Sociologia y Modernidad

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Economía, Sociedad y Territorio, vol. VI, núm.

22, 2006, 567-582 567

Sociología y modernidad:
cómplices de una época anunciada
MARTUCCELLI, DANILO (1999), SOCIOLOGIES DE LA MODERNITÉ,
ÉDITIONS GALLIMARD, COL. FOLIO ESSAIS/INÉDIT, PARÍS, 709 PP.,
ISBN: 2-07-041050-1

Si la Modernidad es reacia a toda definición exhaustiva,


es que su utilidad analítica proviene justamente de su indecisión
conceptual, de su capacidad de dar cuenta de un gran número de
fenómenos dispersos en bastantes disciplinas, así como de un
número no menos considerable de polémicas.
Danilo Martuccelli.

Al hablar de Sociologías de la modernidad diríamos que se trata


de un pleonasmo, sobre todo cuando se refiere al título de un
libro. Quizá esto es lo que atrae a primera vista de la propuesta
de Danilo Martuccelli. Suele suceder con frecuencia que cuando
algo es evidente, se tienden a olvidar o al menos a perder de vista
las relaciones de origen, particularmente cuando se trata de la
relación estricta que mantiene un término, noción o concepto
con su descriptor, o, para el caso, se tiende a olvidar el lazo exis-
tente entre formas de abarcar y comprender las relaciones hu-
manas (sociología) y el espíritu del tiempo que las sustenta
(modernidad). Igual sucede con los análisis derivados de los lla-
mados empirismos lógicos que se empeñan en buscar las eviden-
cias que fundamenten las teorías de origen, más que abocarse a
describir y comprender lo que es evidente, y no forzosamente
visible, en la dinámica de lo social.
Lo atractivo y a la vez complejo que se encierra en esta rela-
ción (sociologías-modernidad), inscrita desde los primeros capí-
tulos del mismo libro, no está en el reconocimiento de que la
sociología está inexorablemente vinculada con la modernidad,
sino en el cuestionamiento que recorre todo el análisis del texto;
a saber: si habría sociologías sin modernidad, o si la modernidad
hubiera podido advenir sin el nacimiento de la misma sociología.
¿Quién pudiera negar que las obras de un tal Maquiavelo, las
deliberaciones inertes en unas Cartas persas o la evocación del
aforismo “cogito ergo sum” (pienso, luego existo) –todo ello pre-
cursor del pensamiento sociológico– serían testimonio y alimen-
to de la fundamentación misma del proyecto y pensamiento de la
modernidad? Más aún, no falta quien sugiera que con el estable-
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cimiento del platonicismo-cristiano en los siglos IV y VI a.C., el


proyecto inscrito en la modernidad encontraría más tarde las
raíces de su emancipación, a partir del siglo XVI, y por tanto la
necesidad de conformación en un segundo plano de herramien-
tas de análisis, reflexión y sustento de dichas realidades discursi-
vas construidas.
Poco importa para nuestro asunto indagar la génesis del pen-
samiento de la modernidad, sólo incitaría a entrar en un debate
tautológico. Lo que es pertinente no olvidar es que cada época
está estrechamente vinculada con la construcción teórica de sus
realidades. En suma, basta con señalar, independientemente del
planteamiento o la época a la que se haga alusión, que es innega-
ble la constante de que sociologías y modernidad son discursos y
gramáticas que se entrecruzan y confluyen siendo interdepen-
dientes y metacríticas a la vez.
No hay duda de que la lógica interdependiente entre moder-
nidad y sociologías es conocida por Martuccelli, pues el análisis
de textos y de autores parece reforzar dicha mirada. A decir del
autor, la interdependencia entre modernidad y sociologías se
encuentra en la voluntad por parte del análisis sociológico de
construir representaciones globales de la realidad que permitan
aprehenderla, posesionarla. Es decir, tomar conciencia del cam-
bio constante de la realidad del mundo, de la ruptura con la esta-
bilidad de la tradición que se genera con el proyecto de la moder-
nidad. En suma, estamos refiriéndonos a la toma de conciencia
de que existe la construcción de un mundo pretendido real que
se valida a su vez con la constitución de una armadura intelec-
tual. Se trata de crearle a la construcción de un mundo, un dis-
curso, un léxico y una gramática que la legitime. Recordemos
que hay un impacto y una relación estrecha entre el conocimien-
to científico y la historia, así nos refiramos a las tecnologías de
guerra que influyen directamente en las estrategias políticas, o
bien a las teorías producidas por la misma sociedad y que influ-
yen en los sentidos de las acciones de los grupos e individuos.
Sin abusar del análisis de esa relación, cabe señalar que es
precisamente a partir de la lógica ambivalente, la tensión y el
conflicto que se generan en esta interdependencia, que se en-
cuentran los elementos que guían la reflexión del libro y la selec-
ción de los autores y escuelas allí presentados. Efectivamente, se
trata de un documento en el que se analiza no solamente el apor-
te de diferentes autores emblemáticos de la teoría social (14 en
total), sino también su relación intrínseca con la construcción de
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problemáticas afines con el proyecto de la modernidad. Así, más


