
lleve o no este elemento.
37. Pertenecen a este grupo, por ejemplo, la Virgen de la Esclavitud,
de la catedral de Vittoria.
38. C. Fernández–Ladreda: “Algunas reflexiones en torno a las
vírgenes del llamado tipo vasco–navarro–riojano”, pp. 623–636.
39. C. Fernandez–Ladreda: Iconografía medieval mariana en Navarra,
pp. 160–164.
Fuentes
Baldasarre, María Isabel: Los dueños del arte. Coleccionismo y consumo
cultural en Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2006.
Baudrillard, Jean: El sistema de los objetos, México, Siglo XXI, 1969.
Bermejo, Talía: Arte y coleccionismo en la Argentina (1930–1960). Proce-
sos de construcción de nuevos valores culturales, sociales y simbólicos, tesis
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206 Ma. Laura Montemurro
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Fernández–Ladreda, Clara: “Algunas reflexiones en torno a las vír-
genes del llamado tipo vasco–navarro–riojano”, La Catedral de
León en la Edad Media, Actas del Congreso internacional, León, 2004.
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Ithaca, Nueva York, 25 de junio, 2009. Disponible en línea en
http://www.pnas.org/content/106/35/14757.full.pdf.
Una talla medieval oculta en el depósito del Museo Nacional de Bellas Artes... 207
los sentidos. De entre todos los sentidos, que “son amados por sí
mismos, incluso al margen de su utilidad y más que todos los demás,
[lo es] el sentido visual”.13 La actividad del sentido ocular, la mirada,
sirve de metáfora de la mayoría de las actividades mentales: la ima-
ginación, la representación e incluso la razón son descritas por la
gran mayoría de los grandes filósofos mediante metáforas visuales.
Benjamin, que fue muy sensible a la importancia de la mirada en
su relación con la verdad, acierta al relacionar la decadencia en la
comprensión de las experiencias visuales con el desarrollo de una
nueva lógica social. Si puede hablarse de la influencia del judaísmo
en su pensamiento, es justamente por la importancia que este otorga
al concepto de “revelación”.
Aquello que suscita la curiosidad es por qué Adorno abordó la
crítica de la cultura moderna por el lado de lo musical; decir que
fue debido a la notable educación musical que recibió, para nuestro
propósito, es como no decir nada. Tan solo llegaremos a acercarnos
al núcleo del asunto cuando comprendamos que la diferencia que
hay entre el sentido de la vista y el del oído es la misma que hay
entre la obra de arte y su interpretación.
La experiencia de lo musical, que tiene origen en la audición,
deja libre el órgano visual y, por tanto, también la facultad de repre-
sentación. La diferencia entre una pintura y una partitura reside en
que la primera, a pesar de ser susceptible de varias interpretaciones
sobre el sentido de la obra, está acabada y permanece frente a los
espectadores. Una partitura no adquiere sentido más que cuando
alguien la interpreta, haciéndola aparecer en el mundo mediante el
sonido. Lo interpretado aquí no es la obra, sino también la inter-
pretación de dicha obra por parte del músico. Esto solo ocurre en
lo inmediato, y tal ejecución es única e irrepetible. En este sentido,
lo musical parece romper con el motivo que guía la experiencia
estética en la época clásica: el principio de imitación, la mímesis. La
216 Héctor García Cid
sobre todas las demás esferas son los grandes signos del proceso
universal de racionalización, un proceso que no solo proviene de
afuera, coaccionando a los individuos, sino que actúa como un
poder que determina el flujo de experiencias de la gran ciudad.
El arte moderno, que parece servir como pretexto para el desa-
rrollo de una teoría crítica de la sociedad, en tanto que arte ligado
con la historia, se mimetiza con el mundo homogéneo de la socie-
dad de consumo. En tanto que obra de arte, opera como signo de un
afuera de la lógica social; su misma presencia transfigura las reglas
que imperan en lo social y se muestran ante el individuo, ya no como
mera objetividad, sino como productos de la conciencia fetichizada
que puede volver su mirada a los procesos que la determinan.
Dar cuenta de la dialéctica de la sensibilidad es el intento de
deshacer el nudo que amordaza el despliegue de la autoconciencia.
Inherente a la dialéctica de la razón es el impulso a la sistemati-
zación y el afán clasificatorio que subyuga toda experiencia. La
sensibilidad, aquello que va primero en el orden del conocer, es en
realidad la última etapa en el proceso por el cual la razón se consti-
tuye en soberana. La Ilustración ilumina los fenómenos del mundo
subyugándolos bajo el imperio del cálculo; su desarrollo último se
produce cuando se invierte la jerarquía entre el mundo sensible y
la razón humana, haciendo que esta última pase a convertirse en
un a priori que determina la percepción de la realidad.
Si Adorno ha sido considerado numerosas veces como un
pensador heredero del romanticismo de Goethe o Schiller es pre-
cisamente por su intento en desanudar la dialéctica bajo la cual se
hace imposible la crítica. A diferencia de Benjamin, a quien no se
le ocurrió buscar garantías para la esperanza, Adorno dirigió su
tarea a la fundamentación de una dialéctica negativa que sirviese de
crítica universal. Su anti–sistema, sustentado sobre la idea de que “la
totalidad es lo falso”,14 aseguraba a toda experimentación artística
220 Héctor García Cid
Notas
1. T. W. Adorno: Dialéctica negativa. La jerga de la autenticidad. Obra
completa 6, p. 9.
2. Todas las referencias a las obras de Adorno son tomadas de la
edición de la obras completa elaborada por Rolf Tiedemann y
en proceso de traducción por la editorial Akal. En este sentido,
viene incluido en la cita el tomo y volumen de las obras com-
pletas de la edición original.
3. Idem, pp. 331–334.
4. T. W. Adorno: Teoría estética. Obra completa 7, 2011, p. 10.
5. Idem, pp. 117 y 118.
6. Idem, p. 118.
7. Idem, p. 154.
8. S. Beckett: El innombrable, p. 183.
9. La pieza se titula Were diu werlt alle min (“Si el mundo entero fuera
mío”). Su texto original, en alemán medieval, reza como sigue:
“Were diu werlt alle min, von deme mere unze an der Rin, des wolt ih
mih darben, daz diu chünegin von Engellant, lege an minen armen, Hei!”
10. F. S. Fitzgerald: “Ecos de la era del Jazz” en El Crack–Up, p. 27.
11. Idem, p. 19.
12. T. W. Adorno: “Moda atemporal. Sobre el jazz” en Crítica de la
cultura y sociedad I. Obra completa 10/1, pp. 109–121.
13. Aristóteles, Metafísica, p. 69. Libro A, 1, 980 a.
14. Adorno, Th. W. Dialéctica negativa, op. cit. p. 10.
La estética bajo el imperio de lo social 221
Fuentes
Aristóteles: Metafísica, Madrid, Gredos, 1994.
Adorno, Theodor W.: Minima Moralia, Madrid, Taurus, cuarta edi-
ción, 2003.
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Beckett, Samuel: El innombrable, Madrid, Alianza, séptima edición,
1998.
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segunda ediciones, 2007 y 2008.
Fitzgerald, Francis Scott: El Crack–Up, Barcelona, Bruguera segunda
edición, 1984.
Fubini, Enrico: La estética musical desde la antigüedad hasta el siglo XX.
Madrid, Alianza, 1999.
El teatro del siglo XVIII en Italia y su influencia
en Francia y en España
Y que, sin embargo, la gente más docta parezca ignorante porque nosotros
hemos perdido el provecho honorable que debería obtenerse al escuchar
la Tragedia y la Comedia que se han introducido en Italia y fuera de Italia
con los Dramas con música.2 […] Por ello los teatros Italianos tienen una
necesidad acuciante de una corrección y de una reforma para que la poesía
teatral recupere su antiguo esplendor […] Pero cuando se reforme y sanee la
poesía de los teatros, no puede uno imaginarse la gran utilidad que obtendrá
el pueblo […] me atrevo a afirmar que entre todos los espectáculos públicos
El teatro del siglo XVIII en Italia y su influencia en Francia y España 225
que han sido aprobados por la política y por la moral para el disfrute de los
pueblos, el más aprovechable y diría casi el más divertido es el de las trage-
dias y comedias; ya que se han compuesto de acuerdo a las reglas otorgadas
por la fantasía, la moral y la política y porque las recitan actores virtuosos.3
solo dura lo que dura el carnaval; y de una obra que habla sobre la
suerte que les ha tocado vivir. En resumen, es una obra que parece
una amable radiografía del mundo y del teatro de la Venecia con-
temporánea del autor.
Incluso en este argumento de gran simplicidad estructural, el
autor consigue que percibamos el perfume de la simpatía vene-
ciana, al que la presencia de Arlecchino da un toque de energía.
El habla popular de las viejas Sgualda y Catte, del mezquino Pan-
talone, del bueno de Toni, de los dos novios Checca y Beppo, del
simple Toffolo, de la picantona Anzoletta domina en la escena
venciendo en el contraste a una lengua italiana que hacen casi an-
tipática las ilustrísimas Beatrice y Eleonora y que se ve deshonrada
por el chichisbeo Lelio.
