Linares Jorge Enrique - Etica Y Mundo Tecnologico PDF

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SECCIÓN DE OBRAS DE FILOSOFÍA

ÉTICA Y MUNDO TECNOLÓGICO


JORGE ENRIQUE LINARES

ÉTICA Y MUNDO
TECNOLÓGICO

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO
Primera edición, 2008

Linares, Jorge Enrique


Ética y mundo tecnológico / Jorge Enrique Linares
México: FCE, UNAM, FFyL
513 pp.; 21 x 13.5 cm - (Colec. Filosofía)
ISBN ???
1. Bioética 2. Ciencia-Ética 3. Filosofía I. Ser. II. t

LC R724 Dewey 176 G644d

BIBLIOTECA DE ÉTICA Y BIOÉTICA


Universidad Nacional Autónoma de México (Facultad de Filosofía y Letras),
y Fondo de Cultura Económica
Colección dirigida por Juliana González Valenzuela
Volumen 3. Prometeo en llamas. Ética y mundo tecnológico

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www.fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672 Fax (55) 5227-4694

Empresa certificada ISO 9001: 2000

Diseño de portada:
Imagen de la portada: Diana Salazar, Puente,
técnica mixta/tela/madera 80 x 100 cm, 2007

D. R. © 2008, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


Facultad de Filosofía y Letras
(Proyecto PAPIIT IN-407205 de la Dirección General
de Asuntos del Personal Académico)
Ciudad Universitaria; 04510 México, D. F.

D. R. © 2008, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra


—incluido el diseño tipográfico y de portada—,
sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico,
sin el consentimiento por escrito del editor.

ISBN 978-970-32-5186-5 UNAM


ISBN ??? FCE

Impreso en México • Printed in Mexico


ÍNDICE

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
AMBROSIO VELASCO GÓMEZ

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

Primera parte
LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Martin Heidegger: al encuentro con la esencia de la técnica . . . . . . 43


EL CONTEXTO HISTÓRICO-POLÍTICO
DE LA FILOSOFÍA HEIDEGGERIANA DE LA TÉCNICA . . . . . . . . 44
LAS DOS FACETAS DE LA FILOSOFÍA HEIDEGGERIANA
DE LA TÉCNICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
PRIMERA FACETA. EL ANÁLISIS DEL OBJETO
TÉCNICO (ÚTIL) EN SER Y TIEMPO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
LA “ÉPOCA DE LA IMAGEN DEL MUNDO” COMO
FUNDAMENTO DE LA TÉCNICA MODERNA . . . . . . . . . . . . . . . 66
SEGUNDA FACETA. EL DESCUBRIMIENTO
DE LA ESENCIA DE LA TÉCNICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
ALGUNOS EFECTOS DE LO GE-STELL
EN LA MUNDANIDAD HUMANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
LO GE-STELL COMO PRELUDIO DEL ACONTECIMIENTO
APROPIADOR DEL SER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
LA ESENCIA DE LA TÉCNICA COMO DESTINO Y PELIGRO . . . . . . . . 99

Jacques Ellul: la transmutación de la técnica . . . . . . . . . . . . . . . . . 110


EL FENÓMENO TÉCNICO CONTEMPORÁNEO . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
LA TRANSFORMACIÓN HISTÓRICA DE LA TÉCNICA . . . . . . . . . . . 125
7
8 ÍNDICE

LA VICTORIA DE LA TÉCNICA SOBRE LA SOCIEDAD MODERNA . . 133


LA TÉCNICA COMO MEDIACIÓN UNIVERSAL Y NECESARIA . . . . . 139
CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA TÉCNICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
LA INTEGRACIÓN DEL SER HUMANO EN EL SISTEMA TÉCNICO . . 170

Günther Anders: la era del desfase prometeico . . . . . . . . . . . . . . . . 179


LA DISOLUCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
EN EL MUNDO TECNOLÓGICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
EL DIAGNÓSTICO EXISTENCIAL DE LA ERA TECNOLÓGICA . . . . . . 193
LA HEURÍSTICA ANDERSIANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
EL DESFASE PROMETEICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198
LA VERGÜENZA PROMETEICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
EL MUNDO FANTASMAL DE LA ICONOMANÍA . . . . . . . . . . . . . . . . 207
LA CEGUERA ANTE EL APOCALIPSIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222
EVITAR LA REPETICIÓN DE AUSCHWITZ E HIROSHIMA:
EL IMPERATIVO CATEGÓRICO DEL MUNDO TECNOLÓGICO . . 230

Eduardo Nicol: el advenimiento de la razón de fuerza mayor . . . . . 237


LA POSIBILIDAD DEL FIN DE LA FILOSOFÍA
Y LA NEGACIÓN DE LA HISTORIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
EL DESCUBRIMIENTO DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR . . . . . . . 255
LA AMBIVALENCIA DE LA TECNOLOGÍA CONTEMPORÁNEA . . . . 264
EL DESEQUILIBRIO ENTRE LOS FINES DE LA EXISTENCIA
Y LA SUBSISTENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270
LA REGRESIÓN DE LA COMUNIDAD HISTÓRICA
A LA ESPECIE NATURAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
EL MUNDO DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR . . . . . . . . . . . . . . . 281
LOS ATRIBUTOS DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR . . . . . . . . . . . 282
EL IMPERIO DE LA NECESIDAD SOBRE LA LIBERTAD,
¿DESTINO INELUCTABLE? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 286

Hans Jonas: una ética para el moderno Prometeo . . . . . . . . . . . . . . 292


EL PODERÍO TÉCNICO AMPLIADO Y LA EXPANSIÓN
DE LA RESPONSABILIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
ÍNDICE 9

LOS NUEVOS IMPERATIVOS PARA UNA ÉTICA


ORIENTADA AL FUTURO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
LA “HEURÍSTICA DEL TEMOR” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309
LA PROTECCIÓN DE LA HUMANIDAD DE CARA AL FUTURO . . . . 315
LA RESPONSABILIDAD ONTOLÓGICA
POR LA “IMAGEN DEL HOMBRE” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317
EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO DEL VALOR DEL SER . . . . . . . . . . 319
LA FUNDAMENTACIÓN DEONTOLÓGICA
DE LA RESPONSABILIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326
EL NIHILISMO DE LA UTOPÍA MODERNA DEL PROGRESO . . . . . . . 334
LA CRÍTICA DE LA UTOPÍA TECNOLÓGICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335
REPERCUSIONES POLÍTICAS DE LA ÉTICA
DE LA RESPONSABILIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342
LA TRANSFORMACIÓN EUGENÉSICA
DE LA NATURALEZA HUMANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347
EL PORVENIR DE LA HUMANITAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359

Segunda parte
HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

El mundo tecnológico como sistema global . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 366


LOS COMPONENTES DEL MUNDO TECNOLÓGICO:
CIENCIA, TECNOLOGÍA Y TECNOCIENCIA . . . . . . . . . . . . . . . 366
CONOCER Y ACTUAR EN EL MUNDO: LA RACIONALIDAD
TECNOCIENTÍFICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379

Rasgos esenciales del mundo tecnológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 390


EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA
DE SISTEMAS TÉCNICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 390
PROPIEDADES EMERGENTES DEL MUNDO TECNOLÓGICO . . . . . . 401

La evaluación ética del mundo tecnológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411


10 ÍNDICE

El vacío ético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417


LA CRISIS ECOLÓGICA GLOBAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO “SOCIEDAD
DEL RIESGO GLOBAL” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 422
ACCIDENTES Y CATÁSTROFES EN EL MUNDO TECNOLÓGICO . . . 424
HACIA UNA SOCIEDAD GLOBAL REFLEXIVA Y AUTOCRÍTICA . . . . 432
LA NUEVA DIMENSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD HUMANA . . . . 435
PRINCIPIOS ÉTICOS PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO . . . . . . . . . . 441
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA TRANSFORMACIÓN
ÉTICA EN EL MUNDO TECNOLÓGICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 487

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 495

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505
Definitivamente desencadenado, Prometeo, al que
la ciencia proporciona fuerzas nunca antes cono-
cidas y la economía un infatigable impulso, es-
tá pidiendo una ética que evite mediante frenos
voluntarios que su poder lleve a los hombres al
desastre.

Hans Jonas, El principio de responsabilidad.


PRÓLOGO

LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA sobre la ciencia, la tecnología y la tec-


nociencia cobra hoy en día una importancia mayúscula, en virtud
de que la vida social y el acontecer de la historia dependen cada vez
más del impulso del poder tecnocientífico. Las sociedades contem-
poráneas, sobre todo las de mayor desarrollo económico, han am-
pliado constantemente su capacidad de transformar la naturaleza e
inclusive las relaciones sociales mismas. Pero al tiempo que ha au-
mentado la capacidad técnica para producir bienes y servicios para
resolver las necesidades, los seres humanos se vuelven cada vez
menos capaces de controlar esa fuerza productiva. Norbert Wiener,
fundador de la cibernética, establece la analogía de esta situación
paradójica con el mito de Golem, aquella enorme estatua creada
por los hombres que adquiere después vida propia y somete a sus
mismos creadores. Así pues, un motivo de principal importancia
por el cual resulta urgente en nuestros días el desarrollo de una
filosofía amplia de la ciencia y la tecnología consiste precisamente
en comprender el sentido de la significación ética, política y, en ge-
neral, cultural del creciente predominio de la tecnociencia y la tec-
nología en la vida social contemporánea. Por ello, con toda razón,
Jorge Linares, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM, considera que la filosofía de la tecnología no sólo es perti-
nente desde un punto de vista epistemológico, sino que también
responde a “un imperativo ético de nuestro tiempo”.
La tecnología no sólo ha incrementado su importancia en el
ámbito productivo y económico-social, sino también se ha conver-
tido en un factor determinante en la conformación, ejercicio y legi-
timación del poder político. Filósofos como Michael Oakshott o
Jürgen Habermas han reflexionado ampliamente sobre las impli-
caciones políticas del desarrollo científico y tecnológico. En especial
13
14 PRÓLOGO

Oakshott en su ensayo “Racionalismo en política” critica a profun-


didad la usurpación que el conocimiento científico y tecnológico ha
efectuado para legitimar el poder político con la idea de que la efi-
cacia y la eficiencia de las decisiones gubernamentales es lo más
importante a considerar y que por ello toda decisión política debe
estar basada en la racionalidad tecnológica. Es más, en este tipo de
concepciones se sostiene que, a final de cuentas, la única racionali-
dad que se reconoce como válida es la propia de la ciencia y de la
tecnología. A partir de este razonamiento, los principios de libertad
política, autonomía, participación ciudadana, vida republicana pier-
den relevancia y pueden ser totalmente prescindibles en la vida de
las democracias contemporáneas. Ante esta degradación de la liber-
tad ciudadana y de la vida republicana se hace ahora más urgente
que nunca el desarrollo de la filosofía de la tecnología, no sólo como
una línea de investigación epistemológicamente relevante, o co-
mo un imperativo ético, sino también como una obligación política.
En este contexto, este libro de Jorge Linares adquiere una enor-
me relevancia, pues representa una respuesta original, inteligente
y comprometida de un filósofo ante los problemas epistémicos, los
imperativos éticos y las obligaciones políticas que nos plantea la
omnipotente presencia de la tecnología y de la tecnociencia en
la sociedad contemporánea.
El profesor Linares desarrolla su análisis del mundo tecnológi-
co contemporáneo a partir de la revisión crítica de cinco grandes
filósofos que han tratado el tema en el siglo XX: Martin Heidegger,
Jacques Ellul, Günther Anders, Eduardo Nicol y Hans Jonas. A cada
uno de estos filósofos Jorge Linares dedica capítulos específicos,
que en sí mismos constituyen excelentes exposiciones críticas de su
obra y pensamiento, pero que en conjunto conforman una tradi-
ción o perspectiva filosófica de enorme valía y que el propio autor
denomina “la filosofía de la sospecha sobre el mundo tecnológi-
co”, precisamente porque todos ellos señalan los riesgos y peligros
de enorme gravedad de una sociedad centrada y gobernada por la
tecnología y la tecnociencia. Para todos estos filósofos el balance de
la historia moderna, que se ha caracterizado por el intenso y pro-
PRÓLOGO 15

gresivo desarrollo de la ciencia y la tecnología, es al final de cuen-


tas negativo. Además, según estos teóricos del “catastrofismo tec-
nológico”, las expectativas de que el desarrollo tecnocientífico en
el futuro inmediato pueda revertir su peligrosa y apocalíptica ten-
dencia, son realmente pobres. Por ello, el autor los ha denominado
“los anunciadores del riesgo mayor en el mundo tecnológico”.
Es importante señalar que estas filosofías de la sospecha sobre
el desarrollo tecnológico no son las únicas que se han propuesto y
difundido en el siglo XX. Jorge Linares señala que frente a estas
filosofías del riesgo, que profundizan sobre problemas ontológicos,
éticos y políticos del mundo tecnológico, también se han desarro-
llado otras corrientes que han fijado su atención sobre todo en as-
pectos epistemológicos y que el autor vincula con una “tradición
analítica”. Desde esta orientación se subraya el carácter instrumen-
tal de la racionalidad tecnológica sin considerar la reflexión ética
como una tarea fundamental de la filosofía de la tecnología. En
esta tradición analítica se destacan autores como Mario Bunge,
Miguel Ángel Quintanilla, Gilbert Simondon y Nicholas Rescher.
Frente a estas dos tradiciones, la humanista fenomenológica y la
analítica epistemológica, resulta claro que Jorge Linares se identifi-
ca más con la primera. Pero a diferencia del “catastrofismo” de “los
anunciadores del riesgo mayor”, Jorge Linares busca alternativas
para revalorar las potencialidades de la tecnología y la tecnociencia
para una verdadera mejora de la vida humana. Esta búsqueda la
esboza a través de la postulación de lo que denomina una “ética
global para el mundo tecnológico”. Como el autor advierte, se trata
de esbozar los principios de tal ética global, anunciando que en el
futuro se encargará de desarrollar más específicamente la aplica-
ción e institucionalización de tales principios.
La ética global que delinea Jorge Linares al final de su libro ha
de ser “una ética que construya un nuevo concepto de responsa-
bilidad colectiva y que establezca las bases para una acción ético
política a nivel global más que para la mera toma de conciencia y
acción individual”. Considero que esta afirmación encamina sus
investigaciones filosóficas sobre la tecnología para transitar de una
16 PRÓLOGO

ética a una filosofía política de la tecnología. A mi juicio esta orien-


tación que va de la ética a la política es muy acertada y prometedo-
ra, sobre todo, si tomamos en serio la preocupación por proponer
estrategias viables para que la tecnología y la tecnociencia puedan
efectivamente reorientarse para mejorar la vida de todos los seres
humanos y, en general, para proteger la vida de todo el planeta y la
naturaleza misma, de la cual el hombre forma parte. Con esta reo-
rientación de la ética hacia la filosofía política de la tecnología, Jor-
ge Linares se integra a una innovadora perspectiva propiamente
iberoamericana impulsada, entre otros académicos e investigado-
res, por León Olivé, Javier Echeverría, Fernando Broncano, Juan
Carlos García Bermejo, Juliana González, Alfredo Marcos, Andoni
Ibarra, José Antonio López Cerezo y otros filósofos de la ciencia y
de la tecnología iberoamericanos. Pero dentro de este grupo el as-
pecto distintivo de Jorge Linares consiste precisamente en resaltar
la perspectiva fenomenológico-humanista de los filósofos de la sos-
pecha sobre la tecnología, que él analiza ampliamente en la prime-
ra parte de su libro.
Esperamos que pronto contemos con el desarrollo de la filoso-
fía política de la tecnología que Jorge Linares ya anticipa como con-
tinuación de este magnífica y original reflexión ética del mundo
tecnológico actual. Entre los problemas que el autor trata en este
libro, se encuentran dilemas referentes a intereses y derechos indi-
viduales frente a los colectivos; generaciones actuales y generacio-
nes futuras; responsabilidad por lo humano y responsabilidad por
la naturaleza. Ojalá que en el desarrollo ulterior de su propuesta
ética-política de la tecnología, Jorge Linares profundice en el pro-
blema del papel que puede jugar la tecnología y la tecnociencia en
un Estado democrático y en una sociedad multicultural. Este últi-
mo problema me parece central dentro de la emergente filosofía
política de la ciencia y de la tecnología y me parece que el enfoque
que ha delineado el profesor Linares en este libro resulta muy pro-
metedor para su esclarecimiento.
Así pues, tenemos ante nosotros un libro de gran originalidad
y relevancia filosófica, de un joven filósofo de amplio aliento que
PRÓLOGO 17

ya ha obtenido destacados reconocimientos como el Premio de la


Academia Mexicana de Ciencias (2005), así como el Premio Norman
Sverdlin de la Facultad de Filosofía y Letras (2004) y el Premio de
la Asociación Filosófica de México a la mejor tesis doctoral en Filo-
sofía (2007).
Pero quizás lo más meritorio de este trabajo es que contribuye
de manera sobresaliente al desarrollo de una tradición propiamen-
te iberoamericana de filosofía de la ciencia y de la tecnología que
gracias a contribuciones innovadoras, como la del autor de este li-
bro, abre nuevos horizontes a la filosofía de amplia significación
teórica y práctica, tanto en el ámbito académico, como en el social y
político.

Ambrosio Velasco Gómez


Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
INTRODUCCIÓN

EL ACELERADO desarrollo tecnológico ha sido el factor determinan-


te en la transformación del mundo contemporáneo. Sus efectos so-
bre la naturaleza y sobre la sociedad se extienden ahora remota-
mente, tanto en el espacio como el tiempo. El poder tecnológico ha
devenido una fuerza geológica que interviene de modo decisivo en
el cambio climático y en la alteración de muchos ecosistemas. Pero
lo más trascendente es que este poder ha convertido al ser humano
mismo en el objeto principal de transformación. De este modo, la
expansión del poder tecnológico ha afectado la autoconciencia de
la humanidad en cuanto a la comprensión de su propia naturaleza
y del puesto que ocupa en el universo.
Sin embargo, no hemos logrado comprender adecuadamente
los fundamentos y las repercusiones del mundo tecnológico en el
que vivimos. Como sostenía Günther Anders,1 se ha creado una
discrepancia entre lo mucho que podemos hacer y lo poco que en-
tendemos y nos responsabilizamos por las consecuencias de nues-
tro poder tecnológico, pues dicho poder ha rebasado nuestra capa-
cidad de control —e incluso de comprensión— de lo que ahora
somos capaces de producir. Podemos, por ejemplo, modificar y al-
terar la materia y la vida, quizá podamos en el futuro próximo re-
conducir el proceso evolutivo de nuestra propia especie, pero no
somos capaces de explicar cabalmente estos fenómenos, y tampo-
co poseemos buenas razones y criterios acerca del porqué y para
qué queremos hacer aquello que podemos.
La filosofía de la tecnología es una disciplina relativamente re-
ciente en la historia del pensamiento filosófico: aparece por prime-

1
Günther Anders llamó a esta discrepancia el “desfase prometeico”, véase
el capítulo correspondiente.

19
20 INTRODUCCIÓN

ra vez de manera explícita en la obra de Ernst Kapp: Filosofía de la


técnica, de 1877. Pero es hacia la primera mitad del siglo XX cuando
surgen los estudios que hoy son algunos de sus clásicos: José Orte-
ga y Gasset (Meditación de la técnica, 1929), Ernst Jünger (El trabaja-
dor, 1932), Lewis Mumford (Técnica y civilización, 1934), Martin
Heidegger (La pregunta por la técnica, 1949-1954) y Jacques Ellul (La
técnica o la apuesta del siglo, 1954).
La filosofía de la tecnología2 ha estudiado diversos aspectos
ontológicos, epistémicos y axiológicos. Pero en los últimos años,
los efectos ambientales y sociales del poder tecnológico se han con-
vertido en un problema central, pues en él se juega el destino de la
humanidad y de muchas otras especies del planeta a las que he-
mos afectado. De este modo, la investigación filosófica sobre el
mundo tecnológico constituye un verdadero imperativo ético de
nuestro tiempo. El propósito fundamental de este libro es contri-
buir a dicha tarea. Para ello nos apoyaremos en la exploración de
las ideas de cinco pensadores que intentaron realizar un diagnósti-
co y un pronóstico global del mundo tecnológico, y que advirtieron
de la presencia de un riesgo mayor para el futuro de una vida autén-
ticamente humana en la Tierra.

2
A lo largo de este trabajo utilizaré el término “técnica” (y derivados como
actividad técnica o fenómeno técnico) para referirme en general a la actividad
humana de transformación de la naturaleza; usaré “tecnología” o “actividad
tecnológica” para referirme específicamente a la técnica moderna que incorpo-
ra conocimiento científico y distinguirla así de la técnica premoderna. Cuando
sea preciso, emplearé el concepto de “tecnociencia” para referirme al complejo
ciencia-tecnología que constituye el motor de desarrollo y expansión del fenó-
meno técnico contemporáneo. Por último, usaré siempre “mundo tecnológico”
para nombrar la modalidad actual predominante de relación del ser humano
con la naturaleza, que condiciona las formas en que éste actúa e interviene en la
naturaleza y en el entorno social.
INTRODUCCIÓN 21

LA “FILOSOFÍA DE LA SOSPECHA”
SOBRE EL MUNDO TECNOLÓGICO

Durante el siglo XX, el pujante desarrollo tecnológico se convirtió


en un tema cada vez más importante en las ciencias sociales y en la
filosofía (aunque en ésta pocos pensadores se han dedicado a él).
Entre diversas concepciones, surgió desde finales del siglo XIX una
corriente filosófica3 que cuestionó el sentido positivo del progreso
tecnológico. Algunos de los pensadores de esa corriente empren-
dieron diagnósticos críticos muy similares del dominio tecnológico
del ser humano sobre la naturaleza. Un antiguo sentido de “recelo”
en relación con el poder tecnológico renació con tonos exacerbados
en esos diagnósticos de la civilización que se efectuaron principal-
mente durante la primera mitad del siglo pasado. Esta actitud fue
motivada por un sentimiento común de temor ante la posibi-
lidad de una catástrofe mayor que marcaría la historia de la huma-

3
En la filosofía de la tecnología convergen (y divergen) al menos dos tra-
diciones principales: por un lado, la que proviene de la filosofía analítica de la
ciencia y de la ingeniería misma, y por otro, la que deriva de la tradición feno-
menológica, la crítica humanística y la teoría social heredera de la Escuela de
Frankfurt. [Véase Mitcham, Carl, Thinking through Technology. The path between
Engineering and Philosophy, The University of Chicago Press, Chicago, 1994]. La
tradición analítica (“ingenieril”, en la clasificación de Carl Mitcham) tiene una
perspectiva internalista, puesto que ha efectuado principalmente análisis intra-
sistémicos de la técnica moderna y ha dilucidado cuestiones epistemológicas,
en cuanto al diseño y realización de los sistemas técnicos. Desde esta perspecti-
va internalista se concibe a la tecnología como un modo de conocimiento y de
intervención en el mundo. Tiende a una cierta concepción nominalista que afir-
ma la realidad concreta de los sistemas técnicos empíricamente verificables, y
rechaza los juicios de valor generalizados o la concepción de la técnica como
una totalidad sistémica. Para esta tradición, en general, los juicios de valor pue-
den hacerse sólo sobre los sistemas técnicos en concreto, y no sobre la tecno-
logía en su conjunto. La tradición analítica de la filosofía de la técnica ha soste-
nido a menudo una concepción “antropocéntrica” e “instrumentalista” de la
técnica y ha elaborado distintas teorías que intentan describir los componentes
fundamentales de su racionalidad instrumental. Esta línea de pensamiento so-
lía considerar que la técnica era éticamente neutra e intrínsecamente benéfica,
pues hacía abstracción de su contexto social, y no tomaba muy en cuenta que
las innovaciones tecnológicas han implicado modificaciones de los modos de
22 INTRODUCCIÓN

nidad a causa del dominio total del poderío tecnológico sobre la


existencia humana. Ya no se trataba de una crisis cultural ni de la
crisis de la civilización europea. Esta vez no sería una catástrofe
natural, sino las propias acciones y decisiones humanas, las que
pondrían en serio peligro la permanencia de los rasgos que definen
la condición humana e incluso la supervivencia misma de nuestra
especie.
Como representantes de esa “filosofía de la sospecha” sobre el
mundo tecnológico he elegido a cinco pensadores: Martin Heideg-
ger, Jacques Ellul, Günther Anders, Eduardo Nicol y Hans Jonas.
Ellos leyeron los signos del Apocalipsis en los sueños del progreso
tecnológico de sus contemporáneos, pues comprendieron que la
realización de la utopía tecnológica implicaba el peligro de una de-
formación radical e irreparable de la condición humana: el ser hu-
mano dejaría de fungir como agente de su propio destino, ya no
sería más el sujeto de la historia. Por eso, advirtieron en formas si-

vida y de organización social. En cambio, la tradición fenomenológica (“huma-


nista”, en la clasificación de Mitcham) es externalista y se ha orientado a estu-
diar, sobre la base de determinadas perspectivas ontológicas, los efectos y con-
secuencias del desarrollo tecnológico contemporáneo. Esta tradición ha
intentado explicar la técnica desde una perspectiva no-técnica y ha considerado
que su desarrollo acelerado debe entenderse, primordialmente, como un pro-
blema histórico que hunde sus raíces en los orígenes de la civilización moder-
na. En lugar de concentrarse en el análisis de los sistemas técnicos concretos, ha
construido diversos conceptos que engloban la totalidad de las tecnologías como
un sistema o una matriz de racionalidad. No obstante, estas totalizaciones con-
ceptuales tienden, a veces, a mistificar la técnica y pierden de vista diferencias
empíricas de los sistemas concretos.
Entre los representantes de la tradición fenomenológica-humanística del si-
glo XX se encuentran autores que constituyen fuentes teóricas de este libro:
Henri Bergson (Las dos fuentes de la moral y de la religión, 1932), José Ortega y
Gasset (Meditación de la técnica, 1929), Ernst Jünger (El trabajador, 1932), Lewis
Mumford (Técnica y civilización, 1934), Martin Heidegger (La pregunta por la téc-
nica, 1949) y Jacques Ellul (La técnica o la apuesta del siglo, 1954); Horkheimer y
Adorno (Dialéctica de la ilustración,1944), Max Horkheimer (Crítica de la razón
instrumental, 1947), Günther Anders (La obsolescencia del hombre, 1956), Hannah
Arendt (La condición humana, 1958), Herbert Marcuse (El hombre unidimensional,
1964), Jürgen Habermas (Ciencia y técnica como ideología, 1975), Eduardo Nicol
(El porvenir de la filosofía, 1972), Hans Jonas (El Principio de responsabilidad, 1979).
INTRODUCCIÓN 23

milares el riesgo mayor en el mundo tecnológico contemporáneo y sen-


taron las bases de una ética para enfrentarlo. Desde luego, no son
los únicos que elaboraron una crítica filosófica del mundo tecnoló-
gico, pero sus planteamientos coinciden en advertir de la gravedad
del peligro que enfrenta la humanidad, merced al crecimiento ace-
lerado de su propio poder de transformación técnica.
Así pues, he denominado a esos cinco pensadores los anuncia-
dores del riesgo mayor. Ellos alzaron la voz en el desierto de una
sociedad que se ha obnubilado por las conquistas tecnológicas, y
que se ha cegado ante los peligros provocados por el dominio hu-
mano sobre la naturaleza. Estos cinco autores sostuvieron la necesi-
dad de generar una reacción ética para salir del letargo y la cegue-
ra, sometiendo a examen los fundamentos del mundo tecnológico.
Lo característico de los diagnósticos de esos cinco anunciadores
consiste en la anticipación y pre-visión de catástrofes que empie-
zan a gestarse en el presente. Los peligros que ellos vaticinan son
de orden ecológico, político-social e, incluso, ontológico. De acuer-
do con esos vaticinios, el acelerado incremento del poder tecnoló-

Entre los autores clásicos más destacados de la primera tradición están


Friedrich Rapp (La filosofía analítica de la técnica, 1975) y Friedrich Dessauer (Dis-
cusión sobre la técnica, 1956), Hans Lenk (Filosofía en la era tecnológica, 1971). En
los últimos años, esta corriente se ha diversificado con otras concepciones más
complejas sobre el fenómeno técnico, y paulatinamente se ha interesado por los
aspectos axiológicos y los efectos mundanos de la tecnología, superando la tesis
de la neutralidad axiológica de la tecnología. Destacan las obras de Gilbert Simon-
don (Del modo de existencia de los objetos técnicos, 1958), Mario Bunge (Ética, cien-
cia y técnica, 1996), Miguel Ángel Quintanilla (Tecnología: un enfoque filosófico,
1989), Nicholas Rescher (Razón y valores en la era científico-tecnológica, 1995). En
el mundo iberoamericano, en particular, se ha generado una corriente in-
novadora, en la que sobresalen las recientes obras de Fernando Broncano (Mun-
dos artificiales. Filosofía del cambio tecnológico, 2000), Javier Echeverría (La revolu-
ción tecnocientífica, 2003) y León Olivé (El bien, el mal y la razón, 2004) que, desde
la tradición analítica de la filosofía de la ciencia, han renovado la filosofía de la
tecnología atendiendo, además de los problemas epistémicos y ontológicos, pro-
blemas relativos a la racionalidad y al cambio tecnológicos, los valores y fines
sociales de la tecnología contemporánea. Muchos de los planteamientos de la
segunda parte de este libro tienen también como base estos libros y están en
diálogo constante con esta tradición analítica.
24 INTRODUCCIÓN

gico pondría en riesgo extremo la estabilidad y la viabilidad de la


biosfera, la conciencia histórica y la razón teorética (la razón que da
razón), las libertades civiles y la autonomía individual o el abasteci-
miento material de la civilización; pero, ante todo, el peligro que se
cierne residiría precisamente en la reducción del horizonte vital de
la relación humana con el mundo, mediante la ilusión de que todo
cuanto existe sólo puede tener sentido si es objeto de disposición o
transformación, es decir, sólo en la medida en que puede ser pro-
ducido, usado o transformado técnicamente. Por ello, el discurso fi-
losófico de los anunciadores no está exento de un tono apocalíptico
y profético, y de una visión pesimista sobre el futuro humano. Sin
embargo, detrás de ese aparente pesimismo se revela una firme
esperanza de que la humanidad sea capaz de preservar los rasgos
distintivos que ha conquistado a lo largo de su evolución histórica.
La primera parte de este libro se centra, pues, en la exposición
y revisión de los planteamientos y argumentos que los anuncia-
dores arguyeron para revelar a sus contemporáneos el riesgo mayor
de nuestro tiempo: el desarrollo éticamente ilimitado del poder tec-
nológico.
A partir de la revisión crítica de sus principales tesis analizaré el
alcance de sus previsiones, escudriñando sus concepciones sobre
el mundo tecnológico. De este modo, nos concentraremos en acla-
rar aquellos elementos de las tesis de los anunciadores que son vi-
gentes aún para la conformación de una filosofía de la “sospecha”
sobre el mundo tecnológico. Pretendo mostrar las aportaciones de
los cinco anunciadores a la filosofía de la tecnología y, en particular,
revalorar su innegable contribución a la ética de la ciencia y la tec-
nología, que se ha expresado en temas tan controversiales en los
últimos años como la aplicación del principio de precaución o los deba-
tes sobre las prospectivas de riesgos mayores como el que repre-
senta ahora el cambio climático global o los proyectos eugenésicos
de la ingeniería genética.
No obstante, intentaré superar el catastrofismo de los anun-
ciadores del riesgo mayor para construir una alternativa ética ante el
negro escenario de riesgos tecnológicos que ellos han advertido.
INTRODUCCIÓN 25

Algunos planteamientos de los anunciadores pueden sentar las ba-


ses de tan necesaria ética para el mundo tecnológico, pues existen
ya signos en la situación actual que implicarían la posibilidad de
diversos escenarios catastróficos en el futuro. Si existe la posibili-
dad de ese riesgo mayor, entonces se requieren nuevos imperativos
morales que enuncien los principios básicos para asegurar la super-
vivencia de una humanidad capaz de responsabilidad, una huma-
nidad que preserve su esencial condición ética. En la segunda parte
de este libro, expondré en líneas generales los fundamentos onto-
lógicos para edificar una ética global para el mundo tecnológico. Como
epílogo de esta obra, sólo esbozaré los principios de tal ética. Que-
dará para futuros trabajos el desarrollo de los principios y la discu-
sión sobre los medios e instituciones sociales para su aplicación a la
realidad contemporánea.

LA CONTROVERTIDA TESIS DE LA “AUTONOMÍA


DE LA TECNOLOGÍA” EN LOS ANUNCIADORES

Los planteamientos de los anunciadores del riesgo mayor han sido


objeto de diversas críticas por sus extrapolaciones y, en ocasiones,
exageraciones, pues se trata de un discurso filosófico prospectivo
que intenta anticiparse a los acontecimientos venideros.
Las advertencias de los anunciadores pueden ser englobadas en
lo que se conoce como la tesis de la “autonomía de la tecnología”.
En filosofía de la tecnología, esta postura implica que la tecnología
evoluciona de modo independiente a los fines y las intenciones
humanos. La aparición de una tecnología autónoma socava y dilu-
ye la autodeterminación y la libertad de los seres humanos, pues
conforma un nuevo sistema de sojuzgamiento mundial. La tesis de
la autonomía de la tecnología implica, por tanto, la deshumanización
y alienación de los agentes humanos en el mundo tecnológico.
La idea de la tecnología autónoma ha sido blanco de varias ob-
jeciones importantes. En primer lugar, se la asocia con una actitud
tecnofóbica y por demás fatalista, y con una reificación de la tecno-
26 INTRODUCCIÓN

logía misma. Si la tecnología sigue un rumbo autónomo, la socie-


dad no puede hacer nada para orientar o controlar su desarrollo.
De este modo, se cierra el paso a toda posibilidad de libre acción y
elección humana ante el poder tecnológico. Ciertamente, una con-
secuencia inevitable de esta tesis es una visión pesimista y
catastrofista, que está muy presente en los textos de los anunciado-
res, como veremos. Pero hay que leer dicho fatalismo en el contex-
to de la situación en la que surgen las advertencias sobre ese futu-
ro posible. Ellos extralimitan los escenarios negativos para resaltar
el peligro y conseguir que la conciencia de los contemporáneos
atienda el llamado. Al fin y al cabo, ninguno de los anunciadores
escribiría para advertir del peligro mayor si no creyeran aún en la
capacidad humana para liberarse de la nueva forma de necesidad
universal que aliena su existencia. Incluso Ellul, el más radical de
todos los anunciadores, reconoce que el sistema tecnológico no es
absoluto. Por consiguiente, la idea de la tecnología autónoma tiene
el sentido de una crítica ética para llamar a la conciencia humana a
que salga de la ilusión instrumentalista de que controla sus siste-
mas tecnológicos.
En segunda instancia, se ha objetado a la tesis de la autonomía
de la tecnología, desde una concepción instrumentalista y nomina-
lista, que si toda tecnología no es más que un instrumento, si los
artefactos no tienen —hasta ahora— vida propia, la idea de una
tecnología autónoma parece contradictoria. Asimismo, el constructi-
vismo4 ha intentado objetar la autonomía de la tecnología al mos-
trar cómo las innovaciones tecnológicas se construyen socialmente
en un proceso histórico, en el que intervienen factores socioeconó-
micos, sociopolíticos y culturales. Cualquier artefacto o dispositivo
está sujeto a un proceso contingente desde el diseño hasta la reali-
zación, en el que participan muchos agentes sociales con sus pro-
pios fines. El constructivismo ha aportado, sin duda, importantes

4
Véase Pinch, Trevor / Bijker, Wiebe, “The social construction of facts and
artifacts” en Scharff, Robert / Dusek, Val (eds.), Philosophy of Technology,
Blackwell, USA/UK, 2003.
INTRODUCCIÓN 27

perspectivas para analizar los fenómenos de innovación y la histo-


ria misma del desarrollo de los objetos técnicos, pero su fundamen-
to sigue siendo instrumentalista. Puede explicar, por ejemplo, cómo
es que la bicicleta común llegó a adquirir la forma que actualmente
tiene, pero no puede dar cuenta del proceso global del desarrollo
tecnológico ni muchos de sus efectos negativos e imprevistos.
En tercer lugar, también es frecuente que la tesis de la autono-
mía de la tecnología se asocie con el “determinismo tecnológico”.5
Sin embargo, existe una diferencia esencial entre tal determinismo
y la idea de que la tecnología, en tanto sistema, se ha vuelto un fac-
tor determinante en la sociedad actual. El determinismo tecnológi-
co tiene dos sentidos: a) la tecnología determina a la sociedad de
modo unívoco; b) el futuro de la tecnología está predeterminado
por los propios factores internos del desarrollo tecnológico. Lo más
característico es que dicho determinismo se funda en una concep-
ción instrumentalista de la tecnología, mientras que la tesis de la
autonomía tecnológica critica y supera justamente ese instrumenta-
lismo. El determinismo sostiene ingenuamente que el uso de los ar-
tefactos o de máquinas acaba dominando a los usuarios, que los
objetos se rebelan ante los sujetos y los dominan. La imagen típica
de este determinismo es la del monstruo que construye el doctor
Frankenstein o la de la computadora central de la nave espacial en
la película Odisea 2001.
Por el contrario, la tesis de la autonomía de la tecnología sostie-
ne que ésta, considerada en conjunto, no debe concebirse actual-
mente como si fuera un objeto que se puede manipular y controlar
a voluntad. No son las herramientas y los instrumentos los que co-
bran vida propia, sino que el sistema del que dependen no está
sujeto ya al control intencional de los agentes humanos. Ello implica
que la tecnología en tanto totalidad unitaria (sistema de sistemas)
no es un objeto, sino un nuevo entorno artificial, que ha alcanzado
autonomía y se desarrolla según su propia dinámica interna, en re-

5
Véase Broncano, Fernando, Mundos artificiales. Filosofía del cambio tecnológi-
co, Paidós/UNAM, México, 2000, cap. 1.
28 INTRODUCCIÓN

lación con factores externos (como la economía, la ciencia o la polí-


tica), pero sin ser determinada en lo fundamental por esos factores.
Por otro lado, una consecuencia fundamental de la tesis de la
autonomía de la tecnología es que niega todo determinismo en lo
que respecta a la evolución futura. Puesto que los agentes huma-
nos no pueden intervenir sustancialmente en el desarrollo del sis-
tema ni reorientarlo, su progreso es contingente y los resultados
son imprevisibles. Todo lo contrario de lo que afirma el determinis-
mo tecnológico. La evolución de la tecnología no sigue un patrón
predeterminado; al igual que la evolución biológica, con la que ha
sido comparada, es contingente y azarosa, aunque con ciertas re-
glas de cambio. Los efectos tecnológicos se vuelven imprevisibles y
el progreso técnico, incierto. Sabemos que seguirá avanzando por
su propio impulso, pero no sabemos qué nuevos problemas desen-
cadenará. Estas ideas están presentes de modo explícito o implícito
en los cinco anunciadores, pero es Jacques Ellul quien las formula de
una manera clara y por demás categórica, como veremos en el capí-
tulo correspondiente.
Las objeciones que se han planteado a las tesis de los anuncia-
dores pasan de largo varias distinciones fundamentales que condu-
cen a una inadecuada valoración de la tesis básica de la autonomía
de la tecnología. En primer lugar, no se puede entender esta postu-
ra desde una concepción instrumentalista que no ve más que obje-
tos técnicos aislados que dependen de los designios de los agentes
humanos. La autonomía de la tecnología debe comprenderse como
el resultado de una transformación histórica por la cual aquella dejó
de ser un mero instrumento subordinado al resto de la cultura, para
convertirse en un sistema-matriz conceptual y pragmático que
media todas las relaciones del ser humano con el mundo.
Así, la transformación de la tecnología de instrumento a siste-
ma-mundo es un fenómeno moderno y, específicamente, del siglo
XX. Por ello, los autores que sostienen o que implícitamente están
de acuerdo con dicha tesis, como los anunciadores, encuentran una
diferencia radical (no de grado, sino de naturaleza) entre la técnica
antigua y la tecnología contemporánea. Por ejemplo, Günther An-
INTRODUCCIÓN 29

ders señala el craso error que significa seguir pensando que la bom-
ba atómica es igual que cualquier arma convencional, sea una pisto-
la, una metralleta o incluso un proyectil. El carácter específicamente
inusual de la bomba atómica (es decir, su carácter no-instrumen-
tal) sitúa a este artefacto en una dimensión distinta por su enorme
potencial destructivo: deja de ser una herramienta que se puede
manipular a voluntad, deja de estar sujeta a la intencionalidad del
sujeto. Impone nuevas condiciones sociales (desde su fabricación
misma), y su mera presencia ha transformado radicalmente la na-
turaleza de la acción de empuñar un arma y amenazar con ella,
porque la amenaza abarca potencialmente a toda la humanidad.
Esta característica no es exclusiva sólo de algunos artefactos (prin-
cipalmente, de los que tienen fines destructivos), sino también de
los macrosistemas tecnológicos complejos que no están “a la mano”,
que no se pueden controlar fácilmente a voluntad, como las centra-
les nucleares, los sistemas de generación y conducción de energía,
los sistemas de misiles intercontinentales, pero también los siste-
mas financieros, comerciales, de telecomunicaciones, educativos,
sanitarios, etcétera, que han alcanzado una dimensión global y/o
de alta complejidad estructural material (artefactual), sociopolítica
y ambiental. Una vez construidos, una vez materializados, estos
sistemas tecnológicos de alta complejidad imponen a los agentes
humanos sus propias condiciones y reglas, y sólo permiten limita-
das elecciones de uso.
Así pues, la tesis de la tecnología autónoma no niega que sigan
existiendo una multiplicidad de instrumentos y herramientas que
usamos a voluntad, que controlamos y cuya finalidad nosotros de-
cidimos. Pero lo distintivo de la tecnología contemporánea es su
carácter sistémico, el constituirse como un entramado o engranaje
planetario de sistema imbricados de artefactos, en el que los usua-
rios tienen pocas posibilidades de elección y de orientación del de-
sarrollo del sistema mismo.
Por consiguiente, la tesis de la autonomización de la tecnología
no se aplica a los artefactos y operaciones técnicas en particular, a
las herramientas e instrumentos, sino a la totalidad de sus relacio-
30 INTRODUCCIÓN

nes y conexiones, al sistema tecnológico global que hoy en día cons-


tituye un mundo enteramente distinto al que los seres humanos del
pasado estuvieron acostumbrados.
Ahora bien, la posición que sostendremos en este libro matiza
y relativiza la idea de la tecnología autónoma, y no la toma en senti-
do literal ni absoluto. Partimos de la tesis de la tecnología autónoma,
al menos como una hipótesis, para argumentar que es necesaria y
posible una transformación del mundo tecnológico que democrati-
ce las decisiones en cuanto al diseño y realización de sus sistemas,
con el fin de intentar controlar y aminorar sus efectos negativos en
la sociedad y en el medio ambiente. Es posible que la humanidad
recobre el control del mundo tecnológico mediante la creación de
nuevas formas de participación pública y de decisión ético-política
para intervenir en su desarrollo. Pero tal objetivo implica que la
sociedad actual recobre también una conciencia crítica del mundo
que ha construido. Por eso vale la pena repensar la tesis de la auto-
nomía de la tecnología que está presente en el pensamiento de nues-
tros cinco anunciadores. Pues sin las advertencias de los anuncia-
dores sobre el carácter autónomo y el poder descomunal de la
tecnología contemporánea, esa posibilidad no encuentra un funda-
mento sólido.

LA FILOSOFÍA ANTE LA TRANSFORMACIÓN


HISTÓRICA DE LA TÉCNICA

La actitud y disposición social con respecto a la técnica ha evolu-


cionado, en general, del recelo y escepticismo antiguos y premo-
dernos, al entusiasmo y fanatismo moderno y contemporáneo. La
técnica experimentó, a partir de la modernidad, un proceso de cre-
ciente valorización y, por ende, de mayor influencia social, hasta
convertirse en un factor determinante del mundo contemporáneo.
En la filosofía antigua prevaleció una actitud ambigua ante la
técnica; a veces escéptica y recelosa, a veces entusiasta y esperanza-
dora porque veía en ella una capacidad para revolucionar la vida
INTRODUCCIÓN 31

social y emancipar al ser humano de las restricciones que la natu-


raleza le impone. Pero ese mismo poder transformador que derri-
ba los límites de nuestra condición natural constituye la fuente de
dudas y temores que desde antaño han preocupado a los seres huma-
nos con respecto a la desmesura (hybris) de dicho poder, pues desa-
fía a la naturaleza de las cosas. Mitos como el de Ícaro o el de
Prometeo mismo contienen esta ambigua actitud ante la técnica.
Los pensadores premodernos (por ejemplo, los clásicos grie-
gos) reflexionaron con gran perspicacia sobre la técnica, pero no la
consideraron un objeto de estudio específico. La técnica estaba sub-
sumida en el conjunto de la cultura y no alcanzó el grado de inde-
pendencia y de complejidad que hoy tiene, ni el papel crucial que
juega ahora en la transformación de la existencia humana. Mantu-
vo, pues, el papel de instrumento o auxiliar de la civilización. Por
ello, las concepciones antiguas sobre la técnica son inconmensura-
bles con el fenómeno del mundo tecnológico actual; no tienen por
objeto la misma realidad histórica. De ahí que la técnica no haya
constituido un problema filosófico relevante y prioritario para los
pensadores premodernos.6
Los pensadores modernos, en cambio, valoraron positivamen-
te las virtudes del conocimiento científico-técnico y preconizaron
el desarrollo de las fuerzas técnico-productivas para alcanzar el ple-
no dominio de la naturaleza. Así, los pensadores modernos, particu-

6
La actitud escéptica y de subvaloración de la técnica durante la Antigüe-
dad fue una derivación de la preeminencia de la actividad teórico-contemplativa,
a partir de los sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles. Dado que el ideal
ético de los filósofos griegos clásicos fue el de la “vida contemplativa”, la anti-
güedad filosófica consideró que la técnica tenía un rango menor que el saber
teórico puro, tanto en sentido epistémico como moral. Esta actitud ejerció una
indeclinable influencia que se prolongó durante la Edad Media y los inicios de
la Modernidad. Así pues, predominó en la tradición filosófica, principalmente
durante la Antigüedad, una concepción escéptica que no valoraba positivamen-
te el conocimiento y la actividad técnicos, y que veía en sus afanes un peligro de
hybris y de degradación de las virtudes morales y políticas. Además, la técnica
no constituyó un problema filosófico de primer orden por la sencilla razón de
que ella no tuvo hasta el siglo XX consecuencias negativas de alcance mayor
sobre el medio ambiente y la sociedad.
32 INTRODUCCIÓN

larmente aquellos que secundaron las ideas de Francis Bacon, como


los principales representantes de la Ilustración, alentaron el desa-
rrollo de la racionalidad científica y técnica, cuya finalidad era trans-
formar una naturaleza que concibieron, en general, como materia
homogénea (sin finalidad intrínseca) y, por ende, totalmente dis-
puesta para servir a los intereses humanos.
Este cambio de valoración sobre la técnica coincide con el ini-
cio de un proceso de expansión del poder tecnológico, impulsado
por el capitalismo y la lucha por la hegemonía comercial y política
entre las naciones europeas. Pero no será hasta la revolución in-
dustrial cuando la técnica se habrá convertido propiamente en tec-
nología, es decir, en técnica con un componente fundamental de
conocimiento científico, y comience entonces un periodo de rápida
expansión y progreso. De este modo, en los dos últimos siglos el
desarrollo tecnológico deviene en factor determinante de las trans-
formaciones de la vida social.7
Sin embargo, la visión moderna de la técnica siguió apoyada
en el viejo paradigma en el que los fines cognoscitivos del saber
científico se situaban todavía en el centro, mientras que la activi-
dad técnica se concebía como “ciencia aplicada”; esto es, los pensa-
dores modernos concibieron a la tecnología como una derivación
práctica del conocimiento científico. Esta concepción permitió con-
fundir los fines y la praxis misma de la ciencia con los de la técnica.
Este equívoco ha permanecido hasta nuestros días en las valoracio-
nes sociales sobre la ciencia y la técnica, e incluso en las concepciones
de los científicos y de los filósofos.
Los pensadores modernos conformaron un nuevo paradigma
de racionalidad teórica y redujeron el mundo a una imagen racio-
nal hecha a la medida del saber científico-matemático. La moderni-
dad forjó así una ciencia de la naturaleza en la que todo podía ser
explicado, determinado y, finalmente, controlado. En esta imagen
del mundo, la técnica aparecía siempre bajo el control de la raciona-
lidad científica. El lema de la Exposición Universal de Chicago, en

7
Véase el capítulo sobre Ellul.
INTRODUCCIÓN 33

1933, lo resume: la ciencia descubre, la industria aplica y el hombre se


conforma. Este modelo prevaleció durante el siglo pasado y fue en
parte alimentado por las filosofías neo-positivistas y la tradición
analítica de la filosofía de la ciencia. Quizá estemos asistiendo al
lento pero irremediable hundimiento de esa concepción instrumen-
talista que identificó a la técnica como herramienta neutra destina-
da a promover el progreso y el bienestar de la humanidad.
Durante el último siglo, la tecnología cambió radicalmente de
naturaleza. Se convirtió en un sistema-mundo, y dejó de ser mero
instrumentum controlado por los agentes humanos. La transmuta-
ción de la tecnología en un entramado material de sistemas tecno-
lógicos implicó el surgimiento y consolidación de un nuevo para-
digma de racionalidad pragmático-tecnológica, apoyado en los
esquemas conceptuales de la ciencia moderna. Esta transmutación
no fue adecuadamente comprendida por la sociedad ni por los cien-
tíficos y filósofos. La racionalidad pragmático-tecnológica se apro-
pió de la imagen científica del mundo natural, de sus modelos teó-
ricos y de sus reducciones conceptuales, y llevó a sus últimas
consecuencias el proyecto de dominio sobre la naturaleza. Convir-
tió los esquemas conceptuales en modelos pragmáticos y alteró la
finalidad de la práctica científica. En lugar de los fines cognoscitivos
de la ciencia moderna, la nueva racionalidad pragmático-tecnoló-
gica se proyectó sobre fines de dominio y control de la naturaleza:
la eficacia productiva y la transformación material de las cosas.8
Por eso, de una concepción tradicional en la que la tecnología está
subordinada a la ciencia, deberíamos transitar a una que vea cómo
la ciencia está ahora subordinada a los fines de la tecnología.
A diferencia del paradigma moderno de la ciencia, la finalidad
que ha impulsado el desarrollo tecnológico contemporáneo ya no
ha consistido en el conocer por el conocer mismo, sino en el produ-
cir; ya no sólo en el descubrir y el preguntar, sino en el transformar

8
Nicol interpretó este cambio histórico como una crisis de los fines existen-
ciales de ciencia y la razón teorética. Véase Nicol, E., La reforma de la filosofía,
FCE, México, 1980, cap. 1.
34 INTRODUCCIÓN

y dominar. La racionalidad tecnocientífica es, pues, un sistema so-


cial capaz de producir y reproducir material y simbólicamente un
mundo nuevo, abierto en posibilidades, en expansión y en cons-
tante contradicción con la naturaleza ambiente.
Ante la nueva racionalidad pragmático-tecnológica, la activi-
dad científica ha dejado de ser especulativa para concentrarse en
los fines productivos de la tecnología y subordinar a ellos sus méto-
dos, experimentos, modelos e instrumentos. El tránsito del domi-
nio teórico y conceptual a la transformación material y pragmática
del mundo se produjo sin que ello significara el fin de la ciencia
como explicación teórica ni la supresión de las técnicas tradiciona-
les (no basadas en la ciencia), ni de los mitos y las religiones. Pero la
nueva razón tecnológica logró subordinar a la razón científica a sus
fines pragmáticos y ha podido desplazar a la razón teorética (cientí-
fica o filosófica) del puesto central que ocupó en la historia de la
civilización occidental. En el nuevo paradigma de la racionalidad
tecnológica, la ciencia y sus fines epistémicos ya no representan el
núcleo más significativo de la praxis social, sino que ahora está li-
gada y, en ciertos aspectos, subordinada a la actividad tecnológica
y a los fines pragmáticos y productivos. Por eso, en la actualidad se
ha acuñado el concepto de tecnociencia9 para describir este nuevo
paradigma de interacción entre ciencia y tecnología, que constituye
el polo más pujante e innovador de desarrollo tecnológico.
Ahora bien, el surgimiento del nuevo paradigma de racionali-
dad tecnológica se ha fundado en la epistemología del dominio (o el
dominio como forma de conocimiento del mundo) ejercido sobre la
naturaleza, pero también sobre los seres humanos. El ideal baconiano
de la vinculación del conocimiento con el poder se cumplió con cre-
ces, pero no prevaleció el saber sobre el poder, como preveía Bacon,
ni se sublimaron los afanes de señorío de los seres humanos, ni tam-
poco se eliminaron las disputas y las guerras; se produjo más bien la
liberación total del poder como nueva racionalidad, del poder (económico,

9
Véase en la segunda parte de este libro la explicación del concepto de tec-
nociencia.
INTRODUCCIÓN 35

político, militar) que se ha apropiado y se vale del saber tecnocientífi-


co para potenciarse y expandirse. Por ello, la historia posterior al mun-
do de “las luces” puede caracterizarse, a pesar de los loables esfuer-
zos de los filósofos y los científicos por mantener el ideal de la pre-
eminencia de la racionalidad teorética, como el mundo en el que el
afán de dominio se transmutó en una nueva forma de poder tecnoló-
gico y se posicionó como racionalidad predominante.
El incremento acelerado del poder tecnológico que hemos ex-
perimentado en los últimos cien años tiene, desde luego, una face-
ta positiva. Su contribución al desarrollo humano en el aumento
general de la duración y la calidad de la vida es innegable. Pero en
la otra cara de la moneda, el poder tecnológico ha tenido efec-
tos desastrosos. Por ejemplo, la unidad entre poder tecnológico y
poder industrial-militar ha ocasionado en apenas un siglo millones
de víctimas (humanos, seres vivos y ecosistemas enteros). La natu-
raleza de los conflictos bélicos se modificó radicalmente desde la
incorporación del poder tecnológico. Las guerras dejaron de ser
episódicas y detonantes de cambios históricos: con el poder tecno-
lógico actual, una guerra nuclear podría significar simplemente el
fin de la historia.
El mundo tecnológico está gobernado por una “movilización
total” de las fuerzas sociales y sus capacidades productivas, los re-
cursos y las energías naturales. Esa movilización se ha expresado
no sólo en el espectacular desarrollo material del mundo humano,
sino también en su incrementada capacidad para devastar la natu-
raleza y destruirse a sí mismo. Como había advertido ya Ernst
Jünger, la época de la “movilización total” por el poder técnico co-
menzó con la Primera Guerra Mundial, en la que las naciones más
industrializadas arrastraron a toda su sociedad a una conflagra-
ción de catastróficas consecuencias. Y como Nicol lo observaba
después, esa primera guerra mundial marcó el fin de toda una era
(anterior a la expansión del poder tecnológico) y el inicio de una
nueva guerra sin cuartel, de un periodo histórico de violencia sin
tregua, que, como hoy podemos atestiguar, no parece que vaya a
detenerse en el futuro inmediato.
36 INTRODUCCIÓN

Por eso una filosofía de la tecnología no puede dejar de lado ese


otro rasgo esencial de la racionalidad tecnológica. La tecnología es
poderosa en diversos sentidos: positivamente significa poder hacer,
aumentar capacidades de acción, inventar, crear, descubrir nuevas
posibilidades humanas. Pero ligada a la capacidad operativa se en-
cuentra el aspecto negativo del poder como sujeción, control, unifor-
midad, destrucción, ruptura de límites naturales que, por lo menos,
abre una gama de inciertas consecuencias. Lo que caracteriza a la
tecnología contemporánea no es sólo su mayor eficacia y eficien-
cia, sino también su mayor poder destructivo, desequilibrante y
subordinante.
En consecuencia, ha llegado el momento en el que volvamos la
mirada y reconozcamos, junto con los innegables beneficios, los
efectos negativos del proyecto del dominio tecnológico del mundo.
La razón del dominio no ha podido autodominarse, no puede poner-
se límites para autorregularse. Por ello, es la razón ético-filosófica
la que tiene que cumplir la misión de convertirse en la conciencia
crítica de dicho poder. Debemos cuestionarnos, por ejemplo: ¿a qué
costo hemos obtenido los beneficios sociales e individuales del do-
minio tecnológico del mundo?; ¿esta racionalidad pragmático-tec-
nológica, poderosa y eficaz, pero no responsable de sus efectos, es
el modelo más excelso de la razón humana?: ¿los ideales utópicos
del desarrollo tecnológico representan una vía deseable para el de-
sarrollo humano, o por el contrario, ponen en peligro la sustentabi-
lidad de nuestra civilización o los rasgos definitorios de la autocon-
ciencia ética de la humanidad?
Ha llegado, pues, la hora en que el ser humano debe poner lí-
mites éticos a su poder tecnológico, cuestionando las bases de la
lógica del dominio sobre la naturaleza, así como los fundamentos y
la finalidad misma de tal proyecto histórico.
El mundo tecnológico se ha convertido en el entorno indispen-
sable para los fines pragmáticos de los seres humanos porque han
devenido fines indispensables, desplazando a los fines teóricos y
contemplativos, a los estéticos o religiosos y a cualquier modalidad
que no responde directamente a la presión de la nueva forma univer-
INTRODUCCIÓN 37

sal de necesidad pragmática. La razón tecnológica configura ahora


las condiciones de la experiencia humana: la forma en que nos repre-
sentamos el mundo, la manera en que actuamos en él y los criterios
que usamos para valorarlo. Es una matriz a partir de la cual se nos
revela el mundo y desde la cual lo concebimos y actuamos en él.
Esas características totalizadoras del mundo tecnológico han
provocado en los últimos cincuenta años ambigüedad y desasosie-
go en la actitud del sujeto contemporáneo ante el poder técnico. En
efecto, en dicha actitud se mezclan sentimientos de dependencia y
de rechazo, de esperanza y de temor ante el avance expansivo del
poder tecnológico. Permanece, por lo menos en algunos sectores de
la sociedad contemporánea, una doble experiencia de orgullo y
de humillación por los logros tecnológicos, de prepotencia e impo-
tencia, de confianza en los avances técnicos pero de inseguridad
por sus efectos desconcertantes y, a veces, destructores de la
mundanidad. Esta ambigüedad ha sido consecuencia de los efectos
negativos del poder tecnológico que se han revelado ya con toda su
crudeza en la crisis ambiental y climática, en algunas catástrofes
tecnológicas (como Chernobyl) y en los terribles efectos de las tec-
nologías bélicas (Hiroshima y Nagasaki). La sociedad contemporá-
nea queda totalmente anonadada, y a veces temerosa, cuando la
hybris de la tecnología se evidencia; pero, por otro lado, conserva
firmemente las esperanzas y los sueños utópicos que heredó de sus
antecesores ilustrados: beneficiarse de ese poder de transformación
radical del mundo esperando que la tecnología ayudará a curar to-
dos nuestros males.
¿Por qué intentar entonces poner freno y límites ético-filosófi-
cos al desarrollo tecnológico? Nadie pretende renunciar a los in-
negables logros para el bienestar humano que la tecnología ha re-
portado: los avances en biomedicina, la consolidación de una cultura
científica y secular, las telecomunicaciones y la potenciación del
conocimiento mediante el intercambio intensivo de información, la
extensión global de nuevas posibilidades de acción, que han influi-
do en la vida social creando las bases materiales para la realización
del ideal moderno de la autonomía del sujeto.
38 INTRODUCCIÓN

En efecto, el proyecto ilustrado de dominio tecnológico sobre


la naturaleza impulsó de manera decisiva la emancipación del indi-
viduo, así como la secularización y racionalización de la sociedad
occidental. La autonomía del sujeto sólo es factible si éste cuenta
con posibilidades y alternativas para escapar de las determinaciones
naturales y sociales (culturales, religiosas, morales, políticas). Y la
tecnología es por excelencia la que crea esas nuevas posibilidades de
acción y pone las bases materiales de nuevas capacidades de desarro-
llo individual y colectivo. Pero sólo crea las condiciones materiales
para el ejercicio pleno de la autonomía, y no da la autonomía por sí
misma. Por otra parte, la extensión del poder tecnológico hacia to-
dos los campos de la actividad social también posibilitó nuevas
formas de necesidad y de sujeción, de enajenación y de impotencia
que debilitaron el ejercicio de la libertad individual, así como las
fuerzas simbólicas que cohesionaban a la sociedad en torno a las
identidades colectivas tradicionales. Es decir, el poder tecnológico
tiene un doble filo: libera y subordina, permite deshacerse de viejas
necesidades e impone nuevas determinaciones, se gana en posibi-
lidades y se pierde en otras. En el mundo tecnológico, el individuo
se enfrenta a una doble realidad: por un lado, experimenta (o se
ilusiona con) la potenciación de la libertad individual mediante la
tecnología; pero, por otro lado, percibe y sufre la fragmentación
social y el aislamiento, los problemas ecológicos y políticos pla-
netarios ante los cuales se denota una creciente incapacidad para
actuar solidariamente, para determinar criterios y valores universa-
les, y para superar el relativismo o el escepticismo moral que neutrali-
zan la responsabilidad ética. La libertad en el mundo tecnológico tiene
que lidiar contra la impotencia y contra una mayor vulnerabilidad
individuales ante los problemas comunes, tanto ambientales como
políticos y sociales.
El poder tecnológico ha sido, por tanto, un acicate de la eman-
cipación del ser humano, pero también ha conformado un nuevo
sistema de necesidades y de determinaciones que lastran o que ter-
minan por pulverizar las capacidades individuales para realizar
esas mismas potencialidades de libertad.
INTRODUCCIÓN 39

Así pues, la sociedad tecnológica contemporánea enfrenta un


gran desafío: debe resolver la ambivalencia que caracteriza nuestra
relación con la tecnología; debe liberarse quizá de ciertos ideales
utópicos y de ingenuas visiones tecnoentusiastas, pero también tiene
que superar el viejo escepticismo ante el poder técnico para lograr
reintegrar la tecnología en el conjunto de la cultura, y aprovechar
así su fuerza transformadora para continuar el proyecto moderno
de emancipación individual y de solidaridad social en un nuevo
orden político planetario.
El problema para la filosofía consiste en descifrar cómo contri-
buir a forjar una nueva actitud ante la tecnología, que reconozca y
potencie sus virtudes como fuerza de emancipación social y de au-
tonomía individual, pero que también genere un nuevo sentido de
responsabilidad colectiva que reoriente y refrene los excesos nega-
tivos del poder tecnológico que afectan a la naturaleza ambiente y a
la vida humana.
La filosofía de la tecnología representa en gran medida un in-
tento por superar estas fluctuaciones de la actitud moderna ante el
poder tecnológico. Ello supone que es posible comprender la racio-
nalidad intrínseca al mundo tecnológico, puesto que es, a fin de
cuentas, un producto humano; y que, con base en la comprensión
de sus características esenciales, es factible encontrar una nueva
modalidad de relación con la tecnología que no absorba o enajene
al ser humano, pero que tampoco lo aleje —por temor y descon-
fianza— de las posibilidades emancipadoras que ella ofrece para la
vida. De esa manera, podríamos transformar el “desasosiego” ac-
tual en una nueva actitud de prudencia, a la vez que de confianza
en nuestras acciones tecnológicas.

***

Esta obra fue terminada gracias al apoyo de la Dirección General


de Asuntos del Personal Académico de la UNAM, mediante el pro-
yecto especial “Bioética y gen-ética” (PAPIIT IN407205) que dirigió
la doctora Juliana González. El capítulo sobre Nicol está basado en
40 INTRODUCCIÓN

un ensayo previo y más extenso que publicó la UNAM en 1999 con


el título El problema del fin de la filosofía y la negación de la historia en
Eduardo Nicol. Dicho trabajo había recibido en 1997 el Premio de
Ensayo Eduardo Nicol en la Facultad de Filosofía y Letras. Asimis-
mo, una parte del capítulo sobre Heidegger está basado en una
versión previa que se publicó como artículo en la revista Signos
Filosóficos de la UAM-Iztapalapa, número 10, julio-diciembre de 2003.
Quiero expresar mi profundo agradecimiento a mi familia, a
mis amigos, colegas y alumnos por su generoso y cálido apoyo
durante los terribles meses en que mi salud se vio seriamente com-
prometida. He sido bendecido por el amor de muchas personas
con quienes estoy en deuda; en particular, con mi esposa Adriana,
a la que debo lo mejor de mis últimos años. Especialmente, mi agra-
decimiento a Juliana González, por sus enseñanzas y por el afec-
tuoso apoyo que siempre he recibido de ella tanto en lo académico
como en lo personal.
PRIMERA PARTE

LOS ANUNCIADORES
DEL RIESGO MAYOR
MARTIN HEIDEGGER: AL ENCUENTRO
CON LA ESENCIA DE LA TÉCNICA

La esencia de la técnica sólo surge a la luz del día


lentamente. Ese día es la noche del mundo trans-
formada en mero día técnico. Ese día es el día
más corto. Con él nos amenaza un único invierno
infinito. Ahora, no sólo se le niega protección al
hombre, sino que lo salvo de todo lo ente perma-
nece en tinieblas. Lo salvo [Heil] se sustrae. El
mundo se torna sin salvación, pierde todo carác-
ter sagrado.
HEIDEGGER, ¿Y para qué poetas?

SI BIEN el problema de la técnica no fue para Heidegger objeto pri-


mordial de su filosofía, la misteriosa esencia de la técnica mantuvo
en vilo las meditaciones heideggerianas durante muchos años y, a
mi juicio, suscitó en el pensador de la Selva Negra algunas de las
reflexiones ético-ontológicas más profundas y trascendentes de su
obra, pues éstas se convirtieron en una pieza clave en la búsqueda
de un replanteamiento de la pregunta fundamental por el ser.
Heidegger percibió una radical ambivalencia en el fenómeno
de la técnica moderna que resulta determinante para el futuro de la
humanidad: por un lado, la técnica moderna (la tecnología y la tec-
nociencia)1 revela el destino de Occidente como posibilidad del sur-
gimiento de una relación más profunda y originaria con el ser, esto
es, la posibilidad de una nueva era de la revelación del ser en el

1
En este capítulo nos referiremos al mundo tecnológico con la expresión
que Heidegger utiliza: “técnica moderna”.

43
44 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

mundo; por otro, sin embargo, conlleva un peligro mayor para la


subsistencia del carácter libre y abierto a la totalidad de lo existen-
te, que es propio de la naturaleza del ser humano.
Esta doble apariencia se funda en las dos dimensiones en que
Heidegger pensó la técnica contemporánea: como “ser-a-la-mano”
(instrumento) y como imperativo a priori o estructura (que no es un
instrumento) que rige todas las acciones técnicas en el mundo. Así
pues, la pregunta heideggeriana por la técnica distinguió entre la técni-
ca como objeto (artefactos y sistemas técnicos) y la esencia de la téc-
nica, que no puede confundirse con nada técnico. Para Heidegger,
la amenaza para el ser humano, pero también la posibilidad de una
revolución ontológica, no residen en la técnica en tanto objeto, sino
en tanto imperativo que emplaza y conmina a los seres humanos a
dominar la naturaleza. Por ello, la humanidad se halla frente a un
dilema ante ese imperativo proveniente de la esencia de la técnica
moderna: puede ser totalmente absorbida por su influjo o puede
dar lugar a una relación más originaria y profunda con el ser para
que éste se revele de nuevas formas. Pero si la humanidad perdie-
ra la oportunidad de revelar el sentido del ser más allá del modo
tecnológico que ahora predomina, ello implicaría también la pérdi-
da irreparable de otras formas antiguas de desocultamiento del ser
y la posible desfiguración de la autoconciencia humana —y he ahí
el peligro principal que Heidegger logró advertir en la fascinación
contemporánea por el poder tecnológico—.

EL CONTEXTO HISTÓRICO-POLÍTICO
DE LA FILOSOFÍA HEIDEGGERIANA DE LA TÉCNICA

Como lo ha estudiado Michael Zimmerman,2 el interés heideggeria-


no por la técnica surge a partir de tres factores vinculados al turbu-
lento contexto socio-político en que vivió el filósofo alemán: a) la

2
Cf. Michael Zimmerman, Heidegger’s Confrontation with Modernity, Techno-
logy, Politics, Art, caps. 1-7.
MARTIN HEIDEGGER 45

posición conservadora y anti-modernista que Heidegger compartió


con el nacionalismo conservador e incluso con el nacionalsocialismo;3
b) la influencia decisiva de Ernst Jünger (uno de los pensadores con-
servadores más lúcidos), y su concepción de la técnica como “movi-
lización total” en Der Arbeiter (El trabajador),4 y c) el polémico involu-
cramiento de Heidegger con el nacionalsocialismo, como indicio de
que el filósofo veía en el nazismo una opción política —entre las
democracias capitalistas y el comunismo bolchevique— para enfren-
tar la crítica situación de Alemania en los años de entreguerras.
Se ha señalado en varias ocasiones la profunda deuda heideg-
geriana con la concepción de la técnica moderna de Ernst Jünger.5
La concepción jüngeriana de la técnica está enmarcada por la expe-
riencia del escritor en la Primera Guerra Mundial, en la que sirvió
en el frente y por lo cual recibió la más alta distinción prusiana de
guerra. Jünger fue llamado nuevamente a filas durante la Segunda
Guerra Mundial, pero fue cesado del ejército alemán en 1944 al
sospecharse que había participado en el complot para asesinar al
Führer. A diferencia de Heidegger, y a pesar de haber servido en el
ejército durante el régimen nazi, Jünger criticó y se opuso abierta-
mente a la política del nazismo.

3
El conservadurismo alemán de principios del siglo XX veía en la “moder-
nidad” tecnológica e industrial un peligro para el Geist germánico. La moderni-
dad levantaba suspicacias por la ruptura cultural que implicaba la revolución
tecnológica e industrial, el cientificismo racionalista y el positivismo, así como
por las consecuencias políticas y sociales de la “modernización”: individualis-
mo y sentido materialista de la vida, la democracia representativa y el libre
comercio. Muchos intelectuales alemanes conservadores veían en esos fenóme-
nos “fuerzas oscuras” que destruirían los “valores” del pueblo alemán. Para
ellos, tan peligroso era para el espíritu germánico tanto el capitalismo indus-
trial cuanto el bolchevismo. Algunos creyeron, Heidegger entre ellos, que el nacio-
nalsocialismo podría haber sido una tercera vía que fundara un “nuevo comien-
zo” de la civilización germánica (europea) al reencontrar sus orígenes espiri-
tuales. Este nuevo comienzo cuasi mítico habría liberado al pueblo alemán de
la enajenación del trabajo y de las decadentes estructuras propias de la socie-
dad tecnológica industrial.
4
Véase M. Zimmerman, op. cit., caps. 4-6.
5
Idem.
46 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Jünger reflexiona sobre el enorme potencial destructivo y letal


de las tecnologías bélicas, y el consecuente carácter despersonaliza-
do e industrializado de la guerra moderna. La guerra se ha conver-
tido en un fenómeno de “movilización total” de la sociedad; por
primera vez, arrastra a la confrontación y destrucción a cada nación
en su conjunto; moviliza todas sus potencialidades, su economía y
su industria, sus instituciones, su fuerza de trabajo, y desde luego,
toda su estructura política. Las consecuencias pueden ser devas-
tadoras (como lo fueron de hecho las dos guerras mundiales). La
movilización total es un fenómeno característico de la técnica mo-
derna que se expresa en lo que Jünger denomina la figura (Gestalt)
de El Trabajador. La técnica moderna está conformando una nueva
etapa histórica que se define, según Jünger, por el estereotipo ex-
tendido planetariamente de El Trabajador, ante el cual se rinden
todas las sociedades, independientemente de su régimen político
(por eso no había opción entre capitalismo y comunismo, ambos
sistemas están subordinados a la figura de El Trabajador). En el
mundo de la movilización total técnica, la sociedad se ordena en
vistas sólo de un único fin: la eficacia productiva. Por eso el trabaja-
dor acaba siendo no un ideal, sino la única figura posible para la
vida social. El Trabajador es, pues, una estructura metafísica que
emplaza a todos los individuos hacia un única finalidad, y que con-
duce a una sociedad cerrada y movilizada en su totalidad por el
poder técnico-económico-militar. La técnica ha dejado de ser un
simple instrumento, se ha convertido en una estructura que deter-
mina y rige toda la actividad humana sin dejar otra alternativa.
Heidegger retomará, sin duda, la idea de El Trabajador de
Jünger como base para su concepción de lo Ge-stell, que analizare-
mos más adelante. Pero se distancia de la visión apocalíptica de
Jünger, pues verá en la técnica moderna una ambigüedad: un peli-
gro y un destino para la civilización occidental. La ambivalencia
con la que Heidegger pensó la técnica se gestará desde los años
treintas. En ese periodo resulta crucial un capítulo que marcará la
vida del filósofo: su adhesión al nacionalsocialismo.
MARTIN HEIDEGGER 47

Para que Alemania saliera de la terrible crisis económica y po-


lítica requería de un régimen capaz de poner orden e impulsar el
desarrollo técnico e industrial del país para reinsertarlo en la com-
petencia internacional, y de ese modo, librarlo del peligro de una
revolución comunista. Ésta era la posición que Heidegger compar-
tía con los sectores más conservadores de la sociedad alemana. Pero
Heidegger desconfiaba, como otros intelectuales conservadores, de
que el desarrollo tecnológico e industrial condujera a Alemania hacia
la asimilación con la vida social de las democracias occidentales y
adoptara sus valores de individualismo, desorden político, demo-
cracia representativa, banalización de la vida cotidiana y mercan-
tilismo. De hecho, ese modelo político había fracasado ya, por di-
versas circunstancias, durante la República de Weimar.
Obsérvese el diagnóstico sobre la era tecnológica que Heidegger
expone en unas líneas de la Introducción a la metafísica (1935):

Desde el punto de vista metafísico, Rusia y América son lo mis-


mo; en ambas encontramos la desolada furia de la desenfrenada
técnica y de la excesiva organización del hombre normal. Cuando
se haya conquistado técnicamente y explotado económicamente
hasta el último rincón del planeta, cuando cualquier acontecimiento
en cualquier lugar se haya vuelto accesible con la rapidez que se
desee, [...] cuando el tiempo ya sólo equivalga a velocidad, instan-
taneidad y simultaneidad y el tiempo en tanto historia haya des-
aparecido en cualquier ex-sistencia de todos los pueblos, [...] cuan-
do las cifras de millones en asambleas populares se tengan por un
triunfo... entonces, sí, todavía entonces, como un fantasma que se
proyecta más allá de esas quimeras, se extenderá la pregunta: ¿para
qué?, ¿hacia dónde?, ¿y luego qué?
[...]
La decadencia espiritual del planeta ha avanzado tanto que los
pueblos están en peligro de perder sus últimas fuerzas intelectua-
les, las únicas que les permitirían ver y apreciar tan sólo como tal
esa decadencia [entendida en relación con el destino del ser]. Esta
simple constatación no tiene nada que ver con un pesimismo cul-
48 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tural, aunque ciertamente tampoco con el optimismo; porque el


oscurecimiento del mundo, la huida de los dioses, la destrucción
de la Tierra, la masificación del hombre, el odio que desconfía de
cualquier acto creador y libre, han alcanzado en toda la Tierra una
dimensión tal que categorías tan pueriles como pesimismo u opti-
mismo se han vuelto ridículas desde hace tiempo.6

En la famosa entrevista con Der Spiegel de 1966 (que se publicó


póstumamente en 1976) se revela que en los manuscritos de la In-
troducción a la metafísica Heidegger escribió estas líneas que luego
se suprimieron en la edición: “Lo que hoy se ofrece por ahí como fi-
losofía del nacionalsocialismo, pero que no tiene lo más mínimo
que ver con la interna verdad y la grandeza de este movimiento (a
saber, con el encuentro de la técnica, extendida en todo el planeta, y
del hombre moderno) [...]” Asimismo, Heidegger afirma:

[...] a lo largo de los últimos treinta años, se ha hecho cada vez


más claro que el movimiento planetario de la técnica moderna es
un poder cuya capacidad de determinar la historia apenas puede
apreciarse. Hoy es para mí una cuestión decisiva cómo podría co-
ordinarse un sistema político con la época técnica actual y cuál
podría ser. No conozco respuesta a esta pregunta. No estoy con-
vencido de que sea la democracia.7

Heidegger pensaba en aquellos años treintas que otro modelo


social era posible y el nacionalsocialismo parecía ser una opción
viable para dominar el poder de la técnica, pero sin sucumbir ante
ella, como lo habían sufrido las democracias liberales de Occidente.
El gran filósofo alemán creía que el nazismo era el régimen capaz
de encontrar una relación fructífera con la técnica en la conducción
del pueblo alemán a la reconquista de sus orígenes y su grandeza

6
Martin Heidegger, Introducción a la metafísica, pp. 42-43.
M. Heidegger, La autoafirmación de la universidad alemana. El rectorado 1933-
7

34. Entrevista del Spiegel.


MARTIN HEIDEGGER 49

mancillada; la revolución nacionalsocialista produciría un verda-


dero renacimiento espiritual. Con esta convicción, Heidegger pasó
de una simple simpatía a una adhesión política por el nacionalso-
cialismo al considerarlo como un movimiento revolucionario de
alcances metafísicos.
A pesar de la adhesión de Heidegger al nazismo,8 no me pare-
ce aceptable la tesis que reduce su filosofía a ser una manifestación
de la ideología fascista, pero tampoco es posible sostener que el
pensamiento heideggeriano estuvo totalmente al margen de sus
“opiniones” políticas, puesto que fueron más que meras opiniones.
De acuerdo con lo que señala Rüdiger Safranski, el involucramiento
de Heidegger con el nacionalsocialismo tuvo razones filosóficas: Hei-
degger admiraba al Führer y creía que el nazismo iba a desencade-
nar una verdadera revolución metafísica no sólo para que Alemania
recuperara su orgullo y unidad nacional, sino para que Occiden-
te reemprendiera la senda de una relación abierta con el ser. Con
Hitler a la cabeza comenzaba para Heidegger una nueva época his-
tórica no sólo para el pueblo alemán, sino para toda la civilización
occidental.9

8
Según el testimonio de Karl Jaspers, quien entregó después de la guerra un
informe decisivo para la inhabilitación académica de Heidegger, éste no com-
partió el antisemitismo brutal y agresivo del régimen, pero nunca lo combatió;
asumió pasivamente todas las políticas discriminatorias que ordenaba el Esta-
do no sólo en las universidades (cuando fue rector y después), sino en todos los
ámbitos civiles. No le causaba ningún problema que los judíos fueran exclui-
dos de la academia y de la vida social. Dejó de visitar a Husserl y evitó el
contacto con profesores y alumnos judíos. A pesar de esta indiferencia moral (o
indolencia) e incapacidad total de crítica a un régimen totalitario, no se le puede
imputar a Heidegger el no haber visto con anticipación el carácter criminal del
nazismo ni mucho menos responsabilizarlo como un colaborador en el genoci-
dio de judíos y otras minorías, así como en el asesinato y persecución de todos
los opositores al régimen nazi. Véase Rüdiger Safranski, Un maestro en Alema-
nia. Martin Heidegger y su tiempo, cap. 14.
9
Safranski apunta: “Lo que sucedió con la conquista de poder por parte de
los nacionalsocialistas significaba para Heidegger una revolución; era mucho
más que política, era un nuevo acto de la historia del ser, un cambio de época.
Para él, con Hitler comienza una época nueva”. Heidegger interpretó la revolu-
ción nacionalsocialista a partir de su visión filosófica del mundo. Comprome-
50 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

La “aventura” de Heidegger como colaborador académico del


Tercer Reich inició al ser designado rector de la Universidad de
Friburgo (1933-1934), con la promoción y respaldo del régimen, por
medio de su ingreso en 1933 a la Kulturpolitische Arbeitsgemeins-
chaft Deutscher Hochschullehrer, asociación corporativista nazi de
los profesores universitarios alemanes. El primero de mayo de ese
mismo año, Heidegger se hizo miembro del partido nazi y, al pare-
cer, nunca dejó de serlo; y el 27 de mayo pronunciaría el tristemen-
te célebre discurso del rectorado La autoafirmación de la universidad
alemana, en el que expresa su compromiso con el régimen y su ad-
hesión al “principio del caudillaje”, es decir, la sumisión a los man-
datos del Führer.10 Como es bien sabido, Heidegger no se retractó
de su vinculación con el nacionalsocialismo sino hasta que las auto-
ridades francesas de ocupación, al finalizar la guerra, le prohibie-
ron enseñar en la universidad entre 1946 y 1949.11 Heidegger dimi-

tió su filosofía con su interpretación de la realidad histórica y política. Safranski


agrega: “Se le había ocurrido algo filosófico en relación con Hitler, había puesto
en juego motivos filosóficos y abierto de golpe un escenario filosófico totalmen-
te imaginario para el acontecer histórico” (Rüdiger Safranski, op. cit., cap. 13,
pp. 272 y 279).
10
Al conocerse por toda Europa en los años anteriores a la guerra, este dis-
curso causó conmoción en muchos colegas, amigos y otros académicos que ya
admiraban el genio filosófico de Heidegger. Para muchos, como Jaspers o Bult-
mann, significó la ruptura con Heidegger. En particular, Jacques Ellul comen-
taría años después, según el relato de Patrick Chastenet: “que un pensador que
se equivoca políticamente de este modo tan garrafal, no puede ser de ninguna
ayuda para comprender el mundo en el que vive”. Hans Jonas escribe en sus
Memorias: “ya que Heidegger había ejercido en mí una gran influencia, se trata-
ba de una cruel y amarga decepción, que afectaba no sólo a su persona, sino
también a la capacidad de la filosofía para proteger a los individuos de este
género de aberración. En lo que concierne a la originalidad de su pensamiento,
Heidegger representa una poderosa figura de la historia intelectual, un precur-
sor que había explorado nuevos territorios. La adhesión del pensador más pro-
fundo de la época a […] los batallones de las camisas pardas me parecía una ca-
tastrófica debacle de la filosofía, una vergüenza para la historia mundial, una
bancarrota del pensamiento filosófico mismo” (Hans Jonas, Souvenirs, p. 226).
11
En entrevista con Der Spiegel de 1966 Heidegger intentó una explicación
de su “error político” de apoyar el nazismo. Aceptó hablar abiertamente del
tema, pero urdió una versión suavizada de su colaboración con el régimen como
MARTIN HEIDEGGER 51

tió del puesto de rector de la Universidad de Friburgo por sus pro-


pios desacuerdos con las autoridades nazis del Ministerio de Educa-
ción, y no porque fuera obligado a ello. Las intrigas de sus enemigos
académicos, también de filiación nazi, impidieron que Heideg-
ger accediera a dirigir una Academia Nacionalsocialista de Profe-
sores (que nunca se realizó), propuesta por él mismo como órgano
de adoctrinamiento ideológico y de control de la enseñanza supe-
rior. No obstante, Heidegger sirvió todavía al régimen entre 1934 y
1936 participando en una comisión de filosofía del derecho en la
Academia Alemana de Derecho, que presidía Hans Frank, comisa-
rio de justicia del Reich.12
Heidegger se decepcionó del nacionalsocialismo al ser segre-
gado de los altos puestos académicos del régimen por las intrigas e
informes descalificadores de sus enemigos. Los altos mandos del
Reich nunca lo tomaron en serio y consideraban que su interpreta-
ción filosófica del nacionalsocialismo era por demás oscura y am-
bigua. Porsu parte el pensador alemán comprendió entonces que
el régimen nazi también había sucumbido al poder de la técnica y
que no representaba una diferencia radical con respecto a otros re-
gímenes políticos de Occidente. La gran revolución nacionalsocia-
lista había fracasado, a los ojos de Heidegger, por el deslumbrante
poder de la técnica. El filósofo de Messkirch se distanció del nazis-
mo pero nunca criticó ni se opuso abiertamente a sus políticas tota-
litarias y racistas.13 No fue capaz de reconocer posteriormente cómo
un gran filósofo de gran capacidad reflexiva como él podía haber
caído en sus propias ilusiones políticas, interpretando los sucesos

si hubiera sido en realidad una forma sui generis de resistencia. Las investiga-
ciones posteriores de los biógrafos como Otto Pöggler, Safranski o Hugo Ott
han desmentido por completo esa versión.
12
De acuerdo con Safranski, y según el discurso de apertura del propio
Frank, esta comisión tenía el encargo de poner nuevas bases para el derecho
alemán con los valores de “raza, Estado, caudillo, sangre, autoridad, fe, suelo,
defensa, idealismo” propios del nacionalsocialismo. (R. Safranski, op. cit., p. 330).
13
En algunos pasajes de su libro sobre Nietzsche, Heidegger critica la meta-
física de racismo y del biologismo y, veladamente, su utilización en la política
racista del Tercer Reich.
52 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

de su época a partir de sus especulaciones metafísicas, motivado


más bien por su propia fascinación por el poder que se manifestó
en su ciega admiración por el Führer. Como les ha sucedido a mu-
chos intelectuales, la seducción que ejerce el carismático político
que encarna el poder, y más si éste es absoluto, puede obnubilar
toda capacidad crítica y reflexiva. Quizá sea esa misma fascinación
por el poder lo que hará que en los textos posteriores, Heidegger
mantenga una posición ambivalente ante la esencia de la técnica,
estructura metafísica del mundo que marcará el rumbo y el destino
de la historia moderna.
El nazismo dio enorme impulso al desarrollo tecnológico y se
basó en la industria militar y en la política del rearme para lanzarse
a la conquista de lo que consideraba su Lebensraum. El Tercer Reich
era un régimen militarista y tecnocrático14 que materializaba la fi-
gura jüngeriana de la “movilización total”. Pero no consiguió do-
minar la técnica (como Heidegger esperaba) ni la subordinó a unos
fines políticos racionales; por el contrario, sucumbió al influjo del

14
¿Qué habría sido del Tercer Reich sin el extraordinario aparato tecnológi-
co que poseía? En gran medida, en el régimen nazi se manifestó por primera
vez, de manera asombrosa y temible, la expansión del poder totalizador no
sólo en las tecnologías y la industria bélicas, sino en los aparatos del Estado y
sus instituciones políticas, judiciales, policiales, sanitarias, educativas, propa-
gandísticas, etc. La política nazi se revistió de una cara tecnocrática como justi-
ficación ideológica. Por ejemplo, el programa de “eutanasia” T4, antecedente y
experimento de la solución final, se concibió como una tarea técnica de higiene
pública para eliminar a todos los indeseables (enfermos mentales y gente con
discapacidades). Y el genocidio de judíos, gitanos y otras minorías se planteó
cínicamente como una solución técnica de limpieza étnica de los territorios ocu-
pados. Para muchos de los administradores y ejecutores de esos programas,
sus funciones no eran más que tareas técnicas incluso rutinarias. El asesinato
masivo se rigió por criterios de eficacia y eficiencia productiva; la participación
de la industria alemana no sólo se redujo a beneficiarse con el trabajo judío
esclavizado, sino también en el diseño y construcción de las cámaras de gas, los
crematorios, los sistemas de registro y control, de comunicaciones, el sistema
ferroviario, etc. No hacía falta que todos los participantes en el genocidio estu-
vieran convencidos ideológicamente o que sintieran intensamente un odio
antisemita para participar en los crímenes nazis, bastaba con que cumplieran
sus tareas “técnicas” asignadas.
MARTIN HEIDEGGER 53

poder tecnológico en la expresión de la fuerza bruta, del militaris-


mo, del totalitarismo político y de la guerra de exterminio. Sin tan-
ques, aviones, submarinos, misiles y V2, etcétera, y sin la organiza-
ción técnico-militar y policial de la sociedad entera, los afanes de
supremacía y la política genocida del nazismo no habrían sido si-
quiera una posibilidad. El régimen nazi es un terrible ejemplo de
cómo el poder tecnológico absolutizado, expresado en poderío mi-
litar, y combinado con una política de devastación y guerra total,
puede conducir a una nación a su autodestrucción.
El viraje de Heidegger, del entusiasmo por la revolución nacio-
nalsocialista a la preocupación por el poder excesivo de la técnica y
su capacidad de dominar la vida política y social, se percibe ya en
textos como La época de la imagen del mundo (1938). Este viraje mar-
cará el inicio de su crítica a la técnica como poder metafísico que
subordina la existencia humana. A partir de ese momento el tema
del poder tecnológico se convierte en una clave de la interpreta-
ción de la historia de la metafísica y en pieza decisiva de la reformu-
lación de la pregunta por el ser, que ocuparán las meditaciones
heideggerianas en la época de posguerra.
Después de la guerra, y a partir de la Carta sobre el humanismo
(1947), no habrá en los textos heideggerianos casi ninguna referencia
política o alusión al nacionalsocialismo, ni mucho menos ninguna
crítica a este periodo de la historia alemana. A partir de la explora-
ción de la esencia de la técnica en La pregunta por la técnica (1949-53),
la filosofía heideggeriana concentra su mirada, a lo largo de varios
textos, en el fenómeno más determinante de nuestra era, pero no
contendrá prácticamente ninguna exploración, o muy vaga, de los
problemas concretos derivados del desarrollo tecnológico. Heideg-
ger sólo mostrará una abstracta y tenue preocupación por algunos
problemas ecológicos, como el de los efectos de la energía nuclear y
su uso militar, ya en plena guerra fría. La meditación heideggeriana
de la técnica se hará cada vez más oscura y cifrada.
La filosofía de la técnica heideggeriana intenta situarse en un
plano ontológico y no empírico, por lo que es comprensible que
Heidegger no se interesara en estudiar el desarrollo tecnológico
54 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

como tal ni los problemas concretos que estaba provocando en el


medio ambiente y en el mundo social. Sin embargo, el descubri-
miento heideggeriano de la esencia de la técnica y la identificación
del peligro que representa ésta para la libertad del ser humano es
un acontecimiento que marca el sentido no solo de la historia de
Occidente, sino de toda la humanidad; es decir, no puede plantear-
se en un plano ontológico abstracto, sino en el contexto de la evolu-
ción de nuestra civilización. Heidegger no es explícito sobre la evo-
lución histórica de la técnica ni sobre el significado que cobra en
nuestros tiempos la forma en que se manifiesta la técnica. Como
veremos en este capítulo, el peligro que representa la esencia de la
técnica queda cubierto de misterio y de cierta mistificación, lo cual
oscurece aún más las advertencias que el filósofo alemán formula
en su intento por salir al paso al destino de la civilización tecnológica.

LAS DOS FACETAS DE LA FILOSOFÍA


HEIDEGGERIANA DE LA TÉCNICA

Analizaré la filosofía de la técnica heideggeriana a partir de la dife-


renciación de dos etapas que se sitúan en torno a sendas obras
cruciales en la producción del filósofo de Messkirch. Tales textos
son, por un lado, los capítulos 2, 3 y 4 de la primera sección de Ser y
tiempo y, por otro, La pregunta por la técnica. Intentaré mostrar que
existe entre estos dos periodos de la concepción heideggeriana de
la técnica una continuidad evolutiva, pero una diferencia sustantiva,
pues tienen por objeto dos dimensiones distintas del fenómeno téc-
nico contemporáneo.
En efecto, en la primera perspectiva, centrada en Ser y tiempo,
Heidegger aborda el tema de la técnica en el contexto del análisis
del “ser-en-el-mundo”. En Ser y tiempo, Heidegger describe la for-
ma habitual en que el Dasein se relaciona con los objetos técnicos.
Ahí, los artefactos (útiles) aparecen al servicio del ser humano, in-
corporándose a su mundanidad e incluso a su corporalidad; en ese
ámbito la técnica es sólo un instrumento.
MARTIN HEIDEGGER 55

En cambio, en el segundo periodo, que gira en torno a La pre-


gunta por la técnica, la perspectiva cambia para mostrar a la técnica
como un sistema complejo de acciones y fines, expandido planetaria-
mente y dominado por una especie de imperativo a priori que Hei-
degger denomina lo Ge-stell. La técnica ya no es sólo un instrumento
que el ser humano puede controlar y dominar, sino que se ha con-
vertido en un imperativo que lo conmina a transformar técnica-
mente su entorno. El mundo de los objetos técnicos ya no aparece
en el ámbito familiar de la instrumentalidad pragmática que se des-
cribía en Ser y tiempo; la técnica se muestra ahora como fuerza
planetaria que subsume a los objetos técnicos y a los agentes huma-
nos en una racionalidad pragmática unidimensional. Este plano
esencial de la técnica no lo percibimos cotidianamente y se nos oculta
en la praxis. Pero ambas dimensiones de la técnica son correlati-
vas: la de la técnica como objeto “a-la-mano” y la de la técnica como
fuerza o imperativo de transformación de la naturaleza.
Sin embargo, la concepción habitual que Heidegger denomina
“antropológico-instrumental” no distingue esos dos planos y con-
cibe la técnica en su conjunto como un instrumentum. Una de las
grandes aportaciones de Heidegger a la filosofía de la tecnología
consiste, a mi juicio, en la crítica de esa concepción instrumental
mediante la distinción, por un lado, entre la técnica en tanto útil en
los ámbitos pragmáticos inmediatos y, por otro, la esencia de la téc-
nica (no objetual) que se manifiesta, y a la vez, se oculta en el con-
junto de los grandes sistemas del mundo tecnológico, por ejemplo:
en una central nuclear o en una refinería petrolera, así como en las
insondables redes informáticas del ciberespacio.
Por consiguiente, mientras que en Ser y tiempo se despliega la
concepción antropológico-instrumental de la técnica, propia de la ac-
titud natural del sujeto ante el mundo tecnológico, en La pregunta
por la técnica, Heidegger realiza la crítica de dicha concepción para
mostrar que la esencia de la técnica reside en una fuerza no contro-
lable y manipulable enteramente por el sujeto, que se manifiesta como
emplazamiento de la naturaleza y del ser humano, a partir de un
imperativo tecnológico (lo Ge-stell).
56 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

PRIMERA FACETA.
EL ANÁLISIS DEL OBJETO TÉCNICO (ÚTIL) EN SER Y TIEMPO

El estar-en-el-mundo y la instrumentalidad

El “estar-en-el-mundo”15 (In-der-Welt-sein) conforma en Ser y tiem-


po el punto de partida de la analítica existencial del Dasein. Este
concepto se revela como la más originaria estructura ontológica del
Dasein. Ello significa que el ser humano no es una sustancia que
puede ser aislada de su entorno y que luego se inserta en una espa-
cialidad abstracta previamente dada. El ser humano está en unidad
con el mundo,16 siempre está siendo con y en un mundo, dándole
sentido, interpretándolo y comprendiéndolo.
El “estar-en” propio del Dasein no es equivalente, pues, a la
inclusión espacial de un ente dentro de otro ente. El sujeto humano
no está en el mundo de la misma manera en que decimos que un ente
está dentro de otro; por ejemplo, un traje en el armario o un pez en
una pecera. El ser humano está en el mundo como pez en el agua y

15
Utilizo la expresión “estar-en-el-mundo” de la traducción de Ser y tiempo
a cargo de Jorge Eduardo Rivera (Ser y tiempo, trad. de Jorge Eduardo Rivera),
en lugar de la fórmula de la traducción de Gaos (FCE, México, 1985): “ser-en-
el-mundo”, pues la primera es más adecuada para la comprensión de este con-
cepto. El “estar” es el acto de ser: la forma propia del Dasein. Éste no es una
esencia, es una “estancia”, ex-sistencia abierta al ser. Todas las citas de Ser y
tiempo provienen de esa nueva traducción, con algunas variantes de la traduc-
ción clásica de Gaos que indicaré entre corchetes. Todas las citas se cotejaron
con el original en alemán.
16
Heidegger advierte la equivocidad del concepto “mundo”. Este término
puede significar: a) la totalidad de entes que están dentro del mundo; b) la re-
gión ontológica que comprende a una clase de entes intramundanos, por ejem-
plo, “mundo de la ciencia”, “mundo de la música”, “mundo de la política”, los
cuales designan el conjunto posible de entes comprendidos en un ámbito de la
actividad humana; c) puede significar también el ámbito propio “en el que vive”
el ser humano (distinto del “mundo de entes”): mundo circundante, mundo
doméstico, mundo propio y cercano; d) designa, por último, la “mundanidad”
como a priori del mundo en general, de todo mundo posible. Heidegger utiliza
el tercero y el cuarto sentidos y, por ello, emprende el análisis de la mundanidad
como el ámbito más inmediato del Dasein.
MARTIN HEIDEGGER 57

no como pez en la pecera; es decir, él está en su propio contorno


mundano. Heidegger afirma que el modo auténtico del “estar-en”
del hombre es el residir, el habitar, el estar acostumbrado y familia-
rizado. El ser del hombre se caracteriza entonces por habitar un
mundo, por estar siempre familiarizado con su propio contorno vital,
en sentido espacial y corporal, pero también simbólico y espiritual.
Ahora bien, el “estar-en” del Mundo [das “Sein bei” der Welt] no
se refiere a una mera contigüidad del Dasein y el mundo, al mero es-
tar una cosa “junto a” otra. El ser humano, en tanto ente, puede
estar “ahí” simplemente junto a otros entes, pero su constitución
existencial tiene una dimensión distinta: sólo él tiene siempre un
mundo, sólo él está en una relación inherente y compenetrante con
su entorno. En cambio, las cosas carecen de mundo, están simple-
mente dentro del mundo. Heidegger distingue así entre el “estar-
en” propio del Dasein, como una determinación existenciaria, y el
“estar-dentro-de” de cualquier ente, incluido el individuo mismo
en tanto cuerpo físico, en tanto que considerado ónticamente. Por
ello, el sujeto humano no es una “cosa pensante” que luego está
confinada en un cuerpo dentro de un espacio físico, sino un “cuer-
po vivo” que habita el espacio comprendiéndolo, que reside en el
espacio compenetrándose con otros entes, interpretando los confi-
nes de su entorno.
El “estar-en-el-mundo” vincula al Dasein con los entes que “sa-
len al encuentro” en el entorno. Los entes que “comparecen”
(begegnen) dentro del mundo constituyen todas las cosas naturales,
incluso la naturaleza entera como ente, así como el conjunto de los
objetos técnicos (útiles o utensilios) que nos rodean. Pero la mun-
danidad está conformada básicamente por las relaciones intencio-
nales del Dasein con los útiles, es decir, por la comprensión de los
entes de acuerdo con la finalidad técnica de utilidad que pueden
reportar para los intereses humanos.
Para designar cómo la intencionalidad técnica “constituye” al
útil, Heidegger acuña el neologismo Zuhandenheit (lo “a-la-mano”).
Lo “a-la-mano” no aparece como objectum, sino como cosa incor-
porada a nuestra propia actividad. El Zuhandensein (el ente “a-la-
58 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

mano”) se distingue del Vorhandensein (ente “a la vista” o “ante los


ojos”, como traduce José Gaos). El ente meramente presente no es lo
mismo que el ente-útil. El útil se revela ante nosotros en las in-
tencionalidades pragmáticas. Cuando percibimos los entes en la
forma de lo Vorhandenheit, los captamos como cosas situadas “ahí
delante” de nosotros, sin anticipar otro interés más que el puro co-
nocer teórico y sin establecer alguna relación pragmática. En cam-
bio, el “ente a la mano” (Zuhandensein) se revela con un significado
pragmático para nosotros y llama nuestro interés para algún fin
útil en el mundo de la vida. El utensilio es constituido por nues-
tra intencionalidad pragmática o técnica. Así, el carácter técnico de
un ente (un objeto técnico, por más rudimentario que sea) se fun-
da en la intencionalidad con que lo “experienciamos” (erfahren) en
el mundo.
Ahora bien, el estar-en-el-mundo del Dasein no se reduce a sus
meras intencionalidades técnicas, sino que se multiplica en diver-
sas formas concretas de intencionalidad. Heidegger enumera algu-
nas: producir, habérselas con algo, averiguar, interrogar, empren-
der, contemplar, discutir, etcétera. Todas son formas de actividad
vinculante con el entorno (incluidas la reflexión y la contempla-
ción) mediante las cuales nos las “habemos” con los prágmata.
Todas las formas del estar-en-el-mundo tienen como base el
modo del “ocuparse” (Besorgen). Besorgen se refiere en el lenguaje
cotidiano al “llevar a cabo”, “realizar algo” o emprender una activi-
dad. Heidegger denota con este término un existenciario —como
traduce Gaos— o estructura ontológica que designa el “ser de una
determinada posibilidad del estar-en-el-mundo”. La Sorge o cuida-
do como existenciario del Dasein es, pues, la estructura ontológica
que designa la actividad referencial e intencional, el estar siempre
“ocupado” de las cosas, en que consiste el estar-en-el-mundo. Dice
Heidegger: “el Dasein, entendido ontológicamente, es Sorge, cuida-
do. Puesto que al Dasein le pertenece por esencia el estar-en-el-
mundo, su estar vuelto al mundo es esencialmente ocupación”.17

17
M. Heidegger, Ser y tiempo, p. 83.
MARTIN HEIDEGGER 59

El “ocuparse-de” no es una propiedad secundaria del ser hu-


mano. El Dasein no puede suspender su relación vinculante con el
mundo, por ello es un “ser-ahí”, pues su esencia consiste en la com-
penetración con el mundo y, en primer lugar, con el conjunto de
objetos y tareas técnicos. Ahora bien, en la mundanidad no se da
primordialmente un conocer teórico, sino un saber-actuar o saber-
hacer. Esto significa que la intencionalidad pragmática está en la
base de la existencia humana y sobre ella reside toda otra forma de
relación con el mundo.

[...] en el conocimiento el Dasein alcanza un nuevo estado de ser


respecto del mundo ya siempre descubierto en el Dasein. Esta nue-
va posibilidad de ser se puede desarrollar en forma autónoma,
convertirse en tarea y asumir, como ciencia, la dirección del estar-
en-el-mundo. Sin embargo, el conocimiento no crea por primera
vez un “commercium” del sujeto con un mundo, ni este commercium
surge tampoco por una actuación del mundo sobre un sujeto. El
conocimiento es un modo del existir [del Dasein] que se funda en
el estar-en-el-mundo.18

El útil y la utilidad

Como se ha indicado, el modo primario del estar-en-el-mundo no


es el conocer teórico, sino la “ocupación” pragmática que usa y ma-
nipula los entes que comparecen dentro del mundo. Esta forma pri-
maria en la que el Dasein tiene que “habérselas” con los entes
intramundanos es también una modalidad de conocimiento, pero
una modalidad práctica y vivencial del conocer. Desde esta pers-
pectiva, la descripción de los entes intramundanos no consiste en
un conocimiento puro de propiedades entitativas, sino en una de-
terminación de su ser tal como aparece para la intencionalidad prag-
mática del ser humano, y no como se revelaría para la contempla-
ción teórica.

18
Ibid., p. 88.
60 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

¿Cuáles son los entes intramundanos? Heidegger alude al con-


cepto griego de prágmata como “aquello con lo que uno tiene que
habérselas en el trato de la ocupación”, es decir, en la praxis. Hei-
degger designa al ente que comparece útil (Zeug).19 El útil es el ente
que “sirve-para” y que tiene referencia hacia una finalidad prag-
mática: los útiles sirven para hacer algo en cualquier género de ac-
tividad. ¿Pero qué es lo que hace de un objeto un útil?: la red de
referencias pragmáticas que le dan sentido. Un útil nunca es un
objeto aislado, sino que siempre pertenece a un grupo de útiles que
tienen una función específica, y que en conjunto sirven para una
determinada ocupación. El ser del útil se revela en la estructura del
“para-algo”, es decir, en la remisión o referencia del útil hacia una
obra o finalidad específica. El todo concreto en que el útil cobra
sentido es el mundo de los útiles y sus utilidades.

Al ser del útil pertenece siempre y cada vez un todo de útiles


[Zeugganzes], en el que el útil puede ser el útil que él es. Esencial-
mente, el útil es “algo para…” Las distintas maneras del “para-
algo”, tales como la utilidad, la capacidad para contribuir a, la
empleabilidad, la manejabilidad, constituyen una totalidad de úti-
les [Zeugganzheit].20

Cada útil hace referencia a su propia función, como el martillo al


martillar (en el ejemplo de Heidegger) o el lápiz al escribir, y cada
uno remite al conjunto de útiles con los que está imbricado: el marti-
llo con la sierra, el destornillador, el taladro; en tanto que el lápiz con
el cuaderno, la regla, el compás, etcétera. A su vez, cada útil remite al
entorno concreto en donde se actualiza su potencial utilidad.
Lo que el “ocuparse-de” encuentra en el mundo no son entes
“ante los ojos”, sino prágmata: cosas que hay que hacer, cosas de las
que hay que ocuparse por medio de útiles (herramientas, instru-

19
Zeug designaría “cosa” en general, Heidegger a veces precisa: “Schreib-
zeug”: útil para escribir, “Werkzeug”: herramienta; lo que hace a una “cosa”
un útil es la pragmaticidad (Zeughaftigkeit), es decir, la cualidad de ser útil.
20
M. Heidegger, Ser y tiempo, p. 96.
MARTIN HEIDEGGER 61

mentos, dispositivos técnicos), cosas que hay que producir, fabri-


car, usar, modificar, transformar, arreglar, utilizar. El “ocuparse-
de” (Sorge) revela el sentido técnico de los entes como cosas “a la
mano”, es decir, qua útiles.
Así pues, Heidegger desarrolla en estos pasajes la primera on-
tología moderna de la instrumentalidad y del mundo pragmático,
mediante la cual el sujeto interpreta, comprende y actúa en el mun-
do utilizando las cosas intramundanas (naturales y artificiales), de
acuerdo con los fines que él mismo se propone.
Por otra parte, el análisis de Heidegger es pionero en esa onto-
logía del objeto técnico, pues descubre que la esencia de dicho objeto
no consiste sólo en su mera presencia material, sino principalmente
en su presencia e interconexión simbólica. El fundamento del útil
(podríamos también decir: la tecnicidad del útil) reside en el ple-
xo de referencias o red de remisiones pragmáticas con las que está
vinculado en un contexto de uso específico. El ser del útil se revela
en su carácter instrumental. Un útil no es jamás una cosa aislada que
tenga sentido en sí misma; es, por lo general, un objeto que hace
referencia a un conjunto coherente de útiles diseñados para una
específica finalidad pragmática. Un útil remite de inmediato (y bas-
ta asirlo o empuñarlo) a otros útiles que son necesarios para em-
prender y completar una determinada tarea.
Lo que Heidegger denomina “circunspección” (Umsicht) es la
comprensión pragmática de los útiles que desvela en la unidad for-
mal/material del útil las remisiones necesarias para ubicarlo en un
contexto adecuado de uso. Este “ver en torno” —como traduce
Gaos— de la circunspección es esencialmente una acción pragmáti-
ca y no una actividad teorética. Dice Heidegger: “cuanto menos se
contemple la cosa-martillo, cuanto mejor se eche mano del martillo
usándolo, tanto más originaria será la relación con él, tanto más
desveladamente comparecerá como lo que es, un útil”.21
El ser del útil se revela, entonces, como disponible y maneja-
ble, como dispuesto para cumplir una específica finalidad prag-

21
Ibid., p. 97.
62 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

mática. Si el sujeto comprende adecuadamente esta finalidad, en-


tonces se produce un uso técnico del útil, es decir, se lo usa apropia-
damente. Heidegger señala al respecto: “el puro mirar hacia tal o
cual ‘aspecto’ de las cosas [...] no es capaz de descubrir lo a la mano.
A la mirada puramente ‘teorética’ hacia las cosas le falta la com-
prensión del estar a la mano”.22
Ahora bien, otra peculiaridad de lo “a-la-mano” que descubre
Heidegger es la propiedad del útil que posibilita al sujeto incorpo-
rarlo a su actividad.23 El útil incorporado y —en cierta forma— ocul-
to o fusionado en la acción técnica no se comporta como un objeto
ajeno; al contrario, el útil se convierte en aquello mediante lo cual el
sujeto realiza una labor. Pero el útil recobra su mera forma objetiva
y externa precisamente cuando no funciona e impide que el sujeto
alcance sus propósitos. Así, cuando el usuario lleva a cabo un uso
técnico del útil, y cuando alcanza un grado alto de destreza, no está
consciente todo el tiempo del objeto-útil, sino que lo incorpora a los
movimientos de su cuerpo, como si fuera una extensión de sus
miembros corporales, logrando con ello incrementar el rendimien-
to y la potencia de su actividad.24 El grado de destreza que un ope-
rario alcanza en el manejo de un instrumento de trabajo —en cual-

22
Idem.
23
En esta idea idea de la incorporación del objeto técnico sigo en la interpre-
tación de los textos heideggerianos que hace Don Ihde, quien tiene el mérito de
recuperar desde una perspectiva fenomenológica, la filosofía heideggeriana
de la técnica en varios de sus escritos. Véase, Don Ihde, Technics and Praxis.
24
Muchos ejemplos pueden darse de este fenómeno: los anteojos que se
“encarnan” y dejan de ser un medio “a través” del cual alguien puede ver: ojos
y anteojos forman (para el miope) una unidad mundana de acción. En cambio,
un objeto que altera la visión ordinaria, como un telescopio o un microscopio,
mantienen su carácter objetivo y “abstracto”; no se incorporan a la acción mun-
dana del ver, pues el ver a través del microscopio no es un “ver en torno”, sino
un observar “teórico” que requiere una mediación intelectual. Todavía más, el
ver “a través” de un radiotelescopio ya ni siquiera es un ver “con los ojos”, sino
un observar de orden distinto que requiere conocimientos específicos para po-
der interpretar los datos que se obtienen con dicho dispositivo. Heidegger ha
mostrado una particularidad del “modo de existencia de los objetos técnicos”:
la capacidad de los objetos técnicos para ser incorporados (a veces, casi encarna-
dos) e integrados a la actividad técnica del ser humano.
MARTIN HEIDEGGER 63

quier tipo de arte o técnica— está en función del nivel de “incorpo-


ración” del útil, de tal manera que éste no se enfrente al sujeto como
algo ajeno.25
El útil se mimetiza en los movimientos corporales del operario;
está “oculto”26 porque ha sido fusionado en el continuo de la acción
del sujeto. De hecho, con lo que primero tiene que habérsela el ac-
tuar cotidiano no son los útiles mismos qua objetos, sino con la obra
entera como finalidad, que es el sentido último al que remiten los
utensilios.
Ahora bien, en cada obra hay una referencia a los materiales o
materia prima para producir algo. Por medio del uso técnico de los
útiles, la naturaleza misma aparece como “utilizable”, como un útil
en su totalidad. Por ello, como observa Heidegger —idea que desa-
rrollará en La pregunta por la técnica—, la naturaleza no aparece en la
intencionalidad pragmática como ente “ante los ojos”, ni siquiera
como fuerza natural: “El bosque es reserva forestal, el cerro es can-
tera, el río, energía hidráulica [...] Con el descubrimiento del ‘mun-
do circundante’ comparece la ‘naturaleza’ así descubierta”.27 Téc-

25
En El origen de la obra de arte, Heidegger toma como ejemplo un par de bo-
tas campesinas plasmadas en un cuadro de Van Gogh. La imagen de las botas
nos muestra la finalidad inherente de estos objetos: la utilidad. Sólo en el uso
las botas son útiles que sirven-para. Y esta finalidad es tanto más plena cuan-
to menos son contempladas por el usuario como objetos “a la vista”; mientras
menos presentes están para el usuario, y más incorporados a su actividad coti-
diana: “Lo son tanto más cuanto menos piensa la labradora en sus botas duran-
te el trabajo, cuando ni siquiera las mira y las siente” (M. Heidegger, “El origen
de la obra de arte”, en Caminos de bosque, p. 23).
26
Si observamos, en cambio, cómo se enfrenta alguien a un objeto técnico
que desconoce y no domina (sea un instrumento musical, una herramienta o
una computadora) será evidente la “tosca” objetividad material del útil ante el
sujeto. Lo mismo sucede con el útil descompuesto; mejor, “indispuesto”. El útil
puede estar deformado, averiado o semidestruido, pero, en todo caso, sigue
estando a la mano. La “inempleabilidad” del útil no se descubre por una mira-
da contemplativa que analiza sus componentes o su forma, sino por la circuns-
pección pragmática del trato cotidiano con las cosas. Al descubrir la
“inempleabilidad” del útil, su no-disponibilidad remite negativamente a su fi-
nalidad pragmática.
27
M. Heidegger, Ser y tiempo, p. 98.
64 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

nicamente, la naturaleza no es contemplada ni admirada, se la com-


prende como una gran reserva de “materia prima”, como un útil
que sirve-para-fabricar otros útiles. En el modo técnico de compren-
der la naturaleza quedan ocultos otros posibles sentidos, como ser
objeto de contemplación estética o fuente de lo sagrado, por ejem-
plo. El filósofo alemán ha intuido en estos pasajes de Ser y tiempo un
problema esencial en el desarrollo histórico de la técnica: en la
mundanidad instrumental incluso la naturaleza entera, en tanto ente,
se reduce a ser un útil para satisfacer las necesidades humanas.
De ahí que la intencionalidad pragmática, si bien primaria en
el orden de la praxis, quizá no sea la más originaria en el orden del
conocimiento. Ello implica que la esencia del ser humano ha sido
alterada en la actividad instrumental. El sujeto que ve a la naturale-
za como un útil reduce su capacidad para vincularse con las cosas
en otras modalidades de relación epistémica y ontológica. El hecho
de que en el mundo tecnológico predomine la racionalidad prag-
mática (véase la segunda parte de este trabajo) señala que se han
modificado las capacidades humanas para relacionarse con el ser.
Por otro lado, la comprensión técnica que reduce la naturaleza
entera a ser útil a la mano puede implicar una “ocultación” de su
esencia. En los textos que analizaremos más adelante, Heidegger
reparará en este problema, que es clave para la formulación de su
crítica a la técnica moderna.

El problema de la reducción instrumental


en Ser y tiempo

Heidegger descubre un peligro potencial en la instrumentalidad


mundana:

Estar-en-el-mundo [...] quiere decir: absorberse atemática y


circunspectivamente en las remisiones constitutivas del estar a la
mano del todo de los útiles. La ocupación es, en cada caso [...]
sobre la base de una familiaridad con el mundo. En esta familiari-
MARTIN HEIDEGGER 65

dad, el Dasein puede perderse en las cosas que comparecen den-


tro del mundo y ser absorbido por ellas.28

Se revela, de este modo, el peligro esencial de la relación ins-


trumental del ser humano con el mundo, que caracteriza a la mo-
dernidad y que está en la base del desarrollo tecnológico de nuestro
tiempo. Es necesario precisar que aquello que Heidegger describe
como una estructura ontológica a priori es, más bien, el resultado de
un proceso histórico por el cual la relación humana con la naturale-
za cambia radicalmente a partir de la técnica moderna; y ésta se dife-
rencia de otras formas históricas de relación con la naturaleza por-
que la instrumentalización de todos los entes intramundanos, incluso
de lo humano mismo, no había sido posible en la historia anterior.
No obstante, y aunque Heidegger pretende ubicarse en un pla-
no ontológico y no histórico, se puede advertir que la descripción
de los entes “a-la-mano” que el pensador alemán realiza se parece,
paradójicamente, más al mundo de la técnica premoderna que al
mundo de la tecnología actual.29 El mundo de objetos técnicos des-
crito en Ser y tiempo (descrito con aparente objetividad, sin que se
interponga ninguna valoración) está más cercano al mundo de las
técnicas tradicionales anteriores a la Modernidad, pero que coexis-
ten actualmente con los sistemas tecnocientíficos. Pero aunque Hei-
degger idealice de algún modo la técnica premoderna (el trabajo
artesanal y cuasi artístico propio de la Antigüedad), ha mostrado
en Ser y tiempo, de manera clara y quizá no intencionada, cuál es el
fundamento de la racionalidad pragmático-tecnológica contem-
poránea: la reducción de la naturaleza entera a la dimensión de
cosa-instrumento. Empero, en Ser y tiempo parece no haber una valo-

28
Ibid., 103.
29
Günther Anders criticaba duramente a Heidegger por los anacronismos
de los análisis de Ser y tiempo: “su ‘mundo instrumental’, su Zeugwelt es un
mundo de artesanos de aldea, un mundo de talleres de manufactura. Con ra-
zón llamó Scheler a la filosofía de Heidegger una ‘ontología de zapatero’. Las
fábricas no existen todavía en Ser y tiempo; sus análisis no sólo no son marxis-
tas [...], sino que son premarxistas, precapitalistas incluso” (véase Günther An-
ders, Llámese cobardía a esa esperanza, p. 52).
66 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ración ética sobre la génesis de este acontecimiento epocal propio


de la modernidad. Por ello, no podemos afirmar que exista en Ser y
tiempo un intento de crítica a la tecnología contemporánea, tal como
existe en los textos de la segunda etapa de la meditación heidegge-
riana sobre la técnica.

LA “ÉPOCA DE LA IMAGEN DEL MUNDO”


COMO FUNDAMENTO DE LA TÉCNICA MODERNA

El viraje de la concepción instrumentalista de la técnica hacia una


concepción de la esencia de la técnica como emplazamiento de la
naturaleza y del ser humano, será ya claro a partir de La época de
la imagen del mundo (1938). En este ensayo, Heidegger desentraña el
fundamento metafísico común de la ciencia y la técnica modernas.
La tesis esencial que se sostiene allí es que la ciencia no funda a la
técnica sólo por proveerla de conocimientos teóricos, ni la técnica
puede entenderse como “ciencia aplicada”, sino que ambas activi-
dades se sustentan en la misma modalidad de relación con el ser: la
comprensión moderna del ser que reduce todo lo real a ente-repre-
sentado, a objeto para un sujeto que lo domina.
Por ello, Heidegger señala que la ciencia moderna se separa
del paradigma antiguo de “contemplación” del mundo. El proyec-
to científico moderno no busca simplemente teorizar sobre el ser,
sino que “le pide cuentas a lo ente” —como sostiene Heidegger—.
Esto es, la ciencia moderna se caracteriza por emplazar la realidad
natural para que ésta revele su insospechada configuración inter-
na. La principal operación de la ciencia moderna es, pues, la “re-
ducción intelectual” de la naturaleza en las formalizaciones mate-
máticas (como también lo explicará más extensamente Husserl).30
Las teorías científicas se constituyen como la representación ade-
cuada de lo real en un lenguaje formalizado. Las ciencias modernas

30
Véase Edmund Husserl, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología
trascendental.
MARTIN HEIDEGGER 67

calculan todo lo ente mediante el análisis matemático; la naturale-


za entera se convierte así en objeto de un cálculo anticipatorio.

Esta objetivación de lo ente tiene lugar en una re-presentación cuya


meta es colocar a todo lo ente ante sí de tal modo que el hombre
que calcula pueda estar seguro de lo ente o, lo que es lo mismo,
pueda tener certeza de él. La ciencia se convierte en investigación
única y exclusivamente cuando la verdad se ha transformado en
certeza de la representación. Lo ente se determina por vez pri-
mera como objetividad de la representación y la verdad como cer-
teza de la misma en la metafísica de Descartes.31

La esencia de la modernidad reside —según Heidegger— en la


capacidad de representar el mundo como objeto de cálculo. Lo dis-
tintivo de la ciencia moderna es la escisión entre sujeto y mundo
(objeto) que subyace en sus teorizaciones.32 En la modernidad, la
humanidad se convierte así en el centro de referencia universal.
Pero esto implica que la concepción del ser se ha modificado tam-
bién; toda la realidad ha debido ser reducida a ser-pensado, ser-
imagen. La consolidación de esta metafísica del sujeto, que caracte-
riza a la modernidad, representa la instauración de una visión
antropocéntrica y subjetivista del mundo.
Lo propiamente moderno reside en que el ser humano se hace
una “imagen del mundo” o hace del mundo una imagen dominada
por la subjetividad. La “imagen del mundo” incluye por igual a la
naturaleza y a la historia, al mundo natural y al mundo humano.
Se trata de una reducción del cosmos entero a una representación
que podría ser conocida y explicada exhaustivamente y, por tan-
to, que está en posibilidad de ser dominada y controlada intelec-
tual y técnicamente.

31
M. Heidegger, “La época de la imagen del mundo”, en Caminos de bosque,
p. 72.
32
“Objeto [Gegenstand] en el sentido de ob-jeto sólo se da allí donde el hom-
bre se convierte en sujeto, donde el sujeto se convierte en yo, y el yo en ego cogito”
(M. Heidegger, “Superación de la metafísica”, en Conferencias y artículos, p. 75).
68 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

La “imagen del mundo” ha sido la condición de posibilidad de


una relación habitual y familiar del sujeto moderno con la totalidad
de los entes. Por eso, en la forma moderna de la mundanidad, los
entes aparecen a disposición, están “a la mano”. El sujeto moderno
vive la experiencia de poseer ante sí un mundo transparente,
omniabarcable, cognoscible y manejable. El sujeto “está al tanto”
del mundo, esto quiere decir que él cree conocer todo lo ente, cree
poder desocultar el ser de todo lo que aparece en una imagen siste-
mática y ordenada de la realidad.

El hombre [...] trae aquí la naturaleza, la produce, para sí mismo.


Este traer aquí, este producir [herstellen], debemos pensarlo en toda
su amplia y múltiple esencia. El hombre encarga [be-stellen] la na-
turaleza allí donde ella no basta a su representar [vor-stellen]. El
hombre produce cosas nuevas allí donde le faltan. El hombre des-
plaza [um-stellen] las cosas de allí donde le molestan. El hombre
des-coloca [ver-stellen] las cosas allí donde le distraen de sus pro-
pósitos. El hombre expone [aus-stellen] las cosas allí donde las eva-
lúa para su compra y utilización. [...] En esa múltiple producción
el mundo es detenido y llevado a su estar. [...] Frente al mundo
como objeto, el hombre se exhibe a sí mismo y se establece como
aquel que impone todas estas producciones deliberada o inten-
cionalmente.33
[...] En donde llega a darse la imagen del mundo, tiene lugar
una decisión esencial sobre lo ente en su totalidad. Se busca y se
encuentra el ser de lo ente en la representabilidad de lo ente.34

En la re-presentación del mundo, el ser humano se sitúa frente


al ente y se convierte en sujeto que engloba en una ideación al obje-
to-imagen-mundo. Lo decisivo de la conversión de la realidad en la
estructura cosa representada/sujeto representante, es, según
Heidegger, que el sujeto moderno toma, como resultado de una

33
M. Heidegger, “¿Y para qué poetas?”, en Caminos de bosque, p. 214.
34
M. Heidegger, “La época de la imagen del mundo”, en op. cit., p. 74.
MARTIN HEIDEGGER 69

libre voluntad, una posición como ente cognoscente capaz para com-
prender y abarcar la imagen total del mundo. En tal decisión, el
sujeto toma el puesto del “representante del ser”. Por ello, el proce-
so por el cual el mundo se convierte en imagen es el mismo por el
que el ser humano se convierte en subjectum de todo lo ente.

La técnica moderna y el humanismo metafísico

Heidegger afirma que el antropocentrismo ontológico de la metafí-


sica occidental culmina en el humanismo. Éste consiste, de acuerdo
con el pensador alemán, en la interpretación filosófica que explica y
valora la totalidad del ser a partir de lo humano y en función de sus
fines. El humanismo supone que el mundo se ha convertido en ima-
gen, en la medida en que la humanidad se ha asumido como subjec-
tum y se ha pensado a sí misma como el centro de toda relación
posible con el ser. Humanismo es, pues, antropocentrismo ontológico.
En ¿Y para qué poetas? (1946), Heidegger realiza de manera ex-
plícita una crítica a la modernidad tecnológica fundando su argu-
mentación en la noción de la “imagen del mundo”. En ese texto
reafirma que la naturaleza entera ha sido dominada por el “re-pre-
sentar” humano (que no sólo es teorético, sino técnico): el sujeto
moderno se revela como el productor y dominador del mundo. Hei-
degger observa que la instauración de esta voluntad que la humani-
dad se ha “autoimpuesto”, de ese mandato de dominio del mundo
por el que la totalidad de lo real es representada, producida y trans-
formada en función de los fines humanos, constituye el proceso
moderno que nace de la “esencia oculta” de la técnica.
Sólo a partir de la época moderna comienza a manifestarse esa
esencia como “destino de la verdad de lo ente en su totalidad”.35 La
modernidad coincide con el despliegue de la esencia de la técnica.
Heidegger observa también cómo la esencia de este fenómeno se
manifiesta en la ciencia y en el Estado modernos:

35
M. Heidegger, “¿Y para qué poetas?”, en op. cit., p. 215.
70 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

La ciencia moderna y el Estado total, en su calidad de resultados


necesarios de la esencia de la técnica, son también su consecuen-
cia. Lo mismo se puede decir de los medios y formas empleados
para la organización de la opinión pública mundial y de las repre-
sentaciones cotidianas del ser humano. No sólo se objetiva técni-
camente lo vivo para su dominio y utilización, sino que el ataque
de la física atómica a las manifestaciones de vida como tal, se en-
cuentra en pleno esplendor. En el fondo, la propia esencia de la
vida debe entregarse en manos de la producción técnica. [...] El
poder esencial de la técnica también se muestra allí, donde toda-
vía se intenta dominar la técnica con ayuda de antiguas posicio-
nes de valor en terrenos secundarios [...] el uso de maquinarias y
la fabricación de máquinas no son ya en absoluto la propia técni-
ca, sino sólo el instrumento más adecuado para la instauración de
su esencia en el medio objetivo de sus materias primas. [...] el he-
cho de que el hombre se convierta en sujeto y el mundo en objeto,
es una consecuencia de la esencia de la técnica que se establece a sí
misma y no al contrario.36

Ahora bien, en cuanto representador y productor, está también el


ser humano expuesto a ser objetivado por su propia imagen del
mundo. Así, el individuo mismo se convierte en un mero “recurso
humano”. Dice Heidegger: “en la medida en que el hombre cons-
truye técnicamente el mundo como objeto, se obstruye voluntaria y
completamente el camino hacia lo abierto [la presencia del ser en
su verdad], que de todas formas ya está bloqueado. El hombre que
se autoimpone es asimismo, quiéralo o no, sépalo o no, el funciona-
rio de la técnica”.37
El peligro mayor que se cierne sobre la humanidad se revela
para Heidegger —en ¿Y para qué poetas?— como aquella separación
entre lo humano y el ser, aquella disrupción entre el ser que aconte-
ce y se despliega como verdad y el ser reducido a ente técnico. Se
trata de una separación frente al ser y contra el ser:
36
Idem.
37
Ibid., p. 218.
MARTIN HEIDEGGER 71

Lo mortal no es la tan mentada bomba atómica, en cuanto especial


maquinaria de muerte. Lo que hace tiempo amenaza mortalmente
al hombre, y precisamente con la muerte de su esencia, es lo in-
condicionado del puro querer, en el sentido de su deliberada auto-
imposición en todo. Lo que amenaza al hombre en su esencia es
esa opinión de la voluntad que piensa que por medio de una libe-
ración, transformación, acumulación y dirección pacíficas de las
energías naturales, el hombre puede hacer que la condición hu-
mana sea soportable para todos y, en general, dichosa. […] Lo que
amenaza al hombre en su esencia es la opinión de que esa auto-
imposición de la producción podría arriesgarse sin peligro [...] Lo
que amenaza al hombre en su esencia es la opinión de que la pro-
ducción técnica pone al mundo en orden, mientras que es precisa-
mente ese orden el que nivela a todo ordo [sic] o todo rango en la
uniformidad de la producción y, de este modo, destruye de ante-
mano el ámbito del posible origen de un rango y reconocimiento a
partir del ser.38

En la Carta sobre el humanismo (1947), Heidegger abunda sobre


la conexión entre la concepción metafísica del mundo que desem-
boca en la técnica moderna, el humanismo (antropocentrismo, me-
jor dicho) y el “olvido del ser”. Para Heidegger todo humanismo se
basa en la tradición metafísica del olvido del ser por el ente. Toda deter-
minación de la esencia del hombre proviene de una representación
de lo humano como sujeto ante lo ente. Esta interpretación de lo
real desde la subjetividad no sólo olvida la pregunta por el ser, sino
que impide la pregunta misma, puesto que ya no la comprende.
Según Heidegger, el humanismo metafísico invirtió el problema,
puesto que es el ser mismo lo que interpela al ser humano, y no éste
el que puede dominar lo ente. Heidegger insiste en la Carta sobre el
humanismo en que la esencia del hombre es la ex-sistencia; es decir,
la forma extática propia del Dasein: existir es estar abierto al ser, a
toda modalidad de lo ente más allá de su mera comprensión (repre-

38
Ibid., p. 219.
72 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

sentación) entitativa. El “estar abierto” al ser significa asistir a la


desocultación del ser que se manifiesta por medio del lenguaje. En
esta actitud no prevalece la intención de dominar lo ente, sino de
recibir el despliegue del ser en todas sus manifestaciones. Presen-
ciando la desocultación del ser, el ser humano deja que lo ente acon-
tezca en sí mismo, y que no sea reducido por las representaciones
del sujeto. Esta posibilidad corresponde a la esencia misma de lo
humano:

El hombre no es el señor de lo ente. El hombre es el pastor del ser.


