Franz Werfel - La Tentación - Juárez Y Maximiliano
Franz Werfel - La Tentación - Juárez Y Maximiliano
Franz Werfel - La Tentación - Juárez Y Maximiliano
La tentación
Conversación del Poeta con el Arcángel y Lucifer
Juárez y Maximiliano
Historia dramática en tres fases y trece cuadros
INTRODUCCIÓN
Werfel, un «nonato» con estrella
Página (retroprospectiva) de una biografía: tentando a la Providencia
Antecedentes, contextos y textos
Regreso momentáneo del relato a la Praga judeo-alemana de fin de
siglo
Ahora el relato biográfico pasa por la Viena convulsa de Entreguerras
Otra página retrospectiva de su biografía: confiando en la Providencia
Breve coda para una vida también breve
La tentación y Juárez y Maximiliano: de la juventud a la madurez de un
escritor
La tentación: un teatro entre dos aguas o paradigma de una doble
estética simbolista/expresionista
Juárez y Maximiliano: la historia como palestra del ser moral del
hombre
Breve cronología
La historia como paradigma de la moralidad
Tabla cronológica bio-bibliográfica de Franz Werfel
ESTA EDICIÓN
BIBLIOGRAFÍA
Créditos
INTRODUCCIÓN
Franz Werfel, 1930.
WERFEL, UN «NONATO» CON ESTRELLA
Extraña que Werfel, que había vivido en primera línea el «caso Bettauer»,
no percibiera en el episodio su valor ejemplar. Hugo Bettauer, autor de La
ciudad sin judíos, asesinado en Viena, ya en 1924, por un sicario protonazi, a
su manera había advertido sobre la amenaza del antisemitismo. Como se
puede comprobar, Werfel lo fiaba todo a la Völkerpsychologie, a la psicología
de los pueblos, ¿ciencia? de reciente creación. Parecía darle una confianza
que le negaban los hechos: ¡el tipo fundamental de un pueblo! ¿Acaso la
turbamulta nazi no pertenecía al tipo fundamental de un pueblo, el alemán?
Y, por si fuera poco, Werfel tenía confianza en el entorno europeo, que, por
cierto, no estuvo vigilante y que también tuvo su parte, activa, de culpa: «Hay
que considerar también que el proceso alemán está inmerso en el proceso
europeo y mundial, que acabará por determinarlo. La desesperación —
incluso la material— pecaría de miope».
Por eso, por su inmersión en la creación, en un solipsismo creador, es
decir, en la disociación de práctica y teoría, de trigo y prédica, Werfel se
atrevía a aconsejar a su familia «tranquilidad y recuperación» desde su
plácido retiro en la Riviera y muy de espaldas a la realidad regional en la que
el dictador Mussolini imponía su norma:
Mi inmersión en el trabajo es el motivo por el que observo esas aniquiladoras circunstancias
con una especie de tranquilidad ilustrada. Prefiero fijar mis fuerzas en una obra que en un hueco
alarido de dolor 29 .
Cierto es que por esas fechas, a finales de marzo de 1933, es decir, a los
pocos días de la denominada Machtergreifung o toma del poder por Hitler,
Werfel y muchos otros escritores alemanes y austriacos —Fritz von Unruh,
Jakob Wassermann, Georg Kaiser, etc.— recibían una carta de la Academia
prusiana de las Artes (Preussische Akademie der Künste), en la que se les
solicitaban aclaraciones sobre su pertenencia nacional. Un mes más tarde se
les anunciaba su «renuncia» a la membresía en la Academia de Escritores
Alemanes (Akademie der deutschen Schriftsteller), pero ya era tarde. El
cataclismo estaba encima.
Breve coda para una vida también breve
Buen epitafio para una vida, que no tumba, que siempre afirmó la
coexistencia del más allá con el aquí. Un ataque al corazón acabó con su vida
pocos días después de que aquella terrible guerra que no había sabido prever
finalizara a costa de las últimas doscientas mil víctimas producidas «de golpe
y porrazo» en Hiroshima y Nagasaki. Él, que había escrito que la «religión es
el eterno diálogo con Dios y el arte un soliloquio», ¿confesaba con ello la
naturaleza religiosa de sus obras y el fracaso de su arte?
Muerto Werfel, su viuda siguió añadiendo al apellido Mahler el del autor
—así, al menos, firmó la primera edición de My Life, My Loves («Mi vida,
mis amores»)—, quizás para testimoniar que ambos habían sido, más que
unidades, serie: también a Werfel, como a Mahler o a Gropius, le había sido
infiel. En 1952 se trasladó a Nueva York, donde sobrevivió a costa de sus
recuerdos y del legado del músico. Su muerte tuvo lugar en 1964.
«LA TENTACIÓN» Y «JUÁREZ Y MAXIMILIANO»: DE LA JUVENTUD A LA MADUREZ
DE UN ESCRITOR
«La tentación»: un teatro entre dos aguas o paradigma de una doble estética
simbolista/expresionista
La dramaturgia y la historia
Breve cronología 38
1 Véase al respecto Literatur und Dichtung im dritten Reich, de Joseph Wulf, Berlín, Ullstein, 1998.
3 En Sanary-sur-Mer, se conserva una lápida conmemorativa de todos los escritores alemanes que por
allí pasaron camino del destierro: una treintena de ellos, entre otros, los Mann en pleno, Csokor,
Bruckner, Hasenclever, Brecht, Kisch, Piscator y los Zweig, Stefan y Arnold.
4 En la historiografía austriaca se denomina «legitimismo» a la corriente de opinión que en los años
treinta pretendía la restauración y recuperación del trono austriaco por parte de la familia Habsburgo.
5 La relación con la que después sería su esposa había comenzado en plena guerra del 14, en un salón
vienés. En 1917, el pacifista Werfel había sido trasladado del frente ruso al gabinete de prensa del
ejército cacanio en Viena, es decir, al Servicio de Prensa del Ejército, una vez que la barraca donde
servía como telegrafista hubiera saltado por los aires bajo los obuses de la artillería rusa. Allí traba
conocimiento con la polifacética «musa» —polifacética en cuanto tal, es decir, en cuanto musa: de un
músico de talla (Gustav Mahler), de un pintor de vanguardia (Oskar Kokoschka), de un arquitecto de
renombre (Walter Gropius), antes de llegarle el turno a él, escritor de best seller, Franz Werfel—,
mientras su marido, a la sazón Gropius, arquitecto y fundador del célebre taller de decoración
denominado Bauhaus de Weimar, sirve en el frente de Francia. Como casi siempre sucede en
semejantes ocasiones, el arquitecto fue «el último en saberlo». El hijo fruto de la relación, entonces
«ilegítima» o adúltera, Franz/Alma, nacido en 1918, moriría a los diez meses, lo que no evitó que el
matrimonio Alma/Gropius se deshiciera en 1920.
6 Tras la derrota de los ejércitos del generalísimo Gamelin, pretencioso epígono de Napoleón, en junio
de 1940, los compromisarios de una Francia que en 1918, en Compiègne, localidad de la Picardía,
habían obligado a firmar, en un vagón de ferrocarril, un armisticio deshonroso al ejército del káiser, se
vieron obligados a subir a una réplica del mismo vagón para aceptar una capitulación prácticamente
incondicional ante la máquina de guerra de la Wehrmacht. Un Hitler exultante y en el cénit de su poder
asistió personalmente para inaugurar este segundo armisticio.
7 «Un prólogo personal», en Franz Werfel, El canto a Bernadette, trad. de Gabriela Moner, Buenos
Aires, 1944, pág. 7 y ss. El título en alemán es Das Lied von Bernadette (La canción de Bernadette).