En el interior de este marco, Goldoni inserta la caricatura de
un “vago napolitano” de nombre Merlino y del simpático Musa
llamado Abagiggi, vendedor de frutos secos, un extracomunitario
ante litteram; ambos personajes reflejan estereotipos de la época
que también podemos encontrar hoy. Como ya he dicho, Goldoni
enriquece la ambientación con escenas musicales en relación con el
argumento principal. En un número especial de la revista Goldberg
dedicado a Martín y Soler del año 2005, Juan Bautista Otero afir-
maba que “los ballets de Martín y Soler eran una mezcla de mimo
y danza, integradores de la tragedia y gesto narrativo del mundo
clásico. Fueron precursores de lo que hoy es nuestro espectáculo
de danza contemporánea”. Y añadía: “El ballet, la ópera seria, el
dramma giocoso, donde incluiríamos la obra de Goldoni, y la cantata escénica
son los cuatro ejes principales para comprender la esencia de su
personalidad”. Es decir, nuestro autor habría colaborado también
en un tipo de teatro con incorporación de composiciones musicales
que con el tiempo desaparecerían del teatro italiano, pero que en
ese momento ayudaron a su renovación y modernidad posterior.
El teatro del siglo XVIII en Italia y su influencia en Francia y España 231
Muchas personas vienen para pedirme mi opinión para traducir mis co-
medias ante mis ojos, según mi opinión y con la condición de dividirnos
el provecho, Desde que llegué A Francia y hasta hoy, no ha pasado ni un
234 Teresa Losada Liniers
solo año sin que uno o dos traductores hayan venido a hacerme la misma
propuesta; justo al llegar a París encontré a uno que tenía el privilegio
exclusivo de traducirme y acababa de publicar una de sus traducciones; yo
intenté desanimarlos a todos porque no conocían la dificultad del trabajo.12
Conclusiones
Vemos cómo la idea goldoniana de hacer un teatro que se acomode
a las expectativas del país en el que se va a representar funciona
también con esta obra. Pondré algunos ejemplos:
En la adaptación francesa encontramos una escena que narra
la larguísima discusión sobre dónde tiene que sentarse cada cual
(Acto II); en Goldoni es una escena de la Commedia dell’Arte, sin
embargo, en francés, tiene un aire de sainete, y con este mismo tono
pasa a la versión española.
Angélique, en la versión francesa, hablando del vestido que ha
confeccionado para Babet dice “No sé cómo me he decidido a co-
ser este vestido, cada puntada me perforaba el corazón”18 (Je ne sais
pas comme j’ai pus me résoudre à faire cette robe là, chaque point d’aiguille me
perçait le coeur) (p.13). Y Ángela, refiriéndose al mismo vestido, dice:
“Porque sea mayor mi martirio / me le mandaron hacer / ¡A mí! Con
verdad os digo / que cada puntada que / daba en él era un cuchillo
/ que el corazón me partía” (p.7). Este diálogo que da más impor-
tancia al lío creado por los chismorreos y a su desenlace que a los
sentimientos personales de los personajes secundarios no existe en
la obra de Goldoni; sin embargo, las adaptaciones atienden a cues-
tiones narrativas colaterales, porque las vicisitudes de los personajes
secundarios surgen al novelar la historia de los amores desgraciados
de la costurera, personaje que adquiere así una mayor entidad.
Hay que señalar que, evidentemente, los nombres de todos los
personajes se han cambiado por otros franceses, en un caso, y es-
pañoles, en otro. Es curioso observar que la eterna novia inocente
El teatro del siglo XVIII en Italia y su influencia en Francia y España 239
Notas
1 Muratori, L. A.: Della perfetta poesia italiana.
2. Idem, p. 681.
3. Idem, p. 703–704.
4. De estos autores, el que aporta más ideas sobre los defectos y
posibles reformas del teatro es Maffei, Opere del Maffei, Tomo XII
in Venezia MDCCXC en A. Curti Q. Giacomo.
5. C. Goldoni: Tutte le opere di Carlo Goldoni.
6. Idem, v. I, Verona, Mondadori.
7. C. Goldoni: op. cit., pp. 13–14.
8. Mais il faut être vrai. Les italiens negligoient un peu; la comedie chantante
faisait tout, la comedie parlante ne faisoit rien. Elle était réduite à jouer les
mardis et les vendredis, que l’on apelle à ce spectacle les mauvais jours. […] La
Comédie Italienne fut supprimée. Carlo Goldoni, op. cit., t. I, pp. 560–561.
9. C. Goldoni: op. cit., p. 1005, t. III. Es una obra todavía sin traducir
al español, como tantas obras dialectales de Goldoni, me consta
que está a punto de aparecer una traducción que tendrá el título
de Cotorreos de mujeres.
10. “Cuando examino de modo desapasionado esta obra mía me
regocijo en mi interior […] me parece que no me he alejado
demasiado ni de los preceptos del auténtica Comedia ni de los
grandes Autores. La simplicidad del estilo como es característica
de los personajes que trato se adapta muy bien al argumento que
tenía en el pensamiento con la finalidad de no envilecer la Obra
sino para hacerla más verosímil. Además he trabajado a imagen
de los antiguos es decir sobre una jovencita desconocida cuyo
descubrimiento constituye la acción principal y sirviendo los
distintos episodios de la obra, unas veces ayuda y otras confunde;
y además, como esto sucede continuamente provocado por los
cotilleos de las mujeres que nosotros llamamos pettegolezzi me ha
parecido indicado darle este título siguiendo el ejemplo de los
El teatro del siglo XVIII en Italia y su influencia en Francia y España 241
19. La mode a toujours été le mobile des Fraçois, et ce sont eux qui
donnent le ton à l’Europe entière, soit en spectacles, soit en décora-
tions, en habillements, en parures, en bijouterie en coëffure, en toute
espèce d’agremens; ce sont les François que l’on cherche partout a
imiter. Goldoni, Tutte le opere, I, pp. 592–593, Ortolani, 1959.
Fuentes
Aguerri Martínez, Ascensión, Revista general de información y documen-
tación, 2007.
Calderone, Antonieta y Víctor Pagán: Traducciones de comedias italianas:
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doni, Rassegna europea di letteratura italiana, no. 17, 2001.
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silio, Venecia, 1994.
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París, 1999.
______: Una vida para el teatro, eds.: Inés Rodríguez y Juli Leal,
Departamento de Filología Francesa e Italiana, Universidad de
Valencia, Valencia, 1994.
Herry, Ginette: Carlo Goldoni Biografia ragionata, 3 tomos, Marsilio,
Venezia, 2009.
Maffei: Opere del Maffei, Tomo XII in Venezia MDCCXC en A. Curti
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Muratori, Ludovico Antonio: Della perfetta poesia italiana (edición de
Ada Rusconi), Milán, Marzorati, 1971.
Pizzamiglio, Gilberto: Una delle ultime sere di carnovale, Marsilio, Ve-
nezia, 1993.
Vittore Branca, N. Mangini: Studi goldoniani, Venezia, Istituto per la
collaborazione culturale, 1960.
IV. HISTORIA MEDIEVAL
Una medicina para los niños. El saber pediátrico
en la Antigüedad y su continuación en el mundo árabe oriental
La medicina griega
Notas
1. En este camino se eliminaron en los tratados ginecológicos y pediá-
tricos ciertos temas que discrepaban con la moral musulmana como
la selección de los niños. Al–Ghazzāli e Ibn Qayyim al–Jawzīya fue-
ron dos pensadores notables que formaron parte de este proceso.
2. C. Álvarez de Morales: “El cuerpo humano en la medicina ára-
be medieval. Consideraciones generales sobre la anatomía” en
Ciencias de la naturaleza en al–Andalus. Textos y estudios 5.
3. Sobre este punto, ver J. C. Alby: “La concepción antropológica
de la medicina hipocrática” en Enfoques XVI, 1, pp. 5–29.
4. Tratados Hipocráticos. Tomo IV: Tratados Ginecológicos: Sobre
las enfermedades de las mujeres, Sobre las mujeres estériles,
Sobre las enfermedades de las vírgenes, Sobre la superfetación,
Sobre la escisión del feto, Sobre la naturaleza de la mujer.
Tomo VIII: Generación, Naturaleza del Niño, Enfermedades
IV, Parto de ocho meses, Parto de siete meses. Tomo XI: De
la generation. De la nature de l’enfant. Des maladies IV. Du
foetus de huit mois.
5. Corpus Hippocraticum. The Hippocratic treatises, “On generation”,
“On the nature of the child”, “Diseases IV”: a commentary,
por Iain Lonie.
262 Silvia Nora Arroñada
Fuentes
Aguiar Aguilar, Maravillas: “Los árabes y el pensamiento griego:
Las traducciones del siglo VIII en Bagdad” en Ciencia y cultura
en la Edad Media, Las Palmas, Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria.
Alby, Juan Carlos: “La concepción antropológica de la medicina
hipocrática” en Enfoques XVI, 1.
