Falta de Mujeres en La Rama Judicial

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FALTA DE MUJERES EN LA RAMA JUDICIAL}

Pese a que el país ha tenido progresos significativos para la igualdad de género y los derechos de las

mujeres, estos han sido insuficientes y demasiado lentos: todavía tenemos 20 puntos porcentuales

menos que los hombres en participación laboral, 5 puntos más de desempleo, dedicamos el doble

del tiempo a la economía del cuidado, y aún son muy pocas las que ocupan cargos de dirección en

el sector económico y cargos públicos.

Por ello, en el marco de la Cumbre Nacional por la Igualdad, llevado a cabo el pasado 4 y 5 de julio,

hablamos con Diana Espinosa, Oficial de Empoderamiento Político y Económico de ONU Mujeres

sobre la situación de equidad de género en Colombia.

Como principal reto para el nuevo Congreso de la República, que para este cuatrienio bajó un punto

en cuanto a representación femenina, las Naciones Unidas destacan la solidez normativa que tiene

el país en derechos de las mujeres aunque sin voluntad política ni presupuestos reales para que esta

pueda implementarse. Hacen un fuerte llamado a que en el nuevo Plan Nacional de Desarrollo y el

presupuesto plurianual de inversiones tengan realmente músculo financiero con enfoque de género

para poder pasar del papel a la realidad.


El año pasado, Foros Semana realizó el ciclo de foros ‘La mujer en Colombia: rompiendo techos de

cristal’ para analizar cómo se encontraba el país en temas de equidad de género y cómo podría

romperse esa brecha entre hombres y mujeres que aún persiste en el país. Hoy, ante los recientes

nombramientos de varias mujeres en los más altos cargos de la justicia colombiana, hablamos con

estas mujeres que han roto techos de cristal para llegar a donde están.

Diana Remolina:” El mensaje que se manda que las mujeres estemos en las posiciones decisorias

de la Rama Judicial es un mensaje muy importante para la sociedad. Un mensaje de equidad de

género, que muestra que tenemos las capacidades, los conocimientos y las competencias para

entrar a participar de los cargos más importantes de la justicia.”

Estadísticamente son más las mujeres que ingresan a las firmas de abogados, pero ellas solo son

alrededor de 25% de los socios. Aquí hay una brecha importante por la que vale la pena

preguntarse: ¿Existe un ‘techo de cristal’ que impide que más mujeres lleguen a altos cargos en los

bufetes?

Con las primeras abogadas, Rosita Rojas y Gabriela Peláez, graduadas en 1942 y 1944, las mujeres

han recorrido un largo camino en la profesión. Según la Comisión Nacional de Género de la Rama

Judicial, desde 1996 la proporción de mujeres que se gradúan como abogadas es mayor a la de los

hombres. Por ejemplo, entre 2011 y 2015 se registraron 35.840 abogadas frente a 32.994 hombres.
La participación de las mujeres en la Rama Judicial cobra cada vez más importancia, con Mirtha

Patricia Linares en la presidencia de la JEP, Lucy Bermúdez en el Consejo de Estado y Gloria Stella

Ortiz en la Corte Constitucional.

Aunque lo anterior representa un gran avance, tanto en el sector público como privado, aún queda

bastante por hacer.

¿QUÉ ES TECHO DE CRISTAL? Y COMO AFECTA A LAS MUJERES

Seguramente ya has escuchado acerca del “techo de cristal”. Sin embargo, el término no es tan

novedoso como suponemos aunque ha estado rondando en los medios de comunicación

últimamente. Noticias sobre mujeres que resultan afectadas por el “techo de cristal” en las empresas

y artículos de opinión acerca de Hillary Clinton como la que “rompería el techo de cristal y se

convertiría en la primera presidenta de la primera potencia económica global” son pan de cada día.

Y, a pesar de que se han logrado avances reales, todavía falta mucho por hacer. Tan sólo en México,

seis de cada 10 mujeres profesionistas consideran “que no tienen las mismas oportunidades cuando

se trata de promoción y desarrollo en un puesto de trabajo” según Forbes.

