Trauma Social y Grupos de Reflexión

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TRAUMA SOCIAL: TRABAJO ELABORATIVO EN GRUPOS DE REFLEXIÓN

Lucila Edelman, Diana Kordon

“Yo pero vos pero yo / de ningunísimo espacio alguno /


hay fragmentos naranjas de nada/ camillas doble plaza
en (Plaza) Miserere / doble y vea: miseria en Miserere /
(que de verdad es seria esta miseria) /
serían miguitas de
ex amigos / excándalo exenas extúpidas y extcétera /
llorando de extravío por lo que vio / por no actuar de
extra querida / pedacito suculento / averiado”.
Juana Roggero, sobreviviente de Cromagnon. 2009,
Revista Puentes Nº 26.

La utilización de dispositivos grupales recorre nuestra práctica profesional. Comenzamos nuestra inserción
en esta temática articulando la práctica hospitalaria con la formación teórica. Fue un período de grandes
cuestionamientos conceptuales y clínicos que provenían de una demanda de la escena social en la que los
trabajadores de la salud mental nos sentíamos profundamente comprometidos. En este período se
desarrolla una fuerte corriente grupalista en la Argentina.

Partiendo de las ideas de Pichón Rivière y con una fuerte impronta de grupalistas que se nuclearon en la
AAPPG, y especialmente de Marcos Bernard, comenzamos con la práctica en grupos psicoterapéuticos.
Algunos años después y en una realidad social muy diferente, decidimos afrontar el desafió de realizar
abordajes grupales con familiares de desaparecidos. Doble desafió porque implicaba en su momento
encontrarnos con las consecuencias psíquicas del impacto de la desaparición y encontrar un dispositivo
grupal adecuado, en el interior de una institución que realizaba una práctica social, que colaborara con las
necesidades de elaboración individual y colectiva de una situación traumática.

Comenzamos así con la realización de grupos de reflexión que llamábamos en su momento grupos de
orientación. El calificativo “orientación” devenía de la demanda explícita y no de nuestro criterio “orientador”.

Si tuviéramos que señalar una problemática fundante de la práctica de estos grupos, mencionaríamos la
demanda de “orientación” por parte de las madres de desaparecidos acerca del manejo de la información a
los niños. Como resulta evidente en esta preocupación se concentraba el efecto del trauma y las condiciones
de realización del duelo.

A lo largo de estos años hemos venido trabajando y retrabajando esta temática, sobre la base de
experiencias con grupos de reflexión en diferentes situaciones traumáticas de origen social.

Las ideas de René Kaës que generaron nuevos enfoques sobre la cuestión sujeto-grupo nos abrieron
nuevas perspectivas de comprensión conceptual de nuestras prácticas.

Una y otra vez confirmamos que los dispositivos multipersonales, en particular los dispositivos grupales,
constituyen un instrumento privilegiado para el trabajo elaborativo del impacto traumático.

Básicamente somos convocados o convocamos a realizar grupos de reflexión con personas que son
afectados directos.

Las personas concurren al grupo, no para comprender en general las vicisitudes de la subjetividad de época,
sino a los efectos de comprender aquello que sienten como obstáculo en su vida, que les produce
desconsuelo y pesadumbre y que afecta sus relaciones interpersonales.

Otras veces trabajamos con personas que colaboran con grupos sociales vinculados a problemáticas límites
de DDHH o de otras problemáticas sociales. La elaboración del impacto emocional ayuda a superar los
obstáculos afectivos que interfieren en la realización de las tareas.
Los grupos sociales a los que se recurre espontáneamente como recurso durante las crisis, constituyen uno
de los instrumentos fundamentales para albergar al sujeto en condición de indefensión, y otorgar el
reapuntalamiento necesario. Funcionan como un aparato protésico. Además de contener, si son grupos en
los que en el apuntalamiento no predomina la sutura, cumplen funciones proteicas, en el sentido de
funcionar como una nueva matriz para el desarrollo de aspectos del psiquismo.

Existe una vasta experiencia en el armado de dispositivos grupales expresamente conformados para el
trabajo subjetivo en relación a traumatismos de origen social, que han demostrado ser un instrumento
idóneo, independientemente de la diversidad de técnicas y conceptualizaciones. En los terremotos de
México y Honduras, en diferentes situaciones traumáticas derivadas tanto de la segunda guerra mundial
como de guerras locales, en la Argentina en el caso de la represión política de la dictadura militar, el
atentado a la AMIA, Cromagnon, las inundaciones en Santa Fé, se han implementado abordajes grupales
para la elaboración subjetiva.

Vale la pena recordar que los aportes fundantes de Bion sobre el trabajo psicoanalítico con grupos se
basaron en su experiencia en la rehabilitación de veteranos de guerra.

Acerca del trauma social

Las situaciones traumáticas producen efectos inmediatos y en el largo plazo. La afectación incluye la
persistencia en el psiquismo de un resto no metabolizado.

La vivencia de pérdidas (reales y de sentido) determina un marcado antes y después del hecho traumático,
incluyendo siempre sentimientos de indefensión y desamparo y la puesta en juego de la valoración
narcisista.

En las situaciones traumáticas colectivas se producen pérdidas tan severas que pueden poner en juego el
mantenimiento de la continuidad del sí mismo. Por lo tanto, situación traumática, trauma, pérdida y duelo
constituyen un proceso casi indivisible con múltiples articulaciones.

En nuestro medio hay múltiples debates acerca de los conceptos de catástrofe, trauma y acontecimiento.
Estos debates incluyen en nuestra opinión numerosas extrapolaciones de conceptos de distintos campos.

