Caer de La Gracia

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CAER DE LA GRACIA

(PRIMERA PARTE)
Gá. 5:4

“TRES ASPECTOS DE LA GRACIA”

Una de las doctrinas más odiadas de la eterna Palabra de Dios es la de la


seguridad eterna del creyente (“una vez salvo, siempre salvo”). Ante esta verdad, muchos
se levantan automáticamente para negarla. Lo hacen incluso sin examinar la evidencia.
De hecho, muchos tienen una opinión tan acérrima sobre el tema que se niegan con
vehemencia a considerar lo que la Biblia dice. En lugar de hacer un análisis están
seguros de que un creyente puede perder la salvación y van a la Biblia, no para averiguar
lo que dice, sino para confirmar su teoría preconcebida. En vez de usar bien “la palabra
de verdad”, conforme a 2 Ti. 2:15, proceden a establecer un argumento sin fundamento.
Para ello, están obligados a sacar pasajes de su contexto, hacer malas aplicaciones y
pervertir el sentido de los pasajes.

Una de las citas que emplean erróneamente para apoyar su


teoría contra la seguridad eterna del creyente es Gá. 5:4. Pablo
escribía a los gálatas: “de la gracia habéis caído”. Los que niegan que
la vida espiritual sea “eterna” (Jn. 3:15), o un “don de Dios” (Ef. 2:8),
afirmando que la tenemos mientras no cometamos ciertos males y
mantengamos una buena conducta, se aferran a este versículo como
prueba de su teoría. Suponen que “gracia” hace referencia a la vida
eterna y que “habéis caído” se refiere a que los gálatas iban
encaminados hacia el cielo, pero ahora se habían perdido e iban
dirigidos al infierno. Es solamente una de varias citas que a menudo
se pervierten para negar la verdad de la seguridad eterna del
creyente. Puesto que usan este pasaje como texto de prueba, es
conveniente ofrecer una explicación de él para el beneficio de los que
están verdaderamente interesados en saber la verdad.
Para comprender este texto, es necesario saber que la Biblia
habla de tres maneras principales en que Dios nos extiende su gracia.
Se define gracia como el inmerecido amor o favor de Dios hacia el
hombre. Simplemente quiere decir que cuando Dios nos hace algo que
no merecemos, se trata de su gracia para con nosotros. Por culpa de
nuestros pecados (Ro. 3:23), ninguno merece el favor del Señor (Tit.
3:5). Sin embargo, todos recibimos bendiciones, por la gracia de Dios.
Dios manifiesta su gracia, o favor inmerecido, hacia la
humanidad de tres maneras distintas.
I. HAY LA GRACIA DE DIOS QUE SALVA EL ALMA DE LA PENA DEL
PECADO, QUE ES LA MUERTE O SEPARACIÓN ETERNA DE DIOS.

A. Todos pecamos y, por consiguiente, estamos “destituidos de la gloria de


Dios” (Ro. 3:23). Es así porque en nuestra carne “no mora el bien” (Ro.
7:18), y porque nuestra mejor conducta es “como trapo de inmundicia”
delante de Dios (Is. 64:6). La realidad es que “hemos pecado” (1 Jn. 1:19)
y también que “tenemos pecado” (1 Jn. 1:8).

B. Dado que “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23), todos merecemos la
ira de Dios. Pablo demostró “a judíos y a gentiles, que todos están bajo
pecado” (Ro. 3:9), y que todo el mundo queda “bajo el juicio de Dios”
(Ro. 3:19). Si el hombre recibiera su merecido, estaría eternamente
separado de la presencia de Dios en el lago de fuego, que Ap. 20:14 llama
“la muerte segunda”.

C. Sin embargo, y a pesar de no merecerlo, Dios tiene un remedio para


perdonar a los pecadores, librar a los culpables y salvar de la eterna
separación de Dios en el lago de fuego. Dios mismo, en la persona de
Jesucristo, fue a la cruz donde “llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo” (1 P. 2:24), y “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Is.
53:6). He. 10:14, en referencia a la cruz, dice: “con una sola ofrenda hizo
perfectos para siempre a los santificados.” Los que estaban “muertos en
[...] delitos y pecados” (Ef. 2:1), ahora están “vivos para Dios” (Ro. 6:11)
por la obra de Cristo en la cruz. Para los que estaban condenados ante
Dios (Jn. 3:18), ahora “ninguna condenación hay” (Ro. 8:1). Los que iban
hacia una separación eterna de Dios en el lago de fuego, ahora tienen vida
eterna (Jn. 3:15-16).

