LECCION 11 y 12

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LECCION 11

OBJETO DEL ESTUDIO

EL OBJETIVO SUPREMO DEL ESTUDIO DE LA BIBLIA

El que hayamos considerado varios métodos de estudio de la Palabra de Dios nos lleva
de modo natural a su último objetivo y propósito en todos los usos de la Biblia. Porque hay
un objetivo último y supremo en todas nuestras asociaciones con las Escrituras, y no puede
ser pasado por alto, y menos puesto a un lado. Esta culminación de nuestro estudio es el
uso devocional de la Biblia, es el estudio de ella como revelación de Dios al alma del hombre.
En este tema del estudio devocional de la Santa Escritura hemos de notar varios puntos.

SU IMPORTANCIA ESPECIAL.

La primera fase de todo estudio en relación con la Biblia es el conocimiento como


criticismo textual; el descubrimiento del verdadero texto, y la seguridad de que hemos
obtenido este sentido, tan cerca como sea posible, de las palabras de los escritores
sagrados. Pero este estado de estudio evidentemente es sólo introductorio. Es esencial
como fundamento, pero es sólo el fundamento.

El próximo estado es el que se conoce como crítica literaria, el estudio de la Biblia como
literatura, la consideración de su composición, autores, fechas, estilo y contenido. Esto es
también importante y esencial, porque sin él nos perderíamos muchas de las hermosuras y
gloria de la Biblia. Con todo hay algo mejor a lo cual hemos de dirigirnos. La Biblia es
literatura, pero, es más que esto, y si nos quedamos contentos en esta fase hemos fallado
en un punto vital.

El tercer estado del estudio bíblico se refiere a la exégesis bíblica esto es la verdadera
interpretación del contenido de la Biblia, el significado exacto de los pasajes, secciones y
versículos. Esto implica un conocimiento del lenguaje y la gramática, las costumbres y
tradiciones, las formas retóricas y literarias de expresión. Esto es evidentemente de la
mayor importancia e imperativo para todo estudio verdadero Con todo, no es suficiente, y
es posible que nos ocupemos en detalles de interpretación, y nos perdamos el poder
espiritual esencial.

El estado cuarto de nuestra obra con la Biblia se ocupa de la teología bíblica, la


consideración de la religión revelada en las Escrituras, sus doctrinas morales, y sus deberes.
Éste es el punto más elevado de la enseñanza cristiana, y es del máximo valor que podamos
ver lo que es la enseñanza teológica en cada fase de la revelación que Dios nos da de sí
mismo desde los primeros días hasta el tiempo de nuestro Señor Jesucristo.
No obstante, ni aún aquí hemos llegado a nuestra finalidad; porque es posible que nos
ocupemos del contenido intelectual de la Biblia, que lo tengamos todo bien ordenado y
captado en nuestra mente, y a pesar de todo, carecer de la sustancia y el poder de la Palabra
de Dios. El mensaje es ¡excélsior! ¡Más arriba todavía!

Por encima de estas fases, hemos de seguir adelante, para llegar a la cumbre, que es el
uso de la Biblia como una Palabra de Dios personal para nuestras almas: "¿Qué dice mi
Señor a su siervo?" "¿Qué quieres que haga?" Las Escrituras tienen por objeto llevar al alma
directamente a Dios, introducirla a su presencia, y transmitir su revelación de verdad y de
gracia. Y si fallamos en conseguir esto, si fallamos en el punto crítico, todo nuestro otro
conocimiento, por grande y valioso que sea, no servirá para nada o para muy poco. El
estudio de la Biblia por encima de todo significa llevar al alma al contacto directo con Dios
y conservarla allí. El privilegio más alto y la posibilidad más santa de la religión cristiana es
la comunión con Dios en Cristo, y esto es absolutamente imposible aparte de la devoción y
trato constante con la Palabra de Dios.

SUS REQUERIMIENTOS ESPIRITUALES.

Toda persona inteligente puede hacerse un experto en las cuatro primeras fases del
estudio bíblico a que nos hemos referido antes. La quinta fase requiere cualidades y
condiciones distintas de la mera capacidad y logros intelectuales.

El alma ha de haber sido aceptada por Dios en Cristo. La comunión con Dios sólo es
posible para el alma salvada, el que ha sido perdonado y aceptado y aceptado en Cristo. El
pecado tiene que haber sido tratado antes de que pueda haber comunión, y en
consecuencia, no hay estudio devocional genuino de la Escritura aparte de la posición de
un creyente en Cristo y la seguridad personal de la salvación. El "hombre natural" no recibe
las cosas del Espíritu de Dios, o, para usar las palabras de Pablo, "no puede comprenderlas";
no tiene la facultad que le permita hacerlo. Tiene que ser cambiado a "espiritual" para que
estas cosas puedan ser "discernidas espiritualmente". Es por falta de comprensión de este
hecho patente y potente que hay tanto error por todas partes hoy. Los hombres estudian
la Biblia sin darse cuenta de las demandas espirituales que hacen, además de las
calificaciones intelectuales.

