Abad - Sintesis Cirugia de Casas

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Universidad Católica de La Plata

FAD Bernal

Cátedra: Gerenciamiento y Marketing


Titular: Arq. Sergio V. Carlevaro
Jefa de T.P.: Lic. Rocío Carlevaro

Alumno: Abad Salort Ramiro

Ciclo lectivo: 2019

Trabajo Práctico – Síntesis monográfica


Tema de trabajo:

“Cirugía de casas” por Rodolfo Livingston


CIRUGIA CASAS SÍNTESIS

Introducción

Libro didáctico. Enseña un montón de cosas buenas respecto del espacio, propio y
ajeno, en el sentido textual de la palabra.

Livingston enseña a motivar y estimular la comunicación familiar frente a este hecho


maravilloso que es pensar nuestras casas; es desde esa instancia donde su ideología
se constituye en una verdadera psicología social de la arquitectura, mostrando que lo
interdisciplinario, bien aplicado, suma y no resta.

Cirugía de casas

El autor inicia contando el veinteavo aniversario de ejercicio profesional y diez años de


especialización en reformas y equipamiento. El cual llama “operar y rehabilitar”
viviendas y oficinas.

En la Argentina, entre el 60% y el 70% de las viviendas se reforman una o más


veces durante su vida útil. Análisis el cual concluye que son la mayoría los que no
consultan a un arquitecto para mejorar o ampliar su casa.

Un superficial estudio de los resultados de este hecho arroja una gran cantidad de
errores, de dinero malgastado, de tiempo perdido, de ilusiones frustradas. Errores,
tiempo, dinero y frustraciones que podrían haberse ahorrado, la mayoría de las veces,
con una sola hora de consulta a un arquitecto. El mejoramiento estético se piensa
solamente a través de los objetos y nunca a partir de un reordenamiento general que
comprenda también los espacios vacíos.

La realidad que aborda Livingston es que en los primeros trabajos reales, el arquitecto
estrena su título con lo que suele ser un duro cachetazo de la realidad, las reformas. El
tema suele ser un cuarto más para el bebé que está por nacer. O peor aún la
16ampliación de un bañito en una casa de suburbios. Porque la realidad son las
familias que crecen y los bañitos que quedan chicos. El arquitecto tarda cierto tiempo
en resignarse. Y señala que los arquitectos hacen sus pequeños trabajos pero con
vergüenza. Sienten que están preparados para algo más trascendente. Algo que
nunca les ocurrirá, que les ocurre siempre a los demás.

Cada vez que nuestro autor se encuentra con un colega y surge la inevitable pregunta
“¿Qué estás haciendo?”, contesta simplemente “reformas...”.

Sin embargo, en esta apasionante “medicina de casas” que practica, nos cuenta que
ha encontrado más placer y un más excitante ejercicio de la creatividad que en las
obras mastodónticas que en otra época me ha tocado proyectar.

En lugar de repetir el esquema hacia arriba durante veinte pisos, pienso en la manera
más racional de mejorar la vida de tres o cuatro personas dentro de un englobante
espacial que ya existe. Haciendo una analogía con la medicina: nos cuenta que su
objetivo no es descubrir la vacuna contra el cáncer. Sino que usa su experiencia e
imaginación en curar mejor que nadie las fracturas, los cólicos y el dolor de garganta.
Y como son muchos más los engripados que los cancerosos, su profesión le depara

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satisfacciones más frecuentes y directas. Textualmente “me proporciona el placer de
vivir de cerca el resultado de mi trabajo. Soy una especie de médico de pueblo de la
arquitectura, un médico-arquitecto que va a domicilio”.

“El sistema está pensado para obras nuevas, no para reformas”.

Habla de la relación habitual de “Cliente – Arquitecto” y sus principales errores.

