ANÉCDOTAS DE SANTOS + Por Dora María Montoya

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ANÉCDOTAS

DE SANTOS
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5 santos que eran notoriamente pecadores

“Quien de veras ama a Dios no puede amar


vanidades, comodidades, deleites, honras o envidias. No
pretende otra cosa que contentar al Maestro. Daría la
vida para que fuera más conocido y seguido por otras
personas” [Santa Teresa de Jesús]

¡Todavía hay esperanza para nosotros!


Como bien se sabe, los santos no son perfectos, cometen errores durante su vida,
y a menudo llevaron vidas públicas de depravación antes de que sus corazones
se convirtiesen. Buena noticia, porque nos da esperanzas de que, incluso los
más fríos corazones distantes de Dios, pueden volverse hacia Él en cualquier
momento y recibir una nueva vida. Los santos siempre parecen demasiado
santos como para que los imitemos, pero en realidad se parecen más a
cualquiera de nosotros de lo que creemos. Luchan por superar adicciones, caen
en los mismos pecados [y otros más graves] y siguen malos hábitos que hoy
mismo pesan tanto a muchas personas.
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Así que… ¡alegrémonos! Estos hombres y estas mujeres santos y santas, que
no siempre fueron así, pudieron superar, por la gracia de Dios, los más grandes
obstáculos de su vida, para convertirse en deslumbrantes ejemplos de virtud.
Hay santos con mal comportamiento, criminales, bandidos, fulanas y fulanos, estafadores, ladrones,
violentos, adoradores del diablo, que un día dieron la espalda a esa vida y se volvieron hacia Dios.

Nadie disfruta pagando impuestos, y en el antiguo Israel no era diferente. Durante el primer siglo,
los romanos sub-contrataban a individuos particulares para la tarea de recaudar los impuestos; éstos
aprovechaban la oportunidad para extorsionar a las personas y sacar todo el dinero que pudieran;
todos los odiaban y su codicia era bien conocida.
Por eso, cuando Jesús pidió a Mateo que lo siguiera, muchos se quedaron pasmados y escandalizados.
¿Cómo podía un hombre como Jesús compartir su comida con recaudadores de impuestos y
pecadores? Mateo era un hombre nuevo, seguía de cerca a Jesús y escribió lo que ahora conocemos
como Evangelio de San Mateo.
Su nombre significa “regalo de Dios”. También se llamaba Leví y era hijo de Alfeo. Recolectaba
impuestos para una nación extranjera, por lo que era muy odiado por los judíos. En su época, los
publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Quizás a Mateo le atraía la idea
de hacerse rico fácil y rápidamente… pero una vez que se encontró con Jesucristo, ya dejó para
siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino
de Dios, a seguir al Maestro Jesús y a cuidar el Evangelio.
Como ejercía su oficio en Cafarnaúm, y en esa ciudad Jesús pasaba muchos días obrando milagros
maravillosos, ya seguramente Mateo lo había escuchado varias veces, y le había impresionado Su
modo de ser y de hablar, como Maestro formidable. Un día, estando Mateo en su oficina de cobranzas,
tal vez pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que
al Divino Maestro, el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: “Ven y sígueme”.
Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús, y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con
Él, ya no a ganar dinero, sino almas para Dios. Ya no a conseguir altos empleos en la tierra, sino un
puesto de primera clase en el Cielo. San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una
lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que
han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier lugar pueden
dedicarse a servir a Cristo, y Él los acepta con gusto.
Mateo dispuso despedirse de su vida de empleado público, dando un gran almuerzo a todos sus
amigos. El invitado de honor era nada menos que Jesús, y con Él, sus apóstoles. Como allí se reunió
la flor y nata de los pecadores y publicanos, los fariseos se escandalizaron terriblemente y llamaron a
varios apóstoles para protestarles por semejante actuación del Maestro.

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“¿Cómo es que vuestro maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?”.
Jesús respondió a estas protestas de los fariseos con una noticia que a todos nos debe llenar de alegría:
“No necesitan un médico los que están sanos, sino los que están
enfermos. Yo no he venido a buscar santos, sino pecadores. Y a
salvar lo que estaba perdido”.
[Probablemente, mientras decía estas bellísimas palabras, Jesús estaba pensando en
varios de nosotros…]

Desde entonces, Mateo va siempre al lado de Jesús. Presencia sus milagros, oye sus sabios sermones,
le colabora predicando la Palabra de Dios, catequiza por los pueblos, organiza multitudes que siguen
ansiosas al gran hombre de Nazaret. Jesús lo nombra como uno de sus 12 preferidos, a los cuales
llamó apóstoles [enviados, embajadores]. Y en Pentecostés, recibe el Espíritu Santo en forma
de lenguas de fuego, con los otros.
Los judíos le dieron 39 azotes por predicar que Jesús sí había resucitado [lo mismo hicieron los judíos
con los otros apóstoles]. Cuando estalló la terrible persecución contra los cristianos en Jerusalén,
Mateo se fue al extranjero a evangelizar y dice la historia que predicó en Etiopía, y que allí murió
martirizado.
En todo el mundo, San Mateo es conocido -y lo será por siempre- a causa del maravilloso Evangelio
según San Mateo. Este corto escrito, de 28 capítulos y 50 páginas, ha sido la delicia de
predicadores y catequistas durante 20 siglos, en todos los continentes. En su Evangelio [palabra que
significa “buenas noticias”] copia sermones muy famosos de Jesús, como por ejemplo “El Sermón de
la Montaña” -conocido como el Sermón de las Bienaventuranzas-, el sermón más bello jamás
pronunciado en esta tierra; “El Sermón de las Parábolas” y el que les dijo a Sus apóstoles cuando los
iba a enviar a su primera predicación. San Mateo narra, además, milagros maravillosos y describe de
manera impresionante la Pasión y Muerte de Jesús. Termina contando su gloriosa Resurrección.
El fin del Evangelio de San Mateo es probar que Jesucristo es el Mesías o Salvador anunciado por los
profetas y por el Antiguo Testamento. Fue un Evangelio escrito especialmente para los judíos que se
convertían al cristianismo, por eso fue redactado en arameo -su idioma-. Quizás no exista en el
mundo otro libro que haya convertido a más pecadores y que haya entusiasmado a más personas por
Jesucristo y su doctrina, que el Evangelio según San Mateo.
A cada uno de los cuatro evangelistas, se les representa por medio de uno de los cuatro seres vivientes
que, según el profeta, acompañan al Hijo del hombre:
• El león: el valor.
• El toro: la fuerza.
• El águila: los altos vuelos.
• El hombre: la inteligencia.
A San Marcos se le representa como el león, a San Lucas como el toro, a San Juan por medio del
águila y a San Mateo lo pintan teniendo al lado a un ángel en forma de hombre: porque su Evangelio
comienza haciendo la lista de los antepasados de Jesús como hombre y narrando la aparición de un
ángel a San José.

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“Los que se han dedicado al lujo y a los placeres son espectadores, no combatientes;
su reposo será en el infierno” [San Ambrosio]
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“El buen ladrón que, fiel a su pasado, se robó el Cielo”.

Poco se conoce del “Buen Ladrón” que fue crucificado junto a Jesús, pero sí sabemos que el crimen
de Dimas se pagaba con la cruz. Según eruditos de la Biblia, “dos de los [tipos de criminales
condenados con crucifixión] más comunes eran los criminales de bajos fondos y enemigos del
Estado…”.
Entre estos criminales de los bajos fondos se incluirían, por ejemplo, esclavos que huyeron de sus
maestros y que cometieron un crimen. Si era apresado, el esclavo podía ser crucificado.
Existían dos razones por las que eran sujetos a una muerte tan retorcida, lenta y humillante. Con la
crucifixión recibían el castigo “definitivo” por su crimen, y posiblemente lo más importante: servían
como espectáculo para advertir a los otros esclavos que estuvieran pensando en escapar o cometer
algún crimen, de lo que lo podría pasarles a ellos también.
En el último momento, Dimas comprendió la gravedad de sus crímenes y defendió desde la cruz a
Jesús por la burla del “mal ladrón”:
“¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo?
Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos
pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre
no hizo nada malo” (Lucas 23:40-41).
Jesús reconoció la sinceridad de su arrepentimiento y proclamó:
“Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Después de una vida de pecado, Dimas mereció el perdón poco antes de su muerte. Quien lo canonizó
fue el mismo Jesús cuando le aseguró el paraíso, canonización no repetida en la historia de la
santidad.
“Y con Él crucificaron dos ladrones, uno a la derecha y otro a la
izquierda de Él. Y fue cumplida la Escritura que dice: Y fue contado
entre los inicuos´.
“Uno de los malhechores le insultaba diciendo: ¿No eres Tú el
Mesías? Sálvate a Ti mismo y a nosotros.
“Mas el otro, respondiendo, le reconvenía diciendo: ¿Ni siquiera
temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad,
lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que
hicimos; mas Éste nada ha hecho; y decía a Jesús: Acuérdate de mí
cuando estés en Tu Reino.

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“Díjole: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso”
(Marcos 17,27s y Lucas 23,39-43).
Nada más se sabe de San Dimas, con certeza histórica, pues son unas actas -aunque muy antiguas y
apócrifas- las que iniciaron la leyenda sobre este hombre del que todos hemos oído.
Según nos narra la Sagrada Biblia, la Sagrada Familia se vio obligada a huir a Egipto debido al peligro
que corría la vida de Jesús, por la persecución de los niños menores de dos años que Herodes el
Grande había decretado, pues quería eliminar a cualquiera que pudiera amenazar su poder. En cierta
ocasión -y aquí empieza la narración apócrifa- los soldados del rey estaban sobre la pista de
la Familia Santa; cuando les andaban muy cerca, José, María y el Niño Jesús encontraron una casa
en la que fácilmente se podían esconder si les dejaban entrar. Era la casa que habitaba Dimas con los
suyos. José le pidió que los escondiesen, pues los soldados del rey con sus caballos -mucho más
veloces que el sencillo borrico que montaban- ya casi les daba alcance. Pero los habitantes de aquella
casa se negaron a esconderlos. En ese momento, salió el joven Dimas, que seguramente por su
carácter y determinación, gozaba de gran autoridad entre sus camaradas; y fue así que dispuso que
se quedasen en su casa, y les escondió en un lugar tan oculto que la policía romana no logró
descubrirlos ni pudo detenerlos. José, agradecido, le prometió a Dimas que su acto no quedaría sin
recompensa, pues Dios lo tendría en cuenta.
De este modo terminan su narración las actas apócrifas. Explicación suficiente, sin embargo, para
observar en ella una diferencia total entre las leyendas atribuidas a Jesús y la sobriedad evangélica,
aun en los momentos más sublimes en que, para confirmar Su doctrina, Jesucristo obra algunos de
sus milagros. Así, la conversión de Dimas -ladrón, malhechor, que seguramente en toda su vida no
había visto una sola vez a Jesús, aunque hubiese oído hablar de Él como de alguien grande y
poderoso- se presenta en la cruz: allí creyó en la Divinidad de Cristo [¿Ni siquiera temes tú a
Dios estando en el mismo suplicio?].
Un autor moderno atribuye la conversión radical de Dimas a la mirada de Jesucristo en la Santa Cruz,
la mirada clara de Cristo, en su cara abofeteada, escupida, demacrada, en aquella mirada que había
obrado tantos prodigios y que convertía de inmediato al que se adentraba en ella con corazón limpio,
en seguidor y discípulo. Y el corazón de Dimas debía ser limpio, a pesar de todos sus delitos. Inclinado
al robo, quizás por circunstancias externas -tal vez de tipo social- había sabido conservar, sin
embargo, cierto cariño a los que le rodeaban, una delicadeza especial y un respeto sincero a los otros.
Y Dios mismo, por la Sangre de Su Hijo que estaba a punto de derramarse, le premiaba lo bueno que
había hecho y le perdonaba lo malo. Y en Su Amor insondable -Dios es Amor- le había concedido las
gracias suficientes y necesarias para aquel acto profundo de fe. Y a continuación, el gran acto de
sometimiento a la Voluntad de Dios y a la justicia de los hombres: “Nosotros, la verdad, lo
estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos”.
Y después, en aquellos momentos solemnes, alrededor de los cuales gira toda la Historia, quiera el
hombre reconocerlo o no, la petición confiada, anhelante, a su Dios, que, por Él, con Él y también por
nosotros moría en una Cruz: “Acuérdate de mí cuando estés en Tu Reino”. Y de labios del
mismo Cristo, oye Dimas las palabras santificadoras: “En verdad te digo, que hoy estarás
conmigo en el Paraíso”.
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“Si el hombre no hubiera pecado, el Verbo no se habría encarnado”


[Santo Tomás de Aquino]
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Aunque fue educado por una madre cristiana y fervorosa, San Agustín seguía la práctica de muchos
estudiantes de su tiempo y llevaba una vida de maniqueísmo pagano [maniqueísmo: valorar las
cosas como buenas o malas, sin términos medios]. Durante este periodo, tenía una relación
con una concubina con la que tenía un hijo; estuvieron juntos muchos años, pero nunca se casaron; con
el tiempo, ella terminó la relación.
El mejor ejemplo que nos da Agustín de la crudeza de su vida de pecado, es el famoso episodio del “robo
de las peras”; narra esta escena en su obra “Confesiones”:
“Quise robar y robé. No lo hice obligado por la necesidad, sino por
carecer de espíritu de justicia y por un exceso de maldad. Porque robé
precisamente aquello que yo tenía en abundancia y aún de mejor
calidad. Ni siquiera pretendía disfrutar de lo robado, sino del robo en
sí mismo, del pecado de robo”.
Después de experimentar una conversión en su corazón, Agustín se bautizó, se hizo sacerdote, luego
obispo y, tras su muerte, Doctor de la Iglesia.
Una de las autobiografías más famosas del mundo es “Confesiones” de San Agustín, ella comienza de
esta manera: “Grande eres Tú, Oh Señor, digno de alabanza… Tú nos has creado para Ti,
Oh Señor, y nuestros corazones estarán errantes hasta que descansen en Ti”
(Confesiones, Capítulo 1). Durante mil años antes de la publicación de “La Imitación de
Cristo”, la autobiografía de San Agustín fue el manual más común de la vida espiritual. Dicho libro ha
tenido más lectores que cualquiera de las otras obras de San Agustín. Él mismo escribió sus
“Confesiones” diez años después de su conversión y luego de ser sacerdote durante ocho años.
En el libro, San Agustín se confiesa con Dios, dirigido al Señor. Le admite a Dios:
“Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te
amé” (Confesiones Capítulo 10).
Muchos aprenden a través de su autobiografía a acercar sus corazones al corazón de Dios, el único lugar
en donde encontrar la verdadera felicidad.
Patricio, su padre, fue pagano hasta poco antes de su muerte, lo cual fue una respuesta a las fervientes
oraciones de su esposa, Santa Mónica, por su conversión. Ella también oró mucho por la conversión de
su entonces caprichoso hijo Agustín, quien había dejado la escuela cuando tenía 16 años y, mientras se
encontraba en esta situación, se sumergió en ideas paganas, en el teatro, en su propio orgullo y en varios
pecados de impureza.

