Las Tres Dudas Del Bicho Colorado. - 1

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YACARÉ: -¿Es importante tener muchas respuestas?

PULGA: - Yo creo que lo importante es tener muchas preguntas.

Las nubes giraron y giraron y fueron un dragón, fueron un jaguar, fueron un inmenso pájaro
rojo.
Un pájaro que cambiaba de color y se convertía en un pájaro negro.
-Oiga, don sapo –dijo el bicho colorado-, hoy me desperté, miré las nubes y me dieron ganas
de saber tres cosas.
-Diga nomás, amigo bicho colorado.
-¿Cuánto es un metro para una hormiga? ¿Dónde está el centro del mundo? ¿Cuál es el mejor
momento para enamorarse? ¿Adónde se va el río cuando se va? ¿Por qué los peces no se
ahogan? ¿Quién apaga las estrellas?
¡Papa pepe lipi topo! ¡Usted se despertó en difícil, amigo bicho colorado!; pero no ha de ser
este sapo el que se rinda ante las cosas difíciles. Además, si no conté mal, me parece que sus
problemas son seis y no tres.
-Entonces primero quiero saber dónde está el centro del mundo, que es lo que me tiene más
preocupado; porque en asuntos de amores me defiendo bastante bien.
-A ver…déjame hacer algunos cálculos…Estamos en Fortín Lavalle, a orillas del río Bermejo,
en el monte chaqueño, a las puertas del Impenetrable.
-Eso ya lo sabía. Pero bueno, siga contando, don sapo.
-Me acuerdo de una vez en que el sol se detuvo para mirar a un chico que trepaba a los
árboles y corría en un caballito de palo. Iba y volvía en un enorme patio que está al lado del
antiguo fuerte, castigando con un látigo imaginario a su caballo para que corriera más.
-¡Eh, don sapo, no le pregunté nada de eso!
-No se apure, que a veces las respuestas vienen del lado que uno menos las espera. El sol,
cualquiera sabe, pasa justo al mediodía por el centro del mundo. También cualquiera sabe que
al mediodía puede verse el sol sobre Fortín Lavalle. Y como el sol no se va a detener en
cualquier parte, fue aquí donde se paró, donde estaba ese antiguo fuerte del que todavía
quedan huellas.
-¡Aquí es el centro del mundo!
-Segurísimo. Aquí, entre la villa Río Bermejito y Fortín Lavalle, está el centro del mundo.
Aunque no lo sabe casi nadie.
-¡Y yo que pensaba que vivíamos en cualquier parte! Voy corriendo a contarle al piojo.
El bicho colorado corrió con la buena noticia hasta donde estaba el piojo, arriba de la cabeza
del ñandú.
-Añamembuí –dijo el piojo-, esta sí que es una buena noticia. Vos sí que sos un amigo. Me
trajiste la noticia del año. Voy corriendo a decirle al yacaré que nosotros vivimos en el centro
del mundo.
Y el yacaré le contó al tapir.
El tapir le contó al jabalí.
El jabalí le contó a la iguana.
La iguana le contó al mono.
El mono le contó a la pulga.
La pulga le contó al picaflor.
Y el picaflor le dijo a otros siete picaflores, que salieron a las disparadas a llevar la noticia por
todo el monte.
Así se enteraron la corzuela, el oso hormiguero, la cotorrita verde, la garza blanca, la ranita
saltarina, el tordo, el tatú carreta, la chicharra y mil animales más.
Y aunque nadie tenía ganas de contarles, también se enteraron la lechuza y la vizcacha.
-¿Se da cuenta, amiga vizcacha? –Dijo la lechuza-. ¿Se da cuenta de las barbaridades que
dicen estos bichos?
-No tienen remedio, no van a aprender nunca.
-¡La culpa de todo la tiene ese sapo mentiroso! –gritó la lechuza.
-Y sus amigos: el piojo, la pulga y el bicho colorado – agregó la vizcacha.
-Y el yacaré.
-Mire si este va a ser el centro del mundo –concluyó la vizcacha.
La lechuza se quedó callada, pensando, muy preocupada. Después dijo:
-¿Y si fuera cierto, doña vizcacha? ¿Qué pasaría si fuera cierto?
-Ay, doña lechuza, no me diga que usted también le cree a ese sapo mentiroso.
-Es mentiroso, es petiso, es bocón, es mi mayor enemigo, pero por una vez me está
pareciendo que puede decir la verdad.
-¡Ay ay ay! ¡A lo que nos lleva la vida! –Se lamentó la vizcacha-. Nunca hubiera pensado que
usted también pudiera creerle a ese sapo.
-¿Sabe qué pasa? Que esta vez dijo una cosa que yo también supe conocer hace mucho, pero
mucho tiempo.
-¿Qué dijo?
-Dijo que ahí, al lado del viejo fuerte donde quedan restos de un mangrullo, había un enorme
patio y un chico que se pasaba trepando a los árboles y corriendo carreras en un caballito de
palo.
-¿Y usted lo vio?
-Con estos grandes ojos que tengo. Porque en ese mangrullo me gustaba pararme y mirar a los
chicos que iban a una escuelita que quedaba justo al frente, cruzando el camino. Aunque
pasaron un montón de años, me acuerdo muy bien.
-¿Entonces es cierto que ahí está el centro del mundo?
-Capaz que sí. No me extrañaría que el sapo más mentiroso, por una vez en la vida, diga la
verdad.
Y cuando dijo esto, a la lechuza se le cayó una lágrima. Tener que admitir que el sapo no
estaba mintiendo le dolía en lo más secreto de su corazón.
No dijo nada más; se alejó volando bajito, como vuelan las lechuzas, para irse muy lejos por un
largo tiempo.
Mientras tanto, en todo el monte, ahí donde comienza el Impenetrable chaqueño, los bichos
con pelos y los bichos con plumas corren y vuelan de un lado para el otro, contentos, muy
contentos, porque ahora saben que ese es el centro del mundo.
Y de paso, a los besos y a los abrazos, el piojo con la pioja, el tapir con la tapira, el mono con la
mona, y las iguanas, lagartijas, jabalíes, todos en parejas, sin decir nada le iban contestando al
bicho colorado otra de sus dudas: todos los tiempos son buenos para andar enamorados.j

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