Derecho de Daños - Modulo 4
Derecho de Daños - Modulo 4
Derecho de Daños - Modulo 4
acciones de
responsabilidad
civil
Derecho
Privado VIII
(Daños)
1
Ejercicio de las acciones
de responsabilidad civil
Generalidades
1
Por ejemplo puede ocurrir que un sujeto sea demandado por un accidente de tránsito que se produce en
agosto de 2015. Pero el demandado adquiere el vehículo en noviembre de dicho año, con lo cual no era el
titular registral al momento del accidente. En este caso, ¿tiene legitimación pasiva? ¿Qué ocurre si, por ejemplo,
era guardián? ¿Debería demandarse al conductor y al actual dueño? Todas estas cuestiones son las que tienen
que ver con la legitimación. También el ejemplo permite distinguir entre acción procesal y pretensión procesal.
La primera es el derecho de acudir a la jurisdicción buscando tutela jurídica, independientemente de la razón o
sinrazón del accionante, y puede dar lugar al inicio de un proceso o procedimiento. La pretensión –
caracterizada como el contenido de la acción- tiene que ver con la posibilidad de obtener una sentencia
favorable en ese proceso. Cosa distinta es la demanda, que es un documento donde se plasma la pretensión.
Como principio general, todo aquel que haya sufrido un perjuicio material como
consecuencia de un hecho o evento dañoso tiene derecho a la reparación, salvo
algunos supuestos donde la legitimación es limitada.
El Código Civil y Comercial (en adelante C.C.C.) dejó sin efecto el Capítulo IV del
Título VIII, de la Sección II del Libro II del Código Civil derogado, que contenía
los artículos 1096 a 1106. Estas normas regulan diferentes cuestiones, tales
como:
e) La extinción de la acción.
2
Art. 1739 – Ley N° 26.994 (2014) Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
una persona distinta de la víctima por derecho propio derivado de aquel
(por ejemplo, la viuda que reclama el daño moral causado por la muerte del
esposo).
En relación al daño moral, los arts. 1741 y ss. del C.C.C. reconocen derecho a
obtener reparación, cualquiera sea la fuente generadora del detrimento o el
hecho de atribución aplicable.
Respecto de la reforma del C.C.C. y la legitimación para reclamar daño moral, en
primer lugar, podemos decir que esta es solo directa (únicamente la víctima),
excepcionalmente será indirecta (art. 1741 del C.C.C.).
3
Una palabra es vaga en la medida en que hay casos (reales) en los que su aplicabilidad es dudosa. En términos
lógicos, no es decidible sobre la base de los datos preexistentes y solo puede resolverse a partir de una decisión
lingüística adicional.
4
Ocurre cuando podemos delimitar los casos claramente incluidos y excluidos en un caso (núcleo de certeza),
pero entre ambas esferas se mantendrá también una zona de penumbra, donde es dudoso si resulta o no
predicable. Todas las expresiones lingüísticas, al menos las del lenguaje natural, presentan algún grado de
indeterminación. A esto es a lo que se hace referencia cuando se habla de la textura abierta del lenguaje.
De todos modos, el análisis gramatical de la expresión implica establecer
como requisito imprescindible la idea de convivencia de hecho de la
víctima, teñida de cierta regularidad con el damnificado. Piénsese, por
ejemplo, en el hermano que vive en otra provincia por motivos de
estudios, ¿tiene trato familiar ostensible con el hermano fallecido? Esto
es opinable.
El nuevo Código Civil regula en la Sección 10a sobre el ejercicio de las acciones
de responsabilidad, con dos artículos referidos al tema.
Dice el C.C.C.:
5
Para profundizar sobre acciones de clase, intereses difusos, intereses individuales homogéneos, ver Pizarro y
Vallespinos (2012) V, p. 843 y ss.
6
Art. 1772 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Acción contra el responsable directo e indirecto. El legitimado
tiene derecho a interponer su acción, conjunta o
separadamente, contra el responsable directo y el indirecto.7
El texto del art. 1772 debe ser concordado con los arts. 15 y 16 del C.C.C., pues
determina quiénes están legitimados para reclamar daños a una cosa o un bien.
Estas normas deben ser relacionadas con el Libro Primero, Parte General, Titulo
III, Capítulo 1 (art. 225 y ss.), que trata sobre los bienes con relación a las
personas y los derechos de incidencia colectiva. Esta sección es un parte general
que regula todo el Libro Cuarto, dedicado a los derechos reales (art.
1882 y ss.).
7
Art. 1773 – Ley N° 26.994. Op. cit.
8
Art. 1918 – Ley N° 26.994. Op. cit.
sea contra el poseedor o sus representantes.9
Esas normas vienen a reemplazar el texto del art. 1110 del C.C., que establecía
que puede pedir esta reparación no solo el que es dueño o poseedor de la cosa
que ha sufrido el daño o sus herederos, sino también el usufructuario, o el
usuario, si el daño irrogase perjuicio a su derecho. Puede también pedirlo el
que tiene la cosa con la obligación de responder de ella, pero solo en ausencia
del dueño. Como vemos, la redacción es similar, adecuándose la nueva norma
(arts. 1772 y 1773 del C.C.C.) a la nueva regulación en materia de bienes y cosas.
Es por ello que la legitimación pasiva puede estar compuesta por este elenco de
sujetos, sean responsables directos o indirectos:
a) Autor del hecho (art. 1749 del C.C.C.). Es responsable directo quien
incumple una obligación u ocasiona un daño injustificado por acción u
omisión. El autor del hecho que haya actuado con dolo o culpa (art.
1724 del C.C.C.), o bien a quien le sea aplicable un factor objetivo
de atribución (art. 1722 del C.C.C.).
b) Consejeros o cómplices del autor del delito (art. 1752 del C.C.C). El
encubridor responde en cuanto su cooperación ha causado daño.
c) Persona que lucró con los efectos de un delito. Este sujeto puede ser
demandado por indemnización de daños y perjuicios hasta la
concurrencia de lo que hubiera recibido (art. 32 del Código Penal, en
adelante C.P.).
e) Personas que responden por los hechos de otro. Entre ellas, los padres,
tutores, curadores, el principal, etc. (Sección sexta, arts. 1753 y ss. del
C.C.C.).
9
Art. 1921 – Ley N° 26.994. Op. cit.
10
Art. 1773 – Ley N° 26.994. Op. cit.
participan en la producción del daño que tiene una causa única, se
aplican las reglas de las obligaciones solidarias. Si la pluralidad deriva de
causas distintas, se aplican las reglas de las obligaciones concurrentes.
De la norma citada surge que no existe acción directa contra el asegurador, sino
un dispositivo legal con características propias. En tal sentido, la acción directa
se da contra el deudor del deudor del accionante, sin intervención del titular
del crédito que se reclama, pues aquel actúa en su propio nombre en el
ejercicio de la acción directa.
11
Art. 118 – Ley N° 17.418 (1967). Ley De Seguros. Poder Ejecutivo Nacional.
se aplican las reglas de las obligaciones concurrentes. Remitirse a lo expuesto
en la unidad 11.
a) Por renuncia que de ella haga el damnificado. Cabe recordar que, en caso
de varios damnificados, las acciones son independientes las unas de las
otras, con lo cual la renuncia de uno de ellos no perjudica a los demás.
Ahora bien, como todo actor procesal, debe ajustarse a los requisitos que cada
ley foral establezca según sea la jurisdicción que corresponda. Por esta razón,
hay que remitirse aquí a los códigos procesales vigentes en cada provincia, sin
perjuicio de referirse de modo genérico al Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación como norma genérica, dejando a salvo –se reitera- los recaudos
específicos de cada legislación procesal. Deberá el alumno consultar su sistema
procesal vigente.
Aclarado este punto, es menester destacar que las legislaciones procesales –en
su mayoría- requieren –entre otros recaudos- que la cosa demandada sea
designada con exactitud. Esto quiere decir que el elemento mediato de la
pretensión sea identificado claramente, para factibilizar el ejercicio de defensa
del demandado. Es decir, que el demando sepa exactamente qué se le reclama.
En este punto, las normas procesales requieren que, si lo reclamado es una
suma de dinero, la misma sea estimada (art. 330 del C.P.C.C.N.).
12
Art. 330– Ley N° 26.994. Op. cit.
En el proceso de daños es imprescindible especificar con claridad los daños
resarcibles (a la persona o a sus bienes) reclamados y el monto que se pretende.
o Sentencias constitutivas.
Ahora bien, puede ocurrir que las partes no hayan efectuado estimación o que
el monto no pueda computarse en esa instancia. En tales casos, el juez hará
lugar a la demanda, siempre que su existencia esté legalmente comprobada,
aunque no resultare justificado su monto.
13
Art. 165 – Ley N° 17.454 (1981). Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.
Dice el principio general establecido por el art. 68 del Código Procesal Civil y
Comercial:
La ley fundamental, en su art. 31, dispone que: "Esta Constitución, las leyes de
la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con
las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación"18. El recurso
extraordinario justamente tiene por misión lograr dicha supremacía de la
Constitución, las leyes dictadas por el Congreso y los tratados.
Pese a que todos los jueces tienen el control constitucional en alguna medida,
ciertas causas podrán ser llevadas a la Corte Suprema a fin de que la misma, a
través del recurso extraordinario, otorgue la interpretación final.
El proceso de daños puede ser campo fértil para que se constaten las
circunstancias que habilitan la interposición de este recurso. Para ello, se debe
realizar reserva de interposición del recurso extraordinario en la primera
oportunidad procesal. Entre las cuestiones que podrían dar apertura a este
recurso, pueden mencionarse la violación del derecho de defensa, igualdad ante
la ley, debido proceso, sentencia arbitraria, violación al derecho a la reparación
integral de jerarquía constitucional (art. 16, 18, 19 y 33 de la C.N.), al igual que
el derecho a la tutela a la integridad física y moral consagrada en el
16
Art. 15 – Ley N° 48. Op. cit.
17
Art. 16 – Ley N° 48. Op. cit.
18
Art. 31 – Constitución Nacional Argentina 1853.
Pacto de San José de Costa Rica. Respecto del derecho a la reparación y su
fundamento constitucional, hay que remitirse a lo estudiado en el módulo 1. Sin
duda, la posibilidad de interponer el recurso extraordinario, en virtud de la
violación de dicho principio de jerarquía constitucional, es uno de los efectos
que tiene darle la mentada jerarquía al mismo.
Referencias
Constitución Nacional Argentina (1853). Congreso General Constituyente. Santa Fe,
Argentina. 1 de mayo de 1853.
Ley N° 48 (1868). Jurisdicción y Competencia de los Tribunales Nacionales. Honorable
Congreso de la Nación Argentina.
Ley N° 17418 (1967). Ley De Seguros. Poder Ejecutivo Nacional.
Ley N° 17.454 (1981). Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable
Congreso de la Nación Argentina.
Ley N° 26.994 (2014) Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.
1
Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
M. Belén Japaze
1 | Emplazamiento de la cuestión
(2) Resulta evidente que nos referimos a una situación contingente pues la constatación de
una conducta que configura delito penal no necesariamente involucra la responsabilidad civil
del autor. Igualmente, puede concluirse respecto de la existencia de un hecho ilícito civil que
no comprometa la responsabilidad penal de agente. Se trata de ámbitos de responsabilidad
que generan acciones de distinta naturaleza, con sus propios presupuestos e inspiradas en
principios particulares y diferenciados, a la luz de los bienes tutelados y la finalidad persegui-
da por cada sistema jurídico.
(3) Excede por mucho el objetivo del análisis esbozado en este trabajo, desarrollar las di-
ferencias entre el ilícito civil y el penal y las diferentes reacciones del sistema jurídico. Para
un repaso de la cuestión, ver Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., Derecho de las
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M. Belén Japaze
Obligaciones, t. IV, Bs. As., La Ley, 2010, p. 459 y ss. No obstante lo señalado, se impone dejar
establecido que la acción penal, ejercida a efectos de constatar la eventual responsabilidad
criminal del autor del hecho, se asienta sobre la idea de estricta tipicidad del ilícito, con base
en una imputación subjetiva, en resguardo del orden público involucrado y en el entendi-
miento que la imposición de la pena permitirá el logro de la finalidad que inspira al sistema.
Por su parte, el derecho de la responsabilidad civil —o derecho de daños— predica la atipi-
cidad del ilícito dañoso, fija su atención en la reparación del daño injustamente sufrido por la
víctima y acude a factores de atribución objetivos o subjetivos; premisas que se adecuan a la
finalidad de la tutela resarcitoria.
(4) Para un estudio profundizado del tema, ver —por todos— Pizarro, Ramón; Daniel Vallespi-
nos y Carlos Gustavo, Derecho Privado. Obligaciones, t. 5, Bs. As., Hammurabi, 2012, p. 853
y ss. Los autores nos advierten que la regulación paralela ha provocado discusiones de corte
sustancial y formal y, en el repaso de las mismas, proponen un análisis exhaustivo de todas y
cada una de estas cuestiones que son motivo de debate.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
(5) El art. 29 CP, en su redacción original (ver ley 11.179, BO 03/11/1921), disponía que la sen-
tencia podrá ordenar: “... 1) La indemnización del daño material y moral causado a la víctima,
a su familia o a un tercero, fijándose el momento prudencial en defecto de plena prueba.
2) La restitución de la cosa obtenida por el delito, y si no fuere posible a restitución, el pago
por el reo del precio corriente de la cosa, más el de estimación si lo tuviere; 3) el pago de
costas...”. Con la reforma de la ley 25.188 (BO 01/11/1999) el texto de la norma analizada fue
modificado en su redacción pero sin alterar el sistema consagrado por la versión anterior.
En efecto, paso a disponer: “La sentencia condenatoria podrá ordenar: 1) La reposición al
estado anterior a la comisión del delito, en cuanto sea posible, disponiendo a ese fin las
restituciones y demás medidas necesarias; 2) La indemnización del daño material y moral
causado a la víctima, a su familia o a un tercero, fijándose el monto prudencialmente por el
juez en defecto de plena prueba; 3) El pago de las costas”.
(6) Para alguna doctrina, el art. 1096 del Código Civil (que, según algunos, establece que la
acción civil únicamente puede ser deducida ante el juez civil y, según otros, se limita a vedar
la acumulación de las dos acciones en un solo procedimiento) merecía reparos constitucio-
nales, pues la directiva allí contenida importaba una invasión indebida de esferas por parte
(7) El damnificado por el delito puede optar entre esgrimir su pretensión resarcitoria ante el juez
civil mediante la interposición de la demanda pertinente o presentarse en el proceso penal —con
el rol que le imponen las reglas procesales particulares— y peticionar al juez en lo criminal el
reconocimiento de su derecho a ser indemnizado, conforme las normas que estructuran la tutela
resarcitoria en el Código Civil. Con acierto se advierte que se trata de una opción a favor del dam-
nificado, descartando toda posibilidad de que el juez penal imponga una condena indemnizato-
ria de oficio. Se impone respetar la autodeterminación de la víctima y su derecho de optar por el
escenario de reclamación procesal que estime adecuado a sus intereses, así como el derecho del
sindicado como responsable a un debido proceso legal (contestar demanda, ofrecer y producir
la prueba que respalde su posición, obtener una sentencia fundada, etc.).
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M. Belén Japaze
(8) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., Instituciones de Derecho Privado. Obligaciones,
op. cit., p. 853 y ss. Ver asimismo, Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I., Código Civil y normas com-
plementarias, t. 3A, Bs. As., Hammurabi, 1999, p. 288; Belluscio, Augusto C. y Zannoni, Eduardo
A., Código Civil y Leyes Complementarias. Comentado, anotado y concordado, op. cit.,
p. 283 y ss.; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., Código Civil Comentado. Res-
ponsabilidad Civil, Santa Fe, Rubinzal - Culzoni Editores, 2003, p. 214 y ss.; Cifuentes, Santos,
Código Civil Comentado, t. II, Fernando A. Sagarna (coord.), Bs. As., La Ley, 2003, p. 443 y ss.
Algunos aspectos del tema tienen desarrollo particular de gran interés en Bustamente Alsina,
Jorge, “Acción Civil y criminal (Relaciones)”, en Atilio A. Alterini y Roberto M. López Cabana
(dirs.), Enciclopedia de la Responsabilidad Civil, t. I, Bs. As., AbeledoPerrot, 1996, p. 88 y ss.;
Mosset Iturraspe, Jorge, “La independencia de la acción civil frente a la penal. El porqué de
esa independencia sustancial”, en Revista de Derecho de Daños. Relaciones entre la acción
civil y la penal, Santa Fe, Rubinzal - Culzoni Editores, N° 3, 2002, p. 41 y ss.; Kemelmajer de
Carlucci, Aída, “El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas y el art. 1101 del Código
Civil”, en Revista de Derecho de Daños. Relaciones entre la acción civil y la penal, Santa Fe,
Rubinzal - Culzoni Editores, N° 3, 2002, p. 161 y ss.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
El art. 1774 CCyC echa luz sobre estas cuestiones al dejar establecido que:
“La acción civil y la acción penal resultantes del mismo hecho pueden
ser ejercidas independientemente. En los casos en que el hecho dañoso
configure al mismo tiempo, un delito del derecho criminal, la acción civil
puede interponerse ante los jueces penales, conforme a las disposiciones
de los códigos procesales o leyes especiales”.
(9) La interpretación coordinada del art. 1096 del Código Civil y el art. 29 CP propició
discusiones y posiciones diversas. Un sector de la doctrina se enroló en la idea de una
independencia sustancial y procesal de ambas acciones. Señaló que la acción civil debía
necesariamente deducirse ante el juez civil pues estaba vedado —como principio— de-
ducir la pretensión resarcitoria ante el juez penal y en el mismo trámite del proceso penal,
salvo la hipótesis de la competencia concurrente excepcional, establecida en el art. 29 CP
(sentencia condenatoria en el proceso penal). Otros adhirieron a la llamada tesis de la
independencia estrictamente sustancial bajo la convicción de que las normas de fondo
analizadas se limitan a dejar a salvo la autonomía sustancial de las diferentes acciones
dada su naturaleza, contenido y fines diversos. Pero, sin inmiscuirse en cuestiones adje-
tivas, tales como las referidas al escenario de actuación y a la competencia del juez que
decidirá la suerte del reclamo indemnizatorio. De ello se sigue que las acciones pueden
entablarse y ser resueltas y decidirse ante un mismo juez, siempre que las leyes de pro-
cedimiento locales lo autoricen. Remitimos nuevamente al lector a Pizarro, Ramón D. y
Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 860 y ss. Ver asimismo el desarrollo del tema en Bueres,
Alberto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 288; Belluscio, Augusto C. y Zannoni, Eduardo A.,
op. cit., p. 283 y ss.; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., Código Civil Comen-
tado. Responsabilidad Civil, op. cit.
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M. Belén Japaze
(10) La doctrina, en general, menciona los antecedentes y la labor parlamentaria que precedió
a la sanción de la ley de reforma al Código Penal en 1921 y señala que, entre el art. 35 del
Proyecto de 1906 y el art. 29 CP, finalmente sancionado y promulgado, existían textos muy
diversos. Por un lado, en posición que compartimos se ha sostenido que, al sustituirse el tér-
mino “ordenará” por la expresión “podrá ordenar”, no quedan dudas de que la posibilidad
de disponer en la sentencia penal condenatoria un mandato resarcitorio adicional a favor del
damnificado, solo procede en caso de que el afectado por el delito así lo haya peticionado. Sin
embargo, otro sector entendía que la redacción del art. 29 CP modificaba al art. 1096 del Códi-
go Civil (o lo derogaba) al autorizar al juez penal a disponer de oficio la reparación del perjuicio
padecido por la víctima y/o demás damnificados. Ver Piedecasas, Miguel A., “La incidencia de la
sentencia penal en relación con la sentencia civil”, en Revista de Derecho de Daños. Relaciones
entre la acción civil y la penal, Santa Fe, Rubinzal - Culzoni Editores, n° 3, 2002, p. 59 y ss.
(11) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 863 y ss.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
(12) Borda entendía que la participación de los terceros damnificados en el proceso penal
resulta perturbadora del trámite. Ver Borda, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Obliga-
ciones, t. II, Bs. As., La Ley, 2008, pp. 473/474.
(14) López Herrera, Edgardo, Manual de Responsabilidad Civil, Bs. As., AbeledoPerrot, 2012,
p. 547.
(15) Por citar solo algunos ejemplos: el art. 97 del Código Procesal Penal de la Nación, el
art. 72 del Código de Procedimiento Penal de Buenos Aires, el art. 99 del Código de Pro-
cedimiento Penal de Tucumán, el art. 109 del Código de Procedimiento Penal de Córdoba.
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M. Belén Japaze
(17) López Herrera, Edgardo, op. cit., p. 547. El autor tucumano cita la opinión coincidente de
la profesora Graciela Messina de Estrella Gutiérrez, en Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I.,
op. cit., p. 288.
(19) Ver art. 402 del Código Procesal Penal de la Nación; art. 14, párr. 2º del Código de Pro-
cedimiento Penal de Buenos Aires; art. 411 del Código de Procedimiento Penal de Tucumán;
arts. 26 y 411 del Código de Procedimiento Penal de Córdoba; y art. 35 del Código de Pro-
cedimiento Penal de Mendoza, entre otros.
(20) Ver el desarrollo del tema en Belluscio, Augusto C. y Zannoni, Eduardo A., op cit.,
pp. 286/287.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
(21) Mosset Iturraspe, Jorge, “La independencia de la acción civil frente a la penal. El porqué
de esa independencia sustancial”, op. cit., p. 41 y ss.
(22) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 867 y ss.
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M. Belén Japaze
El art. 1101 del Código Civil consagró el principio según el cual “si la acción
criminal hubiere precedido a la acción civil, o fuere intentada pendiente
esta, no habrá condenación en el juicio civil antes de la condenación del
acusado en el juicio criminal, con excepción de los casos siguientes…”.
