David Barceló - 12 Maneras en Las Que Puedes Pastorear A Tu Pastor

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EL MEJOR REGALO PARA TU PASTOR

Ya se acercaba el diez de mayo, y un joven le preguntó a su madre, “¿qué quieres


que te regale para el día de las madres?”, a lo que la madre respondió, “que me
obedezcas”. Muchas veces pensamos que un buen regalo tiene que ser algo
material o algún detalle, pero no es así. Creo que no hay nada mejor que lo que se
quiere demostrar con un obsequio en un momento determinado mejor se
demuestre con actos siempre.
Ya se acerca el día del pastor y muchas de nuestras iglesias de nuestro campo
presbiterial van a celebrar “el día del pastor” o van a festejar a su pastor, pero
sepamos que no hay obsequio material, detalle, culto, o palabras alusivas que se
compare o le haga bien a nuestros pastores que sean pastoreados. De nada sirve
dar un regalo, hacer un culto, enviar un mensaje de felicitación, si lo que hacemos
todo el tiempo es desanimarlos, criticándolos por no ajustarse a nuestras
expectativas mundanas.
Por eso, creo pertinente este artículo titulado 12 maneras en las que puedes
pastorear a tu pastor escrito por David Barceló y tomado de la página Coalición
por el Evangelio (www.coaliciónporelevnagelio.org). Démosles este maravilloso
regalo a nuestros pastores. El Señor bendiga a nuestros pastores y los persevere
hasta el fin. Amén.
12 maneras en las que puedes pastorear a tu pastor
Por David Barceló
El ministerio pastoral está lleno de retos. En su peregrinaje hacia el cielo, cada
pastor debe velar por su corazón y por el de todos aquellos que el Señor ha
puesto bajo su cuidado: su esposa, sus hijos, su iglesia. La labor del pastor puede
llegar a ser compleja y demandante… reuniones, consejerías, eventos, retiros,
conflictos matrimoniales, finanzas, bodas, entierros, sermones… Ha de proteger al
rebaño cuando rondan lobos disfrazados de oveja. Debe lidiar con cabras que
desvían a los corderos hacia al acantilado. Muchos pastores ven cómo sus fuerzas
se desgastan. Su tiempo de oración se ve mermado. Su esfuerzo en el estudio se
debilita. Se apaga la ilusión, y aún las más pequeñas cosas terminan
convirtiéndose en una pesada carga. Hay quienes se arrastran durante años
soportando un ministerio seco… mientras otros abandonan por el camino… y
entonces es cuando la iglesia se pregunta “¿Qué ha pasado? ¿Qué podríamos
haber hecho por nuestro pastor?”.
Lamentablemente muchos siervos del Señor están muy solos. Entonces, más que
nunca, hemos de recordar el llamado de “cuidarnos los unos a los otros”
expresado de tantas formas en la Palabra de Dios (1 Tes. 5:11; Santiago 5:16; 1

