Rebels & Misfits 02 - Rules of A Rebel & Shy Girl - Jessica Sorensen PDF

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ÍNDICE
Sinopsis..................................................... 4 Capítulo 15 ............................................ 127
Capítulo 1 ................................................. 6 Capítulo 16 ............................................ 133
Capítulo 2 ................................................ 17 Capítulo 17 ............................................ 141
Capítulo 3 ............................................... 32 Capítulo 18 .............................................151
Capítulo 4 ............................................... 46 Capítulo 19 ............................................ 155
Capítulo 5 ............................................... 53 Capítulo 20 ........................................... 161
Capítulo 6 ...............................................60 Capítulo 21 ............................................ 181
Capítulo 7 ............................................... 63 Capítulo 22............................................190
Capítulo 8 ............................................... 75 Capítulo 23 ............................................ 194
Capítulo 9 ............................................... 86 Capítulo 24 ........................................... 198
Capítulo 10 ............................................. 92 Capítulo 25 ........................................... 202
Capítulo 11 .............................................. 95 Epílogo .................................................. 211
Capítulo 12............................................. 101 Siguiente libro ..................................... 215
Capítulo 13 ............................................ 107 Sobre la autora ................................... 216
Capítulo 14 ........................................... 124
SINOPSIS
Willow

Comenzó con un beso y terminó con una lista. El medio es un poco más
complicado.

Se supone que la lista de reglas protege la amistad entre Beck y yo y evita que
volvamos a besarnos accidentalmente. Pero sobre todo, se supone que protege mi
corazón de ser aplastado y evita que me rompa como mi madre.

Siempre he sido buena en seguir las reglas. Pero cuanto más tiempo paso con
Beck, menos puedo dejar de pensar en ese beso y en lo increíble que se sentían sus
labios contra los míos. Por primera vez en mi vida, me gustaría romper con las reglas.
Pero jamás puedo cruzar esa línea. No con Beck. No con nadie.

Además, si Beck supiera la verdad sobre mi vida, entonces la lista no tendría que
existir porque, para empezar, no me habría besado.

Beck

Comenzó con el beso más increíble de todos y eso llevó a Willow a darme una
lista.

Esa lista estúpida. Cuando me la dio, quería hacerla trizas, y a ella jalarla contra
mí y besarla hasta que se diera cuenta de que un pedazo de papel no iba a detenerme.
Willow ha sido mi mejor amiga desde siempre y ya debería saber que no soy una
persona que sigue las reglas.

Ella puede pensar que el beso fue un error, pero está equivocada. Besos así no
pueden ser un error. Willow y yo pertenecemos juntos, desde el día en que prometí
protegerla siempre de las cosas malas de su vida. Y de alguna manera se lo voy a
demostrar. Al igual que siempre la protegeré sin importar lo que pase.

