Caer de La Gracia
Caer de La Gracia
Caer de La Gracia
(PRIMERA PARTE)
Gá. 5:4
B. Dado que “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23), todos merecemos la
ira de Dios. Pablo demostró “a judíos y a gentiles, que todos están bajo
pecado” (Ro. 3:9), y que todo el mundo queda “bajo el juicio de Dios”
(Ro. 3:19). Si el hombre recibiera su merecido, estaría eternamente
separado de la presencia de Dios en el lago de fuego, que Ap. 20:14 llama
“la muerte segunda”.
E. Esta obra de Dios, mediante la cual salva de la pena del pecado, que es la
muerte, se llama gracia. Ninguno es digno de ella; ninguno la merece.
Dios simplemente ofrece su amor y favor hacia el hombre mediante la
provisión de salvación de la pena del pecado. Por eso, Ef. 2:5 y 8 afirman
que “por gracia sois salvos”. La salvación es por fe en lo que Dios ha
hecho, no por obras que nosotros hagamos. Somos “justificados
gratuitamente por su gracia” (Ro. 3:24).
D. Ninguno por fuerza propia puede servir a Dios como debería. Por mucho
que uno se esfuerce por servirle de forma aceptable y vencer el pecado, no
lo logra. Así el pecado vence dominando nuestras vidas.
E. Pero, el mismo Dios que tiene gracia para salvar de la pena del pecado,
también tiene gracia para salvarnos de su poder y dominio. No porque lo
merezcamos, sino por su amor y favor, Dios está dispuesto a librarnos del
dominio del pecado. Quiere concedernos la victoria sobre el pecado y
sobre el diablo que quiere propagar el pecado en nosotros. Pablo hizo
referencia a esta disposición de Dios cuando dijo: “¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”; a lo que respondió:
“Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Ro. 7:25).
F. Por la ayuda diaria de Dios, cada creyente puede afirmar con Pablo que
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Mediante el favor
inmerecido de Dios, encontramos que con cada tentación hay una salida
para que podamos soportar (1 Co. 10:13). No es por el poder de uno
mismo, sino es por el poder de Dios que uno puede vencer al diablo, al
igual que los de Ap. 12:11.
G. Es por gracia, el favor inmerecido de Dios, que podemos tener gozo, dar
fruto y vencer. Eso es GRACIA SUSTENTADORA, o la salvación diaria.
Se efectúa por Jesús, que vive y se dedica a ayudarnos cada día. He. 7:25
declara: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.”
I. Así que, hay un especial favor inmerecido o gracia por la que Dios salva
al pecador de la pena del pecado, la muerte; pero, también, hay un especial
favor inmerecido o gracia por la que Dios salva a sus hijos del poder o
dominio del pecado día tras día. No se deben confundir estas dos gracias.
Una es para con el incrédulo, y la otra es para con el hijo comprado por
sangre. Ambas se refieren a gracia o favor inmerecido de Dios, pero son
dos clases distintas.
B. Pero, somos “herederos” de Dios (Tit. 3:7). Además, “El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente
no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse” (Ro. 8:16-18).
CAER DE LA GRACIA
SEGUNDA PARTE
Gá. 5:4
Gá. 5:4, que habla de caer de la gracia, se refiere a que podemos caer de la gracia
de Dios que nos sostiene diariamente del dominio o el poder del pecado.
A. Por eso Pablo escribió: “de la manera que habéis recibido al Señor
Jesucristo, andad en él” (Col. 2:6). Es igual de imposible agradar a Dios
sin fe después de creer que antes (He. 11:6). Por eso Ro. 1:17 dice: “el
justo por la fe vivirá.”
B. Dios quiere que todos sus hijos confíen en Él todos los días. Ro. 6:13:
“presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y
vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.” Col. 3:5:
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”. Y Pablo constató lo que
debía ser de todos los creyentes: “Porque yo por la ley soy muerto para la
ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
A. El hijo de Dios obrará, porque Ef. 2:10 dice: “somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.” Pablo escribió a Timoteo:
“Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra,
santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Ti. 2:21).
B. Los creyentes que andan por fe (que es obediencia a la Palabra de Dios),
aprenderán “a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para
que no sean sin fruto” (Tit. 3:14). Éstos tienen virtud, temperancia,
paciencia, piedad, amor y otras características deseables. Pedro dijo:
“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar
ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”
(2 P. 1:8).
B. Santiago habla de ello en Stg. 1:7: “No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor.” Estas personas encuentran tentaciones
que no pueden resistir. El pecado domina sus vidas. Caen en la trampa del
diablo (1 Ti. 6:9). Probablemente todos hemos visto, en nosotros mismos
y en otros, cómo a veces el diablo vence al creyente, a pesar de ser salvo
de la pena del pecado. Nos hemos encontrado desanimados, amargados o
resentidos por alguna enfermedad, muerte o pérdida, aunque sabíamos que
Dios había permitido que ocurriera (Ro. 8:28).
C. ¿Cómo es que los hijos de Dios a menudo son vencidos por el diablo? No
es por la falta de disponibilidad de la gracia sustentadora de Dios, ni
tampoco porque su gracia haya perdido eficacia. La gracia de Dios sigue
disponible y sigue teniendo la misma eficacia que siempre. Sin embargo,
no experimentan la gracia de Dios en sus vidas, porque ellos mismos la
han abandonado. Así se encontraban los gálatas. Gá. 5:4: “De Cristo os
desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” No
habían vuelto a estar encaminados hacia el infierno. Pablo no se refería a
la gracia salvadora de la pena del pecado. Se refería en cambio a la gracia
que sostiene cada día del dominio del pecado, que opera sólo donde la fe
obra por amor. Los gálatas, como muchos hijos de Dios, habían caído de
la gracia. Gá. 4:9 indica que conocían a Dios, pero que habían vuelto “a
los débiles y pobres rudimentos”. Ya no servían a Dios por amor,
permitiendo que Dios obrara por medio de ellos.
A. Las palabras de Dios por medio de Pablo son: “Estad, pues, firmes en la
libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo
de esclavitud” (Gá. 5:1).