1. Primero error: aceptado por ambos, cliente y arquitecto, que la consulta no se


cobra. Ya que la mente del arquitecto ha sido entrenada para apuntar al
“proyecto y dirección”.
2. Segundo error: El concepto de “proyecto y dirección” está celosamente
defendido por el Consejo Profesional de Arquitectura como “una conquista
irrenunciable”. Y la obra originada en un buen diagnóstico puede llegar a
resultar inexistente o ser tan chica que el cliente esté en condiciones de
encararla por su cuenta. Pero el arquitecto, en esos casos, se resiste a vender
su proyecto, siente que “se lo roban”. Se queda entonces el arquitecto sin
cliente y el cliente sin el servicio más valioso que puede prestarle el
profesional: indicarle qué hacer.
3. Tercer error: El porcentaje aplicado al proyecto. El porcentaje, defendido
también celosamente por el Consejo Profesional, es correcto en obra nueva,
pero en una reforma es absolutamente contradictorio con los intereses del
cliente, quien desea obtener el máximo beneficio, con la mínima rotura. Sin
embargo, su arquitecto le quiere cobrar más honorarios, mientras más rompa.
Cuando debiera ser al revés.

Durante las consultas, que se realizan su estudio o en el lugar, según corresponda, la


respuesta a los problemas planteados por el comitente a Livingston es inmediata:
croquis y dibujos en escala e información sobre proveedores, tramitaciones
municipales, colores, etcétera. A veces un simple consejo o un dato oportuno hacen
ahorrar al cliente mucho dinero que estaba a punto de ser invertido.

“En la Facultad no existe una cátedra que enseñe arquitectura clínica”. Y tiene razón.

“Manual de instrucciones”.

El manual de instrucciones, según nos cuenta Livingston, se parece al tradicional


“proyecto” y se diferencia de este en que el lenguaje no es el apropiado para dirigirse a
una empresa constructora, sino para ser comprendido por una persona común. En el
manual de instrucciones figura todo lo necesario para realizar reformas sencillas,
equipamientos o simples mejoras en la ambientación y se elude toda información
superflua. El sistema permite una verdadera participación del cliente en el
mejoramiento de su casa y la obtención de un servicio que se ajusta perfectamente a
sus necesidades.

Durante el proceso de ejecución del manual de instrucciones nuestro autor ha ido


perfeccionando un sistema de entrevistas, por lo general tres, cuyo desarrollo es el
siguiente:

 En la primera entrevista me interiorizo del problema y luego le muestro


diapositivas de trabajos y tomo nota de sus reacciones en pro o en contra.

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 En la segunda entrevista se denomina “entrevista cocina” y últimamente se ha
ido convirtiendo en una verdadera clase teórica con croquis y diagramas, en
donde explica al cliente cómo vive en su casa, cuál es el uso real que da a sus
espacios. La definición más justa sería un diagnóstico. Inmediatamente le
muestra en forma sucinta las distintas soluciones posibles, y sus costos
aproximados. La casa, lo mismo que el automóvil y la ropa, es vivida a nivel
inconsciente como una extensión del propio cuerpo, y la primera reacción se
parece mucho a la que se producirla frente a una agresión. No ocurre lo mismo
con el cliente frente a un dibujo de una casa a construirse. El terreno es solo
una figura geométrica con la cual nadie tiene relaciones afectivas, íntimamente
ligadas a la historia personal de cada uno, como sucede con la propia casa.
 El cliente vuelve a la tercera entrevista más calmado y por lo general
entusiasmado con una de las propuestas de cambio que acaba de representar,
con ayuda de su imaginación y de toda la familia, en el mismo lugar de los
hechos, que ahora ve con ojos diferentes. Su voluntad de mejorar (mejorar el
ambiente en que se vive, donde se trabaja, es mejorarse uno mismo) tiene
ahora una dirección, un camino.

Hace referencia a que la reforma ideal se parece, según Livingston, a una perfecta
toma de judo donde la fuerza de lo opuesto se utiliza a nuestro favor. Lo opuesto
serían los inconvenientes que la casa presenta y el golpe de judo la solución, breve,
económica y de notables resultados.

“Los temas”.

Casos más comunes de reformas:

 Nace el primer hijo y todo debe readaptarse, muchas veces dentro de un


espacio limitado.
 Los chicos llegan a la pubertad y las muñecas son reemplazadas por
escritorios, lugar para reunirse con amigos y escuchar música, sin
superponerse a los padres. Se precisa una especie de nuevo living. Las casas
antiguas permiten soluciones muy interesantes, inspiradas en la utilización
naval del espacio, con entrepisos y alturas mínimas.
 Consultorio y vivienda en el mismo edificio. Ahora es muy común debido al
auge de la psicología.
 Ampliaciones en casas bajas: crecimiento hacia el fondo, hacia arriba o
remodelación de lo existente.
 Equipamiento, a veces también reforma para el soltero o el/ la recién separado.
Un equipamiento económico, completo y rápido. Lograr una sensación de casa
que ayude a superar la pena que implica toda separación, en un departamento
de uno o dos ambientes que, de otra manera. Se parecería a un desolado
cuarto de hotel.
 El matrimonio de 50 años; los hijos se casan, ¿cómo utilizar el espacio que
queda?

