PULGARSITO
PULGARSITO
Érase una vez un campesino y su esposa, que se lamentaban de no haber tenido nunca un
hijo.
– “Cuánta tristeza y silencio hay en esta casa. Si tan solo tuviésemos un niño, aunque fuese
pequeño”, – pidió la esposa una noche.
Siete meses más tarde se cumplió el deseo de la mujer, que dio a luz un bebé no más grande
que un pulgar. Aun así era todo lo que la pareja había deseado, le llamaron Pulgarcito.
Pasaron los años y el niño no crecía más allá de su tamaño en el momento del nacimiento.
Sin embargo era un niño muy listo y hábil, que lograba siempre cualquier meta que se
trazaba.
Por el camino pasaron dos forasteros, que vieron extrañados cómo el caballo iba siendo
conducido solo por unas voces estridentes. Presos de la curiosidad decidieron seguir aquel
carro hasta su destino y cuando llegaron a un claro en el bosque, se percataron de que la
voz le pertenecía a una diminuta persona.
Pensaron cuánto dinero podían ganar si lo exhibían en la ciudad, por lo que se acercaron al
campesino y le ofrecieron comprarlo.
– “¿Por qué no nos vendes al pequeño? Trabajará para nosotros” – dijeron los forasteros.
– “No” –respondió el padre – “Es mi hijo y no lo vendería ni por todo el oro del mundo”.
Al oír la propuesta, Pulgarcito escaló por los pliegues de la ropa de su padre hasta llegar a
su oído y le susurró: – “Padre véndeme a estos hombres, nos viene bien el dinero y yo
buscaré la forma de regresar a casa. Confía en mí”.
El padre dudó, pero luego hizo lo que le sugirió su hijo y lo intercambió por una buena
cantidad de monedas. Pulgarcito se despidió de su padre y se fue con aquellos hombres,
sentado en el ala de un sombrero. Cuando ya había anochecido engañó a los hombres para
que lo bajaran un segundo, momento que aprovechó para colarse en una madriguera de
ratón. Los hombres intentaron atraparlo, pero al ver que era en vano, decidieron marcharse.
Pulgarcito salió de aquel agujero decidido a buscar un lugar seguro para pasar la noche y
encontró una concha vacía de caracol. Se estaba quedando dormido cuando sintió pasar a
dos hombres que hablaban sobre robar la casa de un pastor. De inmediato tuvo la idea de
darles una lección a aquellos oportunistas, por lo que se ofreció a ayudarlos.
– “Yo los ayudaré si me llevan con ustedes”, – les dijo desde el interior del caracol. – “Me
deslizaré por las cañerías y le iré pasando todo lo que deseen”.
Los hombres vieron al pequeño en el suelo y pensaron que era un buen plan, por lo que lo
llevaran con ellos. Una vez en casa del pastor, Pulgarcito se introdujo en el salón y
comenzó a gritar con todas sus fuerzas:
– “¿Qué queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?”- gritó intentando que lo escucharan.
El pastor en persona acudió a ver aquella obra del diablo y asustado ordenó que sacrificaran
a la vaca poseída. La vaca fue descuartizada y el estómago fue arrojado al estiércol, sin
dejar escapar a Pulgarcito. Un lobo que iba pasando por el lugar se encontraba hambriento
por lo que se engulló el estómago de un solo bocado.
Ahora Pulgarcito se encontraba dentro del lobo, por lo que ideó un plan para persuadirlo de
llevarle hasta la casa de sus padres. Desde el fondo de su panza comenzó a gritarle: –
“¡Querido lobo, sé dónde puedes encontrar mucha comida para alimentarte!”
Pulgarcito le comenzó a explicar cómo llegar a la casa de sus padres y le prometió que iba a
encontrar toda clase de manjares. Una vez caída la noche el lobo entró por la trampilla de la
cocina y acabó con toda la comida que había en la dispensa. En cuanto se dispuso a salir
repleto de tanta comida, se dio cuenta de que no cabía por el mismo lugar por donde había
entrado.
Pulgarcito que había previsto la situación, comenzó a patalear y a dar gritos en la barriga
del lobo. Los chillidos despertaron a sus padres, quienes vieron al lobo intentando escapar.
Ya se disponían a darle un golpe con el hacha, cuando Pulgarcito gritó:
Cuando amaneció, salió en busca de sus hermanos para alertarlos sobre lo que estaba
sucediendo. Reunidos todos en el pajar, Pulgarcito les contó lo sucedido y les dijo:
– Mi solución es muy sencilla buscar oro y riquezas por el mundo. Para esto les propongo
que mañana cuando vayamos en busca de leña al bosque nos escondamos detrás de los
arbustos y esperemos a que ellos se cansen de buscarnos para salir en busca de nuestros
propósitos.
