Monica Eraso ¿Arte Precolombino Raza, Estética y Evolucionismo en Colombia Durante La Segunda Mitad Del Siglo Xix PDF
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Raza, estética y
evolucionismo en Colombia durante
la segunda mitad del siglo xix
Fecha de recepción: 22 de enero de 2019. Fecha de aceptación: 12 de abril de 2019. Fecha de modificación: 24 de abril de 2019
DOI: https://doi.org/10.25025/hart05.2019.06
Palabras clave
Raza, Estética, Arte precolombino, Darwinismo, Siglo XIX, Colombia
Cómo citar:
Mónica Eraso, “¿Arte precolombino? Raza, estética y evolucionismo
Este artículo hace parte de la investigación doctoral en curso de la
en Colombia durante la segunda mitad del siglo XIX”. H-ART. Revista
autora. Para ello cuenta con la financiación de Colciencias a través
de historia, teoría y crítica de arte, n.º 5 (2019): 103-123. https://doi.
de las becas doctorales nacionales.
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¿Arte precolombino? Raza, estética y evolucionismo en Colombia durante la segunda mitad del siglo xix
Abstract Resumo
Towards the end of the nineteenth century, when the Na- A finais do século XIX, e ao mesmo tempo da funda-
tional School of Fine Arts (1886) was founded, a series ção da Escuela Nacional de Bellas Artes (1886), entre a
of debates was waged among Colombia’s lettered élites, classe letrada colombiana se produziu uma série de dis-
questioning the aesthetic qualities of what were known cussões sobre as qualidades estéticas das antiguidades
at the time as “indigenous antiquities,” as well as the indígenas, como se chamavam por então. Também, hou-
capacities for aesthetic perception among indigenous veram discussões sobre a capacidade de perceção esté-
peoples. The aim of this paper is to emphasize the way tica dos indígenas que ainda viviam no país. Este texto
in which the booming racial debates around the second tem como objetivo falar da maneira na que os debates
half of the nineteenth century permeated discussions raciais, que floriram na segunda metade do século XIX,
about art. Thus, it invites the reader to suspend the ca- atravessaram as discussões sobre arte. Para isso, o texto
tegory of “pre-Columbian art” in order to explore how it convida a suspender a categoria de “arte pré-colombia-
gained in density as a result of the discussions that we na” e pesquisar sobre o modo em que a categoria foi sig-
will examine. nificada pelas discussões analisadas.
Colombia. bia
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renacimiento italiano, fragmentos de chatarra soldados, acuarelas de la comisión 3 . Existen interesantes esfuerzos por “descoloni-
zar” el Museo del Oro. Uno de ellos, el texto “De
corográfica y cráneos intervenidos, por mencionar sólo algunas de las 5672 piezas mala gana” de la artista Mónica Restrepo, desen-
de la colección.1 A cinco cuadras, en la carrera sexta con calle quince, se encuentra trama la propuesta de un mamo kogui de hacerle
una “limpia” al Museo del Oro en 2003. Aunque la
el Museo del Oro. Administrado por el mismo banco, el Museo del Oro alberga propuesta no fue realizada, Restrepo propone un
la colección de orfebrería prehispánica más grande del mundo, aproximadamente análisis de los términos de su enunciación. Véase
“De mala gana”, en Reconocimientos a la crítica y el
treinta y cuatro mil piezas de oro y tumbaga.2 A pesar de que algunos visitan- Ensayo. Arte en Colombia (Bogotá, Ministerio de
tes puedan extrañarse al ver bolsas de heno expuestas en el museo de arte, para Cultura/Ediciones Uniandes, 2017), 13-19. Otro
de estos esfuerzos es la exposición llevada a cabo en
la mayoría de nosotros la distinción entre obras de arte y piezas prehispánicas el propio Museo del Oro entre 2018 y 2019. Bajo
parece algo natural. Si hiciéramos una encuesta de públicos es probable que la el título A bordo de un navío esclavista, la Marie
Séraphique, la exposición relataba, a través de obje-
idea de que existan dos museos diferenciados para albergar las dos colecciones tos y documentos, “la trata de personas esclavizadas,
lograría conseguir consenso.3 Sin embargo, en Colombia, la distinción entre desde el siglo XVII, hasta el siglo XIX, a través del
caso francés”. Véase “A bordo de un navío esclavista,
“arte” y “objetos precolombinos” no siempre pareció tan natural. La simulta- La Marie Séraphique”, Banrepcultural, consultado
neidad de dos procesos hacia finales del siglo XIX, la institucionalización de las el 15 de abril de 2019, tp://www.banrepcultural.