que introducir al lector al análisis sociológico de escuelas y auto-
res, se trata de reflexionar, con base en ellos, sobre la moderni-
dad misma, como si se tratase de un itinerario reflexivo del siglo
XX, arrojando a la evidencia la constitución valórica de la misma
modernidad.
Todo lo anterior se sustenta en la medida en que, por una
parte, la noción de modernidad denota un ‘espíritu del tiempo’
cuya base y fundamento es la constante contradicción y renova-
ción con su propio presente. El proyecto de la modernidad ha
engendrado los fenómenos de la implosión, de la autodestruc-
ción y de la autocrítica, que son fácilmente visibles con la llama-
da racionalización (una de las características innegables del pen-
samiento de la modernidad). Toda la dinámica de la modernidad
se puede encontrar en la voluntad, primero, de reemplazar el
esoterismo del politeísmo de los valores por la imposición de
una sola divinidad (teodicea), luego con la pretensión de privati-
zar la evanescencia de un único Dios (secularismo), pasando por
la muerte del mismo ser humano (nihilismo), hasta llegar a la
reforma y reestructuración de la sociedad misma (posmoderni-
dad). Esto ha traído como resultado la constante de la diferencia-
ción social entre un mundo y sus ideas, entre grupos de perte-
nencia y fragmentaciones grupales, entre lo tradicional y lo nuevo.
Es como si el sentido de existencia del proyecto de la moderni-
dad se sustentara en la renovación constante de su dinámica,
aunque ello signifique la renovación de sus mismos principios y
la exacerbación de autocrítica de su mismo proyecto. En suma,
sociologías y modernidad no representan más que la relación
estrecha entre realidades construidas y herramientas de análisis
que las sustentan.
Por otro lado, el vocablo sociología contiene la intensa pre-
ocupación de entender, comprender, descifrar, solucionar esa
contradicción-renovación planteada en el proyecto de la moder-
nidad. En otras palabras, las sociologías (en su sentido epocal)
son retributivas de las relaciones de tensión que se viven en la
modernidad. La condición moderna de la existencia se ve acom-
pañada de sus legitimaciones teóricas y epistemológicas.
Efectivamente, lo que el texto nos hace ver es que para cada
condición valórica inscrita en la modernidad y para cada proble-
mática influida por la realidad hay una teoría, una escuela o un
pensador representativo. Lo anterior es un suceso que se repite
además de manera constante y concomitante a lo largo del tiem-
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po, y que el libro que aquí reseñamos magistralmente destaca. Es


por medio de los aportes teóricos, de las construcciones concep-
tuales de cada escuela, que se puede analizar la llamada moder-
nidad. Se trata de una crítica desde la sociología del conocimien-
to que hace de los teóricos mismos los testimonios de los
elementos contenidos en el proyecto de la modernidad.
Son tres los elementos centrales constitutivos de la dinámica
de esta modernidad, y que fungen como ordenadores del texto y
como líneas de reflexión del libro; a saber: la racionalización, la
diferenciación social y la condición social de la cotidianidad.
Cada uno de estos elementos ha encontrado vida en teorías y
escuelas durante más de tres generaciones de teóricos sociales y
que representan las principales etapas en la generación de la teo-
ría social durante más de cien años de existencia. Estas genera-
ciones se pueden caracterizar como sigue: la generación de los
fundadores o clásicos de la sociología, seguida por la de los so-
ciólogos modernos o industriales, después por la de los llamados
sociólogos contemporáneos o postindustriales, y finalmente, la
de los sociólogos del mundo actual y de la globalización.
Así, para representar la reflexión en torno a la diferenciación
social, el autor refiere a autores como E. Durkheim, Talcott Par-
sons, Pierre Bourdieu y Niklas Luhmann, que dan cuenta de la
manera como las diferentes teorías sociológicas han ido a la par
con la conformación normativa y moral de la sociedad.
En el mismo eje de análisis, Danilo Martuccelli estudia a au-
tores como Max Weber, Norbet Elias, Herbert Marcuse, Mi-
chel Foucault y Jürgen Habermas para dar cuenta de la dinámica
de la racionalización, concepto básico en la fundamentación del
proyecto de la modernidad en las sociedades occidentales, y que
ha atravesado a la vez la historia misma de las sociologías.
Finalmente, para hablar de la condición moderna de la socie-
dad, el autor refiere a la escuela de Chicago y evoca a autores
como Georg Simmel, Irving Goffman, Alain Touraine y Anthony
Giddens, quienes han dado voz en sus planteamientos reflexivos
a las regularidades cotidianas que se han conformado con la ins-
tauración de la lógica de la modernidad; es decir, regularidades
que se han constituido en el proceso de la racionalización y la
diferenciación social. Así, la organización tanto de los autores
como de las problemáticas evocados no es cronológica de acuer-
do con el tiempo gregoriano, y mucho menos responde a alguna
otra propuesta temporal surgida de la historia en tanto que disci-
plina; responde a una lógica más entrañable al entrecruzamiento
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y concatenación del tiempo. Una organización en espiral, si así


