Cassin Barbara - Jacques El Sofista
Cassin Barbara - Jacques El Sofista
Cassin Barbara - Jacques El Sofista
Jacques el sofista
Lacan, logos y psicoanálisis
MANANTIAL
Buenos Aires
Título original: Jacques le Sophiste. Lacan, logos et psycbanalyse
Epel, París, 2012
© Epel, 2012
Cassin, Bárbara
Jaques el sofista : Lacan, logos y psicoanálisis . - la ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : Manantial, 2013.
192 p .; 22x14 cm.
ISBN 978-987-500-175-6
1. Psicoanálisis.
CDD 150.195
PRÓLOGO
«Muchas gracias por reconocerme»........................................... 13
PRIMERA PARTE
Doxografía y psicoanálisis, o minoremos la verdad
como ella lo m erece........................................................................ 17
Escribir la opinión.................................................................... 17
Demasiado/insuficiente sentido............................................. 21
El origen como m ontaje........................................................... 25
La exactitud literal.................................................................... 30
Transmisión-fixión/matema................................................... 35
SEGUNDA PARTE
La presencia del sofista en nuestra época................................. 41
Mythos/logos: los presocráticos y el «largo rodeo
aristotélico»................................................................................. 41
La presencia del sofista en nuestra época........................... 44
¿De qué es el nombre, como se dice, la sofística?............. 47
Una escucha sofístico-analítica de la historia de la
filosofía: performance y homonimia.................................... 50
Logología: hablar por el gusto de hablar/hablar
a pura pérdida............................................................................. 54
Sofística, psicoanálisis y antifilosofía................................... 56
TERCERA PARTE
El logos-pharm akon ....................................................................... 65
Hablar/pagar: un consultorio en el ágora.......................... 65
La voz de la/una mujer............................................................ 70
La teoría del logos-pharmakon .............................................. 73
Farmacia, política y semblante.............................................. 77
En el extremo del palimpsesto: ¿un psicoanálisis
a escala de un país?................................................................. 80
Un «beneficio por añadidura». Si aún se está
en el psicoanálisis...................................................................... 84
Pharmakon y lazo social......................................................... 87
CUARTA PARTE
Sentido y sinsentido o el antiaristotelismo de Lacan............. 91
Aristóteles contra los sofistas, Freud y L a c a n ................. 91
«El logos que hay en los sonidos de la voz y
en las palabras»......................................................................... 97
Ponderaciones del sentido y del sinsentido:
Freud/Lacan................................................................................ 105
La oscilación de Freud: ¿sinsentido en el sentido
o sentido en el sinsentido?................................................ 107
¡Cuídense de comprender! La vacilación de Lacan:
¿otro sentido, o el intrínseco sinsentido de
cualquier uso del sentido?................................................ 119
Incursiones sofísticas en la técnica an alítica.................... 123
Sobre las tres homonimias constituyentes
y sobre la homonimia de la homonimia...................... 123
El kairos , escansión y tiempo en el d iscurso.............. 127
Por qué Lacan se interesa tanto en la metonimia
y la metáfora, o cómo estas se convierten
en lugares del tiem po......................................................... 132
QUINTA PARTE
El goce del lenguaje o el au-aristotelismo
de L a c a n ............................................................................................ 135
El au-sentido y el den ............................................................... 135
El sentido y sus tres negaciones...................................... 135
«El lenguaje come lo real», o la definición
lacaniana de la logología................................................. 141
El pasajero clandestino: el den, significante
del significante...................................................................... 145
Risa y nada...................................................................... 147
El falso corte, o sobre el «m oterialism o».............. 150
Del goce del ser al goce del cu erp o ......................... 154
La letra y la lalengua......................................................... 156
Monotonía del «no hay relación sexu al».................... 158
Au-sentido y goce-sentido................................................. 160
Ellas no saben lo que d icen.................................................... 162
Goce y verdad....................................................................... 162
Pequeño inventario de g oces............................................ 164
O tra vez H elena......................................................................... 167
La tesis helénica................................................................... 168
Del lado hombre: Helena a minúscula......................... 171
Del lado mujer: otra satisfacción, la satisfacción
de la palabra......................................................................... 172
El Tratado del no-ser del goce femenino..................... 173
El hombre falla y goza como filósofo, la mujer falla
y goza como sofista............................................................. 177
Una mujer y lalengua; la verdad, mi inasible/
incogible com pañera........................................................... 178
EPÍLOGO
El ahogo de un pez........................................................................... 181
-Hola, ¿Lacanf
-Por cierto que no.
ESCRIBIR LA OPINIÓN
DEMASIADO/INSUFICIENTE SENTIDO
19. Diogéne Laérce, Vies, doctrines et sen ten ces des philosophes
¡Ilustres, trad. Robert Genaille, París, Garnier Flammarion, 1 9 6 5 , t. I,
Prólogo, pág. 16. Compárese con D. Laérce, Vies et doctrines des philo
sophes ilustres, Marie-Odile Goulet-Cazé (dir.), París, Librairie générale
franqaise, col. «La Pochothéque», 1999.
20. J. Lacan, «Situation de la psychanalyse en 1956», en Écrits, op. •
cit., pág. 474 [«Situación del psicoanálisis en 1956», en Escritos 1, op.
cit., pág. 456].
agua.»21 Con lo cual se alaba a Tales por todos los objetos preciosos
hallados en el agua: un trípode, por ejemplo, recogido en las redes de
los pescadores milesianos, pasa de mano en mano hasta llegar a él
como su único destinatario posible. Todo el mundo conoce la historia
de Tales, quien sale de su casa para contemplar a los astros y cae en
un agujero, el célebre «pozo» del Teéteto de Platón, con la risueña
sirvienta tracia que, las manos sobre las caderas, mira desde arriba
al filósofo incapaz de saber dónde está apoyando los pies. Se sabe
menos cómo se venga Tales: inventando el capitalismo. Gracias a sus
conocimientos astronómicos, prevé que no lloverá y que la cosecha
de olivas será abundante; acapara entonces todos los lagares fuera
de temporada para, llegado el momento, rentarlos al precio que se le
ocurra; al inventar a la vez el monopolio y la crematística, demuestra,
dice Aristóteles, que «les es fácil a los filósofos enriquecerse cuando
quieren, pero no es ese el objeto de su celo».22 El hizo dinero con la
meteorología y la higrometría.
¿Y sabemos cómo murió? Murió de debilidad mirando los jue
gos gimnásticos porque tenía demasiado calor y demasiada sed. Mi
conclusión es que el nombre Tales es la arruga doxográfica en la
superficie del agua. Podemos decir, a elección, que es un puro nombre
propio o que se vuelve nombre común -com o justamente «Home
ro » - y pierde entonces la virtud de identificar -d e identificar tan
solo a u no- con certeza. Resulta a un tiempo normal y de destacar
que todas las doxografías, todas las vidas compuestas por Diógenes
Laercio, terminan con una lista de homónimos. Imaginemos que la
vida de Lacan por Elisabeth Roudinesco terminara con una lista de
homónimos: habría rivalizado entonces con un bios doxográfico.
Esto en cuanto a lo que es una anécdota. Lo mismo sucede
con todo lo que nuestro intrépido prologuista le reprochaba: care
cer de espíritu crítico, no indagar acerca de dónde está la verdad,
contentarse con yuxtaponer sin el menor escrúpulo tradiciones
heterogéneas y contradictorias: Fulano dice que Xenófanes es hijo
de Mengano, pero según Mengano es hijo de Zutano, nacido antes
TRANSMISIÓN-FIXIÓN/MATEMA
3 8. J. Lacan, E ncoré, op. cit., págs. 97-98; luego pág. 1 0 0 ; luego pág.
108 [Aun, op. cit., págs. 130-131; luego 134; luego 144],
SEGUNDA PARTE
13. Lo mismo que en Saint-Anne, «se notaba allí cierto sello de toxi
comanía y de homosexualidad» (J. Lacan, L ’Envers de la psychanalyse,
op. cit., pág. 26 [El reverso del psicoanálisis, op. cit., pág. 24].
14. Véase infra, pág. 61, nota 4 8 ; págs. 73-77; pág. 132.
15. J. Lacan, «Joyce le symptóme» [1975], en Autres Éerits, op. cit.,
pág. 569 [«Joyce el síntoma, en Otros escritos, op. cit., págs. 5 9 5 -596].
De Freud a Lacan, se habrá pasado decididamente del amor por
la verdad al discurso de la verdad («Yo, la Verdad, hablo»), la verdad
sem i-á icha, de acuerdo, pero de todas maneras dicha , fixionada
por el decir que la produce como efecto lateral.
En ese mismo seminario del 12 de mayo de 1965, tras mencionar
la «presencia del sofista», Lacan lanza dos seudópodos, uno contra
el «positivismo lógico» que va a «buscar el meaning o f meaning»
para «precaverse de las sorpresas de la conjunción significante»;
el otro para señalar la diferencia capital con el mundo griego: «De
pronto me di un golpe en la frente diciendo: “Es que no hay palabra
griega que designe el sexo”».16 La diferencia de «estatuto» entre
sofista y psicoanalista, y el punto de impacto de «nuestra época»
deben ser buscados aquí: «Se sabe por qué los sofistas operaban
a la vez con tanta fuerza y también sin saber por qué. Lo de tanta
fuerza se basa en esto que nos enseña el análisis: que en la raíz de
cualquier diada está la diada sexual, lo masculino y lo femenino».
