Memoria, Escritura, Identidad Nacional: Eugenio María de Hostos

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María Caballero Wangüemert

MEMORIA, ESCRITURA,
IDENTIDAD NACIONAL:
EUGENIO MARÍA DE HOSTOS

CUADERNOS DE AMÉRICA SIN NOMBRE


Memoria, Escritura,
Identidad Nacional:
Eugenio María de HOSTOS
María Caballero Wangüemert

Memoria, Escritura,
Identidad Nacional:
Eugenio María de HOSTOS

Prólogo de
José Carlos Rovira

Cuadernos de América sin nombre


Cuadernos de América sin nombre
dirigidos por José Carlos Rovira
N°12
COMITÉ CIENTÍFICO: Ramiro Muñoz Haedo
Carmen Alemany Bay María Águeda Méndez
Miguel Ángel Auladell Pérez Pedro Mendiola Oflate
Beatriz Aracil Varón Francisco Javier Mora Contreras
Eduardo Becerra Grande Nelson Osorio Tejeda
Teodosio Fernández Rodríguez Ángel Luis Prieto de Paula
Virginia Gil Amate José Rovira Collado
Aurelio González Pérez Enrique Rubio Cremades
Rosa M* Grillo Francisco Tovar Blanco
Ramón Lloréns García Eva Ma Valero Juan
Remedios Mataix Azuar Abel Villaverde Pérez

El trabajo está integrado en las actividades de la Unidad de Investigación de la


Universidad de Alicante «Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en el
siglo XX hispanoamericano» y en el proyecto «Creación de un Corpus textual sobre
recuperaciones del mundo precolombino y colonial en los siglos XIX y XX hispanoa-
mericanos y edición digital de los textos sobre el argumento» (MECD, BFF2002-
01058).

Los cuadernos de América sin nombre están asociados al Centro de Estudios Iberoa-
mericanos Mario Benedetti.

Imagen: Óleo sobre madera de Hostos, pintado por Francisco Oller. Museo de la
Universidad de Puerto Rico.

© María Caballero Wangüemert

I.S.B.N.: 84-7908-828-1
Depósito Legal: MU-2016-2005

Fotocomposición e impresión: Compobell, S.L. Murcia


r

índice

Prólogo 15
Reconocimientos 19
Introducción 21

Memoria, escritura e identidad nacional en la Hispa-


noamérica del siglo XIX 21
Lecturas hostosianas 27

1. Hostos: el mesianismo romántico 37

1.1. La focalización del yo en la "Memoria" de 1874:


la autobiografía 37

7
1.2. La biografía de un futuro líder 45
1.2.1. Breve itinerario vital 45
1.2.2. Contextos sociopolíticos: España y las Antillas 50
—El antillanismo y la confederación antillana 55
—Los vaivenes del abolicionismo 58
—Del lado de acá: la metrópoli y sus avatares durante
el siglo XIX 60
1.2.3. Contextos ideológicos: kantismo y neokantis-
mo, krausismo, positivismo 63
1.2.4. Contexto literario: nace una literatura en Puerto
Rico. La metrópoli, entre Romanticismo y Realismo . 69

2. La biografía textual: el "Diario" y el "Epistolario". .. 77

2.1. El "Diario" como espejo y punto de partida escri-


tural de "La peregrinación de Bayoán" 77
—La lucha titánica en pro de una moral laica 78
—¿Por qué escribir un diario? La forja del carácter .. 82
—El itinerario ideológico de un intelectual 84

2.2. La gestación de un político en el "Epistolario" . . 88


—La intensificación del titanismo romántico 92
—El ideal político: del autonomismo a la confedera-
ción antillana 95

8
3. "La peregrinación de Bayoán": del diario a la novela . 101

3.1. El paratexto. La poética de los prólogos 104


3.1.1. El prólogo de la primera edición 104
3.1.2. El prólogo de la segunda edición 109
—El nacimiento de un escritor: las escenas narrativas 110
—El deber de ser un hombre lógico, un hombre
completo 115
—El deber de abogar por la libertad 117
—El arte por el arte frente al libro útil: la escritura
como deber y la gloria como poder 119

3.2. El paratexto: la "clave" 121

3.3. Del paratexto al texto: el título como símbolo del


tema 122
3.3.1. La peregrinación como viaje iniciático: del
caos al orden 125
—Imaginación/conciencia 127
—Amor/deber 129
—Valores del mundo/valores propios 131
—La parábola de los dos caminos como alegoría del
viaje iniciático 135
3.3.2. La peregrinación por la naturaleza 138
—La fusión romántica de sentimiento y naturaleza. .. 139

9
—Espacio real versus espacio como proyección de la
mente 143
—Campo (utopía)/ ciudad (corrupción). ¿Civilización?. 145
—El caribeño como viajero: simbología del mar y la
goleta 155
—Las descripciones y su valor simbólico. La dicoto-
mía luz/sombras y su aplicación a personas, aconteci-
mientos y continentes 157
3.3.3. La peregrinación por la historia 167
—El viaje de Colón, un oxymoron. El cuestionamien-
to de la conquista 167
—El viaje a España, "la Madre Patria", un viaje al
sepulcro: "Aquí murió España"... -palabras de Bayoán
frente a Cádiz- 175
3.3.4. La peregrinación como búsqueda de identidad
antillana: colonialismo/liberación 182
—El anciano, memoria y profecía de Bayoán-Hostos.
La Patria a examen 183
—Los nombres de los personajes: una simbología
forzada 189

3.4. Del paratexto al texto 192


3.4.1. El subtítulo y sus implicaciones narratológicas 192
3.4.2. Los modelos literarios: "Werther" y "Ultime
lettere di Jacopo Ortis" 196

10
3.4.3. La historia amorosa como subgénero narrativo
romántico: lógica de las acciones y caracterización de
los personajes 207
3.4.4. ¿Un diario que se transforma en novela o una
novela que retorna a los cauces diarísticos? Del diario
a la tercera persona. De la tercera persona al diario del
editor. Focalización y problemas de inserción en el
texto 219

Conclusiones 225

Bibliografía 235

a) Obras de Eugenio María de Hostos 235


b) Antologías de Eugenio María de Hostos 237
c) Estudios sobre Hostos 238
d) Otros estudios citados 256

11
A quienes me apoyaron en la aventura de la cátedra
PRÓLOGO

A Eugenio María de Hostos lo debió ver Benito Pérez


Galdós hacia 1868 en el Ateneo madrileño. Narra en su epi-
sodio nacional Prim la represión violenta de una manifesta-
ción en la Carrera de San Jerónimo y en la Puerta del Sol, con
muertos y heridos, y horas después a un grupo de jóvenes en
el Ateneo analizando los incidentes, entre ellos "un antillano
llamado Hostos de ideas muy radicales, talentudo y brioso".
Sus discursos en el Ateneo fueron memorables y no es extra-
fio por tanto que Galdós se fíjase en aquel joven impetuoso,
independentista y republicano, que se había afincado en
España para estudiar Derecho. Creo que el primer dato de
Hostos lo obtuve en aquella lectura juvenil de Galdós.
Luego hubo la sorpresa literaria en Puerto Rico de los
veinte volúmenes de su Obra completa que aparecían en los
estantes de la librería del Instituto de Cultura Puertorriqueña,

15
amenazantes, con su largo deambular entre la sociología, la
historia, la política, la jurisprudencia, la literatura.
Algunos años después asistí, como miembro de la comi-
sión que debía juzgar a los candidatos, a un concurso de
Marita Caballero Wangüemert, en donde Eugenio María de
Hostos fue broche de investigación de una ya larga trayecto-
ria de trabajos. Lo más que se puede pedir a un acto adminis-
trativo es que, quien lo protagoniza, no aduerma sino estimule
a los jueces, y eso precisamente me pasó en Sevilla, hace ya
tres años, con su disertación, que básicamente es la que hoy
tiene el lector en sus manos mediante este nuevo Cuaderno de
América sin nombre.
El lector podrá recorrer en estas páginas la producción de
una de las figuras más interesantes del pensamiento antillano.
Nacido en Mayagüez (Puerto Rico) en 1839, y fallecido en
Santo Domingo (República Dominicana) en 1903, su obra
densifica una reflexión que tiene que ver sobre todo con el
proceso de independencias que se realizan en el área a fines
de siglo. La de Puerto Rico, la protagonizada por Hostos, será
una independencia de España condicionada por una nueva
dependencia de los Estados Unidos que Hostos combatirá en
los últimos años de su vida. Pero no es el acontecer histórico
el que determina solamente el enfoque de su figura en este
libro: su producción literaria abundante, desde sus volumino-
sos Diario y Epistolario, condiciona una creación sobresa-
liente en la novela y documento histórico La peregrinación

16
de Bayoán (1863), el texto más antiguo de quien luego deam-
bulará por los caminos de la moral, la pedagogía, el derecho,
la sociología en aras de cumplir la reflexión sobre su proyec-
to histórico antillano.
La autora se ha centrado en la lectura de este primer docu-
mento, resaltando su relación con los diarios del autor, quien
realiza su primera obra desde una posición autobiográfica que
narra el peregrinaje de un americano a España y la iniciación
social y cultural que este viaje le depara. Las fuentes cultura-
les de la obra, los modelos literarios de la misma -el Werther
de Goethe o el Jacopo Ortis de Foseólo entre otros- constru-
yen un camino de tramas recorridas en aras de establecer una
indudable densidad cultural de quien buscó la gloria a través
de este primer escrito autobiográfico y se encontró con la pro-
pia historia personal, enhebrada ya desde entonces a la bús-
queda de una patria y a la acción política para conseguirla. La
peregrinación de Hostos/ Bayoán adquiere la perspectiva de
un "viaje iniciático, travesía del caos al orden en pro de la for-
ja del carácter", y éste viaje es leído instrumentalmente en
sus contraseñas personales y en la formación de ideas tem-
pranas que el autor desarrollará siempre a partir de aquí en
otras facetas de su amplia escritura.
Viaje por la historia en definitiva es el que se nos propone
en las páginas que siguen, una historia de indudable actuali-
dad en la conformación todavía de los dramas y las segurida-
des del Puerto Rico contemporáneo, de las Antillas como

17
proyecto histórico y confederal en el que soñó el autor, a
quien Rufino Blanco Bombona situaba, en grandeza y dimen-
sión, al lado de "su hermano en ideales" José Martí.
Agradezco a Marita Caballero el que nos haya entregado
su libro para estos cuadernos, que pretenden también el res-
cate de figuras cuyo tratamiento no ha sido tan frecuente en
nuestra crítica e historiografía literaria. La lectura de este
ensayo sobre Hostos demuestra una lucidez y un rigor que
permiten adentrarnos cómodamente en un episodio america-
no y un autor de largo y seguro aliento.

José Carlos Rovira

18
Reconocimientos

Mi interés por Eugenio María de Hostos le debe mucho a


la propuesta que la editorial Archives me hizo, algunos años
atrás, para coordinar una edición crítica de La peregrinación
de Bayoán. Por aquel entonces, viajaba anualmente a la isla
para impartir un doctorado de literatura puertorriqueña, en el
Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
Ello me permitió contactar con el Centro de Estudios Hosto-
sianos, en la Universidad de Puerto Rico, sin cuya generosa
colaboración este libro no habría visto la luz. Mi agradeci-
miento a Carlos Rojas, Vivian Quiles-Calderín y Julio César
López.

19
INTRODUCCIÓN

Memoria, escritura e identidad nacional en


la Hispanoamérica del siglo XIX

La búsqueda de identidad en la literatura


hispanoamericana parece un dilema imposible de zanjar
que agiganta sus proporciones durante el siglo XIX,
como consecuencia del fenómeno independentista y la
posterior reorganización de lo que hoy son las naciones
que configuran Hispanoamérica'. La unidad postulada
por Bolívar se resquebraja paulatinamente y el
conglomerado nacional, todavía sin cuajar su identidad,
se ve amenazado por el expansionismo de unos Estados
Unidos que tienen a sus espaldas casi un siglo de
existencia. Intelectuales como Francisco Bilbao o Torres
Caicedo avizoran un peligro que andando el tiempo
denunciarán con fuerza Martí, Darío y Rodó.

1
Cfr. Zea, Leopoldo. Descubrimiento e identidad latinoamericana. México,
UNAM, 1990; y Rovira,José Carlos (ed.). Identidad cultural y literatura. Alicante,
Instituto de Cultura Gil Albert y Generalitat, 1992.

21
Los estudios sobre la literatura del siglo XIX hace ya
bastantes años vienen enfocándose hacía la búsqueda de
identidad. La investigación ha sido desigual pero grosso
modo podría decirse que se han ido explorado los textos
de la primera generación romántica del Río de la Plata,
siguiendo las pautas que Echeverría y Sarmiento dejaron
en ellos y que críticos como Juan María Gutiérrez o
Rodó supieron descubrir muy tempranamente, en parte
porque a lo largo del siglo habían venido ventilándose
una y otra vez las mismas cuestiones, a saber, cómo
hacer posible una cultura que le diera fisonomía a los
estados nacionales.
Críticos como Beatriz González Stephan
abordaron en los ochenta la difícil tarea de estudiar las
historias literarias del XIX como imágenes de unidad
nacional. No surgirán hasta la segunda mitad cuando la
relativa estabilización de los jóvenes países lo permita
y serán obra de los liberales que fabricaron una
historiografía literaria para asentar la nacionalidad. Lo
hicieron estableciendo un corpus básico de obras y
autores, jugando con los binomios que transparentaban
las inquietudes de la época y, más en concreto, de su
proyecto histórico: estado-escritura, nación-historia,
pueblo-literatura... Desde mi punto de vista, eso ha
constituido una tercera fase de la revisión crítica

2
En Fundaciones: canon, historia y cultura nacional, luí historiografía literaria del
liberalismo hispanoamemano del siglo XIX. Madrid, Iberoamericana, 2002.

22
llevada a cabo por el siglo XX sobre este asunto de la
identidad literaria. Porque, previamente, una segunda
fase había afectado a la narrativa decimonónica, a esas
«novelas fundacionales» —como denomina Doris
Sommer a los textos que a mediados del XIX lanzan
con fuerza ese género en Hispanoamérica 3—. Desde
ópticas muy diversas —lo rural o lo urbano, el indio o
el negro...— testimonian el mundo americano, más allá
de temáticas amorosas calcadas de los obligados
modelos europeos —Chateaubriand, Saint-Pierre,
Lamartine...—. Si vamos a las fechas de escritura,
comprobaremos que aparecen entre 1850 y 1870, con la
excepción de Sab que Gómez de Avellaneda publicará
en Madrid en 1841. A pesar de que La peregrinación
de Bayoán (1863), de Eugenio María de Hostos, entra
por derecho propio en esos márgenes no ha sido tratada
en el libro de Sommer ni, prácticamente, en ningún
otro de este tipo. Es verdad que les separa una
diferencia esencial y es el hecho colonial de Puerto
Rico. Pero a efectos literarios, esa circunstancia no es
tan diversa a la de otros textos, como Clemencia
(1869), donde Altamirano retrata el México de la
ocupación de Maximiliano a mediados de siglo. En
ambas subyace la búsqueda de identidad nacional que
no contradice la americana.

3
Cfr. Sommer, Doris. Fotmclational Fktions. The National Romances of Latín
America. Berkeley, University of California Press, 1993.

23
Por otra parte, el cuestionamiento por la identidad en el
siglo de la emancipación no es sino el corolario de la
inquietud que se va generando a lo largo de los tres siglos
de la Colonia, en un continente mestizo que,
inevitablemente, acabará postulando «la conquista del
genio americano» —como dijera Alberdi—. El XIX es un
siglo en el que la originalidad literaria se hace programa
político, bien sea conservador o liberal. Y así es vivido por
muchos de sus intelectuales, hombres públicos
comprometidos en tantos casos con la incipiente historia
nacional. La crítica del siglo XX ha sido muy receptiva a
este asunto que fue abordando en sucesivas calas: la
poesía y los manifiestos fundadores, la narrativa, la
historiografía nacional... Tal vez haya llegado el momento
de recuperar desde esa óptica el corpus de memorias,
autobiografías, diarios, epistolarios..., es decir, esa
literatura personal que explota ahora con fuerza,
condicionada por la peculiar circunstancia nacional. Aquí
se engloba este trabajo, al hilo de la crítica contemporánea
que, en las dos últimas décadas viene rescatando ese tipo
de textos considerados no literarios por la intencionalidad
de la enunciación, para releerlos desde parámetros que
entrelazan identidad personal y destino de la nación.
He seleccionado un autor, el puertorriqueño Eugenio
María de Hostos, y varios de sus escritos entre los que
destaca una novela autobiográfica, La peregrinación de
Bayoán. Los diez años que separan las dos ediciones de
la novela (1863-1873), lanzadas en Madrid y Santiago

24
de Chile respectivamente, configurarán los límites
cronológicos del estudio; en consecuencia, también los
de la lectura del Epistolario —que llegará sólo hasta el
73— y la del Diario que se ceñirá a la etapa europea de
su autor (Madrid 1866-París 1869). Por fin, estudiaré la
Memoria (1874), un texto de circunstancias, breve pero
con todas las características de la autobiografía
Elijo un personaje como Hostos porque reúne
circunstancias que, a mi juicio, lo hacen interesante
como objeto de trabajo:
Como Sarmiento, Echeverría y los hombres de la
Generación del 37 es buen ejemplo de titanismo
romántico: está convencido de que su destino es ser un
gran hombre. La vocación de servicio a la comunidad es
muy clara y persistente en Hostos quien le supeditará
hasta lo más querido, su familia.
Como ellos, es un personaje público, con una activa
intervención en política. Un ser itinerante abocado al exilio
con el subsiguiente desgarro interior y la experiencia de los
grandes viajeros. Conciencia, sentido del deber, galanura
ética... epítetos habituales en la crítica sobre Hostos, se
conjugan con sus objetivos, unos objetivos —
independencia para su isla y confederación de las
Antillas— que sustentan desde dentro la escritura. En ese
sentido, como ellos es también un político incipiente
cuando a sus 24 años publica su única novela. Por fin,
como ambos, es un educador con un profundo sentido
pedagógico heredado de los krausistas españoles.

25
Pero además, hay una circunstancia que no puede
obviarse. Hostos pertenece a una isla que no consiguió
la independencia junto al resto de Hispanoamérica, entre
1810 y 1824 \ Por factores que no vienen al caso, Cuba
y Puerto Rico quedan rezagados. Eso supondrá una
reiteración vital y textual de la experiencia de los
hombres del Río de la Plata, por citar una generación
emblemática cuyos escritos —diarios, memorias,
autobiografías...— están ahí como telón de fondo para
confrontar desde nuestro presente sus vivencias.
Personajes tan dispares generan textos cuyo arranque e
intencionalidad a veces está en las antípodas pero,
curiosamente, con puntos en común: la literatura como
instrumento de identidad de las recién estrenadas
naciones americanas, o de las que están por venir —
como le sucede a Puerto Rico todavía hoy—; como
instrumento vindicativo, en el caso de las múltiples
autobiografías, memorias...; la implicación del hombre
en el medio sociopolítico, una constante de la literatura
hispanoamericana; por fin, el bolivarismo como ideal
siempre frustrado.

4
Cfr. González, Beatriz; Lasarte, Javier; Montaldo, Graciela y Daroqui,
María Julia (comp.). Hspkndoresy mismas delsiglo XIX. Culturay sociedad en América
Latina. Caracas, Monte Avila, 1995.

26
Lecturas hostosianas

Durante muchos años la crítica sobre el


puertorriqueño Eugenio María de Hostos se ha
empeñado en delinear los trazos de un personaje épico,
pedagogo y político itinerante, cuya cruzada en favor de
la independencia y confederación de las Antillas fue
faro de su vida. Esa imagen es el resultado del esfuerzo
bibliográfico plasmado en biografías y antologías, así
como en los primeros estudios sobre al autor y su obra.
En cuanto a las biografías, Antonio S. Pedreira abrió
el camino con su tesis doctoral titulada Hostos,
ciudadano de América publicada en 1932. Al hilo de la
conmemoración del centenario de su nacimiento y la
publicación de las Obras Completas (1939), el
dominicano Juan Bosch elabora y lanza su libro Hostos
el sembrador, una biografía novelada escrita al calor de
la admiración por quien trabajó y vivió en su tierra. No
en vano su autor es ensayista y narrador reconocido y,
en consecuencia su biografía, muy amena, se lee con
interés todavía hoy. Le seguirán algunas otras de corte
excesivamente hagiográfico. En este concierto de
aclamaciones desentona el libro Hostos según Hostos
(1992), de Argimiro Ruano, filósofo y especialista
concienzudo, descubridor y editor de La tela de araña,
una novela inédita del puertorriqueño, y empeñado en

27
«humanizar» al héroe. Todo ello ha generado una
polémica y el previsible rechazo de sus fieles.
Al filo de su muerte se habían publicado en Santo
Domingo las primeras antologías y recopilaciones de
textos de y sobre Hostos. Pero serán sus hijos quienes
impulsen la tarea: Adolfo de Hostos elabora en el 38 una
Bibliografía hostosiana, que ampliada y corregida se
incluye en su antología América y Hostos (1939). A él
se debe el mayor esfuerzo por sintetizar la bibliografía
durante los primeros cincuenta años del siglo, el índice
hemero-bibliográfico de Eugenio María de Hostos,
1863-1940, libro de consulta inevitable todavía hoy 5.
Por su parte, Eugenio Carlos publicará una recopilación
de 22 ensayos sobre el procer bajo el rótulo Hostos
hispanoamericanista (1952) y mía Antología del mismo
año que reúne otros 44 estudios prologados por Pedro
Henríquez Ureña. En 1954 edita en París Hostos,
peregrino del ideal, 38 trabajos sobre el escritor; y
paralelamente recolecta 74 artículos de periódico
hostosianos, en España y América.
No se trata de citar indiscriminadamente una serie
de estudios críticos —para eso remito a la bibliografía—
. Sí quisiera comentar que el centenario impulsó las
publicaciones concebidas como homenaje, entre las que

5
Los Cuadernos de Bibliografía Hostosiana publicados por Christie Capetta
Suro en el Instituto de Estudios Hostosianos son, hasta donde conozco, el
empeño más completo y actualizado. Cfr. II, 1941-53, (1996); III, 1954-69
(1997); IV, 1970-87 (1997); V, 1988-1990 (1997).

28
destacaron Hostos y Cuba (1939) preparado por Roig de
Leuchsenring y Hostos en Santo Domingo (1942), de
Rodríguez Demorizi. Un poco más tarde se suma
Argentina con la antología de José Forgione, Eugenio
M. de Hostos. Páginas escogidas (1952). Por fin, en los
ochenta y con motivo de la creación del Instituto de
Estudios Hostosianos en la Universidad de Río Piedras
(Puerto Rico), se produce un auténtico boom en este
sentido, comenzando por la edición de una nuevas
Obras completas, de las que hasta ahora han aparecido
más de diez volúmenes. La labor coordinadora
corresponde a Julio César López y Vivian Quiles-
Calderín que dirigen un nutrido grupo de investigadores.
El Primer Encuentro Internacional sobre el
Pensamiento de Eugenio María de Hostos, celebrado en
la Isla del 2 al 7 de abril del 89 y cuyas actas fueron
publicadas bajo el título Hostos: sentido y proyección de
su obra en América (1995) fue uno de sus primeros
frutos y dio solidez a los estudios. Las antologías de los
ochenta en adelante completan y actualizan la
bibliografía: Los rostros del camino (1995), coordinada
por Julio C. López quien ya había publicado una Obra
literaria selecta en el 88; las Visiones sobre Hostos, de
Maldonado Denís del mismo año; así como los Textos,
Una antología general, que José Luis González publicó
en la U.N.A.M. de México en el 82 ponen en manos del
lector el corpus para trabajar con una cierta dignidad
sobre el autor puertorriqueño.

29
«Personaje épico, pedagogo y político itinerante»...
así le define mayoritariamente la crítica —decía—.
Siempre interesó el político, el autor de la Moral, de la
Sociología... Los textos de juventud o el Diario, cuyos
primeros fragmentos no vieron la luz hasta el 39 por
motivos familiares entre los que priman su "no
literariedad", quedaron descolgados. Incluso desde la
óptica del político y hombre de acción, una obra como
La peregrinación de Bayoán no sería sino la novela
simbólica de la futurible y deseada unidad de las
Antillas; un texto al que la personalidad de su autor viste
de tintes políticos.
¿Valores literarios? En realidad —dirán los
críticos— no son tales porque un hombre como Hostos,
entregado a empresas épicas, desdeña la literatura.
¿Valores formales? Nunca tuvo sentido perseguirlos
en un texto concebido desde esos parámetros. En
consecuencia, no se resalta el diario como cauce
escriturario, ni se habla de la presencia de un editor en el
texto que, en determinado momento, se convierte en un
personaje más. Es decir, no se realiza un auténtico
estudio de lo que es el entramado textual, aprioris
aparte. De hecho en el XIX, aparte de los juicios de
Nombela en Impresiones y recuerdos, la valoración más
completa la realiza el propio autor en el prólogo a la
segunda edición chilena (1873).

