Livio Melina, Diagnóstico Sobre La Familia y El Respeto A La Vida
Livio Melina, Diagnóstico Sobre La Familia y El Respeto A La Vida
Livio Melina, Diagnóstico Sobre La Familia y El Respeto A La Vida
Secretaría de Madrid
I. Diagnóstico
1. U N A MI RADA DE FE , UN A GRAN DEZA I NCOMPARABLE
De esta primera consideración sobre la nueva evangelización emerge una sencilla
aplicación metodológica al acercarnos al tema candente de la vida humana y la familia. Se
trata de un presupuesto básico muy iluminador: es imposible hacer un diagnóstico a base
de una simple acumulación de datos; es necesario tener una idea previa de salud, de una
cierta perfección humana.
El motivo es muy claro. Las verdades implicadas en la vida humana y la familia no son un
conjunto de funciones biológicas o sociales, sino que incluyen ante todo y por sí mismas un
sentido humano. Quererlas valorar fuera de éste conduce necesariamente a su desprecio.
Cualquier diagnóstico social en torno a la familia y la vida humana en vista de la
evangelización debe partir de una mirada de fe. Es ésta la que nos permite una comprensión
más profunda de la realidad, sin falsificar ninguno de los datos objetivos que la ciencia
humana nos ofrece. Con esta advertencia no procedemos a un vacío epistemológico, sino
por el contrario, nos estamos apoyando en un principio de conocimiento adecuado al objeto
implicado, que en nuestro caso es el amor. La verdad de la vida y la familia no se puede
comprender fuera de un amor que es el que mueve a las personas a transmitir la vida o a
entregarla. Dicha verdad se comprende sòlo desde una vocación al amor que le da su
auténtica dimensión humana.
Por consiguiente, nuestro análisis debe centrarse en el modo específico que el hombre tiene
de amar. Es así como se puede hablar en verdad de una “vida digna” y de una familia
“humana” y no desde otros parámetros ya sean biológicos o colectivistas. En este sentido se
comprenden las palabras del Papa: “la mejor defensa de Dios y del hombre consiste
precisamente en el amor”2.
Baste por ahora dos apuntes acerca de las bases fundamentales innegociables que, además,
están llenas de luz. Es imposible comprender que la “vida es siempre un bien”3, si no la
descubrimos en primer lugar como un don de Dios4. Uno de los aspectos más importantes de
la cultura occidental fue la ruptura radical que impuso el Imperio Romano respecto de los
sacrificios humanos, en especial de los primogénitos, que fueron todavía comunes entre los
fenicios y cartaginenses5.
Tampoco es posible defender la integridad del matrimonio, sin aceptar el don de sí que
conlleva una plenitud de libertad abierta a un campo de trascendencia. La Revelación en
este punto es verdaderamente magnífica. El Génesis sentencia: “dejará a su padre y a su
madre se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Gen 2,24). Al unir en un mismo designio
el matrimonio y la familia, el texto sagrado considera ambas realidades como una tarea de
2
BENEDICTO XVI, C.Enc. Deus caritas est, n. 31.
3
JUAN PABLO II, C.Enc. Evangelium vitae, n. 31.
4
J.J. PÉREZ-SOBA DIEZ DEL CORRAL, “La vita personale: fra il dono e la donazione”, en L. MELINA –E. SGRECCIA –S. KAMPOWSKI
(eds.), Lo splendore della vita: Vangelo scienza ed etica. Prospettive della bioetica a dieci anni da Evangelium vitae, Libreria Editrice
Vaticana, Città del Vaticano 2006, 127-141.
5
Cfr. G.K. CHESTERTON, El hombre eterno, en Obras Completas, I, Plaza y Janés, Barcelona 1952, 1554-1568.
6
Cfr. J.J. PÉREZ-SOBA DIEZ DEL CORRAL, El corazón de la familia, Facultad de Teología “San Dámaso”, Madrid 2004, 35-38.
7
Destaca sabiamente este hecho: A. ROUCO VARELA, Carta pastoral La familia: vida y esperanza para la humanidad (15-VI-2008),
2, b.
8
Cfr. S. MITCHELL, Can Love Last? The Fate of Romance over Time, Norton & Company, New York 2002.
9
M.C. D’ARCY, The Mind and Heart of Love. Lion and Unicorn a Study in Eros and Agape, Faber and Faber Limited, London 21954,
194.
10
Es muy interesante al respecto el lúcido análisis de: J. LEAR, Love and its Place in Nature. A Philosophical Interpretation of
Freudian Psychoanalysis, The Noonday Press, New York 1991.