Rebels & Misfits #2


CAPÍTULO 1
Willow
13 años…
El nuevo novio de mi madre está gritando otra vez, ya sea gritándole o
simplemente gritando porque está borracho. Quiero salir de mi habitación y revisar
la situación, pero tengo miedo de ir al otro lado de la puerta. Mientras la puerta esté
cerrada, tengo una barrera contra la locura. Mientras mi puerta esté cerrada, puedo
fingir que él está viendo un juego y que el disparate es por la emoción. Una vez que
ponga un pie fuera de mi habitación, la realidad me golpeará el rostro. Duro.
Entonces, en lugar de salir, me siento en mi cama, abrazando mis piernas contra mi
pecho y manteniendo los ojos en la puerta.
He estado por este camino antes con muchos, muchos novios de mi madre. Ella
ha acumulado tantos a lo largo de los años que a veces me pregunto si le gusta
coleccionarlos como otras mamás coleccionan figurillas, libros o zapatos.
Ella no siempre fue así. Hasta los seis años, mi vida fue normalmente decente.
Claro, mi mamá tuvo sus altibajos, pero cuando mi papá todavía estaba cerca, no
parecía tan desdichada. Estaba estable. Hizo cosas conmigo, como llevarme al
parque y al cine cuando nos lo podíamos permitir. No teníamos mucho dinero, pero
nunca sentí que me estaba perdiendo mucho. Estaba feliz de tener a un padre y una
madre viviendo conmigo bajo el mismo techo, a diferencia de algunos de los otros
niños con los que iba a la escuela.
Pero luego mi padre decidió que ya no quería ser padre y esposo, y mi vida fue
pateada con toda la fuerza como una pelota de fútbol, fuera de control. Siete años
después, la pelota sigue girando, mi papá se ha ido y mi mamá pasa más tiempo en
el bar o con sus nuevos novios que conmigo.
—Solo déjala en paz, Bill. —La voz de mi madre fluye desde el otro lado de la
puerta de mi habitación—. Ella no está molestando a nadie.
El pomo de la puerta se sacude y la puerta vibra.
—No la quiero aquí, Paula —responde Bill con las palabras ligeramente
arrastrándose—. Los niños repiten todo lo que ven y oyen. ¿Sabes lo que podría pasar
si ella va a la escuela y le dice a uno de sus amigos que estuve aquí? ¿Qué pasaría si
mi hija se entera y se lo dice a mi esposa?
—Ella no lo dirá. —Mi mamá trata de tranquilizarlo—. Willow conoce las
reglas.
—Me importa una mierda si ella conoce las reglas. Los niños nunca obedecen
las reglas.
Un objeto duro golpea contra la puerta y salto, presionando mi espalda contra la
cabecera, deseando poder desaparecer a través de las paredes hacia el exterior. Luego
correría y correría y correría hasta que encontrará a mi papá y le rogaría que regresara
y arreglara todo.
—Bill, solo cálmate —suplica mi mamá—. Voy a hablar con ella de nuevo y me
aseguraré de que entienda. Lo haré ahora mismo.
—No quiero que hables con ella —masculla—. Quiero que la saques de aquí
durante los próximos días. De esa manera, podemos divertirnos sin preocuparnos de
que ella abra la boca. No vengo aquí para preocuparme por los niños. Vengo aquí
para divertirme. Si quisiera preocuparme por la mierda, estaría en casa con mi
familia.
—Lo sé, cariño. Y me alegra tanto que estés aquí. Realmente. Te amo. Lo sabes.
—Bueno, si me amas, sácala de aquí.
Aguanto la respiración, esperando la respuesta de mi madre. Aunque
últimamente ha sido una madre bastante mala, bebiendo mucho y llevando a casa a
tipos al azar del bar, no creo que me echaría de la casa.
¿Lo haría?
No sería la primera vez.
La casa se queda en silencio, y empiezo a preguntarme, con la esperanza, que tal
vez decidieron largarse y hacer lo que sea que hacen cuando desaparecen durante
horas en medio de la noche. Entonces hay un suave golpe en mi puerta.
—Willow, ¿puedes abrir la puerta? —Mi mamá usa su dulce y amable tono para
intentar convencerme—. Necesito hablar contigo.
Abrazo mis rodillas con más fuerza contra mi pecho y no respondo, preocupada
de que me diga que me vaya. Tal vez si finjo que soy invisible, ella olvidará que estoy
aquí y también Bill. En realidad ha sucedido antes.
Una vez, cuando tenía diez años, mi madre se fue a un bar con algunos de sus
amigos. Ella no regresó por tres días. Cuando finalmente regresó, se disculpó por
haber estado fuera tanto tiempo, diciéndome que no era su culpa. Dijo que descubrió
que su novio la estaba engañando y sus amigos la convencieron de ir a Las Vegas
para aliviar su corazón roto. Me sentí mal por ella, recordando cómo mi papá le
rompió el corazón, así que le dije que estaba bien, que sabía cómo cuidarme, lo cual
era cierto. Lo había estado haciendo durante años.
Ella pareció aliviada por mis palabras y, después de eso, comenzó permanecer
fuera más. Me quedé deseando nunca haber sentido pena por ella para empezar.
—Willow, por favor, solo abre la puerta, o voy a abrir la cerradura. Entonces me
enfadaré, y odio enfadarme contigo. —Su voz es tranquila pero firme, con una
advertencia.
Respirando profundamente, me alejo de la cabecera y me deslizo hasta el borde
de la cama. El piso de linóleo está muy frío contra mis pies descalzos cuando me
pongo de pie y camino hacia la puerta; probablemente porque mi madre redujo la
temperatura para ahorrar dinero.
—¿Está Bill allí fuera? —pregunto en voz baja cuando llego a la puerta.
—No, él fue a mi habitación —dice—. Pero podría salir pronto, así que date
prisa.
Mis dedos tiemblan cuando coloco mi mano en el pomo de la puerta y la abro.
Mi madre de inmediato se abre paso, cierra la puerta y se vuelve hacia mí, sus
ojos vidriosos observando mi organizado escritorio, mi cama hecha y los libros
alfabetizados en el estante de la esquina.
—Siempre eres tan organizada —comenta, desviándose completamente, algo en
lo que ella es buena—. Definitivamente conseguiste eso de tu padre.
No me gusta cuando me compara con mi padre, en parte porque no me agrada
él y en parte porque a ella no le agrada él, así que la comparación no es un cumplido.
—Mamá, no tengo que irme de casa, ¿verdad? —pregunto, mordiéndome la uña
del pulgar.
Ella no hace contacto visual mientras se acerca a la ventana y abre las cortinas
para mirar el cielo nocturno.
—¿Recuerdas cuando se fue tu papá, cuán triste estaba?
Empiezo a responder, pero ella habla por sobre mí.
—Estaba realmente molesta. Él no solo me rompió el corazón; lo rompió en
pedazos. —Suelta la cortina y se gira—. Él también te abandonó, sabes.
—Sí, lo sé.
Frunzo el ceño, sin saber por qué está sacando el doloroso tema. Odio pensar en
mi padre, cómo me abandonó y destruyó a mi divertida y amorosa madre.
—Está bien, cariño. —Cruza la habitación y me jala para un abrazo. Apesta a
humo de cigarrillo, whisky y una especie de especia que me hace arder la nariz y me
lloran los ojos—. No estaba mencionando eso para ponerte triste. Solo quería hacerte
saber que yo nunca te dejaría, pase lo que pase. Te prometo que estaré aquí para ti
sin importar lo que pase. No me convertiré en tu padre.
Rodeo mis brazos alrededor de ella y la abrazo con fuerza mientras el alivio me
cubre. Ella no me hará irme.
—Pero… —comienza, y mis músculos se enrollan en nudos apretados—. Para
que yo pueda cumplir mi promesa, tendrás que poner de tu parte.
—Está bien... ¿Cómo hago eso?
—Dándome algo de espacio cuando lo necesito.
Las lágrimas me queman los ojos cuando inclino mi barbilla hacia arriba para
encontrarme con ella cara a cara.
—¿Quieres decir dejar la casa ahora mismo?
Ella suspira mientras las lágrimas brotan de mis ojos.
—No es gran cosa. Puedes volver a casa el lunes cuando Bill se vaya a su casa.
Me limpio las lágrimas de las mejillas.
—¿Pero a dónde debo ir?
Mira de la ventana a la puerta y luego a mí.
—Puedes ir a pasar el rato en el auto. Eso podría ser divertido. Puedes sacar tu
saco de dormir y pretender que estás acampando.
—No me gusta acampar —digo sin sentido—. Y la última vez que dormí en el
auto, algunos muchachos comenzaron a golpear la ventana e intentaron que yo los
dejara entrar.
—Oh, sí, me olvidé de eso. —Golpea su dedo contra su labio inferior—. Tal vez
podrías pasar el fin de semana en casa de uno de tus amigos. —La emoción ilumina
sus ojos—. Eso sería divertido, ¿verdad?
Echo un vistazo al despertador de mi cómoda.
—Dudo que alguno de mis amigos esté despierto.
Da un paso atrás, mete la mano en el bolsillo de sus jeans y recupera su teléfono.
—Bueno, no lo sabrás hasta que lo intentes, ¿verdad?
Cautelosamente, miro el teléfono.
—Sus padres podrían enojarse si llamo tarde.
—Estoy segura de que no lo harán. —Me insta a tomar el teléfono. Cuando no
me muevo, hace una mueca—. Willow, esta promesa no va a funcionar si no eres
cooperativa. No puedo mantener mi parte del trato si no mantienes la tuya.
Abro la boca para decirle que no quiero hacer la promesa, pero luego todas las
veces que mi madre desapareció durante días y días pasan por mi mente. A menudo
me preocupa que un día, no regrese, y estaré completamente sola.
Mientras trato de actuar fuerte y fingir que puedo manejar la vida por mi cuenta,
a veces me asusto, como por la noche cuando nuestros vecinos celebran fiestas o
cuando alguien toca a la puerta, tratando de que le permita entrar a la casa.
—Bien, llamaré a uno de mis amigos. —Tomo el teléfono de ella—. Pero si no
responden, todavía tienes que cumplir la promesa.
Ella me tiende el teléfono.
—Si no responden, encontraré otro lugar para que vayas.
Haciendo una mueca, tomo su teléfono, lo abro y debato a quién llamar. Los
padres de mi amiga Luna son súper estrictos, así que ella no puede ser. Wynter y Ari
podrían dejarme quedarme, pero luego tendría que explicar por qué mi madre me
está echando de la casa y todavía no estoy lista para contarles sobre mi vida en casa.
Solo una persona sabe lo que sucede en mi casa, y ese es Beckett. Ha sido uno
de mis amigos más cercanos desde la escuela primaria. Le conté acerca de mi madre
hace un par de años cuando vino a mi casa para trabajar en un proyecto escolar y mi
madre no estaba en casa cuando él se fue.
—¿Estás segura de que estarás bien estando aquí sola? —preguntó él, reacio a irse a pesar
de que su madre ya había tocado el claxon cinco veces.
Asentí, encogiéndome ante los gritos que flotaban a través de las paredes de los vecinos.
—Estaré bien. Paso mucho tiempo sola en casa, en realidad.
Se puso la mochila en el hombro con preocupación en sus ojos.
—¿De verdad? Eso no parece estar bien. Quiero decir, mis padres no son tan buenos, pero
no me dejan en casa tan tarde a menos que la sirvienta o Theo estén allí conmigo.
—Está bien. —Me sentía estúpida, tonta y avergonzada, no solo por tener que defender a
mi madre, sino por el ruido de los vecinos gritando. Ya era suficientemente malo llevar a Beck
a mi pequeña y rota casa ubicada en la parte mala de la ciudad cuando su casa es tan elegante
y grande. Pero necesitábamos algunas rocas de mi colección de rocas para hacer nuestro
proyecto, así que no tuve muchas opciones—. Puedo cuidarme por mi cuenta.
—Pero no deberías tener que hacerlo. —Me dio ligeramente un golpecito en la nariz, algo
que hacía para intentar animarme—. ¿Por qué no vienes a mi casa y pasas el rato hasta que tu
madre llega a casa?
Mis hombros se hundieron aún más abajo.
—Puede que no esté en casa hasta la mañana. —O tal vez incluso por un par de días, pero
no quería decirle eso.
Él parpadeó en sorpresa, y esperé a que llamara a mi madre un fenómeno y bicho raro
como lo hacían otros niños, pero todo lo que dijo fue:
—Está bien. Puedes pasar la noche.
Casi sonrió. Debería haber sabido que Beck nunca me llamaría bicho raro.
—¿Crees que tu mamá me dejará?
Se encogió de hombros.
—Solo le diré que tenemos que terminar nuestro proyecto y tu mamá te recogerá en unas
horas. Ella estará dormida para entonces, así que no se dará cuenta.
—¿Pero qué hay de la mañana cuando todavía este allí?
—Tiene práctica de tenis a las ocho y no regresará hasta el mediodía.
Asentí y luego empaqué mis cosas, contenta de no tener que dormir sola en la casa otra vez
y agradecida de que Beck fuera mi mejor amigo.
Miro a mi madre, preguntándome cómo se sentiría acerca de mí pasando la
noche en la casa de un chico o si descubriera que ya lo he hecho varias veces a lo
largo de los años. Honestamente, no creo que le importe.
Marco el número de Beck, cruzando los dedos, para que su padre no se enoje por
que llamo. Él puede ser un poco gruñón a veces.
El teléfono suena cuatro veces antes de que Beck conteste.
—¿Desde cuándo te quedas despierta tan tarde? —pregunta en tono burlón—.
Pensé que tenías un horario para poder obtener las horas máximas de estudio o lo
que sea.
—Tengo un horario. —Le doy la espalda a mi madre mientras ella me examina
inquisitivamente—. Pero el horario se interrumpió.
Él suspira.
—Déjame adivinar. El novio número veintisiete ha terminado y está siendo
ruidoso y molesto.
Él me conoce demasiado bien.
—Sí, a lo último. —Miro a mamá por el rabillo del ojo—. No a lo primero...
Estoy bastante segura de que ella ha superado el veintisiete.
Un fruncido se forma en la frente de mi madre.
—¿Qué le estás diciendo a él?
Niego con la cabeza.
—Nada.
—Está bien... —Su mirada vaga hacia la puerta—. Iré a ver cómo está Bill.
Enseguida vuelvo.
Después de que sale, camino hacia la ventana y cierro los ojos, la vergüenza se
apodera de mí. Aunque dudo que Beck me juzgue, no hace que pedir ayuda sea más
fácil.
—Necesito un favor.
—Claro —responde con facilidad—. ¿Qué pasa?
Apoyo mi cabeza contra la ventana helada.
—Necesito un lugar para dormir por un par de días.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —El nerviosismo se desliza en su tono—. Este tipo de
novio no intentó entrar a tu habitación como lo hizo el último, ¿verdad?
—No... Bueno, lo hizo, pero solo para tratar de sacarme de la casa —le digo en
voz baja—, por eso necesito un lugar para dormir.
—¿Tu madre está dejando que te eche de la casa?
Él no parece tan sorprendido.
—Ellos realmente no me están echando... —Mis mejillas se calientan con mi
vergüenza—. Mi mamá me preguntó si podía dormir en el auto o pasar la noche en
la casa de uno de mis amigos por unos días. Realmente no me gusta dormir en el
auto... así que te llamé.
Me encojo de hombros, a pesar de que él no puede verme. Me siento tan patética.
—Bueno, me alegra que me hayas llamado. No quiero que duermas en un auto,
especialmente porque tus vecinos están tan locos. Solo deseo que tu madre no te haya
tratado así. Te mereces mucho más, Wills. —Hace una pausa—. Tal vez deberías
decirle a alguien que ella te echa todo el tiempo. Eso no está bien.
—Está bien... Estoy bien —le digo, sin saber realmente qué más decir. Claro, sé
que mi vida en casa no es normal, pero podría ser peor. Ella podría haberme dejado
a estas alturas—. Entonces, ¿no te importa si me quedo contigo?
—Siempre puedes quedarte conmigo. De hecho, quiero que prometas que nunca
volverás a dormir en el auto. Siempre llámame si necesitas ayuda.
—Puedo hacerlo. —Dejo salir una respiración estresada, el peso sobre mis
hombros sintiéndose un poco más ligero—. Gracias. Eres el mejor amigo de todos
los tiempos.
—Bien —bromea—. ¿Cuándo vas a venir? Pediré pizza o algo. ¿Qué te parece?
Como si respondiera, mi estómago se queja, recordándome que los armarios y
la nevera están vacíos, así que tuve que saltarme la cena otra vez.
—No tienes que hacer eso.
—Lo sé, pero quiero. Además, te apuesto a que te saltaste la cena.
—Me conoces demasiado bien.
—Eso es porque soy tu mejor amigo. Si no te conociera, entonces sería el peor
amigo del año.
Una pequeña sonrisa se forma en mis labios, pero la alegría se desvanece cuando
mi madre asoma su cabeza en mi habitación.
—¿Tu amigo te está permitiendo quedarte? —pregunta, sus ojos están más
inyectados de sangre de lo que ya estaban.
Asiento, cubriendo el teléfono con mi mano.
—Sí.
—Bien. —Entra en mi habitación, balanceándose un poco—. Tendrán que venir
a recogerte. No puedo conducir en este momento.
Quiero discutir, pero estoy bastante segura de que está borracha o drogada.
—Mis amigos no tienen la edad suficiente para conducir.
—Sin embargo, tienen padres, ¿verdad? —pregunta mientras agarra el marco de
la puerta para recuperar el equilibrio—. Ve si vendrían a recogerte.
Vacilo, no queriendo pedirle a Beck un favor tan grande. Pero quedarse en el
auto tampoco suena fantástico.
—Por favor, deja de ser difícil. —Sus ojos llorosos me suplican que entienda—.
Bill ya piensa que te has ido, por lo que debes salir de aquí antes de que descubra que
le mentí.
Lágrimas de mortificación pican mis ojos cuando pongo el teléfono en mi oído.
—¿Beck?
—He oído —dice con fuerza—. Ya me dirijo al auto con Theo.
Una temblorosa respiración vacila de mis labios mientras lucho contra el llanto.
—¿Tu hermano consiguió su licencia?
—Técnicamente.
—¿Qué significa eso?
—Significa que tiene su permiso de aprendiz. Pero no te preocupes. Es un muy
buen conductor.
—¿Qué pasa si tus padres se enteran? —La culpa me roe el estómago—. ¿No se
meterán en problemas?
—Ellos no lo descubrirán —promete—. Ahora ánimo, princesa. Estaremos allí
en unos veinte minutos.
Para cuando cuelgo, las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Rápidamente las
limpio con el dorso de mi mano.
—¿Todo bien? —pregunta mi mamá mientras le devuelvo el teléfono.
Asiento, aunque nada se siente bien. En absoluto. De hecho, toda la situación
me hace sentir terriblemente desagradable por dentro.
Una triste sonrisa se forma en sus labios mientras mete el teléfono en el bolsillo
de sus pantalones.
—Entonces probablemente deberías empacar y esperarle en los escalones. No
quiero que Bill empiece a gritarte otra vez. Estoy segura de que probablemente te
asustaste. —Envuelve sus brazos a mi alrededor—. Muchas gracias por hacer esto,
cariño. Eres una buena hija. ¿Cómo tuve tanta suerte?
Desearía poder creerle, pero si sus palabras fueran ciertas, entonces ¿por qué
siempre me echa de la casa y me abandona todo el tiempo? Sin embargo, no
pregunto, demasiado asustada de la respuesta.
Me abraza antes de salir de mi habitación. Me apresuro y empaco, me pongo
una chaqueta y unas zapatillas deportivas, y espero afuera en el porche, pero
rápidamente me arrepiento cuando de un par de niños un poco mayores que yo tratan
de persuadirme a drogarme con ellos.
Cuando Beck finalmente se detiene, estoy de pie en el borde del estacionamiento
en la oscuridad, escondida cerca de la señal de entrada al complejo de apartamentos
de un solo piso en el que vivo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta Beck mientras salta del lujoso auto
deportivo que pertenece a su hermano mayor Theo.
Me apresuro hacia él, raspando mis zapatillas en la tierra.
—Algunos muchachos intentaban que yo tomara drogas, así que pensé que
estaría más segura aquí.
Niega con la cabeza, tomando mi mano. En el segundo en que su piel toca la
mía, un calor calmante se extiende a través de mí.
—La próxima vez, espera dentro —dice, mirando a los chicos merodeando cerca
de la puerta de mi apartamento. La atención de ellos está enfocada en nosotros, el
humo enlazado al aire, y cuando un tipo le susurra algo al otro, mis piernas se
convierten en gelatina.
Beck debe sentir mi nerviosismo porque me atrae más cerca y nos dirige hacia el
auto.
—Habría esperado en la casa, pero mi madre me dijo que tenía que esperar en el
porche.
Me aferro a su mano, deseando no tener que dejarla ir nunca.
No puedo ver su rostro, pero él aprieta sus dedos alrededor de mi mano cuando
abre la puerta trasera y se desliza en el asiento trasero, empujándome con él. Una vez
que se cierra la puerta, Theo sale a la calle.
—¿Estás bien? —pregunta Theo, echando un vistazo rápido en el espejo
retrovisor.
Theo generalmente se burla de Beck y de mí, haciendo muecas y bromas sobre
cómo no gustamos el uno al otro, por lo que su amabilidad me confunde.
—Estoy bien.
Pero estoy temblando, lo que no puede significar que estoy bien, ¿verdad?
Beck se da cuenta, se quita la sudadera con capucha, y la coloca sobre mis
hombros.
—Va a estar bien. —Pone un brazo alrededor de mi hombro y besa un lado de
mi cabeza—. Nunca dejaré que te pase nada. Lo prometo.
Sé que es una tontería, pero un chico nunca me había besado antes, ni siquiera
en la mejilla. Mi piel arde donde sus labios tocaron, y todo lo que puedo pensar, me
siento querida.
Segura.
Me apoyo en él, descansando mi cabeza en su hombro, creyendo en su promesa
mucho más que en la de mi madre.
—Gracias, Beck —le susurro—, por todo.
—De nada. —Me da un abrazo de lado—. Siempre estaré aquí para ti, Wills.
Espero que tenga razón. No sé qué haría sin él.
CAPÍTULO 2
Willow
Cinco años después…
Algunas veces, me pregunto si la suerte tiene algún tipo de venganza contra mí.
Tal vez sin saber la ofendí, y ahora está enojada y determinada a romperme. Eso
podría explicar mucho sobre mi vida.
Sé lo loco que suena. Y en realidad, no creo que la suerte exista, al menos en
sentido físico. Pero fingir hace que la situación sea más fácil. Entonces no tengo que
lidiar con la verdad; que mi vida realmente, realmente es una mierda y eso
últimamente, se ha vuelto peor al tomar decisiones de mierda.
—Maldición, no de nuevo —maldigo mientras llevo mi auto al costado de la
carretera.
Humo sale del capó, y el motor gruñe como un Gremlin moribundo mientras
llevo la palanca de cambios a neutral y apago el motor. Dejando las luces encendidas,
desabrocho mi cinturón de seguridad y me pongo la sudadera encima de mi uniforme
de trabajo, intentando cubrir una de mis muchas malas decisiones que he tomado
esta noche: no cambiarme de ropa antes de salir del trabajo. En mi defensa, estaba
apurada para llegar a casa y revisar a mi mamá que no me ha mandado ningún
mensaje de texto en cerca de seis horas. Y esa sería otra mala decisión: dejar a mi
mamá sola en casa después de que pasó toda la noche sollozando y bebiendo por su
roto corazón, buscando los pedazos en el fondo de una botella.
Realmente debí haberme reportado enferma.
Pero entonces, ¿cómo haría para pagar la renta?
Le mandé otro mensaje de texto a mi mamá, pero ella no contestó. Hundiendo
mi ansiedad sobre algo que posiblemente podría estar realmente mal esta vez, salgo
del auto para revisar el daño. El frío aire de noviembre cala en mis piernas desnudas
y pica en mis mejillas mientras voy a la cajuela y agarro una linterna que guardé la
última vez que mi auto se descompuso. Luego camino hacia el frente de mi auto y
abro el capó.
Humo llena mi rostro mientras el motor sisea, lo cual probablemente signifique
que está sobrecalentado, algo que ha estado sucediendo desde hace un mes. Necesito
llevarlo al taller para que lo arreglen, pero mi mamá no ha sido capaz de mantener
un trabajo estable desde que su novio número cuarenta y cinco la dejó por alguien de
la mitad de su edad. Y conmigo comenzando la universidad, nuestra situación
financiera ha ido de mierda a desesperadamente inexistente, lo que me lleva a mi
tercera mala decisión: un nuevo trabajo.
Aseguro la chaqueta a mí alrededor mientras miro hacia ambos lados de la
desolada y oscura carretera que se extiende entre Ridgefield y Fairs Hollow. Fairs
Hollow es donde asisto a la universidad y trabajo, pero me he estado quedando en
casa en Ridgefield porque no puedo pagar el alquiler de mi madre y el mío. Además,
realmente necesito vigilar a mi madre después de que su novio la abandonó. Puede
que no suene tan mal, pero mi madre no maneja las rupturas muy bien. No, tacha
eso. Mi mamá no maneja las rupturas en absoluto. Entierra su dolor en alcohol hasta
que aparece el siguiente chico. Entonces se droga con él o es adicta a la relación, y
durante todo el tiempo que dura, ella es feliz. Pero cuando se separan, se hunde en
un pozo de desesperación. Esto ha estado ocurriendo durante años, y he pasado
muchas noches asegurándome de que no muera mientras duerme después de días de
consumo excesivo de alcohol y drogas, algo que estaba haciendo antes de irme a
trabajar más temprano.
La inquietud me aplasta el pecho, y recupero mi teléfono del bolsillo de mis
pantalones cortos para enviarle otro mensaje. Luego vuelvo al auto y le envío a Luna,
Wynter y Ari, tres de mis mejores amigos, un mensaje de súplica en el que les digo
que estoy tirada en la carretera y necesito ayuda.
Mientras espero que respondan, cierro las puertas con llave y enciendo las luces
de emergencia, cruzando los dedos para que nadie se detenga. Eso puede sonar loco,
pero la última vez que mi auto se descompuso, un tipo se detuvo y me ofreció veinte
dólares si le hacía sexo oral en el asiento trasero. Tenía cuarenta y tantos años y tenía
un peinado espantoso, y lucía un brillante anillo de bodas. Entonces, no solo era un
completo acechador, sino un bastardo infiel, como muchos de los chicos con los que
mi mamá sale.
Cuando le dije eso, él parecía que quería abofetearme. Gracias a Dios, Wynter
apareció, o ¿quién sabe qué hubiera pasado?
Me estremezco ante la idea, las náuseas serpentean en la boca de mi estómago.
La sensación de malestar se expande a medida que mi mente se desvía hacia mi
trabajo y cuántas personas aterradoras he conocido allí en los últimos meses. Es mi
propia maldita culpa. Elegí trabajar en ese lugar espantoso cuando sabía la
reputación de mierda que tiene el lugar. Decidí ponerme en esa situación a fin de
pagar las cuentas de mi madre y las mías y todavía me puedo permitir el lujo de asistir
a la escuela, lo que espero me ayude a salir adelante en la vida en lugar de estar
quedándome continuamente atrás, como lo he estado durante toda mi infancia.
Elijo, elijo, elijo mi suerte.
Bajo la cabeza hasta el volante.
—Dios, lo que no daría por tener un solo momento cuando no sienta que un
elefante está sentado en mi pecho. ¿Es mucho pedir? ¿Solo tener un día de suerte
cuando mis cartas se alineen?
Ni siquiera sé con quién estoy hablando, pero definitivamente responden con un
gran no, ya que mi teléfono vibra con mensajes tanto de Luna como de Wynter.
Wynter: De hecho estoy en el aeropuerto, lista para dirigirme a Nueva York para ver a
mi abuela, así que no puedo  Deberías intentar con Luna, sin embargo. Creo que ella está en
Ridgefield para la semana.
Pronto descubro que Wynter está en un error sobre Luna mientras abro su
mensaje que recibí.
Luna: ¡Oh Dios mío! ¡Eso apesta! Desearía poder regresar a ayudarte, pero Grey y yo ya
estamos de camino a Virginia. Ya llevamos como tres horas, pero totalmente podríamos dar la
vuelta y conducir hacia allá si nos necesitas.
A pesar del pánico sacando el aire de mis pulmones, no puedo evitar sonreír.
Luna es una de las personas más agradables que conozco, y si le digo que regrese, lo
haría. Pero no le voy a arruinar sus planes de viaje por carretera con su novio así
puede recoger mi patético culo.
Le mando un mensaje de texto para decirle que está bien. Luego le mando un
mensaje a Wynter deseándole que se divierta en Nueva York con una pequeña llama
de celos quemando en mi pecho.
Es descanso por Acción de Gracias. Debería estar haciendo viajes para pasar las
fiestas con la familia o al menos estar haciendo algo más que estar atascada al costado
de la carretera después de salir de un trabajo que me hace sentir repugnante por
dentro.
Cierro los ojos y tomo unas cuantas respiraciones calmantes, pero el recuerdo de
hace unas horas pasa por mi mente y mi pecho se contrae.
Música en auge, luces destellantes y el aire apesta a alcohol y dinero sucio.
Mientras camino por la barra, un hombre desliza veinte en mi bolsillo trasero.
—Déjame comprarte una bebida, hermosa —dice con una sonrisa dentuda, su mano
apoyada en mi cadera.
Lucho contra el impulso de aplastar mi puño en su cara por ponerme la mano encima y,
en cambio, sonrío dulcemente.
—Lo siento, pero no puedo beber en el trabajo.
Su otra mano encuentra mi cintura y me atrae hacia el taburete en el que está sentado.
Huele a manís rancios, y su cabeza calva refleja las luces de neón del techo.
—¿Qué tal esto, entonces? —Se inclina, hundiendo sus labios hacia mi oído—. Cuando
termines tu turno, te encuentras conmigo en la parte trasera. —Sus manos vagan hacia mi
trasero—. Prometo que haré que valga la pena.
Levanto mi mano instintivamente para abofetearlo, pero Gus, el gerente, me lanza una
mirada de advertencia desde detrás de la barra. Corrigiéndome, pongo la sonrisa falsa que
comienza a parecer más real con cada día que pasa.
Mi teléfono vibra en mi mano, sacándome el Jesús de la boca. Mis dedos
tiemblan mientras abro el mensaje, esperando que con suerte sea de Ari respondiendo
que sí vendrá a buscarme. Pero el nombre de Luna aparece de nuevo en la pantalla.
Luna: Le envié un mensaje a Beck y dijo que se quedó en casa en lugar de ir con su familia
a Vail, así que él irá a buscarte. Solo déjale saber dónde estás. Y asegúrate de enviarme un
mensaje cuando llegues a casa para que sepa que volviste a salvo ☺
Su texto es dulce, pero la mención de Beck hace que mi estómago se convierta
en nudos. Beck sigue siendo uno de mis mejores amigos en todo el universo, tal vez
incluso más que Wynter, Luna y Ari juntos. Pero a pesar de que le cuento casi todo,
nunca le mencioné, ni planeé mencionar mi nuevo trabajo. Y si me ve con mi
uniforme, apestando a sudor, cerveza y otras cosas desagradables, sabrá que pasa
algo.
Dejo caer mi cabeza contra el reposacabezas y miro un agujero en el techo de
tela. ¿Qué demonios voy a decirle? Normalmente traigo un cambio de ropa extra,
pero me quedé despierta la mitad de la noche, tratando de localizar a mi madre en el
bar local, y terminé durmiéndome más tarde de lo normal. Tenía prisa cuando salí
de casa y olvidé tomar mi ropa normal.
Antes de que pueda encontrar una solución, mi teléfono suena y la pantalla
ilumina el oscuro automóvil.
—Hablando del diablo. —Soltando un suspiro, respondo—: Hola.
—Hola —responde en un tono ligero—. Escuché que te metiste en algunos
problemas.
—Sí, mi auto se averió de nuevo, pero ¿puedo señalar que suenas demasiado
feliz con el hecho?
—Solo estoy feliz de poder volver a jugar a ser el caballero de brillante armadura
para ti otra vez.
—¿No has hecho eso suficiente? Pensé que ya estarías cansado de eso.
—¿Es por eso que no me escribiste tu misma? ¿Porque pensaste que era un
perezoso caballero con armadura brillante? —bromea, pero una gota de dolor reside
en su tono.
—No, pensé que estabas en Vail —le respondo, mirando a un auto pasar.
La verdad es que no estaba segura de si fue a Vail o no. Simplemente no lo llamé
porque, 1) Beck ya hace demasiado por mí. Y aunque eso parecía estar bien cuando
éramos jóvenes, me siento patética por todavía necesitar su ayuda todo el tiempo
cuando ahora soy una adulta. 2) Toda la cosa de verme en mi ropa de trabajo. 3)
Beck proviene de una familia muy adinerada y, a veces, tiene problemas para
entender las dificultades financieras, como el por qué no solo arreglo mi auto de
mierda. Responder con un “porque no puedo pagarlo” lleva a una oferta para darme
el dinero, que nunca aceptaré, a pesar de su persistencia.
También hay un número cuatro, pero odio pensar en ese, principalmente porque
odio que el número exista. Pero tiene que hacerlo. De lo contrario, Beck y mi amistad
se volverían demasiado complicadas. La mitad del último año escolar fue un ejemplo
perfecto de esto.
Estábamos en una fiesta, y después de demasiado tragos y demasiado tiempo
bailando sucio, terminamos en la habitación de Beck, lo que no era extraño;
hacíamos eso mucho, pero esa noche se sintió diferente. Esa noche, sus toques y
sonrisas hicieron que mi estómago se agitara.
—Pareces nerviosa —dijo mientras nos sentábamos en su cama, uno frente al otro con la
piernas cruzadas. La música vibraba a través de los tablones del piso, y una luz suave se filtraba
por la habitación.
—Siempre estoy nerviosa —admití. Este era Beck, la única persona que realmente
entendía la profundidad de mi ansiedad—. Lo sabes.
—Lo sé. —Metió un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Pero eso no significa que
quiera saber menos el por qué, así que escúpelo.
—Solo me estás poniendo un poco nerviosa esta noche.
No sabía qué más decirle aparte de la verdad, incluso aunque tuviera que ver con él.
Presionó su mano contra su pecho en sorpresa.
—¿Yo?
Asentí, mirando al edredón.
—No sé por qué, sin embargo.
O tal vez lo sabía y solo no quería admitirlo.
Él ahuecó su mano bajo mi barbilla y levantó mi cabeza.
—Nunca quiero que estés nerviosa a mí alrededor. ¿Qué puedo hacer para mejorarlo?
Negué con la cabeza, y por alguna extraña razón, mi mirada vagó hasta sus labios. Lo
había estado haciendo toda la noche, preguntándome cómo sería besarlo. Sabía que él había
besado a un puñado de chicas y escuché rumores de que era un gran besador. Tenía curiosidad,
no solo por besar a Beck, sino por besar en general. No lo había hecho. Tenía reglas contra ello.
Las reglas me salvaban de convertirme en mi madre. Por supuesto, con alcohol en mi sistema,
romper las reglas parecía más fácil.
—Realmente no lo sé —susurré, incapaz de quitar mi enfoque de sus labios.
El silencio se hizo cargo excepto por la música resonando en la planta baja. Me preguntaba
qué estaban haciendo otras personas en este momento, qué estaban haciendo mis amigos. ¿Se
estaban divirtiendo más que yo? Dudosamente, dado que mis momentos más divertidos eran
con Beck. Además, él me hacía sentir tan segura, especialmente cuando me abrazaba. A veces,
deseaba poder quedarme en sus brazos para siempre. La vida sería mucho más fácil de esa
manera.
—Wills. —Su voz era baja y ronca.
Aparté mis ojos de su boca y me encontré con su mirada. Sus ojos ardían con un hambre
indescifrable. No pude averiguar qué estaba causando esa mirada hasta que se inclinó y rozó
sus labios contra los míos.
Cerré los ojos con fuerza, separé mis labios y, por el espacio de un latido, con el alma
ardiendo y la mente alucinando, la vida fue perfecta. Entonces salí de mi estupidez y recordé
que la vida no era perfecta. Había vivido en la imperfección desde los seis años.
El pánico aumentó dentro de mí, y hui como una cobarde.
Durante semanas después, apenas podía mirar a Beck a los ojos. Esos fueron
algunos de los días más solitarios de toda mi vida. La única razón por la que pude
volver a ser amiga de él fue por la regla. Una regla simple. Al menos, parecía así en
el papel.
Absolutamente ningún contacto labio-a-labio.
Sip, esa era mi regla. Le di una copia a Beck y yo guardo el original en mi
guantera. Tener ese límite escrito parece estar funcionando para nosotros.
Algo así…
—Suenas estresada. ¿Qué está pasando? —La voz preocupada de Beck me sacó
del recuerdo
El miedo me abrasa cuando un auto pasa zumbando, y me hundo aún más en el
asiento.
—Siempre estoy estresada. Viene con el territorio de ser una ansiosa —le digo—
. Pero el lugar en el que se descompuso mi auto tampoco está ayudando a mi
ansiedad.
—¿En dónde estás exactamente?
—En la carretera entre Ridgefield y Fairs Hollow.
—Mierda, eso está en medio de la nada.
—Sí, lo sé. Yo estaba… —¿Estaba qué? ¿Volviendo a casa del trabajo? Porque él piensa
que trabajas en una biblioteca, que está lejos, muy lejos de aquí—. Tuve que hacer algunos
recados para mi mamá, y mi estúpido auto decidió que iba a sobrecalentarse de
nuevo.
Dios, odio mentirle. Hace que me duela el corazón.
—Realmente necesitas que revisen tu auto —dice por encima de la charla y la
música de piano que se eleva en el fondo.
—Lo haré —miento. Como señalé anteriormente, tratar de explicarle que no
tengo dinero a Beck no funciona—. ¿Dónde estás? Escucho mucho ruido.
—Estoy en casa de mi hermana. Está dando la fiesta de una semana antes de
Acción de Gracias.
—¿Eso existe?
—Aparentemente. Al menos para ella. Pero ya sabes cómo es Emmaline. Ella
organiza fiestas para cada festividad y para la semana antes. ¿Recuerdas que hizo eso
por Pascua hace un par de años?
Sonrío.
—Sí, lo recuerdo. Me obligaste a ir contigo y les dijiste a todos los niños en la
mesa de niños que estábamos comiendo conejo. Se asustaron y se echaron a llorar y
tu padre se enojó tanto.
—Mi papá siempre está enojado —me lo recuerda con ligera amargura. La única
vez que Beck suena amargado es cuando habla de su padre, un frío hombre sin
emociones que ama trabajar más que ser padre o esposo—. Pero esa vez, valió la
pena un poco solo por ver la cara de esos niños.
—Puedes ser tan malvado a veces.
—Tú también puedes. Es la razón por la que estamos tan bien juntos. De hecho,
creo que podríamos crear el epítome de la perfección.
En el fondo, sé que no quiere decir que seríamos una gran pareja, pero mis labios
tiran hacia abajo, de todos modos. No porque Beck sería un novio horrible;
simplemente prefiero no pensar en novios: En tener uno, en arruinar mi vida para
tener uno, en ser consumida por uno, en terminar como mi mamá, porque fui
consumida demasiado por uno. Y Beck, definitivamente podría consumirme. Puedo
sentir la atracción magnética, la abrumadora sensación de ahogarme cada vez que
estoy cerca de él.
Echo un vistazo a la guantera, pensando en la regla. Saber que existe me hace
respirar más fácil.
—Tal vez debería intentar enviar un mensaje de texto a Ari de nuevo. —Cambio
de tema—. No quiero hacer que dejes la fiesta de tu hermana.
—Demasiado tarde para eso. Ya estoy en el auto.
Si tuviera un centavo por cada vez que me dice eso, no estaría en este lío para
empezar.
—Además —continúa—. No estoy dispuesto a dejar pasar mi oportunidad de
ser tu caballero de armadura brillante solo para poder quedarme y escuchar a los
amigos de mi hermana balbucear sobre el mercado de valores.
—¿Es de eso de lo que ustedes los ricos hablan estos días? —bromeo,
agachándome en mi asiento mientras los faros brillan a través de la ventana trasera
de mi coche.
—Oh, Dios mío, no tienes idea —se queja—. Juro que si escuchaba algo más
sobre tipos de cambio, volúmenes y rendimientos, iba a comenzar a cantar One Step
Closer de Linkin Park a todo pulmón.
Me río nerviosamente.
—Hombre, me encantaría ver que eso suceda.
—Un día, haré que eso suceda para ti.
—Haré que cumplas tu palabra —bromeo y luego tomo una brusca respiración
cuando los faros se acercan.
Me doy la vuelta para mirar por la ventana, pero no puedo decir si el auto está
conduciendo de forma absurdamente lenta o si se ha detenido. Reviso dos veces para
asegurarme de que las puertas estén cerradas con llave y luego me hundo en el
asiento.
—Sin embargo, tendrá que ser en una de tus fiestas. Ese tipo de cosas encajaría
perfectamente con las estúpidas fiestas que mi madre organiza todo el tiempo.
Alguien siempre está gritando sobre algo. —Me muerdo la lengua en cuanto lo digo.
A pesar de que Beck sabe cómo es mi mamá, no me necesita quejándome sobre mi
patética vida—. Lo siento. No quise quejarme de mi mamá. Ella solo ha estado
dándome un dolor de cabeza últimamente.
—¿Supongo que Claude, el que se pica la nariz rompió con ella?
—¿El que se pica la nariz? Pensé que era Wally.
—No, estoy bastante seguro de que Claude era el que se pica la nariz. Wally era
cejas de oruga.
—¿Sabes qué? Creo que tienes razón.
Estoy a punto de sonreír, algo que solo Beck puede hacerme hacer cuando
estamos hablamos de los muchos ex novios de mi mamá.
En realidad se le ocurrió la idea de darles apodos después de que divulgué que
me costaba mucho recordar sus nombres. Comenzamos a darles nombres
estrafalarios basados en sus hábitos y características extrañas, como Claude el que se
pica la nariz, Wally el cejas de oruga y Ed el del calzón chino.
Los faros iluminan mi coche cuando un vehículo se detiene justo detrás de mí.
Mierda, alguien se detuvo.
Cuando me vuelvo en mi asiento, alguien golpea en mi ventana. Girando de
vuelta, casi me golpeó la cabeza en el techo.
—¿Necesitas ayuda? —Un chico de unos veintitantos años me sonríe a través de
la ventana—. No soy muy bueno con los autos, pero puedo llevarte a alguna parte.
Trago una respiración temblorosa.
—Estoy bien. En realidad, mi amigo está en camino para recogerme. Estará aquí
en unos minutos.
Miento. Le llevará a Beck al menos veinte minutos llegar hasta aquí.
—¿Estás segura? —pregunta, mirando de reojo a través de la ventana para verme
mejor.
Trago.
—Estoy bien. Lo prometo.
Su mirada viaja a través de mis piernas expuestas y me muevo en el asiento,
tirando del dobladillo de mi chaqueta hacia abajo.
—Bueno, está bien, entonces.
Me mira por otro ensordecedor latido antes de volver a su auto.
—Willow, ¿qué diablos está pasando? —pregunta Beck a través del teléfono que
estoy agarrando.
Dejando escapar un suspiro irregular, coloco el teléfono de nuevo en mi oído.
—Un tipo se detuvo para ver si necesitaba que me llevara. —Doy un vistazo
ansioso en el retrovisor al coche inmóvil—. ¿Qué tan lejos estás?
—Estaré allí en unos diez minutos —dice—. ¿El tipo se fue?
—No. Solo está sentado en su auto en este momento... Sin embargo estoy segura
de que se irá pronto.
Espero.
—¿Tus puertas están cerradas?
—Sí.
—¿Todavía tienes el espray pimienta que te di?
—Sí, está en la guantera. —Me inclino sobre la consola para sacarlo—. Espero
que todavía funcione. Me lo diste hace mil años.
Fue hace aproximadamente un año, después de que tuve que recoger a mi madre
de un bar sospechoso y me acosó un grupo de hombres borrachos. Cuando le conté
a Beck lo que pasó y lo asustada que estaba, salió y me compró una lata de spray
pimienta y me hizo tomar una clase de defensa personal.
Ese es Beck para ti, siempre cuidándome. Lo ha sido desde que éramos niños y
me prometió en el auto que siempre estaría allí para mí.
En ese momento, creía que nunca rompería la promesa. Ahora que soy mayor,
entiendo que un día después de que se enamore, se convertirá en un caballero de
armadura brillante para alguien más. Quienquiera que ella sea, será muy afortunada,
porque Beck es genial. Perfecto. Pero no para mí.
Ningún chico es perfecto para mí. Y no soy perfecta para ningún chico.
Nada es siempre perfecto.
Realmente necesito aprender a dejar de depender tanto de él. Dejar de pasar tanto tiempo
con él.
El último pensamiento me hace sentir mal.
Me aferro a la lata de spray de pimienta en mi mano.
—Me pregunto si el spray de pimienta expira.
—No estoy seguro. —Suena inquietantemente preocupado, algo raro para Beck
y mi inquietud se dispara—. ¿Todavía está allí?
—Sí.
Ni siquiera tengo que mirar para saber. Los cegadores faros anuncian su
presencia.
—Si vuelve a salir del auto, cuelga y llama a la policía.
Mi ritmo cardíaco se acelera tan rápido que me preocupa estar a punto de tener
un ataque cardíaco.
—Beck, creo...
El tipo golpea la ventanilla del lado del pasajero y me sobresalto, dejando caer
el teléfono.
—Mierda.
—Oye, estaba pensando que tal vez podría sentarme contigo hasta que aparezca
tu amigo. —Sus labios se curvan en una sonrisa—. Soy Dane, por cierto.
Como si decirme su nombre de alguna manera me hará más dispuesta a dejarlo
entrar en mi auto.
Manteniendo mis ojos en él, me inclino hacia adelante y busco el teléfono.
—Vamos —continúa Dane, sonriéndome—. No muerdo. Lo juro.
—M-mira, Dane, gracias por la oferta. —Respira hondo, Willow. Respira profundo.
Encuentra tu teléfono y llama a la policía—. P-pero, como dije, mi amigo estará aquí en
cualquier momento.
Él mira hacia arriba y abajo de la carretera vacía y luego de nuevo a mí.
—¿Estás segura de eso? Porque no veo que venga ningún vehículo.
—S-sí, estoy segura. —Cálmate. Mantén tu voz firme. Deja de entrar en pánico.
Sus ojos examinan mi uniforme.
—Tu atuendo se parece a los que usan esas chicas en Crazy, Crazy Morelliesin.
¿Trabajas ahí?
Trago duro. Crazy Morelliesin es como los clientes habituales llaman al club en
el que trabajo. Los regulares son los peores. A veces, esperan para hacer ofertas
ilegales a las bailarinas y camareras que salimos del trabajo. Algunas de las chicas
aceptan. Sin embargo, nunca estaré tan desesperada por dinero. Al menos, eso es lo
que me digo. Pero a veces, me pregunto cuánto soy como mi madre. Tal vez estoy
viviendo en la negación cuando digo que nunca seré como ella. Después de todo,
este tipo de trabajo es algo que mi madre ha hecho para ganar dinero.
—No —le miento al chico. Mis dedos rozan el teléfono, y exhalo
temblorosamente mientras me siento y me coloco el auricular en la oreja—. Oye,
Beck, ¿ya estás aquí? —digo lo suficientemente fuerte para que el chico lo escuche.
Intento no dejar que mi expresión vacile cuando me doy cuenta de que la línea está
muerta—. ¿Un par de minutos? Sí, vale. Suena bien.
El chico me mira, como si debatiera si estoy mintiendo. Bueno, ya sea eso o está
calculando una manera de irrumpir en mi auto y no ser rociado por el espray de
pimienta en mi mano.
—¿Estás segura de que viene tu amigo? —pregunta—. Parece que le está
tomando mucho tiempo llegar aquí.
Estoy empezando a alejar el teléfono para llamar a la policía cuando un BMW se
detiene a un lado de la carretera, estacionando justo frente a mí. El lado del conductor
se abre, y Beck salta.
Gracias a Dios. Gracias a Dios. ¡Gracias a Dios!
Echo un vistazo al tipo.
—¿Ves? Mi amigo…
Él ya está trotando de vuelta a su auto.
Beck camina por el costado de la carretera, pasa por mi auto y se dirige hacia el
tipo con una mirada en su rostro que grita que está a punto de darle una paliza. Beck
no es un gran luchador, así que a pesar del hecho de que me encantaría que le
patearan el trasero del hablador, me apresuro a salir del auto para detenerlo.
—Solo déjalo ir —le digo a Beck, persiguiéndolo.
—De ninguna manera.
Sigue avanzando mientras el chico salta a su auto.
Agarro la manga de Beck.
—No quiero que te metas en una pelea a un lado de la carretera, en medio de la
nada, con algún tipo extraño y espeluznante. No vale la pena.
Intenta apartar su brazo de mi agarre, pero me aferro con mi vida, negándome a
soltarlo hasta que el tipo sale a la carretera.
Beck maldice cuando el auto pasa, dejando atrás una nube de polvo.
Soltando su manga, corro a un lado de la carretera y entorno los ojos en la
oscuridad para tratar de distinguir el modelo del vehículo. Me las arreglo para
detectar un caballo de metal en la parte posterior de la cajuela y hacer una nota
mental para mantener un ojo en los Mustang en el estacionamiento del club. Al menos
entonces puedo tener una advertencia de que él está allí.
Mi estómago se retuerce con náuseas ante la idea de volver a ver a Dane.
—Deberías haberme dejado golpearle el trasero —gruñe Beck, acercándose a mí.
—No, no debería haberlo hecho. —Cruzo los brazos sobre mi pecho—. No te
metes en peleas. Y no voy a dejar que te conviertas en ese tipo de persona por mi
culpa.
—No habría sido tu culpa. Merece que le pateen el trasero. —Su tono es
sorprendentemente agudo y muy diferente al tranquilo y sereno Beck que conozco.
Él se acerca más a mí, y aunque soy alta, tengo que levantar la barbilla para
encontrarme con su ardiente mirada—. Podía escuchar cada maldita cosa que te
estaba diciendo. Intentando que lo dejaras entrar al auto... —Sacude la cabeza,
abriendo y flexionando las manos—. Deberíamos reportarlo a la policía.
—Solo vi la marca del auto, no un número de placa. Así que probablemente no
podrían rastrearlo. —Mi cuerpo se estremece, ya sea por la sorpresa o por lo molesto
que suena Beck—. Además, ¿qué les diría? ¿Qué algún tipo se paró afuera de mi auto
y me habló? Técnicamente, no hizo nada malo.
—Sí, porque me detuve y lo asusté. —Se pasa los dedos por el cabello rubio—.
Dios sabe lo que habría hecho si yo no hubiera... —Sacude la cabeza por milésima
vez, mirando con dagas a mi auto—. Me gustaría que me dejes comprarte un maldito
auto nuevo.
Y aquí vamos.
—No me vas a comprar un auto nuevo, así que no seas raro.
Se me acerca y mete un mechón de cabello detrás de mi oreja, la furia en sus ojos
se transforma en algo ilegible, pero hace que mi corazón salte un latido.
—Entonces déjame pagar el arreglo del tuyo.
Sacudo la cabeza, diciéndole al revoloteo en mi pecho que cierre el pico.
Revoleteo que no se ha ido desde nuestro beso. Sin embargo, eso no significa que
tenga que escucharlos. Son solo eso: tontos e insignificantes. Es cuando actúo sobre
ellos, permíteles controlarme, que tengo un problema real.
—No es tu responsabilidad cuidarme.
—¿Por qué no? Te prometí que lo haría.
—Sí, pero... eso fue hace mucho tiempo. Éramos niños. Ni siquiera sabías en lo
que te estabas metiendo.
—No me siento obligado si eso es a dónde quieres llegar. —Toca la punta de mi
nariz con la punta de su dedo, sus labios se estiran en una media sonrisa. Juro que
mi corazón brilla—. Cuidar de ti es una de mis cosas favoritas por hacer, así que deja
de discutir y déjame hacer lo que amo.
—Beck... —Me devano los sesos por lo que tengo que decir—. Tú eres mi mejor
amigo, y se supone que los mejores amigos no tienen que pagar para reparar el coche
del otro. No está bien, no importa cuánto ames hacerlo.
Levanta una ceja.
—¿Quién dice que no está bien?
—Yo. —Me froto las manos arriba y abajo de mis brazos mientras el aire fresco
de la noche supera la tela de mi chaqueta—. Necesito empezar a cuidarme más y
dejar de depender tanto de ti. Soy demasiado mayor para que todavía me estés
rescatando.
Allí, dije lo que tenía que decir. Debería sentirme mejor, ¿verdad?
¿Entonces por qué me siento tan mal?
Extiende su mano sobre mi mejilla, mirándome a los ojos.
—No estoy tratando de rescatarte. No me gusta que conduzcas un auto poco
confiable, especialmente cuando trabajas hasta tarde y tomas un camino que está en
medio de la maldita nada. —Sus cejas bruscamente se hunden mientras su mirada
cae a los pantalones cortos que estoy vistiendo que apenas me cubren el culo.
Parpadea un par de veces antes de que sus ojos vuelvan a encontrarse con los míos—
. Espera... ¿Dónde estabas esta noche? Pensé que estabas trabajando.
Aterrorizada, busco una mentira para decirle. ¿En una fiesta? ¿Bailando en un
club? ¡Ja! Como si eso funcionara. Rara vez salgo de fiesta, y uso pantalones cortos
así de cortos con menos frecuencia.
Incapaz de pensar en una buena mentira, decido que una fiesta es mi mejor
opción.
—Estaba en una fiesta de una chica de mi clase de química. Era una fiesta en la
piscina, pero sabes cuánto odio los trajes de baño, así que solo vine en pantalones
cortos.
Dios, odio mentirle.
Pero decirle la verdad sería mucho peor.
Su mirada cae a mis piernas otra vez. Mordiéndose el labio, se extiende una
mano y roza sus nudillos contra el exterior de mi muslo.
—¿Cómo es que nunca vistes cosas como esta en mis fiestas en la piscina?
Me estremezco por el inesperado toque, y Dios mío, esos tontos aleteos casi
pierden sus malditas mentes.
—Yo, um... —Despejo mi garganta, tratando de borrar el tono agitado de mi
sistema. No es como si nunca te hubiera tocado la pierna antes. Dios, contrólate—. No lo
sé... porque te conozco y sé que no te enojarás conmigo por no seguir el código de
vestimenta de la fiesta.
Frotando sus labios juntos, lleva su mirada desde mi cuerpo hasta mi cara. Busco
en sus ojos, tratando de tener una vibra de él, ver si está comprando mi mentira. Si
alguien puede leer mis mentiras, es Beck. Pero sin embargo, no puedo captar su vibra
en lo absoluto. Solía ser capaz de hacerlo todo el tiempo, pero últimamente, algo ha
cambiado. O he perdido la capacidad de leer a mi mejor amigo, o él está más cerrado.
Sus labios se curvan en una sonrisa ladina.
—Bueno, ya no.
—¿Eh?
—De ahora en adelante, me voy a enojar si no sigues mi código de vestimenta.
—Cruza los brazos, pareciendo muy complacido consigo mismo—. Así que, el
viernes, será mejor que te presentes a mi casa con un sexy vestido negro.
Arrugo mi nariz.
—¿Estarás teniendo una fiesta el día después de Acción de Gracias que requiere
personas usando sexys vestidos negros? ¿Qué clase de tema es ese?
—De hacer cualquier-jodido-tema-que-quiera. —Sus ojos brillan en el resplandor
de mis luces intermitentes—. Y ya que eres una chica de fiesta, ahora no tengo que
rogarte a que vengas.
Mierda. No lo pensé muy bien en absoluto.
¿Por qué tengo la sensación de que sabe que estoy mintiendo sobre dónde estaba
esta noche y solo está tratando de hacer que confiese?
Me da un segundo para admitir que estoy llena de mierda, pero siendo la gran
gallina que soy, todo lo que hago es asentir.
Suspirando decepcionado, camina junto a mí.
—Vamos; vamos a llevarte a casa. Te preguntaría si quieres que traiga una grúa
a buscar tu auto, pero ya sé la respuesta. —Se detiene cerca de la parte delantera de
mi auto donde dejé la linterna equilibrada en el parachoques y se inclina para
inspeccionar el motor—. Así que, o puedo ir a recogerte mañana y podemos conducir
hasta aquí e intentar arreglar esto, o podemos tomar prestada la camioneta de Ari y
remolcarlo a la casa de tu madre.
—Remolcar probablemente será mejor ya que no estoy cien por ciento segura de
lo que está mal.
Me muevo a su lado, sintiéndome agitada por lo que pasó y anhelando su
reconfortante cercanía.
Mira el motor con la cabeza metida, con la boca en una delgada línea. No sé qué
le pasa por la cabeza, pero no me gusta lo molesto que se ve, y odio que haya jugado
un papel en ello.
—Gracias por salvarme el culo. —Siento la necesidad de decir mientras la culpa
se agita en mi pecho—. Y por ser mi caballero con brillante armadura de nuevo.
Toma una respiración profunda antes de elevar su mirada hacia mí, una sonrisa
jugando en sus labios.
—En cualquier momento, princesa.
Retengo un suspiro.
—Beck... Pensé que teníamos un acuerdo de que ya no ibas a usar ese apodo.
Me estoy haciendo demasiado vieja para eso.
—Nunca acepté nada. Solo me dijiste que tenía que parar, y lo hice por un
tiempo. —Me pone un brazo alrededor de mis hombros, y todo lo que puedo pensar
es seguridad, seguridad, seguridad—. Pero asumo, ya que soy tu caballero con
brillante armadura esta noche, tienes que ser mi princesa. Es parte de las reglas, y no
puedes discutir con las reglas.
Sacudo mi cabeza, decidiendo dejarle ganar esta, a pesar de que el apodo me
hace sentir como una niña pequeña o una damisela en apuros.
—Bien, pero esta princesa necesita llegar a casa —le digo a través de un
bostezo—. Ella está muy soñolienta.
—Muy bien, mi señora. Su carruaje le espera.
Se inclina, y una risa burbujea de mis labios, un sonido que no esperaba oír en
una noche tan cruda.
Sonríe con orgullo, y empiezo a cuestionar si hacerme reír era su intención todo
el tiempo. Realmente es el mejor amigo de la historia. Nunca podré agradecerle lo
suficiente. Aun así, quiero intentarlo para no derrumbarme cuando él encuentre el
amor de su vida.
Envuelvo mis brazos alrededor de él y lo abrazo con gratitud.
—Gracias. Realmente aprecio todo lo que haces por mí, incluso si no siempre
parece que lo hago.
Respiro su olor. Tranquilidad. Me siento tan tranquila.
Me responde el abrazo, deslizando un brazo a mí alrededor y luego apretando
nuestros cuerpos más cerca.
—Sabes que siempre estaré aquí para ti, Wills. Incluso cuando tengamos setenta
años y apenas podamos caminar, usaré mi bastón para mantener alejados a los
malos.
Sonrío, pero la tristeza pesa sobre mi corazón. Puede que lo diga ahora, pero un
día tendrá otras personas que querrá cuidar más que yo. O peor, un día, descubrirá
lo gran mentirosa que soy y decidirá que ya no valgo más la pena salvar.
CAPÍTULO 3
Beck
Willow, Willow. Willow. Ella es la chica más impresionante, valiente, fuerte,
hermosa que he conocido, incluso si ella no lo piensa así. También se mete en algunas
de las situaciones más desconcertantes. Y de nuevo, la mayoría de las veces, no es su
culpa.
Ella ha tenido una vida difícil, comenzando cuando su papá se fue cuando tenía
seis años. La conocí no mucho tiempo después de que eso sucedió. Ella era tan
callada, triste, y rota en ese entonces. Algunas veces, todavía aleja la mirada, sus
grandes ojos tan atestados con dolor, tristeza y estrés de la difícil vida. Yo todo lo
que quiero hacer es abrazarla, lo cual intento hacer tanto como me lo permite.
Pero últimamente lo de tocar se está volviendo un problema real. Para mí, de
cualquier modo.
En algún punto en el camino de la amistad, comencé a verla como más que una
amiga. Mucho, mucho más.
Después de entrar en mi auto, conduzco hacia su casa, tomando respiraciones
sutiles para intentar calmar la mierda. Normalmente soy un tipo bastante calmado y
prefiero hablar las cosas en lugar de lanzar golpes. Pero cuando escuché al tipo
intentar engatusar a Willow para que abriera la puerta, una incontrolable ira ardió
dentro de mí. Luego me acerqué y lo vi correr a su auto, y perdí mi última onza de
calma que me quedaba. Si Willow no me hubiera detenido, no sé qué habría hecho.
Probablemente chocar mi puño en su cara hasta que mis nudillos se quebraran.
Debería sentirme inquieto por eso, pero pensar en lo que el tipo probablemente quería
hacerle…
Abro y flexiono mis dedos, inhalando y dando una inestable exhalación.
—¿Estás bien? —Willow centra sus grandes ojos en mis manos—. ¿Por qué están
temblando tus manos?
—Solo están teniendo un espasmo —miento, apretando mi agarre en el
volante—. Mucho teclear para mis tareas, creo.
Ella me da una mirada dudosa.
—¿Desde cuándo siquiera haces tus tareas?
Presiono mi mano en mi corazón, fingiendo estar ofendido.
—¿Estás diciendo que soy un flojo?
—No… pero lograbas salir con solo tomar los exámenes durante nuestro último
año en preparatoria.
—Oye, no es mi culpa que los exámenes sean tan malditamente sencillos. Y si
puedo pasar sin hacer tarea, entonces, ¿por qué hacer tarea?
Ella se encoge de hombros.
—No sé… supongo que puedo entender tu punto de vista. Sin embargo, nunca
puedo pasar haciendo eso.
Estiro mi mano y ligeramente tiro de un mechón de su cabello.
—Por supuesto que puedes. Eres la persona más inteligente que conozco. —Le
ofrezco mi sonrisa ladeada—. Solo eres una alumna sobresaliente.
Su cara se arruga.
—Sin embargo, a veces, desearía no serlo.
—¿Desde cuándo?
Busco sus ojos tristes, preguntándome qué la está molestando esta noche.
—No lo sé... desde siempre, supongo. —Se encoge de hombros, viéndose las
uñas—. Creo que la vida sería mucho más fácil si no siempre me esforzara tanto y
no me importara.
—No lo es —le digo a ella—. Créeme lo sé.
Ella me da la mirada, la que significa que está a punto de defender mis acciones
vagas y acariciar mi ego.
—No eres un flojo. Simplemente no te gusta perder el tiempo haciendo cosas que
no te gustan. Pero trabajas muy duro y siempre haces lo que amas. —Suspira, apoya
la cabeza contra la ventana y se adentra en su pequeño mundo—. Me gustaría poder
pasar mi vida divirtiéndome más y estresarme menos.
—Podrías. —Extiendo mi mano y la coloco sobre la de ella—. Solo tienes que
dejar de preocuparte por todo.
—Sí, pero no solo tengo que preocuparme por mí —murmura, su mano se
retuerce debajo de la mía, pero no se retira.
Nos hundimos en el silencio mientras Willow mira por la ventana, perdida en
sus pensamientos, probablemente estresada por su coche, su madre, la escuela, las
facturas. A los dieciocho años, tiene más responsabilidades que la mayoría de las
personas en toda su vida. Desearía poder quitarle algo de la carga, pero rara vez
acepta mis ofertas de ayuda. Me encanta ayudarla. Desearía que dejara de ser tan
terca y me permita arreglar su auto para que no tuviera que preocuparme por que se
metiera en otra situación como la de esta noche. Hasta que arregle su auto, pasaré
mis noches preocupándome por su seguridad.
Por otra parte, en este punto de mi vida, debería estar acostumbrado.
Desde la escuela primaria cuando nos convertimos en amigos, sentí la necesidad
de proteger a Willow, como cuando otros niños la molestaban porque llevaba ropa
vieja y gafas demasiado grandes. Además, ella era tan tímida y rara vez se defendía.
Ese trabajo se convirtió rápidamente en mi trabajo, y pasé muchos recesos
protegiéndola de cualquiera que se atreviera a acercarse a ella en el patio de recreo.
Sin embargo, durante la preparatoria, mis días de protección disminuyeron,
principalmente porque Willow cambió.
Así lo hizo la forma en que la veía.
Recuerdo el momento claramente. Mi madre me llevó a Francia con ella durante todo
el verano y no vi a Willow durante tres meses seguidos. Cuando regresé, estaba emocionado de
volver a la escuela, volver a la normalidad, comer una hamburguesa con queso y ver a mis
amigos, especialmente a Willow. En parte porque quería comprobarla, y en parte porque
simplemente la extrañaba.
No tuve la oportunidad de verla hasta el primer día de clases, pero un par de nuestros
amigos, ella y yo acordamos por teléfono reunirnos en el frente para poder entrar juntos.
Wynter apareció primero. Se veía bastante parecida a la de principios de verano. Su cabello
rubio era un poco más largo, y llevaba un vestido como usualmente lo hacía.
—Hola, Beckett. Mucho tiempo sin verte.
Se dejó caer a mi lado en la corta pared que bajaba por el lado de la escalera que llevaba a
la escuela.
—Desearía que dejaras de llamarme así.
Mi labio se contrajo. Odiaba cuando me llamaba Beckett. Mi papá usaba mi nombre
completo cuando me gritaba, diciéndome lo inútil que soy. Wynter sabía que detestaba el
nombre, pero a ella le encantaba meterse debajo de mi piel.
—¿Por qué? —Sus ojos brillaban maliciosamente a la luz del sol—. Es tu nombre, ¿no?
—Sí, pero sabes que lo odio.
—Lo que lo hace aún más atractivo.
Solté una respiración exasperada, manteniendo mis labios sellados. Era muy temprano en
la mañana para discutir con ella, algo que hacíamos mucho. Algunos de mis amigos decían que
actuábamos de esta manera porque éramos muy parecidos. Tal vez eso era cierto. Wynter
provenía de una familia rica como yo, y nuestros padres a veces pueden ser negligentes. Pero
compensaban su ausencia dándonos regalos. Aun así, pensaba que Wynter actuaba más
mimada que yo.
Cruzó las piernas, jugueteando con su brazalete de diamantes.
—Entonces, ¿París fue divertido? Apuesto a que lo fue. Desearía que mis padres me
llevaran allí. Aunque odian llevarme de viaje con ellos. Tienes tanta suerte de que tu madre te
lleve a lugares a veces.
—Sí, supongo que sí.
No quise sonar gruñón, pero ir de viaje con mi madre significaba estar sentado en una
habitación de hotel mientras ella iba de compras. La única razón por la que me llevó con ella
fue porque mi padre no quería ser responsable de mí.
Me recosté en mis manos y miré a las personas que caminaban por las escaleras frente a
nosotros.
—Sin embargo, la comida apestaba un poco.
—Lo que sea. Apuesto a que no lo hizo. Apuesto a que solo estabas siendo... bueno, tú.
Le lancé una mirada sucia.
—¿Que se supone que significa eso?
Ella se encogió de hombros.
—Que a veces, no aprecias las cosas buenas de la vida.
Le lancé una mirada insinuante a la pulsera en su muñeca.
—¿No es así como el sartén le dijo a la olla?
Cubrió la pulsera con su mano.
—Eso es diferente. Aprecio a mis padres por conseguir esto para mí.
—Y aprecio a mi madre por llevarme a París. Eso no significa que tenga que mentir y decir
que me gustó la comida o decir que me divertí cuando no lo hice.
—Dios, eres tan mimado.
Resistí poner mis ojos en blanco, mordiendo mi lengua. De nuevo, era demasiado temprano
por la mañana para esta mierda.
—¿Sabes a qué hora se supone deben estar Willow y Luna aquí? —Miré a la sección donde
los padres dejan a sus hijos en la base de las escaleras—. Realmente quiero ir a ver dónde está
mi casillero antes de que la campana suene. Oh, sí, y conocí a este tipo, Ari, el otro día cuando
estaba pasando el rato en el parque de patinaje. Se acaba de mudar aquí. Parece bastante genial.
Le dije que podía pasar el rato con nosotros.
—¿Cómo es? ¿Es lindo?
—¿Cómo me veo, como una chica?
—Algunas veces, actúas como una.
Dios, realmente necesito más amigos hombres.
—Y tú puedes ser algo malcriada algunas veces, pero no me vez señalándolo cada dos
segundos.
Saludo desde lejos a Levi y a Jack, dos de mis otros amigos, ignorando la mirada
fulminante de Wynter.
Levi juntó sus manos alrededor de su boca.
—Hola, Beck, ¿vienes?
—En un rato —le grité—. Estoy esperando a que Luna y Willow lleguen.
—Entonces, ¿con cuál de las dos estás saliendo ahora? —se burló Levi, y Jack se rio.
Les enseñé el dedo medio, y ellos se carcajearon antes de entrar por las puertas.
—No puedo creer que las personas te sigan dando mierda por pasar el rato con chicas —
dijo Wyter, frunciendo el ceño—. Ellos realmente solo necesitan superarlo.
—¿Quieres decir como tú lo hiciste? —cuestioné.
Ella se encogió de hombros.
—Eso es diferente.
—Porque soy tu amigo.
Ni siquiera me molesté en intentar entender su lógica. En vez de eso, le pregunté que clases
estaba tomando, lo cual parecía un tema seguro.
Wynter y yo platicamos hasta que vimos a la mamá de Luna acercarse al área de descenso.
La puerta de al lado se abrió, y Luna bajó. Ella estaba usando una horrenda blusa amarilla de
cuello alto y jeans holgados. Pobre chica. No sé por qué se viste en atuendos tan espantosos. Me
imagino que su mamá la hace usarlos. Sin embargo no estoy seguro. Otros chicos se burlan
mucho de ella, y la defiendo cuando puedo, pero nunca se siente suficiente.
Colocando su mochila sobre un hombro, Luna se movió hacia la ventana baja del pasajero
para hablar con su mamá mientras Willow sale. Bueno, pensé que la chica alta sin lentes era
Willow. No estaba seguro.
Ella se veía muy diferente. Su largo cabello marrón estaba suelto y ondulado, y estaba
usando unos apretados jeans negros, un par de botas de cintas hasta las rodillas, y una camisa
de cuadros sobre su playera sin mangas.
La evalué mientras esperaba a que Luna terminara de hablar con su mamá. La ropa no
era llamativa, pero Willow normalmente usaba jeans holgados, camisetas holgadas, lentes y su
cabello siempre estaba en una cola de caballo. Ella se veía tan diferente que eso fue como que
me estaba sacudiendo.
Cuando ambas subieron las escaleras, salté de la pared para encontrarlas a medio camino.
Cuanto más me acercaba, más me daba cuenta de que Willow se había vuelto más alta y llenaba
más su ropa. Se veía bien. Realmente, realmente muy bien.
Rápidamente rechacé el pensamiento. De ninguna manera iba a ir allí. Estar enamorado
de mi mejor amiga sería estúpido. Y había muchas otras chicas alrededor, unas que no
destruirían mi vida cuando rompiéramos. Y eso es lo que pasaría si saliera con Willow y
termináramos. Perdería a la única persona que sabía la mayoría de mis secretos, que sabía lo
mal que me sentía cuando mi padre me decía que era un error, que sabía que a veces lloraba en
secreto durante las películas tristes, que sabía que me sentía muy solo. ¿Quién se rompería igual
si ella también me perdiera? Porque Willow me necesitaba tanto como yo a ella.
Aclarando mi cabeza ante el repentino atractivo de Willow, continué bajando la escalera
directamente hacia ella. Cuando Willow me vio, sus ojos se iluminaron cuando rebotó y me
abrazó.
—Estoy tan contenta de que hayas vuelto. —Me dio un abrazo fuerte—. Te extrañé.
Le devolví el abrazo, girándola hasta que se echó a reír.
—También te extrañé.
Y estuve tan preocupado por ti mientras me fui.
Wynter me fulminó con la mirada cuando puse a Willow sobre sus pies.
—¿Por qué no recibí ese tipo de saludo? —preguntó.
Me encogí de hombros, y sus ojos se estrecharon aún más. No tenía una respuesta para
darle, ni una que iba a compartir.
La verdad era que, desde el día en que Willow me confió sobre su vida en su casa, sentí
una abrumadora conexión con ella, lo suficiente como para contarle algunos de mis secretos.
—Entonces, ¿cómo fue París? —me preguntó Willow con entusiasmo—. ¿Fue tan genial
cómo suena? Porque suena muy bien.
—Estuvo bien. —Metí las manos en mis bolsillos traseros—. Hubiera sido más divertido
si estuvieras allí.
—¿Ves? Una vez más, él es más amable con Willow —dijo Wynter a Luna—. ¿Por qué
no podemos recibir ese tipo de tratamiento?
—Beck es amable con nosotras —dijo Luna, jugueteando con el cuello alto de su blusa.
Ignorándolas, saqué una pequeña caja de mi mochila.
—Te traje algo. —Le entregué la caja a Willow—. Lo vi en el aeropuerto y me recordó a
ti.
—No tenías que traerme nada. —Pero sonrió y abrió la caja—. ¡Oh! Genial. —Levantó
la bola de nieve en miniatura y la sacudió. Luego sus ojos se encontraron con los míos, su sonrisa
prácticamente resplandeciendo, lo que me hizo sentir como si estuviera brillando—. Gracias,
Beck. Eres el mejor. En serio, me mimas demasiado.
Me encogí de hombros, disimulando, pero en realidad, me sentí súper orgulloso de haberla
hecho sonreír.
—Pensé que podrías agregarlo a la colección que te dio tu padre.
La felicidad en sus ojos se desvaneció en tristeza mientras sus ojos viajaban a la bola de
nieve.
—Sí, podría.
Mierda. No lo pensé muy bien.
—Lo siento. No quise recordarte a tu papá. —Alcancé la bola de nieve—. Puedo
deshacerme de esto si quieres.
Lo metió detrás de su espalda, sacudiendo la cabeza.
—De ninguna manera. Me encanta demasiado. Además, es de París.
Me relajé, preguntándome por qué estaba tan nervioso.
—Bueno. Me alegro de que te guste. Mi mamá trató de convencerme para que te comprara
un brazalete, pero le dije que no eras una chica de pulseras.
—No, definitivamente no lo soy.
Willow se puso a caminar conmigo mientras nos dirigíamos hacia la escalera, mirando
fijamente la bola de nieve en su mano. Luna y Wynter nos siguieron, perdidas en su propia
conversación.
—Entonces, ¿cómo fue tu verano? —pregunté, con la esperanza de distraerla de los
pensamientos de su idiota padre que abandono a su madre y a ella—. No tuviste ningún
problema, ¿verdad? Quiero decir, ¿con tu mamá?
—Supongo que no... Su nuevo novio se mudó con nosotros hace aproximadamente un
mes... Él tiene un gato... —Ella suspiró, girando el globo de nieve en su mano—. Creo que soy
alérgica a los gatos. Me despierto todos los días estornudando, y mis ojos están siempre rojos.
—Oh, Wills, lo siento mucho. —La rodeé con un brazo y la guie hacia un lado mientras
maniobraba la puerta para abrirla—. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
—No creo que haya nada que puedas hacer. —Frunció el ceño mientras caminábamos
por el concurrido pasillo con Luna y Wynter todavía detrás de nosotros—. Ya sabes cómo se
pone mi madre... Y es solo un gato. —Otro suspiro estresante—. Simplemente apesta porque a
su estúpido novio ni siquiera le gustan los niños. Él me lo dijo cuándo se mudó, que odia a los
niños y que necesito asegurarme de que me mantenga fuera de su camino o podría tener que
enviarme a un internado. —Niega con la cabeza y cruzó los dedos alrededor del globo de nieve—
. Como si realmente pudiera hacer eso. Él ni siquiera tiene un trabajo.
Odiaba que su madre pusiera a sus novios por encima de Willow y que ella trajera tales
tipos vagos a la casa. Una vez ofrecí dejar que Willow viviera en una de nuestras cinco
habitaciones para que pudiera escapar de los espeluznantes novios de su madre. Dudaba que
mis padres la notaran viviendo con nosotros, considerando que casi nunca estaban en casa. Pero
Willow declinó como solía hacerlo cuando intentaba darle cosas. Incluso cuando necesitaba mi
ayuda, le costaba mucho pedirla.
Le masajeé el hombro.
—Debería conseguirte un perro, uno que esté bien entrenado y que mantenga al chico
alejado y al gato también.
—Mi mamá probablemente se desharía de eso. —Metió los guantes de nieve en el bolsillo
lateral de su mochila luego me miró, forzando una sonrisa en su cara—. Cuéntame más acerca
de Paris. ¿Viste la Torre Eiffel? Oh, por favor, dime que fuiste a las catacumbas.
Notando el desesperado cambio de tema, empecé a contarle acerca del viaje, a pesar de que
realmente no quería hablar de eso.
Para cuando llegamos a mi casillero, noté que había unas cuantas personas,
particularmente chicos, mirando en nuestra dirección. Pensé que estaban mirando a Wynter
porque eso pasaba a menudo. Y algunas veces los chicos se acercaban y me preguntaban sobre
ella, para ver si tenía novio. Más tarde, cuando estaba garabateando en la clase de matemáticas,
descubrí que las miradas no eran sobre Wynter después de todo.
—Oye, Beck, ¿puedo preguntarte algo? —Se dejó caer Levi en el escritorio frente al mío—
. Es acerca de esa chica Willow que siempre anda contigo.
Levanté la mirada de mis garabatos, confundido.
—Está bien.
Él se retorció en su silla y apoyó los brazos en mi escritorio.
—¿Ella tiene novio?
Su pregunta me sacó de guardia.
¿Willow?
¿Mi Willow?
No estaba seguro de cómo responder. Normalmente, con Wynter, respondía con
honestidad. Ahora, me encontraba desesperado por mentir, de decir que ella sí tenía novio para
que Levi no la invitara a salir. No es que no me gustara Levi; simplemente no quería que Willow
tuviera novio.
—Sí tiene, en realidad. —Me recosté en mi silla—. Creo que está en un grado por delante
de nosotros.
—¿De verdad? —Levi frunció el ceño, golpeando los dedos encima del escritorio—. Bueno,
eso apesta. Ella se ve muy buena onda. Además, es caliente.
Me encogí de hombros, sintiéndome un poco culpable por mentir. ¿Qué haría Willow si
supiera lo que hice? Ella siempre confía en mí. ¿Acabo de romper su confianza?
¿Y si ella quería salir con Levi? Entonces la vería menos, y apenas sobreviví al verano sin
ella.
Ella confiaba tanto en mí, y yo apenas confiaba en nadie.
Suspiré y decidí contarle en la hora del almuerzo, a pesar de que no quería.
—¿Le gusto a Levi? ¿De verdad? —me preguntó después de sentarme en la mesa del
almuerzo y de mala gana le conté lo que pasó en la clase de matemáticas.
—Sí. Eso fue lo que dijo. —Me metí un puñado de papitas en la boca, mirándola por
encima—. No pareces tan feliz por eso.
—Eso es porque Levi no es su tipo. —Wynter se apretó entre Willow y yo, mientras Luna
tomaba asiento al otro lado de la mesa.
—¿Tienes un tipo? —le pregunté a Willow.
Ella negó con la cabeza, pero un rubor subió por sus mejillas.
—No.
—Sí, lo tienes. —Wynter abrió la tapa de su soda—. Tú me contaste este verano que te
gustaba…
Willow le lanzó una zanahoria a Wynter, pegándole justo en la cara.
—Calla. Prometiste que no lo dirías.
Fruncí el ceño. ¿Willow le contó a Wynter un secreto que no me contó a mí?
—Oye —gimoteó Wynter, echando la zanahoria de regreso a Willow—. Eso no fue muy
agradable.
Willow esquivó la zanahoria y esta cayó al piso.
—Bueno, prometiste que no le dirías a nadie.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Wynter, desgarrando una bolsa de papas—.
Entonces, ¿te gusta un chico? Tenía que suceder algún día.
Willow fulminó a Wynter con la mirada.
—Deja de hablar de esto frente a todos.
Mi ceño se profundizó. De acuerdo, ahora yo soy parte de todos.
Entonces se me ocurrió el pensamiento más loco. ¿Y si a Willow le gustaba yo, y por eso
estaba tan enojada con Wynter? La idea debería haberme hecho sentir incómodo, pero
honestamente, como que me gustó.
Sin embargo, unos momentos después, Wynter chismorreó que a Willow le gustaba
Dominic, un chico que estaba un grado por encima de nosotros y llevaba brackets de metal y,
estaba muy seguro, usaba delineador de ojos. Ese fue el día que me di cuenta que Willow tenía
un tipo, y yo estaba muy lejos de eso.
También me di cuenta de que me gustaba mi mejor amiga.
Mi enamoramiento duró toda la escuela intermedia hasta nuestro segundo año
de secundaria. Ese año, todo cambió. Pasé de pensar en Willow como mi mejor
amiga caliente, a pensar que era una hermosa, amable, lista, y cariñosa chica que
quería besar todo el tiempo.
Y me refiero, a todo el maldito tiempo.
Recuerdo la primera vez que realmente consideré hacerlo. Estábamos pasando
el rato en mi casa, viendo una estúpida telenovela aburrida como la mierda, pero no
había nada más. Willow silenció el volumen y empezó a improvisar con los
personajes. Me uní, y para cuando el programa se terminó, nos estábamos riendo a
carcajadas.
Ahí fue cuando mi papá entró y arruinó el momento siendo el mismo imbécil.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Agarró el control remoto de mi mano y apagó la
televisión. Él usaba un traje gris y corbata roja, listo para irse al trabajo, un domingo, algo que
hacía cada semana, nunca tomando días libres, siempre preocupándose acerca del trabajo,
trabajo, trabajo—. Levanta tu trasero y haz algo. Deja de desperdiciar tu vida.
Él no era un tipo horrible, solo un gran creyente de que las personas deberían
pasar sus días trabajando duro. El problema era, que a mí me gustaba perder el
tiempo, divertirme, ir de fiesta, y jugar deportes. No tenía grandes metas o algún otro
plan real que pasar Álgebra y patear traseros en el campo de fútbol. Conocía a
muchas personas de mi edad que aún no tenían ninguna meta importante en su vida.
—Solo estábamos mirando la televisión. —Fruncí el ceño ante la decepción en su cara—
. Es domingo por la mañana. No hay nada más que hacer.
Él se cruzó de brazos y me miró.
—Bueno, si tuvieras un trabajo, entonces eso no sería un problema.
—Tengo un trabajo —argumenté, bajando mis pies al piso.
Se rio, y el sonido hizo a mis músculos contraerse.
—Vender mierdas y prestar dinero no es un trabajo.
—¿Por qué? —lo cuestioné con un pliegue de mi frente—. Hago dinero. ¿No es eso lo que
es un trabajo?
—Cuida tu tono —advirtió—. Y no, ese no es un trabajo… a menos que quieras trabajar
en ventas. ¿Es eso lo que quieres hacer por el resto de tu vida? ¿Pasar el tiempo en una tienda,
mintiéndoles a las personas para que compren cosas? ¿Y hacer eso por un salario de mierda? —
Su tono goteaba sarcasmo—. Suena bastante gratificante, ¿no es así?
—Algunas personas tienen que trabajar en ventas. No hay nada de malo en eso. Y estoy
seguro de que es tan duro como trabajar en lo que tú haces.
Quería añadir que su trabajo tampoco era tan gratificante, así como, que su
carrera como abogado lo había convertido en un mentiroso, un idiota, y un
presumido. Lo que sea. Solo hasta ahora había tanto que podía presionar hacia mi
padre antes de tener que pagar consecuencias extremas.
—Levanta tu trasero y ven a ayudarme a la oficina —espetó—. Te voy a enseñar una o
dos cosas acerca del trabajo duro.
Su mirada se desplazó hacia Willow, y tuve la mayor compulsión de moverme frente a
ella, de protegerla, a pesar de que sabía que mi papá no la lastimaría. Ni siquiera me gustaba
que ella tuviera que sentarse aquí a presenciar su mierda.
—Deberías tomar mi consejo también, jovencita. Hay mejores cosas que hacer que sentarse
alrededor, perdiendo el tiempo y el de mi hijo. —Él miró por encima de sus pantalones cortados,
sus botas desatadas, y la camiseta desgastada que estaba usando, y el disgusto brilló en sus
ojos—. Aunque, te sugiero que te limpies un poco antes de que intentes solicitar puestos de
trabajo. La mayoría de las compañías no contratarían a personas que lucen como que pasaron
la noche durmiendo en una caja de cartón.
Mis manos se apretaron en puños, y empecé a levantarme. Raramente le gritaba a mi papá,
pero cuando mis labios se separaron, sabía que estaba a punto de gritarle que cerrara la puta
boca.
Antes de que el grito pudiera salir de mis labios, Willow me ganó con el golpe.
—En primer lugar, no creo que pasar tiempo con su hijo sea una pérdida de tiempo. —
Willow puso su barbilla en alto, su voz tembló ligeramente—. Aprendo mucho al pasar tiempo
con Beck. Y segundo, tengo un trabajo. Dos, en realidad. Así que no necesito su consejo.
Mi papá parpadeó, sorprendido. Luego sus ojos se estrecharon.
—¿Qué podrías aprender de mi hijo? —Sus ojos recorrieron la habitación llena de
envoltorios de dulces y latas de refrescos—. ¿Aparte de cómo sentarte en tu trasero todo el día y
ser completamente inútil?
Dios, odiaba a mi padre. Nada de lo que yo hacía era suficiente. Y odiaba que Willow
estuviera aquí para presenciar esto. Claro, ella sabía que mi padre era un imbécil por las
historias que le había contado y por haberlo visto hablarme de esta manera de vez en cuando,
pero nunca le había dirigido su idiotez a ella.
—El otro día me enseñó a jugar al fútbol, que permítame decirle, requirió de mucha
paciencia —Willow contó con sus dedos, sus ojos ardían con fiereza—. Me enseñó a manejar
un auto con cambio manual, me ayudó a abrir una cuenta de ahorros y me mostró cómo ganar
intereses con ella. En realidad, es muy inteligente con los números, pero probablemente ya lo
sabe porque usted es su padre. —Sus labios se extendieron en una sonrisa—. Oh, sí, y me enseñó
a comer galletas y a tomar leche al mismo tiempo, lo que no parece ser un gran problema, pero
cuando entras a un concurso de comer galletas, es realmente útil. Y ganar concursos de galletas
es muy importante para mí. De hecho, estoy pensando en ser profesional. Es decir, si permiten
que las personas que parecen que viven en cajas de cartón ingresen a la competencia. No estoy
muy segura de eso. Aunque quizás usted ya lo sabe, usted es tan inteligente.
No estaba seguro de si saltar frente a ella, reírme o besar la maldita mierda de ella.
El vapor prácticamente salía por las orejas de mi papá cuando su mirada se disparó hacia
mí.
—Beckett, tienes cinco minutos para despedirte de tu amiguita y prepararte para ir a la
oficina conmigo. Y asegúrate de vestirte adecuadamente.
Luego se dio la vuelta y salió de la habitación.
Una vez que se fue, dejé escapar un suspiro que ni siquiera me di cuenta que estaba
sosteniendo y me giré hacia Willow.
—Lo siento mucho, Wills. En serio, no puedo creer que haya hecho eso.
—No tienes que disculparte —insistió ella—. Ya sabía que tu papá era un imbécil.
—Aun así... debería haberle dicho que se fuera a la mierda cuando te dijo todas esas cosas.
Lo estaba planeando, lo juro. Me ganaste. —Sonreí—. Eres un poco ruda cuando quieres serlo.
Ella me devolvió la sonrisa.
—Me imaginé que podría devolverte el favor por todos esos años que me defendiste cuando
los niños me llamaban monstruo cuatro ojos. Simplemente apesta que te haga ir a trabajar con
él. Sé lo mucho que no quieres trabajar en una oficina.
—Estaré bien. —Traté de sonar convincente y fallé épicamente—. Un par de días no me
van a lastimar.
—Aun así, si necesitas que te rescate, llámame.
Se acercó más a mí en el sofá, y cuando nuestras rodillas se rozaron, mi mirada voló hacia
sus piernas.
Llevaba pantalones cortos, algo que rara vez hacía y algo que reconocí completamente
cuando se presentó en mi casa. Sus piernas eran tan largas, y su piel se veía tan suave. Ella era
hermosa. Lo juro por Dios, algunos días me volvía loco. Pensaba en tocarla todo el tiempo,
pasar mis dedos por los costados de sus piernas, tal vez incluso por el interior de sus muslos. A
menudo me preguntaba, si lo hiciera, ¿se estremecería? Imaginé que lo haría. Por supuesto, eso
podría haber sido porque la deseaba tanto.
—Pero, estás bien, ¿verdad? —Su voz estaba llena de preocupación cuando colocó su mano
en mi pierna, alejando mi atención de sus piernas—. Sabes que lo que dijo no era cierto,
¿verdad?
Parpadeé para alejar el deseo, sabiendo que probablemente ella se iría de aquí si supiera
mis pensamientos. Bueno, eso o patearía mi trasero.
—Sí... ya estoy acostumbrado a su mierda.
Mi miserable tono sugirió lo contrario. Ni siquiera estaba seguro de que mi malestar era
por mi padre o por lo mucho que la deseaba y no tener el valor de hacer un movimiento.
Ella me golpeó en el costado, y me estremecí, pero me reí.
—No dejes que te convierta en un marginado. Ese no eres tú. No dejes que te quite quién
eres.
—Podría ser mejor si lo hace. Quiero decir, todo lo que dijo fue algo cierto. Realmente no
tengo rumbo o metas ni nada de eso.
Estaba siendo demasiado dramático. Al mismo tiempo, me gustaba escucharla
defenderme. Me hacía sentir bien por dentro. Quería abrazarla... besarla... pasar mi dedo por
el interior de su muslo...
¿Ves? Allí fui otra vez.
—Tienes rumbo y metas —dijo—. Solo son diferentes a los suyos.
Me obligué a concentrarme en la conversación, capturando su mirada.
—Y a los tuyos.
—Sí, ¿y qué? Mis metas son aburridas. Eres mucho más divertido que yo. A veces, me
gustaría poder parecerme más a ti. —Enroscó un mechón de su cabello alrededor de su dedo y
se mordió el labio inferior, atrayendo toda mi atención a su boca.
Incapaz de controlarme por más tiempo, comencé a inclinarme para hacer precisamente
eso.
Sus ojos se abrieron de golpe.
—¿Qué estás haciendo? —escupió, inclinándose hacia atrás.
Santa mierda, esto se está yendo de las manos.
Traté de asentar el infierno. Alejarme casi me mató. Iba contra todo lo que quería.
Fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que me gustaba. Y no solo porque ella era
caliente. Me gustaba por todo lo que era, por todo lo que hacía por mí, por todo lo que éramos.
Algunos de mis momentos favoritos de la vida fueron experimentados con ella.
Ella me hacía reír. Me dijo cosas que intenté convencerme a mí mismo de que no necesitaba
escuchar. Ella me entiende. Y yo la entiendo. La entiendo tanto que sabía que nunca podría
actuar sobre mis sentimientos porque rompería su regla de no salir con nadie, al menos hasta
que terminara la universidad. Ella creó la regla sobre la creencia de que la ayudaría a no
terminar como su madre. Sabía que ella nunca lo haría. Pero cuando Willow se decidía hacer
algo, hacía todo lo posible por lograrlo, lo que significaba que había pocas posibilidades de que
yo actuara de acuerdo a mis sentimientos y terminara bien.
Y así comenzaron los últimos tres años de mi auto-tormento, de querer algo que no podía
tener. Algo que siempre estaba justo delante de mí, recordándome lo perfecta que podía ser la
vida.
Y, por un tiempo, mi auto-tormento estaba funcionando.
Hasta el día en que me rompí.
Estábamos en mi habitación en mi cama durante una fiesta, un poco borrachos y solos.
Seguí imaginándome recostándola, besándola mientras exploraba su cuerpo. Sabía que no
podía actuar sobre mis deseos. Al menos, lo hacía hasta que ella me dijo que la estaba poniendo
nerviosa, mirándome fijamente a la boca como si quisiera saborearme tanto como yo quería
saborearla.
La esperanza se levantó dentro de mí, y fui por el beso.
Por un microsegundo, todo fue perfecto cuando nuestros labios se conectaron por primera
vez.
Y luego ella rompió el beso y se fue, llevándose la perfección con ella.
Ha sido así desde entonces, y me pregunto si alguna vez lo recuperaré, incluso después de
que me dio un pedazo de papel que me informaba que nunca volveríamos a besarnos.
Un estúpido pedazo de papel con una regla estúpida: Absolutamente ningún contacto de
labio a labio.
No soy un gran seguidor de las reglas. Nunca lo he sido. Pero durante el último
año, he tratado de serlo... por ella.
Siempre por ella.
CAPÍTULO 4
Beck
No estoy seguro cuánto tiempo me distraigo, pensando en todas las veces que
casi besé a Willow y destruí nuestra amistad. Probablemente demasiado tiempo,
porque para el momento que vuelvo a la realidad, estamos cerca de su apartamento.
Odio estar tan consumido por quererla y desearía poder simplemente encontrar una
manera de hablar con ella y decirle cómo me siento sin que enloquezca.
—Beck, ¿estás bien? —pregunta Willow.
Mi mirada se mueve desde la estrecha calle hacia ella.
—Sí. Solo estaba pensando en cosas.
Se gira en su asiento, subiendo su rodilla. Intentó no mirar sus largas piernas que
no puedo dejar de imaginar a mi alrededor, pero raramente usa pantalones cortos,
aunque realmente debería, y no puedo evitar mirar una o dos veces. O tres. O cuatro.
O veinte. Aun así, no puedo evitar preguntarme por qué está vestida así. Dijo que era
por una fiesta, pero sé cuándo está mintiendo.
—¿Qué tipo de cosas? —Apoya su barbilla en su rodilla—. Tienes esa mirada en
tu cara.
—¿Qué mirada? —¿La mirada cuando estoy pensando en cuanto te deseo y cómo nunca
me desearas? Al menos, no de la forma que quiero. ¿Tengo una mirada para eso?
—La mirada cuando tu papá está siendo un dolor en el trasero. —Su boca se
curva hacia abajo—. ¿Está molestándote acerca de trabajar en el firma de nuevo?
Ahí no estaban mis pensamientos, pero hablaré de mi padre en lugar de decirle
la verdad.
—Princesa, nunca ha dejado de molestarme. Le gusta gritarme demasiado —
digo—. Y estoy bastante seguro que nunca se detendrá hasta que acepté hacer lo que
él quiere.
—Por favor no permitas que te obligue a hacer nada —suplica—. Te mereces
hacer lo que quieras. Y serías miserable como abogado. Sé que lo serías.
—Oh, confía en mí; también, lo sé. —Enciendo la luz intermitente para girar
hacia el camino lateral que atraviesa su vecindario de mala muerte—. Y he intentado
explicarle eso. Le dije que sería el peor abogado que alguna vez haya existido. Pero
conoces a mi padre… Su manera es la única manera.
—¿Por qué siquiera piensa que necesitas estudiar derecho? —pregunta,
enredando una hebra de cabello alrededor de su dedo—. ¿Solo por qué él lo hizo?
—No tengo idea. —Me encojo de hombros rígidamente—. Dejé de intentar de
averiguar qué demonios pasa en su cabeza cuando cumplí doce y me di cuenta que
amaba más su trabajo que a su propia familia.
—Estoy segura que no ama más el trabajo. —Trata de convencerme—. Es solo
adicto al trabajo.
—Wills, me encanta que estés tratando de hacerme sentir mejor, pero ya acepté
hace mucho tiempo que a mi padre nunca le agradaré tanto como le agradan sus
clientes… y el dinero, lo que coincide.
Sus labios se separan, pero luego se cierran. Un momento de lastimoso silencio
pasa, y empiezo a sentirme como la mierda. Luego sonríe.
—Bueno, es un idiota. Eres mucho mejor que el dinero. De hecho, si tuviera que
elegir entre tener todo el dinero del mundo y tenerte a ti, te elegiría a ti.
—¿En serio? —Mis labios se curvan—. Todo el dinero en el mundo, ¿eh?
Hombre, debo ser extremadamente valioso.
Balancea su cabeza de arriba abajo exageradamente.
—Estás en la cima de la lista, Beck. Muy, pero muy encima de la lista donde
nadie más está. —Las farolas se reflejan en sus ojos, resaltando un rastro de tristeza—
. Siempre lo estarás.
Mi pecho se contrae en la más maravillosa y agonizante manera. Dios, lo que
daría solo por besarla de nuevo. Todo el dinero en el mundo y algo más.
—¿Qué hay de Theo? —pregunta, ya pasando del momento. Yo, me pregunto si
estaré atrapado ahí para siempre, consumido por desearla pero sabiendo que nunca
la tendré—. ¿Solo va a la escuela de derecho para complacer a tu padre?
Me encojo de hombros.
—Probablemente. En realidad no he hablado con él acerca del por qué decidió
ir. Theo siempre pareció que iba a convertirse en alguien que necesitaba un abogado,
no alguien que se convertiría en uno.
Se ríe, y el sonido me hace querer pasar toda la noche contando chiste tras chiste.
Se ve tan hermosa, especialmente cuando ríe. Desearía que lo hiciera más seguido.
Desearía que no estuviera tan estresada todo el tiempo para que pudiera hacerlo.
—Theo se metió en muchos problemas —concuerda, su sonrisa
desapareciendo—. Pero, de todos modos. Todo lo que digo es que tal vez si Theo y
tú estuvieran en la misma página, podrían hablar con tu padre juntos e intentar que
lo vea a su manera.
Dejo eso a Willow para que intente encontrar una solución a mi problema.
—Me encanta la sugerencia, pero dudo que funcione. —Cuando frunce el ceño,
añado—: Conoces a papá. Nunca escucha nada a menos que quiera hacerlo. Ni
siquiera sé cuántas veces he intentado tener una conversación con él, y me ignoró
completamente y simplemente salió de la habitación. —Giro a la derecha por un
camino estrecho bordeado con pequeñas y antiguas casas—. El tipo tiene un caso
severo de escucha selectiva. Lo juro, es un maldito talento o algo así.
—O quizás se lo enseñaron en la escuela de derecho —bromea, una pequeña
pero hermosa sonrisa tirando de sus labios.
—Tal vez. O quizás solo sea un idiota.
—¿No se supone que esas dos son una sola?
—Lo son, de hecho. En realidad, escuché que te hacen tomar una clase en la
escuela de derecho que te enseña habilidades de imbécil. Creo que se llama
aprendiendo a como canalizar tu idiota interno para que puedas intimidar personas para que
hagan las cosas a tu manera y volverte un verdadero imbécil.
—¿Ves? Más razón para que no vayas. Nunca serás capaz de pasar esa clase. —
Extiende su mano y acuna mi cara—. Enfréntalo. Eres demasiado dulce, Beckett.
Se necesita cada gramo de mi fuerza de voluntad no inclinarme a su toque y
cerrar mis ojos.
—¿Beckett? ¿Desde cuándo empezaste a llamarme Beckett?
—Solo estaba intentándolo. —Un destello malvado brilla en sus ojos—. Me
imagino, que si terminas convirtiéndote en un abogado, Beck ya no va a funcionar.
Ni siquiera sé si Beckett funcionará. Podrías tener que cambiar tu nombre a Greg o
Chad o algo igualmente imbécil.
—¿Greg y Chad son nombres imbéciles? —Arqueó una ceja—. ¿Desde cuándo?
Quita su mano de mi cara, dejando mi piel (y todo mi cuerpo), frío.
—Tengo un Greg y un Chad en mi clase de Literatura Femenina, y cada vez que
vienen a clase, caminan por mi escritorio y… —Hace comillas en el aire—…
“accidentalmente” tiran mis libros al suelo. Ni siquiera sé por qué toman la clase en
primer lugar. No creo que siquiera hagan alguno de los trabajos asignados.
Golpeo mis dedos encima del volante, un poco molesto con Greg y Chad,
aunque nunca los he conocido.
—Sí, yo podría saber por qué lo hacen.
—¿En serio…? Espera… ¿Te refieres a tomar la clase o tirar mis libros de mi
escritorio?
—Ambos.
—Está bien… —Me mira expectante—. ¿Vas a decirme?
Honestamente, no estoy seguro de querer. Por muy mal que esté, me gusta que
Willow no tenga idea de lo atractiva que es y que no se dé cuenta cuando los chicos
la miran apreciativamente. Aunque, me preocupa que un día se dé cuenta, y luego
conozca a un hombre, que a su juicio, valga la pena para renunciar a su regla de no
tener citas.
Cuando me mira con su labio sobresaliendo en un puchero, me rindo.
—Lo hacen para poder ver tu trasero cuando recoges tus libros —explico—. Y
probablemente toman la clase porque piensan que habría muchas chicas en ella.
Frunce su nariz.
—¿De verdad? Eso no parece ser verdad.
—Créeme; tengo razón.
—Pero no tiene sentido. Quiero decir, ellos tiran mis libros todas y cada una de
las clases. ¿Y para qué? ¿Solamente para ver mi culo? No es tan maravilloso. —Ella
mira hacia atrás en su asiento negando con la cabeza—. No, estoy bastante segura
que están siendo unos idiotas. Ellos también se ríen siempre cuando lo hacen.
—Créeme en esto. Soy un chico. Sé cómo piensan los chicos, y te prometo que
esos chicos observarían tu culo cada vez… es un culo grandioso. —Mi mirada vaga
por sus piernas mientras las cruza—. Y si usaras esos pantalones cortos, Chad y Greg
probablemente tirarían tus libros antes y después de clase, incuso tomarían varios
permisos para ir al baño… —Me obligo a alejar mi mirada de sus piernas para
encontrarla mirándome fijamente—. ¿Qué? —pregunto inocentemente—. Le dijiste
a Wynter cuando los chicos la estaban observando. ¿Por qué no puedo hacer lo
mismo por ti?
Ella autoconsciente baja el bordillo de sus pantalones cortos.
—Porque no le digo a Wynter que tiene un grandioso culo.
—Bueno, tal vez tú no seas tan buena amiga como yo —digo, bajando la
velocidad para girar dentro del estacionamiento del complejo de apartamentos—. Y
para tu información, tampoco me dices que mi culo es lindo.
Ella se ve completamente impresionada.
—No le digo a Wynter que su culo es lindo porque eso no es lo que hace un
amigo.
—¿Según quién?
—Según todos.
—Bueno, creo que todos están equivocados y yo tengo razón. Diciéndole a tu
amigo que tiene un buen culo debería hacerse diariamente para aumentar su
autoconfianza. De eso se trata la vida, ¿verdad? ¿Haciendo que otras personas se
sientan mejor? —Le muestro mi mejor sonrisa encantadora—. Y cuando las personas
se sienten mejor, el mundo es un lugar mejor.
Ella dramáticamente pone sus ojos en blanco.
—Está bien, tal vez deberías convertirte en un abogado, señor Melodramático.
—Oye. —Juguetonamente picó su costado, y ella suelta una carcajada—. No he
cruzado al lado oscuro. —Estoy a punto de reírme con ella cuando su sonrisa de
repente desaparece—. ¿Qué pasa?
Ella se frota los labios.
—No es nada. Estaba pensando en algunas cosas.
—¿Qué tipo de cosas? —pregunto mientras aparco frente a su apartamento. El
sonido de la atronadora música y la vista de botellas de licor vacías en los escalones
me hacen fruncir el ceño de inmediato—. ¿Quieres que entre por un momento?
Así puedo averiguar qué te molesta y no tienes que estar sola en una de las fiestas de tu
mamá.
Ella examina el humo que serpentea por la ventana abierta de su apartamento.
—No… estoy bien. Simplemente no sabía que ella iba a tener una fiesta. —
Juguetea con el dobladillo de sus pantalones cortos de nuevo—. Estuve tratando de
localizarla todo el día... pensé que se había desmayado borracha, pero supongo que
ya hemos llegado a la etapa de rebote. —Suspirando, se quita el cinturón de
seguridad—. Gracias por el aventón. Te veré mañana. —Alcanza la manija de la
puerta y luego se detiene—. A menos que tengas otras cosas que hacer. Siempre
puedo hacer que Ari venga a recogerme y podamos remolcar mi auto. Solo debería
ocupar a dos personas.
—De ninguna manera. Ari no puede quitarme mi cosa favorita. —Le agarro la
muñeca—. ¿Qué pasa con el estado de ánimo de cabizbajo?
Ella inclina su cabeza hacia abajo, su largo cabello castaño cubre su cara.
—No es nada. Estoy muy cansada. Con el trabajo, la escuela y esas cosas, no he
estado durmiendo muy bien.
—Willow. —Convoco mi mejor tono de advertencia—. Confiesa la verdad o
paga las consecuencias.
Me mira, conteniendo una sonrisa.
—Sabes, eso solía funcionar conmigo hasta que descubrí cuáles —Hace una cita
aérea con su mano libre—, eran “las consecuencias”.
—Oye, las cosquillas pueden ser una buena forma de castigo, especialmente
cuando alguien casi se hace pis en los pantalones.
—Hice eso una vez —argumenta, levantando un dedo—. Y eso fue después de
que me hiciste cosquillas durante cinco minutos. Cualquiera hubiera perdido el
control de la vejiga en esa situación.
Una sonrisa arrogante se extiende por mis labios.
—Yo no. ¿Y quieres saber por qué?
—No —responde ella, habiéndolo oído todo antes.
De todos modos, presumo, tratando de hacerla sonreír.
—Porque no soy cosquilloso.
—Si tú lo dices. —Sus ojos viajan a través de mis brazos, mi pecho, mis piernas,
y se chupa el labio inferior entre sus dientes—. Pero nunca se ha probado, al menos
lo que he visto.
Joder, lo que no daría porque me mirara así todo el tiempo.
—Te diré que. Si vienes a casa conmigo y pasas la noche en mi casa, te haré
encontrar la respuesta real.
—¿No somos demasiado viejos para tener pijamadas?
—Acabas de pasar la noche en mi casa el mes pasado.
La cautela inunda sus ojos.
—Sí, pero solo porque mi auto se descompuso y no quería que me llevaras a
casa.
—Solías quedarte en mi casa todo el tiempo para alejarte de esta mierda —le
recuerdo, asintiendo con la cabeza hacia la casa—. ¿Cuál es la diferencia ahora?
Ella aspira en una inhalación superficial.
—La diferencia es que estoy empezando a darme cuenta de que esta mierda es
solo parte de la vida, y no puedo escapar huyendo por la noche.
Con eso, sale del auto, cierra la puerta y corre dentro del apartamento.
Abro mis labios sorprendido. Willow nunca ha huido de mí de esa manera.
Bueno, excepto por el momento en que nos besamos. Nunca ha querido huir a su
casa. Por lo general es lo contrario.
Rebobino todo lo que dije, tratando de averiguar dónde me equivoqué. Todo lo
que puedo hacer es quizás empujar todo el flirteo demasiado lejos. Mencioné mucho
su culo, pero en serio, es un culo increíblemente caliente.
Necesito asegurarme de que ella está bien, de que no se está volviendo loca. Entonces
necesito mentir, mentir, mentir, mentir y fingir que no me gusta tanto que me duele.
Salgo del auto, avanzo por el camino y toco la puerta. Nadie responde.
Pensando que la música es demasiado alta, decido entrar, pero la puerta está
cerrada. Las personas ríen adentro, y la música se vuelve más fuerte cuando la
ventana delantera se cierra.
A través de las delgadas paredes, escucho a la madre de Willow gritar con toda
la fuerza de sus pulmones:
—¡Mierda! ¡Todos, miren a mi hija! —A la solicitud sigue—: ¡Se está
convirtiendo en una pequeña puta!
—¡Igual que su mamá! —dice una voz masculina.
Maldita sea, odio este lugar. Odio que Willow esté allí.
Luchando contra las ganas de romper la puerta, regreso a mi auto y le envío un
mensaje a Willow.
Yo: Solo quiero asegurarme de que estás bien antes de que me vaya. Las cosas suenan
bastante intensas allí...
Pasan un par de minutos mientras espero a que responda. Unos cuantos hombres
llevando cervezas y pasando junto a la salida de su casa, a una pareja a un par de
puertas abajo se están gritando, y una mujer está tratando de venderse a todos los
que pasan. Todo acerca de esta área es sospechoso, por lo que cuando un Mercedes
nuevo entra al estacionamiento, tengo que preguntarme si quizás pertenece a un capo
de la droga. Por otra parte, estoy sentado en mi BMW. Quizás el conductor está aquí
para intentar salvar a alguien que le importa.
Sigo lanzando miradas al auto, con curiosidad por ver quién sale hasta que mi
teléfono suena, distrayéndome.
Wills: Sí, estoy bien. No es tan ruidoso en mi habitación. Y tengo la puerta cerrada, para
que nadie me moleste. Gracias por el viaje, Beck. Realmente aprecio todo lo que haces.
Lo que no dice, pero juro que está escrito entre líneas, es que se siente culpable
que yo tenga que ayudarla. Ella desea no tener que estar aquí mientras se siente
obligada porque su madre está rota.
Un día, sin embargo, voy a alejarla de esta vida, sin importar lo que cueste. Hasta
entonces, seguiré haciendo lo que pueda, ayudándola tanto como me lo permita, y
ruego a Dios porque no le pase nada malo.
Me temo que algún día la dejaré aquí o se quedará a un lado de la carretera y
nunca la volveré a ver.
CAPÍTULO 5
Willow
La desastrosa noche se estaba poniendo bien, incluso después de que Beck hizo
el comentario sobre mi trasero. Luego bromeó acerca de mí yendo al lado oscuro, y
las siniestras palabras golpearon un nervio profundamente arraigado.
Dios, si solo supiera cuánta razón tenía, él no estaría aquí.
La culpa por mi nuevo trabajo se levantó sobre mi cabeza, ahogándome de
vergüenza, y salí corriendo del auto. Sin embargo, tan pronto como puse un pie en
el apartamento, deseé nunca dejar el auto de Beck.
Deseé nunca haber tenido que hacerlo.
—¡Mierda! ¡Todos, miren a mi hija! —grita mi mamá en el momento en que me
ve de pie en la cocina destrozada. Sus ojos están inyectados de sangre, y solo lleva
una minifalda de cuero y un sostén rojo de encaje mientras se está de pie en medio
de la habitación, retorciéndose—. ¡Se está convirtiendo en una pequeña puta!
Miro mi ropa y me estremezco. ¡Mierda! Olvidé que estaba usando mi uniforme.
Tiro de la parte inferior de la sudadera con capucha mientras los ojos se fijan en
mí. La mayoría de las personas en la habitación son hombres dos veces más viejos
que yo, pero la diferencia de edad no impide que me miren con los ojos inyectados
en sangre.
—¡Igual que su mamá! —grita un hombre más alto con brazos peludos como la
mierda, que levanta el puño al aire.
Todos se ríen. Incluso mi mamá.
Ella se continúa riendo mientras gira y gira en el centro de la cocina desordenada.
Las botellas vacías de whisky y cerveza cubren las encimeras marrones, el piso de
linóleo está lleno de colillas de cigarrillos, y los pedazos de vidrio roto se dispersan
por la mesa, por lo que supongo que solía ser una pipa de crack. Antes de irme al
trabajo, limpié el lugar impecable. Diez horas más tarde, parece una casa de
drogadictos, y tal vez lo sea. Realmente ya no lo sé.
Quiero huir, volver con Beck y dejar que me lleve a su casa, me ponga en su
cama y dormir en la pacifica dicha de confort y tranquilidad. Pero dos cosas me
detienen: una, la promesa que me hice a mí misma de dejar de depender tanto de él.
Y dos, no me siento cómoda dejando a mi madre sola en esta condición. Cuando era
más joven, solía hacerlo todo el tiempo, pero ahora soy mayor y entiendo mejor la
gravedad de la situación.
Tomando una respiración moderada, me cuelo entre las personas, golpeando las
manos que rozan mi culo y me abro camino hacia mi madre.
—¿Cuánto has bebido esta noche? —le pregunto en voz alta por la música.
Ella deja de girar y se tambalea de un lado a otro.
—Oh, no he bebido nada esta noche.
La miro preocupada mientras zigzaguea hacia la nevera.
—Entonces, ¿qué tomaste?
Ella se encoge de hombros, tirando de la puerta para abrirla.
—Algunas cosas... No te preocupes, sin embargo. Me siento completamente
bien. Genial, en realidad. —Me sonríe para demostrar su punto. El problema es que
su punto se pierde en la caída de sus ojos y la dilatación de sus pupilas.
—Tal vez deberíamos decirle a las personas que se vayan a casa —sugiero—. Es
muy tarde, y los vecinos podrían presentar una queja nuevamente.
Ella desestima la sugerencia, agachando la cabeza para mirar dentro de la
nevera.
—Esos vecinos se mudaron hace como un mes. Y todo lo que tengo que decir es
buen viaje. Estaban arruinando las reglas no escritas de este apartamento.
Los vellos de mi nuca se ponen de punta cuando alguien se mueve detrás de mí.
—¿Qué reglas?
—Las reglas de mantener la boca cerrada. —Agarra una cerveza de un paquete
de seis en la nevera, que es prácticamente lo único que hay allí—. ¿Dónde demonios
fue toda la comida? Creí que habías ido de compras.
—Lo hice hace unos días. —Me arrastro hacia adelante mientras mi espacio
personal es robado—. Y había mucha más comida allí cuando me fui al trabajo.
—Bueno, probablemente debas ir de nuevo porque realmente no queda mucho.
—Cierra la nevera y me enfrenta, desenroscando la tapa de la botella—. ¿Dónde
trabajas, de todos modos? ¿Y por qué estás vestida así?
—¿Quieres decir como una puta? —pregunto con amargura, envolviendo mis
brazos alrededor de mí.
Una gota de remordimiento emerge en sus ojos aturdidos.
—Lo siento por eso, cariño. Estaba atrapada en el momento. A veces me sale
así.
Cuando era más joven, me aferraba a sus disculpas y los raros momentos en que
se parecía a la madre que tenía antes de que mi padre se fuera. Ahora entiendo que
la mayoría de las veces, ella está intentando adularme porque quiere algo, o se ha
vuelto loca.
—Está bien —miento, golpeando mi codo contra el tipo detrás de mí. Él maldice
y me llama algunos nombres no tan agradables, pero afortunadamente, retrocede.
Aun así, la confrontación me hace sentir fuera de control y sin aliento, y no de la
forma más adecuada, como cuando a veces miro a los ojos de Beck y siento que estoy
fuera de control—. Pero sigo pensando que tal vez deberías pedirles a todos que se
vayan.
—No, la diversión acaba de empezar. —Toma un trago de la cerveza y luego
camina hacia mí—. No te preocupes. Probablemente no nos quedemos mucho
tiempo. Se supone que hay música en vivo en el bar de la esquina. Probablemente
iremos a ver eso.
—Por favor no conduzcas —suplico—. Toma el autobús o camina, ¿de acuerdo?
—Por supuesto.
Su desdeñoso tono me lleva a creer que está mintiendo. Y ella ya tiene una
licencia revocada debido a demasiadas detenciones por manejar bajo los influjos del
alcohol.
Una vez que sale de la cocina para tomar fotos con su amiga Darla en la sala de
estar, me cuelo en su habitación y robo las llaves de su bolso antes de dirigirme a mi
habitación. En mi camino por el pasillo lleno de personas, un chico sonríe y me
alcanza.
—Mira, es una mini-Paula —le dice a uno de sus amigos.
Le alejo la mano de un golpe, mi corazón es un errático desastre.
—No soy como mi madre.
Luego miro mi ropa, dolorosamente recordando lo que estaba haciendo hace
unas horas.
Tal vez lo soy.
Las lágrimas inundan mis ojos mientras empujo al tipo, corro a mi habitación y
cierro la puerta. Luego me quito la ropa y me pongo mi pijama, deseando poder
ducharme y lavarme esta noche. Pero lo último que quiero hacer es volver a esa
locura.
Antes de meterme en la cama, recibo un mensaje de texto de Beck.
Beck: Solo quiero asegurarme de que estás bien antes de que me vaya. Las cosas
suenan bastante intensas allí...
Me dirijo de puntillas a la ventana y me asomo, preguntándome si todavía está
ahí fuera. Veo su BMW casi al instante. Destaca aquí como una animadora en un
club gótico. Sin embargo, extrañamente, un Mercedes está estacionado al lado del auto
de Beck.
Dos autos de lujo en una noche. Tan raro.
No lo pensaría demasiado, pero aquí, me preocupa que haya un rico traficante
de drogas dentro, vigilando mi apartamento porque mi madre les debe dinero.
No sería la primera vez que sucede.
El miedo me azota, haciendo que mi corazón golpee violentamente en mi pecho.
Quiero confesarle todo a Beck, admitir que quiero que entre, que me lance sobre su
hombro y me saque de este infierno. Quiero que él me salve. En mi camino, le diría
a mi mamá que nunca volveré. Y lo diría en serio. No me importaría.
El problema es que me preocupo por mi madre, incluso si no quiero. Y además,
pedirle a Beck que me salve no es lo que quiero. Quiero ser capaz de salvarme por
mi cuenta. Quiero ser una persona fuerte que no se rompa cuando está sola.
Puedes manejar esto. Lo has hecho mil veces.
Yo: Sí, estoy bien. No es tan ruidoso en mi habitación. Y tengo la puerta cerrada, para
que nadie me moleste. Gracias por el viaje, Beck. Realmente aprecio todo lo que haces.
Él no responde y me acuesto en la cama, mirando la colección de globos de nieve
que mi padre me dio antes de irse. Son los únicos artículos que me quedan que están
conectados a él, ya que mi madre empeñó todo lo que él dejó atrás.
Delante y en el centro está el globo de nieve que Beck me regaló cuando regresó
de París. Es mi favorito porque vino de él. Beck es mi persona favorita en todo el
mundo, y saber eso da miedo.
Rodando, cayendo, fuera de control, así es como me siento cuando estoy cerca
de él.
Me gusta demasiado.
Intento convencerme de que el silencio de Beck es lo mejor. Tal vez finalmente
está renunciando a ser mi caballero en una armadura brillante. El dolor punzante en
mi corazón no tiene nada que ver con el hecho de que tal vez, solo tal vez, finalmente
él esté avanzando. Aun así, mi corazón palpita.
Me froto el pecho con la mano, aliviando el dolor mientras me tumbo en mi
habitación, luchando contra el sueño.
Unos diez minutos después de la batalla, un ligero toque golpea mi ventana. No
cedo, aterrorizada de que estaba en lo cierto acerca del señor de la droga.
El golpeteo ocurre repetidamente, y luego mi teléfono emite un mensaje
entrante.
Beck: ¿Podrías venir a tu ventana? Puedo ver a través de las cortinas, así que sé que
estás despierta.
Mi mirada se dirige a la ventana cuando salgo de la cama.
Caminando a través de mi habitación, abro las cortinas, viendo a Beck
sonreírme, con su postura rígida.
—¿Qué estás haciendo ahí fuera? —pregunto mientras abro la ventana.
—Haciéndote una verdadera princesa viva —bromea, lanzando una mirada por
encima del hombro hacia el estacionamiento.
—¿Cómo me hace esto una verdadera princesa viva?
—Porque soy tu príncipe azul, aquí para rescatarte. —Me indica que me
mueva—. Ahora retrocede para que pueda subir.
Quiero discutir, pero la música alta y los gritos me hacen retroceder fácilmente.
Bajando la cabeza, se mete dentro y luego se endereza, quitándose un poco de
suciedad de la manga.
—Esto es muy caballeroso de tu parte —bromeo, nerviosa.
Mientras que Beck me hace sentir segura, no ha estado en mi habitación en años,
una habitación que probablemente sea tan grande como su armario y que huele a
cigarrillos viejos. Todo el apartamento lo hace.
—Me alegro de que no estuvieras en el segundo piso. —Observa las paredes
desnudas y mi cama deshecha. Cuando sus ojos se posan en mi colección de globos
de nieve, sonríe—. La mía está en el frente.
Por alguna estúpida razón, mis mejillas se calientan como si él acabara de
descubrir un pequeño sucio secreto o algo así.
—Es mi favorita —le digo para encubrir mi mortificación.
Su sonrisa crece mientras golpea ligeramente mi nariz.
—Bueno. Me alegro.
Le devuelvo la sonrisa, sintiéndome un poco perdida.
—No quiero que esto suene grosero, pero ¿por qué estás aquí?
Su sonrisa desaparece.
—Porque no me atreví a alejarme y dejarte sola en esta mierda.
—Está bien —miento—. No es algo con lo que no haya tratado antes.
—Eso no lo hace correcto. —Deambula por mi habitación, mirando a la puerta
de mi habitación cerrada y luego a mi cama de nuevo—. Tengo algunas cosas de
trabajo que hacer muy temprano, pero quiero quedarme por unas horas si te parece
bien. Al menos hasta que la fiesta se calme.
—No estoy segura de si va a terminar. Podría. Pero a veces, mi mamá puede
mantenerlas durante días.
—Bueno, me quedaré todo el tiempo que pueda.
Jugueteo con el dobladillo de mis pantalones cortos de pijama, me alegro de que
la lámpara ofrezca una iluminación limitada.
—Realmente no tienes que hacer eso.
—Sé que no tengo que hacerlo, pero quiero.
Se deja caer sobre mi cama y se inclina para desatar sus botas.
—¿Qué estás haciendo? —chillo como un idiota.
Él me mira con diversión bailando en sus ojos.
—Quitándome los zapatos.
Permanezco cerca de la ventana abierta, aterrorizada de acercarme más a él
mientras los recuerdos de la última vez que estuvimos solos en una entran
violentamente en mi mente.
—¿Pero por qué?
—Pensé que me acostaría contigo hasta que te quedes dormida.
Sigue quitándose los zapatos, se sienta y alcanza el dobladillo de su camisa de
manga larga.
Mi aliento se aloja en mi garganta mientras lo veo quitársela sobre su cabeza.
Luego trato de no fruncir el ceño, decepcionada por la camiseta que tiene debajo.
Cuando se da cuenta de que estoy mirando fijamente, presiona sus labios
mientras deja caer la camisa en el suelo. Me preocupa que pueda leer mis sucios
pensamientos por toda mi cara, así que rápidamente aparto la mirada de su pecho.
—Esto está bien, ¿verdad? —pregunta—. No quiero ponerte nerviosa. Eso es lo
contrario de mis intenciones.
—Estás bien. —Decidiendo dejar de ser una cobarde, fuerzo mis pies hacia
adelante y me dirijo a la cama—. Es raro tenerte en mi habitación.
—¿Por qué? —Se desliza, así que puedo sentarme a su lado—. Has estado en la
mía mil veces. Incluso has dormido allí.
—Lo sé. —Meto las manos debajo de las piernas—. Pero me gusta ir a tu casa.
Este no es el tipo de lugar al que a nadie le gusta ir. Bueno, a excepción de los amigos
de mierda de mi madre.
Se desabrocha el cinturón.
—No me importa estar aquí. Claro, preferiría que estuviéramos en mi casa o en
otro lugar que sea seguro, pero me gusta estar cerca de ti. Ya deberías saberlo.
Se quita el cinturón y lo deja caer al suelo.
Tanta ropa saliendo. ¿Cuándo se detendrá?
Esperemos que nunca.
Pateo ese pensamiento de mi cerebro y me deslizo de nuevo sobre la cama hacia
la cabecera.
—¿De verdad crees que puedes dormir con todos los gritos y la música?
—No voy a dormir. —Se levanta y se quita la camiseta, tirándola al suelo—.
Solo voy a acostarme a tu lado hasta que te duermas.
Santa villa aleteo, todo malditamente poderoso.
Intento no estar boquiabierta. Realmente lo hago. Sin embargo, mi mirada se
desvía un par de veces hacia su magro pecho y sus sólidos abdominales.
Finalmente, me las arreglo para fijar mi atención en otro lugar mientras retiro las
cubiertas y me meto debajo de ellas.
—Eso no suena muy divertido para ti.
Sus ojos brillan con diversión cuando se acuesta a mi lado y tira de la manta
sobre nosotros.
—No tienes idea de lo equivocada que estás.
Quiero preguntarle qué quiere decir, pero la fiereza en su expresión mantiene
mis labios cerrados.
Me pongo de lado y él hace lo mismo, así que nos enfrentamos. No nos estamos
tocando del todo, pero lo suficientemente cerca como para que el calor y el olor de
su cuerpo me envuelvan.
La música y los gritos llenan la tranquilidad entre nosotros, junto con mi
respiración superficial.
—¿Estás nerviosa? —pregunta inesperadamente—. Puedo acostarme en el suelo.
Quiero asentir, pero sacudo la cabeza. No hay forma de que lo haga acostarse en el
suelo.
—Está bien. Es solo el ruido. Pensarías que después de casi una década y media
de escuchar esta mierda, sería más fácil, pero nunca lo hace.
Él contempla algo, entonces se desplaza lentamente hacia mí y baja su frente
contra la mía, apoyando su mano en mi cadera.
—Cierra tus ojos. Me aseguraré de que estés a salvo.
Aspiro una temblorosa respiración, pero no retrocedo, obedeciéndolo y cerrando
los ojos. El latido de mi corazón se eleva a la velocidad del colibrí, mi adrenalina en
espiral. Estoy tan tensa que no sé cómo me voy a quedar dormida. Sin embargo,
momentos después, mi corazón se aquieta y me hundo en maravillosos sueños llenos
de cosas que nunca me atrevería a hacer en la realidad.
CAPÍTULO 6
Beck
Programo el despertador en caso de que me quede dormido antes de volverme a
acostar en la cama de Willow. Sus labios están abiertos, sus pestañas se agitan de vez
en cuando, como si estuviera a punto de despertase. Me pregunto que está soñando,
si sus sueños son buenos o malos, cuando su pierna de repente se engancha de mi
cadera, y la palma de su mano descansa contra mi pecho desnudo.
Me congelo mientras sus dedos vagan hacia abajo, los músculos de mi estómago
se tensan. Cuando su mano alcanza la parte baja de mi cintura, mi corazón
enloquece.
Muerdo mi labio inferior para contener un gemido, visionando su mano viajando
más abajo, de la forma que he soñado desde ese maldito primer beso. Me pregunto
si me permitiría tocarla también. Entonces recuerdo que está dormida y que no es
consciente de lo que está haciendo.
Incluso la idea me mata, muevo mi mano para detenerla, y sus dedos
abruptamente se tensan.
—Beck —susurra, sus párpados abriéndose.
Nuestras miradas se encuentran, y luego su mirada se dispara hacia abajo.
Espero que quite su mano bruscamente, pero en lugar de eso, mira sus dedos
explayados sobre mi abdomen, su pecho subiendo con cada jadeante respiración.
Los sonidos de su respiración envían deseo pulsando a través de mi cuerpo. No
sé que me supera, si es toda la tensión sexual lo que me hace perder mi mente, pero
coloco mis dedos sobre su cadera y froto contra ella.
Ella gime, lanzando su cabeza hacia atrás mientras cierra sus ojos.
Estoy jodidamente cerca de explotar.
Estoy a punto de repetir el movimiento cuando ella se aleja como si la hubiera
mordido, lo cual es algo que quiero.
—Lo s-siento. —Deja salir, sus ojos muy abiertos—. No sé por qué hice eso…
solo estaba teniendo este sueño… y luego yo… —Se detiene, sé sin ver su rostro que
sus mejillas están sonrojadas.
No quiero que lo lamente. Para nada. Quiero que vuelva a colocar su pierna
sobre mi cadera así podemos continuar. Pero se ve horrorizada. Temo que este
momento termine siendo otro fiasco de lista si no atenúo la situación.
—Estás bien. —Mi voz sale más afectada de lo que quiero. Si fuera por mí, sus
ropas ya no estarían en su cuerpo, y mi lengua estaría dentro de su boca y mis dedos
deslizándose por sus muslos—. Vamos a olvidar que sucedió. Estoy seguro que
estabas probablemente medio dormida, de todas formas.
Ella pasa saliva inestablemente, sosteniendo sus manos contra ella misma, como
temiendo volver a tocarme.
—Debes estar enojado conmigo por… violarte en mi sueño así. Y por casi
romper nuestra regla.
Mentalmente pongo mis ojos en blanco. Ella puede violarme en cualquier
momento que quiera. Decírselo es otra historia completamente distinta.
—Estamos bien. Y no rompiste la regla. Nuestros labios no se tocaron ni una
sola vez. Ahora vuelve a dormir así puedes descansar esos lindos ojos tuyos.
Ella asiente preocupadamente.
—Gracias. Y de nuevo, lo siento.
Cierra los ojos pero no se duerme de inmediato, su cuerpo está tenso. Después
de cerca de quince minutos, sus suaves respiraciones llenan el silencio.
Yo, permanezco alerta, duro como una jodida roca. Y seriamente quiero bajar
mi mano y tocarme así puedo calmar la mierda. Sin embargo hacerlo mientras ella
duerme a mi lado no se siente correcto, así que obligo a mis manos a mantenerse
quietas.
A eso de media hora más tarde, finalmente me enfrío. Y pasa otra hora, y la casa
se vuelve más silenciosa. Me pregunto si los sonidos desvaneciéndose quieren decir
que las personas se están yendo. Espero que así sea ya que me tengo que ir pronto, y
la idea de dejar a Willow en esta casa con alguien más dentro me hace sentir enfermo.
Dios, no quiero dejarla nunca.
Tengo que encontrarme con un tipo por un trabajo a las seis en punto, así cuando
mi alarma se enciende a las cinco en punto, desenmaraño mis piernas y brazos de los
de Willow y arrastro mi culo fuera de la cama. Me coloco mis zapatos, camiseta, y
cinturón, asegurándome de moverme lo más silenciosamente así no la despertaré.
Para el momento en que estoy vestido y listo para irme, ella todavía suena dormida
con su mano debajo de su mejilla. Se ve tan pacífica, tan hermosa. No puedo evitarlo.
Me inclino sobre la cama y coloco un tierno beso en su mejilla, convenciéndome
de que el movimiento está bien, porqué, técnicamente, no es un contacto de labios
con labios.
Sus pestañas parpadean por el contacto.
—Beck —murmura.
Inhalo profundamente, amando el sonido de mi nombre dejando sus
somnolientos labios.
—Vuelve a dormir, princesa —susurro en su oído—. Tengo que irme, pero
regresaré más tarde para remolcar tu auto.
Ni siquiera estoy seguro de que ella está lo suficientemente despierta para
entenderme, pero asiente con la cabeza.
Antes de irme, reviso que su puerta esté cerrada con seguro. Luego abro la
ventana para deslizarme fuera.
El aire fresco de la mañana me cubre mientras cierro la ventana. Dudo por otro
par de segundos, queriendo regresar a su habitación, pero no puedo faltar al trabajo.
Suspirando, me giro para subir por el estacionamiento de grava a mi auto
mientras reviso mis mensajes. Mi papá me ha llamado cinco veces y dejó un correo
de voz. No tengo que escucharlo para saber por qué está llamando. Es la misma razón
por la que me ha estado llamando en el último mes: quiere que trabaje para él. Bueno,
querer podría no ser la palabra suficientemente fuerte. Más como que está
demandando.
Coloco mi teléfono dentro de mi bolsillo sin escuchar el mensaje de voz, notando
que el Mercedes está estacionado al lado de mi BMW. Cuando me acerco a mi auto,
miro con curiosidad al hombre sentado en el asiento del conductor, enviando
mensajes en su teléfono.
Como si notara mi mirada, levanta la suya sus ojos abriéndose más.
—¿Qué demonios? —murmuro—. ¿Por qué demonios me estás mirando así?
Él tiene su ventana abierta, así que sé que me escuchó. Sin embargo no contesta,
simplemente enciende su auto y se va rápidamente como un murciélago infernal.
Rascando mi cabeza, me subo a mi auto y dejo que el motor se caliente por unos
minutos para desempañar las ventanas. Permanezco en el estacionamiento más de
lo necesario, observando la entrada al estacionamiento, asegurándome que el
Mercedes no regrese.
Tal vez estoy sobre actuando, pero el tipo parecía como si me conocía, o tal vez
sabía que era amigo de Willow. En un lugar como este, las personas sabiendo no es
algo bueno.
CAPÍTULO 7
Willow
La luz del sol brilla en mi rostro mientras abro los ojos y me doy la vuelta,
estirando los brazos por encima de mi cabeza. Mi cama está vacía, causando un frío
vacío que se filtra en mis huesos. Pero me siento renovada, probablemente más de lo
que me he sentido en mucho tiempo.
Entonces todo vuelve a mí: mis manos en el pecho de Beck, mi pierna sobre su
cadera, la forma de él moliéndose contra mí. Por una fracción de segundo, quería
que lo hiciera de nuevo hasta que recordé la regla y por qué existe.
Técnicamente, no tenía una regla de contacto de cadera a cadera. Aun así, eso
no significaba que me sintiera mejor sobre lo que ocurrió entre nosotros. Eso es lo
que me digo a mí misma. A veces me pregunto si me miento a mí misma tanto como
a los demás.
Afortunadamente, Beck no le dio importancia al incidente. Me siento tan mal.
Después de darle una regla que nunca podríamos besarnos, lo violé. Hablando de
señales contradictorias.
Probablemente piense que estoy loca. Honestamente, tal vez lo estoy. Ni siquiera
sé por qué lo hice. Está bien, eso es mentira. Lo hice porque no podía quitarme de la
cabeza la vista de su pecho.
Cuando cerré los ojos, caí en un sueño en el que Beck y yo nos besábamos, con
las manos sobre su pecho desnudo y las caderas moviéndose contra las suyas. Así
que, aparentemente, mi cuerpo decidió representar el sueño en la vida real.
Estúpido y traidor cuerpo.
Dios, apesto.
Suspirando, me doy la vuelta y me concentro en si mi mamá y sus amigos se han
ido. El lugar está en silencio, excepto por un perro que aúlla afuera. Sería una forma
pacífica de despertarme si no hubiera dormido con mi mejor amigo. Además, mi
dormitorio apesta a marihuana.
Toc. Toc. Toc.
Miro el reloj y hago una mueca. Las seis de la mañana y no todos se han ido
todavía.
—Oye, mini-Paula, ¿por qué no abres la puerta, sacas tu dulce trasero de aquí y
haces un pequeño show para nosotros? —dice un tipo del otro lado de la puerta—.
¿No es eso lo que haces? Bailar, ¿verdad?
Presiono mis labios y cierro los ojos. Aléjate. Aléjate. Aléjate.
—Ese uniforme que llevabas puesto... Eso es lo que significa... Eres bailarina en
Crazy Morelliesin’s. ¿Cómo es que nunca te he visto allí antes?
Porque no soy bailarina.
Pero lo que haces puede que no sea mejor.
—¿Tu mamá sabe dónde trabajas? —pregunta—. Apuesto a que sí... ella solía
trabajar allí cuando era más joven.
Me trago el vergonzoso bulto que me obstruye las vías respiratorias. Aunque
sabía que mi mamá se había dedicado a desnudarse por dinero, nunca supe que
trabajaba en el mismo lugar que yo.
Realmente soy como ella.
¡No! ¡No lo soy! Ni siquiera he salido con nadie y nunca saldré con nadie. Además, voy a
la universidad. Un día, seré mejor que ella.
Bueno, eso es lo que me digo a mí misma cuando el tipo golpea mi puerta durante
la siguiente media hora.
Cuando se rinde, trato de volver a dormir, pero mi mente preocupada me
mantiene despierta, y finalmente, saco mi trasero de la cama para comprobar los
daños en el apartamento.
Antes de salir al desastre, abro la puerta una grieta y miro hacia el pasillo para
asegurarme de que la casa está vacía. No veo a nadie desmayado en ningún lado, así
que abro la puerta más y salgo.
Mi nariz se arruga rápidamente ante el hedor de la hierba, el alcohol y el sudor.
Lo rancio en el aire me hace querer correr al baño y tomar una ducha. Necesitando
revisar el lugar primero, pongo un pie delante del otro mientras me esfuerzo en entrar
a la sala de estar. El sofá está volteado boca abajo, la mesa de centro está presionada
lateralmente contra la pared y una pila de latas de cerveza está apilada en el centro
de la habitación. Mi instinto inicial es limpiar el desastre lo antes posible, pero
primero tengo que ir a ver a mi mamá.
Dándole la espalda al desastre, vuelvo a su habitación y encuentro su cama vacía.
Reviso el baño, los armarios y la cocina. No hay señales de ella en ninguna parte. No
debe de haber vuelto a casa del bar.
Me preocupa pensar en todos los lugares en los que puede estar: prostituyéndose
en la esquina, drogándose en algún hotel de mala muerte o tirada en una zanja en
alguna parte. Todo, excepto lo último, ha sucedido.
Me encorvo en la mesa y bajo la cabeza hasta las manos, debatiendo si debería
o no seguirle la pista. Normalmente, lo hago, pero se supone que Beck vendrá hoy a
remolcar mi auto. Aunque, después de lo que pasó anoche, me pregunto si debería
dejar a Beck libre y llamar a Ari para que venga a ayudarme.
Volviendo a mi dormitorio, levanto mi teléfono para llamar a Beck o a Ari, aún
no lo he decidido. Entonces me doy cuenta de la llamada perdida de Wynter. Decido
llamarla, postergando la tortura de mi auto
—Oye, trasero perezoso —me saluda Wynter después de un hola con bostezo.
—Esa es la primera vez. —Me tumbo en mi cama y miro el techo manchado de
agua—. Normalmente me llamas drogadicta.
—Sí, bueno, pensé en mezclarlo un poco. Hace la vida un poco más interesante
—bromea—. En serio, ¿por qué te escuchas cansada? Por lo general, estas despierta
justo al amanecer.
—Tuve una noche difícil.
—¿Porque tu auto se descompuso?
—Sí. Y había una fiesta y un tipo me despertó a las seis de la mañana.
No me molesto en mencionar que la fiesta fue organizada por mi madre. Aunque
Wynter sabe que no tengo una vida familiar fantástica, no conoce todos los detalles
como Beck. Tampoco menciono que Beck se quedó en mi cama o que me froté contra
él por varias razones, una de las cuales es que Wynter mirará demasiado en ello.
—No sé por qué sigues viviendo allí —dice—. Sería mucho más fácil si te
mudaras a Fairs Hollow. Y no es que te guste vivir con tu madre.
—Es más complicado que eso —murmuro, masajeando mi sien para reducir la
presión que se ejerce sobre mi cráneo.
—¿Por qué? Quiero decir, tienes casi diecinueve años. No deberías tener que
vivir más con tu madre si no quieres.
—Sí, pero ella necesita ayuda para pagar el alquiler.
Y asegurarme de que no muera mientras duerme.
—¿Por qué es tu trabajo? ¿No se supone que es al revés?
—No siempre.
—Aun así... eso no es justo —dice ella, sonando profundamente perpleja—. Mis
padres no son buenos en absoluto, pero nunca me obligarían a pagarles el alquiler. Y
no deberían. Ningún padre debería hacer eso.
—Lo sé. —De verdad. Y he tratado de hablarle a mi madre sobre esto muchas,
muchas veces, sobre salir de esto y cuidar de sí misma. Ella siempre dice que lo hará,
pero después de años de ser la única proveedora, he renunciado a que ella cambie.
—Siempre podrías mudarte conmigo —sugiere ella—. Voy a necesitar una
compañera de cuarto cuando Luna se mude, de todos modos.
Mientras los gritos hacen eco desde afuera, salgo de la cama y me dirijo hacia la
ventana.
—¿Desde cuándo Luna se va a mudar?
—Bueno, no es oficial. Pero ella y Grey han estado hablando muy seriamente
sobre mudarse juntos.
Levanto la cortina y miro por la ventana.
—¿En serio? —Observo el estacionamiento y veo a una pareja más joven que
vive tres puertas abajo, de pie cerca de un maletero. Se gritan en la cara del otro, la
chica enfurecida porque cree que el tipo la engañó. Tengo recuerdos de las muchas
veces que mi mamá estuvo involucrada en una escena similar—. ¿No se están
moviendo un poco rápido? Son tan jóvenes.
—Sí, pero han estado saliendo por más de un año, así que no creo que sea tan
raro. Además, prácticamente viven juntos de todos modos, ya sea aquí o en casa de
Grey. Al menos cuando consigan su propio lugar podrán tener algo de tiempo a solas.
Y no volveré a entrar a casa con ellos haciéndolo en el sofá otra vez.
Resoplo una risa.
—Santa mierda. ¿Entraste con ellos haciéndolo?
—Sí. ¿No te lo dije?
—No.
—Oh, Dios mío, fue tan horrible. Aunque creo que Luna estaba más
avergonzada que nadie.
—Ella se avergüenza con bastante facilidad, ¿no?
—Tú también —acusa—. De hecho, a veces eres peor que ella.
Mi pulso se acelera cuando la pareja comienza a empujarse entre sí.
—No. Rara vez me avergüenzo.
—Con cosas normales, no. Pero cuando algo sexual se menciona o implica,
empiezas a sonrojarte.
—Estás tan llena de mierda.
Contemplo si salir o no para terminar esa pelea. Solo se están presionando entre
sí en este momento, pero así es como suelen comenzar las peleas, y las cosas pueden
escalar rápidamente, algo que he visto suceder cientos de veces.
Antes de que pueda llegar a una decisión, se detienen abruptamente, y sus labios
chocan en un profundo y apasionado beso.
Sí, también he visto eso suceder antes.
Cuando el chico se retira para quitarle la camisa a la chica, justo allí, en medio
del estacionamiento, miro hacia otro lado, mis mejillas se calientan.
Bien, tal vez Wynter tenga razón sobre mí. Tal vez me avergüenzo con cosas
sexuales. Quiero decir, mira cómo reaccioné anoche. Cómo me las arreglo para
trabajar donde trabajo me supera. Por otra parte, sé cuál es la alternativa si no lo
hago.
—Pero está bien —dice Wynter con una risa—. Una vez que comiences a tener
sexo, estoy segura de que crecerás un poco.
—Oh, lo que sea —replico—. No actúes así.
—¿Cómo?
—Como tú si hubieses tenido sexo.
—Me he acercado más que tú.
—¿Y qué? Eso no te hace más grande que yo.
Me muevo para dejar caer la cortina y luego me detengo cuando una figura de
pie frente al motel abandonado al otro lado del camino llama mi atención.
Al principio, asumo que es un adicto al azar que espera comprar drogas, ya que
por eso el motel es famoso, pero la persona está vestida de negro con una sudadera
con capucha y botas deportivas que parecen demasiado costosas para que un adicto
al crack las pueda comprar. Al menos los que viven por aquí. Además, un brillante
Mercedes está estacionado detrás de ellos, como el auto que vi anoche, que parecía
completamente fuera de lugar.
Una incómoda sensación se agita en la boca de mi estómago cuando noto que la
mirada de la persona está dirigida hacia la puerta principal de mi apartamento.
Mierda, mamá, ¿qué hiciste esta vez? ¿Vender drogas? ¿Prostituirte? ¿Joder con algún tipo rico?
La persona de repente se gira hacia mi ventana, e instintivamente me agacho.
Tal vez estoy exagerando, pero a lo largo de los años, mi madre se ha metido en
varios problemas cuando enojó a las personas equivocadas. No puedo contar cuántas
veces me ha advertido que me quede quieta y no responda a la puerta.
Desearía poder llamarla y averiguar si esto tiene algo que ver con ella, pero
después de perder tres teléfonos en menos de un mes, no podía, y realmente no
quería, comprarle otro.
—Oh, Willow —canta Wynter a través del receptor—. ¿En qué estás pensando?
Pongo el teléfono en mi oreja.
—Finales —miento.
—¿Estás segura? —La diversión llena su tono—. Porque estaba pensando que tal
vez estabas pensando en sexo.
Me siento en el suelo y estiro las piernas.
—¿Por qué piensas eso? Especialmente después de que insinuaste que me
avergüenzo de cualquier cosa que tenga que ver con el sexo, ya sabes, porque soy
virgen y todo eso.
Ella se ríe.
—¿Y qué si te avergüenzas? Eso no significa que nunca pienses en tener sexo. Sé
que lo has hecho antes.
—Tal vez un par de veces —admito, negándome a decirle los detalles.
—Y apuesto a que puedo adivinar quién estuvo contigo ese par de veces.
Su tono insinuante me hace fruncir el ceño.
—Nadie, en particular. —Me reclino contra la pared y cruzo las piernas—. Pero,
por favor, dime quién cree que me tiene caliente y molesta, porque estoy noventa y
nueve por ciento segura de que eso es lo que quieres decir.
—Bueno, es alto con desordenado cabello rubio, le gusta el fútbol y es un poco
rebelde cuando quiere serlo, al menos para sus padres y maestros, y le dice al hombre
que se vaya a la mierda. Prefiere drogarse en las fiestas en lugar de emborracharse,
pero no es un adicto, solo un aficionado por los fines de relajación. Le encanta
interpretar al héroe, aunque nunca lo admitirá, al menos a cierta chica que conoce
desde la primaria. No le importa los demás. También puede ser un dolor en el culo a
veces, pero nunca estarás de acuerdo conmigo. —Hace una larga pausa—. Hmmm...
¿Qué más estoy olvidando...? Ah, sí, y su nombre rima con Shmeckett.
—Eso no es gracioso. —Me retuerzo incómodamente mientras las imágenes de
anoche me bañan y mi piel se estremece por todas partes—. Beck no me hace pensar
en sexo.
—Sí, claro. Eres una mentirosa —dice divertida—. Puedo verlo en tus ojos cada
vez que estamos cerca de él, bueno, así es como ha sido durante el último año más o
menos. Pero nunca lo admitirás, así que ni siquiera sé por qué lo mencioné.
Juego con la manga de mi blusa.
—Beck es solo mi amigo… mi mejor amigo. Sin ofender.
—No me ofende. Es un amigo mucho mejor que yo, de todos modos.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que él haría cualquier cosa por ti, que es exactamente lo que hace
cada vez que le das una oportunidad.
Una pizca de amargura se desliza en su tono y me hace cuestionar la razón
subyacente de por qué estamos teniendo esta conversación.
¿A Wynter le gusta Beck y está celosa de nuestra relación? No es la primera vez
que el pensamiento ha cruzado mi mente, y Ari sugirió una vez que piensa que Beck
y Wynter discuten todo el tiempo debido a la tensión sexual. Que se unieran tendría
sentido. Ambos vienen de ricas y respetadas familias, y comparten muchos intereses
comunes, son muy sociables y no pasan las noches con el culo al aire para ganar
dinero extra.
Sí, perfectos juntos.
Y debería estar feliz por ellos, pero mi estómago arde de náuseas, o tal vez eso
son celos.
—Porque es un buen amigo. —Me quito el pensamiento no deseado de la
cabeza—. Y si tú también lo fueras, no estarías hablando de esto.
—Bueno, creo que ya establecimos que no era la mejor amiga, así que voy a
seguir adelante y decir lo que me muero por decir en los últimos meses. —El humor
muere en su tono, pasando a la seriedad—. Creo que Beck…
—Wynter —advierto.
—¡…está enamorado de ti! —grita por encima de mí.
Quiero abrir la ventana y tirar el teléfono afuera para escapar de esta
conversación. Pero no puedo permitirme el lujo de reemplazar mi teléfono.
—No lo hace. Al menos, no así. —¿Lo hace? ¿Quiero que lo haga?
Sacudo la cabeza. ¿Qué diablos me pasa?
—¿Qué quieres decir con no así?
El humor ha vuelto. Está disfrutando totalmente de mi incomodidad.
—Como... como amor...
Me pongo de pie y paso por la corta longitud de mi habitación.
¿Amor? Ni siquiera sé lo que es el amor... ¿o sí?
El rostro de Beck aparece en mi cabeza: su sonrisa, la forma en que toca mi nariz
para hacerme sonreír, la forma en que siempre parezco ser capaz de sonreír a su
alrededor.
Seguridad.
—Beck y yo somos solo amigos.
Anuncio estúpidamente, sabiendo que mi argumento tan poco convincente
nunca ganará contra las locas habilidades de Wynter. En serio, la chica puede salirse
con la suya chasqueando los dedos.
—Si eso es lo que tienes que decirte a ti mismo, entonces adelante. Pero un día,
te alcanzará.
—¿Me alcanzará? ¿Cómo puede algo así alcanzarme?
Finjo molestia cuando en realidad, estoy enloqueciendo.
Tal vez ya nos ha alcanzado. Desde ese beso, nuestra amistad ha estado llena de
baches, desequilibrada y ardiendo de calor. Siguen ocurriendo momentos
incómodos, como cuando me rozó los nudillos en el muslo anoche o cada vez que le
miro estúpidamente los labios. O cuando nos acostamos en la cama juntos,
frotándonos uno contra el otro...
—¿De verdad quieres oír mi teoría?
El tono cauteloso de Wynter debería asustarme ya que normalmente no le
importa una mierda lo que dice.
—Ah... No sé...
Me muerdo la uña del pulgar, sin saber cómo responder.
—Bueno, te lo voy a decir de todos modos. —Hace otra pausa prolongada, ya
sea para crear un efecto dramático o para ofrecerme la oportunidad de echarme
atrás—. Creo que uno de estos días, la tensión sexual se va a volver demasiado, y
ustedes van a terminar jodiéndose los sesos el uno al otro.
Me detengo al pie de mi cama y me bajo en el colchón.
—Confía en mí; eso nunca sucederá.
—Si tú lo dices.
—Tengo autocontrol, sabes.
—¡Ja! Dar a entender que tienes autocontrol significa que lo has pensado.
—No lo he hecho —me quejo—. Así que deja de decir esta mierda.
—Mentirosa.
—Reina del drama.
—Chica que quiere acostarse con Beck.
—Wynter…
—Oh, Dios mío, creo que me voy a perforar el ombligo —grita a carcajadas.
Pongo los ojos en blanco.
—Tú no harás. Solo ya no querías discutir conmigo.
—Tal vez, pero tal vez no —se burla—. Tal vez voy a cambiar mi imagen de
chica de preparatoria y me convertiré en ti. Incluso me haré un tatuaje.
—¿Qué quieres decir con cómo yo? No tengo ningún tatuaje.
—Pero tienes muchas perforaciones.
Paso mi dedo a lo largo de los múltiples pendientes que recubren mi oreja.
—Solo en las orejas.
—Y en tu ombligo.
—Sí, solo por tu culpa.
—Oye, no tenías que aceptar el reto —señala—. Y podrías haberlo quitado.
—Realmente no quería —admito, levantando la parte de abajo de mi blusa para
ver el diamante que brilla sobre mi ombligo—, después de pasar por todo ese dolor.
Se ríe burlonamente.
—Esa no es la única razón por la que te lo mantuviste.
—¿Adónde quieres llegar? Estoy segura de que estás llegando a algo. —Me bajo
la blusa y me apoyo en los codos—. Siempre lo estas.
—Por supuesto que sí. ¿Cuál es el sentido de la vida si no se llega a nada? —
pregunta con un suspiro aparentemente fuera de lugar—. Pero, como sea, todo lo
que estaba sugiriendo es que tal vez, como nuestro querido y dulce Beck, tienes un
lado un poco rebelde.
—No lo tengo —protesto, probablemente sonando más ofendida de lo que
debería—. Nunca he hecho nada rebelde en toda mi vida.
Por otra parte, a mi madre nunca le ha importado lo que hago, así que ¿cómo
podría rebelarme?
—Tal vez tienes un lado oscuro secreto, y el piercing es solo una sutil forma de
demostrarlo.
La ansiedad se agita en mi pecho como una bestia dormida lista para despertarse
y atacarme. Beck dijo algo similar la noche pasada sobre ir al lado oscuro. ¿Soy así
de obvia? Si es así, me preocupa que más han notado ellos sobre mí últimamente.
—Entonces, pregunta rápida. ¿Cuándo vuelves de Nueva York?
—¿Por qué? ¿Estás planeando hacerme una fiesta de bienvenida? —bromea—.
¿O simplemente me extrañas así de mucho?
—Por supuesto que te extraño —le digo, aliviada de que no remarcara mi cambio
de tema tan notable—. Incluso si eres un dolor en mi culo.
—Ay, yo también te amo, Wills —responde secamente—. Y para tu información
también eres un dolor en el culo, por lo cual somos tan buenas amigas.
—Sí, tal vez… Pero en serio, ¿cuándo regresas?
—Vuelo de regreso el sábado por la tarde. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—No es nada. —Soplo una fuerte exhalación—. Beck está teniendo una fiesta el
viernes y me está haciendo ir. Y odio la idea de ir sola.
—Bueno, no estarás sola. Beck estará ahí. —Una vez más, un toque de amargura
se cuela en su tono—. Y Ari, Luna y probablemente Grey, dado que los dos están
unidos por la jodida cadera 24/7.
—¿Volverán de su viaje por carretera para entonces?
Me tenso cuando escucho un golpe en la puerta principal.
—Deberían hacerlo —dice ella—. Siempre puedes llamarlos y averiguarlo.
—Está bien, podría hacer eso.
Me levanto de la cama cuando los golpes se hacen más fuertes y salgo de puntillas
de mi habitación hacia la puerta principal.
—O simplemente puedes ir sola —continúa—, para que tú y Beck finalmente
puedan engancharse.
Una nerviosa exhalación tiembla desde mis labios cuando me inclino para mirar
por la mirilla.
—No empieces de nuevo. —Un suspiro de alivio brota de mí al ver a Beck de pie
afuera—. Oye, me tengo que ir. Beck acaba de aparecer.
—Por supuesto que lo hizo —dice—. Apenas puede soportar estar lejos de ti por
más de un día.
—Él está aquí para ayudarme.
—Oh, apuesto que sí. Solo asegúrate de llamarme después de que suceda.
—Primero que nada, nunca te llamaré justo después de la primera vez que tenga
sexo. —Pongo mis dedos alrededor del pomo de la puerta—. Y segundo, Beck y yo
nunca vamos a tener sexo. Créeme; él ni siquiera quiere tener sexo conmigo.
Una voz en el fondo de mi mente se ríe a carcajadas.
—¿Y si lo quisiera, sin embargo? ¿Lo harías?
—No.
—Acabas de dudar totalmente…
—No, no lo hice. —¿Lo hice?—. ¿Y por qué estás tan obsesionada con esto?
—No lo estoy. Solo me estoy divirtiendo.
—Bueno, ¿podemos dejarlo pasar, por favor?
—Bien. —Se rinde—. Te dejaré salir del ruedo… por ahora.
—Caramba, gracias. Qué amable de tu parte.
—De nada —bromea—. Te llamaré más tarde.
—Adiós. —Cuelgo y abro la puerta con una sonrisa en mis labios. Sin embargo,
mi alivio se transforma instantáneamente en confusión, mientras Beck se frota la
mano en la boca, intentando ocultar una sonrisa—. ¿Qué hay con todas las sonrisas?
Él chasquea su lengua en su boca.
—¿Por qué es eso raro? Sonrío todo el tiempo. De hecho, es mi tipo de modus
operandi.
—Cierto, pero aun así… —Lo miro con recelo—. Crees que algo es gracioso,
pero no puedo descifrar qué.
—Sí, tal vez, pero confía en mí; probablemente sea mejor que no lo sepas. —Se
muerde el labio con fuerza y se mete las manos en los bolsillos traseros—. Entonces,
¿estás lista para remolcar tu auto? —Su mirada se desplaza por los pantalones cortos
de mi pijama a cuadros y la camiseta de manga larga que llevo puesta, dejando un
rastro de calor en mi piel que calienta cada parte de mi cuerpo—. Todavía estás
usando tu pijama.
—Sí, he estado de perezosa esta mañana, probablemente porque alguien me
mimo anoche y me hizo dormir muy bien.
Me muerdo el labio. Tal vez no debería haber dicho eso.
Una sonrisa complacida ilumina su rostro.
—Bien. Me alegro poder ayudar. Y deberías hacerlo más a menudo.
—¿Ser perezosa?
De repente me vuelvo muy consciente de cuán desordenado está el lugar y de
que él probablemente pueda ver el desastre.
Asiente, dándome esa mirada que no logro descifrar.
—Necesitas descansar más, princesa. Siempre estás tan cansada porque trabajas
demasiado.
—Estoy bien —miento—. No es nada que no haya tenido que manejar antes.
Su mirada se fija en la mía.
—Eso es lo que temo. Y a veces, cuando manejas demasiado, eventualmente te
rompes.
Sé a qué ruptura se refiere: la crisis nerviosa que tuve en mi último año cuando
estaba tratando de hacer malabarismos con tres trabajos, la escuela y el cuidado de
mi madre adicta a las drogas, todo mientras realizaba mis solicitudes para la
universidad.
—Estoy bien. Lo prometo.
Doy un vistazo al otro lado de la calle, sin saber si sentirme aliviada o nerviosa
porque la persona ya no esté ahí.
Beck se acerca a mí y se inclina, bajando la voz.
—No, no lo estás. —Hace un gesto hacia la destrozada sala de estar detrás de
mí—. No deberías tener que manejar esto. Nunca deberías haber tenido que hacerlo.
Huele tan bien, como colonia y jabón, y todo lo que me calma, y casi me inclino
hacia él, agarrarlo de la camisa, aferrarlo por mi vida, y nunca dejarlo ir…
—Lo sé —le digo, forzándome a quedarme quieta—. Pero no hay mucho que
pueda hacer al respecto.
Él me mira con determinación.
—Excepto irte.
Jugueteo con el borde de mis pantalones cortos.
—No puedo simplemente deslindarme de ella… ¿Te imaginas lo que pasaría si
lo hiciera? Apenas sobrevivió a la partida de mi padre.
Él coloca un dedo debajo de mi barbilla, obligándome a mirarlo.
—Sé que te preocupas por tu madre, pero no puedes pasar el resto de tu vida
cuidándola y permitiéndole arrastrarte. Tiene que haber un punto en el que digas que
ya es suficiente, o ella va a destruir tu vida.
—Estaré bien.
¿Lo estaré?
A veces, me pregunto qué tan bien estaré dentro de tres años… si me graduaré
de la universidad como planeo o si algo surgirá y arruinará ese plan. Esa es una de
las cosas que aprendí creciendo en una vida hogareña tan inestable: cualquier cosa
puede suceder en un segundo, y arruinar la estabilidad y el equilibrio, como cuando
mi padre se fue o cuando mi madre decidió probar la heroína por primera vez hace
un año. Ella nunca ha vuelto a ser la misma desde entonces, y la caótica locura en
nuestra vida solo aumentó.
Tal vez Beck tenga razón. Quizás sea tiempo de decir es suficiente.
¿Luego qué? ¿Me voy y espero que ella limpie su actuar? Después de todo, al
final, por muy mal que esté, mi madre es la única familia que me queda. Y yo soy la
única persona que tiene y a quien le importa lo suficiente como para preocuparse por
ella.
CAPÍTULO 8
Beck
Después de pasar toda la mañana preocupado por Willow, estoy feliz de estar de
nuevo en su casa, incluso si es solo para remolcar su auto a casa.
Mientras estoy de pie en la puerta de su casa, golpeé mis dedos el costado de mis
piernas, inquieto. Su vecindario me pone nervioso; las personas siempre estaban
vendiendo drogas y algunas veces sus cuerpos, y un par estaba follando en el porche
delantero de su apartamento… Al menos, creo que era su apartamento.
De cualquier forma, mis nervios murieron cuando escuché a Willow hablando
con alguien al otro lado de la puerta, diciendo mi nombre y sexo un par de veces. No
estaba exactamente seguro de que estaba discutiendo, pero escuchar a Willow hablar
de mí y sexo me hizo sonreír como un tonto.
Cuando abrió la puerta, intenté esconder mi júbilo pero fallé épicamente. Con
honestidad, no me importaba una mierda. Después de todo, Willow era quien estaba
hablando sobre mí y sexo. Sexo y yo.
No pude dejar de sonreír como idiota mientras pensaba sobre anoche.
Luego noté el desastre en la sala, y mi buen humor se esfumó mientras
dolorosamente recordaba otra cosa que necesitaba hacer hoy: hablar con ella.
Ari se supone debe encontrarnos en la autopista dentro de una hora, más o
menos, lo cual me deja con unos treinta minutos para persuadirla para que se mude
de este hoyo de mierda en medio del pueblo, y no solo que se mude, sino que se mude
conmigo. Conociendo a Willow, ella no va a tomar muy bien lo que tengo que
decirle. Es terca, intentará negarse. He tenido esta conversación suficientes veces con
ella para saberlo. Pero no estoy listo para rendirme.
Tengo pesadillas por las cosas que pasan aquí, cosas que he escuchado a Willow
susurrar cuando realmente está asustada. Sé que no dice todos los detalles… todo el
tiempo.
—Así que, ¿qué le pasó a tu mamá esta vez que la descontroló? —le pregunto
después de que Willow me hace señas para que entre. Doy una vuelta en círculo
dentro de la cocina, vidrio crujiendo debajo de mis botas. Luego levanto mi cabeza
y frunzo el ceño ante la bombilla rota—. Alguien rompió tu foco.
—Lo sé. —Da un suspiro como si cargara todo el peso del mundo en sus
hombros antes de cruzar la cocina y abrir la nevera—. Y no sé qué la descontroló.
Creo que es solo el rebote.
Camino detrás de ella mientras agacha su cabeza para asomarse dentro de la
nevera vacía.
—¿Alguien te molestó después de que me fui? La casa parece vacía.
—Un tipo tocó en mi habitación, pero fue todo.
—¿Fue todo? Lo dices como si no fuera la gran cosa.
—No lo es. Realmente no. Y al menos no entro en mi habitación.
Respiro profundamente mientras mi frustración crece, recordándome que voy a
hablar con ella sobre esto, sacarla de aquí.
Ella extiende su brazo a través de la repisa superior vacía, desliza sus dedos
detrás de esta, y saca una pequeña caja de tocino pre cocido.
—¿Escondes eso allá atrás?
Me inclino contra la pared al lado del refrigerador, observándola: la forma en
que hebras de su largo cabello marrón caen frente a sus grandes ojos; el arco de su
espalda; la forma en como su culo se asoma debajo de su pantaloncillo de la pijama…
Si caminara detrás de ella, sería la posición perfecta para…
—Sí, lo hice. —Retrocede y cierra la nevera, sacándome de mis sucios
pensamientos—. Lo hice porque los amigos de mi mamá normalmente se comen
todo cuando vienen… —Se calla mientras me mira con la cabeza inclinada hacia un
lado—. ¿Qué es esa mirada en tu cara?
—¿Qué mirada? —¿La mirada donde estoy pensando sobre follarte por detrás? ¿Tengo
una mirada para eso también?
—Solo te ves… no sé —Se rasca la nuca—, pensativo, o algo.
—Pensativo, ¿eh? —Ahogo una risa. Eh, entonces es así como me veo cuando tengo
pensamientos sucios sobre ella—. Interesante elección de palabra.
—Bueno, así es como te ves. —Abre la caja de tocino—. Pero la pregunta es,
¿por qué? —Se dirige al microondas luego se da la vuelta con una mirada divertida
en su rostro—. Estoy pensando que, estás drogado o conseguiste algo esta mañana.
—Sabes que no manejo cuando estoy drogado. —Hago una pausa, evaluando su
reacción—. Y en cuanto a conseguir algo esta mañana, en realidad no he recibido
nada desde hace mucho tiempo.
—¿Qué es realmente mucho tiempo? —Sus dientes se hunden en su labio
inferior, su mirada parpadea en mis labios—. No importa. Eso no es de mi
incumbencia.
—¿Por qué no? —Levanto una ceja—. Te dije cuando perdí mi virginidad.
Ella se rasca el cuello de nuevo.
—Sí, y me sentí bastante incómoda cuando lo hiciste.
Debería dejar esto, pero no puedo. Ella está actuando tan sospechosa, y quiero
saber por qué, si tiene algo que ver conmigo.
—¿Por qué?
Coge la esquina de la caja de tocino.
—¿Por qué, qué?
Me enderezo de la pared y cruzo la pequeña cocina, eliminando el espacio entre
nosotros.
—¿Por qué te molesta cuando hablo de sexo?
Ella me estudia y luego frunce el ceño.
—¿Has estado hablando con Wynter?
De acuerdo, no es lo que esperaba, pero definitivamente tengo curiosidad.
—No… ¿porque?
—Nada.
Ella apresuradamente me descarta, mirando de frente al microondas.
La agarro por la cadera, la doy vuelta y la apoyo contra el mostrador, causando
que abra los labios en sorpresa.
—De ninguna manera. No puedes simplemente preguntar algo así y no explicar.
Coloco una mano a cada lado de ella, sujetándola entre mis brazos, luego me
inclino hasta que nuestros cuerpos están al ras.
Su pecho se alza contra el mío mientras aspira en respiraciones de pánico. Espero
que me empuje, pero levanta la barbilla, manteniendo contacto visual, su labio
inferior temblando.
—¿Por qué es raro que te pregunte si has hablado con Wynter? Ustedes dos
hablan todo el tiempo.
—Sí, pero claramente, ustedes dos tuvieron una conversación. —Bajo la cabeza
más cerca de ella, nuestros labios a centímetros. Tan. Jodidamente. Cerca—.
Supongo que se trata de mí y del sexo.
Sus mejillas se enrojecen, y es probablemente la cosa más adorable que he visto
en mi vida.
—¿Por qué hablaríamos de tu vida sexual?
—Eso es lo que me estoy preguntando. —Me inclino un poco hacia atrás para
buscar sus ojos—. Realmente no hay mucho de qué hablar.
Ella desvía su mirada de la mía.
—Sin embargo, hay algunas cosas.
Me inclino hacia un lado, obligándola a mirarme.
—¿Que se supone que significa eso?
—Nada. —Su rubor se profundiza—. ¿Podemos por favor dejar de hablar de
esto? Wynter ya me hizo tener una conversación muy incómoda con ella hoy.
—¿Sobre el sexo? —Hago una pausa, la tensión flamea en mi cuerpo cuando
algo se me ocurre—. Espera. ¿Tuviste... sexo con alguien?
—No estoy hablando contigo sobre esto.
Pone su mano contra mi pecho y suavemente me empuja, pero atrapo su mano
y la sostengo justo sobre mi corazón.
El hecho de que ella no me haya dado una respuesta directa hace que mi pulso
se acelere con la energía nerviosa, lo cual estoy seguro de que puede sentir. No me
importa. Estoy un poco en pánico. Quiero decir, claro, he tenido relaciones sexuales
antes, pero no por un tiempo, no desde que me di cuenta de lo mucho que me gusta
ella. Que yo sepa, Willow sigue siendo virgen. Si eso ha cambiado, ha sido reciente.
¿Conoció a alguien?
—¿Por qué no puedes hablarme acerca de esto? —Lucho por mantener mi voz
tranquila—. Hemos hablado de este tipo de cosas antes.
Ella sacude su cabeza.
—No lo hemos hecho.
Levanto un dedo.
—El año pasado, después de que jugamos a cerveza pong en una de mis fiestas,
subimos a mi habitación y admitiste que aún eras virgen. Y yo admití que me acosté
con dos personas.
—No es necesario que me lo recuerdes. Tengo un buen recuerdo de ello. —Sus
mejillas se tiñen de un rojo brillante, y mueve su mano lejos de mi pecho—. También
recuerdo que no pude mirarte a los ojos durante unas dos semanas porque tú... —
Mira a todas partes, excepto a mí—. Pero si realmente necesitas saber, la respuesta
es no. No he tenido... sexo con nadie.
Hay un millón de cosas que quiero decirle ahora mismo, la mayoría de ellas
involucran las palabras sexo, tocar y besar, pero me alejo, recordando la última vez
que la besé. Nuestra amistad era como una cuerda floja inestable hasta que ella creó
esa regla de no besar. Ahí fue cuando me di cuenta de lo frágil que es, de lo fácil que
podía perderla.
Nunca quiero perderla.
Tampoco sé cuánto tiempo más puedo seguir la regla de no besar... especialmente después
de anoche.
—De acuerdo, basta con la incomodidad. —Arrebato la caja de tocino de su
mano y la arrojo sobre la mesa—. Ve a vestir tu bonito trasero para que podamos
remolcar tu auto a casa y luego conseguir comida decente.
Me ofrece una sonrisa agradecida.
—Suena bien. Pero no necesitas alimentarme. Puedo comer el tocino.
Se acerca a la mesa para recoger la caja, pero lo evito, bloqueando su camino.
—Necesitas comer más que eso. —Arrastro mis nudillos por su costado,
reprimiendo un gemido cuando se estremece. Maldita sea, me encanta cuando hace
eso. ¿Por qué no podemos hacerlo todo el tiempo?—. Ya estás demasiado flaca.
Debido a que su maldita madre deja que sus amigos coman toda su comida.
—Beck, realmente no tienes que cuidarme —insiste, pero puedo ver su fuerza de
voluntad agrietándose.
Solo desearía que ella lo bajara por completo, me dejara entrar por completo.
Dejar de luchar contra la perfección.
—Sé que no tengo que hacerlo, pero quiero —le digo—. Y anoche, ambos
acordamos que deberíamos dejar que haga lo que quiero.
—Nunca estuvimos de acuerdo con eso.
—Bueno, entonces deberíamos porque suena como un acuerdo bastante bueno.
Ella se defiende con una sonrisa.
—Para ti.
—De ninguna manera. —Presiono mi mano contra mi pecho—. Tú te
beneficiarias totalmente de este acuerdo.
Ella levanta las cejas.
—¿Cómo lo sabes?
Sonrió.
—Porque todo lo que quiero hacer te involucra.
Se queda callada, mirándome con preocupación, culpa y un poco de vergüenza.
Odio que se sienta avergonzada por aceptar mi ayuda. Odio que piense que ella
misma tiene que encargarse de sus problemas. Odio que su mamá haya penetrado su
cabeza.
Dios, odio a su puta madre. Lo único bueno que ha hecho es traer a Willow a
este mundo.
—Bien, me voy a vestir —dice—. Y luego podemos parar en un lugar en nuestro
camino por hamburguesas donde me compraré una hamburguesa. Y quiero pagar la
gasolina por tener que conducir aquí dos veces.
—Suena bien. —No. Si trata de darme dinero, lo esconderé en su bolso cuando
no esté mirando, algo que he hecho antes.
—Lo digo en serio. —Se aleja con su dedo apuntando hacia mí—. Un día, te
pagaré todo lo que has hecho.
—Está bien.
Lo que no digo es que ya me ha pagado al dejarme entrar en su vida... siempre
diciéndome lo genial que soy... al no dejar que la negatividad de mi padre me
desanime... al defenderme... dejándome abrazarla... mintiendo para sacarme de
problemas todo ese tiempo.
Por... todo.
Después de que Willow sale de la habitación, saco una bolsa de basura de un
cajón y empiezo a recoger la cantidad aparentemente interminable de basura. Nunca
he limpiado realmente ya que tengo una sirvienta, algo por lo que estoy
extremadamente agradecido cuando encuentro un condón usado y ropa interior vieja
atorada entre la pared y el refrigerador.
Mierda, asco. Realmente necesito convencerla de que abandone este agujero de mierda.
Una vez que recojo la mayoría de las botellas de cerveza y las colillas de
cigarrillos, me dirijo a la sala de estar para colocar los muebles en posición vertical,
pero me dirijo hacia la puerta cuando alguien toca.
Miro por la mirilla para ver quién es, y aparece la confusión.
—¿Qué demonios? —Abro la puerta y salgo al porche vacío—. Sé que escuché
un golpe.
Mi mirada vaga por los autos en el estacionamiento, un grupo de personas
descansando en unos oxidados muebles de patio unas cuantas puertas más abajo, y
luego aterriza en el motel al otro lado de la calle donde hay un Mercedes estacionado.
Es el mismo que vi anoche.
¿Qué diablos está pasando con eso?
—¿Qué estás haciendo?
La voz preocupada de Willow se dirige hacia mí por encima del hombro.
Me doy vuelta y la miro. Se ha puesto un par de ajustados jeans, una ajustada
blusa negra que deja ver un poco de piel y unas botas gruesas que se ajustan a sus
rodillas. Su cabello está húmedo, su piel desnuda y sin defectos, y sus labios brillantes
están pidiendo ser lamidos.
Alejo mi mirada de su boca y me concentro en sus ojos.
—Pensé que escuché a alguien golpear, pero creo que estoy perdiendo la cabeza
o algo así porque no había nadie aquí. —Cuando sus hombros se desploman,
inmediatamente me preocupo—. ¿Qué pasa?
—No es nada.
Retuerce un mechón de su cabello alrededor de su dedo, mordisqueándose el
labio inferior.
—Claramente, algo te está molestando. —Me acerco y le toco ligeramente la
nariz—. O de lo contrario no te verías tan preocupada.
—Me conoces demasiado bien. —Desenreda el cabello de su dedo—. Justo antes
de que aparecieras, me di cuenta de que esta persona estaba al otro lado de la calle,
y parecía que ellos estaban mirando hacia mi casa.
La tensión se derrama por mis venas.
—¿Sabes quién era?
—Tenían una sudadera con capucha en la cabeza, así que no pude ver cómo son.
—Se inclina contra el marco de la puerta, liberando una exhalación estresada—.
Probablemente estoy exagerando... Me estreso tanto cuando mi mamá empieza a
salir de fiesta y tomar tantas —Baja la voz a un susurro avergonzado—, drogas... La
hacen hacer un montón de mierda sospechosa y enojar a mucha gente. —Sus ojos
muestran miedo mientras traga con fuerza—. A veces, a la gente equivocada.
—Algo ha pasado antes, ¿no? —pregunto—. Me doy cuenta por la mirada en tus
ojos.
Se frota el dedo por debajo del ojo como si tratara de borrar la mirada.
—Ha habido un par de veces cuando ella está jodiendo a algunos traficantes de
drogas, y han venido golpeando a nuestra puerta, exigiendo dinero.
—¡Qué! —exclamo demasiado alto, llamando la atención de los vecinos. Que se
jodan. No se trata de ellos. Se trata de Willow poniéndose en peligro por estar aquí—
. ¿Por qué no me has dicho sobre esto?
Ella se pone profundamente absorta con la inspección de sus uñas.
—Porque sabía que te preocuparías, y no me gusta preocuparte... Ni siquiera es
tu problema. No deberías tener que estar aquí, limpiando mi casa y siendo un taxi
para mí... Ni siquiera obtienes nada a cambio. —Baja la mano hacia su lado, pero
mantiene la mirada pegada al suelo—. No está bien. Y realmente necesito parar de
depender tanto de ti.
Fijo mi dedo debajo de su barbilla e inclino su cabeza hacia arriba.
—En primer lugar, hago todas estas cosas porque quiero, porque eres mi mejor
amiga. No porque tenga que hacerlo. Y segundo, consigo algo de ello.
Sus cejas se unen, demostrando de nuevo lo despistada que puede ser a veces.
—¿Qué obtienes?
—A ti —digo con valentía. Antes de que pueda reaccionar, digo—: Y como tu
mejor amigo, no puedo dejar que te quedes más aquí. No cuando me he enterado de
que te has tenido traficantes de drogas enojados viniendo. No es seguro, Wills.
—Ya nada en mi vida es seguro —murmura, mirando hacia sus pies.
—Entonces es el momento de arreglar eso. Múdate conmigo.
Sus ojos se abren de par en par, y rápidamente sacude su cabeza.
—No puedo hacer eso... es demasiado.
—¿Para mí o para ti?
—Para... para los dos.
—No me incluyas en nosotros, porque estoy perfectamente bien con la idea. De
hecho, me gusta mucho.
—Dices eso ahora —murmura—, pero te cansarías de mí con el tiempo.
—Eso no es cierto, y creo que lo sabes —le digo, suavizando mi tono—. Creo
que hay otra razón, una que no me estás diciendo.
—Solo no quiero ser un caso de caridad.
Su voz se quiebra.
—No eres un caso de caridad. Eres mi amiga... una amiga que necesita
jodidamente alejarse de una vida que la está llevando en picada.
—Mudarme a tu casa no me salvará de eso.
—Es un comienzo.
Ella choca sus labios juntos, mirándome con sus ojos tristes. Puedo decir que
quiere aceptar mudarse conmigo, pero debajo del deseo está el miedo.
¿De qué tienes tanto miedo? ¿Mudarte? ¿De mí? ¿O es alguien más?
—¿Me prometes que lo pensarás? —pregunto en un tono suplicando—. Incluso
si no te mudas conmigo... Tal vez podrías mudarte con Wynter.
Ella considera esto, mordiéndose la uña.
—Tal vez podría hacer eso... Ella dijo que podría necesitar un compañero de
cuarto…
Sus hombros se relajan un poquito, y mi corazón muere un poco.
Entonces, soy yo.
—No creo que pueda pagar la mitad de su alquiler —añade—. No cuando estoy
pagando el alquiler de este lugar.
La miro boquiabierto.
—Entonces deja de pagar el alquiler de este maldito lugar. No es tu trabajo pagar
el apartamento de tu madre.
—Sí, lo es. —La culpa llena sus ojos—. Si no lo hago, entonces mi mamá
terminará en las calles.
Moldeo mi palma a su mejilla y limpio las lágrimas con mi pulgar.
—Sé que tal vez no quieras oír esto, pero eso puede ser algo bueno. Ayudándola
a salir... La estás habilitando.
Ella resopla y luego me sorprende como una risa débil deslizándose de sus labios.
—¿Dónde diablos aprendiste eso?
—En una clase de psicología —admito—. Eso fue brevemente cubierto cuando
discutimos la adicción a las drogas. Lo he oído lo suficiente como para saber que es
verdad.
—Lo es —dice. Cuando le doy una mirada de interrogación, añade—: Tuve que
hablar con un terapeuta un par de veces después de tener esa crisis durante nuestro
último año.
Hace un gesto doloroso recordando el momento en que se rompió en la clase de
inglés porque obtuvo una B en una tarea.
Sin embargo, el ataque de pánico no fue realmente sobre la calificación. Ella
había estado apenas durmiendo, sobrecargándose con dos trabajos, estudiando,
llenando solicitudes universitarias, y cuidando de su madre. Nadie más sabía, y
empezaron a burlarse de ella por asustarse por una nota. Una buena nota, además.
Pero yo lo sabía. Lo sabía todo, y odio que lo hiciera porque me sentí tan indefenso.
—Pero, de todos modos. —Cambia su peso—. Dejé escapar algunos de los
detalles sobre mi vida en casa, particularmente los detalles sobre mi mamá tomando
drogas y yo cuidando de ella, y el terapeuta dijo que a veces, ayudar a un drogadicto
dándoles dinero o pagando sus cuentas en realidad hace más daño que bien.
—Entonces definitivamente deberías mudarte, ¿verdad?
Por favor, por el amor de Dios, solo di que sí.
—No sé si puedo... simplemente dejarla así. Quiero decir, ¿qué pasa si se
emborracha realmente una noche y nadie está aquí para llevarla al hospital para que
le bombeen el estómago?
Atormento mi cerebro por una respuesta lo suficientemente persuasiva.
—Tal vez podrías venir a verla todos los días. Podrías conducir hasta aquí antes
o después del trabajo.
Su piel palidece.
—Sí… tal vez…
—Podrías tomar prestado mi auto, también. —Sin tener en cuenta el ceño
fruncido, añado—: Sería más seguro de esa manera, que es el punto de conseguir que
te vayas de aquí.
Ella tiene los dedos contra el costado de sus piernas.
—Tal vez podría tomar prestado el auto de Wynter o tomar el autobús.
Mi mandíbula se tensa.
—¿Por qué estás bien con tomar prestado el auto de Wynter, pero no el mío?
—No estoy de acuerdo con pedir prestado nada, pero con Wynter... —Su mirada
choca con la mía, y un océano de miedo se vierte de sus ojos—, es menos complicado.
Mi corazón duele un poco y me masajeo el pecho.
—Wynter es cualquier cosa pero sin complicaciones —le digo, tratando de no
sonar como un idiota herido, sin embargo, lo estoy un poco—. Pero si eso es lo que
se necesita para sacarte de la casa, entonces bien.
Asiente, pero no voy a dejar salir el aliento todavía. No, no volveré a respirar
libremente hasta que esté lejos, muy lejos de su madre y una vida que nunca ha sido
lo suficientemente buena para ella.
CAPÍTULO 9
Willow
Los siguientes días son una rutina de conducir al trabajo, regresar a la solitaria
casa, y horas de estudio. Trabajo. Estudiar. Sola. Trabajo. Estudiar. Sola. El patrón
está comenzando a volverme loca. Tampoco puedo relajarme, no cuando las facturas
se están juntando, y me estoy ahogando en una pila de tareas hasta los codos.
Tampoco he descubierto a dónde se fue mi madre, lo que me pone extremadamente
nerviosa, ya que la última vez que la vi estaba en una condición terrible. Además, la
persona que vi al otro lado de la calle me tiene nerviosa.
Si bien nadie llamó a la puerta y pidió dinero, noté que alguien estaba
merodeando por mi auto anoche. No sé cuál es su asunto o si es la misma persona o
no, pero siento que estoy jugando un juego de espera y eventualmente perderé.
Realmente necesito hablar con mi madre y averiguar si le debe dinero a alguien.
La he buscado en los bares y clubes locales y he rastreado algunos de sus amigos,
que no son las fuentes más fiables. La única pista real que tengo es la de un dueño de
un bar que me informó que mi madre estuvo allí el lunes por la noche, coqueteando
con un chico, y los dos estaban charlando sobre conducir a Las Vegas para fugarse.
Así que ahora, no solo tengo que preocuparme por el hecho de mi madre yéndose de
juerga, sino que puede que haya tenido una borrachera con su nuevo esposo, a quien
nunca antes he conocido.
No hace falta decir que para cuando llego la noche del viernes, realmente podría
tomarme un descanso de una pequeña cosa sucia llamada el estrés de la vida.
Beck me ha estado molestando para que llegue a su fiesta, y aunque no soy muy
partidaria, decido ir e intentar aflojarme el pelo por unas horas.
En el trabajo, cuento las horas hasta que estoy fuera mientras intento decidir qué
ponerme ya que Beck insistió en que la fiesta definitivamente tenía un estricto código
de vestido negro. Hice una broma cuando me lo recordó, diciéndole que estaba
emocionado de ver qué vestido iba a usar. Beck, siendo el tonto que es, respondió
con un: “Solo espera. Es muy sexi. Probablemente incluso más sexi que el tuyo”. Me
reí, sintiéndome mejor y sintiéndome aún más ansiosa por alejarme del apartamento
que me drena el alma.
Mi impaciencia cae en picada cuando Van, mi gerente de treinta años, me
informa que debemos hablar.
—Ven a mi oficina por un segundo, Willow —me dice mientras paso por la
barra, llevando una bandeja vacía. Está detrás de la barra con su camisa de manga
larga enrollada, un cigarrillo escondido detrás de la oreja y una mirada contemplativa
en su rostro.
—Está bien.
Dejo la bandeja en el mostrador, luchando contra mi ansiedad.
Estoy segura de que no es nada. No has hecho nada malo.
Una parte de mí desea haberlo arruinado, que me despida o me obligue a
renunciar. Pero es el único trabajo que he podido obtener en los últimos seis meses
que puede pagar todas las facturas, mi matrícula y apoyar a mi madre.
Sigo a Van por el escenario, las luces de color rosa neón parpadean cuando la
canción cambia y un grupo de nuevas bailarinas entran. Un grupo de muchachos
grita y hace gestos obscenos mientras agitan dinero en el aire. Las chicas en el
escenario no parecen demasiado molestas. ¿Yo? Mi estómago se contrae al punto que
sentirme enferma. De hecho, durante el último mes de trabajo aquí, he tenido un
dolor de estómago constante, ya sea por el medio ambiente o por culpa.
Cuando Van y yo llegamos al pasillo trasero, él me indica que lo siga a su oficina.
Luego cierra la puerta.
—Toma asiento —dice, dejándose caer en la silla detrás de su desordenado
escritorio.
Me siento, resistiendo la tentación de tirar de la parte inferior de los pantalones
cortos mientras pasa sus ojos sobre mí. Él está en silencio mientras enciende un
cigarrillo y da una larga calada.
—Entonces —comienza, con una nube de humo saliendo de sus labios—,
probablemente te estarás preguntando por qué te pedí que vinieras aquí.
Asiento nerviosamente.
—No hice nada malo, ¿verdad?
Aspira el cigarrillo en un cenicero verde oscuro, haciendo que los copos de ceniza
rodeen el aire lleno de humo.
—No, en absoluto. Estás haciendo un gran trabajo, cariño.
Me estremezco ante la referencia cariñosa y luego contengo la respiración,
sintiendo que se acerca un pero.
—Pero realmente me gustaría moverte al escenario. Eres una chica hermosa. —
Sus ojos beben en el escote que asoma por mi parte superior—. Es un desperdicio
tenerte en el piso. Mereces estar en el centro de atención.
Merecer. Como si fuera una recompensa.
—No estoy muy segura que sea muy buena allá arriba. —Seco las palmas de mis
manos húmedas en la parte superior de mis piernas. Mantente tranquila, Willow—. Ni
siquiera sé bailar.
Él vuelve a tomar una calada de su cigarrillo.
—Realmente no es sobre bailar. Todo lo que necesitas es enseñar algo de piel y
trabajar con el tubo. Puedo poner a las chicas a enseñarte algunos movimientos si
eso te hace sentir más cómoda.
¿Más cómoda? Sí, como si eso fuera a pasar.
—Aprecio la oferta, Van. —Espero que mi voz este estable—. Pero realmente
preferiría quedarme de mesera.
Él frota con su pulgar la punta de su cigarrillo.
—Ganarías probablemente el triple de lo que estás haciendo ahora.
Por un demente estúpido momento, considero su oferta. ¿El triple de lo que estoy
ganando? Eso sería suficiente para pagar la renta de mi mamá y conseguir mi propio
lugar. Entonces me imagino subiendo al escenario, vistiendo casi nada, y el vómito
quemando el fondo de mi garganta.
Cruzo mis brazos y piernas, sintiéndome demasiado expuesta.
—Creo que solo me quedaré como mesera si eso está bien.
Él saca su cigarrillo y se inclina hacia adelante.
—Mira, Willow, pareces una chica dulce, lo que es por lo que creo que serías
genial en el escenario. A los chicos les encanta toda esta vibra de inocencia, y acto
torturado que parece que mantienes.
¿Así es cómo él me ve?
—Pero cuando contrato una mesera —continúa, juntando sus manos sobre el
escritorio—, es una prueba para ver como manejarán el ambiente. Si lo haces bien,
entonces logras ser trasladada al escenario.
Mi corazón se hunde.
—Entonces, ¿estás diciendo que o me traslado al escenario o soy despedida?
—No tanto como despedida como que te vayas. —Mueve su silla hacia adelante
y hacia atrás—. Sin embargo no te preocupes. Te daré un par de semanas para hacerte
a la idea antes de subirte allí.
Él actúa como si yo ya hubiera accedido, y me pregunto si alguien alguna vez le
han dicho que no. Posiblemente no desde que trabajar en un lugar como este requiere
cierto tipo de desesperación, una desesperación con la que de cierta forma estoy muy
familiarizada.
Asiento, dejando su oficina con una extraña sensación de aturdimiento. Cuando
entro al área de mesas, mi atención va hacia el escenario donde dos chicas más o
menos de mi edad están bailando en los tubos, vistiendo solamente una tanga.
Bilis quema el fondo de mi garganta. No puedo subir. No debería estar
trabajando en este lugar para comenzar.
Dos semanas, Willow. Tienes dos semanas para encontrar algo mejor.
***
El resto de mi turno pasa como un borrón de servir bebidas, ignorando
comentarios crudos, y esquivando avances. Para cuando salgo del club y me dirijo a
mi auto, el cielo está completamente oscuro, el aire frío y no tengo ni idea de cómo
resolver mis problemas.
Siempre puedes aceptar la oferta de Beck.
Sacudo la cabeza. No. Ya dejaste que hiciera demasiado esta semana, no solo
remolcando tu auto a casa, sino también comprando una pieza para que él y Ari pudieran
reparar el termostato.
La grava cruje debajo de mis botas mientras zigzagueo por los vehículos y me
dirijo al mío. La música se desplaza por el aire, y algunos chicos están fumando cerca
de una camioneta elevada1. Cuando sus ojos se lanzan hacia mí, subo la cremallera
de la chaqueta, sintiéndome desnuda en jeans y blusa a cuadros.
Mis piernas tiemblan cuando acelero mis pasos, un pie delante del otro. Llevo
mis brazos a mí alrededor, manteniendo la cabeza baja, tratando de hacerme
invisible. Aun así, puedo sentir sus ojos en mí, siguiendo cada movimiento. Su
atención me distrae tanto que no noto al Mustang estacionado al lado de mi auto
hasta que estoy a solo unos pasos de distancia.
Me detengo de inmediato, un escalofrío se desliza por mi columna vertebral
cuando la puerta del conductor se abre.
Dane salta con una gran sonrisa en su rostro, como si fuéramos amigos lejanos.
—Oye, es la chica de la calle. —Redondea el frente del auto, caminando hacia
mí—. Esperaba encontrarte de nuevo.
Hago un esfuerzo por calmar mis nervios lo mejor que puedo.
—¿Por qué?
—Porque me impresionaste bastante. —Se detiene delante de mí, su mirada
deliberadamente subiendo y bajando por mi cuerpo—. Aunque, te veías mejor con
el uniforme. —Fija sus ojos oscuros en los míos—. ¿Acabas de salir?
—Estaba a punto de irme.