Esta regla de suspensión del trámite del juicio civil ha sido interpretada (23)
en el sentido de considerar que la promoción de la acción penal en las cir-
cunstancias mencionadas, impone la suspensión del dictado de sentencia
(23) Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 305; Belluscio, Augusto C. y Zannoni,
Eduardo A., op. cit., p. 302 y ss.; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., op. cit., p. 234
y ss.; Cifuentes, Santos, op. cit., p. 451 y ss.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
por parte del juez civil, hasta tanto emita pronunciamiento el juez penal
respecto del delito imputado al agente. La doctrina coincide en señalar
que se trata de una norma de orden público (24) y que su aplicación resulta
imperativa, (25) por lo que el juez debe disponer de oficio la suspensión
—con el alcance correspondiente—, siendo nula la sentencia dictada en
infracción a esta directiva. (26)
Resulta claro que “para que opere la presentencialidad prevista en el art. 1101
del Código Civil es preciso que concurran estos requisitos: pendencia de la
acción penal antes de la promoción de la acción civil o durante la sustancia-
ción de esta última e identidad de hechos. No configurados los mismos, el
juez civil puede resolver libremente, sin aguardar el decisorio penal”. (28)
El Código Civil y Comercial, en su art. 1775, nos ofrece una nueva redacción,
depurada y precisa, recogiendo la interpretación doctrinaria antes expuesta.
El nuevo precepto reza: “Si la acción penal precede a la acción civil, o es in-
(24) Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., t. VI, op. cit., p. 249.
(26) Belluscio, Augusto C. y Zannoni, Eduardo A., op. cit., p. 304. Ver CNac. Apel. Civ., Sala K,
“Pavoni, Nélida Haydée c/ Agra, Miguel Oscar”, 12/03/2008, AR/JUR/2743/2008. Refiriéndo-
se a la directiva contenida en el art. 1101 del Código Civil, el tribunal destacó “el rango de
orden público y por ende su imperatividad, lo que conlleva a su aplicabilidad ex officio (…)
siendo nulo el pronunciamiento que se expida en violación de estas pautas”. En idéntico
sentido, STJ Río Negro, “Dirección Gral. de Rentas c/ E., R.”, 14/03/2006, en LLPatagonia,
2006, p. 494; TSJ Santa Cruz, “S., M. E. c/ A., A. C. y otro”, 24/02/2005, en LLPatagonia, junio
de 2005, p. 1022.
(27) Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., op. cit., p. 234; Belluscio, Augusto C. y
Zannoni, Eduardo A., op. cit., p. 302.
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M. Belén Japaze
(30) Nos referimos a las previsiones de los arts. 1102 y 1103 del Código Civil de Vélez y a las
remozadas soluciones contenidas en los arts. 1776 y 1777 CCyC.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
En esa misma línea de interpretación se dijo que “la tesis garantista, que
hace predominar el principio constitucional del acceso a la justicia y el
derecho a obtener una decisión dentro de un plazo razonable sobre una
interpretación ritualista de la disposición legal, está en un camino de fran-
ca imposición en la doctrina y la jurisprudencia”. (33)
(31) Bidart Campos, Germán, “La duración razonable del proceso”, en LL 154-85.
(32) CJ Tucumán, “Orquera, Darío Leoncio c/ Sol San Javier SA s/ Daños y Perjuicios”,
19/12/2000, N° 1089.
(33) CJ Tucumán, “López, Raúl Emilio c/ Sol San Javier SA y otros s/ Daños y perjuicios”,
12/08/2003, Nº 593. Allí se citaron precedentes concordantes tales como CSJN, “Ataka y Cía.
Ltda. c/ González Ricardo y otros s/ Ejecución”, 20/11/1973, en LL 154-85; SCJ Mendoza, in re
“Martínez, Amador y otros c/ Pascual G. Lucero”, 21/05/1998, LL 1999-A, p. 64; SCJ Mendoza,
“Cerdá Fernández J. c/ Paredes, Fernando y otros”, 12/08/1993, LL 1993-D, p. 399; CNac.
Apel. Civ., Sala A, “Traverso c/ Delmas”, 25/03/1997, LL 1997-D, p. 175; CNac. Apel. Civ., Sala F,
“Sánchez c/ Rolón”, 08/05/1997, LL 1997-E, p. 593; entre otros.
(34) Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 313; Belluscio, Augusto C. y Zannoni,
Eduardo A., op. cit., p. 303 y ss.; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., op. cit., p. 237;
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M. Belén Japaze
(35) Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., pp. 256/257. Ver, en particular, Etkin,
Alberto M., “En torno al art. 1101 del Código Civil y los juicios por accidentes de tránsito”,
Infojus - Sistema Argentino de Información Jurídica
en ED 97-595.
(38) CNac. Apel. Civ., Sala A, “Ramírez, Elsa Miria c/ Terazzi, Hernán Agustín y otros s/ daños y
perjuicios”, 11/09/2012, RCyS 2012-XII, p. 187; CNac. Apel. Civ., Sala A, “Naselli, Alejandro Ricar-
do c/ Akosli SRL y otro”, 16/09/2011, en RCyS 2012-III, p. 197; CApel. Civ. y Com., Sala I, “Ferreyra,
Omar Teodoro c/ Aguilera, Fausto”, 22/10/2010, en LLNOA, diciembre 2010, p. 1101; CNac. Apel.
Com., Sala C, “Kufert, Horacio León c/ Beraja, Rubén Ezra y otros s/ ordinario”, 06/08/2010, en
LL online AR/JUR/57122/2010; CApel. Civ. y Com. Córdoba, “Vavassori de Moretti, Mirta c/ Lamar-
ca, Ángela”, 11/02/2010, en DJ 14/07/2010, p. 1957; TSJ Córdoba, Sala Civ. y Com., “Sanmartino
Javier Cematti SAI y C. c/ Lizzi, Jorge Osvaldo”, 08/06/2009, en DJ 16/12/2009, p. 3584; CApel.
Civ. y Com. Dolores, “Phoyu, Carlos y otro c/ Pons, Roberto y Rodríguez Zubrin, Nélida s/ daños y
perjuicios”, 03/07/2007, en LLBA, septiembre 2007, p. 913; entre otros.
52
Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
(39) Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 314; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedeca-
sas, Miguel A., op. cit., p. 237; Cifuentes, Santos, op. cit., p. 456 y ss. Ya en un precedente
jurisprudencial de larga data se dijo: “Las dudas y reparos que el mandato legal conteni-
do en el art. 1101 del Código Civil y la doctrina de la prejudicialidad pudieran despertar,
por la coexistencia del proceso penal aún abierto (y sobre cuya extinción el fuero civil
no tiene competencia para pronunciarse), con el proceso civil por daños y perjuicios, se
disipan con solo prestar atención a que la imputación de responsabilidad en este último
se hizo por aplicación del ‘riesgo creado’ y con total ajenidad a un juicio de reproche sub-
jetivo o a la idea de culpa que, en todo caso, habría de presidir la eventual condenación
o absolución en sede penal”. CApel. Civ. y Com. N° 3 La Plata, Sala 3, “Fomicz de Ilucko,
Teodora c/ Provincia de Buenos Aires —Policía de la Provincia—”, 30/09/1986, LL 1987-D,
453 con nota de Hernán Racciatti.
(40) Bueres, Alberto J. (dir.), Código Civil y Comercial de la Nación Analizado Comparado y
Concordado, Bs. As., Hammurabi, 2014, p. 196 y ss.
(41) Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., p. 258.
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M. Belén Japaze
dice que la sentencia que decide la suerte de la acción penal —con funda-
mento en la eventual concurrencia de culpa o dolo del acusado— poco o
nada puede aportar al pronunciamiento civil, que acogerá o no el reclamo
indemnizatorio, conforme se constate la concurrencia de los presupuestos
de la acción deducida (y entre ellos, el factor objetivo de atribución de
responsabilidad en el que funda la concreta pretensión). (42)
(42) Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., op. cit., p. 237.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
(44) Ponderando la norma analizada, se ha dicho que ”la simplicidad y claridad, además de
la completitud, es de destacar” (Bueres, Alberto J. (dir.), op. cit., p. 197). Ver, asimismo, López
Herrera, Edgardo, en Julio C. Rivera y Graciela Medina (dirs.), Código Civil y Comercial de la
Nación Comentado, op. cit., p. 38 y ss.
(45) Bueres, Alberto J., Highton, Elena I., op. cit., p. 314 y ss.; Belluscio, Augusto C. y Zannoni,
Eduardo A., op. cit., p. 304 y ss.; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., op. cit., p. 244
y ss.; Cifuentes, Santos, op. cit., p. 461 y ss.
(46) Ver el desarrollo del tema en Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., p. 261 y ss.
(47) Ver Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 884 y ss.; asimismo, Cazeaux,
Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., p. 261 y ss.; Borda, Guillermo A., op. cit., p. 481 y ss.
(48) SCJ Buenos Aires, “G., M. P. y otra c/ Capraro, Antonio s/ Daños y Perjuicios”, 25/11/2009,
LL online, AR/JUR/53627/2009; CNac. Apel. Civ., Sala L, “Díaz, Felipe Guillermo y otro c/ Línea
22 SA Transporte de Colectivo”, 29/08/2007, en DJ 20/02/2008, p. 426; CNac. Apel. Civ., Sala D,
“Santos, Blanca N. c/ Santos, Orlando L.”, 12/04/2006, en DJ 16/08/2006, p. 1108; entre otros
precedentes.
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M. Belén Japaze
(49) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 885 y ss.
(50) Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., p. 263.
(51) Para el desarrollo de las hipótesis de concurrencia de responsabilidad, ver Pizarro, Ramón
D., “Causalidad adecuada y factores extraños”, en Derecho de Daños, 1ª parte, Bs. As., La
Rocca, 1996, p. 255 y ss.
(52) CNac. Apel. Civ., Sala B, “Supatto, Alberto Santiago c/ Morel, Eduardo y otro s/ daños
y perjuicios”, 08/06/2011, AR/JUR/99556/2011; JCiv., Com., Minería y Suces. Cipolletti N° 3,
”Vivas, Eduardo Alfredo c/ Sede, Gustavo Abraham y otro s/ daños y perjuicios”, 02/09/2008,
LLPatagonia, diciembre 2008, p. 609; CNac. Apel. Civ., Sala G, “Luna, Marcelo Sebastián c/
Collia, Pablo Walter y otro”, 29/02/2008, LL 2008-C, p. 274; entre otros precedentes.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
(53) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 887 y ss. Ver asimismo, Bueres, Al-
berto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 318 y ss.
(55) Ver, López Herrera, Edgardo, en Julio C. Rivera y Graciela Medina (dirs.), Código Civil y
Comercial de la Nación Comentado, op. cit., p. 39 y ss.
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El art. 1777 CCyC dispone: “si la sentencia penal decide que el hecho no exis-
tió o que el sindicado como responsable no participó, estas circunstancias no
pueden ser discutidas en el proceso civil”; fórmula claramente superadora de
la expresión contenida en su antecedente normativo. En efecto, el art. 1103
del Código de Vélez expresa: “después de la absolución del acusado (…) no
se podrá tampoco alegar en el juicio civil sobre la existencia del hecho princi-
pal sobre el cual hubiese recaído la absolución”.
El nuevo art. 1777 —con sus precisiones expresas— permite concluir que
la sentencia penal absolutoria hace cosa juzgada respecto de dos aspec-
tos que pueden fundar aquella decisión. Esto es, la inexistencia del hecho
atribuido al imputado y por el que se lo juzga (homicidio, lesiones, calum-
nias e injurias, robo, entre otros) y la falta de autoría del mismo.
(56) SCJ Buenos Aires, “G., M. P. y otra c/ Capraro, Antonio”, 25/11/2009, en LL online AR/
JUR/53627/2009; CApel. Civ. y Com., Sala 2, “Moroni de Collazo, Vilma V. y otros c/ Banco
Bansud S.A. y otros s/ Daños y Perjuicios”, 23/09/2008, en RCyS 2008, p. 1208, en LLBA, fe-
brero 2009, p. 79; CApel. Civ. y Com., Sala 2, “Brooks, Stella Maris c/ Lorenzo, Carlos s/ Daños
y Perjuicios”, 30/11/2006, en LLBA, marzo 2007, p. 197; entre otros precedentes.
(57) Borda, Guillermo A., op. cit., p. 485. Ver asimismo, Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas,
Félix A., op. cit., pp. 270/271; Belluscio, Augusto C. y Zannoni, Eduardo A., op. cit., p. 311 y ss.
(58) En sentido acorde a este desarrollo: Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 323.
58
Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
Ahora bien, el art. 1777 CCyC agrega: “Si la sentencia penal decide que un
hecho no constituye delito penal o que no compromete la responsabilidad
penal del agente, en el proceso civil puede discutirse libremente ese mismo
hecho en cuanto generador de responsabilidad civil”.
(60) Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., p. 272.
(62) Bueres, Alberto J. y Highton, Elena I., op. cit., p. 326 y ss.; Belluscio, Augusto C. y Zannoni,
Eduardo A., op. cit., p. 311 y ss.; Mosset Iturraspe, Jorge y Piedecasas, Miguel A., op. cit., p. 253
y ss.; Cifuentes, Santos, op. cit., p. 465 y ss. Ver asimismo, Borda, Guillermo A., op. cit., p. 484;
Cazeaux, Pedro N. y Trigo Represas, Félix A., op. cit., p. 274 y ss.
(63) Pizarro, Ramón D. y Vallespinos, Carlos G., op. cit., p. 894. Excede el objetivo de este tra-
bajo asumir el desarrollo de la cuestión pero resulta ineludible destacar que la culpa, como
factor de atribución de responsabilidad subjetivo, tiene, en la construcción de la tutela civil
resarcitoria, una fisonomía muy diferente de la que define el prisma de valoración del dere-
cho penal. Y de allí que esta mayor sensibilidad de la figura permita imponer un mandato
indemnizatorio en sede civil, pese a que el juez penal no haya entendido eventualmente
configurada la culpa penal. Para un estudio de la cuestión, ver Galli, Enrique V., “Culpa civil y
culpa penal”, en LL online, AR/DOC/7305/2010.
(64) STJ San Luis, “Pedernera, Ana María c/ Riveros, Pablo s/ daños y perjuicios”, 31/07/2013, en
RCyS 2013-XII, p. 227; SCJ Buenos Aires, “M., E. c/ Kopelson, Sebastián Ariel y otro”, 25/11/2009,
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en la legislación.
b. en el caso previsto en el art. 1775, inc. c), si quien fue juzgado
responsable en la acción civil es absuelto en el juicio criminal
por inexistencia del hecho que funda la condena civil, o por
no ser su autor.
c. en otros casos previstos por la ley.
en LL online, AR/JUR/53632/2009; SCJ Buenos Aires, “Lusto, Mariana Esther c/ Crosta, Maximi-
liano y otros”, 28/10/2009, en LL online, AR/JUR/42262/2009; CNac. Apel. Civ., Sala G, “Insfran,
Sergio R. c/ Gómez, Daniel”, 05/06/2007, en DJ 2008-II, p. 966; entre otros precedentes.
(65) Ver Parellada, Carlos, “La revisión de la sentencia criminal y sus efectos sobre el pronun-
ciamiento civil. Las razones para la revisión”, en Revista de Derecho de Daños. Relaciones
entre la acción civil y la penal, n° 3, Santa Fe, Rubinzal - Culzoni Editores, 2002, p. 139 y ss.
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Ejercicio de las acciones de responsabilidad...
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7 | Conclusión
Este somero repaso de las novedades contenidas en el Código Civil y Co-
mercial —en el capítulo referido al ejercicio de las acciones de respon-
sabilidad civil y penal y sus relaciones recíprocas— nos convence de las
bondades de la nueva regulación.
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Doctrina del día: La responsabilidad civil profesional en
el nuevo Código. Autor: Roberto A. Vázquez Ferreyra
Por Thomson Reuters En 8 Abril, 2015 · Añadir comentario · En Articulos de Opinión
Abstract: En una primera impresión, nos atrevemos a decir que el nuevo Código no trae mayores innovaciones en la materia, por
cuanto en definitiva lo que hace es recoger normativamente algunas cuestiones que ya eran de aplicación rutinaria por parte de los
tribunales luego de un amplio desarrollo en la doctrina. Mucho más impacto o cambios —sin juzgar sus bondades o incorrecciones
— han producido otras reformas legales o el dictado de nuevas normas. En el sentido expuesto, por ejemplo, tenemos la ley
26.529 de derechos del paciente.
La responsabilidad civil de los profesionales, y más en particular de los profesionales del arte de curar ha ocupado la atención de la
doctrina y la jurisprudencia con especial dedicación en los últimos 30 años. Puede decirse que es uno de los temas que ha
generado mayor producción bibliográfica, sobre todo la referida a los profesionales del arte de curar.
No obstante la importancia del tema, el Código de Vélez no dedicaba normas específicas al tema, siendo que la mayoría de los
cambios en la materia obedecieron a desarrollos doctrinales, luego tomados por la jurisprudencia. Así por ejemplo lo referido a la
aplicación de la teoría de las cargas probatorias dinámicas, o toda la construcción hecha alrededor del consentimiento informado y
tantos otros temas.
Por el contrario, el Código Civil y Comercial de pronta entrada en vigencia contiene una norma específica referida a la
responsabilidad civil de los profesionales liberales. Se trata del artículo 1768 que será objeto de análisis en este trabajo.
Asimismo, encontramos en el nuevo ordenamiento una serie de artículos que directa o indirectamente guardan relación con la
responsabilidad civil de los profesionales. Artículos que vienen a recoger lo que ya era tema común en doctrina y jurisprudencia.
Así por ejemplo el art. 1723 que a nuestro criterio consagra la tesis desarrollada en nuestro país principalmente por Alberto J.
Bueres —y que luego fuera doctrina mayoritaria— referida a la clasificación de las obligaciones según sean de medios o de
resultado, con sus diferentes efectos en cuanto al factor de atribución aplicable (1). Recordamos que en las obligaciones de medios
el factor de atribución es subjetivo, mientras que en la de resultado la responsabilidad comprometida es objetiva.
En una primera impresión, nos atrevemos a decir que el nuevo Código no trae mayores innovaciones en la materia por cuanto en
definitiva lo que hace es recoger normativamente algunas cuestiones que ya eran de aplicación rutinaria por parte de los tribunales
luego de un amplio desarrollo en la doctrina.
Mucho más impacto o cambios —sin juzgar sus bondades o incorrecciones— han producido otras reformas legales o el dictado de
nuevas normas.
En el sentido expuesto por ejemplo tenemos la ley 26.529 de derechos del paciente (2).
Esta ley reguló de manera detallada cuestiones de suma importancia. Como el consentimiento informado de los paciente. Y las
relativas a las historias clínicas, temas de vital importancia en el análisis de la responsabilidad civil de los profesionales de la
medicina. Difícilmente pueda estudiarse un caso de eventual responsabilidad médica sin tener que consultar la ley 26.529, lo cual
por cierto no implica que estemos de acuerdo con todo su articulado que presenta algunas deficiencias.
Como se puede advertir pareciera que sobre responsabilidad civil de los profesionales liberales, estuviéramos hablando solo de
médicos y demás profesionales dedicados a la salud. Pero en realidad, cuando hablamos de responsabilidad de los profesionales
hacemos alusión a todos aquellos que desarrollan determinadas actividades que requieren un bagaje de conocimientos que se
adquieren a través de años de estudios terciarios y que por lo general para su ejercicio requieren un título oficial y muchas veces
cierta habilitación dada por autoridades administrativas. Así por ejemplo abogados, ingenieros, arquitectos, contadores, escribanos,
etc.
Lo que ocurre es que los profesionales del arte de la salud son tal vez los que cuantitativamente han sido objeto de mayores
reclamos en tribunales. Debemos confesar que es un fenómeno de no fácil explicación pues no creemos que solo se equivoquen
los médicos.
También debe tenerse presente que las especiales particularidades que tienen las ciencias de la salud, han dado lugar a todo un
desarrollo normativo, doctrinario y jurisprudencial que permite hablar de un verdadero “Derecho Médico”.
De lo que no cabe duda es que mal se puede analizar la responsabilidad civil de los profesionales a partir pura y exclusivamente
del Código Civil o del inminente Código Civil y Comercial.
Así por ejemplo hay que analizar otras normas, jurídicas o deontológicas como por ejemplo las reglas de ética de la abogacía o el
Código de ética Médica. De hecho, en estos cuerpos normativos encontramos algunos principios o deberes a los cuales deben
ajustar su cometido los profesionales, y cuyo incumplimiento puede dar lugar a una situación de antijuridicidad, presupuesto
necesario de la responsabilidad civil.
Sobre el particular siempre recordamos un precedente de la CSJN de fecha 24 de octubre de 1989 en el que el Máximo Tribunal
sostuvo: “Corresponde dejar sin efecto la sentencia que no hizo lugar al resarcimiento del perjuicio derivado del fallecimiento de
una persona, atribuido a la negligente atención dispensada por el médico de guardia del establecimiento asistencial de la
demandada, sin efectuar referencia ni consideración alguna a la índole y alcances de la obligación médica de asistencia y sin
ponderar los bienes jurídicos comprometidos, a pesar de que esta determinación resultaba imprescindible para establecer si existió
adecuación entre la conducta debida y la obrada y elaborar eventualmente todo juicio de culpabilidad…. Frente a una hasta cierto
punto comprensible actitud agresiva de quienes requerían —sin ser atendidos— el ingreso al establecimiento asistencial, y una vez
alertados la enfermera y el médico de guardia sobre la urgencia del caso, pesaba sobre éste el deber jurídico de obrar, no
solamente en función de la obligación de actuar con prudencia y pleno conocimiento impuesto por las normas del Código Civil, sino
como consecuencia de la exigibilidad jurídica del deber de asistencia al enfermo que prescriben las normas contenidas en el
Código Internacional de Etica Médica, el Código de Etica de la Confederación Médica Argentina y la declaración de Ginebra…. No
cabe restringir el alcance de los ordenamientos particulares que atañen a los profesionales del arte de curar, ni privarlos de toda
relevancia jurídica, sino que se impone garantizarles un respeto sustancial, para evitar la deshumanización del arte de curar,
particularmente cuando de la confrontación de los hechos y de las exigencias de la conducta profesional así reglada podría
eventualmente surgir un juicio de reproche con entidad para comprometer la responsabilidad de los interesados” (3).