Algunas corrientes sostienen que el trauma implica un estímulo violento que luego se retira y al cabo de un
tiempo se recupera la situación previa a la incidencia traumática. Más aún, cuando algo novedoso ocurre
estaríamos ya frente a la presencia del acontecimiento. Consideramos que esta concepción simplifica y
reduce la problemática del trauma desde una perspectiva mecanicista.

Sin entrar en este caso en una discusión pormenorizada coincidimos con Silvia Bleichmar (2003) en que,
desde el punto de vista del psicoanálisis, el carácter general de una catástrofe se define en última instancia
por la forma en que, abarcando a sectores importantes de una población, la incidencia traumática de la
misma impone riesgos y efectos en la subjetividad de quienes la padecen.

Mientras la vulnerabilidad es de carácter colectivo, el traumatismo, amén de su aspecto general, será el


efecto de la incidencia singular (en el sujeto y en la trama vincular) de la catástrofe común.

El concepto de trauma, que, como señalamos, implica un exceso de estímulos que el psiquismo no alcanza
a elaborar, produce un impacto desorganizador de la vida psíquica. En este ejercicio de violencia se arrasan
archivos simbólicos.

A partir de Freud, que definió las neurosis traumáticas analizando los efectos de la guerra, muchos autores
ponen el centro en la magnitud del estímulo traumático, en relación con el efecto desorganizador que
produce sobre el psiquismo.

Laplanche (1972), siguiendo a Freud, define las neurosis traumáticas como aquellas en que los síntomas
son consecutivos a un choque emotivo, ligado a la situación de amenaza a la vida o integridad del sujeto,
donde el trauma posee parte determinante en el contenido de los síntomas (pesadillas, repetición mental del
hecho traumático, reacción de angustia automática con gran compromiso somático y neurovegetativo:
palpitaciones, sudoración, ahogos, cólicos, etc.).

“Es importante destacar que en el concepto de trauma, además del acontecimiento traumático per se y de
las condiciones psicológicas del sujeto, interviene la situación efectiva, entendiendo por tal las circunstancias
sociales y las exigencias del momento”. (Kordon, D.; Edelman. L; Lagos, D.; Kersner, D. 2002. Pág. 346).

Algunos autores y en nuestro país Silvia Bleichmar (2000) consideran, que lo traumático es, al mismo
tiempo, constitutivo y constituyente del funcionamiento psíquico y que a partir de la necesidad del psiquismo
de elaborar los estímulos externos e internos que recibe, se produce su complejización y evolución [1].

Partimos de una visión del psiquismo como un sistema abierto en el cual hay experiencias complejizantes
que modifican la vida psíquica a lo largo de toda la vida. En este sentido el traumatismo (como
desorganizador) y las vías de su elaboración pueden producir consecuencias psíquicas de cierta estabilidad
en diferentes direcciones, modificando estructura y función.

“El sujeto está abierto a su historia, no sólo en el pasado sino en la actualidad. Está entre la repetición y la
creación. No es un sistema abierto porque algunos psicoanalistas hayamos decidido aplicarle la teoría de la
complejidad. Es abierto porque los encuentros, vínculos, traumas, catástrofes, realidad, duelos, autorganizan
al sujeto y él recrea todo aquello que recibe. Ciertos ruidos devienen información complejizante y no
desorganizante. La estabilidad psíquica se reconstruye según condiciones que surgen y se desvanecen sin
cesar” (Hornstein, L. 2003. pág. 53).

Cuando el yo ya está constituido el traumatismo opera como una piedra lanzada con violencia que arrasa
con las modalidades previas de funcionamiento de la vida psíquica. Puede modificar las estructuras previas;
puede arrasar parte o la totalidad del yo. Cuando la función de paraexcitación del preconsciente no es
suficiente como para impedir su arrasamiento, el trauma es efectivo y el trabajo del preconsciente es
inhabilitado parcial o totalmente. Entonces, aquellos excesos de estímulos que no se han metabolizado, que
no se han transcripto, persistirán como restos traumáticos.

Diferenciamos situación traumática de traumatismo efectivo para dar cuenta que las personas tienen un
espectro de posibilidades de respuesta muy amplia. En todos los casos el impacto subjetivo es muy potente,
pero las defensas que se implementan en la respuesta pueden ser adecuadas o arcaicas, en un amplio
espectro, y en consecuencia el yo se preserva en grados relativos.

Como hemos señalado el trauma afecta al psiquismo y simultáneamente se tramita en el plano de la


subjetividad.

Concebimos la subjetividad y su producción como los distintos modos de dar significado al mundo, las
distintas maneras de percibir, pensar y sentir; las diferentes formas de existencia y de vida.

La subjetividad es una producción histórico-social. No es una naturaleza en sí interior al sujeto o esencia del
mismo. Como construcción histórica y social la subjetividad es una formación que corresponde
simultáneamente al sujeto singular y al conjunto.

Vinculamos esta concepción con lo que Kaës (1995) define como componente interpretativo de lo subjetivo y
la inter y transubjetividad.

La problemática de la elaboración del trauma está vinculada muy especialmente al sentido que éste adquiere
para cada persona y a la posibilidad de encontrar y mantener apoyos adecuados para el psiquismo.

Pero tanto el sentido individual del trauma como la posibilidad de mantener u obtener los apoyos adecuados,
especialmente cuando se trata de un trauma social, están vinculados al procesamiento colectivo de la
situación traumática.

De acuerdo a nuestra concepción del trauma, existe una relación de interioridad entre los factores causales,
la conformación previa de la personalidad, la situación vincular, el proceso de traumatización, las apoyaturas
y apuntalamientos grupales con los que cuenta el sujeto, los modelos identificatorios, el discurso y los
sistemas de ideales colectivos hegemónicos, los efectos psicológicos, las posibilidades de elaboración
personal y social de la afectación por el trauma, y los fenómenos de retraumatización.