Además, el alma que ha aceptado así a Cristo tienen que mantenerse en el orden debido
con Dios, si el estudio de la Biblia ha de dar el fruto máximo. La vida del creyente ha de ser
verdadera y auténtica para Dios. La conciencia tiene que ser mantenida pura y sensible; la
mente ha de aceptar la enseñanza, desconfiar de sí misma y desear aprender de Dios; tiene
que mantenerse sumisa y obediente, y estar dispuesta a hacer lo que Dios manda. Los
secretos del Señor son sólo revelados a "aquellos que le temen", porque "miraré a aquel
que es pobre y humilde de espíritu y tiembla a mi palabra" (Isaías 66:2). Muchos creyentes
encuentran la Palabra de Dios oscura porque no están en forma espiritualmente. No hay
visión delante de ellos porque no están bien con Dios. El estudio devocional de la Biblia es
la causa y el efecto a la vez de la reacción a la vida espiritual.
Es causa de una vitalidad incrementada en lo espiritual, poder, comprensión y
bendición, en tanto que a su vez esta realidad espiritual de vida, le lleva a una revelación
más espiritual de Dios en su Palabra. La oración y la obediencia son órganos de
conocimiento, y a cuanta más oración y obediencia, más conocimiento. "Si alguno quiere
hacer mi voluntad, conocerá..." Para tener poder espiritual en la vida, hemos de
alimentarnos de la comida espiritual de la Palabra de Dios.

SUS SIMPLES METODOS.

Para el uso devocional y espiritual de la Palabra de Dios hay tres reglas, pero estas tres,
aunque simples, comprenden mucho.

Hemos de buscar, escudriñar (Juan 5:39). Los pensamientos de Dios no se revelan a los
lectores descuidados y poco atentos, sino sólo a los que escudriñan. Las glorias de las
Escrituras no son descubiertas sino por medio de una búsqueda diligente. La Biblia es una
mina, y sus joyas no se recogen al lado del camino. Da oportunidad para pensar y requiere
ejercicio. Estas palabras, frases y cláusulas están llenas de significado y poder. Como las
parábolas de nuestro Señor, la Biblia revela y esconde a la vez un mensaje Es necesario
pensar con tesón, si hemos de obtener de la Palabra las bendiciones que contiene. Hemos
de considerar sus afirmaciones, insistir en su significado, captar su mensaje, entretenernos
con placer y fervor en sus revelaciones de Dios en Cristo. No hay nada en ella sin algún
propósito, y lo que hay, el Señor lo revela siempre a sus siervos que buscan con diligencia.

Hemos de meditar (Josué 1:8; Salmo 1:2). La meditación viene de la palabra griega que
significa "atender", y esto es esencialmente la idea de la meditación de la Biblia. Es estudiar
con atención. Más que esto es leer con intención. Es interesarnos en cada punto con
aplicación personal. Y tiene que ser nuestro propio pensar, nuestro propio meditar, nuestra
propia aplicación. Miremos bien este texto, tan claro: "Mi meditación en Él" (Salmo 104:34).
Mi meditación, no la de otro Lo primario y esencial es que sea meditación de primera mano
sobre la Palabra de Dios. Este es el secreto de la vida cristiana.

El doctor Andrew Murray nos ha recordado en uno de sus libros que la leche es un
alimento que ha sido predigerido. Y así hemos de decir de todos los libritos de devoción,
ayudas a la santidad, manuales de pensamiento y enseñanza, por valiosos que sean,
representan alimento que ya ha sido predigerido antes de llegar a nosotros. ¿Quisiera decir
esto que no sirve para mucho? En modo alguno. Consideramos que es importante, pero
sólo en su lugar y con el propósito apropiado. Si se ponen delante de la Biblia o la excluyen,
en su sentido de algo básico, día tras día, entonces son peligrosos y desastrosos, son
muletas que nos impiden un ejercicio vigoroso y llevan a la senilidad espiritual. Si se ponen
después, son deliciosos y valiosos, inspiraciones para aumentar las ideas y caminos para
mayores y más profundas bendiciones. Cuando hemos hechos nuestra propia meditación
de la Palabra, podemos gozar de lo que la Biblia nos enseña por medio de otros de sus hijos,
especialmente aquellos a quienes Dios ha dado dones especiales de enseñanza. Así que
primero y, ante todo, "MI meditación de ÉL".
La meditación ha de ser real. ha de ser "la meditación de mi corazón" (Salmo 49:3), y
"el corazón" en la Escritura significa el centro del ser moral, que incluye el intelecto, las
emociones y la voluntad. Implica que vamos a la Palabra para ser escudriñados a fondo,
guiados de modo definitivo, y corroborados de modo efectivo. La hora de meditación no es
un rato para sueños, vagas imaginaciones, fantasías, sino para una bendición viva, real,
tanto si es en la forma de guía, aviso, consuelo o amonestación.

La meditación ha de ser práctica. ¿Cuáles son sus fases o elementos? Primero, una
lectura cuidadosa de un pasaje o tema particular, pensando en su sentido original y real.
Luego una aplicación resuelta del mismo a las necesidades de mi vida, conciencia, corazón,
mente, imaginación, voluntad; hallando lo que me dice a mí. Luego un sincero entrar en
oración en petición de misericordia y gracia, para que sus enseñanzas puedan pasar a ser
parte de mi vida. Luego, una sincera transfusión de todo ello en una resolución de que mi
vida lo reproduzca. Finalmente, una entrega total y confiada en Dios, para recibir el poder
de practicarlo, de modo evidente y constante todo el día. Hay que notar que la palabra
meditar procede en el original hebreo de otras dos palabras que significan: una, pensar y la
otra hablar (de modo audible) Salmo 5:1). Estos dos elementos tienen que ir siempre
mezclados en la Palabra, su significado y su aplicación y mensaje, y luego hablar a Dios sobre
ello, en confesión de fracasos pasados, en oración pidiendo bendiciones futuras, en
comunión de goces y necesidades presentes. De este modo la meditación pasará a ser
práctica, vital, bendita, para que podamos hallar en ella nuestro gozo principal, y el poder
diario para el servicio que nos es indispensable.