Álvarez de Morales, Camilo: “El cuerpo humano en la medici-
na árabe medieval. Consideraciones generales sobre la anatomía”
en Ciencias de la naturaleza en al–Andalus. Textos y estudios 5, 1990.
Amida, Aecio d’: Tratado de medicina, libro XVI en Antonio Garzya,
Roberto de Lucia, Alessia Guardassole, Anna Maria Ieraci Bio,
Mario Lamagna, Roberto Romano (eds.) Autori della tarda antichità
e dell’età bizantina: Medici Bizantini, Torino, Utet, 2006.
Cerda, Jaime: “La dimensión pediátrica de Hipócrates” en Revista
chilena de pediatría 78, 3.
Cornelio Celso, Aulo: Sulla Dentizione, Sulla epilessia en Dino Pierac-
cioni, Della Medicina, Firenze, Sansoni, 1990.
Corpus Hippocraticum. The Hippocratic treatises, “On generation”,
“On the nature of the child”, “Diseases IV”: a commentary, por
Iain Lonie, Berlín/ New York, Walter de Gruyter, 1981.
Efeso, Sorano de: Gynaecia, N. Latronico: Storia della Pediatria, To-
rino, Minerva, 1977; O. Temkin: Soranus’ gynecology, Baltimore &
London, John Hopkins University Press, 1956.
Egina, Pablo de: Epitome en Antonio Garzya, Roberto de Lucia,
Alessia Guardassole, Anna Maria Ieraci Bio, Mario Lamagna,
Roberto Romano (eds.), Autori della tarda antichità e dell’età bizan-
tina: Medici Bizantini, Torino, Utet, 2006.
Una medicina para los niños 265
Notas
1. ‛Abdulhaqq Ibn Sab‛ín: “Risala al–Núriya” (Epístola la lumino-
sa) en Magmú‛ Rasaיil (Colección de epístolas), edición de ‛Abd
al–Raḥmān Badawí, p. 184.
2. ‛Abdulhaqq Ibn Sab‛ín: “Risala al–Ihata” (Epístola del conoci-
miento global), pp. 23–24.
3. ‘Abdulhaqq Ibn Sab‛ín: “Risala al–Nuriya” (Epístola la luminosa),
op. cit., p. 184. Este breve anuncio de Ibn Sab‛īn corresponde con
aquel proclamado por el Profeta de esta manera: “Por Alá, que
yo le pido perdón a Alá y me arrepiento ante Él, más de setenta
veces al día” se transmitió de Abú Huraira. Lo relató Al–Bujarí.
Ver la colección de Ismael Al–Bujar: Sahih al–Bujarí, p. 101.
4. ‛Abdulhaqq Ibn Sab‛ín: “Risala al–Ihata” (Epístola del conoci-
miento global), op. cit., p. 474.
5. Para escribir su nombre, Ibn Sab‛ín usaba la expresión ‘Ibn O’.
El cero en el orden numérico romano quiere decir 70. Ver en
Biografía del Murciano Ibn Sab´ín Muhyí al-Dín 279
Fuentes
‛Abdulhaqq Al–Badisí: al–Maqsad al–sharíf wa–l–ñanza‛ al–latíf
fí al–ṭa‛if bi–sulahāיi al–Ríf, manuscrito de Biblioteca General
de Raba en Marruecos, no. D. 110, Raba verificación de Sa‛Id
A‛Rab, 1982, pp. 34–37.
‛Abdulhaqq Ibn Sab‛ín: “Risala al–Núriya” (Epístola la luminosa)
en Magmú‛ Rasaיil (Colección de epístolas), edición de ‛Abd
al–Raḥmān Badawí. Manuscrito de la Biblioteca Taymúriyya,
número 149, materia Tasawwuf (sufismo), El Cairo, 1965.
______: “Risala al–Ihata” (Epístola del conocimiento global)
en Magmú‛ Rasaיil (Colección de epístolas), edición de ‛Abd
al–Raḥmān Badawí. Manuscrito de la Biblioteca Taymúriyya,
número 149, materia Tasawwuf (sufismo), El Cairo, 1965.
______: “Sharh risalat al‛Ahd” (Comentario de la epístola titulada por
Biografía del Murciano Ibn Sab´ín Muhyí al-Dín 283
duda de que estas son tan solamente una parte del todo que en su
día existió, puesto que serían otras muchas las piezas que estuvie-
ron en la Cámara de la Reina y cuya existencia se ha perdido en
el olvido; un olvido que, evidentemente, no se ciñe solamente a la
realidad física de estas joyas y enseres de diversa naturaleza, sino
también a los registros documentales de los mismos, dado que la
documentación, por distintas circunstancias, no se ha conservado
hasta la actualidad, lo cual dificulta las posibilidades de su estudio.
Igualmente, la adquisición de un buen ajuar y un gran número
de joyas que avalaran la condición de la reina tampoco era una labor
que se hiciera con facilidad; dotarse de un buen tesoro habría de
suponer una tarea compleja en el aspecto económico y, sin duda,
dilatada en el tiempo, ya que se haría paulatina y escalonadamen-
te, desde su inicio, muy probablemente, con motivo de su enlace
matrimonial con el heredero de alguna corona vecina; luego con-
tinuaría con regalos que, a lo largo de su vida como reina, pudiera
recibir de la mano de su marido, familiares u otro agente político
del momento, como los concejos urbanos más destacados del rei-
no.13 Asimismo, también podría rastrearse la procedencia de estas
piezas entre los bienes de la familia de origen de la reina, pudiendo
haberle sido entregadas como herencia de su madre.14 Costosos
de conseguir pero también muy útiles económicamente en caso de
posteriores situaciones de apremio, los tesoros podían suponer un
seguro de vida para la reina, ya que, al estar fabricados con valio-
sos materiales, no perderían su valor en el mercado y podían ser la
moneda de cambio idónea para otras transacciones.15
La naturaleza de las piezas es, por tanto, diversa, mientras que
su contribución al engrandecimiento de la titular de las mismas es,
en todo caso, incuestionable. Bajo la denominación de “tesoro” se
engloban objetos que tienen muy distintos fines, pero que coinci-
den en la riqueza y la ostentación con las que están realizadas. En
292 Diana Pelaz Flores
Conclusiones
Para conocer y comprender la ostentación y el lujo que reviste a la
figura de la reina consorte en la corte bajomedieval —donde todo
detalle es clave para proyectar la imagen que se quiere que los demás
tengan de uno—, la perspectiva que nos brinda el análisis de las
joyas y otros objetos de lujo enmarcados en el entorno cortesano
servirá para aportar un novedoso punto de vista a los estudios más
puramente históricos. Cada vez más alejada de la visión que tradi-
cionalmente la había situado como una de las “artes menores”, la
orfebrería y, sobre todo, la puesta en valor de todos aquellos objetos
que constituían el tesoro de la reina, proporcionan nuevos datos
de cara al conocimiento de los símbolos, los gustos y, sobre todo,
a la mentalidad de las mujeres que, desde su posición al frente de
la institución monárquica, compartían el poder político junto a sus
maridos como cabeza visible del poder medieval.
No contar a la fecha con un inventario de las características del
tesoro de Leonor de Aragón dificulta la obtención de conclusiones
precisas respecto a la fabricación y los principios ornamentales de
las piezas existentes en las distintas Coronas que integran el terri-
torio peninsular. En cualquier caso, tomando en consideración los
recursos utilizados en este trabajo, se observa, en líneas generales,
una tendencia orfebre similar en cuanto al uso de materiales y téc-
nicas utilizadas de cara a la decoración y trabajo de los mismos. Por
otro lado, la tipología y decoración tampoco ofrece unas diferencias
sustanciales, al prevalecer los motivos vegetales y animales como los
adornos preferidos por las soberanas del siglo XV.
La variedad de los objetos que constituyen los tesoros —joyas
que enaltecen a la persona que las porta, elementos de ajuar que
hablan de la riqueza de su propietaria, objetos litúrgicos destinados
a exhibir la importancia del culto religioso en la corte—, dificulta
su documentación o detalle. Como una alternativa posible para
300 Diana Pelaz Flores
Notas
1. Aludiremos especialmente a las dos figuras que protagonizan el
reinado de Juan II, María de Aragón (1396–1445) e Isabel de
Portugal (1428–1496), así como a las dos consortes de Enrique
IV, Blanca de Navarra (1424–1464) y Juana de Portugal (1439–
1475). Además, se incluye en este estudio el memorial–inventario
del tesoro de la reina Leonor de Aragón (1374–1435), esposa de
Fernando I de Aragón (el anterior Fernando de Antequera), ya
que encaja cronológicamente en las pretensiones de este estudio
y supone un testimonio sin igual de la riqueza de estos tesoros.
2. A. Sánchez: “Juegos cromáticos de apariencia y poder en las
cortes europeas medievales”, Goya. Revista de Arte, no. 293, p. 92.