Además de la fortaleza del yo y de las condiciones previas de personalidad, factores indudablemente


importantes, la comprensión de la situación, el posicionamiento ideológico previo, el sentirse parte de un
conjunto que en el plano social comparte un proyecto, tienen importancia en cuanto a la incidencia de la
situación traumática en la subjetividad y a la posibilidad de preservación personal.

Los veteranos de la segunda guerra mundial recibieron un reconocimiento social que implicó una reparación
simbólica y generó condiciones favorables para la elaboración del trauma individual. Su accionar durante la
guerra podía tener una lectura, una puesta en sentido, social y personal.

En cambio los veteranos de Vietnam o de Irak, en una situación de repudio social a su accionar, que
reforzaba su propia percepción, no contaron con el apuntalamiento necesario para el trabajo elaborativo, y
ante la angustia de no asignación, las actuaciones de violencia sin sentido fueron resultado frecuente.

En el caso de los veteranos de Malvinas, en los que no hubo reconocimiento oficial, incluida la reparación
económica, ha sido notable el porcentaje de suicidios.

La dictadura produjo un efecto traumático en el plano colectivo y personal, en distintos grados de afectación.

La existencia de miles de desaparecidos, acompañada de un discurso oficial renegatorio, es una expresión


paradigmática de un traumatismo que produce efectos desestructurantes.

Vale la pena destacarla incidencia que tiene en la subjetividad el discurso dominante que da sentidos y
significaciones específicas a los fenómenos sociales.

La tortura es uno de los factores traumatizantes más severos y en el caso de la dictadura, sabemos que fue
aplicada sistemáticamente a las personas que eran detenidas.

El mismo efecto producen los actos humillantes y degradantes. Primo Levi, en una comunicación personal a
Ian Thomson (2007), refiriéndose al efecto de la desnudez en el Lager, dice: “la ropa es una señal de
humanidad”.

Una paciente refiere haber sido interrogada sentada desnuda junto a otro secuestrado también desnudo
como una de las situaciones más traumáticas que había vivido, en las cuales la desnudez era vivida como
una degradación.

De esta manera se afectaba la vivencia de dignidad, el sentimiento de pertenencia a lo “humano” en las


personas torturadas.

En su exégesis de Primo Levi, Agamben (1999) analiza pormenorizadamente la relación entre lo humano y
lo infrahumano, los límites de lo humano.

En todas estas situaciones está comprometida la autoestima.

También tiene importancia, en este sentido, la respuesta o la dificultad de respuesta del sujeto. En el trabajo
de cualquier duelo hay un momento de auto cuestionamiento respecto de la conducta asumida. Se
presentan sentimientos de culpa ya que la persona supone que tendría que haber hecho algo diferente de lo
que hizo para que el traumatismo no lo alcanzara. A esto se suman los discursos sociales culpabilizantes.

La experiencia traumatizante de la dictadura ha encontrado múltiples caminos de elaboración colectiva en un


ida y vuelta permanente con la elaboración personal. Conmemoraciones, baldosas, acciones sociales,
producción cultural a través del cine, la pintura, el teatro, la música son formas de este proceso elaborativo.

Sin embargo, hay algo de lo traumático que requiere una especificidad en su abordaje. Los dispositivos
grupales son, en nuestra opinión un recurso privilegiado en esa dirección.
Dispositivos Grupales

Hemos señalado precedentemente que de las experiencias traumáticas queda un aspecto que no tiene
acceso a la palabra, algo que a veces queda silenciado para siempre. El relato de una experiencia
traumática implica un cierto grado de elaboración, es una evocación de la situación que utiliza la palabra. Sin
embargo hay un plus, que es el resto traumático, que no se expresa en palabras, sino en gestos, en lenguaje
corporal, en actuaciones.

En la Grecia antigua se utilizó el teatro, la puesta en escena de las tragedias, como un modo de elaboración
de las situaciones traumáticas sociales y, más en general, de los grandes conflictos del hombre y de la
cultura.

Las personas tienen en muchos casos necesidad de hablar, de compartir vivencias, que se ubican en las
adyacencias de lo traumático. Como en el caso de los traumatismos corporales, alrededor del núcleo
traumático se concentra una actividad defensiva que interviene en la reducción o desaparición del efecto del
traumatismo.

En esta zona ubicamos la posibilidad de hablar.

La inducción al silencio, que ha sido utilizada desde el poder como un instrumento de alienación y control
social, especialmente durante el periodo de la dictadura militar, ha tenido una profunda incidencia en el plano
colectivo e individual.

Existe, frecuentemente, un plus que excede al carácter social del silenciamiento, que está dado por la
necesidad personal de guardar silencio durante un periodo más o menos prolongado. Se produce, a lo largo
del tiempo, un movimiento subjetivo contradictorio entre la necesidad de silencio y la necesidad de hablar,

Los dispositivos grupales, que habilitan un espacio de palabra, ofrecen posibilidades de contener y ligar,
personal y colectivamente, los elementos traumáticos que fueron un factor disruptivo en la realidad psíquica.

Por dispositivo entendemos el conjunto de condiciones normativas de la tarea a desarrollarse: número de


integrantes, tiempo de las reuniones y frecuencia de las mismas, duración limitada o ilimitada del
funcionamiento del grupo, pero más especialmente los significados, los contenidos de la escena dramática
sobre los que se trabaja, las construcciones de sentido que se producen y el tipo de intervenciones
pertinentes a este trabajo de los coordinadores del grupo. Según cuál sea el dispositivo grupal se favorecerá
la emergencia de determinadas producciones.

