Lectio Divina
Lectio Divina
Lectio Divina
Hay dos textos del AT que describen, por un lado, el origen, la fecundidad y la eficacia de la Palabra de
Dios; y por otro lado, describe al hombre que vive de ésa Palabra.
Salmo 1
1 Feliz el hombre que no sigue el consejo de los
malvados
ni se entretiene en el camino de los pecadores,
Isaías 55,10-11 ni se sienta con los arrogantes,
2 sino que pone su alegría en la ley del Señor,
10 Como la lluvia y la nieve caen del cielo, meditándola día y noche.
y sólo regresan allí
después de empapar la tierra, 3 Es como un árbol plantado junto al río:
de fecundarla y hacerla germinar, da fruto a su tiempo y sus hojas no se marchitan;
para que dé semilla al que siembra todo lo que hace le sale bien.
y pan al que come, 4 No sucede lo mismo con los malvados,
11 así será la palabra que sale de mi boca: pues son como paja que se lleva el viento.
no regresará a mí vacía,
sino que cumplirá mi voluntad 5 No triunfarán en el juicio los malvados
y llevará a cabo mi encargo. ni los pecadores en la asamblea de los justos,
6 porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los malvados lleva a la perdición.
El Salmo 1 manifiesta la conocida reflexión sapiencial de los dos caminos, que representa dos
tipos de conducta humana: la del sabio-justo y la del necio-malvado. Se declara ‘dichoso’ al hombre que no
tiene tres clases de relaciones:
“no sigue el consejo de los malvados”
“no anda por el camino de los pecadores”
“no comparte con los arrogantes”
¿Por qué se previene contra estas tres relaciones? Sabemos del dicho “dime con quien
andas y te diré quien eres”, seguramente no es una expresión absoluta, pero tiene su parte de verdad.
El consejo errado, que no proviene de la verdad ni lleva a ella, sin duda que terminará conduciendo al
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error al que lo escucha. El camino de los pecadores, quiere expresar costumbres, hábitos, criterios que
en definitiva son como un atentado contra uno mismo. El camino de los pecadores termina llevando al
pecado y la tristeza.
“Dichoso”, en cambio quien tiene su alegría en Dios, como consecuencia del meditar su ley,
rumiar la Palabra “día y noche”. Meditar, puede significar: repetir, rumiar, paladear, musitar. Todos estos
contenidos de ‘meditar’ (Lectio Divina) producen la dicha porque hacen experimentar la verdad de Dios y van
fecundando la vida.
En el v. 3 se describe la consecuencia del meditar a través de la imagen de un “árbol plantado
junto a un río” ¿Cómo es un árbol así?, siempre da fruto, no sufre las sequías. Se dice del hombre que medita
así que, “todo lo que hace le sale bien” Aquí la imagen se parece a la de Isaías; se asegura la experiencia de
la fecundidad por la acción de la Palabra de Dios que termina produciendo: alegría, felicidad, armonía, paz,
amor; especialmente, gozo del bien, todo le sale bien porque practica el bien, así, el bien es su criterio; le sale
el bien del corazón, porque su corazón está fecundado por la Palabra. Pero no son solo bienes espirituales;
se habla de éxito en las obras que emprenda, lo que pone de relieve que la Palabra de Dios apunta a las
opciones históricas de la vida. Todas estas experiencias se producen en el interior de la persona, forma parte
de la persona, por la comunión que se ha dado entre la Palabra de Dios y su corazón.
El Salmo describe, también, la suerte de los malvados, de aquellos que tienen sus criterios
basados en sí mismos o en valores que no son tales. Algunas de las consecuencias de éste modo de vivir
son: tristeza, paja que lleva el viento, sin consistencia, salen perdiendo en el juicio, o sea, sus razones no los
justifican. O como termina el salmo: “el camino de los malvados lleva a la perdición”
En los documentos oficiales de la Iglesia es la primera vez que se califica a la Revelación con
una imagen tan cercana al hombre: la imagen de la amistad.
Somos consientes que el mundo bíblico ya no es el nuestro, es un mundo lejano, extraño, que
utiliza categorías extrañas a las nuestras, que tiene una visión del hombre distinta, una manera de
relacionarse con el mundo y las cosas, diferente. Esto supone un esfuerzo real para acercarnos al mundo de
la Biblia.
Nuestro mundo ha llegado a avances de la tecnología de las comunicaciones extraordinarias:
mandamos una carta por correo electrónico al otro extremo del mundo y podemos tener una respuesta en
pocos minutos. Constatamos que estamos muy comunicados y sin embargo podemos sentirnos solos. El arte
del diálogo necesita cierta donación de nuestra calidad interior, compartir, escuchar, ponerse en el lugar de;
renunciar a hacer cálculos y ponerse a la defensiva. El cálido ámbito del diálogo generoso, del diálogo que es
como el hogar de la comunión, es tan raro como necesario en nuestro hoy.