3. Tal como ocurre en el caso de la camarera mayor de Isabel de
Portugal, quien queda liberada de la custodia de las joyas de
la reina en el año 1485, convirtiéndose, posteriormente, en
camarera de la reina Isabel La Católica. F. de Paula Cañas: “Las
El tesoro de las reinas consortes castellanas 301
Fuentes
Alonso, Martín: Enciclopedia del Idioma: Diccionario histórico y moderno
de la lengua española (ss. XII–XX), Madrid, Aguilar, 1982.
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Organización, dinámica institucional y prosopografía (1447–
1496)”, en José Martínez y Mª Paula Marçal (coords.): Las relaciones
discretas entre las Monarquías Hispana y Portuguesa: Las Casas de las
Reinas (siglos XV–XIX), vol. 1, Madrid, Polifemo, 2008.
310 Diana Pelaz Flores
Corina Luchía
Universidad de Buenos Aires–Conicet
Propiedad, propietarios,
¡cuántos malentendidos
pueden derivarse de estas palabras!
Marc Bloch
Miguell Sánchez, vezino de Martínez […] podrá aver quarenta años que
vido labrar a los vezinos de Çapardiel la dicha hoja, e que este testigo
labró en ella con Juan Sánchez Galache, su padre, que era rrentero de
Gonçalo de Ávila, fijo de Sancho Sánchez […] dixo que labrava por donde
quería en la dicha hoja que ninguna tierra non tenía conosçida.33
dixo este testigo que sabe que de quarenta años, que se él acordava, e aun
de cinquenta, que un echo que llaman de Iohán Velásquez que se solía
pacer por echo conçegil et común […] et que agora que lo tiene entrado
e tomado Sancho Sánchez, fiio del dicho Juan Velásquez […] dixo que
desde el día que él se acordava que siempre oyera decir el dicho echo de
Juan Velásquez, pero que siempre lo viera pacer a los vecinos de la dicha
çibdat e de su tierra por común e conçegil.34
Notas
1. Señala Rosa Congost que “Concebir una propiedad absoluta, es
decir, una ‘propiedad sin intermediarios’ en las relaciones entre
los hombres y la tierra significa hacer abstracción de muchos
individuos y de muchos derechos”, Tierras, Leyes, Historia. Estudios
sobre “la gran obra de la propiedad”, p. 123.
2. Estas reflexiones se derivan de mi tesis doctoral: La dinámica de la
propiedad comunal y las condiciones de desarrollo transicional del feudalismo
al capitalismo en el área concejil de realengo castellana. Siglos XIV al XVI.
3. E. Thompson: Tradición, Revuelta y Consciencia de clase. Estudios sobre
la crisis de la sociedad preindustrial, p. 146.
4. R. Congost: op. cit., p. 77.
5. J. A. Jara: “‘Que memoria de onbre non es en contrario’. Usur-
pación de tierras y manipulación del pasado en la Castilla urbana
del siglo XV”, Studia Historica (Medieval), no. 20–21, 2001–2002,
pp. 73–103.
Apropiación comunal de la tierra 325
Fuentes
Altamira, Rafael: Historia de España y de la civilización española, t. I,
Madrid, S. E., 1890.
Artola, Miguel: La España de Fernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1999.
Barrios, Ángel, José María Monsalvo y Gregorio Del Ser (eds.):
Documentación Medieval del archivo municipal de Ciudad Rodrigo, Sala-
manca, Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1998.
Beneyto, Juan: “Notas sobre el origen de los usos comunales”, Anuario
de Historia del Derecho Español, t. IX, Madrid, S. E., 1932, pp. 33–102.
330 Corina Luchía
Coral Cuadrada
Universidad Rovira y Virgili
TESEO.– Ea. ¿Qué tablilla es esta que sujeta su mano amada? ¿Querrá
decirme alguna cosa nueva? ¿Me habrá escrito una carta suplicándome
en favor de su lecho y de mis hijos? No tengas miedo: pues no hay mujer
que entre en la casa y el lecho de Teseo. Esta impresión del sello de oro de
la que ya no existe me toca todavía el corazón. Ea, desatando el cordón,
voy a ver qué me dice esta tablilla.
Tú que deseas que mis libritos estén contigo en todas partes y quieres
tenerlos como compañeros de un largo viaje, compra los que el pergamino
oprime en pequeñas páginas; deja la biblioteca para los libros grandes,
a mí una sola mano me abarca. Con todo, para que no ignores dónde
estoy en venta y no andes vagando de un lado a otro por toda la ciudad,
De Altamira a las Digital Humanities 337
Quien vaya a ser ascendido a este rango deberá estar versado en la doc-
trina y los libros, y conocerá a fondo los significados y las palabras, a fin
de que en el análisis de las sententiae sepa dónde se encuentran los límites
gramaticales: dónde prosigue la lectura, dónde concluye la oración. De
este modo dominará la técnica de la expresión oral (vim pronuntiationis) sin
obstáculos, a fin de que todos comprendan con la mente y con el consen-
timiento (sensus), distinguiendo entre los tipos de expresión, y expresando
los sentimientos (affectus) de la sentencia: ora a la manera del que expone, ora
a la manera del que sufre, ora a la manera del que increpa, ora a la manera
del que exhorta, ora adaptándose a los tipos de expresión adecuada.
Los libros son los maestros que nos instruyen sin brutalidad, sin gritos ni
cólera, sin remuneración. Si nos acercamos a ellos, jamás los encontramos
dormidos; si les formulamos una cuestión, no nos ocultan sus ideas; si nos
equivocamos, no nos dirigen reproches. ¡Oh libro, vosotros que poseéis,
solos la libertad!, ¡que dais a todos aquellos que os piden y que manumitís
a quienes os han consagrado un culto fiel!, qué de cosas habéis inspira-
do a los sabios con una gracia celestial por medio de la escritura. Pues
vosotros sois esas profundas grutas de la sabiduría hacia las que el sabio
encaminaba a su hijo para que desenterrara los tesoros que encerraban.
Vosotros sois esos pozos de agua vivificante que el padre Abrahán excavó
antes que nadie, que Isaac desescombró y que los hebreos se esforzaron
por colmar siempre. Sois, efectivamente, las espigas deliciosas, llenas de
granos, que las manos apostólicas deben segar para alimentar a las almas
hambrientas. Sois las urnas de oro en las que se contiene el maná y las
piedras de donde sale la sagrada miel. Los senos ubérrimos de la leche
de la vida, provistos en todo momento de abundantes reservas. Sois el
árbol de la vida y el río de los cuatro brazos del Paraíso, donde la mente
humana reposa y el árido intelecto penetra para fecundarse. Sois el arca
de Noé, la escala de Jacob y el canal en que deben penetrar las creaciones
de los contemplativos. Sois las piedras del testimonio, los potes vacíos que
sirvieron para colocar las lámparas de Gedeón, las alforjas de David, de
donde saldrán las piedras pulidas que matarán a Goliat. Sois los áureos
vasos del templo, las armas de la milicia de los clérigos que reducen a la
impotencia a los perversos; olivos fértiles, vides deCugadi, higueras que
no se secarán, lámparas ardientes; en fin todo lo mejor que pudiéramos
encontraren las Escrituras para oponerles por vía de comparación, si es
que está permitido hablar figuradamente.
De Altamira a las Digital Humanities 339
hacer una escuela para una élite que pueda estar independizada,
hacer como san Bernardo o san Benito10 y proponer una especie
de monasterio sin conexión; o optamos por re–articular la escuela
y prescribir estas nuevas formas de atención, inventándolas de
otro modo. Esta es la tarea de la escuela, del instituto, y yo di-
ría, ante todo, de la Universidad. El tema de la atención que las
instituciones educativas deben formar, no se reduce a un tema
pedagógico o de psicopatología escolar, ni se resolverá mediante la
mejora de los modelos pedagógicos. No. Se trata de una transfor-
mación radical de los saberes a través de las tecnologías digitales y
analógicas, que son los φάρμακον del problema de nuestra época.
¿A qué me refiero con el término φάρμακον? Veamos su origen:
En un contexto mítico, junto al río Iliso, se desarrolla el diálogo
Fedro de Platón. Surge el tema de la escritura, del discurso. Sócrates
insinúa el destierro de los mitos, para quedar en posesión de la ver-
dad racional; sin embargo hace referencia a dos de ellos: la fábula de
las cigarras y la de Zeus. Este encantamiento que produce el mito
genera un estado de expectativa en los actores del diálogo, que en
cierta forma envenena su imaginación. Comienza así la condena
racional de la escritura. De inmediato Sócrates establece una seme-
janza con los discursos de Fedro, tan parecidos a un fármaco, a un
veneno, que adormece y causa la muerte.