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A los 17 años inició una relación con la joven con quien vivió fuera del matrimonio durante
aproximadamente 14 años. Aunque no estaban casados, se guardaban mutua fidelidad. Su hijo,
Adeodatus, falleció cuando estaba por cumplir 20 años. San Agustín enseñaba gramática y retórica
entonces, y era muy admirado y exitoso. Desde los 19 hasta los 28 años, para el profundo pesar de su
madre, San Agustín perteneció a la secta herética de los Maniqueos. Entre otras cosas, ellos creían en
un Dios del bien y en un Dios del mal, y que sólo el espíritu del hombre era bueno, no el cuerpo, ni nada
proveniente del mundo material.
A través de la poderosa intercesión de su madre, Santa Mónica, la gracia triunfó en su vida. Agustín
comenzó a asistir y ser profundamente impactado por los sermones de San Ambrosio en el
Cristianismo. Así mismo, leyó la historia de la conversión de un gran orador pagano, además de leer las
epístolas de San Pablo, lo cual tuvo un gran efecto en él para orientar su corazón hacia la verdad de la
fe Católica. Durante un largo tiempo, deseó ser puro, pero él mismo le manifestó a Dios: “Hazme
puro… pero aún no” (Confesiones, Capítulo 8).
Un día, cuando estaba en el jardín, orando a Dios para que lo ayudara con la pureza, escuchó la voz de
un niño cantándole: “Toma y lee… toma y lee” (Confesiones, Capítulo 8). Con ello, Agustín se
sintió inspirado a abrir su Biblia al azar: leyó lo primero que llegó a su vista, las palabras de la carta de
San Pablo a los Romanos, capítulo 13:13-14… “nada de comilonas y borracheras; nada de
lujurias y desenfrenos… revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de
la carne para satisfacer sus concupiscencias”. Este acontecimiento marcó profundamente su
vida, a partir de ese momento en adelante él estuvo firme en su resolución y pudo permanecer casto
por el resto de su vida. Esto sucedió en el año 386.
Al año siguiente, fue bautizado en la fe Católica. Poco después de su bautismo, su madre cayó muy
enferma y falleció poco después de cumplir 56 años, cuando San Agustín tenía 33. Ella le manifestó a
su hijo que no se preocupara acerca del lugar donde sería enterrada, sino que sólo la recordara siempre
que acudiera al altar de Dios. Estas fueron unas palabras preciosas evocadas desde el corazón de una
madre que tenía una profunda fe y convicción.
Luego de la muerte de su madre, San Agustín regresó al África; él no deseaba otra cosa sino llevar la
vida de un monje, vivir un estilo de vida silencioso y monástico, asceta y retirado del mundo; sin
embargo, el Señor tenía otros planes para él… Un día, San Agustín fue a la ciudad de Hipona en África,
y asistió a la Santa Misa; el obispo Valerio, quien lo vio y tuvo conocimiento de su reputación de
santidad, habló fervientemente sobre la necesidad de un sacerdote que lo asistiera. La congregación
comenzó de esa manera a clamar por la ordenación de San Agustín. Sus plegarias pronto fueron
escuchadas; a pesar de las lágrimas de San Agustín, de su resistencia y de sus ruegos en oposición a
dicho pedido, él vio en todo esto la Voluntad de Dios; luego dio lugar a su ordenación, cinco años
después fue nombrado Obispo y durante 34 años dirigió esta diócesis.
San Agustín brindó generosamente su tiempo y su talento para las necesidades espirituales y
temporales de su rebaño, muchos de los cuales eran personas sencillas e ignorantes para la sociedad.
Él mismo escribió constantemente para refutar las enseñanzas de ese entonces, acudió a varios consejos
de obispos en África y viajó mucho a fin de predicar el Evangelio. Pronto surgió como una figura
destacada del Cristianismo. Su amor hacia la verdad a menudo lo llevó a controversias con diversas
herejías: por ejemplo, las de los Maniqueos, a cuya secta perteneció; la de los Cismáticos Donatistas,
que se habían apartado de la Iglesia; y durante los 20 años restantes de su vida, contra los Pelagianos,
que exageraban la función del libre albedrío para hacer caso omiso a la función de la gracia en la
salvación de la humanidad. San Agustín escribió mucho acerca de la gracia en nuestra salvación. Obtuvo
el título de Doctor de la Iglesia especialmente debido a sus intervenciones con los Pelagianos,
escribiendo específicamente acerca del pecado original y sus efectos, del bautismo y la predestinación.
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Pelagia era una actriz famosa y un tanto libertina del siglo V. San Juan Crisóstomo dijo de ella:
“No había nada más vil que ella cuando estaba en el escenario”.
Craughwell también describe la naturaleza de sus pecados:
“Los hombres que tomaba como amantes quedaban embriagados de
ella”.
Muchos padres abandonaron a sus hijos por Pelagia, hombres adinerados que despilfarraron sus bienes
por ella, incluso llegó a seducir al hermano de la Emperatriz. En su intento de describir el poder de
Pelagia sobre los hombres, San Juan Crisóstomo barajó la posibilidad de que los drogara y llegó a
especular que tal vez usó brujería.
No se sabe mucho sobre su conversión, excepto que posiblemente escuchó una homilía por boca de un
obispo sobre la misericordia de Dios e inmediatamente después le pidió ser instruida en la fe y
luego bautizada. Se cree que luego se hizo monja y pasó el resto de sus días en claustro, rezando.
La antigüedad cristiana se alimentó con el encanto de su historia y la de Santa Tais, que de algún modo
llevaron al corazón cristiano la añoranza de la inocencia perdida y animan a la vuelta a Dios. Es un
consuelo encontrar en la tierra los rastros de quienes, habiendo sido presas del desarreglo y el desorden
de costumbres y valores, de la mala vida que por algún tiempo juzgaron como buena vida, de la lejanía
de Dios, resultaron personas salvas. Son una gran luz en la oscuridad, que alienta la esperanza de los
que somos pecadores. Pelagia, por su parte, es presentada por la historia como una de las más insignes
pecadoras del mundo cristiano. Antioquía era el escenario de sus danzas sensuales y altaneras. A
Pelagia la llamaban “Margarita”, que es la traducción de “Gema”, quizás porque en ocasiones lo único
que cubría las carnes de la hermosa mujer eran los collares de perlas.
En el marco de la Providencia, tuvo la suerte de toparse -en el año 453- con Nono, anacoreta de Tabenas,
sacado de allí para hacerlo obispo de Edesa y trasladado a Heliópolis de Siria, que por el momento
participaba en un concilio provincial. Bastó oírlo para que Dios la moviera a sincera conversión, pidiera
el bautismo y cambiara sus danzas, máscaras y abalorios por la penitencia. Murió penitente en
Jerusalén, en el Monte de los Olivos, en el año 468, disimulando su condición de mujer, habiéndose
hecho llamar Pelagio.
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Tais fue anterior a Pelagia en el tiempo y en los oficios. Se educó como cristiana, pero la vida, sus
encantos, el acoso de los hombres finos, el hambre de placer y el atractivo de las riquezas estropearon
tanto la acción de la gracia, que pareció no conocerla. Vivió entre el lujo y la prostitución de Alejandría.
La narración refiere que Pafnucio, el del desierto de Tebaida, la recordaba de años atrás y sentía dolor
por la perdición y el escándalo de tan dulce cristiana. Sus penitencias dieron resultado, provocó un
encuentro con ella y él fue el instrumento de Dios para el cambio de Tais. Deshecha en lágrimas, implora
el perdón del maestro, le ruega su oración impetrante, recurre a la misericordia de Dios y pide que se
le imponga penitencia.
Muere penitente, reconciliada, por el año 348. Se le honra en las Menologías griegas. Es Patrona de
Alejandría y se le representa con ricas y coloreadas sedas, con un espejo como símbolo de la coquetería
y una gargantilla de perlas que representan sus riquezas mal adquiridas.
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Siendo aún joven, María huyó de su hogar para escapar de los malos tratos de sus padres y pasó 17 años
como prostituta en la glamurosa ciudad de Alejandría, durante el siglo IV. Pero no cobraba por sus
servicios, porque disfrutaba del reto de seducir a hombres jóvenes; le fascinaban las aventuras sexuales
y se dejaba llevar por sus pasiones. Más tarde, confesaría a una amiga que registró la historia: “No hay
depravación nombrable o innombrable de la que yo no sea maestra”.
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Buscando nuevas experiencias, se sumó a un grupo de peregrinos camino a Jerusalén, se embarcó con
ellos a la mar y sedujo a todos en el barco antes de llegar a su destino. Sin embargo, tras un tiempo en
la Ciudad Santa, María se arrepintió de sus pecados y se reconcilió con la Iglesia.
Pasó el resto de su vida como ermitaña en el desierto y había de luchar continuamente contra la
tentación de volver a su vida depravada, hasta que Dios le concedió paz a su alma.
Una hermosa tradición muy antigua cuenta que, en el siglo V, un santo sacerdote llamado Zózimo,
después de haber pasado muchos años de monje en un Convento de Palestina, dispuso irse a terminar
sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Un día vio por allí una figura humana, que más
parecía un esqueleto andante; se le acercó y le preguntó si era un monje, a lo que ella respondió: “Yo
soy una mujer, he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados”. Según la
tradición, aquella mujer le narró su historia:
Su nombre era María, era de Egipto. Desde los 12 años huyó de casa por los malos
tratos que le propiciaban sus padres y entonces, llevada por sus pasiones sensuales
y su exagerado amor a la libertad, empezó a vivir como una libertina; cometió toda
clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas.
Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de
Jerusalén, pero no iba a rezar, sino a divertirse y a pasear. Cuando llegó al Santo
Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí, en la
puerta del Templo, que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado;
esto le sucedió tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al Santo Templo.
De pronto, una voz le dijo: “Tú no eres digna de entrar en este sitio
sagrado, porque vives esclavizada al pecado”. Ella se puso a llorar
desaforadamente, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una
imagen de la Santísima Virgen María que parecía mirarla con gran cariño, ternura
y compasión. Entonces María se arrodilló llorando y le dijo: “Madre, si me es
permitido entrar al Templo Santo, yo te prometo que dejaré esta vida
de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia”.
Y le pareció que la Santísima Virgen le aceptaba su propuesta. Trató de entrar
nuevamente al Templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió
por horas el perdón de sus pecados. Estando en oración, una voz le dijo: “En el
desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz”.

María de Egipto se fue al desierto, donde estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia.
Se alimentaba de dátiles, raíces, langostas y a veces bebía agua del río. En verano, el terrible calor la
hacía sufrir muchísimo en medio de la cueva que habitaba, y la sed la atormentaba. En invierno, el frío
era su martirio. Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a
dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Santísima Virgen María le daba
fortaleza para resistir las tentaciones.

Durante su vida eremítica, Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba
dedicada a la oración y a la meditación. Le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta
historia mientras ella viviera y le pidió, además, que le trajera la Sagrada Comunión.

Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía. Quedaron de encontrarse el Día de
Pascua, pero cuando el santo volvió, la encontró muerta sobre la arena, con esta inscripción en un
pergamino:

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“Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo, día de la
Muerte del Señor, contenta de haber recibido Su Santo Cuerpo en la
Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra
este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse”.

El Monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras
abrió una sepultura en la arena, y se fue. Zózimo narró a otros monjes la emocionante historia, al volver
de allí, y pronto, junto a aquella tumba, empezaron a obrarse milagros y prodigios, y la fama de la santa
penitente se extendió por muchos países.

San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita la historia
de María de Egipto en sus libros, como ejemplo de lo que obra en un alma pecadora la intercesión de la
Santísima Virgen María, Madre del Salvador, la cual se digna también interceder por cada pecador que
quiera abandonar su vida de maldad y empezar una vida de santidad.

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“Basta amar al Santo de los Santos, para llegar a ser santos” [Santa Margarita María Alacoque]
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Grandes pecadores, grandes santos


El amor de Dios es infinitamente grande: esto es lo que afirmarían más
vigorosamente los grandes pecadores, los grandes perdonados. Si
desconfiamos, nos equivocamos, como se equivocó Judas. Si confiamos,
acertamos, como acertaron todos los pecadores convertidos -ese innumerable
ejército-. Libertad, constancia, empuje, astucia, todo forma una amalgama entre
la voluntad Divina y la voluntad humana.

San Pablo, de perseguidor a perseguido

En el año 35 después de Cristo, Pablo [Saulo] de Tarso aparece como un recto


joven fariseo, fanáticamente dispuesto contra los cristianos. Yendo hacia
Damasco, para continuar su persecución contra los cristianos, Jesucristo se le
apareció y tirándolo por tierra, le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?”. Pablo fue capaz de entregarle todo su ser hasta poder afirmar:
“Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.

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San Francisco de Asís, de la opulencia a desposarse
con la pobreza

En su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones


caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de una posición social
privilegiada, tenía dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente con
ostentación. Se convirtió. Renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a
Dios después de repartir todo lo suyo a los más necesitados. Murió pobre y
dichoso. Como solía decir: “Es feliz quien nada retiene para sí”.

Santa Margarita de Cortona, de concubina a monja


mística

Huérfana de madre a los 7 años, buscó el cariño perdido fuera del hogar y fijó su
atención en un noble terrateniente. Aceptó vivir con él sin contraer matrimonio.
Empezó una vida lujosa, hasta que su amante murió asesinado. Después de 3
años de vida penitencial, Margarita fue admitida como Terciaria Franciscana.
Decía: “El camino de la salvación es fácil: basta amar”.

12
San Camilo de Lelis, de ludópata a
servidor de los enfermos

Hizo carrera militar hasta que enfermó. Adquirió el vicio del juego -llamado
ludopatía- y perdió todos los ahorros de su vida quedando en la miseria.
Ingresado en el hospital de Santiago de Nápoles, se dedicó a atender a los demás
enfermos. En 1575 se dio cuenta de que Roma necesitaba hospitales, así que
fundó una comunidad de religiosos que se dedicaran completamente a los
hospitales. Tenía claro que “nadie puede ser recibido en el Paraíso sin la
recomendación de los enfermos y los pobres”.

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“No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro”


-Papa Francisco-

Los santos son seres humanos


San Juan Pablo II, San Maximiliano Kolbe, el Padre Pío y miles de santos más,
han tenido momentos tan humanos como los de nosotros; fueron totalmente
frágiles, lloraron, pidieron perdón, se enojaron, ofendieron y lucharon. Su
intercesión es poderosa y son un gran modelo para nosotros, porque ellos saben
muy bien qué significa ser humanos, pecadores, acechados por la tentación y la
perversidad del demonio. También conocen la belleza de las batallas ganadas,
han percibido el rocío de la gracia derramarse sobre sus vidas después de
conquistar sus miedos y debilidades, y supieron poner de su propia cosecha para
cooperar con el auxilio constante de Dios.
Se han maravillado de Dios una y mil veces, precisamente porque son humanos,
porque han visto que el amor del Señor excede siempre nuestras expectativas y
hace con nosotros cosas que jamás hubiésemos esperado.
Idealizar a los santos destruye su humanidad; y si los deshumanizamos, les
robamos la belleza de la santidad.

13
La santidad es iniciativa de Dios
Dios es el primer motor de la santidad. Moisés, Jonás, Jeremías, David y Elías
llegaron a un momento de sus vidas donde no pudieron más, donde necesitaron
ponerse en las manos de Dios para poder seguir adelante con la misión que el
Señor les confío. En la historia de la humanidad, ha pasado lo mismo con cada
santo y con cada santa. Todos cooperaron con Dios, pero nadie se hizo santo a sí
mismo.
El amor que Dios nos invita a vivir es posible, claro que sí, pero sólo si sabemos
acoger Su gracia y reconocer que es Él quien tiene la iniciativa. Quienes
queremos ser santos -que deberíamos ser todos los cristianos- debemos estar
siempre muy atentos a no olvidar que, en nuestro ascenso al cielo, es Dios quien
puso la escalera en primer lugar. Nosotros ponemos las ganas de subir, y a veces,
hasta en eso recibimos un empujón de Dios, como les pasó a los profetas.

La santidad empieza cuando…


Antes de ser santos, la mayoría quiso morirse en algún punto de su existencia.
Este detalle, que podría ser interpretado como un dramatismo exagerado, en
realidad es una pista muy significativa que puede tomarse simbólicamente para
explicar un elemento clave de una vida cristiana que empieza a acercarse a la
santidad. En realidad, se trata de un momento de quiebre en el que el santo
reconoce la pobreza de su propia condición humana, la inutilidad de sus
esfuerzos, la volubilidad de sus promesas, sus limitaciones para superar las
tentaciones, etc. Siente que por sus propios medios no es capaz de alcanzar el
amor al que Jesús, desde la Cruz, lo ha llamado.
Este es el momento de crisis, el terreno fértil donde Dios siembra la semilla de
la santidad. En esta simbólica muerte a nosotros mismos, es donde, ¡al fin!,
somos capaces de empezar la verdadera ascensión hacia el Cielo. Dios busca este
momento en nuestra vida. A cada uno le llega de manera diferente. Algunos
bienaventurados lo alcanzan con mucha naturalidad, otros sufren muchísimo.
Sea cual sea tu camino hacia este momento, ten la seguridad de que cada santo,
como los profetas del Antiguo Testamento, llegaron a ese día donde entendieron
que para amar como Cristo hay que amar con el Corazón de Cristo. Y es Cristo
mismo quien debe darnos Su Corazón, es a Él a quien debemos pedirle una nueva
vida, y a nosotros nos corresponde aceptar la aventura preciosa y misteriosa de
que Él ame en nosotros, a pesar de nuestra propia miseria.
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“Cuando uno se cree premio Nobel de la Santidad, debe recordar sus miserias” [Papa Francisco]

“Cuanto más alto queramos el edificio de la vida espiritual, más hondos cimientos de humildad
debemos cavar” [San Agustín]

“El Calvario es el monte de los santos, pero de allí se pasa a otro monte, que se llama Tabor”
[San Pío de Pietrelcina]
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14
VIRTUDES GRANDES DE SAN FRANCISCO DE SALES
La dulzura de este hombre era sinnigual, dicen que en su juventud tenía un terrible mal genio. Al respecto, es una constante
en la biografía de todo santo su lucha ascética, a fin de aumentar su capacidad de autodominio. Pero para demostrar que
esta virtud no se consigue de la noche a la mañana, he aquí un detalle de San Francisco de Sales que lo hace virtuoso en
grande: se cuenta que al hacerle la autopsia, le encontraron su hígado endurecido como una piedra; esto se explica, a la luz
de lo sobrenatural, por la enorme violencia que tuvo que hacerse este hombre de carácter fuerte para volverse amable,
delicado y bondadoso en el trato con los demás.

Esta dulzura no fue fácil conseguirla. Una de sus frases evidencia su propósito de enmienda: “No nos enojemos en el camino
unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda
claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des entrada al enojo en tu corazón”.

TENTACIÓN EN SU JUVENTUD
Siendo muy joven, Francisco comenzó a tener el pensamiento constante y fastidioso de que “se iba a condenar”, que el
infierno eterno estaba assegurado para él. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le
clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdía el apetito y ya no dormía bien. Estaba tan
impresionantemente flaco que parecía un esqueleto y temía hasta llegar a enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran
los demás sufrimientos del infierno, sino que allí no podría amar a Dios. El primer remedio que encontró fue decirle al
Señor, de todo corazón: “Oh, mi Dios, por Tu Infinita Justicia tengo que irme al infierno para siempre. Concédeme que allí
yo pueda seguir amándote. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permita
seguir amándote siempre”. Esta oración le devolvía paz a su alma.

Pero el remedio definitivo que le consiguió alejar para siempre esta tentación, fue entrar a la Iglesia de San Esteban -en
París- y arrodillarse ante la Santísima Virgen María, y rezarle la oración de San Bernardo: “Acuérdate, Oh piadosísima
Virgen María, que jamás se oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu
amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo
acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a
comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo; antes bien, óyelas
y acógelas benignamente. Amén”. Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus
escrúpulos y pensamientos de tristeza, desesperación y desesperanza; y en vez de los amargos convencimientos de que se
iba a condenar, le vino la seguridad de que “Dios envió al mundo a Su Hijo no para condenarlo, sino para que
los pecadores se salven or medio de Él. Y el que cree no será condenado” (Juan 3,17). Esta prueba le sirvió
para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis, y tratarlas así con bondad.

SUS FRASES
“¿No es una barbaridad querer desterrar la vida devota del cuartel de los soldados, del taller de los artesanos, del palacio
de los príncipes, del hogar de los casados?”

“Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando. A trabajar, trabajado. De igual forma se aprende a amar,
amando”

“Sé paciente con todo el mundo, pero sobre todo contigo mismo”

“No mantengáis amistad alguna más que con aquellos que puedan compartir contigo cosas virtuosas; cuanto más
excelsas sean las virtudes que cultivéis, más perfecta será vuestra amistad”

“Quien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a sus hermanos, a quienes ve, ese es un mentiroso”

“Dejar que digan, escucharlo, sufrirlo todo; no espantarse por nada y continuar con fidelidad y buen ánimo”

“Un santo triste es un triste santo”

“Ninguno diga: Sólo dispongo de un talento, no puedo lograr nada. También con un solo talento puedes obrar de modo
meritorio”

“Esta vida es breve, la recompensa por lo que aquí hagamos será eterna. Practiquemos el bien, unámonos a la voluntad de
Dios, que sea ella la estrella que guíe nuestros ojos en esta travesía, es la manera cierta de que lleguemos con bien”

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“Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien, obrar siempre con tranquilidad y calma”

“En esta vida la paciencia ha de ser el pan de cada día; pero la necesitamos en particular para nosotros, porque nadie se
nos hace tan pesado como nosotros mismos”

“Estamos en el buen camino. No mires ni a derecha ni a izquierda, porque éste es el mejor camino para nosotros. No nos
distraigamos en considerar la hermosura de otros caminos, saludemos simplemente a quienes transitan por ellos y
digámosles con sencillez: que Dios te guíe hasta encontrar Su Morada”

“Con los herejes, con quienes propagan herejías contra Cristo y Su Iglesia, hay que ser fuertes y no permitir que se les
apoye ni se les alabe, porque el mal que pueden hacer es muy grande. Caridad es gritar que viene el lobo, para que no logre
matar a las ovejas”

“Las almas se ganan con las rodillas”

“Reprender a los demás es muy fácil, difícil es mirarse bien a sí mismo”

“La prueba de un predicador es cuando su congregación no sale diciendo “¡qué sermón más bonito!”, sino “haré algo”

“No, realmente yo no soy sencillo, pero amo tanto la sencillez que me asombro”

VIDA Y OBRA DE SANTA JUANA DE CHANTAL


Su madre murió cuando sólo tenía 18 meses de vida. Su padre, hombre distinguido, de recia personalidad y una gran fe, se
convirtió en su mayor influencia durante su niñez. A los 21 años se casó con el Barón Christophe de Rabutin-Chantal, de
quien tuvo 6 hijos, sólo sobrevivieron un varón y tres niñas. Tras 7 años de matrimonio armónico, su esposo murió en un
accidente de cacería; ella educó a sus hijos cristianamente. En el otoño de 1602, el suegro de Juana la forzó a vivir en su
castillo de Monthelon, amenazándola con desheredar a sus hijos si se rehusaba. Juana pasó 7 años bajo su errática y
dominante custodia, aguantando malos tratos y humillaciones de toda clase. En 1604, en una visita a su padre, conoció a
San Francisco de Sales y con esto comenzó un nuevo capítulo en su vida.

Trabajando con San Francisco de Sales, fundó con él la Orden de la Visitación de Annecy [1610]. Al principio, su plan fue
establecer un instituto religioso muy práctico: algo similar al de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl; sin embargo,
bajo el consejo enérgido e inclulso imperativo del Cardenal de Marquemont de Lyon, los dos santos se vieron obligados a
renunciar al cuidado de los enfermos más desamparados, de los pobres y de los presos de la cárcel, además de otros
apostolados, para establecer una vida de claustro riguroso; el título oficial de la Orden fue la Visitación de Santa María.

SUS FRASES
“Es fuerte el amor como la muerte”

“Sed totalmente fieles a Dios. El amor Divino hunde su espada en los reductos más secretos e íntimos de nuestras almas, y
llega hasta separarnos de nosotros mismos”

“Al entregarnos a Dios sin reservas, hasta el final de la vida, nuestro corazón se hace magnánimo para Dios, porque
renunciamos completamente a nosotros mismos, y somos completamente fieles al amor”

“A los débiles e inconstantes en el amor, no les lleva el Señor por el camino del martirio y les deja continuar su vida
mediocre, para que no se aparten de él, pues nunca violenta a la voluntad libre”

“Los mártires de amor sufren dolores mil veces más agudos en vida que los que llevan una vida mediocre, para cumplir
la Voluntad de Dios, que si hubieran de dar mil vidas para testimoniar su fe, su caridad y su fidelidad”

A SAN FRANCISCO DE SALES LE ESCRIBIÓ:


“Le digo con toda confianza y sencillez que hace unos 20 años que Dios me quitó todo poder de
hacer oración con el entendimiento, consideración o meditación; y que todo lo que yo puedo hacer
es padecer y dejar que mi espíritu esté en Dios con toda simplicidad, esforzándome en esta tarea

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mediante un completo entregarme, encomendarme o abandonarme a Dios, sin hacer ningún acto
a menos que Él me invite con su moción, esperando allí lo que Su bondad le plazca concederme”.

SAN FRANCISCO DE SALES, SU DIRECTOR ESPIRITUAL


Cuando Santa Juana empezó a estar bajo la guía espiritual de San Francisco de Sales, tomó la decisión de dedicarse por
completo a Dios y a la vida religiosa, repartió sus joyas valiosas y sus pertenencias entre sus allegados, con abandono
amoroso. De allí en adelante, estos preciosos regalos se conocieron como “las Joyas de Santa Juana de Chantal”. Gracias a
Dios que ella dejó para la posteridad joyas aún más preciosas de sabiduría espiritual y edificación religiosa. A diferencia de
Santa Teresa de Ávila, su contemporánea y de otros santos contemporáneos suyos, Juana no escribió sus exhortaciones,
conferencias e instrucciones, sino que fueron anotadas y entregadas a la posteridad gracias a muchas monjas fieles y
admiradoras de su Orden.

Santa Juana de Chantal fue una auténtica contemplativa. Al igual que Santa Brígida de Suecia y otros grandes místicos,
Juana era una persona muy activa, llena de múltiples proyectos para la gloria de Dios y la santificación de las almas.
Estableció más de 80 casas de la Orden. Escribió más de 11 mil cartas que son verdaderas gemas de profunda espiritualidad,
más de 2 mil de las cuales aún se conservan. La fundación de sus casas de la Orden fue en pocos años, lo que la forzó a viajar
mucho cuando los viajes eran muy difíciles. Juana le escribió muchas cartas a San Francisco de Sales, en busqueda de guía
espiritual. Desafortunadamente, después de la muerte del santo, la mayoría de las cartas le fueron devueltas a Santa Juana
por uno de los miembros de la familia de Sales. Como era de esperarse, ella las destruyó a causa de su naturaleza personal
sagrada. De este modo, el mundo quedó privado de lo que pudo haber sido una de las mejores colecciones de escritos
espirituales de la historia de la Iglesia.

Estando casada, antes de enviudar y siendo baronesa, vestía en forma muy modesta cuando su marido estaba ausente;
cuando le preguntaban por qué lo hacía, ella siempre respondía: “Los ojos de aquel a quien quiero agradar están a
cien leguas de aquí”. San Francisco de Sales dijo de ella: “La señora de Chantal es la mujer fuerte que Salomón
no podía encontrar en Jerusalén”. San Francisco de Sales cenaba frecuentemente en casa del padre de Juana
Francisca y ahí se ganó, poco a poco, la confianza de la santa. Ella deseaba abrirle su corazón en relación con su deseo de
dedicarse a Dios, pero por mucho tiempo la retuvo un voto que había hecho por consejo de un director espiritual indiscreto:
que no abriese su conciencia a ningún otro sacerdote. San Francisco de Sales, por su parte, se sintió profundamente
impresionado por la piedad de Juana Francisca y en cierta ocasión en que la vio más elegantemente vestida que lo que
acostumbraba, el santo le dijo: “¿Pensáis casaros de nuevo, Juana?”, a lo que ella respondió: “¡De ninguna
manera, Excelencia!”. Y San Francisco de Sales le dijo: “Entonces, os aconsejo que tentéis al diablo”. Juana
Francisca siguió su consejo.

Por consejo del santo, Santa Juana de Chantal moderó sus devociones y ejercicios de piedad, para poder cumplir sus
obligaciones mundanas en tanto que vivía con su padre o con su suegro. Lo hizo con tanto éxito, que alguien dijo de ella:
“Esta dama es capaz de orar todo el día sin molestar a nadie”. Siguió una estricta regla de vida, consagrada a
Dios y a los enfermos. Pasaba noches enteras con los agonizantes, orando por ellos. La bondad y la mansedumbre de su
carácter mostraban hasta qué punto había secundado las exigencias de la gracia, porque en su naturaleza firme y fuerte
había cierta dureza y rigidez que sólo consiguió vencer totalmente al cabo de largos años de oración, sufrimiento y paciente
sumisión a la voluntad de Dios y a la dirección espiritual de San Francisco de Sales y, luego, de San Vicente de Paúl.

SAN BENITO: PRIMERA HUIDA MUY JOVEN


La ciudad de Roma estaba habitada por una mezcla de cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos, ateos, bárbaros
y toda clase de gentes de diversos países y de variadas creencias. El ambiente, especialmente el de la juventud, era
espantosamente relajado. Así que Benito se dio cuenta de que si permanecía allí, en medio de esa sociedad tan dañada,
llegaría a convertrse en un tremendo corrompido. Sabía muy bien que en la lucha contra el pecado y la corrupción, resultan
vencedores los que en apariencia son “cobardes”, o sea, los que huyen de las ocasiones de pecar y se alejan de las personas
malvadas. Por eso, Benito huyó de la ciudad y se fue a un pueblecito alejado, a rezar, meditar y hacer penitencia.

PEQUEÑO PERCANCE: SEGUNDA HUIDA


Pero sucedió que en el pueblo a donde llegó, obtuvo un milagro sin quererlo: vio a una pobre mujer llorando porque se le
había partido un precioso jarrón que era ajeno, Benito rezó y le dio la bendición, y el jarrón quedó arreglado; esto comovió
mucho a las gentes del pueblo y empezaron a venerarlo como un santo, entonces Benito tuvo que salir huyendo hacia más
lejos.
17
SUBIACO: PRINCIPIOS HEROICOS
Se fue hacia una región totalmente deshabitada y en un sitio llamado Subiaco [que significa “debajo del lago”, porque allí
había cuevas debajo del agua] se retiró a vivir en una roca rodeada de malezas y espinas, a donde era muy difícil subir. Un
monje que vivía por los alrededores lo instruyó acerca de cómo ser un buen religioso y le llevaba pan cada día, el cual
amarraba a un cable que Benito tiraba desde arriba, apostado en la roca. Su barba y cabellera crecieron de tal manera, y su
piel se volvió tan morena, que un día unos pastores que buscaban sus cabras lo encontraron y creyeron que era una fiera. Al
oírle hablar, se quedaron maravillados de los buenos consejos que sabía dar. Aquellos pastores contaron la noticia y mucha
gente empezó a visitarlo para pedirle que les aconsejara y enseñara una buena vida a la Luz de Dios.

SUPERIOR CONTRA SU VOLUNTAD


Unos hombres, cansados de la corrupción de la ciudad, se fueron a este sitio deshabitado a rezar y hacer penitencia; al darse
cuenta de la gran santidad de Benito, aunque él era más joven que ellos, le rogaron que se hiciera Superior de todos. El santo
no quería, porque sabía que variosde ellos eran gente difícil de gobernar y porque personalmente era muy exigente con los
que querían llegar a la santidad; sospechaba que no le harían caso; pero tanto le rogaron, que al fin aceptó el cargo de
Superior. Con todos ellos, fundó allí 12 pequeños conventos de religiosos, cada uno con un Abad [Superior]. Él tenía la
dirección general de todo.

PRIMER ATENTADO
Cuando algunos de aquellos hombres se dieron cuenta de que como Superior, Benito era muy exigente y no permitía “vivir
prendiéndole una vela a Dos y otra al diablo” -que no permitía vivir en esa vidade retiro tan viciosamente como si vivieran
en el mundo-, dispusieron deshacerse de él, matándolo. Echaron un fuerte veneno en la copa de vino que él tomaría, pero
el santo dio una bendición a la copa y ésta saltó por los aires en mil pedazos; entonces, él se dio cuenta de que su vida corría
peligro entre aquellos hombres malvados, renunció a su cargo y se alejó de allí.

TERRIBLES TENTACIONES
Al joven Benito le llegaron espantosas tentaciones impuras; en su imaginación se le presentaban las escenas más corruptas
y le llegaba el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo, sintiendo toda la fuerza de la pasión sexual. Rezaba
y pedía ayuda al Cielo; al fin, cuando sintió que ya iba a consentir, se lanzó contra un matorral lleno de punzantes espinas y
se revolcó allí hasta que todo su cuerpo quedó herido y muy lastimado. Mediante heridas corporales logró curar las heridas
de su alma y la tentación impura se alejó.

SU FUNDACIÓN MÁS FAMOSA


Con unos discípulos que le había sido siempre fieles [San Mauro, San Plácido y otros más] se dirigió hacia un monte
escarpado, el Monte Cassino, y fundó la Comunidad de Benedictinos. Con sus discípulos fue evangelizando a todos los
paganos que vivían en los alrededores; enseguida empezó a levantar el edificio del Monasterio, del cual han salido por siglos
santos misioneros.

MILAGROS A MONTÓN
En su biografía de San Benito, San Gregorio Magno narra muchos hechos interesantes registrados como grandes milagros.

EL MUCHACHO QUE NO SABÍA NADAR


El joven Plácido cayó en un profundo lago y se estaba ahogando; San Benito mandó a su discípulo preferido, Mauro, y le
pidió que se lanzara al agua para salvarlo; Mauro se lanzó enseguida y logró sacarlo sano y salvo hasta la orilla; al salir del
profundo lago, se acordó que había logrado atravesar esas aguas sin saber nadar. La obediencia le había permitido hacer
aquel milagro.

EL EDIFICIO QUE SE CAE


Mientras construía el Monasterio, se vino abajo una enorme pared y sepultó a uno de los discípulos de San Benito. Éste se
puso a rezar y mandó a los otros monjes que removieran los escombros. Debajo de todo apareció el monje sepultado, sano
y sin una sola herida, como si hubiese despertado de un sueño.

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LA PIEDRA QUE NO SE MOVÍA
Sus religiosos constructores estaban tratando de quitar una enorme piedra, pero ésta no se movía ni un centímetro. Entonces
el Santo le envió una bendición y enseguida la movieron como si no pesara nada. Por eso, desde hace siglos, cuando la gente
tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar o resolver, consigue una Medalla de San Benito, le reza con fe y
obtiene prodigios. Es que este varón de Dios tiene mucho influjo ante Nuestro Señor.

EL DISFRAZADO
El terrible rey Totila, pagano, estaba invadiendo a Italia y oyó ponderar la santidad del famoso fundador de los Benedictinos.
Mandó al jefe de su guardia que se vistiera de rey y fuera con los ministros a presentarse ante el Santo, como si él fuera
Totila. Apenas lo vio, San Benito le dijo: “Quítate esos vestidos de rey que no son los tuyos”. El otro volvió a contarle
al rey lo sucedido y éste fue a visitar al gran Santo, con total respeto y reverencia. El venerable anciano San Benito le anunció
al rey que lograría apoderarse de Roma y de Sicilia, pero que moriría poco después de llegar a esa isla. Y así le sucedió, tal
cual.

LOS FIELES DIFUNTOS


“Una flor sobre su tumba se marchita; una lágrima sobre su recuerdo se evapora; una oración por su
alma, la recibe Dios” [San Agustín]

“Cada uno se presentará ante el Tribunal de Dios para darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de
lo malo”
[Sagrada Biblia]

EL CATECISMO SOBRA LAS ALMAS DEL PURGATORIO


El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos
los católicos del mundo y dice cinco verdades acerca del Purgatorio:

1. Los que mueren en gracia y amistad de Dios, pero no perfectamente purificados, sufren
después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma
(1030).

2. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de


Florenca y en el Concilio de Trento. Para hablar que será como un fuego purificador, la
Iglesia se basa en aquella frase de San Pablo que dice: “La obra de cada uno quedará
al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se
probarán en el fuego” (1 Corintios 3,14).

3. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El Libro 2º de los Macabeos
en la Sagrada Biblia dice: “Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos,
para que quedaran libres de sus pecados” (2 Mac. 12,46).

4. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos.
[Cuenta San Agustín que su madre, Santa Mónica, lo único que le pidió antes de morir
fue: “No te olvides de ofrecer oraciones por mi alma”].

5. San Gregorio Magno afirma: “Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán
perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son
perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales
que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas,
oraciones y limosnas por su eterno descanso”.

GRAN RESPUESTA DE SAN AGUSTÍN


A este gran Santo alguien le preguntó: “¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?”. San Agustín le respondió:
“Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos, porque el Evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar
a los demás, esa medida se empleará para darle a él”.

19
SON AGRADECIDAS
Las almas benditas del Purgatorio no vienen a espantar, lo que hacen es rezar y obtener favores para quienes rezan por ellas.
Nos ayudan a interceder por nosotros. Dios toma como donación todo aquello que hacemos por el bien de nuestro prójimo;
las almas del Purgatorio también son nuestro prójimo.
Aquellos que dicen: “con un rinconcito en el cielo me conformo”, no saben lo que dicen. Tendrán grandes padecimientos con
vivísimos deseos de hacer las buenas obras que no hicieron y verán a muchas almas a quienes han privado de sus buenas
acciones. Toda pereza y todo desinterés por mejorar se convertirá en el más allá en gran tormento del alma.

PARA QUÉ REZARLES


Sería bueno pedir todos los díasa nuestro Dios Padre Todopoderoso, la gracia de ir directamente al Cielo; y pedirle también paciencia y resignación para
aceptar todos los sufrimientos que permita en nuestra vida antes de morir, para pasar nuestro Purgatorio aquí en vez de allá. Aprovechar el tiempo para
crecer en el amor. Recordar que nuestro Cielo será tan grande como la medida de nuestro amor. Y la medida del amor debe ser el
amor sin medida.

No poner límites a nuestro amor a Dios y al prójimo. No cansarnos de amar a Dios y a los demás, ¿cómo lo logramos?, a medida que construimos una
relación más cercana con Jesús, Él se encargará de otorgarnos esa gracia. No nos cansemos de mirar a Jesús Eucaristía, ¡Él está ahí esperándonos! ¡Está
ahí, vivo! Pedirle que llene nuestro corazón SÓLO de amor. Pedirle a la Madre del Amor Hermoso (Edo 24,18), a la Virgen María, que nos enseñe a amar.