Lo que se encuentra en juego es, precisamente, la relación entre
sentido y sexo, y la manera adecuada de considerarla es la sorpresa
del significante.
Volveremos sobre este punto. Sin embargo, permítanme entrete
nerme un poco operando de manera concéntrico-deductiva, hacien
do círculos en el agua. Iré de efecto del logos a efecto del logos
partiendo del borde externo, bastante poco lacaniano, y avanzaré
hacia el punto de impacto: cómo uno (en él, de él) se ocupa; luego
cómo uno (en él, de él) significa; luego cómo uno (hi, han) goza
-siempre sin ahorrar al lector las digresiones turísticas de la visita
guiada a una Grecia que pocos conocen.
Sofística, sust.
A. Conjunto de doctrinas o, más precisamente, actitud intelectual
común de los principales sofistas griegos (Protágoras, Gorgias, Pró-
dico, Hippias, etc.).
B. (Nombre común.) Se dice de una filosofía de razonamiento
verbal, carente de solidez y seriedad.19
25. «Una lengua entre otras no es otra cosa sino la integral de los
equívocos que de su historia persisten en ella» (J. Lacan, «L’Étourdit»,
Scilicet, n °4, París, Seuil, 1973, pág. 47 [«El atolondradicho», en E scan
sión 1, Buenos Aires, Paidós, 1984, pág. 63]) pasó a ser para mí una
frase fetiche, transportada al Vocabulaire eu rop éen des philosophies,
dictionnaire des intraduisibles (París, Seuil/Le R obert, 2 0 0 4 ). Véase
infra, págs. 163-1 6 4 .
2 6. J. Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 33 [Aun, op. cit., pág. 4 2 -4 3 ].
nuevo discurso ontológico, evidentemente el del propio Platón, en
el cual el no-ser puede instalarse como «otro», es decir, como uno
de los géneros del Ser: circulen, no hay nada que ver, la forclusión
es puro beneficio para la ontología. Platón, gracias al Extranjero,
más sofista aún que Gorgias.
En «los surcos de la aletosfera»,27 Lacan no se niega a ser situado
en referencia a Gorgias: «Recuerdo que la primera [referencia] era
a Gorgias, de quien supuestamente yo estaría haciendo aquí no sé
qué repetición. ¿Por qué no? Pero el inconveniente es que, en boca
de la persona que evocaba a ese personaje del que, hoy en día, mal
podemos medir la eficacia, se trataba de alguien perteneciente a
la historia del pensamiento. Esta vuelta atrás es lo que me parece
molesto [...]». Así pues, debemos repensar sofísticamente la «his
toria del pensamiento» para situar a Lacan en ella, con la idea tal
vez, como dice Lacan mismo, de que el pensamiento no es una
categoría, sino un afecto, un pathos del logos.
35. J. Lacan, E n co ré, op. cit., pág. 25 [Aun, op. cit., pág. 32).
36. Id., «La Troisiéme», op. cit., pág. 12 [«La tercera», op. cit., pág.
76].
37. Id., E n co ré, op. cit., pág. 96 [Aun, op. cit., pág. 128].
38. Id., E ncoré, op. cit., pág. 108, luego pág. 107 [Aun, op. cit., pág.
144].
39. J. Lacan, Encoré, op. cit., pág. 33 [Aun, op. cit., pág. 43].
sino el afuera el que revela al discurso».40 Esta frase explícita el
enunciado emblemático de la discursividad sofística y su principio
de identidad: «El que dice, dice un decir».41 «No es el discurso el
que conmemora el afuera»: el discurso no puede representar lo real
ni tiene que hacerlo, no hace las veces de, no hace referencia a, una
cosa o una idea exteriores, ajenas a él. Resumiendo: no estamos en
el régimen parmenídeo-aristotélico de la comunicabilidad, que va
de la copertenencia y la eclosión simultánea a la adecuación. «Por
el contrario, es el afuera el que deviene revelador del discurso»: si
la relación de significación existe, hay que invertirla. El discurso
hace ser, y por eso su sentido solo puede ser aprehendido aprés
coup , habida cuenta del mundo que él produjo. Se comprende que
uno de estos efectos-mundo pueda ser el efecto retórico sobre el
comportamiento del oyente, pero este es tan solo uno de sus efectos
posibles. Si reaparece aún la idea de seducción, es con una vuelta
ontológica más que establece toda la diferencia y puede servir para
definir la logología: «Habría que extender la idea de seducción»,
escribe Jean-Fran^ois Lyotard, «no es el destinatario el seducido
por el destinador. Este, el referente, el sentido, no padece menos que
el destinatario la seducción ejercida».42 El discurso sofístico no es
solamente una performance en el sentido epideíctico del término,
es de punta a punta un performativo en el sentido austiniano de la
43. J. Lacan, «La Troisiéme», op. cit., pág. 15 [«La tercera», op. cit.,
pág. 81].
afectan de ingenuidad los discursos científicos tradicionales. Por
ejemplo, la «cosmología»: «¿Acaso no hay en el discurso analítico
lo que puede introducirnos a aquello de que toda subsistencia, toda
persistencia del mundo como tal ha de ser abandonada?;44 la «físi
ca»: «¿En qué concierne a lo real esta nueva ciencia?», y en la misma
bolsa aristotélica el « behauiourism »; por último, la «historia» que
podemos extrapolar de «la historia del cristianismo», donde «no
hay un solo hecho que no sea discutible» y donde toda la verdad
es ser «dicho-mansión, la mansión del dicho». Esta serie de nega
ciones culmina en la fórmula: «No hay lenguaje del ser», y Lacan
puede desactivar finalmente la proposición ontológica fundamental
afectándola con un índice de enunciación que caracteriza, como
sabemos, al procedimiento doxográfico: «El ser es, como dicen, y
el no-ser no es». Se concluirá con la potencia de la logología misma:
«Me distingo del lenguaje del ser. Ello implica que pueda haber
ficción de palabra, quiero decir, a partir de la palabra».45
Que el ser sea un hecho de dicho invita a tomar precauciones
en lo que atañe a la significación. La precaución elemental es «dis
tinguir la dimensión del significante». «Distinguir la dimensión
del significante cobra relieve solo si se postula que lo que se oye
no tiene ninguna relación con lo que significa.»46 Y así como la
logología no procede del ser al decir sino del decir al ser, no se irá
del significado al significante, sino a la inversa: «El significado no
es lo que se escucha. Lo que se escucha es el significante. El sig
nificado es el efecto del significante». La ficción de palabra signa
la ruptura con la filosofía («¿Cómo quitarles de la cabeza el uso
filosófico de mis términos, es decir, su uso soez?»),47 o sea, la nueva
situación del discurso (en los sonidos y en la escritura homonímica
de la homonimia) y del pensamiento («en los pliegues de la frente»,
como en el erizo). El psicoanálisis, que se apoya en la autonomía
de un discurso definido como sonido, hace zumbar al significante;
por eso Lacan lacaniza, así como Gorgias -su s contemporáneos lo
4 4 . Id., E nco ré, op. cit., pág. 4 3 , luego 96 y 97 [A un, op. cit., pág.
57, luego 128 y 130].
45. J. Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 107 [Aun, op. cit., pág. 144].
4 6 . Ibid., pág. 31, luego pág. 34 [ibid., pág. 4 0 , luego pág. 45].
47. Id., «La Troisiéme», op. cit., pág. 14 [«La tercera», op. cit., pág. 78].
decían con no menor odioenam oración- gorgianiza.48 Aquí todo
se precipita, o mejor dicho, todo se sostiene, y lo retomaremos
hebra por hebra.
Concluyo de esto, provisoriamente, que psicoanálisis y sofística
ocupan la misma posición respecto de la filosofía. Alain Badiou
llama «antifilosofía» a esta posición, pero objeta la equivalencia
entre la antifilosofía del sofista y la de Lacan, al menos en uno de
sus primeros grandes textos sobre Lacan y la filosofía.49 Quisiera
detenerme un momento sobre este aspecto.
«Se trata de saber de una buena vez -requiere Bad iou- si la
antifilosofía postulada por Lacan es necesariamente para nosotros
una figura sofística.»50 A mi entender, todo se juega (la apuesta
filosófica está jugada) en el instante anterior, cuando Badiou defi
ne la sofística como organizada en torno al enunciado «no existe
ninguna verdad»: «El adversario inmemorial del filósofo se deno
mina sofista; y se reconoce en el hecho de que, semejante en todo
punto al filósofo, pertrechado con la misma retórica, acudiendo
a las mismas referencias, no deja de organizar su planteamiento
alrededor del enunciado “no existe ninguna verdad”». Yo objeto
que este sea el enunciado princeps de la sofística. El sofista sabe que
un contratorpedero es primeramente, y ante todo, un torpedero.