En este “menos” el hombre no sólo no pierde nada, sino que ga-
na, puesto que llega a la verdad del ser. Gana la esencial pobreza
del pastor, cuya dignidad consiste en ser llamado por el propio
ser para la guarda de su verdad. [...] En su esencia conforme a la
historia del ser, el hombre es ese ente cuyo ser, en cuanto existen-
cia, consiste en que mora en la proximidad del ser. El hombre es el
vecino del ser.39

Pero, como Heidegger lo señala, el “desocultamiento” del ser


es algo que no depende únicamente de la intencionalidad humana,
sino que es una “dádiva” del ser. El sujeto puede esperar, cultivar,
procurar la verdad del ser, pero no forzar o causar el desvelamiento
del ser. De ahí la famosa frase: “El hombre es el pastor del ser”. El
ser acontece más allá de las representaciones del sujeto puesto que:

El ser no es ni Dios ni un fundamento del mundo. El ser está esen-


cialmente más lejos que todo ente y, al mismo tiempo, está más
próximo al hombre que todo ente, ya sea una roca, un animal, una
obra de arte, una máquina, un ángel o los dioses. El ser es lo más
próximo. Pero la proximidad es lo que más lejos le queda al hom-
bre. El hombre se atiene siempre en primer lugar y solamente a lo
ente. Cuando el pensar representa a lo ente como ente, a lo que se

39
M. Heidegger, “Carta sobre el humanismo”, en Hitos, p. 281.
MARTIN HEIDEGGER 73

refiere es al ser. Pero lo que está pensando de verdad y en todo


momento es sólo lo ente como tal y jamás el ser como tal.40

Sin embargo, en el mundo tecnológico ha prevalecido el “olvi-


do” de la verdad del ser en favor de la re-presesentación intelectual
y pragmática de lo ente. La técnica, tal como la concibieron los grie-
gos, había sido un modo de “desocultar” la verdad del ser.41 El pro-
ducir (poien) significaba originalmente traer a la existencia al ente.
“En cuanto figura de la verdad, la técnica se funda en la historia de
la metafísica. Esta misma es una fase destacada, y hasta ahora la
única abarcable, de la historia del ser”.42 A pesar de ello, el sujeto
moderno se ha perdido entre lo ente, pues está absorbido en el mun-
do de los objetos técnicos producidos por él mismo, buscando obsesi-
vamente sólo el reflejo de sí mismo como productor y transforma-
dor de lo ente. Tal parece que la técnica moderna ha perdido la
capacidad de “desocultar” genuinamente el ser y, por el contrario,
lo “oculta” mediante la re-presentación y la producción tecnocien-
tífica de los entes.
La metafísica que soporta el surgimiento de la técnica moder-
na nos ha conducido al “olvido del ser”, pero Heidegger advierte
que no podremos deshacernos de esa metafísica, puesto que el olvi-
do del ser se produce como manifestación del ente, y sólo del ente.
Por ello Heidegger afirma: “La metafísica, en todas sus figuras y en
todos sus niveles históricos, es una única fatalidad, pero quizás tam-
bién la fatalidad necesaria de Occidente y el presupuesto de su do-

40
Ibid., p. 272.
41
En “De la esencia de la verdad” (1930), Heidegger argumenta que dicha
esencia es la libertad, entendida como el “dejar ser [sein-lassen] a lo ente”. Este
dejar ser al ser es un comprometerse [sich einlassen] con el ente: “Dejar ser —
esto es, dejar ser a lo ente como eso ente que es— significa meterse en lo abierto
y en su apertura, una apertura dentro de la cual se encuentra todo ente [...] Este
ámbito abierto fue concebido en sus inicios por el pensar occidental como lo no
oculto”. La £l»deia significa entonces “desocultamiento” de lo ente. Pero, ad-
vierte Heidegger, comprometerse en el desocultamiento del ser no es “perder-
se” en él, sino permitir que éste se manifieste tal como es. Véase M. Heidegger,
“De la esencia de la verdad”, en Hitos, pp. 159-160.
42
M. Heidegger, “Carta sobre el humanismo”, en op. cit., p. 280.
74 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

minio planetario”. La metafísica ha dejado al ser humano confundi-


do en el ente, sin que el ser mismo pueda ser objeto de experiencia,
sin que pueda ser desocultado en el claro (Lichtung) del ser, que es
el lenguaje.
Según Heidegger, la metafísica se ha consumado en la “volun-
tad de voluntad” que se manifiesta en el impulso técnico domina-
dor del mundo. La forma fundamental de esta “voluntad de poder”
es la técnica, que pone bajo su dominio todo lo ente: la naturaleza,
la cultura, la sociedad, el individuo, el cuerpo humano, etcétera.
Técnica es, pues, “metafísica consumada”, metafísica del dominio
de todo lo ente. En este fenómeno reside el peligro mayor para la
libertad esencial del ser humano. Por eso, en Superación de la metafí-
sica (1936-1946), Heidegger escribía:

A la forma fundamental de este aparecer, en la que la voluntad de


voluntad se instala y calcula en la ausencia de historia acontecida
del mundo de la Metafísica consumada, se la puede llamar con
una palabra, la “técnica”. Aquí este nombre abraza todas las zo-
nas del ente que están equipando siempre la totalidad del ente: la
Naturaleza convertida en objeto, la cultura como cultura que se
practica, la política como política que se hace y los ideales como
algo que se ha construido encima. La palabra “técnica” no desig-
na entonces las zonas aisladas de la producción y del equipamiento
por medio de máquinas. [...]
[…]
El nombre “la técnica” está entendido aquí de un modo tan
esencial, que en su significado coincide con el rótulo: la Metafísica
consumada. Este rótulo contiene el recuerdo de la tšcnh, que es en
general una condición fundamental del despliegue esencial de la
Metafísica. Este nombre hace posible al mismo tiempo que el ca-
rácter planetario del acabamiento de la Metafísica y del dominio
de ésta pueda ser pensado sin referirse a los cambios histórica-
mente demostrables de los pueblos y de los continentes.43

43
M. Heidegger, “Superación de la metafísica”, en op. cit., p. 72.
MARTIN HEIDEGGER 75

SEGUNDA FACETA.
EL DESCUBRIMIENTO DE LA ESENCIA DE LA TÉCNICA

La meditación heideggeriana expuesta en La pregunta por la técnica


(1949-1953)44 intenta preparar una relación libre con la técnica para
poder “experienciar” (erfahren) lo técnico en su propia determina-
ción. Ello supone que la relación que habitualmente tenemos con la
técnica no es libre. La peor manera de estar sometido a su esencia se
produce cuando la consideramos algo neutral que no merece nin-
gún cuestionamiento. Heidegger se sitúa así en posición de efec-
tuar una crítica a la técnica moderna, ya que está en juego la liber-
tad humana ante el ser. Tal crítica se sitúa desde la exterioridad del
imperativo técnico moderno y alcanza una dimensión ética.45 Lo
que Heidegger pretende pensar es la relación del ser humano con
la esencia de la técnica; es decir, con lo que rige el fenómeno de la
técnica, tanto moderna como antigua, pero que se oculta en los ob-
jetos y dispositivos técnicos, pues “la esencia de la técnica no es
nada técnico”. Heidegger advierte que mientras permanezcamos

44
Heidegger pronunció en Bremen, en diciembre de 1949 y en marzo de
1950, bajo el título “Einblick in das was ist” (Observación sobre lo que es) cua-
tro conferencias: Das Ding (La cosa), Das Gestell, Die Gefahr (El peligro) y Die
Kehre (La vuelta). La segunda conferencia es el origen de lo que expuso en 1953
en un curso de la Academia Bávara de Bellas Artes, titulado “Las artes en la era
de la técnica”, texto que después se convirtió en La pregunta por la técnica (Die
Frage nach der Technik). La primera conferencia es la base del texto homónimo
que se recoge en Ensayos y Conferencias (1954) y la cuarta conferencia dio origen
al texto publicado en 1962: Die Kehre (La vuelta).
45
Heidegger no habría aceptado que su crítica tiene un sentido ético. El filóso-
fo alemán pretendía exponer las consecuencias negativas para el ser humano,
que se derivan del influjo de la esencia de la técnica moderna. Así, él expone un
problema ontológico y no un problema ético. Sin embargo, si consideramos, como
Heidegger lo hace en la Carta sobre el humanismo, que la ontología es una “ética
original”, y si el problema que se plantea tiene que ver con el ser del hombre, la
relación que éste establece con la técnica moderna no puede ser más que un
problema para una ética “radical” que se piense desde las estructuras ontológicas
que definen lo humano. Lo que se pone en juego es lo más preciado del ser del
hombre: la libertad. Si la libertad está en juego, entonces estamos ante un pro-
blema ético.
76 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

“abandonados” a la esencia de la técnica considerándola algo neu-


tral, familiar y ya consabido, mientras la rechacemos o la admire-
mos y no hagamos la pregunta por su esencia, no podremos esta-
blecer una relación libre con ella.

Crítica de la concepción instrumentalista de la técnica

La pregunta por la técnica es una manera de acceder a la pregunta


por el ser, porque en nuestros tiempos la técnica es el modo predo-
minante de relación humana con el mundo. La pregunta heidegge-
riana por la técnica tiene una finalidad liberadora: superar la repre-
sentación usual de la técnica que impide comprender el sentido de
su esencia. Esa concepción usual se caracteriza, en términos gene-
rales, por afirmar y afirmarse en dos supuestos básicos: 1. La técni-
ca es un medio para lograr fines y 2. La técnica es una actividad
humana (depende de la decisión y la voluntad humanas). La técnica
es concebida como un útil o instrumentum. Estos dos supuestos com-
ponen la perspectiva de la concepción que Heidegger define como
“antropológico-instrumental”.
Para Heidegger esta concepción no es errónea, sino limitada.
Se restringe al fenómeno técnico dentro de la mundanidad instru-
mental que ha descrito en Ser y tiempo. La concepción antropológico-
instrumental46 contiene la certeza inmediata con que nos represen-

46
“La representación común de la técnica, según la cual ella es un medio y
una actividad humana, puede ser llamada la concepción instrumental y antro-
pológica de la técnica” (M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en Confe-
rencias y artículos, p. 10). Heidegger sostiene que son cinco las tesis que delimi-
tan la concepción habitual de la técnica: 1. La técnica es un medio inventado y
producido por el hombre. 2. La técnica moderna es, en tanto que instrumento,
la aplicación práctica de la ciencia moderna de la naturaleza. 3. La técnica in-
dustrial es un campo particular de la civilización moderna. 4. La técnica mo-
derna es la continuación progresiva y gradualmente perfeccionada, de la vieja
técnica artesanal. 5. La técnica moderna exige, en tanto que instrumento huma-
no, estar bajo el control del hombre. Éste debe asegurarse de su dominio así
como de su propia fabricación. Véase M. Heidegger, Langue de tradition et langue
technique, pp. 14-15).
MARTIN HEIDEGGER 77

tamos la técnica. Si la técnica es sólo un medio de actividad, el pro-


blema sólo consistiría en encontrar el mejor medio para nuestros
fines vitales. “Lo que queremos, como se suele decir, es ‘tener la
técnica en nuestras manos’. Queremos dominarla. El querer domi-
narla se hace tanto más urgente cuanto mayor es la amenaza de la
técnica de escapar al dominio del hombre”.47
El sujeto moderno se ha propuesto controlar y dominar la téc-
nica y ese afán se apoya en el supuesto de que ella sea un medio
que, como tal, se puede manipular y usar a voluntad. Pero Heidegger
cree que esta concepción encubre la verdadera relación que tene-
mos con la técnica. Ésta se oculta gracias a la obstinada intención
humana de dominar ese instrumentum, de desentrañar su poder y
conquistarlo.
Para descubrir la esencia de la técnica, Heidegger interroga el
sentido de lo instrumental. Lo instrumental refiere al dominio de los
fines y los medios, y al terreno de las causas y los efectos: lo instru-
mental remite a la causalidad.
Heidegger hace referencia a la clásica teoría aristotélica de la
causalidad y la pone a prueba en el camino de la desconstrucción
de la concepción antropológico-instrumental de la técnica.48 La
causalidad no debe interpretarse como un simple ocasionar algo,
sino como un traer-a-la-presencia, llevar a la existencia y de modo
patente algo que existía sólo de manera potencial. Según Heidegger,

47
M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en op. cit., p. 11. Las citas se
cotejaron con el original.
48
Sigamos el ejemplo que da Heidegger: un objeto producido, una copa de
plata. Preguntemos por sus causas. 1. Causa material, la plata; 2. Causa formal,
copa; 3. Causa final, copa sacrificial, por ejemplo; 4. Causa eficiente: el orfebre.
Heidegger reinterpreta el sentido griego de la causa [ait …a]. Ésta significa aque-
llo que responde por otra cosa, lo que es “culpable” o responsable de otra cosa.
Las cuatro causas son, en este sentido, los modos relacionados entre sí del acto
que responde por algo producido. Las cuatro causas son co-responsables del
objeto producido. El orfebre hace que aparezca algo que estaba latente en la
materia, pero oculto; hace surgir una nueva forma del ser de la plata, una for-
ma inédita que surge desocultándose en la reunión de las cuatro causas. El
trabajo es el proceso por el cual se hace aparecer el producto y en donde las
otras tres causas co-responden por la nueva forma de ser.
78 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

éste es el sentido originario que resuena en la noción griega de


po…hsij:

[...] Un traer-ahí-delante [Her-vor-bringen], po…hsij, no es sólo el


fabricar artesanal, no es sólo el traer-a-aparecer [zum-Scheinen],
el traer-a-imagen [ins-Bild-Bringen] artístico-poético. También la
fÚsij, el emerger [brotar]-desde-sí mismo, [von-sich-her Aufgehen]
es incluso po…hsij en el más alto sentido, porque lo fÚsij tiene en
sí mismo la eclosión del traer-ahí-delante, por ejemplo, la eclosión
de las flores en la floración. En cambio, lo traído-ahí-delante de
un modo artesanal y artístico, por ejemplo la copa de plata, no
tiene la eclosión del traer-ahí-delante en él mismo sino en otro, en
el artesano y el artista.49

De acuerdo con la concepción aristotélica, la fÚsij es la po…hsij


en el sentido más pleno y elevado, pues la po…hsij humana es ana-
lógica a la de la naturaleza. Heidegger toma como modelo de la
producción técnica la concepción aristotélica de la tšcnh.
Ahora bien, todas las modalidades de la tšcnh· están relaciona-
das con la špisthmh (la tšcnh· es un saber-hacer). Como forma de
conocimiento, el “traer-ahí-delante” de la técnica significa “deso-
cultar” el ser, es decir, ¢l»eia, según la peculiar interpretación
heideggeriana.50
La tšcnh “des-oculta” lo que no se produce por sí mismo y no
está aún presente entre nosotros. El carácter propio de la técnica
no está en la acción de hacer o fabricar, sino en el desocultamiento del
ser del que habla Heidegger. Como desocultamiento y no como mera
fabricación, la técnica es una producción poiética, una auténtica crea-
ción ontológica.

M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en op. cit., p. 14.


49

El tema de la verdad como desocultamiento tiene en Heidegger una im-


50

portancia decisiva. El filósofo alemán aborda este tema desde Ser y tiempo (pa-
rágrafo 44); hay además otros dos textos: De la esencia de la verdad y Aléthéia,
éste último sobre el fragmento 16 de Heráclito.
MARTIN HEIDEGGER 79

Si lo instrumental se considera un rasgo esencial de la técnica,


entonces es preciso concebir lo instrumental como medio del
desocultar (Entbergen). Pero en la tšcnh es el ser el que se revela a sí
mismo (y en cierta medida también se oculta). La técnica es un modo
en que el ser se muestra en su verdad, por lo que dicho fenómeno
corresponde al ser, y no está propiamente a cargo del ser humano.
Así pues, todo “pro-ducir” técnico, como acto “poiético” y no
como mera fabricación, se funda en el desocultar el ser. El ser de la
técnica es el desocultar, es decir, la ¢l»eia. En ella reside, según
Heidegger, la posibilidad de toda fabricación productiva. La técni-
ca no es, por tanto, un simple medio, sino el medio de desocultar la
realidad. La esencia de lo humano está estrechamente vinculada
con dicha capacidad de desocultamiento ontológico. Esta determi-
nación general también es aplicable a la técnica moderna, pero ésta
tiene una forma peculiar de desocultar: el desocultamiento impe-
rante en la técnica moderna es una “pro-vocación”.

La esencia de la técnica moderna

Heidegger ha preguntado por la esencia de la técnica en general,


ahora se pregunta por la diferencia específica de la técnica moder-
na. La técnica se caracteriza por su capacidad de producir nuevas
formas de existencia. ¿Pero este modo de producir propio de la téc-
nica artesanal (técnica antigua) también es propio de la técnica
moderna? La técnica moderna pertenece, sin duda, al modo del de-
socultar el ser. Pero el desocultamiento que realiza la técnica mo-
derna no puede confundirse con el de la técnica antigua, en el sen-
tido de la po…hsij. ¿Qué hace la técnica moderna? No sólo fabrica
instrumentos, utensilios y herramientas, sino que produce una gran
reserva, no sólo de energía disponible, sino también de medios y
fines que están dis-puestos como sustento de la acción humana.
El desocultar de la técnica moderna se muestra como “provo-
cación”, “desafío” o “conminación” (herausfordern) que im-pone a
la naturaleza la exigencia de liberar y suministrar energía y materia
80 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

para ser almacenadas y explotadas. Por eso, la extracción y acumu-


lación de la energía contenida en la materia se convierte en el símbo-
lo de la técnica moderna. Heidegger se pregunta si esto no sucedía
también con los productos de la técnica premoderna, por ejemplo,
un viejo molino de viento. El molino se mueve siguiendo y acom-
pañando al viento, confiando en él, sin apresurarlo, sin intervenir
en su curso habitual. En cambio, una planta de energía atómica o
una central de extracción de petróleo “conminan” a la naturaleza a
entregar sus recursos bajo tierra, y a la materia misma a manifestar-
se como energía. La técnica moderna no aguarda a que los procesos
naturales se den por sí mismos, sino que los acelera, los modifica,
los desvía, los racionaliza y los aprovecha en función de los intere-
ses humanos.51 En este sentido, cuando Heidegger decía en Ser y
tiempo que la naturaleza entera es comprendida como “útil”, estaba
describiendo lo propio de la técnica moderna; estaba intuyendo el
fenómeno de la provocación técnica de la naturaleza.
La técnica moderna interpreta la naturaleza entera como un
útil “a la mano”: “A una región de tierra [...] se la provoca para que
saque carbón y mineral. El reino de la tierra sale de lo oculto ahora
como cuenca de carbón; el suelo, como yacimiento de mineral”.52

51
El desocultar de la técnica moderna transforma, por ejemplo, una peque-
ña cantidad de materia (uranio enriquecido) y la “revela” como un enorme
quantum de energía. Lo mismo podríamos decir al comparar la utilización de
dos vehículos: una carreta y un avión. La carreta se mantiene ligada a la Tierra,
la gravedad y la inercia restringen su movimiento; ella se mueve en su “lugar
natural”, como habría dicho Aristóteles. En cambio, el avión rompe ese “lu-
gar natural” y desafía las fuerzas gravitacionales. La carreta es un objeto técni-
co “natural”; el avión, “artificial”. La carreta se integra en el paisaje y no per-
turba el orden natural; el avión, por el contrario, irrumpe en los cielos y se
anuncia con su estruendo. La carreta puede armonizar en un retrato artístico
del paisaje natural, digamos, de la Selva Negra. El avión rompe el orden natural de
ese paisaje y le quitaría el sentido artístico al retrato. En el ejemplo que da Hei-
degger sobre el emplazamiento del Rin como fuente de energía hidráulica, el
río es “obligado” a quedar apresado para aprovechar su fuerza cinética en la
generación de energía eléctrica. Ya no es más objeto de contemplación estética
o religiosa, y el hombre ya no habita junto al río armonizando con su entorno,
sino que “emplaza” al río como un objeto técnico.
52
M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en op. cit., p. 17.
MARTIN HEIDEGGER 81

El trabajo tradicional del campesino no interpela la tierra, por el


contrario, la cuida y la protege. Pero el cultivar antiguo que impli-
caba un profundo conocimiento del ritmo y de los ciclos de la natu-
raleza ha cedido el paso a la intrusión tecnológica de la agroindustria
que emplaza a la tierra a producir cada vez más en ciclos más cor-
tos, ocasionando con ello el empobrecimiento y la erosión de co-
marcas antaño fértiles. Así, la técnica moderna emplaza a la natura-
leza entera: “al aire se lo emplaza a que dé nitrógeno, al suelo a que
dé minerales, al mineral a que dé uranio, a éste a que dé energía
atómica, que puede ser desatada para la destrucción o para la utili-
zación pacífica”.53
El mundo natural ha sido convertido por el influjo de la técnica
en una reserva acumulable o fondo de reserva disponible (Bestand). La
forma del Bestand que se manifiesta en la técnica moderna no es
una simple actividad de orden técnico. El término Bestand indica,
para Heidegger, una modalidad peculiar del desocultamiento del
ser que está implicado en las acciones tecnológicas.
Pero la técnica de nuestros días manifiesta en su esencia un
tipo de obrar que no depende sólo de un sujeto humano domina-
dor de la naturaleza. El sujeto tecnológico cumple una función den-
tro del esquema del desocultamiento, ya que él mismo también está
compelido por la esencia de la técnica. La técnica se convierte en el
poder de desocultar que proviene del ser mismo, que emplaza al
ser humano a conminar la realidad natural para transformarla, acu-
mular su materia y su energía en la forma de una gran reserva, con
la finalidad de explotarla.
La esencia de la técnica es la manifestación del imperativo tecno-
lógico. El sujeto obedece a ese imperativo, pero él mismo no es ca-
paz de controlarlo ni de orientarlo. Heidegger señala que la técnica
es una actividad humana, mas el fundamento o esencia de esta ac-
tividad no depende del ser humano. Éste actúa técnicamente a tra-
vés de un mandato o imperativo que lo “interpela”, pero que él
mismo no se asigna de manera autónoma. El imperativo proviene

53
Ibid., p. 17.
82 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

de la esencia de la técnica, que llama y exige a la provocación de la


naturaleza.
Como resultado de ese imperativo, todos los objetos técnicos
son convertibles, conmutables, transformables, transustanciables pa-
ra formar un gran fondo de reserva54 (Bestand). Este término carac-
teriza nada menos que la manera en que se presenta todo lo que es
producido y sostenido por el des-ocultamiento tecnológico que pro-
voca a la naturaleza entera.

El hacer salir de lo oculto [desocultar] que domina por completo a


la técnica moderna tiene el carácter del emplazar [Stellen], en el
sentido de una provocación. Éste acontece así: la energía oculta
en la naturaleza es liberada, lo que así es obtenido es transformado,
lo transformado es almacenado, lo almacenado, a su vez, es distri-
buido y lo distribuido es nuevamente conmutado [convertido].55

Ahora bien, ¿quién lleva a cabo el emplazamiento provocador


de la naturaleza? El ser humano, desde luego. Pero sólo en la medi-
da en que él mismo es también conminado o provocado por el im-
perativo tecnológico. Al “recibir” en sus manos la técnica, al querer
dominarla y controlarla, el ser humano participa en el desocultar
provocador como un ente que también es conminado por la esencia
de la técnica. El ser del hombre se revela entonces como una enor-
me “masa de trabajadores” en movilización total, como sostenía
Jünger. De hecho, la energía principal que la técnica moderna usa y
transforma es la que obtiene del trabajo humano. No obstante, el
ser humano está provocado de un modo más radical que el resto de
la naturaleza material porque está compelido a poner en acción el
emplazamiento sobre la naturaleza. En tanto “sujeto” de la técnica,
el ser humano se distingue de los “objetos” de transformación y de

54
Como cuando se habla de las “existencias” en un almacén. Esta palabra
designa un modo estable y disponible de un conjunto de entes que han sido
producidos, empacados, transportados, almacenados y emplazados por la téc-
nica moderna.
55
M. Heidegger, op. cit., p. 22.
MARTIN HEIDEGGER 83

las “existencias” y las materias primas. Y sin embargo, él puede ser


descualificado y considerado sólo como “recurso humano”, como
mera “fuerza de trabajo”, sufriendo la uniformidad y descualifi-
cación de toda su existencia.
Pero ¿en qué se funda el desocultamiento provocador de la téc-
nica moderna? En la esencia que sustenta el imperativo técnico del
desocultamiento y la provocación interpelante de la naturaleza para
ponerla en la forma del Bestand; Heidegger denomina a dicha esen-
cia lo Ge-stell.56

Ge-stell significa lo coligante de aquel emplazar [stellen] que em-


plaza [conmina] al hombre, es decir, que lo provoca a hacer salir
de lo oculto lo real y efectivo [Wirkliche] en el modo de un solicitar
en cuanto solicitar de existencias [fondo de recursos] [Bestand].
Ge-stell significa el modo de salir de lo oculto que prevalece en la
esencia de la técnica moderna, un modo que él mismo no es nada
técnico.57

La actividad obsesivamente solicitante de la humanidad se


muestra tanto en las técnicas cuanto en las ciencias de la época mo-

56
El término “Gestell” significa marco, estantería, estructura, soporte, ar-
mazón, chasis. El verbo stellen significa habitualmente poner, colocar, presen-
tar o poner a disposición. Heidegger usa Ge-stell, así separado con el guión, lo
cual expresa el cambio del sentido habitual de esta palabra. Lo Ge-stell quiere
decir para Heidegger la estructura que dis-pone, im-pone y pre-dispone al hom-
bre a desocultar la realidad natural en el modo de la provocación concibiéndo-
la sólo como fondo de reserva (Bestand). En castellano podemos jugar con nues-
tros verbos “poner” y “disponer” siguiendo la idea del stellen alemán, para
poder entender el significado del Ge-stell. La esencia de la técnica proviene de
esa dis-posición que pone-desde el mundo tecnológico los entes producidos y
pre-dispone e im-pone al hombre el imperativo de extraer de la naturaleza toda
la energía y materia necesarias. La traducción de Eustaquio Barjau me parece
muy poco expresiva: “estructura de emplazamiento”. Ciertamente lo Ge-stell
es un a priori, pero la noción de “estructura” parece conferirle un sentido mate-
rial. En francés lo Ge-stell se ha traducido como “arraisonement” o “dis-positif”.
En inglés: “enframing”.
57
M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en op. cit., p. 22.
84 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

derna. Por ello, Heidegger sostiene que “la teoría física de la natu-
raleza, en la época moderna es la que prepara el camino no sólo de
la técnica sino de la esencia de la técnica moderna”. Y agrega: “La
física de la época moderna es el heraldo, desconocido aún en cuanto
a su origen, de lo Ge-stell”. Esto es así porque la esencia de la técnica
moderna se ha ocultado en el uso habitual de los objetos técnicos
del mundo tecnológico.

ALGUNOS EFECTOS DE LO GE-STELL


EN LA MUNDANIDAD HUMANA

Como Heidegger lo ha mostrado, el ser humano no puede dominar


y controlar a voluntad el poder tecnológico, puesto que:

Si la esencia de la técnica, lo Ge-stell como peligro en el ser, es el


ser mismo, entonces jamás se podrá dominar a la técnica, ni posi-
tiva ni negativamente, mediante un mero hacer humano, puesto
por sí mismo. La técnica, cuya esencia es el ser mismo, jamás se
puede superar por el hombre. Esto significaría que el hombre se-
ría el Señor del ser.58

Ha dicho Heidegger que el hombre es el pastor del ser, y no el


amo del ser. A pesar de la ilusión antropocéntrica típica del mundo
tecnológico, el hombre no es el creador del ser, sino una especie de
partero que ayuda a alumbrar aquello que brota del ser. El ser hu-
mano ejerce una suerte de mayéutica técnica, si se me permite la
expresión.
Nunca antes el género humano imaginó poder modelar el mun-
do como una gran estructura disponible de materia y energía. Pero
esta capacidad de sujetar el mundo mediante una disposición uni-
versal es un acto de una voluntad colectiva, pero impersonal. Según
Heidegger, el peligro de la esencia de la técnica no consiste en que

58
M. Heidegger, “La vuelta”, en Filosofía, ciencia y técnica, p. 184.
MARTIN HEIDEGGER 85

la humanidad responda a ese mandato tecnológico, sino en que se


obstaculicen otros modos de desocultar lo real y, con ello, se res-
trinja la relación humana con el ser.
¿Qué tipo de relación habrá que practicar para abrir la com-
prensión del ser y para restablecer la diversidad de formas de expe-
rimentar el mundo? Según Heidegger, la amenaza que pesa sobre
la humanidad no proviene, en primer lugar, de las máquinas y apa-
ratos técnicos. La verdadera amenaza tiene ya sujeto al hombre en
la “representación” del poder técnico únicamente como obra suya.
Lo Ge-stell ha ensombrecido el sentido original de la poiesis que se
manifestaba en la técnica premoderna y en el arte. Sin embargo, en
la misma medida en que lo Ge-stell pro-voca al ser humano a obs-
truir las modalidades de “desocultamiento”, abre también la posi-
bilidad de que se recobre la conciencia de una “verdad más funda-
mental” del ser.
La radical ambivalencia de la esencia de la técnica moderna como
fenómeno que aliena el ser del hombre y que, al mismo tiempo,
abre una alternativa de un modo más profundo de desocultación,
será un tema recurrente en los textos heideggerianos dedicados al
problema de la técnica. En ellos se muestra una estructura bipolar,
a veces dicotómica: por un lado, una forma impropia o inauténtica,
dominada por lo Ge-stell y, por otro lado, una forma propia o auténti-
ca de habitar el mundo en la que se experimentan formas de desocultar
y atestiguar el despliegue del ser, por medio la recuperación del
sentido originario (poiético) de la técnica.
Por ejemplo, en La cosa (1949), Heidegger reflexiona sobre los
efectos de la provocación técnica en la vida humana:

Todas las lejanías, en el tiempo y en el espacio, se encogen. A aque-


llos lugares a los cuales el hombre se pasaba semanas o meses
viajando se llega ahora en avión en una noche. Aquello de lo que
el hombre antes no se enteraba o se enteraba más que pasados
unos años, o no se enteraba nunca, lo sabe ahora por la radio, a
todas las horas, en un abrir y cerrar de ojos. [...] La cima de esta
supresión de toda posibilidad de lejanía la alcanza la televisión,
86 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que pronto recorrerá y dominará en ensamblaje entero y el trasie-


go de las comunicaciones.59

Mediante este acortamiento espaciotemporal, la totalidad de


las cosas está a mínima distancia en el mundo circundante. Pero
esta supresión de la distancia y el tiempo no significan una auténti-
ca proximidad, un auténtico traer a la presencia en que consiste la
espacialidad del “estar-en-el-mundo”, puesto que la cercanía mun-
dana no se reduce a la proximidad física. Al suprimir las grandes
distancias geográficas todo está igualmente cerca e igualmente le-
jos. Se trata de una uniformidad y, por tanto, de una disolución de
la espacialidad del mundo como tal.
Paradójicamente, la compresión espaciotemporal de las distan-
cias geográficas ha creado una imagen de un mundo que parece
abarcable; pero tal imagen ha desbordado por completo la capaci-
dad de nuestras representaciones y, desde luego, de nuestros cono-
cimientos. Heidegger menciona los efectos de la anulación de las
grandes distancias gracias a la aviación y la “representación en toda
su cotidianidad, producida a placer y sin ningún esfuerzo, de mun-
dos extraños y lejanos gracias a la radio”.
El verdadero peligro de nuestros tiempos no es la destrucción
nuclear —¡según Heidegger!—, sino la uniformidad del espacio
mundano. El riesgo consiste en la supresión de las distancias, los
recorridos y la experiencia misma del viaje para convertir el plane-
ta en un lugar conocido y previsible. En una espacialidad homogé-
nea la cercanía está, paradójicamente, más ausente que nunca.60 El
sujeto ya no posee lugares propios, sitios en donde arraigar, y el
mundo está privado de las dimensiones naturales que la experien-
cia humana era capaz de abarcar. En nuestro tiempo todo lo pre-
sente acontece en una aglomeración sucesiva sin cercanía ni lejanía.
Impera, pues, la ausencia de diferenciación espacial y temporal.

59
M. Heidegger, “La cosa”, en Conferencias y artículos, p. 143.
Günther Anders reelaborará estas tesis en su exposición del mundo fan-
60

tasmal en la Obsolescencia del hombre. Véase capítulo sobre Anders.


MARTIN HEIDEGGER 87

Los efectos de la técnica moderna en la mundanidad no pue-


den superarse técnicamente. Sólo un “restablecimiento” de la técni-
ca como desocultamiento del ser permitiría recobrar la mundanidad
propia de lo humano. Esto no significa una vuelta al mundo pre-
tecnológico. Por ello, el ser humano debe abrirse a la comprensión
de la esencia de la técnica moderna. Y para que el ser humano pue-
da comprender el sentido de la esencia de la técnica, debe redescu-
brir el sentido de su propia esencia como ente en el que el ser se
revela a sí mismo.
La esencia de la técnica o lo Ge-stell es, según Heidegger, la
fuente de un peligro mayor. Dicho peligro consiste en que el ser se
retire y que vuelva al “olvido” en que se mantuvo en la metafísi-
ca occidental. Pero en la esencia del peligro también se encuentra la
posibilidad de una vuelta (Kehre), de una auténtica “conversión”
del hombre hacia el ser. Esta vuelta es lo que Heidegger llama “acon-
tecimiento apropiador” (Ereignis).
La humanidad debe preparar una nueva relación con el ser me-
diante el pensamiento meditativo: “Sólo si el hombre, en cuanto pas-
tor del ser, aguarda la verdad del ser, puede él esperar un adveni-
miento del destino del ser, sin caer en el mero afán de saber”.61
Empero, el peligro que se manifiesta en la técnica moderna proviene
del ser mismo, y de su propio ocultamiento, el cual se muestra ahora
—según Heidegger— en la presencia omniabarcante de la técnica.
“El peligro es la época del ser, “esenciando” como Ge-stell”.62 Sin em-
bargo, la vuelta hacia el ser no es predecible y sólo puede acontecer
repentinamente, pues no depende sólo de la voluntad humana.
En la búsqueda de esa vuelta o “conversión” hacia el ser, en
Construir, habitar, pensar (1951), Heidegger sostiene que la humani-
dad debe recuperar la manera auténtica en que habitaba en el mun-
do (“ser hombre significa: estar en la Tierra como mortal, significa:
habitar”).63 El hombre existe en la medida en que habita, y habita

61
M. Heidegger, “La vuelta”, en op. cit., p. 187.
62
Ibid., p. 188.
63
M. Heidegger, “Construir, habitar, pensar”, en Conferencias y artículos,
p. 129.
88 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

sólo en la medida en que está al cuidado del ser. Así, cultivar, cui-
dar, abrigar y construir son formas del habitar. Heidegger distin-
gue entre el construir como “cultivo” del ser y el mero construir
como edificar y producir cosas. “Los dos modos de construir —cons-
truir como cuidar, en latín collere, cultura; y construir como levantar
edificios, aedificare— están incluidos en el propio construir, habitar.
El construir como el habitar, [...] estar en la Tierra, para la experien-
cia cotidiana del ser humano es desde siempre [...] lo ‘habitual’”.64
La modalidad auténtica del habitar (wohnen) es el cultivar la
apertura a la verdad del ser por medio del pensar o el poetizar. El
modo inauténtico es el mero construir (bauen), en el sentido de le-
vantar edificaciones y de construcción técnico-material. El construir
típico de la vida moderna produce edificaciones para “estar de paso”
sin que la vida pueda arraigar. Los espacios urbanos del mundo
tecnológico se caracterizan por ser impersonales, y porque los indi-
viduos no se encuentran en un ambiente propicio para habitar: la
fábrica, la oficina, el centro comercial, la calle misma.65 El sentido
propio del construir ha caído también en el “olvido” y, por ello, ni el
construir ni el habitar que dominan en la era técnica posibilitan la
permanencia de la mundanidad propiamente humana.
Ahora bien, ¿en qué consiste la esencia del habitar? Según
Heidegger, el rasgo primordial del habitar es el proteger o cuidar. En
estos textos Heidegger expone una concepción casi “mítica” del
habitar. En esta idea de la habitación, el mundo circundante ya no
aparece como en la mundanidad de lo “a la mano”, ahora se mues-
tra como mundo-naturaleza, mundo-cosmos.66 La unidad de esta
nueva forma de mundanidad (más propia del mundo premoderno
y de las culturas tradicionales que del mundo tecnológico) se cons-
64
Idem.
65
“Para el camionero la autopista es su casa, pero no tiene allí su alojamien-
to; para una obrera de una fábrica [...], ésta es su casa, pero no tiene allí su
vivienda; el ingeniero que dirige una central energética está allí en casa, sin
embargo no habita allí” (ibid., p. 127).
66
Al contrastar estos dos contextos de la mundanidad, se revela que el Dasein
existe en y con la naturaleza, aunque su mundanidad instrumental se haya con-
vertido en un mundo artificial separado del mundo natural.
MARTIN HEIDEGGER 89

tituye por la relación que la humanidad establece con la Tierra, lo


divino y el cielo. Otra vez (como ya lo había hecho con la interpre-
tación de la tšcnh como desocultamiento) Heidegger toma como
base del “auténtico” habitar una idealización del mundo pretec-
nológico. La auténtica habitación humana se despliega junto a la
naturaleza, en la Tierra, en el entorno físico que funda y que da
suelo a nuestra existencia. El habitar propio del ser humano se reali-
za en la copertenencia de cuatro elementos: en la Tierra (que le da
sustento), el hombre, en tanto ser mortal, permanece bajo el cielo
(que lo envuelve y lo protege), y sobre la tierra espera a lo divi-
no (que lo mira y lo llama constantemente). Divinidad, naturaleza y
humanidad forman la unidad de mortales, divinos, cielo y tierra, que
Heidegger denomina la cuaternidad (das Geviert).
La cuaternidad representa el entorno ecológico en el que habita
el hombre y revela que la humanidad está vinculada ontológica-
mente con los elementos de la naturaleza. El modo específico de
habitar es el cuidar, procurar y proteger la cuaternidad, es decir, la
relación unitaria de los cuatro elementos que conforman el cosmos.
Ahora bien, el modo propio en que los mortales habitan la Tie-
rra se da en la medida en que el habitar auténticamente humano
cuida de ella y la salva [retten], y no en el modo impropio de la
época moderna, en el que el sujeto explota y utiliza la Tierra como
si fuera un mero útil. “El salvar la tierra es más que explotarla [...]
Salvar [liberarla en su esencia] la tierra no es [dominar] la tierra, no
es hacerla nuestra esclava, de donde sólo un paso lleva a la explota-
ción sin límites”.67
Así, los mortales habitan auténticamente salvando la Tierra, aco-
giendo el cielo y esperando a los divinos, cuidando la cuaternidad
(Geviert). El habitar auténtico se realiza en la actividad mundana con
las cosas, junto a los entes intramundanos. Pero las cosas intramun-
danas sólo albergan la cuaternidad cuando aparecen en tanto que
cosas y no como meros útiles, sólo cuando el hombre deja que sean
lo que son.

67
M. Heidegger, “Construir, habitar, pensar”, en op. cit., p. 132.
90 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

El modo auténtico del habitar recupera el sentido de una


mundanidad más amplia y esencial: el hombre está junto a las cosas
de la naturaleza y éstas residen en la proximidad del mundo; el
cosmos es una unidad. La espacialidad del habitar auténtico no
puede reducirse a una abstracción matemática; no es el espacio ab-
soluto y vacío de la ciencia moderna. Es el espacio vivido, el espacio
con sentido (en el que cabe también el sentido de lo sagrado) que
está configurado por los lugares y las cosas que habitan junto al ser
humano: “[...] el espacio no es nada contrapuesto al hombre. No es
ni un objeto exterior, ni una vivencia interior. No hay hombres y
además espacio; pues, si digo “un hombre” [...] que habita, entonces
menciono [...] ya la morada en la cuaternidad junto a las cosas”.68
En cuanto al habitar, la auténtica penuria de nuestros tiempos,
concluye Heidegger, no es la falta de viviendas, sino que la “...au-
téntica penuria del habitar descansa en el hecho de que los morta-
les primero tienen que volver a buscar la esencia del habitar, de que
tienen que aprender primero a habitar”.69 Por consiguiente, en este tex-
to Heidegger despliega una concepción de ecología profunda so-
bre la copertenencia entre ser humano y la naturaleza cósmica.

La serenidad (Gelassenheit) ante el mundo tecnológico

En Serenidad (1955), el pensador alemán aborda el problema del pre-


dominio de la vida tecnificada sobre la vida tradicional, y del pen-
samiento calculador sobre el pensamiento reflexivo. Heidegger se-
ñala que nuestra época tecnológica adolece también por la falta de
un pensar meditativo que no esté sometido al imperio de la veloci-
dad cotidiana y las urgencias pragmáticas.
Heidegger se refiere al desarraigo en que vive el sujeto con-
temporáneo. El desarraigo que caracteriza nuestra época es pro-
ducto de la incapacidad común de habitar el mundo con pensa-

68
Ibid., p. 137.
69
Ibid., p. 142.
MARTIN HEIDEGGER 91

mientos para dotarlo de un sentido espiritual. Nuestro mundo tec-


nológico parece ponernos al alcance y de inmediato todos los rinco-
nes de la Tierra y de la historia, así podemos acceder al mundo me-
diante la televisión, el cine o la prensa. Pero, para Heidegger, el
arraigo del individuo está amenazado en su dimensión más íntima.
La pérdida del arraigo proviene de una anomalía en su relación con
el ser.70
Como consecuencia del mundo tecnológico dominado por el
imperativo del desocultamiento pro-vocador, la naturaleza apare-
ce como un objeto que el pensamiento calculador debe dominar. La
naturaleza, dice Heidegger, se ha convertido en una única “esta-
ción gigantesca de gasolina”.
El desarraigo de la vida humana en un mundo que ya no tiene
límites precisos, en donde el suelo natal donde habitaba el sujeto ya
no es una referencia fija, se ha convertido en una nueva amenaza
por efecto de la provocación técnica. Heidegger sugiere que la téc-
nica moderna ha engendrado un peligro mucho más fundamental,
del cual no somos aún conscientes. El filósofo alemán piensa que
el verdadero peligro de la técnica no reside en su inmenso poder, a
veces destructivo, sino en su capacidad de desestructurar la munda-
nidad y alterar la existencia humana.

Los poderes que en todas partes y a todas horas retan, encadenan,


arrastran y acosan al hombre bajo alguna forma de utillaje o insta-
lación técnica, estos poderes hace ya tiempo que han desbordado
la voluntad y capacidad de decisión humana porque no han sido
hechos por el hombre.
[...]
Nadie se para a pensar en el hecho de que aquí se está prepa-
rando, con los medios de la técnica, una agresión contra la vida y
la esencia del ser humano, una agresión comparada con la cual
bien poco significa la explosión de la bomba de hidrógeno. Por-
que precisamente cuando las bombas de hidrógeno no exploten y

70
Günther Anders desarrollará ampliamente estas intuiciones, véase infra.
92 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

la vida humana sobre la Tierra esté salvaguardada será cuando,


junto con la era atómica, se suscitará una inquietante transforma-
ción del mundo. [...] Lo verdaderamente inquietante, con todo, no
es que el mundo se tecnifique enteramente. Mucho más inquie-
tante es que el ser humano no esté preparado para esta transfor-
mación universal; que aún no logremos enfrentar meditativamente
lo que propiamente se avecina en esta época. 71

Si el ser humano de la “era atómica” desistiera del pensar me-


ditativo (filosófico) frente al mero pensar calculador, estaría com-
pletamente indefenso ante el irresistible poder de la técnica. Por ello,
lo primero que debe investigar el pensar meditativo es el sentido
del arraigo humano en la Tierra. Heidegger reconoce que las insta-
laciones, aparatos y máquinas del mundo tecnológico son hoy in-
dispensables para la vida cotidiana. Podemos usar los objetos técni-
cos y aceptarlos en nuestro entorno habitual, y hasta cierto punto
“domesticarlos”. Pero, al mismo tiempo, Heidegger pide que el
hombre deje a esos objetos estar en sí mismos para “des-asirse”
(loslassen) o liberarse de ellos. Heidegger propone decir sí a la técni-
ca, sí a usar los objetos técnicos y servirnos de ellos, pero a la vez,
decir no en la medida en que rehusemos que la técnica domine to-
das las formas de praxis.

Dejamos entrar a los objetos técnicos en nuestro mundo cotidiano


y, al mismo tiempo, los mantenemos fuera, o sea, los dejamos des-
cansar en sí mismos como cosas que no son algo absoluto, sino que
dependen ellas mismas de algo superior. Quisiera denominar esta
actitud que dice simultáneamente “sí y “no” al mundo técnico con
una antigua palabra: la Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas.72

La Gelassenheit permite dejar de ver los objetos sólo desde una


perspectiva técnica para empezar a percibirlos de otro modo, quizá

71
M. Heidegger, Serenidad, pp. 24-25.
72
Ibid., p. 27.
MARTIN HEIDEGGER 93

de un modo reverencial, aunque sigamos estando compelidos por


la esencia de la técnica.73 En la Gelassenheit regiría al mismo tiempo
el mandato por el obrar técnico y la abstención o separación de di-
cho mandato. Pero el “sentido del mundo técnico se oculta” tam-
bién en la Gelassenheit. Heidegger cree que algún día el ser humano
será capaz de mantener una relación estrecha con la técnica, pero
sin estar sujeto a su influjo, y señala que en esta modalidad de rela-
ción ontológica el sujeto estaría en la serenidad para con las cosas
(mediante el pensar reflexivo y meditativo) y, al mismo tiempo,
estaría abierto a la verdad del ser.
La serenidad, una especie de nueva ataraxia ante el mundo tec-
nológico, deja que las cosas sean como son en sí mismas. La huma-
nidad se encuentra ante el mundo tecnológico en una situación pe-
ligrosa, no sólo porque podría estallar una terrorífica guerra
mundial o porque podrían colapsarse muchos de los grandes siste-
mas tecnológicos; el verdadero peligro, según Heidegger, no está
en la aniquilación, sino en la posibilidad en donde todavía opera la
libertad humana y en donde, por tanto, debemos decidir qué posi-
ción vital asumiremos en el mundo: “[...] la revolución de la técnica
que se avecina en la era atómica pudiera fascinar al hombre,
hechizarlo, deslumbrarlo y cegarlo de tal modo, que un día el pen-
sar calculador pudiera llegar a ser el único válido y practicado”.74
En una conferencia de 1962 titulada “Lengua de tradición y len-
guaje técnico” (Überlieferte Sprache und technische Sprache), Heidegger
desarrolla una de sus últimas meditaciones sobre la técnica y ana-
liza la teoría cibernética de Wiener, en boga en ese momento. Hei-
degger considera que la mutación más peligrosa de la técnica con-
temporánea es precisamente la que ocurre en el lenguaje, puesto
que, según su opinión, ha provocado ya la escisión entre la lengua

73
No se trataría de mistificar o fetichizar los objetos técnicos, pues esta ac-
titud es propia de la comprensión instrumental sometida al influjo de la esen-
cia de la técnica, sino más bien de contemplar con reverencia y con respeto el
poder del ser que se manifiesta en la técnica, no como obra nuestra.
74
Ibid., p. 29.
94 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tradicional y la lengua tecnificada. El dominio de la técnica moderna


se ejerce principalmente sobre el lenguaje “natural”, que cada vez
está más acotado y que, en cierta medida, corre el riesgo de desapa-
recer ante el predominio de los lenguajes “informatizados”. La len-
gua tradicional se funda en la mundanidad habitual, mientras que
la lengua técnica es resultado de un refinamiento lógico que reduce
el lenguaje a “información”. Mientras la lengua tradicional mantie-
ne una relación con las cosas en la proximidad del ser, porque deja
que la multiplicidad de matices del mundo aparezca por sí mismos
en el habla, la lengua técnica es fundamentalmente producción
provocadora de mensajes unívocos y cuantificados. La lengua tradicio-
nal reproduce y recrea una mundanidad, mientras que el lenguaje
tecnificado no se arraiga en la mundanidad por su pretensión de
ser universal y unívoco. El efecto del lenguaje tecnificado es la des-
trucción de la diversidad de los mundos humanos, la disolución de
la mundanidad propia del ser humano.
Heidegger observa que lo Ge-stell también ha conminado al len-
guaje natural a manifestarse como información unívoca y cuanti-
ficable. La cibernética y la informática son, pues, un modo de empla-
zamiento técnico del lenguaje. Lo esencial de la técnica informática
no reside en la manipulación de signos, sino en el desocultamiento
del ser como información, mediante el cual el lenguaje técnico in-
forma el mundo uni-formando la mundanidad. Sin embargo, la téc-
nica informática convierte el in-formar mediante signos en mera
representación de formas (Gebild), y no en comunicación de senti-
dos y connotaciones diversos. La tecnología informática ha logrado
convertir el proceso comunicativo, y aun el pensamiento mismo,
en un medio de “representación” preciso y unívoco de las cosas. La
informática y la cibernética son la nueva manifestación de la “ima-
gen del mundo” (Weltbildes). Esta nueva imagen manipulable es el
producto de la representación informática mediante lenguajes for-
malizados, modelos cibernéticos, programas de cómputo que ma-
nipulan, almacenan, conmutan y procesan datos. La realidad se ha
reducido a su carácter informacional: el mundo actual aparece como
una gran colección de data (un fondo de reserva informático). Por ello,
MARTIN HEIDEGGER 95

para Heidegger, en las tecnologías de la información se muestra


con una nueva y poderosa forma lo Ge-stell.
Heidegger contrasta, asimismo, el lenguaje técnico con el mo-
delo premoderno de la técnica como poiesis: la técnica tradicional es
un modo de desocultar el ser de las cosas que ayuda a “alumbrarlas”,
a que se muestren en sí mismas en la palabra, tal como el trabajo
artesanal dejaba que se manifestaran determinadas formas del ser
en el ente. Se trata de una forma de cultivo, un cuidado y una salva-
guarda de las formas de la materia; por ello, el lenguaje tradicional
está relacionado con el mundo técnico anterior a la aparición de la
cibernética y la informática. En cambio, la técnica moderna trans-
forma el carácter mundano del lenguaje y lo emplaza para que se
muestre como un sistema de intercambio de data. El lenguaje técni-
co actual se reduce a transmitir de manera unívoca la información
necesaria para emplazar a la naturaleza y al ser humano.
Así pues, Heidegger percibe el peligro de que el ser humano
reduzca su habla al lenguaje tecnificado, porque la reducción del
lenguaje causaría la deformación de la mundanidad. En el mundo
tecnológico actual, el hombre está ya, de hecho, sujeto a la exigen-
cia constante de producir datos e información, de manipularlos y
empaquetarlos, transmitirlos y almacenarlos, perdiendo de mane-
ra insospechada, y en la medida en que ello es predominante en su
existencia, su capacidad expresiva como ser que habla del ser. El indi-
viduo mismo está emplazado por lo Ge-stell, puesto que su esencial
capacidad expresiva está conminada para corresponder a los impe-
rativos técnicos de la producción y manipulación de las cosas.
Así, Heidegger intenta mostrar que la esencia de la técnica mo-
derna ha producido una nueva modalidad de lenguaje no comuni-
cativo, pues su finalidad consiste en la transmisión y manipulación
unívoca y eficiente de datos.75 La esencia de la técnica se manifies-

75
En “El final de la filosofía y la tarea del pensar” Heidegger señala: “No
hace falta ser profeta para saber que las ciencias que se van estableciendo, esta-
rán dentro de poco determinadas y dirigidas por la nueva ciencia fundamental,
que se llama cibernética. Ésta corresponde al destino del hombre como ser acti-
vo y social, pues es la teoría para dirigir la posible planificación y organización
96 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ta, por tanto, en la reducción cibernética del lenguaje natural a


“medio de información”, del habla y el pensamiento a mera trans-
misión de datos, y del sujeto a mero productor y usuario de “in-
formación”.
La comunicación se mediatiza en el lenguaje técnico; el len-
guaje se reduce, cada vez más, y en todos los ámbitos, a mero trans-
misor de información que puede ser, de igual modo, acumulada,
procesada y distribuida en forma unívoca y precisa. En el lenguaje
tecnificado cada signo debe ser unívoco (Heidegger pone como
ejemplo el empleo del código morse) y cada conjunto de signos (la
sintaxis) debe representar de manera precisa una referencia obser-
vable del mundo. El único rasgo de la lengua que subsiste en el
lenguaje tecnificado es, dice Heidegger, la “forma abstracta de la
escritura”. En la “era de la información” (de la que Heidegger sólo
atestiguó sus inicios) la esencia de la técnica moderna acrecienta su
poder y se hace omnipresente mediante la lengua cibernética. “Dado
que la lengua técnica se desarrolla en sistemas de mensajes y de
señalización formales, ella constituye la agresión más violenta y más
peligrosa contra el carácter propio de la lengua, el decir como mos-
trar y hacer aparecer lo presente y lo ausente, la realidad en el sen-
tido más amplio”.76
Mediante el habla el hombre había podido desocultar el ser.
Ahora esta capacidad ontológica para hacer aparecer las cosas está
en un verdadero peligro, que constituye, al mismo tiempo —según
Heidegger—, una “amenaza contra la esencia más propia del hom-
bre”, es decir, la tecnificación universal de la lengua es una amena-
za contra el carácter esencial de lo humano como ser de la palabra.

del trabajo humano. La cibernética transforma el lenguaje en un intercambio de


noticias. Las artes se convierten en instrumentos de información manipulados
y manipulables” (p. 79).
76
M. Heidegger, Langue de tradition et langue technique, p. 38.
MARTIN HEIDEGGER 97

LO GE-STELL COMO PRELUDIO


DEL ACONTECIMIENTOAPROPIADOR DEL SER (EREIGNIS)

En El principio de identidad (1957), Heidegger medita una vez más


sobre la unidad ontológica entre el hombre y el ser. El problema
actual consiste en averiguar si en la “era atómica” podríamos tener
la experiencia de aproximarnos a la verdad del ser.
Si seguimos pensando el mundo tecnológico como obra huma-
na, entonces definitivamente no podremos acceder a la totalidad del
ser. Cuando mucho, dice Heidegger, se piensa ahora en una ética
para intentar superar el dominio de su esencia. Pero ello refuerza la
idea de que la técnica es un asunto humano, que es propiedad del
hombre. Según Heidegger, existe un llamado del ser en la esencia
de la técnica moderna que es preciso escuchar, no desde una pers-
pectiva antropocéntrica, sino desde la apertura a la verdad del ser.
Sólo si dejamos de representarnos lo técnico a partir de la actividad
humana, como un instrumentum, es posible advertir el llamado del
ser (Anspruch des Seins) bajo el cual se encuentra nuestra época. ¿Cuál
es ese llamado del que habla Heidegger?: “En la misma medida
que el ser, el hombre se encuentra provocado, esto es, emplazado
[gestellt] a poner en lugar seguro lo ente que se dirige hacia él, como
el [... fondo de reserva, Bestand] de sus planes y cálculos, y a exten-
der ilimitadamente tal disposición [Bestellen]”.77
Como se ha visto, lo Ge-stell designa la provocación simultánea
que pone al ente y al hombre enfrentados como objeto y sujeto,
pero igualmente compelidos o determinados a entrar en relación
técnica. En el ámbito de lo Ge-stell el ser humano no actúa como
sujeto omnipotente, sino que aquello que lo compele y lo provoca a
dominar todo lo ente (imperativo tecnológico) lo coloca también en
una posición en la que él se extravía precisamente como sujeto. El
ser humano ha sido dominado por su propio impulso de dominio, y
ha sido objetivado por su propia voluntad de objetivar y de dominar
todo lo ente. Desde este punto de vista, la relevancia del concepto

77
M. Heidegger, “El principio de identidad”, en Identidad y diferencia, p. 83.
98 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

de lo Ge-stell es “aquello, en lo que, y a partir de lo que, hombre y


ser se dirigen el uno al otro en el mundo tecnológico, habla a la
manera de lo [Ge-Stell]”.78 En esta estructura en la que la posición
de dominador-dominado es alternante, se determina la “constela-
ción” de nuestra época. Por ello, lo Ge-Stell está en todas partes de-
terminando ya todas las formas de relación humana con el ser.

Lo [Ge-Stell] tiene más ser [...] que toda la energía atómica y todas
las máquinas, más ser que el peso de la organización, información
y automatización. [...] Lo [Ge-Stell] resulta ante todo extraño por-
que no es una dimensión última, sino la primera en procurarnos,
incluso a nosotros, lo que rige propiamente en la constelación de
ser y hombre.79

Sin embargo, en la recíproca pertenencia de hombre y ser en lo


Ge-Stell se muestra que, por un lado, el ser se revela en propiedad al
hombre y, por otro, éste se da en propiedad al ser. Dicha coperte-
nencia o apropiación es lo que Heidegger denomina Ereignis.80 La
técnica moderna, como poderoso medio de desocultamiento, tiene
la capacidad de convertirse en una nueva modalidad de relación
con la totalidad del ser. Lo positivo y esperanzador en el fenómeno
de la técnica actual es, para Heidegger, finalmente, que se anuncia
ya una nueva modalidad para descubrir el ser en su verdad, pues
“lo que experienciamos en lo Ge-Stell como constelación del ser y
hombre, a través del moderno mundo técnico, es sólo el preludio de
lo que se llama acontecimiento de apropiación recíproca”.81 Ahora

78
Idem.
79
M. Heidegger, “El principio de identidad”, en op. cit., p. 85.
80
Ereignis, como indican los traductores de la versión castellana, significa
“acontecimiento” o “evento”. Heidegger interpreta la Ereignis a partir de la
combinación entre el verbo ereignen (acontecer) y del adjetivo eigen (propio)
para significar “apropiación”: “ereignen es pues un ‘apropiarse con la vista’. El
sentido que resalta Heidegger es el de la “apropiación”, más que el de mero
“acontecimiento”. Se trata del acontecimiento por el cual el ser humano y el ser
se apropian el uno del otro.
81
M. Heidegger, “El principio de identidad”, en op. cit., p. 87.
MARTIN HEIDEGGER 99

bien, este preludio abre la posibilidad de superar el dominio del


imperativo tecnológico para acceder a un modo de acontecimiento
ontológico más originario. Si existiera la posibilidad de que lo Ge-
Stell se revele como lo Ereignis que expropia al hombre y al ser para
conducirlos a su reencuentro, habría entonces un camino libre por
el cual el ser humano podría experienciar la totalidad de lo real, y
ante todo, su propio ser.82
Pero esta posibilidad, como ya se había mostrado en la pregunta
por la técnica, no depende únicamente de la acción y de la voluntad
humanas, depende de que el ser se revele por sí mismo en una nue-
va forma. El mundo tecnológico sólo puede abrir la posibilidad de
su superación para que el ser humano descubra un modo más pro-
pio de lo Ereignis, pero sólo si el ser se abre a sí mismo y se desoculta
de otro modo. Por tanto, no podemos anticipar ni prever cuándo ni
cómo acontecería esa nueva revelación ontológica. El destino de la
humanidad está marcado, por lo pronto, por la esencia de la técni-
ca moderna.

LA ESENCIA DE LA TÉCNICA
COMO DESTINO Y PELIGRO

La investigación heideggeriana sobre la esencia de la técnica con-


dujo al descubrimiento del imperativo tecnológico que conmina al
sujeto contemporáneo a dominar lo ente: lo Ge-stell. Heidegger de-
muestra que la técnica ya no puede comprenderse como un instru-
mentum neutro e inocuo. Por ello, la filosofía heideggeriana de la
técnica ha puesto las bases para una crítica y una superación de
la concepción antropológico-instrumental, tan usual y tan divulga-
da todavía en nuestro tiempo. Asimismo, distingue los rasgos esen-
ciales de la racionalidad del mundo tecnológico: lo Ge-stell como
imperativo de disponibilidad técnica totalizadora de las cosas na-
turales, como revelación de una forma unidimensional de todo lo

82
Ibid., p. 93.
100 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que es; y establece además una diferenciación clara entre las cuali-
dades y alcances de la tecnología contemporánea y la técnica
premoderna. Pero, simultáneamente, planteó un enigma nuevo: ¿de
qué índole es el poder tecnológico que hemos descubierto en la
modernidad y al que nos hemos entregado por completo?
Como hemos visto, aunque el ser humano es el ejecutor de im-
perativo técnico, el fundamento de la provocación de la naturaleza
no es humano. La actividad tecnológica de nuestros días remite a
un hecho sobre el que el sujeto no puede disponer porque no de-
pende de su hacer técnico; la posibilidad originaria del desocul-
tamiento proviene del ser mismo, pues la acción técnica “provo-
cadora” presupone que el mundo natural se revele como materia
transformable. Lo Ge-stell es, digámoslo así, el presupuesto ontoló-
gico que se interpone entre el hombre y la realidad, y que lo deter-
mina como el existente que realiza esta dis-posición provocadora
sobre la naturaleza.
Ahora bien, ¿qué significa que la esencia de la técnica no sea
nada técnico, es decir, que no sea reductible a un artefacto, que no
sea objeto técnico? El desocultar de la técnica acontece en el obrar
humano, mas no de modo decisivo por él. Parece que si el sujeto
está emplazado por la esencia de la técnica moderna, y ahora su
entera existencia está dominada por el “solicitar” provocador, el
ser humano no puede establecer —por el momento— una relación
libre y una distancia ontológica que le permita salir de este emplaza-
miento. Por eso Heidegger afirma que la esencia de la técnica mo-
derna se revela como un “destino” (Geschick) epocal. Para el filóso-
fo alemán la técnica es el “destino de Occidente”. La misión del
hombre consistiría en saber atender ese destino, en recibir pruden-
temente la posibilidad de la transformación del mundo para prepa-
rar una relación libre y consciente con la esencia de la técnica mo-
derna, que domina ya todos los ámbitos de la actividad.
Así pues, Heidegger muestra que la libertad del ser humano
ante la técnica moderna está limitada e incluso amenazada. La hu-
manidad no puede desatender el llamado provocador de la técnica
porque ya ha configurado un destino epocal y se ha convertido en
MARTIN HEIDEGGER 101

el modo predominante de relación humana con el mundo. Pero la


libertad que el hombre conserva ante dicho destino radica en la ca-
pacidad para “despejar” y “aclarar” la misteriosa esencia de este
fenómeno que interactúa con nosotros en todos los ámbitos de la
vida. Sí, confirma Heidegger, la técnica es “el destino de nuestra
época”, pero destino ya no significa “lo inesquivable de un proceso
que no se puede cambiar”.83 Sin embargo, si somos capaces de
“experienciar” lo Ge-stell como esencia de la técnica moderna…

[...] De este modo residimos ya en lo libre del destino, que en modo


alguno nos encierra [...] a impulsar la técnica de un modo ciego o
[...] a rebelarnos inútilmente contra ella y a condenarla como obra
del diablo. Al contrario: si nos abrimos de un modo propio a la
esencia de la técnica, nos encontraremos sin esperarlo cogidos por
una interpelación liberadora.84

Lo Ge-stell no es, pues, una mera fatalidad, aunque el ser hu-


mano no recobrará su libertad mientras no tome la resolución de
enfrentar ese destino para encontrar una nueva vía de relación ade-
cuada y más originaria con el ser. Sin embargo, el estado de “caída”
o de enajenación del sujeto en el mundo tecnológico es una modali-
dad de alienación ontológica mucho más fuerte, pero más sutil que
las diversas modalidades de enajenación, como la del trabajo, que
pensó la tradición marxista. Es más profunda que la enajenación
del sujeto en la sociedad técnica que plantea Ellul, pues para Hei-
degger implica el sentido histórico de toda una era que estaba ya
prefigurado en la metafísica occidental desde sus orígenes griegos.
Ahora bien, lo Ge-stell ha formado parte del destino del desocul-
tamiento/ocultamiento del ser en la época moderna, pero no es una
fatalidad final, en donde “fatalidad” sólo significa: lo que hay de
irremediable en ese proceso que no se puede modificar.85 Por ello,

83
Ibid., p. 27.
84
Idem.
85
Ibid., p. 34.
102 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

es preciso entender en qué sentido dice Heidegger que la esencia


de la técnica moderna es un peligro para el ser del hombre. Lo Ge-
stell lo amenaza en la posibilidad de bloquear su diversificada ex-
periencia vital del mundo acumulada a lo largo de la historia, res-
tringiendo la existencia al ámbito del desocultamiento provocador
de la técnica moderna. En tanto que un destino de la relación huma-
na con el ser, lo Ge-stell desvía y encubre otras posibilidades de
desocultar y las elimina en favor del desocultamiento provocador.
Lo Ge-stell encubre, sobre todo, el desocultamiento poiético, en el
sentido antiguo de la po…hsij que yacía en la concepción griega de
la tšcnh. El desocultamiento poiético propio de la técnica antigua
permitió una relación libre y diversa con el ser, y posibilitó la pre-
servación de un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. El
desocultamiento provocador de la técnica moderna ha alterado ese
equilibrio entre la humanidad y la naturaleza, y lo ha cegado para
atestiguarla como fuente de algo más que recursos instrumentales.
Heidegger parece sugerir que la técnica ha representado siem-
pre un problema que el ser humano debe resolver: ¿qué hacer con
el poder que nos ofrece? El error actual consiste en no comprender
la esencia de la técnica moderna. La esencia de la técnica no sólo se
manifiesta en los objetos y sistemas técnicos, sino también en la his-
toria de la modernidad, puesto que la técnica ha devenido la racio-
nalidad predominante de nuestra civilización.
La técnica se ha convertido en el modo predominante de rela-
ción con el mundo, no sólo en un sentido material, sino también en
sentido epistémico y cultural. El mundo en el que vivimos ahora es
una realidad artificial que se levanta sobre la base del desocul-
tamiento provocador. Como Heidegger intenta mostrarlo, lo Ge-
stell ha modificado el carácter de muchas de las cosas humanas: no
sólo hemos provocado e interpelado la naturaleza, sino también nues-
tra cultura, el lenguaje, el pensamiento, el sentido del tiempo, del
habitar y el peculiar sentido que teníamos para lo sagrado. No es
casual que en este mundo tecnológico parece que los “dioses han
huido” porque hemos transmutado las formas libres de relación
con el ser por las formas tecnificadas de relación con lo ente.
MARTIN HEIDEGGER 103

El poder técnico, pero no las técnicas ni los utensilios por sí


mismos, ha obnubilado al sujeto moderno a tal grado que lo ha
llevado a una singular paradoja: por un lado, cree que la realidad es
sólo obra suya, y que puede modelarla a su antojo; por otro, se pier-
de cada vez más a sí mismo ante el influjo de la esencia de ese po-
der técnico, pues está olvidando el sentido de los fines vitales que
antaño orientaron su existencia. Los medios técnicos no son ya con-
trolables con fines provechosos para la humanidad porque la socie-
dad y el individuo son incapaces de imaginarse siquiera las con-
secuencias del uso del poder tecnológico sobre la naturaleza y sobre
la vida humana.
Aunque el discurso heideggeriano suene muy nostálgico por
un pasado pretecnológico ciertamente idealizado, justo sería reco-
nocer al menos la pertinencia del hallazgo: es posible que en el pre-
dominio del poder tecnológico contemporáneo nos juguemos nues-
tra propia condición, que es, en esencia, libertad creadora (poiética),
libertad para ser. El peligro reside precisamente en la confianza que
el sujeto moderno ha adquirido sintiéndose amo y señor de la Tie-
rra. Pues con ello se ha extendido la ilusión de que todo cuanto
“nos sale al paso” existe sólo en la medida en que puede ser usado
o transformado técnicamente. Pero en un mundo en que todo puede
ser convertido en artefacto, en que todo objeto natural puede ser
emplazado técnicamente, el ser humano parece que sólo se en-
cuentra consigo mismo en tanto sujeto dominador. El peligro de la
esencia de la técnica no consiste en que la humanidad responda a
su mandato, sino en que se obstaculicen otros modos de desocul-
tar lo real y, con ello, se reduzca y empobrezca la relación humana
con la totalidad del ser.

Sin embargo, la verdad es que hoy el hombre no se encuentra en ninguna


parte consigo mismo, es decir, con su esencia. El hombre está de un
modo tan decidido en el séquito de la provocación de lo Ge-stell,
que no lo percibe como una interpelación, que deja de verse a sí
mismo como el interpelado, y con ello deja de oír todos los modos
104 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

como él ex-siste desde su esencia en la región de una exhortación,


y con ello nunca puede encontrarse consigo mismo.86

En la filosofía heideggeriana de la técnica se afirma una pro-


funda convicción anti-instrumentalista, mejor dicho, anti-antropo-
centrista: el poder de la técnica proviene del ser mismo, y el ser hu-
mano es sólo su instrumento para manifestarse en el mundo.
De ello se deriva que la técnica moderna ha devenido autóno-
ma con respecto a la voluntad humana, por lo que escapa a nuestro
control. En ello, por cierto, Heidegger no es tan original, pues esto
ya lo había intuido en cierta forma Jünger y lo desarrolla también
Jacques Ellul en La technique ou l’enjeu du siècle (1954). No obstante,
Heidegger desacredita todo intento de poner límites éticos al poder
tecnológico para contrarrestar su poder, dejándonos sólo el recurso
de una abstracta capacidad artística para aproximarnos a la Ereignis,
y encontrar así una vía de escape (quizá momentánea y provisio-
nal) al influjo del poder tecnológico.
Sin embargo, el descubrimiento de la autonomía de la técnica y
de la discontinuidad entre la técnica antigua (poiesis) y la técnica
moderna (pro-vocación), no conducen a Heidegger a una posición
fatalista sin más que sostenga que, ante tal autonomización de la téc-
nica, el ser humano no posea ninguna responsabilidad. Al contra-
rio, dado que el poder tecnológico se manifiesta en y por los actos
humanos, el ser humano ha descubierto una nueva dimensión de
su ser, así como una nueva y ampliada modalidad de su responsa-
bilidad. Pero ¿responsabilidad de qué? Al menos de cuidar y pre-
servar su capacidad de pensar meditativo y de creación poiética
ante el peligro de una total absorción en el imperativo tecnológico.
La originalidad de estas tesis heideggerianas reside, a mi jui-
cio, en haber advertido que el peligro que proviene de la técnica es
de orden ontológico, pues afecta al ser del hombre en tanto que po-
seedor de una inherente libertad para ser, en tanto que es el “ahí” del
ser, capaz de atestiguar y presenciar la manifestación múltiple de la

86
Ibid., p. 29.
MARTIN HEIDEGGER 105

realidad. El ser humano no puede evadirse de su responsabilidad


ontológica: comprender el ser de todo lo ente, pues tiene la capaci-
dad de convenir y concordar con toda forma de ser.87 El enorme
poder tecnológico que ahora detentamos nos ha vuelto poderosos
en el dominio óntico de la naturaleza, pero también nos ha mostra-
do que quizá nuestra vocación fundamental no consiste en domi-
nar técnicamente las cosas. El influjo del poder tecnológico nos ha
hecho más conscientes de la preeminencia ontológica del ser huma-
no, de la que ya hablaba Heidegger en Ser y tiempo.
Si sucumbiera al influjo del poder técnico, el ser humano caería
en una nueva y poderosa forma de ocultamiento del ser, en una
concepción subjetivista y antropocéntrica de la realidad que defor-
maría su esencia. Y es justamente la prerrogativa ontológica que
posee el ser humano para relacionarse con todos los demás entes,
es decir, la potencialidad de su conciencia para descubrir, teorizar,
poetizar, pensar el ser, lo que determina la esencia de la humani-
dad. Los seres humanos son únicos por su capacidad de desocultar
el ser, de mostrarlo en su verdad por medio del pensamiento y del
habla. Ellos tienen como tarea primordial dar testimonio, patenti-
zar el ser, hacer que los entes salgan a la luz. Por ello, el hombre es
el único ser con preeminencia ontológica, el único que puede estar
en el “ahí” del ser. Somos los únicos que podemos dar testimonio
de la historia del ser.
Heidegger insiste en afirmar que el peligro que amenaza a la
humanidad no reside en los armamentos nucleares ni en la conta-
minación del planeta, sino en la mutación ontológico-simbólica del
ser del hombre. Afirmación por demás extravagante, en plena gue-
rra fría y en la época en que se revela una crisis ambiental de mag-
nitudes planetarias. Pero con ello, Heidegger muestra que el poder
técnico que el ser pone en nuestras manos ha abierto una nueva y

87
Véase M. Heidegger, Ser y tiempo, parágrafo 4. Heidegger cita estas pala-
bras de Aristóteles: “El ama es en cierto sentido todos los entes”. La preemi-
nencia del Dasein sobre todos los entes no tiene que ver con la reducción antro-
pocéntrica y subjetivista de la metafísica moderna, sino con el hecho de que el
Dasein lleva en sí mismo la posibilidad de la pregunta por el sentido del ser.
106 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

enorme interrogante: ¿cuál es el destino humano ante dicho po-


der? ¿Cómo preservar la esencia del hombre como ente en el que
el ser se piensa a sí mismo, sin tener que renunciar por completo al
poder técnico?
Así pues, según Heidegger, la esencia de la técnica moderna
representa un peligro y un destino ineluctable para el ser humano.
En este sentido, la visión heideggeriana de la técnica moderna coin-
cide con la de Hans Jonas: el poderío tecnológico amenaza, por pri-
mera vez en la historia, la supervivencia de una vida auténticamente
humana sobre la Tierra.88 En el mundo tecnológico actual se plan-
tea una incertidumbre acerca de la esencia del hombre, justamente
porque los seres humanos se han convertido ahora en fondo de reser-
va, masa trabajadora, materia prima viva del mundo tecnológico. Pero
Heidegger se desmarca del resto de los críticos de la civilización
tecnológica, al reconocer que si la técnica moderna es el destino de
Occidente es también porque en ella reside la posibilidad de un
viraje hacia el ser.
Por consiguiente, al mismo tiempo que la técnica moderna re-
presenta un peligro para el futuro de la humanidad, abre también
una nueva posibilidad para encontrar un modo radical de desocul-
tamiento del ser y un nuevo comienzo de la autoconciencia huma-
na. Heidegger no es un tecnofóbico pesimista, como muchos han
creído. En la técnica moderna, en tanto que es manifestación del ser
mismo, se encuentra la esperanza de una relación más profunda y
originaria con el ser.
No obstante, Heidegger no pudo aclarar si esta radical expe-
riencia con el ser sólo se desplegaría como una modalidad de rela-
ción simbólica, opuesta a la relación tecnológica que predomina en
nuestros días, o si surgiría como un resultado de la profundiza-
ción de lo Ge-stell. Tal parece que Heidegger pensaba que la posi-
bilidad de una nueva y radical experiencia del ser sólo se debería
realizar en el plano simbólico: la desocultación propia del pensar o
del poetizar.

88
Véase infra, capítulo sobre Hans Jonas.
MARTIN HEIDEGGER 107

La alternativa que Heidegger propone ante lo Ge-stell no es un


retorno a una vida “natural” pretecnológica, sino una actitud de
búsqueda de un modo auténtico de habitación en la Tierra, median-
te otras formas de desocultación del ser, como el arte y la poesía,
que conservan el sentido originario de la po…hsij.

Lo Ge-stell deforma el resplandecer y el prevalecer de la verdad.


El sino que destina a la solicitación es por ello el peligro extremo.
Lo peligroso no es la técnica. No hay nada demoníaco en la técni-
ca, lo que hay es el misterio de su esencia. La esencia de la técnica,
como un sino del hacer salir lo oculto, es el peligro.89

En efecto, Heidegger se pregunta si en medio de ese peligro


mayor existe un modo de desocultar más original, capaz de salvarnos
de ese estado de “caída”. Recurre entonces al sentido primario de la
tšcnh como creación artística, como el “traer-ahí-delante” la verdad
“llevándola al esplendor de lo que luce”, es decir, de la desvelación
de lo bello. En el comienzo del destino técnico de Occidente (es de-
cir, de la desocultación del ser como actividad esencial del ser hu-
mano), que Heidegger sitúa por supuesto en Grecia, las artes no
procedían de lo que entendemos modernamente como artístico y
no se concebían como mera fuente de gozo estético, sino en tanto
que poseían la capacidad de revelar el esplendor de la verdad del
ser y podían hacer que los mortales comulgaran con lo divino. En
esa época las artes se llamaban, como nos recuerda Heidegger, só-
lo tšcnh.90
Puesto que la esencia de la técnica no es nada técnico, Heidegger
considera que la confrontación decisiva con ella debe acontecer en
una región cercana (debe ser un modo de desocultar) pero que, no
obstante, sea distinta de ella. Sólo el arte (principalmente la poesía)
tendría esa posibilidad.

89
M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en op. cit., p. 29.
90
La concepción heideggeriana del arte como modo de desocultamiento
puede verse en “El origen de la obra de arte”, en Caminos de bosque y “Hölderlin
y la esencia de la poesía”.
108 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Si al arte, en medio del extremo peligro, le está otorgada esta su-


prema posibilidad de su esencia, es algo que nadie es capaz de
saber. Pero podemos sorprendernos. ¿De qué? De la otra posibili-
dad. De que en todas partes se instale la furia de la técnica, hasta
que un día, a través de todo lo técnico, la esencia de la técnica
esencie en el acaecimiento propio de la verdad.91

Sin embargo, tal respuesta ante la magnitud del peligro descu-


bierto es, francamente, muy poco esperanzadora. Basado en la con-
cepción de la tšcnh antigua, Heidegger pensó que el arte estaba
llamado a ser esa vía para un desocultamiento liberador. Pero el
filósofo alemán no caía en la cuenta de que también el arte ha sido
dominado por lo Ge-stell en la forma de “producción”, reproduc-
ción y consumo estético propios de la sociedad tecnológica contem-
poránea. A pesar de ello, el mérito principal de estas meditaciones
heideggerianas consiste en haber planteado la pregunta decisiva:
¿cómo poder encarar el destino técnico del desocultamiento del ser
sin que el ser humano se pierda a sí mismo, es decir, sin que en el
cumplimiento de dicha misión ontológica se diluya la esencia de lo
humano?
Por otra parte, existe un nuevo fenómeno que Heidegger no
advirtió y que agudiza el peligro mayor de nuestro tiempo: lo Ge-
stell avanza sobre el emplazamiento de la naturaleza humana, no sólo
de su capacidad simbólica y de autoconciencia, sino de su entera
configuración biológica y genética. La técnica moderna ofrece ya la
posibilidad de que el ser humano intente modificar la base mate-
rial, genética y biológica de su existencia, con lo que probablemente
se producirían mutaciones de orden ontológico. ¿Hasta qué punto
la esencia libre del hombre está efectivamente amenazada si la hu-
manidad pudiera tomar a su cargo la evolución de su propia es-
pecie, e incluso de otras especies?
En la posibilidad de una transmutación de su ser, el sujeto de
la era tecnológica podría arriesgar la continuidad de la humanidad

91
M. Heidegger, “La pregunta por la técnica”, en op. cit., p. 37.
MARTIN HEIDEGGER 109

en la Tierra, pero también podría encontrar una relación quizá más


profunda con la totalidad de lo real, al modificar las condiciones de
su existencia. Sobre esta perspectiva futura no hay respuestas en la
filosofía heideggeriana, pues Heidegger no se planteó el problema
de la posibilidad de que la transmutación de la esencia humana se
produzca materialmente en la base vital de su existencia, y del hecho
de que lo Ge-stell emplace la existencia humana en su totalidad.
De cualquier forma, el problema ha quedado abierto y en ello
está la más interesante contribución heideggeriana a la filosofía de
la tecnología: ¿nos jugamos el futuro de la humanidad y la con-
tinuidad de la existencia de auténticos seres humanos con el pre-
dominio del poder tecnológico sobre la vida? ¿Lo Ge-stell tiene el
poder para deformar la imagen del hombre a tal punto que ésta su-
fra una mutación irreversible, sea meramente simbólica, sea mate-
rial y biológica? ¿Cómo es que puede surgir desde la técnica mo-
derna misma una nueva relevación ontológica?
La apasionada defensa heideggeriana de la libertad humana,
del pensar meditativo, del sentido del habitar en una relación armó-
nica y profunda con la naturaleza, así como las referencias nos-
tálgicas a la antigua capacidad para desocultar el ser por medio de
la técnica artesanal y del arte, muestran que el sentido de la “vuel-
ta” hacia el ser sólo sería posible mientras el pensamiento filosófico
resista el avance arrollador de lo Ge-stell. Pero el pensar meditativo,
así como el poetizar y la libertad creadora, que a veces se manifiesta
en el arte y en la filosofía, no podrían liberarnos completamente del
influjo del poderío tecnológico. Por ello, se percibe en estas tesis
heideggerianas cierta resignación, no exenta de valentía, que a pe-
sar de los pronósticos negativos, seguiría confiando en las capaci-
dades simbólico-espirituales del ser humano. Éste es quizá el últi-
mo mensaje del testamento filosófico de uno de los más grandes
pensadores del siglo XX.
JACQUES ELLUL:
LA TRANSMUTACIÓN DE LA TÉCNICA

[...] la técnica es ella misma civilización. Ésta ya


no existe por sí, y toda la actividad intelectual,
artística, moral, etc., no es más que una parte de
la técnica. Esto es de tal manera inconmensura-
ble, a tal grado imprevisto, que estamos lejos de
poder discernir sus consecuencias, y la mayor
parte, cegados por la situación tradicional firme-
mente asentada, ni siquiera se dan cuenta. No hay
ya conflicto entre diversas fuerzas, de las cuales
la técnica sería una de ellas. La victoria técnica ya
ha sido consumada, es demasiado tarde para
limitarla o ponerla en duda.

JACQUES ELLUL, La Técnica o el desafío del siglo.

JACQUES ELLUL dedicó al fenómeno técnico contemporáneo varios


libros1 de su copiosa obra de más de cincuenta volúmenes, la cual
incluye (además de filosofía de la técnica) temas de urbanismo, so-
ciología, derecho e historia de las instituciones, política y teología.
Tres son las obras consagradas al análisis de la técnica y la sociedad

1
Además de las tres obras principales, el estudio del fenómeno técnico con-
temporáneo se extiende en otras obras de Ellul: Propagandes (1962), en donde
analiza los medios técnicos que sirven para modificar y dirigir la opinión públi-
ca; L’illusion politique (1965), la descripción de la decadencia de la política en la
sociedad técnica; Métamorphose du bourgeois (1967), en el que examina la diná-
mica de las clases sociales y el auge de la tecnocracia; Autopsie de la révolution
(1969) y Révolution et révoltes (1972), análisis de las revueltas del 68 en el que
afirma que las revoluciones parecen haber terminado en el mundo técnico, y,

110
JACQUES ELLUL 111

tecnológica: La Technique ou l’enjeu du siècle (1954), Le système tech-


nicien (1977) y Le bluff technologique (1988). En este capítulo nos con-
centraremos principalmente en los primeros dos libros, en los cua-
les Ellul desarrolló lo esencial de su concepción filosófica sobre la
técnica.
Ellul es, ante todo, un pensador iconoclasta, una especie de
neoludita que no convoca a la destrucción de las máquinas, sino que
elabora una reflexión crítica implacable para demostrar cómo el
sistema técnico ha dominado a la sociedad contemporánea y para
advertir cómo seguirá sojuzgándola a medida que se desarrolla de
manera autónoma. Por eso, si a uno de nuestros anunciadores le es
más apropiada la denominación de profeta del mundo tecnológico,
ése es sin duda Jacques Ellul.

Siempre he escrito y hablado desde hace cuarenta años […] para


prever lo que podía acontecer, y para advertir a los demás de los
riesgos que podían convertirse en realidad. Hubiera querido que
se tomara esto suficientemente en serio para que el hombre hicie-
ra, en verdad, su propia historia, en lugar de ser arrastrado por los
acontecimientos. Lo que ha sucedido, en cada momento y casi en
todos los ámbitos, ha confirmado lo que yo había previsto. No
puedo regocijarme ni enorgullecerme de ello: pues yo escribía para
evitar que fuera así.2

Ellul nació en Bordeaux en 1912 en el seno de una familia libe-


ral cristiana, y residió en Pessac la mayor parte del tiempo hasta su

sin embargo, una transformación social radical aún es necesaria para limitar al
sistema técnico; Les nouveaux poseedés (1973), en el que se cuestiona qué queda
de la religión cristiana y del sentido de lo sagrado en el mundo técnico; L’empire
du non-sens. L’art et la société technicienne (1980), es el estudio de la subordina-
ción del arte al mundo técnico; La parole humiliée (1981), el estudio de la decli-
nación del lenguaje a favor de la imagen y la información en el mundo técnico.
Para más referencias véanse las obras de Porquet y de Chastenet citadas en la
bibliografía.
2
Apud Jean-Luc Porquet, Jacques Ellul: l’homme qui avait presque tout prévu,
pp. 33-34.
112 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

muerte, ocurrida en 1994. Estudió derecho en su ciudad natal y se


doctoró con una tesis sobre derecho romano en 1938. Fue profesor
de historia del derecho y de sociología en la Universidad de Bor-
deaux e investigador del Instituto de Estudios Políticos de la mis-
ma ciudad.
En los años treintas, Ellul se aproxima al personalismo de Mou-
nier y colabora con su movimiento en torno a la revista Esprit, atraído
por la idea de una síntesis entre socialismo y cristianismo; pero
posteriormente rompería con Mounier porque éste, según Ellul,
practicaba un catolicismo “intransigente”. Ellul deseaba que Esprit
se transformara en un verdadero movimiento revolucionario, más
que permanecer sólo como grupo intelectual, que luchara contra la
deshumanización y despersonalización reinantes en nuestra épo-
ca, que intuía Ellul, estaban relacionadas con el auge del poder técni-
co-industrial. Como muchos universitarios de la época, simpatizó
con los movimientos de izquierda y vio con entusiasmo la llegada
al poder del Frente Popular en España; pero quedó decepcionado
del dogmatismo de las izquierdas y veía con gran pesar cómo esas
utopías libertarias se pulverizarían en gran medida a causa de los
errores y del autoritarismo de sus dirigentes políticos. El trágico
desenlace de la Guerra civil española, y el avance del fascismo en
Europa, había sido para Ellul una dura comprobación de la grave-
dad de la derrota de la izquierda en la Europa occidental.
Ellul fue profesor de derecho, de historia y de sociología en las
universidades de Montpellier, Strasbourg y Clermont-Ferrand; pero
en los inicios de la ocupación alemana durante la guerra (1940),
será cesado por el gobierno de Vichy de su puesto de profesor, por
denuncias de sus supuestas opiniones subversivas. Se retiró con su
esposa para vivir clandestinamente en el campo y se unió a la Re-
sistencia (nunca participó en alguna operación militar). En 1944
pudo regresar a enseñar, de manera clandestina, a la Universidad
de Bordeaux.
Después de la liberación del país, intervino como secretario
regional del Movimiento de Liberación Nacional en varios juicios
contra colaboracionistas, intentando en todo momento que no se
JACQUES ELLUL 113

cometieran excesos vengativos. Fue también consejero municipal


de la alcaldía de Bordeaux (1944-45). Durante toda su vida restante
se rehusó a participar más en política, rechazó la candidatura que
los socialistas le propusieron para la alcaldía de Pessac.
Ellul se desmarcó de los intelectuales engagés (como Sartre) que
se sumaban a las “causas sociales”, y de toda la intelectualidad influi-
da por el Partido Comunista. Los criticó y combatió por la incon-
gruencia entre sus ideas y sus prácticas, lo cual lo condenó al ostra-
cismo y al desconocimiento de su obra, que fue menospreciada por
muchos como excéntrica, antiprogresista y provinciana. Ellul tam-
bién criticó el movimiento del 68 por su falta de fines políticos cla-
ros y factibles; él pensaba que los estudiantes confundían los obje-
tivos de una revolución social posible con el mito mismo de la
revolución. Las protestas callejeras no representaban el inicio de
una auténtica revolución, sino una válvula de escape momentánea
que reforzaría los mecanismos de sujeción y alienación del sistema
técnico mundial sobre los individuos.
Ellul fue radicalmente antifascista y anticomunista porque no
toleraba el aplastamiento de la libertad individual y le repugnaba
la ausencia de crítica al estalinismo y las patéticas justificaciones
que los intelectuales de izquierda hacían del “estado de necesidad”
en los regímenes comunistas. Ellul fue más bien anarquista y liber-
tario, pacifista y pionero de la ecología profunda; siempre defen-
dió la libertad y la autonomía individual como base de una nueva
comunidad responsable y solidaria, pero criticaba el individualis-
mo liberal y las democracias representativas de Occidente. Junto
con su amigo y paisano Bernard Charbonneau,3 fundó desde los

3
Charbonneau (1910-1996) formuló la tesis de que el desarrollo tecnológico
moderno ha provocado una “gran mutación” en la historia. Al igual que Jünger,
plantea que vivimos una nueva era en la que la guerra (armada con tecnologías
devastadoras) se ha vuelto total, subordinando a toda la sociedad a los impera-
tivos de la producción industrial y movilizando a toda la sociedad y los recur-
sos de una nación. La gran guerra (la Primera Guerra Mundial) fue para
Charbonneau la revelación de esta gran mutación en la que la técnica avanza de
modo autónomo acelerando su propio desarrollo. Por ello, los seres humanos
ya no controlan el progreso tecnológico. La consecuencia inevitable es una
114 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

años treintas pioneros movimientos ecologistas en Europa y parti-


cipó en movimientos regionales para defender áreas naturales.
Su juventud fue marcada por la lectura de El capital de Marx,
por los anarquistas y la obra de Kierkegaard. Pero también con el
encuentro con la obra del teólogo protestante más importante de la
época: Karl Barth, que quizá contribuyó a su conversión al pro-
testantismo. Sostenía que si Marx hubiera escrito en el siglo XX su
obra monumental no se habría llamado El capital, sino La técnica.
De hecho, Ellul se propone emular el método de Marx para expo-
ner cuál es el factor determinante que, en su opinión, aliena y opri-
me hoy en día a los seres humanos. Según Ellul no es el sistema
económico por sí mismo, sino el sistema técnico que se ha conver-
tido en una mediación universal entre el ser humano y el mundo.
La concepción de la técnica que desarrolla Ellul intenta asemejarse
a la concepción marxista del capital, en tanto una realidad sistémica
con su propia estructura y lógica de desarrollo, que aunque es pro-
ducto de la objetivación de la actividad humana, domina y deter-
mina a la sociedad entera. Por eso, para Ellul la técnica no puede
entenderse ahora como un mero conjunto de instrumentos y herra-
mientas, así como el capital no consiste en el dinero ni en los me-
dios de producción; ambos son sistemas de autocrecimiento y ex-
pansión que dominan la vida social; y no son objetos que se pueden

disrupción en la sociedad y una devastación de la naturaleza, al mismo tiempo


que la consolidación de un poder casi absoluto del Estado, en la figura del tota-
litarismo, que Charbonneau concibe como un fenómeno producido por la in-
dustrialización en las sociedades liberales. Así, el liberalismo económico y la
expansión tecnológica han creado las condiciones para una organización
tecnocrática y militar de la sociedad. El totalitarismo técnico es, pues, el antece-
dente de los regímenes fascistas y totalitarios en Europa. De este modo, el desa-
rrollo acelerado e incontrolado de la técnica, el totalitarismo político, la desarti-
culación de la sociedad civil y la devastación ecológica son fenómenos
interrelacionados que caracterizan la gran mutación de la era moderna. La hu-
manidad ha quedado privada de una relación armónica con la naturaleza, lo
cual significa una amenaza para la libertad humana. Tres son los libros de
Charbonneau en los que se concentra su filosofía de la técnica: Le jardin de Babylon
(1969), L’Etat (1987) y Le système et le chaos (1990); la mayoría de sus libros ha-
bían sido publicados en años anteriores en ediciones del propio autor.
JACQUES ELLUL 115

controlar a voluntad. Ellul creía que sin un análisis profundo de la


técnica no era viable ninguna auténtica revolución para transfor-
mar las relaciones socioeconómicas ni políticas.
En 1948, Jacques Ellul comenzó la redacción del más completo
y profundo de sus libros sobre la técnica: La Technique ou l’enjeu du
siècle (La técnica o el desafío del siglo); lo terminó en 1950, pero no
apareció hasta 1954 porque varios editores lo rechazaron. La tra-
ducción inglesa de La Technique (The Technological Society. Nueva
York, Knopf, 1964) se convirtió en un clásico de la filosofía de la
técnica en Estados Unidos e influyó en diversas universidades es-
tadounidenses, a través de la crítica positiva de autores como Aldous
Huxley e Ivan Illich. La filosofía de la técnica de Ellul fue una de las
bases intelectuales del surgimiento de los programas de investiga-
ción sobre ciencia, sociedad y tecnología en Estados Unidos. En
contraste, en Europa, y particularmente en Francia, la filosofía de
la técnica de Jacques Ellul permaneció prácticamente desconocida
y olvidada hasta los años recientes.
En una entrevista, Jacques Ellul resumía así lo esencial de sus
meditaciones sobre la técnica:

Intenté mostrar cómo la técnica se desarrolla de manera inde-


pendiente y al margen de todo control humano. En su sueño
prometeico, el hombre moderno creía poder domesticar la natura-
leza, pero no logró más que crear un medio artificial aún más apre-
miante. Creyó que se podía servir de la Técnica, pero ha sido él
mismo el que la sirve a ella. Los medios técnicos se convirtieron
en fines y la necesidad en una virtud. Estamos condicionados de
tal forma que adoptamos inmediatamente todas las técnicas nue-
vas, sin interrogarnos sobre su eventual nocividad. Lo inquietan-
te no es la Técnica por sí misma, sino nuestra actitud con respecto
a ella.4

4
Patrick Chastenet, Entretiens avec Jacques Ellul, p. 182.
116 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

EL FENÓMENO TÉCNICO CONTEMPORÁNEO

Ellul desarrolla, básicamente en la La technique ou l’enjeu du siècle


(1954), su concepción del mundo tecnológico como un sistema que
se ha hecho autónomo con respecto al todo social, y que impera so-
bre los demás componentes de la civilización. La Técnica5 (el siste-
ma global y unitario, y no cada una de las operaciones y objetos
técnicos en particular) ya no está subordinada a los demás compo-
nentes de la civilización y, por tanto, no puede ser dirigida o con-
trolada por los individuos. Lo propio del fenómeno técnico actual
reside en que todas las acciones y relaciones humanas se han trans-
mutado y reconvertido en formas técnicas, sea mediante máquinas
o artefactos o no; lo distintivo es la forma de organización social
dirigida y controlada por la finalidad pragmática de la búsqueda
de la mayor eficacia.
Ellul trató de demostrar que la técnica moderna posee carac-
terísticas distintas de toda técnica anterior, por las cuales se dife-
rencia esencialmente como sistema autónomo de autocrecimiento y
encadenamiento progresivo de sus propios componentes y fines.
La técnica como sistema autónomo es un fenómeno característico y
único de nuestra era. “En todo el transcurso de la historia, sin ex-
cepción, la técnica ha pertenecido a una civilización; ella era un
elemento más entre otros, comprendida en una variedad de activi-
dades no técnicas. Ahora, la técnica ha englobado a la civilización
entera”.6

5
El concepto de “Técnica” elluliano no designa, pues, a los objetos y opera-
ciones técnicos, sino a la racionalidad instrumental que ordena y dispone los obje-
tos técnicos, agentes humanos y sistemas sociales para una única finalidad, que
reside en la búsqueda de la mayor eficacia posible en cualquier ámbito de la
praxis. En lo sucesivo utilizaremos este concepto en mayúscula para denotar el
significado sustancial que Ellul le confiere, y distinguirlo así de las técnicas en
particular.
6
Jacques Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 117. [Las citas se han basa-
do en la siguiente traducción, cotejadas con el original: El siglo XX y la técnica:
análisis de las conquistas y peligros de la técnica de nuestro tiempo, Labor, Barcelona,
1960. La paginación corresponde a la edición original en francés].
JACQUES ELLUL 117

Para Ellul, al igual que para Heidegger o para Anders, el fenó-


meno técnico de nuestra época ya no es un simple instrumento, pues
el mundo tecnológico se ha transformado en un sistema que reorga-
niza las relaciones sociales, así como las relaciones de la humani-
dad con la naturaleza. El sistema técnico es una totalidad de méto-
dos, instrumentos y dispositivos (incluidos los sociales) cuyo fin
consiste en racionalizar todas las actividades humanas para lograr
una eficacia absoluta en todos los campos de la actividad social. Lo
esencial del sistema técnico es, pues, la racionalidad pragmática
que se expresa unívocamente en aras de una sola finalidad, y que
uniforma y normaliza así todos los ámbitos de la existencia: la eco-
nomía, la industria, el Estado, la política, pero también la educa-
ción, la ciencia, la medicina, el arte, el ocio o el deporte. Dos déca-
das después, en Le système technicien Ellul actualiza y profundiza
su concepción de la técnica como sistema autónomo y comprueba
cómo la técnica se ha expandido y consolidado como una red ma-
terial de sistemas, creando además un lenguaje universal (la infor-
mática) que unifica las actividades técnicas para alcanzar la mayor
eficacia en su autocrecimiento.
Se suele identificar a Jacques Ellul7 como el representante más
claro del determinismo tecnológico por su concepción de la Técnica
como entidad autónoma. Si bien la connotación sustancial que el
pensador bordolés le confiere al concepto de Técnica implica el pe-
ligro de la fetichización del fenómeno técnico, Ellul es consecuente
en sostener que la Técnica no es la suma de los objetos técnicos,
sino la voluntad general de poder técnico que se manifiesta en las
acciones humanas y, probablemente, a pesar de la voluntad huma-
na. La Técnica no es sólo un nuevo medio o entorno mundano, sino
el factor determinante de la manera en que la sociedad comprende
la realidad, actúa e interviene en ella. Ciertamente, la idea de que
la Técnica se conforma como un sistema cerrado, sin retroalimenta-
ción, que Ellul refuerza con giros retóricos apocalípticos, dificulta

7
Véase Evandro Agazzi, El bien, el mal y la ciencia. Las dimensiones éticas de la
empresa científico-tecnológica, pp. 138-143.
118 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

la comprensión del carácter sistémico y global de la Técnica. Ade-


más, las conclusiones que obtiene de la autonomía del sistema téc-
nico no son precisamente optimistas, pues sus argumentos tienden
a formar un cerco que no deja lugar a la libertad y autodetermina-
ción de los seres humanos. Éstos se encuentran totalmente someti-
dos, incluso sin siquiera notarlo, por un subsistema social que se ha
hipertrofiado. Según Ellul, la Técnica determina las necesidades y
las posibilidades, y orienta los deseos y las intenciones humanas.
Incluso los intentos de ruptura y disolución del sistema por parte
de los individuos son regulados por la Técnica misma. Así pues, el
sistema técnico mundial se ha convertido, en opinión de Ellul, en
una formidable y nunca antes conocida modalidad de enajenación
de la humanidad.
Para Ellul, la técnica moderna ha devenido un nuevo medio
que va sustituyendo a los dos entornos tradicionales en los que la
humanidad evolucionó: la naturaleza y la sociedad organizada (la
polis). Este nuevo medio material y a la vez inmaterial es enigmáti-
co, pues no comprendemos todavía su enorme poder y su capaci-
dad para generarse y sostenerse a sí mismo. Cada intento que el ser
humano realiza para romper el cerco del sistema técnico, refuerza
aún más el encadenamiento de las condiciones tecnológicas y la
subordinación de la sociedad entera al sistema, por medio del im-
perio de las necesidades y de la lucha por el poder. Ellul sugiere
que ningún sistema ético o político es capaz de “controlar” u “orien-
tar” la Técnica, veamos:

Así se constituye un mundo unitario y total. Es perfectamente vano


pretender contener esta evolución, así como controlarla y orien-
tarla. Los hombres, de manera confusa, se dan cuenta de que están
dentro de un universo nuevo, inusual. Y de hecho, es un medio
nuevo para el hombre. Es un sistema que se ha elaborado como
intermediario entre la naturaleza y el hombre, pero este interme-
diario se ha desarrollado de tal modo, que el hombre ha perdido
todo contacto con el ambiente natural, y no tiene más relaciones
que con ese mediador hecho de materia organizada, que participa
JACQUES ELLUL 119

a la vez del mundo viviente y del mundo de la materia bruta. En-


cerrado en su obra artificial, el hombre no tiene ninguna puerta de
salida, ni puede atravesarla para reencontrar su antiguo medio, al
que estuvo adaptado durante millares de siglos.8

A pesar de lo categórico de sus afirmaciones, Ellul reconoce


que la Técnica no es idéntica al sistema social y que no lo puede
suplantar. La Técnica es más bien un subsistema surgido del todo
social, que se ha desbordado y que ahora subordina a otros sub-
sistemas convirtiéndose así en un factor determinante. Ellul lo com-
para con un cáncer que invade poco a poco un organismo entero.
La autonomía que ha alcanzado la Técnica no significa que sea
autosubsistente, al igual que un tumor canceroso, pues necesita
enraizarse en los sistemas vitales del organismo social. La Técnica
no subsiste sin el desarrollo económico capitalista y su competen-
cia mundial, sin el poder concentrado del Estado, sin las institucio-
nes burocratizadas, sin la fragmentación social, sin el trabajo enaje-
nado, sin los deseos y necesidades de individuos atomizados y
enfrentados. Pero una vez que ha tomado el control de la sociedad,
crea y refuerza una imagen positiva de su necesaria expansión y de
su poder ilimitado. La propagación de esa imagen de necesidad
absoluta de la Técnica, a través de sus propios mecanismos ideoló-
gicos de difusión, refuerza el dominio que ella ejerce sobre los seres
humanos. Esto es lo que Ellul denomina el bluff tecnológico.

Estas son las diversas vías que intentaremos explorar, mostrando


la distancia que hay entre la realidad trastocada ahora por las téc-
nicas, la situación efectiva en la que nos encontramos, y el discur-
so seductor de los técnicos, que constituye el bluff tecnológico.
Como quiera que sea, por esas diversas vías, diversas acciones y
reacciones, estamos claramente en presencia de la más grande in-
novación técnica: la integración del hombre y del cuerpo social en
el universo técnico. Aún inacabado, si se comprende bien, queda

8
J. Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 389.
120 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

todavía un margen entre la sociedad y el sistema técnico, entre el


individuo y su entorno técnico, pero éste se reduce sin cesar y ac-
cedemos por ello a un nuevo modelo humano en Occidente.9

Así, la sociedad entera acepta la necesidad imperiosa del po-


der técnico y confía en que todos los problemas que genera serán
resueltos por su propia dinámica de autocrecimiento. Todo intento
de cuestionamiento de dicha expansión resulta una expresión re-
trógrada contra el progreso. La sociedad tecnológica identifica que
el progreso técnico ilimitado coincide con su propio bienestar. La
Técnica domina nuestra imagen del porvenir mediante el impera-
tivo tecnológico: todo lo que no se ha logrado técnicamente ahora,
se conquistará en el futuro próximo. Así, la Técnica se crea a sí
misma una imagen redentora y sagrada: ella desterrará todos los
males humanos; nadie puede oponerse a su avance.
No obstante que el sistema-mundo que la Técnica ha creado
parezca inexpugnable, creo que lo que puede leerse en las tesis de
Ellul no es sólo un determinismo tecnológico que hipostatiza la téc-
nica y la convierte en una especie de monstruo animado que engu-
lle a la sociedad (una especie de Moloch bíblico), sino más bien el
diagnóstico de un paralelo declive de la capacidad humana de trans-
formación de sus estructuras sociales y de su capacidad de volver-
se a vincular armoniosamente con la naturaleza: si la Técnica se ha
convertido en un sistema cerrado que obliga a los agentes huma-
nos a adaptar sus fines y sus intereses a los medios disponibles por
el sistema técnico, se debe en gran medida a que dichos agentes
han abdicado de su función de ser “sujetos del mundo”. La Técnica
parece ser el nuevo sujeto social porque el individuo va perdiendo
los vínculos intersubjetivos que lo habían ligado a su comunidad y
ésta, a su vez, a la naturaleza de la que depende. La Técnica se ha
vuelto la “sustancia misma de la vida social”, como señala Ellul,
porque ha adquirido las características que corresponden a los agen-
tes humanos: se propone fines, dispone medios, calcula y organi-

9
J. Ellul, Le bluff technologique, p. 64.
JACQUES ELLUL 121

za, modifica las relaciones sociales, impone nuevas necesidades;


pero lo hace sin ninguna intencionalidad consciente. La despro-
porción entre el poder técnico y las capacidades humanas de deli-
beración y elección racionales que cuestionen dicho poder contri-
buye a formar y difundir globalmente la imagen de un sistema
técnico autárquico y capaz de desarrollarse por sí mismo, única
esperanza para que la humanidad resuelva todos sus problemas
materiales y sus conflictos sociales. Así pues, la autonomización de
la Técnica depende de la eficacia de la ideología tecnocrática (que
se afirma en el imperativo tecnológico y la necesidad pragmática
universal), capaz de neutralizar la conciencia humana de los pro-
blemas que ha engendrado el crecimiento desmesurado del poder
técnico, así como de aislar a los individuos y de atomizar aún más
la vida social contemporánea, tornándola así más vulnerable a la
dominación del sistema técnico.
Por consiguiente, la progresiva transformación de la Técnica
en un sistema global predominante es correlativa a la pérdida hu-
mana de la capacidad para dotarse de otros fines vitales distintos
de los pragmáticos. La Técnica se ha convertido en el medio indis-
pensable para la supervivencia humana, pero también en la fuente
de los principales riesgos que amenazan su futuro. Se ha vuelto
medio universal y totalitario porque no hay nada que medie entre
los individuos y el sistema técnico, porque ese nuevo medio
mediatiza todas las actividades y modos de relación del hombre
con la realidad.

La técnica y las máquinas

Ellul distingue su concepto de Técnica de otros fenómenos con los


que comúnmente asociamos su significado: 1) las máquinas, 2) la
ciencia, y 3) la organización y la administración social. La primera
distinción conceptual es la más relevante.
La Técnica no puede identificarse con las máquinas, ni la socie-
dad industrial mecanizada con la sociedad tecnológica. El asimilar
122 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

todo lo técnico a las máquinas es un error surgido de una ilusión ins-


trumental heredada del mundo de la primera revolución industrial.
La expansión de la Técnica en la sociedad moderna no sólo se
ha debido a la sustitución de trabajo humano por trabajo mecani-
zado y automatizado. La máquina representa en nuestros días una
parte de la organización tecnológica, pero no abarca la totalidad
del fenómeno técnico. La Técnica se extiende hacia todas las activi-
dades humanas y no solamente a la producción industrial porque
todas las actividades humanas se rigen ahora por el mismo impe-
rativo pragmático de la eficacia mayor, independientemente de que
se usen o no artefactos y máquinas.
Sin embargo, la máquina (y la mecanización de procesos y ac-
tividades) sigue siendo la fuerza más extrema y poderosa, mani-
fiesta y sacralizada de la acción transformadora de la Técnica. Como
dice Ellul, la máquina es la Técnica en “estado puro”. La máquina
ha constituido el motor de la industrialización y ha transformado
el medio natural y el paisaje urbano. Pero la revolución industrial
introdujo en el mundo una nueva modalidad productiva, para la
cual ni la sociedad ni las instituciones políticas estaban prepara-
das. Ellul señala que la máquina tiene una tendencia antisocial, pues
fue desarrollada para explotar el trabajo e incluso para suplantar-
lo. La máquina apareció en el mundo sin tener un lugar determina-
do ni un ambiente preparado. Produjo una enorme tensión social
(la lucha de clases, en sentido marxista) y generó una civilización
del derroche y de la explotación de recursos humanos y naturales.
La Técnica ha guiado un proceso de reconversión de las activida-
des humanas por el que la máquina se ha integrado paulatinamen-
te en el mundo; la Técnica ha vuelto “sociable” a la máquina, pero
sólo en la misma medida en que ha adaptado la vida social al me-
dio técnico-industrial. Y esto fue posible gracias a que la Técnica
construyó el medio que le era indispensable.
Ellul argumenta que la sociedad no se ha adaptado fácilmente
a la máquina; la Técnica la ha forzado a entrar en relación con ella
en la medida en que ha destruido antiguas modalidades de trabajo
y ha preparado nuevas condiciones de vida en las que los indivi-
JACQUES ELLUL 123

duos sólo se relacionan a través de artefactos. El ser humano no


puede ser asimilado totalmente a la máquina; la máquina es un
objeto; el sujeto puede permanecer independiente, puede afirmarse
fuera de ella y contra ella. El individuo puede rebelarse frente a la
máquina (como hacían los seguidores de Ned Ludd10 en el siglo
XIX), y puede incluso efectuar una revolución para cambiar el régi-
men social de propiedad de las máquinas (como proponía el mar-
xismo). Pero esta revolución sólo es posible en el medio técnico, es decir,
sólo porque la Técnica ha dispuesto una conexión necesaria entre
la máquina y la vida humana, y en esto, ha triunfado totalmente
sobre las estructuras sociales premodernas.
La presencia de la Técnica, según lo señala Ellul, es más carac-
terística precisamente ahí donde la máquina todavía no entra en
acción, ahí donde se está preparando y adecuando el medio social y
la organización del trabajo para el proceso de maquinización; ahí
donde la Técnica transforma el medio social mediante el imperati-

10
El ludismo decimonónico representó un movimiento de crítica a la idea
del progreso tecnológico y de resistencia a la transformación industrial de la
sociedad, pero careció de la capacidad para generar un amplio debate social,
por lo que se le recuerda más por sus acciones violentas que por su capacidad
crítica. Se ha señalado recientemente a Ellul como el precursor de un neoludismo,
intransigente y violento como el original, en movimientos como el de los agri-
cultores franceses contra los transgénicos, liderado por el sindicalista bordolés
José Bové. Sin embargo, en los textos ellulianos no se encuentra ninguna incita-
ción a la violencia, todo lo contrario. Ellul pregona una ética de la no-violencia
que se oponga al poder técnico. Ellul no plantea que el “mal” resida en los arte-
factos, sino en la ideología tecnocrática que permite la expansión ilimitada del
poder técnico. El ludita contemporáneo más famosos ha sido Theodor Kaczinsky,
el Unabomber, profesor de matemáticas en Berkeley, quien decidió iniciar una
delirante lucha personal contra la sociedad industrial enviando bombas por
correo a sus propios ex colegas. Kaczinsky tenía entre sus libros favoritos La
tecnique… de Ellul. El Unabomber mantuvo sus ataques hasta que el New York
Times publicó su Manifiesto contra la sociedad industrial, en el que se pueden en-
contrar argumentos racionales contra la dominación tecnológica. Véase E. Ma-
rino y Patricia García, “El neoludismo: una forma de participación en el contex-
to de la ciencia post-normal”, en Andoni Ibarra y José Antonio López Cerezo,
eds., Desafíos y tensiones actuales en ciencia, tecnología y sociedad. Dominique
Lecourt, Humain post humain.
124 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

vo de la búsqueda de la mayor eficacia posible, en donde se impo-


ne la racionalidad pragmática universal.

Pero cuando la técnica penetra en todos los dominios, incluso en


el hombre mismo, que se convierte para ella en un objeto, la técni-
ca ha cesado de ser objeto para el hombre y deviene su propia
sustancia: no se sitúa más frente al hombre, sino que se integra en
él y progresivamente lo absorbe. En ello, la situación de la técnica
es radicalmente diferente a la de la máquina. Esta transformación,
que podemos contemplar hoy, es el resultado de que la técnica ha
devenido autónoma.11

Por tanto, la Técnica no se reduce a la máquina, no es un obje-


to frente a un sujeto; ni este sujeto puede controlarla ni dominarla, o
rebelarse contra ella, dado que la Técnica se ha convertido, como
sostiene Ellul, en “la sustancia misma de la vida social”. La Técnica
constituye un mundo que determina lo que es factible y lo que no lo
es, y en el que el individuo vive sometido al imperio de una nueva
forma de necesidad.
Podemos adelantar una de las conclusiones más importantes
que Ellul expone: la Técnica no ha liberado al ser humano de la
necesidad; lo ha liberado de una necesidad natural, pero ahora lo
somete al imperio de una necesidad igual de implacable, descono-
cida, extraña y propia a la vez, humana y sobrehumana, pues es el
resultado de su actividad social, pero que lo somete a un nuevo
engranaje de necesidad artificial.
Ellul define el fenómeno técnico moderno como “búsqueda del
mejor medio de acción en todos los dominios de la actividad.” Esto es, lo
que define a las acciones técnicas contemporáneas es la extensión
universal de un impulso de racionalización y de búsqueda de una
eficacia total, impulso que deviene en una especie de “imperativo”
subordinante de todos los fines humanos al único fin del poder y la
eficacia tecnológicos. La Técnica constituye una matriz de la praxis,

11
J. Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 4.
JACQUES ELLUL 125

un modelo de acción por el cual se suplanta el esfuerzo desorgani-


zado y espontáneo por un sistema de acciones (mediadas a menu-
do por artefactos o sistemas de objetos técnicos) destinados a mejo-
rar el rendimiento de cualquier actividad.
Como veremos más adelante, el fenómeno técnico contemporá-
neo se caracteriza, de acuerdo con Ellul, por su autonomía, su univer-
salidad y la unidad de sus componentes. Por ello, ha tomado forma
actual como sistema técnico, y se diferencia de todas las formas técni-
cas del pasado por su capacidad de progreso incesante e ilimitado,
manifiesto en el autocrecimiento, la automatización de la elección de
medios, la ambivalencia e imprevisibilidad de sus consecuencias.

LA TRANSFORMACIÓN HISTÓRICA DE LA TÉCNICA

¿Cómo fue posible la expansión y la aceleración del progreso técni-


co? Según Ellul, el desarrollo histórico de la técnica parece no se-
guir ninguna finalidad predeterminada. Las causas por las que la
técnica dejó de ser mero instrumento para llegar a ser sistema-mun-
do dependen de una combinación única e irrepetible de factores
históricos. Ellul hace una observación acertada: las historias de la téc-
nica que se han escrito no han sido más que historias de la evolución
de las máquinas y artefactos o están ligadas a la historia de los descu-
brimientos científicos; está todavía por escribirse una verdade-
ra historia de la técnica, que explique su proceso de expansión y
crecimiento hasta alcanzar el pleno dominio de la vida social.
Ellul sostiene que la técnica sólo apareció como una fuerza in-
dependiente del resto de los factores de la civilización a partir del
siglo XIX. Los inicios de la modernidad, de los siglos XVI al XVIII,
constituyeron un periodo de preparación y de acumulación de la
experiencia técnica. A partir de los últimos dos siglos, la técnica
parece seguir ya un rumbo inquebrantable de evolución autóno-
ma y casi lineal que se produce de forma geométrica y no aritméti-
ca. Por tanto, la diferencia entre la técnica antigua y la moderna no
es de grado, sino de naturaleza.
126 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

La técnica acompaña la evolución humana desde sus orígenes


mismos. La humanidad desarrolló su inteligencia técnica para re-
solver problemas pragmáticos mediante la invención de artefactos
y herramientas. Esta capacidad técnica permaneció en una lenta
progresión y en un estado de equilibrio entre la técnica y la cultu-
ra en la que se desplegaba. Pero a partir del siglo XIX, la técnica
comienza un proceso de expansión gracias a nuevas condiciones
sociales: el desarrollo del conocimiento científico, la competencia
mundial entre capitales, la lucha entre los Estados europeos por la
conquista de la hegemonía política y comercial, la disolución del
viejo régimen social y político, el rápido crecimiento poblacional y
la fragmentación de la vida social, la migración y la formación de
enormes reservas de trabajo humano en las ciudades. De acuerdo
con Ellul, la combinación de estos avatares históricos creó las con-
diciones para la victoria de la técnica sobre la civilización entera.
En esta transmutación histórica la técnica rompió todos los límites
y cercos culturales, morales y religiosos, y se abrió paso como fuer-
za independiente; controló el proceso civilizador mismo y subyu-
gó todos los ámbitos de la actividad social.
Según Jacques Ellul, durante el periodo anterior a la expansión
de la técnica, ésta estuvo contenida y limitada un ambiente social
bien definido y que obedecía a una determinada concepción del
mundo. La técnica no había explotado como fuerza determinante
del cambio social, pero era una potencia latente y contradictoria.
Que ninguna de las sociedades antiguas (ni Grecia ni Roma, ni
mucho menos la Europa medieval) hayan liberado conscientemen-
te el poder de la técnica no significa que no hubieran existido una
multitud de lentas innovaciones y progresos técnicos. Lo que Ellul
sostiene es que en ninguna de las civilizaciones anteriores la técnica
dominó la existencia humana ni se introdujo en todos los ámbitos
de la actividad social; estaba contenida y limitada por los demás
elementos de la cultura y se regía por un proyecto y una determina-
da idea del hombre.
¿Por qué sólo hasta el siglo XIX la técnica se desarrolló con un
impulso autónomo nunca antes visto? Ellul señala diversos facto-
JACQUES ELLUL 127

res inmediatos como el desarrollo de la actividad productiva y su


vinculación con la investigación científica, así como la búsqueda
generalizada de bienestar, de progreso y de ambición de poderío.12
Pero ni el desarrollo del conocimiento científico ni los movimientos
intelectuales que lo preconizaron, como la Ilustración, ni la revolu-
ción industrial misma constituyen condiciones suficientes. Se requi-
rieron bases materiales de desarrollo, que surgieron de la experien-
cia técnica acumulada en los primeros siglos de la modernidad, así
como de transformaciones sociales profundas que aceleraron la ex-
pansión de la necesidad pragmática y del poder técnico en todos
los ámbitos de la vida social.
¿Cómo se formaron las condiciones favorables para la expan-
sión del poder técnico? Ellul responde: “Creo que esta transfor-
mación de la civilización se explica por la conjunción simultánea
de cinco fenómenos: el resultado de una larga experiencia técnica,
el crecimiento demográfico, la aptitud del medio económico, la plas-
ticidad del medio social y la desaparición de formas sociales tradi-
cionales, la aparición de una clara intención técnica”.13
a) El resultado de una larga acumulación de experiencia técnica. La
técnica moderna es heredera de una dilatada acumulación de conoci-
mientos y experiencias que las civilizaciones anteriores desarrolla-
ron. En la historia de la técnica premoderna14 se verifican mayores
pérdidas de conocimientos que desarrollos por acumulación; sin

12
Langdon Winner en su Tecnología autónoma, comenta acerca de este tema
que plantea Ellul: “Aunque el mundo de la técnica total se estaba formando
durante el Renacimiento y la revolución científica, ni el siglo XVI ni el XVII fue-
ron capaces de llevar el movimiento a la victoria. Quedaban todavía unas pocas
barreras, especialmente el Humanismo de la época, que afirmaba la supremacía
del hombre sobre los medios. [...] La sociedad estaba en una encrucijada. Se
sentía cada vez más la necesidad de crear nuevos medios; incluso la estructura
que debían tomar se percibía claramente. Pero el marco de la sociedad, las ideas
de la época y las actitudes intelectuales no eran favorables a su realización. Fue
necesario emplear medios técnicos en un marco extraño a los mismos” (L.
Winner, Tecnología autónoma, p. 125).
13
J. Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 44.
14
Véase Donald Cardwell, Historia de la tecnología.
128 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

embargo, desde el surgimiento de las ciencias modernas y la


revaloración social de la actividad técnica, ésta se ha desarrollado
con la conciencia de la necesaria preservación y potenciación del
conocimiento técnico y científico.
b) El crecimiento demográfico acelerado que produjo nuevas nece-
sidades cualitativa y cuantitativamente distintas a las que podía
haber enfrentado la técnica antigua. Al mismo tiempo, el desarro-
llo tecnológico permitió el aceleramiento del crecimiento poblacional
al mejorar significativamente las condiciones de vida. El crecimiento
poblacional ha sido, pues, causa y efecto.
c) Un medio económico flexible surgido de la acumulación origi-
naria de capital de la era del mercantilismo colonial. Esta nueva
forma de economía, basada en el aumento continuo de la capaci-
dad productiva por la competencia entre capitales, permitió una
base sólida para invertir recursos humanos y materiales en investi-
gación e innovación para incrementar significativamente las fuerzas
productivas. Al mismo tiempo, el sistema capitalista fue lo suficien-
temente flexible para reconfigurarse y adaptarse a las necesidades
del desarrollo tecnológico. La época en que se consolidó el capitalis-
mo mundial coincide con la formación del mundo tecnológico. En-
tre uno y otro sistema ha habido una interacción y un mutuo condi-
cionamiento.
d) Plasticidad y maleabilidad del medio social. La técnica se ha con-
vertido en el factor decisivo del cambio social. Consecuencias de su
expansión han sido la destrucción de los vínculos tradicionales de
las comunidades y de los grupos sociales, las revoluciones en las
formas de producción, las relaciones laborales, la demografía y los
flujos migratorios, el nacimiento de las grandes ciudades. La socie-
dad contemporánea se caracteriza por la fragmentación individual
y la disolución de vínculos tradicionales entre los grupos humanos
(ligados a valores culturales que, a menudo, son un estorbo para
las innovaciones tecnológicas), asimismo, se distingue por su secu-
larización progresiva y por el predominio de una cultura de racio-
nalismo científico-técnico, de individualismo subjetivista y de
relativismo moral e histórico. La racionalidad tecnológica requería
JACQUES ELLUL 129

un mundo de individuos atomizados y desarraigados, en movimiento


permanente, tanto en la escala social como en el espacio geográfico.
e) Aparición y rápido extensión de una clara intención técnica en to-
dos los ámbitos de la actividad humana. Poco a poco, en el curso
de dos siglos, prácticamente toda la vida social se somete al nuevo
imperativo de la utilidad y la necesidad pragmáticas. La racionali-
dad técnica parece ser capaz de reorganizar la sociedad entera y
conducirla a una etapa de progreso permanente.
La cuarta condición que apunta Ellul es una de las más deter-
minantes. Durante el siglo XVIII (la gran revolución de 1789) se de-
rrumbó por completo el antiguo régimen social, que seguía vincu-
lado más con la Edad Media que con la modernidad industrial.
Entre otros fenómenos significativos están: la desaparición paula-
tina de tabúes religiosos y sociológicos, la destrucción de jerarquías
sociales, por lo menos en cuanto a privilegios innatos de la nobleza
en países que están a la vanguardia del desarrollo, como Inglaterra
y Francia; la socialización progresiva y sutil del poder técnico en la
forma del poder económico y mercantil, desestructuración moral
de las comunidades tradicionales, el individualismo no sólo como
ideología sino como condición básica, la fragmentación de la vida
social, la pérdida de arraigo, la emigración necesaria por la guerra,
la enfermedad o el desastre económico, la enajenación y la cosifi-
cación del trabajador, la deshumanización de la existencia social, la
aparición de una nueva e infrahumana condición social de alcance
mundial: el proletariado.

La desaparición de los tabúes religiosos y sociológicos se corres-


ponde con diversos hechos: creación de nuevas religiones, afir-
mación del materialismo filosófico, supresión de las jerarquías,
regicidios, lucha contra el clero. Estos hechos actúan poderosa-
mente sobre la conciencia popular y contribuyen a que derrumbar
en ella la creencia en dichos tabúes. [...] al mismo tiempo asistimos
a una lucha sistemática contra todos los grupos naturales, so pre-
texto de defender al individuo, lucha contra las corporaciones so-
ciales, contra las comunas y el federalismo (los girondinos), con-
130 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tra las órdenes religiosas, contra las libertades parlamentarias, uni-


versitarias, de los hospitales: no hay libertad de los grupos, sino
solamente del individuo aislado. [...] Pese a todos los intentos de
recuperación, la destrucción no podrá ser reparada. En realidad,
tenemos una sociedad atomizada y que se atomizará cada vez más:
el individuo queda como la única magnitud sociológica, pero nos
damos cuenta de que esto, lejos de asegurarle la libertad, provoca
la peor de las esclavitudes.15

Según Ellul, estos cambios radicales en las estructuras socia-


les, junto como revoluciones científicas e intelectuales, prepararon
el camino para la gran revolución técnica. La sociedad queda pola-
rizada entre el individuo y el Estado; no hay sociedad civil propia-
mente dicha, la “voluntad general” es un mito, los individuos es-
tán aislados y desarraigados. La población rural se ve en la
necesidad de emigrar para buscar trabajo en las grandes ciudades;
comienza la concentración urbana de miles de individuos que son
mano de obra de reserva. El medio social está ya preparado y el
sujeto sólo es un ente aislado; no hay literalmente medio social,
familia o grupo que pueda resistir la presión de la necesidad eco-
nómica y las transformaciones técnicas. He aquí la condición esen-
cial de la plasticidad del medio social. Sin ésta no hay evolución
técnica posible. La técnica encuentra así su ambiente más favora-
ble en toda la historia de la humanidad; ya no existe, material o
intelectualmente, ninguna limitación para la expansión plena del
poder de la técnica en todos los ámbitos de la actividad humana.
Ellul sostiene que la fuerza social que ha generado este gran
cambio histórico es la aparición de un interés universal por poseer
y expandir el poder técnico. En primer lugar, surge del interés de
todo Estado moderno que lo promueve desarrollando la industria
nacional, así como el poder militar y el sistema político-judicial.
Los Estados modernos protegerán las “artes y las ciencias” (la téc-
nica), no por un interés humanitario y una nobleza de alma, sino

15
J. Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 47.
JACQUES ELLUL 131

por instinto de poderío. Después del Estado, la burguesía es el se-


gundo gran promotor de la técnica para el crecimiento de sus capi-
tales en la competencia internacional, y que junto con los intereses
políticos, llega hasta el plano de las devastadoras guerras mundiales
por la hegemonía. Este grupo social había ya desarrollado técnicas
financieras y administrativas que se incorporaron en la organiza-
ción del Estado moderno. La técnica se convierte en un objetivo
fundamental de la burguesía porque con ella se obtiene más ga-
nancia y, desde luego, mayor poder político.16 La técnica permitió
un nuevo orden de alta productividad y explotación del trabajo.
No obstante, existen contradicciones sociales importantes que aún
detendrán el desarrollo de la técnica, veamos:

Sólo que este interés de la burguesía no es suficiente para arras-


trar a toda la sociedad. Se puede constatar en las reacciones popu-
lares contra el progreso. Todavía en 1848, una de las reivindica-
ciones obreras es la supresión del maquinismo. Es comprensible,
por lo demás: el nivel de vida medio no ha mejorado, los hombres
sufren todavía el desequilibrio de su vida provocado por una in-
yección demasiado rápida de técnica, y todavía no han experi-
mentado la embriaguez de los resultados. Los obreros y los cam-
pesinos padecen los inconvenientes y no participan en los triunfos.
Existe, pues, reacción contra la técnica, y la sociedad se encuentra
dividida con respecto a ella: el poder del Estado y el dinero de la
burguesía le son favorables; las masas están en contra.17

Ellul señala que, paradójicamente, ha sido el marxismo el que


ha rehabilitado la técnica para la conciencia obrera dotándola de
un carácter redentor. Según esta doctrina política, el obrero no es
víctima de la máquina, sino del propietario de los medios de pro-

16
Como lo demostró Marx, el aumento de la tasa de ganancia de la burgue-
sía industrial y comercial resultaba del aumento del plusvalor relativo; esto es,
del mayor rendimiento del trabajo humano gracias a la nueva organización téc-
nica y no sólo al empleo de máquinas para la producción.
17
J. Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 50.
132 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ducción. La liberación de la clase obrera reside en el desarrollo ace-


lerado de las fuerzas productivas, es decir, en el despliegue del
poder técnico, que llevará, tarde o temprano, a una contradicción
letal al capitalismo. Para el marxismo, el problema radica en que la
técnica está dominada por la clase burguesa, que no permite su
pleno desarrollo y sólo la subordina a sus fines lucrativos. La técni-
ca es en el pensamiento marxista un instrumento de control y ex-
plotación del trabajo, en manos de una clase dominante; pero una
vez que el régimen de propiedad sea transformado, la técnica libe-
rada del control de la burguesía, puede rendir todas sus bondades
para el beneficio de la clase trabajadora. EL marxismo promovió la
lucha contra la clase burguesa, en lugar de la lucha contra la racio-
nalidad técnica; confiaba en que el progreso técnico produciría fa-
talmente el derrumbamiento del capitalismo y la liberación de la
excesiva carga de trabajo necesario.18
No obstante, como señala Ellul, no es la máquina sino la técni-
ca como sistema autónomo la que produce en su lógica implacable
la sobreexplotación del trabajador. El cambio en el régimen de pro-
piedad de los medios de producción no libera a la humanidad del
sometimiento a la racionalidad técnica del incremento del poder y
de la eficacia.