En la medida en que amemos con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todo nuestro ser, nos sentiremos realizados como seres humanos, que
cumplen fielmente su misión en este mundo. Hemos sido creados por amor y para amar. Sólo en el amor sincero y generoso encontraremos nuestra propia
realización personal, el sentido de nuestra vida y el cumplimiento de todas nuestras esperanzas.

No olvidemos que el tiempo de amar se agota día a día. Que el tiempo de vida es limitado. Que no podemos perder el tiempo, que el tiempo se va acabando
y hay que aprovecharlo bien. Todavía estamos a tiempo para rectificar errores, todavía hay tiempo para amar, después podría ser demasiado tarde. Haz de
tu vida un camino de amor, acumulando un tesoro que te sirva para la vida eterna. La beata Isabel de la Santísima Trinidad dice: “En la tarde de la vida
sólo queda el amor”.

Estamos moralmente obligados a rogar por las ánimas benditas del Purgatorio

¿QUÉ SABEN DE NOSOTROS LAS ALMAS DEL PURGATORIO?


Las almas saben sobre nosotros y sobre todo aquello que nos está pasando, mucho más de lo que podemos imaginar. Saben quiénes estaban presentes en
su funeral, si rezaban de verdad o estaban allí solamente para cumplir un compromiso social, sin pronunciar una sola oración -algo que, por desgracia,
ocurre a menudo-. Ellas saben si alguien se había ido justo antes de que comenzara la Santa Misa de Funeral, que es la mejor manera de ayudarlas [y es
que ayudamos más al difunto participando piadosamente en el Sacrificio de la Santa Misa, que acompañando al difunto hasta la tumba]. Las almas también
saben todo lo que sobre ellas se dice y se hace, están mucho más cerca de nosotros de lo que algunos piensan.

LOS PECADOS MÁS CASTIGADOS EN EL PURGATORIO


[Según María Simma, humilde campesina austriaca, vidente que fue bendecida con el don de las Almas del Purgatorio]: Los pecados contra la caridad:
calumnia, maldición, rencor, querellas provocadas por la avaricia y la envidia, se castigan muy severamente en el Purgatorio. Muchas veces se peca diciendo
palabras y dando opiniones desprovistas de caridad; una palabra puede matar y puede sanar; el amor cubre muchos pecados; debemos salir al encuentro
de nuestros enemigos con la caridad [el amor].

A pesar de ello, ningún alma del Purgatorio querría volver a la Tierra para
seguir viviendo como antes, en la oscuridad de este mundo nuestro, porque
conoce las cosas que nosotros desconocemos del todo. Ellas sólo quieren
purificarse en el Purgatorio, así como el oro se purifica en el fuego.

Podemos ayudarlas asistiendo al Santo Sacrificio de la Misa; con los


sufrimientos expiatorios -ofreciendo los dolores físicos o psíquicos-; rezando
el Santo Rosario; recitando el Vía Crucis; dando limosna y haciendo buenas
obras; con la llama de las velas benditas, una atención repleta de amor que les
apoya moralmente, además de que las velas benditas relucen en las tinieblas
en que se encuentran las Benditas Almas del Purgatorio.

Además, podemos rocia con agua bendita, que apacigua los sufrimientos de
los difuntos.

“Oh, Padre Celestial, en unión con los méritos de Jesús y de María, os ofrezco por las almas del
Purgatorio, todas las obras satisfactorias de mi vida entera y todas las que por mí se ofrezcan después
de mi muerte, y estas obras las deposito en las purísimas manos de María Inmaculada, para que ella
las aplique a las almas que, en su sabiduría y bondad maternal, quiera sacar del Purgatorio. Dignaos,
Dios mío, recibir y aceptar este ofrecimiento que hago por medio de La Virgen María y dadme la gracia
de morir en Tu amor. Amén”

20
SANTA ELENA DE JERUSALÉN

Al ser declarado Constantino -hijo de Elena- emperador de Roma por el ejército, y


después de una fulgurante victoria obtenida contra los enemigos en el puente Milvio
[Roma], el nuevo emperador decretó que la religión católica tendría en adelante plena
libertad [año 313] y con este decreto terminaron tres siglos de crueles y sangrientas
persecuciones, hechas por los emperadores romanos contra la Iglesia de Cristo. Se
cuenta que Constantino, antes de ser proclamado emperador, vio en sueños que Cristo
le mostraba una cruz y le decía: “Con este signo vencerás”.
Constantino amaba intensamente a su madre Elena y la nombró Augusta [emperatriz].
Mandó a fabricar monedas con su figura y le dio plenos poderes para que empleara el
dinero del gobierno en las obras buenas que ella quisiera hacer. Elena, que se había
convertido al cristianismo, se fue a Jerusalén; allá, con los obreros que su hijo, el
emperador, le proporcionó, se dedicó a excavar en el sitio donde había estado el monte
Calvario y allá encontró la cruz en la cual habían crucificado a Jesucristo: por eso la
pintan con una cruz en la mano.
Dice San Ambrosio que Santa Elena de Jerusalén, aunque era la madre del emperador,
vestía siempre con mucha sencillez y se mezclaba con la gente pobre; además,
aprovechaba todo el dinero que su hijo le daba para hacer obras y dar ayuda entre los
necesitados; que era supremamene piadosa y que pasaba muchas horas en el templo,
rezando. En Tierra Santa hizo construir tres templos: uno en el Calvario, otro en el monte
de los Olivos y el tercero en Belén. Gastó su vida haciendo obras buenas por la religión
de Cristo y por los pobres.
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“Quien honra a su madre, es como


quien encuentra un tesoro”
[Eclesiástico]
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21
SANTA FRANCESCA DE ROMA

“No olvidemos que seguimos al Buen Pastor. Nuestro Señor Jesucristo, que es manso y humilde de corazón. Jamás echemos una
cucharada de amargura en la vida de los demás. No seamos duras ni bruscas con nadie. Que los que nos traten se vayan siempre
contentos de haber sido tratados amablemente por nosotras”
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SU VIDA
Al obtener el grado de profesora, a los 18 años, quiso entrar de religiosa en una comunidad pero no la aceptaron, porque era de constitución muy débil y
de poca salud. Pidió entrar a otra comunidad y tampoco la aceptaron por las mismas razones. Entonces se fue de maestra a una escuela que dirigía un
santo sacerdote, el Padre Serrati, quien se dio cuenta muy pronto de que la nueva maestra de su escuela tenía cualidades muy especiales para hacerse
querer del alumnado y lograr que sus discípulos se volvieran mejores. Así que la recomendó para que fuera a dirigir un orfanato llamado “Orfanato de la
Divina Providencia”, el cual estaba a punto de fracasar por no tener personas bien capaces que lo dirigieran. Al Señor Obispo le pareció que era una
excelente directora y hasta le aconsejó que tratara de fundar una comunidad de religiosas para que le ayudaran en el apostolado.

El Señor Obispo le dijo un día: “Me dice que su gran deseo ha sido siempre ser misionera. Pues le aconsejo que funde una comunidad de misioneras. Yo
no conozco ninguna comunidad para esa labor tan santa y admirable”. Y Francesca reunió a 7 compañeras de trabajo y con ellas fundó en 1877 la Comunidad
de Misioneras del Sagrado Corazón. A los 10 años de fundada, la comunidad fue a Roma a tratar de obtener la aprobación para su congregación y el permiso
para fundar una casa en Roma. En la primera entrevista con el Cardenal Parochi, Secretario de Estado, éste le dijo que la omunidad estaba muy recién
fundada y que todavía no se le podía conseguir semejantes permisos; pero el Cardenal quedó tan admirado de la bondad y santidad de la fundadora, que
en la segunda visita ya le dio la aprobación y le pidió que fundara en Roma no sólo una casa para niños huérfanos, sino dos: una escuela y un orfanato.

En aquel tiempo, eran muchísimos los italianos que se iban a vivir a Norteamérica, pero allí
-por falta de asistencia espiritual- corrían el peligro de perder la fe y abandonar la religión.
El Arzobispo de Nueva York le pidió personalmente que enviara sus religiosas a ese país a
enseñar religión. Ella dudaba, porque más bien deseaba que se fueran al extremo Oriente, a
China; pero consultó con el Sumo Pontífice León XIII, quien le dijo: “No a Oriente, sino a
Occidente”. Con esto, Francesca entendió que sí debían ir a Norteamérica. El 31 de marzo de
1889, Santa Francesca llegó con 6 de sus religiosas a Nueva York. En esta ciudad, y sus
alrededores, habían llegado recientemente unos 50 mil italianos, la mayoría no sabía ni
siquiera los 10 mandamientos y sólo 1.200 iban a Misa los domingos. Las señoras que habían
prometido ayudarles a conseguir la casa para ellas, no había conseguido nada y tuvieron que
pasar su primera noche en un hotelucho de mala muerte, sucio y destartalado.

Al presentarse ante el Arzobispo, éste les dijo desanimado: “No se les pudo conseguir casa,
así que lo mejor que pueden hacer es devolverse a Italia”. Pero la Madre Francesca, que era
muy valiente y tenía un gran fe, le respondió: “No, señor Arzobispo, el Sumo Pontífice
nos envió para acá y acá nos vamos a quedar”. El Arzobispo se quedó admirado del
valor de la monja y del apoyo que le ofrecían a ella desde Roma, por lo que les consiguió
alojamiento en una casa de religiosas.

A los pocos meses, la Madre Cabrini había logrado conseguir una buena casa, buscando
ayudas entre los bienhechores y poco antes de un año pudo ir a Italia, llevando las dos
primeras novicias norteamericanas para su comunidad; de regreso, se trajo a varias religiosas
más y fundó su primer gran orfanato junto al Río Hudson. La comunidad empezó a
extenderse admirablemente en Italia y en América, fundó una casa en Nicaragua y otra en
Nueva Orleáns.

Las grandes obras que emprendió demuestran que Francesca Cabrini fue una mujer
extraordinaria, de gracia especial y un don de gentes sinnigual. Fue amada y estimada por
toda clase de personas en los Estados Unidos. Quienes trataban con ella de asuntos
económicos, muchas veces a gran escal, se quedaban admirados por las capacidades
impresionantes que esta mujer tenía para salir adelante aún con las obras más difíciles o casi
imposibles. Era sumamente disciplinada. Luchó contra el concubinato, el ateísmo y el
paganismo.

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SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
Al ser desterrada de su castillo, algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran
sus bienes -que le pertenecían como viuda-; con ellos construyó un gran hospital para los pobres y ayudó a muchas familias necesitadas.

Un Viernes Santo, después de la ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios
religiosos hizo votos de renuncia a todos sus bienes, voto de pobreza y voto de castidad, como San Francisco de Asís. Consagró su vida al
servicio de los más pobres y desamparados. Cambió sus vestidos de princesa, por un simple hábito de Hermana Franciscana, de tela burda
y ordinaria. En los últimos 4 años de su vida [de los 20 a los 24 años] se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había
fundado.

Se propuso recorrer calles y campos, pidiendo limosna para sus pobres. Vestía como las campesina más necesitadas. Vivía en una humilde
choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué comprarles medicinas a sus enfermos. Tenía un director espiritual
que, para ayudarla en su camino a la santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: “Dios mío, si a este sacerdote le tengo tanto
temor, ¿cuánto más debería temer a Ti si desobedezco tus mandamientos?”.

Cuando todavía era princesa, un día fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó:
“¡Jesús en la Cruz, despojado de todo, coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos!”. Fue así que
nunca más volvió al templo de Dios con vestidos lujosos. Otra vez se encontró a un leproso abandonado en el camino y no teniendo otro
sitio dónde colocarlo a salvo por el momento, lo acostó en la cama de su marido, quien estaba ausente; éste llegó inesperadamente y fue
informado del asunto; se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en su cama no al leproso, sino un hermoso crucifijo
ensangrentado; entonces, recordó que Jesús premia nuestros actos de caridad hacia los pobres como hecos a Él mismo.

El pueblo la llamaba “la mamacita buena”. Un sacerdote de aquella época escribió sobre Isabel: “Afirmo delante de Dios que
raramente he visto a una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de oración y de contemplación tan
elevada”. Algunos Hermanos Franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirmaron que varias veces, cuando ella regresaba
de sus horas de oración, la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces resplandecientes. El mismo Emperador
Federico II afirmó: “La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella
luminosa en la noche oscura”.

Cuando cumplió 24 años, en el año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A su funeral asistió el Emperador Federico II de Alemania y
toda una inmensa multitud formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, tanto así que los asistentes decían que no
se había visto nunca -ni se volvería a ver quizás en Alemania- un funeral tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la
patrona de los pobres. El mismo día de su muerte, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo
terribles dolores; de pronto, vio aparecer a Isabel en su habitación, vestida con hermosísimos trajes; él le dijo: “¿Señora, usted que
siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?”, y sonriendo, Isabel le dijo: “Es que voy
para la Gloria. Acabo de morir para la Tierra. Estire su brazo, que ya ha quedado curado”. El paciente estiró el brazo
totalmente destrozado y la curación fue completa e inmediata. Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la Santa un monje
cisterciense que desde hacía varios años sufría un terrible dolor en el corazón y ningún médico había logrado aliviar su dolencia; se
arrodilló un buen rato a rezar junto a la tumba de la Santa y de un momento a otro quedó completamente sanaado de su dolor y
enfermedad. Estos milagros y muchos más movieron al Sumo Pontífice a declararla Santa cuando apenas habían pasado 4 años de su
muerte. Santa Isabel de Hungría es la patrona de la Arquidiócesis de Bogotá. A partir de su canonización, en 1236, se convirtió en un
símbolo de caridad cristiana para todo Europa, extendiéndose su culto muy rápidamente y profundamente en los territorios germánicos,
polacos, húngaros, checos, italianos ibéricos y franceses. Casi inmediatamente después de su muerte, Santa Isabel de Hungría se convirtió
en la santa patrona de la Orden de los Caballeros Teutónicos, junto a la Virgen María y San Jorge. También es patrona de la Orden
Franciscana Seglar.

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«ES CRISTO EL QUE LLAMA, Y NO LLAMA A LOS PERFECTOS»
El Papa San Juan XXIII era tan sencillo y cercano —el Papa Bueno, lo bautizaron las gentes— que, una
vez, hablando dos ateos sobre la Iglesia y sus contradicciones, propias de sus hijos que somos santos
por el bautismo y pecadores por caminantes en este mundo aún, uno de ellos se atrevió a decir:
“Bueno, yo no creo en Dios, pero si Dios existe, debe parecerse a Juan XXIII”. No puede
decirse mejor cosa de un cristiano o cualquier otra persona que fuera así de buena.

Una historia de la vida real, que terminó en película, cuenta que dos hombres muy peligrosos, fugitivos
de una prisión estatal de máxima seguridad, llegaron a una isla de no muchos habitantes, donde había
un sacerdote que, sin saber quiénes eran, los acogió y cuidó durante tiempo sin pedirles muchas
referencias. Poco a poco los fugitivos se fueron abriendo a este sacerdote gastado por los años, pero aún

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de fuerte genio y una inmensa bondad y cercanía, no sólo con ellos sino con toda la población indígena
local. También fueron conscientes con el tiempo de cuántas noches el sacerdote se perdía dentro de la
iglesita, donde sólo brillaba una lucecilla parpadeando en un rincón, en el que pasaba horas y horas.
Comprendieron después lo que ese tiempo significaba para él. La película termina con parecido
comentario, cuando se alejaban de la isla en una barquilla. Uno de los fugitivos susurró al otro: “Yo no
sé si Dios existe o no, pero si existe, sin duda debe parecerse a este hombre”.
El cura —decimos a veces, quizá sin saber que ese término significa el que cuida, el que acompaña, el
que sirve a sus hermanos—, el sacerdote, ha de ser un hombre de Dios, apasionado de la forma de ser
de Cristo, y cercano en su corazón y sentimientos a sus hermanos, nosotros, por los que entregó su vida
en la Cruz. Y él también, a pesar de sentirse un pecador perdonado como todos los que en Él creemos,
quiere entregarla con la consciencia de su debilidad en todo.

Hoy, ser cura es una decisión extraña, máxime cuando esta vocación ha perdido mucha aureola social,
primero entre los mismos católicos y cristianos. Pero es Cristo el que llama, y no llama a los perfectos,
sino a los que quiere: como a Pedro, Santiago, Juan, Felipe o Mateo. Todos ellos ¡santos!

Es Cristo quien llama. Y no llama a los perfectos. El Papa Francisco ha dicho: “Iglesia no es
comunidad de perfectos y ser cristiano no te hace impecable”. Advirtió del muro que se
levanta como fruto de la soberbia y del orgullo, puesto que “impiden la relación con Dios”. El
Santo Padre ha hecho énfasis en la necesidad de que “todo cristiano se sienta pecador en
primera instancia, puesto que la vida cristiana es escuela de humildad que se abre a la
gracia”. Y habló del apóstol San Mateo, quien antes de que Jesús le eligiera, trabajaba como
recaudador de impuestos y era muy rico: “Jesús lo llama a seguirlo y a convertirse en su
discípulo. Mateo acepta y lo invita a cenar en su casa junto a los discípulos”. Jesús, según
el Papa, “no aleja a los más pecadores, al contrario: más bien los frecuenta en sus casas,
se sienta al lado de ellos; esto significa que también ellos pueden ser sus discípulos y
que -como se dice- hay fiesta en el Cielo cuando un pecador se arrepiente. Como el
publicano Mateo, cada uno de nosotros confía en la gracia del Señor, a pesar de los
propios pecados. Porque todos somos pecadores, todos hemos pecado”.

Francisco explicó, además, que “Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, ni su
condición social, ni las convenciones exteriores, sino que les abre un futuro nuevo”. Y
añade: “No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro. Esto es bello, esto es lo que hace
Jesús, así es como mira a cada uno de nosotros”. “Todos estamos necesitados de
salvación y debemos reconocernos necesitados de ella. Así, veremos el rostro
misericordioso de Dios y podremos, en consecuencia, actuar con misericordia”.