1
Camioneta elevada: camioneta con la suspensión modificada para quedar muy elevada del
pavimento.
Me muevo alrededor para esquivarlo, pero él coincide con mi movimiento,
bloqueando mi camino.
—¿Por qué no te quedas un rato? —Baja la voz, poniendo su cara a centímetros
de la mía. Su aliento apesta a cerveza, y su colonia acre me da ganas de vomitar—.
Entra en mi auto. Vamos a divertirnos un poco. —Agarra mi cadera, lacerándome la
piel con las uñas mientras me acerca más—. Prometo que haré que valga la pena.
Mi corazón martilla mientras levanto mi pierna, preparándome para golpearlo
en las bolas y correr como loca. Luego se escuchan pasos detrás de mí y me congelo.
—¿Te está molestando este tipo?
Uno de los tipos que estaba fumando en la camioneta se me acerca. Parece de
mi edad con cabello castaño arenoso y ojos amables que parecen extrañamente fuera
de lugar.
—Ella está bien. —Dane me mira con una amenaza en sus ojos—. Solo
estábamos hablando. Somos viejos amigos, en realidad.
El extraño se vuelve hacia mí.
—¿Es eso cierto?
Tragando saliva, sacudo la cabeza.
—No. Ni siquiera lo conozco.
La mirada del extraño se fija en Dane.
—Tienes tres segundos para alejarte.
Dane sonríe, volviéndose hacia el extraño.
—¿Y entonces qué? ¿Me vas a dar una paliza?
El extraño cruza sus pesados brazos tatuados sobre su sólido pecho.
—Sí, bastante —responde simplemente.
Los ojos de Dane se abren fugazmente antes de que él se serene
apresuradamente.
—Lo que sea, hombre. No pareces tan duro, pero voy a alejarme, de todos
modos, porque tengo una mierda que hacer.
Dane me lanza una mirada desagradable que causa una descarga de miedo en
mi columna vertebral. Luego se marcha hacia las puertas de entrada sin ventanas del
club.
Una vez que se ha ido, el desconocido se vuelve hacia mí.
—¿Estás bien?
Asiento con un tembloroso aliento.
—Sí, eso creo.
—Realmente no deberías caminar sola hacia tu auto. No es seguro. Deberías
hacer que una de las otras chicas salga contigo.
—Lo haré de ahora en adelante —le aseguro—. Y gracias por hacer eso. La
mayoría de las personas no habrían intervenido.
—No fue un gran problema. El tipo era solo un rico vago que necesitaba que lo
pusieran en su lugar. —Su frente se arruga cuando un par de faros nos sorprenden,
dándome una mejor vista de su rostro—. Oye, creo que te conozco de alguna parte.
—No lo creo —le digo, alejándome de él.
Me señala con un dedo.
—Creo que tenemos química juntos. Profesor Bralifington los viernes, ¿verdad?
Mi interior se estremece cuando dolorosamente me doy cuenta de que vamos a
la misma universidad.
Su nombre es Everette. Tenemos un par de clases juntos. Si bien no lo conozco
muy bien, él fácilmente podría decirle a la persona equivocada mi sucio y pequeño
trabajo secreto. Las personas alrededor de la universidad aman chismear. ¿Qué pasa
si mis amigos se enteran? ¿Qué si Beck se entera?
¿Por qué nunca he pensado en esto antes?
—Me tengo que ir.
Me doy la vuelta y troto hacia mi auto.
—Espera —grita.
No me detengo, saltando en el asiento roto y saliendo del estacionamiento. La
ansiedad me ahoga cuando salgo del club, deseando no tener que volver nunca.
Encuentra una manera de arreglar esto, Willow. Eres buena resolviendo problemas. Es
hora de que comiences a averiguarlo.
CAPÍTULO 10
Willow
En lugar de conducir a casa, voy a donde Luna y Wynter para prepararme.
Mientras me sumerjo en el armario de Wynter con Luna, buscando un vestido para
usar, contemplo decirle acerca de mi trabajo, confesarlo todo antes de que este chico
Everette balbucee mi sucio secreto y las palabras se propaguen como fuego.
¿Podría hacer eso? ¿Ella lo entendería?
—¿Está todo bien? —pregunta Luna, examinando las camisetas, vestidos y
faldas de diseñador de moda de Wynter. Su cabello castaño está recogido en un moño
desordenado, y está usando pantalones de yoga y una camiseta sin mangas. Al igual
que yo, ella no tiene muchos vestidos, por lo que ambas estamos buscando un
atuendo para usar esta noche.
Abro mi boca para escupir la verdad, pero las palabras se quedan trabadas en mi
garganta. ¿Cómo puedo decirle a ella? Luna, ¿quién nunca se metió en problemas?
Ella es dulce, amable e inocente y piensa que yo también lo soy.
—Sí, estoy bien. —Me acobardo—. Solo estoy atrapada en mi cabeza hoy.
—Un par de tragos de tequila y un infierno de baile deberían curar eso.
Su novio, Grey, aparece en la puerta, usando una camiseta negra manga larga
con las mangas enrolladas, jeans, y tenis.
—Estás rompiendo el código de vestimenta —bromeo—. ¿Dónde está tu
hermoso, pequeño vestido?
—Se supone que los chicos deben usar camisa negra —explica Grey, mirando el
trasero de Luna mientras se inclina para agarrar un par de tacones de tiras del suelo.
—Bueno, eso es solo sexista —le respondo, haciendo una mueca al vestido corto
y ajustado colgado frente a mí—. Tal vez debería llevar un traje en protesta.
—Podrías. —Grey apoya sus manos en el marco de la puerta—. Pero creo que
podrías romperle el corazón al pobre Beck si lo hicieras.
—Dudo que el corazón de Beck se rompa si no uso un vestido —digo, debatiendo
si debo o no seguir adelante con mi amenaza de traje.
Él rueda los ojos.
—Sí, claro. Todo lo que haces rompe su corazón, y sin embargo, él sigue
regresando. Es seriamente un glotón del castigo.
La atención de Luna se levanta, y masculla:
—Cállate.
—¿Qué está pasando? —Miro de un lado al otro entre los dos—. ¿Qué quieres
decir con eso?
Grey retrocede del armario con las manos frente a él.
—Solo ignórame. Creo que es el tequila hablando.
Luego sale como un chico que está a punto de ser azotado por su novia.
Enfrento a Luna con mis manos en mis caderas.
—Está bien, escupe.
Ella desvía su mirada de mí y se enfoca en una falda lápiz hasta la rodilla.
—Esta luce bien. Creo que la usaré.
—Luna… —le advierto.
Apurada sale del armario, y la persigo mientras corre pasando la cama y va en
línea recta al baño.
—Vamos; solo dime lo que él quiso decir.
Ella se sumerge en el baño y cierra la puerta.
—Él no quiso decir nada. Creo que solo está borracho.
Verifico la perilla de la puerta. Cerrada con llave. Por supuesto.
Descanso mi frente contra la puerta.
—Sé qué quiso decir algo, o no lo habría mencionado y luego huido. Y sé que
Grey y Beck son amigos y hablan… ¿Lastimo a Beck… cuándo le pido favores? ¿Se
siente obligado?
La cerradura hace clic, y me muevo hacia atrás cuando la puerta se abre. Luna
se para en la puerta, su expresión enmascarada con cautela.
—Ayudarte no lo lastima —dice—. Es cuando no dejas que te ayude lo que lo
lastima.
Me froto el pecho. Mi corazón duele. Nunca quise lastimar a Beck.
—¿Beck te dijo eso?
—A mí no, pero le dijo algo a Grey. —Se inclina contra el marco de la puerta
con los brazos cruzados—. Para darle crédito, creo que ambos estaban drogados
cuando la conversación surgió, así que no estoy segura de si Beck realmente quería
decirle algunas de esas cosas.
—¿Qué otras cosas le dijo?
—No demasiado. Solo que a veces, le duele cuando no puede ayudarte.
—Pero él me ayuda todo el tiempo. Demasiado, probablemente.
Ella vacila.
—Estoy segura de que si alguien puede ayudar a alguien, ellos aman demasiado.
Mi corazón late en un loco frenesí.
—¿Amor?
Amor.
Amor.
Amor.
Justo como dijo Wynter.
—Como amigo —escupe. Entonces una risa fuera de tono brota de sus labios—
. ¿Sabes qué? Por favor, olvida todo lo que acabo de decir. Grey me convenció de
tomar un trago después de la cena, y ya sabes cómo me pongo cuando bebo. Hablo
antes de pensar. Definitivamente pienso que es tiempo de estar sobrio.
Con eso, se escabulle en el baño y cierra la puerta.
Me quedo allí, pasmada, insegura de que hacer.
Insegura. Insegura. Insegura. ¿Cuándo mi vida se llenó de inseguridades?
Necesito volver al camino, pegarme al plan, y resolver los problemas de mi vida,
empezando con el de Beck y mi amistad. Necesito asegurarme de que estamos en la
misma página: la página de amigos. Una página en la que podría no querer estar,
pero tengo que estarlo.
¿Querrá él estar en esa página cuando descubra la verdad sobre mí?
CAPÍTULO 11
Beck
No he visto a Willow desde que remolqué su auto de regreso a su casa, y el
espacio me está volviendo loco. Los dos hemos estado muy ocupados y no hemos
tenido tiempo de vernos. Eso está cambiando esta noche, porque ella accedió a venir
a mi fiesta, sorprendentemente con muy poca persuasión. Y, si juego bien mis cartas,
puedo convencerla de que se quede en mi casa durante la noche y alejarla de esa casa
por un rato.
He hablado con ella varias veces por teléfono, y mencionó que su madre no ha
estado en casa en días. No sé qué es peor: su madre y sus tontos amigos en el
apartamento o ella sola en el apartamento.
Le pregunté un par de veces si había tomado la decisión de mudarse, y todavía
parece bastante indecisa. Esta noche, mi misión es cambiar eso. Todavía no sé cómo,
pero lo descubriré.
—¿Por qué demonios no me has devuelto la llamada?
La voz de mi padre rugiendo rompe a través de mis pensamientos sobre Willow.
Me doy la vuelta desde mi cómoda cuando entra en mi habitación.
—¿Quién te dejó entrar?
La furia arde en sus ojos mientras se detiene delante de mí.
—¿Dejarme entrar? No olvides quién pagó por esta casa.
Los músculos de mi mandíbula se contraen mientras deslizo el cajón de la
cómoda.
—Tú pagaste como el diez por ciento de ella, no toda. Y pensé que se suponía
que esto era mi regalo de graduación, no una especie de garantía que pudieras colgar
sobre mi cabeza.
—Fue un regalo, pero mi nombre todavía está en la escritura con el tuyo —dice
con una sonrisa de mi mierda no apesta—, lo que significa que puedo quitar parte de
la casa si quiero.
Mentalmente ruedo mis ojos ante la imagen de él cortando la casa en pedazos y
llevándose algo de ella.
—Disculpa. —Me las arreglo volver a la normalidad—. Estoy confundido sobre
por qué estás aquí. Pensé que estabas en Vail con mamá.
—Tuve que quedarme por el trabajo, algo de lo que claramente no sabes nada.
Afloja la corbata alrededor de su cuello.
Cojo un reloj de cuero de mi cómoda y lo abrocho alrededor de la muñeca.
—Entonces, dejas que mamá se vaya sola otra vez.
—Ella no tenía que irse —chasquea, la vena en su cuello abultándose—. Pero
quería hacerlo.
No la culpo. ¿Por qué querría quedarse atrás e intercambiar montañas, nieve y
pistas de esquí por una casa vacía y el mal humor de mi padre?
Reviso la hora. Mierda. La fiesta comienza en menos de una hora. Él necesita irse.
—¿Vas o vienes del trabajo?
—Simplemente tomé un descanso para cenar y pensé detenerme para revisarte,
ya que nunca me devolviste la llamada, incluso después de que te dejé innumerables
mensajes. —Me mira acusadoramente—. Pensé que tal vez era porque estabas
demasiado ocupado con la escuela, pero debería haber adivinado que era por una
fiesta. Siempre lo es.
Al principio, estoy confundido de cómo sabe acerca de la fiesta. Entonces
recuerdo la comida y las botellas de alcohol en la cocina.
—Esta es la primera fiesta que he tenido en un mes. —Saco una camisa limpia
de manga larga de mi cómoda y la pongo sobre mi camiseta—. Y es por Acción de
Gracias.
—Acción de Gracias fue ayer —dice, como si de alguna manera demostrara un
punto—. Debes estar haciendo algo mejor con tu vida que organizar fiestas sin
sentido.
—No solo organizo fiestas. —Intento mantener un tono neutro, pero la irritación
aumenta—. Tengo un trabajo, voy a la escuela, juego fútbol.
Lo sabrías si supieras cualquier cosa sobre mí.
—¿Un trabajo? —Se ríe con desdén—. Prestar dinero e intercambiar cosas no es
un trabajo a menos que estés planeando trabajar en una casa de empeño por el resto
de tu vida.
No sé por qué no puede ser feliz con quién soy. Claro, hago algunas cosas con
las que no está de acuerdo, como hacer fiestas, pero obtengo buenas calificaciones,
no he hecho nada demasiado loco como para terminar en la cárcel, y aunque a él no
le gusta eso, tengo mi propio negocio. Ayudo a las personas que necesitan efectivo
rápido al permitirles intercambiar pertenencias valiosas por dinero, y luego las vendo
en línea para obtener ganancias. Es mejor que trabajar en una oficina dentro de
cuatro paredes con mi papá.
—Tal vez quiero trabajar en una casa de empeño —digo, aunque realmente no
lo digo en serio—. Es un trabajo decente con un ingreso.
Su cara se enrojece.
—Tienes que dejar de perder el tiempo y centrarte en tu carrera.
—¿Mi carrera? —pregunto rotundamente—. ¿O la que tú has planeado para mí?
—Derecho es una buena carrera para entrar. Tienes suerte de tener la
oportunidad de trabajar conmigo. —Se acerca hacia mí, un movimiento que solía
hacer cuando era más joven para intimidarme. Ahora, soy quince centímetros más
alto que él, por lo que el efecto se pierde—. ¿Sabes cuántos pasantes solicitan trabajar
en mi empresa... gratis?
—Probablemente deberías contratarlos y así ahorrarte el dinero de tener que
pagarme.
Si pensaba que su cara no podía ponerse más roja, estaba equivocado.
—Cuida cómo me hablas. Puede que estés viviendo por tu cuenta ahora, pero no
olvides que mi nombre también está en la escritura —advierte—. Y si quiero, puedo
vender esta casa.
Entierro mis uñas en mis manos.
—Estoy bastante seguro de que no es así como funciona, ya que nuestros dos
nombres están en la escritura.
—Llévame a la corte y averígualo. —Una sonrisa misteriosa se levanta en su
rostro. Él sabe que me tiene justo donde me quiere—. Ahora, me gustaría que pasaras
por mi oficina el lunes para que podamos hablar sobre las horas que pasarás y cuáles
son sus planes para ingresar a la escuela de leyes.
Abro la boca para decirle que se vaya al infierno, pero su amenaza hace eco en
mi cabeza. Mi padre es uno de los abogados mejor pagados del país por una razón.
Si me lleva a la corte, él ganaría en un abrir y cerrar de ojos, como gana todos sus
casos.
Él sonríe con suficiencia.
—Te veré el lunes. Diviértete en tu fiesta. Será la última —dice por encima de su
hombro antes de irse.
No me muevo hasta que escucho que la puerta delantera cerrarse. Luego muevo
mis pies y me dirijo escaleras abajo para buscar un muy necesario trago.
Estoy bebiendo un poco de Bacardi cuando suena el timbre. Limpiando mis
labios con el dorso de mi mano, camino hacia el vestíbulo y abro la puerta principal.
Y así como así, me siento veinte veces mejor.
Grey y Luna están de pie en mi porche, tomados de la mano. Sin embargo, eso
no es lo que calma la inquietud que me atraviesa.
Will está justo detrás de ellos, usando una chaqueta de cuero, pesadas botas rojas
y un ajustado vestido negro que muestra su sexy cuerpo. Su cabello castaño cae en
cascada sobre sus hombros, no tiene una gota de maquillaje, y está mordiendo su
labio brillante mientras su mirada vaga sobre mí.
Dios, se ve tan malditamente hermosa. Solo quiero llevarla a mi habitación y mantenerla
ahí para siempre… Las cosas que le haría… una y otra y otra vez…
—Trajimos un obsequio —dice Grey, y por un tonto segundo, creo que se refiere
a Willow. Luego me las arreglo para sacar de mi cabeza los pensamientos lujuriosos
y me doy cuenta que está sosteniendo una botella de whiskey.
—Gracias, hombre.
Tomo la botella, doy un paso atrás, y hago un gesto para que entren.
Cuando Luna pasa, me da una mirada preocupada antes que Grey tome su mano
y la arrastre hacia la cocina.
¿Qué demonios fue eso?
Apartando la preocupación de mi cabeza, me giro hacia Willow, mis labios
convirtiéndose en una sonrisa.
—Hola, princesa. Tanto tiempo sin verte.
Me sonríe sin esfuerzo, tomándome con la guardia baja.
—Lo sé. Debemos dejar de hacer eso.
—¿Hacer qué? —pregunto, confundido por su felicidad. Quiero decir, no me mal
entiendas. Me alegra que se vea feliz en lugar de estresada, pero me pregunto por
qué.
Quizás decidió mudarse.
Ese pensamiento hace que mi sonrisa regrese.
—Pareces estar de buen humor —digo, mientras se tropieza a mi lado para entrar
al vestíbulo.
—No lo estoy realmente. —Lucha para quitarse su chaqueta y la lanza hacia el
perchero de abrigos, pero falla por casi tres metros—. O no lo estaba hasta casi hace
una hora.
—¿Qué pasó hace una hora? —Tan pronto como las palabras dejan mi boca, la
luz de la araña de luces encima ilumina su rostro, resaltando sus brillantes ojos—.
Estás borracha.
Eleva su índice y pulgar a un centímetro de distancia.
—Quizás un poquito.
Willow no es una gran bebedora y definitivamente no bebe antes de una fiesta,
así que, ¿por qué empezó esta noche?
—¿Todo está bien? —Inclino mi cabeza más cerca a ella y bajo mi voz—.
Normalmente no bebes.
—Lo sé. Pero estaba teniendo una noche difícil y estaba a punto de tener un
ataque de pánico, así que cuando Grey sacó esta botella de whiskey, yo... —Levanta
sus hombros y luego los deja caer en un encogimiento de hombros perezoso—.
Supongo que me gusta beber. No es que esté sorprendida. Quiero decir, ya hago un
montón de cosas malas, de todos modos, igual que mamá, así que, ¿qué es una cosa
más?
—Primero, no eres en nada como tu madre —digo, deseando que deje de decir
cosas así—. Y segundo, ¿por qué ibas a tener un ataque de pánico?
Levanta un hombro, la mirada en su rostro desgarradora.
—Por muchas cosas… no puedo decirte sobre estas cosas, o estarás
decepcionado de mí.
—Princesa… —Retiro el cabello de sus ojos—. Nunca podría estar decepcionado
de ti. Nadie podría.
—Dices eso ahora, pero solo porque no sabes todo.
—Entones dímelo todo.
Torpemente sacude su cabeza, sacando su labio.
—No puedo.
Dejo que mi mano descanse en su mejilla.
—Pero pensé que nos decíamos todo.
—No todo.
Se inclina hacia mi toque, sus pestañas aleteando.
Buen Dios, mátame ahora y moriré siendo un hombree feliz.
—Y sé que es así también para ti —susurra—. Sé que hablas con Grey sobre
cosas que no me dices.
Mi atención se mueve hacia la cocina, y le frunzo el ceño a Grey.
—¿Qué le dijiste? —Articulo, seguro que ya lo sé.
Si bien Grey y yo no somos cercanos, hace como un mes, nos drogamos juntos,
y decidí resolver mis problemas de Willow al hablar sin parar.
Grey hace una pausa, a mitad de servir un trago.
—Lo lamento, estaba borracho.
Luego toma la mano de Luna y huye por la puerta trasera, derramando su trago
en el camino.
Resoplando, regreso mi atención a Willow.
—¿Qué te dijo?
Entrecierra los ojos, pensando.
—Realmente no recuerdo… ¿algo sobre romper tu corazón, tal vez?
La confusión en sus ojos me da esperanza que no recordará nada de esto en la
mañana.
Estoy empezando a relajarme cuando abruptamente lanza sus brazos alrededor
de mí y presiona su pecho contra el mío.
—¿Podemos hacer algo esta noche? —pregunta, mirándome a través de sus
pestañas.
—Podemos hacer lo que quieras. —Especialmente cuando me miras así—. Solo dilo,
y es tuyo.
Sonríe felizmente.
—Quiero relajarme y divertirme contigo.
—Bueno, tienes suerte porque sucede que la relajación y la diversión son mi
especialidad.
Sonriendo, besa mi mejilla.
—Gracias, Beck. Eres el mejor. Y si necesitas cualquier cosa, estoy aquí para ti,
también.
Cierro mis ojos y tomo una respiración para calmarme-de-una-puta-vez. La
última vez que ella fue tan cariñosa conmigo, intenté besarla. No puedo hacer eso
otra vez. No puedo perder el control. Necesito mantenerme sobrio y mantener mis
manos para mí mismo hasta que descubra lo que la está molestando.
Bueno, eso es de lo que intento convencerme.
Mientras entrelaza nuestros dedos y me lleva a la cocina para conseguir una
bebida, fácilmente la sigo, preguntándome si tal vez perdí el control hace mucho
tiempo.
CAPÍTULO 12
Willow
Solía creer que era alérgica a las fiestas. Cada vez que fui a una, mi cuerpo
reaccionaba físicamente. Mis músculos se ponían tensos, mi estómago dolía, y mi
presión arterial subía, como muescas muy altas.
Está bien, tal vez realmente no creía que era alérgica. Lugares concurridos,
ruidosos, y estupideces borrachas solo me ponían al borde. Esta noche, sin embargo,
me convertí en una hipócrita. Esta noche, estoy en la fiesta de Beck, y he tenido
suficiente alcohol que la estruendosa música no es horrible, las estupideces borrachas
son más graciosas que molestas, y la multitud… bueno, todas las personas
atiborradas en la espaciosa sala todavía como que me abruman pero no lo suficiente
para que provoquen que quiera irme.
Culpo del estado relajado de mi mente al whiskey que bebí antes de dejar la casa
de Luna. No había planeado beber, pero mientras el peso de la vida comenzaba a
astillar mi pecho, decidí que necesitaba tranquilizarme. Así que bebí algunos tragos,
o tres o cuatro o diez, y luego me dirigí a mi lugar favorito en el mundo… Beck.
Beck estuvo pegado a mi lado toda la noche, incorporándose a mi estado relajado
de euforia.
Beck y el whiskey son igual a olvidar todas mis decisiones de mierda.
Beck y Beck igual a una Willow borracha feliz.
Beck. Y Beck. Y Beck. Él es un flujo a través de mi mente, mi canción favorita
pegada en repetición.
Mierda, estoy tan borracha.
De vez en cuando, la preocupación empata con en mi estupidez ebria,
advirtiéndome que estoy jugando con fuego y que estoy a punto de quemarme. En
este momento, eso probablemente suena más atractivo de lo que debería.
—Relájate, princesa —dice Beck en mi oído mientras el bajo de la canción
palpita en mi pecho. Se mueve detrás de mí, alineando su pecho con mi espalda,
doblando las puntas de sus dedos en mis caderas—. Se supone que bailar es divertido.
—Me sonríe por encima de mi hombro, sus caderas presionadas contra mi trasero.
Sobria, podría entrar en pánico muy rápido con el movimiento íntimo.
¿Borracha…? Bueno, se siente un poco bien.
Está bien, muy, muy bien.
—Me estoy divirtiendo —anuncio, que es una verdad a medias. No voy a tener
un mal momento ni nada. Es solo que, cada vez que muchas personas se involucran
en mis asuntos, tengo recuerdos de estar en el trabajo o en el apartamento durante
una de las fiestas de mi mamá.
—No, no lo estas. Estás toda estresada. —Moldea sus palmas alrededor de mis
caderas, y me desplomo contra su pecho, mi cabeza se inclina hacia atrás—. Deja de
preocuparte tanto por lo que sea que todos los demás estén haciendo y baila conmigo.
Me acerca aún más, si eso es posible, y desliza su brazo alrededor de mi cintura,
extendiendo sus dedos sobre mi abdomen.
La sobriedad intenta presionar mi mente entumecida, y mi voz de la razón
intenta hacer una gran aparición. Estamos demasiado cerca. Mucho, mucho que
puedo sentir todo cerca. Beck me está tocando. Beck se moliendo contra mi culo. Beck está
disfrutando demasiado esta cosa de bailar. Estoy disfrutando demasiado de este baile sucio.
Recuerda lo que pasó la última vez que ambos disfrutamos bailando demasiado.
Probablemente debería detener esto, ¿verdad? De repente, mi voz de la razón también
suena borracha.
Le doy un vistazo a Ari, a Luna y a Grey para ver qué piensan de este baile sucio
que está pasando entre Beck y yo.
Ari está demasiado distraído, haciendo movimientos de discoteca, y Luna está
demasiado ocupada mirando lujuriosamente a los ojos de su novio. Si Wynter
estuviera aquí, se daría cuenta totalmente del espectáculo a un solo paso de un baile
porno. A Wynter no se le escapa nada.
Aunque solo Beck y yo parecemos ser conscientes de lo mucho que nos estamos
tocando, todavía siento que estoy haciendo algo sucio en secreto. Si estuviera sobria,
saldría ahora. Pero no estoy sobria. Estoy borracha, mareada y confundida sobre lo
que quiero y lo que no quiero. Quien soy y quien no soy. A donde pertenezco y donde
no.
Hasta hace un par de meses, era una chica que planeaba todo, jugaba según las
reglas, incluso si mis decisiones no siempre eran las mejores. Entonces, este
imprudente, baile con confusión es un territorio extraño, salvaje, descontrolado.
¿Qué demonios quiero? ¿Dejar de bailar con Beck? ¿Qué él deje de tocarme?
Sacudo la cabeza un par de veces para despejar la confusión en mi mente. Todo
lo que hace es hacer girar la habitación.
—Deja de pensar demasiado —me regaña Beck, juguetonamente, pellizcándome
suavemente la cadera. Cuando me congelo, suspira—. Dijiste que querías divertirte
esta noche, ¿recuerdas?
Muevo la cabeza hacia arriba y hacia abajo.
—Bueno, para divertirte, tienes que relajarte. Créeme, lo sé. Sé todo sobre la
diversión. —Masajea mis caderas con la punta de los dedos—. Estás muy tensa.
Necesitas relajarte. Y no solo esta noche, sino todos los malditos días. Creo que voy
a hacer que ese sea mi objetivo... hacer que te relajes cada día.
Me río porque él está borracho y balbuceando, y es muy gracioso.
—¿Oh sí?
—Sí. —Pone sus labios en mi oreja, rozando sus dientes a lo largo de mi lóbulo
de la oreja—. Debes estar muy borracha ya que no estás discutiendo conmigo.
Me estremezco de la mejor forma posible.
—Probablemente debería... eres demasiado bueno conmigo.
—De ninguna manera. No soy lo suficientemente bueno. Nunca lo seré hasta
que encuentre la manera de hacer que vivas una vida libre de estrés.
—No sé si eso es posible... siempre estoy tensa. La vida es tensa. Si la vida no
fuera tensa, entonces podría relajarme. Creo que nunca podré hacer eso —murmuro,
volviéndome para pasar mis dedos por su cabello. Ni siquiera sé por qué lo hago,
aparte de haber perdido el control total de mi obsesiva necesidad de controlar mis
sentimientos.
Mi mano y mis dedos desarrollan una mente propia, necesitan sentir lo suave
que es su cabello, algo en lo que he pensado una o dos veces a lo largo de los años si
soy totalmente honesta conmigo misma.
—He estado así desde el día que me conociste, así que no deberías estar tan
sorprendido.
Él se ríe suavemente en mi oído.
—Eso no es cierto en absoluto.
—Es así.
—No es.
—Lo es…
—Shh... —susurra acaloradamente contra mi oído—. Menos discutiendo, más
bailando sexy.
Me río otra vez, probablemente por enésima vez. Entonces comenzamos a
movernos al ritmo, un tempo suave y sensual. Poco a poco, me relajo, emparejando
su ritmo sin esfuerzo. A medida que la canción se acelera, nos molemos más rápido,
nuestros cuerpos sincronizados. Sus manos exploran arriba y abajo de mis costados,
alrededor de la curva de mis caderas, a lo largo de mi brazo, sobre mis pechos. La
piel de gallina brota en mi carne con cada roce de sus dedos.
Intento reprimir otro escalofrío sin éxito. Honestamente, no me importa.
Pasa más tiempo, y más personas se amontonan en la sala de estar para molerse
unas contra otras. En algún momento, Luna, Gray y Ari se marchan. Apenas me
doy cuenta, perdida en el baile, relajándome, y olvidando.
Cuando la música cambia a una alegre y energizada canción, Beck enreda sus
dedos en mis muñecas y luego mueve mis brazos por encima de mi cabeza,
haciéndome hacer esta torpe cosa de aplaudir. Resoplo como un cerdo, y él se ríe
antes de besar mi sien.
Mis piernas tiemblan, y casi me caigo al suelo, pero él me coge en sus brazos y
me sostiene más cerca. Sonrío, sintiéndome tan contenta. Después de la noche de
mierda que tuve en el trabajo, no creí que fuera posible lograr un buen estado de
ánimo. Pero Beck siempre parece saber cómo hacerme pasar de una Willow agotada
a una niña tonta y risueña.
—¿Ves? Divertido, ¿verdad? —pregunta, todavía sosteniendo mis manos sobre
mi cabeza.
Me estremezco como si tuviera frío, aunque mi piel está húmeda por el sudor y
sus dedos se tensan alrededor de mis muñecas.
—¿Estás bien? —pregunta, sonando con dolor.
Logro asentir, pero mi cuerpo me traiciona con otro escalofrío.
Jesús, recomponte. Él solo está susurrando en tu oído. No hay nada sexual en eso. Casi
me río de mi pensamiento. Sí, como si pudiera reconocer un momento sexual si surgiera y
me golpeara contra mi trasero.
Justo como Beck.
—¿Qué es tan divertido? —pregunta Beck mientras otra risita escapa de mis
labios.
—Nada. —Cierro los ojos mientras la música y el calor se absorben en mí—.
Tenías razón... Esto es muy divertido. Me siento tan relajada que probablemente
podría dormir.
—Bueno, no hagas eso. Quiero pasar más tiempo contigo. Siento que no te he
visto en semanas.
—Me acabas de ver hace un par de días. Ojalá pudiéramos salir más, pero con el
trabajo y la escuela y mi mamá...
Me detengo, mi estado de ánimo comienza a sumergirse ante la mención de mi
mamá.
—¿Has oído algo de ella? —pregunta tenso.
Niego con la cabeza.
—No. Lo último que escuché es que ella fue a Las Vegas para fugarse.
—¿De verdad crees que ella haría eso?
—Sí. Y estoy nerviosa, cuando regrese de Las Vegas, intentará dejar que su
nuevo novio se mude... si él se queda por mucho tiempo.
Su pecho se infla con una respiración profunda.
—Quiero que te quedes toda la noche conmigo y tomes un descanso de esa casa.
No sé qué decir. Me he quedado otras noches antes, y en este momento,
realmente quiero hacerlo. ¿Qué sucede si trato de hacerle cosas malas mientras
duermo otra vez? ¿O peor, estando despierta?
Permanece callado durante todo el coro.
—¿Has pensado un poco más en mudarte con Wynter?
—Lo he pensado un poco —admito—. Realmente quiero hablar con Wynter
antes de tomar cualquier decisión. Estoy segura de que a ella no le importará si me
mudo... pero necesito saber cuánto es el alquiler y si puedo pagarlo.
Y necesito encontrar un nuevo trabajo y saber cuánto van a pagar.
—Siempre puedes mudarte conmigo. —Besa delicadamente el costado de mi
cuello, haciendo que mis ojos se cierren y que mi espalda se arquee. Él deja escapar
un leve gemido—. Permíteme cuidarte.
Abro la boca para protestar, para recordarle que estamos demasiado cerca de
romper la regla, pero termino bostezando.
Espera. ¿De qué estábamos hablando?
—Estoy cansada. Creo que estoy lista para dormir.
—Quédate despierta un poco más. —Roza sus labios contra el costado de mi
cuello otra vez, justo a lo largo de mi pulso—. Quiero pasar un tiempo contigo y
hablar un poco.
Normalmente discutiría, pero suena tan desesperado.
—Trataré de permanecer despierta y quedarme un rato. Aunque podría necesitar
un poco de café.
Él baja mis manos a mis costados, devolviendo sus palmas a mi cintura.
—¿Y si nos tomamos un descanso y salimos? ¿Tomar un poco de aire fresco?
¿Mirar las estrellas? Creo que se supone que habrá un eclipse esta noche.
Asiento a través de otro bostezo. Aire fresco. Afuera. Lejos de las personas.
Suena genial.
—Vamos a hacerlo.
La multitud de personas disminuye cuando Beck pasa sus dedos por los míos y
abandona a su fiesta conmigo a cuestas. Estoy ansiosa por salir, pero cuando
llegamos a la gran cocina recientemente remodelada, un par de chicos y una chica se
detienen a conversar con Beck, comentando sobre la escuela, lo que está sucediendo
en los clubes locales y dando las últimas noticias, chismes alrededor del lado este de
Ridgefield, también conocido como el lado súper lujoso de la ciudad. Beck me sigue
mirando de soslayo y pone los ojos en blanco, y tengo que morderme el labio para
evitar una risita.
Cuanto más tiempo permanecemos allí, la sobriedad va creciendo y más me
recuerda quién soy y de dónde vengo.
—Escuché que estabas pensando en cambiar tu auto por un Bentley —le dice un
tipo con cabello rubio rizado y cuello grueso a Beck.
—No estoy seguro de eso. —Beck toma un sorbo de su bebida—. El Bentley no
es realmente mi estilo. Me gustan las cosas mucho menos llamativas.
El tipo del cuello grueso frunce el ceño, y la rubia de pie junto a él, con demasiada
sombra de ojos y muy poco vestido, pone los ojos en blanco.
—Oh, Beckett, estás viviendo en negación. —Ella se muerde los labios,
retorciéndose un mechón de cabello alrededor de su dedo—. Eres un rico, mimado
mocoso, como el resto de nosotros, que ama las cosas caras y llamativas. Podrías
también poseerlas.
Arrugo mi nariz con el uso de su nombre completo. Beck odia cuando las
personas se refieren a él como Beckett porque así es como lo llama su padre. Estas
personas no están en nuestro grupo de amigos. Ellos son sus amigos, y es extraño
estar aquí de pie, mirando el intercambio. Quiero decir, sabía que Beck tenía otros
amigos fuera de nuestro grupo, pero no los imaginé como ricos clasistas.
—No estoy viviendo en negación —insiste Beck—. Solo estaba señalando que
no necesito cosas caras y llamativas. Eso es todo. Así que relájate.
—Quieres decir, como tu auto. O a tu casa. —La rubia da una mirada insinuante
a la espaciosa cocina y los techos abovedados—. Incluso las chicas con las que sales
son de alto nivel. —Su mirada se desliza hacia mí—. Bueno, generalmente.
—Y hablando de eso.
Me dirijo a la puerta de atrás y salgo, dejando que sus voces se desvanezcan
mientras bebo otro trago de mi Jack y coca.
Debería haberlo sabido mejor y haberme alejado desde el principio. Sé cómo las
personas ricas pueden ser. El club en el que trabajo está lleno de hombres ricos a
quienes les gustan las cosas llamativas y les gusta jactarse de ser ricos y hacer que
otros se sientan mal por no ser así. El hecho de que trabaje allí, lo que hago... lo que
Van quiere que haga... podría justificar la mirada de la chica.
Pienso en dónde estaba esta noche, qué llevaba puesto, qué estaba haciendo.
Cómo, cuándo me miro en el espejo, veo a mi madre mirándome fijamente.
La rubia tiene razón. Definitivamente no soy de alta gama.
Estoy en la parte inferior. Muy, muy en el fondo.
CAPÍTULO 13
Willow
No sé cuánto tiempo me quedo afuera, esperando a Beck. Pudieron haber sido
segundos, minutos, horas, estoy tan borracha para tener control del tiempo. Sé que
pasó suficiente tiempo que terminé mi bebida y regresé a la borracha y cómodamente
entumecida tierra.
Una ligera briza vuela un mechón de mi largo cabello marrón hacia mi cara
mientras me tropiezo con la barandilla en el porche trasero y miro hacia el campo
justo al otro lado del patio trasero de Beck. No estoy segura de qué hacer, si debo
volver dentro o vagar hacia mi auto y desmayarme por unas horas hasta que me
recupere. Podría buscar una habitación para desmayarme, pero dudo que sea posible
encontrar una habitación vacía, considerando cuantas personas hay aquí.
Tal vez debería simplemente acostarme en el porche y dormir. Eso suena bien...
La puerta trasera cruje abriéndose.
—Oye, perdón por Titzi —dice Beck. Es desconcertante el efecto calmante que
su voz tiene en mí—. Ella puede ser una perra a veces. No te preocupes; le recordé
eso.
—¿Su nombre es Titzi?
Lo miro mientras camina a mi lado.
Se muerde el labio inferior, reprimiendo una sonrisa.
—¿Qué está mal con Titzi?
—No lo sé. Suena muchísimo como ditzy2. —Descanso mis brazos en la
barandilla—. Y tits. —Se siente como si debería avergonzarme por decir eso, pero no
puedo reunir la voluntad de preocuparme lo suficiente.
Gracias, señor Jack Daniels, por salvarme de la vergüenza.
Beck se echa a reír.
—Oh, Dios mío, ¿mi dulce y pequeña Willow simplemente dijo tetas? —Se da
vuelta, pone los codos en la barandilla y me mira de reojo—. ¿Cuánto has bebido?
—No demasiado —miento—. Y he dicho tetas antes.