D. Se ofrecen, por medio de Jesucristo, salvación y perdón de pecados para


toda la humanidad, a pesar de su pecado y culpabilidad delante de Dios.
Todos los que creen en Cristo (que es igual a recibirle) pasan de la muerte
a la vida (Jn. 5:24).

E. Esta obra de Dios, mediante la cual salva de la pena del pecado, que es la
muerte, se llama gracia. Ninguno es digno de ella; ninguno la merece.
Dios simplemente ofrece su amor y favor hacia el hombre mediante la
provisión de salvación de la pena del pecado. Por eso, Ef. 2:5 y 8 afirman
que “por gracia sois salvos”. La salvación es por fe en lo que Dios ha
hecho, no por obras que nosotros hagamos. Somos “justificados
gratuitamente por su gracia” (Ro. 3:24).

F. Hay la gracia de Dios por la cual Él salva al pecador de la pena del


pecado. Se trata de la GRACIA SALVADORA de Dios, provista en la
muerte de Cristo. A esta gracia se refiere Ef. 1:2-7.
II. ADEMÁS, HAY LA GRACIA DE DIOS QUE SOSTIENE, SALVA O LIBRA
CADA DÍA DEL PODER DEL PECADO SOBRE NUESTRAS VIDAS.

A. Aunque ya somos salvos de la pena del pecado, en la vida diaria nos


vemos enfrentados con un enemigo, Satanás, que intenta anular nuestro
gozo, eliminar nuestro fruto, hacernos hipócritas y destruir nuestro
testimonio como hijos de Dios. Quisiera arrastrarnos a la vida
pecaminosa, hacernos infelices e incluso acortar nuestros días (Ec. 7:17; 1
Co. 11:30).

B. Satanás trabaja incesantemente para quebrantar a los hijos de Dios,


usando para ello el mundo y la carne. A esto se refería Pablo cuando
escribió: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco, eso hago” (Ro. 7:15). Continuó diciendo: “Así
que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (v.
21); y añadió: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi
mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis
miembros” (v. 22-23).

C. Aunque el hijo de Dios ya ha sido librado de la pena del pecado, la


muerte; todavía no ha sido librado del poder del pecado, que intenta
dominar y controlar su vida cada día. Satanás, mediante el pecado, intenta
devorar y destruir la vida temporal del hijo de Dios (1 P. 5:8), y además
Satanás es más poderoso que el hijo de Dios. Por fuerza propia, no
podemos vencerle. Como nosotros, el apóstol Pablo sabía que no podía
hacer frente a Satanás; necesitaba que alguien le librara del diablo. Por
eso dijo: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de
muerte?” (Ro. 7:24).

D. Ninguno por fuerza propia puede servir a Dios como debería. Por mucho
que uno se esfuerce por servirle de forma aceptable y vencer el pecado, no
lo logra. Así el pecado vence dominando nuestras vidas.

E. Pero, el mismo Dios que tiene gracia para salvar de la pena del pecado,
también tiene gracia para salvarnos de su poder y dominio. No porque lo
merezcamos, sino por su amor y favor, Dios está dispuesto a librarnos del
dominio del pecado. Quiere concedernos la victoria sobre el pecado y
sobre el diablo que quiere propagar el pecado en nosotros. Pablo hizo
referencia a esta disposición de Dios cuando dijo: “¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”; a lo que respondió:
“Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Ro. 7:25).
F. Por la ayuda diaria de Dios, cada creyente puede afirmar con Pablo que
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Mediante el favor
inmerecido de Dios, encontramos que con cada tentación hay una salida
para que podamos soportar (1 Co. 10:13). No es por el poder de uno
mismo, sino es por el poder de Dios que uno puede vencer al diablo, al
igual que los de Ap. 12:11.

G. Es por gracia, el favor inmerecido de Dios, que podemos tener gozo, dar
fruto y vencer. Eso es GRACIA SUSTENTADORA, o la salvación diaria.
Se efectúa por Jesús, que vive y se dedica a ayudarnos cada día. He. 7:25
declara: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.”

H. Para poder conseguir la victoria y servir de forma idónea, es esencial


recibir esta ayuda o gracia de Dios. Refiriéndose a esta clase de ayuda,
Dios le dijo a Pablo: “Bástate mi gracia” (2 Co. 12:9). He. 4:16 también
habla de ella, diciendo: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de
la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro.” Uno puede ser fuerte, cuando esta gracia obra en su vida. Así lo
comunicó Pablo a Timoteo: “esfuérzate en la gracia que es en Cristo
Jesús” (2 Ti. 2:1). Cuando obra la gracia de Dios “el pecado no se
enseñoreará” (Ro. 6:14).

