4.pablo Richard

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 13

PABLO RICHARD

LA FUERZA ESPIRITUAL
DEL JESÚS DE LA HISTORIA
Para una nueva interpretación
de los cuatro evangelios

Resumen
En este artículo hemos intentado recuperar la fuerza espiritual del Jesús histórico pa-
ra interpretar los cuatro evangelios desde la perspectiva del Jesús de la historia y no
desde el Jesús teológico. Además, deseamos proponer los cuatro evangelios como
“memoria”, “credo” y “canon” para la reforma de la Iglesia así como para la cons-
trucción de un signo de esperanza para el tercer mundo, ofrece también una síntesis
de esta aproximación en América Latina.
Nosotros asumimos el consenso actual alcanzado en el ámbito de la exégesis que di-
ce que es muy posible reconstruir al Jesús de la historia. Nosotros valoramos los es-
tudios llevados a cabo a este nivel en Europa y EE.UU., pero utilizamos su material
con espíritu y método diferente, porque nuestro horizonte hermenéutico no sólo in-
corpora la modernidad, sino también la liberación del pobres.
El Jesús de historia es el Jesús antes de su muerte, pero nosotros ampliamos esta con-
cepción haciendo referencia al “Jesús antes de la Cristiandad”, al “movimiento de Je-
sús antes de la Iglesia” y al movimiento de Jesús en las iglesias apostólicas “antes”
de la Cristiandad de Constantino.

Abstract
In this article, we have attempted to recover the spiritual strength of the historical Je-
sus in order to interpret the four Gospels from the perspective of this Jesus of history
and not from the perspective of the theological Jesus. Secondly, we wish to propose
the four Gospels as memory, creed and canon for Church reform as well as for the
building of a sign of hope for the Third World.
We assume the actual consensus reached at the level of exegesis, which says that it is
really possible to reconstruct the Jesus of history. We value the studies carried out at
this level in Europe and the United States, but utilize their material with a different
spirit and method, for our hermeneutic horizon not only incorporates modernity, but
also the liberation of the poor.
The Jesus of history is the Jesus before his death, but we broaden this conception by
making reference to the “Jesus before Christianity”, to “Jesus’ movement before the
Church” and to Jesus’ movement in the apostolic churches BEFORE Constantine Ch-
ristianity.
REVISTA DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA LATINOAMERICANA, No. 47 29

Introducción
En este artículo busco fundamentalmente rescatar el carácter fundante y la
fuerza espiritual del Jesús de la historia y la necesidad de interpretar los cuatro
Evangelios desde este Jesús de la historia y no desde el Jesús teológico. En segun-
do lugar queremos proponer los cuatro Evangelios como memoria, credo y canon
para una reforma de la Iglesia. Más allá de esta reforma, reflexionamos también so-
bre la crisis, o quizás fracaso en el Primer Mundo, de la así llamada “Civilización
Cristiana Occidental” y la necesidad de construir desde el Tercer Mundo una socie-
dad alternativa fundada en la fuerza espiritual del Jesús de la historia. Desde esta
perspectiva, los cuatro Evangelios y la Iglesia fundada sobre ellos, sigue siendo
fuente de vida y esperanza para el mundo, mundo donde haya vida para todos y to-
das, en armonía con la naturaleza.
En nuestro camino hermenéutico y en nuestro trabajo bíblico en América La-
tina aprovechamos lo mejor de la producción exegética del Primer Mundo, pero bus-
camos un espíritu y un camino nuevo. También afirmamos que el horizonte de nues-
tro trabajo no es fundamentalmente la modernidad o la post-modernidad, sino el ca-
mino de liberación en América latina. Nuestra opción hermenéutica fundamental es
la opción preferencial por los pobres. También abordaremos el problema del sujeto
intérprete de la Biblia y proponemos la Iglesia Pueblo de Dios como el espacio pri-
vilegiado para la construcción de ese sujeto intérprete, sin descuidar el acompaña-
miento de la Exégesis y del Magisterio el trabajo interpretativo de las Comunidades
de base. En el Movimiento Bíblico Comunitario afirmamos que es indispensable su-
perar el abismo entre Exégesis y Pueblo de Dios, dándole a la exégesis una orienta-
ción pastoral y formando agentes de base de pastoral en la ciencia bíblica.
Lo que aquí presentaremos es una propuesta, que puede ser criticada, recha-
zada o aceptada. Más que propuesta es un programa de trabajo, una orientación her-
menéutica para trabajar en el futuro.

A. El camino recorrido en la búsqueda del Jesús histórico


1. Desde el siglo XIX al siglo XXI: tres grandes etapas
Tres etapas en la búsqueda del Jesús histórico:
La primera etapa (siglo XIX y comienzos del XX) fue aquella etapa liberal y
pre-crítica, en la cual surgieron innumerables obras sobre la “vida de Jesús, con una
clara tendencia idealista, psicológicas e imaginativa.
La segunda etapa, por el contrario, fue ultra crítica y negó toda posibilidad de
reconstruir el Jesús histórico. Típico de esta etapa es Rudolf Bultmann con su libro
“Jesús” de 1926, donde reacciona contra la etapa liberal anterior. Se dice que del Je-
sús histórico solo sabemos “que” existió, pero nada mas. El escepticismo frente al
Jesús histórico es total: “no podemos saber nada de la vida y enseñanza de Jesús”.
Todos los Evangelios son creación de la fe de las primeras comunidades cristianas.
La tercera etapa, iniciada por Ernst Käseman (1953), nos ha permitido feliz-
mente superar el escepticismo de la etapa anterior y recuperar la confianza exegéti-
ca que el encuentro con el Jesús de la historia si es posible. El paso de la “historia
de las formas” a la “historia de la redacción”, nos ha permitido reconocer en el tex-
30 PABLO RICHARD, La fuerza espiritual del Jesús de la historia

to de los Evangelios la diferencia y la continuidad entre el Jesús histórico antes de


su muerte y la tradición oral de la Iglesias y la labor redaccional de los diferentes
evangelistas. En esta etapa se estudian los textos desde una perspectiva histórica,
geográfica, arqueológica, cultural y sociológica.