En otras palabras, la violación de alguna norma ética puede dar lugar a una antijuridicidad formal y no meramente material. Y sobre
el particular recordamos alguna enseñanza oral que nos hiciera el Profesor Jorge Bustamante Alsina según la cual, en los casos en
que estemos ante una antijuridicidad formal— y no meramente material— puede presumirse la culpa del infractor.
Hechas estas primeras consideraciones, demos un pantallazo general de la nueva responsabilidad civil, o de la responsabilidad
civil en el Código Civil y Comercial.
La responsabilidad civil se encuentra regulada en el Capítulo I del Título V del Libro III. El Libro III se refiere a los Derechos
Personales.
Su Título V regula otras fuentes de las obligaciones que no son los contratos.
El Capítulo I° del Título V regula a través de 11 Secciones la Responsabilidad Civil.
No obstante, y como es lógico, existen a lo largo de todo el Proyecto diversas normas específicas relativas a la responsabilidad civil
como por ejemplo el art. 1243 referido a la responsabilidad en el contrato de Leasing o el 1493 referido a la omisión de preaviso en
el contrato de agencia, etc. También encontramos una norma muy particular en materia de contrato bancario de caja de seguridad,
que contrariando toda la normativa del Código y de la Ley 24240 permite a los bancos limitar su responsabilidad.
En realidad hay decenas de normas específicas, pero que en los hechos no son más que aplicación o remisión a los principios
generales del Capítulo que ahora analizaremos.
A nuestro criterio las novedades más importantes que contiene el proyecto en materia de responsabilidad civil son las siguientes:
1. Establece expresamente que la responsabilidad civil tiene dos funciones: preventiva y resarcitoria.
2. Establece y regula el deber de prevención.
3. Menciona y regula las causales de justificación que borran la ilicitud de una conducta que ha ocasionado un daño. Son el
aspecto negativo de la antijuridicidad.
4. Regula el tema de la asunción de riesgos que hasta ahora era de tratamiento doctrinario y jurisprudencial.
5. Consagra expresamente la responsabilidad civil contractual objetiva en las obligaciones de resultado.
6. Fija una regla general en materia de extensión del resarcimiento, estableciendo que son indemnizables las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles.
7. Contempla al simple hecho del damnificado como causa de exclusión o limitativa de responsabilidad, salvo que se trate de un
caso específico en que se exija culpa o dolo.
8. Respecto del hecho del tercero para que funcione como eximente de responsabilidad debe reunir los caracteres del caso
fortuito.
9. Si bien fija como regla general que los factores de atribución y las eximentes de responsabilidad deben ser probados por
quien los alega, como excepción permite a los jueces aplicar la teoría de las cargas probatorias dinámicas.
10. Equipara el dolo al dolo eventual.
11. En caso de graves incapacidades, la legitimación para reclamar indemnización por daño moral la extiende no solo al
damnificado directo, sino también a los ascendientes, descendientes, cónyuge y quienes conviven con aquél recibiendo trato
familiar ostensible.
12. Establece un método de cálculo para el caso de incapacidades permanentes, ya sean físicas o psíquicas.
13. El proyecto original contemplaba una sección dirigida a los daños a los derechos de incidencia colectiva, pero estos artículos
han sido eliminados por el Poder Ejecutivo y por ende no han quedado incorporados al Código.
14. Contempla expresamente a la pérdida de chance como daño indemnizable.
15. Contempla la llamada responsabilidad contractual por el hecho del tercero que se introduce en el cumplimiento de la
obligación.
16. Establece la responsabilidad objetiva en materia de actividades riesgosas, aunque lo excluye expresamente en el caso de
profesionales.
17. Define al guardián de la cosa riesgosa o viciosa.
18. Regula en detalle la responsabilidad colectiva, tanto la general como aquella que proviene de un grupo de riesgo
19. En materia de responsabilidad del estado y de los funcionarios públicos, lo deja librado a las normas de derecho
administrativo.
20. Si bien mantiene la imposibilidad de dictar sentencia civil estando pendiente la sentencia penal, establece algunas
excepciones a dicho principio que deja de ser absoluto.
21. Reduce el plazo genérico de la prescripción liberatoria a CINCO años. Las acciones por responsabilidad civil prescriben a los
TRES años sin distinciones.
22. Reduce el plazo de la suspensión de la prescripción por interpelación a seis meses.
23. Contempla a la mediación como supuesto de suspensión de la prescripción.
24. El reclamo administrativo cuando es obligatorio interrumpe la prescripción.
Tal vez una de las novedades más importantes sea que se reconoce y regula en forma expresa la doble función de la
responsabilidad: a) preventiva, y b) resarcitoria.
Durante mucho tiempo se ha discutido si la responsabilidad civil debía tener un componente preventivo o punitivo. En general las
opiniones eran coincidentes en la importancia de otorgarle una función preventiva, pero las discusiones subían de tono a la hora de
analizar la posibilidad de darle también una función punitiva. Finalmente, el tema punitivo quedó excluido del Código.
Siguiendo lo que ha sido criterio de todos los anteproyectos anteriores y de acuerdo al sentir mayoritario de la doctrina, se unifica la
responsabilidad contractual y la extracontractual. Unificación que no significa homogeneidad pues hay diferencias que subsisten.
En cuanto al deber de prevención el Proyecto dispone de manera genérica que toda persona tiene el deber de prevenir un daño,
aunque limitándolo a que de dicha persona dependa (prevenirlo o evitarlo, lo que resulta tautológico). Es decir, que la posibilidad
de prevenir se encuentre en su esfera de control, para evitar que el deber sea tan amplio que alcance a todos.
Esa tarea preventiva se descompone en tres funciones conforme el artículo 1710, que como se puede apreciar son un tanto
reiterativas: a) evitar causar un daño no justificado, b) adoptar medidas para evitar un daño o disminuir su magnitud, y c) no
agravar el daño ya producido.
Conforme artículo 1711, esta función preventiva procede siempre que exista la posibilidad de que se ocasione un daño por medio
de una acción u omisión antijurídica, no siendo necesario la presencia de ningún factor de atribución que califique esa conducta
activa u omisiva.
El texto del artículo 1711 es de singular importancia por las siguientes razones.
En primer lugar la prevención funciona tanto contra actos positivos, como contra omisiones, en la medida que estos sean
antijurídicos, es decir contrarios a derecho. Claro que en este caso la antijuridicidad se predica de la conducta y no del resultado (el
que muchas veces no llegará a concretarse). Decimos ello por cuanto en principio todo daño es antijurídico (neminen laedere),
salvo que concurra alguna causa de justificación. Pero creemos que para que pueda hacerse valer la función preventiva, la
antijuridicidad al ser calificativa de la conducta, deberá ser una antijuridicidad formal y no meramente material. No sería a nuestro
juicio admisible una acción preventiva contra una conducta lícita por la mera posibilidad de que pueda ser generadora de un daño.
Ejemplifiquemos. Todo automotor en circulación puede generar daños; es un dato incontestable de la realidad. En consecuencia
cualquier persona estaría legitimada para impedir la circulación de vehículos por cuanto existe la posibilidad de que se ocasione un
daño antijurídico. Pero ello es absurdo pues se paralizarían muchas actividades plenamente lícitas. De ahí que la conducta debe
ser ilícita. Por ejemplo demostrar previamente que estamos frente a una acción u omisión que vulnera una norma específica del
ordenamiento (antijuridicidad formal). Siguiendo con la ejemplificación debería iniciarse acción de prevención contra determinados
vehículos que no reúnen las condiciones mínimas para la circulación conforme las leyes regulatorias (vgs. Ley de tránsito).
De lo contrario, podríamos llegar a propiciar una avalancha de acciones preventivas injustificadas. Vamos a otro ejemplo.
Podremos parar la construcción de determinada obra, pero en la medida que se acredite la posibilidad de que se ocasione un daño
antijurídico y que además exista una conducta contraria a derecho por parte del constructor (no cumplimiento de las normas de
higiene y seguridad).
En cuanto a la legitimación para iniciar acciones preventivas basta con acreditar un “interés razonable” en la prevención.
Pensamos que tal amplitud en la legitimación puede dejar la puerta abierta a múltiples incidencias. Por lo demás, si estamos frente
a la posibilidad de un daño a un derecho de incidencia colectiva, creemos que la legitimación debe ampliarse siguiendo los
lineamientos del Fallo “Halabi” de la CSJN.
Una pauta importante se fija en el artículo 1713 referida al contenido de la sentencia a dictarse en este tipo de acciones. Se trata
del criterio o principio de “menor restricción posible”. Creemos que dicha pauta interpretativa debe funcionar como norte en la
interpretación de la Sección 2° que regula la función preventiva de la responsabilidad civil.
En cuanto a la función resarcitoria consiste en el deber de reparar un daño causado por un hecho ilícito o por el incumplimiento de
una obligación. En principio todo daño es antijurídico salvo que se encuentre justificado.
El nuevo Código regula expresamente varias causales de justificación (legítima defensa, estado de necesidad, ejercicio regular de
un derecho, asunción de riesgo, consentimiento del damnificado) respondiendo a lo que es la doctrina y jurisprudencia
tradicionales.
Define al daño como toda lesión a un derecho o un interés, en la medida que no sea reprobado por el ordenamiento jurídico. El
objeto del daño puede ser tanto la persona, como el patrimonio o un derecho de incidencia colectiva.
En el artículo 1739 enumera los requisitos del daño indemnizable, incluyendo la chance. Establece la norma que la pérdida de
chance es indemnizable en la medida en que su contingencia sea razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con el
hecho generador.
El tema de la chance tiene singular importancia en el caso de la responsabilidad médica pues en innumerables casos no puede
decirse que el daño ha sido ocasionado por el profesional, sino que en todo caso no ha actuado conforme la lex artis para detener
el proceso patológico haciendo perder al paciente las chances de curación o mejoría (4).
En materia de legitimación para reclamar indemnización por daño extrapatrimonial, ratifica el artículo 1078 del actual Código Civil,
aunque extendiendo la legitimación en caso de muerte al supuesto en que el damnificado directo aún con vida haya sufrido una
gran discapacidad. Es el caso por ejemplo de una persona que a raíz de un accidente queda cuadripléjico o con parálisis cerebral.
En ese supuesto podrá reclamar indemnización por daño moral el damnificado directo y también los ascendientes, descendientes,
cónyuge y quienes convivan con el recibiendo trato familiar ostensible.
El art. 1746 tiene importancia fundamental en los casos de responsabilidad civil médica ya que en la inmensa mayoría de los casos
se reclaman indemnizaciones por lesiones o incapacidad física. El artículo establece una fórmula de cálculo para indemnizaciones
en caso de lesiones o incapacidad física o psíquica. Asimismo dispone que en caso de incapacidad permanente se debe
indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea remunerada.
De singular importancia es el artículo 1748 que establece expresamente que el curso de los intereses comienza a correr desde que
se produce cada perjuicio, principio que muchas veces es ignorado en algunas sentencias. Muchas veces se dispone que los
intereses corran desde la fecha del hecho ilícito respecto de todos los rubros indemnizatorios, cuando en realidad puede haber
rubros que se hayan originado con posterioridad como por ejemplo gastos de curación. En tal caso corresponde aplicar la clara
letra del nuevo artículo 1748.
En cuanto a los factores de atribución el nuevo código contiene diversas normas. El hecho de que el artículo 1720 mencione
expresamente el término factores de atribución, usado desde hace décadas en la doctrina de manera pacífica, importa una
recepción normativa de importancia. Con ello se da cabida a los factores de atribución subjetivos (dolo y culpa) y a los factores de
atribución objetivos (riesgo creado por las cosas y por las actividades, garantía, equidad, etc.).
Sin perjuicio de establecer la existencia de los factores objetivos de atribución, el artículo 1721 establece que en ausencia de
norma expresa, el factor de atribución es la culpa. Es decir que la culpa queda como factor de atribución residual (5).
En los casos en que se aplica un factor objetivo de atribución, la culpa queda fuera de lado pues la responsabilidad es objetiva. De
ahí que el eventual responsable deberá probar la ruptura del nexo causal, siendo insuficiente la prueba de la ausencia de culpa. La
prueba de la ruptura del nexo causal se logra a través de la acreditación de una causa ajena, caso fortuito, hecho de un tercero por
quien no debe responder, o el hecho de la propia víctima.
En el artículo 1723 se reconoce legalmente la existencia de las obligaciones de resultado a la luz de las más modernas teorías,
según las cuales, en tales casos ante un incumplimiento, estamos frente a un supuesto de responsabilidad objetiva (6).
Respecto de los factores subjetivos los define en el art. 1724 según el cual la culpa consiste en la omisión de la diligencia debida
según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar y comprende la imprudencia, la
negligencia y la impericia en el arte o profesión, siendo ésta última de especial aplicación en los casos de responsabilidad civil
profesional.
El dolo es definido como la intención de causar el daño pero también equipara al dolo a aquel que causa un daño con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos. En el Código de Vélez, el dolo eventual era asimilable a la culpa, mientras que en el nuevo
ordenamiento como se puede apreciar, el dolo eventual es equiparable lisa y llanamente al dolo, solución que consideramos
acertada.
Uno de los temas que más debate originó en los dos últimos decenios fue el referido a la prueba de los factores de atribución, es
decir quién tiene la carga de probar su existencia o su inexistencia. Recordamos que el debate se abrió a partir del proyecto de
reforma de 1987 que consagraba una inversión en la carga de la prueba de la culpa profesional.
A partir de ese momento en la doctrina fueron apareciendo diversas opiniones con figuras novedosas como la conocida teoría de
las cargas probatorias dinámicas (7).
El nuevo Código dedica al tema dos normas específicas. Se trata del artículo 1734 que dispone: “Prueba de los factores de
atribución y de las eximentes: Excepto disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias
eximentes corresponde a quien los alega” y del artículo 1735 según el cual los jueces pueden distribuir la carga de la prueba de la
culpa, o de haber actuado con la diligencia debida ponderando cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Señala
también el artículo 1735 que si el juez lo considera pertinente, durante el proceso debe comunicar a las partes que aplicará este
criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los elementos de convicción que hagan a su defensa.
Como surge de la lectura los artículos reseñados, el Código sienta la regla general según la cual cada parte debe probar los
extremos que invoca. El actor deberá probar la culpa del eventual responsable, mientras que este tiene sobre sus espaldas la
carga probatoria de las circunstancias exculpantes, es decir la prueba de su ausencia de culpa, la que en realidad se traduce en la
prueba de su diligencia.
Pero luego de fijar el principio general, el Código recoge la teoría de las cargas probatorias dinámicas facultando al juez a que
aplique dicha regla del onus probandi. Puede decirse que el Código aconseja a los magistrados a que alerten a los litigantes sobre
la aplicación de la novedosa regla de distribución probatoria. El tema es que en determinado procesos no resulta fácil encontrar el
momento procesal en el cual el tribunal puede hacer tal advertencia. De ahí que, pese a no ser la regla general, nuestro consejo es
que como estrategia procesal se parta de la base de la posible aplicación de la teoría en análisis y así evitar sorpresas.
Finalmente el art. 1725 establece las pautas para la valoración de las conductas en sentido semejante al Código de Vélez.
En cuanto al otro presupuesto de la responsabilidad civil conocido como relación de causalidad o nexo causal, el nuevo Código
clasifica a las consecuencias de los hechos de manera semejante al Código Civil reemplazado. Es así que habla de las
consecuencias inmediatas, mediatas y casuales.
De acuerdo al artículo 1726 resultan indemnizables las consecuencias dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el
hecho productor del daño, y salvo disposición en contrario se resarcen las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles.
Como no podía ser de otra manera se ha unificado la extensión del resarcimiento. Ya sea que el daño tenga su origen en el
incumplimiento de una obligación o en un hecho ilícito, en ambos casos se resarcen las mismas consecuencias. Un clara diferencia
existente en el Código de Vélez que ha sido eliminada.
En cuanto a la prueba de la relación causal, el art. 1736 establece como regla general que está a cargo de quien la alega. Por su
parte quien desee demostrar la inexistencia del nexo causal deberá probar el caso fortuito, el hecho de la propia víctima o de un
tercero por quien no debe responder.
El primero de los artículos se refiere a la responsabilidad civil de las personas jurídicas, y recopilando lo que ha sido tarea de la
doctrina y la jurisprudencia a lo largo de muchos años, dispone que la persona jurídica responde por los daños que causen quienes
las dirigen o administran, en ejercicio o con ocasión de sus funciones.
Obviamente que este regla general no es exclusiva puesto que la persona jurídica también puede llegar a responder en otras
situaciones. Así por ejemplo en su calidad de dueña de cosas riesgosas o viciosas, o en los términos del artículo 40 de la Ley de
Defensa del Consumidor, o como propietaria de establecimientos educativos, o por los hechos de los terceros que introduce en el
cumplimiento de sus obligaciones, o por los hechos de quienes están bajo su dependencia.
En cuanto a la norma que analizamos se refiere a un supuesto puntual en el cual el daño es generado por el accionar de sus
dirigentes o administradores que se hace extensiva a la persona jurídica, tal como ocurre en el caso de los dependientes.
A continuación el Código Civil y Comercial contiene una norma referida a la responsabilidad de los profesionales liberales. Se trata
del artículo 1768 que sienta los siguientes principios:
1. a) Somete la actividad de los profesionales liberales a las reglas de las obligaciones de hacer.
2. b) Como regla general, la responsabilidad es subjetiva (culpa o dolo).
3. c) La responsabilidad podrá ser objetiva cuando el profesional haya comprometido un resultado.
4. d) No se aplica la responsabilidad por el riesgo de la cosa ni por actividades riesgosas. Si por el vicio de las cosas que se
utilicen.
La norma del art. 1768 es específica para los profesionales liberales, pero debe ser analizada en todo el contexto del nuevo
Código.
Es así que en el estudio de las responsabilidades profesionales —y médica en particular— no se puede prescindir de la lectura de,
entre otros artículos, de los que a continuación se citan:
Art. 1753 que regula la responsabilidad del principal por el hecho del tercero.
Arts. 1757 y 1758 que regulan la responsabilidad por el hecho de las cosas y actividades riesgosas.
Consideramos que por ser una norma específica corresponde primero el análisis del artículo 1768, no sin antes recordar algunos
párrafos de los fundamentos del anteproyecto.
Se lee en los Fundamentos: “Entendemos que no es necesario un tipo especial para regular el contrato de servicios profesionales
como fue propuesta de regulación en el proyecto de 1993 (PEN). En primer lugar porque la diversidad de actividades profesionales
hace difícil encuadrarlas en un solo tipo especial, y existe adaptabilidad con las normas ya propuestas en el resto de los textos. En
segundo lugar, porque las reglas específicas contempladas en el Proyecto de 1993 (PEN) para dicho contrato, se encuentran en el
Anteproyecto que presentamos. La discrecionalidad técnica, la diferenciación con el contrato dependiente, los efectos de la
utilización de terceros, el modo de determinar la obligación del profesional, están contempladas en las disposiciones generales de
los contratos de obra y servicios. En la parte especial de los servicios se remite a las obligaciones de hacer, donde claramente se
distinguen los casos de mera actividad de los otros en los que se promete la eficacia. También en obligaciones existen previsiones
sobre la utilización de terceros, la imputación basada en la estructura del vínculo obligatorio, la confianza especial, y los deberes
secundarios de conducta. Los aspectos vinculados a la prueba están contemplados en obligaciones y los de la responsabilidad en
la parte general de este tema. También en la parte general de contratos hay numerosas disposiciones propias de los servicios
profesionales. El profesional tiene discrecionalidad técnica, por ello puede elegir los medios a utilizar conforme con la ciencia y
conocimientos que pone en juego en cada prestación. El Anteproyecto propone en el artículo 1253 que el contratista o prestador
elige libremente los medios de ejecución del contrato. La obligación puede ser contratada intuitu personae, atendiendo a las
condiciones personales insustituibles del profesional. En el caso en que no sea asi, el profesional puede requerir la cooperación de
terceros. El Anteproyecto dispone (art. 1254) que el contratista o prestador de servicios puede valerse de terceros para ejecutar el
servicio, salvo que de los estipulado o de la índole de la obligación resulkte que fue elegido por sus cualidades para realizarlo
personalmente en todo o en parte. En cualquier caso conserva la dirección y la responsabilidad de la ejecución”-
Más adelante se lee: “La actividad del profesional liberal está regulada de la siguiente manera: Se aplican las reglas de las
obligaciones de hacer. La imputación es subjetiva, excepto que se haya comprometido un resultado concreto. Cuando la obligación
de hacer se preste con cosas, no es objetiva, excepto que causen un daño derivado de su vicio. La actividad del profesional liberal
no está comprendida en la responsabilidad por actividades riesgosas. Estos criterios son los que ha aplicado mayoritariamente la
jurisprudencia y han sido defendidos por la doctrina. El profesional promete un hacer que consiste en una diligencia conforme a las
reglas de la profesión, sin que pueda asegurar un resultado; de allí que la imputación sea subjetiva y pueda liberarse probando su
falta de culpa. En cambio, si promete un resultado, la imputación es objetiva. El profesional actúa con cosas, pero su imputación
sólo es objetiva cuando éstas exorbitan el obrar humano por un vicio. No puede considerarse que exista una actividad riesgosa en
general calificada ex ante”.