18
Ellul anota con respecto a esta ironía: “esta reconciliación de las masas con
la técnica, obra de Marx, es decisiva en la historia del mundo. Pero hubiese sido
insuficiente para desembocar en esta conciencia del objetivo técnico, en este
consensus omnium, si no hubiera llegado justamente en el momento en que lo
que se llama beneficios de la técnica alcanzaban también al pueblo. Bienestar,
disminución progresiva de la jornada de trabajo, facilidades para los transpor-
tes y para la medicina, posibilidades de hacer fortuna [...] A pesar de la lentitud
de sus progresos de 1850 a 1914, se produce un cambio prodigioso, que conven-
ce a todo el mundo de la excelencia del movimiento técnico, origen de tantas
maravillas y que, al mismo tiempo, cambia la vida de los hombres” (ibid., p. 51).
JACQUES ELLUL 133

LA VICTORIA DE LA TÉCNICA
SOBRE LA SOCIEDAD MODERNA

Como consecuencia de este complejo proceso de cambio histórico


que apenas se esboza en los textos de Ellul, la sociedad entera ha
sido conquistada por la nueva racionalidad tecnológica para princi-
pios del siglo XX. El pensador francés relata cómo se había formado
una “voluntad general” de progreso técnico para liberar su poder
de modo autónomo y sin más restricciones. Durante los finales del
siglo XIX campeaba ya por todas partes el imperativo de la tecni-
ficación y la ideología del progreso técnico.19 en las universidades
y en los institutos de investigación, en los círculos políticos, las or-
ganizaciones sindicales, incluso en la literatura (la ciencia ficción) y
en otras ramas del arte y la cultura. Todo el mundo queda fascina-
do por el poder de la técnica porque ella no es más que eso: poder
para controlar y dominar la naturaleza, fuente de posibilidades
nuevas y expandidas que prometen una vida mejor, o quizá la ilu-
sión de un poderío sobre la naturaleza que liberará a la humanidad
de todas las restricciones sufridas: el dolor y la enfermedad, el tra-
bajo arduo y extenuante, la miseria y el hambre, la violencia y la
guerra. Los milagros de la técnica (la luz eléctrica, los ferrocarriles,
los telégrafos y teléfonos, los automóviles, el aeroplano, las ame-
tralladoras, etcétera), convencen a todos porque son patentes y ob-
jetivos, y paulatinamente van reconfigurando la organización so-
cial, el paisaje urbano, las estructuras y relaciones económicas y
políticas.
La sociedad experimenta la velocidad y la fuerza20 técnicas que
derriban todos los límites naturales y sociales, todos los tabúes, to-

19
Véase una descripción muy aguda del ambiente histórico que rodeaba al
espíritu del progreso técnico que hace Lewis Mumford en Técnica y civilización.
20
El futurismo, movimiento artístico fundado por Marinetti y que tomó auge
en la Italia fascista, expresa de forma explícita esta euforia por el progreso y la
aceleración que derivan de la expansión del poder técnico. En 1910, Humberto
Boccioni publica el Manifiesto futurista, en el que se expresa el culto a las máqui-
nas, la velocidad y la fuerza que provienen del poder técnico. No es menor la
134 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

dos los prejuicios tradicionales. La técnica es la encarnación revela-


da del poder. La experiencia del individuo se desarrolla en un nue-
vo ambiente insospechado, construido por la técnica y provisto de
todo lo indispensable y lo necesario. Es la era del nuevo poder y
nadie pretende resistirse a ello.
Empero, Ellul recuerda que se alzan algunas voces de protesta
que alertan del peligro de un poder técnico fuera de control, pero
que no logran atrapar la atención de la nueva sociedad técnica (société
technicienne). Ellul menciona, entre otras, las advertencias proféticas
de Kierkegaard. Pero estas críticas al progreso tecnológico no fue-
ron tomadas en serio, como tampoco las anteriores advertencias de
Rousseau ni las propuestas de los utopistas del XIX: Owen, Fourier,
Saint-Simon, ni las ideas de los anarquistas y los antimaquinistas:
Bakunin, Proudhon, Ned Ludd, Kropotkin. Herederos de esa tra-
dición son algunos movimientos artísticos como el dadaísmo o el
surrealismo, o la contracultura de los años sesenta del siglo XX
(el movimiento hippie, por ejemplo). Pero todas son críticas margi-
nales y con una limitada resonancia política y social. El sistema
técnico es capaz de subsumir estas revueltas sociales y rebeliones
de la conciencia. A cambio, ofrece, como indica Ellul, medios para
encontrar el placer y la fuga inmediatos: las drogas, las modas, los
movimientos artísticos “iconoclastas”, o la ilusión colectiva de per-
tenecer a una generación que inicia una nueva revolución.21
Pese a todo, la dominación de la Técnica sobre la sociedad no
ha sido absoluta, ni en los inicios de su expansión ni ahora; pero lo
cierto es que la Técnica ganó rotundamente la batalla ideológica
sin el menor esfuerzo, porque las ideas que advertían del peligro

contribución del fascismo y de los regímenes totalitarios a la aceptación social


del progreso tecnológico.
21
En el presente estas fugas momentáneas pero inocuas ante el sistema téc-
nico mundial cobran tintes de altermundismo y globalifobia, a veces, violentos.
Aún quedaría por ver si en el presente la Internet tiene el potencial de ge-
nerar nuevas comunidades, nuevas formas de solidaridad y de lucha social para
contrarrestar la hegemonía de la Técnica sobre la existencia humana. Hasta aho-
ra el sistema técnico, como sostenía Ellul, parece salir más fortalecido de cada
nueva revuelta.
JACQUES ELLUL 135

del crecimiento desmesurado del poder tecnológico no tuvieron la


suficiente resonancia, eran casos aislados de vaticinios y profecías
catastrofistas que la mayoría prefiere no escuchar. Y los movimien-
tos que llegaron a cobrar más fuerza, como el ludita, fueron aplas-
tados rápidamente. Desde principios del siglo XX, Estado, burgue-
sía y obreros, científicos, artistas e intelectuales convergieron en la
misma actitud favorable y esperanzada por el desarrollo de la téc-
nica; cada uno buscando su propio interés, pero convencidos de
que ello redundaría en el progreso general de la humanidad.
De acuerdo con Ellul, este clima social en el que fructifica la
ideología del progreso técnico contrasta con las sociedades anti-
guas, en las cuales la vida social era esencialmente no-técnica (la
técnica estaba limitada y subordinada a un sinfín de fines sociales
no precisamente pragmáticos). Las actividades humanas estaban
restringidas a la iniciativa individual o a una tradición o ritual, más
que al efecto de una voluntad técnica general y de perfeccionamien-
to racional de la eficacia. Como Ellul apunta, incluso en los terre-
nos de la actividad técnica misma, no es la finalidad técnica la que
domina. El fin económico y el esfuerzo técnico están subordinados
a las tradiciones y valores de la comunidad. “La técnica opera en
momentos precisos y limitados de la vida humana, en todas las
civilizaciones que han precedido a la nuestra. Se comprende que
ella no haya aparecido ni como un tema de ocupación ni de preo-
cupación”.22
La técnica no evolucionaba de manera autónoma sino sólo en
el contexto de un complejo cultural en el que intervenían varios
factores del mundo histórico. El “desarrollo de las fuerzas produc-
tivas” nunca adquirió una evolución independiente del conjunto
de la civilización. La técnica estaba asociada con el Estado, la cien-
cia, la filosofía o el arte, nunca se la encuentra en estado puro y
siempre estaba subordinada a una idea directriz y a un conjunto de
fines extra-técnicos.

22
J. Ellul, La Technique ou l’enjeu du siècle, p. 51.
136 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Encontramos también limitaciones temporales que frenaron el


potencial técnico en la antigüedad.23 El paso de la invención a la in-
novación técnica y de ésta a la utilización social sigue un proceso
muy lento de adaptación. Existe continuidad en la invención, pero
discontinuidad en la innovación y la aplicación técnicas.
Por otro lado, la lentitud de la evolución de la técnica es un
fenómeno constante en la historia. Esta lentitud permitía la adapta-
ción a las formas de vida ya establecidas y tradicionales; la técnica no
se insertaba como un elemento ajeno al contexto cultural. El indi-
viduo se encontraba siempre a la altura de sus técnicas y podía do-
minar su uso y determinar sus fines. Este dominio no provenía de
una adaptación de la vida social a las técnicas, sino, por el contra-
rio, de una sumisión de las técnicas al conjunto social.
La técnica no planteaba un problema de adaptación de las cos-
tumbres y las estructuras sociales, pues ella está precisamente in-
sertada en todo el complejo de la cultura, y evoluciona tan lenta-
mente que nunca sobrepasa la evolución social. Sus progresos están
conjugados tan bien que el individuo está en todos los campos al
nivel de sus técnicas; ya sea en el aspecto físico (la vida cotidia-
na no es alterada por las técnicas) o en el aspecto moral (su evolu-
ción no es influida por las técnicas), o en el aspecto cognitivo (las
técnicas no son misteriosas e incomprensibles), en todos los ámbi-
tos la influencia de las técnicas sobre el hombre es casi nula.24 Así
pues, Ellul sostiene que es preciso reconocer que (en comparación
con nuestra época) en la antigüedad el desarrollo de la humanidad no
estuvo ligado al progreso técnico.
He aquí, sostiene Ellul, algunas de las razones más importan-
tes del equilibrio histórico en la civilización, al mismo tiempo, que
23
Ellul anota: “Hasta el siglo XVIII, las técnicas evolucionan muy lentamente:
el trabajo técnico es puramente pragmático, la investigación es empírica, las
transmisiones son lentas y débiles. Hacen falta siglos para la utilización de un
invento (por ejemplo, el molino de agua), para pasar de un juego a una utilidad
(p. e., de la pólvora al cañón, los autómatas), de una operación mágica a una
operación económica (la cría de animales), o para el simple perfeccionamiento
de un instrumento (del arado a mano al arado a caballo)” (ibid., p. 66).
24
Ibid., p. 67.
JACQUES ELLUL 137

la lentitud de la evolución general de la humanidad. No es sino


hasta el siglo XIX que aparece la formación de una técnica apoyada
en la racionalidad científica, con una finalidad muy clara: lograr la
máxima eficacia. El progreso de la técnica no está más que condi-
cionado por el cálculo de medios racionales para alcanzar el fin. La
investigación ya no es de orden experimental, individual, artesanal,
sino abstracto, matemático e industrial.
Una última característica de la técnica en la historia pre-mo-
derna que Ellul señala resulta crucial: la posibilidad de la elección
humana ante la técnica. Como las técnicas estaban geográfica e his-
tóricamente limitadas, encontramos al menos dos tipos de civiliza-
ción que podían coexistir. Según Ellul, una es aquella en que la
actividad se desborda hacia el exterior: la explotación de la tierra,
la guerra y las conquistas; la otra es más bien pasiva, concentrada
en sí misma, no despliega ningún tipo de expansión material. Las
dos formas de civilización coexistían y formaban un equilibrio en-
tre el sujeto humano y su mundo.
Cuando el contacto de diversas formas de técnica tenía lugar,
el individuo elegía utilizar una nueva técnica en virtud de numero-
sas razones; la eficacia no era más que una. Pero el individuo que
vive en la época anterior a la expansión técnica está siempre en
posibilidad de romper con ella y de escoger un destino distinto.

[…] Así, en una civilización activa, con un suficiente desarrollo


técnico, el hombre fue siempre capaz de romper el vínculo y ele-
gir, p. e., una vida mística y contemplativa. El hecho de que las
técnicas están a la altura del hombre implica para él la facultad de
repudiarlas y sobrepasarlas. Tiene una posibilidad de elección, no
solamente en cuanto a su vida interior, sino en cuanto a la forma
de su vida, y puede, sin embargo, vivir perfectamente; los
elementos esenciales de su vida son salvaguardados y abasteci-
dos más o menos generosamente por esta civilización, aunque se
rechacen sus formas.
Está pues reservada una zona de elección al precio de un es-
fuerzo mínimo que es, antes que otra cosa, una decisión y una
138 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

toma de conciencia, porque el peso material de las técnicas no es


sobrehumano. Este hecho, que resulta de diversas características
que hemos ya conocido, aparece como uno de los factores de evo-
lución y de revolución más importante de la historia.25

Como Ellul lo plantea, el proceso de autonomización de la téc-


nica se posibilita con el surgimiento de una voluntad colectiva de
dominio técnico sobre la realidad. Según Ellul, esta voluntad técnica
estuvo frenada en el mundo antiguo y medieval hasta que logró
liberarse e independizarse rompiendo los diques simbólico-cultu-
rales que la contenían. Y estuvo frenada en gran medida porque no
fue necesaria, la humanidad encontró medios simbólicos para supe-
rar las necesidades y sustituir su falta de poder y capacidad
operativa sobre la naturaleza, predominó así en el pasado una ra-
cionalidad simbólica y logocéntrica, y no una pragmática y
operativa.
Todas esas características del equilibrio entre técnica y civili-
zación han desaparecido en el mundo contemporáneo. “Los anti-
guos caracteres de la técnica han desaparecido; han aparecido nue-
vos, el fenómeno técnico actual no tiene casi nada de común con el
fenómeno técnico hasta los tiempos modernos”.26
La técnica no está ya limitada en nada: se extiende a todos los
campos y cubre todas las actividades humanas. La técnica ha toma-
do ahora una extensión geográfica planetaria. Ha evolucionado con
una rapidez desconcertante. Ha devenido totalmente objetiva, como
un útil de intercambio universal; cualquiera que sea el medio o el
país, la técnica ha roto el cerco de las diferencias étnicas y ahora ha
unificado a toda la civilización uniformando las culturas y los mo-
dos de vida.
En suma, la técnica moderna no está limitada ni en el espacio
geográfico ni en el tiempo histórico; no tiene ningún freno en su de-
sarrollo, no es subjetiva ni está ligada a una cultura en particular, no

25
Ibid., p. 72
26
Ibid., p. 73.
JACQUES ELLUL 139

permanece encerrada en la totalidad de una civilización; no se


diversifica en una multitud de formas culturales y artesanales para
un mismo fin; no obedece a fines estéticos, religiosos y antropológi-
cos; no permanece o desaparece con el movimiento de toda la cultu-
ra; es objetiva y se intercambia como cualquier objeto-mercancía.

LA TÉCNICA COMO MEDIACIÓN UNIVERSAL Y NECESARIA

La Técnica constituye una mediación entre la naturaleza y la hu-


manidad que ha creado un nuevo entorno artificial. Esta media-
ción se convierte en el único medio posible de subsistencia, en la
única base de la supervivencia humana:

[…] esta mediación deviene exclusiva: no hay otra relación entre


el hombre y la naturaleza, todo ese conjunto de vínculos comple-
jos y frágiles que el hombre había tejido pacientemente, poético,
mágico, mítico, simbólico desaparece: no hay más que la media-
ción técnica que se impone y deviene total. La Técnica forma en-
tonces una cortina continua, por una parte, y por otra, un modo
generalizado de intervención. Ella es en sí misma no solamente un
medio, sino un universo de medios —en el sentido de Uni-
versum: a la vez exclusivo y total—, esto es lo que aparece también
en las relaciones entre los individuos, o en la relación que se estable-
ce entre individuos y grupo: ahí también todo deviene técnico […]27

De este modo, y porque el hombre se involucra en un modelo


de mediación única, centralizada, exclusiva, la técnica deviene
“mediática”. Se puede decir que ella ha sido siempre así, y que por
naturaleza no es más que eso: en tanto que es un medio y un con-
junto de medios, es evidentemente mediática, intermediaria entre
el hombre y su antiguo medio ambiente.28

27
J. Ellul, Le système technicien, p. 44.
28
Ibid., p. 45.
140 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

El problema que Ellul observa es que, en la medida en que la


Técnica se ha convertido en la mediación única entre el ser humano
y la naturaleza, ha logrado escapar a todo sistema de valores ex-
trínsecos a su propio desarrollo. La mediación tecnológica ha
subsumido otras formas de mediación simbólico-cultural. Todo lo
que ahora es fácticamente posible, lo es por mediación de la Técnica.
Una segunda consecuencia que Ellul destaca es que la Técnica,
convertida en un universo de medios, se ha vuelto un sustituto del
medio natural del ser humano. Ellul reitera en Le système technicien
lo que ya había planteado desde 1954: el hombre ha dejado de ha-
bitar en un ambiente natural para situarse en un nuevo ambiente
artificial. Pero este entorno cada vez más racionalizado, en apa-
riencia más compatible con el ser humano, lo emplaza para adap-
tarse a sus requerimientos y a sus reglas, tal como anteriormente la
naturaleza le exigía un proceso de adaptación a sus condiciones
ambientales. La Técnica es, pues, medio ambiente y no sólo un inter-
mediario entre lo humano y el entorno natural.
Una tercera consecuencia que señala Ellul consiste en que la
relación entre la Técnica y el ser humano se ha convertido en una
relación no mediatizada. La Técnica media entre el mundo social y
la naturaleza, pero no hay nada que medie entre el individuo y el
sistema técnico. Por este carácter omniabarcador, la Técnica ha al-
canzado un alto grado de autonomía con respecto a la cultura.

La Técnica no solamente es medio de vida por el hecho de que


excluye la relación directa con los elementos naturales o porque
modifica aquellos que subsisten (el agua, el aire), o porque el me-
dio ambiente del hombre no está más que hecho de objetos técni-
cos, sino incluso por el hecho de que interviene directamente so-
bre la vida del hombre y le demanda adaptaciones comparables a
las que le había exigido primitivamente el medio natural.29

29
Ibid., p. 49.
JACQUES ELLUL 141

Ellul observa que una de las características que definen al indi-


viduo en el mundo técnico es la pérdida de la capacidad de simbo-
lización con el mundo natural. Esta simbolización se manifestaba
antiguamente en los rituales religiosos, en la magia y la adoración
de los elementos o fuerzas naturales. El ser humano buscaba adap-
tar o dominar esas fuerzas mediante acciones simbólicas (como la
magia). Pero esta simbolización dejó de tener sentido en un medio
altamente tecnificado. El dominio técnico sobre la naturaleza des-
encadena que la simbolización resulte vana e ineficaz para domi-
nar y controlar el nuevo medio técnico.
El sujeto moderno ha aprendido no sólo a utilizar instrumen-
tos, sino a con-vivir en un medio técnico. Pero éste no es simple-
mente el conjunto de los objetos técnicos que utilizamos, sino una
estructura condicionante que nos acompaña a todas partes y que
utilizamos en todo momento, porque es ahora nuestro único am-
biente de vida. Pero que el medio técnico se haya convertido en el
fundamento de la vida humana implica una serie de transforma-
ciones históricas. La naturaleza y la sociedad han cambiado y se
han convertido en componentes del sistema técnico. El medio téc-
nico penetra poco a poco y absorbe el medio natural y la sociedad.
Así, la Técnica se “alimenta” y vive del sistema natural y social, de
ahí obtiene la energía y la materia que requiere para reproducirse
como un entramado de artefactos y relaciones técnicas entre los
objetos y los sujetos humanos.

CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA TÉCNICO

Ellul argumenta en Le système technicien (1977) que para poder com-


prender el fenómeno técnico de nuestra época es preciso construir
el concepto de sistema técnico. El grado de sistematicidad que la
Técnica ha alcanzado es, sin duda, una de sus principales caracte-
rísticas. Por ello, la Técnica se ha convertido en nuestros tiempos
en un sistema con sus propias reglas y su propia finalidad de desa-
rrollo, se ha transmutado para ser ahora medio o entorno.
142 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Pero el estado de sistematicidad no implica que el sistema téc-


nico se identifique con la sociedad entera. Es un hecho que todo lo
que constituye la vida social ha sido tecnificado. Pero el sistema
técnico sólo tiene existencia dentro de la sociedad, de la cual se
alimenta. Se establece una relación similar a la que existe entre la
naturaleza y la máquina: ésta funciona gracias a los materiales y a
la energía natural, pero no convierte a la naturaleza en una máqui-
na. La Técnica se inserta como un subsistema en la sociedad, que
poco a poco ha ido reconfigurando las relaciones sociales, políticas
y económicas mediante sus fines pragmáticos, pero no transforma
la sociedad en un ente técnico ni en una macromáquina. La Técnica
reorganiza la sociedad y obtiene su soporte y su energía de ella;
transforma sus estructuras, pero en el conjunto de las relaciones
sociales permanece irreductible, pues es imprevisible e inconsis-
tente porque las relaciones sociales no se pueden sistematizar de
manera absoluta para someterlas a la racionalidad tecnológica.
Por tanto, existe una tensión y una contradicción permanentes
entre el conjunto del sistema social y el subsistema técnico. Por ello,
el sistema técnico parece ser un “cuerpo extraño” que se ha adheri-
do al tejido social y que lo ha transformado. Pero ¿en qué medida el
sistema técnico adquiere autonomía y se apodera de otros
subsistemas y de su energía, cual si fuera un cáncer que ataca des-
de las entrañas mismas del sistema social?
Ellul observa que el modelo de una sociedad en la que se iden-
tificara el conjunto social con el sistema técnico es –de hecho– el de
las utopías tecnológicas. En efecto, las utopías modernas postulan
una sociedad total e íntegramente tecnificada (como la Nueva
Atlántida de Bacon), en donde todo está regulado y planeado, en
donde nada es aleatorio o accidental, en la que existe una perfecta
conjunción de las partes del cuerpo social. Pero, como observa Ellul,
una perfecta organización técnico-social implicaría la supresión de
la inherente irracionalidad de los sujetos humanos. Las utopías con-
cibieron un poder político tecnificado que sería capaz de regular y
equilibrar las fuerzas sociales y de alinear los diversos intereses in-
dividuales. Todas las perspectivas utópicas que la humanidad ha
JACQUES ELLUL 143

podido soñar se basan en la confianza en el poder técnico para trans-


formar, reorganizar y controlar la complejidad de las relaciones so-
ciales. Por ello, las utopías han marcado el rumbo del progreso téc-
nico y han definido nuestra imagen del futuro. Muchas de las utopías
modernas, como la de Francis Bacon, se han realizado en la medida
en que el progreso técnico ha encontrado en la sociedad un lugar
preponderante. Por eso Ellul señala: “No hay otra utopía más que la
técnica, y por ese canal quizá podrá cumplirse la identificación en-
tre el sistema técnico y la sociedad técnica. La utopía es dentro de la
sociedad técnica el horizonte de la técnica. Y nada más”.30
El concepto de sistema que emplea Ellul se basa en la teoría
clásica de los sistemas: a) un sistema es un conjunto de elementos
en relación, de tal modo que la evolución de uno de ellos provoca
la evolución del conjunto, así como la modificación del conjunto
repercute sobre cada elemento.31 Ellul subraya la interrelación y la
interdependencia entre los elementos esenciales de un sistema; b) los
elementos que componen los sistemas tienen una especie de “apti-
tud preferencial” para interactuar y combinarse entre sí, más que
para entrar en contacto con elementos externos al sistema, lo cual
establece las fronteras funcionales que identifican al sistema y lo de-
limitan. Los sistemas evolucionan y su estructura es dinámica, tanto
en la composición de sus elementos como en las interacciones que
desarrollan. Sus acciones no son nunca repetitivas, pues los siste-
mas están abiertos y pueden variar; c) los sistemas tienen una gran
capacidad para entrar en relación con otros sistemas, establecien-
do relaciones de retroalimentación. La evolución de los sistemas
depende en gran medida de esas interacciones externas. Pero Ellul
advierte que el concepto de sistema no nos permite hacer perdicio-
nes acerca del comportamiento futuro del sistema técnico, ni si-
quiera prever la evolución de sus elementos o subsistemas.
El sistema técnico puede describirse mediante dos conjuntos de
elementos: los rasgos ontológicos del “fenómeno técnico” y los fac-

30
Ibid., p. 28.
31
Ibid., p. 88.
144 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tores del progreso técnico. El fenómeno técnico, como ya lo había


mostrado Ellul en La Techinique ou l’enjeu du siècle, es propio de la
civilización occidental desde el siglo XIX. El progreso material si-
gue siendo una parte constitutiva del fenómeno técnico, de su
autodesarrollo y de su autocrecimiento. El sistema técnico evolu-
ciona y se transforma por su propio impulso y ahora es un factor
determinante del cambio social. Aunque el sistema técnico no está
completamente cerrado, y por tanto interactúa con los sistemas
político, cultural, científico, económico, mantiene su unidad y su
consistencia porque los subsistemas técnicos interactúan y se enca-
denan primordialmente entre sí, con cierta autonomía con respecto
al resto de los sistemas culturales y sociales.
Ahora bien, el sistema técnico no puede sobrevivir ni desarro-
llarse más que en la medida en que se inserta en el cuerpo social. El
medio técnico no subsiste por sí mismo, como subsiste la naturale-
za o la sociedad. La autonomía que ha alcanzado el sistema técnico
y la capacidad que ha desplegado para autodesarrollarse es conse-
cuencia de que el sistema técnico se ha incrustado en el tejido social
y es prácticamente imposible extirparlo (es como un cáncer que ha
crecido en el organismo social). La tecnificación de la sociedad es
total porque cada aspecto de la vida humana está subsumido en la
Técnica. Dado que la Técnica es un factor determinante en el cam-
bio social, y debido también a la interdependencia de sus elemen-
tos, a su extensión universal y a su capacidad de evolucionar y
reorganizarse a sí misma, no es posible generar un proceso de
“destecnificación”. Sólo una devastación total de instrumentos y
de saberes técnicos podría producir el retorno a un mundo pre-
tecnológico.
Así pues, el sistema técnico existe no solamente por las relacio-
nes intrasistémicas que le han dado estabilidad y capacidad de au-
todesarrollo, sino también porque los organismos (la naturaleza y la
sociedad) a los que ha logrado subsumir son también sistemas,
y ha podido “replicar” y asimilar en su propia organización las
estructuras de esos sistemas, a la vez, que reorganizar su dinámica
interna “reiterando” sus propias estructuras y su racionalidad. De
JACQUES ELLUL 145

este modo, la naturaleza y la sociedad se tecnifican en la medida en


que los objetos técnicos se parecen más a las cosas naturales, y en la
medida en que están mejor incorporados en el mundo social.
Ahora bien, Ellul está consciente de que la Técnica no existe
sin la actividad intencional de los seres humanos, y que hablar de
un sistema técnico autónomo podría ser una falsificación de los he-
chos. Pero el sistema técnico no es un agregado de objetos técnicos
ni puede ser comprendido fragmentando sus elementos y anali-
zando cada uno por separado. El sistema técnico es un fenómeno
cualitativamente distinto de la conjunción de objetos técnicos y ac-
ciones humanas, pues son precisamente las interacciones sistémicas
las que determinan las propiedades esenciales de los dispositivos
y de los artefactos.
El sistema técnico destaca por su especificidad, su unidad, su
autorregulación, y por constituirse como una totalidad en desarro-
llo y en funcionamiento independiente del medio social. Entre sus
diferentes elementos no se establece una relación mecánica, sino
un conjunto cada vez más denso y complejo de relaciones de infor-
mación. Es precisamente la capacidad que posee para intercambiar
información con el sistema social y con el medio ambiente, y para
modificar sus estructuras y “programas”, lo que ha permitido la
estrecha vinculación entre uno y los otros sistemas. Así, la Técnica
constituye también una modalidad de lenguaje universal capaz de
equiparar, traducir o uniformar lo propio del sistema técnico y los
elementos de la naturaleza o de la sociedad. En 1977 Ellul anticipa
que el lenguaje informático y la cibernética tienen esa capacidad
totalizadora.
Según Ellul, las nuevas tecnologías de la información se han
desarrollado a partir del hecho de que el sistema técnico ha evolu-
cionado para integrar sus elementos mediante relaciones de informa-
ción. La cibernética y la informática han surgido para responder a
la necesidad de consolidar la configuración actual del sistema téc-
nico. Ellul considera que el fenómeno técnico ha alcanzado el gra-
do actual de sistematicidad gracias al desarrollo de las técnicas de
transmisión y registro de información. Así, la era de la información
146 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

no es una novedad producto del genio y de la libertad humanos,


sino la manifestación concreta y la consolidación de la unidad sis-
témica que la Técnica ha alcanzado. La Técnica se ha convertido,
además de medio global, en lenguaje universal para comprender y
actuar en el mundo.

El sistema técnico se ha convertido desde entonces en el deman-


dante en estos dominios: mientras más se desarrolla la técnica,
más se acrecientan los trabajos de información como condición
de ese desarrollo. La producción material y los movimientos de
objetos físicos se han vuelto menos importantes que esas activi-
dades no materiales. La explosión informativa ha sido necesaria
para la creación del sistema: no es un simple producto accidental
de nuestra capacidad de producir información. Pero a partir del
momento en el que el sistema tiende a organizarse, la demanda
de información se hace explícita, es decir, aparece un nuevo sec-
tor informativo, que está constituido de técnicas que no tienen otra
función específica más que producir, transmitir y recolectar in-
formación.32

Ellul plantea que la interacción entre los sistemas computa-


cionales permitirá a la Técnica consolidarse definitivamente como
sistema mundial. Así, las redes informáticas se han organizado y
adaptado a los múltiples subsistemas técnicos: comerciales, admi-
nistrativos, bancarios y financieros, militares, científicos y educa-
tivos, de servicios, ocio y entretenimiento, etc. No existe hoy en día
prácticamente ningún subsistema social eficiente que no esté orga-
nizado e interconectado mediante redes informáticas y sistemas de
telecomunicación. La informatización del sistema técnico es una nue-
va estructura que ha posibilitado crear nuevas relaciones orgáni-
cas entre los subsistemas. Ellul señala que en los años cincuentas
no existía propiamente tal sistematicidad técnica porque las activi-
dades tecnológicas se desarrollaban todavía de un modo más o me-

32
Ibid., p. 104.
JACQUES ELLUL 147

nos aislado y accidental. Hacía falta un medio adecuado y homo-


géneo de enlace que no dependiera de la inestabilidad de las insti-
tuciones sociales. El crecimiento técnico era en gran parte anárqui-
co, pues estaba dividido en dominios separados por la división
tradicional de las operaciones tecnológicas, las cuales interactuaban
en función de la capacidad humana de integrar y manejar las di-
versas ramas de la praxis. Pero ahora, esta interacción se produce
de un modo automático y cada vez más organizado (incrementando
la cantidad y complejidad de las interacciones). Así pues, la infor-
mática y las telecomunicaciones se han erigido como los factores
decisivos para la interacción y el autocrecimiento del sistema técni-
co. En la medida en que la informatización avanza, los sectores
técnicos se hacen, a la vez, interdependientes y autónomos.
Pero ello no implica que la informatización del sistema pueda
evitar contradicciones entre los diversos subsistemas técnicos, y
que los efectos contraproducentes de las interacciones accidentales
o imprevistas no generen nuevos problemas de dimensiones nun-
ca antes vistas. También aumenta el riesgo de colapsos generaliza-
dos en un sistema interconectado. Ellul indica que la entropía del
sistema técnico podría crecer a pesar de la automatización de sus
relaciones intrasistémicas, pues la integración de los subsistemas
técnicos a través de redes informáticas supera por mucho la capa-
cidad natural de la mente humana, pero todavía no suplanta por
completo al agente humano, que debe seguir tomando decisiones
en los subsistemas técnicos. A pesar del acelerado proceso de la
automatización y de la consolidación de la sistematicidad tec-
nológica, ésta todavía depende de las decisiones que los agentes
humanos toman, con base en los enormes volúmenes (a veces hu-
manamente inmanejables) de información que procesa y obtiene el
sistema técnico.
Una de las propiedades emergentes más relevantes del siste-
ma técnico que Ellul señala es la flexibilidad. La fuerza y estabi-
lidad del sistema técnico residen en su capacidad de adaptarse a
diferentes estados y condiciones, mientras que cada subsistema tien-
de a cerrarse sobre sí mismo. Ellul observa que el sistema técnico
148 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

requiere flexibilizarse para permitir la diversidad cultural y la ilu-


sión de una mayor libertad individual.
El sistema técnico produce sus propios mecanismos de confor-
mación o adaptación del individuo a sus requerimientos. Y esto no
es el resultado de una decisión consciente de algún agente huma-
no que “controle” el sistema. El pensador bordolés menciona: “Hay
que evitar plantear en términos morales clásicos los problemas ac-
tuales: por ejemplo, hablar de libertad o de responsabilidad dentro
del sistema técnico no significa nada. Estos son términos morales
no aptos para dar cuenta de la situación efectiva del hombre”.33
Por consiguiente, el sistema técnico es capaz de producir sus
propios mecanismos de adaptación y de compensación para que el
individuo se integre adecuadamente en él. La Técnica ha creado
medios destinados a facilitar la integración humana dentro del uni-
verso “inhumano” del sistema, por los cuales el individuo puede
alcanzar la satisfacción de sus necesidades vitales. Pero Ellul seña-
la que esta adaptación se produce como un verdadero sustituto de
las determinaciones de la naturaleza, por un sistema artificial que
ahora nos impone una fatalidad técnica. La Técnica ha creado, así,
medios para compensar una vida uniformada por la necesidad tec-
nológica: los medios de comunicación masiva, la ciencia ficción en
el cine y la literatura, la propaganda comercial y política, las técni-
cas al servicio del ocio y del “entretenimiento”, las drogas sintéti-
cas, la contracultura que crea la ilusión del rompimiento del siste-
ma, las ciber-experiencias, la realidad virtual y los video-juegos, en
fin, todo el mundo de los objetos técnicos que crean la ilusión de
una “fuga” individual del sistema, pero que en realidad refuerzan
las conexiones y las mediaciones entre el individuo y el sistema
técnico.

Así, la Técnica incluye en ella misma sus procesos de reorganiza-


ción, ya que es precisamente una organización técnica. Toda ma-
nifestación en contra, toda perturbación dentro del sistema no es

33
Ibid., p. 122.
JACQUES ELLUL 149

más que una provocación, una solicitación para que nuevas técni-
cas, nuevas organizaciones, nuevos procedimientos se pongan en
marcha, integrando cada vez un número más grande de datos
(en cantidad ilimitada gracias a la computadora). Y esto se efectúa
no contra el hombre y para poseerlo o dominarlo, el sistema no
tiene ninguna intención ni ningún objetivo; se desarrolla como tal
simplemente. Y quienes le sirven están bien convencidos de que
trabajan para el bien de los hombres. Son animados por las mejo-
res intenciones. Lo que hace que el sistema técnico sea cada vez
más humanizado. Pero por la absorción de lo humano dentro de
la Técnica. Un proceso distinto es impensable.34

No obstante, Ellul cree que la Técnica no ha sido capaz de re-


solver todos los problemas que ella misma genera. Por una parte,
el sistema técnico ha generado mecanismos compensatorios para
contener los efectos negativos de lo que Ellul denomina microproble-
mas: contaminación, crecimiento demográfico acelerado, desempleo,
alienación del trabajo y la falta de tiempo libre, así como diversas
tensiones sociales entre el polo desarrollado de las sociedades (con
altos niveles de bienestar y que disfrutan los beneficios tecnoló-
gicos) y el polo tradicional y subdesarrollado (con bajos niveles
de bienestar y acceso muy limitado a esos beneficios). La solución de
estos problemas, que en el mundo globalizado han dejado de ser
ciertamente micro-problemas, es decir, situaciones localizadas, es uno
de los factores decisivos del progreso y la expansión del sistema
técnico. Sin embargo, por otra parte, se han presentado problemas
globales (macroproblemas, como los denomina Ellul), consecuencia
directa del autocrecimiento del sistema técnico y que no tienen nin-
guna posibilidad de ser resueltos por la Técnica misma, y para los
cuales no hay alternativa:

Se trata, por ejemplo, del carácter totalitario del sistema, de la


complejización indefinida, la reconstitución del entorno humano

34
Ibid., p. 129.
150 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que ha sido destruido, la búsqueda de la calidad de vida, la ten-


dencia a la dislocación seguida de la desaparición de controles
cualitativos, el cálculo de costos (los costos externos económicos),
la desnaturalización del hombre con la desaparición de los ritmos
naturales, de la espontaneidad, de la creatividad, de la incapaci-
dad de juicio moral a causa del poder.35

Así pues, los problemas derivados del crecimiento cuantita-


tivo y de los desajustes provocados por los subsistemas técnicos
tendrían solución en la medida en que el sistema en su conjunto
alcance niveles de mayor integración y de consistencia entre todos
sus componentes. Pero los ejemplos de problemas citados se refie-
ren a desórdenes estructurales que afectan a las condiciones natu-
rales de la vida humana; para solucionar estos grandes problemas
(por su gravedad y por su magnitud) sería preciso —de acuerdo
con Ellul— remontarse a la “fuente misma del proceso técnico” para
modificar la totalidad de la organización y su desarrollo.

Todo el drama tecnológico actual consiste en que la técnica, una


vez que conquistó su autonomía y que funciona por autocre-
cimiento, no podría al contrario tener feed-back más que por una
presión externa: el feed-back ha sido posible por el complejo
informático, pero la relación debe ser mediatizada por un elemen-
to no técnico, lo que va en contra de la autonomía, y que es total-
mente inaceptable.36

La condición para la modificación del rumbo y la estructura


esencial del sistema técnico está en la posibilidad de que los agen-
tes humanos tomen conciencia de los efectos y riesgos mayores que
la Técnica genera; es decir, Ellul señala que el ser humano, sub-
sumido y dominado por el sistema, debe hacer acto de conciencia
para resolverse a reaccionar contra dicho sistema.

35
Ibid., p. 131.
36
Ibid., p. 133.
JACQUES ELLUL 151

No se trata de “convertirse en amo” de la Técnica, lo que no quie-


re propiamente decir nada– […] Se trata de lograr la capacidad
para reinsertar dentro del sistema técnico informaciones cualitati-
vas externas, susceptibles de modificar el proceso desde su origen
–allí se sitúa el conflicto, y no según un estúpido imaginario, en
una concurrencia entre la computadora robot y el hombre despo-
seído de su cerebro.37

¿Cómo provocar entonces esa reacción contra el dominio casi


absoluto del sistema técnico? Antes de intentar comprender la res-
puesta elluliana a este desafío, veamos los rasgos esenciales que
Ellul confiere al fenómeno técnico contemporáneo.

Autonomía

Como hemos visto, Ellul sostiene que el sistema técnico es au-


tárquico y autónomo, es decir, es un sistema que evoluciona ahora
por sus propias fuerzas y que no está regido, en lo fundamental,
por ninguna regulación externa. Por ello, Ellul es el representante
más claro de la idea de la “tecnología autónoma” como poder
objetivado e independiente de la voluntad de los seres humanos.
La Técnica es autónoma con respecto a: a) las variables económi-
cas, b) la política, c) los valores morales. Lo único que la limita,
y respecto a lo cual no puede ser autónoma, son las leyes físicas y
biológicas de la naturaleza.
Ellul subraya: “Técnica autónoma, eso quiere decir que ella no
depende finalmente más que de sí misma, que traza su propio ca-
mino, […] que debe ser considerada como “organismo” que tiende
a cerrarse, a autodeterminarse: ella es un fin para sí misma. La au-
tonomía es la condición misma del desarrollo técnico”.38 En este
sentido, la Técnica es la forma más organizada de opresión y poder

37
Ibid., p. 134.
38
Ibid., p. 137.
152 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

sobre los seres humanos (construida por los propios seres huma-
nos), pero no se trata sólo del poder institucionalizado que unos
ejercen sobre otros, sino del poder del imperio de la necesidad so-
bre la libertad de todos los individuos. Ello implica que no hay
autonomía posible del individuo frente al sistema técnico, pues en
éste se ha realizado la integración total de lo humano a lo técnico.
Según Ellul, la autonomía de la Técnica y la del hombre son incom-
patibles, no pueden coexistir, una de las dos tendrá que desaparecer.
La Técnica es una fuerza que no puede ser controlada, orientada
o desviada hacia una finalidad ajena a su propio encadenamiento
sistemático. “Usar la Técnica” significa aceptar y estar subordina-
do a la especificidad y autonomía de sus fines —los cuales son ade-
más imprevistos—, la totalidad de sus reglas y sus imperativos.
Los individuos pueden tomar decisiones (usar o no usar, modificar
e innovar) con respecto al uso de herramientas e instrumentos, pero
no pueden decidir estar fuera de las determinaciones del sistema
técnico (la necesidad pragmática), a menos que éste mismo los ex-
cluya como parias sociales o marginados del desarrollo material.
La Técnica es autónoma respecto a la economía, aunque de-
penda del crecimiento capitalista. No obstante, el crecimiento econó-
mico depende de la innovación técnica, que sigue su propia lógica
de desarrollo. También es autónoma con respecto a la política, aun-
que parezca que las decisiones políticas subordinen el desarrollo
técnico. Según Ellul, son los criterios técnicos (eficacia y concentra-
ción del poder) los que determinan las decisiones que deben tomar
los políticos. El Estado se rige cada vez más por decisiones
tecnocráticas en las que quedan fuera los ciudadanos y sus repre-
sentantes parlamentarios; los propios políticos que toman las deci-
siones de gobierno lo hacen por razones de fuerza mayor. Finalmen-
te, la Técnica es autónoma frente a la ética, pues no está impulsada
por ningún valor que no sea técnico: no es su objetivo lograr la
justicia social o proteger los derechos de los individuos, ni preser-
var el medio ambiente. Sólo se desarrolla en función de las posibi-
lidades materiales existentes, la factibilidad económica y su propia
fuerza de autocrecimiento y expansión.
JACQUES ELLUL 153

Ellul sostiene que la Técnica no progresa, pues, en función de


un ideal moral ni busca la realización de valores que no sean técni-
cos. El sistema no acepta ningún juicio moral (los técnicos que es-
tán imbuidos en el imperativo tecnológico actúan con independen-
cia de criterios morales). Ellul señala: “la autonomía de la Técnica
se ha establecido principalmente por medio de la división radical
de dos dominios. La moral juzga problemas morales. En cuanto a
los problemas técnicos, ella no tiene nada que hacer, pues sólo los
criterios y los medios técnicos son aceptables”. La autonomía de la
Técnica no significa que ésta sea una entidad animada capaz de
actuar con propósitos y finalidades conscientes, sino que son los
seres humanos quienes han puesto a un lado los criterios ético-so-
ciales en las acciones tecnológicas, asumiendo premisas que están
totalmente impregnadas de una ideología “tecnocrática”. Es decir,
la concepción instrumentalista (que Heidegger también criticaba)
que asigna una neutralidad moral a los objetos y subsistemas téc-
nicos es la condición de posibilidad de que la Técnica se vuelva
autónoma y acabe configurando y determinando las relaciones so-
ciales y las formas de vida.
La autonomía de la Técnica ha provocado la neutralización ética
de las acciones técnicas, no solamente en la actividad produc-
tiva, sino en todos los ámbitos. En efecto, para el sujeto moderno
toda acción tecnológica es legítima y prioritaria por sí misma, y
parece siempre estar dirigida a un bien. La Técnica se refuerza me-
diante la propagación universal de una idea de su absoluta necesi-
dad y prioridad. La condición esencial para la autonomía de la Téc-
nica ha sido la universalización del imperativo de la necesidad
pragmática y la difusión de este discurso de la Técnica misma (Ellul
lo llama el bluff tecnológico).
Por otra parte, la Técnica se ha convertido en una fuerza creativa
de nuevos valores que inciden en los cambios socioculturales. La
Técnica ha destruido así valores de la cultura tradicional y le exige
al individuo una serie de nuevas “virtudes” pragmáticas: exacti-
tud, precisión, racionalidad instrumental, eficiencia y obediencia,
y un doble criterio máximo: la eficacia y la utilidad, por encima de
154 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

otros valores y virtudes, como prudencia, precaución, seguridad,


bien colectivo, cuidado de ecosistemas y seres vivos, etcétera.
La Técnica se opone a valoraciones sociales tradicionales (no
centradas en fines pragmáticos de mayor eficacia) y las desarticula.
Por eso, señala Ellul, ella se convirtió en un poderoso medio de de-
sacralización del mundo, y eliminó todo misterio sobrenatural y
aun natural, todo tabú, social o religioso. La época de la “muerte
de Dios” y el imperio de la Técnica no coinciden por casualidad.
Según Ellul, la Técnica es, a la vez, sacrílega y sagrada. Ella ha arran-
cado al ser humano el sentido de lo sagrado y la vocación para el
misterio al que había sido conducido desde antaño. Para la Técnica
no existe el misterio. Ella no respeta nada, ni las cosas naturales ni
las sobrenaturales. Sólo tiene una única función: transformar esas
cosas en útiles, racionalizar toda acción de acuerdo con los impera-
tivos técnicos. De una manera mucho más radical que la ciencia, la
Técnica atenta contra todo lo sagrado, porque demuestra con ope-
raciones, y no sólo con razones, que el misterio no existe. La Técni-
ca no tiene miedo ni pudor ante lo sagrado; todo lo que no es técnico
aún, debe llegar a serlo gracias al autocrecimiento y al encadena-
miento sistemático de la Técnica. Por tanto, la Técnica obscurece la
experiencia de lo sagrado; para ella, el único misterio es lo que aún
no ha sido tecnificado.
El individuo que vive en el medio técnico, bien arropado y pro-
tegido por un mundo artificial, no cree en nada “sobrenatural” (o
más bien en nada “sobre-técnico”). Sin embargo, se ha producido
una extraña inversión. Ellul señala que el ser humano no puede
prescindir de la experiencia de lo sagrado; por ello, otorga ese sen-
tido a una fuerza que ha destruido todo lo que en el pasado consti-
tuía lo sagrado. En el mundo actual lo único misterioso es la fuente in-
agotable del poder de la técnica.39

39
Ellul comenta al respecto: “La emisora de radio es un misterio inexpli-
cable, un milagro evidente y que se renueva; no es menos sorprendente que las
más elevadas manifestaciones mágicas, y es adorada como un ídolo [...] to-
dos experimentan el sentido de lo sagrado: no vale la pena vivir si no se tienen
JACQUES ELLUL 155

[...] En todos los casos, la técnica es sagrada porque es la expresión


común del poderío del hombre que, sin ella, se encontraría pobre,
solo, desnudo, sin disfraz, dejando de ser el héroe, el genio, el ar-
cángel ilusorio que un motor le permite ser. Y hasta los que sufren
porque están desempleados o arruinados por la técnica, e incluso
los que la critican y la atacan (sin osar ir demasiado lejos, porque
tendrían contra ellos a todos los adoradores), tienen respecto a
ella esa mala conciencia que experimentan todos los iconoclastas.
No encuentran ni en sí mismos ni fuera de ellos una fuerza que
compense lo que ponen en duda. No viven en la desesperación,
que sería el testimonio de su liberación. Esta mala conciencia me
parece acaso el hecho más revelador de esta sacralización de la
técnica hoy en día.40

El hecho fundamental de nuestro tiempo consiste, en suma, en


que la Técnica no obedece a condicionamientos externos, sino que
se desarrolla en virtud de sus propios motores internos, subordi-
nando otros subsistemas sociales: el Estado, la economía y ciencia.
Las influencias externas sobre el sistema técnico corresponden a
valores y determinaciones que son secundarios (vienen a la zaga
después de las determinaciones inherentes al sistema técnico), que
acaban por convertirse en un freno de su autodesarrollo, o en des-
viaciones y orientaciones distintas a las que surgen de su propia diná-
mica interna. La autonomía de la Técnica se sostiene en su singular
capacidad de autodinamismo y de “supresión de los límites”: los
de la cultura, la ética y la política y los de la naturaleza misma.

La técnica es en sí misma supresión de límites. No hay para ella


ninguna operación imposible ni prohibida; esto no es un carácter
accesorio o accidental, sino la esencia misma de la técnica: un lí-
mite no es jamás otra cosa que lo que no se puede actualmente

esos poderes en casa (autos, motocicletas, aparatos eléctricos, etc.)” (La Technique
où l’enjeu du siècle, p. 131).
40
J. Ellul, La Technique où l’enjeu du siècle, pp. 132-133.
156 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

realizar desde el punto de vista técnico —simplemente porque


hay algo más allá de este límite que es posible realizar. […] Así,
no hay más que dos tipos de límites: aquellos que provienen del
defecto de los medios y aquellos que son cualitativamente incon-
mensurables (y por consecuencia no pueden ser reconocidos como
límites). Así, la Técnica no es un fenómeno trasgresor sino un fe-
nómeno que se sitúa en un universo potencialmente ilimitado
porque ella misma es potencialmente ilimitada y presupone un
universo acorde con su propia dimensión, y por consecuencia no
puede aceptar ningún límite previo.41

Sin embargo, Ellul no considera que la autonomía de la Técni-


ca implique neutralidad axiológica o ética, puesto que no es un ob-
jeto inerte y meramente instrumental. La Técnica posee en sí mis-
ma una serie de consecuencias, exigencias e implica un conjunto
de modificaciones del individuo y de la sociedad que se imponen
con su uso.

La técnica posee en sí un cierto número de consecuencias, repre-


senta una cierta estructura, ciertas exigencias, entraña ciertas mo-
dificaciones del hombre y de la sociedad, que se imponen si uno
lo quiere o no. […] No digo que esto sea absolutamente irreme-
diable, pero que para cambiar esta estructura u orientar de modo
diferente este movimiento hace falta un esfuerzo inmenso para
poner manos a la obra en lo que se creía móvil y orientable, hace
falta la toma de conciencia de esta independencia del sistema téc-
nico, a la que se opone la convicción rasurante de la neutralidad
de la técnica.42

41
J. Ellul, Le système technicien, pp. 167-168.
42
Ibid., p. 169.
JACQUES ELLUL 157

Universalidad

La universalidad del sistema técnico es geográfica y también prag-


mática: permea en todas las actividades humanas y por todas par-
tes del planeta. La universalización se vincula con el carácter pro-
gresivo y expansivo de la Técnica. El perfeccionamiento de los
subsistemas técnicos ha implicado la expansión geográfica de sus
aplicaciones. Dos hechos han condicionado su expansión univer-
sal; por un lado, la creciente secularización de la vida cotidiana, la
renuncia a los mitos y a las esperanzas religiosas, principalmente
en Occidente; por otro, la proyección del sujeto moderno hacia el
futuro depositando sus esperanzas en el progreso técnico.
La Técnica se ha convertido en un sistema universal mediante
dos procesos correlativos: la creciente especialización y la tota-
lización del conjunto de técnicas. Al tiempo que la Técnica se espe-
cializa cada vez más, se hace más unitaria y sistémica, pues de lo
contrario, la especialización generaría una fragmentación y un des-
orden mayor entre las diversas ramas técnicas. Pero el proceso de
especialización-totalización no es intencional ni está dirigido por
los fines humanos, es intrínseco al grado actual de desarrollo sisté-
mico de la Técnica.
Analicemos ahora los dos aspectos principales de la universa-
lidad que caracteriza al sistema técnico contemporáneo: a) Geográ-
fico: en todos los países y en todas las culturas, la tecnificación se
extiende sin ninguna restricción. b) Cualitativo: los mismos proce-
dimientos en todas partes y los mismos efectos y consecuencias,
un solo modelo de técnica, así como los mismos problemas socia-
les y ecológicos derivados del desarrollo tecnológico. De acuerdo
con Ellul, todas las operaciones sociales relevantes se han transfor-
mado en actividades regidas desde una perspectiva tecnológica.
En el pasado existieron distintas vías de civilización, ahora todos
los pueblos están alineados a una sola vía. Pero esto no quiere de-
cir que la civilización tecnológica iguale las condiciones mundanas
de todos los pueblos o de todos los estratos sociales. Por el contra-
rio, existen distintos grados de desarrollo en la misma trayectoria,
158 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

distintos niveles de acceso a los medios técnicos, aunque todos los


pueblos no tengan más remedio que incorporarse a la civilización
tecnológica.
Pero lo que sí se ha convertido en un factor homogéneo es que
ya no se requieren circunstancias sociales favorables para que la
Técnica logre expandirse. Ella es suficientemente poderosa para
imponerse y romper barreras simbólico-culturales, morales y reli-
giosas. En consecuencia, el mundo técnico moderno es contradic-
torio y complejo; sobreviven en él restos de las culturas tradiciona-
les y viejos atavismos, pero ello no significa que la victoria de la
Técnica no esté ya consumada. El mundo técnico no es, claramen-
te, más ordenado o más “racional”, sino que es el mundo de las
tensiones sociales intranacionales e internacionales, es un mundo
esencialmente violento y conflictivo. La universalidad, en suma,
no puede implicar la unificación o la pacificación del mundo.

[…] en este proceso de universalización, la técnica que “marca el


advenimiento de la comunidad global” provoca al mismo tiempo
rupturas y agrava las escisiones: fragmenta a la humanidad, la
separa de sus costumbres tradicionales sobre las que se había es-
tablecido un modus vivendi universal. Ella extiende el abanico de
las condiciones humanas y profundiza la brecha que separa las
condiciones materiales de los hombres. En todas partes la técnica
se establece como fundamento, posibilidad, exigencia de las socie-
dades, pero también crea los medios de destrucción que provocan
el miedo y la desconfianza recíproca. Crea asimismo los medios
de producción que separan a los pobres de los ricos de la manera
más cruda jamás vista, ella parece agravar las tensiones y los con-
flictos. […] Así, sin ninguna duda las técnicas sirven para el acer-
camiento entre los hombres y las técnicas provocan su oposición,
sus rupturas. Pero esta afirmación, que es exacta, proviene una
vez más de la consideración de las técnicas separadas. El sistema
técnico es tan universal, y en tanto que sistema, se ha establecido
más o menos completamente y por todas partes. Pero no garanti-
za la pacificación o el buen entendimiento entre los pueblos. Pro-
JACQUES ELLUL 159

duce en efecto las rupturas que conocemos, pero que no pueden


hacer nada contra esta universalización.43

Pertenece, pues, a la naturaleza sistémica de la Técnica la capa-


cidad de extenderse universalmente, provocando la fragmentación
de las relaciones humanas, y no su unificación. En los tiempos en
que ya se preconizaba la globalización gracias a los medios de co-
municación, Ellul sostiene que la universalización del sistema téc-
nico producirá una identidad de fundamentos y estructuras en muy
diversas sociedades, una homogenización material de la vida (la pro-
ducción industrial y el consumo), pero que será ineluctable que
enfrente a las sociedades unas contra otras en una lucha por el po-
der, “porque la técnica no es jamás otra cosa que un medio de poder”.
Por consiguiente, la Técnica ha conquistado progresivamente
todos los aspectos del mundo humano: la economía, el Estado y al
cuerpo humano mismo; no queda reducto de la realidad natural ni
del mundo social en donde la Técnica no pueda penetrar y trans-
formar los medios y las formas de vida. Según Ellul, en nuestros
tiempos asistimos a la victoria final de la Técnica, con la cual surge
un nuevo imperio de la necesidad técnica y la uniformidad de la
existencia humana. El universalismo de la Técnica significa un nue-
vo orden de opresión mundial bajo la dominación de los impera-
tivos técnicos, en el que algunos tienen una posición más cómoda
que otros, pero no por ello están menos sometidos a los mismos
lineamientos; la autodeterminación y la autonomía del ser huma-
no parecen ser ya una ficción del pasado.44

43
J. Ellul, Le système technicien, p. 207.
44
Ellul comenta: “[...] Civilización técnica significa que nuestra cultura es
construida por la técnica (forma parte de la civilización únicamente lo que es
objeto de la técnica), que ella es construida para la técnica (todo lo que existe en
esta civilización debe servir a un fin técnico), que es exclusivamente técnica
(excluye todo lo que no lo es o lo reduce a su forma técnica)” (La Technique où
l’enjeu du siècle, p. 116).
160 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Autocrecimiento

El autocrecimiento de la Técnica se refiere a dos fenómenos. La


Técnica ha alcanzado un nivel de evolución en el que se transfor-
ma casi sin intervención planeada. La Técnica progresa gracias al
esfuerzo colectivo, pero éste tiene una finalidad inconsciente. Es
decir, una condición para este autocrecimiento es que no existe en
las estructuras sociales ninguna fuerza que resista o detenga por
completo el progreso técnico; al contrario, los esfuerzos de cada
individuo contribuyen a mantener la cohesión del mundo técnico.
La Técnica ya no evoluciona gracias a geniales inventores, sino mer-
ced a un esfuerzo colectivo constante y sostenido. No encontrare-
mos por ningún lugar a los grandes héroes del progreso tecnoló-
gico (pero sí a un sinnúmero de alabadores y propagandista). La
sistematicidad de la Técnica implica que las acciones son ejecuta-
das por un sujeto colectivo distribuido mundialmente, por lo que
no importa quién y en dónde realice una innovación técnica, sino
que su empleo se extienda rápidamente por todo el orbe.
Además, las constantes adiciones de mejoras o innovaciones
tecnológicas generan modificaciones cualitativas en el sistema en
su conjunto. Las técnicas se entrelazan progresivamente, pero no
siguen un plan preconcebido; en el desarrollo de la Técnica nada
está predeterminado, operan en ella, más de lo que creemos, el azar
y las indeterminadas condiciones de disponibilidad económica y
de facticidad material.
La Técnica se organiza como un sistema que se autorregula.
Pero ninguna técnica domina el conjunto del sistema, no existe una
técnica especializada en controlar el sistema completo, no hay
una técnica de la totalidad; cada técnica es una actividad fragmen-
taria que interviene en una región de la realidad social o natural; es
la interrelación y la interacción de todas lo que constituye el siste-
ma técnico autónomo. Lo que vincula las acciones técnicas no es el
designio humano ni la programación política, sino las leyes inter-
nas de desarrollo de la técnica, la unidad intrínseca asegura la co-
hesión entre los medios y las acciones humanas.
JACQUES ELLUL 161

Constatamos […] que es el principio de combinación de las técni-


cas lo que provoca el autocrecimiento. […] el progreso técnico tiende
a efectuarse, no según una progresión aritmética, sino según una pro-
gresión geométrica.

Este autocrecimiento da a la técnica un aspecto de extraña aridez.


Ella es siempre semejante a sí misma y no se parece a nada. Cual-
quiera que sea el dominio al que se aplique, sea el hombre o Dios,
ella es la técnica y no sufre modificaciones en su desarrollo, que es
su ser y su esencia […]. No es más que una forma en donde todo
se moldea. Pero he aquí que ella adquiere características propias
que la constituyen como un ser aparte. Una frontera muy precisa
la rodea. Está, por un lado, todo lo que es técnico y, por otro, todo
lo que no lo es. Quien entra en esta forma se encuentra obligado a
adoptar sus características. Ella modifica todo lo que toca, siendo
ella misma inmune a la contaminación. No hay nada, ni en la na-
turaleza, ni en la vida social y humana, que pueda serle compara-
do. La inteligencia del arte o de la guerra no se aproxima en nada
a la técnica, y mucho menos la industria de las hormigas o las abe-
jas. Ser híbrido, pero no estéril, capaz, al contrario, de engendrarse
a sí mismo, la técnica traza sus límites y modela su imagen.45

Automatismo de la elección técnica

En el mundo actual el individuo no puede decidir emplear o no


emplear un medio técnico, si es que quiere conseguir un resultado
eficaz y adecuado con las necesidades sociales. En la elección técni-
ca no se interponen decisivamente más intereses y valores que los
que determinan las necesidades pragmático-productivas. El ser
humano ya no es el agente de la elección ni del cambio técnico. Él
decide solamente por aquello que da la máxima eficiencia.

45
J. Ellul, La Technique où l’enjeu du siècle, pp. 83 y 88.
162 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

a) La selección entre medios técnicos, la organización y la me-


canización se efectúa automáticamente, sostiene Ellul. El ser huma-
no ya no posee el control de la selección y se siente satisfecho por
ello porque se libera de responsabilidades individuales. Confía ple-
namente en la automatización y en los medios que son necesarios
de acuerdo con el cálculo racional sobre el resultado esperado.
b) Cuando en un ámbito técnico hay un conjunto de medios no
técnicos ocurre un proceso previo de eliminación. “La actividad
técnica elimina automáticamente, sin que haya en él un esfuerzo
en este sentido ni voluntad directiva, toda actividad no técnica la
transforma en actividad técnica”.46 Esto no quiere decir que la se-
lección tecnológica no esté expuesta a una serie de condiciones so-
ciales; sino que la idea de que es el hombre quien decide qué tipo de
medios utilizar y para qué es simplemente una ilusión; la Técnica
no obedece a fines socialmente controlados, ella es un sistema de
medios interrelacionados que crece potencialmente en posibilida-
des, y que más bien determina nuevos fines prácticos.
En el mundo actual, toda actividad tecnológica es superior pro-
ductivamente a toda actividad no tecnológica. El medio en donde
penetra una técnica se convierte de un solo golpe en un medio téc-
nico. No hay elección posible entre un medio técnico y uno no técni-
co. Ellul niega que subsista libertad humana en la elección técnica.
A un poder técnico sólo se opone otro poder técnico. Es inútil, según
Ellul, ante el automatismo de la elección tecnológica intentar con-
trolar o regular los medios técnicos. Los individuos están atrapa-
dos en un dilema constante: o bien deciden usar medios tradicio-
nales y empíricos, o bien deciden “aceptar” la necesidad del medio
técnico. Por ello, Ellul sostiene que el hombre moderno no posee
alternativa: ni el individuo ni la sociedad pueden escoger un camino
que no sea técnico. No existe libertad de elección ante la Técnica:

El reto dirigido a un país, a un hombre, a un sistema, es hoy única-


mente un reto técnico. A una potencia técnica sólo puede oponer-

46
Ibid., p. 78.
JACQUES ELLUL 163

se otra potencia técnica. [...] Ahora cada hombre no puede tener


un lugar para vivir más que siendo un técnico. Cada colectividad
no puede resistir a las presiones del medio ambiente más que si
usa técnicas. Tener la respuesta técnica es actualmente una cues-
tión de vida o muerte para todos. Pues no hay un poder equiva-
lente en el mundo.47

Ambivalencia

El desarrollo de la técnica no puede ser juzgado en términos mora-


les de bueno o malo, según Ellul. No es bueno ni malo, pero tampo-
co neutro, sino que siempre comporta una mezcla de elementos
positivos y negativos imposibles de disociarse. Así, una técnica cu-
yos efectos sean sólo positivos no existe en el mundo. Los buenos o
malos efectos no dependen de las intenciones humanas; cualesquie-
ra que éstas sean, las consecuencias del uso de la técnica están en
función de las determinaciones del sistema técnico, que no depen-
den de la voluntad de los usuarios y ni siquiera a veces de los
diseñadores técnicos. La ambivalencia es una característica de todo
progreso técnico: se gana en una parte y se pierde en otra. Cada pro-
greso técnico, cada innovación que entra en el mercado y transforma
las relaciones sociales, acentúa la complejidad de los elementos posi-
tivos y negativos. El efecto más importante de la ambivalencia del
progreso técnico es la incertidumbre y la imprevisibilidad de sus
consecuencias en el mundo. La razón última es muy simple: pues-
to que el progreso técnico carece de finalidad y no sabe hacia dón-
de se dirige, es imprevisible y provoca en la sociedad entera una
incertidumbre general. Ellul plantea entonces tres tesis sobre la
ambivalencia del progreso técnico:

Todo progreso técnico se paga.

47
Ibid., p. 79.
164 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

El progreso técnico produce en cada etapa más problemas (y


más vastos) de los que resuelve.
Los efectos nefastos del progreso técnico sin inseparables de
los efectos favorables.48

1. Todo progreso técnico se paga. No puede existir un progreso


técnico absoluto. Con cada avance (sobre todo en la modalidad de
innovaciones que se expanden globalmente de manera muy rápi-
da) se produce una pérdida, sea de conocimientos tradicionales, de
destrezas prácticas, habilidades cognitivas o vínculos sociales, equi-
librios ecosistémicos, etc. Las innovaciones tecnológicas crean nue-
vas relaciones de complejidad entra la naturaleza y la sociedad que,
por lo menos, tienen resultados inciertos e imprevistos.
2. El progreso técnico produce en cada etapa más problemas (y más
vastos) de los que resuelve. Las innovaciones de la era industrial, con
la introducción de nuevos materiales como los plásticos, uso de
sustancias químicas (v. g. la producción de alimentos mediante la
agroquímica y el uso intensivo de fertilizantes e insecticidas como
el DDT), la producción masiva de automóviles, resolvieron los pro-
blemas de abasto material de una población mundial que crecía
rápidamente. Pero provocaron a la vuelta de los años extensos y
graves deterioros ambientales, la concentración cada vez mayor de
gases de efecto invernadero y múltiples problemas de salud que
ahora tienen que resolverse. En la misma lógica, ya se proponen
nuevas soluciones tecnológicas (como el uso de transgénicos para
reducir la aplicación de agroquímicos), pero que generarán nue-
vos, más extensos y quizá más graves problemas (contaminación
genética, pérdida de biodiversidad, tensiones socioeconómicas por
la creación de nuevos agromonopolios industriales, etcétera). Los
problemas típicos del periodo de rápida y extensiva industrializa-
ción pueden languidecer ante los nuevos riesgos derivados del uso
intensivo, globalizado y de rápida expansión de las innovaciones
que surgen de la ingeniería genética y la biotecnología, la informá-

48
J. Ellul, Le bluff technologique, p. 96.
JACQUES ELLUL 165

tica, la nanotecnología, etc. Es imposible hacer predicciones pero,


como Ellul lo señala, es muy factible que esos problemas sean aún
más difíciles y complejos por estar globalmente extendidos.
3. Los efectos nefastos del progreso técnico son inseparables de los
efectos favorables. En el mundo técnico moderno es ingenuo separar
entre técnicas buenas y útiles y técnicas malas, así como creer que
todo depende del “bueno uso” que hagamos de la tecnología. Idea
falsa que repiten como tarabillas los tecnólogos, científicos, políti-
cos e incluso algunos filósofos. Ellul considera que si se observan
las consecuencias reales de las técnicas, en su funcionamiento y
dinámica propios, y no se hace una abstracción del uso de los ins-
trumentos, es posible advertir la inseparabilidad de efectos positi-
vos y negativos. Se puede decir que todas las técnicas de produc-
ción son buenas porque incrementar la cantidad de bienes que
favorecen el desarrollo social. Pero Ellul se pregunta sobre la cuali-
dad de lo que se produce hoy en día. La técnica moderna está dise-
ñada para incrementar y hacer cada vez más eficaz la producción.
Pero la finalidad de la producción puede ser cualquier cosa; así, se
producen una multiplicidad de cosas absurdas, inútiles y peligro-
sas que aumentan el derroche de recursos naturales e incrementan
la complejidad y los riesgos que se viven cotidiana pero invisible-
mente en la sociedad tecnológica.

Imprevisibilidad

La imprevisibilidad es, sostiene Ellul, una de las características esen-


ciales del progreso técnico, que se sitúa tanto en la etapa del diseño
e invención, en la innovación como en la aplicación y, finalmente,
en sus efectos. Todo progreso técnico implica efectos deseados, efec-
tos previsibles (algunos no deseados) y efectos imprevisibles. Si
existiera una capacidad humana para diseñar y realizar sistemas
tecnológicos que sólo respondieran a los efectos deseados, no ha-
bría ningún problema. Pero eso es imposible porque cada inno-
vación técnica pone en juego una multiplicidad de causas, algunas
166 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

inopinadas, y se inserta en una cadena de acciones y efectos que


cruzan de la naturaleza a la sociedad y viceversa. La técnica no sólo
produce riesgos (la probabilidad de que una acción tenga un efecto
nefasto no querido), sino incertidumbre (imposibilidad de deter-
minar el nivel de riesgo).
Ellul distingue dos tipos de efectos imprevisibles: a) aquellos
que no se podían prever pero que se podían esperar, de acuerdo
con el conocimiento que se tiene; b) aquellos efectos que son impre-
visibles e inesperados porque no existía ningún antecedente ni co-
nocimiento causal. Ellul sostiene: “No existe progreso irrevocable-
mente logrado, progreso que no sea más que progreso, ni progreso
sin sombra. Todo progreso corre el riesgo de degradarse, y com-
porta un doble juego dramático de ‘progresión/regresión’”.49
Según Ellul, la racionalidad técnica ha llegado a un punto irra-
cional por su carácter omniabarcador. Ha tenido como finalidad
producir utilidad y ahora tienen como consecuencia producir no
sólo cosas inútiles, sino también el incremento de riesgos y efectos
negativos que son imprevisibles.

En la medida en que conocemos cada vez menos las consecuen-


cias de nuestras innovaciones y que somos incapaces de inventar
los frenos necesarios, basta muy poco para lanzarnos hacia un ries-
go absoluto. Todo crecimiento técnico que aumenta infinitamente el
riesgo hipotético, pero absoluto, me parece estrictamente condenable. 50

Ellul anticipa los problemas característicos de la sociedad del


riesgo (que desarrollará Ulrich Beck) y pone las bases para la for-
mulación de un principio precautorio. El riesgo tecnológico se ha
agudizado peligrosamente porque los resultados positivos de las in-
novaciones técnicas son inmediatos y concretos, pero los efectos ne-
gativos son abstractos, se expresan a largo plazo y en una escala glo-
bal. Ellul concluye que la percepción del riesgo está cada vez más

49
Ibid., p. 154.
50
Ibid., p. 156.
JACQUES ELLUL 167

retrasada socialmente, a pesar de los estudios prospectivos que ha-


cen los expertos, y por ende, los problemas que se generan son cada
vez más difíciles porque no aparecen ante la conciencia colectiva más
que cuando se han convertido en males inexorables y masivos.
De este modo, el mundo tecnológico se ha convertido en un
entorno en el que la previsión es una necesidad ineludible. Pero
Ellul distingue entre previsión (prévision) y previsión precautoria
(prévoyance). No basta con intentar prever los riesgos a partir de las
técnicas de cálculo y probabilidad, o hacer estudios de impacto
ambiental basados en criterios económicos de costo-beneficio, sino
que es preciso anticipar precautoriamente la posibilidad de que
suceda una catástrofe. Como sostiene Ellul, “la cuestión de la posibi-
lidad eclipsa a la de la probabilidad”. Los cálculos probabilísticos y
estadísticos de las técnicas de cálculos de riesgos pierden valor ante
la posibilidad de que ocurra un desastre de una magnitud mayor.

La previsión precautoria [prévoyance] será ante todo la virtud se-


gún la cual aceptaremos, con base en las experiencias indiscu-
tibles del pasado reciente […], que vivimos de hecho en una civi-
lización del riesgo mayor provocado por la técnica, y que mien-
tras más avanza ésta, más se agravará y aumentará la probabili-
dad del riesgo mayor.51

La prévoyance debe, pues, reemplazar a la previsión prospectiva,


al cálculo de probabilidades, y a los métodos de evaluación y con-
trol de riesgos. Ellul ha fijado las bases del principio de precaución
en el momento justo en que más se requiere.

[…] “lo peor se ha vuelto en todo momento posible”. Y la previ-


sión precautoria [prévoyance] manda aquí dar un paso más: es ne-
cesario considerar lo peor como probable, no porque sea el resul-
tado del cálculo de probabilidades que, como hemos visto, en estas
circunstancias no corresponde a nada, sino porque efectivamente

51
Ibid., p. 198.
168 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

el alto riesgo se acumula. […] En función de la previsión pre-


cautoria, hay que tener en cuenta todos los datos necesarios para
responder en cada caso a lo peor. Hay que evaluar, por tanto, qué
es lo peor probable en cada situación, y para cada parámetro de la
situación.52

Doble y contradictorio feed-back

En Le système technicien, Ellul sostenía que el sistema técnico carece


de feed-back, y que se ha cerrado por completo, por lo que no puede
ser alterado desde fuera por ningún otro subsistema social. Esta
tesis refuerza la idea de una hipóstasis del sistema técnico que pa-
rece entonces haber devenido algo absoluto. No obstante, en Le bluff
technologique, Ellul rectifica esa afirmación y considera que el siste-
ma técnico tiene dos modalidades de feed-back: uno positivo, cuya
acción procede la ciencia y de la política; y otro negativo, que pro-
viene de la economía. Este doble y contradictorio feed-back consti-
tuye un factor más de la imprevisibilidad del desarrollo técnico.
Las fuerzas sociales interactúan con el sistema e influyen en él, pero
no de un modo plenamente intencional y efectivo. Las
interrelaciones son más bien fortuitas e imprevisibles. Por un lado,
la ciencia (los centros de investigación privados y públicos ligados
a la industria, que forman el complejo Ciencia-Técnica, como lo
llama Ellul) y la política (los gobiernos con sus agencias de fomen-
to a la investigación y desarrollo, la desregulación, etc.) impulsan
el progreso tecnológico y la innovación. Pero por otro, las variables
económicas y financieras, locales y mundiales, pueden constituir un
freno o unas condiciones desfavorables para la innovación técnica.
La eficacia y las consecuencias de la doble acción de estos fac-
tores no puede medirse con precisión, y ello contribuye, según Ellul,
a generar mayor incertidumbre en el rumbo del desarrollo técnico.

52
Ibid., p. 199.
JACQUES ELLUL 169

Finalmente, podemos resumir las principales características del


sistema técnico en las siguientes tesis que Ellul desarrolla en sus
libros:53
1. La técnica ha cambiado radicalmente de naturaleza, ya no es
un mero instrumento, ha devenido un sistema-mundo autónomo.
2. Los seres humanos no controlan la Técnica como si fuera
cualquier instrumento, ella se expande y se desarrolla siguiendo su
propia lógica. Su expansión universal, su autonomía y su
autocrecimiento responden a su propia necesidad.
3. No hay posibilidad de autonomía y libertad humana ante la
autonomía de la Técnica. Los seres humanos ya no están en capaci-
dad de elegir su propio destino, sino sólo de elegir entre los medios
disponibles por el sistema técnico.
4. La técnica refuerza el poder del Estado, el cual, a su vez,
refuerza el poder de la técnica. La técnica se ha convertido en la
fuente de un nuevo poder totalitario.
5. La técnica y la ciencia están estrechamente imbricadas. Una
no puede desarrollarse sin la otra. La ciencia es uno de los motores
del sistema técnico y se subordina a sus fines pragmáticos, consti-
tuyendo el complejo Ciencia-Técnica (tecnociencia).
6. El sistema técnico y el capitalismo forman una unidad indi-
soluble. Uno no se expande sin el otro: sin crecimiento económico
no hay desarrollo tecnológico, pero sin expansión tecnológica no
hay desarrollo capitalista. Sin embargo, la Técnica no se subordina
al sistema económico mundial. Las innovaciones técnicas están con-
dicionadas por las circunstancias comerciales e industriales, pero
se diseñan y planean en función de las posibilidades que permite el
sistema técnico mismo.
7. La propaganda y el bluff tecnológico que difunde la necesi-
dad absoluta del poder técnico son mecanismos del sistema que
permiten mantener su integridad y adaptar a los individuos sin
necesidad de ejercer violencia.

53
Cf. Jean-Luc Porquet, op. cit.
170 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

8. El hombre que se sirve de la técnica es aquél que la sirve en


cada uno de sus acciones. Sólo el hombre que sirve a la técnica está
bien adaptado para “servirse” de ella en el abanico de medios que
le ofrece.
9. Los límites de la expansión del poder técnico no están en la
cultura, sino en la naturaleza. La Técnica uniforma a todas las cultu-
ras y va minando los valores tradicionales. Los valores éticos y polí-
ticos no pueden influir desde fuera el desarrollo del sistema técnico.
10. La ciencia y la política son los propulsores fundamentales
de la Técnica; la economía, su único freno.
11. El sistema técnico ha producido un enorme derroche de
recursos y la devastación y depredación la naturaleza. Sin embar-
go, el sistema no se puede expandir indefinidamente, pues no pue-
de haber desarrollo técnico infinito en un mundo finito.
12. La Técnica crea más problemas (más complejos y más vas-
tos cada vez) de los que se propone resolver.
13. Mientras más progresa la Técnica, mayores son sus efectos
imprevisibles y mayores los problemas que genera.
14. La Técnica se ha convertido en una fuerza que uniforma
todo y que no respeta límites, desacraliza todas las cosas; ella pare-
ce ser lo único sagrado.
15. Para desmantelar el sistema técnico es necesaria una revo-
lución social global que comience con la toma de conciencia por
parte de los individuos de su sometimiento al sistema. Esa revolu-
ción es posible y, sin embargo, muy poco factible (quizá improba-
ble) ante los mecanismos de contención social que ha desarrollado
la Técnica misma (la informática, la publicidad y la propaganda
mediática, la industria del entretenimiento, etcétera).

LA INTEGRACIÓN DEL SER HUMANO


EN EL SISTEMA TÉCNICO

Ellul avizora al final de sus obras que la Técnica intervendrá en la


naturaleza orgánica y en la constitución biológica del ser humano
JACQUES ELLUL 171

para lograr una completa integración de lo humano en el sistema


técnico.

[...] La edad técnica prosigue en realidad, y no podemos decir in-


cluso que estemos en su plena expansión. Por el contrario, es pre-
visible que le queden algunas conquistas decisivas por hacer —el
hombre, entre otras—, y no se ve qué es lo que podría impedir a la
técnica apoderarse de ellas.54

La siguiente etapa del progreso técnico debe ser lograr un fun-


cionamiento orgánico de todos sus subsistemas, incorporando ele-
mentos vivos en los componentes artificiales. El ser humano se trans-
formará, no estará seguramente compuesto con partes mecánicas,
no será un cyborg, sino que lo orgánico se convertirá en el medio
eficaz del encadenamiento técnico. Y es aquí en donde entra en
juego la novedosa ingeniería genética. La transformación orgánica
del cuerpo humano es posible en principio, precisamente porque
ni la naturaleza ni el ser humano son una realidad estable, estática
e impenetrable. La Técnica ha puesto de manifiesto la maleabili-
dad e inestabilidad de todo lo orgánico y lo vivo, del ser humano,
la sociedad, la cultura y la naturaleza material y orgánica. Y estas
características son las que ahora fundamentan la amenaza del do-
minio absoluto de la Técnica sobre la vida.

Todo es ahora posible como para fabricar el hombre que se quiera


[…] Nuestro saber no se sitúa en el mismo plano que nuestras
incertidumbres, que no son del mismo orden ni pertenecen a la
misma zona de comprensión que los fenómenos. El gran ensayo
de la ingeniería genética se topa con un obstáculo gigante, y nadie
es capaz de responder a una pregunta muy simple: se puede fabri-
car al hombre, ¿pero qué hombre quiere usted? ¿Ante todo un
hombre inteligente?, ¿o religioso?, ¿con una musculatura ejemplar?,
¿o psicológicamente en perfecto equilibrio?, ¿altruista?, ¿o egoís-

54
J. Ellul, La Technique où l’enjeu du siècle, p. 10.
172 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ta?, ¿bien integrado a la colectividad?, ¿sensible a la belleza y ar-


tista?, ¿o más bien provisto de un juicio crítico que le proporcione
una individualidad autónoma?, ¿o conformista?, ¿ante todo indi-
vidual? Es necesario elegir ya que no podremos tener todo. Usted
no podrá tener al mismo tiempo un hombre rigurosamente racio-
nal y de una alta elevación espiritual.55

La ingeniería genética, que en los años ochenta se perfilaba


como la técnica capaz de crear al hombre nuevo, ofrecería así la solu-
ción final al problema de la adaptación del individuo al mundo
técnico. Pero Ellul cree que este optimismo prometeico olvida-
da un pequeño detalle: “este hombre ideal, inventado y producido
por la ingeniería genética, no tendría ninguna libertad ya que sería
el modelo programado para ser tal.” Ellul anticipa algunas de las
tesis de los que se oponen a la eugenesia positiva, como Jonas y
Habermas.56
Pero quizá no sea necesaria la intervención de la ingeniería
genética para lograr la completa adaptación del hombre al univer-
so técnico. La Técnica ha creado mecanismos de adaptación: la pu-
blicidad, los medios masivos, la propaganda política, el deporte-
espectáculo, el cibermundo…, que le dan al individuo satisfacciones
y compensaciones psicológicas para no sentirse esclavizado. La Téc-
nica responde así a las necesidades y deseos permanentes del ser
humano. En suma, el individuo no tiene, según Ellul, ningún pun-
to de referencia “intelectual, moral, espiritual a partir del cual po-
dría juzgar y criticar la técnica”.57 Está sometido bajo diversas for-
mas de conformismo y adaptación a los requerimientos del sistema
técnico.

Este condicionamiento ya ha llegado al punto de una total depen-


dencia; este estado de conformismo sumiso ha sido enaltecido por

55
J. Ellul, Le bluff technologique, p. 715.
56
Véase capítulo sobre Jonas, última parte.
57
J. Ellul, Le système technicien, p. 352.
JACQUES ELLUL 173

los más siniestros profetas de ese régimen, como la suprema “li-


beración” del hombre. ¿Liberación de qué? Liberación de las con-
diciones con las que prosperó el hombre; a saber, una relación
activa, una relación de intercambio mutuamente gratificante con
el medio ambiente, humano y natural, “no programada”, varia-
da, proactiva, un medio ambiente lleno de dificultades, de tenta-
ciones, de elecciones difíciles, de desafíos, de sorpresas, de recom-
pensas inesperadas.58

Los “epígonos” de la Técnica, dice Ellul, proclaman que ésta


libera al ser humano de restricciones y que obliga al individuo a
tener que decidir y tomar responsabilidades. Pero las elecciones
están delimitadas por el sistema técnico. El individuo tiene más
libertad de elección entre posibilidades de consumo, pero no posee
mayor libertad en la definición y control de funciones y fines socia-
les. Las innumerables posibilidades de elección en el sistema técni-
co se sitúan, dice Ellul, en el nivel de las consecuencias finales del
sistema, pero no en el origen.

No hay que concluir en absoluto que este hombre esté mecaniza-


do, condicionado, que sea un robot. Jamás he dicho eso. Permane-
ce perfectamente capaz de elección, decisión, modificación orien-
tación… Pero siempre al interior de un marco técnico y dentro del
sentido de una progresión técnica. Puede escoger. Pero sus elec-
ciones serán siempre sobre elementos secundarios y jamás sobre
el fenómeno global. Sus juicios serán siempre finalmente definidos
por los criterios técnicos (incluso aquellos que tienen la apariencia
humanista […]) Este hombre no está perfectamente integrado,
adaptado en el sistema. […] pero no es la presencia del hombre lo
que impide a la técnica constituirse como sistema: el hombre que
actúa y piensa ahora no se sitúa como sujeto independiente en
relación con una técnica objeto, sino que está dentro del sistema
técnico, él mismo está modificado por el factor técnico. El hombre

58
Ibid., p. 347.
174 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que ahora se sirve de la técnica es por esto mismo aquél que la


sirve. Recíprocamente, sólo el hombre que sirve a la técnica es
verdaderamente apto para servirse de ella.59

En Le bluff technologique (1988), Ellul plantea que esa adapta-


ción del ser humano al mundo tecnológico se realizará como el gran
proyecto final en un tríptico: al centro, el hombre adaptado a lo que
demanda el buen funcionamiento de las ciencias y la técnica; a la
izquierda, el hombre fascinado por las maravillas de la ciencia y
la técnica, por las facilidades siempre crecientes para la vida. A la
derecha, el hombre entretenido por los juegos, las diversiones, los
gadgets, para no ver la realidad y siempre al acecho de nuevas posi-
bilidades para fugarse. “Si se cierran las dos solapas del tríptico
sobre la parte central, se tiene la representación de un hombre per-
fectamente equilibrado, feliz, satisfecho, que no tiene ninguna que-
ja ni problema…” El mundo técnico le exige cumplir cuatro condi-
ciones: realizar rigurosa y puntualmente su trabajo, no ocuparse de
nada en la comunidad y dejar a cada uno en su esfera de competen-
cia, ser un voraz y obediente consumidor, seguir las opiniones que
se difunden por los medios y adoptar los temas de información y
reflexión que ahí se proponen. Quedan algunos obstáculos como el
desempleo, el hambre en el tercer mundo, la migración masiva de
los pobladores de los países empobrecidos hacia las sociedades de-
sarrolladas, la guerra y el terrorismo (que Ellul anticipa en 1988
como nuevo problema político global). Pero parece no haber gran
impedimento para que el proyecto final de la Técnica se cumpla.
La Técnica como sistema autónomo representa la forma más or-
ganizada de control social que ha habido en la historia. Así, el siste-
ma técnico se ha erigido como un medio artificial que enajena la
existencia humana, a pesar de que no es más que el resultado de las
acciones de los seres humanos. La humanidad ignora las leyes de
este nuevo mundo artificial, que está transitando hacia su máximo
nivel de interdependencia y complejidad. El ser humano había em-

59
Ibid., p. 360.
JACQUES ELLUL 175

prendido la batalla por liberarse de la presión de la necesidad na-


tural, pero ha pagado un precio muy alto por ello: debe ahora so-
meterse y adaptarse a las condiciones del nuevo entorno artificial
que domina el mundo de la vida. Ellul no deja escapatoria: la auto-
nomía del sistema técnico significa que la sociedad tecnológica está
compuesta por individuos incapaces de asumir decisiones libres,
al margen de lo que determina el sistema técnico.
La Técnica se ha transmutado en un poderoso sistema de ena-
jenación de la naturaleza humana y ha creado nuevos y complejos
problemas que ella misma parece ya no poder resolver. La Técnica
ha reforzado además los poderes de los Estados sobre los indivi-
duos, y a su vez, el control del poder técnico se ha convertido en el
interés principal del Estado. En tanto sistema mundial, posee ade-
más la capacidad de uniformar la existencia y las diversas formas
culturales de vida. La Técnica avanza hacia la transformación mis-
ma del ser humano para adaptarlo totalmente al sistema.
La Técnica tiene el poder de sistematizar e integrar todo lo no
técnico, pues en el sistema de la técnica no todo está integrado, y no
todos estamos integrados. Pero ni el orden tecnológico ni ninguno de
sus componentes significativos pueden “tolerar” durante mucho
tiempo una oposición, un funcionamiento defectuoso o una pecu-
liaridad no técnica. El sistema devora todo lo que no está sistemati-
zado. Incluso las disidencias mismas.
¿Tenemos que concluir que, entonces, no hay ninguna posibi-
lidad para que el ser humano recobre el control de su destino? ¿El
catastrofismo de Ellul tiene algún sentido si no ofrece ninguna al-
ternativa al predominio de la Técnica? Él mismo es consciente de lo
categórico que resultan sus tesis: la impotencia humana frente al
poder de la Técnica parece insuperable. Con todo, aún existe una
posibilidad, mientras el ser humano no haya sido totalmente adap-
tado al sistema técnico. Sabemos también que el sistema técnico no
puede suplantar a la sociedad misma, por eso persiste siempre una
tensión entre los fines técnicos y el mundo de la vida, que resguar-
da todavía otros fines ajenos a la eficacia pragmática.
176 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Ellul sostiene que el sistema técnico no puede ser reorientado


o controlado desde fuera, el sistema tendría que ser reorganiza-
do en su estructura misma. El riesgo mayor que Ellul descubre es
que el sistema técnico impide que la transformación del ser huma-
no sea libre y conforme a un designio histórico que integre una
comunidad más ordenada y equilibrada con el resto de la naturale-
za. Lo que se ha sacrificado en la evolución del sistema técnico es
precisamente la independencia y la autonomía del desarrollo hu-
mano; la capacidad histórica de autotransformación se está per-
diendo en aras del poder de las estructuras del mundo técnico.
No obstante, la primera condición para revertir el proceso de
autonomización del sistema técnico, para romper su cerco y abrir
el sistema, consistiría en un vuelco en la conciencia humana, que la
haga capaz de entender la radical transmutación histórica de la téc-
nica y sus características sistémicas actuales. Sólo por esta vía sería
posible superar la ilusión antropocéntrica e instrumentalista del
control social de la Técnica y disolver la bruma del bluff del discur-
so tecnológico. Antes que otra cosa, sería indispensable remontar
el estado de fragmentación del conocimiento y de la conciencia so-
cial. Pero además de la toma de conciencia y de la adecuada
conceptuación del sistema técnico, sería necesario que el individuo
reaccione con convicción contra los procesos que constriñen su li-
bertad de acción, y que merman su capacidad deliberativa y
propositiva de fines.
Pero la mayor esperanza que Ellul nos deja para confiar en que
la humanidad preservará sus rasgos distintivos, se basa en la creen-
cia en una última posibilidad, que racionalmente no es factible vis-
lumbrar. Ellul sitúa la alternativa en un plano trascendente, en con-
gruencia con su fe cristiana. Si no se cree en un poder mayor que el
poder técnico, entonces habrá que aceptar que el sistema técnico es
la única realidad posible, y que constituye, por ende, el destino
final de la humanidad, es decir, el fin de la humanidad como tal.
Desde la más radical fe en lo trascendente, Ellul puede soste-
ner la más radical crítica al mundo tecnológico, pero solamente para
afirmar otro mundo que no tiene locus. Este trascendentalismo im-
JACQUES ELLUL 177

pide a Ellul observar propiedades emergentes en el propio sistema


técnico que puedan cambiar el rumbo del mundo tecnológico. Para
Ellul sólo es factible una verdadera revolución global para luchar
contra lo que parece imposible de transformar; aunque sepamos
racionalmente que, de antemano, tenemos perdida la batalla. Pero
esta esperanza sólo cobra sentido ante la visión apocalíptica del
mundo que se cierne sobre el futuro de la humanidad. No obstan-
te, Ellul no afirma que haya que esperar a que un Dios nos salve de
ese funesto destino.

No quiero decir que Dios intervendrá directamente sobre la técni-


ca, como en la torre de Babel, para derrumbarla. Pero es con el
apoyo de la revelación bíblica de Dios que el hombre puede reto-
mar la lucidez, el coraje y la esperanza que le permitan intervenir
sobre la técnica. Sin esta esperanza, no podrá más que dejarse lle-
var por la desesperación.60

A pesar de que su posición ética ante el poder de la técnica


acabe fundándose en una convicción religiosa, no debe subestimarse
la esperanza que Ellul deposita en la capacidad humana para libe-
rarse (individual y socialmente) de toda forma de esclavitud. En
efecto, sin la voluntad colectiva de la liberación del mundo tecno-
lógico ninguna otra realidad es posible. Pero es necesario buscar
una ética no de la fuga trascendente y de la convicción espiritual
personal, sino una ética que se plante en este mundo contradictorio
y complejo para advertir de los riesgos que nosotros mismo hemos
creado. Otro mundo es posible pero no hay que ir a buscarlo más
allá de éste.
De los cinco diagnósticos de los anunciadores, el de Ellul es el
más determinista. Como hemos visto, no deja lugar más que a una
esperanza de orden religioso. Además, al igual que Heidegger, des-
confía de una respuesta propiamente ética ante el poder tecnoló-
gico. Tendremos, por tanto, que abandonar el catastrofismo elluliano

60
Apud Chastenet del libro J. Ellu
178 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

sin que ello signifique minimizar los lúcidos análisis de la sis-


tematicidad del mundo tecnológico que debemos a Ellul. Cabe otra
forma de reconsiderar la concepción elluliana de la Técnica: por
una parte, puede ser interpretada como una fetichización o una
reificación inaceptables de las características de la racionalidad
tecnológica; pero, por otro lado, puede asumirse la tesis de que la
Técnica es autónoma sólo en la medida en que la ideología tec-
nocrática, la propaganda misma del poder técnico, sostiene la ilu-
sión colectiva de ese monstruo animado y de un destino técnico
inexorable. En este sentido, la aguda visión del Ellul sobre este bluff
tecnológico constituye la base de una superación de la vieja con-
ciencia antropocéntrica e instrumentalista de la actividad técnica
para desenmascarar el verdadero origen del poder técnico: la activi-
dad y el trabajo humanos, y para hacer resurgir la capacidad huma-
na de crear una comunidad histórica vinculada con la naturaleza,
que se funde en la conciencia suprema de su destino en el mundo.
GÜNTHER ANDERS:
LA ERA DEL DESFASE PROMETEICO

Para mí […] que en la emigración había tenido


[…] la oportunidad de experimentar la miseria
—esto es, tanto la experiencia del desempleo
como la del trabajo maquinizado […] —y eso
marcó los dos volúmenes de mi Obsolescencia del
hombre, lo que ocupaba el primer plano era el he-
cho de que el obrero de hoy, desde el peón hasta
el inventor más genial y el hombre de Estado […],
no tiene, debido a la totalidad de la división del
trabajo —que es el totalitarismo de hoy— ningu-
na idea del producto ni de los efectos de su acti-
vidad, aunque ese efecto sea la aniquilación de la
especie humana.

GÜNTHER ANDERS, Llámese cobardía a esa esperanza

LA MIRADA FILOSÓFICA de Günther Anders, el más tremendista de


nuestros anunciadores, trató de concentrarse en las consecuencias
aparentemente insignificantes del desarrollo tecnológico que mar-
carían el rumbo y el destino de la humanidad en los años por venir.
Para Anders ese futuro comienza a ser peligroso en la medida en
que el poder tecnológico ha crecido enormemente y la conciencia
humana se ha quedado rezagada y empequeñecida. La gran tarea
moral de nuestros tiempos consiste en remediar ese desfase me-
diante una señal de alerta que debe ser hiperbólica para sacudir la
conciencia de los aletargados habitantes del mundo tecnológico.
Por eso los textos andersianos nos son fríos y ecuánimes tratados
179
180 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

filosóficos, sino dramáticos llamados a la responsabilidad por un


mundo que se nos está yendo de las manos. Anders es un moralis-
ta del mundo tecnológico, en el buen sentido. Fija por primera vez
de manera explícita unos principios y unos imperativos éticos in-
dispensables para salvaguardar la condición humana e incluso
nuestra mera supervivencia en la Tierra.
Günther Anders (Stern era su apellido auténtico) nació en 1902
en Breslau, Silesia (hoy Wroclaw, Polonia) en el seno de una familia
judía totalmente integrada a la identidad alemana. Günther estu-
dió filosofía en Friburgo y tuvo como profesores a Cassirer, Husserl
y Heidegger. Con la tutoría de Husserl se doctoró en 1923. En esos
años estableció una sólida amistad con Hans Jonas. Después de sus
estudios doctorales, Günther se trasladó a Berlín, en donde sostuvo
una cercana relación con Bertolt Brecht, quien además lo recomen-
dó para trabajar en el diario Börsen-Courier como crítico de arte y de
cultura. Tantas eran sus colaboraciones allí que le pidieron utilizar
un seudónimo: firmó entonces como G. “Anders”.
Se casó con Hannah Arendt en 1929, a quien había conocido en
sus años de estudiante. Günther y su entonces esposa frecuentaban
un círculo de intelectuales outsiders en Berlín que discutían sobre
las variadas formas contemporáneas de alienación humana y el pe-
ligroso auge del nacionalsocialismo. Anders mismo cuenta que or-
ganizó hacia 1928 un seminario para analizar Mein Kampf, y relata
que los colegas a los que invitó se rehusaban a tomar en serio esa
“bazofia”, pero él intuía que el proyecto hitleriano, de hacerse con
el poder en Alemania, anunciaba un sombrío futuro político que
había que combatir a toda costa.
En esos años, Anders trabajó en una antropología filosófica que
hubo de interrumpir ante las circunstancias históricas que
irrumpieron en la escena política nacional e internacional. En 1933,
ante la llegada de Hitler al poder, decidió exiliarse en París, al igual
que Walter Benjamin, que era primo suyo. Entre lo poco que publi-
có en ese exilio, destaca el ensayo “Pathologie de la liberté”, pu-
blicado en Recherches Philosophiques en 1936 (revista que dirigía
Alexandre Koyré), texto que habría de ejercer posterior influencia
GÜNTHER ANDERS 181

en el existencialismo francés, según la opinión de Sartre (que éste


mismo expresó a Anders años después). Entre 1933 y 1945 toda su
labor filosófica estuvo absorbida por el fenómeno del nacionalso-
cialismo y por la guerra mundial. En ese periodo ensayó con otras
modalidades de escritura para comunicar sus ideas: la novela y el
cuento, la poesía o la fábula. Tal es el caso de una singular novela
llamada Die molussische Katakombe (que permaneció inédita hasta
1992), compuesta por una serie de fábulas antifascista que narraban
la historia de unos prisioneros de un régimen totalitario en un país
imaginario, que se esforzaban en preservar la memoria de la cultu-
ra a través de relatos que cada generación cuenta a la siguiente, y
que cada una tiene que memorizar para resguardarla, mientras pre-
paran una rebelión final. Esta novela se salvó de la persecución nazi
porque cuando los agentes de la Gestapo encontraron el manuscri-
to en la editorial, les pareció que era una pueril historia fantástica.
Anders relata que en esa época “escribir textos sobre moral que
leerían y entenderían sólo los colegas universitarios” le hubiera pa-
recido un sinsentido y quizá una inmoralidad, “tan carente de sen-
tido como si un panadero hiciera sus panes sólo para otros panade-
ros”.1 Por estas razones, Anders fue poco conocido como filósofo y
más como escritor y crítico de arte.
En 1936 se separa de Hannah Arendt y parte rumbo a Estado
Unidos, en donde se reúne con sus padres. Durante esta época y
ante la ausencia de puestos académicos, Anders tuvo que dedicar-
se a muy variados oficios y empleos transitorios para ganarse el
sustento. Fue incluso obrero industrial y experimentó de cerca la
“alienación del trabajo” típica de la sociedad tecnológica. Vivió en
Nueva York y después se trasladó a Los Ángeles, en donde fre-
cuentaba a los miembros del Instituto de Investigaciones Sociales,
con quienes había colaborado esporádicamente en unos seminarios
en la época en que estaban en Fráncfort (principalmente con Ador-
no, Horkheimer y Manheim). De regreso a Nueva York (1942), con-
siguió un puesto como traductor de la propaganda estadounidense

1
Günther Anders, Llámese cobardía a esta esperanza, p. 59.
182 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que la Office for War Information preparaba para lanzar sobre Ale-
mania. Pero al poco tiempo, Anders renunció a este codiciado em-
pleo entre los inmigrados porque le pareció que algunos textos es-
taban marcados por prejuicios raciales contra los japoneses, y
explicó a sus atónitos jefes que “no había venido a América huyen-
do del nazismo para producir panfletos fascistas destinados a Ale-
mania o a Japón”.
Sólo en 1948 consiguió dar unas clases de filosofía del arte en
la New Scholl for Social Research. En ese mismo año publicó el
ensayo “On the Pseudo-Concreteness of Heidegger’s Philosophy”
en la prestigiosa revista Philosophy and Phenomenological Research,
en el que formuló sus primeras críticas a las mistificaciones y oscu-
ridades de la ontología heideggeriana. Hacia 1950 regresó a Euro-
pa y se instaló en Viena con su segunda esposa (nunca quiso regre-
sar a Alemania y rechazó la invitación de varias universidades), en
donde trabajó para la radio cultural. A partir de estos años, en los
que Anders comienza a escribir sobre los dos acontecimientos de
ruptura ética en la historia reciente: Auschwitz e Hiroshima, se da
a la tarea de sistematizar sus reflexiones sobre la era tecnológica y
sus consecuencias éticas para la vida humana. Así, en 1956 aparece
el primer tomo de su Die Antiquiertheit des Menschen (La obsolescencia
del hombre), núcleo de su filosofía. Conmovido por el efecto devas-
tador de las masacres industrializadas de la guerra moderna, co-
menzó a formar grupos de protesta antinucleares, convirtiéndose
así en una de las figuras más prominentes del movimiento pacifista
antinuclear en todo el mundo. También formó parte del movimien-
to contra la Guerra de Vietnam y participó, a invitación de Sir Ber-
trand Russell, como jurado en el tribunal para los crímenes de esa
guerra. Murió en Viena en 1992.2
Die Antiquiertheit des Menschen (1956) es su obra más importan-
te; de hecho constituye la primera de dos partes de un diagnóstico
de la existencia humana en la era tecnológica. En 1980, se publicó

2
Para más detalles biográficos de Anders, véase la entrevista “¿Si estoy
desesperado a mí qué me importa?”, en Llámese cobardía a esta esperanza.
GÜNTHER ANDERS 183

el segundo volumen, el cual reúne textos elaborados desde 1958


hasta 1979. El primer volumen de Die Antiquierheit des Menschen
consta de cuatro ensayos que desarrollan las principales tesis de la
filosofía andersiana de la técnica; el primero, sobre la “vergüenza
prometeica”; el segundo, sobre las consecuencias mundanas de los
medios masivos de comunicación; un tercer y breve ensayo de inter-
pretación filosófica sobre Esperando a Godot; y finalmente, un ensa-
yo dedicado a la “ceguera ante el Apocalipsis”, reflexiones sobre el
poder tecnológico-bélico y el inminente peligro de una destrucción
total. El segundo volumen de Die Antiquiertheit des Menschen am-
plía y actualiza muchos de los planteamientos y advertencias del
primero libro en ensayos breves, en los que se radicalizan las tesis
sobre los efectos negativos del mundo tecnológico. Nos concentra-
remos en el análisis del primer volumen, en donde se encuentran
las ideas germinales y las tesis más distintivas del pensamiento
ético de Günther Anders.
En Die Antiquiertheit des Menschen, Anders expone un diagnós-
tico de la condición humana de la era de las revoluciones tecnológi-
cas. Anders planteaba que el problema de nuestro tiempo consiste
en la discrepancia entre el enorme poder tecnológico que desplega-
mos y las capacidades limitadas que tenemos para comprender y
controlar los efectos de ese poder. Nuestra conciencia se ha queda-
do desfasada con respecto a lo que podemos provocar en el mundo.
Esto es lo que llama Anders el “desfase prometeico” (das prometheis-
che Gefälle). Para Anders, este desfase entre la capacidad de repre-
sentar o imaginar y el poder de acción del ser humano implica no
sólo la amenaza de un exterminio total (por los nuevos medios de
tecnología bélica), sino también el peligro de una deformación ra-
dical e irreparable de la condición humana.
La insuficiencia de nuestras capacidades cognitivas y de nues-
tra sensibilidad moral ante la inconmensurabilidad de los efectos
del poder tecnológico resulta peligrosa porque posibilitan la ocu-
rrencia y la recurrencia de catástrofes e incluso de crímenes (como
el genocidio) imposibles sin la tecnificación sistémica, y que antes
parecían inconcebibles.
184 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Por ello, Günther Anders emprende una meditación filosófica


sobre estas acuciantes circunstancias para la humanidad, circuns-
tancias que tendrían —desde su punto de vista— profundos efec-
tos en su autoconciencia ética. Lo que descubrió Anders era el peli-
gro inminente de la “destrucción de la vida” (Zerstörung des Lebens)
en la era de la expansión del poder tecnológico. Desde la perspecti-
va de Anders, el mundo se ha vuelto ajeno para el individuo, a
pesar de que sea el resultado de su propia actividad material y sim-
bólica. Y sin embargo, es la naturaleza misma del mundo tecno-
lógico industrializado lo que impide que el sujeto humano tenga
conciencia de los efectos de sus acciones. Por ello, parafraseando a
Marx, Anders sostiene: “ya no es suficiente cambiar el mundo, lo que
importa ante todo es preservarlo”.3 El imperativo moral de la era
tecnológica consistiría, pues, en la preservación de un mundo en el
que tenga sentido la experiencia humana.

LA DISOLUCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
EN EL MUNDO TECNOLÓGICO

Anders anticipa que ante la nueva revolución tecnológica, encabe-


zada en nuestros días por el surgimiento de la ingeniería genéti-
ca, el ser humano se escindiría en dos nuevas figuras ontológicas:
sería, por un lado, un homo creator capaz de transformar todas las
cosas de modo sustancial, incluyéndose a sí mismo; pero, por otro
lado, se convertiría en un no menos insólito homo materia, es decir,
en “materia prima [Rohstoff] de sus propias producciones tecnológi-
cas”.4 El ser humano se convierte así en el principal objeto de trans-
formación tecnológica. Como homo creator el sujeto moderno ya ha
erigido un mundo completamente artificial; en sentido estricto, y
no sólo metafórico, ha creado una “segunda naturaleza”. Ésta es la
fuente de un optimismo prometeico en el progreso tecnológico. Pero

3
G. Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, p. 84.
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen 2. Über die Zerstörung des Lebens
4

im Zeitalter der dritten industriellen Revolution, p. 21.


GÜNTHER ANDERS 185

en nuestra época el ser humano deviene también materia prima,


recurso económico, fuente de trabajo disponible, materia orgánica
de desecho: “la transformación [Verwandlung] del hombre en materia
prima ha comenzado ciertamente (si no tomamos en cuenta los tiem-
pos de los caníbales) en Auschwitz”.5
En efecto, dos sucesos marcan la conciencia andersiana del gran
peligro de nuestro tiempo para la condición humana: los campos
nazis de exterminio, en sus propias palabras: “la noticia de que el
hombre de la era de la producción masiva había comenzado tam-
bién a producir industrialmente los cadáveres por millones, es de-
cir, Auschwitz”.6 Y el segundo… Hiroshima. Ante el primer bom-
bardeo atómico de la historia, “comprendí —relata Anders— que
el 6 de agosto de 1945 representaba el día cero de una nueva era, el
día a partir del cual la humanidad ya era irrevocablemente capaz
de exterminarse a sí misma”.7
El Holocausto fue para Anders una demostración del siniestro
poder de una maquinaria burocrático-militar que “producía” ca-
dáveres con sumo rigor económico para cumplir eficazmente con
una terrible tarea de “limpieza racial”. Mientras que el lanzamien-
to de la bomba atómica sobre Hiroshima, y luego Nagasaki, fue la
otra novedosa forma de producción masiva de muerte. Por prime-
ra vez una sola bomba contenía el poder explosivo para extermi-
nar en un instante a cerca de 80 mil personas. Como lo señala Enzo
Traverso, Anders subrayaba la unidad histórico-ontológica entre
las cámaras de gas y la bomba atómica:8 ambos hechos son los he-
raldos de una nueva era porque representan el descomunal creci-
miento del poder tecnológico y la sumisión de los seres humanos a
él. En estos dos fenómenos ve Anders la unidad de homo creator y
homo materia. El ser humano, otrora creador prometeico de un mun-
do artificial a su entera disposición, se ha convertido en materia pri-

5
Ibid., p. 22.
6
G. Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, p. 78.
7
Ibid., p. 79.
8
Véase el capítulo sobre Anders en Enzo Traverso, La historia desgarrada.
Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales.
186 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ma de sus propias producciones técnicas; es ahora objeto instru-


mentalizado por el potencial tecnológico capaz de una destrucción
masiva, en modalidades ciertamente criminales; pero que no son
ajenas, por desgracia, a la naturaleza del poder tecnológico actual:
“la transformación del hombre en homo materia [materia prima como
nulificación colectiva de la condición humana] ha comenzado cier-
tamente en Auschwitz”.
Como lo reconoce Anders, el modo criminal de utilizar a la hu-
manidad como materia prima no ha sido un accidente, está como
posibilidad inmanente en la unidad dialéctica entre homo creator y
homo materia que fundamenta la modernidad industrial. El ser hu-
mano ha sido capaz de transformar todo lo que está a su alcance, y
de reducir toda la naturaleza a materia prima, incluso a la humani-
dad misma.
A través de Auschwitz e Hiroshima como símbolos, Anders
comprendió que el enorme poder destructivo es una característica
de la modernidad tecnológico-industrial que está necesariamente li-
gada a sus triunfos positivos y benéficos. El poder de destrucción
llevado al límite era la cara oculta de la modernidad, pues la irracio-
nalidad y el grado de refinamiento para aniquilar proceden de la
misma fuente que la de los logros civilizadores, a saber, el incremen-
tado alcance del poder tecnológico que ha sobrepasado las dimensio-
nes de la conciencia y de la responsabilidad humanas.
Sin embargo, la posibilidad de una catástrofe que amenaza a
todos por igual no perturba a las “buenas conciencias” del mundo
tecnológico porque no podemos ya ni siquiera imaginarla. La ce-
guera ante la posibilidad de un desastre mayor es un signo de la
precariedad moral de la sociedad contemporánea. Y por ello, so-
mos nosotros, los herederos del moderno Prometeo, los primeros
en dominar el Apocalipsis —como solía decir Anders—; pero tam-
bién seremos, al parecer, los primeros en vivir constantemente bajo
su amenaza. Para Anders, la sociedad tecnológica padece, pues, una
auténtica “ceguera ante el Apocalipsis”.
Pero ¿en qué consiste lo peligroso de esta situación existencial?
En que ya no somos agentes de la historia, sino meros “colaboracio-
GÜNTHER ANDERS 187

nistas” de los acontecimientos, tanto de los más benignos como de


los más terribles y siniestros. Las acciones humanas, tanto en el
ámbito productivo como en todos los demás campos de la activi-
dad social, se reducen a una mera colaboración abstracta, fragmen-
tada, que no percibe los fines y las consecuencias de las acciones, y
que no se responsabiliza por ellas.
En efecto, la disolución de la responsabilidad es el mayor problema
ético que Anders observa en la actual mediatización industrializada
de la actividad humana. Esto es característico del modo de acción
técnico-industrial-militar de nuestra era (que igual produce auto-
móviles o cadáveres por millones). Nadie parece ser ya responsable
de las consecuencias de las acciones técnicas a gran escala, si es que
resultan destructivas. La disociación entre lo que producimos y lo
que nos representamos puede llegar a un extremo de patética y
verdadera esquizofrenia: se puede ser un comandante de un Lager
de exterminio y, al mismo tiempo, un ejemplar y amoroso padre de
familia, como lo era Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz.
Dos ejemplos totalmente opuestos encuentra Anders de este
fenómeno de la disolución de la responsabilidad: el teniente coro-
nel de las SS nazis Adolf Eichmann y el mayor de la fuerza área esta-
dounidense Claude Robert Eatherly. El primero, un burócrata nazi
que participó en la planeación de la solución final del problema ju-
dío en la conferencia de Wannsee en 1942, y que fue uno de los
principales encargados de la ejecución de dicho plan. Al término de
la guerra, Eichmann logró escapar con una identidad falsa y emigra
hacia Argentina. Después de años de vivir tranquilamente en la
clandestinidad, en 1960 el servicio secreto israelí lo localiza, lo se-
cuestra y lo lleva a Israel para ser juzgado. En el juicio, Eichmann se
declara inocente de haber participado en crímenes contra la huma-
nidad por seguir órdenes militares y por acatar sus tareas con “kan-
tiano” sentido del deber.
El otro personaje, Eatherly, era uno de los miembros de la mi-
sión que participó en el primer bombardeo atómico. La mañana del
6 de agosto de 1945 tres aviones B-29 de la Fuerza Aérea estado-
unidense salieron desde su base en el pacífico sur rumbo a Japón
188 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

para realizar el ataque. El blanco fue seleccionado por el primer


avión, que llevaba un equipo meteorológico; el segundo llevaba en
sus entrañas la little boy, como fue bautizada la primera bomba ató-
mica por el coronel Tibbets, y el tercero, un equipo de observación
que filmó la explosión y la nube radiactiva que se formó de inme-
diato. La bomba arrasó tres cuartas partes de la ciudad y aniquiló a
más de 80 mil personas. En el equipo del primer avión iba el mayor
Claude Robert Eatherly, quien tenía a su responsabilidad calcular
el blanco, según las condiciones climatológicas, para que la bomba
cayera en el puente en forma de T sobre el río que cruzaba la ciu-
dad, cerca del cuartel general de Hiroshima. Según Eatherly, su
error de cálculo hizo que la bomba explotara en pleno centro de
Hiroshima, y no sobre el mencionado puente. Después de haber
visto, o más bien de haber tomado conciencia de la magnitud de los
efectos de la explosión nuclear, Eatherly no pudo sentir más la sa-
tisfacción de la venganza y el orgullo chovinista que sentían sus
compañeros por la exitosa operación militar; comenzó a pasar no-
ches en vela y a sufrir pesadillas con la explosión. De regreso a su
país, en su pueblo natal lo consideraban un héroe de guerra (de
hecho, rechazó la condecoración), pero él seguía sin poder pasar
una noche tranquila. Pudo entonces darse cuenta que se sentía arre-
pentido y en parte responsable por la muerte de miles, por haber
elegido mal (supuestamente) el blanco del bombardeo. La verdad
es que si hubiera acertado en el blanco las diferencias en el número
de víctimas hubieran sido mínimas, ya que los habitantes de
Hiroshima no corrieron a esconderse en los refugios antiaéreos por-
que las alarmas dejaron de sonar, puesto que parecía que sólo era
un vuelo de reconocimiento. La guardia de la ciudad sólo divisó en
el radar dos aviones que volaban a gran altura, lo cual no implicaba
la posibilidad de un bombardeo (en los anteriores bombardeos a
Tokio, por ejemplo, habían participado cerca de 300 aviones B-29
en vuelos casi rasantes).
Para combatir la culpa que lo acosaba, Eatherly comenzó a en-
viar dinero a las víctimas en Hiroshima en sobres sin remitente.
Cuando el dinero se le terminaba empezó a cometer diversos frau-
GÜNTHER ANDERS 189

des y a realizar pequeños robos a bancos para continuar con una


penitencia que él mismo se había impuesto. A veces robaba el di-
nero, se arrepentía, y tiraba el botín unas cuadras después. Empe-
ro, sus terrores nocturnos no cesaban, motivo por el cual consultó a
los psiquiatras del servicio militar de sanidad. Eatherly fue inter-
nado varias veces en el Hospital Militar de Waco, Texas, con un
diagnóstico de “complejo de culpa”, una culpa desproporcionada
en opinión de los psiquiatras: ¿en qué cabeza cabía el sentirse arre-
pentido por participar en el lanzamiento de una bomba atómica?
Eatherly permaneció en tratamiento por más de cinco años, con
varias internaciones en el hospital, con la anuencia de su hermano,
custodiado y vigilado en todo momento por la policía militar. Su
enfermedad, sus declaraciones y escritos fueron ocultados por la
Fuerza Aérea como si fueran un secreto de guerra. El gobierno esta-
dounidense no quería que se publicitara que un héroe de guerra
había perdido la razón y, menos, que cuestionaba moralmente el
uso de armamento nuclear. Eatherly sufría por la culpa de haber
participado en el asesinato de miles de personas en un acto de gue-
rra que sus conciudadanos no sólo no veían mal, sino que alababan
como un acto patriótico. Esta conciencia lo impulsaba a organizar
un movimiento civil antinuclear, pero nunca lo consiguió. En va-
rias ocasiones intentó suicidarse.
En 1959, al enterarse del colapso psicológico y los varios inten-
tos de suicidio de Claude Robert Eatherly, Anders le escribió y enton-
ces inició una relación epistolar en la que ambos, principalmente
Anders, reflexionan sobre las dimensiones morales de esos terri-
bles acontecimientos. Anders creía que Eatherly había logrado con-
servar la conciencia ética del significado del bombardeo atómico,
mientras que toda una nación era ciega ante este suceso. Eatherly
mantuvo correspondencia con Anders desde su encierro en el hos-
pital psiquiátrico, dando origen así a un entendimiento y amistad
mutuos que demostraban que Eatherly no había “perdido la cabe-
za”, sino que era, en todo caso —como sostenía Anders— “otra víc-
tima de Hiroshima”. La correspondencia que Anders sostuvo con
Eatherly durante más de un año, conmovedora en muchos aspec-
190 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tos, y cuyos efectos resultaron terapéuticos para Eatherly, se publi-


có en 1961.9 En una de las cartas, Anders le escribe:

Así pues, si estos días en los que volvemos a saber de las atroci-
dades que tuvieron lugar hace casi veinte años me acuerdo de ti,
es porque tú, Claude, eres la figura opuesta a Eichmann, la única
persona que puede consolarnos de aquel horror. Cuando tú, en
tanto que “pieza de aquella máquina” hiciste lo que se te encar-
gó, no sabías lo que hacías. Pero cuando te diste cuenta de lo que
habías hecho, te rebelaste, dijiste “no”. Tú no has intentado dis-
culparte diciendo: “Pero yo sólo fui una pieza de aquella máqui-
na, por lo tanto no soy culpable”, sino que, muy al contrario, has
afirmado: “Si podemos volvernos tan inmensamente culpables ac-
tuando como piezas de una máquina, entonces debemos negar-
nos a seguir siendo piezas de esa máquina”. Eichmann y tú sois
las dos figuras paradigmáticas de nuestra época. Y si no te tuvié-
semos a ti como contraposición a él, en esta época de Eichmann
sólo cabría la desesperación.10

En 1964 Anders difundió una carta pública a Klaus Eichmann


(Nosotros, los hijos de Eichmann), hijo del tristemente célebre teniente
coronel que había sido ejecutado en Israel en 1962, después de ha-
ber sido declarado culpable. En dicha carta, a la que —por supues-
to— Klaus Eichmann nunca respondió, Anders expone sus tesis
sobre las causas que posibilitaron la monstruosa exterminación in-
dustrial de seres humanos, y que fundamentan la singularidad éti-
ca e histórica de Auschwitz; es decir, su inconmensurabilidad.
Anders se pregunta por las condiciones que posibilitaron el
genocidio y encuentra tres rasgos de la singularidad del Holocaus-
to: a) que haya habido una aniquilación industrial de millones de
seres humanos, b) que haya habido personas que ejecutaron estos

9
G. Anders, Más allá de los límites de la conciencia. Correspondencia entre el
piloto de Hiroshima Claude Eatherly y Günther Anders.
10
Ibid., p. 207.
GÜNTHER ANDERS 191

crímenes y que aceptaron tales tareas como cualquier trabajo, obe-


deciendo rigurosamente las órdenes superiores, c) que millones de
víctimas fueran ejecutadas sin que muchas personas supieran nada
o no quisieran saber nada.
Para Günther Anders, Eichmann representaba, como lo defi-
nió Hannah Arendt, la “banalidad del mal”, mientras que Eatherly
encarnaba la figura de la “inocencia del mal” (die Unschuld des Bösen).
Los dos hombres son símbolos de la disolución de la responsabilidad
en el mundo tecnológico: actuaron como simples piezas de engra-
naje de la maquinaria técnico-militar. Sólo que uno decide cobarde-
mente valerse de esa disolución de la responsabilidad para intentar
salvarse (Eichmann), mientras que el otro (Eatherly) se resuelve a
enfrentarla hasta perder la cordura declarándose culpable ante toda
su comunidad que lo considera un héroe, aunque ello le cueste ser
internado como demente y permanecer varios años encerrado en
un hospital psiquiátrico.
Así pues, tal pareciera que el trabajo tecnificado —sostiene
Anders— está por fin “más allá del bien y del mal”. El estatus mo-
ral del producto del trabajo (sea el producir coches o una bomba
nuclear, juguetes o misiles) parece no afectar ya al trabajador que
participa en su elaboración, según el esquema actual de la produc-
ción técnico-industrial. Se ha consumado así el máximo nivel de
enajenación del trabajo, la ceguera ante sus consecuencias morales,
que Marx ni siquiera imaginó. Este efecto ha sido generado y apro-
vechado por los regímenes totalitarios, pero sólo porque estaba ya
implícito en la división industrializada del trabajo que es, como se-
ñala Anders, el verdadero “totalitarismo” de la época.

La tecnificación de la existencia, esto es, el hecho de que todos


nosotros sin saberlo e indirectamente, cual piezas de una máqui-
na, podríamos vernos implicados en acciones cuyos efectos sería-
mos incapaces de prever y que, de poder preverlos, no podríamos
aprobar —esta tecnificación ha cambiado toda nuestra situación
moral. La técnica ha traído consigo la posibilidad de que seamos
inocentemente culpables de una forma que no existió en los tiem-
192 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

pos de nuestros padres, cuando la técnica todavía no había avan-


zado tanto.11

Lo más peligroso, que ha constituido la premisa de los críme-


nes tecnológicos (es decir, imposibles sin tecnología) más espan-
tosos de nuestra era, es que el trabajo fragmentario como pieza de
la maquinaria industrial ha perdido sentido ético. Esto le ha con-
ferido a ciertos “empleos” una cierta culpabilidad inocente (como la
de Eatherly), pero también nos ha conducido a un mundo en el que
gobierna una nueva y poderosa forma de nihilismo: la mayoría de
las actividades humanas de mayores alcances y consecuencias se
ha evadido de los criterios éticos de responsabilidad. Todo trabajo
vale igual en tanto que sólo es actividad asilada que, paradójica-
mente, contribuye a un engranaje global implacable, pero que pue-
de provocar la destrucción del medio ambiente o la aniquilación de
seres humanos, intencional o accidentalmente.
La causa ontológica del desfase entre lo que somos capaces de
producir y lo poco que podemos comprender y tener conciencia de
los efectos de nuestras acciones, reside para Anders en el predomi-
nio de una modalidad de trabajo instrumentalizado, privado de
conciencia moral, en las actividades humanas de mayores conse-
cuencias para la sociedad o para la naturaleza. Este hecho ha sido el
germen de cultivo de las peores atrocidades que los Eichmann y
compañía perpetraron en nombre de sus “deberes”, de su obedien-
cia pasiva y de su indolencia moral. Pero esos actos son más funes-
tos en tanto las condiciones que los hicieron posibles no han des-
aparecido; al contrario, se han reforzado; son incluso una consecuencia
inevitable del mundo tecnológico. Por ello, Anders sostenía que to-
dos somos ahora “hijos del mundo de Eichmann”, y no herederos
de la conciencia atormentada del piloto Eatherly.

11
Idem.
GÜNTHER ANDERS 193

EL DIAGNÓSTICO EXISTENCIAL DE LA ERA TECNOLÓGICA

El diagnóstico andersiano de la obsolescencia del hombre se concentra


en tres tesis: a) el hombre no está a la altura de sus propias produc-
ciones tecnológicas, b) lo que producimos y lo que podemos hacer
técnicamente excede nuestra capacidad de representación e imagina-
ción y, por ende, nuestras responsabilidades individuales, y c) no
somos capaces de reconocer esta nueva situación histórica porque
hemos perdido la habilidad de comprender los efectos del enorme
poder técnico que ahora detentamos. Nos hallamos es un estado
colectivo de inconsciencia y “ceguera” ante la posibilidad de la de-
formación de la condición humana, lo cual acrecienta ese desfase.
Günther Anders, al igual que Heidegger y Ellul, parte de una
tesis básica: la tecnología ha sufrido una transformación históri-
ca que, al incrementar y multiplicar sus efectos conjuntos sobre el
mundo, constituyen hoy por hoy la fuente de un riesgo mayor para
el futuro de la condición humana, e incluso para su mera supervi-
vencia. Asimismo, Anders concibe que la tecnología, ligada prin-
cipalmente a los fines militares, se ha convertido en una estructu-
ra sistémica que se sobrepone a los fines sociales, y que por ello, ha
dejado de ser un simple medio o instrumento. Anders observa que en
el mundo tecnológico actual no existen instrumentos aislados. Cada
instrumento o aparato técnico no es más que una parte de un siste-
ma (como lo pensó Ellul). El mundo de los objetos técnicos es un
sistema de instrumentos o aparatos, Anders lo llama “macroaparato”
(Makrogerät). Este sistema de instrumentos no es un medio, sino
que constituye nuestro horizonte de acción, nuestro mundo, en el
sentido fenomenológico. Y el mundo no puede ser un medio para
algo, es más bien el horizonte en el que se despliegan las posibilida-
des para cualquier fin.
Este macroaparato técnico es el producto de la acción humana,
pero el individuo, en tanto consumidor y usuario, se ha convertido
también en su objeto; ha devenido, como sostiene Anders, en “una
víctima potencial de las máquinas y de sus productos”. El ser hu-
mano es ahora el producto de su propia producción tecnológica.
194 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Así pues, el problema esencial de nuestro tiempo no radica en


la propiedad de los medios de producción ni en el modo de produ-
cir, en sentido meramente económico, sino más bien en las conse-
cuencias de la modalidad técnico-industrial-militar de la produc-
ción, predominante en nuestros días.
Anders encuentra que en la historia pasada los productos de la
acción técnica no eran susceptibles, por sí mismos, de una valora-
ción ética. La acción técnica, en tanto que preservaba su carácter
instrumental, confería una cierta neutralidad ética al producto. Pero
ahora que la técnica ha alcanzado tal poder, sus productos pueden
y deben cuestionarse en sus propios fines. El ejemplo por excelencia
que usa Anders será el de la bomba atómica (y el de todo tipo de
“arma de destrucción masiva” que, de facto, echa por tierra la tesis
de la neutralidad ética de la producción tecnológica). Este singular
artefacto ha suscitado por primera vez en la historia un problema
que traspasa todas las discusiones políticas o ideológicas sobre las
acciones estratégicas. La bomba ha puesto en el debate, por primera
vez, la posibilidad de la aniquilación del ser humano, debido a sus
propias acciones técnicas. Los armamentos de destrucción masiva12
sólo han sido factibles como consecuencia de la concentración de
poder que ha posibilitado el “macroaparato” tecnocientífico. Pero
los fines estratégicos de estos singulares medios de destrucción des-
bordan la racionalidad instrumental misma y, de hecho, han dejado
de ser propiamente “medios” técnicos.13 Así, la concentración del

12
Anders concentró sus análisis en la bomba atómica; pero en nuestros días,
además del peligro nuclear se han agregado otras modalidades de armas de
destrucción masiva: químicas y biológicas, que son igualmente terroríficas y
que muestran, del mismo modo, el carácter omniabarcante del “macroaparato”
al que se refiere Anders. Aunque el fin de la Guerra Fría distrajo la atención
mundial sobre el problema de los arsenales nucleares, hay que recordar que el
potencial atómico para destruir la vida humana sigue estando presente y que
un mayor número de países posee arsenales nucleares.
13
Anders comenta al respecto: “durante años fue extraordinariamente difí-
cil hacer entender a mis congéneres que una bomba atómica no es simplemente
un proyectil de artillería de mayor tamaño, sino un arma sui generis, un arma
que ya ni se puede —ni se debe— llamar “arma”. Cuando se emplean las armas
GÜNTHER ANDERS 195

poder técnico y su uso político-militar revela que “la técnica es aho-


ra nuestro destino”. Pero ese destino comienza a ser determinado
por el peligro de una aniquilación total, es decir, por la posible cance-
lación de todo futuro.

