Viveros Vigoya M. Sobre Hombres Masculinidades y Relaciones de Género en Colombia 2002 PDF
Viveros Vigoya M. Sobre Hombres Masculinidades y Relaciones de Género en Colombia 2002 PDF
Viveros Vigoya M. Sobre Hombres Masculinidades y Relaciones de Género en Colombia 2002 PDF
MARAVIVEROSVIGOYA
© de esta edición:
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Centro de Estudios Sociales
Primera edición:
marzo de 2002
ISBN 958 1216 12-8
Diseño de portada:
John Naranjo y Mario Jursich Duran
Fotografías de portada y contraportada:
Diego Arango
Edición, diseño y armada electrónica:
Slabonski, Naranjo & Jursich en El Malpensante
Impresión y encuademación:
Panamericana.
Impreso y hecho en Colombia
A papá Marino y a mamá Berthy,
dos riberas de un mismo río...
PRÓLOGO
[13]
INTRODUCCIÓN
[21]
PRIMERA PARTE
La masculinidad como objeto
de investigación y preocupación social
[33]
Introducción
[35]
Capítulo 1
Las mujeres en la investigación
sobre masculinidad
[37]
Capítulo 11
Los estudios sobre los hombres y
lo masculino en América Latina
[51]
SEGUNDA PARTE
Socialización y construcción identitaria
en contextos regionales diversos
[119]
Introducción
[121]
384 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
Capítulo ni
Padres y madres: primeras figuras
en la socialización de géneros
[142]
Capítulo iv
Los años de formación: competencias
y connivencias masculinas
[193]
Capítulo v
El ejercicio actual de la paternidad: desplazamientos
de las definiciones de la masculinidad
[228]
TERCERA PARTE
Corporalidad, sexualidad y reproducción
[269]
Introducción
[273]
Capítulo vi
Imaginarios y estereotipos racistas en las identidades
masculinas: algunas reflexiones con hombres quibdoseños
[277]
Capítulo vn
El gobierno corporal y las decisiones reproductivas:
a propósito de la esterilización masculina
[310]
BALANCE Y PERSPECTIVAS
[367]
AGRADECIMIENTOS
des de género. Sin ellos y ellas no hubiera sido posible, y en todo caso
habría sido menos divertido, emprender esta tarea.
Y, por fin, me gustaría nombrar a Thierry Lulle, compañero de la
vida y uno de los varones que más ha "padecido" mi curiosidad sobre
las identidades masculinas. Quisiera brindarle más que un agradeci-
miento. Su presencia cotidiana a mi lado y en nuestra familia me ha
permitido poderme dedicar sin culpa a estas exploraciones intelectua-
les. Y creo que más de una mujer sabe lo crucial que es poder delegar
con tranquilidad muchas de las responsabilidades que aprendimos a
pensar como solamente nuestras. Gracias, Thierry, por haber acep-
tado esta "habitación propia".
Cuando este libro estaba en proceso de corrección de pruebas,
tuve la triste noticia de la muerte de mis suegros.
In memoriam:Pierre y Marie Thérese Lulle.
PROLOGO
LUZ GABRIELA ARANGO'
3. Dice Pierre Bourdieu: "El hombre, vtr, es este ser peculiar que se autoexperimenta
como universal, monopolizando el ser humano, es decir, homo" (Pierre Bourdieu y Loic
J. D. Wacquant, Respuestas. Por una antropología reflexiva, Grijalbo, 1995, p. 123).
De quebradores y cumplidores • 15
sexual del trabajo menos rígida) y profundiza en los matices que dife-
rencian los modelos de paternidad y maternidad en cada conjunto
regional. Las imágenes que trasmiten los entrevistados sobre sus pa-
dres evidencian la persistencia del mito del padre paisa cumplidor
como prohombre que ostenta todas las virtudes de la masculinidad
patriarcal (trabajador, emprendedor, responsable, fuerte y con au-
toridad) mientras los padres quibdoseños aparecen como figuras más
contradictorias, padres educadores, buenos ejemplos para sus hijos,
también cumplidores pero en ocasiones ausentes. El análisis de las
figuras maternas también es contrastante: la madre "cuyabra" apare-
ce, como en el modelo familiar paisa, consagrada como "líder expre-
siva del hogar", encargada de la armonía emocional de la familia y
madre nutricia que se preocupa en exceso por el bienestar doméstico
y cotidiano de sus hijos. Mientras, la madre quibdoseña suma las cua-
lidades expresivas y las de proveedora; poco asociada con "virtudes"
de sacrificio o sumisión, se presenta como una agente activa de la pro-
moción social de sus descendientes.
El análisis de la autora distingue claramente entre las experien-
cias subjetivas y lo que éstas revelan sobre la dominación cultural y
los paradigmas de la masculinidad como modelos simbólicos ope-
rantes. Estos modelos tampoco están aislados unos de otros; se cons-
truyen relacionalmente: el padre paisa es el emblema de una sub-
cultura regional dominante mientras el quibdoseño ocupa una posi-
ción dominada en el universo simbólico, al menos en relación con
otros modelos de masculinidad. La autora nos revela cómo muchos
de los valores defendidos por los padres quibdoseños expresan una
aceptación de la jerarquía racial que coloca en la cima de la escala
moral los valores asociados con la "blanquitud". Simultáneamente,
los modelos paternos y maternos también deben entenderse relacio-
nalmente: la madre paisa ejerce una autoridad secundaria por dele-
gación del padre, quien ocupa la posición material y simbólica domi-
nante. Si la relación entre los sexos, en este caso entre padre y madre,
está signada por el desequilibrio de poder, el análisis también admite
referencias a la diferencia sexual invisibilizada: Viveros va más allá de
la responsabilización de las madres como reproductoras del "machis-
De quebradores y cumplidores • vj
El cuerpo y la sexualidad
en el centro de las luchas simbólicas
entre los sexos al incluir al varón —en cuerpo y alma— en los riesgos,
angustias e incomodidades inherentes a la anticoncepción.
Se trata, sin lugar a dudas, de un libro revelador.
culinidad desde una de sus facetas más reveladoras: las prácticas anti-
conceptivas masculinas y la influencia de los valores y creencias en re-
lación con la masculinidad en la adopción y utilización de estos méto-
dos anticonceptivos.
La tercera y la cuarta investigaciones, financiadas por la Funda-
ción Ford y Colciencias, surgieron como prolongaciones de la prime-
ra y tenían como objetivo aportar elementos de información y análi-
sis sobre las representaciones y experiencias de la paternidad en Co-
lombia, en el marco de un estudio comparativo sobre paternidades
en América Latina, realizado paralelamente en Chile y Perú. Los dos
proyectos buscaron identificar, describir y analizar los significados
atribuidos a la paternidad y su ejercicio en los sectores medios de
Quibdó y Armenia, en el caso de la tercera investigación, y de los sec-
tores medios y populares de Quibdó, Armenia y Bogotá, en el caso de
la cuarta.
En Colombia, aunque la inquietud sobre las identidades masculi-
nas no es nueva, como se mostrará en el segundo capítulo, nos corres-
pondió parcialmente el reto de iniciar estos estudios en una perspec-
tiva de género. Estas investigaciones tienen antecedentes en trabajos
tanto individuales como colectivos de los equipos en los cuales he
participado. Me refiero en concreto al impulso dado al tema de la
masculinidad por Lucero Zamudio, directora del Centro de Investi-
gaciones sobre Dinámicas Sociales (CIDS) de la Universidad Externado
de Colombia, preocupada por los efectos de las transformaciones del
rol femenino sobre los hombres y por la ausencia de proyectos de
vida en los varones jóvenes de sectores populares. En este contexto se
realizó el trabajo sobre la participación de los hombres en la decisión
del aborto (Salcedo 1995) y se inició el proyecto sobre identidades
masculinas referido anteriormente (Viveros y Cañón 1995). En la
Universidad de los Andes, en el proyecto "Mujeres en la gerencia en
América Latina", dirigido por la socióloga Luz Gabriela Arango, tam-
bién tuvieron eco estas preocupaciones. Ésta fue una de las razones
por las cuales se incluyeron en el libro sobre mujeres ejecutivas
(Arango, Viveros y Bernal 1995) las historias de vida de dos ejecuti-
vos, en un apartado titulado "Entre bastidores", para ilustrar las dife-
De quebradores y cumplidores • 29
Nicole-Claude Matthieu
INTRODUCCIÓN
Capítulo I
LAS MUJERES EN LA INVESTIGACIÓN SOBRE MASCULINIDAD
La pregunta en torno al por qué trabaja una mujer sobre los varones
y la masculinidad lleva implícita la pregunta sobre la legitimidad o la
pertinencia teórica de un trabajo de las mujeres sobre los varones o la
masculinidad. Estos interrogantes pueden relacionarse con una vieja
controversia de la antropología 1 : decidir si tiene sentido el estudio
comparativo de las sociedades humanas; en este caso, si es preciso
hacer parte de un grupo para comprenderlo. El planteamiento que se
hacía en los inicios de la "antropología de la mujer", de que las muje-
res estaban mejor cualificadas que los varones para estudiar a las
mujeres, dejó abierta la duda sobre la competencia de las mujeres
para estudiar a los varones. ¿Acaso sólo la pertenencia a un grupo
justifica o autoriza la posibilidad de su estudio? Después de todo,
como lo plantea Judith Shapiro (1981:125), "si realmente hubiera que
pertenecer a un grupo para llegar a conocerlo, la antropología no
sería más que una gran aberración". Algunas corrientes del feminis-
mo y los estudios de género han aportado elementos para superar ese
tipo de planteamientos, proponiendo no el estudio de la mujer sino el
de la relación entre mujeres y varones, señalando la relevancia de
estas relaciones en la estructuración de las sociedades humanas.
Por otra parte, al igual que se planteó en la reflexión sobre la
relación entre las investigadoras y las mujeres investigadas, es impor-
tante considerar que el hecho de que investigadores e investigados
pertenezcan a un mismo sexo no garantiza que compartan experien-
cias y problemas comunes. Las diferencias de clase, étnico-raciales o
generacionales entre varones pueden ser a veces más fuertes que las
semejanzas. Desde esta perspectiva también perdería sentido el su-
puesto privilegio de los varones en la comprensión de la masculini-
dad.