8 «No es una señora común. Su vestido blanco como la nieve dibuja claramente su esbelta cintura [...].
La indumentaria de la Señora solo podría compararse con la de una novia rica. Sobre todo por el manto
de tul que cae suelto desde la cabeza a los tobillos». Así describe Werfel la «apariencia», quizás
aparición, de la «Señora», la Virgen de Lourdes (pág. 51), en la obra.
9 Hija de Walter Gropius y Alma Mahler —y, consiguientemente, hijastra de Franz Werfel—, fue
adoptada por este con el cariño del padre biológico. La muerte prematura de la muchacha, contagiada
de poliomielitis, supuso un duro golpe para la pareja Franz/Alma.
11 Václav Klement y Václav Laurin fueron los diseñadores del coche de turismo que hoy en día lleva
el nombre del patriarca de la industria armamentística —antaño— y del conocido automóvil checo.
12 El sobrino nieto del emperador Francisco José, heredero del trono y futura víctima en Sarajevo,
había escogido como residencia oficial el castillo de Konopiště, no lejos de Praga.
15 Ctibor Rybár, Jewish Prague. Notes on History and Culture, Praga, TVSPEKTRUM Praga, 1991.
16 «In der zweiten Hälfte des 11. Jahrhunderts [...] gab es in Prag schon eine ansehliche deutsche
Bevölkerung. Die Deutschen schlossen sich in dieser Zeit zu einer Gemeinschaft zusammen [...] und
lebten nach den Rechten, welche ihnen das landesfürstliche Privileg verbürgt hatte... Deutsche wohnten
ferner besonders in der Nähe des Kaufhofes (Teyn) und in der Umgebung» (Karl Pöpper, Aus der
Geschichte der k.k. Landeshauptstadt Prag. Citado según Das alte Prag, Praga, Vitalis, 2007, pág. 22).
17 La actual frontera checo-alemana fue durante siglos, a ambos lados de la línea divisoria, una zona
de denso asentamiento alemán y austriaco, grupo que constituyó la población mayoritaria.
19 La inculturación alemana del judaísmo checo, establecido en la ciudad en la más alta Edad Media,
databa de la época de la asimilación de la etnia judía en la «sociedad cristiana» que, sobre todo,
promovió el «edicto de tolerancia» («Toleranzpatent») de José II. De hecho, la antigua judería de la
capital, dividida en dos, cambió su nombre por el de Josefstadt (Josefov en checo), ciudad de José II, en
consideración a las medidas liberadoras propiciadas por el monarca. Que en esa dinámica de
asimilación los semitas de Bohemia optaran por la cultura entonces dominante resulta más que obvio.
Ese proceso de asimilación se incrementó durante el reinado de Francisco José, que siempre se mostró
favorable hacia el componente semita, dada la importancia económica, capitalista e industrial a la vez,
que el judaísmo representaba. Al final del Imperio (1918), esa integración social había dado como
resultado la ocupación por parte del elemento judío de las zonas más influyentes —la universidad, la
vida cultural, la medicina— de la vida pública. Hermann Broch, Franz Kafka, Franz Werfel, Hugo
Bettauer o Arthur Schnitzler eran retoños de pudientes familias judías asimiladas. La novela de este
último Der Weg ins Freie (En busca de horizontes) representa de manera paradigmática la tensión que
esta asimilación produjo dentro de la sociedad semita y austrohúngara. Una derivada de esta dinámica
fue el profundo afianzamiento de dos tendencias contradictorias en el Imperio: el sionismo, que
propugnaría la creación del Estado de Israel, y el antisemitismo, que alimentaría al perfecto anticristo
Adolf Hitler, a la sazón estudiante de bellas artes en Viena.
20 El término sería acuñado por el escritor judío checo-alemán Max Brod y se utiliza en paralelo al de
die Prager Deutschen (alemanes de Praga) o Prager Kreis.
21 Resulta difícil el uso del término para esa época, pues comporta una uniformidad que, en la época
que tratamos, la Bohemia de la Monarquía Dual estaba lejos de poseer. La interacción entre lo cacanio,
lo germánico, lo judío y lo estrictamente eslavo es un rasgo característico de ese geotopo cultural que
bien podía expresarse con el término de «Austrobohemia».
22 El local del mismo nombre, todavía existente en la «calle de los irlandeses» (Hybernská), es hoy,
convertido en salón social de un sindicato, pálido reflejo de lo que fue en la época de Werfel y Kafka.
Allí se reunía la intelectualidad praguense de lengua alemana, en concreto los pertenecientes a la
llamada Prager Schule —Brod, Weltsch, Kafka—, quienes ocasionalmente leían más de un pasaje de
las obras que iban escribiendo.
23 Véase nota 9.
24 En el llamado debate sobre el Expresionismo. Véase al respecto Hans-Jürgen Schmitt (ed.), Die
Expressionismusdebatte. Materialien zu einer marxistischen Realismuskonzeption, Fráncfort/Meno,
1973.
25 «Die Übersetzung der vorliegenden Tragödie ist durch das Gefühl veranlasst worden, dass die
menschliche Geschichte in ihren Kreislauf wiederum den Zustand passiert, aus dem heraus dieses Werk
entstanden sein mag... unser Zeitalter gegenwärtig das Zeitalter des Euripides berühre».
26 «Schon als achtjähriger Buben war es mir klar, daß der kein guter Mensch sein könne, der
immerfort solche Rauchstöße durch die Nüstern der Nase blies. Alles an diesem Vater war: von oben
herab! Und Rauch durch die Nüstern stoßen, das taten doch nur die Drachen, die es jetzt nicht mehr
gab».
27 «[...] schönes Gesicht [...], vor Fülle (nicht eigentlich Dicke) fast schnaufend».
28 Las «masacres de armenios» —término que el gobierno turco está dispuesto a admitir— o
«genocidio armenio» —término absolutamente rechazado por el mismo, si bien admitido por una
treintena de países— tenía una larga historia: a pesar de ser cristianos, en ocasiones habían servido
fielmente bajo estandarte de la Sublime Puerta, pero ya en 1895 el sultán Abdul Hamid II la había
emprendido contra estos dhimmi o infieles tolerados. En 1915, el Imperio otomano había sitiado en el
Musa Dagh («Monte de Moisés») a unos civiles armenios de una zona próxima a Cilicia y Antioquía, al
sur de Anatolia, que se resistían a su deportación. De ahí a los campos de concentración y a las
masacres masivas de armenios dispersos por todo el Imperio turco hubo un paso. Estas masacres
estuvieron a la orden del día hasta 1923, fecha en la que ascendería Kemal Atatürk al gobierno de la
República Turca. Varios centenares de miles, quizás dos millones —déjese la cuantificación a la
investigación historiográfica— de armenios perecieron y otros tantos iniciaron una diáspora única en la
historia del siglo XX.
29 Citado según Eduard Goldstücker, «Ein unbekannter Brief von Franz Werfel», en: Austriaca.
Beiträge zur österreichischen Literatur, Tubinga, Max Niemeyer, 1975, pág. 374.
30 Günter Grass publicaría Die Plebejer proben den Aufstand (Los plebeyos ensayan la sublevación)
para poner en la picota la actitud manifestada por B. Brecht ante la rebelión de los trabajadores
alemanes, soliviantados por las medidas adoptadas por el Gobierno comunista para aumentar la
producción, lo que conllevaba un mayor número de horas laborales sin retribución. Como se sabe, la
rebelión cesó, de manera sangrienta, cuando entraron los tanques soviéticos en la capital alemana.