org/exposiciones/temporales-museo-del-oro/
bellas artes y el surgimiento de un renovado interés por los objetos indígenas, le la-marie-seraphique. A pesar de lo anterior, el pro-
abrió el paso a una serie de preguntas, reflexiones, debates y prácticas expositi- pio museo sigue refiriéndose a su acervo como “co-
lección arqueológica”, categoría que aparece en sus
vas que ayudaron a consolidar estas taxonomías. El presente artículo tiene como documentos sin que se la problematice.
objetivo reconstruir, de manera parcial, las discusiones y las prácticas mediante 4 . En Colombia se ha estudiado el discurso en
las cuales que estos objetos se vieron dotados de nuevos sentidos. torno a los “objetos precolombinos” a finales del
siglo XIX en varios contextos académicos: (1)
La fundación de la Escuela Nacional de Bellas Artes en Colombia (1886) en el marco del análisis histórico del interés por
tuvo lugar al mismo tiempo que la emergencia, a nivel internacional, del con- la cultura material prehispánica que conduciría
eventualmete a la formación del saber arqueo-
cepto de “objeto precolombino”. Vale la pena, entonces, analizar la simulta- lógico (Clara Isabel Botero, El redescubrimiento
neidad de estos acontecimientos que, en el caso colombiano, se han estudiado del pasado prehispánico de Colombia: viajeros,
arqueólogos y coleccionistas 1820-1945 [Bogotá,
de manera aislada.4 A medida que, a finales del siglo XIX, la naciente disciplina Instituto Colombiano de Antropología e Historia;
de la historia del arte en Colombia producía interpretaciones sobre los obje- Universidad de los Andes, 2006]); (2) en el mar-
co de una genealogía del pensamiento criollo en
tos del pasado, la innegable presencia de artefactos indígenas activó una serie torno al indígena (Carl Henrik Langebek Rueda,
de preguntas a la hora de establecer criterios de selección: ¿de qué manera Los Herederos del pasado. Indígenas y pensamiento
criollo en Colombia y Venezuela [Bogotá, Cámara
diferenciar “antigüedades”, “curiosidades”, “arte colonial”, “arte primitivo” y de Comercio de Bogotá, 2008]); (3) en el marco
“objetos precolombinos”?, ¿qué criterios utilizar para taxonomizar los objetos? del estudio de los imaginarios que la nación quiso
proyectar en la exposición histórico-americana de
¿cómo exhibirlos? Madrid (Carmen Cecilia Muñoz Burbano, ¿Cómo
El hecho de constatar el paralelismo entre estos dos acontecimientos y de representar los orígenes de una nación civilizada?
