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DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

INTRODUCCIÓN

Se entienden como partidos políticos a entidades de interés público

creadas para promover la participación de la ciudadanía en la vida democrática

y contribuir a la integración de la representación nacional; quienes los conforman

comparten objetivos, intereses, visiones de la realidad, principios, valores y

proyectos para ejecutar total o parcialmente en gobiernos democráticos de

países. Éstos se encargan de presentar candidaturas a ocupar diferentes cargos

políticos. Para eso movilizan el llamado apoyo electoral. También contribuyen a

organizar y orientar la labor legislativa, articulan y agregan nuevos intereses y

preferencias en la ciudadanía. Es esencial para contribuir a estructurar el apoyo

político a determinados programas, intereses socio-económicos y valores.

También interpreta y defiende las preferencias de los ciudadanos, forma

gobiernos, y establece acuerdos políticos en el ámbito legislativo.

El concepto de partido político ha sido definido de diferentes maneras

según el momento histórico y la específica realidad sociocultural. Stefano

Bertolini lo define como “un grupo de individuos que participan en elecciones

competitivas con el fin de hacer acceder a sus candidatos a los cargos públicos

representativos”, y por su parte Ramón Cotarelo lo define como “toda asociación

voluntaria perdurable en el tiempo dotada de un programa de gobierno de la

sociedad en su conjunto, que canaliza determinados intereses, y que aspira a

ejercer el poder político o a participar en él mediante su presentación reiterada

en los procesos electorales


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CAPITULO I

PARTIDOS POLÍTICOS – RÉGIMEN ECONÓMICO

 Antecedentes históricos de los partidos políticos

En una época en que los movimientos políticos buscan formar alianzas, pero

ponen como condición mantener sus símbolos buscamos el origen de los

emblemas más representativos.

Tan importantes han llegado a ser los símbolos de los partidos que hay

quienes se creen la encarnación de estos.

"Usted es de la estrella del apra y yo soy del sol de la solidaridad, pero

ambos se juntaron para iluminar la noche y el día, y para iluminar

finalmente el país y la democracia", lo dijo Luis Castañeda al presidente

Alan García durante la inauguración del museo metropolitano, un mes atrás.

Los políticos parecen haber entendido que el emblema gráfico resulta

determinante a. la hora de vincular los partidos con el electorado. Por eso,

cuesta creer que recién a partir de los comicios generales de 1980 los
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símbolos fueran autorizados y considerados oficialmente en el diseño de la

cédula de sufragio

1. EVOLUCIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

La existencia de los partidos políticos pareciera estar ligada a la propia

naturaleza de los hombres, quienes en su convivencia social manifiestan

posiciones diferentes en relación a los principales temas que lo preocupan.

Estos temas hacen a la forma de organizar se, al modo de administrar

los sistemas, a los objetivos que se deben perseguir desde el derecho, a las

modalidades del ejercicio del poder, etc. Por esta razón, ya en la antigüedad,

en Grecia y roma existían grupos que se nucleaban en frenos a determinado

figuras por oposición a otras. Ello ocurría así pese al carácter autocrático que

tenía el gobierno y a la imposibilidad de expresar ideas libremente por parte

de los opositores. En épocas más recientes, con el desarrollo

organizacional de la democracia surge la libertad política en adelante, la

expresión de ideas políticas contrarias a quienes ejercen el gobierno ya no

constituiría un pensamiento por el cual las personas sean pasibles de

persecución, destierro o tanatología. De ahí en más el

propio sistema necesitara de la existencia de conocimientos políticos

diferentes para poder funcionar en conformidad.

 Partidos políticos en Europa:

Un partido político a en europea es una organización que sigue

un programa político y está formada por partidos e individuos de distintos

países y por tanto está representada en varios Estados miembros.


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Desde julio de 2004, los partidos políticos europeos pueden recibir

financiación anual del Parlamento Europeo. Esta financiación consiste en una

subvención para el funcionamiento y puede abarcar hasta el 85 % de los

ingresos de un partido; el 15 % restante lo debe sufragar el propio partido con

cargo a sus propios recursos, como por ejemplo las cuotas que abonan los

miembros o las donaciones.

 Partidos políticos en América:

Los Partidos Políticos y su incidencia en américa latina.

Los partidos políticos cumplen un rol importante dentro de cada origen, pues

ellos se han convertido en órganos de la maquinaria política de estos, o lo que

es lo mismo en "órganos legales" de la democracia y de la vida política.

El origen de los partidos políticos coincide con el momento en que se produce

la participación ciudadana en las decisiones políticas, es decir este tema esta

directamente ligado al concepto de democracia. Por ello es difícil hablar de

democracia sin hablar de los partidos políticos pues estos han sido los

principales articuladores y aglutinadores de los intereses sociales. Entonces

para precisar el origen de los partidos políticos debemos tener en cuenta las

dos acepciones de esta palabra.

"Una concepción amplia donde nos dice que un partido político es un grupo de

personas unidas por intereses, y en este sentido el origen de los partidos se

remontaría a la ética de una sociedad organizada políticamente. Es decir

tendrían lugar en la antigua Grecia en donde

encontramos organizaciones con fines políticos."


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 Partidos políticos en Asia

Las confederaciones de partidos políticos de Latinoamérica y Asia acordaron

hoy en Phnom Penh pedir a las naciones unidas la creación de un fondo global

contra la pobreza así como un programa de intercambio para jóvenes

políticos.

Las confederaciones de ambos continentes, que representan a 358

formaciones políticas, celebraron una reunión durante la oratoria Internacional

de Partidos Políticos de Asia (ICAPP), que se inauguró ayer en la capital

de camboyana y finaliza mañana.

"Aún estamos discutiendo la cantidad que tendrá que tener este fondo de

lucha contra la pobreza aseguró a Efe el mexicano Gustavo Carvajal,

vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de

América Latina y el Caribe (COPPPAL).

1.1. Origen histórico de los partidos políticos.

Es difícil hablar de democracia en los tiempos que corren sin considerar a los

partidos políticos, pues ellos son los principales articuladores y aglutinadores de

los intereses sociales. Para precisar su origen podemos distinguir dos

acepciones. Una concepción amplia de partido nos dice que éste es cualquier

grupo de personas unidas por un mismo interés, y en tal sentido el origen de los

partidos se remonta a los comienzos de la sociedad políticamente organizada.

En Grecia encontramos grupos integrados para obtener fines políticos, mientras

en Roma la historia de los hermanos Greco y la guerra civil entre Mario y Sila

son ejemplos de este tipo de ''partidos''.


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Si, en cambio, admitimos la expresión partido político en su concepción

restringida, que lo define como una agrupación con ánimo de permanencia

temporal, que media entre los grupos de la sociedad y el Estado y participa en la

lucha por el poder político y en la formación de la voluntad política del pueblo,

principalmente a través de los procesos electorales, entonces encontraremos su

origen en un pasado más reciente. Se discute, así, silos partidos surgieron en el

último tercio del siglo XVIII o en la primera mitad del XIX en Inglaterra y los

Estados Unidos de Norteamérica. En esta acepción, por tanto, el origen de los

partidos políticos tiene que ver con el perfeccionamiento de los mecanismos de

la democracia representativa, principalmente con la legislación parlamentaria o

electoral.

Una de las opiniones con mayor aceptación en la teoría afirma que los partidos

modernos tuvieron su origen remoto en el siglo XVII, evolucionaron durante el

XVIII y se organizan, en el pleno sentido del término, a partir del XIX y,

concretamente, después de las sucesivas reformas electorales y parlamentarias

iniciadas en Gran Bretaña en 1832. Los partidos modernos, aunque son producto

de la peculiar relación de los grupos políticos con el parlamento, fueron

condicionados por los procesos de formación de los Estados nacionales y por

los de modernización, que ocurrieron en el mundo occidental durante los siglos

XVIII y XIX.

Los partidos políticos son el resultado de la quiebra de la sociedad tradicional o

feudal y su paso a la sociedad industrial. El mundo burgués, posterior a las

revoluciones en Inglaterra y Francia, requería de formas de organización política

que sustituyeran a las estamentarias o corporativas por nuevos modos de


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organización, dependientes de grupos políticos organizados en el parlamento,

con reglas claras para la circulación de la clase política. Estas reglas serían de

carácter electoral y tendrían un sentido distinto al llamado mandato directo (y en

ocasiones vitalicio) de los representantes respecto de sus representados; tal

mandato quedó sustituido por el representativo, con el cual el diputado ya no es

considerado representante exclusivo de su distrito, sino de toda la nación, y deja

de estar obligado a seguir ciegamente el mandato imperativo de sus electores.

La sociedad libre que surgió después de la quiebra de los estamentos y las

corporaciones precisaba de organizaciones que fueran funcionales en el nuevo

estado de cosas. La división entre la sociedad civil como ámbito de la libertad de

la persona – dotada de derechos inherentes - y la sociedad política o Estado

exigía canales de comunicación que articularan intereses entre una y otra. Los

cauces de intercambio fueron el parlamento, los partidos políticos y la opinión

pública.

Los partidos fueron y son los articuladores de la relación entre la sociedad civil y

el Estado, aunque su estatus siempre ha estado en discusión por las críticas que

desde la antigüedad lanzan contra ellos sus detractores. Los partidos permiten

que se expresen tanto intereses nacionales como particulares, pero, al existir en

pluralidad, impiden que los intereses particulares dominen por entero los

nacionales. Su función es por tanto ambigua, pero indispensable en una

sociedad plural en la que los distintos grupos e intereses requieren de

participación y representación. Lo condenable siempre es el partido único, que

generaliza artificialmente intereses particulares. Por el contrario, los partidos

políticos en plural y en condiciones de una lucha política en igualdad de


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oportunidades son los mejores catalizadores, propiciadores y garantes de la

democracia.

Por su carácter ambiguo, en suma, los partidos políticos no siempre han sido

bien aceptados, y diríamos que su inclusión en el pensamiento político se dio

lentamente.

2. PARTIDOS Y FACCIONES, GRUPOS DE INTERÉS Y MOVIMIENTOS

SOCIALES

2.1. Partidos y Facciones

En el término facción predomina el sentido peyorativo. La palabra deriva

del verbo latino facere (hacer, actuar). La palabra factio indicó, para los

autores que escribían en latín, un grupo político dedicado a un facere

perturbador y nocivo, a "actos siniestros". El término partido deriva

también del latín, del verbo partire, que significa dividir; sin embargo, no

entró en el vocabulario de la política sino hasta el siglo XVII. La palabra

partido tuvo, casi desde su ingreso al lenguaje político, una connotación

más suave y menos peyorativa que facción, aunque autores como David

Hume utilizaron indistintamente ambos términos. Para Hume, los partidos

o las facciones subvierten el gobierno, hacen impotentes las leyes y

suscitan la más fiera animosidad entre los hombres de una misma nación,

que por el contrario debieran prestarse asistencia y protección mutuas.

La distinción entre partido y facción se establece con Bolingbroke (1678-

1751), y con mayor claridad con Edmund Burke (1729-1797). Para el

primero, los partidos reflejan una diferencia de principios y proyectos más

allá de una facción, es decir, de los intereses personales de sus


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miembros. Burke, por su parte, define el partido como un conjunto de

hombres unidos para promover, mediante su labor conjunta, el interés

nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos

están de acuerdo; al igual que Bolingbroke, distingue el partido de la

facción al considerarlo como una organización con fines superiores a los

puros intereses mezquinos por obtener puestos y emolumentos, pero a

diferencia de aquél, Burke concibe al partido como una partición que ya

no se produce entre súbditos y soberano, sino entre soberanos.

No obstante, la importante defensa de Burke, a los partidos se les siguió

viendo durante mucho tiempo con desconfianza. Los revolucionarios

franceses los rechazaron apoyados en la incompatibilidad de los partidos

con la teoría rousseauniana de la voluntad general, o con la nueva idea

de la soberanía nacional, según la cual cada diputado representa

directamente y sin mediación alguna a la totalidad de la nación. En

Estados Unidos de Norteamérica, los Padres Fundadores como Madison

o el propio Washington condenaron a los partidos por considerarlos

facciones. No fue sino hasta bien entrado el siglo XIX cuando los partidos

fueron aceptados positivamente, y sólo después de la Segunda Guerra

Mundial, luego de grandes debates teóricos y políticos, cuando comenzó

su proceso de constitucionalizarían en el mundo entero. En la actualidad

ya no son catalogados como facciones, sino considerados instrumentos

para lograr beneficios colectivos y no el mero provecho particular de sus

miembros.

2.2. Grupos de interés


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La polémica en los siglos XVII, XVIII y XIX fue sobre silos partidos debían

ser considerados como facciones; en el XX, en cambio, giró sobre su

equiparación con los grupos de interés. El desplazamiento no es

inocente: pretende minimizar los elementos ideológicos de los partidos.

En 1912. H. Rehm señaló que estos últimos son grupos de interés

encubiertos". Desde Max Weber existe la intención de distinguir entre

ambas categorías. La distinción weberiana y las posteriores de corte

sociológico son funcionales: se dice que los grupos de interés tienen la

función de articular intereses y los partidos la de su agregación. Tal vez

esta distinción no sirva a nuestros propósitos; por ello, una diferenciación

asequible de tipo político nos señala que los partidos, a diferencia de los

grupos de interés y de otros grupos de presión, participan en las

elecciones y pretenden conquistar cargos públicos. La distinción insiste

en la orientación competitiva de los partidos, que los grupos de interés o

de presión por sí solos no tienen.

Además, los partidos tienen importantes cometidos en los Estados

modernos: proponer programas e ideologías a los ciudadanos, articular y

aglutinar intereses sociales con finalidades estrictamente políticas,

movilizar y socializar a los ciudadanos y, principalmente, reclutar élites y

formar gobiernos, función que sólo ellos pueden realizar.

2.3. Movimientos sociales

Los partidos se diferencian de las facciones y los grupos de interés o de

presión, pero también de los movimientos sociales. Estos últimos son

corrientes fundadas en un conjunto de valores compartidos para redefinir


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las formas de la acción social e influir en sus consecuencias. Los

movimientos sociales permanecen en la esfera de la sociedad civil

reivindicando u oponiéndose a decisiones políticas; son organizaciones

informales reivindicativas, en ocasiones radicales. Los partidos, en

cambio, aun originándose en la sociedad civil, actúan fundamentalmente

en la esfera política a través de una organización formal y con la intención

de llegar al poder a través de la competencia política y las elecciones.

Los movimientos sociales, al institucionalizarse, pueden llegar a ser

partidos políticos si se organizan formalmente, adoptan una estructura y

participan en las contiendas electorales.

Entre los contenidos de los nuevos movimientos sociales destacan: el

interés por un territorio, un espacio de actividades o "mundo de vida",

como el cuerpo, la salud y la identidad sexual; la vecindad, la ciudad y el

entorno físico; la herencia y la identidad cultural, étnica, nacional y

lingüística; las condiciones físicas de vida y la supervivencia de la

humanidad en general. Los valores predominantes de los movimientos

sociales son la autonomía y la identidad, y sus correlatos organizativos,

tales como la descentralización, el autogobierno y la independencia, en

oposición a lo que algunos consideran que existe en los partidos:

manipulación, control, dependencia, burocratización, regulación.

El modo de actuar de los movimientos sociales puede clasificarse en

interno y externo. El interno se caracteriza por su informalidad, su

discontinuidad y su propensión a los contextos igualitarios. Por lo que se

refiere al modo de actuar externo, la táctica de los movimientos son las

manifestaciones y otras formas de presencia física. Recurren a


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estrategias de protesta para movilizar a la opinión pública y atraer su

atención con métodos no convencionales, aunque legales. Las tácticas y

las reivindicaciones de la protesta indican que el grupo de actores

movilizado se concibe a sí mismo como una alianza de veto, ad hoc, a

menudo monotemática, que deja un amplio espacio para una gran

diversidad de creencias entre los que protestan. El modo de actuar de los

movimientos hace hincapié en plantear sus exigencias como de principio

y no renunciables, lo que puede considerarse como una necesidad, dada

la debilidad de las primitivas estructuras de organización involucradas.