2
Ditzy: es por la fonética de las palabras, tontería sería ditzy, y tetas tits. Por eso Willow señala que
Titzi suena a tonterías y tetas (Sería Titzi – Ditzy / Tits)
Él sofoca una risa.
—No, no lo has hecho. Nunca dices palabras sucias a menos que estés hablando
de tu clase de anatomía o algo así, y eso es científico.
—Digo joder, que no es científico —señalo, ofendida. ¿Por qué todos piensan
que soy tan mojigata? ¿Por qué de repente me importa? Porque estás borrrrracha—. E
idiota3
—Eso no es lo mismo.
—¿Cómo lo sabes?
—Por cómo usas esas palabras.
El golpe de perplejidad baila contra mi cerebro intoxicado.
—Realmente no entiendo lo que dices. No soy tan inocente como intentas
hacerme sonar.
Ni siquiera cerca.
—Eso no es lo que estoy tratando de decir. —Se muerde el labio inferior, y toda
mi atención se centra en su boca—. Cuando usas palabras como imbécil, joder e
idiota, es porque estás molesta, ¿verdad?
Asiento, quitando mi mirada de su boca.
—Eso es normal. Muchas personas hacen eso.
—Sí, pero otras personas también usan las palabras de diferentes maneras
además de expresar ira. —La luz del porche arroja un brillo en su rostro, resaltando
la chispa divertida en sus ojos—. Como, por ejemplo, decir: ‘Oye, vamos a follar4 toda
la noche en mi habitación. Tendremos sexo caliente y sudoroso cuando ponga mi polla en tu…’
—¡Oh, Dios mío, entiendo tu punto!
Pongo mi mano sobre su boca, mis mejillas estallan con calor.
Su aliento se esparce a través de mi palma cuando él se ríe, y estrecho mis ojos a
pesar de que mi estómago da un salto mortal.
—Tal vez yo debería preguntarte cuánto has bebido esta noche.
—Tal vez un poco demasiado —admite, sus labios haciéndome cosquillas en la
palma—. Todo lo que estaba tratando de decir es que hay una diferencia entre usar
palabras sucias para maldecir y usar palabras sucias para excitar a alguien.
—No me has excitado.
Me retuerzo ante la forma en que mi estómago se enrosca.