Conociendo ya el pensamiento de quienes elaboraron las normas, pasemos al análisis específico del art. 1768 que lleva como
título “Profesionales liberales”.
“La actividad del profesional liberal está sujeta a las reglas de las obligaciones de hacer”
El enunciado importa toda una definición al encuadrar la actividad de los profesionales dentro de las obligaciones de hacer,
reguladas junto con las de no hacer a partir del artículo 773 del nuevo CCyC.
Las obligaciones de hacer son aquellas cuyo objeto consiste en la prestación de un servicio o en la realización de un hecho.
En el primer caso —prestación de un servicio—, puede consistir en realizar cierta actividad con la diligencia apropiada,
independientemente de su éxito, o en procurar al acreedor cierto resultado concreto, con independencia de su eficacia.
Como puede apreciarse, el Código nuevo admite de manera expresa en el artículo 774 resumido en el párrafo anterior, la
clasificación de las obligaciones según sean de medios y de resultado. Sobre dicha clasificación a la luz de los desarrollos de
Alberto J. Bueres que hoy puede decirse que es doctrina mayoritaria, nos hemos ocupado anteriormente recordando que cuando
estamos frente a una obligación de medios, la responsabilidad es subjetiva, con fundamento en el dolo o la culpa, mientras que
tratándose de una obligación de resultado, el factor de atribución es objetivo (8).
El mismo artículo 774 CCyC aclara que si el resultado de la actividad del deudor consiste en una cosa, para su entrega se aplican
las reglas de las obligaciones de dar cosas ciertas para constituir derechos reales (arts. 750 y sgtes.).
En consonancia con lo expuesto anteriormente, el artículo aclara que si se trata de una obligación en la cual no se ha
comprometido un resultado (es decir, una obligación de medios), la responsabilidad es subjetiva. Ello así, al deudor incumpliente la
bastaría probar su no culpa para eximirse de responsabilidad, más allá de que en realidad la carga de la prueba de la culpa en
principio recae sobre quien reclama la indemnización (art. 1734). A contrario sensu, si fuera de resultado, la responsabilidad será
objetiva con lo que el deudor incumpliente para eximirse de responsabilidad deberá acreditar la ruptura del nexo causal.
“Cuando la obligación de hacer se preste con cosas, la responsabilidad no está comprendida en la Sección 7ª de este capítulo,
excepto que causen un daño derivado de su vicio”
El artículo se encarga de poner bien en claro que tratándose de responsabilidad profesional no se aplican las normas que regulan
la responsabilidad derivada de la intervención de cosas viciosas o riesgosas ni de actividades riesgosas o peligrosas; salvo que el
daño provenga del vicio de la cosa.
El tema de los daños causados con las cosas dio lugar a abundante literatura en materia de responsabilidad civil médica, dada las
particularidades de dicha profesión. De la cuestión nos hemos ocupado con anterioridad (9) y justo es reconocer a Félix A. Trigo
Represas como uno de los juristas que más ha trabajado el tema. En líneas generales se acepta que en los casos de actos
médicos realizados con cosas, no rige el artículo 1113 CC (ya sea que el daño haya sido causado con la cosa o por el riesgo o vicio
de la cosa), y en caso de estar frente a un supuesto de responsabilidad contractual, tampoco podría hablarse de una obligación de
seguridad de resultado que comprometería una responsabilidad objetiva. Ello siempre que el daño ocasionado con o por la cosa
tenga relación con el acto médico puro.
Lo curioso es que esta solución particular, propia de la responsabilidad profesional de los médicos, ahora se ha llevado con
carácter general a todas las profesiones liberales, siempre que el daño no provenga del vicio de la cosa.
Excluir la responsabilidad objetiva por el uso de cosas riesgosas en el campo de la medicina tiene su razón de ser. Es que el
progreso de la medicina va de la mano de la utilización de todo tipo de aparatos, desde los más sencillos a los más complejos, que
son utilizados en beneficio del propio paciente. Muchas de esas cosas son riesgosas por su propia naturaleza, como por ejemplo
un simple bisturí o un complejo aparato para realizar cateterismos. Pero su uso reporta beneficios enormes para los pacientes que
requieren su empleo. De ahí que hay riesgos que van de la mano con los beneficios. Es evidente que si la ciencia médica no
hubiera avanzado como lo hizo no se darían muchos de los daños que ocupan la atención de los tribunales. El progreso conlleva
riesgos y provoca a veces efectos no deseados. Las técnicas diagnósticas y quirúrgicas son cada vez más sofisticadas y si bien
tienen mayor efectividad en muchos casos pecan de agresividad. Se trata de supuestos en donde puede invocarse plenamente el
estado de necesidad. En estos supuestos, hacer responsable al médico objetivamente por el riesgo de la cosa empleada supone
un exceso que iría en contra de los propios pacientes, pues los profesionales no se arriesgarían a una futura demanda
indemnizatoria. De ahí que se sostiene que en la medida que la cosa no haya escapado de lo que es el acto médico propiamente
dicho, la responsabilidad seguirá siendo subjetiva.
Ahora bien, esta verdadera excepción en el caso de los médicos no tiene ninguna explicación en el caso de otros profesionales.
Supongamos un ingeniero a cargo de una demolición en la que se usan explosivos. Genera un daño a terceros. No hay vicio
alguno en los explosivos sino que por el contrario estaban en perfecto estado y cumplieron la función que le era propia. Nos
preguntamos si en tal caso habrá que probar la culpa del ingeniero. Transformar en regla general lo que era una excepción en
principio no resulta acertado a nuestro criterio.
En un grupo de análisis del nuevo CCyC en una conocida red social, Leandro Acosta Ortiz hizo una observación muy inteligente
que transcribo: “desde el caso hipotético planteado del ingeniero, estimo que la responsabilidad queda encuadrada dentro de la
excepción que el mismo artículo establece en cuanto determina excepto que se haya comprometido un resultado concreto. Ya que
en el caso planteado no se me ocurre otro supuesto que la acción descripta no sea a causa de un contrato de locación de obra y
como consecuencia de ello deba encuadrarse dentro de las obligaciones de resultado (sin entrar en detalle de las excepciones que
la misma división plantea)”.
No obstante insistimos en nuestro desacuerdo. Es que el ingeniero puede haber asumido la concreción de un resultado, pero ello
frente a su contratista. Pero suponiendo que el daño lo sufra un tercero, un transeúnte. En tal caso resulta difícil sostener que el
profesional ha comprometido un resultado frente a alguien con quien nunca jamás ha tenido relación alguna, al menos relación
jurídica concreta en el caso particular. No se nos escapa que prestigiosísima doctrina sostiene que la clasificación de las
obligaciones según sean de medios o resultad puede aplicarse también en materia extracontractual.
“La actividad del profesional liberal no está comprendida en la responsabilidad por actividades riesgosas previstas en el art. 1757”
En este punto corresponde hacer las mismas consideraciones que en el anterior. Ante la incorporación de una responsabilidad
objetiva por el ejercicio de actividades riesgosas, nos parece adecuado excluir a los profesionales de la salud. Nada más riesgoso
por ejemplo que una intervención quirúrgica, pero sería absurdo imponer al cirujano una responsabilidad objetiva por tratarse de
una actividad riesgosa.
Ahora bien, no encontramos explicación a que dicha excepción se aplique en el caso de otras actividades profesionales. Y damos
por reproducido lo comentado y el ejemplo dado en el punto anterior. El ingeniero a cargo de una demolición realiza una actividad
riesgosa y no existe justificativo para que en tal caso se aplique la responsabilidad objetiva del art. 1757.
Existen muchos precedentes judiciales en los cuales se presenta un caso de responsabilidad profesional colectiva. Así por ejemplo
en el caso de un paciente internado que sufre daños sin poder determinarse a ciencia cierta a qué profesional se debe atribuir
dicho perjuicio. En el nuevo Código hay una sección específica con tres artículos está destinada a regular la responsabilidad
colectiva y anónima.
El primero de ellos resuelve con claridad el clásico supuestos de las cosas caídas o arrojadas de un edificio. Responsabiliza
solidariamente a los dueños y ocupantes de la parte de donde cayó o fue arrojada la cosa. Quien demuestre que no participó en su
producción se puede liberar.
El segundo de los artículos de esta sección regula el supuesto en que el daño es cometido por un autor anónimo que pertenece a
un grupo identificado. En este caso responden solidariamente todos los integrantes, excepto el que demuestre que no ha
contribuido a la producción del daño.
En nuestro libro “Daños y perjuicios en el ejercicio de la medicina” editado por Hammurabi, dedicamos un capítulo al tema de la
responsabilidad civil médica colectiva o grupal, donde alertábamos sobre algunas problemas interpretativos en la materia. Creemos
que la reforma proyectada soluciona el problema, en la medida que en el caso de los médicos se exija la prueba de la culpa del
grupo o alguno de sus miembros indeterminados y que cada profesional que pruebe su “no culpa” quede eximido de
responsabilidad, pues en definitiva la prueba de la “no culpa” implica probar que no ha contribuido a la producción del daño.
Finalmente se incorpora un supuesto muy trabajado en la doctrina por Matilde Zavala de González y es el del grupo que realiza
una actividad peligrosa. Claro ejemplo de la barra brava del fútbol.
En este caso la responsabilidad también es solidaria de todos los integrantes y solo se libera quien demuestra que no integraba el
grupo.
Aplaudimos la regulación pues distingue claramente los supuestos dando la solución adecuada en cada caso.
(1) Ver una síntesis del tema en Vázquez FERREYRA, Roberto “La responsabilidad contractual objetiva” en La Ley 1988-B-998 o
en “Responsabilidad Civil – Doctrinas esenciales” tomo I pag 1317 – AR/DOC/8687/2001.
(2) Ley 26.529 promulgada el 19 de noviembre de 2009, posteriormente modificada por la ley 26.742 publicada en el B.O. del
24/5/2012.
(4) Ver de Roberto A. Vázquez Ferreyra “Cuantificación de los daños por mala praxis médica” L.L. 2002-F – 1389 y en Doctrinas
Esenciales de La Ley T. III, pág. 739.
(5) Sobre el tema ver de Alberto J. Bueres “la culpa como norma de clausura ¿es un postulado verdadero” En L.L.2010 – 1220.
(6) Ver VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto “La responsabilidad contractual objetiva” en La Ley 1988-B-998 o en “Responsabilidad
Civil – Doctrinas esenciales” tomo I, pág. 1317 – AR/DOC/8687/2001
(7) Ver de VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto “Prueba de la culpa médica” Edit. Hammurabi. Hay tres ediciones.
(8) Ver VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto “La responsabilidad contractual objetiva” en La Ley 1988-B-998 o en “Responsabilidad
Civil – Doctrinas esenciales” tomo I, pág. 1317 – AR/DOC/8687/2001.
(9) VAZQUEZ FERREYRA, Roberto “Prueba de la culpa médica” Edit. Hammurabi, segunda edición, pág. 167 y sgtes. Existe una
tercera edición de la obra actualizada y ampliada con la colaboración de J.M. Prevot.
CON EL NUEVO CÓDIGO, LA OBLIGACIÓN DE SEGURIDAD DESAPARECE DEL DERECHO COMÚN
1
Para un examen detallado de esta cuestión, y de la evolución que se presenta en forma sintética en los párrafos
siguientes, vid. Picasso, Sebastián, La singularidad de la responsabilidad contractual, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2011, p. 35 y ss.
responsabilité sansfaute) e introducir en el sistema diversos supuestos de responsabilidad
objetiva, como forma de favorecer el resarcimiento de las víctimas. La obligación de seguridad
era una poderosa herramienta en ese sentido, porque permitía sostener que, frente a cualquier
daño a la persona del contratante, este quedaba liberado de probar la culpa del deudor y se
veía beneficiado por una “presunción de culpa” que solo podía ser enervada por la prueba del
caso fortuito (con el correr del tiempo, terminó clarificándose esa cuestión y admitiéndose que
no hay en esos casos una presunción de culpa, sino directamente un supuesto de
responsabilidad objetiva).
Esa corriente –que al principio estuvo confinada únicamente al ámbito doctrinal-
desembocó, en el año 1911, en un importantísimo fallo de la Corte de Casación francesa, que
por primera vez aplicó el instituto al contrato de transporte 2. Allí donde hasta entonces se
había considerado que la responsabilidad del transportador por daños a la persona del pasajero
constituía un cuasidelito, ahora se dijo que había, en realidad, un incumplimiento contractual,
pues debía considerarse que el empresario, adicionalmente a su obligación principal (la de
transportar al pasajero a destino), había asumido tácitamente otra distinta, secundaria o
accesoria, consistente en garantizar a aquel que no iba a sufrir ningún daño como consecuencia
de una lesión en su persona –o, eventualmente, en sus bienes- mientras se realizara el
transporte. La obligación de seguridad aparecía así como un deber que los jueces “descubrían”
tácitamente incorporado al contrato en virtud del principio de la buena fe, y consistía, en
realidad, en una contractualización de situaciones que hasta entonces se habían considerado
sometidas a la responsabilidad aquiliana. En definitiva, aquel crédito de indemnidad era una
suerte de extrapolación a la sede contractual del deber general de no dañar característico de la
responsabilidad extracontractual, solo que ahora ese deber se convertía en una obligación
específica que era asumida por el deudor en favor de determinado acreedor.
A partir de ese momento, la jurisprudencia francesa –seguida luego por la argentina-
comenzó a “descubrir” obligaciones tácitas de seguridad en infinidad de relaciones
contractuales: los juegos de feria, los picaderos para la práctica de equitación, las aerosillas, la
hotelería, los restaurantes y bares, los establecimientos termales, los cines, la locación
inmobiliaria, las organizadores de encuentros deportivos, las colonias de vacaciones, los
establecimientos educativos, los médicos, quienes comercializan productos elaborados, etc3.
Sin embargo, la obligación de seguridad así concebida no pasaba de ser una creación
pretoriana sin sustento enlos textos legales (más allá de la invocación del art. 1198 del Código
Civil para fundarla en la buena fe, de ciertas normas puntuales que fueron reinterpretadas
como consagrando un deber de tal naturaleza –art. 1118, Código Civil; art. 184, Código de
Comercio-, y de otras que poco a poco fue sancionando el legislador –art. 75 ley 20.744; art. 33,
ley 23.184; art. 1117, Código Civil-), lo que sin duda generaba gran incertidumbre acerca del
régimen aplicable. Diversos aspectos eran debatidos por la doctrina, y los fallos daban sobre
esos puntos soluciones oscilantes. No estaba claro, por caso, si la obligación de seguridad debía
considerarse tácitamente incluida en todos los contratos, o únicamente en aquellos que
implican riesgos para la persona o los bienes del acreedor; si era de medios o de resultado (y
cuáles eran los criterios para definir esta cuestión en cada caso), o qué vinculación debía existir
entre el daño y la prestaciónprincipal para poder entender que ese deber de protección del
acreedor había sido incumplido (si –siguiendo el ejemplo clásico de Larenz- el dependiente de
un pintor comete un robo aprovechando la ocasión de encontrarse solo en la vivienda del
cliente, ¿puede decirse que el empresario es responsable por violación de la obligación de
seguridad? 4). También se criticaba la existencia de obligaciones de seguridad de medios, que
terminan jugando en perjuicio de las víctimas en aquellos casos en los cuales, de no haber
2
Corte de Casación, Sala Civil, 21/11/1911, Sirey, 1912-1-73, con nota de Charles Lyon-Caen.
3
Vid. Bloch, Cyril, L’obligation contractuelle de sécurité, Presses Universitaires d’Aix-Marseille, Aix-en-Provence,
2002, p. 15. Para la jurisprudencia argentina, vid. Picasso, La singularidad…, cit.,p. 250/251.
4
Larenz, Karl, Derecho de obligaciones, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, t. I, p. 297; trad. de
Jaime Santos Briz.
existido ese deber contractual, estas últimas habrían podido recurrir al régimen de la
responsabilidad extracontractual objetiva por el hecho de las cosas 5.
Todos estos problemas encuentran solución en la versión superadora de la obligación de
seguridad que importó su inclusión en las relaciones de consumo, avalada por una expresa
previsión constitucional.
5
Para un repaso de todas estas cuestiones vid. Picasso, La singularidad…, cit., p. 242 y ss.; Prevot, Juan M. – Chaia,
Rubén A., La obligación de seguridad, Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p. 62 y ss.
6
CSJN, 6/3/2007, “Mosca, Hugo A. c /Provincia de Buenos Aires y otros”, LL, 2007-B, 363, con nota de Atilio A.
Alterini; CNCiv., Sala L, 26/2/2009, “Lezcano, Yolanda c/ Metrovías S.A.”; ídem, Sala K, 29/7/2013, “Marsullo, Marta
S. c/ Cencosud S.A.”, elDial.com- AA81A5; ídem, Sala A, 25/6/2013, “Ruiz, Jorge R. y otra c/ Telefónica de Argentina
S. A. y otro”.
7
- Picasso, Sebastián – Wajntraub, Javier H., “Las leyes 24.787 y 24.999: consolidando la protección del
consumidor”, JA, 1998-IV, 753; Picasso, Sebastián, “La culpa de la víctima en las relaciones de consumo.
Precisiones de la Corte Suprema”, LL, 2008-C, 562; Bueres, Alberto J. – Picasso, Sebastián,“La responsabilidad por
daños y la protección al consumidor”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2009-1-31; López Cabana,
Roberto M., en Stiglitz, Gabriel (dir.), Derecho del consumidor, n°. 5, Juris, Buenos Aires, 1994, p. 16;
MossetIturraspe, Jorge – Lorenzetti, Ricardo L., Defensa del consumidor, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2003, p. 311;
Hernández, Carlos A. – Frustagli, Sandra A., comentario al art. 5 en Picasso, Sebastián – Vázquez Ferreyra, Roberto
A. (dirs.), Ley de defensa del consumidor comentada y anotada, La Ley, Buenos Aires, 2009, t. I, p. 96; CNCiv., Sala
A, 25/11/2011, “A,E., G. O. c/ Trenes de Buenos Aires S. A. y otro”, LL, 2012-A, 80; ídem, 19/4/2012, “Duvidovich
Gallo, Patricia Adriana c/ Valle de Las Leñas S.A. y otro”, JA, 25/7/2012 , 41; ídem, 30/5/2012, “Ramírez, César
Antonio c. Metrovías S.A.”, RCyS, 2012-VIII , 235.
en forma concurrente —pese a que la ley dice, impropiamente, "solidaria"—, sin perjuicio de
las acciones de regreso que puedan corresponder una vez indemnizada la víctima 8.
8
Vid. Picasso, Sebastián, "La culpa de la víctima en las relaciones de consumo. Precisiones de la Corte Suprema",
op. y loc. cit.; ídem, comentario al art. 10 bis en Picasso–Vázquez Ferreyra, Ley de Defensa del Consumidor
comentada y anotada, cit., t. I, p. 162/163.
9
En ese sentido, las III Jornadas Marplatenses de Responsabilidad Civil y Seguros (Mar del Plata, 25, 26 y 27 de
octubre de 2012) declararon: “El Proyecto de 2012 no trata la obligación de seguridad, que pasa a estar regulada
específicamente en el ámbito de las relaciones de consumo” (conclusiones de la Comisión n°3, punto 6).
Cerramos estas breves explicaciones con dos ejemplos prácticos. El primero, un caso
típico de obligación de seguridad regido ahora por el derecho del consumo: el paciente de una
clínica cae de la camilla en la que era transportado y se lesiona. En este caso es claro que existe
relación de consumo con la clínica, y por consiguiente se aplica el art. 5 de la LDC y hay
responsabilidad objetiva del nosocomio por violación a esa obligación de seguridad de
resultado.
Otro ejemplo, que debe enmarcarse en el derecho común y donde, por consiguiente, ya
no se aplica la obligación de seguridad: una persona es contratada para un casting tendiente a
seleccionar a un doble de riesgo para una publicidad, y mientras ejecuta una prueba peligrosa
yerra el salto, con tan mala suerte que el arnés que la sujetaba falla y la persona cae al vacío.
Este caso se decidió antes de la entrada en vigor del nuevo código aplicando la concepción
clásica de la obligación tácita de seguridad 10 (nótese que no existe relación de consumo entre la
persona que realiza el casting y la empresa que la contrató), pero a partir de la vigencia de esa
nueva normativa esa solución resultaría inaplicable, pues como se ha visto el Código Civil y
Comercial prescinde de la obligación de seguridad en el derecho común. La solución se
encuentra, en ese nuevo cuerpo legal, en los arts. 1757 y 1758 (el arnés tenía un defecto que lo
tornaba peligroso), con lo que la empresa responde objetivamente en base al factor riesgo
creado.
Estas constataciones nos demuestran que en el nuevo código se ha
“descontractualizado” la seguridad en el derecho común, y que la reparación de los daños que,
en ocasión de la ejecución del contrato, sufra el acreedor en su persona o bienes (distintos de
los que conforman el objeto del negocio) se resarcirán por aplicación de las reglas que rigen la
responsabilidad extracontractual. Muy distinta es la cuestión en el derecho del consumo, que
es hoy en día la sede natural de la obligación de seguridad, y donde esta mantiene toda su
vigencia.
Con el Código Civil y Comercial, entonces, la obligación de seguridad deja el viejo palacio
del derecho común y se instala definitivamente en el moderno loft del derecho del consumo,
morada esta que se revela, hoy en día, mucho más funcional y adaptada a sus necesidades
actuales.
10
CNCiv., Sala H, 3/10/2013, “González, Josué Emmanuel c/ Pioneras Producciones Sociedad Anónima y otros”, LL
2014-C, 173. El voto de la mayoría calificó esa obligación como de medios.