Hemos de comparar (1 Corintios 2:13). La Palabra de Dios es como un calidoscopio con


muchas combinaciones. Además de nuestra búsqueda y meditación de un pasaje particular,
hemos de comparar pasajes, a fin de llegar al plano significativo de la Palabra que nos ha
sido dada en "muchas partes y de muchas maneras" (Hebreos 1:1). Los varios aspectos de
la verdad se ven así en su totalidad y en proporción, y nuestra vida espiritual pasa a ser
plenamente informada y completamente equipada. Hay tantos tópicos o temas esparcidos
por la Palabra de Dios, que sólo cuando los comparamos podemos apreciar la plenitud y
gloria de la revelación de Dios.

Como ilustración de esto podemos tomar dos o tres ejemplos. Sólo por medio de este
método de comparación podemos llegar a la plena verdad de la doctrina de la justificación
en su aspecto séxtuple. Dios el Autor (Romanos 3:26); la gracia como la fuente (Romanos
3:24); la sangre como la base (Romanos 5:9); la resurrección como el reconocimiento
(Romanos 4:25), la fe como el cauce (Romanos 5:1); y las obras como el fruto (Santiago
2:24).

Además, la voluntad de Dios es el centro de toda vida, pero es sólo cuando empezamos
con Mateo y vamos por todo el Nuevo Testamento, recogiendo todos los pasajes sobre la
voluntad de Dios, que podemos comprender la maravillosa plenitud y la gloria de sus
derechos sobre nosotros.
Una vez más, cuando vamos al Antiguo Testamento es esencial establecer
comparaciones de los varios títulos de Dios si queremos descubrir el significado completo
de su relación con nosotros.

Se podrían dar muchos más ejemplos de la necesidad de esta comparación; realmente,


apenas hay una verdad en la Palabra de Dios que pueda ser entendida sólo con un pasaje.
Hemos de comparar. Sólo hay que añadir que por medio de este método es posible hallar
mucha ayuda y espiritualización «sana», como por ejemplo, al comparar las montañas de la
Biblia con sus asociaciones espirituales, o los valles, o las "ventanas". O se podría tomar una
frase como "todas las cosas» de la Escritura y ver como «todas las cosas son de Dios"; "todas
las cosas son vuestras"; "todas las cosas son para vosotros"; "todas las cosas cooperan para
bien". Las posibilidades de este método son prácticamente ilimitadas.

Para usar de este método necesitamos una buena concordancia bíblica. Hay que usar
mucha discriminación. Las referencias en muchas de las ediciones modernas son a veces
valiosas.

Todo lo que se ha dicho se puede resumir en las palabras de Job: "He estimado las
palabras de su boca más que mi comida" (23:12); y de Jeremías: "Fueron halladas tus
palabras y yo las comí" (15:16); y del salmista: "Cuán dulces son tus palabras a mi paladar"
(119:1-03). La Biblia tiene que ser. nuestro alimento diario si hemos de ser fuertes y
vigorosos. No es la cantidad, sino la cualidad lo que determina el valor nutritivo del
alimento. Lo que hemos de subrayar es la capacidad de recibir, el poder de asimilar la
preparación para reproducir. Como ha dicho alguien muy bien, el proceso es triple: infusión,
su fusión, transfusión.

La Palabra así pasa a ser el todo en cuanto a suficiencia y poder en nuestra vida: el espejo
que revela (Santiago 1); el agua que limpia (Efesios 5); la leche que nutre (1 Pedro 2); la
carne que vigoriza (Hebreos 5); la miel que deleita (Salmo 119); el fuego que calienta
(Jeremías 23), el martillo que rompe y une (Jeremías 23), la espada que pelea (Efesios 6);
la semilla que crece (Mateo 13); la lámpara que guía (Salmo 119); el estatuto que legisla
(Salmo 119); y el oro que se atesora para el tiempo y para la eternidad (Salmo 19).

LAS DOS BIBLIAS DEL ESTUDIOSO

Para todo estudio bíblico son esenciales dos Biblias, y sin ellas vamos a perder mucha
bendición.

LA BIBLIA PARA CONOCIMIENTO.

Con esta expresión quiero decir el estudio de la Biblia en general, y los procesos y
métodos del conocimiento e información bíblicos. Hemos de tener una Biblia especialmente
dedicada al estudio intelectual, si no exclusivamente.
El conocimiento lo hemos de conseguir primero por medio de estudio personal. Hay dos
métodos de estudio bíblico que se deben seguir, si es posible, uno junto al otro Uno es el
progreso constante a lo largo de toda la Biblia desde el Génesis al Apocalipsis, tomando la
Palabra de Dios tal como la hemos recibido. Para este propósito es muy útil pertenecer a
alguna organización que siga este método.

Junto con esta lectura regular general de toda la Biblia, debería haber, si fuera posible
un estudio especial de algún libro o período, de modo particular del Nuevo Testamento.
Podemos dedicar tres o seis meses a un libro y hacer todo lo posible para dominarlo. En
todo caso debería haber algún sistema y método, y perseverar en él.