2. Criterios de credibilidad
En esta búsqueda del Jesús histórico se han utilizado los siguientes criterios
de credibilidad histórica:
Criterio de dificultad: acciones y dichos de Jesús que son incómodos para la
Iglesia primitiva y que nunca ésta habría inventado. Por ejemplo el pasaje de Jesús
y la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11). También el bautismo de Jesús por
Juan, le negación de Pedro, la traición de Judas, y muchos otros que la tradición oral
y escrita no pueden suprimir únicamente porque pertenecen al Jesús de la historia.
Criterio de discontinuidad y originalidad: prácticas de Jesús que están en
continuidad, pero que no se derivan del judaísmo anterior y que están en disconti-
nuidad con el cristianismo naciente. Cuanto más conocemos el judaísmo y los orí-
genes del cristianismo, descubrimos la originalidad genial y sorprendente del Jesús
histórico.
Criterio de testimonio múltiple: hechos y dichos de Jesús que aparecen en va-
rias fuentes independientes (Marcos, Q, fuentes propias de Mt, Lc y Jn). Por ejem-
plo la multiplicación del Pan o el enfrentamiento de Jesús con el templo.
Criterio de coherencia entre todos los datos históricos recogidos con los cri-
terios anteriores. Todo aquello que calza con el estilo propio de Jesús.
Criterio de rechazo: dichos y hechos de Jesús que explican su rechazo y cru-
cifixión. El Jesús histórico enfrentó, irritó, molestó a casi todas las autoridades (fa-
riseos, escribas, herodianos, saduceos y sacerdotes). Todo esto explica por qué fue
rechazado y crucificado. Todas aquellas palabras y hechos de Jesús que están en ar-
monía con el sistema religioso o político de su época, difícilmente serán del Jesús
histórico.
Criterio de sintonía con el contexto geográfico, cultural, social y político de
la época de Jesús.
Nos da alegría y tranquilidad el situarnos en la tercera etapa, donde tenemos
finalmente certeza de que el encuentro con el Jesús de la historia es posible. Igual-
mente conocer los criterios de historicidad que nos ofrecen una metodología para re-
construir el Jesús de la historia. Esto no es fácil, pues tendremos que dar una lucha
permanente contra las tendencias teológicas, cristológicas, dogmáticas o religiosas
que, explícitas o encubiertas, determinan a priori una interpretación de los Evange-
lios que rechaza o anula el Jesús de la Historia.

B. Un camino nuevo en la búsqueda del Jesús histórico


Hemos descrito brevemente las tres etapas en la búsqueda del Jesús histórico.
A nosotros nos ha interesado y siguen interesándonos el desarrollo exegético de la
tercera búsqueda del Jesús histórico (“the third quest”), que nació fundamentalmen-
te en el mundo de habla inglesa en las dos ultimas décadas. Los autores más actua-
REVISTA DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA LATINOAMERICANA, No. 47 31

les y conocidos de esta tercera etapa son: John P. Meier, John Dominic Crossan,
Gerd Theissen, Raymond E.Brown y muchos otros .
En América latina conocemos esa larga historia de búsqueda del Jesús de la
historia, y valoramos muy especialmente los autores de la tercera etapa. Casi todas
sus obras han sido traducidas al español y suscitan un creciente interés entre noso-
tros. En América Latina, sin embargo, estamos tratando de crear un camino nuevo,
que en forma presumida llamaría “la cuarta búsqueda” (“the fourth quest”) del Je-
sús histórico. Es importante insistir que nosotros recogemos con interés todos los es-
tudios exegéticos que nos llegan desde Europa y Estados Unidos, pero chocamos so-
bre todo con el espíritu de estos estudios. En una imagen decimos: “utilizamos sus
materiales, pero no entramos en su casa”. Por el contrario, con todos los elementos
exegéticos que ellos nos ofrecen, tratamos de construir nuestra casa propia (pensa-
miento de Frei Carlos Mesters). Clarifiquemos qué significa esto.

