Tesis Doctoral Representaciones Sociales

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LAS REPRESENTACIONES SOCIALES EDUCATIVAS EN CONTEXTOS DE

PRIVACIÓN DE LIBERTAD
2.1. Evolución histórica de la noción de representaciones sociales

El recorrido histórico del concepto de representaciones sociales nos lleva a


aproximarnos al campo donde confluyen transdiciplinariamente el aporte de las ciencias.
Meira Cartea, P. (2005), expresó que en este campo convergen la sociología del
conocimiento, con los estudios de Durkheim sobre las representaciones colectivas o de
Weber sobre la relación entre creencias religiosas y orden social; los enfoques marxistas
de Mannheim o Abercrombie; la mirada fenomenológica de Berger y Luckman; hasta el
estructuralismo constructivista de Bourdie o Bertaux, o el pos-estructuralismo de
Derrida.

Agrega el autor, la psicología social de Moscovici, la psicología cognitivista de


Piaget, Vigostky, Brunner y Watzlawick, entre otros; el psicoanálisis de Freud; la
epistemología de la ciencia con la teoría crítica y el movimiento de la ciencia pos-normal
de Marcuse, Adorno, Kuhn y Habermas que cuestionan la visión científica como imagen
especular del mundo y la sitúan en el eje axial de tiempo y espacio en el que todo
conocimiento es producido; la hermenéutica de Husserl, Gadamer, Ricoeur; la
Antropología y la Etnometodología de Geertz, Goffman, Coulon, Garfinkel, entre otros
(Citado por Del Vecchio, S., 2015, p. 21).

Cabe aclarar que el objetivo de esta tesis no es ahondar en los estudios de los
autores citados, sino desarrollar la conceptualización de las representaciones sociales
educativas en los contextos de encierro desde la visión de uno de los padres fundadores
de la Sociología: Émile Durkheim, con su invalorable aporte de las representaciones
individuales y colectivas para posteriormente abordar el concepto de representación
social con las contribuciones de Serge Moscovici y Jodelet Denise.

Desde la perspectiva intersubjetiva de las representaciones sociales, son


fundamentales los aportes que provienen de la sociología del conocimiento de
Durkheim, E. la contribución a la intersubjetividad de las representaciones evidencian la
preocupación por conocer los procesos internos que interpretan y construyen la realidad,
en un enfoque que va más allá de lo fenoménico y del que emergen una serie de
estudios centrados en la explicación del pensamiento social, tanto desde su dimensión
social como cognitiva. (Ilvento, M., 2005, p. 121).

La noción de representaciones colectivas fue abordada e investigada por


Durkheim, E. en 1898, desde una concepción objetivista de lo intersubjetivo, siendo éste
el concepto inicial y fundante de la representación social; cabe recordar que para el
autor la sociología era la ciencia de las instituciones y a través de sus estudios buscaba
descubrir los hechos sociales.

En la teoría social que formula este autor, la sociedad es un orden moral que se
manifiesta en las instituciones. Los componentes que la sociedad posee en forma
inmaterial son las representaciones colectivas que significarían hechos con carácter
propio. Rodrigo, M., Rodríguez, J. y Marrero, J. (1993), sostienen que, con este término,
se incluye la ciencia, mitos, ideas, religión y emociones que ocurren en una comunidad
y constituyen conceptos explicativos irreductibles “[…] en tanto conocimiento, no son el
resultado de las percepciones inmediatas del individuo, sino de la mediación de las
categorías implantadas en la mente” (p. 43).

De los aportes de Durkheim, E. (1974) nace el concepto de “hechos sociales”,


de suma importancia para las representaciones. Los hechos sociales son
independientes y externos a la conciencia individual y se constituyen en una entidad
supraindividual. Del mismo modo, es posible afirmar que la vida colectiva no emerge de
la vida individual, sino a la inversa; poniendo énfasis en la dimensión material y subjetiva
como constituyente de lo social.

Mora, M. (2002), expresó que la noción de representaciones individuales y


colectivas abordada e investigada por Durkheim, parte del supuesto que la sociedad
tiene una relación total sobre el individuo y que lo colectivo no podía ser reducido a lo
individual; es decir que la conciencia colectiva trasciende a los individuos y puede ser
representada en los mitos, la religión, las creencias y los procesos culturales.

Di Pietro, S., (2004), sostiene que Durkheim, concibió el origen de las


representaciones colectivas en el plano de las ideas y las ubica en un modelo de
determinación en el que el comportamiento individual es explicado por la sociedad
(entendida como conjunto de valores, normas y creencias comunes). Recalca el carácter
ideal de la sociedad afirmando que la vida social está completamente constituida por
representaciones individuales o fenómenos sociales basados en los sistemas de
valores.

La teoría social, a partir de Durkheim, se desarrolla en base a los conceptos de


conciencia colectiva, que es la estructura simbólica de las sociedades simples y las
representaciones colectivas que son los universos simbólicos que forman las
estructuras simbólicas de las sociedades complejas y diferenciadas. Para el autor el
sistema cultural está conformado por el conjunto de representaciones individuales o
colectivas, constituyendo la estructura simbólica y la cohesión social de una colectividad.

Campbell, T. (1988), expresó lo que significan para Durkheim las


representaciones individuales o colectivas, argumentando que son símbolos que tienen
un significado común para todos los miembros de un grupo y les hace sentirse
identificados entre sí. A su vez, muestran cómo se ven a sí mismos, y los modos de
relacionarse con los objetivos que les afectan, por ejemplo, las banderas nacionales y
los libros sagrados.

Las representaciones individuales o colectivas forman parte del contenido de la


conciencia colectiva y contienen todas aquellas ideas que los miembros individuales de
las sociedades tienen en común y que representan los propósitos de estos. Ibáñez
Gracia, T. (1988), hace referencia al carácter constrictivo que Durkheim les adjudica a
las representaciones colectivas; de modo tal que se les imponen a las personas con un
valor de objetividad similar al de las cosas naturales, el producto de una representación
social es una construcción colectiva que existe independientemente de los individuos y
que forman parte del bagaje cultural de una sociedad.

Por su parte Beriain, J. (1990), destaca que Durkheim no concebía a la sociedad


sin marcar los límites simbólicos entre el bien y el mal, y sin definir el deber ser como
posibilidad de fijación de los limites. Es decir, toda sociedad elabora respuestas reales
o imaginarias a los interrogantes de su cotidianidad, el autor establece la diferencia entre
las representaciones individuales y colectivas. Dice el autor: “[…] las imágenes como
las representaciones individuales son variables y efímeras, los conceptos y las
representaciones colectivas son universales, impersonales y estables, y corresponden
a entidades tales como mitos, religiones, arte, entre otras” (p. 27).

Siguiendo a Brigido, A. M. (2008), destaca que Durkheim pone de manifiesto el


elemento simbólico de la vida social y no admite la separación entre el individuo y la
sociedad, ambos se implican mutuamente, pero es siempre la sociedad la que precede
al individuo y define las pautas a las que este debe ajustarse representando un orden
moral que se manifiesta en las instituciones. Uno de los componentes que la sociedad
posee en forma inmaterial son las representaciones colectivas, que son hechos con
carácter propio.

Durkheim, E. (1974), reconoce a la educación como una institución y un hecho


social, dada por la sociedad, por lo tanto, tiene realidad por sí misma y consiste en las
prácticas sociales cuyo objetivo es formar al ser social y responder a las necesidades
de estos. Argumenta que las representaciones individuales posibilitan que “[…] el
individuo al querer la sociedad se quiere a sí mismo. La acción que ella ejerce sobre él,
especialmente por la vía de la educación no tiene por objeto y por efecto comprimirlo,
disminuirlo, desnaturalizarlo, sino, por el contrario, agrandarlo y hacer de él un ser
verdaderamente humano” (p. 30).

Farr, R. (1986) menciona que el concepto de representación colectiva se


convierte en el punto de partida de la investigación sobre las representaciones sociales
con la obra de Moscovici, S. “El psicoanálisis, su imagen y su público”, de 1961. “Su
propósito era mostrar cómo una nueva teoría científica es difundida en una cultura
determinada, cómo es transformada durante este proceso y cómo cambia a su vez la
visión que la gente tiene de sí misma y del mundo en que vive” (citado en Moscovici, S.
1986, p. 497)

Moscovici, S. (1979) estaba desarrollando una psicología social dentro de una


sociología en la cual ya se aceptaba el concepto de representación colectiva. El creía
que en el mundo moderno existían pocas representaciones colectivas, y para seguir
siendo de utilidad, el concepto debía ser modificado.

El concepto de representación colectiva era adecuado para comprender el


pensamiento de las personas en las sociedades premodernas. En las sociedades
modernas, las representaciones son más dinámicas, cambian todo el tiempo y no son
tan compartidas. Por lo tanto, Moscovici creyó más adecuado llamarlas sociales y no
colectivas (Farr, R., 1988, p. 648).

Moscovici al tomar el concepto de representación social se inspira en la


representación colectiva, mantiene su carácter de producción social que impacta sobre
la conciencia social de los individuos. Jodelet, D. (2008), manifestó: “Si bien en
Durkheim la relación entre representaciones individuales y colectivas ha tomado la
forma de una oposición radical, en Moscovici, el hecho de tratar la representación social
como una “elaboración psicológica y social” y de abordar su formación a partir de la
triangulación “sujeto-alter-objeto”, conduce a interrogarse sobre el lugar reservado al
sujeto”. (p.33).

La autora sostiene que en Moscovici el sujeto como estructura representacional,


es portador de significados que circulan en el espacio social o que son construidos en
la interacción con los objetos. Algunos autores se han preocupado de la relación entre
las representaciones individuales y las sociales, e incluso de representaciones sociales
individualizadas, de los límites del carácter social de las representaciones obtenidas por
la suma de los contenidos manifestados por los individuos, o de la necesidad de indagar
la manera en que los individuos se apropian de las representaciones socialmente
compartidas.

Castorina J. A. (2003), explica que para la psicología social las representaciones


sociales están mucho más diferenciadas según grupos e instituciones y sus
modificaciones se producen, principalmente, en la interacción social y la comunicación
cotidiana. El principal interés del estudio de las representaciones sociales reside en el
mecanismo de su formación y modificación en las prácticas sociales. Mientras que las
representaciones colectivas corresponden a formas de conciencia social cuya
transformación es lenta; las representaciones sociales, en cambio, expresan los
intercambios cotidianos que se crean y se recrean en estas condiciones lo que las hace
mucho más maleables.

