Escritura Literaria en Contextos de Encierro, Manuel Vilchez

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

VI Congreso Internacional de Literatura CELEHIS

César González: Escritura del encierro, poética de liberación.

Manuel Vilchez.

Estudiante Profesorado y Licenciatura en Letras, UNMdP.

La poesía debe ser hecha por todos

Conde de Lautréamont.

Las almas repudian todo encierro

Luis Alberto Spinetta.

del encierro una flor…

de las rejas una esperanza…

César González

¿Puede la poesía nacer en cautiverio? César González escribe La venganza del cordero

atado, editado por Ediciones Continente en 2010, durante el período de su vida en que

estuvo privado de la libertad. En el paratexto “Apéndice del autor”, se presenta un

“Recorrido cronológico de una obra fabricada contra el tiempo y pensada para

contradecir al destino” (119). Allí encontramos detallado el momento y el lugar en que

un joven preso comienza a convertirse en poeta: “Un año y medio en el instituto Agote

(mediados 2007 a fines 2008)” (119). A continuación, una lista con los títulos de

poemas que escribió en aquel tiempo y espacio. Luego, siguiendo el ordenamiento

cronológico, se mencionan el resto de los textos que conforman el libro. Cabe resaltar el

criterio espacio-temporal empleado en este apartado: cada conjunto de poemas está

dividido según el lapso que dura la detención y el sitio en el cual se halla preso el

escritor. Por lo tanto, se hace evidente la intencionalidad de inscribir la práctica

escrituraria en el marco del territorio del encierro. En esta especie de anti-prontuario, en

lugar de antecedentes penales, Blajaquis pone énfasis en el choque entre el castigo y el

arte. El peor de sus crímenes es negarse al silencio de los muros.

1
La presente ponencia busca indagar en las marcas textuales en que se destaca la

vinculación entre el contexto inmediato de enunciación del autor y la escritura

emergente en esas circunstancias particulares.

A lo largo de la obra, se traza deliberadamente un paralelismo entre el yo lírico y la

figura de poeta, con lo cual juega con los límites entre auto-ficción y discurso

testimonial. Así, en “Diferencias invisibles”, se construye una imagen del yo en el

marco de la privación de libertad: “La realidad es que estoy preso, en una cárcel.” (48).

Como vemos en la cita, se menciona de manera explícita la vinculación entre el sujeto y

el espacio de la prisión. En tiempo presente construye un tópico del encierro, recurrente

en toda su obra. A su vez, si tomamos como referencia el paratexto anteriormente

mencionado, allí afirma que este poema fue escrito durante su estadía de “Cinco meses

en el Penal de Marcos Paz” (119).

En líneas generales, se trata de una literatura que se construye en condiciones

distintivas con respecto a la imagen tradicional del espacio de escritura del trabajo

intelectual. Lejos de un escritorio; de los materiales básicos de la práctica escrituraria a

simple disposición; de una biblioteca personal o pública abundante en bibliografía

literaria; de una educación que sistematice una formación erudita.

Sin embargo, los versos continúan: “Lo real es que soy libre demasiado libre”. (53)

Con lo cual se destaca el contraste, la sutil “diferencia”, entre lo que el sistema

dominante (en este caso asociado al concepto de “realidad”) le impone al sujeto y lo que

piensa y crea desde su propia subjetividad: una libertad superlativa. Entonces, la prisión

es el escenario y también la condición de posibilidad de surgimiento de lo que

denominamos una “poética de liberación”.

2
El tópico del encierro configura un territorio propicio para la emergencia de la

subjetividad y la profundización de la intimidad. Así se visibiliza en “Descuartícenme

los tímpanos”:

Descubrí que le tengo fobia a la vida

y que me hace temblar los tobillos la libertad.

Que soy un enfermo de sentimientos

y que me cansé de ver siempre rectángulos

¡puros rectángulos!