2. Teniendo en cuenta que se ha vuelto un lugar común plantear que los hombres
no expresan las emociones, me parece pertinente citar in extenso a Daniel Cazés,
investigador mexicano que hace unas reflexiones muy atinadas sobre las formas "mas-
culinas" de expresar las emociones: "Los hombres expresamos nuestros sentimientos
tanto como las mujeres, pero siguiendo pautas masculinas. Cuando algunos hombres se
sienten vulnerables o atacados, lo expresan en las formas más violentas imaginables,
que incluyen desde las diversas formas de abuso y maltrato de los que hacen víctimas a
las mujeres, a los menores y a otros hombres más débiles que ellos, hasta las guerras. Y
si alguno expresa cierta sensibilidad aunque sea ligeramente parecida a la de las mujeres,
otros hombres darán a entender que se sienten agredidos por ello, rebajando al atrevido
con epítetos infamantes que lo feminicen, y atacándolo con furia. Las expresiones
masculinas de cariño y ternura también siguen patrones precisos, cuya claridad es
evidente, por ejemplo, en la poesía y el canto. Algunas de estas pautas se relacionan con
la protección, el sustento y el sexo, y también se manifiestan al saludar, modular la voz,
hacer regalos y caricias, etcétera. No me parece acertado afirmar que los hombres tene-
mos prohibido sentir y expresar emociones, ya que también aprendemos cómo hacerlo
como hombres".
De quebradores y cumplidores • 43
Renato Rosaldo
6. Voy a referirme a los estudios sobre el tema realizados en Francia, por dos
razones: la primera, de orden personal, es la oportunidad que tuve de conocer los de-
bates académicos sobre las relaciones de sexo durante mi estadía como profesora invi-
tada e investigadora —en el Instituto de Altos Estudios sobre América Latina (IHEAL)
de la Universidad de París m y en el Centre de Recherche sur les Enjeux Contemporains
en Santé Publique (CRESP) de la Universidad de París 13— durante el año lectivo 2000-
2001. La segunda razón, de orden académico, es que una de las especificidades de los
estudios feministas en Francia ha sido la reivindicación, desde los años setenta, de la
necesidad de estudiar lo femenino y lo masculino en un marco relacional {les rapports
sociaux de sexe), término utilizado en Francia para designar lo que se ha llamado, en los
países angloparlantes, las relaciones de género.
De quebradores y cumplidores • 49
sólo porque las mujeres estaban en posición inferior sino porque las
relaciones de sexo los ubican en esta posición, porque ellos están so-
cialmente producidos para ocupar esta posición y porque ellos lu-
chan para mantenerse en ella.
La relación entre los estudios de lo masculino y el feminismo —en
sus distintas vertientes— no ha sido sencilla, como lo muestra el caso
de los trabajos sobre hombres y masculinidad de lengua inglesa. Si
bien, según Kenneth Clatterbaugh (1997), existen perspectivas para
explicar lo masculino como la profeminista, que recoge los logros de
la producción académica y del movimiento feminista y comparte su
visión sobre el cambio social, también existen tendencias como la de
los mens rights que se opone al feminismo planteando que este movi-
miento no ha generado para los varones las mismas opciones que ha
logrado para las mujeres. Por otra parte, a nivel de la literatura de
amplia difusión que se escribe sobre el tema se privilegia el examen de
qué es lo que fragiliza el poder masculino y se ofrecen paliativos para
aliviar el sentimiento de impotencia existencial que experimentan
muchos hombres (cf. Cardelle 1992, Kreimer 1992). Aunque este ob-
jetivo contiene elementos constructivos, este interés en reforzar el
poder masculino no deja de contener rasgos autoritarios preocu-
pantes y en algunas ocasiones encubre una postura reaccionaria anti-
feminista (Parker 1997). Además, las soluciones que plantean este tipo
de análisis y propuestas son individualistas, descontextualizan las mas-
culinidades de la experiencia real en las relaciones mujer-varón (Ki-
mmel 1992).
En el campo académico norteamericano, algunos autores han
discutido en torno a la pertinencia de la inclusión del punto de vista
femenino en los estudios sobre masculinidad. Jeíf Hearn (2000) plan-
tea que no es deseable dejar los estudios sobre masculinidad exclusi-
vamente a los hombres, porque esto sería una forma de perpetuación
de la dominación masculina en el campo académico, y que, por el
contrario, la multiplicidad de puntos de vista no puede sino mejorar
la calidad del conocimiento sobre fenómenos complejos como el de
las identidades de género. Por su parte, Matthew Gutmann (1997)
señala la pertinencia de incluir descripciones y análisis de las mujeres
50 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
Capítulo II
LOS ESTUDIOS SOBRE LOS HOMBRES Y LO MASCULINO
EN AMÉRICA LATINA'
ben incluir las ideas que las mujeres tienen sobre los hombres y sus
experiencias con ellos.
i. El ingreso de lo masculino
en el escenario académico latinoamericano
flexión sobre las distintas violencias ejercidas por los varones y sobre
los espacios de sociabilidad exclusiva o predominantemente masculi-
nos, como los bares y los escenarios deportivos.
Los trabajos analizados han sido realizados principalmente a par-
tir de distintas disciplinas de las ciencias sociales: la antropología, la
sociología y la psicología social. En cuanto a los enfoques teóricos
predominantes, es pertinente señalar la influencia que tuvo en ellos la
crisis de los dos paradigmas teóricos dominantes en los años setenta
en América Latina: el funcionalismo norteamericano y el marxismo
en sus diferentes versiones. Una vez se produce la pérdida de centra-
lidad de la clase obrera como categoría analítica, los llamados nue-
vos movimientos sociales, entre éstos el movimiento feminista, abrie-
ron el camino para nuevos planteamientos teóricos y para nuevas
preocupaciones sociales, como las de las relaciones de género y, den-
tro de ellas, las relativas a lo masculino. Vale la pena resaltar los apor-
tes de ciertas mujeres, principalmente historiadoras, antropólogas y
filósofas feministas, a la renovación de los estudios de género. Men-
cionemos, entre muchas otras, a la historiadora Joan Scott, cuya se-
gunda parte de la definición de género indica que "el género es el
campo primario dentro del cual o por medio del cual se articula el
poder"; a Sherry Ortner y Harriet Whitehead (1981), cuyos trabajos
ofrecen nuevas reflexiones sobre el género, ya sea como una construc-
ción simbólica o como una relación social; a Henrietta Moore (1991)
y Verena Stolcke (1992), que subrayan la importancia de mostrar las
diferencias existentes entre las mujeres y las articulaciones entre géne-
ro, clase, raza, etnia, cultura e historia, y, finalmente, a Gayle Rubin,
que brinda elementos conceptuales claves para diferenciar las opre-
siones provenientes del género y las provenientes de la sexualidad.
También es importante mencionar las contribuciones de algunos
autores como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Anthony Giddens y
Norbert Elias, entre otros, referentes obligados para muchas de las
investigaciones revisadas. El filósofo e historiador francés Michel Fou-
cault ha influido en toda una generación de investigadores(as) la-
tinoamericanos(as) en ciencias sociales. Las referencias a su sistema
de análisis ("discursos", "genealogías" y "estrategias") son omnipre-
58 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
otra parte, los conceptos utilizados por él han permitido superar las
enfoques sociológicos bolistas de los que hablábamos anteriormente,
al interrelacionar cambios que suceden en la vida cotidiana con otros
de carácter más general.
Estas nuevas perspectivas en la investigación han traído una ex-
pansión del tipo de métodos de investigación cualitativos utilizados
para dar cuenta de problemas complejos como el poder y las relacio-
nes de género (Parker 1995). Igualmente se ha resaltado la importan-
cia no sólo de los comportamientos sino también de los discursos,
mostrando cómo a través de ellos se presenta, defiende y justifica la
posición hegemónica de los varones (Ramírez 1995). Finalmente, es
necesario señalar que los estudios contemporáneos acerca de la mas-
culinidad se ubican en un contexto de profundas transformaciones
de las sociedades latinoamericanas, que se perfilan como sociedades
complejas, con fuertes poblaciones urbanas, un gran contingente de
mujeres incorporadas al mercado de trabajo y movimientos feminis-
tas más o menos fuertes que han cuestionado los privilegios masculi-
nos en el ámbito público y privado. En América Latina, la llamada
crisis de la masculinidad 6 ha tenido como transfondo estos cambios
sociales y económicos y la importancia adquirida por el movimiento
social de mujeres en sus diversas luchas.
res que la de los varones más jóvenes y de sectores medios, más críti-
cos y distantes frente a él. Pero ni siquiera en estos varones se encuen-
tra un cuestionamiento de fondo de los mandatos sociales que se de-
rivan de este modelo ni una propuesta alternativa para vivir la mas-
culinidad, ya que su descontento se ubica más en relación con su im-
posibilidad de modificar los roles familiares —de los cuales se sienten
presos— que de una profunda reprobación del paradigma dominan-
te.
Otro tipo de trabajos sobre el tema puede ser ilustrado por inves-
tigaciones sobre masculinidad como la que realiza Ondina Fachel
Leal (1992a y b) en Brasil, la de Matthew Gutmann en México o la de
Eduardo Archetti en Argentina, en las cuales se explora la articula-
ción entre la identidad cultural (local o nacional) y la identidad de
género. Fachel Leal plantea, a partir de sus investigaciones sobre la
cultura gaucha, que la identidad gaucha está fuertemente imbricada
con la identidad masculina. Para apoyar esta afirmación, la autora
examina algunas de sus manifestaciones culturales, como los mitos,
los encantamientos y magias de seducción, los duelos verbales y las
representaciones de la muerte. En su trabajo "Suicidio, honra e
masculinidade na cultura gaucha", explora el significado del suicidio
masculino en el estado de Rio Grande do Sul, área de asentamiento de
la cultura gaucha. En esta región, el suicidio es una práctica corriente
y la muerte representa un desafío y una oportunidad para que los
hombres prueben su masculinidad. Cuando un gaucho 10 pierde su
fuerza y no es capaz de domar la naturaleza que lo rodea, abandona
su identidad como gaucho y su masculinidad. Su derrota es percibida
socialmente como una feminización y una muerte cultural, y es expe-
rimentada por él como su muerte individual. En otro de sus artículos
sobre el tema, la autora estudia uno de los mitos más importantes del
folclor gaucho: el mito de la salamandra del Jarau11. En este mito se
pone en escena la lucha del hombre por no sucumbir al encanto de la
mujer, percibida como un ser amenazante para su identidad tanto de
hombre como de gaucho. Para Fachel Leal, los mitos son formas dis-
por la madre. En el tango, las figuras masculinas claves no sólo son las
del amante romántico (una imagen masculina transgresora) y el cí-
nico bacán sino también las del compadrito —elegante seductor de las
mujeres y arrogante rival de los varones— y del compadrito en crisis
—traicionado por una mujer, pero con la posibilidad de ser redimi-
do por el amor de una de ellas. Estas diferentes imágenes de la mascu-
linidad son las que emergen en la capital argentina desde finales del
siglo xix, período en el que se intenta construir una identidad nacio-
nal desligada de lo rural y de la figura del gaucho, para adoptar una
identidad urbana asociada al tango y sus distintos arquetipos mascu-
linos y femeninos.