Farr, R. (1988), distingue a Durkheim como el ancestro que influyó en Moscovici,


S. el fundador de la teoría de la representación social, al adoptar un punto de vista
psicosociológico. En el concepto que analiza Moscovici en 1969 sobre las
representaciones sociales en la comunicación humana, resulta evidente que éstas
trascienden la esfera de las simples opiniones, imágenes, actitudes; se trata de sistemas
cognitivos que poseen una lógica y un lenguaje particular destinadas a descubrir la
realidad y ordenarla. La función de las mismas proviene de que son compartidas por la
comunidad, y permiten a los individuos orientarse en su entorno social y por lo tanto
dominarlo.

Moscovici, S. (1986) alude con el concepto de representación social, tanto al


modo de pensar e interpretar la realidad cotidiana, como a las decisiones y acciones
que se generan a partir de la misma. De esta forma, las representaciones sociales se
sitúan entre lo psicológico y lo social, constituyendo modalidades de pensamiento
práctico, socialmente elaborado y compartido, orientado a comprender, dar sentido y
explicar los hechos e ideas de nuestro mundo.

Jodelet, D. (1986) señala que el concepto de representación social concierne a


la manera en cómo las personas aprehendemos los acontecimientos de la vida
cotidiana, las características del medio ambiente, las informaciones que en él circulan;
lo que se denomina en las ciencias el conocimiento de sentido común, que se constituye
a partir de nuestras propias experiencias, pero también de las informaciones,
conocimientos y modelos de pensamientos que recibimos y transmitimos a través de la
tradición, la educación y la comunicación social.

Sigue argumentando la autora que, de este modo, el conocimiento es


socialmente elaborado y compartido. Las representaciones sociales al dar sentido a
acontecimientos y actos que terminan siendo habituales, forjan las evidencias de
nuestra realidad consensual, y participan en la construcción social de nuestra realidad.
(Jodelet, D., citado en Moscovici, S., 1986, p. 473).

Las representaciones sociales, se exhiben como una forma de conocimiento


social y podemos observarlas, analizarlas e interpretarlas en los contextos de encierro.
El contexto educativo permitirá visualizar a las mismas a través de las expresiones
comunicacionales de los estudiantes, docentes y coordinadores con sus propios códigos
verbales, valores e ideologías que señalan una posición y pertenencia social específica
en el grupo.

2.1.1 La categoría de representación en las ciencias sociales

La mayoría de los autores que abordan las representaciones sociales, coinciden


en la necesidad de clarificar y distinguir el concepto de otras corrientes de las ciencias
sociales. Es necesario enfatizar el aspecto social en la representación que permite el
análisis, para diferenciarla de otros conceptos.

Moscovici, S. (1979) encuentra en la base de la forma de pensamiento dos


principios que correlaciona con aspectos de la representación social:
1) la analogía, que corresponde a la agrupación de nociones en una misma
categoría, a la génesis de un nuevo contenido y;

2) la compensación, que se refiere a la organización de las relaciones entre los


juicios.

La analogía contribuye a fundar las características representadas del objeto, es


decir, se centra en el objeto; y la compensación edifica las significaciones y enlaces que
le corresponden, esto es, con el marco de referencia que controla y guía el
razonamiento. (Mora, M., 2002, pp.16-17).

Moscovici, S. (1979) en sus investigaciones se tropieza con la génesis del


sentido común y su utilización como guía de conducta social. El autor sugiere
propuestas para una Psicología Social del conocimiento; la similitud entre la forma de
pensamiento y la inteligencia concreta; el parentesco que une a la analogía y la
compensación con el sincretismo infantil; y que en el individuo coexisten varios modos
de pensamiento.

En sus investigaciones acerca del psicoanálisis en Francia, el autor mostró


interés por el sentido común en la ciencia. La obra de Freud, S. en 1921, “Psicología de
las masas y análisis del yo”; lo ayudó a diferenciar que la teoría de las representaciones
sociales no se ocupa del inconsciente; sin embargo, el análisis de Freud del ser humano
como ser social fue lo que ejerció gran influencia en las reflexiones de Moscovici.

Dicha influencia se evidencia en los comentarios del psicoanálisis como objeto


de conocimiento y como teoría generadora de explicaciones diversas sobre el sujeto y
su mundo social. Moscovici, S. (1979), argumenta:

Más allá de la figura de ese gran sabio, ciertas palabras; complejo,


represión, ciertos aspectos particulares de la existencia; la infancia, la
sexualidad o de la actividad psíquica; el sueño, los lapsus cautivaron la
imaginación de los hombres y afectaron profundamente su manera de
ver. Provistas de esas palabras o apoyándose en esa manera de ver, la
mayoría de las personas interpretan lo que les llega, se hacen una
opinión sobre su propia conducta o la conducta de su prójimo, y actúan
en consecuencia. (Citado por Del Vecchio, S. 2015, p. 12).

Sigue aportando el autor que entre las categorías utilizadas en la descripción de


las cualidades o la explicación de las intenciones o motivos de una persona o de un
grupo, las derivadas del psicoanálisis, sin duda, desempeñan un papel importante.
Componen el número de esas teorías implícitas, de la personalidad de la que somos
portadores y que, a la luz de muchas investigaciones, determinan las impresiones que
nos formamos del otro, de sus actitudes en el trato social

Cuando Moscovici decide integrar su concepto de representación a lo social, está


remitiendo a un elemento básico de su teoría; toda representación social contribuye al
proceso de formación de las conductas y de orientación de las comunicaciones sociales,
elemento que, sin lugar a duda, retomó de los aportes de Sigmud Freud.

López, F. (1999), argumenta que:

La sicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado


e investiga los caminos por los que él mismo intenta alcanzar la
satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo
determinadas condiciones excepcionales le es dado prescindir de las
relaciones del individuo con sus semejantes. En la vida anímica individual
aparece integrado siempre, efectivamente “el otro”, como modelo, objeto,
auxiliar, o adversario, y de este modo, la sicología individual es al mismo
tiempo y desde un principio sicología social, en un sentido amplio, pero
plenamente justificado (citado en Araya Umaña, S., 2002, pp. 23-24).

Moscovici, S. (1979) halla en la Psicología genética una correspondencia entre


socialización y sucesión cronológica. El autor encuentra que la Psicología Social no
puede recurrir a un paralelismo análogo al de la Psicología genética y que la misma no
puede explicar con suficiencia la representación, diciendo:

Una vez que ha dominado el universo físico e ideológico, el niño, el


adolescente, están muy lejos de llegar a un empleo general de su
instrumento intelectual. Por otra parte, la sociedad no se lo pide. La
capacidad de hacerlo no está asegurada […] la coexistencia de diversos
sistemas cognitivos se convierte más en la regla que en la excepción (p.
201).

Mora, M. (2002), establece que, de manera global, se puede estimar la


coexistencia de modos distintos del conocimiento que corresponden a relaciones
definidas del hombre y de su medio: un estado de polifasia cognitiva. Al entender que
génesis y evolución cronológica no deben confundirse.

Moscovici, S. (1979) sugiere dos vías de estudio: la primera, sería la de analizar


las correspondencias entre situación social y modalidades de conocimiento; y la
segunda, partiendo de la hipótesis de la polifasia cognitiva, que llevaría al estudio de la
transformación de esas modalidades de conocimiento, las relaciones que se establecen
entre ellas y su adaptación.

La polifasia cognitiva pareció ser uno de los hallazgos más impulsor para
Moscovici y sus colaboradores, por lo que señalaba que convenía ocuparse del tema en
algunas investigaciones, hecho que ha sido explorado por Mugny, G. y Doise, W.

Del Vecchio, S. (2015) señala que Piaget en su epistemología genética,


contribuye a la teoría de las representaciones sociales con la especificidad de la
actividad de representación en términos psíquicos, y la preponderancia del lenguaje en
la construcción de la inteligencia. Señala la autora: “Sin embargo, este valioso aporte no
parece lograr - en la naciente teoría de Moscovici - un impacto decisivo debido,
ciertamente, a la naturaleza marcadamente individual-social y no social-grupal de la
teoría piagetiana” (p. 55).

2.1.2. La representación social y otros conceptos cognitivos

Es necesario clarificar y distinguir a las representaciones sociales de otros


conceptos cognitivos que suelen ser confundidos o utilizados como sinónimos en forma
inexacta.

Jodelet, D. (1986), argumenta que la representación presenta dos dimensiones:

- Una dimensión de contexto, en la que el sujeto se halla en situación de


interacción social o ante un estímulo social y la representación aparece entonces
como un caso de la cognición social tal como es abordada por la psicología
social.

- Y una dimensión de pertenencia, siendo el sujeto un sujeto social, hace intervenir


en su elaboración ideas, valores y modelos provenientes de su grupo de
pertenencia o ideologías transmitidas dentro de la sociedad (citado en Moscovici,
S, 1988, p. 479).

Por su parte, Banchs, M. (1982), expresa que, definidas las representaciones


sociales como una forma de conocimiento de sentido común; estructural y
funcionalmente se distingue de otras nociones cognitivas.
La representación social es una teoría que integra conceptos cognitivos
diferenciados como la actitud, la opinión, la imagen, el estereotipo, la creencia, etcétera.
Con la intención de clarificar dichas diferencias, se muestran las definiciones de cada
concepto cognitivo en su limitación.

- La actitud: uno de los componentes junto con la información y el campo de


representación social; siendo una orientación global positiva o negativa de una
representación.

- La opinión: para Moscovici, S. es una fórmula a través de la cual el individuo fija


su posición frente a objetos sociales cuyo interés es compartido por el grupo.

- Los estereotipos: son categorías de atributos específicos a un grupo o género


que se caracterizan por su rigidez. Las representaciones sociales, por el
contrario, se distinguen por su dinamismo, aunque tienen una estructura o núcleo
figurativo relativamente estable.

- La percepción social: el término no se refiere a las características físicas


observables sino a rasgos que la persona le atribuye al blanco de su percepción.
La percepción es descrita como una instancia mediadora entre el estímulo y el
objeto exterior y el concepto que de él nos hacemos. La representación social
no es una intermediaria sino un proceso que hace que concepto y percepción
sean intercambiables puesto que se engendran recíprocamente.

