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que no pudieron
destruir
La Iglesia
que no pudieron
destruir
por John H. Ogwyn
Capítulo 1
3 ¿En dónde está la Iglesia?
Capítulo 2
16 Una dramática transición
Capítulo 3
30 La Iglesia en el desierto
Capítulo 4
40 La Iglesia echa raíces en el Nuevo Mundo
Capítulo 5
50 Cismas, divisiones y un nuevo comienzo
J
esucristo dijo: “Edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). ¿Qué iglesia edificó
Jesucristo y qué fue de ella?
Cuando la Biblia habla de una Iglesia, nunca se está refiriendo
a un templo ni a una organización humana incorporada por una
autoridad secular. La palabra en idioma griego que se traduce como
“iglesia” en español es ekklesia. En el uso no religioso, se refería
a una asamblea de ciudadanos que eran “llamados de” entre los
habitantes de la ciudad para deliberar sobre algún tema importante.
En la traducción griega del Antiguo Testamento, esta palabra se
emplea con frecuencia para referirse a la congregación de Israel o
la asamblea del pueblo de Dios. En el Nuevo Testamento el mismo
significado se expresa con el término “congregación” o “asamblea”.
El concepto de “llamados a salir” dentro del significado
de ekklesia resulta fundamental para entender qué es la Iglesia.
En Génesis 12:1 vemos que Dios llamó a Abraham a salir de la
ciudad caldea de Ur. En Éxodo 12 leemos que Dios llamó a los
descendientes de Abraham, los hijos de Israel, a salir de Egipto. Fue
entonces cuando se convirtieron en la Iglesia o “congregación en el
desierto” (Hechos 7:38).
Una de las últimas advertencias de Dios a su pueblo es que
salgan de Babilonia (Apocalipsis 18:4). Los santos de Dios no deben
participar en los pecados de aquella cultura corrupta del tiempo
del fin para que no reciban los castigos divinos que caerán sobre
“Babilonia”.
Jesús afirmó claramente que nadie puede venir a Él y ser
parte de su Iglesia si el Padre no lo llama (Juan 6:44). Solamente los
que respondan al llamado del Padre, mediante el arrepentimiento y
el bautismo, recibirán el Espíritu Santo (Hechos 2:38), y es sólo por
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La Igleisa que no puedieron destruir
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¿En dónde está la Iglesia?
Dios.
Pese a todo lo anterior, Justino reconoció la autoridad del
libro del Apocalipsis y creía que “Cristo regresaría a una Jerusalén
reedificada para reinar con sus santos mil años”.
Ireneo, fuertemente influido por Justino, también enseñó
algunos aspectos de la verdad pese a comportarse conforme a
las prácticas romanas. Enseñó, correctamente, que “el propósito
de nuestra existencia es la formación del carácter mediante la
superación de las dificultades y tentaciones” (pág. 81). También se
mantuvo fiel a la esperanza literal de un milenio terrenal durante
el cual Cristo reinaría en la Tierra, y enseñó que la esperanza en el
milenio no se debía interpretar como un simple símbolo del Cielo,
si bien sus obras posteriores muestran menos insistencia sobre este
punto.
Abandono de la verdad en aras de la unidad y la
tradición
Dos errores fundamentales distinguían a los cristianos de
nombre de los que realmente representaban la continuidad de la
Iglesia fundada por Jesucristo. Los errores se refieren al tema de
si la ley de Dios seguía siendo obligatoria para los cristianos, y
al tema de qué y quién es Dios. Los errores respecto de estos dos
puntos generaron una divergencia cada vez mayor entre la iglesia
que profesaba ser cristiana y la verdadera Iglesia de Dios.
La importancia de la ley fue el principal tema de controversia
desde aproximadamente el año 50 D.C. hasta el año 200 D.C. No se
resolvió hasta los concilios de Nicea (325 D.C.) y Laodicea (363
D.C.), cuando se involucró el estado romano. La esencia del conflicto
se conserva en la confrontación entre Polícrates de Asia Menor y
Víctor, obispo de Roma, alrededor del año 190 D.C. Polícrates era
el sucesor de Policarpo, quien a su vez fue discípulo del apóstol
Juan. Ireneo narra que Policarpo había viajado a Roma a mediados
del segundo siglo para intentar persuadir a Aniceto, obispo de
Roma, acerca del verdadero día de la Pascua. Aniceto decía estar
obligado por la tradición de sus predecesores desde el obispo Sixto,
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Capítulo 2
Una dramática transición
¿
Qué ocurrió para que tantos se alejaran tan rápida y radicalmente?