se puede decir…
Entonces, para cada problemática social existe una represen-
tación de teóricos y escuelas específicos. “Sociologías” invoca-
ría, así, no solamente la pertenencia a una escuela de pensamien-
to o la nominación de un sociólogo en particular, sino la
imbricación de todas estas problemáticas en un análisis integral
y global de la realidad social. Es evidente, entonces, que en un
proceso donde se exacerba la racionalización de la vida, se gene-
ra una diferenciación social de envergadura que influye de una u
otra manera en la condición social de la vida cotidiana de las
sociedades, de los grupos y de los individuos.
De esta manera, organizar la reflexión en torno a la teoría
social (sociologías) que se ha generado en ciertas escuelas socio-
lógicas a lo largo de la historia de la disciplina, significa de igual
manera establecer el estudio de lo que ha sido el llamado proyec-
to de la modernidad a partir de las problemáticas que se entre-
cruzan y se concatenan. En suma, se trata de un estudio que nos
permite aprehender nuestro tiempo y nuestra memoria del mun-
do vivido por medio de las problemáticas que algunas escuelas
han destacado, y no por medio del protagonismo de un autor o la
esquematización del conocimiento sociológico en tiempo lineal.
En esa organización reflexiva del libro, nos encontramos con
una propuesta que se aleja profundamente de tantos otros ma-
nuales de sociología que surgieron poco después del mismo naci-
miento y legitimación de la disciplina, sobre todo a partir de los
años cincuenta; verbigracia, el emblemático libro de sociología
de Ritzer, o incluso el mismo libro de Jeffrey Alexander. Se po-
dría decir que la propuesta de Martuccelli actualiza la voz que
tendría el clásico libro de Nisbet sobre la Tradición sociológica.
Lo anterior nos llevaría, al menos por lo que podríamos en-
trever en la lectura del texto, a responder al planteamiento ini-
cial de que no habría sociologías sin modernidad y viceversa. Sin
duda, cada autor o escuela, organizados esquemáticamente en el
libro, representa una problemática que se ve atravesada con la
reflexión de otra problemática que corresponde a otra escuela y
a otra época o generación de sociólogos. Este aspecto no sólo
nos invita a entender la dinámica misma de la modernidad, sino
que también nos permite dar cuenta de la continuidad de las di-
ferentes reflexiones dominantes durante todo el siglo XX. De esta
manera, se puede observar que la anomia o la patología de la
modernidad ha constituido una obsesión no sólo de la sociología
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durkheimiana, sino que también lo ha sido de otras escuelas o


autores, como la escuela parsoniana, donde la integración per-
fecta y la coordinación de las acciones constituyen el otro lado de
la moneda, o, si se puede decir, el otro lado de la obsesión teóri-
ca que se complementa con la de su antecesor. Incluso las lectu-
ras de la dominación o la noción del habitus, caras a Pierre Bour-
dieu, dan cuenta de la misma obsesión societal. Todo ello sin
olvidar, evidentemente, la influencia que un Parsons ejerció en la
problematización de la contingencia a través de la diferenciación
o los sistemas autorreferenciales de Niklas Luhmann.
Lo mismo sucede cuando hablamos de la jaula de hierro, el
retorno y la pérdida de sentido y la guerra de los dioses entraña-
bles a la sociología weberiana, y que se ven complementadas con
la lectura de un Norbet Elias y su proceso de civilización como
racionalización, o bien con la lectura de un Herbert Marcuse y
su conocida racionalización unidimensional, o incluso cuando nos
referimos a la racionalización como sujetamiento de los indivi-
duos característica de los análisis foucaultianos. Dato curioso de
encontrar un puente entre el problema de la racionalización y el
de la diferenciación social en las reflexiones habermasianas alre-
dedor de la ruptura de la concepción unitaria del mundo y las
promesas de la modernidad.
Finalmente, cabe elogiar el protagonismo dado en el texto a
Georg Simmel para emblematizar la reflexión en torno a las for-
mas sociales, la vida mediada y la tragedia de la cultura, que se
ven auspiciadas en un segundo tiempo con las reflexiones sobre
la ciudad y la modernidad, la desorganización social y el hombre
marginal de la Escuela de Chicago. Más aún, la reflexión alrede-
dor de la condición moderna se ve consolidada con los aportes
de las realidades múltiple, frágil y furtiva de un Erving Goffman,
las problemáticas de la sociedad programada, el retorno del suje-
to y el relato de la modernidad expuestas por Alain Touraine, o
bien con las indagaciones de la teoría de la estructuración, la lla-
mada modernidad tardía y la reflexividad y auto-identidad de
Anthony Giddens.
Todas estas secuencias no hacen más que corroborar que en-
foques y preocupaciones teóricos particulares sobre la moderni-
dad han podido ser transmitidos a lo largo de la historia de la
disciplina y que todos ellos forman, parafraseando al sociólogo
de lo cotidiano, tribus que como tales son cómplices de sus mis-
mas obsesiones teóricas.
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La cuestión de fondo de todo esto viene precisamente con el