Colombia en la Exposición Histórico-Americana
estudiar su coexistencia nos lleva a indagar por sus posibles interacciones e inte- de Madrid [Cali, Universidad del Valle, 2012]); y
rrelaciones, y a preguntarnos, por ejemplo: ¿de qué modo intervino el discurso (4) en el marco de una revaloración artística de la
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Cuando la gran civilización española tocó sus dianas entre los verdes bosques
de América, aquí no tenía el arte más muestras que las de los pocos adelantos
alcanzados por la nación Chibcha: sus ornamentaciones primitivas, sus volu-
tas y sus grecas, sus toscos soles de oro y sus imperfectos ídolos de barro. Allí
está, cerca de este recinto, el primer cuadro, la primera pintura en tela, que
sustituyó a los rojos dibujos de los hijos de Chiminigagua: el estandarte de
Quesada: el Cristo llamado “De la Conquista”. De ahí data, puede decirse, la
historia del arte entre nosotros.7
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8 . Alberto Urdaneta, Guía de la primera expo- por indios de México [que] pertenece a la iglesia de San Agustín”.8 La crítica del
sición, organizada bajo la dirección del rector de
dicha escuela, General Alberto Urdaneta (Bogotá: momento no se detuvo a hablar sobre la imagen, pero por su mención en el catá-
Imprenta de Vapor de Zalamea Hs., 1886), 42. logo podemos inferir que se trataba de una Inmaculada Concepción realizada
9 . Agradezco a Francisco Ortega por la ayuda que en la técnica conocida como “arte plumario” y que se encuentra hoy en la misma
me brindó para identificar y localizar esta pieza.
Aunque no es claro cómo llegó la Concepción iglesia9 (Img. 1). En el marco de su tarea de traducir las imágenes católicas al dis-
plumaria a la Nueva Granada, el restaurador de la curso artístico, Urdaneta había pedido a las iglesias coloniales de Bogotá prestar
iglesia de San Agustín en Bogotá, Rodolfo Vaillín,
me presentó su hipótesis: los padres agustinos en sus colecciones para ser exhibidas en el primer gran relato expositivo de la historia
Michoacán establecieron escuelas de artes y oficios del arte en Colombia. Una tercera parte de las 1200 obras que logró reunir para
en las que la tradición del arte plumario se mantu-
vo. Los viajes de los agustinos por la América colo- la exposición eran pinturas de temática religiosa, en su mayoría provenientes de
nial explicarían la llegada de esta pieza a territorio las iglesias y exhibidas ahora en clave secular y estética en la “sección de arte anti-
neogranadino. Para mayor información sobre el
arte plumario véase, entre otros, Santiago Muñoz, guo”.10 Fue allí donde se exhibió la pieza mexica.
“El ‘Arte plumario’ y sus múltiples dimensiones de El arte plumario había sido avalado por la iglesia durante la colonia, pues
significación. La Misa de San Gregorio, Virreinato
de la Nueva España, 1539”, Historia Crítica, nº 31 aunque incompatible con las doctrinas oficiales respecto a la producción de
(2006) :121-149; y Alessandra Russo, “Plumes of imágenes, demostraba el éxito conseguido por la España imperial en la misión
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y circulación de imágenes en la Nueva Granada no recurría en modo alguno a 11 . María Concepción García Sáiz, “El coleccio-
nismo de arte colonial mexicano en España”, en
criterios como los que aplicaría Urdaneta.13 En el documento De las imágenes México en el mundo de las colecciones de arte, Vol. 2,
de los santos, sus pinturas y esculturas,14 publicado en Santafé de Bogotá en 1774, editado por Elisa Vargas Lugo (Ciudad de México:
UNAM, 1994), 302-303.
se exhortaba a fieles y sacerdotes a usar las imágenes religiosas “porque con su
12 . Langebaek, Los herederos del pasado, 89.
vista se mueven los hombres a implorar los auxilios de Dios y a imitar las vir-
13 . Para un estudio en profundidad del uso de la
tudes de aquellos santos a quienes representan”.15 Al tiempo se pedía revisar el imagen barroca en la Nueva Granada para persua-
tipo de esculturas que se adoraban en las iglesias “de pueblos e indios” porque dir a los fieles por medio de los sentidos, véase el
interesante libro de Jaime Borja, Pintura y cultura
algunas de las figuras que se decían representar a María Santísima y al Cristo barroca en la Nueva Granada. Los discursos sobre
“no tienen tales imágenes”, por lo que se recomendaba que los curas párrocos el cuerpo (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate
Avendaño, 2012).
