Revelacion de Dios en El Antiguo Testamento
Revelacion de Dios en El Antiguo Testamento
Revelacion de Dios en El Antiguo Testamento
a. La personalidad de Dios.
La trascendencia de Dios no sólo hunde sus raíces en su “naturaleza” supramundana sino
también en su personalidad por la que se autoposee perfectamente. Así, en el conocimiento de la
revelación del Dios que busca alianza con el hombre, conocemos no sólo la apertura de Dios sino
también su personalidad misma. La Biblia expresa esto a través del verbo “hablar”. El lenguaje
es una categoría que abarca toda la acción divina (los seres no personales son “mudos”). De este
modo, Dios dirige su palabra en el plano de la relación personal YO-TÚ (Ex 20,2). Su apertura
nos permite contemplar su “corazón” y descubrir que YHWH es un ser completamente
“personal”, que posee espontaneidad, conocimiento de sí e independencia de ser y obrar (Ex
33,19; Job 38ss).
La independencia absoluta (trascendencia) y el poder ilimitado de sí (personalidad) están
unidos íntimamente en la revelación de Dios. Con suprema libertad Dios se decide a
“autotrascenderse” en dirección al hombre y al mundo. Esto es lo que llamamos “voluntad de
alianza”.
gesto sacrificial. Bien sabemos que el sacrificio es el centro de la liturgia de Israel y que culmina
con el schelem (schalom: alianza en el sentido de paz, salvación), es decir, con el sacrificio de
comunión del cual participa el mismo Dios.
La Alianza mosaica tiene estrechas relaciones, más que con contratos comerciales, con
los pactos de soberanía, donde se establece la comunión entre dos partes desiguales. La parte
poderosa garantiza protección y seguridad, mientras el vasallo asegura su lealtad y algunas
acciones materiales.
Estos pactos siguen el siguiente esquema: 1. preámbulo; 2. historia común de las partes;
3. declaración de principios para la relación futura; 4. determinaciones concretas; 5. apelación a
los dioses como testigos; 6. maldiciones y bendiciones. Desde esta perspectiva, debido a la
desigualdad de la relación, el punto central de la teología de la berit hebrea es la predilección
espontánea de Dios por Israel y, a través de él, de toda la humanidad, para elevarla a una relación
de comunión. Así la historia ha de convertirse en historia de salvación, orientada hacia el
schalom.
en favor de la Alianza, que llega hasta el punto de prometer un hesed eterno al pueblo infiel (Is
54,7). Ahora bien, según el Salmo 135 este hesed estaba ya presente en la voluntad de alianza
manifestada en la creación.
b. La fidelidad de YHWH.
Puesto que hesed se refiere a la lealtad permanente y siempre mantenida de Dios, podría
ser traducido como fidelidad. Si Dios pide al hombre fidelidad (Os 4,1s), esto se debe a que Él
mismo es fiel (Dt 32,4).
c. El amor y la misericordia de YHWH.
Este aspecto no aparece plenamente hasta la era de Oseas (750-720), en la cual la ruptura
de la Alianza, vista en clave matrimonial, es considerada como un adulterio. La clave conyugal
se desarrolla en el capítulo 2, donde se describe la reconstrucción inaudita de la relación por
parte del Esposo engañado (2,16s). La Alianza ya no se describe en perspectiva jurídica, porque
consiste en la de comunidad de vida y amor (3,1). Este amor estaba ya presente ciertamente en la
elección que Dios hizo de Israel (Os 11,1), en su acompañamiento contínuo (11,3), y en el
perdón generosamente otorgado (11,5.8). Pero la imagen conyugal le confiere una nueva
luminosidad.