Dios en las Escrituras, en la pequeña biblioteca que es la Biblia, nos propone ésta clase de
diálogo: nos invita, nos llama desde su Palabra, desea nuestra compañía, para hacer la experiencia de
conocer su “Tú” esencial en nuestro “yo” peregrinante.
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La historia de la Biblia es la historia de la Palabra de Dios a los hombres: “Dios que había
hablado muchas veces ya en tiempos antiguos y de diversas formas a nuestros padres por medio de los
profetas, últimamente, en nuestros días, nos ha hablado por medio de su Hijo” (Heb 1,1-2) Pero en ningún
lugar de la Biblia nos encontramos con la Palabra de Dios directamente. Siempre llega a nosotros por medio
del lenguaje humano, de un hombre que expresa también su cultura, su entorno, su esquema mental. El
carácter auténticamente humano de la Sagrada Escritura nos habla del profundo secreto de Dios, que no es
otra cosa que el inmenso amor por los hombres. Dios ama al hombre y por ello habla su lenguaje, se hace
cercano y comprensible, y al mismo tiempo, restituye al lenguaje humano su verdad y grandeza. En el ámbito
de la amistad se da un triple movimiento que hace auténtico el diálogo.
Escucha LECTURA
ACOGIDA
Reflexión MEDITACIÓN
Triple ritmo
del
auténtico DONACIÓN Respuesta ORACIÓN
diálogo
La humildad: El humilde confía más en Dios que en sus propias fuerzas, se deja llevar por el Espíritu
Santo. La humildad nos ayuda a la audacia del verdadero amor, un amor sin cálculos mezquinos, para llegar
a amar radicalmente, como Jesús, hasta los últimos recodos del corazón. Aceptar el amor de Jesús nos lleva
a la humildad. La humildad no hay que confundirla con apocamiento, andar diciendo ‘yo no sirvo para esto o
aquello’, o sea con falsa humildad. Ser humilde implica reconocer mi dignidad, reconocer mis capacidades y
dones; reconocer también mis limitaciones y carencias.
Clima de oración: El Espíritu Santo es el que hace posible orar, él es el maestro de toda oración.
Preocuparse por preparar el santuario interior para que él lo ilumine; pedirle al Espíritu que haga brotar el
deseo de orar; ayudarse con algunos objetos o un cirio.
Silencio+escucha+recogimiento+paz: El silencio está presente siempre, cuando dejamos de hacer
ruido nos encontramos con el silencio. Para escuchar es necesario hacer silencio. Silencio quiere decir
recogimiento interior, un recoger la dispersión de nuestras facultades, emociones, memoria, en torno a
nuestro verdadero centro, para poder estar ante mí mismo en paz, sosegado, silenciado, y así se abra el oído
interior y escuchar. El cristiano debe ser un hombre de escucha.
Lectura perseverante y asidua: Nuestra cultura nos ha acostumbrado a querer las cosas rápidas y sin
esfuerzo. Las cosas verdaderas e importantes cuestan, piden perseverancia, esfuerzo, a veces, sacrificio.
Solo el que adquiere la costumbre de leer y meditar la Palabra de Dios cada día, luego de un largo tiempo de
perseverancia, puede tener acceso a la sala de la amistad con Dios, para gustar de las cosas de Dios. San
Jerónimo decía de un discípulo: “Por la asidua lectura y meditación prolongada, había hecho de su pecho una
biblioteca de Cristo”
Los cuatro peldaños de la escalera que nos lleva al encuentro con Dios, ha sido fruto de orar
la Palabra durante siglos por cristianos que buscaron a Dios de todo corazón y nos dejaron este instrumento
para que nosotros también lleguemos a “gustar qué bueno es el Señor”. Lo ha sistematizado un monje
Cartujo del siglo XII, Guigo: “La lectura es un examen detenido de la Escritura realizado con espíritu atento.
La meditación es una operación reflexiva de la mente que investiga, con ayuda de la razón, el
conocimiento de la verdad oculta. La oración es una ferviente elevación del corazón hacia Dios para alejar
los males y recibir los bienes. La contemplación es una elevación por encima de sí misma de la mente
suspendida en Dios, que degusta las alegrías de la eterna dulzura”
LECTURA El primer paso es el fundamental, sin él no se puede avanzar, porque nos da la materia para
los siguientes peldaños. La ocupación de éste primer paso es comprender el sentido literal del texto, lo que
dice el texto en sí mismo, sin implicarme personalmente, sin sacar, aún, ningún mensaje; tratar de
comprender el sentido de la Palabra en sí misma. Imaginar el contenido del relato; tratar de ver a los
personajes como si fuera una película, deteniéndome en el aspecto de los personajes, comprender el sentido
de lo que dicen, de sus silencios; captar la reacción de los personajes, de dónde vienen. Tener en cuenta los
detalles de lugar, la geografía, el tiempo y las circunstancias.
