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Turbo

El documento habla sobre los turbos y la sobrealimentación en motores. Explica que el turbo usa los gases de escape para comprimir el aire de admisión y aumentar la potencia del motor. También describe otros tipos de sobrealimentación como compresores de pistones, de lóbulos y volumétricos. El turbo se originó en la aviación para combatir la pérdida de potencia a gran altitud y luego pasó a los automóviles, donde Saab popularizó su uso en los años 70. Actualmente existen turbos de geometría fija y variable

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El documento habla sobre los turbos y la sobrealimentación en motores. Explica que el turbo usa los gases de escape para comprimir el aire de admisión y aumentar la potencia del motor. También describe otros tipos de sobrealimentación como compresores de pistones, de lóbulos y volumétricos. El turbo se originó en la aviación para combatir la pérdida de potencia a gran altitud y luego pasó a los automóviles, donde Saab popularizó su uso en los años 70. Actualmente existen turbos de geometría fija y variable

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TURBO

¿Qué es el turbo? El turbo es un sistema de sobrealimentación de los propulsores que pasó


de la industria aeronáutica al automóvil en la década de los setenta. Existen otras alternativas
al turbo. Sigue leyendo para conocerlas.
La potencia que es capaz de generar un motor depende básicamente de la cantidad
de oxígeno que es capaz de hacer reaccionar con el combustible, por lo que cuanto
más aire es capaz de “bombear” una mecánica, más fuerza tiene. Hay dos formas de
conseguir que en un motor entre mucho aire: aumentando el volumen interno para que quepa
la mayor cantidad posible o comprimir el aire para que sea capaz de entrar mucho en una
cilindrada pequeña. Esta última alternativa es lo que se conoce como “sobrealimentación” y
se consigue comprimiendo el aire antes de meterlo en los cilindros. Para ello se emplean
diferentes dispositivos, siendo el más utilizado el turbo.
En las mecánicas diésel, que trabajan con un exceso de aire por definición, el turbo se
emplea de forma generalizada desde hace muchas décadas, de hecho, no existe ningún
modelo en el mercado actualmente que incorpore una motorización diésel atmosférica (sin
turbo). Sin embargo, en los motores de gasolina o de gas no ha sido muy frecuente el uso de
la sobrealimentación, quedando reservada a modelos de altas prestaciones o marcas
como Saab, que siempre apostó por
motores pequeños pero de alto
rendimiento, lo que ahora se llama
“downsizing“.
Tipos de sobrealimentación: compresores volumétricos y turbos
Existen varias formas de comprimir el aire y en el automóvil se han empleado casi desde el inicio de los
tiempos. Ya en la primera década del siglo XX existían modelos de competición con mecánicas
sobrealimentadas. Mercedes-Benz fue una de las marcas que más empleó este tipo de motores en sus
modelos más potentes.

 Compresor de pistones: funciona básicamente como un motor sólo que sin quemar
combustible, su misión es bombear aire. Se empleaba en coches de competición de
principios de siglo e iba acoplado directamente al cigüeñal. Eran pesados y sufrían
mucho desgaste, además de que aunque aumentaban la potencia, absorbían mucha energía
del motor para moverlos.
 Compresor de lóbulos Eaton Roots: se trata de dos engranes de forma especial (similar a
un tornillo sinfin) que giran en sentidos opuestos comprimiendo el aire entre ellos. Su ventaja
es que funcionan desde el ralentí y proporcionan presión al instante. Sus inconvenientes son
el precio, el peso, son ruidosos y que, aunque aumentan la potencia del motor, también roban
energía a la mecánica, pues giran mediante una correa solidaria al cigüeñal.
 El turbo tardó más en implantarse debido a la mayor complejidad para controlar la presión.
No sería hasta que Saab inventase el sistema APC (que adapta la presión del turbo
instantáneamente a parámetros como la calidad de la gasolina, presión atmosférica,
temperatura…) que se pudo controlar de manera eficaz la presión de sobrealimentación.
 Compresor volumétrico G: dos elementos en forma de caracola giran dentro de una carcasa
de forma que comprimen el aire. También gira solidario al cigüeñal. Lo
empleó Volkswagen en modelos como el Golf y Corrado G60, Golf Rally o Polo G40. Su
ventaja es que proporciona par desde el ralentí, mientras que la fiabilidad y el precio fueron
sus principales hándicaps.