En este estudio de la Biblia es esencial que seamos específicos en nuestro trabajo, y esto
no es meramente leer, sino pensar. Por ejemplo, cuando tenemos el capítulo o sección
delante haremos bien preguntándonos: ¿Qué propósito tengo en este estudio? ¿Qué es lo
que voy a hacer? Entonces podemos seguir haciéndonos alguna de estas preguntas:

1.- ¿Entiendo el significado de las palabras y frases de este pasaje? (Nunca se ha de vacilar
en confesar que se necesita un diccionario.) En Éxodo 2, por ejemplo "arquilla".

2.- ¿Qué personas y lugares son mencionados? Ocurre esto en algún otro punto en la
Escritura. (Esto significa historia y geografía.)

3.- ¿Hay alusiones a las costumbres orientales que deben ser aclaradas? (La Biblia es un
libro oriental y muchos pasajes sólo se pueden entender a la luz de la vida oriental.)

4.- ¿Qué referencias marginales a otros pasajes requieren atención? (La Escritura se
interpreta maravillosamente a sí misma.)

5.- ¿Hay alguna enseñanza especial sobre Dios, Cristo, el Espíritu, el pecado, la gracia, la
santidad la eternidad? (Ver el capítulo sobre estudio doctrinal.)

6.- Cuando leemos el Nuevo Testamento, consideremos si hay algo que se refiere al Antiguo
Testamento. O si en el Antiguo Testamento se nos recuerda de algo del Nuevo
Testamento.

7.- ¿Hay algo típico o profético en el punto que consideramos?

Sacamos conocimiento también de clases bíblicas y de libros escritos sobre la Biblia. El


contacto con otros no puede por menos que aumentar nuestro conocimiento. Pero aquí
estamos interesados sobre todo con nuestro estudio personal, y con nuestro propio estudio
de la Biblia como distinto de los libros escritos sobre la Biblia. Se pueden sugerir muchas
otras formas de ayuda, pero hemos tenido interés especial en insistir en que el estudioso
vaya directamente a la Palabra primero, y se ocupe de ella de modo primario y principal.
Hemos de captar a conciencia su contenido, descubrir su significado y recibir su mensaje en
cuanto sea posible a través del contacto inmediato con sus páginas.

Hemos de recoger conocimiento. ¿Cómo podemos almacenar mejor los resultados de


nuestros estudios? Primero, por medio de una Biblia con amplios márgenes o con páginas
no impresas intermedias. Aquí se pueden ir anotando los resultados de nuestros estudios.
En relación con esto se puede mencionar el marcar la Biblia. Hay que ir con cuidado en hacer
algo más que subrayar, porque al escribir entre líneas puede hacerse todo ilegible.

De vez en cuando habrá alguna nota o extracto que no se puede poner en el margen de
la Biblia. Para esto necesitamos un cuaderno aparte, que podemos arreglar y poner bajo
índice, en la forma que nos sea conveniente. Es conveniente hacer el índice por temas y por
textos, y poner el número de la página del cuaderno al margen de la Biblia. La referencia de
esta forma es fácil. Estas son algunas de las formas de recoger y ordenar los resultados de
nuestro estudio.

LA BIBLIA PARA PODER Y VIDA.

Con esto queremos decir el uso de la Biblia para obtener poder y vida espiritual. Y aquí
queremos subrayar con mucho énfasis la necesidad de tener una Biblia separada para
propósitos devocionales sólo, completamente aparte de la Biblia de estudio general.
Además, es imperativo que esta Biblia devocional esté por completo libre de marcas. Hemos
de tener el mensaje de Dios nuevo y fresco cada día, y si abrimos nuestra Biblia marcada
podemos estar seguros que nuestras ideas seguirán cauces y rodadas antiguas de mensajes
anteriores sugeridos por nuestras marcas y notas. Sólo una mente muy fuerte e
independiente puede evitar esta tendencia, y de ahí que sea mejor tener una Biblia con las
páginas limpias para que la mente no se vea trabada al buscar su nuevo mensaje. Luego,
cuando el nuevo mensaje llega podemos anotar los resultados en nuestra otra Biblia para
notas. Esto insistimos, es muy importante. Su fruto será abundante. Que la Biblia usada para
esto sea de calidad, porque ha de durar toda una vida y pasará a ser "nuestro pequeño
santuario".

En este estudio devocional tengamos cuidado en leer la Biblia con la mirada atenta a
nuestro trabajo. Hay la tentación inevitable por parte del obrero a leer con la vista puesta
en hallar material para sermones y clases. Hemos de leer la Biblia para nosotros ante todo,
para nadie más.

Y este estudio devocional debería pasar a ser el mismo hábito de nuestra vida. Nuestro
contacto directo y personal con la Palabra de Dios será una prueba exigente de nuestro
discipulado y carácter. La Biblia es un espejo, en el cual nos vemos a nosotros mismos como
somos y a Dios como Él nos ve a nosotros, y es evidente que si nunca usamos el espejo, o lo
hacemos sólo de vez en cuando, no vamos a conocer cuál es nuestro estado real delante de
Dios. El cristianismo es en gran parte un asunto de la condición del alma; y se hace énfasis
en el carácter, y el carácter es poder.
Ahora bien, el carácter requiere soledad para el crecimiento; la soledad "es la patria de
los fuertes"; pero la soledad sin la Biblia tiende a lo mórbido, mientras que con la Biblia es
una garantía de vitalidad y de vigor. Procuremos, en medio de las prisas y preocupaciones
de la vida, "apartar tiempo para ser santos" por medio de la meditación sobre Dios en su
Palabra. Ni aun la obra cristiana tiene que quitarnos este poder del verdadero servicio y
bendición. La superficialidad de muchas vidas nos advierte que "procuremos leer", "para
meditar sobre estas cosas", para que "nuestro beneficio sea evidente a todos", y al mismo
tiempo glorifique a Dios.

