Notas Antifilosóficas de Jorge Aleman
Notas Antifilosóficas de Jorge Aleman
Notas Antifilosóficas de Jorge Aleman
Estas notas se proponen captar los diversos alcances de la tesis de Lacan formulada
en su Seminario 20: “No hay relación sexual”.
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La existencia parlante, sexuada y mortal no se apropia sin más del sexo, la muerte y
la lengua. La asunción de estas tres determinaciones no implica una suma, es más
bien una fractura que hace surgir una subjetividad tachada, escindida, una herida
inaugural incurable que arroja a la existencia fuera de sí. La existencia no puede con
el sexo, la lengua, la muerte, estar en ella misma como en su casa. El inconsciente
implica que la casa natal y el idioma de los parientes están al fin, en el lugar del
Otro.
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Se llama pulsión al “resto” de vida marcado por el nudo que constituye lengua, sexo
y muerte. A cada existencia contingente le atañe, a lo largo de su transcurrir, el ir y
venir de la pulsión oral, anal, invocante (voz), escópica (mirada). Ir y venir que
circunda el vacío topológico exterior-interior.
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La pulsión es la parte maldita, el excedente inútil que se satisface “más allá del
placer” y que no establece relación alguna. Dirigiéndose a un fragmento del cuerpo
del otro sin jamás capturarlo del todo, retorna a la zona erógena, revelando siempre
su carácter parcial, incompleto. Estos fragmentos del cuerpo, intentando colonizar
el vacío de la existencia, se transfiguran en objetos fetiches, escenas fantasmáticas,
recuerdos indelebles y encubridores, piezas sagradas, reliquias absurdas,
automatismos de pensamiento, consignas teológico-políticas. Pero ningún “objeto”
borra el vacío de la diferencia.
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Por tanto, la pulsión en el acto sexual, al no escribir la relación sexual, está abocada
a la repetición.
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El amor, los vínculos sociales, las estructuras elementales del parentesco, las
identificaciones, los dispositivos jurídicodisciplinarios, constituyen diversas
modalidades históricas de suplementos que se hacen cargo del “vacío irreductible”
entre un goce pulsional y otro.
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No hay que curarse de ningún estilo de práctica sexual, pero sí del carácter
mortificante con el que la repetición se apropia del recorrido de la pulsión. El
“cuidado de sí” debe saber que tras la promesa del Ideal se encubre una orden
insensata que asfixia con su exigencia el deber del deseo. Se llama deseo al modo en
que en cada existencia se resguarda el vacío. Hay deseo en la medida en que los
“objetos” de la pulsión no colonicen definitivamente el hueco, el vacío exterior-
interior. Las distintas figuras que intentan apropiarse del lugar vacío deben a su vez
ser “expropiadas” por el movimiento del deseo.
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No hay forma de gozar armónica, estable, natural. El goce se escribe con el estilo del
síntoma, pero lo sintomático no remite en este caso a un patrón de normalidad. Se
llama síntoma al modo en que la existenciaparlante, sexual y mortal construye su
“identidad” marcada por el exilio, la marca que desde siempre acompaña el ritmo
del encuentro discordante entre los goces.