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Cultura helenística y cristianismo primitivo: actualidad de un (des) encuentro 217

Actas del XIII Encuentro Internacional de Estudios Clásicos


Centro de Estudios Clásicos Giuseppina Grammatico Amari

Vestra Fides Nostra Victoria Est:


Clodoveo y la Unión de lo Romano,
lo Germánico y lo Católico (480-511)
Andrés Eduardo Sáez Geoffroy
Universidad de La Frontera
Chile
[email protected]

Introducción

El fenómeno histórico de la transición de la Antigüedad a la Edad Media


es un tópico recurrente en la historiografía pasada y actual. Lo anterior, sin
duda se debe a que las tendencias y posturas historiográficas coinciden en
que la época que va desde el siglo IV hasta el VIII es uno de los puntos de
inflexión de la historia europea, debido a la serie de transformaciones que,
a partir de la disolución del mundo clásico, darían origen a las bases de
la sociedad y cultura occidental. La fragmentación de la unidad histórica
mediterránea, la conformación de una nueva estructura socioeconómica,
así como la constitución de una christianitas europea con una identidad
política, cultural y social clara, pero también sucesora del cristianismo
primitivo, fueron los factores relevantes en la fragmentación del mundo
antiguo.
En lo particular, esta exposición se concentra en el último aspecto
mencionado, específicamente en el llamado Regnum Francorum, con
énfasis en el trasfondo político e ideológico de la conversión de Clodoveo
al catolicismo, señalándola como un hito fundamental en la fusión de
las estructuras políticas e ideológicas de germanos, romanos y católicos.
La conversión de Clodoveo, fomentada por los obispos galorromanos
tomando como modelo político al emperador Constantino, es una señal
que se extenderá con matices y de forma paulatina por toda esta época
de transición, mediante la instauración de una estructura política germana-
católica-romana, coincidiendo con la institucionalización religiosa en el
nuevo orden que superaría con creces la organización del cristianismo
primitivo. De esta forma hablamos de un modelo que combina lo romano
(Constantino), lo católico (la iglesia) y lo germano (los francos y Clodoveo).
218 Andrés Eduardo Sáez Geoffroy
Vestra Fides Nostra Victoria Est:
Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

Por lo mismo, este periodo histórico es esencial, en este sentido, haré


eco de lo señalado por Leopold Genicot en el ya clásico Espíritu de la Edad
Media, donde declara que “La civilización medieval nace, en efecto de
la colaboración de Roma con los bárbaros y con la iglesia. La edad Media
comienza, pues, en el momento en que estos tres factores entran en estrecho
contacto” (Genicot, 1963).

El cristianismo como religio licita

Sin duda, son dos los hechos esenciales para que el cristianismo
surgiera como una fuerza política y moral activa en la sociedad de fines del
Imperio Romano: El Edicto de Milán del 313 y el Edicto de Tesalónica que
proclamó el catolicismo como religión única y oficial del Imperio Romano.
De esta forma, esos dos hitos, junto con provocar grandes cambios en el
sistema político e ideológico, socavaron parte de las bases del cristianismo
primitivo al convertirlo en una religio licita.
El fin definitivo de la desactivación de la persecución cristiana llegó
con el gobierno de Constantino (306-337) cuando en el año 313, mediante
la promulgación del edicto de Milán, se decretaba la libertad de culto,
incluyéndose dentro de estos cultos el cristianismo. Constantino, además
de dicha medida, impulsó un acercamiento con el cristianismo de manera
política e interesada por las ventajas que se podían obtener de dicha
relación. Como señala Johan Straub (1967), Constantino realizó el decreto
por ventajas políticas claramente notorias, obviando la faceta espiritual y
centrándose en el control político del cristianismo (Van Damm, 2007), al
punto de desarrollar un lenguaje imperial de corte cristiano. (Veyne, 2008).
Las ideas políticas que Constantino poseía sobre el cristianismo las
podemos identificar claramente en la convocatoria y participación del
emperador en el concilio de Nicea del 325. Pero más allá de los asuntos
dogmáticos, a Constantino le interesaba mantener la paz y el orden público,
su intervención buscaba la concordia evitando un enfrentamiento directo
entre las facciones cristianas, en este sentido el cristianismo iniciaba una
etapa de colaboración y relación con el Estado romano diametralmente
opuesta a la etapa de agresión y violencia anterior. Bajo estos aspectos,
Constantino actuó en base a un catolicismo pragmático, asociado
expresamente a los asuntos políticos y eclesiásticos, pero no de fidelidad
a un determinado rito religioso. Bajo dicho prisma, la historiografía ha
denominado como quaestio Constantiniana las dudas respecto a cuándo
se habría llevado a cabo su verdadera conversión, si bien es communis
opinio que esta habría sucedido ad portas de morir el año 337, cuestión que
contrasta con la visión de los autores cristianos quienes, debido al apoyo
dado a la iglesia cristiana, enuncian una especie de conversión de facto
(Buenacasa, 2008), (Pohlsander, 2004), (Barnes, 1981, 2007).
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Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