Ante esta respuesta de Pulgarcito el más miedoso de todos los hermanos dijo:
– ¿Y qué hacemos si nos perdemos en el bosque? Cuando cae la noche, él se vuelve muy
tenebroso y oscuro.
– Esto no va hacer un problema pues ya he pensado en eso. Mientras nos traslademos yo iré
dejando miguitas de pan para poder encontrar el camino de regreso a casa.- respondió
sabiamente Pulgarcito, que sabiamente ya había pensado en todo.
Después de todas estas explicaciones, todos los hermanos quedaron convencidos y juraron
no contar de su plan a nadie.
Esa misma tarde sus padres le pidieron ayuda para recoger ramas en el bosque. Siguiendo el
plan tal y como Pulgarcito se los había explicado los muchachos actuaron.
Algunos imprevistos surgieron pues la noche cayó antes de lo normal y una terrible
tormenta comenzó a desarrollarse, esto les provocó miedo y trataron de volver a la casa
rápidamente, pero las migas de pan que los guiarían de regreso a casa habían desaparecido
y la única explicación posible era que los pájaros se las habían comido.
Ante tal situación, el hábil Pulgarcito, subió corriendo a un árbol con el propósito de
encontrar un sitio hacia dónde ir, y fue en ese momento cuando divisó una luz a lo lejos.
Rápidamente bajó del árbol y les dijo a sus hermanos:
– ¡Pude ver una casa así que iremos hacia allá!
– Somos siete niños que nos hemos perdido en la oscuridad de la noche y no sabemos
dónde ir. ¿Tendría usted la cortesía de dejarnos pasar a la casa?
Después de ver la negación que le hicieron con la cabeza, la mujer les explicó que ella vivía
ahí con su esposo, un temible ogro, que si los encontraba en la casa no dudaría en preparar
con ellos una deliciosa sopa. Los niños a pesar de escuchar eso estaban tan exhaustos que
no pensaron en las consecuencias y le suplicaron que los dejara descansar. Después de tanto
insistir, la señora accedió a la petición de los niños y después de darles de comer los
escondió debajo de la cama.
Un rato más tarde llegó el malvado ogro, quien nada más entrar en la casa comenzó a gritar
como un loco:
Aterrorizados del miedo permanecían bajo la cama pero los encontró. Inmediatamente
quiso comérselos pero su mujer lo convenció de que por el momento tenían comida
suficiente que los dejara para el día siguiente.
Esa noche ellos se acostaron a dormir en la misma habitación que las siete hijas del terrible
ogro, pero al entrar Pulgarcito observó que las pequeñas tenían siete coronas de oro en la
cabeza.
A pesar de que la mujer logró convencer al ogro, Pulgarcito desconfiaba de su palabra así
que mientras todos dormían tomó las coronas de las pequeñas hijas del ogro y las colocó en
la cabeza de sus hermanos. Y nuevamente tuvo razón porque a media noche el ogro entró
en la habitación y dijo:
– Déjame ver a quien tenemos aquí… ¡Ay no! ¡Estas son mis hijas!
Así que gracias a la astucia del pequeño niño, el ogro se comió a sus hijas pensando que
eran los siete hermanos.
Nada más que el ogro se volvió a quedar dormido, Pulgarcito despertó a sus hermanos y se
fueron corriendo de ese terrible lugar.
Al amanecer cuando el ogro despertó y vio todo el engaño, se puso sus botos de siete leguas
y salió en busca de ellos. Cuando ya le falta poco para atraparlos, los niños lo escucharon y
se escondieron bajo una piedra. Como el ogro se cansó tanto se quedó dormido, y en ese
momento Pulgarcito le dijo a sus hermanos que regresaran a la casa. Mientras tanto el se
puso las botas mágicas del ogro y fue hasta su casa, y al llegar le dijo a su señora:
– Ha ocurrido una desgracia, el ogro ha sido capturado por unos ladrones y me ha pedido
que viniese con sus botas a buscar todo el oro y la plata que tengáis para que lo liberen.
La mujer creyendo la historia se lo entregó todo, y el hábil Pulgarcito regresó a su casa con
todas las riquezas donde sus padres y hermanos lo esperaban. Desde ese día nadie de esa
familia volvió a pasar necesidades.
Pero este no es el fin, pues Pulgarcito ayudó durante muchos años al Rey pues le sirvió
como mensajero, usando las botas mágicas del ogro, entre su ejército y él. De este modo
logro incrementar aún más su fortuna y cuando ya tuvo suficiente regresó a su casa donde
vivieron felices para siempre.