Pronombres Latin

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Como podremos notar en el cuadro inicial, los pronombres átonos en español clásico pueden ir de dos

formas, que alternan entre ellas: pueden ir antes o después del verbo que acompañan. Es decir, pueden
ser proclíticos o enclíticos. Sin embargo, a pesar de que las posiciones alternen, hay una forma que prima
sobre la otra: en los pronombres en dativo, prima la forma enclítica (posterior al verbo y unido a este la
gráfica), y en los pronombres de acusativo, prima la forma proclítica (se coloca el pronombre antes del
verbo, y no se escribe unido a él).
Antes de dirigirnos directamente a los casos textuales de aparición de dichos pronombres en el Exiemplo
a trabajar, retomaremos algunas cuestiones generales sobre los pronombres átonos.
En primer lugar, como sabemos, éstos pronombres no tienen acento propio, de allí que sean clíticos, es
decir, que necesiten colocarse antes o luego de una palabra acentuada y unirse al acento de ésta. La
palabra a la que se unen es un verbo, y su ubicación –antes o después de éste- depende de varios aspectos
sintácticos y fonológicos. Cuando van después del verbo (enclíticos), se ubican unido a él y forman parte
de la misma unidad fonológica –cambiando muchas veces el tipo acentual de palabra-, en cambio, cuando
van antes del verbo (proclíticos), se colocan separado del verbo, y adquieren un leve acento propio.
Estos pronombres españoles derivan de los pronombres personales del latín, aunque no todos. El latín no
poseía pronombres personales de tercera persona, sino que utilizaban los demostrativos (hic-haec-hoc;
iste-ista-istud; ille-illa-illud). Estos demostrativos, al igual que los personales, poseían flexión en caso, y es
de ellos de donde vienen los pronombres personales de tercera persona el español. Como posemos
observar, de los tres tipos de pronombres demostrativos del latín, el español eligió el tercer tipo (ille-illa-
illud) para flexionar los pronombres personales, mientras que eligió el segundo tipo para sus propios
demostrativos (iste-ista-istud, de donde vienen este-esta).
El cambio fonético ya lo hemos visto anteriormente, por lo que ahora sólo nombraremos las cuestiones
relevantes para la sintaxis. Como podemos ver, los pronombres de tercera persona perdieron todos una
sílaba, y esto se debe a que pasaron de ser tónicos a átonos, y a que tendían a ubicarse, en los primeros
tiempos, siempre de manera enclítica a los verbos. Esta tendencia fue disminuyendo, y en el español
actual, sólo poseemos pronombres enclíticos cuando estos están luego de un infinitivo (comerlo) , de un
imperativo (comélo) o de un gerundio (comiéndolo); en el resto del paradigma verbal, el pronombre
siempre es proclítico. En el siglo XIV, las posiciones alternaban, pero las tendencias que hemos nombrado
no siempre son a azar, sino que seguían determinadas reglas no del todo marcadas.
Cuando los pronombres iban juntos, a su vez, se unían (como sucede hoy en día) en una sola palabra,
donde primero se coloca en dativo y luego el acusativo. Así, en un caso en que debamos modificar los
objetos directos e indirectos de una oración como “alguien dio algo a alguien” por pronombres, diríamos
“alguien ‘lelo’ dio”. Sabemos sin embargo que esto no es así, sino que el pronombre dativo se altera
fonéticamente, lo mismo que ocurría en el español antiguo, donde se formaba ‘gelo-s’ o ‘gela-s’, que
proviene del grupo latino ‘illi-illu’ >(i)lliello >gello >gelo, y en el español moderno, ‘selo’. Nuevamente,
debemos aclarar que sólo van unidos cuando son enclíticos (dárselo), pero no cuando son proclíticos (se
lo dio), donde forman unidades separadas. Es este último caso el que aparece en nuestro Exiemplo ‘que
por esto non lo veía, et tovo que si ge lo sopiessen, que perdería toda su honra’.
Haremos ahora un repaso general de las razones por las cuales los pronombres átonos alternan en su
posición enclítica y proclítica (en el español del S. XIV).