Recientemente, y acompañando los cambios constitucionales a
los que hice referencia en nota de pie de página, en América Latina se
ha pasado de un proyecto de nación homogénea, y por lo tanto mes-
tiza, al de una nación que sería el espacio común de grupos que se
distinguen por sus diferencias étnicas y culturales (Gros 2000). Esto
ha significado que las naciones latinoamericanas han tenido que con-
siderar la presencia e historia no sólo de los grupos indígenas sino
también de los afrolatinoamericanos. Joel Streicker (1995), Mará Vi-
veros (1997, 1998 y 2001), Fernando Urrea y Pedro Quintín (2001)
son algunos de los investigadores que se han interesado por las iden-
tidades masculinas en ciudades colombianas que tienen una fuerte
concentración de población afrodescendiente. No es casual que sea
en Colombia donde los estudios sobre masculinidades se hayan incli-
nado por su análisis en relación con las especificidades de las pobla-
ciones afrocolombianas, si tenemos en cuenta que, a diferencia de las
décadas anteriores, en la última se han multiplicado los trabajos so-
bre distintos aspectos de la identidad del "negro" en Colombia y ha
surgido un movimiento étnico-negro. En su estudio "Policing Boun-
daries: Race, Class and Gender in Cartagena, Colombia", Joel Streicker
analiza los contenidos de las categorías raciales a través de las articu-
laciones que se establecen entre clase, raza y género en la vida cotidia-
na. Este antropólogo examina las interacciones entre estas tres cate-
gorías en el discurso cotidiano de los habitantes del barrio Santa Ana
en Cartagena, plantea que el discurso sobre la raza está inmerso en el
76 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
sexualidad, este autor plantea que algunos estudios sobre las comu-
nidades gays de varios países desarrollados han señalado la impor-
tante correlación que se puede establecer entre el desarrollo social y
de redes de apoyo de las comunidades gay y la reducción de riesgo en
el comportamiento sexual. Según Parker, la ausencia de tales estruc-
turas en los países latinoamericanos permite explicar en gran medida
la limitación de los cambios comportamentales en materia sexual. En
otro artículo (1998), llama la atención sobre el carácter reciente de la
homosexualidad como categoría sexual específica en el Brasil y en
otras regiones de América Latina, y sobre el surgimiento acelerado,
en esta región, de diversas culturas y subculturas organizadas en tor-
no al deseo homoerótico. Parker muestra los distintos sistemas de
significado que delimitan el espacio social y cultural de la homose-
xualidad masculina en la cultura contemporánea de Brasil y sus vín-
culos con las diferentes estructuras sociales y económicas tradiciona-
les, modernas y posmodernas que coexisten en ese país (y en otros
países de América Latina).
Con base en los estudios revisados podemos concluir que la rela-
ción entre comportamiento sexual e identidad de género es de una
gran complejidad y que las formas a través de las cuales se construyen
las identidades sexuales, en este caso "homosexuales", en distintos con-
textos, dependen en gran parte de las categorías y clasificaciones dis-
ponibles en cada cultura para abordar la sexualidad. El foco de los
trabajos sobre este tema se ha desplazado del comportamiento sexual
en sí mismo hacia las situaciones socioculturales en las cuales se pro-
duce dicho comportamiento y hacia las normas culturales que lo or-
ganizan. Desde este punto de vista, las categorías culturales locales y
los sistemas de clasificación que estructuran y definen la experiencia
sexual en los distintos contextos sociales han cobrado gran impor-
tancia. Igualmente, se ha disociado el comportamiento homo o hete-
rosexual de un sentido diferenciado de la identidad de género y se ha
hecho evidente que términos como "homosexualidad" o "heterosexua-
lidad" no reflejan la diversidad y la complejidad de las experiencias
sexuales vividas.
De quebradores y cumplidores • 93
3. Reflexiones finales
Francois Laplantine
INTRODUCCIÓN
líos que ven la masculinidad como una esencia e intentan rescatar las
raíces del hombre y su espiritualidad (Bly 1990); la segunda, que abor-
da la masculinidad como una ideología que tiende a justificar la domi-
nación masculina y señala la inexistencia de un único modelo masculi-
no, válido en todo tiempo y lugar (Badinter 1993, Kimmel 1992, Connel
1987). En este texto hablamos de la identidad masculina, no como al-
go dado, de una vez para siempre, ni como algo innato, sino como un
proceso de negociación permanente que se inicia desde la infancia y se
prolonga a lo largo de la vida y en el cual intervienen tanto los juicios
de los "otros significativos" (De Singly 1998) como las propias orienta-
ciones y autodefiniciones. Nos detendremos en tres ámbitos de la vida
del varón: el de la familia de origen, el de la escuela y el de la paterni-
dad, por considerarlos cruciales en la constitución de la identidad
masculina, y haremos referencia a esos "otros significativos", como el
padre y la madre, los maestros, los pares y las cónyuges, cuya presen-
cia es relevante en la construcción de su identidad personal en estos
tres entornos.
Los avances en los estudios sobre masculinidad muestran que la
identidad masculina es un proceso dinámico, constantemente someti-
do a prueba ante la sociedad y costoso emocionalmente para los hom-
bres concretos que lo viven (Gilmore 1994, Almeida 2000). También
señalan que esta identidad no debe ser entendida como el conjunto de
normas que se imponen desde fuera en un determinado período de la
vida sino como una dinámica que se construye permanentemente —e
incluye tensiones y simultaneidades— a través de la experiencia indivi-
dual, es decir, a través del individuo como agente constructor. Por otra
parte, se considera que la masculinidad es una construcción cotidia-
na que se va significando y resignificando constantemente en función
de la trama de relaciones que se establecen consigo mismo, con los
otros y con la sociedad. Entendemos además que la masculinidad, co-
mo una cuestión de poder que conduce a una posición hegemónica
sobre todos los demás —las mujeres, los homosexuales y las minorías
de cualquier tipo— (Kaufman 1995), forma parte de cualquier organi-
zación social —gobierno, iglesia o familia— y está asociada al queha-
cer del hombre y a su capacidad para ejercer el dominio y el control
De quebradores y cumplidores • 123
2. Uno de los límites de esta metodología para describir los procesos de socializa-
ción es que se basa en entrevistas en las que los varones describen estos procesos,
reconstruyéndolos a partir de sus recuerdos y otorgándoles un sentido desde su momen-
to presente, y no sobre la observación de prácticas o de terrenos en conflicto en dichos
procesos.
126 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
5. Hasta 1966, fecha del incendio que destruyó la parte antigua de la ciudad de
Quibdó, las tres carreras más próximas al río eran habitadas exclusivamente por los
blancos, que constituían la élite tradicional.
6. Cifras del Censo de 1993, con proyección para 1999, según datos del Departa-
mento Nacional de Planeación.
De quebradores y cumplidores • 129
esa música, aun cuando la escuchan desde Bogotá o Medellín {op. cit.:
68).
Previamente se determinó que la población entrevistada sería la
de los sectores medios urbanos en cada una de las ciudades escogidas.
Sin embargo, al comenzar el trabajo de campo en Quibdó, se replanteó
la definición de los sectores medios y del ámbito urbano. En efecto, en
esta ciudad, el nivel educativo y el acceso a un empleo permanente
son elementos para la diferenciación social de los individuos. Sin
embargo, no se puede hablar de una clase media tradicional, pues los
procesos históricos y socioeconómicos del municipio no han permi-
tido su consolidación. Es importante recordar que hasta hace treinta
años las diferencias sociales eran muy marcadas y polarizadas entre
una minoría blanca que detentaba el poder económico y político, y se
concentraba en la cabecera, y una mayoría negra, sin acceso a la edu-
cación, que se asentó alrededor de los ríos como lo había hecho ante-
riormente la población indígena. Los sectores medios están confor-
mados por funcionarios del sector público, principalmente maestros,
comerciantes y algunos profesionales En la cultura chocoana, ser pro-
fesional encarna un valor de ascenso en la dinámica social. Los diplo-
mas son símbolos de prestigio aunque no aporten necesariamente
dinero. En este contexto, la carrera docente ha sido el vector privile-
giado de movilidad social, ya que es una de las pocas ofertas educati-
vas en el nivel superior. Sin embargo, en los últimos años, y desde el
punto de vista de muchos de los entrevistados, la calidad de la forma-
ción del docente ha disminuido notablemente.
En una misma familia conviven miembros con situaciones profe-
sionales diferentes y el empleo de cada uno de ellos permite la subsis-
tencia del grupo o el mantenimiento de un cierto nivel de vida. Una
de las características más sobresalientes de la sociedad chocoana, has-
ta el punto de convertirse en "un símbolo y una legitimación de la
identidad de chocoano", es lo que llama Wade (1990) la ética de reci-
procidad, presente en los constantes intercambios de ayudas familia-
res. Los lazos de solidaridad familiar obligan a los miembros más
favorecidos a compartir sus ingresos con los menos favorecidos. Esto
no significa, sin embargo, que dentro de la institución familiar todo
134 " MARÁ VIVEROS VIGOYA
9. El antropólogo Alvaro Román Saavedra (1994) subraya, con justa razón, que la
subcultura de la Comarca de Armenia, conformada por los municipios del actual depar-
tamento del Quindío y los de Caicedonia y Sevilla, del norte del Valle, es "parecida a la
paisa por su presencia inicial colonizadora, pero así mismo diferente en la medida en
que los procesos de asentamiento y transformación del espacio físico en interacción
con gentes de otras subculturas como la santandereana, la tolimense y la cundina-
marquesa, dieron pie a nuevas relaciones sociales y a nuevos elementos de identidad
cultural [...]". Sin embargo, es pertinente señalar el carácter hegemónico de la subcultura
paisa en la región.