Como es sabido, en los grupos coexisten dos planos de funcionamiento. Uno de ellos es la tarea manifiesta
que el grupo se propone desplegar y el otro es la vida imaginaria que asiste u obstruye la realización de
dicha tarea.

En este trabajo nos interesa especificar de qué modo operan los grupos de reflexión en relación a la
elaboración de situaciones traumáticas de origen social [2].

Los dispositivos con que trabajamos tienen las siguientes características:

Son grupos abiertos, de concurrencia voluntaria, sin limitaciones en la cantidad de participantes, organizados
en módulos de un número de reuniones acordadas previamente. Estos módulos pueden ser recontratados.

La consigna es que hablen espontáneamente de los temas que surjan. El acuerdo de trabajo se establece,
desde el encuadre, con los aspectos adultos de los miembros del grupo.

En el trabajo intersubjetivo se produce un movimiento permanente entre un nivel “regresivo”, en el que


circula la fantasmática, y un nivel reflexivo, conceptualizador, que utiliza el lenguaje simbólico, que se
propone comprender lo que ocurre en la vida imaginaria del grupo y construir en un trabajo elaborativo
nuevos sentidos y significaciones. La tarea grupal está definida por esta propuesta de comprensión.

Entre estos dos modos de funcionamiento grupal hay discontinuidades y alternancias.


El trabajo grupal incluye contenidos y modalidad discursiva. Pero en lo fundamental se trata de un dispositivo
en el que se produce una dramatización espontánea. El grupo “es una escena dramática”.

Cuando hablamos de dramatización espontánea no estamos refiriéndonos a la implementación de una


técnica. Estamos ubicándonos en lo que aparece como una disyuntiva: ¿a qué dar prioridad en un grupo? A
lo que se escucha, como si cerrando los ojos y omitiendo las tonalidades pudiéramos armar un solo discurso
interpretable o varios; o tal como preferimos, a lo que aparece ante nuestros ojos como una escena, una
escena dramática. En esa escena los personajes hablan, es decir hay discursos, pero también se ubican en
el espacio, establecen dimensiones temporales, de continuidad, tienen gestos, ritmos, miradas, actitudes
posturales de cercanía o lejanía; arman entre todos una piel, un cuerpo.

Se produce una puesta en escena y en palabra, se construye una estructura de roles a partir de la
circulación de distinto tipo de fantasías, que tiene que ser simultáneamente vista y oída.

El grupo de reflexión permite un acceso múltiple: a las formaciones grupales del psiquismo originadas en los
vínculos primarios, a los procesos inter y transubjetivos y a los modos en que estos fenómenos se enlazan,
articulan o inscriben en las variables institucionales y lo llamado macrocontextual.

Se organiza una trama íntima confiable que permite el trabajo de la subjetividad.

Veamos más detenidamente como en los grupos de reflexión se manifiestan diferentes planos de la trama
vincular:
- Por un lado se presentan los aspectos fusionales, indiscriminados del vínculo. En ellos puede
predominar una vivencia de plenitud, de expansión narcisista, propia de la ilusión grupal, o la
cristalización burocrática que se corresponde con el sostenimiento de un vínculo fusional
acompañado de vivencias subjetivas que pueden ser placenteras o displacenteras. En ambos casos
se trata de aspectos sincréticos depositados en el encuadre, con identificaciones adhesivas y
omnipotentes.
Este nivel, que corresponde a la puesta en circulación de las fantasías originarias, es una condición
necesaria para la constitución del imaginario del grupo. Se corresponde en cada sujeto con las
formaciones narcisisticas que contribuyen a organizar una matriz conjunta y que fundan el
sentimiento de pertenencia al conjunto por parte de cada uno de los miembros del grupo.
Este es el polo “regresivo” de la transubjetividad. Entendiendo por transubjetivo aquello que
corresponde a la apertura máxima de las subjetividades parcialmente abolidas por la ausencia de un
espacio de transcripción o de diferenciación. Kaës, R. (1995).
Otro polo de la transubjetividad, está dado por la inscripción psíquica del orden de la cultura, en sus
diversas dimensiones.
Los organizadores socioculturales, como las variables institucionales, las representaciones sociales
o los enunciados identificatorios, portadores de los ideales sociales de cada período, que atraviesan
a los miembros del conjunto son parte de los aspectos de la cultura que estructuran la subjetividad y
se manifiestan en la construcción grupal. Este es otro nivel de constitución de la pertenencia social,
que sostiene la afirmación de que todo sujeto es sujeto de una cultura.
- Por otra parte en el grupo se pone en juego la intersubjetividad, entendida ésta como un fenómeno
relacional que implica un aspecto manifiesto y consciente, y un aspecto inconsciente en el que se
halla presente la depositación recíproca de partes de cada uno en él o los otros, una traducción y
metabolización del mensaje del otro modificado en el pasaje al interior de cada sujeto de acuerdo a
su problemática inconsciente (procesos de transcripción). Este movimiento intersubjetivo se
manifiesta en el grupo a través de la configuración de una estructura de roles por atribuciones
recíprocas de acuerdo al modo de articulación de las diferentes fantasmáticas.
- En el trabajo de la intersubjetividad y en los aspectos transubjetivos, aún cuando no nos dirigimos
específicamente a ellas en nuestras intervenciones, están presentes la estructura de personalidad y
la historia del sujeto, que incluyen los procesos y productos identificatorios, especialmente las
identificaciones secundarias y las correspondientes al yo ideal, así como las fantasías secundarias,
propias de cada sujeto.