Son los filósofos, desde Sexto Empírico hasta Heidegger, quienes
lo hacen pasar por un escéptico inconsecuente al afirm ar contra
el escepticismo la imposible «verdad escéptica» de que no hay ver
dad. La posición del sofista no está referida a la verdad, sino al
discurso: el ser, la verdad, si nos atenemos a ella, es un efecto del
decir. El sofista organiza su planteamiento alrededor de «el que
dice, dice un decir», no afirmativo sino nulo de por sí, tautológico
aun cuando se despliegue en sintaxis o en gramática, rayano con el
El logos-pharmakon
pág. 37, citado por E. Thamer [«El seminario sobre “La carta robada”»,
en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 13a edición, 1985,
pág. 30].
5. Jean-Paul Dumont, Les Sophistes, fragments et tém oignages, París,
PUF, «SUP-Les grands textes», 1969.
6. Plutarco, Vidas de diez oradores, I, 833 c (= Antifón, 87 A 6 DK).
7. Luciano, Historia verdadera, II, 33 (= Antifón, 87 A 7 DK).
«el lenguaje como droga», «la declaración como veneno», «la defi
nición como encanto», «la palabra como colorante», «el término
como tanino» y «el razonamiento como detergente», deberíamos
concedernos por un instante el derecho burlón de entenderlo todo.
«Fundo, decía Lacan el 21 de junio de 1 9 64, la Escuela Fran
cesa de Psicoanálisis.»8 «Constituimos tres secciones», decía más
adelante, y las titulaba, respectivamente: 1) «Sección de psicoa
nálisis puro», o sea, el psicoanálisis didáctico; 2) «Sección de psi
coanálisis aplicado, lo que quiere decir de terapéutica y de clínica
médica», y 3) «Sección de recensión del cam po freudiano». La
primera vincula entre sí la performance epidíctica de los semina
rios y las demandas de análisis («cazador de jóvenes ricos», dice
Platón del sofista). La segunda involucra al pharm akon : equivale
a declarar, sin más vueltas, que la terapéutica no está fuera del
campo. El psicoanálisis, sirva o no de «pararrayos» en un «hoy»
que dura, se «distinguió primero por dar acceso a la noción de
curación en su dominio, a saber: devolverles sus sentidos a los
síntomas, dar lugar al deseo que ellos enm ascaran, rectificar de
manera ejemplar la aprehensión de una relación privilegiada».9
La condición es de novedad freudiana: que se reconozca al sujeto
del inconsciente (síntoma, deseo, transferencia); pero el efecto:
que se alcance a los que hablan por lo que dicen más allá o más
acá de lo que dicen y que la palabra, en un complejo hablar-oír,
tenga efecto terapéutico, es algo viejo como el hombre, viejo como
la relación del hombre con el logos . Lo asombroso es que «haya
respuesta» a la demanda de curación, «y que, en todas las épocas,
la medicina haya dado en el clavo con palabras».10
El pharm akon de la talking cure está precisamente en la anti
gua articulación de la retórica y la magia. Freud, quien de entrada
sitúa el encuentro enfermo-médico bajo el título de la influencia,
lo sabe:
14. Homero, Odysée, op. cit., v. 2 7 3 -2 8 4 , pág. 88; los corchetes son
de Bérard y mis itálicas corresponden a sus notas.
15. Homero, Odysée, op. cit., nota 1, pág. 88.
«En este verso, sospechoso para más de un crítico, puede entenderse
simplemente que Helena habla griego y no troyan o»...16
Cautivada por tantas denegaciones, entiendo por mi parte que
el pharmakon egipcio hace posible comprender la voz como phar
makon , remedio-veneno por excelencia. El objeto del deseo es la
voz donjuanesca que llama a cada hombre por su nombre, uno
por uno: «La voz, podría decirse, es libre, libre de ser otra cosa
que sustancia».17 Deduzco que Helena es el equivalente general de
todas las mujeres, que es la/una mujer. Tal es el texto homérico,
primer estrato de todos los palimpsestos. Él anuda mujer y droga
discursiva; e incluso la/una mujer, voz y significante. Buen comien
zo para un fin lacaniano.
Existe la misma relación [/ogosj entre poder del discurso [logos otra
vezj y disposición del alma, dispositivo de las drogas y naturaleza de
los cuerpos: así como cierta droga hace salir del cuerpo cierto humor
y unas hacen cesar la enfermedad y otras la vida, así sucede entre los
discursos. Algunos entristecen, otros encantan, dan miedo, exaltan al
auditorio, y algunos, mediante una mala persuasión, drogan el alma
y la embrujan.21
A fin de cuentas no hay más que eso, el lazo social. Lo designo con
el término «discurso» porque no hay otro modo de designarlo desde
el momento en que uno se percata de que el lazo social no se instaura
sino anclándose en la forma como el lenguaje se sitúa y se imprime,
se sitúa en lo que bulle, a saber, en el ser que habla.46
Analista Sofista
a —^ % ci —y $
Sentido y sinsentido o el
antiaristotelismo de Lacan
15. Para un análisis del pasaje clave del D e In terp reta tio n e de
Aristóteles que estoy glosando en este punto, remito a los artículos «Signe»
y «Signifiant» del Vocabulaire européen des philosophies, dictionnaire
des intraduisibles (París, Seuil/Le Robert, 20 0 4 ).
16. Platón, Cratilo, 439 a.
17. J. Lacan, E n co ré, op. cit., págs. 31 y 34 [Aun, op. cit., págs. 40
y 45].
18. Hasta aquí recomiendo en verdad dos: la Teogonia de Hesíodo y
las Refutaciones sofísticas de Aristóteles, dos grandes canteras...
(u homonimias de la sintaxis) distinguiendo entre sí todos los
sentidos de todas las palabras y de todos los giros y negándose
a tom arlos al mismo tiempo (el famoso ham a del principio de
no-contradicción). Así pues, la solución para refutar a alguien
que emplea un logos homónimo, se trate del equívoco de una
palabra, como la francesa «apprendre », aprender» y «enseñar»,
o de la anfibolia de una construcción, como «desearme la cap
tura enemiga», consiste en «centrar de entrada la respuesta en
la ambigüedad de la palabra y del enunciado».19 Es preciso y
suficiente con asignar el punto de homonimia y hacer valer el
otro sentido: hacer ver a todos que bajo una sola y misma lexis
(palabra, enunciado, aislados o incluidos en un argumento) se
alojan varios sentidos. El filósofo es ante todo, e incansablemente,
crítico, semántico y gramático.
O mejor dicho, con esto alcanza casi siempre, pues hay un
caso en que el remedio es infructuoso. Se trata de aquel en que
solo está en juego el significante, el significante puro, aquel que
se aloja en las escansiones y acentos de la voz; «com posición,
separación y prosodia», dice Aristóteles; pues aquí el significante
es múltiple en su propia identidad, que opera en el «al mismo
tiempo» de su sola enunciación. En este caso no hay que disipar
ninguna hom onim ia, no se puede apelar al pragm a contra el
onom a ni discrim inar significados bajo el significante. Ya no se
trata de distinguir entre los sentidos, sino entre sonidos. Solo se
puede prestar oídos [oreille ]: oros, sin aspiración, «la m ontaña»,
y horos , con aspiración, «el lím ite», «ver a alguien golpeado
[silencio] con los ojos» y «ver a alguien [silencio] golpeado con
los ojos». Y «replicar, una vez concluido, con la escansión inver
sa» retornando simétricamente al remitente: «Si el argumento
estriba en la composición, la solución consiste en su división, si
es tributario de la división, la solución está en la com posición;
de nuevo, si el argumento depende de una acentuación aguda, la
solución es la acentuación grave, y si depende de una acentuación
grave, la solución está en la aguda».20
ONTOLOGÍA LOGOLOGÍA
LOGOLOGÍA
Los perversos [...] los mismos que Aristóteles no quería ver por
nada del mundo. Hay en ellos una subversión de la conducta que se
apoya en un savoir-faire, una habilidad ligada a un saber, el saber de
3 2 . J . L acan , bncoru , o/?, cit.. pág. 88 \Áun, op. cit.. pág. 116).
la mesa de un restaurante ante una ración de salmón con mayonesa. Y
le reprocha: «¡Cómo! ¡Me pide usted dinero y se da el gusto de pedir
salmón con mayonesa! ¡Vaya modo de usar mi dinero!». «No com
prendo -d ice el o tro -, sin dinero, me es imposible comer salmón con
mayonesa; ahora que lo tengo, no debo comer salmón con mayonesa;
¿cuándo, entonces, comería yo salmón con mayonesa?»33
33. S. Freud, L e mot d ’esprit..., op. cit., pág. 79 [El ch iste..., op. cit.\.
3 4 . El salmón con mayonesa «nos presenta [...] una fachada que
deslumbra por su elaboración lógica; sin embargo, el análisis nos ha
mostrado que esta lógica esconde un sofisma, en particular un despla
zamiento del curso del pensamiento» (ibid., pág. 72). Volveré luego a
las páginas 6 5 -6 6 .