Los movimientos sociales, por tanto, carecen de las propiedades de las

entidades formales, sobre todo de la vigencia interna de las decisiones de

sus representantes, gracias a la cual dichas entidades pueden asegurar

en cierta medida el cumplimiento de los acuerdos de una negociación

política. Además, los movimientos sociales rechazan en general su

identificación con un código político establecido (izquierda, derecha,

liberalismo, conservadurismo), así como los códigos socioeconómicos

(clase obrera, clase media, pobres, ricos, etc.), y prefieren utilizar códigos

políticos provenientes de los planteamientos del movimiento, con

categorías tales como sexo, edad, lugar y género, aunque ello no significa,

ni por asomo, que los movimientos sociales sean entidades amorfas y

heterogéneas en términos de clase e ideología.


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3. LOS PARTIDOS EN EL ESTADO DECIMONÓNICO Y EN EL ESTADO

MODERNO O DE PARTIDOS

En el Estado liberal o decimonónico. la relación entre los ciudadanos con

derecho al voto y los gobernantes era directa. Por lo tanto, el control que los

ciudadanos ejercían sobre sus mandatarios se agotaba en el momento electoral.

En dicho Estado los partidos tenían escasa importancia, no existía aún el

sufragio universal, sino el censitario, donde sólo unos cuantos podían votar, por

lo que no había necesidad de grandes organizaciones que articularan y

aglutinaran intereses con fines político-electorales. El Estado liberal se

caracterizaba por la contraposición tajante entre Estado y sociedad, por el

individualismo y la atomización del poder, y sobre todo por la idea, hoy puesta

de nuevo en circulación, del Estado mínimo o gendarme, encargado de vigilar el

respeto de las reglas del intercambio de la propiedad y de dotar de seguridad

jurídica a tales intercambios.

Los partidos fueron en él entidades embrionarias o a lo sumo partidos de

notables. Se trataba de asociaciones locales, sin reconocimiento o regulación

legal, promovidas por candidatos al parlamento o por grupos de la burguesía que

combatían por la ampliación del sufragio, o que en ocasiones representaban

grupos de interés. Tales círculos agrupaban un número restringido de personas

y funcionaban casi exclusivamente durante los periodos electorales. El partido

era una simple maquinaria provisional, sin programa político alguno y sin

disciplina u organización de carácter permanente. La ampliación del sufragio y

los procesos democratizadores de finales del siglo XIX y principios del XX


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trajeron consigo los partidos de masas y con ellos los procesos de su

reconocimiento legal y constitucional.

El Estado de partidos es consecuencia principalmente de los partidos de

masas y de las luchas políticas por la extensión del sufragio, así como de los

cambios en la estructura parlamentaria y electoral de muchos países europeos.

La noción de Estado de partidos es de origen alemán, y obedece a la

preocupación de algunos autores germanos por la crisis parlamentaria y por la

dependencia del diputado respecto de su partido mediante el llamado mandato

imperativo, que exigía del representante popular - como aún sucede en muchos

países - una fuerte disciplina a las decisiones tomadas en la cúpula del partido.

El Estado de partidos tiene seguidores y detractores. Según Thoma, sólo el

potencial de organización de los partidos políticos puede evitar que las modernas

democracias dejen de estar movidas por vaivenes emocionales y sin sentido que

las hagan caer en el desamparo, la desintegración y la demagogia. Puede existir

un Estado de partidos no democrático, pero aquel que sí lo es se opone al Estado

de privilegios o de clases. es un Estado abierto a toda la comunidad popular y

tiene la posibilidad de defender la democracia contra la demagogia u otras

formas de organización política o social, inaceptables para el respeto a los

derechos de los individuos.

Kelsen entendió que en el Estado de partidos la voluntad general o del Estado

se mueve en la línea de conciliación entre los intereses de los distintos partidos;

los partidos son órganos del Estado que exigen su constitucionalización para

promover su democracia interna y rechazar toda tendencia oligárquica que se

produzca en el interior de la organización partidaria. Para Radbruch, la


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democracia real no se compone de individuos, sino de partidos, y de ellos

emanan los demás órganos del Estado. Según él, el rechazo al Estado de

partidos viene dado más por la defensa del autoritarismo que por el

individualismo a ultranza del Estado liberal. El Estado de partidos dice, es la

forma de Estado democrático de nuestro tiempo, y sin la mediación de

organización de los partidos sería imposible la formación de la opinión y la

voluntad colectivas.

Sobre los detractores debemos mencionar que, para autores como Schmitt,

el Estado de partidos implica que las principales decisiones políticas no son

tomadas en el parlamento mediante el ejercicio de la razón y el debate de las

ideas, sino por los dirigentes del partido, que obligan a sus diputados y demás

funcionarios de elección popular a seguir los mandatos de éste. Las condiciones

del actual Estado de partidos llevaron a Robert Michels a elaborar su famosa ley

de hierro de la oligarquía, que alude a la burocratización del partido y a la

ausencia de democracia interna en su seno, lo que constituye, entre otras cosas,

una de las razones del descrédito moderno de los partidos y de la llamada crisis

de éstos.

4. TIPOLOGÍAS DE PARTIDOS

La ciencia política ha recogido distintas tipologías de los partidos. Es célebre

la clasificación de Duverger, que distingue entre sistemas de partido único,

bipartidistas y multipartidistas. Este autor considera que los tipos de sistemas de

partidos determinan el sistema político; así, el sistema de partido único

corresponde al Estado totalitario o autoritario. Sin embargo, la clasificación de

Duverger no corresponde, en ocasiones, con la realidad del sistema político. Por


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ejemplo, la República Popular China cuenta con ocho partidos y, no obstante, no

es una democracia.

La Palombara y Weiner proponen una clasificación que divide los sistemas

políticos en competitivos y no competitivos. Entre los primeros distinguen cuatro

tipos: alternante ideológico, alternante pragmático, hegemónico ideológico y

Hegemónico pragmático. La distinción trata de dar cuenta del hecho de que los

fenómenos políticos, a veces, son provocados por razones doctrinales y, en

otras, de praxis política. Los sistemas no competitivos son divididos en:

unipartidista autoritario, unipartidista pluralista y unipartidista totalitario. La

clasificación está obviamente influida por la distinción tipológica que Juan Linz

hace de los regímenes no democráticos: totalitarios, postotalitarios, autoritarios

y sultanistas. La deficiencia de esta tipología radica en su carácter estático: los

sistemas de partidos aparecen definidos de una vez por todas, sin que se haya

pensado en los mecanismos de transformación que modifican tales sistemas y

hacen que evolucionen de una forma u otra.

La siguiente clasificación es la de Sartori. Este autor tiene en cuenta el factor

dinámico, es decir, la posibilidad de que un régimen político se transforme en

otro. Sarton elabora la siguiente lista de sistemas: de partido único (Albania y la

Unión Soviética hasta 1989); partido hegemónico (México hasta 1988); partido

predominante (Japón y Suecia hasta antes de la crisis del Partido Liberal

Democrático Japonés y del Partido Socialdemócrata Sueco); bipartidismo (los

Estados Unidos y el Reino Unido); pluralismo moderado (Alemania y los Países

Bajos); pluralismo polarizado (Italia, hasta antes de su más reciente reforma

electoral), y atomización (Malasia).


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Las anteriores tipologías, como cualquier clasificación, no son perfectas y dan

paso a otras distintas. Lo importante es saber que el sistema de partidos está en

íntima relación con la naturaleza y las características del sistema político. Los

partidos forman un subsistema de ese gran conjunto de instituciones y elementos

que conforman un régimen político, en el que las distintas partes se influyen

recíprocamente. Las leyes electorales tienen relación directa con el sistema de

partidos, y el tipo de régimen político por ejemplo, si es presidencial o

parlamentario- también influye en el número y la composición de éstos.

5. LAS TAREAS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN LA DEMOCRACIA

Evidentemente, en las democracias liberales los partidos desempeñan

funciones específicas de las que carecen en los regímenes no democráticos. Las

funciones de los partidos en las democracias han sido clasificadas atendiendo a

dos vertientes: la social y la institucional.

5.1. Las funciones sociales

Las funciones sociales son aquellas que tienen los partidos como

organizaciones que nacen del cuerpo social, ante el cual tienen ciertas

responsabilidades. Entre éstas podemos destacar la socialización política, la

movilización de la opinión pública, la representación de intereses y la

legitimación del sistema político.

La socialización política implica el deber de los partidos de educar a los

ciudadanos en la democracia.
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Los primeros partidos de masas, que fueron de carácter obrero, estaban

encargados de afirmar una identidad de clase y de preservar y transmitir

pautas de comportamiento y valores que configuraban la cultura de la clase

obrera. Los partidos modernos, de acuerdo con algunas leyes de partidos o

electorales, siguen teniendo la obligación de promover los valores

democráticos, el respeto de los derechos humanos, la práctica de la

tolerancia y el derecho al disenso, así como también la de capacitar a sus

miembros en los principios ideológicos del partido y difundir éstos entre los

ciudadanos. Los partidos modernos, para realizar tales tareas, suelen contar

con medios de difusión, publicaciones, escuelas de cuadros y, en general,

centros de transmisión de sus ideas, no sólo a sus militantes, sino a todos los

ciudadanos.

En la actualidad, la función socializadora de los partidos ha descendido en

importancia por el papel creciente de los medios de comunicación ajenos a

los partidos. Los medios partidistas tienen una precaria existencia, pues los

ciudadanos y en ocasiones los mismos afiliados prefieren una información

menos doctrinaria. Las que si tienen cada vez más aceptación son las

fundaciones de estudio, investigación y documentación de los partidos. No

obstante, gran parte de la llamada crisis de los partidos tiene que ver con la

actual debilidad de su función socializadora, pues ello se interpreta como una

incapacidad para vincularse con las aspiraciones y los intereses de la

sociedad.

Con la crisis del parlamento, que en la tesis clásica de la democracia liberal

era el lugar idóneo para que un público razonador e informado (los diputados)
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discutiera los asuntos públicos, los partidos, por lo menos en el inicio de este

siglo, fueron los espacios para canalizar la opinión pública. En efecto,

corresponde a ellos permitir que se expresen las opiniones, pareceres y

criterios de la sociedad civil y posteriormente dirigirlos a una concreción

eficaz. Los partidos, al disponer de los medios materiales y las garantías de

permanencia y continuidad, pueden asegurar la generación de movimientos

de opinión.

No obstante, algunos críticos de los partidos han señalado que éstos han sido

rebasados por los movimientos sociales en cuanto a su aptitud para movilizar

la opinión pública. Tal censura debe ser vista con objetividad. Seguramente,

algunos partidos han perdido capacidades para articular las demandas de la

comunidad, y ante ciertas reivindicaciones de los movimientos sociales no

actúan con la celeridad que se requiere. Otros, en cambio, actualizan y

reformulan sus estrategias y logran conformar mejores ofertas políticas frente

a sus miembros y al resto de la sociedad en los órdenes privado y público,

frecuentados por las nuevas organizaciones sociales.

La tercera función social de los partidos es la representación de intereses. En

su origen, los partidos obreros, por ejemplo, representaban los intereses de

su clase. Hoy en día los partidos suelen intentar representar intereses muy

variados y a veces francamente contradictorios. Es más, existe una tendencia

que los impele a configurarse básicamente como partidos centristas y a

matizar sus posiciones ideológicas, sean éstas de izquierda o derecha. Lo

anterior, sin embargo, no quiere decir que los partidos no sostengan

preferentemente determinados intereses sobre otros; significa que los


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partidos son medios de canalización de múltiples intereses, pero tienden a

preferir unos sobre otros, atendiendo a su origen histórico o ideológico o a

una coyuntura política que haga más redituable defender determinados

intereses. El por qué se defienden ciertos intereses en vez de otros tiene que

ver principalmente con la prevalencia, en el interior del partido, de los

intereses a representar y proteger.

La última de las funciones sociales de los partidos es su papel como

legitimadores del sistema político.

Los criterios para medir la legitimidad de un sistema son múltiples, y van

desde su capacidad para mantenerse estable, ser eficaz y gozar de la

aceptación de los ciudadanos, hasta la de respetar los derechos humanos en

todas las esferas del poder. Uno de los criterios más aceptados en una

democracia para medir la legitimidad del sistema alude a su capacidad para

promover en su conjunto los procedimientos y las instituciones democráticos

y para garantizar y respetar los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Los partidos desempeñan una importante labor en esta función legitimadora,

pues, por una parte, tienen un papel fundamental en la conformación de los

órganos del Estado mediante las elecciones y, por otra, son focos de

discusión y debate, además de que cuando llegan al poder por la vía electoral

tienen frente a los ciudadanos la señalada obligación de no cancelar los

procedimientos y las instituciones democráticos, así como la de velar por el

respeto de los derechos fundamentales.


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Los partidos hacen posible la democracia, es decir, hacen viables las

decisiones mayoritarias e impiden excluir de los derechos a las minorías,

permiten el consenso pero también el disenso y, por tanto, la tolerancia y el

libre debate de las ideas, programas políticos y leyes. Esta función es la más

importante de los partidos y refuerza la necesidad que tienen las democracias

de conservarlos y perfeccionarlos.

5.2. . Las funciones institucionales

El reclutamiento y selección de élites, la organización de las elecciones y la

formación y composición de los principales órganos del Estado, son

funciones institucionales de los partidos que atienden más a la organización

política que a la social. Son funciones indispensables para la integración de

los órganos del Estado y, por tanto, para la existencia de la organización

estatal y del Estado de derecho.

La primera de las funciones institucionales, el reclutamiento y la selección de

gobernantes, obedece a la necesidad que tiene cualquier sociedad de contar

con un grupo dirigente que se encargue de la cosa pública, es decir, de la

administración de los asuntos comunes. Antiguamente, las corporaciones, los

sindicatos y las asociaciones de profesionales eran las principales vías para

reclutar al personal gobernante. En la actualidad, son los partidos los que

escogen a los miembros de ese personal e impulsan sus carreras políticas.

Una de las consecuencias más nefastas que trae consigo esta función,

cuando no se realiza utilizando métodos y procedimientos democráticos

internos, es la tendencia al funcionamiento oligárquico de los partidos. Tal


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riesgo, advertido, como ya se mencionó, en la obra de Robert Michels, sigue

siendo el desafío más grande que enfrentan los partidos. La organización

formal que requiere el partido para desarrollarse lleva en ocasiones a que los

dirigentes adopten decisiones por encima de los intereses y deseos de la

base. No obstante este lado oscuro, el reclutamiento de gobernantes, tiene

efectos positivos en el sistema en su conjunto: contribuye a darle estabilidad,

a profesionalizar la política y a alentar liderazgos que suelen ser

determinantes en la vida de los Estados.

La segunda función institucional es la de organizar elecciones. Implica la

influencia de los partidos en la elaboración de la legislación electoral, su papel

en todas las etapas o procesos electorales y el hecho de ser los principales

beneficiarios del resultado electoral.

La preponderancia de los partidos sobre las candidaturas independientes,

cuando éstas existen, es más que notable. El predominio de los partidos en

las sociedades industriales avanzadas resulta imprescindible para vertebrar

la organización social. Los partidos, así, presentan candidaturas, llevan a

cabo la totalidad de la campaña electoral, determinan qué candidatos o

afiliados participan en dicha campaña, designan representantes en las mesas

electorales, participan en la totalidad del escrutinio y están legitimados para

plantear los recursos que consideren oportunos y sean procedentes en

materia de derecho electoral. Es casi imposible que funcione un sistema

electoral sin el concurso de los partidos políticos. Su influencia en el proceso

electoral legal es grande, pero aún lo es mayor en los aspectos pre legales.