Y ahora tú, precisamente, padre que eres de las letras, por apego a ellas,
les atribuyes poderes contrarios a los que tienen. Porque es olvido lo
que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la me-
moria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a
través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí
mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino
un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas
a tus alumnos, que no verdad.11
342 Coral Cuadrada
Estos Libros son hijos de la Imprenta; ella los dà ser, ella los multipli-
ca; pues afirman Autores, escrive mas vna prensa en un dia, que cien
escrivientes con la pluma en un año. Por ella discurren las Provincias,
y Reynos del Orbe, y se les participan sus frutos, sin que lo que contie-
nen, admita quiebra, ni mudança; y assi la Imprenta es symbolo de la
Eternidad[...] De estas dos inventivas de las letras è la Imprenta hizo el
Arte vn compuesto, que se reduze a las reglas de la Prensa, tan vniver-
sal, que comprehende, y govierna todas las diferencias de letras, y de
Idiomas que vsan todos los Reynos, y Provincias del Orbe; con tanta
particularidad, que parece se formó para cada vno: y por esto merece-
De Altamira a las Digital Humanities 343
dor de la mayor excelencia; porque tiene las partes que la hazen capaz
de este honor.12 [...] locura negligente e irreflexiva, pero no pequeña,
que consiste en ver las obras, las fatigas y los sudores de los venerables
padres y doctores de la santa Iglesia de Cristo, como son los sermones
de Agustín a los eremitas, las vidas de los padres, de Jerónimo, los Diá-
logos de Gregorio, Juan Casiano, Lodolfo della Vita di Cristo y muchos
otros doctores santos e iluminados, los cuales, cuanto escribieron, lo
escribieron para adoctrinarnos y darnos ejemplo, para nuestra utilidad
y edificación, impresas en letras ciegas, sucias, feas, desgraciadas, que
quitan las ganas de leer a cualquier lector estudioso, y además de los
desgraciados caracteres, el papel es negro, ahumado y tosco y cortado
de cartuchos de atún rancio o de calendarios boloñeses. Por otra parte
se ven el Morgante, el Orlando, el Renaldo, el Decamerón, la Fiammeta
y otras obras semejantes..., vanas, infructuosas y totalmente inútiles,
impresas con toda diligencia, con toda solemnidad y paciencia y con
caracteres elegantísimos en papel delicadísimo.13
La Julia, que estaba en prensa hacía mucho tiempo, empezó a meter ruido,
aunque no apareció hasta fines de 1760. La señora de Luxemburgo había
hablado de ella en la Corte y la de Houdetot en París. Ésta obtuvo, además,
por mediación de Saint–Marbert, mi permiso de hacerla leer ante el rey de
Polonia, a quien agradó en extremo. Duclos, a quien la hice leer también,
había hablado de ella en la Academia. Todo París estaba impaciente por
ver esta novela: las librerías de la calle de Saint–Jacques y las del Palais–
Royal se llenaban de gente que preguntaba por ella. Apareció al fin, y
frente a lo que suele ocurrir, su éxito correspondió a la impaciencia con
que era esperada. La señora esposa del Delfín, que fue de las primeras
que la leyeron, habló de ella al señor de Luxemburgo como de una obra
encantadora. Entre los literatos las opiniones anduvieron divididas; pero
en el público hubo un sentimiento unánime, y sobre todo las mujeres se
prendaron del libro y del autor, hasta el punto de haber pocas, aun entre
las de alto rango, a quienes no hubiese yo conquistado de proponérmelo.16
Notas
1. M. Rothschild: La bionomía: economía como ecosistema, en:
htttp://www.bionomics.org/text/spanish/toc.htm.
2. Eurípides: Hipólito, pp. 38–39.
3. Marcial: Epigramas completo, p. 60.
De Altamira a las Digital Humanities 355
Fuentes
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Auroux, Sylvain: La philosophie du langage, Presses Universitaires de
France, 1996.
De Altamira a las Digital Humanities 359
Introducción
Conclusión
La estructura urbana de la ciudad en el siglo XVIII estuvo deter-
minada por su compleja traza urbana de plato roto, disposición
orgánica zigzagueante que ocasionó una complicada ubicación de
plazas y calles, altas y bajas que generaron pendientes pronunciadas
surgidas desde el efímero asentamiento español a mediados del siglo
XVI, debido a la explotación de los primeros yacimientos mineros
cercanos al cerro de la bufa y en los cerros contiguos, así como a la
cuantiosa extracción de mineral de la Vetagrande. Zacatecas estuvo
organizada a partir del arroyo principal: la ciudad se extendió a lo
largo de su cauce y en una pequeña explanada se generó el núcleo
español perimetral a él, los cinco pueblos de indígenas, así como
los barrios contiguos en donde vivían mestizos, indígenas y negros.
A diferencia de los barrios, los pueblos de indígenas tenían
su propio régimen social, cultural y político, el cual desapareció
a finales del siglo XVIII, a partir del establecimiento de las Or-
denanzas de División de la Ciudad en cuarteles; estos barrios
quedaron integrados repentinamente al asentamiento, junto con el
núcleo español. Todos se constituyeron en una sola villa, dividida
en cuatro cuarteles mayores y a su vez en ocho cuarteles menores,
374 Ma. Lorena Salas y Ángel Román
Notas
1. Aparece en un manuscrito: Viaje de indios y diario del Nuevo Mé-
xico, escrito por el religioso franciscano Juan Agustín de Morfi
(1777=1781). Zacatecas, siglo XVIII. Archivo General de la
Análisis de la evolución de Zacatecas a partir de los grabados de 1732 a 1799 375
Fuentes
Acevedo Saloman, María Eugenia, “Los espacios abiertos comu-
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1980–1990, t. I, IV, XIV.
Análisis de la evolución de Zacatecas a partir de los grabados de 1732 a 1799 379
Comentarios finales
La fe depositada en la educación, la escuela y la profesionalización
formal de los profesores rindió frutos en Zacatecas gracias a la
continuidad de las reformas del ramo, a la apertura de las norma-
les, la divulgación de los principios pedagógicos y la unión de este
sector en sociedades educativas. Estos avances se tradujeron en
una instrucción pública que profundizó las diferencias de infraes-
tructura y sociales. En las escuelas de primer orden se impartiría
instrucción primaria elemental y superior, en la de segundo orden
se suprimía la instrucción superior, y en las de tercer orden se adop-
taba el modelo de instrucción rudimentaria, que era una expresión
mínima de la instrucción elemental.
El ejercicio legal y científico del oficio de enseñar en Zacatecas
estuvo acompañado del empobrecimiento de este sector. Esta
pauperización era producto de la división de estos órdenes en es-
tablecimientos de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta clase.
Niveles que se determinaron por el contenido y por el monto del
presupuesto asignado para el pago del profesor. Por lo tanto y con
base en esta subdivisión de la instrucción primaria el salario de los
La profesionalización de la enseñanza en Zacatecas... 397
Notas
1. J. E. Pedrosa: Memoria sobre la instrucción primaria en el estado de
Zacatecas, 1887–1888. pp. 29–33.
2. M. del R. Magallanes Delgado: “Voces en ascenso: asociaciones,
profesionalización y monopolio de la educación en Zacatecas
porfirista”, en Memorias de International Standing Conference for the
History of Education 33 ISCHE.
3. S. Pérez Toledo: “La instrucción pública en Zacatecas durante las
primeras décadas del siglo XIX”, en S. Pérez Toledo y R. Amaro
La profesionalización de la enseñanza en Zacatecas... 399
Fuentes
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ría del Refugio Magallanes Delgado (coords.), Historia de la
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Pedrosa, José E.: Memoria sobre la instrucción primaria en el estado de
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Niños, 1889.
La profesionalización de la enseñanza en Zacatecas... 403
Siglas y referencias
AHMS: Archivo Histórico Municipal de Sombrerete, Fondo Impresos
BCEZ: Biblioteca del Congreso del Estado de Zacatecas
BE–MM: Biblioteca Estatal “Mauricio Magdaleno”
La situación actual de los archivos eclesiásticos en Zacatecas
Conclusiones
Los tres archivos, el de Zacatecas, el de Mazapil y el de Pinos,
tienen un elemento en común, que todos fueron fundados gracias
a la actividad minera en tiempos de la Colonia, y por ser sitios
416 Jezziel Garza de la Fuente
Fuentes
Aguilera Murguía, Ramón y Jorge Garibay Álvarez: Manual de archi-
vística eclesiástica, Universidad Pontificia de México, México, 1998.
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Rodríguez, José Ángel (comp.): Visiones del oficio. Historiadores venezo-
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VI. HISTORIA DE LAS MUJERES
Y ESTUDIOS DE GÉNERO
Mujeres y niños en las obras médico–quirúrgicas
de Madame Fouquet
Antecedentes
Contenido de la obra
Marie de Maupéou, madre del superintendente de finanzas Ni-
colás Fouquet (época de Luis XIV), comienza su Colección de
remedios selectos, experimentados y aprobados4 señalando que
la obra está dividida en dos tomos: el primero se relaciona con
los remedios convenientes para curar enfermedades externas, y
el segundo, las internas.