Cuadro 2
I
sofísticos autorna ticos «home-roiilard»
I
«salmón- «Irzig»
1 I Sentido del sinsentido Sinsentido del sinsentido
Sentido (fachada) > Sinsentido (fachada) > levantamiento de la inhibición = placer del sinsentido
sinsentido (oculto) sentido (oculto)
sofisma repulsión
portavoz de la verdad
109
Cuadro 3
Los errores sofísticos de razonamiento (detalle)
a) sofísticos b) automáticos
35. S. Freud, L e Mot d 'esp rit..., op. cit., pág. 89 (las itálicas me
pertenecen); luego pág. 90 [El chiste..., op. cit.j.
y de ese modo instalarse por su cuenta. Ahora bien, «este consejo
sumamente cómico es, como salta a la vista, un sinsentido», pero
«semejante sinsentido ingenioso no carece de sentido»: «Es confor
me con la necedad de Itzig, se la hace patente». Con Itzig, esta vez
es el sinsentido el que sirve de «fachada» al sentido. Al cambiar sus
lugares, la ponderación del sentido y del sinsentido ha cambiado a
su vez. Freud reencuentra así, con toda naturalidad, la definición
canónica del chiste como «sentido en el sinsentido», pero esta se
deja leer ahora de manera ambigua como inversión y a la vez como
un tipo particular de sofisma. En esta primera taxonom ía, pues,
Freud recoge todos los elementos más tradicionales de la desva
lorización de la sofística, excepto una distorsión, y considerable,
por cuanto coincide con la aparición del sofisma entre los chistes:
aquella según la cual podrá tratarse, al menos en la segunda serie
de ejemplos, del elemento sentido en el sinsentido más bien que del
elemento sinsentido en el sentido.
El examen de la segunda taxonom ía permitirá proseguir de
manera no menos titubeante por esta nueva senda. Freud propone
una taxonom ía que tiene esta vez por criterio la «tendencia» o
intención atribuible al autor mismo. El ingenio puede ser, ya sea
inofensivo, ya sea tendencioso. Ahora bien, el examen del ingenio
tendencioso permite dirigir sin resto el sinsentido bajo la juris
dicción del sentido, asignando un sentido -y cu á l- al sinsentido.
Porque el sofisma pasa a ser para Freud el portavoz de la verdad.
Leyéndolo con atención, Freud indicaba ya esta pista cuando
proponía, en la primera taxonomía, la «versión reducida» del sal
món con mayonesa a fin de probar que esta categoría de chistes
depende no de las palabras sino del pensamiento, y del desplaza
miento reproche-respuesta. En efecto, cuando el goloso responde
«de modo directo», ya no hay de qué reírse. «La versión reducida
sería entonces la siguiente: “ No puedo dejar de comer lo que me
gusta, y poco me importa de dónde viene el dinero. Esta es la
razón por la que hoy como salmón con mayonesa, después de que
usted me prestó dinero”.» Pero, añade Freud, «ya no habría aquí
ingenio, habría cinism o».36 Cuando retoma el análisis del salmón
36. S. Freud, L e Mot d ’esprit..., op. cit., pág. 82 y sig. [El ch iste...,
op. cit.).
con mayonesa desde la perspectiva de la segunda taxonom ía, Freud
descubre, junto con esas tendencias obvias que son la intención
obscena (ingeniosidad que desnuda) y la intención agresiva u hostil,
una tendencia más difícil de circunscribir y que él califica momen
táneamente de «intención seria».37 La fachada lógica que en la
primera taxonomía ocultaba tan solo «un error» desvalorizado por
ilógico, adquiere ahora otra función, la de disimular que se dice
ahí «algo prohibido»38 o, más terminológicamente, la de «desviar
la atención» del hecho de que se trata aquí del «levantamiento de
la inhibición»:39
37. S. Freud, Le Mot d’esprit..., op. cit., pág. 175 [El chiste..., op. cit.].
3 8. Ibid., pág. 172 [ibid.].
39. Ibid., pág. 2 5 0 [ibid.].
4 0 . Ibid., pág. 175, las itálicas me pertenecen [ibid.].
elegida es un verdadero compromiso entre su «fiasco» y su «razón»,
lo que sin duda no es una solución pero corresponde perfectamente a
nuestro propio conflicto interior.41
41. S. Freud, L e Mot d ’esprit..., op. cit., pág. 178 [ £ / chiste..., op. cit.].
42. S. Freud, Le Mot d'esprit..., op. cit., pág. 178 [£ / chiste..., op. cit.].
43. Ibid., pág. 180 [ibid.].
pósito de la historia única, aunque tan señalable, de los dos judíos
en el tren («¡Mira cuán mentiroso eres! Dices que vas a Cracovia
para que yo crea que vas a Lemberg. Pero sé muy bien que vas
realmente a Cracovia. ¿Por qué mentir, entonces?»).44 Pues, de la
sofística al escepticismo, no es solo de manera negativa como la
tendencia seria se reúne con la tendencia del chiste sin tendencia:
«Alterar el respeto debido a las instituciones y a las verdades»,45
haciéndose crítico de la razón crítica. Sea como fuere, más allá y
de manera positiva, ella pregona, mediante el levantamiento de la
inhibición, por desplazamiento y contradicción, en el lugar de la
«verdad filosófica», esa verdad más verdadera que es la expresión
de lo inconsciente, alcanzando así, bajo el nombre de las escuelas
antiguas, los topoi mismos de la sofística: naturaleza y ley, deseo,
placer, goce, dimensión subjetiva.
El sofisma portavoz de la verdad verdadera, ¡qué triunfo! Pero
Freud, al triunfar sobre la filosofía, no se siente reconfortado más
que Lacan. Veamos esto.
Observarem os primero que el sofisma aparece también del
otro lado de la taxonom ía por tendencia, del lado inofensivo y
no ya tendencioso. Quisiera detenerme en esto porque es aquí,
me parece, donde la vacilación de Freud pasa a ser un incordio
tan tangible que engendra visiblemente incoherencia y algo así
com o vergüenza, com o una im posibilidad de pensar hasta el
final. Hasta aquí Lacan, con sus zuecos de significante y goce,
todavía no llega.
En la parte sintética, Freud agrupa todas sus indicaciones taxo
nómicas y se interroga sobre «el mecanismo del placer» producido
por el chiste, lo que me será útil para explicitar las notaciones de la
taxonomía «tendencia inofensiva» que me ocupan en este momento.
¿En qué son inofensivos los chistes, y qué placer generan entonces?
Cuando es inofensivo, «el ingenio se basta a sí mismo al margen
de cualquier segunda intención»,46 «él mismo es su propio fin»:47
mediante este funcionamiento «autónomo», análogo a la repre
44. S. Freud, L e Mot d ’esprit..., op. cit., pág. 189 [E lch iste..., op. cit.\.
45. Ibid., pág. 2 1 9 [ibid.].
46. S. Freud, Le Mot d ’esprit..., op. cit., pág. 145 [El chiste..., op. cit.].
47. Ibid., pág. 156 [ibid.].
sentación estética, solo buscamos despertar placer en el oyente y
procurarnos placer a nosotros mismos.48 Sobre la marcha, Freud
señala que «los juegos de palabras inofensivos y superficiales pre
sentan el problema del ingenio bajo su forma más pura porque
[...] nos hacen evitar el error de juicio sustentado en el valor del
sentido».49 Reitera este comentario en la parte sintética señalando
a pie de página que «los chistes “malos” -co m o «home-roulard»,
el arrollado [roulé] casero,50 donde la homofonía no corresponde
a ninguna ligazón «basada en el sentido»- «no son en absoluto
malos como bromas, es decir, no son de ningún modo impropios
para producir placer». En lo inofensivo puro, en el mal juego de
palabras, no hay sentido sino incluso placer, y hasta se puede hablar
de «placer del sinsentido».M
Freud intenta entonces explicar este tipo de placer ajustándolo
a su principio general del placer como «ahorro». En mi opinión,
esto genera uno de los textos más disparatados de El chiste. No
hay punto de este texto que no nos produzca incredulidad, como
si no se tratara más que de una vasta denegación. Sabemos ya
que dejar al sonido avanzar sobre el sentido es «economizar un
esfuerzo psíquico», com o un niño y hasta como un enfermo.-52
Cosa más sorprendente aún, el ingenio del pensamiento y, por
lo tanto, los errores de razonamiento, son deudores del mismo
mecanismo:
55. S. Freud, Le Mot d ’esprit..., op. cit., pág. 210 [El chiste..., op. cit.].
56. El «ombligo del sueño» es también un punto de detención del
sentido y de la interpretación, pero no tiene nada de horroroso pues no
hay voluntad, sea pueril o mala, de sinsentido por el sinsentido mismo; es
simplemente un punto de origen o un punto de cierre a la vez contingente
y estructural a lo inconsciente; hago notar que está afectado empero por
un mismo «circule, no hay nada que ver»: «Los sueños mejor interpretados
conservan un punto oscuro; se observa aquí un nudo de pensamientos
que no es posible deshacer, pero que no aportaría nada más al contenido
del sueño. Se trata del “ombligo” del sueño, del punto en el que se liga a
lo Desconocido» (S. Freud, lJlnterprétation des reves, trad. I. Meyerson
revisada por D. Berger, París, PUF, 1967, pág. 4 4 6 [La interpretación de
los sueños, op. cit., t. IV y Vj.
elementos de una reinterpretación positiva de la sofística: sobre
el fondo de la atención prestada al decir, pertinencia de lo que
él no llama juegos de significante, y pertinencia de los errores
de lógica. Ahora bien, forzoso es constatar que, de facto , está
excluido que este muy novedoso análisis del placer de hablar se
efectúe, aun cuando la verdad cam biara de sentido, fuera del
registro aristotélico de este último.