Las sugerencias siguientes se ofrecen con miras al estudio devocional:

1.- Empieza estos ratos con oración para obtener luz del Espíritu Santo (Salmo 119:18).

2.- Pide ser guiado a algún pensamiento definido para ti mismo.

3.- Considera con calma y en oración el pensamiento que te sea concedido. ¿Es un consejo?
¿Un precepto? ¿Un aviso? ¿Una promesa? ¿Una experiencia? ¿Una orden?

4.- Cuando su significado es claro, hay que usarlo como base de una oración pidiendo gracia
para ponerlo a la práctica en la vida.

5.- Cede toda tu alma en una entrega plena a su verdad y poder.

6.- Enlázalo con las verdades que ya conoces, y con ello refuerza la cadena de la experiencia.

7.- Confía en Dios para reproducirlo en tu vida cotidiana.

Probablemente si es necesario llamar más la atención sobre la relación necesaria e


íntima que hay entre la oración y el estudio de la Biblia, sea un estudio de carácter crítico o
puramente devocional. El conocimiento de la Biblia es a la vez causa y efecto de la oración.
Necesitamos la oración para la iluminación intelectual y espiritual antes del estudio de la
Palabra de Dios, y mientras lo hacemos, en tanto que el resultado de nuestro estudio, a su
vez, va a guiarnos a más oración y a aumentar nuestra confianza y espera en Dios en la
comunión. De esta manera los dos actos se influyen mutuamente, porque la oración en su
definición más simple es precisamente hablar a Dios, y la Biblia es lo que Dios nos dice a
nosotros. Éstos dos, combinados, constituyen una verdadera comunión, la íntima amistad
que es la corona y culmina de la revelación de Dios en Cristo en relación con la vida humana
(1 Juan 1:3).

Hemos llegado al fin de estos capítulos sobre el estudio de la Biblia. Como es natural,
sólo hemos tocado este vasto tema, pero quizá se ha sugerido bastante para mostrar los
maravillosos tesoros que poseemos en la Palabra de Dios, y lo grande que es la necesidad y
valor de su estudio concienzudo, sincero y sostenido. Se puede obtener más ayuda en otros
libros que tratan de este tema.
Si se usan debidamente y no se le permite hacer por nosotros lo que nosotros hemos
de hacer por nuestra cuenta, cumplirán su misión al enviarnos a la Biblia misma y obligarnos
a pensar y captar su contenido y aplicar sus verdades a nuestra vida diaria. El objetivo del
estudio de la Biblia es adquirir información y recibir inspiración y no se puede hacer
demasiado énfasis en el hecho que nunca lo conseguiremos a menos que nosotros nos
entreguemos a la Biblia antes y sobre todo, y no a libros sobre la Biblia. Para la plenitud de
la experiencia, la realización del carácter, la claridad del testimonio, y la efectividad del
servicio, no hay nada comparable con el estudio y meditación diaria de la Biblia. Entonces
«seremos prosperados en nuestro camino, y tendremos éxito. Toda escritura es inspirada
por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de
que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra» (2
Timoteo 3:16-17).
LECCION 12

LAS ESCRITURAS Y EL PECADO

Los Beneficios de la Lectura / Estudio de la Biblia

1. Las Escrituras y el pecado

Hay una razón muy seria para creer que gran parte de la lectura de la Biblia y de los
estudios bíblicos de los últimos años ha sido de muy poco provecho espiritual para aquellos
que han realizado la lectura y los estudios. Pero, aún voy a decir más; mucho me temo que,
en muchos casos, todo ello ha resultado más bien en una maldición que en una bendición.
Este es un lenguaje duro, me hago cargo; sin embargo, no creo que sea más duro, de lo que
requiere el caso. Los dones divinos son mal usados, y se abusa de la misericordia divina.
Que esto es verdad lo prueba la escasez de los frutos cosechados. Incluso el hombre natural
emprende el estudio de las Escrituras (y lo hace con frecuencia) con el mismo entusiasmo y
placer con que podría estudiar las ciencias. Cuando se trata de este caso, su caudal de
conocimiento incrementa, pero, lo mismo ocurre con su orgullo. Como el químico ocupado
en hacer experimentos interesantes, el intelectual que escudriña la Palabra se entusiasma
cuando hace algún descubrimiento en ella; pero, el gozo de este último no es más espiritual
de lo que sería el del químico y sus experimentos. Repitámoslo; del mismo modo que los
éxitos del químico, generalmente, aumentan su sentimiento de importancia propia y hacen
que mire con cierto desdén a otros más ignorantes que él, por desgracia, ocurre esto
también con los que han investigado cronología bíblica, tipos, profecía y otros temas
semejantes.

La Palabra de Dios puede ser estudiada por muchos motivos. Algunos la leen para
satisfacer su orgullo literario. En algunos círculos ha llegado a ser respetable y popular el
obtener un conocimiento general del contenido de la Biblia simplemente porque se
considera como un defecto en la educación el ser ignorante de la misma. Algunos la leen
para satisfacer su sentimiento de curiosidad, como podrían leer otro libro de nota. Otros la
leen para satisfacer su orgullo sectario. Consideran que es un deber el estar bien versados
en las doctrinas particulares de su propia denominación y por ello buscan asiduamente
textos base en apoyo de "sus doctrinas". Aun otros la leen con el propósito de poder discutir
con éxito con aquellos que difieren de ellos. Pero, en todos estos casos no hay ningún
pensamiento sobre Dios, no hay anhelo de edificación espiritual y por tanto no hay
beneficio real para el alma.

