Construcción Rol Psicologo Comunitario
Construcción Rol Psicologo Comunitario
Construcción Rol Psicologo Comunitario
Hacer una revisión del conocimiento existente sobre el rol del psicólogo comunitario,
implica penetrar el la historia y reconstruir, esquemáticamente al menos, las situaciones
y condiciones que dieron origen a la necesidad de construir un nuevo rol profesional
para el psicólogo, las estrategias utilizadas en cada región para justificar y dar impulso
al desarrollo de la disciplina que dé contenidos al rol, las experiencias que han servido
de crisol para su cristalización y sedimentación, y finalmente los significados y
conceptos que poco a poco se van viendo validados como producto de este esfuerzo de
construcción social. Finalmente haremos una revisión de las investigaciones que se han
realizado sobre el rol del psicólogo comunitario.
En Europa:
• La revolución de jóvenes e intelectuales de “Mayo del 68” en varios países.
• La Primavera de Praga.
• El surgimiento de los movimientos pacifistas, ecologistas, feministas y de otras
minorías.
Con estos siete modelos se observa un continuo que va desde la intervención clínica
tradicional hasta los enfoques de aplicación social y ecológica. De la misma manera se
pueden inferir los diferentes roles a desempeñar en cada modelo. La propuesta de estos
múltiples modelos planteó fuertes dificultades en el momento de llegar a definir que se
entendía por Psicología Comunitaria ya que esta disciplina se solapa con la Psicología
Social Aplicada, con la Psicología del Desarrollo, con la Psicología Clínica, con la
Ecología Humana y otras ciencias del comportamiento, con lo cual la Psicología
Comunitaria sufre de un problema de identidad (Spielberger e Iscoe, 1977). La
separación entre Psicología Comunitaria y Psicología Clínica fue fuertemente
recomendada por varios participantes de la conferencia de Austin.
Una década después de la conferencia de Boston, se fue configurando un grupo cada
vez más grande de psicólogos que consideraban que la Psicología Comunitaria debería
separarse del movimiento de la salud mental comunitaria, pues tanto su objeto como sus
funciones y procesos de actuación son diferentes y se encuentran en contradicción con
ésta (Goodstein y Sandler,1978). Numerosas críticas surgieron al movimiento de salud
mental comunitaria. Entre ellas se menciona cómo en su principal revista en un período
de 7 años la palabra prevención solamente aparece en el título de 10 artículos (Cowen,
1973), la incapacidad del campo para definirse a sí mismo y delinear su alcance y
límites, así como la resistencia a identificar sus tareas primarias y las condiciones
limitantes del campo. Una de las razones de emergencia de la Psicología Comunitaria ha
sido la conciencia creciente de las limitaciones al enfocar los problemas humanos en
términos de las variables de orden individual exclusivamente (Reiff, 1968; Sarason,
1974).
El desarrollo de la conceptualización sobre el rol se fue haciendo cada vez más
explícito. Uno de los planteamientos más claros (Goodstein y Sandler, 1978)
encontrados hasta el momento es el siguiente: “Para llegar a clarificar el rol profesional
es necesario llegar a definir el objeto de trabajo, el contenido, el proceso o estilo de
intervención (que identifica el rol) y el tipo de conocimiento. El proceso o estilo de
intervención en la prestación de un servicio es mejor definido en términos de la teoría
de roles como el lugar del interventor en la ecología social (Sarbin, 1970). Así,
definiendo el papel recíproco entre el interventor y el objeto se constituye el núcleo del
proceso.
Los componentes específicos de este enfoque incluyen:
a) cómo el agente llega a identificar el objeto de cambio,
b) si el agente es pasivo, espera que el problema se manifieste o activo, que busca los
problemas que necesitan solución.
c) cuáles son los derechos y obligaciones recíprocas entre el agente y el objeto,
d) cómo se determinan las metas del cambio y
e) cómo y por quién es evaluado el logro de las metas.