1. Punto de partida: cuatro definiciones necesarias de Jesús


Tomemos como punto de partida para nuestra reflexión cuatro definiciones,
reconstrucciones o representaciones, de Jesús. Estas definiciones las tomamos de los
exegetas modernos, especialmente de John P. Meier, pero desde ahí hacemos nues-
tra reflexión propia.
El Jesús real: es el Jesús tal cual existió. Especialmente el Jesús antes de ini-
ciar su ministerio, pero también Jesús durante su ministerio. Todo lo que él pensó,
hizo y dijo realmente. Sus mismísimas palabras. Este Jesús en su totalidad es defi-
nitivamente inalcanzable. Como dice Jn 21, 25: “si se escribieran todas las cosas que
hizo Jesús, no cabrían en el mundo todos los libros escritos sobre él”.
El Jesús histórico: es el Jesús que podemos re-construir a partir de los datos
bíblicos, utilizando todos los métodos histórico-críticos disponibles y los criterios de
historicidad. Este Jesús es históricamente existente, aunque no se identifique con el
Jesús real en su totalidad histórica. El Jesús histórico no es sólo una reconstrucción
intelectual, sino que lo encontramos efectivamente al interior del Jesús real. En la
reconstrucción del Jesús de la historia se acentúa fundamentalmente la plena huma-
nidad de Jesús. El Jesús histórico tiene realmente rostro humano, tiene conciencia
humana, corazón y sentimientos humanos. Hablamos históricamente de la fe de Je-
sús. Además se habla de preferencia del “movimiento de Jesús”, pues Jesús no es
solo él, sino el con sus discípulos y discípulas. En la afirmación del Jesús histórico
se combate no tanto contra la herejía que niega la divinidad de Jesús, sino contra la
herejía dominante en toda la Iglesia actual que niega su humanidad. El problema ac-
tual no es el arrianismo, sino el gnosticismo. Los exegetas de la tercera etapa sólo
reconstruyen el Jesús histórico antes de su muerte y dejan explícitamente de lado,
toda consideración de fe o teológica de la Iglesia posterior a la muerte de Jesús.
El Jesús teológico: es el Jesús definido básicamente en los cuatro primeros
concilios: Nicea (325 dc.), Constantinopla (381 d.C.), Éfeso (431 dc.) y Calcedonia
(451 dc.). Estos concilios fueron necesarios para definir el dogma cristológico fren-
te a la fragmentación de las herejías, que amenazaban seriamente la unidad de la
Iglesia y del imperio romano en aquella época. Algunos Padres de la Iglesia compa-
raron los cuatro Concilios con los cuatro Evangelios, pero el problema es que los
cuatro primeros Concilios llegaron a sustituir a los cuatro Evangelios, y más aún,
32 PABLO RICHARD, La fuerza espiritual del Jesús de la historia

anularon o sustituyeron al Jesús histórico presente en los Evangelios. El credo, el ca-


tecismo y la teología posteriores se construyeron sobre los cuatro Concilios, donde
el Jesús teológico también sustituyó al Jesús de la historia.
El Jesús de la fe: es la respuesta de fe de los primeros discípulos a su encuen-
tro con el Jesús histórico. El Jesús de la fe es la aceptación del Jesús histórico en la
práctica de fe de los primeros cristianos. Esta vivencia de fe está ya en los mismos
cuatro Evangelios. El método histórico-crítico nos permite distinguir en el texto
mismo de los cuatro Evangelios el Jesús de la historia y el Jesús de la fe.

2. La fuerza espiritual del Jesús histórico


a) Relación entre el Jesús histórico y el Jesús teológico
Nuestro desafío fundamental es recuperar la prioridad fundamental del Jesús
histórico sobre el Jesús teológico y cómo interpretar los cuatro evangelios funda-
mentalmente desde el Jesús de la historia y no desde el Jesús teológico. No se trata
de negar el Jesús teológico. Este estará siempre ahí como referencia fundamental pa-
ra no apartarnos del camino de la ortodoxia, y para no caer en las herejías históricas
del cristianismo (arrianismo, nestorianismo, gnosticismo). La reflexión teológica
enraizada y fundada en el Jesús de la historia, es ciertamente necesaria para profun-
dizar sistemáticamente en la relevancia y significado del Jesús histórico, en la Igle-
sia y en el mundo actual. Pero una cristología que ignora al Jesús histórico es una
cristología sin Jesús, que no tiene sentido y que, aun más, es un obstáculo para la
interpretación de los Evangelios. Muchas veces la cristología “usa” los cuatro Evan-
gelios como fuente para simplemente “probar” tesis teológicas ya elaboradas. Lo
que es peor, se usa versículos desconectados como textos de apoyo, sin tomar los
Evangelios como una totalidad, con su propia teología histórica y redaccional. El
problema es que se usan los cuatro Evangelios sin asumir una interpretación de los
mismos, hecha desde el Jesús histórico. Los Evangelios así usados no tienen un fun-
damento serio en la historia y en la tradición oral de los cuatro Evangelios.
El credo niceno-constantinopolitano, que recitamos todos los domingos, de-
fine a Jesús en términos filosóficos y teológicos. Definición ciertamente necesaria
en el siglo IV, pero constatamos en ese Credo la ausencia casi total del Jesús de la
historia. Decimos de Jesús: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero del Dios ver-
dadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre”, luego confe-
samos que Jesús “se hizo hombre, y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de
Poncio Pilatos: padeció y fue sepultado”. Los dos datos históricos que aquí apare-
cen son que Jesús “nació y murió”, pero nada se dice sobre qué pasó entre su naci-
miento y su muerte, para qué nació y porque lo mataron. El Jesús confesado en la
Iglesia en un Jesús sin rostro y sin personalidad humana, un Jesús sin palabra, sin
hechos, sin proyecto histórico. Lo trágico es que el catecismo de la Iglesia y la teo-
logía se construyeron sobre el credo niceno-constantinopolitano, marcando así pro-
fundamente la fe de la Iglesia y la tradición teológica sobre Jesús.
Desde otro punto de vista es importante también ampliar el horizonte del Je-
sús histórico. En la exégesis del Primer Mundo se reduce el Jesús de la historia al Je-
sús antes de su muerte. Este punto de vista es necesario para una reconstrucción es-
trictamente histórica de Jesús. Pero creo que el Jesús de la historia hay que verlo tam-
bién globalmente como el “Jesús antes del Cristianismo” (como sugestivamente titu-
REVISTA DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA LATINOAMERICANA, No. 47 33