31 Es el nombre de la institución teatral que con fines de agitprop había concedido el Gobierno de la
DDR a un Brecht retornado de su exilio —dorado— americano. Tenía su sede en el Theater am
Schiffbauerdam, a pocos pasos de la Unter den Linden, donde antes de la guerra Brecht había estrenado
la Ópera de los cuatro cuartos (Dreigroschenoper).
32 «Mythologien, das wissen auch die nüchternsten Geschichtsschreiber, sind keine leere Phantasmen,
sondern visionär geschaute und gedeutete Wirklichkeiten».
33 En dicha colección se publicaría asimismo la selección de poemas de Werfel Gesänge aus den drei
Reichen (Cantos de los tres reinos), así como Der Besuch aus dem Elysium (La visita del Eliseo), su
primer poema dramático expresionista en un acto.
34 La pieza teatral Jedermann (Cada cual), representada cada año en el Festival de Salzburgo desde su
fundación en 1920, fue creada por Hugo von Hofmannsthal en esta tónica simbolista.
35 Topos clásico donde tiene lugar el acercamiento del maligno al «hombre santo» para tentar su
virtud. Obviamente, en la base de ese topos está el episodio evangélico de la tentación de Cristo.
36 Véase nota 9.
37 Episodio recuperado por Joseph Roth en su obra La marcha Radetzky (Radetzkymarsch, 1932).
39 La doctrina Monroe sostenía que cualquier intervención en América por parte de los Estados
europeos suponía un acto de agresión y, por tanto, requería la intervención de Estados Unidos.
40 Stefan Zweig, El mundo de ayer, Barcelona, Acantilado, 2002, pág. 256. Traducción de J.
Fontcuberta y A. Orzeszek.
ESTA EDICIÓN
1. OBRAS DE F. WERFEL
Lírica
Publicaciones póstumas
Narrativa
WERFEL, Franz, Nicht der Mörder, der Ermordete ist schuldig, Múnich, Kurt
Wolff Verlag, 1920.
— Die schwarze Messe, Múnich, Kurt Wolff Verlag, 1920.
— Spielhof, Múnich, Kurt Wolff Verlag, 1920.
— Verdi (Roman der Oper), Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1924.
— Geheimnis eines Menschen (Novellen: Die Entfremdung – Geheimnis
eines Menschen – Die Holztreppe – Das Trauerhaus),
Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1927. Der Tod des Kleinbürgers
(Novelle), Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1927.
— Der Abituriententag (Gedichte einer Jugendschuld), Berlín/Viena/Leipzig,
Paul Zsolnay, 1928.
— Barbara oder die Frömmigkeit (Roman), Berlín/Viena/Leipzig, Paul
Zsolnay, 1929.
— Die Geschwister von Neapel (Roman), Berlín/Viena/Leipzig, Paul
Zsolnay, 1931.
— Kleine Verhältnisse (Novelle), Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1931.
— Die vierzig Tage des Musa Dagh (Roman), I., II. Bd.,
Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1933.
— Hoeret die Stimme (Roman), Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1937.
— Der veruntreute Himmel (Roman), Estocolmo, Bermann-Fischer Verlag,
1939.
— Das Lied von Bernadette (Roman), Estocolmo, Bermann-Fischer Verlag,
1941.
Publicaciones póstumas
Teatro
WERFEL, Franz, 1912. Der Besuch aus dem Elysium (Romantisches Drama in
einem Aufzug). En: Herderblätter, I. Jhg., N. 3, Prag, 1920, Múnich, K.
Wolff Verlag.
— Die Versuchung (Ein Gespräch des Dichters mit dem Erzengel und
Luzifer). En: «Der jüngste Tag», I. Bd. Leipzig, K. Wolff Verlag, 1913.
— Die Troerinnen (Nach der Tragödie des Euripides), Múnich, K. Wolff
Verlag, 1915.
— Die Mittagsgöttin (Ein Zauberspiel). En: «Der Gerichtstag». 1923
(Sonderdruck), Leipzig, K. Wolff Verlag, 1919.
— Spiegelmensch (Magische Trilogie), Múnich, K. Wolff Verlag, 1920.
— Bockgesang (In fünf Akten), Múnich, K. Wolff Verlag, 1921.
— Schweiger (Ein Trauerspiel in drei Akten), Múnich, K. Wolff Verlag,
1922.
— Juarez und Maximilian (Dramatische Historie in drei Phasen und
dreizehn Bildern), Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1924.
— Paulus unter den Juden (Dramatische Legende in sechs Bildern),
Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1926.
— Das Reich Gottes in Böhmen (Tragödie eines Führers),
Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1930.
— Der Weg der Verheißung (Ein Bibelspiel in vier Teilen),
Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay, 1935.
— In einer Nacht (Ein Schauspiel), Berlín/Viena/Leipzig, Paul Zsolnay,
1917.
— Jacobowsky und der Oberst, Estocolmo, Bermann-Fischer Verlag, 1944.
Publicaciones póstumas
Ensayos y Discursos
Die Christliche Sendung, 1916, in: «Das Ziel» hrsg. v. Kurt Hiller.
Der Brief an einen Staatsmann, in: «Das Ziel» hrsg. v. Kurt Hiller, 1916.
Die Zukunft der Literatur (Beitrag zur Diskussion dieses Themas auf der
Tagung der «Organisation de Coopération intellectuelle de la Société des
Nations», Paris, Juli, 1937), in: Alma Mahler-Werfel, Mein Leben (S.
262), 1960, S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main.
Ohne Divinität keine Humanität (Discurso pronunciado en París el 14 de
enero de 1939), in: Alma Mahler-Werfel, Mein Leben (S. 289), 1960, S.
Fischer Verlag, Frankfurt am Main.
Publicaciones póstumas
Antologías
Existe igualmente una antología de las obras de Werfel a cargo del editor
de sus obras completas, Adolf D. Klarmann, publicada en 1961 bajo el título
Das Reich der Mitte en la serie «Das österreichische Wort» (Graz: Stiasny).
Lírica
Narrativa
WERFEL, Franz, Los cuarenta días del Musa Dagh [Die vierzig Tage des
Musa Dagh], Barcelona, José Janés [Gráf. Bachs]. Traducción de Gisela
H. Bernardi, 1948.
— Los seis hermanos de Nápoles [Die Geschwister von Neapel], Barcelona,
Hispano Americana de Ediciones. Traducción de Rafael Sardá, 1948.
— El crepúsculo de un mundo [Aus der Dämmerung einer Welt], Barcelona,
Luis de Caralt [Hesperia]. Traducción de Juan José Permanyer e Ignacio
Rived, 1951.
— Los que no nacieron [Stern der Ungeborenen], Barcelona, Luis de Caralt
(J. Chimenos). Traducción de Alfonso Pintó, 1956.
— Aniversario [Der Abituriententag], Barcelona, Luis de Caralt [Guada].
Traducción de Ignacio Rived, 1962.
— La novela de la ópera [Verdi. Roman der Oper], Barcelona, Luis de
Caralt. Traducción de Manuel Picós, 1972.
— El secreto de un hombre; El culpable no es el asesino, sino la víctima; La
historia verídica de la cruz restaurada [Geheimnis eines Menschen; Nicht
der Mörder, der Ermordete ist schuldig; Die wahre Geschichte vom
wiederhergestellten Kreuz], Barcelona, Argos Vergara. Traducción de
Pilar Giralt, 1983.