Con Constantino, a través de la figura del pontifex maximus, se iniciaba


el control de la Iglesia por parte del Estado, pero el golpe definitivo lo daría
el edicto de Tesalónica del 380. Con este decreto, Teodosio convirtió al
catolicismo en religión del Estado con exclusión de las demás, hecho que
dividió aguas entre la ortodoxia y la herejía (Williams y Friell, 2005). De esta
forma se buscaba controlar una fe que hacia fines del siglo IV era profesada
por gran parte de la sociedad romana, particularmente en oriente y las
grandes ciudades.
Pero así como el Estado romano esperaba obtener legitimación por
medio de este “pacto”, el obispado católico obtuvo una oportunidad por
medio de la utilización del Estado romano para demandar unidad dentro de
la curia eclesiástica amén de disciplinar sus filas, contando para ello con el
brazo institucional como lo había hecho Constantino en Nicea el 325 (Euseb.
Vita Const. III.12). En el fondo, el edicto significaba que el estado tomaba
partido dentro del enfrentamiento cristiano a favor del catolicismo, con el
fin de asegurar una estabilidad imperial seriamente afectada en regiones
claves para el imperio, donde las luchas entre las diferentes facciones
cristianas son francamente abiertas, agregando el reciente desastre contra
los visigodos en Adrianopolis (378) y la presión de otros pueblos germanos
sobre los límites.
De esta forma, las acciones políticas de Constantino y Teodosio
provocaron necesariamente la transformación del catolicismo en religión
de Estado. Esto significaba que la iglesia católica, que hasta el 380 era una
institución religiosa al amparo del estado romano, pasaba a ser la religión
del estado, esto es, transitaban juntas hacia el futuro, en una relación de
tipo simbiótica que cobraría total y plena operatividad a inicios del siglo
VI con la conversión del Reino Franco en católico, al menos en términos
políticos. Fueron tres los factores que produjeron la pervivencia cristiana
en el siglo V, en primer lugar, la iglesia estructurada como ente político-
ideológico; en segundo lugar, la existencia de un modelo político romano
imitable por los germanos, pero también cristiano y por tanto administrado
por la Iglesia; y por último, la emergencia del Reino Franco dispuesto a
generar las alianzas convenientes entre sus estructuras políticas, la iglesia
y los modelos clásicos.

De cristianismo primitivo a iglesia católica

Al formarse la iglesia católica como ente público y también institucional,


debió adoptar una estructura y constitución de origen romano, por ello
“cuando advirtió que se había convertido en una mayoría, en una potencia
en el estado y cuando se hizo la idea que había que vivir en este mundo,
observó que había descuidado elaborar el derecho público y privado, el
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Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

único que puede permitir la existencia normal” (Lot, 1956). Esto implicaba
necesariamente que la iglesia asimilase sus estructuras a un esquema
constitucional basado en la jurisprudencia romana.
Con la mal llamada caída del Imperio romano en el 476, lo que
desapareció fue la concepción territorial del Estado Romano. Hacia fines
del siglo V, la maquinaria jurídica y legal se mantenía intacta, sobre todo
en el plano ideológico gracias a la iglesia, sin contar los casos brillantes de
compilaciones del derecho, tales como el Codex Teodosiano, recopilaciones
a las cuales la iglesia se amparó. Esto dejaba la posibilidad de que, ante
un vacío de poder, fuera la iglesia la que asumiera funciones políticas y
administrativas, ya que tal como señala Ullman (2009) “los funcionarios
eclesiásticos eran sirvientes imperiales civiles nombrados y depuestos
por el gobierno.”, a lo que debemos agregar que los aristócratas romanos
se convirtieron en obispos católicos, trasladando de esta forma su propia
cosmovisión política al mundo eclesiástico.
Es a raíz del vacío de poder provocado por las invasiones germánicas
y la consolidación entre los siglos V y VII de las unidades territoriales
denominadas como reinos germánicos, que la iglesia se abocó a labores
políticas agregándolas a las de la fe. Con el fin de controlar estos nuevos
reinos, se utilizó la fórmula Rex Per Gratia Dei, en una forma de gobierno de
tipo teocéntrica mediatizada por el papado y los obispos, una alianza entre
los pueblos germanos que buscaban una legitimidad ante una población
y elites romanas y también por imitación de los modelos clásicos entre los
que se encuentra Constantino. Además, esta fórmula continuó con la idea
de soberanía papal, esto es, que no es el pueblo el que nombra a los reyes ni
la comitatus germánica ni el derecho consuetudinario o bien una dinastía
en particular, sino que el poder provenía directamente desde la divinidad;
la soberanía es absoluta, dada por Dios, mediatizada por los obispos. El rey
de los francos se transformó así, al igual que bajo las lógicas imperiales, en
un vicario de Dios, el fenómeno de transición y fusión romano-germánico
en todo su esplendor.
De esta forma, la iglesia, en base a la inclusión de las estructuras políticas
e ideológicas romanas, definió un modelo de emperador que pudiera ser
aplicado a las realidades de los pueblos germánicos para seguir manteniendo
el brazo institucional de su parte. Así, la elite romana, transformada ahora en
la curia eclesiástica, buscaba detentar el poder bajo otros ropajes, por lo
tanto, los obispos ocuparon la Vita Constantini de Eusebio de Cesárea para
crear un modelo político basado en Constantino el Grande, aplicable a los
reyes germánicos, en el entendido paso del paganismo a la fe cristiana, para
asegurar su propia supervivencia en el nuevo panorama político occidental.
Serán los monjes y obispos, en particular los cronistas como Gregorio de
Tours, mediante su Gesta Francorum, quienes difundan el modelo religioso
y político en su conjunto.
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Constantino el grande como modelo político y religioso