136 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
10. Los barrios de invasión que alojaban los migrantes que habían llegado atraídos
por la bonanza cafetera pagaron el precio de haber sido levantados en unas zonas de alto
riesgo.
De quebradores y cumplidores • 139
des del interior del país y la llegada de otros estimulados por las obras
de infraestructura pública promovidas por el Fondo para la Recons-
trucción y el Desarrollo Social del Eje Cafetero. Las dinámicas fami-
liares también han sido transformadas y seguramente afectarán los
procesos de construcción de las identidades femeninas y masculinas y
las relaciones de género. Pero éstos serán temas de reflexión para nue-
vas investigaciones y acciones.
Capítulo III
PADRES Y MADRES:
PRIMERAS FIGURAS EN LA SOCIALIZACIÓN DE GÉNERO
Entrevistado de Armenia
i. La familia quibdoseña
1. La gran mayoría de los trabajos citados sobre la "familia negra" se han hecho
sobre las familias de la región de la costa pacífica colombiana, y mucho menos sobre las
de la costa caribe. De los trabajos citados, sólo el de Claudia Mosquera habla de estas
familias. El trabajo de Virginia Gutiérrez de Pineda reúne en una misma subcultura las
familias de los dos litorales, partes de las hoyasfluvialesdel Cauca y Magdalena y las de
la porción minera de Antioquia.
144 ' MARÁ VIVEROS VIGOYA
mero señala que las cuadrillas, concebidas por los esclavistas como
unidades productivas, rebasaron este sentido "para asumir unas for-
mas de organización social, familiar y cultural que dieron origen a
comunidades domésticas, en donde la mujer ejercía papeles protago-
nices y centrales en la cohesión interna de los grupos, mientras que
los hombres asumían la responsabilidad de la relación entre la socie-
dad negra y la sociedad mayor blanca" (citado en Lozano 1996: 179).
Su trabajo muestra que la mujer negra tuvo un lugar privilegiado de
autoridad no sólo dentro del grupo familiar sino también dentro de
la cuadrilla de esclavos y las sociedades domésticas y vínculos de paren-
tesco a que dio lugar esta unidad productiva. Igualmente, es impor-
tante el papel social que desempeñaron algunos varones esclavos ne-
gros estableciendo nexos entre estos grupos y la sociedad mayor. Sin
embargo, la antropóloga Anne-Marie Losonczy (1997: 259) señala, a
partir de sus trabajos recientes en el litoral pacífico, que la matrifo-
calidad no es un "modelo de parentesco único y exclusivo de los gru-
pos afroamericanos procedentes de la esclavitud" y, por lo tanto, no
puede ser presentada como la forma de organización del parentesco
de la población negra. Según esta autora, dicha idea funciona a me-
nudo como pantalla "conceptual que dificulta la profundización en
la comprensión cabal de la naturaleza y la estructura de las relaciones
de parentesco en los grupos negros rurales de Sudamérica". Final-
mente, fohn Herbert Valencia Barco (1998) subraya que la estructura
hogareña más corriente hoy en el Chocó no es la del hogar extenso,
integrado por miembros de varias generaciones que viven juntos en
una organización familiar común, sino la del hogar nuclear. Para este
autor, lo que ocurre frecuentemente en este departamento, es que se
da residencia temporal a algún miembro de la familia, ya sea porque
éste (generalmente un pariente de edad o por el contrario un menor
de edad) se encuentra en condiciones de necesidad material o porque
está realizando alguna actividad-escolar o profesional en forma tran-
sitoria.
Aunque las modalidades familiares de hecho hacen parte del pa-
norama chocoano, éstas son más comunes y mejor aceptadas en los
sectores populares que en los sectores medios que disponen de cierto
De quebradores y cumplidores • 145
2. La mayor parte de nuestros once entrevistados del grupo etáreo mayor, cuyo
promedio de edad es de 49 años, es originaria de Quibdó o de localidades vecinas (su
tiempo de permanencia en la ciudad ha sido en promedio de 39 años). Casi todos son
casados y/o conviven con sus parejas y sólo uno de ellos es separado. Tienen en prome-
dio tres hijos con edades que fluctúan entre los 15 y los 28 años. Cuatro de los entrevis-
tados han tenido hijos con mujeres diferentes de sus esposas. En su totalidad son jefes
de hogares cuyos ingresos mensuales fluctúan entre los cuatro y los siete salarios míni-
mos. Tienen un nivel educativo superior, son profesionales en las áreas de derecho,
antropología, educación, administración de empresas, trabajo social, ingeniería y agro-
nomía y ocupan cargos directivos en distintas entidades públicas del municipio. En el
grupo etáreo más joven se entrevistaron once varones, originarios en su gran mayoría (9
de 11) de Quibdó, con una edad promedio de 26 años. Cinco de ellos son solteros, tres
son casados y tres viven en unión libre. Los que viven en pareja tienen en total once
hijos y uno solo de los varones solteros tiene dos hijos que viven con él. Sus ingresos
fluctúan entre tres y cinco salarios mínimos. Su permanencia en la ciudad ha sido en
146 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
los distintos hogares 3 y que el padre reconozca a todos sus hijos y los
apoye tanto material como afectivamente. Así lo describe uno de ellos:
"Desde nuestra niñez mi padre siempre ha estado, a pesar de que tiene
otros hijos. Ha sido un padre ejemplar, ha estado al tanto de las cosas
a pesar de sus limitaciones económicas, de su bajo nivel educativo". Es
importante recordar también que estas características poligínicas pue-
den ponerse en relación con las condiciones económicas de la región,
que obligan a grupos de varones y/o mujeres a desplazarse constante-
mente para proveer su sustento y el de su familia y propician la confor-
mación de hogares paralelos.
Otro de los rasgos a los que se hace continua referencia cuando se
habla de la familia chocoana es el "ausentismo paterno". Sin embar-
go, vale la pena destacar que, a diferencia de lo que expresa Gutiérrez
de Pineda {op. cit.) al señalar que, en las biografías recogidas por ella
en este complejo cultural, los recuerdos sobre el padre constituían
fragmentos desdibujados, en los relatos de varios entrevistados el pa-
dre es una figura descrita de manera detallada y precisa, ya sea en su
apariencia física o en su comportamiento. Uno de los entrevistados
de mayor edad dice:"Mi papá era un moreno alto, bien vestido, pero
siempre de caqui, como tela de soldado, con sombrero y ademanes
elegantes". Uno de los jóvenes comenta: "Mi padre siempre compartía
conmigo mis locuras; locuras en cuanto la música". Otro recuerda:
"Él siempre estaba pendiente de la familia, a pesar de que le gustaba
beber mucho. Él siempre decía que mi familia es mi hijo". Esto no
quiere decir, sin embargo, que no hayamos encontrado referencias a
decía que el deber del hombre es trabajar, traer el dinero a casa y ser
un padre de familia para dar respeto. [...] Y que para mandar tenía
que tener carácter y dar ejemplo. Que cuando un hombre tomaba
mucho, perdía la autoridad en sus casa y ya no conseguía dar órde-
nes". Los comentarios relacionados con el respeto debido a los padres
surgieron indirectamente en algunos comentarios como los siguien-
tes: "La generación de mis padres se queja de que los hijos no le obede-
cen y viven su vida sin tener en cuenta los consejos de los mayores".
Otros plantean, al ser interrogados sobre los cambios que se han pro-
ducido en las familias en Quibdó, que "anteriormente los padres inci-
dían más en las opiniones políticas y religiosas de sus hijos, en la esco-
gencia de la carrera y hasta en la de la esposa, ahora no".
Además de su rol como consejeros morales, los padres jugaron
un papel central como mediadores entre la familia y el mundo exter-
no, y fueron ellos quienes con su ejemplo inculcaron en sus hijos las
formas básicas de comportamiento en el ámbito público. Como ilus-
tración, tenemos el testimonio de uno de los jóvenes que dice que su
padre siempre le recalcaba la importancia de "la rectitud en el manejo
de los dineros públicos. Él me ponía su propio ejemplo: nunca ha ido
a la justicia por malos manejos, por robo, por nada. El ejemplo es él
mismo, es un orgullo para él que se lo reconozcan y quiere ver eso
reflejado en nosotros". Los padres de ambas generaciones hicieron
alusión a la necesidad de asumir el trabajo "con seriedad y disciplina"
y al valor del estudio como factor de superación personal, formación
moral y movilidad social. Es muy común que los entrevistados alu-
dan a la insistencia de los padres en la necesidad de estudiar para
obtener respetabilidad social. Así la describen: "Mi padre me decía: si
tú no estudias, no eres nadie. Y para alcanzar algo tienes que comen-
zar desde primero elemental hasta lograr una meta aceptable"; "Sus
mensajes eran que me dedicara a estudiar, que fuera una persona cul-
tivada, para tener un buen comportamiento social".
Otro mensaje paterno común a las dos generaciones de varones es
el que enfatiza en la importancia de aprender a controlar el deseo
sexual, percibido como un impulso incontenible. En algunos casos
como los siguientes, estas recomendaciones estaban teñidas por un
154 ' MARÁ VIVEROS VIGOYA
Entrevistado quibdoseño
En Quibdó se dice que "una mujer sin hijos es como un árbol sin
ramas" y que los hijos son la honra de la madre, mientras las madres
dicen: "Mi familia son mis hijos". Estas expresiones manifiestan la im-
portancia que se les atribuye, en esta sociedad, a la maternidad y a la
descendencia. La alta proporción de uniones libres explica además
De quebradores y cumplidores • 157
leña o arreglar las cañerías. Las madres les enseñaron también que si
no se comportaban en forma potencialmente agresiva, podían ser
tildados de "maricas", apelativo que se convierte en uno de los peores
insultos, contra el cual se sienten obligados a reaccionar con marcada
violencia. De esta manera aprendieron no sólo las conductas sociales
adecuadas para los varones, sino también el desprecio hacia los ho-
mosexuales y la necesidad de demostrar que no lo eran: "Cuando mi
mamá estaba disgustada, me decía: Venga acá, so marica, usted tiene
que comportarse como un hombre; como hombre entendía uno que
tenía que ir a golpear o a empujar o algo por el estilo [...]. Si yo no ha-
cía eso, entonces era criticado desde mi mamá para abajo".