- La imagen: es el concepto que suele utilizarse más como sinónimo de


representación social. Sin embargo, la representación no es un mero reflejo del
mundo exterior, una huella impresa mecánicamente y anclada en la mente; no
es una reproducción pasiva de un exterior en un interior, concebidos como
radicalmente distintos, tal como podrían hacerlo suponer algunos usos de la
palabra imagen (citado en Mora, M., 2002, pp.18-19).

Al diferenciar los conceptos cognitivos de las representaciones sociales, éstas


se representan en varias formas con menor o mayor grado de complejidad.

Páez, D. (1987), se propuso analizar la teoría de las representaciones sociales


haciendo distinciones con respecto a la cognición social. El autor argumenta que las
representaciones sociales muestran:
1. una especie de formalismo; un empleo sistemático de estereotipos lingüísticos e
intelectuales (clichés, juicios, etcétera);

2. la conclusión, ya conocida y definida normativamente a partir de las relaciones


grupales, prima sobre el resto del razonamiento;

3. un tipo de causalidad fenoménica simple y mixta caracteriza también a la


representación social a un nivel formal;

4. la base del funcionamiento cognitivo anteriormente descrito es el razonamiento


por analogía y con economía de medios;

5. a nivel de contenido las representaciones sociales se caracterizan por ser: una


actitud hacia el objeto, un conjunto de conocimientos sobre este objeto social, y
una serie de temas organizados jerárquicamente en un campo de
representaciones sociales;

6. el lenguaje de la representación social retoma de los discursos filosóficos


(ideológico y científico) algunas palabras y conceptos.

2.2. Distinción y definiciones de las representaciones sociales

La multiplicidad de conceptos que tratan de definir las representaciones sociales


se debe a que las mismas son fáciles de captar, pero se requiere analizar las
definiciones conceptuales y los conceptos que los investigadores trabajan desde la
misma línea.

Moscovici, S. (1961), en París, Francia publica su tesis “El psicoanálisis, su


imagen y su público”, donde expuso que:

La representación social es una modalidad particular del


conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y
la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizado de
conocimientos y una actividad psíquica gracias a las cuales los seres
humanos hacen inteligible la realidad física y social. (Citado en Del
Vecchio, S., 2015, p.58)
Asimismo, Ilvento, M., (2005), argumenta que Moscovici elabora su teorización
a partir de numerosas investigaciones desarrolladas con el objeto de poder entender la
naturaleza del pensamiento social. Con el concepto de representación social, el autor
alude al modo de pensar e interpretar la realidad cotidiana, como las decisiones y
acciones que se generan a partir de la misma, de este modo las representaciones
sociales se sitúan entre lo psicológico y lo social constituyendo modalidades de
pensamiento práctico, socialmente elaborado, compartido, orientado a comprender, dar
sentido y explicar los hechos e ideas de nuestro universo vital.

En la teoría de las representaciones sociales, el énfasis en lo colectivo y en la


comprensión de la realidad social a partir de su construcción social, son elementos
centrales. Moscovici, S., indica que en la interacción sujeto-objeto, no existe un solo
sujeto, sino que intervienen otros sujetos, a los que el autor les llama Alter, que además
de relacionarse estrechamente entre ellos y ellas, guardan íntima relación con el objeto
social.

Con este planteamiento, Moscovici trasciende de un esquema diádico, donde


sujeto y objeto interactúan, para pasar a un esquema tríadico donde los otros sujetos
también interactúan e inciden en la relación sujeto-objeto. El esquema tríadico de
Moscovici da supremacía a la relación de sujeto-grupo (otros sujetos), porque: a) Los
otros y las otras son mediadores y mediadoras del proceso de construcción del
conocimiento y b) La relación de los y las otras con el objeto (físico, social, imaginario o
real) es lo que posibilita la construcción de significados (Araya Umaña, S., 2002, pp.17-
18).

Desde una perspectiva epistemológica en la que se inscribe quien estudia las


representaciones sociales, se parte de que el conocimiento no es solo comprensible
desde la tradicional concepción que señala la existencia de un conocimiento científico y
de un conocimiento cotidiano o del sentido común. En esta concepción se comprende
el conocimiento como fenómenos complejos que se generan en circunstancias y
dinámicas de diversa índole y cuya construcción está multideterminada por relaciones
sociales y culturales.

Duveen, G. & Lloyd, B. (2003), explican que Moscovici, S. en 1973, define a las
representaciones sociales como:
Sistema de valores, ideas y prácticas que tienen una doble función:
en primer lugar, establecer un orden que permita a los individuos
orientarse en su mundo social y material y dominarlo y, en segundo
término, permitir la comunicación entre los miembros de una comunidad,
aportándoles un código para el intercambio social y un código para
denominar y clasificar de manera inequívoca los distintos aspectos de su
mundo y de su historia individual y grupal (pp. 29-30).

Las representaciones sociales son modelos imaginarios de evaluación, de


categorización y de explicación de las realidades entre sujetos sociales, que conducen
hacia normas y decisiones colectivas e individuales de acción. Según Moscovici S.
(1986), emerge determinada por las condiciones en que es pensada y constituida,
teniendo como denominador el hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos.

Tajfel, H. y Turner, J. (1979), proponen que las representaciones sociales


responden a tres necesidades: clasificar y comprender acontecimientos complejos y
dolorosos, justificar acciones planeadas o cometidas contra otros grupos, diferenciar un
grupo respecto de los demás existentes en momentos en que pareciera desvanecerse
esa distinción, en suma, causalidad, justificación y diferenciación social (Citado en Páez,
D., 1987, p. 300).

El hecho de que la representación social constituya una forma de conocimiento


social implica el riesgo de reducirla a un acontecimiento intraindividual, por lo tanto,
Jodelet, D. (1986), circunscribe el concepto con una definición general, diciendo:

El concepto de representación social designa una forma de


conocimiento específico, el saber de sentido común, cuyos contenidos
manifiestan la operación de procesos generativos y funcionales
socialmente caracterizados. En sentido más amplio, designa una forma
de pensamiento social. Las representaciones sociales constituyen
modalidades de pensamiento práctico orientados hacia la comunicación,
la comprensión y el dominio del entorno social, material e ideal. En tanto
que tales, presentan características específicas a nivel de organización
de los contenidos, las operaciones mentales y la lógica. La
caracterización social de los contenidos o de los procesos de
representación ha de referirse a las condiciones y a los contextos en los
que surgen las representaciones, a las comunicaciones mediante las que
circulan y a las funciones a las que sirven dentro de la interacción con el
mundo y los demás (Citado en Moscovici, S., 1986, pp. 474-475).

Jodelet, D. toma el concepto de representación social como una forma de


conocimiento práctico, que es elaborado y compartido, que implica un conocimiento
espontáneo, ingenuo, natural, consensuado, que otorga sentido y contribuye a la
construcción social de la realidad.
Moscovici, S. (1986), refiere al conocimiento de sentido común como aquel que
permite la comunicación entre los miembros de los grupos, dándole un sentido al mundo
que los rodea. En Europa, quienes estudiaron y dieron sus aportes al pensamiento de
Moscovici, S. fueron, Jodelet, D., Farr, R., Abric, J. Doise, W., Marková, I., Di Giacomo
y Páez, D.; entre otros.

Jodelet, D. (1986), expresó que el concepto de representación social importada


del conocimiento erudito introduce en el lenguaje cotidiano un instrumento para
comprender al otro, para saber cómo conducirnos ante él e incluso para asignarle un
lugar en la sociedad. La autora dice:

En tanto que fenómenos, las representaciones sociales se


presentan bajo formas variadas, más o menos complejas. Imágenes que
condensan un conjunto de significados; sistemas de referencia que nos
permiten interpretar lo que nos sucede, e incluso, dar un sentido a lo
inesperado; categorías que sirven para clasificar las circunstancias, los
fenómenos y a los individuos con quienes tenemos algo que ver; teorías
que permiten establecer hechos sobre ellos. Y a menudo, cuando se les
comprende dentro de la realidad concreta de nuestra vida social, las
representaciones sociales son todo ello junto” (Jodelet, D., citado en
Moscovici, S., 1986, p. 472).

Las representaciones sociales constituyen modalidades de pensamiento


prácticos orientados hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno
social, material e ideal, las mismas presentan características específicas a nivel de
organización de los contenidos, las operaciones mentales y la lógica.

Sigue argumentando la autora, que los procesos de representación tienen que


referirse a las condiciones y a los contextos en los que surgen, a las comunicaciones
que circulan y a las funciones a las que sirven dentro de la interacción con el mundo y
los demás. Las mismas se presentan en imágenes que condensan un conjunto de
significados, sistemas de referencias que nos permiten interpretar lo que nos sucede;
categorías que sirven para clasificar las circunstancias y a los individuos con quienes
nos relacionamos (Jodelet, D., citado en Moscovici, S., 1986 p. 472).

Asimismo, Farr, R. (1986), ofrece su definición de las representaciones sociales


señalando que aparecen cuando los individuos debaten temas de interés mutuo o
cuando existe el eco de los acontecimientos seleccionados como significativos o dignos
de interés por quienes tienen el control de los medios de comunicación.
El autor sostiene que quienes aborden el estudio de las representaciones
sociales tendrán que tener un interés particular por el contenido de las conversaciones
ya que una vez que las mismas aparecen en la comunicación humana trascienden las
simples opiniones, imágenes, actitudes y tienen una doble función hacer que lo extraño
resulte familiar y lo invisible perceptible. Interpretando a Moscovici, S., Farr, R., ensaya
una definición de las representaciones sociales diciendo:

Sistemas cognoscitivos con una lógica y un lenguaje propio. No


representan simplemente opiniones acerca de, “imágenes de”, o
“actitudes hacia” sino “teorías o ramas del conocimiento” con derechos
propios para el descubrimiento y la organización de la realidad. Sistemas
de valores, ideas y prácticas con una función doble: primero, establecer
un orden que permita a los individuos orientarse en su mundo material y
social y dominarlo; segundo posibilitar la comunicación entre los
miembros de una comunidad proporcionándoles un código para el
intercambio social y un código para nombrar y clasificar sin
ambigüedades los diversos aspectos de su mundo y de su historia
individual y grupal (Farr, R. citado en Moscovici, S., 1986, pp.496-497).