I. Así que, hay un especial favor inmerecido o gracia por la que Dios salva
al pecador de la pena del pecado, la muerte; pero, también, hay un especial
favor inmerecido o gracia por la que Dios salva a sus hijos del poder o
dominio del pecado día tras día. No se deben confundir estas dos gracias.
Una es para con el incrédulo, y la otra es para con el hijo comprado por
sangre. Ambas se refieren a gracia o favor inmerecido de Dios, pero son
dos clases distintas.

III. ADEMÁS DE ESTOS DOS ASPECTOS, HAY LA GRACIA POR LA QUE


DIOS GLORIFICARÁ A TODOS LOS QUE HAYAN EXPERIMENTADO LA
GRACIA SALVADORA.

A. Ninguno podría esperar ser glorificado porque en la carne “no mora el


bien” (Ro. 7:18) y porque “todos nosotros somos como suciedad” (Is.
64:6).

B. Pero, somos “herederos” de Dios (Tit. 3:7). Además, “El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente
no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse” (Ro. 8:16-18).

C. Nuestra glorificación es un acto de gracia por parte de Dios, porque no


nos la merecemos. Todavía no hemos experimentado esta gracia; pero, en
efecto, lo haremos cuando Él vuelva. Fil. 3:21 dice: “el cual transformará
el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la
gloria suya”.

D. Así que, el tercer aspecto de la gracia es GRACIA GLORIFICADORA,


que es diferente de la gracia salvadora y la gracia sustentadora. La gracia
glorificadora tiene que ver con lo que Él nos hará en el futuro. La gracia
salvadora ocurrió en el pasado para nosotros. Ya nos ha salvado de la pena
del pecado. La gracia sustentadora está ocurriendo en el presente.
Actualmente nos sustenta día tras día del poder y del dominio del pecado.
La gracia glorificadora ocurrirá en el futuro. Nos glorificará cuando llegue
el momento.

Lo que cree hace la diferencia

CAER DE LA GRACIA
SEGUNDA PARTE
Gá. 5:4

“SÓLO PODEMOS CAER DE LA GRACIA QUE SUSTENTA”

Gá. 5:4, que habla de caer de la gracia, se refiere a que podemos caer de la gracia
de Dios que nos sostiene diariamente del dominio o el poder del pecado.

I. A DIFERENCIA DE LA GRACIA DE DIOS QUE SALVA DE LA PENA DEL


PECADO, QUE ES UNA ACCIÓN COMPLETA Y ACABADA (JN. 5:24), LA
GRACIA DE DIOS QUE SOSTIENE ES UNA ACCIÓN PROGRESIVA E
INCOMPLETA DE DIOS A FAVOR NUESTRO. SE TRATA DE UNA OBRA
QUE SE EFECTÚA DIARIAMENTE EN NUESTRAS VIDAS
TEMPORALES.

A. Dios se refería a esta acción continuada en “Bástate mi gracia” (2 Co.


12:9), porque es una obra que Él realiza en nuestras vidas actuales.
B. Servimos a Dios cada día y es por la gracia de Dios que podemos hacerlo
de forma aceptable (He. 12:28: “sirvamos a Dios agradándole”). Otra vez
se refiere a algo continuo y progresivo.

C. Hemos de acercarnos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar


misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” cada día (He. 4:16).
Por el mismo motivo, el Señor nos instruyó a pedir por “el pan nuestro de
cada día” (Mt. 6:11). Nos hace falta la gracia sustentadora de Dios cada
momento de cada día de nuestras vidas.

II. AL IGUAL QUE RECIBIMOS LA GRACIA SALVADORA DE DIOS POR


FE EN JESUCRISTO Y SU OBRA CONSUMADA EN LA CRUZ,
RECIBIMOS LA GRACIA SUSTENTADORA DE DIOS SÓLO POR FE EN
JESUCRISTO Y SUS MANDATOS SOBRE CÓMO TENER UNA VIDA
ABUNDANTE.

A. Por eso Pablo escribió: “de la manera que habéis recibido al Señor
Jesucristo, andad en él” (Col. 2:6). Es igual de imposible agradar a Dios
sin fe después de creer que antes (He. 11:6). Por eso Ro. 1:17 dice: “el
justo por la fe vivirá.”