Hemos ordenado solamente con propósitos expositivos, el análisis de estos diferentes planos de la
producción fantasmática. Sin embargo estos se presentan en simultaneidad y con diferentes niveles de
contradicción. Marcos Bernard utilizaba como ejemplificación del aquí y ahora de las fantasías originarias, de
los orígenes y secundarias, la imagen de una muestra superpuesta de fotografías. Este ejemplo nos resulta
útil para comprender la coexistencia de lo arcaico con lo más desarrollado. Sin embargo no da cuenta
suficiente de la conflictividad que puede presentarse entre esos niveles de fantasía que complejiza la
comprensión.

Teniendo en cuenta que la fantasía constituye una forma de organización de las representaciones psíquicas
inconscientes y es un organizador del proceso grupal, y que las representaciones sociales operan también
como organizador (socio-cultural) con funciones psíquicas y sociales, el grupo de reflexión constituye un
espacio privilegiado para observar la articulación entre ambas.

Intervenciones

Como en todo grupo propiciamos la comunicación en red, tratando de evitar la comunicación radial, que
intensifica la dependencia respecto del coordinador.

Los coordinadores tienen distinto tipo de intervenciones: interpretaciones, esclarecimientos de


problemáticas, preguntas, señalamientos.

Hay, sin embargo, un plus en las intervenciones, imposible de catalogar o prescribir. Depende de la
subjetividad del coordinador y del vínculo que se configura. Este plus incluye también actitudes, gestos,
modos de saludar, inclusión o no en comentarios. En esto hay algo de aquello que se describía como el
“arte” de curar y que en medicina tenía que ver no sólo con los aspectos todavía desconocidos de algunas
enfermedades sino también con aspectos transferenciales de la relación médico-paciente incluyendo por
supuesto en este caso la personalidad del médico. La idea de arte se vincula por otra parte con aquello de lo
creativo que se va a desarrollar en el grupo.

Algunas intervenciones de los coordinadores tratan de esclarecer o explicitar situaciones conflictivas. Otras
están dirigidas a mostrar, partiendo de lo planteado por los miembros del grupo, diferentes repertorios de
respuestas posibles frente a un mismo problema.

Cuando el nivel de exigencias idealizadas depositadas en la figura y en la función del coordinador se


convierte en un obstáculo para el intercambio, tenemos intervenciones dirigidas a disminuirlo. Eludimos
asumir funciones de árbitros, en las cuales se nos intente colocar, no calificando las conductas en buenas o
malas, apropiadas o inapropiadas.

Se interpretan diferentes niveles de fantasías, de pactos y acuerdos, procurando evitar las interpretaciones
vinculadas a la historia personal de los integrantes, dirigiéndose en cambio a los niveles transubjetivos y a
veces intersubjetivos. Un aspecto muy importante es el de ayudar a descubrir de qué manera se articulan las
representaciones sociales con las vivencias subjetivas. Si concebimos la elaboración de lo traumático como
un proceso simultáneamente individual y social está de más resaltar que muchas de las intervenciones que
muestran esta articulación son vividas por los integrantes del grupo como un alivio a sentimientos de culpa y
reparadoras de la autoestima.

También tendemos a establecer la vinculación entre determinados afectos y las ideas conscientes o no en
que aquellos se apoyan, las motivaciones inconscientes de ciertas actitudes.

En algunos de estos grupos se señala la relación entre las normas institucionales y la subjetividad o entre
aquellas y los vínculos interpersonales.

En los grupos la función interpretante no es sólo del terapeuta o del coordinador. Los miembros del grupo
pueden asumir esta función, ejerciéndola muchas veces con singular agudeza.

También se dramatizan los conflictos dentro de las instituciones. El zócalo de sociabilidad sincrética favorece
y dificulta simultáneamente la individuación.

Queda abierta en nuestra práctica la realización o no de una devolución por parte de los coordinadores al
finalizar una reunión. La devolución produce un efecto de reestablecimiento de una piel grupal, ante las
vivencias de amenaza de despersonalización que pueden aparecer en el movimiento identificatorio-
desidentificatorio- reidentificatorio que se produce en el grupo. Además puede ser un aporte al trabajo de
ligadura. Tiene un efecto unificador que reduce la angustia, por la recomposición de una imagen de totalidad
frente a la fragmentación y al estallido que tiende a producir lo traumático. Puede ser o no necesaria.

La intervención o interpretación puede producir efectos de apertura o de sutura. Una intervención suturante
puede estar vinculada a la vivencia contratransferencial de amenaza de ruptura del grupo.

Es imprescindible en todos los casos trabajar con los fenómenos de implicación y contratransferenciales.

Es importante la co-coordinación siempre que esta sea posible. Esto facilita la toma de distancia instrumental
que permite preservar la capacidad de pensar. Las ventajas de la co-coordinación son aplicables para
cualquier dispositivo de trabajo grupal, dado que el coordinador debe lidiar con múltiples variables y en
especial con las transferencias y con el “efecto grupo”, que está dado por demandas que surgen de la
“regresión”.

A esto se agrega el impacto emocional que producen las situaciones traumáticas, también en los
coordinadores.

Cuando se realiza la co-coordinación, el análisis de la intertransferencia permite comprender mejor el


proceso grupal.

Como hemos señalado, la situación traumática tiene un efecto arrollador de la estabilidad de ciertas
defensas psíquicas, es decir, coloca al sujeto en situación crítica. El trabajo en el grupo de reflexión implica
un movimiento de regresión-progresión, desestructuración-reestructuración, desidentificaciones,
reidentificaciones. Es precisamente por este movimiento, que se pueden producir nuevas inscripciones en el
psiquismo. Retomamos en este sentido la expresión “efecto proteico” de Diana Singer (1996) como
complemento del “efecto protésico” del grupo.