Por ejemplo, la organización del partido influye en las carreras políticas de


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los afiliados, la determinación de los propios sistemas electorales, la

conformación de los distritos electorales, etcétera.

La tercera de las funciones institucionales de los partidos es su papel en la

organización y composición de los poderes públicos, principalmente del

poder legislativo. Los candidatos triunfadores de los partidos integran las

cámaras y conforman grupos parlamentario 5; igualmente, ocupan las

distintas comisiones y estructuras del congreso. En el caso del poder

ejecutivo, y más aún en aquellos países donde no existe un servicio civil de

carrera, los partidos triunfantes llenan casi en su totalidad los cargos públicos.

Respecto al poder judicial, los partidos suelen tener en varios países una

importante función en la designación de los miembros más importantes de la

judicatura, pues mediante sus representantes en las cámaras y en el poder

ejecutivo determinan quiénes serán los próximos ministros o magistrados.

Sobre el resto de los órganos del Estado, los partidos tienen también la

función de organizarlos e integrarlos, influyendo en la designación o el veto

de sus miembros y aprobando, por la vía legislativa, la estructura de los

distintos cuerpos de autoridad. Esa es la razón por la que se ha sostenido

que el Estado moderno es un Estado de partidos, y cuando degenera en

corrupción y clientelismo deriva en partidocracia.

En los regímenes no democráticos (autoritarios, totalitarios, pos totalitarios,

sultanitas), los partidos también desempeñan funciones, aunque éstas

persiguen propósitos diferentes. Para empezar, en este tipo de regímenes el

sistema es casi siempre de un solo partido, el cual tiene como función

representar los intereses y la ideología del Estado. En los regímenes


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totalitarios, caso extremo de los regímenes no democráticos, el partido se

encarga de acomodar los valores y las pautas de la ideología del Estado al

resto de la población; los partidos se consideran guardianes y celosos

defensores de la ideología hegemónica; son los encargados de vigilar

cualquier desviación de la ortodoxia, y en algunos casos ocupan todos los

espacios de la vida social y privada. En estos regímenes los partidos

promueven su ideología entre la población, pero lo hacen para determinar

quiénes son los amigos y quiénes los enemigos. Evidentemente, los

enemigos serán los disidentes o críticos de la ideología estatal-partidaria.

En los regímenes no democráticos los partidos no articulan intereses, como

lo hacen en los democráticos, pues pretenden uniformar las conciencias o las

ideologías, de ser posible en una sola clase, categoría o interés: el partido

reproduce el interés de la clase dominante, y éste puede ir desde el interés

de la dictadura del proletariado hasta el de una oligarquía o grupo en el poder,

verbigracia, la "clase trabajadora" o la falange.

En cuanto a las funciones institucionales de los partidos en este tipo de

regímenes, es claro que los aparatos del Estado se integran, estructuran y

componen no a través de una pluralidad de partidos, pues no la hay, sino por

medio del partido único, es decir, el partido monopoliza la organización del

Estado y se confunde con él. Aquí el partido no está situado en el plano de la

sociedad civil ni en un plano intermedio entre lo público y lo privado, sino

totalmente incrustado en la esfera de lo estatal, es decir, no goza de

autonomía frente a los órganos del Estado, pues las instituciones estatales y

el partido son una sola cosa.


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6. LA REGULACIÓN JURÍDICA DE LOS PARTIDOS

No siempre ha existido un estatuto jurídico de los partidos. Éstos son

realidades sociales a las que lentamente la teoría fue prestando atención, y más

lentamente aún el derecho. El ordenamiento jurídico ha tenido, a grandes rasgos,

las siguientes actitudes frente a los partidos. Primero, una fase de oposición,

propia del Estado liberal surgido de la Revolución Francesa, en la que se

condena totalmente a los partidos, tal como en la famosa Ley Chapelier de 1791,

que rechazaba todo tipo de asociacionismo. Posteriormente, y casi durante todo

el siglo XIX. Predomina una actitud de desconocimiento e indiferencia jurídica

hacia los partidos, pues a pesar de que se admite su existencia sociológica, se

niega cualquier regulación, seguramente por el influjo de la separación entre el

Estado y la sociedad civil. La tercera etapa corresponde a los finales del siglo

XIX y principios del XX; aquí, los partidos son reconocidos jurídicamente en las

leyes electorales y en los reglamentos de las cámaras. La última etapa es

posterior a la Segunda Guerra Mundial y refleja el movimiento a favor de su

constitucionalizarían y, en algunos casos, su regulación jurídica exhaustiva.

La fase de constitucionalizarían se ha dado en casi todos los países del

mundo. Son famosos los preceptos de constituciones como la italiana. Francesa,

alemana, griega o española. Que constitucionalizan los partidos y en algunos

casos cuentan con leyes para su desarrollo. La constitucionalizarían de los

partidos en el mundo entero significa varias cosas. La primera de ellas es una

repulsa a los Estados autoritarios y totalitarios, y la afirmación de que la

democracia pluralista sólo es realizable con el concurso de varios partidos. Pero

al mismo tiempo, como los partidos se encuentran en la base misma de todo el


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sistema democrático, algunos sostienen la necesidad de fórmulas de

constitucionalidad en el sentido de sistemas de control, para que los partidos

ajusten su actividad a los principios democráticos, es decir, utilizando una frase

canónica, para "atraparlos en las redes del derecho".

Para realizar la jurisdicción de los partidos es preciso tener en cuenta dos

ámbitos o esferas: el externo y el interno. El externo está conformado por los

derechos y deberes de los partidos frente al Estado, sobresaliendo entre los

derechos el de libertad de formación y acción de los partidos, y entre las

obligaciones la de no establecer partidos que persigan fines o motivos ilícitos o

contrarios a los principios constitucionales. El ámbito interno se constituye con

los derechos y deberes dentro del partido, entendiéndose en primer lugar que la

garantía de la libertad interna por medio de la Constitución y de la ley puede

considerarse como un requisito funcional para la efectividad del sistema

democrático; sin embargo, la libertad que tiene el partido para organizarse

internamente no puede llevarse al grado de afectar los derechos fundamentales

de los militantes. La democracia en su seno y la prerrogativa de autonomía de

los partidos en su funcionamiento constituyen las dos piezas fundamentales de

su regulación interna.

Los partidos, además de ser reconocidos por la Constitución, suelen estar

regulados por leyes secundarias, dependiendo de la tradición jurídica de la que

forme parte el Estado concreto de que se trate y de su contexto histórico

particular. En los Estados anglosajones y nórdicos hay una escasa regulación de

las actividades de los partidos. En cambio, en la Europa continental y en América

Latina la intención es contar con una normatividad abundante. La regulación, en


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el caso de América Latina, por ejemplo, se hace en las leyes electorales o,

siguiendo una tendencia predominante en Europa, se elaboran leyes específicas

para los partidos.

En la legislación de los partidos se suele admitir los dos ámbitos de

regulación, a los que se aludió anteriormente, esto es, el externo y el interno. Las

materias reguladas comprenden desde proporcionar un concepto o definición de

partido hasta temas tan complicados como el de los órganos de control o

fiscalizadores de la actividad de los partidos, pasando por los requisitos de su

constitución y registro, sus derechos y obligaciones, su democracia interna y su

financiamiento, así como la regulación de figuras semejantes o próximas, tales

como los frentes, las asociaciones políticas y las coaliciones.

6.1. La regulación del concepto

Algunas leyes de partidos definen lo que es un partido político. Así, la

alemana dice en su artículo 2o. que los partidos son "asociaciones de

ciudadanos que, de modo permanente a largo plazo, ejercen influencia en e

ámbito de la Federación o de un Estado regional sobre la formación de 1

voluntad política y se proponen cooperar en la representación del pueblo en

el seno de la Dieta Federal o de un Parlamento Regional, siempre que, de

acuerdo con el cuadro general de las circunstancias fácticas, y en especial

de acuerdo con la extensión y la firmeza de su organización el número de sus

miembros y su presencia en la vida pública ofrezcan una garantía suficiente

de seriedad de esos objetivos. Sólo las personas físicas pueden ser

miembros de un partido". Para el orden jurídico, definir lo que es un partido

tiene consecuencias positivas, pues a partir de la conceptualización se


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extraen los criterios generales de interpretación de las normas que regulan

su funcionamiento. Además, la definición brinda elementos que con certeza

indican lo que es un partido y lo distinguen de cualquier otra organización.

Sin embargo, la mayoría de las leyes electorales o de partidos no definen lo

que son. La Constitución mexicana sí lo hace -en su artículo 41o.- y destaca

su carácter de entidades de interés público.

En vista de que no es fácil definir lo que es un partido, la práctica general en

muchas legislaciones es no dar definición alguna. La teoría ha llegado a

señalar con escasa fortuna que son órganos del Estado, pero también ha

sostenido que son asociaciones privadas. Ambos extremos son inapropiados.

El primero, porque al estatificar a los partidos limita su autonomía interna, y

además rompe con la idea de que los partidos nacen de la sociedad, a la cual

representan y se deben. El segundo, porque no pueden identificarse con

cualquier asociación de derecho privado, como las sociedades mercantiles.

Los partidos tienen finalidades públicas y no exclusivamente privadas. Por

ello, lo más acertado consiste en ubicarlos en un espacio intermedio entre lo

público y lo privado, destacando obviamente, como preponderante, su origen

en la sociedad civil y su pertenencia a ella.

6.2. La constitución y el registro

El segundo punto que muchas legislaciones regulan prolijamente es el de la

constitución y el registro de los partidos. En el derecho europeo continental y

anglosajón existe la tendencia a la liberalidad, a la escasa regulación en esta

materia. Por el contrario, en la legislación latinoamericana hay una tendencia

marcada a reglamentar este ámbito. Mucho se ha discutido sobre la


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pertinencia de tal reglamentación. Los europeos son indiferentes a ella y

aducen el carácter social de los partidos, además de considerar que un

control previo como el que se refiere al registro contraviene el derecho de

asociación y de expresión, por lo que como máximo aceptan una verificación

de documentos, pero nunca la atribución para impedir la constitución del

partido político, atribución que en todo caso y en ciertos países corresponde

a los órganos jurisdiccionales cuando los partidos son anticonstitucionales o

utilizan métodos antidemocráticos o violentos. Sin embargo, tal control es

a posteriori y efectuado por un órgano jurisdiccional.

En muchos países latinoamericanos sí se exigen requisitos mínimos de

constitución y registro, y la autorización queda a cargo del poder ejecutivo,

de un órgano electoral o de un órgano jurisdiccional

electoral adhoc. Convendría revisar esa costumbre legislativa y su

correspondencia con el respeto a los derechos de los ciudadanos para

asociarse y expresar libremente sus ideas. Si la obligación del registro es

para limitar el número de partidos, bien puede pensar se en otras vías, como

la del umbral electoral, que no afectan de manera directa los derechos de

asociación y expresión de algunos ciudadanos que constituyen partidos

nuevos o minoritarios.

6.3. Los derechos y las obligaciones de los partidos

El tema de los derechos y las obligaciones es fundamental. Los partidos

tienen unos y otras en su actividad externa y en la interna, en sus relaciones

con el Estado y con otros partidos. El derecho primordial que tienen respecto

del Estado es el de su reconocimiento legal, su existencia jurídica, pero


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también el de recibir un trato justo y en igualdad de oportunidades por parte

del gobierno y de sus órganos y, en ocasiones el de obtener subvenciones

públicas. Las obligaciones de los partidos en el ámbito externo comprenden

las de actuar por las vías institucionales, utilizar medios pacíficos para la

lucha política y respetar las reglas y los procedimientos democráticos en su

actuación frente al resto de los partidos.

En el ámbito interno, los partidos tienen el derecho de organizarse libremente,

siempre y cuando no afecten los derechos fundamentales de los militantes ni

de otros ciudadanos y no lesionen los principios democráticos del Estado de

derecho. Su obligación primordial en el ámbito interno consiste en respetar la

democracia en su seno, esto es, contar con procedimientos democráticos y

respetar escrupulosamente los derechos fundamentales de sus militantes.

6.4. La democracia interna

La democracia interna es una de las cuestiones determinantes para la vida

democrática, no exclusivamente de los propios partidos, sino de un país. Tal

democracia va más allá de la que se practica al nivel de las instituciones y los

órganos del Estado: pretende configurar una democracia integral que se

verifique en el aparato estatal pero también en el plano de la sociedad y de

sus organizaciones, por lo menos en las más relevantes como los mismos

partidos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, etc. Para calibrar

la democracia interna es preciso considerar al menos cuatro elementos: el

nivel de respeto y garantía de los derechos fundamentales dentro del partido;

la organización y los procedimientos internos: las corrientes en el seno de la

organización y los órganos de control de su vida interna


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A. Los derechos de los militantes

Para gran parte de la doctrina jurídica y de la ciencia política, los

derechos fundamentales y la misma estructura democrático-formal no

se dan de igual forma en los partidos que en el Estado. En los partidos,

según algunos autores, la defensa y garantía de los derechos

fundamentales aparece de manera más restringida, y en todo caso

limitada a un contenido exiguo, basado en algunos de los principios

democráticos del texto constitucional o del programa de cada partido,

o bien, delimitando la democracia interna exclusivamente a una

democracia procedimental o de reglas mínimas, sin tomar en

consideración la cuestión de los derechos fundamentales de los

militantes. Se dice, así que en el Estado los ciudadanos pueden

manifestar libremente sus opiniones, pero que en el partido tiene

escaso sentido sostener opiniones contrarias, pues lo que se busca es

la unidad. También se afirma que es imposible que en los partidos

exista un juego político democrático intenso, toda vez que las

decisiones tienen que adoptarse velozmente.

¿Qué derechos debe reconocer y proteger a sus militantes o afiliados

un partido político? La respuesta a esta pregunta no es simple pues

depende del contexto histórico, del texto constitucional y de la tradición

jurídica de cada país.

Algunos de los derechos que se suelen garantizar a los militantes son:

la participación directa o mediante representantes en las asambleas

generales; la calidad de elector tanto activo como pasivo para todos


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los cargos del partido; la periodicidad en los cargos y en los órganos

directivos; la responsabilidad en los mismos; la revocabilidad de los

cargos; el carácter colegiado de los órganos de decisión; la vigencia

del principio mayoritario en los órganos del partido; la libertad de

expresión en el seno interno; la posibilidad de abandonar el partido en

cualquier momento; el acceso a la afiliación; el ser oído por los órganos

arbitrales internos antes de la imposición de cualquier sanción; el

acceso a la información sobre cualquier asunto; el libre debate de las

ideas y de las decisiones principales: la seguridad jurídica; la

formación de corrientes de opinión y, en algunos casos, la existencia

de mecanismos de democracia directa en el interior del partido, tales

como el referéndum o el derecho de iniciativa para reformar normas o

instituciones partidarias, etcétera.

Generalmente, este cúmulo de derechos no se contemplan ni en la

legislación ni en los estatutos de los partidos, aunque la tendencia, al

menos la teórica, insiste en su reconocimiento, tanto en la legislación

como en la regulación interna.

Además de la amplitud de los derechos de los militantes, existen otras

cuestiones que afectan la democracia interna y las prerrogativas de los

afiliados. Estas tienen que ver con el problema de la titularidad de los

escaños; la exigencia de la dimisión sin fecha y otras sanciones que

algunos partidos imponen a sus legisladores; la cuestión del abandono

del partido por parte del legislador, y las dificultades que plantea la

escisión del partido durante una legislatura. Cada uno de los


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problemas mencionados puede ser resuelto de distinta forma y

dependiendo de la legislación de cada país.