la su libro Albert Noland). También debemos ver el Jesús de la historia dentro de lo


que en América Latina hemos llamado el “movimiento de Jesús”, antes y después de
su muerte. También debemos situar al Jesús de la historia en el horizonte de “el mo-
vimiento de Jesús antes de la Iglesia” (así titulé mi libro sobre los Hechos de los
Apóstoles), y, en forma análoga, el movimiento de Jesús en las iglesias apostólicas
antes de la cristiandad constantiniana. Todos estos “ANTES” nos permiten una visión
histórica más amplia del Jesús de la historia, aunque sigue siendo siempre necesario
considerar el Jesús histórico como el Jesús antes de su muerte, por lo menos desde
un punto de vista metodológico que ilumine la historicidad del movimiento de Jesús
después de su resurrección, antes de la Iglesia y sobre todo antes de la Cristiandad.

b) Relación entre el Jesús de la historia y el Jesús de la fe


(1) Un Jesús de la historia que ignora y excluye el Jesús de la Fe
En la tercera etapa de búsqueda del Jesús de la historia, hay una desconexión
total entre el Jesús histórico y el Jesús de la fe. Los historiadores que buscan recons-
truir el Jesús histórico antes de su muerte, dejan consciente y programáticamente de
lado al Jesús de la fe. Desde un cierto punto de vista metodológico, como ya diji-
mos, quizás es correcto y necesario, pero a nosotros nos interesa también, una vez
reconstruido científicamente el Jesús de la historia, descubrir la relación entre el Je-
sús de la historia y el Jesús de la fe. Nuestra intención es ir más allá del Jesús de la
historia. Nos interesa analizar cómo los discípulos históricos de Jesús respondieron
desde su fe al Jesús de la historia. Nos interesa vivir al Jesús de la historia como una
referencia fundamental para nuestra fe en la actualidad. En los mismos cuatro Evan-
gelios tenemos las dos realidades: el Jesús de la historia y el testimonio de fe de las
primeras comunidades, ante este Jesús de la historia. Sin olvidar este Jesús históri-
co, queremos que nuestra experiencia de fe en Jesús en la actualidad tenga esa cor-
poreidad e identidad del Jesús histórico, aquellas que se fundan en los hechos y pa-
labras del Jesús de la historia. Queremos que nuestro Jesús de la fe tenga la misma
conciencia, rostro y corazón del Jesús de la historia. Es el Jesús de la historia el que
queremos vivir hoy como el Jesús de la fe. Es evidente que esta relación entre el Je-
sús de la historia y el Jesús de la fe, supone aquella reconstrucción histórica previa
del Jesús de la historia en sí misma considerada, y una interpretación de los cuatro
Evangelios desde este Jesús de la historia. Si no tenemos la referencia al Jesús de la
historia, el Jesús de la fe es pura subjetividad y manipulación. Pero también el Jesús
de la historia debe ser asumido y vivido en nuestra práctica de fe para que no sea un
puro dato arqueológico, como tantos otros que nos llegan de la antigüedad. Nuestro
interés por el Jesús de la historia implica algo más que estudiar cualquier personaje
del pasado como Aristóteles, Flavio Josefo o Julio Cesar. En este punto vamos más
allá de la tercera etapa en la búsqueda del Jesús histórico.

(2) Un Jesús de la fe que desconoce el Jesús de la historia


Veamos ahora el mismo problema, pero desde el Jesús de la fe. En nuestro
pueblo católico, el Jesús de la fe presente en la piedad de la Iglesia o en la religión
popular, tiene poca relación con el Jesús de la historia. El Jesús de la fe es vivido en
forma intimista, individualista, pietista o sacrificial. Vivimos un Jesús idealizado co-
mo un Jesús que es “solo corazón” (el “sagrado corazón”) o un Jesús infantilizado
en una imagen estática de niño o un Jesús exaltado como rey a la manera de los em-
34 PABLO RICHARD, La fuerza espiritual del Jesús de la historia

peradores. Todas estas representaciones imaginarias del Jesús de la fe, se apartan