Abric, J. (1994), propone una perspectiva estructural de las representaciones


sociales, estableciendo que toda representación social está organizada en un núcleo
central y elementos periféricos.

El núcleo central es el componente más estable, coherente y rígido de la


representación, ya que está anclado en la memoria colectiva del grupo que la elabora;
más específicamente, en las condiciones históricas y sociales del grupo. El núcleo
asume la organización de los elementos del campo representacional, posee una función
de consenso y define la homogeneidad que comparte el grupo, estableciendo el carácter
normativo de las significaciones, cumple dos funciones principales, una función
generadora, la cual los otros elementos de la representación obtienen y transforman su
significado; y una función organizadora de las relaciones, que asocia los elementos de
la representación.

Los elementos periféricos, poseen la función de proteger la estabilidad del núcleo


central, cumpliendo funciones principalmente adaptativas en tanto se encargan de
adaptar la representación a las exigencias del contexto concreto y particular.

Mientras el núcleo es normativo, el sistema periférico es funcional; es más


sensible al contexto que el núcleo central, por ello conduce a la adaptación de grupos e
individuos a situaciones específicas y permite integrar las experiencias individuales. De
esta manera pueden comprenderse mejor las variaciones individuales de las
representaciones, ya que a pesar de la relativa estabilidad del núcleo central resulta
posible pensar en cambios y transformaciones cuando los elementos periféricos se
tornan contradictorios con el núcleo central. En una búsqueda de coherencia, dichos
núcleos pueden llegar a modificarse (citado en Del Vecchio, S. 2015, pp. 61-62).

Marková, I. (1996), retoma en su definición de las representaciones sociales la


interdependencia entre lo individual y lo social como producto dialógico de los
fenómenos socioculturales institucionalizados, como por ejemplo los idiomas, los
paradigmas científicos o las tradiciones; diciendo:
Es una teoría del conocimiento ingenuo; describe cómo los
individuos y los grupos construyen un mundo estable y predecible
partiendo de una serie de fenómenos diversos y a partir de ahí los sujetos
“van más allá” de la información dada […]. Son parte de un entorno social
simbólico en el que viven las personas y se reconstruye a través de las
actividades de los individuos, por medio del lenguaje”. (p. 163).

El modelo de Doise, W. (1993), concibe a la representación social como principio


de toma de posición. Este enfoque evidencia bastante desarrollo y da lugar a estudios
interculturales sobre los derechos humanos. La perspectiva parte del supuesto que la
representación del derecho está ligada a influencias sociales o a pertenencias sociales
que dan lugar a aceptación, rechazo, tolerancia, entre los conceptos afines (citado en
Del Vecchio, S., 2015, p. 62).

Es posible encontrar otras exposiciones acerca de lo que son las


representaciones sociales en autores como Di Giacomo (1987), quien resalta su papel
práctico en la regulación de los comportamientos intragrupales e intergrupales; y Páez,
D. (1987), quien indica que la representación social se refiere a:

Las estructuras cognitivo-afectivas que sirven para procesar la


información del mundo social, así como planificar las conductas sociales.
Si bien todo conocimiento es social, al ser una resultante de la
socialización, las representaciones sociales, en particular, son las
cogniciones o esquemas cognitivos complejos generados por
colectividades que permiten la comunicación y que sirven para orientar
las interacciones (citado en Araya Umaña, S., 2002, p. 29).

Las investigaciones de Páez, D. (1987), en España ofrece una caracterización


de las representaciones sociales en un esquema, a partir de las funciones que cumplen
como forma de pensamiento natural; señalando cuatro características esenciales:
- Primero privilegiar, seleccionar y retener algunos hechos relevantes del discurso
ideológico concernientes a la relación sujeto en interacción; o sea,
descontextualizar algunos rasgos de este discurso.

- Segundo, descomponer este conjunto de rasgos en categorías simples y objetivar


los conceptos del discurso ideológico referente al sujeto en grupo.

- Tercero, construir un “minimodelo” o teoría implícita, explicativa y evaluativa, del


entorno a partir del discurso ideológico que impregna al sujeto.

- Y cuarto, el proceso reconstruye y reproduce la realidad otorgándole un sentido y


procura una guía operacional para la vida social, para la resolución de los
problemas y conflictos (p. 316).

Para comprender la representación social, Martínez García, M. y García


Ramírez, M. (1992), señalan los siguientes indicadores:

Las representaciones sociales son una expresión del pensamiento


natural, no formalizado ni institucionalizado y diferente, por tanto, de las
ideologías y las ciencias. Para que una creencia se determine en
representación social debe centrarse en objetos sociales. Una
representación es social si es compartida por un grupo. Este lo incorpora
a su realidad, previa categorización y explicación de sus características.
La representación social incluye como elemento intrínseco una guía para
las interacciones. Clasifica, explica y dispone afectiva y actitudinalmente
a los sujetos respecto del objeto al que se refiere (Citado en Díaz, M.C.,
1992, p. 390).

En las representaciones sociales es posible hablar de marcos identitarios y de


formas identitarias. El marco alude a un esquema referencial cognitivo según el cual la
mente dispone de una serie de estructuras, no conscientes, que le permiten al sujeto
asir la realidad en forma inmediata, y que se incluyen, excluyen y complementan. La
forma identitaria constituye la representación consciente de sí o del otro, subjetiva y
también intercambiable, en un marco identitario mental.

Esta contribución, aportada por Guichard, J. (1996), permite integrar enfoques


de la psicología cognitiva y de la psicología social que pueden dar luz a la indagación
de las representaciones, teniendo en cuenta la relación entre los esquemas previos
socializados y las formas identitarias construidas y asumidas por los sujetos.
En América Latina específicamente en Venezuela; Banchs, M. A, (2000) señala
el doble carácter de contenido y proceso de las representaciones sociales. La autora
destaca las estrategias de adquisición y comunicación del conocimiento que poseen las
representaciones sociales; y las define como:

La forma de conocimiento del sentido común propio a las


sociedades modernas, en sus contenidos encontramos sin dificultad la
expresión de valores, actitudes, creencias y opiniones, cuya sustancia es
regulada por las normas sociales de cada colectividad. Al abordarlas tal
cual ellas se manifiestan en el discurso espontáneo, nos resultan de gran
utilidad para comprender los significados, los símbolos y formas de
interpretación que los seres humanos utilizan en el manejo de los objetos
que pueblan su realidad inmediata (p.13).

Desde Costa Rica, Araya Umaña, S. (2002) manifestó que, al conocer la


realidad, las personas explican su mundo mediante la comunicación y el pensamiento
social, diciendo:
Las representaciones sociales […] constituyen sistemas cognitivos
en los que es posible reconocer la presencia de estereotipos, opiniones,
creencias, valores y normas que suelen tener una orientación actitudinal
positiva o negativa. Se constituyen, a su vez, como sistemas de códigos,
valores, lógicas clasificatorias, principios interpretativos y orientadores de
las prácticas, que definen la llamada conciencia colectiva, la cual se rige
con fuerza normativa en tanto instituye los límites y las posibilidades de
la forma en que las mujeres y los hombres actúan en el mundo (p. 11).

Es decir, que las representaciones sociales se refieren al tipo de conocimiento


de cómo las personas piensan y se organizan en su vida cotidiana. La autora establece
la distinción de la representación social con los conceptos de ideología, creencias,
percepción, estereotipos, actitud, opinión e imagen.

2.2.1. La noción de representación social

Las conceptualizaciones de las representaciones sociales desarrolladas por


Moscovici, S. y Jodelet, D. plantean una propuesta teórica, significativa dentro del
análisis del pensamiento de sentido común. La noción de representación social
concierne a la manera de cómo sujetos sociales, aprehendemos los acontecimientos de
la vida diaria, las características de nuestro ambiente, las informaciones que en él
circulan.

Señala Jodelet, D. (1986), que el conocimiento de sentido común se constituye


a partir de nuestras experiencias, pero también de las informaciones, conocimientos, y
modelos de pensamiento que recibimos y trasmitimos a través de la tradición, la
educación y la comunicación social. “De este modo, este conocimiento es, en muchos
aspectos, un conocimiento socialmente elaborado y compartido” (citado en Moscovici,
S. 1986, p.473)

Jodelet, D. (1986) destaca en la noción de las representaciones sociales dos


constataciones necesarias al concepto:
1. La representación social se define por un contenido: informaciones, imágenes,
opiniones, actitudes, etc. Este contenido se relaciona con un objeto: un trabajo a
realizar, un acontecimiento económico, un personaje social, etc.

2. La representación social de un sujeto (individuo, familia, grupo, clase, etc.), en


relación con otro sujeto. De esta forma, la representación es tributaria de la posición
que ocupan los sujetos en la sociedad, la economía, la cultura (citado en Moscovici,
S. 1986, p. 475).

Toda representación social es representación de algo y de alguien; constituye el


proceso por el cual se establece su relación con el mundo y con las cosas. Jodelet, D.
(1986) señala que del hecho de ‘representar’ se desprenden cinco características
fundamentales:

1. Siempre es la representación de un objeto: el acto de representación es un acto de


pensamiento por medio del cual un sujeto se relaciona con un objeto. En lo que
respecta al acto; representar es sustituir, estar en lugar de, en este sentido la
representación es el representante mental de algo (objeto, persona, acontecimiento,
idea, etc.). Por esta razón, la representación está emparentada con el símbolo, con
el signo; al igual que ellos, la representación remite a otra cosa. Por otra parte,
representar es hacer presente en la conciencia, en este sentido, la representación
es la reproducción mental de otra cosa, persona, objeto, acontecimiento material o
psíquico, idea, etcétera. En la representación tenemos el contenido mental concreto
de un acto de pensamiento que restituye simbólicamente algo ausente, que
aproxima algo lejano. Particularidad que garantiza a la representación su aptitud
para fusionar precepto y concepto y su carácter de imagen.

2. Tiene un carácter de imagen y la propiedad de poder intercambiar lo sensible y la


idea, la percepción y el concepto: el aspecto de imagen, figurativo de la
representación es inseparable de su aspecto significante: la estructura de cada
representación. Dice Moscovici, S. (1988), “aparece desdoblada, tiene dos caras tan
poco disociables como el anverso y el reverso de una hoja de papel; la cara figurativa
y la cara simbólica. Decimos que representación es igual a figura sobre sentido, lo
que significa que la representación hace que toda figura corresponda un sentido y a
todo sentido corresponde una figura” (p. 476).