Historia del turbo: de la aviación al automóvil

A medida que los aviones iban alcanzando cotas más altas se fueron encontrando con un
serio problema técnico y es que los motores perdían mucha potencia al bajar la densidad del
aire. A medida que subimos de altitud, el aire contiene menos oxígeno, lo que reduce la
capacidad del motor para quemar combustible. En los años 30, se funda la compañía Garret
Air Research que patenta un dispositivo al que llama “Corrector de altura“. Este invento es
muy sencillo (como casi todas las ideas geniales) y permitía aprovechar la salida de los gases
de escape del motor de los aviones para meter a presión el aire en la admisión. No importa la
presión atmosférica, si es baja, el “corrector de altura” gira más deprisa hasta alcanzar la
presión para la que está diseñado, de forma que a los cilindros del motor siempre le entra aire
a la misma presión y, por lo tanto, con la misma densidad de oxígeno.
El corrector de altura, que ahora conocemos como turbo, tardó varias décadas en poder ser
utilizado en los motores de gasolina de los automóviles de calle. El problema estaba en cómo
controlar la presión y la potencia del coche. En un avión es fácil porque el motor trabaja más
tiempo a la máxima carga y las transiciones bruscas de potencia no suponen un problema
demasiado grave, pero en un turismo puede ser peligroso que llegue todo el par de golpe y de
manera incontrolada.
Aunque a los europeos nos encanta decir que el primer coche en equipar este invento fue
el BMW 2002 Turbo presentado en el Salón de Frankfurt de 1973 (que rendía 170 CV), lo
cierto es que el primer automóvil fabricado en serie con un motor turboalimentado fue
el Chevrolet Corvair presentado en 1965. Gracias a la sobrealimentación su motor de 6
cilindros bóxer refrigerado por aire pasaba de 140 a 180 CV, lo que significa un aumento de
rendimiento de casi el 30%.
Sin embargo, ambos modelos tuvieron poco éxito y eran delicados e incómodos de conducir,
con una respuesta al acelerador brusca y serios problemas de fiabilidad. Quien de verdad
abrió la veda para este tipo de mecánicas fue el Saab 99 Turbo presentado en 1978. Fue el
primer automóvil en ganar una carrera del Mundial de Rallys con un motor turbocomprimido,
sentando las bases de cómo serían los motores de la categoría reina del Mundial desde
entonces.

Qué es y cómo funciona el turbo

El nombre correcto para este artilugio es “turbocompresor” ya que en realidad se trata de un


compresor que es accionado por una turbina. El turbo es una máquina que consta de dos
molinillos (turbinas) unidos a un mismo eje. Uno de los lados del eje está en contacto con
los gases de escape que, al salir calientes y a cierta presión del motor, hacen girar la turbina
del mismo modo que un molino de viento de juguete cuando soplamos sobre sus aspas. La
turbina del otro lado del eje está en el canal del aire que entra al motor y al girar solidaria con
la que está del lado del escape, empuja el aire de admisión generando una presión.
Como al aumentar la presión del aire de admisión también aumentamos la energía de los
gases de escape, sería peligroso para el motor porque cada vez generaría más presión de
forma ilimitada hasta saltar por los aires. Para que esto no ocurra se instala una válvula de
descarga que no es más que un grifo que echa a la atmósfera parte de la presión en el
escape y es lo que se conoce como “tarado del turbo”. Además de esta válvula, en el colector
de admisión se monta otra que abre de golpe para bajar instantáneamente la presión en el
colector de admisión (ésa que se oye como un resoplido cuando soltamos el acelerador), pues
desde que abre la del escape hasta que el turbo dejase de comprimir transcurriría un tiempo.
Del mismo modo que se calienta la bomba de inflar las ruedas de la bici, el aire de admisión
se calienta al pasar por el turbo debido a que el turbo está caliente (el lado que está en
contacto con los gases de escape supera los 1.000 ºC) y a que un gas al comprimirse se
calienta. Como el aire caliente tiene menos densidad de oxígeno y además
provocaría autodetonaciones, antes de mezclarlo con el combustible y meterlo en los
cilindros se enfría en un radiador que se llama intercooler.

