Vestra Fides Nostra Victoria Est Clodov PDF
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Introducción
Sin duda, son dos los hechos esenciales para que el cristianismo
surgiera como una fuerza política y moral activa en la sociedad de fines del
Imperio Romano: El Edicto de Milán del 313 y el Edicto de Tesalónica que
proclamó el catolicismo como religión única y oficial del Imperio Romano.
De esta forma, esos dos hitos, junto con provocar grandes cambios en el
sistema político e ideológico, socavaron parte de las bases del cristianismo
primitivo al convertirlo en una religio licita.
El fin definitivo de la desactivación de la persecución cristiana llegó
con el gobierno de Constantino (306-337) cuando en el año 313, mediante
la promulgación del edicto de Milán, se decretaba la libertad de culto,
incluyéndose dentro de estos cultos el cristianismo. Constantino, además
de dicha medida, impulsó un acercamiento con el cristianismo de manera
política e interesada por las ventajas que se podían obtener de dicha
relación. Como señala Johan Straub (1967), Constantino realizó el decreto
por ventajas políticas claramente notorias, obviando la faceta espiritual y
centrándose en el control político del cristianismo (Van Damm, 2007), al
punto de desarrollar un lenguaje imperial de corte cristiano. (Veyne, 2008).
Las ideas políticas que Constantino poseía sobre el cristianismo las
podemos identificar claramente en la convocatoria y participación del
emperador en el concilio de Nicea del 325. Pero más allá de los asuntos
dogmáticos, a Constantino le interesaba mantener la paz y el orden público,
su intervención buscaba la concordia evitando un enfrentamiento directo
entre las facciones cristianas, en este sentido el cristianismo iniciaba una
etapa de colaboración y relación con el Estado romano diametralmente
opuesta a la etapa de agresión y violencia anterior. Bajo estos aspectos,
Constantino actuó en base a un catolicismo pragmático, asociado
expresamente a los asuntos políticos y eclesiásticos, pero no de fidelidad
a un determinado rito religioso. Bajo dicho prisma, la historiografía ha
denominado como quaestio Constantiniana las dudas respecto a cuándo
se habría llevado a cabo su verdadera conversión, si bien es communis
opinio que esta habría sucedido ad portas de morir el año 337, cuestión que
contrasta con la visión de los autores cristianos quienes, debido al apoyo
dado a la iglesia cristiana, enuncian una especie de conversión de facto
(Buenacasa, 2008), (Pohlsander, 2004), (Barnes, 1981, 2007).
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Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)
único que puede permitir la existencia normal” (Lot, 1956). Esto implicaba
necesariamente que la iglesia asimilase sus estructuras a un esquema
constitucional basado en la jurisprudencia romana.
Con la mal llamada caída del Imperio romano en el 476, lo que
desapareció fue la concepción territorial del Estado Romano. Hacia fines
del siglo V, la maquinaria jurídica y legal se mantenía intacta, sobre todo
en el plano ideológico gracias a la iglesia, sin contar los casos brillantes de
compilaciones del derecho, tales como el Codex Teodosiano, recopilaciones
a las cuales la iglesia se amparó. Esto dejaba la posibilidad de que, ante
un vacío de poder, fuera la iglesia la que asumiera funciones políticas y
administrativas, ya que tal como señala Ullman (2009) “los funcionarios
eclesiásticos eran sirvientes imperiales civiles nombrados y depuestos
por el gobierno.”, a lo que debemos agregar que los aristócratas romanos
se convirtieron en obispos católicos, trasladando de esta forma su propia
cosmovisión política al mundo eclesiástico.
Es a raíz del vacío de poder provocado por las invasiones germánicas
y la consolidación entre los siglos V y VII de las unidades territoriales
denominadas como reinos germánicos, que la iglesia se abocó a labores
políticas agregándolas a las de la fe. Con el fin de controlar estos nuevos
reinos, se utilizó la fórmula Rex Per Gratia Dei, en una forma de gobierno de
tipo teocéntrica mediatizada por el papado y los obispos, una alianza entre
los pueblos germanos que buscaban una legitimidad ante una población
y elites romanas y también por imitación de los modelos clásicos entre los
que se encuentra Constantino. Además, esta fórmula continuó con la idea
de soberanía papal, esto es, que no es el pueblo el que nombra a los reyes ni
la comitatus germánica ni el derecho consuetudinario o bien una dinastía
en particular, sino que el poder provenía directamente desde la divinidad;
la soberanía es absoluta, dada por Dios, mediatizada por los obispos. El rey
de los francos se transformó así, al igual que bajo las lógicas imperiales, en
un vicario de Dios, el fenómeno de transición y fusión romano-germánico
en todo su esplendor.
De esta forma, la iglesia, en base a la inclusión de las estructuras políticas
e ideológicas romanas, definió un modelo de emperador que pudiera ser
aplicado a las realidades de los pueblos germánicos para seguir manteniendo
el brazo institucional de su parte. Así, la elite romana, transformada ahora en
la curia eclesiástica, buscaba detentar el poder bajo otros ropajes, por lo
tanto, los obispos ocuparon la Vita Constantini de Eusebio de Cesárea para
crear un modelo político basado en Constantino el Grande, aplicable a los
reyes germánicos, en el entendido paso del paganismo a la fe cristiana, para
asegurar su propia supervivencia en el nuevo panorama político occidental.
Serán los monjes y obispos, en particular los cronistas como Gregorio de
Tours, mediante su Gesta Francorum, quienes difundan el modelo religioso
y político en su conjunto.
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Clodoveo y la Unión de lo Romano, lo Germánico y lo Católico (480-511)
Dum vobis eligitis, omnibus judicatis, vestra fides nostra victoria est.
Solent plerique in hac eadem causa, si pro expetenda sanitate credendi, aut
sacerdotum hortatu aut quorumcunque sodalium suggestione moneantur,
consuetudinem generis el ritum paternae observationis opponere (Avitus
Vienensis Epistulae, LXI).
Palabras finales
Fuentes
Bibliografía
LOT, F. (1956). El fin del mundo antiguo y el comienzo de la Edad Media: Unión
Tipográfica Editorial Hispano Américana.
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