mucho del Jesús de la historia. En los diez primeros siglos del cristianismo el íkono
dominante fue el de Jesús en la última cena con sus discípulos y posteriormente el
íkono de Jesús crucificado, ambos más cercanos al Jesús de la historia.
En la tradición bíblica y eclesial tradicional se definen al menos siete espa-
cios de encuentro con Jesús: la Comunidad cristiana, la Palabra de Dios (especial-
mente en la Liturgia y en la Lectura Orante de la Biblia), los Sacramentos (especial-
mente en la Eucaristía), los pobres y excluidos, el libro de la vida (el cosmos y la
historia humana) y, finalmente, nosotros mismos: nuestro cuerpo físico, espiritual,
cultural y social. Algunos textos bíblicos en apoyo de estas afirmaciones fluyen fá-
cilmente en la memoria: “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré
yo en medio de ellos” (Mt 18, 20); “el que come mi carne y bebe mi sangre perma-
nece en mi y yo en él” (Jn 6, 56); “tuve hambre y me distes de comer” (todo Mt 25,
31-46); “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 22); “He aquí que
yo estoy con ustedes todos los días hasta el final del mundo” (Mt 28, 20), etc….
Nuestro desafío es encontrar al Jesús de la historia en todos estos espacios.
Nuestra experiencia actual de Jesús, no tiene muchas veces el rostro del Jesús his-
tórico. No encontramos en el Jesús de la fe al Jesús de la historia. No hay relación
del Jesús de la fe con el Jesús de la historia. Son dos vivencias de Jesús diferentes
que se ignoran entre si.
Es importante reconstruir la continuidad entre el Jesús de la historia antes de
su muerte y el Jesús de la fe en la actualidad. El fundamento de esta continuidad, es-
tá dado por los evangelistas en la manera de vivir y testimoniar su experiencia de la
Resurrección de Jesús. La experiencia de fe de la Resurrección de Jesús no destru-
ye su identidad y su corporeidad humana. El resucitado, aunque ya glorificado, es
corporalmente, el mismo que murió en la cruz. El Jesús glorificado manifiesta su
identidad con el Jesús crucificado mostrando las marcas de su pasión en sus manos,
pies y costado. Los Evangelios insisten en la corporeidad de Jesús al afirmar que él
no es un fantasma, pues ningún fantasma tiene carne y huesos como tiene Jesús. Es-
te comía frecuentemente con ellos y ellos podían realmente tocarlo. Jesús tiene un
cuerpo glorificado, un cuerpo “espiritual”, pero esta glorificación de su cuerpo no
destruye su identidad y corporalidad humana. Igualmente histórico es el movimien-
to de Jesús después de la resurrección.
Todo lo anterior es para afirmar la continuidad posible, “histórica” en cierto
sentido, del Jesús de la Fe con el Jesús de la historia. Debemos asumir en nuestra
experiencia de fe del Jesús resucitado, toda la plenitud del Jesús de la historia. Na-
da más contrario a la tradición de los Evangelios, reducir el Jesús Resucitado a una
pura experiencia de fe, negando toda corporeidad histórica.

3. La fuerza espiritual de los cuatro evangelios


Dijimos que la exégesis del Primer Mundo insiste mucho, y con razón, en el
Jesús histórico, pero deja de lado las consecuencias de esta búsqueda para la viven-
cia de Jesús en la actualidad. En esta búsqueda del Jesús histórico la exégesis de los
cuatro Evangelios insiste correctamente en el sentido literal e histórico de los tex-
tos. Nosotros también insistimos en éste sentido literal e histórico de los textos, pe-
ro sobre todo destacamos su sentido espiritual.
REVISTA DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA LATINOAMERICANA, No. 47 35

La exégesis del Primer Mundo en los últimos 40 años ha hecho avances real-
mente extraordinarios en los estudios bíblicos, que nosotros apreciamos y utiliza-
mos, pero estos estudios se mueven en un mundo cerrado, marcado por un cientifi-
cismo y un historicismo, donde constatamos la ausencia de la fuerza espiritual de los
textos bíblicos. La exégesis dominante evita la dimensión espiritual de las Sagradas
Escrituras, para poder dialogar con la modernidad y post-modernidad. Nuestra exé-
gesis por el contrario, no tiene como horizonte la modernidad, sino que se enfrenta
fundamentalmente con los desafíos de los procesos de liberación, al interior de los
cuales la dimensión religiosa y espiritual es fundamental.
El movimiento bíblico en América Latina, sin dejar de lado el estudio exegé-
tico del sentido literal e histórico de los textos, desarrolla al máximo su sentido es-
piritual, pastoral y comunitario. Debemos, sin embargo, también reconocer, que en
nuestro trabajo bíblico se da muchas veces una espiritualidad sin fundamento exe-
gético, que termina siendo una interpretación puramente espiritualista y subjetiva de
las Sagradas Escrituras. Dijimos al comienzo que es importante para nosotros el es-
tudio exegético y científico del Jesús histórico y de los Evangelios realizado en la
academia del primer mundo, pero nosotros recogemos ese material con otro espíri-
tu y con otra dimensión.
Detrás de un exégeta del Primer Mundo hay una biblioteca, pero detrás de no-
sotros hay un pueblo. Por eso la responsabilidad espiritual y pastoral del exégeta
latino-americano con el Pueblo de Dios y en especial con el movimiento bíblico po-
pular. Todo esto nos exige desarrollar al máximo la fuerza espiritual de los Evange-
lios. La llamada Lectura Orante de la Biblia es la práctica donde descubrimos este
sentido espiritual de los Evangelios. Este sentido es como el huracán y el fuego de
Pentecostés, por eso también debe estar siempre “controlado” por el sentido literal
e histórico de los textos.

C. Jesús histórico, evangelios y reforma de la Iglesia


Hasta ahora hemos intentado rescatar toda la fuerza espiritual del Jesús de la
historia: podríamos sintetizar nuestro trabajo en tres etapas:
En una primera etapa hemos afirmado la prioridad fundamental del Jesús de
la historia sobre el Jesús teológico y la necesidad de interpretar los cuatro Evange-
lios desde el Jesús de la historia y no desde el Jesús teológico.
En una segunda etapa hemos fundamentado en el Jesús de la historia nuestra
actual práctica de fe, para dar a nuestra fe un contenido histórico fundante y darle al
Jesús de la historia un significado espiritual permanente.
Este proceso de descubrimiento de toda la potencialidad espiritual del Jesús
histórico no puede terminar aquí, sino tiene que ir más allá en la búsqueda de una
reforma de la Iglesia. No entraremos aquí en los problemas teológicos e institucio-
nales de esta reforma, pero si afirmar que la reforma de la Iglesia debe asumir como
su fundamento y referencia principal la fuerza del Jesús histórico y del Evangelio
interpretado desde el Jesús de la historia. En síntesis queremos construir una Iglesia
cuya Memoria, Credo y Canon sean los cuatro Evangelios interpretados éstos a par-
tir del Jesús de la historia.
36 PABLO RICHARD, La fuerza espiritual del Jesús de la historia