La Vita Constantini de Eusebio de Cesárea, señalaba cuatro grandes


razones que fueron la base del modelo político Constantiniano. En primer
lugar, nos presenta un emperador cuyos éxitos derivaron de los favores de
la divinidad cristiana, a la que se consagra desde el momento de la batalla
del puente Milvio y la correspondiente victoria sobre Majencio (Euseb.,Vita
Const. I.27-38), además de que su conversión es sincera, no imponiendo el
cristianismo por ley como era el caso de Teodosio, algo claramente menos
heroico (Buenacasa, 2008). Como hemos señalado, difícilmente se puede
haber producido en dicho punto su conversión, ateniéndonos a que su
bautismo se realizó durante sus últimos días (Euseb.,Vita Const. IV.61-64),
pero como propaganda política resultó bastante útil asociar la victoria de
Constantino con el apoyo divino, sobre todo en el entendido de que las
aristocracias germánicas se guiaban por el éxito militar.
Una segunda razón es que sólo los gobernantes piadosos reciben
el favor divino (Euseb. Vita Const. I.11). Constantino lo obtiene mediante
la construcción de iglesias (Euseb.,Vita Const. III.33-40,41-43, 50,51), la
protección de los cristianos, la emisión de leyes favorables (Euseb. Vita
Const. II. 20, 23, 30-35, 39, 45; IV.2, 3, 16, 18, 27), y la actitud proclive de la
familia imperial frente al cristianismo (Euseb.,Vita Const. I.16, III. 43-47).
En tercer lugar, la piedad tenía una concretización en la victoria militar,
de esta forma Dios, en modo de premio, otorgaba su favor mediante
triunfos en el campo de batalla. Las victorias sobre un Majencio que
practicaba hechicería (Euseb. Vita Const. I.33, 36), sobre un Licinio que se
había corrompido (Euseb. Vita Const. I.49-50, 55; II.15), y sobre una serie
de pueblos extranjeros (Euseb. Vita Const. IV. 6-9,) son para el panegirista
explicadas como un plan divino en auxilio del gobernante debido a su
esencia cristiana, lo que en términos prácticos se traducía en la obtención
de la fama reflejada en la figura del Constantino Maximo Victori Augusto.
(Euseb. Vita Const. II.19, 36) (CIL VIII, 8059).
Por último, derivada de la victoria militar, favorecida por los designios
divinos, se produce la unidad y la paz imperial, pues así como existe un Dios,
también hay un solo emperador. La victoria se recalca además en todos sus
actos religiosos como por ejemplo la entrada al Concilio de Nicea, como
“celeste mensajero de Dios” (Euseb. Vita Const. III.10), donde los soldados
observan la protección divina a su comandante siempre victorioso (Euseb.
Vita Const. IV.20).
Estos cuatro elementos constituyeron un modelo a seguir por los
reyes germánicos, modelo que fue utilizado por los obispos y el papado en
la conversión para dotarles de cierta aureola de romanidad. Como señala
Fletcher (1999), se trataba de crear “nuevos Constantinos”. Pero más allá de
la concepción de Constantino como emperador cristiano, con un claro fin
legitimante, la intervención de Constantino es esencial en el sentido de que
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interviene en una comunidad religiosa que es aceptada como pública, pero


que también se había autodefinido hasta entonces por su autonomía, la
política de Constantino tuvo como objetivo utilizar el cristianismo como
mecanismo de control de la población y para asegurar una legitimidad ante
determinados contextos políticos.
Este modelo tuvo una completa operatividad a través de las
coronaciones de los reyes francos, en particular desde Clodoveo. Esto,
junto a la mayor independencia legal y práctica lograda por el papado,
permitieron que se generasen alianzas tácitas y estratégicas, como señala
Delgado “en definitiva, se impone la teoría de que todo poder procede de
Dios, verdadero primer gobernante, que los monarcas detentan en calidad
de vicarios de Cristo. La expresión visible de este poder son las insignias y,
particularmente, la Corona confiada al rey. (…)”, (Delgado, 1993). De esta
forma se rompía la tradicional autonomía del cristianismo primitivo para
inaugurar un nuevo tipo de relaciones entre el poder político y religioso.