Las experiencias inglesas e italianas, así como la crítica institucional francesa dieron
lugar a procesos generalizados de reformas psiquiátricas. En sus intenciones todas las
reformas psiquiátricas de los años 60 en Europa, se proponían llegar a superar
gradualmente la internación en los manicomios a través de la creación de servicios en la
comunidad, la dislocación de la intervención terapéutica de las personas en el contexto
social, la prevención, la rehabilitación, etc. Esta transformación de los cimientos
organizativos de los sistemas de salud mental, ha roto el predominio cultural del modelo
segregativo clásico de la psiquiatría, donde el manicomio constituía la única respuesta
del malestar psíquico, y en esta perspectiva se han multiplicado las estructuras extra-
hospitalarias, médicas y sociales, que deberían haber asistido a los pacientes dados de
alta de los hospitales psiquiátricos y constituir un filtro contra ulteriores
hospitalizaciones. (Rottelli y otros, 1986).
Sin embargo, la experiencia muestra que el internamiento psiquiátrico continúa
existiendo, combinada con una política de desistitucionalización entendida como
política de deshospitalización, que ha provocado el abandono de cuotas relevantes de la
población psiquiátrica y con ello también de transinstitucionalización (pasaje a casas de
reposo, hoteles para ancianos, cronicarios “no psiquiátricos”, etc y nuevas formas (más
sutiles) de internación. (Rottelli, 1986).
Actualmente, los servicios territoriales o de comunidad se han desarrollado junto al
hospital psiquiátrico y se han especializado según la lógica de “un servicio para cada
problema”. Es decir que cada problema es seleccionado y asumido en base al criterio de
pertinencia, de la coherencia, con los códigos de prestación del servicio.
Generalmente en Europa los servicios psiquiátricos han utilizado esta lógica para
diferenciarse en tres modelos principales: el modelo médico, representado
institucionalmente por el hospital general y que da como prestación principal el
suministro de fármacos; el modelo de la ayuda social, que privilegia las condiciones
materiales de la vida de la persona prestando asistencia social y el modelo de la escucha
terapéutica que privilegia la vivencia subjetiva y ofrece psicoterapias. Esta subdivisión
macroscópica se ha concretado en una total compartimentalización y falta de relaciones
entre los diversos tipos de servicios, y que han ido separándose los unos de los otros, y
se ha articulado en una ulterior especialización y fragmentación por tipo de prestación.
(Rottelli y cols.1986).
La reflexión que podemos hacer frente al fenómeno de cuestionamiento de la psiquiatría
como institución y del proceso de desinstitucionalización, desde el punto de vista del
interés por la construcción del rol del psicólogo comunitario, es que si bien aporta una
reflexión profunda sobre el sentido de la intervención y su relación con el desarrollo de
la comunidad y sus nuevas formas de convivencialidad, al basarse en un acto político de
negación de la realidad para transformarla, se realiza una acción transformadora
efectiva pero no perdurable, al inducirse procesos de desinstitucionalización y de
desprofesionalización, el rol del técnico o del profesional tiende a su disolución y no a
la construcción de una forma alternativa, sólida y congruente con la concepción de
comunidad buscada ni a la creación de unas instituciones que asuman en sus principios
estatutarios su papel de potenciadores de los procesos comunitarios. En la medida que
los procesos de desinstitucionalización psiquiátrica venían legitimados desde un
movimiento socio-político y una red internacional de profesionales que posibilitaban
institucionalizar una nueva concepción del papel del técnico y su correspondiente
práctica, se podía reconocer el avance del universo simbólico y las organizaciones
sociales que daban legitimidad al movimiento, sin embargo, con el retroceso de los
movimientos socio-políticos de izquierda los procesos de institucionalización
tradicionales, aunque modificados volvieron a consolidarse ya que dependen de un
sistema simbólico que apoya sus procesos de legitimación en organizaciones
profesionales y científicas que se suponen ajenas a los intereses de la política.