¿Cuáles son los procesos que se ponen en juego en el grupo de reflexión para facilitar el efecto proteico y
protésico?

- Ante las vivencias de ruptura, mutilación, fragmentación, el dispositivo intersubjetivo, apoyado en la


matriz sincrética que se configura en el vínculo, permite la recomposición del parénquima dañado
por el traumatismo.
- El grupo alberga, aloja, los aspectos del sujeto en situación de sufrimiento, de indefensión. La
construcción imaginaria grupal y en ella, los otros participantes, pueden contener la angustia del
sujeto.
Recuperando el concepto de Bion acerca de la capacidad de reverie de la madre, que contiene la
angustia y terrores del niño, dándoles un significado que pueda hacerlos pensables, Hugo Bleichmar
(1997) plantea esta temática en dos tiempos: primero la madre se identifica con lo que el niño siente,
y luego se lo devuelve transformado en algo que tiene significado y lo saca del “terror sin nombre”.
El grupo como una metáfora de la célula madre- hijo cumple esta función.
- Se construye una matriz con aspectos fusionales que es condición de posibilidad del trabajo de
simbolización.
En el trabajo de la Intersubjetividad se realiza un “préstamo de preconsciente”, que favorece la
ligadura o absorción de los restos traumáticos y la simbolización elaborativa.
De acuerdo con Kaës (1996), consideramos que la actividad del preconsciente siempre se halla
implicada en las experiencias traumáticas, ya sea por falla o por insuficiencia. Se paralizan en esta
situación, funciones complejas del preconsciente, como las de puesta en latencia, anticipación,
metabolización, regulación de impulsos y puesta en representación de palabra.
Precisamente por ser el preconsciente un producto de la intersubjetividad, en la situación grupal, la
puesta en palabras del otro, por trabajo de su preconsciente, da condiciones a cada uno de los
sujetos para la reactivación de la actividad de simbolización. Otro u otros pueden efectuar para un
sujeto, en ciertas condiciones, un trabajo de ligadura y de transformación, que le es
momentáneamente inaccesible.
Dice Kaës (Pág. 97. 1996) en la definición de la función meta-preconsciente del otro: “les recuerdo
mi hipótesis inicial: la cualidad de la actividad del preconsciente debe ser considerada como una
función intersubjetiva. Especificaré esto a través de su corolario: la capacidad de alojamiento, de
contención, de significación y de transformación/ interpretación que caracteriza a la actividad del
preconsciente tiene como condición algunas cualidades del preconsciente de los otros. Esto supone
que una función “meta-preconsciente” esté ya constituida y disponible por lo menos en un otro para
otro sujeto”.
Podríamos pensar que, de esta manera, en el grupo se va armando un rompecabezas combinando
distintas piezas aportadas por el preconsciente de cada uno de sus integrantes. La definición de
rompecabezas o puzzle incluye la existencia de un enigma a resolver y el armado de las distintas
piezas para esa resolución. Este proceso es colectivo e individual porque al mismo tiempo que hay
una elaboración del conjunto, se va produciendo el trabajo de ligadura a nivel individual. Ante la
fragmentación, la tendencia al estallido que produce el traumatismo, este trabajo en el que todos
aportan con su preconsciente construye imágenes unificadas.
Usamos el concepto de preconsciente inscripto en la segunda tópica, como un aspecto del yo. “La
segunda teoría del aparato psíquico vincula los procesos y los contenidos del preconsciente a la
instancia del Yo. Ahí el preconsciente puede ser ubicado como el lugar de las inscripciones de
lenguaje, de almacenamiento, de montaje psíquico cuyos orígenes se hallan en los aprendizajes
verbales del sujeto. De un modo más general, la función del preconsciente es la de conservar para
el yo un cierto número de conductas que el sujeto ha adoptado por identificación a los objetos,
desexualizándolos. La función del preconsciente es fundamental en la actividad sublimatoria; pone a
disposición del sujeto formas preexistentes que le permitirán derivar la meta al servicio de la
actividad del Yo”. (Kaës. 1996. Pág. 89).
Reconocemos puntos de contacto en este análisis con los desarrollos de Hugo Bleichmar. Este autor
ubica la sede de esta problemática en el Yo.
- El grupo de reflexión brinda también un nuevo espacio de reapuntalamiento ante la indefensión, y
las vivencias de fragmentación o mutilación, producidas por los diferentes tipos de pérdidas. Este
apuntalamiento refuerza el ya brindado por el agrupamiento espontáneo, cuando este existe.
Trabajando en el devenir entre lo fusional y lo discriminativo, el apuntalamiento incluye, además del
sostén o apoyo, la posibilidad de un trabajo creativo de remodelización. Los desarrollos de Rene
Kaës sobre la temática del apuntalamiento constituyen, a nuestro entender, extraordinarios aportes a
la concepción vincular del psiquismo.
- El grupo permite una elaboración de la agresión que había sido volcada hacia la familia o grupos de
pertenencia, que constituye un desplazamiento de la violencia recibida. La comprensión de esta
violencia, que aparece escindida de los fenómenos de hostilidad, ayuda a metabolizar y reubicar las