En nuestra Iglesia actual hemos elaborado una catequesis fundada sobre el


dogma cristológico tal como fue definido en los Concilios de Nicea y Calcedonia,
dejando de lado la memoria viva y actuante del Jesús de la historia presente en los
Evangelios. El credo niceno-constantinopolitano que profesamos asume muy débil-
mente las tradiciones de los cuatro Evangelios. Utilizamos un canon dogmático pa-
ra definir la ortodoxia y condenar las herejías, pero muchas veces el dogma cristo-
lógico es asumido como la única ortodoxia y la interpretación de los Evangelios des-
de el Jesús de la historia es considerada más bien como herejía. Todavía hoy se si-
gue condenando como arrianos a los exegetas que buscan rescatar la fuerza espiri-
tual del Jesús de la historia.
Hagámonos algunas preguntas, aunque suenen un poco utópicas: ¿Cómo se-
ría la Iglesia si asumiera las enseñanzas del Jesús histórico como credo para articu-
lar su fe y como canon para medir su autenticidad? ¿Como sería, por ejemplo, una
Iglesia que asumiera el Sermón de la Montaña de Jesús como el canon de su fe? ¿No
podríamos tomar el Evangelio de Marcos como referencia fundamental para articu-
lar el Credo de la Iglesia? ¿O tomar el Evangelio de Mateo como fundamento del
Canon de la Iglesia? ¿O tomar el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles
como el Camino de la Iglesia? ¿No podríamos tomar el Evangelio de Juan como la
memoria y la identidad más profunda de la comunidad del discípulo amado que es
la Iglesia? Si los Evangelios son Memoria, Credo y Canon de nuestra fe tendríamos
que vivir en la actualidad según Marcos, según Mateo, según Lucas y según Juan y
no solamente según tal o cual definición cristológica o dogmática. El Canon del
Nuevo Testamento felizmente no ‘canonizó’ tal o cual teología, sino que canonizó
para siempre la pluralidad de cuatro Evangelios para reconstruir el Jesús de la his-
toria, cuatro Evangelios fundantes de nuestra forma de ser cristiano y de ser Iglesia.
La diversidad del canon bíblico con su pluralidad histórica nos acerca mucha más al
Jesús de la historia que la dogmatización única construida en Nicea o Calcedonia.
La fe de la Iglesia está mas cerca de la cristología de los cuatro primeros concilios
que del Jesús de la historia presente en los cuatro Evangelios.
Si los cuatro Evangelios (y en realidad toda la Biblia) son memoria, credo y
canon fundamental de la Iglesia, estos Evangelios deben constituir el fundamento
principal de la catequesis, de la teología y de la liturgia de toda la Iglesia. Esto im-
plica necesariamente una reforma profunda de la Iglesia. La reconstrucción del Je-
sús histórico llega a desarrollar todas sus virtualidades sólo en esta reforma de la
Iglesia. Si esto es realmente así la reforma sería la etapa final de la reconstrucción
del Jesús histórico. Exégesis histórica y Reforma eclesial son dos extremos de un
mismo proceso.

¿Cómo lograr esto? ¿Cómo reconstruir este camino entre el Jesús de la


historia y la reforma de la Iglesia actual?
Si queremos una reforma de la Iglesia a partir del Jesús histórico, debemos
enfrentar algunos problemas estructurales del trabajo bíblico en la Iglesia actual. Lo
primero que constatamos es el abismo existente entre Exégesis y Pueblo de Dios. En
América Latina hemos buscado superar este abismo de dos maneras. Por un lado,
dando a la exégesis una orientación pastoral, sin que por eso pierda su rigor exegé-
tico, y por otro lado, formando a los agentes de pastoral bíblica lo mejor posible en
el conocimiento exegético. Para una reforma de la Iglesia, es importante reconocer
REVISTA DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA LATINOAMERICANA, No. 47 37

al Pueblo de Dios, organizado en comunidades y movimientos, como el espacio y el


sujeto privilegiado para interpretar la Biblia, sin olvidar el apoyo necesario de la
Ciencia bíblica y del Magisterio. Si bien este apoyo es necesario, la Ciencia bíblica
debe despojarse de su autosuficiencia, y el Magisterio no debe olvidar que la máxi-
ma autoridad en la Iglesia es la Palabra de Dios y el Magisterio está a su servicio
(Cfr. Dei Verbum nº 10).
La reforma de la Iglesia es posible si devolvemos la Biblia al Pueblo de Dios
y si todo el Pueblo de Dios tiene la Biblia en sus manos, en su corazón y en su men-
te. Toda reforma de la Iglesia a lo largo de su historia ha comenzado siempre con un
movimiento bíblico poderoso en el seno del Pueblo de Dios. Hoy vivimos en un
mundo, donde el sujeto es aplastado como sujeto, tanto en la sociedad como en la
Iglesia. Un pueblo aplastado y reducido a objeto, ciertamente no es capaz de inter-
pretar la Palabra de Dios. Por eso es importante construir y reconocer ese sujeto in-
térprete de la Biblia. Este sujeto será plenamente sujeto, cuando pueda interpretar la
Biblia con autoridad, legitimidad, libertad, autonomía, seguridad y creatividad. Lo
que constituye a este sujeto, con estas características, es fundamentalmente el cono-
cimiento y encuentro personal con el Jesús de la historia, y con los cuatro Evange-
lios interpretados desde el Jesús de la historia. Son estos sujetos los que llevan ade-
lante el movimiento bíblico y la reforma de la Iglesia.
Lo que hemos afirmado de todos los bautizados al interior del Pueblo de Dios,
lo podemos afirmar con mayor fuerza del pobre, en cuanto sujeto creyente que lee e
interpreta la Biblia en la Iglesia. Sin olvidar que el pobre como sujeto genérico
irrumpe hoy en la Iglesia desde culturas y razas diferentes, desde una condición con-
creta de género (varón - mujer) y de generación (jóvenes).