quitaran “de las iglesias tales piedras que no tuvieren aprobación ni licencia de
14 . José Manuel Groot publicó como apéndice
los ordinarios”.16 nº 26 de su Historia eclesiástica y civil de la Nueva
Aunque Urdaneta no discutía el valor de las pinturas de la “Exposición” Granada (1889) la relación de títulos y capítulos
del III Concilio de Santafé de Bogotá, que se in-
en clave teológica, su valoración estética del “arte colonial” construía, como bien auguró el 27 de mayo de 1774. Lo sancionado en
han señalado Chicangana y Rojas,17 un pasado ligado a la tradición hispánica en los cuatro capítulos fue: de la fe católica; de las reli-
quias y veneración de los santos; de las imágenes de
función de unos ideales políticos y religiosos que implícitamente permeaban sus los santos, sus pinturas y esculturas; y de la doctrina
técnicas de reescritura de los objetos del pasado. En efecto, sus valoraciones del cristiana. Los documentos del concilio se quema-
ron en el “bogotazo”, de modo que los anexos en
“estandarte de Quesada”, por un lado, y de los “ídolos de barro”, por el otro, hacen el libro de Groot son todo lo que conservamos
patente la yuxtaposición de dos epistemologías con respecto a la imagen: la una hoy de aquel concilio. Véase Teología en América
Latina. Vol. II.1. Escolástica, Ilustración y prepa-
teológica y eclesial, la otra secular y estética. En su empleo de criterios técnicos ración de la Independencia (1665-1810), coor-
y estéticos para definir lo que había de contar como arte en Colombia, nada nos dinado por Carmen José Alejos Grau (Madrid:
Iberoamericana/Verveut, 2005), 509-510.
dice Urdaneta sobre la belleza o la veracidad de la representación del Cristo de la
15 . “Disposiciones del Concilio Provincial cele-
Conquista: se trata de arte porque es una pintura. Pero si el criterio era técnico, el
brado en Santafé de Bogotá”, en Gabriel Giraldo
solo hecho de que fueran objetos de barro no constituía un argumento suficien- Jaramillo, Notas y documentos sobre arte en
Colombia (Bogotá: Editorial ABC, 1954), 95.
temente robusto para desechar a las esculturas indígenas del relato del arte en
Colombia. De hecho, la misma Concepción en plumas es un ejemplo de la gran 16 . “Disposiciones del Concilio Provincial”, 99.
variedad de técnicas que se habían recolectado para la exhibición de 1886. Lo que 17 . Yobenj Acuardo Chicangana-Bayona y Juan
Camilo Rojas Gómez, “El príncipe del arte nacio-
buscaba Urdaneta al pedir prestadas las obras de las iglesias, con seguridad, no nal: Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos inter-
era exhibir obras indígenas como aquella Virgen de plumas, sino pinturas al óleo, pretado por el siglo XIX”, Historia Crítica nº 52
(2014): 215.
especialmente aquellas realizadas por Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, el
18 . Sobre la producción del mito de Vásquez
“Velásquez” criollo.18 Pero las epistemologías cruzadas de las que hemos hablado durante el siglo XIX, véase Chicangana-Bayona y
jugaron a favor del “arte plumario” y esta pieza logró entrar la exposición. Rojas Gómez, “El príncipe del arte nacional”.
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¿Artes desconocidas?
