Retos y Desafios para Una Reforma Del Estado de Guatemala

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UNIVERSIDAD GALILEO

LICENCIATURA EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA GESTIÓN GUBERNAMENTAL


Y RENDICIÓN DE CUENTAS

ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Lic. Juan Fernando Molina Meza

RETOS Y DESAFÍOS DE UNA REFORMA DEL ESTADO DE GUATEMALA

EDDIE GONZALO AVILA ORTIZ

CARNÉ No.: 20014073

CHIQUIMULA 08 DE MARZO 2020


RETOS Y DESAFÍOS DE UNA REFORMA DEL ESTADO DE GUATEMALA

A lo largo de los años hemos escuchado la palabra “reforma”, en específico en el


tema del Estado.  El Estado de Guatemala posee aún hoy en día características
antiquísimas de tipo económico, político y social.  No hemos logrado modernizar a
nuestro Estado en parte por la existencia de intereses diversos.

Nuestro Estado guatemalteco está en declive y transita por el subdesarrollo, pues


aún en pleno siglo XXI tiene rasgos de las distintas formas de dominio esclavista,
con aires de la colonia y su problemática agraria.

Para ponerle fin a esta tercermundista realidad el Estado guatemalteco tiene que
afrontar los grandes problemas de una forma estructural, planteándose los
grandes desafíos para poder superarlos y lograr el desarrollo integral del país en
el transcurso de este siglo XXI.

Para lograrlo Guatemala necesita de una reforma estatal que incluya la verdadera
independencia y soberanía del Estado y la autonomía de sus 3 poderes, una
reforma política con cambios significativos e incluyentes a la Ley Electoral (hay
cierto grado de avance) y al sistema de partidos políticos, el cual hoy en día es
aberrante y desgastante para una sociedad que camina para adelante y hacia
abajo en el camino que lleva directamente al abismo.

El Estado guatemalteco tiene también como gran reto lograr una autonomía
política y fiscal, para que el Estado cuente con un sistema fiscal eficiente, racional
y productivo. Otro de los pilares para la reconstrucción del Estado es la buena
ejecución del Presupuesto General de la Nación y su certera distribución para que
el Estado deje de gastar más de lo que tiene y de asignarle más a instituciones
que necesitan menos recursos económicos, humanos y materiales, es decir que
cada institución se gaste y que le asignen lo justo.
A pesar de contar con avances sustantivos, incluyendo el no retorno al
enfrentamiento armado, la Agenda de la Paz y la consolidación de un proceso
democrático no han sido procesos lineales. Estamos a unos días del vigésimo
aniversario de los Acuerdos de Paz (urge evaluarlos y determinar si vamos hacia
donde se consensuó en este momento).

La implementación de los Acuerdos de Paz ha sufrido reveses vinculados a la


correlación de fuerzas políticas y económicas del país, lo cual se ha expresado de
varias maneras por citar un ejemplo: a) El “No” derivado de una consulta popular
realizada en 1999 imposibilitó reformas constitucionales básicas para la
implementación de los acuerdos.

Además de los retos derivados de una agenda de la paz pendiente, Guatemala


enfrenta retos en la globalización, competitividad internacional, a un crecimiento
económico significativo de la región latinoamericana que no se ha traducido
necesariamente en mejor salud, educación y empleo para todos, al crecimiento
demográfico concentrado en áreas urbanas, a la migración interna e internacional,
a la lucha por el manejo de los recursos naturales, al cambio climático y desastres
naturales, así como a la necesidad de repensar los modelos de producción para el
desarrollo sostenible del país (cambio climático atroz) y del planeta que coloquen
al ser humano al centro de los mismos.

Considero que para poder lograr que el Estado guatemalteco sea un Estado en
reconstrucción tiene que dejar de ser producto de sus males históricos y comenzar
a ser producto de buenas y eficientes acciones, pues la reforma del Estado no
será exitosa sin una reforma de los modos de gobierno y una revitalización de la
ciudadanía activa.

En el marco de la crisis política vivida en el país entre abril y septiembre de 2015,


finalmente se abrió paso la propuesta de reformas a la Ley Electoral y de Partidos
Político procedente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), la cual contenía algunos
insumos provenientes de la Plataforma Nacional para la Reforma del Estado
convocada por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Esta propuesta,
aprobada en las primeras instancias legislativas, fue cuestionada por distintas
representaciones populares, indígenas, campesinas y académicas que exigían
cambios más profundos, pero también apoyada por otro conjunto de actores
procedente de corrientes institucionalistas y proclives al avance de reformas
mínimas.
 
