Globalización
Globalización
Globalización
Cristina Ambrosini
Resumen
En busca de la política es el título de un libro de Zygmunt Bauman donde se
plantea un problema de aparición recurrente en torno a las transformaciones
sociales ocurridas en los últimos años, ligadas a la notoria deserción de interés
del ámbito público y la consecuente privatización de la vida social, es decir, su
reclusión en el ámbito de lo privado. Así, parece que, en la modernidad, el
incremento de las libertades individuales coincide con la impotencia colectiva,
con la apatía política, en tanto los puentes entre la vida pública y privada se
encuentran desmantelados. Distintos sociólogos destacan la mutación operada en
las instituciones entre las que se encuentra la política. En términos de Bauman,
actualmente asistimos a una licuefacción de las instituciones modernas y según
Maffesoli hay una “saturación” de la política. Según Giddens, vivimos en una
sociedad postradicional: una vez roto el lazo con la tradición, todo el aparato
institucional depende de mecanismos de confianza potencialmente volátiles
donde hay una errancia de la confianza, lo que debilita la cohesión social. Beck
acunó el término Risikogesellschaft (sociedad del riesgo) de donde se desprende
una descripción de una clase de sociedad en la que la condición humana es
deRisikoleben, una vida en la que ningún acto es “con certeza” un paso en la
dirección correcta. Esta caracterización de la vida se parece a un “andar a
tientas”.
Con una madera tan retorcida como es el hombre no se puede conseguir nada completamente
derecho.[1]
En estos 200 años, el mundo parece haber evolucionado a espaldas de esta
advertencia premonitoria.[4]
3. El agora atacada
Castoriadis nos recuerda que el agora era, para los miembros de la polis, el
espacio de encuentro entre lo público y lo privado. Entre el oikos y
la ecclesia los griegos situaban una esfera de comunicación. Esta tercera esfera,
el agora, aseguraba un ámbito de tráfico y constante fluido entre lo privado y lo
público dentro de la polis. Este territorio sin dueño, o mejor, donde los dueños
son todos, no dejó de ser un lugar de tensión y pugna de poder tanto como una
zona de diálogo y cooperación.
Lo que se necesita es nada menos que una institución republicana internacionales una escala equivalente a
la de los poderes trasnacionales (…) lo que hace falta es “un nuevo internacionalismo”. [9]
Sí, hay muerte en la exacerbación del cuerpo. Es cierto que la frivolidad y la apariencia señalan la finitud
y la impermanencia de todas las cosas. Pero tal proximidad puede llegar a un exceso de vida. La decadencia,
no lo repetiremos nunca lo suficiente, no es una destrucción total, sino el hecho de que ciertos elementos, que
participaron en la construcción de un mundo, se saturen.[11]
En este planteo se admite que Nietzsche y su decir “sí a la vida” es una
fuente de inspiración para comprender nuestro tiempo. Los objetos fetiches
(cualquiera que sean: vestimenta, teléfono celular, etc) son constitutivos de las
personas, en el sentido etimológico de “máscara”, en los diversos roles de la
teatralidad. Estos rituales, signos de reconocimiento, constituyen los cimientos
del lazo social muchos más fuertes que la moral universalista de los derechos del
hombre, de la política, del contrato social. Este “lugar que hace lazo” sería el
receptáculo de un destino común. En este sentido, el territorio, festivo o banal, es
la metáfora del cosmos, del mundus, el mitwelt.