RESPONSABILIDAD CIVIL PROFESIONAL. CON ESPECIAL
ATENCIÓN A LA RESPONSABILIDAD DE LOS MÉDICOS,
ABOGADOS Y ESCRIBANOS1.
En efecto, unánime resulta hoy admitir que “la responsabilidad civil de los
profesionales no constituye más que un capítulo dentro del amplio espectro de
la responsabilidad civil en general”3.
1
Ver,
de
mi
autoría:
“Responsabilidad
civil
profesional.
Con
especial
atención
a
la
responsabilidad
de
los
médicos,
abogados
y
escribanos”,
Revista
de
Responsabilidad
Civil
y
Seguros,
Alberto
J.
Bueres
(Director),
Año
XVIII,
Nº
I,
enero
de
2016,
La
Ley,
Buenos
Aires,
2016,
págs.
18
y
s.s.;
y
en
Temas
fundamentales
de
Derecho
Civil
en
el
nuevo
Código
de
Derecho
Privado,
Bibliotex
y
Advocatus,
Tucumán-‐Córdoba,
2016,
págs.
113
y
s.s.
2
Conf.
PADILLA,
Rodrigo,
Misión,
derechos,
deberes
y
responsabilidad
del
abogado,
Biblioteca
Iberoamericana
de
Derecho,
Reus
-‐Madrid,
España-‐,
Ubijus
-‐D.F.,
México-‐,
2013,
págs.
120
y
s.s.;
también
puede
verse
en
PADILLA,
Rodrigo,
Curso
de
responsabilidad
civil.
Teoría
general,
presupuestos,
conferencias,
jurisprudencia
y
Código
Civil
y
Comercial
del
año
2014,
Editorial
UNSTA,
Tucumán,
2014,
págs.
240
y
s.s.
y
324
y
s.s.
3
Conf.
TRIGO
REPRESAS,
Félix
Alberto,
“Las
responsabilidades
profesionales
en
la
última
década
del
siglo
XX
y
la
prospectiva
para
el
siglo
XXI”,
en
Los
nuevos
daños.
Soluciones
modernas
de
reparación,
vol.
1,
Carlos
A.
Ghersi
(Coordinador),
2ª
ed.,
Hammurabi,
Bs.
As.,
2000,
pág.
321;
TRIGO
REPRESAS,
Félix
A.,
“La
exigencia
de
un
nexo
adecuado
de
causalidad
entre
el
obrar
Este tipo particular de responsabilidad se puede gestar cuando los
practicantes de una profesión faltan “a los deberes específicos que ella les
impone; o sea que tal responsabilidad deriva de una infracción típica de ciertos
deberes propios de esa actividad, ya que es obvio que todo individuo que
practique debe poseer conocimientos teóricos y prácticos propios de la misma
y obrar con la diligencia y previsión necesarias con ajustes a las reglas y
métodos que correspondan”4.
profesional
y
el
daño,
como
recaudo
de
la
responsabilidad
civil
del
abogado”,
RCyS
2006,
págs.
562
y
s.s.
y
en
“Los
distintos
roles
del
abogado:
apoderado,
consultor,
patrocinante.
Deberes
y
responsabilidades
en
cada
caso”,
en
Revista
de
Derecho
de
Daños,
2005-‐1,
Responsabilidad
de
los
profesionales
del
Derecho
(abogados
y
escribanos),
Jorge
Mosset
Iturraspe
-‐
Ricardo
Luis
Lorenzetti
(Directores),
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
2005,
pág.
72.
En
idéntico
sentido,
entre
otros
tantos,
ANDORNO,
Luis
O.
“La
responsabilidad
de
los
abogados
en
los
Proyectos
de
Reforma
del
Código
Civil”,
en
Revista
de
Derecho
de
Daños,
2005-‐1,
Responsabilidad
de
los
profesionales
del
Derecho
(abogados
y
escribanos),
Jorge
Mosset
Iturraspe
-‐
Ricardo
Luis
Lorenzetti
(Directores),
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
2005,
págs.
165
in
fine
y
166;
BORAGINA,
Juan
Carlos
y
MEZA,
Jorge
Alfredo,
“Naturaleza
e
la
relación
entre
abogado
y
cliente”,
en
en
Revista
de
Derecho
de
Daños,
2005-‐1,
Responsabilidad
de
los
profesionales
del
Derecho
(abogados
y
escribanos),
Jorge
Mosset
Iturraspe
-‐
Ricardo
Luis
Lorenzetti
(Directores),
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
2005,
pág.
129;
CASTIGLIONE,
Rafael
Alberto,
“Enfoque
sobre
la
mala
práctica
profesional
de
los
abogados”,
La
Ley
NOA,
2007
(junio),
págs.
571
y
s.s.;
y
en
La
Ley
on
line
del
24/02/2010;
CASTRO
DURÁN,
Ricardo
Manuel,
“Los
pactos
limitativos
de
la
responsabilidad
civil
del
abogado”,
en
Revista
de
Derecho
de
Daños,
2005-‐1,
Responsabilidad
de
los
profesionales
del
Derecho
(abogados
y
escribanos),
Jorge
Mosset
Iturraspe
-‐
Ricardo
Luis
Lorenzetti
(Directores),
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
2005,
págs.
152
y
153;
COMPIANI,
María
Fabiana
y
STIGLITZ,
Rubén
S.,
“De
algunas
responsabilidades
profesionales
y
su
cobertura
asegurativa”,
publicado
en
RCyS,
2007,
págs.
205
y
s.s.
y
en
La
Ley
on
line
del
24/02/2010;
DÍAZ,
Eduardo
A.,
“Responsabilidad
del
abogado
por
la
confección
de
escritos.
Casuística
jurisprudencial”,
en
elDial.com,
Biblioteca
Jurídica
Online,
Suplemento
de
práctica
profesional,
03-‐02-‐2010,
año
XII;
GREGORINI
CLUSELLAS,
Eduardo
L,
“La
responsabilidad
profesional
del
abogado
y
el
resarcimiento
del
daño
moral”,
publicado
en
RCyS,
2005,
págs.
480
y
s.s.
y
en
La
Ley
on
line
del
24/02/2010;
GREGORINI
CLUSELLAS,
Eduardo
L,
“Responsabilidad
de
abogados
y
procuradores
por
pérdida
de
chance”,
publicado
en
RCyS,
2002,
págs.
409
y
s.s.
y
en
La
Ley
on
line
del
24/02/2010;
STIGLITZ,
Rubén
S.,
“Seguro
contra
la
responsabilidad
civil
profesional”
en
Revista
de
Derecho
de
Daños,
2005-‐1,
Responsabilidad
de
los
profesionales
del
Derecho
(abogados
y
escribanos),
Jorge
Mosset
Iturraspe
-‐
Ricardo
Luis
Lorenzetti
(Directores),
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
2005,
pág.
96.
4
Ibídem
cita
anterior,
y
también
ver
en
TRIGO
REPRESAS,
Félix
A.,
“La
noción
clásica
de
culpa.
Domat.
Código
Civil
francés.
Código
Civil
argentino”,
Revista
de
Derecho
de
Daños,
2009-‐1,
La
En este sentido hace un tiempo Planiol -primero- y -después- Ripert decían
de la responsabilidad profesional que “Todo individuo que ejerce una
profesión está obligado a poseer los conocimientos teóricos y prácticos
propios de ella, debiendo poner en su conducta la previsión y la diligencia
necesarias”5.
La culpa profesional.
culpa
-‐I,
Jorge
Mosset
Iturraspe
-‐
Ricardo
Luis
Lorenzetti
(Directores),
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
2009,
pág.
49;
DÍAZ,
Eduardo
A.,
“Responsabilidad
del
abogado
por
la
confección
de
escritos.
Casuística
jurisprudencial”,
en
elDial.com,
Biblioteca
Jurídica
Online,
Suplemento
de
práctica
profesional,
03-‐02-‐2010,
año
XII;
KEMELMAJER
DE
CARLUCCI,
Aída,
“Daños
causados
por
abogados
y
procuradores”,
J.A.,
1993-‐III,
pág.
711;
WIERZBA,
Sandra
M.,
“Responsabilidad
civil
del
abogado
por
prescripción
de
la
acción
intentada”,
RCyS,
2007,
págs.
598
y
s.s.
5
PLANIOL,
Marcelo
y
RIPERT,
Jorge,
Tratado
Práctico
de
Derecho
Civil
Francés,
Tomo
sexto,
Las
Obligaciones,
primera
parte,
con
el
concurso
de
Pablo
Esmein,
traducción
española
de
Mario
Díaz
Cruz
con
la
colaboración
de
Eduardo
Le
Riverend
Brusone,
Cultural
S.
A.,
Habana,
1936,
nº
523,
pág.
721.
También
POTHIER
-‐al
tratar
sobre
los
daños
y
perjuicios
que
resultan
del
incumplimiento
o
retardo
en
el
cumplimiento
de
las
obligaciones-‐
hace
expresa
referencia
al
profesional.
Con
los
conocidos
ejemplos
que
brinda
se
sirve
para
hacer
una
distinción
según
se
trate
de
personas
legas
o,
por
el
contrario,
entendidas
en
los
asuntos
implicados.
Así,
refiere
el
ejemplo
de
la
ruina
de
una
casa
producto
de
piezas
de
maderas
defectuosas
que
han
servido
para
apuntalarla.
Entonces,
si
dicho
vendedor
no
era
un
hombre
entendido
en
el
asunto
y
por
lo
tanto
no
era
de
su
oficio
conocer
la
calidad
de
los
maderos,
cuyos
defectos
los
ignoraba,
los
daños
y
perjuicios
solamente
consistirán
en
una
deducción
del
precio
de
lo
que
se
ha
pagado
de
más
al
comprar
por
bueno
lo
que
era
defectuoso.
En
cambio,
si
el
que
ha
vendido
era
un
hombre
del
oficio
-‐vg.
un
carpintero-‐,
vendrá
obligado
al
pago
de
los
daños
y
perjuicios
que
resulten
de
la
ruina
y
“no
será
admitida
su
disculpa
de
que
él
los
creía
buenos
y
suficientes;
pues
aún
cuando
dijera
verdad,
esta
ignorancia
de
su
parte
no
podría
excusarse
en
un
hombre
que
hace
profesión
pública
de
un
estado
y
de
un
arte:
Imperitia
culpae
annumeratur
(L.
132,
D.
de
R.
I.)”,
conf.
POTHIER,
Roberto
José,
Tratado
de
las
Obligaciones,
traducido
al
español
con
notas
de
derecho
patrio
por
una
sociedad
de
amigos
colaboradores,
parte
primera,
Barcelona,
Imprenta
Roger,
1839,
nº
163,
pág.
97.
Existe
además
una
excelente
traducción
-‐de
fácil
acceso-‐
realizada
por
M.
C.
de
las
Cuevas,
tomando
la
edición
francesa
de
1824
dirigida
por
Dupin,
editado
por
Eliasta
S.R.L.,
libro
de
edición
Argentina
-‐impreso
en
San
Pablo,
Brasil-‐,
1993,
nº
163,
pág.
94.
En
fin,
puede
consultarse
también
la
edición
de
1947
realizada
por
la
Editorial
Atalaya,
Buenos
Aires,
nº.
163,
pág.
94,
también
la
corrige
y
revisa
M.
C.
de
las
Cuevas
tomando
la
versión
directa
del
Traité
des
Obligations
según
la
edición
de
1824.
Por
cierto
que
este
tema
de
los
daños
y
perjuicios
es
tomado
directamente
por
POTHIER
de
las
enseñanzas
de
Molineo
o
Dumoulin.
Si la culpa profesional es diversa a la culpa común, parece estar casi
resuelto. En efecto, si afirmé recién que no existe una responsabilidad
profesional con criterios o fundamentos distintos de los principios genéricos,
es justamente porque no es válido predicar que la llamada culpa profesional
sea una especie particular de culpa, harto distante de la común aplicable al
“profano” Entonces: la culpa profesional no se distancia en absoluto de la
general. Pero esta cuestión, así presentada, no fue siempre tan clara, ni es
doctrina unánime en todos lados. En puridad esta dicotomía ha pasado por
diversas etapas (de hecho existió una importante corriente doctrinaria que
intentó distinguir la culpa profesional de la culpa común; e incluso otra que
pregonaba hacer responsables a los profesionales solamente si incurriesen en
culpa grave -o dolo-)6.
6
Hago
un
desarrollo
completo
de
esta
cuestión
en
PADILLA,
Rodrigo,
Misión,
derechos,
deberes
y
responsabilidad
del
abogado,
Biblioteca
Iberoamericana
de
Derecho,
Reus
-‐Madrid,
España-‐,
Ubijus
-‐D.F.,
México-‐,
2013,
págs.
126
y
s.s.;
también
puede
verse
en
PADILLA,
Rodrigo,
Curso
de
responsabilidad
civil.
Teoría
general,
presupuestos,
conferencias,
jurisprudencia
y
Código
Civil
y
Comercial
del
año
2014,
Editorial
UNSTA,
Tucumán,
2014,
págs.
241
y
s.s.
y
págs.
328
y
s.s.
7
“La
pericia
indica
un
modo
de
conducta,
un
esquema
de
actuación
que
debe
ser
llenado
por
un
modelo
profesional…
la
expresión
pericia,
su
simple
uso
ya
indica
que
el
modelo
de
conducta
al
que
se
reclama
es
un
profesional.
Pericia
es
el
esquema
de
conducta
que
sólo
puede
ser
integrado
por
un
modelo
que
presupone
una
determinada
habilidad
técnica.
Es
la
diligencia
del
experto”,
conf.
BADOSA
COLL,
Ferrán,
“La
diligencia
y
la
culpa
del
deudor
en
la
obligación
civil”,
Studia
Albornotiana
dirigidos
por
Evelio
Verdera
y
Tuells,
Nº
LI,
Publicaciones
del
Real
Colegio
de
España,
Bolonia,
1987,
págs.
122
y
123.
Quien
además
señala
que
“Hay
una
segunda
característica
de
la
pericia:
el
que
el
modelo
de
conducta
profesional
que
ha
de
integrarla
viene
determinado
siempre
por
la
naturaleza
intrínseca
de
la
actividad
a
la
que
debe
de
aplicarse”,
ob.
cit.,
pág.
123.
inverso8. No obstante ello, la culpa profesional es una simple manifestación de
la culpa común. Y claro que hoy tampoco se exige, al menos en nuestro
Derecho, que el profesional incurra en una culpa grave para hacerlo
responsable.
Esta teoría, para comenzar, es harto discutida incluso en los países en los
cuales tuvo su mayor desarrollo (vg. Francia, Italia y Alemania)11. En otras
10
Conf.
MAZEAUD,
Henri
y
Léon
–
TUNC,
André,
Tratado
Teórico
y
Práctico
de
la
Responsabilidad
Civil
Delictual
y
Contractual,
t.
1ero,
vol.
1,
traducción
de
la
5ª
edición
por
Luis
Alcalá
Zamora
y
Castillo,
Ediciones
Jurídicas
Europa-‐América,
Buenos
Aires,
1962,
nº
66
y
s.s.,
págs.
86
y
s.s.;
y
t.
1ero,
vol.
2,
nº
511,
pág.
171
y
nº
515,
pág.
190,
nº
514,
pág.
190,
respectivamente.
La
negrita
me
pertenece.
11
Todo
se
discute
con
respecto
a
esta
clasificación,
incluso
su
verdadero
origen
o
génesis.
Sobre
el
particular
en
otras
obras
he
señalado
que
“respecto
del
origen
de
esta
clasificación,
hay
que
reconocerlo,
aún
no
está
muy
definido.
En
efecto,
hay
autores
que
sostienen
que
ya
los
romanos
conocían
tal
distingo.
También
se
dijo
que
su
génesis
puede
haber
estado
en
la
doctrina
antigua
alemana,
o
en
autores
franceses
clásicos.
Con
más
precisión,
estudiosos
en
la
materia
han
puesto
de
resalto
que
tal
categorización
fue
vislumbrada
por
BERNHÖFT
en
el
año
1889
mientras
comentaba
el
proyecto
del
Código
Civil
alemán.
Luego
fue
FISCHER
quien
las
bautizó
como
obligaciones
subjetivas
y
objetivas,
términos
que
no
han
tenido
más
que
una
crítica
unánime
posterior.
Después
tal
categorización
es
acogida
por
otros
autores
alemanes
como
BEKKER
y
HARTMANN.
Todavía
cuadra
mencionar
a
los
autores
italianos
OSTI
y
LEONE
como
precursores
de
esta
doctrina,
e
incluso
se
han
encontrado
rastros
de
este
distingo
en
las
obras
de
DOMAT,
GLASSON,
GABBA
y
PLANIOL.
Lo
que
no
puede
negarse,
y
nadie
lo
hizo,
es
que
fue
René
DEMOGUE
quien
las
sistematizó,
haciéndolas,
así,
conocidas
al
mundo
jurídico”,
conf.
PADILLA,
Rodrigo,
Misión,
derechos,
deberes
y
responsabilidad
del
abogado,
Biblioteca
Iberoamericana
de
Derecho,
Reus
-‐Madrid,
España-‐,
Ubijus
-‐D.F.,
México-‐,
2013,
págs.
179
y
180;
también
puede
oportunidades he tratado esta temática12, no lo haré aquí con profundidad. Sí
haré mención a su recepción en el nuevo Código en diversas normas, tales
como los arts. 774, 1723 y 1768.
También esa misma norma señala que las cláusulas que comprometen los
“buenos oficios”, o a aplicar los mejores esfuerzos quedan comprendidas en el
inc. a (obligaciones de medios “ordinarias”); mientras que la cláusula llave en
mano o producto en mano, figura como ejemplo de las obligaciones del inc. c
(obligaciones de resultados “ordinarias”); No brinda ejemplos del inc. b, que
pueden entenderse como obligaciones de resultados “atenuadas” o de medios
“reforzadas”-según cierta doctrina13-.
verse
en
PADILLA,
Rodrigo,
Cuestiones
sobre
Derecho
Registral,
Notarial
y
Responsabilidad
del
Escribano,
Editorial
UNSTA,
Tucumán,
2013,
págs.
201
y
202.
12
Ver
PADILLA,
Rodrigo,
“La
responsabilidad
civil
del
abogado
y
las
obligaciones
de
medios
y
resultado”,
publicado
en
Revista
de
responsabilidad
civil
y
seguros,
Atilio
A.
Alterini
(Director),
año
VIII,
Nº
IV,
abril
de
2006,
La
Ley,
Buenos
Aires,
págs.
26
y
s.s.
También
en
PADILLA,
Rodrigo,
Misión,
derechos,
deberes
y
responsabilidad
del
abogado,
Biblioteca
Iberoamericana
de
Derecho,
Reus
-‐Madrid,
España-‐,
Ubijus
-‐D.F.,
México-‐,
2013,
págs.
178
y
s.s.;
también
puede
verse
PADILLA,
Rodrigo,
Cuestiones
sobre
Derecho
Registral,
Notarial
y
Responsabilidad
del
Escribano,
Editorial
UNSTA,
Tucumán,
2013,
págs.
199
y
s.
s.
13
Según
Atilio
A.
Alterini
“la
doctrina
actual
distingue
entre
obligaciones
de
resultados
ordinarias
o
de
régimen
normal,
y
obligaciones
de
resultados
atenuadas
o
aligeradas,
por
una
parte;
y
agravadas,
absolutas
o
de
régimen
severo,
por
la
otra.
En
las
obligaciones
de
resultado
ordinarias,
el
deudor
contractual
se
libera
únicamente
si
prueba
el
caso
fortuito…
En
las
obligaciones
de
resultado
atenuadas,
en
cambio,
la
prueba
de
la
falta
de
culpa
-‐o
sea
de
la
conducta
diligente-‐
resulta
bastante
para
la
liberación
del
deudor…
En
las
obligaciones
de
resultado
agravadas,
la
causa
extraña
útilmente
invocable
es
calificada:
la
ley
describe
con
puntualidad
los
únicos
hechos
relevantes
para
la
liberación
del
deudor,
a
cuyo
efecto
es
insuficiente
el
caso
fortuito
genérico”.
Además hay que tener en consideración que el nuevo Código establece en
el art. 1723 que cuando de las circunstancias de la obligación, o de lo
convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado
determinado, “su responsabilidad es objetiva”.
Como regla debe entenderse que el actor -ex paciente, cliente o requirente
de servicios médicos, jurídicos y notariales, respectivamente- debe demostrar
los denominados presupuestos de la responsabilidad civil. En ese aspecto los
arts. 1734, 1736 y 1744 establecen que en principio el actor debe acreditar el
factor de atribución de responsabilidad (culpa profesional, por regla), la
Ver:
ALTERINI,
Atilio
Aníbal,
“El
caso
fortuito
como
causal
de
liberación
del
deudor
contractual”,
publicado
en
Atilio
A.
ALTERINI
y
Roberto
M.
LÓPEZ
CABANA,
Derecho
de
Daños,
La
Ley,
Bs.
As.,
1992,
págs.
160
y
161.
También
nos
enseña
ALTERINI
que
la
tendencia
actual
en
la
doctrina
francesa
es
“aceptar
la
existencia
de
presunciones
de
culpabilidad
del
deudor
en
ciertas
obligaciones
de
medios,
a
las
cuales
se
las
rotula
como
reforzadas”,
art.
cit.,
pág.
163.
En
esta
misma
senda
puedo
citar
un
interesante
trabajo,
no
ya
de
Atilio
Aníbal,
sino
de
Juan
Martín
ALTERINI,
quien
también
nos
habla
de
obligaciones
de
resultado
ordinarias,
agravadas
y
atenuadas,
siendo
que
en
general
el
abogado
se
obliga
frente
a
su
cliente
bajo
la
órbita
de
estas
últimas,
es
decir
que
el
letrado
tendría
que
demostrar
que
en
la
emergencia
desplegó
una
conducta
diligente
-‐probar
su
no
culpa-‐,
según
su
parecer.