B. Organización, procedimientos y estructura

La organización y los procedimientos no son menos importantes para

la democracia interna. Lo indispensable en este ámbito consiste en

que la voluntad se forme de abajo hacia arriba y nunca en sentido

inverso. El órgano supremo es la asamblea de miembros, y de ella

tienen que surgir las principales líneas doctrinarias y de acción de los

partidos. Toda elección debería respetar las garantías del sufragio, y

los acuerdos tomados ser resultado de una decisión mayoritaria.

La organización y la estructura de 105 partidos han cambiado mucho.

En la primera mitad del siglo XIX, cuando se hablaba de partidos se

hacía referencia esencialmente a las ideologías más que a los

hombres que las encarnaban. Marx y Lenín hablaron de partidos como

modos de expresión de las clases en la vida política. Con Ostrogorski

y Michels se comenzó a identificar al partido con la estructura, el

aparato o la organización, y nació la concepción del partido como

maquinaria, idea muy presente en el pensamiento político

norteamericano.

Atendiendo a su organización y estructura, los partidos se han

clasificado en partidos de cuadros y de masas. Los de cuadros

tendieron a conformarse en el siglo XVIII y principios del XIX como

grupos de notables cuyos miembros eran reclutados en función de su


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prestigio o fortuna, y en la actualidad son casi inexistentes. En cambio,

105 partidos de masas -que surgieron en el siglo XIX con los partidos

socialistas europeos- se caracterizan por ampliar las facultades de

decisión de los congresos locales y nacionales de los partidos. Existen

otras clasificaciones que tienen en cuenta la forma de la organización,

como la que distingue entre partidos directos e indirectos; otras

diferencian entre los partidos comunistas y los no comunistas; otras

más, entre partidos de países desarrollados y de países en vías de

desarrollo, etcétera.

Una gran dificultad es precisar los contenidos mínimos de la

organización y los procedimientos democráticos en el interior de un

partido político. Como en el caso de la tabla de derechos

fundamentales de los militantes, los elementos mínimos para tener una

organización y procedimientos democráticos dentro de un partido

dependen del contexto histórico, el nivel de la constitucionalización de

los partidos, el tipo de régimen político y la legislación secundaria en

materia político-electoral.

Algunos elementos de organización y procedimientos que, en un

régimen democrático, los partidos podrían contemplar para garantizar

la democracia interna serían los siguientes:

 Igual derecho de voto y propuesta para cada miembro.

 Respeto de las libertades civiles, en especial la de expresión.

 Acceso a la información sobre todos los asuntos del partido,

incluyendo los económicos.


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 Regulación de la posición jurídica de los miembros con base en la

igualdad de derechos, para hacer posible la participación de cada

uno en los asuntos del partido.

 Fundamentación de los rechazos de solicitudes de afiliación. Para

estos casos es conveniente establecer procedimientos equitativos

e imparciales, accesibles a cualquier interesado. Es necesario

contar dentro del partido con un órgano neutral que decida sobre

los rechazos y otras cuestiones.

 Tipificación de las causas y naturaleza de las medidas de sanción

o expulsión. La conducta punible ha de comprobarse debidamente

y ha de ser conocida por un órgano neutral e imparcial que decida

de acuerdo con un procedimiento previamente establecido y

respetando todas las garantías constitucionales de carácter

procesal del afiliado.

 Posibilidad de impugnación, ante órganos jurisdiccionales del

Estado, de ciertas decisiones del partido relacionadas con la

afiliación, castigo, expulsión, etcétera.

 Previsión clara de la articulación territorial y de organización del

partido, de las facultades y responsabilidades de sus órganos y de

las condiciones para acceder a sus cargos.

 Plena autonomía de las bases del partido en las organizaciones

locales en sus esferas de competencia.

 Existencia de procedimientos y órganos especiales, ajenos a la

directiva, encargados de dirimir las disputas entre entidades locales

del partido, o entre éstas y las nacionales, así como sobre la


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interpretación de programas, plataformas o reglamentaciones

objeto de controversia.

 Selección de los funcionarios del partido y de sus candidatos

mediante un procedimiento previamente establecido por la

asamblea general.

 No intervención de los órganos directivos para modificar la

selección de candidatos a puestos de elección popular.

 Elaboración de actas de las asambleas respetando formalidades

previamente establecidas.

 Rendición periódica de cuentas por parte de los órganos

responsables de administrar los bienes del partido, con total

transparencia y con posibilidad de que todo militante conozca la

información correspondiente y pueda impugnarla.

 Transparencia en las reglas de financiamiento del partido y

existencia de un órgano de control capaz de imponer sanciones en

caso de que sean violadas.

 Garantías para la manifestación de las diversas tendencias

internas.

 Prohibición de disolver o expulsar agrupaciones territoriales de

rango inferior, así como de destituir órganos enteros del partido,

permitiéndose la aplicación de sanciones únicamente en casos

individuales.

C. Las corrientes internas

Muchos politólogos tienden a desacreditar las corrientes internas y las

consideran un mal inevitable. Se les culpa de fraccionar a los partidos


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y atomizar la vida política, ocasionando que éstos no cumplan con uno

de sus cometidos principales: articular y aglutinar las demandas

sociales.La crítica tiene su dosis de verdad. La vida política conlleva

elementos impredecibles, y hasta la mejor de las instituciones puede

ser utilizada con fines indeseables. Sin embargo, siempre es

preferible, si hay que escoger, una dinámica de consensos y disensos

dentro del partido que un inmovilismo político que impida la alternancia

en el seno de las organizaciones. Impedir el libre debate de las ideas

y el pluralismo sería abolir la democracia interna. La primera y más

importante obligación de las corrientes dentro de los partidos es ser

ellas mismas democráticas. No son aceptables corrientes caudillistas

o excluyentes, aunque esta última afirmación es de evidente tono

normativo, y a veces resulta imposible que las fracciones o corrientes

internas no se formen o integren alrededor de un líder. Partidos tan

clásicos como el de la democracia cristiana italiana, en su momento, o

como los norteamericanos, han estado integrados esencialmente por

corrientes internas. Lo destacable sobre las corrientes, en todo caso,

es que suelen ser vehículos de alternancia del poder dentro de los

propios partidos.

D. Los controles sobre la actividad interna

La existencia de controles para hacer factible el respeto y la garantía

de los derechos humanos en el interior del partido, así como la

viabilidad de sanciones para el caso de la violación a su estructura

funcional y de organización, son lo que hace posible la realización de

los supuestos anteriores. Los partidos podrían contar con órganos


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internos y neutrales de carácter jurisdiccional, capaces de conocer de

las impugnaciones a las decisiones que adopten sus órganos

ejecutivos.

Una gran discusión en la teoría política y jurídica se centra en la

posibilidad de que órganos del Estado, como los jurisdiccionales, se

ocupen de las impugnaciones a los órganos internos de los partidos.

En muy pocos países y legislaciones se contempla que los órganos

jurisdiccionales del Estado realicen tal función, tanto por razones

políticas como teóricas. Entre las primeras está el rechazo de los

partidos a que su autonomía sea violada. La razón teórica, por su

parte, aduce el carácter esencial de los partidos como asociaciones u

organizaciones de la sociedad civil, premisa que sirve para sostener

que la intervención de los órganos del Estado infringe derechos como

los de asociación y expresión.

A esta argumentación teórica podría responderse que los partidos, por

su trascendencia, no son como el resto de las organizaciones de la

sociedad civil, y que los órganos jurisdiccionales en un Estado de

derecho democrático suelen funcionar con gran independencia

respecto del gobierno, por lo que en este preciso caso es infundado el

temor a un control gubernamental que no podría darse en el Estado de

derecho, ni siquiera de manera indirecta. Además, en las democracias

los partidos son el origen de las instituciones del Estado y del derecho,

por lo que sería muy conveniente que un órgano imparcial e

independiente del propio Estado conociera de las posibles

irregularidades que se pudieran cometer dentro de ellos, ya sea por


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violación de los estatutos o por afectar los derechos fundamentales de

los militantes.

En la teoría constitucional hay amplio consenso en el sentido de que

el control de los partidos por órganos del Estado nunca debería

abocarse a las cuestiones ideos lógico-programáticas, sino, en todo

caso, circunscribirse a lo estructural-funcional, es decir, a lo

relacionado con los procedimientos democráticos. También hay una

especie de acuerdo en favorecer los controles a posteriori sobre los

controles previos, así como un evidente rechazo a cualquier control

por parte de los órganos del poder ejecutivo, porque ello implicaría

romper con la imparcialidad y la igualdad de oportunidades entre los

partidos al estar temporalmente uno de ellos en el poder y por lo tanto

fungiendo como juez y parte.

6.5. El financiamiento

Para su funcionamiento, los partidos requieren de financiamiento.

Necesitan fondos para sus actividades ordinarias y para la realización de

las campañas políticas. Anteriormente, en la época del sufragio

censitario, cuando los partidos se hallaban escasamente articulados y no

tenían actividades permanentes, no necesitaban de grandes recursos

para operar. Generalmente, era el propio candidato o un grupo de

notables quienes lo apoyaban y corrían con los gastos de la campaña.

Con la aparición de los partidos de masas a finales del siglo XIX y de los

partidos contemporáneos, los gastos, ordinarios y para campañas, han


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crecido enormemente, haciendo imposible que los candidatos hagan las

erogaciones de su propio bolsillo.

Los partidos modernos no recurren para su propaganda a métodos

tradicionales, sino que hacen uso de los medios masivos de

comunicación, cuyas tarifas suelen ser muy elevadas. Además, tienen

gastos ordinarios derivados de sus funciones: capacitar cuadros,

penetrar en la sociedad, divulgar sus documentos básicos, apoyar a sus

representantes en el poder legislativo o en el gobierno, etc., todo lo cual

demanda recursos económicos.

Los fondos de los partidos provienen generalmente de dos vías:

financiamiento privado y financiamiento público. El privado deriva de los

recursos de los particulares, militantes o simpatizantes, y reviste varias

formas: cuotas de los afiliados, donativos, préstamos y créditos, y

administración de empresas propias, principalmente de carácter editorial.

El financiamiento público puede ser directo, como las subvenciones que

el Estado otorga a los partidos, generalmente en proporción a su cuota

electoral, e indirecto, como la cesión de tiempo en los medios públicos

de comunicación, la exención de impuestos y las franquicias telegráficas

y postales.

Uno de los problemas más preocupantes en el Estado de partidos es el

uso inadecuado que en ocasiones se da a los recursos. La desconfianza

se alimenta por la frecuencia de las infracciones y porque ocurren en casi

todo el mundo, incluso en las democracias más consolidadas, así como

por el manejo publicitario de tales hechos. La gravedad del asunto se

manifiesta en el cuestionamiento de las tareas de los partidos y, a veces


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-que es lo más preocupante-, en una actitud de duda o desilusión sobre

las democracias representativas, sin que se proponga otro tipo de

régimen alternativo y superior.

La legislación de partidos, electoral y de financiamiento, ha establecido

mecanismos para obligar a la transparencia, al reparto equitativo del

financiamiento público y al funcionamiento de instancias de control y

fiscalización de los recursos. Sin embargo, en la mayoría de los casos la

legislación ha resultado insuficiente, principalmente porque la demanda

de transparencia sobre el origen, monto y destino de los recursos no tiene

la correspondencia debida en los órganos de control y supervisión. Éstos

suelen carecer de independencia e imparcialidad respecto de los propios

partidos.

6.6. Las figuras próximas y las alianzas entre partidos

Uno de los rubros importantes en cualquier regulación jurídica de los

partidos es el relativo a las figuras próximas, como son las asociaciones

políticas. Para la democracia, la conveniencia de regular este campo

estriba en la posibilidad de alimentar y fomentar organizaciones que

pueden en un futuro convertirse en partidos y con ello enriquecer la vida

política de un país, impidiendo su esclerosis o inmovilismo.

También resulta decisiva la regulación de los frentes y las coaliciones. En

cualquier democracia este tipo de alianzas son cotidianas, y el único

requisito es la transparencia, frente al electorado y los militantes, que

debe privar en ellas.


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7. LA CRISIS Y EL FUTURO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Los profundos cambios sociales, económicos, tecnológicos y políticos que se

viven en las postrimerías del siglo XX han transformado a los partidos

políticos. Los partidos de masas ideologizados se han vuelto partidos de

corte más pragmático, en búsqueda permanente -casi todos ellos- del

llamado centro político. Los modelos racionales de política han provocado en

muchas sociedades un menor interés por los temas políticos, y quienes se

interesan por la participación lo hacen sobre temas concretos e identificables.

M no existir ya las grandes ideologías que buscaban explicarlo todo, la

política y los partidos han perdido capacidad de atracción, y ello hace a

algunos pensar que los partidos pudiesen ser desplazados por los

movimientos sociales.

Las consideraciones anteriores, junto con los antiguos problemas de los

partidos, han hecho que sus críticos presenten un cuadro alarmante, dando

a entender que asistimos a los últimos momentos de esas organizaciones.

Sin embargo, si prescindimos de los partidos para organizar la vida política

¿qué sustitutos tenemos con mejores garantías para la vida democrática y su

desarrollo? En las actuales circunstancias no contamos con organizaciones

de reemplazo que continúen realizando las funciones de los partidos.

Probablemente algunos de ellos sean obsoletos, pero sin partidos que

organicen y estructuren en alguna medida la competencia por el poder en

todos los niveles del gobierno, la democracia, especialmente en las grandes

sociedades urbanas, será imposible.

¿Podrán los partidos sortear su crisis y, de ser así, cuál es su futuro? La

respuesta no puede ser única y definitiva; se trata necesariamente de un


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planteamiento múltiple con diversas derivaciones. En principio, debemos

situar el problema en el contexto del futuro de la democracia. Además, una

respuesta así debe ser capaz de distinguir a los regímenes, pues no todos

tienen el mismo grado de desarrollo y características, en tanto que algunos

son democráticos y otros no.

En países democráticos con sociedades homogéneas, la respuesta tiene que

ver con el desarrollo de la democracia y la profundización en ella. Los partidos

tienen que cambiar de estrategia de acuerdo con las pautas que presenta la

nueva sociedad tecnológica e informática; su apuesta está en fomentar

alianzas con los movimientos sociales, ser capaces de avanzar en las

propuestas de estas organizaciones y mejorar sus mecanismos de

democracia interna. En especial, el cuidado debe residir en la renovación

constante de sus élites dirigentes y en mantener frente a la sociedad una gran

transparencia en sus líneas políticas y en el uso de sus recursos.

En los regímenes políticos democráticos con sociedades heterogéneas la

tarea consiste en perfeccionar los mecanismos institucionales de la

democracia consecutiva, para que los diversos grupos sociales y partes de la

nación reciban un trato de equidad que haga factible la unidad en la

diversidad y procure un desarrollo armónico e igualitario. Ciertamente, esta

tarea es más delicada que en los regímenes democráticos homogéneos, por

lo que es conveniente que los distintos mecanismos de relación política sean

fluidos y transparentes y cuenten con importantes garantías de respeto a las

minorías, de suerte que ninguna de ellas sucumba a la tentación de acercarse

a la tiranía de las mayorías.


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En los regímenes no democráticos la tarea es precisamente construir la

democracia, pero sin partidos reales no es fácil arribar a ella. La tarea es,

pues, crear el sistema de partidos y el ambiente para que la lucha política se

dé en igualdad de condiciones y con imparcialidad; pero, al mismo tiempo, se

debe fomentar en todos los partidos una labor de liderazgo responsable y en

alto grado pedagógica frente a la ciudadanía. El cometido y el papel histórico

de los partidos en los procesos de transición a la democracia son tal vez la

mejor justificación para su existencia, pero al tratarse de funciones tan

elevadas siempre se corre el riesgo de no estar a la altura de las

circunstancias.