Es la pregunta que salta a la mente cuando examinamos la
historia de la Iglesia primitiva.
Cuando falleció el apóstol Juan ya casi en los albores del
segundo siglo, el movimiento cristiano, aunque tenía que vérselas
con muchos problemas además de la presencia de falsos maestros, al
menos conservaba una semejanza reconocible con la Iglesia de Dios
que vemos en el libro de los Hechos. Pero ya a comienzos del tercer
siglo de nuestra era, la mayoría de estas mismas congregaciones,
que aún se llamaban “Iglesia de Dios”, se parecían mucho más en
su doctrina a la Iglesia Católica medieval que a la Iglesia de Dios en
tiempos de los apóstoles Pedro, Jacobo, Pablo y Juan.
Durante el segundo siglo, se presentaron una serie de
cambios graduales tanto en la doctrina como en la práctica de la gran
mayoría de las congregaciones. El escenario para aquellos cambios
se preparó mediante algunas de las ideas que habían empezado a
difundirse pocos años después de la resurrección y ascensión de
Jesucristo al Cielo. ¡Las ideas siempre traen consecuencias!
Otro evangelio
Cristo dedicó su ministerio a la predicación de la “buena
noticia” de un futuro gobierno divino, el cual reemplazará a los
gobiernos humanos opresivos que sus oyentes bien conocían. Los
discípulos le preguntaron qué señales indicarían que se acercaba ese
momento (Mateo 24:3). La última pregunta que hicieron, cuando
Él se disponía a ascender al Cielo, tenía que ver con el momento
en que se establecería el Reino de Dios y si ese momento ya había
llegado (Hechos 1:6). En la última etapa conocida del ministerio
de Pablo, encontramos que el apóstol seguía “predicando el reino
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Una dramática transición
El “alma inmortal”
La doctrina de la inmortalidad del alma, que es virtualmente
universal en el paganismo, no se enseña ni en el Antiguo ni en
el Nuevo Testamento. Veamos lo que al respecto reconoce el
Diccionario Bíblico Ilustrado de Vila y Santa María:
“La palabra hebrea nefesh (que es uno de los vocablos
traducidos generalmente en castellano por alma), aparece
754 veces en el Antiguo Testamento. Como puede verse en
la primera cita bíblica al respecto, significa “lo que tiene
vida” (Génesis 2:7) y se aplica tanto al hombre como a los
demás seres vivientes”.
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La Igleisa que no puedieron destruir
La Trinidad
No había una sola herejía respecto de la naturaleza de
Dios, sino que había muchas, y contradictorias. Tal parece que
había casi tantas ideas diferentes como escuelas y maestros de
filosofía. El pensamiento católico generalmente aceptado, de
donde surgió la doctrina protestante ortodoxa sobre el tema,
simplemente representa la versión herética que se impuso sobre
sus competidoras. Como esta es la enseñanza que ha perdurado, con
alguna modificación, hasta nuestros días, es la que examinaremos en
más detalle.
Los antecedentes de la enseñanza ortodoxa sobre el tema de
la Trinidad en el tercer siglo no aparecen en el texto bíblico sino
en los escritos de los filósofos griegos. Al respecto, The Roman
Catholic New Theological Dictionary (El nuevo diccionario
teológico católico romano) reconoce francamente varias cosas. En
cuanto a la enseñanza bíblica sobre la naturaleza del Espíritu Santo,
en su artículo “La Trinidad” dice: “Como tal, el Espíritu nunca es
objeto explícito de culto en el Nuevo Testamento, ni tampoco está
representado el Espíritu en las disertaciones del Nuevo Testamento
como si el mismo tuviera trato de modo interpersonal con el Padre y
el Hijo”.
Más adelante en el mismo artículo, eruditos católicos
modernos, comentando sobre los antecedentes de la enseñanza
ortodoxa sobre la Trinidad, confiesan la influencia pagana en su
teología:
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Una dramática transición
La iglesia imperial
Pasados casi tres siglos de persecuciones que iban y venían
de parte del gobierno romano, se promulgó el edicto de Tolerancia
en Milán en el año 313 D.C. Poco después, el cristianismo pasó de
ser tolerado oficialmente por el Imperio Romano a ser la religión
oficial del estado. ¿Representó aquello un éxito para la iglesia
que Jesucristo edificó? ¿Había triunfado el verdadero cristianismo
bíblico en el Imperio Romano?