30
Los pronunciamientos habituales fluctuaban entre
dos polos: la crítica laudatoria en el vacío, o la
calificación como novela frustrada lo que, a su vez,
podía tener una doble lectura: o se trataba de los límites
propios de una obra primeriza o, por el contrario, el
lector topaba con algo querido por un escritor a quien no
le interesaba la literatura. Es interesante, en este sentido,
recoger la opinión de Pedreira:

«La peregrinación de Bayoán ni es novela, ni es


poema, aunque sí es obra político-social. Lo que
gana en social y en política, lo pierde en novela y en
poema. Como ya hemos dicho en otra parte de este
libro consiste en un largo y tendencioso relato en
forma de diario que el Gobierno español confiscó
apenas iniciada su circulación» 6

Así las cosas, el siglo XX comienza tímidamente a


bucear en estas páginas, recordando que Hostos no es
sólo el autor de La peregrinación de Bayoán, sino el de
interesantes Diarios y un inmenso Epistolario. Se
tiende, entonces, a establecer las relaciones ideológicas
entre los escritos del corpus y se comprueba la
comunidad de intereses, las finas redes que los
entretejen. Eso sí, siempre desde la perspectiva
6
Pedreira, Antonio S. Hostos, ciudadano de A?nénca, citado por Visiones sobre
Hostos. Selección, prólogo y notas de Manuel Maldonado Denís. Caracas,
Ayacucho, 1988, p. 102.

31
sociopolítica, la del hombre que persigue un ideal: la
libertad y subsiguiente confederación de las Antillas.
Teniendo en cuenta que La peregrinación... es obra
primeriza, habría que estudiarla como núcleo incipiente
de lo que va a ser la doctrina de toda una vida. Ahí
radicaría su valor, en su calidad premonitoria, en los
atisbos de ideal del gran hombre. Estas son las
coordenadas que rigen cuando en 1939 y al calor de las
celebraciones en el centenario de su nacimiento, aparece
en La Habana la edición de sus Obras completas.
La crítica de los últimos quince años va más allá
invirtiendo planteamientos. Para ello vuelve los ojos al
Diario, al momento en que en vísperas de la fallida
invasión de Cuba (28 de abril de 1875) que Hostos
siguió de cerca, hace recuento de sus publicaciones
señalando varios textos narrativos: La novela de la vida
(1859), de la que hoy queda un primer capítulo; La
resurrección social o memorias de un hombre cautivo
en las islas de Palaos (memorias desaparecida)s; La tela
de araña, según el autor escrita en quince días para un
concurso de la R.A.E. (encontrada en la Biblioteca
Nacional española y editada por Ruano en el 92) y La
peregrinación de Bayoán (1863) denominada «poema-
novela en prosa» y que —siempre según el escritor—
«es una exposición desnuda de una conciencia en
desarrollo».
A la vista de todo, la crítica da un vuelco radical para
presentar a un Hostos que, en esa búsqueda de cauces

32
expresivos para sus inquietudes sociopolíticas, recalará
en el Diario, la forma textual que se agiganta y
constituye en eje a partir del cual construirá en el futuro.
En efecto, Ernesto Álvarez se aventura a proponer que
«La peregrinación de Bayoán constituye el primer
tomo de los Diarios de Hostos publicados» 7, dada su
estructura diarística. Pero además recurre al listado de
obras de 1875 —verdadero testamento literario—
donde el puertorriqueño señala «el Diario de mi vida
empezado a los 18 años (circa 1857), con objeto de
estudiarme a mí mismo, dominarme, mejorarme y
proceder según conciencia» 8. Y sigue reseñando La
sonda (también diario), con un título tan gráfico que no
deja lugar a dudas de su propósito cuasinaturalista:
sondear las profundidades del alma propia. Esta tesis
concuerda con los atisbos de Gabriela Mora9 y José
Juan Beauchamp10. Hostos habría ensayado después el
esquema narrativo realista/naturalista, sin éxito, por lo
que deja a un lado moldes que -piensa- no son los

7
Álvarez, Ernesto. Introducción a La tela de araña. Obras Completas (Edición
crítica) Vol. I. Literatura. Tomo IV. Transcripción, revisión y anotaciones por
Vivian Quiles-Calderín, con la colaboración de Julio César López y Ernesto
Álvarez. San Juan de Puerto Rico, Instituto de Estudios Hostosianos y Editorial
de la Universidad de Puerto Rico, 1997, p. 23.
8
Hostos, Eugenio María de. Diario II. San Juan de Puerto Rico, Instituto de
Cultura Puertorriqueña, 1969 (facsímil de la edición cubana de 1939), p, 209.
9
Cfr. Hostos intimista: introducción a su diario. San Juan de Puerto Rico,
Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1976.
10
En su libro Hostos novelista. Estética y psicología en «Ea peregrinación de
Bajoán». Río Piedras, Edil, 2000.

33
suyos y retorna a su actividad diarística nunca
abandonada. Y destina al ensayo sociológico la
empresa de plasmar su doctrina e ideario. No hay que
olvidar que La peregrinación... se escribió en España y
a la temprana edad de 24 años. El joven desarrollará
una fecunda labor pedagógica, sobre todo en Santo
Domingo y Chile, amén de otras preocupaciones con
las que recorrerá el planeta.
En consecuencia, mi trabajo tendrá en cuenta varios
frentes:
Delinear un mínimo acercamiento biográfico —ya
que es un escritor bastante estudiado desde el punto de
visto sociopolítico— con especial incidencia en sus
años formativos que afectan a. La peregrinación... Para
lo que me apoyaré en su único intento autobiográfico,
redactado en Nueva York (1874) y hoy publicado bajo
el rótulo Memoria como primera parte de su Diario.
Establecer relaciones entre esta obra primeriza,
embrión de otras futuras, y el Diario/Epistolario.
Abordar la poética de los dos prólogos de la novela,
que habrán de ser cotejados con declaraciones
posteriores del autor. Es decir, atender al punto de vista
del escritor manifestado en el paratexto, a fin de saber
por qué y con qué sentido utiliza Hostos la ficción y
confrontarlo después con la crítica contemporánea.
Estudiar —siempre dentro del paratexto— las
implicaciones del título a la hora de evaluar la obra
como libro de viajes y novela simbólica: peregrinación

34
interior, con sus corolarios imaginación/conciencia,
amor/deber... Y huida de la civilización en cuyo marco
resulta muy operativa la dicotomía de cuño romántico
campo-utopía paradisíaca/ciudad-corrupción. Las
continuas referencias al viaje de Colón se insertan a
modo de oxymoron.
Un eje importante es el de la búsqueda de identidad
antillana, todavía muy nebulosa en esta obra. Hostos
eligió nombres antillanistas para sus personajes, que
remiten a una incipiente tesis de confederación caribeña.
Además existen varios núcleos temáticos que pueden
explicarse desde esa óptica: el anciano patriota que
muere en el barco y, sobre todo, la historia de amor
entre Bayoán y Marién verdadero núcleo novelesco con
categoría de novela romántica equiparable a la
antológica María de Jorge Isaacs, y sustentada en la
contraposición amor/deber.
Intentar definir el género —¿novela ensayo?, ¿novela
romántica de cuño amoroso?, ¿novela diarística?, ¿novela
autobiográfica?— o estatuto de La peregrinación...,
partiendo de la caracterización de Hostos en su Diario.
Desglosar, a continuación, la estructura de esta primera
novela y buscarle modelos europeos -Byron, Foseólo o el
Werther de Goethe-. Estudiar, asimismo, los
antecedentes en España y Puerto Rico; lo que, de hecho,
supondrá analizar los contextos literarios, filosóficos e
ideológicos, a veces entreverados —romanticismo,
positivismo o krausismo—.

35
Y todo ello desde unos presupuestos: La
peregrinación de Bayoán no es una novela política, sino
la novela de una crisis, de una búsqueda de identidad
más amplia que tiene su correlato y continuación en los
Diarios de su protagonista.

36
1. Hostos: el mesianismo romántico

1.1. Lafocalización del yo en la «Memoria» de 1874:


la autobiografía

El 24 de mayo de 1874 el puertorriqueño Eugenio


María de Hostos, infatigable luchador por la libertad de
las Antillas, abandona provisionalmente Sudamérica
para preparar en Nueva York el que cree golpe
definitivo al imperio español en Cuba. Urgido por el
tiempo y ante la inminencia de una posible muerte,
redacta apresuradamente unas notas que hoy abren sus
Diarios. La edición que utilizo" separa como pórtico
estas apretadas líneas que constituyen una especie de
testamento autobiográfico. Por eso —dirá— porque «la

11
Hostos, Eugenio María de: Diario (1866-1869). Obras Completas (Edición
crítica). Vol. II. T o m o I. Ed. rev. por Julio César López y Vivian Quiles-Calderín,
con ia colaboración de Gabriela Mora y Pedro Alvarez Ramos. Pról. Gabriela
Mora. San Juan de Puerto Rico, Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña
y Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990. En adelante se citará en el
texto por esta edición. Gabriela Mora advierte que el encabezado Memoria es de
su cosecha, para evitar equivocaciones al lector. La edición del 39 rotulaba
Diarios.

37
vida a que se refieren se dirige lógicamente hacia su
fin, urge el momento de presentarla»... (p. 127). Y lo
hace en tercera persona, por contraposición a la
primera, propia del diario, que el puertorriqueño
utilizará sistemáticamente en el suyo. Se trata de hacer
recuento, de evaluar «si el nombre de Eugenio María
de Hostos ha de pasar a la historia o ha de quedar en la
rebelde oscuridad que lo ha perseguido en el curso
agitado de sus días» (p. 111). No obstante, no importan
tanto fama u olvido, como la seguridad aplastante que
el escritor tiene en sí mismo a estas alturas de su vida.
Y ello le lleva a concluir desde el primer párrafo de su
escrito:

«Pero, recompensado por la historia u olvidado


por los hombres, su vida será un ejemplo y una
lección severa que importa dar a las generaciones
que se forman en la América Latina» (p. 111).

Palabras tan claras y rotundas se inscriben en la


estela ciceroniana de la «historia como maestra de la
vida» y anuncian al futuro lector el mesianismo
romántico del que está imbuido un hombre cuya vida
ha sido una constante búsqueda del ideal. Un ideal
apuntalado en el cumplimiento del deber,
nebulosamente entrevisto al principio pero que, poco a
poco, se perfilará como deber político —la
independencia de las Antillas— sin abandonar nunca

38
las raíces morales, tronco del que irán surgiendo las
distintas ramificaciones.
Las páginas autobiográficas se abren —y se cierran,
en realidad— con la infancia12. Para ello, el narrador se
retrotrae mediante la narración doblemente analéptica a
los orígenes paternos para sentar una genealogía,3. Una
genealogía en la que la madre pertenece a una clase
social ligeramente superior de origen dominicano, y el
padre, de ascendientes cubanos, deberá afrontar
múltiples trabajos hasta llegar al puesto administrativo
que le permita estar a su altura. Mientras tanto pasan los
años cuajados de hijos y privaciones. Para el Hostos
narrador, es importante presentarlo así porque el padre
será el modelo ético sobre el que tejerá su vida, como
podrá observarse a través de las cartas cruzadas entre
ambos a lo largo de los años.
Al hilo del mesianismo romántico, el texto establece
un paralelismo laico con el Salvador de la humanidad:
como el Niño de Belén, Hostos será la luz de las gentes.
Recurso retórico osado, muy del contexto laico y
positivista de la época. Pero, además, una enfermedad

12
Ello es habitual en las autobiografías. Cfr. ai respecto, Dufief, Pierre-Jean.
Les ecñtures de l'intime de 1800 d 1914. Autobiographies, Mémoires}joumaux intimes et
coirespondances. París, Bréal, 2001; Kohan, Silvia Adela. De ¡a autobiografía a la
ficción. Entre la escritura autobiográficay ¡a novela. Barcelona, Grafein, 2000.
13
También eso es parte del código desde las Confesiones agustinianas. En
Hispanoamérica el procedimiento se agiganta en Recuerdos de provincia (1850), la
autobiografía del argentino Sarmiento, cuya primera parte glosa las hazañas de
sus ilustres antepasados.

39
que le pone al borde de la muerte en su infancia se salda
con la repentina y milagrosa curación. El relato del
suceso utiliza la misma simbología: «Eugenio María,
aquel hijo de los días oscuros, estuvo a punto de retornar
a la oscuridad»... (p. 119), pero «...se levantó, y los
padres cariñosos, viendo en aquella casi resurrección
una confirmación de las extrañas esperanzas de la noche
oscura, se dijeron con regocijo supersticioso: \Este niño
ha nacido para algo!»... (p. 119) 14. Salvado de la
amenaza mortal —como el Niño Jesús, de la matanza de
los inocentes, como Moisés rescatado de las aguas...—
se abrirá a un destino glorioso. Sin embargo el narrador
adulto, ya curtido en la dureza de la vida, concluye:
«Había nacido para algo, para conocer el abismo de
dolor que es la existencia y para descender
impávidamente hasta los rincones más tenebrosos de ese
abismo» (p. 119). Destino más que glorioso, trágico y
por ello consagrado por la inmortalidad. Plutarco y sus
Vidas paralelas... Augusto y los signos extraordinarios
que le rodean... el gran hombre nace marcado y se da a
conocer entre fenómenos paranormales. Tal vez por eso,
al comentar esta Memoria, Ruano la acota bajo el
epígrafe «biografía poco feliz» y añade:

«Fatalidad, causalidad, angustia, interrupciones


emotivas, abundancia del superlativo, todo lo

El subrayado es mío.

40
temperamental hace acto de presencia en sus
páginas. Sobre todo la melancolía, y a partir de la
noche triste, lluviosa y sombría en que Eugenio
María de Hostos vino al mundo. Esta confesión es ya
una proyección de tristes experiencias posteriores
acumuladas sobre el día en que vio la luz» 15.

De los recuerdos en torno a padres y hermanos en la


casa familiar y al breve episodio de convivencia en el
campo con los abuelos, se desglosan los rasgos de
carácter del futuro ciudadano, su propensión a los
sueños, al mundo ideal. De momento, el niño muestra
una precoz tenacidad, impaciencia e inusitada pasión
por la justicia. El educador que ya es Hostos cuando
escribe estas líneas se plantea cómo chiquillos de edades
semejantes reaccionan de forma diversa ante episodios
desagradables, tratando de encontrar la génesis de su
carácter. Porque en el niño conviven gérmenes positivos
y negativos, que se abrirán a tipos humanos opuestos en
el porvenir. Entre los recuerdos de aquella edad ocupan
lugar privilegiado las referencias entrañables a padres y
hermanos, algunos ya muertos cuando escribe estas
páginas por lo que la sensibilidad se dispara: Engracia
fue su primera protectora; Eladia, la personificación de

15
Ruano, Argimiro. Hostos según Hostos. Mayagüez, Puerto Rico, Ediciones
Sesquicentenario, 1992, p. 116. En las autobiografías, la distancia temporal va
teñida de nostalgia, desaliento... implica una relectura de la propia vida que
nunca es inocente.

41
la dulzura; Carlos, «su protegido, su rival, su víctima, su
verdugo»... Y, desde luego, la madre siempre su asidero,
su modelo de mujer... «la fecha decisiva en que la
sombra y la penumbra le envuelven la conciencia es la
de la muerte de su madre» —dice Ruano comentando la
Memoria —. Por ello catorce años después del fatal
acontecimiento se lamenta todavía: «Allí mismo empezó
mi nueva vida. Allí mismo empezó la realidad. Allí
mismo se abrió este largo periodo de amarguras» (p.
116).
Junto al núcleo familiar, otro tema destacable por la
impronta que imprime en el niño será el descubrimiento
del mar. Mar que fascina con su oleaje y
previsiblemente se transforma en símbolo de su vida. No
en vano, La peregrinación de Bayoán será una travesía
por el mar Caribe y el océano Atlántico; pero también
una travesía simbólica por el mar de la vida tan glosado
por los poetas, una travesía de iniciación enfocada al
descubrimiento del amor y la patria con su primitivo
conflicto aún por resolver. De alguna manera, ahora, en
este recuento autobiográfico que lega a la posteridad en
1874 lo reconoce así:

«La vista del mar y el estruendo del oleaje sobre


la playa solitaria y silenciosa fue una impresión tan
viva, tan solemne a la par que tan incitante, que
nunca ha podido después, en plena mar, en playas
distantes, en horas de nostalgia, en angustias secretas

42
de su pensamiento o de su sensibilidad, ver aquel
espectáculo, oír aquella tragedia del océano, sin
volver mentalmente a la hora primera en que conoció
severo y violento el mar que desde lejos le había
parecido risueño y bonancible. Así su vida. Vio
desde lejos un ideal esplendoroso y lo buscó. De
cerca, estaba lleno de tempestades y de dolores, de
oscuridades y de angustias» (p. 128).

Aunque pudieran parecer notas marginales, las


páginas de la Memoria dejan caer cargas de
profundidad contra el colonialismo, sistema que
durante siglos —dice— ha sido incapaz de generar
cultura o bienestar social y que obstaculiza la libertad.
Por ello, su ideal se concretará en la petición de libertad
para el archipiélago caribeño, del que sólo Santo
Domingo era independiente cuando el escritor comienza
su cruzada. Ese joven, que aprendió de su padre que la
fe en el trabajo es capaz de sobreponerse a dificultades
tremendas como la ruina —y éste es un episodio más de
titanismo familiar—, aplicará a su propia vida el
ejemplo y lo proyectará después a los que le rodean e
incluso a generaciones venideras. Será un luchador
incansable, capaz de sacrificios sin fin por la patria en el
sentido más amplio de la palabra. Es interesante ver toda
la evolución ideológica al respecto en las páginas del
Diario y en las distintas cartas que hoy constituyen su
Epistolario. De ellas habría que destacar al menos dos

43
dirigidas a su padre durante 1874 -el mismo año en que
escribe su Memoria- y que traigo aquí porque insisten en
el titanismo y la desgracia que persigue al hombre de
ideal. La primera es de 29 de abril y cincela su retrato
moral. La segunda, de 14 de septiembre, es un
documento de gran magnitud respecto a los asuntos que
se han venido reseñando. Se agiganta el tema familiar, el
dolor ante el sacrificio impuesto a los suyos y la
amargura ante la posible incomprensión. ¿Responsables?
Las circunstancias y en concreto la situación colonial,
porque —dice— «...nuestra desventura y la tragedia de
nuestra vida no son tanto la obra de nuestros errores
cuanto del tiempo y del país en que nos hemos visto
encerrados (...), en una sociedad como la colonial (...) en
donde la recompensa que se da a los que todo lo
sacrifican por el bien de la patria es el abandono en que
vive una familia»I6. Impotente, incomprendido hasta por
su mismo padre cuando sólo desea el bien de los suyos
—familia y patria—, recurre una vez más al titanismo
romántico: es un mártir de la causa al que le será negada
la vistosa corona del martirio... Las reiteraciones y
paralelismos anafóricos y el recurso al tópico de la falsa
modestia crean en el texto un personaje dramático, alter
ego del joven puertorriqueño ya agotado a sus treinta y
cinco años y que semeja un viejo perseguido por elfatum
16
En Los rostros del camino (Antología). Selección y prólogo de Julio César
López. San Juan de Puerto Rico, Instituto de Culturas Puertorriqueña, Instituto
de Estudios Hostosianos y Universidad de Puerto Rico, 1995, p. 118.

44
griego. Pero ¿quién se esconde tras esa máscara y cuáles
son los acontecimientos a los que se refiere, cinceladores
de su irreductible personalidad?

1. 2. La biografía de un futuro líder:

1. 2.1. Breve itinerario vital.

Eugenio María de Hostos (1839-1903) nace un once


de enero en el barrio Río Cañas de Mayagüez (Puerto
Rico). Por el lado paterno, su familia proviene de
españoles radicados en Cuba y que finalmente se
establecieron en Puerto Rico. Por el materno, desciende
de dominicanos que emigran a la isla vecina a raíz de las
luchas independentistas. Es el quinto de ocho hermanos
que fueron desapareciendo paulatinamente —de hecho,
cuando publica su novela ya han muerto tres hermanos,
una hermana y su madre; y cuando él muere, sólo queda
viva su hermana Rosa—.
En 1847 accede a los estudios primarios en el Liceo
San Juan de Mayagüez que completará con otros en el
Liceo de Jerónimo Gómez de Sotomayor en San Juan;
pero ya en 1852 lo encontramos en España, cursando su
bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de
Bilbao. El bajísimo nivel de la enseñanza local obligaba
a las familias que podían permitírselo a enviar sus hijos
a la metrópoli. En el 54 volverá a la isla donde termina
su cuarto curso de latinidad en el Seminario de San

45
Ildefonso (San Juan). Retoma a Bilbao en el 55 y
finalmente pasa a Madrid en el 58 para ingresar en la
Universidad Central. De hecho se matricula en las
Facultades de Derecho y Filosofía y Letras, carreras que
abandonará enseguida. En el 59 y 62-63 realizará sendos
viajes a Puerto Rico por motivos familiares, con el
subsiguiente retorno a la metrópoli. Será allí donde
publique La peregrinación de Bayoán (1863) y donde
comience a señalarse por sus intervenciones públicas.
Desde el 63 miembro de la Sociedad Abolicionista y
del Ateneo de Madrid, vivirá a fondo la política
capitalina como expone con sinceridad en el diario y el
epistolario, dedica sus esfuerzos a liberar a la propia
metrópoli de sus males ocasionados por gobernantes
ineptos o corruptos, reivindicando al principio la
autonomía para su isla. El 68 marca la divisoria en sus
expectativas: su apoyo a la revolución septembrina, que
le encontrará viajando hacia París para entrevistarse con
Castelar, va seguido de una gran decepción al
convencerse de que los republicanos no favorecerán la
causa colonial. En ello tuvo su peso el subsiguiente
Grito de Yara lanzado en una Cuba insurrecta el diez de
octubre del mismo año. En consecuencia, el veinte de
diciembre pronuncia un famoso discurso en el Ateneo
madrileño, en contra de la política de España en el
Caribe; discurso que refrenda la franca ruptura y el
derrumbamiento de sus ideales. Por el diario y el
epistolario pueden seguirse sin dificultad las relaciones

46
y entrevistas con personajes de la política metropolitana
y las alternativas que baraja durante esta época.
Propuesto por el Partido Liberal de Puerto Rico como
candidato a Cortes por Mayagüez, se entrevista con el
jefe del Gobierno provisional, general Serrano, a quien
dirigirá sin éxito su solicitud de autonomía para las
Antillas.
Prácticamente aquí termina su etapa europea y se
inicia una larga, itinerante y fructífera vida americana:
Nueva York será el centro de operaciones de quienes ya
promueven públicamente la independencia de Cuba y
Puerto Rico. Hacia allí se dirigirá nuestro hombre
entrevistándose con su compatriota el abolicionista
Betances quien, por cierto, le acogió con cierta frialdad
por desconfiar de quien intentó primero la vía
conciliadora del autonomismo. Miembro de la Sociedad
de Auxilios a los Cubanos, de la Sociedad de
Instrucción de la Liga de Independencia y de algunos
otros foros, abre un largo periplo suramericano por Perú,
Chile, Uruguay, Argentina y Brasil (noviembre del 70-
marzo del 74). Por el epistolario sabemos de su intensa
actividad política, siempre en torno a las asociaciones
independentistas cubanas, más numerosas y mejor
organizadas de cara a estos ideales.
En esta etapa intensificará lo que fue su medio de
vida habitual, el trabajo en los periódicos. Ya lo había
hecho en el neoyorquino La Revolución y había
fundando además La Patria (1871) en Lima, y Las Tres

47
Antillas y Los Antillanos (1875) en Puerto Plata
(República Dominicana). Pero sus intereses profundos
estaban dirigidos a la educación y la política, es decir, el
apoyo a la revolución, independencia y posterior
confederación de las Antillas. Son significativos al
respecto sus viajes a Nueva York en el 74 pasando por
Buenos Aires, Río de Janeiro y Saint Thomas; o en el 76
para redactar el programa de la Liga de los
Independientes. Mucho más meritorio fue el que realizó
en 1898, puesto que implicaba un corte radical con la vida
familiar, por fin asentada y feliz en Chile. En efecto años
atrás, el nueve de julio de 1877, se había casado en
Caracas con la cubana Belinda Ayala, de la que tendrá seis
hijos y con la que será feliz. En 1898 rompe con su vida
cotidiana urgido por su patriotismo: so capa de cumplir el
encargo del gobierno chileno de estudiar los Institutos de
Psicología Experimental de los Estados Unidos, embarca
en Valparaíso rumbo a Panamá abriendo un nuevo periplo
de actividad política. Llega a Caracas y, comisionado por
los emigrados cubanos y puertorriqueños de Colombia y
Venezuela, parte hacia Nueva York, donde fundará la
Liga de Patriotas, de la que es elegido presidente. Se
dirige después a Puerto Rico, estableciendo en Juana Díaz
el Primer Capítulo de esa Liga. Sus coterráneos le escogen
—junto a Manuel Zeno Gandía, Rafael del Valle y Julio J.
Henna— para formar parte de la comisión puertorriqueña
que planteará sus reivindicaciones en Washington al
presidente McKinley (21 de enero del 99).

