Casanova - La Historia Social y Los Historiadores
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Julián Casanova
Historia social una reacción ante la historia tradicional
el siglo XX: dos guerras mundiales, una revolución y la descoloniza-
queta de «social». Según Eric J. Hobsbawm el término «historia so- ción habían cambiado el mundo. El monopolio político y social de
cial» había sido utilizado en el pasado de tres formas distintas —en las élites tradicionales había sido destruido y el dominio exclusivo
ocasiones superpuestas—, cuya combinación ha dado como resulta- europeo llegaba a su fin.
do la imposibilidad de definir esta nueva historia de una forma clara
y precisa. Y ello necesariamente contribuyó a modificar la concepción del
proceso histórico. Ahora, para la comprensión de la historia, se asig-
El término se refería, en primer lugar, a la historia de los pobres naba una decisiva importancia a fuerzas fuera del control de la con-
o de las clases bajas y más específicamente a la historia de los movi- ciencia humana, a procesos económicos y sociales que poseían un al-
mientos de los pobres. Un buen número de los llamados historiado- to grado de autonomía. Se había pasado, en definitiva, de una
res sociales fueron atraídos por el tema porque eran radicales o so- historia «episódica» («événementielle») —término puesto de moda
cialistas y como tales interesados en temas de gran relevancia por el grupo de Armales— e «idealista» a una historia «estructural»
sentimental para ellos. o «social».
En segundo lugar, fue utilizado para designar a trabajos sobre un Tal proceso no ha estado exento de peligros. En los años culmi-
conjunto de actividades sociales que en la concepción tradicional de nantes de su expansión, cuando se desarrolló rápidamente, se crea-
la historia quedaban fuera del núcleo central de la explicación, el po- ron departamentos específicos en las universidades y se fundaron
lítico —diplomático— militar. Actividades humanas, por otra parte, múltiples revistas, la historia social —a la que se había rodeado
muy difíciles de clasificar y que aparecen en el mundo angloamerica- erróneamente de una ambición totalizadora— comenzó a fragmen-
no bajo términos como maneras, costumbres, ocio y vida cotidiana. tarse en múltiples áreas. Más investigación significaba, en conse-
Esa forma de hacer historia no estaba particularmente orientada ha- cuencia, mayor especialización. Y, como sus críticos se han encar-
cia las clases bajas —más bien lo contrario— y derivó con el tiempo gado de recordar, todo ello desembocó en una amalgama de temas
en una visión residual de historia social. —cuando no de modas y caprichos— que hacen imposible su defi-
El tercer significado del término fue ciertamente el más común y nición. En 1971, Hobsbawm se atrevió a ordenar todo el repertorio
relevante: «social» fue utilizado en combinación con historia econó- de la historia social en torno a seis grandes cuestiones: demografía
mica. Esta dominaba pero ese matrimonio reveló el deseo por una y parentesco; estudios urbanos; clases y grupos sociales; mentalida-
aproximación muy diferente a la clásica de Ranke. En ese nuevo te- des; transformaciones sociales (modernización o industrialización,
rreno coincidieron, además,figurassignificativas de la historia aca- por ejemplo); movimientos sociales y fenómenos de protesta social.
démica —como Henri Pirenne—, historiadores orientados sociológi- En realidad, esas divisiones han generado múltiples subdivisiones y
camente —como Kurt Breysig—, sociólogos interesados en la ha aparecido en toda su extensión el peligro de sucumbir a una es-
historia concreta de la sociedad —Max Weber como ejemplo sobre- trecha —e insignificante— especialización donde la fascinación por
saliente— y algunos de esos historiadores radicales y socialistas — nuevos temas convierte a la historia social en un sujeto en busca de
especialmente ingleses— dedicados a examinar el pasado desde la identidad en un bosque de términos procedentes de otras discipli-
óptica de las clases desposeídas. nas: cultura, mentalidades, psicología colectiva, representación,
ideologías...
Ninguna de estas tres versiones produjo un campo especializado Por otra parte, en una lógica reacción frente a los factores políti-
académico hasta los años cincuenta, momento en el que empiezan a cos y militares, la nueva historia ha acabado suprimiéndolos. Una
surgir las grandes revistas de historia social (antes sólo había apare-
cido Armales en 1929). Entre los diversos factores que influyeron en tendencia confirmada con la famosa definición de G. M. Trevelyan
favor de esa tendencia abierta al diálogo con las restantes ciencias (en su English Social History, 1944) como la «historia con la política
sociales debemos subrayar dos: el Marxismo y su interpretación ma- excluida» y llevada a sus últimas consecuencias por la segunda gene-
terialista de la historia y los esfuerzos en favor de una concepción ración de Annales.