¡Lejos de eso! Lo que se empezó a tolerar y luego se impulsó
oficialmente, fue una religión saturada de influencias paganas, la
cual se apropió de la terminología cristiana mientras conservaba
sus tradiciones de origen gentil… todo ello de cumplimiento
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La Igleisa que no puedieron destruir
7) Mensaje a Laodicea:
“Por cuanto eres tibio,
y no frio ni caliente, te
vomitaré de mi boca”
(3:16).
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Una dramática transición
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Capítulo 3
La Iglesia en el desierto
D
espués del Concilio de Nicea, el emperador Constantino
y sus sucesores quisieron erradicar todas las versiones del
cristianismo que no se conformaran a la norma. Los grupos
que rehusaban conformarse a las enseñanzas y prácticas de la iglesia
“establecida”, que ahora se llamaba Iglesia Católica (Universal),
eran vistos no solo como herejes sino como subversivos y enemigos
del estado romano.
La verdadera Iglesia, simbolizada por una mujer en
Apocalipsis 12, se vio obligada a huir al desierto durante 1.260
“días”. En la profecía bíblica, un “día” frecuentemente representa
un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6). Por tanto, la verdadera
Iglesia tendría que durar escondida 1.260 años después del Concilio
de Nicea. Históricamente, esto fue lo que ocurrió. Aunque fue
efectivamente la edad del oscurantismo, siguió brillando una
lucecilla, cuya llama a veces titilaba, pero nunca se apagó.
El estudioso o historiador que pretenda trazar el rumbo de
la Iglesia verdadera durante este periodo de 1.260 años afrontará
varios problemas, pues la historia de esa Iglesia no es la de una
organización humana continua. La historia preservada de la Iglesia
de Dios que guardaba el sábado ha sido escrita enteramente por
sus enemigos que la veían como hereje. Leemos de grupos que
fueron tildados por sus opositores con nombres como paulicianos,
bogomiles y valdenses. En diferentes momentos, algunos sectores
más o menos grandes de estos grupos parecen haber sido verdaderos
cristianos, fieles al patrón de la Iglesia de Jerusalén del primer siglo.
Otra dificultad es que las enseñanzas de cada grupo iban variando
con el tiempo, generalmente acercándose más a las de sus vecinos
católicos y protestantes.
Por otra parte, quienes escriben sobre estos temas suelen
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La Iglesia en el desierto
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La Iglesia en el desierto
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La Iglesia en el desierto
región.
Glaidt y Fischer se conocieron en un viaje por el río Danubio
en 1527. Los dos escribieron libros en defensa del sábado. En
respuesta a quienes los acusaban de querer ganar la salvación por
cuanto enseñaban que era necesario obedecer los diez mandamientos,
Glaidt respondió: “La ley moral dice: ‘No matarás’; sin embargo
nadie sostendría seriamente que esto ya no está en vigor, como
tampoco sostendrían que el simple hecho de abstenerse de matar
sea un intento por ganarse la salvación a base de ‘obras’”. (Daniel
Lieichty, Sabbatarianism in the Sixteenth Century, El movimiento
sabatario en el siglo dieciséis, pág. 31). Glaidt fue ejecutado en
Viena en 1546. Poco antes de su muerte, les dijo a sus acusadores:
“Aunque me ahoguéis, no negaré a Dios y su verdad. Cristo murió
por mí y yo continuaré siguiéndolo, y moriría por su verdad antes
que abandonarla” (pág. 35). También Eossi, húngaro de noble cuna,
publicó libros y ensayos sobre el sábado y otros temas relacionados
a finales del siglo 16.
Para mediados del siglo 17, los remanentes de la Iglesia en
Europa central estaban sufriendo cada vez más persecución a manos
de una Iglesia Católica resurgente que recuperaba el control allí,
luego de las perturbaciones causadas por la Reforma Protestante.
Los verdaderos cristianos se veían ante la opción de sufrir grave
persecución o emigrar a una región que ofreciera más libertad para
practicar lo que creían. La aislada zona montañosa transcarpática,
que ya era domicilio de los remanentes valdenses, vino a ser un
refugio para muchos. En el siglo 18, la mayoría de los pocos
sabatarios alemanes restantes emigraron a Pennsylvania. También
había personas allí asociadas con el “movimiento anabaptista”
pero que aceptaban otras enseñanzas protestantes de la Reforma.
De ellos descienden grupos que hoy conocemos como los bautistas,
menonitas y amish.