Reencontramos en su lugar propio el papel de aguijón lógico
que asigna el filósofo al sofista, en Alain Badiou, por ejemplo;
el mismo lugar además, sin que esto deba sorprendernos, que el
que Catherine M alabou asigna a la mujer filósofa: «La mujer no
inventa quizá cuestiones filosóficas, pero crea problemas. Allí
donde puede, pone palos en las ruedas de los filósofos y de los
filosofem as».57 Lacan lo dice de este modo: «Ese es el comienzo
de la crítica del sofista. A quienquiera que enuncie lo que siem
pre es planteado com o verdad, el sofista le demuestra que no
sabe lo que dice. Ese es el origen de toda dialéctica».58 Pero es
terrorífico que realmente se obtenga placer del sinsentido (y con
seguridad habrá que emplear siempre aquí la palabra «goce» en
vez de «placer», ligada a la de «au-sentido» [ab-sens] en lugar de
«sinsentido» [non-sens]). En términos lacanianos, es terrorífico
porque se toca lo real: «Lo real se afirm a, por un efecto que no
es el menor, al afirmarse en los impasses de la lógica [...]. Palpa
mos allí, en un dominio que en apariencia es el más seguro [la
aritm ética], lo que se opone a la íntegra captación del discurso
en la exhaución lógica e introduce en esta un hiato irreductible.
Eso es lo que designamos como real».59 De ahí mi pregunta, que
perdura desde el prólogo: ¿habría dos maneras muy distintas de
tocar lo real, el goce del discurso y el materna?
¡Cuídense de comprender!
68. Al decir esto, creo describir de manera menos aristotélica que Lacan
los tres niveles del equívoco tal como se despliegan en «El atolondradicho»,
y dar cabida a mi decepción de entonces (II n ’y a pas de rapport sexuel.
Deux leQons sur «L’Étourdit» de Lacan, con Alain Badiou, París, Fayard,
2010, págs. 3 0 -4 4 ). Es evidente que lo esencial permanece: es la homofonía
la que marca el viraje, que Lacan pone en acto y escribe.
69. Aristóteles, Refutaciones sofísticas, 1, 165 a 12 s.
Hay más cosas sobre la tierra y en el cielo que las que ningún
hombre es capaz de soñar, hay más pragmata que palabras existen
tes en el sistema -a s í esté en expansión- de nuestro lenguaje, y sin
duda también más estados del mundo que frases. La utilidad del
lenguaje reside, en primer lugar, en que sustituye neciamente la rela
ción deíctica por la simbólica: es más fácil hablar de una manada
de elefantes que ponerla sobre la mesa. Cuando se es aristotélico,
la homonimia resulta inevitable porque las cosas no cesan de afluir
naturalmente y las convenciones verbales no las siguen. De ahí que,
aunque inevitable, la homonimia sea también, por principio, siem
pre irreductible, y el mal es sin duda más infinito-indefinido que
radical: cuando se advierte que dos cosas que no tienen la misma
definición llevan el mismo nombre, es suficiente con inventar una
palabra nueva. Aristóteles despliega así una incansable actividad
nomotética: cada analogía, cada clasificación, se trate de ontología,
zoología o ética, pone al descubierto distingos o lugares que toda
vía eran anónimos. El trabajo de Aristóteles, trabajo de filósofo,
a lo largo de toda su obra (pensemos en Delta , primer diccionario
de homónimos) así como en el punto caliente de las Refutaciones
sofísticas , consiste en distribuir un significante por significado.
Ahora bien, segundo nivel, la homonimia está ligada a ese reme
dio que es la invención lenguajera. Porque, como el poeta y, senci
llamente, todo ser hablante no cesan de probarlo, lo que permite
fabricar mejor esas palabras que no cesan de faltar, vale decir, la
percepción de las semejanzas, es tributario de la homonimia. Y en
el primer puesto se encuentra la metáfora, caracterizada por ver
las semejanzas y expresarlas. La Poética y la Retórica contravie
nen en este aspecto a la Metafísica y al organon. La metáfora es
definida como la «aplicación de un nombre impropio»,70 pero esta
misma impropiedad que hace llamar a una cosa por un nombre que
conviene a otra «produce una ciencia y un conocimiento»: «Como
en filosofía, ver lo semejante en lo muy distante es propio del que
apunta con exactitud».71 Al aceptar que pueda omitirse decir -m ás
allá del costo que ello implique- que la tarde es la vejez del día,
¿cómo hablar de la pata de una mesa o del pie de una montaña
88. J. Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 48 [Aun, op. cit., pág. 64].
89. J. Lacan, Les Formations de l’inconscient [1957-1958], París, Seuil,
1998, pág. 75 [Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós,
1999, pág. 80]. En cuanto a esta relación metonimia/metáfora, remito a la
notable elaboración de Elisabete Thamer, «L’antériorité de la métonymie
par rapport á la métaphore», págs. 67-70 de su tesis, con la cual este final
de capítulo no cesa de dialogar.
9 0 . J . Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 5 7 [Aun, op. cit., pág. 76]. Véase
infra, pág. 175 y sigs.
QUINTA PARTE
EL AU-SENTIDO* Y EL DEN
C u a d ro 4
El sentido y sus tres negaciones
14. A. Badiou, B. Cassin, II n'y a pas de rapport sex u el , op. cit., pág.
136.
15. Ibid., pág. 131.
16. Véase supra, pág. 118.
El discurso ingenuo se inscribe de entrada como verdad. Ahora
bien, desde siempre pareció fácil demostrarle, a este discurso, que no
sabe lo que dice. No hablo del sujeto, hablo del discurso. Ese es el
comienzo de la crítica del sofista. A quienquiera que enuncie lo que
siempre es planteado como verdad, el sofista le demuestra que no
sabe lo que dice. Ese es el origen de toda dialéctica. [...] En el nivel
de la acción sofística, el sofista se las agarra con el discurso mismo.17
pág. 17].
2 3 . J. Lacan, L e Sinthom e, op. cit., pág. 134 [El sinthonie, op. cit.,
pág. 131].
2 4 . ¡bid., pág. 31 [ibid., pág. 32].
2 5. Id., E ncoré, París, Seuil, 1975, pág. 95 [Aun, op. cit., pág. 128].
con el sentido. Es el lugar de lo que el parlétre designa, a conciencia,
como poder.26
26. J. Lacan, Le Sinthome [1975], op. cit., pág. 56 [El sinthome, op.
cit., pág. 56].
27. Id., en Écrits, París, Seuil, 1966 |id ., en Escritos 1, op. cit.|.
28. Id., D ’un discours qui ne serait pas du semblant, París, Seuil, 2 0 0 7
[D e un discurso que fio fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2011).
29. Ibid., pág. 148 [ibid., pág. 138]. Véase también id., ... ou pire
[... o peor, op. cit.\, 19 de abril de 1 9 7 2 , o la definición del falo en Le
Sinthome [1975-1976]: «El falo es la conjunción de lo que he llamado ese
parásito, que es el pitito en cuestión, con la función de la palabra» (pág.
15 [El sinthome, pág. 16]).
30. J. Lacan, «La signification du phallus», en Écrits, op. cit., pág. 695
[«La significación del falo», en Escritos 2 , op. cit., pág. 675].
dice constituyen una profusión tan excitante como monótona.
El significante mejor adaptado para significar sustractivamente
este significante primero, en otras palabras, el nombre propio
de la sustracción, es entonces, por la manera misma en que está
fabricado, el den de Demócrito.
El pasajero clandestino:
el den, significante del significante
Risa y nada
Risa y nada. Empecemos con risa. «Demócrito se reía de todo»,
egela panta , dice Hippolyte:33 la risa es el buen aliado de la inter
pretación psicoanalítica. Demócrito es el filósofo que ríe, a dife
rencia de Heráclito, a quien se representa llorando por la huida de
los seres y del tiempo. En los buenos manuales se atribuye esa risa
a su materialismo zen: hay tan solo átomos y vacío, más vale no
preocuparse; y se lo adosa al contentamiento moral del sabio anti
guo loado por Pierre Hadot tanto como por Michel Foucault, feliz
en su autosuficiencia de esquivar las inquietudes humanas y con
desprecio a sus congéneres, a quienes asesta apotegmas morales de
lo más sabiondos (a esos apotegmas democríteos, tan numerosos,
también habría que interpretarlos, y reinventar la «convención» del
mismo modo en que Demócrito pide que se reinvente el blanco y
el negro de todas las cualidades sensibles). Miremos más de cerca
la cara de los Demócritos pintados por los holandeses, el de Ter
Brugghen con bonete ladeado y dedo índice en punta, y el de Johan
Moreelse, que alza los dos dedos del cornuto : sin embargo está
claro que se burla de la física representada por el globo terrestre
sobre el que se apoya, que se burla de la ontología.34 ¡La física y
la ontología son cornudas! «¡Vamos ya, y que los prósperos Cielos
nos den hijos de los que seamos los padres!», concluye El atolon
drado de Moliere. Me agrada que el óleo sobre tela nos vuelva más
perspicaces que siglos de comentarios.