plural de sociología, y no se trata de puntillismo maniático de nú-
mero, ni tampoco, creo, de una tendencia políticamente correcta,
en tiempos que así se exige, por parte del autor al empecinarse en
hablar en plural. Más bien se trata de toda una lógica inscrita en la
construcción de sentido de una época que ha permeado todas las
dinámicas societales a lo largo del siglo XX. No es casual tampoco
que haya una breve mención de las llamadas sociologías de la pos-
modernidad. Allí una vez más la pertinencia de retomar la cues-
tión de si habría modernidad sin sociologías... Es precisamente
porque la modernidad puede tener diversas interpretaciones, di-
versos análisis, diversos enfoques, que era necesario hacer un tra-
bajo de reflexión al respecto. No obstante, parece claro que las
sociologías a las que se hace alusión en el texto corresponden,
ciertamente, a una diversidad de enfoques, pero bajo el esquema
de una modernidad específica. Quizá la clave de lectura del libro
mismo tenga que ver con el hecho de que se hace alusión a una
modernidad concreta, a la modernidad occidental instrumental y
sus corolarios, como son las sociologías de corte explicativo (ex-
ceptuando la de Weber, Simmel y Goffman).
Por lo pronto, limitémonos a dialogar con lo establecido y que
parece más evidente en el libro aquí reseñado; a saber: la depen-
dencia de ciertas sociologías respecto a la dinámica que repre-
senta la modernidad en sí.
Existen varios aspectos, mencionados en el texto, que hacen
que la modernidad sea inseparable del nacimiento formal domi-
nante de la sociología:

a) Ella da cuenta de una sociedad contemporánea; es decir,


de una sociedad que vive en un tiempo presente y que se
proyecta en un futuro, conteniendo por lo tanto un cues-
tionamiento en relación con su pasado. El presente es la
esencia de lo vivencial, sin dejar de perder su dependencia
de los referentes del pasado, que le permiten asumir un
futuro particular.
b) La modernidad da cuenta principalmente de las incertidum-
bres que se generan con la dinámica de lo vivencial y el cons-
tante cuestionamiento a formas establecidas, de manera que
la sociología se ve forzada a crear en cada momento sentido
a las prácticas sociales, mismas que se ven atravesadas por
esa tradición de lo nuevo inscrito en la lógica de la moderni-
dad. La cuestión, en todo ello, es que siempre quedan res-
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quicios de incertidumbre que las sociologías no llegan a bo-


rrar, lo que explica la continuidad de escuelas y problemáti-
cas en la conformación de la teoría social.
c) La modernidad proviene de este doble movimiento de cons-
trucción de representaciones globales y la conciencia in-
mediata de esta distancia con la realidad. Se trata de la
conciencia que se genera entre la distancia simbólica que
hay entre el pasado y el presente, entre la tradición y la
renovación.

Por tanto, es necesario tener en mente tres fases principales que


fundamentan el relato sociológico de la modernidad:

a) La distancia resentida por el actor entre sus expectativas y


la realidad.
b) El resentimiento y la toma de conciencia de encontrar di-
námicas contrarias a sus costumbres.
c) La necesidad de ordenar esta vivencia, al tiempo de con-
formar una estructura interpretativa que haga menos ex-
traña su comprensión.