3. Tiene un carácter simbólico y significante: la representación mental, social, conlleva


igualmente este carácter significante. No solo restituye de modo simbólico algo
ausente, sino que puede sustituir lo que está presente. Siempre significa algo para
alguien y hace que aparezca algo de quien la formula, su parte de interpretación.
Debido a ello, no es simple reproducción sino construcción y conlleva en la
comunicación una parte de autonomía y de creación individual o colectiva.

4. Tiene un carácter constructivo: el concepto de representación social fue introducido


en psicología social frente a la insuficiencia de los modelos clásicos, y en particular
del modelo conductista, a fin de explicar nuestras interacciones significativas con el
mundo. Moscovici, S. (1969) explicó el fracaso de una tradición investigativa que
pretendió cambiar los comportamientos mediante el hecho de que la relación entre
el sujeto y el objeto se reducía a la de estímulo y respuesta y se introducía una
división entre el universo exterior y el universo interior.
Piaget, J. (1984), también se expresó en este sentido: “el sujeto y el objeto no son
congénitamente distintos” y “representarse algo es darse, conjunta e
indiferenciadamente, el estímulo y la respuesta”. “Este fenómeno es una
característica de la interacción del sujeto y del objeto que se enfrentan
modificándose mutuamente sin cesar” (citado en Moscovici, S., 1986, p. 477).
Cuando nos encontramos en el terreno de la representación el sujeto no es un
organismo, sede de procesos psicobiológicos, sino un sujeto social, ya que su
actividad es tanto simbólica como cognitiva.

5. Tiene un carácter autónomo y creativo: En representaciones muy elementales hay


un proceso de elaboración cognitiva y simbólica que orientará los comportamientos.
Es decir que la noción de representación constituye una innovación en relación con
otros modelos psicológicos, ya que relaciona los procesos simbólicos con las
conductas. A partir de ahí, las representaciones que circulan en la sociedad
desempeñarán un papel, adquirirán autonomía y tendrán una eficacia específica.
Jodelet, D. (1986) resalta que la representación social posee otra característica
de importancia, cuando nos situamos a nivel cero para analizar el acto del sujeto que se
presenta o representa un objeto, “la representación siempre conlleva algo social; las
categorías que la estructuran y expresan, categorías tomadas de un fondo común de
cultura” (citado en Moscovici, S., 1986, p. 478).

1.2.2 Condiciones de emergencia de las representaciones sociales

Según Moscovici, S. las representaciones sociales emergen determinadas por


las condiciones en que son pensadas y constituidas, teniendo como denominador el
hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos.

Tajfel, H. (1987), propone que las mismas requieren responder a tres


necesidades: a) clasificar y comprender acontecimientos complejos y dolorosos; b)
justificar acciones planeadas o cometidas contra otros grupos; y c) para diferenciar un
grupo respecto de los demás existentes, en momentos en que pareciera desvanecerse
esa distinción. En suma, causalidad, justificación y diferenciación social (citado en Páez,
D., Ayestaran, S., De Rosa, p. 300).

A partir de las investigaciones realizadas por Moscovici, S. (1979) infiere tres


condiciones de emergencia: 1) la dispersión de la información; 2) la focalización del
sujeto individual y colectivo; y 3) la presión de la inferencia del objeto socialmente
definido.

1. La dispersión de la información se efectúa por los datos de los que disponen la


mayor parte de las personas para responder a una pregunta, para formar una
idea a propósito de un objeto preciso son, generalmente a la vez, insuficientes
y superabundantes. Es decir, nunca se posee toda la información necesaria o
existente acerca de un objeto social que resulte relevante. La multiplicidad y
desigualdad cualitativa entre las fuentes de información con relación a la
cantidad de campos de interés vuelven precarios los vínculos entre los juicios
y por ende, compleja la tarea de buscar todas las informaciones y relacionarlas

Moscovici, S. (1979) concluye afirmando que la multiplicidad y desigualdad


cualitativa entre las fuentes de información con relación a la cantidad de campos de
interés, vuelven precarios los vínculos entre los juicios y, por ende, compleja la tarea de
buscar todas las informaciones y relacionarlas (citado en Mora, M., 2002, p. 9).
2. La focalización del sujeto individual y colectivo. Moscovici, S. (1979) expresa
que una persona o una colectividad se focalizan porque están implicadas en la
interrelación social como hechos que conmueven los juicios o las opiniones;
aparecen como fenómenos a los que se debe mirar detenidamente. Banchs,
M. A. (1982), y Herzlich, C. (1979), manifestaron que la focalización es
señalada en términos de implicación o atractivo social de acuerdo con los
intereses particulares que se mueven en el individuo inscrito en los grupos de
pertenencia; esta será diversa y casi siempre excluyente (Del Vecchio, S.,
2015, pp. 78-79).

3. La presión de la inferencia del objeto socialmente definido. Según, Araya


Umaña, S. (2002), socialmente se da una presión que reclama opiniones,
posturas y acciones acerca de los hechos que están focalizados por el interés
público. Esto significa que la vida cotidiana, las circunstancias y las relaciones
sociales exigen del individuo o del grupo social que sean capaces, en todo
momento, de estar en situación de responder (p. 39).

Moscovici, S. (1979), expresó que en la vida social se da “un mandato que


reclama opiniones, posturas y acciones acerca de los hechos que están focalizados por
el interés público; es decir en la vida corriente, las circunstancias y las relaciones
sociales exigen del individuo o del grupo social que sean capaces, en todo momento,
de estar en situación de responder” (citado en Del Vecchio, S., 2015, p. 178).

Para Banchs, M. A. (1982) las exigencias grupales para el conocimiento de


determinado evento u objeto se incrementan a medida que su relevancia crece. El
propósito crucial es no quedar excluido del ámbito de las conversaciones sino poder
realizar inferencias rápidas, opiniones al respecto y un discurso más o menos
desarrollado (citado en Mora, M., 2002, p. 9).

La autora sostiene que la presión a la inferencia quiere describir un hecho


significativo en la dinámica colectiva que alude al hecho de que frecuentemente existe
la obligación de emitir opiniones, sacar conclusiones o fijar posiciones respecto a temas
controversiales, considerados de actualidad en los círculos sociales de pertenencia
(Banchs, M. A., 2000).
Herzlich, C. (1979), citando a Moscovici sostiene que las exigencias sobre el
individuo o grupo social que las circunstancias y las relaciones sociales imponen
provocan una actuación, una estimación o una comunicación: “[…] las informaciones
deben llegar a ser, sin dilación, fundamento de conducta, instrumento de orientación”
(p. 397).

Mora, M. (2002), argumenta que estas tres condiciones de emergencia;


dispersión de la información, grado de focalización y presión a la inferencia, constituyen
el pivote que permite la aparición del proceso de formación de una representación social
y, en mayor o menor grado, al conjuntarse hacen posible la génesis del esquema de
representación.

Sigue argumentando la autora que el común denominador de esta relación sería


la traducción de la disparidad de posiciones frente a un objeto significativo en términos
sociales y recuperados de un contexto dinámico, cambiante y conflictivo. Con el
movimiento de tales condiciones de emergencia quedaría determinada tanto la
naturaleza de la organización cognoscitiva de la representación, es decir, su
estructuración como esquema cognoscitivo; así como su misma existencia y grado de
estructuración. (p. 10).

2.2.3 Dimensiones de las representaciones sociales

Las representaciones sociales definidas por Moscovici como universo de opinión


pueden ser analizadas con fines didácticos en tres dimensiones: primera la información,
segundo el campo de representación y, tercero la actitud. La información según
Moscovici, S. (1979), es la dimensión o concepto, que se relaciona con la organización
de los conocimientos que posee un grupo respecto a un objeto social.

Martínez García, M.; García Ramírez, M., (1992) dicen que la información está
constituida por el conjunto de nociones y conocimientos que poseemos sobre un objeto
social. El campo de la representación hace referencia a la organización interna y
jerarquizada que adoptan los elementos informativos sobre el objeto y la dimensión
afectiva, que expresa la orientación evaluativa y actitudinal, positiva o negativa, hacia el
objeto representado imprime a las representaciones sociales un carácter dinamizador y
orientativo de conductas (p. 391).
Mora, M. (2002), señala que la información es la organización o suma de
conocimientos con que cuenta un grupo acerca de un acontecimiento, hecho o
fenómeno de naturaleza social. Conocimientos que muestran particularidades en cuanto
a cantidad y a calidad de los mismos; carácter estereotipado o difundido sin soporte
explícito; trivialidad u originalidad en su caso. Por lo tanto, esta dimensión conduce
necesariamente a la riqueza de datos o explicaciones que sobre la realidad se forman
los individuos en sus relaciones cotidianas.

Por su parte, Araya Umaña, S. (2002) argumentó que la información concierne


a la organización de los conocimientos que tiene una persona o grupo sobre un objeto
o situación social determinada. Se puede distinguir la cantidad de información que se
posee y su calidad, en especial, su carácter más o menos estereotipado o prejuiciado,
el cual revela la presencia de la actitud en la información. Esta dimensión conduce,
necesariamente, a la riqueza de datos o explicaciones que sobre la realidad se forman
las personas en sus relaciones cotidianas.

La autora señala que hay que considerar que las pertenencias grupales y las
ubicaciones sociales mediatizan la cantidad y la precisión de la información disponible.
El origen de la información es, asimismo, un elemento a considerar pues la información
que surge de un contacto directo con el objeto, y de las prácticas que una persona
desarrolla en relación con él, tiene unas propiedades bastante diferentes de las que
presenta la información recogida por medio de la comunicación social.

La segunda dimensión de las representaciones sociales es el campo de


representación. Mora, M. (2002), dice que el mismo expresa la organización del
contenido de la representación en forma jerarquizada, variando de grupo a grupo e
inclusive al interior del mismo. Permite visualizar el carácter del contenido, las
propiedades cualitativas o imaginativas, en un campo que integra informaciones en un
nuevo nivel de organización en relación con sus fuentes inmediatas.

Acerca de este mismo concepto, Moscovici, S. (1979), señala: “Nos remite a la


idea de imagen, de modelo social, al contenido concreto y limitado de las proposiciones
que se refieren a un aspecto preciso del objeto de representación” (p. 46).