48
Dos son los países que reclaman a Hostos como
propio: Chile y Santo Domingo. En ambos incardinó su
vida cotidiana. Llega a Chile en diciembre del 71 y
vivirá allí año y medio, entre Santiago y Valparaíso;
tiempo suficiente para crear la Sociedad de Auxilios
para Cuba. Esta primera estancia en Chile es importante
por el despliegue de actividad literaria: gana un premio
por su Memoria para la Exposición Nacional de Arte e
Industrias, publica su biografía sobre Plácido, su
Ensayo crítico sobre Hamlet y unas conferencias sobre
la educación científica de la mujer, bastante
progresistas. Asimismo lanza una segunda edición
(corregida y aumentada) de La peregrinación de Bayoán
(1873). índice del prestigio alcanzado fue su
nombramiento como socio de la Academia de Bellas
Letras de Santiago. Su segunda estancia chilena —país
al que venía siendo invitado de nuevo desde el 85— se
abre a comienzos del 89. Rector del Liceo de Chillan
(1889-1890) y del Miguel Luis Amunátegui (1890-
1898), redacta su Reforma de la Enseñanza en Chile y
Reforma del Plan de Estudios de la Facultad de Leyes y
colabora con Letelier y Bañados Espinosa en la Reforma
para la Enseñanza del Derecho. Vendrán después una
Gramática general (1890), su Crisis constitucional de
Chile (1891), Ensayo sobre la historia de la lengua
castellana (1894) y una Historia de la civilización
antigua (1894).

49
Por lo que se refiere a Santo Domingo, se establecerá
en marzo del 79: fundará la primera Escuela Normal del
país y realizará durante nueve años una honda labor
cívica y educativa que a veces choca con la política
oficial. Labor apoyada en grandes amigos como
Henríquez y Carvajal o Salomé Ureña... y ensombrecida
por el ascenso al poder en 1887 del dictador Ulises
Heureaux que le decide a partir. En consecuencia,
acepta la petición del presidente chileno Balmaceda para
regresar a Chile a principios del 89, no sin antes publicar
sus Lecciones de Derecho Constitucional (1887) y su
Moral social (1888). Volverá a la isla caribeña el 6 de
enero de 1900 aprovechando el nuevo gobierno de
Horacio Vázquez y será nombrado Inspector General de
Enseñanza Pública y Director de la Escuela Normal.
Dictará una serie de conferencias sobre sociología
publicadas postumamente por sus discípulos ". Allí
morirá el 11 de agosto de 1903.

1. 2. 2. Contextos sociopolíticos: España y Las


Antillas.

Esta apretada síntesis que no le hace justicia deja


entrever, no obstante, la implicación sociopolítica del

17
Entre otros, Pedro Henríquez Ureña quien en su artículo «La sociología
de Hoscos» —incluido hoy en La utopía de América (Caracas, Ayacucho, 1989)—
llevará a cabo un entusiasta homenaje a quien denomina Mi maestro Mostos.

50
puertorriqueño desde sus primeros años españoles.
Siendo un joven estudiante sin medios ni relaciones —y
en el Diario se echa de ver la humillante pobreza en que
vive— toma conciencia de la marginación colonial de
las Antillas y, dentro de ellas, de la insignificancia de
Puerto Rico frente a una Cuba, rica, incomparablemente
más culta y centro político del Caribe con su Capitanía
General... etc. No obstante, la lucha de Hostos será una
lucha por la libertad en el sentido más amplio del
término. Ya en el Diario queda claro cómo no tiene de
entrada un proyecto independentista, al contrario del
cubano Martí IS, sino que ofrece con generosidad su
persona al servicio de lo noble y justo allí donde
estuviere, inclusive España.
En las Antillas no habían faltado intentos
independentistas entre 1808 y 1826, es decir, en fechas
paralelas a los levantamientos del continente. Puerto
Rico tuvo también su intentona fraguada al calor de la
independencia de Venezuela: la denominada
conspiración de San Germán de 1811, en la que
participaron relevantes familias del lugar como los
Ramírez o los Quiñones. Pero, por una serie de
circunstancias —por ejemplo la utilización de los
puertos isleños como base de los proyectos españoles de

18
Para los puntos de contacto y desencuentros entre ambos proceres, cfr.
Ferrer Canales, José. Hostos y Martí San Juan de Puerto Rico, Instituto de
Estudios Hostosianos, Universidad de Puerto Rico y Centro de Estudios
Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1990.

51
reconquista dependiendo de la Capitanía general de
Cuba "— no hubo éxito. En los años venideros, Puerto
Rico apenas si plantea problemas a sus autoridades20 y
en absoluto puede compararse con Cuba, de la que vivía
a remolque en su condición de provincia de Ultramar,
con unos 160.000 habitantes, en su mayor parte a
niveles de subsistencia. Los peninsulares controlaban el
comercio y la población, predominantemente rural y
dispersa, se caracterizaba por su talante pacífico, dócil, e
incluso apático. La educación, también la religiosa, era
muy deficiente.
Cuando Fernando VII restablece el absolutismo en
1814 y se aprueba la Constitución que reconoce a la isla
como una provincia más de la nación española, no
puede hablarse todavía de ideas independentistas. El
Trienio liberal (1820-1823) trajo consigo la ley de
libertad de imprenta y la supresión de la Junta de
Censura; incluso hubo algunos levantamientos en Cuba,
como el famoso complot de «los soles y rayos de
Bolívar» dirigido por José Francisco Lemus y apoyado
por la intelectualidad en el exilio: es el caso del poeta
Heredia o del presbítero Félix Várela. Hacia 1830 surge

" Cfr. Sánchez-Arcilla Bernal, José. «Apuntes para el estudio de la Capitanía


General de Cuba durante el siglo XIX», en Cuba, Puerto BJcoj Filipinas en la
perspectiva del98. Curso de verano de El Escorial, dirigido por Demetrio Ramos y
Emilio de Diego. Madrid, Universidad Complutense, 1997, pp. 163-214.
20
Cfr. Sevilla Soler, María Rosario. LasAntillasj la independencia de la América
española (1808-1826). Madrid- Sevilla, C.S.I.C y Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1986.

52
todo un grupo de patriotas liberales, entre los que se
encuentran José Antonio Saco, Domingo del Monte y
José de la Luz Caballero 21. Son abolicionistas22 y
mantienen una actitud ambivalente, incluso anexionista,
hacia Estados Unidos, que en la segunda mitad del siglo
irá derivando hacia el independentismo sustentado en la
prensa. Por fin, la figura de Martí aunará esfuerzos
desde el exilio neoyorquino.
El andamiaje sociopolítico que ligaba a los isleños
con la metrópoli era muy inestable. En 1837 se había
privado a los antillanos de voz y voto en las Cortes, lo
que caldeó los ambientes sensibilizados con lo
autóctono en el despuntar del romanticismo. Hacia 1860
el gobernador Echagüe, recién llegado al país, se lanza a
perseguir a todo aquel que oliera a liberal en un
momento de regresión económica. Confluyeron
entonces los intereses de Estados Unidos —que
importaba más del 40% de los productos
puertorriqueños— y el proteccionismo español contrario
a los intereses de los hacendados antillanos. Un cocktail
explosivo. En 1861 estalla la guerra secesionista entre el
norte y el sur de Estados Unidos; Betances y Ruiz
21
Cfr. Llorens, Irma. Naáonalismoy literatura. Constitución e instituáonali^ación
de la República de las letras cubanas. Lleida, Asociación Española de Estudios
Literarios Hispanoamericanos y Universitat de Lleida, 1998.
22
Cfr. para toda esta introducción Rama, Carlos M. Historia de las relaciones
culturales entre España y la América Latina. Siglo XIX. México, Fondo de Cultura
Económica, 1982, especialmente el cap. V «Cuba y Puerto Rico en el siglo XIX,
pp. 199-240.

53
Belvis activan el abolicionismo. Y, culminada la guerra
americana, se promueven planes de anexión en Cuba y
Santo Domingo.
Asimilismos, autonomismos y separatismos son parte
de la agitación reformista en las Antillas23. Los liberales
ganan las elecciones de comisionados ante la Junta
Informativa de Reformas. Llamados a Madrid, los
puertorriqueños fueron más allá que los cubanos
pidiendo la abolición de la esclavitud, el libre comercio
entre el archipiélago y la península, la reducción de los
aranceles y los mismos derechos individuales que los
españoles... sin éxito: Cánovas fue reemplazado por el
ultraconservador Alejandro de Castro. La frustrada
sedición militar de 7 de junio del 67 en San Juan tuvo
como resultado el destierro de los liberal-reformistas
como Betances y Ruiz Belvis quienes, a partir de ahora,
trabajarán desde fuera. El también fracasado Grito de
Lares (1868) sólo se palió con la revolución española de
septiembre del 68, en la que participaron los antillanos
residentes en Madrid logrando la amnistía para los
presos antillanos. Por ley de 14 de diciembre del 68 se le
reconoció a la isla el derecho a enviar a las
Constituyentes del 69 once diputados, que se ampliaron
después. Triunfarán los liberales y en 1873 se

23
Con una clara repercusión en el siglo XX. Cfr. al respecto Fernández
Valledor, Roberto. Identidadnaáonaly sociedades la ensayística cubanay puertorriqueña
1920-1940 (Ivíañach, Marinello, Pedreiray Blanco). Sanjuan de Puerto Rico, Centro
de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1993.

54
proclamará la Primera República Española que abolió la
esclavitud en ese mismo año. No obstante, la inmediata
caída de los liberales españoles y el posterior
encumbramiento de Cánovas arrinconaría el reformismo
en las Antillas. Entre 1865 y 1879 —es decir más o
menos durante los años transcurridos entre las dos
ediciones de La peregrinación de Bayoán— la
productividad económica favorece a los hacendados
criollos conservadores. Pero las alternativas políticas
van de mal en peor. El club Borinquen, organizado por
un grupo de separatistas puertorriqueños en Nueva
York, lanza ardientes proclamas, buscando la ayuda
militar de Estados Unidos. La, en otro tiempo tan
ansiada carta autonomista, llega tarde y se queda corta,
de la mano del recién nombrado ministro de Ultramar
Moret, tras ser asesinado Cánovas el 17 de febrero del
97 y subir al poder Mateo Sagasta.

El antillanismo y la confederación antillana.

Por lo que se refiere al antillanismo, es decir, a la


idea de una confederación entre Cuba, Santo Domingo y
Puerto Rico que sirviera de contrapeso entre el norte
anglo y el sur hispano una vez alcanzada la
independencia, es de origen puertorriqueño y va
cuajando a partir de los años sesenta. Aunque suele
atribuírsele a Hostos, está ya en Betances, el líder que
durante cuarenta años (1858-1898) activará la lucha

55
anticolonialista en las Antillas, y será el mentor de dos
generaciones independentistas. El encuentro con Hostos
se producirá en Nueva York, si bien en su artículo
Recuerdos de Betances confiesa una fugaz primera toma
de contacto en la isla boricua durante un viaje anterior.
No obstante, acerca del asunto del antillanismo la
historiografía actual pone los ojos en la Española, que
consiguió su independencia en el XIX no sin problemas
y oscilaciones: proclamación independentista y
autoincorporación a Colombia, dominio de Haití en
1822, recuperación de la independencia en el 44,
anexión a España de la mano del presidente Santana y,
por fin, la "guerra restauradora" (16 de agosto del 63-
julio del 65) con la derrota hispana. Sin olvidar la guerra
de los seis años (1868-1874) en medio de no
disimuladas apetencias anexionistas de Estados Unidos.
Todo ello generó un clima nacionalista del que
surgieron figuras como Espaillat, Luperón, Merino y
Tejera. Demetrio Ramos, al glosar la historia, adjudica
la paternidad del antillanismo al general Luperón:

«Así Luperón, además de ser un tenaz luchador


en el campo de batalla, pasó pronto a enunciar la
voluntad antillanista, pues vislumbró, antes que los
puertorriqueños Ramón Emeterio Betances y
Eugenio María de Hostos, y del cubano José Martí,
que las Antillas solamente podrían evitar ser
dominadas por los Estados Unidos de América

56
mediante la integración política dentro de una
amplia configuración insular» .

Es decir, que cuando el 11 de junio del 95 y desde su


lugar de residencia chileno Eugenio María de Hostos
escribe a Luperón rogándole que se ponga al frente de la
lucha que se avecina, no hace sino reconocer esa
trayectoria. En el 95, el puertorriqueño tiene muy claras las
ideas, pero llegar ahí tuvo una prehistoria. En el artículo
postumo donde glosa la trayectoria de Luperón como
caudillo y patriota25, Hostos recuerda que fué Betances
quien le presentó al quisqueyano en Puerto Plata (1875).
De cualquier modo, para él la meta es «. ..el antillanismo, la
hermosa quimera que los puertorriqueños hemos
concebido; que con el ánimo y el brazo de Luperón
habríamos realizado»...26
Son textos de la década de los noventa. Siguiendo el
diario, La peregrinación de Bayoán y el epistolario
veremos fraguarse y variar sutilmente estas ideas que están
24
Ramos, Demetrio. "El antillanismo extremista: Betances y los velos que
cubrieron la muerte de Cánovas", en Cuba..., op. cit., p. 79. El subraj'ado es del
autor. Luperón fue deudor del presidente haitiano Geffrard, quien habría
premeditado esta confederación tras la independencia y fusión de Haití y Santo
Domingo. Cfr. De la Gándara, José. Anexión y guerra de Santo Domingo. Madrid,
1884.
25
Y cuya segunda parte, escrita cinco años después con motivo de su
muerte y en clave de laudatio, olvida las críticas a la «inercia egoísta» de quien,
por bonhomía, dejó el gobierno en manos de otros.
26
Hostos, Eugenio María de. «Luperón», en Maldonado Denís, Manuel
(ed.). América, ha lucha por la libertad. México, Siglo XXI, 1980, p. 64.

57
ya sobradamente plasmadas en el 84 . Añadiría un dato
que me parece importante, el influjo de Proudhon sobre el
puertorriqueño quien lo descubre en París y traduce
posteriormente en Madrid, lo que supone una línea distinta,
europea, en la génesis de la idea federativa.

Los vaivenes del abolicionismo.

La confederación antillana no tenía sentido alguno


sin la independencia de las islas, a su vez muy ligada al
abolicionismo, caballo de batalla durante más de
cincuenta años en el Caribe y la metrópoli. Desde el
Congreso de Viena (febrero de 1815) España había
aceptado la abolición de la trata de negros, pero de
hecho será el último país en llevarlo a cabo entre 1873 y
1880. Para Puerto Rico se votó y aprobó por
unanimidad, después de una larga batalla legal y
administrativa, en las Cortes de la Primera República -
22 de marzo de 1873-. Por lo que se refiere a Cuba, no
será posible hasta el 13 de febrero del 80. Y aún así, la
Sociedad Abolicionista Española, integrada por
peninsulares e isleños, se verá obligada a denunciar su
encubrimiento a través del Patronato de Cuba que no fue
suprimido hasta octubre del 86, fecha última de
abolición de la esclavitud en los dominios caribeños si

27
Cfr. Rojas Osorio, Carlos. «Hostos y la identidad caribeña», en Caribbean
Studies, 25, 1992, núms. 1-2, pp. 133-145.

58
bien clandestinamente se mantiene hasta el 98 . Hostos
entrará en contacto con esta Sociedad fundada por
Vizcarrondo el siete de diciembre del 64 y en la que se
iban integrando los isleños llegados a Madrid -el cubano
Labra M y los puertorriqueños José Julián Acosta y
Segundo Ruiz Belvis-, Muy pronto la Sociedad conectó
con el progresismo español -Salmerón, Pi y Margall,
Castelar y Francisco Giner-. Y tuvo su propia revista, El
Abolicionista. Posteriormente se constituyó en los
locales de la Academia Matritense de Legislación y
Jurisprudencia frecuentados por un joven Hostos, que
había empezado la carrera de Derecho.
Nunca olvidó el tema, como prueba en su artículo
«La abolición de la esclavitud en Puerto Rico»,
publicado en Santiago de Chile (El Ferrocarril, 1873)
donde, en siete capitulillos, hará un recorrido por el
proceso y los hombres que lo sustentaron destacando su
propio papel con el titanismo de siempre. Adopta un
tono dolorido para contar las miserias humanas, las
trabas que imponen la metrópoli y los negreros cubanos
en extraña alianza... y las falacias legales que impiden la
inmediata aplicación de la ley. El puertorriqueño ha
cerrado el ciclo, está de vuelta de todo lo que no sea

28
Cfr. Corwin. Spain and the abolition of Slavey in Cuba 1781-1886. Austin,
University of Texas, 1967; y Díaz Soler, Luis Manuel. Historia de la esclavitud negra
en Puerto Rico. San Juan, Universidad, 1965 (2a ed. 1974).
29
Cfr. Labra, Rafael María, ha Sociedad Abolicionista Española (sufundación, sus
periodos históricos, sus hombres, sus éxitos). Madrid, 1908.

59
clamar por la justicia en contra de los peninsulares que,
viviendo en la isla, sumaron sus votos a los
metropolitanos. «Para éstos —dirá— como para todos
los gobiernos de España, la emancipación de la
esclavitud significaba emancipación de las Antillas, y la
independencia de éstas significaba la ruina de todos los
privilegios de que viven» 30.

Del lado de acá: la metrópoli y sus avatares durante el


siglo XIX.

Para la metrópoli no corrían buenos tiempos durante


el turbulento siglo XIX. En el marco del estrenado
liberalismo se funda en 1835 el Ateneo de Madrid que
llegará a ser una entidad prestigiosa 31, con una gran
actividad de cuño progresista en los años 54-68. El
veinte de diciembre de este último año y como
curiosamente Galdós revive en Prim, Hostos
pronunciará un discurso crítico y desencantado, en
franca polémica con Castelar y Olázaga. Sus palabras y
su apuesta independentista marcaron la ruptura y el final
de estancia en la vieja patria. Aunque el joven isleño no
lo transcribe en su diario, lo traigo aquí por el indudable
interés del documento. Su intervención responde a la
pregunta del presidente, señor Moreno Nieto: «cuál de

30
Hostos, Eugenio María de. «La abolición»..., op. cit., p. 95.
31
Cfr. Labra, Rafael. El Ateneo de Madrid 1835-1905. Madrid, Alonso, 1906.

60
las dos formas de gobierno, monarquía o república,
realiza mejor el ideal del derecho»... Una pregunta
teórica, que no lo es tanto por las circunstancias: se
acaba de producir el derrocamiento de la monarquía en
la Gloriosa. El caribeño sabe templar gaitas y jugar las
dos cartas: la teórica del derecho —se pronunciará a
favor de la que realice más plenamente la justicia— y la
práctica, ligada al problema insular. Para él la
monarquía es injusta al ser gobierno de uno, sin margen
de libertad y menos para las colonias. «El lazo de
libertad que aún puede unir a las Antillas con España es
el lazo federal; el modo de realizar la independencia
dentro de la dependencia, la federación» 32.
El escándalo conmueve la sala: imprecaciones,
intercambios de opinión... Cuando el presidente logra
calmar los ánimos, Hostos glosa la historia de las
relaciones entre la metrópoli y sus colonias. Es su
propia historia, cuajada de apuestas esperanzadas e
inexorables desengaños: ha perdido la fe en las
posibilidades autonómicas del Caribe desde los
planteamientos de una metrópoli cada vez más miope.
No es suficiente la propuesta de Sagasta, llega tarde y
se queda corta. Sus amigos españoles tienen otras
preocupaciones tras la revolución del 68. En
consecuencia, el isleño rompe violentamente con ellos

32
Hostos, Eugenio María de. "Intervención en el Ateneo de Madrid", en
Maldonado Denís, Manuel (ed.). América..., op. cit., pp. 176-7.

61
para impulsar las actividades emancipadoras de la
emigración cubana en Nueva York.
El discurso es la culminación de una actividad
política cuyo eje fue la relación de España con las Islas -
se puede seguir en el Diario y aún más en el Epistolario.
Y utiliza como apoyo su labor periodística; una labor
crítica, in crescendo del 65 a la revolución, centrada en
la relación de España con sus colonias. Y aunque se le
escapen crónicas apasionadas e intensamente subjetivas
—es el caso de la publicada en La Iberia el 13 de abril
del 65 denunciando los hechos de la «noche de San
Daniel»— trata de adoptar la distancia que le da el
lenguaje jurídico. Citaré algunos artículos: «Sobre las
manifestaciones públicas en los países regidos
constitucionalmente» {La Nación, 22 abril 1865), un
artículo en el que denuncia la apariencia de legalidad
constitucional en un gobierno de caciques... Todas las
injusticias le atañen: la falta de libertad del ciudadano
—centro de «Doctrina militar y constitucional» (5
agosto 1865) y «La seguridad individual» (9 abril
1866)—; los atropellos contra la prensa —ése es el tema
de «El país de los fenómenos» (22 febrero 1866)—...
Pero detrás de algunos, como «Los fueros de las
provincias vascongadas» (27 septiembre 1867) en que se
declara a favor, late su eterna preocupación: la isla de
Puerto Rico y su condición colonial. Asunto al que, por
supuesto, dedica artículos específicos: «La
administración de justicia en Puerto Rico» (25 octubre

62
1865), «Las Capitanías generales en Cuba y Puerto
Rico» (17 abril 1866), «A los comisionados de Puerto
Rico» (25 diciembre 1866). No es cuestión de glosar
cada uno de los múltiples escritos que fueron
apareciendo en prensa, pero sí de arrojar luz acerca de
las preocupaciones de quien en su Diario se queja, sin
razón, de su inercia. Acorde con el lema de que «es
deber de conciencia decir la verdad», ejerce de hecho
como acicate social y compromete su persona al acusar
a la vieja España.

1.2.3. Contextos ideológicos: kantismo y neokantismo,


krausismo, positivismo.

«La calle de San Bernardo, sede de la


Universidad Central de Madrid, bulle de algarabía
estudiantil. A la 1:30 de la tarde abre el curso de
1857-1858. El discurso de apertura le ha
correspondido al catedrático de Historia de la
filosofía, Julián Sanz del Río, quien también es
jurista»...33.

Esta imagen recrea con cierta exactitud la


experiencia de un joven recién llegado a la universidad

33
Delgado Cintrón, Carmelo. «Los escritos jurídicos de Hostos: la etapa de
España 1857-1869", en Hostos: sentido y proyecáón de su obra en América. Ed. Julio
César López. Río Piedras, Puerto Rico, Instituto de Estudios Hostosianos y
Universidad de Puerto Rico, 1995, p. 186.

63
madrileña tras cursar sus estudios secundarios en Bilbao
y San Juan de Puerto Rico. Como ya se ha adelantado, la
educación en España dejaba bastante que desear durante
los primeros cuarenta años del siglo XIX. Conscientes
de la gravedad del problema educativo, los políticos
becaron a algunos jóvenes para estudiar en Alemania:
Julián Sanz del Río (1814-1869) es fruto de esas
expectativas. Su fascinación por Krause (1781-1832) -
afín al idealismo alemán y del que tuvo noticia en
Bruselas de la mano de Ahrens- orientó en esa dirección
la filosofía española A su vuelta a Madrid organiza el
«Círculo filosófico y literario», germen del núcleo
krausista español y desde 1853 enseña a Krause como
catedrático de universidad. Su discípulo Giner de los
Ríos ha dejado un testimonio del éxito de su magisterio
oral y de su profesionalidad en la docencia, de la que fue
depuesto en el 67 por negarse a jurar una profesión de fe
religiosa y monárquica 34. Utilizando como punto de
partida las notas de clase del curso 62-63, su discípulo
José de Caso publicará en 1877 Análisis del
pensamiento racional, que se considera su obra más
representativa. Más que una metafísica, el krausismo fue

34
Cfr. «En el Centenario de Sanz del Río», en BILE (Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza), XXXVIII, 1914, p. 225; reproducido en San%
del Río (1814-1869). Apunte biográfico porFrancisco Giner de los Ríos. Documentos,
Diario j Epistolario preparados con una introducción por Pablo de Acárate. Madrid,
Tecnos, 1969.

64
una moral laica, predicó una «virtud estimulante»
basada en el racionalismo armónico, es decir, la perfecta
unión entre lo finito y lo infinito, del que extrae una
consecuencia que podría formularse así: «haz el bien
porque es bueno, sin más consideración que su
intrínseca bondad». Apostó también por el panenteísmo,
el concepto de que «todo es en Dios», todo se sume en
él.
Eugenio María de Hostos, hombre de talante liberal y
ascético, conecta muy bien con la moral laica del
«hombre completo», alternativa a la religión tradicional.
Hay unanimidad entre los críticos en adscribirle a un
krausismo que andando el tiempo se teñirá de
positivismo, compatible con rasgos kantianos 36. De
hecho, Kant se difunde en España muy tardíamente: la
primera noticia al respecto fue su necrológica (1804).
Palacios encontró un par de referencias más que
retrotraen su presencia hasta 1802... Es lo mismo. No
hay un conocimiento, ni un texto de primera mano hasta
la traducción de Perojo en 1883 37.