Para que no pierda legitimidad el proceso democrático, los dirigentes de los

partidos están obligados, tanto frente a sus afiliados como a sus votantes, a

informar sobre el origen y destino de los recursos. Igualmente, hay que

explicar al público que sin dinero no puede haber partidos, elecciones ni

campañas para llegar al poder, y que es responsabilidad de los ciudadanos

contribuir en este rubro al proceso democrático.

Tampoco se está a la altura de las circunstancias en un proceso de transición

si se alientan posturas populistas y poco realistas, si no se reconoce que la

democracia significa necesariamente mayor desarrollo económico. No se

está a la altura de las circunstancias en la transición si no hay un intento serio

por parte de los partidos de llegar a arreglos duraderos, de modificar las

reglas del juego político para obrar, ellos en primer lugar, conforme a esas

nuevas reglas, y cuando no se entiende que la transición es una revisión de

la mayor parte del entramado institucional.


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

En los procesos de transición, los partidos son principalísimos actores

conscientes de la labor que realizan. En esos momentos, su finalidad

primordial es el establecimiento de procedimientos democráticos imparciales,

pues más que competir por el poder están construyendo las bases del nuevo

Estado. En cierta forma, dejan de ser singularidades en búsqueda de un

beneficio político directo e inmediato para transformarse en formadores y

consolidadores del Estado democrático de derecho. Por tal motivo, en la

transición su tarea es única y fundamental, muy diferente a la que se

desarrolla dentro de las condiciones ordinarias de la competencia política en

una democracia.
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

CAPITULO II

PARTIDOS POLÍTICOS Y DEMOCRACIA

Radhamés Jiménez Peña

Los partidos políticos han venido a jugar un rol fundamental en el mantenimiento

del equilibrio del sistema democrático. En las democracias pluralistas, los

partidos son el resultado del libre ejercicio del derecho de asociación; nada tiene

que ver con los anteriores el partido único de los sistemas totalitarios que

aparece incorporado al aparato estatal. La Ciencia Política ofrece numerosas

definiciones del partido en los sistemas democráticos; en ellas se subraya que el

partido es el portador de una ideología (o de un programa) global, no sectorial,

que abarca todos los aspectos relevantes de la vida social. Por otro lado, hay
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

una característica consustancial en los partidos políticos, y es el propósito de

alcanzar el poder.

En toda comunidad humana, la estructura de poder es el resultado de un par de

fuerzas antagónicas: las creencias, por una parte; las necesidades prácticas, por

la otra. En consecuencia, la dirección de los partidos como en la mayoría de los

grupos sociales actuales, sindicatos, asociaciones, sociedades comerciales,

clubes, etc., presenta el doble carácter de una apariencia democrática y de una

realidad oligárquica. Solo algunos partidos fascistas se escapan a esta regla.

Sin lugar a dudas, los partidos se han convertido en la correa de transmisión que

sirve para canalizar las relaciones entre el Estado y la sociedad; son además los

entes legitimadores de los procesos democráticos de los pueblos. Y como

siempre, la democracia es un equilibrio entre acuerdo y desacuerdo, entre

desconfianza y respeto, entre cooperación y competencia, entre lo que exigen

los principios y lo que la circunstancias permiten. Estamos convencidos de que

la política es el arte de distinguir correctamente en cada caso, entre aquello en

lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos, e incluso

debemos, mantener el desacuerdo.

En las democracias en proceso de fortalecimiento como la nuestra, con sus

singularidades propias del mismo contexto social, económico, político y cultural,

el rol de los partidos es clave, muy a pesar de las claras debilidades que acusan

los mismos. Se hace cada vez más urgente una reforma profunda del marco

legal institucional de los partidos que reencauce su institucionalidad para

beneficio de su fortalecimiento y con ello, del juego democrático del país.


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La democracia tiene un costo con el que debemos cargar todos los ciudadanos

del mundo. Los partidos necesitan para articular y desarrollar sus políticas y más

que todo para alcanzar el poder, de recursos económicos. Y esos recursos,

¿cómo se obtienen?. En nuestro país, con financiamiento público, por un lado;

y privado, por el otro. Existen otras democracias en que el financiamiento de los

partidos solo proviene del sector privado.

De manera pues, que es un hecho incontrovertible que la actividad política está

íntimamente ligada a la capacidad económica de sus actores. Y esto es así en

todo el planeta, sin una sola excepción. En los Estados Unidos de Norteamérica,

que se tiene como la democracia más paradigmática del mundo, se permite que

las contribuciones de la empresa privada compren las campañas electorales de

los candidatos. Sin embargo, en la mayoría de los países miembros de la Unión

Europea restringen o prohíben tales prácticas y obligan a que las elecciones

estén financiadas con dinero público.

Para que veamos el impacto que tiene el factor económico en la elección de

candidato de la que es considerada la democracia más perfecta de nuestra

época, observemos lo que dice el Center For Responsive Politics: “Cada

candidato ganador de las elecciones a la Cámara de Representantes Federal de

las elecciones del 2008, desembolsó un promedio de cerca 1.1 millones de

dólares. La victoria en la contienda para un escaño en el Senado, costó un

promedio de 6.5 millones de dólares”.

Y las elecciones presidenciales son aún más caras; según el mismo Centro, los

candidatos de los comicios presidenciales de 2008 se gastaron más de 1,300

millones de dólares en campaña. ¿Qué importancia tienen los fondos de


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campaña para ganar unas elecciones? Según un análisis post electoral de los

comicios del 2008, realizado por el mismo Center For Responsive Politics, en el

94% de los escaños del Senado en lista, y en el 93% de los de la Cámara de

Representantes que se habían decidido antes de veinticuatro horas desde el

cierre de los colegios electorales, el candidato o la candidata que más había

gastado, resultó vencedor.

Son muchos los analistas políticos norteamericanos que piensan que poner fin a

la práctica de la financiación electoral privada y hacer obligatoria la financiación

pública contribuiría en gran medida a restablecer el carácter democrático del

proceso político en Estados Unidos. Pero la opinión pública estadounidense no

parece muy interesada en defender la causa de la financiación pública de las

campañas electorales: ese tema nunca figura entre las principales

preocupaciones de los votante.

Y para ponerle el cascabel al gato, como decimos los cibaeños, el Tribunal

Supremo Federal de los Estados Unidos declaró inconstitucional en el año 2010

(por una mayoría de 5 a 4 de sus Magistrados) las restricciones en las

donaciones de dinero (incluso en las procedentes de empresas) para campañas

electorales, por entender que vulnerarían el derecho básico de los americanos a

expresar sus preferencias políticas como les parezca oportuno.

1. LA DEMOCRACIA Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS

La democracia y los partidos políticos se publicó en dos volúmenes en 1902 en

las ciudades de Nueva York y Londres bajo el sello editorial de Macmillan. En

1903 se editó en francés por la editorial Calmann-Levy, misma casa que publicó

la segunda edición en 1912. Tendrían que pasar más de 60 años para que
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hubiera una reedición del texto: en 1979 apareció una versión en París. Casi 15

años después, en 1993, de nuevo en París se realizaría otra impresión de la

obra, esta vez a cargo de la editorial Fayard. En 1997 se dio a conocer en

catalán, en Barcelona, traducción y edición que corrió a cargo de Jordi Galí. En

español no contamos con ninguna edición completa de este escrito; a lo más que

se ha llegado es al libro que reseñamos en estas páginas y se trata de la

conclusión agregada a la edición de 1912. Por la importancia de la 144 propia

obra y del autor vale la pena detenerse en este breve texto, con presentación de

Antonio Lastra y traducción de él y de Andrés Alonso Martos. Sin duda,

representa un buen inicio para releer a uno de los pensadores más importantes

de principios del siglo XX.

Ostrogorski desarrolló su reflexión en un contexto democrático precario -Rusia a

inicios de la pasada centuria-, por ello no deja de sorprender la similitud que por

momentos se observa entre su discurso y nuestro presente. Quizá, entonces,

sea obligado preguntarnos: ¿puede decirnos algo un texto escrito hace más de

un siglo? Probablemente por la forma en que está presentado -con constantes

referencias a datos históricos y hechos muy concretos- nos resulte ajeno a

primera vista, pero sí nos dice algo sustancial acerca de los problemas

candentes de nuestro presente y de nuestra cotidianidad. Tenemos que realizar,

entonces, una lectura desde nuestro tiempo. En ese sentido, no deja de llamar

la atención que casi al inicio de su trabajo, Ostrogorski nos advierte: "Un sistema

electoral muy desarrollado no es sino un homenaje puramente formal a la

democracia".
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

2. LA PARADOJA DE LA DEMOCRACIA Y UNA SOLUCIÓN RADICAL

La tesis de Ostrogorski, lo comentamos al inicio de esta reseña, es la que señala

la paradoja democrática; pues bien, se trata de una misma cuestión: de qué

manera un andamiaje institucional que repercute no sólo en el Estado sino al

interior de las asociaciones llamadas partidos políticos, cuyo centro es la

promoción de un método democrático, en realidad nos conduce al homenaje

puramente formal, que más tarde que temprano termina siendo

contraproducente, o sea, profundamente antidemocrático. Los encargados de

llevar a buen término la democracia son, ellos mismos, profundamente

antidemocráticos.

Al observar los problemas de la democracia, el autor pone el centro en el

individuo y la manera en que nace un conflicto con respecto a la relación de éste

con las asociaciones. Surgen, dice, problemas muy particulares, pues el

individuo, que en un principio tenía que elegir a los dirigentes de un gobierno, lo

cual es complicado de por sí, con la introducción de mecanismos de elección en

los partidos tenía que hacer también su parte en la elección de los líderes de

estas organizaciones. Para Ostrogorski, este método no apela a ningún tipo de

consideración de la razón, de la inteligencia, sino que sucumbe ante los llamados

a los sentimientos. La inteligencia no tiene lugar en este caso, pues de lo que se

trata es de lograr adhesiones al por mayor: "El sistema de partidos, revestido de

las formas de elección popular y asociación, aparecía como un estallido

deslumbrante de principios democráticos" (p. 33), cuando lo que ocurría era lo

contrario: no prevalecía una razón democrática, sino el uso de los sentimientos

para ganar adhesiones. La sin-razón era revestida de procedimientos


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

democráticos de elección. Sucede entonces que, ante la cada vez mayor

necesidad de elegir -gobernantes, parlamentarios y ahora también líderes- se

forman ciudadanos pasivos, donde: "Democratizado sólo en apariencia, el

sistema de partidos reduce las relaciones políticas a un conformismo meramente

exterior"

Para Ostrogorski se trata de un engaño que pretendería hacer creer que ante el

aumento de derechos de elección -además está la iniciativa popular o el

referéndum-, en realidad lo que se quiere ocultar es que al final de todo el

formalismo democrático -el interno en los partidos y el externo en el sistema de

partidos- se tiene una pequeña camarilla de políticos profesionales que toman

las decisiones importantes: "A los tipos de vileza que ha producido el género

humano, de Caín a Tartufo, el siglo de la democracia ha añadido uno nuevo: el

político" (p. 47). El partido es la escuela perfecta para educar a estos nuevos

políticos bajo el mandato del servilismo y la mediocridad. El problema que el

autor observa con respecto a los políticos no es que éstos existan, pues no

aboga por su desaparición; por el contrario, reconoce que son necesarios en

tanto auxiliares para la organización, pero no como parte fundamental.

Así pues, ¿cuál es el aspecto que quiere llamar la atención? Se trata de la

existencia contemporánea de los partidos: "que los ciudadanos escojan un

partido, que se sometan para siempre a él, dándole un cheque en blanco y ¡ya

se encargará el partido de darle el impulso requerido!" (p. 38); el problema,

entonces, es la forma que estas organizaciones adoptan en la modernidad. Los

partidos, nos dice, no elevan el nivel cultural, no dan formación política real; al

contrario, enseñan el servilismo y la mediocridad, crean ciudadanos pasivos. Por


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tanto, en el partido "todas las lecciones que recibe el ciudadanos son lecciones

de cobardía, la primera, que enseña que no hay salvación para un ciudadano

fuera de un partido"

La clara reprobación de Ostrogorski a la forma organizativa de los partidos

políticos se empalma con la que unos años más tarde Robert 146 Michels

expondrá en su trabajo acerca de la socialdemocracia alemana. Para el

bielorruso, cuando la organización partidaria se vuelve un fin en sí mismo -y no

un medio- pierden sentido los principios, las convicciones, los programas e

incluso la moral tanto pública como privada. En pocas palabras: el partido es el

germen de la corrupción.

¿Qué salida propuso este intelectual en 1912, o sea, hace casi un siglo? Señaló

que un paso necesario y casi obligado para restablecer el orden democrático

más allá de las fachadas no es la extinción o prohibición de los partidos, sino su

relativización. Que los partidos dejen de ser estructuras rígidas y burocráticas.

Que dejen de ser un fin en sí mismos. Recordemos que en la época en que

Ostrogorski escribió sus reflexiones no existían las grandes alianzas entre

partidos y medios de comunicación, ni tampoco el financiamiento público

desorbitado que hoy día constituyen una realidad desastrosa para los propios

partidos, para sus fines y, sobre todo, para su relación con la ciudadanía.

Se propone, entonces, la solución radical y novedosa. Ostrogorski dice: "¿No

consiste en eliminar en la práctica la costumbre de los partidos rígidos, de los

partidos permanentes que tengan por fin el poder, y restituir y reservar para el

partido su carácter esencial de agrupamiento de ciudadanos, formado

especialmente para una reivindicación política determinada?" (p. 67). Para él,
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ésta es la salida a la creciente burocracia, a la tiranía del partido sobre el

ciudadano, a la existencia de acuerdos falsos que sólo se cimientan en la

búsqueda irracional del poder. Este tipo de organización centraría su actividad

en la resolución de problemas reales. Ya no se trataría, entonces, de establecer

un sistema de partidos donde la estructura organizativa tenga el fin de

preservarse a sí misma, sino, precisamente, de ir más allá y plantearse la no

necesaria permanencia de los partidos políticos.

El partido con vida temporal, que depende de metas muy específicas, tendería a

desaparecer cuando lograra su cometido; así, el ciudadano podría contar con

una militancia múltiple, según los problemas que más le afecten, y actuar en los

que desee resolver. La militancia múltiple en partidos temporales contribuiría a

eliminar a los actores políticos; esto es, a las figuras públicas que hablan de

todos los temas del bien común, sin tener por fuerza conocimiento de ellos ni

representar a la totalidad de opiniones del propio partido. De esta forma, el

ciudadano tendría la posibilidad de enterarse e informarse de los problemas y

sus posibles soluciones para hacerles frente con su militancia en el partido

temporal. Mientras que para Michels decir partido es decir oligarquía, para

Ostrogorski existe la posibilidad de que la organización partidaria no sea

oligárquica, lo cual se daría mediante la reglamentación de su temporalidad, cuyo

fundamento sería el cambio de la naturaleza del partido y su relación con el poder

político. El autor bielorruso da preferencia a la resolución de problemas puntuales

antes que a la aspiración de acceso al poder.

Esta idea acerca del papel de los partidos es sumamente interesante en

sociedades complejas como las nuestras, donde las identidades e


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identificaciones políticas e ideológicas no son absolutas. La posibilidad de que

existan partidos temporales, agrupados en torno a demandas particulares, puede

ayudar a una diversidad ideológica que hoy no tenemos. No todos los

ciudadanos que se identifican con el espectro ideológico de izquierda o con el de

derecha actúan igual ante los mismos conflictos. Temas tan complicados como

el aborto confrontan a un solo espectro ideológico -entre la derecha católica y la

derecha laica-; con esta forma particular de organización, los partidos permitirían

que el ciudadano expresara sus múltiples identidades e identificaciones

ideológicas sin estar subordinado a una estructura burocrática sobre la que no

tiene poder de decisión. Entonces, las identidades de género, de religión, de

clase, de etnia, se pueden expresar libremente, según el problema específico

que trate una organización en particular. La propuesta de Ostrogorski no elimina

la posibilidad de una identificación ideológica, sino que la vuelve más amplia.