Asimismo, Araya Umaña, S. (2002), manifestó que el campo de representación


refiere a la ordenación y a la jerarquización de los elementos que configuran el contenido
de las representaciones sociales. Se trata concretamente del tipo de organización
interna que adoptan esos elementos cuando quedan integrados en la representación;
en suma, constituye el conjunto de actitudes, opiniones, imágenes, creencias, vivencias
y valores presentes en una misma representación social.

Sigue argumentando la autora que el campo de representación se organiza en


torno al esquema figurativo o núcleo figurativo que es construido en el proceso de
objetivación. Este esquema o núcleo no sólo constituye la parte más sólida y más
estable de la representación, sino que ejerce una función organizadora para el conjunto
de la representación pues es él quien confiere su peso y su significado a todos los demás
elementos que están presentes en el campo de la representación.
La tercera dimensión de las representaciones sociales, la actitud. Mora, M.
(2002), indica que es la dimensión que significa la orientación favorable o desfavorable
en relación con el objeto de la representación, se puede considerar, por lo tanto, como
el componente más aparente, fáctico y conductual de la representación, y como la
dimensión que suele resultar más generosamente estudiada por su implicación
comportamental y de motivación.

Según Moscovici, S. (1979), “se deduce que la actitud es la más frecuente de las
tres dimensiones y, quizá, primera desde el punto de vista genético. En consecuencia,
es razonable concluir que nos informamos y nos representamos una cosa únicamente
después de haber tomado posición y en función de la posición tomada” (p. 49).

También Araya Umaña, S. (2002), explica que la actitud expresa el aspecto más
afectivo de la representación, por ser la reacción emocional acerca del objeto o del
hecho. Es el elemento más primitivo y resistente de las representaciones y se halla
siempre presente, aunque los otros elementos no estén. La concepción bidimensional
añade al anterior, el elemento cognoscitivo. Finalmente, un punto de vista tridimensional
la complementa con una tendencia comportamental.

Se puede decir entonces que la representación social contiene a las actitudes y


no a la inversa, ya que aquellas van más allá del abordaje tradicional de las actitudes y
acercan mucho más el concepto al campo social.

La autora explica que para determinar o conocer una representación social


implica tener información qué se sabe (información), qué se cree, cómo se interpreta
(campo de la representación) y qué se hace o cómo se actúa (actitud). Estas tres
dimensiones, descriptas por Moscovici, S. forman un conjunto que tan sólo puede
escindirse para realizar un análisis conceptual.

Estos tres elementos hacen posible que a través de las representaciones


sociales se aprehenda lo desconocido mediante procesos en que los conceptos e
imágenes se objetivan y se insertan para convertirse en objetos comprensibles por sí
mismos.

2.2.4. Dinámica y formación de las representaciones sociales

La investigación de Moscovici, S. buscaba estudiar el proceso de penetración de


una ciencia, a partir de allí pudo distinguir dos procesos básicos: la objetivación y el
anclaje; que explican cómo lo social transforma un conocimiento en representación
colectiva y como ésta misma modifica lo social.

En la dinámica de las representaciones sociales surgen los mecanismos de


anclaje y objetivación que dan cuenta de la elaboración y el funcionamiento de una
representación social, mostrando la dependencia entre lo psicológico y los
condicionantes sociales:

a) Objetivación. Es la selección y descontextualización de los elementos,


formación del núcleo figurativo y naturalización. La teoría sostiene que la
objetivación conduce a hacer real un esquema conceptual, es decir a duplicar
una imagen con una contrapartida material.

Para Moscovici, S. (1979), el resultado tiene, en primer lugar, una instancia


cognoscitiva; el suministro de índices y de significantes que una persona recibe, emite
y toma en el ciclo de las infra comunicaciones, seguramente es superabundante; para
reducir la separación entre la masa de palabras que circulan y los objetos que las
acompañan, los signos lingüísticos se enganchan a estructuras materiales, es decir, se
trata de acoplar la palabra a la cosa. (citado en Mora, M., 2002, p. 11).

Asimismo Moscovici, S., manifestó que el modelo figurativo o esquema que


resulta cumple varias funciones; constituye el punto común o mediador entre la teoría
científica inicial y su representación social; en él se realiza el cambio de lo que en la
teoría es exposición general, abstracta e indirecta de una serie de fenómenos, en una
traducción inmediata y funcional de la realidad que sirve al hombre común y corriente;
asocia diversos elementos en un foco explicativo con una dinámica propia y suficiente;
permite la representación social convertirse en un marco cognoscitivo estable y orientar
tanto las percepciones o los juicios sobre el comportamiento, como las relaciones
interindividuales (citado en Del Vecchio, S., 2015, p. 83).

En la teoría de las representaciones sociales, el proceso de objetivación se


refiere a la transformación de conceptos abstractos extraños en experiencias o
materializaciones concretas. Por medio de él lo invisible se convierte en perceptible.

Jodelet, D. (1986), argumenta que la objetivación, como proceso implica a su vez


tres fases, 1) la construcción selectiva; 2) el esquema figurativo y 3) la naturalización.

1) La construcción selectiva, es decir la retención selectiva de elementos que


después son libremente organizados; dicha selección se da junto a un proceso
de descontextualización del discurso y se realiza en función de criterios
culturales y normativos. Se retiene solo aquello que concuerda con el sistema
de valores. De ahí que las informaciones con igual contenido sean procesadas
diferencialmente por las personas.

2) El esquema figurativo, el discurso se estructura y objetiviza en un esquema


figurativo de pensamiento, sintético, condensado, simple, concreto, formado con
imágenes vividas y claras, es decir, las ideas abstractas se convierten en formas
icónicas. Estas imágenes estructuradas es lo que Moscovici, S. (1979, 1981) ha
denominado núcleo figurativo, o sea, una imagen nuclear concentrada, con
forma gráfica y coherente que captura la esencia del concepto, teoría o idea que
se trate de objetivar. Esta simplificación en la imagen es lo que les permite a las
personas conversar y también comprender de forma más sencilla las cosas, a
los demás y a ellas mismas y a través de su uso, en diferentes circunstancias,
se convierte en un hecho natural.

3) La naturalización, es la transformación de un concepto en una imagen; pierde su


carácter simbólico arbitrario y se convierte en una realidad con existencia
autónoma. La distancia que separa lo representado del objeto desaparece de
modo que las imágenes sustituyen la realidad. Lo que se percibe no son ya las
informaciones sobre los objetos, sino la imagen que reemplaza y extiende de
forma natural lo percibido. Sustituyendo conceptos abstractos por imágenes, se
reconstruyen esos objetos, se les aplican figuras que parecen naturales para
aprehenderlos, explicarlos y vivir con ellos, y son esas imágenes, las que
finalmente constituyen la realidad cotidiana (citado en Araya Umaña, S., 2002,
pp. 35-36).

También, Mora, M. (2002), expresó que Moscovici, S. concluye con su análisis


de la objetivación apuntando hacia la realización del objeto de representación en sus
nexos con los valores, la ideología y los parámetros de la realidad social. La actividad
discriminativa y estructurante que se va dando por medio de la objetivación, se explica
precisamente por sus tintes normativos; la representación social adquiere una armazón
de valores (p. 11).

La autora, Araya Umaña S. (2002) manifiesta acerca de la objetivación, que el


amor, la amistad, la educación, son entre otras, muchas de las cosas de las que no se
tiene una realidad concreta y, sin embargo, en forma consuetudinaria las personas las
incluyen en sus comentarios de manera concreta y tangible. Esta concretización de lo
abstracto se lleva a cabo por el proceso de objetivación, el cual es fundamental en el
conocimiento social.

Con la objetivación de una representación social, se intenta explicar el paso de


un conocimiento científico al dominio público y que el segundo proceso de formación de
una representación, el anclaje, se liga al primero en forma natural y dinámica.

b) Anclaje. Con el anclaje la representación social se liga con el marco de


referencia de la colectividad y es un instrumento útil para interpretar la realidad y actuar
sobre ella.

Moscovici, S. (1979), expresó que el anclaje designa la inserción de una ciencia


en la jerarquía de los valores y entre las operaciones realizadas por la sociedad. En
otros términos, a través del proceso de anclaje, la sociedad cambia el objeto social por
un instrumento del cual puede disponer, y este objeto se coloca en una escala de
preferencia en las relaciones sociales existentes (p. 121).

Jodelet, D. (1986), refiere que, en definitiva, la integración cognitiva de las


innovaciones está condicionada tanto por los esquemas de pensamiento ya constituidos
como por la posición social de las personas y de los grupos. El proceso de anclaje, a su
vez, se descompone en varias modalidades que permiten comprender cómo se confiere
significado al objeto representado con relación al sentido que se le otorga a la
representación; cómo se utiliza la representación en tanto sistema de interpretación del
mundo social, marco e instrumento de conducta.

Continúa argumentando la autora, esta modalidad permite comprender cómo los


elementos de la representación no sólo expresan relaciones sociales, sino que también
contribuyen a constituirlas; cómo opera su integración dentro de un sistema de
recepción y la conversión de los elementos de este último relacionado con la
representación. Los sujetos se comportan según las representaciones; los sistemas de
interpretación proporcionados por la representación guían la conducta (citado en
Moscovici, S., 1986, p. 486).

Araya Umaña, S. (2002), expresó que el proceso de anclaje, al igual que el


proceso de objetivación, permite transformar lo que es extraño en familiar. Sin embargo,
este proceso actúa en una dirección diferente al de objetivación. Si lo propio de la
objetivación es reducir la incertidumbre ante los objetos operando una transformación
simbólica e imaginaria sobre ellos, el proceso de anclaje permite incorporar lo extraño
en lo que crea problemas, en una red de categorías y significaciones por medio de dos
modalidades: a) inserción del objeto de representación en un marco de referencia
conocido y pre- existente y, b) la instrumentalización social del objeto representado o
sea la inserción de las representaciones en la dinámica social, haciéndolas instrumentos
útiles de comunicación y comprensión.

Sigue explicando la autora que el proceso de anclaje permite afrontar las


innovaciones o el contacto con objetos que no son familiares para las personas, hay que
advertir que las innovaciones no son tratadas por igual por todos los grupos sociales, lo
cual evidencia el enraizamiento social de las representaciones y su dependencia de las
diversas inserciones sociales. En efecto, los intereses y los valores propios de los
diversos grupos actúan con fuerza sobre los mecanismos de selección de la
información, abriendo más o menos los esquemas establecidos para que la innovación
pueda ser integrada. Si el nuevo objeto que ha aparecido en el campo social es
susceptible de favorecer los intereses del grupo, este se mostrará mucho más receptivo
(Araya Umaña, S., 2002, p. 36).