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Pedro 1:22; Hebreos 3:13 y 10:24…). Querido hermano, si eres cristiano, si el día
de mañana Dios te pregunta por el bienestar de tu hermano –el pastor incluido-
nunca podrás responder como Caín respondió: “¿Soy yo acaso guarda de mi
hermano?” (Génesis 4:9). Más bien pregúntate, ¿de qué manera puedes amar a tu
pastor y cuidar de él? ¿Cómo puedo pastorear a mi pastor?
Como pastor, e hijo de pastor, quisiera compartir algunas áreas que he observado
y en las que podemos cuidar de aquellos que cuidan a otros. Por favor, que quede
claro que nada de todo esto lo escribo como indirecta para los miembros de mi
propia iglesia (¡aunque harán bien en leer estas líneas!). Me mueve a escribir este
artículo mi profunda preocupación por muchos pastores que están solos y
abatidos, y la tristeza que siento cada vez que oigo que un predicador ha dejado
su púlpito y su rebaño. Veamos 12 consejos muy prácticos:
(1) Ora por él y por su familia. El diablo está muy interesado en derribar a los
que están en lugares de liderazgo. Sabe que si ellos caen, puede hacer caer a
muchos otros que tenían sus ojos puestos sobre ellos. Ora por tu pastor. Ora con
tenacidad. Ora por su matrimonio. Ora por sus hijos. Ora por su vida de oración.
Ora por que el Señor le fortalezca y avive. Ora porque tu pastor no caiga en
desánimo ni pierda la ilusión. Ora por que el Señor le guarde de todo mal.
(2) Ama a tu pastor y a su esposa. Ámale, con un amor práctico. Ama a tu pastor
de palabra, expresando tu afecto y cuidado. Pero también ámale con gestos y
acciones concretas (1 Tesalonicenses 5:12-13). Que se sienta querido levantará
su ánimo y le hará sentir parte del cuerpo de Cristo. Es el pastor, pero también es
un hermano, y necesita del cariño y afecto de su familia espiritual. El rol del pastor
es difícil, porque ha de ayudar a mucha gente, pero más difícil aún es el rol de
aquella que ayuda al que ayuda. Si tienes oportunidad de cuidar de la esposa del
pastor, hazlo; con tus palabras de ánimo, con tus oraciones, con tu servicio. A
veces su marido llega tan agotado a casa, que ella tiene el difícil reto de levantar
su espíritu. La esposa de un siervo del Señor necesita mucho de tus palabras de
aliento.
(3) Vela por sus necesidades materiales. Hay pastores que prefieren ganar su
sustento por otros medios (1 Tesalonicenses 2:9), y hay quienes no pueden ser
sostenidos por la iglesia local. Sin embargo, vemos claramente en la Palabra que
el obrero es digno de su salario (1 Timoteo 5:17-18). Es cierto –tristemente– que
hay líderes religiosos que oprimen al rebaño para vivir con opulencia, y también es
cierto que hay iglesias que pretenden que el pastor viva de las migajas que caen
de la mesa. Ni una cosa ni la otra. La iglesia tiene la responsabilidad de sostener
de una forma digna a su pastor y su familia, según sus necesidades y según la
capacidad de la iglesia.

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(4) Obedécele servicialmente. A veces es fácil obedecer, cuando entendemos el
porqué se nos pide algo. Otras veces no es tan fácil, porque no lo entendemos, o
no estamos de acuerdo. Confía en que tu pastor busca el bien del rebaño, sírvele
con confianza. Dice la Palabra “Obedeced a vuestros pastores… porque ellos
velan por vuestras almas… para que lo hagan con alegría, y no
quejándose…” (Hebreos 13:17). Si hay en nosotros rebeldía, o insumisión,
esto “no os es provechoso”. Será en detrimento del bien de toda la congregación y
una fuerte traba en su ministerio.
(5) Protégele. No es un superhombre. Es humano. De carne y hueso. Está sujeto
a las mismas tentaciones y amenazas que cualquiera de nosotros. ¿Qué peligros
has visto rondando cerca de él? Tal vez su cansancio es demasiado grande… o
su doctrina hace aguas… o un nuevo lobo ronda las ovejas… o un falso maestro
siembra cizaña… o una mujer muy perfumada se le acerca peligrosamente… o
todo eso a la vez… ¡Protégele! Habla con él, con su esposa, o con los demás
pastores según sea el caso, pero no le dejes a su suerte (Hechos 20:28-31).
(6) Infórmale. Hay hombres a los que Dios realmente ha capacitado de una forma
prodigiosa para el ministerio pastoral, pero aún así, ¡no tienen el don de la
omnisciencia! El pastor no puede saber si un hermano está en casa enfermo, o de
viaje, o abatido, o pasando una crisis familiar… pero se le puede tener informado.
La tecnología de hoy día nos permite comunicarnos con suma facilidad. Tan solo
un mensaje le permitirá saber al pastor cómo estás, cómo puede orar por ti, y
cómo puede ayudarte mejor. Recuerda, que él debe dar cuentas a Dios por tu
alma (Hebreos 13:17).
(7) Confía en aquellos en los que él confía. Los pastores de la iglesia tienen el
reto de delegar ciertas tareas y funciones en otros hermanos: los diáconos, los
líderes de jóvenes, los maestros, los líderes de ministerios… Es necesario aplicar
el principio que Jetro dio a Moisés para que el pastor no se agote (Éxodo 18). Si el
pastor ha puesto su confianza en alguien para cierta función, confía tú también en
esa persona. Todos los asuntos no pueden llegar al pastor, y menos en una iglesia
numerosa. Así que, antes de pedirle o preguntarle algo al pastor, pregúntate a ti
mismo: ¿Han delegado los pastores o los diáconos este asunto en alguien? Y si
es así, confía en aquellos en los que el pastor confía.  
(8) Recuérdale lo hermoso que es el pastorado. En el ministerio uno trata
diariamente con dificultades de todo tipo, y el pastor fácilmente puede pensar que
todo son solo problemas. Es demasiado fácil olvidar que el ministerio pastoral es
un gozo y un honor. Recuérdale que Dios le ha llamado a la labor más preciosa de
todas: anunciar todo el consejo de Dios, alcanzar a los perdidos con las Buenas
Nuevas, y edificar a los creyentes con la Palabra. Recuérdale que sus esfuerzos