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AULA MAGNA Diagnóstico sobre la familia y el respeto a la vida en la sociedad actual
11
Cfr. el número especial de: Anthropotes 20/2 (2004) esta todo él dedicado a: “Evangelizzare nella cultura del pansessualismo”.
12
Tal como lo explica: JUAN PABLO II, Hombre y mujer lo creó, Cat. 5 y 6, Ediciones Cristiandad, Madrid 2000, 78-86.
mensajes (como si todo valiera lo mismo) y el cinismo ante las convicciones (mediante el
desprecio de la excelencia como si fuera una discriminación).
Por eso mismo, si bien no se puede negar el crecimiento de un cierto respeto a la vida en
muchas de sus manifestaciones (el rechazo general de la violencia física y la pena de
muerte, el cuidado de la salud, y la ayuda a los necesitados), es manifiesto que se pierde la
claridad de su aspecto trascendente. La valoración última de la propia vida se apoya en una
valoración subjetiva, débil en cuanto dependiente de los estados de ánimo, y queda a
merced de lo “socialmente correcto”, envuelto en equilibrios inestables. Todo ello se
extiende en enormes proporciones por el impacto producido por los medios de
comunicación social.
Por todo ello, el problema de transmisión de la verdad de la vida humana y de la familia
propio de la evangelización, no es directamente una cuestión de ideas, sino de los
significados que hacen vivir a los hombres. Es preciso percibirlos en profundidad. Sólo así
la novedad de su grandeza los convierte en buena noticia, a diferencia de otras
“novedades” que no construyen nada. Por eso, ante esta posición de ambigüedad genérica
de los términos fundamentales que termina en una interpretación privatizadora de los
mismos, la terapia ética que se ha propuesto es la comprensión profunda del valor de una
tradición viva, que no sólo es una transmisión de conceptos, sino que se realiza en una
profunda interrelación de las personas en referencia a comunidades creativas13.
La opción de fundarse en una tradición particular no nos hace, a los cristianos,
incompresibles o ajenos a las realidades que mueven nuestro mundo. Al contrario, dicha
opción nos permite la auténtica inculturación, que consiste en percibir las semillas de Dios
que deben dar fruto abundante, pero mezclado con una cizaña que tantas veces oculta el
trigo. La gran aportación del cristiano a la cultura actual es la de saber construir una cultura
nueva. Es así como Juan Pablo II ha insistido en una “cultura de la vida” y una “cultura de
la familia”.
13
Es revelador de esta situación la propuesta moral de: A. MACINTYRE, Three Rival Versions of Moral Enquiry: encyclopaedia,
genealogy, and tradition, Duckworth, London 1990.
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AULA MAGNA Diagnóstico sobre la familia y el respeto a la vida en la sociedad actual
finalmente de la gran tolerancia del sistema que permite la existencia de tal “opinión
marginal”.
Este proceso social ha sido aplicado una y otra vez de forma sistemática en tantos países
para la extensión del aborto, y después, para la aceptación de los denominados “modelos
de familia”. Todo ello se ha hecho en vista de formar una sociedad en la que cada uno
pueda vivir como quiera, sin otros límites morales que una débil y ambigua “corrección”
que queda al fin y al cabo en manos de los poderosos.
El marco general de comprensión de la realidad social que hemos esbozado tiene un
impacto enorme en el modo de entender la vida como si fuera una decisión privada,
gobernada por un derecho centrado en la libertad individual. Así ocurrió con la
reivindicación abortista del “free choice”, y en la actual pretensión de legitimar la eutanasia
desde una aplicación radical del denominado “principio de autonomía”14. A ello hay que
añadir la terrible debilidad inherente a la “privatización del matrimonio”, por la
comprensión esquizofrénica de su eticidad separada de cualquier sentido de “bien común”
de la sociedad15.