El trabajo que hay que hacer se parece a un deshacer la trama de un tejido, conociendo y comprendiendo el
sentido de cada hilo del texto.
MEDITACIÓN Aquí el término no quiere decir reflexión mental, esta palabra tiene el siguiente significado:
en griego (melete) quiere decir: hacer ejercicios. Así la meditación viene a ser una repetición con el fin de
conocer profundamente lo que se repite. Por eso la palabra meditación en la antigüedad se la asociaba con la
‘rumia’ de los animales. Rumiar, repetir, con el deseo de conocer por experiencia lo que se repite, gustarlo.
San Agustín dice: “El que medita la ley del Señor día y noche, es como uno que rumia y gusta el sabor de la
Palabra con el paladar del corazón” El acento de la frase no recae sobre una dimensión intelectual, sino sobre
un aspecto vital: el paladar del corazón, donde se siente el gusto vital de las cosas de Dios, así esta
experiencia nos implica personalmente. Repetir un texto con el fin de que la Palabra ‘destile’ su sentido y el
corazón lo reciba; que nos sintamos ‘tocados’ por una palabra, o sea, escuchar en el corazón la Palabra de
Dios.
ORACIÓN Hablamos de oración, siendo que todo los pasos deben hacerse en un clima de oración, pero
aquí nos referimos a la oración que brota del contacto con la Palabra. ¿Qué es lo que hay que orar? En la
meditación fuimos tocados por la Palabra y ella provoca una reacción del corazón, nos sentimos afectados
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por la Palabra de Dios dicha en nuestro interior. Nos ha mostrado un don por alcanzar, ha puesto al
descubierto un pecado, nos ha hecho comprender su presencia en tal o cual momento, por eso la oración es
una respuesta a lo que Dios nos ha dicho. Puede ser una súplica, pedir perdón, alabarlo por su obra,
agradecer por su cercanía; o también, puede ser un grito de dolor, de soledad, de lejanía, un pedido de
auxilio casi desesperado. Lo importante es comprender que la oración es la respuesta a una palabra anterior,
dicha en lo profundo del corazón: una respuesta. Por eso hablamos de diálogo. Comprender el sentido de
una palabra, acogerla es responder. Diálogo de amistad y amor.
CONTEMPLACIÓN “La contemplación es una elevación del alma, que se eleva más allá de sí misma
hacia Dios, gustando las alegrías de la eterna dulzura” La contemplación no significa algo extraordinario, ni
arrobamientos y levitaciones, sino el ‘gustar las alegrías de la eterna dulzura’. Gustar, saborear, experimentar,
descubrir que en el corazón ha ocurrido un encuentro, una persona está ante mí diciéndome su amor, su
alegría por el encuentro. La contemplación no es algo que hacemos nosotros, no es consecuencia de los
pasos anteriores, es la gracia que Dios otorga al que lo ha buscado con todo el corazón en su Palabra. Lo
importante es que este gustar se da en la escucha de la Palabra, por ello no se trata de algo mental o
abstracto, sino de un encuentro vital: el encuentro de dos personas.
Esto provoca el gusto por las cosas de Dios, nos da una mirada distinta de la vida y de nosotros mismos, nos
da un ‘olfato’ para las cosas evangélicas. La experiencia de la ‘contemplación’ nos lleva a la vida, pues esta
experiencia no es para quedarnos en el ‘cielo’ sino para llevar a la vida el don de Dios, o sea, que la Palabra
de Dios se encarne en la vida del orante.
Elegir y determinar de antemano el texto a tratar. No debe ser muy largo, mejor si es un relato conocido y
tratar de seguir los 3 primeros pasos.
Dedicarle poco tiempo al principio (media hora) como para no aburrirse de entrada, siempre es mejor
quedarse con ganas de más. Con la práctica se puede dedicar más tiempo.
Hacer los pasos de manera tranquila, percibiendo lo que ocurre en el interior, sin ansiedad ni tensión.
Tener la actitud de gratuidad del encuentro con el amigo. No se hace Lectio para saber más sobre Jesús, sino
para encontrarse y estar con él.
Splendidus
(DN): cn=Dolphin Splendidus
Fecha: 2014.09.22 18:00:03
-03'00'
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BIBLIOGRAFÍA
La Lectio Divina, Teología, espiritualidad, método. Mario Masini, BAC, Madrid 2001
La Scala claustralium de Guigo II el Cartujo, Antonio Martín Fernández-Gallardo, Ed. Monte Casino,
Zamora 1994
La lectio divina en la comunidad cristiana, Espiritualidad – Método – Praxis, Giorgio Zevini, Ed. Verbo
Divino, 2005.
Leer la Biblia como Palabra de Dios, Francisco Contreras Molina, Ed. Verbo Divino, 2007
La Lectio Divina, Un itinerario antiguo con posibilidades nuevas. Rocío G. Garcimartín, Ed. Verbo Divino
2011
Verbum Domini. Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la
Iglesia. 30/09/2010.
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