— La canción de Bernadette: historia de las apariciones de la Virgen de
Lourdes [Das Lied von Bernadette], Madrid, Palabra. Traducción de
Gabriela Moner, 1984.
— El cielo a buen precio [Der veruntreute Himmel], Madrid, Palabra.
Traducción de Carmen Schad de Caneda, 1992.
— Una letra femenina azul pálido [Eine blassblaue Frauenschrift],
Barcelona, Anagrama. Traducción de Juan José del Solar, 1994.
— Escuchad la voz [Höret die Stimme], Madrid, Encuentro. Traducción de
María Anza Puig, 2000.
— La muerte del pequeño burgués; La casa del luto [Der Tod des
Kleinbürgers; Das Trauerhaus], Montblanc (Tarragona), Igitur.
Traducción de Olivier Giménez López. Revisión de Ricardo Cano Gaviria,
2003.
— Reunión de bachilleres: historia de una culpa juvenil [Der
Abituriententag], Barcelona, Minúscula. Traducción de Eugenio Bou,
2005.
— El secreto de un hombre [Geheimnis eines Menschen], Tarragona, Igitur.
Traducción de Teresa Ruiz Rosas. Revisión de Ricardo Cano Gaviria,
2009.
4. MUSICOGRAFÍA
Han sido varias las obras de Werfel que han inspirado las
correspondientes obras musicales. Señalamos algunas:
HUMMEL, Bertold, Jeremíah, sinfonía, op. 100, 1996.
MILHAUD, Darius, Maximilien, opéra historique, op. 110, 1930. Existe video
en la red.
ROCCA, Ludovico, Monte Ivnórm, ópera en tres actos sobre el Musa Dagh,
1950. Partitura descargable en la red.
WEILL, Kurt, Der Weg der Verheissung, oratorio. Su estreno tuvo lugar en
Nueva York en 1937.
5. FILMOGRAFÍA
41 Referencia a la arenga pronunciada por Napoleón antes de la Batalla de las Pirámides: «Desde lo
alto de esas pirámides, cuarenta siglos os contemplan». La Batalla de las Pirámides tuvo lugar en
Egipto entre el ejército napoleónico y las fuerzas locales mamelucas el 21 de julio de 1798.
42 Habitantes de las aldeas y los arrabales de las grandes ciudades en Egipto y representantes de la
clase campesina en dicho país.
45 Zona de la actual República Checa que entonces formaba parte de la región de los Sudetes.
46 «Der Besuch aus dem Elysium», primer poema dramático de Franz Werfel, publicado en 1911.
Igualmente consta de un acto y pertenece al género expresionista.
48 Expresión recogida en la literatura alemana del Romanticismo para alentar la revolución social y
política.
49 «El Señor esté con vosotros» y «Por los siglos de los siglos».
JUÁREZ Y MAXIMILIANO
Historia dramática en tres fases y trece cuadros
PERSONAJES
RIVA PALACIO. Señores míos, ¿están también ustedes tan agotados como
yo? Este hombre le mete a uno la lógica a martillazos. Qué dolor de cabeza...
PORFIRIO DÍAZ. Para mí es otra cosa. Este vejete me parece como una de
esas mujeres a las que se teme y venera a la vez. Él, muy clarividente, incita a
cometer locuras, y yo las haría por él.
RIVA PALACIO. ¡Solo ahora soy realmente consciente y te veo a ti, amigo
Porfirio! Por todas partes cantan una canción sobre tu fuga de Puebla 54 . Fue
una jugada genial, amigo, un cantar de gesta...
PORFIRIO DÍAZ. Es solo un cuento de indios.
MARIANO ESCOBEDO. ¡Todos estamos orgullosos de usted, mi general! Y,
lo que es más, no estamos celosos.
PORFIRIO DÍAZ. ¡Señores míos! Una de las injusticias de esta vida es que la
embriaguez que esta ofrece coseche más entusiasmo que el esfuerzo que
exige. Aquel momento en que me encontraba a veinte metros sobre la
carretera y el santo de arenisca en torno al cual había atado mi cuerda se
tambaleaba de forma alarmante... y los duros pasos del centinela se sentían
abajo cada vez más cerca... Aquel momento fue indescriptiblemente
grandioso, un momento de extrema felicidad 55 .
CLARK. (Se ha acercado a los generales.) ¡Tengo el gran honor de hablar
con los generales dirigentes de la república!
PORFIRIO DÍAZ. Benito Juárez no se rinde ante las situaciones poco claras.
Está acostumbrado a desafiar al destino.
CLARK. ¡Cielo santo! ¿Y con qué propósito?
RIVA PALACIO. Caballero, es usted muy curioso. Afortunadamente, no
podemos contestarle a eso. Nosotros, los generales en chef, nos dividiremos
esta noche entre el sur, el este y el oeste... (Le muestra una carta sellada.)
Vea esta orden sellada. Cada uno de nosotros ha recibido uno de estos
misteriosos sobres. Haga el favor de leer.
CLARK. (Lee.) «Léase en el lugar de destino».
PORFIRIO DÍAZ. Aquí dentro se encuentra el destino de México.
(Gritos de lamento.)
ELIZEA. ¡Bajen la voz! ¡Que haya silencio en la antesala del despacho del
presidente!
CLARK. ¿Al río Bravo del Norte? La cosa está muy fea 59 .
ELIZEA. Señor corresponsal, no se trata de algo que podamos juzgar
ninguno de nosotros.
CLARK. Pero eso ya no es una retirada. ¡Es huir! ¿Hasta nuestra frontera?
ELIZEA. Un buen corredor coge carrerilla.
CLARK. Bastante carrerilla. ¿Dónde estaremos mañana?
ELIZEA. (Le hace señas al reportero y señala la delgada rendija de la
puerta izquierda.) Mire.
CLARK. (Se acerca con curiosidad, mira rápidamente a través de la
rendija y al instante avanza hacia el público asustado y abatido.) Señor, me
ha mirado.
ELIZEA. No le ha mirado.
CLARK. Yo no soy ningún cobarde, pero mi corazón galopa en este
momento.
ELIZEA. No le ha mirado. Está descansando.
CLARK. ¿Y esa mirada penetrante?
ELIZEA. Ni duerme ni vela, simplemente descansa. Como siempre después
de haber hecho grandes esfuerzos.
CLARK. Creo que renunciaré a la entrevista.
ELIZEA. ¿Para eso me ha estado torturando durante semanas, señor Clark?
CLARK. Mi jefe deberá tener paciencia. Antes lo describiré.
ELIZEA. ¿Cómo?
CLARK. Ya sé el título: «El mago de la revolución». ¿Qué le parece?
ELIZEA. Suena bien, pero es falso. Juárez es pura razón, sin adornos.
CLARK. (Que sigue mirando de reojo a la izquierda.) De todos modos,
¿por qué no cierra la puerta?
TELÓN
CUADRO SEGUNDO
(LÓPEZ sale.)
MAXIMILIANO. Así son ellos. Confiesan todos los pecados que son capaces
de cometer.
(GRILL sale.)
(Stefan HERZFELD entra a escena rápidamente. Tiene treinta y cinco años, dos
más que el emperador, y el rostro aguileño de mirada franca de los oficiales
de marina. Ante él, MAXIMILIANO pierde su impostada actitud de
distanciamiento que mantiene tan a menudo. A HERZFELD, su amigo de
juventud, lo quiere de forma casi apasionada. Dicho amor es correspondido
con escrupulosa lealtad. HERZFELD viste un traje de montar.)
MAXIMILIANO. (Le besa la mano.) Por fin te has liberado de esa odiosa
fiesta, Carlota.
