Abad - Sintesis Cirugia de Casas
Abad - Sintesis Cirugia de Casas
Abad - Sintesis Cirugia de Casas
FAD Bernal
Introducción
Libro didáctico. Enseña un montón de cosas buenas respecto del espacio, propio y
ajeno, en el sentido textual de la palabra.
Cirugía de casas
Un superficial estudio de los resultados de este hecho arroja una gran cantidad de
errores, de dinero malgastado, de tiempo perdido, de ilusiones frustradas. Errores,
tiempo, dinero y frustraciones que podrían haberse ahorrado, la mayoría de las veces,
con una sola hora de consulta a un arquitecto. El mejoramiento estético se piensa
solamente a través de los objetos y nunca a partir de un reordenamiento general que
comprenda también los espacios vacíos.
La realidad que aborda Livingston es que en los primeros trabajos reales, el arquitecto
estrena su título con lo que suele ser un duro cachetazo de la realidad, las reformas. El
tema suele ser un cuarto más para el bebé que está por nacer. O peor aún la
16ampliación de un bañito en una casa de suburbios. Porque la realidad son las
familias que crecen y los bañitos que quedan chicos. El arquitecto tarda cierto tiempo
en resignarse. Y señala que los arquitectos hacen sus pequeños trabajos pero con
vergüenza. Sienten que están preparados para algo más trascendente. Algo que
nunca les ocurrirá, que les ocurre siempre a los demás.
Cada vez que nuestro autor se encuentra con un colega y surge la inevitable pregunta
“¿Qué estás haciendo?”, contesta simplemente “reformas...”.
Sin embargo, en esta apasionante “medicina de casas” que practica, nos cuenta que
ha encontrado más placer y un más excitante ejercicio de la creatividad que en las
obras mastodónticas que en otra época me ha tocado proyectar.
En lugar de repetir el esquema hacia arriba durante veinte pisos, pienso en la manera
más racional de mejorar la vida de tres o cuatro personas dentro de un englobante
espacial que ya existe. Haciendo una analogía con la medicina: nos cuenta que su
objetivo no es descubrir la vacuna contra el cáncer. Sino que usa su experiencia e
imaginación en curar mejor que nadie las fracturas, los cólicos y el dolor de garganta.
Y como son muchos más los engripados que los cancerosos, su profesión le depara
“En la Facultad no existe una cátedra que enseñe arquitectura clínica”. Y tiene razón.
“Manual de instrucciones”.
Hace referencia a que la reforma ideal se parece, según Livingston, a una perfecta
toma de judo donde la fuerza de lo opuesto se utiliza a nuestro favor. Lo opuesto
serían los inconvenientes que la casa presenta y el golpe de judo la solución, breve,
económica y de notables resultados.
“Los temas”.
Los espacios que habitamos son físicos y también culturales. La arquitectura en este
caso, como en todos, linda con otros campos de la ciencia y la cultura en los que,
cree, debemos adentrarnos sin temor.
Nos cuenta qué le ha dejado y le sigue dejando el tipo de trabajo que ofrece como
arquitecto.
“Assunta”.
Resume como introducción del caso que Assunta Acolla es siciliana, aunque vive
desde hace muchos arios en Buenos Aires. Se había comprado un terreno de una
hectárea en la zona de Marcos Paz. Quería una casa de fin de semana y estaba
dispuesta a construirla en dos etapas.
Durante la toma del programa de necesidades nos cuenta que suele introducir un
ejercicio que consiste en la descripción de un recorrido imaginario que el cliente hace
dentro de su casa ya construida.
A lo que Assunta con palabras textuales describe con una expresión en su cara de sus
facciones iluminadas "lo que yo quiero es la casa mediterránea siciliana", describiendo
sin lugar a dudas, como consultando con sus recuerdos la casa deseada.
“El proyecto”.
La casa tiene un desarrollo lineal y quedó ubicada cerca de uno de los vértices del
terreno, que es una manzana, de manera tal que resulta posible un crecimiento
eventual de un dormitorio más hacia el sur. La galería mira hacia la pileta y hacia el
norte. El oeste quedó bien protegido por arboles existentes.
Los materiales y las terminaciones son rústicos; hay varios arcos de yesería, de buen
espesor. La cocina está integrada al comedor y al exterior para comer debajo de un
gran árbol, en verano. La chimenea quedó en un recinto más alto. Tal como lo había
descrito Assunta.
En el exterior del proyecto donde aparece Gina Succar, una pintora y escultora que
tiene una extraordinaria condición natural para todo el campo de la plástica en general.
Además amiga y admirada por Rodolfo.
El autor absorbió lo que los clientes pedían y sentían: modos de vida, imágenes,
etcétera. Durante los estudios de factibilidad presentó, entre otras variantes, la
respuesta exacta a lo que el cliente pidió: la típica casa de estancia, y, eso sí, también
su crítica, pues la había estudiado y le encontró defectos intrínsecos y otros que se
agregaban al pretender envolver en aquella cáscara a una familia de 1984. Los
defectos que encontré fueron los siguientes:
Falta de acceso clarificado. ¿Cómo arrimarse a esa "L" con un auto para bajar
las valijas en una noche de lluvia?