Mientras tanto, otros remanentes de la Iglesia verdadera
habían llegado a Inglaterra. Estaban preparando el escenario para
la quinta etapa en la historia de la Iglesia de Dios, caracterizada
por la iglesia en Sardis. Los datos más antiguos que tenemos sobre
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La Igleisa que no puedieron destruir
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La Iglesia echa raíces en el Nuevo Mundo
E
l siglo 20 fue sin duda el periodo de más rápido cambio en la
historia humana. Empezó cuando el coche tirado por caballos
era aún el principal medio de transporte. ¡Pero en cuestión de
70 años el hombre había viajado a la luna! El siglo 20 fue testigo
de dos grandes guerras mundiales y la introducción de las armas
de destrucción masiva. Por primera vez en la historia universal fue
posible aniquilar toda vida del planeta, tal como lo había predicho
Jesucristo (Mateo 24:22).
Otra profecía muy propia de este tiempo del fin es que el
verdadero evangelio del Reino de Dios se predicaría en todo el
mundo como testimonio y luego vendría el fin (v. 14).
El primer cuarto de siglo
Al despuntar el siglo 20, la Iglesia de Dios era pequeña y
dispersa, con menos de mil miembros, la mayoría de ellos en la
zona central de los Estados Unidos. La Conferencia General de la
Iglesia de Dios se estableció legalmente en 1900 en el estado de
Missouri. El diario de la Iglesia sufrió un cambio de nombre ese año,
convirtiéndose en The Bible Advocate (El abogado de la Biblia).
En 1903 murió Gilbert Cranmer, ministro desde la década
de 1850 y uno de los principales edificadores de la Iglesia luego del
rompimiento entre los Adventistas del Séptimo Día y la Iglesia de
Dios en la década de 1860. En 1910 murió igualmente Alexander
Dugger, quien había sido el líder de la Conferencia General desde sus
comienzos y jefe de redacción del Bible Advocate. Otro fiel pionero,
Jacob Brinkerhoff, falleció en 1916. Había sido jefe de redacción del
Advocate esporádicamente de 1871 a 1914. Muchos consideraban al
señor Brinkerhoff como el líder más sobresaliente de la Iglesia en
su época. “Jacob Brinkerhoff había servido a la Iglesia de Dios más
de 40 años… En vez de comprar casa en 1874, empleó el dinero
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Cismas, divisiones y un nuevo comienzo
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Cismas, divisiones y un nuevo comienzo
ministeriales mensuales.
“La división de la Iglesia (Séptimo Día) causó enorme
pena en los miembros y dirigentes. Muchas personas ya afiliadas
o con interés en afiliarse se sintieron desanimadas por los ataques
frecuentes lanzados por una iglesia contra la otra. En algunos casos,
los ministros cambiaban su afiliación, dejando desconcertados a
los miembros. En otros casos los miembros se redujeron a simples
fichas en la lucha entre ministros que competían por su lealtad y
apoyo. El crecimiento en los años treinta y cuarenta ni siquiera se
aproximó a lo logrado en los años veinte”. (Coulter, pág. 55). En
efecto, el número de miembros disminuyó durante este periodo.
Mientras esto ocurría, se estaban echando los cimientos para
una obra de Dios que tendría un impacto mundial sin precedentes.
En vez de desperdiciar su energía en luchas políticas internas dentro
de la Iglesia, el señor Armstrong comenzó a hacer transmisiones
radiales semanales con miras a llevar el evangelio al mundo. El
programa llamado Radio Church of God (Iglesia de Dios Radial)
se empezó a transmitir el primer domingo de enero de 1934, desde
una estación de 100 vatios llamada KORE, en la ciudad de Eugene,
Oregón. Ya en febrero de ese año el señor Armstrong comenzó a
publicar una “revista” mimeografiada que llamó The Plain Truth
(La Pura Verdad) y que se envió oficialmente a unas 200 personas.
Sin que él lo supiera, Cristo se estaba valiendo de él para levantar
la sexta era de la Iglesia, representada por la Iglesia en Filadelfia
(Apocalipsis 3:7-13).
Además del programa semanal, el señor Armstrong hizo
campañas evangelistas en toda la región. Si bien sus esfuerzos
dieron por fruto nuevas congregaciones, estas generalmente se
desbarataban o se iban a la deriva por falta de ministros fieles y
dedicados que sirvieran de pastores. En este periodo, el señor
Armstrong tuvo cada vez más roces con la sede de la Iglesia en
Salem a raíz de sus enseñanzas sobre la identidad de Israel y sobre
los sábados anuales. Aunque Andrew Dugger había reconocido en
privado que las enseñanzas del señor Armstrong respecto de las
“diez tribus perdidas” eran correctas, se negó a publicar un artículo
sobre el tema en The Bible Advocate.
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