Turbo
Turbo
Compresor de pistones: funciona básicamente como un motor sólo que sin quemar
combustible, su misión es bombear aire. Se empleaba en coches de competición de
principios de siglo e iba acoplado directamente al cigüeñal. Eran pesados y sufrían
mucho desgaste, además de que aunque aumentaban la potencia, absorbían mucha energía
del motor para moverlos.
Compresor de lóbulos Eaton Roots: se trata de dos engranes de forma especial (similar a
un tornillo sinfin) que giran en sentidos opuestos comprimiendo el aire entre ellos. Su ventaja
es que funcionan desde el ralentí y proporcionan presión al instante. Sus inconvenientes son
el precio, el peso, son ruidosos y que, aunque aumentan la potencia del motor, también roban
energía a la mecánica, pues giran mediante una correa solidaria al cigüeñal.
El turbo tardó más en implantarse debido a la mayor complejidad para controlar la presión.
No sería hasta que Saab inventase el sistema APC (que adapta la presión del turbo
instantáneamente a parámetros como la calidad de la gasolina, presión atmosférica,
temperatura…) que se pudo controlar de manera eficaz la presión de sobrealimentación.
Compresor volumétrico G: dos elementos en forma de caracola giran dentro de una carcasa
de forma que comprimen el aire. También gira solidario al cigüeñal. Lo
empleó Volkswagen en modelos como el Golf y Corrado G60, Golf Rally o Polo G40. Su
ventaja es que proporciona par desde el ralentí, mientras que la fiabilidad y el precio fueron
sus principales hándicaps.
A medida que los aviones iban alcanzando cotas más altas se fueron encontrando con un
serio problema técnico y es que los motores perdían mucha potencia al bajar la densidad del
aire. A medida que subimos de altitud, el aire contiene menos oxígeno, lo que reduce la
capacidad del motor para quemar combustible. En los años 30, se funda la compañía Garret
Air Research que patenta un dispositivo al que llama “Corrector de altura“. Este invento es
muy sencillo (como casi todas las ideas geniales) y permitía aprovechar la salida de los gases
de escape del motor de los aviones para meter a presión el aire en la admisión. No importa la
presión atmosférica, si es baja, el “corrector de altura” gira más deprisa hasta alcanzar la
presión para la que está diseñado, de forma que a los cilindros del motor siempre le entra aire
a la misma presión y, por lo tanto, con la misma densidad de oxígeno.
El corrector de altura, que ahora conocemos como turbo, tardó varias décadas en poder ser
utilizado en los motores de gasolina de los automóviles de calle. El problema estaba en cómo
controlar la presión y la potencia del coche. En un avión es fácil porque el motor trabaja más
tiempo a la máxima carga y las transiciones bruscas de potencia no suponen un problema
demasiado grave, pero en un turismo puede ser peligroso que llegue todo el par de golpe y de
manera incontrolada.
Aunque a los europeos nos encanta decir que el primer coche en equipar este invento fue
el BMW 2002 Turbo presentado en el Salón de Frankfurt de 1973 (que rendía 170 CV), lo
cierto es que el primer automóvil fabricado en serie con un motor turboalimentado fue
el Chevrolet Corvair presentado en 1965. Gracias a la sobrealimentación su motor de 6
cilindros bóxer refrigerado por aire pasaba de 140 a 180 CV, lo que significa un aumento de
rendimiento de casi el 30%.
Sin embargo, ambos modelos tuvieron poco éxito y eran delicados e incómodos de conducir,
con una respuesta al acelerador brusca y serios problemas de fiabilidad. Quien de verdad
abrió la veda para este tipo de mecánicas fue el Saab 99 Turbo presentado en 1978. Fue el
primer automóvil en ganar una carrera del Mundial de Rallys con un motor turbocomprimido,
sentando las bases de cómo serían los motores de la categoría reina del Mundial desde
entonces.
Tipos de turbocompresores
Antiguamente había dos tipos de turbos: aspirados y soplados. La diferencia básica era en
qué posición se intercalaban en el circuito del aire de admisión. Los aspirados estaban
montados después de que el carburador hubiese realizado la mezcla de aire y combustible,
por lo que en realidad comprimían aire y gasolina al mismo tiempo (es el sistema que
empleaban coches como el Renault 5 turbo). En los “soplados”, el turbo comprime el aire
antes de que se mezcle con el combustible. Como actualmente todos los motores son de
inyección directa, todos los motores sobrealimentados modernos son soplados, ya que el
combustible no se añade hasta que el aire ya ha entrado en el cilindro.
Actualmente los turbos se diferencian entre turbos de geometría fija y de geometría
variable. En los primeros, el volumen de aire que entra en la turbina del lado del escape es
siempre el mismo. Esto tiene un inconveniente y es que limitamos el rango óptimo de
funcionamiento del turbo. Si hacemos un turbo muy grande, necesita mucho gas de escape
para moverlo, pero a cambio nos entregará mucha presión de aire en la admisión y mucho
caudal (es capaz de mantener presión en el colector aunque el motor esté muy
revolucionado). El inconveniente de este turbo sería que en la zona baja de revoluciones los
gases no tienen energía suficiente como para accionarlo y, además, tendría mucha inercia
(desde que pisamos el pedal del acelerador hasta que generamos potencia hay un tiempo
muy largo, lo que se conoce como turbo-lag o retraso del turbo).
Si por el contrario contamos con un turbo pequeño, coge presión rápidamente aunque haya
pocos gases en el escape. Su ventaja es que sería capaz de comprimir aire con el motor a
pocas revoluciones y con un turbo-lag muy pequeño, pero no podría mantener la presión en
el colector de admisión cuando el motor necesitase mucho caudal de aire (no generaría
potencia en la parte alta de revoluciones).
Los turbos de geometría variable
(VGT, variable geometry
turbocharger) se inventaron para
intentar aunar las ventajas de un
turbo pequeño y de uno grande.
Para ello se ponen unas aletas en
el lado de la turbina que no gira (la
caracola) que varían su posición y
hacen más grande o más pequeña
la cavidad en la que se mueven los
gases. Su funcionamiento es muy
bueno, pero son caros y menos
fiables que los de geometría fija, de
modo que poco a poco los
fabricantes se decantan por el uso
de dos turbos colocados en serie, uno pequeño y uno grande, como veremos más adelante.
Según sea el mecanismo que varía el volumen de la caracola de los turbos de geometría
variable tenemos:
Turbos VGT neumáticos: un pulmón accionado por vacío tira de una varilla que orienta las
aletas. Es un sistema fiable y con bastante precisión, pero algo lento en el accionamiento.
Turbos VGT eléctricos: un motor eléctrico acciona el mecanismo que orienta las aletas. Es
más rápido que el neumático y más preciso. La unidad de mando motor puede preparar el
turbo para que rinda de forma óptima incluso antes de inyectar el combustible. Son verdaderas
obras de arte de la ingeniería, pero son caros y delicados, ya que los motores eléctricos
soportan mal el calor extremo.
Lo último en la tecnología de los turbos son los accionados por un motor eléctrico en lugar de
por los gases de escape. Su reacción es instantánea, por lo que carecen de turbo-lag, pero
tienen el inconveniente de no aprovechar la energía de los gases de escape.