(55)

De esta manera, ante la incomunicación involuntaria, la escritura se transforma en una

necesidad de plasmar, de exteriorizar lo íntimo, una especie de grito contenido que

espera el “oído” de un lector futuro para proyectarse. El ser humano, en tanto ser social,

busca constantemente la comunicación con el otro. Y la negación de este derecho básico

implica un despojo a la condición humana que solo la escritura como herramienta de

exteriorización restituye, aunque de una manera subrepticia, ya que no suple la

comunicación directa, sino mediada por la distancia entre escritor y lector.

Por su parte, el aislamiento del resto de la sociedad es un punto de inflexión que

provoca diversas reflexiones: “Esto es la soledad / yo y estas cuatro paredes / y esa

puerta fría y vieja” (66). Desde la asociación de las ideas de encierro y soledad, se

rechaza la limitación del espacio que cercena las posibilidades de movimiento y acción.

Este ambiente agobiante se convierte en un vacío, un tiempo muerto, difícil de soportar.

Inclusive llega al extremo de emplear a la cárcel como metáfora del cuerpo individual,

solitario: “(…) vuelve el invierno a mi vida, / Vuelvo a ser encierro, este inmenso y

cruel encierro.” (15) Más adelante, en otro poema reaparece el tópico: “Mañana soleada:

lo más duro es ser muro, lo más bello / saltarlo.” (40) En ambos casos, juega con las

3
imágenes sensoriales: por un lado, el encierro se presenta como un territorio congelado.

Aunque, como vemos en la segunda cita, la luminosidad y el calor del sol implican la

persistencia de la esperanza, la resistencia ante los límites del destino prefijado.

Además, con respecto al aislamiento, también plantea:

Vuelvo al lugar donde mejor me refugio

Busco esa cueva donde nadie me encuentre.

Ahí, donde puedo ser.

Ahí, donde no obedezco.

En la soledad, en el único consuelo.

(15)

Por lo tanto, el tópico del encierro también se constituye en espacio de la

individualidad que potencia el discurrir del pensamiento y, paradójicamente, la

posibilidad de liberación de la dominación social. Así lo afirma el título de uno de los

textos de prosa poética presentes en el libro: “Encerrado pero no anestesiado” (85).

Precisamente, la detención obligatoria del cuerpo no inmoviliza la capacidad de

reflexión, por el contrario, le brinda oportunidades para ser explorada.

Una “poética de liberación” se inscribe en las tradiciones de los poetas malditos y las

vanguardias literarias, ya que no sigue las “normas” del campo literario, sino que se

apropia de la “palabra letrada” para construir su forma de concebir el mundo. Como un

“heredero infiel”, en términos de Derridá (47), o un ladrón de la poesía, la apropiación

de la cultura negada (su recuperación para una clase social despojada) introduce el

desvío y conforma una cosmovisión distintiva. De este modo, genera una hibridación

entre la tradición “culta” y el mundo marginal, un choque que produce un resultado

inusual. Así, la irreverencia en el trato con el lenguaje le da un estilo diferenciador que

mezcla “lo tumbero” con “lo elevado”.

4
En “Poemas candados” manifiesta: “El chamuyo con los pibes, hoy mi única alegría.

(…) Verdugueadas de la yuta, como el sol de cada día.” (81). La mirada del yo lírico

sitúa al lector junto al “delincuente”. De esta manera, permite vivenciar desde adentro

la intensa experiencia del pasaje por la cárcel, con el consecuente contacto con las

personas que ocupan los papeles del binomio que organiza jerárquicamente la

institución total: guardias y detenidos (Goffman 1970). Esta perspectiva interna del

mundo del preso se potencia con la inclusión de un léxico propio de la jerga tumbera.

Así, se destacan términos como “chamuyo”, “pibes”, “verdugueadas” y “yuta”.

Además, conforma un tono de expresión coloquial que asocia la poesía a la oralidad.

Entonces, el sociolecto empleado mantiene una estrecha vinculación con la construcción

de una identidad marginal, el reconocimiento y la legitimación de una cultura popular.