CARLOTA. Sí. Cumplí con mi deber cuando comenzaron los fuegos
artificiales. Tesoro mío, he enviado a casa a Barrio. ¿Estamos solos?
MAXIMILIANO. De nuevo te has esforzado más de lo debido...
CARLOTA. Todo el mundo te pide aquí sans gêne 63 ese penoso apretón de
manos. Sin embargo, no se trata de eso, sino de algo repugnante, pues he
tenido una experiencia espantosa. No, nada importante, querido mío, pero
Bazaine ha bailado una habanera con su diminuta esposa. Parecía un moscón
cansado. Ese hombretón pesado baila como si fuera a caballo. Un vejestorio
de terrible energía... Todos se han reído de él, pero yo he percibido su
carácter. Está perdidamente enamorado. ¿Por qué será tan infernalmente
malvada la expresión de este tipo de hombres cuando están enamorados?
MAXIMILIANO. Es un patán. ¿Qué esperas? Se trata del hijo de un
suboficial de Bonaparte.
CARLOTA. De repente se ha disculpado con cierto azoramiento... Pero,
querido mío, ¡te has emocionado!
MAXIMILIANO. ¿Todavía no lo sabes?
CARLOTA. ¿Juárez...?
MAXIMILIANO. Sí. Es cierto, Carlota. Ahora sí podemos empezar nuestro
proyecto libremente.
CARLOTA. Max. Tienes que... Tienes que lograrlo. De lo contrario, ¿cómo
podría yo cargar con mi culpa? En Miramar, ante toda resistencia, contra
viento y marea, siempre dije: «¡Adelante!».
MAXIMILIANO. Pensaba que tenía por esposa a la princesa más bella de
toda Europa, pero en realidad me casé con la gran oportunidad moral de mi
vida.
CARLOTA. (Rápida.) No hables así. Yo no soy nada, absolutamente nada.
MAXIMILIANO. Eres la mejor emperatriz.
CARLOTA. Nadie puede aguantarme. ¿Acaso soy soberbia? No, no se trata
de soberbia; es que temo por ti, pues yo, mala de mí, fui muy ambiciosa.
MAXIMILIANO. Sin ti aún no sabría quién soy. Con tu asombroso valor me
liberaste de las cadenas. Pues, ¿quién era yo? ¡Un príncipe por la gracia de
Dios! Condenado a la elegante gandulería y a la renuncia sarcástica. ¡Penoso
destino! Solo jamás me habría librado de él.
CARLOTA. Todo lo que tocas se vuelve puro, esa es mi única certeza.
MAXIMILIANO. Tú, una joven criatura, me hiciste conocer a mi familia. A
esas almas limitadas que no comprenden su destino de atridas. Me enseñaste
a entender a mi hermano, Francisco José. Ya no odio a ese correcto prepósito
de sus súbditos. (Con un amplio gesto en dirección a Austria.) Esperad un
poco y contemplaréis el milagro... Tu audacia hizo de un austriaco un
ciudadano del mundo. Era un aspirante a poeta que componía malos versos.
Fuiste tú quien despertó en mí el verdadero espíritu creador. Sí, mírame.
Estoy llorando. Los impulsos bondadosos de mi corazón anhelan salir al
mundo. A ti te debo el amor que hay en mí.
CARLOTA. ¡Dios mío! ¿Yo? ¿Yo, pobre, vacía, estéril? Nos ves grandes,
pero somos simples seres humanos, astutos e interesados. Ante ti somos todos
culpables.
MAXIMILIANO. No. El hombre es bueno. Somos nosotros quienes debemos
sacar la bondad que hay en él.
CARLOTA. Ya que no puedo hacer otra cosa, quiero trabajar para ti, Max.
MAXIMILIANO. Pero si ya trabajas día y noche. Estás acabando contigo.
Esto no puede continuar así...
CARLOTA. ¿Y qué otra cosa me queda?
MAXIMILIANO. ¡Carla! ¡Despierta! Tienes un aspecto deplorable. Siempre
tan intranquila y angustiada. Tu miedo es absurdo. No soy ningún soñador.
Me mantengo firme, no podrán conmigo. Juárez se ha dado a la fuga. Nuestra
monarquía descansa hoy sobre un suelo más firme que el de Austria y
Francia. Allí, los imperios constitucionales son falsos y están podridos desde
hace mucho tiempo... América... Aquí está el tiempo y aquí es donde vive.
Los demás soberanos son solo jefes de policía de sus clases privilegiadas. Yo,
en cambio, tengo un nuevo ideario imperial.
CARLOTA. Solo tú lo tienes, y no ese puntilloso de Napoleón.
MAXIMILIANO. La república está equivocada... Siéntate a mi lado, Carla.
(Se sientan.) La sangre purificada, el legado de nuestros antepasados y la
legitimidad son valores vitales. Puedo cimentar la felicidad de los hombres,
porque no quiero nada para mí. Sin embargo, la política no es más que el
resultado de los instintos codiciosos de advenedizos. Yo voy a destruir la
política. ¡Escucha! Solo hay un millón de blancos en este país, y nueve
millones de indios y mestizos. Tenemos que despertar y conquistar a estas
ingentes masas. Una acción social sin parangón. Ya tengo un borrador de mi
nuevo discurso de coronación. Juárez es indio. ¿No tiene que venir? ¿Acaso
mi revolución no acabará obligándole a hincar las rodillas? Ya veo el día en
que...
CARLOTA. (Cierra los ojos.) Perdóname, pero lo que yo veo es la cara de
autosuficiencia del arzobispo, con quien he luchado por el concordato como
con un perro negro de mal agüero. Veo al archipolítico Lares y a los otros
mandarines. Veo a la «buena sociedad» esnob que se muere por introducir la
inquisición. Veo al plebeyo de Bazaine...
MAXIMILIANO. Juárez es más que todos ellos. Tuvo que ceder.
CARLOTA. Y veo la nada de granito. Es más fuerte que Juárez.
(Ambos se levantan.)
TELÓN
CUADRO TERCERO
MEJÍA. ¡Cañones!
(Gran agitación.)
TELÓN
CUADRO CUARTO
(Los dos franceses hacen mutis por la derecha. HERZFELD entra por la puerta
central guiado por el secretario, BLASIO.)
(BLASIO entra.)
MAXIMILIANO. (Sin volverse hacia él, con cierta indiferencia.) ¿Queda aún
algo por resolver? ¿Ha venido alguien?
BLASIO. No, Majestad.
MAXIMILIANO. Entonces le doy las gracias por hoy, amigo mío. ¡Alto! Que
no se me olvide: ponga esta hoja sobre mi escritorio. (Se gira y observa
fijamente al secretario hasta que este se retira de espaldas según el
ceremonial de la corte.)
TELÓN
Segunda fase
CUADRO QUINTO
BAZAINE Y PIERRON
TELÓN
CUADRO SEXTO
RIVA PALACIO. ¿Es verdad, Porfirio, que nunca has estado enfermo?
PORFIRIO DÍAZ. No del todo. Pasé el sarampión. Pero es cierto que las
heridas no me afectan mucho. Raras veces me ha hecho caer una bala. ¡Vaya!
Ya empiezo otra vez a vanagloriarme de mi tosca naturaleza.
RIVA PALACIO. Porfirio Díaz nunca ha estado enfermo y Benito Juárez no
ha soñado una sola vez.
PORFIRIO DÍAZ. Sí, da su palabra de que así es.
RIVA PALACIO. El historiador tendrá que dar testimonio: Juárez fue la
razón sin sueños; Díaz, la encantadora juventud de México.