Clodoveo: El nuevo Constantino y el Regnum Francorum per


Gratia Dei

Hasta ahora, hemos enunciado la existencia de dos factores dentro de


los cambios religiosos y políticos del siglo V, Por una parte, la creación de
una doctrina cristiana que por la incorporación de lo romano trastocaba
sus propios orígenes, en tanto la disolución del Imperio romano obligaba
a las estructuras de poder, en particular a la iglesia, a revitalizar ciertos
modelos políticos para asegurar su supervivencia en el nuevo orden
político cooptando las nacientes monarquías germánicas. La primera faceta
que podríamos denominar “lo católico” y la segunda “lo romano” estaban
absoluta y totalmente ligadas entre sí, debido a los materiales con las cuales
se fueron conformando: la herencia clásica, pero la irrupción de los francos
en la escena política a partir del 450 incorporaría lo germánico a este nuevo
contexto.
Los francos tuvieron su origen en una serie de tribus ubicadas en
Renania y en el curso medio e inferior del río Rin. Con la crisis de los años
406 y 407, y el consecuente quiebre del limes renano que provocó la entrada
de suevos, alanos y otros pueblos en el imperio, la Galia, fue asolada y los
francos, bajo el mando de su Rey Clodión, sirvieron a los romanos como
soldados (Heather, 2011). Con la desaparición del Imperio, hacia el 470, se
produjo una fragmentación de la Galia Romana, la que se articuló en tres
grandes poderes: francos, galorromanos y visigodos, y también en una serie
de poderes menores (burgundios, alamanes, francos ripenses, etc.). Hacia
el 480 Los francos al mando Childerico, establecidos en la Bélgica segunda
con capitalidad en Tournai, se habían erigido como el más poderoso de una
serie de reinos germanos al servir a los galorromanos y protegerles a cambio
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Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

de tributos y otras dádivas. El establecimiento de estos reinos cambiará la


concepción política vigente, “verdaderamente, no hay instituciones, mejor
dicho la única institución, la única fuerza real, es la realeza. El regnum es
una propiedad cuyo propietario se llama rey y éste dispone de él según
las reglas del derecho privado (…) el regnum Francorum no es un estado o
mejor dicho, es un estado que se confunde con la misma persona del rey”,
(Lot, 1956). Los obispos percibiendo este cambio político no tardarían ni
dudarían en comprender que la manera de mantener su poder político y
moral a salvo era estableciendo alianzas con estos reyes.
Es en esta coyuntura donde se inician los primeros contactos con la
nobleza galorromana, Childerico se muestra un efectivo funcionario militar
al servicio de lo que queda de Roma. Muerto en 481, le sucede su hijo
Clodoveo, quien utilizando las alianzas de su padre comienza la tarea de
unificar la Galia bajo su mando. Como señala Daly (1994), en las cartas de
Remigio de Reims a Clodoveo, podemos encontrar a un rey familiarizado
con la administración romana, sobre todo a través del contacto con los
obispos quienes eran funcionarios vigentes con base en la romanidad. El
obispo Remigio, por ejemplo, le aconsejaba ser un rey justo y piadoso, lo que
le permitiría contar con el apoyo del Dios cristiano y de los galorromanos.
Se le aconsejaban así ideas que derivaban de la concepción de Constantino
como rey cristiano, como señala Wood (2003), Remigio de Reims conocería
el modelo del emperador y lo habría señalado en sus sermones.
Clodoveo es el primer rey franco que impone a la aristocracia guerrera
el sentido e idea de una monarquía fuerte y hereditaria, rechazando así la
monarquía electiva. Ante la adopción por parte de Clodoveo de un fuerte
poder amparado en sus éxitos militares y linaje, se hacía necesario que este
tuviera que enfrentar la rivalidad de una nobleza que tanto por herencia
como por poder propio estaba absolutamente en contra de las ideas de
Clodoveo. En este contexto, necesitaba aliados que pudieran auparle y
entregarle herramientas teóricas y administrativas para la consecución de
sus planes. En ese plano se enmarca la alianza que antes de la conversión
al catolicismo de Clodoveo irá realizando con la nobleza galorromana de
donde provenían en gran parte los principales cargos eclesiásticos, quienes
mantenían vigentes aun los saberes del mundo romano. A esto se sumaba
el papel de benefactor que su padre, Childerico I, habría tenido respecto
a la iglesia al dotarla de patrimonios y beneficios, por lo que los contactos
entre ambas instituciones ya habían existido y de larga data (Bendris, 2007),
(Wood, 1994).
La fuente central para analizar la época lo constituye la Historia
Francorum de Gregorio de Tours (escrita al siglo VI-VII), donde se muestra a
Clodoveo “como agente de la Providencia” (Wood, 2003). Tradicionalmente,
en base a Gregorio de Tours se fechaba la conversión de Clodoveo el 496
debido a la victoria de Tolbiac sobre los alamanes, pero esta fuente no
puede ser confiable en su datación como señala Wood (2003). Debido
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a este nuevo enfoque, la conversión podría datarse entre el 496 y 506, la


