Confesion de Un Asesino
Confesion de Un Asesino
Confesion de Un Asesino
La falsa felicidad:
En la obra “Confesión de un asesino” vemos la constante lucha de su personaje
Golubchik por alcanzar la felicidad. Cuando este narra su vida se aprecia como todos
sus actos tenían la misma finalidad, su búsqueda inconsciente de la felicidad. El
problema del personaje era la idea de lo que él pensaba que lo haría feliz.
Golubchik toda su vida estuvo frustrado por habérsele negado su verdadero apellido y
junto con él, los derechos que le correspondían. Toda su vida fue un intento por vivir
como una persona que no era, ya fuera siendo reconocido por su padre o por la
sociedad como un Krapotkin. Su constante preocupación por el futuro fue su primer
obstáculo para alcanzar la felicidad.
En el texto Sobre la brevedad de la vida de Seneca (55 d.C), se habla sobre esta
problemática humana;
“Cada cual precipita su vida, trabajando con el deseo de lo futuro y con el hastió de lo
presente. Pero aquel que aprovecha para si todo su tiempo, y el que ordena todos sus
días para que le sean de vida, ni desea ni teme el día venidero” (p. 98).
Para Seneca, debemos de vivir nuestra vida según lo que ya poseemos, que es el
presente. El vivir y actuar por deseo a cierto futuro es un anhelo por algo que no hemos
experimentado y que, por lo tanto, no sabemos si efectivamente nos hará felices. El
futuro que esperamos puede nunca llegar o no satisfacernos de la forma que
esperábamos, lo cual le sucede a Golubchik.
Otra opinión que expresa Seneca es la necesidad de la pobreza para poder llegar a la
felicidad. En su texto Epístolas morales a Lucilio (I), dice que
“La pobreza se contenta de satisfacer las necesidades urgentes” (63 d.C, p. 56).
por lo que la abundancia es vista como un estorbo para el correcto uso del
presente. Unos de los deseos de Golubchik de ser reconocido como un Krapotkin, era
la riqueza que venía ligada al apellido. Durante la obra se ve como veía el dinero y la
riqueza como una solución a sus problemas, pero al tener esto no se reflejaba en su
narración la satisfacción que esperaba.
Limitar nuestro lenguaje a definir qué es el bien resultaría imposible, pues nunca
podríamos contar con las palabras suficientes para definirlo. Ahora, el hecho de que no
poseemos las palabras adecuadas no significa que no podamos entenderlo, dicho de
ese modo, de qué forma podemos entender el “bien”:
“Sin embargo, un minuto más tarde me pareció evidente que la causa de mi maldad y
mi nocividad era él mismo, aquel muchacho, y que asesinarlo tendría que ser en
realidad una acción ética”. (Joseph Roth, 1936, p.154)
El autor pretende dar a conocer un asesinato como una acción ética, dando lugar a la
moralidad. Para entender este acontecimiento, es necesario empatizar con Golubchik.
Se puede decir que persigue un bien con ese asesinato, incluso podemos considerarlo
un bien mayor, pues aquel joven, era causa de sus martirios, ¿y a quién no le gustaría
dejar de ser víctima?, suena convincente ¿no?, tomemos en cuenta la moralidad de la
acción, Golubchik considera matar como algo malo, sin embargo considera que
asesinar lo llevaría a dejar esa vida llena de maldad y nocividad, a priori,
reconoceremos que en realidad el fin de Golubchik no está en asesinar o no a aquél
muchacho, sino más bien en aquello que estará después de realizar el acto. De ese
modo pareciera que sería correcto matar e incluso algunos estarían dispuestos a hacer
esto con el fin de alcanzar esa “paz, plenitud, etc.,” que busca nuestro personaje. No
obstante, veamos este mismo dilema desde otra perspectiva. Aristóteles considera las
características mencionadas anteriormente como la pauta para reconocer si el bien
puede ser considerado un fin. Así podemos desarrollar la situación de Golubchik
esperando reconocer si sus decisiones fueron acertadas o erradas. Y podríamos
asimilar, sí en realidad lo que busca Golubchik es un fin supremo o simplemente no
tiene idea de lo que es un bien en cuanto a la acción ética que refiere.
Puede pensarse bajo ciertos criterios que asesinar no está mal, pero bajo qué
circunstancias podríamos considerarlo como algo bueno.