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“Cuando uno se cree premio Nobel de la Santidad, debe recordar sus miserias” [Papa Francisco]

“En lugar de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por
lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad” [Santa Teresita de Lisieux]

“Jesús me pide que sea santa, que haga con perfección mi deber, que el deber es la cruz”
[Santa Margarita María Alacoque]

“La aventura de la santidad comienza con un SÍ a Dios” [San Juan Pablo II]

“La santidad consiste en estar siempre alegres” [San Juan Bosco]

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“La santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con alegría” [Santa Teresa de Calcuta]

“La santidad consiste en la disposición del corazón” [Santa Teresita de Lisieux]

“Darse del todo al Todo, sin hacernos partes” [Santa Teresa de Jesús]
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“Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”


[Jesucristo – Mateo 5,48]

“La santidad es el mayor regalo que Dios puede hacernos, porque para eso nos creó”
[Santa Teresa de Calcuta]

“La santidad es muy sencilla: dejarse confiada y amorosamente en brazos de Dios, queriendo y
haciendo lo que creemos que Él quiere” [Santa Madre Maravillas de Jesús]

“La santidad no consiste en saber mucho ni en mucho meditar, la santidad es un secreto: el secreto de
mucho amar” [Santo Tomás de Aquino]

“La santidad no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, para usted y para mí”
[Santa Teresa de Calcuta]

“La santidad se encuentra en el camino que nos abre cada uno de nuestros días, en que se ofrecen a
nosotros, con atractivo desigual, los deberes de nuestra vida cotidiana” [San Francisco de Sales]

“La santificación se forja cuando Dios va quitando al alma todo, y la deja como en un inmenso
desierto” [Santa Madre Maravillas de Jesús]

“Los santos se han valido de sus fracasos, a veces verdaderamente estrepitosos, e incluso públicos y
hasta vergonzosos, para seguir adelante” [Padre Gabriel Eduardo Romanelli, IVE]

“Los santos son los que son verdaderamente poderosos, porque tienen al mismo Señor con ellos”
[Santa Madre Maravillas de Jesús]

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“Los santos se rieron de sí mismos y del mundo, porque primero aprendieron por experiencia propia
el fracaso personal del pecado y de un montón de otras cosas” [Padre Gabriel Eduardo Romanelli]

“No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien” [Tomás de Kempis]

“Algunas sugerencias prácticas para la santidad: descubre a Dios en cada momento; cambia todo
momento desagradable en una situación de bien para tu alma; adáptate al temperamento de tu
prójimo; mantente unido a la Voluntad de Dios; escoge a Dios antes que a ti mismo; imita a Jesús;
visita seguido a Jesús en la Eucaristía; practica la virtud; frecuenta los Sacramentos y trata de vivir
siempre en Su Divina Presencia” [Madre Angélica]

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“Para ser santos, necesitamos humildad y oración” [Santa Teresa de Calcuta]

“Un gran deseo de ser santo, es el primer peldaño para llegar a serlo; y al deseo, se ha de unir una
firme resolución” [San Alfonso María de Ligorio]

“Sí, la santidad es para ti. No es para algunas almas escogidas. La santidad es para la gente
ordinaria que cumple el Plan de Dios con alegría, en fe y en Verdad” [Madre Angélica]

“El Espíritu Santo, como fuerte huracán, hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra
alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con
nuestras solas fuerzas” [Santa Teresa de Jesús]

“Nadie puede ofender al alma que, a fuerza de conformarse con la Voluntad de Dios y llorar de amor
por Cristo, se hizo paciente en la Caridad al prójimo y amiga de la verdadera humildad. De estas
almas, huyen los demonios” [Santa Catalina de Siena]

“A San Juan de la Cruz le sucedió lo que les sucede a los santos cuando llegan a la Sexta Morada, en
santidad: insultos, calumnias, dolores físicos, hambre, sed, angustias espirituales, tentaciones de
renunciar a todo su plan de santidad…” [Santa Teresa de Jesús]

“Un santo es un pecador que tiene el corazón quebrantado por el arrepentimiento” [Anónimo]

“Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación” [1 Tesalonicenses 4:3]


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“BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN, PORQUE ELLOS SERÁN CONSOLADOS”


[MATEO 5:5]
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Las mujeres se mostraron mucho más valientes que los hombres en las horas trágicas y fatales de Jesús. María Magdalena fue una de ellas. San Mateo
[27,55], San Marcos [15,40] y San Juan [19,25] afirman que junto a la Cruz de Cristo, estaba María la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el
mundo, grandes artistas la han pintado junto a la Virgen María, la madre de Jesús, y al apóstol Juan, cerca de un Jesús agonizante, como un detalle de
amor, lealtad y gratitud al Mesías.

Uno de los días más consoladores del Evangelio es aquel en que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras, pero que
se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores del mundo, con la esperanza de que si nos arrepentimos de corazón
y lloramos nuestros pecados, corrigiendo nuestra vida, lograremos reconciliarnos con Dios. Los cuatro evangelistas narran cómo María Magdalena fue el
domingo de Resurrección, por la mañana, a visitar el Sepulcro de Jesús. San Juan lo narra así:

“Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro, y vio dos ángeles donde había estado Jesús.
Ellos le dicen: -Mujer, ¿por qué lloras?. Ella les responde: -Porque se han llevado a mi Señor, y no sé
dónde lo han puesto. Dicho esto se volvió y viio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús. Le dice
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Jesús: -Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el encargado de aquella finca, le
dijo: -Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, yo me lo llevaré. Jesús le dice: ´¡María!´. Ella
lo reconoce y le dice: ´¡Oh, Maestro!´(y se lanzó a besarle los pies). Le dijo Jesús: -Suéltame, porque
todavía no he subido al Padre, vete donde los hermanos y dile: ´Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi
Dios y vuestro Dios´. Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: -He visto al Señor, y meha dicho
esto y esto” [Juan 27,11].

María Magdalena tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la Resurrección de Jesús. Tras la Virgen
María, la Magdalena es el personaje femenino más presente en la vida de Jesús. Ella es mencionada tanto en el Nuevo
Testamento como en varios evangelios apócrifos, según los cuales falleció en el siglo I, al parecer en Éfeso. Es venerada por
todas las iglesias que reconocen el culto a los santos. Patrona de los peluqueros, de Viana y Arahal. Siempre ha sido retratada
y exhibida como una distinguida discípula de Jesús de Nazaret, el Salvador y Redentor de la humanidad.

Considerada Santa por la Iglesia Católica, la Iglesia ortodoxa y la Comunión anglicana, que
celebran su festividad el 22 de julio. Reviste una especial importancia para las corrientes gnósticas del cristianismo. En 2016, la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto por el cual se eleva la memoria de Santa María Magdalena al grado de
fiesta en el Calendario Romano General, por expreso deseo del Papa Francisco. En al menos dos de los textos gnósticos coptos encontrados en
Nag Hammadi, el evangelio de Tomás y el evangelio de Felipe, María Magdalena aparece mencionada como discípula cercana de Jesús, en una
relación tan cercana como la de los apóstoles. Según Felipe en su evangelio, tres eran las que caminaban continuamente con el Señor: su madre
María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. Según la tradición ortodoxa, María Magdalena se retiró a Éfeso
con la Virgen María y el apóstol Juan, y murió allí. En el año 886 sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla, donde se conservan en la
actualidad. Gregorio de Tours corrobora la tradición de que se retiró a Éfeso y no menciona ninguna relación con Francia. Más adelante, sin
embargo, surgió en el mundo católico una tradición diferente, según la cual María Magdalena -identificada aquí como María de Betania-, su
hermano Lázaro y Maximino [uno de los 72 discípulos], así como algunos compañeros más, viajaron en barca por el Mar Mediterráneo huyendo
de las persecuciones en Tierra Santa y desembarcaron finalmente en el lugar llamado Saintes Maries de la Mer, cerca de Arlés [Francia].
Posteriormente, ella viajó sola hasta Marsella, desde donde emprendió supuestamente la evangelización de Provenza, para después retirarse a
una cueva [La Sainte-Baume], cerca a Marsella, donde llevó una vida de penitencia durante 30 años.

SANTA LUCÍA: ACUSADA Y TORTURADA


En venganza, el joven que se iba a casar con ella la acusó ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba
totalmente prohibido en aquel tiempo de persecución. Lucía fue llamada a juicio. El juez se dedicó a hacerle indagatorias
consecutivas y trató de convvencerla para que dejara de ser cristiana, pero Lucía le respondió: “Es inútil que insista.
Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo”. El juez le preguntó: “Y si la sometemos a
torturas, ¿será capaz de resistir?”. La jovencita respondió valientemente: “Sí, porque los que creemos en
Jesucristo y tratamos de llevar una vida pura, tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da
fuerza, inteligencia y valor”.

El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: “Aunque el cuerpo
sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal” [Santo Tomás de Aquino, el gran santo
sabio, admiraba mucho esta respuesta de Santa Lucía]. Trataron, entonces, de llevarla a una casa de maldad, pero ella se
quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron y de
un golpe de espada le cortaron la cabeza.

Mientras la atormentaban, ella animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesucristo hasta la muerte.

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PATRONAZGO
Por siglos ha sido muy invocada para curar enfermedades en los ojos. Es patrona de los pobres, los ciegos, los niños
enfermos, Siracusa, Venecia y otras 6 ciudades más. Es la patrona de la vista. La relación entre Lucía y los ojos, que hace de
esta Santa la protectora de la vista, se explicita en la iconografía de la Edad Media; deriva, quizás, de la cercanía etimológica
del nombre griego “Lucía”, que significa “Luz”. También es patrona de los campesinos, electricistas, modistas, choferes,
fotógrafos, afiladores, cortadores, cristaleros, sastres y escritores.

LEYENDAS
Existe la leyenda de que fue la belleza de los ojos de Lucía la que no permitía descansar a uno de sus pretendientes, por lo
que ella misma se los arrancó y se los envió; lleno de remordimiento y profundamente impresionado por el valor de Lucía,
el pretendiente se convirtió al cristianismo.

Otra leyenda medieval decía que, cuando Lucía estaba en el tribunal de aquel juicio, aún sin ojos, seguía viendo.

FIESTA
En Suecia y Finlandia, la de Santa Lucía es una fiesta cuyos orígenes se remontan a la Edad Media, iniciada en los siglos XVI
y XVII en estos países. Al inicio del Adviento, se comenzó a celebrar formalmente en Estocolmo una fiesta en honor a Santa
Lucía, en la que se come y bebe por ella. Hoy en día, en la mañana del 13 de diciembre, las niñas se visten de “Lucía”, llevando
un vestido blanco largo y una corona de 7 velas en la cabeza y las familias hornean pastelitos que han denominado “gatos de
Lucía”, decorados con forma de ojos.

SANTA ÁGUEDA [SANTA ÁGATA]


El gobernador le mandó destrozar el pecho a machetazos y a que fuera azotada cruelmente. Pero esa
noche, se le apareció el apóstol San Pedro y la animó a sufrir por Cristo, curándola de sus heridas. Al
encontrarla curada al día siguiente, el tirano le preguntó: “¿Quién te ha curado?” y ella respondió:
“He sido curada por el poder de Jesucristo”. El malvado le gritó: “¿Cómo te atreves a
nombrar a Cristo, si eso está prohibido?”, a lo que Águeda respondió: “Yo no puedo dejar
de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón”. Entonces, el perseguidor
la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes; y mientras Águeda se quemaba, iba diciendo en su
oración: “Oh, Señor, Creador mío, gracias porque desde la cuna me has protegido
siempre. Gracias, porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo
y dañoso. Gracias, por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en
Tus brazos mi alma”. Diciendo esto, expiró. Era el 5 de febrero del año 251.

DEVOCIÓN
Desde los siglos antiguos, los cristianos le han tenido una gran devoción a Santa Águeda; muchísimos
de ellos le han rezado con fe, para obtener que ella les consiga el don de lograr dominar el fuego de la
propia concupiscencia de la carne o inclinación a la sensualidad. Ella también consigue interceder por
sus devotos para vencer toda mala inclinación al placer, para evitar que su vida se convierta en un
desorden, para calmar y curar el deseo desordenado del cuerpo, para curar heridas de quemaduras
graves, para adquirir fortaleza frente a un incendio inminente y para mejorar radicalmente la
personalidad.

ÁGUEDA DE CATANIA
También se le conoce como Santa Ágata. Según cuenta una tradición italiana, el volcán Etna hizo
erupción un año después de la muerte de la Santa, en el año 252; los pobladores de Catania pidieron su
intervención en oración comunitaria, logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde
entonces, es patrona de Catania y de toda Sicilia, así como de los alrededores del volcán; y es invocada
para prevenir los daños del fuego, los rayos y los volcanes en erupción.
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SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD
Los antiguos documentos que narran el martirio de estas dos santas, eran inmensamente estimados en la antigüedad. San
Agustín dice que se leían en las iglesias con gran provecho para los oyentes.

Los documentos narran que el año 202, el emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran
adorar a falsos dioses, tenían que morir. Perpetua estaba celebrando una reunión religosa en su casa de Cartago, cuando
llegó la policía del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y los esclavos Revocato, Saturnino y
Segundo. En su diario, Perpetua escribe:

“Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada, porque


nunca había estado en un sitio tan oscuro; el calor era
insoportable, estábamos demasiadas personas en un
subterráneo muy estrecho, me parecá morir de calor y de
asfixia, y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era
tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más
le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser
capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión”.

Al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los carceleros para que pasaran a los presos a otra
habitación menos sofocante y oscura; fueron llevados a una sala donde entraba la luz del sol y estaban más holgados; les
permitieron que le llevaran al niño a Perpetua, quien ya estaba algo enfermo por el acabamiento. Ella dice en su diario:
“Desde que tuve a mi pequeño junto a mí, aquello no parecía ya una cárcel, sino un palacio, me sentía
llena de alegría, y el niño también recobró su alegría y vigor”. Al morir Perpetua, tías y abuelas cristianas se
encargaron de su crianza y educación.

El jefe del gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus compañeros de prisión. La noche anterior, Perpetua tuvo
una visión en la cual le fue dicho que tendrían que subir por una escalera muy llena de sufrimientos, pero que al final de tan
dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus compañeros la visión que tuvo y todos se
entusiasmaron, proponiéndose permanecer fieles en la fe y en paz hasta el fin.

ÚLTIMOS MOMENTOS
Primero pasaron los esclavos y el diácono: todos proclamaron ante las autoridades que ellos
eran cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos dioses. Luego llamaron a
Perpetua, el juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara a la religión
pagana, para salvar su vida; le recordó, además, que ella era una mujer muy joven y de familia
rica; pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a ser fiel hasta la muerte a la religión de
Cristo Jesús. Entonces llegó su padre, el único de la familia que no era cristiano, y de rodillas
le suplicó que no persistiera en llamarse cristiana, que aceptara la religión del emperador,
que lo hiciera por amor a su padre y a su hijito; ella se conmovió intensamente, pero le dijo:

“Padre, ¿cómo se llama esa vasija que hay ahí en frente?”.


“Una bandeja”, respondió su padre.
“Pues bien, a esa vasija hay que llamarla bandeja, no pocillo ni
cuchara, porque es una bandeja. Yo que soy cristiana, no me puedo
llamar pagana ni de ninguna ora religión, porque soy cristiana y lo
quiero ser para siempre, pase lo que pase”.

El juez decretó que los tres hombres serían llevados al circo romano, donde delante de la
muchedumbre serían destrozados por las fieras el día de la fiesta del emperador; y que las
dos mujeres fueran echadas ante una vaca furiosa, amarradas de pies y manos, para que las
"destrozara. Pero había un inconveniente: Felicidad iba a ser madre y la ley prohibía matar
a la que ya iba a dar a luz. Felicidad sí deseaba ser martirizada por amor a Cristo. Los
cristianos empezaron a orar con fe y Felicidad dio a luz a una linda niña, que fue confiada
a cristianas fervorosas; así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba diciéndole:
“Ahora se queja por los dolores del parto, ¿y cuando le lleguen los del martirio, qué hará?”.
Ella le respondió: “Ahora soy débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza, pero cuando
llegue el martirio me acompañará la gracia de Dios, que me llenará de fortaleza y amor”.

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COMO TODOS LOS MÁRTIRES, ELLAS ESTABAN EN PAZ

Santa Perpetua

A los esclavos los echaron a las fieras, que los destrozaron: ellos derramaron así valientemente su sangre por Cristo Jesús,
Nuestro Señor. Antes de llevarlos a la plaza, los soldados querían que los hombres entraran vestidos de sacerdotes de los
falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las diosas de los paganos, pero Perpetua se opuso fuertemente y
ninguno quiso colocarse vestidos de religiones falsas. Sáturo, el diácono, había convertido al cristianismo a uno de los
carceleros, llamado Prudente, y le dijo: “Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a mí me echarán a
un oso feroz y esa fiera no me hara ningún daño”.

Y así sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo, pero el feroz animal no le quiso hacer ningún
daño, en cambio sí le dio un tremendo mordisco al domador que trataba de hacer que el animal se lanzara contra el santo
diácono. Entonces, soltaron a un leopardo y éste de una dentellada destrozó a Sáturo. Moribundo, el diácono untó con su
sangre un anillo y lo colocó en el dedo de Prudente, quien aceptó volverse cristiano definitivamente.

A Perpetua y a Felicidad, las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de la plaza; soltaron una vaca
bravísima, que las corneó sin misericordia. Perpetua sólo se preocupaba de arreglarse los vestidos, de tal manera que no
diera escándalo a nadie por su desnudez. La gente, emocionada al ver la valentía de estas dos jóvenes madres, pidió que las
sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores victoriosos. Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó:
“¿Y dónde está esa tal vaca que nos iba a cornear?”. Pero, pronto, aquel pueblo cruel pidió que las volvieran a traer
y que les cortaran la cabeza allí, delante de todos. Al escuchar esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron
emocionadas y volvieron a la plaza.

A Felicidad le cortaron la cabeza de un machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso
y equivocó el golpe: ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano
el sitio preciso de su cuello donde debía darle el machetazo. Así, esta mujer valerosa demostró hasta el último momento que,
si moría mártir, era por su propia voluntad y con toda generosidad por amor a Cristo Jesús.