Sin embargo, es clara la influencia de estas corrientes para el desarrollo de la psicología
comunitaria en Europa. En el caso de Alemania, por ejemplo, es reconocida
explícitamente la influencia de las experiencias antipsiquiátricas inglesa e italiana, de
los enfoques de Foucault y Castel, así como del movimiento estudiantil alemán que
retomó los aportes de la teoría crítica (Horkheimer & Adorno, 1969), en los posteriores
desarrollos de la Psicología Comunitaria alemana, reconociendo igualmente la
influencia anglosajona y estadounidense (Keupp & Stark, 1992). En Italia se introdujo
el punto de vista de la Psicología Comunitaria por medio de la publicación de tres libros
sobre el tema (Francescato, 1977; Palomari y Zani, 1980, Cintessa y Sberna, 1981), en
1980 se creó la División de Psicología Comunitaria en la Asociación Italiana de
Psicología, La Sociedad Italiana de Psicología de la Comunidad y se ofrecieron los
primeros seminarios universitarios sobre el tema. También se crearon dos programas
universitarios a través de escuelas privadas (Francescato y Ghirelli, 1992). En España
existe una Asociación de Psicología Comunitaria a nivel estatal, se han iniciado dos
programas de maestría en Psicología Comunitaria en las Universidades de Barcelona y
Valencia, y existen importantes experiencias de acercamiento al abordaje comunitario
principalmente por parte de los Gabinetes Psicopedagógicos y algunos Equipos de Base
de Servicios Sociales donde el psicólogo juega un papel fundamental (Arango, 1995).
En el Reino Unido (UK) en 1988 se creó el primer curso de “Psicología clínica y
comunitaria” y en 1991 el Journal of Community and Applied Social Psychology, sin
embargo los desarrollos teóricos y prácticos están en sus comienzos (Oxford, 1991). En
mayo del presente año (1995) se realizó el I Congreso Europeo de Psicología
Comunitaria en Roma, donde se presentaron desarrollos de España, Portugal, Alemania,
Italia y Noruega.
PRIVATE 4. LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN AMÉRICA LATINA. XE
"1.2.4. LA PSICOLOGIA COMUNITARIA EN AMÉRICA LATINA." TC “1.2.4.
LA PSICOLOGIA COMUNITARIA EN AMÉRICA LATINA. “
En América Latina surge el movimiento comunitario una década antes que en los
Estados Unidos con la irrupción a mediados de los años cincuenta del “desarrollo
comunal” el cuál era una expresión de una forma de investigación de la sociedad que
involucraba interacciones destinadas a transformarla. Los investigadores sociales
buscaban responder al fenómeno del subdesarrollo y la dependencia caracterizado por el
surgimiento de barrios marginales cercando las grandes ciudades, la depauperización
del campo por efectos de la introducción de tecnologías foráneas y por lo tanto la
implantación de una estructura social de dependencia tecnológica y política de los
Estados Unidos. Las líneas de acción que se derivaron de este proceso se caracterizaron
por la elaboración de programas de desarrollo social y comunitario (Ander-Egg, 1980)
basados en la participación comunitaria. Algunos de estos trabajos eran promovidos por
el Estado. Por otra parte por estrategias de Investigación Acción Participativa (IAP) al
margen de los lineamentos oficiales y en algunas ocasiones veces enfrentadas a ellos.
Las investigaciones pioneras realizadas en Colombia por Orlando Fals-Borda (1959)
presentan ya la estructuración de una metodología basada en el pensamiento de Marx
(1971) y de Gramsci (1976), que si bien ha sido enriquecida con aportes técnicos, no ha
sido aún superada (Montero, 1983). El objetivo primordial de la Investigación Acción
Participativa es investigar la realidad para transformarla (Fals-Borda, 1979). Esta
metodología permite trabajar la realidad interdisciplinariamente y es legitimada por la
comunidad científica como un nuevo paradigma de investigación en ciencias sociales en
el Simposio Mundial de Cartagena (Colombia) realizado en 1977 (ver Crítica y Política
en Ciencias Sociales, 1978).
Por otro lado desde el campo de la Educación Popular se desarrollaron estrategias de
análisis crítico de la realidad y cuestionamiento de la dependencia, vinculados a
procesos de alfabetización y educación de adultos, destacándose los aportes
metodológicos en especial las técnicas de “problematización y la concientización”
desarrolladas por Paulo Freire (1974) en el Brasil.