Sigamos ahora con rien, nada, en su relación con la risa: «rie»,
«ríe».
Los átomos, contrariamente a como fueron entendidos por la
Añado que es imposible tomar esto por otra cosa que una vio
lencia, violencia perceptible por, me atrevo a decirlo, todos los
griegos. La negación posee en todas las lenguas una herencia onto-
lógicamente cargada. El francés de hoy lo demuestra de manera más
perceptible para nosotros que el griego; por ejemplo, «personne »
[«persona» y «nadie»], es en primer lugar alguien, una persona,
término construido sobre el latín persona , es decir, la máscara del
actor, entidad ciertamente no anodina; y «rien» [«nada»] es ante
todo rem , una cosa, en acusativo, «une rien » en antiguo francés,
al que «un rien » elimina progresivamente: «La palabra ofrece»,
dice precisamente el Dictionnaire historique de la langue frangai-
se, «un escorzo de la evolución del sentido etimológico de “cosa”
invertida en “nada” [néant]».*1 Lo mismo sucede con el hispánico
nada, construido sobre el latín [res] nata (participio pasado de
nasci, «nacer») -y en francés «rien»-: es decir, «una nacida». Y
cuando no es la entidad positiva la que directamente vira de sentido,
la diferencia e inventiva de las lenguas se leen en la elección de lo
que se niega: «je n'y crois pas» [«no lo creo»], «je n'y vois goutte »
[«no veo nada»], «je n’y entends mié» [«no entiendo ni jota»], y, en
cuanto a mí misma, no entiendo un pito/ Meden, metis , ni uno,
56 . J . Lacan, D'un discours qui n eserait pas du sem blant [19 71], o/;.
cit., pág. 1 0 7 [De un discurso qu e no fuera d el sem blan te , op. cit., pág.
100 ).
57. Ibid., pág. 135 {las itálicas me pertenecen). «Ya establecí que no
hay relación sexual expresando que no hay ningún modo de escribirla
actualmente» (ibid., pág. 83) [ibid., págs. 121 y 77, respectivamente).
58. J . Lacan, E ncoré, op. cit., págs. 3 5 - 3 6 [Aun, op. cit., págs. 4 6 - 4 7 ]
(las itálicas son de Lacan, mi subrayado es en negritas).
la imposibilidad de escribir la relación conduce a una proliferación
análoga a la del discurso: nada se escribe nunca sino a partir de esta
imposibilidad, todo lo que se escribe procede del mismo agujero
y cae en el mismo agujero. Cuando se escribe x R y, se lo escribe,
«solo que, pues bien, es una necedad». La mujer nunca será toma
da sino quoad matrem y el hombre quoad castrationem : en tanto
ais , hei, como el ente de Aristóteles fuera de la filosofía primera
en tanto número, línea, fuego, pero no en tanto ente. Estamos en
doctrina pura. No salimos de ella: Aristóteles «no tiene la menor
idea de que el principio es que no hay relación sexual». «El len
guaje solo connota después de todo la imposibilidad de simbolizar
la relación sexual en los seres que habitan este lenguaje, debido a
que es por este hábitat por lo que poseen la palabra.»-^9 Esta frase
memorable, descifrada hasta el final sin matices, es el equivalente
final o finito del animal dotado de logos, con, para que haga las
veces de lo político («más político que todos los otros animales»,
comenzaba Aristóteles, justamente porque está dotado de logos),
algo del «hábitat» heideggeriano. «No hay relación sexual» empie
za a parecerse a un velamiento-develamiento originario, agujero
rector (me atrevería a decir) y proliferación de los modos; sin que
imaginemos, por lo demás, cómo podría la escritura, fórmulas y
maternas, rehuir el dispositivo.
Au-sentido y goce-sentido"
Recapitulemos.
El pasajero clandestino de toda la ontología es lo real radical. El
den de Demócrito es la firma de la operación discursiva sofístico-
analítica en (¿o como?) el inconsciente de la filosofía. Con relación
al lenguaje en sí («El inconsciente no quiere decir nada si no quiere
decir que, diga lo que diga, y me sostenga donde me sostenga,
incluso si me sostengo bien, no sé lo que digo [...] Aun cuando no
sepa lo que digo [...] digo que la causa de esto no debe buscarse
59. J. Lacan, D 'un discoitrs qui ne serait pas du semblant, op. cit.,
pág. 148 [De un discurso que no fuera del semblante, op. cit., pág. 138].
* Juego de palabras por condensación de jouissance, «goce», y setis,
«sentido» (n. de t.).
más que en el lenguaje mismo. Lo que agrego a Freud [...] es que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje»),60 el au-sentido
se encuentra en el propio lugar de la relación entre performance y
significante, o incluso: la relación entre performance y significante
define la sofística lacaniana.
Si se consigue pensar lo Real, lo real del principio «no hay
relación sexual», bajo el aspecto, que Aristóteles volvió ilegible,
de ese pasajero clandestino que es el d e n , tal vez esto se vuelva
efectivamente un poco más divertido. Lacan le hace decir a Demó
crito: « ¿N a d a , q u iz á s? n o -q u iz á s n a d a , p e ro n o n a d a » ;61 a mí me
gustaría hacerle decir: N o n a d a , sino m e n o s q u e n a d a : iu n , p u e sto
q u e h ih a n a p p á t.62 El au-sentido está ligado a los impasses de la
lógica (la relación sexual no se escribe) y a (al) (ser de) la letra como
puro juego de palabras. Sin duda, la ausencia de relación sexual
determina al au-sentido como plato único en el menú del agujero
del apuntador. No menos monótono que el sentido, e incluso más
monótono que él. Con la salvedad de que estas apariciones monó
tonas, lapsus, síntomas e interpretaciones, se caracterizan, no por
ser verdaderas, incluso pasadas a la escritura, sinó, quizá, por ser
divertidas.
Para decirlo de manera más lacánica, se trata de relacionar el
au-sentido con el, o quizá con la, goce-sentido. ¿«Goce-sentido»?
Lacan inventa este término en «Televisión»; ello, con una apuesta
más cargada que la simple algazara de profusiones de A u n : «Medio-
sentido» [m i-sens\ , «indecencia» [in d é-sen s\ , «reticencia» [réti-
se«s].63 «Esas cadenas», dice refiriéndose al síntoma de los nudos de
60. J. Lacan, D'utt discours qui ne serait pas du sem blant [1971], op.
cit., pág. 4 4 [De un discurso que no fuera del sem blan te, op. cit., págs.
41-42].
61. «No dijo hen, y no mencionemos el on. ¿Qué dijo? Dijo -respon
diendo a la pregunta que nos formulamos hoy, la del idealismo- ¿N ada,
quizás? no -q u iz á s n ada, pero no nada» (J. Lacan, L es qtiatre concepts
fondam en taux de la psychanalyse [1964], op. cit., págs. 61-62 [Los cuatro
con ceptos fu n dam en tales del psicoanálisis, op. cit., pág. 71].
62. « H i h a n a p p á t » , «El saber del psicoanalista», Io de junio de 1 9 7 2 .
[Neologismo por deformación de la escritura «il n ’y a pas», en el que es
de destacar el final appát, «cebo, carnada» (n. de t.).].
63. J. Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 74 [Aun, op. cit., pág. 97].
significantes y de materia significante, «no son de sentido, sino de
goce-sentido [jouis-sens/jouissance ], a escribir como ustedes quie
ran conforme al equívoco que constituye la ley del significante».64
Se goza del sentido: opuestamente a la tristeza, a la culpa moral,
a esa cobardía que es la psicosis melancólica, comprendida como
retorno en lo real de ese rechazo de lo inconsciente que es el len
guaje, está la virtud del «gay scavoir». Aquello de lo que se goza
es entonces del descifrado: esa virtud consiste «no en comprender,
en morder en el sentido, sino en pasar rozándolo lo más cerca
posible sin que él haga de liga para esa virtud, para con ello gozar
del desciframiento»,65 y esto produce «buena suerte» exactamente
por doquier. «El sujeto es feliz» cuando es filólogo y hermeneu-
ta ... «J’ouís-sens»:66 el sujeto es feliz cuando es, -ante/-ado, en el
análisis. Goce-sentido [Jouis-sens], oigo-sentido [j’ouis-sens]: hay
que confiar en la singularidad de la risa, homonimia y significante,
para sostener, para sostener «aún/en cuerpo» [encore!encorps ], que
el analista y el sujeto que acude no vuelvan al regazo del sentido
que ellos rozan [qu-ils rasent] (¿será esto tedioso [;rasant])?,* y que
el au-sentido es felicidad.
«Ahora, el goce del cuerpo, si no hay relación sexual, habría
que ver de qué puede servir.»67
G oce y verdad
6 8 . «Solo hay una manera de poder escribir la mujer sin tener que
tachar el la: allí donde la mujer es la verdad. Y por eso, de ella, solo se
puede decir a medias» (ibid., pág. 94) [ibid., pág. 125].