Dos mujeres -una, rica e instruida; otra, humilde y sencilla sirvienta-, jóvenes esposas y madres, que en la flor de la vida
prefirieron renunciar a los goces de un hogar con tal de permanecer fieles a la religión de Jesucristo. Ellas sacrificaron un
medio siglo que les podía quedar de vida en esta Tierra y llevan más de 17 gozando en el Paraíso Eterno. Son las renuncias
que pide nuestra religión. ¿En verdad, ser amigos de Cristo nos cuesta alguna renuncia? Cristo sabe para muy lo que
hacemos y a lo que renunciamos por Él. ¡Paga muy bien y por siempre!

SANTA GENOVEVA
Los datos históricos acerca de Santa Genoveva se conocen porque fueron escritos por Gregorio de
Tours, 20 años después de la muerte de esta gran mujer. Santa Genoveva ha sido invocada en épocas
de grandes calamidades públicas y ha librado a muchas ciudades y pueblos de pestes, carestías e
invasiones de enemigos.

SU HISTORIA
A los 15 años, con un grupo de amigas formó una aasociación de mujeres dedicadas al apostolado y a
ayudar a los pobres. No eran religiosas, pero vivían muy santamente en su casa o en su sitio de trabajo,
asistían al templo diariaemnte y ayudaban lo más posible a los necesitados.

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Genoveva practicaba de tal manera el recogimiento y apartamiento del mundo, que durante los 40 días
de Cuaresma no salía de su casa sino para ir al templo o a socorrer a algún necesitado. El resto del año
hacía casi lo mismo.
Cuando tenía 30 años, oyó que el terrible bárbaro Atila, rey de los Hunos, se acercaba con 100 mil
guerreros a sitiar a París, y a destruirla a sangre y fuego; la gente quería salir huyendo, pero Genoveva
los convenció de que en vez de huir fueran al templo a rezar. Los cobardes casi la linchan, pero la
mayoría le hizo caso y se dedicaron a orar. La ciudad se salvó de ser atacada, pues el feroz Atila, cuando
ya venía llegando a París, cambio imprevistamente de rumbo y se dirigió hacia Orléans; por el camino
le salieron al encuentro ejércitos cristianos y lo derrotaron en la terrible batalla de los Campos
Cataláunicos. Así se cumplió lo que Genoveva había anunciado: que si el pueblo oraba con fe, la ciudad
de París no sería atacada.
Aquello le dio a la Santa una gran popularidad en la ciudad. Después, llegó a París una espantosa escasez
y carestía, la gente moría de hambre y pobreza extrema; Genoveva nunca se quejó, en cambio reunión
un grupo de hombres y se fue río arriba a buscar víveres, volviendo con las barcas llenas de comestibles;
así salvó una vez más la ciudad, a punta de fe y oración.
Los reyes Childerico y Clodoveo sentían por ella una gran veneración, por lo que obtuvo de ellos el
perdón para muchos presos políticos que serían ajusticiados. Su figura es una mezcla de tradición,
historia y leyenda. Las cenizas de su cuerpo siguieron atrayendo la devoción de los parisinos. No había
solemnidad ni temida catástrofe en la que no se recurriese a ella.

SAN ISIDRO LABRADOR


Muchos de sus compañeros de labores le tenían envidia a Isidro, por lo que lo acusaron ante Don Juan de Vargas -su patrón-
por “ausentismo” y abandono del trabajo. El señor Vargas se fue a observarlo al campo y notó que sí era cierto que Isidro
llegaba una hora más tarde que los demás [en aquel tiempo se trabajaba de 6am a 6pm], pero que mientras Isidro oía Misa,
un personaje invisible [quizás un Ángel] le guaba sus bueyes y estos araban juiciosamente, como si el propio campesino los
estuviera dirigiendo en persona.

INMIGRANTE
Los mahometanos se apoderaron de Madrid y sus alrededores; los buenos católicos tuvieron que salir huyendo; Isidro fue
uno de los inmigrantes y sufrió por un buen tiempo lo que significa salir desterrado de su patria e irse a vivir donde lo
conoce, donde es muy difícil emplearse y donde incluso hay exclusión por ser extranjero.

Pero Isidro sabía aquello que Dios ha prometido varias veces en la Biblia: “Yo nunca te abandonaré”. Y confió
totalmente en Dios, por lo que fue ayudado por Dios. Lo que ganaba como jornalero de una finca donde fue empleado, Isidro
lo distribuía en 3 partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia [él, su esposa y su hijito]. Hasta para
las avecillas del campo apartaba migajas de pan y en pleno invierno, cuand el suelo se cubría de nieve, esparcía granos de
trigo por el camino para que las avecillas tuvieran con qué alimentarse en medio de tal desierto.

SU CORAZÓN GENEROSO
Un día lo invitaron a un gran almuerzo y se llevó a varios mendigos para que almorzaran también. El anfitrión le dijo,
disgustado, que solamente podría darle almuerzo a él y no a los otros. Isidro repartió su almuerzo abundante entre los
mendigos, alcanzando para todos; incluso, sobró.

MILAGRO
Un día paseaba por el campo con su familia; mientras corría libremente y alegre con su esposa, dejaron al niñito junto a un
profundo pozo de sacar agua; en un movimiento brusco del pequeño, la canasta donde estaba se dio la vuelta y cayó dentro
del hoy con el niño adentro; los esposos alcanzaron a ver esto y corrieron rápidamente junto al pozo, pero éste era muy
profundo y no había como rescatar a su hijo; entonces, se arrodillaron a rezar con toda fe; de pronto, las aguas del aljibe
fueron subiendo y apareció la canasta con el niño, y éste totalmente ileso. Nunca se cansaron de dar gracias a Dios por tan
admirable prodigio y milagro.

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Más tarde, volvió a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los otros peones lo acusaron envidiosos ante el dueño,
afirmando que Isidro trabajaba menos que todos por dedicarse a rezar e ir al templo. El dueño de la finca le puso una tarea
a cada obrero: cultivar una parcela de tierra; la de Isidro produjo el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le
recompensaba su piedad y generosidad.

En 1130, sintiendo que se iba a morir y estando en los 48 años, hizo humilde confesión de sus pecados, y recomoendando a
su familia y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con el prójimo, murió santamente. A los 43 años de
haber sido sepultado, en 1163, sacaron su cadáver del sepulcro y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto; esto
fue considerado un milagro. Poco después, el rey Felipe III se hallaba gravemente enfermo y los médicos dijeron que moriría
en poco tiempo; entonces, sacaron los restos de San Isidro del templo donde reposaban; tan pronto como lo hicieron, al rey
-gran devoto de San Isidro- se le fue la fiebre y luego fue totalmente curado cuando le llevaron los restos del santo. A causa
de esto, el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarase Santo al humilde labrador.

SAN JORGE Y EL DRAGÓN


San Jorge atacó valientemente al dragón o caimán y acabó definitivamente con tan feroz animal.
Reuniendo a todos los vecinos, que estaban llenos de admiración y de emoción, les habló muy
hermosamente de Jesucristo y obtuvo que muchos de ellos se hicieran cristianos.

PENA DE MUERTE
El emperador Diocleciano mandó que todos tenían que adorar ídolos o dioses falsos y prohibió adorar
a Jesucristo. El capitán Jorge declaró que él NUNCA dejaría de adorar a Cristo y que jamás adoraría
ídolos. Entonces, el emperador declaró pena de muerte contra San Jorge.
De paso para el sito de su martirio, lo llevaron al templo de los ídolos para ver si los adoraba; en su
presencia, varias de esas estatuas cayeron derribadas por el suelo, despedazadas.
A San Jorge lo martirizaron con azotes; mientras lo azotaban, él recordaba los azotes que le dieron a
Jesús y por lo tanto, no abría la boca, sufriendo todo por Nuestro Señor sin gritar ni llorar. Al verlo,
muchos exclamaban admirados: “¡Qué valiente! En verdad que vale la pena ser seguidor de Cristo”.
Cuando lo iban a matar, exclamó: “Señor, en Tus manos encomiendo mi alma”. Al escuchar la
noticia de que ya le iban a cortar la cabeza, sonrió con paz, porque él tenía muchos deseos de ir al Cielo
a estar junto a Nuestro Señor Jesucristo.

MÁS DATOS DE SAN JORGE


• Jorge de Capadocia fue un soldado romano que vivió entre 275 o 280 y 303. Considerado pariente de Santa
Nina.
• Su popularidad en la Edad Media le ha llevado a ser uno de los santos más venerados en las diferentes creencias
cristianas, incluso en las religiones afroamericanas y en la musulmana de Medio Oriente.
• Su tumba se conserva en Lod, Israel.
• Fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia, el 23 de abril de 303.
• Los testigos convencieron a la emperatriz Alejandra y a una anónima sacerdotisa pagana para que se
convirtieran al cristianismo y se unieran a Jorge en su martirio.
• Una vez muerto, el cuerpo de San Jorge fue enviado a Lydda, para que fuera enterrado.
• Su veneración como mártir comenzó relativamente pronto, se tienen datos a través de relatos de peregrinos de
una iglesia construida en su honor en Diospolis [antigua Lydda], durante el reinado de Constantino I, que se
convirtió en el centro del culto oriental a San Jorge.
• Hacia los años 518-530, el archidiácono y bibliotecario Teodosio relata que Diospolis era el centro del culto de
San Jorge.

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LA HISTORIA DE MAXIMILIANO KOLBE
Un día se fugó un preso del campo de concentración de Auschwitz. La ley de los oficiales nazis era que,
por cada preso que se fugara del campo, tenían que morir 10 de sus compañeros. Hicieron el sorteo: 1-
2-3-4…9…10, y al que le iba correspondiendo el #10, era pueto aparte para echarlo a un sótano a morirse
de hambre.

De pronto, al oírse un 10, el hombre a quien le correspondió ese #, dio un grito y exclamó: “¡Dios mío!,
yo tengo esposa e hijos, ¿quién los va a cuidar?”. En ese momento, el padre Kolbe dice al oficial alemán:
“Yo me ofrezco para reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir”. El
oficial lo interpela: “¿Y por qué?”. El padre Kolbe le dice: “Él tiene esposa e hijos que lo necesitan,
yo soy soltero y estoy solo, y nadie me necesita”. El oficial dudó un momento y enseguida
respondió: “Aceptado”. Fue así que el prisionero Kolbe es llevado con sus otros 9 compañeros a morirse
de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días fueron de intensas angustias y agonías
continuas. El santo sacerdote pasó su tiempo de espera como condenado animando a los demás,
rezando con ellos y dándoles la Sagrada Comunión. Poco a poco vio morir a los demás prisioneros y al
final, después de bastantes días, sólo quedaba él con vida; como los guardias necesitaban ese local para
otros presos que estaban llegando, le pusieron una inyección de cianuro y fue así que el padre Kolbe
murió el 14 de agosto de 1941.

SU DESTINO: LA SANTIDAD
Un domingo, en un sermón, oyó decir al predicador que los Padres Franciscanos iban a abrir un
seminario; la noticia le agradó mucho y con su hermano, se dirigió hacia allá; quería ser fraile. En 1910
fue aceptado como Franciscano. En 1915 obtuvo el doctorado en Filosofía en la Universidad de Roma y
en 1919, el doctorado en Teología en la misma institución educativa.

En 1918 fue ordenado sacerdote. Fundó dos periódicos, “El Caballero de la Inmaculada” y “El Pequeño
Diario”. Organizó una imprenta en Polonia y luego se traslado al Japón, donde fundó una revista
católica que pronto llegó a tener 15 mil ejemplares, un verdadero milagro en un país donde los católicos
casi no existían. En la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Nagasaki -donde él tenía su imprenta- fue
destruida por la bomba atómica, pero a su imprenta no le sucedió absolutamente nada.

Durante la guerra, los nazis invadieron Polonia y bombardearon la ciudad de la Inmaculada, llevándose
al padre Maximiliano como prisionero, junto a todo el equipo que le colaboraba. Para ese entonces, el
sacerdote ya había fundado una radiodifusora y estaba dirigiendo la revista “El Caballero de la
Inmaculada”, con gran éxito y notable difusión. Todo se lo destruyó la guerra, pero su martirio le
consiguió un puesto glorioso en el Cielo.

Juan Pablo II, su paisano, lo declaró Santo ante una inmensa multitud de polacos, resaltando que en
este gran santo se cumplía lo que dijo Jesús: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere,
produce mucho fruto [el que tiene apego a su vida la perderá y el que no está apegado a su vida en
este mundo, la conservará para la Vida eterna]”.

“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”.

“El odio no es una fuerza creativa, sólo el amor lo es”


[Maximiliano Kolbe]

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SANTA ANA
La Santísima Trinidad le concedió sus peticiones: el Padre, para quien ella gestó, cuidó y educó a su hija predilecta; el Hijo, a quien le dio
madre; y el Espíritu Santo, cuya esposa educó y cuidó con tan gran solicitud. Sin duda, Santa Ana tiene mucho poder ante Dios. La madre
de la Reina del Cielo, que es poderosa por su intercesión y es Madre de Misericordia, es también llena de poder y gracia.

Hay muchos motivos para escoger a Santa Ana como nuestra intercesora ante Dios: como abuela de Jesucristo, nuestro hermano según
la carne, también es nuestra Santa abuela y nos ama a nosotros, sus nietos. Nos ama mucho, porque su nieto, Jesús, murió por nuestra
salvación. Y María, su hija, fue proclamada Madre nuestra bajo la Cruz. Santa Ana nos ama profundamente y verdaderamente en atención
a las dos Personas que ella amó y sirvió en esta vida: Jesús y María. Si su amor es tan grande, su intercesión no será menos. Por lo tanto,
podemos acudir a ella con tal confianza en nuestras necesidades más profundas, porque ella nos escuchará e intercederá ante Dios por
nosotros. No hay la menor duda de que esto agrada a Jesús y a María, quienes la amaron tan profundamente. Su fiesta se celebra el 26 de
julio.

SEGÚN LA TRADICIÓN CRISTIANA


Casada con Joaquín, fue la madre de María y abuela materna de Jesús de Nazareth. Santa Ana es patrona de muchas ciudades en diversos
países, así como patrona de las mujeres, los trabajadores y los mineros, pues se considera a Jesús el oro y a María la plata. También es
patrona de las mujeres embarazadas a la hora del parto.

En los evangelios apócrifos y en el islam, su nombre es Hannah. Todo lo que se conoce soobre su vida, incluso su nombre, está basado en
los evangelios no admitidos por la Iglesia Católica dentro de sus libros canónicos [evangelios apócrifos]. Según éstos, Santa Ana era
natural de Belén, sus padres eran Matán y Emerenciana, descendía del rey David y de Leví -casta sacerdotal-. Matán [Mt. 1,15] era natural
de Belén y se dedicaba a la crianza de ovejas. Según Julio Africano, Matán tuvo un hijo [Santiago] en un primer matrimonio con una
mujer llamada Estha; Santiago llegó a ser padre de José de Nazareth. Estha fue madre de Helí o Joaquín en un primer matrimonio, y
Joaquín es el padre de la Virgen María, que con el tiempo se casó con Ana. Estha murió al nacer Santiago y Matán se volvió a casar, con
Emerenciana, quien antes de casarse con éste estuvo casada con Eliud, de la tribu de Leví, y tuvo dos hijas: Sobe y Mahara; Sobe fue
madre de Isabel, la mujer de Zacarías, de quien nació Juan El Bautista.

Según el protoevangelio de Santiago, Joaquín y Ana eran una pareja acomodada pero estéril. Joaquín fue rechazado al llevar su ofrenda
al templo, por no tener descendencia. Apenado, no volvió a su casa sino que se dirigió a una montaña, donde rogó a Dios que le diera un
hijo; ayunó 40 días y 40 noches; mientras tanto, Ana lloraba su dolor; entonces un ángel se les apareció simultáneamente, anunciano que
sus ruegos habían sido escuchados y que concebirían un hijo. Ana prometió dedicar el niño al servicio de Dios y cumplidos los 9 meses,
dio a luz a María, quien al cumplir los 3 años fue llevada al templo por sus padres para ser consagrada a Dios, como lo habían prometido.
María vivió en el templo hasta que cumplió los 12 años, edad en que fue entregada a José como esposa.

En el judaismo, a Santa Ana se le reconoce su vida de devoción, fe y esperanza en Yahve, y es descrita en la Torá como Santa de Santas.
Con su esposo y su hija llevaba una vida modesta en la ciudad de Nazareth. En la iconografía occidental, Ana puede reconocerse por la
larga túnica, generalmente roja, y un mante que le cubre la cabeza, a menudo sosteniendo un libro, siguiendo la tradición cristiana de que
fue ella quien instruyó a la Virgen María en las Sagradas Escrituras. También se le encuentra acompañada de la Niña María. Tales
representaciones reflejan de manera especulativa a las representaciones similares de la Santísima Trindad, porque en algunas Ana está
con la Niña María y ésta con el Niño Jesús. No se le suele mostrar en el Nacimiento de Cristo, pero frecuentemente se le representa con
el Niño Jesús en varios temas religiosos. Se cree que estuvo en la Presentación de Jesús en el Templo y en la Circuncisión de Cristo.
También es mostrada como la matriarca de la Sagrada Familia [Jesús, María y José].

JESÚS LE PIDIÓ A SOR NATALIA ORAR POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
“[…] Yo quiero que mis hermanos sacerdotes se unan a la cruzada de oración en favor de las almas que sufren en el Purgatorio. Ahora
quiero aliviar a aquellas que durante su vida, con frecuencia, me pidieron a Mí y a Mi Madre, en la oración, que tuviéramos piedad de
ellas en el momento de su muerte y cuando estuvieran en el lugar del sufrimiento”. Sor Natalia Magdolna escribe en su diario que
Jesús la llevó a un lugar tan grande que ella no podía ver el final, un lugar oscuro donde las almas parecían estar calmadas; había un
sinnúmero de almas de ropa negra, arrimadas unas a otras, muy tristes.