Jeremías, en la misma línea, proclama el “pacto de amor” entre Dios e Israel (2,2; 3,1),
pese a su ruptura por la infidelidad del Pueblo. Mas el amor de Dios llama a la conversión
(3,12.14.22), posibilitando un nuevo comienzo. El Deutero-Isaías, por su parte, compara este
amor con el materno (49,15) y ve a Israel como la cautiva humillada que es rescatada para
convertirse en esposa (54). Igualmente el Deuteronomio se expresa de esta manera (4,37;
7,8.13). La Alianza, por la densidad de este amor, debe ser grabada en el corazón para que el
hombre pueda responder con un amor similar al de Dios, esto es, sin límites (5,10; 6,5). Al
respecto es muy indicadora la valoración que se hace de la Torah en Dt 4,6-8; 8,5.
Los textos bíblicos usan con frecuencia para aludir al amor de Dios términos que
significan “comportarse maternalmente” (de la raíz rhm, de donde viene rehem: seno materno).
También utilizan derivados de “inclinarse hacia abajo” (hnn). Y al mismo tiempo destacan que
Israel no tiene ningún título jurídico exigitivo ante este comportamiento divino: Dios es
totalmente libre en su misericordia (Ex 33,19). Ahora bien, precisamente es esta libertad suya la
que quiere actuar misericordiosamente (Jr 31,20; Is 49,15).
d. La justicia de YHWH.
El Dios de la Alianza es presentado como “el justo” (sdq). Ahora bien, el término justicia
(sedaqah) no expresa tanto sanción y equidad como salvación. Justicia es la actuación de YHWH
de acuerdo con la Alianza en fidelidad y en favor de su pueblo (Is 45,8; 46,13; Jue 5,11).
Por eso, Israel ha de vivir también en la justicia, sintetizada en la segunda tabla de la Ley.
La custodia de esta vocación es tarea confiada al rey (Dt 17,20; 2 Sm 12) y se convertirrá en la
propiedad esencial del Señor mesiánico (Is 9,6; 11,3ss). Así como YHWH premia a sus fieles y
castiga a los enemigos de éstos, se esperan también del Mesías los premios y los castigos (Dt 28;
Lv 26; Ex 20,5s; 5,9ss). Pero, a partir de Jer 12,1, se plantea el problema de la felicidad de los
malos y del dolor de los justos (Pv 3,11; Job 5,17ss). Aunque la respuesta de la sabiduría no sea
todavía satisfactoria, se afirma claramente que Dios nunca se acomoda al esquema humano de
restituir equilibradamente -matemáticamente- según las obras (Job 42,7; Jer 12,5). Por eso, en la
evolución de la revelación, se llaga a la intuición de que debe haber una retribución individual
más allá del tiempo (Sal 49,16). La entrada del tema de la resurrección final traerá nuevas luces a
la cuestión (Ez 37,1-14; Is 26,19). Paralelamente se va puliendo a figura mediadora o mesiánica.
Así Isaías podrá presentar, en el capítulo 53, al “Justo por antonomasia” como expiador vicario
y salvífico. Él muestra de modo supremo como la justicia de YHWH castiga el pecado y coloca a
su justo en la gloria (Ex 20,5b-6; Os 11,8; Jer 3,12; Is 60,10; Sal 104,44ss). Esta figura se va
universalizando (Sal 36,7; Is 51,5) y eternizando paulatinamente (Is 51,8; Sal 111,3; Dn 9,24).
e. El celo y la ira de YHWH.
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Llama la atención de que el castigo del pecado no se atribuya tanto a la justicia como al
celo y a la ira de Dios (Ex 20,5).
El “tener celo” (qn’) expresa cómo afirma Dios su ser divino en la Alianza y en la historia
de salvación. Consiste, pues, en una confirmación de su santidad absoluta. Por esto, Dios no sólo
castiga sino que también libera a Israel, convirtiendo su celo airado en celo por el pueblo (Is
26,11).