Esto significa que las sociologías de la modernidad nacen de la


conciencia de la distancia que hay entre el presente y el pasado y
de la tensión que hay con esta extrañeza de la experiencia.
Por ello, el autor se pregunta hasta qué punto la sociología es
inseparable de una toma de conciencia histórica del sentimiento
de ruptura con el pasado. El vocablo ruptura toma aquí toda su
importancia en la dependencia de la sociología con la moderni-
dad, pues ella da cuenta de la continuidad de la tradición de lo
nuevo que se da en la dinámica propia de la modernidad, y de la
necesidad cada vez mayor de dar sentido a cada modernidad que
se inventa y reinventa hasta oponerse a ella misma. De ahí surge
la exigencia de analizar cada época interna en el proceso mismo
de la modernidad. Esto es lo que significa analizar, a partir de la
sociología del conocimiento, o a partir de la meta-sociología, los
aportes de la teoría social y su conexión con el “espíritu del tiem-
po” que los envuelve.
Parece entonces que la lectura de la modernidad propuesta en
el texto se enfoca principalmente en una visión de desgarre, de
fragmentación, de constantes jaloneos entre los actores y el sis-
tema. Esto deja entrever una visión teleológica que, sin duda, es
el reflejo de la modernidad dominante en el siglo XX y de las
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miradas evocadas en la teoría social. Ahora bien, es precisamen-


te esta visión, asociada con los autores y las escuelas esbozados,
lo que amerita una detenida lectura del texto, pues esclarece muy
de cerca la relación del proyecto de la modernidad con la pro-
ducción teórica.
Visto de esta manera, el libro presenta un enfoque de la moder-
nidad de corte dialéctico más que integrativo, pues hay un empeci-
namiento por parte del autor en dar sentido y describir estas incer-
tidumbres, estas rupturas, esta ambivalencia de la tradición a lo
nuevo, y se olvida o se distancia, en el mejor de los casos, de una
mirada de conjunto donde las rupturas y resquebrajamientos no
serían más que parte de la dinámica societal que se ha vivido con
el proyecto de la modernidad, y donde los procesos de lo imagina-
rio, los sentidos de pertenencia, las emociones vividas en la coti-
dianidad, son los que subrepticiamente han conformado lo social.
La evocación de autores como Simmel alude a estas dinámicas,
que sin embargo se pierden frente a la vastedad de los demás auto-
res que han fijado su mirada más en la visión de fragmentación,
dualidad o dicotomía de la realidad social.

El paradigma de la modernidad

Esta problemática, definida así, nos permite cuestionar si la no-


ción de modernidad no haría referencia a la noción de paradig-
ma (en términos de Khun), que no es otra cosa que la capacidad
de un término de convocar a un grupo de estudiosos a debatir y
reflexionar al respecto. Se trataría de paradigmas en el interior
mismo de lo que dio sustento al advenimiento de la sociología,
pues, como se puede ver en el libro, no hay duda de que la re-
flexión en torno a la modernidad ha invocado a diferentes escue-
las y posicionamientos investigativos que, confluyendo en una
misma temática desde diferentes enfoques, han dado vida por
más de cien años a la disciplina.

Gramáticas de la modernidad

Hay dos lecturas que se complementan en el libro y que nos dan


pauta para decir que se trata de una propuesta bastante innova-
dora para hablar de dos temas: modernidad y sociología, desde
dos miradas: pedagógica y heurística. Las dos lecturas podrían
ser clasificadas como técnicas y críticas.
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Aspectos técnicos:
1. De manera general y un poco más en la superficie, se pue-
de decir que el libro podría ser efectivamente un pretexto
para hablar, a partir de diferentes autores, sobre el tema
que le atañe al autor: la modernidad; es decir, un tipo es-
pecífico de modernidad. Esta modernidad es claramente la
que Weber señala en la introducción de su polémica obra
sobre el espíritu del capitalismo y la ética protestante; es
decir, la modernidad que promueve la racionalidad instru-
mental y la constante inversión en la construcción de em-
presas y proyectos nuevos.
2. En segundo lugar, se podría hablar, sin duda, de un libro de
iniciación al panorama de la reflexión sociológica desde el
fundamento mismo de la existencia de esa reflexión, lo cual
si bien nunca va a reemplazar las fuentes originales, sí nos
permite imbuirnos en un modo de leer la sociología.
3. También se trata de un diálogo entre sociólogos que evoca
otras lecturas más allá de las que pudiéramos tener direc-
tamente de los teóricos de la sociología. Es una manera de
sacarle más jugo a lo que se creía que ya no se podía expri-
mir. En otras palabras, darle vida a los clásicos y a los au-
tores que se presentan como verdaderos constituidores de
escuelas de pensamiento.

Aspectos críticos:
Estos aspectos son los más significativos en la obra, pues son los que
distinguen a esta propuesta de muchas otras, pero que por supuesto
no está separada de los aspectos técnicos ya mencionados.

