La Emancipacion
La Emancipacion
La Emancipacion
Por otro lado, la minoría de edad es un estado civil que se caracteriza por la
sumisión y dependencia del menor a las personas que ostentan sobre él la patria
potestad, sus padres o sus tutores, al considerarse que el menor no tiene la suficiente
capacidad de entendimiento. Estas personas ostentan la representación del menor.
La capacidad del menor de edad se encuentra por tanto limitada con el fin de evitar
que la posible responsabilidad que pueda derivarse de sus actuaciones, le perjudique.
Así, para la realización de determinados actos necesitará el consentimiento de sus
representantes legales, padres o tutores.
Se le concede este beneficio por las personas que ostentan sobre él la patria
potestad. En estos casos, es necesario que el menor haya cumplido los 16
años de edad y que esté conforme con que le sea concedida la emancipación.
Se otorga mediante Escritura Pública ante Notario y debe ser inscrita en el
Registro Civil. Una vez concedida, la emancipación no puede ser revocada. Se
considera que el hijo está emancipado cuando siendo mayor de 16 años y con
consentimiento de sus padres, vive de forma independiente. En los casos en
los que el menor está sujeto a tutela alcanza la emancipación por la concesión
judicial del «beneficio de la mayor edad».
Por matrimonio.
Por concesión judicial: Un juez puede conceder la emancipación cuando lo
solicite el menor que ya cuente con más de 16 años de edad, en los siguientes
casos:
La emancipación permite al menor regir tanto su persona como sus bienes como si
fuese mayor de edad, pero necesitará el consentimiento de sus padres o tutor
para:
Aceptar por sí mismo una herencia sin beneficio de inventario (ya que no
puede disponer libremente de sus bienes).
PREGUNTA
Al leer una colección de «Vidas ejemplares» me he encontrado con varios casos de santas que
fueron dadas en matrimonio a los doce años de edad (en algunos casos, no cumplidos) y que
en seguida tuvieron hijos. En nuestros días eso sería, en el mejor de los casos, inconcebible,
incluyendo hasta una sanción legal, pues las relaciones sexuales con menores de edad no están
permitidas. ¿Cómo se explica eso?
Por otro lado, hubo varias santas que se casaron y, de común acuerdo con sus esposos,
practicaron el voto de castidad y jamás tuvieron relaciones conyugales. Sin embargo, me
enseñaron que el sacramento del matrimonio se configura como tal con la consumación del
acto, pues ambos serán una sola carne. Si eso no ocurre, el sacramento perdería su carácter.
¿Podría, por favor, aclarar mis dudas?
RESPUESTA
El consultante hace dos preguntas, una sobre la edad mínima para contraer matrimonio y otra
sobre el voto de castidad dentro del mismo. Comenzamos por responder la primera y dejamos
la segunda para otra ocasión.
La edad mínima para casarse ha variado con el tiempo, y aún varía según la legislación y las
costumbres de los diversos países.
En el derecho antiguo —al que hace referencia el consultante— la edad mínima para las mujeres
era de doce años y catorce para los hombres.
El actual Código de Derecho Canónico (de 1983, y en esto repite lo establecido en el anterior de
1917) fija la edad mínima para contraer matrimonios en dieciséis años cumplidos para el hombre
y catorce años cumplidos para la mujer (canon 1083, § 1). Pero deja a criterio del Episcopado de
cada país el fijar una edad mayor para la celebración lícita del matrimonio (canon 1083, § 2).
Además, estipula que es necesario respetar la ley civil vigente en cada país (canon 1071, § 1, 2º).
Con respecto al Perú, el Código Civil establece que, en general, los menores de 18 años no
pueden contraer matrimonio. Sin embargo, a partir de los 16 años, el juez puede dispensar este
impedimento "por motivos justificados" (art. 241), requiriéndose además el asentimiento de los
padres o tutores del menor (art. 244).
¿Cuál es la razón de ser de estas edades mínimas? Observa el P. Jesús S. Hortal S.J., en su
comentario al canon 1083: "La edad aquí establecida marca el momento en que normalmente
se alcanza la madurez fisiológica necesaria para contraer matrimonio. Pero esta debe ir
acompañada también de la madurez psicológica, sobre la cual existen disposiciones adecuadas
en el capítulo relativo al consentimiento matrimonial" (Código de Derecho Canónico, Ediciones
Loyola, 1983).
2) quienes tienen un grave defecto de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes
esenciales del matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar;
3) quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de
naturaleza psíquica".
Comentando, en la obra citada, el ítem segundo del canon 1095, el P. Jesús Hortal pondera: "El
nº 2º indica el defecto de lo que podríamos llamar 'razón práctica'. Es la falta de madurez
psicológica para sopesar la gravedad de los derechos y obligaciones propias del estado conyugal.
Posiblemente es uno de los defectos más comunes, en nuestro medio. Sin embargo, no hay que
olvidar que el matrimonio goza del favor del derecho; por tanto, en la duda sobre la existencia
o no de la incapacidad, el matrimonio no puede ser denegado y, una vez contraído, no puede
ser declarado nulo por el tribunal correspondiente, sin que se demuestre con seguridad que, de
hecho, existía la incapacidad".
En efecto, en el reciente Sínodo Extraordinario de los Obispos realizado en Roma el último mes
de octubre, la encendida discrepancia entre los participantes incidió principalmente sobre este
tema: hacer de los procesos de declaración de nulidad un "divorcio católico". Es lo que afirma
un influyente clérigo, que escribe bajo el seudónimo de Don Pío Pace, en un artículo aparecido
en el blog norteamericano Rorate Caeli, el 13 de noviembre de 2014:
El resultado de este cuadro sería la destrucción de la civilización cristiana, construida sobre los
principios del Evangelio. Es precisamente a lo que estamos asistiendo en nuestros días.
Es oportuno recordar que en 1917 en Fátima, la Santísima Virgen nos advirtió de este resultado
final. Ella dejó muy en claro que sobre el mundo moderno —salido de la Reforma protestante y
del Iluminismo, cuyas ideas fueron llevadas hasta sus últimas consecuencias por el comunismo
y por el hippismo— pesa un decreto de condenación: o se convierte y hace penitencia, o será
destruido por un gran cataclismo de proporciones universales. De uno u otro modo, dejará de
existir.
Esta no es, sin embargo, simplemente la visión de una catástrofe. En su lugar se erguirá una
nueva civilización, conforme a los principios del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Es lo que
San Luis María Grignion de Montfort denominaba Reino de María, lo cual está confirmado por
las célebres palabras de la Santísima Virgen en Fátima: "Por fin mi Inmaculado Corazón
triunfará".
Cabe a todos los hijos de María la honrosa y grata —y sin embargo crucial— tarea de consagrar
todos sus esfuerzos para la edificación de este Reino. ¡El auxilio divino no les faltará!
El amigo Javier Luna realiza un importante comentario al tema propuesto. Para aquellos que
recién se unen a este blog, es buen tener presente las previsiones que sobre familia contienen
las Constituciones de 1979 y 1993.
“Artículo 9.- La unión estable de un varón y una mujer, libres de impedimentos matrimonial, que
forman un hogar de hecho por el tiempo y en las condiciones que señala la ley, da lugar a una
sociedad de bienes que se sujeta al régimen de la sociedad de gananciales en cuanto es
aplicable”.