La mayoría de las veces la ira parece ser una reacción arrebatada de YHWH por haber
sido rechazado su derecho en la Alianza (Ex 32,7ss; Nm 25) o por las dudas del pueblo sobre su
voluntad de establecerla o sobre su poder salvífico (Nm 11,1; Dt 1,34). Sin embargo, el despertar
de esta ira no siempre es comprensible a los hombres (2 Sm 24,1; Ex 4,24ss). En tales casos sólo
podemos decir que se intentan poner de relieve, para la posteridad, las prescripciones rituales. No
obstante, nunca se llegó a considerar a Dios como un demonio caprichoso: la revelación nos da
testimonio de la “paciencia de YHWH” (Ex 34,6; Pr 15,18; Os 11,9; Is 54,8). Por tanto, estos
arrebatos demuestran que la personalidad de YHWH y su santidad penetrante se encuentran
sometidos a su voluntad de establecer alianza (Os 11,8; Jr 31,9.20).
En última instancia, tanto el celo como la ira son la expresión contundente del “amor
herido” del Señor (von Balthasar).
Trinidad no puede entenderse sólo como revelación (formal) del número de las personas divinas,
subsistentes en la única esencia. Y toda preparación al Misterio de Cristo es preparación al
Misterio de la Trinidad.
En este aspecto, coinciden preparación a la revelación de la Trinidad, a la de Cristo y a la
de la salvación.
a. Principios fundamentales.
Es preciso considerar el carácter sobrenatural del AT como una historia, en un tiempo y
espacio particulares. Por lo cual el ATque es una historia especial de revelación y salvación,
aunque todavía no definitiva ni escatológica. Esto se debe a la acción libre de Dios que elige un
pueblo particular en orden a la salvación universal. Así se manifiesta la unidad de los dos
Testamentos en su autor, Dios y se comprueba que el NT presupone al AT no sólo por razones
externas, sino por ser consignación escrita de la revelación sobrenatural especial. De tal modo
que ésta sólo es comprensible desde la perspectiva global del ambos Testamentos.
Es indudable que sólo en el NT Dios se revela trinitariamente, de tal modo que en las
últimas fases del AT no se podría exigir una confesión de fe en la Trinidad. Si bien puede
advertirse una preparación creciente en el AT, ésta sólo puede ser comprendida y aclarada desde
la perspectiva del NT.
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c. Ángel de YHWH-Palabra-Sabiduría-Espíritu.
Estos términos no aluden simplemente a nombres, calificaciones o actuaciones de
YHWH, sino a formas de las que Él se vale para hacerse presente a su pueblo. Ellas expresan la
fuerza y naturaleza mismas de Dios. Son manifestaciones-mediaciones que preparan su
revelación y conocimiento definitivos.
1. Ángel de YHWH: algunas veces se presenta bajo una forma individual, con una
misión salvífica determinada (auxiliador: Ex 14,19; protector: Gn 24,7.40; castigador: 2 Sam
24,16ss; juez: 2 Sam 14,7.20). Otras veces, no es fácilmente distinguible de Dios, pues en su
apariencia y lenguaje coincide con el Señor (Gn 16,9.13; 31,11.13). Los exégetas no se han
puesto de acuerdo sobre la interpretación definitiva de la figura. Pero es cierto es estamos ante
una verdadera personificación.
El Ángel tuvo importancia sobre todo en las primeras épocas del pueblo de Israel, cuando
se buscaba denodadamente de superar la distancia con Dios incomprensible. Luego se lo
reemplazó con el Espíritu de YHWH. Aquí se revela tanto su importancia como su límite en la
preparación de la revelación definitiva.
2. La Palabra de Dios: fue tema de inmensa importancia. Para los antiguos, la palabra
tenía una fuerza propia que iba más allá del tiempo. Con mayor razón esto se aplicaba a la
“Palabra de Dios”. No sólo como palabra, pues, sino como palabra del Dios de Israel, ella
indicaba su pre1encia eficaz histórico-salvífica.
La Palabra puede ser considerada desde tres perspectivas. Como palabra de instrucción,
ella revela la voluntad de Dios respecto de su pueblo (las “palabras” de Ex 19,3.14.20.24; 34,28).