vivencias agresivas.
- En las personas que han sufrido una situación traumática, puede haber una acción persistente de lo
tanático, que las paraliza, las abruma, les quita vitalidad.
El proceso grupal puede aportar la transmisión de una energía, una vitalidad, que habilite el
surgimiento del deseo. El efecto de la actividad del o de los otros puede registrarse no solo como
representación, como recuerdo, sino como una función, como una capacidad de ejecutar actividad.
- Permite, por otra parte, una elaboración específica de la problemática de la autoestima, afectada por
la situación de catástrofe y por la identificación con los discursos externos e internos culpabilizantes.
La autoestima es desde el comienzo, una creación producida en el vínculo intersubjetivo, por lo tanto
el papel del otro es decisivo. En este sentido no hay un narcisismo asegurado, sino que la
autoestima se va construyendo por internalización de ese vínculo y de la mirada del otro, que luego
será una mirada desde adentro que contempla al sujeto y define valoraciones.
El grupo de reflexión cumple funciones intersubjetivas equivalentes que contribuyen a la restitución
de la autoestima que había sido afectada.
- El trabajo de elaboración construye sentidos en relación a los hechos ocurridos. Es un trabajo de
historización que permite descubrir la significación de los discursos dominantes y las
representaciones sociales que estos construyen, así como el análisis de las prácticas y
representaciones sociales contra hegemónicas. En el grupo se trabaja muy especialmente la
articulación entre las representaciones sociales y las fantasías, dado que las representaciones
sociales son eficaces porque se apoyan e inscriben en sí mismas fantasías, especialmente las
fantasías que corresponden al orden de lo transubjetivo.
En las situaciones traumáticas de origen social, encontrar el sentido de los traumatismos tiene
especial importancia para su elaboración. Los agrupamientos sociales espontáneos que se
conforman para enfrentarlas, tienen un papel muy importante en esta producción de sentidos. Hacen
un trabajo de semantización que ayuda, no sólo a la comprensión social del problema, sino al
proceso personal de simbolización.
El hallazgo de las significaciones y sentidos es tan importante que cuando se producen catástrofes
sociales en las que aquellos están enmascarados, la elaboración personal de los duelos, el
procesamiento delo traumático, es más difícil.
En el trabajo de historización, hemos podido observar la importancia que adquiere el “testimonio”
personal del traumatismo tanto para el que lo asume como para los otros miembros del grupo.
Dar testimonio, hablar frente a un testigo, genera un universo simbólico, implica un pasaje del sujeto
singular a la escena social[3].
La historización personal, grupal y social ayuda a producir redefiniciones identitarias, ya quela
identidad personal está siempre sostenida en el vínculo con los grupos y las instituciones de
pertenencia.
- El agrupamiento puesto en acto, es el vehículo necesario para poder movilizar las fuerzas
desalienantes. La alienación es, por excelencia, un fenómeno psicosocial. De acuerdo con Piera
Aulagnier. (1980, Pág. 36), “Si la alienación es, por definición, inadvertida por el propio sujeto
alienado, serán entonces necesarios otros para poner en marcha el proceso de desalienación”. Y
habrá también otros, que no participan en forma directa de estas acciones. Consideramos que la
práctica social es la que produce principalmente la desalienación. Esto se aplica no sólo para los que
participan en forma directa de sus acciones, sino también para los que pueden tomarlas como
referencia e identificarse con los modelos o ideas que proponen.
El grupo de reflexión puede ampliar y profundizar este proceso.
- En el entramado grupal se producen pactos y acuerdos, conscientes e inconscientes, explícitos e
implícitos, algunos de ellos fundantes, que tendrán un papel organizador del grupo y marcarán el
modo de accionar, relaciones, posicionamientos, de cada uno de los miembros en relación a los
otros, y de ese conjunto en relación a los otros conjuntos y al cuerpo social.
El trabajo reflexivo aborda, visibiliza y explicita estos acuerdos, explicitación de la cual deriva la
posibilidad de ponerlos en cuestión.
Esta problemática merece especial atención cuando los grupos de reflexión se realizan con
personas que pertenecen a una misma institución, considerada la institución en un sentido amplio, a
un mismo grupo preformado.
- Se construye un “nosotros”, apoyado en el reconocimiento de una problemática común y una alianza
entre los miembros para abordarla. Esta puesta en común, que implica la construcción de un anclaje,
incluye una tensión diferenciadora en el aquí y ahora.
Se desarrollan procesos de reconocimiento de semejanzas y diferencias y la capacidad de entender
y ser entendidos por los otros integrantes. Los otros son simultáneamente un espejo que revela las
semejanzas, y un otro diferente que deberá ser reconocido.
- El encuadre introduce variables organizadoras de tiempo y espacio, ordenadores básicos del
funcionamiento psíquico, que en las situaciones traumáticas están afectadas.