3
Idiota: aquí ella dice dick que puede ser idiota, que es el contexto en el que lo llega a decir, pero
también puede ser traducido como polla-pene.
4
Fuck: joder / follar o coger en sentido sexual. Dick = polla-pene.
Él eleva una ceja.
—¿Estás segura de eso?
—S-sí. —Quito mi mano de su boca—. Probablemente deberías dejar de hablar.
Él arquea una ceja.
—¿Por qué?
—Porque estás diciendo cosas... y yo... —Me muevo inquieta—. Simplemente
estás diciendo estas cosas porque estamos borrachos.
—¿Cómo sabes que estoy borracho? Tal vez finalmente estoy diciendo lo que
siempre he querido decirte. —Cuando lo miro, suspira—. Puede que haya bebido un
poquito de más.
Levanto cuatro dedos, creo.
—Rápido, ¿cuántos dedos estoy sosteniendo?
Entorna los ojos y se inclina.
—Siete, diez, veintinueve. —Su frente choca contra la mía, y los dos nos reímos
mientras se tambalea hacia atrás—. Relájate, princesa, no estoy tan borracho. Solo
me gusta verte sonrojarte. Es adorable.
Pasa sus nudillos por mi pómulo, causando que me sonroje y me estremezca.
Luego hunde los dientes en el labio inferior, totalmente consciente de cómo me está
afectando.
—No debería haber usado un vestido —anuncio, envolviendo mis brazos a mi
alrededor, tratando de minimizar el escalofrío.
—Me sorprendió un poco que lo hicieras. Creo que solo te he visto llevar un
vestido, como, tal vez, tres veces.
—Solo lo hice porque me dijiste que tenía que hacerlo.
—Me alegro de que lo hicieras... Aunque, tenía la esperanza de que usaras esos
pantalones cortos que tenías la otra noche. —Su mirada se posa en mis piernas—.
Dios, tus piernas son tan jodidamente calientes.
Los hormigueos me hacen cosquillas en la piel y me estremezco
incontrolablemente. La última vez que actué de esta manera, terminamos
besándonos.
Miro nerviosamente a la puerta de atrás, sintiendo que debería irme corriendo a
mi auto. A través de la ventana de la puerta, veo a Titzi riéndose de algo con el tipo
de cuello grueso. Recuerdo lo que dijo sobre mí y frunzo el ceño.
—No sé por qué me dices esas cosas a mí —murmuro—. Sé que no soy tu tipo.
—Oye. —Me gira por los hombros, obligándome a enfrentarlo—. Eres diez veces
más bonita que Titzi. Eres diez veces más bonita que todas las chicas en mi casa. En
Ridgefield. En América. En el mundo. Todo el universo y más allá.
Realmente no me refería a más bonita, pero reprimo una pequeña sonrisa.
—Diste un paso demasiado lejos con el ‘y más allá ". Hasta entonces, me tenías.
Frunce el ceño, se ve un poco triste y muy diferente a Beck. Por lo general, se
trata de las sonrisas a menos que su padre sea un imbécil.
—¿Estás bien? Pareces triste de repente.
—Estoy bien. Es solo que... —Inesperadamente entrelaza sus dedos a través de
los míos y me jala por el porche y por el patio trasero—. Ven. Te prometí una noche
divertida y lo estoy arruinando por ser un tristón.
Quiero preguntarle por qué de repente pasó de arcoíris y sol a una deprimente
nube de lluvia, pero me distraigo cuando suelta mi mano y salta sobre la cerca.
—¿Adónde vamos? —pregunto mientras me levanto sobre la cerca y aterrizo en
el campo junto a él.
Él mira a las estrellas brillantes y a la luna. Luego me agarra la mano y atraviesa
el campo.
—Aún no estoy seguro. Un lugar tranquilo donde podamos hablar y ver el eclipse
sin interrupciones.
Doy un vistazo a su casa de dos pisos. Las luces son como luciérnagas brillando
en la oscuridad, y la música no es más que un murmullo. Paz. Me siento tan en paz
ahora mismo, algo que nunca esperé que pasara esta noche. Tal vez alguna vez.
—¿Qué hay de Ari, Luna y Grey? —Devuelvo mi atención a Beck—. Tal vez
deberíamos enviarles un mensaje para ver si quieren venir aquí. A Ari le gusta mucho
la astronomía. Probablemente querrá verlo.
—Ari ya sabe lo del eclipse —responde, mirando al cielo—. Él es quien me lo
dijo.
—De acuerdo. —Miro al cielo, sonriendo mientras las estrellas bailan en
círculos. Luego miro a Beck y recuerdo lo que pasó la última vez que deambulamos
solos en una fiesta—. Aun así, tal vez deberíamos enviarle un mensaje para ver si
quiere venir aquí. La vista es increíble. Le encantaría.
—Se ve igual en cualquier otro lugar. —Me mira por encima del hombro—.
Quiero pasar el rato contigo unos momentos, ¿está bien?
Los nervios burbujean dentro de mí mientras pienso en la última vez que Beck y
yo nos alejamos así. Sus labios tocaron los míos, un beso ligero que me hizo
completamente feliz y aterrorizada. El día después fue cuando decidí limitar nuestro
tiempo juntos, dejar de depender tanto de él, para no prepararme para un corazón
roto.
Sin embargo, aquí estamos de nuevo. Solos. Juntos.
Siempre vuelve a él. ¿Por qué es eso?
A pesar de mi aprensión, le permito que me guíe a través del campo de hierba,
nuestro destino final desconocido. Conociendo a Beck, podríamos terminar en
cualquier parte. Las Vegas. México. Encerrados en un teatro cerrado durante toda
una noche, lo que sí, ocurrió una vez y fue tan divertido como suena.
—¿Dónde está tu cabeza, Wills? —pregunta Beck, apretando su mano sobre la
mía.
—Solo estaba pensando en cosas.
Tú. Nosotros.
—¿Qué clase de cosas? —Se adentra más en el campo, y lo sigo sin pensarlo dos
veces—. No estas preocupándote por el dinero, la escuela y toda esa mierda, ¿verdad?
Te dije que no tenías permitido hacer eso esta noche. —Se da la vuelta, camina hacia
atrás y hace gestos al cielo—. Esta es una noche sin preocupaciones. No se permite
el estrés. De hecho, solo se puede apreciar todo lo que es pacífico y bello.
—Lo intento, pero a veces es difícil no preocuparse.
Sobre ti. Nosotros.
Me calla, balanceándose de un lado a otro.
Trato de no reírme. Él está tan borracho.
Segundos después, tropiezo con una roca y casi me caigo de frente.
Está bien, quizás estoy muy borracha.
Se ríe de mi torpeza, y un resoplido muy poco atractivo sale de mis labios, lo que
solo le hace reír como una hiena.
—¿Ves? Divertido, ¿verdad? —pregunta después de que su risa se calma.
Asiento, agarrando su mano.
—Sí. Pero probablemente solo porque estás aquí.
Sonríe, parándose en el campo. El movimiento es tan inesperado que me estrello
contra él, lo que lleva a otro ataque de risa de los dos.
Después de que dejamos de actuar como chicos tontos, el aire se calma y la
quietud se asienta sobre nosotros.
Beck inclina su cabeza hacia arriba para mirar las estrellas, acercándome a su
lado y pasando su brazo sobre mis hombros.
—¿Cómo puedes preocuparte por algo si tienes una vista como esta? —Me besa
el costado de la cabeza por segunda vez esta noche y la calma me cubre, pero mi
corazón se contrae con un soplido aterrorizado—. Es como si alguien hubiera
pintado esto solo para nosotros. ¿No sería eso genial? Si alguien realmente pintó todo
el cielo... ¿Qué pasa si es por eso que el cielo existe? ¿Y si alguien decidiera pintarlo
un día y viviéramos en un lienzo?
Resoplo una risa.
—Amigo, ¿estás drogado? Suenas tan drogado ahora mismo.
Me acerca aún más hasta que los lados de nuestros cuerpos chocan.
—No. Solo estoy borracho. Y muy, muy feliz.
La felicidad en su voz me hace sonreír.
—Bueno, no quiero arruinar tu sueño de vivir en un lienzo, pero hay una
tonelada de pruebas que descartan completamente tu teoría.
Sumerge su boca hacia mi oreja.
—Oh, vamos, ¿dónde está tu lado soñador?
Tiemblo por la sensación de su aliento y me maldigo mentalmente. ¿Qué pasa
esta noche? ¡He hecho eso, como, cinco millones de veces!
—No creo que tenga un lado soñador —admito—. Siempre he sido una chica
más realista.
—De ninguna manera. Tienes un soñador dentro de ti. Sé que lo tienes.
—No, realmente no creo que lo tenga…
Se da la vuelta, me lleva con él, y me envuelve con sus brazos alrededor de la
cintura.
—Sí, lo tienes. Y te lo voy a demostrar.
Luego comienza a balancearnos, bailando al ritmo de la música que solo él puede
oír.
No tengo ni idea de lo que está haciendo, pero bailo con él, de todos modos,
porque estoy relajada, tranquila y desesperada por aferrarme a las sensaciones.
—¿Puedes oírlo? —me susurra al oído.
Otro escalofrío. Otro salto confuso de mi corazón.
—No sé...
—¿Tienes frío? —pregunta, su aliento enchinando mi piel.
Me las arreglo para no estremecerme esta vez, pero se me pone la piel de gallina.
—No tengo frío... Solo... —Confusión. Perdida. Rareza. Aclarando mi garganta,
pongo mis brazos alrededor de su cuello y cambio la conversación a otra parte—.
Entonces, ¿qué se supone que debo escuchar? Todo lo que oigo son grillos.
Y mi corazón latiendo como un maldito lunático.
Sus manos encuentran la parte baja de mi espalda, y me empuja más cerca de él.
—La música, tonta.
—¿Puedes oírlo desde la casa?
—No, esa música no. Nuestra música.
—¿Nuestra música?
¿Eh?
En vez de responder, empieza a tararear. Y así de fácil, hace clic.
Nuestra música. Nuestra canción. La primera canción que bailamos en séptimo
grado. Estábamos en un baile y Beck, siendo su popular y extrovertido yo, tenía una
fila de chicas esperando para bailar con él. Y yo, siendo la chica tímida y torpe que
aún soy, pasé la mayor parte de la noche cerca del ponche, viendo a mis amigos
divertirse hasta que Beck tomó el asunto en sus propias manos.
—Está bien, no más de esto.
Me quitó la taza de ponche de la mano y la tiró a la basura.
—Oye, estaba bebiendo eso —discutí estúpidamente. El ponche sabía a mierda.
—No más estar de pie y ser aburrida, Wills.
Me agarró de la mano y me guio hasta el centro de la pista de baile.
—No soy realmente una bailarina.
Jugué con mi vestido de segunda mano, tratando de no asustarme mientras me él
arrastraba entre la multitud.
Casi nadie nos prestaba atención, pero unos pocos sí, y eso era suficiente para que me
sintiera incómoda y preocupada. Solo había bailado a puerta cerrada. Probablemente parecería
una tonta.
—Claro que sí. —Puso una mano sobre mi espalda y me guio hacia él hasta que las puntas
de sus botas se pegaron las mías. Luego empezó a moverse, manteniéndose al ritmo de la canción
pop—. Todos son bailarines, aunque no lo sepan.
—Intenta decírselo a ese tipo.
Asentí a un tipo de nuestra escuela que agitaba los brazos como un pollo enloquecido.
Beck estudió al pollo bailando con la cabeza a un lado.
—Creo que es bastante impresionante.
—Lo es porque tú podrías hacer esos movimientos de baile —le dije—. Pero yo parecería
un monstruo si intentara algo así.
—Nunca pareces un monstruo —insistió, redirigiendo su atención hacia mí. La música
cambió a una canción más suave, y disminuimos la velocidad para que coincidiera con el
ritmo—. Ojalá no fueras tan dura contigo misma todo el tiempo.
—No soy dura conmigo misma todo el tiempo.
¿Lo era?
—Lo siento, pero lo eres, y eso me entristece. —Sacó su labio—. ¿Ves? Tan, tan triste.
Me reí, y él sonrió orgulloso.
—Allá vamos —dijo—. ¿No te sientes mejor ahora que has sonreído?
Asentí y me acerqué más a él, dejándolo que nos guiara a través de la canción. Cuando
terminó, esperaba que volviera a su línea de chicas, pero bailamos hasta la siguiente canción. Y
la siguiente. Y la siguiente.
Parpadeo los recuerdos cuando Beck empieza a cantar la letra de la canción muy
fuera de tono.
Aprieto mis labios, suprimiendo una risa.
—Estas tan fuera de tono.
—De ninguna manera —argumenta y luego se ríe cuando su voz se quiebra con
una nota alta—. Está bien, quizás tengas algo de razón.
—¿Algo de razón? —pregunto, y me pellizca el costado juguetonamente. Me río,
pero la forma en que mi estómago da volteretas me hace entrar en pánico. Finjo que
no, tranquila, cálmate, serénate. Al menos, creo que lo hago—. Pero al menos diste
un buen esfuerzo como lo haces con todo —grito tonterías mientras mis párpados se
vuelven pesados—. Esa es una de mis cosas favoritas de ti. No tienes miedo de hacer
nada. Y siempre haces lo que quieres. A veces, desearía poder ser más como tú. —
Bostezo y, sin poder mantener la cabeza en alto, apoyo mi mejilla en su hombro. Mis
párpados empiezan a bajar. En serio, podría quedarme dormida ahora mismo.
—No siempre hago lo que quiero —susurra, rompiendo el silencio.
La incertidumbre en su tono me hace retroceder para poder verlo mejor.
—¿Qué pasa? —Busco su rostro a través de la oscuridad—. Suenas... no lo sé.
¿Preocupado? —Y vulnerable.
—Nada está mal —murmura—. Ni siquiera sé por qué dije eso.
—No me mientas. Sé cuándo algo te molesta. —Me detengo para darle la
oportunidad de responder y luego le digo—: ¿Tu padre está siendo un imbécil otra
vez? ¿Necesito patear traseros?
—Pasó por aquí esta noche, pero eso no es lo que me preocupa ahora. —Mete
un mechón de cabello mi detrás de la oreja—. Aunque agradezco la oferta de patearle
el trasero. Eso podría ser divertido de ver. Y estoy bastante seguro de que ganarías.
—Se ríe, pero suena mal. Forzado.
Frunzo el ceño.
—Entonces, ¿qué pasa? Puedo decir que algo te está molestando.
—Estoy bien. Te lo prometo. Solo estoy... —Me estudia de nuevo. Luego
retrocede y se hunde en el suelo sin soltarme la mano—. Siéntate conmigo, y vamos
a ver las estrellas.
Abro la boca para presionar, pero otro bostezo sale de mis labios. Entre los tragos
que tomé antes y las últimas horas que he estado estudiando y trabajando, estoy
colapsando.
Beck tira suavemente de mi mano.
—Siéntate, dormilona, antes de que te desmayes.
Miro el vestido que llevo puesto.
—Este es el vestido de Wynter. No estoy segura de sí debería ensuciarlo. Ya
sabes cómo se pone con la ropa.
—¿A quién le importa si se arruina? Además, siempre está enojada con algo.
Siéntate conmigo y mira las estrellas. Vivir en el momento en vez de en el futuro. Y
que se joda Wynter y sus estúpidas rabietas.
Oh, Beck, si la vida fuera tan fácil. Tal vez si mi futuro estuviera establecido,
podría dejar de estresarme tanto. Pero no tengo ni idea de dónde estaré dentro de tres
años, dónde espero estar, que son dos cosas totalmente diferentes.
La esperanza es tan incierta. Mi futuro es tan incierto. Lo único que no es incierto
es la amistad de Beck y mía. Bueno, solía serlo. Últimamente, ha habido un cambio,
un cambio confuso, peligroso, contra mi cambio de reglas.
Probablemente debería irme. Puedo sentir ese cambio flotando en el aire ahora
mismo. De hecho, sé que debería irme. Pero me encuentro cayendo al suelo frente a
él.
Inmediatamente rodea mi cintura con sus brazos y me atrae hacia él. Luego
desliza una pierna a cada lado de mí, rodeándome.
Ignorando los golpes de mi corazón, me apoyo en su pecho.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Acaricia sus dedos hacia arriba y hacia abajo en mi costado.
—Siempre puedes preguntarme lo que sea.
—Tú y Wynter... ¿Ustedes nunca han...? —Me detengo, pensando en lo que Ari
me dijo acerca de que sus discusiones eran por la tensión sexual. Luego pienso en lo
que dijo Titzi, en que a Beck le gustan las chicas de alta gama, algo que Wynter
definitivamente es—. ¿Alguna vez se han enrollado?
¿Qué es lo que me pasa? ¿Por qué diablos pregunté eso?
—¿Qué? Dios, no —dice, sonando horrorizado—. ¿Por qué diablos preguntarías
eso?
—No lo sé. —Me encojo de hombros. Aparentemente, estoy borracha, y eso me
hace actuar como una idiota celosa—. Solo tenía curiosidad, supongo. No soy la
única que lo piensa. Ari cree que se pelean todo el tiempo porque se gustan en secreto.
Y una vez tuviste un enamoramiento por ella. Incluso la besaste.
Sus brazos están tensos.
—Ese estúpido beso fue una cosa tonta de la secundaria. Y sí, puede que
estuviera enamorado de ella en la escuela primaria, pero eso fue hace mucho tiempo
y duró unos dos segundos. Ya no la veo de esa manera. Y nunca, nunca, jamás saldría
con ella. Ni siquiera es mi tipo.
Sus palabras hacen que una pequeña sonrisa embellezca mis labios. Ni siquiera
sé por qué, aparte de que soy un idiota, que creo que ya he mencionado.
—Eres un mentiroso —digo—. Wynter es preciosa. Le encanta divertirse y es
una persona muy sociable. Es exactamente tu tipo. Ella es básicamente la versión
femenina de ti.
El silencio nos encierra. Me siento tan estúpida por tener esta conversación.
Parezco celosa.
—Preciosa, ¿eh? —comenta divertido—. Personalmente, siempre he pensado
que soy guapo, pero supongo que tomaré precioso.
Perpleja, reproduje lo que dije. ¿Precioso? ¿Lo llamé precioso? ¿Por qué haría eso?
Quiero decir, sí, él es precioso con su cabello rubio que siempre se mantiene
perfectamente caótico. Además, tiene unos labios perfectamente delineados, su
cuerpo delgado es ridículamente sexy, y sus ojos… Ni siquiera me hagan comenzar
con ellos. Deben ser los ojos más perfectos que alguna vez he…
Espera. ¿A dónde iba con eso?
—¿Arrasadoramente guapo? —Intento bromear, mi voz sonaba chirriante—. ¿Que
eres? ¿Príncipe azul o algo así?
—Podría serlo. Definitivamente soy lo suficientemente precioso como para serlo
—dice arrogante—. Además, como eres mi princesa, tendría sentido.
—Muy cursi. —Hago un sonido de náuseas, y él se ríe—. Y no quise decir eso
así. Bueno, lo hice, pero no lo hice. Solo intentaba decir que eres precioso como
Wynter. —Estoy nerviosa y confundida. Mareada. Perdida. Borracha. Agotada—.
¿Sabes qué? No importa. Voy a dejar de hablar porque ni siquiera puedo seguir lo
que digo.
Él arrastra su pulgar por mi costado.
—Relájate. Solo estoy jugando contigo. Eres tan linda cuando estás nerviosa.
Pongo los ojos en blanco, más para mí.
—No lo soy. Soy tonta. Y solo estoy nerviosa porque estoy borracha.
—Estoy completamente en desacuerdo. —Sus dedos profundizan en mis
caderas, y luego me arrastra hacia atrás, tirando de mí sobre su regazo y apoyando
su barbilla en mi hombro—. Me gusta esto... tú y yo bajo las estrellas. El coqueteo.
La conversación. Ha pasado un tiempo desde que he estado tan relajado. Te he
extrañado.
Trago saliva. ¿Él piensa que estamos coqueteando?
Repito a través de mis recuerdos brumosos de esta noche y eventualmente
descubro por qué: el baile, los toques, los comentarios sucios, los comentarios lindos
y preciosos, los celos en mi tono cuando le pregunté sobre Wynter.
Síp, hemos estado coqueteando toda la noche.
Cada maldita vez que bebemos, esta mierda sucede.
No vuelvo a beber.
Nunca voy a coquetear de nuevo.
¡Ja, eres tan idiota!
Mis pensamientos se ríen de mí.
—Te estás poniendo tensa otra vez. —Desliza su mano por mi brazo para
masajear mi hombro—. Relájate. El eclipse está a punto de comenzar, y luego
podemos volver adentro y comer un poco de pastel.
—Conoces el camino a mi corazón.
Sonrío, la preocupación caminando de puntas dentro de mí.
Coqueteo. Coqueteé con Beck. Va a ser el último año de nuevo.
Tal vez sea lo mejor. Querías dejar de depender tanto de él. Quizás esto te obligue a hacerlo.
Ese pensamiento me pone enferma.
Arrancando mi atención de mis estúpidos e idiotas pensamientos, me concentro
en la luna. Nos quedamos así durante minutos, tal vez horas, mirando las estrellas,
observando el brillo, esperando que ocurra algo mágico en el cielo.
—Estás equivocada —susurra de la nada, haciéndome saltar.
—¿Sobre qué? —pregunto, sonando un poco sin aliento.
—Sobre Wynter siendo mi tipo.
—¿Todavía estás pensando en eso?
—Por supuesto. Quiero, no, necesito, asegurarme de que sepas que no me gusta.
No así, de todos modos. —Mueve mi cabello hacia un lado y luego se inclina sobre
mi hombro para captar mi mirada—. Wynter y yo... Podemos actuar de manera
similar a veces, y muchas personas pueden pensar que es hermosa o lo que sea, pero
definitivamente no me gusta. De hecho, me gusta alguien más. Desde hace un
tiempo.
Beck siempre ha sido tan coqueto, lo que lo ha llevado a meterse en situaciones
dramáticas e incómodas. Por lo general, es lo suficientemente encantador como para
suavizar la situación bastante bien. Por otro lado, me ha pedido varias veces que
hable con una chica que se ha enamorado de él y no va a retroceder.
Solía estar de acuerdo con eso, pero hacia el final de nuestro último año,
comencé a evitar involucrarme en su vida amorosa. En parte porque estaba ocupada
trabajando para ingresar a una buena universidad y en parte porque... Bueno, no me
gustaba escuchar sobre él y otras chicas.
Todavía no me gusta si estoy siendo realmente honesta conmigo misma. Y
ahora, me siento como la señorita Honestidad. Sin embargo, interpreto el papel de
una buena mejor amiga, y le debo mucho.
—Entonces, ¿quién es esta vez?
—Guau, Wills. Estoy herido. —Por extraño que parezca, suena herido—.
Actúas como si mis enamoramientos fueran fugaces e insignificantes.
—No son insignificantes, pero definitivamente son fugaces —digo
disculpándome.
—Eso no es cierto. —Me pasa los dedos por el cabello y luego me besa en el
hombro desnudo—. Me ha gustado la misma chica durante un par de años.
Simplemente no he dicho nada porque somos muy unidos, y sé que se volverá loca
porque tiene esta regla de no tener citas con cada hombre y tiene una regla de no
besarme.
Mi corazón late violentamente en mi pecho cuando pienso en lo que Grey dijo
antes. Una realización lenta y dolorosa me golpea.
¿Le gusto a Beck? ¿Así?
No. Tengo que estar equivocada. Tiene que ser.
Por favor, por favor di que soy yo.
En el fondo, creo que podría haberlo sabido por un tiempo. He tenido demasiado
miedo de admitirlo.
—¿No vas a preguntarme de quién estoy hablando? —susurra con un
nerviosismo desconocido en su tono.
Beck está nervioso.
Esto es muy malo.
Trago, deseando que la palabra “no” salga de mis labios. No sale sonido.
—Si no preguntas, no lo diré.
Su tono tiene un significado subyacente.
Me está dando una opción: mantener mis labios sellados y dejar que nuestra
amistad continúe o preguntar y luego... Bueno, no sé qué pasará.
Preguntar a Beck va en contra de mi plan. Si pregunto, arruinaré la belleza que
tenemos juntos. No quiero eso. Quiero quedarme aquí en sus brazos como amigos y
aferrarme a la calma que siempre me ha dado.
Encuentro mis labios separándose, de todos modos. Más tarde, culpo mi
reacción al alcohol, el estrés y la falta de sueño.
Más tarde, no ahora.
En este momento, solo puedo pensar en una cosa.
Preguntando.
—¿Quién es?
Su pecho se estrella contra mi espalda mientras libera un aliento atrapado.
—Oh, Dios mío, no puedo creer que lo hayas preguntado... No pensé que lo
harías.
Ahuecando mi mejilla, él inclina mi cabeza para mirarme a los ojos. Sus dedos
tiemblan tanto como mi corazón.
Uno, dos, tres segundos pasan, y luego roza sus labios contra los míos.
Oh. Mi. Dios. Apenas puedo respirar mientras sus labios rozan los míos una,
dos, tres veces. Mis párpados se cierran y el aire es succionado de mis pulmones.
Beck me está besando. Mi mejor amigo en el universo me está besando. Como,
real y jodidamente besando. ¿Santa y jodida qué-mierda? Necesito detener esto.
¡Ahora!
Pero cuando mordisquea suavemente mi labio inferior, todas y cada una de mis
preocupaciones dicen adiós, nos vemos más tarde, voy-a-visitar-las-estrellas.
Me aferro a la parte inferior de su camisa, desesperada por sostener algo, para
mantenerme, aferrarme a la racionalidad. Parece que no puedo pensar en otra cosa
que no sea su reconfortante palma en mi mejilla, su cálido cuerpo contra el mío, la
suavidad de sus labios. Y cuando inclina mi cabeza hacia atrás y desliza su lengua
dentro de mi boca, besándome con tanta intensidad, juro que mi corazón explota
fuera de mi pecho.
Esto no era parte de mi plan. Este beso es tan imprevisto. Este beso no se supone
que esté sucediendo…
Detén esto, Willow. Detenlo ahora antes de que las cosas se salgan de control.
Él gime contra mis labios, profundizando el beso, acercándome más y
haciéndome sentir tan segura.
No… Creo que estoy equivocada… Este beso podría ser…
Todo.
Nuestras lenguas se enredan juntas, y casi caigo ciegamente en el beso. Pero la
voz de la razón me susurra, me suplica que detenga esto. Debería… antes de que las
cosas se salgan demasiado de control. Mi cuerpo tiene otras ideas, y en lugar de
romper el beso, mis manos se deslizan por el pecho de Beck mientras me giro para
acomodarme en su regazo.
Él gime, sus dedos dejando mis mejillas para enredarse en mi cabello mientras
su otra mano se desplaza hacia la parte baja de mi espalda. Él aprieta mi cuerpo más
cerca, presionando mi pecho contra el suyo.
Otro suplicante gemido. Ni siquiera sé cuál de nosotros lo hace, pero algo sobre
el sonido nos envía a un frenesí.
El lento beso se vuelve impulsivo, como si él no tuviera absolutamente ningún
control sobre lo que está haciendo y no le importara una mierda. Aparentemente, a
mí tampoco porque le devuelvo el beso, aferrándolo y apretando mis caderas contra
las suyas una y otra vez, como hice esa noche en mi cama. Solo que, ahora estoy
completamente despierta y completamente consciente de su dureza presionada
contra mí mientras me acerca más, y más, y más cerca, moviéndose conmigo,
gimiendo, jadeando, deseando, necesitando. Esta es solo la segunda vez que he
besado a un chico, pero en serio, podría ser mi última porque no creo que nada pueda
ser mejor.
Nada podría alguna vez ser más perfecto que esto…
Mientras le devuelvo el beso con entusiasmo, dejo que deslice sus manos debajo
de mi vestido. Sus dedos tiemblan cuando toma mi trasero y mueve sus caderas
contra las mías. Hormigueos estallan por todas partes y muerdo su labio con fuerza.
Un gemido gutural deja sus labios y luego desliza su lengua más profundamente
en mi boca. Nuestras lenguas se enredan. Mis uñas se clavan en sus omóplatos. Me
siento fuera de control, cayendo en lo desconocido. Nada más importa. Nada más
existe, excepto Beck y yo, y la forma en que nuestros labios se mueven juntos, la
forma en que me sostiene como si temiera que me fuera a caer. Seguro como el
infierno que se siente como si estuviera cayendo en un lugar en el que nunca había
estado antes, donde nada tiene sentido… donde estoy perdida… donde me desvío de
mi camino… donde ya no tengo idea de lo que quiero o de quién soy. Y por el
momento, no me importa.
Perfecto. Este momento es perfecto. Beck es perfecto.
—Dios, he querido esto por tanto tiempo —susurra contra mis labios,
sumergiéndose en otro beso mientras mueve sus caderas contra las mías de nuevo.
Me aferro a él, mis rodillas presionando sus costados mientras suelto un grito
ahogado. Él hace el movimiento una y otra vez hasta que mis pensamientos se
vuelven más difusos. Siento como si estuviera a la deriva en las estrellas, y por un
segundo, desearía no tener que irme nunca.
Luego Beck susurra:
—Eres tan increíble y hermosa. Jodidamente perfecta.
Y solo así, la realidad se derrama sobre mí como agua helada.
Retrocedo, jadeando por aire.
—S-santa m-mierda.
—Por favor, no entres en pánico —suplica sin perder un segundo—. Es solo un
beso. Nada tiene que cambiar si no quieres que lo haga.
Lucho por controlar mi respiración errática.
Él me conoce demasiado bien. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo me lee cuando ni siquiera
puede ver mi rostro a través de la oscuridad? ¿Cómo puede ser tan perfecto?
Perfecto.
Eres jodidamente perfecta, dijo.
No, Beck, no lo soy.
Y no podemos ser perfectos juntos.
Porque no soy perfecta. Y cuando te des cuenta de eso, me dejarás, y me romperé como mi
madre.
—Tengo que irme.
Me tropiezo para ponerme en pie, tirando del dobladillo del vestido abajo por mi
trasero.
Él se pone de pie y alcanza mi brazo.
—Espera. ¿Podemos hablar sobre esto?
—No puedo hablar en este momento.
No sobre esto. No cuando él está tan cerca. No con el vívido recuerdo del
perfecto beso todavía grabado en mis labios y en la forma en que mi cuerpo se sentía
mientras él se movía contra mí.
Santa mierda, creo que acabo de tener mi primer orgasmo… con Beck.
Santa mierda. Santa mierda. Santa mierda.
No lo miro cuando salgo del campo hacia su casa.
—Maldita sea, podrías por favor dejar de entrar en pánico. —Me alcanza y
coincide sus pasos con los míos—. No te puedes ir corriendo todavía. Eso arruinará
nuestra amistad y necesito que al menos seamos amigos.
¿Al menos ser amigos? ¿En lugar de qué? ¿Una pareja? ¿Y luego qué?
¿Simplemente salimos hasta que él descubra cuán parecida soy a mi madre y luego
deseche mi lamentable trasero? ¿Luego volveré a mi vida de mierda, sintiéndome
como una mierda y convirtiéndome en una mujer amargada que no puede prosperar
sin un hombre?
No, no puedo convertirme en eso.
Mi pulso se acelera mientras sigo trotando torpemente hacia la casa, solo
disminuyendo la velocidad cuando llego a la cerca de su patio trasero. Entonces me
quedo sin aliento, atreviéndome a mirarlo.
La preocupación llena sus ojos mientras se acerca a mí con precaución, lo que
me preocupa con la posibilidad de haberlo roto.
¿Qué he hecho?
—Por favor, no huyas —suplica, deteniéndose a mi lado—. Te conozco. Y si
escapas antes de que resolvamos esto, te estresarás por ello todo el fin de semana y
se te ocurrirán todo tipo de ideas locas en esa pequeña y hermosa cabeza tuya. Y
luego tendré que preocuparme porque te estés preocupando, y ambos sabemos lo
mucho que odio preocuparme. —Pone los ojos en blanco y lanza un suspiro
dramático—. Es tan agotador y consume mucho tiempo.
No sé si está bromeando para mi beneficio o para el suyo.
No queriendo preocuparlo más, trato de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora,
pero la visión solo lo hace fruncir el ceño.
—No voy a pasar el fin de semana preocupándome —digo rápidamente—. Sé
que solo estábamos tonteando o borrachos o… algo.
Honestamente, no sé qué estábamos siendo. Eso es parte del problema. Lo
desconocido flota sobre mi cabeza como una nube de tormenta que amenaza con
llover.
Empezando a entrar en pánico de nuevo, alcanzo la cerca para arrojarme sobre
ella.
—Tengo que irme. Luna dijo que podía dormir en su casa esta noche y tengo
que levantarme muy temprano para volver a casa y verificar las cosas.
Mentirosa. Todo lo que tienes que verificar es un apartamento vacío.
Él me mira fijamente, su expresión ilegible.
—Está bien… Pero prométeme que me llamarás mañana. —Extiende su brazo
hacia mí con su dedo meñique levantado—. Jura por el meñique que lo harás.
Enlazo mi meñique con el suyo, esperando que no pueda decir cuán mal estoy
temblando.
—Lo prometo.
Sin decir nada más, aparto mi mano y arrastro mi culo borracho sobre la cerca.
Luego corro dentro para encontrar a Luna y largarme de aquí. Bueno, eso es con lo
que me convenzo.
En realidad, estoy huyendo de algo de lo que no estoy segura que se pueda huir.
CAPÍTULO 14
Beck
Intento no tomármelo personal mientras veo a Willow huir de mí como si yo
fuera portador de una enfermedad mortal. Pero lo hago jodidamente mucho. Es mi
culpa por besarla. Sabía cómo reaccionaría, pero mi mente borracha racionalizó que
era el momento adecuado.
Estoy empezando a preguntarme si alguna vez será el momento adecuado.
Con un aliento frustrado, arrojo mi trasero por la cerca y me sumerjo en mi patio
trasero. Considero dirigirme a la mesa de cerveza pong para jugar un juego o dos
para distraerme, pero ya no estoy de humor para fiestas. Primera vez para mí.
Willow se metió debajo de mi piel de la mejor manera posible. Todavía puedo
saborear su brillo labial de cereza, oler su perfume, sentir sus caderas mientras estaba
moliéndose contra mí, sentir su firme trasero mientras la apretaba más. He querido
besarla por tanto tiempo, y ahora que lo he hecho, quiero más.
Mucho más.
Más de lo que ella podría estar dispuesta a dar.
Me abro paso entre la multitud de personas, abriéndome camino hacia el porche
trasero. No sé a dónde voy, qué estoy haciendo o qué haré cuando llegue allí, pero
como todos mis pensamientos están centrados en Willow, tengo la sensación de que
podría perseguirla como un tipo necesitado y asustarla aún más.
Afortunadamente, Ari me detiene en la puerta de atrás y me salva de hacer algo
estúpido. Él tiene un vaso en la mano y las mangas de su camisa enrolladas.
—¿Por qué te ves enojado?
—¿Lo hago?
Me hago el tonto, mis pensamientos vagan de regreso al campo, al beso.
Dios, ella sabía bien. Muy, muy jodidamente bien. Y la forma en que se
estremeció cuando pasé mis manos sobre su cuerpo, enredé mis dedos a través de su
largo cabello castaño, pasé mis palmas por sus muslos hasta la parte inferior de su
vestido, la forma en que dejó escapar un gemido cuando se vino... Creo que, durante
todos esos años de sueños sucios, mi imaginación podría haberme fallado, porque
ese beso fue mejor que mis fantasías más salvajes. Sin duda, el mejor beso de todos,
y he hecho mi parte de besos y algo más.
De lo que no me di cuenta hasta esta noche, es que hay un nivel diferente de
besos que ni siquiera había interceptado. Buenos besos, malos besos y besos
perfectos.
Sí, sé que sueno como un jodido bobo, pero estoy demasiado lejos para darme
una mierda.
Ari me mira con los ojos entrecerrados.
—¿Tiene esto algo que ver con que Willow salió corriendo de la casa como si
estuviera en llamas?
Mi mandíbula se tensa mientras mi ego herido pica.
—Quizás.
—No... —Entrecierra los ojos—. La besaste, ¿verdad?
—¿Y qué pasa si lo hice? —respondo a la defensiva, no me gusta lo enojado que
se ve.
—Joder, pensé que habías dicho que no ibas a intentar esa mierda otra vez. La
última vez, todo fue tan incómodo entre ustedes dos e hizo las cosas complicadas
entre todos.
—No volví a intentar esa mierda. Lo hice de nuevo —afirmo sin sentido—. Y
los besos de Willow y yo no tienen nada que ver contigo, con Luna o con Wynter.
Esto es entre ella y yo.
Él pone los ojos en blanco.
—Eres un idiota si crees eso porque, al final, Wynter y Luna van a ponerse del
lado de Willow, lo que significa que Grey también. Eso me deja de tu lado, y eso es
una mierda.
—Nadie se pone del lado de nadie —le aseguro—. Arreglaré esto.
—Por favor —dice, luego toma un largo sorbo de su bebida—. No quiero que
todos peleen.
Sacudo la cabeza, molesto porque está convirtiendo mi beso con Willow en un
problema grupal.
—Voy a subir a mi habitación. Puedes dormir en una de las habitaciones si lo
necesitas.
No espero a que él responda antes de entrar a mi casa. Planeo ir a mi habitación
para poder aliviar algo de la tensión sexual mezclada dentro de mí, pero termino
siendo engañado para jugar a lanzar la moneda5 en mi camino hacia allí. Para cuando