Ver:
ALTERINI,
Juan
Martín,
“La
responsabilidad
del
abogado
en
el
marco
de
la
teoría
de
las
obligaciones
de
resultado
atenuadas”,
publicado
en
RCyS,
2001,
págs.
418
y
s.s.,
y
en
La
Ley
on
line
del
24/02/2010.
relación de causalidad y el daño alegado. Ello salvo disposición legal en
contrario -referido a los factores de atribución- o que se impute o presuma la
relación de causalidad o el daño (o que tales perjuicios surjan notorios, in re
ipsa loquitur). Obviamente quien invoque una circunstancia eximente, causa
ajena o imposibilidad de cumplimiento, también corre con su prueba, según lo
indican claramente esas mismas normas.
Voy a tocar ahora un tema muy sensible que también abunda en los
anaqueles jurisprudenciales. Además ha sido la “vedette” de la
estimamos-‐
el
carácter
‘dinámico’
de
las
reglas
en
cuestión;
en
tanto
y
en
cuanto
no
se
atan
a
preceptos
rígidos,
sino
que,
más
bien,
dependen
de
las
circunstancias
del
caso
concreto…
dicho
ello
en
el
sentido
de
que
según
fueren
las
circunstancias
del
caso
puedan
desplazarse
hacia
una
u
otra
de
las
partes,
en
mira
-‐e
insistimos
en
el
punto-‐
a
servir
mejor
a
la
justicia
del
caso
llevado
a
los
estrados
judiciales;
servicio,
y
bien
sabemos,
que
es
la
meta
del
proceso
civil
contemporáneo”,
art.
cit.,
pág.
1005
a
1007.
Lo
marcado
entre
paréntesis
me
pertenece.
Ver
el
desarrollo
de
esta
doctrina
en
PEYRANO,
Jorge
W.
y
CHIAPPINI,
Julio
O.,
“El
derecho
probatorio
posible
y
su
realización
judicial”,
en
Tácticas
en
el
proceso
civil,
t.
III,
Rubinzal
Culzoni,
Santa
Fe,
1990,
pág.
39.
16
Hace
unos
años
he
tenido
oportunidad
de
expresar
que
compartía
las
ideas
del
estimado
profesor
LORENZETTI
quien
señaló
que
se
debe
diferenciar
las
cargas
dinámicas
de
la
adjudicación
a
quien
está
en
mejores
condiciones.
Esta
última
es
una
regla
externa
al
proceso
que
ha
sido
desarrollada
por
la
escuela
del
análisis
económico
del
Derecho
y
que
consiste
en
adjudicar
la
carga
demostrativa
a
quien
le
resulte
más
barato
producirla.
Mientras
que
la
distribución
dinámica
es
un
principio
interno
del
proceso,
que
se
desarrolló
por
oposición
a
las
cargas
“estáticas”,
y
su
interés
es
flexibilizar
en
supuestos
de
excepción,
aquellas
reglas
fijas.
Entonces
la
distribución
dinámica
se
opone
a
la
“fija”,
no
habiendo
razón
para
afirmar
que
la
regla
adjudicativa
a
quien
está
en
mejores
condiciones
probatorias
no
vaya
a
ser
fija.
En
realidad,
esta
última
no
tiene
una
relación
directa
con
el
par
binario
estático/dinámico,
conf.
LORENZETTI,
Ricardo
Luis,
“Teoría
general
de
la
distribución
de
la
carga
probatoria”,
en
Revista
de
Derecho
Privado
y
Comunitario
N°
13,
Prueba
I,
Rubinzal
Culzoni,
Buenos
Aires,
1997,
págs.
61
y
s.s.
y
nuestra
Misión,
derechos…
ob.
cit.,
pág.
217.
responsabilidad civil en las últimas décadas. Me refiero, claro está, a la
responsabilidad derivada de la mala praxis médica17.
Así, existen autores que creen que pregonar que los médicos están sujetos a
obligaciones de medios, implica favorecerlos sobremanera. Otros opinan que
hacer pesar sobre ellos obligaciones de fines, conlleva un despropósito sin
justificativo alguno que no sólo perjudica a los galenos, sino a los propios
pacientes (vg. debido al encarecimiento del seguro de responsabilidad civil, o
por el hecho que los médicos no ejercitarán su profesión en situaciones
riesgosas, etc.).
Por supuesto que si alguien sostiene que el médico está obligado sólo a
actuar diligentemente -medios- no es lo mismo que decir que éste debe
cumplir resultados concretos.
17
Trato
este
tema
en
PADILLA,
Rodrigo,
Curso
de
responsabilidad
civil.
Teoría
general,
presupuestos,
conferencias,
jurisprudencia
y
Código
Civil
y
Comercial
del
año
2014,
Editorial
UNSTA,
Tucumán,
2014,
págs.
251
y
s.s.
y
págs.
397
y
s.s.
compromete una actividad diligente (opera), que tiende al logro de cierto
resultado esperado, pero -reitero- sin asegurar que éste se produzca.
Pero, reitero, esto no es tan simple como pareciera ser a primera vista.
Por ello se hace un nuevo distingo en la propia rama médica. Y se dice así,
que ciertas especialidades de la medicina están sujetas a obligaciones de
medios y, lógicamente, otras a resultados concretos.
Ahora bien, como esta subdivisión se quedó corta para captar toda la rica
realidad, se realiza otro distingo en el mentado distingo (excepción de la
excepción que vuelve a validar la regla). Así, se dice que en ciertas
especialidades si bien están sujetas a obligaciones de fines, a veces serán éstas
de medios… y así sucesivamente: distingos y más distingos hasta la eternidad.
Ahora bien, siendo que la obligación del médico es, según se apuntó, por
regla, de medios, ha de ser el paciente demandante quien debe demostrar que
el daño sufrido se debe a la culpa galena.
Frente a ello muchos autores apuntaron que tal prueba era sumamente
dificultosa de obtener, cuando no de cumplimiento imposible. Es decir que el
onus probandi atentaba contra el legítimo derecho del paciente -víctima- de
acudir a la Justicia. Sobre sus espaldas se carga con el peso de la demostración
del hecho antijurídico (que el nuevo Código argentino presume, es cierto), del
daño, el nexo causal y la culpa profesional. Con tal panorama desalentador no
faltaron voces que aclamaron a gritos que esta clasificación era injusta, pues
funcionaba como un escudo protector para los galenos, al no poder en la
práctica probarse el actuar culposo del facultativo.
Es claro que poco importa que pregonemos que el médico está sujeto a
obligaciones de medios o resultado. Pues lo relevante será determinar si el
galeno ha cumplido con su deber acorde lo haría un buen profesional
(teniendo en consideración su especialidad, claro está) situado en sus mismas
circunstancias. Vale decir respetando los principios que rigen su “ciencia”
particular, no desviándose de la misma en la emergencia.
Dicho esto con carácter general, puesto que también se aclara que los
letrados pueden obligarse a resultados concretos, tales como cuando redactan
un contrato, o emiten un dictamen, o con respecto de las cargas procesales que
deben cumplir, entre otros quehaceres cotidianos de los abogados.
5) Conclusiones.
Derecho
Privado VIII
(Daños)
1
Relaciones entre la
acción civil y la acción
penal
Acción civil y acción penal
Acciones que surgen del ilícito civil y del ilícito penal
Cuando el acto ilícito civil configura a la vez un delito del derecho criminal, se
plantean cuestiones derivadas de la diversidad de acciones que se pueden
ejercer. En primer lugar, la conducta ilícita que es tipificada como un delito y
castigada por el derecho penal. Por otra parte, si ese hecho daña a un particular,
este último debe ser resarcido. Esta concurrencia de acciones llevará a la
necesidad de analizar las implicancias que de ellas derivan.
La acción penal surge del delito criminal y tiene por objeto la punición del
dañador, mientras que la acción civil tiene como fundamento el daño
ocasionado a la víctima y busca la reparación del mismo. La acción penal tiene
en miras al presunto culpable, mientras que la acción civil mira a la víctima, su
indemnización y gira en torno a ella1.
Si bien el Código Civil de Vélez Sarsfield regulaba, en sus arts. 1096 a 1106, el
1
Para un análisis completo de esta cuestión deberás consultar: Pizarro y Vallespinos (2013) a partir de la pág.
661; y Pizarro y Vallespinos (2012) V.
vínculo que existe entre la acción penal y civil, promovidas ambas en razón del
mismo hecho ilícito; el Código Civil y Comercial consagra, partiendo de las
premisas ya establecidas en nuestro sistema, diversas modificaciones al régimen
anterior, con el objeto de aclarar y facilitar el sistema, y estableciendo nuevas
reglas al respecto, arduamente reclamadas por la doctrina y jurisprudencia
mayoritarias. Se entiende, así, que logra mejorar el sistema.
2
Art. 1774 – Ley N° 26.994. Código Civil y Comercial de la Nación (2014). Honorable Congreso de la Nación Argentina.
3
El federalismo argentino adoptado en el art. 1 de la Constitución Nacional supone la coexistencia de distintos
órdenes de gobierno con potestades institucionales, políticas, administrativas, tributarias propias y
concurrentes, que se rigen por el principio sentado en el art. 121, en virtud del cual las provincias conservan
todo el poder no delegado a la Nación por medio de la CN. El dictado de los códigos de procedimientos es una
facultad no delegada. La Constitución Nacional (art. 75, inc. 12) establece que la facultad de dictar las normas de
fondo corresponde a la Nación (Código Civil, Código de Comercio, Código Penal, etc.), reservándose a las
provincias la facultad de dictar los códigos de procedimientos a través de sus legislaturas.
El artículo 29 del Código Penal
El artículo 29 del Código Penal (en adelante C.P.) reza: "La sentencia
condenatoria podrá ordenar la indemnización del daño material y moral
causado a la víctima, a su familia o a un tercero, fijándose el monto
prudencialmente por el juez en defecto de plena prueba"4. En ese sentido, esta
norma otorga competencia a los magistrados en lo penal para entender y
decidir respecto de la acción penal.
4
Art. 29 – Ley N° 11.179 (1984). Código Penal de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Se ha cuestionado asimismo la legitimación activa para reclamar en el
proceso penal la indemnización del daño causado por el delito. Esto ha
sido planteado debido a que el artículo 29 del Código Penal se refiere al
daño causado a la víctima, a la familia o a un tercero, mientras que el
Código de Procedimientos Penal (art. 170) solamente considera
querellante a la persona ofendida o a sus representantes legales en caso
de incapaces. Luego de algunos fallos antagónicos, la Cámara Criminal en
pleno declaró que solo el particular ofendido por el delito puede
constituirse en querellante. Esta jurisprudencia resultó demasiado
restrictiva para los casos de homicidio, por lo que el Decreto – Ley Nº
2021/63- agregó al artículo 170 del Código de Procedimiento en Materia
Penal el siguiente párrafo: "En caso de homicidio, o de cualquier otro
delito que tuviera como consecuencia una muerte, también podrán
querellar el cónyuge, los padres y los hijos de la víctima; y quien, hasta
ese momento, hubiera sido su tutor, curador o guardador"5.
5
Art. 170 – Ley N° 2.372 – Código Procesal Penal (1888). Honorable Congreso de la Nación Argentina.
6
Art. 1094 – Ley N° 340 (1869). Código Civil. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
La suspensión del dictado de sentencia en el
proceso civil. La llamada presentencialidad
La posibilidad de una coexistencia del proceso penal y civil se advierte desde
que funciona el principio de independencia establecido en el art. 1774 del C.C.C.
Sin embargo, el proceso penal posee una importante preponderancia sobre el
proceso civil, en virtud de la influencia que la cosa juzgada ejerce sobre la
decisión que puede dictar el juez civil. Analicemos estas situaciones.
Principio
7
Art. 1775 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Coincide la doctrina en señalar que se trata de una norma de orden público y
que su aplicación resulta imperativa, por lo que el juez debe disponer de oficio
la suspensión, siendo nula la sentencia dictada en infracción a la norma.
Para que proceda la suspensión prevista en el art. 1775 del Código Civil y
Comercial de la Nación, es preciso que se encuentren reunidos algunos
presupuestos. El primero de ellos es que exista un proceso penal en curso; sea
investigación penal preparatoria o el juicio propiamente dicho, el titular debe
haber ejercido la pretensión punitiva. Pero no basta la mera amenaza de que se
realizará una denuncia penal para que se suspenda el dictado de la sentencia
en sede civil. La suspensión culmina, salvo las excepciones previstas en el art.
1775, cuando se dicte la sentencia definitiva en la sede penal. Asimismo,
también finaliza en el caso de que recaiga en la acción penal el sobreseimiento
provisional, pues dicha decisión será suficiente para que se levante la
suspensión del reclamo por daños (Sáenz, 2015).
Es preciso tener en cuenta que, aun cuando la acción no se dirija contra aquel a
quien se imputa el delito en sede penal, puede proceder la suspensión del
proceso civil resarcitorio. En efecto, enseña la doctrina, la acción de daños y
perjuicios puede dirigirse contra el responsable directo o indirecto: de tal modo
si lo que se pretende es imputar el accionar de un dependiente a su principal
(en los términos del art. 1753 del Código); aun cuando el primero no se
encuentre demandado, es preciso que la jurisdicción penal se expida con
anterioridad al dictado de la sentencia en sede civil (Sáenz, 2015). Esto es así
pues el hecho es uno solo, independientemente que los sujetos pasivos de la
pretensión penal o civil no coincidan. Lo mismo ocurre, por ejemplo, en un
accidente de tránsito cuando la pretensión penal se dirige contra el conductor y
la pretensión civil solo tiene como sujeto pasivo al titular registral.
Excepciones
8
Art. 1775 – Ley N° 26.994. Op. cit.
penal, estas pueden ampliarse, limitarse, sin que ello afecte al esquema
normativo analizado.
Puedes ampliar este concepto con una lectura completa del artículo de Sáenz,
2015. Encontrarás los datos de publicación en el listado de referencias.
9
CSJN in re "Zacarías, Claudio H. c. Provincia de Córdoba y otros", LL 1998-C, 322. CSJN. "Ataka Co. Ltda. c.
González, Ricardo y otros", La Ley, 154-85. Fallos 246-87, La Ley, 98-289; 272-188, La Ley, 133-414. Dijo la Corte:
"la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial debe pronunciarse sin supeditar su fallo "hasta tanto
recaiga pronunciamiento en sede penal" pues si existen demoras en ese trámite - más de cinco años - la dilación
ocasiona agravios a la garantía constitucional del derecho de defensa".
10
Art. 1775 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Efectos de la condena penal, la
absolución o excusa absolutoria
La redacción de la norma mejora el alcance establecido por el art. 1102 del C.C.
derogado, puntualizando que el juez civil no podrá revisar lo decidido en
relación a la existencia del hecho principal y a la culpa del condenado en sede
penal. Se ratifica la interpretación propuesta por la doctrina y jurisprudencia. Es
la imposibilidad de volver sobre las cuestiones fácticas ponderadas al momento
de tener por configurado el hecho ilícito, que compromete la responsabilidad
del sujeto y el reproche subjetivo a su comportamiento (Japaze, 2014). Los
supuestos fácticos implican la materialidad del hecho principal, la calificación
del mismo, sus circunstancias de tiempo y lugar y la participación del imputado
en el evento ilícito dañoso. Es decir, tiene que ver con la autoría y la existencia
del hecho y sus modalidades. Esto es importante, por ejemplo, en los accidentes
de tránsito, donde el juez penal puede fijar la mecánica del siniestro, plataforma
que no puede luego ser modificada por el juez civil. Ahora bien, la eventual
mención de aspectos vinculados a la existencia del daño, cuya reparación se
pretende en sede civil paralela, no condiciona la decisión que habrá de adoptar
el juez ante quien tramita la pretensión indemnizatoria. Tampoco puede
controvertirse en sede civil lo decidido respecto de la culpa del condenado.
Siendo así, el juez que deba decidir la suerte del reclamo indemnizatorio no
podrá apartarse de la calificación de culpable establecida en la sentencia penal
condenatoria, sin perjuicio de poder alegarse la culpa concurrente del sindicado
como responsable con la propia víctima o con terceros ajenos.
11
Art. 1776 – Ley N° 26.994. Op. cit.
La sentencia penal absolutoria respecto del posterior pronunciamiento en
sede civil
Respecto de la primera, una vez establecido –en el proceso penal- que el hecho
ilícito generador de la acción penal no existió, no podrá decirse lo contrario en
sede civil. En relación a la segunda, la sentencia penal que absuelve al imputado
declarando que no fue autor material del hecho investigado impide al juez civil
volver sobre la cuestión.
Japaze indica que diferente es el caso si la sentencia penal decide que un hecho
no constituye delito penal o que no compromete la responsabilidad penal
del agente (2014). Esta circunstancia habilita que en el proceso civil pueda
discutirse el mismo hecho –que existió- en cuanto generador de responsabilidad
civil. Esto quiere decir que la sentencia absolutoria –dictada en esos términos-
solo tiene efectos dentro del proceso penal, sin proyección al juicio civil; pues
los criterios de apreciación de la culpa son sensiblemente diferentes en el
proceso penal y en el civil, además, claro está, de la responsabilidad objetiva si
fuera el caso. En síntesis: el juez penal puede absolver por no configurar el
hecho un delito, o bien, porque configurado el hecho como delito, no es posible
atribuirle responsabilidad penal al imputado. En ambos casos, esta sentencia no
limita al juez civil, quien puede perfectamente condenar el resarcimiento
(Japaze, 2014).
12
Art. 1777 – Ley N° 26.994. Op. cit.
13
Art. 1778 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Impedimento de reparación del daño
Dice la norma:
14
Art. 1779 – Ley N° 26.994. Op. cit.
15
Art. 1780 – Ley N° 26.994. Op. cit.
El art. 1106 del Código Civil derogado contenía también esta regla, al establecer
que la cosa juzgada civil conserva sus efectos a pesar de la decisión penal
posterior. La principal reforma en la materia reside en las excepciones a dicho
principio general. Examinamos los incisos:
1
Responsabilidad
de los
profesionales
liberales
Derecho
Privado VIII
(Daños)
1
Responsabilidad de los
profesionales liberales
Responsabilidad de los
profesionales liberales
Las características serían: título otorgado por una universidad que habilite para
el ejercicio profesional y que certifica un bagaje de conocimientos especiales; la
matriculación en un colegio profesional; la autonomía científica como también
técnica; la sujeción a normas éticas y reglamentarias que rigen su actividad
específica1.
1
Para ampliar este punto se recomienda la lectura de: Pizarro, y Vallespinos (2012), Tomo 5 a partir de la pág.
323 y Pizarro y Vallespinos (2013) a partir de la pág. 477.
En relación a la fuente o hecho generador de dicha responsabilidad, esta puede
ser el incumplimiento de una obligación de origen legal o contractual por parte
del profesional o la simple violación de un deber genérico de no dañar a otro. A
la luz de la unificación del régimen, tales distinciones solo tienen carácter a los
fines de la relación entre los sujetos, pero no existen diferencias jurídicas, salvo
lo que se pudo ver en la unidad 2. En el actual régimen se sostiene que la
responsabilidad profesional tiene carácter obligacional o contractual, aunque,
frente a terceros, se enrola en el régimen de la responsabilidad
extracontractual. Tal como se viene diciendo a lo largo de estas lecturas, la
tesis que adopta el Código Civil y Comercial es la de la unidad del fenómeno de
la ilicitud. Unidad que no debe confundirse con uniformidad –dicen los
fundamentos expuestos por la comisión redactora-, ya que se hace hincapié
en la unificación de los supuestos que han aparejado serias dificultades.
Establece una regla general para la unificación de los ámbitos de la
responsabilidad y una regulación especial para el cumplimiento de una
prestación a través de un contrato.
2
“Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes,
surge que el deudor debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva”. Art. 1723 –
Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
3
“Concepto. La obligación de hacer es aquella cuyo objeto consiste en la prestación de un servicio o en la
realización de un hecho, en el tiempo, lugar y modo acordados por las partes”. Art. 773 – Código Civil y
Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Remitimos a la lectura de estas normas
para comprender adecuadamente el actual régimen de las obligaciones de hacer.
utilización de terceros, el modo de determinar la obligación del
profesional, están contempladas en las disposiciones generales
de los contratos de obra y servicios. En la parte especial de los
servicios se remite a las obligaciones de hacer, donde claramente
se distinguen los casos de mera actividad de los otros en los que
se promete la eficacia. También en obligaciones existen
previsiones sobre la utilización de terceros, la imputación basada
en la estructura del vínculo obligatorio, la confianza especial, y
los deberes secundarios de conducta. Los aspectos vinculados a
la prueba están contemplados en obligaciones y los de la
responsabilidad en la parte general de este tema. También en la
parte general de contratos hay numerosas disposiciones propias
de los servicios profesionales. El profesional tiene
discrecionalidad técnica, por ello puede elegir los medios a
utilizar conforme con la ciencia y conocimientos que pone en
juego en cada prestación. El Anteproyecto propone en el artículo
1253 que el contratista o prestador elige libremente los medios
de ejecución del contrato. La obligación puede ser contratada
intuitu personae, atendiendo a las condiciones personales
insustituibles del profesional. En el caso en que no sea así, el
profesional puede requerir la cooperación de terceros. El
Anteproyecto dispone (art. 1254) que el contratista o prestador
de servicios puede valerse de terceros para ejecutar el servicio,
salvo que de los estipulado o de la índole de la obligación
resulte que fue elegido por sus cualidades para realizarlo
personalmente en todo o en parte. En cualquier caso conserva
la dirección y la responsabilidad de la ejecución (Lorenzetti,
Highton de Nolasco y Kemelmajer de Carlucci, 2012,
http://www.nuevocodigocivil.com/wp-
content/uploads/2015/02/5-Fundamentos-del-Proyecto.pdf).