Duveen, G. y Lloyd, B. (2003), consideran que las representaciones sociales


como tipo particulares de estructuras que tienen como función aportar a las
colectividades medios compartidos intersubjetivamente por los individuos para lograr
comprensión y comunicación. Señalan que Moscovici no sólo usa este término para
referirse a las representaciones sociales, sino también para designar el proceso
mediante el cual dichas estructuras se construyen y se transforman. Dicen los autores:

[…] Se concibe como una entidad configurada por dos funciones


complementarias: el anclaje (mediante el cual, lo no familiar o remoto es
asimilado dentro de las categorías conocidas de la cognición cotidiana) y
la objetivación (que hace que las representaciones se proyecten en el
mundo, de modo tal que lo abstracto se convierte en concreto). Estas dos
funciones son interdependientes, dado que una representación puede
lograr un anclaje seguro en la medida en que se encuentre objetivada y
viceversa (p. 30).

Araya Umaña, S. (2002), señala que el proceso de anclaje se descompone en


varias propiedades que permiten comprender:

- Cómo se confiere significado al objeto representado, con relación al sentido que


se le otorga a la representación.

- Cómo se utiliza la representación en tanto sistema de interpretación del mundo


social marco e instrumento de conducta. Esta modalidad permite comprender
cómo los elementos de la representación no sólo expresan relaciones sociales,
sino que también contribuyen a constituirlas (Jodelet, 1984, p.486).

- Cómo opera su integración dentro de un sistema de recepción y la conversión


de los elementos de este último relacionado con la representación. Los sujetos
se comportan según las representaciones; los sistemas de interpretación
proporcionados por la representación guían la conducta.

Actuando conjuntamente y por su función integradora, el anclaje y la objetivación


sirven para guiar los comportamientos. La representación objetivada, naturalizada y
anclada, es utilizada para interpretar, orientar y justificar los comportamientos (Araya
Umaña, S., 2002, p. 37).

Mora, M. (2002), indica que de manera sintética Moscovici, S. aclara ambos


procesos argumentando que, la objetivación traslada la ciencia al dominio del ser y que
el anclaje la delimita en el del hacer. Así como la objetivación presenta cómo los
elementos de la ciencia se articulan en una realidad social, el anclaje hace visible la
manera en que contribuyen a modelar las relaciones sociales y también cómo se
expresan.

En las representaciones sociales existen formas de determinación social; la


central y la lateral. Ambas fueron definidas por Moscovici en los trabajos posteriores a
su estudio sobre el psicoanálisis, e incluidas por sus seguidores en reflexiones sobre la
teoría.

Para Herlizch, C. (1979), las referidas formas de determinación se hallan


diferenciadas y buscan responder a la pregunta respecto del modo en que la estructura
social determina los aspectos de una representación.

Comenta el autor que también Moscovici propone distinguir a la determinación


social central que regularía el surgimiento de la representación y su contenido, de la
determinación social lateral, menos directa y dirigida hacia aspectos propiamente
cognoscitivos y expresivos. Agrega que debe entenderse por un lado la determinación
que produce la totalidad de las circunstancias y por el otro lado una orientación más
psicológica, combinación de experiencias y factores motivacionales. Se expresa así la
manera como el individuo toma conciencia y responde socialmente (citado en Mora, M.,
2002, p. 13).

Banchs, M. (1982), conceptualiza ambas determinaciones señalando que el


influjo de las condiciones sociales, económicas e históricas de una sociedad indica la
determinación social central, mientras que el vestigio del individuo, su aporte como
sujeto de una colectividad se traduce en la determinación social lateral. La pertinencia
de la distinción consiste en que permite clarificar los papeles que tanto la sociedad como
el individuo juegan en la construcción de las representaciones sociales.
Sigue argumentando la autora que “la determinación lateral cobra importancia
en la medida en que aumenta el grado de democracia y de movilidad dentro de una
sociedad; mientras que la determinación central adquiere mayor relevancia en la medida
en que aumenta el grado de totalitarismo e inmovilidad dentro de una sociedad”
(Banchs, M. A., 1982.citado en Mora, M., 2002, p. 13).

A partir de los conceptos desarrollados, podemos decir que las representaciones


sociales, exponen una teoría que constituye una visión de la sociedad; las mismas
establecen vínculos, acciones comunes y explican las formas colectivas de
pensamientos y creencias producidos en la sociedad.
2.3. Las representaciones sociales en el ámbito educativo

Como es objeto de esta tesis, reflexionar acerca del concepto de


representaciones sociales educativas, se desarrollará el pensamiento de algunos
autores que, con sus investigaciones y análisis teóricos, contribuyen a dicho concepto.

Mireles Vargas, O. (2011), argumenta que el estudio de las representaciones


sociales en el campo de la educación permite entender el carácter social e histórico y a
la vez, subjetivo de la realidad social en el espacio escolar. Posibilita ubicar al actor
educativo como un sujeto dinámico cuyo papel es dar forma a lo que proviene del
exterior.

Gilly, M. (1986), señala que los estudios de Moscovici, S. (1961), constituyen un


avance en la teoría de las representaciones sociales, y aportes anteriores a este autor,
centraron la atención en los significados como posibles fuentes de explicación de los
comportamientos, de modo tal que es posible distinguir al menos tres tipos de trabajos
relacionados con lo educativo:

a) los que se centran en los estudios de las instituciones, de la escuela y de sus


agentes en tanto objetos sociales macroscópicos de representaciones;

b) los trabajos que se centran en el estudio de las representaciones recíprocas entre


docentes y estudiantes;

c) y los trabajos que intentan indagar el impacto de los fenómenos de representación


sobre los mecanismos y los resultados de la acción educativa (citado en Moscovici,
S.; 1986, p. 611).

La psicosociología de la educación permite tomar en consideración a la práctica


social del sujeto que, al ser capaz de producir una representación, refleja a través de
ella las normas institucionales derivadas de su posición o las ideologías relacionadas
con el lugar que ocupa.

Gilly, M. (1986), sostiene que una psicosociología de la educación tiene que


preguntarse sobre el valor heurístico de los resultados, para comprender el
funcionamiento y la eficacia de los grupos institucionales relativamente estables y
confrontados con adquisiciones complejas extendidas en el tiempo, lo que hace
necesario un incesante ir y venir entre experimentaciones de laboratorio y trabajo de
investigación en situación natural.

Jodelet, D. (1986), resalta el estudio de Gilly, M. sobre las representaciones que


elaboran los maestros de sus estudiantes. Revela que el juicio sobre los niños con
quienes el maestro o el educador se halla en interacción constante se estructura, más
allá de la diversidad de las impresiones subjetivas y particulares, alrededor de un núcleo
compuesto por dos tipos de cualidades (intelectuales y de relación) que corresponden
a los imperativos institucionales que definen su función: enseñar, coordinar la vida
colectiva de la clase. (citado en Moscovici, S., 1986, pp. 484-485).

En relación con las representaciones sociales en la práctica docente, Marrero, J.


(1993), supone que los profesores afrontan la complejidad de la enseñanza
interpretándola y reconstruyéndola, señala que los mismos sintetizan un conjunto de
experiencias o conocimientos relativos a episodios, escenarios de interacción docente
partiendo del conjunto de creencias, constructos, conocimiento personal, teorías
implícitas que es asumido e integrado como propio y auto-atribuido para interpretar el
mundo. Estas teorías que se construyen en la práctica docente influyen en las propias
prácticas de enseñanza de los profesores, de modo que las mismas estructuran y
organizan su mundo profesional.

Montero Mesa, L. (2000), indaga sobre las prácticas educativas, adoptando un


enfoque interpretativo a partir del concepto de representación social. El propósito de sus
estudios fue conocer las representaciones y construcciones sociales sobre la
profesionalización docente que tienen los profesores, futuros docentes, formadores,
administración educativa y sindicatos como un modo de posicionamiento
omnicomprensivo.

Andreozzi, M. (1996), aporta la relación entre las representaciones y la referencia


a las prácticas en los modelos profesionales, describiendo las características que adopta
el proceso de socialización profesional durante la etapa de formación de grado. El autor
plantea que los saberes incorporados durante las prácticas pre- profesionales
representan una poción del legado cultural que cada campo profesional ha acumulado
y transmitido a lo largo de su historia, constituyéndose los saberes institucionales en el
sistema interno y externo referencial que articulan los modelos profesionales.
Considera que “el desarrollo de tareas inherentes al rol profesional posibilita
construir una serie de imágenes sobre la idiosincrasia misma del puesto de trabajo para
el cual se entrena el estudiante permitiéndole configurar una serie de representaciones
no necesariamente correspondientes con las imágenes previas”. (Andreozzi, M., 1996,
p. 38).

Guichard J. (1996), indaga en sus estudios sobre la escuela y las


representaciones de futuro de los adolescentes, partiendo de constructos como:
proyecto y expectativas de futuro, concepto de sí mismo, esquemas, hábitus y universo
de sentido. El autor considera a las instituciones educativas como un dispositivo social
masivo de socialización, generador de representaciones de estructuración de futuro,
señalando que la experiencia escolar estimula la génesis de esquemas y orienta a
generar un determinado hábitus en los estudiantes que se corresponde con la
particularidad de la experiencia
Dice el autor: “la escuela es como una especie de espejo estructurado y
estructurador en el que el joven aprende a verse a sí mismo, a representarse [...] lo que
sabe, lo que puede aprender y lo que puede hacer”. (Guichard J., 1996, p. 144).

Suárez, D. (1995), indaga la formación docente, el currículum y la construcción


social del magisterio; intenta comprender cómo el currículo está involucrado en la
construcción de identidades colectivas y de representaciones sociales a partir del
análisis de los modos en que algunos procesos y dispositivos pedagógicos se activan
en la constitución del magisterio como grupo social.

Los autores Benegas, M. y Fornasero, S. (2004), expresaron en su investigación


que el estudiante en formación docente va internalizando la biografía escolar, modelos
pedagógicos que implícitamente le dan soporte a sus futuras prácticas de enseñanza a
partir de las representaciones sociales que construye individual y colectivamente, por lo
cual actúan de manera implícita en las prácticas educativas como marco referencial que
guía su pensamiento y su actuar.