Los espacios que habitamos son físicos y también culturales. La arquitectura en este
caso, como en todos, linda con otros campos de la ciencia y la cultura en los que,
cree, debemos adentrarnos sin temor.

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“Conclusiones”.

Nos cuenta qué le ha dejado y le sigue dejando el tipo de trabajo que ofrece como
arquitecto.

 “El tipo de trabajo que vengo realizando ha ido repercutiendo en la


organización de mi estudio”.
 “La cantidad de clientes que atiendo me permite tener siempre continuidad de
trabajo sin depender de uno o dos grandes clientes”.
 “El entrenamiento de proyecto que exige este trabajo me permite enfrentar
temas tradicionales con una rapidez que antes no tenía”.
 “El contacto directo con los verdaderos habitantes de la arquitectura me
provoca a veces algunos sinsabores, pero, sin duda alguna, son muchas más
las gratificaciones”.

Las modistas, mis colegas

Dos casos de arquitectura a medida.

“Assunta”.

Resume como introducción del caso que Assunta Acolla es siciliana, aunque vive
desde hace muchos arios en Buenos Aires. Se había comprado un terreno de una
hectárea en la zona de Marcos Paz. Quería una casa de fin de semana y estaba
dispuesta a construirla en dos etapas.

Durante la toma del programa de necesidades nos cuenta que suele introducir un
ejercicio que consiste en la descripción de un recorrido imaginario que el cliente hace
dentro de su casa ya construida.

A lo que Assunta con palabras textuales describe con una expresión en su cara de sus
facciones iluminadas "lo que yo quiero es la casa mediterránea siciliana", describiendo
sin lugar a dudas, como consultando con sus recuerdos la casa deseada.

El autor, automáticamente comprende que Assunta hablaba, en realidad, de su


infancia y, a juzgar por la expresión de su cara, esta había sido buena.

“El proyecto”.

La casa tiene un desarrollo lineal y quedó ubicada cerca de uno de los vértices del
terreno, que es una manzana, de manera tal que resulta posible un crecimiento
eventual de un dormitorio más hacia el sur. La galería mira hacia la pileta y hacia el
norte. El oeste quedó bien protegido por arboles existentes.

Los materiales y las terminaciones son rústicos; hay varios arcos de yesería, de buen
espesor. La cocina está integrada al comedor y al exterior para comer debajo de un
gran árbol, en verano. La chimenea quedó en un recinto más alto. Tal como lo había
descrito Assunta.

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“Gina”.

En el exterior del proyecto donde aparece Gina Succar, una pintora y escultora que
tiene una extraordinaria condición natural para todo el campo de la plástica en general.
Además amiga y admirada por Rodolfo.

En el trascurso de una sola tarde y ubicados frente al tablero, ante un feedback de


ideas y propuestas pertinentes al proyecto Rodolfo recibía ideas que mejoraban sus
planteos a partir de las maquetas de Gina y a él le pasaba lo mismo al ver sus dibujos.
De las tijeras de Gina surgían unas arcadas aparentemente inútiles, y marcadamente
posmodernistas, ubicadas sobre el techo. Pero al examinar de nuevo el programa de
necesidades se dieron cuenta de que las arcadas servirían para proteger a Assunta de
miradas indiscretas y del viento, cuando se entregara a uno de sus placeres
preferidos: tomar sol desnuda. Luego de varias casas y de la interacción de maquetas
y dibujos salió la casa final.

“La casa nueva, lo más vieja posible”

Una casa de fin de semana en un terreno de 10 hectáreas, cercano a Luján, para


Paulette y Manuel, que como en el caso de Assunta, se trataba también de un ansiado
reencuentro con la casa de la infancia.

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Paulette y Manuel querían la casa en 'L", con columnas de hierro fundido y chapas, y
una torre.