D. El Jesús histórico como fuente de vida y esperanza para el


mundo
La búsqueda del Jesús histórico en Europa y EEUU tiene –como ya dijimos
más arriba – como contexto fundamental el diálogo con la modernidad y la post-mo-
dernidad (que no es sino la crisis de la modernidad). Nuestra búsqueda, por el con-
trario, tiene como contexto histórico fundamental los procesos y movimientos socia-
les de liberación. Hoy nuestro movimiento bíblico se desarrolla sobre todo en los
movimientos campesinos, urbanos, movimientos de mujeres y jóvenes, movimien-
tos culturales y ecológicos, y muchos otros. Buscamos reconstruir el Jesús de la his-
toria desde el Tercer Mundo y desde los pobres y excluidos. Esto determina nuestra
opción hermenéutica en la búsqueda del Jesús de la historia. Por “Tercer Mundo”
entendemos los pueblos, culturas y religiones de Asia, Oceanía, África y América
latina y el mundo de los pobres en el Primer Mundo. El cristianismo llegó a estos
continentes, desde el siglo 16 hacia delante, con la expansión del colonialismo eu-
ropeo. Nuestra búsqueda del Jesús de la historia busca romper con este contexto co-
lonial eurocéntrico e intenta pensar al Jesús de la historia en diálogo con los pue-
blos, culturas y religiones del Tercer Mundo. Es una búsqueda “desde el sur”, que
cada día afirma más claramente su identidad. En un horizonte mayor, y en la línea
de lo que hemos dicho, podríamos decir que el Jesús de la historia, y la interpreta-
ción del los cuatro Evangelios desde el Jesús de la historia, no solo es memoria, cre-
38 PABLO RICHARD, La fuerza espiritual del Jesús de la historia

do y canon para un reforma de la Iglesia, sino para un cuestionamiento de toda la así


llamada “civilización cristiana occidental”, civilización construida sobre el modelo
de cristiandad constantiniana. El Jesús de la historia es la referencia fundamental pa-
ra la reconstrucción de una alternativa, que manifieste claramente que no estamos
viviendo “un choque de civilizaciones” (entre la civilización cristiana y el Islam.
Cfr. Huntington: “Choque de civilizaciones”) sino que estamos viviendo la crisis fi-
nal de la civilización cristiana occidental. Una alternativa es posible desde el Ter-
cer Mundo y con la inspiración de vida del Jesús histórico y de los cuatro Evange-
lios. El futuro del cristianismo no está asegurado por la relación constantiniana Igle-
sia-Poder, sino por la relación Evangelio-Vida. La alternativa a este crisis es la cons-
trucción de un mundo “donde haya vida para todos y todas en armonía con la natu-
raleza”. Es muy importante constatar que la crisis de la civilización cristiana occi-
dental se da especialmente en la crisis del cristianismo en el contexto de una radical
secularización en el Primer Mundo (Europa y Estados Unidos). Europa niega la
identidad cristiana de sus orígenes dada la crisis irreversible de la civilización cris-
tiana occidental. Es una crisis que ya significa un fracaso, especialmente después de
la guerra contra Irak. En el sur, sin embargo, se vive un proceso realmente antagó-
nico. Aquí vivimos más bien el auge del cristianismo y de las grandes religiones, que
son en general religiones del Tercer Mundo. Por eso el futuro del cristianismo no es-
tá ligado a la reconstrucción de una civilización cristiana o la construcción de una
nueva cristiandad, sino al diálogo inter-religioso, cuyo objetivo es salvar la vida de
la humanidad y la vida de la tierra y del agua en nuestro planeta. En síntesis: en el
norte crisis de la civilización cristiana occidental. En el sur diálogo inter-religioso
para la vida del mundo.
En este diálogo inter-religiso la tradición del Jesús histórico será fundamen-
tal. Nuestra referencia tendrá que ser el Jesús histórico y no tanto el Jesús dogmáti-
co construido en los cuatro primeros concilios en el corazón de la cristiandad cons-
tantiniana de los siglos IV y V.
Una ejemplo para entender la importancia del Jesús histórico, lo podemos to-
mar del Evangelio de Marcos que relata la tradición ciertamente histórica del “se-
creto mesiánico”. Esta tradición pertenece ciertamente al Jesús de la historia. El sen-
tido del “secreto mesiánico”, es que Jesús no quiere ser el centro de su actividad, si-
no quiere que el centro de todo sea el Reino de Dios. Son los demonios los que iden-
tifican a Jesús como Mesías. Jesús los manda callar. El Reino en todos los sinópti-
cos se identifica con la vida del pueblo pobre (el Reino llega cuando los enfermos
son sanados de sus enfermedades y los demonios son expulsados). También hoy en
el diálogo con las religiones debemos mantener el secreto mesiánico, y tomar como
referencia fundamental el Reino de Dios. Superar el cristo-centrismo, propio de la
teología posterior al Jesús de la historia, y dialogar sobre la vida en el Tercer Mun-
do como voluntad de Dios. Desde el punto de partida del “secreto mesiánico” no po-
demos partir de un cristo-centrismo sino de un biocentrismo, en la perspectiva del
Reino de Dios. Los temas “teológicos” en el diálogo inter-religioso serán los proble-
mas relativos a la justicia y la paz, al hambre y la destrucción de la naturaleza, y
otros temas semejantes sobre la vida y la muerte en el mundo. Todo esto nos ilustra,
sobre todo en el Tercer Mundo, sobre la fuerza espiritual de la tradición del Jesús de
la historia y de los cuatro Evangelios, para la defensa de la vida en diálogo con las
religiones.
REVISTA DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA LATINOAMERICANA, No. 47 39

