LACAN Seminario 20 Clase8 Complemento

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Jacques Lacan / Los Seminarios de Jacques Lacan / Seminario 20.

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Complemento. Inicio de la sesión siguiente: La posición del lingüista. 10 de Abril
de 1973

Inicio de la sesión siguiente:


La posición del lingüista
10 de Abril de 1973

N o hablo mucho de lo que se publica, cuando se trata de lo mío, porque en general tengo
que esperarlo lo bastante como para que mi interés se enfríe. Con todo no sería malo que para
la próxima vez hayan leído algo que llamé L'Etourdit (El Distraidicho) que parte de la distancia
que hay del decir al dicho.

Que sólo haya ser en el dicho es una pregunta que dejaremos en suspenso. Es indudable que
sólo hay dicho del ser, pero ello no impone la recíproca. En cambio, mi decir es que sólo hay
inconsciente del dicho. No podemos tratar del inconsciente más que a partir del dicho, y del
dicho del analizante. Eso, es un decir.

¿Cómo decir? Ese es el asunto. No se puede decir de cualquier manera, y es el problema de


quien habita el lenguaje, a saber, de todos nosotros.

Por eso mismo, hoy —a propósito de esa hiancia que he querido expresar un día distinguiendo
de la lingüística lo que yo hago aquí, esto es, lingüistería— le pedí a alguien, a quien
agradezco encarecidamente el haber aceptado, que viniera a decirles cuál es actualmente la
posición del lingüista. Nadie mejor calificado que quien les presento, Jean-Claude Milner, un
lingüista.
Fin de la sesión: AGRADECIMIENTOS.

No sé qué podría hacer en el cuarto de hora que me queda. Me guiaré por una noción ética. La
ética —como quizá lo podran entender quienes me escucharon en otra época hablar de ello—
tiene la más estrecha relación con nuestra habitación del lenguaje, y pertenece además, como
lo desbrozó cierto autor que evocaré en otra ocasión, al orden del gesto. Cuando se habita el
lenguaje se hacen gestos, gestos de saludo, de prosternación, a veces de admiración, cuando
el punto de fuga es otro, lo bello. Ello implica que no se pasa de ahí. Se hace un gesto y luego
se conduce uno como todo el mundo, es decir, como el resto de los canallas.

Ahora bien, hay gestos y gestos. Y el primer gesto que me dicta literalmente esta referencia
ética ha de ser agradecer a Jean-Claude Milner lo que nos brindó acerca del estado actual de
la grieta que se abre en la lingüística misma. Ello tal vez justifica cierto número de
comportamientos que acaso sólo debemos —hablo de mí— a la distancia que nos separaba de
esta ciencia en ascenso, en el momento en que creía poder convertirse justamente en eso,
ciencia. De seguro, la información que ahora tenemos nos era muy urgente. En efecto, es muy
difícil después de todo no advertir que, en lo que respecta a la técnica analítica, si el sujeto que
está frente a nosotros no dice nada, la dificultad es, para decir lo menos, muy especial.

Cuando escribo lalengua en una sola palabra, dejo ver lo que me distingue del estructuralismo,
en la medida en que éste integra el lenguaje a la semiología, y me parece que éste es uno de
los muchos esclarecimientos que aporta Jean-Claude Milner. Como indica el librito que les hice
leer y que lleva el título de Le titre de la lettre (El título de la letra), en todo cuanto se ha
expuesto se trata efectivamente de una subordinación del signo al significante.

También tengo que dedicar un tiempo a rendir homenaje a Recanati que, en su intervención,
me demostró ciertamente que se me entendía. Se deja ver en las aceradas preguntas que
formuló, y que son, en cierto modo, aquellas cuyas respuestas que desde ahora tengo, aún me
queda suministrarles este año. Que haya rematado con el punto de Kierkegaard y Regina es
absolutamente ejemplar: hasta entonces yo sólo había hecho una breve alusión a ello, así que
es de su cosecha. No hay mejor forma de ilustrar, a estas alturas, en este desbroce que hago
ante ustedes, el efecto de resonancia que se produce cuando alguien sencillamente pesca de
qué se trata. Las preguntas que me ha propuesto me ayudarán ciertamente en lo que me
queda por decirles. Le pediré su texto para poder referirme a él en los casos en que pueda
ofrecerle respuestas.