¿En qué consiste pues el beneficiarse verdaderamente de la Palabra? ¿No nos da 2ª


Timoteo 3:16, 17 una respuesta clara a esta pregunta? Leemos allí: "Toda escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir. para instruir en justicia:
a fin de que el hombre de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena
obra."
Obsérvese lo que aquí se omite: la Santa Escritura nos es dada, no para la gratificación
intelectual o la especulación carnal, sino para pertrecharnos para «toda buena obra», y para
enseñarnos, corregirnos, instruirnos. Esforcémonos en ampliar esto con la ayuda de otros
pasajes.

1. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le redarguye o


convence de pecado. Esta es su primera misión: revelar nuestra corrupción, exponer
nuestra bajeza, hacer notoria nuestra maldad. La vida moral de un hombre puede ser
irreprochable, sus tratos con los demás impecables, pero cuando el Espíritu Santo aplica la
Palabra a su corazón y a su conciencia, abriendo sus ojos cegados por el pecado para ver su
relación y actitud hacia Dios, exclama: "¡Ay de mí, que estoy muerto!" Es así que toda alma
verdaderamente salvada es llevada a comprender su necesidad de Cristo. "Los que están
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos" (Lucas 5:31). Sin embargo no es
hasta que el Espíritu aplica la Palabra con poder divino que el individuo comprende y siente
que está enfermo, enfermo de muerte.

Esta convicción que le hace comprender que la destrucción que el pecado ha realizado
en la constitución humana, no se restringe a la experiencia inicial que precede
inmediatamente a la conversión. Cada vez que Dios bendice su Palabra en mi corazón, me
hace sentir cuán lejos estoy, cuán corto me quedo del standard que ha sido puesto delante
de mí. "Sed santos en toda vuestra manera de vivir" (1ª Pedro 1: 15). Aquí, pues, se aplica
la primera prueba: cuando leo las historias de los fracasos deplorables que se encuentran
en las Escrituras, ¿me hace comprender cuán tristemente soy como uno de ellos? Cuando
leo sobre la vida perfecta v bendita de Cristo, ¿no me hace reconocer cuán
lamentablemente soy distinto de El?

2. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Biblia le hace sentir triste por


su pecado. Del oyente como el terreno pedregoso se nos dice que "oye la palabra y al
momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí mismo" (Mateo 13:20, 21); pero de
aquellos que fueron convictos de pecado bajo la predicación de Pedro se nos dice que "se
compungieron de corazón" (Hechos 2:37). El mismo contraste existe hoy. Muchos escuchan
un sermón florido, o un mensaje sobre "la verdad dispensacional" que despliega poderes
de oratoria o exhibe la habilidad intelectual del predicador, pero que, en general, contiene
poco material aplicable a escudriñar la conciencia. Se recibe con aprobación, pero la
conciencia no es humillada delante de Dios o llevada a una comunión más íntima con El por
medio del mensaje. Pero cuando un fiel siervo de Dios (que por la gracia no está procurando
adquirir reputación por su "brillantez") hace que la enseñanza de la Escritura refleje sobre
el carácter y la conducta, exponiendo los tristes fallos de incluso los mejores en el pueblo
de Dios, y aunque muchos oyentes desprecien al que da el mensaje, el que es
verdaderamente regenerado estará agradecido por el mensaje que le hace gemir delante
de Dios y exclamar: "Miserable hombre de mí." Lo mismo ocurre en la lectura privada de la
Palabra. Cuando el Espíritu Santo la aplica de tal manera que me hace ver y sentir la
corrupción interna es cuando soy realmente bendecido.
¡Qué palabras se hallan en Jeremías 31:19!: "Me castigué a mí mismo; me avergoncé y
me confundí." ¿Tienes alguna idea, querido lector, de una experiencia semejante? ¿Te
produce el estudio de la Palabra un arrepentimiento así y te conduce a humillarte delante
de Dios? ¿Te redarguye de pecado de tal manera que eres llevado a un arrepentimiento
diario delante de El? El cordero pascua tenía que ser comido con "hierbas amargas" (Exodo
12:8); y del mismo modo, a los que nos alimentamos de la Palabra, el Santo Espíritu nos la
hace "amarga" antes de que se vuelva dulce al paladar. Nótese el orden en Apocalipsis 10:9:
"Y me fui hacia el ángel diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómetelo
entero; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel." Esta es siempre
la experiencia: debe haber duelo antes del consuelo (Mateo 5:4); humillación antes de
ensalzamiento (1ª Pedro 5:6).

3. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le conduce a la


confesión de pecado. Las Escrituras son beneficiosas por "corregir" (2ª Timoteo 3:16), y un
alma sincera re conocerá sus faltas. Se dice de los que son carnales: "Porque todo aquel que
obra el mal, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean redargüidas"
(Juan 3:20). "Dios, sé propicio a mi pecador" es el grito de un corazón renovado, y cada vez
que somos avivados por la Palabra (Salmo 119) hay una nueva revelación y un nuevo
confesar nuestras transgresiones ante Dios. "El que encubre su pecado no prosperará: pero
el que lo confiesa y se enmienda alcanzará misericordia" (Proverbios 28:13). No puede
haber prosperidad o fruto espiritual (Salmo 1:3), mientras escondemos en nuestro pecho
nuestros secretos culpables; sólo cuando son admitidos libremente ante Dios, y en detalle,
podemos alcanzar misericordia.