Si asesinar puede variar con el tiempo; y de esto se deduce que, en algún futuro, matar
podría considerarse como obra de brutos o incluso como obras de sabios.
Debido a esto entonces ya no puede ser perfecto, simplemente porque ya tiene un
error en su idea. Si bien no podemos negar el hecho de que pueda ser autónomo y
descriptible, ya no cumple con los requisitos para ser considerado un bien al cual
puede estimarse como finalidad, al cual denominaremos bien supremo.
A pesar de ello, algo sumamente interesante es lo que prosigue una vez realizado el
asesinato, ese sentimiento de paz, plenitud, etc., es acertado en esta definición de bien
que queremos brindar. Señalando claro está que la palabra correcta en este caso para
describir ese sentimiento de tranquilidad, sea la de felicidad. De igual modo elevemos
este término a la crítica objetiva: aunque cumple con lo necesario para ser un bien
supremo, las acciones que nos llevaron a este se ven sujetas a esta felicidad.
Debemos considerar no sólo el bien como tal, también hay que considerar las
situaciones que nos llevaron a esto. No porque el resultado de la acción haya traído
placer, en este caso la tranquilidad, significa que se haya alcanzado o se este
acercando a la felicidad.
“Por otra parte, como el bien tiene razón de fin, y el mal, de lo contrario, síguese
que todo aquello a lo que el hombre tiene natural inclinación, la razón
naturalmente lo aprehende como bueno y, por ende, como algo que debe ser
procurado, mientras que su contrario lo aprehende como mal y como vitando”
(Tomas de Aquino, 2014, p.126).
Podemos interpretar que al comprender sus palabras entonces, deducimos que si los
hombres se ven inclinados al bien esta inclinación es natural. De ahí que ésta sea
relacionada a las sustancias y de esto podemos asimilar que toda sustancia por
naturaleza trata de conservar su propio ser. Es por ello por lo que, sin necesidad de
leyes humanas o divinas, nos percatamos de que existe una ley general en todo esto,
algo que es lo bastante obvio como para pasarla por alto. Esta ley es nombrada como
“Ley Natural”. De la cual se sugiere que sí una sustancia tratará de persistir, entonces
no podemos hacer algo en contra de esta por será malo. En el caso de Golubchik
sabemos que un hombre quiere vivir para preservarse, tratar de hacer algo en contra
de esto (un asesinato) sería sin duda alguna un acto moralmente malo.
Sin embargo, por la misma naturaleza del comportamiento humano, esta ley puede ser
transgredida. Al ser la Ley natural, una ley abstracta, al pasarla a los casos concretos
su ejercicio se vuelve más complicado, por lo que surgen situaciones en las cuales se
vuelve confuso como aplica esta ley.
Para evitar la arbitrariedad en los casos particulares, en los que la Ley natural no brinda
una respuesta cierta, debe de aplicar la Ley del hombre. Esta ley es aquella creada por
el hombre, para el beneficio y orden de la sociedad. Sin ella las personas podrían caer
en la incertidumbre sobre cómo actuar y que está o no permitido en ciertas
circunstancias, llegando a actuar con la idea de que por su situación su conducta está
justificada. Hay un claro en la obra, al expresar el personaje principal,
“Tenía, pues, el privilegio en cierto modo oficial de ser malo. Pero los otros que hacían
el mal junto conmigo no tenían dicho privilegio en modo alguno” (Joseph Roth, 1936, p.
107).
Las personas podemos creer que estamos por encima de la Ley natural ante
especificas situaciones que nos enfrentamos, pero solo la Ley del hombre, nos puede
indicar que circunstancias nos permiten vulnerar estas leyes. De lo contrario quedaría
al juicio y voluntad de cada persona y no se podrían castigar las conductas
reprochables.
La ley de los hombres resuelve los problemas de la falta de claridad de la ley natural y
la aplicación de esta en casos excepcionales. Sin embargo, la Ley de los hombres solo
puede ser considerada justa si tiene como base la Ley natural. Como afirma Kant en su
texto Lecciones de Ética,
“La ley positiva no puede contener nada que sea contrario a la ley natural, pues ésta es
la condición de todas las leyes positivas.” (1930, p. 118)
De lo contrario, se estarían aplicando voluntades de los humanos y no criterios
objetivos y justos ante la conducta de las personas.