PORFIRIO DÍAZ. No sé por qué todos vosotros me veis tan joven. Soy dos
años mayor que Maximiliano.
RIVA PALACIO. El pueblo no ve los hechos de un hombre, sino su secreto.
Tu secreto es que cuando cumplas setenta años volverás a los veinte.
PORFIRIO DÍAZ. Bien sabe Dios que moriré de tristeza si llega el día en que
no pueda trepar árboles.
RIVA PALACIO. Todavía recuerdo aquella célebre jornada en Chihuahua. Al
presidente le anunciaste que tenías ocho hombres en el Ejército del este. Aún
no ha pasado un año y ya has armado a veinte mil hombres. Has conseguido
las cosas más disparatadas: victorias contra Bazaine, Trujeque, Ganz, muy
por encima de todas las capacidades de un militar de academia. Además eres
jurista, por lo que entiendes de los pormenores de la estrategia tanto como del
arte de hacer sonetos.
PORFIRIO DÍAZ. ¿Ciencia bélica? Vanidades de débiles mentales. Las cosas
de la vida se producen de manera fácil cuando no se piensa sobre ellas.
RIVA PALACIO. Sí, tus dotes de improvisación son mágicas. A tu alrededor
es todo aventura. Los jóvenes corren detrás de ti como si fueras el héroe de
una novela juvenil.
PORFIRIO DÍAZ. Eso es verdad. Podría formar diez cuerpos de ejército con
escolares... ¡Oh, pobre Maximiliano! Emprende una aventura sin el gusto por
la aventura misma, aunque con ideas.
RIVA PALACIO. Máscaras de la vanidad. Se deja traer a este país por un
saco de dinero, elabora programas sociales de salvación y mantiene ocupado
al verdugo.
PORFIRIO DÍAZ. A todos los idealistas les llega la hora en que pueden
convertirse o se convierten en asesinos... Y, sin embargo, lo envidio.
(Durante la conversación, se va asomando continuamente por la puerta del
balcón para otear la calle con disimulo.)
RIVA PALACIO. ¿Envidiarlo?
PORFIRIO DÍAZ. ¿Puedes imaginar la embriaguez que debe de producir ser
enemigo de un tipo como Juárez? A veces desearía estar en el lugar de
Maximiliano. No es consciente de su propia osadía. En cualquier caso, la
respeto.
RIVA PALACIO. Los franceses lo abandonan.
PORFIRIO DÍAZ. En su lugar, hace tiempo que yo habría echado a esos
comemierdas y lo habría arreglado todo con nosotros con fair play... sin
decretos sanguinarios.
VOCES. (Fuera.) ¡Viva Porfirio Díaz!
PORFIRIO DÍAZ. Es un fuego en el que se tiene que cocinar rápido. Gente
tenemos suficiente. Pero con respecto a las armas, la munición y el dinero, lo
tenemos crudo. Tan solo pago diez centavos a mis hombres. El oficial se
mantiene por sí mismo. En semejantes condiciones, un simple contratiempo
puede acabar con nosotros. Pero tú me conoces. No me gustan los cálculos
seguros. (Mira afuera.) ¡Anda! ¡Entonces sí!
RIVA PALACIO. ¿Qué sucede?
(Entra un ordenanza.)
PORFIRIO DÍAZ. Que venga el coche del arzobispo con veinte hombres a
caballo de escolta. Usted será el responsable de que la escolta llegue sin
perjuicios a territorio enemigo en el plazo de veinticuatro horas.
TELÓN
CUADRO SÉPTIMO
(HERZFELD entra.)
TELÓN
CUADRO OCTAVO
EN EL PALACIO DE MÉXICO
MAXIMILIANO Y PIERRON
(LÓPEZ sale.)
PORFIRIO DÍAZ. He arriesgado mi vida para servirle. Así que le pido ahora
que no me interrumpa. Mi tiempo se acaba. Vengo como enviado del gran
Juárez. Mi misiva consta de cuatro partes: verdad, acusación, juicio e indulto.
La verdad sobre su situación, Maximiliano. (Le muestra un escrito.) Vea este
escrito de Bazaine en el que me ofrece en venta cañones, fusiles de percusión
y montañas de munición. No he respondido a esta propuesta, ni tampoco a
otra, más importante, por la que me ofrece la capital y a vuestra persona. La
verdad sobre sus tropas: están abatidas, es decir, moral y prácticamente
acabadas. ¿Sus generales? Márquez es un sádico abominable que masacra por
placer a los malheridos; Miramón, un traidor; Méndez, un perro
sanguinolento; y Mejía, un niño. Todos están de parte del emperador, en tanto
que han reconocido que la república será su tribunal. Los fundamentos de la
monarquía son la idiotez y la infamia. ¿Lo sabía usted, príncipe de
Habsburgo?
TELÓN
Tercera fase
CUADRO NOVENO
(MAXIMILIANO entra lentamente. Viste una casaca azul y sencilla sin ningún
tipo de distinción. Lleva en la mano un rústico bastón. Su expresión es
ausente y parece estar a la expectativa; el rostro, bronceado y envejecido. Ya
no lleva la barba partida en dos; es más corta y menos poblada.)
WIMBERGER. (Cuadrándose.) A sus órdenes, Excelencia. Puesto de
centinela quince de la división Miramón.
MAXIMILIANO. Gracias, amigo. No os molestéis. Continuad.
(Un oficial con la camisa roja de los juaristas entra, se quita el sombrero
desvelando que se trata de la rubia PRINCESA SALM.)
WIMBERGER. ¡Santo Dios! ¡Este nos alcanza! Uno... dos... tres... (Se echa a
tierra.)
TELÓN
CUADRO DÉCIMO
Una terraza con algunos escalones que descienden a una plaza en forma
de patio. A la derecha, sobre la terraza, se alza un edificio desguarnecido y
bastante bajo, cuyo tejado plano, la azotea, es visible al espectador. Al
fondo, una muralla similar a una fortaleza. Es de noche. En la terraza, una
mesa con velas y un vaso de naranjada.
MAXIMILIANO está sentado a la mesa. El general Tomás MEJÍA está de pie
frente a él. LÓPEZ está apoyado sobre la puerta de la casa, en silencio.
MEJÍA. (Su ancha cara de piel morena reluce, su menuda figura muestra
rigidez. Sostiene un telegrama en la mano.) Imagínese, mi noble señor, tengo
cincuenta años. Mi gran pena fue siempre no tener hijos. Por eso escogí a una
mujer joven. Y ayer —a Dios gracias— tuve un hijo. Aquí está el telegrama.
Un hijo sano. Y se parece más a ella que al feo de su padre. Tiene la piel
blanca. Ahora, Majestad, ahora Tomás Mejía ya no lucha únicamente por el
emperador... Ahora lucha por sí mismo y por su hijo. Estamos penetrando, mi
caudillo. Estamos penetrando en Sierra Gorda, mis montañas, que quieren a
su viejo gato montés. Le garantizo que allí estaremos a salvo y seremos
fuertes.
MAXIMILIANO. Comparto profundamente su alegría, mi querido general.
Debe de ser un sentimiento maravilloso... ¡Que su hijo, usted, y todos
nosotros pronto seamos felices...! ¿Se ha dispuesto ya todo?
MEJÍA. Hasta el último detalle. Tres mil civiles han ocupado las avanzadas
y a las seis de la mañana comienza un fuego de cobertura con los malos
mosquetes que quedan. Entonces Escobedo atacará el convento de la Cruz
aquí en el este. Pero nosotros, los seis mil hombres, avanzaremos en
columnas cerradas hacia el oeste por el Cerro de las Campanas. En dos horas,
la débil posición de San Gregorio será arrollada y habremos roto el asedio.