No hay verdadera paz para la conciencia y no hay descanso para el corazón cuando
enterramos en él la carga de un pecado no confesado. El alivio llega cuando abrimos nuestro
seno a Dios. Notemos bien la experiencia de David: "Mientras callé, se consumieron mis
huesos, en mi gemir de todo el día. Porque de día y de noche pesaba sobre mí tu mano; se
volvió mi verdor en sequedades de estío" (Salmo 313, 4). ¿Es este lenguaje figurativo,
aunque vivo, algo ininteligible para ti? ¿0 más bien cuenta tu propia historia espiritual? Hay
muchos versículos de la Escritura que no son interpretados satisfactoriamente por ningún
comentario, excepto el de la experiencia personal. Bendito verdaderamente es lo que sigue
a continuación, que dice: "Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré
mis transgresiones a Jehová; y Tú perdonaste la maldad de mi pecado" (Salmo 32:5).

4. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra produce en él un


profundo aborrecimiento al pecado. "Jehová ama a los que aborrecen el mal" (Salmo
97:10). "No podemos amar a Dios sin aborrecer aquello que El aborrece. No sólo debemos
aborrecer el mal y rehusar continuar en él, sino que debemos tomar armas contra él, y
adoptar ante él una actitud de sana indignación" (C. H. Spurgeon). Una de las pruebas más
seguras a aplicar a la supuesta conversión es la actitud del corazón respecto al pecado.
Cuando el principio de la santidad ha sido bien implantado, habrá necesariamente un odio
a todo lo que sea impuro. Si nuestro odio al mal es genuino, estamos agradecidos cuando
la Palabra corrige incluso el mal que no habíamos sospechado.
Esta fue la experiencia de David: "Por tus mandamientos he adquirido inteligencia; por
eso odio todo camino de mentira" (Salmo 119:104). Fijémonos bien, que no dice
"abstenerse" sino "odiar". "Por eso me dejo guiar por todos tus mandamientos sobre todas
las cosas, y aborrezco todo camino de mentira" (Salmo 119:128). Pero lo que hace el
malvado es completamente opuesto: «Pues tú aborreces la corrección y echas a tu espalda
mis palabras» (Salmo 50:17). En Proverbios 8:13, leemos: "El temor de Jehová es aborrecer
el mal" y este temor procede de leer la Palabra de Dios: véase Deuteronomio 17:18, 19. Con
razón se ha dicho: "Hasta que se odia el pecado, no puede ser mortificado; nunca gritarás
contra él, como los judíos hicieron contra Cristo: Crucifícale, crucifícale, hasta que el pecado
te sea tan aborrecible como El era a ellos" (Edward Reyner, 1635).

5. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le hace abandonar el


pecado. "Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo" (2ª Timoteo
2:19). Cuanto más se lee la Palabra con el objetivo definido de descubrir lo que agrada y lo
que desagrada al Señor, más conoceremos cuál es su voluntad; y si nuestros corazones son
rectos respecto a El, más se conformarán nuestros caminos a su voluntad. Habrá un «andar
en la verdad» (3ª Juan 4). Al final de 2ª Corintios 6 hay unas preciosas promesas para
aquellos que se separan de los infieles. obsérvese, aquí, la aplicación que el Espíritu Santo
hace de ellas. No dice: "Así que, hermanos, puesto que tenemos estas promesas,
consolémonos y tengamos satisfacción en las mismas», sino que lo que dice es:
limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en
el temor de Dios" (2ª Corintios 7: 1).

"Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he hablado" (Juan 15:3). Aquí hay otra
regla importante con la cual deberíamos ponernos frecuentemente a prueba nosotros
mismos: ¿Produce la lectura y el estudio de la Palabra de Dios en mí una limpieza en mis
caminos? Antaño se hizo la pregunta: "¿Con qué limpiará el joven su camino?", y la divina
respuesta fue "con guardar tu Palabra". Sí, no simplemente con leerla, creerla o aprenderla
de memoria, sino con la aplicación personal de la Palabra a su "camino". Es guardando
exhortaciones como: "Huye de la fornicación" (1ª Corintios 6: 18); "Huye de la idolatría" (1ª
Corintios 10: 14); "Huye de estas cosas": (el amor al dinero); "Huye de las pasiones
juveniles" (2ª Timoteo 2:22), que el cristiano es llevado a una separación práctica del mal;
porque el pecado ha de ser no sólo confesado sino "abandonado" (Proverbios 28:13).

6. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le fortifica contra el


pecado. Las Sagradas Escrituras nos han sido dadas no sólo con el propósito de revelarnos
nuestra pecaminosidad innata, y las muchas maneras por las que "estamos destituidos de
la gloria de Dios" (Romanos 3:23), sino también para enseñarnos cómo obtener liberación
del pecado, cómo evitar el desagradar a Dios. "En mi corazón he guardado tus dichos, para
no pecar contra ti" (Salmo 119: 11). Esto es lo que se requiere de nosotros. "Recibe la
instrucción de su boca y pon sus palabras en tu corazón" (Job 22:22). Son particularmente
los mandamientos, las advertencias, las exhortaciones que necesitamos hacer nuestras y
guardar como un tesoro; aprenderlas de memoria, meditar en ellas, orar sobre ellas y
ponerlas en práctica. La única manera efectiva de tener un huerto libre de hierbas, es poner
plantas y cuidarlas: "Vence con el bien el mal" (Romanos 12:21). Para que la Palabra de
Cristo habite en nosotros más "abundantemente" (Colosenses 3: 16), es necesario que haya
menos oportunidad para el ejercicio del pecado en nuestros corazones y en nuestras vidas.