LA HEURÍSTICA ANDERSIANA

Anders no pretende efectuar un análisis meramente “académico”


ni un mero ensayo literario sobre la era de la “segunda revolución
industrial”, sino que intenta practicar un método distinto que, según
él, podría denominarse “ocasionalismo”. Anders se propone una
verdadera “filosofía de la ocasión” (Gelegenheitsphilosophie) que pue-
da dar cuenta de acontecimientos singulares del presente, que pa-
san a veces inadvertidos, describiéndolos a pesar de su opacidad y
de su ambigüedad para extrapolar las consecuencias y posibles ries-
gos de nuestras acciones. El ocasionalismo de Anders convierte en
objeto de reflexión filosófica la singularidad de los acontecimientos
presentes para poder entrever las inciertas perspectivas del futuro.
Anders sostiene que el método para pensar los problemas de
este mundo tecnológico tendrá que ser una mezcla de metafísica y
periodismo. Una forma de filosofar que tome por objeto fragmentos
característicos de la situación actual, a manera de reportaje, y al
mismo tiempo, intente traspasar lo efímero y ocasional para descu-
brir el trasfondo ontológico de lo que se está gestando en los acon-
tecimientos presentes, que es opaco ante la mirada superficial.
Ahora bien, una filosofía que se propone revelar ese trasfondo
ontológico y, de alguna manera, anticipar el futuro, tiene que efec-
tuar necesariamente extrapolaciones de los acontecimientos y, en
ciertos casos, exageraciones (Übertreibungen) para mostrar los efectos
posibles de las situaciones actuales. La exageración a la que recurre
Anders como método de exposición y de investigación no es, por

para alcanzar unos objetivos determinados, pero de tal manera que esos objeti-
vos queden destruidos también, entonces la expresión “arma” queda a su vez
reducida al absurdo” (G. Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, p. 97).
196 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tanto, un mero recurso literario, sino el método más adecuado que


el pensador judío-alemán encontró para sacudir la conciencia de
sus contemporáneos, y para hacerlos salir del letargo en el que ha-
bían caído ante la inminencia de una catástrofe mayor. Para Anders,
la exageración de los hechos del presente y su extrapolación hacia
el futuro, permiten revelar auténticos “existenciarios”, en el pleno
sentido fenomenológico; es decir, categorías esenciales de la condi-
ción humana. Así, por ejemplo, la figura de la “vergüenza prome-
teica”, con la que Anders trata de revelar una nueva forma de ex-
periencia delante de los propios artefactos, surge de un hecho oca-
sional pero revela una situación general que los individuos perci-
ben de algún modo, pero que no alcanzan a comprender. El recurso
de la figura hiperbólica (la vergüenza del moderno Prometeo) per-
mite a Anders construir una reflexión ontológica situando los pro-
blemas de nuestra época, a partir de una observación singular que
bien podría perderse sólo como una anécdota.
La exageración es para Anders un recurso heurístico. Si Jonas
intentará posteriormente conformar una “heurística del miedo”,14

14
A lo largo de este capítulo se podrán entrever algunas ideas que desarro-
llará más tarde Hans Jonas en su Principio de responsabilidad (1979), como se com-
probará en el capítulo correspondiente. Anders y Jonas se conocieron en sus años
estudiantiles y mantuvieron una buena amistad, tanto en Alemania como en sus
exilios en Estados Unidos. Jonas fue además uno de los mejores amigos de
Hannah Arendt, quien estuvo casada con Anders de 1929 a 1936. No me ha sido
posible encontrar, en los datos biográficos o en las Memorias de Jonas, qué tanto
intercambio de ideas hubo entre ambos, y si las obras de Anders influyeron en
las de Jonas. Sin embargo, existen similitudes que nos permitirían especular que
Jonas reelaboró algunos de los geniales análisis “filosófico-periodísticos” de
Anders (como éste mismo gustaba considerarlos), o que al menos compartían
temas de reflexión: la referencia a la figura de Prometeo como símbolo de la
civilización tecnológica, el “desfase” o desnivel entre lo que el hombre puede
producir y lo que es capaz de comprender, el nihilismo (igualación de todos los
valores) como problema moral del presente, la búsqueda de una nueva base de
“sentimientos morales” (como el miedo) ante el posible Apocalipsis y de nuevos
imperativos morales, la heurística como método para pensar nuestra civiliza-
ción actual, o el concepto de la técnica como una totalidad sistémica que ya no
es un instrumento bajo el control del ser humano; todas estas referencias comu-
nes supondrían una continuidad de pensamiento entre los dos autores.
GÜNTHER ANDERS 197

Anders desarrolla una heurística por medio de la exageración y la


anticipación de los probables hechos catastróficos del futuro, y el
descubrimiento del peligro que se cierne ya en el presente.
Por eso, Anders plantea que los sucesos que estamos viviendo
día con día por el influjo del progreso tecnológico sólo pueden pen-
sarse si los intensificamos y los ampliamos mediante un gran “mi-
croscopio filosófico”, puesto que son fenómenos que escapan a sim-
ple vista. La filosofía necesita amplificar las imágenes del mundo
actual para encontrar en las extrapolaciones los signos de un peli-
gro inmanente. La respuesta al porqué de los fenómenos del mun-
do tecnológico actual no se percibe en la “actitud natural” de la co-
tidianidad porque las alteraciones y modificaciones de la propia
condición humana que se están gestando, inciden globalmente en
las acciones y concepciones mundanas, y no se perciben en el nivel
de las actividades individuales. Esto es, los peligros que advierte
Anders se sitúan, por el contrario, en el ámbito de la totalidad de
las acciones humanas, en los patrones sociales de comportamiento
y en las tendencias generales de la época.
El principal problema ético que observa Anders a través de su
“microscopio filosófico” consiste en que la conciencia humana no
está transformándose para poder comprender los cambios que ge-
neran las revoluciones tecnológicas. La conciencia se ha quedado
rezagada ante sus propias creaciones técnicas: “[...] nada nos carac-
terizaría más a los contemporáneos que nuestra incapacidad para per-
manecer espiritualmente “up to date” con respecto al progreso de nuestra
producción; esto es, de cambiar al mismo tiempo que nuestros pro-
pios productos”.15

15
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen. Über die Seele im Zeitalter der
zweiten industriellen Revolution, p. 15. [L’obsolescence de l’homme. Sur l’âme à l’époque
de la deuxième révolution industrielle, p. 30]. Citaré siempre en este orden. Las
traducciones de las citas están basadas en la edición francesa, pero cotejadas y
corregidas a partir del original.
198 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

EL DESFASE PROMETEICO

Nuestra conciencia se ha quedado desfasada con respecto a lo que


podemos producir en el mundo. Esta “asincronicidad del hombre
con su mundo producido” (A-synchronisiertheit des Menschen mit
seiner Producktwelt), que aumenta día con día, es lo que llama Anders
el “desfase prometeico”16 (das prometheische Gefälle).17 La idea que
expresa el término Gefälle implica una connotación negativa, y no es
solamente un simple “desnivel” o “discrepancia” entre lo que el
hombre es capaz de producir y lo que es capaz de sentir y com-

16
La referencia del “Gefälle” andersiano hacia el “Verfallen des Daseins”
heideggeriano es inevitable. En muchos pasajes y en diversos sentidos, Anders
juega con referencias explícitas e implícitas a la filosofía heideggeriana; en al-
gunos casos estas referencias son críticas e irónicas, pues Anders intenta con-
traponerse al carácter “abstracto”, “desmundanizado” de la ontología heidegge-
riana. Las categorías andersianas pretenden situarse también en un plano “onto-
lógico”, y no meramente “óntico”, pero sin que ello implique una abstracción
de las condiciones vitales del hombre. Por ejemplo, Anders interpretó el famo-
so “ser-para-la-muerte” (Sein zum Tode) heideggeriano como una mistificación
y una abstracción de un fenómeno epocal que ponía al ser humano, por prime-
ra vez en la historia, ante la posibilidad de la aniquilación total. El existenciario
del “ser para la muerte” no tiene fundamento ya en una mera muerte natural y
en una supuesta autenticidad para enfrentarla, como parecería implicarse en la
ontología heideggerina, sino que, en opinión de Anders, el verdadero trasfon-
do histórico de este concepto surge de una nueva modalidad de muerte que ha
dejado de ser natural, es ahora muerte “fabricada masivamente”, obra del po-
der técnico y militar de nuestro tiempo. La “autenticidad” habría consistido,
para Anders, en enfrentar un peligro de muerte que amenaza a toda la humani-
dad por el incremento del poderío tecnológico, y no sólo en confrontar la pro-
pia muerte “natural”, de un modo egocéntrico y mistificado. En esa mistificación
ve Anders una concepción individualista de la condición humana y, de alguna
manera, un resabio de idealismo subjetivista. En opinión de Anders, Heidegger
“oculta” la situación histórica de peligro ante la guerra mundial y la violencia
genocida mediante el enfrentamiento del Dasein ante su propia muerte. Según
Anders, si aplicáramos los existenciarios heideggerianos a la situación actual,
convertiríamos a la catástrofe apocalíptica en algo positivo: si el modo propio
del hombre es “el ser para la muerte”, entonces la aniquilación sería una posibi-
lidad de encontrarse con una “existencia auténtica”. Véase G. Anders, Die
Antiquiertheit des Menschen, nota de la p. 243 [L’obsolescence de l’homme, p. 270].
17
Ibid., p. 16 [p. 31].
GÜNTHER ANDERS 199

prender. También conlleva un sentido ontológico de “declive” o


“decadencia”. La expresión se refiere a que el ser humano de la era
tecnológica, el moderno Prometeo, no está a la altura de sus pro-
pias creaciones técnicas, y ello significa que ha decaído y está en
declive ontológico, por lo que ahora resulta ser “más pequeño que
sí mismo”. Pero el Gefälle no hay que interpretarlo como una pérdi-
da: el ser humano no ha perdido sus capacidades naturales para
comprender el mundo, sino que, ante la enorme dimensión de sus
producciones tecnológicas, las capacidades cognitivas naturales se
han quedado cortas. El desfase o desproporción entre la capacidad
de producir y la capacidad de representación de los efectos de lo pro-
ducido que Anders plantea, podría compararse con una idea de
Henri Bergson en Las dos fuentes de la moral y de la religión:18 el cuer-
po de la humanidad (la técnica) ha crecido desproporcionadamente
con respecto a su alma, que se ha hecho muy pequeña en compara-
ción con la enormidad de sus fuerzas corporales.

[…] el representar [Vorstellen] permanece detrás del hacer [Machen]:


podemos construir la bomba de hidrógeno, pero no alcanzamos a
figurarnos las consecuencias de lo que hemos hecho nosotros mis-
mos. De la misma manera, nuestro sentir está retrasado con respec-
to a nuestro actuar: podemos bombardear a cientos de miles, pero
no podemos llorarlos ni arrepentirnos.19

En el segundo volumen de Die Antiquiertheit des Menschen (1980)


Anders analiza, además de la figura primaria del “desfase prome-
teico”, otras dos modalidades que tienen su origen en el mundo
industrializado de la “tercera revolución”, caracterizado por la gran
producción industrial, la revolución informática y el surgimiento
de la ingeniería genética. Señala, pues, que no sólo hay desfase en-

18
Véase Henri Bergson, “Mécanique et mystique”, en Les deux sources de la
morale et de la religion.
19
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 16 [L’obsolescence de l’homme,
p. 31].
200 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tre el producir (Herstellen) y el representarse (Vorstellen), sino tam-


bién entre lo que podemos producir y lo que podemos utilizar
(verwenden können), así como entre “el máximo de lo que podemos
producir y el máximo (vergonzosamente pequeño) de lo que pode-
mos necesitar [bedürfen können]”.20 Claro está que Anders se refiere
con ello al mundo industrializado que acumula excedentes y que
despilfarra los recursos naturales.
Así pues, a Anders le interesa analizar esta “asincronicidad”
entre las diferentes facultades cognitivas humanas. La perspectiva
que se abre con este desfase o declive prometeico, siguiendo la ex-
trapolación andersiana, es el surgimiento de un mundo construido
materialmente por la actividad humana, pero que sobrepasa sus
fuerzas y capacidades para comprenderlo, para imaginarlo, para
responsabilizarse de sus efectos.
La capacidad tecnológica humana ha aumentado sin encontrar,
hasta ahora, límite alguno, pero las capacidades cognitivas y el sen-
tido ético no se han modificado, pues parecen depender de ciertas
condiciones que están determinadas por su morfología natural. Por
ello, Anders argumenta que lo que le hace falta hoy a la filosofía es
una “crítica de los límites del ser humano” (eine Kritik der Grenzen
des Menschen) y no sólo de los límites de su razón, sino de la totali-
dad de sus facultades y capacidades (imaginación, sentimientos,
conocimiento, responsabilidad). Es necesario indagar cuáles son
las condiciones y límites de posibilidad para la conciencia humana,
condiciones que habría que preservar. El problema que Anders vis-
lumbra es que el poder tecnológico parece haber debilitado esas
capacidades y podría en el futuro traspasar esos límites connaturales.
La consolidación del dominio del macroaparato tecnológico so-
bre el ser humano ha revelado la obsolescencia del hombre, convir-
tiéndolo en una más de sus materias prima. Para Anders, el desfase
prometeico entre el producir y el representarse se manifiesta en tres
planos: el ontológico-antropológico: el ser del hombre, finito y contin-

20
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen. Über die Zerstörung des Lebens
im Zeitalter der dritten industriellen Revolution, Band II, pp. 18-19.
GÜNTHER ANDERS 201

gente, se ha vuelto obsoleto con respecto a sus propias produccio-


nes tecnológicas; el propiamente tecnológico-instrumental: los obje-
tos técnicos han dejado de ser simples medios y ahora constituyen
un macroaparato, un sistema que envuelve a los sujetos y determina
muchas de sus acciones e intenciones. La técnica se ha convertido
en el verdadero sujeto de la historia,21 en la misma medida en que la
técnica ha transformado a lo humano en su instrumento; por últi-
mo, en el plano escatológico-histórico: a causa de tal desfase nos halla-
mos en una inversión inédita: en una época del fin (Zeitsende), debi-
do al peligro mayor, porque ahora es posible bordar el fin de los
tiempos (Endzeit), es decir, nos acercamos a la posibilidad del inicio
de una era sin historia, una era en que la humanidad perdería la
continuidad con la historia pasada y la conciencia que ha formado
de sí mismo.

LA VERGÜENZA PROMETEICA

Anders encuentra que el síntoma que refuerza el desfase tecnológico


es la “vergüenza prometeica” (prometheische Scham). Ésta consiste en
una fluctuación en el ánimo del moderno Prometeo: se siente orgu-
lloso por la ostentosa perfección y poder de sus objetos técnicos y, a
la vez, se siente “obsoleto” y humillado por su propia imperfección
natural. Ante el refinamiento de sus producciones actuales, el ser
humano siente vergüenza de su condición contingente y mortal. Sus
artefactos han sido, a diferencia suya, diseñados, calculados, proba-
dos. La producción técnica se ha situado en las antípodas de la re-
producción natural de la vida, que es un proceso “ciego” y no calcu-
lado. El ser humano siente, así, vergüenza de su obsolescencia.22

21
Véase G. Anders, “Die Antiquiertheit der Geschichte”, en ibid., pp. 279-280.
22
Esta tensión entre la producción técnica y la reproducción natural se ha acre-
centado ahora ante las posibilidades biotecnológicas de transformación de la
condición humana. El hombre siente hoy con mayor intensidad esa vergüenza
por sus carencias, sus enfermedades, su condición precaria y finita, por la re-
vocabilidad de su ser, y por ello, quiere convertirse a sí mismo en un artefacto
202 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

“¿Quién soy yo entonces?”, se pregunta el Prometeo de ahora, el


enano de su propio parque de diversiones. ¿Quién entonces soy
yo? [...] Por eso [...] hay que considerar el deseo del hombre actual
de convertirse en un selfmade man, en un producto: quiere fabricarse
a sí mismo no porque no soporte más ser él mismo algo creado
[Gemachtes], sino también porque no quiere ser una cosa no crea-
da [Ungemachtes]. No es porque lo indigne ser creado por otros
(Dios, las divinidades, la naturaleza), sino porque no ha sido fa-
bricado en absoluto y porque, al no haber sido fabricado, es infe-
rior a todas sus producciones.23

Según Anders, lo que provoca esa “vergüenza”24 y desasosie-


go en nosotros, los Prometeos contemporáneos, es el ser criaturas

de su propia producción, en un objeto diseñado, calculado y probado para que


no sufra enfermedades ni discapacidades, para que la vida no le dé sobresaltos
ni sorpresas desagradables, para que posea un fin predeterminado. Estas preten-
siones van más allá de los necesarios y loables objetivos terapéuticos de la tec-
nología médica y la biomedicina. Si el hombre pudiera convertirse a sí mismo
en su propia producción biotécnica, y con ello pudiera superar la reproducción
natural, que es azarosa y caprichosa, habría perdido la “vergüenza” que siente
por su ser finito. Los actuales sueños eugenésicos que podrían ser realizables por
medio de la biotecnología y la ingeniería genética tienen un impulso insospe-
chado en la “vergüenza prometeica”.
23
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 25 [L’obsolescence de l’homme,
p. 40].
24
Anders señala: “La vergüenza es un acto reflexivo que degenera en un
estado de consternación [Verstörheit], que resulta fallido porque el hombre se
experimenta, frente a una instancia de la que se aleja, como algo que ‘no es’,
pero que ‘es’, sin embargo, de un modo ineluctable”. (p. 68, p. 87]. La vergüen-
za surge de la contradicción entre las pretensiones de libertad y aquello que es
parte de un destino ineluctable. En la vergüenza el hombre descubre su propia
impotencia. Por ello, el carácter paradójico que Anders trata de mostrar de la
“vergüenza prometeica” como síntoma de la pasividad del moderno Prometeo:
éste que ha confiado en su razón tecnológica para dominar el mundo, se encuen-
tra ahora, en tanto individuo, en esa situación de consternación en la instancia
en que descubre su impotencia ante tal poderío que ha surgido, supuestamente,
como obra suya. El Prometeo moderno, antes todopoderoso, cae en la cuenta de
que no puede hacer nada contra ese poder, que no puede controlarlo. La impo-
tencia nos muestra una imagen de nuestro ser que no queremos que se revele.
Pero la vergüenza nos revela una imagen de nosotros mismos en la que nos iden-
GÜNTHER ANDERS 203

naturales, ser engendrados y no producidos o fabricados. La repro-


ducción natural de los seres humanos se ha convertido en algo ob-
soleto y no adecuado a este mundo tecnológico. La tesis de Anders
revela que, de facto, existe una discrepancia de orden ontológico y
no meramente circunstancial entre el individuo y su mundo tecno-
lógico. El desfase prometeico es síntoma de una alteración radical
de la autoconciencia humana, de la imagen del hombre, como lo
planteará Hans Jonas. A causa de la vergüenza prometeica, el po-
der tecnológico ha crecido desorbitadamente, y por eso, el peligro
mayor consiste en una enajenación de la naturaleza humana. Esta
nueva forma de enajenación implica el debilitamiento de la liber-
tad humana, en la misma medida en que ha aumentado su poder
técnico de intervención en el mundo.
Si el individuo siente vergüenza por no ser una cosa fabricada
se debe a que ha aceptado —como Anders razona— la superiori-
dad de los objetos técnicos sobre lo humano, y lo ha conducido a
rechazar su propia no-reificación como un defecto. El individuo se
concibe a sí mismo como algo “mal construido”, como un cuerpo
defectuoso que debe reconfigurarse. Además, la obsolescencia del
ser humano proviene del hecho de que éste se ha vuelto justamen-
te inadaptable y rígido, mientras que lo que caracteriza a los objetos
técnicos es la capacidad de adaptarse a un sistema abierto y diná-
mico, en progreso constante, capaz de ofrecer nuevos medios y
nuevos fines. En cambio, nuestro cuerpo natural es el mismo de nues-
tros ancestros. Como Anders apunta, se ha producido una singular
inversión de roles: los artefactos son ahora más flexibles y
adaptables, y están en constante transformación; mientras que el
individuo se ha vuelto una cosa imperfectible y obsoleta.
Para intentar remediar su obsolescencia, el ser humano trata de
asemejarse a sus artefactos mediante una “human engineering”. Esta
ingeniería de lo humano somete el cuerpo a nuevas condiciones, a
verdaderas situaciones límite para reconfigurar las capacidades

tificamos, y a la vez, en la que somos ajenos. El resultado negativo será el “no


querer ver” ese estado, el ocultárnoslo, el permanecer “ciegos” ante el problema.
204 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

humanas. Anders avizora que la plasticidad del ser humano per-


mitirá en el futuro intentar adaptaciones y modificaciones en la
corporalidad, puesto que su conformación biológica permanece aún
en estado indefinido porque la evolución de la especie está en un
proceso abierto.25 De este modo, el hombre podría dejar atrás su
humanidad para ser “iniciado” en la experiencia de la autotransfor-
mación tecnológica. Pero el clímax de esta iniciación podría ser, como
Anders advierte, una posible e irreversible deshumanización.
Antaño el ser humano no había sobrepasado las dimensiones
de su propia corporalidad mediante el uso de sus artefactos y dis-
positivos técnicos. Ahora, la técnica excede por mucho las dimen-
siones y cualidades corporales y sensitivas del individuo prome-
dio, a tal punto que éste se ha hecho más “pequeño que sí mismo”.
Ahora bien, Anders no piensa que la constancia morfológica del ser
humano sea un bien en sí mismo y que sobre esa base natural pue-
dan derivarse prescripciones de orden moral. No se trata de con-
vertir el concepto de naturaleza humana en una base metafísica para
sancionar moralmente qué es adecuado y qué no. Esto sería caer en
una falacia naturalista, pues moralizaría el estado actual de la espe-
cie humana que, de cualquier forma, no es definitivo. Sin embargo,
la alteración biofísica del ser humano (por medio de la ingeniería
genética, por ejemplo) sería un hecho nunca antes visto que trans-
formaría las condiciones de nuestra propia existencia y que desen-
cadenaría una irrefrenable voluntad de hybris. La intención de ade-
cuarnos al mundo tecnológico que hemos creado, tomando como
modelo y criterio a nuestros productos técnicos, podría generar di-
versas hibridaciones humanas de insospechados resultados. Anders
prevé, sin embargo, que el siguiente paso en las revoluciones tec-

Aunque Anders no preveía en 1956 la posibilidad de una ingeniería ge-


25

nética que modificara la naturaleza misma del cuerpo humano (como sí lo hace
en el segundo volumen de 1980), muestra ya que una perspectiva futura de
esta ingeniería será la transformación de las condiciones biológicas del cuerpo
humano. Hoy, los análisis andersianos son más vigentes que nunca, pues esta-
mos en la antesala de una nueva fase de “ingeniería” de lo humano: la adapta-
ción de nuestra dotación genética al nuevo mundo tecnobiofísico.
GÜNTHER ANDERS 205

nológicas consistirá en convertir al ser humano en un instrumento


como los demás.26 Por ello, esta “human engineering” es, en reali-
dad —observa Anders— “híbrida y humilde. Su actitud es una ‘pre-
suntuosa autohumillación’ [angemasste Selbsterniedrigung] y una
‘híbrida humildad’ [hybride Demut]”.27 Aunque la nueva ingeniería
de lo humano no se propone ciertamente la total aniquilación físi-
ca, bien podría conducir a la “destrucción del hombre en tanto hom-
bre [Vernichtung des Menschen qua Menschen]”.28
Si el ser humano padece este sentimiento de inferioridad con
respecto a sus instrumentos técnicos es porque ha comprendido que
está morfológicamente determinado por su constitución natural. El
defecto principal de lo humano es la vulnerabilidad y la contingen-
cia de su existencia. Anders observa que la producción industrial
del mundo tecnológico resulta un medio para superar la consus-
tancial finitud humana creando una “reencarnación industrial” (in-
dustriellen Re-inkarnation), como lo llama Anders. Cada mercancía,
cada artefacto producido tiene una “vida útil”, pero en la cadena
misma de la producción y el consumo se reproducen incesantemente
la misma modalidad de productos, una y otra vez, superando con
creces los límites de la duración de la existencia humana. Cada ob-
jeto técnico puede ser reemplazado por otro del mismo “modelo”,
por lo que cada uno reencarna en otro de la misma serie. No sólo los
productos, sino también los materiales sintéticos como el plástico o
los desechos radiactivos permanecerán por mucho tiempo más allá
de nuestra presencia en el mundo. Anders señala con agudeza que
nuestro mundo tecnológico se parece al modelo platónico de rela-
ción entre el mundo sensible y el mundo de las ideas, porque aquél
se compone de cosas producidas por la imitación de una forma (eidos)
tecnológica estandarizada, repetida innumerables veces en la pro-
ducción en serie. La “reencarnación industrial” sólo se detiene cuan-

26
Esta “hibridación” tecnológica ya está en maroha con la manipulación de
organismos vivos, animales y plantas, para diversos fines pragmáticos.
27
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 47 [L’obsolescence de l’homme,
p. 65].
28
Ibid., p. 48 [p. 66].
206 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

do el modelo o eidos es modificado. Entonces se produce la sustitu-


ción de modelos, y los múltiples objetos fabricados bajo el molde
anterior desaparecen paulatinamente del mundo. Pero la reproduc-
ción industrial en serie se continúa como un proceso sin fin.

Cierto, un mérito de los productos no es este platonismo indus-


trial, esta “inmortalidad mediante la reencarnación” [Unsterblichkeit
durch Re-inkarnation]; no se debe a ellos, indiscutiblemente, sino a
nosotros su virtud. Pero esta concesión no es un contraargumento.
Puesto que el hecho de que nos sentimos inferiores a nuestros pro-
ductos, aunque nosotros mismos los producimos, es precisamen-
te el objeto de esta investigación. Lo que aquí cuenta asimismo es
solamente el hecho de que no podemos compartir la virtud que
conferimos a nuestros productos; que en este caso significa que nin-
guno de nosotros puede (ni simultánea ni sucesivamente) existir
en varios ejemplares; que ninguno puede tener la oportunidad de
sobrevivirse a sí mismo bajo la configuración [Gestalt] de un nuevo
ejemplar […] que debemos terminar nuestro plazo [vital] y ade-
más en una obsoleta singularidad.29

¿Estamos, pues, condenados a ser ejemplares únicos y perecede-


ros? El impulso tecnológico parece confirmarlo y negarlo a la vez.
Ante ello, la vergüenza resulta —dice Anders— inevitable. La in-
mortalidad de nuestros productos técnicos y el largo alcance tem-
poral de sus efectos en el mundo constituyen un nuevo oprobio
contra el orgullo humano. Los productos técnicos han obtenido tal
“inmortalidad” gracias a su carácter reemplazable, mientras el in-
dividuo sigue siendo irremplazable; pero lo que antes era un motivo
de orgullo ontológico, ahora es el signo de una inconveniencia. El
fenómeno de la reencarnación industrial altera la autoconciencia
humana: los individuos comienzan a desear la prolongación inde-
finida de su existencia, y empiezan a renegar de su finitud, en reac-
ción a que “la experiencia de no ser una mercancía de serie actúa

29
Ibid., p. 52 [pp. 70-71].
GÜNTHER ANDERS 207

sobre él [el hombre] como un memento mori [un recordatorio de su


mortalidad]”. En los proyectos tecnológicos eugenésicos que se pre-
tende realizar en el futuro, el hombre no permanecerá irremplazado
e irremplazable. La vergüenza prometeica ya ha tenido efecto so-
bre la imagen simbólica de la condición humana.
En el segundo volumen de la Obsolescencia del hombre (1980),
Anders sostiene que el ser humano ya estaría en posibilidad de
intentar autofabricarse por medio de la clonación y de la biotecnolo-
gía para crear nuevas especies: “Mientras la guerra nuclear signifi-
ca la exterminación de los seres vivos, inclusive de la humanidad,
el ‘cloning’ significa la de la especie como especie […] el exterminio
de la especie humana por medio de la producción de otros tipos
[de vida]”.30
Así pues, esta época en que la humanidad se ha convertido en
materia prima de la producción tecnológica es, para Anders, una
era de “canibalismo poscivilizatorio”. Pero si el ser humano se ha
convertido en la materia prima de la nueva “metafísica del indus-
trialismo”, entonces ha perdido su puesto como sujeto que establece
fines y que es capaz de dotar de sentido a la historia, en la medida en
que se diluye la responsabilidad moral por los efectos y consecuen-
cias de sus acciones. De este modo, se ha consumado, a los ojos de
Anders, la total alienación del alma humana: el advenimiento de la
era de la “ceguera ante el Apocalipsis” (Apokalypse-Blindheit).

EL MUNDO FANTASMAL DE LA ICONOMANÍA

Como hemos visto, Anders sostiene que el ser humano ahora se


percibe a sí mismo más imperfecto, más precario, más vulnerable,
sin estar a la altura del mundo tecnológico que ha edificado. El hom-
bre siente, pues, vergüenza de su obsolescencia.

30
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen. Über die Zerstörung des Lebens
im Zeitalter der dritten industriellen Revolution, Band II, p. 24.
208 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

De acuerdo con Anders, el ser humano ha buscado escapar del


“mal de la singularidad” (su propia condición finita) y de ese senti-
miento de inferioridad ante sus productos técnicos (la “vergüenza
prometeica”) recurriendo a la generación y consumo desbordados
de imágenes (simbolizaciones visuales y auditivas) y, ahora, de todo
tipo de información que consume a través de los medios electróni-
cos, principalmente, la televisión. Anders denomina a este recurso
la “iconomanía”. Los medios tecnológicos contemporáneos han
posibilitado la reproducción ilimitada de imágenes (fotografía, cine,
radio, televisión y, recientemente, la Internet) y, con ello, la crea-
ción de una red de consumo masivo e intensivo. Este nuevo mundo
de la imagen en el que todo puede transformarse en información,
noticia, imagen espectacular o efímera, tiene el poder de materiali-
zar casi todo y, paradójicamente, de aligerarlo también, de conver-
tir la realidad en imagen espectral, “fantasmal”. El mundo mediático
está abarrotado de imágenes31 creadas y recreadas (fotos, filmes, “fan-
tasmas” de la televisión, carteles, y ahora también millones de imá-
genes digitales que viajan por las redes del ciberespacio y que se
pueden almacenar, manipular, transferir y divulgar por todo el orbe).
Entre las razones que se pueden invocar como responsables
de esta verdadera “hipertrófica producción de imágenes” (hypertro-

31
Aunque Anders hable de “imágenes” (Bilder), pues escribe antes de la re-
volución digital, y se refiere específicamente a la imagen televisiva; no obstan-
te, podemos extrapolar sus intuiciones al mundo de la globalidad informacional
contemporánea. La base ontológica es, creo, la misma: la capacidad tecnoló-
gica para reproducir y recrear el mundo, al mismo tiempo que para reducirlo
informacionalmente. A fin de cuentas, no importa el soporte material o el for-
mato tecnológico, el mundo de los medios y de la información es un mundo
espectral cuya sustancia consiste en una multiplicidad de imágenes (visuales,
auditivas, audiovisuales), que cobran sentido sólo para los sujetos humanos
capaces de percibir y consumir vorazmente dicho cúmulo de imágenes. La con-
sistencia de la imagen, en general, presenta una dualidad: es material y refleja
una parte de lo real, sin duda, pero al mismo tiempo, oculta, esconde o aleja la
experiencia de la realidad, es un mensajero o transmisor de un contenido de la
realidad que lo representa y lo ausenta al mismo tiempo. En la imagen siempre
hay algo ausente y presente. Esta dialéctica inevitable permite a Anders re-
flexionar sobre las consecuencias de un nuevo mundo revestido por la imagen
producida y reproducida técnicamente.
GÜNTHER ANDERS 209

phische Bildproduktion), una de las más importantes es que el indivi-


duo puede conquistar mediante imágenes la oportunidad de crear
“spare pieces” de sí mismo, y así oponer la ilusión de una reproduc-
tibilidad infinita a su insoportable singularidad. El mundo mediático
es parte fundamental de la sociedad de consumo. El resultado es
que ahora el ser humano está supeditado totalmente a la produc-
ción en serie y a la impetuosa necesidad capitalista de crear nuevas
necesidades. Pero él mismo no puede ser producido en serie —por
el momento—, así que tiene que conformarse con la “reproducción
técnica” de la vida humana en imágenes televisadas o transmitidas
por medios informáticos.

[...] Mientras él permanece, por lo demás, excluido de la produc-


ción en serie, se transforma cuando es fotografiado en un producto
reproducido [reproduziertes Produkt]. Al menos logra así existir en
efigie por medio de múltiples, a veces, miles de ejemplares. Y si
bien él mismo vive “solamente” como modelo, “él” existe sin em-
bargo, de alguna manera, en sus copias.32

Anders emprende el análisis de los medios masivos de comu-


nicación de su tiempo (la radio y la televisión) para vislumbrar sus
posibles efectos sobre la autoconciencia humana, extrapolando sus
consecuencias y adelantándose en gran medida a los acontecimien-
tos.33 Dicho análisis sostiene que la idea de la neutralidad axiológica
de la técnica es una ilusión, puesto que supone que los objetos téc-
nicos están aislados entre sí. Esto es relevante en el análisis de la

32
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 57 [L’obsolescence de l’homme,
p. 76].
33
Sin duda, el análisis crítico que Anders realiza de la radio y la televisión
tienen como contexto el uso de la primera como medio de propaganda y de
control político en los regímenes fascistas. La guerra y el nacionalsocialismo
están presentes, aquí también, como trasfondo de los peligros que ve Anders
en estos nuevos medios tecnológicos: su principal efecto es la conversión del
mundo real en un mundo virtual (“fantasmal”, le llama Anders), que es ahora
la matriz o el modelo de comportamiento y que determina lo que los indivi-
duos pueden percibir, sentir y pensar del mundo real.
210 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

televisión (a diferencia de la radio, que debe recrear mediante el


lenguaje una mundanidad) por su capacidad de actuar como un
“medio universal” para fines muy diversos, creando y recreando
mediante lenguaje audiovisual una mundanidad determinada.
Para Anders, la televisión (como el cine lo era para Walter
Benjamin) es una nueva macromáquina productora de imágenes
para el consumo. El que consume estas imágenes centra su aten-
ción no en lo que “representan”, sino en el carácter espectral y
apariencial de esas imágenes, y sustituye sus propias experiencias
por la mediatización de lo que se reproduce a través de la pantalla.
Anders no ve en ello una posibilidad de ampliar la experiencia del
mundo, sino, en definitiva, una reducción de la capacidad humana
para comprender su entorno, para vivirlo y para dotarlo de sentido.
El fenómeno sociocultural más relevante de nuestros días es,
pues, el de la producción y consumo masivo de imágenes y re-
presentaciones del mundo. Todo ello ahora se concentra en el con-
cepto general de “información” (Nachricht). La televisión es el
cimiento tecnológico del mundo informacional y de la sociedad de
la información.
Los análisis andersianos se concentran en el efecto de la “tele-
presencia”, de la representación o suplantación de un mundo au-
sente, que producen los nuevos medios de telecomunicación. Uno
de los problemas principales que Anders plantea reside —a mi jui-
cio— en el desbordamiento de las dimensiones espacio-temporales
que son connaturales a la experiencia humana tradicional, que se
da en el nuevo entorno de la telecomunicación.
Las tesis andersianas sobre las características de la “industria
cultural”34 propias de su época y la sociedad de consumo iconográ-
fico pueden parecer no muy originales ni relevantes, a medio siglo
de distancia; sin embargo, el efecto que —a los ojos de Anders—
estos nuevos medios tecnológicos tienen para alterar el espacio y el
tiempo vividos resulta un tema de plena vigencia. Es cierto que las

34
Muy similares a los de la Escuela de Frankfurt; véase Max Horkheimer y
Theodor Adorno, Dialéctica de la Ilustración.
GÜNTHER ANDERS 211

tesis que sostiene Anders, a partir de un incipiente fenómeno te-


levisivo, pudieron haber sido la consecuencia de un exceso retórico
inherente al método de la exageración andersiana. Pero a la vuelta
de los años, el mundo que el filósofo judío-alemán describía enton-
ces se parece mucho más a nuestra convivencia cotidiana con esa
“iconomanía” de la televisión, los medios impresos, la Internet y
las redes de la información, sin que ello niegue lo que Anders no
reconocía: que estos medios han demostrado también ofrecernos
nuevas modalidades de conocimiento y de experiencias humani-
zadoras que son parte ya de nuestras vivencias cotidianas.
Sin embargo, lo decisivo para Anders es que los medios (en
concreto, la radio y la TV) han convertido al mundo en un “produc-
to”, en una mercancía que se “entrega a domicilio”. Se trata de un
proceso de reducción del mundo objetivo que tiene repercusiones
éticas y ontológicas. El mundo externo que trasciende nuestras ex-
periencias y nuestras representaciones, que está ahí para que noso-
tros lo interroguemos y lo descubramos, en suma, para que haga-
mos experiencia de él, se ha reducido ahora a ser una “imagen del
mundo”, como sostenía Heidegger. El mundo se ha reducido a ser
un ente manipulable, reproductible, consumible y, desde luego, co-
mercializable. Pero si el mundo deviene una representación subje-
tiva, entonces ya no es necesario vivirlo, conocerlo y recorrerlo, la
experiencia misma se hace superflua. La vivencia del viaje, el ir hacia
el mundo ya no tiene el mismo valor porque carece de sentido.
Ese mundo-mercancía con “entrega a domicilio” por la radio y
la TV ya no es el mundo objetivo que nos trasciende, sino una re-
ducción subjetiva, por lo que el individuo contemporáneo —apun-
ta Anders— practica un nuevo idealismo pragmático: el mundo se
reduce a nuestras representaciones (mediáticas e informacionales),
a nuestros prejuicios (de acuerdo como nos viene dada la informa-
ción) y a nada más, no queda nada (pensable, imaginable o
experienciable) fuera de las imágenes y las representaciones que se
ven en la TV o en la Internet. Y, por tanto, si la sociedad moderna se
conforma con recibir y consumir ese singular producto fabricado
por los medios (que ahora tienen alcance global), el individuo cer-
212 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

cena su capacidad de descubrir, interrogar y experienciar el mundo.


Si el mundo se reduce a lo que “pasa” en la radio y en la tele, a
través de todas las imágenes que consumimos de él, el mundo “des-
aparece” como tal, y se convierte en un “fantasma”, en un espectro
de mundanidad.35
La transmisión televisiva deja entrar directamente en el hogar
las imágenes (reales o ficticias) del mundo exterior. Pero esto signi-
fica que… “cuando lo lejano se acerca demasiado, lo próximo se
aleja y se hace confuso. Cuando el fantasma deviene real, lo real
deviene fantasmal. El verdadero hogar se ha degradado ahora […]
a ser un ‘container’: su función no es más que contener la pantalla
del mundo exterior [Bild-schirm für die Aub enwelt]”.36
Esas afirmaciones son sorprendentes, insisto, si consideramos
que en los años cincuentas la televisión no tenía las dimensio-
nes globales ni el poder político y económico que detenta ahora,
pues apenas llegaba a una minoría de la población. Pero Anders
previó, valiéndose del método de la extrapolación, una transforma-
ción tecnológica que cambiaría radicalmente la experiencia que el
ser humano se había fraguado del mundo, en tanto horizonte real,
material, que da sentido y finalidad a las acciones sociales. Así,
Anders vislumbraba en estos nuevos medios de comunicación ma-
siva el peligro de una auténtica inversión: los medios técnicos se
convierten en fines y el horizonte de sentido de los fines, el mundo
mismo, se convierte en un medio para ser procesado en las re-pre-
sentaciones mediáticas.37

Mucho se ha hablado, por ejemplo, del fenómeno de la guerra televisado


35

como un espectáculo aséptico y des-realizado. Véase M. Castells, La era de la


información. Economía, sociedad y cultura, vol. 1.
36
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 105 [L’obsolescence de l’homme,
p. 123].
37
Podemos actualizar la reflexión andersiana, siguiendo el mismo sentido, y
observar que la consolidación de un tercer entorno distal (como lo llama Javier
Echeverría en Telépolis), distinto del entorno natural y del entorno urbano-ma-
terial, que ha sido posible gracias a la revolución informática, transforma las
condiciones en que se dan las interrelaciones humanas y confiere a los indivi-
duos una nueva identidad virtual, que no los hace ser ciudadanos partícipes de
GÜNTHER ANDERS 213

De este modo, los acontecimientos vienen hacia nosotros, y no


somos nosotros quienes hacemos experiencia de ellos, nos volve-
mos espectadores pasivos:

Pues que los acontecimientos —ellos mismos, y no las noticias sobre


ellos— los partidos de futbol, los servicios religiosos, las explosio-
nes atómicas nos visiten; que […] como consecuencia de la trans-
formación de la familia en un público en miniatura el mundo venga
al hombre, en lugar de que éste vaya al mundo, es el resultado verda-
deramente revolucionario que la radio y la TV han logrado.38

Anders intenta pensar las consecuencias ontológicas39 de este


fenómeno del mundo reducido y “servido” a domicilio. En primer
lugar, cuando el mundo viene a nosotros significa que ya no ha-
bitamos propiamente un mundo, que ya no lo buscamos, que no
lo experienciamos, porque éste se ha reducido a ser un conjunto de
imágenes y apariencias que están, al mismo tiempo, presentes y

una comunidad, sino usuarios aislados en un mundo de paradójica comunica-


ción global e instantánea, en donde todo acontece de manera yuxtapuesta, y en
donde todo puede ser conocido en tiempo real.
38
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 110 [L’obsolescence de l’homme,
p. 130].
39
He aquí algunas de ellas: “4. Si el mundo nos dirige la palabra sin que
nosotros podamos dirigirnos a él, estamos condenados al silencio, así como a
no ser libres. 5. Si el mundo es audible, pero sólo eso, y no es tratable [no po-
demos actuar sobre él], entonces nos transformamos en espías y en voyeurs.
[Véase la capacidad de anticipación andersiana de uno de los efectos más ex-
tendidos de la Internet: todos nos hemos vuelto unos voyeuristas, además de
plagiadores] 6. Si un suceso que tiene lugar en un sitio determinado es retrans-
mitido y puede ser emitido hacia cualquier otro lugar como un “programa te-
levisivo”, entonces se transforma en una mercancía móvil y casi omnipresente
[…] 7. Si es móvil y aparece en un número virtualmente ilimitado de ejempla-
res, entonces pertenece, en tanto que objeto, a los productos en serie. Si además
se paga por la transmisión de estos productos en serie, el acontecimiento es una
mercancía. 8. Si el acontecimiento no tiene importancia social más que como
imagen reproducida, la diferencia entre ser [Sein] y aparecer [Schein], entre rea-
lidad e imagen, es superada” (G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 111
[L’obsolescence de l’homme, p. 131]).
214 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ausentes, esto es —como dice Anders— que son fantasmales o


espectrales: “Si la experiencia dominante del mundo [die dominie-
rende Welterfahrung] se alimenta de tales productos en serie [Serien-
produkten], entonces el concepto ‘mundo’ es suprimido (siempre que
se entienda por ‘mundo’ aquello en donde habitamos) […]”40
Para Anders, estas nuevas posibilidades tecnológicas para reco-
rrer el mundo sin salir de casa y sin hacer una verdadera experien-
cia de él constituyen una nueva modalidad de “vivir un mundo
enajenado” (einer entfremdeten Welt leben). El extrañamiento del
mundo que Anders plantea es un fenómeno que altera las dimen-
siones naturales del espacio y del tiempo. Mediante el consumo de
las representaciones espectrales del mundo tenemos la sensación
de encontrarnos con todo, y de acercarnos todas las cosas en la inti-
midad de nuestra casa. Pero, según Anders, esto es una ilusión,
pues no puede llegar a ser una auténtica proximidad y familiaridad
con las cosas. Los medios de telepresencia tienen efecto en las vi-
vencias del espacio y el tiempo: todas las regiones del mundo y
todas las épocas están ahora aparentemente próximas a nosotros,
pero esto significa que se disuelven las verdaderas dimensiones
espaciales y temporales del mundo como tal. Anders denomina
a este nuevo fenómeno la “Verbiederung41 del mundo” (Verbiederung

40
Ibid., p. 112 [p. 132].
El término es de difícil traducción pues tiene varios matices: bieder adjetiva
41

en el uso coloquial, entre otros significados, lo que es propio de las personas es-
trechas de “miras”, de la pequeña burguesía conservadora cuyo mundo se ha
cerrado sobre sí misma, en el que todo parece estar bien dispuesto, según las
“buenas costumbres”. Biedermann significa, al mismo tiempo, hombre honesto
y recto. Asimismo, en la literatura del siglo XIX existía un personaje popular,
Gottlieb Biedermeier, que representaba el prototipo de ese pequeñoburgués.
También forman parte del horizonte de sentido de la Verbiederung, el estilo
decimonónico Biedermeier (en arquitectura, pintura y artes decorativas), que se
consideraba típico de la clase media alemana y de un cierto modo de vida con-
servador, pues se caracterizaba por la sobriedad y regularidad de formas, colo-
res y decorados del mobiliario doméstico. Así pues, la Verbiederung [el reducir
el mundo desde una perspectiva bieder] significa hacer del mundo “entregado
a domicilio” por los medios de telecomunicación un elemento más de este esti-
lo de vida que no aspira a más, que resulta monótono, poco animado y de muy
GÜNTHER ANDERS 215

der Welt). Anders sostiene que este proceso no es justamente una


“familiarización” (Anbiederung), una relación de mayor intimidad
con las cosas; por el contrario, es una falsa o distorsionada familia-
ridad con los acontecimientos y las personas que se pretenden ver
como si fueran cercanos y bien conocidos, pero que en realidad son
completamente extraños y lejanos. En el mundo mediático solo ha-
bitan un conjunto de mónadas, cuya única posibilidad de comu-
nicación es el medio mismo.42 Esta “simplificación” del mundo se
comporta sin ningún respeto ante las cosas, trivializándolas, tergi-
versándolas. Es una especie de pretensión de omniabarcabilidad,
de intentar “codearse” con todas las cosas, de conocer todo, de te-
nerlo al alcance de la mano, como ahora siente el pequeñoburgués
que consume vorazmente información (imágenes, música, noticias,
textos) del mundo entero, que desea acumularla en sus discos du-
ros, en sus reproductores de música y video, sólo para tenerla a la
mano. En esta actitud todas las distancias reales quedan abolidas y el
sujeto pierde, como consecuencia, la dimensión de su espacio vital.
Anders revela, sin duda, un problema estrictamente ontológico
al describir lo que pasa cuando las dimensiones naturales del espa-
cio vital son ampliadas hasta romper los límites de la corporalidad
y de la sensibilidad humanas. El mundo “pseudofamiliar” repre-
senta una modalidad de inauténtica y trivial vivencia de las cosas

cortas miras, en el que toda está dispuesto según un mismo patrón. Anders
expresa que se ha producido una “pseudofamiliarización” con el mundo: todo
se ve cercano y familiar, pero al mismo tiempo, ha sido reducido por el trata-
miento mediático de las imágenes, pues impide una verdadera apertura a la
diversidad de formas de existencia. La Verbiederung implica, por ello, un senti-
do de banalización del mundo, ya que trivializa el sentido de los acontecimien-
tos. La “pseudofamilizarización” es, además, una forma de ensimismamiento
del mundo vivido, que favorece una visión conservadora y poco tolerante, a la
vez que ciega para ver más allá de sus propios moldes; por eso, Anders señala
que el mundo fantasmal se convierte en una matriz del pensamiento y de la acti-
vidad en la sociedad moderna.
42
En este sentido, los planteamientos de la primera película de Matrix se
aproximan mucho a la idea andersiana del mundo mediático como una matriz
que suplanta nuestra experiencia del mundo y que determina por completo
lo que pensamos, lo que vemos y lo que juzgamos.
216 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que encubre un verdadero alejamiento del mundo próximo y una


deformación del mundo distante. Esa forma de vivir la mundanidad
tiene mucha relación con el “das Man” y la inautenticidad (Uneigen-
tlichsein) que Heidegger describía ya en Ser y tiempo.
La Verbiederung es para Anders el efecto de una relativización
del espacio y del tiempo por efecto de los medios masivos de co-
municación. Para él constituye un fenómeno eminentemente nega-
tivo que desvaloriza la auténtica experiencia en el mundo de la vida.
La Verbiederung es como un poder mágico (Zauberkraft) que puede
metamorfosear todas las cosas, pero que mediante re-presentacio-
nes las acerca y las aleja al mismo tiempo porque las aproxima y las
trivializa, y hace que, en la medida en que podemos abarcar más
mundo mediante la TV (y ahora con la Internet), paradójicamente
sea más cerrada, más unidimensional e intolerante y más distorsio-
nada nuestra comprensión de él. Para Anders, éste es el máximo
nivel de refinamiento de un extrañamiento de la mundanidad, de
una alienación del espacio vital, y es además el clímax de una vi-
sión antropocéntrica y egocéntrica del mundo.
La pseudofamiliarización y banalización del mundo (die Verbie-
derung der Welt) coloca a todas las cosas en la misma proximidad o
en la apariencia de proximidad; se trata, por ello, de un fenómeno
de neutralización axiológica, cuya causa reside, según Anders, en
la economía industrial del mundo capitalista, capaz de convertir
cualquier cosa en una mercancía. El mundo familiarizado-bana-
lizado (verbiederte Welt) es, pues, el producto principal de los nue-
vos medios tecnológicos, y la base de la neutralización moral de la
actividad humana.
Anders resume en ocho tesis sus conclusiones:43

1. La televisión nos quita la capacidad de hacer experiencia


del mundo. En todo caso, nos restringe a un tipo de expe-
riencia pasiva que no puede juzgar el conjunto de imágenes
de consumo.

43
Cf. Thierry Simonelli, Günther Anders. De la désuétude de l’homme, pp. 68-70.
GÜNTHER ANDERS 217

2. Se invierten la realidad y la representación. Ésta absorbe


toda la realidad; sólo tiene consistencia lo que ha sido re-
presentado en los medios, lo que aparece como imagen.
3. El mundo fantasmal que han creado los medios deviene una
matriz del mundo que rige la conducta y la percepción de
los individuos. Cada imagen (Bild) transmitida tiende a con-
vertirse en un modelo o ideal (Vorbild).
4. El consumo permanente e intensivo de imágenes nos hace
pasivos y nos regresa a una etapa infantil de dependencia
de una matriz que nos alimenta mentalmente. La percep-
ción cambia de modalidad: la experiencia del observar se
convierte en voyeurismo; como dice Anders, en un juego de
palabras intraducible, el escuchar (hören) se convierte en
obediencia (Hörigkeit). La voluntad, la autonomía y el juicio
autodeterminado se convierten también en espectros de la
subjetividad.
5. Estas transformaciones de la experiencia, la percepción y la
voluntad constituyen una nueva forma de alineación y de
pérdida de libertad individual y colectiva. Pero esta enaje-
nación es invisible, pues nos sentimos omnipotentes y om-
nisapientes cuando tenemos a la mano el control remoto de
los medios.
6. La reproducción iconográfica del mundo es fragmentaria y
favorece la parcialización del juicio, y aún peor, la consolida-
ción y fortalecimiento de los prejuicios y de las ideologías.
7. La infantilización a que nos somete la nueva era de la “ora-
lidad industrial” se convierte en un modelo predominante
en la vida social. Todos los individuos son consumidores
voraces, ávidos de ser alimentados hasta la saturación por
más y más producciones del mundo de la representación.
8. Para que pueda digerirse este incesante suministro de pro-
ductos del mundo fantasmal es necesario que las imágenes
sean fragmentadas en pequeñas porciones. La realidad se
fragmenta así en pedazos ínfimos que se suceden a veces
sin un orden lógico, y que no permiten comprender plena-
218 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

mente el sentido de los acontecimientos, incluso de los más


banales.

No obstante su aguda visión de los efectos de las tecnologías


re-productoras del mundo, Anders ha negado al sujeto moderno
toda posibilidad de recobrar su autenticidad. El carácter fantasmal
del mundo mediático deriva de su simultánea presencia y ausen-
cia, de su ambigüedad ontológica. Pero Anders ve en ello sólo un
rasgo negativo, no alcanza a advertir una nueva dimensión de lo
real, que es el mundo de la virtualidad. Anders no divisa, pues,
ningún sentido positivo ni enriquecedor de la experiencia (en el
conocimiento y la capacidad de acción) con el surgimiento del mun-
do de la virtualidad y de la tele-presencia. Ciertamente, esta visión
negativa del mundo fantasmal es más aguda en la época en que la
televisión es unidireccional y no permite ningún tipo de participa-
ción del espectador en la producción. Eso ha cambio con la Internet
y con la proliferación de formatos “realities” de los programas
televisivos en los últimos años.
Ahora bien, como sostenía Anders, el mundo mediático ha
devenido en una matriz de modelos o patrones de conducta, per-
cepción e interpretación del mundo. Los medios masivos de comu-
nicación se han convertido en una matriz que media entre el sujeto
y el mundo, determinando e induciendo los modos de conducta. Se
trata de una imagen pragmática del mundo (pragmatische Weltbild),
que no es una mera concepción subjetiva, sino un instrumento des-
tinado a servir de modelo a nuestros actos, intenciones y comporta-
mientos. El mundo es reemplazado por el pseudo modelo
“microcósmico” del mundo mediatizado. La matriz del mundo no
sólo modela nuestras experiencias, sino también nuestros deseos y
necesidades. La producción de “fantasmas” del mundo constituye
una nueva “ontología de la economía” (Wirtschafts-Ontologie), propia
de la producción industrial en serie. La falsa cercanía, la ambigua
familiaridad con el mundo se transforma, mediante la dialéctica de
la reproducción y retransmisión, en la única realidad percibible:
GÜNTHER ANDERS 219

[…] los modelos artificiales del “mundo” y cuyas reproducciones


las emisiones nos brindan, no sólo estampan nuestra imagen del
mundo [Weltbild] y nos influyen, sino también al mundo mismo,
al mundo real; esto significa que el condicionamiento produce un
efecto boomerang, que la mentira miente verdaderamente, es de-
cir, que lo real deviene reflejo de su imagen.44

Así pues, el mundo de la copia y de la reproducción se convier-


te en lo más real, mientras que lo singular y lo que no es reproduc-
tible parecen hundirse en el no-ser. La “ontología de la economía”
que rige la producción de imágenes establece un nuevo principio:
todas las cosas realmente existen en tanto se fijan en imágenes. “Ser”
significa, dentro del mundo de la reproducción técnica, “ser-trans-
mitido”, ser-producido y reproducido, ente-mercancía que se pue-
de intercambiar y reemplazar. El nuevo medio de la producción y
reproducción de objetos “fantasmas”, de cosas e imágenes digitaliza-
das y transmitidas, se alza con su capacidad de autorreproducción
por encima de la natural finitud de la existencia humana, puesto
que el individuo no es duplicable y reemplazable materialmente, al
menos no por ahora. Por consiguiente, en la conformación del mun-
do fantasmal, Anders descubre una vía más por la que se refuerza
el desfase prometeico entre el ser humano y sus producciones téc-
nicas. No sólo se somete al poder tecnológico de sus propias pro-
ducciones, sin tener conciencia de ello, también ha caído en la ilu-
sión icónica del mundo fantasmal, en el que se siente amo y señor
informacional de todo lo existente.
Anders es pionero en la reflexión ontológica sobre los media, y
justamente cuestiona el carácter de esta nueva forma de comunica-
ción planetaria. En su época, la televisión, y ahora la Internet, cons-
tituye un nuevo entorno destinado al consumo privado pero masi-
vo de información y de fragmentos de un mundo ausente. Los efectos
de estos nuevos medios son paradójicos: masifican la información,

44
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 179 [L’obsolescence de l’homme,
p. 205].
220 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

acercan lo que está en la lejanía y aproximan lo pasado, y lo ponen


ante los ojos de todo el mundo; más que una ventana, son el hori-
zonte mismo desde el que se contempla el mundo; pero al procesar-
lo en sus formatos lo reducen y convierten la experiencia audiovisual
en un una visión idealista, en un subjetivismo extremo. La experien-
cia es la misma repetida millones de veces, librada a domicilio por
las pantallas, encerrada en la cabeza de cada espectador.
Anders comienza a sentar las bases para una ontología y una
ética de ese nuevo entorno digital, que posee su propia compleji-
dad y que se caracteriza por sus crecientes ambigüedad y ambiva-
lencia: al mismo tiempo que ha producido el mayor intercambio de
conocimiento y de información de la historia, ha facilitado o posibi-
litado un enorme mercado de información chatarra o basura sin
precedentes, así como las condiciones de posibilidad de nuevas for-
mas de actividad, entre las cuales destacan formas criminales o de
engaño. Finalmente, tanto la televisión como la Internet son medios
comerciales y su objetivo es producir un consumo global y genera-
lizado de sus contenidos. Los sujetos se ven compelidos a un consu-
mo incesante e ilimitado de información, de datos, imágenes y audio.
Quizá con mayor libertad y poca censura en la Internet que en los
otros medios tradicionales, con posibilidades interactivas para po-
der convertirse uno mismo en el protagonista de su propio reality
show. Sin embargo, no encuentro una diferencia sustancial entre la
Internet y la televisión, que Anders analiza agudamente. Ésta nos
preparó durante décadas para el consumo compulsivo (horas y horas
frente al televisor), para el voyeurismo cotidiano de estar hurgando
en otros países, en otras casas, en otras vidas. Ahora la Internet
lleva el voyeurismo hasta su máxima expresión: podemos meternos
en los textos de los demás, en su correspondencia, en sus videos y
fotos, en sus diarios y recuerdos, en sus tonterías cotidianas regis-
tradas en millones de blogs; no sólo nos reservamos la Internet para
los placeres prohibidos: la pornografía y la múltiples aficiones mor-
bosas que existen en la red, sino también para husmear informa-
ción de otras vidas, otras latitudes, otros pueblos. Y eventualmente,
en la inmensidad del ciberespacio nos encontramos con otros soli-
GÜNTHER ANDERS 221

tarios internautas y formamos grupos de aficiones, de dolencias,


comunidades y redes sociales. Esto último definitivamente no po-
dría hacerlo la televisión, pero sí puede movilizar con el poder de la
imagen globalizada los sentimientos altruistas en los teletones o la
compasión imprevista de millones que husmean la vida íntima y
las miserias humanas que aparecen en los talk shows. Cierto, la
Internet ha transformado la televisión y la ha dotado de una nueva
ola de “realidad”, y de acercamiento a las personas comunes y co-
rrientes. De hecho, como se prevé, ambos medios se aproximarán
cada vez más y se fundirán en una sola pantalla en la que esté,
ahora sí, todo el mundo a la orden del control remoto. En conjunto,
los medios del entorno distal consolidan el nuevo mundo encerra-
do en nuestras pantallas.
Ciertamente, una de las posibilidades más interesantes de la
Internet es la disolución de la identidad y la capacidad de la acción
anónima. La comunicación se ha reducido a dos dimensiones: la
audiovisual, se ha descorporizado y se ha desprendido de una iden-
tidad fija. Esta invisibilidad y liviandad del sujeto en el cibermundo
ha servido para fines benéficos, pero también para una gran varie-
dad de actos deshonestos y criminales. A pesar de muchos de los
usos constructivos de las redes informáticas y las comunidades
virtuales, la Internet también se ha convertido, desafortunadamente,
en el medio de la disolución de la responsabilidad cara-a-cara. Como
ya se contaba en la historia sobre el anillo de Giges45 que aparece

45
En dicho pasaje se cuenta la historia de un anillo que daba el poder de la
invisibilidad, y de cómo Giges, un humilde pastor, prudente y benévolo, cae en
la tentación de usar el anillo que llega a sus manos para, entre otras fechorías,
entrar al palacio real, seducir a la reina, matar al rey y usurpar el poder. Glaucón,
el interlocutor de Sócrates en ese pasaje, da el ejemplo de este fantástico poder
para demostrar que todos los seres humanos harían el mal si tuviesen el poder de
salir impunes, siendo invisibles y anónimos. Esta relación entre impunidad e
invisibilidad es absolutamente esencial. En alguna época la gente temía al “ojo
de Dios” que todo lo veía, lo cual significaba que ningún crimen podía ser
invisible, al menos para la divinidad. Platón no se hubiera imaginado que en
nuestros días muchos han encontrado el anillo de Giges informático en los pode-
res especiales que confiere el “conectarse” a la red de redes, y que al parecer,
las afirmaciones de Glaucón se confirman en el actual cibermundo.
222 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

en el libro II de la República de Platón, lo cierto es que tal poder de


invisibilidad, de no presencia corporal ante los otros, y de no com-
promiso con los demás, ha servido más para nuevas formas de cri-
men y de violencia (sexual, verbal, ideológica, etcétera), que para
fines constructivos y, digamos, “humanizadores”.

LA CEGUERA ANTE EL APOCALIPSIS


(APOKALYPSE-BLINDHEIT)

Durante el siglo XX, la sociedad mundial ha atestiguado el incre-


mento portentoso del poder tecnológico, sobre todo, al llevar su
capacidad destructiva a un plano nuca antes visto. Sin embargo, el
desfase y la vergüenza prometeicas han impedido, según Anders,
que los seres humanos se den cuenta de que las armas de destruc-
ción masiva, es decir, el uso destructivo del poder tecnológico en
su máxima capacidad, han dejado de ser medios controlables. Por
ello, el pensador judío-alemán sostiene que somos nosotros, los
herederos del moderno Prometeo, los primeros en dominar el Apo-
calipsis, pero también seremos, al parecer, los primeros en vivir cons-
tantemente bajo su amenaza.

Si algo en la conciencia del hombre de ahora se tiene por absoluto


o por infinito, no es ya el poder de Dios, tampoco el de la natura-
leza ni el pretendido poder de la moral o de la cultura; sino nues-
tro poder. En lugar de la creatio ex nihilo, manifestación de la om-
nipotencia, se ha instalado un potencia opuesta: la potestas annihila-
tionis, la reductio ad nihil —y en verdad este poder está en nuestras
propias manos. La omnipotencia prometeica, buscada desde hace
mucho, ha llegado a ser realmente nuestra, aunque de un modo
distinto al esperado. Puesto que poseemos el poder de darnos fin
unos a otros somos los señores del Apocalipsis. Somos lo infinito.
[Herren der Apokalypse. Das Unendliche sind wir].46

46
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 239 [L’obsolescence de l’homme,
p. 266].
GÜNTHER ANDERS 223

La utilización de los armamentos de destrucción masiva ha


convertido a la humanidad entera en una especie aún más vulne-
rable: “es la humanidad en su totalidad lo que ahora es aniquilable
[tötbar]”.47 Anders plantea que lo característico de la era del poder
tecnológico es el hecho de que “la muerte por causa natural ya no
es lo natural”: se muere más por la guerra, la violencia, los acciden-
tes, el suicidio, y menos por “muerte natural”. Ser muerto y no mo-
rir por la propia muerte es lo más común. Dice Anders: “es Abel, y
no Adán, el modelo de nuestra finitud”.
Ahora bien, no contamos con ningún dato empírico para afir-
mar que la humanidad en su totalidad sea mortal, en el mismo sen-
tido y con la misma inexorabilidad en que lo es el individuo. Pero
ahora nuestra mortalidad individual se ha convertido en una po-
sible mortalidad de la especie. El ser humano ya no encuentra los
medios simbólicos para salvarse confiando en la presencia de un
mundo permanente porque nada nos asegura que la humanidad
no se exterminará a sí misma o que conservará los rasgos que la
hacen humana.
Sin embargo, a pesar de la magnitud del peligro, vivimos como
en un estado de inconciencia, y esto es lo que Anders denomina la
“ceguera ante el Apocalipsis”. Existimos, por ejemplo, bajo el peli-
gro de la bomba atómica, pero la ignoramos como si no la viéra-
mos. Vivimos quizá bajo el influjo de una fascinación por nuestro
poder tecnológico, pero también convivimos con un temor sordo y
disimulado.
Debido a la dimensión monstruosa que ha cobrado la amena-
za, la ética —señala Anders— parece hoy impotente. La ética había
teorizado sobre cómo deben los seres humanos relacionarse entre sí
y considerar a sus prójimos. Pero estas preguntas suponían la exis-
tencia continua de nuestra especie. Ninguna teoría ética se había
planteado que el hombre debe existir.48 Debido a la bomba, hoy la

47
Ibid., p. 243 [p. 270].
48
Hans Jonas retomará la existencia misma de la humanidad como un nue-
vo imperativo categórico. Véase infra capítulo sobre Jonas.
224 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

pregunta se ha vuelto urgente. Anders sostiene: “esto significa:


la pregunta por el cómo es desplazada por la pregunta por el si la
humanidad continuará existiendo o no [...] el hombre contempo-
ráneo, en su ceguera ante el Apocalipsis [...] se niega a plantearse
la pregunta. A pesar de ello, la pregunta está ahí por la presencia
misma de la bomba”.49
Anders señala que la causa de la amenaza se ubica en la trans-
mutación radical de los medios técnicos: la bomba ya no es una sim-
ple arma, pues ha sobrepasado totalmente la relación de fines y
medios; su fin es la aniquilación total, y en consecuencia, la destruc-
ción de todos los fines posibles. Debido a que su poder es desmesu-
rado, híbrido, el uso de la bomba implicaría la desaparición del fin
mismo, puesto que los efectos más mínimos de su utilización se-
rían más grandes que cualquiera de los fines previstos (militares o
políticos). Su efecto trasciende y, de hecho, anula cualquier fin po-
sible. Por ello, la bomba es un artefacto único, su capacidad des-
tructiva le confiere un carácter anárquico, monstruoso, en tanto que
se trata de un objeto inclasificable y cuya esencia nos es desconoci-
da y extraña.

Conforme a su naturaleza, la amenaza de la guerra nuclear, es


decir, de la liquidación, es totalitaria. Ella se alimenta del chantaje
y transforma la tierra en un campo de concentración del cual es
imposible evadirse. El clímax de la hipocresía consiste en un pre-
tendido interés de la libertad para instituir una extrema privación
de la libertad.50

Además, la existencia de la bomba nos ha puesto en una situa-


ción de paradójica culpa universal y disolución de la responsabili-
dad individual. Por un lado, nos hallamos ante la posibilidad de un
Apocalipsis que nosotros mismos hemos desencadenado; por otro

49
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 238 [L’obsolescence de l’homme,
p. 264].
50
G. Anders, La menace nucléaire, p. 147.
GÜNTHER ANDERS 225

lado, la mayoría de nosotros no ha avalado ni participado en la


fabricación de estos instrumentos apocalípticos. No obstante, en la
medida en que la mayoría de la gente no comprende el peligro in-
minente, y no reacciona en contra de ello, se hace cómplice de su
posible exterminación. Anders postula categóricamente: “en el pa-
sado no reside la culpa, sino en el presente y en el futuro. No sólo
los asesinos potenciales (möglichen Mörder) son culpables; sino tam-
bién nosotros, los posibles morituri (möglicen morituri)”.51
La amplitud de los efectos de las nuevas armas de destrucción
masiva es tan extensa que su radio de alcance en el espacio y en el
tiempo sería ilimitado. El efecto que dejarían constituiría un proble-
ma incluso para las generaciones futuras, una terrible herencia que
tendrían que cargar. Empero, el efecto principal de estos artefactos
está ya presente por su virtual omnipotencia. La presencia de la bom-
ba ejerce hoy en día un formidable “chantaje” sobre toda la humani-
dad. La existencia de arsenales nucleares (y ahora de otros tipos de
armas de destrucción masiva, como las químicas o biológicas) re-
presenta la posibilidad de acontecimientos de tan incalculables con-
secuencias que exceden la dimensión histórica de lo comprensible.
En la historia ha habido catástrofes naturales que han traído consigo
la desaparición de civilizaciones enteras. Pero la extinción de nues-
tra civilización por medio de nuestro poder técnico ya no sería pro-
piamente un acontecimiento histórico, sino un suceso que suprimi-
ría la historia misma. Esto es, los preparativos y los “ensayos”
nucleares son todavía sucesos históricos que se pueden relatar. Pero
en el momento en que una guerra nuclear comenzara, ello marcaría
el fin de la historia, el fin de toda narración del tiempo humano: “el
día de las primeras explosiones, la dimensión histórica también
explotará conjuntamente”. Por tanto, el fenómeno trans-histórico
de una guerra nuclear es, como indica Anders, un dato “supralimi-

51
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 256 [L’obsolescence de l’homme,
p. 285]. La expresión “morituri” se refiere al saludo que los gladiadores que
entraban a la arena hacían al César en la Roma antigua: ¡Ave Caesar morituri te
salutan! (¡Ave, César, los que van morir te saludan!)
226 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

nal” para la conciencia, un acontecimiento probable que no somos


capaces ya de imaginar ni de comprender. Y aquí, otra vez, se reve-
la la discrepancia entre lo que podemos producir con nuestro poder
tecnológico y lo que somos capaces de comprender e imaginar.52
Pero ¿por qué la sociedad contemporánea no actúa ante esta
singular amenaza que pende sobra la cabeza de todo el mundo?
Según Anders, hemos perdido la capacidad de sentir miedo ante la
magnitud del peligro que se cierne sobre nosotros. Es preciso supe-
rar ese estado de indolencia para reaccionar contra el peligro mayor.
Ahora bien, subsisten dos tipos de causas de la ceguera ante el
Apocalipsis: a) una de orden antropológico-filosófica, y b) otra de
carácter histórico.
a) La principal causa de nuestra ceguera y de nuestra pasivi-
dad ante el peligro mayor es lo que Anders ha concebido como
“desfase prometeico”. El problema consiste en que las facultades
cognitivas (el pensar, representar, sentir, el responsabilizarse, el
actuar mismo) ya no están a la altura del poder tecnológico. Cada
una de nuestras facultades tiene ciertos límites naturales, pero no
sólo no somos capaces de representarnos lo que posee enormes di-
mensiones sobrehumanas, sino también somos casi incapaces de re-
cordar los graves efectos de nuestras acciones pasadas más terribles.

[…] podemos hoy planear la aniquilación [Vernichtung] de una


gran ciudad y ejecutar ese plan con la ayuda de medios de des-
trucción [Verbichtungsmittel] que nosotros mismos hemos produ-
cido. Pero representarnos este efecto, comprender verdaderamente
de qué se trata no podemos hacerlo más que muy parcialmente. Y
sin embargo, lo poco que somos capaces de representarnos —una
vaga imagen de humo, sangre y ruinas— es todavía demasiado,

52
Anders comenta: “antes se hablaba de ‘estímulos subliminales’, es decir,
de estímulos que son demasiado pequeños como para poderlos registrar cons-
cientemente. Análogamente hemos de hablar hoy de ‘estímulos supraliminales’,
o sea, de acontecimientos que son tan enormemente grandes que no llegamos a
estar a su altura, que no podemos registrarlos ni tomar conciencia de ellos” (G.
Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, p. 99).
GÜNTHER ANDERS 227

si lo comparamos con la diminuta cantidad de pensamientos y de


responsabilidad que somos capaces de sentir pensando en una
ciudad destruida.53

Lo preocupante es que seamos incapaces de imaginar y de sen-


tir los efectos que producimos con nuestra acción. Éste es, pues, el
desfase o discrepancia entre el sentir y el hacer que ha conducido al
individuo a una auténtica esquizofrenia. Pero la situación de diso-
ciación que puede vivir un hombre no es excepcional en nuestros
días; por ejemplo, se puede ser un empleado ejemplar de una fábri-
ca de misiles y, por otro lado, atento padre de familia. Lo que resul-
ta desconcertante es la irrelevancia de los fines de las acciones para
la conciencia individual, y la incapacidad para experimentar una
reacción de sentimientos morales ante los efectos perjudiciales de
los actos.54 Por ello, proclama Anders que la “única tarea moral
decisiva de ahora consiste en educar la imaginación moral”.55 Esto
significa intentar superar el desfase para ajustar las capacidades y
la “elasticidad” de nuestra imaginación y de nuestros sentimientos
a la desproporción de nuestras propias producciones.

Lo que hace más amenazante el peligro apocalíptico en el que vi-


vimos es el hecho de que nuestro espíritu no está configurado para

53
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 267 [L’obsolescence de l’homme,
p. 298].
54
En los análisis sobre el “trabajo instrumentalizado” en la Obsolescencia del
hombre se revelan indicios de discusiones germinales de lo que Hannah Arendt
desarrollaría más tarde acerca de la “banalidad del mal”. Véase H. Arendt,
Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.
55
En una entrevista señalaba el filósofo judío-alemán: “creo que la inmorali-
dad o la culpa de hoy en día no consisten en la sensualidad ni en la infidelidad
ni en la improbidad ni en la relajación de las costumbres, ni siquiera en la ex-
plotación, sino en la falta de imaginación. […] el primer postulado de hoy es:
amplía tu capacidad de imaginación para que sepas qué estás haciendo. Ade-
más, esto es tanto más necesario en cuanto la percepción tampoco está a al
altura de lo que producimos. […] Necesitamos movilizar la imaginación preci-
samente para seguir estando a la altura de la experiencia […] la imaginación es
la ‘percepción’ de hoy” (G. Anders, Llámese cobardía a esa esperanza, p. 80).
228 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

imaginar la catástrofe. […] Esta tarea no consiste en representar-


nos el no ser de un ente en particular como si continuara existiendo
en un mundo sustituto, sino en imaginarnos que este mundo, es
decir, el mundo mismo, o por lo menos nuestro mundo humano,
no exista más. Esta “abstracción total” (que en tanto operación
mental de la imaginación corresponde a nuestra capacidad [ma-
terial] de aniquilar todo) excede la capacidad de nuestra imagi-
nación natural. Se puede hablar aquí de una trascendencia de lo
negativo. Si somos capaces en tanto que homo fabri de tal resulta-
do, si podemos producir la nulidad total, entonces la limitación
de nuestra imaginación, nuestra “limitación” por excelencia, no debe
en lo absoluto impresionarnos. Debemos intentar al menos repre-
sentarnos la nada.56

Pero ¿podemos ampliar la capacidad de nuestra imaginación y


nuestra sensibilidad moral? o ¿tendría un límite natural que nos
permite sentir horror antes la presencia unos cuantos muertos, pero
no sentir nada ante la “imagen” de miles o millones de muertos? Es
necesario ampliar el alcance de la sensibilidad o quizá crear una
nueva base de sentimientos morales.
b) Para Anders, la causa histórica primordial de la ceguera ante
el Apocalipsis ha sido la ilusión ilustrada del progreso. En el pasado
la esperanza escatológica de sobrepasar la historia causaba también
una cierta “angustia apocalíptica”. Pero ahora la confianza ciega en
el progreso ha borrado esa visión de un posible futuro catastrófico.
La fe ciega en el progreso (material y técnico) nos ha vuelto incapa-
ces de visualizar escenarios futuros negativos. Nuestra confianza
en el progreso es parte del desfase prometeico en el que vivimos.
Esta representación de un progreso ilimitado ha forjado una idea
del mundo sin una finalidad propia.
Para la sociedad tecnológica el futuro ya no es objeto de una
espera incierta, sino el objeto de una producción. El moderno Prometeo
intenta prever y predeterminar el porvenir mediante sus proyectos

56
G. Anders, La menace nucléaire, p. 149.
GÜNTHER ANDERS 229

y proyecciones que, paradójicamente, sólo son de mediano y corto


plazo. El futuro ya no adviene, ahora lo comprendemos como lo que
nosotros mismos producimos. Así, nos hemos cargado de una ma-
yor responsabilidad hacia el futuro, pero sólo en el sentido de la
realización de aquellas visiones positivas y progresistas, pero no de
la posibilidad de catástrofes y de sucesos apocalípticos.57 Si noso-
tros somos capaces de gestar el porvenir, entonces cabe la posibili-
dad de una alternativa negativa a nuestros sueños progresistas: la
posibilidad de la interrupción del progreso y del advenimiento de
una catástrofe mayúscula. Y aunque esa posibilidad no nos amena-
zara ahora a nosotros, sí puede constituir un riesgo mayor para las
siguientes generaciones que estarán padeciendo lo que les herede-
mos ahora. Anders observa, adelantando una de las tesis que desa-
rrollará Jonas: “puesto que los efectos de lo que hacemos ahora per-
sisten, alcanzamos ya ahora ese futuro, lo que significa que, en un
sentido pragmático, está ya presente”.58
El desfase prometeico se sitúa en el núcleo mismo de muestra
experiencia temporal. Por el uso del incrementado poder tecnológi-
co tenemos capacidad para alterar el futuro y para determinarlo,
pero no somos capaces de comprender el efecto de nuestras accio-
nes y de imaginar sus consecuencias remotas.

57
Fue Walter Benjamin quien vio en el Angelus Novus de Klee una represen-
tación de la doble cara del “progreso”, vale la pena recordar la famosa tesis 9
de su filosofía de la historia: “En él se representa a un ángel que parece como si
estuviera a punto de alejarse de algo que lo tiene pasmado. Sus ojos están des-
mesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser
el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a
nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que
amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien
quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado.
Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es
tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán lo empuja irreteni-
blemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de
ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos
progreso” (Véase W. Benjamin, “Tesis sobre filosofía de la historia”, en Discur-
sos Interrumpidos).
58
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 283 [L’obsolescence de l’homme,
p. 315].
230 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

[…] se trata de la tarea de “ampliar” una facultad [Vermögen]. Esta


vez, nuestra facultad para comprender el tiempo [Zeit-vermögen].
Pero lo que se nos exige no es algo similar a lo profético para pre-
ver esto o lo otro, sino sólo que intentemos comprender el hori-
zonte ampliado como nuestro, tal como lo hacemos desde un pico
montañoso o desde un avión. […] Así como la radio y la televisión
captan las cosas espacialmente más lejanas para retransmitirlas
en un sitio, que es el de nuestra residencia, nosotros tenemos que
captar los futuros acontecimientos, temporalmente más lejanos,
para sincronizarlos con nuestro único punto temporal, el ahora,
como si sucedieran justamente en el presente. Pues acontecen hoy
porque dependen del presente; y en tanto acontecen actualmente,
nos conciernen porque justo ahora los “solicitamos” a través de lo
que hacemos en el presente.59

Anders plantea, entonces, que una de las tareas para superar el


desfase prometeico consistirá en convertir el porvenir en objeto de
nuestra responsabilidad. Ciertamente esta una forma desconocida
y poco habitual de relación con el futuro. Sería, por tanto, una nue-
va modalidad de “conocimiento moral”, ya que las causas de nues-
tra ceguera ante el Apocalipsis son más de naturaleza moral que
cognoscitiva.

EVITAR LA REPETICIÓN DE AUSCHWITZ E HIROSHIMA:


EL IMPERATIVO CATEGÓRICO DEL MUNDO TECNOLÓGICO

En la carta pública que le escribió a Klaus Eichmann,60 Anders se


pregunta por las condiciones histórico-ontológicas que posibilita-
ron el fenómeno Auschwitz. Para él, este tipo de acontecimientos
ha sido posible porque los efectos de la acción técnica han comen-

59
Ibid., pp. 283-284 [p. 316].
Klaus Eichmann nunca le respondió. Véase G. Anders, Nosotros, los hijos
60

de Eichmann.
GÜNTHER ANDERS 231

zado a ser imperceptibles para nosotros. A pesar de que los siste-


mas técnicos son una invención humana y funcionan gracias a nues-
tras acciones, sus efectos, al sustraerse tanto a nuestra representa-
ción como a nuestra percepción, se tornan cada día más oscuros.
Por ello, Anders propone: “hemos de abandonar definitivamente
la esperanza ingenuamente optimista del siglo XIX de que las ‘lu-
ces’ de los seres humanos se desarrollarían a la par de la técnica”.61
La insuficiencia de nuestras capacidades cognitivas y sensoriales
ante la enormidad de los efectos de la tecnología actual es peligro-
sa porque posibilita la ocurrencia y la repetición de catástrofes tec-
nológicas y de crímenes masivos. Incluso, sostiene Anders, la repe-
tición de lo peor se hace inevitable. No sólo se han debilitado los
“sentimientos morales” del horror ante el mal, el respeto a la digni-
dad humana o la compasión, sino también el sentimiento mismo de
la responsabilidad. Y éste se hace cada vez más necesario, como lo
argumentará Hans Jonas, justamente por el incremento del poder
tecnológico y sus alcances remotos en el espacio y el tiempo.
Sin embargo, la enorme desproporción entre lo que podemos
hacer y lo que podemos percibir e imaginar no nos convierte
automáticamente en seres que persigan fines “eichmannianos”. La
conciencia misma de nuestra impotencia y nuestro declive consti-
tuye, según Anders, la oportunidad para reactivar una reacción
moral que inhiba los actos inconmensurables. “En el shock de nues-
tra impotencia habita […] un poder de advertencia”.62 Así, Anders esta-
blece las bases de un proto-principio o imperativo de precaución: si
no es posible representarnos el efecto de una acción, entonces se
trata de algo que sobrepasa el umbral de lo representable, y por el
enorme alcance del poder empleado puede llegar a ser algo mons-
truoso; luego no debe ser intentado; luego es preciso revisar la ac-
ción planeada, rechazarla o combatirla para inhibirla. En suma,
podría expresarse una máxima para la actividad tecnocientífica: no
hemos de realizar nada que no podamos prever.

61
Ibid., p. 29.
62
Ibid., p. 37.
232 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Así pues, la causa de lo monstruoso ha sido la naturaleza técni-


co-maquinal de nuestro mundo tecnológico. La extrema división
del trabajo reduce a cada uno a concentrarse en pequeños segmentos
de los procesos de producción, perdiendo de vista la finalidad del
sistema en su totalidad, y sus consecuencias en el mundo. Pero no
es sólo la división del trabajo, sino el hecho de que “nuestro mundo
actual en su conjunto se transforma en una máquina”.63 Esto es así
no por la simple proliferación de máquinas y dispositivos técnicos,
sino por la omnipresencia del principio que las hace posibles: la
obtención del máximo rendimiento.64 Lo decisivo es el carácter ex-
pansivo y “conquistador” de toda máquina moderna: ésta no es un
objeto cuyo modo de existencia consista en el aislamiento y en la
restricción, la máquina no puede permanecer aislada, pues es un
dispositivo que requiere absorber energía del entorno para alcan-
zar su máximo rendimiento. La máquina reorganiza el ambiente
que la rodea y subordina a las cosas y a las personas a sus fines
productivos en un engranaje mundial. El mundo tecnológico mo-
derno se ha convertido en una máquina total y, por ello, ningún ru-
bro de la actividad humana escapa a los imperativos de la eficacia,
la concentración del poder y la búsqueda del mayor rendimiento
posible. Es el mundo del totalitarismo técnico.

[…] ya no será posible retrasar el día en que se realice el imperio


quiliasta del totalitarismo técnico. A partir de ese día sólo existire-
mos como piezas mecánicas o como materiales requeridos por la
máquina: en tanto que seres humanos seremos eliminados. Por lo
que respecta al destino de aquellos que ofrezcan resistencia a su
co-maquinización, después de Auschwitz no es difícil adivinarlo.
Éstos no sólo serán eliminados “en tanto que” seres humanos, sino
materialmente. (O acaso no deberíamos decir, al contrario, que
ellos serán eliminados precisamente “en tanto que seres humanos”?

63
Ibid., p. 52.
Heidegger llama a este mismo principio lo “Ge-stell”: la estructura de em-
64

plazamiento de la naturaleza. Véase supra, capítulo sobre Heidegger.


GÜNTHER ANDERS 233

¿Pues verán estos seres humanos su fin precisamente porque ha-


brán intentado seguir viviendo “en tanto que seres humanos”?)65

En ese mundo de la movilización total técnica (como Jünger ya


lo había pensado), Anders identifica un artefacto específico que porta
en sus entrañas una nueva modalidad de nihilismo a escala plane-
taria: la bomba. La amenazante y sigilosa presencia de la bomba ha
convertido al nihilismo en algo más que un esnobismo filosófico,
pues en ella se identifican, por primera vez, de manera efectiva,
la posibilidad de la aniquilación de la humanidad con la realización
plena de la concepción nihilista del mundo que proclamaba: todo
vale igual; es decir, la destrucción de todos los valores. Los “señores
de la bomba” son los actuales profetas del nihilismo. Ante este nue-
vo nihilismo “técnico-pragmático,” Anders postula un imperativo
moral para la época atómica: “posee sólo cosas tales cuyas máximas de
acción [Handlungsmaximen] podrían también convertirse en las máxi-
mas de tu propia acción”.66
El nihilismo contemporáneo consiste, según Anders, en la con-
cepción del mundo que afirma dos tesis ambiguas: todo existe del
mismo modo, todo se reduce a ser parte de la naturaleza, éste es el
principio de un “monismo metafísico”. Pero también afirma, por
otro lado, que todo vale igual y que todo está permitido, por lo que
no hay ningún deber supremo que se imponga con obligatoriedad,
éste es el principio de un “amoralismo pragmático”. El nihilismo
moderno está hecho de un “igualitarismo” ontológico y ético, de
una indiferencia moral en un mundo en el que todo es uniforme,
en donde la diversidad de formas del ser se reduce a una sola natu-
raleza. La bomba es entonces para Anders el resultado de la combi-
nación de los dos principios mencionados: todo vale lo mismo dado
que no es más que la misma naturaleza, por lo que cualquier cosa,

65
G. Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann, p. 57.
66
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 298 [L’obsolescence de l’homme,
p. 331]. Este imperativo será reformulado por Jonas. Véase infra capítulo dedi-
cado a dicho autor.
234 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

la humanidad inclusive, es prescindible. El nihilismo de nuestra


época llega a preguntarse quizá con cierta “inocencia”: ¿Por qué
debería permanecer la condición humana tal como la conocemos?
¿Por qué debería haber un mundo?
Pero la coincidencia histórica del nihilismo y de la posibilidad
de una aniquilación efectiva se había revelado ya en un aconteci-
miento que por sí mismo era —para Günther Anders— el ejemplo
preclaro del desfase prometeico: en el nacionalsocialismo como ver-
dadero movimiento nihilista de masas. Por su monismo biologicista
y porque fue… “el primer movimiento político que negó al hom-
bre, a las masas humanas en tanto que humanidad, y porque al ne-
garlo masivamente con el fin de aniquilarlo realmente como simple
“naturaleza”, como materia prima o desecho […] logró reunir la
filosofía de la nada y la destrucción, el nihilismo y la aniquilación
[por ello] se podría hablar de un aniquilismo [Annihilismus]”.67
En estas afirmaciones podemos confirmar que —para Anders—
Auschwitz e Hiroshima fueron dos efectos del mismo fenómeno: la
instrumentalización técnica del ser humano, la victoria final del to-
talitarismo técnico. En el mundo tecnológico, el nihilismo y el “ani-
quilismo” se han convertido ya en un síndrome que afecta también
la autoconciencia humana. Según Anders, la idea de la absurdidad
de la existencia (que preconizó el existencialismo) ha legitimado la
presencia de la bomba y, por otro lado, ésta se ha vuelto una prue-
ba de la absurdidad de la existencia humana. Así, se ha reforzado la
convicción de que la vida humana no tiene sentido, de que se existe
para nada. Claramente, el nihilismo se ha impuesto y ha permaneci-
do hasta nuestros días: la humanidad ha perfeccionado los medios
tecnológicos para exterminarse a sí misma porque se ha demolido
el sentido vital de su propia existencia. Sin embargo:

Pues algo ha logrado la bomba: es ahora una lucha de la humani-


dad. Ella ha triunfado en lo que las religiones y las filosofías, en lo

67
G. Anders, Die Antiquiertheit des Menschen, p. 304 [L’obsolescence de l’homme,
p. 338].
GÜNTHER ANDERS 235

que los imperios y las revoluciones fracasaron: ha hecho de noso-


tros verdaderamente una humanidad. […] Lo que puede tocarnos
a todos nos concierne a todos. […] en tanto morituri [los que están
a punto de morir] existimos ahora todos. Y verdaderamente por
primera vez.68

Por su concepción de la técnica moderna como una fuerza im-


placable de enajenación del ser humano, la filosofía de Anders ha
sido a menudo caracterizada como una verdadera “ontología ne-
gra”.69 Y en cierto modo, es quizá uno de los análisis filosóficos más
pesimistas de la condición humana, porque observa una completa
alineación e impotencia del individuo en el mundo tecnológico.
Anders nos muestra que tendremos que acostumbrarnos a vi-
vir con la inseparable compañía del poder tecnológico, que bien
podría conducirnos a una destrucción masiva. Pese a todo, Anders
confía aún en que la crítica de la situación actual podría ayudar a
que el moderno Prometeo salga del estado de impasibilidad y com-
prenda el peligro que lo acecha.
A diferencia de Heidegger y Ellul, Anders sí confía en la posi-
bilidad de una reacción ética para aminorar la discrepancia prome-
teica. El catastrofismo andersiano ha logrado generar la base de
unos principios universales para enfrentar los grandes riesgos del
poder tecnológico: evitar la concentración del poder tecnológico
para uso militar y político, combatir la disolución de la responsabi-
lidad individual, fortalecer la imaginación ética para anticipar los
peligros y evitar la recurrencia de desastres, someter el poder tecno-
lógico al escrutinio y el control social, criticar las concepciones y
proyectos utópicos de la tecnociencia que surjan de la “vergüenza
prometeica”, recuperar y fortalecer las experiencias directas del
mundo y evitar su reducción mediática, romper el desfase prometeico
para que los individuos dejen de negar la posibilidad de una catás-
trofe y reconozcan su responsabilidad colectiva, que se extiende

68
Ibid., p. 308 [p. 343].
69
Véase L. Lütkehaus, Schwarze Ontologie.
236 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

remotamente hacia el futuro. La propuesta ética de Anders ante


el mundo tecnológico se centra en la anticipación y prevención del
desastre mayor.
El catastrofismo andersiano descubre en los síntomas negati-
vos de la enajenación la posibilidad de una reacción ética, que po-
dría generarse mediante la formulación de principios universales
de anticipación y de precaución. Anders nos ha mostrado que si no
somos capaces de ver y de comprender el peligro de la concentra-
ción del poder tecnológico, y si no tratamos de “imaginar lo imposi-
ble”, es decir, lo catastrófico, no podremos tomar las precauciones
necesarias para evitar la catástrofe mayor. Así pues, el “imperativo
categórico” que se deriva de la filosofía de Anders prescribirá evi-
tar la repetición de Auschwitz o Hiroshima para que nunca exista un
mundo sin seres humanos, pero tampoco seres humanos que ca-
rezcan de una auténtica mundanidad; seres que, incapaces de com-
prender y de responsabilizarse de su propio poder, se aniquilen a
sí mismos.
EDUARDO NICOL: EL ADVENIMIENTO
DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR

El enemigo de la libertad de pensamiento no se


identifica porque no es un hombre, ni un grupo
de hombres. Es un enemigo sin rostro, una fuer-
za que reduce el ámbito de las vocaciones huma-
nas. Su victoria llegará cuando lo posible ya no sea
posible: cuando lo que hagan los hombres sea lo
necesario.

EDUARDO NICOL, El porvenir de la filosofía

LA FILOSOFÍA de Eduardo Nicol tuvo como propósito realizar a lo


largo de sus obras dos grandes proyectos: una revolución teórica que
unificara los métodos de la fenomenología y de la dialéctica para
dar cuenta del ser como evidencia apodíctica en el lenguaje y la
expresión, renovando así la tradición metafísica;1 y una reforma éti-
ca cuyo objetivo consistió en restaurar los fundamentos vitales de
la ciencia y de la filosofía, para reafirmar el sentido de la praxis
teórica como vocación libre ante el advenimiento de una nueva for-
ma de razón pragmática universal que Nicol denominó razón de
fuerza mayor.2

1
Tres libros son básicos para comprender el alcance de esta revolución: Los
principios de la ciencia (1965), Metafísica de la expresión (1957, 1974) y Crítica de
la razón simbólica (1982), además de la introducción a la segunda versión de La
idea del hombre (1977).
2
Estos últimos temas son el núcleo de la trilogía formada por El porvenir de
la filosofía (1972), La reforma de la filosofía (1980) y Crítica de la razón simbólica
(1982).

237
238 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Esa revolución teórica y esa reforma ética encuentran sentido


en la teoría del hombre como ser histórico, la teoría de la idea del
hombre, en la que Nicol exploró la capacidad humana para formar y
transformar su ser mismo a lo largo del tiempo, capacidad que Nicol
llamaba “proteica”: “Por su forma conocemos cada cosa. La forma
es una constancia del ser. Pero el hombre es un ser inconstante: la
suya es una forma que se transforma. El hombre es ser proteico”.3
La renovación de los fundamentos ético-existenciales de la fi-
losofía (y de la ciencia) se hace más urgente en la época en que se
presiente el decaimiento de esa capacidad “proteica” ante un nue-
vo orden mundial de uniformidad vital impuesta por la necesidad
pragmática. Si el ser humano se vuelve incapaz de metamorfosis,
de renovación y autotransformación histórica, entonces se desva-
necería su forma propia: “el hombre amorfo representa la agonía
de Proteo”. Por eso, para Nicol, la crisis que amenaza al pensamiento
filosófico y a todas las “vocaciones libres” es, en el fondo, una ame-
naza al ente histórico que ha formado su propio ser proyectando
una idea multiforme de sí mismo. De este modo, en el porvenir de
la filosofía está cifrado el destino de la humanidad misma. Las últi-
mas obras de Nicol dan testimonio del intento por rescatar dicha
potencialidad ante tal sombrío porvenir de la historicidad humana.
Eduardo Nicol nació en Barcelona en 1907 y murió en la ciu-
dad de México en 1990. Estudió filosofía en la Universidad de Bar-
celona (1928). Desde sus inicios académicos, Nicol se dedicó con
pasión al estudio de los clásicos griegos, en particular de Platón,
y de las raíces helénicas de la tradición humanística. Fue secretario
de la fundación Bernat Metge, institución dedicada a la publica-
ción de clásicos grecolatinos en edición bilingüe (lengua original y
catalán). Inició su carrera docente en la Universidad Autónoma de
Barcelona en 1935. Durante la Guerra civil española prestó servicio
voluntariamente en el Estado Mayor del ejército de la República en
labores de inteligencia militar. Hacia el final de la guerra, sus supe-
riores ordenan a su destacamento salir “en caravana, de uniforme y

3
Eduardo Nicol, La agonía de Proteo, p. 5.
EDUARDO NICOL 239

con armas”, para cruzar la frontera norte y entregarse al ejército


francés. Para Nicol, “aquella expresión quería decir, simplemente,
que estábamos derrotados, pero no humillados”.4
Las autoridades francesas lo internaron en el campo de con-
centración de Argèles-sur-Mer. Gracias a la ayuda de otros colegas,
pudo salir del campo y refugiarse en Toulouse, en un albergue para
profesores españoles exiliados. Finalmente se embarcaría hacia
México en 1939 para un exilio definitivo.
En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con-
cluyó sus estudios doctorales, y en 1941 se publicó su primer libro:
Psicología de las situaciones vitales. En ese mismo año fue cofundador
del Centro de Estudios Filosóficos de la Facultad de Filosofía y Le-
tras de la UNAM. En esta universidad desarrollaría toda su labor
docente y sus investigaciones que dieron origen a su extensa obra
escrita. En 1969 la UNAM le otorgó el grado de profesor emérito.
Entre 1943-1945 la fundación Rockefeller le concede una beca
para escribir La idea del hombre, que aparecerá en 1946, un riguroso y
erudito estudio de la cultura helénica y de la formación de una de
las ideas del hombre de mayor influencia en el mundo occidental.
En 1957 aparece la primera versión de su Metafísica de la expresión,
base de su proyecto filosófico de una reestructuración de la metafí-
sica desde un nuevo punto de partida auténticamente fenomeno-
lógico: el ser como presencia apodíctica e inmediata. En Historicismo
y existencialismo (1950), el filósofo catalán continuó el desarrollo de
su concepción de la idea del hombre a través del análisis y confronta-
ción crítica de dos formas de comprender la historicidad, que él
denomina historicismo y existencialismo, en autores como Vico, Hegel,
Dilthey, etcétera. La teoría de la idea del hombre transita entonces
hacia una teoría general de la historicidad como condición esencial
de lo humano. Con estas obras Nicol fue ganando prestigio como
pensador e investigador riguroso y reformador de la metafísica.

4
“Eduard Nicol, pensador catalán. Diálogo con Xavier Rubert de Ventós”
en Eduardo Nicol. La filosofía como razón simbólica. Barcelona, Revista Anthropos,
extra núm. 3, 1998, p. 19.
240 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Gracias a la subvención de la fundación Guggenheim, realizó un


extenso viaje (1959-1960) para impartir conferencias en Estados Uni-
dos y Europa (España incluida).
A partir de la publicación de Los principios de la ciencia (1965), el
tema de la crisis del saber teorético en el mundo moderno comien-
za a ocupar un lugar central en la obra de Nicol. El filósofo catalán
(nacionalizado mexicano) intenta recuperar los fundamentos ontológi-
cos y ético-existenciales de la ciencia y de la filosofía ante el avance
de la razón tecnológica y la reorientación pragmática de las ciencias.
Nicol había ya planteado explícitamente el tema del fin de la
filosofía y la crisis del mundo moderno desde 1961, en El problema de
la filosofía hispánica. El tema del fin de la filosofía conduce a Nicol a
una defensa radical de la filosofía y a la consolidación de una teoría
del fundamento ético-vocacional de la praxis teórica. Así, la crisis del
mundo moderno, el peligro del fin de la filosofía y la deformación
del carácter histórico del hombre se abordarán sistemáticamente
en la trilogía formada por El provenir de la filosofía (1972): diagnósti-
co del mundo contemporáneo en el que comienza a prevalecer lo
que Nicol denomina razón de fuerza mayor, el imperativo generali-
zado que conmina a todas las actividades humanas a supeditarse a
los dictados de la necesidad pragmática en detrimento de la elec-
ción libre; La reforma de la filosofía (1980): recuperación del funda-
mento ético-existencial de la filosofía y exégesis del origen de la
crisis vocacional de las ciencias modernas; y la Crítica de la razón
simbólica (1982): recapitulación general de toda su obra y plantea-
miento de una revolución filosófica que consiste en la rectificación
de la historia de la ontología para instaurar una metafísica a partir
de la evidencia apodíctica del ser. En el lapso de la redacción de
esta trilogía, Nicol reescribe dos sus libros más importantes y siste-
máticos: Metafísica de la expresión (1974) y La idea del hombre (1977), y
además publica otros dos libros que abundan con otros enfoques
en los mismos temas: La primera teoría de la praxis (1978) y La agonía
de Proteo (1981).
Para explorar el diagnóstico nicoliano sobre el mundo tecnoló-
gico nos concentraremos en su concepto de razón de fuerza mayor,
EDUARDO NICOL 241

que se desarrolla principalmente en El porvenir de la filosofía y La


reforma de la filosofía.

LA POSIBILIDAD DEL FIN DE LA FILOSOFÍA


Y LA NEGACIÓN DE LA HISTORIA

Desde una perspectiva similar a la de los autores que hemos anali-


zado, el diagnóstico que Nicol realizó sobre el mundo tecnológico
contemporáneo reveló también un riesgo mayor para el futuro del
género humano. La meditación nicoliana que se despliega en sus
últimas obras tiene como uno de los temas centrales el análisis de
la posible extinción de la filosofía. Nicol advierte que el mundo his-
tórico del que ella surgió, y en el que se consolidó, podría estar
sufriendo una alteración radical. El temor por el futuro de la filoso-
fía proviene de los síntomas de un peligro mayor que se acentúa en
el mundo tecnológico. Esos indicios de peligro señalan, de acuer-
do con Nicol, la posibilidad de un escenario futuro en el que la
filosofía ya no tendría lugar; pero tampoco ninguna de las “voca-
ciones” libres mediante las que el ser humano fue capaz de mol-
dearse una imagen de sí mismo y diversificarla a lo largo de su
desarrollo histórico.
El peligro mayor consiste para Nicol en el surgimiento de una
nueva modalidad de razón que se oculta en los fines pragmáticos
de siempre, pero que se impone universalmente como una nueva
forma de necesidad imperiosa a la que nadie se puede sustraer. El
mundo tecnológico —que hemos venido explorando— está regido
por esa nueva forma de racionalidad que Nicol denominará razón
de fuerza mayor. Se ha mostrado aquí que esta nueva racionalidad
tiene como finalidad la consecución de la mayor eficacia, y la supe-
ditación de las actividades humanas en torno a los fines tecnológi-
co-pragmáticos. Pues bien, el concepto nicoliano de razón de fuerza
mayor va en la misma dirección, pero nos conduce hasta una moda-
lidad de razón que ya no puede ser controlada por los sujetos; a una
forma de razón que resulta, en cierto modo, irracional e indiferente
242 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

a la conciencia humana, es decir, que llega a ser sobrehumana. Re-


gresaremos a ese punto hacia el final de este capítulo.
La duda sobre el destino de la filosofía, que es el tema de par-
tida de El porvenir de la filosofía, emerge, pues, del análisis de las
condiciones mundanas que siempre se dieron por seguras. De acuer-
do con el planteamiento de Nicol, esas condiciones ya no son esta-
bles y están modificándose en una dirección tal que podrían de-
sencadenar la desaparición del pensamiento filosófico, es decir, del
pensamiento libre y desinteresado. Lo cual revelaría que la razón
teorética habría sido anulada por una nueva modalidad de ra-
zón pragmática que se impone por necesidad, y no como resultado
del libre desarrollo de las capacidades humanas.
Nicol sostiene que los fundamentos del pensar filosófico y sus
condiciones mismas de posibilidad no hay que buscarlos sólo en
principios ontológicos y epistemológicos, sino también en princi-
pios ético-existenciales, puesto que la filosofía no sólo es una mo-
dalidad de conocimiento teorético, sino una forma de vida, una for-
ma preeminente de ser hombre. Para Nicol, la filosofía (y la ciencia,
en tanto saber teórico) es una vocación libre, es decir, un llamado
que emana de lo profundo de la condición humana hacia todo indi-
viduo, una modalidad en la que lo humano se ha desplegado y ha
afirmado su autoconciencia a través de sus construcciones intelec-
tuales y simbólicas. La vida teorética constituye, por tanto, un lla-
mado vocacional que ha moldeado el destino de nuestra civiliza-
ción. Desde esta perspectiva nicoliana, la filosofía es una forma universal
de ser hombre, una vocación radical que consolidó un fundamento
común para la vida: el dar razón del ser.
Los planteamientos de Nicol implican que la razón teorética se
consolidó con el surgimiento del pensamiento filosófico, pues así
ésta se elevó a un grado de autoconciencia y autocrítica. Pero la
filosofía está encadenada en una trama histórica (que es anterior a
la filosofía misma) de producciones simbólico-culturales, con las
cuales la humanidad se erigió por encima de las determinaciones
naturales que constriñen su existencia. El pensamiento teorético sig-
nificó el nacimiento de una empresa de conocimiento y compren-
EDUARDO NICOL 243

sión de la realidad en términos objetivos. Este fin revela un emi-


nente sentido contemplativo y desinteresado, pues la razón teorética
no se proponía manipular y transformar las cosas mundanas, es
decir, no poseía un fin pragmático, sino que se desarrolló como una
vía alterna (y complementaria) a las acciones técnicas que la huma-
nidad ha emprendido en respuesta a las necesidades naturales.
Lo que define el carácter propio del ser humano, según Nicol,
no es sólo aquello que éste ha realizado para hacer frente a la na-
turaleza (para intentar reorientar las fuerzas naturales a las que
está sujeto), sino lo que ha logrado más allá de la mera acción de
subsistencia, aquello que ha alcanzado por encima de sus deter-
minaciones y condicionamientos naturales: son las obras de la li-
bertad más que de la necesidad lo que ha forjado la historia de la
humanidad.
Por ello, la mera posibilidad del fin de la filosofía que Nicol
descubre altera el sentido de la historia del pensamiento filosófico
y, más aún, el sentido de toda la historia. Si terminaran los días de la
filosofía, también acabaría la era del ser histórico: la muerte de la
filosofía coincidiría con una impensable negación de la historicidad
del ser humano.5 Por ello, Nicol señala que el anuncio del posible
fin de la filosofía convierte a la tarea filosófica de dar razón en una
operación más decisiva que cualesquiera de las que la historia ha
producido.

El problema filosófico más actual es el de las condiciones futuras


de posibilidad de cualquier acto libre de filosofía. Si no están ga-
rantizadas estas condiciones objetivas de libertad, entonces todos
los actos de pensamiento presentes, y los del futuro inmediato,
quedan como suspendidos fuera del tiempo histórico […] Lo que
sí está afincado en tierra firme es aquel acto, que pudiera ser final,

5
En La agonía de Proteo, Nicol apunta sobre la historicidad esencial del ser
humano: “El hombre forma su mundo formándose a sí mismo. La formalidad
de hombre y mundo es correlativa y dinámica. Historia es el nombre que da-
mos a ese proceso de una novedad ininterrumpida: hombre y mundo co-ope-
rando en integración formal” (p. 6).
244 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

con el que la filosofía procuraría dar razón de su propio fin in-


minente.6

Así pues, el peligro del fin de la filosofía está relacionado con la


posibilidad de la negación de la historicidad; dado que es una amenaza
que se cierne sobre el carácter libre del ser humano y, por ende,
sobre su capacidad de autoconciencia y autotransformación his-
tóricas. El ser humano construyó un mundo para habitar en la na-
turaleza, y lo modeló conforme a un programa de vida que iba
variando de cultura a cultura, de comunidad a comunidad y de
época a época, pero que mantenía una base existencial común. Si el
ser humano perdiera su capacidad de transformación y diversifica-
ción histórica mediante formas de praxis liberadas de la necesidad
natural, ello implicaría que habría perdido el sentido de la praxis
como potencia creativa del mundo histórico, habría perdido lo ga-
nado a la naturaleza y a la necesidad: la cualidad ontológica que lo
distingue y que lo ha convertido en un ser liberado de la necesidad,
que se propone fines, que vive conforme a ideas y planes, y que
había sido capaz de vincularse con la totalidad del ser mediante el
pensamiento, el lenguaje poético o incluso la fe religiosa.
Nicol reafirma que la filosofía es una disposición vital adopta-
da libremente ante la realidad, que ha moldeado el carácter vocacio-
nal del ser humano como ser de la razón y ser de la verdad; y argu-
menta que la filosofía depende del orden mundano que ella misma
ayudó a construir; si éste se desintegrara, la filosofía no tendría ya
tierra fértil en donde arraigar. Si la filosofía pudiera desaparecer se
debería a que no podría recuperar su fundamento ético-existencial.
Esto es posible si el mundo que comienza a surgir, en el que predo-
mina la racionalidad tecnológica, impide la presencia de una praxis
de pensamiento libre que no se destine hacia la utilidad pragmática.
Nicol señala que la filosofía tiene que concentrarse ahora en
revalorar y rescatar las condiciones vitales que dan sustento a la
praxis filosófica: el régimen de vida con el cual la humanidad logró

6
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, p. 44.
EDUARDO NICOL 245

alzarse por encima de la necesidad natural construyendo material


y espiritualmente su propio ámbito de existencia, permanente en la
base y variable en las formas culturales. El peligro de la declinación
de la existencia histórica humana significa que la filosofía podría
perder ese fundo que le permitió desplegarse y dar sus frutos a la
civilización.

Si el peligro es real, como indican los síntomas, es externo, y tiene


que ser total y final. Pero, si es final, no atañe nada más a la
filosofía. Ella no habrá de morir sola, y nada podrá substituirla.
Cuando la vida humana la prive del sustento, si esto llega a suce-
der, se lo rehusará también a otras vocaciones, cuyas obras han
expresado igualmente una actitud o disposición desinteresada ante
la realidad.7

Así pues, la cuestión del porvenir de la filosofía se convierte para


Nicol en un problema filosófico de primer orden, que sólo puede
formularse como tema de una “ciencia primera”, es decir, de meta-
física. Ahora bien, si la filosofía sucumbiera tendríamos que dar
razón de lo que la sustituiría. Y dar razón es precisamente un ejerci-
cio filosófico; nada sustituye a la razón que se da. Nicol plantea que
hay que volver a preguntar, dada la inminencia de ese posible fin,
¿qué se propuso hacer la filosofía? y ¿en qué consiste el acto gratui-
to y desinteresado de dar razón de las cosas? Esto es, la posibilidad
del fin nos conduce a plantear de nuevo la cuestión del fundamen-
to vital de la filosofía.

Las obras de la filosofía dieron testimonio de lo que el hombre es


capaz de ser. Lo que el hombre es capaz de hacer forma la historia
primaria. Claro está que la historia más real se forma precisamen-
te con lo que el hombre hace de sí mismo. Pero está visto que el
hombre puede perder su ser en el otro quehacer. El gran poder de
hacerse no le fue dado de una vez, no lo encontró ya disponible en

7
Ibid., p. 8.
246 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

su naturaleza. Lo adquirió en la vida, y ésta pudiera arrebatárse-


lo. Por esto, aunque sea exterior, el peligro para la filosofía es un
problema de la filosofía.8

Nicol no concibe que la filosofía pueda sobrevivir sin una me-


ditación sobre su ethos, sin reflexionar sobre su misión en el mundo
y su fundamento vocacional. Lo que la filosofía ha llegado a ser a lo
largo de la historia no sólo lo revelan sus elaboraciones conceptua-
les, sino que se muestra en la disposición existencial que adopta el
filósofo ante la realidad. Esta disposición es —para Nicol— pura
porque se funda en una intención desinteresada (en el sentido de no
sujetarse a un fin pragmático inmediato y tener como único interés
el descubrir la verdad del ser). Por eso, Nicol ha dicho que la razón
filosófica es razón depurada, tanto de las ambiciones de poder como
de las opiniones o creencias que están condicionadas por las cir-
cunstancias subjetivas y las necesidades prácticas. La pureza de la
razón teorética no depende del objeto de conocimiento (como cre-
yó Platón al intentar conceptualizar las Ideas), sino de una disposi-
ción ético-epistémica del sujeto; es decir, de un ethos que consiste
en ver y hablar de la realidad con pretensión de objetividad, y que
tiene por finalidad vincularse con una realidad común y comunica-
ble a los demás mediante la razón.
Según Nicol, el “desinterés” de la razón teorética (filosofía o
ciencia) crea un ámbito en el que el sujeto no está dominado por la
necesidad de manipular o transformar las cosas; el interés que im-
pulsa a la razón teorética es el conocimiento del ser, no su uso; el
saber de los entes, y no sacar provecho de ellos. La misión de la
filosofía consiste en comprender el ser tal como aparece, con una in-
tención ética de verdad, de fidelidad hacia la realidad, sin interpo-
ner un interés subjetivo; además, se dispone hacia el prójimo con la
intención de ofrecer esa revelación y compartir la presencia del ser.9

Ibid., p. 9.
8
9
Véase E. Nicol, Los principios de la ciencia, 2a. parte; Metafísica de la expre-
sión, 2a. parte, La reforma de la filosofía, caps. VI, VII y IX, y Crítica de la razón
simbólica, 3a. y 4a. partes.
EDUARDO NICOL 247

La razón pura es la vía de comunión con el ser y así lo ofrece al


prójimo: lo ofrece en la medida en que da razones, en que elabora
teorías y argumentaciones, en que se mantiene en una incesante
búsqueda de la verdad.
Nicol advierte que este desinterés inherente a la teoría se ha
ido perdiendo en las ciencias modernas y que éstas han ido sustitu-
yendo su antiguo ethos al virar hacia unos intereses más pragmáti-
cos que teoréticos. De este modo, Nicol anticipaba el fenómeno que
ahora conceptuamos como tecnociencia:10

Lo que le queda al saber científico, cuando pierde su philía por la


sophía, es algo que ahora se juzga primordial y se da por consabi-
do sin reserva: le queda su utilidad. El saber útil ha de ser tanto
más riguroso cuanto que debe responder de su éxito: la práctica
no perdona los errores. O sea que al perder el amor, la ciencia
pierde también la teoría. […] la filosofía de la ciencia ha de aten-
der ahora a un hecho insólito, que antes no se incluía en su pro-
grama: el escándalo para la razón que representa dar el título de
ciencia a una actividad que, aun siendo racional, es ya puramente
pragmática en su motivación originaria.11

A diferencia de la tecnociencia contemporánea, orientada por


intereses pragmático-tecnológicos inmediatos, la posibilidad misma
de la razón desinteresada revela que el ser humano puede relacio-
narse con el ser mediante una disposición vital radicalmente distinta
a la disposición pragmático-utilitaria, que es, ciertamente, connatu-
ral y necesaria para la subsistencia humana. Esta disposición prag-
mático-utilitaria tiene como finalidad manipular y transformar los
entes del mundo y obtener provecho de ellos, respondiendo así a
las necesidades naturales y al afán mismo de la supervivencia. Pero
la disposición pragmática mediatiza e instrumentaliza la razón. El
conocer funciona como un instrumento para el hacer; por ello, se

10
Véase la segunda parte de este libro para la discusión del concepto de
tecnociencia.
11
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, p. 19.
248 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ha conceptuado también como razón instrumental.12 La praxis de


razón instrumental ordena los medios en vistas de los fines previs-
tos; puede ser tan sofisticadamente racional y sistemática como la
de la tecnociencia actual, pero nunca llega a ser per se búsqueda de
la verdad ni conocimiento del ser, pues sustituye a la verdad por la
utilidad como criterio de la acción.
La disposición pragmático-utilitaria es la respuesta natural de
la humanidad ante la necesidad de proveerse con los medios sufi-
cientes para la subsistencia. Es una propiedad que la razón humana
desarrolló a lo largo de su evolución. Pero en esta disposición el ser
humano utiliza y transforma la naturaleza perdiendo de vista el
horizonte de la totalidad del ser (como ya lo había demostrado
Heidegger). Por tanto, la experiencia de totalidad debe recobrarse
mediante otra modalidad de praxis capaz de no intervenir en el ser
para poder establecer un vínculo simbólico y comunicativo (en el sen-
tido en que vincula a los seres humanos entre sí y a éstos con el ser).
Esa segunda disposición es la de la razón teorética. Ella intenta ates-
tiguar el hecho primario de la presencia del ser que el hombre com-
parte ya desde el lenguaje y el pensamiento. La disposición prag-
mática se realiza en vistas de un resultado, de una obra como
producto; la disposición teorética, en cambio, no produce nada, más
que un cambio en la conciencia del sujeto que la experimenta, que
se abre así a una experiencia de la totalidad que descentra su exis-
tencia individual.

¿Cuál es el gran ofrecimiento de la filosofía? […] Es en un recinto


interior donde el hombre ha de gestar la empresa de ser libre, de
liberarse de la necesidad que nos obliga a utilizar el ser sin entre-
garnos a él. Pero la libertad requiere la comunidad. Producir un
pensamiento libre o, mejor dicho, producir un hombre liberado
por el pensamiento: éste es el ofrecimiento de la filosofía a la co-
munidad.13

12
Véase Max Horkheimer, Crítica de la razón instrumental, cap. 3.
13
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, p. 23.
EDUARDO NICOL 249

Por consiguiente, la evolución histórica de la humanidad no


ha sido el producto sólo del trabajo técnico y la transformación de
la naturaleza, sino también de una capacidad para relacionarse sim-
bólicamente con el ser, la naturaleza o la divinidad, y en especial,
mediante la búsqueda de la verdad y la construcción de una imagen
racional del mundo. Esta experiencia puede tomar varias modalida-
des, puede ser poética o incluso mística, pero nuestra civilización
encontró una variedad que puede vincular a toda la comunidad
humana: la razón reflexiva y dialógica, el pensamiento teórico-filo-
sófico que instauró lo que Nicol llama el régimen de la verdad. Así, el
desarrollo histórico de nuestra especie dependió del equilibrio en-
tre la disposición utilitaria y la disposición desinteresada del ser
humano ante lo real; la civilización había sido hasta ahora el pro-
ducto de ese equilibrio dinámico.
El modo de vida que inauguró la filosofía no suspende la dis-
posición utilitaria, que es necesaria y natural, y también histórica y
libre en la ejecución —pues el ser humano no puede liberarse abso-
lutamente de la necesidad impuesta por la naturaleza—, sino que
instauró otra disposición vital que le permitió enriquecer su exis-
tencia para ir más allá de los límites de la subsistencia natural, y
acceder a la realización de un proyecto libre y autónomo, para plas-
mar una determinada idea del hombre.14

14
El concepto nicoliano de idea del hombre debe entenderse en dos sentidos
esenciales: “idea” significa tanto el proceso y el resultado de pensar o concebir
algo (concepto, ideación), como la forma de ser de algo, manifiesta a la vista y
a la razón, en el sentido platónico. Nicol utiliza ambos sentidos: la idea del
hombre no sólo significa la forma en que éste se concibe a sí mismo en distintos
momentos de la historia, sino también la forma ontológica que adquiere al auto-
concebirse, pues su autoconciencia es parte esencial de su propio ser. Además,
la conciencia o la idea que el hombre forma de sí mismo implica no sólo una
visión actual y presente, sino también una proyección futura por realizarse o
un “ideal”, incluso si es imposible o ficticia, pero que determina en gran medi-
da la praxis y la forma actual del ser humano. Por ello el ser del hombre es una
proyección histórica constante, es una pretensión de realidad que no culmina
de una vez y para siempre, sino que busca prolongarse en nuevas formas recu-
perando la unidad de todas las anteriores. Véase E. Nicol, La idea del hombre,
1977, introducción.
250 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Por tanto, la razón pura no representa nunca una anulación de


la vida pragmática, sino su superación y su crítica. Como Nicol lo
señala, mediante la razón desinteresada, la humanidad ha sido
mucho más que sólo homo faber: ser libre vocado al conocimiento de
la realidad, ser libre creador, poeta, místico, artesano, filósofo, polí-
tico. La razón pura es razón autocrítica y deliberativa; expresa las
posibilidades libres y proyectivas del ser humano para construir
diversas ideas de su propio ser y proyectarlas con un destino co-
mún. Es, por tanto, razón reflexiva que ha permitido el desarrollo
de la autoconciencia histórica de la humanidad. En cambio, la hipó-
tesis que Nicol plantea implica que el predominio de la razón prag-
mática sí puede anular a la razón desinteresada y provocar con ello
una deformación irreparable en la capacidad de autotransformación
histórica del ser humano.
El trasfondo del problema del posible fin de la filosofía que
plantea Nicol revela que es el ser del hombre lo que está en peligro;
si desapareciera la filosofía y todas las demás vocaciones libres que
formaron la cultura y moldearon las diversas ideas del hombre,
entonces lo que estaría mutando sería la condición humana misma:
¿qué tipo de ser humano sería ese?, ¿qué rasgos definirían su exis-
tencia? Sin duda, debe haber un rasgo de continuidad entre el ser
histórico capaz de darse distintas formas a sí mismo, y el ser huma-
no que surgiría si se produjera la amputación de la capacidad de
dar razón. El rasgo común entre ambas modalidades sería, sin duda,
la racionalidad.
El ser humano ha sido el sujeto de la razón, pero quizá podría
convertirse, con el eclipse de las vocaciones libres, sólo en el porta-
dor de una racionalidad pragmática, sin ser ya plenamente sujeto
autoconsciente que puede proponerse fines diversos para su exis-
tencia; se transformaría, si perdiera la razón teorética, en un agente
sin finalidad propia, en mero ejecutor de una razón des-humaniza-
da que uniformaría su existencia, en la medida en que sus fines
vitales se redujeran paulatinamente sólo a uno: la subsistencia. De
este modo, el nuevo sujeto seguiría actuando racionalmente, pero
perdería poco a poco la capacidad de proyectar su existencia más
EDUARDO NICOL 251

allá de la necesidad natural. Por ello, Nicol afirma: “Es la vida la


que se ha tecnificado; la vida entera. El peligro no viene del auge de
la técnica, ni de la supuesta autonomía de las ciencias particulares.
Lo que amenaza a la filosofía, y por consiguiente a la ciencia, es ese
predominio totalitario de la utilidad”.15
A partir de estos argumentos, Nicol descubre que el peligro
para la filosofía —y para las demás vocaciones libres— se encuentra
ya en el conjunto de condiciones emergentes de un mundo en el que
se reducen los fines vitales a la mera subsistencia. Por eso, debe
comprenderse que la nueva racionalidad imperante que Nicol des-
cubre y describe minuciosamente es diferente de la razón práctica
que siempre operó en la historia como un instrumento de la cultura,
y su predominio en la existencia se contrapone a la razón teorética
(filosófica y científica) que ha permanecido en el centro de nuestra
civilización. ¿Por qué es peligrosa la nueva razón? Porque “no da
razones”, no se dispone desinteresadamente ante la realidad, no
busca la verdad del ser, sino primordialmente la máxima eficacia en
la transformación de los entes. Según Nicol, esta nueva razón que
marca el rumbo de los tiempos actuales no surge ya de un acto libre,
sino de una extrema necesidad que se impone por fuerza sobre los
designios de los individuos. Es una razón que uniforma y que res-
tringe las modalidades de acción, que no argumenta, que no delibe-
ra; una razón no discursiva, reducida a pura fuerza (por ello puede
ser violenta o desatar la violencia), impulso primario de supervi-
vencia que se impone sobre los fines libres de la existencia histórica.
La nueva forma de razón se expande progresivamente en to-
dos los órdenes de la actividad humana y en todos los sitios del
planeta; es razón globalizada y uniformadora. Nicol advierte la
manifestación de la nueva razón en un nuevo y universal designio
tecnológico que racionaliza y uniforma toda la existencia humana.
El espectacular desarrollo de la tecnología en el siglo XX es el fenó-
meno principal de la extensión de esta nueva racionalidad pragmá-
tica, lo cual no significa el triunfo de la razón científica, sino más

15
E. Nicol, El provenir de la filosofía, p. 21.
252 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

bien su decaimiento, en tanto que anuncia la pérdida de la capaci-


dad humana de dar razón del mundo; es decir, del pensamiento teo-
rético y de la autoconciencia, a pesar de que la nueva razón produ-
ce, sin duda, conocimiento técnico y aun científico. Pero la forma
del conocimiento que dirige la nueva razón está destinada al domi-
nio del ente, y no al autodominio del sujeto.
Lo peligroso es que el cometido de la nueva razón se ha vuelto
forzoso y unívoco. Y esto último es lo más imperceptible. El peligro
no consiste en que la razón tecnológica se desarrolle como única vía
para afrontar los grandes problemas de la subsistencia, sino que la
humanidad ya no pueda tener otra relación con la naturaleza y con
el prójimo que no esté fundada en la utilidad pragmática.
Si estas líneas de hechos que Nicol analiza se consumaran en el
futuro, conducirían probablemente a un escenario en el que la hu-
manidad habría prescindido de la praxis libre y habría renunciado
(incluso sin percatarse de ello) a los rasgos más inherentes de la
condición humana: la diversidad histórica, el pensamiento que busca
el conocimiento del ser (y no sólo la manipulación y transformación
del ente), el lenguaje comunicativo que expresa una realidad co-
mún, la comunidad política fundada en la razón dialógica y delibe-
rativa, la racionalidad científica que crea una base de objetividad
para la con-vivencia social. Todos estos fenómenos serán signos de
un singular retroceso de la humanidad a un estado de uniformidad
biológica (en medio de un mundo artificial creado por la tecnolo-
gía), en el que la necesidad se impondría sobre la libertad como fin
último de las acciones, en que la vida se restringiría a un conjunto de
acciones necesarias sin alternativa, sin poder desarrollar diversas
modalidades de experiencias de vinculación con la totalidad del ser.
El mundo en el que predomina la necesidad sobre la libertad
implica un conjunto de posibles peligros de disolución del ethos del
hombre; esto es, si la nueva razón de fuerza mayor se impusiera elimi-
nando a la racionalidad teorética, y consolidara un nuevo régimen
de vida, un régimen de absoluta razón pragmática, no sólo estaría
en peligro la continuación de cualquier filosofía, de una moral o de
una tradición cultural o religiosa en particular, sino la capacidad
EDUARDO NICOL 253

humana de generar una cultura y una tradición histórica que dote


al individuo y a la comunidad de una identidad propia y de una
autoconciencia. En suma, está en peligro el hombre en tanto ser históri-
co, está en peligro la existencia de una vida auténticamente huma-
na sobre el planeta.
Nicol anuncia esta posibilidad del riesgo mayor en los signos de
una crisis generalizada de la praxis uniformada en el mundo tecno-
lógico.16 Sin la posibilidad de diversificar la existencia, la praxis se
reduciría a la mera laboriosidad despersonalizada en la que el tra-
bajador, en la mayoría de los casos concretos, no se realiza ni como
productor de bienes ni como ser-obrero que ejecuta un trabajo
creativo.17 La vida productiva se reduciría así a un nivel uniforme
en el que la mera “productividad” se presenta como cancelación de
la libertad productiva, y la enajenación del trabajo se extiende tam-
bién a un consumo masificado e igualmente enajenado. Lo anóma-
lo de la situación emergente es el retroceso a un nivel primario de
vida en donde la libertad ontológica humana comienza a disminuir
por la imposición de una necesidad ciega de supervivencia, que
destruye los vínculos de la comunidad y la capacidad proyectiva y
diversificadora de la existencia.

[…] el mundo ha sido unificado por la tecnología, no por la idea


del hombre. El homo faber no es una idea, un proyecto de cultura,
una forma de libertad, sino una condición que no se adscribe a
ninguna tradición particular. La civilización tecnológica de occi-
dente predomina porque es superior; no porque en otros lados no
hubiera tecnología; pero este predominio no trae consigo el de
una idea del hombre genuinamente occidental. En tanto que hom-
bre […] el occidental se ha distinguido como poeta, como místico,
como artista o filósofo.
La praxis utilitaria no es una forma de vida: no es, en ningún
tiempo y lugar, sino una condición de vida. La tecnología pragmá-

16
Véase E. Nicol, La primera teoría de la praxis.
17
Véase Hannah Arendt, La condición humana, Paidós.
254 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tica no puede sustituir a ninguna idea del hombre; pero puede


impedir en todas partes la formación de esa idea, es decir, la for-
mación libre del hombre.18

Por otro lado, uno de los rasgos más preocupantes que Nicol
encuentra en el mundo de la nueva razón es el predominio de la
guerra extendida y la violencia generalizada. En el mundo de la
razón de fuerza mayor reina la hybris porque se ha perdido el equi-
librio que la humanidad mantenía con la naturaleza entera. Auna-
das a la guerra y la violencia, se evidencian múltiples privaciones
que ha sufrido el individuo en diferentes circunstancias sociales y
políticas de los tiempos recientes: la privación de su tierra (el des-
arraigo, la dificultad para habitar el mundo con el pensar, como sos-
tenía Heidegger), de su lengua viva como vínculo comunicativo,
de su condición y derechos como persona, quizá de la integridad de
su corporalidad; rasgos sacrificados en aras de una uniformidad
imperiosa para cumplir con los fines restrictivos de la superviven-
cia, que ahora están en el primer sitio de las prioridades sociales.
Desde la perspectiva nicoliana, son precisamente la privación, la
enajenación, la pérdida de identidad y la uniformidad de la exis-
tencia, los síntomas sociales más graves de la crisis de nuestro mun-
do. Ante estas deprivaciones sólo queda a los individuos el recurso
de la revuelta social, a veces violenta, que Nicol interpreta como
una reacción casi biológica ante la imposición de la necesidad sobre
la libertad.
Nicol señala que la historia parecería haber llegado a un desen-
lace inesperado: lo único que le sería posible al individuo en el nue-
vo régimen es asegurar su supervivencia, valiéndose de los medios
más sofisticados de la técnica moderna, poniendo todas sus fuerzas
en favor de los fines pragmáticos. Con ello, se haría literalmente
imposible toda forma de vida o actividad libre que no se destine a la
utilidad pragmática.

18
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, pp. 38-39.
EDUARDO NICOL 255

EL DESCUBRIMIENTO DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR

Uno de los capítulos de El problema de la filosofía hispánica (1961), “el


porvenir de la filosofía hispánica”, plantea ya la intuición del peli-
gro: Nicol afirma en esas líneas que la situación crítica de la filoso-
fía y la ausencia de grandes maestros en nuestro siglo no coinciden
por casualidad con la expansión y el predominio de la civilización
tecnológica. Vivimos con la amenaza de un totalitarismo que no
deriva de una doctrina política, sino de la presión de una fuerza
que domina y determina los fines de la praxis social. Se trata de un
proceso de uniformidad de la vida que se manifiesta tanto en la
pérdida de las diferencias culturales como de las identidades que
definen a cada forma propia de ser humano. Este proceso acusa
rasgos de una violencia y de una beligerancia que se hacen cada
vez más comunes entre los pueblos y entre los individuos.