1. Se trata efectivamente de una lectura socio-histórica so-


bre la sociología, sobre el recorrido de la sociología en sí
misma en el siglo que acaba de concluir. Esta lectura se
inscribe en un análisis que se podría denominar meta-so-
ciológico, o de lo que unos llaman la sociología del conoci-
miento. Esto significa que no se trata de una lectura que
haga teoría per se, sino que habla de la construcción de la
teoría en sí, dialoga a propósito de la teoría misma, lo cual
ya representa una contribución mayor al mismo conoci-
miento sociológico.
2. Ahora bien, además de tratarse de una lectura crítica so-
bre la sociología, la elección de ciertos autores contribuye
a visualizar la manera como ciertas miradas y temas han
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dominado en el ámbito de la producción investigativa. Esta


combinación hace que la lectura ofrezca nuevas alternati-
vas de acercamiento, otros enfoques tanto a los autores y a
la sociología como a la noción misma de modernidad. Se
trata por tanto de una lectura hermenéutica de la sociolo-
gía; es decir, de una lectura re-actualizada, tomando en
cuenta el momento, las coyunturas y los tiempos que se
viven, no sólo de los autores en su tiempo, sino también de
los autores que han hablado de los mismos autores en otros
tiempos. En suma, no es lo mismo la lectura de Weber por
parte de sus contemporáneos, la lectura que hizo Parsons
de Weber o la que hizo Giddens de Weber a partir de Par-
sons. Éste es sin duda uno de los aspectos más relevantes
del libro. Por tanto, la lectura que se hace de los autores
escogidos refleja claramente las preocupaciones y concep-
ciones de nuestro tiempo, que no es sino la fragmentación,
la separación, el pluralismo, etc.
3. Finalmente, se trata de una lectura analítica de la moder-
nidad en términos epistemológicos; es decir, de una de-
construcción sobre la manera como se ha ido constituyen-
do el análisis mismo de la modernidad.

Para llevar a cabo estas lecturas, el autor parte de lo que se conoce


como el análisis matricial de la modernidad, que es en cierta medida
la manera como se puede comprender la continuidad de la reflexión
sociológica y al mismo tiempo subrayar el rol activo que esta intui-
ción inicial tiene en cada uno de los autores cuando interpretan la
modernidad de su tiempo e intentan responder a los cambios histó-
ricos y sociales de su época. La matriz como clave de análisis permi-
te estructurar las múltiples maneras de escribir la historia de la so-
ciología y de sus divisiones. Nos permite ver cuál es la visión de la
modernidad que está en juego en la obra de cada autor selecciona-
do, y también, cuáles son los enfoques políticos que están en juego
en cada época. Cuáles son pues los contornos y las inflexiones de
estas matrices.
Finalmente, la idea de matriz insiste sobre la profunda continui-
dad de la mirada sociológica a lo largo del siglo XX e intenta dar
cuenta de los procesos históricos en los que está imbuida cada mo-
dernidad, lo que lleva a generar un arsenal imaginativo mayor en la
teoría sociológica que permita dar cuenta de dichos procesos.
En otras palabras, la utilización de la matriz como herramien-
ta de lectura de la sociología y la modernidad, nos permite si-
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tuarnos en un enfoque intermitente, en un nivel meso entre los