El autor absorbió lo que los clientes pedían y sentían: modos de vida, imágenes,
etcétera. Durante los estudios de factibilidad presentó, entre otras variantes, la
respuesta exacta a lo que el cliente pidió: la típica casa de estancia, y, eso sí, también
su crítica, pues la había estudiado y le encontró defectos intrínsecos y otros que se
agregaban al pretender envolver en aquella cáscara a una familia de 1984. Los
defectos que encontré fueron los siguientes:

 Falta de acceso clarificado. ¿Cómo arrimarse a esa "L" con un auto para bajar
las valijas en una noche de lluvia?
 Falta de intimidad de los padres, sobre todo en los momentos de expansión
sexual. Defecto compartido, por otra parte, con numerosos ejemplos de
arquitectura contemporánea, cuyos obsesivos "balconeos" y zonificaciones,
obligan a los padres a ser clandestinos dentro de su propia casa, haciendo el
amor en voz baja.
 Cocina en el vértice de la "L", arrinconada hacia el sur.
 Crecimiento no previsto. Como las casas siempre crecen. Después se arman
los inevitables pastiches, resultantes de sucesivos impulsos "agregacionistas"
 Mala relación de los dormitorios con los baños.

“El proyecto”.

La forma de la casa les encantó a los clientes, pero se les planteó por parte de Rodolfo
un cambio radical en la distribución. La cocina en un extremo; Las patas de la "L"
separadas para permitir la entrada de los autos y la suite de los padres en la torre con
la “cáscara” que habían imaginado, con la posibilidad de una futura expansión de los
dormitorios. Todo contradecía a la idea que trajeron el primer día. Pero cotejando la
propuesta con sus pedidos de situaciones (muchas de ellas relacionadas con las
visiones de la luz y del sol: "en verano no quiero ver el atardecer desde el living porque
estamos andando a caballo, pero en invierno si"), aceptaron finalmente la distribución
que les propuso, porque era la que realmente querían.

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“Manual de instrucciones”.

Se les entregó por parte del arquitecto un manual de instrucciones de dos horas de
grabación y cuatro planos, indicando medidas máximas y mínimas y características.
Las columnas, las chapas, las ventanas y las puertas serán compradas por los
propietarios en demoliciones: serán objetos con historia, que formaron parte de casas
parecidas.

“Conclusión”.

Este es un ejemplo de que la arquitectura es, como el autor cree, el invisible punto de
encuentro entre los edificios y la gente. Porque se trata de una nueva relación entre
una forma antigua y un contenido actual. Y como, además, responde al clima, y a los
medios constructivos disponibles, se trata de un buen ejemplo de arquitectura
argentina contemporánea.

La cuestión de la cocina

La cocina (área de preparación, guardado, cocción, ergonomía, etcétera) se deja a un


lado ese aspecto y plantea otros temas laterales a la función específica de cocinar
pero que, sin embargo, tienen mucho que ver con ella.

“La pared”.

Una pared entre la cocina y el comedor es tan absurda como una pared entre la mesa
de luz y la cama, palabras impetuosas de nuestro autor.

En viviendas popular mínima (50, 60m2) la demolición de la pared divisoria entre


cocina y comedor diario está prohibida. También en Buenos Aires, la cocina con
paredes en departamentos de un ambiente es obligatoria.

El autor trata estos temas como una aberración, encontrando explicación en la


mentalidad vacilante de gran parte de nuestra clase media, que sigue copiando a la
clase alta, cuando esta tenla mucama permanente, con uniforme, mientras que el
cocinero, con gorro y todo, preparaba la comida en una lejana cocina.

“Mi experiencia”.

Cerca de quinientos casos diferentes resueltos en Buenos Aires, algunos barrios


nuevos en el Caribe y varios estudios de barrios existentes, hechos con alumnos en el
Chaco, en La Plata, en Buenos Aires y en el Perú, le han proporcionado al autor una
experiencia muy vasta en el tema que siempre ocupó el centro de mi atención: la
relación entre la arquitectura y las personas.

Circunstancias que más se repiten en relación con el tema de la cocina:

a) Muchos aparatos pero poca mesada;


b) Falta de espacio para que puedan colaborar dos personas (el ancho mínimo
ideal es de 2,30 m);
c) Falta de lugar para útiles de limpieza;

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d) Escurrimiento de los platos sobre mesada (debe ser un implemento colgante
para dejar libre la mesada);
e) Falta de pequeña mesada a la izquierda de la heladera;
f) Paredes desaprovechadas para colgar cosas. Con respecto de este último
punto, hasta hace poco predominaba entre nosotros la "cocina-laboratorio",
donde todo está escondido detrás de puertas.