primera fecha producto de la victoria sobre alamanes y la segunda como
pretexto para al ataque de la Galia en manos visigodas.
La conversión de Clodoveo, junto con la adopción de elementos
románicos y su fusión con los germánicos, son fruto de la presencia de tres
actores esenciales que habrían encauzado la creación del regnum Francorum
y la figura del rex per gratia Dei. Estos son el matrimonio de Clodoveo con
la princesa Clotilde, el rol que jugó la alta curia eclesiástica y por último el
expansionismo franco. Concuerdo en este sentido con H. Pirenne respecto
a que “los germanos no querían ni destruir ni explotar el Imperio. En lugar
de despreciarlo, lo admiraban. No tenían nada que oponerle en cuanto a
fuerzas morales (…). Así, los invasores triunfantes ceden en todas partes a
los provinciales una situación jurídica igual a la propia. Tenían que aprender
del Imperio en todos los terrenos, ¿cómo iban a resistirse al ambiente?”
(Pirenne, 2010). Bajo este prisma, los Francos se transformaron dentro de los
reinos germánicos en uno de los más relevantes por el papel que les estaría
reservado, situación de la máxima importancia por el bautizo de Clodoveo.
El primer factor enunciado es el matrimonio de Clodoveo con
Clotilde, “para el episcopado galorromano, esta princesa aparece como una
candidata ideal (...). Clotilde ha sido educada en la fe católica del Concilio de
Nicea. Clodoveo, casado con una princesa de Renania, busca sin embargo
una esposa de primer rango gracias a la cual poder ganar en dignidad entre
los soberanos bárbaros”, (Bendris, 2007). Perseguida por su religión, escapa
de Borgoña para casarse con Clodoveo. Es innegable el afán de Clodoveo
de contar con alguien de confianza que pudiera establecer lazos y puentes
con la iglesia católica (Historia Francorum II.28), de ahí que “Clotilde, como
esposa de Clodoveo, pronto adquirió una gran influencia sobre él, del que
se valió para exhortarle a abrazar la fe católica”, (Bendris, 2007). No es menor
que el primer hijo del matrimonio fuera bautizado como cristiano.
Es posible aducir que el germen de la monarquía católica franca se
podría encontrar en los puentes que Clotilde tendió con los obispos
galorromanos, tanto así que se le señala como la responsable de que
Clodoveo terminara siendo convertido por el obispo Remigio de Reims.
Como rememora Gregorio de Tours, el papel de la Reina fue que habría
facilitado un acercamiento de Remigio de Reims con Clodoveo. Con mira
a su conversión, el obispo habría sido bien recibido por Clodoveo el que
manifestó que el problema de la conversión radicaba en los guerreros y
en cuántos de ellos estarían dispuestos a abandonar los dioses páganos,
(Historia Francorum II.31).
El papel del obispo, heredero de la Roma imperial y las nuevas
concepciones religiosas, y la reina católica, parecieran estar claras para
Gregorio de Tours. Es innegable la influencia de estos personajes, pero
sin duda no deben haber sido los únicos factores, debe haber influido
seriamente la política exterior en la hora de su conversión, como por
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ejemplo el control territorial de la Galia y la expulsión de los visigodos de la