II. Terapia
5. C OMO EN LA P RI MERA E VANGELI ZACI ÓN
Hasta aquí nuestro breve análisis a modo de diagnóstico sintomático. Pasemos ahora a la
consideración de la integridad humana, la verdad del hombre que está en juego para poder
comprender la enfermedad humana presente en la cultura actual. Resulta significativo que
el primer cristianismo fue proféticamente consciente de la argucia escondida bajo la
propuesta social del “politeísmo”. Jamás quiso presentarse como “una religión más”, y
comprendía que lo peor que le podía ocurrir es que su presencia se interpretase de este
modo. Si fuera asì, su pretensión se reduciría a introducir en el nutrido panteón romano
una efigie más, la del dios llamado Jesucristo. Por eso mismo, en el diálogo con el mundo
de su época el cristianismo apuntó hacia otra realidad: hacia la verdad de Dios que los
filósofos habían intuido, un logos filosófico que, de forma muy diversa a las religiones de la
época, propugnaba un fuerte valor de universalidad. No se resignó a ser una tradición
religiosa asimilable sin más trabajo, sino que quiso exigir la búsqueda de una verdad que
une a todos los hombres en lo más grande, y pedir una conversión que sólo podía provenir
de una fe que contenía una verdad novedosa. Este es el punto central del discurso de
Benedicto XVI en Ratisbona16. Es esencial para comprender la posición de la Iglesia en torno
a la familia y la vida.
14
Según la conocida propuesta de: T. BEAUCHAMP –J. CHILDRESS, Principles of Biomedical Ethics, Oxford University Press, New
York, 2001 (1ª ed. 1979).
15
Sirva como reflexión para este punto: C. CAFFARRA, Familia e bene comune, Prolusione per l’Inaugurazione dell’Anno
Académico 1006-2007 del P.I. Giovanni Paolo II, Città del Vaticano 2006.
16
Algo que destaca ya en el judaísmo de la época helenística: cfr. BENEDICTO XVI, Discurso a la Universidad de Ratisbona (13-
IX-2006): “De este modo, a pesar de toda la dureza del desacuerdo con los soberanos helenísticos, que querían obtener con la
fuerza la adecuación al estilo de vida griego y a su culto idolátrico, la fe bíblica, durante la época helenística, salía interiormente al
encuentro de lo mejor del pensamiento griego”.
Posiblemente, esta exigencia de un diálogo que no busca en primer lugar convencer, cuanto
convertir a una grandeza, sea en nuestros días todavía más urgente. No podemos dejar de
asombrarnos ante el panorama de una sociedad que acepta sin apenas rechazo modos de
manipulación terribles que afectan a puntos neurálgicos para la vida humana, como es el
caso extremo de la biotecnología que anuncia el nacimiento de “un nuevo hombre”: “Hijos
mejores, de prestaciones superiores, con cuerpos más jóvenes y bellos, con mentes más
agudas y almas más felices”17. Esta situación de pasividad se asemeja a la de un enfermo
anestesiado que, reposando plácidamente en su sueño, no es consciente de la grave
operación de la que es sujeto.
Una perspectiva básica para nuestro diagnóstico completo que explica esta falta de reacción
es la del sujeto moral ante el que nos hallamos18. Esto es, la personalidad moral que el hombre
construye en sí mismo, mediante una conformación en estrecha dependencia con el modo
de educación moral que ha recibido. Es así como podemos calificar la enfermedad moral
del hombre de nuestros días como emotivismo. Nos hallamos ante un verdadero
“analfabetismo afectivo” de gravísimas consecuencias. El joven no es capaz de leer en sus
afectos la verdad de su vida y, en consecuencia, dejan de ser la promesa de un plenitud
para convertirse en un principio de debilidad. Todo queda reducido a un modo de
interpretación en el que se prima de tal modo la simple intensidad emotiva que se dificulta
enormemente el establecimiento de relaciones personales profundas. Son los denominados
“amores líquidos”, acomodaticios y veloces.
Por consiguiente, la tarea terapéutica que se nos abre no puede consistir simplemente en
unir exteriormente los miembros fracturados, sino regenerar al sujeto y dotarlo de vitalidad
suficiente para descubrir el sentido profundo de su vida en cuanto humana. Esto es,
renovar su capacidad de construir una comunión de personas cuyo referente primero es la
familia.
Para ello, no podemos perder de vista la verdad integral del hombre, más allá del secularismo
y del dualismo espiritualista o materialista. En todo caso, hay que superar cualquier resto
que nos quede de considerar los temas de familia y vida, como los propios de una moral
privada. La no comprensión de las consecuencias sociales de la marginación en estos temas
ha sido uno de los motivos principales para la extensión de leyes permisivas que han
quebrado el valor absoluto que hacìa relevantes socialmente el valor sagrado de la vida
humana y la familia.
Por el contrario, hay que proclamar con firmeza que la defensa de la familia es de una
fecundidad social desconcertante. Los datos sociológicos realizados en las situaciones de
extrema pobreza, como son las favelas de Salvador de Bahìa en Brasil, son concluyentes:
donde se potencia una familia con lazos fuertes, las personas salen de la pobreza, porque
tienen un futuro, porque se sienten llamados a una tarea más grande, y se les puede
transmitir el sentido real por el que vivir.