“La cocina y los hábitos de compra”.

Las cocinas argentinas son cada vez más chicas y entran en franca contradicción con
los hábitos de compra que las empresas multinacionales pretenden desarrollar en el
país: los supermercados gigantes.

“Muebles para cocina”.

Según el autor, han llegado a un alto grado de perfeccionamiento, de nivel estético y


de ingenio para resolver problemas provocados por la falta de espacio. Cree también
que estas empresas debieran dedicar cierta energía a investigar la forma de reducir
los costos.

Otra sugerencia que hace a los fabricantes de muebles para cocina es la de trabajar
juntamente con arquitectos cuando el problema así lo requiera.

“Otra vez el usuario”.

Según el autor, para satisfacer profundamente al usuario hay que comprender


cuestiones que van más allá de la técnica, de la estética y de la ergonomía. ¿Qué es
cocinar para cada persona en particular? Lo más importante de la cocina, no es la
cocina, porque la arquitectura, en realidad, se comporta más como una cáscara que
como un objeto. Una cáscara que nos ayuda a vivir.

La cocina ideal para Livingston:

La cocina ideal no existe, porque no existen las casas ideales, ni las personas ideales.
Sin embargo, sería bueno que la cocina sea:

 Grande, con un lugar para comer.


 Con una ventana a través de la cual se vea el cielo, o plantas, o los chicos
jugando en el jardín, o algo.
 Que tenga un clima agradable, que de hambre y ganas de cocinar.
 Que tenga mesada suficiente.
 Que puedan cocinar dos o más personas.
 Si hay poco espacio en la vivienda es mejor una cocina comedor aceptable que
una mala cocina pegada a un mal living-comedor.
 Que las cosas estén a mano.
 Que el humo se vaya, y rápido.
 Que quede cerca del lavadero si no hay mucama.

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La casa es grande… pero el corazón es chico

Cuando la mayor parte de la gente encara la reforma de su casa, por lo general sin
arquitecto, concentra su atención y su presupuesto en la cocina propiamente dicha, y
allí está su error. Pocas veces la verdadera solución consistirá en mejorar o agrandar
la cocina (que suelen hacer crecer hacia el fondo, oscureciendo otros ambientes) sino
en replantear la organización general de la casa. Muy a menudo los arquitectos caen
también en este error, y se apresuran a responder a la demanda manifiesta de sus
clientes, dibujando la cocina en 1:25 y eludiendo olímpicamente el 1:100, escala que
les permitirla visualizar el verdadero problema, que nunca es parcial, sino total. La
actitud del arquitecto frente a la demanda de sus clientes (que siempre es puntual),
haciendo referencia otra vez con la medicina, debería ser similar a la de un buen
clínico, que jamás limita su atención al órgano del cual se queja el paciente, sino que
estudia a este como una totalidad.

Otro consejo que el autor da a sus colegas, en especial a los más jóvenes, es
representar siempre la escena en la realidad. Ya que define a la arquitectura como el
arte de estimular las escenas que intensifican y hacen más feliz la vida, mediante la
ubicación de los límites que permiten (o impiden) que éstas escenas ocurran. Ayudar a
la gente a que sea más feliz, mediante una óptima organización del espacio habitable.

Faltan techos, sobran paredes

Casi todos los departamentos chicos tienen paredes de más, llamadas por el autor
“paredes del prejuicio”.

Como por ejemplo, la que está ubicada entre una mini cocina de 1,50 de ancho y un
mini living de 2,80. Es una pared que corta en dos la función única, comer-cocinar,
interrumpiendo el dialogo y fracturando la más importante ceremonia de la vida
familiar, que es la comida.

También la pared del pasillo que comunica a los dormitorios con el baño. Ese pasillo,
es totalmente lógico en viviendas de 80 metros cuadrados o más, pero lo califica de
absurdo en departamentos de superficies mínimas de menos de 65 metros cuadrados.

Otro tema que destaca el autor fundándose en la organización del espacio es el


famoso núcleo húmedo del baño y la cocina, que deben estar pegados para ahorrar
cañerías, aún a costa de desorganizar el espacio y aunque ese ahorro se pierda,
duplicado en los costos que acarrean las paredes del prejuicio.