35
Cfr. López Morillas, Juan. El krausismo español: perfil de una aventura
intelectual México, Fondo de Cultura Económica, 1980, 2a ed..
36
Cfr. Rojas Osorio, Carlos. Hostos: Apreciaciónfilosófica.Humacao (Puerto
Rico), Colegio Universitario de Humacao e Instituto de Cultura Puertorriqueña,
1988.
37
Existen estudios e incluso traducciones parciales, siempre indirectas, del
francés: es el caso de Rey Heredia que tradujo como apéndice de su libro Teoría
Trascendental de las Cantidades Imaginarias (1865) un fragmento de la Crítica de la
Rafean Pura (retraducción de la versión francesa de Tissot). Cfr. Palacios, Juan

65
Interesan todos estos datos para aquilatar las
influencias filosóficas e ideológicas del puertorriqueño.
La crítica viene sugiriendo habitualmente que es un
kantiano: «el deber por el deber», esa rigidez moral... se
adjudican al filósofo de Konisberg. No obstante, a la
vista de los datos de su difusión, Hostos no pudo
conocerlo durante su estancia madrileña, le llegará a
través del krausismo español del que tomará unas
cuantas ideas de filosofía del Derecho, el concepto del
racionalismo armónico y el denominado «panenteísmo».
En cuanto al positivismo, las historias de la filosofía
española lo consideran igualmente tardío, fruto de la
disgregación de movimientos anteriores. Entre los
precursores se cita a un tal José Segundo Flórez quien
conoció a Comte en París y a su vuelta a la patria
publicó en Madrid un trabajo sobre Espartero en cuatro
tomos (1844-45). Es bastante improbable que el joven
Hostos lo leyera. Más accesible pudo resultarle la
Filosofía española publicada en 1858 por Pedro Mata,
catedrático de medicina legal en la universidad de
Madrid y político liberal... Antes, la presencia de
Augusto Comte (1798-1857) se rastrea esporádicamente
en El censor, como una reacción contra el idealismo
romántico. A la mentalidad espiritualista opone las

Miguel. «La Filosofía de Kant en la España del siglo XIX», en Kant in der
Hispanidad. Eds. Jorge Eugenio Dotti, Harald Holz y Hans Radermacher. Bem,
PeterLang, 1988, pp. 171-207.

66
certezas que se derivan de la observación directa de la
naturaleza, el hombre o la sociedad —comenta Diego
Núñez Ruiz en su libro La mentalidad positiva en
España: desarrollo y crisis —. En realidad, el ámbito
de difusión del positivismo fue la medicina y su cauce
inmediato las revistas El Pabellón Médico (1868) y
Anales de Ciencias médicas (1876) bastante alejadas de
los círculos en los que se movía el puertorriqueño. Por
fin, el Ateneo madrileño se hizo eco de la nueva escuela
filosófica y abrió un foro de debate a lo largo del curso
75-76 en torno al tema «si el actual movimiento de las
ciencias naturales y filosóficas en sentido positivista
constituye un grave peligro para los principios morales,
sociales y religiosos en que descansa la civilización». Al
reto acuden antiguos racionalistas armónicos, como
Salmerón o Revilla, que, al llegar la Restauración se
pasan al positivismo. Para entonces, hacía tiempo que
Hostos había dejado España, por lo que se debe
concluir que el positivismo no incide en su formación,
si bien pueden rastrearse huellas en textos de última
época -según las tesis de Rojas Osorio39, Zea40, o
Massuh41- siempre contrapesadas por el idealismo del

38
Madrid, Tucar, 1975.
35
Cfr. Rojas Osorio, Carlos. «El positivismo en el Caribe hispano», en
Diálogos, 66,1995, pp. 153-171.
40
Cfr. Elpositivismo en México (1943) y Apogeo j decadencia del positvismo en
México (1944) y Et'pensamiento latinoamericano. Barcelona, Ariel, 1976.
41
Recogido en Visiones sobre Hostos..., op. cit., pp. 477-495.

67
puertorriqueño, que actuó de freno en quien concebirá
la renovación social a partir de cada ser humano. Un
hombre que, como afirma Massuh "verá a América
convertida en el drama interior de un hombre»42 que se
identifica con Hamlet —mucho pensar, poco hacer—
en el ensayo homónimo redactado en Chile durante
1872. Un «Hamlet colectivo que pasea sus miradas
inquietas por la anarquía de sus propias entrañas» 43,
desazonado porque tal vez no haya sido capaz de
transmitir su mensaje: «en América toda revolución
política tiene que convertirse en revolución interior
para ser verdadera» 44. La verdadera revolución
americana consistirá en dar forma a las verdades
interiores, empresa a la que dedicó más de veinte años
a través de la educación.
Para concluir, Eugenio María de Hostos no puede
encorsetarse en una escuelafilosófica,ni en una tendencia
política. Como él mismo dijera en alguna ocasión «el
hombre completo es un edificio que no se acaba nunca».
Su trayectoria es bastante singular, pero no única, coincide
con ciertos krausistas de segunda generación como Giner
de los Ríos 45, González Serrano o Salmerón, que
42
Ibídem, p. 484.
43
Ibídem, p. 488.
44
Ibídem, p. 487.
45
Las coincidencias entre Hostos y Giner han sido ampliamente señaladas:
«coinciden en el idealismo moral que impregna todas sus vidas y sus obras. En la
fe inquebrantable en los más altos valores de justicia, libertad, deber y
responsabilidad. En el afán renovador que mediante la educación y la moral ha

68
influyeron también en el positivismo hispanoamericano.
Para ellos Abellán relanzó el término krausopositivismo, ya
utilizado a fines del XIX por Adolfo Posada46.

/. 2. 4. Contexto literario: nace una literatura en


Puerto Rico. La metrópoli entre Romanticismo y
Realismo:

Por lo que se refiere al Caribe y para la época que


nos ocupa, Cuba era el centro cultural por excelencia, la
isla mayor, con potente desarrollo económico a manos
de una sacarocracia que prácticamente gobernaba el
país. En las décadas 1830-1860 alcanza gran auge la
prensa cubana, órgano de propaganda ideológica y
ámbito de difusión de las traducciones y folletines casi
siempre franceses, entre las que destaca la Revista
Bimestre cubana (1831-35), dirigida por José Antonio
Saco. A la par, hombres como Delmonte, Mendive y
Zenea impulsan las letras y la conexión con la vieja
Europa a través de viajes y recepción de libros.
Delmonte (1804-1853), guía y maestro de los jóvenes
escritores de los treinta y padre de la crítica literaria

de cambiar la sociedad. Finalmente en la inquebrantable fe en el ser humano y


sus potencialidades. Para los dos filósofos el primer deber es "ser hombre". "La
vida es para ambos el cumplimiento de un deber"». Rojas Osorio, Carlos. Mostos.
Apreciación..., op. cit., p. 4.
46
Cfr. Abellán, José Luis. «La dimensión krausopositivista en Eugenio
Alaría de Hostos», en Mostos, sentido..., op. cit., p. 336.

69
antillana que iluminó desde su americanismo literario,
aglutinó en sus tertulias de La Habana y Matanzas la
incipiente literatura criolla 47. Por allí pasaron Cirilo
Villaverde, Betancourt, Plácido, Manzano, es decir,
blancos, mulatos, libres y esclavos. El costumbrismo, en
la línea de Mesonero Romanos, tuvo un temprano
florecimiento (1830-40) y supo deslizar veladas críticas
contra el problema colonial. La novela romántica llegó
por esta vía —el costumbrismo y lo ideológico— a
veces de la mano de la metrópoli, y perduró más que en
otros países48. Ya en 1839 —aunque no se edita hasta el
82— se escribe Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde,
periodista y docente comprometido con la
independencia de la isla. En cuanto a la cubana
Gertrudis Gómez de Avellaneda, hizo su carrera en
España y se interesó por otros asuntos: Dos mujeres
(1844) y Guatimozín, el último emperador de México
(1846) son un buen ejemplo de la problemática
femenina y el tema histórico mexicano,
respectivamente. Aún así, su novela Sab (1841) pone
sobre el tapete el tema abolicionista al que volverá su
compatriota Anselmo Suárez y Romero, autor del
Francisco, una novela antiesclavista que relata el amor

47
Cfr. Bueno, Salvador. «Domingo Delmonte como crítico», en La crítica
literaria cubana del siglo XIX. La Habana, Letras Cubanas, 1979, pp. 32-50.
48
Cfr. Yáñez, Mirta. La novela romántica latinoamericana. La Habana, Casa de
las Américas, 1978; }' Suárez Murias, Marguerite. La novela romántica en
Hispanoamérica. New York, Hispanic Institute, 1963.

70
de dos siervos en el marco del ingenio antillano y que, a
pesar de haberse escrito por estos años, no se publicó
hasta 1880. De este retorno a las raíces arranca también
la Autobiografía (1835-39) del mulato Francisco
Manzano, quien la escribe por encargo y con el deseo de
comprar su libertad m. A partir de la conjuración de La
Escalera (1844) se abre un periodo (1844-54) de escasa
actividad cultural y literaria; pero a fines de la década
1850-60 asistimos a un cierto restablecimiento en el
campo de las letras: aparecen nuevos autores y se
fundan revistas literarias de calidad y prestigio, como la
Revista de la Habana (1853-57) dirigida por el poeta
Rafael de Mendive —el maestro de Martí— o la Revista
Habanera, editada por el también poeta Juan Clemente
Zenea (1861-62).
Puerto Rico estaba lamentablemente atrasado. La
primera imprenta no se establece hasta 1808. En
consecuencia, la actividad literaria se vio muy limitada;
de hecho la literatura puertorriqueña nace en el siglo
XIX de la mano del periodismo, los artículos de
costumbres, los folletines —generalmente meras
traducciones— y la novela por entregas. La primera
novela isleña fue El Gíbaro. Cuadro de costumbres de

49
Curiosamente se publicó en inglés (1840) ya que Delmonte —el
patrocinador— le dio el manuscrito a su amigo R.Madden —comisionado inglés
ante el tribunal mixto de arbitraje en el asunto de la trata— para que la publicara
en Londres.

71
la isla de Puerto Rico (1849) , de Manuel A. Alonso,
que funde costumbrismo y autoctonismo. Seis años
antes de El Gíbaro se había publicado en España El
Aguinaldo puertorriqueño 5', en el que cuatro autores
escriben relatos entre costumbristas y escapistas. Se
presenta como el producto de una reunión de amigos
que localizan sus historias en Francia, España o, incluso,
en la Edad Media europea a tono con el romanticismo
de sesgo histórico que imperaba entonces. Sin embargo,
«...historias domésticas y de entretenimiento pueden ser
también litigios públicos disfrazados» 52. Teniendo en
cuenta la censura y la necesidad de hacerse con un
público lector, el libro cumplió su papel al abrir el
espacio que ocuparon el Álbum puertorriqueño (1844) y
los sucesivos cancioneros y álbumes que se ponen de
moda. En el caso de los dos primeros, se trata de
publicaciones colectivas, que deben mucho a España -
Bécquer53 y los costumbristas-. No obstante, cuando a

50
Esta obra se reimprimió en 1882-3 adjuntándole un segundo tomo . Libro
misceláneo, recoge trabajos publicados por el mismo Alonso en el Álbum
puertorriqueño del 44 y en el Cancionero deBoiinquen del 46. Cfr. Faria, Edith. «Manuel
A. Alonso, al margen de un clásico: Algunos recuerdos y bocetos autobiográficos»,
en Revista lie Estudios Hispánicos, Río Piedras, Puerto Rico, 29, op. cit., pp. 15-23.
51
Barcelona, Gimbernat y Dalmau, 1843.
52
Pérez Ortíz, Melanie. «Historias privadas, litigios públicos: El Aguinaldo
puertorriqueño de 1843», en Revista de Estudios Hispánicos, 29, op, cit., p. 6.
53
Acerca de la recepción de Bécquer en Hispanoamérica, cfr. Esteban,
Ángel. Ea modernidad literaria. De Bécquer a Martí (Granada, Impredisur, 1992) y
Donde no habite el olvido. Ea influencia de Bécquer en Hispanoamérica. Pról. de Vicente
Sabido (Granada, 1994).

72
principios de los sesenta y en Madrid escriba su
Peregrinación de Bayoán, tal vez Hostos recuerde esos
y otros libros que corrían por la isla, como Pedro
Deuchateau, —una de las cuatro narraciones del
Aguinaldo, escrita por Martín J. Travieso, especie de
autobiografía-. En estos años también se publican un
par de relatos simbólicos de Betances, muy cercanos
al panfleto político. O La palma del cacique (1852),
del costumbrista Tapia y Rivera, novela histórica que
cuenta los amores frustrados de tres personajes:
Guarionex —cacique de Boriquen—, Sotomayor —
capitán español— y Loarina —joven indígena—. La
temática indianista, condimentada a lo Chateaubriand,
no tiene puntos de contacto con la obra de Hostos.
Pero, como sucede en la metrópoli, la consolidación
narrativa en Puerto Rico llega de la mano del
realismo naturalista cuyo representante es Zeno
Gandía. La huella de Zola, muy clara en la década del
ochenta en toda Hispanoamérica, es inequívoca en sus
novelas La charca (1894) y Garduña (1896). Aún así,
lo único que liga a Zeno y Hostos es la pasión
política: podría considerársele continuador de La
peregrinación de Bayoán en su novela Redentores
(1925), obra de madurez en que se glosan los males
de la isla, el sempiterno colonialismo y la necesidad
urgente de independencia, desde personajes
estereotipados.

73
Mi conclusión es obvia: Eugenio María se educa en
España y allí habrá que buscar sus lecturas y modelos.
Pero, además, la pobreza cultural y literaria de su isla,
no le permitió otra cosa.Vamos pues a esbozar unas
breves líneas acerca de la cultura literaria de la
metrópoli en los años previos a la llegada de Hostos.
Como han demostrado ampliamente en sus manuales
Alborg (1996), Rubio Cremades (2001) o Romero
Tobar (1998), a pesar de la censura en la década del
treinta el mercado se inunda de traducciones: Scott,
Chateaubriand, Hugo, Sand, Sue y Dumas... Átala, Les
miserables, Indiana y Los misterios de París se ven
arrollados por toda una serie de imitadores, de dudoso
nivel literario. También llegan Byron o la Corinne de
Stáel a partir de 1820... Balzac, vertido hacia los
cuarenta, no ejercerá influjo hasta casi los setenta. El
fenómeno de las traducciones va ligado al incremento
del público lector. En los cuarenta desembarca el
socialismo utópico de Fourier y Saint-Simón, retardado
pero reconducido en los múltiples folletines de la época
y la novela social se convierte en vehículo ideológico.
Su mejor representante fue Ayguals de Izco, el más
famoso autor y editor de novelas por entregas, fundador
de periódicos e impulsor de un complejo editorial, La
Sociedad Literaria, que lanzó su obra y la de Sue, muy
popular y generadora de «misterios», como Los

1A
misterios del saladero (1860), de Treserra. La novela o
folletín por entregas fue un fenómeno sociológico54: se
documentan más de cien editores en Madrid y Barcelona
durante 1840-7055 y otros tantos autores que generan
textos de baja calidad, dirigidos a un público popular
mayoritariamente femenino56. No es extraño, entonces,
el tono melodramático en novelones de estructura
triangular, donde buenos y malos se enfrentan
abiertamente en un ámbito contemporáneo. Leonardo
Romero los considera uniformes y con estructuras
repetitivas que alcanzarán hasta 1870; historias de
carácter lineal, cuyos personajes son simple soporte
ideológico, tanto liberal, democrático y socialista, como
antiliberal, católico y conservador. El dualismo
maniqueo, amparado en nombres simbólicos, se
proyecta sobre un espacio urbano y costumbrista.
Madrid, «corte de los milagros», suele ser el ámbito
preferido de narraciones, como las de Manuel Fernández
y González, mediatizadas por la intromisión del autor, a
tono con la finalidad didáctica de muchos escritores.
54
En su libro Ea novela por entregas 1840-1870. Madrid, Taurus, 1972.
Ferreras recoge pormenorizadamente las publicaciones de estos treinta años,
detallando por décadas las distintas colecciones e individualizando a los autores
más representativos. Cfr. también su íntrodncáón para una sociología de la novela
española del siglo XIX. Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1973.
55
Carmen de Artigas-Sanz en su monumental estudio El libro romántico en
España (Madrid, CSIC, 1953, 4 vols.) habla de 400 entre 1820 y 1860.
56
Cfr. Ortega, Marie-Linde (ed.). Escribir en España entre 1840 j 1876.
Madrid, Librería Visor-Fundación Duques de Soria y Presses Universitaires de
Marne-La-Vallée, 2002.

75
Las traducciones perjudicaron notablemente el nivel
de la lengua escrita y cercenaron la capacidad creadora,
pero también dieron a conocer las novedades europeas
57
. Así se fue forjando el género narrativo con sus
diversas variantes: novela histórica, muy pujante entre
1830-45 y cuyos hitos fueron El doncel de Don Enrique
el Doliente (1834), de Larra; Sancho Saldaña (1834), de
Espronceda y El señor de Bembibre (1844) de Gil y
Carrasco... Pero además toda una saga costumbrista de
la que quedan en pie los nombres de Mesonero
Romanos y Estébanez Calderón... La novela social, los
folletines... Por fin La Gaviota (1849), de Fernán
Caballero, puede considerarse punta de lanza de lo que
andando el tiempo desembocará en la gran novela
realista, que alcanza su plenitud hacia 1875 liderada por
Galdós.

S!
Cfr. Baker, Edward. «El comercio y la novela en el Madrid del siglo
XIX», en Utemturaj espacio urbano. Actas del I Coloquio Internacional Uteraluraj
Espado Urbano. Eds. José Carlos Rovira yjosé Ramón Navarro. Alicante, CAM,
1994, pp. 45-48.

76
2. La biografía textual: el «Diario» y
el «Epistolario».

2. 1. El «Diario» como espejo y punto de partida


escritural de «La peregrinación de Bayoán».

«¿Es tiempo todavía para ser hombre?». Con estas


palabras de un joven de 27 años que escribe en Madrid el
23 de septiembre del 66 se abre la citada edición del Diario
(p. 127), que abarca dos épocas 1866-1878 y 1898-1903,
hasta cinco días antes de su muerte. Un texto escrito con
apresuramiento, concebido como examen de conciencia
por su destinatario, el propio Hostos58, quien desde los 18
años se dedica con tesón a la actividad diarística. En
consecuencia, cumple abordar el Diario como documento
de la interioridad del puertorriqueño, más que de su
trayectoria. Y ello al margen de su valor literario o de su
importancia como «primer diario íntimo de las literaturas
hispánicas», en palabras de Gabriela Mora59.

58
En efecto, la primera publicación del Diario se debe al dominicano Juan
Bosch, quien también lo tradujo parcialmente al francés e inglés, en el marco de
la edición de las Obras completas de 1939.
59
Cfr. Mora, Gabriela. Hostos intimista..., op. cit., p. 55.

77
¿Por qué escribe Hostos un diario? ¿Y qué papel
juega el molde formal del diario en la configuración de
su novela, La peregrinación de Bayoánl A priori partiré
de la tesis —mantenida por Ernesto Álvarez— según la
cual la primitiva actividad diarística del isleño se
reelabora en la ficción.

La lucha titánica en pro de una moral laica.

"Ser hombre" es el objetivo de un joven que ya en su


juventud decide examinarse. En el texto, el narrador
habla desde la primera persona y el presente típicos del
diario, aunque también se desdobla mediante estrategias
enunciativas para dialogar con su otro yo, al que increpa
o toma como confidente. Caben entonces las pequeñas
miserias: la timidez, las molestias corporales... de modo
que, poco a poco, se va perfilando un personaje
romántico: el ansia de gloria, el orgullo, la soledad, el
sentimiento de singularidad propio de la época, las
protestas de sinceridad...

«¿Hasta cuándo seré niño? ¿Hasta cuándo seré


esclavo? Yo tengo el deber de emanciparme de este
tirano de mi vida interna que tan difícil me la ha
hecho; tengo el deber de ser hombre, y ya es tiempo
de ser hombre y de ser libre» (p. 139)60.

60
En la misma línea, cfr. pp. 131, 134-135, 143, 155... Como recuerda

78
«Ser hombre», «ser hombre completo» es un deber
urgente para lograr la madurez, requisito imprescindible
de cualquier acción en favor propio o de los demás.
Hostos va a ser un hombre ético sin paliativos, pero ese
proceso todavía no se ha cerrado.
¿Cuáles son los medios para alcanzar la libertad que
permite al ser humano convertirse en hombre de una
pieza? En primer lugar la voluntad. «Si la voluntad no
renace —dirá reforzando su pensamiento con el
asíndeton— hombre al agua, inteligencia a las sombras,
espíritu al vacío» (p. 131). Esta idea llega a ser obsesiva
en un joven que teme ser arrollado por sus instintos o,
todavía más, por la apatía de su carácter que ya su
madre definiera como su principal limitación 61. Así lo
recordará una y otra vez en el Diario 62, a veces con
dramatismo, por ejemplo en la entrada de 4 de
noviembre del 66: «...porque en vano me pregunto qué
he hecho, qué pienso hacer. Muerto, muerto, muerto.
Vida sin voluntad no es vida. Vivir es querer y hacer»
—dirá (p. 152)—. Es la lucha del hombre que se siente
marcado por el peso de la culpa63 y la incapacidad de

Gabriela Mora (Hosíos intimista..., op. cit, p. 22 y ss.), en el diario eljo está en
continuo proceso de formación o cambio, frente a las autobiografías o las
memorias, que evalúan globalmente cuando todo se ha cerrado.
« Cfr. p. 153.
62
Cfr pp. 132-133,142,152,153...
«Cfr. pp. 149,150,190,193...

79
estudiar, la falta de iniciativas, de actividad que le
comprometa con los otros sacándole de su solitario yo.
Su titanismo romántico le lleva a aceptar sus límites
como propios:

«...soy yo y nadie más, quien interviene, quien


propone y dispone, quien se engaña o acierta, quien
triunfa o quien cae, yo, y no la fatalidad, mi carácter
y no el destino, mis virtudes y mis vicios, mis
defectos y mis excesos, mi perspicacia y mi torpeza,
mi sensibilidad y mi dureza, mi firmeza y mi
debilidad, en una palabra yo, yo soy el
responsable»... (p. 193).

Esta anotación corresponde ya al 26 de agosto del 68,


en una etapa en que, cansado de tanto autoanálisis y con
mayor seguridad en sí mismo, pasa revista a las cosas de su
vida. Y elabora una especie de catecismo laico con las
máximas -"estímulos"- que un hombre íntegro debe
observar. En el Diario ocupan tres páginas
correspondientes al 2 de octubre del 66. Se mueven entre lo
abstracto y lo concreto —las cosas pequeñas, los detalles
incluso económicos—M y han sido concebidos a partir de la

64
Recientemente se han publicado exentos con el título Ustímulos de vidapara
cada día (Pensamientos) (Sel. Vivían Quiles-Calderín. Pról. Julio César López. Río
Piedras, Universidad de Puerto Rico, Instituto de Estudios Hostosianos e
Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1998). En algún sentido y salvando las
distancias, pudieran tener puntos de contacto con los Estudios morales que

80
experiencia propia, aunque sin traspasar lo contingente. El
listado es buen ejemplo de la capacidad del intelectual para
desdoblarse y analizarse desde el exterior. En efecto, la
dinámica de la escritura es normalmente la misma: esboza
en imperativo la máxima y, a continuación, o bien se la
aplica o la muestra como resultado de su lucha:

«Tu primer deber es el de gozar de la armonía de


tu ser con todo lo que existe. Perfecciónate, es decir,
sométete al deber, y la armonía será"(p. 144).

Moral laica, de cuño krausista, cuyo fin último es el


deber por el deber, uno de los ejes de, La peregrinación de
Bayoán... Seguirá obsesionándole a lo largo de su
existencia y cuajará en su Moral... Moral laica que,
paradójicamente, se apoya en una simbología de raigambre
cristiana, si bien con un sentido restrictivo: habla de culpa
y pecado pero nunca de perdón y amor. En su lugar, un
término como «armonía», de raíces platónicas y no bien
delineado en el Diario. Y la insatisfacción, en la línea de
las cartas paulinas: "¿Cómo es que quien tan altamente ha
colocado su ser moral, camina tan despacio?» (p. 144)... En
resumen, el diario nos da un hombre de carne y hueso que
contraponer a la imagen del procer impoluto acuñada por
la crítica.

Mansilla publicará en 1888; eso sí, con una neta diferencia: lo que en el
puertorriqueño es una ética vivida agónicamente, en el rioplatense no pasa de ser
un juego entre humorístico e irónico.