Tipos de turbocompresores

Antiguamente había dos tipos de turbos: aspirados y soplados. La diferencia básica era en
qué posición se intercalaban en el circuito del aire de admisión. Los aspirados estaban
montados después de que el carburador hubiese realizado la mezcla de aire y combustible,
por lo que en realidad comprimían aire y gasolina al mismo tiempo (es el sistema que
empleaban coches como el Renault 5 turbo). En los “soplados”, el turbo comprime el aire
antes de que se mezcle con el combustible. Como actualmente todos los motores son de
inyección directa, todos los motores sobrealimentados modernos son soplados, ya que el
combustible no se añade hasta que el aire ya ha entrado en el cilindro.
Actualmente los turbos se diferencian entre turbos de geometría fija y de geometría
variable. En los primeros, el volumen de aire que entra en la turbina del lado del escape es
siempre el mismo. Esto tiene un inconveniente y es que limitamos el rango óptimo de
funcionamiento del turbo. Si hacemos un turbo muy grande, necesita mucho gas de escape
para moverlo, pero a cambio nos entregará mucha presión de aire en la admisión y mucho
caudal (es capaz de mantener presión en el colector aunque el motor esté muy
revolucionado). El inconveniente de este turbo sería que en la zona baja de revoluciones los
gases no tienen energía suficiente como para accionarlo y, además, tendría mucha inercia
(desde que pisamos el pedal del acelerador hasta que generamos potencia hay un tiempo
muy largo, lo que se conoce como turbo-lag o retraso del turbo).
Si por el contrario contamos con un turbo pequeño, coge presión rápidamente aunque haya
pocos gases en el escape. Su ventaja es que sería capaz de comprimir aire con el motor a
pocas revoluciones y con un turbo-lag muy pequeño, pero no podría mantener la presión en
el colector de admisión cuando el motor necesitase mucho caudal de aire (no generaría
potencia en la parte alta de revoluciones).
Los turbos de geometría variable
(VGT, variable geometry
turbocharger) se inventaron para
intentar aunar las ventajas de un
turbo pequeño y de uno grande.
Para ello se ponen unas aletas en
el lado de la turbina que no gira (la
caracola) que varían su posición y
hacen más grande o más pequeña
la cavidad en la que se mueven los
gases. Su funcionamiento es muy
bueno, pero son caros y menos
fiables que los de geometría fija, de
modo que poco a poco los
fabricantes se decantan por el uso
de dos turbos colocados en serie, uno pequeño y uno grande, como veremos más adelante.
Según sea el mecanismo que varía el volumen de la caracola de los turbos de geometría
variable tenemos:
 Turbos VGT neumáticos: un pulmón accionado por vacío tira de una varilla que orienta las
aletas. Es un sistema fiable y con bastante precisión, pero algo lento en el accionamiento.
 Turbos VGT eléctricos: un motor eléctrico acciona el mecanismo que orienta las aletas. Es
más rápido que el neumático y más preciso. La unidad de mando motor puede preparar el
turbo para que rinda de forma óptima incluso antes de inyectar el combustible. Son verdaderas
obras de arte de la ingeniería, pero son caros y delicados, ya que los motores eléctricos
soportan mal el calor extremo.

Lo último en la tecnología de los turbos son los accionados por un motor eléctrico en lugar de
por los gases de escape. Su reacción es instantánea, por lo que carecen de turbo-lag, pero
tienen el inconveniente de no aprovechar la energía de los gases de escape.

Qué es un motor biturbo o twin turbo


Una forma de reducir el turbo lag es hacer más pequeños los turbos. Esto se puede hacer si
reducimos la cantidad de aire que tienen que comprimir. Por ejemplo, si tenemos un motor V6,
podemos poner dos turbos pequeños y que cada uno de ellos trabaje con sólo 3 de los 6
cilindros. Esto es lo que se conocería como un motor biturbo o twin turbo en paralelo (dos o
más turbos idénticos se reparten el trabajo para parte de los cilindros del motor).
Otra opción es montar un turbo pequeño que sea capaz de generar la presión necesaria a
pocas revoluciones (y de forma casi instantánea) y otro turbo más grande a continuación para
proporcionar presión y caudal en la zona alta del cuentavueltas. En éste no importa el retraso
de respuesta porque ya tendría al turbo pequeño cubriendo parte de la presión. Este tipo de
disposición se conoce como turbo en serie o en cascada y es que más auge está teniendo
actualmente.

Cuidados, averías y mitos sobre del turbo

Pese a tratarse de una máquina que trabaja en condiciones extremas, soportando


temperaturas cercanas a la de fusión del hierro y girando a más de 200.000 rpm, los turbos
son elementos que pueden aguantar sin problemas más de 250.000 km. Sin embargo,
necesitan unos cuidados mínimos para que así sea, aquí os dejamos algunas claves:
 Utiliza aceites de calidad: además de lubricar, el aceite es importante para refrigerar el turbo.
 Respeta el tiempo de calentamiento: si el aceite está frío lubrica peor, espera al menos 20
minutos a que el aceite esté fluyendo por cada milímetro del motor.
 Deja el motor encendido un minuto antes de apagarlo: de esta forma damos tiempo
a refrigerar el aceite. Esto es muy importante tras un uso intensivo, no tanto en uso urbano.
El punto débil de los turbos está en los casquillos de material antifricción sobre los que gira
su eje. Además de permitir el giro, debe refrigerar y lubricar el turbo ya que en él hay labrados
unos canales por los que se mete aceite a presión de forma que el eje gira literalmente
suspendido en una capa de aceite. Si no respetamos los tiempos de enfriamiento y
calentamiento los casquillos se desgastan rápidamente y el aceite se fuga de los canales
hacia las turbinas.
En los VGT el problema está en las mecánicas diésel, pues la carbonilla que generan acaba
agarrotando el mecanismo que acciona las aletas interiores.
El mito más extendido es que el turbo entra por revoluciones y que al reducir el coche en vez
de retener se acelera. Esto es falso. El turbo necesita que haya presión en los gases de
escape para poder comprimir. Al levantar el pie del acelerador, aunque el motor gire a 8.000
rpm, los gases de escape salen sin fuerza suficiente como para hacer girar la turbina. Lo que
sí sucede es que hay un régimen mínimo de revoluciones a las que se consigue que
haya energía en el escape como para accionar la turbina, por debajo de esas rpm, aunque
pisemos el acelerador a fondo no hay turbo.

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