Comentaré brevemente el primer tomo, en el cual la autora
manifiesta desde el principio la metodología empleada a la hora
de describir los apartados intitulados “Drogas”: su composición,
preparación, propiedades, utilización en los distintos tratamientos,
modos de usar y conservar el remedio (durante meses o años);
a veces, añade testimonios de jóvenes que fueron curados con
dichas recetas, que pueden tener distintas formas de aplicación
(emplastos, cataplasmas, fomentaciones o medicamentos que se
424 Diana Arauz Mercado
Entre las recetas de las enfermedades externas están las que resuel-
ven tumores e impiden que se apostemen (causen abscesos) en los
pechos. Vale la pena subrayar las diferencias insertas en el prontuario
entre los cuerpos de mujeres y hombres; por ejemplo, el título 98 es
“Cataplasma para matar una apostema particularmente de los pechos
de las mujeres”. Después de la fórmula acostumbrada, el renglón
final es contundente: “Este remedio está probado y aprobado”.9
Hay otros remedios basados en la manipulación de cuatro
puñados de madreselva; pero si el dolor de los pechos, el males-
tar y la inflamación continúan, explica De Fouquet:
426 Diana Arauz Mercado
Untaránse las hendiduras con aceite de lirio, con el cual se hayan mezclado
polvos de tutia: fuera de esto, se echarán por encima polvos de la misma
tutia, cubriendo despues el pezon con una hoja de violetas frescas, si
pudiere ser. Tambien pueden servirse del ungüento rosado. Los polvos
de azúcar puestos encima curan fácilmente este género de incomodidad.13
Notas
1. Schiebinger, Londa, ¿Tiene sexo la mente? Las mujeres en los orígenes
de la ciencia moderna, Madrid, Cátedra, 2004, pp. 379–397.
2. Arauz Mercado, Diana, La medicina en la Edad Media: el caso de Trotula
y Passionibus Mulierum, en Analecta Histórico Médica, suplemento
1 – IV, Universidad Autónoma de México, 2008, pp. 137–144 y
La medicina en la Edad Media: el caso de Trotula y Passionibus Mulierum
(segunda parte), en El mundo medieval. Legado y alteridad, Santiago
de Chile, Universidad Finis Terrae, 2009, pp. 213–233.
3. Schiebinger, Londa, op. cit., p. 47.
4. La edición que se comenta en el presente artículo, es el vol. I
de la traducción francesa al castellano realizada en 1739 por
Francisco Monroi y Olaso, Obras Médico–Quirúrgicas de Madama
Fouquet Economía de la Salud del Cuerpo Humano, Valencia, Librería
de Vicente Sempere Sucesor de Mariana y Sanz, 1892.
5. I, 126, p. 128.
6. Entendiendo por tal en el lenguaje de la época, un preparado
7. Farmacéutico sólido, plástico y adhesivo, cuya base es una mezcla
de materias grasas y resinas o jabón de plomo.
8. I, 2, pp. 5–11.
9. Ibidem.
10. I, 98, p. 99.
11. I, 23–24, pp. 31–32.
12. I, 26–27–28, pp. 33–34.
13. I, 28–29–149, pp. 34 y 150.
14. I, 28, p. 34.
15. I, 54–55–56 y 126, pp. 56, 57 y 128.
16. I, 146 a 148, pp. 148–150.
17. I, 25, 59, 112 y 150, pp. 32, 59, 113 y 150.
18. Ibidem, p. 151.
Mujeres y niños en las obras médico-quirúrgicas de Madame Fouquet 431
19. I, 52, 141, 158, 160, 173, 174 y 178, pp. 55, 143, 159, 161, 171 y 179.
20. I, 60, 85, 101 y 154, pp. 59, 85, 106 y 155.
Fuentes
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Butler, Judith: Deshacer el género, Barcelona, Paidós, 2010.
Cerda, José Manuel (coord.): El mundo medieval. Legado y alteridad,
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Fouquet: Obras Médico–Quirúrgicas de Madama Fouquet. Economía de la Salud
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Puerto Sarmiento, Francisco: El Mito de Panacea. Compendio de His-
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Russell, Dora: Hipatia. Mujer y conocimiento, Oviedo, KRK Ediciones, 2005.
Schiebinger, Londa: ¿Tiene sexo la mente? Las mujeres en los orígenes de
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Concepción Gimeno y el ocio teatral madrileño en 18731
Imagen 1
Imagen 2
Fuente: Ana María Freire López, Cartas inéditas a Emilia Pardo Bazán
(1878–1883), La Coruña, Fundación Pedro Barrie de la Maza, 1991, p. 174.
Carta 1
Señor Don Manuel Catalina:
Muy señor mío y de mi más alta consideración: Ayer asistí a su
elegante coliseo39 rompiendo el compromiso que tenía contraído
de leer una composición mía en una reunión literaria. Quise hacer
que pasaran a usted una tarjetita manifestándole el deseo de darle
las gracias personalmente por su galante y cortés obsequio, más me
detuvo la idea de molestarle y resolví demostrar a usted mi gratitud
por deferencia tal, sujetándome a la palabra escrita.40 Si mi admiración,
si el entusiasmo de mi alma, eminente de artista, supone para usted
una hoja de laurel, puede añadirla, desde luego, a su corona de gloria.
He visto a usted tan gigante en las esferas de la inteligencia y en los
ilimitados horizontes del arte, que no encuentro pedestal digno de
su figura. Yo que cultivo las letras, con vehemente placer, y que rindo
culto al arte de Próscio y Talma,41 siento orgullo, inefable júbilo y
446 Ana Isabel Simón Alegre
Carta 2
Distinguido amigo: Ha principiado para mí una era de inefable dicha
desde que usted me hizo la solemne promesa de aceptar un papel
en el drama que tanto nos encanta.45 Al realizarse una de mis más
nacaradas ilusiones, veo abiertas las nuevas puertas del alcázar de
la felicidad. No sabría con que piedra señalar este suceso, si no es-
tuviera grabado en mi alma con brusil de fuego.46 Estoy vivamente
interesada en poner el drama: parece que se alzan algunas dificulta-
des, mas tengo la seguridad de allanar escollos y hacer alejar obras
que siempre son insignificantes tratándose de mi perseverancia y
enérgico carácter. Fio en que usted me secunde, librándose de com-
promisos que en la apariencia se presentan como ineludibles. Las
armas del ingenio son poderosas y usted tiene gran arsenal. Deseo
me escriba usted manifestándome a qué hora podrá dedicarme
Concepción Gimeno y el ocio teatral madrileño en 1873 447
Débora.48
Abril 1873
(Rómpase)
Carta 349
Distinguido e incomparable amigo: he leído Espinas de una flor y
encuentro bastante adecuado el papel de la doncella [esposa] para
destinarlo a mi bella amiga Julieta.50 Por tanto, en atención a que le
es a usted indiferente poner el drama titulado Borrascas del corazón,
Hija y Madre o Eres un ángel puede usted tomarse la [palabra sin
identificar] de remitirme estos tres, y yo elegiré el más conveniente.
Los espera mi escribiente para copiar los papeles. No olvide usted
tenemos varias discusiones pendientes: discusiones que no fio a la
palabra escrita. No puedo ser tan generosa que renuncie a recon-
venirle a estos momentos por algunas frases que hicieron probar
muy delicadas en mi corazón. ¿Usted cree, que mi deseo de pasar el
drama es únicamente por colgar un trofeo en el alcázar de mi amor
propio? Está usted en un error: yo no pondría el drama con un actor
que no fuera usted, por más que disfrutara alta reputación artística.
En usted hay dos entidades completamente distintas, el hombre y
el actor yo no pondré el drama con “Catalina” y sí con “Manuel”.
448 Ana Isabel Simón Alegre
Mari.
Carta 4
Abril, 1873
Carta 5
Jueves, abril de 1873
Carta 6
Hoy 25 de abril de 1873
Carta 7
Mayo de 1873. Rómpase.
Carta 8
Mayo, 1873
Carta 9
6 de mayo
Carta 10
14 de mayo
Notas
1. El presente artículo deriva de las investigaciones para el máster
Estudios de la Diferencia Sexual (Duoda–Universidad de Bar-
celona), trabajo que fue ampliado y consiguió el primer premio
de investigación en la XIV edición de los premios SIEM “Con-
cepción Gimeno de Flaquer”, 2011.
2. C. Simón: Escritoras españolas del siglo XX. Manual bio–bibliográfico,
p. 363 y ss.
3. La Correspondencia de España, 12 de julio de 1879.
4. Biblioteca Nacional, Sala Cervantes, asignatura MSS/12945/49.
5. I. Sánchez: “Concepción Gimeno de Flaquer” en Antología de la
Concepción Gimeno y el ocio teatral madrileño en 1873 459
26. M. Simón: op. cit., p. 455. Ver F. Sáez de Melgar (dir.): Las muje-
res españolas, americanas y lusitanas pintadas por sí mismas. AA. VV.:
Siemprevivas que depositan varios ingenios en la tumba de su Ma. María
de las Mercedes.
27. A. Castro: Julia Asensi. El Camarada.
28. F. Sáez de Melgar (dir.): op. cit., p. 639.
29. Julia Asensi: El Amor y la sotana.
30. F. Camprodón: Espinas de una flor.
31. F. Camprodón: Flor de un día.
32. T. Rodríguez: Borrasca del corazón. P. Gorostiza y Cepeda: Hija y
madre. El drama Eres un ángel no se ha localizado.