Por lo planteado hasta aquí, podemos decir que las cicatrices que deja la cárcel en los

cuerpos de los sujetos se traspasan al papel como marcas imborrables, en cada trazo y

en los intersticios de silencios blancos. En lo que dicen y en lo que callan. El sistema de

control y castigo está presente como contenido y como forma en la escritura en contexto

de encierro.

Consecuentemente, podemos establecer diferentes niveles de emergencia del

entramado carcelario en los textos. Cabe señalar que estas irrupciones textuales están

relacionadas entre sí formando un tejido intertextual que supera y potencia cada texto

individual.

Por un lado, la representación del espacio material del encierro en tanto destino

prefijado: la consecuencia inevitable de las conductas delictivas. En el poema

“Panóptico” leemos:

Miro la lluvia a través de las rejas,

que enfrente tienen un alambrado,

5
que adelante mira un paredón,

que en su punta tiene muchas púas,

(56)

En cuanto al trabajo formal, la circularidad del texto (que concluye con la imagen del

inicio) conforma la inevitabilidad y la imposibilidad de escapatoria del encierro. A su

vez, el cautiverio se refuerza con un campo semántico específico: “rejas”, “alambrado”,

“paredón” y “púas”. Entonces, la circularidad simboliza la irrevocabilidad del castigo

como destino.

A su vez, el título del poema analizado nos envía intertextualmente a la figura

arquitectónica de Bentham, analiza por Michel Foucault en Vigilar y Castigar (2012).

Atrapado en este dispositivo integral de vigilancia constante, el sujeto es sujetado: se

vuelve objeto de la visión ajena, receptor pasivo de una jerarquía de la cual es el eslabón

más bajo. La negación de su propia mirada actúa de manera metonímica, constituyendo

el paradigma de su rol en el sistema. No sólo es visto pero no ve, sino que lo paradójico

radica en que, siendo plenamente visible, es invisibilizado. Según la postura dominante

en la sociedad, es un paria, una mancha sin explicación, y debe ser borrado, olvidado,

apartado de la vista. Así, la ubicación geográfica de las prisiones las localiza a una

distancia considerable de las zonas urbanas y periurbanas. Aún más fuerte es la

localización de las instituciones punitivas en islas: la cárcel-isla se reproduce al nivel

del individuo-isla.

En la obra de Blajaquis, la denuncia y la crítica se hacen explícitas en algunos pasajes

como el poema “Buzones”: hace mención a determinadas condiciones de detención y

pone en evidencia los abusos a los que ha sido sometido.

Desazón. Impotencia que quema. Moretones

La celda es hermética, no penetran los sonidos.

6
Nervios. Ganas de fumar. Desesperación. Odio.

(…) Desnudo. Temblando. Frío… mucho frío.

Los golpes van dejando de doler

para empezar a quemar.

(…) Quieren hacerme un monstruo pero yo soy un poeta.

(113)

Su propia existencia es la prueba que sustenta sus palabras: puede hablar porque ha

sobrevivido para contarlo. En estos casos, en el lenguaje se materializa el suplicio del

cuerpo. No obstante la denotación empleada, la denuncia se imbrica con el lenguaje

connotativo, aparece transformada mediante el uso de metáforas. El sujeto se resiste a

verse a sí mismo en el espejo del otro. No se resigna a ser la otredad monstruosa, a

desempeñar mansamente el papel del “maligno” que se le asigna en la farsa social. Así,

se apropia del discurso poético para expresar su padecimiento y transformarlo en un

producto artístico.

Complementariamente, se constituye en los textos la postura de resistencia del yo, en

tanto “poeta” que va delineando una visión del mundo alternativa, cuestionadora del

paradigma represivo, con base en el contraste privación/libertad. Así, la poesía emerge

como territorio de lucha por la liberación.