No basta con asentir meramente a la veracidad de las Escrituras; se requiere que las
recibamos en nuestros afectos. Es de la mayor solemnidad el notar que el Espíritu Santo
especifica como base de apostasía el que "no recibieron el amor de la verdad para ser
salvos" (2ª Tesalonicenses 2: 10). " Si se queda solo en la lengua o en la mente, es sólo
asunto de habla y especulación, pronto se habrá desvanecido. La semilla que permanece en
la superficie pronto es comida por las aves del cielo. Por tanto escóndela en la profundidad;
que del oído vaya a la mente, de la mente al corazón; que se sature más v más. Sólo cuando
prevalece como soberana en el corazón la recibimos con amor: cuando es más querida que
cualquier otro deseo, entonces permanece" (Thomas Manton).

Nada más nos guardará de las infecciones de este mundo, nos librará de las tentaciones
de Satán, y será tan efectivo para preservarnos del pecado como la Palabra de Dios recibida
con afecto: "La ley de su Dios está en su corazón; por tanto sus pies no resbalarán" (Salmo
37:31). En tanto que la verdad se mantiene activa en nosotros, agitando nuestra conciencia,
y es realmente amada, seremos preservados de caer. Cuando José fue tentado por la esposa
de Potifar, dijo: "¿Cómo haría Yo este gran mal y pecaría contra Dios?" (Génesis 39:9). La
Palabra estaba en su corazón, ,v por tanto tuvo poder para prevalecer sobre el deseo; la
santidad inefable, el gran poder de Dios que es capaz a la vez de salvar y de destruir. Nadie
sabe cuándo va a ser tentado: por tanto es necesario estar preparado contra ello. "¿Quién
de vosotros dará oídos... y escuchará respecto al porvenir?" (Isaías 42:23). Sí, hemos de ver
venir el futuro y estar fortalecidos contra toda eventualidad, parapetándonos con la Palabra
en nuestros corazones para los casos inesperados.

7. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra hace que practique lo


opuesto al pecado. "El pecado es la trasgresión de la ley" (1ª Juan 3:4). Dios dice: "Harás
esto", el pecado dice: «No harás esto»; Dios dice: "No harás esto", el pecado dice: "Haz
esto." Así pues, el pecado es una rebelión contra Dios, la decisión de seguir «por su camino»
(Isaías 53:6). Por tanto el pecado es una especie de anarquía en el reino espiritual, y puede
hacerse semejante a hacer señales con una bandera roja a la cara de Dios. Por otra parte,
lo opuesto a pecar contra Dios es el someterse a El, como lo opuesto al desenfreno y licencia
es el sujetarse a la ley. Así, el practicar lo opuesto al pecado es andar en el camino de la
obediencia. Esta es otra razón principal por la que se nos dieron las Escrituras: para hacer
conocido el camino que es agradable a Dios. Son provechosas no sólo para reprender y
corregir, sino también para "instruir en justicia".

Aquí, pues, hay otra regla importante por la que podemos ponernos a prueba nosotros
mismos. ¿Son mis pensamientos formados, mi corazón controlado, y mis caminos y obras
regulados por la Palabra de Dios? Esto es lo que el Señor requiere: "Sed obradores de la
palabra, no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos" (Santiago 1: 22).
Es así que se expresa la gratitud y afecto a Cristo: "Si me amáis guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15). Para esto es necesario la ayuda divina. David oró: "Guíame
por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi complacencia" (Salmo 119:35).
No sólo necesitamos luz para conocer el camino, sino corazón para andar en él. Es necesario
tener dirección a causa de la ceguera de nuestras mentes; y los impulsos efectivos de la
gracia son necesarios a causa de la flaqueza de nuestros corazones. No bastará para hacer
nuestro deber el tener una noción estricta de las verdades, a menos que las abracemos y
las sigamos» (Mantón). Notemos que es "el camino de tus mandamientos": no un camino a
escoger, sino definitivamente marcado; no una "carretera" pública, sino un «camino»
particular.

Que el autor y el lector con sinceridad v diligencia se midan, como en la presencia de


Dios, con las siete medidas que hemos enumerado. ¿Te ha hecho el estudio de la Biblia más
humilde, o más orgulloso, orgulloso del conocimiento que has adquirido? ¿Te ha levantado
en la estimación de tus prójimos, o te ha conducido a tomar una posición más humilde
delante de Dios? ¿Te ha producido un aborrecimiento más profundo y una prevención
contra ti mismo, o te ha hecho más indulgente y complacido de ti mismo? ¿Ha sido causa
de que los que se relacionan contigo, o quizá aquellos a quienes enseñas, digan: Desearía
tener tu «conocimiento» de la Biblia; o te ha hecho decir a ti: Señor, dame la fe, la gracia y
la «santidad» de mi amigo, de mi maestro? "Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas,
para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos" (1ª Timoteo 4:15).

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