17
Cfr. L. KASS, Beyond Therapy. Biotechnology and the Pursuit of Hapiness. A Report by the President’s Council of Bioethics,
Regan Books –Harper Collins, New York 2003, 274-310.
18
Seguimos con ello, el penetrante análisis de: G. ABBÀ, Quale impostazione per la filosofia morale?, LAS, Roma 1996.
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AULA MAGNA Diagnóstico sobre la familia y el respeto a la vida en la sociedad actual
19
Cfr. JUAN PABLO II, C.Enc. Redemptor hominis, n. 14.
20
JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza & Janés, Barcelona 1994, 132.
21
Tal como lo presenta: BENEDICTO XVI, C.Enc. Deus caritas est, n. 2: “Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados
[del término amor] destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen
inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en
comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor”.
22
BENEDICTO XVI, Discurso al P.I. Juan Pablo II (11-V-2006).
La pérdida que se produjo, por una visión racionalista del mismo Credo católico, del
sentido sacramental del amor y la vida23, nos debe hacer conscientes de que esta
“grandeza” no se puede dar por supuesta en la actualidad. Es desconocida por muchos
cristianos y de aquí la profunda división entre la fe y la vida, que no les permite interpretar
sus experiencias más básicas, en las que Dios les llama al amor. Cuando el Evangelio que se
les predica se interpreta sólo a modo de genéricas intenciones bondadosas, y no ilumina
aquello por lo que los hombres viven: su familia y su trabajo. El Evangelio mismo se vuelve
superfluo o, como mucho, un asunto que podría servir a personas con una especial
inclinación hacia lo espiritual, pero que es del todo irrelevante para lo esencial de la vida
cotidiana.
La insistencia de Juan Pablo II en construir una “cultura de la vida” y “de la familia”,
obedecía precisamente a la convicción de que “el bien es comunicable”24, y que la grandeza
del cristianismo muestra su propia verdad en la medida en que genera una nueva cultura
por la que el hombre crece y transforma aquello que obra.
23
El primer intento de recuperación es el que hace: M. SCHEEBEN, Los misterios del cristianismo, Herder, Barcelona 1960.
24
Tal como lo recuerda en: JUAN PABLO II, Carta a las familias, n. 19.
25
Para ello cfr. el análisis de: M. SCHELER, “Die christliche Moral und das Ressentiment”, in Das Ressentiment im Aufbau der
Moralen, in Gesammelte Werke. Band 3: Vom umsturz der Werte, Francke Verlag, Bern 1955, 70-95.
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AULA MAGNA Diagnóstico sobre la familia y el respeto a la vida en la sociedad actual
“para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte (…) y libertar a cuantos, por temor
a la muerte, andaban por la vida como esclavos” (Hb 2,14-15).
Es imposible evangelizar, hablar de amor cristiano como fuente de vida, sin descubrir cómo
su sentido se funda en un amor que la regenera en la esperanza26. La seguridad que ha de
transmitir el mensaje cristiano, la convicción inconmovible en la que se basa, nace de haber
experimentado hasta el fondo un Amor capaz de vencer todas las debilidades humanas,
incluidos el dolor y la muerte. No consiste pues en un argumento, sino en una grandeza
manifiesta, a la que sólo se accede por medio del testimonio personal de quien la ha
experimentado. De aquí procede el reconocimiento de la dignidad humana en el testimonio
incontrovertible de los mártires que proclaman con su sacrificio el valor sagrado de la vida:
“A través de toda la historia humana los mártires representan la verdadera apología del
hombre y demuestran que la criatura humana no es un fallo del Creador, sino que, aún con
todos los aspectos negativos que se han verificado en la historia, el Creador ilumina
realmente al hombre. En el testimonio hasta la muerte, se demuestra la fuerza de la vida y del
amor divino. Así precisamente los mártires nos indican al mismo tiempo el camino para
comprender a Cristo y para entender qué significa ser hombre”27.