33. La Correspondencia de España, núm. 563, 31 de mayo de 1873, p. 3.
34. Ibidem
35. Ibidem
36. A. Simón: “Entre el amor y la sexualidad: Palabras de mujeres
en torno de las cuestiones sexuales, desde el final del siglo XIX
y el inicio de la Guerra civil española (1939)”, Arenal, vol. 16,
núm. 2, pp. 281–304.
37. C. Gimeno, Mujer juzgada por una mujer, p. 37.
38. La transcripción de las cartas ha respetado la expresión original
de la autora, modificándose solo la acentuación; los destacados
con itálicas son subrayados de la escritora. Las diez cartas tienen
un añadido posterior en el que alguien confirmaba la identidad
de la autora de estas cartas: “Autógrafo. De puño y letra de la
poetisa María de la C. Gimeno. De la colección del pintor Ma-
nuel Castellanos”.
39. Esta carta no estaba fechada originalmente por Gimeno; se
indicó posteriormente el día 19 de marzo como fecha válida.
Esta escritora y Manuel Catalina tuvieron que conocerse el día 18
de marzo de 1873, día en que él actuaba. Según el Diario Oficial
de avisos de Madrid (17 de marzo de 1873), Manuel Catalina tenía
Concepción Gimeno y el ocio teatral madrileño en 1873 461
Hayan y gocen dicha casa como suya propia y adquirida con justo
y derecho titulo y buena fe como lo es esta dicha donación que me
obligo a no revocar por testamento codicilo ni en otra forma y si lo
hiciere que no valga ni sea oída ni admitida en juico ni fuera de el y
por el mismo hecho quede más firme y valedera con la que no perju-
dico a mis herederos por cuanto me quedan otras muchas mas bienes
con que sustentarme y a su cumplimiento me obligo con mis bienes
habidos y por haber…9
Conclusión
Desde mujeres de la nobleza, hasta modestas propietarias de talleres
artesanales, las mujeres se esmeraban por mantener e incrementar
sus bienes. Aunque por la minoridad y tutela a la que estaban so-
metidas las mujeres, sus caudales y patrimonios eran administrados
por parientes, tutores y maridos, la ley reconocía, sin distingo, la
propiedad femenina sobre los bienes materiales.
Si bien el derecho civil castellano era permisivo, también era
restrictivo en el sentido de condicionar a la mujer a que, en su
476 Gloria Trujillo Molina
Notas
1. A. Lavrin y E. Couturier: “Las mujeres tienen la palabra, otras
voces en la historia colonial de México”.
2. P. Gonzalbo y B. Ares (coords.): Las mujeres en la construcción de las
sociedades iberoamericanas, p. 10.
3. Real Academia Española: Diccionario de la lengua Castellana.
4. A. Staples: “Mujeres y dinero heredado, ganado o prestado. Las
primeras décadas del siglo XIX mexicano”, pp. 271–294; G.
Trujillo: La carta de dote en Zacatecas, (siglos XVIII–XIX).
5. D. Arauz y G. Trujillo: “La mujer en la época colonial. Tutela,
minoridad y administración patrimonial en el Zacatecas de los
siglos XVII y XVIII”, p. 402.
6. Ibidem.
7. Archivo Histórico del Estado de Zacatecas (AHEZ), fondo
Poder Judicial, serie Civil, subserie Bienes de difuntos, caja 29,
exp. 397, 1735.
8. G. Trujillo: op. cit., p. 154.
9. AHEZ, fondo Poder Judicial, serie Civil, subserie Difuntos, 1731.
10. AHEZ, fondo Notarios, serie Felipe de Espinoza, libro 3, 1659,
f. 100v–101.
11. A. Lavrin y E. Couturier: op. cit.
12. A este respecto ver M. del C. Reyna: Opulencia y desgracia de los
marqueses de Jaral de Berrio; M. L. Salas: “Imágenes de la moder-
nidad: El palacio de la condesa”.
13. Ver G. Trujillo: Ajuares matrimoniales en Zacatecas, siglo XVII.
Mujeres en los negocios 477
Fuentes
Arauz, Diana y Gloria Trujillo: “La mujer en la época colonial. Tute-
la, minoridad y administración patrimonial en el Zacatecas de los
siglos XVII y XVIII” en Diana Arauz (coord.): Pasado, presente y
porvenir de las Humanidades y las Artes III, Zacatecas, CONACUL-
TA–Gobierno del Estado de Zacatecas–SPAUAZ, 2011.
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas, serie Civil, fondos
Notarios, Judicial, Bienes de difuntos (siglos XVII–XVIII).
Gonzalbo, Pilar y Berta Ares (coords.): Las mujeres en la construcción
de las sociedades iberoamericanas, Sevilla–Ciudad de México, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas–EEHA–El Colegio de
México, 2004.
Lavrin, Asunción y Edith Couturier: “Las mujeres tiene la palabra,
otras voces en la historia colonial de México” disponible en
línea en http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/
apache_media/IHAJASQNYU2XFLYIPNC3BN7YPPGMMS.
pdf. Última consulta, diciembre 2011.
478 Gloria Trujillo Molina
Magdalena Contreras
Universidad Autónoma de Zacatecas
Helene Lange
Nacida en Alemania en 1848, se desempeñó como profesora en una
escuela privada para mujeres. Haciendo uso de las costumbres de
la época sobre los límites y las diferencias en los estudios para las
mujeres y los hombres, estaba de acuerdo en la formación acadé-
mica diferenciada: las mujeres debían estudiar principalmente para
“ser el buen espíritu de la familia”.19
Helene Lange se dedicaba a la labor docente, una de las activida-
des laborales consideradas adecuadas y femeninas. La maestra im-
partía sus clases cumpliendo con la norma social imperante: educar
para el mejor desenvolvimiento femenino en el espacio privado. La
lectura que en un primer momento puede hacerse sobre su vida es
de conformidad con lo establecido; sin embargo, en 1887, después
de un congreso de profesores en el que se afirmaba que solamente
los hombres eran capaces de desempeñar los cargos directivos en
las escuelas para mujeres, se opuso y publicó un panfleto en el que
manifestaba su negativa a aceptar tal statu quo.
Dos años después, en Berlín comenzó a preparar académicamen-
te a jóvenes para su ingreso a la universidad, aun con la reticencia
de las autoridades educativas, que incluso habían decretado la obli-
gatoriedad de la enseñanza de habilidades domésticas y la costura
como actividad habitual en las escuelas de mujeres.20 La respuesta
de Helene Lange fue establecer un curso en el cual la formación
académica fuera la misma que la impartida a los jóvenes varones,
con esto aseguraba que, tres años después, sus alumnas pudieran in-
gresar a las universidades alemanas, puesto que, al estar en igualdad
de conocimientos, no existiría impedimento legal para su ingreso.
Lo anterior evidencia que, si bien muchas mujeres europeas aca-
488 Magdalena Contreras
Dolores Castillo
Al hablar de mujeres que se resistieron a los designios culturales
sobre el aspecto educativo, es ineludible mencionar a la profesora
La educación superior para las mujeres en el siglo XIX 489
Conclusiones
La educación decimonónica para las mujeres buscaba mejorar sus
funciones como madres y esposas, valorando su contribución para
formar buenos ciudadanos; de igual forma, buscaba preservar un
orden social inequitativo, ya que las mujeres no tenían acceso a las
instituciones educativas en igualdad de condiciones que los varo-
nes. Por lo anterior, y retomando el concepto utilizado por María
Teresa Yurén Camarena, podemos decir que las mujeres del siglo
XIX accedían a una seudoeducación.22
La educación superior para las mujeres en el siglo XIX 491
Notas
1. C. Opitz: “Vida cotidiana de las mujeres en la Baja Edad Media
(1250–1500)”, en G. Duby y M. Perrot, Historia de las mujeres, t.
2, p. 382.
2. B. S. Anderson y J. P. Zinsser: Historia de las mujeres, una historia
propia, pp. 443–444.
3. Cabe mencionar que hacia el 1600 en Francia acudían a las mis-
mas escuelas de escribanos niños y niñas compartiendo el mismo
espacio, aun con la oposición de las autoridades religiosas. Para
ese tiempo las escuelas consideradas menores enseñaban solo
la lectura, y los escribanos, como gremio, se encargaban de la
escritura. Con estos últimos acudían al mismo tiempo niños y
La educación superior para las mujeres en el siglo XIX 493
20. Ibidem.
21. F. Lazarín Miranda: “Enseñanzas propias de su sexo. La edu-
cación técnica de la mujer, 1871–1932”, en M. A. Arredondo
(coord.), Obedecer, servir y resistir, p. 265.
22. M. T. Yurén Camaren: “¿Para qué educar a las mujeres? Una
reflexión sobre las políticas educativas del siglo XIX”, en M. A.
Arredondo (coord.), Obedecer, servir y resistir, passim.
Fuentes
Alvarado, María de Lourdes: La educación superior femenina en el México
del siglo XIX. Demanda social y reto gubernamental, México, UNAM/
Plaza y Valdés, 2004.
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las mujeres, Málaga, Universidad de Málaga, 2007.
Bazant, Mílada: Debate pedagógico durante el Porfiriato, México, SEP/
Ediciones El Caballito, 1985.