Aquitania católica y la elite galorromana. Si en este punto tuviéramos que
comparar la vida de Clodoveo con la de Constantino, la imagen de Clotilde
nos evoca la de Helena, madre del emperador Constantino declarada por
Eusebio como de religiosísima, dotada de un gran evergitismo, elementos
que Gregorio de Tours coloca también en Clotilde, (Euseb. Vita Const. III.43-
47); (Historia Francorum II. 28-29,43). En todo caso y políticamente hablando,
la imagen política de Clotilde se muestra más potente e influyente que la de
Helena (Historia Francorum II.28-30).
Un segundo factor del que hemos hecho mención es el papel que
jugó la curia eclesiástica en la conversión de Clodoveo, factor que puede
haber sido tanto o más importante que el de Clotilde. Los obispos y otros
personajes de la aristocracia romana, detentores de la herencia clásica,
así lo comprendieron y por tanto así obraron en el caso franco, ya que “en
realidad, la iglesia representa por excelencia la continuidad del romanismo.
Cree tanto más en el Imperio cuanto que éste es para ella el plan
providencial. Todo su personal es romano y se recluta entre esa aristocracia
que incorpora lo que subsiste de la civilización”, (Pirenne, 2010). Se trataba,
como hizo Constantino, de establecer una alianza política fundamental y
legitimada en los valores del cristianismo de manera propagandística para
el establecimiento de una concordia política, pues el asunto religioso era
público y por tanto se enmarcaba dentro de la potestad de los reyes que
necesitaban establecer mecanismos de control territorial de una población
que no se correspondía con la masa germánica dominante.
Dentro de aquel plan, el rey era el interlocutor más válido para lograr la
conversión de su comitatus y así por tanto en línea descendente al resto de la
población franca, pero también porque siguiendo el ideal romano, los reyes
representaban la concentración del poder y por tanto el brazo secular que
necesitaba la iglesia en un momento en que el estado romano occidental se
había derrumbado, tanto así que las únicas unidades territoriales vigentes
eran los obispados. En este sentido, San Remigio al parecer aplica ambas
ideas al convertir a Clodoveo, inclusive podría haberle comentado sobre la
leyenda de cómo Constantino se convirtió al cristianismo, cuestión que de
algún modo podría haber influido en el rey franco que ya había asumido
una serie de elementos romanos como propios al ser nombrado Augusto
y cónsul por Anastasio emperador de Oriente tras su victoria de Vouillé
(Historia Francorum II.38-39).
Así mismo, Remigio representaba al obispo con una formación teórica
potente, Gregorio de Tours señala que “Erat autem sanctus Remegius
episcopus egregiae scientiae et rethoricis adprimum inbutus studiis, sed et
sanctitate ita praelatus, ut Silvestri virtutebus equaretur”, (Historia Francorum
II.31). Esto lo transformaba, por tanto, en un aliado político natural de
Clodoveo a la hora de convertir a su pueblo lo que explicaría la cautela
demostrada.
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Otro tema presente es la conversión de Clodoveo que “procedit novos


Constantinus ad lavacrum, deleturus leprae veteris morbum sordentesque
maculas gestas antiquitus recenti latice deleturus. Cui ingresso ad baptismum
sanctus Dei sic infit ore facundo: ‘Mitis depone colla, Sigamber; adora quod
incendisti, incende quod adorasti”, (Historia Francorum II.31). El modelo
enunciado de ser imitador de Constantino le daba una preeminencia a este
rey franco, pero además la idea de que quien se hace cristiano, se vuelve
civilizado, la famosa fórmula imitativa en torno a estos reyes germánicos. El
hito de la conversión es relevante, pues expresaba el cambio de legitimante
del poder político dentro de la monarquía franca y el nuevo orden que
comenzaba a gestarse. El rey se reúne con sus guerreros, “merovingia Igitur rex
omnipotentem Deum in Trinitate confessus, baptizatus in nomine Patris et Filii
et Spiritus sancti delebutusque sacro crismate cum signaculo crucis Christi. De
exercito vero eius baptizati sunt amplius tria milia”, (Historia Francorum II.31). El
cambio producido era fundamental, la Gesta Francorum pagana había pasado
a ser una Gesta Francorum per Gratia Dei. De esta manera la autentificación
sería dada por los obispos, tanto así que “De la localización de la fuente de
todo poder en divinidad se siguen algunas importantes consecuencias. El
título de rey por la gracia de Dios, supone, sin lugar a dudas, que el monarca
no tiene un derecho propio a ejercer el gobierno” (Ullman, 2009).
Otro obispo importante que influyó en el panorama comentado
fue Avito, obispo de Vienne en la Galia Lugdunense desde el 480 al 519.
Se le atribuye la conversión de Segismundo de Borgoña, partidario de la
primacía romana por sobre Constantinopla, heredero de una conocida
familia galorromana emparentada con el emperador romano Avito, además
de origen senatorial, reflejo de los nuevos tiempos de la Galia. Para Avito, la
conversión de Clodoveo representaba un primer objetivo logrado por parte
de la iglesia, esto es asegurar la eliminación de sus enemigos más cercanos,
vale decir los arrianos:

Dum vobis eligitis, omnibus judicatis, vestra fides nostra victoria est.
Solent plerique in hac eadem causa, si pro expetenda sanitate credendi, aut
sacerdotum hortatu aut quorumcunque sodalium suggestione moneantur,
consuetudinem generis el ritum paternae observationis opponere (Avitus
Vienensis Epistulae, LXI).