más sociológica e interdisciplinaria de la historia que conducirá a la En la medida en que se salven estos peligros, y se logren superar
fundación de Armales. Pero estos rápidos cambios en la historiogra- las importantes reminiscencias de los enfoques tradicionales históri-
fía —sobre todo en los años sesenta y setenta— reflejaban el impac- co-políticos e individualizador —hermenéutico— desaparecerán las
to de las transformaciones fundamentales en las estructuras econó- causas primordiales de la existencia de una historia social como dis-
micas, sociales y políticas y en las actitudes intelectuales ocurridas en
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Historia social' una reacción ante ta historia tradicional
ciplina separada y unitaria. La historia social ya no sería una clase BIBLIOGRAFÍA
específica de historia sino una dimensión que debería estar presente BRAUDEL, Femand: «Historia y Sociología», en La historia y las ciencias so-
en cualquier forma de abordar el pasado. Los caminos para profun- ciales. Alianza Editorial, Madrid, 1986, pp. 107-129.
dizar en esa propuesta son diversos pero no es este el lugar adecua- BURKE, Peten Sociología e historia. Alianza Editorial, Madrid, 1987.
do para exponerlos.
Por lo que respecta a Aragón, el ciclo de conferencias aquí pre- CARDOSO, Ciro F. S. y PÉREZ BRIGNOLI: «La historia social», en Los méto-
sentado puede ilustrar perfectamente las sombras —demasiadas— y dos de la historia. Crítica, Barcelona, 1981, pp. 289-336.
luces —escasas— del desarrollo entre nosotros de la historia social. CHESNEAUX, Jean: «Historia por arriba e historia por abajo. Las masas po-
Cambiar este panorama requiere, en mi opinión, centrar la atención pulares en la historia», ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de
y los esfuerzos en cuatro aspectos prioritarios qué aquí tan sólo pue- la historia y los historiadores. Siglo XXI, Madrid, 1984, pp. 159-169.
den esbozarse: DUBY, Georges: «Historia social e ideología en tas sociedades», en J. Le Goff
a) Apertura de archivos y creación de una biblioteca central de y P. Nora: Hacer la historia. Laia, Barcelona, 1978, vol. I, pp. 157-177.
estudios históricos dirigida y orientada por profesionales. Sin libros y FONTANA, Josep: «La reconstrucción. I: Historia, sociología y antropolo-
sin revistas especializadas resulta muy difícil ampliar conocimientos. gía», en, Historia. Análisis del pasado y proyecto social Crítica, Barcelo-
b) Mayor escepticismo hacia las fuentes documentales como ma- na, 1982, pp. 167-184.
terial exclusivo de investigación. Hay que introducirse en otras disci- GENOVESE, Eüsabetb y Eugene: «La crisis política de la historia social», en
plinas (Sociología y Antropología Social) cuyo auxilio ha dado como Historia Social Valencia, n.° 1, primavera-verano, 1988, pp. 77-110.
fruto algunas de las mejores obras de historia (en Francia y Gran
Bretaña especialmente). La historia oral, tan denostada en algunos SAMUEL, Raphael: «Historia popular, historia del pueblo», en Historia po-
círculos académicos, es necesaria para entender el Aragón contem- pular y teoría socialista. Crítica, Barcelona, 1984, pp. 15-47.
poráneo, una sociedad agraria donde hasta hace muy poco la mayo- STONE, Lawrence: «La historia como narrativa», Debats Valencia, n." 4
ría de sus habitantes ni siquiera sabían escribir y, por consiguiente, (1982), pp. 91-105.
no dejaban demasiados testimonios escritos.
c) Ampliación de temas. Examinar no sólo lo articulado sino TUNÓN DE LARA, Manuel: Metodología de la historia social de España. Siglo
también todos esos campos de acción en la vida humana que esca- XXI, Madrid, 1977, capítulos 1 y 2, pp. 3-26.
pan a esos estrechos y limitados márgenes en los que se ha movido
nuestro conocimiento del pasado.
d) Apoyo institucional. Convendría enfrentarse a la batalla que
políticos e instituciones públicas en general están librando contra las
letras (en un mundo de ordenadores y rápidas operaciones econó-
micas). Eso, en una región con un legado tan pobre, puede deterio-
rar notablemente el panorama cultural.
Lo que nunca debería hacerse, aunque eso sí lo apoyan las insti-
tuciones, es desintegrar las interpretaciones generales en estudios re-
ducidos e insignificantes. Y convendría acabar con el fetichismo del
detalle (algo muy distinto al buen empirismo) que tanto ha gustado
a los «santones» de la historia en nuestro país. Una veneración por
lo minucioso —muy diferente también al necesario rigor— que aca-
bó convirtiendo a la historia en una relación de fechas y batallas. Se-
ría una buena cosa que no tuviéramos que dedicarnos mucho tiempo
a la tarea de convencer a los alumnos de que esa no es precisamente
una forma correcta de comprender el pasado.
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