Falta de intimidad de los padres, sobre todo en los momentos de expansión
sexual. Defecto compartido, por otra parte, con numerosos ejemplos de
arquitectura contemporánea, cuyos obsesivos "balconeos" y zonificaciones,
obligan a los padres a ser clandestinos dentro de su propia casa, haciendo el
amor en voz baja.
Cocina en el vértice de la "L", arrinconada hacia el sur.
Crecimiento no previsto. Como las casas siempre crecen. Después se arman
los inevitables pastiches, resultantes de sucesivos impulsos "agregacionistas"
Mala relación de los dormitorios con los baños.
“El proyecto”.
La forma de la casa les encantó a los clientes, pero se les planteó por parte de Rodolfo
un cambio radical en la distribución. La cocina en un extremo; Las patas de la "L"
separadas para permitir la entrada de los autos y la suite de los padres en la torre con
la “cáscara” que habían imaginado, con la posibilidad de una futura expansión de los
dormitorios. Todo contradecía a la idea que trajeron el primer día. Pero cotejando la
propuesta con sus pedidos de situaciones (muchas de ellas relacionadas con las
visiones de la luz y del sol: "en verano no quiero ver el atardecer desde el living porque
estamos andando a caballo, pero en invierno si"), aceptaron finalmente la distribución
que les propuso, porque era la que realmente querían.
Se les entregó por parte del arquitecto un manual de instrucciones de dos horas de
grabación y cuatro planos, indicando medidas máximas y mínimas y características.
Las columnas, las chapas, las ventanas y las puertas serán compradas por los
propietarios en demoliciones: serán objetos con historia, que formaron parte de casas
parecidas.
“Conclusión”.
Este es un ejemplo de que la arquitectura es, como el autor cree, el invisible punto de
encuentro entre los edificios y la gente. Porque se trata de una nueva relación entre
una forma antigua y un contenido actual. Y como, además, responde al clima, y a los
medios constructivos disponibles, se trata de un buen ejemplo de arquitectura
argentina contemporánea.
La cuestión de la cocina
“La pared”.
Una pared entre la cocina y el comedor es tan absurda como una pared entre la mesa
de luz y la cama, palabras impetuosas de nuestro autor.
“Mi experiencia”.
Las cocinas argentinas son cada vez más chicas y entran en franca contradicción con
los hábitos de compra que las empresas multinacionales pretenden desarrollar en el
país: los supermercados gigantes.
Otra sugerencia que hace a los fabricantes de muebles para cocina es la de trabajar
juntamente con arquitectos cuando el problema así lo requiera.
La cocina ideal no existe, porque no existen las casas ideales, ni las personas ideales.
Sin embargo, sería bueno que la cocina sea:
Cuando la mayor parte de la gente encara la reforma de su casa, por lo general sin
arquitecto, concentra su atención y su presupuesto en la cocina propiamente dicha, y
allí está su error. Pocas veces la verdadera solución consistirá en mejorar o agrandar
la cocina (que suelen hacer crecer hacia el fondo, oscureciendo otros ambientes) sino
en replantear la organización general de la casa. Muy a menudo los arquitectos caen
también en este error, y se apresuran a responder a la demanda manifiesta de sus
clientes, dibujando la cocina en 1:25 y eludiendo olímpicamente el 1:100, escala que
les permitirla visualizar el verdadero problema, que nunca es parcial, sino total. La
actitud del arquitecto frente a la demanda de sus clientes (que siempre es puntual),
haciendo referencia otra vez con la medicina, debería ser similar a la de un buen
clínico, que jamás limita su atención al órgano del cual se queja el paciente, sino que
estudia a este como una totalidad.
Otro consejo que el autor da a sus colegas, en especial a los más jóvenes, es
representar siempre la escena en la realidad. Ya que define a la arquitectura como el
arte de estimular las escenas que intensifican y hacen más feliz la vida, mediante la
ubicación de los límites que permiten (o impiden) que éstas escenas ocurran. Ayudar a
la gente a que sea más feliz, mediante una óptima organización del espacio habitable.
Casi todos los departamentos chicos tienen paredes de más, llamadas por el autor
“paredes del prejuicio”.
Como por ejemplo, la que está ubicada entre una mini cocina de 1,50 de ancho y un
mini living de 2,80. Es una pared que corta en dos la función única, comer-cocinar,
interrumpiendo el dialogo y fracturando la más importante ceremonia de la vida
familiar, que es la comida.
También la pared del pasillo que comunica a los dormitorios con el baño. Ese pasillo,
es totalmente lógico en viviendas de 80 metros cuadrados o más, pero lo califica de
absurdo en departamentos de superficies mínimas de menos de 65 metros cuadrados.