ORACIÓN DE OFRECIMIENTO DE VIDA


Mi amable Jesús,
delante de las Personas
de la Santísima Trinidad,
delante de Nuestra Madre del Cielo
y de toda la Corte Celestial,
ofrezco, según las intenciones
de Tu Corazón Eucarístico
y las del Inmaculado Corazón
de María Santísima,
toda mi vida,
todas mis Santas Misas,
Comuniones,
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buenas obras,
sacrificios y sufrimientos,
uniéndolos a los méritos de
Tu Santísima Sangre
y Tu Muerte de Cruz:
para adorar a
la Gloriosa Santísima Trinidad
para ofrecerle reparación
por nuestras ofensas,
por la unión de nuestra Santa Madre Iglesia,
por nuestros sacerdotes,
por las buenas vocaciones sacerdotales
y por todas las almas hasta el fin del mundo.
Recibe, Jesús mío, mi ofrecimiento de vid
y concédeme gracia para perseverar en él fielmente,
hasta el fin de mi vida. Amén.

5 PROMESAS DE LA VIRGEN MARÍA -PARA QUIEN LE OFREZCA SU VIDA-


1. Su nombre estará inscrito en el Sagrado Corazón de Jesús, ardiente de amor, y en
el Corazón Inmaculado de la Virgen María.
2. Por su ofrecimiento de vida, unido a los méritos de Jesús, salvará a muchas almas
de la condenación; el mérito de sus sacrificios beneficiará a las almas hasta el fin
del mundo.
3. Ninguno de los miembros de su familia se condenará, aunque por las apariencias
externas así parezca; porque antes de que su alma abandone el cuerpo, recibirá en
lo profundo de su alma la gracia del perfecto arrepentimiento.
4. En el día de su ofrecimiento, los miembros de su familia que estuviesen en el
Purgatorio saldrán de ahí.
5. En la hora de la muerte, Yo estaré a su lado y llevaré su alma sin pasar por el
Purgatorio, a la Divina Presencia de la Gloriosa Santísima Trinidad, donde en la
Casa hecha por el Señor, se alegrará eternamente junto conmigo y los demás
admitidos en el Paraíso.

Nuestra Señora dijo a sor Lucía de Fátima


que durante estos tiempos, no hay nada -
ningún problema material o espiritual- que
no pueda ser resuelto a través del Santo
Rosario

ADVERTENCIA
Durante la Segunda Guerra Mundial, Sor Natalia aconsejó al Papa Pío XII que no fuera a Castelgandolfo, su residencia de verano, porque
sería bombardeada: y así fue. Sor Natalia tuvo que transmitir unos mensajes muy duros a la jerarquía católica de Hungría: que
repartieran sus riquezas a los pobres, que dejaran sus palacios y que comenzaran a hacer penitencia. Para muchos,
este llamado no sólo era una locura, sino ¡un absurdo! Sólo unos cuantos hicieron caso al llamado “Apostlado de la Enmienda”. Sólo
después de la guerra, cuando el cardenal Mindszenty en 1945 fue elegido Primado de Hungría, empezó el movimiento de reparación en
forma seria. El cardenal quiso construir una capilla en Budapest y concedió el permiso para la fundación de una nueva Orden de
Religiosas, cuya única finalidad sería hacer reparación y penitencia por los pecados de la nación; pero desgraciadamente era demasiado
tarde y la capilla no se alcanzó a terminar. Las autoridades comunistas prohibieron la fundación de la nueva Orden y dispersaron las que
ya existían. El terror contra el pueblo húngaro fue 3 veces más severo que en los países satélites vecinos. El ejército rojo hizo mártires por
miles -entre ellos, el obispo Apor de Gyor, quien trató de defender a su rebaño, en su mayoría mujeres que buscaban refugio en las iglesias
para evitar ser violadas.

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Sin embargo, el ejército rojo fue indulgente en comparación con los traidores comunistas húngaros, especialmente su líder Matías Rákosi:
esta figura cruel envió a miles de intelectuales al patíbulo y su furia se dirigió con toda la fueza principalmente conta la Iglesia Católica:
confiscó todas sus escuelas, dispersó las órdenes religiosas y ocupó sus conventos y monasterios. Todo el mundo se enteró de la trágca
suerte del Primado de Hungría, el cardenal Joseph Mindszenty, quien luchó valientemente contra la tiranía del ejército rojo; después de
haber sido encarcelado durante la Segunda Guerra Mundial por los nazis alemanes -por ayudar a los judíos- ahora los rojos lo arrestaron
bajo falsas acusaciones y lo sometieron a las más humillantes torturas. Cuando su voluntad de hierro se dobló por las drogas que le
administraban, lo sometieron a un juicio de burla; su rebaño se asustó y se dispersó lentamente al ver vencido al pastor. Sor Natalia
compartió la suerte de sus hermanas religiosas: tuvo que vivir escondida; pero su vida mística continuó y bajo la guía de su nuevo director
espiritual, comenzó a escribir de nuevo su diario en 1981.

EL DIARIO DE SOR NATALIA


Tenemos en nuestras manos un tesoro místico de incalculable valor, a la altura de cualquiera de los
grandes tesoros de las místicas cristianas: Santa Catalina de Siena, Santa Gertrudis, Santa Teresa de
Jesús y Santa Margarita María de Alacoque. En él encontramos mensajes, enseñanzas y avisos
dirigidos a todos, especialmente a los sacerdotes y a las jerarquías de la Iglesia que viven estos
tiempos. La Iglesia necesita esta guía en un momento en el que los pilares tradicionales se tambalean
y hay confusión hasta entre los mismos consagrados.

El libro de sor Natalia, su diario, consigna además cómo ofreció su vida por los sacerdotes cuando
entró al convento. El Señor aceptó su ofrenda y ella soportó sufrimientos increíbles, en cuerpo y en
alma, pues Jesús compartió con ella Su Cruz, el dolor que Él siente por los sacerdotes tibios y también
su gozo por los buenos y leales. Sor Natalia se identificó completamente con Jesús. El Señor se
regocijó y sufrió con ella como Él mismo dijo: “Por mis amados hijos sacerdotes”.

El padre Krasznay, su director espiritual en 1939 y en 1943, la conoció durante un retiro espiritual
que él dirigió en el convento de las Hermanas del Buen Pastor de Santa María Magdalena en
Keeskemet; con dudas y miedo de sí misma, como lo narra él, sor Natalia le habló de sus experiencias
místicas -las que recibía con frecuencia durante sus oraciones- y los sufrimientos que le siguieron a
estas experiencias. “Oyendo sus relatos -dice el padre Krasznay- me pareció claro que ella
estaba recibiendo unas gracias extraordinarias. Desde entonces, con el permiso de
mis superiores, me mantuve en contacto con sor Natalia por carta y visitándola una
o dos veces al año para darle consejo espiritual. La sometí a duras pruebas de
obediencia, para obtener una respuesta a mis dudas sobre si eran reales o no sus
experiencias, y si su vida estaba realmente permeada por la actividad mística de
Dios. Ella siguió mis indicaciones con obediencia ciega”.

LOS MENSAJES A SOR NATALIA


Durante el Año Santo Mariano [1983-1984] la Santísima Virgen le dijo:

“Ustedes, queridos hijos, deben compartir todavía con mayor fervor los sentimientos del Salvador.
Miren con compasión cómo sudó sangre en el Huerto de los Olivos, miren sus cadenas, las sogas, cómo
fue arrastrado de un juez a otro, los salivazos en el rostro, las diferentes torturas, cómo fue azotado, el
manto de burla, la corona de espinas, el peso de la cruz, sus caídas y dolorosos encuentros.
De corazón, ustedes deben seguirle para llegar hasta el monte Calvario y verle allí, desde que le quitan sus
vestidos hasta que lo crucifican. Colgado de la cruz, empapado en su sangre en la agonía, ¡cuánto dolor!
¡cuánto tormento hasta exclamar ¡Todo está consumado!”.

“Mi Santo Hijo, queridos hijos, realizó la obra de la Redención. Su sacrificio reparador era pleno, pero de
él dejó a ustedes también una pequeña participación en cuanto que elige y llama a algunas almas a ofrecer
en unión íntima con Él, el sacrificio de su vida. Comparte con ellas sus sufrimientos para gloria del Padre
y el bien de las almas, para que ni una sola de ellas se pierda. Estas almas son almas enteramente
entregadas y pueden hacer mucho para la gloria de Dios y salvación de las almas. Mi Santo Hijo encuentra
su gozo en ellas. En el mundo de hoy, hijos míos, mi Santo Hijo tiene cien veces mayor necesidad de
corderos para el sacrificio.
Pero ustedes deben pensar que la participación en la obra de la Redención sólo puede consistir en el
sacrificio. Hay que partir desde el Huerto de Getsemaní y seguir el camino que recorrió mi Santo Hijo. Sin
esto, no habrá méritos ni ofrenda de vida fecunda”.

“Cuanto más pronta es la entrega de un alma, tanto más florifica al Padre, y por ello más almas ayudan a
salvar y serán bienhechoras de la humanidad entera. ¡Oh, cuántas gracias puede alcanzar para la Iglesia y
para los sacerdotes! Un alma así coopera eficazmente en la conversión de los pecadores, el alivio de los
enfermos, la salvación de los moribundos y para que las almas lleguen a la patria de la eterna felicidad. Un
alma así realiza, en unión con mi Santísimo Hijo, una verdadera obra redentora. Con todo corazón y con
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entera confianza pueden ustedes, mis amados hijos, contar con su Madre celestial, quien está
siempre con ustedes para que juntos podamos seguir al Divino Redentor hasta el pie de la Cruz, a
donde su Madre lo siguió.
¡Sean ustedes árboles del Señor, que producen siempre buenos frutos, bendición para la
Tierra y alegría de todo el Cielo! ¡Bendita sea la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, por todos los siglos. Amén!”.

LA OFRENDA DE VIDA LO COMPENDE TODO


Sor Natalia, en su diario:

“He sentido el gozo al ver cómo, una y otra vez, los fieles que se encontraban en el templo hacían
ofrecimiento de su vida, movidos por el celo de mi padre espiritual. Pensaba para mis adentros: ¿Lo
estarán viviendo? ¿Es suficiente entregarse una sola vez? ¿Lo recordarán luego? Entonces
mi Jesús habló así:

´Si alguien, hija mía, hace una sola vez el ofrecimiento de vida, ¿entiendes, hija
mía? una sola vez, en un momento de gracia se encendió en su corazón el fuego de
amor heroico, ¡con esto selló toda su vida! Su vida, aunque no piense
conscientemente en ello, es ya propiedad de ambos Sagrados Corazones.
Para mi Padre no existe el tiempo. La vida del hombre está ante Él como un todo´.

“Aunque uno haya hecho otro ofrecimiento, la ofrenda de vida por amor lo compende todo y
está por encima de todos los demás ofrecimientos. Ésta será, pues, la corona, el aderezo más
precioso y el distintivo de su nobleza espiritual en la Patria Eterna.

JACULATORIAS DE ARREPENTIMIENTO
Jesús mío, ¡Te amo sobre todas las cosas!
Por amor a Ti, me arrepiento de todos mis pecados.
Me duelen también los pecados de todo el mundo.

¡Oh, amor misericordioso!,


en unión con nuestra Madre Santísima
y con su Corazón Inmaculado,
Te suplico a Ti perdón de mis pecados
y de todos los pecados de los hombres,
mis hermanos, hasta el fin del mundo.

¡Mi amable Jesús!,


en unión a los méritos de Tus Sagradas Llagas,
ofrezco mi vida al Eterno Padre,
según las intenciones de la Virgen Santísima Dolorosa.

¡Virgen María, Reina del Universo,


Intercesora de la Humanidad y esperanza nuestra
ruega por nosotros!

LA VICTORIOSA REINA DEL MUNDO


-DESIGNIOS DE DIOS PARA EL FUTURO DEL MUNDO-

Sor Natalia:

“¡Este es el tiempo de María! Vi a la Santísima Trinidad hablar sobre el destino de la humanidad ahora
inmersa en el pecado. Los ángeles, los santos y todo el cielo postrado al mismo tiempo, la adoraban en
silencio. El Padre celestial dijo:
-El mundo inmerso en el pecado tiene que ser destruido de acuerdo con mi justicia.

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Luego vi a Jesús, el Amor Misericordioso, cerca del Padre, suplicando; se postró ante el Padre, y aunque
unido a Él, Él era sin embargo una persona distinta; dijo:
-Padre mío, soy Tu Hijo. Me ordenaste morir por este mundo.

Luego Él mostró sus heridas que ardían como fuego. La mano del Padre celestial, que ahora no parecía una
mano paternal sino una mano pesada, justa y castigadora, cargaba su peso sobre el mundo. Luego Jesús
puso su mano herida debajo de la de su padre y pidió:
-Por favor, ¡ten misericordia por algún tiempo!
Pero la mano del Padre celestial empujó hacia abajo la mano de Jesús y dijo:
-No, Hijo mío, el pecado está clamando justicia.

Esta fue una visión terrible, porque parecía que la justicia prevalecería sobre el Amor Misericordioso.
Entonces Jesús miró a su Madre, que estaba a su lado, y exclamó:
-Madre Inmaculada, ven, ¡ayúdame a sostener la mano de mi Padre celestial!
En el momento en que la Santísima Virgen puso su mano debajo de la de Jesús, el Padre celestial levantó la
suya y dijo:
-¡Hijo mío, la misericordia ha prevalecido! El mundo pecador ha alcanzado misericordia debido a las
súplicas de la Madre Inmaculada de Dios. Encomendaremos a Ella la tarea de salvar al mundo. Para salvar
al mundo, Ella necesita poder; por lo tanto, dotamos a la Inmaculada Madre de Dios con los poderes de
Reina. Su título será La Victoriosa Reina del Mundo. El género humano que está condenado a morir a causa
de sus pecados, recibirá gracia y salvación a través de Ella. Pondremos bajo su manto una multitud de
Ángeles.

Tan pronto como el Padre celestial pronunció estas palabras, los ejércitos celestiales dieron gritos de alegría,
alabando a María Santísima. Cuando apareció la Virgen Madre, estaba adornada con sus tres grandes
virtudes: pureza inmaculada, amor ardiente y profunda humildad. Viéndola, aunque Él mismo se las había
dado, ¡hasta Dios estaba admirado! Su Corazón estaba lleno de felicidad por aquellas palabras: “La
humildad será exaltada”, que como desconocida Niña de Nazareth, pronunció en el Magníficat y que
se habían realizado en Ella.
La Santísima Trinidad la coronó. La brillante corona tenía tres piezas, significando al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo. Cuando el manto real fue traído, vi que su prendedor estaba reluciente: esto también
significaba su parentesco con la Santísima Trinidad, como hija del Padre, madre del Hijo y esposa del
Espíritu Santo.

Dios, en tres personas, actuó en la Madre Inmaculada, como si el Espíritu Santo la hubiera cubierto de
nuevo con su sombra, para que Ella pudiera dar otra vez a Jesús al mundo.
El Padre celestial la llenó de gracias.
De parte del Hijo, indecible felicidad y amor irradiaban hacia Ella, como si Él quisiera felicitarla, mientras
decía:
-¡Mi Inmaculada Madre, Victoriosa Reina del Mundo, muestra tu poder! Ahora serás La Salvadora de la
Humanidad. Así como fuiste parte de Mi obra salvadora como Corredentora, de acuerdo con Mi voluntad,
así quiero compartir contigo Mi poder como Rey. Con esto te confío la obra salvadora de la humanidad
pecadora; Tú puedes hacerlo con Tu poder como Reina. Es necesario que Yo comparta todo contigo. Tú eres
la Corredentora de la humanidad.

Entonces, vi que su mato estaba impregnado con la Sangre de Jesús, y esto le daba un color escarlata. Mi
atenció luego fue a los Ángeles, quienes rodeaban a su Reina con gran reverencia. Los Ángeles vestían de
blanco, rojo y negro. Entendí que el blanco simbolizaba la futura pureza del mundo, el rojo el martirio de
los santos y el negro el luto por el destino de las almas condenadas.
Entonces, la Virgen María empezó a caminar suavemente y con majestuosidad hacia el mundo. Vi al mundo
como una esfera gigante cubierta con una corona de espinas y que estaba llena de pecado, y a Satanás, en
forma de serpiente enrollada alrededor, y salían de él toda clase de pecados y suciedad.
La Virgen Madre se levantaba erguida sobre el globo, como la Victoriosa Reina del Mundo.
Su primer acto como Reina fue cubrir al mundo con su manto, impregnado con la Sangre de Jesús.
Entonces, Ella bendijo al mundo y vi que al mismo tiempo la Santísima Trinidad también bendecía al
mundo.
La serpiente satánica, entonces, la atacó con terrible odio; de su boca salían llamas. Temí que su manto
fuera alcanzado por el fuego y ardiera, pero las llamas no podían ni siquiera tocarlo. La Virgen María estaba
tranquila, como si no estuviera en una contienda, y serenamente pisó el cuello de la serpiente. Ésta no
cesaba de arrojar llamas, símbolo de odio y venganza, pero no podía hacer nada, mientras la corona de
espinas -hecha de pecados- había desaparecido de alrededor del mundo y desde su centro brotó una azucena
que empezó a abrirse.
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Vi también que la bendición de la Virgen Madre había caído en todas las naciones y personas. Su voz era
indescriptiblemente apacible y majestuosa cuando dijo:
-¡Aquí estoy! ¡Yo ayudaré! ¡Yo traeré orden y paz!

Entonces, Jesús me explicó:


-Mi Madre Inmaculada vencerá el pecado mediante su poder de Reina. La azucena representa la
purificación del mundo, la llegada de la era del paraíso, cuando la humanidad vivirá como sin pecado. Habrá
un mundo nuevo y una era nueva. Será la era en que la humanidad recobrará lo que perdió en el Paraíso.
Cuando Mi Madre Innmaculada pise el cuello de la serpiente, las puertas del infierno se cerrarán; los
Ejércitos de los Ángeles tomarán parte en la lucha. Yo he sellado a los míos con mi sello para que ellos no
se pierdan en esta batalla.

¿Cómo apresurar la victoria de la Reina del Mundo?


Jesús dijo:
-Mi Madre Inmaculada será la Corredentora de esta era que viene.

Jesús mío, ¿qué debemos hacer para acelerar la victoria de Nuestra Madre Inmaculada y
Nuestra Reina?
-Díganle con frecuencia: “¡Madre Nuestra Inmaculada, muéstranos tu poder!”.