No podemos obviar que en México, en particular en estos tiempos, es

indispensable una crítica propositiva al papel que desempeñan los partidos

políticos. Resulta sorprendente que en un texto de 1912 encontremos una

posible opción a este tema o, al menos, una contribución para formularla. Quizá

éste sea el mejor pretexto para insistir en la necesidad de editar en español la

obra completa de Ostrogorski: su indudable actualidad como crítica política.

Mientras que la organización democrática interna, aparte de su obligatoriedad

legal, es una particularidad que debería preocupar únicamente a los

simpatizantes de cada una de estas organizaciones (ocurre igual con la

democracia interna en el Real Madrid, en el Colegio de Abogados de Barcelona

o en la Asociación de Amigos de la Ópera de Ciudad Real); la segunda


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característica, la que se conoce popularmente como primarias, la designación

por la militancia de los candidatos a los comicios, sí es una medida que afecta

directamente a los ciudadanos: primero, por la imagen que se crea respecto al

sistema político ante el que nos encontramos, y, en segundo lugar, porque la

elección de una u otra persona afecta directamente al refrendo de una lista

cerrada que, posteriormente, convalida el ciudadano.

Nuestro régimen es un “Estado de partidos” y las elecciones se articulan a través

de estas organizaciones. Es verdad que se pueden presentar personas

independientes en sus listas y que también se admite la figura de las

“agrupaciones de electores”, pero son mínimos los casos de candidatos

independientes y las llamadas “agrupaciones” suelen ser instrumentos utilizados

por distintos partidos para concurrir conjuntamente a una cita electoral.

Podemos, Cs y PSOE han pactado que la celebración de primarias sea

obligatoria

Por eso llama la atención que Podemos, Ciudadanos y el PSOE hayan pactado

cambiar las normas que regulan el régimen interno de los partidos políticos, y lo

hayan hecho con la intención de alcanzar esa esencia democrática que, según

ellos, carece nuestro sistema: la democracia interna mediante la celebración

obligatoria de primarias.

Ocurrió el pasado miércoles, durante la celebración de la subcomisión del

Congreso de los Diputados sobre “Calidad democrática”, cuando los

representantes del PSOE, Podemos y Ciudadanos aprobaron un documento de

75 medidas para regular el régimen interno y la financiación de los partidos

políticos. Los puntos 13 y 15 de este informe hacen referencia expresamente a


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la inclusión de primarias obligatorias para la elección de candidatos a la

presidencia del Gobierno en la Moncloa, a cada una de las presidencias de los

Gobiernos autónomos y también para las candidaturas de los alcaldes.

Esto es, si se consiguiera dar rango de Ley a esta iniciativa (hay que esperar

todavía a los votos particulares que se presentarán ante esta misma Comisión y

a una posterior tramitación en el pleno del Congreso de los Diputados) los

militantes y simpatizantes de un partido político tendrán el derecho de votar algo

que el resto de los ciudadanos no podemos hacer. Según esta propuesta, los

militantes de los partidos podrán votar por un candidato con nombre y apellidos,

para presidente del Gobierno, alcalde de Cuenca o lehendakari del País Vasco

mientras que, el resto de ciudadanos, no gozamos de la capacidad de realizar

este tipo de elección.

En un régimen parlamentario se votan listas cerradas, no al futuro presidente o

alcalde

No hace falta reiterar que, nuestro régimen político, es parlamentario (en todos

sus niveles) y, tanto al presidente del Gobierno, como a los presidentes de las

Comunidades Autónomas y a los alcaldes, no los votamos directamente los

ciudadanos: los votan los diferentes entes parlamentarios elegidos (Congreso de

los diputados, asamblea autonómica, corporación local) que, una vez

constituidos deciden o no (ahí está el caso de Cataluña) quién se aloja en la

Moncloa, quién preside una Autonomía o quién es el alcalde de una ciudad.

Luego, por tanto, los ciudadanos no tenemos derecho a votar por un presidente,

por un alcalde, ni por nada de nada. Los ciudadanos refrendamos una lista

cerrada y bloqueada de un partido o agrupación con un simbolito. Los españoles


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votamos a un partido. Es, por tanto, un falso mito el que existe, mediante el cual

los ciudadanos creen que al introducir una papeleta en una urna en las

elecciones legislativas en Murcia, por poner un ejemplo, están votando por

Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias. Es mentira. No votan por un candidato a la

presidencia del Gobierno. Están refrendando una lista lacrada y sellada formada

por un conjunto de personas, la mayoría de las cuales no conocen, que, a lo

mejor, resultan posteriormente elegidas.

Esta es la realidad de nuestro sistema. Luego, formado el Congreso de los

Diputados, podrá ser elegido presidente del Gobierno cualquiera: incluso un

ciudadano español al que no ha votado nadie y que ni siquiera ha concurrido a

esas elecciones (artículos 99 y 113 de nuestra Constitución).

Las primarias lo único que consiguen es otorgar más poder a los partidos y más

confusión a los ciudadanos

Sería aconsejable, por tanto, que los responsables y dirigentes de las principales

organizaciones políticas no contribuyan, todavía más, a engañar a la ciudadanía

presentando como regeneradora o democrática una medida que, lo único que

consigue es otorgar más poder a los partidos políticos y más confusión a nuestro,

ya muy confuso, régimen político.

Si los españoles no podemos votar directamente a una persona, con nombre y

apellidos, para presidente del Gobierno, alcalde o presidente de Comunidad

Autónoma, los militantes de los partidos, tampoco. Y, las primarias, en la práctica

se reducirán, aparte de un acto de propaganda, a una lucha de poder dentro de

cada organización. Nada que ver, por tanto con la democracia ni con la libertad

política. Porque más importante que la democracia interna de los partidos


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políticos es la democracia externa a los partidos políticos. La verdadera

democracia. Esa es, precisamente, de la que carecemos en nuestro país.


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CAPITULO III

1. HISTORIA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN EL PERÚ

1.1. Primera Etapa

Después de la independencia hispanoamericana el 28 de julio de 1821, el

Perú fue gobernado por aquellos militares victoriosos en las batallas de Junín

y Ayacucho, lo que luego daría inicio a la primera etapa del Perú Republicano

cuya característica fue el partido militar. Los caudillos militares tuvieron el

poder desde 1827, cuando Simón Bolivar y sus tropas abandonaron el Perú,

hasta 1872 en que Manuel Pardo y Lavalle sería electo como el primer

presidente civil del Perú. Antes de las elecciones de 1872, donde se

desarrollaron los comicios más importantes de la historia (al fin un civil

tomaba la dirección del país), generales, coroneles y mariscales de estos


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primeros años de la República gobernaron el Perú, entre gobiernos liberales

y conservadores.

Para Jorge Basadre, la historia de los partidos políticos en el Perú comienza

a partir del 10 de enero de 1822, con la Sociedad Patriótica, fundada por el

general San Martín y Bernardo de Monteagudo. La sociedad Patriótica sería

el punto de partida. Aparecen para esta época los primeros pensadores de la

Independencia (los llamados ideólogos) y se discute si el Perú debe ser

República o Monarquía. Los partidos políticos propiamente dichos no se

hallan aún estructurados. La polémica entre los ideólogos de la época inicial

de nuestra emancipación no significa necesariamente el nacimiento en

nuestro país de los partidos políticos. Las polémicas entre las ideas liberales

y conservadoras se desenvuelve en los diarios, que dicho sea de paso,

jugaron un papel importante en ese tiempo. El periódico se convierte en el

vehículo por el cual se estará formando las ideas de etnia e identidad

"La historiografía de los modernos estados-nación en américa apareció en y

con los periódicos. Por eso las primeras teorias de la historia, las poligrafías

individuales del tipo de las de Lucas Alamán (Mexico), José Toribio Medina

(Chile), Gabriel René Moreno (Bolivia), Mariano Paz Soldán (Perú) y cuantos

fundaron las historiografías nacionales y americanas, partieron de los

periódicos"

A comienzos de la república se perciben corrientes constitucionales o

doctrinales como el liberal que se expresa en las constituciones de 1823,

1828, 1834, 1856 y 1867, la de 1826 fue conservadora.


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1.2. Castilla, Vivanco Y Echenique

En 1851 se dan unos comicios especiales. El Mariscal Ramón Castilla

culminaba en abril de ese año y las elecciones que convoca serán históricas,

porque son las primeras elecciones que se realizan en la República

guardando todas las formalidades de la ley.

"Anteriormente las asambleas legislativas habían elegido al presidente

(casos de Riva Agüero, Gamarra u Orbegoso) o las elecciones habían sido

nada más que una comedia o formalismos para consagrar una preexistente

situación de hecho (casos de Gamarra en 1829 y 1839, y aún del propio

Castilla en 1845" (10)

En esas elecciones se dan ya todos los ingredientes que actualmente se ven

en un proceso electoral: pluralidad de candidatos, relaciones públicas y

campañas políticas. Aparecen muchos candidatos por querer llegar al poder,

se observa un despliegue de propagandas electorales que se inicia en el

periodo de 1951. Echenique y Manuel de Vivanco utilizan los periódicos como

propaganda para sus campañas y sus polémicas. Mientras Echenique

contaba con el periódico "El Rímac", Vivanco tenía "El Nacional", en el que

llega a colaborar Manuel Atanasio, el famoso Murciélago. Entre los

candidatos estaban el general José Rufino Echenique, el general Manuel

Ignacio de Vivanco, Domingo Elías (que era el único candidato civil, pero

nunca plasmó un partido partido), los generales San Román, Bermúdez y

Gutiérrez de la Fuente. Aún no hay partidos formalmente establecidos. Los

historiadores sólo hablan del Club Progreso (que alienta la candidatura de

Domingo Elías) es el primer innovador de los partidos políticos. Echenique es

nombrado presidente y Castilla le da un golpe militar sacándolo de Palacio


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de Gobierno en febrero de 1854. Castilla inició su segundo periodo

presidencial bajo el nombre de "Gobierno de la moralidad, Castilla establece

el sufragio directo donde el pueblo será quien elija a su candidato (fue una

especie de sufragio universal). Anteriormente los candidatos eran elegidos

por el llamado Colegio electoral.

A. El Civilismo, Los Militares Y La Aristocrácia

En 1871 se inicia formalmente la historia de los partidos políticos en el

Perú, porque nace el Partido Civil. El partido Civil tuvo su antecedente en

1871 con la formación de una sociedad denominada "Independencia

Electoral", donde el personaje más destacado fue Manuel Pardo y Lavalle,

quien agrupará a las fuerzas populares, la juventud intelectual,

profesionales y elementos vinculados a las actividades económicas.

"Como el cuerpo de Sociedad Independencia Electoral, antecedente y

matiz del partido Civil, nació un ideario republicano de corte nacionalista,

conscientemente construido. El novedoso frente político estaba constituido

por una vanguardia socialmente heterogénea en al que convergían junto

con los ricos propietarios, hacendados y comerciantes de Lima, Trujillo,

Arequipa, Cuzco, Puno y de la sierra central; intelectuales,

profesionales medio de comunicación, universitarios, periodistas,

profesores, artesanos y pequeños agricultores"

El Partido Civil fue una agrupación que enfrentaría a los coroneles,

generales y mariscales, como lo eran Castilla, Balta y Echenique, eso

motivó a que se adhirieran muchos limeños y provincianos. La idea era

concretar la ansiada República, es decir, lo que los liberales y


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conservadores no pudieron hacer tras largos debates desde la

independencia (Mc Evoy)

El Partido Civil y su candidato Manuel Pardo y Lavalle ganó las elecciones

de 1872, iniciándose el primer civilismo, es decir, los civiles llegaron a tener

el control del Estado. Es un periodo en el cual se ponía fin a un largo

predominio de los militares que comenzó en 1827. Algunos militares se

mostraron contrarios a éste presidente elegido por lo que se sublevaron el

22 de julio de 1872. Los autores fueron los hermanos Gutiérrez. En sus

albores, el partido Civil recogió parte del programa liberal. Incentivaron

la dewscentralizacion, divulgaron la educación, la organización milicia de

los ciudadanos, implantaron los regímenes civiles, etc. La medida más

importante que tomó ese gobierno fue la ley del Estanco del Salitre,

mediante el cual el estado peruano controlaría el recurso. Su programa

podría sintetizarse en "la república práctica" o "la república de la verdad".

A Pardo le tocó gobernar en la época del guano y del salitre. El primer

civilista del Perú culmina su gobierno en 1876.

"Piérola (…) es uno de los principales críticos de la política económica del

gobierno (…) se hace un censo general, que es el primer censo oficial que

se realiza en el Perú Republicano"

Se convocó a elecciones presidenciales siendo elegido presidente Mariano

Ignacio Prado con respaldo civilista. El 2 de agosto de 1876 Mariano

Ignacio Prado asume el gobierno y en ese corto periodo se produce un

frustrado levantamiento (de Nicolás de Piérola) de carácter golpista, se

produce la quiebra de la economía peruana y el asesinato de Manuel


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Pardo y Lavalle. Finalmente, a Prado le sorprende el estallido de la guerra

con Chile.

En julio de 1884 fue fundado el partido Demócrata encabezado por Piérola

que afirmaba rechazar un pacto con el general Miguel Iglesias. Piérola

fundó en 1882 el Partido Nacional, pero debido a discrepancias internas

decide retirarse y fundar el Partido Demócrata. De otro lado, los civilistas

se opusieron radicalmente a Iglesias por haber cedido el salitre a Chile que

ellos proyectaban administrar. Los civilistas más tarde se aliaron al partido

Liberal fundado en 1901 por Augusto Durand Maldonado y que presidió

José María Quimper. Este grupo aliado buscó el acercamiento de Andrés

Avelino Cáceres que declaró su rebeldía frente al gobierno de Iglesias.

Cáceres funda el partido Constitucional en 1882

Luego de la guerra con Chile, Miguel Iglesias asume el mando en el Perú.

Los principales hechos del gobierno de Iglesias (1883 - 1886) fueron la

convocatoria a una Asamblea Constituyente de 1884 que sólo promulgó

la constitución del 60 y que a pesar de proponer elecciones no pudo

detener la guerra civil contra Cáceres. Entre 1886 y 1890 el héroe de la

Breña gobernó constitucionalmente el Perú. Afirma Basadre:

"Durante la administración de Cáceres de 1886 a 1896 el orden público no

fue alterado por ninguna conspiración o subordinación. Hubo dificultades

para el comunicado de oposición, sobre todo en relación con el contrato.

Ahora, ¿quién sucedió a Cáceres en el poder? Remigio Morales

Bermúdez. Morales Bermúdez fue el vicepresidente de Cáceres, gozó del

apoyo del héroe del Breña. Su partido constitucionalista dividido se


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inclinaba por el civilista García Calderón, pero este se disputaba el título

de opositor al popular `califa´ del partido Demócrata: Nicolás de Piérola.

Pero fue apresado por los militares por su desastrosa democracia y

cercanías a los intereses chilenos en la Guerra de 1879. Durante su

mandato se da la ley de elecciones municipales y en esta coyuntura,

Manuel Gonzáles Prada funda la Unión Nacional, grupo de extrema

izquierda por su posición anticlerical y anticapitalista.