5
Lanzar la moneda: juego en que se lanza una moneda a un vaso si entra gana de lo contrario lleva
como castigo tomar un caballito de alguna bebida alcohólica.
finalmente arrastro mi borracho culo arriba, Willow ha consumido todos mis
pensamientos, y estoy tan alterado que apenas puedo pensar con claridad.
Lucho por sacar mi teléfono de mi bolsillo mientras me tropiezo en mi
habitación. No me molesto en encender la luz, probablemente no podría encontrar
el interruptor de la luz si lo intentara, y me dejo caer en mi cama. Me toma algunos
intentos antes de lograr abrir un nuevo texto. Después de darme una palmada en la
espalda por estar tan alucinado, delibero sobre lo que quiero escribir. Sin embargo,
cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que pensar está sobrevalorado.
Entonces, escribo lo primero que me viene a la cabeza. Luego ruedo sobre mi espalda
y cierro los ojos, a la deriva en mis fantasías.
CAPÍTULO 15
Willow
Despierto a la mañana siguiente con la luz del sol entrando por la ventana de la
habitación de Wynter y la alarma de mi teléfono sonando como un banshee salvaje.
—Gah.
Me estiro y golpeo la cosa con una fuerza innecesaria, haciendo que caiga al
suelo. Al menos la estúpida alarma se apagó.
Jalo la manta sobre mi cabeza y me balanceo de un lado a otro entre dormir y
estar despierta. Nunca he sido una persona madrugadora, incluso después de años
trabajando en el turno de la mañana en un café. Mi resaca tampoco está ayudando a
la situación. Debería irme a dormir, descansar una noche completa por una vez. Pero
necesito ir a casa, ducharme, revisar las cosas y luego vestirme para el trabajo.
Me estremezco ante el recordatorio del trabajo y el ultimátum que Van me dio.
Ahora que he tenido un día para pensarlo, sé que no podré bailar en el escenario, lo
que significa que tendré que conseguir otro trabajo. Tal vez incluso dos o tres.
Haciendo una mueca, salgo de mi estado de sueño, me inclino sobre el borde de
la cama y levanto mi teléfono del piso de madera. Lo examino rápidamente para
asegurarme de que no se haya roto. La parte trasera se desprendió, pero aparte de
eso, parece estar bien. Gracias a Dios. Lo último que necesito es tener que pagar por
un nuevo teléfono.
Sin embargo, mi alivio es de corta duración cuando observo que tengo un
mensaje perdido.
De Beck.
Las imágenes de la noche anterior me golpean: Estrellas... mareos... risitas...
¿Qué diablos hice anoche?
Mi perplejidad solo se magnifica cuando leo su mensaje en voz alta, luchando
por traducir el lenguaje extraño desplegándose.
“Heeeeyyyyy, así que estoy acostado aquí en la cama después de jugar demasiados de
lanzar la moneda. Estoy seriamente borracho hasta el culo...”
¿Eh? Es por eso que casi todas las letras en casi todas las palabras están duplicadas.
“Pero, de cualquier forma, voy a ir directo al punto. Quise decir lo que dije en el campo,
Wills. Me gustas desde siempre. En serio, eres la chica más hermosa, decidida, inteligente y
sorprendente que he conocido. Y ese beso... Sé que probablemente quieras que diga que lo
lamento, pero no puedo. No puedo mentir y decir que desearía nunca haber experimentado el
beso más increíble de todos. Fue tan jodidamente caliente. No puedo dejar de pensar en ello.”
“Y tocando tu trasero... Dios, tienes un buen jodido trasero. Y solo quería que supieras eso.
Todo eso... para que supieras cuanto significas para mí… siempre lo has hecho. Desde el día
en que Theo me llevó a tu casa a buscarte, y estabas de pie a un lado de la calle. Estaba tan
preocupado y solo quería abrazarte... Pero incluso antes de eso, me gustabas. Remontándonos
al momento cuando te di esa esfera de nieve... Dios, te habías puesto tan hermosa durante el
verano, y me enloqueció que no fuera el único que lo notó. Solo deseo que pudieras verte a ti
misma como te veo...”
“Sé qué piensas que eres como tu madre, pero eres lo contrario. Eres dulce, amable y
cariñosa, y pones a todos los demás antes que a ti misma. Y trabajas tan duro por todo. Eres
tan perfecta... Pero, como sea, me voy a dormir ahora porque estoy súper borracho y ya no
puedo ver las teclas. Con suerte, puedes leer este mensaje y no te asustes cuando lo hagas.”
Mi corazón estalla tremendamente en mi pecho cuando las piezas de la noche
anterior se unen y chocan.
Me tumbo en mi cama y miro hacia el techo.
—Mierda. Esto es malo. Peor que la última vez. Ni siquiera solo lo besé, yo...
—¿Besaste a quién?
El sonido de la voz de Luna me sobresalta, y casi me caigo de la cama cuando
mi cabeza gira en dirección a la puerta.
Ella está de pie allí en pijama, pareciendo muy feliz por algo.
—¿Qué? No, no besé a nadie.
Ni siquiera puedo evocar una buena mentira.
Ella se tambalea cuando cruza la habitación y se sube a la cama a mi lado.
—¿Cuando pasó esto? ¿Anoche?
—No.
—¿Entonces cuándo?
Ella sigue sonriendo, como si supiera un secreto que aún no he compartido.
—No lo sé. —Piensa, Willow, piensa. No puedes decirle la verdad. Entonces todo se
vuelve real. Y luego vas a tener que lidiar con las consecuencias.
—Oh, vamos. —Agarra mi mano y tira de mi brazo, levantándome en posición
vertical—. Se supone que debes decirme estas cosas. Eso es lo que hacen las chicas.
Al menos, eso es lo que dice Wynter, y ella es la mejor en ser una chica.
—Sí, ella lo es. —Resoplo, sacando mechones de cabello de mi cara—. Bien, te
lo diré, pero solo si prometes no hacer ninguna pregunta.
Arrastra los dedos por sus labios, como si cerrara una cremallera. Entonces se
sienta allí con una sonrisa tonta en su rostro, prácticamente saltando. Lo juro por
Dios, ella ya lo sabe.
¿Cómo puede saberlo?
Espera. ¿Beck le dijo a ella?
—Anoche besé a alguien —murmuro.
Santo cielo. La mierda se ha vuelto real.
—Está bien... ¿Quién fue? ¿Y dónde sucedió?
—¿No lo sabes ya? —pregunto, evaluando su reacción.
Su frente se arruga.
—¿Cómo puedo saber?
No puedo decir si ella está mintiendo o no. Luna no es una gran mentirosa. Aun
así, parece saber algo, o tal vez la paranoia está pateando.
—Besé a alguien en un campo anoche —divulgo, levantando mis rodillas hacia
mi pecho—. Eso es todo lo que voy a decirte porque el resto es demasiado
complicado.
Ella frunce el ceño.
—Al menos dime quién es.
Ahora frunzo el ceño.
—¿Realmente no lo sabes?
Niega con la cabeza.
—Realmente no, pero tengo una idea.
—¿Cómo puedes tener una idea? Ni siquiera me gusta alguien. De todos modos,
no es suficiente para besarlos.
—Podrías decir eso, pero no creo que sea verdad. Creo que solo tienes miedo de
que te guste alguien, particularmente esta persona, porque ustedes dos serían
perfectos juntos, lo que significa que si tu terminas todo, las cosas no serían perfectas.
Mis labios se separan en sorpresa. Santa lectora de mente.
—Si realmente no quieres decírmelo, entonces no tienes que hacerlo —añade,
arrodillándose en la cama para enfrentarme—. Entiendo que necesitas guardar cosas
para ti misma algunas veces.
Pum, pum. Pum, pum. Pum, pum. Mi corazón es una bomba de tiempo en mi
pecho, listo para salir en cualquier momento y destruirme. El corazón de mi mamá
era de la misma manera... antes de que mi padre se fuera. Recuerdo que él le dijo
eso.
—Piensas demasiado con tu corazón, Paula, y no con la cabeza —dijo él—. Y los
corazones no son buenos tomadores de decisiones.
—Te equivocas —respondió mi mamá—. Quiero decir, mi corazón me hizo decidir sobre
ti, ¿no?
Mi padre frunció el ceño mientras yo sonreía. En retrospectiva, mi padre probablemente
sabía que iba abandonar a mi madre y estaba tratando de advertirle, pero mi mamá estaba
demasiado ocupada viviendo en tierra de tortolos para entender. O tal vez lo sabía y no estaba
lista para aceptar la verdad.
No seré así. Lo aceptaré y luego encontraré la manera de seguir adelante. No me
convertiré en mi madre.
—Besé a Beck —digo sin problemas mientras mi corazón salta con entusiasmo.
Cállate, corazón. Solo cállate.
La alegría de Luna se vuelve loca.
—No pareces muy feliz por ello.
—Eso es porque fue un error.
Las palabras casi dividen mi corazón en dos.
Muere, corazón, muere.
Luna parece que podría haber muerto un poco, también.
—¿Qué quieres decir con “fue un error”?
Me encojo de hombros despreocupadamente, ignorando la sensación de
desgarro en el centro de mi pecho.
—Que no debería haber sucedido. Que me gustaría que no hubiera pasado.
Mentiras. Mentiras. Mentiras. ¡Todo mentira! ¿Cuándo te convertiste en una sucia
mentirosa?
—Willow... —dice Luna con lastima en sus ojos.
—Mira, estaba borracha. —La interrumpo antes de que pueda intentar
convencerme de que el beso significó algo—. Los dos lo estábamos… Beck
probablemente se arrepiente, también.
¡Ja! Mírate, mintiéndote a ti misma también. Solo lee su mensaje otra vez.
—Dudo eso —dice—. Me sorprende que no se besaran mucho antes.
Parpadeo hacia ella.
—¿Eh?
Una sonrisa cómplice cruza su cara.
—No actúes tan sorprendida. Ustedes dos casi se han besado, como, cien veces.
—Porque estábamos borrachos.
—Sí, ¿y qué? Para algunas personas, estar borrachos les ayuda a hacer cosas que
quieren hacer, pero tienen demasiado miedo de hacer sobrios.
Mi corazón a toda velocidad por la verdad que llevan sus palabras.
No puedo lidiar con esto.
Me paro y agarro mi chaqueta del suelo.
—Tengo que llegar a casa. ¿Podemos hablar de esto más tarde?
Ella frunce el ceño, obviamente dolida, y me siento como la perra más grande de
la historia. Pero el miedo me mantiene avanzando, con un pie delante del otro.
—Gracias por dejarme quedarme aquí —le digo, saliendo corriendo por la puerta
como una cobarde.
Paso por Grey en mi camino por la sala de estar. Se gira para decir algo, pero le
lanzo un saludo sobre mi hombro, saliendo por la puerta, y saltando en mi auto.
Los neumáticos giran mientras derrapo fuera hacia la carretera, conduciendo
hacia Ridgefield. Mi adrenalina se está elevando, mis piernas tiemblan, y mi mente
está tensa, centrada en Beck, mi mamá y mi papá mientras vuelo por la ciudad. Ni
siquiera me doy cuenta de que la luz se puso roja hasta que estoy a mitad de la
intersección.
El sonido de bocinas se disparan, y salgo de mi trance, desviando mi auto a un
lado de la carretera después de que logro cruzar la luz.
Cambio la palanca a neutral, golpeo mi mano contra la parte superior del
volante.
—¡Mierda! ¡Joder! ¡Estúpida! ¡Esto es lo que sucede cuando eres consumida por
los chicos! ¡Casi consigues que te maten! —Dejo que mi cabeza caiga contra el
volante—. ¿Qué voy a hacer? Esta cosa con Beck no puede suceder. Pero tenemos
que seguir siendo amigos, o de lo contrario voy a perder la cabeza.
Respira hondo, Willow. Soluciona el problema. Puedes hacer esto.
Me atormento la mente por una respuesta, y el recuerdo de la última vez que
Beck y yo nos besamos surge. Me asusté entonces, también, pero arreglé el...
problema estableciendo una regla que nunca se nos permitía besarnos de nuevo. Eso
funcionó por un tiempo... hasta que no lo hizo.
Las reglas normalmente funcionan para mí. Tal vez solo necesito mejores reglas.
Inclinándome sobre la consola, abro la guantera y saco un bolígrafo y el papel
con la regla escrita en él. Luego me siento, trazo una línea sobre la regla, y escribo
un nuevo conjunto de reglas, cada vez más tranquila con cada trazo de la pluma.
Regla #1: No deambular juntos por los campos para observar las estrellas.
Regla #2: Absolutamente ningún contacto de labio a labio.
Regla #3: No enamorarse.
Una vez que termino, coloco la lista y el bolígrafo abajo. Entonces conduzco
hacia Beck, cruzando mis dedos para que sea mi mejor amigo en lugar del tipo con
el que me besé anoche.
CAPÍTULO 16
Beck
Froto mi mano por mi frente palpitando mientras abro los ojos ante la cegadora
luz del sol colándose en mi habitación. Mi teléfono vibra en mi mesa de noche, y
literalmente no tengo idea de qué demonios sucedió durante las últimas diez horas,
como llegué a la cama, o que hice antes de llegar aquí. Definitivamente no era la
primera vez para mí. Odiaba la sensación del gran agujero en mi mente.
Rodando, busco a tientas hasta que encuentro mi teléfono luego paso mi dedo
sobre la pantalla.
Ari: Hola, hombre, ¿qué pasa con el extraño mensaje que me mandaste anoche? No puedo
darle sentido.
Me muevo hacia lo que le envié y niego con la cabeza. Verdaderamente tengo
problemas con enviar mensajes borracho.
Yo: Lo siento, hombre. Estaba enviando mensajes borracho de nuevo.
Ari: Realmente necesitas dejar de hacer eso. Un día, vas a escribir algo equivocado a la
persona equivocada.
Yo: Tal vez. Sin embargo, todavía no lo he hecho.
Ari: Solo quiero advertirte que también le mandaste mensaje a Luna anoche. Y a Wynter.
No estoy seguro de que dijiste, pero parecían muy divertidas por todo el suplicio.
Yo: Estoy seguro de que lo estaban… ¿Dónde estás? Creo que podría relajarme un
rato. Podría ser la última vez que tenga oportunidad antes de que ya no siga siendo un
hombre libre.
Ari: ¿Por qué? Te estás casando o algo, jajaja.
Yo: Sí. ¿Tu hermana no te dijo?
Ari: Podría haber caído en esa si mi hermana no odiara tus entrañas. En serio, ¿por qué
es tu última oportunidad para holgazanear?
Yo: Porque, el lunes que viene, estoy oficialmente trabajando para mi padre.
Ari: ¿Qué mierda? Pensé que no lo estabas dejando presionarte sobre hacer eso.
Yo: Sí, bueno, eso no fue hasta que amenazó con vender mi casa.
Ari: Pensé que tú la habías comprado.
Yo: Él pagó una pequeña parte como regalo de graduación. Me estoy dando cuenta
cuán estúpido fue permitírselo.
Ari: Mierda. Eso apesta. ¿Qué vas a hacer?
Yo: Trabajar para él hasta que pueda averiguar algo para salir de ello.
Ari: Lo siento, hombre. Estoy en casa de Luna en este momento si quieres venir. Grey
también está aquí, y Wynter debería estar aquí más tarde. Willow estuvo aquí más temprano,
pero se fue antes de que yo llegara. Creo que tenía que trabajar, así que dudo que regrese más
tarde. Pero de nuevo, ¿siquiera están hablando ustedes dos?
Willow… Willow… ¿Willow?
Los recuerdos rápidamente regresan, y me enderezo de golpe sobre mi cama.
Besándola hasta que mis labios dolieron. Tocándola completa. Los pequeños
gemidos escapando de su boca. Deseándola tanto que apenas podía respirar.
Y luego envié un mensaje de texto.
Yo: Me tengo que ir. Intentaré ir más tarde.
Ari: Bien. Suena bien.
Cierro el mensaje y cambié al mensaje de texto que le envié a Wynter anoche,
sabiendo que ese podría ser más fácil de manejar.
Yo: Hoooolaaaa hismnaltihbjwihe!
Rasco mi cabeza.
—¿Qué demonios estaba incluso tratando de teclear?
A continuación, abro el mensaje que le envié a Luna, evadiendo de lo que debo
encargarme. El mensaje que le envié es igualmente de confuso y divertido como el
de Wynter, pero mi humor se desinfla mientras leo lo que envié a Willow.
Mis ojos recorren el enloquecedor mensaje tan largo, o debería decir, mi alma.
—Maldición.
Sangre ruge en mis tímpanos. Si nuestro beso no arruinó nuestra amistad, este
mensaje seguro como el infierno, lo hizo.
Dejando caer mi teléfono en la cama, bajo mi cabeza y masajeo mis sienes.
—Realmente lo jodí esta vez.
La verdad debajo de la preocupación extiende un poco de alivio que finalmente
logre sacar la verdad. Solo desearía no conocer a Willow tan bien. Pero lo hago. Y
ella podría no volver a hablarme de nuevo después de eso.
No, tú puedes arreglar esto. Solo piensa en la manera. Llámala y dile que estabas ebrio.
Asegúrale que nunca volverá a suceder.
Miente.
Abriendo mi teclado para marcar, debatiendo si llamarla, cuando el timbre de la
puerta suena.
Quitándome las cobijas de encima, no me molesto en ponerme una playera
mientras arrastro mi culo con resaca por las escaleras y abro la puerta principal.
Luego parpadeo. Y parpadeo. Y vuelvo a parpadear.
—Espera, ¿estoy soñando? —Froto mis ojos con mis manos—. O sigo borracho.
Ella mira fijamente mi pecho desnudo con sus labios cerrados, apretando un
pedazo de papel. Ella sigue usando el vestido que llevaba anoche, su cabello está bajo
y atado, y esos ojos están inyectados de sangre, ya sea porque tiene resaca o ha estado
llorando. El pensamiento de que esos lindos ojos estuvieran recientemente
derramando lágrimas me hace querer abrazarla, pero no estoy seguro de que el gesto
sería bienvenido en el momento.
—Hola —digo en su lugar. Luego sacudí la cabeza para mí mismo. Agradable,
idiota—. ¿Quieres entrar?
Ella aleja sus ojos de mi pecho y ve el vestíbulo como si fuera el diablo a punto
de agarrarla y jalarla dentro de foso feroz del infierno.
—No sé. ¿Es seguro?
Su pregunta me saca de balance.
¿No se siente segura conmigo?
—Por supuesto es seguro. Nunca te lastimaría, Wills.
—Lo sé. —Ella frunce el ceño hacia el suelo, enterrando la punta de su bota
contra el concreto—. Solo me estoy preguntando si es una buena idea para nosotros
estar en la misma habitación juntos.
Bien, que se joda esto. No la estoy dejando llevarnos a donde quiere llevarnos.
Colocando mi dedo debajo de su barbilla, alzo su cabeza.
—No hagamos esto, princesa. Nos besamos. —Y luego algo más—. ¿Y qué? No
tenemos que actuar incómodos por ello.
—Entonces, ¿estás de acuerdo conmigo? —pregunta con esperanza en sus ojos—
. ¿Qué lo que sucedió fue un error?
Quiero decirle que sí, darle lo que ella quiere, mitigar su estrés. Pero la mentira
no dejará mis labios.
—No, eso no es lo que estaba diciendo —le digo, luchando contra la compulsión
de mirarla a los labios. Si lo hago, me inclinaré hacia adelante. Y si me inclino hacia
adelante, querré más. Querré más de ella—. Solo estaba diciendo que no necesitamos
dejar que las cosas se vuelvan incómodas.
—Pero me siento incómoda —susurra, sus ojos muy abiertos, su pecho agitado
con respiraciones superficiales.
—Bueno, déjame arreglar eso.
Besándote hasta que no puedas pensar correctamente. Haciéndote gemir de nuevo. Una y
otra vez…
Mordisquea su labio inferior, y mi mirada se centra en sus labios. Comienzo a
inclinarme, consumido con la necesidad de besarla, esperado que ella retroceda. En
vez de eso, permanece quieta, mirando fijamente a mi boca.
Me muevo más cerca, provocándola. Estamos tan cerca. Queriendo, queriendo,
queriendo…
Nuestros labios se estrellan. Ni siquiera sé quien eliminó los centímetros del
espacio entre nosotros. No me importa una mierda. Todo lo que importa es que ella
me está devolviendo el beso con tanta pasión que juro a Dios, nuestros labios se van
a mallugar.
Mi cuerpo se inunda con necesidad. La necesito más cerca. Mi mano se desliza
por su cuerpo hasta su cintura, mis dedos presionando sus muslos mientras la
levanto. Ella jadea y luego envuelve sus piernas alrededor de mí, sacándome un poco
de balance y me tambaleo hacia un lado. Su espalda golpea la jamba de la puerta,
pero ella solo profundiza el beso y me muerde el labio inferior.
Gimo, mi cuerpo pulsa con deseo mientras balanceo mis caderas contra ella. Sus
piernas se tensan alrededor de mis caderas cuando un jadeo se escapa de su boca. Me
muevo contra ella otra vez, y sus uñas apuñalan mis omóplatos mientras me agarra,
su vestido se aprieta hasta su cintura, completamente abierto para mí.
Deslizando mis palmas sobre su piel lisa, me giro para meternos a la casa y lejos
de cualquier fisgón. Cuando llegue allí, planeo quitarle ese vestido.
Pero tan rápido como comenzó el beso, ella salta de mis brazos y me empuja el
papel.
—L-lee esto.
Su voz tiembla, y sus piernas se tambalean mientras trata de recuperar el
equilibrio.
Ni siquiera puedo respirar, y mucho menos procesar lo que está tratando de
decir.
—¿Qué?
Ella respira despacio y luego camina hacia mí con la mano extendida.
—Necesito que leas esto.
Echo un vistazo al papel y luego a ella.
—¿Cómo pasamos de besarnos a la necesidad de que lea un trozo de papel?
Un trozo de papel que estoy bastante seguro tiene otra maldita regla.
—Por favor, solo léelo —ruega, sus dedos temblando.
Frustrado, tomo el papel, rozando mis dedos deliberadamente contra los de ella.
Cuando se estremece, tengo que contener una sonrisa. Luego, cualquier cantidad de
optimismo se aplasta cuando leo en voz alta la lista garabateada en el pedazo de
papel.
—Regla número uno: no deambular juntos por los campos para observar las
estrellas.
—Porque es lo que comenzó todo esto para empezar —explica, alisando sus
manos sobre su cabello, agotada.
Sí, como si eso fuera a resolver cualquier cosa.
—Regla número dos: absolutamente sin contacto de labio a labio. —Levanto la
mirada con mi ceja arqueada—. Hemos tenido ese antes.
—Sí, lo sé. —Se rasca la nuca—. Creo que es bastante evidente por qué la
mantuve.
—¿Pero es factible? —Le doy una mirada apremiante a sus labios, que todavía
están hinchados por nuestro beso, y luego a su vestido arrugado y su cabello
enredado—. Porque no funcionó.
Se pasa las manos por el cabello y el vestido, mirando un rosal junto a la puerta
principal.
—Sí, lo sé. Por eso agregué las otras reglas para ayudar a que esta funcione.
Retraso la necesidad de señalar que ni siquiera puede mirarme a los ojos cuando
lo dice y leo la última línea.
—Regla número tres: no enamorarse.
Sí, puede ser un poco tarde para eso. Al menos para mí. No puedo decirle eso
todavía. Esta lista lo prueba.
Una estúpida lista que quiero hacer pedazos.
—Solo quiero que tengamos algunos límites —dice, finalmente mirándome—.
De esa manera, aún podemos seguir siendo amigos sin más incidentes.
Hay mil cosas que quiero decir en este momento. Normalmente, mordería mi
lengua y enterraría mis sentimientos, desesperado por mantenerla. En este momento,
ya sea que tengo una resaca que no permite que me importe, o ese beso rompió cada
onza de fuerza de voluntad que quedaba.
—¿Incidentes? —Cruzo mis brazos y me inclino contra el marco de la puerta—
. ¿Así es como llamas al beso más caliente de tu vida? Bueno, lo fue para mí.
—Beck…
Se detiene, sus enormes ojos reflejando su miedo. Me mira de la misma manera
de cuando nos besamos durante el último año de preparatoria, y nuestra amistad casi
se rompió en piezas irreparables.
Decido retroceder por ahora. No porque esté concordando con sus estúpidas
reglas, sino porque necesito tiempo para averiguar la forma de probarle que
pertenecemos juntos, que una relación conmigo no la destruirá. Yo nunca la
destruiría.
—Bien, obedeceré tus reglas. —Por ahora.
Sus músculos se relajan mientras suelta una ensordecedora respiración.
—Gracias. Tenía tantas ganas de escuchar eso. —Duda y luego me rodea con
sus brazos cuidadosamente—. Nunca te puedo perder.
—No lo harás —le prometo, abrazándola más cerca, mi corazón latiendo con
fuerza—. ¿Y quieres saber por qué?
Ella se aleja, asintiendo.
—Porque tampoco puedo perderte, jamás.
Ella sonríe, pero el nerviosismo reside en sus ojos.
—No me perderás —asegura—. Tú y yo seremos amigos hasta los setenta años,
¿recuerdas?
—Sí, lo recuerdo.
Creo que cambié de opinión.
Ya no quiero ser amigos. Quiero más.
Quiero todo de ella.
Mira su reloj.
—Mierda. Tengo que estar en el trabajo pronto. —Me mira—. Estamos bien,
¿verdad? Quiero decir, lo que acaba de suceder... Podemos olvidarnos de...
—Estamos bien —le digo. En cuanto a olvidar, eso nunca va a suceder. No
quiero que lo haga.
Me ofrece una sonrisa final antes de volver trotando a su auto.
La veo alejarse y luego regreso a mi casa y a la cocina. La evidencia de una fiesta
se encuentra en todas partes, desde las botellas de vidrio vacías en el mostrador de
mármol hasta los vasos de plástico apilados en el bote de basura.
Mis pensamientos vuelven a cuando limpié el lugar de Willow después de que
su madre organizó la fiesta; solo que el apartamento estaba destrozado con mucho
más que botellas de alcohol.
Necesito sacarla de allí de alguna manera, algo que he sabido por un tiempo.
Sin embargo, ahora tengo una estúpida lista que prácticamente me prohíbe
acercarme a ella.
Sin embargo, lo que Willow no se da cuenta es que un maldito trozo de papel y
algo de tinta no puede cambiar lo que siento.
Agarrando un imán y un bolígrafo de un cajón, pego la lista en el refrigerador.
Luego dibujo una línea a través de cada una de sus reglas y las reemplazo por una
tarea.
Tarea # 1: Sacar a Willow de esa casa.
Tarea # 2: Demostrarle que no voy a destruirla.
Tarea # 3: Decirle que la amo.
Doy un paso atrás, mirando mi plan, sin saber si va a funcionar. Aun así, tengo
que intentarlo. Evitar lo que siento por ella ya no es una opción.
Esos besos se aseguraron de eso.
CAPÍTULO 17
Willow
La siguiente semana se desplaza lentamente. Paso la mayor parte del tiempo
haciendo tareas, trabajando en el club, y aplicando para nuevos empleos. No he
escuchado de mi mamá aún, lo que me hace preocuparme por ella sin parar. Además,
el vacío en el apartamento me está desgastando. Entre la música a todo volumen
cada noche, los constantes gritos, alguien siempre está gritando, y los golpes
aleatorios en la puerta que nunca respondo; siento que voy a perder la cabeza. Si ella
no regresa a casa pronto, tendré que mudarme. El alquiler vence el siguiente mes; tal
vez no lo pague. ¿Podría simplemente no pagar una factura? ¿Acaso lo tengo en mí?
Hice una búsqueda de algunos apartamentos para rentar cerca de la universidad,
pero todo dentro de un radio de veinticinco kilómetros está actualmente lleno o fuera
de mi rango de precio. Considero llamar a Wynter, pero ella vive en un lugar mejor
que todos estos apartamentos que comprobé, así que dudo ser capaz de pagar el
alquiler, especialmente cuando mi situación laboral es tan dudosa.
El dinero no es la única razón detrás de mi vacilación a la mudanza. Todavía
sigo luchando con dejar ir el temor de que mi mamá pueda regresar y necesitarme, y
no estaré. No sé cómo solucionar ese problema. ¿Qué elección es correcta? ¿Hay una
decisión correcta, o hay incluso una opción?
Sin embargo, tener una opción rápidamente se disipa cuando, el jueves temprano
en la mañana, me despierto por una fuerte voz viniendo de algún lugar cercano. Tal
vez incluso desde el interior del apartamento.
Buscando mi teléfono, llamo a la primera persona que aparece en mi mente,
esperando que él esté despierto tan temprano.
—Hola, justo estaba pensando en ti.
El sonido de la voz de Beck se asienta ligeramente en mi pulso acelerado.
Exhalo, liberando un suspiro que juro que había tenido atrapado en mi pecho
por días. No he hablado mucho con él desde que le entregué la lista y ese
maravillosamente increíble beso que nunca podrá pasar de nuevo. No me di cuenta
de lo mucho que extrañaba escucharlo hasta ahora.
—Suenas bastante despierto para ser tan temprano —le digo, saliendo de la
cama.
—Tenía algunas cosas que hacer —responde con un suspiro pesado.
—¿Qué cosas?
—Solo algunas cosas para mi papá.
—¿De verdad? ¿Desde cuando haces cosas para tu papá?
Él suspira de nuevo.
—Es una larga historia, una en la que realmente no quiero meterme ahora.
—Está bien, pero me lo contarás después, ¿verdad? —le pregunto mientras
camino de puntillas hasta la puerta para ver si puedo decir si la voz viene de dentro
de la casa o de afuera.
—Claro. —Su evasiva me golpea—. De todas maneras, suficiente de mí. Vamos
a hablar de mi persona favorita.
—Está bien. Bueno, hablé con Wynter el otro día, y ella dijo que Nueva York
estaba genial.
Hago una broma cuando en realidad, estoy enloqueciendo. No solo porque estoy
hablando con Beck después de besarnos y tontear, sino porque estoy preocupada que
alguien pueda estar en la casa.
—Eso no es divertido —me regaña juguetonamente—. De verdad, ¿cómo estás,
Wills? No he hablado contigo desde… bueno, ya sabes. Y lucías un poco asustada
cuando dejaste mi casa.
Me muerdo la uña del pulgar.
—Estoy bien. He querido llamarte, pero… yo solo no estaba segura si tú querías
hablar conmigo.
O si podía manejarlo.
—Siempre quiero hablar contigo —asegura—. He querido llamarte también,
pero he estado ocupado resolviendo algunas cosas.
—¿Qué clase de cosas?
—Cosas que te contaré más adelante cuando tenga todo resuelto.
—De acuerdo. —Quiero presionar, pero la voz se hace más fuerte. Mierda.
Bloqueo la puerta y retrocedo—. Beck, por mucho que me encante hablar contigo,
en realidad llamé por una razón.
—¿Qué está mal? —pregunta preocupado.
—Creo que alguien podría estar en mi casa —digo, deteniéndome cuando la
parte de atrás de mis piernas choca contra mi cama—. No sé quién será. Quiero decir,
podría ser mi mamá, pero la puerta estaba cerrada con llave, y estoy bastante segura
de que perdió las llaves hace mucho tiempo.
—Cuelga y llama a la policía —ordena, su voz atada con miedo.
—Podría solo estar viniendo de afuera. Algunas veces, es difícil de decir. Las
paredes son tan delgadas.
—Me importa una mierda si piensas que es de afuera —gruñe—. Llama a la
policía. Ahora mismo. O lo haré yo.
—E-está bien —tartamudeo, más como una reacción a cuán enojado suena. No
creo alguna vez haberlo escuchado así de enojado—. Te regresaré la llamada en un
segundo.
—Solo cambia a otra línea —dice firmemente—. No quiero colgar.
—Está bien.
Estoy alejando el teléfono para hacer lo que él dice cuando mi puerta es
empujada.
—Willow, cariño, ¿por qué la puerta está bloqueada? —pregunta mi mamá,
tocando la puerta.
Siento que debería sentirme más aliviada al escuchar su voz, y eso probablemente
me hace una persona terrible. Más de lo que ya soy, de todos modos.
Pongo el teléfono de nuevo en mi oído.
—Todo está bien. Es solo mi mamá.
—¿Está segura? —pregunta él, no pareciendo demasiado aliviado, tampoco—.
Si no estás cien por ciento segura, de todas maneras, debes llamar a la policía.
—Estoy segura. Me acaba de hablar a través de la puerta. —Camino a través de
la habitación y abro la puerta—. Lo siento, por preocuparte. Simplemente he estado
muy nerviosa estando aquí sola.
—No tienes que disculparte por preocuparme. Quiero ayudarte en cada
oportunidad que tenga, sin importar que. No me gusta que estés ahí sola.
—Lo sé. Y realmente estoy considerando mudarme. —Agarro el pomo de la
puerta cuando mi mamá toca de nuevo—. Estoy algo feliz de que mi mamá esté aquí.
Ahora puedo hablar con ella acerca de la idea.
—¿De verdad crees que es una buena idea?
—No lo sé, pero al menos tengo que hacerle saber.
—¿Por qué? Ella solo tratará de disuadirte de que no lo hagas.
—Lo dudo. A ella realmente no le importa si estoy alrededor o no. Solo me
quedé tanto tiempo porque me preocupo por ella, no al revés.
—Esa no es la razón por la que pienso que ella va a disuadirte de que no lo hagas
—dice en voz baja—. Creo que va a intentar disuadirte porque has estado cuidándola
por años. Tú pagas sus cuentas, compras su comida, limpias la casa, limpias su
desastre. Y si te vas, va a perder todo eso.
Junto mis labios, inhalando y exhalando por la nariz cuando la verdad de sus
palabras perfora mi corazón.
—Lo sé —susurro—. Ya he pensado en todo eso. —Escucharlo decirlo hace que
mi corazón duela, hace que la brutal verdad sea real. Muy, muy dolorosamente, con
mucho pesar, apenas respirando de verdad—. Todavía tengo que decirle algo a ella.
Y no puedo mudarme hasta que encuentre un nuevo trabajo.
Me doy cuenta de mi resbalón un segundo demasiado tarde.
—¿Qué pasa con el que tienes en la biblioteca?
—Simplemente no paga muy bien.
Cada mentira que pronuncio me hace odiarme aún más.
Mi madre golpea la puerta con tanta violencia que retrocedo.
—Está bien, Willow. Es hora de abrir la puerta.
—Me tengo que ir —digo a Beck—. Te llamaré más tarde.
—Más te vale —dice con preocupación—. O si no, conduciré hasta allí y me
aseguraré de que estás bien.
Una parte de mí nunca quiere devolverle la llamada para que cumpla con su
amenaza. Pero eso no estaría bien. En cambio, estoy de acuerdo, y luego ambos nos
despedimos antes de colgar.
Dejo salir una exhalación gradual. Me preocupaba volver a hablar con él, pero
ahora que lo hice, me siento mejor. No fue tan incómodo como pensé que sería.
Esto podría funcionar.
Ojalá.
Luego, mi buen humor salpica contra el agrietado linóleo cuando abro la puerta.
—Te tomó mucho tiempo. —Sus ojos saltones están inyectados en sangre, su
ropa está manchada de tierra y su cabello grasiento está en un moño desordenado—
. ¿Tienes algo de dinero?
—Um, hola a ti también —digo, tropezando hacia atrás mientras me empuja
para pasar.
—Hola —se queja, dirigiéndose directamente a mi cómoda—. ¿Dónde guardas
el efectivo? No lo recuerdo.
La observo nerviosamente mientras abre el cajón superior.
—¿Qué efectivo?
—La reserva de dinero que mantienes escondido.
Tira el contenido del cajón al suelo, esparciendo mi ropa por todas partes.
—Sí, no tengo mucho una reserva de efectivo. —Cruzo la habitación y agarro su
mano cuando está a punto de sacar otro cajón—. Gasto casi cada centavo que gano
en las facturas y el pago de tus estúpidas deudas.
Ella sacude su brazo hacia atrás.
—¡Eso es una tontería! ¡Sé que tienes dinero extra! ¿De qué otra manera podrías
pagar todas esas cosas?
—¿Qué cosas? —pregunto con honesta confusión. No tengo mucho de nada.
—Tu auto, esos libros escolares que tienes. —Arrastra sus dedos por su cara tan
ásperamente que deja marcas rojas en su piel—. Mejor aún, ¿dónde está todo ese
dinero que estabas ahorrando para la matrícula? Déjame tener algo de eso.
—Ese dinero se ha ido —digo, molesta que tenga la audacia de pedirlo.
—¿Se ha ido a dónde?
Explora la habitación en pánico.
—Para pagar mi matrícula. Y como he estado yendo a la escuela por algunos
meses, debes saberlo.
—¿Tú vas a la escuela? ¿Desde cuándo?
Muerdo mi lengua y la miro fijamente, odiando que sea así, odiando que sea mi
madre, tal vez incluso odiándola, lo que solo hace que me odie a mí misma.
Sus ojos se posan en mí, y el pánico en su expresión se desvanece cuando se
acerca hacia mí.
—¿Sabes lo que no hemos hecho en mucho tiempo?
Su sonrisa se ve completamente equivocada.
—Todo —digo, incapaz de detenerme.
—Eso no es cierto. Hacemos cosas todo el tiempo.
Quiero señalar todas las razones por las que se equivoca, pero es probable que
esté drogada, lo que la convierte en una bomba de tiempo que podría destruir la poca
vida que me queda en un instante.
—Como esa vez que fuimos al parque.
Sus labios agrietados se tuercen en una sonrisa forzada.
—La última vez que fuimos al parque, yo tenía cinco años.
Y papá todavía estaba aquí.
—Oh, eso no es cierto. —Envuelve sus brazos a mí alrededor y comienza a
mecerme de un lado a otro como lo hacía cuando era niña—. Te amo. Lo sabes,
¿verdad?
Cuando era pequeña, amaba cuando decía esto. Ese sentimiento se desvaneció
en el momento en que cumplí doce años y me di cuenta de que solo decía esas
palabras cuando estaba en problemas y necesitaba mi ayuda para rescatarla de
cualquier problema en el que se hubiera metido.
—¿Dónde está tu nuevo esposo? —pregunto, preocupada de que pueda estar en
la casa en algún lugar.
Ella se inclina hacia atrás para mirarme a los ojos, teniendo dificultades para
concentrarse en un punto.
—¿Quién te dijo que me casé?
Me encojo de hombros.
—El dueño de un bar te escuchó hablar de eso.
—Oh. —Frunce el ceño—. Bueno, eso fue un error.
—¿Entonces no te casaste?
—No, lo hice. Pero no funcionó.
—Solo ha pasado, como, una semana.
Ese podría ser un nuevo récord para ella.
Desecha el comentario con un movimiento de su muñeca.
—La mayoría de los matrimonios en Las Vegas solo duran hasta que el alcohol
y las drogas desaparecen.
Noto sus ojos inyectados en sangre.
—Entonces, ¿por qué decidiste no quedarte casada con él?
—Porque él era aburrido, molesto y seguía mirando a otras mujeres. —Rechina
los dientes una y otra vez como si de alguna manera pudiera alejar el recuerdo de su
breve matrimonio—. Pero eso está bien. Tengo mejores cosas que hacer.
—¿En serio?
Lo dudo. Por lo general, cuando la botan, tiene un festival de gritos en el piso
del baño.
Asiente, su mandíbula aún apretada, sus ojos prácticamente saltando fuera de su
cabeza.
—Solo necesito otra dosis, y estaré bien. —Me mira, suplicando—. Pero no
puedo hacer eso a menos que tenga algo de dinero.
Me alejo de ella.
—No te voy a dar dinero para comprar drogas.
—¿Por qué no? —Se rasca el brazo repetidamente, dejando marcas de
arañazos—. Lo has hecho antes.
—Sin saberlo.
—Pero eso no lo hace diferente.
—Sí, lo hace. Me hace una facilitadora.
—¿Qué demonios significa eso? —La rabia en sus ojos me hace retroceder.
Cuando se da cuenta de mi nerviosismo, la ira se borra y me ofrece una sonrisa
plástica—. Vamos, Willow. Solo ayuda a tu madre. Te prometo que será la última
vez que te pida ayuda.
—N-no, no lo haré.
Me mantengo firme, cruzando mis brazos, negándome a retroceder.
Sus labios se contraen y sus dedos se enroscan en puños.
—Eres una mocosa tan ingrata que solo se preocupa por sí misma.
Sacudo mi cabeza, detestando las lágrimas que se acumulan en mis ojos.
—¿Sabes lo que estuve haciendo la semana pasada mientras estabas
desaparecida? He estado dando vueltas por el apartamento porque he estado
preocupada por ti.
—¿Por qué te preocuparías por mí? —Me mira como si fuera una idiota—.
Estaba pasando el mejor momento de mi vida.
—No sabía eso —digo furiosamente—. No me dijiste a dónde ibas.
—¿Cómo esto es mi culpa? No es como si tuviera un teléfono para poder
llamarte.
—Podrías haberte detenido antes de irte y al menos hacerme saber dónde estabas
—le digo—. Pero eso ni quisiera importa. El punto es, que nunca debería haber
estado aquí, porque ya no debería estar viviendo aquí. Este lugar es una mierda, los
vecinos son una mierda, y me tú me tratas como una mierda, sin embargo me quedo
aquí porque me preocupo que vengas a casa un día con demasiadas drogas o alcohol
en tu sistema, y nadie estará aquí para llevarte al hospital.
Pone los ojos en blanco.
—No moriría si a eso a es a lo que te refieres. Conozco mis límites.
—Lo dice cada drogadicto siempre.
Las palabras se resbalan de mi lengua sin pensarlo, sorprendiéndome tanto como
a ella.
—¡Cállate de una puta vez! —grita, luego gira alrededor y desliza su mano sobre
mi cómoda, enviando todos mis globos de nieve al suelo. El vidrio se rompe. Agua
derramándose por todos lados.
Roto. Todo está roto.
—¡Ves lo que me haces hacer! —grita mi mamá, con ojos desorbitados—. ¡Si
solo me hubieras dado el maldito dinero!
—¡Los rompiste todos! —susurro, lágrimas acumulándose en mi ojos—. Papá
me dio esos. Era la única cosa que tenía de él.
—¿Tú papá? —Su risa afilada hace que más lágrimas llenen mis ojos—. Noticias
de última hora, Willow. A tu padre no le importas, así que no sé por qué te importaría
cualquier cosa que te dio. ¡A nadie le importas! ¡Y entre más pronto aprendas eso,
mejor estarás!
Con eso, sale furiosa de la habitación, cerrando de golpe la puerta detrás de ella.
No la persigo. Me quedo congelada en el lugar, mirando fijamente los globos de
nieve rotos, los únicos artículos que me quedaban de mi padre.
A él no le importas.
A él no le importo.
A nadie le importas.
Tal vez debería alegrarme que estén rotos. Quizás nunca debería habérmelos
quedado para empezar. Ese pensamiento no lo hace más fácil cuando despego mis
pies del piso y me dirijo a buscar una bolsa de basura para limpiar el desastre.
Mi madre ya se ha ido cuando entro a la cocina, y si bien estoy asustada de dónde
podría estar y lo que podría estar haciendo, no la quiero aquí.
Cuando regreso a mi habitación, empiezo a levantar el vidrio roto. Con cada
pedazo que tiro, una lágrima cae de mi ojo. Cuando termino, estoy sollozando.
Me hundo en el suelo y abrazo mis piernas contra mi pecho, permitiéndome
llorar por un minuto o dos hasta que estoy a punto de enloquecer. Luego vuelvo a
cerrar las compuertas, atrapando el dolor y preocupación dentro.
A trompicones me pongo de pie para tomar mi teléfono, noto una solitaria esfera
de nieve detrás de la parte trasera de la cómoda. Me arrastro hacia allá para ver cuál
sobrevivió y no sé si sonreír o fruncir el ceño a la Torre Eiffel dentro de la esfera de
vidrio.
No sé lo que eso significa o si significa algo, pero levanto el globo de nieve que
Beck me dio y lo meto en la seguridad del cajón de mi cómoda. Luego, tomo mi
teléfono de mi cama para llamar a Wynter y hacer algo completamente fuera de lo
ordinario para mí: preguntarle si puedo mudarme con ella sin un nuevo trabajo en
línea, sin tener un plan. No quiero hacerlo. No quiero saltar a algo sin saber que
puedo manejar toda la situación. Pero quedarme aquí ya no es una opción. No
después de esto.
Marco su número, sentada en mi cama, conteniendo la respiración.
—Hola —responde Wynter el teléfono alegremente—. En realidad estaba a
punto de llamarte y ver si querías ir de compras conmigo. Necesito un vestido para
esta estúpida fiesta que mis padres tendrán.
—Me encantaría ir, pero tengo que trabajar —digo, mordiéndome la uña.
—Está bien, ¿qué pasa? Sé que algo pasa cuando dices cosas como que te
encantaría ir de compras conmigo.
—Necesito un favor.
Solo tres palabras, pero se necesita toda mi fuerza para que dejen mis labios.
—Por supuesto. —Suena sorprendida—. ¿Qué pasa?
—Necesito un lugar para vivir. —La vergüenza me estrangula—. Sé que dijiste
que Luna podría mudarse, y pensé que tal vez podría rentar su habitación por poco
tiempo.
No responde de inmediato, haciendo que mi ansiedad se dispare.
—Realmente desearía que hubieras llamado hace unos días. —Su tono transmite
remordimiento—. Acabo de arrendarle la habitación a alguien más. Incluso hice que
firmara un contrato.
Mi pecho se contrae, exprimiendo cada onza de oxígeno fuera de mí.
—Está bien. —Fuerzo un tono falso y tranquilo—. Estoy segura que encontraré
otro lugar para alquilar.
—¿Quieres que vaya a buscar apartamentos contigo? —pregunta—. Podemos
comenzar visitando los lugares alrededor del campus.
—Eso está bien —miento, sabiendo que todos esos lugares están llenos—. Creo
que simplemente iré después de clases mañana.
—¿Estás segura? En verdad no me molesta ir contigo.
—Todo bien.
Estoy bien. Bien. Bien. Bien. La palabra realmente está empezando a perder todo
significado.
—De acuerdo, entonces hazme saber si cambias de parecer. —Hace una pausa—
. Aunque, podría conocer a alguien que podría alquilarte una habitación a bajo
precio.
Un destello de esperanza brilla dentro del mar de desesperación en el que me
estoy ahogando.
—¿En serio? ¿Quién?
Vacila.
—Beck.
El destello de esperanza se convierte en un fino rastro de humo.
—Creo que primero veré los apartamentos y veré cómo sale eso.
Suspira.
—Está bien, pero solo para que lo sepas, dudo que hayan muchos para alquilar
durante la mitad del año. Sería un poco más fácil si simplemente te quedas con él.
Siempre podrías mudarte al final del año cuando haya espacios disponibles.
Quiero explicarle por qué no puedo vivir con Beck, pero temo que estaré
abriendo la caja de pandora.
—Lo pensaré.
—Bien. —Parece relajarse—. Déjame saber lo que decidas.
—Lo haré.
Nos despedimos y luego terminamos la llamada. Me acuesto en mi cama y me
acurruco en una bola, deseando que la vida fuera más fácil, simple y menos
complicada.
Deseando no sentirme como si estuviera ahogándome y a punto de ser forzada
a tomar mi última respiración.
CAPÍTULO 18
Beck
Estoy trabajando en la oficina de mi papá, acomodando archivos en su
computadora, intentando no preocuparme porque Willow no me ha llamado,
cuando mi teléfono suena.
Me inclino en la silla para sacarlo de mi bolsillo, esperando que la llamada pueda
ser de Willow ya que me dijo que me llamaría. Pero el nombre de Wynter destella en
la pantalla, y dudo, inseguro de que contestar. Sí, Wynter es mi amiga y todo, pero
ella puede ser realmente un dolor en el culo algunas veces, al menos para mí. Pero
ignorarla parece un movimiento algo idiota, así que presiono el botón para hablar y
lo coloco en mi oído.
—¿Qué? —contesto, balanceando el teléfono entre mi hombro y mi oído así
puedo continuar trabajando y no prolongar mi tiempo aquí.
—Vaya, forma de saludar a una amiga —contesta—. Dios, Beck, ¿qué fue lo que
hice para molestarte?
Presiono algunas teclas.
—¿Realmente quieres que conteste a esa pregunta?
—Probablemente no —contesta con un suspiro—. Oye, ¿has hablado con
Willow hoy?
—Sí, me llamó esta mañana. —Hago una pausa mientras me topo con un
archivo etiquetado como “Negocios Personales” es un archivo que mi papá
mencionó era uno con el que no debía involucrarme. Curioso, doy doble clic y abro
el contenido. Luego mi mandíbula cae. Mierda—. Se supone que me llamará más
tarde hoy. Sí no lo hace, voy a llamarla cuando salga de trabajar.
—Bueno, creo que deberías llamarla pronto.
La urgencia en su tono hace que me enderece en la silla.
Muevo mis manos fuera del teclado y me inclino hacia atrás en la silla.
—¿Qué sucedió?
—Realmente no estoy segura. Ella me llamó hace cerca de veinte minutos,
sonando molesta y preguntándome si podía rentarle la otra habitación. Cuando le
dije que acababa de alquilarla a alguien, se molestó incluso más, sin embargo estaba
intentando esconderlo. No sé por qué siempre quiere fingir que todo está bien cuando
no es así. Es por eso que termina teniendo crisis nerviosas.
—Sí, lo sé —murmuro, golpeando los dedos contra el escritorio—. Sin embargo,
¿ella no dijo por qué estaba molesta?
—No, pero me di cuenta de que no solo tenía que ver con no poder alquilarle
una habitación. Estaba molesta antes de eso.
—Deberías haberle dicho que podría dormir en tu sofá. Ella odia pedir ayuda, y
si te buscó... —Trago saliva—, algo debe haber sucedido.
—Mierda. Ni siquiera pensé en lo del sofá. Sin embargo, le dije que debería
mudarse contigo.
—Apuesto a que salió bien.
—Sí, no parecía demasiado emocionada al respecto. ¿Por qué es eso?
—No es asunto tuyo.
—Ja, si realmente crees eso, entonces no me conoces en absoluto.
—No, te conozco —digo agotado—. Pero tenía que intentarlo.
—Bueno, deja de intentar y confiesa. —Hace una pausa—. ¿Ustedes dos hicieron
algo de nuevo?
Espero un segundo demasiado para responder.
—¡Lo hiciste! —grita—. Oh, Dios mío, le dije a Willow que esto iba a suceder.
Que tarde o temprano ustedes dos follarían como locos.
—No follamos. Solo nos... besamos.
Y tocamos. Y molimos. Y jodidamente nos besamos de nuevo.
—Oh, Dios mío, suenas tan excitado en este momento —se queja—. Es muy
desagradable.
—¿Y qué? —Ni siquiera me molesto en tratar de negarlo—. Fue un puto beso
caliente.
—Demasiada información, Beck.
—Tú fuiste quien lo mencionó.
Deja salir una exhalación exasperada.
—¿Sabes qué? Creo que obtendré los detalles de Willow. Tus detalles vienen con
demasiados ruidos que preferiría no escuchar.
—¿Por qué necesitas detalles? Realmente no es asunto tuyo.
—¿Por qué haces eso? —chasquea—. ¿Por qué actúas como si fuera una mala
persona?
—No actúo como si fueras una mala persona —respondo—. Simplemente no sé
por qué necesitas saberlo todo. Además, si le preguntas a Willow sobre el beso, ella
se enojará más.
—¿Por qué? —pregunta—. ¿No le gustó?
—No..., creo que sí lo hizo. —Me paso los dedos por el cabello y me recuesto en
la silla—. Sabes sobre su regla de no tener citas, ¿verdad?
—Sí, lo mencionó una vez, pero no pensé que hablaba en serio.
—Bueno, lo hacía, y ahora que nos besamos... —Estoy a un paso de tocarme a
mí mismo mientras las imágenes de Willow y yo besándonos inundan mis
pensamientos—. Bueno, digamos que está intentando todo lo posible para asegurarse
de que no vuelva a suceder.
—¿Pero quieres que vuelva a suceder?
—Um, sí. Pensé que era bastante obvio con los ruidos que estaba haciendo.
—Dios, eres tan asqueroso —murmura—. De todos modos, nos estamos
saliendo del tema. Llamé para contarte que Willow estaba molesta porque sabía que
querías encargarte de ella.
—He estado tratando de hacerlo. —Me inclino hacia adelante y bajo mi cabeza
hacia mi mano—. Le ofrecí dejarla mudarse conmigo una y otra vez, pero es muy
terca. Entonces, si tienes alguna idea, por favor compártela conmigo. Realmente me
gustaría sacarla de esa mierda en la que vive ahora. Ese lugar es sospechoso como la
mierda.
—Solo has lo que siempre haces —contesta en un azucarado tono dulce—.
Pestañea tus ojos azul bebé para salirte con la tuya.
—Jodidamente yo no hago eso.
—Lo haces todo el maldito tiempo, y creo que lo sabes.
—Lo que sea. —Levanto mi cabeza de mi mano y me enderezo—. Voy a colgar
así puedo llamar a Willow.
—Déjame saber cómo va todo. Me preocupo por ella.
—También yo.
Más que nada.
Después de colgar, marco el número de Willow. La llamada va directamente al
buzón de voz, y segundos después, recibo un mensaje de texto.
Willow: Hola. Estoy en el trabajo, así que no puedo hablar. No salgo hasta tarde así que
¿puedo llamarte mañana?
Yo: De hecho, ¿podemos pasar el rato mañana? Realmente necesito hablar contigo.
Willow: Seguro. ¿Todo está bien? Sonabas un poco irritado en el teléfono.
Niego con la cabeza. Dejarla que se preocupe por mí cuando ella está enterrada
hasta la barbilla en estrés.
Yo: Estoy bien. Lo juro. Solo realmente quiero verte.
Entonces, como un pensamiento tardío, agrego: Te extraño.
No responde en ese momento, así que comienzo a preocuparme que la asuste.
Entonces mi teléfono vibra con un mensaje entrante.
Willow: También te extraño. Tengo clases mañana. Salgo a las dos si quieres pasar por
ahí. Tengo trabajo después. Tal vez podamos conseguir algo para comer o algo.
La inquietud en mi pecho se relaja ya que ella está cooperando. Por otra parte,
no sabe de qué quiero hablar.
Yo: Suena bien. Si también quieres llamarme cuando salgas del trabajo, puedes
hacerlo. De hecho, desearía que lo hicieras.
Willow: Si no es demasiado tarde.
Suspiro, sabiendo que aún no estará agradecida al menos saldrá conmigo
mañana.
Yo: Siempre puedes llamarme. Cuando. Donde quiera. En cualquier momento que lo
desees.
Termino los mensajes en ese momento, luego trato de dejar de lado mis
preocupaciones por Willow por el momento y conecto mi teléfono a la computadora.
Luego copio los archivos de la carpeta de negocios personales de mi padre, archivos
que estoy seguro de que prueban que ha cometido fraude fiscal. Todavía no estoy
seguro, pero conozco a una chica muy inteligente que podría ayudarme a
comprenderlos mejor. Y aunque no sé qué haré si descubro que la información es
verdadera, no está de más tener a mano algún material de chantaje en caso de que se
niegue a dejar de chantajearme para que trabaje para él.
Una vez que descargo todos los archivos, guardo mi teléfono y busco un trozo
de papel para resolver un problema que necesita solución desesperadamente:
Convencer a Willow de que se mude conmigo.
Si bien no creo que lograr que esté de acuerdo sea fácil, podría tener una idea
para ayudarla a ver por qué vivir conmigo es mejor que vivir con su madre. Una
forma de ayudarla a comprender. Una manera que ella entiende.
Presiono el bolígrafo sobre el papel y empiezo a escribir una lista.
CAPÍTULO 19
Willow
El trabajo es pérdida de tiempo. Van sigue recordándome que pronto estaré en
el escenario, incluso llegado tan lejos de discutir que ropa debería llevar. Para el
momento de marcharme, estoy exhausta, preocupada, asustada y me siento muy
sucia. Mi miedo solo se duplica cuando me percato del Mustang en el
estacionamiento. Gracias a Dios no estoy sola y tengo a Rowan, una de las
bailarinas, caminando junto a mí hasta el auto.
—Cuando empieces en el escenario, deberías tener mucho cuidado al salir —me
dice mientras fuma un cigarrillo. Ella está llevando una chaqueta de cuero sobre unos
shorts de lentejuelas y un top de bikini, la ropa que lleva en el escenario—. Muchos
tipos van a intentar pasar tiempo contigo, pero ellos necesitan pasar por Van para
hacerlo.
Casi paro en seco.
—¿Eso pasa aquí?
Expulsa el humo de sus labios mientras me lanza una mirada obvia.
—Um, sí. ¿Para qué pensabas que era la habitación de atrás?
—No lo sé. —Subo la cremallera mi chaqueta—. Pensaba que tal vez era el
almacén.
Se ríe, apagando su cigarrillo.
—Van tiene razón. Definitivamente vas a sacudir el escenario con toda esa
inocencia.
Le ofrezco una tensa sonrisa sin molestarme en mencionar que renunciaré antes
de que eso suceda. Solo desearía encontrar un maldito trabajo para ese momento.
—Bueno, gracias por acompañarme a mi auto.
—Sí, no hay problema.
Coloca el cigarrillo entre sus labios antes de girarse y marcharse caminando.
Me atrevo a echar una mirada al interior del Mustang mientras meto mi llave en
la puerta. Dane no está dentro, afortunadamente, pero mis nervios no disminuyen
mientras abro la puerta y subo.
En el segundo en el que mi trasero golpea el asiento bajo el seguro del auto.
Entonces meto la llave en el arranque del motor y…
Glug. Glug. Glug… El maldito motor no enciende.
Pongo mi palma contra el volante, entonces deslizo mi mano en el bolsillo de mi
chaqueta para coger mi teléfono, sin saber a quién llamar debido a que nadie sabe
que trabajo aquí. Bueno, excepto mi madre, pero no sería de ayuda aunque
consiguiese comunicarme con ella.
—¿Problemas con el auto?
El sonido de la voz de Dane envía una oleada de miedo a través de mis venas.
Tragando fuerte, fijo mi atención en mi teléfono.
—Estoy bien.
Abro mis mensajes de texto, desplazándome por mis contactos, pretendiendo
estar calmada cuando estoy a un golpe en la ventana que hay junto a mí de orinarme
en los pantalones. Mi corazón únicamente late con más fuerza cuando Dane intenta
abrir la puerta.
—Vamos; déjame entrar —dice, sacudiendo la manija de la puerta—. Arrancaré
el auto por ti. Y ni siquiera te cobraré en efectivo.
—Lárgate.
Toco el claxon y él se sobresalta.
Entonces se recupera rápidamente, presionando su frente en mi ventana.
—Toca el claxon todo lo que quieras, cariño. Nadie puede escucharte aquí. E
incluso si lo hicieran, no les importaría.
Él tiene razón. Bueno, en su mayoría excepto por Everette. A él le importó.
Pero no está aquí, ¿verdad?
Y el único otro chico en tu vida que es protector contigo se encuentra a cincuenta
kilómetros de distancia y no sabe nada sobre tu pequeño y sucio trabajo secreto.
No, tendrás que lidiar con esto por tu cuenta.
Alcanzo mi spray de pimienta, y empiezo a bajar mi ventana, preparada para
rociarle en la cara. Pero me paralizo cuando un Mercedes llega junto mi auto. El terror
se azota a través de mí mientras un hombre en sus cuarenta con una camisa con
botones y jeans baja y da un paso hacia la parte frontal de mi auto.
Dios mío, voy a morir esta noche, ya sea a manos de Dane o por las del hombre
que claramente me está acechando por razones que probablemente tiene que ver con
mi madre.
Tú no vas a morir. Solo arregla el problema. Llama a Beck porque es eso o dejar que Dane
o el tipo rico acaben contigo.
Mis dedos tiemblan mientras empiezo a marcar el número de Beck, lista para
aceptar las consecuencias de mis acciones y rezando para no perderlo. Pero me
detengo cuando el tipo mayor se dirige a Dane, le golpea con sus palmas contra su
pecho, y lo empuja al suelo.
—¿Qué demonios? —grita Dane, arrastrándose con sus pies.
El hombre pone su bota encima del pecho de Dane, manteniéndolo en el suelo.
—Si te atreves a acercarte a ella nuevamente, acabaré contigo. ¿Entendido?
Mi mandíbula casi golpea mis rodillas ¿Quién demonios es ese tipo duro?
—Que te jodan viejo —escupe Dane, luchando por levantarse—. Esto no es de
tu incumbencia.
Su cara se arruga de dolor cuando el hombre apoya más de su peso en el pecho
de Dane.
—No creo que realmente estés en condiciones de decidir eso. ¿Entiendes? —
pregunta el hombre arremangándose y revelando sus musculosos y tatuados brazos—
. Ahora, moveré mi pie. Tienes exactamente cinco segundos para levantarte, meterte
en tu auto, conducir fuera de aquí y nunca jamás volver.
Con eso, retrocede, quitando su pie del pecho de Dane.
Dane se levanta, cerrando sus manos en puños.
—Vas a lamentar haber hecho esto.
—Uno.
El hombre empieza a contar sonando un poco aburrido.
Dane escupe en el suelo, como si eso probara que es un tipo duro.
—Dos —continua el hombre, y Dane ensancha los ojos de brevemente—. Tres.
Dane se da la vuelta y corre a toda velocidad a su auto. El hombre continúa
contando mientras Dane enciende el motor. Llega a cinco cuando el Mustang sale
volando del estacionamiento, dejando una nube de polvo detrás. Una vez que las
luces traseras han desaparecido de la carretera el hombre se gira hacia mí.
—¿Estas bien? —pregunta cautelosamente.
—Um… Sí…
No sé qué decir. ¿Por qué ha hecho lo que ha hecho? Si él espera algún tipo de
pago…
Él debe leer mi vacilación porque dice:
—Solo quería ayudar. Eso es todo.
—Bien… Gracias. —Miro sus ojos, que lucen sorprendentemente familiares bajo
el brillo de la farola—. ¿Te conozco?
En vez de responder, camina hacia la parte delantera del auto.
—Levanta el capo, y veré si puedo averiguar por qué no arranca.
El hecho de que sepa sobre los problemas de mi auto me pone de nuevo al límite.
—No puedo pagarte —digo—, ni con dinero ni con cualquier otra cosa.
Sus ojos se agrandan, y entonces inmediatamente sacude la cabeza.
—No quiero nada.
—¿Entonces por qué estás haciendo esto?
—Para ayudarte.
No sé si debería confiar en él, pero las puertas están bloqueadas y el spray de
pimienta está en mi mano por si lo necesito.
—Bien.
Tiro de la palanca que levanta el capo.
Él gira el pestillo por debajo y levanta el capó, desapareciendo de mi vista.
Contengo la respiración mientras trabaja, tengo mi dedo sobre el número de
contacto de Beck, preparada para llamar si lo necesito. Pasan varios minutos antes
de que el hombre se asome sobre el capó.
—Gira la llave y mira si arranca —dice.
Giro la llave y respiro libremente de nuevo mientras que el motor vuelve a la
vida.
El hombre baja el capó y camina hacia la ventanilla del conductor ahora con sus
brazos cruzados manchados de grasa.
—Creo que realmente deberías pensar en comprar un auto nuevo. Lo he
arreglado temporalmente pero el motor está a punto de caerse a pedazos.
—Gracias por el consejo —digo, moviendo mi pie hacia el acelerador, ansiosa
por largarme de aquí—. Y gracias por arreglar mi coche temporalmente.
—No hay de qué. —Baja su cabeza para poner su mirada al nivel de la mía, y
otra vez, me sorprende una extraña sensación de familiaridad—. Realmente me
gustaría ayudarte a conseguir uno.
Demasiado para una acción de buen tipo.
—Ya te dije que no soy ese tipo de chica.
—¿Qué tipo de chica piensas que creo que eres? —pregunta, formándose una
arruga entre sus cejas.
—El tipo de chica que… —Mis mejillas se calientan y las palabras no salen de
mi boca. Señalo el club—. El tipo de chica que se puede comprar.
Conmoción pasa por sus ojos mientras se sacude hacia atrás.
—Eso no tiene nada que ver con esto.
—Debe haber algo que quieras —estallo—. De lo contrario no te ofrecerías a
ayudarme a comprar un auto.
Se acerca unos centímetros, metiendo sus manos en sus bolsillos.
—En realidad hay algo que quiero.
Sacudo la cabeza, preguntándome por qué aún sigo aquí.
—Por supuesto que lo hay.
—Tu tiempo —enfatiza—. Eso es todo.
Mi mano en el volante comienza a temblar mientras la furia arde bajo mi piel.
—Solo puedo adivinar lo que haríamos mientras pasamos tiempo juntos.
—¿Puedes parar de decir esa clase de mierdas? Esto no tiene que ver con eso.
Él luce horrorizado. No, más que eso. Luce totalmente enfermo, como si
estuviera a punto de vomitar sobre la gravilla.
No sé cómo hace clic o por qué. Todo lo que sé es que en un momento estoy
mirando a un extraño que ha salvado mi trasero de Dane, y al siguiente, estoy
mirando a mi padre. Solo que es quince años mayor del él que recuerdo.
—Willow, por favor solo escúchame —dice, probablemente viendo el
reconocimiento en mi cara.
Sacudo mi cabeza, poniendo el auto en marcha.
—Aléjate de mí —grito antes de salir del estacionamiento.
Conduzco como una loca de vuelta al apartamento, comprobando el revisor a
menudo para asegurarme de que no me sigue. Él no lo hace, y no sé lo que eso
significa. ¿Intentará hablar conmigo de nuevo o se marchará? No sé cuál respuesta
me asusta más. En el momento en el que me detengo delante del apartamento, mi
piel esta húmeda por un inminente ataque de pánico.
Estaciono el auto, salgo y entro a la casa. Voy directa a la habitación de mi madre
y empiezo a buscar en cajas y cajones, buscando algo—cualquier cosa—que pudiese
probar que ese hombre no es mi padre. Que él no acaba de intentar volver a mi vida
después de dejarme con una madre que no podía cuidar de sí misma, y mucho menos
de una niña.
Cuando era pequeña, pasé noches pensando en la idea de que posiblemente
había muerto y ese era el por qué nunca regresó. Dolía pensar que él estaba muerto,
pero dolía lo mismo pensar que tal vez ya no me quería.
Después de casi desordenar la habitación, encuentro lo que estoy buscando
escondido debajo del colchón. Mi madre dijo que tiró todas las cosas de mi padre,
pero yo sabía que estaba mintiendo. Y tenía razón.
Recojo las pocas fotos con la mano y me acuesto en el suelo mientras estudio al
hombre de pie junto mi madre y a mí. Los brazos tatuados. Los ojos familiares. El
hombre del estacionamiento.
Mi pecho palpita con una vieja y dolorosa herida. Pero me niego a llorar más
por mi padre, así que reprimo la tristeza y el insoportable dolor y los encierro con el
resto de problemas con los que no estoy lista para lidiar.
Sé que solo estoy ganando tiempo. Tarde o temprano todo esto va a alcanzarme.
CAPÍTULO 20
Willow
Mi mamá no vuelve a casa esa noche, y una parte de mí está contenta. No quiero
verla ni a ella ni a mi papá todavía. Honestamente, no estoy segura de querer volver
a ver a ninguno de ellos, aunque me siento culpable y enferma por pensar cosas tan
horribles.
Considero faltar a clase de química al día siguiente para evitar otro problema con
el que no estoy lista para lidiar, pero nunca he sido una para faltar a clase, así que
conduzco a la escuela, preocupada de que mi empleo actual sea el tema de jugosos
chismes. Aparentemente, Everette no es muy chismoso, sin embargo, algo que
descubro después de clase cuando me lo encuentro en el pasillo.
Literalmente.
—Oh, Dios mío, lo siento mucho —balbuceo una disculpa, tropezando detrás
de él, sintiéndome como una idiota por chocar contra él mientras miraba mi teléfono.
Estaba distraída, revisando mi correo electrónico para ver si alguno de los empleos
que solicité me respondió.
Un par de lugares me ofrecieron un puesto, pero no pagan mucho. Aun así,
podría salir aceptando dos si es necesario.
Everette me ofrece una sonrisa comprensiva.
—Está bien. Tampoco soy muy bueno enviando mensajes de texto mientras
camino.
—Aun así, debería saberlo después de chocar con las personas varias veces.
Le devuelvo la sonrisa, el nerviosismo burbujeando en mi estómago porque sabe
mi secreto.
—Estoy seguro de que todo el mundo lo hace. —Mira por el pasillo y luego se
inclina, agarrando el libro que tiene en la mano—. Me alegro de haberme encontrado
contigo. Quería asegurarme de que estabas bien.
—Sí, estoy bien —murmuro en voz baja, la ansiedad corriendo por mis venas.
—No quiero que te sientas incómoda, y te prometo que no volveré a mencionarlo
—dice en voz baja—. Pero saliste corriendo tan rápido... Me puso nervioso que tal
vez ese tipo te lastimo o algo.
—No es por eso que me escapé. —Ajusto la correa de mi bolso más alto en mi
hombro y miro alrededor del pasillo, en su mayor parte vacío—. Me sorprendió ver
a alguien conocido allí.
Asiente en comprensión.
—No le diré nada a nadie. Todos tenemos cosas que no queremos que otras
personas sepan, ¿verdad?
Asiento, sorprendida por su sinceridad.
—Gracias. Te lo agradezco mucho.
Sonriendo, abre la boca para decir algo, pero Beck se acerca.
—Hola. —Se detiene a mi lado, de pie tan cerca que nuestros hombros de tocan.
Su mirada rebota entre Everette y yo antes de aterrizar en Everette—. ¿Qué hay de
nuevo?
—No mucho. —Everette mete el libro en el bolsillo trasero de sus descoloridos
jeans—. ¿Volverás a jugar al fútbol este fin de semana?
—Estaba pensando en ello, pero necesito comprobar algunas cosas primero.
Beck se calla y se frota la nuca.
Everette levanta la frente como ¿ya?
—Supongo que te veré allí, entonces. —Me mira—. ¿Nos vemos en clase la
siguiente semana?
Asiento, y luego se dirige hacia el pasillo, sacando el teléfono de su bolsillo.
Giro nerviosa hacia Beck. No lo he visto desde que le di la lista. Honestamente,
no sabía cómo me iba a sentir al estar cerca de él de nuevo, si lo hubiera perdido.
Pero su cercanía parece calmar un poco desastre de mierda que tengo en el pecho.
Lo observo discretamente, mordiendo mi labio. Lleva una camisa gris de manga
larga, jeans y un gorro con unas cuantas hebras de cabello que sobresalen por debajo.
Mis ojos viajan a sus labios, y me encuentro tocando los míos, recordando nuestros
besos, lo suaves que son sus labios, lo maravilloso que se siente morderlos, cómo la
vida se sintió perfecta por un momento. Completa, absoluta y maravillosamente,
sonreír todo el tiempo, revoloteo en mi corazón, el perfecto hormigueo en mi piel.
Pero eso fue solo una ilusión, algo que recordé de ayer.
Rápidamente trato de forzar a salir las imágenes mentales del beso, y mis
sentidos se descontrolan por el olor de su deliciosa colonia, su abrumadora calidez y
mi deseo de volver a tocarlo.
Me clavo las uñas en las palmas de las manos. No te atrevas a hacerlo. Ya tienes
mucho de qué preocuparte.
Beck me mira, con signos de interrogación e incertidumbre inundando sus ojos.
Me pregunto si sacará la lista o si vamos a actuar como si nada hubiera pasado, como
hicimos después del último beso.
—¿Lo conoces? —pregunta Beck, asintiendo en la dirección en la que Everette
se alejó.
—Um, sí. Está en mi clase de química. —Así que no es lo que esperaba que dijera—.
Parece agradable.
Asiente, estudiándome intensamente.
—Lo es.
La extraña y dolorosa mirada en su rostro me hace sentir pérdida.
—¿Cómo lo conoces? ¿Del fútbol?
—Sí, juega en una de las otras ligas de la ciudad, y hemos charlado un par de
veces después de los partidos. —Se remanga las mangas de la camisa, mirando el
pasillo y luego hacia mí—. ¿De qué hablaban antes de que yo llegara?
Me encojo de hombros, odiándome a mí misma por estar a punto de mentirle
una vez más.
—Nada. Solo una tarea.
Se le forma una arruga en las cejas mientras me estudia de nuevo, como si tratara
de desentrañar mis pensamientos.
—Parecía que estaban teniendo una conversación muy intensa.
—La tarea era para un final, y ya sabes cómo me pongo con los finales.
La culpa me rompe el pecho, haciendo difícil que el aire entre en mis pulmones.
No puedo decirle a Beck la verdad. No sobre esto. Lo que puedo hacer es hablar con
él sobre mi padre. No hasta que estemos solos, en caso de que pierda el control.
Vuelve a mirar por el pasillo y luego vuelve a fijarse en mí.
—Tú no estás... ¿Hay algo entre ustedes dos?
—¡Qué! —grito, llamando la atención de las personas que pasan. Me acerco más
a él y bajo la voz—. ¿Por qué pensarías eso?
Se encoge de hombros, con la mandíbula apretada.
—Porque así es como se veía con lo cerca que estaban el uno del otro. Y tenías
esa mirada en tu rostro como si estuvieras relajada.
Inténtalo más como aliviada de que Everette no fuera a contarle a nadie mi
secreto.
Aun así, no quiero que Beck piense que estoy saliendo con alguien,
especialmente después de que hice tanto alboroto por el beso y que nunca
volviéramos a engancharnos.
—Te lo prometo, no estoy viendo a nadie, incluyendo a Everette —le digo, y la
tensión en su cuerpo se afloja—. Deberías saberlo, considerando... bueno, todo.
Mi mirada se magnetiza a sus labios de nuevo mientras las imágenes de nuestros
besos se elevan a través de mis pensamientos. Mi piel se calienta como el chocolate
derretido pegajoso, el chocolate que quiero comer... saborear... y… parpadeo.
Dios mío, ¿qué diablos me pasa? He perdido todo mi autocontrol.
Aterrorizada por mis pensamientos fuera de control, cambio de tema
apresuradamente.
—Así qué ¿qué has estado haciendo durante la última semana? Siento como si
no te hubiera visto en años.
Hace exactamente siete días, desde que te di la lista. ¿Pero quién está contando?
—Sí, lo sé. Quería salir, pero he estado ocupado.
—¿Con la escuela?
Sus hombros se desploman.
—Y trabajo.
—¿Desde cuándo estás ocupado con el trabajo? Pensé que ese era el punto de
tener tu propio negocio y hacer lo que haces: Tienes tu propio horario.
—No con ese trabajo.
Suena irritado, aunque no creo que sea hacia mí.
Meto el libro de texto que estoy sosteniendo en mi bolso.
—¿Tienes otro trabajo? ¿Desde cuándo? Oh, ¿fue por eso que estabas despierto
temprano cuando te llamé ayer?
Asiente y luego me pide que lo siga.
—Vamos. Te lo explicaré mientras caminamos. —Comienza a caminar por el
pasillo y luego se detiene—. Todavía vamos a salir, ¿verdad?
Asiento.
—Por supuesto. Estaba a punto de mandarte un mensaje cuando me encontré
con Everette.
Su labio se curva con molestia al mencionar a Everette, pero cuando se da cuenta
de que lo observo, fuerza una falsa sonrisa.
—¿Quieres ir al café de la esquina? Hay algo de lo que necesito hablarte además
de mi trabajo actual, y ese lugar es bastante tranquilo.
—Suena bien para mí. —Sonrío y me inquieto al pensar en todas las cosas de las
que podría querer hablarme—. No es nada malo, ¿verdad?
Me mira distraído.
—¿Qué?
—De lo que quieres hablar conmigo.
—No, en absoluto. Al menos, no lo creo.
—¿Puedes darme una pista para que no me preocupe? —pregunto mientras
empujamos las puertas y entramos en el calor de la luz del sol.
—¿Cuál sería la diversión en eso?
Se ríe con la mirada en mi rostro y luego me pone el brazo alrededor de los
hombros.
Me tenso por un microsegundo y considero retirarme. Entonces esa sensación de
seguridad toma el control, y me apoyo en él.
Dios, necesitaba esto más de lo que pensaba.
¿Necesitaba? La palabra envía pánico y conmoción a través de mi cuerpo.
Necesidad.
Necesidad.
Necesidad.
El comienzo de la caída de mi madre.
Empiezo a alejarme.
—Relájate. —Sus labios se convierten en una adorable sonrisa sesgada que me
convence de que me quede—. El café está a solo dos minutos.
—Dos minutos enteros —bromeo—. Creo que estás sobreestimando mi
paciencia.
—Normalmente eres bastante paciente.
—No cuando me dices que necesitas hablarme de algo.
—Es solo una idea que tuve —explica mientras caminamos por el césped bajo la
sombra de los árboles.
—¿Sobre qué?
—Sobre que te ayudé a mudarte de ese apartamento.
Reduzco la velocidad hasta detenerme.
—Beck, realmente aprecio tu ayuda, pero...
Pone un dedo sobre mis labios.
—No protestes hasta que me escuches, ¿de acuerdo? Solo dame eso.
Bueno, mierda. ¿Cómo puedo decir que no a eso, especialmente mientras
pestañea esos ojos azul bebé?
Asiento a regañadientes.
—Está bien, te escucharé. —Mis labios se mueven contra su dedo, y su mirada
revolotea hacia mi boca, su lengua se desliza hacia afuera para humedecer sus
labios—. Pero solo porque eres mi mejor amigo.
Mi objetivo es un tono ligero, pero sueno sin aliento.
El deseo arde en su expresión y mi corazón tartamudea por la mirada. Gracias a
Dios que me quita la atención de la boca antes de que me derrumbe en el suelo.
—Esa es la única razón, ¿eh? —se burla—. Entonces, ¿qué significa eso? ¿Que
nunca escuchas a nadie más?
—Normalmente no —bromeo con una voz fuera de tono que me hace
estremecer—. Supongo que deberías considerarte muy afortunado.
Empezamos a caminar de nuevo, entrando a la acera y dirigiéndonos a la
esquina.
—Oh, sí —me asegura, sonriendo de oreja a oreja—, especialmente ahora
mismo.
Mis cejas se hunden.
—¿Por qué ahora?
Me guiña el ojo.
—Estoy aquí contigo.
Pongo los ojos en blanco.
—Eso fue tan cursi.
Me empuja con el hombro.
—No finjas que no te gusta.
Vuelvo a poner los ojos en blanco, pero cuando me vuelve a sonreír y mi corazón
se agita, el miedo me atraviesa. No sé si mis nervios son por el beso o si todo el estrés
que me está afectando me ha convertido en una nerviosa. Pero no me gusta estar
nerviosa cerca de él, no cuando es la única persona que me calma.
—¿En qué estás pensando? —pregunta, de repente también parece preocupado.
—Tarea —miento. Dios, apesto.
La luz del sol se refleja en sus ojos mientras me evalúa.
—¿Estás segura? Pareces... nerviosa.
—Ya deberías saber que solo soy una persona nerviosa —le recuerdo cuando
saltamos de la acera para cruzar la calle.
—Sí, pero también sé que si alguien puede calmarte, soy yo. —Sonríe con
orgullo—. ¿Qué tengo que hacer?
Bésame de nuevo.
Tócame de nuevo.
Haz que vuelva a las estrellas.
¿Qué carajo me pasa?
—Dime de qué quieres hablarme —le contesto cuando llegamos a la entrada de
la pintoresca cafetería—. Y luego tengo algunas cosas de las que hablarte.
Su ceja se eleva al mirarme.
—¿En serio?
Asiento.
—Ayer pasaron muchas cosas. —Cuando sus labios se separan, pongo mi dedo
sobre sus labios como lo hizo conmigo—. Tú hablas primero, y luego lo haré yo.
Lentamente asiente con un desconcertado y pícaro brillo en sus ojos. Pronto
descubro de dónde proviene la mirada cuando quita mi dedo y luego se aleja, dejando
mi mandíbula colgando hasta las rodillas.
Cuando llega a la puerta, la abre y me hace un gesto para que entre primero,
inclinándose como un bicho raro.
—Mi señora.
Eso me tiene riendo.
Él sonríe.
—Sabía que eso te conquistaría.
Pongo mis ojos en blanco, ignorando la tórrida emoción canalizándose alrededor
dentro de mí.
—Eres algo raro.
Entró en la cafetería, oliendo el delicioso aroma del café y de los productos
horneados.
Él deja que la puerta se cierre detrás de nosotros.
—Como si tú no lo fueras.
Me pongo en la fila, mirando el menú en la marquesina.
—No, para nada. Soy lo opuesta a rara.
Él se mueve más cerca, y me pongo rígida, conflictuada, deseando, temiendo.
Deseo. Miedo.
—Primer año en mi fiesta de fin de año escolar —susurra en mi oído—. Pasaste
toda la noche fingiendo que eras un mago y lanzando hechizos mágicos a todos.
Me toma un momento escuchar sus palabras a través de la neblina en mi cerebro.
—Estaba borracha. —Mi voz sale ronca, y rápidamente me aclaro la garganta—
. Normalmente, no hago ese tipo de cosas.
—El comienzo del segundo año —dice—. Me hiciste disfrazarme con toda esa
mierda extraña de steampunk6 que coleccionas.
—Oye, no sé por qué eso me hace rara. —Una pizca de sonrisa surge en mis
labios—. Tú eres quien se disfrazó.
Me pellizca ligeramente la cadera, y mi cuerpo se sacude, mi espalda se arquea
hacia él y mi trasero roza sus caderas. La tensión se electrifica cuando ambos nos
congelamos. Beck comienza a respirar ruidosamente. O tal vez yo lo hago. Es
realmente difícil saber cuándo estamos tan cerca.
¿Qué demonios está pasando? Es como si esos besos rompieran mi capacidad de pensar con
claridad.
—¿Qué le sirvo? —pregunta la cajera, apagando el momento.
Salto hacia adelante, respirando para calmar mi loco corazón.
Maldición. Debería haber puesto una regla de no tocar en la lista. Pero realmente
no pensé que las cosas fueran tan malas entre nosotros. Nunca lo han sido antes. Por
otra parte, nunca he apretado las caderas contra Beck hasta que me desmoroné. Una
y otra y otra vez…
—Señorita. —La cajera me mira como si fuera el bicho raro que Beck acaba de
acusarme de ser—. ¿Va a ordenar algo?
Echo un vistazo desde el menú a ella.
—Um...
—Ella tomará un café con leche. —Beck camina a mi lado, una sonrisa fantasma
bailando en sus labios—. Y yo tomaré un moca capuchino. Y ambos ordenaremos
sándwiches de jamón y pavo.
Le sonrío agradecida, y él me guiña un ojo antes de volver a la cajera.
Ella le sonríe a Beck, retorciendo un mechón de su glamuroso cabello alrededor
de su dedo, con ojos de corderito.
—¿Quieres alguna galleta para acompañar? Son dos por un dólar.
Beck me mira, parece muy divertido.
—¿Qué piensas, princesa? ¿Quieres algo dulce para picar?
Lucho contra la abrumadora necesidad de mirar su boca nuevamente.
—Por supuesto.
Sus ojos brillan de alegría mientras mira de nuevo a la cajera.