Livingston concluye en que cada presupuesto, cada familia, cada clima y cada
situación, contienen, como el bloque de piedra contiene a la estatua, al modelo
acertado de organización espacial. Se trata de preparar el escenario más adecuado
para las conductas felices, y hacerlo sin prejuicio.
Aquí, el autor hace referencia a muchos objetos con los que debemos enfrentarnos en
la vida diaria mantienen errores de diseño que siempre le han intrigado. Como las
tablas de los inodoros con depósito a mochila, que se resisten a quedar apoyadas en
el depósito. Eso obliga a los hombres a ocupar ambas manos en un gesto tan
desairado como es el de sostener la tabla con una mano para que no se caiga, con el
cuerpo extendido hacia adelante, y con la otra mano orientar el chorrito cotidiano.
Hay objetos cuyo diseño, que ofrecía probadas ventajas, fue modificado y empeorado,
contrariándose así la creencia generalizada de que todo lo que viene después es un
avance con respecto a lo anterior, por el solo hecho de ser posterior, lo cual debería
ser así.
Los ascensores cerrados son un ejemplo evidente. Antes uno veía el trayecto vertical
por donde se movía y tomaba, por lo tanto, conciencia de la velocidad y de la
aceleración. Esta necesidad de ver es ancestral; por algo pedimos siempre el asiento
de la ventanilla. No ver lo que pasa provoca ansiedad, y ni hablar cuando el ascensor
se detiene entre dos pisos. Estos problemas no se planteaban con los ascensores
antiguos, con puertas de hierro tipo fuelle.
La fealdad obligatoria.
Aquí el autor parte de observar la Ciudad, y no puede dejar de preguntarse por qué
pavimentan las plazas, que antes se hacían con pasto, árboles y caminitos, y por qué
ese pavimento es siempre gris, sin colorantes; por qué mezclan horribles bustos de
cemento con ventilaciones de playas de estacionamiento subterráneas como es el
caso de Plaza Lavalle, formando conjuntos por completo inarmónicos y antiestéticos.
¿Por qué se permite construir edificios que arruinan la perspectiva de otros, como es
el caso del Congreso Nacional, detrás del cual ha crecido una torre comercial? Ni que
decir de las innumerables medianeras que afean todas las avenidas de nuestras
ciudades, condenando a la oscuridad, además, a los que viven del otro lado, durante
décadas y décadas. Y se pregunta, ¿Será que la propuesta final consiste en que todos
nos vayamos a vivir a los autos?...
Hace referencia a las personas que hoy pueden hacerse una casa, ubicadas dentro de
un cierto sector de la clase media. Tienen poca plata, pero para compensar el
inconveniente están completamente dispuestos a aceptar terminaciones y materiales
rústicos, tales como pisos de baldosa, revoque a la bolsa y mesada de cocina de
madera, o de baldosa también.
Nos cuenta Livingston, a medida que la obra avanza, empieza el “efecto de corrimiento
gradual”, que suele producir se durante la elaboración del programa de necesidades
de una casa. Este asunto entre cliente y arquitecto, capítulo que, por otra parte, no se
estudia en las facultades de arquitectura, parece no tener fin.
Es difícil para las familias estar todos juntos. Esas familias que muestran los
comerciales de la televisión, desayunando al unísono, son tan improbables como las
amplias cocinas donde madres piadosas y sonrientes preparan infinitamente postres
exquisitos para sus nenes rubios, antes de deleitarse con sus lavarropas irrompibles
donde lavan y lavan la ropa de sus maridos que llegan siempre contentos a casa, con
traje y portafolio.
Aquí habla sobre los rigurosos estereotipos de livings rooms clásicamente diseñado
por arquitectos, donde siguen estándares basados en revistas que tienen como diseño
livings rooms de nefastas proporciones (mínimas) y otras medidas que no suman a la
habitabilidad de la casa. Como dobles alturas, balconeos, escaleras “protagonistas”
que muchas veces atentan contra lo antes mente mencionado.
“Una conclusión”.
La función del living room siempre huye para otro lado. Según el autor, la crisis del
living room expresa una dificultad creciente del hombre para habitar el espacio.
“Para los protagonistas, los verdaderos protagonistas finales de nuestra obra, mal
llamados usuarios", la buena arquitectura es placentera y accesible y la mala
arquitectura es fundamentalmente incómoda y aburrida. (…). La arquitectura es nada
más y nada menos que una parte importante del escenario de la vida”.
Abstracto del capítulo, que nos hace reflexionar sobre, cómo satisfacer las
necesidades de la gente, ofrecerles el placer de habitar, tener distribuciones que les
permita hacer reuniones, como también privacidad entre ellos; fachadas que reflejen la
personalidad del habitante; espacio para contener todas las cosas que necesiten en su
vida, usen o no.
"No se trata solo de que las personas 'quepan' o 'circulen' y mucho menos de que los
volúmenes se 'enfaticen' y otras frivolidades por el estilo, sino nada más y nada
menos, que de ayudar a la gente a que sea más feliz, mediante una óptima
organización del espacio habitable."