En 1894 debían realizarse elecciones disputadas entre los partidos

Constitucional de Cáceres, el Partido Civil y el Demócrata de Piérola. Pero

en marzo de 1894 cayó enfermo el presidente Morales Bermúdez y el

primero de abril falleció, le correspondía el gobierno provisional al primer

vicepresidente, Pedro Alejandrino del Solar, pero Cáceres intervino para

que recayera sobre el coronel Justiniano Borgoño, a quien Del Solar acusó

de ilegal y usurpador. Borgoño dirigió una Junta de notables en reemplazo

de municipios y convocó elecciones presidenciales fraudulentas que

favorecieron a Cáceres.

Las fuerzas políticas contrarias al militarismo (civilistas, liberales y

demócratas) formaron una Coalición en marzo de 1894 desatándose una

guerra civil. En marzo de 1895 Piérola se lanzó sobre Lima, Cáceres

entregó el poder a la Junta presidida por Manuel Candamo y finalmente

entregó el poder a Piérola, que no fue civilista. Debemos tener en cuenta

que la República Aristocrática (fue Jorge Basadre quien denominó a esta

etapa de la historia peruana) no es otra cosa que el II civilismo,

continuación formal del gobierno iniciado en 1872 por Manuel Pardo.

Nicolás de Piérola estaba ligado al partido Demócrata y no al Civil, aún


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

cuando se unió a este último partido lográndose la conformación de la

"Coalición Nacional" que derrotó a Cáceres pues se había aferrado al

poder. Piérola no inicia la República Aristocrática, sino su sucesor:

Eduardo López de roma.

En 1902 comienza la agitación electoral. Los partidos políticos

tradicionales buscan nuevas alianzas para tener exito en la contienda que

se avecina; demócratas y civilistas caminan ya por su cuenta. Los civilistas

con los constitucionalistas; los demócratas se han unido al Partido Liberal

que ha fundado uno de sus viejos militantes: Augusto Durand. (Piérola esta

llamado a ser candidato pero lo rachaza, es así que el Partido Demócrata

no participa en esas elecciones). Ausentes los demócratas, los otros

partidos de oposición se aúnan en el llamado Partido Federal. Aquí se

juntan la Unión Nacional de González Prada, el partido liberal que

encabeza Augusto Durand y un pequeño grupo de los constitucionalistas

de Cáceres. Estos federalistas eligen como candidato al coronel Fernando.

Los civilistas ganan las elecciones y Manuel Candamo asume el gobierno

el 8 de septiembre de 1903. Candamo enferma de gravedad y fallece al

poco tiempo. En el mando lo reemplaza Serapio Calderón, segundo

vicepresidente. Calderón forma el mando debido a que Lino Cornejo,

primer vicepresidente, había fallecido. Se convocó a elecciones. El partido

civil impone la candidatura de José Pardo e irrumpe en la escena política

Nicolás de Piérola. En la campaña electoral se realizan por primera vez

manifestaciones gigantescas. Los partidos tradicionales se han

desgastado y atraviesan por una crisis agobiante ante la antesala de las

elecciones de 1919.
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

"Los demócratas resurgen; los constitucionalistas (que lidera Cáceres, el

viejo caudillo) ocupa en sus alianzas sólo el segundo lugar; los liberales

(que encabeza Augusto Durand) no integra movimiento capaz por sí sólo

de empujar una candidatura propia y los civilistas (que han gobernado casi

20 años) se han escindido. Bajo este triste sino también se encuentra el

joven Partido Nacional Democrático, que lidera José de la Riva Agüero y

que un año después desaparecía de la escena"

Hay que hacer un acápite en esta parte. Hablemos algo sobre el partido

de Riva Agüero, que merece ser mencionado por la gran trascendencia de

su creación y lo que pudo aportar al país. La generación del 900 fue la

generación de Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde, Oscar Miro Quesada

(Racso), Francisco García Calderón, entre otros. Dominados bajo el

contexto positivista, este grupo se erige bajo dos principios que guiaran

sus reflexiones: el rescate del aporte andino y el sentimiento de Nación.

Ellos reivindicaban análisis del indio (véase tan sólo cómo describe

Francisco García Calderón en su "Perú Contemporáneo" a nuestro país

para comprobar la profundidad de su pensamiento hacia el indígena y

su función como actor principal en la consolidación de una verdadera

Nación peruana) marginado, hostigado y cuestionado por el positivismo

imperante. Por ello, los novecentistas plantearon el problema indígena

como un problema fundamental. Ellos querían rescatar, primero, a través

de sus obras (véase los trabajos de Víctor Andrés Belaúnde, "La Realidad

Nacional", y la conclusión a que llega Riva Agüero en su tesis. "La Historia

en el Perú") las costumbres, el legado de los Andes y sus habitantes que

son los requisitos principales para forjar la Nación peruana. Y sólo se podía
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

lograr esos objetivgos cuando se llegue al poder: desde el gobierno. Esa

sería la segunda opción para lograrlo.

Nace así el Partido Nacional Democrático (1915 - 1921) y fue llamado por

sus émulos como "futurista". El partido estuvo integrado por jóvenes

universitarios, todos limeños y liderados por José de la Riva Agüero.

"En ella convergieron Amadeo de Piérola, hijo del califa, miembro de la

directiva nacional del Partido Demócrata; también estuvieron Francisco

García Calderón, Julio C. Tello, Su común preocupación fue la filosofía del

amor a nuestras organizaciones republicanas"

Riva Agüero y el PND fueron la alternativa juvenil de renovación

independiente ante ese contexto donde los partidos eran considerados

tradicionales (por ejemplo el civilista) y que estaban en una severa crisis

por la dictadura de Leguía. Además, el joven Riva Agüero estaba

totalmente desvinculado de otros grupos políticos. El PND se distinguió de

los anteriores partidos por su preocupación programática:

"Garantías individuales, reformas constitucionales: contra el despotismo y

la autocracia, reforma electoral, independencia judicial, legalización social,

problema indígena (aspecto principal de la cuestión social), desarrollo

económico, hacienda pública, descentralización administrativa (…)" (15)

El gobierno de Leguía, como lo dijo Manuel Burga Díaz, fue un gobierno

que sepultó a muchos grupos políticos. Así, ese gobierno frustró ese

esfuerzo generacional por renovar la política desde dentro, se frustró toda

una generación, eran intelectuales que conocían el Perú profundo del que

Jorge Basadre referiría más adelante en su obra.


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

Cuando Manuel Pardo conforma el partido Civil no solamente aparece una

forma organizativa capaz de desplazar a los militares del gobierno, sino

que conjuga los disímiles intereses de la antigua aristocracia con los

grupos intermedios y aún segmentos relativamente importantes de los

sectores populares. Esta organización política tiene vigencia hasta 1912,

año en el cual es designado presidente de la república Guillermo Enrique

Billingurst. Sin embargo, la declinación civilista se habría iniciado a partir

de mayo de 1904, cuando fallece Manuel Candamo y es nominado

presidente de la república, José Pardo y Barreda, el cual gobierna hasta el

24 de septiembre de 1908, fecha en que ciñe la banda presidencial a su

ex ministro de hacienda: Augusto B. Leguía. La campaña electoral de 1919

fue la última en que actuó el Partido Civil, que se prolongó muchas décadas

más allá de la vida de su fundador, convirtiéndose con el Partido

Demócrata de Nicolás de Piérola, en uno de los pilares de la República

Aristocrática. Los civilistas deciden lanzar la candidatura de

Antero Aspíllaga (era un prominente hacendado y fue ministro de hacienda

en el primer gobierno de Cáceres) el oponente de Billingurst en la elección

de 1912. Mientras tanto Leguía funda el partido Democrático Reformista y

como viejo zorro astuto en la política, acaparaba a las gentes con un

programa atrayente: propone recuperar las provincias de Tacna, Arica y

también Tarapacá. Ofrece robustecer el poderío militar y, además,

saneamiento nacional, reforma del parlamento y una nueva ley electoral.

Durante su gobierno los partidos Civil y Demócrata ya no tienen vigencia.

Sólo queda ileso el Partido Constitucional que encabeza Cáceres. Para

mantenerse en el poder, Leguía somete al congreso, a la prensa y desata


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

una implacable persecución contra sus adversarios políticos. Así como

desaparecen partidos políticos, surgen otros en reacción a la dictadura de

Leguía y su Patria Nueva: El Partido Comunista y el APRA.

2. LOS PARTIDOS DE MASAS

En 1928 José Carlos Mariátegui, Julio Portocarrero, Avelino Navarro, Hinojosa y

Borja, Ricardo Martines de la Torre y Bernardo Regman fundan el Partido

Comunista del Perú que en aquel año se llamó Partido Socialista afiliado a la III

Internacional. Fue concebido por planteamientos marxistas. Mariátegui (ideólogo

y periodista) había participado en la creación de un frente antiimperialista. Fue

por la presidencia de la III Internacional que el "Partido Socialista" cambia de

nombre por el de "Partido Comunista". Plantea la necesidad de una revolución

anti feudal y antiimperialista y avanzar al cambio socialista, para ello debía

resolver el problema del indígena y de origen. El proletariado y el campesino

son los que transformarán la sociedad.

Por su parte, Víctor Raúl Haya de la Torre funda el APRA en 1924 y sus objetivos

eran inicialmente la unidad política de América Latina. Aquí en el Perú tiene sus

orígenes relacionado al problema de las haciendas azucareras del norte,

principalmente Trujillo. Haya planteó la creación de un Frente Nacionalista con

trabajadores manuales e intelectuales quienes eran amenazados por lo que

empezaba a conocerse como el capitalismo imperial (norteamericano). Para

Haya, el Perú era un país feudal que debía pasar por una etapa capitalista antes

de plantearse objetivos socialistas. Debía de erigir un Estado fuerte de contenido

antiimperialista que logre negociar con el capitalismo extranjero que era bueno

en cuanto traía progreso. Basadre señala que el APRA es el "segundo esfuerzo


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

organizativo con presencia de masas". El primero surgió en 1872 con el Partido

Civil.

"En Arequipa el 22 de agosto el comandante Luís Miguel Sánchez Cerro se

levanta en acción y se proclama jefe supremo. Y con esa investidura lanza un

vibrante manifiesto (Su ortografía estuvo a cargo de José Luís Bustamante y

Rivero, quien ejercía la docencia en la Universidad San Agustín de Arequipa).

En el mensaje se hacen grandes acusaciones contra Leguía y un método

analítico exhaustivo del régimen del oncenio (…)"

Así, acaba el largo periodo de Leguía. En 1931 Sánchez Cerro fundó la Unión

Revolucionaria participando en las elecciones generales de 1931 y 1945. En el

gobierno de Samamé Ocampo, la estrategia de la Junta de Gobierno es

básicamente preparar el camino para las elecciones presidenciales del congreso

constituyente. El 4 de mayo la junta tuvo listo el nuevo Estatuto Electoral que en

poco menos de dos meses había preparado una comisión integrada por Luís

Valcárcel, Cesar Antonio Ugarte, Federico More, Alberto Arca Parró, Luís Alberto

Sánchez, Jorge Basadre, Carlos Manuel Cox y Jorge Tapia. El nuevo reglamento

electoral acogía mejoras notables entre ellas el voto secreto y la representación

de las minorías. En agosto la Junta Nacional de gobierno convoca elecciones. El

11 de septiembre el país se vuelca a las urnas. Después de 12 años el pueblo

vuelve a elegir a sus gobernantes. Muerto Sánchez Cerro, Benavides asciende

al poder bajo una tormenta. Tiene ante sí problemas no sólo de orden interno-

político y económico, sino también externos, como el conflicto con Colombia. Su

gobierno fue, decía, de "Paz y Concordia".

En las elecciones de 1939, la candidatura de Prado se enfrenta a la de José

Quesada, quien llega al ruedo electoral con la divisa de la Unión Revolucionaria


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y la compañía de connotados personajes del sector agrario que lidera Pedro

Beltrán: el conservador Riva Agüero y los Miró Quesada. Tanto uno como otro

candidato persiguen los votos del partido Aprista, que está fuera de ley. Prado

llegó a un acuerdo con el APRA. Se comprometía a dar la amnistía y a devolver

la legalidad al partido. Pero todo quedaba en nada. Prado jura como presidente

el 8 de diciembre de 1939. Entre tanto en Arequipa en 1944 encabezando a un

grupo de ciudadanos, el ex constituyente Manuel J. Bustamante y el ex alcalde

Julio E. Portugal suscriben un memorial exigiendo la derogatoria de las leyes de

excepción y, por ende, la vigencia irrestricta de las libertades públicas. En el

congreso los diputados Arturo Osores Gálvez, Javier de Belaunde y Francisco

Tamayo apoyan esa exigencia. Es el punto de partida del Frente Democrático

Nacional (FREDENA). El Fredena agrupó al proscrito aprismo y al capitalismo,

junto con sectores liberales de la derecha. José Luís Bustamante gana y pierde

Eloy Ureta por la Unión Revolucionaria. En los años cuarenta aparecen otros

partidos de efímera duración: La Unión Democrática Peruana (1942), fundado

con el nombre de Frente de la Peruanidad en Defensa de la Democracia, por

Julio Marcial Rossi; el partido Demócrata Socialista (1944) con Luís A. Suárez,

Manuel Sánchez Palacios y Carrión Matos; Renovación Nacional (1944) con

Carlos Miró Quesada Laos; Legión Patriótica Independiente (1994) que propicio

la candidatura de Eloy Ureta; Partido Vanguardia Nacionalista de tendencia

comunista (1945) con José Acosta Salas; Partido Obrero Revolucionario (1946)

fue el primer grupo marxista de rama trotskista, están Francisco Zevallos y

Francisco Abril de Vivero; la Alianza nacional (1947) de Pedro Beltrán; la Unión

Democrática (1949) formado por los partidos Democrático, Reformista, Liberal,

Nacionalista, Constitucional, etc., su presidente fue Andrés Dasso.


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

Odría se convirtió en candidato único en 1950 después de enviar a la cárcel a su

contendor, el general Ernesto Montagene de la Liga Democrática. En 1955 nace

La Coalición Nacional de Pedro Reselló, Pedro Beltrán y Manuel Mujica Gallo en

oposición a Odría.

Las elecciones de 1956 marcan un hito histórico, porque por primera vez las

mujeres tienen el derecho a votar a sus representantes y de ser elegidas. Por

estos años nace el Frente Nacional de Juventudes Democráticas, el comité

directivo estaba formado por Javier Alva Orlandini (secretario general), Manuel

Arce Zagaceta, Eduardo Orrego, entre otros. Fue la base para que en un futuro

cercano se fundara Accion Popular y en ella surge la inesperada candidatura de

Fernando Belaunde Terry, en marzo de 1956, en plena dictadura de Manuel A.

Odría faltando pocas semanas para las elecciones generales.

El candidato que parecía vencedor era Hernando de Lavalle, banquero que

formó su agrupación Unificación Nacional. Otro candidato era el poderoso

banquero Manuel Prado. Ese mismo año nace el Partido Democrático Pradista

fundado a iniciativa de Manuel Cisneros Sánchez, cuyo jefe era Manuel Prado

Ugarteche. Luego cambia de nombre a Movimiento Democrático Peruano. Nace

más tarde Acción Popular (1956) en Chincheros (Cusco) por Fernando Belaunde

Terry. Acción Popular sintetiza sus fundamentos ideológicos basados en el "Perú

como Doctrina" (La conquista del Perú por los peruanos entre otros principios).

El partido Demócrata Cristiano (1956) fue fundado por Ernesto Alaysa Grundy,

Luís Bedoya Reyes, Mariano Polar Ugarteche y Héctor Cornejo Chávez los

cuales se inspiran en la doctrina social de la Igesia Católica. El PDC se opuso al

gobierno de Prado. Ese año ganó el partido de Prado con ayuda aprista dándose

inicio a la llamada "Convivencia". Prado se comprometió a gobernar


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"con libertad para todos". Ese mismo año el APRA sufría una sería ruptura a

causa de dicho pacto con Prado. El APRA rebelde no estaba de acuerdo con la

convivencia y De la Puente Uceda más tarde formaría el MIR (Movimiento de

Izquierda Revolucionarias) que participaría en las famosas guerrillas. Junto con

estas, y dando un preludio al ingreso de una serie de partidos de izquierda en

los setentas, se encuentra el Ejercito de Liberación Nacional (1960) que estuvo

conformada por la juventud del PCP y fue dirigido por Héctor Bejar, Juan Pablo

Chang y el poeta Javier Heraud que en 1963 iniciaría las guerrillas en Ayacucho.