2. La familia en Armenia
5. Los entrevistados en Armenia, 22 en total, 11 por cada grupo etáreo, tienen las
siguientes características. En el grupo de los mayores, el promedio de edad es de 46 años.
Algunos son originarios de poblaciones vecinas a Armenia y su tiempo de permanencia
en la ciudad ha sido en promedio de 40 años. Todos son casados y conviven con sus
parejas; uno de ellos se separó e inició otra relación. Tienen en promedio dos hijos. En
su totalidad son jefes de hogares cuyos ingresos mensuales fluctúan entre los seis y ocho
salarios mínimos. Tienen un nivel educativo superior, son profesionales en las áreas de
derecho, sicología, educación y locución, ocupan cargos en distintas entidades públicas
i62 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
mente fue analfabeta, para ella era lo mismo lo que pasara; llegaba a
cocinar y a pesar de no saber absolutamente nada, entendía muy
bien, relacionaba muy bien, fue muy amigable, fue buena vecina".
Aunque la mayoría de las madres son recordadas como mujeres com-
placientes y cariñosas, algunos de los entrevistados mayores evocan a
sus madres como personas estrictas que ejercían la autoridad me-
diante el castigo físico, el cual, en la mayoría de los casos, era infligido
por los padres. Uno de los entrevistados jóvenes critica también la
rigidez y la dureza de su madre, considerándolas un hecho que se
debe asumir de manera inevitable: "Mi mamá es una persona difícil,
muy dura de corazón..., pero hay que aceptarla porque es mi madre
y la acepto". Otro de ellos afirma que, a pesar de que hoy en día tiene
una buena relación con su madre, en su adolescencia sintió mucho
rechazo por ella, pues era muy coercitiva e intolerante: "Me choca-
ban mucho las actitudes de mi mamá, me fastidiaba su manera de
imponernos sus ideas sobre la vida, su dificultad para cambiar de
punto de vista, pero va uno haciendo nuevas experiencias, nuevos
recuerdos y ya la acepto más, la quiero más".
Por ser la persona que está en relación continua con los hijos, es la
que se encarga de los gestos cotidianos ligados a alimentación, vesti-
do, aseo personal, acompañamiento, supervisión de tareas escolares,
etc. Como lo expresa uno de los entrevistados: "Mi mamá me hacía
tomar dos platos de sopa si no comía, me enseñó también el hábito de
comer y hasta me enseñó a amarrarme los zapatos, a los cinco años
me enseñó a leer, vivía demasiado preocupada por todas las situacio-
nes, cuando no iba a estudiar ella se preocupaba por enseñarme, lo
que pasa es que ella no tenía de pronto los elementos para poder
continuar con la enseñanza de la escuela". En este testimonio también
hay un reproche velado a su excesiva preocupación por los hijos y a su
deseo de resolver situaciones para las que no era competente por los
pocos elementos de educación de los que disponía.
También se describe a la madre como la mediadora entre los hijos
y el padre, aquella persona que interpreta las demandas de los hijos y
hace gestiones frente al padre para que éste tolere y ceda. A la vez, es la
persona que interviene para que los hijos traten de manera respetuo-
i8o • MARÁ VIVEROS VIGOYA
mandatos sociales de género y/o de clase social. Por tal razón, se en-
cargaban de supervisar en detalle el peinado y la manera de vestirse
de sus hijos. Así lo relatan algunos entrevistados: "Por ejemplo, tenía-
mos discusiones porque para mi mamá el pelo a lo varón debía ser
cortico, v peinado hacia atrás"; "Mi mamá me decía: A los hombres se
les juzga por el calzado y a las mujeres por el peinado. ¿Cómo va a
presentarse usted con esos zapatos todos pelados, con esos zapatos
todos ajados? Vaya embetúnelos, vaya póngase bien, ése era un men-
saje clásico de ella".
3. Reflexiones finales
des que les permitieron triunfar en la vida. Los padres son definidos
fundamentalmente en torno a su papel responsable como proveedo-
res económicos del hogar y a su tesón para sacar adelante sus proyec-
tos. Llama la atención que los entrevistados los califiquen en varias
oportunidades de maehistas, de patriarcas autoritarios e intransi-
gentes, pero rescatan el sentido de responsabilidad y la moralidad
que pueden estar asociados al machismo. En algunos casos se habla
de padres que cuestionan los criterios tradicionales de la masculini-
dad y que buscaron transmitirles valores alternativos como el de un
liderazgo social fundado en el respeto por los demás. Aunque los pa-
dres de Armenia insisten, como los de Quibdó, en la importancia del
estudio, éste no tiene allí la centralidad que tiene en Quibdó. En
Armenia se enfatiza más en la capacidad de trabajo, el deseo de supe-
ración, la ambición y el espíritu empresarial, cualidades que pode-
mos asociar a las imágenes culturales masculinas del guaquero, el
finquero, el comerciante y el empresario. Y estos valores se transmi-
ten como elementos del legado cultural que proporciona sentido de
pertenencia regional. En este sentido, la socialización impartida por
padres y madres implica no sólo la incorporación de una serie de ha-
bitus sexuados sino también de habitus asociados a la cultura regio-
nal.
En cuanto a las figuras maternas, se observan algunas diferencias
en los relatos que hacen sobre ellas los entrevistados de cada una de
las dos generaciones. Mientras las madres de los entrevistados mayo-
res no realizaban ninguna actividad para generar ingresos, su papel
central estaba en la crianza de un gran número de hijos y su nivel
educativo era en general muy bajo; en la generación de los jóvenes la
gran mayoría ha terminado la educación secundaria y participa en el
sostenimiento del hogar. Sin embargo, persiste la representación del
padre como principal proveedor económico del hogar, y las madres
que trabajan no desean descargar a sus esposos de lo que ellas perci-
ben como sus obligaciones con la familia. El ámbito de acción funda-
mental de las madres descritas por los entrevistados es el hogar y en
sus relatos se asigna una gran importancia a su buen desempeño como
esposas y madres devotas. Pese a que mantienen un poder importante
igo • MARÁ VIVEROS VIGOYA
Capítulo IV
LÓSANOS DE FORMACIÓN:
COMPETENCIAS Y CONNIVENCIAS MASCULINAS
iba consciente de que estaban cometiendo una injusticia [...] eso era
una actitud represiva, autoritaria e intimidatoria" (entrevistado ma-
yor de Quibdó). Es pertinente subrayar que esta forma de ejercicio de
la autoridad es uno de los componentes que expresan el régimen de
género de una escuela.
2. La cultura de pares
tan una posición más defensiva y desconfiada hacia todos los que no
pertenecen a su grupo de referencia. Por otra parte, para algunos, la
crueldad puede convertirse en cualidad defensiva, al ser considerada
un sinónimo de fuerza en un mundo percibido por muchos de ellos
como una "jungla inmisericorde".
Otra de las diferencias entre las descripciones de los varones de las
generaciones mayores y las de los más jóvenes reside en el énfasis que
unos y otros hacen en distintas formas de legitimar la autoridad en el
grupo. Mientras que los primeros hacen referencia generalmente al
respeto unilateral que los miembros de la gallada experimentaban
por el más "duro", cuya autoridad era incontestable y se imponía por
la fuerza, pero cuya contrapartida era la protección que brindaba
frente a las demás galladas, en la generación de los más jóvenes se
menciona un tipo de autoridad fundada más en la admiración que en
el miedo. Para los jóvenes, ser un "duro" significa, más que poder
defender a los demás, poseer los atributos arquetípicos de la virilidad
(fuerza, dinero y poder), ya sea a través de la rudeza o de la astucia.
En las palabras de uno de ellos, "el mandamás no era siempre el más
fuerte, ni el mayor, sino el más jodido, el que tenía habilidades para
envolver a los demás".
Tanto en la generación mayor como en la joven, las actitudes y los
valores que cobraban importancia dentro de los grupos eran los rela-
cionados con la fraternidad —los hombres de un mismo grupo se
podían asimilar a los hermanos de una misma familia—, la confianza
y la lealtad con el grupo: "Uno era un buen amigo cuando le contaba
las cosas al grupo, o a otro amigo, todos éramos iguales y esa igual-
dad en la diversidad nos permitía pasar muy bueno y ser muy unidos"
(hombre mayor de Armenia). La unión y la lealtad eran fuertemente
promovidas dentro del grupo y se manifestaban en la participación
en las actividades propuestas por los líderes: "Lo importante era par-
ticipar en las que ellos hacían, digamos, atravesar la cañada y perma-
necer fiel al grupo, para mí eso representaba unidad, amistad, com-
pañerismo" (hombre joven de Armenia). Traicionar al grupo consti-
tuía el peor de los crímenes y el muchacho que era acusado de traidor
era designado como "marica", no por sus prácticas sexuales, sino por
De quebradores y cumplidores • 209
siempre llevaba las de ganar con las mujeres; en el entorno del cole-
gio, las directivas, los profesores siempre lo veían como un modelo,
siempre había permisos especiales para él, era mejor ser buen depor-
tista que ser buen estudiante, en ese momento". Esta frase de un joven
entrevistado de Armenia es reveladora de las formas en que la escuela
puede utilizar el deporte para reproducir los códigos de género do-
minantes, induciendo que determinados patrones de desempeño se
conviertan en las formas más admiradas de masculinidad y margi-
nalicen indirectamente a otras (Connell 2001).
bre era "el que más se mantenía en la práctica del deporte. A veces uno
estaba jugando y había algunos que no resistían tanto, chocaban con
los compañeros y caían a tierra. Los veían débiles y los molestaban
diciéndoles que eran unas niñas, unas nenas y lo otro". Masculinizando
el cuerpo, las prácticas deportivas buscan perfilar a un hombre despro-
visto de cualquier signo de debilidad y transforman su cuerpo en un
instrumento de poder y de dominación, poder de seducción sobre las
mujeres y dominación física sobre los otros hombres (Baillette 1999).