Marilyn Loden, consultora laboral estadounidense, fue la primera en hablar acerca del “techo de

cristal”. Era 1978 y, en una mesa redonda, Marilyn Loden argumentó que las mujeres no

ascendíamos debido a una cultura que obstruye nuestras aspiraciones y no fomenta una equidad en

oportunidades. En 1979, este concepto se empieza a popularizar gracias a la intervención de


Katherine Lawrence, empleada de Hewlett-Packard, en la Conferencia del Instituto de Mujeres para

la Libertad de la Prensa. En la conferencia que impartió, Katherine Lawrence hizo uso de esta

metáfora para referirse a la disparidad existente entre la política de ascenso y las oportunidades

existentes en su entorno laboral.

Marilyn Loden, quien también asesora al ejército de Estados Unidos en estas cuestiones, recuerda

en una entrevista para la BBC que, en esa entonces”, ella “era una experta profesional en Recursos

Humanos en la industria de las telecomunicaciones, sin embargo, mi jefe frecuentemente me decía

"sonríe más"”. Es así que su apariencia personal era más importante que su desempeño profesional.

También fue testigo del sexismo relacionado con el ascenso de las mujeres en el escalafón laboral:

“me dijeron que el avance de las mujeres dentro de la gerencia media estaba "degradando la

importancia" de esos puestos”.

La Comisión Federal del Techo de Cristal del Departamento de Trabajo de Estados Unidos lo

define como el “conjunto de barreras invisibles que impiden a las mujeres ascender hacia los

niveles superiores de la escalera corporativa, independientemente de sus calificaciones o

logros”. Se consideran “invisibles” porque, en teoría, no hay una limitación explícita. Si revisamos

las leyes, en papel se habla de una igualdad. ¿Pero en la práctica? La inequidad se refleja a nivel

laboral para las mujeres, quienes nos vemos limitadas (si no es que impedidas) a ascender

laboralmente. Esa frustración es generalizada y aparece en todos los rincones del mundo.
En 1984, Gay Bryant, la editora de la revista Working Woman apunta que “las mujeres han llegado

a cierto punto, yo lo llamo el techo de cristal, (donde) están en la parte superior de la gerencia

media y se están deteniendo y atascándose. No hay espacio suficiente para todas esas mujeres en la

cima”. El “techo de cristal” aparece reiteradamente en el libro The Working Woman Report:

Succeeding in Business in the 1980s.

Por qué existe, entonces, este techo de cristal? Pregunta interesante a la cual solo podemos dar

respuesta desde los obstáculos interpuestos por una cultura todavía profundamente patriarcal que

impide, por miles de razones, el flujo de las mujeres hacia las esferas altas de la dirección y

administración del mundo. Podría añadir a estas cifras que solo 6% de las grandes multinacionales

del mundo están en manos de las mujeres.

Esperamos que la muy reciente ley de cuotas, ratificada hace unos días por el Presidente de la

República, nos permita acelerar los procesos de paridad de este doloroso país que necesita tanto de

las miradas y de los aportes de las mujeres. Mientras tanto, ellas siguen desayunando con chocolate

y arepas en sus casas y los hombres solos en sus elegantes buffet-desayuno de los grandes hoteles

decidiendo los destinos de este país.

No olvidemos que la desigualdad de género es un problema persistente en nuestro país. El Informe

Global de la Brecha de Género 2016 realizado por el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas
en inglés) señala que México ocupa el lugar 66 de 144 países y está por debajo de Kenia, El

Salvador y Vietnam. El estudio revela una disminución de mujeres profesionales y trabajadoras

técnicas en comparación con los hombres, por lo que México se encuentra entre los últimos lugares

en el rubro de “Participación y oportunidad económica para las mujeres”. La desigualdad de

oportunidades en el escalafón corporativo es un problema grave. Mira alrededor tuyo. ¿Cuántas

mujeres trabajan contigo? ¿Se les respeta como profesionistas? ¿Sus opiniones son consideradas?

¿Hay algún caso de injusticia o exclusión? No solamente hay que avanzar hacia la igualdad entre

mujeres y hombres en el plano laboral, sino en todos los ámbitos como el económico, el científico,

el político y el cultural.

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