Y más adelante:
Hay que recordar que con el Código Civil y Comercial no cabe hacer el distingo
ente respuesta contractual o extracontractual de los profesionales, es decir, ya
no interesará la naturaleza de la responsabilidad del profesional, lo que ha
traído más de un problema a la jurisprudencia a la hora de discernir el ámbito
de aplicación. En el actual régimen se sostiene que la responsabilidad
profesional tiene carácter obligacional o contractual, aunque frente a terceros
se enrola en el régimen de la responsabilidad extracontractual. Así, la tesis que
adopta el Código Civil y Comercial es la de la unidad del fenómeno de la ilicitud.
Sin perjuicio de que la culpa sea única, es cierto que los profesionales, en razón
de su conocimiento, tienen un deber mayor de previsión y prudencia, tal como
regula el art. 1725:
En forma general, existen algunos deberes profesionales que inciden sobre los
estándares que fijan su conducta.
9
Art. 1768 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Todo esto, desde ya, sin perjuicio de la responsabilidad civil que le cabe al
propio dueño o guardián de la cosa interviniente en el hecho dañoso. Siguiendo
con el ejemplo del médico, a este no podrá considerárselo guardián del bisturí
en los términos del art. 1757, pero sí podrá aplicarse esta norma al
establecimiento de salud si resultaba ser su dueño; tampoco podrá mecanizarse
el art. 1757 contra el médico que sí era dueño de la cosa generadora de riesgo y
que originó el perjuicio (v. g., odontólogo que, con el torno de su propiedad,
produce un daño a su paciente), salvo, en ambos supuestos, que haya sido
provocado el vicio de la cosa.
El punto es opinable.
Carga de la prueba
Con respecto a la carga de la prueba, esta corresponde normalmente a quien
alega la existencia del daño. Si la obligación del profesional es de resultados, la
cuestión se simplifica para la víctima; pero si es de medios –con lo cual el
profesional compromete su deber de diligencia, pericia y prudencia orientada a
producir un resultado, pero sin asegurarlo- al actor le corresponderá probar la
existencia del daño que alega, la antijuridicidad de la conducta del deudor, la
relación causal adecuada entre el perjuicio y el incumplimiento, y, desde luego,
el factor de imputabilidad, que consiste en la culpa o dolo del infractor. En la
obligación de medios, el actor debe demostrar el incumplimiento del
profesional, es decir, su falta de diligencia y prudencia, lo que puede ser
complicado. En muchas situaciones se invertirá la prueba a quien se encuentra
en mejores condiciones de probar, que es normalmente el profesional.
Finalmente, el juez debe apreciar la prueba de acuerdo con las reglas de la
sana crítica racional, todo de conformidad a los arts. 1734, 1735 y 1736 del
C.C.C., que ya fueron analizados en las unidades 6 y 7.
Una de las ramas de la ciencia que ha tenido mayor evolución en los últimos
siglos es la medicina. Las investigaciones han logrado desarrollar fuertemente
esta disciplina por medio del descubrimiento de nuevas enfermedades, la
precisa determinación de su etiología, diagnósticos más certeros, terapias
adecuadas y tratamientos clínicos y quirúrgicos más avanzados. Lo señalado ha
implicado un acrecentamiento de la actividad médica, ampliando el espectro de
situaciones en las que puede eventualmente surgir la responsabilidad
profesional.
Régimen legal
El deber de prestar la asistencia técnicamente adecuada supone que el médico
fue requerido y aceptó intervenir, lo cual significa que asumió su deber de
prestación médica. La omisión de prestar dicha asistencia da lugar a una
responsabilidad contractual. Del mismo modo, se genera una responsabilidad
civil contractual cuando se efectúa una mala praxis, sea por error de
diagnóstico, inapropiado tratamiento clínico o quirúrgico, o ante una negligente,
imprudente o imperita intervención que cause daño a otro
.
a) Cuando los servicios del médico son requeridos por otra persona distinta
del paciente. En relación a este, la responsabilidad no nace de un
contrato.
En efecto, existe una relación íntima entre la obligación de informar que recae
sobre el médico y el consentimiento válido del paciente.
10
Podrás ampliar este tema con la lectura de Tolosa, Pamela González Rodríguez, Lorena (2015). Asunción de
riesgos y consentimiento del damnificado en el nuevo Código Civil y Comercial. Revista de responsabilidad civil y
seguros: publicación mensual de doctrina, jurisprudencia y legislación. 2015-IV, 46
Debe realizar un diagnóstico adecuado
El error de diagnóstico genera responsabilidad al médico por los daños que sufra
el enfermo como consecuencia de un tratamiento inadecuado o de haberse
sometido a una intervención inadecuada. El error debe ser grave e inexcusable.
Respecto a este punto, existe un precedente judicial que resolvió que el médico
está obligado a detectar lo detectable; de no hacerlo, se evidencia una
impericia manifiesta.
Intervención quirúrgica
La cirugía estética
Lo que hemos analizado más arriba respecto de los deberes de los médicos para
con el paciente es de aplicación en estas cirugías o tratamientos estéticos.
Breves nociones sobre Ley N° 26.529 de Derechos del paciente, historia clínica
y consentimiento informado
11
Art. 3 – Ley N° 26.529 (2009). Derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales e Instituciones de la
Salud. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
enfermedad irreversible, incurable; o cuando se encuentre en
estado terminal, o haya sufrido lesiones que lo coloquen en igual
situación; en cuanto al rechazo de procedimientos quirúrgicos,
de hidratación, alimentación, de reanimación artificial o al retiro
de medidas de soporte vital, cuando sean extraordinarios o
desproporcionados en relación con las perspectivas de mejoría,
o que produzcan sufrimiento desmesurado; también del derecho
de rechazar procedimientos de hidratación y alimentación
cuando los mismos produzcan como único efecto la prolongación
en el tiempo de ese estadio terminal irreversible e incurable.
h) El derecho a recibir cuidados paliativos integrales en el
proceso de atención de su enfermedad o padecimiento.12
12
Art. 5 – Ley N° 26.529 – Salud Pública. Sustituido por art. 2 de la Ley N° 26.742. Honorable Congreso de la
Nación Argentina.
13
Art. 16 – Ley N° 26.529. Op. cit.
14
Art. 17 – Ley N° 26.529. Op. cit.
Inviolabilidad. Depositarios. La historia clínica es inviolable. Los
establecimientos asistenciales públicos o privados y los
profesionales de la salud, en su calidad de titulares de
consultorios privados, tienen a su cargo su guarda y custodia,
asumiendo el carácter de depositarios de aquella, y debiendo
instrumentar los medios y recursos necesarios a fin de evitar el
acceso a la información contenida en ella por personas no
autorizadas. A los depositarios les son extensivas y aplicables las
disposiciones que en materia contractual se establecen en el
Libro II, Sección III, del Título XV del Código Civil, "Del depósito",
y normas concordantes.15
El tema de los daños causados con las cosas dio lugar a abundante literatura en
materia de responsabilidad civil médica, dadas las particularidades de dicha
profesión. En líneas generales, en los casos de actos médicos realizados con
cosas, no rigen los artículos 1757 y 1758 del C.C.C., ya sea que el daño haya
sido
15
Art. 18 – Ley N° 26.529. Op. cit.
16
Art. 1768 – Ley N° 26.994. Op. cit.
causado con la cosa o por el riesgo o vicio de la cosa; y en caso de estar frente a
un supuesto de responsabilidad contractual, tampoco podría hablarse de una
obligación de seguridad de resultado que comprometería una responsabilidad
objetiva. Ello, siempre que el daño ocasionado, con o por la cosa, tenga relación
con el acto médico puro.
La decisión del legislador pude ser opinable. Deberá verse el caso concreto para
evitar situaciones injustas.
Sin embargo, cabe recordar que, cuando el daño provenga del vicio de la cosa,
la responsabilidad será objetiva.
Responsabilidad civil de los psiquiatras.
Nociones generales
Lo que se acaba de exponer respecto de la responsabilidad médica es aplicable
a la responsabilidad de los psiquiatras. El deber de informar, de confidencialidad
y de obtener el consentimiento del paciente son principios fundamentales que
el profesional debe seguir en todo momento. Asimismo, se espera que el
diagnóstico sea adecuado, al igual que el tratamiento o terapia elegida para el
paciente. Todo ello debe constar en la historia clínica, que debe estar completa
y detallada.
Prestaciones en equipo
17
Art. 1761 – Ley N° 26.994. Op. cit.
18
Art. 1761 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Responsabilidad de las clínicas. Sistemas de
Medicina prepaga y obras sociales
Cuando un paciente es atendido en establecimientos asistenciales públicos o
privados se produce una coexistencia de actos de carácter hospitalario o
paramedicales y de actos galénicos. Los primeros incluirán alojamiento,
alimentación, transporte en el interior de la clínica, etc. Por otro lado, se
producirán actos medicales propiamente dichos. La relación que existe entre el
profesional que integra el cuerpo médico de la clínica y esta última constituye
una estipulación en favor de tercero, o sea del paciente que requiere asistencia
o internación en el establecimiento sanatorial.
Deber de lealtad
Secreto profesional
19
Art. 10 – Ley N° 12.990 (1947) Ejercicio Profesional de Escribanos. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
20
“Eficacia probatoria. El instrumento público hace plena fe: a) en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha,
el lugar y los hechos que el oficial público enuncia como cumplidos por él o ante él hasta que sea declarado
falso en juicio civil o criminal; b) en cuanto al contenido de las declaraciones sobre convenciones, disposiciones,
pagos, reconocimientos y enunciaciones de hechos directamente relacionados con el objeto principal del acto
instrumentado, hasta que se produzca prueba en contrario”. Art. 296 – Código Civil y Comercial de la Nación.
Honorable Congreso de la Nación Argentina. “Valor probatorio. El valor probatorio de las actas se circunscribe a
los hechos que el notario tiene a la vista, a la verificación de su existencia y su estado. En cuanto a las personas,
se circunscribe a su identificación si existe, y debe dejarse constancia de las declaraciones y juicios que emiten.
Las declaraciones deben referirse como mero hecho y no como contenido negocial”. Art. 312 – Código Civil y
Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
La función pública con la cual se encuentra investido el notario en cuanto a la
autenticidad y conservación de los actos está establecida no solo en interés de
los particulares, sino que es de carácter general. Su actuación garantiza la
seriedad y seguridad de las relaciones jurídicas, manteniendo el orden jurídico.
Desde que el escribano es un profesional, ejerce una actividad que puede ser
requerida por los particulares en su propio interés. En este sentido, y dado el
carácter de función pública que reviste su actuación, en principio, el escribano
no podría negar su intervención. En efecto, el artículo 11 de la Ley N° 12.990
determina:
21
“Escritura pública. Definición. La escritura pública es el instrumento matriz extendido en el protocolo de un
escribano público o de otro funcionario autorizado para ejercer las mismas funciones, que contienen uno o más
actos jurídicos. La copia o testimonio de las escrituras públicas que expiden los escribanos es instrumento
público y hace plena fe como la escritura matriz. Si hay alguna variación entre esta y la copia o testimonio, se
debe estar al contenido de la escritura matriz”. Art. 299 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable
Congreso de la Nación Argentina.
22
Protocolo. El protocolo se forma con los folios habilitados para el uso de cada registro, numerados
correlativamente en cada año calendario, y con los documentos que se incorporan por exigencia legal o a
requerimiento de las partes del acto. Corresponde a la ley local reglamentar lo relativo a las características de
los folios, su expedición, así como los demás recaudos relativos al protocolo, forma y modo de su colección en
volúmenes o legajos, su conservación y archivo”. Art. 300 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable
Congreso de la Nación Argentina.
23
“Requisitos. El escribano debe recibir por sí mismo las declaraciones de los comparecientes, sean las partes,
sus representantes, testigos, cónyuges u otros intervinientes. Debe calificar los presupuestos y elementos del
acto, y configurarlo técnicamente. Las escrituras públicas, que deben extenderse en un único acto, pueden ser
manuscritas o mecanografiadas, pudiendo utilizarse mecanismos electrónicos de procesamiento de textos,
siempre que en definitiva la redacción resulte estampada en el soporte exigido por las reglamentaciones, con
caracteres fácilmente legibles. En los casos de pluralidad de otorgantes en los que no haya entrega de dinero,
valores o cosas en presencia del notario, los interesados pueden suscribir la escritura en distintas horas del
mismo día de su otorgamiento. Este procedimiento puede utilizarse siempre que no se modifique el texto
definitivo al tiempo de la primera firma”. Art. 301 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso
de la Nación Argentina.
de igual o mayor urgencia.24
Diversas son las situaciones en las cuales el notario podría ver comprometida su
responsabilidad, como se verá a continuación.
Otorgamiento de escrituras públicas
El notario debe cumplir con todas las formalidades exigidas por la ley para la
validez de los instrumentos por él otorgados. Son instrumentos públicos los
instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios públicos con los
requisitos que establecen las leyes (art. 289, inc. “b”). Asimismo, debe actuar
dentro de su competencia territorial y de sus atribuciones respecto de la
naturaleza del acto (art. 290 del C.C.C.25), respetando los principios de
compatibilidad en relación a los intervinientes en el mismo (art. 291 del
C.C.C. 26) y cumpliendo todas las formalidades prescriptas por la ley (art. 292
del C.C.C.27).
24
Art. 11 - Ley N° 12. 990. Op. cit.
25
“Requisitos del instrumento público. Son requisitos de validez del instrumento público: a) la actuación del
oficial público en los límites de sus atribuciones y de su competencia territorial, excepto que el lugar sea
generalmente tenido como comprendido en ella; b) las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso, de
sus representantes; si alguno de ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento carece de validez para
todos”. Art. 290 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
26
Prohibiciones. Es de ningún valor el instrumento autorizado por un funcionario público en asunto en que él,
su cónyuge, su conviviente, o un pariente suyo dentro del cuarto grado o segundo de afinidad, sean
personalmente interesados”. Art. 291 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
27
Presupuestos. Es presupuesto para la validez del instrumento que el oficial público se encuentre
efectivamente en funciones. Sin embargo, son válidos los actos instrumentados y autorizados por él antes de la
notificación de la suspensión o cesación de sus funciones hechos conforme a la ley o reglamento que regula la
función de que se trata. Dentro de los límites de la buena fe, la falta de los requisitos necesarios para su
nombramiento e investidura no afecta al acto ni al instrumento si la persona interviniente ejerce efectivamente
un cargo existente y actúa bajo la apariencia de legitimidad del título.” Art. 292 – Código Civil y Comercial de la
Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
La nulidad del acto (art. 30928, en concordancia con el Capítulo 9 del Título IV,
Libro Primero), por causa de estas omisiones o violaciones en que incurriese el
escribano, compromete su responsabilidad por los daños que se ocasionaren a
las partes otorgantes del acto o a terceros.
28
“Nulidad. Son nulas las escrituras que no tengan la designación del tiempo y lugar en que sean hechas, el
nombre de los otorgantes, la firma del escribano y de las partes, la firma a ruego de ellas cuando no saben o no
pueden escribir y la firma de los dos testigos del acto cuando su presencia sea requerida. La inobservancia de las
otras formalidades no anula las escrituras, pero los escribanos o funcionarios públicos pueden ser sancionados”.
Art. 309 – Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
29
Art. 23 - Ley N° 12.990. Op. cit.
Secreto profesional
Existen diversos supuestos en los cuales el escribano puede ser sindicado como
responsable por un daño causado. En ciertos actos que el escribano no está
obligado a cumplir como propios de su profesión, pero que puede realizar si el
cliente se lo pide, asume una obligación de medios. La responsabilidad eventual
será de carácter contractual. En el caso de estudios de títulos, el notario
compromete su responsabilidad solamente en caso que el informe haya sido
erróneo por su culpa. No es responsable el notario ante daños originados en la
falta o demora de la inscripción de una inhibición voluntaria, ya que dicha
inscripción no está impuesta legalmente al escribano.
Este tema también fue tratado por las Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil
desarrolladas en 1982. Buena parte de la doctrina entiende que, si bien el
escribano es un profesional de derecho con una función pública, no es un
funcionario público y, en consecuencia, no le resulta aplicable el art. 1112 del
C.C. (hoy derogado). Parece lógico que si el escribano no es un dependiente
del Estado al realizar su función, tampoco lo sea al momento de causar un
daño a terceros.
Otras responsabilidades
profesionales
30
“Obra en ruina o impropia para su destino. El constructor de una obra realizada en inmueble destinada por su
naturaleza a tener larga duración responde al comitente y al adquirente de la obra por los daños que
comprometen su solidez y por los que la hacen impropia para su destino. El constructor solo se libera si prueba
la incidencia de una causa ajena. No es causa ajena el vicio del suelo, aunque el terreno pertenezca al comitente
o a un tercero, ni el vicio de los materiales, aunque no sean provistos por el contratista”. Art. 1273 – Código Civil
y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina. “Extensión de la responsabilidad por
obra en ruina o impropia para su destino. La responsabilidad prevista en el artículo 1273 se extiende
concurrentemente: a) a toda persona que vende una obra que ella ha construido o ha hecho construir si hace
de esa actividad su profesión habitual; b) a toda persona que, aunque actuando en calidad de mandatario del
dueño de la obra, cumple una misión semejante a la de un contratista; c) según la causa del daño, al
subcontratista, al proyectista, al director de la obra y a cualquier otro profesional ligado al comitente por un
contrato de obra de construcción referido a la obra dañada o a cualquiera de sus partes”. Art. 1274 – Código
Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
En caso de intervención múltiple de profesionales en la ejecución de una obra,
donde cada uno de ellos cumpla diferentes tareas, será de aplicación, según el
carácter de la intervención, la responsabilidad directa (art. 1749 del C.C.C.) o el
daño colectivo regulado por el art. 1760 del C.C.C.
En la economía actual las entidades dependen más unas de otras, de modo tal
que la información sobre la situación financiera puede generar responsabilidad.
La auditoría independiente, efectuada por contadores públicos, de los estados
contables de una entidad es un servicio vital para los inversionistas, acreedores
y otros participantes en los intercambios económicos.
Kemelmajer de Carlucci, A., Mariani de Vidal, M., Shina, F., Zunino, J. O.,
Zannoni, E. (2015). Código Civil y Comercial. Concordado con el régimen
derogado y referenciado con legislación vigente. Exégesis de los fundamentos
de la Comisión Redactores y las modificaciones del PEN. Buenos Aires: Astrea.
1
López Mesa, M. J. y Trigo Represas, F. A. (2005). Responsabilidad civil de los
profesionales. Buenos Aires: Lexis Nexis.
Derecho
Privado VIII
(Daños)
1
Responsabilidades
especiales
Responsabilidad derivada del
transporte de personas y cosas
Fundamento
1
Art. 1280 – Ley N° 26.994 (2014) Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.
2
Art. 1286 – Ley N° 26.994. Op. cit.
3
Art. 1291 – Ley N° 26.994. Op. cit.
4
Art. 1292 – Ley N° 26.994. Op. cit.
En relación al transporte de cosas, se introducen tres normas relativas a la
responsabilidad:
5
Art. 1309 – Ley N° 26.994. Op. cit.
6
Art. 1310 – Ley N° 26.994. Op. cit.
7
Art. 1311 – Ley N° 26.994. Op. cit.
8
Art. 1312 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Dice la doctrina que existe transporte benévolo o de complacencia:
Eximentes
Legitimación activa
Legitimación pasiva
Plazos de prescripción
9
Ley N° 20.094 (1973). Navegación. Poder Ejecutivo Nacional.
10
Art. 330 – Ley N° 20.094. Op. cit.
En caso de daño a la persona del pasajero, el techo indemnizatorio equivale en
pesos moneda nacional a mil argentinos oro (art. 144 C.A.).
11
Art. 155 - Ley N° 17.285 (1967). Código Aeronáutico. Poder Ejecutivo Nacional.
La reforma de 1968 incorporó la teoría del riesgo creado al Código Civil, y a
partir de tal momento se discutió en la doctrina y la jurisprudencia si podía
ejercitar, el obrero, la acción de derecho civil por medio del art. 17 de la
Ley N° 9.688. Las opiniones se encontraron divididas.
12
Art. 39- Ley N° 24.557 (1995). Ley de Riesgos del Trabajo. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Las características esenciales de la actividad deportiva son:
El deporte, como juego o profesión, es una actividad que genera riesgos para el
deportista. Ello hace que, en principio, cuando se produce alguna lesión
derivada de ese riesgo propio de la actividad, no haya por regla obligación de
reparar, la que sí existiría cuando el mismo hecho se produce fuera del juego.
Los jugadores asumen el riesgo que implica el juego, competencia o deporte,
exponiéndose voluntariamente a las contingencias del mismo, que habrá que
evaluar en el caso concreto. No serán los mismos riesgos asumidos en un
campeonato de golf, en un partido de rugby o en una competencia de boxeo.
Tiene dicho la jurisprudencia que se considera daño en un accidente deportivo:
"el daño no intencional ocasionado a otra persona (deportista, arbitro,
espectador, terceros, etc.) durante la realización de un certamen o competición
deportiva por uno de los participantes” (CCyC de Lomas de Zamora,
Angelakis, Nicolás G. c/ Tamagno, Sergio C. febrero del 2005).
Los espectadores, por otro lado, pueden experimentar daños provocados por el
desarrollo de la actividad deportiva, así como también daños originados por el
hecho de la reunión deportiva, pero con causa ajena a la competencia misma.