En general, pareciera que en todo momento los varones debían
estar alerta para afirmar su virilidad, para probar, por medio de las
competencias o "gorros", que se establecían dentro del grupo de pares
su intrepidez, arrojo y competencia, y no ser inferiorizados como
"unas nenas" o "unos maricas". Uno de los entrevistados mayores en
Armenia recuerda: "El gorro consistía en tirarse, uno por uno, de
aquí al charco, tirarse a un barranco; si uno no se tiraba, entonces era
una nena. Uno tenía que por obligación tirarse, ésa era una exigencia
que tenía el grupo". Las pruebas y competencias deportivas preten-
den conferir a los varones una especie de invulnerabidad, blindando,
acorazando y preparando su cuerpo y su carácter para la lucha y pa-
ra la demostración pública de su respetabilidad. Son muchos los en-
trevistados de Armenia que hacen referencia a pruebas, incluso peli-
grosas: "Cuando íbamos a pescar, nos volábamos a nadar a los ríos;
los muchachos grandes, los que tenían más experiencia, se tiraban de
ciertas peñas y de ciertas partes altas, para demostrar su, digámoslo
así, su valentía, yo nunca lo hice porque el caudal de esos ríos era muy
grande, entonces yo no lo hice, yo sentía miedo, yo me sentía mal con
el grupo, porque todos lo hacían y el único que no lo hacía era yo,
pero yo a veces pienso que si me hubiera metido a un río de ésos me
habría ahogado" (entrevistado joven de Armenia).
En el caso de Quibdó, la quebrada topografía, la pluviosidad del
departamento del Chocó y el caudal de sus numerosos ríos volvían
muy difíciles estas pruebas y conferían al ganador el liderazgo de su
grupo de pares: "Yo recuerdo tanto", dice uno de los mayores: "Noso-
tros nos citábamos en una peña y teníamos que pasar al otro lado,
quien llegue primero, pues casi siempre el que llegaba de último se
222 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
Capítulo V
EL EJERCICIO ACTUAL DE LA PATERNIDAD:
DESPLAZAMIENTOS DE LAS DEFINICIONES DE LA MASCULIN I DAD1
Hernán Henao
Desde hace unos cuantos años los medios de comunicación, los escri-
tos de los investigadores y los informes de los funcionarios y especia-
listas relacionados con los asuntos de familia en Colombia multipli-
can sus interrogantes en torno a la paternidad: la familia y el padre se
han vuelto, según la expresión del demógrafo francés Louis Roussel
(1989), inciertos. Hasta 1968, el ejercicio de la patria potestad corres-
pondía sólo al padre. Después, tanto ésta como la educación de los
hijos legítimos empezaron a corresponder "a ambos padres, conjun-
tamente" (Art. 288, inciso 20, citado en Valdes y Gomariz 1993) y, en el
caso de los hijos naturales, al padre o la madre que los hubiera reco-
tor pueden ser dos personas distintas, e incluso el pater puede ser un
hombre fallecido o una mujer. En las sociedades poliándricas, el pa-
dre es el mayor del grupo de hermanos o bien el hermano de la ma-
dre, como sucede entre los nayar. El supuesto genitor no tiene dere-
cho a intervenir en la educación de los hijos, ni éstos tienen obligacio-
nes con respecto a él, e incluso los nexos con estos hijos pueden des-
aparecer totalmente si el genitor deja de mantener relaciones con la
madre. En otros grupos sociales, como los rukuba de Nigeria, la no-
ción de paternidad exclusiva es inexistente, puesto que ésta es com-
partida por los distintos maridos que la esposa tiene a lo largo del
tiempo (Zonabend 1988).
En algunas sociedades se ignora o se finge ignorar el papel del
hombre en el proceso de procreación. Éste es el caso de los trobrian-
deses, estudiados por Malinowski 2 , quienes le denegan al marido de
la madre cualquier papel en la procreación, pues suponen que la
madre por sí sola crea al niño. Algunas veces, los hijos tienen vínculos
afectivos con el padre real, pero pertenecen al linaje de su madre, y su
padre legal es el hermano de ella, es quien ostenta la autoridad sobre
ellos. En esta sociedad, como plantea Malinowski, el verdadero padre
es para su hijo sólo el marido de su madre, es decir, un "aliado".
Susana Narotzky, en su artículo "El marido, el hermano y la mu-
jer de la madre: algunas figuras del padre" (1998), se propone pensar
la paternidad desde la antropología a partir de preguntas como és-
tas: ¿Qué es un padre? ¿Qué hay en un padre que lo signifique como
tal? Después de hacer este recorrido por culturas tan diversas como
los bemba, los lovedu y los nayar, la autora infiere que la paternidad
es un constructo polimóríico y que, a diferencia de la idea occidental
común, los atributos de la paternidad (el cuidado, el acceso a distin-
tos recursos y la transmisión de bienes y saberes) no suelen estar
focalizados en una sola persona, ni hay una relación biunívoca entre
padre e hijo(a). Por otra parte, plantea que las figuras del padre y del
genitor no necesariamente coinciden. En este sentido, las ideologías
bre casado que no tiene hijos, sin que importe lo sexualmente activo
que haya sido antes de casarse, pues lo que interesa es el resultado y no
los preliminares. La culpa de la esterilidad recae directamente sobre
el hombre y no sobre la mujer, ya que se supone que es el varón quien
debe iniciar y realizar todas las cosas. "No sirve", dicen los familiares
y la comunidad, y se le considera un fracasado como hombre por ser
sexualmente ineficaz. Gilmore concluye diciendo que, aunque no existe
un varón universal, sí existen tres requerimientos morales que funda-
mentan la masculinidad: preñar a la mujer, proteger a los que depen-
den del hombre y mantener a los familiares; es decir, el varón es pre-
ñador-protector-proveedor. Como se puede observar, estos tres impe-
rativos masculinos están relacionados con la paternidad.
Por último, voy a hacer una serie de planteamientos inspirados
en la revisión bibliográfica presentada, que me parecen pertinentes
para abordar la paternidad en el contexto colombiano.
La paternidad es una realidad despojada de cualquier evidencia,
ya que entre los seres humanos no es un "dato meramente natural que
nos proporciona la percepción inmediata". La paternidad —como lo
ilustran los datos etnográficos expuestos— es un constructo polimór-
fico, problemático, complejo, multívoco y cambiante. En esta pers-
pectiva, sería absurdo hablar de la paternidad en Colombia como si
fuera una realidad homogénea o unívoca, sin tener en cuenta que ésta
se define en función del contexto sociocultural e histórico en el cual se
produce. Es necesario enmarcar la paternidad en dos ámbitos que
mantienen entre sí una relación de interdependencia: el de la recons-
trucción personal de la experiencia de la paternidad y el del contexto
económico, político y sociocultural en el cual se inscribe dicha expe-
riencia. Uno de los objetivos de nuestro trabajo es evidenciar y des-
plegar la complejidad y la pluralidad de las experiencias paternas en
el caso colombiano.
El estudio de las representaciones de la paternidad debe dar cuen-
ta de que ésta no se puede comprender sino en su articulación con la
maternidad y, de manera más amplia, como una experiencia que sólo
cobra sentido en el seno de unas relaciones de parentesco determina-
das. De esta manera, la paternidad emerge, en primer lugar, como
240 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
consideran que su tarea más importante es dotar a los hijos del capi-
tal económico y cultural necesario para garantizar su autonomía ul-
terior. Son los padres denominados, por el equipo de investigación,
"padres-catapulta". Los jóvenes privilegian, por lo menos discur-
sivamente, el establecimiento de lazos afectivos con sus hijos, la pro-
piciación de una experiencia infantil placentera y la contribución a la
formación de hijos autónomos, independientes y "equilibrados" en
sus aspectos emocionales. Este tipo de paternidad podría denominarse
"paternidad compensatoria", pues no sólo buscaría ejercer una pater-
nidad distinta a la del propio padre, sino también compensar —y
hacerse perdonar de los hijos— la falta de tiempo y disponibilidad
con actividades lúdicas y poco estructuradas en los momentos com-
partidos. Esta actitud genera, en ocasiones, reclamos de sus parejas,
quienes exigen de ellos una mayor presencia "como padres" en su for-
mación y disciplinas.
Una gran proporción de los padres mayores entrevistados en
Armenia tiene hijos mayores de edad, que se han independizado, lo-
grado metas profesionales y conformado un hogar; por tanto, mu-
chos de sus comentarios se dirigen al apoyo económico o afectivo re-
cibido de parte de ellos o al orgullo que les producen las metas alcan-
zadas por ellos. Tales referencias a los hijos no están exentas de cierta
competencia entre padres, que hace que cada cual exalte lo mejor de
su descendencia, para destacar su propio lugar como padres. En con-
traste, los padres jóvenes tienden a definir la relación con sus hijos
pequeños a partir de su contenido afectivo. Ahora, mientras que para
gran parte de los padres de los sectores populares de Armenia no
habría ninguna diferencia en el comportamiento de un padre hacia
los hijos en sus distintas edades, para los padres de los sectores medios
dicho cambio es necesario y se presenta como la consecuencia natural
del desarrollo evolutivo del hijo. En Armenia, la mayoría de los en-
trevistados coincide en señalar que las actitudes de los padres hacia
sus hijos(as) han cambiado y plantean como evidencia la mayor par-
ticipación de los padres en la educación de los mismos, la mayor can-
tidad de tiempo compartida con los hijos y la mayor expresión del
afecto hacia ellos.
De quebradores y cumplidores • 247
tearse que los hombres tenderían a ocuparse de las tareas en los cam-
pos que les parecen más valorados, dando mayor prioridad a sus
deseos que a las necesidades familiares o a los principios de la equidad
de género (Viveros 2001).