puntos comunes y las diferencias de los autores y escuelas con su
coyuntura histórico-geográfica; verbigracia, el análisis del indi-
viduo que realiza cada versión sociológica.
Hay dos aspectos a tomar en cuenta antes de concluir con
este punto: primero, el hecho de que se hable de matriz, y no de
matrices. Efectivamente, al hablar en términos de matrices nos
vemos forzados a hablar de una diversidad de posibles aspectos
que permitan describir la dinámica observada, o, en todo caso,
reflejar las posibles preocupaciones sociológicas que se puedan
esbozar en torno a la dinámica de la modernidad. Precisamente,
si algo se subraya de la historia de la sociología, y es aquí el pun-
to nodal del porqué se habla de una sola modernidad y no de
modernidades, es que la disciplina precisamente se ha dividido
en diferentes matrices analíticas, hecho que ha generado que se
presuponga en la actualidad la existencia de fragmentaciones y
querellas entre corrientes sociológicas, sobre todo en torno a la
manera como se deben estudiar los fenómenos sociales. No en-
traremos mucho en debate al respecto, pues nos saldríamos del
tema específico del libro; sólo basta con decir que al menos dos
tipos de modernidades se han gestado, asociadas con dos escue-
las de pensamiento específicas, y que el autor privilegia una de
ellas. Nos referimos a la modernidad vacía, heredera de un pla-
tonicismo cristiano donde la realidad se pretende controlar, ma-
nipular y explicar, y a la modernidad plena, vertiente de un aris-
totelismo cuya meta es comprender un mundo complejo y vasto.
Es evidente que la modernidad que se favorece en el análisis del
texto es aquella influida por formas explicativas de ver el mundo
social. De ahí la elección de los autores y de las miradas teóricas.
Se pudo haber pensado en otros autores y escuelas para re-
flexionar en torno a la modernidad y a la producción de teoría
social. Autores que irían desde Dilthey, Husserl, Alfred Schütz,
Bachelard, Bergson, Gabriel Tarde, Garfinkel, Balandier, Edgar
Morin, Gilbert Durand, Pierce, Mead, Wright Mills, entre tanto
otros, pero la elección de estos autores hubiera llevado a hablar
de otras modernidades y de otras sociologías que sin duda no
han predominado en el mundo de las ideas sociológicas, aunque
han acompañado a la historia sociológica dominante. Ahora bien,
cabe insistir en el acierto del autor de reflexionar sobre las pro-
puestas de Simmel, la Escuela de Chicago y Goffman, que sin
duda han sobresalido de la propuesta explicativa de las demás
escuelas y autores, y que defienden y se acercan más al otro tipo
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de modernidad a la que nos referíamos. Es un acierto en la medi-


da en que en la actualidad, las problemáticas dominantes tienden
a rescatar o a hacer un llamado a estas otras propuestas inter-
pretativas. Sólo nos queda señalar que faltaría seguir con los plan-
teamientos del autor complementándolos con otra obra que in-
cluyera a dichos autores.
Ahora bien, para concluir con la reflexión sobre la matriz como
herramienta de análisis para leer la complejidad de la realidad
social, es necesario mencionar que los ejes ordenadores insertos
en la propuesta del autor son el orden y la libertad. En efecto, se
trata de dos ejes analíticos que se contradicen, se contraponen
pero se complementan. Si hay algo que caracteriza a todas las
propuestas teóricas, y a la preocupación de todos los autores
seleccionados en este libro, es la obsesión por encontrar un or-
den en un espacio de libertad. No hay nada más claro para des-
cribir efectivamente los supuestos valóricos sobre los que des-
cansa la modernidad dominante (con todo y sus contenidos:
diferenciación social, racionalización y condición moderna) que
estos dos ejes investigativos. Sin duda encontraremos aquí, de
igual manera, los presupuestos de un pensamiento que consoli-
daron el cristianismo reformado, tal y como Weber hace cien
años lo manifestó con el ascetismo intra-mundano calvinista.
La matriz que guía el resto de la lectura a partir de los ejes de
investigación: orden y libertad, es la tríada antes mencionada de la
diferenciación social, la racionalización y la condición social.
En relación con la diferenciación social, el autor plantea que
no ha habido otro elemento de la matriz de la modernidad que
haya marcado tanto la reflexión sociológica, al punto que ésta es
siempre solicitada en las interpretaciones dadas al proceso de
modernización, cualquiera que sea el autor de referencia. Se tra-
ta de la diferenciación que va de lo homogéneo a lo heterogéneo,
la diferenciación que se encuentra en los procesos de la división
del trabajo y de la singularidad que se acrecienta con este proce-
so. La diferenciación a la que se hace alusión tiene que ver con la
diversificación de grupos, de roles, de normas posibles, que plan-
tea la problemática de la significación de patrones culturales y
de principios funcionales de integración social. Tiene que ver
con el aspecto de la diferencia y la integración, de la norma y la
anomia entre el equilibrio inestable y la integración moral, entro
lo contingente y la normatividad; aquí se plantea el paso de la
reproducción social y de la inadaptación cultural de los indivi-
duos que cargan una historia personal y colectiva. Finalmente,
580 Reseñas