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La conclusión acertada para el juicio del autor es la falta de creatividad que predomina
en la sociedad, cuya alternativa suele oscilar entre copiar el loft porque está de moda y
viene de "allá", o copiar la clásica casita burguesa de 120 metros cuadrados. Reducida
por un jíbaro a 50 metros cuadrados. Ni el loft ni la distribución clásica están
equivocados, considerados en sí mismos. El error consiste en transportar el modelo a
situaciones diferentes.

Livingston concluye en que cada presupuesto, cada familia, cada clima y cada
situación, contienen, como el bloque de piedra contiene a la estatua, al modelo
acertado de organización espacial. Se trata de preparar el escenario más adecuado
para las conductas felices, y hacerlo sin prejuicio.

Lo que suele fallar es el diagnóstico, es decir, la base de las decisiones importantes


con respecto de la organización del espacio; porque los albañiles, como es lógico, se
limitan a ejecutar lo que el cliente pide, que no suele coincidir con lo que el cliente

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realmente quiere. Esta decodificación, el diagnóstico, es, a juicio del autor, el aporte
más importante que debe realizar el arquitecto a su cliente y constituye la esencia, la
clave del proyecto.

Los grandes desinventos de este mundo

Aquí, el autor hace referencia a muchos objetos con los que debemos enfrentarnos en
la vida diaria mantienen errores de diseño que siempre le han intrigado. Como las
tablas de los inodoros con depósito a mochila, que se resisten a quedar apoyadas en
el depósito. Eso obliga a los hombres a ocupar ambas manos en un gesto tan
desairado como es el de sostener la tabla con una mano para que no se caiga, con el
cuerpo extendido hacia adelante, y con la otra mano orientar el chorrito cotidiano.

“Los grandes desinventos”.

Hay objetos cuyo diseño, que ofrecía probadas ventajas, fue modificado y empeorado,
contrariándose así la creencia generalizada de que todo lo que viene después es un
avance con respecto a lo anterior, por el solo hecho de ser posterior, lo cual debería
ser así.

Los ascensores cerrados son un ejemplo evidente. Antes uno veía el trayecto vertical
por donde se movía y tomaba, por lo tanto, conciencia de la velocidad y de la
aceleración. Esta necesidad de ver es ancestral; por algo pedimos siempre el asiento
de la ventanilla. No ver lo que pasa provoca ansiedad, y ni hablar cuando el ascensor
se detiene entre dos pisos. Estos problemas no se planteaban con los ascensores
antiguos, con puertas de hierro tipo fuelle.

“Avisos nuevos para cosas viejas”.

Aquí hace referencia a la publicidad y el mito del progreso técnico ha deformado


nuestra percepción de tal manera, que es el orden cronológico de su aparición en el
mercado y no sus cualidades verdaderas lo que determina la valoración de un objeto
determinado.

La fealdad obligatoria.

Aquí el autor parte de observar la Ciudad, y no puede dejar de preguntarse por qué
pavimentan las plazas, que antes se hacían con pasto, árboles y caminitos, y por qué
ese pavimento es siempre gris, sin colorantes; por qué mezclan horribles bustos de
cemento con ventilaciones de playas de estacionamiento subterráneas como es el
caso de Plaza Lavalle, formando conjuntos por completo inarmónicos y antiestéticos.
¿Por qué se permite construir edificios que arruinan la perspectiva de otros, como es
el caso del Congreso Nacional, detrás del cual ha crecido una torre comercial? Ni que
decir de las innumerables medianeras que afean todas las avenidas de nuestras
ciudades, condenando a la oscuridad, además, a los que viven del otro lado, durante
décadas y décadas. Y se pregunta, ¿Será que la propuesta final consiste en que todos
nos vayamos a vivir a los autos?...

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La rusticidad perdida

Hace referencia a las personas que hoy pueden hacerse una casa, ubicadas dentro de
un cierto sector de la clase media. Tienen poca plata, pero para compensar el
inconveniente están completamente dispuestos a aceptar terminaciones y materiales
rústicos, tales como pisos de baldosa, revoque a la bolsa y mesada de cocina de
madera, o de baldosa también.

Nos cuenta Livingston, a medida que la obra avanza, empieza el “efecto de corrimiento
gradual”, que suele producir se durante la elaboración del programa de necesidades
de una casa. Este asunto entre cliente y arquitecto, capítulo que, por otra parte, no se
estudia en las facultades de arquitectura, parece no tener fin.