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tienen implicaciones eternas. Recuérdale que su vida y su labor están siendo
usadas por Dios para seguir edificando su Iglesia.
(9) Explícale los frutos de su ministerio. Cuando el sembrador ve crecer el trigo,
y ve cómo se dora al sol, tiene mucha satisfacción. Pero el fruto espiritual es
invisible. Si en tu corazón hay gozo, o paz, o templanza, no se puede ver.
Comparte con tu pastor lo que Dios está haciendo en tu vida a través de su
ministerio. Tal como lo expresa el apóstol Pablo, “el que es enseñado en la
Palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gálatas 6:6). El
fruto espiritual en tu vida es una muestra de que el Señor está usando a tus
pastores como instrumentos para tu edificación.
(10) Sé su amigo. La soledad del pastor puede llegar a ser muy profunda si solo
habla con otros para tratar problemas. Acércate a él para explicarle otras cosas.
Como harías con un amigo. Pregúntale cómo está. No es nada fácil. Lo sé. Es
difícil ser amigo de alguien sin tiempo para la vida social. Exprésale tu cariño y
amistad aunque no seas correspondido. Permítele que te diga que no cuando le
quieras invitar a algo. No supongas que “no va a poder porque está siempre
ocupado”. No supongas que su esposa no podrá, o que sus hijos no podrán. Toma
la iniciativa, y permítele que te diga que no puede, aunque te lo diga muchas
veces… En algún momento dirá que sí, y tendrá mucho gozo.
(11) Predica el Evangelio a sus hijos. Sí, has oído bien. A veces el pastor puede
descuidar a los discípulos que tiene más cerca, y tristemente son muchos los hijos
de pastores que se van al mundo. Otras veces el problema no es la negligencia,
sino la familiaridad. Sin duda creemos que Dios es soberano en la salvación, pero
humanamente hablando, ¿no será que sus hijos ya le tienen muy oído? El
domingo escuchan desde el púlpito la misma voz que en casa les dice que han de
hacer los deberes o arreglar su habitación. El domingo escuchan hablar de gozo y
paz al mismo hombre que a veces ven en casa luchando con el desánimo y la
ansiedad. Si el pastor les recuerda el evangelio a los tuyos, recuerda tú
recordarles el evangelio a los suyos. Evangeliza a los hijos del pastor.
(12) Ayúdale a descansar. Después de lo intenso que es el domingo, el lunes es
el momento de intentar reponer fuerzas lo antes posible. Ayuda a tu pastor a
reservar el lunes para descansar. Si no es un tema de vida o muerte, no le llames
un lunes. Ni le escribas tampoco. Ayúdale a proteger su tiempo de descanso, sus
vacaciones, su tiempo familiar… En el ministerio el pastor gestiona su propia
agenda y sus propias fuerzas, y es fácil caer en los dos extremos: la dejadez, o el
activismo. Dile que es humano y que sus fuerzas son pocas. Ayúdale a huir del
síndrome de “pequeño mesías” recordándole que Dios no depende de él para
llevar a cabo sus planes.

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Soli Deo Gloria. 

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