Aunque cada vez se generaliza más el modelo del padre participa-
tivo en las tareas de crianza, la carga global del trabajo de crianza ha
permanecido prácticamente sin cambio y su distribución entre pa-
dres y madres continúa siendo bastante asimétrica. Todavía existen
prejuicios en torno a los hombres que asumen la crianza de sus hijos,
práctica que continúa siendo considerada excepcional y no del todo
aceptada socialmente. Participar en la crianza de los hijos es percibi-
do por muchos como una pérdida de poder dentro de su ámbito
doméstico, pero al mismo tiempo no participar en estas tareas impli-
ca no haber adherido al modelo ideal del padre cercano y participa-
tivo. Las tensiones ligadas a estas contradicciones expresan los cam-
bios que se están viviendo en Colombia frente al rol paterno y sus
significados. Igualmente, es importante tener en cuenta las demandas
opuestas que provienen, por una parte, de la necesidad de garantizar
la permanencia de los hijos en su propia posición social, haciéndolos,
en lo posible, ascender de clase a través de una fuerte implicación
laboral y, por la otra, del deseo de asumir un mayor compromiso en
el cuidado y la educación de los hijos y una mayor cercanía emocio-
nal con ellos (Viveros op. cit.)
reflejo de la situación de tensión implícita y violencia explícita que rodea la vida cotidia-
na de los sectores populares".
254 * MARÁ VIVEROS VIGOYA
Margulis y Urresti
INTRODUCCIÓN
Capítulo VI
IMAGINARIOS Y ESTEREOTIPOS RACISTAS
EN LAS IDENTIDADES MASCULINAS;
ALGUNAS REFLEXIONES CON' HOMBRES QUIBDOSEÑOS2
Alejo Carpentier
10. "Las soteas son cultivos especiales que se realizan en canoas elevadas del piso,
en las cuales se siembras plantas alimenticias como la cebolla, el cilantro, el tomate,
etc." (Montes 1999: 169).
11. La ensayista norteamericana bell hooks reivindica escribir su nombre con
minúsculas.
De quebradores y cumplidores • 287
13. A pesar de que las tasas de asistencia escolar del Chocó son más bajas que las
nacionales, la educación es altamente apreciada y se ha convertido en la vía principal de
ascenso y movilidad social de esta población. Como dato curioso se puede señalar que, en
los setenta, el Chocó surtía de maestros al resto del país.
290 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
uno es capaz, toca prepararse. Por eso estamos aquí en Bogotá. Para
prepararnos y ser mañana personas de las que digan: allá va fulano
que es contador o abogado. En Quibdó si tú no estudias no llegas a ser
alguien". Para estos jóvenes negros, el acceso a la educación superior
representa la oportunidad de perder su vulnerabilidad social y "lle-
gar a ser alguien"; significa la posibilidad de ser percibidos como per-
sonas singularizadas por atributos que les otorgan poder y privile-
gios en el trato cotidiano y en la consideración de los demás.
Por esta razón, para algunos de ellos la supuesta superioridad en
el ámbito de la danza no aporta suficientes ventajas materiales ni
modifica su posición dentro de las jerarquías socio-raciales colom-
bianas: "Respecto de si la habilidad en el baile le hace subir el estatus
a uno pues yo creo que no. Tú solamente eres reconocido en la rumba
cada vez que bailas bien. Pero para subir de estatus le toca a uno
ganárselo, estudiar duro y tratar de salir adelante. En el Chocó el
folclor no es rentable. Hay muchos bailarines que compiten en el ám-
bito nacional y siempre ganan en mucho eventos, pero no pasa de ser
simple folclor. Allá todo se toma como folclor y no existe en el Chocó
un bailarín profesional, o sea, que viva de eso por bien que le vaya.
No lo he visto, eso no es rentable". Sólo la educación ofrece una míni-
ma posibilidad de progreso intelectual y material y constituye uno de
los pocos canales existentes en el Chocó para la movilidad social.
Alejo Carpentier
15. La Ley 70 del 27 de agosto de 1993, o ley de las negritudes, reconoce a las
comunidades negras como un grupo étnico y les concede derechos de tenencia de tierra,
fundamentalmente a las poblaciones rurales de la Costa Pacífica; igualmente contiene
artículos diseñados para mejorar la educación, el adiestramiento, el acceso al crédito y
las condiciones materiales de las comunidades negras a nivel nacional; se busca que la
educación sea un reflejo de su especificidad cultural y se establece la participación de
representantes negros en distintas instancias administrativas del Estado a las que les
conciernen la aplicación de la ley y la elección de representantes, específicos para las
comunidades negras, al Congreso.
De quebradores y cumplidores • 293
16. Para un debate más en profundidad sobre el tema, en particular sobre las
relaciones entre el racismo y el nacionalismo, consultar el texto Race, nation, classe. Les
identités ambigúes de Etienne Balibar e Immanuel Wallerstein (1988).
17. Michel Agier y Odile Hoffinan señalan que una parte importante de la pobla-
ción negra de Colombia, entre tres y seis veces más numerosa que la de las regiones
rurales del Pacífico, no está cubierta por el aspecto territorial de la ley llamada de
negritudes. "En protestan! contre cette exclusión, les responsables noirs des villes et des
régions hautes mettent en évidence les détours et les artífices de tout discours identitaire"
(Agier et Hoffmann 1999: 22). Por otra parte, se cuestiona la forma mecánica en que fue
aplicado el modelo de identidad indígena para pensar la identidad étnica negra.
294 ' MARÁ VIVEROS VIGOYA
18. Este deseo de indiferenciación puede estar encubriendo la idea de eliminar los
rasgos distintivos de una raza que ha sido considerada intrínsecamente inferior, para
adoptar las características de una raza percibida como superior.
296 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
[las mujeres del interior] esperan mucho de uno... cuando ellas están
con uno, van con uno... ellas ya van sometidas a lo que van a buscar,
a lo que van a esperar. Por eso uno trata de darles lo más que uno
pueda y tal vez eso sea cierto, de que uno les da mucho". "Uno aquí en
el interior ha tenido relaciones con rolas19, con mujeres blancas y se
han sentido bien, me han dicho que... [expresa satisfacción con una
mueca] y quieren repetir la acción..." "Conozco muchos amigos y
más o menos el 97% de los quibdoseños que como yo son ardientes,
hay otros que no lo son, casi siempre que están con una niña, blanca
o negra, demuestran sus habilidades. Uno es muy inquieto, yo soy
muy inquieto haciendo el amor".
A partir de observaciones hechas en distintos lugares de diversión
a los que asisten los jóvenes chocoanos, se puede afirmar que sus for-
mas de bailar siguen unas reglas de juego que expresan el dominio
masculino sobre la mujer y el tipo de relación que desean establecer
con ella. Cuando a un hombre le gusta una mujer, busca un contacto
corporal inmediato con ella a través del baile y utiliza sus habilidades
en él para la conquista sexual: "En las universidades, un viernes, las
rolas o las muchachas están pendientes de nosotros [los Negros] de
que vamos allá [a discoteca] por la fama que nos dan de bailarines.
Respecto a la conquista, el baile es un factor muy importante. Hablo
por experiencia: aquí en la universidad uno se va a rumbear los fines
de semana y a las compañeras les gusta es que uno las toque, las palpe
y por el swing y el movimiento que uno tiene en la cintura. Es un
factor importante".
Los avances eróticos se manifiestan por unos contactos físicos cada
vez más próximos, que van desde el acercamiento en el baile hasta el
acto sexual propiamente dicho, sin tener que acudir a la mediación
del lenguaje para expresar este progreso. La secuencia de esta aproxi-
mación física es descrita de la siguiente manera por uno de nuestros
entrevistados: "Usted sabe que hay mujeres que si ven bailar a un
hombre que lo hace bien, que baila bonito, algunas mujeres quieren
bailar con él y ahí está la caída, usted le calienta el oído [...] A algunas
20. El uso del término "poseer" en este contexto sexual es bien revelador de las
relaciones de poder que atraviesan el ejercicio de la sexualidad masculina.
21 En el lenguaje coloquial una persona "picada" es alguien pretencioso, muy
convencido de su importancia.
298 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
pertinentes para la definición del ser negro. En tercer lugar, hace que
toda forma de sexualidad que implique a un hombre o a una mujer
negros se torne sospechosa de lascivia y sensualidad excesivas. En cuar-
to lugar, vuelve a las poblaciones negras particularmente vulnerables
a las enfermedades transmisibles sexualmente (Dos Anjos 2001). El
metarrelato de la proeza-vigor sexual condena y descalifica al Negro
más de lo que aparentemente lo exalta. Y, a diferencia de otros meta-
rrelatos, la primera víctima de éste es su protagonista
Aunque la imagen del varón negro en torno a sus proezas sexuales
represente desde cierto punto de vista una transgresión al modelo
ideal de la masculinidad tradicional y patriarcal, en el fondo no es
sino la reafirmación del modelo hegemónico de la masculinidad. En
el caso de los varones quibdoseños, podemos señalar que, si bien al-
gunos de ellos han tomado distancia de este estereotipo, pocos han
hecho alguna reflexión sobre sus implicaciones sexistas, impercepti-
bles para la gran mayoría.
A partir de conversaciones sostenidas con varones quibdoseños
que tienen cierta posición de liderazgo político, se puede señalar que
muchos de ellos han subordinado el interés por la equidad de género
a las luchas por la igualdad racial. Aunque algunos defienden, por lo
menos a nivel discursivo, la igualdad de derechos para las mujeres y la
presencia implícita de las mujeres en todas sus preocupaciones socia-
les, pocos están dispuestos a compartir con ellas su autoridad y prota-
gonismo en el campo intelectual o político. Casi todos los hombres
que se autoproclaman progresistas expresan formalmente su conside-
ración y aprecio por las mujeres. Incluso, uno de ellos se preguntó
retóricamente durante una entrevista: "¿Dónde estarían los hombres
quibdoseños si no fuera por el amor y la dedicación de sus mujeres
que los cuidan en los buenos y en los malos momentos, si no fuera por
su devoción en la crianza de sus hijos?". Otros consideran que las mu-
jeres negras deben someterse a las normas de género tradicionales en
la sociedad colombiana (blanco-mestiza). Algunos de ellos perciben
la implicación de las mujeres negras en movimientos sociales cerca-
nos al feminismo como una amenaza para la estabilidad del hogar y
la felicidad conyugal y familiar. Algunos líderes con cierto prestigio
De quebradores y cumplidores • 309
Capítulo Vil
EL GOBIERNO CORPORAL Y LAS DECISIONES REPRODUCTIVAS:
A PROPÓSITO DE LA ESTERILIZACIÓN MASCULINA1
Figura 1
(Foucault) (Featherstone)
Poblaciones Cuerpos
TIEMPO Reproducción Restricción INTERNO
2. Este objetivo se explica por dos razones: el acceso de las mujeres de sectores
medios y altos a una tecnología anticonceptiva a través de las consultas privadas y la falta
de disponibilidad de métodos anticonceptivos masculinos.