El comitente decide agregar “pequeñeces” según su criterio que pueden equivaler a


una “parrillita”, le sigue "una piletita", y después "una pequeña mesada”, "una
heladerita, como para tener bebidas frías", y "un techito, por si llueve cuando se está
haciendo el asado" y así gradualmente todo termina revestido en cerámico, del piso al
techo; y los revoques serán de yeso, etcétera, etcétera. Se va corriendo la rusticidad
primariamente pactada por el comitente.

La muerte del Living-Room

Es difícil para las familias estar todos juntos. Esas familias que muestran los
comerciales de la televisión, desayunando al unísono, son tan improbables como las
amplias cocinas donde madres piadosas y sonrientes preparan infinitamente postres
exquisitos para sus nenes rubios, antes de deleitarse con sus lavarropas irrompibles
donde lavan y lavan la ropa de sus maridos que llegan siempre contentos a casa, con
traje y portafolio.

“Livings diseñados por arquitectos”.

Aquí habla sobre los rigurosos estereotipos de livings rooms clásicamente diseñado
por arquitectos, donde siguen estándares basados en revistas que tienen como diseño
livings rooms de nefastas proporciones (mínimas) y otras medidas que no suman a la
habitabilidad de la casa. Como dobles alturas, balconeos, escaleras “protagonistas”
que muchas veces atentan contra lo antes mente mencionado.

“Una conclusión”.

La función del living room siempre huye para otro lado. Según el autor, la crisis del
living room expresa una dificultad creciente del hombre para habitar el espacio.

Las modas pasan... las casas quedan

El autor se refiere a que el fin de la arquitectura, como el de toda disciplina


universitaria, es la satisfacción profunda de las necesidades de la gente. La gente, en
fin, quiere vivir en casas que se comporten más bien como cáscaras; mientras que los

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arquitectos tienden, muchas veces, a imponerles edificios-objeto, convertidos en
demostraciones sólidas de determinados principios o en Ilustraciones dc revistas.

“Para los protagonistas, los verdaderos protagonistas finales de nuestra obra, mal
llamados usuarios", la buena arquitectura es placentera y accesible y la mala
arquitectura es fundamentalmente incómoda y aburrida. (…). La arquitectura es nada
más y nada menos que una parte importante del escenario de la vida”.

Abstracto del capítulo, que nos hace reflexionar sobre, cómo satisfacer las
necesidades de la gente, ofrecerles el placer de habitar, tener distribuciones que les
permita hacer reuniones, como también privacidad entre ellos; fachadas que reflejen la
personalidad del habitante; espacio para contener todas las cosas que necesiten en su
vida, usen o no.

CONCLUSIONES PERSONALES (PARCIALES)

El libro está escrito desde la perspectiva de un arquitecto con añares de experiencia y


que, se nota, conoce perfectamente la profesión y la carrera en las facultades
argentinas. Más allá de algunos desvaríos simpáticos en los que se va del tema y hace
algún que otro chiste, el libro es muy atrapante, especialmente para los arquitectos
jóvenes que están enfrentándose de a poquito a la realidad que es la profesión. Como
el mayor trabajo que realiza es el de reformas, re funcionalizaciones y ampliaciones,
se ve a sí mismo más bien como un médico/arquitecto de familia, reivindicando
la consulta profesional como una herramienta de trabajo que debe ser tomada en serio
y aplicada correctamente para dar solución a las inquietudes de los "pacientes". A
diferencia de lo que suele suceder en la profesión, que las consultas se dan
gratuitamente y muy por arriba, sin demasiadas especificidades, ya que lo que se
quiere asegurar es ser imprescindible para el proyecto y dirección, y que el cliente no
tenga más opción que contratarnos para dichas tareas. Esto hace que el cliente se
comprometa a realizar ambas con el profesional, con más dudas que certezas.

Comparto un fragmento con el que me sentí muy identificado en mi pensamiento y


deseo relacionarme con, como diría Livingston, "mis pacientes":

"No se trata solo de que las personas 'quepan' o 'circulen' y mucho menos de que los
volúmenes se 'enfaticen' y otras frivolidades por el estilo, sino nada más y nada
menos, que de ayudar a la gente a que sea más feliz, mediante una óptima
organización del espacio habitable."

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