Avito, en su exhortación, otorga una clara legitimidad moral a Clodoveo,


una especie de árbitro entre los francos y los galorromanos, alguien que
juzgue y administre efectivamente el territorio. El obispo es claro: es una
victoria clara para la iglesia, la fe de este nuevo rey la colocaba en un plano
de superioridad, si se compara en lo subsumida que estaba frente a los
arrianos de Siagrio y con los visigodos. De esta manera, contaba con un
nuevo aliado poderoso. En contraposición, Clodoveo sabe que necesita de
la iglesia para legitimar su reinado y darle continuidad a su dinastía. Avito
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se lo dice claramente cuando señala sus descendientes que aparecen por


el bautismo, marcados como para gobernar. Junto a aquello, se gana para
sí a los galorromanos que le servirán para controlar el territorio además de
ser súbditos leales.
Se revela así una especie de pacto implícito en las palabras de Avito,
esto es que la iglesia legitima la constitución de este reino franco. Por
último, aprovecha de denotar la importancia de este éxito occidental
frente a los bizantinos, “Gaudeat ergo quidem Graecia habere se principem
legis nostrae (…) Siquidem et occiduis partibus in rege non novo novi jubaris
lumen effulgurat”, (Avitus Vienensis Epistulae, LXI). La importancia que
concede la iglesia galorromana a Clodoveo es esa, la restitución del poder
romano en un sentido general.la iglesia en esta restauración requería de
un protector en occidente.
Bajo este sentido, las trayectorias de Clodoveo y los galorromanos se
cruzaban en una alianza de manera tácita. Remigio y Avito simbolizaban el
poder que poseía la aristocracia galorromana a la hora de la administración
territorial de la Galia, tierras demográfica y económicamente superiores al
territorio originario de los francos. Esto lo comprendió Clodoveo, así como
vislumbró que los francos no poseían la experiencia teórica ni práctica
que sÍ ostentaba la aristocracia galorromana a través de los obispos, sin
duda la autoridad con más peso presente a la desaparición del Imperio
romano occidental.
Otro factor de la conversión, además de Clotilde y los obispos, fue lo
que podríamos denominar la política exterior franca, cuyos rivales directos
eran los visigodos en Aquitania, los burgundios en el Ródano y los Alamanes
en el Rin. Clodoveo, al aliarse con la iglesia y convertirse en el rey católico,
obtenía la autorictas ante la población galorromana para realizar una guerra
sacra contra los herejes visigodos, como declaraba Clodoveo en relación a la
Galia del sur “Valde molestum fero, quod hi Arriani partem teneant Galliarum.
Eamus cum Dei adiutorium, et superatis redegamus terram in ditione nostra”
(Historia Francorum II.37).
La actividad de Clodoveo es fulminante “La Galia durante las invasiones,
fue descuartizada por visigodos, burgundios, galorromanos bretones,
sajones, alamanos y francos. Había perdido toda significación y parecía
destinada a morir cuando aparece Clodoveo. Clodoveo no tiene nada de
genial, pero rebosa dinamismo. Pieza por pieza, victoria tras victoria, va
reconstruyendo el país. Cuando le sorprende la muerte, sus hijos acaban su
obra” (Genicot, 1963), ésta era la realidad política cuando Clodoveo asume
el trono franco. Clodoveo, en un primer momento, atacó en el 486 lo que
quedaba del Imperio romano en la Galia: el arriano Reino de Siagrio, hacía el
496, atacaba a los Alamanes derrotados en Tolbiac, y su última campaña la
realizó hacia el 507, en contra de los visigodos a los que derrotó en Vouillé. Si
quería establecer una alianza con la iglesia católica, primero debía contentar
a sus guerreros del cual dependía su poder, en términos reales. El episodio
228 Andrés Eduardo Sáez Geoffroy
Vestra Fides Nostra Victoria Est:
Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

del jarrón de Soissons es denotativo de lo anterior, en primera instancia


Clodoveo no castiga al guerrero por la destrucción del jarrón, pero sí lo
hace años después, (Historia Francorum II.27). Por otro lado, los guerreros
francos no comprenderían seguramente las doctrinas elaboradas por la
iglesia, necesitaban hechos. La victoria en una batalla era lo más concreto a
lo cual podría aspirar una comunidad de guerreros, más cuando operaba la
imitatio Constantiniana por parte de las elites.
El episodio de la batalla de Tolbiac, donde supuestamente Clodoveo
habría tomado la decisión de convertirse al cristianismo, se presenta como
símil de la batalla del Puente Milvio, (Euseb. Vita Const. I.37-38). Gregorio
de Tours dice que Clodoveo declaró que “Iesu Christi, quem Chrotchildis
praedicat esse filium Dei vivi, qui dare auxilium laborantibus victuriamque in
te sperantibus tribuere diceris, tuae opis gloriam devotus efflagito, ut, si mihi
victuriam super hos hostes indulseris et expertus fuero illam virtutem, quam de
te populus tuo nomine dicatus probasse se praedicat, credam tibi et in nomine
tuo baptizer”, (Historia Francorum II.30). La comparación de ambos sucesos
muestra muchas coincidencias: tanto Constantino como Clodoveo habrían
vencido a un enemigo superior. Después de invocar el Dios cristiano, ambos
iniciarían una relación de acercamiento a la fe cristiana posterior a la victoria.
Esta comparación no es posible reducirla a lo anecdótico sino también a la
necesidad de que la iglesia requería con urgencia de un protector tal cual
como lo había sido Constantino durante su gobierno como rememora Lot
(1963), “el arrianismo había pre escrito; pero para alcanzar su objetivo, el
catolicismo necesitó contar con la fuerza coactiva del poder secular”.
Los planes de Clodoveo, tal como los de Constantino, siempre fueron
el control de la iglesia, para así colocarla bajo el poder del monarca. La
iglesia aceptó la protección, pero los reyes francos rara vez intervinieron en
asuntos dogmáticos, algo muy parecido a la intervención de Constantino
en Nicea. La intervención de Clodoveo en el Concilio de Orleans del 511 iba
en esa misma dirección. Los obispos a su vez administraban las ciudades
en conjunto con los condes o duques, siendo vigilantes muchas veces
de dichos funcionarios dando cuenta al monarca de su comportamiento
obteniendo tierras e inmunidad fiscal, algo que en la vita Constantini
también aparece enunciado como se ha reseñado.