Cuando repetí esta oración, le pregunté a Nuestra Madre:


¿Qué quieres que hagamos, Madre Santísima, hasta que llegue Tu gloriosa era?
El vestido de la Virgen cambió de color, estaba cubierto con un velo negro transparente, aunque en su cabeza
todavía vi su triple corona. Su feliz semblante de improviso cambió a una expresión de profunda tristeza;
dobló sus manos y rogó por el mundo, llamando a todos: “¡Vengan, mis queridos hijos, y junto
conmigo consuelen al Padre celestial que está profundamente ofendido!”.

Fue claro para mí que todo el mundo, en especial modo Hungría, tenía que hacer mucha penitencia,
reparación y sacrificios.

Jesús me explicó en numerosas ocasiones qué es lo que Él considera como reparación y lo que deseaba
que hiciéramos:
1. La primera forma de entender la reparación es que cada uno se esfuerce por
cambiar su vida.
2. “Yo redimí al mundo con ayuno y oración durante la noche. Yo pido ayuno,
oración, rezar la Hora Santa, orar en la noche y aguardar con paciencia los
sufrimientos por Mi amor”.
3. Jesús nos pide el rezo del Santo Rosario. Vi que cuando se reza cada cuenta,
una gota de la sangre de Jesús cae sobre la persona por quien se dice o sobre
aquellas almas que Jesús quiere salvar. Esto fue pedido especialmente por
las almas del Purgatorio.
4. Jesús pide en particular la devoción al Corazón Inmaculado de Su Madre.

La oración de la noche

La Santísima Virgen pide una hora de reparación (Hora Santa) los jueves.
Puede hacerse individualmente o en familia, o en comunidad; en la iglesia ante el Santísimo Sacramento
o en el hogar, rezando el Santo Rosario, leyendo y meditando las Escrituras, poniéndonos en la
presencia de Jesús y de su Madre Inmaculada.
Cuando uno se despierta en la noche, debe tratar de rezar alguna oración antes de volverse a dormir;
mucha gente que no puede dormir en la noche, especialmente personas mayores, pueden llenar su
tiempo con la oración, rezando por las almas que en esos momentos estén en agonía. La Virgen Madre
dijo: “Si más y más almas oran en la noche, la Llama de mi Amor crecerá proporcionalmente con el
número de los que oran”.
("La Victoriosa Reina del Mundo" - Sor Natalia Magdolna)

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Al Cielo entraremos llevando los tesoros acumulados aquí en la Tierra, los tesoros espirituales:
“Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que
no se marchita” [1 Co. 9,25].

Todo cristiano está llamado a convertirse en un buen atleta de Cristo, es decir: en un testigo fiel y valiente
de Su Evangelio. Pero para lograrlo, es necesario que persevere en la oración, se entrene en la virtud y siga
en todo al Divino Maestro. En efecto, Él es el verdadero atleta de Dios; Cristo es el hombre “más fuerte” [cf.
Mc. 1,7], que por nosotros afrontó y venció al “adversario” -Satanás- con la fuerza del Espíritu Santo,
inaugurando el Reino de Dios. Él nos enseña que, para entrar en la gloria, es necesario pasar a través de la
Pasión [cf. Lc. 24,26,46] y nos precedió por este camino, para que sigamos sus pasos.

Unos son los atletas que corren en homenaje a los dioses del Olimpo, otros los que corren siguiendo a
Cristo. Una es la pista del estadio, otra es la pista de la vida. Una es la corona que se corrompe, la de los
atletas del Olimpo, y otra es la corona incorruptible. Pero entre estas dos formas atléticas, San Pablo ha
propuesto algo común: el entrenamiento, para alcanzar el pleno dominio de sí mismo y el autocontrol en
todos los aspectos: la “egrateia” [templanza].

“El deporte es escuela de lealtad, de coraje, de tolerancia, de ánimo, de solidaridad y espíritu de equipo;
todas estas virtudes naturales son, con frecuencia, como el soporte en que se asientan otras virtudes
sobrenatural”s" [San Juan Pablo II]. “Corred así para ganar” [1 Cor. 9,24].

MADRE ANGÉLICA
Hay muchas sombras en nuestra fe. Hay incertidumbre en nuestra confianza, pero Dios nos pide que
confiemos en Él [al fin y al cabo, Él sabe lo que hace, nosotros no sabemos nada]. La confianza y la
perseverancia van unidas, si no perseveran no pueden confiar.

Las sombras y las ansiedades que experimentan no constituyen una falta de confianza, forman parte de ella,
deben dejarse llevar, deben hacer lo que les diga Dios. ¿Cómo puede ser que me ocurra esto a mí? El Señor
a veces nos empuja hasta el límite de nuestra confianza, porque desea que nos elevemos a otro nivel. Así
que no se preocupen, aunque todo parezca que va mal: Dios les está diciendo que tengan más confianza.
A veces pensamos que amar a Dios es algo que se hace sin alegría. ¿Por qué huimos cuando sentimos que
Dios nos pide que hagamos algo? Porque tememos perder lo seguro. “Lo que te he quitado no lo he
hecho para herirte, sino sólo para que lo busques en Mis Brazos” [poema franciscano].

Nunca tengan miedo de seguir a Jesús, de ser un verdadero cristiano, vivo, auténtico. Sean lo que son de
verdad. No debemos temer, la luz siempre estará con nosotros.

Miren su vida y revisen si Dios no les ha perdido, por ejemplo, que perdonen a alguien a quien ustedes no
deberían perdonar, porque lo que ha hecho ha sido algo muy malo. ¡Nos cuesta mucho perdonar! Y el Señor
nos dice: “Toma este terrible sentimiento y libérate de él”. Hace falta confiar. Pedro, incluso
después de Pentecostés, tenía miedo. Seguía preocupado por las visiones. Es natural tener miedo, estar
preocupado, no saber qué hacer, vemos la misma amenaza una y otra vez, la misma situación: nos sentimos
inseguros. Pero Pedro no se detuvo, continuó avanzando, despacio quizás, pero continuó avanzando. No
sabía nada, no comprendía las visiones, pero el Espíritu Santo lo acompañó y lo guió.

En su vida y en la mía, no siempre vemos el final del túnel. No siempre vemos la solución a nuestros
problemas, de hecho la solución a algunos de ellos llegará cuando ya no estemos aquí. Pero usted y yo
podemos hacer lo que Pedro y Elías: avanzar y confiar. Porque a medida que avanzamos, aumentamos
nuestra fe.

La fe es oscuridad. No necesita tener fe si ve el final. La fe es andar en paz, y a ciegas. No sé si estaré aquí


mañana. No necesito fe si lo sé todo. Debo comprender que el Señor, con toda Su Majestad y Sabiduría,
trabaja con la gente sencilla, realizando pequeñas cosas sistemáticamente y a veces en circunstancias muy
inciertas [incertidumbre de corazón y de mente, pero continúan avanzando]. Y lo vemos en la Santísima
Virgen: ¿se dan cuenta de lo mucho que confió en Dios? Cuando estaba junto a Su Hijo muriendo en la Cruz,
Ella no tenía dónde enterrar Su Cuerpo. Tuvo que esperar a que el Padre inspirara a José de Arimatea para
que le encontrara un lugar para sepultar a Su Hijo. Hay que agradecerle al Señor por habernos dado a una
Mujer tan magnífica: Ella siempre fiel, luchando desde la Anunciación hasta el final. Se sintió herida cuando
le hirieron a Él, contando sus días y sus horas, pero sin perder la fe.

María es un ejemplo de Mujer. Deben confiarle todo. Confiar en que por muy lejos que estén, por muy
perdidos que parezcan estar, por muy desalentados que estén, Dios se ocupará de todo y sobre todo si rezan
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por ello en particular. Basta ver el Nacimiento de Jesús para ver la confianza de José y María… los echaban
de todas partes. Recuerden que se trata del Hijo de Dios… ¡rechazado desde que fue concebido hasta el
final! Tuvieron que pasar grandes penurias para que María diera a luz, no tenían un lugar dónde alojarse.

Hay que confiar mucho. José era un carpintero, tuvo que huir sin nada y ahí lo tenemos, confiando. Tenía
a Jesús y María. Salieron huyendo en medio de la noche, sin nada. Imagínenlo. María nunca dijo nada,
confiaba. Y había aceptado la voluntad de Dios en el momento presento, y dijo ¡Alabado sea Dios!
¡Hágase en mí según Tu Palabra!

Cuando Jesús se perdió a los 12 años, también María confió. Uno busca aún estando totalmente perdido, y
busca… rezando. No hay otro camino: abandonarse en las manos de Dios. Quien no comprende nada, debe
confiar totalmente. Al final Dios responderá, de una u otra forma. No comprendemos ahora la situación, no
comprendemos nada, pero la confianza y la perseverancia, la duda, la ansiedad y la frustración va todo
unido: es como la masa de galletas, todo mezclado en una sola pieza; y luego extiende la masa y obtiene
círculos perfectos. Las frustraciones de la vida diaria forma parte de la fe, la confianza y todo lo de Dios. La
confianza consiste en avanzar y seguir adelante, porque sabemos que Dios sabe lo que hace. Por lo tanto,
¿por qué vamos a tener miedo? “Dios, concédeme la sabiduría de permanecer tranquilo, de permanecer en
silencio, sólo deseo alabar Tu Nombre Santo, ¡hágas en mí según Tu Palabra!”.

Cuando Jesús se marchó de casa a los 30 años, para empezar su vida pública, María también confió y no le
resultó fácil verlo partir, seguramente. María no sabía, y Él tampoco, a donde iría. “El Hijo del hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza”. Salió a cumplir la misión sin saber por dónde empezaría, ni de un
día para otro dónde iría, dónde comería ni dónde dormiría: eso se llama confianza en la Providencia
de Dios. Nuevamente, en las Bodas de Caná, no había vino, y María confió en Él: “Haced lo que Él os
diga”. La confianza le hizo fuerte, le dio la capacidad de creer sin ver, de dejarse llevar y entregarse
TOTALMENTE a Dios, de comprometerse en mente y alma, en su razonamiento, en su sentimiento, en su
voluntad. Podemos rezar esa oración a diario, porque Dios glorificará nuestra soledad y nos dará
oportunidad para que veamos que Su Poder siempre estará con nosotros, porque Él es y siempre será fiel a
Sus Promesas… todos pueden fallarnos, y de hecho lo hacen, ¡pero Él jamás nos fallará!

Señor, hágase según Tu Palabra, soy un instrumento Tuyo.

¿A QUÉ SANTO LE GUSTARÍA SER TU AMIGO?

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¡Quién de nosotros no tiene una historia con un santo! Algún texto que leímos, algo que
escuchamos, una frase de alguno que nos conmovió porque llegó en el momento preciso,
la interesante historia de uno o de varios, algo que vimos de uno de ellos, algo que nos
encontramos o la novena que nos regalaron… La santidad no es otra cosa que ser
hombres plenos. Los que son santos fueron tan normales como nosotros, por esto es muy
fácil identificarnos con algunos de ellos y entablar una buena amistad, para que ellos -
como todos los amigos- nos irradien un poco de su maravillosa luz y amor.
“Efectivamente, es mucho poder decir de un ser humano que ha
logrado esa doble maravilla: que el sol arda en sus manos y que
haya sabido repartirlo. No sé cuál de las dos hazañas es más
prodigiosa… Sólo los santos, los genios, los grandes amantes
tienen el sol en las manos. Son personas que, cuando pasan a
nuestro lado, dejan un rastro en nuestro recuerdo, en nuestras
vidas. Porque tienen luz, porque sus almas están llenas y
despiertas. ¿Y por qué ellos tienen luz y la mayoría no? Desde
luego, no es ni por instinto ni por nacimiento, sólo tiene luz el
que ha ido recogiéndola, cultivándola. La luz, la belleza, están
en el mundo, pero hay que ir sabiendo recogerla. Y hay que
empezar por tener las manos abiertas y no como los egoístas,
cerradas, empuñadas.
“Todo el que tiene la luz en sus manos, la tiene por su mérito y
esfuerzo. Y naturalmente, no se conquista en un solo día: se van
acumulando trozos de luz, pedacitos de amor. El alma sólo
brilla después de muchos años de esfuerzo de recogida. ¡Pero
qué milagro morirse con el alma encendida!”
[Padre Martín Descalzo]

QUIZ
HTTPS://CATHOLIC-LINK.COM/QUIZ-DESCUBRE-A-QUE-SANTO-LE-GUSTARIA-SER-TU-
AMIGO/

¿QUÉ CLASE DE AMIGA ERES?


Divertida, Confiable, Generosa, Alegre, Atenta, Silente, Abierta
• Silente

¿QUÉ TIPO DE MÚSICA PREFIERES ESCUCHAR?


Movida, Instrumental, Clásica
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• Clásica

ELIGE UN LUGAR
El mar, Una feria, La naturaleza, El teatro, Las montañas, La ciudad
• Las montañas

¿CUÁL DE ESTAS FRASES ES TU FAVORITA?


• “Comencemos a servir, lo que hemos hecho hasta ahora es poco y
nada”
• “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”
• “El demonio no puede resistir a la gente alegre”
• “Mi alegría es ser pequeña, permanecer pequeña; así, si alguna vez en
el camino caigo, me levanto enseguida, y mi Jesús me coge de la
mano”
• “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas,
gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas,
perdonarás con amor”
• “El porvenir está en manos de Dios, y de ninguna otra manera
podrían las cosas ir mejor”
• “No debe buscarse ninguna recompensa mayor que el amor mismo”
• “Como esa madre que no olvida a su hijo, ¿acaso olvida un mujer a su
niño de pecho sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues
aunque algunas de ésas llegase a olvidar, yo no te olvido”

• “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”

ELIGE UNA ÉPOCA DE LA HISTORIA


Edad Media, Siglo XIX, Edad Antigua, Época de los primeros cristianos y
mártires, Siglo XX
• Edad Media

¿CUÁL DE ESTAS OPCIONES TE DESCRIBE MÁS?


• Eres una persona calmada, servicial, confiada
• Eres una persona intelectual, culta, inquieta mentalmente
• Eres una persona activa, alegre, llena de ideas
• Eres una persona mitad intelectual, mitad activa, profunda y
soñadora

• Eres una persona intelectual, culta, inquieta mentalmente

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¿CON CUÁL ANIMAL TE IDENTIFICAS?
Oso, Canario, León, Pastor Alemán, Caballo, Petirrojo, Águila, Conejo
• Caballo

¿CUÁL FUE TU SUEÑO CUANDO ERAS NIÑA?


Ser una gran profesora, Ser una científica famosa, Ser madre de muchos
hijos, Ser una gran actriz / cantante, Viajar por todo el mundo, Ser
misionera o tener un orfanato / Cuidar a los animales
• Viajar por todo el mundo

¿CON CUÁL PARTE DE LA CASA TE IDENTIFICAS?


Patio espacioso, Bibioteca, Balcón, Puerta de entrada de la casa, Jardín,
Sala de lectura, Oratorio
• Biblioteca

_________________________________
SAN AGUSTÍN QUIERE SER MI AMIGO [FEBRERO 03 / 2018]

San Agustin nació en África del Norte, en


el año 354. Hijo de Patricio y Santa Mónica. Tuvo un hermano y una hermana, y todos
ellos recibieron una educación cristiana. Después de una juventud disipada, se convirtió
y es un gran santo, Padre y Doctor de la Iglesia.
Una de las autobiografías más famosas del mundo, “Confesiones de San Agustín”,
comienza de esta manera: “Grande eres Tú, Oh Señor, digno de alabanza… Tú nos has
creado para Ti, Oh Señor, y nuestros corazones estarán inquietos hasta que descansen
en Ti” [Confesiones, Capítulo 1]. Durante mil años, antes de la publicación de “La
Imitación de Cristo”, “Confesiones” fue el manual más común de la vida espiritual; dicho
libro ha tenido más lectores que cualquiera de las otras obras de San Agustín.
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Escribió sus “Confesiones” 10 años después de su conversión, y luego de ser sacerdote
durante 8 años. En el libro, San Agustín se confiesa con Dios, narrando el escrito dirigido
al Señor. San Agustín le admite a Dios: “Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua,
siempre nueva. Tarde te amé” [Confesiones, Capítulo 10]. Tras su conversión a la fe
cristiana, junto con algunos amigos de ideas afines quiso llevar una vida que estuviese
dedicada totalmente a la Palabra de Dios y a las cosas eternas; basado en los valores
cristianos, quiso llevar la vida contemplativa, eligiendo de este modo “la mejor parte”
[Lucas 10,42]. Pero las cosas fueron de otra manera: mientras participaba en la Misa
dominical, en Hipona, fue llamado aparte por el Obispo y obligado a dejarse ordenar
para ejercer el ministerio sacerdotal en esa ciudad:
“Aterrado por mis pecados y por el peso enorme de mis miserias, había meditado
en mi corazón y decidido huir a la soledad. Más Tú me lo prohibiste y me
tranquilizaste, diciendo: “Cristo murió por todos, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para Él, que murió por ellos” [cf. 2 Corintios 5,15].
Muchos aprenden, a través de su autobiografía, a acercar sus corazones al corazón de
Dios, el único lugar donde se encuentra la verdadera felicidad.

7 formas en la que la Virgen María


nos acompaña en el Camino a la Salvación
San Luis de Montfort, en su obra “La Verdadera Devoción a María”, dice que la forma
rápida y eficaz para llegar al Cielo, es a través de María.
1. Al levantarme: pedir a la Virgen que me acompañe durante todo el día.
2. Al salir de casa y entrar en el mundo: pedirle que me proteja de la influencia
del mundo.
3. Al encontrarme con gente: rezando diariamente el Rosario, estoy fortalecida;
pedirle a la Virgen que esté conmigo en el transcurso del día, cuando me encuentre
con todas las personas que conozco y las que no conozco.
4. En las reuniones familiares: invitar a la Virgen María a que esté presente.
5. En las pruebas y temores de la vida: pedirle humildemente que me fortalezca
y me acompañe para caminar junto a mí a través de la noche oscura.
6. En mi camino de oración: invitarla en los momentos de sequedad, aridez,
desolación, oscuridad, tentaciones, seducciones, tentaciones e indiferencia.
7. En el camino a la eternidad: “Los dos momentos más importantes de nuestra
vida son ahora y la hora de nuestra muerte” -Santa Catalina de Sienna-.
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