69. J. Lacan, E n co ré, op. cit., pág. 85 [Aun, op. cit., pág. 112].
7 0. J. Lacan, «La Troisiéme», op. cit., pág. 23 («La tercera», op. cit.,
pág. 93].
y no tres veces, según Gertrud Stein.71 Pero se juega quizá tam
bién una razón aún más violenta: «No sé cómo hacer, por qué
no decirlo, con la verdad, ni con la mujer. Dije que una y otra,
al menos para el hombre, son la misma cosa».72 En efecto, no se
puede dejar de pensar que cambiar el sujeto de la enunciación en
la materia, desde el momento en que se trata de otro y de O tro,
y en que una mujer se ponga a decir yo, hasta «para el hombre»,
no tiene sin duda nada de inocente.
71. «Bastan diez años para que lo que escribo se haga claro para
todos», y «Restablezco que lo que se enuncia bien, se lo concibe claramente
-claram ente quiere decir que hace su cam ino-» (J. Lacan, «Télévision»,
op. cit., pág. 5 4 4 [«Televisión», op. cit., pág. 570]. [En el original fran
cés transcripto por la autora consta un sintagma entre corchetes que no
figura, por razones atendibles, en la versión española: la frase de que se
trata es «l’on [un on long...J le congoit clairement» y constituye un juego
fonemático intraducibie entre on, «se», y long, «largo» (n. de t.)].
7 2. J. Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 108 [Aun, op. cit., pág. 145].
73. Además de Aun y de «Televisión», me apoyo más particularmente
en «La tercera» [1974] y en El sinthome [1976] (sobre todo el capítulo
VIII).
expresión que consiste en enunciar el gozar de la vida , de la vida
no sabemos nada m ás... [...] Todo aquello a lo que la ciencia nos
induce es a advertir que no hay nada más real que eso, lo que quiere
decir nada más imposible de imaginar.»74 El más resbaladizo, en la
otra punta, es el goce del Otro. Como se ve en «La tercera»: «Este
goce del O tro, cada uno sabe hasta qué punto es imposible»; cada
uno puede leerlo, no sabiendo en qué oposición confiar, ya que «él
no existe, no podría existir sino por intermedio de la palabra», la
palabra de amor, mientras que sin embargo está «fuera-de-lenguaje,
fuera-de-simbólico», hasta el punto de que no hay más que una sola
manera de llenarlo, «el campo en que nace la ciencia»/5 Leyendo el
esquema bien balanceado que encontramos al final de «La tercera»,
retomado y enmendado sin cesar, tan claro que sus términos fun
cionan para mí como puras «definiciones de palabras» tipo Leibniz,
el goce del O tro [Autre], A mayúscula que habrá que barrar, se
plantea en la intersección de lo real y lo imaginario, el goce fálico
en la intersección de lo real y lo simbólico, el sentido (¿qué goce:
el goce-sentido?) en la intersección de lo imaginario y lo simbólico
y, bingo, la a minúscula «plus de gozar» en la intersección de los
tres.76 Ahora bien, la mujer, «la» con minúscula y sin bastardillas,
dice Lacan tempranamente, «conduce hacia el plus de gozar porque
ella, la mujer, como la flor, hunde sus raíces en el goce mismo».77
Según Néstor Braunstein, habría tres tipos de goces: el goce
del ser de la cosa (mítico), el goce fálico (del significante, goce len-
guajero), y un tercero, suplementario, al cual propone reservar el
nombre de goce del Otro (femenino, inefable). Tal es, al menos, su
última «síntesis», que él califica de «concéntrica».78 Sin embargo,
74. J. Lacan, «La Troisiéme», op. cit., pág. 30 [«La tercera», op. cit.,
pág. 105].
75. Ibid., págs. 31-32 [ibid., págs. 105-106].
76. J. Lacan, «La Troisiéme», op. cit., pág. 29 [«La tercera», op. cit.,
pág. 103]. Véase por ejemplo J. Lacan, L e Sinthom e , op. cit., pág. 72 [El
sinthom e, op. cit., pág. 70], el mismo esquema, salvo un cuarto de vuelta,
pero con barra aplicada sobre la A.
77. J. Lacan, L ’Envers de la psychanalyse [1969-1970], op. cit., pág.
89 [El reverso d el psicoan álisis , op. cit., pág. 83).
78. Néstor Braunstein, L a Jouissance, un concept lacanien, Toulouse,
Érés, 2 0 0 5 , aquí pág. 143.
de inmediato Braunstein moebiza los círculos -n o sin forzar, d ice-
para evitar que la concepción lacaniana de la feminidad transfor
me a «las mujeres en seres que no podrían ex-sistir sino en tanto
lenguajeras y ligadas al orden y a la ley del falo», hasta el punto
de que, «en cuanto mujeres, no les quedaría otro reducto que ese
lugar impensable de la Cosa en que el silencio se confunde con el
grito, en que todas las significaciones se desvanecen». A las muje
res, pues, si no se tiene cuidado, el goce fálico como los hombres
y, rasgo privativo de ellas, el silencio de los árboles y las ostras.79
Tiene razón para desconfiar, porque es justamente así como se
deja leer Aun, visto desde un avión como se ve el trazado del río
Amor cuando se sobrevuela Siberia al amanecer. Con los puntos
sobre las íes del esquema bífido y desdoblado del lado mujer:80 a)
el goce fálico es la cosa mejor repartida del mundo, indiferente a
la diferencia de sexos; es el goce peniano/el goce clitorideano (más
pequeño, de acuerdo, pero mejor irrigado, isn’it). Puesto que el
hombre es un hablaser y no un conejo, no existe sino unido a ese
simbólico que es el lenguaje; se trata del goce del (de la) idiota, que
no por ello es menos hombre (mujer). Está ligado al hecho de que no
hay relación sexual, ni del lado hombre ni del lado mujer. Además,
se lo dice constantemente fuera-del-cuerpo (lo cual no deja de dis
cordar con el discurso corriente de la experiencia sensible) debido
a que pene o clítoris no son del cuerpo ni están en el cuerpo, sino
que son excrecencias, b) La «tercera», ¿el tercero? Otro goce, más
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3x Ox 3x Ox
Vx Ox Vx Ox
S(A)
a ^/a
0 - * ----------
allá del falo, propio entonces de las mujeres, sin equivalente en el
hombre, y fuera del lenguaje. Demasiada suerte: una mujer puede
gozar de dos maneras (Tiresias prefería ser una mujer, es decir, gozar
como un hombre y como una mujer), ella se desdobla, y aquí está la
ventaja del «no-toda». Solo que el segundo tipo, que Lacan habría
encontrado, dicen, de facto en por lo menos una compañera, el tercer
goce, el de la gran sacudida y el pasmo, todo él cuerpo, pues, las
hace mudas. Fuera de lo simbólico, como el goce del O tro barrado,
con la confusión acechando entre goce otro y goce del O tro (J). Se
baja entonces, finalmente, vía Hadewijch D ’Anvers y los místicos
(«hay hombres que están tan bien como las mujeres»),81 del goce
de la mujer al goce de Dios. Lacan «cree» en él, dice: «Creo en el
goce de la mujer, en cuanto está de más, a condición de que ante
ese de más coloquen una mampara hasta que lo haya explicado
bien». «¿Y por qué no interpretar una faz del O tro, la faz de Dios,
como lo que tiene de soporte al goce femenino?», de un Dios «que
no ha efectuado aún su mutis».82 Toda la astucia y la precaución
están evidentemente en el la , que podemos la-unar y pluralizar, o
mayuscular y barrar: «Toda la necesidad de la especie humana fue
que hubiera un O tro del O tro, ese al que se llama generalmente
Dios, pero del cual el análisis revela que es simplemente La mujer».83
Así pues, el análisis habrá despabilado al tomista que dormitaba en
potencia en Aristóteles, y la época habrá revelado que La mujer no
es ni más ni menos, igualmente poco, pues, que Dios, del que ella
sería, si esto no hubiese cambiado ya, el último nombre.
81. Esta cita y las siguientes se han tomado de J. Lacan, E n co ré, op.
cit., pág. 70 [Aun, op. cit., pág. 92].
82. Ibid., pág. 78 [ibid., pág. 101].
83. J. Lacan, L e Sinthom e, op. cit., pág. 128 [El sinthom e, op. cit.,
pág. 125].
Estábamos, pues, con los sofistas y los psicoanalistas, del mis
mo lado de la taxonomía del sentido. También habría podido yo
decir: con las plantas y las mujeres, hom oios phytoi , un discurso
de planta.
«No hay La mujer puesto que [...] por esencia ella toda no es.»84
Si Helena puede servir aquí como emblema, es porque justamente
ella, que por excelencia equivale a todas (si hubiera una La mujer,
sería ella), es por excelencia no-toda. Y por razones que concier
nen al lenguaje, según un motivo que creo determinante del goce
como femenino.
La tesis helénica
84. Id., Encore, op. cit., pág. 68 [Aun, op. cit., pág. 89].
85. Véase supra, pág. 70 y sigs. Para todo lo que sigue, remito a las
elaboraciones de Voir H éléne en toute fentme, d ’H om ére a Lacan, París,
Les Empécheurs de penser en rond (Seuil), 2 0 0 0 .
8 6. Veamos en qué forma presenta la propia Helena las cosas en
con la cual naufraga a orillas de Egipto y a la que resguarda en
una gruta.