De la misma forma, la religiosidad popular, que en América Latina se constituye en uno
de los núcleos más profundos de la identidad colectiva, ha jugado un papel estratégico
en los procesos de resistencia a todo tipo de dominación sociopolítica y ha realizado
contribuciones metodológicas y conceptuales al trabajo comunitario a través del
movimiento conocido como “Teología de la Liberación”. En ella se recogen los
principios básicos planteados por el Concilio Vaticano II celebrado entre 1962 y 1965,
donde la Iglesia Católica deja de definirse a sí misma en función de la autoridad
jerárquica para concebirse primordialmente como un pueblo, “el pueblo de Dios
(Concilio, 1965) y la superación de la dualidad entre lo sagrado y lo profano donde ya
no hay una historia sagrada, sino una sola historia en que la iglesia se compromete a
ayudar a construir una sociedad más justa y fraterna en el presente. De esta forma la
ubicación doctrinal de la Iglesia Católica cambia en sus dos ejes básicos de la
religiosidad, pasando de una concepción vertical y jerárquica a una visión más
horizontal y comunitaria, y de una concepción metahistórica a una visión más histórica
(Martín-Baró, 1987). Estos dos conceptos, horizontalidad e historicidad hacen hoy parte
de la Psicología Comunitaria Latinoamericana (Serrano-García y otros, 1983).
De esta forma, el movimiento comunitario que abarca campos como las ciencias
sociales, la educación y la religión, se constituye en un macrocontexto para el posterior
desarrollo de la Psicología Comunitaria como disciplina a partir de la década del 70, la
cual retoma de los vecinos del norte algunos de los ideales programáticos, dándoles
contenido a partir de las experiencias generalizadas de trabajo comunitario, en los
sectores de base de la población, con una metodología propia y apropiada a sus
condiciones sociales.
Mientras que en los Estados Unidos y en Europa los desarrollos del rol del psicólogo
comunitario se basaron principalmente en el cuestionamiento del modelo médico y
clínico en salud mental y la búsqueda de estrategias de ampliación de la cobertura en
servicios de salud mental o de desinstitucionalización psiquiátrica, en América Latina el
desarrollo del rol del psicólogo comunitario si bien estuvo influido por los nuevos
aportes ideológicos y teóricos de los países del primer mundo, su principal influencia ha
sido la forma específica de expresión del movimiento social y comunitario propio de
Latinoamérica.
De acuerdo con la revisión realizada por Serrano-García y Vargas-Molina (1992), en sus
períodos iniciales la Psicología Comunitaria se desarrolló principalmente en países de la
cuenca del Caribe como Colombia, Cuba, México, Panamá, Puerto Rico y República
Dominicana. Posteriormente se sumaron Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, El
Salvador y Perú (Banchs, 1990; Serrano-García y Álvarez, 1985). Este desarrollo
reciente se debe a la democratización de algunos países, la tendencia a un mayor
acercamiento entre contextos académicos y marginalizados y de escasos recursos, la
cooperación de sectores religiosos y la creación de programas de investigación y de
provisión se servicios (Granada, 1991; Krause, 1991; Maurer y Sawaia, 1991;
Saforcada, 1991; Serrano-García y López-Sánchez, 1991a).
El desarrollo de la disciplina y el rol se vio fortalecido a partir de la creación y
proliferación de las organizaciones profesionales de un país o una región, que
promueven la realización y divulgación de trabajos comunitarios. En estas ocupa un
lugar preponderante la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP), que cuenta
actualmente con una Comisión de Psicología Comunitaria que surgió en Perú en 1979 y
sólo estuvo activa por un par de años. Fue reactivada en 1990, incluyendo entre sus
actividades recientes la preparación de un directorio de 200 miembros de 18 países, la
publicación de un boletín bianual y la recopilación de trabajos de Psicología
Comunitaria presentados en congresos de la SIP. En los últimos años han proliferado las
organizaciones profesionales en lugares como Brasil, Chile, Colombia, México y
Venezuela (Arango, 1991; Banchs, 1990). Algunas de éstas han promovido la
realización de actividades de intercambio profesional a nivel nacional e internacional y
otras también han generado publicaciones (Banchs, 1990; Saforcada, 1991, Serrano-
García y Vargas-Molina, 1992).
