Suicidio de Dido

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SUICIDIO DE DIDO ...

en La Eneida

La reina Dido, por influjo del pequeño Cupido, se enamoró perdidamente de Eneas. Extasiada
por el relato de Eneas, Dido, enamorada y atemorizada por el sentimiento que experimentaba
se confesó a su hermana Ana, que le aconsejó librarse de la obligación de fidelidad a la
memoria de su marido, afirmando que los muertos no se preocupaban de semejantes asuntos,
y a considerar la oportunidad de un matrimonio que daría solidez a su reino. Al conocer dicha
noticia, Juno decidió aliarse con Venus para conseguir que el comandante troyano se
enamorase a su vez de Dido. Con esta artimaña, Juno pretendía que Eneas no prosiguiese con
su destino por quedarse siempre en Cartago.

ENEAS Y DIDO DE CAZA

La pasión de Dido era correspondida por Eneas gracias a la intervención divina de su madre y
la reina de los dioses. Un día, durante una partida de cacería, cómplices ambas diosas,
hicieron que comenzase un violento temporal que obligó a los participantes a buscar refugio en
las campiñas. Eneas y Dido se encontraron precisamente en la misma caverna donde
celebraron esponsales ocultos. Sin importarles los comentarios, ambos vivieron, pues, su amor
con gran implicación, hasta el punto de olvidar los compromisos adquiridos.

MERCURIO ORDENA A ENEAS QUE ABANDONE A DIDO

Dido no dudaba en mostrarse siempre junto a Eneas, a quien públicamente incluso llamaba
marido. Pero la terrible Fama difundió rápidamente por el país la noticia del nuevo amor de la
reina cartaginense, deformándola como era de costumbre.

El rey Jarbas, que había ayudado a Dido a su llegada al país extranjero donándole el terreno
sobre el que construir Cartago y que había sido rechazado por la reina, ofendido, pidió justicia
al cielo. Al saberlo Júpiter, temiendo que Eneas detuviese su viaje hacia las tierras del Lacio
italiano, envió al mensajero de los dioses, Mercurio (Hermes en Grecia), para que recordase al
troyano que su destino era concluir la fundación de Roma.

Mercurio encontró al héroe mientras ayudaba a los cartaginenses en la construcción de la


ciudad, y enseguida le habló para recordarle la misión que el Destino le reservaba. Al recibir tal
orden, el troyano no sabía cómo decírselo a Dido.

EL ADIÓS DE ENEAS A DIDO

Eneas, con el corazón henchido de tristeza, decidió partir. Encargó a sus compañeros
Sergesto, Seresto y Mnesteo que preparasen la flota con sigilo. En cuanto Dido, se preometió
buscar el momento para comunicarle la noticia, pero la reina, presagiando cuanto estaba a
punto de suceder, se anticipó, enfrentándose a él a cara descubierta. Le reprochó el haber
preparado la marcha a escondidas y subrayaba que por amor a él ella lo habría sacrificado
todo. Le suplicó, pues, que reconsiderase su decisión y no la dejase sola, rehén de la terrible
Fama, por cuya causa se había atraído el odio de los pueblos limítrofes.

Pero Eneas ya estaba decidido y le recordó que nunca le había prometido desposarla, que no
la olvidaría y que siempre le estaría agradecido, pero que una voluntad superior a la suya lo
obligaba a partir para alcanzar y fundar una nueva patria en Italia. Ante semejantes palabras, la
reina comprendió que de nada valía su amor y, profundamente ofendida, le reprochó su
incomprensión y su ingratitud. Al fin, permitió que su amado marchase lejos.

EL SUICIDIO DE DIDO

A pesar de las incesantes súplicas de Dido y la petición de su hermana Ana para que, al
menos, retrasase la partida, Eneas resolvió marcharse, y la reina, vencida por el dolor y la
amargura, decidió darse muerte. Fingiendo haber recibido los consejos de una sacerdotisa
sobre el modo de librarse de su insana pasión a través de encantamientos prodigiosos, invitó a
su hermana a levantar una pira en la residencia y a echar en ella todos los recuerdos de su
amado, sus armas, sus ropas, para reducirlo a cenizas y deshacerse de su memoria.

Se cumplió pues la voluntad de la reina y la maga en su presencia, llevó a cabo unos ritos del
caso, invocando a divinidades infernales. Mientras tanto, Eneas, apremiado por Mercurio,
decidió partir al alba. Desde lo alto de su torre, la reina descubrió la nave troyana alejándose,
se arrojó a la pira y se mató atravesándose con la espada de Eneas.

Una gran tragedia donde se muestra el amor no correspondido, la traicion el engaño, la


influencia de los dioses en el destino de los enamorados, el suicidio por el desamor.

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