Palabras finales

En definitiva, la conversión de Clodoveo representa uno de los hechos


relevantes dentro de la transición de la antigüedad a la edad media, pero
también del fin del cristianismo primitivo. El modelo político romano,
que había permeado a la iglesia con la disolución del Imperio romano, le
presentó a ésta dos opciones: volver a la autonomía pre-constantiniana
o bien ampararse en los nuevos reyes germánicos, transformándolos
en nuevos Constantinos; la fe católica optó por la última, creando un
Andrés Eduardo Sáez Geoffroy 229
Vestra Fides Nostra Victoria Est:
Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

modelo político imitativo de Constantino, usando su propia influencia


cultural y política, para cooptar por medio de alianzas estos nuevos reinos.
En un primer momento, la situación se estabilizó como en tiempos de
Constantino, pero la disolución política final de los reinos germánicos
terminó por transformar a la iglesia en una institución política poderosa,
amplificada por el surgimiento del papado en el siglo VIII.
Se generó así un camino de cambios, por un lado su impronta
germánica le hará imponer cambios respecto a la época imperial romana,
el más relevante el estado patrimonial, el derecho germánico y la base
carismática del poder por sobre la legal. En tanto, los obispos buscarán
preservar elementos de continuidad tales como el derecho romano, la
base teórica del poder, la administración y la cultura. Ambos elementos de
cambio y continuidad terminaron uniéndose cuando los reyes merovingios
se plantearon como problema la administración de un vasto territorio, en
tanto la iglesia católica programó su propia pervivencia en el nuevo orden.
La alianza estuvo al alcance de la mano, Clodoveo facilitó el brazo
del estado para que la iglesia cumpliera su cometido bajo la aristocracia
galorromana en tanto la iglesia dotó de legitimidad al Regnum Francorum y
a los reyes, al transformarlos en per gratia Dei y denominarlos continuadores
del Imperio Romano, esto no implicaba la cristianización, sino que
simplemente “la complicidad establecida entre el ambicioso monarca franco
y el episcopado galorromano, que no resultó incompatible con la política
bastante laxa hacia las supervivencias paganas y los reductos arrianos de las
Galias. Será con sus descendientes cuando se lleve a cabo una política que
haga del catolicismo una auténtica religión de Estado” (Mitre, 2009).
Por último, dentro de todo lo anterior, el ejemplo de Constantino
se mostraba así como el más adecuado para impulsar esta nueva
alianza, de ahí la denominación ante todo propagandística como “nuevo
Constantino”. Primero, por que implicaba la victoria militar en una sociedad
altamente militarizada donde el triunfo en el campo de batalla llegaba a
ser la concreción máxima del apoyo divino. En segundo lugar, favorecía
la imitación romana, lo que Duby (2009) ha llamado la fascinación de
los modelos clásicos e implicaba los estereotipos que estos reyes tenían
sobre Roma, más que destruir lo que buscaban era adoptar los elementos
deseables para su cultura. En tercer lugar, el cristianismo se había convertido
en un mecanismo de control social en territorios romanizados, donde una
elite de guerreros minoritaria tenía el control de amplios espacios y grupos
de personas, por lo que se hacía necesario disponer de aparatos político
institucionales complejos, por último la religión daba origen a casus belli
para ampliar el territorio, cuestión de donde derivaban todos los beneficios
dentro del esquema germánico.
Por lo mismo, el modelo de Constantino reunía todas las condiciones
aptas para una imitación que fuera útil para ambas partes de la nueva
alianza: lo romano, lo germánico y lo católico, la conversión de Clodoveo
230 Andrés Eduardo Sáez Geoffroy
Vestra Fides Nostra Victoria Est:
Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

efectivamente había sido una victoria, el cristianismo católico seguiría más


vigente que nunca, abandonando para siempre los ropajes del cristianismo
primitivo, por eso Avito de Viena, decía que vestra fides nostra victoria est, era
la victoria de la iglesia, de la iglesia romana que había optado por dejar atrás
su pasado más lejano.
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Vestra Fides Nostra Victoria Est:
Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)

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