Los intentos de desarrollo de la Psicología Comunitaria en América Latina están
guiados por metas similares que son indicadoras del rol profesional buscado. Estas
incluyen:
a) Facilitar el cambio social a través de la concientización y participación de todas
las personas involucradas. (Arango, 1992; Barba y Moch, 1990; Krause, 1991;
Montero, 1989, 1991; Serrano-García, López y Rivera-Medina,1987; Silva y
Undurraga,1990). El cambio social es referido como una mejoría en las condiciones
o la calidad de vida de las personas (Ferullo,sf; Tovar,1991), como un proceso de
autogestión que da paso a la autodeterminación, liberación o emancipación humana
(Arango,1992; Banchs,1990; Marín,1988; Maurer y Sawaia,1991; Sánchez,
Wiesenfeld y Cronick,1991; Serrano-García, López y Rivera-Medina,1987) o como
una forma de contrarrestar los factores internos generados por el subdesarrollo y la
dependencia (Maurer y Sawaia,1991). Las diferencias pueden deberse al marco
teórico del cual parte el/la autor/a, a su contexto social o a valores individuales.
Una vez discutidos colectivamente estos criterios se hicieron las siguientes propuestas
para su actualización:
1. Se debe reconocer el hecho de que la mayoría de los psicólogos que trabajan con
comunidades no se consideran psicólogos comunitarios; por esta razón es necesario
proponer la creación de la Asociación de Psicólogos Comunitarios como el espacio
fundamental para la formación de los mismos.
2. Se debe partir de la delimitación y reflexión sobre las prácticas de los psicólogos
que trabajan con comunidades y acceder al perfil del psicólogo comunitario.
Los factores que han contribuido al desarrollo del rol del psicólogo comunitario son:
1. El proceso de democratización de la sociedad y la vinculación de los profesionales a
los procesos de institucionalización de la democracia.
2. La formación especializada en Psicología Comunitaria de reciente aparición.
Los factores que han obstaculizado el desarrollo del rol del psicólogo comunitario son:
1. Falta de conocimiento por parte de las instituciones y de los profesionales del
concepto de Intervención comunitaria.
2. El modelo asistencialista del Estado de Bienestar.
3. La precaria democratización de la sociedad.
4. El carácter intermediario del psicólogo entre los políticos y la comunidad que crea un
dilema ético.
5. La ausencia de planificación estratégica en el Estado Español.
6. La ausencia de una adecuada formación del psicólogo comunitario para el desarrollo
de la disciplina y la investigación. En este punto se destaca la falta de formación para la
coordinación y manejo de procesos grupales y las dificultades para trabajar
interdisciplinariamente por falta de visibilidad de las disciplinas en general.
7. Las dificultades para la transmisión de experiencias de la primera generación de
psicólogos comunitarios que se formó en la construcción de la democracia, a la segunda
generación que se formó en la universidad y no tiene referentes basados en la realidad.
8. Las dificultades de identificación con un grupo de referencia y de organización
grupal.
9. La ausencia de relaciones de comunicación y colaboración mutua entre los docentes
universitarios y los profesionales.
A partir de estas hipótesis explicativas se diseñó un plan de acción que tiene en cuenta
cuatro ejes de desarrollo:
a) La comunicación entre los profesionales.
b) La formación y capacitación profesional.
c) La investigación centrada en la reconstrucción y transmisión de experiencias.
d) La difusión y promoción del rol profesional entre las instituciones y la sociedad.
Finalmente hay que añadir que esta estrategia de investigación hizo posible la
objetivación del modelo actual de intervención psicológica en la comunidad, los efectos
comunitarios de estas intervenciones, y la necesidad de nuevas estrategias de trabajo
que no atomicen el tejido social y las redes de apoyo de la comunidad. Se logró
construir un lenguaje común para los profesionales y se crearon nuevas condiciones que
hacen más probable el desarrollo de una psicología comunitaria propia y apropiada al
contexto social. Se destacó no solamente el lugar estratégico que ocupa el psicólogo en
la estructura social española, sino también el lugar estratégico que ocupa la universidad
como un posible centro de dinamización y fortalecimiento del trabajo del psicólogo.