García Sánchez, Rafael (coord.): A cien años de la Revolución Mexicana.
Zacatecas y Tlaxcala, México, Sociedad de Geografía, Historia,
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Hierro, Graciela: De la domesticación a la educación de las mexicanas, 3a.
ed., México, Torres, 2007.
Ramos Escandón, Carmen (coord.): Presencia y transparencia: la mujer
en la historia de México, 2a. ed., México, El Colegio de México/
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San Román, Sonsoles: Las primeras maestras, los orígenes del proceso de
feminización docente en España, Barcelona, Ariel, 1998.
Los inicios y el debate sobre la educación superior
femenina en el México porfirista
Esta idea permeó el pensamiento liberal una vez que México pro-
mulgó su Independencia, y fue determinante para que el gobierno
hiciera frente a la deplorable condición de la instrucción femenina,
porque creyó firmemente que, “en gran medida, el futuro progreso
del país dependería de su educación”.2
En este tenor, la cuestión de la educación femenina en México
estuvo presente durante todo el siglo XIX, fue un elemento de la
agenda política en diferentes gobiernos y una inquietud palpable
en el análisis de carencias educativas frente a la demanda de una
instrucción más completa para ellas. Lourdes Alvarado puntualiza
que, desde las primeras décadas del México independiente, el debate
sobre la educación de las mujeres estuvo visible en la prensa, siendo
tales señalamientos un factor fundamental para que en la segunda
496 Norma Gutiérrez Hernández
La mujer empezó por ser profesora, luego empleada de los comercios que se
empezaban a fundar y, finalmente, profesionista. De este modo, y en contra
de las ideas más generalizadas, las mujeres empezaron a trabajar eficazmente
en un espacio que, anteriormente, estaba reservado para los hombres.11
Esto fue posible debido a que hubo una mayor actuación y eman-
cipación femenina en México a finales del siglo XIX. Julia Tuñón
subraya que, en este periodo, “el feminismo17 asomó la cara”, per-
mitiendo que las mujeres del sector medio y las obreras, al visibilizar
más su presencia en la esfera pública, adquirieran “mayores elemen-
tos para cobrar conciencia de su situación de género y de clase”.18 A
decir de esta autora, las maestras fueron quienes abanderaron estas
demandas en pro de una mejor situación para sus congéneres, lo que
propició “una lenta, muy lenta toma de conciencia social”, pero que
no tenía como propósito alterar los papeles de género establecidos.19
500 Norma Gutiérrez Hernández
la dominación del hombre sobre la mujer no tiene razón ni motivo de ser, pues
no hay diferencia moral ni intelectual entre ambos, ni tiene nombre, porque
no puede llamarse superioridad a la usurpación de los derechos naturales, ni
ley de la fuerza a la tiranía ejercida sobre un ser que nunca ha luchado[…]40
No hay para qué encomiar el empeño que en nuestro país se nota por
dar a la mujer todos los conocimientos necesarios para llenar su misión,
y sentimos verdadero contento al ver cundir la convicción de que debe
enseñarse a la mujer, en la escuela, la ciencia de las madres, o como sa-
biamente dice el Sr. Rébsamen, debe enseñarse desde la escuela primaria
la pedagogía materna.51
Consideraciones finales
La principal opción educativa superior que tuvieron las mexicanas
porfiristas fue el magisterio, hecho que favoreció notablemente
a los intereses del régimen y contribuyó al proyecto nacional de
“regeneración social”, al contar con profesoras que podían hacer
frente al acentuado analfabetismo del país. Recuérdese que para
1900 el 84% de la población en México no sabía leer ni escribir.64
En realidad, como lo han apuntado ya varias especialistas en el
tema, la feminización del profesorado en esta época se vinculó con
el menor salario que recibieron las maestras, las condiciones laborales
que privaron en esta oferta laboral —como la falta de menaje escolar,
las condiciones de higiene y estrechez de los espacios escolares y
las extenuantes jornadas laborales— y la perspectiva de género que
tenía la sociedad decimonónica al considerar que a las mujeres se les
“daba” naturalmente la atención y cuidado de los niños y las niñas.
Por otro lado, desde la década de los años ochenta del siglo
XIX, comenzaron a ocupar las aulas de educación superior en la
capital del país unas cuantas mujeres que abrieron camino en las
profesiones liberales. Así, antes de finalizar esta centuria, México
tuvo la primera dentista en 1886, Margarita Chorné,65 su primera
médica en 1887, Matilde Montoya,66 diez años después su prime-
ra licenciada, María Asunción Sandoval de Zarco, y en el último
año del Porfiriato, la primera estudiante inscrita en la escuela de
Ingeniería, Dolores Rubio Ávila.
Como bien advierte Lourdes Alvarado, el apoyo institucional
y económico que recibieron estas primeras profesionistas en su
Los inicios y el debate sobre la educación superior femenina en el México porfirista 513
Notas
1. S. M. Arrom: Las mujeres de la ciudad de México, 1790–1857, p. 28.
2. L. Alvarado: La educación “superior femenina” en el México del siglo
XIX. Demanda social y reto gubernamental, p. 77.
3. Idem, p. 79.
4. D. Cosío Villegas: Historia Moderna de México. La República Restau-
rada. Vida Social, p. 653.
5. L. Alvarado, op. cit., p. 150.
6. Esta situación se vinculó con lo que señala Mílada Bazant a nivel
nacional: “Aunque la población masculina era casi idéntica a la
femenina, siempre fueron a la escuela más niños que niñas (de
cada 10, seis eran varones y cuatro mujeres)”. Por lo que —con-
tinúa la autora— “el porcentaje de asistencia de las niñas a la
escuela estaba ligado al progreso educativo de los estados y, por
ende, a los índices de analfabetismo”. Ver Historia de la educación
durante el Porfiriato, p. 89.
40. Ibidem.
41. Idem, p. 41. Conviene recordar que este argumento es compar-
tido por G. García, ver Apuntes sobre la condición de la mujer, p. 56.
42. Idem, p. 53. Subrayado mío.
43. Idem, pp. 54–55.
44. L. Alvarado: op. cit., p. 20.
45. L. Alvarado: “Dolores Correa y Zapata. Ente la vocación por
la enseñanza y la fuerza de la palabra escrita”, Revista Mexicana
de Investigación Educativa, p. 1271.
46. La Mujer Moderna, marzo de 1905, apud R. M. González Jiménez,
Las maestras en México. Recuento de una historia, p. 80.
47. Idem, p. 79.
48. D. Correa Zapata: En el hogar y en la escuela. Ligeros apuntes sobre
educación, p. 11.
49. Idem, pp. 12–13.
50. Dolores Correa se autodefinió como feminista, defendiendo
el feminismo en estos términos: “Hay quienes ignoren lo que
significa feminismo y hay también quienes vean, o finjan ver en
él, una ridiculez, un disparate […] No obstante, entre la gente
seria, el feminismo es el grito de la razón y de la conciencia,
proclamando justicia, porque el feminismo consiste en levantar
a la mujer al nivel de su especie, al de la especia humana”, D.
Correa Zapata: La mujer en el hogar, pp. 15–16, apud R. M. Gon-
zález Jiménez, op. cit., p. 72.
51. D. Correa Zapata: op. cit., p. 59.
52. L. Alvarado: op. cit., p. 1282.
53. L. Méndez: Boletín de Instrucción Pública, p. 717, apud Mílada
Bazant, Laura Méndez de Cuenca. Mujer indómita y moderna (1853–
1928). Vida cotidiana y entorno, p. 276.
54. Ibidem, p. 332.
55. Ibidem, p. 346.
Los inicios y el debate sobre la educación superior femenina en el México porfirista 517
Fuentes
Alvarado, Lourdes: La educación “superior femenina” en el México del siglo
XIX. Demanda social y reto gubernamental, México, UNAM, 2004.
______: “Abriendo brecha. Las pioneras de las carreras liberales
en México”, Universidad de México. Revista de la UNAM, no. 596,
vol. LV, México, UNAM, 2000.
______: Educación y superación femenina en el siglo XIX: dos ensayos de
Laureana Wright, México, Col. Cuadernos del Archivo Histórico
de la UNAM, 2005.
______: “Dolores Correa y Zapata. Ente la vocación por la en-
señanza y la fuerza de la palabra escrita”, Revista Mexicana de
Investigación Educativa, vol. 14, no. 43, México, COMIE, 2009.
Arrom, Silvia Marina: Las mujeres de la ciudad de México, 1790–1857,
México, Siglo XXI, 1988.
Bazant, Mílada: Historia de la educación durante el Porfiriato, México, El
Colegio de México, 1996.
______: Laura Méndez de Cuenca. Mujer indómita y moderna (1853–
Los inicios y el debate sobre la educación superior femenina en el México porfirista 519
Presentación
Víctor Hugo Méndez Aguirre
—9—
Prólogo
Diana Arauz Mercado
—17—
Consejo de redacción
Antonio Núñez
Verónica Murillo
Universidad Autónoma de Zacatecas
Veremundo Carrillo
Asociación Zacatecana de Estudios Clásicos y Medievales
Melancolía I, Alberto Durero