Esta concentración o totalización favorece hoy en los grandes el


desarrollo tecnológico, y hasta el científico (lo cual refuerza en los
demás, si son ingenuos, la convicción de que el poder y la civiliza-
ción van unidos); pero la concentración se produce inevitablemente
con menoscabo más o menos pronunciado de las vocaciones vita-
les, del arte vital de ser hombre completo, que es un arte de paz.
Toda actividad, incluso las pacíficas actividades del arte, la literatu-
ra, la filosofía, se aprecia sólo como ventajas logradas en el juego
bélico de la rivalidad.19

En este libro, Nicol sostiene también la tesis de que la “filosofía


hispánica” no debe recluirse en una reflexión local que medite so-
bre su propio ser, rechazando la sistematicidad como parte de un
estilo original. Para Nicol, la filosofía hispánica se inserta en la his-
toria universal si es capaz de hacer filosofía como ciencia rigurosa,
elevando el pensamiento a un nivel universal en los temas y en los
métodos, sin presuponer un pretendido ropaje idiosincrásico. Por

19
E. Nicol, El problema de la filosofía hispánica, p. 158.
256 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

otro lado, Nicol señala que en nuestra época de ilusión por el pro-
greso técnico, la sabiduría de un pueblo no depende de su avance
en el dominio de las ciencias y la técnica. Según Nicol, los países
que no están a la vanguardia de la carrera tecnológica —como los
hispanoamericanos— tienen una función particular que cumplir
—aquí sí— con su tradición cultural histórica, resistiendo la deshu-
manización creciente del mundo tecnológico de nuestro tiempo. La
misión particular que Nicol asigna a la filosofía de los países hispa-
noamericanos es civilizar a los más poderosos que están sujetos a la
dinámica irrefrenable del progreso técnico. Para Nicol, nuestro pen-
samiento debe averiguar si la inercia del poder y las formas de la
técnica moderna no impiden que los poderosos ejerzan además de
su liderazgo técnico, una función cultural directiva. De esta mane-
ra, los países que aún conservan una sociedad no tecnificada por
completo podrían tomar la vanguardia de una resistencia humanís-
tica. Así pues, Hispanoamérica tiene el reto de hacer una filosofía
universal como ciencia rigurosa, pero apoyada en el fortalecimien-
to de su tradición cultural y su identidad histórica, para realizar la
crítica del mundo técnico actual, demostrando, al hacer filosofía,
la posibilidad de una praxis libre y desinteresada que fuese capaz
de criticar el imperativo tecnológico-pragmático que se cierne so-
bre todo el mundo.
En “El régimen de la verdad y la razón pragmática” (1970),20
ensayo que antecede a El porvenir de la filosofía (1972) en el plantea-
miento central del riesgo mayor, Nicol delimita por primera vez la
oposición entre el régimen de la verdad y lo que denomina ahí toda-
vía como régimen de la razón pragmática, y que más tarde será la ra-
zón de fuerza mayor.
Como se ha visto, para Nicol la racionalidad teorética tiene una
significación fundamental. Este tipo de racionalidad predominante
en la historia hasta los últimos años, que la filosofía y las ciencias
conformaron, creó un régimen de vida o una base de convivencia y

20
Este texto apareció en Diánoia, año XVI, núm 16, 1970, y está recopilado en
E. Nicol, Ideas de vario linaje.
EDUARDO NICOL 257

de interacción entre los seres humanos. El régimen de la verdad21


—como lo denomina Nicol— es un producto histórico de esta ra-
cionalidad. La filosofía misma, como vida teorética, es el núcleo del
régimen de la verdad.
Antes de la filosofía, la base común era la creencia compartida.
El mito y la religión explicaban y justificaban, pero no daban razón
de lo que postulaban. En el régimen de la verdad se establece, en
cambio, una regla básica: las opiniones personales se fundan en ra-
zones y en la disposición de hablar del ser tal como es, es decir, en
la pretensión de objetividad. La palabra de razón (la razón teorética)
reformó la comunidad creando una base común de existencia ante
una realidad pensable y expresable, y superó (sin poder suprimir)
la relatividad y subjetividad de la opinión (doxa), así como la falta
de fundamento de las creencias compartidas (como las ideologías
y las religiones), que no tenían otra base más que la autoridad, la
fe, la obligación o la costumbre. La razón se hizo responsable de lo
que decía; el dar razón constituyó desde entonces (con el surgimien-
to de la filosofía, propiamente dicha) una ética de la razón, un modo
específico de pensar y hablar, una disposición ante los demás de
hablar de las cosas fundando las opiniones, aportando evidencias y
explicaciones que puedan ser admitidas apelando a lo común (como
sostenía Heráclito): la realidad y la razón.
La razón dialógica instauró el régimen de la verdad, y éste se con-
solidó mediante la interacción de una comunidad que dialogaba y
deliberaba con razones. El régimen dio origen a la praxis política,
que es razón práctica y deliberativa. La posibilidad de los acuerdos
y contratos sociales radica, pues, en el régimen de la verdad. Este régi-
men es más básico que cualquiera de los sistemas político-sociales
que ha habido en la historia; es más esencial que cualquier forma
de gobierno, pues no cabe la posibilidad de oponerse a él (el régi-

21
Véase E. Nicol, La reforma de la filosofía, cap. VII. La filosofía instaura la
verdad como régimen, de otro modo la comunidad humana se basaba en otros
principios: la obligación, la creencia, el interés pragmático. “La verdad se pre-
sentó como una relación coordinada con el ser y con el otro. […] La apelación al
ser común es universal en tanto principio de reciprocidad comunitaria” (p. 224).
258 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

men de la verdad no se funda en una verdad o conjunto de ver-


dades elevadas a principios absolutos). La base del régimen de la
verdad no está en un consenso social, sino en una disposición origi-
naria de apelar a la razón como base constitutiva, es decir, en el
hecho de reconocer a la razón como el fundamento de la existencia
colectiva. “Es el hecho de que hay verdad lo que se impone, justo
porque no es más que un hecho: no viene de un consenso, no es
materia de apreciación, ni está sujeto a modificaciones”. Como Nicol
lo señala, la razón y la verdad quedaron vinculadas en este régimen
de vida.
Nicol observa, asimismo, que ninguna de las críticas de la ra-
zón en la historia de la filosofía, y ninguna revolución científica,
alteraron ese régimen de la verdad. El régimen no se basa en unas
determinadas verdades de la ciencia, sino en la posibilidad misma
de la verdad, en el hecho de que todo ser humano puede hablar de
lo real con verdad.
El régimen de la verdad que descubrió la filosofía no es el san-
tuario de verdades “reveladas”. No se basa en la pretensión colecti-
va de tener razón y en un conjunto de verdades de autoridad, ni en
un conjunto de intereses pragmáticos. Por el contrario, la variabili-
dad histórica de teorías y perspectivas de explicación del mundo,
así como de regímenes y concepciones políticas, dependen de esa
base existencial común que permite el descubrimiento de nuevas
dimensiones de la realidad, así como la capacidad de identificar
errores y superarlos. Por ello, consustancial al régimen de la ver-
dad es siempre la posibilidad del error, pero también la posibilidad
de encontrar alternativas. Como reza el lema gadameriano, “la posi-
bilidad de que el otro tenga razón” está fundada en esta base
existencial que Nicol denomina régimen de la verdad.

Decimos que la verdad aparece en el mundo por gracia de una


cierta disposición ante el ser: el hombre de ciencia está vocacio-
nalmente dispuesto a atenerse al ser, y nada más. [...] de hecho, la
disposición a la verdad se transfiere de la ciencia a la vida: la po-
sibilidad de la verdad trae consigo una nueva disposición del hom-
EDUARDO NICOL 259

bre frente al hombre. El tú cambia la forma de su presencia: de


repente se muestra como el ser de la verdad, conectado con el yo
por el hecho de que ambos son sujetos de la verdad. La verdad es
base del régimen desde que el ser en sí mismo se convierte en
término de apelación común irrevocable e inalterable. En suma: el
régimen de la verdad no es más que la comunidad de esa forzosa
apelación.22

La humanidad había logrado vincularse con la realidad me-


diante otras modalidades de régimen vital: religiosas y místicas,
míticas, pragmáticas, ideológicas. Pero en todas estas modalidades
no se apelaba a una realidad común y no se establecía una verdadera
comunidad universal de seres humanos. Las ideologías sociales,
políticas o religiosas (que son finalmente opiniones colectivas, verda-
des compartidas por los partidarios) asocian y disocian a la vez; en
cuanto tales opiniones o creencias se afirman como si fueran verda-
des absolutas, tanto más precisan señalar, discriminar o fustigar a
los herejes, infieles o heterodoxos. Las opiniones no pueden, por
ello, fundar un régimen universal de existencia. La verdad, en cam-
bio, no funda un régimen de consenso; la universalidad de su base
no depende de la adopción y defensa de unas tesis u opiniones, sino
de un principio: si la verdad es posible, todos han de intentar ha-
blar del ser para entenderse, todos han de buscar racionalmente la
verdad, sabiendo que no es posible suprimir las opiniones, y que
la búsqueda racional del conocimiento del ser es una tarea que no
termina nunca.
Empero, si se transmutara la condición humana acontecería,
según Nicol, una sustitución del régimen de la verdad por un nue-
vo régimen de razón de fuerza mayor, que se funda en los intereses
pragmáticos de la subsistencia. La emergencia de una nueva moda-
lidad de razón no discursiva y no vinculatoria (porque no se basa
en la libertad sino en la necesidad) prefigura el paulatino debilita-
miento del régimen de la verdad. Ello implicaría la posibilidad de

22
E. Nicol, La reforma de la filosofía. p. 227.
260 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que la estructura racional de la vida cambie de fundamento, y la


verdad no sea más la apelación a una realidad y a una razón comu-
nes. Una de las consecuencias de ese peligro tendría efectos negati-
vos en el orden político y social: la imposibilidad de apelar a una
razón común y, por ende, la imposición universal de la fuerza y la
violencia, el retorno quizá a un “estado de naturaleza” en el que se
impone sin más el derecho del más fuerte.
La nueva razón de fuerza mayor comienza a construir un nue-
vo régimen de vida basado en la necesidad, es decir, en la forzosidad
de los fines de subsistencia, y no en la libre disposición racional
ante la realidad, que implica la deliberación y la decisión. La nueva
razón debe actuar como si fuera un instinto: de modo preciso, pe-
ro irreflexivo; debe evitar el rodeo discursivo y deliberativo de la
búsqueda de la verdad, o sea, la búsqueda de acuerdos y consen-
sos; lo que urge es la eficacia, por lo que no puede detenerse a delibe-
rar, y menos a deliberar con la participación de todos los afectados
en un consenso racional y dialógico. En su dimensión política, la
nueva razón es, por eso, autoritaria y antidialógica. En ella vemos,
de acuerdo con lo que plantea Nicol, que es posible una modali-
dad de razonamiento sin dar razones, de pensamiento que no co-
munica una realidad común, y de una acción social sin conjunción
ni auténtica solidaridad.
Nicol trata de esclarecer qué tipo de régimen podría sustituir
al régimen de la verdad. Concluye que un nuevo régimen que sirva
de base a la vida podría ser indiferente a la verdad, pero no podría
ser ajeno a la razón. La nueva modalidad de razón regularía la praxis,
pero no sería indicio de una libre actividad ni de un consenso so-
cial. Por ello, Nicol, concluye que la razón de fuerza mayor, sin
bien reside en la mente humana, es indiferente respecto del hombre. La
nueva modalidad de razón ya no tiene como fin la referencia a
la verdad, y por ende, perdería su capacidad autocrítica; tampoco
sería capaz de conformar una base existencial de carácter universal
y vinculatoria para todos los seres humanos. La vida humana se-
guiría en un orden racional, pero bajo el dominio de la necesidad, y
no de la libre elección de fines.
EDUARDO NICOL 261

La nueva razón es tema obligado de una nueva crítica de la razón.


Es el porvenir de la razón humana el que debe investigarse, a la
vista del proceso de erosión y desplazamiento que sufre la razón
tradicional. La forma distinta de razón que está dominando pro-
gresivamente reclama su propia crítica. Pero esta incorporación
de la razón nueva en el temario de la filosofía primera ha de alte-
rar, por su sola presencia, la idea que nos habíamos formado de la
razón: no habíamos previsto que al lado de la razón pura, regula-
dora del régimen de la verdad, pudiera aparecer otra distinta.23

Ahora bien, de acuerdo con las argumentaciones nicolianas, el


síntoma de la crisis de la razón que ya se percibe en la presente
situación mundial, consiste en que la nueva razón no posee la dis-
posición para apelar a una realidad común; ya no es razón pura e
incondicionada, sino supeditada a un fin pragmático inmediato. La
nueva razón es una forma de pensamiento, es actividad mental que
reside en los seres humanos. Sin duda, ellos siguen siendo los acto-
res o ejecutores de los actos de razón, pero esos actos de la nueva
razón ya no buscan la verdad, no pretenden revelar una realidad
común y construir la objetividad para mediar entre las subjetivida-
des; la nueva razón calcula, mide, deduce, hace operaciones con un
único fin: generar un resultado eficaz que es requerido por una ne-
cesidad de subsistencia cada vez más apremiante. La nueva razón
pragmática no persigue el conocimiento por sí mismo, sino como
medio para maximizar la eficacia. Para ello calcula los medios para
lograr el fin específico, y se dispone a hacer lo necesario sin justifi-
carse ni dar razones de su fin ni de su objeto.
Asimismo, Nicol señala que la nueva razón no se asimila a la
razón pragmática que siempre ha sido necesaria para la praxis hu-
mana, ni puede ser confundida con la fuerza de la naturaleza que
se expresa en las necesidades orgánicas y biológicas. Lo nuevo en la
historia es el predominio totalitario de un sentido de utilidad pragmática

23
E. Nicol, “El régimen de la verdad y la razón pragmática”, en Ideas de vario
linaje, p. 255.
262 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

en todas las acciones, y no el hecho de que haya necesidades natura-


les que inherentemente son inevitables. Gracias a este predominio,
la tecnificación universal de la vida ha sido posible; todas nuestras
acciones y relaciones se están tecnificando porque así son más efi-
caces para fines pragmáticos, lo cual expresa la lógica de esa razón
de fuerza mayor que ya no está regida por fines deliberados libre-
mente por los seres humanos. El fenómeno que vivimos hoy en día
es, pues, el predominio de la utilidad en la praxis, como si fuese
éste el único fin válido que se impone a toda actividad humana.
Empero, este escenario futuro (que se gesta desde ahora) pare-
ce improbable para quienes alaban día con día el progreso ilimita-
do de la tecnología. Nicol argumenta que la sociedad conserva la
sensación de que todavía tiene el control de los fines de su existen-
cia, pues la capacidad racional inventiva avanza impulsando una
tecnología cada vez más poderosa y eficaz; pero no repara en que
la tecnología se hace más necesaria porque los fines vitales quedan
reducidos a las tareas de la mera subsistencia. La capacidad inven-
tiva se acrecienta y, sin duda, la libertad creadora persiste en la tec-
nología, pero sólo se dirige a los medios materiales para resolver
problemas globales de subsistencia, minando la libertad proyectiva
de fines vitales y humanizadores.
Así pues, Nicol prevé una peligrosa crisis del régimen de la
verdad. Esto sería posible si la praxis se uniforma a tal grado que se
restringiera meramente a los fines de utilidad pragmática, minan-
do el espacio para las modalidades de praxis desinteresada, es de-
cir, para la razón teorética, científica o poética que constituyó, cier-
tamente, el eje de nuestra civilización.

El hombre nuevo [...] abandona la verdad como base sencillamen-


te porque no es eficaz para la subsistencia. La noción misma de
existencia incluía la variedad real de las existencias; ahora esta va-
riedad se ha de contraer a la uniformidad de la subsistencia. La
universalidad de la nueva base se cifra en esto: todos somos iguales
ante la subsistencia. Esto ocurre así por “razón de fuerza mayor”.
La verdad ya no es la base; pero la razón está en la base. Ésta ya no
EDUARDO NICOL 263

es la razón pura, sino la razón forzosa. La vida nueva ha asociado la


razón con la fuerza.24

La idea de “razón de fuerza mayor” designa habitualmente una


causalidad natural de la que no tenemos control ni conocimiento,
algo necesario que no admite discusiones ni deliberaciones. Impo-
ne una acción que es, al mismo tiempo, voluntaria e involuntaria o
forzada. Nicol traslada esta idea para formar el concepto de una
razón que ha suprimido su función dialógica y expresiva, que ya
no se funda en un acto de libertad. Esta nueva razón no construye
vínculos intersubjetivos, aunque es inteligible y capaz de organizar
y dirigir la praxis. Nicol señala: “la fuerza del nuevo régimen estri-
ba no sólo en su fin, sino en la racionalidad del lenguaje que emplea
para conducirnos a ese fin”.25 La fuerza de esta razón es mayor por-
que no admite la discusión ni la duda, no requiere de una compren-
sión cabal, y de ese modo impera en todos los ámbitos de la activi-
dad. La nueva razón no construye una idea del mundo ni da razones
acerca de sus fines vitales.

Que la vida práctica tuviera que racionalizarse, además de inevi-


table, no era en sí pernicioso, sino más bien benéfico. No hay ma-
leficio intrínseco en la tecnología moderna. Y esto es precisamente
lo más grave: su completa inocencia, que es otra manera de decir
su “fuerza mayor”. El fenómeno de gravedad profunda no es la
racionalización de la praxis, sino la pragmatización de la razón;
porque esto sólo se logra por exclusión de la razón de verdad, que
es pura por esencialmente desinteresada.26

Lo desconcertante es que la forma de la nueva razón se confun-


de con la razón práctica, pues está próxima a ella; es una realidad

24
Ibid., p. 253.
25
E. Nicol, La reforma de la filosofía, p. 274.
26
E. Nicol, “El régimen de la verdad y la razón pragmática”, en op. cit.,
p. 254.
264 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

de la cual no somos aún todavía plenamente conscientes. La nueva


razón es peligrosa porque está oculta:

Ahora la razón pura debe recapacitar sobre su propio ser, toman-


do nota de que, a su lado, y pujando por eliminarla, actúa una
nueva razón que no comprendemos bien, de la cual apenas somos
conscientes, pues la confundimos con la antigua, pero de la que
usamos sin saber cómo está configurada, cuál es su contextura,
cuáles serán sus fines, y qué resultados va a causar su predominio
en la comunidad humana. Ni siquiera tiene nombre.27

LA AMBIVALENCIA DE LA TECNOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

El rasgo distintivo de la nueva razón de fuerza mayor se manifiesta


en el progreso acelerado del poder tecnológico. No obstante, no
hay que identificar a la tecnología sin más con la razón de fuerza
mayor. Ésta no se agota en el fenómeno de la expansión acelerada
de la tecnología, ni toda acción tecnológica responde de la misma
manera al imperativo de la nueva razón. Nicol reconoce que la tec-
nología no es en sí misma razón de fuerza mayor, ajena al hombre,
pues todavía corresponde a ella la inventiva y la creatividad de
medios (aunque no de fines). ¿Cuál es entonces la novedad y el
peligro de la tecnología contemporánea como sistema mundial de
acciones pragmáticas?

El rasgo saliente del régimen que se anuncia es justamente un pro-


greso acelerado de la tecnología, y su intromisión insoslayable en
todos los ámbitos de la vida. La tecnología, sin embargo, es obra
de razón: no es producto natural, sino una forma humana de rela-
cionarse con la naturaleza. Una, entre varias. La novedad consis-
tiría en que la relación tecnológica viniera a ser la única posible.
La exclusión de las demás le arrebataría a ella la propiedad origi-

27
Ibid., p. 255.
EDUARDO NICOL 265

naria de una obra elegida, variable en el curso histórico de acuer-


do con los proyectos humanos. […] La nueva razón tiene que ser
de alguna manera directiva […], ha de apuntar hacia un fin, aun-
que este fin no sea elegido entre varios posibles. […] La razón del
nuevo régimen obtiene su fuerza mayor de esa univocidad. […]
El fin primario de preservar la vida de la especie, al excluir a to-
dos los demás fines, invalida la libertad inherente a la razón
proyectiva; pero el régimen consiguiente no será meramente bio-
lógico, mientras la consecución del fin requiera una tecnología cada
vez más compleja. La libertad, como ejercicio de la capacidad de
tomar decisiones, se contrae al dominio de la razón inventiva, que
atiende a los medios.28

A lo largo de las disquisiciones nicolianas se puede observar el


carácter ambiguo de la tecnología: por un lado, es todavía un ins-
trumento de la civilización —si es que un complejo sistema de me-
dios tecnológicos pueda ser considerado como un instrumento. Sin
embargo, Nicol advierte, por otro lado, que la razón de fuerza ma-
yor ha convertido a la tecnología en una actividad uniformadora
de la vida, y que impera como una nueva necesidad para la super-
vivencia humana. La ambigüedad de la tecnología oscila entre su
carácter instrumental y su capacidad para actuar cada vez más como
fuerza autónoma en relación con la diversidad de fines proyectivos
históricos, precisamente porque se ha convertido en un sistema de
acciones que uniforma y reduce los fines vitales. Esta ambigüedad
en los textos nicolianos deriva de un inadecuado análisis de dos
dimensiones distintas de la tecnología: como objeto o instrumento
y como sistema global de la acción pragmática.
En muchos pasajes de las obras de Nicol que hemos analizado
habría que interpretar la “tecnología” como la totalidad de los me-
dios técnicos y su racionalidad pragmática inherente, y ya no como
mero instrumento, como simple objeto técnico. Entendida así, la
“tecnología” ha dejado, efectivamente, de estar subordinada a los

28
Ibid., p. 251.
266 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

diversos fines vitales que la sociedad le asignó en la historia; ahora


tiene un solo fin: asegurar la subsistencia; y para ello debe ser capaz
de planear, calcular, emplazar a la naturaleza y la sociedad en aras de
la mera supervivencia material; por eso se expande y se impone
universalmente e intensifica su poder por necesidad, por razón de fuerza
mayor, suplantando o subordinando otras formas de praxis. La tec-
nología contemporánea está dejando de ser un simple medio para
nuestros fines para convertirse en el único medio posible. Pero más
que a la mera subsistencia ciega, habría que agregar al planteamiento
de Nicol que la tecnología contemporánea responde a fines objeti-
vados, absolutizados y desprendidos de las decisiones individua-
les, que derivan del poder económico, militar y político. Además, la
tecnología actual no sólo se destina a la mera subsistencia, también
ha creado una infinidad de medios imprácticos, inútiles y derro-
chadores de los recursos naturales.
Nicol ha interpretado la forzosidad de la nueva razón como
una especie de imperativo, como un acicate con que la necesidad
natural nos fustiga: la preocupación por subsistir en un mundo
superpoblado, con recursos naturales más escasos, y nuevos y gra-
ves problemas ecológicos de orden global (como los que están sur-
giendo del cambio climático) que acarrearán un cúmulo de proble-
mas sociopolíticos.
Como la tecnología está concentrada en resolver los problemas
de la subsistencia, Nicol señala que ella no podría asumir la fun-
ción de proyección de fines vitales, pues la praxis tecnológica, a
diferencia de la ciencia, no es una actividad vocacional.29 La tecnolo-

29
El concepto de vocación es en Nicol la clave para entender su idea del
hombre. La vocación es un llamado que responde a un diálogo constante con la
comunidad. El ser humano debe elegir entre diversas posibilidades existenciales.
La vocación es un impulso interior que responde al llamado de la comunidad
histórica. El llamado es posible porque el ser del hombre no está dado con una
limitación final, sino con una limitación inicial que lo impulsa a proyectar su
vida en función de una idea autoconsciente: “La realidad no se ofrece frente a
nosotros como esa variedad de cosas, siempre extrañas, en cualquier orden,
sino precisamente como un mundo, como realidad habitada, como un tejido com-
plejo de rutas vitales y recorridas. Cada forma de vida consagrada por una
EDUARDO NICOL 267

gía no es una vocación libre porque siempre ha actuado como res-


puesta necesaria ante las presiones que la naturaleza ejerce. Y en
este rasgo en nada se diferencia la tecnociencia contemporánea de
las técnicas más antiguas. Para Nicol, la innovación y la creatividad
tecnológicas de medios no son datos suficientes para considerar a
la tecnología moderna como una vocación humana. A pesar de la
sofisticación y la innovación constante, las acciones tecnológicas de
ahora responden de igual modo a la necesidad natural, tal como
siempre lo han hecho a lo largo de la evolución humana.
La técnica —principalmente en los últimos dos siglos— ha con-
tribuido, sin duda, a la humanización del mundo, pero sólo mien-
tras estuvo subordinada a un proyecto o idea del hombre; es decir,
gracias a que el ser humano poseía la capacidad para diversificar su
existencia mediante otras formas no pragmática de relacionarse con
la realidad, a través de actividades desinteresadas. La técnica contri-
buía a la libre elección de fines humanos porque en ella se afirmaba
la creatividad y la capacidad inventiva; pero siempre ha servido, al
mismo tiempo, a la misma finalidad: asegurar la subsistencia. Ello
significa que si la capacidad humana para proyectar fines vitales
declinara, la tecnología (así haya alcanzado la sofisticación actual)
queda reducida a la invención de medios para una existencia uni-
formada y empobrecida, que pierde la diversidad histórica que ha-
bía alcanzado. Por consiguiente, el declive de la proyección de fines
diversos de existencia humana se muestra precisamente en el predo-
minio de la tecnología en mundo en el que habitamos hoy en día.
Por ello, Nicol afirma que “no hay diferencia de género, sino
de grado, entre los actos más rústicos del homo faber y los procesos
fabulosamente complejos de la técnica contemporánea”.30 No obs-
tante, si la tecnología se ha convertido en una actividad prioritaria
y determinante de la existencia humana, no es posible que siga sien-
do lo que siempre ha sido, y que entonces, haya sólo una diferencia

existencia anterior es para nosotros como una voz que nos llama, cuyo llamado
atendemos [...]” (Ideas de vario linaje, pp. 288-289).
30
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, p. 20.
268 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

de grado entre las técnicas antiguas y “los procesos fabulosamente


complejos de la técnica contemporánea”, como lo señala Nicol. La
técnica que actúa sin idea del mundo, la técnica que sólo tiene asig-
nada la supervivencia de la humanidad, pero que no puede pro-
veerla de fines diversos, ha dejado de ser un medio para la huma-
nización del mundo. La capacidad técnica había sido lo que el hombre
hacía para subsistir en vistas de un proyecto más allá de la necesidad
natural; pero nunca en la historia ella se había convertido en la úni-
ca de las posibilidades vitales, ni había detentado todo el poder de
determinar la configuración del mundo. Ahora la tecnología no es
sólo lo que la especie humana hace para subsistir, sino lo único que el
hombre podría hacer para seguir existiendo. El mundo tecnológico, en
lugar de promover la diversificación de la vida con todas las mara-
villosas y diversas posibilidades que ofrece, resulta conducirnos,
paradójicamente, a una reducción de las posibilidades vitales.
El peligro que Nicol advierte con el advenimiento de la razón
de fuerza mayor no proviene del auge de la técnica; la actividad
tecnológica sería “inocente”, pues sólo cumple lo que puede cum-
plir: inventar medios. Lo que amenaza a la existencia humana es la
reducción de fines por el predominio totalitario de la utilidad prag-
mática en la praxis. Como señala Nicol, es la vida misma la que se ha
tecnificado por necesidad, porque en ella domina el imperativo de
hacer lo posible sólo para subsistir.
La tecnificación de la vida que Nicol observa no es un fenóme-
no técnico; la técnica requiere una finalidad que ella misma no se
puede dar; la finalidad que se impone ahora proviene de una razón
cuyo designio no lo establece una comunidad histórica de indivi-
duos con proyectos diversos, sino la especie humana de una forma
inconsciente.

Lo peligroso no es la mecanización externa, impuesta uniforme-


mente por razón de fuerza mayor: por la necesidad, que nos some-
te a todos, de emplear máquinas automáticas y toda suerte de uten-
silios y armatostes complicados. […] Éste no es el síntoma más
perturbador de la enfermedad mortal. Proteo se nos muere por
EDUARDO NICOL 269

una especie de mecanización interna, de la cual él mismo no pue-


de ser consciente, porque desfalleció el órgano adecuado, que es
justamente la conciencia. […] Mejor se diría que la mecanización
no es inconsciente: ella es la inconsciencia misma.31

La tecnología ha conquistado la acción directiva de la vida, pero


ya no responde a la capacidad proteica del ser humano. No posee
un designio humanizador con idea proyectiva, sino que es gober-
nada por una razón ciega ante la herencia histórico-proteica de la
humanidad; esta nueva tecnología, sin idea del hombre que la orien-
te, se rige por una razón indiferente ante la historia, pues su única
finalidad es asegurar la subsistencia de una enorme masa humana
que ha crecido desmesuradamente y que comienza a volverse un
peligro para el resto del planeta.
Sin embargo, Nicol sostiene que los hechos actuales nos de-
muestran que, en esta misión sin designio histórico, la tecnología
está fracasando: nuestro planeta está amenazado y la mayoría de la
población mundial subsiste pero no vive humanamente, pues no tie-
ne posibilidades reales de desarrollar un proyecto de vida.
La técnica ya no funciona para adaptar la naturaleza al mundo
humano; ahora es la naturaleza humana la que debe adaptarse al
mundo tecnológico, pues éste será su única posibilidad de supervi-
vencia. Nicol sostiene que el máximo refinamiento de la inteligen-
cia técnica se dirige ahora hacia una lucha por lo más biológicamente
primario, que creíamos haber superado. Según los cálculos más
conservadores, la tecnología no será capaz de proveer los medios
suficientes para satisfacer todas las necesidades de la humanidad.
Nuestra especie está en peligro de no poder asegurar siquiera su
mera subsistencia física. Como “auxiliar biológico de la especie” la
tecnología comienza a ser ineficiente. Nicol percibe que esta inse-
guridad ha acelerado el desarrollo tecnológico y ha expandido su
poder sobre la naturaleza entera y sobre la sociedad.

31
E. Nicol, La agonía de Proteo, p. 104.
270 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Por consiguiente, a diferencia de lo que sostiene Nicol, tene-


mos que concluir que la tecnología sí ha sufrido una mutación esen-
cial: está dejando de ser una actividad que contribuía a la diversifi-
cación de la existencia para convertirse en el medio por el cual la
praxis tiende, cada vez más, a tener por único fin la mera supervi-
vencia. Pero además, la tecnología entró en contradicción consigo
misma (aunque siga siendo creatividad y razón inventiva, como
reconoce Nicol) cuando rebasó el límite de la capacidad humana
para planear y controlar los medios técnicos, y cuando dejó de dar
seguridad racional a la existencia humana. Lo peligroso de su desa-
rrollo ilimitado es que ya no ofrece una seguridad en la provisión
de medios de vida; no garantiza ya el abastecimiento material para
el futuro. Nicol señala que, paradójicamente, el acicate de su acele-
rado desarrollo es el temor de la escasez de medios de superviven-
cia en el futuro próximo para una población mundial que crece de
manera exponencial. En la medida en que ha crecido el poder tec-
nológico aumenta también la incertidumbre de sus efectos y la duda
sobre si podrá resolver, como antes, el problema del abastecimien-
to material de la humanidad.

EL DESEQUILIBRIO ENTRE LOS FINES


DE LA EXISTENCIA Y LA SUBSISTENCIA

Como hemos visto, el surgimiento de la razón de fuerza mayor impli-


ca que en el mundo contemporáneo coexisten dos modalidades de
razón; una, la razón que da razón; otra, esta nueva razón de necesi-
dad, una razón que, sin dar razones, guía de manera forzosa a toda
actividad hacia la utilidad pragmática, y se impone a todos sin de-
signio o idea directriz. La razón se ha escindido, pues, entre una
razón reflexiva y una razón calculadora: la razón que da razón y la
razón de fuerza mayor. Las dos coexisten pero la segunda amenaza
con suprimir a la primera.
La “fuerza mayor” de la nueva razón sólo puede provenir de la
naturaleza, esto es, ella actúa como si fuera una fuerza natural pero
EDUARDO NICOL 271

racionalizada, porque se apropia de los logros históricos de las cien-


cias y la técnica. Esta nueva razón es mayor porque ante su fuerza im-
positiva —que es la presión de la necesidad natural mediatizada en
la razón— nadie se puede sustraer; pero esta nueva razón no la
dirige ni la controla nadie, es anónima y carece de autoconciencia.
De acuerdo con Nicol, la humanidad siempre había podido
responder a las necesidades sin restringir su proyecto histórico a
los actos de mera supervivencia biológica. El hecho inédito en la
historia sería el desequilibrio que surge entre necesidad y liber-
tad, con el consecuente declive de la segunda. Nicol interpreta la
situación emergente como la posible anulación o neutralización de
la capacidad humana de elegir libremente fines diversos.
Pero es preciso preguntarse ¿a qué tipo de necesidades respon-
de la fuerza de la nueva razón? Desde luego no son ya las mismas
necesidades, ni cualitativa ni cuantitativamente, que la humanidad
enfrentó a lo largo de la historia. Ella hacía frente a un conjunto
reducido de necesidades (alimentación, vivienda, energía, materia-
les y combustibles, transporte, principalmente) para una población
limitada que crecía moderadamente, y cuya acción técnica sobre el
medio nunca sobrepasaba globalmente el volumen de recursos na-
turales disponibles ni constituía un peligro para el equilibrio
ecológico del planeta. Por eso el ámbito de la praxis pragmática
estaba restringido y delimitado en el conjunto de la cultura.
Por el contrario, en el mundo tecnológico actual se viven nue-
vas condiciones y nuevas necesidades. En primer lugar, la población
mundial crece acelerada y ahora exponencialmente, se multiplica a
un ritmo nunca antes visto, por lo que el volumen de necesidades
de producción y consumo crece a la par; este ha sido, según Nicol,
el factor más determinante para que la praxis pragmática conquis-
tara un lugar preponderante en nuestra época y para que la tecno-
logía se desarrollara como una necesidad cuasi natural. En segundo
lugar, el portentoso desarrollo de la razón pragmática, manifiesta
en tecnologías cada vez más poderosas, ha creado nuevas necesida-
des materiales y una avalancha de producción (con efectos comple-
jos y perjudiciales sobre el medio ambiente) que alcanza niveles de
272 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

saturación que los ecosistemas terrestres comienzan a ya no poder


resistir. La acción pragmática es ahora de primera necesidad para
lograr satisfacer las necesidades humanas, creciendo a nivel expo-
nencial en cantidad y cualidad; pero su crecimiento amenaza con
sobrepasar las reservas de recursos naturales y los inestables equili-
brios ecológicos del planeta.
Según Nicol, los grandes problemas de la humanidad se con-
vierten ahora en cuestiones de mera supervivencia de la especie:
alimentación, energía, transporte, regulación política, población y
control natal, pobreza, migración, enfermedades y epidemias, gue-
rra generalizada, violencia social, crisis religiosa, luchas interétnicas,
terrorismo mundial, etc.; ante estos problemas la humanidad co-
mienza sólo a dar respuestas tecnológicas, únicamente basadas en
cálculos y en artificios técnicos.
Por tanto, el carácter desproporcionado de las nuevas necesi-
dades de la humanidad desequilibra no sólo la dinámica histórico-
cultural, sino también la relación de la humanidad con la naturale-
za entera. Nicol interpreta esta situación como una regresión de la
comunidad histórica hacia la especie natural, como una pérdida del
territorio simbólico que la humanidad había ganado a las determi-
naciones de la naturaleza. Así, la nueva razón parece ser eficiente
para asegurar la supervivencia de la especie, pero es ciega ante otros
fines vitales; sacrifica la diversidad histórico-cultural en aras de la
subsistencia de todos; y sólo puede mantener a la especie ocupada
en actividades necesarias y forzosas de las que depende la super-
vivencia misma, pero no puede dar riqueza y variedad a la vida
individual y social.
Así pues, la nueva situación vital que suplantaría a la base
existencial del ser histórico se caracteriza por el dominio inevitable
del orden de la necesidad en todos los ámbitos de la actividad huma-
na, la reducción de las dimensiones libres de la existencia, sea en el
pensamiento, el trabajo mismo o la creación artística, y el predomi-
nio totalitario de la utilidad pragmática sobre la actividad libre, que
uniforma la vida por todas partes. Este fenómeno se impone por
fuerza, mediante una imperiosa necesidad. No surge de una doctri-
EDUARDO NICOL 273

na política ni depende de la voluntad humana, se impone necesa-


ria y universalmente. El poder de la nueva razón proviene de la
única fuerza mayor a todo designio humano: la necesidad en la
forma de un imperativo de subsistencia; y por tanto, está suplan-
tando y destruyendo todas las formas de organización política, pro-
ducto de la razón comunitaria; es decir, está suprimiendo toda for-
ma de mediación racional y dialógica de las relaciones de poder.
En suma, también provocaría el declive de la política y de la econo-
mía (que es finalmente una forma de la política) como formas his-
tóricas de organizar la comunidad.

Nuestro problema actual, o el de el futuro próximo, es el inespera-


do descenso, en todas las comunidades, del nivel de la existencia
al nivel de la subsistencia, con el consiguiente peligro de perder la
iniciativa y la variedad, sin las cuales la evolución sería meramen-
te externa. O sea, dicho con el máximo rigor posible: la eventuali-
dad de que la existencia humana deje de ser económica por razón
de fuerza mayor; de que la economía, al hacerse puramente prag-
mática, apunte hacia un fin específico, que ya no sea histórico y
cuya búsqueda requiere la desaparición de los auténticos víncu-
los de solidaridad.32

LA REGRESIÓN DE LA COMUNIDAD HISTÓRICA


A LA ESPECIE NATURAL

En el mundo histórico (que mantuvo el equilibrio entre praxis libre y


praxis necesaria) la humanidad pudo generar distintos proyectos
vitales regidos por diversas ideas del hombre. Al mismo tiempo, el
mundo histórico permitió la humanización del universo natural
mediante el trabajo técnico. En contraste, en el mundo de la razón
de fuerza mayor, la diversidad existencial (histórica, cultural, sim-
bólica) se desvanece y la dirección de la vida la toma una ciega

32
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, p. 82.
274 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

necesidad, que está formando ahora un sistema mundial que uni-


forma la existencia humana.
El ser humano ha construido diversos horizontes vitales que
expresaban, cada uno, una manera distinta y propia, arraigada y
auténtica de ser-en-el-mundo. La crisis de ese mundo histórico signifi-
ca entonces la reducción de la existencia en una nueva mundanidad
uniforme y cerrada, ajena y propia a la vez, escindida entre una
razón de cálculo y una razón reflexiva, entre la diversidad de la
existencia y la uniformidad de la subsistencia. Hay que preguntar-
se una vez más, como lo hace Nicol: ¿qué vitalidad muestra un
mundo unificado por la tecnología moderna, mas no por una idea
del hombre?

El mundo unificado ya no es mundo: no ha sido unificado por un


proyecto cultural. El sujeto que lo habita no es la humanidad his-
tórica, sino la especie, la cual prescinde para su fin de variantes
culturales, y de comunicaciones y lazos entre culturas. La especie
puede alcanzar su fin aunque sus miembros se despedacen. El
resultado del proceso podría ser la sustitución de los fines históri-
cos (obtenidos por el hombre con lucha o sin ella) por el único fin
de la continuidad específica o natural.33

La humanidad dejó de evolucionar significativamente como


una especie desde que la cultura se hizo cargo de su proyecto de
humanización. La humanidad ha evolucionado históricamente me-
diante la formación de la comunidad política, de la polis. La diver-
sidad cultural se construyó sobre la primordial estructura política
de la relación comunidad-individuo, que es una constante históri-
ca variable en las formas y en sus producciones e instituciones, irre-
ducible a la relación natural individuo-especie. En la polis, la rela-
ción individuo-comunidad se ha configurado y reconfigurado a lo
largo del proceso histórico. Gracias a la razón discursiva y deli-
berativa (esencialmente política), se regulaban las relaciones de

33
Ibid., p. 59.
EDUARDO NICOL 275

poder y la violencia misma podía ser controlada, por lo menos, al


interior de la comunidad.
Pues bien, Nicol encuentra que uno de los rasgos distintivos de
una peculiar regresión de la sociedad humana al estatus de una es-
pecie es justamente el fenómeno de la violencia extendida en todos
los ámbitos, locales y globales, tanto al interior de las comunidades
y las familias como en la relación entre pueblos y naciones. En nues-
tros días, a pesar de que todos pregonamos la consolidación demo-
crática de nuestras sociedades, la palabra y el diálogo han decaído
en sus usos políticos. Vivimos también una era de decadencia de la
razón política. En las democracias contemporáneas la deliberación
dialógica es cada vez más ineficaz como vínculo de comunidad y
medio de solución de conflictos. La política se ha vuelto irracional
porque se impone no por argumentos, sino por decisiones de “fuerza
mayor”; cuya fuerza ya no es una razón pensada ni argumentada
en un debate entre facciones políticas diversas. En el espectáculo
mediático en que se ha convertido la política en muchos países, las
corrientes y los partidos se diferencian cada vez menos en lo que
respecta a lo que debe hacerse por razón de fuerza mayor.
Nicol observa que la extensión universal de la violencia se debe
en gran medida a la imposición de lo forzoso, y no a una natural
agresividad que de pronto se inflamara. A tal grado se ha hecho la
violencia sistemática que se ha normalizado en la existencia cotidia-
na.34 La violencia a la que recurren cada vez más los individuos es
más un efecto que una causa de la violencia sistemática y sutil de
nuestros sistemas sociales, y expresa una adaptación a un modo
de vida en que se impone con violencia lo forzoso, o en el que la vio-
lencia se hace necesaria como único mecanismo de regulación polí-
tica y mantenimiento del sistema productivo. Es esta misma vio-
lencia la que se expresa en la destrucción de naciones y guerras
interétnicas, en los diversos mecanismos de control y represión so-
bre los individuos, así como en la devastación sistemáticas de la
naturaleza. Acerca de la violencia del mundo tecnológico Nicol anota:

34
Véase E. Nicol, El porvenir de la filosofía, caps. 8, 11, 24 y 26.
276 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Se ha iniciado en las sociedades contemporáneas una verdadera


cultura de la violencia y del odio. El incremento de la violencia no
llegaría a formar una cultura, si todavía coexistiese con todo lo
que requiere templanza. La violencia forma cultura cuando todo
queda destemplado; cuando deja de ser incidente y se convierte
en predisposición; [...] cuando se preconiza como el único proce-
dimiento eficaz; cuando, en suma, la eficacia se adopta como ra-
zón suprema.35

Si la humanidad sufre una regresión a su estado de especie,


ello implica la paulatina destrucción de formas históricas que per-
mitieron templar los impulsos naturales y lograr que las diversas
comunidades de la historia vivieran, unas más que otras, en relati-
va paz y armonía. Y no es que la violencia sea inherente a la natura-
leza en la “lucha por la vida” o en la selección natural. La violencia
contemporánea parece ser el síntoma de un desajuste, de un quie-
bre de la comunidad histórica. La humanidad no será gobernada
por los instintos y los mecanismos de la naturaleza, pues vivirá en
un mundo artificial en el que rige la nueva racionalidad de fuerza
mayor. El retorno a una forma de vida estrictamente como especie
natural es imposible. El planteamiento de Nicol debe interpretarse
en el sentido de un desequilibrio entre comunidad histórica y espe-
cie natural. La humanidad nunca ha dejado de ser una especie y de
alguna forma los procesos de la selección natural continúan en ella.
Lo inédito y desconcertante de la situación mundana que está sur-
giendo sería la deformación de la comunidad histórica, de la polis,
y la desarticulación de las relaciones entre individuos autónomos y
autoconscientes y una comunidad que, a su vez, se integra alrede-
dor de la conciencia de un origen y un destino comunes.
Ahora bien, por otro lado, la regresión de la humanidad al es-
tado de especie implicaría también el fracaso de la “lucha del hom-
bre ante la naturaleza”. Esa lucha nunca significó una guerra de des-
trucción contra la naturaleza, sino contra las necesidades naturales.

35
Ibid., p. 50.
EDUARDO NICOL 277

La verdadera lucha de la humanidad consistió en dominarse a sí


misma (sus impulsos, sus apremios y temores, su hambre, su sed,
su angustia ante la muerte, etc.) para crear una base existencial se-
gura mediante el trabajo productivo, humanizando la naturaleza.
Según Nicol, la lucha del ser humano en la naturaleza no ha sido
nunca la lucha de la especie como tal, sino la acción conjunta del
homo faber y el homo sapiens para la creación de una comunidad pro-
piamente humana, en lo material y en lo simbólico. El mundo hu-
manizado surgió de esa transformación de la propia naturaleza
humana, por la cual dejó para siempre la regularidad del instinto y
la regulación de la mayoría de los mecanismos de la especie, para
formar una comunidad histórica que plasmaba su identidad en di-
versas formas de la idea del hombre.
Uno de los signos más preocupantes de la disolución de la co-
munidad histórica, y del impensable retorno a la condición de es-
pecie natural, es la uniformidad global de la existencia. Nicol ob-
serva como un indicio peligroso que el mundo unificado por la
tecnología no podrá convertirse en una auténtica comunidad uni-
versal, pues ha provocado ya un desequilibrio entre cultura y natura.
La cultura era el producto histórico que se apoyaba y convivía con la
naturaleza sin destruirla. La lucha histórica de la humanidad ante
la naturaleza no implicó una violencia sistemática, ni contra la na-
turaleza misma ni contra el ser humano, puesto que la fuerza natu-
ral no se contrapone a la historia, más bien es la base y condición de
la existencia histórica. La naturaleza condiciona, limita y obliga, pero
nunca determina por completo ni destruye la libertad humana.
Pero ahora la lucha histórica se desvía hacia un antagonismo
entre naturaleza y cultura. Tal parece que para asegurar la subsisten-
cia, la cultura se dirige contra la naturaleza violentándola, empla-
zándola, exigiéndole que entregue todos sus recursos. Paradójica-
mente, esta beligerancia contra la naturaleza no refuerza la cultura,
sino que la degrada a un nivel inferior dominado por los fines de la
especie, y no por los de la comunidad histórica, es decir, sólo por la
mera subsistencia. Como dice Nicol, el “exceso de cultura” (que se
manifiesta en el ampliado poder tecnológico) que ejerce violencia
278 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

contra la naturaleza, repercute en una disminución de la cultura


que se había desarrollado en equilibrio con la naturaleza.

[...] la fuerza instintiva de la especie, al recuperar la directiva re-


duciendo a uno solo todos los variados fines de la acción históri-
ca, tiene que recurrir a los mismos instrumentos y procedimientos
creados por la praxis histórica: ésta fracasó en su regulación, pero
hay que acentuar la regulación; mecanizó al hombre, pero hay
que aumentar la mecanización; está imponiendo una deshumani-
zación amenguando la capacidad humana de diversificarse, pero
ha de llevar el proceso hasta el extremo, reduciendo al individuo
a una singularidad numérica, con valor puramente estadístico, que
puede y debe sacrificarse siempre que sea necesario para la finali-
dad neutral de la sobrevivencia. La cultura, en suma, se apoyaba
en la naturaleza, y la superaba sin corromperla ni destruirla. Ahora
es la naturaleza humana la que, para recuperarse, ha de someter a
la cultura: la especie ha de emplear los medios culturales para privar
al hombre de sus fines culturales, y realizar el fin natural de su per-
manencia en la tierra. Y como esto es lo necesario pero no lo deseable,
la violencia acompaña al esfuerzo renuente de la adaptación.36

La mediatización entre la naturaleza y la cultura de la que ha-


bla Nicol es el resultado de un declive de la civilización histórica,
porque la diversificación cultural ya no está asegurada con el bien-
estar mínimo. La lucha por la vida desciende, pues, al nivel de una
supervivencia casi instintiva aunque se sirva de la tecnología (que
es producto sofisticado de la cultura).
La misión histórica de la técnica había sido abastecer de recur-
sos y medios de subsistencia. La técnica también aportó una
racionalización de la existencia mediante la prevención y la planea-
ción del trabajo y los recursos, así como de la vida social. Pero la
aceleración creciente del desarrollo tecnológico ya no se sustenta
en la misma seguridad para planear el porvenir; por el contrario, es

36
Ibid., p. 63.
EDUARDO NICOL 279

el efecto de la incertidumbre respecto del abastecimiento material


en el futuro próximo. Las necesidades biológicas ya no están ocul-
tas en la trama de la cultura como aquello que el ser humano habría
de dejar atrás para dedicarse a su propio cultivo espiritual; ahora
están en primer plano, salen del ocultamiento y se instalan como
fines prioritarios.
La cultura aseguraba una relación equilibrada entre la huma-
nidad y la naturaleza en la misma medida en que se había alcanza-
do un cierto control de las necesidades naturales. Pero nuestra cul-
tura tecnológica ha perdido el equilibrio con la naturaleza, en la
misma medida en que su crecimiento se ha desbordado y su poder
ha aumentado al grado de llegar a determinar todos los ámbitos de
la vida.

Pero, en su lucha por la vida, los individuos empiezan a luchar


por una razón de fuerza mayor, y no con la fuerza de su razón.
[...] Se dice que hay “razón de fuerza mayor” en lo inevitable, so-
bre todo en la forzosidad inherente a los hechos naturales. La na-
turaleza, claro está, no tiene razón: tiene fuerza. Nosotros somos
quienes damos razón de su fuerza, porque ésta constituye un or-
den, y llamamos forzosas a las medidas de acomodo que toma-
mos ante el imperio de esa fuerza. Desde siempre, la racionalidad
de la vida histórica ha consistido en el ajuste del orden humano al
orden natural.37

De acuerdo con Nicol, la riqueza del mundo histórico ha con-


sistido en la diversidad de cultura y de formas de praxis, a través
de las cuales el hombre se ha humanizado. Si esta diversidad desapa-
rece paulatinamente, no será signo de que los seres humanos han
preferido un sistema de necesidades que se adoptase libremente
por meros motivos pragmáticos, será indicio de que el ser humano
va perdiendo su capacidad electiva, de que el trabajo deja de ser
productor de cultura aunque produzca los medios de vida, y de

37
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, p. 71.
280 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que la cultura ya no se diversifica porque se contrae al servicio de la


mera necesidad que no es elegida, sino forzosa.
Así pues, la humanidad retornaría sorprendentemente, de
acuerdo con el planteamiento nicoliano, a ser una especie con un
único fin vital: la subsistencia. Ello implicaría una insólita muta-
ción que subvertiría el desarrollo histórico de la humanidad:

¿Puede alterarse la base de la historia? Habíamos creído que las


mutaciones de la historia eran posibles por la misma permanen-
cia de su base. El orden histórico no podía subvertirse. Cambia-
ban las fórmulas; pero sin orden básico no podía haber fórmulas
ni cambios. ¿Qué orden histórico habría de resultar, cuando la ra-
zón, que es la base, se ve suplantada por algo que parece a la vez
racional e irracional? Si lo permanente es la violencia ¿no estaría
la vida basada en la irracionalidad? Es la razón misma la que re-
chaza aquella subversión que la desplazaría de la base. Sin em-
bargo, ¿en qué sentido sería irracional un régimen de vida en cuya
base estuviera justamente una razón: la razón de fuerza mayor?38

Como resultado de esta inversión, “el sujeto de la historia” ya


no serían los individuos y las comunidades, sino la especie. De este
modo, la capacidad de convivencia política también decaería y sólo
sería regulada por la forzosidad y la violencia. Nicol advierte ya
signos de esa violenta adaptación de los individuos a los fines res-
trictivos de la especie, y del decaimiento de la comunidad política,
basada en la decadencia de la razón dialógica y la fragmentación de
la vida social. Vivimos ahora en medio de una lucha incesante
de individuos desligados que tienen que adaptarse a las nuevas
condiciones del mundo tecnológico, las cuales, aunque produci-
das culturalmente, escapan del control de la comunidad. La violen-
cia generalizada y sistemática de nuestra sociedad (como la que se
ha expresado en las revueltas sociales y protestas juveniles en las

38
Ibid., p. 131.
EDUARDO NICOL 281

últimas décadas del siglo pasado) es signo del desequilibrio exis-


tencial que ha creado la razón de fuerza mayor.

EL MUNDO DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR

El diagnóstico nicoliano desarrollado en El porvenir de la filosofía nos


describe la formación de un nuevo régimen de vida regido por la
razón de fuerza mayor. Los rasgos distintivos de ésta son: a) es ra-
cionalidad pragmática destinada a la invención de medios de sub-
sistencia, pero no racionalidad capaz de proyectar fines que res-
pondan a una idea del hombre; b) su fuerza se la da la necesidad de
mantener la subsistencia colectiva, pero no es una fuerza natural ni
es una respuesta meramente “biológica”; c) es una razón anónima,
impersonal, que adquiere los caracteres de fuerza, de presión sobre
la sociedad y el individuo, de imperativo para la acción pragmá-
tica; d) puede caracterizarse como naturaleza mediatizada y razón
mediatizada; y e) es razón no dialógica aunque inteligible, pues no
surge de la comprensión discursiva, sino del cálculo abstracto de
medios; es ciega ante la diversidad de fines históricos (es fuerza
racionalizada cuyo único fin es la subsistencia), es una razón irre-
flexiva y acrítica; se impone por necesidad, pero no se sobrepone
con razones, ni de sus fines ni de sus medios.
El nuevo régimen de la razón se impone con una fuerza supre-
ma que tiende a determinar la vida en un solo sentido; esta es la
base de su fuerza mayor, la cual no es equiparable ni con la fuerza
de las leyes naturales, ni con el régimen histórico de la verdad, ni
con ninguno de los sistemas políticos que han existido. En este nue-
vo régimen de vida aparecería una praxis que no es diversa y libre,
una praxis sometida por entero a la necesidad. Sin embargo, este
nuevo régimen no puede considerarse como un corte radical en la
historia, sino como una nueva etapa en la que la racionalidad sub-
yacente en ella es, por primera vez, ajena a lo humano. De este modo
se produciría una imposible reversión histórica, por la cual la hu-
manidad viviría sólo como especie natural.
282 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

La crisis del régimen de la verdad impondría un retroceso: al per-


der su libertad proyectiva, la humanidad revertiría al estado na-
tural, y una nueva pre-historia sucedería a la historia como post-
historia. Pero la fuerza mayor de la nueva razón es una fuerza
adventicia, que surge inopinadamente: no es la fuerza eterna de la
razón natural.
La reversión es imposible. El rasgo saliente del régimen que se
anuncia es justamente el progreso acelerado de la tecnología y su
intromisión insoslayable en todos los ámbitos de la vida.39

La nueva razón posee, pues, la capacidad para organizar y diri-


gir un régimen de vida que sustituiría al régimen histórico. La con-
secuencia más trascendente de ello que Nicol señala es que si la
razón pierde la capacidad de proyectar fines diversos, el ser huma-
no se pierde a sí mismo como sujeto de su propia historia.
Podemos recapitular, a partir de lo Nicol mismo resume en La
reforma de la filosofía, en ocho aspectos los indicios del surgimiento
de la razón de fuerza mayor. Estos indicios son proyecciones del
actual estado de cosas en el diagnóstico nicoliano. Las tendencias
que se apuntan aquí podrían ser mucho más claras en un futuro
próximo, si es que la escisión de la razón persiste y se acentúa en la
misma orientación que Nicol ha logrado identificar en la situación
actual.

LOS ATRIBUTOS DE LA RAZÓN DE FUERZA MAYOR40

1. La razón de fuerza mayor no es la razón pura o teorética ni razón


científica, que se definen vocacionalmente por el desinterés prag-
mático. Lo que presenciamos ahora, según advierte Nicol, no es
una “apoteosis” de las ciencias, sino quizá su ocaso. Pero, según
Nicol, tampoco se confunde con lo que él llama razón pura-aplicada

39
E. Nicol, La reforma de la filosofía, pp. 250-251.
40
Cf. ibid., cap. VIII, parágrafos 28 y 29.
EDUARDO NICOL 283

que “ha transformado la tecnología; en rigor, que la ha creado. La


praxis utilitaria no es desinteresada por definición: utiliza el logos
desinteresado de la ciencia para desarrollar la técnica. Nace así la
verdadera tecno-logía; pero no nace con ella una razón nueva”.41
Esto significa que la razón de fuerza mayor no se reduce a la tecno-
logía como razón pragmática.
2. La razón de fuerza mayor no se reduce al poder político. La
razón política todavía está próxima a la razón que da razón, puesto
que el ejercicio del poder es, según Nicol, una posibilidad existencial,
variable, impredecible, incontrolable, y no un hecho de necesidad.
Por ello, lo político es debatible y crea partidarios, adeptos y disi-
dentes. La razón de fuerza mayor, por el contrario, elimina la po-
sibilidad del disenso, y vuelve superfluo el debate.
3. La razón de fuerza mayor no es autoconsciente ni autocrítica,
ya que no puede ni necesita dar razón del ser, pero tampoco de sí
misma ni de su misión en el mundo. Su crítica ha de llevarla a cabo
la razón pura. Es además una razón inexpresiva, puesto que su co-
metido “no es concebir la realidad, sino utilizarla”. Pero esta nueva
razón tampoco debe confundirse con una especie de instinto. Cada
instinto tiene un fin determinado e invariable; en cambio, aunque
el fin de la razón de fuerza mayor parece reducirse a la mera subsis-
tencia biológica, permite la diversidad de la inventiva de los me-
dios tecnológicos. Se puede decir que el sistema de la razón de fuer-
za mayor ha logrado subsumir al logos científico y tecnológico; es
una razón post-científica. “De ahí la dificultad en reconocer la no-
vedad de un régimen cuyo sistema tecnológico funciona, en apa-
riencia, igual que funcionaba bajo el régimen de la verdad”.42
4. La razón de fuerza mayor es indiferente a la verdad. Aunque
ella requiere de la exactitud y la eficacia conceptual para la mani-
pulación de los objetos, y se vale de los métodos de la ciencia y del
instrumental tecnológico, su fin último no es la búsqueda de la ver-
dad. El fin de la nueva razón es la eficacia.

41
Ibid., p. 275.
42
Ibid., p. 277.
284 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

5. La razón de fuerza mayor no es expresiva ni comunicativa. No


declara sus fines ni argumenta sobre la necesidad de ellos. Ésta, dice
Nicol, es la primera razón que no dialoga, es anónima e impersonal
pues no tiene autor, ni surge de alguna doctrina o escuela, aunque
se oculte detrás de ciertas ideologías. Opera sobre la comunidad,
pero no forma comunidad, por el contrario, la destruye lentamen-
te. Sin embargo, la fuerza del nuevo régimen reside también en la
racionalización extrema del lenguaje, lo cual le permite elevarse
hacia una objetividad abstracta. La nueva razón opera con térmi-
nos unívocos y con símbolos uniformados. El lenguaje de la razón
de fuerza mayor ha reducido las cosas y los sujetos, los ha despro-
visto de sus propiedades singulares y los ha uniformado para que
sean cuantificables y programables, conmutables o almacenables.
6. La razón de fuerza mayor no reside en el hombre, no es una
modalidad de pensamiento y no requiere, en rigor, la presencia de un suje-
to. Esta nueva razón determina los fines vitales pero lo hace sin la
verdadera participación de los sujetos, es indiferente al hombre. No
obstante, la razón de fuerza mayor opera en la praxis humana, es
justamente actividad racional conforme a fines, y no mera fuerza
natural ciega. Pero los fines que persigue son los de una subsisten-
cia uniforme. La humanidad comienza a actuar como cualquier otra
especie natural, pero guiada por una racionalidad tecnológica que
se ha extendido en todos los campos de la praxis. En ello reside el
peligro mayor para Nicol, pues el individuo y la sociedad perma-
necen inconscientes del predominio de la razón de fuerza mayor.
7. Por la índole de esta imposición forzosa de la razón de fuer-
za mayor, ella no sólo no ha dado paz, sino que ha generado una violencia
creciente. La nueva razón es temible y peligrosa no sólo por su fuer-
za, sino porque el desarrollo de medios tecnológicos cada vez más
poderosos se basan en la incertidumbre esencial sobre la eficacia y
eficiencia de sus acciones. La subsistencia está en peligro, en térmi-
nos económicos, políticos y ecológicos, en la misma medida en que
esta nueva razón se ha impuesto como única vía para ordenar y
organizar la existencia de la humanidad.
EDUARDO NICOL 285

8. La razón de fuerza mayor también es peligrosa porque se ma-


nifiesta con una neutralidad ética. La razón de fuerza mayor es indife-
rente respecto de la moralidad de sus acciones, respecto de los fines
y valores humanos. La fuerza de la nueva razón proviene de su
univocidad y de su carácter unilateral.

Finalmente, Nicol señala estos rasgos positivos:

1. La razón de fuerza mayor es útil. En nuestro mundo no sólo


es necesaria, sino imprescindible. En tanto que su fin es la salvación
de la subsistencia humana no puede ser ignorada.
2. La razón de fuerza mayor es calculadora y programática. Es un
sistema que ordena y dispone la estructura material del mundo. En
las condiciones complejas para la subsistencia humana se ha vuelto
una necesidad.
3.La razón de fuerza mayor es uniforme y universal. Esta razón
calculadora uniforma los objetos, los instrumentos y los fines de la
praxis. Trasciende las barreras culturales y subjetivas y puede ex-
tenderse de modo automático mediante lenguajes formalizados
como el de la informática.
4. La razón de fuerza mayor es sistemática. Ordena el mundo
cuantificando la producción y la reproducción de la vida social.

El sistema racional sin verdad es un sistema con finalidad biológi-


ca; la cual, por ser inalterable, excluye la responsabilidad: el fin no
es una alternativa. El sistema libre o abierto es responsable de va-
rias maneras: responde ante el ser, por la posible discrepancia entre
el ser y el pensar; responde por los procedimientos, que pueden
ser inadecuados ; responde ante la cofradía de los doctos, y ante la
comunidad entera, pues el sistema es una comunicación que tiene
un destinatario. Verdad es responsabilidad.43

43
Ibid., p. 293.
286 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

5. La nueva razón es poderosa y eficaz. Crea nuevas posibilida-


des, perfila líneas de acción, pero su fuerza mayor le permite ope-
rar con irresponsabilidad respecto de sus efectos en el mundo hu-
mano y en la naturaleza. Y esta irresponsabilidad es la condición de
su eficacia. Frente a ella, la razón pura es impotente.

EL IMPERIO DE LA NECESIDAD SOBRE LA LIBERTAD,


¿DESTINO INELUCTABLE?

De acuerdo con el pronóstico nicoliano, si triunfara la razón de fuerza


mayor, el sujeto del mundo ya no sería el ser histórico, sino la espe-
cie, la colectividad, la masa. En el rumbo actual que van tomando las
cosas parece imposible recuperar el equilibrio entre la naturaleza y
la historia. La contradicción entre la diversidad histórica como agente
de la libertad y la uniformidad técnica como agente de la necesidad
habrá escindido el mundo. Pero además, la técnica contemporánea
ya no funciona para adaptar la naturaleza al mundo humano; aho-
ra es la naturaleza humana la que debe adaptarse al mundo tecno-
lógico, pues éste será su única posibilidad de sobrevivencia.
Nicol nos ha revelado que con el advenimiento de la razón de
fuerza mayor no sólo está en peligro la filosofía, sino la capacidad
misma de dar razón del mundo y de criticar las condiciones de la
existencia humana. Si el lugar de la filosofía es inseguro e incierto
hoy, esto afecta a todos en el mundo; pues es el hombre mismo, en
su capacidad de comunicación racional, el que está inseguro en un
mundo que ya no le pertenece del todo y del que no posee una idea
clara, como la tendría si fuera una obra elegida y producida por él
mismo.
El diagnóstico nicoliano sobre el advenimiento de la razón de fuer-
za mayor anuncia un funesto destino. Nada parece impedir el por-
tentoso desarrollo de la nueva razón. Empero, Nicol concluye que
la filosofía ha de realizar una nueva tarea de reforma de su funda-
mento ético (quizá la última posible); es decir, la filosofía ha de
persistir en su quehacer propio, aunque perciba que su destino es-
EDUARDO NICOL 287

tá amenazado. La filosofía tendrá que recuperar la confianza en


sus fines: dar razón del mundo. Nada invalidaría la misión de la
filosofía y de las vocaciones libres. Nicol confía en que, si acaso
llegara el fin, tales obras perdurarían como testamento de lo que la
humanidad es capaz de ser. Si el temor es infundado y el diagnós-
tico del presente nunca se confirma, tanto mejor para el porvenir
de la filosofía. Nicol señala que incluso sería deseable que la refor-
ma del ethos vocacional de la filosofía resulte inútil.
Como hemos visto, la razón de fuerza mayor ya no es una racio-
nalidad propiamente humana, de hecho es indiferente a los fines
humanos y constituye una modalidad de enajenación suprema. Se
trata, pues, de una forma de razón “irracional” y de un desenlace
inesperado de la evolución histórica. Nicol no deja escapatoria: “del
orden de la libertad, la vida humana se transportaría al orden de la
necesidad”. Si el régimen de la razón de fuerza mayor acaba por
suprimir a la razón teorética, entonces la humanidad habría retro-
cedido a ser una especie natural entre otras.

Es sobre-humana la razón de fuerza mayor en tanto que es anóni-


ma. Con la conciencia de mi propia humanidad, yo puedo afirmar
que esta fuerza se ejerce en mí, y para mí; pero no por mí. Esta
razón es mía, porque es razón; pero no es mía su fuerza mayor. Lo
que se impone, en cierta medida me es ajeno; y sin embargo, es al-
go propio, si se constituye en base de mi vida. La nueva razón es
propia y ajena a la vez.44

Ciertamente, el predominio de la razón de fuerza mayor es co-


rrelativo de la declinación de la razón pura y dialógica, pero creo
que Nicol extrapola los rasgos de la racionalidad tecnológica y los
eleva hasta un grado irracional y sobre-humano. Si esto fuera así,
entonces la humanidad sería absolutamente impotente y sólo le
quedaría resignarse a perder el sentido de su ser histórico. Pero el
hecho mismo de que la razón teorética todavía pueda dar cuenta de

44
Ibid., p. 282.
288 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

la nueva razón que la amenaza, indica que la humanidad conserva


la capacidad de una razón autoconsciente.
No obstante, hay que señalar, por otro lado, que Nicol anticipa
posibles escenarios futuros y no hechos consumados: las descrip-
ciones de la razón de fuerza mayor son acontecimientos que, si bien
se gestan en el presente, sólo se consolidarían en el futuro. No po-
demos saber si ese mundo dominado por la razón de fuerza mayor
se hará realidad. Pero la descripción nicoliana de ese escenario po-
sible interviene ya en el curso de los acontecimientos, apelando a la
conciencia humana para evitar el advenimiento del mundo unifor-
mado por los fines pragmáticos.
Ahora bien, quizá la situación sea más compleja que una even-
tual disyuntiva entre la libertad y la necesidad. La historia no termi-
naría con el predominio de la razón de fuerza mayor, ni la libertad se
anularía por completo en el nuevo régimen de necesidad universal,
puesto que existe la posibilidad de la coexistencia de las dos formas
de razón; esto es, quizá sea más probable el escenario de una razón
escindida, que el dominio absoluto de la razón de fuerza mayor.
Lo que parece ser el mayor riesgo del advenimiento de la razón
de fuerza mayor es una especie de inconciencia colectiva y de diso-
lución de la responsabilidad (que ya había planteado Günther
Anders). La razón de fuerza mayor implica el surgimiento de una
acción colectiva que es muy eficaz en los medios pero que pierde
conciencia cabal de sus fines. Por eso, el poder tecnológico se vuel-
ve de algún modo autónomo, se impone a todos sin designio, por
fuerza de necesidad, y nadie parece hacerse responsable de sus efec-
tos negativos o problemáticos. La razón de fuerza mayor es el signo
de la inconciencia misma que la sociedad actual ha demostrado
ante un poder tecnológico, que crece desmesuradamente causan-
do ya una serie de desajustes ambientales y sociales.
En la situación de una escisión de la razón, todavía es posible
que la humanidad recobre la conciencia sobre su destino común
(que incluye al resto de la comunidad de seres vivos) para que in-
tente regular y controlar el enorme poder tecnológico del que aho-
ra dispone. Pero esta escisión de la razón refuerza la incertidumbre
EDUARDO NICOL 289

sobre nuestro futuro. No sabemos si el triunfo de la razón de fuer-


za mayor es un destino fatal. Para Nicol constituye, al parecer, sín-
toma de la agonía de Proteo y anuncio de un desenlace inevitable
de la historia humana:

Del porvenir sabía el hombre que tenía un fin infalible, que es la


muerte. No podía saber que tal vez tuviera la vida un fin en plena
vida: que pudiera morir Proteo mientras la humanidad subsistía.
El porvenir cerrado es la agonía de Proteo; su muerte vendrá cuan-
do todos seamos iguales, y no ocurra nada nuevo. Sabemos, por
lo menos (pero es triste ganancia), que dejará de haber forma, for-
ma humana, cuando nadie sea capaz de transformarla.45

Pero si la razón no se vuelve ajena al hombre, si la razón de


fuerza mayor no puede ser absoluta, entonces la humanidad tiene
la responsabilidad de preservar las condiciones para la diversi-
ficación de su existencia, así como continuar con la misión de
la razón teorética para preservar el régimen histórico de la verdad. La
razón pura, aun viva, se enfrentará a una nueva modalidad de ra-
zón que se objetiva y se hipostatiza; luchará contra una fuerza mu-
cho mayor a la suya. Y aunque sólo el excesivo optimismo puede
hacernos creer que el peligro no es real, tampoco podemos augu-
rar el triunfo absoluto de una razón in-humana o sobre-humana, y
el surgimiento de una humanidad incapaz de ser consciente de sí
misma.
De cualquier forma, los rasgos de la razón de fuerza mayor
nos señalan los objetivos éticos de la razón que da razón: fortalecer la
capacidad humana para deliberar y dialogar sobre nuestro destino
común; para ello, es indispensable apelar a la presencia compartida
del ser como base, para fundar las condiciones universales de un
nuevo acuerdo o contrato social, pero esta vez de orden mundial,
en vistas de construir un entorno material sustentable y en equili-
brio con la naturaleza. La finalidad de ese acuerdo es la preserva-

45
E. Nicol, La agonía de Proteo, p. 116.
290 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ción misma de una razón dialógica, siempre imperfecta y perfecti-


ble, pero que es capaz de proyectar la existencia más allá de la ne-
cesidad natural, mediante actividades que se han liberado de las
necesidades apremiantes de la subsistencia. De ese modo, es posi-
ble evitar una época de verdadera barbarie tecnológica.

La tradición de nuestra cultura occidental se comprende sólo como


una armonía interior, sostenida entre dos formas de la vitalidad
humana: la que produce lo útil y la cultiva lo inútil; la que se ejer-
cita “al día” y la que logra erguirse un poco por encima del curso
de los días. […] la cultura de una comunidad o de una época era
tanto más valiosa cuanto mejor lograba el acople o armonía de sus
dos vitalidades necesarias. Porque lo inútil se juzgaba necesario
también. E incluso cuando se alteraba la proporción y quedaba
una cultura desvalida, por decadencia de su ánimo y de sus recur-
sos materiales, se consideraba salvada, mientras mantuviera con
fuerza creadora los otros recursos, los que solían llamarse espiri-
tuales, o sea los inútiles. […] Algo distinto ocurre cuando se rom-
pe la armonía por el lado opuesto: entonces no hay simple des-
proporción, sino pugna interna. La cultura de lo inútil nunca
entorpeció la de lo útil. Pero no ocurre así a la inversa: la utilidad,
cuando predomina, avasalla. Las dos formas de vitalidad quedan
entonces contrapuestas, como si fueran incompatibles. Llamába-
mos barbarie, que es una forma de muerte, a la forma de vida de
una comunidad que sólo cultiva su vida física. […]46

La razón misma se ha partido en dos: la razón de fuerza mayor


que domina en el mundo tecnológico y la razón que da razón que se
le enfrenta mediante el análisis del mundo que aquélla está cons-
truyendo. Como ha dicho Nicol, la crítica de la razón tiene que ser
ahora “crítica de las dos razones”; pero dicha crítica de razón pura,
incorpora como parte del método el temor y la incertidumbre so-
bre el porvenir, y busca afirmar la razón vocacional que fundó la

46
E. Nicol, El porvenir de la filosofía, pp. 334-335.
EDUARDO NICOL 291

filosofía, advirtiendo del peligro que corremos si en el mundo si-


gue imperando la razón de fuerza mayor.
Ni con el más acertado y preciso ejercicio filosófico podríamos
suprimir ese temor y esa incertidumbre; por el contrario, ellos son
la base de un nuevo deber, de una nueva posición ética que, temien-
do por el porvenir del ser del hombre, genere una nueva reflexión
sobre su destino como ser histórico; y ante la incertidumbre, nos pon-
ga en guardia contra las manifestaciones mundanas del predomi-
nio que esa nueva razón ejerce sobre todos los órdenes de la praxis
y sobre el ámbito propio de las vocaciones libres.

El hombre ha de reanudar la lucha que ha tenido que ir abando-


nando; la lucha auténticamente histórica, en la cual él aparece como
sujeto problemático. El problema será vivo mientras haya una fi-
losofía que lo manifieste. Pero es inherente al problema la igno-
rancia de su desenlace. No podemos anticipar si las decisiones
humanas lograrán que la tecnología vuelva a tener en la existen-
cia el sitio de un auxiliar, que tuvo desde su inicio histórico; en
este caso, auxiliar de unas decisiones salvadoras. Lo que sí puede
asegurarse es que ésta es la última posibilidad humana.47

47
Ibid., p. 171.
HANS JONAS: UNA ÉTICA
PARA EL MODERNO PROMETEO

Si el poder tecnológico empezara realmente a con-


feccionar las teclas elementales sobre las que la
vida tendrá que tocar su melodía […]: entonces,
pensar en lo humanamente deseable y en qué
debe determinar la elección —en pocas palabras,
pensar en la “imagen del hombre”— será más
imperioso y más apremiante que cualquier pen-
samiento que pueda exigirse a la razón de los
mortales. La filosofía, confesémoslo, está lamen-
tablemente falta de preparación para esta tarea,
su primera tarea cósmica.

Hans Jonas

A HANS JONAS debemos la formulación de una ética de la responsabi-


lidad para responder al desafío que el incremento desproporciona-
do del poder tecnológico ha lanzado al ser humano. Esta ética para
la “civilización tecnológica” plantea por primera vez que la natu-
raleza y el futuro de la humanidad están ahora a nuestro cuidado.
Desde una inspiración kantiana, Jonas intenta fundamentar los prin-
cipios y los nuevos imperativos de tal ética. El pensador alemán
apela al despertar de la conciencia humana para que asuma la res-
ponsabilidad que le confiere su poderío técnico ampliado. La hora
decisiva para la humanidad ha llegado y, por ello, Jonas lo asu-
me con total seriedad: el futuro depende de una resolución ética
por la que los seres humanos se decidan a actuar desde ahora para
evitar que suceda un desastre mayor que destruya las condiciones
de una vida auténticamente humana.
292
HANS JONAS 293

Hans Jonas nació en 1903 en Mönchengladbach, Nordrhein-


Westfalen (Renania del Norte-Westfalia), en una familia judía dedi-
cada a la industria textil que se mantenía fiel a la tradición religiosa
(su abuelo materno era rabino). En 1921 ingresó a la Universidad
de Freiburg para estudiar filosofía e historia del arte. Tuvo entre
sus profesores a Husserl, Jaspers y Heidegger. Éste último influyó
decisivamente en su formación; Jonas lo siguió a la Universidad de
Marburg en 1924. En 1921 se hace miembro de la corporación
de estudiantes sionistas y posteriormente formará parte de los gru-
pos que preparaban desde Europa la emigración judía a Palestina,
entonces bajo el mandato del Reino Unido. Entre 1921 y 1923 estu-
vo en Berlín continuando con la filosofía y cursando Estudios
Judaicos. En esos años traba amistad primero con Günther Stern
(Anders) y luego con Hannah Arendt (ya en Marburg). Jonas man-
tendrá una relación muy cercana con Arendt el resto de su vida,
que sólo se interrumpió durante dos años por desavenencias en
torno a Eichmann en Jerusalén, en el que Arendt criticaba duramen-
te al sionismo y su decisiva influencia política en la formación del
Estado de Israel.
En Marburg (1924), Jonas entró en contacto con Rudolf Bult-
mann, teólogo experto en el Nuevo Testamento, bajo cuya ayuda,
y con la dirección de Heidegger, elaboró su tesis doctoral (presen-
tada en 1928 y publicada en 1930): Der Begriff der Gnosis [El concepto
de la gnosis]; en este trabajo realiza una lectura del gnosticismo como
base espiritual del cristianismo primitivo, que se basa en la ana-
lítica existencial heideggeriana. En 1930 presenta su tesis de habi-
litación sobre San Agustín y el problema paulino de libertad (pu-
blicada en 1934), y publica su primer libro: Gnosis und spätantiker
Geist. Erster Teil: Die mythologische Gnosis [La Gnosis y el espíritu de la
antigüedad tardía]. Después de la toma del poder del nacional-
socialismo y ante el boicot antijudío que el régimen implanta casi
de inmediato, Jonas sale de Alemania y se exilia primero en Lon-
dres en 1933 y dos años después en Palestina. Al respecto, Jonas
recuerda:
294 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Desde finales de los años veinte me pareció evidente que un gran


peligro se acercaba. Cualquiera podía verlo: en el crecimiento del
partido nazi, antes incluso de que Hitler subiera al poder, veía yo
una cierta fatalidad, a saber, que estos tipos, un día u otro, llega-
rían al poder. Pero lo que jamás imaginé es que se mantendrían
en él.1

En Jerusalén se enrola en la Haganah, organización de auto-


defensa de las comunidades judías en Palestina y reemprende sus
labores docentes en la universidad hebraica. Al iniciar la Segunda
Guerra Mundial, se enrola como voluntario en la armada británica.
Escribe un manifiesto en el que llama a la comunidad judía de Pa-
lestina a luchar junto con los aliados contra el nazismo.2 En 1944
forma parte de la recién creada Brigada Judía del ejército británico.
Dicha brigada se traslada a Italia como fuerza de apoyo y después
entra a Alemania con las tropas aliadas de ocupación. Jonas regre-
só a Mönchengladbach para buscar a su madre, que no había podi-
do emigrar a Palestina (su padre había muerto en 1938); pero se
enteró que ella había sido deportada al gueto de Lodz y finalmente
había perecido en el campo de exterminio de Auschwitz. Viaja a
Marburg y Heidelberg para reencontrar a sus antiguos profesores
Karl Jaspers y Rudolf Bultmann. Regresó al naciente y conflictivo
Estado de Israel, y es llamado a filas nuevamente, pero esta vez en
el ejército israelí para defender Jerusalén entre 1948 y 1949. Des-
pués del servicio en el ejército israelí, decide emigrar a Canadá para
continuar su carrera académica en las universidades de McGill en
Montreal (1949) y de Carleton en Ottawa (1950-1954). En 1955 se
traslada para residir definitivamente en Nueva York y comienza a
impartir cátedra en la New School for Social Research, y lo seguirá
haciendo durante veinte años más.
En 1966 publica uno de sus trabajos más importantes: The
Phenomenon of Life. Toward a Philosophical Biology (edición alemana

1
Hans Jonas, Más cerca del perverso fin y otros diálogos y ensayos, p. 81.
Puede leerse el manifiesto, además de muchos detalles biográficos en H.
2

Jonas, Souvenirs.
HANS JONAS 295

corregida y aumentada en 1973). Jonas desarrolla una filosofía de


la biología que intenta rescatar el sentido teleológico de la evolu-
ción para superar la disyuntiva entre materialismo e idealismo, y
argumentar la continuidad indisoluble entre la humanidad y la
naturaleza. Jonas intenta superar el dualismo tradicional que toda-
vía campea en los análisis fenomenológicos y existenciales plan-
teando que la libertad es la finalidad última de todos los organis-
mos vivos.

Esta ocasión llegó con los años de soldado de la Segunda Guerra


Mundial […] quizá el estar físicamente expuesto, con lo que el
destino del cuerpo se impone con fuerza, su mutilación se con-
vierte en el temor fundamental […] en todo caso, la parcialidad
idealista de la tradición filosófica se me hizo completamente evi-
dente. Su secreto dualismo, un legado milenario, me pareció con-
tradicho en el organismo, cuyas formas de ser compartimos con
todos los seres vivos […] la meta de una filosofía de lo orgánico, o
de una biología filosófica, apareció ante mis ojos, convirtiéndose
en mi programa de posguerra.
[…]
El hilo conductor de la interpretación fue para mí el de la liber-
tad, que creí reconocer, ya en germen, en el metabolismo como tal,
elevarse en el desarrollo animal hacia grados física y psíquica-
mente superiores, y, en el hombre conducida a su cumbre. Es éste,
el riesgo de la libertad, que la naturaleza introdujo con la vida y
su caducidad, deviene cuestión responsable de los sujetos mis-
mos. Con ellos se abre la dimensión de lo moral, que se extiende
como doctrina del deber más allá de la doctrina del ser, pero apo-
yándose siempre en ella.3

A partir de 1967, Jonas empieza a interesarse en problemas


éticos relacionados con el desarrollo tecnológico y comienza a parti-

3
H. Jonas, “Ciencia como vivencia personal”, en Más cerca del perverso fin y
otros diálogos y ensayos, pp. 145 y 148.
296 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

cipar en los grupos pioneros de investigación y deliberación so-


bre problemas biomédicos. Así, forma parte del equipo fundador
del Hastings Center, una de las primeras instituciones académicas
multidisciplinarias de una nueva disciplina: la bioética. En esos años
cuestiona la definición pragmática de “muerte cerebral” y discu-
rre sobre la experimentación biomédica en seres humanos y los
transplantes. Después de su jubilación, en 1976, Jonas se dedica
sistemáticamente a reflexionar sobre la situación moral contempo-
ránea y la crisis ecológica global, temas a los que había sido condu-
cido por sus investigaciones sobre la continuidad y la comunidad
biológica entre el ser humano y el resto de la naturaleza. Como
fruto de esas reflexiones, en 1979 publica en alemán (después de
un largo periodo de escribir en inglés) Das Prinzip Verantwor-
tung. Versuch einer Ethik für die tecnologische Zivilisation [El principio
de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológi-
ca]. Por esta obra recibiría en 1987 el Premio de la Paz de los libre-
ros alemanes.

La ética estaba en mi programa desde hace tiempo como conclu-


sión natural de una filosofía del organismo que, como ha sido se-
ñalado, a partir del fenómeno de la libertad humana, desemboca
en una ética. Pero es distinto si se llega a ella con propósito siste-
mático u obligado por el shock provocado por la realidad. Lo pri-
mero que, naturalmente, se piensa con la palabra shock es la téc-
nica del armamento nuclear. Pero lo que realmente me llevó a la
ética como tarea permanente de vida no fue tanto el peligro siem-
pre evitable del súbito holocausto atómico, sino más bien los efec-
tos acumulativos, que parecen casi ineluctables, de nuestra técni-
ca en conjunto, incluso en su forma pacífica.4

En los años siguientes, Jonas se da a la tarea de ensayar la apli-


cación práctica del principio de responsabilidad en los textos reu-
nidos en Técnica, medicina y ética (1985) y en algunos otros ensayos

4
Ibid., p. 152.
HANS JONAS 297

como La carga y la bendición de la mortalidad. En ellos argumenta


en contra de la transformación biotecnológica de la naturaleza hu-
mana y sostiene que debe aplicarse un sentido de precaución ante
las investigaciones tecnocientíficas que tengan objetivos eugené-
sicos. Finalmente, Jonas murió en Nueva York en 1993.

EL PODERÍO TÉCNICO AMPLIADO


Y LA EXPANSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD

Jonas argumenta, tanto en El principio de responsabilidad (1979) como


en Técnica, medicina y ética (1985), que la tecnociencia contempo-
ránea5 y su poder de transformación del mundo constituye un caso
nuevo para la ética filosófica. La técnica ha cambiado sustancial-
mente porque sus efectos ya no son inmediatos y cercanos. La tecno-
logía actual pone en riesgo las condiciones ambientales de la vida
humana y de otras especies e incluso la integridad biológico-gené-
tica de la humanidad. Jonas advierte, como los demás anunciadores
del riesgo mayor, que la tecnología contemporánea se ha convertido
en un impulso hipostasiado como si tuviera un fin autónomo:

Las bendiciones de la técnica, cuanto más dependemos de ellas,


contienen la amenaza de transformarse en una maldición. Su in-
nata tendencia a la desmesura hace aguda la amenaza. […] junto
a la magnitud y la ambivalencia, otro rasgo de carácter del síndro-

5
Jonas plantea, al igual que Ellul o Anders, que la tecnología contemporá-
nea se caracteriza por una dinámica formal y una transformación sustancial
que la distinguen de la técnica premoderna. La tecnología es más un proceso o
empresa colectiva que un estado o posesión, un impulso universalizado en pro-
greso incesante e ilimitado que ha roto los límites antropocéntricos en los que se
situaba la técnica anterior. Para Jonas, la tecnología contemporánea se ha con-
vertido en objeto de la ética por sus rasgos emergentes más riesgosos: la
ambivalencia de sus efectos, la automaticidad de su progreso y aplicación o
aceptación social, la dimensión global de sus efectos, tanto en el espacio como
en el tiempo, y la ruptura de los límites antropocéntricos (cognitivos y prácti-
cos). Véase H. Jonas, Técnica, medicina y ética, cap. 2.
298 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

me tecnológico que tiene una importancia ética propia: el elemen-


to cuasi-forzoso de su avance, que por así decirlo hipostatiza nues-
tras propias formas de poder en una especie de fuerza autónoma
de la que nosotros, los que la ejercemos, nos volvemos paradójica-
mente súbditos. Sin duda el menoscabo de la libertad humana
debido a la cosificación de sus propios actos se ha dado siempre,
tanto en las vidas individuales como, sobre todo, en la historia
colectiva. […] Con cada nuevo paso (“hacia delante”) de la gran
técnica estamos ya obligados a dar el siguiente y legamos esa mis-
ma obligación a la posteridad, que finalmente tendrá que pagar la
cuenta. […] el elemento tiránico de la técnica actual, que hace de
nuestras obras nuestros dueños y nos obliga incluso a reprodu-
cirlas, representa un desafío ético en sí mismo… más allá de la
cuestión de lo buenas o malas que sean esas obras en concreto. En
aras de la autonomía humana, de la dignidad que exige, de que
nos poseamos a nosotros mismos y no nos dejemos poseer por
nuestra máquina, tenemos que poner el galope tecnológico bajo
control extratecnológico.6

La tecnología ha roto el horizonte antropocéntrico que circun-


daba a la mayoría de los sistemas éticos anteriores, ya sean religio-
sos o seculares. En ellos, sólo el ser humano había sido el objeto
primordial de toda consideración moral. Pero ahora, la naturaleza
entera, con una nueva imagen vulnerable e inestable, surge como
un nuevo objeto de consideración ética ante el poder creciente de la
tecnociencia.
En el pasado, el ser humano no tenía necesidad de plantearse
ningún deber hacia la naturaleza, pues el alcance de su acción téc-
nica no generaba alteraciones significativas en los ecosistemas.7 En

Ibid., pp. 38-39.


6

Jonas apunta al respecto de la inocuidad de la técnica antigua: “Por mucho


7

que el hombre hostigue año tras año a la tierra con su arado, la tierra permanece
inalterable e inagotable; el hombre puede y tiene que confiar en la infinita pacien-
cia de la tierra y ha de adaptarse a sus ciclos. Igualmente inalterable es el mar.
Ningún expolio de sus frutos puede consumir su abundancia, ningún surcarlo
con naves hacerle daño, nada que se lance a sus profundidades mancillarlo. Y
HANS JONAS 299

cambio, la tecnología contemporánea tiene características que han


modificado por completo la relación humana con la naturaleza,
puesto que sus efectos son constitutivamente ambivalentes y de
amplio alcance. El resultado positivo de la intervención técnica no se
puede desligar por completo de posibles efectos negativos no in-
tencionados y ni siquiera previstos; además, las consecuencias tie-
nen alcances espaciotemporales en una escala global. La tecnología
contemporánea desencadena efectos que son irreversibles por el gra-
do de concentración y por su carácter acumulativo.
Pero no sólo la biosfera entera se revela como un nuevo objeto
de responsabilidad en la ética de Jonas, sino también la existencia
misma de seres humanos. En efecto, la supervivencia humana (y
por ende la preservación de un mundo adecuado a su constitución
biológica) se convierte en un imperativo moral; y por ello, el deber
ético no sólo se establece con los contemporáneos, sino con las ge-
neraciones futuras. Así, Jonas plantea una ética que tiene como
objeto de responsabilidad el ser mismo del hombre, pero en vistas
de su supervivencia, y no sólo de su presencia actual.
Es el aumento desproporcionado del poder tecnológico lo que
nos impone la obligación moral de la responsabilidad y la pruden-
cia. El potencial destructivo de la tecnología pone en riesgo la su-
pervivencia de la humanidad porque puede modificar irreversi-
blemente su constitución genética o destruir las condiciones mismas
de la vida humana en el planeta. Estas posibilidades plantean una
cuestión de orden metafísico que la ética nunca se había formulado:
“si debe haber y por qué humanidad8, por qué ha de conservarse el

por numerosas que sean las enfermedades a las que el hombre halle remedio, la
muerte no se somete a sus artimañas” (H. Jonas, El principio de responsabilidad.
Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, p. 27).
8
La filosofía había dado por descontada la presencia del hombre en el mun-
do, pero ahora esa presencia es más que vulnerable. Jonas cree que el
antropocentrismo que caracteriza a la ética tradicional es un obstáculo para plan-
tear el problema del deber-ser del hombre desde un fundamento ontológico: “las
posibilidades apocalípticas que hay en la tecnología moderna nos han enseña-
do que el exclusivismo antropocéntrico podría ser un prejuicio y que, al menos,
precisaría una revisión” (ibid., p. 91).
300 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ser humano tal como la evolución lo ha hecho, por qué ha de respe-


tarse su herencia genética; incluso por qué debe existir la vida”.
Otra consecuencia del carácter ampliado del poder tecnológi-
co es que el saber científico adquiere una dimensión ética nunca
antes imaginada. Ya no basta el mero saber práctico para resolver
los problemas que origina la tecnología. El conocimiento prospectivo
se convierte en un deber ético que implica reconocer la impre-
visibilidad y la ambivalencia de los efectos tecnológicos. En el si-
guiente pasaje, de claras resonancias andersianas, Jonas resume el
planteamiento de la ética de la responsabilidad:

Si la nueva naturaleza de nuestra acción exige una nueva ética de


más amplia responsabilidad, proporcionada al alcance de nuestro
poder, entonces exige también […] una nueva clase de humildad.
Pero una humildad no debida, como antes, a nuestra insignifican-
cia, sino al exceso de nuestra capacidad de hacer sobre nuestra
capacidad de prever y sobre nuestra capacidad de valorar y de
juzgar. Ante el potencial casi escatológico de nuestros procesos
técnicos, la ignorancia de las consecuencias últimas será en sí mis-
ma una razón suficiente para una moderación responsable, que es
lo mejor, tras la posesión de la sabiduría.9

Para Jonas, el origen de la autonomía del poder tecnológico


reside en el proceso de neutralización axiológica del mundo, que se
desprende de la reducción matemática de la naturaleza que empren-
dió la ciencia moderna desde el siglo XVII, y cuya consecuencia prin-
cipal fue la homogeneización cualitativa del entorno natural. El
proyecto moderno de dominio de la naturaleza ha socavado los
fundamentos metafísicos de la ética y, con ello, la posibilidad de
contrarrestar el poder tecnológico mediante criterios y normas
morales. La moralidad quedó encerrada en los postulados forma-
les de la razón práctica y fue confinada sólo al ámbito nouménico

9
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., p. 56. Todas las citas de esta tra-
ducción se han cotejado con el original.
HANS JONAS 301

del “reino de la libertad”, sin poder intervenir en el mundo fenomé-


nico de la naturaleza exterior y, por ende, en la acción técnica. La
modernidad ha carecido, por ello, de una crítica de la razón tecnoló-
gica, porque con cada nuevo logro del poder tecnológico, el sujeto
moderno perdió la capacidad de responsabilizarse del entorno en
el que vive y acabó proclamándose, cual déspota, con un derecho
absoluto sobre la biosfera entera.
No obstante, el incremento exponencial del poder tecnológico
ha propiciado un cambio en la situación vital de la civilización tecno-
lógica. La responsabilidad humana ha mutado de cualidad. Ya no
es una responsabilidad que se circunscribe a los efectos indivi-
duales (de corto alcance en el espacio y en el tiempo) ni sólo a la re-
lación recíproca entre seres humanos. Ahora ha devenido una res-
ponsabilidad colectiva, no centrada en el individuo, y que tiene por
objeto primordial lo que ahora es lo más vulnerable y valioso: la
biosfera y la condición humana.
Jonas es uno de los primeros pensadores que ha intentado cons-
truir de modo sistemático una ética que supere la visión
antropocéntrica de la modernidad, lo cual implica pensar la reali-
dad humana en el contexto de sus vínculos con la comunidad bió-
tica, pero sin que ello derive en una disolución de la singularidad
de la especie humana. Por el contrario, para Jonas la clave de la
nueva responsabilidad se encuentra en el hecho de que la especie
humana es la más evolucionada y la única capaz de autoconciencia.
Por eso, el filósofo judío-alemán sostiene que sólo desde una meta-
física que sitúe adecuadamente a la humanidad en el proceso evo-
lutivo de la vida, y que plantee el fundamento de una obligación
por su ser mismo, es posible responder a la pregunta central que el
poder tecnológico ha suscitado: ¿por qué deben existir seres huma-
nos en el mundo?10 La ética tiene, en su opinión, que fundarse en

10
Por ello, la fundamentación metafísica que Jonas intenta de la responsa-
bilidad humana desemboca en una filosofía de la naturaleza de carácter teleoló-
gico. En ella, propone una continuidad en el proceso evolutivo de la vida, es
decir, la continuidad del espíritu con el organismo biológico y de éste con la
naturaleza, reconociendo que la vida es esencialmente libertad de acción, y que
302 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

esta pregunta metafísica para consolidar un imperativo incondi-


cional que garantice la existencia futura de la humanidad.

La ontología como fundamento de la ética era el punto de vista


original de la filosofía. La separación entre una y otra, que equi-
vale a la separación entre el reino “objetivo” y el “subjetivo”, es el
destino moderno. Su reunificación sólo puede efectuarse, si es que
realmente puede efectuarse, desde el lado “objetivo”, es decir: me-
diante una revisión de la idea de naturaleza. […] sólo una ética
que esté fundada en la amplitud del ser, y no únicamente en la
singularidad o peculiaridad del hombre, puede tener relevan-
cia en el universo de las cosas. […] una ética que ya no se base en
la autoridad divina debe hacerlo en un principio que se pueda
descubrir en la naturaleza de las cosas, si es que no se desea que
sea víctima del subjetivismo o de otras formas de relativismo.11

Ahora bien, la vía que Jonas encuentra como más adecuada


para la formación de la nueva ética acorde con el mundo tecnológi-
co, es la que denomina “heurística del temor” [Heuristik der Furcht]:
sólo la posibilidad de la desfiguración del ser del hombre puede fun-
dar el concepto metafísico del ser humano que ha de salvaguardar-
se. “Solamente sabemos qué está en juego cuando sabemos que está
en juego”. Jonas no se refiere únicamente a la posibilidad de la ani-
quilación física de nuestra especie, sino más bien a la deformación
de la “integridad de su esencia”, es decir, a la posible anulación de
la autocomprensión ética del hombre, como él la denomina: de la
“imagen del hombre” (Menschenbild).12 Por ello, sostiene que más

posee finalidades intencionales en distintos grados (del metabolismo a la sensa-


ción, del movimiento a las emociones, de la percepción a la imaginación, y de
ésta a la razón y el espíritu: de los seres vivos más simples hasta la complejidad
de la vida consciente del ser humano). Jonas desarrolla los elementos de su
filosofía de la naturaleza en los ensayos reunidos en El principio vida. Hacia una
biología filosófica.
11
H. Jonas, El principio vida. Hacia una biología filosófica, p. 327.
12
La noción de “imagen del hombre” remite a la esencial capacidad simbóli-
ca del ser humano. El ser humano es autoconsciente de su propio ser mediante
HANS JONAS 303

que una ética de la prudencia de corte casuístico, la ética de la res-


ponsabilidad que se propone fundar tiene como sustento el “temor”
(Furcht) y el “respeto” (Ehrfurcht) para preservar la integridad de la
esencia del hombre y de su mundo. Jonas cree que sólo estos senti-
mientos serán capaces de activar en los individuos el deber de pro-
teger la “imagen del hombre”, además de la fundamentación ra-
cional y metafísica que ha de intentarse.
Aunque esta empresa parezca desproporcionada, Jonas afir-
ma que el objetivo de su Tractatus technologicus-ethicus es en reali-
dad mucho más modesto que el de la utopía tecnológica que está
en marcha. Ésta se ha apoderado de los sueños más antiguos de la
humanidad por superar su propia condición natural; pero dicho pro-
yecto puede conducir a la humanidad a un riesgo mayor de repercu-
siones irreversibles, mientras que la ética de la responsabilidad sólo
se propone “preservar la permanente ambigüedad de la libertad
[Zweideutigkeit der Freheit] del hombre, […] preservar la integridad
de su mundo y de su esencia frente a los abusos de su poder”.13 Por
eso, la ética de la responsabilidad podría ser caracterizada como
bioconservacionista. Jonas postula que el fin de este conservacionismo
de alcances metafísicos no es otro que el de efectuar una crítica del
ideal utópico de la modernidad, ya que este ideal tecnológico ha
postulado incluso la autotransformación del ser del hombre y su
reconfiguración radical. De cumplirse estos proyectos utópicos se

una representación simbólica, mediante una imagen de su esencia. Pero la ima-


gen misma se convierte en el objeto de conocimiento de su propio ser. Esta
noción también parece remitir a un significado teológico, pues el ser del hom-
bre es la imago Dei, expresión que señala cuando menos el carácter “sacrosan-
to” (así lo nombra Jonas) del sujeto humano. Sin embargo no creo que la expre-
sión deba tomarse literalmente en su sentido religioso porque Jonas intenta
relacionar la “imagen del hombre” con una fundamentación racional del valor
intrínseco y supremo de la existencia humana. También suele utilizar Jonas la
expresión “idea del hombre” para denotar esta representación por medio de
la cual el ser humano conoce y reconoce su propia esencia. En este sentido, la
expresión me parece equivalente a la formulación ontológica de Nicol: la idea
del hombre expresa el carácter proteico de lo humano; es decir, la capacidad de
transformar su propio ser en la historia.
13
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., p. 17.
304 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

daría una particular paradoja en la historia: esa utopía, que ha sido


producto de la libertad humana (en la forma de razón tecnocien-
tífica), ha puesto ya en riesgo el carácter libre y autónomo del espí-
ritu humano; dice Jonas: “por él merece la pena que la humanidad
viva toda esta aventura, pero también es el que destruye las condi-
ciones para la continuación de dicha aventura.”14
La ética tiene el deber, según Jonas, de desactivar esa utopía
tecnológica porque resulta sumamente peligrosa: en el intento por
superar su condición natural, la humanidad puede perder su pro-
pia integridad ontológica. Lo que está amenazado quizá no sea la
supervivencia física del ser humano, sino su existencia como ser
que se ha desarrollado en un reino de valores regidos por la liber-
tad y la autonomía. Por ello, la ética se convierte ahora en una de-
fensa del ser del hombre y de sus condiciones ambientales de vida
contra la “ilusión trascendental” que representa el proyecto tecno-
lógico de transformación y rediseño del ser humano y de la natu-
raleza entera.
Estas nuevas responsabilidades éticas contrastan con la situa-
ción histórica premoderna. A pesar de que en algunas ocasiones
las intervenciones técnicas provocaron algunos daños ecológicos
durante la era pretecnológica, nunca pusieron en riesgo los equili-
brios naturales de los ecosistemas ni la esencia misma de la con-
dición humana. Hasta antes de los últimos dos siglos, las modifica-
ciones ecológicas que los seres humanos causaron fueron locales,
nunca globales. La polis, como hábitat artificial en medio de la na-
turaleza, constituía una pequeña porción en comparación con la
inmensidad de la naturaleza virgen. Por ello, la naturaleza no era
objeto de consideración moral ni de responsabilidad. Sólo en la polis,
el artefacto social por excelencia, las acciones humanas se impreg-
naban de sentido ético: las relaciones humanas constituían el obje-
to de la responsabilidad y de la custodia ética, política y jurídica de
las instituciones. La acción y la intervención sobre objetos no hu-
manos no tenían relevancia ética. Como observa Jonas, entre las

14
H. Jonas, Más cerca del perverso fin y otros ensayos, p. 38.
HANS JONAS 305

técnicas, únicamente la medicina implicaba consideraciones de ca-


rácter moral, puesto que su objeto de intervención era el sujeto hu-
mano mismo.
Así pues, Jonas plantea que la ética tradicional tenía las siguien-
tes características limitantes: 1) la acción sobre objetos no humanos
era éticamente neutra; 2) Sólo tenía relevancia ética el trato directo
entre seres humanos; 3) la entidad “ser humano” se concebía como
algo dado y no como objeto de transformación técnica; 4) el bien y
el mal en cuanto a las acciones se circunscribía a las cercanías del
acto.15 Por ello, el saber práctico que se requería para garantizar la
moralidad de la acción se limitaba a los confines temporales de
corto alcance, y no implicaba ninguna planificación, ni mucho me-
nos el desarrollo de conocimientos especializados.
Debido al limitado alcance que la acción técnica poseía en el
pasado, toda la ética tradicional ha sido antropocéntrica. Como base
de esta visión antropocéntrica se situaba la convicción de que el
ser del hombre no podía ser objeto de transformación técnica.
Pero en nuestra época la ética tradicional de la “proximidad”
ha sido superada por la nueva dimensión global de la responsabi-
lidad humana. Ahora el poder tecnológico ha revelado la esencial
vulnerabilidad de la naturaleza. En la actualidad reclama nuestra
moderación en las acciones técnicas. Jonas ha observado que el he-
cho de tomar conciencia (a través de las ciencias naturales y de la
ecología) del carácter vulnerable de los ecosistemas evidenció el
crecimiento exponencial del poder técnico. Por ello, “la naturaleza,
en cuanto objeto de responsabilidad humana, es sin duda un novum
sobre el cual la teoría ética tiene que reflexionar.”16
Por consiguiente, el saber científico y tecnológico se ha converti-
do en un componente de la moralidad de las acciones. La despropor-
ción que se ha generado entre el hacer tecnológico y el saber científico
tiene ya en sí misma relevancia ética, pues la acción técnica está en
una nueva situación de incertidumbre. “Ninguna ética anterior hubo

15
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., p. 29.
16
Ibid., p. 33.
306 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

de tener en cuenta las condiciones globales de la vida humana ni el


futuro remoto, más aún, la existencia misma de la especie.”17
Así, este ampliado poder tecnológico implica reconocer tam-
bién la ignorancia sobre muchos de los efectos de nuestras inter-
venciones. Por lo que habrá que considerar en la nueva situación
ética no sólo los intereses vitales los seres humanos, sino también
del resto de la comunidad biótica en el planeta, reconociendo fines
intrínsecos en la naturaleza viviente. El concepto del bien moral
tendría que incorporar el cuidado y preservación de la naturaleza.
La ampliación del poder técnico, observa Jonas, ha sobrepa-
sado a todos los empeños humanos y ha suscitado la “contracción
de su ser y de su concepto de sí mismo”. En el mundo tecnológico
el sujeto de la historia no es ya el individuo, sino la sociedad en su
conjunto, es la acción colectiva de la humanidad. Por ello, dice Jonas,
“la esencia modificada de la acción humana modifica la esencia
básica de la política”, y ello implica la necesidad de nuevos impe-
rativos morales de carácter universal.
La expansión de la responsabilidad humana a todo el orbe es
consecuencia también de la eliminación de la barrera que separaba
la naturaleza (biosfera) y la polis (tecnosfera). La polis como enclave
tecnológico se extiende ahora sobre todo el planeta como si fuera
una malla envolvente. Lo natural ha sido subsumido en lo artifi-
cial, y el artefacto global, que es el mundo tecnológico, ha formado
un segundo entorno que ha suplantado al medio natural.
En suma, no sólo la biosfera entera, sino también la existencia
misma de la humanidad son ahora los objetos primordiales de la
responsabilidad humana.

La presencia del hombre en el mundo [Die Anwesenheit des Menschen


in der Welt] era un dato primero e incuestionable del cual partía
cualquier idea de obligación en el comportamiento humano. Aho-
ra esa presencia [Vorhandensein] misma se ha convertido en un
objeto de obligación: la obligación de asegurar para el futuro la

17
Ibid., p. 34.
HANS JONAS 307

premisa primera de toda obligación, esto es, justamente la exis-


tencia de candidatos a un universo moral en el mundo físico. Y
esto implica, entre otras cosas, conservar este mundo físico de tal
modo que las condiciones para tal existencia [Vorhandensein] per-
manezcan intactas, lo que significa protegerlo, en su vulnerabili-
dad [Verletzlichheit], contra cualquier amenaza que ponga en pe-
ligro esas condiciones.18

LOS NUEVOS IMPERATIVOS


PARA UNA ÉTICA ORIENTADA AL FUTURO (ZUKUNFTSETHIK)

Dos hechos condicionan, de acuerdo con Jonas, el surgimiento de


una nueva ética de la responsabilidad; por un lado, la amenaza
sobre la existencia de la humanidad debido a los desequilibrios cau-
sados en los ecosistemas de la Tierra o por la proliferación de ar-
mamentos de destrucción masiva (nuclear, químico y biológico);
por otro lado, también la amenaza sobre la esencia de lo humano, es
decir, sobre la “imagen” que él se ha hecho de sí mismo, puesto
que la nueva tecnología genética podría convertir al ser humano
en una realidad manipulable y transformable por completo, lo que
no sólo podría afectar a unos cuantos individuos sometidos a di-
chos experimentos, sino a la especie entera, en la medida en que se
propalaran dichas alteraciones biofísicas.
Este nuevo factum histórico nos obliga, según Jonas, a formu-
lar nuevos imperativos de una ética para la civilización tecnológi-
ca. El filósofo judío-alemán sostiene que un imperativo moral que
se ajuste al carácter ampliado de las acciones tecnológicas deberá
tener una formulación categórica. Así, Jonas formula nuevos impe-
rativos categóricos en clara referencia kantiana: “Obra de tal modo
que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia
de una vida humana auténtica en la Tierra”19, o negativamente:

18
Ibid., p. 38.
“Handle so, daß die Wirkungen deiner Handlung verträglich sind mit der
19

Permanenz echten menschlichen Lebens auf Erden”, o negativamente: “Handle


308 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

“Obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean destructivos


para la futura posibilidad de esa vida”.20
Estos nuevos imperativos se dirigen más a la política pública
que a la acción individual, y prescriben que no es lícito arriesgar la
supervivencia de la humanidad. El imperativo remite al futuro
posible y no a un presente abstracto, e implica la conservación de
la continuidad de la vida humana sobre la Tierra. La responsabili-
dad ya no se debe orientar sólo hacia los hechos del pasado, sino
hacia las consecuencias futuras de los actos presentes. Así pues, la
ética que requiere el mundo tecnológico es una ética orientada hacia
el futuro [Zukunftsethik].21
Los imperativos categóricos propuestos por Jonas indican que
no tenemos derecho a arriesgar las condiciones para la existencia
de las generaciones futuras; es decir, que no es lícito elegir (inten-
cionalmente o por omisión) su no-existencia porque tenemos una
obligación para con ellos, pues su posibilidad para existir depende
de lo que hagamos y decidamos ahora con respecto a la naturaleza
humana.

so, daß die Wirkungen deiner Handlung nicht zerstörerisch sind für die künftige
Möglichkeit solchen Lebens”.
20
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., p. 40. Jonas da otras dos versio-
nes: “No pongas en peligro las condiciones de la continuidad indefinida de la
humanidad en la Tierra” o “Incluye en tu elección presente, como objeto de tu
voluntad, la futura integridad del hombre”.
21
Jonas señala que la dimensión del futuro también perteneció a otros mode-
los éticos anteriores, por ejemplo, la ética cristiana con vistas a la salvación eter-
na del alma, la ética del legislador y del gobernante por el bien común o la ética
de la utopía tecnológica moderna, en particular la del marxismo como una es-
pecie de escatología secularizada. En ésta última ve Jonas un ejemplo de una
ética orientada al futuro de amplio alcance, en tanto que preveía como objeto de
transformación a toda la humanidad. Componente esencial de la utopía mar-
xista era el despliegue del poder tecnológico sobre la naturaleza. Pero el poder
tecnológico ha sobrepasado los objetivos humanizadores del marxismo y de los
socialismos “realmente existentes”, pues esta utopía se sustentaba en la posibi-
lidad de controlar y dirigir la técnica como un simple instrumento. La ética de
la responsabilidad de Jonas tiene una aguda visión crítica de la escatología
secularizada del marxismo porque muestra que la tecnología contemporánea no
puede ser controlada a voluntad ni puede ya sostenerse en una utopía basada
en el progreso material ilimitado.
HANS JONAS 309

LA “HEURÍSTICA DEL TEMOR” (HEURISTIK DER FURCHT)

Si ya no es la inspiración de la esperanza, quizá sea entonces la


exhortación del temor lo que nos haga entrar en razón. Sólo que el
miedo en sí mismo no es una actitud humana demasiado noble,
aunque sí que está muy justificado. Y si realmente hay algo que
temer, la propia disposición al temor legítimo se convertirá en un
imperativo moral.22

Según Jonas, el surgimiento de una ética de la responsabili-


dad, necesaria y posible en nuestros días, requiere una “heurística
del temor”; es decir, de una reflexión que prevenga la posibilidad del
peor de los escenarios futuros: la extinción de una humanidad capaz
de asumir responsabilidad ética. La ética orientada al futuro tiene, por
ende, dos deberes primarios: a) procurar que los individuos se re-
presenten los efectos remotos de la acción tecnológica, y b) estimu-
lar el sentimiento apropiado de “temor” ante la posibilidad de es-
cenarios catastróficos. El temor al que apela la nueva ética debe
surgir de una disposición voluntaria a dejarse afectar por un mal
posible para las generaciones futuras. Pero esta representación del
temor ante el summum malum es una tanto artificial porque sería la
imagen de algo no experimentado y que, en efecto —como señala
Jonas—, no tiene analogía con la experiencia pretérita y presente.
Esto es, no podemos experimentar el sentimiento de temor por la
aniquilación de la existencia humana porque este hecho sobrepasa
todo lo conocido.23 A diferencia de la función que ejercía el temor
en la filosofía de Hobbes, por ejemplo, es decir, un temor empírico
ante la muerte personal, que es claramente imaginable como una po-
sibilidad inminente, la “heurística del temor” de Jonas apela a la
representación abstracta de una posible aniquilación de toda la hu-

22
H. Jonas, Más cerca del perverso fin…, p. 119.
23
Günther Anders sostenía que el hombre ya no es capaz de representarse o
imaginarse los efectos de su poder tecnológico, y por ello ya no es capaz de
temer por las consecuencias. Véase supra capítulo sobre Anders.
310 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

manidad o la desfiguración de la esencia humana, fenómenos que


están más allá de nuestra experiencia.
La heurística es un procedimiento de descubrimiento. Como
tal, la heurística que desarrolla Jonas tiene como objetivo descubrir
el valor intrínseco del ser humano para poder adoptar medidas
que lo protejan. El argumento de Jonas consiste en que si imagina-
mos que algo que posee un alto valor está en peligro de ser destrui-
do, entonces nos representaremos su existencia bajo la sombra del
temor, y reconoceremos su valor intrínseco para protegerlo. Su mera
existencia se convierte así en un imperativo. Ser responsable en los
tiempos tecnológicos actuales implicará, por tanto, cultivar el mie-
do representándonos siempre el peor escenario futuro, haciendo
caso a los peores pronósticos y desconfiando de las más optimistas
visiones tecnoentusiastas.24
La maximización de todos los peligros se concreta en una sola
posibilidad: la desfiguración de la imagen ontológica del hombre.
Sólo esa posibilidad debe ahora impulsar su defensa. El motor de
la responsabilidad moral lo encuentra Jonas en el temor fundado
de que esa imagen esté amenazada.
Ciertamente nos resulta más fácil saber cuál sería para noso-
tros el mayor mal que determinar cuál es el mayor bien. El conoci-
miento de mal mayor es fáctico y se relaciona con la imagen fenomé-
nica del ser humano que hoy tenemos: un ser finito y vulnerable,
intersubjetivo, consciente de sí, ambiguo moralmente, pero capaz
de asumir la responsabilidad de sus acciones en el mundo. El mal
mayor podemos representárnoslo como la desaparición de la hu-

24
En una entrevista Jonas comenta: “en auxilio de la buena voluntad nece-
saria podría acudir algo muy involuntario […]: el shock ante catástrofes reales y
repetidas de menor magnitud que nos infunda el terror pertinente frente a la
gran catástrofe, con la que el desenfreno tecnológico nos amenaza en un futuro.
Chernobil y la muerte de los bosques han hecho más para la mayoría que toda
la predicación de previsiones abstractas. […] No es halagador para el hombre
que tenga necesidad de ello, pero para mí forma parte de una modesta esperan-
za. […] Con todo […] mi esperanza está depositada en la razón humana […]
Desesperar de ella sería irresponsable y una traición a nosotros mismos” (H.
Jonas, Más cerca del perverso fin…, pp. 131-132).
HANS JONAS 311

manidad o de su integridad ética, en la que se fundamenta todas las


capacidades distintivas de nuestra especie.
Quizá no tememos empíricamente a la muerte, sino más bien a
la pérdida de la conciencia y a la disolución de la identidad; no
tememos a la degradación del cuerpo, la vejez o la enfermedad por
sí mismos, sino más bien a la pérdida de la autonomía y de auto-
conciencia como rasgos más distintivos de nuestra humanidad. La
heurística del temor muestra inicialmente que el mal mayor es la ex-
tinción física de seres humanos. Pero este mal es el más improba-
ble. Por ello, es necesario también asegurar la preservación de su
autoconciencia ética; es éste el bien supremo, pues constituye la fuente
de cualquiera de los bienes de la vida humana.
A pesar del giro argumental que va de lo empírico del temor a
la representación intelectual y abstracta de lo que está en peligro,
en la ética de Jonas lo que ha de ser temido como un mal mayor no
puede ser objeto de experiencia, aunque sea una posibilidad laten-
te. Jonas sostiene que este mal posible debe asumirse como si fuera
un mal experimentado, de tal modo que el primer deber de la nue-
va ética consiste en procurar la representación de la posible disolu-
ción de la esencia humana. Dadas estas dificultades, Jonas reconoce
la debilidad de la heurística del temor para la aplicación político-
práctica. Y aquí subyacen los principales problemas y debilidades
de la ética de la responsabilidad. En efecto, la heurística del temor
sólo puede representarse a priori aquello que puede ser meramen-
te posible.
Por otro lado, Jonas supone que si pensamos en la posibilidad
de un cataclismo tecnológico deberíamos sentir miedo de nuestro
excesivo poder; y deberíamos también albergar culpa porque cae-
ríamos en la cuenta de que somos nosotros los responsables de des-
encadenarlo. Pero, como Jonas mismo se pregunta sin poder ofre-
cer una solución adecuada, ¿podemos sentir miedo y culpa por lo
que no ha sucedido, que no nos afecta ahora, sino que afectaría a
las generaciones futuras? ¿Hasta dónde llega la representación del
futuro como para sustentar un sentimiento ético de miedo y respe-
to de los límites? Por lo que se ha visto en los tiempos recientes, no
312 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

habría muchas esperanzas de que eso suceda precisamente por-


que, como lo había señalado Günther Anders, el ser humano ha
perdido la capacidad de imaginar siquiera las consecuencias in-
mediatas de su poder técnico.
Hans Jonas sostiene que el temor nos conduciría a imaginarnos
un posible futuro desastroso para los seres humanos y entonces sen-
tiríamos compasión por las víctimas del porvenir. Pero, efectivamen-
te, a lo largo de la historia sólo hemos sido capaces de imaginarnos
el sufrimiento de las víctimas del pasado, y hemos sentido compasión
por su suerte, ya que pueden existir evidencias de su sufrimiento.
¿Cómo podríamos ser afectados por el sufrimiento potencial de
quienes ni siquiera han nacido? Jonas supone que el sufrimiento
futuro y potencial de las víctimas hace moralmente imposible el
distanciamiento “egoísta”, pero esta afirmación equipara el sufri-
miento real con el sufrimiento sólo potencial de quienes no han
nacido todavía. Jonas confía, sin embargo, en que la ética de la res-
ponsabilidad tendría un sustento sólo en la medida en que arraiga-
ra en el corazón de unos cuantos un sentimiento de miedo altruista,
un arrepentimiento anticipado frente a las futuras víctimas, junto
con una vergüenza ante la imprudencia de los contemporáneos.

Donde antes había un sentimiento natural de triunfo, que acom-


pañaba la posesión, el disfrute y, sobre todo, el crecimiento
autogenerado de este poder, ahora ha aparecido el miedo. Lo que
nos angustia ya no es la naturaleza, como antes, sino precisamen-
te nuestro poder sobre ella; y tememos por ella y por nosotros.
Nuestro poder fue nuestro servidor y se ha convertido en nuestro
amo. Debemos ponerlo bajo nuestro control, un control que hasta
ahora no tenemos, a pesar de que ese poder es plenamente obra
de nuestros conocimientos y de nuestra voluntad.25

25
H. Jonas, “La fundamentación ontológica de una ética cara al futuro”, en
Pensar sobre Dios y otros ensayos, p. 150.
HANS JONAS 313

No obstante, debemos reconsiderar la propuesta jonasiana pre-


cisamente porque los hechos científicos han demostrado que los
pronósticos malos prevalecen sobre los buenos, por lo menos en el
caso de las afectaciones tecnológicas al medio ambiente. El proble-
ma es que si no utilizamos la heurística del temor y no hacemos
caso de las proyecciones que prevén los riesgos mayores, en cuan-
to verificáramos los efectos no deseados podría ser ya demasiado
tarde para actuar. Desde mi punto de vista, Jonas toca el terreno de
una apuesta racional por el futuro de la humanidad, a la manera en
que Pascal planteó su apuesta por la existencia de Dios. He aquí el
dilema de la apuesta: hay que prever y actuar con prudencia, con
el fin de evitar los grandes riegos y poder asegurar la supervivencia
de la existencia y de la esencia del hombre (que es el bien mayor), o
bien arriesgarse a perder el ser por ganar unos cuantos beneficios,
siempre relativos y con nuevos problemas y restricciones, que ob-
tendríamos de la aplicación de las innovaciones tecnocientíficas más
osadas y más riesgosas (el bien menor). La ética de la responsabili-
dad apuesta por argumentar que, en determinadas circunstancias,
es necesario renunciar a los deslumbrantes beneficios de la tecno-
ciencia, si éstos conllevan la mera posibilidad de grandes daños y
de desastres irreparables. Como se puede observar, el principio de
responsabilidad funda un segundo principio básico: el de precau-
ción, pero referido sólo, por ahora, a un riesgo existencial mayor, en
el que se apuesta el destino entero de la humanidad.
A pesar de todas las objeciones que se han mencionado, la
heurística del temor de Jonas ha mostrado que podemos saber con
seguridad que, a diferencia del summum bonum que todos imagina-
mos de diversa manera, el summum malum se puede determinar a
priori y que es, por tanto, una posibilidad que debemos tomar en
cuenta antes de actuar. Jonas es consciente de la inseguridad de las
proyecciones científicas de los estudios prospectivos, así como de
la artificialidad del sentimiento de temor “autogenerado” por la
ética de la responsabilidad. Ambos medios son insuficientes en la
aplicación práctico-política porque no constituyen fuerzas efecti-
vas de obligación. Sin embargo, ante el margen creciente de incer-
314 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tidumbre, y el limitado conocimiento y capacidad predictiva que


tenemos, siempre será mejor dar crédito a los pronósticos catastro-
fistas. Lo único en lo que podemos orientar el curso del mundo
tecnológico son las proyecciones y extrapolaciones teóricas de los
escenarios posibles. Jonas confiaba en que, en la medida en que el
conocimiento científico avance en la afinación de estos estudios
prospectivos, los pronósticos serán más confiables y las proyec-
ciones que apuntan hacia escenarios negativos tendrán que tomar-
se en serio. Por eso, sostenía que el conocimiento tecnocientífico se
convierte en un componente de la moralidad de la acción. El con-
senso cada vez mayor sobre la gravedad de riesgos derivados del
cambio climático actual puede ser un buen ejemplo del plantea-
miento de Jonas.
Así pues, más que el temor intelectualizado que imagina la po-
sible desfiguración de la imagen del hombre, podría ser el conoci-
miento científico prospectivo (difundido públicamente) el medio
por el que la sociedad mundial comprenda los grandes riesgos que
existen en muchos proyectos tecnológicos. Aun así, esto no sería
suficiente para activar la prudencia y la responsabilidad, por lo
que es muy probable que la humanidad tenga que sufrir algunos
de esos escenarios catastróficos para que pueda representarse efec-
tos similares y aprenda de las experiencias dolorosas. Sólo enton-
ces el temor se convertirá en un poderoso medio de persuasión
ético-política, pero el temor abstracto de un posible desastre global
puede no ser un medio efectivo. Jonas mismo comentaba:

[…] Más probable es que el miedo ponga de su parte. Es decir, que


la ruina se anuncie con suficiente inmediatez, en manifestaciones
muy alarmantes y visibles y sensibles para cualquiera. Que el te-
mor consiga por la fuerza lo que la razón no ha logrado. Tengo
una cierta esperanza paradójica en la educación a través de catás-
trofes. Semejantes desgracias, a tiempo, pueden tener eventual-
mente un efecto saludable. En la reflexión acerca de estas cuestio-
nes […], no podemos perder nunca de vista que el ser humano es
el ser más sorprendente que existe y que no se puede predecir en
HANS JONAS 315

absoluto cómo se comportará la sociedad en un posible futuro,


ante alguna situación, en no importa qué generación.26

LA PROTECCIÓN DE LA HUMANIDAD DE CARA AL FUTURO

Para fundar una ética que se hace cargo del futuro de la humani-
dad es necesario el cumplimiento de dos requisitos: a) maximizar
el conocimiento de las consecuencias de las acciones tecnológicas,
con el fin de determinar si alguna de ellas pone en peligro la esen-
cia o la existencia de la humanidad y su medio ambiente; b) con
base en estos conocimientos y en previsiones sobre riesgos inmanen-
tes, determinar criterios éticos para validar dichas acciones; es de-
cir, determinar qué es admisible y qué es lo que se debe evitar. En
gran medida, el criterio de validez ético se determinaría de manera
negativa: podemos establecer, como una representación general,
qué es lo que no debe ser y que ahora aparece por primera vez en la
historia como algo posible. Necesitamos, por tanto, un concepto
límite para poder determinar cuáles son las posibilidades tecno-
lógicas más viables, y cuáles serían aquellas que no deben ser rea-
lizadas porque pondrían en peligro las condiciones de vida de la
humanidad.
Ahora bien, Jonas argumenta que para conocer cuáles podrían
ser las condiciones mínimas para preservar la existencia y la esencia
de la humanidad, tal como la hemos conocido y reconocido hasta
ahora, sería menester apelar a la historia y a la metafísica. Según
Jonas, todo lo que el ser humano puede ser ya lo ha sido en la histo-
ria. En ella están los motivos por los que la humanidad es mere-
cedora del porvenir. Por eso es objetable toda visión utópica que
proponga una humanidad plenamente realizada en un “reino ab-
soluto de la libertad”. Una visión utópica de la historia puede de-
sembocar en la ilusión de una humanidad perfecta (un superhombre
a la manera nietzscheana, un ·”hombre nuevo”, según los regíme-

26
H. Jonas, Más cerca del perverso fin…, p. 40.
316 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

nes comunistas, el reinado del hombre ario, según los nazis), tra-
tando de realizar sueños político-antropológicos que sólo han con-
ducido a millones de seres humanos a la desgracia y a la muerte,
como ocurrió en los diversos regímenes totalitarios del siglo XX.
La ética de la responsabilidad es, pues, antiutópica; se constitu-
ye como una crítica radical a la razón utópica y al principio de espe-
ranza;27 el ser humano no puede ser superado, todo futuro trans-
humano resulta una ilusión peligrosa, pues nuestro ser es posible
gracias a su ambigüedad y a su finitud, a su capacidad de ser subli-
me o de ser abyecto; posee la doble condición de la que ya hablaba
Pascal: miseria y grandeza del hombre. La ética de Jonas parte de la
convicción de que el carácter finito y ambiguo de la naturaleza mo-
ral humana es una condición esencial de la libertad y de la respon-
sabilidad. Intentar crear una humanidad todopoderosa, perfecta y
unívoca es un despropósito muy peligroso, sea que se intente por
medio de la política o a través de la eugenesia biotecnológica. Ni la
política ni la biotécnica pueden ser capaces de “crear” al hombre
nuevo. El hombre no necesita transmutarse porque él es siempre el
ser de la posibilidad, porque puede renovarse a sí mismo, porque es
libre, por lo que su constitución natural es digna de preservarse
para el porvenir.
Ahora bien, según Jonas, sólo la metafísica puede decirnos por
qué el ser humano debe-ser, es decir, por qué no debe permitirse su
desaparición o su transmutación radical, ya que nada nos asegura
que la humanidad tenga que seguir existiendo tal como ha sido.
Jonas buscará un fundamento que prohíba el suicidio físico o meta-
físico de nuestra especie. Esta prohibición moral se revela como un
imperativo ontológico y no sólo ético: el hombre debe seguir exis-
tiendo (tal como es ahora) por los dos principios, responsabilidad
y precaución: tiene el deber de preservarse a sí mismo como único
agente moral, y por ende, no debe intentar modificar la base bioló-
gico-material que le ha permitido el desarrollo de su conciencia

27
Jonas dedica todo un capítulo de El principio de responsabilidad a la crítica
de El principio de esperanza de Ernst Bloch.
HANS JONAS 317

ética. Así pues, en la ética de Jonas, el ser humano estaría, obligado


a preservar no sólo su existencia, por ser finita y contingente, sino
también su esencia, por ser vulnerable e inestable.

LA RESPONSABILIDAD ONTOLÓGICA
POR LA “IMAGEN DEL HOMBRE” (MENSCHENBILD)

El imperativo primordial de la ética de la responsabilidad consiste


en asegurar la existencia del género humano. El primer deber de
la ética que busca Jonas diría así: “nunca es lícito apostar, en las
apuestas de la acción, la existencia o la esencia del hombre en su
totalidad”.28 Este principio sólo prohíbe el “todo o nada” en las ac-
ciones tecnológicas en las que se juega el futuro de la biosfera y de
la condición humana. Pero el principio no da una simple recomen-
dación casuística de prudencia, sino que es un mandato ineludible
a todo ser humano como sujeto de responsabilidad. De tal manera
que el primer imperativo que impone la nueva conciencia ética
señala la obligación de asegurar unas adecuadas condiciones de
existencia de la humanidad futura. Y se trata también de un impe-
rativo ontológico, pues exige la pervivencia de una humanidad fu-
tura y no permite una alteración en su esencia, sino que mandata
su preservación.
Este principio nos hace responsables de la idea del hombre [Idee
des Menschen], que exige, por obligación moral, su materialización
en el mundo. Para fundamentarlo, Jonas se vale de una especie de
“argumento ontológico-ético” sobre la necesidad de la existencia
humana. La idea del hombre expresa una esencia que no tiene ase-
gurada la existencia.29 Pero esta idea puede fundamentar, según

28
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., p. 80.
29
El célebre “argumento ontológico” sobre la existencia de Dios intentó pro-
bar a priori la necesidad de su existencia a partir de su concepto. La tradición
del argumento ontológico (que va de san Anselmo, su inventor original, a Des-
cartes, Spinoza o Leibniz) no puede servir como modelo para fundamentar a
priori que el hombre debe ser, justamente porque el hombre es finito y contingen-
318 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Jonas, que la presencia del hombre… “debe darse, es decir, que


debe ser custodiada […] y que por ello es un deber de nosotros,
que podemos hacerla peligrar. […] Sólo la idea del hombre, por
cuanto nos dice por qué debe haber hombres, nos dice también cómo
deben ser.”30
Ahora bien, Jonas no busca un imperativo hipotético que hi-
ciera depender de hechos fortuitos la existencia del ser humano, tal
imperativo hipotético diría: “si en el futuro existen humanos, en-
tonces deben tener tales y cuales deberes…” Jonas sostiene que la
responsabilidad ontológica por la idea del hombre es un auténtico
imperativo categórico, es decir, una idea incondicional:

El imperativo categórico ordena simplemente que haya hombres,


haciendo hincapié en igual medida en el “que…haya” y en el “qué”
del deber existir. […] Dado que su principio no es, como en el im-
perativo categórico kantiano, […] una idea del hacer (que da por
supuesto que algún hacer se produce), sino la idea, consistente en
la existencia de su contenido, de unos posibles agentes en general,
[…] se desprende que el primer principio de una “ética orientada
al futuro” no está en la ética en cuanto doctrina del obrar […], sino
en la metafísica en cuanto doctrina del ser, de la que una parte es la
idea del hombre.31

Jonas está convencido de que es tan grave la amenaza sobre la


existencia de la humanidad como sobre su esencia; el nuevo impe-
rativo debe prohibir también la “desfiguración” de la imagen ética
de lo humano. Por ello, el argumento del deber-ser del hombre de-
pende del concepto de un valor intrínseco. En general, el valor de

te. El argumento de Jonas conduce a un callejón sin salida: no es posible demos-


trar la necesidad de la existencia de algo contingente. Sólo el sentido ético es lo
incondicionado, el hecho mismo de la autoconciencia humana, pero ello sólo
tiene valor para nosotros mismos, mientras sigamos existiendo como seres con
conciencia moral.
30
H. Jonas, El principio de responsabilidad…, p. 88.
31
Ibid., p. 89.
HANS JONAS 319

las cosas aparece claramente cuando su existencia está amenazada


con la aniquilación (no sólo con un daño). “Sólo sabemos qué está
en juego cuando sabemos que está en juego”, como dice Jonas. El
hombre no es un ser que existe por necesidad, sino por contingen-
cia, pero precisamente por eso es necesario éticamente asegurar que
exista. Por ello, el valor intrínseco de la existencia humana emana
de su singularidad ética.
Debemos precisar que la ética de la responsabilidad no se pro-
pone defender una particular idea del hombre, sino más bien la con-
dición de posibilidad de su realización. Basta con que exista una
humanidad capaz de ser responsable. “El peligro total del actual
momento histórico nos empuja a retroceder desde la cuestión siem-
pre abierta acerca de qué debe ser el hombre [was der Mensch sein
soll] —cuya respuesta es variable— al primer mandamiento que se
halla siempre en la base de aquella cuestión, pero que hasta ahora
no se había hecho presente: que debe ser, y ser en cuanto hombre
[dass er sein soll, allerdings als Mensch].”32
Ahora bien, ¿cuál es el fundamento del valor intrínseco de la
existencia de la humanidad? Según Jonas, la ética y la metafísica
convergen en esta fundamentación. Y por ello se requerirá replan-
tear la pregunta que alguna vez formuló Leibniz: “¿por qué hay
algo y no más bien nada?”; es decir, ¿por qué debemos preferir el
ser ante el no-ser?

EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO DEL VALOR DEL SER

Para poder justificar por qué debe ser el hombre, Jonas se aventura
en una fundamentación metafísica. Tal fundamento lo encuentra
en la preeminencia del ser sobre el no-ser: “Yo afirmo que, si no se
reconoce una preeminencia absoluta del ser sobre el no-ser [Nichts],
éste puede ser elegido en lugar de cualquier alternativa del ser”.33

32
Ibid., p. 231.
33
Ibid., p. 93.
320 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Jonas reconoce que la preeminencia del ser no es absoluta para


el individuo. Éste puede optar por el suicidio. Pero el sacrificio de la
propia existencia puede darse en aras de un ideal de vida, puede
constituirse como una opción por el ser, y no por la aniquilación,
puesto que el que decide morir porque la vida ya no vale la pena de
ser vivida, elige la muerte con la finalidad de preservar la dignidad.
Pero la posible elección, incluso no intencional, de la aniquila-
ción de la humanidad entera toca en el centro del deber-ser [Seinsollen]
de la imagen del hombre. Jonas se remite entonces a la pregunta
leibniciana (y también heideggeriana) de “por qué es algo y no más
bien nada”. Para Jonas, dicha pregunta tiene sentido si se refiere al
valor del ser: ¿por qué es preferible el ser sobre la nada? El valor reve-
la la posibilidad de la existencia de algo: algo vale porque ha sido
posible; pero también puede mostrar de manera apofántica una
presencia, esto es: el valor de algo legitima la continuidad de su
existencia y fundamenta, por consiguiente, una exigencia, un de-
ber-ser. Dice Jonas: “hay que observar que la mera posibilidad de atri-
buir valor a lo que es, independientemente de lo mucho o poco que
se encuentre actualmente presente, determina la superioridad del
ser sobre la nada.”34
La pregunta ético-metafísica por el fundamento ha de enten-
derse, según Jonas, como pregunta por el valor del ser en tanto que
ser. La omnipresencia del ser no sólo es un factum que nos trascien-
de, sino que además podemos percibirla como un valor absoluto y
fundamental. El ser es lo único que en sí mismo es valioso, es su-
premo valor y fundamento de todo valor. El ser siempre es preferi-
ble a la nada (entendida como aniquilación de la existencia). El ser
siempre vale, la nada aniquila el valor.

La capacidad de valor es en sí misma un valor, el valor de [todos]


los valores, [Die Fähigkeit zu Wert ist selber ein Wert, der Wert aller
Werte] y con ello lo es incluso también la capacidad de disvalor,
en la medida en que la mera posibilidad de acceso a la distinción

34
Ibid., p. 95.
HANS JONAS 321

entre valor [Wert] y disvalor [Unwert] aseguraría ya por sí sola la


preferencia [Wählbarkeit] absoluta del ser sobre la nada. Así pues,
no solamente el eventual valor, sino también la posibilidad de va-
lor —ella misma un valor—, reclama el ser y contesta a la pregun-
ta de por qué debe existir lo que ofrece esa posibilidad.35

Así pues, El argumento jonasiano plantea que el absoluto


ontológico es también un absoluto axiológico. Parafraseando a Nicol,
podríamos decir: el valor del ser está a la vista. Y está a la vista preci-
samente en el ente humano que lo aprehende.
Sin embargo, la fundamentación jonasiana no contempla el
supuesto que Nicol planteó:36 el ser no tiene contrario, es decir, la
Nada (no-ser absoluto) es imposible; por tanto, un no-valor absolu-
to es impensable. Ello nos sitúa en el problema central de la
fundamentación ontológica que Jonas ensaya: el Ser no se opone a
la Nada, como el valor no se opone a un no-valor absoluto; por el
contrario, en la existencia concreta de los entes, ser y no-ser convi-
ven y, por tanto, valor y disvalor son correlativos. En otros tér-
minos, el valor del ente no puede ser absoluto, su existencia es, sin
duda, el fundamento de un valor, pero no de la exigencia de que
siga siendo sin ningún límite. Por el contrario, vale en la medida en
que su existencia es finita, por el hecho de que está siempre al bor-
de de la aniquilación.
¿El ser del hombre vale de manera absoluta e incondicionada?
Jonas intenta fundamentar que el valor de la humanidad adquiere
un carácter cuasi necesario por una especie de analogía con el valor
absoluto del Ser. Pero aquí hay, en mi opinión, un salto ontológico
que debilita la fundamentación ontológica del deber-ser del hombre
y que termina por hacerla inviable. Ello es resultado de un equívo-
co en la argumentación de Jonas entre ser y ente.
Si replanteamos el problema desde la “diferencia ontológica”
(Heidegger) quizá podemos reconstruir el argumento en ayuda de

35
Ibid., p. 96.
36
Véase Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, cap. VIII y IX.
322 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

un fundamento a priori. Primero hay que señalar que el valor abso-


luto del ser no es igual al valor relativo del ente. El valor de lo infini-
to no puede ser igual que el valor de lo finito. El ser, entendido
como totalidad de lo real, vale absolutamente, ya que no tiene con-
trario ni alteridad; nada puede medir y comparar su valor. Con su
simple presencia se da a valer. La Nada, entendida como aniquila-
ción total del ser, y como antivalor absoluto, es imposible e impensa-
ble, sólo sirve como un contraste mental que reafirma el valor y la
presencia absolutos del ser. En cambio, el ser imperfecto y finito (el
ente, como el ser humano) tendrá por necesidad un valor relativo,
puesto que siempre está en correlación con su no-ser (tanto en el
sentido de ser-otro como de su completa disolución),37 y se mantie-
ne en vilo al borde de su negación total. El ente vale algo mientras
lucha por permanecer en su ser (el conatus de Spinoza), pero no hay
nada que confiera valor absoluto a su existencia porque la aniqui-
lación de un ente no afecta a la totalidad del ser.
La humanidad es, desde esta perspectiva, un resultado contin-
gente de la evolución de la vida, y por ende, tiene un valor relativo.
Como especie, el género humano es contingente, aunque lo conside-
remos (narcisistamente) la creación más acabada de la naturaleza.
La humanidad no puede librarse de la tensión y la dualidad
entre ser y no-ser, no puede superar su vulnerabilidad; pero, al mis-
mo tiempo, estas características fundamentan su libertad y el sen-
tido teleológico de sus acciones. Esta radical ambigüedad del ser
humano puede entreverse en las siguientes líneas de Hans Jonas,
cuando se refiere a la vida misma:

[…] la sustancia viva se ha desligado, en virtud de un acto origi-


nal de separación, de la universal integración de las cosas en el
todo de la naturaleza: se ha enfrentado al mundo, y de este modo
ha introducido la tensión de “ser o no ser” en la indiferente segu-

37
Platón, al refutar la idea parménidea de la identidad del ser en el Sofista,
ya había esclarecido el sentido correlativo y concreto con el que debe entender-
se el no-ser como ser-otro siempre en relación con una existencia dada. El no-ser
absoluto que planteaba Parménides no tiene sentido.
HANS JONAS 323

ridad de la posesión de la existencia. […] cerniéndose así entre el


ser y el no ser, el organismo posee su ser de modo condicional y
siempre sujeto a una posible revocación. Con este doble aspecto
del metabolismo […] el no ser entró en el mundo como una alter-
nativa contenida en el ser mismo. Y es por ello por lo que el hecho
de “ser” adquiere un sentido determinado: caracterizado intrín-
secamente por la amenaza de su negación, el ser tiene que afir-
marse, y para un ser que tiene que afirmarse la existencia toma el
carácter de un interés o propósito. La posibilidad de no ser es tan
constitutiva para la vida que su ser propio es esencialmente un
mantenerse suspendido sobre ese abismo, un continuo moverse
por su borde. Es así como el ser, en lugar de un estado dado, se ha
convertido en una posibilidad perdida una y otra vez, que hay
que estar recuperando incesantemente de manos de su contrario,
el no ser, siempre presente, y que acabará engulléndole inevi-
tablemente.38

Es preciso, por tanto, buscar el fundamento del valor del ser


del hombre en la correlación entre ser y valor. La humanidad, aun
siendo contingente, es el único ente que resulta indispensable para
la realización o manifestación del valor y, por tanto, para la per-
vivencia del valor del ser. El hombre es el ser del valor, el único que
es capaz de percibir y expresar el valor del ser, tanto del valor abso-
luto de la totalidad como del valor siempre relativo del ente. Entre
todos los demás entes destaca el ser humano por tener la prerroga-
tiva de la capacidad de valorar. Por ello, su existencia es preferible
a su no-existencia, y por ello también, está en nuestro interés pri-
mordial su pervivencia.
La existencia humana tiene un valor eminente en tanto es capaz de
captar y expresar el valor de las cosas, incluso de la totalidad del ser.
La existencia de la humanidad debe ser preferida y deseada por-
que su ser es finito; pero su valor, fundamental. Sin la humanidad
se pierde la expresión y la autoconciencia del valor, que es como si

38
H. Jonas, El principio vida. Hacia una biología filosófica, p. 17.
324 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

se perdiera algo del ser sin que ello implicara su aniquilación total.
Sin una humanidad capaz de responsabilidad ética no habría valo-
res, habría puro ser sin dimensión axiológica. La existencia de la
humanidad es valiosa precisamente porque es posible su no-exis-
tencia; es preferible su presencia pues constituye la condición de
posibilidad de todo valor; es decir, la realización de un mundo en
el que las cosas valen. Por tanto, es el hombre el único ente capaz de
valorar y de asumir responsabilidad, el único que asegura la dife-
renciación axiológica de lo que es.
Ahora bien, la argumentación ontológica de la existencia del
hombre implica preguntarse: ¿por qué es valiosa la existencia hu-
mana? Jonas cree encontrar en la evolución de la vida, cuyo telos
sería la actividad intencional, libre y consciente, que es propia del
ser humano.39 “En la capacidad de tener fines podemos ver un bien
que en sí mismo es intuitivamente seguro y que es infinitamente
superior a toda carencia de finalidad del ser”. Es en definitiva el
sentido teleológico de la existencia humana lo que para Jonas funda
su valor inconmensurable. Así, la especie humana sería el fin últi-
mo de la naturaleza y, por ello, el ente natural con mayor valor.
No obstante, si aceptamos ese razonamiento entonces el valor
de la humanidad no radicaría en su singularidad intencional y auto-

39
La relación entre fines y organicidad natural es una de las vías que explora
Jonas para completar la “fundamentación ontológica” del deber-ser del hombre.
Jonas intenta mostrar la presencia de fines intrínsecos en los diferentes niveles
evolutivos de la vida para conferirle un sustento “objetivo” al valor. Los ensa-
yos reunidos en El principio vida desarrollan estas hipótesis. Desde mi punto de
vista, constituyen vías interesantes para replantear los problemas de una filoso-
fía de la naturaleza, pero, como el propio Jonas parece reconocerlo, las cualida-
des generales de la vida natural no son el fundamento adecuado para los valo-
res. Este fundamento está más bien en las propiedades singulares de la vida
espiritual, de la vida consciente, cuyas diferencias con el resto de las formas
vivientes representa un problema —hasta el momento aporético— para toda
filosofía de la vida. Es decir, si la continuidad de la vida y el espíritu no puede
ser aclarada, no es posible fundar en la naturaleza viviente el sentido del valor.
Por ello, Jonas recurrirá más bien a una fundamentación fenomenológica que
parte del hecho de la presencia de los valores en la vida humana, y no recurrirá
más a la continuidad teleológica del orden natural.
HANS JONAS 325

consciente, sino que provendría de la naturaleza. La humanidad


debería entonces respetarse a sí misma tal como la naturaleza la ha
engendrado. Pero esta fundamentación conduciría a una imagen
del hombre en extremo naturalizada y a una posible absolutiza-
ción de la evolución biológica. Por el contrario, habría que afirmar
que el valor intrínseco del ser humano no reside en su cualidad
natural como producto de la evolución, sino en su singularidad éti-
ca y diferenciación con respecto al resto de la naturaleza.
De este modo, el intento jonasiano de una fundamentación onto-
lógica del deber-ser del hombre y de la responsabilidad no parece
fructífero. Pero quizá no sea indispensable ese tipo de argumen-
tación para apuntalar la nueva dimensión de la responsabilidad
colectiva cara al futuro. Como ha señalado Gilbert Hottois,40 este
“fundacionismo” parece surgir de una anacrónica confianza en las
fundamentaciones de la metafísica tradicional, pero ahora podría
derivar en una actitud dogmática que exigiría la defensa a ultranza
de una determinada idea del hombre.
La “imagen del hombre” es vulnerable y contingente; ninguna
fundamentación ontológica nos asegura su porvenir; y de este he-
cho brota una exigencia ética, un deber-ser que pertenece al reino de
los fines y que no está fundado en la “naturaleza de las cosas”,
como dice Jonas. Ello no implica que las concepciones sobre la res-
ponsabilidad y el valor singular de la humanidad se evaporen en
el subjetivismo relativista. Es posible argumentar la necesidad de la
presencia de la humanidad para preservar una cualidad que ema-
na del ser mismo: el valor. Así pues, la existencia humana, con toda
su precariedad, es indispensable para la presencia de los valores
en el mundo. De alguna forma es esta una versión débil del argu-
mento ontológico que buscaba Jonas, y es también un medio para
escapar del relativismo y del subjetivismo de las éticas de nuestro

40
Sigo, en lo fundamental, varios de los planteamientos críticos de Hottois,
aunque con matizaciones. Véanse de Gilbert Hottois, ed.: Hans Jonas. Nature et
responsabilité y Aux fondements d’une étique contemporaine. H. Jonas et H.T.
Engelhardt.
326 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tiempo, puesto que el valor no tiene sólo fundamento en la subjeti-


vidad, el valor emana del ser, pero sólo se revela en y por la subjetivi-
dad humana.

LA FUNDAMENTACIÓN DEONTOLÓGICA
DE LA RESPONSABILIDAD

Ante las dificultades de la fundamentación ontológica del valor de


la existencia humana, Jonas ensaya otro tipo de fundamentación,
pero en este caso de tipo deontológico y fáctica de la responsabili-
dad como rasgo distintivo del ser humano. El factum del que parte
es el siguiente: el hombre es el único capaz de asumir responsabi-
lidad. Jonas intenta fundar a partir del hecho (históricamente des-
plegado) de la responsabilidad, el deber de ser responsable: “La
capacidad para la responsabilidad significa ya el estar sujeto a su
precepto: el poder mismo conlleva el deber”.41
La responsabilidad está en función del poder y de la acción
intencional. Su base ontológica es la libertad inherente al ser huma-
no; sólo un ser que actúa de manera libre y que se propone fines
puede ser responsable de lo que hace. La responsabilidad se reali-
za como un responder ante alguien por las consecuencias de las
acciones, aunque nadie pida razones y cuentas.42 Por ello, es tam-
bién una relación intersubjetiva, una acción vinculante entre los
seres humanos.
El objeto de la responsabilidad es aquello que resulta afectado
por las consecuencias, directas o indirectas, de nuestras acciones.
Pero, como lo señala Jonas, sólo hay responsabilidad si el objeto
afectado tiene algún valor. El sujeto responde ante el valor de algo
porque el objeto mismo lo interpela con su pretensión de valor,
que resuena en la conciencia moral del agente.

41
H. Jonas, “La fundamentación ontológica de una ética cara al futuro”, en
Pensar sobre Dios y otros ensayos, p. 138.
42
Al final de El principio de la responsabilidad, Jonas la define de este modo:
“responsabilidad es el cuidado, reconocido como deber, por otro ser, cuidado
que, dada la amenaza de su vulnerabilidad, se convierte en “preocupación”.
HANS JONAS 327

La llamada general de todo ser valioso y perecedero se refiere de


manera muy actual a mí y se convierte para mí en un precepto.
Expuesto a mi poder, el ser está al mismo tiempo confiado a él. En
esta situación estás naturalmente sujeto a una escala de valores,
siempre que tengamos que tomar una decisión entre valores (es
decir a favor o en contra), como casi siempre ocurre por las condi-
ciones de la realidad. El hecho mismo de actuar también nos hace
culpables.43

Así, la responsabilidad es algo más que una acción vinculante,


pues constituye la condición indispensable de la realización de todo
valor en el mundo. Sin la responsabilidad, el valor de las cosas no
se manifiesta y no puede ser reconocido. Es la conciencia responsa-
ble la que responde ante el valor del ser. Por ello, como señala Jonas,
“la capacidad de responsabilidad […] se convierte así también en
su propio objeto, porque el hecho de tenerla obliga a garantizar la
continuidad de su presencia en el mundo.”44
El hombre es, pues, responsable de que existan seres responsa-
bles que sean capaces de conferir o de reconocer el valor del ser, el
de su propia existencia y del mundo. Pero esta es una disposición
históricamente adquirida que la humanidad podría perder, aun-
que sobrevivieran otras facultades espirituales. El ser humano tie-
ne una responsabilidad ontológica: preservar la existencia de la res-
ponsabilidad como fuente de valoración, de tal manera que no sólo
se asegure la subsistencia de la especie, sino también la disposición
para velar por la protección de la esencial condición ética de la hu-
manidad. En otras palabras, el objeto fundamental de la responsa-
bilidad es la existencia misma de la responsabilidad.
De este modo, Jonas ha formulado una fundamentación deon-
tológica de la responsabilidad: a partir de su presencia fáctica se des-
prende el deber de su existencia. El argumento contiene una
circularidad pues el valor supremo de la responsabilidad supone

43
H. Jonas, Pensar sobre Dios y otros ensayo, p. 139.
44
Ibid., p. 145.
328 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

que el ser del hombre posee un valor en sí mismo, pero sólo en


tanto que es el sujeto de responsabilidad.
Jonas ensaya además otra modalidad de fundamentación de
la responsabilidad, esta vez fenomenológica. Para ello distingue el
sentido de la responsabilidad orientada al futuro de la responsabi-
lidad post-facto, es decir, de la responsabilidad convencional, civil o
penal, por las consecuencias ya acontecidas, intencionales o no de
un acto. En el caso de la responsabilidad por lo que ya ha pasado,
el agente responde por sus actos y puede ser llamado a cuentas por
las consecuencias. La responsabilidad civil implica la compensa-
ción que señala la ley, mientras que la responsabilidad penal im-
pone, además de la compensación, un castigo por el daño ocasio-
nado, aunque la restitución del objeto no siempre sea factible. En
cambio, la responsabilidad orientada al futuro es anterior al acto
imputable y se concentra en el valor intrínseco del objeto, más que
en el derecho del posible sujeto reclamante. La responsabilidad
que plantea Jonas se refiere a los posibles daños que sólo podrían
ser verificados en el futuro. Por tanto, no se puede establecer ni
compensación ni castigo por lo que todavía no ha sucedido.
La condición de esta nueva dimensión de la responsabilidad
pos-convencional es que aquello por lo que se es responsable se
encuentre en el campo actual de acción del sujeto, cuidado o ame-
nazado por él. La responsabilidad orientada al futuro convierte ese
poder en obligación de preservar y proteger el objeto ante posibles
consecuencias perjudiciales. Esta modalidad de responsabilidad no
surge exteriormente como una imputación de un afectado hacia el
sujeto agente, sino que proviene del valor mismo del objeto enco-
mendado al cuidado; se funda en el deber-ser del objeto de la res-
ponsabilidad, en su valor intrínseco.
El valor del objeto funda la obligación por parte del sujeto que
ha sido llamado y remitido a su cuidado. Ahora bien, también se
requiere otro elemento: un objeto apela a la responsabilidad del
sujeto sólo en la medida en que el objeto sea vulnerable, sólo si su
existencia no es segura y puede estar amenazada por el poder mis-
mo del sujeto o por otras causas.
HANS JONAS 329

La responsabilidad orientada hacia el futuro que formula Jonas


no se despliega como una relación recíproca entre un afectado que
demanda y un agente demandado, sino como una mediación en-
tre dos poderes en total desequilibrio. La responsabilidad es una
modalidad de relación en la que no hay reciprocidad ni igualdad
entre sujeto y objeto.
La teoría jonasiana de la responsabilidad revela que el sujeto
asume una responsabilidad por el ser entero del objeto, y no de un
modo circunstancial, sino ineludible, dado que se crea una corres-
pondencia o correlación entre sujeto y objeto. De acuerdo con Jo-
nas, existen dos modelos de responsabilidad natural por la que la
humanidad ya ha tenido la experiencia de una responsabilidad “to-
tal” por su objeto, que trasciende el horizonte de la responsabili-
dad restringida y circunstancial a la que alude el contexto civil y
penal del término. Uno es el modelo de la responsabilidad parental,
en el que los padres son responsables por la vida de los hijos, aun-
que de hecho no asuman tal responsabilidad en los actos, es decir,
aunque actúen irresponsablemente. Jonas trata de demostrar que se
trata de una responsabilidad irrecusable y que se funda en el acto
mismo de la procreación (ahí se establece la correlación entre el
sujeto y el objeto de responsabilidad). Esta forma de responsabili-
dad se origina en los sentimientos naturales o quizá instintivos, es
la naturaleza misma la que funda la correlación. El segundo mo-
delo, en cambio, no proviene de la naturaleza emocional, sino de la
cultura, y es el de la responsabilidad política del gobernante o legis-
lador por el futuro de su pueblo. En este caso se trata de una res-
ponsabilidad libremente asumida y buscada, que implica un acto
voluntario de “echarse a cuestas” el destino de un pueblo en el
corto lapso de tiempo que dure la investidura.
Los dos modelos tradicionales de responsabilidad total tienen
aspectos comunes. En primer lugar, expresan una relación ética de
no-reciprocidad. A diferencia de todas las relaciones humanas que
son susceptibles de valoración moral, la responsabilidad tiene como
condición una disparidad extrema de poderes y de funciones entre
los sujetos que vincula. Uno tiene poder y control, el otro no; uno
330 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tiene conciencia de las consecuencias y el otro no. Uno es mucho


más vulnerable que el otro. El que se hace responsable no debe
esperar nada a cambio, ni puede asumir la responsabilidad por un
beneficio posterior, sino por el mero deber que surge del valor del
objeto que está a su cuidado.
Ahora bien, la responsabilidad paterna es lo más habitual y
universal, cualquiera accede a ella, mientras que la del político exi-
ge cualidades y dotes especiales. Pero una diferencia importante
estriba en que, mientras la responsabilidad parental tiene por refe-
rente unos cuantos individuos, fruto de la procreación natural o
del convenio moral y legal de la adopción, el objeto de la responsa-
bilidad política es una masa anónima de personas e incluso de ge-
neraciones futuras. Se distinguen además porque en el primer caso
el origen de la responsabilidad es la más elemental relación natu-
ral, mientras que en la segunda lo es la artificialidad extrema de
una relación política. En el primer caso, la responsabilidad por el
objeto es directa, pues éste se muestra siempre de forma sensible
con su vulnerabilidad. En cambio, la responsabilidad política está
mediatizada por una representación abstracta y una serie de insti-
tuciones políticas que funcionan como órganos del poder que re-
presentan al sujeto responsable. A pesar de todas estas diferencias,
Jonas razona que ambos modelos de responsabilidad han tenido
en común la continuidad, la proyección hacia el futuro y la totalidad del
objeto. En ellos se revela el carácter proyectivo de la responsabili-
dad como modo de ser del hombre: mediante la responsabilidad se
abre para el sujeto el horizonte futuro como posible y como valioso,
digno de ser preservado.
Del planteamiento jonasiano se puede derivar que la existen-
cia humana se despliega temporalmente sólo en la medida en que
la responsabilidad apunta hacia al futuro para garantizarlo. De este
modo, la responsabilidad permite la continuidad de la existencia
del objeto (unos individuos, una sociedad o la humanidad entera)
y demuestra que vale por sí mismo. En consecuencia, la responsa-
bilidad proyecta el ser del hombre, hace que la existencia salga de
sí misma y se atreva a dar un paso en el vacío de la contingencia
HANS JONAS 331

temporal. Precisamente porque la existencia humana es finita, vul-


nerable y contingente, el ser humano tiene que proyectarse me-
diante la responsabilidad de un objeto concreto: los hijos, los ciuda-
danos, el pueblo, su cultura y su historia, su tierra, la humanidad
toda, los demás seres vivos, la naturaleza en su conjunto.
Desde mi punto de vista, Jonas ha descubierto una función
ontológica de la responsabilidad mediante una descripción
fenomenológica: sin responsabilidad no hay dimensión futura de la exis-
tencia humana; el futuro sólo es pensable y realizable en la medida
en que alguien lo proteja y lo valore. Por eso dice Jonas que el pro-
totipo de la responsabilidad es la del hombre por el hombre, aquella
que el ser humano debe asumir por su futuro, porque su existencia
es revocable y vulnerable (por eso puede extenderse a cualquier
otro ser vivo o comunidad de seres vivos). Y aunque la responsabi-
lidad no se realiza en un contrato de reciprocidad entre sujetos, en
la esencia misma de la responsabilidad se haya una reciprocidad
básica, una relación vinculante: los seres humanos deben ser co-
responsables unos con otros porque sólo así aseguran su supervi-
vencia. Los del presente somos responsables con los de pasado,
que nos heredaron un mundo y una civilización, pero también con
los del futuro, que esperarían recibir el mismo patrimonio en el
mejor estado posible.
Además, Jonas señala que la responsabilidad mutua es una
base de la sociabilidad. El vivir entre seres humanos implica existir
bajo la responsabilidad de alguien durante todas las etapas de la
vida, pero también requiere de cada uno de nosotros asumir en
diferentes circunstancias diversas responsabilidades por otros. La
responsabilidad implica el hecho fundamental de que no puede
sernos indiferente la existencia y el bienestar de otros, pues la su-
pervivencia de la sociedad depende de la efectividad de las res-
ponsabilidades que cada quien asume en la vida. En definitiva, la
responsabilidad es consecuencia del carácter simbólico del hombre,
de su no-autarquía, de su interdependencia y de su sentido moral.
Sobre esa base ético-política, la responsabilidad está llamada a
asumir una nueva y desconocida tarea. Ahora tiene por objeto la
332 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

existencia íntegra del ser humano y la naturaleza entera, y se ex-


tiende indefinidamente hacia el futuro. Empero, el hombre es ca-
paz de desatender ese llamado porque lleva en su ser la huella de
la ambivalencia. La historia reciente no nos ha ofrecido un panora-
ma muy esperanzador de responsabilidad moral, política y
ecológica. ¿Se deberá a un declive del sentido de la responsabili-
dad? Y sin embargo, la supervivencia de nuestra especie, con su
invaluable patrimonio físico y cultural, sólo ha sido posible porque
el deber de responsabilidad ha sido atendido en el pasado por los
individuos más valiosos de cada comunidad.
Ahora bien, Jonas se pregunta por qué la responsabilidad no
ha estado en el centro de la teoría política tradicional. La respuesta
está, otra vez, en la poca extensión del poder y de los efectos de la
técnica en el espacio y en el tiempo, en el limitado conocimiento y
en la ausencia de dinamismo histórico-social, tecnológico y cultu-
ral de las sociedades anteriores.
La responsabilidad colectiva, la responsabilidad política por
excelencia, es una función del poder y del saber. Sólo puede ser
responsable aquel que puede intervenir con su poder en el curso
de los sucesos del mundo, y aquel que está consciente de ese po-
der, aunque no pueda predecir o prever con precisión cuáles serán
las consecuencias de su intervención. De tal modo que el poder de
intervención en el mundo proyecta al sujeto hacia la futurización
de posibles escenarios. En la antigüedad pretecnológica el poder
estaba limitado y el saber estaba guiado por una imagen del mun-
do gobernada por la permanencia de un orden natural o supra-
natural inmutable. La confianza en una naturaleza ordenada y es-
table fue la principal causa de que la responsabilidad por el futuro
prácticamente fuera inexistente en la tradición ético-política. Los
factores azarosos e indeterminables del orden natural sólo eran ele-
mentos del acontecer que no interrumpían la confianza en las fuer-
zas causales de la naturaleza.
Pero ¿cuál es ahora el horizonte futuro de la responsabilidad
política? La expansión de la responsabilidad política por el futuro
de la humanidad está relacionada con una singular paradoja que
HANS JONAS 333

Jonas señala. Por un lado, sabemos mucho más acerca del futuro
del mundo que todas las sociedades anteriores y, por otro, mucho
menos. Más, porque el saber de las ciencias es más preciso y tiene
mayor alcance en la previsión de las consecuencias de los efectos
que hemos provocado en la naturaleza; pero sabemos menos por-
que el mundo en el que vivimos es mucho más complejo y dinámi-
co, y el efecto de nuestras intervenciones tecnológicas puede dar
lugar a modificaciones radicales, irreversibles y que alteren rápi-
damente las condiciones de los ecosistemas y, por tanto, de la vida
humana. En cambio, las sociedades premodernas se representaban
un mundo inalterable, al menos en lo que a los efectos exacerbados
por el hombre se refería. Jonas señala que la sociedad premoderna
pudo conformar una idea del mundo más estable, pues tanto en la
naturaleza como en la cultura lo distintivo en la antigüedad fue
la casi ausencia de dinamismo histórico.45 En cambio, las proyeccio-
nes actuales tendrán, por tanto, que hacerse sobre un gran margen
de incertidumbre. La responsabilidad colectiva actual tiene una ex-
tensión temporal indefinida.

[…] Con la toma del poder por la tecnología (ésta es una nueva
revolución no planeada por nadie, totalmente anónima e inconte-
nible) el dinamismo ha adquirido aspectos que no se hallaban con-
templados en ninguna noción suya anterior ni podían ser previs-
tos por ninguna teoría […]; ha tomado un rumbo que podría
conducirnos, en vez de a una culminación, a una catástrofe uni-
versal, y ha adquirido un ritmo cuya impetuosa aceleración
exponencial, percibida con espanto, amenaza con escapar a todo
control. Lo que es seguro es que ya no podemos confiar más en
ninguna inmanente “razón de la historia” y que sería una absolu-
ta imprudencia hablar de un “sentido” del acontecer que se reali-
za a sí mismo; que, por tanto, careciendo de una meta consciente,

45
Ibid., p. 200.
334 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

hemos de tomar en nuestras manos de una manera totalmente


diferente ese proceso que nos impulsa hacia adelante.46

EL NIHILISMO DE LA UTOPÍA MODERNA DEL PROGRESO

Nuestra civilización tecnológica se ha involucrado en una dialéctica


del poder en la que se manifiesta, según Jonas, una contradicción: el
poder técnico se ha extendido tanto sobre la naturaleza que puede
conducir a la humanidad a perder el control sobre sí misma. En la
medida en que cada paso en la expansión del poder tecnológico
determina un siguiente paso de mayores dimensiones cuantitati-
vas y cualitativas, el progreso de ese poder se ha vuelto imparable
y se ha convertido en una necesidad imperiosa. El saber tecno-
científico nos ha redituado un dominio sobre la naturaleza nunca
antes visto, pero también nos ha conducido a un sometimiento ante
ese poder.
El sometimiento tecnológico de la naturaleza ha sido tan exito-
so y tan desmesurado que ha colocado a la humanidad ante el ma-
yor reto que su propia acción le haya presentado. El poder tecnoló-
gico actual no tiene precedentes en la historia, por lo que nos
enfrentamos ante un vacío ético [ethische Vakuum] por la enorme res-
ponsabilidad que hemos contraído al desplegar todo el poder tec-
nológico del que hemos dispuesto.
Según Jonas, el nihilismo47 está en el origen de ese vacío ético.
La tecnología ha contribuido, de manera material y simbólica, a la

46
Jonas comenta: “Nosotros sabemos —y tal vez es lo único que sabemos—
que la mayoría de las cosas serán distintas. Es la diferencia entre una situación
estática y una dinámica. El dinamismo es el signo de la modernidad. No es algo
accidental, sino una propiedad inmanente de la época y, por lo pronto, nuestro
destino. Significa que hemos de contar siempre con la novedad, pero que no
podemos calcularla; que el cambio es seguro, pero que no es seguro lo que ven-
drá” (ibid., pp. 211-212).
47
El nihilismo es, para Jonas, la neutralización de los valores intrínsecos que
por sí mismos poseen el orden natural y la existencia humana. La ciencia mo-
derna comenzó el proceso de desvaloración de la naturaleza y después de la
HANS JONAS 335

destrucción nihilista de la imagen del mundo y ahora de la idea del


hombre.
La ética de la responsabilidad pugna por frenar las aspiracio-
nes utópicas, aunque seductoras y aparentemente filantrópicas, que
pugnan por un progreso material técnico ilimitado. El ideal de la
vida buena debe revestirse de nuevos valores de prudencia, auste-
ridad y miedo ante el peligro de la extinción definitiva. La humani-
dad debe cancelar la búsqueda del bienestar supremo para unos
cuantos, pues el precio puede ser el daño irreversible de las condi-
ciones del planeta que hicieron posible el desarrollo humano, y el
equilibrio entre éste y el entorno natural.
La amplia dimensión de futuro de la responsabilidad actual
nos conduce a la crítica de la utopía tecnológica. Dado que Jonas cree
que la idea humanista del progreso y la política liberal democráti-
ca han sido insuficientes para contener el peligroso avance del po-
der tecnológico, la ética jonasiana de la responsabilidad opone al
utopismo la necesidad de preservar la ambigüedad de la libertad
humana, conservar la integridad de su mundo y proteger su esen-
cia frente a los abusos del poder tecnológico.

LA CRÍTICA DE LA UTOPÍA TECNOLÓGICA

El poder se ha vuelto autónomo, mientras que sus promesas se


han convertido en una amenaza y sus salvadoras perspectivas
se han transformado en un apocalipsis. Lo que ahora se ha vuelto

existencia humana. El mundo, vacío de sentido, homogéneo y continuo como


pura “extensión material” (Descartes), se convirtió en un conjunto de objetos
manipulables a discreción. Convergen en el nihilismo dos procesos: por un lado,
el derrumbamiento de todas las barreras culturales (morales, religiosas y meta-
físicas) para la acción tecnocientífica, y por otro, el hecho de que, a medida que
avanzan las ciencias y las técnicas propagando esta nueva ideología de homo-
geneidad axiológica del mundo, o de relatividad axiológica; domina la idea de
una realidad natural manipulable, que da origen al imperativo tecnológico: “rea-
liza todo lo que sea tecnológicamente posible”. El nihilismo y el utopismo se
asocian en la ideología más poderosa de la humanidad: la ideología del progre-
so tecnológico.
336 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

necesario, si la catástrofe no le pone freno antes, es el poder sobre


el poder, la superación de la impotencia frente a la autoalimentada
coacción del poder a ejercerlo progresivamente. Tras haber pasa-
do de un poder de primer grado —dirigido hacia una naturaleza
que parecía inagotable— a otro de segundo grado, que arrebató el
control al usuario, la autolimitación del dominio —antes de que
se estrelle contra los límites de la naturaleza— que arrastra consi-
go a los dominadores se ha convertido en tarea de un poder de
tercer grado.48

Pero ¿de dónde puede provenir ese poder de tercer grado? Jonas se
pregunta qué tipo de orden político podría ser capaz de autolimitar
y controlar el dominio tecnológico sobre el mundo, lo cual reque-
rirá algunas restricciones sobre el consumo y las libertades indivi-
duales. ¿Será posible mantener el ideal liberal y al mismo tiempo
controlar el poder tecnológico? Jonas sostiene que sólo una “disci-
plina social” tremendamente rígida será eficaz para subordinar los
intereses individuales al fin mayor de asegurar la preservación de
las condiciones medioambientales de la vida humana. Pero esta
tesis desemboca en un cuestionamiento de algunos de los funda-
mentos éticos de las sociedades democráticas liberales.
Para Jonas, el poder tecnológico debe ser regulado por la ra-
zón ética. El problema es que el poder tecnológico está globalizado;
el control sobre él debería ser de la misma magnitud. Sólo se le
puede oponer un poder político global. Pero no poseemos las institu-
ciones políticas adecuadas para lograr, por ejemplo, acuerdos de
orden internacional sobre la reducción de los gases que causan el
efecto invernadero, la disminución de sustancias contaminantes, el
control del crecimiento poblacional y el aseguramiento de niveles
adecuados de bienestar. Necesitaremos sustituir las políticas más
arriesgadas y las economías de crecimiento continuo por un mode-
lo económico “sustentable”, una economía cíclica para recuperar
el equilibrio entre el mundo humano y el entorno natural.

48
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., p. 235.
HANS JONAS 337

De continuar ese progreso material sin ningún control ético-


político aumentará la presión de una crisis ecológica global sobre
la sociedad, y no sólo se tendrían que reducir los niveles de bienes-
tar, sino también, según Jonas, las libertades democráticas (sin duda
uno de los más preciados tesoros de la modernidad), hasta el pun-
to en que, en aras de la preservación de la humanidad, tendrían
que restringirse o suprimirse esas mismas libertades.
Jonas plantea que la libertad ontológica es inalienable y que la
preservación del ser del hombre aseguraría su permanencia, aun-
que quedara negada o contenida temporalmente la libertad políti-
ca. Jonas opina que, sólo como último recurso, habría necesidad de
una “tiranía global” para asegurar el porvenir de la humanidad.
Una tiranía política global acabaría con las libertades civiles pero
no desterraría la libertad consustancial. Según Jonas, la experien-
cia histórica nos ha mostrado que en los sistemas totalitarios más
brutales el sentido de la libertad se mantuvo en aquellos que alber-
garon la esperanza en un nuevo renacimiento de la libertad polí-
tica. Pero Jonas olvida que justamente con un poder tecnológico
ampliado, los nuevos totalitarismos podrían suprimir también las
condiciones mínimas para la supervivencia de la conciencia y de la
libertad individuales. Así que ante el peligro de un fin inminente y
la necesidad de rigurosas y coercitivas medidas para asegurar la
mera supervivencia, habría un caldo de cultivo para el resurgimien-
to de temibles formas de totalitarismo ideológico y político que aca-
barían con los logros de la civilización moderna, sin que sea seguro
que fueran efectivas para reducir el deterioro ambiental. El peligro
más probable está también en el uso y abuso político de la situa-
ción de emergencia en que realmente se encontrarían los seres hu-
manos de generaciones futuras ante una crisis ambiental irreversi-
ble. Las desastrosas y dramáticas experiencias del totalitarismo del
siglo XX no tendrían comparación con nuevas formas de tiranía
que se aprovecharan de la escasez y de la urgencia por mantener la
mera supervivencia física de nuestra especie.
338 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Esta fe nos permite esperar con razón que —mientras sean seres
humanos los que sobreviven— con ellos también sobrevivirá la ima-
gen de Dios, esperando en secreto su nueva hora. En función de la
salvación física esta esperanza —que aquí tiene prioridad sobre el
miedo— permite que nos conformemos, si fuera necesario, inclu-
so con una pausa en la libertad en cuanto a los asuntos exteriores
de la humanidad […] Uno de los deberes más nobles y autoim-
puestos del principio de responsabilidad es, en efecto, prevenir la
futura necesidad de una privación de la libertad con actuaciones
plenamente libres en el presente.49

Pero ¿no es contradictorio afirmar que la defensa de la imagen


del hombre implica incluso el precio de la libertad y la autonomía
personal? ¿No es la libertad y la autonomía la condición de la capa-
cidad ética de responsabilidad, y esta es la única razón por la cual
la humanidad debe seguir existiendo? ¿Cómo justificar la imposi-
ción de semejante “bien” por encima de la autonomía de los seres
humanos? Por este tipo de opiniones la ética jonasiana de la res-
ponsabilidad ha sido duramente criticada:50

Tengo la sospecha de que la democracia, tal como hoy funciona


—con su orientación a corto plazo—, a la larga no es la forma de
gobierno adecuada. Aunque, ¿por qué habría de serlo? ¿Dónde
está escrito que con la democracia al estilo actual se haya encon-
trado solución a la cuestión del buen gobierno?51

Pese a ello, en varias entrevistas publicadas, Jonas intentó ma-


tizar esa visión negativa de la democracia y de las libertades indi-
viduales:

H. Jonas, Pensar sobre Dios y otros ensayo, p. 153.


49

Véase G. Hottois, ed., Aux fondements d’une éthique contemporaine y Hans


50

Jonas: nature et responsabilité. Hottois ha sido el principal crítico de la “política


conservadora” que Jonas expone en su obra.
51
H. Jonas, Más cerca del perverso fin…, p. 41.
HANS JONAS 339

Lo que dije un día en este contexto sobre el amenazante “fantas-


ma de la tiranía” no fue interpretado como advertencia, sino como
recomendación: como si hablara a favor de la dictadura [...]. Lo
que quise decir es que, en situaciones extremas, no queda espacio
para los dilatados procesos de decisión propios de la democracia,
y que no deberíamos permitirnos llegar a tal situación. La libertad
genérica del ser humano, su dote biológica, sólo puede sucumbir
con él; pero la libertad política, una expresión peculiar e histórica-
mente exigua de aquélla, podría volver a perderse por ligereza.
Lo haría de no superar por sí misma la mayor prueba con que
hasta ahora se ha enfrentado jamás la libertad humana.52

No obstante, el filósofo judío-alemán sostiene que uno de los


deberes más nobles del principio de responsabilidad es evitar preci-
samente la futura necesidad de una privación de la libertad, me-
diante acciones libres y autónomas de autolimitación en el presen-
te. Sin hacer una concesión plena al argumento jonasiano, es preciso
reconocer que el antropocentrismo en la cultura occidental y la
política liberal de las democracias actuales han sido incapaces para
contener el impulso peligroso del progreso tecnológico, en cuanto
a sus evidentes excesos. De este modo, la ética de la responsabili-
dad tiene razón en denunciar ese incontrolado poder tecnológico
arguyendo la necesidad de frenar las aspiraciones utópicas, aun-
que atractivas y “políticamente correctas”, que pugnan por un pro-
greso ilimitado y un bienestar material para toda la humanidad.
Por ello, Jonas se propone atacar y destruir el núcleo ideológico del
mito del progreso y de la utopía tecnológica. El ideal de la “vida
buena” que la humanidad no puede abandonar debe revestirse
ahora de nuevos valores de prudencia y precaución ante el peligro
de la extinción definitiva o la deformación del carácter ético del
hombre. La sociedad actual tendría que cancelar la búsqueda del
bienestar que sólo dependa del progreso ilimitado del poder tec-
nológico, pues el precio puede ser el daño irreversible de la esencia

52
Ibid., p. 129.
340 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

del hombre o de las condiciones naturales del planeta que hicieron


posible la evolución biocultural.

Las dos amenazas mencionadas —la de la aniquilación física y la


del atrofiamiento existencial— se encuentran implícitas en la mo-
derna macrotécnica, la primera por el potencial catastrófico y di-
rectamente negativo de ésta (como la guerra atómica), la segunda
por su potencial manipulador positivo. Por ejemplo, por medio
de la automatización de todos los trabajos, el control de la con-
ducta psicológica y biológica, de formas de poder totalitario e in-
cluso por medio de un recondicionamiento genético de nuestra
naturaleza, este potencial manipulador puede llevar a la incapaci-
tación ética. Finalmente, con respecto a la destrucción del medio
ambiente con técnicas perfectamente pacíficas y en principio úti-
les a la humanidad —un Apocalipsis lento y de puntillas en lugar
del nuclear instantáneo—, la amenaza física misma se convierte
en amenaza existencial, si al final nos encontramos con una mise-
ria global que ya sólo deja en pie el imperativo de la pura supervi-
vencia dispensado de toda responsabilidad.53

Necesitamos, por tanto, construir un nuevo consenso ético-


político de escala mundial para lograr un nuevo paradigma de
macropolítica en búsqueda de una forma distinta de bienestar para
todos (ya no centrado en la sobreabundancia material y en la des-
igualdad social, a costa de la expoliación de la naturaleza). ¿En qué
consistiría ese consenso político global? Según Jonas el contenido
de esos acuerdos de corte internacional implicaría renuncias al
modelo de vida occidental de la opulencia y el derroche, y la con-
tención del crecimiento de la población mundial (sobre todo en los
países pobres), pues son los principales factores de la amenaza
medioambiental. Además de las restricciones al crecimiento eco-
nómico-industrial y la reducción del consumo (o más bien su nive-
lación en todo el mundo),54 serían necesarias políticas para inter-

53
H. Jonas, H., Pensar sobre Dios y otros ensayo, p. 148.
54
Jonas comenta: “Nosotros, los del llamado “Occidente” hemos creado el
HANS JONAS 341

venir en la vida privada, como en el caso de la reproducción, con el


fin de reducir la sobrepoblación que ya se ha convertido en una
enorme carga para el planeta.

Lo que sí puedo imaginarme es la irrupción de terribles circuns-


tancias que conduzcan a acuerdos de compromiso entre los gru-
pos de poder económico, político y social […] Acuerdos interna-
cionales de renuncia global a disputarse bajo libre competencia
los limitados tesoros de la Tierra.55

Se tendrían que definir criterios cuantitativos para establecer


los límites críticos de los niveles de contaminación, población, pro-
ducción industrial y otras variables fundamentales para el mante-
nimiento de los equilibrios ecológicos. Pero en el caso de las inter-
venciones tecnológicas sobre el ser humano, los criterios, dice Jonas,
no deben ser cuantitativos sino cualitativos. “Donde se trata de
nuestro propio ser, es suficiente el saber del que disponemos en
todo momento acerca de su esencia, que nos indica qué es lo bueno
en sentido humano y nos da la certeza sobre lo que le es contrario.”
Jonas se refiere, desde luego, al campo de la biotecnología aplicada
al cuerpo humano, que afectaría las condiciones biológicas del co-
mienzo y el final de la vida, de la duración de la existencia y de la
dotación genética de cada individuo. En este campo de la aplica-
ción tecnológica surgirán nuevos problemas sobre el sentido del
“bonum humanum”, de la vida y de la muerte, la dignidad y la auto-

coloso tecnológico y lo hemos dejado caer en el mundo; en adelante, somos los


máximos consumidores de sus frutos, y en este punto, los máximos pecadores
de la Tierra. A nuestra voluptuosidad bien haya que exigirle, también, limita-
ción. Sería obsceno sermonear a los hambrientos de las partes empobrecidas
del planeta sobre la protección del medio ambiente por el bien del futuro”. [p.
128] “Si en el tema es la modestia y la renuncia, en los países occidentales
industrializados tenemos un gran margen de juego [...] No se puede ir a los
necesitados y hambrientos de esta tierra con no importa qué pretensión exage-
rada de que han de renunciar. Excepto con la reproducción: en este caso se
pueden pedir limitaciones” (H. Jonas, Más cerca del perverso fin…, p. 44).
55
Ibid., p. 41.
342 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

nomía de las personas, la integridad y unidad de cuerpo y mente,


en suma, lo que Jonas ha denominado la integridad de la imagen del
hombre.56 Ante estas nuevas cuestiones, que han sido objeto proble-
mático de la bioética actual, debemos responder, según Jonas, con
una concepción ontológicamente fundada del ser humano, que no
sólo intente decirnos por qué tenemos la responsabilidad de la exis-
tencia del hombre, sino que también establezca la protección de la
naturaleza humana para evitar su posible e irreparable afectación.

REPERCUSIONES POLÍTICAS
DE LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD

Jonas está de acuerdo en lo esencial con el modelo de Estado de la


concepción liberal. La finalidad de tal Estado habría sido dejar el
mayor margen de libertad individual y de libre juego de las fuer-
zas sociales (principalmente económicas) para fomentar las virtu-
des autónomas de los individuos. En la búsqueda de esa finalidad,
los regímenes liberales modernos han aventajado en las libertades
formales y los derechos civiles a todas las modalidades de regíme-
nes despóticos; y sin embargo, no han carecido de graves proble-
mas, uno de los cuales es la frágil estabilidad que poseen. Además,
los Estados liberales democráticos se han restringido a un orden
legal mínimo y a regulaciones sociales cada vez más débiles por
ser meramente “procedimentales” y que han sido incapaces de evi-
tar la creciente desigualdad social. Jonas reconoce que las liberta-
des civiles son el más preciado tesoro de las democracias indus-

56
Jonas intenta superar la regla empírica de la “heurística del miedo” me-
diante un juicio que sea independiente de los cálculos de los posibles efectos
negativos del poder tecnológico, y que pueda resolver si un efecto —sin impor-
tar su grado cuantitativo— no debe suceder. Por ejemplo, Jonas declara que el
jugar con el genoma del ser humano sería en sí mismo un “sacrilegio” de la
imagen del hombre, por lo que bastaría un único intento (sin tener que esperar
el resultado de muchos experimentos) para establecer que no podría permitirse
la realización de tales modificaciones y ni siquiera proponérselo como un me-
dio para la investigación.
HANS JONAS 343

trializadas, pero señala que, al mismo tiempo, se han convertido


en un factor causal de los desórdenes ambientales y de conflictos
sociales.57 No obstante, Jonas acepta que es mejor un sistema po-
lítico que asegura las libertades individuales y que posibilita el
desarrollo de virtudes de autonomía y responsabilidad que un sis-
tema autoritario.58

Así pues, se nos concederá [...] que en todos los ámbitos de la acti-
vidad humana un sistema de libertad, mientras sea capaz de pro-
tegerse de sus propios excesos, es moralmente preferible a un sis-
tema sin libertad [...] Un Estado de derecho es mejor que uno
arbitrario; la igualdad ante la ley es mejor que la desigualdad; el
derecho del mérito es mejor que el derecho de nacimiento; el libre
acceso a las cosas es mejor que el dispuesto según privilegios; la
decisión sobre los asuntos propios y el voto en los asuntos públi-
cos son mejores que su permanente abandono a la tutela oficial; la
diversidad de los individuos es mejor que la homogeneidad colec-

57
Los ciudadanos de los Estados liberales pugnan por tener libre acceso a los
bienes tecnológicos y al consumo ilimitado para alcanzar sus propios intereses
vitales. Hasta ahora el acceso a los bienes tecnológicos no ha sido equitativo y
depende de condiciones socioeconómicas. Los estados industrializados defien-
den su “derecho” al crecimiento económico (que implica el “derecho” a conta-
minar el planeta y seguir derrochando recursos naturales) como medio para
alcanzar la mayor equidad en la distribución de la riqueza, mientras que los
países pobres luchan por alcanzar niveles similares de producción industrial
que mejoren la calidad de vida (en general precaria) de la mayoría de sus ciuda-
danos. La brecha de desarrollo se ha acrecentado en la medida en que el poder
tecnológico progresa. Por ello, Jonas vaticina que la “lucha de clases” que prego-
naba el marxismo se convertirá en “lucha entre naciones” por obtener los bene-
ficios tecnológicos a corto plazo, lo cual incrementaría el efecto negativo del
modelo tecnológico-industrial en la naturaleza ambiente. La rebelión de “los
condenados de la Tierra” contra los países ricos por la lucha económica provo-
caría una violencia internacional de incalculables y funestas consecuencias.
58
Jonas señala, a propósito de los regímenes socialistas de la época, que éstos
podrían ser más “eficientes” para evitar una catástrofe ecológica mundial. Las
“ventajas” de estos regímenes —si se propusieran como objetivo primordial la
protección de la naturaleza y el control de los efectos de la tecnología— serían la
“disciplina social” (de facto, la restricción de las libertades individuales), el
“igualitarismo” y la buena disposición por la austeridad. Sin embargo, como
344 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

tiva; la tolerancia ante lo diferente es mejor que la obligada confor-


midad, etc. [...] no hay ninguna duda de que —sin necesidad de
establecer el “bien” mismo— hay sistemas sociales moralmente me-
jores y peores. [...] Pero inmediatamente tenemos que añadir que
el hecho de que sean mejores [...] no garantiza su perduración, sino
que por el contrario, sus ventajas —sobre todo la de la libertad—
albergan las semillas de las contradicciones, las crisis internas, su
posible degeneración e incluso la posible conversión en su contra-
rio. [...] los sistemas moralmente buenos son a la vez precarios y,
por tanto, no son asimilables a la “utopía”, cuyo primer requisito
formal es la seguridad de la permanencia de su contenido.59

El problema que destaca Jonas es que difícilmente se podrá


combinar un Estado de plena libertad individual con un régimen
ecológicamente sustentable. Jonas plantea entonces que la política
más eficaz para el mundo tecnológico será aquella que advierta y
evite el mal mayor y que, en vistas de reducir la degradación am-
biental y el derroche de recursos, logre establecer medidas oportu-
nas. La solución debe estar orientada a mejorar el aprovechamien-
to de los recursos más que al crecimiento económico ilimitado, con
base en nuevas “virtudes colectivas“ (moderación, austeridad,
autolimitación y precaución) como parte de un cálculo pragmático
de las posibilidades de una economía global sustentable; por ello
dice Jonas: “la madurez nos ordenará rechazar un entrañable sue-
ño juvenil, pues eso es la utopía para la humanidad”.60

Jonas mismo lo corrobora, los Estados socialistas nunca utilizaron estos recursos
políticos para reducir los efectos negativos del poder tecnológico. Por el contra-
rio, lo alentaron y lo convirtieron en objeto de “culto”, y en sustento de poderío
económico y militar, como parte de un rígido y despiadado control social. Fue
claro que esos socialismos “reales” sucumbieron también ante el ideal utópico
del progreso tecnológico, pues cayeron en la trampa de sus propias ficciones
ideológicas, y acabaron creyendo en la ilusoria posibilidad de un dominio total
sobre la naturaleza y la sociedad a través del poder tecnológico, controlado y
dirigido por un Estado autoritario. Las consecuencias de ese “experimento” social-
ideológico han sido demasiado desastrosas, tanto en lo político como en ecológico.
59
H. Jonas, El principio de responsabilidad..., pp. 279-280.
60
Ibid., p. 265.
HANS JONAS 345

Como fuerza histórica, la utopía tecnológica ha sido un factor


de cambio y movilización social. Pero ¿qué perderíamos si renun-
ciamos por completo a un ideal utópico de progreso material ilimi-
tado? Jonas confía en que la humanidad pueda alcanzar la madu-
rez moral para deshacerse de la ficción del progreso tecnológico,
para convertir a la protección del ser del hombre y de su mundo en
una tarea primordial.

Se trata de una cuestión que va más allá de si la utopía podrá ser


realizada antes o después [...], de una sola vez o en diversas eta-
pas [...]; se trata de la cuestión de la “verdad” del ideal en sí mis-
mo, de su corrección interna y, por tanto, de si su realización es
legítima. Pues sólo el abandono real de esa concepción como tal,
y no su mero aplazamiento por razones pragmáticas, proporcio-
na a quienes han de conducirnos hacia el futuro la libertad moral
e intelectual que precisarán para tomar las decisiones que los
aguardan.61

Nadie duda que la humanidad ha progresado colectivamente


con el desarrollo tecnocientífico, pero los costos del progreso de la
civilización tecnológica para el medio ambiente y para el hombre
mismo han sido altos y siguen aumentando peligrosamente hasta
el punto de que sean insostenibles en un sistema ecológico finito.
Sólo en el caso de la ciencia es deseable un progreso continua-
do que no se tope con límites físicos, pero no debe suceder lo mismo
con la tecnociencia. Nadie abogaría racionalmente por detener el
progreso de la ciencia, en tanto conocimiento del mundo; Jonas no
lo hace, a diferencia de lo que algunos piensan: “llevar adelante el
riesgo del saber es un lato deber; si ése es el precio, habrá que pa-
garlo. Éste es pues un caso indiscutible —quizá el único absoluta-
mente indiscutible— de auténtico progreso”. Muy diferente es, en
cambio, el progreso de la tecnología, puesto que en la medida en
que aumenta su poder para modificar el mundo y alterar las condi-

61
Ibid., p. 266.
346 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

ciones de la vida humana, puede ser contraproducente y, por tan-


to, deseable que sea controlado y regulado.62
Jonas plantea que el error fundamental de la utopía tecnoló-
gica moderna —que es preciso corregir— subyace en una inade-
cuada concepción de la naturaleza humana. La utopía desconfía y
desprecia el estado actual de la humanidad, y la concibre como
débil, vulnerable y extremadamente versátil, y confía absolutamente
en el “hombre del mañana”.
El ser humano no es, como dice Jonas, una “larva cuyo destino
es convertirse en mariposa”; es decir, su esencia se constituye como
problema y como ambigüedad constitutiva. Por lo que resulta tan
infructuoso tratar de llevar a la humanidad a un estadio de pleni-
tud, como hacer que retroceda a un estado no problemático, se-
mejante al de otras criaturas vivas. Como hemos dicho, todo lo que
la humanidad puede ser lo podemos apreciar en su historia. El ser
humano tiene capacidad para ser bueno o malo, para actuar res-
ponsable e irresponsablemente, para ser ambas cosas al mismo tiem-
po. Jonas señala que es esta ambigua libertad de ser el tesoro que
debemos resguardar y lo único que podemos proyectar hacia el
futuro, con la certeza de que podrá hacerse realidad. En el ser hu-
mano no se oculta una potencialidad dormida que se mostrará cuan-
do la utopía nos alcance; no hay más ser que el que ya se posee, no
más posibilidades que las que surgen de nuestra inalienable liber-
tad. Es necesario, por tanto, superar la idea utópica de que el “hom-
bre es un medio para el superhombre”. Esto es lo que Jonas denomi-
na el “misericordioso escepticismo” de la ética de la responsabilidad:

Esta exigencia ha de ser cumplida por ella misma, sin pesimismo


ni optimismo, sino de manera realista, sin la embriaguez de ex-
pectativas desmesuradas; sin pagar, por tanto, ningún precio des-

62
Jonas observa: “puede lamentarse la invención de una bomba atómica de
capacidad destructiva aún mayor y considerar negativo su valor, pero la queja
es precisamente que esa bomba es técnicamente ‘mejor’ y, en este sentido, su
invención, desgraciadamente, un progreso” (ibid., p. 271).
HANS JONAS 347

medido por ello, como es el caso de los movimientos quiliastas


—“totalitarios” por naturaleza—, dispuestos a sacrificar a los vi-
vos en aras del porvenir. Frente al optimismo inmisericorde se
encuentra el misericordioso escepticismo. […] hemos de resignar-
nos […] a que Jesús y Sócrates, Sófocles y Shakespeare, Buda y
Francisco de Asís, Leonardo y Rembrandt, Euclides y Newton,
no puedan ser “superados”. Su brillar a través de la historia ofre-
ce un fundamento a la esperanza de que esa cadena no se rompe-
rá. No es posible hacer en favor de ella nada más que impedir el
agotamiento de su secreto suelo nutricio (amenazado […] por al-
gunas tendencias de la técnica y de la utopía orientada tecnológi-
camente).63

LA TRANSFORMACIÓN EUGENÉSICA
DE LA NATURALEZA HUMANA

Jonas dedicó varios de sus últimos escritos (reunidos en Técnica,


ética y medicina, 1985) a la aplicación del principio de responsabilidad.
En ellos intentó enfrentar una nueva revolución tecnocientífica que
está en marcha: la de la biotecnología y la ingeniería genética que,
en conjunción con otras tecnociencias,64 tendrán como objetivo cen-
tral emprender el rediseño de la naturaleza humana.
Por primera vez, la configuración genotípica y fenotípica del
ser humano sería el objeto total de una transformación tecnológica.
Con ello, como opinan los más tecnoentusiastas, la humanidad to-
maría el mando de su propia evolución. Jonas toma muy en serio

63
Ibid., p. 352.
64
Entre otras posibilidades biotecnológicas para un futuro “transhumano”
están la ingeniería de “enriquecimiento” genético (mediante la adición de genes
exógenos a nuestra especie), el diagnóstico de preimplantación para seleccio-
nar caracteres genéticos en los embriones, la clonación con fines reproductivos,
la nanotecnología que crearía nuevos materiales que sinteticen lo electrónico y lo
biológico, las prótesis biónicas, los neurofármacos, la inteligencia artificial, y
quizá también la realidad virtual y otras tecnologías informáticas que alterarían
radicalmente las funciones cognitivas principales (percibir, imaginar y pensar).
348 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

estas posibilidades y los experimentos tecnocientíficos que se van


encaminado hacia fines eugenésicos y transhumanos.65 Y de hecho,
acepta algunas proyecciones de determinismo genético típicas de
la época anterior a la secuenciación del genoma humano. Según
esas proyecciones, el individuo podría ser en el futuro reconfigurado
genética y neurológicamente para aumentar y potenciar las capaci-
dades físicas, intelectuales, sensoriales, controlar las emociones y
los sentimientos, e incluso para extender la duración de su existen-
cia. Las más tentadoras posibilidades desembocarían en el rediseño
genético del cuerpo y de la conciencia humanos, así como en la
manipulación del genoma mediante la inserción de genes de otras
especies, con la finalidad de potenciar algunos procesos o crear
nuevas propiedades y capacidades.
En estas perspectivas eugenésicas, el mundo tecnológico se
involucraría en una dinámica utópica de remodelación de lo hu-
mano y metamorfosis total de la naturaleza, mediante tecnologías
de transgénicos animales y vegetales. Así pues, los proyectos de
transformaciones transhumanas amenazarían, como Jonas sostie-
ne, la “imagen del hombre” aquella en la que se reconoce una per-
tenencia universal a una especie natural. El riesgo mayor se concre-
taría en la posibilidad de una pérdida o desfiguración de esa
“imagen simbólica”, porque la tecnociencia convertiría a lo huma-
no en una realidad manipulable y transformable en su estructura

65
Los objetivos de las tecnologías transhumanas serían: a) en primer lugar,
la extensión de duración de la vida. b) Ampliación y potenciación de las capaci-
dades intelectuales. c) Modificación y potenciación de las funciones y habilida-
des corporales. d) La modificación y el control de las emociones internas. e) La
ampliación de las capacidades de percepción del entorno, así como la extensión
de las capacidades sensoriales. El resultado de estas intervenciones alteraría la
esencial “ambigüedad de la libertad humana” (como decía Jonas), pues quizá
podría llegar a “programarse” la conducta, las sensaciones y los estados de
conciencia. Muchos fenómenos de la experiencia sensible dejarían de tener el
sentido actual, pues carecería de espontaneidad y novedad, podrían ser pro-
gramados. ¿Que pasaría con las relaciones entre emociones y sentimientos éti-
cos? ¿Podríamos programar que los individuos sintieran solidaridad, compa-
sión, fraternidad? O, por el contrario, ¿programarlos para no sentirse vinculados
emotivamente y poder atacar y matar con mayor eficacia?
HANS JONAS 349

genético-corporal, con modificaciones cualitativamente radicales y


de rápida extensión entre la población, que acelerarían el ritmo de
adaptación natural y que podrían desencadenar efectos insospe-
chados, tanto de orden genético-biológico como de orden socio-
político.
Las nuevas posibilidades que ofrecerían las tecnologías eu-
genésicas han desatado grandes controversias y conflictos de valo-
res. Ante estas posibilidades, Jonas se anticipa mediante la formu-
lación de principios precautorios y de responsabilidad.
Muchos de los defensores y promotores de las posibilidades
eugenésicas consideran que los “transhumanos” del futuro no de-
jarían de tener dignidad en tanto sujetos racionales y autoconscien-
tes, pues la extensión de la vida, la ampliación de las capacidades
cognitivas y sensoriales o el autocontrol de los sentimientos, no
afectaría el núcleo cuasi metafísico de lo humano; por el contrario,
sostienen que se conservarían y mejorarían sus rasgos básicos (ra-
cionalidad, autoconciencia, capacidad comunicativa);66 e incluso se
prevé que podrían convertirse en seres superdotados de sentido y
sensibilidad éticos. Es innegable que cualquiera que fuese el resul-
tado de los experimentos eugenésicos, los transhumanos tendrán
que ser considerados con los mismos derechos y obligaciones que
las personas naturales.
Sin embargo, no se trataría sólo de una extensión de derechos,
pues persisten y se acrecientan muchas dudas acerca de la viabili-
dad de estas transformaciones, y sus posibles consecuencias bioló-
gicas, éticas y sociales.67 El peligro de las transformaciones biotec-

66
Véase Nick Bostrom, “In defense of transhumanism dignity” en www.
nickbostrom.com (2003).
67
Francis Fukuyama sintentiza en El fin del hombre. Consecuencias de la revo-
lución biotecnológica (p. 141) estas reservas que, sin duda, Jonas compartiría:
“Actualmente no tenemos la capacidad de alterar la naturaleza humana en nin-
gún aspecto significativo, y puede que la humanidad jamás llegue a tenerla.
Pero conviene dejar en claro dos cosas. En primer lugar, y aunque la ingeniería
genética nuca se materialice, las tres primeras fases del desarrollo biotecnológico
—la ampliación de los conocimientos sobre la causalidad genética, la neurofar-
macología y la prolongación de la vida tendrán importantes consecuencias en
350 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

nológicas con objetivos eugenésicos se cierne sobre los rasgos que


demarcan la naturaleza humana. Si seguimos el argumento de Jonas
podemos deducir qué tipo de rasgos conforman tal naturaleza. És-
tos son la base y la condición de la subsistencia de un agente moral
capaz de autodeterminarse y de asumir responsabilidad. Hasta
ahora, la condición humana se ha erigido sobre dos estructuras inter-
dependientes que han permanecido como una base estable de la
variabilidad histórica.
1) La primera es un soporte biológico resultado de la evolu-
ción natural, que se expresa en una configuración corporal común
y estable, lo que ha permitido la lenta incorporación de mutaciones
sin alterar la identidad biológica de nuestra especie. Estos cambios
biológicos se han acelerado en el último siglo por la acción de di-
versas sustancias químicas y bioquímicas sobre el cuerpo humano
y la alteración de su hábitat; pero se acelerarían aún más con la ma-
nipulación del genoma con fines de eugenesia positiva o de “mejo-
ra” de las cualidades inherentes a nuestra especie.
2) La segunda estructura, construida sobre la primera, es la
simbólico-cultural, producto de la evolución histórica, la cual deli-
mita las capacidades y facultades para recrear e interpretar el mun-
do mediante el lenguaje y el pensamiento. Hasta ahora, esta se-
gunda estructura es la que genera la diversidad y dinamismo
histórico-cultural de nuestra especie.
Esta doble estructura de la condición humana puede denomi-
narse biológico-cultural o biocultural y ha constituido la fuente de
la diversidad y la variabilidad histórica de la humanidad. Com-

la política del siglo XXI. Estos adelantos serán tremendamente polémicos por-
que desafiarán nociones tan apreciadas como la igualdad humana y la capaci-
dad de elección moral; proporcionarán a las sociedades nuevas técnicas para
controlar el comportamiento de sus ciudadanos; cambiarán nuestra compren-
sión de la personalidad y la identidad humanas; subvertirán las jerarquías so-
ciales existentes; influirán en el ritmo de los avances políticos, materiales e inte-
lectuales; y afectarán la naturaleza de la política global. […] la naturaleza humana
desempeña un papel esencial en nuestro modo de entender la justicia, la mora-
lidad y la calidad de vida, y todos estos conceptos experimentarán un cambio si
esta tecnología se generaliza”.
HANS JONAS 351

prende un conjunto de rasgos comunes que todas los sujetos desa-


rrollan en diferentes grados. Así, la humanidad es diversa tanto en
lo biológico como en lo simbólico-cultural, pero, al mismo tiempo,
comparte una misma naturaleza que se expresa en su configuración
genético-biológica-corporal. Esta configuración ha permanecido
estable y constituye, de hecho, la base de una identidad común y
del reconocimiento de derechos humanos universales.
Empero, lo que la humanidad ha heredado como producto de
la doble evolución podría alterarse por efecto de una intervención
tecnológica intencional para modificar dicha estructura. Y este es
el riesgo mayor que Jonas señala enfáticamente. Como comienza a
pensarse ahora, el ser humano podría intentar superar la evolu-
ción simbólico-cultural, mediada por el lenguaje y los procesos sim-
bólico-culturales, como la educación y la formación de valores,68
para entrar en una nueva etapa de autoevolución tecno-biológico-
cultural que desembocaría, como algunos sueñan, en la aparición
de nuevas subespecies humanas. Por ello, ante las posibilidades
tecnológicas —por ahora sólo imaginadas— de una transfigura-
ción radical de la condición humana, hoy cabe preguntarse con todo
rigor cuál será el porvenir de lo humano, qué será de la “imagen del
hombre” tal como la hemos conocido y reconocido, tal como se ha
desarrollado desde esa base biocultural.
Ahora bien, Jonas antepone un argumento que bien vale la pena
considerar sobre la índole de las transformaciones eugenésicas que
podrían intentar la biotecnología y la ingeniería genética. La inge-
niería tradicional trabaja con materiales inertes, con los cuales es
factible diseñar sistemas y máquinas que resultan —hasta cierto
punto— controlables. La biotecnología, en cambio, combinaría en-
tidades vivas y procesos naturales que no se pueden “construir”

68
Peter Sloterdijk había sostenido, en un famoso ensayo, la obsolescencia de
la ética y la política para formar al individuo y la emergencia de este nuevo
poder tecnológico para cumplir los fines humanistas: una verdadera “mora-
lización” del individuo y la sociedad mediante el control de las pasiones y los
sentimientos morales. Véase P. Sloterdijk, Règles pour le parc humain. Une lettre
en réponse à la Lettre sur l’humanisme de Heidegger.
352 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

artificialmente, justo porque siguen su propio telos vital, y no se


subordinan por completo a nuestros fines pragmático-tecnológi-
cos. La biotecnología no ha logrado construir un artificio vivo, sino
que interviene en los procesos de la vida para combinarlos y
reconducirlos. En sentido estricto, no se pueden fabricar seres vi-
vos, sino que la biotécnica manipula las estructuras genómicas pa-
ra desencadenar en ellas combinaciones y reparaciones. A dife-
rencia de la ingeniería tradicional que trabaja con lo inorgánico, la
ingeniería biotécnica no tiene la capacidad de controlar el proceso
mismo de “fabricación” de sus productos, pues esto le pertenece
por entero a la naturaleza.
La biotecnología podría causar alteraciones irreversibles de
estructuras genómicas, pues la cantidad de variantes y de conse-
cuencias colaterales en el medio ambiente podría llegar a ser impre-
decible. Además, Jonas señala que en la biotecnología y la ingenie-
ría genética podemos avizorar una sutil fusión entre el sujeto y el
objeto técnico, puesto que sus efectos son envolventes: el sujeto de
la acción puede quedar involucrado en las modificaciones, y los
artefactos pueden quedar literalmente “incorporados” en el produc-
tor. La tecnociencia eugenésica pulverizaría el “dualismo tecnoló-
gico” entre sujeto y objeto, pues el sujeto mismo es ya objeto de su
propia transformación, pero no de un modo simbólico, sino biológico
y operativo. Por tanto, el margen de incertidumbre sobre el compor-
tamiento de cualquier hibridación tecnológica es más riesgoso por la
complejidad de factores que inciden en los fenómenos de la vida.
Además, la aplicación eugenésica de la ingeniería genética abre
un espectro muy amplio de consecuencias inesperadas. La infor-
mación genética es vulnerable e inestable debido a mutaciones cau-
sadas por la radiactividad, las sustancias químicas, los virus y otras
fuerzas mutágenas. La manipulación genética puede implicar ries-
gos mayores, pues desconocemos los efectos potenciales.
Pero no sólo estarían implicados riesgos biológicos y ambien-
tales en las biotecnologías aplicadas al ser humano, también existe
la posibilidad de riesgos sociales y políticos. Hasta ahora la indivi-
dualidad de cada ser humano se ha formado a partir de una dota-
HANS JONAS 353

ción genotípica y fenotípica recibida de modo natural, mediante la


combinación sexual de caracteres genéticos. El cuerpo de cada uno
es el resultado de un proceso contingente y azaroso (aunque co-
mienza a ser controlado por técnicas como el diagnóstico de
preimplantación). Hasta el momento no está en poder del indivi-
duo (o más bien de sus progenitores) determinar qué tipo de cuer-
po poseerá, qué genes y qué características específicas expresarán,
qué habilidades o capacidades, distintas o superiores a las de la
mayoría, o a qué enfermedades será vulnerable o no, etc. La natu-
raleza contingente de nuestro ser determina nuestra individuali-
dad y nuestra capacidad para vincularnos con otros seres huma-
nos, cuya existencia es igualmente contingente e indeterminada.
Por el momento, sólo podemos aspirar a ciertos métodos de
eugenesia negativa para impedir que nazcan seres humanos con
una enfermedad grave causada por algún gen, pero no es posible
todavía, quizá por el momento, la intervención biotecnológica con
fines de eugenesia positiva; es decir, para diseñar a voluntad el tipo
de ser humano que se va a producir, para incorporarle diferentes
“mejoras” en su estructura biológico-corporal, que le den ventajas
iniciales sobre los demás individuos (iniciales, porque en todo caso,
el sujeto mismo podría decidir usarlas o no, o porque en le trans-
curso de su vida esas ventajas se conviertan en desventajas).
Por otro lado, Hans Jonas observa que la manipulación genética
y la programación de la corporalidad podrían darnos demasiada in-
formación y demasiado poder sobre nosotros mismos. En particu-
lar, los diagnósticos genéticos y la posible clonación de seres hu-
manos con fines reproductivos podrían quitarnos el “velo de
ignorancia” natural sobre el destino de nuestro organismo, o al
menos provocar la ficción de que poseemos un saber sobre dicho
destino. Por ello, Jonas aboga por un derecho a la ignorancia sobre
nuestra composición genética, pues la ignorancia sobre el destino
es la condición de la libertad.69
69
Jonas postulaba: “respeta el derecho de toda vida humana a encontrar su
propio camino y ser una sorpresa para sí misma” (H. Jonas, Técnica, medicina y
ética, p. 130).
354 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Bioconservacionismo vs. eugenesia liberal

En el debate reciente se han desarrollado dos posiciones generales


frente a las posibilidades de transformaciones eugenésicas, que
atraen como dos polos magnéticos nuestras ideas y sentimientos
en relación con la posibilidad de una mutación tecnológica radical
de la naturaleza humana. Una de estas posiciones tiene como pre-
misa básica que la estructura biocultural del ser humano no debe
ser objeto de transformación tecnológica, que la hybris o la trasgre-
sión de la condición humana es un mal ético en sí mismo; la otra
considera, por el contrario, que el hombre está ya en la antesala
del control de su propia evolución, que la naturaleza humana no
posee un valor sagrado pues no es más que un resultado contin-
gente de la evolución, y que, por tanto, puede ser modificada por
la tecnociencia de acuerdo con los fines que las personas mismas
puedan asignarle.
Ambas posiciones se sustentan en las nociones tradicionales
de autonomía y de dignidad del sujeto, y a partir de ella intentan
fundar sus razonamientos sobre la posibilidad o no, y la validez
ética o no de modificar técnicamente la condición humana; pero al
mismo tiempo han puesto en crisis, quizá sin proponérselo, las ba-
ses ontológicas de la concepción ética de la condición humana.
La primera posición, que llamaremos bioconservacionista (típi-
camente la de Günther Anders y Hans Jonas, que retoman en la
actualidad autores como Jürgen Habermas, Francis Fukuyama o
Bill McKibben)70 afirma que existe un riesgo existencial para el futu-

70
Los principales bioconservacionistas son: G. Anders, Die Antiquierheit des
Menschen; H. Jonas, Técnica, ética y medicina y Pensar sobre Dios y otros ensayos;
J. Habermas, El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal? y
La constelación posnacional. Ensayos políticos; Francis Fukuyama, El fin del hombre.
Consecuencias de la revolución biotecnológica, y Bill McKibben, Enough. Staying
Human in an Engineered Age. Entre los partidarios de una eugenesia liberal: Lee
Silver, Vuelta al Edén. Más allá de la clonación en un mundo feliz; H. Tristram En-
gelhardt, Los fundamentos de la bioética; Dominique Lecourt, Humain post humain;
Nicholas Agar, Liberal Eugenics: In defense of Human Enhancement,, y G. Hottois,
Essais de philosophie bioéthique et biopolitique. Véase también los artículos de Nick
HANS JONAS 355

ro de la humanidad si la tecnociencia logra traspasar los límites


naturales del ser humano mediante la eugenesia positiva. Dichos
límites son restrictivos y pretender transgredirlos implicaría la pro-
babilidad de provocar un desastre ontológico de irreversibles conse-
cuencias: la anulación de la autoconciencia ética del ser humano.
En cambio, el supuesto básico de la posición contraria, que
denominaremos transhumanista, o que defiende al menos una euge-
nesia liberal, consiste en postular la posibilidad y la validez ética de
transformar, progresiva o radicalmente, la condición natural del
hombre, puesto que su proceso evolutivo está abierto y es indeter-
minable. Tal es la tesis general que han sustentado en la actuali-
dad autores como H. Tristram Engelhardt, Nicholas Agar o Gilbert
Hottois, entre algunos de los más reconocidos pensadores de la
bioética actual. 71
En cuanto a la posición de Hans Jonas, éste plantea un dilema
radical que se incrusta en el centro mismo del sentido de nuestro
porvenir: preservar o transformar la naturaleza humana, dilema que
es inédito y totalmente distinto a cualquier problema que la ética
haya enfrentado hasta ahora. Como hemos visto en este capítulo,
Jonas argumenta que los efectos de la tecnociencia son constitu-
tivamente ambivalentes; las consecuencias positivas no se pueden
desligar por completo de eventuales efectos negativos no intencio-
nados, y ni siquiera previstos. Ambos efectos tienen alcances
espaciotemporales a escala global; son acumulativos y seguramen-
te se extenderán a lo largo de varias generaciones. Por tanto, una
modificación irreversible de la constitución biológica de nuestra
especie podría marcar el destino de la humanidad si, efectivamen-

Bostrom en el sitio web de la Asociación Mundial de Transhumanistas: <www.


nickbostrom.com> (2003), <www.bostrom.com www.transhumanism.org>
(2004).
71
En México, uno de los defensores de la eugenesia liberal es Rodolfo Váz-
quez. Véanse sus argumentos a favor de la clonación reproductiva en Del aborto
a la clonación. Principios de una bioética liberal y Bioética y derecho. Fundamentos y
problemas actuales. Una posición más ponderada es la de Juliana González en
Genoma humano y dignidad humana. Véase también la opinión de Lizbeth Sagols
en Interaz bioética.
356 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

te, sus efectos negativos se extienden a un número considerable de


individuos mediante la herencia genética.
Por otra parte, Jonas acierta en sostener que la tecnociencia ha
traspasado el horizonte antropocéntrico que circundaba a la mayo-
ría de las acciones tecnológicas y a los sistemas éticos anteriores. El
sujeto humano había sido el fin último de toda consideración mo-
ral para los efectos de la técnica, porque él mismo no era objeto de
transformación tecnológica. Pero ahora, estaría en una posición
vulnerable para ser instrumentalizado para determinados fines
pragmáticos. La presencia (natural) del hombre en el mundo era un
dato incuestionable del cual partía cualquier idea de obligación en
el comportamiento humano. Según Jonas, ahora esa misma pre-
sencia se ha convertido en el objeto primordial de la obligación
moral. Y esto implica proteger lo humano contra cualquier amena-
za que ponga en peligro su existencia o su esencia.
En consecuencia, la ética jonasiana de la responsabilidad conduce
al enfrentamiento entre la “imagen simbólica” y la autonomía prag-
mática y operativa del poder tecnológico. Jonas se pronuncia por la
prohibición de todo intento de eugenesia positiva porque concibe
al ser humano como el producto más acabado de la evolución na-
tural, en tanto que es el ser vivo con actividad teleológica más rica,
libre y compleja.72 Pero esta concepción contrasta con la del evolu-
cionismo contemporáneo que ve en nuestra especie un resultado
contingente y quizá fortuito del proceso evolutivo.73 ¿Cómo pode-
mos determinar si la actual configuración bio-cultural (grabada en
el código genético de nuestra especie y en la memoria colectiva de
las culturas) constituye el pináculo de la evolución?; ¿por qué ha-

72
Véase H. Jonas, El principio vida. Hacia una biología filosófica.
Hottois comenta: “Jonas articula humanidad y evolución de una manera
73

profundamente ambigua […] Por una parte hace del hombre un producto in-
manente de y en la evolución, el producto más acabado, valorado como tal por
el proceso final que lo ha engendrado. Pero al mismo tiempo, absolutiza este
valor, lo hace trascendente, es decir, lo arranca del proceso evolutivo del que la
humanidad no podría tomar parte, incluso cuando ella comienza a darse los
medios para hacerlo” (G. Hottois, “Le néo-finalisme dan las philosophie de
Jonas”, en Hans Jonas. Nature et responsabilité, p. 30.
HANS JONAS 357

bríamos de absolutizar esa configuración como si fuera un último


resultado? La preservación de la “imagen del hombre” que se ha
forjado en la historia, gracias a la filosofía principalmente, deten-
dría el proceso evolutivo e histórico en la medida en que intentaría
contener las posibilidades de autodesarrollo (tecnológico) que la
humanidad podría emprender en el futuro.
Los imperativos jonasianos de la responsabilidad nos condu-
cen a una paradoja: como ha observado Gilbert Hottois, Jonas plan-
tea que el hombre sólo podría ejercer su libertad creadora en el
plano simbólico (en el lenguaje, el pensamiento y la creación artís-
tica, en la infinita hermenéutica que ha desplegado desde siem-
pre para comprender e interpretar el mundo y su propia condi-
ción), pero le prohíbe la intervención tecnológica y operativa sobre
la naturaleza y sobre sí mismo. Lo cual implica que la humanidad
debe aceptar la configuración biofísica con que la naturaleza la dotó,
y debe asimismo desterrar de su imaginación la idea de una “supe-
ración” de su propia condición ontológica y biológica.
Y aquí entramos en el terreno más problemático de la jonasiana
“imagen del hombre”: si el individuo se autocomprende como ser
libre capaz de proponerse fines y de dotarlos de significación axio-
lógica, si ésta es la propiedad esencial de la naturaleza humana, en-
tonces no habría razón para truncar la autonomía e impedir la re-
configuración de la dotación natural de nuestra especie. Empresa
que, evidentemente, no estaría exenta de riesgos por la incertidum-
bre implícita en los efectos de la intervención biotecnológica. Hottois
abunda al respecto:

La ambivalencia fundamental del hombre, aquella que concierne


a su propia condición […] no podría, so pena de autodestrucción
de la humanidad, exteriorizarse más que simbólicamente sin ja-
más devenir objeto de la manipulación técnica. Esa ambivalencia
humana fundamental no puede analizarse más que simbólicamen-
te (en el sentido de la hermenéutica o incluso del psicoanálisis,
análisis infinito) y no tecnológica y efectivamente (análisis finito,
358 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

eficaz, en exterioridad y que sería supresor de las causas de la


ambivalencia).74

Así pues, la fundamentación jonasiana podría desembocar en


una concepción más conservadora que bioconsevacionista, que ter-
minaría por minar la autonomía de los fines humanos con respecto
a sus determinaciones naturales. ¿Qué idea del hombre podemos o
debemos imponer a los seres humanos autónomos? Si el riesgo es
mayor, entonces se daría una paradójica situación: coartar y sacri-
ficar la autonomía de los seres humanos para preservar su natura-
leza biológica.
Finalmente, como algunos autores han planteado, Hottois en-
tre ellos, el rechazo absoluto de Jonas a las posibilidades eugenésicas
y transhumanas parece fundarse en una concepción teológico-me-
tafísica: la naturaleza humana sería sagrada o un bien dado por la
divinidad, y por ello, merecería un respeto absoluto.
Sin embargo, como Christian Wiese lo plantea, la defensa de-
nodada de la vida humana y la convicción de que está seriamente
amenazada puede comprenderse en el contexto de las experiencias
vitales de Jonas, como miembro de una etnicidad perseguida y vic-
timizada, sin que ello implique reducir tal defensa a sus vivencias
personales o religiosas:

La conciencia de pertenecer a “la alianza de destino” del judaís-


mo tomó en Hans Jonas un profundo sentido existencial, en la
época del combate contra la Alemania nacionalsocialista y des-
pués de 1945, cuando la aniquilación del judaísmo europeo se hizo
visible en toda su extensión […] El conocimiento intelectual de los
tiempos de guerra inspiró esta confrontación de toda su vida con
el nihilismo, y su afirmación filosófica de la vida humana amena-
zada, finita, en el sentido de una naturaleza valiosa que posee en
sí misma una parte de lo espiritual […] que desemboca más tarde
en su comprometida defensa por la “continuidad de un mundo

74
G. Hottois, op. cit., p. 32.
HANS JONAS 359

habitable” en las condiciones de la civilización altamente tecno-


logizada, amenazada por los riesgos que ésta genera. Sin lugar a
dudas, la orientación antinihilista que ha determinado el conjun-
to del pensamiento de Jonas desde 1945, y la pasión filosófica con
la cual ha intentado, incansablemente, fundar el valor de la vida
humana y el de toda criatura, tienen su origen en su confronta-
ción intelectual con la negación nacionalsocialista de lo humano,
que culminó en la monstruosa historia de la Shoah. […] Es carac-
terístico de su pensamiento y de toda su obra, que Jonas pone la
amenaza del pasado, el recuerdo del desprecio nazi por lo huma-
no, en relación íntima con la amenaza presente y futura que pe-
sa sobre la vida terrestre a causa de la hybirs tecnológica del ser
humano.75

EL PORVENIR DE LA HUMANITAS

Así pues, de acuerdo con la ética jonasiana de la responsabilidad, la


existencia humana depende de la preservación de sus característi-
cas naturales: finitud, vulnerabilidad, contingencia e indetermina-
ción, libertad ambigua, esencial interdependencia social, etc., que
emanan de una corporalidad común que hasta el momento hemos
moldeado más simbólica que técnicamente, a partir de los límites
de una configuración genético-corporal dada, con todas sus res-
tricciones y potencialidades naturales.
Jonas confía en que si preservamos la integridad genética y
corporal de nuestra especie se podría salvaguardar asimismo la
autonomía y la autoconciencia que la caracteriza, y que es necesa-
ria para sustentar el sentido ético de la vida humana. Así, la inte-
gridad de la dotación natural del cuerpo y la imagen simbólica de
lo humano forman una unidad hasta ahora indisoluble.
A pesar del carácter precautorio que tienen las anticipaciones
y extrapolaciones de la ética de la responsabilidad, la posición de

75
C. Wiese, “Epílogo”, en H. Jonas, Souvenirs, pp. 303-304.
360 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

Jonas, al marcar un límite muy estricto para evitar cualquier tenta-


ción eugenésica, parece inviable. Debemos someter a una amplia
deliberación los derechos autónomos de las personas para dispone
de sus propios cuerpos. Desde una perspectiva que enfrente el ca-
rácter complejo del cuerpo humano, debe interrogarse quién y has-
ta qué punto tiene derechos para decidir qué tipo de intervencio-
nes son lícitas sobre las partes del organismo o sobre el cuerpo en
su conjunto. En estas perspectivas deben contar primordialmen-
te, sin duda, las discusiones sobre los posibles riesgos biológicos y
sociopolíticos. Pero no parece una buena opción establecer prohi-
biciones absolutas.
Sin embargo, en concordancia con las advertencias jonasianas,
aunque sin validar del todo su posición extrema, es conveniente
fijar una posición cautelosa. Hasta que no poseamos la suficiente
comprensión del funcionamiento, cambio y mutaciones del genoma
y su interacción con el medio ambiente y social, la estructura cog-
nitivo-neuronal del cerebro, el metabolismo del cuerpo, etc., así
como la forma en que estas estructuras biológicas determinan las
características del cuerpo humano, es prudente circunscribir el uso
de la biotecnología a la reparación y la curación de los procesos
orgánicos naturales, es decir, a los fines de eugenesia negativa o tera-
péutica. Las intervenciones biotecnológicas tendrían que restringirse
dentro de los límites de la configuración natural de nuestra
corporalidad, con el fin de conservar lo más posible los rasgos esen-
ciales de la condición humana, porque la especie de la que proveni-
mos es ya objeto de nuestra responsabilidad colectiva.
No existe, por consiguiente, ningún límite físico ni tecnológico
para la automutación de nuestra especie, sólo podremos antepo-
ner un límite ético. La herencia genética y la configuración corporal
de nuestra especie deben ser resguardadas en lo posible, no por-
que su estado natural sea bueno en sí mismo, sino porque la base
biológica de nuestro ser ha constituido el sustento de la libertad y
la autonomía; pero son vulnerables y están por ello encomendadas
a nuestro cuidado, y nos imponen, desde esa conciencia, el deber
de su preservación.
HANS JONAS 361

Ahora bien, Jonas ha intentado construir una ética a la altura


de los desafíos de la acción tecnocientífica proporcionando un fun-
damento universal de nuevos imperativo categóricos, pero el pro-
blema persiste más allá de las fundamentaciones apriorísticas, pues
tales fundamentaciones, como hemos visto, son insuficientes: ¿qué
idea del hombre podemos o debemos imponer a los seres humanos?
El futuro de la humanidad está abierto en la medida en que se pre-
serve su carácter libre y autónomo. Si intentáramos fijar una idea
del hombre podríamos obstaculizar esa capacidad de autodeter-
minación. Mientras exista filosofía que la plantee, la pregunta ¿qué
es el hombre? permanece abierta por la esencial indeterminación
ontológica del ser humano.
Por otro lado, esta nueva conciencia de responsabilidad sur-
ge, sin duda, de la “imagen simbólica” de lo humano que ha for-
jado la tradición filosófica: aquélla que lo concibe como el sujeto
que actúa mediante fines intencionales, que es autoconsciente y que
posee una inalienable autonomía. Justamente, es el carácter único
del ser humano en la naturaleza, y las propiedades espirituales que
lo distinguen del resto de la comunidad viviente, de donde surgen
las razones para justificar el deber de preservar la existencia de la
humanidad.
Sin embargo, el naturalismo ético en el que puede desembocar
la defensa de la “imagen del hombre” contiene también sus pro-
pios riesgos. Jonas concluye que el hombre no puede pretender,
siendo el resultado más acabado de la evolución de la vida, rediseñar
su naturaleza porque ello supondría una eventual denegación de su
propio ser. Pero entonces parecía surgir una singular anomalía: la
naturaleza (por medio de una de sus especies) se ha puesto a sí
misma en crisis; sólo el sentido moral de la humanidad podría ser
la fuerza capaz de contener el impulso “nihilista” del poder tecno-
lógico para reconciliar al hombre con la biosfera entera, es decir, a
la naturaleza consigo misma.
Para Jonas, la humanidad no tendría más que asumir su con-
dición biocultural, que es natural y quizá sagrada, y no emprender
ninguna modificación de su existencia ni de su esencia. Pero esto
362 LOS ANUNCIADORES DEL RIESGO MAYOR

podría implicar que la evolución se habría detenido en el ser hu-


mano y que el proceso evolutivo tendría para la humanidad un fin
intrínseco: preservar la imagen del hombre como el único deber
natural. Sin embargo, no es la naturaleza la que nos obliga, sino
nuestra propia conciencia y el sentido de responsabilidad que la
caracteriza; en suma, la fuente de la que brota toda obligación mo-
ral es nuestra libertad autoconsciente, que nos distingue del resto
de los seres vivos.
El peligro de intentar fundar la responsabilidad en la naturale-
za consiste en caer en la “falacia naturalista” típica de una ética
“ecocéntrica”. Los argumentos jonasianos contra el antropocentrismo
de la ética tradicional son, a mi parecer, adecuados. Pero, como
Jonas mismo parece reconocerlo, la alternativa no puede conducir-
nos a fundar el sentido de los valores en el orden natural.
Ante los desafíos por venir, Jonas insiste en que debemos re-
gular y controlar el incesante impulso del poder tecnológico para
impedir que se convierta en el peor enemigo de la autonomía hu-
mana. De lo contrario, el ser humano dejaría de ser autónomo al no ser
capaz de actuar por responsabilidad ante sí mismo y ante las generacio-
nes futuras. Si esto llegara a suceder, entonces habrá sido demasia-
do tarde para poder advertir y corregir el error que representaría el
abandono de la “imagen del hombre”. Al final, Jonas conservaba
intacta su fe en la capacidad humana para responder a tan desco-
munal desafío:

Creo, en efecto, en la capacidad inventiva del ser humano y en su


astucia vital, su capacidad de ver, de hacer proyectos, de domi-
narse, de hacer y cumplir leyes. Ideará remedios contra eso mis-
mo que emana de él. Es posible que esto vaya unido al dolor, pero
no puedo creer que la humanidad, conscientemente, se precipite,
tambaleante, en su Apocalipsis.76

76
H. Jonas, Más cerca del perverso fin…, p. 75.
SEGUNDA PARTE

HACIA UNA ÉTICA


PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO
LA TÉCNICA ha constituido a lo largo de la historia una mediación
entre el ser humano y la naturaleza. Desde este punto de vista,
existe una continuidad temporal entre los actos técnicos más rudi-
mentarios y la sofisticación tecnológica del presente, dado que ésta
no representa más que el mismo tipo de respuesta pragmática ante
las necesidades que la naturaleza impone a la vida humana. Sin
embargo, por sus extensos alcances medioambientales, así como
por su acelerado desarrollo y su alta capacidad de impacto social,
la tecnología contemporánea y la técnica antigua (incluso la de los
inicios de la modernidad) casi no tienen nada en común, pues la
tecnología ha dejado de ser un mero instrumento para convertirse
en entorno determinante de medios y fines. El mundo tecnológico
del que depende ahora la humanidad entera se ha convertido en
una mediación universal y en el horizonte de las relaciones cognos-
citivas y pragmáticas entre el ser humano y la naturaleza; es, pues,
un sistema-mundo que domina la vida social, una matriz cognitiva
y pragmática a partir de la cual nos relacionamos con todo.
Por eso los conceptos con los que estamos habituados a pensar
la técnica (entendida en general como capacidad humana para trans-
formar objetos determinados) ya no se adaptan a las nuevas carac-
terísticas y circunstancias del mundo tecnológico. Esos conceptos
pertenecen a un mundo que ha quedado en el pasado.
Es justamente el carácter omniabarcante del mundo tecnoló-
gico, y la particular forma de racionalidad pragmática que lo go-
bierna, la fuente de nuevos problemas que deben ser pensados: su
expansión acelerada y progresiva, sus efectos sobre el medio am-
biente, su falta de límites y regulaciones ético-políticas, en suma,
su estado de hybris. El poder tecnológico ha desbordado nuestras
365
366 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

capacidades cognitivas y prácticas, y por eso ha sido posible la ocu-


rrencia y la recurrencia de accidentes y desastres tecnológicos que
antes parecían inconcebibles.
Así pues, el entorno en el que vivimos ahora es, por primera
vez, un mundo tecnológico; ya no vivimos en definitiva dentro de la
naturaleza, sino en una tecnoesfera rodeada de la biosfera. Este
factum histórico es el resultado de la expansión del poder tecnoló-
gico y de los alcances extraordinarios del poder humano de ac-
ción. El hecho histórico fundamental que debería alertar nuestra
conciencia ética es que habitamos ya en un entorno artificial, sepa-
rado y —en parte— enfrentado a la naturaleza ambiente en la que
la humanidad evolucionó. Por ello, la biosfera y la tecnoesfera cons-
tituyen ahora los nuevos y desconocidos objetos de la responsabi-
lidad humana.
El propósito de esta segunda parte reside en aportar bases para
una ética global del mundo tecnológico desde una perspectiva onto-
lógica. En esta tarea estará muy presente la herencia de los anuncia-
dores del riesgo mayor. Ahora bien, para conformar una visión ética
del mundo tecnológico será necesario abordar algunos problemas
epistémicos y metodológicos para situar el sentido de la perspecti-
va ética que aquí perseguimos.

EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL

Los componentes del mundo tecnológico:


ciencia, tecnología y tecnociencia

Conviene establecer algunas distinciones iniciales entre los com-


ponentes del mundo tecnológico, así como caracterizar la racionali-
dad que subyace en él. El mundo tecnológico está compuesto por
los sistemas de la ciencia, la tecnología y la tecnociencia, que en
conjunto constituyen una red de acciones coordinadas en distintos
lugares del mundo, que interactúan para producir una cognición
conjunta en vistas de llevar a cabo intervenciones en la naturaleza
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 367

y en la sociedad, para lograr transformaciones materiales que se


consideran valiosas, útiles o necesarias.1
Uno de los fenómenos sintomáticos del mundo tecnológico es
la estrecha co-operación entre la ciencia y la tecnología en un nue-
vo sistema de acciones pragmáticas que se denomina ahora tecno-
ciencia. Pero antes de abordar las implicaciones de este concepto, es
necesario efectuar una distinción básica entre ciencia y tecnología.
La tecnología ya no puede concebirse como “ciencia aplica-
da”, pues esta idea tradicional implicaba una separación abstracta
entre una faceta teórica propiamente científica y una faceta prácti-
ca que corresponde a la tecnología. La incorporación, y no la mera
“aplicación” de conocimientos científicos, es el rasgo distintivo de
la tecnología moderna. Lo que la distingue de las técnicas tradicio-
nales es su componente científico en el diseño y realización indus-
trial de sus productos.2 Ahora bien, la incorporación de la ciencia
en la actividad tecnológica ha modificado también a las prácticas
científicas y sus instituciones, y ha implicado una mutua depen-
dencia: la ciencia requiere cada vez más de la tecnología, no sólo
por el equipo e instrumental avanzado, sino porque el ámbito de
aplicación de innovaciones constituye un verdadero laboratorio en
el que se prueban teorías y se generan nuevos conocimientos. El
fenómeno significativo es que ambas actividades se han vinculado
cada vez más estrechamente en proyectos de investigación y desa-
rrollo de innovaciones y aplicaciones artefactuales.3

1
Me apoyo aquí en la definición, ya clásica, de “sistema técnico” de Miguel
Ángel Quintanilla. Véase su libro Tecnología: un enfoque filosófico.
2
Las técnicas tradicionales son sistemas de acciones socialmente estructu-
radas y, en ocasiones, institucionalizadas, pero se desarrollaron previamente a
la vinculación entre ciencia y tecnología, o bien han permanecido un tanto al
margen del desarrollo científico y tecnológico-industrial. Subsisten muchas téc-
nicas tradicionales no científicas, como las que operan sobre la corporalidad
(como la meditación o las artes marciales), técnicas artísticas, técnicas de fabri-
cación artesanal o técnicas productivas como las agropecuarias, etc. Algunas de
ellas se combinan con tecnologías y con conocimientos científicos, por ejemplo,
las técnicas vitivinícolas.
3
Dada esta estrecha colaboración, es frecuente la confusión entre los fines
de una y otra, no sólo para el común de la sociedad, también para los propios
368 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Por su parte, la ciencia, en general, ya no puede ser compren-


dida como una búsqueda del conocimiento por sí mismo, puesto
que un interés dominante en el desarrollo científico actual se cen-
tra en la transformación de las cosas que se estudian. Ello no signi-
fica que toda la ciencia se ha vuelto pragmática, pues subsisten
ramas estrictamente teoréticas y sin aplicaciones tecnológicas. Por
otra parte, el conocimiento científico no sólo se genera en los cen-
tros académicos tradicionales, sino también en las industrias y sus
centros de investigación y desarrollo, en los cuales se diseñan nue-
vos artefactos y se producen nuevos conocimientos científicos.
Sin embargo, y a pesar de su fuerte interacción, requerimos
todavía distinguir las funciones y objetivos generales de la ciencia
y la tecnología. Los productos típicos de la actividad científica son
las teorías y leyes que forman un conjunto ordenado y metódico de
explicaciones sobre la realidad natural o social. Por su parte, los
fines pragmáticos de la tecnología y de la tecnociencia implican la
apropiación y subordinación de investigación teórica, fundiendo
las operaciones cognoscitivas y la producción de artefactos en una
unidad de acción; pero sus productos principales son modelos prag-
máticos y diseños artefactuales. Por consiguiente, podemos identi-
ficar qué tipo de actividad es científica si el fin preponderante es
teórico-epistémico, es decir, explicativo, y si además, su producto
principal es un modelo teórico. En cambio, podemos identificar
como actividad tecnológica aquella en la que el objetivo primor-
dial es pragmático-productivo y el secundario o subordinado es el
teórico. El objetivo prioritario de la racionalidad tecnológica no es
una explicación teórica, sino un diseño artefactual, o bien un méto-
do de acción para conseguir la máxima eficacia (cumplimiento de
los fines) y eficiencia (ahorro de tiempo y energía o materia inverti-
da, adecuación máxima entre medios y fines previstos). De este

científicos o filósofos. Es habitual responsabilizar a la ciencia sin más de los


daños tecnológicos o escuchar frases grandilocuentes cuando se habla de una
innovación tecnológica como un “gran avance de la ciencia”, cuando lo que
sucede es que una mejora o incremento de eficacia tecnológica no representa
por necesidad un avance en el conocimiento del mundo.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 369

modo, los diseños tecnológicos o tecnocientíficos (que pueden ser


en sí mismos artefactos; v. g., los simuladores que aprovechan la
tecnología de la realidad virtual) guían o proyectan posibilidades de
acción e intervención en el mundo.
Por tanto, la ciencia y la tecnología generan conocimiento de
manera distinta, aunque los rasgos esenciales del método científi-
co son compartidos por ambas. La primera lo hace mediante teo-
rías que pueden transformar nuestras representaciones y conceptua-
ciones de la realidad, mientras que la segunda lo realiza mediante
modelos pragmáticos que aumentan nuestras posibilidades de ac-
ción en el mundo (y por ende, transforman también nuestras re-
presentaciones de las cosas).
Ahora bien, la tecnociencia surgió a mediados del siglo XX4 como
una nueva modalidad social de práctica tecnológica que revolucio-
nó también la práctica científica, al fusionar el conocer científico y el
producir tecnológico en una unidad de acción destinada al desarro-

4
Javier Echeverría sitúa alrededor de los años cuarentas el surgimiento de la
tecnociencia. El informe de Vannevar Bush de 1945 (Science, the Endless Frontier)
sobre la política científica que debía adoptar el gobierno estadounidense para
ganar la guerra y preservar la hegemonía política y militar de Estados Unidos,
habría sido el principal modelo impulsor de la Big Science o macrociencia, ante-
cedente inmediato de la tecnociencia. Como lo indica Echeverría, la tecnociencia
no surgió de un cambio epistémico, teórico o metodológico en las ciencias, sino
de una alteración de los fines intrínsecos de la actividad científica al subor-
dinarse a los fines pragmáticos de proyectos y empresas tecnológicos. Por eso,
el prototipo de tecnociencia puede encontrarse en el Proyecto Manhattan para
diseñar y construir la primera bomba atómica. Bush argumentaba que el pro-
greso científico (tecnocientífico) era indispensable para asegurar el bienestar de
la nación, y que había que dirigir esfuerzos coordinados por el Estado para
el desarrollo de innovaciones que promovieran el “bien público” en los ám-
bitos de la investigación biomédica, el crecimiento económico-industrial y la
seguridad nacional. Bush abogó por la creación de una “National Research
Foundation”, mediante la cual el gobierno debería asumir su responsabilidad
para promover el desarrollo del conocimiento científico. Este proyecto se mate-
rializó en la creación en 1950 de la National Science Foundation, creando un
modelo de desarrollo e investigación tecnocientífico que se extendió posterior-
mente en todo el mundo industrializado. Véase Javier Echeverría, La revolución
tecnocientífica, cap. 1.
370 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

llo e innovación de objetos técnicos. Sus productos son híbridos,


como los definió Bruno Latour,5 tanto epistémicos como artefac-
tuales. La tecnociencia vincula la información y el conocimiento
científicos, las habilidades y destrezas técnicas para la producción
industrial de artefactos y dispositivos tecnológicos.
Así pues, las tecnociencias no se restringen a explicar lo que
pasa en el mundo, pues su objetivo principal es la innovación tecno-
lógica y la intervención pragmática, para lo cual subordinan e ins-
trumentalizan el conocimiento científico. Estos “conglomerados”
de ciencias y tecnologías interactúan entre sí formando redes tecno-
científicas que dan lugar a nuevas tecnociencias y diversifican las
aplicaciones tecnológicas: por ejemplo, la integración de informáti-
ca y genética en la bioinformática. De este modo, la tecnociencia se
expande en muchas modalidades particulares e interconectadas que
construyen sus propios objetos de conocimiento y transformación,
y en la medida en que los intervienen y manipulan, generan cono-
cimiento sobre ellos.6
Las tecnologías convencionales participan junto con las cien-
cias en diversas modalidades de tecnociencias; v. g., la informática,
la bioestadística, la biología molecular en lo que se conoce ahora
como ciencias genómicas, cuyo fin primordial no es meramente cog-
noscitivo, sino eminentemente pragmático y utilitario. Las tecnolo-
gías se transforman en tecnociencias en la medida en que se hacen
más complejas y requieren el concurso de otras ramas científicas y
técnicas, y en la medida en que crean nuevas entidades artefactua-
les (como los transgénicos, por ejemplo). A su vez, las tecnociencias
pueden surgir a partir de ciencias previas que han alcanzado un ni-

5
Véase Bruno Latour, Nous n’avons jamais été modernes. Essai d’anthropologie
symétrique..
6
Por ejemplo, la industria química produce materiales sintéticos que no exis-
ten en estado natural; en biología, gracias al desarrollo de la genética, estamos
en el umbral de una producción sintética de objetos naturales: plantas y ani-
males transgénicos; en las ciencias cognitivas: la inteligencia artificial; en la in-
formática: la realidad virtual, la robótica y las aplicaciones cibernéticas; en la
nanotecnología, la posible modificación atómica de prácticamente de cualquier
material, orgánico o inerte.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 371

vel especializado de análisis material, capaz de orientar manipula-


ciones o intervenciones en los objetos que estudia. Así sucedió, por
ejemplo, con la biología molecular y su transformación en tecno-
ciencia genética.
No obstante, como lo señala Javier Echeverría, el surgimiento
de la tecnociencia no ha significado el fin de la ciencia teorética ni
la transformación de todas las variedades de tecnologías, ni la des-
aparición de las técnicas tradicionales:

Aunque la tecnociencia haya surgido a lo largo del siglo XX, los


seres humanos siguen y seguirán desarrollando actividades técni-
cas, tecnológicas y científicas. Por tanto, […] afirmaremos que, ade-
más de la técnica, la ciencia y la tecnología (más el arte), durante el
siglo XX ha emergido una nueva modalidad de actividad humana y
social, la tecnociencia, que se ha ido consolidando sociológica e
institucionalmente en las décadas finales del siglo anterior y única-
mente en algunos países. Previsiblemente, la tecnociencia tendrá
un gran desarrollo durante el siglo XXI. Sin embargo, de ningu-
na manera pensamos que ello supone la desaparición de la cien-
cia o de la técnica.7

La tecnociencia es intrínsecamente innovadora (produce nue-


vos materiales y artefactos, a la vez que nuevos conocimientos) y
se despliega a través de un sujeto colectivo que realiza una cogni-
ción y unas operaciones distribuidas mundialmente. Por ello, la
tecnociencia es el motor principal del desarrollo del mundo tec-
nológico, pues constituye la expresión máxima de la racionalidad
pragmático-tecnológica y, por ende, sus actividades son las que
implican mayores repercusiones sobre la naturaleza y la sociedad.
El primer autor que comenzó a emplear el concepto de “tecno-
ciencia” de un modo sistemático desde finales de los años setentas
fue Gilbert Hottois. Este filósofo belga intentaba con dicho término
establecer una clara diferencia con respecto a las concepciones so-

7
J. Echeverría, op. cit., p. 47.
372 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

bre la ciencia y técnica predominantes en aquellos años, las cuales


seguían comprendiendo la ciencia únicamente como discurso teó-
rico, y no como actividad pragmática; y la tecnología, meramente
como “ciencia aplicada”. Hottois explica: “‘tecnociencia’ señalaba
las dimensiones operatorias —técnica y matemática— de las cien-
cias contemporáneas. […] En suma, la idea de ‘tecnociencia’ crista-
lizó, para mí, en el crisol de una profunda insatisfacción interna
con respecto a lo que conocía de la filosofía de la época, y en oposi-
ción a la concepción filosófica tradicional de la ciencia”.8
Así pues, el concepto originario de tecnociencia describía un
cambio social significativo que ya se había consolidado debido a la
fuerte interacción entre ciencia y tecnología. Dicho nuevo concepto
denotaba, por un lado, la naturaleza operatoria y técnica, desde la
investigación misma, de muchas de las ciencias contemporáneas
(aunque no de toda la ciencia), en oposición a la idea de una ciencia
meramente teorética y discursiva. Por otro, la capacidad para pro-
ducir conocimiento científico (y no sólo resultados artefactuales)
de los proyectos tecnológicos multidisciplinarios e industriales en
los que están involucradas varias ramas de ciencias y tecnologías.
Desde finales de los años ochentas se ha extendido el uso de
este concepto en la filosofía y en las ciencias sociales. Algunos auto-
res,9 como Jean François Lyotard, asocian el término “tecno-ciencia”
al fenómeno de la tecnocracia y a la Big Science, es decir, la ciencia
involucrada en grandes proyectos de inversión capitalista o de inte-
rés estratégico para los Estados, cuyo objetivo es potenciar el po-
der técnico, económico y/o militar. Asimismo, Bruno Latour utilizó
el término para referirse a realizaciones híbridas entre los objetivos
epistémicos de las ciencias y los objetivos económico-políticos en

8
G. Hottois, “La technoscience: de l’origine du mot à son usage actuel”, en J.
Y. Goffi, coord., Regards sur les technosciences. Véase también la entrada “tech-
noscience” en la Encyclopedia of Science, Technology and Ethics, vol. 4, editada por
Carl Mitcham; así como la misma entrada en la Nouvelle Encyclopédie de Bioéthique
editada por el propio Hottois.
9
Véase la entrada “technoscience” en la Encyclopedia of Science, Technology
and Ethics, vol. 3.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 373

el contexto de la sociedad capitalista contemporánea. Por ello, el


término ha adquirido cierta connotación negativa: hablar de tec-
nociencia implicaría denunciar el predominio de esos intereses de
poder (generalmente ajenos a la mayoría de la población) en la ac-
tividad científica. Ésta es la razón por la que muchos científicos
rechazan el neologismo, pues atenta contra la idea tradicional de la
inocuidad y la independencia de la ciencia pura.
Actualmente, el concepto de tecnociencia no tiene un uso
unívoco, y su sentido depende de si se hace énfasis en lo pragmá-
tico y utilitario: “tecnociencia”, o en lo epistémico: “tecnociencia”.
De manera descriptiva, el concepto de tecnociencia puede desig-
nar: a) el complejo material de empresas y proyectos que buscan
obtener resultados pragmáticos, dirigidos y administrados con sen-
tido empresarial y/o por las directivas de entidades gubernamenta-
les (algunas de carácter estratégico-militar); b) el discurso o cons-
trucción social de un lenguaje de poder que determina el rumbo
del desarrollo tecnológico y el sentido de las decisiones políticas
con respecto a la investigación científica misma, así como la mane-
ra de enfrentar muchos de los problemas ambientales y sociales
más urgentes.10
Javier Echeverría expone en La revolución tecnocientífica (2003)
la descripción conceptual más completa de los rasgos de la tecno-
ciencia. Este filósofo español hace una distinción de matiz entre
macrociencia (Big Science) y tecnociencia. La primera habría sido el
antecedente inmediato de la tecnociencia y surge en Estados Uni-
dos a finales de la Segunda Guerra Mundial. Se caracteriza por su
estructura y finalidad militar, por ser financiada por el Estado y te-
ner objetivos estratégicos (ganar la guerra y adquirir hegemonía
política y militar), así como por la subordinación total de las prácti-

10
Este “discurso tecnocientífico” suele expresarse en slogans de impulso a la
productividad y crecimiento económico, la importancia vital del desarrollo y
la innovación tecnológicas, la competencia internacional, el “subirse al tren del
progreso”, etc., y se ha vuelto predominante gracias a la fusión entre la ciencia
(que ya era un discurso de poder social) y la tecnología, que posee la capacidad
de convencer con sus realizaciones materiales.
374 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

cas científicas a dichos objetivos. En efecto, en esta nueva manera


de hacer ciencia y tecnología, cuyo prototipo fue el Proyecto Man-
hattan, los científicos se subordinaron completamente a los intere-
ses, la administración y mandato de los militares y políticos.
Echeverría11 plantea que, a diferencia de la ciencia y la tecnolo-
gía convencionales, la tecnociencia contemporánea se caracteriza
principalmente por:

1. Financiamiento primordialmente privado (en contraste con el


financiamiento gubernamental de la Big Science). El desa-
rrollo de la tecnociencia privada es notable en áreas como
las tecnologías de la información y comunicación (TIC) o en la
biotecnología. De esta manera, el conocimiento científico se
convierte cada vez más en una mercancía que agrega valor
a las producciones tecnológicas, mediante las patentes y la
creación de nuevas empresas tecnocientíficas que constitu-
yen polos de desarrollo económico. En la competencia in-
ternacional, sólo las grandes empresas (Microsoft, Du Pont,
Pfizer, Monsanto, Celera Genomics, etcétera) son capaces
de financiar proyectos tecnocientíficos de vanguardia. Los
gobiernos continúan financiando áreas estratégicas, como
la militar o la de energía.
2. Interdependencia y encadenamiento multidisciplinario entre di-
versas ramas de la ciencia y la tecnología. La tecnociencias inte-
gran, como hemos dicho, redes de acción entre ciencias y
tecnologías convencionales, y pueden crear nuevos híbridos
tecnocientíficos, como por ejemplo: bioinformática, robóti-
ca, nanotecnología, microelectrónica, telemática, mecatró-
nica, medicina genómica.
3. Carácter económico-empresarial. La tecnociencia se ha conver-
tido en un nuevo sector del desarrollo económico mundial.
Los productos tecnocientíficos (modelos, diseños, prototi-
pos de artefactos, patentes, bases de datos, simuladores, soft-

11
Cf. J. Echeverría, op. cit., cap. 2.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 375

ware, etc.) tienen una finalidad mercantil; y una vez que en-
tran en el mercado, generan una cadena de otras inno-
vaciones y aplicaciones que favorece el incremento de la
ganancia comercial y la demanda de más investigación y
desarrollo tecnocientífico. La tecnociencia se rige por los va-
lores económicos de la rentabilidad, la explotación de pa-
tentes, el secreto industrial y la competitividad, y ya no sólo
por los valores epistémicos de la ciencia.
4. Interconexión telemática entre centros de investigación y desa-
rrollo. Ninguna tecnociencia sería posible sin la Internet y
las tecnologías de la información y la telecomunicación. La
interacción de equipos tecnocientíficos en distintas partes
del mundo es una condición para potenciar la investigación
y reducir el tiempo necesario para obtener resultados prag-
máticos. Los productos tecnocientíficos ya no son la inven-
ción genial de unos cuantos, sino el resultado de investiga-
ciones multidisciplinarias de equipos que trabajan en varias
partes del mundo de manera coordinada.
5. Vinculación con proyectos militares. La tecnociencia misma na-
ció en proyectos de orden militar como el Proyecto Manhattan
o el de la Arpanet. Los departamentos de defensa de los paí-
ses más poderosos desarrollan tecnociencias en estrecha co-
laboración con empresas privadas y centros de investigación
científica en campos como biotecnología, energía, nanotec-
nología, aeronáutica, telecomunicaciones, astronáutica. En
estos proyectos, la información y el conocimiento generados
no son sólo privados sino secretos de Estado que los cientí-
ficos y tecnólogos se obligan a guardar. Esto implica que la
sociedad conoce muy poco de dichos proyectos y, por tanto,
ignora los riesgos que están implicados en ellos. El riesgo y el
secreto se hacen extremos en el caso de las tecnociencias cuya
finalidad explícita es producir artefactos bélicos (bombas ató-
micas, termonucleares, químicas o bacteriológicas).
6. Pluralidad de agentes sociales involucrados en el desarrollo tecno-
científico. A diferencia de la ciencia y la tecnología conven-
376 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

cionales, la tecnociencia involucra a muy diversos agentes


sociales que colaboran en sus proyectos o que evalúan sus
efectos, de acuerdo con sus fines e intereses. Entre los ras-
gos que describe Echeverría, este carácter colectivo del su-
jeto de la tecnociencia explica la forma novedosa en que los
agentes sociales interactúan en los proyectos y efectos tec-
nocientíficos. “El sujeto de la tecnociencia es plural, no indi-
vidual. O mejor, ni siquiera cabe hablar de sujeto, sino de
agente […] Desde una perspectiva axiológica, ello implica
que las acciones del sujeto de la tecnociencia están guiadas
por un sistema plural de valores, puesto que el propio suje-
to de la tecnociencia es plural”.12
7. Interacciones entre tecnociencia y sociedad más complejas y con-
flictivas que las que había entre ciencia, tecnología y sociedad. En
la tecnociencia, los fines del conocimiento científico se su-
bordinan a los fines económicos, militares y políticos. Esto
se debe al amplio alcance de los proyectos tecnocientíficos,
a su potencial económico y técnico. Pero también generan
riesgos nuevos e imprevistos. La sociedad valora de diver-
sa manera, siempre controversial y, en ocasiones, conflicti-
vamente, las innovaciones tecnocientíficas, por ejemplo: los
casos de la energía nuclear, los transgénicos y la clonación,
entre otros.
8. La informática como lenguaje común e instrumento fundamen-
tal. Sin el desarrollo de la informática y las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC) no es posible el des-
pliegue de ninguna tecnociencia. La infraestructura de co-
municación, así como el equipamiento de cómputo y super-
cómputo resultan indispensables en cualquier investigación
y desarrollo tecnocientífico. La tecnociencia se realiza a tra-
vés de las redes de comunicación e información y recurre a
la informática para hacer cálculos complejísimos y simula-
ciones, experimentar virtualmente, mejorar diseños y pro-

12
Ibid., p. 83.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 377

ducir programas de cómputo para monitorear y gestionar


las innovaciones tecnocientíficas.

Echeverría realiza un recuento de diversas modalidades de


tecnociencias: tecnomatemáticas, tecnofísica, tecnoquímica, tecnome-
dicina, tecnobiología, etcétera.13 Hace énfasis en que las tecnocien-
cias surgen de una modificación tecnológica de la praxis científica,
es decir, en la manera en que la tecnociencia ha transformado la
producción del conocimiento científico. Así, por ejemplo, Echeverría
habla de “tecnoastronomía” y de cómo la construcción del telesco-
pio espacial Hubble ha revolucionado la astronomía. Pero en este
caso, y a pesar de que algunos de los desarrollos en radioastronomía
han tenido aplicaciones en otros campos (militares y de seguridad),
la finalidad de la astronomía instrumentalizada con alta tecnología

13
De la clasificación de Echeverría se derivan algunos ejemplos: Tecnomate-
máticas: informática, cibernética, robótica, inteligencia artificial. Aplicaciones:
Proyecto ENIAC (integradora numeral y calculadora electrónica); Internet, com-
putadora personal y supercomputadoras, realidad virtual, robots, criptología y
seguridad informacional, lenguajes de programación y software de múltiples
aplicaciones.
Tecnofísica: tecnociencias nucleares, aeronáutica, aeronáutica espacial,
nanotecnología, microelectrónica. Aplicaciones: Proyecto Manhattan para la fa-
bricación de la primera bomba atómica, plantas de energía atómica, múltiples
aplicaciones del láser, chips, microprocesadores y superconductores, satélites y
naves espaciales, telescopio espacial, nanopartículas y nanofibras usadas en la
industria textil, de cosméticos y en la microelectrónica.
Tecnoquímica: química de materiales sintéticos, química farmacológica. Apli-
caciones: diseño y fabricación de materiales sintéticos: plásticos, polímeros, nylon,
neopreno, rayón, aleaciones de metales, nanotecnología.
Tecnomedicina: medicina nuclear, medicina genómica, investigación biomédi-
ca y farmacológica, reproducción asistida, farmacogenética. Aplicaciones: píldora
anticonceptiva, antibióticos, inmunodepresores, neurofármacos, diagnós-
tico con resonancia magnética, cirugía láser y con rayos gamma (Gammaknife),
microcirugía, insulina artificial; transplantes de órganos, corazón artificial, fe-
cundación in vitro, diagnóstico genético preimplantatorio (antes de la gestación
de un embrión).
Tecnobiología: biotecnología e ingeniería genética, ciencias genómicas, nano-
biotecnología. Aplicaciones: Proyecto Genoma Humano, transgénicos, clonación
reproductiva y terapéutica.
378 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

sigue siendo más teórica que pragmática. En mi opinión, el rasgo


necesario que debe cumplir una actividad, para ser considerada
como tecnociencia, es tener como finalidad principal la produc-
ción de innovaciones artefactuales para introducirlas al mercado
mundial, es decir, una finalidad pragmática, generalmente, de ti-
po industrial y comercial. La producción de conocimiento teórico
mediante sofisticados instrumentos técnicos (como el Hubble o un
acelerador de partículas) no transforma por necesidad la finalidad
teorética de una ciencia, independientemente de las razones prag-
máticas que influyan en la decisión de emprender proyectos para
fabricar esos nuevos y complicados instrumentos. Por consiguien-
te, los cambios en la práctica científica que se derivan de la crea-
ción de nuevos instrumentos tecnológicos no constituyen por sí
mismos una nueva tecnociencia, pues los fines pueden seguir sien-
do primordialmente teóricos, y no pragmáticos.
Como se ha señalado, uno de los rasgos más importantes de la
tecnociencia es la pluralidad de agentes que intervienen en ella: di-
versos especialistas de diferentes disciplinas científicas y tecnoló-
gicas que trabajan simultáneamente en varios sitios del planeta;
además intervienen en la organización, administración y dirección
de los proyectos: empresarios, políticos (agentes del gobierno), mi-
litares y agencias de seguridad nacional (en algunos casos), exper-
tos en publicidad y marketing, equipos de abogados, grupos de ex-
pertos en cabildeo político. Por otro lado, en la evaluación de la
tecnociencia también participan otros actores sociales, pues las tec-
nociencias han suscitado diversos problemas ético-políticos en la
medida en que no sólo han modificado nuestras representaciones
simbólicas de la realidad, sino que también han producido nuevos
objetos artificiales y semi-artificiales (como los transgénicos o las na-
nopartículas), y han mostrado nuevas posibilidades en la transfor-
mación de la naturaleza, que implican diversos grados de riesgos y
efectos imprevisibles.14

14
Un ejemplo muy claro de la dinámica tecnocientífica ha sido el Proyecto
Genoma Humano: si el fin en principio era de interés epistémico, los fines prag-
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 379

La tecnociencia se diferencia también de la tecnología conven-


cional por su capacidad de incrementar la complejidad material y,
en muchas ocasiones, por la imprevisibilidad de los efectos am-
bientales y sociales de esa nueva complejidad. Ello ha dado lugar
a conflictos de valores entre los diversos agentes del desarrollo tec-
nocientífico, y a un creciente interés de la sociedad entera por com-
prenderlo y regularlo. Así, las innovaciones tecnocientíficas tienen
consecuencias y repercusiones políticas y sociales, jurídicas, eco-
nómicas, culturales, ideológicas, religiosas. Las controversias que
suscita el nuevo y creciente poder tecnocientífico se desenvuelven
en disputas ético-políticas, comerciales o jurídicas; eventualmen-
te, podrían llegar incluso al grado de la confrontación bélica (pues,
de hecho, muchas de ellas han surgido de intereses militares y es-
tratégicos).

Conocer y actuar en el mundo: la racionalidad tecnocientífica

La máxima eficacia como fin constituyente

Podemos caracterizar la racionalidad que rige el mundo tecnoló-


gico como pragmático-instrumental. Ello implica que la tecnología y
la tecnociencia15 actuales no sólo constituyen una capacidad pa-
ra transformar el mundo, sino también una nueva modalidad para

máticos (intervenir y modificar el genoma, patentar fragmentos de informa-


ción, etc.) preponderaron y aceleraron la investigación gracias a la utilización
de recursos informáticos novedosos y más potentes, contribuyendo asimismo
al propio aceleramiento del desarrollo de la informática (la conexión a distancia
entre bases de datos, por ejemplo, que aumentó considerablemente la capaci-
dad de cálculo y análisis), así como al surgimiento de una nueva tecnociencia:
la bioinformática. Otros ejemplos de tecnociencias han sido la investigación so-
bre inteligencia artificial, o bien la creación de redes cibernéticas y la Internet, la
robótica y las tecnologías de realidad virtual, o la ingeniería genética.
15
En lo sucesivo nos referiremos indistintamente a la tecnología o a la
tecnociencia como componentes determinantes del mundo tecnológico y expre-
siones de la racionalidad que lo gobierna.
380 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

conocerlo, comprenderlo, interpretarlo y orientarse en él:16 la racio-


nalidad pragmática dominante es aquella que no ve sólo la reali-
dad como objeto de explicación, sino como objeto de producción. La
tecnociencia hace mucho más que conocer: inventa, crea posibili-
dades, las descubre en el plano ideal y las materializa, las realiza
modelando la realidad, guiando la acción hacia un resultado ope-
rativo factible. La consolidación del dominio de la racionalidad prag-
mático-instrumental significa que el viejo modelo de ciencia contem-
plativa y discursiva (el llamado paradigma logocéntrico) ha cedido
su puesto a una actividad social que se propone modelar, diseñar,
producir, manipular los objetos del mundo y descubrir posibilida-
des operativas.
El intento de comprender las repercusiones de esta raciona-
lidad tecnocientífica ha sido uno de los principales temas de la tradi-
ción humanística de la filosofía de la tecnología.17 El surgimiento de
esta nueva racionalidad representa una revolución histórica en las
prácticas científicas y tecnológicas que tiene que comprenderse en
dos dimensiones: la de la continuidad epistémico-metodológica y
la de la revolución pragmática. Desde la primera perspectiva (que
suele ser la más común), lo que realiza la tecnociencia es lo mismo
que lo que hacían los primeros seres humanos que habitaron la
Tierra: conocer y transformar el medio natural para adaptarlo a sus
fines. La tecnociencia seguiría siendo aquella “reforma que el hom-
bre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesida-
des”, como definió Ortega y Gasset a toda operación técnica.18 No

Véase Fernando Broncano, ed., Nuevas meditaciones sobre la técnica.


16

La tradición humanística ha planteado como fundamento del mundo tec-


17

nológico diversas hipótesis para comprenderlo: la “razón instrumental” (Hork-


heimer), lo “Ge-stell” (Heidegger), la “autonomía” y “autocrecimiento” del sis-
tema técnico (Ellul) o la “razón de fuerza mayor” (Nicol). Estas concepciones
sobre el sentido último de la tecnología constituyen, a nuestro juicio, elementos
fundamentales para una ética del mundo tecnológico, pues de otro modo no es
posible traspasar el ámbito óntico de los objetos técnicos y comprender su ra-
cionalidad y sus fines.
18
Para Ortega y Gasset, la vida implica un enfrentamiento constante con la
realidad concreta, consiste en encontrarse en una determinada circunstancia y
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 381

obstante, la tecnología y la tecnociencia contemporáneas son dis-


tintas a toda otra forma de técnica y de ciencia habidas en la histo-
ria, porque han conformado un modo de racionalidad pragmática
universal que alteró las condiciones materiales más o menos esta-
bles en que se desarrolló la existencia humana, y que se ha conver-
tido en el horizonte fundamental y totalizador que media ahora
entre la humanidad y la naturaleza.
Lo que distingue a esta racionalidad es la búsqueda incesante
de la mayor eficacia operativa para poner a disposición del sujeto un
sistema de artefactos que medie entre él y el mundo, y que lo con-
duzca por el camino más rápido y eficaz a la consecución de un
objetivo pragmático. Ahora bien, la finalidad última de tal eficacia
es obtener la máxima “disponibilidad” de esos artefactos y de los
objetos de transformación; es decir, el objetivo consiste en lograr
emplazar a la naturaleza como objeto de disposición. El mundo de lo
“a-la-mano” (como lo describió Heidegger), el mundo tecnológi-
co, pone a disposición todo ente como objeto de transformación y
manipulación. Esta disponibilidad universal señala el fin pragmáti-
co general y ordena los medios para que los sujetos los pongan en
acción.19
Pero esta disponibilidad no deja inmune al mundo, convierte
la naturaleza en materia prima y al sujeto en el trabajador destinado
y compelido a descubrir y a utilizar las finalidades pragmáticas. De
este modo, la disponibilidad buscada por la razón tecnológica trans-
forma la imagen que el sujeto se hace del mundo, y lo conduce
hacia un modo de vida centrado en los fines pragmáticos. Además,
el sujeto no queda fuera de la disponibilidad técnica; él mismo se

estar siempre haciendo algo para sostenerse en ella. La técnica está ligada, ne-
cesariamente, a esta realidad inmediata. Véase José Ortega y Gasset, Meditación
de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía.
19
Así aparece, pongamos por caso un ejemplo muy simple, el martillo, los
clavos y la madera disponibles para que alguien los utilice para diseñar y cons-
truir un artefacto que sea útil. Intercambiemos madera, clavos y martillo por
genes, ADN recombinante, vectores y laboratorios de biotecnología y tenemos
una tecnociencia de vanguardia, la denominada ingeniería genética.
382 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

convierte en objeto de transformación. En el mundo tecnológico


los seres humanos quedan reducidos a objetos disponibles: mano
de obra, “recurso humano”, opinión pública, sociedad de masas,
votantes, consumidores, etcétera.
Así pues, el fin constituyente de la racionalidad tecnocientífi-
ca es la eficacia operativa: la producción y utilización de artefactos20
disponibles para transformar el mundo. La operatividad significa
que la naturaleza entera puede ser objeto de intervención directa y
efectiva, confirmando la realización de posibilidades tecnológicas.