MAXIMILIANO. ¿Y no recaerá venganza sobre los ciudadanos de
Querétaro?
MEJÍA. No habrá ocasión para ello. En la medida en que vayamos
irrumpiendo, los civiles dejan las armas y marchan a casa.
LÓPEZ. (De repente, desde el fondo, con una voz cansada y monótona.) ¿Y
por qué no se llevó a cabo la irrupción ayer, tal como estaba previsto desde
un principio?
MAXIMILIANO. No me parece mal en absoluto. El célebre número trece
tampoco es un día de suerte para mí.
LÓPEZ. ¡Lástima! ¡Una lástima!
MAXIMILIANO. ¿Qué órdenes les han sido consignadas a los húsares y la
escolta?
LÓPEZ. Vengo de hacer la ronda. La tropa duerme en alerta, los caballos
están ensillados con las correas aflojadas.
MEJÍA. Está bien.
MAXIMILIANO. ¿Y la diana?
MEJÍA. A las cinco.
MAXIMILIANO. (Abrazando a MEJÍA.) ¡Mejía, mi querido amigo! Le vuelvo
a dar la enhorabuena de todo corazón. Sea su dicha de padre un buen presagio
para nosotros... Y ahora acuéstese. Tiene que dormir.
MEJÍA. (Emocionado.) ¡Oh, mi señor! No alcanzo a expresar cuánto me
conmueve. (Hace mutis atravesando el patio.)
MAXIMILIANO. Desde el principio me ha servido usted con gran
abnegación, López. Quisiera darle las gracias por ello. Acepte esta medalla al
valor que me concedió el ejército.
LÓPEZ. (Muy asustado.) ¡No! De ninguna manera, Majestad.
MAXIMILIANO. Es usted terriblemente modesto.
LÓPEZ. No la merezco.
MAXIMILIANO. Me temo que, lamentablemente, su nombramiento de
general ha sido denegado. Los generales se declararon en contra de usted.
Hablan de una supuesta acción antipatriótica durante su juventud, hablan
incluso de felonía. Dios mío, los militares tienen una gran retentiva cuando se
trata de recordar el honor de los demás...
LÓPEZ. (Como si buscara motivos para montar en cólera.) Majestad, ¿y no
ha tratado de imponer su voluntad a la de los generales?
MAXIMILIANO. Habría sido mal momento para ello.
LÓPEZ. (Con un ligero matiz de mordacidad sentimental.) Sire, resulta que
en realidad no deseo ser ascendido.
MAXIMILIANO. En ese caso, no puedo concederle más que una petición por
su fidelidad. Usted tiene una buena pistola... Cuando corra yo el peligro de
ser apresado, libéreme con una bala.
LÓPEZ. (Con ojos atractivamente fulgurantes.) ¿No preferiría Vuestra
Majestad dispararme a mí? ¿Ahora mismo?
MAXIMILIANO. (Clava sus ojos en él durante un rato.) Está sobreexcitado,
López.
LÓPEZ. Eso es verdad, Majestad. Querétaro tiene dos kilómetros de largo y
medio de ancho. Tres meses llevamos ya viviendo en esta jaula. Sire, ¿conoce
ese terrible momento en el que el alma infeliz grita, en el que se ahoga en sí
misma, en el que se asfixia en su propia soledad? En ese momento uno solo
desea salir corriendo, y correr, correr... Hacia la libertad. Pero hay murallas
por doquier, soldados sucios, mozos de establo con sus baldes... ¿Cuántos
seres extraños viven dentro de un hombre? Y desde dentro golpean, gritan,
pugnan por salir...
MAXIMILIANO. Mañana seremos libres.
LÓPEZ. Oh, no. Seguirá siendo igual. Montañas, pueblos, soledad.
(Angustiado.) ¡Majestad! Daría mi vida por que nos marcháramos ahora
mismo, lejos, más allá del océano, a Europa, a la luz, a París...
MAXIMILIANO. (Sonriendo.) ¿Y la princesa Salm, querido López?
LÓPEZ. Una puta hecha y derecha me habría servido más.
Dr. BASCH. (Entra en escena saliendo de la casa.) El enemigo ha dejado
pasar un paquete de periódicos europeos.
MAXIMILIANO. Nos viene a pedir de boca. Así podremos satisfacer ahora
mismo a nuestro amigo López su entusiasmo parisino. Tomen asiento,
señores míos, Basch nos leerá en voz alta.
Dr. BASCH. (Una vez sentado, empieza a leer los titulares.) «La exposición
universal»... «París, un mágico océano de luz»... «La apoteosis cultural del
imperio»... «Homenaje triunfal a Napoleón en el Campo de Marte»...
«Desfile floral».
LÓPEZ. (Soñador.) ¡Desfile floral! ¡Cuántas cosas hay en este mundo!
MAXIMILIANO. ¡Sí, cuántas cosas hay!
Dr. BASCH. «Jules Favre habla en la Cámara sobre México».
MAXIMILIANO. Eso nos incumbe. ¿Qué dice al respecto?
Dr. BASCH. (Leyendo en voz alta.) «¿Acaso creyeron que sería posible
acabar tan fácilmente con la ética republicana, con la férrea voluntad de
justicia de un Juárez? Nada muestra de forma más evidente la prisa
neurasténica y la falta de honestidad de la política napoleónica que este
desaguisado mexicano. Maximiliano es...». (Se interrumpe.)
MAXIMILIANO. ¿Que soy qué? Continúe, no pare.
Dr. BASCH. Majestad...
MAXIMILIANO. (Le coge el periódico de la mano.) En cualquier caso, no
soy ningún actor que deba temer a la mala prensa. (Lee.) «Maximiliano es un
auténtico don Quijote». (Le devuelve el periódico riendo.) ¿Tan terrible le
parece? Hay determinadas épocas en las que un hombre decente no puede
aspirar a nada mejor.
LÓPEZ. (Saliendo de repente de una larga indiferencia.) ¡Sire, debo hacer
aún una ronda de inspección!
MAXIMILIANO. Deme la mano, López... Buenas noches.
(LÓPEZ sale casi corriendo por la escalera del fondo. Antes de desaparecer
de escena, se detiene un momento sin girarse hacia el emperador.)
Dr. BASCH. (Sacudiendo la cabeza.) Estos criollos son todos sin excepción
epilépticos.
MAXIMILIANO. Tiene una voz agradable. Su carácter me atrae tanto como
México.
Dr. BASCH. Si tuviera mirada en los ojos...
MAXIMILIANO. ¿Está usted nervioso?
Dr. BASCH. Admiro profundamente la calma de Vuestra Majestad.
MAXIMILIANO. Mire allí afuera, Basch. La línea que forman las cumbres de
la sierra a la luz de esas extrañas estrellas. Una inquietante taquigrafía. Me
parece como si solo ahora por primera vez comprendiera esta naturaleza, así
como solo ahora entiendo a Juárez y me entiendo a mí... Fragancia de piña,
dulce y venenosa... ¿Puede sentirla usted también?
Dr. BASCH. Es el aire del altiplano de México.