Las reformas a dicha ley, antes de ser aprobadas en definitiva y como mecanismo
para aminorar las presiones al Congreso de la República, fueron enviadas a
consulta a la Corte de Constitucionalidad (CC). Dicho organismo dictaminó
recientemente que limitar la reelección de diputados y la postulación de disputados
distritales a través de comités cívicos departamentales podía ser considerado
inconstitucional. No obstante, dio opinión favorable al voto de guatemaltecos en el
extranjero, la representación de minorías en la dirección de los partidos políticos,
la postulación “igualitaria” de hombres y mujeres en los listados de candidaturas y
al límite parcial al transfuguismo político, entre otros. Estos cambios a la ley, de
aprobarse finalmente en el Congreso, resultan sin duda importantes pero
insuficientes para pensar que se está ante una reforma profunda del sistema
político guatemalteco.
 
Asimismo han surgido propuestas de reformas en materia de justicia. En
particular, reformas a la Ley Orgánica del Ministerio Público fueron aprobadas el
23 de febrero, después que el partido oficial y sus aliados en el Congreso
intentaron cercenarla y desvirtuarla, en particular, condicionando la investigación
criminal autónoma del Ministerio Público (MP). También se avanzó con la recién
aprobada reforma a la Ley Orgánica del Organismo Legislativo y han sido
planteadas otras propuestas relacionadas con el servicio civil y el régimen de
compras y contrataciones del Estado.
 
Sin embargo, tales reformas aprobadas o en discusión resultan secundarias e
insuficientes para repensar en el régimen político, siendo que es ahí donde se
encuentra el meollo de las crisis y los nudos problemáticos fundamentales del
Estado guatemalteco. En ese sentido, en las últimas semanas han surgido dos
propuestas de reforma a la Constitución Política, que se suman a las divulgadas
previo a darse el relevo gubernamental en el mes de enero. Una de ellas provino
de un bloque de diputados trásfugas provenientes del partido Lider, organizados
como bloque PRO, el cual adujó la necesidad de discutir asuntos superficiales y
secundarios como el número de diputados en el Congreso de la República y la
pena de muerte. Dicho bloque rápidamente se integró a la bancada oficialista, con
lo cual dicha propuesta pareciera haber perdido soporte. La segunda propuesta
plantea un proceso del cual surgirían cambios al sistema de justicia y reformas
limitadas a la Constitución Política las cuales serían decididas por el Congreso de
la República a la Constitución y puestas a referendo popular posteriormente. Este
proceso tendría como objeto de diálogo, discusión y formulación reformas a leyes
ordinarias y a la Constitución Política. La propuesta proviene del MP, el
Procurador de Derechos Humanos, la Corte Suprema de Justicia, la Coordinación
Residente del Sistema de Naciones Unidas en Guatemala, la Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).
 
Es indudable que todas estas propuestas se orientan a lograr el fortalecimiento del
sistema político y parten del supuesto que dicho sistema, como vehículo del
régimen político, es un factor que impide la gobernabilidad, el desarrollo y la
democracia. A partir de ahí se plantea la necesidad de resolver nudos
problemáticos que permitan la existencia de un organismo legislativo que legisle
ágil y con coherencia con la problemática identificada, un organismo ejecutivo
efectivo en materia de políticas públicas y un organismo judicial que sea eficaz en
la administración de justicia. Claro está, los actores que lo promueven parten de
concepciones enmarcadas en el establishment y tienen los recursos y condiciones
institucionales para influir y que tipo de propuestas puedan abrirse cauce.
 
Más allá de lo que pudieran perseguir y el alcance de cada propuesta, vale decir
que todas parten de la idea que el régimen político es perfectible. En su contenido
ninguna de ellas plantea resolver integral y radicalmente las falencias y
contradicciones de un Estado que, después de más de treinta años de la actual
Constitución Política, está demostrando sus límites históricos para garantizar el
bien común, para responder a las características de la sociedad guatemalteca y
menos para dar respuesta a las demandas y derechos de los grupos, clases
sociales y pueblos mayoritarios. Y esto es así, porque tampoco gestan la
posibilidad para una correlación de fuerzas históricamente novedosa.
Contrariamente, mantienen y consolidan el poder de los sujetos empresariales,
mafiosos y rentistas que se relevan en el control del aparto público.
 
En tal sentido, pensar en la transformación del Estado y, por consiguiente, del
régimen político en dirección a construir un país con justicia social, donde prime el
bien común y el interés real de las grandes mayorías, requiere plantearse tres
desafíos de primer orden en el proceso de formulación de propuestas.
 