Se hace evidente la importancia decisiva de la presencia del perdón en los dos ámbitos
humanos que estamos analizando. La afirmación cristiana del perdón parte de una potencia
realmente divina, porque no pone nunca más límite a su ofrecimiento que el hecho de ser
recibido. Tal medida por encima de la capacidad humana devuelve una esperanza envuelta
en una “gracia que vale más que la vida” (Sal 63,4). El perdón es más que una compasión,
porque no sólo comparte el padecimiento, sino que regenera la persona. Por esta dimensión
que apunta siempre a un futuro, nunca se exagerará acerca de lo imprescindible que es el
perdón en la vida familiar, una convivencia, además, que es el analogado primero para el
ofrecimiento del perdón. En nuestra sociedad teñida de un individualismo sostenido por la
sola justicia, tal vez, es la misericordia la realidad más difícil de enseñar y gustar, a pesar de
ser lo que más desea el hombre28 y su falta es un principio de debilidad en toda convivencia.
En particular, el perdón entre los esposos significa la posibilidad de experimentar un amor
que no pasa nunca, (1 Co 13,8), que puede siempre superar las deficiencias de un amor
esponsal débil y amenazado. Esta es la razón más profunda de la indisolubilidad que
reconoce el cristianismo a la alianza matrimonial y que tiene que ver con la presencia
regeneradora del amor de Cristo en el amor humano29.
En la Cruz se nos revela el amor más fuerte que el dolor y la muerte, más allá de las
capacidades humanas, pero con una certeza que no admite duda. En el centro mismo de la
vulnerabilidad del hombre, aparece, por el don de Dios, una fuente de vida en la que el
hombre experimenta la eternidad. Se aclara de forma definitiva en qué consiste la dignidad
26
Es el contenido principal de: BENEDICTO XVI, C.Enc. Spe salvi.
27
J. RATZINGER, “Il rinnovamento della teologia morale: prospettive del Vaticano II e di Veritatis splendor”, en L. MELINA –J.
NORIEGA (eds.), “Camminare nella luce”. Prospettive della teologia morale a partire da Veritatis splendor, Lateran University
Press, Roma 2004, 45.
28
Así lo argumentaba: JUAN PABLO II, C.Enc. Dives in misericordia.
29
Cfr. L. MELINA, “Il perdono, che rigenera la persona e la coppia”, en ID., Per una cultura della famiglia. Il linguaggio
dell’amore, Marcianum Press, Venezia 2006, 30-44.
8. U N TI EMPO FAVORABLE
“La mies es mucha, pero los obreros son pocos” (Mt 9,37). Esta exclamación del corazón de
Cristo es ante todo una invitación a la oración y, por ello, una comunicación de esperanza. “El
campo está ya blanco para la siega” (Jn 4,35), todo parte de mantener la mirada en la mies que
es abundante, no por el juicio práctico de que hay mucho por hacer, que lleva tal vez al
desánimo de pensar que es demasiado, sino para reconocer que Dios ha preparado el campo
previamente, ha esparcido sus semillas y dispuesto la tierra. Nuestro análisis, que es una
mirada de fe, no puede sino terminar reconociendo que el tiempo es favorable, un auténtico
tiempo de gracia. No es esta una afirmación voluntarista; hay signos relevantes que han de
constituir una auténtica llamada a trabajar en la viña del Señor. La misma grandeza que hemos
podido contemplar desde el plan de Dios, nos permite determinar esos signos en medio de la
ambigüedad ambiental.
Respecto de la defensa de la vida humana, es muy significativo el nacimiento y expansión
irrefrenable de la bioética. Se trata del primer resurgir de la ética en un ámbito público. Es cierto
que ha nacido entre muchas sombras y que en su origen se reconoce la intención de algunos
autores de romper con la tradición deontológica médica de raíz hipocrática. Pero es, desde
cualquier punto de vista, un “areópago” privilegiado para el cristiano, un lugar para transmitir
la belleza de una cultura de la vida centrada en el sentido de vivir. Se trata de responder a la
necesidad de un testimonio clamoroso de la dignidad auténtica de la vida humana, que no
puede reducirse a una mera “certificación de calidad”, conscientes del inmenso impacto social
que esto implica, muy por encima de cualquier efectividad inmediata.
Por otra parte, en todo el mundo occidental se aprecia, por el empuje interno del “invierno
demográfico”, una importante recuperación del papel de la familia el debate político. Ningún
político puede presentar un programa de gobierno que no incluya la familia y la educación
como partes significativas, en vez de ser las grandes ausentes, como hace pocos años. Las
“políticas familiares” se han hecho indispensables para el buen funcionamiento de la sociedad.
