Caso Hipotetico de Violación Sexual
Caso Hipotetico de Violación Sexual
Caso Hipotetico de Violación Sexual
La necesidad de control
Progreso
Ralph nos dice que Mariana empezó a mostrar progreso tanto en la terapia como
fuera de ella. Con todos los cambios de su vida, la terapeuta era un objeto
constante que proveía alguna forma de estabilidad. Mariana fue capaz de controlar
su agresividad. Le dice a la terapeuta, en un momento dado: “no voy a decir
ninguna palabrota hoy, ni a pegarte porque tú has buscado mi pluma” (una pluma
que ella había olvidado el día anterior). Surgió en ella cierta capacidad para el
humor, y empezó a aceptar que el hecho de estar enfadada con la terapeuta no
significaba que no pudieran estar ambas en la misma habitación. Flora era mucho
más capaz de pensar en lugar de salir corriendo sin escuchar ni pensar. También
podía ahora estar orgullosa de sus logros, haciendo comentarios tales como:
“antes no podía hacer eso”, y buscaba la aprobación de la terapeuta. Cada vez
era más coqueta y deseaba ser normal. Fue desarrollando una representación de
sí misma como una niña querida. La terapeuta se sentía maternal con ella, parecía
que Flora estaba construyendo una familia interior estructurada que consistía en
una diada madre – hija, lo cual fue posible a través de la experiencia de la
terapeuta como un nuevo objeto confiable y del trabajo en la transferencia. La
contribución de la estructura de su familia externa proporcionada por Mary no
debe ser infravalorada.
Avances de la terapia
Flora empleó las últimas semanas para comunicar a su terapeuta lo que creía que
había avanzado en la terapia, así como sus esperanzas y las preocupaciones que
aún tenía. Comenzaba las sesiones saltando en la cama y cogiendo la mano de
Ralph, parecía querer tocar una parte de su cuerpo cada vez que podía, como una
niña pequeña. Una y otra vez jugaron a que la terapeuta se había torcido el tobillo
y Flora, como maestra, debía cuidarla. Era extremadamente afectuosa. Ahora
podía ser una persona afectuosa, una madre protectora. Luego, invirtiendo los
roles, le pedía que la cogiera en brazos, le olía el cuello como una niña pequeña
en busca de consuelo y se dormía en sus brazos. También le pidió jugar a que ella
le gustaba (ella hacía de niño) y que debía acercarme a ella y ser seductora. Para
la terapeuta esto era un intento, por parte de Flora, de comprobar por última vez
que no iba a abusar de ella.
Por último, Flora podía disfrutar comparándose con su terapeuta. Pasó la última
semana comparando su aspecto físico con el de ella: la longitud de los brazos, de
los dedos y del pelo. Durante estas sesiones también intentaba
desesperadamente tocar el techo saltando en la cama. Se reía tontamente cuando
la terapeuta pegaba un salto temiendo que se cayera. Se reía y decía “me encanta
verte asustada”. Dijo que pronto ya sería más alta que la terapeuta – “cuando
tenga 10 ó 25 años” – y que podrían comparar su altura cuando ella alcanzara
esta edad. Cuando le preguntó si iba a querer ir a verla entonces, respondió “quizá
tenga un bebé para entonces”, y afirmó que ambos irían a verla.
Conclusión
Ralph concluye que en el curso de sus dos años de psicoterapia a cuatro sesiones
por semana, Flora fue capaz de hacer uso de su tratamiento para empezar a dar
sentido a lo que pasaba, y a desarrollar una representación de sí misma. Mediante
la relación de transferencia con un (nuevo) objeto permanente, Flora llegó a tener
la experiencia de ser una niña querida, lo que le da un sentimiento de tener un
“self” valorable y merecedor de cariño. Inicialmente, la terapeuta proporcionó un
espacio para las proyecciones de Flora: tuvo que sobrevivir a ellas, contenerlas y
aceptarlas para Flora, antes de que ella pudiera empezar a hacerlas suyas. Con
esta contención, Flora empezó a experimentar con la idea de la terapeuta como un
objeto bueno, que podía disfrutar de Flora, pero también rechazarla. Flora pudo,
poco a poco empezar a hacer suyos sus recuerdos y, en ocasiones se esforzaba
en mantenerlos vivos para poder entenderlos.
Flora también utilizó una gemela imaginaria para entender su historia y abordar de
manera segura aspectos desplazados de sí misma que, de otra manera hubieran
sido demasiado doloroso reconocer. Su “gemela”, un objeto querido perdido
(Burlingham, 1945) además de ser también un objeto abusivo, fue reemplazado
por una “hija” que le permitió examinar la posible existencia de una madre
afectuosa.
Sin embargo se han registrado progresos “por fuera” del tratamiento: su colegio
determinó que podía ser trasladada a un colegio normal y sus cuidadores estaban
determinados a cuidarla durante un largo plazo. Los cuidadores también se
mostraron interesados en continuar recibiendo ayuda de la Dr. Brown, y en que
Flora fuera derivada a otro terapeuta. Flora demostró su necesidad de continuidad
preguntando a la terapeuta si sería correcto que utilizara su caja de juguetes con
su nueva terapeuta.
Incluso con estos cambios positivos, Flora continuará necesitando una ayuda en
cada etapa de su desarrollo: en la adolescencia, cuando tenga su primer novio, su
primera relación sexual no abusiva, etc., y en cada etapa el abuso tendrá que ser
renegociado. Horne (1999) hace hincapié en que, si el abuso sucede dentro de la
familia, la capacidad de hacer uso de lazos y relaciones de objeto está
particularmente dañada y distorsionada. Sin embargo, ¿le habrá proporcionado su
corta experiencia analítica los suficientes recursos para hacer frente a los años
venideros?