este elemento de la matriz tiene que ver con la cuestión de si la


diferenciación social no es factor del funcionamiento mismo de
la sociedad.
En lo que concierne al elemento matricial de la racionalización,
el autor plantea que siendo uno de los grandes elementos de la
matriz de la modernidad, es igualmente uno de los más ambiguos
y equívocos. De ahí la necesidad de distinguir la racionalidad de
Occidente como forma diferenciada de actuar en el mundo, junto
con su corolario, que tiene que ver con el estatus de las institucio-
nes modernas, en comparación con otras formas racionales exis-
tentes en el mundo. Pero también tiene que ver con las posibilida-
des de emancipación, sea que resulten en factores constructivos
para la especie humana, sea que se trate de factores destructivos
para la civilización o bien sea finalmente que se refiera a la unidi-
mensionalidad de la racionalidad y de su ineluctable permanencia.
Para unos autores, la racionalización es el factor de expansión de
las sociedades, para otros es el factor de disciplinamiento de los
grupos y los individuos, para otros finalmente es la única opción
de comunicación entre los pueblos.
Finalmente, en lo que concierne la condición moderna, el au-
tor destaca que se trata de un elemento de la matriz poco explo-
rado anteriormente, de ahí que se señale que se trata de un tipo
de modernidad sociológica distinto al de tipo explicativo. Esta
mirada esta más allá de los juicios morales entre lo conveniente
o no para una sociedad, y más bien destaca la organización de la
sociedad alrededor de las paradojas y las contradicciones de la
vida moderna. Aquí se toma conciencia de otros factores en los
grupos humanos que construyen sociedad, como, por ejemplo,
el aspecto fugitivo, errante y eterno de lo vivencial. Se trata de
un análisis de lo transitorio, de lo contingente, de la manifesta-
ción fenomenológica de la existencia, de la situación metafísica
del ser humano, de la importancia de la dimensión espacial en
los grupos humanos. Así, se habla de la astucia, de la socializa-
ción, de la fragmentación de la experiencia como formas de co-
nocimiento de lo social. De esta manera, no se trata de una pers-
pectiva radicalista donde cada individuo se vuelve el amo de su
destino y de lo que le rodea y de sus propias significaciones, sino
que resalta lo fragmentado del individuo a partir de estas disyun-
tivas. Ahora bien, la mirada aquí es que finalmente la moderni-
dad es gozosa de sí misma, con una formidable explosión de ho-
rizontes posibles y abiertos, que están ahí para ser analizados,
Economía, Sociedad y Territorio, vol. VI, núm. 22, 2006, 567-582 581

sin más objeto que su comprensión en el presente en el que se


observa y se vive.

¿Modernidad o modernidades?

Sólo nos queda agregar como frase conclusiva, que el texto aquí
reseñado, además de fungir como recorrido reflexivo de la so-
ciología y de la modernidad, nos da pauta a otros debates no
explorados anteriormente, como el referido al lugar que reto-
man en la actualidad otras sociologías pertenecientes a otras
modernidades, ya no digamos aquellas que se ubican fuera del
contexto occidental, sino oriundas del mismo contexto en el que
se gestó el proyecto prometeico de la modernidad y que ha en-
contrado hoy formas de desgaste. Sin duda esto nos lleva a con-
siderar el planteamiento en términos de modernidades; es decir,
en términos de la existencia de una pluralidad de formas de rela-
cionarse con el alrededor, y de la pluralidad de formas de anali-
zar la misma modernidad; ya no quizá con la mirada de la ruptu-
ra y la fragmentación, sino con la de la oposición complementaria
que tienen los contrarios en la conformación de lo social en la
vida cotidiana. Esto nos induce finalmente a corroborar que para
un tipo de acercamiento reflexivo a nuestro tiempo, a un tipo
específico de modernidad, existe una referencia a un tipo especí-
fico de sociología. Éste podría ser precisamente el hilo de Ariad-
na del documento aquí presentado, pero también de la reflexión
del mundo que vivimos y de las herramientas de conocimiento
que le adjudicamos.
A partir de estas nuevas exploraciones sobre la modernidad,
es importante dar cuenta de la importancia del libro reseñado y
de su necesaria traducción en un futuro al castellano. Esto no
hará más que enriquecer nuestros enfoques y acercamientos teó-
ricos en el mundo hispano.

Daniel Gutiérrez Martínez


El Colegio Mexiquense, A.C.
Correo-e: [email protected].

Daniel Gutiérrez Martínez es candidato a doctor en ciencias so-


ciales con especialidad en sociología por el Centro de Estudios
Sociológicos de El Colegio de México, A.C., maestro en antropolo-
gía del desarrollo por el Instituto de Estudios del Desarrollo Eco-
nómico y Social (IEDES), París I Panthéon-Sorbonne, y licenciado en
582 Reseñas

sociología económica por la Universidad de París I Panthéon-Sor-


bonne. Es profesor-investigador asociado en la Facultad de Cien-
cias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de
México e investigador asociado en el Programa Interdisciplinario
de Estudios sobre las Religiones (PIER) en El Colegio Mexiquense,
A.C. Ha colaborado en diversos suplementos culturales de periódi-
cos mexicanos como La Crónica y Unomásuno, y en revistas espe-
cializadas como Estudios Sociológicos, de El Colegio de México.
Su más reciente libro: Multiculturalismo: perspectivas y desafíos,
Siglo XXI Editores-Posgrado, UNAM-El Colegio de México, A.C.

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