B. Dios quiere que todos sus hijos confíen en Él todos los días. Ro. 6:13:
“presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y
vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” Col. 3:5:
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”. Y Pablo constató lo que
debía ser de todos los creyentes: “Porque yo por la ley soy muerto para la
ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

III. CUANDO EL HIJO DE DIOS CRUCIFICA LA CARNE, SOMETIÉNDOSE


A DIOS A FIN DE QUE ÉL OBRE TANTO “EL QUERER COMO EL HACER,
POR SU BUENA VOLUNTAD”, LA VIDA DEL HIJO DE DIOS ESTÁ
REPLETA DE BUENAS OBRAS Y FRUTO.

A. El hijo de Dios obrará, porque Ef. 2:10 dice: “somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.” Pablo escribió a Timoteo:
“Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra,
santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Ti. 2:21).
B. Los creyentes que andan por fe (que es obediencia a la Palabra de Dios),
aprenderán “a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para
que no sean sin fruto” (Tit. 3:14). Éstos tienen virtud, temperancia,
paciencia, piedad, amor y otras características deseables. Pedro dijo:
“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar
ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”
(2 P. 1:8).

C. Somos incapaces de producir mediante nuestras fuerzas obras y frutos que


honren a Dios. Los resultados de esfuerzos humanos avergüenzan a Dios.
Jesús dijo que Él era la vid y que nosotros éramos las ramas (Jn. 15:5).
Además, señaló lo evidente: que la rama, por sí sola, no produce uvas (Jn.
15:4). Las ramas reciben de la vid lo esencial para producir uvas. Sólo
dan el fruto que la vid produce a través de ellas; no lo hace por sí solas.
Asimismo, no podemos resistir al diablo y producir fruto para Dios por
nuestros propios esfuerzos. Sin embargo, si confiamos en nuestro Señor
cada día, entregándonos por completo a su servicio, podemos estar seguros
que nos usará de forma productiva. Puede que nos use para enseñar a
otros, ayudar a pobres, cuidar de aspectos materiales de la iglesia, ganar
almas, hacer obra misional o pastoral, o hacer otras buenas obras. Aunque
las obras varían, todo creyente sometido a la voluntad de Dios trabajará
ardientemente. Dios se encargará de obrar por medio del creyente
dispuesto.

IV. LO VERDADERAMENTE ÚNICO DE NUESTRO TRABAJO REALIZADO


MEDIANTE LA AYUDA DE DIOS ES QUE LO HACEMOS POR AMOR.

A. Nosotros, los que hemos experimentado la salvación de Dios de la pena


del pecado, somos libres de hacer lo que nos plazca. Podemos servir o no,
sin que afecte para nada nuestra salvación de la pena del pecado. Por eso
Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32) y
“si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (v. 36). Pablo dijo:
“hermanos, a libertad fuisteis llamados” (Ef. 4:13).

B. Ahora bien, si en Cristo somos libres de servir o no servir, ¿por qué


serviría el hijo de Dios? La respuesta es por amor. Pablo dijo: “el amor
de Cristo nos constriñe” (2 Co. 5:14). Simplemente “nosotros le amamos
a él, porque él nos amó primero” (1 Jn. 4:19). Ésta es nuestra motivación.

V. ES CUANDO NOS ENTREGAMOS, POR AMOR, AL CONTROL DE DIOS


QUE EXPERIMENTAMOS EL ASPECTO DE LA GRACIA QUE NOS
PUEDE SOSTENER ANTE EL PODER O DOMINIO DEL PECADO.
A. Gá 5:6 dice: “porque en Cristo Jesús [los que somos salvos de la pena del
pecado] ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión [servicio legalista
o carnal], sino la fe [obediencia a la Palabra de Dios] que obra por el
amor” [servicio motivado por amor]. Pablo se refería a esta clase de
servicio en Fil. 2:12: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”.
Cuando uno se somete a Dios, Él concede salvación del poder o dominio
del pecado, que es el segundo aspecto de su gracia o favor inmerecido.

B. Son los que se someten a Dios que experimentan la suficiencia de la


gracia de Dios (2 Co. 12:9). A ellos promete: “fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Co.
10:13). Son los que se entregan al Señor que experimentan la satisfacción
que habían tenido los gálatas (Gá. 4:15). Son ellos los victoriosos en el
Señor y los felices (Jn. 13:17). De ellos, Ro. 6:14 dice: “el pecado no se
enseñoreará de vosotros”.