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Así, por ejemplo, el pabellón peruano en la exposición parisina de 1878 se presentaba como
una reconstrucción de aquel pasado, anterior a la historia, de la América precolombina. El arqueólogo
Charles Wiener había encargado al escultor Emile Soldi producir en el pabellón efectos en vivo que
intensificaran el interés del público por la multitud de piezas “recolectadas” en sus expediciones por Sur
América. La arqueología y la escultura coincidirían aquí en su fascinación por el “otro precolombino”,
y juntando esfuerzos construirían una ficción arquitectónica que permite comprender la complejidad
de las políticas de representación del “otro” en la “Exposición universal” de 1878. Las esculturas de
cuerpos humanos, sometidas al canon griego, representaban indígenas peruanos, un hombre y una
mujer desnudos y adornados con tocados de plumas. Los cuerpos, que hacían las veces de custodios
de una entrada en forma de pirámide maya, estaban situados debajo de las esculturas neo-incaicas que
Wiener había encargado a Soldi. Así, a través de una yuxtaposición de tiempos y espacios diversos, se
le permitía a un público de mujeres, hombres y niños de la burguesía francesa imaginar a Perú mien-
tras paseaban bajo las arcadas parisinas (ver Img. 2 y 3). La fachada del pabellón imitaba al templo de
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Este deseo de continuidad entre América Latina y la “raza” y tradiciones 34 . Fonnegra, “Exposición Universal”, 16.
español de la época del renacimiento, tal cual se ven hoy en el mediodía de la 36 . Luis Fonnegra, “Exposición Universal”, 16.
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racismo estético, Soldi sostenía que toda valoración actual del arte precolombino 42 . Johannes Fabian argumenta que la noción
moderna del tiempo-espacio es aquella que sitúa
debía en todo caso tener en cuenta que la mayor parte de las grandes obras habían al “otro” como distante tanto espacial como tem-
sido destruidas y que los pocos vestigios supervivientes debían ser evaluados con poralmente. Lo que hace al “salvaje” significativo
para la comprensión del tiempo evolutivo es que
benevolencia. Por ello, afirmaba, él mismo había esculpido a un niño peruano vive en otro tiempo. Las categorías de “salvaje” y
que nos haría comprender que “la raza a la que pertenecía había tenido que amar “primitivo” pertenecen a este esquema del tiempo
politizado con el que “occidente”, y en particular la
y cultivar las artes de manera provechosa, antes de que la conquista hiciera pesar antropología, han negado la coetaneidad del “otro”
sobre sus espíritus cuatro siglos de miseria y esclavitud”.44 (Fabian, Time and the Other, passim).
De acuerdo con Elizabeth Williams, si bien los etnógrafos y curadores 43 . Williams, “Art and Artifact”, 155.
de los museos europeos tendían a pensar que las piezas etnográficas eran sólo 44 . Williams, “Art and Artifact”, 338-341.
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Posible es que los españoles que descubrieron á los chibchas y demás proge-
nitores nuestros, encontraran razas decaídas; pero es lo cierto que el injerto
atajó esa decadencia, y que de decadencia no nos viene sino el eco de los que-
jidos de otros mundos que no están atacados de ella in integrum.48
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Como sucede con todos los idiomas de los pueblos salvajes, el páez es una len-
gua bastante pobre. Apenas tienen nombre para designar tres de los colores
del iris: Beg, rojo; Lem, amarillo; y Seiñ, verde o azul. Además: Chijmé para
blanco ó claro, y Chuch para negro ú oscuro, significando también cerdo y
sucio ó desaseado.50
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como el “trabajo de campo” que había realizado tres años antes en San Agustín y
Tierradentro, lo revestían de gran autoridad en asuntos relacionados con el estu-
dio de la lengua; no obstante, refuerza su argumento con ayuda de una hipótesis
fisiológica, esta ya no validada por su propia autoridad, sino por la ciencia euro-
pea. Así, su segundo anclaje en el saber remitía a un tal Dr. Magnus, de la univer-
sidad de Breslau, que en aquel momento se ocupaba en demostrar que:
La teoría del doctor Magnus ha sido fuertemente combatida y se ha hecho 52 . Cuervo, “Los colores en la lengua”, 22.
el cargo de no haberla verificado en los salvajes y en los niños. Respecto del 53 . Nicholas Mirzoeff, An Introduction to Visual
primer punto, vienen a apoyarla las observaciones que dejamos anotadas, y Culture (Londres: Routledge, 1999), 53.