En 1961 el general Odría funda la Unión Nacional Odriísta (UNO), sobre la base

del Partido Restaurador, tuvo entre sus líderes a Julio de la Piedra.

La primera candidatura fue la de Fernando Belaunde Terry que estaba en

campaña y la de Víctor Raúl Haya de la Torre bajo la alianza Apro-Pradista; otros

candidatos: Héctor Cornejo Chávez (Democracia Cristiana) la de Alberto Ruiz

Eldredge (Movimiento Social Progresista). La del general Cesar Pando

Egúsquiza (representaba al Frente de Liberación Nacional y es apoyado por los

partidos marxistas); y finalmente la de Luciano Castillo del Partido Socialista.

Acción Popular llega al poder en junio de 1957 y hasta 1962 busca articular un

conjunto de ideas a tareas específicas con su lema "la conquista del Perú por los

peruanos", "cooperación popular", etc. Belaunde se presentaba ante la población

como un movimiento joven sin compromisos con nadie.

En 1962 (elecciones) Haya no logró el tercio electoral que exige la constitución

para ser presidente. Las fuerzas armadas denuncian los procedimientos

fraudulentos en varios departamentos, querían impedir que el APRA llegara al

poder. El APRA representa en ese momento una opción conservadora, mientras

que el ejército estaba por las reformas:


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

"Era la primera vez en la historia que las Fuerzas Armadas intervenía

frontalmente en unas elecciones (…) El deber de la Fuerza Armada es ejercer el

estricto cumplimiento de un proceso electoral; vigilar y cuidar de su fluidez y

limpiar para que no se entrampe la voluntad de las mayorías (…) Que no quepa

entonces duda. Su objetivo, en 1962, fue evitar que el APRA llegara al poder".

En 1962 se formó el frente de Izquierda Revolucionaria (FIR) formado por Hugo

Blanco, Antonio Aragón, Vladimir Valer y Gorky Chang que dirigían los

movimientos campesinos del Cuzco. El Frente Nacional de Trabajadores

Campesinos (FRENATRACA) fue fundado en Puno por los hermanos Néstor,

Roger y Luís Cáceres Velásquez. Se concreta la Alianza Acción Popular -

democracia. Las fuerzas Armadas que habían prometido instaurarse en el poder

sólo por un año, cumple su promesa.

En 1967 se formó el Partido Popular Cristiano (PPC), formado por un sector de

la Democracia Cristiana dirigido por Luís Bedoya Reyes, Mario Polar Ugarteche,

Felipe Osterling, Alberto Borea, etc. Producido el golpe militar de octubre de 1968

uno de los primeros partidos en pronunciarse fue el PPC. El PPC condenaba

enérgicamente la actitud adoptada por quienes tienen la obligación legal

y axiológica de respetar la empresa y preservar el orden público y no de

subvertirlo.

3. LA IZQUIERDA Y LA EXTREMA IZQUIERDA DE LOS SETENTA

Por estos años las diferentes expresiones de la izquierda peruana que

vendrían de aquí en adelante han pretendido revalorar la figura de Mariátegui:

Partido Comunista - Bandera Roja (PCP-BR) en 1964, fue la ruptura maoísta del

PCP, liderado por Saturnino Paredes, Abimael Guzmán, José Sotomayor, éste
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grupo daría origen al Partido Comunista Patria Roja (PCP-PR) en 1970, de

tendencia maoísta y liderado por Alberto Moreno, Jorge Hurtado, Rolando Breña

Pantoja y al PCP Sendero Luminoso en 1970 dirigido por Abimael Guzmán y

Osmán Morote, con bases estudiantiles y evaluación a docentes en Ayacucho.

Vanguardia Revolucionaria (VR) en 1965, acuerdo de varios núcleos marxistas

donde sus lideres fueron Ricardo Nepuri, Ricardo Letts y Edmundo Murrunaga,

su ruptura originará al partido Obrero Marxista Revolucionario (POMR) en 1970

dirigido por Ricardo Nepuri y Jorge Villarán (tendencia Trotskista), y al partido

Comunista Revolucionario (PCR) con Manuel Dammert, Agustín Haya de la

Torre y Santiago Pegráglio, su ruptura dará al PCR-Trinchera Roja por Agustín

Haya y Jorge Nieto, y a Vanguardia revolucionaria - Proletario comunista con

Edmundo Figari y Julio Mezzich.

En 1971 surge el partido Socialista de los Trabajadores (trotskista) con Hugo

Blanco. El partido Socialista Revolucionario (PSR) en 1976 con líderes del

gobierno de Velasco: Leonidas Rodríguez, Jorge Fernández Maldonado y

Enrique Bernales. De aquí surge el PSR - Marxista - Leninista con Antonio

Aragón y Carlos Urrutia. Unión Democrático Popular (UDP) en 1977, fue un

frente de izquierda formado por VR, MIR y PCR.

En noviembre de 1977 se convoca a elecciones para la Asamblea

Constituyente, se instaura el voto preferencial, la nueva legislación electoral

establecía además el voto para los jóvenes de 18 años. El Movimiento Pradista

sucumbe en 1978. Javier Ortiz de Zevallos lo declara disuelta dos años después.
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

4. LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA Y EL NUEVO FIN DE LOS PARTIDOS

En 1980, Gustavo Mohme Llona funda Acción Política Socialista. Nuevamente

Fernando Belaunde toma el poder en 1980 teniendo como jefe de equipo a

Manuel Ulloa. Entre tanto, Sendero Luminoso se ha convertido en el más grande

flagelo del país. La izquierda unida (IU) fue un frente electoral conformado por

PCP, PSR, POCEP, UNIR. En 1984 se una a la IU el IDP y parte del PCR forman

el PUM (partido Unificado Mariateguísta) entre ellos estaba Javier Diez Canseco,

Agustín Haya, Santiago Pedráglio y Carlos Tapia. El APRA sufre otra ruptura,

esta ves liderado por Andrés Townsend Ezcurra formando el Movimiento de

Bases Hayistas (1981).

La Izquierda Unida no fue un partido político sino un frente de partidos de

tendencia marxista - leninista. Su fracaso en las elecciones de 1980 fue su

desunión. Pero sin duda fue el más importante frente de izquierda del Perú. En

1982 Miguel Ángel Mufarech con los grupos renunciantes de AP y PPC fundan

el partido de Funcion Nacional. En 1984 se crea Solidaridad y Democracia

(SODE) donde se encuentran lideres como Javier Silva Ruete, Aurelio Loret de

Mola, nace constituyéndose como un movimiento de reflexión y acción política.

Postula el establecimiento de una democracia social.

La confrontación electoral de 1985 reúne a un buen número de candidatos

presidenciales; los principales: Alan García Pérez (APRA); Alfonso Barrantes

Lingan (IU) y Luís Bedoya Reyes de Convergencia Democrática (conformada por

PPC y las Bases Hayistas de Andrés Towsend Escurra). En tanto que en el

partido de Belaunde postula a Javier Alva orlandini. Entre los de menor

posibilidad: Francisco Morales Bermúdez que había creado un Frente

Democrático de Unidad Nacional.


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

Alan García accede a la presidencia de la República ofreciendo un

gobierno "para todos los peruanos"; la crisis económica y el terrorismo fue lo que

tuvo que enfrentar en su gobierno. Alan García anuncia el 28 de julio de 1987 la

estatización de la economía. El PPC sale a las calles y Mario Vargas Llosa

aparece. Surge el Movimiento Libertad (1987) contra la amenaza totalitaria que

era la estatización; integraban el movimiento de Vargas Llosa, Miguel Cruchaga

y Miguel Vega. En 1988 junto a AP, PPC, SODE, la Unión Cívica Independiente

(fundó por Francisco Diez Canseco) y el IDL (de Hernando de Soto) forman el

Frente Democrático Nacional (FREDEMO).

Aparecen grupos como el Movimiento Socialista Peruano (MSP) en 1989

por ex integrantes del PUM: Carlos Tapia y Sinesio López. Cambio 90 (1989)

fundado por Alberto Fujimori con Máximo San Román y Carlos García García,

fue un movimiento de agrónomos e industriales, ofrecían al país una alternativa

basada en el trabajo, la producción y la tecnología aplicada ala pequeña y

mediana empresa. Muchos de los grupos de izquierda no duraron hasta los

noventa, su aparición se debió al contexto en el que se desarrollaron la

Revolución Cultura China, Cubana, Vietnam, Guerra Fría, Caída del Muro de

Berlín, etc.

Fujimori derrota a Vargas Llosa, llega al poder y lo nombran outsider. Su

gobierno comienza con debilidades ya que no es un partido sólido ni organizado.

Ante poca representatividad en el Congreso decide disolverlo y crear una nueva

constitución que le permita reelegirse. Los partidos políticos fueron afectados

durante su dictadura. Existe una crisis política en la medida que el gobierno no

puede ejercer su función de gobernar. Fujimori logra la pacificación nacional y la


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derrota del terrorismo controla la inflacion y la reinserción externa. Pero uno de

sus errores fue la reelección con firmas falsas, la corrupcion y Montesinos.

Así como desaparecen partidos, surgen durante el gobierno de Fujimori

nuevos grupos políticos como el Movimiento Democrático de Izquierda (MDI)

donde se encuentran Henry Pease y Gustavo Mohme. El grupo de Renovación

que reunió a independientes y militantes de cierto movimiento, el grupo fue

liderado por Rafael Rey Rey. La Coordinadora Democrática (CODE) formado por

ex apristas como José Barba Caballero, País Posible con Alejandro Toledo que

luego junto con CODE formarían Perú Posible, Somos Perú, Solidaridad

nacional, etc., etc., etc.


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CONCLUSION

En esta revisión rápida de la historia de los partidos en el Perú republicano se

observa diversos intentos de grupos con grandes cambios políticos que pudieron

aportar al desarrollo no sólo económico, sino también reivindicaciones a

peruanos excluidos, con el objetivo de unir a esas clases marginadas para forjar

la Nación (objetivo principal que permitiría mejorar las relaciones entre los

peruanos y, por inercia, a estar mejor tanto en la economía, sociedad, política,

etc.). La Unidad es la columna vertebral del desarrollo de un país para

convertirse en una verdadera Nación. Unir el Perú Profundo, el Perú Real, aquel

Perú representado por los indígenas. Aquel Perú que pudo ser revalorado por la

generación del 900 de Riva Agüero, García Calderón, Belaunde y Tello. La

ambición de otros grupos de poder no permitió que se materialice ese ideal del

900. Utilicemos el recurso de la ucronía: se puede afirmar con total convicción,

de que el grupo de Riva Agüero, al menos tenían las condiciones para gobernar

el país (proyecto nacionalista e indigenista) cumpliendo con el mejor requisito:

conocer el Perú. Ellos se plantearon revalorar e incorporar a los indígenas a la

vida nacional. Así lo demuestran las obras de Francisco García Calderón, Víctor

Andrés Belaunde y Riva Agüero.

El APRA tiene mucho mérito por haber, hasta ahora, sobrevivido (haciendo honor

a su lema: "el Apra nunca muere") a pesar que su gran liderazgo, Haya de la

Torre ya no está dirigiendo el partido, incluso durante las dos divisiones

caudillistas que tuvo en los años sesenta y ochenta, recuérdese a De la Puente

Uceda, Andrés Townsend y Armando Villanueva. Su organización (bien

estructurada), su doctrina y su tradición hacen del APRA un partido estable. Le

siguen a los apristas el partido Acción Popular, con una ya marcada tradición y
DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

organización, pero debería de actualizarse en los planteamientos doctrinarios,

parece no muy conveniente conquistar el Perú nosotros mismos como tal vez

pudo ser en los años sesenta.

La desunión que hubo dentro de la Izquierda fue lo que causó la no llegada al

poder de ese enorme grupo que traían propuestas interesantes, eso quedó

demostrado cuando Barrantes logra la alcaldía y la población se preguntaba

¿qué harían si estuvieran en el gobierno? Pero las discrepancias internas

obstaculizaron ese objetivo. Se tomó la corporación de Mariátegui para fundar

diversos partidos de tendencia marxista, incluso arguyendo que fue el mismo

Amauta que fundó tales partidos. De ellos, surgió el peor grupo extremista: "por

el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui"

Se puede sacar muchas reflexiones sobre la historia política peruana, pero creo

que se puede llegar aún consenso general, en que la Unidad entre los peruanos

es fundamental para consolidarnos como Nación. Reivindicar aquellos grupos

que fueron el motor de la historia para concretar una independencia política y no

dividirnos cuando se atenta contra la seguridad del país ante peligros externos,

es decir, no luchar por caudillos o generales que manipulan por sus propios

intereses, sino luchar por la patria, por nuestra Nación, destruyendo las enormes

diferencias sociales y raciales presentes en la población.


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

BIBLIOGRAFIA

 http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-

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 Román Castro (Coordinador) “Temas clave de Ciencia Política”. Capítulo

4: “Partidos políticos y sistemas de partidos” de Miguel González Tornés.

Barcelona, Ediciones Gestión 2000 S.A., 1995.

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políticos” de Andrés Malamud. Editorial EUDEBA, 1995.

 Mario Justo López “Introducción a los Estudios Políticos”. Capítulo 14:

“Las fuerzas políticas”. Editorial Depalma.


DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO

INDICE

Introducción 2

Capitulo I 3

Antecedentes Históricos De Los Partidos Políticos 3

1.Evolución De Los Partidos Políticos 4

1.1.Origen Histórico De Los Partidos Políticos. 6

2.Partidos Y Facciones, Grupos De Interés Y Movimientos Sociales 9

2.1.Partidos Y Facciones 9

2.2.Grupos De Interés 11

2.3.Movimientos Sociales 11

3.Los Partidos En El Estado Decimonónico Y En El Estado Moderno O 14

De Partidos

4. Tipologías De Partidos 16

5.Las Tareas De Los Partidos Políticos En La Democracia 18

5.1.Las Funciones Sociales 18

5.2.Las Funciones Institucionales 22

6.La Regulación Jurídica De Los Partidos 26

6.1.La Regulación Del Concepto 28

6.2.La Constitución Y El Registro 29

6.3.Los Derechos Y Las Obligaciones De Los Partidos 30

6.4.La Democracia Interna 31

A.Los Derechos De Los Militantes 32

B.Organización, Procedimientos Y Estructura 34

C.Las Corrientes Internas 37


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D.Los Controles Sobre La Actividad Interna 38

6.5.El Financiamiento 40

6.6.Las Figuras Próximas Y Las Alianzas Entre Partidos 42

7.La Crisis Y El Futuro De Los Partidos Políticos 43

Capitulo II 46

Partidos Políticos Y Democracia 46

1.La Democracia Y Los Partidos Políticos 49

2.La Paradoja De La Democracia Y Una Solución Radical 51

Capitulo Iii 60

1.Historia De Los Partidos Políticos En El Perú 60

1.1.Primera Etapa 60

1.2.Castilla, Vivanco Y Echenique 62

A.El Civilismo, Los Militares Y La Aristocrácia 63

2.Los Partidos De Masas 70

3.La Izquierda Y La Extrema Izquierda De Los Setenta 75

4.La Transición Democrática Y El Nuevo Fin De Los Partidos 77

Conclusión 80

Bibliogtrafia 82

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