MAXIMILIANO. (Conectando de nuevo con la conversación mantenida con
PORFIRIO DÍAZ.) ¿Reconocimiento de culpa? Uno solo se conoce hasta donde
puede soportar. He aprendido a soportar mucho. No es el sufrimiento el que
nos enseña, sino el peligro. Es la madre de nuestra verdadera esencia. Es
prestado todo aquello que no resiste el más alto riesgo y cae: el nacimiento, el
título, la gloria, la ambición, el arte... ¡Es ridículo! El hombre y, frente a él, la
vida desnuda, sin mentiras. De esta manera reconoce su verdadero rango en
la naturaleza. Vuelve a sí mismo. ¡Oh, divina tranquilidad del yo realizado!
Mi cuerpo está enfermo, pero siento esta tierra fascinantemente extraña bajo
mis pies como el caminante que conoce su destino. (Pausa.) Tengo un raro
sentimiento de felicidad, por primera vez, en México. Y el hombre feliz es
afortunado.
(El enorme sol del sur se alza. Las sombras se vuelven de color violeta. Se
propaga el grito del traidor. Hombres medio vestidos salen de la casa y de
todas partes: oficiales, soldados, mozos de establo, criados con equipaje.
Enorme revuelo. Aparecen el Dr. BASCH, BLASIO y GRILL.)
TELÓN
CUADRO UNDÉCIMO
(Rompe a llorar.)
(Ambos salen.)
(El SIRVIENTE hace una señal a otro que supuestamente está afuera.)
TELÓN
CUADRO DUODÉCIMO
(El Dr. BASCH entra silencioso por la derecha. Rara vez alzará la cabeza, que
mantendrá agachada durante toda la escena para evitar mirar a
MAXIMILIANO. Trae una prenda de vestir, que cuelga en un clavo.)
(Amanece.)
(Primera luz del día y voces de los centinelas. Entran el canónigo SORIA y un
sacristán revestidos para la misa.)
SORIA. ¡Majestad! Voy a decir una misa privada por ustedes tres en la
celda del general Miramón.
MAXIMILIANO. Vaya usted delante, señor cura. Ahora voy yo.
SORIA. ¡Oh, Dios mío! ¡Majestad, es usted un hombre joven y bueno! Y
que me haya tocado a mí precisamente, que tengo tan blando el corazón... No
tengo suficiente fuerza de ánimo... (Se le quiebra la voz.)
MAXIMILIANO. (Sonriendo.) Y ahora debo consolar también a mi confesor.
(En voz baja para sí mismo, con absoluto dominio.) Nada de farsas. Nada de
mentiras ahora.
(El Dr. BASCH lo sigue con la vista. Coge la casaca azul y la aprieta contra
su pecho. Plena luz de la mañana. Se escuchan toques de tambores y
cornetas cada vez con mayor intensidad. La puerta de salida se abre de
golpe. Entra un oficial seguido de soldados. El Dr. BASCH levanta las manos,
retrocede y se sienta sobre la cama pálido como un muerto.)
TELÓN
EPÍLOGO
CUADRO DECIMOTERCERO
Una amplia plaza. Al fondo, una agitada muralla multicolor de gente que
se extiende de un lado a otro del escenario de espaldas al espectador. Los
habitantes de Querétaro aguardan la llegada del presidente, que viene para
ver el cuerpo sin vida de MAXIMILIANO. Sobre las cabezas del pueblo se
elevan, sujetos a las lanzas, los rojos gallardetes de los supremos poderes y
de la guardia republicana, que mantiene libre la calle para el presidente.
Resuenan el sonido apagado de la multitud, gritos de comerciantes, bromas
de la gente y voces de vendedores de periódicos.
El primer plano está completamente desierto. A la derecha, un palacete
en ruinas con algunos escalones que suben al portal. Es un día de ardiente
calor.
(La muralla de personas se agita cada vez más. Se alzan banderas rojas,
ondean los gallardetes de las lanzas).
TELÓN
FIN
50 Se trata de Moctezuma II, gobernante de México de 1502 a 1520, año en que murió durante una
revuelta de los mexicanos contra los conquistadores españoles, a cuyo comandante, Hernán Cortés, se
había sometido.
51 La monarquía de la poderosa tribu azteca tuvo once reyes (1325-1521) y fue destruida por los
españoles. En la época precolombina, el pueblo zapoteco fue una de las civilizaciones más importantes
de Mesoamérica.
53 El 5 de febrero de 1857 había sido jurada la Constitución, que omitió la obligatoriedad de la religión
católica y abolió los fueros, lo cual desembocó en el estallido de la Guerra de los Tres Años o Guerra
de Reforma (1857-1860). El 7 de julio de 1859, el gobierno de Juárez dio a conocer un manifiesto a la
nación en aras de poner fin a la guerra y desarmar al clero de todo aquello que, según el presidente
mexicano, le servía de apoyo para su dominio. A continuación dictó las denominadas «leyes de
Reforma», entre las que se encontraba la «Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos», del 12
de julio de 1859, a la que aquí se hace mención y por la que fueron confiscadas las propiedades
religiosas. Otras leyes de Reforma fueron la «Ley de Matrimonio Civil», del 23 de julio de 1859, la
«Ley Orgánica del Registro Civil» o «Ley sobre el Estado Civil de las Personas», del 28 de julio de
1859, y la «Ley sobre Libertad de Cultos», del 4 de diciembre de 1860.
54 El 20 de septiembre de 1865, Porfirio Díaz consiguió escapar del antiguo convento de los jesuitas de
Puebla, donde había sido preso por las tropas francesas —al mando de Aquiles Bazaine— después del
primer Sitio de Oaxaca. En el segundo Sitio de Oaxaca, acontecido en enero de 1867, serían los
franceses los asediados y Díaz, el comandante que los expulsara el 16 de marzo de ese mismo año.
55 Para escapar del antiguo convento de los jesuitas, Porfirio Díaz se valió de un cable amarrado a una
estatua de san Ignacio.
56 En el contexto de la Guerra de Secesión americana, la Unión fue el bando frente a los confederados
del sur.
57 Se refiere a la batalla de Puebla, librada el 5 de mayo de 1862 durante la Segunda Intervención
Francesa en México, en la que las tropas mexicanas, en peores condiciones, vencieron al ejército
francés, uno de los más poderosos de la época.
58 La marcha de Juárez a Paso del Norte, actual Ciudad Juárez, fue interpretada como una huida a los
Estados Unidos y la consiguiente victoria de la monarquía.
59 El río Bravo del Norte o Río Grande era la frontera con los Estados Unidos. De ahí que la marcha de
Juárez se entendiera como una huida.
61 Véase nota 9.
62 Víctor Manuel II de Italia (1820-1878), último rey del reino de Cerdeña y primer rey de Italia.
64 Popocatépetl y Orizaba.
65 Véase nota 4.
68 Se trata del decreto del 3 de octubre de 1865, que traería consigo un terrible derramamiento de
sangre y el consiguiente deseo por parte del pueblo mexicano de expulsar al emperador.
69 La actual Ciudad Juárez, a orillas del río Bravo, se llamó hasta 1888 Paso del Norte y fue capital
provisional de la república bajo el mandato de Benito Juárez. Recibió su nombre actual en honor a
dicho presidente mexicano, quien se refugió allí durante la Segunda Intervención Francesa.
70 Se refiere al tratado de 1864 por el cual Napoleón III se comprometió a mantener sus tropas en
México.
71 Maximiliano I puso como condición para aceptar su nombramiento que el pueblo mexicano
estuviera de acuerdo con la coronación. Por ello le fue entregado un listado falso con los nombres de
numerosas ciudades mexicanas y de los ciudadanos que supuestamente estaban a favor de que el
archiduque fuera nombrado emperador de México.
74 In partibus infidelium: «en tierras de infieles». Hasta 1882, expresión de la Iglesia católica para
indicar una sede titular.
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