314 " MARÁ VIVEROS VIGOYA
Michel Foucault
se deben tener los hijos (ni muy temprano ni muy tarde, en función de
normas biomédicas). Si hoy se considera que un número de hijos
superior a dos excede el nivel "ideal" de fecundidad de la población y
que una madre de quince años hace parte de la categoría "problemáti-
ca" de madres adolescentes, hace sólo cuarenta años una mujer colom-
biana podía iniciar su vida reproductiva antes de los dieciocho años y
tener por lo menos seis hijos8 sin generar mayor preocupación.
En segundo lugar, la sumisión a los criterios de las instituciones
médicas (edad del solicitante, número y edad de los hijos, edades de la
compañera, estabilidad conyugal, etc.) para determinar si el poten-
cial usuario es idóneo o no para utilizar este método. Aunque es com-
prensible que la vasectomía, por su carácter irreversible, suponga un
proceso particular de elección, los criterios definidos por las institu-
ciones para la selección de los pacientes responden más a una lógica
defensiva, que pretende disminuir el número de usuarios insatisfe-
chos con su decisión9, que a una búsqueda de decisiones libres y res-
ponsables por parte de éstos. Por otra parte, se está ignorando que las
motivaciones que llevan a un varón o a una pareja a acudir a la este-
rilización masculina pueden responder a una racionalidad que no
siempre está en concordancia con los supuestos institucionales en tor-
no al usuario "ideal" de este método 10 .
En tercer lugar, la pérdida de un cierto grado de autonomía al
delegar en un "experto" su capacidad de decidir qué es lo mejor para
sí. "La relación entre el usuario y el profesional de la planificación
familiar oculta una relación de poder en la cual los juicios y el cono-
Michel Foucault
bre todo, de las prolíficas clases pobres y de las regiones más alejadas
del modelo de cultura occidental12—, percibido como una amenaza
para el bienestar físico y social de la población colombiana. Sandra
Pedraza señala, basándose en las informaciones difundidas a través
de la revista semanal Cromos, que, tras las campañas de los años se-
senta a favor de los anticonceptivos femeninos, se inició la difusión de
la vasectomía. "De la intervención quirúrgica se resaltaba que no al-
teraba el apetito ni la actividad sexual y que, muy al contrario, per-
mitía compartir plenamente, tornaba 'más sabrosas las cosas de la
vida' y mejoraba la calidad de la vida matrimonial" (1999: 349). Estas
frases, que recogen el sentimiento generalizado de la época respecto a
la anticoncepción y la sexualidad, ilustran muy bien los planteamien-
tos de Foucault, subrayando la aceptación del placer y la reconcilia-
ción de la sexualidad en la vida de las parejas pero, al mismo tiempo,
el intento de circunscribirla al ámbito conyugal y su transformación
en imperativo para una vida sana, feliz y equilibrada.
La vasectomía, como decisión anticonceptiva masculina, puede
ser considerada también una expresión del ejercicio de la racionali-
dad moderna y de una "verdadera" masculinidad. La dicotomía tajan-
te entre "naturaleza" y "cultura" es uno de los rasgos definitorios de la
modernidad occidental, con base en la cual se concibe la sexualidad
como una "necesidad irresistible", expresión de la "naturaleza ani-
mal" de los humanos. Al mismo tiempo, la modernidad proclama el
dualismo cartesiano entre alma y cuerpo e identifica la masculinidad
con la racionalidad (Seidler 2000). A partir de esta concepción, el
cuerpo es definido como una entidad separada que necesita ser contro-
lada por la mente, entrenada y disciplinada, de los varones. La utili-
Goffman
17. Esta situación ha sido reforzada por las políticas de planificación familiar que,
en consonancia con los valores sociales imperantes, privilegiaron durante largo tiempo
a las mujeres como usuarias principales de estos servicios. Es decir, las instituciones
prestatarias tuvieron una tradición educativa volcada fundamentalmente hacia ellas,
propiciando una cultura anticonceptiva femenina que excluyó a los varones de las
decisiones reproductivas.
De quebradores y cumplidores • 329
18. El material sobre el cual se elabora esta reflexión proviene de las diez entrevistas
realizadas a varones esterilizados y a sus cónyuges en el marco de la investigación
titulada "Las representaciones y prácticas sociales de la esterilización masculina. Un
estudio de caso en Bogotá", dirigida por Mará Viveros y realizada en colaboración con
Fredy Gómez y Eduardo Otero. Retoma información proveniente del artículo "La
elección de la esterilización masculina. Alianzas, arbitrajes y desencuentros conyugales"
(Viveros y Gómez, 1998). Incluye además argumentos desarrollados en Viveros (2001).
332 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
nes entre las respuestas aportadas por cada uno de ellos. Se escogió
efectuar una aproximación biográfica a este proceso, considerando
que este enfoque permitía ubicar la decisión de la esterilización mascu-
lina dentro de un proyecto de vida, relacionarla con los distintos
eventos que puntúan las trayectorias sociales de una pareja y mostrar
la complejidad que caracteriza los intercambios entre los cónyuges y
los demás actores sociales eventualmente presentes en esta determi-
nación.
19. Numerosos estudios sobre las familias y las mujeres de los sectores populares
(Gutiérrez de Pineda 1994, Wartenberg y Zamudio 1991) plantean que, en las situacio-
nes de pobreza y precariedad, el control social y sexual de las mujeres adquiere una
importancia particular; si bien se admite, y se teme, que las mujeres experimenten
deseos sexuales, no se les permite expresarlos libremente. Sin embargo, algunos estu-
dios (Arango 1992, Viveros 1992) muestran que las prácticas y las concepciones relativas
a la sexualidad se han modificado en los sectores populares urbanos.
340 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
entonces él [su esposo] se puso de mal genio, que cómo así que más
hijos y ya con dos meses de embarazo... y yo como no estoy de acuer-
do con el aborto, pues qué podíamos hacer. Me tocó meterme a trata-
miento en el psicólogo hasta los cinco meses, pues yo rechazaba el
bebé y de pronto se podía venir... Tuve el parto a los ocho meses, pero
por la tensión arterial, tal vez por los nervios que mantenía por el
rechazo del principio". Víctor afirma que el espaciamiento de los hijos
lo tenían planeado "con cierta edad, para poderles dar el bachillerato
[...], sin acose en la vida. [...] Cuando ya nos sentimos solos, quisi-
mos la niña [su segunda hija], pero ahí dijimos, no más, sea niño o
niña, no más". Pero, contrariamente a lo relatado por su mujer, plan-
tea que "este tercer embarazo no fue fruto de una falla del método
sino que ella quedó embarazada porque se mandó quitar esa cosa, fue
por un descuido, y ya".
A partir de la vivencia de esta difícil situación, ambos coincidie-
ron en considerar seriamente la decisión de no tener más hijos. Fue
así como durante el tercer embarazo, a los seis meses de gestación
aproximadamente, acuerdan obtener información profesional e inda-
gan en Profamilia sobre los métodos de esterilización. Cuenta el en-
trevistado que "cuando el niño [el último hijo], no queríamos tener-
lo, pero lo aceptamos, aunque ella no quisiera, tengámoslo, entonces
ahí se tomó la decisión definitiva de que ella se mandaba operar o yo
me mandaba hacer la vasectomía, porque en el hogar de nosotros ya
no pueden existir más hijos". La ligadura de trompas fue descartada,
en razón de las complicaciones que, según ellos, podía acarrear esta
intervención y del mal estado de salud de la mujer. Víctor relata que
los métodos temporales empleados anteriormente "le molestaban
mucho" [a su esposa] y que, por esta situación, la imposibilidad física
y la negativa de la esposa a mandarse operar, "decide" hacerlo él.
Fue Dora quien se enteró en primer lugar de la existencia de este
método anticonceptivo, por su regular asistencia a las citas ginecoló-
gicas de control, cada seis u ocho meses. También fue ella quien plan-
teó en la pareja esta posibilidad anticonceptiva, tres o cuatro años
antes de tomar la decisión, según el tiempo reportado por Víctor.
Juntos asisten a dos sesiones de orientación en la entidad mencionada
342 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
1. Es importante tener en cuenta que este discurso no sólo alude a las ideas, sino
también a las instituciones, las estructuras, las prácticas cotidianas y los rituales, es decir,
a todo lo que constituye las relaciones sociales (Scott 1998:15).
370 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
PRÓLOGO
[13]
INTRODUCCIÓN
[21]
PRIMERA PARTE
La masculinidad como objeto
de investigación y preocupación social
[33]
Introducción
[35]
Capítulo 1
Las mujeres en la investigación
sobre masculinidad
[37]
Capítulo 11
Los estudios sobre los hombres y
lo masculino en América Latina
[51]
SEGUNDA PARTE
Socialización y construcción identitaria
en contextos regionales diversos
[119]
Introducción
[121]
384 • MARÁ VIVEROS VIGOYA
Capítulo ni
Padres y madres: primeras figuras
en la socialización de géneros
[142]
Capítulo iv
Los años de formación: competencias
y connivencias masculinas
[193]
Capítulo v
El ejercicio actual de la paternidad: desplazamientos
de las definiciones de la masculinidad
[228]
TERCERA PARTE
Corporalidad, sexualidad y reproducción
[269]
Introducción
[273]
Capítulo vi
Imaginarios y estereotipos racistas en las identidades
masculinas: algunas reflexiones con hombres quibdoseños
[277]
Capítulo vn
El gobierno corporal y las decisiones reproductivas:
a propósito de la esterilización masculina
[310]
BALANCE Y PERSPECTIVAS
[367]
Este libro se termi-
nó de imprimir en el mes
de marzo del año 2002. En su
composición se utilizaron carac-
teres Minion de la Casa Adobe.
Cuidaron la edición Claudia
Bedoya, John Naranjo,
y Mario Jursich
Duran.