En síntesis, el grupo de reflexión favorece la elaboración de vivencias subjetivas, de la fantasmática y de su


relación con las significaciones y sentidos sociales. Es un espacio de palabra que permite dar sentido
singular y colectivo al traumatismo vivido, ayudando al sujeto a comprender lo que vive, a descubrir el
sentido de emociones, afectos y pensamientos, a responder y a abrir interrogantes, y a disminuir su
sufrimiento. A encontrar lo que tiene en común y lo que lo diferencia de otros.

Esta temática nos sitúa, una vez más, en el complejo entramado donde se articulan lo individual y lo social,
campo de superposiciones y heterogeneidades, territorio siempre fecundo en interrogantes e hipótesis.

Resumen

Trauma social: trabajo elaborativo en grupos de reflexión

Existe una vasta experiencia en la implementación de dispositivos grupales, independientemente de la diversidad de


técnicas y conceptualizaciones para abordar la problemática de la subjetividad en relación a traumatismos de origen
social.
En esta presentación hacemos un recorrido sobre nuestra experiencia de trabajo con estos dispositivos, deteniéndonos
particularmente en el análisis del grupo de reflexión como un instrumento privilegiado.
Abordamos los distintos niveles de la subjetividad y las modalidades de trabajo psíquico a los que se acceden con los
grupos de reflexión con los que trabajamos.
Proponemos una visión de los mecanismos que, en el trabajo grupal, permiten disminuir el sufrimiento, apuntalar al
sujeto en situación de vulnerabilidad y acceder a un trabajo de simbolización.
Palabras clave
Trauma, duelo, trabajo grupal, apuntalamiento, preconsciente, simbolización.

Abstract

Social Trauma: Elaborative work in reflection groups

A vast experience exists in the implemention of group mechanisms, independently of the diversity of techniques and
concepts in the approach to the problems of subjectivity in relation to traumas of social origin.
In this presentation we have gone through our experience of working with these mechanisms, particularly pointing out the
analysis of reflection groups as a privileged instrument.
We deal with the different levels of subjectivity and the modalities of psychic work accessed with the reflextion groups we
work with. We propose a vision of the mechanisms which, in groupal work, allow the decrease of suffering, the support of
the subject in a situation of vulnerability and access to a work of symbolization.

Key words
Trauma, bereavement, group/al work support, preconscience, symbolization.

Résumée

Trauma social: travail d'élaboration au sein de groupes de réflexion.

Il existe une vaste expérience dans la mise en oeuvre de dispositifs groupaux, indépendamment de la diversité de
techniques et conceptualisations pour aborder la problématique de la subjectivité en relation à des traumatismes d'origine
social.
Dans cette présentation nous faisons un parcours de notre expérience de travail avec ces dispositifs, mettant l'accent en
particulier sur l'analyse de groupes de réflexions comme instruments privilégiés.
Nous abordons les différents niveaux de la subjectivité et les modalités de travail psychique auxquels nous accédons
avec les groupes de réflexion avec lesquels nous travaillons.
Nous proposons une vision des mécanismes qui, dans le travail groupal, permettent de réduire la souffrance,
soutenant le sujet en situation de vulnérabilité et en élaborant un travail de symbolisation.

Mots clés
Trauma, deuil, travail de groupe, soutenant (appui par la parole), préconscient, symbolisation.

Notas
[1]
“….El reposicionamiento de la cuestión del traumatismo determinaría en nuestro debate actual la ubicación
de dos grandes ejes: por un lado, el reposicionamiento en la teoría, es decir, la puesta en tela de juicio
de los modos por los cuales fue concebida la relación del aparato psíquico con la realidad. Por otro, la
reformulación de una práctica en la cual lo traumático no es pura desviación de lo determinado sino
apertura a procesos inéditos, lo cual obliga a la instrumentación de formas , llamémoslas no clásicas, de
intervención.
“Se abren dos grandes opciones... la segunda, más novedosa tal vez, aunque ya está presente de
manera marginal en la obra freudiana, sostiene que lo traumático es constitutivo e incluso constituyente del
funcionamiento psíquico, y que es bajo el efecto de la obligatoriedad que tiene el psiquismo de elaborar
aquello que le llega, de darle un destino, de evitar su destrucción sobre la base de cantidades que debe
metabolizar, como logra su complejización y evolución. En este segundo caso de qué orden es lo que afecta
a la vida psíquica para que esta complejidad se instale y bajo qué premisas o excesos se producirían
fenómenos inmetabolizables que llevarían a su destrucción”.
[2]
En una primera aproximación hemos diferenciado los siguientes tipos de grupos de reflexión (1995).
1) Grupos cuyos miembros comparten una tarea en un ámbito físico o institucional formalizado.
2) Grupos cuyos miembros comparten una problemática determinada.
3) Grupos cuyos miembros comparten una problemática y abordan una tarea común en función de ella,
habitualmente a partir de una situación de crisis social.
4) Grupos que permiten el entrenamiento e investigación de la grupalidad en sí misma. En este caso hay una
fuerte impronta de los training groups de la escuela inglesa y de los grupos de formación de la escuela
francesa.
No es sencillo muchas veces reconocer las fronteras que separan los distintos dispositivos con que se
abordan estos grupos ni la práctica reconoce tanta estrictez ni antagonismo con los modelos teóricos.
[3]
Es notable en este sentido como algunas personas que dan testimonio en los juicios a los represores
pueden decir “después de tanto silencio” cuando en realidad ellas mismas hablaron muchas veces de lo
mismo que están ahora declarando. Pensamos que el hecho de que haya un Otro que escuche permite
algún nivel de ligadura. Desde ya que el Tribunal es la representación concreta del Estado lo que le da
características peculiares a aquel que escucha, pero pensamos que algo de esto ocurre también en los
grupos.

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Psicoanalisis e Intersubjetividad Nº 5
Fecha de edición: 25 de noviembre de 2010
Editor Responsable Dr. Ezequiel Alberto Jaroslavsky
Director Ezequiel Alberto Jaroslavsky
Secretaria de Redacción Lic. Irma Morosini
Dirección Avenida Santa Fe 3324, piso 14 B, código postal: (C1425BGV) Buenos Aires, República Argentina.
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Queda hecho el deposito que previene la ley 11.723
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Los artículos publicados en el presente número no pueden ser reproducidos en todo ni en partes, por ningún procedimiento sin el
permiso del Editor Responsable.

REFERENCIA:
Edelman, Lucila y Kordon, Diana. (2010). Trauma social: trabajo elaborativo en grupos de reflexión.
Psicoanálisis e intersubjetividad, 5. Disponible en:
http://www.intersubjetividad.com.ar/website/articulo.asp?id=230&idd=5#top

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