Los pronombres en acusativo, ya hemos dicho, tienden a ser proclíticos. De hecho, podríamos llamar a
ésta su posición ‘no marcada’, ya que por defecto, se colocan allí, salvo que algo suceda. Podemos ver
numerosos ejemplos en el Exiemplo: ‘si a homne del mundo lo digo’, ‘’ non lo querían engañar’, que
alterna el negativo con ‘lo non sepa’, o ‘lo non veía’, ‘los mandasse’, etc. Es importante remarcar que el
infinitivo tendía también a poner el pronombre acusativo proclítico: ‘fue a lo ver’. A su vez, si el pronombre
proclítico estaba precedido de una conjunción subordinante ‘que’, se unía a ella y perdía su vocal: ‘quel’
engañasse’ ‘quel’ vestían’. Estas características se han perdido ambas en el español moderno: el
pronombre ni se une a la conjunción ni pierde la vocal.
Ahora, ¿qué es lo que tiene que suceder para que los pronombres acusativos se coloquen de manera
enclítica? En el texto sólo son 7 los pronombres acusativos enclíticos (frente a los 33 proclíticos), por lo
que notamos que necesariamente su uso es marcado.
En primer lugar, la característica más notable son los reflexivos: no hay ningún pronombre reflexivo
proclítico, y los tres que hay en el texto son enclíticos, por lo que podemos marcar esto como una
característica. No poseemos ningún ejemplo en el texto, pero en plural estos pronombres solían estar
acompañados por –n final (tuviéronsen, falláronsen), característica que ya empezaba a perder fuerza para
esa época.
Si apartamos a los reflexivos, entonces, tenemos menos ejemplos aún: sólo cuatro pronombres acusativos
son enclíticos. Si buscamos las diferencias entre los verbos a lo que están unidos, podemos notar una muy
particular: todos los verbos a los que los pronombres acusativos están proclíticos son verbos de tiempos
imperfectivos: ‘lo querían engañar’, ‘los mandasse’, ‘lo fiziessen’, ‘lo non sepa’ ‘lo digo’, ‘lo veía’; salvo
cuatro casos: ‘lo oyó’, ‘lo fueron buscar’, ‘non los fallaron’, ‘le començó a maltraer’ (este último un leísmo
que explicaremos mas adelante). De estos cuatro, dos están seguidor por un verbo en infinitivo.y uno está
negado. Los verbos con pronombre enclítico son todos de pretérito perfecto: ‘encerráronlos’,
‘traxiéronlos’, y ‘fízolo’ dos veces; ninguno de estos verbos está acompañado por un infinitivo ni se
encuentra negado.
Podemos encotrar otra diferencia de tipo contextual: de los cuatro pronombres acusativos enclíticos, tres
se encuentran unidos a verbos que están luego de una pausa o de un ‘et’: ‘et encerráronlos’, ‘et fízolo’ y
‘(…), fízolo escribir…’. A diferencia, todos los pronombres acusativos proclíticos se encuentran en medio
de las oraciones sin participar de las pausas o las conjunciones: ‘’non lo querían engañar’, ‘que los
mandasse’, ‘que lo fiziessen’, ‘qué labores lo comenzaban de fazer’, ‘que non lo viera’, etc.
Como hemos dicho, las marcas no son tajantes ni muy claras, pero podríamos concluir que la posición
marcada del pronombre acusativo enclítico se reserva a verbos perfectivos, y a situaciones
fonológicamente marcadas, como lo son las pausas (podríamos agregar que no deben estar negados ni
acompañar a un verbo en infinitivo).
Es importante aclarar el caso de “leísmo” que hemos nombrado con anterioridad, donde el pronombre
‘le’ actúa como pronombre en acusativo ‘le començó a maltraer’. Esta característica se mantiene
actualmente en muchas zonas de habla española. El resto de las características de este pronombre en
acusativo proclítico las comparte con los de su tipo.
Pasemos ahora a los pronombres de caso dativo. Como comenzamos diciendo, estos pronombres se
encuentran más veces enclíticos que proclíticos a lo largo del texto, aunque la diferencia entre ambos no
es tan marcada como en el caso de los acusativos: 16 enclíticos frente a 13 proclíticos.
Antes de referirnos a la diferencia entre ambas posiciones, remarcaremos algunas características de estos
pronombres personales dativos. Primero, llama la atención la segunda persona del singular: no aparece
el ‘te’ en ninguna parte, sino que se utiliza el ‘vos’ en su lugar, pronombre que se designa para la segunda
persona del plural. Esta forma se utilizaba en la época como tipo formal en el trato hacia las autoridades,
lo cual es acorde al texto donde es Patronio, el consejero, quien se dirige al conde Lucanor, de mayor
rango social. Este pronombre se utiliza en esa forma en los dativos, pero también en el nominativo (‘vos
entendades’). Esta última forma quedó en el español de américa para la segunda persona del singular en
caso nominativo (vos en lugar de tú), y en España como un uso de extrema formalidad (en el lenguaje
escrito), pero se perdió en los casos dativos (se utiliza el ‘te’: ‘lo que vos paresce’ > ‘lo que te parece’), y
en todos los plurales: ‘vos’ pasó a ‘vosotros’ en español peninsular para el caso nominativo, y a ‘ustedes’
en el español americano de algunos países, asimilándose del plural de ‘usted’; a ‘os’ en caso acusativo y
dativo en español peninsular, donde perdió la v-, y a ‘les’ en español americano, asimilándose de la 3era
persona plural.