Entonces, el proceso de escritura implica, para este joven preso, una posibilidad de

reflexionar sobre su propia vida. Se trata de un momento de permanencia en lo

invariable, con obstáculos concretos para las actividades físicas que limitan las

posibilidades. No obstante, el sujeto que logra invertir el sentido disciplinador del

encierro, lo convierte, paradójicamente, en una pausa del cuerpo para poner en

movimiento el pensamiento. Doble detención: frente a la detención involuntaria,

7
impuesta por la condena de la privación de la libertad, la detención voluntaria, la

interrupción de las demás acciones para concentrarse en el papel.

Frente a una temporalidad regulada de manera integral por el sistema de control

penitenciario, el sujeto crea un tiempo de “ocio”. Si nos remitimos a la etimología de

esta palabra, tenemos su contraste con el concepto de “negocio”, es decir, el tiempo

dedicado a las tareas socialmente “útiles”. Pero el tiempo “libre” no implica la negación

de la acción, sino precisamente la posibilidad abierta a elegir individualmente qué hacer

durante dicho período: una “obra fabricada contra el tiempo” (119). Esta libertad

relativa, es la base necesaria para la producción de escritura literaria en un marco de

cautiverio.

Si tomamos un caso paradigmático, Maurice Blanchot plantea la relación dialéctica

entre la obra del Marqués de Sade y el encierro de su autor:

(…) cuando pensamos en esos 27 años de prisión, en esa existencia confinada y

prohibida, cuando ese secuestro atenta no sólo contra la vida de un hombre, sino

contra su supervivencia, al punto de que poner en secreto su obra parece

condenarlo, aún vivo, a una prisión eterna, llegamos a preguntarnos si los

censores y los jueces que pretenden encerrar a Sade no están al servicio del mismo

Sade, no realizan los votos más vivos de su libertinaje, el que siempre aspiró a la

soledad de las entrañas de la tierra, al misterio de una existencia subterránea y

reclusa. Sade, de diez maneras, formuló esa idea, la de que los más grandes

excesos del hombre exigían el secreto, la oscuridad del abismo, la soledad

inviolable de una celda. Ahora bien, cosa extraña, son los guardianes de la moral

quienes, al condenarlo al secreto, se han hecho junto con él los cómplices de la

más baja inmoralidad.

(11)

8
Entonces, según el crítico literario, Sade encuentra en la reclusión un espacio aislado del

resto de la sociedad, y su cautiverio se convierte en una condición necesaria para el

desarrollo pleno de su creatividad. Una literatura escandalosa, marcada por los excesos

y las rupturas extremas con la moralidad burguesa, se escribe en el secreto oculto por la

prisión.

Paralelamente, la literatura que aquí analizamos expresa una visión del mundo

opuesta a los valores burgueses tradicionales (racionalidad y moralidad), y es forjada en

el espacio del encierro, allí donde se castigan precisamente las conductas “anti-

sociales”.

En oposición a la vigilancia y la represión impuestas por el sistema carcelario, la

etapa de reclusión marca definitivamente la visión del poeta acerca de sí mismo, de su

producción escrituraria, de la literatura, la cultura y la sociedad en general. Entonces,

podríamos decir que una “poética de liberación” surge de la tensión, en su máximo

extremo, entre la opresión del sistema totalitario de la prisión y las resistencias a través

del arte. Tensión que se replica al nivel del discurso entre lo dominante que silencia al

joven preso y la emergencia de la voz propia. En la escritura literaria emergen las

cicatrices/marcas del cuerpo/papel.

Bibliografía

Blajaquis, Camilo (2010). La venganza del cordero atado. Buenos Aires: Ediciones
Continente.
Blanchot, Maurice (2016). Lautréamont y Sade. México: Fondo de Cultura
Económica.
Derridá, Jacques (2015). La diseminación. Madrid: Editorial Fundamentos.
Foucault, Michel (2012). Vigilar y Castigar. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Goffman, Erving (1970). Internados. Ensayos sobre la situación social de los
enfermos mentales. Buenos Aires: Amorrortu.

También podría gustarte