El progreso ilimitado como motor interno


de la racionalidad tecnocientífica

La eficacia tiende a manifestarse en lo que se ha denominado “im-


perativo tecnológico”:21 hágase todo lo que sea tecnológicamente posi-
ble. Los agentes tecnocientíficos confían en que lo que hoy no es
factible se realizará en el futuro gracias al progreso tecnológico.
Este “imperativo tecnológico” implica que todo lo que puede rea-
lizarse técnicamente está justificado por los fines y beneficios prag-
máticos inmediatos, independientemente de los riesgos inherentes.

20
Por “artefacto” entiendo un objeto artificial o fabricado mediante la trans-
formación de materiales y procesos naturales. Los artefactos pueden ser objetos
materiales o informáticos, lo decisivo es que son producidos y tienen una finalidad
pragmática: se usan para producir otros artefactos, para intervenir en el mundo y
para transformarlo. Un martillo, un automóvil, una computadora son artefactos,
pero también lo son los transgénicos, los softwares, los sistemas de administra-
ción, una fábrica entera, un hospital o el sistema educativo de un país.
21
El “imperativo tecnológico” es un concepto que aparece, con diferentes de-
nominaciones, en la filosofía la tecnología. Este término designa la estructu-
ra de acción que conmina al hombre a desarrollar los medios tecnológicos y a
apreciar los fines pragmáticos por encima de otros fines vitales. Lo paradójico de
este imperativo es que, si bien depende de la acción intencional, no emana de la
autonomía y de una libre elección racional; al contrario, es un imperativo de ac-
ción que socava la autonomía ética de la humanidad, que reduce la razón a cálcu-
lo de los medios e instrumentos para fines que surgen del encadenamiento de las
tecnologías. No es un imperativo que la razón se da a sí misma, a la manera
kantiana, es un imperativo que ha instrumentalizado a la razón práctica.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 383

La racionalidad dominante en el mundo tecnológico supone


además que la realidad natural (incluida la humana) está en un flu-
jo evolutivo, que no tiene consistencia y estructura fija; todo es para
ella técnicamente posible porque la plasticidad de la materia y la
vida lo permite. El imperativo tecnológico ha dado lugar a las con-
cepciones deterministas del desarrollo tecnocientífico, tanto las “tec-
noentusiastas” que auguran un paraíso de la tecnología total, como
las “tecnopesimistas” que ven el fracaso irremediable de toda in-
tervención ético-política en el mundo tecnológico.
Ahora bien, el imperativo tecnológico no sería inexorable si la
razón humana interviniera para detenerlo o ralentizarlo. Pero el
desarrollo tecnológico parece haber alcanzado un estado casi auto-
mático (como señalaron Hans Jonas y Jacques Ellul), en el que cada
nuevo logro implica ya la necesidad de dar un siguiente paso. Ca-
da aplicación e innovación que se integra en el mundo se convierte
en una nueva necesidad social mediante la presión del “imperati-
vo tecnológico”. Si no es una nación o un grupo tecnocientífico,
será otro el que desarrolle el siguiente paso, en una escalada que,
por el momento, no tiene límites naturales ni sociales.
Aunque podemos matizar la idea del “imperativo” para evi-
tar los determinismos, debemos reparar en que esta expresión se-
ñala un hecho innegable: que los criterios emanados de la raciona-
lidad tecnocientífica (la búsqueda de la mayor eficacia posible)
predominan y tienden a delimitar las formas de comprensión de la
realidad y las modalidades de acción social. Quizá sea más una
inercia que el resultado de un acuerdo social para impulsar el po-
der tecnológico; pero éste crece sistemáticamente como por un im-
pulso propio. No obstante, ese despliegue no es inexorable, ya que
no se produce sin la intervención de diversos factores sociales, a
veces azarosos, y depende de las acciones intencionales de los agen-
tes tecnocientíficos.
El predominio del imperativo tecnológico se apoya en el hecho
de que la tecnología es justamente un poder de acción en el mundo.
Este aspecto nos conduce al problema del proceso de autonomiza-
ción de la racionalidad tecnológica, que analizaremos más adelante.
384 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Un rasgo esencial que destaca de la tecnología contemporánea


es su capacidad de expansión y de concatenación progresiva entre
las diversas ramas de actividades tecnocientíficas. Desde luego, este
proceso evolutivo —acelerado en los últimos años— está condicio-
nado por las circunstancias sociales, económicas, políticas y cien-
tíficas, en suma, por determinados factores culturales. Sin embar-
go, la capacidad de autocrecimiento es inherente a la racionalidad
pragmático-tecnológica, pues resulta como una derivación de la
persecución de su objetivo central: obtener la máxima eficacia y
eficiencia posibles en sus intervenciones en el mundo. Como lo des-
cribe Jacques Ellul,22 el sistema del mundo tecnológico necesita cre-
cer y expandirse para obtener mayor eficacia. Ahora bien, este poder
expansivo se ha incrementado en la medida en que la racionalidad
tecnocientífica se ha vuelto predominante y se ha convertido en una
necesidad social o, como lo concibe Nicol,23 en una razón de fuerza
mayor. Ya no es optativo utilizar esta forma de conocimiento y de
acción en el mundo, es una necesidad ineludible. Además, la raciona-
lidad tecnocientífica tiende a desplazar otras modalidades de vincu-
lación con la realidad, las desarticula por improductivas al imponer
en el medio cultural la utilidad pragmática como valor central.
En última instancia, una causa fundamental del progreso ince-
sante del poder tecnológico proviene de la ilimitada posibilidad de
reconfiguración y transformación de la naturaleza misma. Mucho
se ha discutido sobre cuáles son los factores causales del progreso
tecnológico.24 Se ha argumentado que reside en el aumento cre-
ciente de la población humana —y por ende, de sus necesidades—,
o bien en la competencia entre capitales (motivado por el afán de
lucro), o bien en una implacable voluntad de poder que sostiene a
la civilización occidental.25 Como ha observado Hans Jonas, todas

22
Véase capítulo sobre Ellul.
Véase capítulo sobre Nicol.
23
24
Véase George Basalla, La evolución de la tecnología; F. Broncano, Mundos
artificiales. Filosofía del cambio tecnológico; Jon Elster, El cambio tecnológico. Investi-
gación sobre la racionalidad y la transformación social.
25
Véase J. Elster, op. cit.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 385

las causas que se arguyan para explicar la dinámica irrefrenable


de la tecnociencia contemporánea suponen que el progreso tecnoló-
gico no tiene límites físicos y que no posee un fin predeterminado
por la evolución natural o la historia humana. Es decir, la naturaleza
se muestra ante la sociedad tecnológica como una totalidad abier-
ta, de leyes complejas y dinámicas, pero sin finalidad intrínseca.
Así, la condición ontológico-epistemológica del progreso tecnoló-
gico es esa imagen de maleabilidad total de la naturaleza, que la
ciencia y la tecnociencia contemporáneas han construido; las otras
causas y circunstancias sociales, económicas, políticas, militares o
psicológicas, igualmente necesarias, están en función de la prime-
ra. Todas esas causas dependen, pues, de que la naturaleza se mues-
tre ante la razón tecnocientífica como potencialmente transforma-
ble y reconfigurable en una suerte de disponibilidad ontológica total.26
La idea de la disponibilidad ilimitada de la naturaleza fue en
parte preformada por las reducciones conceptuales de la ciencia
moderna.27 Esa ilimitada posibilidad de reconfigurar y transformar
las cosas naturales, y de sujetar el mundo a la intencionalidad tec-
nológica, constituye ahora la base de un impulso común de verda-
dera voluntad de poder tecnológico. Por ello, la naturaleza entera se
convierte en el objeto de esa voluntad de transformación que actúa
de modo colectivo, cada vez más uniforme en los fines pragmáti-
cos, subordinando otros fines individuales al objetivo general: la
disponibilidad absoluta de la realidad. Éste es el impulso de desa-

26
García Bacca desarrolla la idea de la “explosividad” de la naturaleza como
fundamento de la técnica moderna. Véase J. David García Bacca, Elogio de la
técnica. El descubrimiento de la disponibilidad de la naturaleza para ser objeto
de transformación se ha producido en la época histórica en que los paradig-
mas de la ciencia han entrado en crisis: la realidad natural no puede ser expli-
cada cabalmente y de manera consistente por la ciencia, y sin embargo, la socie-
dad contemporánea descubre y constata con cada innovación que esa realidad
incomprensible e inexplicable “se deja” fácilmente manipular, transformar y
reconfigurar. La vocación teorética de la razón humana parece ensombrecer-
se ante la tentación pragmática de alterar esa realidad compleja, multiforme y
dinámica.
27
Véase la explicación sobre objetivismo cientificista en Edmund Husserl,
La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, cap. II.
386 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

rrollo que palpita en el imperativo tecnológico: incrementar la efica-


cia y la eficiencia, conseguir el mayor poder de control y de trans-
formación del mundo, avanzar hacia la instrumentalización de to-
das las cosas, incluido el ser humano mismo. Dicho impulso de
autocrecimiento y expansión en que se funda esa voluntad de po-
der tecnológico convirtió al ser humano en el operario, el ejecu-
tor, e incluso en un objeto más disponible para la transformación
tecnológica.28
Lo que caracteriza a la tecnología moderna es, por tanto, su
capacidad para evolucionar rápidamente mediante el despliegue
de una fuerza social de innovación, que se autonomizó con respec-
to a otros factores culturales, y que ahora ha entrado en conflicto
con valores ético-políticos y ecológicos (la seguridad, el control del
riesgo, la conservación ambiental, la protección de la autonomía
individual, etcétera).
Las innovaciones tecnocientíficas se difunden cada vez con
mayor rapidez y por todo el orbe: no existen ya limitaciones cultu-
rales ni geográficas para su expansión.29 Se han creado los medios
materiales para la difusión del saber científico y el quehacer tec-
nocientífico (la Internet como entorno virtual globalizado y el em-
pleo de la informática como lingua franca tecnocientífica). El progre-
so tecnológico es un rasgo distintivo de la tecnociencia que parece ya
no depender de la voluntad social, sino de un impulso autónomo
de autocrecimiento que es el resultado, sin embargo, de los esfuer-
zos colectivos y del encadenamiento de acciones intencionales, de-
seos y aspiraciones de la sociedad contemporánea.30

28
Como se vio en el capítulo correspondiente, Heidegger descubrió que el
ser humano no puede concebirse a sí mismo como el “amo y señor” de la natu-
raleza creyendo que controla ese impulso tecnológico, pues dicha voluntad de
poder lo ha convertido a él en su principal objeto.
29
Véase al respecto el capítulo sobre Ellul.
30
Podríamos encontrar varios ejemplos de tecnologías que no evolucionan
rápidamente o que están condicionadas por factores culturales, a tal punto que
las innovaciones tecnológicas hayan sido rechazadas por alguna comunidad
por razones no técnicas. Pero estos ejemplos son las excepciones que confirman
la tendencia general del progreso tecnológico.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 387

Ahora bien, el progreso ilimitado de la tecnociencia también


se explica por el carácter sistémico del mundo tecnológico. Como
lo señaló Ellul, la tecnología actual debe ser comprendida como un
sistema en expansión que incrementa su eficacia en la medida en
que se encadenan sus diversos subsistemas tecnológicos. Cada in-
novación se difunde por todo el mundo y se convierte en una nueva
necesidad social, abre nuevas posibilidades, y esos nuevos medios
perfilan nuevos fines. Los fines y los medios no están en equilibrio,
el surgimiento de nuevos fines puede ser incluso accidental.
La sistematicidad del mundo tecnológico refuerza tanto la ne-
cesidad de expansión como el autodesarrollo. Los sistemas técni-
cos, por simples que sean —en apariencia— están conectados e
intercomunicados con una gran red global formada por todos los
macrosistemas tecnológicos alrededor del mundo entero (princi-
palmente, de energía, transporte, producción manufacturera y co-
municación). Es en esta gran escala tecnológica en donde podemos
observar los mayores y más problemáticos efectos para la natura-
leza y la sociedad.
El mundo tecnológico es, pues, una unidad autorregulada com-
puesta de múltiples subsistemas técnicos interrelacionados, en
expansión creciente y con capacidad de actuar de manera autóno-
ma, pero ello no quiere decir que dicha autonomía sea absoluta,
pues entonces el sistema tecnológico sería idéntico al sistema so-
cial. El mundo tecnológico coexiste con otros sistemas que actúan
en la sociedad: el político, el científico, el económico, el ético, el
artístico-estético.

El problema de la autonomía de la tecnociencia

La racionalidad tecnológica se ha constituido como una razón de


poder. El impulso de poder tecnológico se despliega mediante una
reducción ontológica de la naturaleza y del sujeto humano: toda
entidad aparece como objeto transformable y convertible en arte-
facto, todos los fines del sujeto tienden a subordinarse a las accio-
nes pragmático-tecnológicas.
388 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Por otro lado, los rasgos generales que hemos señalado: la efica-
cia operativa como fin constituyente, el progreso ilimitado y la vo-
luntad de poder tecnológico sobre el mundo, se han realizado y vincu-
lado gracias a un proceso de creciente autonomía de la actividad
tecnológica con respecto al resto de los sistemas sociales, la cultura y
los valores ético-políticos de la sociedad contemporánea, así como a
un paralelo declive de su conciencia y responsabilidad colectiva.
El triunfo de la racionalidad tecnocientífica como paradigma
predominante ha significado la creciente autonomización del poder
tecnológico. Ello ha sido posible a lo largo de un proceso por el
cual el conjunto de la sociedad ha concedido el puesto de mayor
relevancia a la actividad tecnológica y tecnocientífica. Desde la Mo-
dernidad inició la revaloración de la técnica como transformación
de la naturaleza, en el ideal baconiano de la fusión entre conoci-
miento y poder para el beneficio de la humanidad. Posteriormente,
esta revaloración se convirtió en un verdadero programa de acción
que acabó consolidándose con la subordinación del conocimiento
científico al desarrollo tecnológico. La tecnología conquistó la cul-
tura contemporánea gracias a que demuestra su capacidad operativa
y ostenta su poder.
Por otro lado, como lo ha postulado Ramón Queraltó,31 el triun-
fo definitivo de la racionalidad tecnocientífica en nuestra civiliza-
ción se ha debido también al fracaso del propio proyecto de la ra-
zón científica moderna, que buscaba construir una imagen racional
de la realidad completamente abarcadora. Ese proyecto no se ha
realizado y ahora tenemos una visión fragmentaria del mundo. La
racionalidad tecnológica ganó la batalla ideológica al derrumbarse
la confianza del sujeto moderno en los alcances epistémicos del
conocimiento científico. El fracaso de este gran proyecto de saber
teorético-científico reforzó el creciente interés de la sociedad mo-
derna por el poder tecnológico; en otras palabras: si no éramos capa-
ces de comprender cabalmente el mundo mediante nuestras teo-

31
Véase Ramón Queraltó, Ética, tecnología y valores en la sociedad global. El
caballo de Troya al revés, cap. III.
EL MUNDO TECNOLÓGICO COMO SISTEMA GLOBAL 389

rías científicas, por lo menos seríamos entonces capaces de trans-


formarlo, de reconstruirlo, pero también de destruirlo. Al respecto
vale la pena citar a Queraltó:

[…] la racionalidad tecnológica deviene finalmente una voluntad


de poder. Rota la razón teorética, perdida su unidad construida
por el pensamiento moderno, con una ciencia plagada de sober-
bios “fragmentos” cognoscitivos pero aislados los unos de los otros,
sin ningún horizonte epistemológico claro de convergencia entre
los distintos campos del conocimiento, ¿qué es lo que todavía se
puede intentar? […] la adaptación más perfecta del mundo al hom-
bre mediante su transformación y su manipulación ya que posee-
mos los instrumentos necesarios y suficientes para tal fin. La tarea
del hombre es entonces voluntad de poder sobre la realidad. […]
En suma, estamos pasando, quizás lo hayamos hecho ya, de la
teoreticidad a la pragmaticidad como actitud principal del hom-
bre hacia el mundo. Después de tantos siglos en los que la vertien-
te teorética ha ocupado el puesto basilar, ahora parece dejar su po-
sición privilegiada a la pragmaticidad entendida como mediación
fundamental entre el hombre y la realidad.32

Así pues, la actividad técnica se ha convertido en una tarea de


primer orden e importancia; de haber sido simple medio para los
fines humanos se ha convertido en una finalidad en sí misma a la que
el ser humano rinde tributo y entrega gran parte de su energía vi-
tal. La tecnología actual ha desbordado los límites de las antiguas
técnicas y ahora parece poseer atributos singulares que la convier-
ten en una fuerza capaz de realizar utopías paradisiacas o catástro-
fes apocalípticas; en ambos casos, lo distintivo es el descomunal
poder que tiene para proyectar nuestra imagen del futuro. Nuestro
destino parece estar ligado indefectiblemente al poder tecnológico.
De este modo, como ya lo señalábamos desde la introducción
de este trabajo, podemos validar la hipótesis de una autonomía

32
Ibid., pp. 151-153.
390 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

relativa de la tecnociencia y del mundo tecnológico. Sin embargo, a


pesar de su fortaleza y unidad, es posible la modificación del rum-
bo de su evolución y, ante todo, el control y regulación social de
sus efectos más problemáticos y perniciosos.

RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO

El mundo tecnológico como sistema de sistemas técnicos

El fenómeno tecnológico contemporáneo posee un carácter multi-


facético y de alta complejidad. Como lo advertía Carl Mitcham, la
tecnología aparece en el mundo simultáneamente como objeto téc-
nico (artefactos, utensilios, instrumentos, herramientas, máquinas,
etc.), como forma de conocimiento (como proceso continuo de inves-
tigación e innovación tecnocientífica mediado por artefactos), como
actividad especializada (prácticamente en todos los campos de la ac-
ción individual y colectiva, mediada también por instrumentos y
conocimientos tecnocientíficos),33 y como conjunto de fines intencio-
nales de una voluntad colectiva de dominación y control (que se mani-
fiesta en los proyectos, diseños y valoraciones tecnocientíficos, y
que constituyen la “cultura tecnológica” contemporánea).34 Estas
modalidades están vinculadas por una racionalidad común, la ra-
cionalidad pragmático-tecnológica que ya hemos analizado.
Sin embargo, habitualmente pensamos la tecnología solamen-
te como objeto o instrumento “a-la-mano” que podemos controlar

33
Las acciones técnicas básicas son: inventar, diseñar, simular o modelar,
construir o fabricar, manufacturar, operar, mantener, supervisar o monitorear,
reparar, corregir, controlar, etcétera. Lo distintivo del fenómeno tecnológico
contemporáneo es el predominio de las formas técnicas de actividad en todos
los campos de la acción humana, que están orientadas por los fines de eficiencia
y control.
34
Sobre esta distinción de las formas de manifestación de la tecnología, véa-
se Carl Mitcham, Thinking through Technology. The Path between Engineering and
Philosophy.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 391

y usar a voluntad, y no como una nueva modalidad predominante


de racionalidad. Pero la tecnología en tanto artefacto concreto no
es, por lo general, el núcleo en que se revela el problema de los
fines y los valores que determinan las acciones tecnológicas, sino
precisamente el lugar en el que se ocultan. Ante los instrumentos y
dispositivos del mundo tecnológico, los fines parecen claros y ex-
plícitos en la inmediatez de las acciones pragmáticas.35 Según la
concepción instrumentalista y antropocéntrica, los buenos resultados
de una tecnología dependerían de la finalidad que el sujeto confie-
ra a sus herramientas. Pero dicha concepción supone que el sujeto
puede controlar siempre el instrumento y determinar su fin, y que
la técnica no es más que un medio para hacer algo. Uno de los objeti-
vos primordiales de una ética para el mundo tecnológico consiste
en desconstruir esta representación instrumental para mostrar sus
limitaciones.
La ética del mundo tecnológico se propone comprender las rea-
lizaciones tecnocientíficas en el marco de un sistema global en el que
se expresan esas diversas facetas de la tecnología. Ante esta di-
mensión sistémica (no instrumental), que no es evidente en los obje-
tos y sistemas técnicos concretos, la filosofía se enfrenta al desafío
de discernir cuál es el sentido del mundo tecnológico, es decir, es-
clarecer la finalidad del despliegue de una voluntad de poder que
conmina al ser humano a realizar y desarrollar todo lo técnicamen-
te posible.
Así pues, es preciso delimitar cuáles son los rasgos esenciales
y las propiedades emergentes del sistema del mundo tecnológico,
pues estos conceptos constituyen la base para el cuestionamiento

35
La comprensión habitual del mundo tecnológico no suele pasar de la con-
cepción “instrumental”. Trasladamos este primer entorno familiar de los ins-
trumentos y lo extendemos al mundo entero de los complejos macrosistemas
tecnológicos creyendo, como sostiene Langdon Winner, que las tecnologías com-
plejas se “empuñan” como cualquier herramienta, como si, por ejemplo, usar
taladros y espadas fuera lo mismo que usar demoledoras y misiles. Por su com-
plejidad sistémica, la tecnología contemporánea no es un objeto que se empuña
para usarse, tal como usamos el objeto técnico “a-la-mano”. Cf. Langdon Winner,
Tecnología autónoma: la técnica incontrolada como objeto del pensamiento político.
392 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

ético. He de señalar que esta concepción ontológica no reifica las


tecnologías concretas y las eleva al grado de una entidad autóno-
ma o separada del mundo empírico. Pero los rasgos esenciales del
mundo tecnológico no se identifican con cada una de las tecnolo-
gías en particular, ya que son propiedades emergentes del sistema
en su conjunto. Por ello, la crítica ética del mundo tecnológico no
puede efectuarse sólo mediante la evaluación singular de cada tec-
nología, caso por caso, puesto que las propiedades y consecuen-
cias más problemáticas corresponden al sistema más que a cada
una de las tecnologías.
Hemos dicho que la sistematicidad es una cualidad inherente
al mundo tecnológico. Si analizamos las relaciones entre los obje-
tos técnicos, los sujetos y el ambiente, se revela que los primeros
han alcanzado un grado de integración mayor con los agentes hu-
manos y los elementos simbólicos de la cultura en la que se inser-
tan. Los objetos técnicos36 se han convertido en una mediación universal
de las relaciones epistémicas, axiológicas y pragmáticas entre el
ser humano y el mundo.
Los objetos técnicos no son efectivamente útiles si no entran en
relación con sujetos que poseen determinadas intenciones y fines
pragmáticos, es decir, si los sujetos no los emplean interpretando
su finalidad; pero los sujetos no permanecen inmunes a la relación

36
Por objeto técnico entiendo un artefacto o producto artificial. Los objetos
técnicos son muy diversos: herramientas, utensilios, instrumentos, vehículos y
máquinas (simples, complejas y automáticas); aparatos y estructuras, edifica-
ciones, ropa, accesorios, juguetes, etcétera; también son artefactos semiartificiales
los organismos modificados genéticamente, los posibles cyborgs u organismos
biónicos, así como los embriones que se usan para investigación. Asimismo,
son objetos técnicos (no materiales) los sistemas sociales conectados con los ar-
tefactos. Incluso algunos objetos naturales son artefactuales: por ejemplo, los
jardines y parques que “adornan” las ciudades, en los que habitan especies ve-
getales que no coexisten en un hábitat natural. Los productos de las acciones
tecnológicas también son artefactuales, pues resultan ser sucesos o fenómenos
artificiales (aunque estén implicados en fenómenos naturales), o bien pueden
constituir nuevos artefactos concretos o modificaciones de las relaciones en un
sistema dado (la sociedad entera, el ambiente, el sistema de salud, el sistema
económico-financiero, laboral, político, científico, etcétera).
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 393

con los objetos técnicos, pues éstos envuelven literalmente su en-


torno y los disponen a actuar con una intencionalidad pragmática.
El concepto de sistema técnico, acuñado por Quintanilla,37 describe
la unidad pragmática entre objetos técnicos y sujetos: un sistema
técnico es una unidad de acciones intencionales en los que partici-
pan artefactos o dispositivos técnicos38 y agentes humanos, y está
orientado a obtener un resultado pragmático de forma eficaz (trans-
formación, producción, manipulación, etcétera) sobre un objeto o
proceso, que se considera de utilidad o de valor social.
Un sistema técnico puede ser simple como el que compone
una lavadora, el detergente, la ropa sucia, la instalación hidráulica
de una casa o establecimiento, el suministro eléctrico y el operario;
o bien tan complejo como un hospital, un aeropuerto, una universi-
dad, una ciudad entera con todos sus subsistemas (energía eléctri-
ca, sistema hidráulico y de drenaje, transporte y tráfico, recolec-
ción y tratamiento de basura, policía, servicios de salud y de
emergencias, etcétera). Pero los sistemas técnicos, sean simples o com-
plejos, están conectados a un sistema global de acciones tecnológi-
cas, muchas de las cuales trascienden las intenciones, los conoci-
mientos y los deseos de los agentes.
Los sistemas técnicos de gran alcance o extendidos globalmente
podrían ser denominados macrosistemas tecnológicos pues al descri-
birlos encontraríamos cualidades isomórficas con el mundo tecnoló-
gico en su totalidad: relativa autonomía, integración y encadenamien-
to progresivo entre sus componentes y con otros sistemas, alcances

37
Empleo el concepto de “sistema técnico” que ha sido desarrollado por M.
Á. Quintanilla en Tecnología: un enfoque filosófico.
38
Los dispositivos técnicos son conjuntos integrados de artefactos cuya
interacción con el entorno se da como una unidad y no por cada parte por sepa-
rado. Por ejemplo, en un nivel simple, el dispositivo formado por una compu-
tadora y sus periféricos (impresora, escáner, cámara digital, etcétera), confi-
gurado de acuerdo con los fines a que está destinada, o bien un dispositivo muy
complejo como el que conforman la industria automotriz, la industria petrole-
ra y petroquímica, las aseguradoras, los servicios urbanos, la policía, las clíni-
cas de rehabilitación por traumatismos, etc., es decir, toda una red de subsistemas
tecnológicos que hacen posible que un automóvil sea un artefacto útil.
394 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

espaciotemporales extendidos, imprevisibilidad y ambivalencia de


sus efectos, intencionales o no, etcétera.
Ahora bien, podemos distinguir diversas modalidades de sis-
temas técnicos, de acuerdo con diferentes niveles de interacción
entre los agentes humanos y los objetos técnicos. Para ello, me baso
en los análisis fenomenológicos de Don Ihde.39 Las siguientes tres
modalidades, si bien se han desarrollado en distintos momentos
de la evolución tecnológica, actualmente coexisten y se interrela-
cionan en el mundo tecnológico:
1. El objeto técnico es un medio exterior para el conocimiento y
la intervención en el mundo; el objeto es un instrumento “a-la-mano”,
tal como lo concibe el sentido común, que es instrumentalista. Por
medio del uso continuo y del hábito, el objeto técnico se convierte
en una extensión del cuerpo humano integrándose a las acciones
intencionales del sujeto: el objeto técnico llega a “incorporarse” en
el sujeto constituyendo así una unidad de acción; el objeto técnico
se “disuelve” y se “oculta” en este continuo de acción tecnológica,
aunque en el objeto permanezca siempre un remanente “artificial”,
quizá mecánico y externo a la organicidad del sujeto. La tecnicidad
de los objetos técnicos (es decir, el carácter de ser objetos artificiales
con una finalidad pragmática) se realiza en la medida en que dichos
objetos se incorporan a los fines, intenciones y acciones subjetivas,
pero también en la medida en que los sujetos aprenden a ver y a
actuar en el mundo dependiendo de los objetos técnicos. Ihde ex-
presa esta modalidad de sistema técnico con la fórmula:

{SUJETO-OBJETO TÉCNICO} – MUNDO

En esta modalidad de sistema técnico, en la que el objeto ha


quedado incorporado, el sujeto tiene el control del objeto y puede
modificar el resultado de la actividad.40

39
Véase Don Ihde, Technics and Praxis y Technology and the Lifeworld: from
Garden to Earth.
40
Cf. capítulo sobre Heidegger.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 395

2. El objeto técnico aparece como un “enigma” que debe ser


descifrado mediante un proceso “hermenéutico” que el sujeto des-
pliega para comprender las finalidades pragmáticas. Así, el mun-
do está poblado de artefactos y dispositivos técnicos que tenemos
que conocer, interpretar y aprender a manejar. Aunque mediante
el aprendizaje y la experiencia adquirida se llegue a “dominar” al
objeto técnico, en esta modalidad de relación el objeto no puede ser
incorporado al sujeto, por lo que el control y la capacidad de modifi-
car los resultados de la acción se ven limitados.41 La fórmula de
esta modalidad de sistema técnico es:

SUJETO – {OBJETO TÉCNICO-MUNDO}

y se caracteriza por la relación “hermenéutica” que el sujeto debe


desplegar para poder usar eficientemente objetos y dispositivos téc-
nicos más complejos.42 La capacidad de modificar los efectos de

41
Un ejemplo de la diferencia entre los dos niveles podría ser la que existe
entre manejar una bicicleta y pilotar un avión. En el primer caso, el usuario
experto puede controlar y dominar el artefacto hasta incorporarlo como si fuera
una extensión de su cuerpo. En cambio, el más experto de los pilotos puede
dominar el avión, pero no puede controlar todos los factores que intervienen en
su uso, no puede “incorporarlo”, pues sobrepasa las dimensiones de su cor-
poralidad. La capacidad de control y de modificación de los resultados de la
acción es limitada, ésta es la razón obvia de por qué el riesgo potencial es mu-
cho mayor al pilotar un avión que al montar en bicicleta. Sin embargo, para
pilotar se requiere mucho entrenamiento y un cúmulo mucho mayor de conoci-
mientos, mientras que conducir una bicicleta no precisa de tantas previsiones,
y por ello, en la práctica podría ser más seguro pilotar un avión que conducir
una bicicleta, sobre todo si atendemos a las circunstancias en las que se operan
estos dos vehículos. No obstante, de producirse un accidente con estos artefac-
tos es obvio que no hay comparación entre los daños y el peligro de muerte de
uno y otro dispositivo técnico.
42
Piénsese, otra vez, en la diferencia que existe entre conducir una bicicleta
y pilotar un avión. El primer caso es el ejemplo típico de la “incorporación”, a
veces, literal encarnación del objeto técnico en el sujeto; éste y la bicicleta se
funden en una unidad de acción. En el segundo caso, pilotar un avión requiere
de una complicada interpretación y lectura de la instrumentación del aparato,
conocimientos para descifrar los datos abstractos que el tablero del avión pre-
senta, así como una serie de conocimientos científicos para “leer” el contexto en
396 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

este sistema técnico está mucho más restringida. El sujeto pier-


de de vista algunos de los efectos que son inherentes al sistema de
acciones.
3. El objeto técnico está inmerso en una red interconectada de
sistemas técnicos. Esta red no es un objeto técnico; el sujeto no pue-
de controlar y modificar fácilmente la estructura de las relaciones
que lo componen, por lo que el sistema en conjunto de los objetos
técnicos no puede incorporarse a la actividad del sujeto, pues ha
rebasado las dimensiones espacio-temporales de la corporalidad
humana, así como sus capacidades cognitivas y operativas. En el
mundo tecnológico el sujeto tampoco está aislado, sino ligado a un
entramado de acciones, valores y decisiones de otros agentes que
se entrelazan en las operaciones tecnológicas, y que componen una
especie de sujeto colectivo un tanto inconsciente de sus acciones. Este
ámbito es el más concreto de los tres niveles, dado que en el siste-
ma interactúan todos los objetos técnicos y todos los sujetos; pero
es una dimensión que sobrepasa de ordinario la capacidad cognitiva
del individuo. De este modo, relacionarse con el mundo de los ob-
jetos técnicos, entrar en la cadena de acciones tecnológicas significa
adentrarse en una complejidad sistémica, en la que las acciones se
interconectan y los efectos de cada operación se relacionan con otras
operaciones. Esta red deviene en medio universal de relación con el
mundo, es decir, éste se revela como un mundo de objetos y sistemas
técnicos interconectados con los que el individuo convive e interactúa.
El sujeto se integra en esa mundanidad como un componente cons-
titutivo y no posee habitualmente una conciencia adecuada del en-
tramado de interacciones, sólo vislumbra una pequeña parte, la
que corresponde a sus propios fines intencionales. Su fórmula:

el que funciona el aparato (clima, gravedad, condiciones geográficas, etcétera).


Todos estos conocimientos y “lecturas” del entorno hacen mucho más comple-
jo pilotar que andar en bicicleta. La interpretación de objetos técnicos sofisticados
es más cognitiva que corporal, el avión no se adecua a las dimensiones espacio-
temporales del cuerpo, como la bicicleta; y el sujeto que “utiliza” este complejo
artefacto tiene que hacerlo a través de un marco hermenéutico preciso para
lograr un uso eficiente del objeto.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 397

{SUJETO –MUNDO DE OBJETOS TÉCNICOS}

Así pues, el mundo tecnológico no consiste simplemente en


una colección de artefactos y dispositivos técnicos aislados y que
mantienen su carácter abstracto. Es más bien un sistema43 integrado,
cada vez mejor y más complejamente integrado, de objetos técni-
cos que interactúan con los sujetos y sus intenciones y finalidades.
Es, por tanto, un sistema complejo de interrelaciones que rige el
modo en que se vinculan artefactos, conocimientos, valores y ac-
ciones intencionales de los agentes humanos.
El mundo tecnológico es nuestro entorno primario, pues envuel-
ve y mediatiza nuestras relaciones e interacciones con la naturale-
za y con la sociedad. Prácticamente todas las formas de relación
intersubjetiva están ya mediatizadas por sistemas tecnológicos.44
Si bien el mundo tecnológico no es un sistema único (aún subsisten
otros sistemas por medio de los cuales el ser humano se relaciona
con el ambiente: el simbólico-cultural, el artístico, el sistema polí-
tico-jurídico, el sistema de valores éticos), la mundanidad tecnoló-
gica y su particular racionalidad se hacen cada vez más omnipre-
sentes y omnipotentes, totalizadoras y abarcadoras. Las variadas
modalidades de relación con la realidad parecen haberse reducido
a la modalidad de la racionalidad tecnocientífica que rige el mun-
do tecnológico.

43
Por sistema entiendo, con base en las definiciones clásicas, una totalidad
compuesta por elementos y las interacciones y relaciones entre éstos, en la que
dichas relaciones son más determinantes que los elementos por separado para
la cohesión y la unidad del sistema. Así, la totalidad sistémica es irreductible a la
suma de sus elementos. Las relaciones de interdependencia entre los elementos
y entre éstos y el sistema se rigen por una racionalidad común.
44
Las tecnologías de la información, las de telecomunicaciones, realidad vir-
tual, las neurociencias, la farmacología que están modificando las relaciones
sociales, la comunicación, el significado de la salud, la enfermedad, la muerte,
la reproducción, el bienestar o el placer, y las características de las capacidades
cognitivas y afectivas de los individuos. Véase Norbert Bilbeny, La revolución en
la ética. Hábitos y creencias en la sociedad digital; Manuel Castells, La era de la infor-
mación, y J. Echeverría, Telépolis.
398 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

El mundo tecnológico configura las condiciones de la experien-


cia: la forma en que nos representamos el mundo, la forma en que
actuamos en él y los criterios que usamos para valorarlo. Es, como
decía Günther Anders, una matriz de la acción humana. La técnica
premoderna, a diferencia del sistema tecnológico actual, no integra-
ba un mundo de objetos y sistemas técnicos, por lo que no tenía el
alcance para modificar y manipular con tal eficacia operativa y con
autonomía la naturaleza y el entorno social. En cambio, el mundo
tecnológico de nuestros tiempos es una nueva modalidad de munda-
nidad global y universal, regida por la racionalidad tecnocientífica.
Ahora bien, estas manifestaciones ónticas del mundo tecnoló-
gico tienen un fundamento ontológico, es decir, un principio inte-
grador que reside en la racionalidad pragmático-tecnológica que
hemos analizado. Si no concebimos esta racionalidad como princi-
pio integrador, entonces sólo veremos objetos técnicos aislados y
reduciremos el fenómeno tecnológico a instrumentos que están a la
mano para un fin determinado que nosotros nos representamos en
lo inmediato. Es decir, reducimos el fenómeno tecnológico a su di-
mensión instrumental, objetual. Pero si fundamos las manifestaciones
ónticas de la tecnología en la racionalidad tecnocientífica podemos
observar artefactos, dispositivos y sistemas técnicos encadenados e
interactuando con agentes humanos compelidos a cumplir los fines
pragmáticos. La hipótesis de la que parte este libro, en conjunción
con las tesis de los anunciadores, es que sólo si comprendemos el
encadenamiento causal de los efectos de las acciones tecnológicas,
podremos advertir algunos de los riesgos potenciales que sólo se
revelarían a largo o mediano plazo y/o en una escala geográfica
global y no local.
Sin embargo, el carácter de agente implica que los seres huma-
nos son los únicos elementos del mundo tecnológico que, hasta el
momento, pueden modificar intencionalmente su actividad, dado
que tienen la singular capacidad de valorar estados de cosas y fe-
nómenos, de acuerdo con su conciencia de los fines y la representa-
ción que pueden hacerse de las consecuencias de las acciones tec-
nológicas. Los agentes humanos pueden reorientar el impulso del
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 399

desarrollo tecnológico, pues poseen la facultad de tomar decisio-


nes, de optar entre opciones. No obstante, su limitada capacidad
cognitiva para hacerse una imagen del conjunto de las interacciones
del mundo tecnológico no les permite conocer con precisión la es-
tructura de dicho sistema, ni prever los riesgos que surgen en él;
algunos de los cuales son causados por sus errores al interpretar
y manejar los objetos del mundo tecnológico. Pero los agentes in-
tencionales poseen la habilidad ética para imaginarse escenarios
futuros, establecer criterios y límites de lo que puede ser racional-
mente aceptable como un riesgo, con base en ciertos datos objeti-
vos y conjeturas bien fundadas. Además, como hemos visto, en el
mundo tecnológico intervienen diversos agentes, cuyos conocimien-
tos y fines no coinciden y, a veces, se contradicen. Los fines, inten-
ciones y valoraciones de los diseñadores de una tecnología no se
compaginan a veces con los de los usuarios, los comercializadores,
los supervisores, los políticos o funcionarios. La acción se hace más
complicada porque está dividida y colectivizada, por lo que el su-
jeto colectivo de la tecnociencia actúa sin una clara conciencia de
los efectos de sus acciones y con una peligrosa responsabilidad
difuminada.
En consecuencia, el problema ontológico fundamental para la ética
radica en la extrema complejidad del mundo tecnológico (y no en los
sistemas técnicos considerados de manera aislada, uno por uno),
es decir, en la interacción y encadenamiento causal entre sistemas,
y en la no-inmediatez y posible divergencia de los fines intencionales
de todos los agentes (individuales y colectivos) que intervienen en
las acciones tecnológicas. Es en el sistema global, en la red de inte-
racciones, en la suma de los fines y de los efectos de las acciones
tecnológicas en donde reside el núcleo de los problemas éticos más
relevantes, y no en las acciones e intenciones particulares que cada
sujeto puede realizar (y de las que posee una limitada conciencia)
en un determinado sistema técnico.
El efecto de esa creciente complejidad en el mundo tecnológico
causa que los individuos y la sociedad entera no posean una repre-
sentación clara de la concatenación de todos los sistemas técnicos;
400 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

es más, aun con el empleo de sofisticados artefactos informáticos es


muy dudable que podamos hacernos una imagen completa de to-
das esas interacciones. La complejidad misma del mundo tecnoló-
gico ha traspasado y desafiado nuestras capacidades cognoscitivas
y, por ello, los agentes ya no son capaces de representarse los efec-
tos y consecuencias de los sistemas del mundo tecnológico sobre la
naturaleza y sobre la sociedad misma.
En consecuencia, para una ética del mundo tecnológico son
relevantes estas distinciones porque no son los artefactos, los siste-
mas o los dispositivos técnicos por sí mismos los que constituyen el
núcleo de los conflictos de valores y las consecuencias nocivas, ni se
trata de efectuar un juicio ingenuo afirmando que toda la tecnología
es peligrosa sin más, sino que el sistema global de relaciones entre
objetos técnicos y agentes humanos engendra efectos imprevistos
de un alcance espacial y temporal que rebasa nuestras capacidades
cognitivas habituales. Si todas las tecnologías se mantuvieran en el
primer nivel —que describimos unos párrafos atrás—, aquél que se
compone de relaciones instrumentales de incorporación de objetos
técnicos, los problemas éticos serían mínimos. Ése fue, de hecho, el
nivel de complejidad y de integración sujeto-objeto propio de la
técnica antigua y premoderna. Pero ese mundo ya no existe. El
mundo actual se caracteriza por la integración y la complejidad de
relaciones e interacciones entre sujetos y objetos técnicos, y por la
concatenación de efectos insospechados. La complejidad ha sido el
resultado evolutivo connatural al desarrollo del poder tecnológico
y la expansión espacio-temporal de sus efectos. Por ello, el mundo
tecnológico de hoy nos obliga a realizar grandes esfuerzos cognitivos
para interpretar adecuadamente este entramado de objetos e
interacciones tecnológicas; y de hecho, nos ha revelado una nueva
dimensión de la realidad, en la imagen de una complejidad
multicausal y no lineal, imposible de predeterminar y de prever.
Ha desafiado, pues, nuestra capacidad misma para comprender el
mundo que hemos creado. Es esta complejidad el origen de desa-
fíos epistemológicos, tecnológicos y éticos de una envergadura nun-
ca antes conocida.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 401

El reto principal consiste en que podamos modificar o desarti-


cular componentes de los sistemas técnicos o incluso sistemas téc-
nicos completos, pero difícilmente podremos intervenir sobre la
composición sistémica global de las interacciones del mundo tec-
nológico. Quizá logremos controlar algunos elementos del mundo
tecnológico en la medida en que nuestros conocimientos lo permi-
tan, pero no controlaremos del todo la composición estructural del
mundo tecnológico, puesto que éste no es un objeto, sino un medio
u horizonte de la acción. Tendremos que adaptarnos a vivir en un
mundo de complejidad e incertidumbre que hemos fabricados no-
sotros mismos.

Propiedades emergentes del mundo tecnológico

Artificialidad y complejidad estructural

La humanidad ha entrado en una nueva fase histórica al construir


un mundo esencialmente tecnológico; la mayoría vive por primera
vez en un “paisaje artificial” (las ciudades y megalópolis), que se
separa de la naturaleza, que la había rodeado y cobijado. La tec-
nosfera (el mundo tecnológico) se ha extendido a tal punto que cons-
tituye la esfera inmediata del mundo de la vida, y conforma ahora
una mediación universal con la naturaleza. Es más, ésta ha sido
subsumida como un componente del mundo tecnológico. No que-
da naturaleza que no haya sido alterada de algún modo por la tec-
nología. Una consecuencia de que nuestro mundo tecnológico sea
esencialmente artificial es que la responsabilidad del ser humano
se amplía enormemente. Este mundo ya no se mantiene en equili-
brio sólo por el efecto de fuerzas naturales, hay que regularlo, con-
trolarlo, restaurarlo y en ello están los más graves problemas de la
actualidad y del futuro.45

45
En el mundo tecnológico la naturaleza ha quedado subsumida como un
componente, es “naturaleza artificializada” porque no existe ya prácticamente
402 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Ahora bien, el grado de artificialidad de los objetos técnicos


caracteriza también al mundo tecnológico. Como lo plantea Fernan-
do Broncano,46 esta complejidad se produce en tres aspectos: mate-
rial, formal y funcional. Los objetos y productos artefactuales del
mundo tecnológico están hechos principalmente de materiales sin-
téticos y artificiales, como los plásticos y las aleaciones de metales,
por ejemplo. Si en el pasado los materiales utilizados eran naturales
(madera, hueso, piedra, piel, metales, hierro, carbón), en el mundo
tecnológico se caracterizan por ser sintéticos, extraídos de las entra-
ñas de la Tierra y mezclados o resultado de procesos físico-químicos
o incluso bioquímicos o nanofísicos.47 El mundo tecnológico está
fabricado con nuevas formas de materia. Así, éste ha evolucionado
materialmente en distintas fases que se han ido agregando una a
otra generando un nivel de complejidad mayor: de la ingeniería
mecánica a la química, de la ingeniería eléctrica a la electrónica y la
informática, de la petroquímica a la utilización de la energía atómi-
ca, de la informática a la cibernética y la robótica, de la zootecnia a
la ingeniería genética y de ésta a la bioinformática y la genómica,
de la física de partículas y la química cuántica a la nanotecnología.
En segundo lugar, la complejidad también es funcional: la an-
tigua estructura composicional de partes extra partes, típica de las
primeras máquinas y dispositivos, ha sido remplazada por la com-
plejidad actual más próxima a la funcionalidad orgánica que a la
mecánica. Esta complejidad también se revela en el incremento de
partes y subsistemas constituyentes de muchos artefactos y, sobre

naturaleza en estado natural. Toda la naturaleza es objeto no sólo de conoci-


miento y contemplación, sino principalmente de intervención técnica, en la me-
dida en que los efectos de las tecnologías afectan, aunque de modo no intencio-
nal y previsto, a los ecosistemas naturales. Bill McKibben comenzó a plantear
que había acontecido ya el “fin de la naturaleza” (Véase B. McKibben, El fin de
la naturaleza).
46
Véase Fernando Broncano, Mundos artificiales. Filosofía del cambio tec-
nológico.
47
De hecho se han producido artificialmente nuevos estado de materia
“condensada” o plasma con elementos modificados en condiciones que no son
naturales.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 403

todo, en la incorporación de estructuras cibernéticas, lo cual les per-


miten obtener, procesar, intercambiar y producir información. La
información se ha vuelto un componente esencial para la integra-
ción e interrelación de los objetos técnicos.48
En tercer lugar, la complejidad funcional: la artificialidad del
mundo tecnológico denota que ha sido producto de una racionali-
dad pragmática que modela sistemas complejos, tanto en los mate-
riales como en las formas y funciones. El mundo tecnológico está
estructurado por artefactos que producen otros artefactos más com-
plejos, máquinas que fabrican o que controlan máquinas, objetos
técnicos que se “comunican” con otros objetos para colaborar en
tareas. Esto es lo que Broncano denomina “instrumentalidad de se-
gundo orden”.
La mayor complejidad estructural del mundo tecnológico tiene
causa y efecto en algunos desarrollos tecnocientíficos recientes. En
primer lugar, la creación de la realidad virtual, los simuladores, la
multimedia y las telecomunicaciones informáticas han ampliado
el mundo pragmático en una dimensión correlativa de la realidad
física. En el mundo tecnológico es posible la acción virtual y la co-
operación a distancia gracias a estas nuevas estructuras materiales.
En segundo término, la robótica y la mecatrónica que ya están pre-
sentes en la industria, aunque todavía no se han extendido en otros
ámbitos sociales, están creando las bases para el despliegue de la
inteligencia artificial, que augura efectos trascendentes en la vida
humana. Por último, el mundo tecnológico de la miniaturización,
que comenzó con la fabricación de circuitos electrónicos en chips
y que ahora avanza hacia la nanofabricación o nanoconstrucción
de materiales, artefactos, probablemente, nanorobots. De este modo,
la alta complejidad estructural del mundo tecnológico se diversifica
adquiriendo mayor flexibilidad, maleabilidad, interdependencia e

48
Los sistemas cibernéticos pueden ya dirigir de manera automatizada a
muchos otros conjuntos de artefactos. La revolución informática a cargo de las
nuevas tecnociencias: robótica, mecatrónica, telemática, inteligencia artificial y
realidad virtual producirá probablemente nuevas generaciones de “infomá-
quinas” integradas en circuitos cibernéticos, quizá de orden global.
404 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

interacción a distancia, así como mayor integración informacional


y cibernética entre sus muy diversos componentes.
La artificialidad compleja del mundo tecnológico revela un pro-
ceso evolutivo de menor a mayor nivel de concreción o integración
sistémica. Como lo planteó Gilbert Simondon,49 los objetos técni-
cos han evolucionado en un proceso de progresiva individuación e
integración en conjuntos sistémicos. Los objetos técnicos han evo-
lucionado también en su propia configuración, de una estructura
abstracta y mecánica de partes a una unidad sistémica y casi orgá-
nica de sus elementos. En este proceso de concreción de los objetos
técnicos se ha producido un movimiento dialéctico entre lo natural
y lo artificial. Si anteriormente todo artefacto representaba un corte
con respecto a los objetos naturales, pues su composición todavía
era abstracta y tosca, como las primeras máquinas del mundo in-
dustrial, en la medida en que han evolucionado los diseños (com-
plejidad formal), los materiales (complejidad material) y la opera-
ción (complejidad funcional) de los objetos técnicos, la estructura

49
Gilbert Simondon formuló en su obra más importante, Du mode d’existence
des objets techniques (1958), una fenomenología de los objetos técnicos y una teo-
ría de la evolución de la técnica. Este filósofo francés intentaba integrar la reali-
dad técnica en la cultura humanística tradicional, fundando una tecno-logía
(technologie), que fuera capaz de dar razón de la evolución de los objetos técni-
cos y de su nivel de integración en el mundo humano. Pero dicha tecno-logía
debía investigar primeramente la naturaleza del objeto técnico para definir la
génesis de la individualidad y especificidad de los objetos técnicos en el mundo
actual. Simondon descubre que los objetos técnicos han evolucionado de ser
conjuntos abstractos con poca interacción en el mundo hasta convertirse en ob-
jetos concretos individualizados y con nexos relacionales complejos, casi simi-
lares a los organismos vivos. El grado de concreción de los objetos técnicos es lo
que Simondon denomina “tecnicidad”, y es lo que les confiere la capacidad de
integrarse en la cultura como mediaciones pragmáticas entre el ser humano y
su medio. Simondon planteaba que era necesario incorporar en nuestra cultura
una filosofía de la técnica que permitiera a la sociedad contemporánea com-
prender la especificidad, la concreción y el grado de integración de los objetos
técnicos en el mundo, para equilibrar la vieja cultura humanística literaria y la
nueva cultura tecnocientífica. Aunque no me concentraré en analizar sus plan-
teamientos, debo decir que muchas de las concepciones sobre la técnica que
aquí se exponen son deudoras de los agudos análisis de este autor.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 405

de éstos se aproxima cada vez más a la integración orgánica que es


propia de los objetos naturales, en particular, de los seres vivos.50
Vale la pena una larga cita de los planteamientos de Simondon al
respecto:

[…] El objeto técnico concreto, es decir, evolucionado, se aproxima


al modo de existencia de los objetos naturales, tiende hacia la cohe-
rencia interna, hacia un sistema cerrado de causas y efectos que se
ejercen circularmente en el interior de sí mismo, y además incorpo-
ra una parte del mundo natural que interviene como condición de
funcionamiento […]. Este objeto, al evolucionar, pierde su carácter
de artificialidad: la artificialidad esencial de un objeto reside en el
hecho de que el hombre debe intervenir para mantener ese objeto
en la existencia protegiéndolo contra el mundo natural, dándole
un estatus de existencia separada. La artificialidad no es una carac-
terística que denote el origen fabricado del objeto por oposición a
la espontaneidad productiva de la naturaleza: la artificialidad es lo
que reside en el interior de la acción artificializante del hombre,
y que esta acción interviene sobre un objeto natural o sobre un ob-
jeto enteramente fabricado; una flor cultivada en invernadero y que
no da más que pétalos, sin poder engendrar un fruto, es la flor de
una planta artificializada: el hombre ha alterado las funciones
de esta planta […] La artificialización de un objeto natural produce
resultados opuestos a los de la concretización técnica: la planta
artificializada no puede existir más que dentro de un laboratorio
de vegetales, que es el invernadero, con su sistema complejo de
regulaciones térmicas e hidráulicas. El sistema primitivamente co-
herente de funciones biológicas se ha reconvertido en funciones
independientes unas de las otras. La artificialización es un proceso
de abstracción en el objeto artificializado. […] Por el contrario, me-
diante la concretización técnica el objeto, primitivamente artificial,

50
La cibernética, inaugurada por Wiener, preconizaba la fabricación y utili-
zación de artefactos capaces de procesar información del medio para intervenir
en él, simulando las acciones propias de los seres vivos con sistemas nerviosos.
406 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

deviene cada vez más semejante al objeto natural. Este objeto te-
nía necesidad, al principio, de un medio regular externo, el labo-
ratorio o el taller, a veces, la fábrica; poco a poco, en la medida en
que gana en concretización, deviene capaz de sobrepasar el me-
dio artificial, dado que su coherencia interna aumenta y su sis-
tematicidad funcional se completa al organizarse […]51

Sin embargo, Simondon advierte que la “concretización” de


los objetos técnicos es un proceso abierto e incompleto: el mundo
artificial no se identifica ni suplanta al mundo natural, los objetos
técnicos autómatas o cibernéticos no podrían ser idénticos a los se-
res vivos. La indefinición del proceso de concreción e integración
de los objetos técnicos, y de sus interacciones con la sociedad y la
naturaleza, dará como resultado híbridos naturales-artificiales e in-
crementará los factores de complejidad y de efectos imprevistos.
Los objetos técnicos nunca podrán suplantar a los naturales, el
mundo tecnológico no puede derrocar a las fuerzas que gobiernan
la naturaleza, la tecnología no puede llegar a identificarse con el
todo de la sociedad. Quizá sea éste el límite intrínseco de la racio-
nalidad tecnológica.

Todo objeto técnico posee en alguna medida aspectos residuales


de abstracción; no se debe operar una extrapolación hasta el lími-
te de llegar a hablar de los objetos técnicos como si fueran objetos
naturales. Los objetos técnicos deben ser estudiados en su propia
evolución para que se pueda comprender el proceso de concre-
tización en tanto que una tendencia; pero no hay que aislar el úl-
timo producto de la evolución técnica para declararlo completa-
mente concreto; es, sin duda, más concreto que sus predecesores,
pero todavía es artificial. En lugar de considerar una clase de seres
técnicos, los autómatas, hay que seguir las líneas de la concretización
a través de la evolución temporal de los objetos técnicos.52

G. Simondon, Du mode d’existence des objets techniques, pp. 46-47.


51

Ibid., p. 49. Esto valdría también para los objetos semiartificiales como los
52

transgénicos.
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 407

Autocrecimiento progresivo y expansivo53

El mundo tecnológico se distingue de toda técnica anterior por la


capacidad de sobrepasar sus propias dimensiones, por expandirse
y diversificarse incesantemente. Al mismo tiempo, los alcances y
consecuencias de las realizaciones tecnocientíficas se extienden re-
motamente en el espacio y en el tiempo y se vuelven, a veces, im-
previsibles. La operación a gran escala es una necesidad funcional
de la tecnociencia contemporánea. Para ello se ha desarrollado la
informática y las tecnologías de la información. Los productos tec-
nológicos no se producen ya sólo para un ámbito local y para fines
preestablecidos, sino para un mercado global y para fines abiertos.
Esta expansión global de la tecnología es efecto y causa del autocre-
cimiento tecnológico.
1. Extensión universal y global. Un carácter derivado de la mag-
nitud y concentración de los sistemas tecnológicos es su extensión
universal: se difunde por todo el orbe y sobrepasa todas las barre-
ras culturales y las fronteras políticas. Existe además un interés ge-
neral por desarrollar y por poseer tecnologías, puesto que éstas pro-
porcionan poderío y satisfacen muchos de los intereses individuales
más inmediatos, y de los fines políticos y militares de los Estados.
Pero la extensión global de la misma racionalidad tecnológica im-
plica que los individuos deben adaptarse a condiciones cambiantes
e inestables en las megalópolis, que no resultan opcionales, libres y
elegidas. Esta adaptación implica la aceptación implícita de riesgos
y de nuevas dificultades para la vida social: en cualquier momento
los efectos de algún sistema tecnológico se vuelven perjudiciales,
algún sistema se colapsa o se produce una catástrofe. Esto es lo que
denomina Langdon Winner “adaptación inversa”.54
2. Interconexión compleja y encadenamiento progresivo. El mundo
tecnológico es un sistema de creciente complejidad por efecto de la
interconexión entre los diversos y distintos subsistemas tecnológi-

53
Véase capítulo sobre Jacques Ellul.
54
Véase L. Winner, op. cit., cap. VI.
408 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

cos y tecnocientíficos. Estas estructuras artificiales plantean nume-


rosos problemas prácticos de regulación, control y supervisión,
grandes costos de producción y mantenimiento, y diversos niveles
de riesgos. Ningún sistema tecnológico puede ser absolutamente
autorregulado, la sociedad debe gastar enormes recursos para
monitorear y supervisar los intrincados sistemas tecnológicos. La
cibernética ofrece la promesa de poder autorregular cualquier sis-
tema por complejo y grande que sea, pero todavía es necesaria la
presencia del ser humano como eterno “guarda-sistemas”. En al-
gunos casos, como en una planta nuclear de energía, la regulación
es una cuestión de vida o muerte.

Sistematicidad

El funcionamiento de cualquier sistema o subsistema tecnológico


se basa en la operación sincronizada y ordenada de las partes que
interactúan entre sí. La sistematicidad de las tecnologías no es sólo
una propiedad emergente, sino la condición de posibilidad de su
funcionamiento y de su expansión en el mundo. La consecuencia
directa de tal sistematicidad globalizada desemboca en la interde-
pendencia de todos los seres humanos e incluso entre los seres vi-
vos que cohabitan en la Tierra. Pero esta interdependencia en el
mundo tecnológico no ha eliminado las jerarquías sociales y políti-
cas, ni ha paliado las desigualdades socioeconómicas: no todos los
componentes de este gran sistema planetario son igualmente im-
portantes y necesarios para la racionalidad tecnológica.

Centralización y complejidad creciente

La necesidad de controlar diversas operaciones de un sistema a


gran escala impone un control centralizado como si fuera un cen-
tro nervioso en un organismo. La centralización se replica como
una necesidad global, a la cual debe subordinarse todo fin indivi-
dual o social. La dependencia de un centro organizador y controla-
dor está presente en todos los macrosistemas tecnológicos. Este
RASGOS ESENCIALES DEL MUNDO TECNOLÓGICO 409

carácter centralizado de los sistemas tecnológicos (refinerías, gene-


ración de energía eléctrica, sistemas de transporte, etcétera) no es
una característica accidental en el estado actual de la tecnología. La
expansión creciente y la multiplicación del alcance de la tecnología
se han basado en el modelo centralizado de desarrollo. Sólo a par-
tir de la formación de redes de telecomunicación electrónica y de la
Internet se ha producido un nuevo modelo tecnológico descentra-
lizado que consiste precisamente en la interacción de redes. Pero
en las redes tecnológicas no desaparece la jerarquización. Este mo-
delo tecnológico no es necesariamente promotor de la democracia
y la igualdad. Por otro lado, tanto en el modelo centralizado como
en las redes tecnológicas y tecnocientíficas que se están constru-
yendo, una de las implicaciones éticas más importantes —que se
agrava con la división y fragmentación— es la dispersión o disolu-
ción de la responsabilidad humana ante los efectos de los sistemas
tecnológicos. El individuo ha quedado reducido a sus funciones
específicas de operador, controlador o supervisor, ni siquiera el
diseñador o el tecnocientífico pueden hacerse una idea clara de los
efectos de una tecnología, si sólo se atiene a sus funciones pragmá-
ticas que le están encomendadas en el sistema.

Imprevisibilidad de efectos y riesgo generalizado

Vivimos ahora en una “sociedad del riesgo”, como la caracterizó


Ulrich Beck, porque el poder tecnológico puede provocar daños
irreversibles a la naturaleza y a la vida humana. Esto se deriva de
las propiedades que se han mencionado: centralización y dependen-
cia creciente, autocrecimiento, extensión universal, interdependencia sisté-
mica. Langdon Winner55 llama apraxia al peligro de bloqueo y fallo
generalizado que subyace en los macrosistemas tecnológicos; de
ocurrir tal bloqueo, existe la posibilidad de que muchos sistemas
tecnológicos básicos entren en un colapso. La posibilidad de una

55
Idem.
410 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

crisis tecnológica a gran escala es una preocupación constante.56


Por ejemplo, si un sistema de primer orden falla desde su núcleo
regulador (la generación de energía, los sistemas de telecomunica-
ción o las bases de datos informáticos), todo el funcionamiento de
las redes tecnológicas de una ciudad o de una región del mundo
pueden colapsarse y, como consecuencia, provocar una reacción
en cadena de otros sistemas a los que está necesaria o accidental-
mente vinculado. Por ello, el correcto funcionamiento de los siste-
mas tecnológicos y el conocimiento de las posibles consecuencias
peligrosas se convierten en una necesidad ineludible, es un impe-
rativo tecnocientífico que alcanza una dimensión moral, y que obliga
a colectar la mayor cantidad de información y de conocimiento para
prever cualquier problema.
La posibilidad de que sucedan accidentes catastróficos en los
sistemas tecnológicos es cada vez mayor, debido a la interdepen-
dencia, la dimensión global, la centralización y el encadenamiento
progresivo. Chernobyl fue sólo un ejemplo del riesgo tecnológico
mayor en el mundo contemporáneo. Si las catástrofes tecnológicas
son posibles (aunque parezcan poco probables), ello nos obliga ra-
cionalmente a anticipar y prever lo peor. Sin embargo, tal racio-
nalidad pro-meteica no ha predominado en la tecnociencia, vivimos
ahora en una “sociedad del riesgo global”, cuyo poder tecnológico
puede provocar daños irreversibles a la naturaleza y a la vida hu-
mana. El riesgo se ha incrementado, además, en la medida en que
las decisiones tecno-políticas se concentran en unas cuantas perso-
nas.57 Más adelante, abundaremos en estos temas de gran relevan-
cia ética.

56
Paul Virilio ha hablado, con cierto tono dramático, de la posible emergen-
cia de una “bomba informática”. Véase P. Virilio, El cibermundo, la política de lo
peor y La bomba informática.
57
Los grandes riesgos inminentes en las tecnologías nucleares, químicas o
genéticas tienen ahora un alcance potencial global que se extendería en el tiem-
po, por lo cual no son compensables en términos económicos. No habría prima
de seguro que cubra la destrucción que provocarían esas tecnologías, si llega-
ran a fallar. Véase Ulrich Beck, La sociedad del riesgo.
LA EVALUACIÓN ÉTICA DEL MUNDO TECNOLÓGICO 411

Autonomía relativa

De este modo, el mundo tecnológico parece progresar de modo


autónomo. Por ello, el desafío para la ética y la política de nuestro
tiempo consiste en establecer bases para el control social de la tec-
nología y la tecnociencia, mediante una nueva cultura de valores
éticos y de acciones co-responsables entre científicos, tecnólogos y
el resto de la sociedad, puesto que la tecnología y la tecnociencia
no pueden dotarse a sí mismas de fines éticamente regulados.
Como hemos insistido, el mundo tecnológico constituye un
gran sistema de orden mundial mediante la interconexión y enca-
denamiento progresivo de todos los sistemas técnicos. El proble-
ma principal es que este sistema ha incrementado enormemente su
poder de acción a tal punto que sobrepasa nuestras capacidades de
conocimiento, regulación y control. La autonomía de la tecnología
no sólo es ética y política, representa por sí misma un desafío epis-
témico. En la medida en que crece el poder de intervención y ac-
ción en el mundo tecnológico, los efectos y las consecuencias (tanto
las planeadas como las imprevistas) se han extendido geográfica-
mente a todo el planeta y temporalmente hacia el futuro remoto.
Un nuevo poder social, surgido de la conciencia ética de los
rasgos que caracterizan al mundo tecnológico, es necesario y posi-
ble para enfrentar las consecuencias negativas del poder tecnoló-
gico, sin tener que renunciar a sus innegables logros y sin restrin-
gir la libertad de investigación tecnocientífica.

LA EVALUACIÓN ÉTICA DEL MUNDO TECNOLÓGICO

En general, la evaluación ética de la tecnología puede hacerse a


partir de dos perspectivas: desde los valores y fines intrínsecos a la
racionalidad pragmático-tecnológica, o bien desde los valores y fi-
nes extrínsecos e irreductibles a dicha racionalidad. Será muy dis-
tinta una filosofía de la tecnología que sólo mira desde dentro de la
racionalidad tecnocientífica y sus fines de máxima eficacia y efi-
412 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

ciencia, en una perspectiva deontológica que antepone el imperati-


vo tecnológico, que aquella que intenta escudriñar desde una pers-
pectiva consecuencialista los efectos de las realizaciones tecnológi-
cas, y que intenta situarse en el contexto histórico en el que ha
surgido tal racionalidad. No existe una dicotomía entre estas dos
perspectivas, pero sí producen concepciones divergentes en la eva-
luación de los efectos sociales y ambientales del poder tecnológico.
En la primera perspectiva, el sujeto identifica el poder técnico con
una voluntad consciente, controlada totalmente por el agente hu-
mano: el poder tecnológico es nuestro poder para realizar nuestros
propios fines. Expandirlo y acrecentarlo implica fortalecer nuestra
voluntad y nuestra capacidad de acción. Nos sentimos poderosos,
como cuando conducimos un automóvil a una velocidad conside-
rable. Ésta es una visión subjetiva de la tecnología por medio de la
cual identificamos la acción técnica con nuestra voluntad y cree-
mos que los medios están en plena concordancia con nuestros fines
mundanos. Esta primera perspectiva es internalista y analítica; sue-
le concentrarse en el análisis de la relación abstracta entre sujeto y
objeto técnico, y concibe la tecnología como un agregado de arte-
factos y sistemas técnicos que funcionan en forma independiente.
Los efectos negativos del poder técnico siempre serán relativos o
excusables en función de los fines subjetivos. Además, así concebi-
da como una voluntad de poder, la tecnología aparece como una fuer-
za imparable: es el progreso material que se expresa en una irrefre-
nable voluntad de innovación, de sobrepasar todos los límites. Esta
perspectiva ética se funda, pues, en el imperativo tecnológico y en
una concepción determinista del desarrollo tecnológico: “todo lo
que puede hacerse tecnológicamente, debe hacerse”.
En cambio, la segunda perspectiva, sin dejar de ser subjetiva e
intersubjetiva, percibe que la fuente del poder técnico es externa al
ser humano; un poder del que nos apropiamos o creemos que nos
apropiamos, pero que no controlamos del todo. En esta perspecti-
va, no es posible sentir una identificación subjetiva con el poder
tecnológico y engolosinarse con la voluntad de poder técnico. El
sujeto percibe la exterioridad del poder tecnocientífico (no sólo de
LA EVALUACIÓN ÉTICA DEL MUNDO TECNOLÓGICO 413

los artefactos y sistemas tecnológicos) y no es capaz de fusionarlo


con su propia voluntad y sus fines vitales. Se caracteriza más por
una concepción externalista y por intentar comprender el fenómeno
tecnológico en un contexto sintético e integrador, tomando en cuen-
ta la historicidad y los factores sociales que intervienen en la con-
formación del desarrollo tecnocientífico.
Esas dos perspectivas para concebir la tecnología están hechas
de valoraciones socialmente compartidas e históricamente desa-
rrolladas. Como lo ha señalado Javier Echeverría, los valores que
conforman actualmente el núcleo básico de la visión preponderan-
te de la tecnología son los pragmáticos, técnicos, epistémicos, econó-
micos e incluso militares,58 mientras que los valores éticos, socia-
les, políticos y ecológicos se sitúan todavía en la periferia de la
actividad tecnocientífica, pues pertenecen a aquella visión desde la
exterioridad de la racionalidad pragmático-tecnológica.
Por ello, el planteamiento del que parte este libro consiste en
sostener que esos valores que ahora son “periféricos” (éticos)59 de-
ben incidir en la práctica tecnocientífica para regular los efectos
ambientales y sociales de mayor riesgo en el desarrollo y aplica-
ción de las tecnologías.60 La crítica de la autonomía del poder tec-

58
Véase J. Echeverría, La revolución tecnocientífica, cap. 5
59
Echeverría reduce el significado de valor “moral” sólo a aquellos que tie-
nen que ver con una dimensión convencional de relación interpersonal, valores
como honestidad, benevolencia o fidelidad, etcétera. Ésta es una concepción
“moralista” de la dimensión ética de la praxis tecnocientífica. Los valores que
forman parte de una ética del mundo tecnológico no se reducen a tan estrecha
concepción del ámbito de la moralidad, también incluyen los que Echeverría
sitúa dentro de los ámbitos ecológico, social, jurídico y político.
60
Es evidente, como sostiene Echeverría, que habría tecnociencias en las
que los valores éticos tendrían una incidencia mayor: tecnomedicina, ingenie-
ría genética, farmacología, tecnologías de la información y de telecomunicacio-
nes, tecnociencias modificadoras de la conducta y de las capacidades cogniti-
vas, tecnologías de generación de energía (nuclear, por ejemplo). En cambio, en
otras tecnociencias, como las tecnomatemáticas o la tecnoastronomía los valo-
res éticos tendrán poca incidencia. Sin embargo, si los valores “éticos” se en-
tienden en un amplio sentido, son aplicables a cualesquiera de las consecuen-
cias potenciales y reales de las tecnociencias.
414 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

nológico y la falta de control social de sus riesgos y efectos negati-


vos es un problema ético que no puede resolverse a partir de la
racionalidad instrumental propia de la actividad tecnocientífica.
En el mundo tecnológico colisionan los valores intrínsecos
(pragmáticos, técnicos, económicos y militares) contra los valores
ético-sociales, y ello ha dado lugar a diversas controversias sobre
el desarrollo y la innovación tecnocientífica.61 Por eso, como sostie-
ne Echeverría, la tecnociencia se caracteriza por desplegarse en
medio de conflictos de valores entre diversos agentes sociales.
Una visión ética del mundo tecnológico se propone fundamen-
tar un sistema de principios con base en esos valores “periféricos”
para conformar modelos de evaluación social de las consecuencias
y riesgos de las acciones tecnocientíficas. Pero una mayor inciden-
cia de dichos valores no significa proponer un control social com-
pleto de la tecnología, o proclamar una simple condena moral del
poder tecnológico, pues sería tan inútil, en la metáfora que utiliza
Ulrich Beck, como intentar ponerle frenos de bicicleta a un avión
supersónico. Los valores éticos no pueden ser exclusivos y trans-
formarse en el núcleo básico de la tecnología y de la tecnociencia,
pues eso es prácticamente imposible. Una perspectiva ética del de-
sarrollo tecnocientífico intenta, más bien, domeñar y limitar la hybris
de su racionalidad pragmática mediante el diseño de nuevas formas
e instituciones sociales para la regulación del poder tecnológico.
En la evaluación convencional de la tecnociencia dominan los
valores intrínsecos de la racionalidad pragmático-instrumental, y
prevalecen la racionalidad de costo-beneficio y la intención de ma-
ximizar en lo inmediato los resultados económicos mediante el au-
mento de la eficiencia (adecuación de medios a fines y objetivos
previstos). Es claro que en la evaluación de las innovaciones tecno-
lógicas, los valores intrínsecos de la racionalidad tecnocientífica
deben orientar la mejora de las realizaciones técnicas: eficacia-efi-

61
Un ejemplo paradigmático de este choque de valores es el debate sobre las
regulaciones globales de bioseguridad sobre los organismos genéticamente
modificados o transgénicos.
LA EVALUACIÓN ÉTICA DEL MUNDO TECNOLÓGICO 415

ciencia, utilidad social, factibilidad, fiabilidad, disponibilidad, com-


patibilidad, rentabilidad, manejo y mantenimiento seguro, prin-
cipalmente. Aunque estos valores están perfectamente integrados
en los fines y acciones de los agentes tecnocientíficos individuales
y colectivos, no siempre conducen las decisiones finales sobre el
desarrollo y la innovación tecnocientífica. Cada vez más, las deci-
siones tecnocientíficas están dominadas por las valoraciones inme-
diatistas en el plano económico, político y militar, cuyos costos so-
ciales y ambientales pueden llegar a ser desastrosos.
En contraste, una perspectiva ética para la evaluación de las
tecnologías supone modificar la jerarquía de valores actuales para
establecer un grado mínimo de aquellos valores que hacen de cual-
quier tecnología un bien potencial para la mayoría. Con base en ese
supuesto, lo que está a discusión es la evaluación de los efectos
peligrosos reales y potenciales de las tecnologías, que se derivan
de esa mayor eficacia-eficiencia, o sea, de la expansión acelerada
del poder tecnológico y de su influjo en el todo social.
Si bien una axiología de la tecnología que atienda a los diver-
sos grupos de valores que inciden en el desarrollo tecnocientífico
puede incorporar valoraciones prácticas que son extrínsecas a la
actividad tecnológica (seguridad, prevención o precaución sobre
posibles daños sociales, reducción de impacto ambiental, etc.),62 es
previsible que estos valores ético-sociales no dejarán de ser secunda-
rios para los diseñadores y evaluadores tradicionales (científicos,
tecnólogos, políticos, militares y empresarios), ya sea por propia con-
vicción o por razón de fuerza mayor de las presiones del mercado y la
competencia industrial o militar. Por ello, la evaluación ética no

62
Javier Echeverría propone que una acción o artefacto tecnocientífico es bue-
no si: a) se basa en conocimientos científicos validados, b) es útil, innovador, efi-
caz, eficiente; c) es barato, rentable o costeable; d) se adecua a valores ecológicos;
e) satisface valores humanos, políticos y sociales (privacidad, autonomía, seguri-
dad, etc.); f) respeta y fomenta valores morales como la dignidad, tolerancia, etc.;
g) si se trata de un artefacto bélico, no destruye las restantes condiciones. Como
se puede observar, sólo los tres primeros rubros de valores son intrínsecos a la
racionalidad tecnológica. Por eso es necesario complementar la evaluación de
cualquier tecnociencia desde una perspectiva ético-político-ecológica.
416 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

debe corresponder sólo a los típicos agentes del desarrollo tecno-


lógico, sino a la sociedad en su conjunto, y principalmente, a los
usuarios y a los que son directa o potencialmente afectados por sus
consecuencias negativas y sus riesgos inherentes. Es decir, una eva-
luación ética es aquella en la que intervienen en igualdad diversos
agentes sociales, una evaluación más plural y democrática. De he-
cho, la emergencia de distintas controversias sociales sobre el desa-
rrollo tecnológico es ya un indicio de la necesidad de una perspec-
tiva ética, aún externa y ajena al desarrollo de la tecnología y de la
tecnociencia, pero que comienza a establecer las bases de un nuevo
contrato social para el mundo tecnológico, en el sentido planteado
en la Declaración de Budapest de 1999.63
Por otro lado, la evaluación de las tecnologías desde una pers-
pectiva ética no sólo debe considerar por separado a cada inno-
vación tecnocientífica, sino al conjunto de sus interacciones en el
mundo. Es decir, la evaluación ética tiene el reto de tomar en consi-
deración la complejidad de consecuencias causales, así como los
efectos no previstos de la actividad tecnológica, evaluación que re-
quiere una visión integral, así como la aplicación de valores y cri-
terios de largo plazo, tales como la protección del ambiente o de la
salud, y las condiciones de vida humana (incluyendo a las genera-
ciones futuras), tanto en su dimensión biológico-genética como
sociocultural. Desde luego, esos efectos no son calculables con pre-
cisión y se remiten al problema esencial del riesgo creciente como
efecto del poder tecnológico sobre la sociedad y sobre la naturaleza.
Por consiguiente, desde una teoría ética sobre el desarrollo y
expansión del poder tecnológico es posible comprender los efectos
y la significación de la racionalidad tecnocientífica en el mundo
contemporáneo. Una buena tecnología (evaluada por un sistema
plural de valores en los que se incorporen los propiamente éticos)
ya no puede ser aquella que dañe o que ponga en riesgo mayor di-

63
Véase la Declaración de Budapest de la conferencia mundial organizada
por la UNESCO en 1999 “La ciencia para el siglo XXI: un nuevo compromiso”:
<http://www.oei.org.co/cts/budapestdec.htm>.
EL VACÍO ÉTICO 417

recta o indirectamente al ambiente, a la salud y las condiciones de


vida del ser humano, así como a otros seres vivos que están a nues-
tro cuidado. Y esto no sólo es aplicable a las tecnologías bio-
médicas, a la industria farmacéutica, a la agroindustria, a la indus-
tria química o energética, sino también a todas las tecnologías
capaces de contaminar con efectos permanentes el agua, el suelo,
el aire, destruir ecosistemas o afectar la biodiversidad. La ética glo-
bal para el mundo tecnológico se enfrentará a problemas como el del
riesgo o el daño ya causado, para orientar el desarrollo tecnocientífico
a partir de principios generales como el de precaución, el de respon-
sabilidad o el de justicia, tanto retributiva (para remediar los daños)
como distributiva (para distribuir de manera más equitativa los be-
neficios y los riesgos), cuidando y potenciando la autonomía y la
capacidad de deliberación y decisión de los ciudadanos del mundo.

EL VACÍO ÉTICO

Los diagnósticos de los anunciadores del riesgo mayor que hemos ex-
plorado en la primera parte revelaron que la fuente de los proble-
mas éticos del mundo tecnológico reside en el desequilibrio entre
el poder tecnológico (que aumenta progresivamente) y la respon-
sabilidad humana (que se ha diluido y rezagado con respecto a ese
progreso incesante).
La sociedad moderna identificó el desarrollo tecnocientífico
—poderoso y autónomo con respecto a los valores éticos o políti-
cos— como el motor principal del progreso. El mito del progreso se
sostenía en la esperanza de que dicho desarrollo condujera a la hu-
manidad a una sociedad más racional y con más oportunidades de
alcanzar el bienestar. Sin embargo, la utopía tecnológica parece ha-
ber comenzado a perder fuerza. Pero no tuvimos que esperar a que
ningún filósofo nos despertara del “sueño tecnológico”. Las sos-
pechas sobre las bondades del desarrollo tecnológico autónomo e
incontrolado provinieron de la constatación empírica de los efectos
colaterales a los grandes beneficios que nos ha reportado. Han sido
418 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

los diversos movimientos surgidos de la sociedad civil en años re-


cientes (como los movimientos ambientalistas o de deep ecology,64
contraculturales o de derechos civiles, etcétera), junto con algunos
pensadores, quienes han sospechado de los beneficios intrínsecos
de un poder tecnológico incontrolado.
Uno de los objetivos de este libro ha consistido en mostrar, a
pesar de sus problemas inherentes, la relevancia de la visión crítica
de los anunciadores del riesgo mayor. Es justo reconocer la influencia
que han ejercido sus previsiones para la formación de un contra-
poder social al poderío tecnológico y su contribución a una inci-
piente conciencia colectiva de nuestro destino común. En particu-
lar, las meditaciones heideggerianas, el catastrofismo de Ellul y de
la ética de la responsabilidad de Jonas están presentes en las ideas
que han animado a los movimientos ecologistas y en las propues-
tas de un nuevo contrato social para la tecnociencia.65 La radicali-
dad de su crítica ha contribuido a que muchos otros pensadores
comenzaran a reflexionar sobre los excesos del poder tecnológico.
Creo que su influencia en el giro ético en la filosofía de la tecnología
no se puede escatimar.
Durante el siglo XX, el optimismo moderno en el progreso tec-
nológico también fue duramente golpeado por la violencia y la irra-
cionalidad, estrechamente relacionadas con el crecimiento
exponencial del poder tecnológico como poder bélico. En el proyecto
ilustrado del progreso no se había contemplado la posibilidad de
un crecimiento de las fuerzas irracionales, del retorno a la barbarie
por medio del poder tecnológico, de la crueldad y la insensibilidad
moral que nuestra civilización ha demostrado fehacientemente du-
rante el siglo pasado.66 A pesar de todo ello, la confianza en el pro-
greso tecnológico no sucumbió.
Véase Andrew Dobson, Pensamiento político verde.
64
65
La influencia de Ellul en Estados Unidos, vía Huxley e Iván Illich, conso-
lidó los estudios políticos y sociales sobre la tecnología. En cambio, no se puede
decir lo mismo de Günther Anders, cuya obra ha comenzado a revisarse recien-
temente en los círculos académicos europeos; o de la obra de Eduardo Nicol,
que, por desgracia, no ha trascendido fuera de México.
66
Véase Jonathan Glover, Humanidad e inhumanidad.
EL VACÍO ÉTICO 419

Dos funestos acontecimientos por sus consecuencias éticas y


políticas —como lo ha señalado Günther Anders— han marcado un
punto peligroso de no retorno en la manifestación monstruosa del
poder tecnológico: Auschwitz e Hiroshima. El poder tecnológico se
reveló, como nunca antes en la historia, con una terrorífica capaci-
dad para destruir al ser humano, tanto material como espiritual-
mente. Sea por la eliminación “industrializada” en los campos de
exterminio o por una tremenda explosión nuclear, el poder tecnoló-
gico demostró un alcance nunca antes visto ni imaginado. Después
de la Segunda Guerra Mundial parecía que la energía atómica en-
contraba nuevos fines pacíficos y productivos, pero Chernobyl re-
presentó la prueba fáctica de que este tipo de macrosistemas tecno-
lógicos centralizados es altamente riesgoso. En cuanto a la barbarie
y el genocidio no podemos decir que sean “asuntos del pasado”, pues
permanece la amenaza de nuevas explosiones de violencia y de cruel-
dad humanas, con más potentes medios tecnológicos. Auschwitz
simboliza todavía la amenaza de la subordinación de la tecnología
a los fines ideológico-políticos en el intento de transformar violen-
tamente la estructura cultural y biológica de la humanidad.67

La crisis ecológica global

La crisis más significativa que ha causado el despliegue ilimitado


del poder tecnológico (y su conjunción con el desarrollo económico
capitalista) se localiza en el ámbito medioambiental. A partir del
informe del Club de Roma sobre los Límites del crecimiento en 197268

67
El proyecto genocida del régimen nazi fue posible porque se conformó
mediante un gran aparato político-tecnológico: desde los medios de registro y
control poblacional, la propaganda como técnica de control político, los “expe-
rimentos” en seres humanos y la destrucción “industrializada” de sus víctimas.
Un autor que ha explorado el carácter del nazismo como precursor de un pro-
yecto totalitario de “gestión” tecnológica del planeta y de la especie humana es
Carl Amery. Véase Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor.
68
Véase D. Meadows et al., Más allá de los límites del crecimiento.
420 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

y hasta los recientes debates sobre la influencia de la actividad tec-


nológica humana en el cambio climático, la discusión sobre los pro-
blemas ecológicos ha adquirido una relevancia de primer orden.
En general, la tesis básica sigue siendo sostenible: en un planeta
con recursos finitos (muchos no renovables) el crecimiento expo-
nencial de la población, así como el consecuente crecimiento de la
producción industrial y de la contaminación en el modelo econó-
mico predominante, pueden conducir a la Tierra a un colapso a
mediano plazo. Tres factores desencadenan la crisis ecológica: a)
una enorme población mundial que apenas se estabilizará hacia
mediados del siglo XXI en unos 9 000 millones de personas, y que
sigue presionando una fuerte demanda de producción; b) el pro-
greso incesante del poder tecnocientífico y su vinculación con la
expansión y concentración del capital, que favorece un modo de
vida productivista y consumista en una escala global; c) la creciente
desigualdad norte/sur que genera tensiones sociales y que even-
tualmente podría provocar conflictos bélicos por la destrucción
ambiental y el agotamiento de los recursos naturales.
La crisis ecológica posee ya una dimensión global por los efectos
acumulativos de las acciones humanas (intencionales o no) a gran
escala: a) el calentamiento de la Tierra producido por la emisión de
gases causantes del efecto invernadero; b) derivado de lo anterior,
la mayor incidencia de huracanes y tormentas tropicales de desas-
trosas consecuencias para muchísimas personas que viven en las
costas, y el incremento de precipitaciones pluviales en algunas re-
giones junto con mayores sequías en otras; c) la destrucción de la
capa de ozono, causada por la emisión de gases (como los cloro-
fluorcarbonos) que reaccionan en la estratosfera; d) la invasión de
especies exóticas (introducidas por los humanos) en diversos
ecosistemas, que han desplazado a las especies nativas causando
desequilibrios, así como el desencadenamiento de plagas y enfer-
medades que han afectado a muchos seres vivos,69 e) la pérdida de

69
La causa principal de esos problemas ecológicos reside en fenómenos natu-
rales de gran alcance en los que la acción humana participa como un factor
EL VACÍO ÉTICO 421

biodiversidad y la extinción alarmante de miles de especies anima-


les y vegetales.
Estos daños ecológicos pueden estar vinculados tanto con la
abundancia y el derroche propios del mundo industrializado o con
la pobreza del mundo subdesarrollado. La destrucción ambiental
está conectada directamente con la creciente desigualdad socioeco-
nómica. Es probable que la escasez o agotamiento de los recursos
naturales (como el agua o las tierras fértiles) conduzca a la humani-
dad a nuevas y temibles guerras entre diversas regiones mundia-
les que están enfrentadas por una enorme brecha en el desarrollo
tecnoeconómico. La crisis ecológica global es también el efecto de
una crisis social y política.
Además de los fenómenos naturales en los que el ser humano
ha intervenido como un factor causal, la crisis ecológica se ha agrava-
do por accidentes y desastres ecológicos (cada vez más “normales”),
imputables directamente al empleo de tecnologías inapropiadas y
muy riesgosas, como los de la industria nuclear, petrolera y quími-
ca, que han sacudido la conciencia de la población mundial mos-
trando en escala aún reducida el peligro de semejantes colapsos
ecosistémicos; por ejemplo: los accidentes en las plantas nucleares
(Three Mile Island, en 1979, o el peor de todos, Chernobyl, en 1986);
los desastres en las plantas químicas, como la de Bhopal en 1984 (el
peor accidente de la industria química, que mató a unas 3 mil per-
sonas); los accidentes de los buques petroleros que derramaron
grandes cantidades de crudo afectando seriamente a los ecosistemas
marinos: el Exxon-Valdez en Alaska en 1989, el Prestige en las costas
gallegas en 2003; o bien los efectos de la primera guerra del Golfo
Pérsico (el derrame intencional de petróleo) en 1991, y un sinnú-
mero de desastres de menor envergadura que alteran los equili-
brios ecológicos (muchos de los cuales no han sido públicos).

determinante. Sin embargo, sucesos como huracanes y ciclones de terribles con-


secuencias ya no son enteramente naturales, pues con nuestra mala utilización de
los recursos de la Tierra hemos contribuido a que haya aumentado la frecuencia
y la complejidad de este tipo de fenómenos en la última década del siglo XX.
422 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Pero no sólo la industria química, petrolera o de la generación


de energía nuclear, ha aumentado exponencialmente los riesgos.
Éstos se incrementan también en el campo de la biotecnología y de
la ingeniería genética, con su asombroso desarrollo en sólo cincuenta
años. La capacidad tecnológica para intervenir en el genoma hu-
mano, y en el de muchas otras especies, podría poner a disposición
en el futuro próximo nuevos y tentadores medios para intentar el
rediseño o reconfiguración de organismos vivos, para modificar la
base natural de la especie humana y controlar o suprimir muchas
de sus cualidades más esenciales, que habíamos dado por supues-
tas porque antes eran inalterables.

El mundo tecnológico como “sociedad del riesgo global”

En los últimos años, los accidentes y los desastres, tanto naturales


como tecnológicos, se han intensificado debido a la creciente com-
plejidad de los riesgos y a la dificultad de evaluarlos adecuada-
mente. Estos riesgos exceden nuestras capacidades colectivas de
previsión y constituyen una propiedad emergente de los
macrosistemas tecnológicos actuales con los que vivimos.
Los riesgos que genera la tecnociencia contemporánea no re-
sultan sólo de “errores humanos” o de defectos en los diseños tec-
nológicos, sino de la creciente complejidad de efectos encadenados
entre las acciones tecnológicas y los fenómenos naturales. Como lo
señaló Charles Perrow,70 la normalización del accidente es una carac-
terística de los sistemas tecnológicos de alta complejidad. Es decir,
vivimos en una era en la que los accidentes tecnológicos se mez-
clan con los naturales, y cuya combinación resulta cada vez más
impredecible y, en ocasiones, catastrófica.
La humanidad siempre ha tenido conciencia de los accidentes
y catástrofes naturales y de la imposibilidad de predecirlos. Pero
ahora debe caer en la cuenta de que sus acciones tecnológicas en

70
Charles Perrow, Normal accidents. Living with High-Risk Technologies.
EL VACÍO ÉTICO 423

una escala planetaria se convierten en nuevas e insospechadas cau-


sas de riesgos y, eventualmente, de desastres.
De acuerdo con lo que plantea Ulrich Beck,71 la “sociedad del
riesgo global” constituye una nueva fase de la modernidad en la
que los riesgos sociales, tecnológicos, ecológicos eluden cada vez
más el control de las instituciones protectoras típicas de la socie-
dad industrial. Según Beck, en contraste con los primeros riesgos
industriales, los nuevos riesgos de la industria nuclear, química o
biotecnológica, no pueden compensarse ni es posible asegurarse
contra ellos; no se limitan en el espacio ni en el tiempo; y no pue-
den exigirse responsabilidades por ellos, conforme a los marcos
legales convencionales. Así, la sociedad del riesgo se caracteriza
por: la interrelación conflictiva en la distribución mundial de bie-
nes y males, en la que los conflictos sobre la distribución de males se
hace más prioritaria, pues los nuevos riesgos son tanto locales como
globales (“glocales”); la imposibilidad de compensar financie-
ramente los daños de eventuales desastres, tanto ecológicos como
económicos, pues los riesgos actuales socavan los sistemas de se-
guridad y el cálculo tradicional del riesgo basado en métodos esta-
dísticos y actuariales; la “explosividad social” de los riesgos globales
y el posible colapsamiento de la institución Estado-nación; el sur-
gimiento de nuevas instituciones transnacionales y la demanda de
democratización de los procesos de decisión.
Aunque los riesgos tecnológicos sigan calculándose con ten-
dencia a cero, según los métodos convencionales, los riesgos eco-
nómicos calculados por las compañías aseguradoras se vuelven in-
finitos. El hecho significativo, como Beck señala agudamente, es
que ningún proyecto tecnocientífico cuenta con un seguro de co-
bertura de riesgos, pues dichos proyectos simplemente no son
asegurables por ninguna compañía. Los expertos en seguros tien-
den a contradecir a los ingenieros expertos en riesgos que claman:
“todo está bajo control”. Esto significa, en suma, que los peligros

71
U. Beck, La sociedad del riesgo global.
424 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

generados por el desarrollo tecnológico-industrial no son calcula-


bles ni asegurables y, por tanto, tampoco controlables.
La creciente complejidad de los riesgos propios del mundo tec-
nológico ha desencadenado un cúmulo de controversias sociales
en las que se discute la posibilidad de lo desastroso y en las que la
responsabilidad colectiva se convierte en un tema político de al-
cance mundial. Es previsible que a medida en que los riesgos se di-
versifican y se hacen, al mismo tiempo, más inminentes y más ocul-
tos, los conflictos de valores en torno al desarrollo tecnológico se
agudicen aún más en el futuro próximo.
Así, la tecnociencia se desarrollará en medio de controversias
sociales y conflictos de valores entre los diversos agentes que par-
ticipan en su conformación. La relación de la sociedad con el poder
tecnocientífico se ha modificado (de la simple aceptación pasiva y
la confianza plena, a la preocupación e interés por controlar sus
posibles efectos negativos y por acceder a sus beneficios). Como lo
indica Beck, la sociedad del riesgo global ha perdido la seguridad
en muchos de sus sistemas tecnológicos, pero vive en la contradic-
ción entre el peligro inminente y la virtualidad de las catástrofes. El
hecho significativo es que ese futuro catastrófico virtual se convierte
en un factor determinante de la experiencia colectiva del presente.

Accidentes y catástrofes en el mundo tecnológico

Una visión filosófica del riesgo implica que deben tomarse en se-
rio, como sostenía Hans Jonas, los pronósticos negativos; creer que
lo catastrófico es posible y actuar prudencialmente para evitar un
acontecimiento negativo que parece improbable. Es decir, ejercer
una razón prospectiva capaz de diseñar escenarios posibles para
desactivar la posibilidad de lo catastrófico.
Los riesgos, como señala Beck, no son daños ya producidos,
sino la amenaza de destrucción. La percepción social de un riesgo
comienza donde termina nuestra confianza en la seguridad tecno-
lógico-industrial, y se exacerba cuando irrumpe la catástrofe. El
EL VACÍO ÉTICO 425

riesgo implica una cognición intermedia que abandona la seguri-


dad y la confianza, pero no tiene certeza del daño porque la des-
trucción no se ha producido, ésta sólo es potencial o inminente.
Así, los riesgos pueden considerarse como parte de una “realidad
virtual o de una virtualidad real”.72
En la sociedad actual, los riesgos (la posibilidad incierta de que
ocurra un daño derivado de una decisión intencional) ya no son
peligros naturales ni fatalidades que los dioses o el destino decre-
tan (las plagas, hambrunas y cataclismos, etcétera), sino producto
de decisiones y de acciones colectivas, por lo que suponen una di-
fusa responsabilidad.
Los riesgos convencionales de baja intensidad implican deci-
siones personales, más o menos informadas (accidentes automo-
vilísticos, tabaquismo, alcoholismo, estrés, vida sexual demasiado
versátil, etc.), pero los riesgos latentes de gran escala propios del
mundo tecnológico son invisibles, de mediano o largo plazo, y es-
capan de la decisión y control de las personas (no hay posibilidad
de un “consentimiento informado”). Son más bien el resultado de
la decisión de expertos científicos, de los políticos y de los grupos
de poder. Por ello, los riesgos mayores se distribuyen desigualmente
entre quienes toman las decisiones al respecto y quienes tienen que
afrontar las consecuencias de esas decisiones, cuando fallan.
El accidente artificial, propio del mundo tecnológico, es la forma
compleja y —a veces— paradójica en que se materializan los ries-
gos, en que lo no previsible o esperable (quizá simplemente no era
visible) sucede y se revela con una fuerza catastrófica. Los riesgos
de accidentes tecnocientíficos constituyen la cara oculta del pro-
greso tecnológico y son —cada vez más— el resultado insospecha-
do de una serie de decisiones políticas, económicas, industriales
que se toman en una situación de incertidumbre, en una dinámica
compleja entre conocimiento y desconocimiento tecnocientífico.
Los riesgos en el mundo tecnológico son de una dimensión
novedosa por la complejidad multicausal y la aceleración del enca-

72
Cf. ibid., p. 215.
426 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

denamiento de efectos que los producen. Como lo ha señalado el


urbanista y filósofo francés Paul Virilio, el accidente local al que
estábamos acostumbrados (como el del Titanic) tenía un locus cu-
yos efectos no se extendían remotamente, ni tampoco se propalaba
rápidamente la información sobre lo sucedido. En cambio, los acci-
dentes tecnológicos globales de nuestros días (los primeros fueron
nucleares, químicos o financieros; los siguientes podrían ser infor-
máticos, biotecnológicos o genéticos y nanotecnológicos) no tienen
sitio preciso, a veces ni un centro causal, y sus efectos materiales,
sociales y políticos se extienden con suma rapidez y por todo el or-
be, a veces transmitidos en directo por la TV, modificando nuestra
percepción y valoración social del riesgo.
De acuerdo con lo que plantea Virilio,73 cada accidente tecno-
lógico implica en realidad tres dimensiones que se superponen en
el tiempo:

Accidente cognoscitivo

Accidente de la materia

Accidente de la conciencia moral

1. Accidente de la materia: la naturaleza nos revela su fuerza


mayor y constatamos la irrevocabilidad de las causas y los efectos.
El proceso por el que se produce el accidente va de la materia a la
energía, y de ésta a la información. Los accidentes de la materia
pueden ser microscópicos o macroscópicos, orgánicos o inorgánicos
(un accidente nuclear, una epidemia como el SARS), incluso en aque-
lla parte de la materia casi intangible que es la información. Los

73
P. Virilio, Ce qui arrive.
EL VACÍO ÉTICO 427

accidentes informáticos pueden ser genéticos o cibernéticos, pero


sus efectos son tan reales y materiales como los demás. El flujo
ininterrumpido de materia, energía e información constituyen, pues,
la fuente física de lo accidental.
2. Accidente del conocimiento. Nuestras previsiones científicas
se estrellan contra la realidad. Nuestra capacidad misma de cono-
cer se ha accidentado. El accidente material siempre produce un
accidente cognitivo; en ocasiones el desastre azota con mayor fuer-
za a nuestros esquemas de pensamiento y teorías científicas. So-
breviene el shock de incredulidad e incapacidad para reaccionar con
eficacia. No sabemos qué hacer de momento cuando sucede un ac-
cidente de envergadura mayor.
3. Accidente de la conciencia. Se genera una discrepancia entre lo
que hemos sido capaces de producir y lo poco que somos capaces de
conocer y de comprender. El accidente tecnológico no sólo derrum-
ba nuestras certezas tecnocientíficas y nuestras creencias, desenca-
dena también un quiebre moral y político. Los accidentes naturales
o tecnológicos de gran magnitud revelan, a la vez, una culpa exten-
dida y una responsabilidad difusa. Entre otros culpables sin rostro
identificable, se revela una tecnociencia sin conciencia de riesgo; una
política sin responsabilidad de protección común; una sociedad pa-
siva e incapaz de protegerse a sí misma. Todos son culpables, todos
son inocentes. En ocasiones, se revela poco a poco que también hay
culpables no inocentes: alguien sabía de los riesgos, alguien no alertó
del peligro: los científicos, los políticos, los burócratas, los líderes
comunitarios. El accidente de la conciencia se muestra en la disolu-
ción de la responsabilidad y la expansión de la culpa colectiva. ¿Quién
se hace responsable por los daños, los muertos, la devastación? Los
seguros son impagables y las compañías aseguradoras se declaran
en quiebra, el cálculo actuarial se vuelve inservible. Los sistemas gu-
bernamentales y sociales se colapsan, los mecanismos de protección
civil se ven atrapados por la inoperancia de las burocracias (Nue-
va Orleáns). En los grandes accidentes, el ocultamiento de la infor-
mación (como ocurrió en Chernobyl) y la minimización de los da-
ños por parte de los gobiernos alcanzan una dimensión criminal.
428 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Pueblos enteros pueden ser doblemente victimizados: primero la


catástrofe material, después el diluvio moral y político.
En el mundo tecnológico se difumina cada vez más la barrera
entre el desastre natural y el artificial. Los efectos perjudiciales del
cambio climático lo atestiguan: se deben a cambios naturales que
se registran en los ecosistemas, pero esos cambios no son en senti-
do estricto “naturales”: las acciones tecnológicas se han convertido
en un factor de cambio geológico, la humanidad es co-responsable
de la exacerbación de fenómenos naturales que son perjudiciales
para muchas especies: ciclones, huracanes, inundaciones, epide-
mias. De este modo, en el mundo tecnológico los riesgos latentes
provienen de diferentes tipos de fenómenos que combinan los fac-
tores naturales con los artificiales:
Catástrofes naturales: combinación explosiva entre el azar geoló-
gico y la vulnerabilidad social. Las catástrofes naturales se han con-
vertidos en catástrofes sociales y tecnológicas (Nueva Orleáns, el
tsunami en Asia). No existe ya naturaleza en “estado natural”: cam-
bio climático y desequilibrio ecológico. Como se pregunta Jean-
Pierre Dupuy:74 “¿Cuándo y en dónde sucederá la catástrofe de
Kyoto?”, en alusión al cambio climático.
Catástrofes tecnológico-industriales. El descontrol de fuerzas de
la naturaleza y de sustancias peligrosas (Chernobyl, Seveso, Bhopal,
pozos Ixtoc, el hundimiento del Prestige). Vivimos a la espera ate-
morizante del accidente biotecnológico, la bomba informática, la
debacle financiera global, el atentado terrorista nuclear o bacterioló-
gico. Estos accidentes pueden “normalizarse”, como ocurrió con
los accidentes automovilísticos e industriales, a medida que avan-
ce el poder tecnológico en esos campos.
Catástrofes político-morales. Como ha acontecido en el siglo XX, la
ruptura de los principios morales más básicos que sostienen a la
civilización, en la que incide la concentración del poder tecnológi-
co, puede generar una verdadera catástrofe político-moral de enor-
me destrucción social, equiparable a un cataclismo natural. El ge-

74
J. P. Dupuy, Petite métaphysique des tsunamis.
EL VACÍO ÉTICO 429

nocidio y otros crímenes de lesa humanidad se potenciaron duran-


te el pasado siglo gracias al poder tecnológico (cámaras de gases,
campos de exterminio, grupos paramilitares, policía secreta, siste-
mas informáticos de registro y control de los ciudadanos, etcétera).
También el terrorismo ha adquirido un talante catastrófico, pues
puede alcanzar el efecto devastador de un asesinato colectivo (ade-
más de su impacto simbólico-político): por ejemplo, la destrucción
de las torres gemelas de Manhattan. El atentado de gran magnitud
fusiona un supuesto acto de guerra y el efecto propio de un acci-
dente natural. Adquiere el carácter inesperado de éste y refuerza la
conmoción que produce un ataque deliberado para aterrorizar y
enviar un mensaje político.
Así pues, el poder técnico ha potenciado la capacidad destruc-
tiva: así lo atestigua la extrema violencia desatada por la guerra, el
genocidio y otras matanzas masivas; el mal intencional alcanza las
dimensiones de una gran catástrofe natural. Además, las catástro-
fes ético-políticas producen o se entrelazan con desastres ambien-
tales (las guerras del Golfo Pérsico, los bombardeos con Napalm en
Vietnam), y con catástrofes humanitarias: hambrunas, epidemias,
saqueos y violaciones masivas de los derechos humanos (ahora
mismo en Darfur, Sudán); asimismo, causan la destrucción del pa-
trimonio cultural y natural de las naciones. La violencia extrema, el
terrorismo y la guerra se han convertido también durante el último
siglo en accidentes normalizados, que muchos han tenido que sufrir y
sobrevivir, y en los que han muerto millones de personas.75
Por otra parte, la aceleración del progreso tecnocientífico ha
sustancializado lo accidental. Éste es un fenómeno que habría deja-
do azorado al viejo Aristóteles.76 El accidente artificial ya no es una

75
Algunos estiman, como Rudolph Rummel (Death by Government), que la
violencia bélica o política ha causado en el siglo XX entre 180 y 200 millones de
muertos de civiles indefensos y no combatientes. Sólo la violencia política (ge-
nocidio y otros crímenes de lesa humanidad) habrían acabado con la vida de
cerca de 130 millones de civiles.
76
Aristóteles estudia la categoría del ser per accidens en el libro VI de la Me-
tafísica. Para el Estagirita, lo accidental (to symbebekós: lo que adviene o sucede)
430 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

forma cercana al no-ser, como pensaba Aristóteles, pues se ha crea-


do un nuevo entorno global en el que se transparenta y, a la vez, se
enmascara aquello que adviene o sucede fortuitamente por la
interacción de causas tecnológicas, es decir, por las decisiones que
hemos tomado, queramos o no, tengamos conciencia o no, en el
modelo de desarrollo tecnocientífico.
Cuando el riesgo tecnológico se transmuta en accidente, el de-
sastre irrumpe en la cotidianidad y crea una nueva dimensión es-
pacio-temporal, en la que se pierden los referentes más comunes.
Además, el accidente se extiende temporalmente: no es pasajero, no
es momentáneo, persiste y se adhiere en la conciencia de los indivi-
duos provocando el miedo a su repetición y la búsqueda —a veces
obsesiva— de las causas que lo produjeron, recientes o remotas.
Como lo señala Virilio, el accidente de nuestros tiempos, sea natu-
ral o artificial, revela la extrema velocidad visible de nuestros siste-
mas tecnocientíficos (los transportes, los misiles), la enorme con-
centración temporal de la vida social, y enmascara el riesgo invisible
que, de pronto, irrumpe súbitamente en lo que adviene:

La velocidad visible de la sustancia —aquella de los medios de


transporte, de cálculo o de información— no es más que la parte
emergente del iceberg de la velocidad invisible, la del accidente, y

es próximo a lo que no es; por eso del accidente no hay ciencia (determinista)
puesto que lo accidental es lo que “no siempre ni la mayoría de las veces suce-
de” (Véase Metafísica, 1026b). Sin embargo, el accidente es una forma en que se
revelan las potencias de una sustancia, como si fuera la punta del iceberg que di-
visamos desde el trasatlántico que está a punto de estrellarse con él. Aristóteles
pensaba que de los accidentes tampoco puede haber una techné o potencia na-
tural determinada que los produzca. Sin embargo, lo accidental es una de las
formas en que el ser se manifiesta, por eso siempre hay que contar con él. Sos-
tiene que la techné y lo azaroso están próximas: “la techné ama el azar, y el azar
ama la techné ”. El filósofo griego descubre la indisoluble conexión entre lo téc-
nico y lo azaroso: ambos son causa y efecto de lo accidental: de lo que no siem-
pre sucede, pero sucede. Ahora bien, la concepción aristotélica de lo accidental
corresponde a un mundo sin complejidad artificial, un mundo en el que las
acciones tecnológicas no producían efectos remotos, tanto en el espacio como el
tiempo, y en el que los individuos no formaban parte de macrosistemas técni-
cos de acciones encadenadas.
EL VACÍO ÉTICO 431

ésta también tanto en el dominio de la circulación vial como en el


de la circulación de valores.77

Por su creciente velocidad, el accidente local se ha transmutado


en accidente global. Éste ya no es el accidente localizado en el espa-
cio y el tiempo, sino aquel cuyos efectos se extienden rápidamente
y que afectan también nuestra percepción del mundo, es decir, no
sólo involucra a las sustancias naturales (materia y energía), sino a
la representación general que tenemos del mundo.
Junto a la velocidad del progreso y el incremento de poder de
los artefactos se forma la velocidad virtual del accidente tecnológi-
co. El accidente desvela la cara destructiva de la temporalidad: el
tiempo es el accidente de los accidentes. Cuando ocurre el accidente
parece que el tiempo se detiene. Pero a medida que pasan las horas
y los días, caemos en la cuenta de la magnitud de los desastres. El
tiempo no borra el daño ni el recuerdo de lo que sufrieron las vícti-
mas; el olvido es la trampa de los victimarios y de las malas con-
ciencias. La memoria colectiva de la catástrofe, aunque siempre
dolorosa, es la única garantía para que una sociedad aprenda de
sus errores y de sus derrotas.
Virilio destaca otro fenómeno propio del accidente tecnológi-
co: su militarización. La guerra y el accidente artificial se entremez-
clan. Éste replica un estado bélico: el escenario de la catástrofe es
como un campo de batalla o prefigura nuevos escenarios de vio-
lencia y de desastres. Lo ha producido un enemigo invisible, pero
sin declaración de guerra, contra cuya maleficencia se lucha ciega-
mente. El ejército toma el control de la zona de desastre e impone
su disciplina. Un enemigo difuso y “malévolo” ha causado el daño,
como sucedió en Chernobyl con la liberación de la radiactividad.
Como en toda guerra, también hay mártires del accidente: aquellos
que en la extrema necesidad dan su vida para salvar a otros (como
los 500 mil soldados que construyeron el sarcófago del reactor 4 de
Chernobyl, muchos de los cuales morirían o enfermarían por la
enorme radiactividad a lo que se expusieron).
77
P. Virilio, op. cit., p. 27.
432 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Hacia una sociedad global reflexiva y autocrítica

Como lo señala Ulrich Beck, la tesis de la sociedad del riesgo glo-


bal no implica una especie de fatalismo y de pasividad política.
Por el contrario, el escenario de los riesgos mayores del mundo
tecnológico da lugar a que la sociedad se vuelva más reflexiva y
consciente de su entorno. La conciencia de los peligros globales
puede favorecer la innovación y desarrollo de instituciones políti-
cas internacionales, así como la formación de una “esfera pública
global” en la que los ciudadanos empiezan a participar política-
mente de manera no convencional. De este modo, surgen lo que
Beck78 denomina “subpolíticas” al margen de la política conven-
cional de los Estados-nación, como medio de acción global y direc-
to que puede conducir a la formación de una verdadera sociedad
cosmopolita (en el sentido kantiano) para enfrentar los riesgos ma-
yores del mundo tecnológico. De este modo, se avanzaría hacia
una modernidad reflexiva, una modernidad responsable: “una so-
ciedad que se percibe a sí misma como sociedad del riesgo devie-
ne reflexiva, es decir, los fundamentos de su actividad y sus objeti-
vos se convierten en objeto de controversias científicas y políticas
públicas”.79
Así pues, las controversias sociales sobre el desarrollo tecnoló-
gico implican nuevos problemas de gestión política nacional e in-
ternacional. Empero, la participación de la sociedad en el “desocul-
tamiento” y evaluación de los riesgos del mundo tecnológico no
puede darse como un proceso de repentina “iluminación” colecti-
va. Es necesario tener en cuenta la “subjetividad del riesgo obje-
tivo”,80 pues a medida que la sociedad posea mayor información
de los efectos de la tecnociencia (no siempre adecuada o bien com-
prendida), se generará una discrepancia entre los riesgos objetivos

U. Beck, op. cit., p. 30.


78
79
Ibid., p. 232.
80
Cf. José A. López Cerezo y José Luis Luján López, Ciencia y política del
riesgo, cap. 5.
EL VACÍO ÉTICO 433

(calculables hasta cierto punto) y la construcción intersubjetiva de


los mismos, esto es, la “objetividad del riesgo subjetivo”.81
Lo que refuerza esta percepción del riesgo son los errores que
se han cometido en catástrofes anteriores, pero también contribuye
la inevitabilidad del accidente tecnológico en una sociedad que ha
acelerado e incrementado su capacidad de intervención en la natu-
raleza entera. La sombra del accidente tecnológico complica la di-
námica política para gestionar adecuadamente los riesgos. Como
observa Paul Virilio “la percepción del accidente es siempre un ac-
cidente de la percepción”, lo que da origen a alteraciones de los
paradigmas e instituciones sociales y políticas con los que se inten-
ta resolver las controversias tecnocientíficas.
La nueva naturaleza de los riesgos en el mundo tecnológico
depende, pues, de nuestros conocimientos (y desconocimientos)
y de nuestros valores, de juicios epistémicos y éticos.82 Pero no se
puede discutir sobre un riesgo si no podemos valorar qué es lo que
está en peligro. Valorar un riesgo implica, por tanto, co-construirlo
con quienes creen en su posibilidad. Corresponde a la sociedad
emprender un proceso heurístico para desocultar los riesgos. Des-
cubrir (construir socialmente) un riesgo no es un proceso meramente
simbólico, ya que para que podamos construirlo necesitamos per-
cibir su inminencia, intuirlo en la velocidad y en la aceleración de
la complejidad tecnocientífica. Nuestra percepción del riesgo ha
cambiado y se ha vuelto más aguda por la sencilla razón de que los
riesgos objetivos han aumentado en su complejidad interactiva.
Ahora bien, la percepción colectiva de un riesgo razonablemen-
te aceptable dependerá no sólo del avance de la investigación cientí-
fica para aportar explicaciones y datos relevantes, sino también de
la gestión política de los riesgos, del nivel de difusión y compren-
sión de la información, de los procedimientos de legitimación de

81
La objetividad del riesgo se plasma en estadística y cálculo de probabili-
dades, mientras que la intersubjetividad del riesgo se basa en la experiencia de
vivir el desastre, la percepción del daño ya vivido en carne propia.
82
J. A. López Cerezo y J. L. Luján, op. cit., p. 86.
434 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

las innovaciones tecnológicas, así como de la capacidad de reflexión


ética de las comunidades involucradas. Es éste el gran desafío que
enfrentan todas las naciones, pero en particular las menos desarro-
lladas, como las latinoamericanas, para evitar caer en una verda-
dera “ilusión trascendental” de que el progreso tecnocientífico sólo
puede ser guiado por una élite tecnocrática. Esta ilusión es inevita-
ble si no son capaces de democratizar el conocimiento y el desarro-
llo tecnocientífico, y si no adecuan sus instituciones políticas para
la interacción deliberativa y la participación ciudadana en los pro-
cesos de innovación.
En el mundo tecnológico es posible y necesaria la formación
de una sociedad global reflexiva y autocrítica que democratice el de-
bate sobre los riesgos que debe enfrentar:

Vivimos en una era de fatalismo tecnológico, una “edad media


industrial” que debe superarse con más democracia: demandan-
do más responsabilidades, redistribuyendo la carga de la prueba,
estableciendo una separación de poderes entre los productores y
los evaluadores de los peligros, entablando disputas públicas so-
bre diferentes alternativas tecnológicas.83

El mensaje central de una conciencia global de los riesgos ma-


yores del mundo tecnológico puede ilustrarse con la parábola que
Günther Anders relata sobre Noé y el diluvio que viene:

Noé, desesperado porque nadie hacía caso del anuncio del dilu-
vio que había recibido, decide vestirse de luto y pasearse por la
plaza central del pueblo. Los curiosos comienzan a preguntarle
quién se ha muerto. Noé les replica que muchos han muerto y que
entre los que lo escuchan están los fallecidos. La concurrencia está
ahora intrigada y le pregunta: “¿y cuándo ha tenido lugar tal ca-
tástrofe?, Noé”. Él responde: “mañana”. Entre la confusión y el
bullicio por la respuesta, Noé agrega: “pasado mañana, el diluvio

83
U. Beck, op. cit., p. 110.
EL VACÍO ÉTICO 435

será algo que habrá sido. Y cuando el diluvio haya sido, todo lo que
es no habrá existido jamás. Cuando el diluvio se haya llevado todo
lo que es, todo lo que habrá sido, será demasiado tarde para recor-
dar, pues ya no quedará ninguna persona. Así pues, no habrá ya
diferencia entre los muertos y los que les lloran. Si he venido ante
ustedes, es para invertir el tiempo, es para llorar ahora los muertos
de mañana. Pasado mañana, será demasiado tarde.84

La nueva dimensión de la responsabilidad humana

Como lo había argumentado Hans Jonas, el crecimiento descomu-


nal del poder tecnológico nos sitúa ahora ante una responsabilidad
de dimensión extendida y creciente en la misma medida en que
aumenta dicho poder. La responsabilidad humana se ha vuelto, en
verdad, cósmica. Pero no hemos todavía cobrado conciencia plena
de este factum histórico que nos compromete con el futuro de la hu-
manidad e incluso de la biosfera en su conjunto. El aumento del
poder tecnológico implica un nuevo y distinto grado de responsa-
bilidad, para el cual la tradición ética no nos ha preparado. Los
antiguos preceptos de esta tradición son vigentes para el ámbito
personal e interpersonal, pero son insuficientes para la esfera glo-
bal de la acción tecnológica colectiva que se extiende por toda la
Tierra y temporalmente hacia el futuro remoto.85
Surgen entonces nuevos problemas éticos: a) ¿quiénes deben y
mediante qué procedimientos determinar la viabilidad de las inno-
vaciones tecnológicas y establecer los criterios de riesgos razonable-
mente aceptables?; b) ¿quiénes tiene responsabilidad ante los daños
causados por las innovaciones tecnológicas?; c) ¿qué tipo de pruebas
son suficientes para determinar que una realización tecnológica es
inocua o comporta un riesgo aceptable?; d) ¿cómo deben decidirse
las compensaciones y soluciones a los daños ya provocados?

84
G. Anders, La menace nucléaire. Considérations radicales sûr l’âge atomique,
pp. 29-30.
85
Véase capítulo sobre Hans Jonas.
436 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

El problema primordial para una ética del mundo tecnológico


no reside en la distinción entre buenos y malos usos del poder tecno-
lógico, sino en la ambivalencia intrínseca de sus consecuencias nece-
sarias a gran escala. El problema ético del desarrollo tecnocientífico
no sólo está en las malas tecnologías (los armamentos no convencio-
nales, químicos, biológicos y nucleares, y en las tecnologías más
“sucias” e ineficientes desde el punto de vista ambiental), sino tam-
bién en aquellas tecnologías pacíficas y bien intencionadas que a
largo plazo pueden provocar daños irreversibles que no se podrían
remediar adecuadamente. Como lo ha advertido Jonas, el riesgo
que motiva una interrogación ética reside en los éxitos mismos de
la tecnología, en su progreso incesante y acelerado, pero también
en el hecho de que la tecnociencia se embarca en empresas que
apuestan al “todo o nada”, pues comprometen la sustentabilidad
de la civilización tecnológica misma. Como Jorge Riechmann seña-
la, “no hay nada tan peligroso como una tecnología a la que no se le per-
mite fracasar”.86 Las tecnologías que funcionan a una escala reduci-
da pueden ser perfeccionadas en una lógica de ensayo y error, como
de hecho ha ocurrido en toda la historia de la técnica. Pero los com-
plejos sistemas tecnológicos globales de nuestro tiempo han
incrementado los riesgos, pues un fracaso grave puede implicar un
verdadero desastre que no sería posible remediar fácilmente con
los medios tecnológicos de los que se disponen. La radiactividad y
la liberación al ambiente de organismos genéticamente modifica-
dos podrían ser dos casos que ilustren este riesgo mayor.87 Así pues,

86
Véase Jorge Riechmann, Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología, ética y
tecnociencia, cap. XI.
87
Paul Virilio ha explorado el carácter ampliado de los “accidentes” tecnológi-
cos contemporáneos.Y señala que el peligro aumenta merced al incremento de la
“velocidad” en la sociedad tecnológica. Ahora, los accidentes tecnológicos ten-
drían alcances globales y requerirían de enormes recursos técnicos y económi-
cos para remediar los daños. Así, el incremento de poder catastrófico del acci-
dente técnico se muestra si comparamos, por un lado, los efectos del naufragio
del Titanic, el “crack” bursátil de 1929, y por otro, los desastres ecológicos cau-
sados por derrames petroleros o fugas radiactivas, o los posibles efectos que
ocasionaría una “bomba” informática o genética.
EL VACÍO ÉTICO 437

una tecnología que se encadena éxito tras éxito en una línea irre-
versible, y cuyo error o fracaso significaría una catástrofe, nos ex-
pone a un peligro que se acrecienta en la medida en que se
diversifican y se hacen más complejos los sistemas tecnológicos.
En suma, el creciente y expansivo poder tecnológico ha con-
vertido en objeto de responsabilidad colectiva a la naturaleza te-
rrestre y, en particular, al futuro mismo de la naturaleza humana.
La conciencia extendida de esta nueva situación no habría sido po-
sible, en gran medida, sin los diagnósticos como los que hicieron
los anunciadores del riesgo mayor.
Como una conclusión provisional del análisis que hemos efec-
tuado de los diagnósticos de los anunciadores, se puede plantear
una hipótesis para una investigación futura. Es necesario reintentar
la formulación de principios éticos universales, pero no sobre la
base de una concepción moral sustancial o una deontología abs-
tracta, sino reconociendo y respetando la pluralidad histórico-cul-
tural de concepciones y prácticas morales habidas hasta ahora. Y
ello es posible si se aprovechan las características sistémicas y de
alcances extendidos de las acciones en el mundo tecnológico. Por
primera vez en la historia, las culturas coexisten en un mundo
interconectado, tanto por las telecomunicaciones, el comercio, la
política, como por los problemas ambientales, los desastres natura-
les o sociales. Los rasgos negativos que los críticos del mundo tec-
nológico identificaron, como la fragmentación de la vida social, el
declive de la razón dialógica, el aplanamiento temporal de la expe-
riencia mundana, etcétera, pueden ser revertidos pues las redes
materiales de interconexión del mundo tecnológico; la misma uni-
formidad de la vida social contiene la potencialidad para soportar
un conjunto de valores universales que posean eficacia práctica, en
vistas de los objetivos cruciales de preservación y de reducción de
riesgos tecnológicos. Tales valores universales (precaución, res-
ponsabilidad, justicia, autonomía individual y social, preservación,
conservación, remediación, deliberación pública y democrática) no
tienen por qué ser contrarios a la diversidad social y cultural ni
amenazar a las comunidades tradicionales.
438 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Los anunciadores comenzaron a trazar esa ruta al poner en prác-


tica una razón que da razón acerca de las consecuencias de un poder
tecnocientífico incontrolado en el mundo contemporáneo. Para la
razón ética que puede desplegarse a partir de la conciencia del pe-
ligro mayor, no pueden prevalecer ya sólo los valores técnico-prag-
máticos, económicos, políticos y militares, el beneficio inmediato y
el derroche, la actitud antropocéntrica, la irresponsabilidad con res-
pecto a las acciones humanas en el mundo entero. Hace falta, por
tanto, contraponer a la racionalidad tecnocientífica valores ético-
políticos para reorientar y someter a un examen público aquellas
tecnociencias que posean riesgos potenciales sobre la naturaleza y
la vida humana.
Los debates y las controversias sobre los efectos de las inno-
vaciones tecnológicas se agudizarán en los próximos años en cam-
pos como la tecnomedicina, la ingeniería genética y la biotecnolo-
gía, las tecnofísicas y tecnoquímicas (la nanotecnología, principal-
mente), el uso de la energía nuclear y la búsqueda de formas de
energía renovable, las tecnociencias sociales (propaganda, ciencias
cognitivas, biónica, la Internet y la realidad virtual, la neurofar-
macología y las aplicaciones de las neurociencias, etcétera). Es pre-
ciso que a través de las controversias se transparenten los fines y
los intereses que impulsan el desarrollo tecnológico, y que se di-
funda ampliamente la información científica para que la sociedad
pueda deliberar sobre las consecuencias, fines y circunstancias de
esas innovaciones.
Hasta ahora hemos sido más bien usuarios pasivos, beneficia-
rios con intereses muy inmediatos, víctimas o conejillos de indias
del mundo tecnológico, es tiempo de que nos convirtamos en ciu-
dadanos cosmopolitas con plenos derechos de decisión autónoma, y
que ejerzamos la capacidad de deliberación, de phrónesis colectiva
y pública para encontrar las mejores vías de desarrollo. Se trata de
dilucidar qué tipo de sociedades queremos, en qué medio ambien-
te, con qué tipo de racionalidad, qué riesgos estamos dispuestos a
asumir, qué males hay que evitar, qué imagen del futuro, qué ima-
gen del ser humano queremos preservar y enriquecer.
EL VACÍO ÉTICO 439

Así pues, los diagnósticos de los anunciadores pueden servir-


nos de plataforma para construir un sistema de principios para una
ética del mundo tecnológico, que contribuya a crear un nuevo “con-
trato social” para la tecnociencia, como se planteaba ya en la Decla-
ración de Budapest de 1999:88 Para ello, es necesario democratizar
la ciencia y la tecnociencia para reorientarlas mediante un debate
público e informado. Así, los principios de la ética del mundo tec-
nológico podrían impulsar también el rediseño de instituciones
políticas nacionales e internacionales para elaborar directrices pú-
blicas y regulaciones normativas del desarrollo y la innovación tec-
nocientíficas.
Pero en esta tarea de innovación moral o verdadera reingeniería
de la conciencia pública, de la res publica, la ética misma no puede
quedar indemne, pues en ella se ponen a prueba diversos concep-
tos muy caros a la tradición filosófica occidental; a saber, los con-
ceptos de autonomía, de libertad y de naturaleza humana, así como la
visión antropocéntrica del mundo que ha sido típica de nuestra
civilización y que ha visto a la naturaleza como mero recurso al
servicio de los intereses humanos. Es decir, la reflexión sobre los
problemas ético-políticos del mundo tecnológico es una tarea que
nos obliga a una revisión crítica de los principales paradigmas con-
ceptuales de la tradición ética occidental, a una confrontación con
sus limitaciones, pero también con sus potencialidades. Sin em-
bargo, una posible ética para el mundo tecnológico no se propone
constituirse como una “nueva” ética que reinvente sus fundamen-
tos. La crítica al antropocentrismo, al ideal utópico del progreso
tecnológico, a la concepción instrumentalista de la técnica y a otras
limitaciones de las concepciones éticas tradicionales (“especieísmo”,
etnocentrismo y consideración inmediatista de los intereses del pre-
sente) no implican una ruptura con la ética filosófica occiden-

88
Conferencia Mundial “La ciencia para el siglo XXI: un nuevo compromi-
so”, reunidos en Budapest, Hungría, del 26 de junio al 1 de julio de 1999, con los
auspicios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (UNESCO) y el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU): <http://
www.oei.org.co/cts/budapestdec.htm>.
440 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

tal, sino una reforma de sus principios y una revisión del alcance
de sus concepciones.
Algunos rasgos son imprescindibles para la formación de una
ética global para el mundo tecnológico. Requerimos una ética fundada
en principios con contenido universal que atienda a los problemas
globales y que contribuya a resolver las controversias sobre el pro-
greso tecnológico, respondiendo a las necesidades sociales y a los
intereses de desarrollo autónomo de las personas. Pero los princi-
pios de la ética no pueden ser meramente formales, requieren un
contenido axiológico que exprese los intereses mínimos y más uni-
versales de la humanidad. La ética del mundo tecnológico se apo-
yará en el principio de protección de la autonomía y en el de justi-
cia distributiva, para que los beneficios y los riesgos del desarrollo
tecnológico se distribuyan equitativamente entre las naciones y
entre los individuos, y para que la tecnología sirva a la satisfacción
de las necesidades básicas y de desarrollo de toda la humanidad,
sin que ello repercuta negativamente en la naturaleza ambiente y
en el hábitat de otras especies.
Asimismo, es necesaria en la situación actual una ética que cues-
tione y corrija el antropocentrismo moral de nuestra civilización,
puesto que los intereses de los seres humanos no son los únicos
que tienen validez para una comunidad de agentes morales racio-
nales. Fundada en los principios de precaución y de responsabili-
dad, la ética debe abrirse a la consideración moral de los intereses
de la comunidad de vida que habita en la Tierra, para hacerse car-
go de los riesgos y posibles daños que la expansión del poder tec-
nológico ocasiona. La humanidad conserva el puesto de único agente
moral en el mundo; pero ahora debe ser un agente capaz de respon-
sabilidad extendida: somos nosotros los que debemos proteger a
los demás seres vivos y su hábitat porque están ahora a nuestro
cuidado. La ética para el mundo tecnológico combinará un antro-
pocentrismo moderado con un biocentrismo acotado: el ser huma-
no debe asumir responsabilidad de las consecuencias de su domi-
nio sobre la naturaleza, para lo cual debe emprender la protección
de otras especies; pero no puede basarse en un igualitarismo eco-
EL VACÍO ÉTICO 441

céntrico abstracto que conceda el mayor valor a los ecosistemas y a


otros seres vivos, y que no considere la irreductible singularidad
ontológica de los seres humanos.
También es indispensable una ética para el mundo tecnológi-
co que se enfrente a dilemas y problemas cuyos efectos son de lar-
go plazo y se extienden remotamente, tanto en el tiempo como en
el espacio; una ética que defienda el derecho de las generaciones
futuras y que prevenga los riesgos mayores cuyas consecuencias
serían desastrosas para la naturaleza y para la vida humana.
En síntesis, una ética que construya un nuevo concepto de res-
ponsabilidad colectiva y que establezca las bases para una acción
ético-política a nivel global, más que para la mera toma de concien-
cia y acción individual. Para ello, la ética para el mundo tecnoló-
gico busca expandir el horizonte de la consideración moral para
enfrentar los diversos problemas globales en diversos horizontes:
seres humanos/otros seres vivos, intereses individuales/intereses
y responsabilidades colectivas, intereses de la humanidad actual/
intereses de las generaciones futuras, responsabilidad por lo hu-
mano/responsabilidad por la naturaleza en su conjunto.