81
¿Por qué escribir un diario? La forja del carácter.

El Diario se concibió como un medio para conocerse,


especie de examen de conciencia laico para delimitar los
fallos y obrar en consecuencia: en eso consiste según
expuso Didier en Lejournal intime 65. La confesión
cristiana implica ciertos requisitos: examen, dolor por las
faltas cometidas, propósito de mejora, decir los pecados
al confesor y cumplir una penitencia por ellos. El diario
asume muchos de ellos: la autoevaluación y la escritura
textual calcan el examen y el acto subsiguiente de
manifestar los pecados al confesor. Pero, al igual que en
la confesión, el diario implica un juicio: Hostos se
examina con severidad y se reprocha límites que le
avergüenzan ante sí mismo. Así funciona en la primera
etapa madrileña cuando todavía está forjando una
personalidad y carece de la reciedumbre que desearía. Por
fin, el propósito: «conocerse es mejorarse»; es la máxima
que repite una y otra vez. Al principio el conocimiento
tiene que mucho ver con los propios sentimientos:
«Moderemos la imaginación» (...) «ejercitemos otra vez
la reflexión: moralicémonos» —dirá (p. 131)—. El joven
tamiza todo a través de su yo, definido como razón,
conciencia, deber... y batalla interminablemente contra su
imaginación -fantasía, sueños-... que considera un modo

65
París, P.U.F., 1976.

82
peligroso de evadir sus compromisos . Después se abre
al entorno, en un ejercicio de cómputo aburrido en
ocasiones. Así el 1 de octubre del 66 se aconseja a sí
mismo:

«Confiésate tres veces por la noche; una, en el


diario de tus sentimientos y tus actos; otra, en el
resumen de tu trabajo intelectual; otra, en tu libro de
cuentas» (p. 140).

En su inicio el puertorriqueño se impone escribir un


diario como terapia salvadora. «Escribo para buscar
consuelo» —confesará el 15 de noviembre del 66—. Y lo
reconocerá en uno de los frecuentes sumarios analépticos,
en los que hace un alto en el texto tras un corte
espaciotemporal que no suele sobrepasar el año. Ello
responde al carácter discontinuo del diario, que es también
confidente para un joven sin un círculo de amigos que le
respete. Por eso cada noche necesita del papel en blanco
para proyectar sus sueños y experiencias cotidianas.
Texto íntimo, en resumen, aunque el diario será
siempre un género que fluctúe entre lo privado y lo
público. Ahí estaban como modelos prestigiados, entre
otros, los diarios de Byron y Goethe, incluso el de
Amiel que no pudo conocer.

66
Cfr. al respecto las distintas formulaciones del deber en contra del
sentimiento en las pp. 158, 162, 218, 231, 243...

83
El itinerario ideológico de un intelectual.

1858 es una fecha a la que Hostos vuelve varias


veces en el Diario, señalándola como arranque de su
lucha, por un lado y punto de partida de su escritura
diarística. ¿Dónde están hoy estas páginas del
adolescente? Lo poco que se cuela en el Diario aporta
interesantes referencias autobiográficas de una etapa
dura para quien se verá reclamado por necesidades
familiares —cuidar a hermanos, retornar a la isla tras las
tristes nuevas de las muertes familiares...—, y que se
debate en brazos del sentimiento, incluido el amoroso,
con todo el rechazo racional que ello le supondrá a lo
largo de su vida.
El Diario se desenvuelve en tres espacios: Madrid,
Barcelona y París, con lapsus entre ellos e incluso
peculiaridades que distinguen las etapas correspondientes
a cada uno. El primero es el más amplio y su leitmotiv es
la formación de una personalidad, la de su autor. Madrid
se extiende desde el 23 de septiembre del 66 hasta el 3 de
abril del 67. Después se abre un periodo de casi un año
hasta la siguiente entrega, fechada en Barcelona el 10 de
mayo del 68.
Es breve, «un nefando error» en palabras del
puertorriqueño, quien ha acudido a la llamada de amigos
para trabajar en periódicos liberales. No obstante la
ilusión primera —mejor reflejada en el epistolario que

84
aquí—, las limitaciones económicas y el abandono de
los suyos le pesan demasiado. Tal vez por ello, tras dos
meses en blanco, el 5 de agosto del mismo año le
encontramos instalado en el 42 del parisino Boulevard
St. Germain, para una estancia indefinida aunque
siempre de paso. Por entonces la última notación es del
3 de septiembre del mismo año. Hostos vuelve a Madrid
y el 29 de mayo del 69 reanuda sus apuntes cotidianos
en la castiza Plaza de Oriente hasta el 8 de junio.
Realiza después una nueva escapada a la ciudad de la
luz67 el 8 de septiembre del 69. La falta de dinero le
acogota (pp. 214, 229) y se lamenta de su mala suerte
(p. 235), pero vibra con fuerza cuando habla de la patria
y la confederación de las Antillas, síntesis de su ideal. Y
asombra el vigor, la seguridad y la audacia con que
expone sus tesis, en contraste con la realidad que está
viviendo. El 10 de octubre garrapateará sus últimas
impresiones, mientras la venta de los derechos de autor
de La peregrinación de Bayoán le permitirá salir de la
miseria con la alegre mirada puesta en América: le
espera un compromiso más directo en la lucha por la
libertad de las islas. Los objetivos se van perfilando, el
autoanálisis va cediendo terreno a lo inmediato, asumido
en el texto desde su resonancia interior6S.

6-7
Sobre las dos breves estancias parisinas de Hostos, cfr. el trabajo de
Carmen Vázquez. «Los trabajos y los días. Hostos en París (1868 y 1869)», en
Hostos: sentido..., op. cit-, pp. 165-184.
68
N o cabe olvidar que la interiorización de los sucesos diferencia la

85
¿Por qué no llegó a culminar sus estudios en Madrid?
En un sumario más propio de la autobiografía se sincera:
«la vocación literaria; el orgullo y la timidez que han
formado mi carácter; la falta de emulación; mi rebeldía
contra todo formalismo, fueron las causas determinantes
del abandono intelectual en que he vivido»... (p. 134).
La abogacía no le atrae y probará el cauce narrativo
buscando salida a sus incipientes ideales, con la patria
como telón de fondo. Tiempo después, el 6 de agosto
del 68 en París, haciendo balance de la desdichada
temporada de Barcelona en la que se ha sentido
engañado y explotado por sus amigos, vuelve a hacer
recuento69:

«Vine a Europa para conquistar un renombre


literario. Las virtudes y los vicios de mi carácter le
impidieron brotar tan poderosamente como yo
necesitaba. Mediante el renombre, quería yo
independencia personal, trabajo suficiente para
asegurarla, y posición política para servir a mi
país. Ni posición, ni trabajo, ni independencia» (p.
176).

autobiografía y el diario, de las memorias. Cfr. Laouyen, Mounir. Perceptios et


réalisations dn moi. Clermont-Ferrand, Presses Universitaires Blaise Pascal, 2000.
69
A pesar del carácter lineal del Diario, en el que por definición opera la
mínima distancia temporal, hay varios momentos en que se realiza este arqueo:
cfr. París, 5 de agosto del 68 — p . 175—; Barcelona, 10 de mayo del 68 —p.
156—; Madrid, 29 de mayo del 69, p. 202; o París, 5 de septiembre del 69, p.
214.

86
Habría que valorar hasta dónde llega la manipulación
del diarista que, pasados los años, reconstruye una
figura tal vez inexistente 70. Como sucede con su
intervención en el Ateneo, el 1 de octubre del 66,
definida desde el titanismo romántico. El puertorriqueño
era miembro de la institución desde el 63 y participaba
habitualmente con sus lecturas. Ese día anota las
incidencias cotidianas, pero le interesa ir más allá y por
ello evalúa su paso por la institución. Inevitablemente,
eso le enfrenta al grupo:

«Yo, solitario precoz, producto de mí mismo,


inteligencia independiente, carácter libre,
naturaleza anormal, entraba en el seno de una
juventud de renacimiento, ingeniosa, chispeante,
hija de un mismo molde, estatua de un mismo
molde, fruto de un mismo árbol; juventud erudita,
osada, vacilante, ecléctica, de juicios severos
como el diablo-dios. El convencionalismo
científico me anonadó y me confesé ignorante»...
(p. 141).

El primer contacto afianza su inseguridad, pero se


crece después ante el convencionalismo y falta de raíces
70
En ese sentido y por lo que se refiere a la inevitable y a veces voluntaria
manipulación, cfr. Poirier, J; Clapier, S y Raybaut, P. Les réáts de fie. Théoñe et
pratique. París, P.U.F., 1983, pp. 38-45.

87
de los españoles: «... me sentí gigante. Ellos, los titanes
en ciencia y arte, eran liliputienses en carácter. Eran
niños sabios, yo hombre a secas. Valía más que ellos, y
sin embargo me sentía dominado» (p. 141). Aún así se
amarga porque sus intervenciones le parecen torpes y
teñidas de titubeos... Los años le harán cambiar: el 20 de
diciembre del 68 y tras haberse curtido en la lucha
periodística al lado de progresistas y liberales, se lanza a
la escena política en la que venía fogueándose con un
famoso discurso que hizo historia en el Ateneo
madrileño por su elocuencia y seguridad en la denuncia
del gobierno español.
Por otra parte y ateniéndose a la lectura del Diario,
podría concluirse que en 1863 la escritura y lanzamiento
editorial de La peregrinación de Bayoán obedeció a
requisitos intuidos con vaguedad. Además la obra,
interpretada como panfleto político, fue decomisada en
Puerto Rico por orden del general Félix María de Messina.
En España se vendió mal y su repercusión fue mínima.

2. 2. La gestación de un político en el «Epistolario».

La lectura del Epistolario" completa y continúa la


del Diario. El lector se encuentra ante un Hostos más
cuajado y seguro, no sólo porque la cronología haya
71
Epistolario (1865-1878) Tomo I. Compilación, revisión y notas de Vivian
Quiles-Calderín, con la colaboración de Julio César López. Estudio preliminar de
Julio César López, en Obras completas, op. cit., vol. 111, 1999.

88
avanzado permitiéndole madurar, sino porque en sus
cartas «políticas» es muy consciente de que está
proyectando su imagen hacia el exterior. Los titubeos
con respecto a la forja de su propia personalidad,
propios del Diario, quedan en un nivel íntimo que no ha
lugar aquí. Por el contrario se incrementa el titanismo
romántico: tiene muy clara su misión y enfoca su vida
de cara a ella. En consecuencia, son habituales términos
como «sufrimiento», «sacrificio»... aplicados a su vida;
o los conceptos que implican aunque no los apellide en
el texto. Tal vez por ello el editor considera el
epistolario como un «breviario ético» (p. LXIX). La
edición que manejo recoge cartas de y a Hostos entre
1865 y 1868, lo que permite hacerse cargo de la imagen
que el puertorriqueño va generando entre personalidades
de la vida pública española, caribeña o
hispanoamericana... es decir, sus corresponsales.
¿Cuál es la finalidad de sus cartas? Se siente
educador de hombres y pueblos a los que quiere
informar y formar. Este volumen es un inventario de
sueños y realizaciones de una vida activa: están
representadas dieciocho ciudades, nueve países y
cuatro continentes. Nada que ver con el rincón
provinciano o la timidez de un joven que se abría al
mundo cuatro o cinco años atrás. Asombra, por el
contrario, la seguridad del autor en muchas cartas en
las que caben todos los tonos y matices, debido a los
múltiples destinatarios y variados asuntos.

89
Me ceñiré aquí al tema político. Es curioso que no
hayan cruzado cartas Hostos y Martí, dos personajes
distintos pero unidos por la patria. El cubano es más
joven (1853-1895). Ambos estudian en España
filosofía y derecho — Martí termina la licenciatura—.
Ambos coinciden en su inicial amor a España, pero el
cubano se desengaña antes exigiendo independencia
para su patria. Ambos pasan la mayor parte de su vida
en el exilio, viajando de país en país y urgidos por las
múltiples relaciones, dejan un amplio epistolario. La
comparación favorece a Martí, más apasionado y
brillante, dotado de una fuerza arrolladura que
desborda en sus más de 1.500 cartas 72. Fina García
Marruz apuesta por su capacidad psicológica, por su
sabiduría a la hora de captar a ese otro mejor que late
en cada hombre (... tras) haberse propuesto una doble
redención, política y personal: no es la patria73 sólo la
que quiere redimir, sino esto de preso que hay en cada
hombre». Sumándose a la cruzada antillana Hostos
expone sus ideas y se ofrece a aglutinar las fuerzas de
los exilados cubanos en Centro y Sudamérica. El
puertorriqueño y el cubano coinciden en su lucidez
para avizorar el futuro, lo que alcanza niveles de
profetismo en Martí.

12
Cfr.. González, Manuel Pedro. José Marti. Epistolario. Antología. Madrid,
Gredos, 1973.
73
«Las cartas de Martí» en Temas martianos. La Habana, 1967, p. 307.

90
En el epistolario de Hostos, convendría separar la
primera carta, no sólo por la cronología —12 de abril
del 65 en Madrid—, sino porque la narración dialogada
de la famosa «noche de San Daniel»74 adquiere matices
ficcionales distintos a los del bloque epistolar. Se revive
el aplastamiento del motín desencadenado por los
estudiantes de la universidad al saber que el eminente
profesor Castelar, había sido destituido de su cátedra.
Episodio autobiográfico y novelado a la vez, muestra la
capacidad de indignación de su autor pero sobre todo su
habilidad narrativa:
«Aunque escribo con absoluto dominio de mí
mismo, temo perderlo, y me apresuro a relatar la
escena que presencié (...). El tropel de hombres y
caballos, la confusión de unos y otros, los gritos
de espanto, los ayes lastimeros, las voces
quejumbrosas, los lamentos de los caídos o los
atropellados nos habían hasta entonces impedido
ver lo más horrible. Detrás de la caballería, con
bayoneta calada y ademán hostil, corrían
precipitadamente otros guardias de a pie; los
caballos habían pasado por delante del Ateneo; los
grupos se habían dispersado y vimos con horror y
claramente que a la puerta de una relojería un
hombre indefenso caía»... (pp. 1-2).

/4
Cfr. Rupérez, Paloma. L¿? cuestión universitaria y ¡a noche de San Daniel Pról.
de Manuel Tuñón de Lara. Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1975.

91
En realidad, el epistolario se abre en enero del 68
en Barcelona. Esta primera carta de la secuencia
catalana rellena el lapsus diarístico desde Madrid: el
lector se entera de las circunstancias que impulsaron a
Hostos al cambio de geografía, muy relacionadas con
el entusiasmo y posterior desencanto ante los
liberales. Asimismo se detectan las distintas
alternativas políticas en una España al borde de la
guerra civil —el famoso estallido del 68— e incapaz
de apreciar cómo el descontento de los jóvenes
caribeños, que brujuleaban por Madrid en busca de
solución para su patria, les llevará de la autonomía a
la independencia y de allí a la confederación, especie
de renacido ideario bolivariano.

La intensificación del titanismo romántico

En consecuencia, el epistolario ilustra el titanismo del


puertorriqueño. Agiganta su figura, convencido de que
está librando una lucha desigual. ¿Su apoyo? La juventud
del país y los liberales en los que, al principio, confía
ciegamente. En cartas a Fernández de los Ríos y Sagasta
se sincera: «Reserva, silencio, afectada indiferencia, mal
cubierta enemistad de empresa, todo lo hemos
experimentado; pero yo estoy acostumbrado a todo» (p.
28). Estamos en la Barcelona del 68 y pretende:

92
«I o Estimular a la juventud del país hasta que
tome la parte que debe en la vida política de España;
2o Devolver su dignidad y su confianza al pueblo,
para prepararlo a reclamar su libertad;
3 o Preparar el triunfo de la idea de libertad,
difundiendo los principios del partido progresista»...
(P- 9).

Principios que enumera a continuación: libertad


individual, municipal, de enseñanza... reforma judicial,
descentralización y, desde luego, sufragio universal. Se
muestra ferviente devoto del Partido Progresista
porque cree que es el vehículo para lograrlo. Y escribe
a intelectuales y políticos para dar a conocer su
programa y conseguir adeptos. Pero, aunque joven y
utopista intuye la cruda realidad: "no se me oculta, toda
tentativa de acción desinteresada y generosa, tiene un
fracaso por término probable» (p. 5). Los modelos
están muy cerca y son sus maestros, por ejemplo Julián
Sanz del Río a quien escribe solidarizándose por el
calvario que atraviesa en Madrid:

«Mi venerable maestro:


Bienaventurado el que sufre persecución por la
verdad (...). Perdónelos usted, Maestro; los infelices
no saben que se hieren (...). Bendito, sí, bendito sea
el momento en que pugnando con la vida que se
va»... (pp. 18-19).

93
La intertextualidad funciona a partir de un Evangelio
doblemente parodiado, desde la desacralización propia
del XIX y la divinización de su protagonista inmolado
por el advenimiento de la verdad —como Cristo en la
cruz para redimir al mundo—. Hostos sigue adelante. El
sorprendente tono defirmezano le abandonará en Nueva
York -donde le encontramos en abril del 70 visitando a su
compatriota Betances rodeado de recelos-, ni en
Cartagena o Panamá, Lima, Chile o Buenos Aires... si
nos atenemos a una correspondencia que abarca esa
geografía del 70 al 73 con pequeños saltos cronológicos.
Recuerda una y otra vez a los corresponsales su actitud de
servicio a la comunidad: «Yo he tenido en mi mano una
fortuna política y otra fortuna pecuniaria y las he
pospuesto a las ideas que hubiera sacrificado para
alcanzarlas» (p. 77); y añade que «...ha probado que
prefiere su independencia a su bienestar» (p. 81).
A fines del 73 —por elegir la fecha en que decide
lanzar una segunda edición de La peregrinación de
Bayoán— el titanismo se ha agigantado. Cada vez son
más amplios en las cartas los párrafos destinados a
perfilar su actuación: es el luchador tenaz y
desinteresado, el hombre de deber que ya a estas alturas
tiene muy claro el ideal independentista de las Antillas75.

75
Cfr. Figueroa, Loida. «Eugenio María de Hostos y Bonilla, según su
epistolario inédito», en Hostos: sentido..., op. cit., pp. 55-92.

94
El ideal político: del autonomismo a la confederación
antillana.

Al principio, el puertorriqueño no tuvo las ideas tan


claras. Lo sabemos por el Diario en que desnuda su
desconcierto en los primeros años capitalinos; o por el
protagonista de su novela autobiográfica, inexperto en la
lucha contra el destino. Igualmente por sus cartas donde
hace balance de su vida a través del sumario: por
ejemplo el 9 de diciembre del 73, con motivo del
fusilamiento en Cuba de los «rebeldes» Céspedes, Ryan,
Jesús del Sol y Quesada, arde en santa indignación
contra la sistemática crueldad de España y recrea su
lucha para El Argentino... Porque «este país adolece de
una verdadera caquexia» (p. 20) —comentará a
Fernández de los Ríos el 3 de febrero del 68—. Incluso
parece lograr una cierta empatia con Castelar, del que se
distanciará después pero que ahora le promete apoyo:

«Puedo decirle que en cuanto vaya a las Cortes,


pediré la responsabilidad al Gobierno Provisional por
su política reaccionaria y por las leyes con que ha
vulnerado la dignidad de nuestros hermanos de
América. Más tarde, cuando tratemos la organización
política del país, reclamaré con mi palabra y apoyaré
con mi voto la autonomía de las dos islas, única
solución justa, único medio de conservar la
integridad nacional» (p. 22).

95
Hostos escribe también a Olózaga, jefe intelectual
del Partido Liberal, formulando claramente su postura:
«...queremos gobierno y asambleas coloniales para
Cuba y Puerto Rico (que) no pueden estar contentas de
su madre patria ni de sí mismas, hasta que se haya
abolido la esclavitud y constituido en cada una de ellas
un gobierno propio. Sin igualdad civil, sin libertad
política no hay dignidad; sin dignidad no hay vida. Las
Antillas no viven, languidecen, como languidecía la
tenebrosa España de Isabel de Borbón» -dirá tras la
Gloriosa (pp. 32-33) y el subsiguiente desengaño: a los
liberales no les importan las islas-. La postura está
clara y se convertirá en bandera de muchos. Por eso
apoyará la independencia de una Cuba que, con Martí,
había dado pasos de gigante en este sentido 76; ambas
islas constituyen un todo por el que luchar. Así lo hace
76
Y dará muchos más andando el tiempo. Martí se hará cargo desde Nueva
York de una compleja tarea: coordinar los centros de conspiración
independentistas, uno en Estados Unidos —que unificó en el Partido
Revolucionario Cubano fundado el 10 de abril del 92—; otro en Cuba y otro en
Santo Domingo cuya autoridad militar era Máximo Gómez... Pero había que
contar también con Maceo y suavizar asperezas... Por fin fundará el periódico
Patria, cuyo primer número es de 14 de marzo del 92 y que mantuvo
prácticamente hasta su muerte. Allí salieron artículos como «El convite a Puerto
Rico», «Adelante, juntos», «Vengo a darte patria» —especialmente significativo
porque resume toda la historia de la revolución y sus hombres hasta la fecha (14-
111-93)—... y varios más sobre el partido revolucionario cubano y las cuestiones
candentes del autonomismo y anexionismo, siempre criticadas por él al
considerarlas como fracaso de una revolución que debería ser independentista...
Cfr. al respecto Bueno, Salvador. José Martí y su periódico «Patria». Barcelona,
Puvill Libros, 1997.

96
saber en el famoso discurso del Ateneo, que levantó
ampollas y fue seguido por una concienzuda labor de
difusión en los periódicos, con artículos como Los
trastornos de Puerto Rico, La isla de Puerto Rico y el
Poder Ejecutivo; ¿cuál de las dos formas de gobierno,
monarquía o república, realiza mejor el ideal del
derecho ?. En carta de 20 de diciembre al director de La
Voz del Siglo, dice quizá por vez primera «...que la
única libertad posible en las colonias españolas es la
federación» (p. 34).
En resumen, las cartas del 68 español muestran al
isleño bien situado. Sus destinatarios son los políticos e
intelectuales más relevantes del momento, entre los que
se mueve con soltura y dignidad a pesar de sus
problemas económicos. Prueba de ello es que, tras el
triunfo de la revolución, llega incluso a ofrecérsele el
puesto de gobernador de Barcelona que no aceptará.
El Epistolario salta a comienzos del 70, fecha en que
está en Nueva York iniciando su definitiva etapa
americana. Las cartas van siguiendo sus pasos por
Cartagena, Panamá, Lima, Chile y Buenos Aires, en lo que
ya es la incansable actividad pública de un patriota
reconocido. Cartas a amigos, misivas a políticos y medios
de comunicación, voceros de la lucha de quien se atreve
incluso a ofrecerse a Miguel Aldama -Presidente de la
Junta Cubana de Nueva York- como representante de Cuba
en Perú. La gestión no tendrá éxito de momento, pero el
isleño no olvidará el problema de los emigrados, uno de

97
sus centros de atención en los tres años siguientes en que
fue llenando Hispanoamérica de centros de apoyo, clubes y
asociaciones... Como Martí, que vive en Nueva York con
la mirada en la patria para ofrendarle su vida en el
desembarco del 95, cuando la acción parezca inevitable
Hostos la apoyará con su persona. Así en 1875 dejará Chile
al enterarse del plan de desembarco en Cuba, si bien tiene
la seguridad de que ésa no es la solución al problema. Será
un claro heredero de Bolívar —de hecho escribió
recordando la gratitud que le adeudan los americanos 77-.
Independencia implica... "la confederación de todas las
Antillas y, como fin por venir, la liga de la raza latina en el
nuevo continente y en el archipiélago del Mar Caribe»... (p.
65). Y apuesta por ello de forma honesta y rotunda: «Yo no
he escrito —dirá— ni pronunciado una palabra que no sea
directa expresión de mi conciencia, y creo en conciencia
que es verdad cuanto he dicho sobre la revolución de las
Antillas» (p. 65).

77
«Hay un hecho más memorable que ninguno: fue la intención libertadora
de Bolívar» —dirá en determinado momento. Y en su artículo «Lo que intentó
Bolívar», dirigido a L¿7 Opinión Nacional de Caracas, hoy en Obra literaria selecta
(Ed. de J. C. López. Caracas, Ayacucho, pp. 339-341)— alude al "hombre-
legión, al hombre-idea y al hombre-humanidad. Al primero porque rompió
nuestro sueño de vida colonial para nuestra redención. Al segundo, porque
concibió la unidad de la patria continental; al tercero porque proclamó que Cuba
y Puerto Rico eran parte esencial del Continente». Cfr. Zea, Leopoldo. «Hostos
como conciencia latinoamericana», en Hostos: sentido..., op. cit, pp. 509-520; y
Dávila, Marcos Reyes. «Hostos, la llamarada escrituraria», en Ibídem, pp. 553-
568.