Se despliega entonces una genial escena de desconocim iento-
reconocim iento que no puedo resistirme a contar en forma tri
vial. Cuando M enelao desembarca, ve una mujer que se parece
increíblemente a Helena y, en su estupefacción, le dice algo así
com o: «¡O h! ¿Cóm o te llamas?». Ella responde: «Helena». «En
verdad, no puedes ser Helena puesto que la tengo aquí, conm igo,
la he dejado en una gruta cercana.» Ella, a su vez: «¡C uánto te
pareces a M enelao!», Comprendiéndolo todo, ella intenta expli
carle que «el nombre puede estar en varios lugares, el cuerpo
no». En ese instante, Menelao se resiste con toda la fuerza de
esta m agnífica frase: «Lo que me persuade es la dimensión de
mis sufrim ientos allí, y no tú».87 Ernst Bloch lo repite enfática
mente respecto de Menelao en Le Principe Espérance : yo creo
en «esos diez años utópicos, con el amargo dolor y el am or-odio
del m arido engañado, con todas esas noches pasadas tan lejos
de la patria», y no en ti a la que veo, no en ti a la que toco y que
me habla, creo, aun si esto es una sombra, en lo que ha tenido
tanta consecuencia para mí y para todos los griegos. Esta tragi
comedia de Eurípides es la más antiplatónica que pueda haber,
pues la palabra es más real que la cosa y lo real en la palabra es
el efecto que esta produce.
Helena es «Helena» porque «Helena» es el nombre del decir
como eficacia. Así pues, Helena es un objeto que dice mucho sobre
94. J. Lacan, Encoré, op. cit., págs. 67-68 [Aun, op. cit., pág. 88].
95. J. Lacan, Encoré, op. cit., pág. 68 [Aun, op. cit., pág. 89].
Este no-toda define la relación de la mujer con el lenguaje:
«N u estra s co legas, las d a m a s analistas, ¿ q u é nos d ic e n d e la s e x u a
lid a d f e m e n i n a ?: n o to d o . Es muy notable. Ellas no han hecho
avanzar ni un ápice la cuestión de la sexualidad femenina. Debe
haber una razón interna, ligada a la estructura del aparato del
goce»;96 aparato que, no lo olvidemos, es y no es sino el lenguaje.
En verdad, según el principio helénico se co-definen la relación de
la mujer con el cuerpo, con el lenguaje, con el goce: «El ser sexuado
de esas mujeres no-todas no pasa por el cuerpo, sino por lo que se
desprende de una exigencia lógica en la palabra».97 Compacto, dice.
Tenemos aquí la manera en que eso falla del lado mujer. «Del
lado de \Á mujer, está en juego otra cosa, y no el objeto a , en lo
que viene a suplir esa relación sexual que no es»:98 se trata de « otra
sa tisfa cció n , la satisfacción de la palabra».
Así como Platón da la palabra a Protágoras por boca de Sócra
tes, de la manera más protagórica imaginable (es el «Elogio de
Protágoras» en el T eéteto ) , " también Lacan articula el discurso del
goce femenino de la manera más femeninamente gozosa imagina
ble. Ahora bien, tanto en Platón como en Lacan, es difícil discernir
de qué modo el paso por la boca del Otro desvirtúa.
Si hubiese otro, pero no hay sino el goce fálico, a no ser por el que
la mujer calla, tal vez porque no lo conoce, el que la hace no-toda. Es
falso que haya otro, lo cual no impide que sea verdad lo que sigue, a
saber, que haría falta que no fuese ese.102
103. J. Lacan, E ncoré, op. cit., pág. 53 [Aun, op. cit., pág. 71].
104. Ibid., pág. 57, para todo el párrafo [ibid., pág. 76].
(«notarán -agrega L acan - que dije suplementario. ¡Dónde esta
ríamos si hubiese dicho complementario ! Hubiésemos ido a parar
otra vez al todo»).105 Se supone, pues, que «hay un goce [...] más
allá del falo», pero a la hipótesis le es difícil pasar sin jo k e , «el
próximo título de la colección Galilée: Más allá del falo. Quedaría
de lo más gracioso. Y daría otra consistencia al M LF. Un goce más
allá del falo».
Así pues, la nueva tesis: si ella goza, entonces no sabe nada
de eso.
105. J. Lacan, Encoré, op. cit., pág. 6 8 , luego 69 [Aun, op. cit., págs.
89-90].
fue an alizad a aún c o m o lógica, o m ejor dich o, cu yo en un ciado por
Jaq u es L a ca n no fue an alizad o aún en Aun.
111. l d .,D ’un discoitrs qui ne serait pas du semblant, op. cit., pág. 65,
luego 83 [D e un discurso que tío fuera del semblante, op. cit.]
112. Id., Encare, op. cit., pág. 95 [Aun, op. cit., pág. 128].
113. Ibid., pág. 2 7 |ibid., pág. 33].
114. Id., «L’ Étourd it», op. cit., pág. 4 7 [«El atolondradicho», op. cit.\.
115. Id., E ncoré, op. cit., pág. 1 2 7 [Aun, op. cit., pág. 1 6 7 1.
116. Id., «La Troisiéme», op. cit., pág. 2 2 [«L,a tercera», op. cit., pág.
93].
117. J . L a ca n , «La T roisém e», op. cit., pág. 2 0 («La tercera», op. cit.,
pág. 89].
118. Id., D 'un discours qui ne serait pas du semblant, op. cit., pág.
4 8 [D e un discurso que no fuera del semblante, op. cit.\.
au-sentido gracias a la transformación del sentido en el sinsentido,
freudismo hiperaristotélico, en sinsentido en el sentido, lacanismo
que hace temblar el mundo del hombre hasta su raíz. El fuera-del-
sentido retorna de este modo en el seno mismo del sentido gracias
a la sofística moderna de Lacan, que perfora el agujero del apun
tador en la órbita del sentido. El sofista expulsado como planta
vuelve como psicoanalista lacaniano para diagnosticar la necedad
de Aristóteles y desfundar el sentido. Lo ayudan a ello operadores
minuciosos fabricados por Lacan para manifestar el nuevo prin
cipio (no hay relación sexual, dice él), bajo el nombre de den y de
goce femenino, como quintaesencias de la nada más huidizas que
el objeto <j, ligadas al significante del significante y a lo que no hay
si hubiera. El cambio de época se hace notar sin sorpresa, pero con
vigor, en la pesada presencia del sujeto por más barrado que esté
en el lugar de lo político, aun cuando esté siempre por constituirse
y por más fantasmático que sea. Lacan se quedará con los brazos
bamboleándose entre el amor por el materna y sus relentes de filo
sofía, y la efectividad, al menos tan alegre como angustiante, de
un blablá de hablaser, que, y no solo como mujer, yo elijo.
EPÍLOGO
El ahogo de un pez
gado de edificio». La división hace resaltar con, vocablo que por su parte
significa «imbécil, estúpido»; cierge es «vela, bujía» (n. de t.}.
creerse que lo oíamos. Nadie le hablaba. Nadie lo conocía. Ya no
estoy segura de su nombre. Conocíamos solamente sus rincones,
las paredes donde encontrarlo. En ocasiones, yo lo llevaba de la
mano hacia el centro de una habitación, me dirigía a él mirándolo,
riendo para él, y quizá sus ojos cambiaban, quizá se ponía a tener
ojos. Me agradaba hacerlo porque, al tocarlo, uno comprobaba
que era bello, es decir, antitípico, pero el ectoplasma retornaba
como un glaseado lanzado en ráfaga sobre una torta. Creo que él
mismo nunca se había visto, vivía en los fondos marinos en los que
se refugió, supongo, cuando su padre murió y el hermano mayor
ocupó su lugar en la cama permeable de la madre. Entonces, de
pared en pared, se había institucionalizado en tanto pez poco fre
cuentemente pescado.
Ese día estábamos todos, enloquecedores y enloquecidos, fati
gados por la instalación.
El pirómano escondió de inmediato sus fósforos entre las male
zas. Era un pirómano bajo control. La de pirómano era más bien
su segunda profesión, un hobby. La primera era la de controlado
ambulante: Jam es encajaba* su cabeza entre los brazos, el izquier
do en ángulo recto hacia abajo y el derecho en ángulo recto hacia
arriba; fallaría siempre de un lado, a falta de un tercer brazo. Pero
transformado así en imagen televisiva, emitía algunas palabras de
un inglés desconocido, entrecortado por chirridos de radio a galena.
En la familia de acogida que lo recibió y donde las papas eran el
amigable alimento habitual, se le dio por decir que su madre era
una artista de cine norteamericana. Así encuadrado, solía liberar
sus manos para prender fuego, o fingir que prendía fuego, y en el
tórrido sotobosque yo daba todo el tiempo con montoncitos de
hojas y ramitas a la espera.
Sin embargo, lo más preocupante para nosotros, profesores
monitores guardianes criadas para todo servicio deportados deser
tores, lo más preocupante para nosotros es que hay chicos y chicas
que, mire usted, ni siquiera tienen el mismo sexo. M ixtos son los
locos, y en esa mixidad son como nosotros los normales, atentos