En la tercera investigación encontrada, Navarro (1986) estudió el rol de 21 psicólogos
que trabajan en Equipos Base de Servicios Sociales de la Comunidad Valenciana
trabajando con el 95% de la población de dichos profesionales. Utilizando los conceptos
de la Teoría del Rol (Peiró, 1991), aplicó cuestionarios a los psicólogos y a los
miembros de los Equipos Base, obteniendo un estudio descriptivo que presenta entre sus
informaciones las siguientes: “Se trata de un colectivo con escasa experiencia laboral
anterior al actual empleo y cuya antigüedad en la misma es en términos generales
inferior a un año”.
Los bloques de actividad alrededor de los que se configura el rol desempeñado son en
orden de importancia:
1.- Actividades relacionadas con cada uno de los sectores de la población usuarios de
los servicios. dentro de este bloque, el área de dinamización y participación ciudadana
junto con las áreas de bienestar de la familia, menor marginado y juventud las que
ocupan mayor porcentaje del tiempo real de desempeño del rol, siendo las áreas de
reinserción social ex-reclusos, transeúntes y minorías étnicas las que ocupan un menor
porcentaje medio de su tiempo.
2.- Actividades internas vinculadas con el propio equipo. Dentro de este bloque el
proceso constituido por el análisis de la situación, planificación general, programación
concreta y evaluación junto con las tareas de coordinación interna es el conjunto de
tareas que lleva a cabo con más frecuencia.
3.- Actividades dedicadas a la relación con otras instituciones. Principalmente con los
Ayuntamientos, debido al carácter municipal de dichos Equipos, junto con la
Consellería de Sanidad, Trabajo y Seguridad Social y la Consellería de Educación con
quienes el psicólogo mantiene una mayor frecuencia de contactos laborales, siendo la
frecuencia de relación con el resto de Instituciones, en términos generales, escasas.
4.- Actividades de relación con otros profesionales. Los psicólogos mantienen una
mayor frecuencia de contacto con profesionales de la enseñanza y con profesionales de
la psicología y la pedagogía, siendo esta relación escasa con los profesionales de los
centros de Planificación Familiar y Ambulatorios de la Seguridad Social.
5.- Actividades de elaboración de la memoria y valoración del trabajo.
“Los psicólogos estiman que su desempeño de rol en los Equipos Base de Servicios
Sociales posee bajos niveles de conflicto de rol, en términos generales. Sin embargo los
mayores niveles de conflicto de rol son experimentados por estos a causa de no poder
llevar a cabo una tarea o alcanzar un objetivo al no disponer de medios y recursos
suficientes así como a causa de la sobrecarga de rol. Respecto a la ambigüedad de rol, el
desempeño de rol de los psicólogos está caracterizado por una escasa cantidad y
claridad de información sobre su rol. En este sentido los miembros del equipo perciben
el rol del psicólogo como escasamente conflictivo, pero altamente ambiguo, en
general”.
La dificultad que encontramos con esta investigación radica en el hecho de que si bien
mide la cantidad de horas dedicada a cada bloque de actividad, la manera como están
categorizadas las opciones de respuesta de los cuestionarios no permite reconocer el
enfoque (educativo, clínico o comunitario) de intervención, y mucho menos acceder a
información sobre las estrategias específicas de intervención en el enfoque comunitario.
Lo que sí queda claro es que los psicólogos de los Equipos Base de Servicios Sociales
reciben una demanda social, y tienen funciones asignadas para promover la
dinamización y la participación comunitaria de casi todos los sectores de la comunidad.
Por otra parte, el abordaje cuantitativo mide solamente lo que se ha previsto medir
desde las definiciones conceptuales y no permite reconocer nuevos elementos que
enriquezcan el análisis sobre el surgimiento y constitución de los nuevos roles.
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