6
Steampunk: Genero de fantasía y ciencia ficción cuyas obras se remontan a un mundo donde la
principal fuente de energía es el vapor, aunque también aparecen inventos tecnológicos ficticios o
elementos de ciencia ficción. Julio Verne y H.G. Wells son algunos de los precursores con obras como
la máquina del tiempo o La guerra de los mundos
—Tomaremos dos con chispas de chocolate.
La mirada de ella baila entre nosotros dos. Luego se desenreda el cabello de su
dedo y toma la orden.
—Serán diecinueve con cincuenta y siete.
Su tono ya no es tan amigable, y sonrío para mí, aunque no tengo derecho a
hacerlo.
Balanceo mi bolso para sacar mi billetera, pero Beck aparta mi mano.
—Yo invito —dice, recuperando su cartera de sus jeans.
—Estoy pagando lo mío —le digo con firmeza, deslizando mi mano en mi bolso.
—Por favor, déjame pagar por esto. Yo sugerí que tomáramos café, de todos
modos.
Abre su cartera y saca un billete de veinte.
—¿Y qué? Yo soy quien lo va a beber. —Saco mi billetera, tomo uno de diez
porque eso es todo lo que tengo y le entrego el billete—. Voy a pagar mis propias
bebidas y alimentos, o no voy a comer y beberlos.
Duda antes de tomar el dinero y meterlo en su cartera.
—La próxima vez, voy a pagar.
Omito el comentario.
—Y no intentes volver a meterlo en mi billete cuando crees que no estoy
mirando.
La sorpresa destella en sus ojos, pero rápidamente sacude la mirada.
—No tengo idea de lo que estás hablando.
—Sí lo haces.
—No lo hago.
—Beck, estás tan lleno de...
—Oh, mira, se desocupó una mesa.
Se apresura hacia una mesa cerca de la ventana y toma asiento.
Le doy mi nombre a la cajera, luego camino alrededor de las mesas y me hundo
en la silla frente a él.
Me quito la mochila del hombro, la pongo a mis pies y descanso los brazos sobre
la mesa.
—Bien, ¿para qué necesitas hablarme sobre mi situación de vivienda?
Mi tono es formal, casual, a pesar de mi loco corazón lunático.
Él se ríe, sus ojos arrugándose en las esquinas.
—A veces eres la persona más impaciente.
Estiro mi mano a través de la mesa para darle un golpecito a su mano, pero él
deja caer su otra mano sobre la mía, atrapándola en la mesa.
—Ahora eres mi prisionera. —Me sonríe perversamente—. Y nunca te permitiré
irte.
Mi corazón pulsa por el contacto, y no necesariamente de mal manera. Intento
zafar mi mano, pero él se rehúsa a dejarla ir.
—De ninguna forma —dice—. No te estoy dejando ir hasta que escuches mi idea
por completo.
—Me estás poniendo nerviosa… si tienes que atraparme aquí para decir lo que
sea que necesitas decir.
—Solo quiero decir todo mi discurso sin interrupciones. Eso es todo.
—¿Pero tienes miedo que trate de intentar huir?
—No realmente huir sino desaparecer cuando comience a decir cosas que
probablemente no quieras escuchar.
—No hago eso —digo, aplanando mi mano en la mesa.
—Lo hace algunas veces. —Corre su pulgar a través del dorso de mi mano, y me
estremezco—. Lo hiciste en el campo.
El enorme elefante usando un tutu y zapatillas de ballet aparece junto a nosotros
y comienza a girar mientras el silencio incómodo llena el aire. Una parte de mí quiere
mantener mis labios fusionados y nunca hablar de lo que pasó, dejar que el elefante
baile y gire entre nosotros por el resto de mi vida. La otra parte de mí sabe lo molesto
que sería eso. Y querer una distracción es lo que me llevó a emborracharme el viernes
pasado, lo que me llevó a besarme con Beck.
—Entonces, ¿cuál es tu idea que ayudará a mi situación de vivienda?
Obligo al elefante a alejarse.
Sus cejas se alzan, como si medio esperaba que no dijera nada en absoluto.
—Quiero que te mudes conmigo.
Tenía la sensación de que iba a decir eso.
—No creo que…
Extiende rápidamente su mano libre sobre la mesa y la coloca suavemente sobre
mi boca.
—Por favor, solo escucha todo mi discurso antes de decir que no, ¿de acuerdo?
No es tan malo como estás pensando. Al menos, no lo creo.
Asiento vacilantemente, pese a no querer hacerlo, pero tiene esa mirada de
súplica en su rostro.
Para reducir algo de la rigidez entre nosotros, hago una broma.
—Hombre, debes estar desesperado —Mis labios se mueven contra su palma
mientras hablo, y mariposas revolotean en mi estómago—, si tienes que clavar mi
mano a la mesa y amordazarme antes de que grite.
Retira su mano, sus labios amenazando con estirarse hacia arriba.
—Bueno, tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. —Pone su otra
mano sobre la mía—. Me estás convirtiendo en un hombre desesperado, Wills.
No sé qué decir a eso, así que no digo nada en absoluto. En el interior, mi
corazón reacciona con un espástico aleteo. Maldito pequeño bicho raro. Necesita
comenzar a actuar normal de nuevo.
Sus labios se tuercen ante mi silencio mientras acaricia el dorso de mi mano con
la punta de su dedo.
—Quiero que te mudes conmigo.
Toma toda mi fuerza de voluntad no cortarlo ahí mismo.
—Y sé que no quieres caridad de mí, eso no es lo que es esto. Lo prometo. De
hecho, estaba pensando que podrías pagar algún alquiler. De esa manera, te sentirás
más cómoda. —Aspira una respiración de preparación—. Además, sé que
probablemente estás pensando en la lista y que su existencia es una buena razón para
no mudarte conmigo, pero te prometo que solo mejorará la situación porque nos da
límites. Nos mantendrá en línea así quedamos como… solo amigos.
Traga pesadamente en la última parte.
—Me encanta la oferta. —Y una parte de mí realmente lo hace—. Pero no creo
que sea una buena idea con todo lo que está sucediendo. Y además, no hay forma de
que pueda permitirme pagar el alquiler de tu casa.
—Lo sé —dice—. Y es por eso que quiero que el alquiler sea lo que sea que tú
puedas pagar. No es como que necesite el dinero, así que ni siquiera importa. Solo te
estoy dejando pagar el alquiler porque sé que no lo considerarás a menos que lo haga.
—Sé que no necesitas el dinero, pero… —Estrujo mi mente por una excusa.
Estoy asustada. Asustada de mudarme. Asustada de mudarme con un chico al que
besé. Asustada de mudarme con un chico al que quiero besar—. Entonces, ¿por qué
querrías un compañero de piso? Quiero decir, usualmente las personas buscan
compañeros de piso para dividir el costo del alquiler.
—No quiero hacer esto porque quiero un compañero de piso —subraya—.
Quiero hacer esto para eliminar algo del estrés que tu madre ha puesto en ti desde
hace años. Y sé que quieres mudarte de ese apartamento. Incluso llamaste a Wynter
para ver si podías alquilarle una habitación.
Mi cabeza se inclina hacia un lado, mis cejas fruncidas.
—¿Wynter te llamó y te dijo eso?
—Por supuesto que lo hizo. Ella estaba preocupada por ti. Se preocupa por ti. —
Toma mi mano entre las suyas—. Dijo que sonabas molesta… ¿Pasó algo?
¿Se preocupa?
Preocupa.
Preocupa.
Preocupa.
Según mi madre, nadie se preocupa por mí.
Me encojo de hombros.
—Mi mamá vino a casa, pidiendo dinero para comprar drogas. Eso es todo. Ni
siquiera sé por qué me enojé. No es como si ella nunca hubiera hecho eso antes.
—Princesa… —Toma mi mano como si fuera la cosa más preciosa del mundo—
. No estuvo bien ninguna de las veces que lo hizo y creo que en el fondo lo sabes.
Mereces mucho más, incluso si no lo crees. —Traza círculos en el dorso de mi mano
con su pulgar, mirándome, como si esperara que dijera algo. Sé que si abro la boca,
podría desmoronarme—. Déjame ayudarte, por favor. Quiero… quiero cuidarte.
—No necesito que nadie me cuide. Estoy bien.
Me ahogo con la mentira. La verdad es que quiero aceptar su oferta porque estoy
aterrorizada de no conseguir un trabajo lo suficientemente bueno, de no poder pagar
el alquiler, de vivir mi vida siempre preocupándome de si mi madre está muerta. De
convertirme en la mujer que estaba frente a mí en mi habitación, rogando por dinero
y destruyendo las esferas de nieve que mi papá me dio solo porque no se lo daría. La
mujer que le dijo a su propia hija que no le importa a nadie.
Tomo una respiración y otra, tratando de mantener la calma. He estado
cargando con el estrés y la ansiedad durante semanas ahora, y siento que estoy parada
en un acantilado, a punto de caer.
Él traza los pliegues de mis dedos.
—No estás bien. Te conozco. Te conozco lo suficiente para saber que estás
preocupada por tu madre. Justo como sé que esas bolsas bajo tus ojos son porque no
dormiste anoche, probablemente porque estabas preocupada por tu madre, las
facturas y Dios sabe qué más. Puedo ayudarte si me lo permites. —Su voz se
suaviza—. Solo di que sí, múdate conmigo y déjame eliminar algo del estrés de tu
vida.
Él ofrece demasiado.
Quiero eso demasiado.
—Ya te has ocupado de mi lamentable trasero demasiadas veces.
Froto mi mano libre sobre mi frente, sintiendo un dolor de cabeza acercándose.
Desearía poder explicarle completamente por qué no puedo aceptar su ayuda.
Explicar que odio depender de las personas. Necesito cuidar de mí misma. Odio
confiar en las personas cuando generalmente rompen esa confianza, como mi
estúpido padre que piensa que puede irse y luego volver y pensar que todo va a estar
bien. Como mi madre que me destroza cuando no hago lo que ella quiere. Quiero
explicar cómo tengo miedo todo el maldito tiempo de fracasar, de convertirme en mi
madre, de ser una persona terrible, de conseguir la perfección para luego perderla, de
perder a Beck, de romper mi corazón. Y no solo romperlo, sino que él lo rompa…
¿Qué demonios? ¿Cuándo cambió eso? ¿Cuándo dejé de preocuparme porque
me rompieran el corazón en general para solo preocuparme porque Beck rompiera
mi corazón en pedazos?
La sangre ruge en mis tímpanos mientras todos mis miedos y preocupaciones se
derraman sobre mí simultáneamente. El pánico estrangula mi garganta. Estoy a
punto de caerme de ese acantilado. Una caída que creo que había venido
avecinándose desde hace meses.
—Tranquilízate y respira hondo, Wills. Todo está bien. —Aprieta mi mano—.
Voy a soltar tu mano. Necesito sacar algo de mi bolsillo.
Obedezco, inhalando y exhalando mientras él busca en su bolsillo. Espero que
saque su teléfono, así que cuando coloca un pedazo de papel doblado sobre la mesa,
la confusión atraviesa mi tormenta de ansiedad.
—¿Qué es eso? —pregunto mientras desliza el papel sobre la mesa hacia mí—.
¿Es esa la lista que te di?
Niega con la cabeza, sus ojos fijos en mí.
—Sin embargo, es una lista de todas las razones por las que deberías mudarte
conmigo.
Cuando no levanto el papel, toma mi mano y lo pone en mi palma.
—Sabía que solo hablándote de ello probablemente no funcionaría —dice—.
Necesitas tener algo que realmente puedas mirar y pensar sobre ello.
Envuelvo mis dedos alrededor del papel mientras lágrimas amenazan con caer
de mis ojos. ¿Cómo puede conocerme tan bien? ¿Cómo puede verme?
¿Qué más puede ver?
Sostengo el papel, demasiado asustada para ver la lista, asustada de lo que hay
ahí, de qué no está. Asustada de querer lo que está ahí.
—Beck, realmente me encanta que quieras ayudarme, lo hago —digo,
intentando respirar y pesar correctamente—. Y cuidarme durante todos estos años
cuando no tenías que… No hay siquiera palabras para expresar cuán agradecida
estoy. Eres mi héroe. En serio, no sé dónde estaría sin ti… si siquiera estaría viva. Lo
cual podría sonar dramático, pero no estoy bromeando. Ha habido muchas veces
cuando me has recogido y salvado de dormir en el auto y ser acosada por traficantes
de drogas. O esa vez mi madre me dejó en la esquina de una calle cerca de una casa
de crack porque quería que yo fuera a comprarle drogas, y cuando no lo hice, se enojó
y me echó del auto. Viniste y me recogiste, y estaba tan asustada porque había
personas que intentaban convencerme de que entrara a sus casas... Y realmente pensé
que me iban a matar... —Me callo cuando las lágrimas comienzan a caer—. Pero ya
no tienes que cuidarme. Confía en mí, si supieras toda la historia, dejarías de
esforzarte tanto.
—Estás equivocada. —Me agarra la mano cuando sacudo la cabeza y empiezo
a alejarme—. Tal vez deberías contarme toda la historia y dejarme ser el juez de eso.
No puedo decirle.
No lo haré.
No me arriesgaré a perderlo.
No puedo soportar dejar que me mire de otra manera.
Quiero que siempre me mire como me está mirando a mí ahora.
Con compasión.
Y necesidad.
Deseo.
Y algo más que me da miedo de muerte, algo que estoy bastante segura podría
romper la regla número tres en la lista.
Pero, cuando mis labios se separan, todo se derrama, desagradables y feas
palabras que resumen las malas decisiones que he tomado en los últimos meses. Mi
trabajo. Las mentiras que le dije. Cuánto me odio a mí misma. Mi papá apareciendo.
Cuánto creo que podría odiarlo a él y a mi madre. Que todo lo que soy es lo que más
odio. ¿Y cómo él no puede querer algo tan feo y desordenado?
Cuando termino, solo hay silencio. Nadie se mueve. Respira. Incluso cuando mi
nombre es llamado para recibir nuestro pedido, ninguno de los dos se mueve ni dice
nada.
Realmente, ¿hay algo más que decir?
—No puedo respirar —susurro, mirando a la mesa, incapaz de mirarlo.
Quiero recuperarlo todo, pero no puedo.
Se me parte el pecho mientras el silencio continúa.
La presión se acumula dentro de mí.
Retenlo, Willow. No pierdas tu mierda.
—Wills, ni siquiera me di cuenta de que…
Es interrumpido por las patas de la silla raspando el suelo mientras me pongo de
pie.
Huyo de él como la cobarde y corro al baño, encerrándome en un cubículo.
Luego me deslizo en el suelo, apretando la lista de Beck mientras sollozo
desconsoladamente. Justo. Como. Mi. Mamá.
No sé cuánto tiempo lloro, pero para el momento en que mis lágrimas cesan, mis
ojos están hinchados y mi pecho duele. Pienso en ponerme de pie, pero moverme
significa enfrentar a Beck, no creo que todavía esté lista. Eso es, si él siquiera sigue
allí afuera.
¿Importa? Tendrás que dejar por ti misma el piso del baño eventualmente.
Tragando la vergüenza y la agonía, me estiro para tomar unos pañuelos
desechables, pero entonces noto la lista apretada en mi mano. Desenvuelvo mis
dedos de esta. ¿Me atrevo a leerla? ¿Puedo manejar lo que está en ella?
¿Sigue importando?
Sabiendo que probablemente Beck nunca volverá a hablarme. Tomo una
respiración profunda y comienzo a leer.
Todas las razones por que deberías mudarte conmigo:
Porque hará tu vida un poquito más fácil.
Porque eliminará algo de tu estrés.
Porque no tendrás que preocuparte por intentar dormir a través de ruidosas y desagradables
fiestas. De hecho, tú siempre tendrás la palabra final si alguna vez tenemos una fiesta.
Mi casa está más cerca de la escuela, lo cual significa que no tendrás que manejar mucho
en ese pedazo de mierda.
Porque me encanta tenerte alrededor.
Porque podemos tener guerra de almohadas a las dos de la mañana.
Y no te olvides de esas charlas de media noche que siempre tenemos. Solo, que en lugar de
tenerlas por teléfono, podemos acostarnos en la cama y platicar.
Porque seré el más impresionante compañero de casa de la vida.
Porque, mientras piensas que no mereces que alguien se preocupe por ti, lo mereces.
Porque te hice una promesa cuando éramos más jóvenes, y asegurarme de mantener esa
promesa es absolutamente lo más importante para mí.
Porque casa noche que estás en ese apartamento, me acuesto en la cama, preocupado por
ti.
Porque tu mamá no merece tenerte cerca.
Porque no deberías estar pagándole la renta a tu mamá cuando te trata tan mal.
Porque quieres vivir conmigo más de lo que creo te das cuenta.
Porque eres mi mejor amiga, y me preocupo por ti más que nada en el mundo.
Tengo más, pero me detendré por ahora. Si eres tan terca sobre esto, haré una lista lo
suficientemente larga que te tomará por siempre leerla, y luego estarás atascada conmigo hasta
que la termines.
Preocupar.
Preocupar.
Preocupar.
¿Él se preocupa más por mí que nada en el mundo?
Para el momento en que llego al final, no sé si llorar o reír.
—Quiero tomar de vuelta todo —susurro a través de lágrimas—. No solo las
mentiras, sino las decisiones.
Esa es la cosa. No puedo devolver las cosas, no importa cuánto quiera.
No sé cuánto tiempo me quedo en el cubículo, dejando que las lágrimas se
escapen de mis ojos, pero finalmente, logro arrastrar mi trasero del sucio piso de
baldosas.
Quitando el seguro de la puerta, abro el cubículo, salgo y de inmediato me
paralizo, parpadeo y parpadeo y parpadeo otra vez, preguntándome si el estrés
finalmente me hizo alucinar. No importa cuántas veces parpadee, Beck permanece
apoyado contra la puerta del baño con mi bolsa en la mano y una mirada en su cara
como si estuviera a punto de acercarse a un gato asustadizo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me froto los ojos, tratando de limpiar todas las
lágrimas—. Este es el baño de chicas.
—¿En serio? —se burla de ser sorprendido—. Menos mal que me dijiste. Estaba
a punto de orinar en uno de los lavamanos.
Sonrío, pero el movimiento duele.
—Eres un pequeño desobediente de reglas.
—Lo sé.
Su intensa mirada me hace retroceder.
Doy otro paso hacia atrás cuando él se acerca a mí, solo se detiene para evitar
chocar contra la pared.
—No te preocupes; No voy a romper tus reglas —dice, deteniéndose frente a mí.
Romper las reglas fue en realidad el último pensamiento en mi mente.
Trago saliva, rogando a mi voz que salga semi-normal.
—¿Por qué estás aquí?
—Para asegurarme de que estás bien.
Su mirada me atraviesa antes de descansar sobre mis ojos.
No puedo leerlo en absoluto, así que espero que diga algo. Todo lo que hace es
tomar mi mano, lleva la palma de mi mano a sus labios y coloca un suave beso en
mi piel.
—Déjame ayudarte, por favor —susurra—. No puedo soportar verte así... con
tanto dolor.
Me ahogo con la siguiente respiración mientras las lágrimas inundan mis ojos.
—¿Cómo puedes siquiera querer... después de lo que te dije?
Él coloca otro beso en mi palma.
—Nada de lo que dijiste cambió lo que siento por ti. En todo caso, me hace aún
más decidido a que te mudes conmigo y te alejes de esa mierda.
—Nadie me obligó a hacerlo, Beck —le digo, estremeciéndome por otro beso—
. Elegí trabajar en ese lugar porque el dinero era bueno, y estaba cansada de trabajar
en tres trabajos y apenas podía pagar las cuentas. Escogí mentir sobre eso porque era
demasiado cobarde para enfrentar mis malas decisiones.
—Todos tomamos malas decisiones. Me conoces lo suficiente como para saber
cuántas veces la he cagado.
—Solo porque tu padre cree que la cagas, no significa que realmente lo haces.
—Eso es completamente falso. Y solo tú lo ves así porque eres una buena persona
que solo quiere ver lo bueno en mí.
—No soy una buena persona.
Me ahogo.
—Sí, lo eres.
Él toca sus labios en mi palma de nuevo.
—No. No, lo soy.
Estoy perdiendo la batalla, mi voluntad, mi todo.
Otro beso. Luego otro.
—Debes dejar de pensar tan mal de ti misma y empezar a verte por lo que eres:
una chica amable, cariñosa, hermosa y fuerte que ha sobrevivido a la mano de mierda
que recibió y salió ganando. Quien se graduó, entró a la universidad y pagó por su
cuenta. Quién cuidó de su madre cuando era demasiado joven para hacerlo. A quién
le importan tanto otras personas para permitirse dividirse para preocuparse por ellas.
Solo deseo que dejes que otras personas se preocupen por ti... permíteme cuidar de
ti.
Preocupar.
Preocupar.
Preocupar.
Él se preocupa por mí.
Mi mamá estaba equivocada.
Tal vez ella estaba equivocada sobre todo. Tal vez no todos los chicos
abandonan.
Beck no ha renunciado, y me vio en mi peor momento. Y no me rompí cuando
pensé que se había ido. Me levanté del suelo del baño.
Quiero besarlo tanto que apenas puedo respirar. La única forma en que puedo
pensar para devolver el aire a mis pulmones es sellar mis labios a los suyos.
Así que lo hago.
Sus labios se separan en sorpresa, y casi me retiro, temiendo que ya no quiera
esto después de lo que le dije. Luego sus brazos se cierran alrededor de mi cintura, y
me presiona tan cerca que no queda espacio para respirar. El aire ya no parece tan
importante. Simplemente besándolo. Tocándolo. Sentirse a salvo.
Él siempre me hace sentir tan segura.
Las lágrimas me queman los ojos cuando me doy cuenta de por qué podría ser
eso.
Abrumada, me alejo lo suficiente para tomar aire. Beck apoya su frente contra la
mía, su respiración errática acaricia mis mejillas.
—¿Estás bien? —susurra, agarrando mi cintura.
Niego con la cabeza y luego asiento, tan insegura de todo.
—Realmente no sé...
Mete mi cabeza debajo de su barbilla y me levanta en sus brazos.
—Todo va a estar bien. Nosotros superaremos esto.
La parte de “nosotros” rompe algo dentro de mí, porque me hace darme cuenta
de que ya no estoy sola en esto, que estoy eligiendo no estarlo. Me aferro a él,
aferrándome si se me fuera la vida. Y él hace lo mismo, tal vez incluso aferrándose
más fuerte.
CAPÍTULO 21
Beck
No esperaba que hoy se viniera abajo como lo hizo. Claro, sabía que Willow
tenía secretos, pero la carga que llevaba era más pesada de lo que pensaba. Cómo se
las arregló para cargar toda esa mierda con ella es alucinante. Lo que es aún más
sorprendente es cuánto se culpa a sí misma. Ver el dolor conectado a ella casi me
rompe el corazón por la mitad.
Mientras me agarra como si fuera su salvavidas con sus piernas y los brazos
envueltos a mí alrededor, me aferro a ella con todo lo que tengo en mí, temeroso de
volver a bajarla. Sin embargo, cuando una mujer entra el baño y comienza a tener
un problema sobre mí estando allí, sé que es hora de irse.
Eso no significa que esté dejando que Willow vaya a ninguna parte.
—¿Volverás a mi casa conmigo? —le susurro al oído.
Ella mueve su cabeza de arriba abajo.
—B-bien.
La mujer me dispara una desagradable mirada al pasar junto a ella, dirigiéndome
a la puerta con Willow en mis brazos.
—Tienes suerte de que no traiga al gerente —dice con desprecio con las manos
en las caderas—. Es tan irrespetuoso de ti estar aquí.
—Oh, no, no al gerente.
Deslizó mi brazo debajo del trasero de Willow y la sostengo contra mí mientras
maniobro la puerta abierta.
—Pequeño vándalo —espeta la mujer—. ¿Cuál es tu nombre para que pueda ir
a reportarte?
—Es vayase-a-la-mierda-y-déje-solo. Estoy tratando de ayudar a una amiga —
replico antes de salir y dejar que la puerta se cierre.
Willow se ríe con la cara presionada contra mi hombro.
—Eso fue un poco grosero.
—No, lo que fue grosero fue que ella hizo un gran alboroto cuando estaba claro
que estaba allí ayudando a una amiga que lo está pasando muy mal.
Paso por delante de las mesas, sin tener en cuenta las miradas que recibimos.
—Sí, supongo que podrías tener razón. —Levanta la cabeza, sus músculos
tensándose—. Tal vez deberías bajarme. Las personas están mirando.
—Bueno, las personas tienen que ocuparse de sus propios asuntos —digo lo
suficientemente fuerte como para que todo el mundo escuche, luego sonrío cuando
algunos de ellos miran hacia otro lado.
Willow apoya su cabeza sobre mi hombro con el rostro hacia mi cuello.
—Sabes, siempre digo que eres mi héroe, pero realmente te sientes como uno en
este momento... sacándome de aquí así. Eso parece muy heroico.
—Eso es porque en secreto soy un héroe. Un superhéroe, en realidad.
Al llegar a las puertas delanteras, me doy la vuelta y camino hacia atrás.
Cuando salgo, me dirijo al paso de peatonal. Ninguno de nosotros habla, solo
nos aferramos el uno al otro mientras cruzo el camino y avanzamos a través de la
hierba hacia el estacionamiento. Cuando llego a mi auto, abro la puerta del pasajero
con una mano y luego la pongo en el asiento y coloco su bolsa en su regazo.
Manteniendo mis ojos en ella, cierro la puerta y luego me apresuro hacia el otro lado.
Una vez dentro y el motor encendido, retrocedo fuera del espacio del
estacionamiento y me dirijo a la carretera. Cuanto más conducimos en silencio, más
quiero decir algo. Pero no estoy seguro de qué decir, y honestamente, quiero que ella
hable primero para saber que está lista para hablar.
—Rompió mis globos de nieve —dice así que salto bruscamente.
Agarrando el volante, permito que mi corazón se asiente antes de hablar.
—¿Quién lo hizo?
Aparta la cabeza de la ventana, con los ojos vidriosos con lágrimas.
—Mi mamá. Cuando me pidió dinero ayer, los rompió... todos excepto el que
me diste, que fue completamente por accidente, pero todavía estuve tan contenta. —
Pone los ojos en blanco y suspira—. No sé por qué acabo de decir eso. De todas las
cosas que podría haber dicho, esa es mi línea de apertura.
—Me alegro de que me lo dijiste. —Extiendo la mano y enlazo nuestros dedos,
esperando que no se aleje—. Lo que no me gusta es que ella los rompió. Sé lo mucho
que significaban para ti.
Mira nuestros dedos entrelazados.
—Solo significaban algo para mí porque mi padre se había ido y pensé que nunca
lo volvería a ver. Ahora que lo tengo... Me alegro de que se rompieron. —Se limpia
los ojos con la parte posterior de la mano, sorbiendo antes de levantar la mirada a la
mía—. ¿Qué tan mala persona me hace que quiero olvidar que mi padre existe?
Niego con la cabeza.
—No te convierte en una mala persona en absoluto. Quiero olvidar que mi padre
existe, y ni siquiera me abandonó.
Inclina el cuerpo hacia la consola.
—Sí, pero te trata tan mal. Ni siquiera merece estar en tu vida.
—Y tu padre tampoco si no lo quieres —le digo, deslizando mi pulgar a lo largo
de la parte posterior de su mano—. Te ganaste el derecho de odiarlo al segundo en
que te abandonó. No le debes nada, igual que no le debes nada a tu madre. La única
persona a la que le debes algo es a ti misma.
—No estoy de acuerdo contigo —murmura—. No he hecho nada para merecer
algo.
Creo que se está refiriendo a ese trabajo otra vez. Cuando me lo dijo, quería
seguirle el rastro a su madre y gritarle por ser una madre de mierda y hacer que
Willow pensara que necesitaba hacer cualquier cosa para cuidarla, cosas que están
causando su auto-tormento. Y su padre no es mejor. Nunca debió dejarla para
empezar. Aunque, después de decirme sobre la persona siniestra que él ahuyento
anoche, me alegro de que decidiera volver a la vida de Willow. Pero mierda, el hecho
de que ella incluso estaba en esa situación me hace querer encerrarla y mantenerla a
salvo para siempre, incluso si eso me hace sonar como un imbécil controlador.
—¿Puedo preguntarte algo?
Me acerco con cautela.
—Sí... —Duda y luego asiente—. Adelante. Te debo tanto.
—No me debes nada. Quiero asegurarme de que no planeas volver a ese lugar.
La humillación brota de sus ojos.
—¿Te refieres al club?
Asiento, rozando mi dedo a lo largo de la parte posterior de su mano otra vez.
—Después de lo que me dijiste... con lo que pasó con ese tipo... y luego con tu
jefe queriendo que… —Respiro—. Solo quiero asegurarme de que no planees volver
ahí.
Sus dedos se tensan alrededor de los míos.
—Jamás planeé hacer eso... me refiero a, toda... —Sus mejillas se vuelven de
color rojo brillante—, la cosa de desnudarse. Apenas soporto estar cerca del
escenario, y mucho menos arriba.
—Así que, ¿no vas a volver?
—No... Pero tengo que volver para recibir mi último sueldo. —Sus hombros se
desploman—. Dios, estoy recogiendo mi último sueldo, y ni siquiera tengo un trabajo
en fila todavía.
Mis labios se separan.
—Está bien. Puedo…
—No, no puedes —dice ella.
Maldita sea, ella es tan terca.
—No sé por qué no puedes simplemente aceptar mi ayuda. Quiero decir, sé por
qué desde que te entiendo. Pero realmente deseo que te mudes conmigo y me dejes
ayudarte como quiero.
Ella mira nuestros dedos entrelazados de nuevo. Después de un momento o dos,
una sonrisa tira de las comisuras de sus labios. Rápidamente mira hacia otro lado
antes de que pueda entender qué la hizo sonreír.
—¿Lo decías en serio? —pregunta en voz baja.
Disminuyo la velocidad del auto para girar en mi vecindario.
—¿A qué te refieres?
—Todas esas cosas en la lista —dice, dándome una mirada tentativa.
Atrapo su mirada.
—Por supuesto que lo dije en serio. Cada maldita palabra. —Sus labios
comienzan a volverse hacia arriba nuevamente, así que sigo adelante, queriendo una
sonrisa completa—. Especialmente la parte de la pelea de almohadas. Esa fue en
realidad la parte más importante de la lista, así que asegúrate de recordarlo cuando
toque a su puerta a las dos de la mañana.
Su risa estalla, y el muro de tensión a nuestro alrededor se desmorona en polvo.
—Está bien, lo tendré en cuenta —dice—. Pero tal vez deberíamos hacer las
peleas de almohadas a las diez en punto. Realmente me gustaría comenzar a
acostarme a una hora decente.
Todavía no quiero sonreír, pero joder, se necesita mucha fuerza de voluntad para
contenerlo.
—¿Estás diciendo que vivirás conmigo? —le pregunto mientras entro en el
camino de entrada de mi casa de dos pisos.
Su pecho sube y se estrella mientras respira profusamente.
—Lo haré, al menos hasta que pueda encontrar otro lugar para vivir. Pero te voy
a pagar. —Cuando abro la boca para protestar, ella agrega—: Tengo que pagarte,
Beck. Así es como soy, y me sentiría mal si no lo hiciera.
—Entonces voy a hacer que sea a un precio bajo.
—Que sea razonable.
Me estaciono frente a la cochera y apago el motor.
—Razonable con un descuento.
—Beck…
Coloco mi dedo contra sus labios.
—Silencio. Solo déjame hacer esto. Me hará feliz y estarás menos estresada por
tus finanzas.
Permanece callada por lo que parece una eternidad antes de asentir a
regañadientes.
—Está bien, te dejaré ganar esto.
Siento que finalmente estoy llegando a alguna parte.
Entonces la preocupación pasa por su rostro.
—Creo que necesitamos hablar sobre lo que sucedió en el baño.
—¿Quieres decir cuando te abracé?
Me hago el tonto. Pero eso es pretender que no sé de qué está hablando o verla
sacar un trozo de papel para agregar más reglas.
Y no quiero más reglas. No quiero reglas. Nada entre ella y yo. Nunca.
—No el abrazo... el beso... —Sus ojos descienden a mis labios y luego a su
regazo—. Ya no puedo hacer esto —murmura—. Dios, ¿cómo se hizo tan
complicada nuestra amistad?
—No tiene que ser complicada —digo, sabiendo que estoy pisando hielo
delgado. Pero ya no quiero luchar contra mis sentimientos. Y con cuánto nos hemos
estado besando últimamente, sé que tiene que sentir algo más que amistad—. Si
simplemente dejaras de luchar contra lo que realmente quieres y te permitas tener lo
que quieres.
Mete un mechón de cabello detrás de la oreja y me mira.
—Ese es el problema. Mi madre quería algo todo el tiempo, y lo buscaba en el
cantinero o en el vecino de al lado. Incluso mi maestro una vez.
—¿De verdad? ¿Cuál?
—El señor Deliebufey.
No sé qué tipo de cara pongo, pero hace que se ría.
Ella se cubre la boca con la mano.
—Realmente no debería reírme de eso.
—No, definitivamente deberías. —Sonrío, sobre todo porque ella está
sonriendo—. Deberíamos habernos reído de eso en quinto grado cuando sucedió.
¿Por qué nunca me lo dijiste?
Ella baja la mano de su boca y se encoge de hombros.
—Porque estaba avergonzada. Quiero decir, él era nuestro maestro, y llevaba ese
burdo tupé que parecía un gato muerto.
—Oh, Dios mío, me olvidé del tupé. —Hago una mueca—. Está bien, no soy
fanático de tu madre, pero ella en serio se desprestigio saliendo con él.
—Ese era mi punto de vista. Ella siempre salía con esos degenerados porque
estaba desesperada y no quería estar sola. Luego le romperían el corazón y ella se
desmoronaría hasta que conociera a alguien nuevo y luego tratara de corregir sus
errores. Al menos, así solía ser. Luego comenzó a salir con drogadictos y drogarse
todo el tiempo. —Suspira y sus hombros se encorvan hacia adentro—. No quiero
acabar como ella. Realmente no.
La miro boquiabierto.
—Espera, ¿crees que vas terminar como tu mamá?
Ella levanta un hombro.
—A veces, me pregunto si lo haré. Y luego comencé a trabajar en ese lugar donde
ella trabajó una vez... y luego todo ese asunto contigo...
Se queda callada, mirando por la ventana.
—¿Qué con todo ese asunto conmigo? —pregunto en voz baja, mi corazón
martilleando en mi pecho.
Sus hombros suben y bajan mientras inhala y exhala. Entonces vuelve la cabeza
hacia mí. Sus ojos están llenos de lágrimas, irradiando su miedo.
—Siempre me has cuidado y siempre me ha encantado más de lo que quería
admitir. Recuerdo esa vez cuando tenía catorce años y tú viniste y me recogiste de
mi casa. Cuando me abrazaste, nunca me sentí más segura en toda mi vida. Y cuando
me hiciste esa promesa... lo quería tanto. Pero querer algo así de otra persona... ser
consumida tanto por alguien... es lo que destruye a mi madre una y otra vez. Ella
nunca ha sido capaz de soportar estar sola a menos que esté drogada o borracha...
Quiero poder decir que estaría bien si me dejaras, pero incluso solo pensar en que me
dejes me duele el corazón.
Está respirando ferozmente al final, como si sus palabras la hubieran
conmocionado hasta la muerte.
Mi reacción refleja la de ella. Nunca imaginé que siente lo mismo por mí que yo
por ella. No tengo ni idea de cómo manejar su miedo. Y todo se debe a que piensa
que le romperé el corazón y se irá al fondo como su madre.
—¿Quieres saber la primera vez que me di cuenta de que me gustabas más que
como amiga? —pregunto y luego contengo la respiración, preocupado de que diga
que no.
Ella duda de lo que parece el fin del mundo antes de dar un inestable
asentimiento.
—Fue cuando llegué a casa de ese viaje desde París, cuando te di la esfera de
nieve. —Siento que estoy a punto de sacarme el corazón, lo extenderé hacia ella y
espero que lo tome, así parece cuando lo pienso—. Te veías muy diferente, y recuerdo
haberlo notado. Pensé que estaba siendo raro después de no verte por tres meses y
realmente te extrañé. Pero luego, Levi, este tipo con el que salía a veces, vino y me
preguntó si tenías novio, y me puse realmente celoso y le dije que sí.
—¿Lo hiciste? —pregunta ella, sorprendida.
Asiento.
—Lo hice totalmente. Entonces me sentí mal porque confiabas tanto en mí, y
nunca quise romper esa confianza. Te lo dije en el almuerzo. Entonces Wynter
comenzó a molestarte por estar enamorada de otra persona, y pensé, bueno,
esperaba, que fuera yo. Cuando descubrí que no era así, mi corazón se aplastó un
poco.
Ella levanta las cejas.
—¿Tu corazón se aplastó cuando tenías catorce años?
Asiento, estirando la mano y ahuecando su mejilla.
—Lo hizo. Y cuando tenía quince años. Y dieciséis. Y diecisiete. Y dieciocho. Y
hace una semana. Hace un día. Cada vez que recuerdo que no puedo estar contigo
como quiero. Nunca sentí que mi corazón se rompiera tanto como cuando te vi
romperte por la culpa que nunca deberías sentir. Me mata verte con tanto dolor. Y
nunca, nunca haría nada para causarte ese tipo de dolor, lo creas o no. —Le paso un
dedo por el pómulo—. Y si me crees o no, sé que nunca te convertirás en tu madre.
Tu padre y madre te han aplastado el corazón, y aun así, cuidaste de tu madre cada
vez que se desmoronaba.
»Eres tan jodidamente fuerte, Wills. Todos a tu alrededor lo saben. Tu madre lo
sabe, aunque nunca lo admitirá. Y sé que eres más que todos porque, lo creas o no,
te conozco mejor que nadie.
—Sé que lo haces. —Las lágrimas inundan sus ojos—. Siempre has estado ahí
para mí. Incluso cuando traté de alejarte, siempre volviste.
Nos miramos el uno al otro, nuestros corazones erráticamente latiendo, y luego
ambos nos inclinamos. Ni siquiera sé quién se mueve primero. No importa. Lo único
que importa es que nuestros labios se encuentren en el medio, y ella no se aleja.
Sus dedos se enredan en mi cabello mientras me acerca. Nos besamos
ferozmente, agarrándonos el uno al otro, jadeando por aire pero negándonos a
romper la conexión para respirar.
No sé cuánto tiempo nos quedamos besándonos en el auto, pero cuando el sol
comienza a ponerse, nos separamos y nos dirigimos a la casa. En el segundo en que
cruzamos el umbral, nuestros labios vuelven a chocar.
Agarrándola por los muslos, la levanto en mis brazos y ella pasa sus piernas por
mi cintura. Gimo, recordando la última vez que hizo esto: cómo me balanceé contra
ella, cómo gimió.
Quiero más esta vez.
Tanto como ella me dará.
Llevándola a ciegas por la casa, me tropiezo por el pasillo y llego a mi
dormitorio. Cuando se aleja para ver dónde estamos, creo que podría entrar en
pánico. En cambio, sella sus labios con los míos y muerde mi labio. Mi cuerpo se
estremece y casi me caigo al suelo, pero me las arreglo para tropezar hacia la cama.
Dejándola sobre el colchón, cubro su cuerpo con el mío y la beso lentamente,
deliberadamente, haciéndole saber que me tomaré mi tiempo.
—No tenemos que hacer nada en este momento —le susurro irregularmente
contra sus labios.
—¿Qué pasa si quiero? —gruñe, y luego sus ojos se abren.
Casi me río. Willow nunca ha sido buena hablando de nada sexual. Al
escucharla hablar sobre su pasado, puedo entender por qué. Dios sabe lo que vio
viviendo en esa casa con su madre e innumerables novios. Probablemente se sintió
incómoda todo el maldito tiempo.
Me apoyo sobre los codos para mirarla.
—No quiero que te sientas incómoda cuando estés conmigo.
Ella apoya su palma en mi pecho y mi corazón golpea contra su mano.
—Realmente no creo que alguna vez lo haya hecho.
Luego acuna su mano detrás de mi cabeza y me trae para otro beso mientras se
arquea contra mí.
Gimo, bajando mis caderas contra las de ella, provocando un jadeo de sus labios.
Una y otra vez, nos movemos juntos, sin romper el beso. Su mano vaga por mi pecho
como lo hizo esa noche en su cama. Cuando sus dedos encuentran el borde de mi
camisa, retrocedo para quitarla y tirarla al suelo. Luego bajo mi boca a la de ella otra
vez. Su sabor me está volviendo loco, y cuando pasa sus dedos por mi pecho, casi
pierdo todo mi autocontrol. De repente, el lento beso se vuelve imprudente, nuestras
lenguas se enredan, nuestros cuerpos se mueven.
—¿Está bien? —pregunto mientras agarro la parte inferior de su blusa.
Ella mueve la cabeza de arriba y abajo, y todas mis reservas se desmoronan
cuando le quito la blusa. Pronto le sigue el sujetador, y me empujo hacia atrás y la
miro. Su cabello castaño es un halo alrededor de su cabeza, sus grandes ojos que
nunca se han visto más hermosos, y su pecho se levanta y se estrella con cada
respiración. Cuando mis ojos descienden al brillante diamante sobre su ombligo,
contengo un gemido.
Mierda.
Deslizo mis dedos sobre él, y mi polla se pone dura como el infierno mientras
ella se estremece.
—¿Cuándo conseguiste esto? —pregunto, trazando un camino por su estómago.
—Hace aproximadamente un año... Wynter me convenció. —Se muerde el labio
inferior, agarrando las mantas cuando llego a la cintura de sus jeans—. Oh, Dios
mío, Beck, eso se siente tan bien.
Estoy a punto de perderlo allí mismo.
—Joder, eres tan hermosa.
Deslizo mis dedos por la parte delantera de sus pantalones y presiono mis labios
con los de ella.
Perfecto.
De eso se trata este momento.
Tal vez, si nunca volvemos a tomar aire, podemos quedarnos así para siempre.
CAPÍTULO 22
Willow
No puedo creer que esto esté pasando. Está bien, tal vez puedo. Muy en el fondo,
creo que podría haberlo sabido todo el tiempo que un pedazo de papel no podía
detener hacia donde Beck y yo nos dirigíamos. Solo estaba postergando lo inevitable.
Podría haber luchado por más tiempo… Tal vez. Pero cuando él dijo todas esas
cosas, esas maravillosas cosas que hicieron que mi corazón palpitara en mi pecho e
hizo que esa grieta en mi corazón sanara un poco, ya no quería luchar más. Quería
tenerlo. Necesitaba tenerlo. La necesidad me asustaba porque querer y necesitar son
dos cosas diferentes. El querer, puedes vivir sin él. La necesidad, es como el aire. No
se puede vivir sin eso.
No quiero vivir una vida sin Beck.
Lo quiero.
Quiero sentirme a segura.
Segura.
Segura.
Segura.
Ese pensamiento corre por mi mente una y otra vez mientras él me besa
apasionadamente con nuestros pechos presionados juntos. Sus dedos están dentro de
mí, empujándome a ese lugar estrellado de nuevo. Había perdido todo el control, y
no sabía que hacer al respecto, excepto disfrutar este momento. Cuando se acabe,
entonces me enfocaré en lo siguiente. Y así sucesivamente. Claro, la incertidumbre
de mi vida asusta la mierda fuera de mí, pero saber que no estoy sola lo hace un poco
más fácil. No solo tengo a Beck. Tengo a mis amigos.
No estoy sola.
Las personas se preocupan por mí.
Y yo me preocupo por ellos.
Me preocupo por Beck.
Me preocupo mucho por él.
Más. Que. Nada.
Mi pulso se acelera con el pensamiento, pero lucho contra el pánico y me enfoco
en esas estrellas de nuevo. Esas maravillosas, dichosas, y malditamente increíbles
estrellas.
Sus dedos comienzan a ralentizar cuando regreso a la realidad, sus labios sin
prisa moviéndose contra los míos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
Cuando sus labios finalmente rompen contacto, él toca su frente con la mía con los
ojos cerrados.
—¿Estás bien? —susurra.
Trazo un camino arriba y abajo por su espina dorsal.
—Estoy perfecta.
Sus labios se contraen en una sonrisa.
—Es agradable que finalmente te des cuenta.
Negando con la cabeza, le pellizco ligeramente el costado. Él ni siquiera se
encoge. Hago el movimiento de nuevo, haciendo un poco de cosquillas, y permanece
imperturbable.
—Intenta todo lo que quieras —me dice con una sonrisa engreída—, pero no me
vas a tener.
—¿Quieres apostar? —le pregunto con una ceja levantada.
Él se recuesta con las manos a los lados.
—Sigue adelante e inténtalo.
—Bien. Lo haré.
Sonriendo, me siento, lo empujo contra el colchón, y me pongo a horcajadas
sobre su cintura. Entonces le hago cosquillas por todas partes. Bueno, casi en todas
partes.
Me mira fijamente con sus manos escondidas debajo de su cabeza y una sonrisa
perezosa en su rostro.
—Te faltó un lugar.
No cree que lo haré. En realidad no quiero hacerlo… bueno, algo así. Está bien,
como que sí quiero. Solo me siento un poco tímida acerca de eso.
Me siento, mirándolo fijamente.
—¿No crees que lo haré?
Él se ríe, sonriendo con cariño.
—No, no creo, pero la mirada de determinación en tus ojos es jodidamente
adorable.
Pienso en todas esas veces en que me hizo cosquillas, especialmente las veces
que casi me hizo orinar en mis pantalones, y de repente, realmente quiero probarle
que está equivocado. No sé qué me empuja a llevarlo a cabo, si todos los besos me
hicieron perder la cordura, o tal vez Beck solo me hace sentir lo suficientemente
cómoda como para hacerlo. Sin embargo, de alguna forma encuentro el valor
suficiente para deslizar mis manos en sus pantalones.
—Mieeeeerrrda.
Deja escapar un gruñido, su espalda arqueándose cuando mis dedos lo tocan.
Definitivamente no una reacción de cosquillas, pero repito el movimiento, de
todas maneras. Él gime de nuevo luego se levanta y acerca mis labios a los suyos. Lo
sigo tocando mientras su lengua se profundiza en mis labios y explora mi boca hasta
que gime mi nombre, hasta que pierde completamente el control, sus ojos se cierran,
sus manos agarran mis caderas.
—Eso no es muy justo —le digo, removiendo mis manos de sus pantalones—.
Creo que lo disfrutas demasiado cuando quiero regresarte todas esas veces que me
hiciste cosquillas.
Se ríe, sonando exhausto pero contenido.
—¿Quieres que te muestre el lugar secreto?
—He tratado en todas partes.
Hago puchero.
—No en todas.
Cuando mis cejas bajan en confusión, él se sienta, me desliza de su regazo, luego
se inclina para desatar su bota. Después de que lo logra, se quita el calcetín, agarra
mi mano, y traza mis dedos arriba y abajo por parte inferior de su pie. Entonces deja
salir la mayor risita de niñita que he escuchado. Trazo mis dedos arriba del arco de
su pie una y otra vez hasta que ruega por misericordia.
Después de que terminamos de tontear, se cambia a sus pijamas mientras yo me
pongo unas de sus camisetas. Luego nos acostamos en su cama juntos con sus brazos
a mi alrededor, nuestras piernas enredadas.
Segura.
Segura.
Segura.
Sigo recordándome esto mientras mis pensamientos tratan de desviarme a mi
futuro. A mí pasado. A mí ahora. Todo lo que sabe Beck.
Él me conoce y no huyó. Vio lo feo y aun así lo quiere.
Pensé que lo había perdido, y aunque dolió, todavía elegí levantarme.
Todo estará bien.
Un paso a la vez. No te asustes.
—Solo respira, princesa —susurra, sus labios rozando la cima de mi cabeza—.
Todo va a salir bien.
—Siento que tengo que levantarme y hacer algo —admito—. Resolver los
problemas.
—Nosotros lo haremos —dice—. Mañana.
Ahí va con el “nosotros” de nuevo.
Me gusta como suena.
Probablemente demasiado.
Tal vez no sea tan malo mientras que siga estando un yo y un él entre el nosotros.
Tomo una respiración profunda, luego otra.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
—Ahora, dormimos un poco —dice, acercándome.
Estoy un poco aterrada de cerrar los ojos, sabiendo que mañana tendré que
enfrentar todo: mudarme, encontrar un nuevo trabajo, averiguar un nuevo plan. Pero
cuando me acuesto en sus brazos con él acariciándome con sus dedos arriba y abajo
de mi espalda, la calma me supera lo suficiente que mis ojos se cierran.
Me quedo dormida más rápido de lo que he hecho en años.
CAPÍTULO 23
Beck
Me despierto a la mañana siguiente con la cabeza de Willow apoyada en mi
pecho, mi rodilla metida entre sus piernas y mi teléfono sonando como loco. No hago
ningún movimiento para responder, no quiero arruinar este momento de paz que se
las arregló para soportar toda la noche anterior.
Cuando la maldita cosa se niega a silenciarse, me doy por vencido y lo tomo de
mi mesa de noche. Cuando Papá parpadea en la pantalla, hago una mueca.
—¿Quién es? —pregunta Willow, mirándome.
—Mi papá.
Rechazo la llamada, arrojo el teléfono y la acerco hasta que su cuerpo está al ras
con el mío.
—¿Qué crees que quiera? —pregunta a través de un bostezo.
Que yo vaya a la oficina. Dudo en decírselo, sabiendo que se preocupará, y eso es
lo último que necesita en este momento.
Sintiendo mi tensión, levanta la cabeza y parpadea hacia mí, su cabello
haciéndome cosquillas en la cara.
—¿Qué hizo?
Deslizo mis manos alrededor de su cintura, urgiéndola a recostarse.
—Nada que no haya hecho antes.
—Beck... —advierte—. Sé cuándo estás mintiendo.
—Oh, lo haces, ¿verdad? Entonces dime si estoy mintiendo en este momento —
digo, dejando que mis dedos se metan debajo de la camiseta que está usando—.
Quiero poner mis dedos dentro de ti otra vez y verte gemir.
Sus mejillas se enrojecen, pero su mirada nunca vacila en la mía.
—No trates de distraerme. Dime lo que hizo.
Trazo mis dedos de un lado a otro a través de su cintura, prestando especial
atención al diamante en su ombligo.
—¿Realmente quieres que te diga en lugar de hacer esto?
Sus labios se separan, pero no hay palabras que salgan de su boca mientras
arrastro mis dedos hacia abajo entre sus piernas. Justo cuando estoy a punto de
deslizarlos dentro, captura mi mano.
—Podemos hacer eso más tarde —dice sin aliento—. En este momento, quiero
saber qué te hizo tu papá. Puedo decir que ha hecho algo.
—Oh, está bien —digo haciendo un pequeño puchero, esperando que eso la
convenza, pero al parecer, mis encantadores ojos azul bebé no funcionan en ella.
Todo lo que hace es darme una mirada tolerante—. Me chantajeó para que trabajara
en su firma.
Ella se empuja hacia atrás para mirarme.
—¿Chantajeó?
Suspiro y le hago un resumen de lo que pasó. También le cuento sobre los
archivos que encontré en su computadora. Cuando pregunta si puede ver los
archivos, le entrego mi teléfono.
Se desliza fuera de las mantas y me da una gran vista de sus largas piernas
mientras se estira y descansa contra la cabecera. Comienza a buscar en los archivos,
cada vez más intrigada con cada uno.
—Estoy muy segura de que está cometiendo un fraude fiscal —comenta,
examinando la pantalla de cerca—. Al menos, lo hizo este año.
—¿De verdad? —pregunto—. No estaba muy seguro.
—Bueno, tomé algunas clases de contabilidad para poder ayudar al dueño de la
tienda de comestibles en la que trabajé durante el último año, y aprendí lo suficiente
para saber que no todos estos números coinciden en algunos de los documentos.
Además, estoy bastante segura de que algunas de estas cuentas no existen a menos
que tu padre sea propietario de un club de baile en Hawai, lo cual estoy bastante
segura de que no es así.
—No —digo, estirándome a su lado.
—Eso es lo que pensé. —Me mira y me da mi teléfono—. ¿Qué vas a hacer al
respecto?
—Todavía no lo sé.
Me rasco el pecho.
Me quité la camisa anoche, pero me puse un par de pantalones de pijama con
cordón. Por lo general duermo desnudo. Pero no quería hacerla sentir incómoda en
su primera noche aquí. Guardaré la desnudez para más adelante cuando ella quiera
desnudarse conmigo. Bueno, siempre que ella no enloquezca de nuevo y nos ponga
fin, algo de lo que todavía estoy un poco preocupado.
—¿Qué crees que debería hacer? Honestamente, quiero chantajearlo, pero me
gustaría la opinión de un pensador más sensato.
—¿Crees que soy una pensadora sensata? —pregunta, abrazando sus rodillas
contra su pecho.
Jalo un mechón de su cabello.
—Me convenciste de que no estábamos viviendo en un lienzo, ¿no?
—Casi olvido eso... pero no estoy segura de si debo decirte qué hacer con esto.
—Apoya la barbilla sobre las rodillas—. Sin embargo, si quieres mi opinión, te la
daré.
Asiento, moviéndome delante de ella.
—Quiero tu opinión más que la de cualquier otra persona.
Otra sonrisa. Otro premio que siento que he ganado.
Ella estira sus piernas, colocando una a cada lado de mí antes de acercarse más
a mí.
—Bueno, creo que probablemente pueda darte el mismo discurso que me has
estado dando durante los últimos meses, solo cambia mamá por papá. Así que aquí
va. —Se aclara la garganta—. Necesitas alejarte de tu papá. Él nunca ha sido bueno
contigo, y que esté tratando de controlar lo que haces no está bien.
—Sí, pero ¿y si tiene razón? ¿Qué pasa si necesito dirección en mi vida?
—Compraste tu primera casa cuando tenías dieciocho años. Estoy bastante
segura de que estás en el camino correcto.
Vacilo.
—O simplemente soy otro niño rico mimado.
—Créeme; no lo eres de ningún modo, aspecto o sentido como Titzi. —Se
desliza más cerca hasta que su culo está entre mis piernas y sus manos están sobre
mis hombros—. Esa chica es estúpida. Tu padre es estúpido. Cualquiera que haya
dudado de ti es simplemente estúpido.
Y ahí está, la razón por la que me enamoré de ella.
Ruedo mi lengua en mi boca.
—Bien. Entiendo lo que dices, pero solo tengo una pregunta más.
—Bueno. ¿Qué?
—¿Puedo tenerte, como, para siempre?
Sus ojos se ensanchan.
—Beck...
—¿Qué? —Le doy mi mejor mirada inocente—. Es una pregunta razonable,
especialmente cuando eres tan valiosa. ¿Por qué querría dejarte?
Ella pone los ojos en blanco.
—Ahora solo estás siendo cursi.
—Admítelo. Te gusta mi lado cursi.
—Quizá solo un poco.
Ambos estamos sonriendo como idiotas, pero pongo un alto a la tontería cuando
voy por un beso, arrastrándola a mi regazo.
Cuando nuestros labios se separan de nuevo, mi padre ha intentado llamarme
diecisiete veces.
—¿Quieres hacer los honores? —le pregunto a Willow con mi teléfono en la
mano—. ¿O debería hacerlo yo?
—Creo que esto es algo que debes hacer tú. Será terapéutico después de todos
esos años que te ha tratado como lo ha hecho.
Me siento inquieto al mirar el nombre de mi padre en mi lista de contactos.
—Estarás bien —insiste, arrodillándose en la cama frente a mí—. Solo llámalo
y dile que tienes algunos de sus archivos que realmente te gustaría que viera. Y hazlo
con tu mejor voz de mafioso.
Asintiendo, presiono mi dedo sobre su nombre y luego pongo el teléfono en mi
oído. Él responde después de dos timbres e inmediatamente comienza a gritar que se
supone que debo estar en la oficina. Cuando finalmente toma una respiración, le digo
lo que necesito y, por primera vez en mi vida, escucha.
En medio de la conversación, Willow se levanta de la cama y se dirige a al otro
lado de mi habitación hacia la puerta. La preocupación se acumula en mi pecho de
que ella saldrá y nunca regresará o que volverá con una lista. Y estos últimos cinco
años que nos llevaron a este punto serán destruidos. Sin embargo, cuando llega a la
puerta, se da la vuelta y sonríe.
—Vuelvo enseguida. Voy a ir a hacer el desayuno mientras terminas de romper
con tu padre.
Se ríe, divertida con ella misma.
La presión en mi pecho se quiebra cuando me doy cuenta de que ella podría estar
bien.
Yo podría estar bien.
Nosotros podríamos estar bien.
CAPÍTULO 24
Willow
Estoy tan feliz que Beck decidiera dejar de trabajar con su padre. Seguro,
chantajearlo podría no ser la mejor manera, pero honestamente, creo que es la única
manera aparte de Beck vendiendo su casa.
Mientras Beck habla por teléfono con su padre y le explica lo que descubrió, voy
a la cocina para hacer algo de desayuno. Me siento tan bien descansada que ni
siquiera sé que hacer conmigo misma aparte de sonreír, sonreír, sonreír y mostrar
regocijo aparentemente. Honestamente, me siento tan feliz como un personaje de
caricatura mientras bailo mi camino a través de la espaciosa cocina.
Pero en el medio de mi mejor movimiento robótico, me detengo abruptamente,
mi mandíbula golpea mis rodillas.
—¿Qué demonios es esto? —murmuro, tirando del trozo de papel pegado al
refrigerador por un imán.
Tarea #1: Sacar a Willow de esa casa.
Tarea #2: Demostrarle que no voy a destruirla.
Tarea #3: Decirle que la amo.
Las letras están escritas con la letra de Beck debajo de la lista de reglas que le di,
solo, que mi lista ha sido garabateada.
Decirle que la amo.
¿Decirle que la amo?
—¿Beck me ama? —susurro, casi soltando la lista.
El latido de mi corazón se acelera. Mis palmas empiezan a humedecerse. Mi
cerebro está nervioso, disparándose a un millón de kilómetros por minuto. Pensaría
que estoy teniendo un ataque de pánico, excepto por dos cosas: una, esos malditos
aleteos se vuelven eufóricamente locos. Y dos, no quiero correr hacia la puerta
principal. Quiero volver a la habitación. Así que, eso es lo que hago con mi lista
apretada en mi mano.
Beck deja de hablar por teléfono cuando entro, pareciendo tanto aterrorizado
como aliviado.
—Bueno, la buena noticia es que me ve a entregar la casa —dice, lanzando su
teléfono a la cama.
Camino hacia él.
—¿Y la mala noticia?
Coloca sus codos en las rodillas y masajea sus sienes con las yemas de sus dedos.
—Probablemente ya no sea bienvenido en las cenas familiares.
—Ah, Beck, lo lamento tanto. —Otro paso hacia él y mis dedos se aprietan
alrededor de la lista—. ¿Vas a estar bien?
—Estaré bien. Las cenas familiares apestan, de todos modos.
Me hace un gesto con la mano minimizando el hecho, pero puedo ver un poco
de dolor en sus ojos.
—¿Qué puedo hacer para hacerte sentir mejor? —pregunto, deteniéndome frente
de él.
Se inclina hacia atrás sobre sus brazos y sube su cabeza.
—Bueno, si estás ofreciéndote…
Sus labios se curvan en una sonrisa traviesa.
Golpeo mi dedo contra mis labios.
—¿Quieres que vuelva a hacerle cosquillas a tus pies?
Me da una mirada tolerante.
—No estaba pensando exactamente que podrías hacerme cosquillas. Tal vez
deberías subir un poco más arriba.
—¿Qué? ¿A tu tobillo?
Niega con la cabeza, sostiene mis caderas sin titubear, me levanta, y me deja caer
en la cama.
Se me escapa una carcajada cuando reboto contra la cama y luego chillo cuando
rueda encima de mí y hace cosquillas en mis costados.
—Solo por eso, voy a hacer que te orines en tus pantalones —bromea, moviendo
sus dedos de arriba abajo en mis costados.
—¡Por favor, no! —chillo, luchando para salir debajo de él.
Riendo, se pone a ahorcajadas sobre mí, toma mis muñecas, y sostiene mis
brazos sobre mi cabeza.
—Vas a caer… espera, ¿qué hay en tu mano? —Su mirada se mueve a mí, y su
manzana de adán sube y baja cuando traga—. ¿Dónde encontraste eso?
—En tu refrigerador —susurro, batallando para hacer llegar oxígeno a mis
pulmones. Respira. Solo respira—. ¿Es cierto…? ¿La tarea número tres?
Los músculos de su garganta se mueven cuando traga con fuerza.
—Lo es, pero no quiero que entres en pánico. Simplemente es como me siento,
pero no lo diré en voz alta. Sé que todavía no sientes eso, así que podemos esperar
por ahora. No quiero abrumarte o hacerte sentir incómoda mientras vivas conmigo.
Ya has pasado demasiado tiempo de tu vida sintiéndote incómoda en tu propia casa.
Nunca quisiera hacerte sentir de esa manera.
El silencio se alarga, llenándose con nuestras pesadas respiraciones.
—Princesa, por favor, di algo —suplica, todavía sosteniendo mis muñecas.
—Me haces sentir segura —digo, insegura de qué más decir a parte de la
verdad—. Todo el tiempo. Eres el único que siempre lo ha hecho.
—Bien. —Se relaja, moviendo un dedo por el interior de mi muñeca a lo largo
donde está mi pulso—. Eso es lo que siempre he querido. Asegurarme que sientas
que estás a salvo. Desde la primera vez que viniste a casa conmigo y te quedaste a
pasar la noche.
—Bueno, has tenido éxito completamente y al cien por ciento. —Me propongo
decirlo con un tono ligero sin embargo suena incontrolablemente sin aliento.
—Ahora que te saqué de esa casa, lo hice.
Luego él se inclina para besarme.
—Beck —susurro justo antes que sus labios toquen los míos.
Se detiene, sus parpados abriéndose.
—¿Sí?
—¿P-puedo escucharte decirlo? —susurro—. Nunca he escuchado a nadie
decírmelo sin un significado manipulador detrás.
Asiente, tragando con fuerza.
—Willow, te amo.
Lo dice tan fácilmente, sin ningún esfuerzo, sin querer nada a cambio.
A menudo me he preguntado lo que sería escuchar la palabra amor y no
estremecerse. Cuando era más joven, solía suceder, pero solo porque era tan ingenua.
Quizás estaba siendo ingenua todavía, pero en realidad no lo creo. Y no me
estremezco. No corro. No pienso en las listas, trabajos y clases. Pienso en Beck y en
todo lo que ha hecho por mí: cuando me salvó de dormir en mi auto, cuando me
consoló durante los días más difíciles, cuando no me juzgó por las malas decisiones
que tomé, cuando me hizo reír, incluso cuando casi me hizo orinarme en mis
pantalones.
Entonces, contengo la respiración y dejo que cada maldita sílaba se hunda en mi
corazón.
—También te amo —susurro—. Creo que lo he hecho por un tiempo.
Sus ojos se agrandan, pero esa mirada solo dura un latido. Luego sus labios están
sobre los míos. Sus manos pronto encuentran mi cuerpo, deslizándose debajo de mi
camiseta. Sus dedos acarician mis pezones, y mi espalda se inclina hacia arriba, mis
rodillas presionándose contra sus caderas. Repite el movimiento otra vez, susurrando
que puede detenerse si quiero que lo haga. Sin embargo, no quiero que se detenga.
Nunca.
Y eso es exactamente lo que le digo.
Me quita la camiseta, y bajo su pantalón de pijama y calzoncillos. Luego me
acuesta de nuevo en la cama y desliza sus dedos dentro de mí cuando su lengua
separa mis labios. Me siente hasta que no puedo respirar. Me besa hasta que no puedo
pensar correctamente. Me ama hasta que todo parece estar bien y nada parece estar
mal.
Nunca quiero que me deje ir.
Sus pensamientos parecen coincidir con los míos cuando únicamente se aleja
para ponerse un condón. Luego coloca su cuerpo sobre el mío, besándome
lentamente, como si memorizara cada uno de los roces de nuestros labios.
—¿Estás segura que quieres hacer esto? —pregunta, mirándome a los ojos.
Asiento con un rastro de nervios desarrollándose. Pero alejo la sensación y
envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, realmente queriendo hacer esto.
—Te amo —digo.
—También te amo —promete.
Luego me besa mientras se desliza dentro, y me aferro a él, nunca queriendo
dejarlo ir.
Podría no ser perfecto, pero creo que definitivamente está cerca.
CAPÍTULO 25
Willow
Los siguientes días pasan lentamente, pero en la mejor manera posible. Beck y
yo pasamos mucho tiempo tonteando, riendo, y quemando la cena porque
aparentemente soy malísima cocinando comida que no fuera procesada y en una
caja. Beck encontró mis pésimas habilidades culinarias bastante divertidas, incluso
cuando encendí todas las alarmas de incendio en la casa, y su risa hizo que no sintiera
pánico un poco más fácil.
Para aliviar incluso más mi estrés, decidí aceptar el trabajo en la biblioteca y un
trabajo de tutor en la universidad. Beck intenta convencerme de no tomar los dos,
pero quiero ser capaz de pagar todo por mi cuenta, incluso un razonable precio de
alquiler con descuento. También decido que Van me envié por correo mi último
cheque de pago en vez de ir por él, nunca queriendo regresar a ese lugar otra vez.
Van no parece muy feliz porque haya renunciado, pero yo sí. Y realmente
empiezo a sentirme como yo misma otra vez: La organizadora, la que toma buenas
decisiones, la chica que ama pasar tiempo con su mejor amigo, bueno, supongo que
ahora es novio, lo que es nuevo para mí y completamente no planeado. Eso está bien.
Estoy empezando a darme cuenta que las cosas no planeadas a veces resultan ser
maravillosas.
Todo parece ir bien hasta que finalmente tengo que aceptar que ya no puedo
seguir lavando mi ropa y volviéndola a usar. Tengo que regresar al apartamento para
recoger mis cosas y mi auto. Así que, muy temprano en una mañana de viernes, Beck
y yo subimos a su auto y conducimos de vuelta al lugar que espero no volver a ver
jamás.
Solo estar ahí me pone de mal humor, y me pregunto si así es como he estado
por años: Con mal temperamento. Decido preguntarle a Beck ya que parece
conocerme bastante bien.
—No eres de mal temperamento. —Pone sus ojos en blanco mientras quita las
mantas de mi cama y las mete en una caja—. Ni siquiera estás de mal humor en este
momento. Simplemente estás triste porque este lugar te recuerda demasiados
momentos malos.
—Sí, probablemente tienes razón.
Abro el cajón superior de mi cómoda para sacar mi ropa, encontrando la esfera
de nieve que Beck me dio. Sonrío mientras lo levanto.
—¿Qué estás viendo? —pregunta Beck, poniéndose a mi lado.
Lleva unos pantalones de mezclilla que están cubiertos de polvo por mover
muebles, con las mangas enrolladas de una camisa gris, y mechones de su cabello
están torcidos. Se ven tan sexy. No puedo averiguar cómo demonios logré mantener
mis manos lejos de él por tanto tiempo.
Habla sobre demasiado autocontrol.
—La esfera de nieve que me diste.
La sostengo en alto y le doy una pequeña sacudida.
Sonríe ante la nieve falsa agitándose en el agua.
—Sabes, estaba verdaderamente nervioso cuando escogí eso.
—¿En serio? —pregunto, y asiente—. ¿Por qué?
Se encoge de hombros.
—Creo que era porque era el primer obsequio que te daba.
Mis dedos se envuelven alrededor de la esfera de nieve.
—No fue el primer obsequio que me diste.
Su frente se arruga.
—¿De verdad? ¿Qué más te di?
—Lo que nadie más me dio. —Extiendo mi mano y entrelazo mis dedos con los
suyos—. Seguridad.
En sus labios aparece una sonrisa, una triste sonrisa.
—Sin embargo, eso no es realmente un obsequio, princesa. Bueno, no debería
serlo. Solo debería ser algo que simplemente es.
—Lo fue para mí. Cuando era más joven, pensaba mucho en eso en realidad,
tener alguien en mi vida que me hiciera sentir tranquila en vez de tan asustada todo
el tiempo. —Miro el globo de nieve, inclinándolo de ida y vuelta—. Simplemente
nunca pensé que pasaría. Luego apareciste y cambiaste todo. En ocasiones, me
pregunto si tal vez salí de este lugar sin convertirme en mi madre porque siempre
estuviste ahí.
Coloca su dedo debajo de mi barbilla y me incita a mirarlo. Cuando nuestros
ojos se encuentran, moja sus labios.
—Realmente no creo que puedo tomar todo el crédito por esto. Creo que saliste
de este lugar bien porque eres jodidamente fuerte.
Sonrío y luego me muevo para besarlo. Justo cuando nuestros labios se conectan,
se escuchan voces elevándose desde el interior de la casa.
—¡Dónde están chicos! —grita Wynter a través de una risita—. ¿Y qué están
haciendo? Porque están realmente, pero realmente en silencio.
Escucho a Luna y a Grey decir algo, y luego Ari ríe.
Niego con la cabeza, mis mejillas calentándose. Si bien no le he contado que
Beck y yo tuvimos sexo, ella expresó sus sospechas por teléfono. Evidentemente, mi
voz tiene un brillo que no tenía hace una semana, lo que sea que eso significa.
—Tan molesta como es, me gusta que te haya hecho ruborizar —dice Beck,
sonriendo mientras acaricia ligeramente mi mejilla.
Sonrío, pero luego mi felicidad rápidamente se debilita.
—Espera. ¿Qué vamos a decirles?
—¿Sobre qué?
Se hace el tonto, sus cejas elevándose.
—Tú sabes qué. Tú y yo.
Coloco mi mano en su pecho y juguetonamente lo empujo, pero atrapa mi
muñeca y me atrae hacia él, nuestros pechos colisionando.
Apoya sus manos en mi cintura.
—Estoy bastante seguro que ya lo saben.
—¿Cómo?
—Porque han pasado cuatro años en el proceso, y ellos han tenido ojos en esos
cuatro años.
—Sí, tal vez…
Froto mis labios, insegura qué hacer.
—¿Por qué pareces tan asustada de que lo descubran? —pregunta, tratando de
ocultar su dolor, sin embargo sus ojos revelan la verdad.
—En realidad no estoy asustada que se enteren —admito—. Solo tengo miedo
que, cuando lo hagan, todo se vuelva tan real. Y será mucho más difícil el perder lo
que tenemos.
—No voy a ningún lado —me asegura, colocando un ligero beso en mis labios—
. Deja de pensar demasiado y solo acepta que tú y yo debemos estar juntos. Somos
reales y no vas a perderme. Me quieres y yo te quiero.
Asiento, nervios arrastrándose sobre mí cuando Wynter entra a mi habitación.
Está usando un vestido morado oscuro, su cabello está rizado, su maquillaje
perfecto, y está usando tacones.
—Pensé que te dije que usaras algo cómodo —le digo, dándome cuenta
demasiado tarde que las manos de Beck todavía están en mi cintura. Considero dar
un paso atrás pero decido quedarme donde estoy y aceptar lo que quiero como Beck
me dijo.
Sus ojos se mueven a las manos de Beck, y una sonrisa maliciosa se extiende
sobre su rostro.
—Sabía que sonabas radiante en el teléfono.
—¿Qué significa eso? —pregunta Ari cuando entra a mi habitación. A diferencia
de Wynter él tomó mi consejo sobre el atuendo y lleva puesto una vieja camiseta y
jeans con agujeros. Nos mira a Beck y a mí, y alivio pasa sobre su rostro—. Gracias
a Dios. ¡Ya era hora, carajo!
Beck sonríe orgullosamente, mientras me siento extremadamente confundida.
—Espera un segundo —digo, caminando hacia Ari—. No pareces sorprendido
por esto.
Ari retrocede con una mirada culpable en su cara.
—Mira, sé a lo que te refieres, y solo quiero decir que pensé que estaba facilitando
las cosas.
Cruzo mis brazos.
—¿Cómo es que decirme que Beck y Wynter se gustan hace las cosas más fáciles
para mí?
—Espera, ¿qué? —Wynter gira hacia Ari—. ¿Le dijiste eso?
Ari se encoge de hombros.
—Ella siempre estaba enloqueciendo cuando Beck intentaba coquetearle o
besarla, así que pensé que sería más fácil para ella y le hice pensar que a Beck le
gustaba alguien más. De esa manera, no tendría que estresarse cada vez que todos
estuviéramos juntos.
—Tu lógica es distorsionada, pero lo aprecio.
Para probarlo, le doy un abrazo.
—Solo quiero que todos sean felices —dice Ari, abrazándome—. Y que nos
llevemos bien.
—Eres tan tonto —lo molesta Wynter—. Pero eso está bien. Es por eso que te
amamos.
Ari pones sus ojos en blanco cuando nos alejamos.
—¿Yo soy el tonto? Tú eres la que siempre está llorando durante las películas. Y
mientras lees libros. Y cuando ves cachorros.
—Oye, los cachorros son realmente lindos —discute Wynter con sus manos en
sus caderas.
Continúan discutiendo cuando Luna y Grey entran a la habitación. Los seis
terminamos de empacar mis cosas y cargamos las cajas en nuestros autos. No me
llevo los muebles ni nada más de la casa, no por el beneficio de mamá, sino para
tener un nuevo comienzo.
Si bien es posible que no pueda volver a hacer las cosas, puedo elegir dejar el
pasado y seguir adelante con un nuevo futuro menos estresante.
—¿Crees que lo tienes todo? —pregunta Beck mientras inspecciona mi
habitación por última vez.
Wynter, Ari, Luna y Grey se han ido para llevar algunas de mis cosas a la casa
de Beck.
Asiento, agarrando un cuaderno y una hoja de papel.
—Solo necesito hacer una cosa más.
Se mueve a mi lado mientras me inclino sobre la cómoda para escribir.
—¿Qué estás haciendo?
Coloco la punta de la pluma en la hoja de papel.
—Escribirle a mi madre una nota para hacerle saber dónde estoy.
—Willow, ¿crees que es una buena idea? —Su tono está lleno de cautela—. ¿Qué
pasa si trata de seguirte y conseguir dinero de ti o algo así?
—No le digo dónde estaré físicamente —le explico—. Le estoy diciendo dónde
estoy mentalmente.
—Oh. —Ya no discute, solo se mueve detrás de mí y masajea mis hombros,
dándome esa sensación reconfortante que tanto me gusta—. Adelante entonces.
Invoco una respiración profunda y luego escribo.
Mamá, no estoy segura de cuánto tiempo te llevará darte cuenta de que ya no vivo aquí, y
lo lamento mucho. Lamento mucho que hayas llegado a un punto tan horrible que ya no te
importa si me ves o no. Si bien realmente duele que no te importe, ya no puedo dejar que ese
dolor me controle. He pasado tantas noches preocupándome por ti, preguntándome dónde estás,
si volverás, si me amas, y temiendo todas las respuestas. Pero estoy cansada de preguntarme,
esperar, esperar y temer. He pasado gran parte de mi vida asustada de esta casa, tus novios, tú,
de volverme como tú, lo que sé que suena duro y tal vez lo sea, pero te digo esto con la esperanza
de que tal vez cambies. Tal vez obtendrás la ayuda que deberías haber recibido hace mucho
tiempo ya que ya no voy a estar cerca para hacer eso por ti. Ya no voy a ser una facilitadora.
Voy a ser quien debería haber sido todo el tiempo: una adolescente que va a la universidad y
que es feliz a veces, triste a veces, perdida a veces, asustada a veces, pero solo por sus propias
elecciones de vida. Y aunque tengo miedo de alejarme, sé que es lo mejor. Solo quiero que sepas
que, si decides buscar ayuda y curarte, siempre puedes llamarme. Dejaré mi número de teléfono
en la parte inferior. Solo llámame si eres mi madre de nuevo y no la mujer con la que he estado
viviendo durante los últimos trece años. Realmente la extraño.
Te amo, Willow.
Cuando termino, bajo el bolígrafo y dejo la nota en la mesa de la cocina. Beck se
queda a mi lado todo el tiempo, tomándome de la mano y asegurándome que no
estoy sola en esto.
Es un sentimiento muy nuevo para mí, uno que tomaré.
Cuando salimos de la casa, me doy cuenta de que tengo un último problema que
resolver.
—Y el Mercedes regresa —murmuro con el ceño fruncido cuando la puerta se abre
y mi papá sale.
Beck sigue mi mirada, y luego su mano aprieta la mía.
—Subamos al auto. No tienes que hablar con él si no quieres.
Realmente no quiero. Al mismo tiempo, sé que la falta de cierre me devorará.
—Solo voy a decirle que quiero que me deje en paz.
Empiezo a ir hacia mi papá, tirando de Beck conmigo, y él me sigue sin esfuerzo.
—Hola —dice cuando llego a él—. Estoy muy contento de que te encontré. Sé
que quieres que te deje en paz, pero realmente me gustaría hablar contigo.
Lleva una camisa de vestir con las mangas enrolladas, pantalones y zapatos
brillantes como el infierno. Me pregunto si acaba de salir del trabajo. Me pregunto
dónde trabaja. Me pregunto muchas cosas, sin saber nada sobre él aparte que dejó a
su familia sin mirar atrás.
—Solo quiero decirte que nunca quiero hablar contigo —le digo, relajándome un
poco mientras Beck pasa el dedo por el interior de mi muñeca.
—Respiraciones profundas —susurra Beck, haciéndome consciente de mi
respiración en pánico.
Hago lo que dice. Aire adentro. Aire afuera.
—Willow, por favor, solo dame unos minutos —me ruega mi padre, dando un
paso hacia mí.
Doy un paso atrás, chocando con Beck.
—No mereces unos minutos —le digo—. Y si quisieras esos minutos, deberías
haberlos conseguido hace trece años.
—Lo sé —dice, jugueteando nerviosamente con las mangas—. Sé que me
equivoqué. Realmente lo sé. Pero el tipo que era en aquel entonces... ya no lo soy.
—¿Entonces, quién eres? Porque todo lo que conozco es el hombre que me dejó
con una madre horrible.
Él se pasa la mano por la frente, sin palabras.
—Hasta hace un par de semanas, no me había dado cuenta de lo mal que tu
madre ha estado. Y hasta hace un par de años, nunca pensé en ti o en tu madre,
demasiado borracho para preocuparme. Entonces, me sucedió algo que fue una
verdadera revelación, así que me puse sobrio y me di cuenta... —Deja salir una
respiración temblorosa—, me di cuenta de lo mucho que arruiné mi vida en las
últimas dos décadas. Y no solo mi vida, sino la de mi hija.
—Si eso es cierto, ¿por qué te tomó dos años encontrarme? —le espeté,
conteniendo las lágrimas.
—Porque quería organizar mi vida. —Se acerca a mí y mete las manos en los
bolsillos—. Además, sabía que ya serías una adulta ahora y probablemente no
agradecerías mi regreso.
Algunas lágrimas escapan de mis ojos, pero rápidamente las limpio.
—Entonces, ¿por qué intentarlo?
—Porque quiero verte. —Saca la mano del bolsillo y se pasa los dedos por el
cabello—. Si eso me hace egoísta o no, decidí intentarlo.
—Entonces, ¿por qué no lo intentaste en lugar de seguirme o vigilar la casa?
—Porque estaba asustado —admite—. Porque sabía que así es como ibas a
reaccionar.
—Merezco actuar de esta manera.
—Sé que así es.
—¿Te sientes mal por lo que hiciste?
Mi voz se quiebra.
Sus ojos se agrandan y comienza a estirar la mano, pero retrocedo.
—Por supuesto que me siento mal por lo que hice —susurra, a punto de llorar—
. Me persigue cada hora de cada día. Desearía poder recuperar lo que hice, pero no
puedo. Lo que puedo hacer es pedir: rogar por otra oportunidad. Incluso si solo son
unos minutos de tu tiempo. Por favor, Willow, déjame tener eso.
Mis piernas comienzan a temblar cuando la ansiedad bombea por mis venas.
Debería irme, huir de este hombre, pero no puedo mover mis pies.
Beck pone sus manos sobre mis hombros y masajea los músculos, intentando
que me tranquilice.
—¿Quieres irte? —susurra en mi oído.
Asiento.
—Realmente lo quiero.
Beck retira sus manos de mis hombros, toma mi mano y me lleva hacia el auto.
Mi padre mira en pánico mientras me alejo de él. No sé si eso es lo que me llega, el
pánico, o tal vez en el fondo, solo quiero hablar con mi papá por unos minutos. Sea
lo que sea, me detengo cerca de la puerta del pasajero y retrocedo.
—¿Tienes una tarjeta con tu número de teléfono?
Él asiente rápidamente y luego busca en su bolsillo su billetera.
—Sí, realmente lo hago. —Saca una tarjeta y me la entrega—. Es el celular de
mi trabajo, pero puedes llamarme en cualquier momento.
Me pregunto qué hace para trabajar... quién es ahora... si alguna vez podremos
superar el pasado. No estoy muy segura. Sin embargo, si he aprendido algo en los
últimos meses, es que no debería huir de todo simplemente porque tengo miedo. Y
aunque mi padre realmente no se ha ganado la oportunidad de hablar conmigo, en
cierto modo la tengo con él.
—No sé con certeza si te llamaré —le digo, metiendo la tarjeta en el bolsillo de
mis jeans—. Pero lo pensaré.
—Eso es todo lo que pido —dice rápidamente—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
No quiero darle nada, pero asiento, de todos modos.
—Ya no estás viviendo en este lugar, ¿verdad? —pregunta con preocupación—.
Parece que te mudas... a un lugar mejor, espero.
No puedo evitar sonreír mientras miro a Beck, que está de pie a mi lado,
sosteniendo mi mano.
—Sí, realmente lo hago... a un lugar mucho, mucho mejor.
EPÍLOGO
Willow
Después de mudarme de ese apartamento y renunciar a ese horrible trabajo, mi
vida se vuelve mucho más fácil. Todavía paso mucho tiempo haciendo tarea,
trabajando en mis dos trabajos, y probablemente estresándome más de lo que
necesito. Estoy comenzando a darme cuenta que podría ser siempre una preocupona,
pero estaré bien mientras trate con las preocupaciones en lugar de embotellarlas. Así
que lo hago. Trato con ello por mí misma y algunas veces con la ayuda de Wynter,
Ari, Luna y por supuesto de Beck.
Me gustaría decir que el nombre de mi mamá estaba en esa lista, pero
desafortunadamente, no escuchado de ella en dos meses, no desde que rompió todas
mis esferas de nieve y se fue. Conduje hacia el apartamento una vez cuando estaba
pasando por el pueblo. Sin embargo, no me detuve, demasiado temerosa de lo que
encontraría o no. El lugar parecía vacío; las luces apagadas, la oscuridad acechando
cada ventana. Honestamente, algo así como siempre lució.
Por el lado positivo, mi papá no resultó ser tan horrible como cuando tenía seis.
Hace un par de semanas, me encontré con él por una hora, y me explicó que luchó
contra el alcoholismo desde antes de que yo naciera y se fue porque estaba
estúpidamente borracho para importarle algo más que el alcohol que cualquier otra
cosa. Él también me dijo que nunca se odió más a sí mismo que cuando descubrió lo
que pasé con mi mamá. Después de pasar tanto tiempo odiándome, le dije que no
quería que se sintiera de esa manera. Él podía sentirse mal, pero no odiarse.
Terminamos nuestra conversación con un incómodo apretón de manos y la promesa
de volver a cenar juntos en el momento en que yo estuviera lista. Mientras aún no he
decidido cuando será eso, no siento como si tuviera que apresurar esa decisión.
Un paso a la vez, siempre me está diciendo Beck.
No sé qué haría sin él. Y aunque todavía temo que algún día me vea obligada a
descubrirlo, trato de no pensar demasiado en eso, centrándome en los momentos que
consigo con él.
Los momentos maravillosos, asombrosos y sin aliento.
Momentos que casi no tuve porque tenía mucho miedo.
Pero no tengo miedo en este momento.
De hecho, estoy muy emocionada.
—Son las diez en punto —anuncio cuando entro en su dormitorio con las manos
en la espalda—. ¿Y sabes lo que eso significa?
Está sentado en la cama, mirando su computadora portátil sin camisa, usando
nada más que jeans. Tengo el más fuerte impulso de correr hacia él y tocarlo. Y lo
haré. Pero primero, necesito darle algo.
Levanta la vista de su computadora portátil, sus ojos parpadean divertidos
mientras examina mis pantalones cortos a cuadros y mi camiseta sin mangas.
—Pensé que había declarado que la próxima pelea de almohadas sería desnuda.
—Lo sé. Y planeo hacerlo en solo un segundo. —Me acerco a la cama—. Quiero
darte algo primero.
Desliza la computadora portátil de su regazo y se mueve hasta el borde de la
cama.
—¿Qué es?
Mantengo mis manos en la espalda.
—Un regalo.
—¿De verdad? ¿Tiene encaje y lazos y muestra el sexy anillo en tu vientre?
Corre sus nudillos por mi cintura, sonriendo cuando me estremezco.
Sí, incluso después de tres meses, todavía me estremezco, me sonrojo y me siento
toda hormigueante cada vez que me toca. Eso está bien, sin embargo. Las
sensaciones son realmente agradables cuando no estoy luchando contra él.
—Lo siento, pero no tiene ningún encaje. —Me río mientras su labio sobresale—
. Sin embargo, prometo que sigue siendo un buen regalo. Al menos, creo que lo es.
—Muy bien, veamos lo que tienes —dice, frotándose las manos con entusiasmo.
Sonriendo, saco mi mano de detrás de mi espalda y le paso el pedazo de papel.
Él frunce el ceño al instante.
—Es una buena lista, lo prometo. —Trato de tranquilizarlo.
Todo lo que hace es presionar sus labios, negándose a tomarlo.
Suspirando, me siento a su lado y abro el papel. Luego leo en voz alta lo que
quería decirle durante años, pero he tenido demasiado miedo de decirlo.
Todas las razones por las que te amo:
Porque me diste la esfera de nieve más genial de la historia.
Porque no pensaste que era un bicho raro la primera vez que viniste a mi casa.
Porque me abrazas todo el tiempo.
Porque crees en mí.
Porque eres el chico más amable que he conocido y que conoceré.
Porque me haces sentir segura incluso en los momentos más aterradores.
Porque puedo hablar contigo sobre sexo y no sonrojarme... Bueno, a veces, a menos que
hablemos de algo realmente sucio.
Porque me haces reír.
Porque me haces sonreír.
Porque sabías que me haría una lista.
Porque te negaste a renunciar a mí incluso cuando luché tanto.
Porque eres mi mejor amigo.
Porque me hiciste ver quién realmente soy.
Porque todavía te preocupaste por mí, incluso cuando te mostré lo peor.
Porque todavía me querías incluso cuando estaba en mi peor momento.
Porque eres increíble, maravilloso, amable, cariñoso, dulce, divertido y un bicho raro. Pero
seamos sinceros, yo también.
Porque me enseñaste como amar no solo a ti, sino a mí misma.
Mi voz está temblando con nervios para el final, y rápidamente me aclaro la
garganta.
—Solo quería que supieras todo es, que supieras cuán importante eres para mí.
Su expresión está en blanco, y me pregunto si tal vez me sobrepase en lo cursi.
Pero entonces sonríe, y de repente, está acunando mi nuca y acercándome por un
beso. Y justo así, la fracción de momento de preocupación se aleja.
—También te amo —susurra entre besos—. Pero omitiste una cosa.
Me retiro ligeramente y lo miro a los ojos.
—¿Lo hice?
Asiente.
—Olvidaste decir que me amas porque tenemos una impresionante guerra de
almohadas desnudos.
Me rio, negando con la cabeza. Pero el humor se desvanece mientras él se pone
serio de nuevo.
—Realmente te amo —dice—. Más que nada.
—Lo sé —le digo antes de sellar mis labios en los suyos.
Y es la verdad. Sé que me ama. Siempre lo he sabido. Solo estaba demasiado
asustada para admitirlo. Demasiado asustada para aceptarlo. Demasiado asustada
de cosas que no puedo controlar.
Demasiado asustada.
Demasiado asustada.
Demasiado asustada.
Casi dejo que el miedo arruine mi vida, casi le permito controlarme. Y casi me
pierdo los perfectos momentos como este. Porque, mientras la vida está llena con
imperfecciones, la perfección existe en momentos raros y hermosos. Momentos raros
y hermosos hacen que la vida realmente valga la pena de ser vivida. Y estoy feliz que
ya no esté tan asustada de los malos momentos que me pierdo los buenos. De hecho,
creo que esa va a ser mi regla número dos en la vida, justo después de amar a Beck.