El que se haya referido a Berkeley, además, no estaba para nada indicado en lo que les
enuncié, y ello me hace estar aún más agradecido con él. Para decirlo todo, muy
recientemente me ocupé inclusive en conseguir una edición original —figúrense que soy
bibliófilo, pero sólo busco en su original los libros que tengo ganas de leer. Para la ocasión
repasé, el domingo pasado, ese Minute Philosopher, el filósofo menudo, o Alciphron, como
también lo llaman. Es indudable que si Berkeley no hubiese sido uno de mis primeros
alimentos, no hubieran sido posibles muchas cosas, y entre ellas mi descaro al utilizar
referencias linguísticas.

Quisiera pese a todo decir algo en relación al esquema que Recanati tuvo que borrar hace un
rato. Esa es verdaderamente la pregunta: ser o no ser histérica. ¿Hay Uno o no? En otros
términos, ese no-toda, en una lógica que es la lógica clásica, parece implicar la existencia del
Uno que es la excepción. Así se veria allí el surgimiento en abismo —y van a ver por qué lo
califico así— de esa existencia, de esa al-menos-una existencia que, frente a la función Φx se
inscribe para decirla. Porque lo propio del dicho, es el ser, lo decía hace un rato. Pero lo propio
del decir es existir respecto a cualquier dicho que sea.

La cuestión es entonces saber, en efecto, si de un no-todo, de una objeción a lo universal,


puede resultar que se pueda enunciar una particularidad que lo contradice como ven sigo en la
lógica aristotélica.

Pero hay esto: De que pueda escribirse no-toda x se inscribe en Φx ,se deduce por
implicación que hay una x que lo contradice. Es verdadero con una sola condición, que en el
todo o en el no-todo en cuestión se trate de lo finito. En lo que toca a lo finito, no hay sólo
implicación sino también equivalencia. Basta que uno contradiga la fórmula universalizante
para que tengamos que abolirla y transformarla en particular. Ese no-todo se convierte en el
equivalente de lo que, en lógica aristotélica, se enuncia de lo particular. Existe la excepción.
Sólo que podemos tener que vérnoslas, al contrario, con lo infinito. Entonces, ya no tenemos
que tomar al no-toda por el lado de la extensión. Cuando digo que la mujer es no-toda, y por
eso no puedo decir la mujer, es precisamente porque pongo en tela de juicio un goce que,
frente a todo lo que se engasta en la función Φx es del orden de lo infinito.

Pero, cuando de lo que se trata es de un conjunto infinito, no se puede postular que el no-todo
conlleva la existencia de algo que se produzca de una negación, de una contradicción. Puede,
si acaso, postularse como de una existencia indeterminada. Sólo que sabemos por la extensión
de la lógica matemática, la que se califica precisamente de intuicionista, que para postular un
«existe», hay que poder construirlo también, es decir, saber encontrar dónde está esa
existencia.

Sobre ese pie me apoyo para producir ese cuartelamiento que postula una existencia, muy
bien calificada por Recanati de excéntrica a la verdad. Entre el ∃x y el ∃x se sitúa la
suspensión de esta indeterminación, entre una existencia que se encuentra por afirmarse y la
mujer en tanto que no se encuentra, lo que confirma el caso de Regina.

Para terminar, les diré algo, según mi costumbre, un poco enigmático. Si vuelven a leer en
alguna parte esa cosa que escribí con el nombre de La Cosa Freudiana, entiendan en ella lo
siguiente, que sólo hay una manera de poder escribir la mujer sin tener que tachar el la: allí
donde la mujer es la verdad. Y por eso, de ella, sólo se puede decir a medias, mal-decirla(1).

El artículo en que se basa la exposición de J.-C. Milner podrá leerse en su libro, Arguments
linguistiques, páginas 179-217, París, 1973.

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Notas finales
1 (Ventana-emergente - Popup)
Doble sentido de mi-dire, decir a medias, y médire, hablar mal, mal decir.

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