En contraste con la modernidad, en los movimientos de liberación en el Ter-


cer Mundo tiene una gran importancia la dimensión espiritual y religiosa. Por eso el
Jesús de la historia tiene un significado histórico, no solamente para la reforma de
la Iglesia, sino también para los pobres y excluidos, sobre todo en el Tercer Mundo,
sedientos de vida y esperanza. Nosotros no tenemos mucha dificultad para interpre-
tar los milagros y los exorcismos como signos concretos de la llegada del Reino de
Dios, puesto que en el Tercer Mundo el milagro es algo cotidiano, especialmente en-
tre los pobres que viven de milagro. El Reino de Dios predicado por el Jesús de la
historia, es la esperanza y la utopía de vida de los pobres y excluidos. Nuestra op-
ción hermenéutica es en este sentido la opción preferencial por los pobres. La bús-
queda del Jesús de la historia, y nuestra interpretación de los cuatro Evangelios des-
de este Jesús de la historia, es un signo de esperanza, no sólo para la Iglesia, sino
para el mundo entero. fin

Bibliografía (no es completa, sino sugestiva de algunos temas)


Boff, Leonardo, Jesucristo, liberador, Madrid, Ed. Cristiandad, 1981 (Jesucristo y la libera-
ción del hombre)
Bravo G., Carlos, Jesús, hombre en conflicto - El relato de Marcos en América Latina, San-
tander, Sal Térrea, 1986
Cardenal, Ernesto, El Evangelio en Solentiname, Costa Rica, DEI, 1979 (vol.1+2)
Comblin, José, Jesús de Nazareth - Meditación sobre la vida y acción humana de Jesús, San-
tander, Sal Terrae, 1979
Dri, Rubén, La utopía de Jesús, México, Ediciones Nuevomar, 1984
Echegaray, Hugo, La práctica de Jesús, Lima, CEP, 1980
Gutiérrez, Gustavo, Teología de la liberación – Perspectivas. Lima, CEP, 7ª edición, 1990
Miranda, José Porfirio, El ser y el mesías, Salamanca, Ed. Sígueme, 1973
Lois, Julio, “Cristología en la Teología de la Liberación”, en Ellacuría/Sobrino, Mysterium
Liberationis - Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, vol.1, Ma-
drid, Trotta, 1990
López Vigil, José Ignacio y María, Un tal Jesús - La Buena Noticia contada al pueblo de
Américalatina, San Salvador, UCA, vol.1+2, 1992
Mesters, Carlos, Con Jesús a contramano en defensa de la vida, Buenos Aires, Centro Bí-
blico Ecuménico, 1995
Richard, Pablo, Apocalipsis - Reconstrucción de la esperanza, San José, DEI, 1994 (republi-
cado en Quito, Caracas y México, traducido al portugués, inglés, alemán, italiano y
francés)
Richard, Pablo, El movimiento de Jesús antes de la Iglesia - Una interpretación liberadora
de los Hechos de los Apóstoles, Santander, Sal Terrae, 2000
Segundo, Juan Luis, El hombre de hoy ante Jesús de Nazareth, Madrid, Ed. Cristiandad,
vol.1-3, 1982 (vea especialmente vol.2/1: “El Jesús histórico de los sinópticos”)
Segundo, Juan Luis, La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazareth, Santander, Sal
Terrae, 1991
Sobrino, Jon, Cristología desde Américalatina – Esbozo, México, Ediciones CRT, 1976
Sobrino, Jon, Jesucristo liberador - Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazareth, Ma-
drid, Ed. Trotta, 1991/1993/1997
40 PABLO RICHARD, La fuerza espiritual del Jesús de la historia

Tepedino, Ana Maria, Las discípulas de Jesús, Madrid, Narcea, 1994

Algunos libros escritos en otros continentes, que han tenido impacto en América Latina:

Aguirre, Rafael, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana - Ensayo de exégesis socio-
lógica del cristianismo primitivo, Estella, Navarra, Ed. Verbo Divino, 1998
Crossan, John Dominic, Jesús, vida de un campesino judío, Barcelona, Crítica, 1994
Käsemann, Ernst, “El problema del Jesús histórico”, en: Ensayos exegéticos, Salamanca, Ed.
Sígueme, 1978
Meier, John P., Un judío marginal - Nueva visión del Jesús histórico, Estella, Navarra, Ed.
Verbo Divino, 1998
Noland, Albert, ¿Quién es este hombre? Jesús, antes del cristianismo, Santander, Sal Terrae,
1981
Sanders, E.P., La figura histórica de Jesús, Estella, Navarra, Ed. Verbo Divino, 2000
Schottroff, Luise e Stegemann, W., Jesús de Nazareth - Esperanza de los pobres, Salaman-
ca, Ed. Sígueme, 1981

Pablo Richard
Apartado postal 389-2070
Sabanilla
San José
Costa Rica
[email protected]

También podría gustarte