Se plantea, desde luego, desde una medida ambigüedad teñida por la “ideología de género”,
que reclama la equivalencia de cualquier modelo de familia y pretender hacer electiva
cualquier orientación sexual. Sin duda, se aplican aquí todos los recursos para una
“experimentación social” que manipula la información y las personas. Hemos de ser
conscientes de la clara primacía que ha conquistado tal ideología en los acuerdos
internacionales, pero también que es un campo decisivo de diálogo en la medida en que
sepamos desenmascarar la profunda inhumanidad de la propuesta de género. El primer paso
para cualquier política familiar es dejar que la familia sea ella misma, reconocerla como sujeto
social de importancia decisiva30. El cristiano debe saber aquí proponer medidas sabias en un
aspecto tan fundamental que afecta a la inmensa mayoría de la población, como ocurre con la
30
Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Inst. La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, n. 137: “consiste en
dos elementos muy sencillos: saber reconocer la identidad propia de la familia y aceptar efectivamente su papel de sujeto social”.
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AULA MAGNA Diagnóstico sobre la familia y el respeto a la vida en la sociedad actual
vivienda, la conciliación con el trabajo y la educación de los hijos. Son problemas que no tienen
los pretendidos “matrimonios homosexuales”, simplemente por el hecho de no ser una
verdadera familia.
Por último, existe una conciencia creciente de la necesidad de ofrecer una ayuda afectiva a las
personas para alcanzar su plenitud personal. Incluso los partidarios de la “teoría del género”
se ven en la obligación de exclamar como Giddens: “Me había prometido ocuparme sòlo del
sexo y me he encontrado escribiendo sobre el amor”31. Los afectos comienzan a contar de
nuevo en el mundo público y en relación a todas las actividades humanas como lo comprueba
el éxito clamoroso de la inteligencia emocional de Goleman32. En tantos foros, el amor comienza a
reivindicarse como un principio de superación de los dualismos racionalistas. Como dice Luce
Irigaray sobre la unidad personal que obra el amor: “Allí donde la humanidad creía haber
concluido su recorrido, aceptando estar escindida en dos, se abre el espacio a su creación más
decisiva (…) Se hace una carne, que llega a ser ella misma palabra”33. Es el momento de
mostrar hasta qué punto los cristianos somos “expertos en el amor” y nuestra misión es
“enseñar a amar”.
No es un campo fácil, todo lo contrario; pero ciertamente se ha roto una indiferencia social
paralizante y la vida y la familia son ahora ámbitos en los que existe una sensibilidad especial
que los cristianos hemos de percibir como una llamada urgente a incidir positivamente en
nuestra sociedad moralmente enferma.
Ante todo, hemos de tener presentes las primeras palabras que Dios pronuncia sobre el
hombre: “no es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2,18). Es necesario ofrecer una ayuda a la
persona concreta para que sepa reconocer el sentido de su vida como un don que admirar,
para que sea capaz de recrear el canto gozoso de amor ante la persona con la que contraer
matrimonio, para que agradezca a Dios el don de un “hijo que se ha recibido” (Gen 4,1; cfr. Is
9,5), y para entender que ser acompañado en la muerte es descubrir el sentido de morir por
amor.
En particular, como buenos samaritanos, hemos de acercarnos a las verdaderas víctimas de
esta situación, que nuestra sociedad farisaica ignora totalmente. A tantas mujeres que han
caído en la tragedia de abortar, a los hijos de matrimonios separados, a las personas
abandonadas injustamente, a veces por una larga enfermedad. Hemos de ofrecerles el aceite de
la caridad que cure sus heridas.
En verdad, se trata de una pastoral articulada, cercana, progresiva, no sectorial, sino de
profunda comunión eclesial34. Una tarea que necesita “muchos obreros”, ciertamente
preparados y formados para esta hermosa tarea, pero, sobre todo, fascinados por la belleza de
esa grandeza que nos ha seducido en el seguimiento de Cristo y conscientes del don de su
misericordia.
31
A. GIDDENS, La trasformazione dell’intimità. Sessualità, amore ed erotismo nelle società moderne, Il Mulino, Bologna 2005, 7.
32
Cfr. D. GOLEMAN, Inteligencia emocional, Kairós, Barcelona 241998.
33
L. IRIGARAY, La via dell’amore, Bollati Boringhieri, Torino 2008, 13.
34
Cfr. A. ROUCO VARELA, Carta pastoral La familia: vida y esperanza para la humanidad, 4, b: “En este campo d la pastoral
matrimonial es esencial la cooperación franca y decidida entre los presbíteros y los matrimonios. Es ejemplar la unión pastoral que
se estableció entre Pablo y el matrimonio de Aquila y Priscila; en ella tenemos un modelo a seguir de la fecundidad de esta
coordinación de carismas en una misma misión”.