98
En conclusión, del 68 al 73 se ha forjado un político
visionario pero prudente, con los pies en la tierra, que
escribe con pasión y elige con cuidado a sus
destinatarios; que sabe ser escueto, ir al grano, pero
también gusta de reconstruir su titánica lucha por la
libertad de los hombres sean los de la metrópoli en trance
de revolución, o los antillanos, aun más urgidos a un
cambio que les consolide como arbitros del porvenir
americano.

99
3. La peregrinación de Bayoán:
del diario a la novela

Entre los primeros diarios y las cartas iniciales de


Hostos aparecerán las dos ediciones de La
peregrinación de Bayoán, novela que centrará mi
estudio78. Se abre como un diario del protagonista cuya
primera entrada es de doce de octubre. Desde esta
fecha hasta el veintitrés de febrero se suceden distintas
anotaciones que en la edición que manejo ocupan unas
doscientas cincuenta páginas. Se trata del diario de
Bayoán, joven puertorriqueño a quien encontramos «a
bordo». La rúbrica de cada entrada fija el cronotopo
que en el texto es muy sobrio -día y mes, «por la
noche, mediodía, mañana»... sin señalar el año, aunque
sabemos de su contemporaneidad por la referencia a la
metrópoli.

/8
Cfr. Lorente Medina, Antonio. «Hostos, España y la génesis textual de La
peregrinación de Bayoán», en Actas del XXIX Congreso del LI.L.L. T o m o II, vol. I.
Barcelona, 15-19 junio 1992. Publicadas por Joaquín Marco. Barcelona, PPU,
1994, pp. 295-306.

101
La navegación se desarrolla en dos partes: la
primera tiene como marco el Caribe (pp. 101-217) y
la segunda refiere la travesía hasta España (pp. 218-
283). Dos tramos del mismo viaje a la metrópoli
planteados, aparentemente, con una cierta
incoherencia geográfica porque Hostos quiere dar un
repaso a la historia colombina y necesita pasearse al
hilo del descubridor. Por ello, el protagonista viaja
primero hacia el occidente contorneando las islas del
archipiélago: Santo Domingo, Santiago de Cuba, La
Habana y su bahía y, por fin, la capital de Puerto
Rico. Se trata de puntos entrevistos casi siempre de
lejos, si bien los breves desembarcos permiten
conocer más de cerca una naturaleza descrita desde
los cánones del momento. Las estancias en tierra, no
obstante, impulsan la acción narrativa: en la primera
Bayoán conocerá a Marién lo que da un vuelco
espectacular a su existencia: «en el cielo» titulará la
anotación de veintiocho de noviembre en que detalla
pormenorizadamente el feliz encuentro. Tras una
breve navegación que los separa, se consolida el idilio
en el Dorado puertorriqueño.
Por fin, ambos embarcan rumbo a España, en un viaje
con alternativas y microhistorias como la del anciano
patriota. Se intensifica el conflicto amor/deber en
Bayoán. Las disquisiciones ensayísticas irán cediendo
ante la historia amorosa que se adueña del texto y cuya
dinámica contaré en el apartado correspondiente.

102
Hasta aquí, el diario de Bayoán que corresponde a
poco más de un año, tiempo de la historia. La
focalización no escapa al yo del protagonista que
describe el entorno y narra los acontecimientos. No
obstante, además de la descripción y el sumario
narrativo, el texto introduce muchas escenas dialogadas
que lo agilizan. Porque el molde diarístico tiende a
crear una rutina que adormece a los lectores. Y las
disquisiciones ensayísticas y alguna visión alegórica
abruman la historia y tienden a ralentizarla, lo que
puede ser un obstáculo para la ficción. Aún así Carilla,
al estudiar la novela hispanoamericana durante el
romanticismo, no la considera «novela-ensayo», género
en el que sitúa por ejemplo la Peregrinación de Luz del
Día en América (1875), del argentino Alberdi, o
Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895), del
ecuatoriano Montalvo. La considera «novela política»
por derecho propio79.
Interesa examinar los prólogos que plasman la
génesis de la obra y la teoría poética del autor, así como
las posibles concomitancias entre la novela, el Diario y
el Epistolario. Atendiendo a la cronología de la
gestación y segunda edición de la novela, cabe
relacionar la obra del 63 con páginas del Diario y la del
73 con las del Epistolario, en los años correspondientes.

79
Cfr. Carilla, Emilio. El romanticismo en la Améáca Hispánica. Madrid,
Gredos, 1967, tomo II, p. 73 .

103
3.1. El paratexto. La poética de los prólogos.

En esta obra de Eugenio María de Hostos el


paratexto80 cobra una importancia singular, como era
previsible teniendo en cuenta la época y la personalidad
ética. El nombre del autor, en consecuencia, será
fundamental para ese lector destinatario, en lo que no es
sino una autobiografía poco disimulada. En cuanto al
prólogo, sintetizará las claves del autor plasmadas en su
escritura, simple vehículo de sus ilusiones y luchas.
3.1.1. El prólogo de la primera edición.

El joven Hostos antepone a su obra un prólogo breve,


pero esencial para entender el por qué de la escritura
plasmado en un título simbólico. Se abre así:

«Este libro más que un libro, es un deseo; más


que un deseo, una intención; más que una intención,
es sed.

80
Para este concepto, cfr. Genette, Gérard. Pa/impsestes. La Uttírature au
second degré. París, Seuil, 1982, p. 7). Para Genette dentro del paratexto cabe
«...titre, sous-titre, intertitres; préfaces, postfaces, avertissements, avant-propos,
etc; notes marginales, infrapaginales, terminales; épigraphes; illustrations; priére
d'insérer, bande, jaquette, et bien d'autres types de signaux accesoires,
autographes ou allographes, qui procurent au texte un entourage (variable) et
parfois un commentaire, officiel ou officieux, dont le lecteur le plus puriste et le
moins porté á 1 'erudiction externe ne peut pas toujours disposer aussi facílement
qu'il le voudrait et le prétend» (p. 9). Cfr. también Lañe, Philippe. La périphene
du texte. Paris, Nathan Université, 1992.

104
Sed de justicia y de verdad;
Intención de probar que hay otra dicha mejor que
la que el hombre busca:
Deseo de que el ejemplo fructifique» 81..

En este párrafo de textura romántica los términos


establecen correlaciones entre sí, en un movimiento
envolvente de ida y vuelta cuyo centro son la justicia y
la verdad. Términos de distintos campos semánticos se
van entrelazando con naturalidad hasta llegar al último,
que supone un salto metafórico. En efecto, mediante el
asíndeton el deseo se transforma en intención, la
intención en sed de justicia y verdad —lo que apunta
al evangélico «la Verdad os hará libres»—. Todo
cuadra a la perfección porque la libertad de España y
de la isla es fin último de la escritura.
En cualquier caso, justicia y verdad son el faro
luminoso que guía al peregrino. En los párrafos
siguientes, una voz —el autor— abre en el texto un
doble diálogo tras haberse implicado como un
personaje más, puente entre el protagonista y los
lectores que deberán aprender el mensaje. Porque la

81
La peregrinación de Bajoán. Dialio Recogidoj Publicado porE/tgenio Mafia Hostos.
Obras Completas (Edición crítica). Vol. I. Literatura. Tomo I. Ed. revisada 5' anotada
por Julio César López, Vivían Quiles-Calderín y Pedro Álvarez Ramos. Pról.
José Emilio González. San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura
Puertorriqueña y Universidad de Puerto Rico, 1988, p. 97. En adelante citaré en
el texto por esta edición.

105
novela tiene una finalidad didáctica: transmitir las
experiencias de Bayoán, el alter-ego de Hostos quien,
al tomar la palabra para dirigirse al autor, sienta las
bases de esa desdicha gloriosa que aguarda como
premio al hombre justo:

«Bayoán me lo dijo: "Feliz, amigo mío, quien


tiene el valor del sufrimiento; porque ése al concluir
su peregrinación por este mundo, habrá encontrado
su Jerusalén, su Dios."» (p. 97).

El autor asume las palabras de su protagonista en


cuyo vocero se convierte al dirigirse a sus destinatarios.
La novela está escrita para «que el ejemplo fructifique";
y parece que el autor hubiese anticipado en la de Bayoán
su propia peregrinación a partir del 68, en que abandona
España:

«Vosotros, los que en vez de vivir, peregrináis,


seguid con paso firme: la desdicha que os espera es
tan gloriosa, que no la trocaréis por la inútil felicidad
de los felices.
Los que no peregrinan, que no lean» (p. 97).

Con estas palabras trabadas por el oxymoron


comienza a esclarecerse el sentido del título, de

106
raigambre religiosa , pero inmanente y altruista, a tono
con el laicismo de ese mundo krausista...
La segunda parte del prólogo glosa otro tema,
referido al estatuto textual:

«al publicar este Diario, cometo una profanación


(...). Perdónenme si, por el misterioso anhelo que tengo
de ventura para ellos, robo a la oscuridad un Diario
escrito en la oscuridad de una conciencia» (pp. 97-98).

¿Un diario? ¿Simple falacia para introducir el texto


al estilo del manuscrito hallado? Críticos como
Beauchamp83 van más allá: en realidad, el texto forma
parte de los primeros diarios escritos en Madrid y
vertidos en la novela. ¿Apoyos para esta interpretación?
Las mismas palabras del puertorriqueño que en ambas
ediciones dice en el subtítulo «Diario recogido y
publicado por Eugenio María de Hostos». Además el
vocablo «diario» se empleará un par de veces en el
interior de la novela cuando el editor identificado con

82
Cfr. Cataluña Rigoberto, Víctor. Eugenio María de Hostos. Su jornia de vida, su
obra y su pensamiento. Madrid, Universidad Complutense, 1985. Difiero de su
tesis, según el cual «el trascendente mensaje de esta peregrinación hostosiana es
un eco fiel de aquel otro trascendental y divino mensaje que Cristo Jesús legara a
sus íntimos, momentos antes de su Pascua o tránsito, camino de este mundo al
Padre», p. 80.
83
Cfr. Beauchamp, José Juan. «Laperegñnaáón de Bayoán: crisis de la novela y
novela de la crisis de la búsqueda de valores», en Talleres, San Juan de Puerto
Rico, 5,1989, núms. 1-2, p. 119.

107
Hostos - quien se ha introducido como un personaje más
en el texto para completar las lagunas textuales de
Bayoán- dice: «...después de vacilar por largo tiempo,
me decidí a dar el Diario al público» (p. 302). No
obstante, existe una elaboración, personajes y núcleos
narrativos que invalidan afirmaciones tan excesivas
como la de Cataluña Rigoberto:

«La peregrinación de Bayoán no es otra cosa que


un simple diario autobiográfico, pese a su carácter
simbólico-político» 84.

Más completa e inteligente, la evaluación de Juan


Manuel Rivera pone las cosas en su sitio:

«La peregrinación de Bayoán no será una gran


novela, como ya es sabido; pero es una novela
importante como documento autobiográfico, y como
testigo de un momento angustioso de la conciencia
puertorriqueña del pasado. Baraja o espejo mágico,
en ella se encuentran dibujados muchos episodios de
la vida futura del autor (...). Es una profecía que
empezará a cumplirse seis años después de
pronunciada, cuando Hostos (...) enderezara hacia el
sur la ruta de su peregrinaje» 85.

84
Eugenio María de Hostos..., op. cit, p. 69.
85
Rivera, Juan Manuel. «lMperegñnaáón de Bayoán: fragmentos de una lectura

108
3.1. 2. El prólogo de la segunda edición.

¿Qué ha ocurrido del 63 al 73 para que a Hostos le


merezca la pena volver a editar su vieja novela? ¿Hasta
qué punto expresa todavía en lo esencial su ideario, si
bien más perfilado? La explicación más simple se debe
a críticos como Rosa:

«Aunque, decía en el prólogo, su intención inicial


había sido la de escribir la novela de una vez para
después no tener que seguir perdiendo el tiempo
escribiendo ficciones y dedicarse a tareas más serias,
se ve obligado a continuar escribiendo, o
reescribiendo la novela; a pesar suyo tiene que seguir
con la pluma en la mano» 6.

Es decir, Hostos reedita en Chile La peregrinación...


porque sus ideas no han llegado al público. ¿Las causas?
La sagacidad de una censura que hizo retirar la edición
en Puerto Rico (pp. 94-95), pero sobre todo el absoluto
anonimato de su autor.

disidente, en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Lima, 15, 2° semestre


1989, núm. 30, pp. 52-53.
86
Rosa, Richard. Comentarios a Doris Sommer. «Puerto Rico a flote; desde
Hostos hasta hoy», en Op. Cit. El Cañbe entre imperios (Coloquio de Princeton). Ed.
Arcadio Díaz Quiñones. Río Piedras, Universidad de Puerto Rico y Comité del
Centenario del 98,1997, núm. 9, p. 265.

109
El prólogo se abre así: «voy a relatar la historia de
este libro». Y, en efecto, el autor intercala un relato
semiautobiográfico, enmarcado por la ejemplaridad y
titanismo romántico: «quiero que la juventud tenga en la
historia de este libro un buen ejemplo y en la
personalidad que de ella se destaca, un buen amigo» —
dirá (p. 68)—. El texto tendrá entonces -1873- el sentido
didáctico y testimonial propio de un krausista:

«El mundo me ha derrotado muchas veces,


cuantas veces he intentado hacer un bien con mi
pluma, con mi palabra, con mis actos, con mi vida.
No me he desalentado jamás, y cada vez que mis
principios han necesitado un sacrificio de amor
propio, de afectos, de interés, de porvenir personal,
el primero en ofrecerse al sacrificio he sido yo» (p.
68).

Son palabras muy cercanas a las de su epistolario. Y


añade: "la personalidad que es hija del combate y del
dolor tiene el derecho de hablar y ser oida, porque tiene
la conciencia de ser desinteresada y ejemplar" (p. 65).

El nacimiento de un escritor: las escenas narrativas.

Hostos refiere la génesis del libro por medio de una


escena que dosifica el suspense y permite asistir al
nacimiento de un escritor:

110
«Tomé pluma, tinta, papel y escribí.
A la media hora salí radiante de alegría, y
gritando: Aquí está el libro, leí a Rada los seis
primeros diarios de LA PEREGRINACIÓN DE
BAYOÁN (...) el libro estaba escrito en mi cerebro,
y era imposible que no obedeciera a mi mandato; él
saldría» (p. 74).

A partir de este momento, el prólogo se convierte en


una alternancia de escenas y sumarios que dan cuenta de
la escritura. La historia va progresando en torno a un
escritor-protagonista que lee su obra ante el editor Rada
y un grupo de españoles reticente, lo que augura una
recepción problemática, como se confirmará después.
¿Qué le queda al autor? "yo tenía el poder de castigar
eficazmente con mi pluma a los soberbios que
encadenaban y esclavizaban a mi patria» -afirmará (pp.
79-80)-.
La escena con el cajista de la imprenta que le
reclama material tiñe de romanticismo el nacimiento de
un escritor genial, intuitivo, capaz de generar texto
literario de la vida misma:

«—Pues yo no tengo original. Descansaba en la


lentitud de Uds, y nada he escrito.
—¿Y eso?
—Eso son apuntes de viaje (...).

111
Y tanto me importunó que yo tomé uno de los
manojos de papel que había revuelto sobre mi
escritorio, y se lo entregué.
No había sido una distracción. El manuscrito
entregado era un episodio interesantísimo del viaje
más fructuoso que yo había hecho en el periodo más
critico de la adolescencia (...). Al ser sorprendido
desprovisto, se me ocurrió que aquel episodio podía,
no sólo suplir, sino completar mi obra» (p. 85).

Sobre este pasaje pivotan cuestiones críticas como la


identidad autor-personaje, es decir, Hostos-Bayoán. O la
génesis del texto narrativo: son apuntes de viaje
personales lo que trasvasa a la novela. Estas palabras del
prólogo dan cuenta de su taller de laboratorio: «antepuse
al episodio unos cuantos diarios que lo preparaban,
iluminé el cuadro con la presencia de Marién»... (p. 85).
Además, pareciera que cada escena está pensada por
el autor en pro de esclarecer su pensamiento: así, por
ejemplo y siempre dentro del prólogo, un grupo de
amigos escucha el episodio que glosa los amores de
Bayoán y Marién, con su conflicto amor/deber. El
entusiasmo es total. Pero... ¡no han entendido nada! Se
trata de una cuestión ética y no de un calculado recurso
sentimental -defecto típico de los folletines-:

«—¡No siga Ud! Déjeme Ud. saborear la emoción


que me ha producido ese trozo.

112
—Pero si es una vulgaridad —observé yo.
—Eso es arte —exclamó el novelista Éntrala, que
me había mirado tanto, mientras yo leía, que yo creí
que me oía—. Eso es arte, enaltecer la vulgaridad
hasta hacerla producir efectos nuevos» (p. 83).

Por último la escena del censor (pp. 86-87), al


margen de la crítica al personaje por su falta de
profesionalidad, marca las pautas de la recepción crítica
en esos diez años: la obra se considera blasfema,
irreligiosa y antiespañola. Ergo... no es tolerable. El
tiempo transcurrido permite a Hostos jugar a profeta
aprovechando los hechos consumados :

«¿No probaba la conducta observada con mi


libro, que hasta en el campo de las letras éramos
tiranizados los colonos? Porque, a mis ojos, (...) el
vacío que se hacía a mi alrededor era efecto en gran
parte del espíritu americano y de la intención
antiespañolista de mi obra» (p. 91).

En resumen, hay una lógica en el encadenamiento de


escenas que hilvanan la historia narrada en el prólogo: la
génesis de la obra a partir de los propios diarios de
Hostos; el qué sea la literatura; la corrupta censura que
sólo ve colonos blasfemos y no escritores valiosos en
gente como el puertorriqueño y, por fin, la recepción
crítica preconizada por las reacciones del privilegiado

113
grupito... Se busca el juicio de la colectividad, de
escritores y público; se obtiene, sólo el apoyo de amigos
—Miralles, Éntrala y Rada— bienintencionados pero
temerosos de expresar públicamente sus ideas (pp. 93-
94). El desconsuelo del autor es total. Narrativamente
hablando esta parte del prólogo tiene su interés. Hostos
consigue volver a crear el suspense con un falso guiño al
lector: ¡por fin llega el triunfo! La secuencia se articula
en torno a una carta del general-escritor Ros de Olano:

«...mi libro había sido para él como algo que caía


del cielo. Si yo lo hubiera creído, Goethe habría
hecho menos en Werther que yo en Bayoán (...).
Aquella carta era más que un acontecimiento en mi
vida; era si yo quería, el prólogo de mi nueva vida»
(p. 89).

La tentación del triunfo fácil... pero Olano es amigo


de O'Donnell, ergo... "yo iba irremediablemente a parar
en el mar de la Unión liberal, a caer postrado a los pies
de O'Donnell, a ser uno de los mil palaciegos de aquel
liberticida que, después de haber asesinado la libertad de
las Antillas, la apuñaleaba en España. ¿Y era eso lo que
me proponía? ¿No era lo contrario, servir a la libertad,
combatir a sus enemigos, elevarme por mi propio
esfuerzo, darme a conocer por mí mismo, no por
mediaciones poderosas, lo que yo intentaba?» (p. 90).

114
Hay que ser cautos: estas palabras corresponden al
73, cuando la revolución del 68 ha abierto
definitivamente los ojos al puertorriqueño. Diez años
antes se definía como liberal autonomista. Ahora las
cosas han cambiado. Mínimo consuelo en esta cadena
de decepciones, la carta de una mujer que no escatima
elogios. Hostos reacciona: "con un solo hombre como
aquella mujer hubiera yo podido hacer en breve tiempo
lo que tanto me ha costado después y todavía no he
podido conseguir» (p. 93). Habla, una vez más, el
krausista del 73 pionero de la educación laica y la
formación de las señoritas 87. Desde esa óptica, la
referencia a la recepción crítica femenina dice mucho
del pedagogo.

El deber de ser un hombre lógico, un hombre


completo.

«¡Hombre lógico! ¿Quién es capaz de concebir


ese ideal sin temblar en todas las raíces de su ser al
concebirlo?» (p. 75).
87
Cfr. al respecto Guerra Cunnigham, Lucía. «Feminismo e ideología liberal
en el pensamiento de Eugenio María de Hostos», en Hostos: sentido..., op. cit, pp.
361-374.; y Mora, Gabriela. «Hostos y la mujer», en Ibídem, pp. 707-720. Mora
recuerda cómo, recién llegado a Chile, Lastarria le invitó a exponer sus ideas en
la Academia de Letras, que acababa de fundar. Allí leyó sus trabajos sobre «La
educación científica de la mujer», tres conferencias publicadas en la Wevisfa Sitd-
Americana de Santiago de Chile, el 10 de junio, 25 de junio y 25 de julio,
respectivamente.

115
Esta doble exclamación e interrogación retórica, muy
del gusto romántico, constituye uno de los núcleos
vertebradores del prólogo: el sintagma «hombre lógico»
condensa el máximo ideal del ser humano. En el Diario
es notoria la lucha por forjarse a si mismo; en
consecuencia, el lector espera que Hostos lo aplique a su
alter-ego narrativo que protagoniza la aventura de La
peregrinación... Y así lo hace. «La tarea de una vida,
consagrada a dar un hombre lógico (...) consiste en
eliminar facultades exclusivas y en suprimir pasiones
absorbentes» —dirá con aplomo (p. 76) —. A lo largo de
la novela eso se traduce en una lucha sorda e
ininterrumpida entre el deber con la patria y el amor a
Marién. Y, por lo que se refiere al impulso amoroso,
acabará concretándose en una nueva dicotomía cuyos
polos son la atracción sensual, por un lado, y la devoción
espiritual de cuño romántico, por otro. Él no deja de ver
su tarea como un calvario del que se excluyen gloria,
poder y ventura, elementos apetecidos por todos.
El hombre lógico no es un ideal inmutable: «serlo
todo en una vida; sentimiento y fantasía en la primera
edad; razón y actividad en la segunda; armonía de lo
pensado y lo sentido en la tercera; conciencia en todas
ellas, es imponerse una tarea tremenda»... (p. 76). El
autor lo vive y obliga a ello al titubeante Bayoán, todavía
en barbecho cuando se abre la novela, en la confianza de
que «...ser hombre lógico, no es ideal inaccesible, no es
empeño inútil, no es tarea imposible»... (p. 76).

116
El deber de abogar por la libertad.

Por lo que se refiere a la gestación de esta novela-


diario, el contacto con la metrópoli dará una perspectiva
más amplia a lo que habría sido una mirada a la
colonial Puerto Rico. Con asombro descubrirá que
«España tiranizadora de Puerto Rico y Cuba, estaba
también tiranizada» (p. 71). Y, en consecuencia,
concluirá ensanchando la patria política:

«... Si la metrópoli se libertaba de sus déspotas


¿no libertaría de su despotismo a las Antillas?
Trabajar en España por la libertad ¿no era trabajar
por la libertad de las Antillas? (p. 71).

En estas palabras está el meollo del por qué de su lucha


y de su escritura, que no es más que un instrumento al
servicio de la verdad. Y así el autor tiende un puente al
prólogo del 63, donde la búsqueda de la verdad ocupa un
espacio central: «Las Antillas estarán con España, si hay
derechos para ellas; contra España, si continúa la época de
dominación» (p. 80). En consecuencia, será autonomista
hasta el 68 y sufrirá las consecuencias en el futuro. Hostos
aún no ha desarrollado una identidad puertorriqueña, si
bien la idea de nación está en vías de ser conceptualizada

117
por los intelectuales hispanoamericanos del XIX 88. Y
cuando hable de «nación» y «patria», es el hombre del 73
quien se proyecta sobre el pasado, una vez adquirido el
sentido de identidad política del que carecía en el 63. En
consecuencia, realiza una doble relectura: por un lado de su
persona y sentimientos exagerando su papel de víctima; y
por el otro de Bayoán, cuyos actos se reinterpretan al calor
de la nueva identidad nacional. Todo lo que caracteriza a
Bayoán se aplica implícitamente al autor: es él quien
desnuda su alma ante el público, tratando de encontrar un
destinatario que comprenda su lucha por la libertad. De
forma que el titanismo romántico iguala al escritor y su
personaje:

«¿Por qué, sino por consagrarse entera y


exclusivamente al deber de libertar su patria,
ahogaba Bayoán los afectos más puros, sofocaba los
deseos más venturosos, sacrificaba los deberes
secundarios, su amor, su felicidad?»... (p. 82).

Del autonomismo o la federación con España, a la


independencia y confederación de las Antillas... El
instrumento será la escritura porque «...la conquista de
un nombre literario es la conquista de un poder. El poder

88
Cfr. Imaginar la Nación, coordinado por Francois-Xavier Guerra y Mónica
Quijada (Münster, Lit y Ahila, Cuadernos de Historia Latinoamericana, 1994).
También el número 178-179 de la Revista Iberoamericana, de Pittsburgh (63,
enero-junio 1997) dedicado a Siglo XIX: fundación j fronteras de la ciudadanía.