~Fin~
SIGUIENTE LIBRO
Es sorprendente cómo una sola respiración, un
instante, un momento puede cambiar tu vida...
Sé muy bien qué tan rápido puede cambiar la
vida. La vida nunca ha sido perfecta para mí, pero
tampoco fue terrible. Ahora, estoy consumido por
un deseo, una obsesión, de vengarme de quienes
me destruyeron. No tengo espacio para nada más,
especialmente una relación.
Es por eso que cuando Everette se estrella
contra mi vida, no quiero tener nada que ver con
él. Pero luego tengo un colapso, y Everette está allí
para rescatarme. Y estoy agradecida por ello.
Realmente lo estoy.
Pero mi historia no es necesariamente sobre mí
y Everette. Se trata de que no quiero que me
rescaten. Se trata de querer poder salvarme a mí
misma y evitar que otros se derrumben por los
secretos que llevan, porque alguien decidió
lastimarlos. Lo que quiero es ayudar a las mujeres cuyos nombres están en la lista
que descubrí.
Odio pensarlo, pero estoy bastante segura de que las personas que me
destruyeron también pueden haber destruido a estas mujeres. Y no puedo sacar sus
nombres de mi cabeza. Tengo que hacer algo para ayudarlas y encontrar una manera
de poner fin a otra lista que se haya hecho.
Rebels & Misfits #3
Revange Inc #1
SOBRE LA AUTORA
Jessica Sorensen es una autora bestselling del New York
Times y del USA de las montañas de Wyoming. Cuando no está
escribiendo, ella pasa su tiempo leyendo y con su familia.
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