Principios éticos para el mundo tecnológico

Con el fin de enfrentar los problemas éticos y políticos del mundo


tecnológico, requerimos deliberar ampliamente desde un marco de
principios y reglas mínimos que cualquiera de los diferentes gru-
pos sociales pueda reconocer como garante de sus propios intere-
ses y aceptarlo como base de un amplio consenso. Considero que
un marco ético compuesto por cuatro principios prima facie89 sería
el contexto en el que pueden alcanzarse acuerdos sobre las contro-

89
Estos principios están basados en los que se han formulado como base de
la bioética. Véase Tristram Engelhardt, Los fundamentos de la bioética, y Tom
Beauchamp y James Childress, Principios de ética biomédica. En tanto principios,
sólo representan el marco general para orientar las discusiones en el intento de
resolver las controversias tecnocientíficas.
442 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

versias tecnocientíficas. Estos cuatro mínimos éticos son: respon-


sabilidad, precaución, autonomía y justicia. La ética que perfila-
mos aquí es un sistema interrelacionado entre estos cuatro princi-
pios. La regla general es que deben estar equilibrados y traslapados.
La condición básica es establecer, como base de cualquier acuerdo,
un criterio de mínima satisfacción de sus contenidos. Pero hay que
advertir que los principios se relacionan de modos variables y en-
tran en tensión o contradicción. No obstante, tienen que estar jerar-
quizados en función de los problemas específicos, pero no se pue-
de presuponer en qué condiciones generales es conveniente que
predomine uno o varios de ellos sobre los demás. La solución de
estos conflictos de valores deberá ser el resultado de las delibera-
ciones sociales.
En tanto que principios, esos mínimos éticos no deben enten-
derse como reglas rígidas aplicables deductivamente o como algo-
ritmos para las decisiones. Su aplicación no puede garantizar una
plena consistencia entre casos particulares diferentes, pues la reso-
lución en cada caso dependerá de las circunstancias, de la fiabili-
dad de conocimientos, de los disensos y desacuerdos que surjan en
los debates, así como de la calidad de la intervención de los diver-
sos sectores sociales involucrados en las discusiones. Los princi-
pios éticos que aquí propongo constituyen un marco racional para
tomar decisiones fundadas en consensos, pero no son un procedi-
miento automático ni de certeza plena; no sustituyen, sino al con-
trario, dependen de la capacidad deliberativa de una sociedad para
tomar decisiones más prudentes, razonables y justas.
La aplicación de dichos principios supone, por tanto, la obser-
vancia de normas procedimentales para conducir la deliberación
pública en el complicado entorno global del mundo tecnológico;
reglas y normas que orienten la resolución de las controversias so-
bre el desarrollo tecnocientífico de una manera plural, interdisci-
plinaria, informada, deliberativa y democrática, para alcanzar así
acuerdos y consensos mínimos. La deliberación debe hacerse de
manera pública contando con la participación de todos los involu-
crados y directamente afectados (en formas de representación legi-
EL VACÍO ÉTICO 443

timadas) para llegar a decisiones normativas de consenso median-


te un procedimiento institucional.
El nuevo contrato social para la tecnociencia implica la nece-
sidad de realizar modificaciones en las formas de participación ciu-
dadana para poder tomar las decisiones más cruciales sobre el de-
sarrollo tecnocientífico. Esta participación es indispensable para
asegurar el adecuado control y orientación de la tecnociencia en la
reducción de sus riesgos inherentes y en la potenciación de sus be-
neficios para toda la humanidad. Los ciudadanos deben
involucrarse mediante diversos mecanismos y formas de represen-
tación porque ellos son los evaluadores y destinatarios finales de
los sistemas tecnológicos, y porque debe reconocerse, además, que
las valoraciones morales son plurales en las sociedades actuales y
ninguna de ellas posee el privilegio de contar con verdades y cono-
cimientos incuestionables.90 Así pues, debemos dejar atrás el mo-
delo tradicional de desarrollo técnico-industrial en el que sólo in-
tervenían los científicos y tecnólogos, o sólo los políticos asesorados
por los primeros, en la toma de decisiones sobre el diseño, desarro-
llo y evaluación del mundo tecnológico.
Para que una sociedad pueda llegar a acuerdos consensuados
sobre la mejor forma de orientar el desarrollo tecnocientífico, re-
querirá este conjunto de principios éticos que pueden ser acepta-
bles para todos, no importa cuáles sean las diversas razones prácti-
cas que los agentes sociales encuentren para ello. Es decir, estos
principios pueden tener alcance universal si los diversos agentes
sociales91 convienen en aceptarlos como punto de partida y de lle-
gada de las deliberaciones públicas sobre el desarrollo tecno-
científico. Así, estos principios pueden orientar las deliberaciones

90
Estos problemas han sido analizados de manera más amplia y sistemática
por autores iberoamericanos. Véase León Olivé, La ciencia y la tecnología en la
sociedad del conimiento y F. Broncano, Entre ingenieros y ciudadanos.
91
Científicos y tecnólogos, agentes del gobierno, representantes populares,
organismos civiles no gubernamentales, personas directamente afectadas, y
cualquier ciudadano con la información básica y dispuesto a confrontar razo-
nes y evidencias para alcanzar una solución de consenso mayoritario.
444 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

y los debates, en un marco de discusiones argumentadas y racio-


nales, para alcanzar consensos y normas legítimas validadas por
las instituciones democráticas. Pero, al mismo tiempo, constituyen
un verdadero desafío a los sistemas democráticos hoy existentes,
sobre todo a los más jóvenes e inestables como el de nuestro país.
Para la formulación general de estos principios éticos parti-
mos de la convicción de que es necesario que las sociedades con-
temporáneas innoven sistemas de participación ciudadana demo-
crática92 para evaluar y supervisar los sistemas tecnológicos en
vistas de reducir los riesgos y daños, así como de ampliar de mane-
ra equitativa sus beneficios materiales. Ello implica que los ciuda-
danos estén mejor informados y que quienes participen en las deli-
beraciones también estén dispuestos a aprender, a escuchar a los
expertos y a estar abiertos a todas las posiciones y consideraciones.
Las controversias tecnocientíficas pueden constituirse como un
medio privilegiado para fortalecer una cultura democrática
deliberativa, una forma colectiva de phrónesis que eduque a los ciu-

92
Recientes formas de participación social como las conferencias de consen-
so, páneles deliberativos o los jurados ciudadanos pueden ser útiles para eva-
luar las consecuencias de nuevas tecnologías (sociales, ambientales, económi-
cas y políticas) o problemas derivados del uso de tecnologías ya existentes y
difundidas (contaminación, problemas de salud, daño ambiental, etcétera). En
particular, las conferencias de consenso en Dinamarca, bajo supervisión de
su parlamento, se han convertido en un modelo mundial. En este tipo de deli-
beración ciudadana es posible que se genere en un periodo de tiempo razona-
ble un debate público centrado en argumentos sobre pros y contras a partir de
información y datos verificados, reduciendo así la influencia de la propaganda
política o de la manipulación social de la información para sesgarla y beneficiar
a una determinada posición o interés en el caso que se discute. Sin embargo, la
participación ciudadana no puede suplir a los órganos e instancias de decisión
establecidos en las constituciones políticas de las naciones, como los parlamen-
tos, congresos o cortes de justicia. La participación ciudadana directa en la toma
de decisiones puede darse en aquellos sistemas políticos en los que existe legal-
mente el referéndum o el plebiscito. Estos mecanismos de decisión se someten
a reglas específicas y debieran estar acompañados, en cualquier caso, de con-
sultas, foros de deliberación o conferencias de consenso, pues mientras mejor y
mayor información tengan los ciudadanos, serán capaces de contribuir a tomar
mejores decisiones para la comunidad y para el planeta entero.
EL VACÍO ÉTICO 445

dadanos y que armonice los distintos intereses políticos, económi-


cos, ambientales en torno al mundo tecnológico.

Principio de responsabilidad

Principio de autonomía Principio de precaución

Principio de justicia

Principio de responsabilidad

Este principio tiene por finalidad la protección y conservación de


aquello que tiene un valor intrínseco y que es además vulnerable,
es decir, de aquellos bienes que pueden ser afectados por nuestro
poder tecnológico, incluso de un modo accidental e imprevisto. Así,
los objetos de la responsabilidad son las personas, los seres huma-
nos en general, los seres vivos sintientes, las especies naturales, los
ecosistemas y la naturaleza en su conjunto.
La responsabilidad en el mundo tecnológico es tanto indivi-
dual como social y se extiende en todo el espectro temporal. Como
responsabilidad hacia el pasado (post-facto) conlleva reparar el daño
causado a lo valioso y vulnerable; se concreta en deberes como el de
la restauración, la remediación o la compensación, y en el caso par-
ticular de las personas, la indemnización o la acción afirmativa para
contrarrestar pasadas discriminaciones o negación de derechos.
La responsabilidad en el mundo tecnológico tiene dos dimen-
siones: la ambiental y la social. La sociedad tecnológica debe respon-
446 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

der por los efectos negativos y dañinos que ya ha provocado su


poder expandido. Todos los miembros de las sociedades actuales
somos corresponsables de esos daños que produjeron en el mundo
en forma masiva las últimas tres generaciones de seres humanos.
Desde luego, deben distribuirse de una manera justa, dentro de
cada nación así como entre las naciones, las cargas que resultan de
esta responsabilidad global.
Por consiguiente, la responsabilidad implica tanto la obliga-
ción de compensar a las víctimas humanas del poder tecnológico93
como la de salvaguardar especies naturales en peligro de extinción
o la de introducir medidas preventivas o precautorias para evitar
la posibilidad de daños futuros de gran envergadura y que son
irreversibles, como la pérdida acelerada de la biodiversidad.
La responsabilidad consiste en hacerse cargo del daño ya pro-
vocado a la naturaleza o a la salud humana. Por ello, la responsabi-
lidad se liga con una justicia retributiva. Así, la aplicación de este
principio también implica el deslinde de responsabilidades civiles
y penales para sancionar a quienes son responsables de daños, de-
sastres y accidentes tecnológicos que pudieron haberse prevenido
o que, por omisiones o falta de precauciones, tuvieron consecuen-
cias catastróficas. Ha sido ya una constante que en muchos desas-
tres tecnológicos y ambientales no se finquen las responsabilida-
des a quienes actuaron negligentemente o bien ocultaron
información crucial que pudo haber salvado vidas. El caso más triste
y grave sigue siendo el desastre nuclear de Chernobyl en 1986, en
el que el gobierno soviético de Gorbachov ocultó criminalmente la
información y minimizó los daños ante la comunidad internacio-

93
No sólo existe la responsabilidad para compensar los daños sufridos por
millones de trabajadores en actividades riesgosas que en el pasado se realizaron
sin ninguna precaución; por ejemplo, todos aquellos que trabajaron con asbesto
y padecieron enfermedades respiratorias y cáncer. En este campo de la repara-
ción o compensación por el daño pasado entrarían también demandas sociales
sobre muchas modalidades de explotación laboral, malas e inseguras condicio-
nes, daños directos a la salud, tanto a trabajadores como a los consumidores, así
como demandas comunitarias por daños ambientales a sus territorios.
EL VACÍO ÉTICO 447

nal. El gobierno soviético fue incapaz de reaccionar eficazmente


ante el desastre nuclear y requirió finalmente del apoyo de los de-
más países. Lo mismo puede ocurrir en cualquier otra nación, pues
la magnitud de los riesgos tecnológicos, cuando se convierten en
accidentes, desborda los recursos y los sistemas de emergencia de
los Estados nacionales. Los desastres que se derivarán muy proba-
blemente del cambio climático global pondrán a prueba de una
manera formidable nuestra incipiente capacidad de cooperación
internacional para reducir el riesgo y prevenir tales catástrofes.
Por su parte, la responsabilidad en el presente y hacia el futuro se
concreta en deberes de protección, prevención y previsión, y se enca-
dena directamente con el principio de precaución. Como lo plan-
teó Jonas, la responsabilidad tecnológica se extiende ahora remota-
mente en el tiempo, pero no tenemos experiencias similares en el
pasado que nos enseñen cómo arrostrar estos desafíos. Se trata de
un novum histórico. El sentido de esta nueva dimensión de la res-
ponsabilidad va retroactivamente del futuro (que debemos garan-
tizar para los seres humanos y para muchos otros seres vivos) ha-
cia el presente, en el que debemos proteger a los más vulnerables y
amenazados. En esta dimensión de la responsabilidad entran en
acción normas y principios como el de “ahorro justo”: no es ética-
mente lícito seguir derrochando los recursos naturales, desequili-
brando ecosistemas y perdiendo biodiversidad porque estamos
quitándole a las generaciones futuras las condiciones necesarias
para alcanzar formas de vida adecuadas; nosotros, en cambio, reci-
bimos de las generaciones anteriores un patrimonio natural y cul-
tural enorme, y unas condiciones muy favorables, en general, para
el desarrollo humano. Pero hemos malgastado esta herencia y es-
tamos a punto de echar a perder la oportunidad única que la huma-
nidad tuvo para lograr un desarrollo equilibrado con la naturaleza
y equitativo socialmente. Nunca antes la humanidad ha contado
con tantos recursos materiales y técnicos, conocimientos y exce-
dentes económicos; y quizá nunca antes había despilfarrado y desa-
provechado tantos recursos. La responsabilidad hacia el futuro, o
más bien desde el futuro hacia el presente, nos obliga a ser más
448 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

prudentes y moderados, a vivir con mayor racionalidad material, a


ahorrar y a no desperdiciar la riqueza que poseemos.
Por tanto, la responsabilidad ambiental en el presente se con-
creta en deberes colectivos de protección a especies en peligro de
extinción, así como en la conservación de ecosistemas y poblacio-
nes de seres vivos. En el ámbito social, implica el mantener condi-
ciones de seguridad para los trabajadores y para los consumido-
res, así como la protección especial de la diversidad humana y, en
especial, los derechos de grupos vulnerables: minorías étnicas o
culturales, pero también discapacitados, enfermos, ancianos, así
como la protección y consolidación de la igualdad de derechos en-
tres los géneros y el pleno reconocimiento de derechos civiles para
personas con orientación o identidad sexual minoritaria. El prin-
cipio de responsabilidad en el mundo tecnológico debe preservar,
pero también potenciar y favorecer con los medios tecnológicos,
tanto la biodiversidad como la gran diversidad cultural, sexual,
política, étnica, lingüística, religiosa, genética o cognitiva de la hu-
manidad. La aplicación del principio de responsabilidad se liga con
el principio de justicia para la protección y fortalecimiento de los
derechos humanos universales. Éste es uno de sus más importan-
tes cometidos.
Ahora bien, en la protección de lo valioso se producen una
diversidad de conflictos de intereses y de verdaderos dilemas éti-
cos. Se impone, por ello, la necesidad de establecer prioridades,
pero sin sacrificar las obligaciones principales que la sociedad tec-
nológica está contrayendo, fundamentalmente la obligación de re-
ducir lo más posible su enorme y perjudicial impacto ambiental.
Pero estas prioridades no se pueden establecer a priori, paradójica-
mente, deben ser más bien el resultado de un debate público y de-
mocrático continuo.
Por ejemplo, puede considerarse que una acción acorde con el
principio de responsabilidad es justa si respeta los derechos de au-
tonomía de las personas. El principio de responsabilidad debe es-
tar en equilibrio con el principio de respeto a la autonomía indivi-
dual y colectiva. Pero las obligaciones de la responsabilidad social
EL VACÍO ÉTICO 449

para contener y reparar los efectos nocivos del poder tecnológico


colisionan con el deber de respetar las decisiones autónomas de las
personas e incluso de las comunidades. Pues éstas, en tanto agen-
tes morales, pueden decidir no proteger aquello que está de hecho
a su cuidado, simplemente porque no son capaces de apreciar su
valor intrínseco o porque anteponen sus intereses inmediatos, qui-
zá de urgente necesidad.94 Un individuo tiene el derecho a ser irres-
ponsable, es decir, a no acatar sus deberes de responsabilidad, arries-
gando como efecto de su decisión autónoma su propio futuro o el
de su familia. Pero esta conducta no es universalizable. No vale ni
es tolerable ya en un plano global y mucho menos en aquellos ám-
bitos de actividad que implicarían consecuencias de largo alcance.
Y aunque pudiera justificarse que una comunidad priorizara su
derecho de autonomía para maximizar sus intereses actuales en
detrimento de sus obligaciones de responsabilidad hacia las futu-
ras generaciones, estas decisiones tendrían que estar necesariamente
limitadas en función de sus efectos empíricamente verificables.95
No es lícito ya tolerar que cualquier comunidad humana destruya
ecosistemas o derroche recursos naturales, aunque tenga razones
de necesidad actual y urgente para emprender tal tipo de conduc-
ta. La satisfacción de las necesidades básicas de las comunidades
humanas tiene que ser un asunto de corresponsabilidad global y
de justicia social, pero no se contrapone esencialmente a las res-
ponsabilidades de protección ambiental.
Por tanto, la aplicación del principio de responsabilidad nece-
sita establecer heurísticamente jerarquizaciones axiológicas. Por
ejemplo, en cuanto a los conflictos entre los intereses de los seres
humanos y los intereses de otros seres vivos, las necesidades bási-
cas de las personas, su supervivencia y su seguridad, deben tener

94
Mucho se ha discutido sobre que la protección ambiental será inútil e
ineficaz en los países subdesarrollados, si a la par no se resuelven las necesida-
des básicas de los más pobres.
95
Por eso carece de validez ética la defensa que algunas naciones (Estados
Unidos, principalmente) hacen de sus intereses económicos para no suscribir
los acuerdos mundiales de reducción de emisiones contaminantes.
450 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

prioridad sobre los intereses de otros seres vivos,96 pero ello no


implica que las personas se arroguen el derecho de sacrificar la
vida de millones de seres vivos. El uso de los animales para la ali-
mentación, la investigación científica o para el trabajo productivo
debe preservar el equilibrio de poblaciones de animales y evitar,
en lo posible, el sufrimiento de animales sintientes. Pero las necesi-
dades secundarias de los seres humanos (culturales, rituales, festi-
vas, estéticas o lúdicas), que pueden afectar directa o indirectamente
la vida o las condiciones de vida de animales sintientes o de pobla-
ciones enteras de animales, no tienen prioridad sobre los intereses
de esos otros seres vivos. Ahora bien, entre los seres vivos que de-
bemos proteger tienen prioridad las especies en peligro de extin-
ción, así como aquellas que son afectadas directa y masivamente
por nuestras acciones (por ejemplo, mediante la destrucción de
hábitats). Pero no deberíamos actuar para favorecer arbitrariamen-
te a tal o cual especie con la que simpatizáramos si ello causara
desequilibrios en los ecosistemas naturales. En cambio, tenemos la
responsabilidad de controlar o incluso reducir la población de es-
pecies exóticas que se han vuelto depredadoras o que desequili-
bran un ecosistema, si es que hemos sido nosotros la causa directa
o indirecta de que hayan invadido territorios en los que natural-
mente no hubieran podido emigrar.97 En estas obligaciones de pro-
tección también se incluyen como prioridades la conservación de
ecosistemas y de recursos vitales como el agua dulce, los suelos,
los bosques o elementos minerales en dichos ecosistemas.
96
En algunas comunidades rurales de África oriental, debido a las malas
condiciones habitacionales derivadas de la pobreza, los pobladores viven ame-
nazados por los ataques de leones y otros animales carnívoros que han aprendi-
do que los seres humanos son presas fáciles. En estos casos extremos, los intere-
ses de los seres humanos deben prevalecer sobre las necesidades (el hambre) de
otros mamíferos.
97
Un ejemplo de este fenómeno se muestra en el espléndido documental de
Hubert Sauper La pesadilla de Darwin (2005), que muestra cómo el lago Victoria
ha sido colonizado por la perca del Nilo, un pez introducido por los humanos
para disponer pescado barato en abundancia; pero este pez se ha vuelto un
depredador sin competencia y ha ocasionado un serio desequilibrio ecológico
en todo el lago.
EL VACÍO ÉTICO 451

La responsabilidad elemental de conservación y protección in-


dica que ya no es éticamente correcto que las personas y las comu-
nidades humanas antepongan sólo sus intereses o necesidades se-
cundarias (no esenciales para su supervivencia e incluso para su
desarrollo cultural) en afectación a los intereses vitales de otros se-
res vivos y, ante todo, provoquen con ello sufrimiento a muchos
animales sintientes.
Como se ha visto, el principio de responsabilidad busca la pre-
servación o la realización de un bien. Además de los bienes in-
trínsecos de la naturaleza o de la diversidad cultural, tenemos que
considerar a los bienes tecnológicos: éstos no sólo son objetos, arte-
factos y sistemas técnicos, también son los conocimientos cientí-
ficos y tecnológicos, las instituciones que los generan y las estruc-
turas sociales que se vinculan con la producción de innovaciones
tecnocientíficas. Todos estos bienes tecnológicos constituyen un
patrimonio universal: cognoscitivo, cultural, material y simbólico.
La responsabilidad de preservar y enriquecer el patrimonio
tecnocientífico es también un deber de protección de un bien co-
mún: la diversidad tecnológica.98 Esta responsabilidad implica man-
tener abiertas alternativas a los sistemas técnicos actuales, además
de impulsar el desarrollo de investigaciones para mejorar las tec-
nologías existentes. El impulso a la investigación tecnocientífica se
vuelve decisivo: el conocimiento científico y tecnológico es un bien
fundamental que hay que incrementar, difundir y proteger. En par-
ticular, un tipo de conocimiento específico debe promoverse e
incrementarse: el estudio de la complejidad sistémica del mundo
tecnológico y de las repercusiones éticas y políticas de la concate-
nación misma de los sistemas tecnológicos. Estos conocimientos
provienen de la filosofía, de las ciencias sociales y de ramas de las
ciencias naturales con visión holística, como la ecología. La investi-
gación sobre el mundo tecnológico debe enriquecerse, pues, con la

98
Véase el epílogo “los viejos cacharros nunca mueren”, en F.Broncano,
Mundos artificiales. Filosofía del cambio tecnológico.
452 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

cooperación y la interacción entre la ciencia y la tecnología, por un


lado, y las ciencias sociales y la filosofía, por otro.
Se contrapone a este deber de difusión y enriquecimiento del
saber sobre el mundo tecnológico, la tendencia actual a la priva-
tización del conocimiento tecnocientífico a través de las patentes,
así como el “secreto” industrial cuando se trata de diseños que pue-
den implicar riesgos considerables. La protección de la propiedad
intelectual y el fomento de la innovación industrial no deberían
estar por encima de los intereses sociales comunes y de las necesi-
dades de seguridad ambiental o sanitaria.
Por otra parte, la responsabilidad hacia los bienes tecnológi-
cos implica también distribuir de la manera más justa y equitativa
el acceso a aquellos bienes tecnológicos que contribuyen a un bien
social fundamental: incrementar o posibilitar la autonomía y la libre
decisión de las personas sobre sus propias vidas. En este punto la
responsabilidad por preservar los bienes tecnológicos se vincula con
el principio de justicia distributiva, como veremos más adelante.
Ahora bien, el núcleo mismo de la responsabilidad consiste en
una regla primordial: someter toda innovación tecnocientífica a una
evaluación previa de sus fines, medios y sus posibles efectos sobre
la naturaleza y sobre la sociedad. Pero no solamente es preciso eva-
luar sus efectos evidentes, inmediatos y ostensibles, sino también
sus probables efectos, sus consecuencias latentes y no inmediatas.
Debemos monitorear y supervisar cada tecnología cuidadosamente
y nunca cerrar por completo otras alternativas; mas sólo será legíti-
mo desactivar o retirar un sistema tecnológico si poseemos eviden-
cias de riesgos de envergadura mayor. Cuando existe la posibili-
dad de riesgos mayores, el principio de responsabilidad se vincula
con el principio de precaución: vale más la prudencia o incluso la
abstención de la acción que incurrir en un riesgo mayor. Pero ade-
más nos obliga a modificar, controlar o eliminar toda tecnología
que tenga un poder destructivo incontrolable e irreversible sobre
la naturaleza o las condiciones de vida humana, como lo son los
armamentos nucleares, químicos o biológicos, o como podrían ser
algunos experimentos en nanotecnología.
EL VACÍO ÉTICO 453

Es necesario evaluar y vigilar cualquier innovación tecno-


científica, pero ello implica la capacidad de realizar investigación
científica que sea independiente de los intereses económico-indus-
triales, políticos y militares. La conciencia de la responsabilidad
tecnocientífica depende de la adecuada difusión pública de las in-
vestigaciones sobre los riesgos y las consecuencias de las tecnolo-
gías. Estas investigaciones pueden extenderse para que disponga-
mos así del tiempo suficiente para ponderar en un debate público
razonado estas consecuencias y para poder asumir los riesgos que
sean necesarios o inevitables, pero contando con el consentimiento
informado de las personas y de las comunidades. Por ello, el prin-
cipio de responsabilidad nos obliga a desacelerar el desarrollo
tecnocientífico, a extender el tiempo de las pesquisas y las inspec-
ciones, así como el de los debates públicos, siempre que sea facti-
ble, pero de ningún modo implica coartar ni prohibir el desarrollo
tecnocientífico.
En contraste, los deberes de responsabilidad son urgentes en
aquellos ámbitos en los que sí conocemos, incluso con mucha cer-
teza, los daños y efectos nocivos de nuestros sistemas tecnológicos.
Allí es preciso actuar con oportunidad, reforzar los acuerdos mun-
diales, y ejercer presión contra los intereses económicos y políticos
que se niegan a asumir compromisos ambientales necesarios, como
el de la reducción de las emisiones de gases contaminantes que
contribuyen al calentamiento global.
La responsabilidad da lugar a una serie de normas y leyes pru-
denciales para regular adecuadamente el desarrollo incesante de la
tecnociencia. El control social debe realizarse no sólo sobre los efec-
tos complejos y sistémicos, muchas veces insospechados, de las apli-
caciones tecnológicas, sino desde el proceso mismo de la investiga-
ción científica, ya que ésta ya no es, en la mayoría de los casos,
puramente teórica ni desinteresada, sino que está inmersa en la
dinámica pragmática de la tecnociencia. Asimismo, la responsabi-
lidad obliga a una discusión democrática sobre las prioridades de
investigación y desarrollo para cada nación, en función de los prin-
cipales problemas globales que enfrentamos.
454 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Si queremos experimentar, por ejemplo, con nuevas entidades


artificiales —como los organismos genéticamente modificados
(OGM), partículas nanotecnológicas, clones o embriones para diver-
sos fines técnicos— tendremos que asumir responsabilidades ma-
yores y reglamentaciones globales más estrictas que las que usual-
mente existen con otros artefactos que no poseen tan alto grado de
organicidad o de complejidad. El negocio multimillonario que al-
gunos anticipan en campos como el de la biotecnología deberá te-
ner restricciones de seguridad ambiental, sanitaria e incluso
socioeconómica. Se trata de una responsabilidad compartida so-
cialmente por la complejidad artificial sin precedentes que hemos
creado en el mundo tecnológico. Los nuevos artefactos, derivados
de la biotecnología o la nanotecnología no son análogos a entida-
des “naturales”, pues su constitución material ha sido intervenida
y han sido producidos con la intención de conferirles un fin técni-
co-pragmático; se requiere un proceso de análisis minucioso de su
estatus específico puesto que es ambiguo: natural/artificial, pero
esencialmente es artefactual y por eso somos responsables de ellos.
La tecnociencia se distingue de las tecnologías convencionales por
su capacidad para instrumentalizar a los organismos o para
reconfigurar la materia inorgánica produciendo nuevas formas de
complejidad artificial (material, formal y final) que no tienen pre-
cedentes en la naturaleza. La tecnociencia ha logrado que un orga-
nismo vivo pueda ser instrumentalizado reconfigurando su com-
posición genética; podríamos producir transgénicos humanos o
animales para diversas finalidades pragmáticas, podríamos quizá
“fabricar” sintéticamente formas nuevas de vida emulando a la
evolución. En ello hay potencialidades que asombran, pero tam-
bién riesgos que debemos analizar.
Sobre la base del reconocimiento de la nueva complejidad ar-
tefactual pueden negociarse normas y controles globales, pero no
prohibiciones absolutas, como de hecho ha sucedido en recientes
acuerdos mundiales como el Protocolo de Cartagena sobre Biosegu-
ridad (2000). Estos ordenamientos instituyen medidas provisiona-
les y revocables, sobre todo si se trata de acciones precautorias. De
EL VACÍO ÉTICO 455

ningún modo la aplicación del principio de responsabilidad con-


lleva el freno a la investigación tecnocientífica sin más, ni mucho
menos un obstáculo a la generación de nuevos conocimientos. Por
ello, no tiene fundamento aquella objeción que sostiene que el dis-
curso de la responsabilidad sobre la tecnociencia está asociado con
una intención retrógrada de “detener” o “prohibir” el desarrollo
del conocimiento tecnocientífico o de interrumpir el necesario cre-
cimiento económico.
Por el contrario, la responsabilidad implica, al mismo tiempo,
impulsar el desarrollo de investigaciones científicas independien-
tes de los intereses mercantiles y de los poderes políticos y milita-
res con el fin de buscar alternativas viables y compatibles con los
principios del desarrollo sostenible. Pero no se puede confiar que
el mercado mundial sea la única instancia reguladora para la mejo-
ra y mayor eficiencia de artefactos y sistemas tecnológicos. Aun-
que los factores de seguridad social y ambiental inciden cada vez
más en la dinámica del mercado mundial (pues los consumidores
lo exigen en muchos países), es indispensable que se siga desarro-
llando investigación básica, que puede ser auspiciada por los Esta-
dos, las universidades y los organismos de la cooperación interna-
cional, para prevenir y anticipar los efectos negativos de cualquier
sistema tecnológico, así como para divulgar todo el conocimiento
disponible sobre los riesgos y daños (he aquí una de las responsa-
bilidades primarias de los científicos), para que la sociedad misma
sea la que tome decisiones autónomas mediante procedimientos
legitimados que fomenten una amplia discusión y una abierta par-
ticipación social.
Así pues, un factor decisivo para evaluar el nivel mismo de la
responsabilidad social en el mundo tecnológico es la presencia de
investigación científica prospectiva independiente de los intereses
industriales y comerciales, que esté al servicio de los Estados y de
organismos internacionales para realizar una adecuada evaluación
del riesgo, para inspeccionar y supervisar las innovaciones y buscar
mejoras a las tecnologías existentes. Asimismo, dicha investigación
independiente tiene como fin la difusión más amplia posible de
456 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

información corroborada, la educación científica de la sociedad y


la consolidación de una cultura pública tecnocientífica.
Los científicos y los tecnólogos tienen la responsabilidad de
comunicar a la sociedad lo que se sabe y también lo que se ignora o
apenas se sabe con un grado de certeza menor; los políticos y los
gobernantes tienen la responsabilidad de asesorarse en los científi-
cos y tecnólogos y de escuchar todas las opiniones sociales; por su
parte, los ciudadanos tienen la responsabilidad de conocer y deman-
dar toda la información sobre los efectos de los sistemas tecnológi-
cos, así como la de participar de manera informada y argumentada
en las deliberaciones y, eventualmente, en las decisiones sobre po-
líticas públicas. La opinión de los expertos es indispensable y crítica
como asesores permanentes del resto de la sociedad, pero las deci-
siones sobre riesgos y beneficios (ambientales y sociales), acciones
y consecuencias tienen repercusiones éticas que cualquier ciudada-
no está capacitado, si está adecuadamente informado, para valorar
y, por tanto, para colaborar en la toma de la decisión más idónea.
El carácter complejo de los nuevos artefactos que se introdu-
cen en el mundo implica que debe ponerse límites a algunos inte-
reses sociales en dichas tecnologías, como los que están centrados
únicamente en el lucro o rentabilidad económicos (aunque se re-
vistan de una retórica humanitarista). Aquí puede haber conflictos
con las libertades económicas y las necesidades productivas estra-
tégicas de las naciones. Por eso la regla fundamental derivada de la
responsabilidad nos indica que los proyectos tecnocientíficos de-
ben ser sometidos, desde sus primeras fases, al escrutinio público
y al debate entre diferentes agentes sociales para que se garantice
la seguridad y un nivel de riesgo aceptable, en función de intereses
legitimados y consensuados (la salud, la bioseguridad, la protec-
ción ambiental, la equidad social, el desarrollo sustentable, la justi-
cia socioeconómica, la protección de las diferencias culturales, los
derechos de las minorías étnicas, etcétera).
En suma, el gran desafío para la política del mundo tecnológi-
co es la necesidad de crear nuevas formas de participación ciuda-
dana, que sean efectivas y que se coordinen con las instituciones
EL VACÍO ÉTICO 457

políticas existentes. No planteamos para nada una idea ingenua de


democracia directa, asambleística, ni podemos confiar en el poder
desbordado y casi siempre manipulado de las “movilizaciones so-
ciales” o en la estridencia estéril de los movimientos altermundistas.
La participación ciudadana en una sociedad democrática debe darse
en un marco de derecho y mediante procedimientos institucio-
nales de resolución de controversias y conflictos de valores, y no
mediante la lucha descarnada y/o violenta entre grupos de poder e
intereses políticos y económicos.
El gran desafío es la democratización de la tecnociencia, pero
ello implica una transformación misma de las democracias repre-
sentativas y de sus instituciones políticas. Es evidente que hay una
crisis en las democracias formales de todo el mundo por la concen-
tración de poder hegemónico de grupos de interés que presionan o
que ejercen una gran influencia sobre los gobiernos (tanto los sin-
dicatos, las mafias o los grupos industriales y financieros y las gran-
des corporaciones transnacionales), que cabildean en los parlamen-
tos y congresos legislativos o que controlan la información pública
a la que no tienen acceso la mayoría de los ciudadanos. El peligro
que se cierne sobre las democracias representativas formales y le-
gítimamente constituidas es la cada vez más disminuida autono-
mía de las personas para tomar decisiones sobre políticas tecnocien-
tíficas que afectan a su propia vida.

Principio de precaución

Se ha postulado en los años recientes el principio de precaución


como un conjunto de medidas que tienden a modificar, suspender
o retirar un sistema o acción tecnocientífico cuando éste implica la
plausibilidad99 de un daño inaceptable para el medio ambiente o para

99
La plausibilidad, a diferencia de la probabilidad, no indica que una hipó-
tesis plausible es más probable, sino que es más atendible porque comprende
una posibilidad de consecuencias más serias que otras. Cuando no es posible
determinar el grado de probabilidad de un daño es menester atender aquellas
458 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

la sociedad, aunque no exista certeza científica suficiente y prue-


bas contundentes de ello, y si el posible daño es irreversible,
expandible a gran escala, incalculable o posiblemente mayor al be-
neficio proyectado.100 El daño inaceptable puede implicar afecta-
ciones al medio ambiente y a la sociedad que pongan en peligro la
vida, la salud o los derechos humanos o que impongan cargas y
problemas injustos para las generaciones futuras.
Existen diversas definiciones del principio de precaución, la
más difundida es la que se propuso en la Cumbre de Río de 1992.101
Entre todas las versiones de este principio hay elementos comu-
nes:102 a) el contexto de aplicación se caracteriza por una situación
de incertidumbre sobre la probabilidad, la magnitud y las causas de
un daño posible, b) sin embargo, es indispensable un previo análisis
científico sobre la plausibilidad de los riesgos; la mera suposición o
las sospechas infundadas no son suficientes para disparar el prin-
cipio de precaución, c) la precaución se distingue claramente de la
prevención, pues ésta se aplica cuando sí se conoce la probabilidad
de un daño, d) el riesgo que es objeto del principio de precaución
se refiere a daños de una envergadura seria (ambiental y/o social),
sistémica (que involucra a varios sistemas tecnológicos), irreversi-
ble, global y transgeneracional, e) no se espera que el riesgo se re-
duzca a cero, sino que se mantenga en un nivel socialmente acepta-
ble; las medidas precautorias deben ser proporcionales y no exceder
los costos posibles de los riesgos, f) la aplicación de medidas precau-
torias implica la necesidad de realizar más investigaciones y segui-
mientos para recolectar mayor evidencia de los riesgos.
La muy común objeción de que quienes defienden el principio
de precaución están pidiendo una imposible reducción del riesgo a

hipótesis que implican un riesgo mayor, es decir, las más plausibles, para esta-
blecer medidas precautorias. Véase COMEST, The Precautionary Principle, p. 15.
100
Ibid., pp. 13-16.
101
El artículo 15 de la Declaración de Río afirma: “[…] cuando existe la ame-
naza de serios o irreversibles daños, la falta de certeza científica plena no debe
ser usada como razón para posponer medidas efectivas para prevenir la degra-
dación ambiental”.
102
Cf. COMEST, op. cit., p. 14.
EL VACÍO ÉTICO 459

cero es falsa y tendenciosa. El principio de precaución no rechaza


todo riesgo y todo tipo de daño que sea efecto de una acción tecno-
lógica, ante todo, porque muchos de los efectos son imprevisibles;
indica más bien que el daño o mal esperado no debe ser incalculable
u ostensiblemente mayor al beneficio proyectado en el tiempo. Los
daños y riesgos deben mantenerse en un nivel socialmente acepta-
ble, siempre y cuando no impliquen una distribución injusta entre
los miembros de la comunidad. Es decir, también se debe conside-
rar como un riesgo alto el incremento de la desigualdad socioeco-
nómica o sociopolítica y la disminución de la autonomía indivi-
dual o colectiva.
Por consiguiente, el principio de precaución se basa en la de-
terminación de riesgos inciertos pero no insignificantes. Se debería
aplicar cuando no puede prevenirse la probabilidad de un daño
serio, e implica una inversión de la carga de la prueba para la intro-
ducción de innovaciones de alta complejidad tecnológica. Éstas
deben analizarse para averiguar si conllevan riesgos mayores, y
no esperar a que se demuestren efectos negativos para que se su-
pervisen y controlen. Si no existen evidencias de riesgos mayores
(físicos, biológico-genéticos, sociales o políticos), entonces lo que
procede sería establecer regulaciones prudenciales, revisables y
reversibles en el transcurso de la investigación y del debate ético-
político, porque no existe una única manera correcta para que una
sociedad esté siempre de acuerdo sobre qué cosa es un riesgo ma-
yor. Por tanto, no puede darse una única forma de gestión social
del riesgo. El problema siempre será controversial y debatible.
Todo riesgo está relacionado con decisiones que se deben to-
mar en situación de incertidumbre (precisamente porque el riesgo
es sólo la posibilidad de un daño a algo que se considera socialmen-
te valioso). Pueden cometerse errores en esas decisiones, tanto por
exceso como por defecto de precaución. Sin embargo, los errores de
percepción del riesgo cuando se cae en un falso positivo (el riesgo era
menor de lo esperado o simplemente no existía) pueden ser gravo-
sos en términos de desarrollo industrial y competitividad económi-
ca para un país. En cambio, el falso negativo (el riesgo era mayor de
460 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

lo que se calculaba o simplemente no se creía que existía) desenca-


dena daños ambientales y sociales (por ejemplo, a la salud pública)
más amplios y extendidos; y si el caso tiene implicaciones legales,
los responsables del daño tecnológico quedan impunes. Se suele
argumentar que la aplicación del principio de precaución produce
el “riesgo” de caer en falsos positivos, y que éstos son perjudiciales
para la economía. Empero, lo que ha sucedido en los últimos años
es la mayor incidencia de falsos negativos que de falsos positivos.
Esta disparidad está aumentando en la misma medida en que los
sistemas tecnológicos tienen mayor poder de intervención en la na-
turaleza entera y sus efectos son más difíciles de calcular y de anti-
cipar por la complejidad creciente del mundo tecnológico. He aquí
un ejemplo claro del “desfase prometeico” del que hablaba Anders.
El principio de precaución supone la puesta en práctica del
principio de responsabilidad; o dicho de otro modo, la precaución
es una forma de responsabilidad. Viceversa, la responsabilidad su-
pone formas preventivas y precautorias de acción. Sin embargo,
también es evidente que las situaciones de riesgo pueden derivar-
se del incumplimiento de responsabilidades, por acción u omisión.
La aplicación del principio de precaución también es un comple-
mento necesario o incluso una corrección a las fallas de la respon-
sabilidad social e individual.
No obstante, debe aclararse que la aplicación del principio de
precaución no sustituye a las acciones preventivas, aquellas que de-
berían evitar los daños y efectos negativos que ya conocemos. Cuan-
do esto sucede, entonces no ha habido falta de precaución sino de
prevención, y por ello es imputable responsabilidad civil y penal. El
principio de precaución actúa, en cambio, cuando no tenemos cer-
teza científica de la probabilidad de algún efecto que se considera
nocivo, es decir, cuando sabemos poco y, sin embargo, tenemos
que actuar para reducir el riesgo.
Por tanto, la precaución no suple ni encubre la irresponsabili-
dad, sino que constituye una forma de responsabilidad socialmente
compartida y que puede liberar a muchos individuos de la enorme
carga de decisiones técnicas o políticas, para las cuales ningún su-
EL VACÍO ÉTICO 461

jeto está adecuadamente preparado. Esta “sobre-responsabilidad”


que de facto existe y se acrecienta en el mundo tecnológico es preci-
samente uno de los factores de mayor riesgo. Si una sociedad es
precavida puede disminuir el peso de tales responsabilidades des-
bordantes que agobian a quienes tienen que tomar decisiones
cruciales. Es una mejor y más justa forma de distribución de la res-
ponsabilidad en toda la sociedad. Precisamente porque la respon-
sabilidad tecnocientífica ha crecido desmesuradamente en los úl-
timos años, es necesario actuar precautoriamente para que nadie
se vea sobrepasado por una responsabilidad que humanamente,
con nuestras limitaciones cognitivas y éticas, no somos capaces de
enfrentar.
En cuanto a la participación social, la razón fundamental por la
cual los ciudadanos deben intervenir en la evaluación y gestión de
los riesgos tecnocientíficos es que los sistemas tecnológicos están
destinados a satisfacer determinadas necesidades sociales; son las
personas las que deben examinar qué tan eficientes son y cuáles son
los beneficios reales de su utilización. Pero además, esta evaluación
debe ser plural porque las valoraciones dependerán de las prácticas
e intereses diversos que tengan los usuarios y destinatarios.
Así pues, la necesidad de la participación social en la gestión
de los riesgos no sólo posee conveniencias pragmáticas (para no
generar resistencias o reticencias sociales y legitimar una innova-
ción), sino que es indispensable porque los agentes humanos for-
man parte esencial de los sistemas tecnológicos, pero están imbui-
dos en ellos o sometidos a su poder. La participación política de los
ciudadanos en la evaluación del desarrollo tecnocientífico es una
vía para superar la alienación o, al menos, la condición subordi-
nada y pasiva en la que se encuentran muchos de los sujetos hu-
manos en el mundo tecnológico. Es un medio privilegiado para
que los individuos puedan recuperar su puesto como sujetos re-
flexivos y autoconscientes, para ser ciudadanos en pleno ejercicio
de sus derechos civiles y políticos, capaces de cuestionar el impe-
rativo tecnológico que intenta justificar cualquier innovación como
un avance necesario, así como de valorar las tecnociencias en sus
462 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

consecuencias efectivas, determinando cuáles son aquellos fines y


bienes comunes a los que la sociedad debe dar prioridad.
El principio de precaución es nuestro único faro para navegar
en un ambiente de incertidumbre e imprevisibilidad inherente al
mundo tecnológico, como sostenía Ellul. Por ello, se ha incorpora-
do, no sin dificultad, en legislaciones ambientales, sanitarias y de
bioseguridad. La ardua y ya dilatada discusión sobre la aplicación
de este principio gira primordialmente en torno al problema de
cómo interpretar la “ausencia” de certeza científica, y aún así jus-
tificar la necesidad de acciones precautorias que van de la supervi-
sión, la trazabilidad y el rastreo hasta la moratoria o la prohibición
de acciones y sistemas tecnológicos.
Reafirmemos: el principio de precaución se activa cuando el
riesgo es considerable pero incierto. Se puede decir que sólo hay
indicios científicos del riesgo mas no pruebas, pero el no actuar a
tiempo puede implicar aumentar el riesgo o convertirlo en peligro
muy próximo. Es decir, en estos casos continuar con la acción habi-
tual, o no hacer nada para modificarla, parece comportar el mayor
de los riesgos. Por eso una sociedad entera puede verse en la disyun-
tiva para tomar una decisión que tiene consecuencias cruciales en
el futuro inmediato o mediato.
En consecuencia, el principio de precaución sopesa o compara
dos tipos de riesgos: seguir actuando igual o modificar las prácti-
cas asumiendo los efectos que se deriven de esta decisión. Sin em-
bargo, el principio de precaución no equivale siempre a una abs-
tención o a una moratoria de facto. El objetivo de la precaución es
reducir los riesgos o desactivar las fuentes que los generan. El prin-
cipio de precaución debe acompañar atentamente el desarrollo y la
innovación tecnocientífica para gestionar adecuadamente el riesgo
que es intrínseco al despliegue del poder tecnológico en su intrin-
cada complejidad global.
La aplicación del principio de precaución dependerá de cinco
variables fundamentales: a) el análisis de la percepción social de
los riesgos (ello implica esclarecer las discrepancias entre sectores
sociales, los cambios en la percepción pública derivados de los de-
EL VACÍO ÉTICO 463

bates y de nuevos conocimientos, la influencias de factores cultu-


rales, históricos, psicológico-sociales); b) el nivel de conflicto entre
los intereses industriales-económicos, militares o políticos que es-
tán en juego y que se contraponen a los intereses de otros grupos
ciudadanos; c) la viabilidad técnica y económica de revertir o reti-
rar una innovación tecnológica, así como el encadenamiento real
de los sistemas tecnológicos, que puede ser una de las fuentes no
ostensibles del riesgo, d) el estado de los conocimientos científicos
sobre dichos riesgos, esto es, qué se sabe con precisión y qué se
ignora; e) el grado de disenso o de inconmensurabilidad entre los
valores, concepciones o posiciones morales que han entrado en con-
flicto. Es claro que las controversias tecnocientíficas no se reducen
a una discusión de razones y evidencias científicas, sino que impli-
can un conflicto de intereses, valores, creencias e ideologías políti-
cas, y por tanto, se convierten, en muchas ocasiones, en debates
sociales muy agudos que se enardecen como parte de la cultura
política y la correlación específica de sus fuerzas al interior de un
país o en una región determinada del mundo.
En suma, para salir avante en estos conflictos políticos deri-
vados de la dinámica tecnocientífica es necesario, como hemos ve-
nido insistiendo, que la resolución de las controversias se dé en un
marco de participación ciudadana al abrigo de las instituciones re-
publicanas de las democracias contemporáneas.

Principio de autonomía y consentimiento informado

El principio de autonomía debe interpretarse en el sentido de que


cada acción tecnológica tiene que contar con el consentimiento in-
formado de las personas y comunidades que serán directamente
beneficiadas y probablemente afectadas. En el mundo tecnológico
es esencial el derecho de los ciudadanos a deliberar sobre las inno-
vaciones tecnocientíficas y a elegir, con la información suficiente,
los riesgos que están dispuestos a asumir con conocimiento de cau-
sa, desde sus propios valores y parámetros culturales. Las perso-
464 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

nas deben decidir, pues, qué tipo de tecnologías es aceptable para


sí mismas y para su comunidad.
La capacidad de autodeterminación de las personas implica
que no debe ejercerse coacción o violencia para imponer algo con-
tra su voluntad y sin su consentimiento expreso, aunque se argu-
mente que se impone un bien material para ellas mismas. El princi-
pio de autonomía confiere, por ende, el derecho a rechazar cualquier
innovación tecnológica cuyas consecuencias consideren los ciuda-
danos que afectan a su cuerpo, su salud, sus relaciones interperso-
nales, laborales, su forma de alimentación, sus tradiciones cultura-
les, sus medios de transporte, de ocio y descanso, o su relación con
el medio ambiente y con otros animales, etcétera. Asimismo, todas
las personas tienen el derecho a optar por y a adecuar cualquier
innovación tecnológica, siempre que los efectos de tal utilización
no dañen los derechos de otros o sus riesgos no se expandan injus-
tamente hacia quienes no hayan tomado la misma resolución.
El ejercicio de la autonomía supone que los ciudadanos pue-
dan conocer y evaluar prudencialmente los efectos de los sistemas
tecnológicos para determinar si los juzgan convenientes para sí
mismos y para sus comunidades. Es previsible que los individuos
y las comunidades tomen mejores y más prudentes decisiones en
el mundo tecnológico en la medida en que conozcan con mayor
profundidad y estén conscientes de los aspectos técnicos esencia-
les, de los beneficios y de los riesgos de cada una de las innovacio-
nes y sistemas tecnocientíficos, así como de su interacción comple-
ja en el mundo tecnológico.
Pero hasta el momento, los ciudadanos no han tenido ni toda
la información suficiente ni el derecho pleno para participar en las
decisiones del desarrollo tecnológico. Los sistemas tecnológicos se
han impuesto por necesidad a partir de los criterios pragmáticos
de los gobiernos y de los intereses de los agentes económico-indus-
triales, militares o políticos. Es más bien el imperativo tecnológico el
que ha tenido plena autonomía para subordinar las acciones de los
agentes humanos a su fuerza mayor.
EL VACÍO ÉTICO 465

Ahora bien, los individuos pueden tener interés en participar


directamente en las decisiones o en delegar su decisión autónoma
en representantes populares. No obstante, ningún consenso puede
ser absoluto. El Estado y la sociedad deben permitir y favorecer el
disenso individual con respecto a cualquier resolución social o co-
munitaria sobre un sistema tecnológico, siempre que ello sea mate-
rialmente posible y no perjudique los derechos de otros.103 La ra-
zón de fondo es que el principio de autonomía protege la diversidad
social (técnica, política, moral, religiosa, sexual, cognitiva, etcéte-
ra). La posibilidad de que al menos una minoría tenga razones su-
ficientes para rechazar u oponerse a un sistema tecnológico debe
obligar a la comunidad a una reflexión cuidadosa y a un debate
franco para encontrar vías alternas y para volver a revisar si el con-
senso se basa en razones sólidas.
Por otro lado, como lo plantea Langdon Winner104 los artefac-
tos “tienen política”, es decir, su diseño y estructura conllevan for-
mas específicas de poder y de autoridad que benefician o afectan
los derechos de las personas. Por eso, los disensos sobre los siste-
mas tecnológicos no son puramente “técnicos”, son fundamental-
mente de orden ético y político. En respuesta a ello, el principio de
autonomía implica favorecer aquellos diseños tecnológicos que ase-
guren la existencia o permanencia de alternativas tecnológicas, que
permitan opciones para los individuos, que potencien y protejan la
autonomía individual y la diversidad social. Los diseños tecnoló-
gicos centralizados que se imponen prácticamente como única
opción, como los que dominan en la energía y las telecomunicacio-
nes, tienen consecuencias que pueden ser incompatibles con los
principios democráticos. Obedecen a razones comerciales e indus-
triales y no son, en muchos casos, ni siquiera las mejores y más

103
Como hemos dicho en el capítulo tres de esta segunda parte del libro, los
sistemas tecnológicos están encadenados de formas que a veces son imprevis-
tas. Cualquier decisión social de consenso sobre un sistema tecnológico podría
acarrear consecuencias sorpresivas sobre los demás sistemas con los que, de
hecho, está relacionado causalmente.
104
Véase L. Winner, La ballena y el reactor, cap. I.
466 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

eficientes opciones técnicas. Por ejemplo, como lo señalaba Winner,


construir y operar centrales nucleares implica elegir también mo-
delos políticos autoritarios y de ocultamiento de la información al
público, sin que hasta ahora pueda demostrarse que se trata, ade-
más, de una industria suficientemente segura y ecológicamente efi-
ciente (el problema irresoluble de la tecnología de fisión nuclear es
el de los desechos radiactivos).
Los grandes sistemas tecnológicos están estrechamente vincu-
lados con la tendencia a la monopolización y concentración del mer-
cado mundial en unas cuantas manos. El principio de autonomía
implica, por tanto, establecer regulaciones nacionales e internacio-
nales para contrarrestar esta creciente monopolización y concen-
tración del poder tecnocientífico y sus negativas consecuencias so-
ciopolíticas y económicas. En un mercado global con reglas que
garanticen la verdadera libre competencia, y con las normatividades
ambientales, sanitarias y económicas adecuadas, la autonomía de
las personas puede efectivamente expandirse en el mundo tecnoló-
gico, tanto en el sentido de la libertad de empresa y de innovación
tecnocientífica como en el de la autonomía de cada persona en tan-
to usuario o consumidor. De este modo, es factible rediseñar y abrir
esos sistemas que se han monopolizado para favorecer modelos
más plurales y diversificados. Por ejemplo, un sistema plural de
tecnologías de transporte con un mercado abierto de automóviles
híbridos, eléctricos o que utilicen diversos tipos de combustibles
menos contaminantes.105 Tal sistema plural dejaría de depender de
la industria petrolera y de las presiones económicas y políticas que
ésta genera. La autonomía de las personas se favorecería y la com-

105
Sin embargo, hay que analizar cuidadosamente los posibles riesgos (am-
bientales y sociales) del uso intensivo de biocombustibles, pues tienen impacto
en el aumento de los precios de productos agrícolas y concentrarían la produc-
ción en estos fines, y no en los alimentarios. Como en todos los casos, la mo-
nopolización o dominio de un solo modelo tecnológico acarrea consecuencias
problemáticas. En el mundo tecnológico los sistemas están encadenados a ve-
ces de formas totalmente inesperadas o accidentales. Como hemos venido in-
sistiendo, la complejidad multicausal en el mundo tecnológico es una de las
fuentes principales de los riesgos mayores.
EL VACÍO ÉTICO 467

petencia entre fabricantes estimularía la innovación eficiente en un


mundo con sistemas de energía no centralizados ni monopoliza-
dos, sino más bien de tecnologías escaladas que las comunidades
pudieran controlar de forma más directa. Y aunque la diversidad
de sistemas y medios tecnológicos puede implicar problemas de
compatibilidad, no parece haber obstáculos técnicos insalvables en
ello. Si existieran distintas opciones de sistemas domésticos o de
sistemas comunitarios con capacidad de generar energía para su
autoconsumo, reciclar el agua y la basura, utilizando la energía so-
lar, eólica o biocombustibles habría mayor contrapeso a las gran-
des corporaciones industriales y financieras que controlan el mer-
cado mundial y que determinan en gran medida qué tipo de
innovaciones tecnológicas se vuelven efectivas. En cuanto a la pro-
ducción industrial misma, la obligación legal de informar veraz-
mente a los consumidores sobre las formas de producción, las sus-
tancias o materiales utilizados, las prevenciones y precauciones
necesarias y, ante todo, los riesgos inherentes de los productos y
artefactos que usan o consumen, se convierte en la base primaria
de la autonomía en el mundo tecnológico.
Por consiguiente, las decisiones más cruciales sobre el tipo o
modelo de desarrollo tecnocientífico (construir más plantas de ener-
gía nuclear o no, seguir dependiendo de la producción de hidro-
carburos o impulsar otras fuentes de energía renovables, liberar o
no transgénicos en los campos, autorizar o no prácticas eugenésicas
en la biomedicina, destinar una parte importante de la producción
agrícola a los biocombustibles, etcétera), todas ellas decisiones de
gran alcance, deben estar respaldadas por el consentimiento infor-
mado de la mayoría de las personas; esto es, legitimadas por un
amplio consenso social. Pero de cualquier modo, una sociedad de-
mocrática debe asegurar medios para que los individuos puedan
disentir de las decisiones tecnológicas de la mayoría, siempre que
no afecten los derechos de otros o no impliquen riesgos mayores.
Los ciudadanos deben tener asegurada una especie de derecho de
“objeción de conciencia” con respecto a los sistemas tecnológicos
que la mayoría acepta y usa intensivamente.
468 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Ahora bien, la exigencia esencial de la autonomía es que cada


uno tolere y respete la decisión autónoma de otros. En las socieda-
des democráticas esto se complica enormemente porque las deter-
minaciones se toman por mayoría: no puede suponerse en ningu-
na sociedad un acuerdo unánime. Algunas decisiones tecnológicas
afectarán irremediablemente la capacidad de disenso individual o
comunitario, pero estas decisiones no deben ser definitivas ni im-
puestas de modo violento. En las controversias tecnocientíficas in-
tervienen diversos actores sociales con sus respectivos intereses y
valores; y aunque existen temas técnicos de base (que se resuelven
“objetivamente”), no es posible determinar en muchos casos cuál
es el bien mayor que todo el mundo debería elegir, puesto que en-
tran en conflicto distintas concepciones sociales y políticas que obe-
decen a diversos criterios y valoraciones. En una sociedad plural
que respete la autonomía debe reconocerse que en cuestiones
tecnocientíficas no poseemos tampoco (como en cualquier ámbito
del mundo de la vida) verdades definitivas y, en ocasiones, ni si-
quiera el acuerdo mínimo sobre qué opción comporta el mayor bien
para todos. Por ello, es indispensable que la autonomía se desarro-
lle y se preserve en un continuo debate público sobre las innova-
ciones tecnocientíficas. Sólo en este debate público, en el que se
argumenta, se investiga y se ofrecen razones y evidencias, es posi-
ble que una sociedad pueda llegar a determinar qué conviene y
qué no conviene, qué es prudente y qué es imprudente; pero al
mismo tiempo, qué riesgos son aceptables para algunos sin que
ello pueda significar una expansión de esos riesgos para todos.106
Por consiguiente, dos problemas polares de la autonomía esta-
rán en el centro de las deliberaciones públicas: por un lado, asegu-

106
Este tipo de problemas surge, por ejemplo, cuando se discute sobre los
beneficios y riesgos sociales de las biotecnologías eugenésicas que se están pro-
yectando. Algunos están dispuestos a correr esos riesgos y alegan su derecho
individual a proveer lo mejor para sus hijos, gastando si es necesario todos sus
recursos en ello, sin embargo, estas decisiones autónomas en aras de dar una
mejor herencia a los hijos, deja de ser una decisión privada pues pueden impli-
car repercusiones insospechadas de orden social, ambiental y genético.
EL VACÍO ÉTICO 469

rar el derecho de disenso, sea individual o comunitario: el derecho


de rechazo a cualquier sistema tecnológico, si ello no implica la
afectación o violencia contra los derechos equivalentes de terceros;
por otro lado, permitir también el derecho de individuos o comuni-
dades para utilizar medios tecnológicos que otros o que la mayoría
rechaza, si estos medios implican riesgos que ellos mismos asumen
sin afectar a otros. El primer derecho es factible si no entorpece la
operatividad técnica de los sistemas que proveen servicios a todos.
El segundo es legítimo mientras no se demuestre que hay riesgos
extensivos que afectarían los derechos de otros o que provocarían
desequilibrios ambientales o sociales de una magnitud considerable.
Como hemos señalado, ninguno de los principios éticos es ab-
soluto. La autonomía no puede imponerse sobre los demás princi-
pios. Cuando existan problemas de riesgos sociales, ambientales o
a la salud, la libertad de las personas para utilizar o rechazar siste-
mas tecnológicos deberá ser limitada o controlada. En algunos ca-
sos, la oposición o rechazo, sobre todo si es violento, deberá ser
coaccionada. El objetivo final del principio de autonomía es pre-
servar y enriquecer la diversidad y la pluralidad social, siempre y
cuando se controlen los efectos inherentes a la sistematicidad del
mundo tecnológico que redunden en la afectación de derechos o en
problemas de justicia distributiva de los bienes sociales.
En consecuencia, un problema esencial del principio de auto-
nomía es el determinar cuándo se justifica una actitud o una políti-
ca paternalista que pasa por encima de las decisiones autónomas
de las personas. Por ejemplo, la vacunación forzosa para prevenir
enfermedades, las cuarentenas en caso de que se desate una epide-
mia, así como otras medidas de bioseguridad o acciones precauto-
rias para evitar o reducir la posibilidad de daños y peligros socia-
les. En ocasiones, puede haber escollos por diferencias culturales y
cognoscitivas que parecen insuperables (por ejemplo, en comuni-
dades tradicionales como las indígenas). Pero en caso de conflicto
de valores culturales los derechos de autonomía se restringen ante
la necesidad de prevenir daños o reducir riesgos. El diálogo y la
mediación intercultural son instrumentos para obtener en estos ca-
470 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

sos el consentimiento informado. Y cuando se trata de conflictos


por decisiones colectivas en esas comunidades tradicionales que
pueden afectar los derechos de sus miembros, debe prevalecer el
derecho de autonomía individual.
Hay muchos otros ámbitos de debate sobre los límites entre la
autonomía y el paternalismo, por ejemplo: el control o censura so-
bre los muy diversos contenidos que circulan en la Internet. ¿La
libertad de expresión debe ser absoluta o no?, ¿quién y cómo debe
tomar la decisión de prohibir o bloquear determinados sitios web
que difunden contenidos que sean considerados por la mayoría
como aberrantes? No entran en esta discusión, por supuesto, aque-
llos sitios que son utilizados como medios de comunicación o de
expresión de actividades criminales (que en cuanto tales no se pue-
den escudar en la libertad de expresión): crimen organizado, gru-
pos terroristas, grupos de odio, de violencia racial o pederastas.
Los medios tecnológicos informáticos y bioinformáticos susci-
tan agudos problemas de autonomía. Por un lado, estas tecnolo-
gías pueden potenciar e informar las decisiones autónomas (me-
dios de diagnóstico biomédico o genético, comunidades virtuales
que comparten aficiones y todo tipo de conocimientos, por ejem-
plo), pero, por otro lado, pueden ser un medio de violación de la
intimidad, de coacción o de robo de la información personal o co-
munitaria. Estas actividades negativas se despliegan en una am-
plia gama que va desde los diversos tipos de fraudes y robos de
identidad informáticos hasta la biopiratería o la obtención de infor-
mación genómica sin el adecuado consentimiento de las personas.
En el mundo tecnológico la discusión sobre la comercialización,
propiedad privada y derechos de patente de organismos vivos, da-
tos genéticos, información personal, genómica, etcétera es uno los
problemas más graves por sus riesgos inherentes. En particular, la
biopiratería (la apropiación ilegítima o robo descarado, vía pa-
tentes, de conocimientos culturales con valor técnico por parte de
grandes empresas farmacéuticas, agroindustriales o químicas) re-
presentan un problema no sólo de violación de los derechos de au-
tonomía de comunidades tradicionales, sino de injusticia global.
EL VACÍO ÉTICO 471

Ni la información personal, ni los conocimientos tradicionales ni


los organismos vivos, genomas o secuencias genéticas deberían ser
objetos de comercialización irregulada ni ser de fácil acceso: ten-
drían que estar técnicamente protegidos. Por un lado, las personas y
las comunidades deben tener la seguridad de que sus propiedades
(comenzando por aquello que pertenece a su cuerpo mismo o a su
herencia cultural) estén protegidas nacional e internacionalmente.
Una nueva generación de derechos humanos podría consistir en
los derechos de información genética, biológica, neurológica, mé-
dica, que se sume a la necesaria protección de los datos de iden-
tidad civil ciudadana, así como la de los bienes patrimoniales y
financieros.
Sin embargo, las personas o las comunidades pueden argüir
también su derecho autónomo a comercializar su información
genómica o incluso sus órganos corporales o, en el caso de muje-
res, vender sus embriones o alquilar su útero para gestar los hijos
de otros. El debate sobre la libre comercialización de órganos, teji-
dos y partes corporales es uno de los casos más delicados. Los avan-
ces tecnológicos abren nuevas e insospechadas formas de decisio-
nes autónomas. Por ello en esos casos novedosos, el principio de
autonomía choca contra las intuiciones de protección de la digni-
dad humana, que es una forma de expresar la responsabilidad so-
cial para con la integridad de las personas (biológica, genética, psico-
social). Igualmente problemático resulta el debate en torno a la eu-
tanasia activa y el suicidio asistido: si en el mundo tecnológico res-
petamos la autonomía de las personas, ¿qué es lo que impide en
casi todos los países democráticos la concesión plena del derecho a
morir dignamente, cuando el sujeto puede decidirlo de manera
autónoma y cuando se cuenta con los medios técnicos para ello?
Aparte de la interferencia de razones de índole religiosa (muy arrai-
gadas en la tradición judeo-cristiana), parece haber un conflicto entre
la co-responsabilidad social y la autonomía individual que, hasta
el momento, ha negado el derecho a las personas a decidir libre-
mente cuándo desean morir y, en consecuencia, tener el derecho de
recibir ayuda de otros sin que se los criminalice.
472 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Otro tema de mucha controversia sería la liberalización de bio-


tecnologías de eugenesia positiva (genéticas, neurofarmacológicas,
prótesis electrónicas, etcétera) que hemos analizado someramente
en el capítulo sobre Jonas. El debate se ha centrado últimamente en
los problemas de desigualdad e inequidad social que implicaría la
introducción de estos medios que, por sus altos costos y su carácter
experimental, no podrían sufragar o subvencionar los gobiernos ni
las compañías de seguros. En estos casos, como en todos los demás,
tendrá que discutirse cuidadosamente todos los efectos colaterales
y las externalidades de las libertades y los derechos individuales.
Por otra parte, la autonomía no debe entenderse sólo como li-
bertad negativa, sino como potenciación de la capacidad de las per-
sonas para autodeterminarse. Esta libertad positiva se nutre de los
medios tecnológicos107 indispensables para mantener una calidad
de vida mínima. De este modo, la potenciación de la autonomía
personal es un objetivo de la justicia distributiva, que implica la
provisión equitativa y la igualdad de oportunidades para acceder
a tecnologías que constituyen la base material de una buena cali-
dad de vida. La capacidad individual o comunitaria de autodeter-
minación sólo se hace efectiva si se dispone de los medios técnicos
materiales indispensables para ello. Por eso la pobreza, la carencia
de medios técnicos o cognitivos, es el obstáculo principal de la au-
todeterminación de las personas.
El principio de autonomía se limita y expande, a la vez, con los
demás principios. La autonomía implica la responsabilidad (es li-
bertad responsable) y por ello debe estar limitada por la necesidad
de reducir los riesgos y evitar las injusticias y las desigualdades
extremas. En suma, la autonomía sólo se expandirá en el mundo
tecnológico si se concreta como libertad y autodeterminación res-
ponsable, precavida y orientada por una justicia de orden global.

107
Estos medios son, por ejemplo, las tecnologías médicas de diagnóstico y
tratamiento más indispensables, los fármacos más básicos (antibióticos,
retrovirales, anticonceptivos, etcétera), las tecnologías hidrosanitarias, la ener-
gía eléctrica, las tecnologías de la información y la comunicación, los transpor-
tes y las vías de comunicación, etcétera.
EL VACÍO ÉTICO 473

Ahora bien, si hemos dicho que las tecnologías “tienen políti-


ca” también podemos afirmar que tienen “cultura” o están rodea-
das por conocimientos, prácticas y valores de una determinada cul-
tura técnica,108 no necesariamente compatibles con los de otras
culturas. La diversidad cultural exige reconocer también una di-
versidad tecnológica y cognoscitiva en un Estado plural en el que
coexistan diversas culturas y puedan dialogar e influirse mutua-
mente para intercambiar saberes y valores.
Ahora bien, la consolidación de una cultura tecnocientífica uni-
versal y casi absoluta (porque no tiene rivales significativos), gra-
cias al impulso unificador y uniformador del poder tecnológico,
podría marginar paulatinamente a las culturas locales, y principal-
mente a las tradicionales, las cuales siguen siendo, sin embargo, la
base de las identidades individuales y colectivas.
A diferencia del pasado histórico, en un mundo tecnológico
unificado por los transportes y por las telecomunicaciones infor-
máticas y electrónicas, el aislamiento geográfico es cada vez menor
y las diferencias culturales se integran en una unidad indiferenciada.
Podemos esperar, en consecuencia, que las culturas converjan cada
vez más en el crisol de la racionalidad pragmático-tecnológica y
que diverjan cada vez menos en aspectos esenciales. Pero en la
medida en que la diversidad disminuya y las culturas se difuminen,
la herencia cultural de la humanidad se concentrará en unos cuan-
tos rasgos, saberes y valores (regidos por esa racionalidad pragmáti-
ca universal),109 con la consecuente pérdida de la riqueza histórica
de nuestro acervo común.

108
Podemos distinguir, siguiendo a Miguel Ángel Quintanilla, por un lado,
la cultura técnica incorporada, que yo llamaría cultura técnica en sentido objetivo,
que consiste en la información acerca de los artefactos, procedimientos y siste-
mas técnicos que un grupo humano ha sido capaz de construir o asimilar para
operar en el mundo. Por otro lado, la cultura técnica en sentido lato (Quintanilla),
o en sentido subjetivo, que es el conjunto de rasgos culturales (valores, reglas,
ideales, costumbres y creencias) relacionados actualmente con los sistemas tec-
nocientíficos.
109
La cultura tecnocientífica se ha adaptado muy bien (o ha adoptado) valo-
res y actitudes típicos del capitalismo: el afán de innovación, la ambición de
474 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Esta cultura tecnocientífica dominante comprende tanto cono-


cimientos científicos y prácticas tecnológicas (know how) como va-
lores (preferencias, actitudes y propósitos), e influye de manera
poderosa en las sociedades contemporáneas determinando el rum-
bo de sus transformaciones esenciales o poniendo en crisis costum-
bres y valores tradicionales. Estos rasgos culturales, basados en el
imperativo de la transformación y el dominio pragmático, se han
extendido sobre todos los demás ámbitos de la vida humana, eclip-
sando los viejos valores y actitudes que provenían de las culturas
tradicionales: la prudencia y la moderación, el cuidado y respeto a
los límites naturales, la veneración de los seres vivos, la sabiduría
sobre la ambigüedad de los deseos y las ilusiones humanas, la
autocontención ante el peligro de la hybris, la previsión hacia el
futuro, etcétera.
La cultura tecnocientífica se ha impuesto en todo el orbe por
su implacable dominio sobre la naturaleza y su infatigable capaci-
dad de transformación social, por su poder de traspasar cualquier
tipo de límites (naturales o sociales) mediante la fuerza técnica, eco-
nómica o militar, pero no, como hubieran querido los ilustrados,
por difundir una cultura mundial de racionalidad y concordia. Los
componentes esenciales de la cultura tecnocientífica han posibili-
tado muchos deseos y aspiraciones humanas; pero han propiciado
en ello también la movilización de los impulsos más egoístas, más
regresivos y tanáticos (expresados en las tecnologías de la guerra y
la violencia), y los sueños utópicos más peligrosos, como la idea
misma de un progreso material ilimitado basado en la explotación
de la naturaleza.

concentración de poder, una visión evolucionista que derriba toda concepción


sustancialista de la vida y de la naturaleza humana, el individualismo, la creen-
cia en el progreso, la equiparación axiológica de todas las cosas pueden ser
reducidas a mercancías con un valor de cambio, etcétera. La unidad entre mun-
do tecnológico y capitalismo mundial es de mutua dependencia y por ello am-
bos constituyen dos caras del mismo fenómeno de integración material y cultu-
ral en una escala global.
EL VACÍO ÉTICO 475

Asimismo, la cultura tecnocientífica ha provocado, por reac-


ción, otras fuerzas subterráneas: al contribuir a la desestabilización
de las identidades tradicionales y al desarraigo de los individuos,
ha intensificado la angustia de muchos y ha suscitado diversos
movimientos fundamentalistas que tratan de aferrarse, a veces, a
las tradiciones culturales más cerradas, que van del nacionalismo
al integrismo hasta el fanatismo religioso o ideológico.
A pesar de todo, la racionalidad tecnocientífica sigue siendo
un antídoto eficaz contra el dogmatismo y el fanatismo religioso e
ideológico. La tecnociencia ha construido la imagen de un mundo
más inestable e incierto, pero al mismo tiempo, ha abierto nuestra
conciencia al carácter evolutivo y complejo del universo natural y
del mundo humano. Así pues, una de las ideas emancipadoras más
poderosas de la modernidad, la de la autonomía individual misma,
no tendría sustento sin esa cultura tecnocientífica. Una vez más,
podemos observar así una ambigüedad constitutiva de la racionali-
dad tecnocientífica: es uniformadora y destructiva de la diversidad
cultural, pero también ha sido capaz de contrarrestar la ignorancia,
la superstición y el poder despótico para encaminar a los seres hu-
manos y a las sociedades hacia un nivel de autonomía efectiva. Así
pues, la cultura tecnocientífica puede seguir siendo una fuerza
emancipadora que libere a las personas de las determinaciones na-
turales y sociales que las oprimen, pero a condición de que los efec-
tos uniformadores y destructores de la diversidad cultural, propios
del poder tecnocientífico, sean contenidos y controlados por las so-
ciedades, protegiendo y fortaleciendo así la autodeterminación de
todas las personas y su intrínseca diversidad cultural.
Empero, ¿es irreversible el proceso de formación de una tecno-
cultura mundial cada vez más homogénea? ¿Podrían sobrevivir to-
das las culturas tradicionales y coexistir con esta nueva tecnocultura
universal? ¿Tienen acaso cabida en ella? ¿Podrían atemperarla y
modificar sus rasgos avasalladores y más riesgosos? Parece que
mientras predomine en el mundo tecnológico dicha tecnocultura
unilateral y global, sólo el aislamiento fundamentalista y, en algu-
nos casos, la marginación social que representan la pobreza extre-
476 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

ma y la ausencia de conocimientos, serán los únicos diques de con-


tención para un torrente muy poderoso de uniformidad tecnocientí-
fica de la vida humana.
Pero esa cultura tecnocientífica global es, sin embargo, todavía
muy inestable. No puede determinar por sí misma qué debemos
hacer con ese enorme poder tecnológico, qué cosas es preciso in-
tentar y de qué cosas es mejor abstenernos, y poco puede decirnos
sobre qué tipo de vida es preferible vivir; no posee, por tanto, crite-
rios axiológicos para autocontenerse y autorregularse. Es un im-
pulso ciego y sin freno. Constituye una cultura homogénea, des-
provista de contenidos y fines sustanciales para orientar la vida y,
por ello, puede conducir a la humanidad entera a un estado de
estancamiento y de incapacidad de autodeterminación.
Así pues, la cultura tecnocientífica ha sido hegemónica en el
mundo occidental y ha tendido a globalizarse como si fuera una
única cultura universal. Es verdad que existe por ello un delicado
problema de dominación cultural de la racionalidad tecnocientífica
sobre otras culturas y saberes tradicionales. Pero también es cierto
que esa cultura tecnocientífica no es inexpugnable, ha comenzado
a abrirse porque se han infiltrado en ella valores que le eran ajenos,
como los ecológicos (todavía marginales, sin embargo) que provie-
nen de culturas tradicionales, las cuales habían mantenido una re-
lación más armónica con la naturaleza. La transformación ética del
mundo tecnológico no podría más que entenderse como una gran
revolución cultural desde el núcleo mismo de los valores, conoci-
mientos y fines que rigen el desarrollo tecnocientífico.

Principio de justicia distributiva y retributiva

La pregunta esencial que suscita este principio es: ¿cómo debe ser
la gobernación de la tecnociencia en una sociedad justa? En una
sociedad justa la tecnociencia debe maximizar la utilidad o el bien-
estar social, pero también preservar las libertades y derechos indi-
viduales y comunitarios, así como reducir las desigualdades, los
EL VACÍO ÉTICO 477

riesgos o externalidades tanto a la sociedad misma como a la natu-


raleza ambiente.
La justicia es, como dice John Rawls,110 la primera virtud de las
instituciones sociales. La tecnociencia está imbricada con sistemas
e instituciones sociales primordiales: sistemas educativos, de pro-
ducción, distribución de mercancías y capitales, sistemas de salud,
de transporte, de procuración de justicia, de información y gene-
ración de conocimiento, etcétera. El principio de justicia tiene una
función primordial en todos esos sistemas: organizar la adecuada
distribución de los bienes tecnológicos, de sus cargas y riesgos de
manera local y global, en función de la maximización de un bienes-
tar ambientalmente sustentable y socialmente equitativo. Esto im-
plica dos problemas esenciales: la reparación del daño social y am-
biental ya causado (justicia retributiva), así como los mecanismos
adecuados y equitativos de la distribución de beneficios y ries-
gos del desarrollo tecnocientífico (justicia distributiva). Además, la
justicia en el mundo tecnológico no sólo incluye a los sujetos actua-
les, sino que se extiende, por responsabilidad, a las generaciones
futuras, así como a otros seres vivos. Se trata de una doble dimen-
sión de la justicia intergeneracional y la justicia ambiental temporal-
mente extendidas, que debe interactuar en dos planos: el de la jus-
ticia global y el de la justicia local.
La aplicación de la justicia correctiva o retributiva implica el
impulso a las innovaciones tecnocientíficas destinadas a la
remediación ecológica y a la resolución de problemas de equidad
social. En el ámbito social, se impone la necesidad de compensa-
ciones y políticas de redistribución de bienes para igualar las opor-
tunidades de todos en beneficio de los más marginados del desa-
rrollo tecnocientífico.
La justicia en el mundo tecnológico debe encarar enormes de-
safíos para los cuales las tradiciones éticas filosóficas no tienen una
respuesta adecuada: debe ser una justicia no antropocéntrica sino
incluyente de otros animales y de la naturaleza entera; debe ade-

110
Véase John Rawls, La teoría de la justicia.
478 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

más ser una justicia cosmopolita para proteger a todos los seres
humanos y a todas las naciones, respetando las diferencias y la plu-
ralidad multicultural; y debe también ser una justicia intergene-
racional que vele por los derechos de las generaciones venideras.
Ahora bien, la justicia en el mundo tecnológico no tiene com-
promisos “metafísicos” para normar las políticas públicas. Esto es,
no parte de la idea de un “orden natural justo” que debe permane-
cer inmutable, ni de una idea rígida de la naturaleza humana. Así, el
debate sobre la construcción de entidades híbridas (mitad artificia-
les y mitad naturales) como los transgénicos o los clones, no debe
basarse en una idea de “justicia natural” o de respeto irrestricto a
la “dignidad” de las entidades naturales. La experiencia variable y
diversa en el campo de la sexualidad y de la identidad de género es
una muestra de que las sociedades contemporáneas están encon-
trando nuevas formas de realización de la autonomía individual
que modifican estructuras tradicionales de la familia, la crianza de
los hijos, las relaciones conyugales, los roles de género y la identi-
dad sexual que antes estaban determinados naturalmente (es de-
cir, sin una intervención técnica esencial). Pero la interacción entre
la tecnociencia y la naturaleza se ha vuelto esencialmente
transgresora de un supuesto “orden natural” de las cosas, sobre
todo en lo que se refiere a las relaciones sociales. En ello hay ries-
gos que debemos prevenir y analizar cuidadosamente, pero no exis-
ten límites rígidos y apriorísticos.
Por consiguiente, el debate sobre la fabricación y construcción
de “mundos artificiales” con entidades híbridas111 debe partir del
reconocimiento de la capacidad humana para traspasar y transgre-

111
Imaginemos un mundo tecnológico de entidades compuestas de partes
naturales y orgánicas, alteradas o modificadas, más partes electrónicas, biónicas
o mecánicas. El viejo sueño de la construcción de cyborgs o robots inteligentes
que se confundan con humanos “naturales” es posible. De hacerse realidad,
nos enfrentaremos, sin duda, a muy agudos problemas ético-políticos para de-
terminar nuestras obligaciones y responsabilidades con todas estas entidades
híbridas, mitad naturaleza y mitad artificio técnico, así como para establecer
sus derechos propios equivalentes a los de otras entidades vivas.
EL VACÍO ÉTICO 479

dir la naturaleza de las cosas. No hay un mal intrínseco en ello ni


una injusticia contra el orden natural o, si se quiere, divino. La jus-
ticia debe buscarse, en cambio, en la forma responsable y precavi-
da, respaldada por un amplio consenso, para el desarrollo de cual-
quier tipo de innovación tecnocientífica que traspase dichas barreras
naturales o estructuras sociales tradicionales.
Ahora bien, en el mundo tecnológico es la aplicación de la jus-
ticia distributiva lo que constituye el núcleo de problemas más ur-
gentes y más complejos. La justicia distributiva debe equilibrar,
contrapesar o, en su caso, limitar los derechos de autonomía con la
finalidad de contrapesar los desajustes y desigualdades que provo-
can los sistemas industriales-mercantiles. En el mundo tecnológico
son los más pobres, los menos informados, los más marginados del
desarrollo quienes resultan los últimos beneficiarios de los bienes
tecnológicos y los receptores privilegiados de sus males. Por ello, el
principio de justicia prescribe redistribuir los beneficios y los ries-
gos para consolidar la cooperación mundial en la producción y trans-
ferencia del conocimiento y de las tecnologías. Es posible y necesa-
rio formular acuerdos de justicia global para enfrentar la enorme
desigualdad a la que ha contribuido el desarrollo tecnológico. Por
consiguiente, el principio de justicia implica una equitativa e im-
parcial distribución de los beneficios tecnológicos pero también de
los riesgos, que cumpla dos objetivos centrales: a) asegurar las li-
bertades civiles y políticas de todos, b) beneficiar con ayudas y com-
pensaciones a los menos favorecidos en la escala social.
Por eso una de las exigencias más fuertes es la de establecer
normas y reglas de carácter global que puedan reducir la enorme
desigualdad y combatir las múltiples injusticias sociales en el mun-
do entero. La tecnociencia es también en ello un factor determi-
nante para bien y para mal. Pero hasta el momento ha contribuido
mayormente a la creciente desigualdad socioeconómica, cognitiva
y de acceso al poder que a la solución de los más graves problemas
de la humanidad.
Todos los problemas de la justicia distributiva conllevan con-
flictos de intereses sociales en cuanto a la protección ambiental.
480 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Por ejemplo, todo individuo tiene derecho a disfrutar del uso de


cualquier tecnología que esté a su alcance o que pueda sufragar,
pero el uso intensivo y masivo de los sistemas tecnológicos, así
como su imbricación y concatenación, implican consecuencias ne-
gativas de orden global cuyo costo pagamos todos. Por ejemplo: el
uso cada vez más extendido de diversos cultivos como
biocombustibles tiene una clara finalidad ecológica, pero está pro-
duciendo un efecto de desigualdad al incrementar el precio inter-
nacional de granos que consumen los más pobres del planeta. En el
caso de las emisiones de CO2, se ha planteado la necesidad urgente
de reducir sus niveles por lo menos al volumen anterior a 1990
(Protocolo de Kyoto). Quienes más contaminan tienen que hacerse
cargo de los efectos de sus acciones autónomas y compensar a los
que menor responsabilidad tienen en el daño ecológico. La “hue-
lla” ecológica que causa el uso intensivo de los combustibles fósi-
les y la enorme concentración de sistemas tecnológicos en los paí-
ses desarrollados es abismalmente distinta con respecto a la de los
países menos desarrollados. Las naciones más industrializados tie-
nen, por tanto, una responsabilidad mayor en la cooperación para
enfrentar los problemas ambientales más severos. Ellas han sido
los principales beneficiaros del desarrollo tecnológico, pero tam-
bién las principales responsables de la destrucción y contamina-
ción ambiental. Es justo que tanto las naciones y las corporaciones
industriales como los individuos mismos que más contaminan pa-
guen con compensaciones o cargas tributarias el costo de la
externalidad que provocan sus decisiones autónomas.
Como hemos señalado, prácticamente todos los problemas éti-
co-políticos del mundo tecnológico son de orden global, pues des-
bordan por completo las capacidades y recursos de los Estados-
nación. Las respuestas a estos problemas deben ser igualmente
globales. Pero la globalización ha sido fundamentalmente tecnoló-
gica, industrial y económica, pero no ha se ha extendido a la par en
la ética y la política. No existe en este momento una autoridad
mundial capaz de dirimir y resolver eficazmente tanto los conflic-
tos entre las naciones como los graves problemas ambientales y
EL VACÍO ÉTICO 481

socioeconómicos. No sólo agobian a la comunidad internacional


los problemas ambientales (la destrucción de biodiversidad y el
cambio climático son los principales) y la enorme y creciente des-
igualdad socioeconómica, también el crimen organizado que ha tras-
pasado todas las fronteras, la inestabilidad política y social en mu-
chas naciones, así como la práctica rutinaria de violaciones a los
derechos humanos, discriminación y maltrato a las mujeres y a las
minorías étnicas, culturales, religiosas, sexuales. Si bien el cosmo-
politismo ha existido desde antaño como un profundo impulso éti-
co que late en la conciencia de la humanidad, no ha sido más que
en el último siglo que ha surgido la necesidad de la cooperación
internacional, derivada de la mayor interdependencia económica,
ambiental y política. No encuentro otro impulso ético universal más
importante en nuestra civilización que el ideal kantiano112 de una
confederación de naciones republicanas que pacten un orden mun-
dial hacia la paz perpetua, que en nuestros tiempos puede traducirse
al objetivo de consolidar un nuevo modelo mundial de desarrollo
sostenible y de paz duradera entre las naciones. Ello es más urgente
que nunca pues con la probable agudización de conflictos territoria-
les, desastres ambientales y refugiados del cambio climático, así como
la tensión por viejas rencillas étnicas y políticas, la guerra no desapa-
recerá del escenario histórico, y quizá se expanda en nuevas confla-
graciones mundiales con efectos terriblemente devastadores.
Las crisis ecológicas y ético-políticas requerirán soluciones
supranacionales o rigurosamente trans-nacionales, pero no existe
en el horizonte la posibilidad de fundar una autoridad política
planetaria capaz de tomar decisiones justas y de imponerlas por
encima de los intereses particulares de las élites de poder en los
estados nacionales. Las Naciones Unidas no cuentan con el poder
autónomo ni con la capacidad operativa para ello. Cualquier ac-
ción global depende (y seguirá dependiendo en lo inmediato) de la
voluntad de las potencias económicas, políticas y militares. No obs-
tante, la carta de las Naciones Unidas sigue siendo el segundo ím-

112
Véase I. Kant, La paz perpetua.
482 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

petu ético para la formación de un orden de derecho cosmopolita.


Sus objetivos políticos globales quedaron claramente establecidos
desde su fundación y siguen siendo plenamente vigentes: el man-
tenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el fomento del
progreso económico y social mediante la cooperación internacio-
nal, la promoción y defensa de los derechos humanos y el respeto a
la libre determinación de los pueblos. Estos objetivos deben ratifi-
carse y ampliarse ahora con la clara conciencia de la responsabilidad
humana por la preservación de los ecosistemas y la biodiversi-
dad de la Tierra. La existencia de las Naciones Unidas ha represen-
tado, a pesar de todos sus problemas inherentes y del continuo
sabotaje por parte de los intereses particulares de los Estados más
poderosos, el fundamento de un orden mundial derivado de un
pacto político entre los pueblos y entre los Estados-nación para ase-
gurar un futuro viable. Ningún otro ideal es más urgente ahora
pero ningún otro es más difícil de alcanzar.
A partir de la creación de la ONU y de sus múltiples instancias
de mediación y negociación internacional, así como el surgimien-
to de otros organismos globales que comenzaron a ejercer poder
sobre los Estados-nación (el FMI, el Banco Mundial, la OMC) y a con-
trarrestar poco a poco su pretendida soberanía absoluta, se ha ido
formando una estructura, todavía incipiente, para contener las enor-
mes fuerzas tecnológicas y de impacto ambiental de toda la huma-
nidad. De este modo, se han edificado los cimientos de una confe-
deración mundial de naciones capaz de autorregularse mediante
un auténtico “parlamento de la humanidad”. Pero ello tendrá como
requisito insuperable la transformación democrática de la ONU y
de esos organismos supranacionales para conferirles mayor poder
de acción e intervención, y para establecer nuevos mecanismos de
equilibrios y contrapesos internos entre los países miembros, que
redunden en una mayor equidad internacional.113 El desarrollo de
la Unión Europea, a pesar del fracaso reciente de su Constitución

113
Véase Paul Kennedy, El parlamento de la humanidad. La historia de las Na-
ciones Unidas y P. Singer, Un solo mundo. Ética de la gloalización.
EL VACÍO ÉTICO 483

Política común, es un signo alentador en una dirección autén-


ticamente universal de la política y el derecho cosmopolitas. No
obstante, otros poderes fácticos y facciosos se han globalizado de
mejor manera, es decir, han aprovechado las redes estructurales y
tecnológicas de la globalización (las comunicaciones, las redes fi-
nancieras, los transportes y el intercambio comercial): son los gru-
pos del crimen organizado, el terrorismo y las grandes corporacio-
nes trasnacionales financieras e industriales que no se quieren
someter a los acuerdos laborales y ambientales de carácter interna-
cional. Estos poderes amenazan la estabilidad del orden global y
presionan para beneficiar sólo a sus intereses. Deben ser vistos como
externalidades de un sistema tecnológico mundial, como riesgos
inherentes a la dinámica de la globalización en marcha, que la co-
munidad internacional debe combatir decididamente mediante la
coerción legal o incluso con el uso de la fuerza.
El rediseño democrático deseable y posible de la ONU y de otros
organismos mundiales tiene como finalidad servir como estructu-
ra de una sociedad civil global que sea la plataforma de un
contrapoder ciudadano cosmopolita114 para contrarrestar el poder
monopólico que actúa en el mundo tecnológico y que se escuda en
las razones de fuerza mayor del imperativo tecnológico-económico.
Una ética para el mundo tecnológico sólo podrá ser efectiva si
se despliega en el marco de un estado de derecho cosmopolita, al
amparo de una verdadera confederación de naciones republicanas
(o una estructura política transnacional similar que reconozca los
derechos de soberanía de los Estados, pero que los sujete a políti-
cas de orden planetario) decididas a cooperar en beneficio del inte-

114
Dicho contrapoder ha comenzado a surgir en una multitud de organis-
mos ciudadanos no gubernamentales (ONG) que establecen también redes y
alianzas de cooperación global. A pesar de que no poseen un poder equiparable
al de los organismos multilaterales o intergubernamentales como la OCDE o el
grupo de los ocho países más industrializados, los organismos ciudadanos
mundiales se han convertido en un actor decisivo en los debates sobre los pro-
blemas globales y en agentes de transformaciones éticas y políticas, mediante la
difusión de información y diversas actividades sociales más vinculadas directa-
mente con las necesidades de las personas y las comunidades.
484 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

rés de toda la humanidad y de la preservación ecológica del pla-


neta. No podemos saber hasta qué punto nos aproximaremos en el
futuro a este complicado ideal cosmopolita, pero sí que podemos
sospechar que, en la medida en que más nos alejemos de él, estare-
mos en mayores dificultades para reorientar los efectos negativos
del poder tecnocientífico y para resolver los urgentes y apremian-
tes problemas mundiales que ya comienzan a agobiarnos.
El desarrollo tecnológico sirvió a la concentración del poder
hegemónico de las potencias mundiales que construyeron el or-
den político internacional del último siglo,115 que ha estado marca-
do por dos devastadoras guerras mundiales y una tensa guerra fría
en la que las dos superpotencias de entonces se enfrentaron indi-
rectamente a través de un sinnúmero de guerras locales que de-
sangraron y dividieron a pueblos enteros. Después de la caída del
Muro de Berlín, parecía que quedaba una única superpotencia que
podría dominar hegemónicamente como los antiguos imperios
(Roma o el Imperio Británico) gobernaron gran parte del mundo.
Pero la superpotencia industrial, tecnológica y militar que es Esta-
dos Unidos no tiene ni la capacidad ni la visión para gobernar mun-
dialmente, ni mucho menos la legitimidad ética y política para ello.116

115
Tanto Inglaterra como Estados Unidos destacaron como potencias por su
capacidad de impulsar y concentrar el desarrollo tecnológico-industrial. Las
potencias emergentes que les disputaron el poder imitaron las mismas políticas
de Estado para el impulso de la ciencia y la tecnología. Después de la Segunda
Guerra Mundial, dos superpotencias compitieron por la hegemonía y, en gran
medida, se neutralizaron una a la otra. Pero después de la caída del imperio
comunista soviético, el equilibrio político mundial volvió a tambalearse. Véase
Eric Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo XXI.
116
Estados Unidos, principalmente durante sus administraciones más con-
servadoras y cortas de miras, se ha negado insistentemente a sujetarse a los
acuerdos mundiales y ha actuado tratando de imponer su propio interés, por
ejemplo en la lucha contra el terrorismo mundial. Practica una política interna-
cional unilateral y desafiante de la cooperación internacional: el rechazo a los
pactos que limitan la proliferación de armas de destrucción masiva y las prue-
bas nucleares, su reticencia a pagar sus deudas con la ONU, su negativa a firmar
el Protocolo de Kyoto y a ratificar el Estatuto de la Corte Penal Internacional, su
influencia decisiva en organismos internacionales (FMI, BM, OMC) para proteger
sus propios intereses, así como la invasión a Irak y la destrucción de su sistema
EL VACÍO ÉTICO 485

Las otras potencias políticas que ejercen influencia en el régimen


mundial actual (que todavía es más próximo a un estado de natura-
leza que a un verdadero estado político o civil), adquirieron ese
rango gracias a la expansión tecnocientífica del poder bélico, el im-
pulso de su industria nacional y su capacidad de competir en el
mercado mundial, así como con el monopolio de otros medios téc-
nicos que estuvieron en sus manos para controlar y ejercer violen-
cia contra sus ciudadanos o contra los de otras naciones, al mismo
tiempo que impulsaban un dominio técnico ilimitado sobre la na-
turaleza (con el altísimo costo ambiental que ahora es evidente).
Nunca antes en la historia el poder de los Estados tuvo tal dimen-
sión descomunal. Pero no habría sido posible tal concentración del
poder político sin el impulso decisivo del desarrollo tecnocientífico.
Pero es tiempo de que surja un contrapoder de la sociedad civil
global, de esa mayoría silenciosa que se ha quedado sin voz ni ca-
pacidad de intervenir en muchas de las resoluciones cruciales para
el futuro de la humanidad. La consolidación de esa sociedad civil
global sólo puede tener cabida en un orden de derecho cosmopolita
que proteja de modo más eficaz los derechos humanos universales
y que asegure las cargas necesarias de la cooperación internacional
para enfrentar los desafíos ambientales y la enorme desigualdad
socioeconómica mundial. No obstante, para que ese nuevo orden
político global surja se requerirá de la voluntad de las potencias
tradicionales (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Ru-
sia), así como de las potencias emergentes (Alemania, Italia, Japón,
Australia, India, Sudáfrica o Brasil) para respaldar los necesarios
acuerdos mundiales de cooperación. La voluntad política de estas
potencias para promover y consolidar esos acuerdos mundiales no

político y su infraestructura, justificada con mentiras y presiones a sus aliados.


Pero a pesar de su evidente supremacía militar y su arrogancia política, Estados
Unidos no posee la capacidad de controlar territorial ni políticamente a otros
Estados, como lo hicieron los grandes imperios de la historia pasada. Dicha
superpotencia está obligada, por ende, a cooperar internacionalmente y a en-
trar tarde o temprano en acuerdos globales precisamente para defender sus
propios intereses.
486 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

surgirá, empero, de un repentino cambio de mentalidad o de una


iluminación ética de sus “hombres de Estado” que, finalmente, son
fieles instrumentos de la lógica de la razón de fuerza mayor que go-
bierna el mundo. El cambio de voluntad política deberá emanar de
la presión de una sociedad civil global y desde un intenso debate
público que extienda planetariamente la conciencia sobre la crítica
situación que enfrentamos.
En el futuro próximo, los principales problemas éticos en el
mundo tecnológico demandarán transformaciones políticas para lo-
grar conformar un nuevo orden mundial, capaz de establecer acuer-
dos internacionales para potenciar los beneficios del poder tecno-
lógico, y para regular y controlar sus consecuencias negativas. Para
ello, lo más conveniente será alcanzar un nuevo pacto internacio-
nal en el marco de una renovada ONU,117 junto con la mayor pre-
sencia de instituciones internacionales ciudadanas, capaces de san-
cionar o de intervenir en caso de necesidad, incluso con el uso de
una fuerza armada internacional (pero no a partir de la decisión
unilateral de una potencia militar), para detener crímenes de lesa
humanidad y violaciones sistemáticas y masivas contra los dere-
chos humanos, así como intervenir en aquellas naciones en las que,
por negligencia o incapacidad, sucedan graves desastres ambien-
tales y humanitarios que pongan en peligro la biodiversidad y las
condiciones de la vida humana. El derecho internacional tendrá
que convertirse efectivamente en derecho cosmopolita118 para reali-

Con un Consejo de Seguridad ampliado (quizá sin miembros con dere-


117

cho a veto o con más miembros permanentes) y con nuevas reglas del juego que
den lugar a un nuevo equilibrio mundial del poder, no sólo basado en lo militar
y económico, sino en la importancia demográfica, potencial productivo y esta-
bilidad de sus instituciones políticas.
118
El derecho cosmopolita implica, pues, la formación de nuevas instituciones
y normas para regular y regir las relaciones internacionales. Tiene actualmente
tres campos esenciales: la protección de los derechos humanos, las normas y
reglas de la guerra (que incluye la sanción de los crímenes de guerra), y la pre-
vención y sanción de los crímenes de lesa humanidad. Existen ya las bases
ético-jurídicas para la consolidación del derecho cosmopolita: la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, La Convención para la Prevención y San-
ción del Delito de Genocidio, el estatuto de la Corte Penal Internacional. Un
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA TRANSFORMACIÓN 487

zar el ideal de una justicia global, mediante la cual la comunidad


internacional actúe de manera coordinada en cualquier parte del
mundo para evitar la guerra y la violencia generalizada, para dete-
ner violaciones masivas contra los derechos humanos y crímenes
de lesa humanidad, pero también para combatir los daños a la na-
turaleza (intencionados o no) y para frenar la acelerada destruc-
ción de la biodiversidad del planeta.

NECESIDAD Y POSIBILIDAD
DE UNA TRANSFORMACIÓN ÉTICA EN EL MUNDO TECNOLÓGICO

Al explorar el mundo tecnológico no hemos caído en un ingenuo


juicio ético contra todas las tecnologías, sino que hemos recorrido
distintas vías de fundamentación acerca de por qué cualquier desa-
rrollo tecnocientífico actual debe ser objeto de evaluación ética. En
efecto, no tiene sentido afirmar que toda la tecnología es mala o
peligrosa, pero una fundamentación ética desde la perspectiva
ontológica nos ha mostrado que en el mundo tecnológico no exis-
ten tecnologías inocuas; todas implican algún grado de riesgos y
de efectos ambivalentes e imprevisibles.
Es justamente el incremento continuo de nuestro poder tecno-
lógico lo que hace necesario evaluar las innovaciones tecnológicas
desde nuevas perspectivas, introduciendo valores basados en la
responsabilidad y la precaución, en la justicia como fin social, y en
la salvaguarda de la autonomía de las personas. El desarrollo tec-
nológico no puede seguir siendo dominado por la razón de fuerza
mayor y por la inercia del imperativo tecnológico, se requiere con-
solidar otro modelo de racionalidad tecnológica que sea previsora
y precavida, al mismo tiempo que eficaz y eficiente.

cuarto campo indispensable del derecho internacional tiene que consolidarse


formalmente: la conservación ambiental y la protección de la biodiversidad
mediante ordenamientos jurídicos que promulguen la corresponsabilidad mun-
dial sobre un patrimonio natural y cultural que pertenece a toda la humanidad,
y no a los Estados nacionales.
488 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

Los principios que hemos enunciado pueden introyectarse en


las prácticas tecnocientíficas para promover un ambiente de con-
troversias sociales en las que se incentive la participación plural de
los agentes sociales. La regla básica para la resolución de contro-
versias será el diálogo libre de coacción y la no-violencia, lo que
vale en la discusión son las evidencias científicas y la universali-
dad de las argumentaciones éticas.
Ahora bien, la resolución plural y participativa de las contro-
versias tecnocientíficas implicará una desaceleración y desarticu-
lación del imperativo tecnológico, pero también una lucha cons-
tante de la sociedad civil contra los poderes económicos, militares
y políticos que dominan en el mundo tecnológico. Por ello, todos
los individuos están llamados a asumir un papel más activo en la
conformación de una conciencia histórica de los problemas eco-
lógicos y sociales para crear ese contrapoder de la sociedad civil
global, que contenga y reoriente el desmedido y acelerado poder
tecnológico.
En nuestros tiempos, el colapso de la autoridad religiosa, el
fracaso de las morales relativistas y la fragmentación de la vida
social han dejado un vacío de ley moral universal. Por eso la ética
de nuestros tiempos no puede fundar una moral de máximos, un
modelo único y excelso de virtud ni puede caer en las ilusiones
trascendentales o en el meliorismo de anunciar la llegada del “rei-
no de la libertad” gracias a una sublevación de los condenados de
la Tierra, sino quizá limitarse a fundamentar principios mínimos y
prima facie capaces de abarcar e integrar diversas tradiciones mo-
rales y culturales, incluso religiosas, para avanzar consistentemente
en modificaciones significativas y efectivas del mundo tecnológi-
co, por pequeñas que parezcan. Los principios de la ética para el
mundo tecnológico constituyen solamente criterios pragmáticos
para regular las acciones tecnológicas en función de sus conse-
cuencias probables o probadas. Dan lugar, pues, a medidas im-
perfectas y perfectibles, y no eliminan la incertidumbre y la impo-
sibilidad de prever todos los riesgos que son inherentes al mundo
tecnológico.
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA TRANSFORMACIÓN 489

No obstante, los cuatro principios no son meramente formales


o procedimentales; tienen un contenido axiológico que, creo, tiene
el potencial de universalizarse para abarcar la gran diversidad de
culturas, moralidades, tradiciones y sistemas políticos. Expresan
que la autonomía, la responsabilidad, la precaución y la justicia
son valores prioritarios que deben regir todas las acciones y deci-
siones en torno al desarrollo tecnocientífico. Pero no prejuzgan qué
es bueno o qué es malo, qué es conveniente y qué es inconveniente.
Obligan a la comunidad mundial a entrar en un permanente y es-
forzado debate público para razonar, para deliberar, para buscar el
conocimiento con el fin de poder tomar decisiones prudentes, acep-
tables para todos o para la mayoría. Los principios de una ética
para el mundo tecnológico son, entonces, la base una sociedad glo-
bal democrática que se hace cargo del pasado y del futuro, y que
encara los desafíos del presente. Los principios éticos para el mun-
do tecnológico tienen el potencial para generar acuerdos, tratados
y leyes que regulen el desarrollo tecnocientífico en el marco de una
comunidad internacional más consciente de su interdependencia y
de su necesidad de cooperar para convivir pacíficamente e incluso
para sobrevivir.
La ética global para el mundo tecnológico que buscamos im-
plica, como hemos visto, una radical transformación de la relación
y la interacción entre la humanidad y la naturaleza. Se trata de una
ética que hace conciencia de que somos ya responsables de la natu-
raleza terrestre porque poseemos el poder tecnológico de dañarla
y destruirla irremediablemente.
Una revisión y corrección del antropocentrismo tradicional
implica una nueva idea del hombre, que no nos aísle de la comuni-
dad biótica en la que habitamos y que no nos ciegue ante la respon-
sabilidad por la supervivencia de otros seres vivos y del planeta
entero.
Finalmente, me referiré a la viabilidad de tal ética para el mun-
do tecnológico; es decir, ¿en qué medida los principios de una ética
de la responsabilidad, la precaución, la autonomía y la justicia puede
fundamentar reglas y normas político-jurídicas eficaces para la pro-
490 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

tección y la remediación ambiental y para la conformación de un


orden global más solidario y justo?
La posibilidad de que la cultura antropocéntrica se modifique
mediante la regulación jurídica y política, en un doble plano, local
y global, reside en el carácter expandible del alcance moral de la
comunidad humana. Pero la expansión del horizonte de la morali-
dad ha requerido un dilatado proceso histórico. Se puede represen-
tar ese proceso mediante un conjunto de círculos concéntricos que
se ampliaron progresivamente hasta dar origen a la conciencia éti-
ca ambiental.119 Cada nuevo círculo que ha surgido en el proceso
de expansión de la conciencia moral comprende al anterior y fun-
da una relación dialéctica entre el nivel subsecuente y el antece-
dente, pero no corresponde esto a una evolución lineal en el tiem-
po. La conciencia ética contemporánea constituye el resurgimiento
de antiguos paradigmas morales (como el cosmopolitismo de los
estoicos), pero en una situación histórica inédita en la que el poder
de acción se ha incrementado inmensamente mientras la responsa-
bilidad se ha quedado corta (como sostenía Anders). Puede uno
entonces imaginarse estos diversos círculos concéntricos de la con-
sideración moral que van desde el de los intereses egocéntricos a
los deberes y valores etnocéntricos, luego se abre para incluir a toda
la humanidad presente, después a la humanidad de las generacio-
nes futuras; traspasando los límites antropocéntricos, el círculo ex-
tendería el ámbito de consideración moral a los animales sintientes
más próximos (primates y luego mamíferos, principalmente), has-
ta alcanzar a todos los seres vivos, los ecosistemas y finalmente a la
totalidad de la biosfera. El último círculo de límites más bien difu-
sos es el que corresponde a una ética biocéntrica del tipo que pro-
ponía Aldo Leopold (la ética de la Tierra) o Albert Schweitzer: la
ética del respeto y veneración a toda forma de vida.

119
Cf. Ésta es una idea original de Peter Singer que Jorge Riechmann desa-
rrolla en su libro Un mundo vulnerable, y también Robin Attfield, “El ámbito de
la moralidad”, en José Gómez-Heras, coord., Ética del medio ambiente. Problemas,
perspectivas, historia.
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA TRANSFORMACIÓN 491

Muchos seres humanos nunca superarán los primeros horizon-


tes éticos; sus prácticas morales se restringen a sus intereses inme-
diatos o se reducen a una limitada visión etnocentrista, sexista y/o
antropocéntrica; sin embargo, es factible esperar que la humani-
dad en su conjunto sea capaz de ampliar el alcance de la considera-
ción moral no sólo a todos los seres humanos por igual, sino a los
demás animales sintientes y a la naturaleza en su conjunto. No
obstante, en cuanto el ámbito de consideración se extiende cada
vez más surgen dificultades prácticas y controversias sociales que
no son de fácil resolución. Los ámbitos éticos más expandidos,
biocéntricos o fisiocéntricos (de respeto cuasi religioso a todo lo
vivo o a toda la naturaleza) conllevan una serie de aporías: la igua-
lación de derechos y de valores morales para todos los seres vivos
y la naturaleza entera socavaría la autonomía del sujeto humano
para determinar valores y establecer límites de sus acciones.
Por otro lado, una ética “zoocentrista” podría conducirnos a
aporías por motivos más pragmáticos que teóricos. Los argumen-
tos zoocentristas (como los de Peter Singer en su clásico libro Libe-
ración animal) sobre la consideración igualitaria de los intereses de
otros animales sintientes, la eliminación de toda forma de violen-
cia contra los animales y la preconización del vegetarianismo son
objetivos congruentes de esa expansión moral, posibles y en parte
necesarios; pero también son objetivos incapaces de arraigar y de
obtener consenso en lo inmediato dentro de una cultura de una
larga tradición antropocéntrica y especieísta, pues parecen más bien
recomendar una serie de máximos o modelos de virtud superior, y
no sentar las bases de valores mínimos que pueden ser aceptados
por todos los agentes humanos en acuerdos políticos de orden lo-
cal y global. No parece viable que nuestra acendrada cultura espe-
cieísta se transforme radicalmente sólo por la decisión voluntarista
de individuos virtuosos.120 Aunque tales modelos de conducta que

120
La ética de la “liberación animal”, en la formulación de Singer, se asemeja
al modelo bergsoniano de la moral de la “aspiración”, de inspiración más bien
religiosa, y que se centra en individuos de singular virtud (el héroe, el sabio o el
492 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

apelan a la conversión personal para fundar una nueva ética no


son en nada desdeñables, y probablemente podrían desencadenar
una verdadera revolución moral, creo que no será por la vía de la
“conversión” individual a un ética zoocéntrica o biocéntrica como
los seres humanos comenzarán a respetar la vida de los animales,
dejarán de infligirles sufrimiento y muerte de manera arbitraria y
abusiva, y asumirán su responsabilidad para con las generaciones
futuras y el destino de toda la biosfera, sino más bien mediante
una serie de factores sistémicos y pragmáticos inherentes a la diná-
mica propia del mundo tecnológico. El catalizador de estos cam-
bios sistémicos puede ser, sin embargo, un conjunto de principios
y normas prácticas de contenido mínimo que sean universalizables
en las condiciones actuales, pero dicho sistema de principios ten-
drá que consolidarse mediante reglas y normas jurídicas de carác-
ter global.
Mi posición es que una ética biocéntrica o que se concentre
como uno de los objetivos centrales en la “liberación animal” está
condenada a ser un llamado a la conciencia y a la virtud individua-
les que difícilmente tendría éxito, si no se integra en un conjunto de
acciones sistémicas que introduzcan valores capaces de modificar
las prácticas habituales del mundo tecnológico. Por la vía de prin-
cipios y normas de bioseguridad, protección de la salud pública y
otros intereses antropocéntricos y pragmáticos es posible que la
sociedad tecnológica comience a modificar ciertas conductas vio-
lentas y de daño injustificado a los animales y a los ecosistemas,
creando la base de un consenso que prepare el terreno de una trans-
formación ética mundial. Lo cual no significa abandonar la funda-
mentación de la expansión de la ética ni entregarse totalmente a un
pragmatismo inmediatista. En cualquier caso, creo que Jonas ten-
dría lamentablemente razón: uno de los acicates de estas transfor-
maciones morales quizá tenga que provenir del miedo una vez que

santo, como los caracterizaba Scheler) capaces de “arrastrar” con su ejemplo


vivo a los demás hacia una moralidad del amor universal, que —en este caso—
no se reduce a la humanidad, sino que se extiende a otros seres vivos.
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DE UNA TRANSFORMACIÓN 493

vivamos en carne propia los accidentes, epidemias y nuevas enfer-


medades, y otros desastres ecológicos derivados de nuestros siste-
mas tecnológicos que degradan el ambiente, contaminan los hábitats
o utilizan la los cuerpos de los animales como materia prima, a
veces de puro desecho.
Así pues, no podemos esperar ingenuamente que la expan-
sión de la ética se origine como un progreso lineal que iluminaría
sin sobresaltos ni contradicciones a la conciencia ética de la socie-
dad tecnológica contemporánea. Por el contrario, los círculos
concéntricos que forman esas ondas expansivas de la considera-
ción moral no se subsumen y desvanecen uno en el otro (el an-
tropocentrismo no sucumbiría en un fulgurante zoocentrismo, el
cosmopolitismo no diluye el etnocentrismo ni subsume el egocen-
trismo cuasi natural, por ejemplo), y los intereses y valores más
cercanos a los deseos y proyectos de la civilización tecnológica no
se extinguirán para dar lugar a una ética de alcances universales
absolutos, ni para toda la humanidad ni para toda la comunidad
biótica. Por ello, el antropocentrismo (con su carga de individualis-
mo y de especieísmo), el etnocentrismo y el presentismo, los lleva-
remos a cuestas en la posible y deseable expansión de la ética, por
lo que debemos estar alerta pues persistirá siempre el peligro de
inminentes retrocesos y regresiones hacia los círculos más cerra-
dos de la moralidad.
Por consiguiente, deberemos ir buscando los consensos nece-
sarios para lograr que las personas modifiquen sus conductas, in-
dividuales y colectivas, por diferentes razones: convencimiento mo-
ral, obediencia a la ley, temor a los daños ecológicos, presión de la
sociedad civil o de la comunidad internacional, imposiciones tri-
butarias, multas y otras penalizaciones más estrictas para asegurar
objetivos de protección y remediación ambiental, de salvaguarda
de las libertades civiles y políticas y para reducir el efecto devasta-
dor de las guerras, los conflictos étnicos e internacionales y la enor-
me tensión y malestar que provoca la excesiva desigualdad socioe-
conómica. Pero estos necesarios consensos globales para asumir
una nueva e insospechada dimensión de la responsabilidad moral
494 HACIA UNA ÉTICA PARA EL MUNDO TECNOLÓGICO

serán inestables e inevitablemente vulnerables, pues sólo tendrán


viabilidad si aglutinan la diversidad de intereses sociales y se cons-
truyen sobre la base de la acción participativa y la deliberación pú-
blica. Con todo, ningún consenso político para normar nuestras
acciones colectivas podrá surgir sin un nuevo marco ético que aporte
las directrices posibles de esta urgente y necesaria transformación
ética para el complejo mundo tecnológico que nosotros mismos he-
mos engendrado.
EPÍLOGO

Como lo observaba Hans Jonas, el acrecentado poder tecnológico


ha causado ya un “vacío ético” en nuestra civilización y ha afectado
nuestra autocomprensión de la naturaleza humana. Por primera
vez podemos dudar si la humanidad preservará su herencia his-
tórica (incluido su hábitat) y su capacidad de autoconciencia y de
responsabilidad. Debido a la complejidad y a las inciertas conse-
cuencias ambientales y sociales de las intervenciones tecnocien-
tíficas, que ahora tomarían la integridad del ser humano por objeto
principal de transformación, tenemos que encarar dicha pregunta
en función de pronósticos y extrapolaciones de los hechos presen-
tes, para intentar visualizar si la continuidad de la autoconciencia
ética del ser humano estaría o no amenazada.
En este libro hemos seguido el rumbo que marcaron los cinco
anunciadores del riesgo mayor, y hemos corrido el mismo riesgo que
ellos asumieron sin arredrarse, pues sabían que sus pre-visiones y
pronósticos podían simplemente ser descalificados por catastrofistas
y apocalípticos. En efecto, esta actitud de reproche y de negación
ha sido la más natural cuando el resto de los mortales ha escuchado
las advertencias filosóficas sobre ese riesgo mayor. Ésta es la para-
doja de toda profecía que anuncia el diluvio que viene. ¿Pero serán
esas advertencias sólo meras extravagancias de un delirante catas-
trofismo filosófico?
Es preciso reconocer que los cinco anunciadores se propusieron,
de una manera muy osada, aventurarse en las profundidades de la
dimensión temporal más inasible para la reflexión filosófica: el fu-
turo que se está gestando ahora mismo. Vislumbraron posibles es-
cenarios futuros y los encararon desde el presente, porque en ellos
se está decidiendo nuestro destino. Las advertencias de los anuncia-
dores sobre un futuro catastrófico resultaron el medio más adecua-
495
496 EPÍLOGO

do que la filosofía de la sospecha sobre el poder tecnológico encon-


tró para sacudir la conciencia de sus contemporáneos, y para hacer-
los salir del letargo en el que habían caído ante el predominio de la
racionalidad tecnológica. Sólo de ese modo los anunciadores nos
han permitido atisbar auténticos “existenciarios”, en el pleno senti-
do fenomenológico, es decir, categorías esenciales de la condición
humana, con las que trataron de fundar una conciencia crítica ante
el mundo tecnológico, que constituye una nueva experiencia de
asombro y de temor ante ese poder que ahora nos sobrepasa, y que
ha hecho que la imagen simbólica de lo humano aparezca como
algo “obsoleto” y peligrosamente difuso.
Es éste el sentido de la “obsolescencia” del hombre ante sus
propias creaciones tecnológicas que Günther Anders planteaba. El
ser humano se percibe a sí mismo más imperfecto, más precario,
más vulnerable, sin estar a la altura del mundo tecnológico que ha
edificado. Este sentimiento de vergüenza prometeica refuerza la ima-
gen de una naturaleza humana carente y defectuosa, pero perfecti-
ble y remediable técnicamente. Anders acertó al señalar que la hu-
manidad no se habría sentido hasta ahora tan poca cosa ante sus
creaciones y, a la vez, tan prepotente y tan libre para cambiar y su-
perar su propia naturaleza imperfecta. Y he ahí el fundamento de los
proyectos eugenésicos de transformaciones transhumanas que han
comenzado a emerger en el mundo tecnológico. Debemos cuestio-
narnos si esa falta de referente de la “imagen del hombre” y de
temor por su posible desfiguración representan signos alentadores
que anuncian una era de plena emancipación, o bien un peligro in-
minente de destrucción de nuestra propia integridad ética.
La intención de profundizar en las tesis de los anunciadores ha
consistido en mostrar que sus textos contienen mucho más que pro-
fecías, pues desde una observación de la estructura del mundo tec-
nológico, ellos intentaron entrever problemas de orden ontológico
que atañen a la autoconciencia de la humanidad y a la viabilidad de
nuestra civilización.
No obstante, ha sido a partir de esa ontología fundamental en
tiempos de penuria que hemos podido encontrar una vía de escape
EPÍLOGO 497

al catastrofismo. Los anunciadores nos han aportado los elementos


básicos de la autoconciencia ética que es necesario fortalecer, así
como los rasgos mínimos de la condición humana que se han vuel-
to objeto de nuestra responsabilidad colectiva. Sus pre-visiones nos
han brindado las bases para la investigación sobre los principios de
una ética para el mundo tecnológico.
En este libro se ha mostrado, pues, que es posible romper el
cerco del catastrofismo de los anunciadores del riesgo mayor desde sus
propias premisas, pues los seres humanos aún son capaces de ac-
tuar de manera conjunta y solidaria para acotar y transformar la
racionalidad tecnocientífica predominante. No todo está perdido.
Pero ello requiere efectuar una crítica de las premisas de nuestra
tradición ética para constituir un sistema de principios universales,
que no sean sólo procedimientales o formales, sino que tengan un
contenido normativo universal, capaces de regular el poder tecno-
lógico en el orbe.
Así pues, queda la tarea de formular una ética y una política
globales para el mundo tecnológico que rompa el estrecho cerco del
antropocentrismo y de la limitada visión temporal que la humani-
dad tenía sobre el poder y las repercusiones de sus acciones tecno-
lógicas. Una ética para esta civilización tecnológica tiene que antici-
parse a los acontecimientos para evitar la posibilidad de una crisis
global (ecológica, ambiental, social) de irreversibles consecuencias,
que ponga en peligro los logros mismos de la civilización tecnoló-
gica. La ética filosófica no puede seguir encadenada a la imagen
hegeliana del Búho de Minerva, porque si alza el vuelo sólo al atar-
decer, después de que el poder tecnológico haya triunfado sobre el
mundo de la vida, podría ser demasiado tarde para reaccionar con-
tra la posibilidad de un peligro mayor, derivado de sus propias
conquistas. Sin embargo, como demuestran los diagnósticos y pro-
nósticos de los cinco anunciadores que hemos estudiado, no es ta-
rea fácil para la filosofía emprender el vuelo antes de que la luz del
día revele el sentido de los acontecimientos; no es una tarea en la
que esté avezada la filosofía: el anticiparse a los hechos para preve-
nir males mayores, basándose sólo en conjeturas y extrapolaciones.
498 EPÍLOGO

La racionalidad tecnológica nos ha acostumbrado a ver sólo lo efec-


tivo y lo inmediato, y a descreer en la posibilidad de lo catastrófico,
antes de que suceda. Pero como hemos visto, las limitaciones
cognitivas e imaginativas de la sociedad tecnológica con respecto a
los efectos de su poder técnico se han convertido en un problema
ético de primer orden.
Esa incapacidad para prever los efectos complejos y remotos
de la acción tecnológica nos han colocado en una situación de riesgo
global. Pero el riesgo no es la inminencia de un destino fatal inexo-
rable; por ello, el vivenciar el peligro funda la necesidad de adoptar
un estado de alerta, de atenta observación y, al mismo tiempo, de
serenidad y reflexión cuidadosa.
El peligro de nuestro tiempo consiste en que el poder tecnológico
puede desbordar los límites naturales de la condición humana, de-
formando la capacidad de asumir una extendida responsabilidad
ante la naturaleza y ante la humanidad futura. Como decíamos des-
de las primeras líneas de este trabajo, la ética para el mundo tecno-
lógico que se desprende de los análisis de los anunciadores parte de
la convicción de que existen ya signos en la situación actual que
implicarían la posibilidad de un escenario catastrófico en una esca-
la global. Y si existe la posibilidad de ese riesgo mayor, entonces un
sistema de principios éticos básicos deberá tener por cometido evi-
tarlo. Tal ética global para el mundo tecnológico es el desafío más
colosal que nuestra generación enfrenta.
Para ello, necesitamos deliberar exhaustivamente sobre las posi-
bles consecuencias y anticipar los escenarios futuros, con el fin de
poder actuar a tiempo para remediar o evitar los efectos negativos
que la intervención tecnológica pueda ocasionar. Asimismo, para po-
tenciar sus efectos positivos y para lograr mayor equidad en la distri-
bución de los beneficios del desarrollo tecnológico. Por eso, la ética
del mundo tecnológico debe criticar la ideología tecnocrática y los
sueños utópicos que proclama, anteponiendo al imperativo tecnoló-
gico un límite ético: no todo lo que podemos hacer técnicamente debemos
realizarlo; no a cualquier costo, no sin analizar y vigilar cuidadosa-
mente las consecuencias ambientales y sociales de toda innovación.
EPÍLOGO 499

Los principios precautorios y prudenciales que ya estaban for-


mulados en las advertencias de los anunciadores apelan a un nuevo
sentido de responsabilidad colectiva por el incierto e incrementado
poder tecnológico que poseemos. No se trata de renunciar al de-
sarrollo tecnocientífico, eso sería irracional y suicida; sino que el
problema reside en establecer criterios precautorios y límites razo-
nables para evitar que ese poder, deslumbrante y avasallador, nos
impida tomar conciencia de la enorme responsabilidad que hemos
contraído con el planeta entero.
Por consiguiente, los principios de la ética para el mundo tec-
nológico tienen por finalidad asegurar la preservación de la exis-
tencia de una humanidad capaz de responsabilidad, una humani-
dad que conserve su esencial condición ética; pero además intentan
también refundar las bases para la existencia de una sociedad glo-
bal más justa y solidaria, en suma, pretenden contribuir a la discu-
sión de las bases éticas y políticas más importantes para el mundo
tecnológico del siglo XXI.

***

Los anunciadores nos enfrentaron a la visión de un mundo sombrío,


dominado por el afán de dominio, por la violencia y la barbarie, la
devastación ambiental y el ecocidio. ¿Qué puede la ética ante tal
panorama desolador?
Las respuestas éticas de los anunciadores ante el funesto destino
del hombre en el mundo tecnológico son, ciertamente, insatisfacto-
rias. Heidegger se refugia en el arte (la otra forma originaria de
desocultamiento del ser) como salida ante el peligro. El arte y el
pensamiento meditativo constituyen para el filósofo de Messkirch
la vía alterna para desocultar el ser y encontrar otra forma de rela-
ción con el mundo, que no se funde en el dominio, la posesión ni la
producción en serie, sino simplemente en el desvelar formas del
ser. Pero es una salida de opción individual y un tanto desconecta-
da del contexto real del mundo tecnológico. Como Heidegger y Ellul
mismos corroboran, la técnica ha colonizado los territorios del arte
500 EPÍLOGO

y del lenguaje, para instrumentalizarlos y para disponer de ellos


como útiles o mercancías en formas constreñidas: el lenguaje infor-
mático y su influencia en la lengua coloquial o el arte-mercancía
efímero y sin verdadera singularidad que sólo sirve para el consu-
mo “estético”. Ahora bien, la ética de la Gelassenheit (serenidad) de
Heidegger se basa justamente en la ambigüedad ante el poder tec-
nológico: decir sí y decir no a la técnica, respetarla y tomar dis-
tancia, pero sin intentar refrenarla. La respuesta heideggeriana es
oscura y ambigua. Si la técnica es el destino de la humanidad, nada
podemos hacer resistiéndola; ésta sería una implicación negativa
de las ideas heideggerianas. Y si tal destino comporta la destruc-
ción misma del planeta y de la conciencia de la humanidad, no hay
modo de evitarlo.
Por su parte, Jacques Ellul tiene un as baja la manga para esca-
par al dominio totalitario de la técnica: la fe. Ellul, pensador cristia-
no de gran convicción, está consciente de que el sistema técnico es
inexpugnable y que cuanto más hacemos para intentar romperlo,
más lo fortalecemos. La única esperanza es la fe en un mundo tras-
cendente. Sin embargo, ¿para qué advertir del riesgo mayor del sis-
tema del mundo técnico? Ellul aún confía en la capacidad humana
para sacudirse la última y más portentosa forma de enajenación
mediante la lucha colectiva y la contención de los excesos del siste-
ma técnico. Ello puede comenzar por un desmantelamiento de los
sistemas sociales que están vinculados directamente con el auto-
crecimiento y expansión del sistema técnico. En concreto, son los
aparatos burocráticos y militares que, junto a las grandes corpora-
ciones industriales, son los centros de control social en los que se
reafirma el poder de la técnica. Ellul no perdió la esperanza de una
verdadera revolución social que destruyera los aparatos políticos
que mantienen el dominio del sistema técnico. Pero eso es también
sólo una cuestión de fe.
Günther Anders fue, además de un teórico del riesgo mayor,
un activista antinuclear. Escribe precisamente para despertar la con-
ciencia de sus contemporáneos, para curar la “ceguera ante el Apoca-
lipsis”. En sus últimos años, incluso justificó el uso de la violencia
EPÍLOGO 501

por parte de los movimientos sociales para intentar desmantelar el


sistema tecnológico-industrial-militar que nos ha convertido a to-
dos en morituri. La respuesta ética de Anders es mucho más clara,
pues formula una versión del principio de precaución y un princi-
pio que bien podríamos denominar de “no-discrepancia” entre el
hacer y el representar. No debemos permitirnos que nuestros actos
tengan consecuencias que no podamos imaginar, conocer o medir,
que es una forma de la necesaria responsabilidad colectiva.
En cuanto a Eduardo Nicol, su respuesta ante la consolidación
del mundo de la razón de fuerza mayor consiste en mantener el ethos
de la filosofía, la supervivencia misma de la filosofía como razón
crítica, aunque ahora se encuentre amenazada. El mundo de la ra-
zón de fuerza mayor representa el advenimiento de una nueva era
histórica en la que paradójicamente la historia se suspende; la hu-
manidad devendría en un estado de especie natural inteligente y
poderosa, pero sin autoconciencia de su ser y del mundo. El fin de
la historia coincidiría con la muerte de la filosofía y de todas las
vocaciones libres. La debacle se habría consumado. Quizá sea el
azaroso destino de la evolución humana, quizá sea el resultado de
nuestra indolencia e impotencia para preservar lo esencial de la
condición humana, para salvaguardar la herencia que nos dieron
las civilizaciones anteriores. No obstante, Nicol está consciente de
que si el final de la razón teorética se avecina, nada es posible hacer.
Ante la catástrofe no nos deja ningún refugio, la filosofía deberá
morir de pie trabajando hasta el final.
Finalmente, Hans Jonas formula de una manera explícita y ma-
dura una ética para la civilización tecnológica centrada en la res-
ponsabilidad por nuestro futuro y el del planeta entero. Como he-
mos expuesto en el capítulo correspondiente, la respuesta ética de
Jonas ante el riesgo mayor tiene como uno de sus elementos más
valiosos la crítica demoledora de la utopía tecnológica. La ética de la
responsabilidad de Jonas es un antídoto contra el sueño de la civili-
zación tecnológica: un dominio ilimitado sobre la naturaleza. La
utopía es peligrosa porque en su nombre se han construido regíme-
nes totalitarios o se ha expandido el modo de vida derrochador y
502 EPÍLOGO

devastador del capitalismo industrializado. El futuro de la huma-


nidad depende del renacimiento de una actitud de humildad y de
prudencia, pero esta vez, no por la impotencia humana ante los
dioses o la naturaleza, sino por el excesivo poder que poseemos.
¿Cuál es, pues, la respuesta de la ética ante el riesgo mayor en
el mundo tecnológico? La respuesta debe surgir de una conciencia
global de los riesgos mayores y de un sentido de responsabilidad
por la sustentabilidad de nuestro mundo. Para ello nos quedan to-
davía los recursos morales que la naturaleza humana siempre ha
poseído: la sensibilidad ética ante el sufrimiento del otro (sea hu-
mano o no), la responsabilidad por nuestro destino colectivo; nos
queda la posibilidad de expandir la autoconciencia de la humani-
dad para impedir que la violencia en forma de poder tecnológico
irrefrenable y ciego destruya nuestra capacidad para contener nues-
tra barbarie y nuestros afanes de dominio, es decir, nuestra única
posibilidad de seguir siendo auténticamente humanos en equili-
brio con la comunidad biótica en la que hemos evolucionado.

***

Al repensar los vaticinios filosóficos sobre el riesgo mayor del mundo


tecnológico hemos corrido, a su vez, el peligro de quedar atrapados
en una imagen anticipada sobre nuestro futuro. No obstante, quizá
sea preferible eso que mantenernos en el otro extremo, en el que se
ubican las buenas conciencias del mundo tecnológico, al negar la
posibilidad misma del peligro, confiando demasiado en que la ra-
cionalidad tecnológica sabrá arreglar todos los desequilibrios y da-
ños que hemos producido.
La mejor conclusión que podemos obtener de las anticipacio-
nes de los anunciadores del riesgo mayor es que ojalá ellos se hayan
equivocado en sus profecías, pero que la humanidad futura pueda
darles la razón debido a su sentido de precaución y de responsabi-
lidad por el destino de nuestra especie y del planeta entero. El fra-
caso de esas previsiones catastrofistas, si se tomaran en serio sus
advertencias y se llevaran a cabo acciones precautorias y responsa-
EPÍLOGO 503

bles, sería el mayor éxito de una ética para el mundo tecnológico.


No obstante, como Nicol señalaba, aunque el fin mismo llegara de
manera inevitable y trágica por nuestra incapacidad para escuchar
a los que han dado la voz de alerta, nada le quitaría a la filosofía la
satisfacción de haber cumplido su deber ni la esperanza, mientras
las profecías catastrofistas no se hagan realidad, de contribuir a que
el ser humano siga siendo “dueño de sí mismo, siquiera en su pro-
pia morada interior”. Por lo pronto, sólo podemos concluir: humani-
tatis alea iacta est.
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Ética y mundo tecnológico se terminó de imprimir en el
mes de junio de 2008 en los talleres de Impresora y
Encuadernadora Progreso S. A. de C. V., Calz. de San
Lorenzo 244; 09830 México, D. F. En su tipografía, pa-
rada por Elizabeth Díaz Salaberría, se emplearon tipos
Palatino de 12:13, 9.5:13 y 8:10 puntos. La edición, que
consta de 2 000 ejemplares, estuvo al cuidado de Mi-
guel Barragán Vargas.

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