Así se vuelve el fundamento de los deberes morales que derivan de la alianza.
También es Palabra de Dios la palabra de los profetas, la cual, diferentemente de la
instrucción, se da en un instante histórico concreto. Pero es una Palabra que procede de Dios (Is
5,9; Ez 10,5) y que actúa eficazmente (Jer 20,9). Estas palabras, al igual que las de instrucción,
se fueron fijando por escrito, manteniendo así su virtualidad escatológica.
Por último la Palabra de Dios es entendida también como palabra creadora (puesto que
si puede dominar la naturaleza y la historia ha podido también suscitarlas). Es, por lo tanto, una
llamada a la existencia (Is 48,13; Gn 1,3), capaz de mantenerla y conservarla (Job 37,16ss; Eclo
39,31). Tal es la primera y fundamental palabra-acción divina de la historia de la salvación (Sal
19; Is 44,26).
De este modo, el concepto de Palabra de Dios ilumina tanto el tema de la trascendencia
como de la inmanencia divinas. La Palabra señala que Dios es “el totalmente otro”, el que crea y
dirige libremente por su Palabra, estando a la vez está presente por medio de ella. A esto se debió
la creciente hispostatización de la Palabra. No se trataba simplemente una hispóstasis vacía, sino
una designación cada vez más rica y universal de la fuerza salvífica presente, experimentada en
la historia, de Dios en su Palabra.
1
Debemos tener en cuenta el doble sentido del término dabar: uno noético, la palabra contiene la esencia del significado y lo anuncia al
entendimiento; y un aspecto dinámico, su eficacia interna.
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e. Resumen y Síntesis.
El AT fue válida preparación de la revelación neotestamentaria, si bien no podemos
nosotros buscar “personas” o una Trinidad personal en su visión de Dios.
Aunque Israel alcanzó una idea fragmentaria de Dios (1 Cor 13,12), fue conciente de que
Éste se le había revelado como un “YO” personal, del que el hombre es pálido reflejo. Apareció
igualmente una abierta tendencia a la universalidad, coincidente con una profundización de la
idea divina, centrada en la inefable unidad de inmanencia y trascendencia. En conexión con esto,
Israel vio casi ingenuamente (antropomorfismos) en las distintas formas de mediaciones de Dios,
verdaderas personas.
Por otro lado, tanto la proximidad y permutabilidad de las mediaciones como la
indeterminación de las personificaciones deben valorarse muy positivamente; son preparaciones
del misterio de Dios revelado luego en Cristo. No obstante, apenas puede vislumbrarse en ellas la
Trinidad expresa de personas. La revelación neotestamenteria se muestra así insospechablemente
nueva. Y sólo a la luz de ambas, en cuanto afirman la plenitud pluripersonal de ser y vida en
Dios y revelación del Dios uno, Padre, Hijo y Espíritu, se aprehende la imagen cristiana de Dios.
a. Principios fundamentales:
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* La predicación bíblica empalma con esta conciencia fundamental humana (Act 17,22-
34). El NT identifica al “Padre” revelado por Cristo con el YHWH del AT y con el “Dios
desconocido” de las venerables religiones y cosmovisiones.
* El AT reconoció -aunque con reservas- que la sabiduría divina actuó también fuera de
Israel (por la creación, los sabios, las leyes, etc.), tendiendo así un puente entre revelación
particular y revelación universal. Aunque el AT no sacó las últimas conclusiones, esta
perspectiva estuvo presente y fue de valor definitivo para la revelación escatológica y universal
de Dios en Cristo (como lo demuestran los Padres Apologistas).
* Es preciso ver, pues, en todas las tentativas (politeísmo, panteísmo, monismo) una
verdadera conciencia del misterio divino y, con ella, una bienintencionada (y meritoria) búsqueda
de Dios. Pero como las tentativas son ambiguas es necesario reconocer las depravaciones que se
dan en ellas.