en cuanto a los niños, según las observaciones del doctor Gustavo Le Bon, al 54 . El biólogo Allan Grant fue el primero en re-
futar esta teoría, señalando que tres mil años no
principio y confunden la mayor parte de los colores, y sólo distinguen bien
eran tiempo suficiente para provocar un cambio
el rojo.55 en la fisiología del ojo y añadiendo que las eviden-
cias aportadas a favor de la hipótesis de Magnus
eran sólo de carácter lingüístico. Véase Jorge Luis
Como vemos, Carlos Cuervo perteneció sin duda al grupo de estudio- Camacho, “Ver/imaginar: el niño y el salvaje. El
modernismo, la percepción del color y la evolución
sos que buscaron darle un soporte empírico a la teoría de Magnus. Tres años de los sentidos”, Confluencia 2 (2003), 33.
después de la publicación del mencionado artículo, se publicó su libro Estudios 55 . Carlos Cuervo Márquez, Estudios arqueoló-
arqueológicos y etnográficos. Prehistoria y viajes americanos,56 en el que dedicaba un gicos y etnográficos. Prehistoria y viajes americanos.
Tomo II y último (Madrid: Editorial-América,
capítulo entero a la cuestión de la percepción de los colores, ampliando su teoría 1929), 252.
aplicándola no sólo a los paeces sino a todas las “tribus” indígenas colombianas 56 . La primera edición se publica en Bogotá en
que había logrado estudiar. Así, Cuervo se comprometía con la recolección de 1893 y luego se reedita en Madrid en 1920.
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evidencia (“las observaciones que dejamos anotadas”) para mantener en pie una
teoría racista que desde el momento de su formulación ya había sido cuestionada
por la ausencia de evidencias verificables en su favor.
El uso del color, como uno de los elementos clave de la pintura, no estuvo exento
de las discusiones raciales que tuvieron lugar durante la emergencia del arte aca-
démico en Colombia. La apuesta que los gobiernos de la Regeneración hicieron
por el arte académico, tantas veces discutido por la historia del arte en Colombia,
estuvo vinculada a las lógicas de inferiorización del “otro” propias del pensa-
miento racial. Así, mientras que la Academia optaba por colores sobrios y por
el predominio del dibujo sobre la pintura, el impresionismo, igual que las ten-
dencias de vanguardia que emergían en ese momento, empleaban colores puros,
salidos directamente del tubo. Eran estos colores “salvajes”, propios de ojos menos
evolucionados, con los que seguramente ni los Cuervo ni Ricardo Hinestrosa
deseaban vincularse. Las teorías raciales del ojo y de la visión que hemos venido
estudiando establecían una diferencia fisiológica entre la élite letrada y los “otros”
habitantes de Colombia. Las estéticas diferenciadas se deducían de esta distancia
corporal, determinando a los primeros como más evolucionados, en tanto vincu-
lados al progreso creciente de la civilización. Los indígenas, por el contrario, apa-
recían en el discurso estético como anclados al pasado de la humanidad. Por un
lado, no producían arte sino “objetos precolombinos”, objetos que, como hemos
visto, no merecían ser exhibidos bajo las coordenadas temporales y las periodiza-
ciones empleadas para presentar la historia del arte europeo, pues se considera-
ban pertenecientes a un pasado eterno; por otro lado, los cuerpos de los indígenas
eran tratados como un caso de estudio para comprender la evolución biológica de
la humanidad, pues se los representaba como vestigios vivos del pasado humano.
Dos políticas del tiempo, diferenciadas y condensadas tanto en categorías (bellas
artes y arte precolombino) como en dispositivos museográficos, hacían visible, en
las ciencias y en las artes, una distancia insondable entre “salvajes” y “civilizados”
y, en el caso de Colombia, entre la élite letrada y los “otros” indígenas. Algunas
de estas categorías han perdurado en el tiempo y guían aún hoy nuestras políticas
culturales.
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Mónica Eraso
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¿Arte precolombino? Raza, estética y evolucionismo en Colombia durante la segunda mitad del siglo xix
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