118
me hacía falta para servir inmediatamente a mi país,
olvidado, vejado, escarnecido» (p. 77).

El arte por el arte frente al libro útil: la escritura como


deber y la gloria como poder.

Los términos del problema están claros: la gloria


literaria es poder sin el cual el hombre colonial no existe
frente a la metrópoli. Así se entiende que en las páginas
de Hostos el lector se enfrente a una clara disyuntiva: el
libro útil frente a la simple obra de arte. Tampoco
sorprende, entonces, el recelo hacia la ficción del
escritor puertorriqueño, paradójico puesto que demostró
soltura en ese campo. Recelo que vencerá para reeditar
La peregrinación de Bayoán, «...el único de mis trabajos
literarios que contemplo con orgullo y puedo leer sin la
tristeza piadosa que tengo para las obras de
imaginación» —dirá (p. 68)—. Es que se trata de un
libro útil, concebido como portavoz de sus ideales y no
mera obra de arte. Por eso lo rescata en el 73, cuando
piensa ponerlo al servicio de la patria, es decir, de todo
el Caribe. Y, por el contrario, lanza sus dardos contra el
vacío retórico de tantos romanticismos y esteticismos
premodernistas: «hay en el mundo demasiados artistas
de la palabra, demasiados adoradores de la forma,
demasiados espíritus vacíos (...). Las letras son el oficio
de los ociosos o de los que han terminado ya el trabajo
de su vida" —dirá con desdén (p. 78)—.

119
Hostos se siente como un mesías redivivo para
despertar al mundo en tinieblas:«...si algo no he
perdonado y si algo no perdono todavía es que aquel
silencio inesperado me haya obligado,
imposibilitando mi plan, a seguir con la pluma en la
mano. Lo que en mi intención no era más que un
instrumento de combate, ha tenido que convertirse
después en fin de vida» (p. 94).Y puesto en esa
tesitura, atisba la posibilidad de aunar lo literario con
lo sociopolítico, sin que lo primero se supedite
necesariamente a lo segundo. Es una de las escasas
ocasiones en que Hostos contempla una posibilidad
que redime a la literatura de su función de «ancilla»
de la realidad contextual:

«...imaginé un plan en el cual estuvieran de tal


modo ligadas entre sí las ideas que deseaba exponer,
que el fin literario de la obra contribuyera a su objeto
político y social; y que éste, presentado como objeto
secundario resplandeciera tanto más claramente
cuanto más absorbido pareciera por el fin literario de
la obra» (p. 78).

Ésta será la justificación última de La


peregrinación de Bayoán, una obra cargada de
simbolismo dentro de las novelas del XIX
hispanoamericano.

120
3. 2. Elparatexto: la clave.

Bajo este epígrafe —«Clave»— Hostos inserta una


página que no consta estuviera en la primera edición de
la novela, unas líneas escuetas propiciadas por el
didactismo de los 70. Mucho más imbuido de su misión
debe asegurarse de que no fracase por la incompetencia
del público.
La clave traduce el simbolismo de los nombres89, en
su mayoría geográficos —Borinquén, Haití, Cibao,
Luquillo, Guanahaní, Higüey—. ¿Explícitos? Tal vez,
pero el autor es consciente de la lejanía cultural entre la
metrópoli y sus colonias; le interesa crear lazos de
unión que puedan servir de refuerzo a la epopeya en la
que se están embarcando los caribeños.
En cuanto a los nombres precolombinos de los
protagonistas, se insertan en la tradición indianista del
romanticismo hispanoamericano y en el contexto de la
lucha liberadora contra España se cargan de connotaciones
para el lector antillano: la belleza de Marién, la comarca
cubana que hoy conocemos como Mariel; o la valentía de
Guarionex, el poderoso cacique de la actual Haití. La
trilogía onomástica se tiñe de audacia con Bayoán,
«nombre del primer indígena de Borinquén que dudó de la
inmortalidad de los españoles» (p. 99). En consonancia a él

89
Cfr. Lorente, Antonio. «La peregrinación de Baj'oán o la aventura mítica
de la redención», en Anuario de Letras, México, 28, 1990, pp. 327-339.

121
corresponde poner en tela de juicio el status colonial y abrir
la brecha del independentismo. Y ello a pesar de
incoherencias reseñadas por críticos: «...el nombre de los
personajes resulta un tanto artificioso, puesto que ni son
indios, ni mantienen una relación de identidad étnico-racial
que rompa el marco de lo Occidental»90. Aún así inmersos
en una realidad colonial, no deja de ser atrevido elfinalde
esta clave:

«Estos tres nombres: Guarionex, Bayoán, Marién,


representan en este libro la unión de las tres grandes
Antillas, Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba» (p. 99).

Tal vez por ello, la edición salió en Chile. En España


hubiera sido imposible una apuesta tan directa por el
cambio de status. El hombre público Hostos tiene ya
perfectamente definido un ideario, que expone a la
opinión pública sin tapujo alguno.

3. 3. Delparatexto al texto: el título como símbolo del


tema.

A distinto nivel, título y subtítulo son elementos


fundamentales de la propuesta del autor -como

90
Rivera, Juan Manuel. «La Peregrinación de Bayoán: fragmentos de una lectura
disidente», en avista de Critica Uteraria Latinoamericana, 15, Lima, segundo
semestre de 1989, núm. 30, p. 40.

122
advirtieron Genette y Couégnas -; identifican la obra,
designan su contenido y lo potencian. Esas funciones
pueden moverse a nivel de simple denotación o cargarse
de connotaciones a través de metáforas, metonimias,
sinécdoques... incluso alegorías.
Volviendo los ojos a la novela y de acuerdo con el
diccionario de la R.A.E. peregrinación es un «viaje por
tierras extrañas». Y las Antillas resultan extrañas a un
Bayoán que, en esa búsqueda de identidad patria,
necesitará un reencuentro profundo con los viejos lugares
para resemantizarlos, antes de saltar a España buscándole
sentido a su vida. Ése es en realidad el tema de la novela,
que se ve amenizada con una romántica historia amorosa;
tiene mucho de cruzada, por cuanto la segunda acepción
del diccionario —«viaje que se hace a un santuario por
devoción o por voto»92— no resulta del todo inadecuada:
Bayoán sacraliza una misión que tiene todas las trazas de
un viaje iniciático. Además y a pesar del laicismo de la
obra, cabría asumir la acepción figurada del diccionario:
«la vida humana considerada como paso para la eterna»...
La vida como camino, viaje o peregrinación es un
leitmotiv literario desde la Odisea, si bien lo religioso es
más claro en obras medievales como la Divina Comedia

" Cfr. Introduction a laparalittératnre. París, Seuil, 1992.


92
La Peregñnatio Egeriae , relato de la peregrinación que ía citada monja
hiciera a los Santos Lugares en el siglo VI, es el modelo por antonomasia de esa
acepción, tal vez el intertexto último —si bien no premeditado— de esta nueva
peregrinación decimonónica.

123
y lo iniciático abarca desde los cuentos de hadas hasta El
señor de los anillos, de Tolkien.
No obstante, me atrevo a postular un intertexto
mucho más cercano, el Childe-Harold de lord Byron
(1788-1824). Su autor fue un personaje popular,
excéntrico y apasionado, que viajó a España, Portugal,
Grecia, Turquía y los Países Bajos. Hubo de expatriarse
y se convirtió en el símbolo del exilado romántico, del
héroe por antonomasia, al embarcarse en las luchas por
la emancipación de Italia. Su obra generó imitadores y
gozó de una recepción amplísima en Hispanoamérica,
hasta el punto de igualar a Víctor Hugo93. Su prestigio,
más que en lo literario o político, se debía a su
magnetismo personal. A Hostos ha debido interesarle su
aureola de libertador, de hombre capaz de arriesgar la
vida por un ideal. Tal vez desconocía entonces que el
inglés sintió una gran admiración por Bolívar e incluso
proyectó un viaje hacia América que no pudo ser. Sea
como fuere, La peregrinación de Bayoán concuerda con
esos ideales y pasó a formar parte de un corpus marcado
por su herencia y que tiene en común el vocablo
configurador del título: Peregrinations d'une paria
(1837) escrito en francés por la cubana Flora Tristán; la
Peregrinación de un alma triste de Juana Manuela
Gorriti; o la Peregrinación de Luz del Día en América
(1875), de Alberdi, por citar algunas.

Cfr. Carina, Emilio. Elromanticismo..., op. cit., tomo I, pp. 83-87.

124
3. 3. 1. La peregrinación como viaje iniciático: del
caos al orden.

«Este viaje/búsqueda es un viaje a través de la


historia (Colón), es un viaje a través de la conciencia
(Hostos), es un viaje por el cuerpo de Marién, y es
también representativo del viaje de la pluma a través
del papel (el texto literario) Bayoán diría que el
diario es en este caso su nave para poder explorar el
mar de su conciencia» 94.

Viaje iniciático pero ¿en qué dirección? Porque Ángel


Rivera —cuya cita acabo de recoger— considera que el
protagonista parte del caos y se enfrenta a él a modo de
peregrinación por la historia, la naturaleza que evoca esa
historia, la conciencia propia y de su autor identificadas; la
psicología de la amada y el papel en blanco del diario que
le sirve de lazarillo en el proceso. La peregrinación de
Bayoán no es sino «la exposición desnuda de una
conciencia en desarrollo» 95, es decir, la trayectoria
existencial de un ser humano. Por ello el autor -dirá-:

«...empujado por mi amor a la verdad, por la larga


indignación que me ha costado el penetrar en las
94
Rivera, Ángel: «Laperegrinación de Bayoán, de Eugenio María de Hostos:
viaje de retorno al caos», en Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 17,
primavera 1993, núm. 3, p. 529.
95
Diario II, op. cit., p. 210.

125
profundidades de la Historia, y sobre todo, de ese
periodo prodigioso, feliz y desgraciado a un tiempo,
en que la fe del genio arrebató este mundo a las
tinieblas, peregrinaré, no viajaré; buscará en vano
mi alma lo que sólo hay en mi alma, y al fin del
viaje, al fin de la peregrinación, no hallaré Jerusalén
ninguna, o sólo la que a la salida de la vida nos está
siempre llamando» (p. 109).

No existe en el texto una declaración de principios


tan rotunda como ésta. Hay que recordar que, en la
ficción han transcurrido escasos días —del 12 al 21
de octubre—, el propósito último de Bayoán está
claro, así como la intuición de que la búsqueda es
esencialmente interior y tiene que ver con la forja del
carácter, cuyos polos serán el afianzamiento de la
conciencia frente a la peligrosa imaginación que
desvirtúa al ser humano; y el cumplimiento del deber
consigo mismo y con la sociedad, frente a posibles
tentaciones como la vivencia amorosa. En definitiva,
el afianzamiento de los propios valores que van
cuajando el hombre lógico, el hombre completo que
Bayoán —como Hostos— quiere ser. El ideal como
meta del hombre singular que debe elegir el camino
arduo. En consecuencia, la parábola de los dos
caminos se constituye en eje de esa búsqueda, en
alegoría del viaje iniciático.

126
Imaginación/conciencia

La anotación del 4 de febrero escenifica el conflicto


de Bayoán que permanentemente acosa a Bayoán, en
realidad, trasunto del de su autor. Conciencia y razón, de
un lado, señalan el áspero y doloroso camino del ideal,
del bien a largo plazo. Y los convencionalismos vitales,
los sentidos y sentimientos marcan el dejarse ir tan
desgarradamente apetecible para el protagonista: el
terruño y la amada, la ventura. El protagonista se rebela,
se niega a ser, a obedecer a razón y conciencia. Ya lo ha
hecho hasta entonces —viene a decirles— y ¿para qué?:
«Para que tú, razón soberbia, me envuelvas en tus
sombras; para que tú, conciencia, me hundas en el
dolor»... (p. 203). Todo eso es cierto, pero en esa noche
oscura del alma el sufrimiento engendra ventura —le
contestan—. Y puntualizan los pasos que debe recorrer:

«Amas, y eres amado; eso no basta: hazte digno


de ese amor; ya sabes cómo. Tienes deberes para con
tu patria; son difíciles; deberes para con la
humanidad, son formidables (...) ¿has de retroceder?
(...) seguirás tu camino: ¡es tan hermoso!» (p. 204).

La lucha de Bayoán es una lucha vacilante, con


alternativas cuya finalidad es cincelar el propio espíritu.
En ese sentido hay una progresión y el hilo argumental
derivará gran parte de esas tensiones hacia el conflicto

127
amoroso: el amor por Marién, debido a su falta de
salud, supone una renuncia a la realización personal,
ligada a la patria. En una vuelta de tuerca
imprevisible, la enfermedad de la amada le obliga a
prometerse en matrimonio; por lo que «quien amaba a
Marién, no era, pues, Bayoán; era su conciencia» —
dirá el editor (p. 299)— %. El dilema será focalizado
por el protagonista, pero en las últimas cincuenta
páginas estará a cargo del editor: Hostos toma la
palabra y se introduce en el texto como un personaje
más para conducir la acción narrativa hasta su final.
¿El resultado? Un autorretrato del propio Hostos a
través de la caracterización del protagonista:

«Predestinado al dolor, Bayoán amaba el dolor;


sufriendo, cumplía su misión (...). Todos los actos de
aquel espíritu iban a parar a la conciencia, nunca
recusada, porque siempre la apoyaba la razón (...).
Bayoán no era ya un hombre; era su conciencia (...).
Vio que la virtud no da la felicidad, y pensó en la
desgracia y la aceptó (...). Bayoán sería para el lector

96
Hostos está aplicando las enseñanzas krausistas: la vida se desenvuelve
conforme a un plan trazado de antemano cuyos pilares son razón, conciencia y
voluntad. Hay que someter lo espontáneo —léase instintos, imaginación...— a lo
racional... Doctrina expuesta en la Minuta, de Gumersindo Azcárate. Cfr. al
respecto López Morillas, Juan: «Una crisis de la conciencia española: krausismo
y religión» y «Una afinidad electiva: G. de Azcárate y W. E. Channing», en Hacia
el98..., op. cit., pp. 119-160 y 161-180, respectivamente.

128
un objeto de estudio, y tal vez comprobación de que
la felicidad más digna del hombre es la desgracia»
(pp. 299-301).

El lector comprueba lo que se temía: el protagonista


no es sino el portavoz de su creador, la
conceptualización de sus preocupaciones más
profundas. El paso a la tercera persona y la focalización
heterodiegética confirman que Bayoán ha cumplido con
su misión: despertar la conciencia, faro de su vida.

Amor/deber

Esta dicotomía es el eje que vertebra la historia


amorosa entre Bayoán y Marién. La anotación de 15
de diciembre (pp. 147-150) sintetiza muy bien la
lucha del protagonista, que se ha dejado ganar por la
costumbre de la felicidad pero se siente acosado por
el deber. Para aclararse es preciso partir, pero
«...¿Adonde? ¿Para qué? ¿Por qué razón?» Las
interrogaciones retóricas, que le permiten desdoblar el
yo, concretan el deber en cada momento: "¿templar el
alma en la ciencia, la sabiduría y la gloria?" Algo
insuficiente... "¿Encontrar los medios de hacer feliz a
mi infeliz Borinquen, para dar el ejemplo y preparar
el advenimiento de una patria que hoy no tengo?"...
En último término, «¿viajar por la América
continental, a pensar en su porvenir y a provocarlo?

129
¿A Europa, a convencerla de que América es el lugar
predestinado de una civilización futura?» (p. 149)97.
Como puede observarse, objetivos y razonamientos
están encadenados en un in crescendo que compromete
el destino de su vida, progresivamente anclado en la
búsqueda de la identidad antillana. La anotación de 25
de diciembre reitera el dilema condensándolo en nuevas
interrogaciones retóricas dirigidas a su otro yo, el
pesimista:

«¿Qué es cumplir con tu deber? ¿Partir para


Europa, y entregarte allí a tu presuntuoso anhelo de
verdad y de justicia, porque te crees llamado a
proclamarlas, y a hacer con ellas feliz a la
humanidad, glorioso tu nombre, el de tu patria? ¿Es
tu deber abandonarlo todo por buscar una luz que a
ti te quemará y a nadie enseñará un camino nuevo?»
(p. 158).

La desolación consciente de ser, a corto plazo,


instrumento de infelicidad al «...sacrificar a una idea la
realidad; a un oscuro mañana un hoy feliz» (p. 168) le
mantiene indeciso atosigándole antes y a lo largo del
viaje. Los dilemas imaginación/conciencia y amor/deber
se entreveran en el texto una y otra vez, según avanza la

97
Esta intuición adelanta el pensamiento finisecular que el uruguayo Rodó
plasmará en su ensayo Ariel (1900).

130
narración y los diálogos entre la pareja fluyen con
mayor frecuencia y naturalidad. Hay dos secuencias
dialogadas interesantes para el asunto que nos atañe: una
en que, cambiadas las tornas, Marién se hace cargo del
problema y lucha por su amor enfrentándose a la
conciencia de su prometido:

«—Sí, yo sé que me quieres...! ¿Viviría, si lo


dudara? Pero tu amor es cruel; yo no quiero ese
amor, quiero otro amor, el amor que yo siento por ti
(...) yo no quiero para nada tu razón»... (p. 170).

En esta secuencia, que corresponde a la anotación


diarística del 7 de enero por la noche (pp. 168-172), el
amor se ha corporeizado en Marién, quien lleva la voz
cantante, y el deber sigue identificado con Bayoán,
receptor pasivo de las protestas de su amada. Esta
secuencia tiene su correlato, cien páginas después (pp.
268-271) en otra del 25 de marzo. Bayoán renuncia:
justicia, patria y verdad se posponen ante la amenaza de
muerte de la amada.

Valores del mundo/valores propios

Esta dicotomía tiene mucho que ver con el titanismo


romántico de Hostos, explícito tantas veces en el Diario
y Epistolario. Los valores propios son excepcionales, no
en el sentido de superiores —que también, pero eso se

131
descubrirá tras su peregrinación iniciática—, sino en el
de «fuera de la norma» porque el mundo no entiende de
ideal, se mueve por el deseo de poder, riquezas y el
gozo que proporcionan. Hay una secuencia breve pero
elocuente, que corresponde al 17 de noviembre en La
Habana: su tema, el «menosprecio de corte y alabanza
de aldea», la denuncia de la corrupta ciudad y el anhelo
de la campiña deliciosa. Porque para Bayoán, el
silogismo está claro: las ciudades son los hombres; en
las grandes concentraciones pululan los vicios y éstos
esclavizan.
El 26 de enero y a bordo de la fragata, un
protagonista malhumorado lanza toda una serie de
improperios. El texto se convierte en una disertación
sobre la identidad y el destino del hombre, un ser libre
que se ha hecho esclavo. ¿Las causas? Su incapacidad
para reconocer las bellezas divinas, el egoísmo y la
búsqueda desordenada de placer al nivel de otros
mamíferos. ¿Así es el hombre? -se pregunta desolado-.
Para concluir que sí y definirlo con cuatro sustantivos
que desnudan su miseria: «tras la pequenez, la infamia;
la infamia y la maldad y la ignorancia» (p. 189). Bayoán
se lanza, entonces, a una lucha titánica para distanciarse
del medio:

«Los hombres no son él; no hay equilibrio: los


hombres no piensan; él medita: los hombres no
reflexionan; él se abstrae: los hombres aceptan lo que

132
encuentran; él busca lo que no ve: los hombres
indiferentes se encogen de hombros y siguen
caminando (...); él ve la felicidad tras la virtud, en el
sacrificio, en la difícil resistencia de los males que
halagan y seducen»...(pp. 190-191).

Y recurre a la alegoría visionaria en un diálogo ficticio


con su otro yo, el rastrero cientificista; diálogo que
permite marcar las distancias entre la humanidad que se
pliega al nivel y el hombre que se eleva. Ni que decir
tiene que ese «...hombre que se eleva, el Chimborazo,
ardiendo interiormente en fuego eterno»... (p. 191) no es
otro que Bayoán-Hostos escondido tras un escueto
aunque inflamado diálogo entre cursivas. ¿Ruptura del
ritmo narrativo? Quizá sí, pero al autor le interesa el
mensaje. Lo demás puede esperar. Ha sido elegido para
una misión, conseguir un hombre perfecto en un mundo
que no lo es. Así se explican otros pasajes donde se
enfrentan el protagonista y el resto de los humanos, por
ejemplo, la historia del anciano: el interés por su
alimentación le lleva a abroncar al capitán; la petición de
respeto a sus restos mortales le hace un incomprendido
entre los pasajeros que se mofan de un harapiento (pp.
260-263)... No es una sorpresa para Bayoán: «empecé a
ver un abismo entre los hombres y yo»... —dirá en la
entrega del 28 de marzo—. Un poco después, el propio
editor se refiere a su incapacidad para vivir entre los
hombres -la secuencia de las páginas 289-294:

133
«...él era una razón amante de verdad, y ellos la
prueba terminante de que la razón casi nunca es otra
cosa que la diferencia entre los hombres y los brutos;
él pensaba mucho y ellos poco; él hablaba poco y
ellos mucho (...). Él los quería pero no los estimaba:
ellos, a su pesar, lo respetaban; pero no lo querían» (p.
293).

Beauchamp insiste en que el protagonista practica


«...un individualismo humanitario, idealista y
problemático. También es mesiánico y voluntarista»9S.
Y califica el texto como «novela de la crisis» de unos
valores cristianos que el mundo ya no reconoce como
tales: «libertad, justicia, fraternidad, sacrificio, virtud,
verdad, igualdad, amor, patriotismo, felicidad» ". El
hombre completo -lógico- sería su síntesis. En el texto,
no choca la nomenclatura cristiana aplicada al
protagonista laico porque la época conserva esas
referencias religiosas100; no obstante, los razonamientos
positivistas que se le cuelan a Bayoán muestran el
influjo de esa filosofía.

98
Beauchamp, José Juan: «Laperegrinaáón de Bayoán»..., op. cit., p. 134.
" I b í d e m . p . 134.
100
Es interesante observar que esas referencias al Dios cristiano no
aparecen ni en el Diario ni en el Epistolario. Tal vez, el autor es consciente de que
el destinatario de su texto narrativo es el gran público que todavía piensa
masivamente en cristiano. O conoce bien las primeras narraciones románticas
donde la presencia divina se hace notar.

134
La parábola de los dos caminos como alegoría del viaje
iniciático.

«Esta parábola es una síntesis de la alegoría


encerrada en el término peregrinar, vale decir un
croquis de toda la novela» l01.

Palabras de un crítico sutil, Juan Manuel Rivera, que


sitúan un pasaje central, una parábola que se incluye
dentro de la anotación del martes 28, a su vez, supone el
climax del dilema amor/deber, bien sugerido en el diario
del protagonista a las puertas de Alicante:

«Ella ha dormido, mientras yo velaba: ella


murmuraba blandamente: vamos a casarnos,
mientras que yo me repetía, asustándome: se lo he
prometido: sólo eso la salva» (p. 271).

Mientras vela el agitado sueño de su amada, su


mente trabaja con ritmo febril. En ese contexto se abre
una visión, la de los dos caminos que ya está en el
sofista Pródico, recoge asimismo el evangelio de Mateo
(7,13) y utilizaron los místicos del Siglo de Oro, a partir
de la tradición del homo viator. En el caso de Bayoán, la
primera opción —el camino áspero— es fruto de la

101
Rivera, Juan Manuel: «Laperegrinarían de Bayoán»..., op. cit., p. 47.

135
soberbia: poco concurrido, es el de los elitistas capaces
de sufrir la soledad. Pero un día llega la tentación del
valle delicioso, entrevisto a lo lejos con los encantos
propios del locus amoenus, del paraíso perdido: «...sus
flores, su luz, sus fuentes cristalinas, sus pobladores,
alegres, risueños, audaces, felices» (p. 273). Y se cede.
La decepción sigue al reclamo: en verdad el cielo era
radiante y resplandecía... la naturaleza, paradisíaca; pero
los seres humanos, prematuramente decrépitos, se
mostraban incapaces de admirar la belleza. En este
sueño visionario Bayoán sabe que ha elegido mal, pero
no tiene fuerzas para remediarlo. Necesitará del
encuentro con un hombre que ha pasado por lo mismo y
vuelve, a contracorriente, al duro camino. El diálogo
entre ambos personajes es sintomático:

«—Vente conmigo —me dijo.


—¿A dónde vas?
—Al camino difícil (...)
—¡ Ah, si! Me acuerdo: un camino pendiente, con
abismos, sin flores, sin pájaros, sin luz... No vayas a
él porque es muy triste.
—Lo sé.
—Pues ¿cómo vas?

—Porque en él no hay engaños, ni falsos placeres,


ni falsa virtud, ni felicidad prometida y no otorgada»
(p. 275).