El estudio investigativo de Mazzitelli, C., Aguilar, S., Guirao, A., & Olivera, A.
(2009), constituye un aporte al ámbito escolar sobre la construcción del conocimiento
práctico sobre el quehacer del docente. Las autoras señalan que las representaciones
sociales que poseen los docentes de Ciencias Naturales sobre su profesión y la
formación disciplinar inciden en sus prácticas en el aula y en la institución escolar.
Castorina, J. A. y Kaplan, C. V. (2003), desarrollaron una línea de investigación
de las representaciones sociales en el ámbito educativo. Dicen los autores:

En el estudio psicogenético de la formación de los conocimientos


sociales de los niños en la escuela, donde existe una compatibilidad entre
la construcción cognitiva y la transmisión de representación social, lo cual
significa una superación de la escisión entre conocimiento individual y
conocimiento social (p. 26).

En la investigación acerca del sentido común de los maestros y profesores sobre


la inteligencia de sus estudiantes, los autores señalan que surgen dos problemas; uno
es el referido a las relaciones entre la representación social y las formas de dominación
social y el otro es la índole de las prácticas sociales que subyacen en las
representaciones sociales.

La indagación empírica pone de relieve que la representación social produce un


efecto de dominación sobre la conciencia de los límites que el estudiante adquiere en la
experiencia escolar. En cuanto al problema de la resocialización, esta investigación
confirma lo que Moscovici sostiene: que el sentido común es de naturaleza radicalmente
social, lo cual permite reinterpretar el “efecto pigmalión” de colocar a las prácticas
sociales como constituyentes de las expectativas individuales de cada maestro. Señalan
que “el contexto social y las prácticas educativas constituyen un entramado que no
permite separar las expectativas escolares de los maestros y la construcción social del
éxito o del fracaso escolar”. (p. 27).

Ilvento, M. (2005), argumenta que una de las preocupaciones principales de la


investigación educativa es la necesidad de buscar la articulación entre el conocimiento
y la acción, como así también aquellos dispositivos de interpretación, planificación, y
control de la acción que les permite a los profesores y estudiantes reconstruir y atribuir
significado a la realidad que interactúan en el aula. Para analizar la práctica educativa
la autora toma los principios que emergen de la teoría de la representación social, esto
permitirá situarse frente a la investigación con mayor precisión y rigor conceptual. Por lo
tanto, dice:

• Las representaciones sociales son relativamente estructuradas y persistentes a


través del tiempo.
• Las representaciones constituyen modalidades de pensamiento práctico,
orientados hacia la comunicación, comprensión y dominio del entorno social,
material o ideal.

• Las representaciones se incardinan en el pensamiento práctico, no siempre


posible de ser formalizado.

• Las representaciones constituyen un pensamiento constituido y un pensamiento


constituyente, esto es, proceso y producto de la construcción de la realidad
desde el momento en que forman parte de ella, contribuyen a configurarla y
producen además efectos sobre ésta.

• Las representaciones son sociales, no solo por el consenso y la posibilidad de


compartirlas por grupos, colectivos o sociedades, sino también por la posibilidad
de generar un sentimiento de pertenencia en el sujeto, con la posibilidad de
inscribirse en una determinada colectividad considerada como “realidad”,
proceso que le da sentido a su experiencia en el mundo social.

• Las representaciones producidas por los sujetos reflejan las normas


institucionales y lo instituido en general, derivadas de su posición o de las
ideologías relacionadas con el lugar que los sujetos ocupan.

• El campo de representación implica una ordenación y jerarquización de los


elementos que la integran y configuran, a partir de una organización interna que
se denomina esquema o núcleo figurativo y que desempeña una función
organizadora.

• Las representaciones sociales implican un “saber social” sancionado como


verdad, con valor de tal, a través del consenso.

• Constituyen un aporte al capital simbólico del sujeto, aun cuando las


representaciones implican un complejo proceso cognitivo.

• Por el principio de mediación de las representaciones, el sujeto deviene en social


en la medida en que comparte una vivencia de identificación con un grupo, una
institución o una comunidad.
• Al operar como enlace, las representaciones hacen inteligibles lo psíquico para
el sujeto (Ilvento, M., 2005, pp. 128-129).

Piña, J. y Mireles, O. (2006), argumentan:

La teoría de las representaciones sociales es una propuesta teórica


y metodológica apropiada para entender otra faceta de los procesos
educativos: el significado que profesores y estudiantes le adjudican a sus
prácticas, a su rol profesional, a su vida, etc.[…] Las representaciones
sociales son una herramienta importante para entender los diversos
significados que se tejen en los espacios académicos acerca de algo (un
plan de estudios, una asignatura, una estrategia metodológica) o alguien
(el estudiante, el profesor, el funcionario) (citado en Ortiz Casallas, E.,
2013, p. 188).

En el ámbito de las investigaciones realizadas en los complejos penitenciarios,


Martínez, A. (2005), expresó que la diversidad de significaciones que generan los
contextos de encierro, las trayectorias psicosociales y las interpretaciones que se
construyen en base a las funciones y prácticas sociales subyacentes permiten conocer
las representaciones que regulan la acción social y guían los comportamientos de los
estudiantes. El autor refiere que las personas clasifican, evalúan y explican la
representación de un hecho o de un problema y es en ese momento que la
representación se convierte en social, ya que es compartida por el grupo de personas
que construyen colectivamente la significación de la educación en los complejos
penitenciarios.

Acín, A. (2009), abordó su estudio de investigación de las representaciones


sociales sobre educación en los contextos de encierro, interrogando a los internos sobre
el sentido que adquiere la educación; las satisfacciones que encuentran en las
actividades educativas; los proyectos que visualizan y las perspectivas de cambio
implicadas en dichas significaciones en términos de imprimir nuevos sentidos a su
inserción como sujetos a la sociedad. La autora concluyó que las motivaciones iniciales
de los mismos para estudiar hacen referencia a la necesidad de salir de la lógica
carcelaria, el mal trato de las rutinas y los estereotipos de la fajina o el trabajo dentro del
complejo penitenciario.

Crisafulli, L. (2011), investigó el discurso del personal técnico, los agentes


penitenciarios y los internos con la finalidad de analizar la representación social sobre
la reinserción. Como conclusiones el autor señala que la reinserción es considerada
como un significante donde el significado es dudoso, oscuro y ambiguo. Los mismos en
sus discursos, denotan la representación que, por el presupuesto, la seguridad y la
reinserción de los internos, se efectúan actos de lo que no puede hacerse en los
complejos penitenciarios.

La representación de la escuela en los estudiantes en contextos de encierro fue


investigada por Juri, M. y Mercado, P., (2012), los autores indagaron las
representaciones sobre la escuela media y los aprendizajes que en ella se producen en
los estudiantes privados de libertad. Concluyeron que la representación escuela que
construyen los internos, no es sustancialmente diferente a la de una persona que no
está en la cárcel; sí lo es en relación al espacio de los contextos de encierro, que imprime
matices a la representación de lo educativo por la experiencia carcelaria y la experiencia
escolar previa de los sujetos.

Estudiar e investigar las representaciones sociales educativas en los contextos


de encierro implica acceder al mundo del sentido común de los actores; significa
rescatar la voz de los estudiantes, docentes, coordinadores/directores tratando de
interpretar sus palabras y acciones en el contexto sociocultural donde se desarrolla el
acto educativo.

Las consideraciones teóricas desarrolladas dan cuenta de la funcionalidad que


tienen las representaciones sociales en la comprensión de la educación en los contextos
de encierro. Las mismas al exhibirse como una forma de conocimiento social pueden
hallarse y analizarse a partir de la comunicación, los valores, las ideologías y los
sistemas de creencias que sustentan los grupos sobre el objeto educación.

Si bien el concepto educación no tiene una realidad concreta, frecuentemente


las personas la incluyen en sus discursos de una manera específica y visible. Indagar
las representaciones sociales educativas, permite conocer las significaciones,
estructuraciones y el desarrollo de los intercambios cotidianos que circulan alrededor
del ámbito educativo en los contextos de encierro.

En esta tesis hemos abordado a las representaciones sociales, que permiten


visualizar los procesos simbólicos de la actividad humana. Aproximarnos al concepto y
conocer su evolución histórica de la categoría en las ciencias sociales, nos acerca a
visualizar y desentrañar los sentidos que se le adjudican a la educación en las
instituciones penitenciarias.
A partir de la organización y explicación de las representaciones sociales
educativas se puede comprender las significaciones que las personas en su cotidianidad
del encierro le asignan al objeto de la representación; adjudicándole propiedades
cualitativas y calificativas favorable o desfavorable al acto educativo. Desde los autores
abordados podemos entender como, las personas se informan, interpretan y significan
a la educación después de haber tomado una posición y en función de la representación
actúan en el ámbito educativo.

De acuerdo con Moscovici, S. (1986), las estructuras de las representaciones


sociales tienen como función aportar a los sistemas educativos la comprensión y la
comunicación mediante el proceso de anclaje donde lo cotidiano queda registrado
cognitivamente y la objetivación permite que las representaciones se proyecten en el
ámbito formativo. Ambas funciones guían, orientan y justifican los comportamientos que
los grupos sociales desarrollan en los contextos de privación de libertad.

El estudio de los aspectos teóricos de las representaciones sociales nos puede


permitir seleccionar los hechos relevantes de la voz de los actores, desconfigurar las
disertaciones en categorías simples y construir una suposición explicativa y evaluativa
de la educación en los contextos de encierro, reconstruyendo y dándole sentido a la
realidad que vivencian los protagonistas en los complejos penitenciarios.

En este trabajo al analizar las representaciones sociales comprenderlas,


conocerlas y ordenarlas en un contexto particular que es el encarcelamiento, adquieren
otras significaciones que permiten la posibilidad de saltar, superar y remover los
obstáculos que enfrentan los actores del sistema educativo para una futura inclusión
socio – laboral.

Intentamos comprender el significado que le asignan a la educación los grupos


de los diferentes niveles educativos primario, secundario, superior y docentes,
directores/ coordinadores, que permitirá pensar los modos de acción que se desarrollan
en el ámbito educacional, permitiendo revelar la representación social y el conjunto de
factores psicológicos, cognitivos y sociales que la determinan.

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