Régimen legal
Tal como se pudo ver, el deporte engloba diferentes manifestaciones y prácticas
de ejercicio físico o físico-intelectual del ser humano. Se ratifica, entonces, que,
en los casos en que el deportista generador del daño se hubiere ajustado al
reglamento, y dicho perjuicio haya sido intencional, en principio, no habrá
responsabilidad. Por el contrario, quedarán exceptuados del concepto de daños
ocasionados durante la práctica deportiva aquellos que sean dolosos, siendo los
mismos pasibles de responsabilidad civil. Para completar este apartado,
remitirse al punto precedente.
Naturaleza de la responsabilidad
El deporte como juego, como profesión, como espectáculo forma parte
importante de la vida del hombre, y los propios sistemas jurídicos incentivan tal
actividad. Pero tal como se vio más arriba, esta actividad puede ser riesgosa.
Por ejemplo, algo tan simple como un partido de fútbol y las lesiones que
pueden derivar de un choque entre jugadores; pero también el ajedrez es un
deporte y, tal actividad, en principio, no implica riesgo físico para los jugadores.
Por eso se debe observar caso por caso y utilizar la racionalidad para el análisis.
Por lo cual, por regla, si se produce alguna lesión derivada de ese riesgo propio
de la actividad, no hay obligación de reparar; la que sí existiría cuando el mismo
hecho se produce fuera del juego. Si el juego es lícito – se dijo que muchas
veces lleva un componente de riesgo para la integridad física de los jugadores-,
la actualización de esa potencialidad en un daño concreto es algo aceptado por
ellos de antemano como posible, y entra, de algún modo, en la categoría de
quien se ocasiona su propio daño. Por ejemplo, los daños causados entre dos
luchadores de yudo no son indemnizables, pero si en un partido fútbol, en la
playa, es lesionada una persona ajena al juego que se encontraba tomando sol,
quien patea la pelota y el dueño de esta son responsables por el daño
ocasionado. Remitirse por esto al apartado 15.3.1 y 2 para completar la idea.
Eximentes
Puede expresarse, en un enfoque que puede ser considerado como una
armonización de todas las diversas teorías absolutorias, que la
irresponsabilidad en los accidentes deportivos resulta de la concurrencia de
diversos elementos: la ilicitud del juego o deporte mismo; el consentimiento de
la víctima para exponerse y someterse a los riesgos inherentes al deporte que
practica; la ausencia de dolo, culpa u otra circunstancia que comporte la
responsabilidad del autor del daño; y, finalmente, la observancia de las reglas,
pragmáticas o cánones del juego o deporte de que se trate.
Cabe recordar aquí que el art. 1719 del C.C.C. regula la asunción de
riesgos.
Asunción de riesgos. La exposición voluntaria por parte de la
víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni
exime de responsabilidad, a menos que, por las circunstancias
del caso, ella pueda calificarse como un hecho del damnificado
que interrumpe total o parcialmente el nexo causal.13
Adicionalmente, el segundo párrafo del art. 1719 brinda una solución clara,
equitativa y razonable, para el caso de quien voluntariamente se expone a un
riesgo o peligro para salvar los bienes de otra persona: los llamados casos de
abnegación o altruismo. Se reconoce el derecho a ser indemnizado de quien
realizó el acto de abnegación o altruismo, por parte de quien creó la situación
de peligro o por el beneficiado por dicho acto. Pero en el segundo caso, a
diferencia del primero, la reparación solo procede en la medida del
enriquecimiento obtenido por el beneficiario (Tolosa-González Rodríguez,
2015).
Responsabilidad derivada de
espectáculos públicos
Caracterización
Los espectáculos públicos son aquellos que se brindan para diversión o
distracción de quienes concurren a ellos, posibilitando normalmente el acceso a
una considerable cantidad de espectadores. Los espectáculos públicos
constituyen un gran atractivo o tienen importante significación para el espíritu
de los hombres, pero, asimismo, pueden ser fuente de riesgo para los
mismos. Respecto de los espectáculos públicos deportivos, estas conclusiones
se agravan cuando vemos la proliferación de sucesos violentos en lugares que
deberían ser de esparcimiento.
13
Art. 1719 - Ley N° 26.994. Op. cit.
14
Para ampliar este tema puedes leer: Tolosa, Pamela González Rodríguez, Lorena Asunción de riesgos y
consentimiento del damnificado en el nuevo Código Civil y Comercial. Revista de responsabilidad civil y seguros:
publicación mensual de doctrina, jurisprudencia y legislación. 2015-IV, 46.
Naturaleza
El contrato de espectáculo público se celebra entre el organizador del mismo y
el espectador. El primero se obliga a hacer ejecutar una obra intelectual en las
condiciones ofrecidas y publicitadas a la otra parte, generalmente a cambio de
una contraprestación en dinero. Es un contrato innominado, bilateral,
generalmente oneroso y conmutativo, de consumo y por adhesión a
condiciones generales.
Régimen legal
La Ley N° 23.184, al igual que la Ley N° 24.192, rige en el ámbito de los
espectáculos deportivos. En consecuencia, no son aplicables dichas normas a
otros espectáculos públicos de concurrencia masiva (v. g., conciertos,
recitales de rock, etc.). Sin perjuicio de ello, los mismos son alcanzados por
las mismas reglas de derecho civil y la Ley N° 24.240 (arts. 5, 6, 40 y conc.).
Noción
Régimen legal
Según el art. 1117 del Código Civil derogado:
c) Quedan comprendidos tanto los daños causados como los sufridos por
menores que se hallen bajo el control de la autoridad educativa. Lo
expuesto implica un espectro amplio de circunstancias que se condice
con la realidad actual.
El Código Civil y Comercial, siguiendo el citado art. 1117 del Código Civil,
establece en su art. 1767 la responsabilidad civil de los titulares de
establecimientos educativos por los daños causados o sufridos por los alumnos
menores de edad, que se hallen o deban hallarse bajo su control.
Legitimación pasiva
Esta norma no se aplica a los establecimientos de educación superior o
universitaria.
Fundamento
La responsabilidad del titular del establecimiento educativo es objetiva y se
basa en el factor de atribución "garantía", es decir que aquel garantiza que si el
alumno sufre o provoca un daño, responderá por este perjuicio (Sagarna 2014).
Requisitos
Entre los requisitos imprescindibles para la responsabilidad del titular del
establecimiento educativo se hallan: 1) el hecho ilícito del alumno; 2) que se
trate de un alumno de un establecimiento educativo donde se imparta
16
Art. 1767 – Ley N° 26.994. Op. cit.
educación pública según cada ley educativa jurisdiccional; 3) que el alumno sea
menor de edad; 3) que el daño sea sufrido o provocado por el estudiante; 4)
que el daño se haya producido estando o debiendo estar el menor bajo la
autoridad escolar.
Eximentes
La responsabilidad del titular del establecimiento educativo y del alumno es
concurrente (conf. art. 850 del C.C.C.), respondiendo aquel en su calidad de
organizador de la educación y este como estudiante por el hecho propio por
responsabilidad directa (conf. art. 1749 del C.C.C).
Siguiendo al art. 1117 del Código Civil derogado, solo se exime el titular del
establecimiento educativo con la demostración del caso fortuito (art. 1767 del
C.C.C.), eximente de interpretación restrictiva.
El art. 1767, 3er párrafo, del C.C.C., excluye a los establecimientos de educación
superior y a las universidades –públicas y privadas- de su ámbito de aplicación,
pues, como bien se lee en los Fundamentos del Anteproyecto, en estos centros
de estudio "no puede predicarse que exista un deber de cuidado similar al de
los otros establecimientos" (Lorenzetti, Highton de Nolasco y Kemelmajer de
Carlucci, 2012). Mismo sentido, pero menor claridad terminológica, se observa
en el art. 1117 del Código de Vélez, ya que esta norma excluye con terminología
imprecisa a los "establecimientos de nivel terciario o universitario". También se
entiende excluido el nivel de postgrado, por estar comprendido dentro del
universitario en sentido genérico (Sagarna 2014).
Valoración de la conducta
Amén de ello, conforme al segundo párrafo del art. 1725 del C.C.C.,
continuando con la línea trazada por el art. 909 del Código Civil derogado,
cuando exista una confianza especial entre las partes y esta confianza haya sido
uno de los motivos de la contratación, el juez deberá tener en cuenta la
"condición especial del agente" al evaluar la responsabilidad civil del deudor.
Compatibilidad del art. 1767 con otras normas del Código Civil y Comercial
El titular del establecimiento educativo es sujeto pasivo en los términos del art.
1767 del C.C.C. por ser el organizador que estaba o debía estar a cargo de la
vigilancia del alumno, por ser el principal del dependiente que causó el daño al
estudiante en función del art. 1753 del C.C.C. o por ser el dueño o guardián de
la cosa que le causó perjuicios a la víctima en función de los arts. 1757,
1758, 1759 y 1769 del CCC. En todos los ámbitos juegan distintos requisitos
de la responsabilidad civil. En el art. 1767, dice la doctrina, la eximente se
restringe al caso fortuito, a diferencia de las otras normas donde las causales
liberatorias de hecho del damnificado y hecho del tercero juegan también un
papel preponderante a la hora de la exención (Sagarna 2014).
Naturaleza de la responsabilidad
En consecuencia, podemos decir que el fundamento de esta responsabilidad
se encuentra en el principio neminem laedere, de tal suerte que quien, por su
culpa o negligencia, ocasiona un daño a otro está obligado a la reparación del
perjuicio. Se aconseja en general, y en este punto en especial, seguir la
bibliografía obligatoria.
17
Para ampliar este tema puedes leer Bustamante Alsina (1993) pág. 634 y ss.
Otras responsabilidades especiales.
Nociones generales
Esta norma rige respecto de la relación de los bancos con el Banco Central de la
República Argentina, quien ejerce el poder de policía financiero; y respecto de
relación de los bancos y demás entidades financieras con sus clientes.
Gran parte de los contratos bancarios tendrán como cliente a una persona que
califique como consumidor o usuario, lo que de inmediato implica la remisión a
las disposiciones generales para los contratos de consumo (arts. 1092 y ss. del
C.C.C.), tal como lo establece el art. 1384 del C.C.C.
18
Art. 1 - Ley N° 21.526 (1977). Ley de Entidades Financieras. Poder Ejecutivo Nacional.
de la carga de la prueba en perjuicio del consumidor. Asimismo, dicha norma
establece, a su vez, el principio por el cual, en caso de duda, el contrato debe
interpretarse a favor del consumidor.
19
Art. 1413 – Ley N° 26.994. Op. cit.
20
Art. 1414 – Ley N° 26.994. Op. cit.
La pauta que viene mostrando el nuevo Código en sus artículos indica que, en
casos de cláusulas limitativas de responsabilidad, se tienen por no escritas,
como en la responsabilidad en el transporte de personas por los daños
corporales o muerte (art. 1292 del C.C.C.). Pero aquí, en el contrato de caja de
seguridad, autoriza este tipo de cláusulas de limitación de responsabilidad
referidas al monto por el cual responderá el banco.
Parece ser que el legislador toma como válida la idea de distribución de riesgos
entre el banco y el usuario. Este aspecto no responde a la idea de reparación
integral (art. 1740 del C.C.C.), pero sí a la previsibilidad a la que alude el art.
1728 del C.C.C. De todos modos, si, conforme el art. 1120 del C.C.C., en el caso
concreto, se entiende que la cláusula es abusiva, la opinión que aquí prevalece
es que no podría ser aplicable.
i. Distorsión de la competencia.
d) Contenido neto.
Los productos fabricados en el país, al igual que los frutos nacionales, deben
consignar la indicación de “Industria Argentina” o “Producción Argentina”
cuando se proveen en el mercado interno. Son considerados productos
argentinos aquellos que se elaboran en nuestro país, aunque utilicen materias
primas extranjeras en cualquier proporción.
Distintos supuestos
La responsabilidad de la prensa, como empresa periodística, por los daños
derivados de noticias e informaciones inexactas o agraviantes queda atrapada,
según Pizarro y Vallespinos (2012, V), por el riesgo creado por la actividad
desarrollada. La cuestión, nos advierten, no es pacífica, y se formulan diversas
opiniones al respecto21.
La información inexacta es aquella que no concuerda con la verdad por ser falsa
o errónea (Pizarro y Vallespinos, 2012), y la información es falsa cuando es
engañosa, fingida o simulada para dar al hecho una apariencia distinta de la
realidad. La información es errónea cuando ella es el resultado de un concepto
equivocado que en la mente del informante difiere de la realidad (Pizarro y
Vallespinos 2012). En ambos casos, la información no es verdadera, pero, en el
segundo caso, el informador obra con dolo o de mala fe. Mientras que cuando
la información se da por error, ello implica un acto no consciente y de buena fe.
21
Para ampliar este tema puedes leer Pizarro y Vallespinos, 2012, pág. 721 y ss.
extenderse en detrimento de la necesaria armonía con los
restantes derechos constitucionales, entre los que se encuentran
el de la integridad moral y el honor de las personas (CSJN,
Campillay c/La Razón, 15 de mayo de 1986).
22
Para una interpretación adecuada del texto del fallo deberás consultar a Pizarro y Vallespinos (2012) y Pizarro y Vallespinos
(2013).
Doctrina que consagra como principio la culpa, pero que admite con mayor
amplitud supuestos de responsabilidad objetiva
a) Ante el abuso del derecho; actual art. 10 del C.C.C. (derogado art.
1071 del C.C).
Esta doctrina, sostenida por Pizarro, se inclina, junto con otro sector minoritario,
a considerar que la responsabilidad de los medios masivos de comunicación, al
igual que la de los periodistas, derivada de informaciones que versan sobre
hechos inexactos o agraviantes, es objetiva, sustentada en la idea de riesgo
creado por la actividad desarrollada y de empresa (conforme opinión basada en
el texto del derogado art. 1113 del C.C.23). El riesgo es regulado expresamente
por el art. 1757 del C.C.C. y se adecua a la hipótesis planteada por el autor.
La doctrina de la real malicia surge del caso “New York Times vs. Sullivan”
(1964), resuelto por la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el cual se
establecen parámetros para proteger a la prensa de las demandas judiciales de
tipo civil o penal, promovidas por funcionarios públicos afectados en su honra
por informaciones sobre su desempeño oficial que no se ajustaban a la verdad
objetiva de lo sucedido.
En tal sentido, dicha corte sostuvo que el funcionario público no podrá ser
indemnizado en el caso de que se realicen manifestaciones inexactas y
difamatorias respecto del ejercicio de su cargo, a menos que se pruebe que
dichas manifestaciones fueron realizadas con “real malicia”, es decir, a
sabiendas de su falsedad o con temeraria despreocupación sobre su verdad o
falsedad. El funcionario, asimismo, deberá probar el carácter difamatorio de la
noticia y la real malicia del medio informante. En ese sentido, la garantía de
23
Véase Pizarro y Vallespinos, 2012, V; Pizarro y Vallespinos, 2013.
libertad de prensa se extiende no solo respecto de las informaciones exactas,
sino también de aquellas que, pese a ser falsas o inexactas, no han sido
realizadas con mala fe.
24
Art. 14. Convención Americana sobre Derechos Humanos. 1969
Los jueces destacaron que
Por otra parte, los jueces Fayt y Petracchi, pese a que coincidieron con la
mayoría en el rechazo a lo decidido por la Cámara, se remitieron al fallo Costa
(Fallos: 310:508) y agregaron que
El art. 2 de la ley referida eleva las penas de todo delito reprimido por el Código
Penal o leyes complementarias cuando los mismos sean cometidos “por
persecución u odio a una raza, religión o nacionalidad, o con el objeto de
destruir en todo o en parte a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”28.
Por último, el art. 3 sanciona con pena de prisión de un mes a tres años a
quienes:
25
Art. 1 – Ley N° 25.326. Protección de los Datos Personales. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
26
Art. 1 - Ley N° 23.592. Actos Discriminatorios. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
27
Art. 1 Ley N° 23.592. Op. cit.
28
Art. 2 Ley N° 23.592. Op. cit.
Participaren en una organización o realizaren propaganda
basados en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un
grupo de personas de determinada religión, origen ético o color,
que tengan por objeto la justificación o promoción de la
discriminación racial o religiosa en cualquier forma. En igual pena
incurrirán quienes por cualquier medio alentaren o incitaren a la
persecución o al odio contra una persona o grupos de personas
a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas.29
29
Art. 3 Ley N° 23.592. Op. cit.
30
Para ampliar puede verse Medina, Graciela Daños en el derecho de familia en el Código Civil y Comercial
Publicado en: RCyS 2015-IV , 287
Daños y perjuicios derivados del divorcio, de la
separación personal y de la nulidad del matrimonio
La cuestión que se analizará ahora se refiere a si son reparables los daños y
perjuicios patrimoniales y el daño moral ocasionado en virtud del divorcio.
La respuesta derivada de las normas nos inclina por una respuesta negativa.
Reafirma esta conclusión la posibilidad del cónyuge de peticionar una
compensación económica (art. 441 del C.C.C.).
Sin embargo, Graciela Medina (2015) entiende que, aun en el actual sistema,
ello es posible. La cuestión dogmática que aquí se plantea es opinable.
31
Art. 401 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Falta de reconocimiento del hijo
La cuestión central en este tema es determinar si los perjuicios originados por
el no reconocimiento de un hijo extramatrimonial deben ser reparados; el
Código Civil y Comercial ha resuelto expresamente que la falta de
reconocimiento de hijos genera el deber de reparar. Así, en el artículo 587 se
establece: "El daño causado al hijo por la falta de reconocimiento es reparable,
reunidos los requisitos previstos en el Capítulo 1 del Título V, Libro Tercero de
este Código"32.
a) Realidad biológica.
c) No discriminación.
Todo ello a fin de lograr una concordancia entre la realidad biológica y los
vínculos jurídicos surgidos de tal realidad.
Esta norma se complementa con el artículo 557, que prevé: "El juez puede
imponer al responsable del incumplimiento reiterado del régimen de
comunicación, establecido por sentencia o convenio homologado, medidas
razonables para asegurar su eficacia”34. El Código Civil y Comercial facilita,
alienta y protege las relaciones de los ascendientes, descendientes, hermanos
bilaterales o unilaterales y parientes por afinidad, con los menores y las
personas con capacidad restringida y, en especial, las relaciones de los nietos
con los abuelos, y sanciona, desalienta y pena a quienes las impiden o a quienes
las ejercen de manera abusiva.
33
Art. 555 – Ley N° 26.994. Op. cit.
34
Art. 557 – Ley N° 26.994. Op. cit.
Transmisión de enfermedades a los hijos
Fecundación asistida
En la actualidad los avances técnicos en bioingeniería o ingeniería genética
plantean novedosas cuestiones. Dentro de ellas, se deben abordar los
supuestos en los cuales se producen daños en la fecundación técnicamente
asistida, en sus variantes "homóloga" (lograda por medio del material genético
de la pareja de padres del niño a nacer) y “heteróloga” (en cuya fecundación,
uno de los componentes es de una tercera persona donante).
Los casos que se verán se refieren al supuesto de que los padres accionan en
razón de desconocer el vicio (originario o adquirido) del gameto empleado. El
otro polo de legitimación de tipo pasivo lo constituirá el personal o equipo
médico actuante. En el supuesto en que el donante conociera el vicio, el mismo
podría ser demandado igualmente.
Daño genético
En estos supuestos se plantea que es admisible la acción resarcitoria del hijo
nacido con enfermedades o deficiencias atribuibles genéticamente a sus padres,
quienes conocían o debían conocer el riesgo cierto de transmitir la enfermedad
al momento de la concepción.
La doctrina argentina está dividida al respecto. Hay quienes opinan que debe
admitirse la responsabilidad de los progenitores en tales supuestos. Los
argumentos principales, para verter dicha opinión, emanan del enfoque del
derecho de daños que mira a la víctima, considerando que la procreación
requiere un actuar responsable. En posición contraria, entienden que, aunque
las relaciones familiares también se rigen por los principios generales la
responsabilidad por daños, asimismo se rigen por la solidaridad familiar o la
piedad filial, no debiendo admitirse la responsabilidad por los supuestos
señalados.
Siguiendo al art. 1071 bis del Código Civil derogado, el actual art. 1770 del
C.C.C., destinado a la "protección de la vida privada", impone una medida
preventiva, siguiendo así a una de las funciones esenciales de la responsabilidad
civil, como lo es la “función preventiva" (arts. 1708 y 1710 del C.C.C.), a pedido
de parte y a favor del damnificado por intromisión en su vida, ya sea porque el
legitimado pasivo se entrometió en la vida ajena y publicó retratos, difundió
correspondencia, mortificó al damnificado en sus costumbres o sentimientos o
perturbó su intimidad de cualquier modo. Asimismo, el damnificado goza de
una indemnización plena por la perturbación de su vida privada (conf. art. 1740
del C.C.C). Conforme a lo normado en el mencionado art. 1740, por el que, en
supuestos de daños derivados de la lesión al honor, la intimidad o identidad
personal, el juez puede, a pedido de parte, publicar la sentencia condenatoria o
sus partes pertinentes, en el art. 1770 in fine se faculta al juzgador, a pedido del
agraviado, a publicar la resolución en un diario del lugar, si la misma coadyuva a
una adecuada reparación. Asimismo, se entiende a dicha publicación como
resarcitoria siempre que cumpla con esos fines, constituyendo muchas veces
una parte ínfima de la indemnización debida.
En todos los casos, el damnificado, además de la prevención, puede reclamar
los daños que se sufran (conf. art. 1770).
La acusación calumniosa
35
Para ampliar la idea debe verse: Sagarna, Fernando Alfredo Responsabilidad civil directa y por el hecho de
terceros. En el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación La Ley Sup. Especial Nuevo Código Civil y Comercial
2014 (Noviembre), 17/11/2014, 143.
Referencias
Bustamante Alsina, J (1993). Teoría general de la responsabilidad civil. 9ª ed.
Buenos Aires: Abeledo-Perrot.