C. Son ellos los que experimentan de forma consciente la segunda clase de la


gracia admirable de Dios, es a saber, su gracia sustentadora ante el poder
del pecado.

VI. CUANDO EL CREYENTE, SALVO DE LA PENA DEL PECADO, PIERDE


SU AMOR Y COMIENZA A TENER ORGULLO, A SERVIR POR
OBLIGACIÓN O A TENER MOTIVOS EQUIVOCADOS, EXPERIMENTA
LA AUSENCIA DE GRACIA SUSTENTADORA. ASÍ PIERDE LA
SALVACIÓN DE LA TENTACIÓN Y TAMBIÉN DE LA DESTRUCCIÓN
POR EL DIABLO. COMO CONSECUENCIA, PIERDE SU GOZO, FRUTO Y
TESTIMONIO.

A. Pablo dijo: “el ocuparse de la carne es muerte” y “los designios de la


carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden” (Ro. 8:6-8). Cuando el hijo de Dios pierde su libertad y
su amor hacia Dios, y empiezan a predominar motivos carnales, entonces
no agrada a Dios. En lugar de permitir que Dios obre tanto el querer como
el hacer, el creyente se rebela, siendo motivado por su propia voluntad.

B. Santiago habla de ello en Stg. 1:7: “No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor.” Estas personas encuentran tentaciones
que no pueden resistir. El pecado domina sus vidas. Caen en la trampa del
diablo (1 Ti. 6:9). Probablemente todos hemos visto, en nosotros mismos
y en otros, cómo a veces el diablo vence al creyente, a pesar de ser salvo
de la pena del pecado. Nos hemos encontrado desanimados, amargados o
resentidos por alguna enfermedad, muerte o pérdida, aunque sabíamos que
Dios había permitido que ocurriera (Ro. 8:28).
C. ¿Cómo es que los hijos de Dios a menudo son vencidos por el diablo? No
es por la falta de disponibilidad de la gracia sustentadora de Dios, ni
tampoco porque su gracia haya perdido eficacia. La gracia de Dios sigue
disponible y sigue teniendo la misma eficacia que siempre. Sin embargo,
no experimentan la gracia de Dios en sus vidas, porque ellos mismos la
han abandonado. Así se encontraban los gálatas. Gá. 5:4: “De Cristo os
desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” No
habían vuelto a estar encaminados hacia el infierno. Pablo no se refería a
la gracia salvadora de la pena del pecado. Se refería en cambio a la gracia
que sostiene cada día del dominio del pecado, que opera sólo donde la fe
obra por amor. Los gálatas, como muchos hijos de Dios, habían caído de
la gracia. Gá. 4:9 indica que conocían a Dios, pero que habían vuelto “a
los débiles y pobres rudimentos”. Ya no servían a Dios por amor,
permitiendo que Dios obrara por medio de ellos.

D. Cada vez que un hijo de Dios permite que le domine el egoísmo o la


carne, cae de la gracia (no de la gracia que salva de la pena del pecado,
sino de la gracia que sostiene del dominio del pecado). Ningún pasaje de
la Biblia, incluyendo Gá. 5:4, enseña que el creyente pueda caer de la
gracia que salva de la pena del pecado.

VII. POR LA POSIBILIDAD DE CAER DE LA GRACIA SUSTENTADORA,


PERDIENDO ASÍ ANTE SATANÁS, A MENUDO, LA PALABRA DE DIOS
NOS AMONESTA A CRUCIFICAR LA CARNE Y A SOMETERNOS POR
COMPLETO A LA VOLUNTAD DE DIOS PARA QUE ASÍ
PERMANEZCAMOS EN UNA CONDICIÓN PARA RECIBIR LA GRACIA
QUE SOSTIENE.

A. Las palabras de Dios por medio de Pablo son: “Estad, pues, firmes en la
libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo
de esclavitud” (Gá. 5:1).

B. Col. 3:5: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación,


impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es
idolatría”. Ro. 12:1-2: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias
de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.”

C. Si andamos por fe y servimos por amor, entonces Dios siempre nos


sustentará, concediéndonos victoria. Sin embargo, vivir para uno mismo
es caer de la gracia inmerecida de Dios que sustenta. Pero aun así, caer de
la gracia no significa perder la vida eterna. Significa que uno puede perder
la victoria sobre el poder del pecado.

Lo que cree hace la diferencia

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