Otra característica de estos pronombres, de índole fonética, tiene que ver con los pronombres
apostrofados, todos enclíticos: dixol’ (tres veces), contól’, contesciól’. En primer lugar, todos estos
pronombres están en tercera persona (los mismos verbos en otras personas no apocopan en pronombre:
‘díxome’), y en tiempos perfectos (los mismos verbos en otros tiempos tampoco apocopan: ‘dizíale’).
Podemos notar que hay una relación de estas características con el apócope: el pronombre debe estar en
tercera persona (díxol’ frente a díxome), los verbos deben ser perfectivos (díxol’ frente a dizíale) y
singulares (‘fiziéronle posee las otras cualidades pero no es singular).
Pasamos entonces a las cuestiones respecto de la posición de los pronombres dativos. Un caso a remarcar,
del que poseemos un solo ejemplo en el texto, es el de los verbos en condicional, donde la terminación,
a diferencia de la actual, forma una entidad separada a la raíz en infinitivo, donde se adherirá el
pronombre: así, ‘me placería’ se escribía: ‘plazerme hía’. Lo mismo sucede con el futuro, donde ‘me
placerá’ se diría ‘plazerme ha’, forma de la que deriva ‘me ha de placer’, o ‘me ha de gustar’, el algunas
regiones de habla española.
En cuanto a las diferencias entre las formas enclíticas o proclíticas, podemos notar que todas las formas
enclíticas se encuentran después de una conjunción: ‘et dizíale’, ‘et díxome’, ‘et dame’, ‘pero dízemes’,
‘et dixiéronle’; o de una pausa: ‘(…), ruégovos...’, ‘(…), plazerme hía…’. A veces, entre la conjunción y el
verbo está el sujeto: ‘Et ellos dixiéronle…’, ‘ey el Rey contól’…’, y en un solo caso, un circunstancial: ‘et
para esto mandóles…’. Las formas proclíticas, en cambio, están siempre dentro de la oración: ‘que me
digades…’, ‘El conde le preguntó…’, ‘lo que vos más cumple de fazer’, que omne non vos podría dezir…’,
‘¿qué vos diré…?. Un solo caso se escapa a esta observación: “Et desque tornó al Rey et le dixo que viera
el paño…”, donde el verbo se encuentra tras una pausa, pero el pronombre no está enclítico (dixol’).
Podemos quizá marcar esta única excepción al hecho de que se encuentra seguido de una subordinada,
distinto de los otros verbos ‘decir’ en 3era persona singular pretérito perfecto: ‘díxol’ a qué figuras…’,
‘díxol’ esso mismo’ (debemos abstenernos a esta persona ya que en las otras personas sí se continúan
subordinadas: ‘dízemes que lo non sepa…’, ‘dixéronle que…’.
Nuevamente, las marcas no son tajantes, pero como conclusión (abierta), podríamos decir que los
pronombres personales en dativo tenían a encontrarse enclíticos cuando el verbo seguía a una pausa, y
proclítico cuando estaba en el medio de las oraciones.
Para concluir, podemos decir entonces que las posiciones de las preposiciones respecto del verbo se rigen
por tendencias y no por reglas restrictivas. Esto se debe a dos razones fundamentales: la primera, aunque
las lenguas están siempre en constante modificación, más aún en esta época (s. XIV), el Español cambiaba
de manera rápida y divergente en las diferentes zonas de la península, ya que se encontraba en una época
de inmigraciones y movimientos culturales fuertes, donde los encuentros con otros pueblos era
constante; la segunda razón, es que por esa época aún no se había realizado una gramática formal
unificadora del español peninsular, como hará, en 1492, Antonio de Nebrija con su “Gramática
Castellana”. Esta gramática, sin embargo (como se lee en el título) abarca el español de Castilla, aspecto
notable a la hora de remarcar las diferencias amplias que sigue habiendo entre las zonas de España (hay
mucha variedad con el español aragonés, leonés, o el andaluz).

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