1. La necesidad de una reforma profunda para garantizar el cambio de modelo
económico, el cual a lo largo de las últimas décadas muestra como principal
resultado la reproducción y crecimiento de la miseria en términos absolutos y
relativos. Y esto se debe al acaparamiento por parte de grupos corporativos
locales y empresas transnacionales de los medios de producción como la tierra,
del capital dinerario como sucede con el crédito, al expolio y deterioro de los
bienes naturales y la naturaleza, el atraso de las fuerzas productivas y la
concentración de poder en el control de los sectores económicos. Asimismo se
debe a una política económica que garantiza el raquítico pero importante
crecimiento económico, la concentración de la riqueza socialmente producida y
la reproducción de políticas para beneficio de la clase dominante, contraria al
interés público y al bien común. Esto conlleva la imposibilidad de garantizar
medios de trabajo, empleo y salario digno para las mayorías empobrecidas, lo
que orilla a la implacable y riesgosa emigración, a la “escogencia” de opciones
precarias en la economía informal e, inclusive, del crimen organizado.
 
2. El segundo desafío concierne al régimen político, que se concretiza en un
Estado con un carácter y una orientación determinada por el interés del gran
capital local y transnacional, y supeditado a poderes extranjeros como el de la
Embajada de EE.UU. Asimismo, por un sistema de partidos dominado por la
cooptación empresarial y mafiosa, por el interés y práctica rentista de los
políticos y los partidos políticos, y por el clientelismo, cacicazgo y la corrupción
como relaciones articuladoras fundamentales; es decir, un Estado en el cual
predomina la defensa de un establishment profundamente antidemocrático. Eso
impide que dicho sistema logre siquiera hacer efectivos los principios liberales
de la representación política, la intermediación y la agregación de intereses de
los grupos mayoritarios y de las minorías excluidas y marginadas..
 
3. El tercer desafío se relaciona con el proceso de formulación de propuestas
de reforma política para la construcción de un Estado democrático o un Estado
distinto al actual. Esto refiere a las condiciones, los sujetos y el proceso que son
fundamentales para tales cambios. En ese orden, el conjunto de actores
vinculados el establishment proponen –o imponen- como límite reformas que
debieran ser aprobadas por el Congreso de la República, cerrando el paso a
propuestas y demandas de una Asamblea Nacional Constituyente que,
inclusive, pudiera trastocar los llamados artículos pétreos, que el poder
soberano del pueblo pudiera requerir sean superados. De forma implícita o
explícita se le niega a sujetos sociales, como los pueblos indígenas, la clase
campesina, etc. ser parte fundamental en la concepción y acuerdo para un
nuevo pacto social, pues esto implica abrir paso al interés y propuesta que de
ellos emanan y que antagonizan con los intereses de la clase dominante y el
dominio externo en Guatemala. Por último, se establecen procedimientos
pensados e institucionalizados con concepciones y políticas restrictivas, por
quienes definen el proceso y las condiciones del diálogo, discusión y
formulación de las propuestas.
 
Es evidente que el conjunto de propuestas que se abren paso, están siendo
hechas por tecnócratas o por pequeñas élites que creen saber cuál es el curso
que debiera tener la reforma o la transformación política del país. Al extremo, son
gestadas a puerta cerrada, excluyendo a sujetos sociales de primer orden como
los pueblos indígenas, se plantean como procesos de diálogo nacional mientras se
integran comisiones a dedo y se expresan planteamientos autoritarios que
predeterminan el alcance y límite que debieran tener tales reformas. Y lo más
grave, están siendo tuteladas desde representaciones diplomáticas injerencistas y
organismos que operan reformas pensadas con objetivos geoestratégicos de
potencias globales.
 
En tales procesos y propuestas se niega la necesidad de realizar una revisión
profunda y radical al régimen político, por consiguiente, al Estado y al sistema
político, tal y como ha sido planteado y demandado por múltiples sectores y
organizaciones que, inclusive, están planteando la creación de un Estado
democrático, popular, plurinacional y con justicia social.
 
Así las cosas, y tal como se pinta el panorama inmediato, lo que tendremos son
reformas secundarias, que a lo sumo refuncionalizarán el actual régimen. Se
continuarán negando las profundas falencias y contradicciones de un Estado que,
por su carácter, impide la persecución del bien común y el interés público, pues lo
supedita al interés del capital y de la clase dominante.
 
En estas condiciones hace falta que surja una fuerza política capaz de hacer
avanzar esos cambios profundos y garantizar la representación, participación
protagónica y propuesta de los sujetos históricamente dominados en la gestación
de un nuevo Estado necesario.
El momento es oportuno, Guatemala se queda rezagada cada día más comparada
con sus vecinos sin ir tan lejos.
BIBLIOGRAFIAS

1. https://lahora.gt/retos-y-desafios-de-una-reforma-del-estado-en-guatemala/

2. https://www.alainet.org/es/articulo/175622

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