136
El desenlace es previsible: aunque los sentidos tiren de
él hacia el camino fácil, instintivamente volverá al otro.
¿Motivos? La insensibilidad de los hombres le causa
horror, su soledad se agudiza en medio de la
muchedumbre que progresivamente le asquea. Es decir, de
nuevo el orgullo: "empecé a ver un abismo entre los
hombres y yo» —dirá el narrador recordando su visión (p.
276)—. El tramo final de esta secuencia en primera
persona —con sus fragmentos dialogados— cierra el
periodo de purificación, la ascética noche oscura del alma:

«Animado por la seguridad que da la certeza de


que existe la virtud, sigo resignado mi camino. Voy
dejando en sus cuestas pedazos de mi corazón; voy
olvidándome de mi juventud, de mis deseos, de la
felicidad fácil por hallar la difícil, por acatar mis
deberes, por llegar a la vejez de mi espíritu antes de
que el tiempo haya arrugado mi frente y la calma de
las grandes pasiones aquietado mi ansioso corazón»
(p. 278).
Una propuesta senequista, poco entusiasmante, pero
que «...responde al fin que se ha propuesto Bayoán:
conquistarse, someter a control la nave de su ser,
alcanzando la óptima madurez a la más temprana edad
posible» 102.

102
Ibidem, p. 46.

137
3. 3. 2. La peregrinación por la naturaleza.

Bayoán es un isleño que viaja en barco por el Caribe


hacia España. En consecuencia, el mar y los puntos
avizorados van contextualizando sus sentimientos,
recuerdos y vivencias. La insularidad pesa mucho en el
relato. Además, el lector se enfrenta a una novela
ensayística cuyo molde en dos terceras partes del texto es
el diario. Esas peculiaridades condicionan en gran
medida la visión de la naturaleza: lo descriptivo no va a
ser un valor en sí mismo, estará al servicio del
simbolismo; e interesa en relación al sujeto, es decir, los
sentimientos del personaje tiñen la realidad que le rodea.
Algo muy romántico que Hostos debe de haber tomado
de las novelas de la época.
Pero además, el espacio «real» suele contraponerse a
la recreación utópica de una geografía inventada por el
narrador a partir del Diario de Colón -intertexto que se
irá siguiendo-. La virginal naturaleza indígena se
transforma en mito arcádico frente a la geografía
decimonónica, con la subsiguiente crítica al
descubrimiento que viene a hollar el jardín edénico. En
consecuencia, no siempre habrá ojos para la belleza del
presente, porque la tesis a defender mediatiza la mirada
del narrador. Otros apñoris condicionan igualmente el
texto, por ejemplo, la condena de las ciudades, símbolo
de corrupción, mientras el campo conserva las virtudes
de la raza.

138
Por último y de nuevo al modo romántico, el espacio
tiene habitualmente un valor simbólico: luces y sombras
reflejan la salud y a la relación amorosa de los
protagonistas.

La fusión romántica de sentimiento y naturaleza.

«¡Campos, cielo, patria!


Nunca he sentido las angustias que ahora siento:
comprímese mi pecho, retuércese mi corazón,
ahógame el vacío. El Luquillo, que siempre se me ha
presentado magnífico y azul, está cubierto por nubes
de color de muerte, desvanecido en un horizonte
oscuro; el campo, que siempre me ha alegrado, me
entristece ahora; el cielo ya no me sonríe, el sol no
tiene brillo.
¿Qué desgracias auguráis, sol, cielo, campos,
caprichosa sierra?
Y el mar también sombrío! Sus olas me recuerdan
el desierto. Yo llevo uno conmigo. ¿Por qué me
asusta su soledad?» (p. 101).

Este largo fragmento es el segundo párrafo de La


peregrinación de Bayoán y constituye un magnífico
ejemplo de la empatia entre naturaleza y protagonista.
La angustia y soledad del viajero, compelido a
abandonar la patria, tiñe con tonos cenicientos la bella

139
naturaleza de Puerto Rico, desde la sierra hasta el campo
habitualmente risueño. Mar y cielo corresponden con su
reflejo especular a esa visión sombría de quien,
desesperanzado, augura la desgracia. El arranque textual
cumple con los requisitos de las narraciones románticas:
lo plástico y lo patético se conjugan transfiriendo al
lector los sentimientos de Bayoán 103.
No obstante Bayoán, que en su relación con Marién
actúa como un romántico, tiene además mucho de
racionalista ilustrado y de positivista decimonónico. Eso
le lleva a resistirse al influjo benefactor de la naturaleza,
temeroso de olvidar los deberes con la patria ante esa
Circe encantadora. Aún así, sucumbirá a la fascinación
de la naturaleza proyectando sus vivencias -oscuras, o
de rotunda felicidad-:

«Campos, cielo, sol, ¡qué hermosos sois! ¡Qué


amable eres vida! Y tú, ¡qué bueno!, autor de lo que
existe.
Tú, alegría; y tú, amor; y tú, Marién!
Cómo resplandecía anoche!» (p. 142) m.

103
Cfr. Béguin, Albert. El alma románticay el sumo. Ensayo sobre el romanticismo
alemánj la poesíafrancesa.México, Fondo de Cultura Económica. 1954; Schenk,
H.G. Hl espíritu de los románticos europeos. Ensayo sobre historia de la cultura. México,
Fondo de Cultura Económica, 1983; y Paz, Octavio. Los hijos del limo. Del
romantiásmo a la vanguardia. Barcelona, Seix, 1974.
104
Este funcionamiento se repite bastantes veces en el texto. Citaré, a modo
de ejemplo, las páginas 104, 133, 174-5, 194-6 o 264...

140
El análisis de la obra permite detectar patrones
reiterados, por ejemplo, la armonía entre el color del
cielo y el alma de los protagonistas: «luz en el cielo,
luz en su fisonomía, luz en la nuestra» (p. 230) —
sentenciará de modo taxativo Bayoán refiriéndose a su
amada 105—. La naturaleza es maternal, suaviza los
sentimientos de quienes se debaten entre el conflicto
amor/deber (Bayoán), o la tristeza del amor amenazado
(Marién):

«Bajamos al jardín: la brisa de la tarde, el


perfume de las flores, la melancolía del ocaso,
cambiaron en un sentimiento de dulce languidez el
dolor que la madre adivinó en su hija.
Yo también sentí que mi pena se trocaba en una
suavísima melancolía» (p. 139).

Si la naturaleza ama, se sienten abocados al amor; si


ellos sufren, la naturaleza se ensombrece. Un alto
durante la travesía por el Caribe les devuelve a la tierra
antillana, focalizada como un paraíso. Así lo vivencia
Bayoán, transido de amor patrio:

«... oí el murmullo de un arrollo, respiré los


perfumes de la brisa, oí ávidamente el trino del
sinsonte, y viendo amor en todas partes, sentí amor

> Ejemplos semejantes en las páginas 176, 202, 218 y 238-40.

141
como lo siente la naturaleza y traté de expresarlo
como ella» (p. 154)106.

Las alteraciones climáticas107 se van llenando de


connotaciones al acercarse a la metrópoli. La nostalgia
de la tierra propicia la melancolía en los enamorados, en
quienes el sol caribeño opera como un bálsamo mientras
la niebla de las costas europeas anega el alma en dolor.
Esos cambios climáticos afectan especialmente a
Marién, mujer frágil y enferma como buena
romántica108...Su enamorado se inquieta y transfiere a la
naturaleza -mediante la hipálage- la capacidad de sufrir
del ser humano. Por eso exclama una y otra vez: «¡Qué
niebla tan triste! ¡Pobre Marién!» (p. 227). Asimismo
personificará lo natural mediante prosopopeyas e
interrogaciones retóricas ,09, o lanzará imprecaciones:

«¡Cálmate, viento; serénate, golfo; tengo ansias


de cruzarte para pasar el Continente. ¡No te arredres,
vapor! Tú tienes fuerzas bastantes para luchar con el
viento y con el mar. No te hundas así; no te
estremezcas» (p. 127).

106
Ejemplos en la misma línea en las páginas 153, 179, 226, 284...
107
Una referencia obligada en los escritos románticos es la del huracán, que
aquí no falta en las páginas!28, 180-3..., con su correspondiente tempestad
interna (p. 153...).
108
Cfr. las páginas 225-226, 253, 266...
109
Cfr. las páginas 116, 120, 124...

142
Pero también cabe el rompimiento de la armonía entre
ambos: ante la perspectiva de la muerte de Marién es
notorio para Bayoán cómo se disocian la naturaleza y sus
sentimientos. La España oscurantista troca sus días en sol
inmisericorde, ajeno por completo al dolor del enamorado;
disociación que resalta el titanismo romántico de quien está
condenado a sufrir en pro de sus ideales n0.

Espacio real versus espacio como proyección de la


mente.

Tres espacios, el mar, las Antillas y España


enmarcan la novela. Pero además el espacio puede
transformarse en punto de encuentro de lo real y lo
imaginario, por lo que se refiere al Caribe y Bayoán. En
efecto, durante la primera parte del viaje la vista activa
la mente del puertorriqueño, quien irá confrontando el
paisaje que se despliega ante sus ojos con el del edén
precolombino 1!1, para exhalar sus quejas por la
devastación que supuso la conquista:

«Jaragua!... Esa es Jaragua, la comarca feliz, la


del amor, la de torrentes misteriosos, la de playas
risueñas, la patria de la infeliz Anacaona.

1,0
Ejemplos semejantes en las páginas 102,153, 321, 343, 347... Abundan
en la recta final de la novela.
111
Cfr. Ainsa, Fernando. De la Edad de Oro al Dorado. Génesis del discurso
utópico americano. México, F.C.E., 1992.

143
Pobre comarca ¡qué solitaria estás! Yo no oigo
tus melancólicos areitos, no veo tus hermosos hijos,
admiración de los que poco tiempo después de
descubrirte, te hicieron infeliz»... (p. 117) "2.

Esta cita, que corresponde a la anotación del 4 de


noviembre en el Diario, abre una serie de lamentos al
estilo del ubi sunt manriqueño. En La peregrinación... se
superpone la geografía feliz de un pasado idílico -mera
proyección mental del narrador- a la realidad, igualmente
mediatizada por esa misma focalización y que
desapareció. Como aventura José E. González, lo que se
busca es «re-descubrir y re-conocer el espacio material
donde habitan los pueblos antillanos. Forma parte del
intento de recuperar la visión de un mundo original,
propio, nuestro» 1I3. Algo que se constituirá en la base de
su propuesta política de confederación antillana.
En la novela, este funcionamiento es característico de
la primera parte y tiene su climax en las entregas
diarísticas del 9 al 15 de noviembre, donde se intensifica
la evocación histórica a partir de una naturaleza a la que
se interroga sobre el pasado:

112
Félix Cordova Iturregui dice al respecto: «lo que era una presencia en la
mirada fresca de Colón —los habitantes naturales de las islas— Bayoán lo siente
como una terrible ausencia. Entre ambas miradas se encontrará el largo proceso
de conquista y colonización». «La peregrinación de Bayoán, construcción de un
punto de vista», en Mostos para hoy. Anuario hostosiano, I, 1988, núm. 1, p. 92.
113
González, José Emilio. «Laperegrinación de Bayoán»..., op. cit., p. 52.

144
«¿Cuál de vosotras, marismas, fue la que,
durante treinta días detuvo el paso de aquel que
jamás se detenía, ni ante los peligros ni ante la
crueldad?» (p. 120) "4.

El lector acaba por saber que se trata de una


evocación de Alonso de Ojeda, dato no tan
importante. Lo curioso es que estas evocaciones
describen la naturaleza con un grafismo superior al
que plasma el presente del viaje. Ahora el asíndeton
comprime y refuerza notoriamente el pasaje:«...en vez
de barro, agua; en medio de ella, mangles; debajo,
lodo que se hunde a la menor presión, sima que se
ahonda bajo el pie, y a medida que se traga las
piernas, la cintura, el cuello —aprieta, sujeta, sofoca,
quita fuerzas—» ... (p. 121).

Campo (utopía)/ciudad (corrupción). ¿Civilización?

Esta inveterada dicotomía funciona bien en la novela,


al hilo de un diálogo con la naturaleza que se intensifica
según avanza la acción. Las páginas 194-6, es decir, la
entrega diarística del 28 de enero por la tarde, se tiñen de
emoción al divisar los contornos de la isla puertorriqueña.
Bayoán interroga a los elementos del cosmos y busca su
complicidad para arropar el amor de la pareja:

114
En la misma línea, cfr. p. 118.

145
«Y tú, luna, que envuelves con tu luz azul el joyel
más precioso de la mar Caribe; tu, que desde aquí me
lo presentas como sólo en el fondo de mi corazón lo
he visto, cuando soñaba con él: tu, luna ¿darás
claridad a la alameda, a la floresta solitaria, a la
senda extraviada, para asegurar el paso de dos
amantes, para hacer a sus ojos más azul, más
hermosa la vida, sólo hermosa y azul cuando se
ama?» (p. 195).

De hecho, el paisaje tropical alcanza su máxima


belleza como proyección de los sueños del protagonista:
«esta costa es un sueño, el sueño feliz de una
imaginación que en sus espacios encuentra paisajes
mejores en donde fijar su dicha que en la tierra» —se
dice a sí mismo Bayoán (p. 195)—. Porque lo
definitorio sigue siendo el foco que ilumina la
naturaleza, para potenciar la felicidad de los amantes. El
campo puertorriqueño parece anclado en una edad
mítica, por lo que la descripción no concreta cultivos,
orografía... que permitan hacer un retrato sociológico de
Puerto Rico. Tiene razón Beauchamp cuando asegura
que las descripciones no aportan datos sobre el contorno
físico ni sobre los interiores o vestidos de los personajes.
La naturaleza «...tiene una función catártica para

146
Bayoán»"5 y no existe escape alguno para el ciudadano.
Reiteración, maniqueismo... no hay más que leer el
texto:

«Isla querida, si los hombres que te pueblan


fueran tan sencillos y tan buenos, como estos que
habitan en tus campos; que hacen su albergue de tus
palmas, su fácil alimento de tus frutos; sus placeres,
del tiple, de sus trovas, y de su amor por ti, serías
entonces tan feliz como poblada: pero tú, como todas
las tierras, das nacimiento a reptiles, y en ti, los
reptiles son el hombre.
Filósofos de la naturaleza, jíbaros indolentes,
vosotros sois los hombres: los reptiles están en las
ciudades» (p. 196).

El lector se halla ante una de las increpaciones más


duras de la novela, que invierte la dicotomía
civilización/barbarie de los románticos: traslada el polo
positivo —es decir, el ideal civilizador— al campo y
retoma la fórmula de Alberdi y Sarmiento «gobernar es
poblar» para cuestionarla sesgadamente. Llevado de su
pasión maniquea, Hostos llega a la aberración de
sublimar la indolencia del jíbaro -blanco-, enfrentándose
a la corriente que culminará en Pueblo enfermo, de

115
Beauchamp,JuanJosé: «La construcción de la cotidianidad, la historia y
el ensayo en La peregrinación de Bayoán», en Hostos: sentido..., op. cit. , p. 524.

147
Alcides Arguedas, según la cual lo autóctono -el indio-
causa todos los males en América.
En ese paraíso, los amantes hacen realidad una vida
edénica durante un alto en la navegación:

«¡Qué vida tan tranquila...!¡Qué inocentes


placeres...! ¡Qué ventura tan plácida!
Es para nosotros el sol lo que es el campo; su
primera luz, nuestro primer contento, su último rayo,
nuestro primer suspiro. Corremos por el campo, al
amanecer, tras de los pájaros; después tras de las
mariposas. Al mediodía, reunida la familia y yo bajo
la ceiba, gozamos de su sombra»... (p. 212).

Los tópicos del mundo clásico se reiteran en la


arcadia que Marién imagina como un presente eterno.
Su ideal de vida es la del hacendado consagrado por
novelas del XIX como María o Sab... Bayoán no
comparte su perspectiva, pero las secuencias
correspondientes a los días 7, 8 y 10 de febrero
certifican que tampoco es insensible a las bellezas
naturales. El Dorado —paraje real de los alrededores de
San Juan en Puerto Rico— se lleva al texto con todo
lujo de detalles en una de las descripciones más
pormenorizadas del libro, que funciona como marco
adecuado de la sutil tentación de la serpiente en el
paraíso terrenal. La inductora será Marién, quien
despliega intuitivamente sus armas de mujer en el

148
momento oportuno. ¿Por qué no ser una pareja feliz? —
le planteará a su enamorado "6—. Y éste sufre el
desgarramiento entre el reclamo amoroso que le ancla
en Cuba y el deber que le impulsa hacia la metrópoli. La
exuberancia de los productos tropicales -referente
obligado- hereda la tradición de Díaz del Castillo y
Cervantes de Salazar:

«A la izquierda del río y al pie de una colina


encantadora, una casa; y antes de ella, y entre hileras
de palmas, de mameyes y mangos, diamelas de
perfume parecido al que despide Marién, jazmines
enredados en las palmas; y entre rosas, claveles y
alhelíes, el caprichoso jigüero, con sus brazos de
esqueleto, extendidos alrededor, y matizándolos, las
diminutas hojas simétricamente colocadas por el
suelo, los frutos colosales del jigüero, del mamey y de
la palma; la fruta dorada del mango; flores caídas que
lloraba un tallo, hojas vagabundas que arrastraba el
viento; y éste, lleno de esencia y la atmósfera, pura, y
el cielo transparente; el silencio solemne, la soledad
augusta» (p. 211) "7.
116
Félix Córdoba Iturregui ha señalado que: «En su reclamo amoroso Marién
se expresa como defensora del rincón. Es la tentación mayor que puede hacerle la
soledad del campo a Bayoán, reforzada ahora desde la nueva experiencia de su
intimidad», en «~Laperegrinación de Bayoán, construcción..., op. cit, p. 102.
117
Hay bastante bibliografía sobre el paisaje de Puerto Rico cultivado con
fruición en la poesía a partir de Gautier Benítez. Cfr., entre otros, Arce de
Vázquez, Margot. El paisaje de Puerto Rico.

149
Es uno de los pocos momentos en que la flora
autóctona se despliega ante los ojos del lector para
reivindicar un espacio propio, antillano, con su tiempo
detenido en la «edad feliz» que reclama el caramillo de
los mitos grecolatinos. No obstante, hasta conocer a su
amada Bayoán no ha tenido ojos para la naturaleza: un
buen ejemplo, la descripción de la quinta de
Guarionex:

«Caminamos, cruzamos cañaverales, vadeamos


arroyos escondidos en las hondonadas del terreno,
saltamos zanjas, atravesamos por medio de un
palmar, trepamos una colina de arbolado casi
bosque, la bajamos y en su falda encontramos
otros cañaverales, zanjas, ciénagas, senderos, y al
terminar del uno, un edificio vasto, cuadrado,
sencillo, con una elevada chimenea en medio, y
con carretas, yugos, arados, objetos de labranza,
bueyes, caballos y negros a su alrededor» (p.
135).

La yuxtaposición asindética comprime el texto


—máxima información en mínimo tiempo— en una
descripción con implicaciones sociológicas: se trata
de un campo cultivado con un elemento problemático:
el negro. Hostos no era declaradamente abolicionista
en esta época, pero su ética le llevaba a denostar las

150
condiciones inhumanas de la vida de los negros, que
no conoce de primera mano sino inventa a partir de la
literatura antiesclavista cubana 118:

«Allí, cerca de Bayamón, hay una hacienda: su


dueño tendrá esclavos: si quieren arrebatárselos
resistirá, defenderá lo suyo, hará tal vez una defensa
heroica: después abandonará al látigo del capataz a
sus esclavos, y ni sus gritos, ni sus quejas, ni sus
llantos lograrán conmoverlo» (p. 197).

Párrafos como éste se prestan a una reflexión: el


sistema esclavista presupone una élite blanca, citadina
que se desborda sobre el campo virginal contagiándole
sus lacras. Solamente los reductos a los que no alcance
se salvarán de la corrupta civilización. De hecho, frente
a campos y montañas, las calles alineadas de la ciudad
producen un rechazo visceral al protagonista. Hay un
pasaje explícito, corresponde a la anotación del 18 de
diciembre en la bahía de La Habana:

«Una campiña sonriente me llamaba de lejos: la


busqué: contemplándola, adormecí el fastidio, y al
volver a la ciudad la apostrofé diciendo:
Tú eres la civilización: me causas asco» (p. 126).

118
Es probable que Hostos leyera Sab, la novela antiesclavista que la cubana
Gertrudis Gómez de Avellaneda publicó en 1841, en Madrid.

151
El planteamiento es rotundo. Bayoán detesta la
ciudad, corrupta y comprometedora siempre —según
sus palabras— 119. Un buen ejemplo lo tenemos en La
Habana, ciudad incipientemente cosmopolita en la
época y tal vez por ello denostada con especial saña en
sus apuntes de 17 de noviembre:

«Adiós, ciudad, como las ciudades de Europa,


repugnante: adiós, para siempre: no volveré a pisarte:
tú no sabes lo dolorosa que ha sido para mí tu vista:
me aluciné creyendo que por estar colocada en donde
estás, en nada te asemejarías a las ciudades que,
allende el mar, he visitado: me engañé: eres lo mismo:
los mismos hombres; las mismas costumbres
depravadas; los mismos vicios; las mismas
apariencias de progreso, el lujo, la ostentación y la
opulencia; las mismas llagas, la misma gangrena, el
mismo virus.
Y eso, en medio de campiñas deliciosas,
contrastando la podredumbre del hombre con la
sanidad de las plantas; y eso debajo de este cielo
transparente, limpio, inmaculado!» (pp. 124-5).

lí9
El tema de la ciudad —fascinación y rechazo— arranca de Baudelaire y
cobra vigencia en el modernismo, para estallar en la vanguardia e impregnar todo
un siglo veinte teñido por la aceleración despersonalizada. Además del estudio
clásico de Benjamín, para Hispanoamérica cfr. el estudio de José Luis Romero,
Latinoamérica, las ciudades j las ideas. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976.

152
Las líneas rectoras del texto se estructuran en
dicotomías cuyo primer polo siempre está connotado
positivamente: el campo frente a la ciudad, América
frente a Europa, lo inanimado frente al hombre
citadino... Y todo ello envuelto en imágenes cuyo telón
de fondo son los campos semánticos del fariseísmo
bíblico —«sepulcros blanqueados» eso son las
ciudades— y la sanidad positivista. El puertorriqueño se
lanza a denunciar las lacras del falso progreso que
remeda al europeo m: la sociedad, hacinada en las
ciudades, no es sino un organismo débil, vulnerable y
gangrenado por los vicios. Hostos es un pedagogo
empeñado en sanar ese organismo enfermo. Y mientras
tanto utiliza el libro para lanzar sus denuestos: «...a una
reunión llaman pomposamente civilización los que, más
fuertes, consiguen destruir a los más débiles» (p. 131).
Detrás de este planteamiento hobbesiano, la amargura
de un Hostos ya decepcionado tras la dura experiencia
española.
Cabe esperar, entonces, la última nota que el texto
agrega, la conexión con la patria. Para Bayoán-Hostos, el
120
Según Colón Zayas, la ciudad es la sede de la explotación colonial y ha
sido disciplinada por la metrópoli, por lo que es lógico que «...la ciudad es vista
en oposición al proyecto utópico de los letrados como lugar de vicio y
desorden». Cfr.: «La escritura ante la formación de la conciencia nacional: JLa
peregrinación de Bayoán, de Eugenio María de Hostos», en Revista Iberoamericana,
Pittsburgh, jul.-sept. 1987, núm 140, p. 630. Colón Zayas maneja el concepto de
«ciudad letrada» según la clave del libro de Ángel Rama (Hanover, Eds. del
Norte, 1984).

153
campo es patria, sede del carácter nacional, no por
reivindicar la independencia —lo que ahora sería un
anacronismo—, sino por ser depositaría de unos valores
con los que se identifica. En esa línea, el 13 de febrero
escribe:

«Vengo de la ciudad; como siempre, descontento


(...). En las ciudades, mi corazón amante, mi espíritu
que busca la verdad, se axfisian (...). Cuando estoy
en el campo, creo estar en mi patria: voy a las
ciudades, y me falta. En el campo, los jíbaros me
traen a la memoria las costumbres sencillas del
pasado... (pp. 213-214).

Ideas representativas del discurso latinoamericano


independentista, que siempre habla de «reinvindicar
nuestro pasado, fomentar valores propios, buscar la
autenticidad, combatir las ideas foráneas, ser fieles a
nosotros mismos»... n\ No obstante, Hostos no es un
sencillo campesino, sino un hombre con una trayectoria
empeñada en forjarse a sí mismo para ser útil a la patria
soñada. En ese diálogo cotidiano con su diario, el 22 de
octubre se preguntará:

«¿Por qué vuelvo a viajar? ¿Por qué me empeño en


recorrer al mundo, y en hacerme conocer de él, si toda

121
Ainsa, Fernando: La recotistrncáón..., op. cit., p. 16

154
mi felicidad consistía en vivir desconocido, y en haber
renegado para siempre de las grandezas de la
civilización que probé, al errar otra vez por ese
mundo?» (p. 110).

La pregunta no es mera retórica. Cordova Iturregui


ha señalado que la apertura de la novela con el
protagonista a bordo exclamando «¡ otra vez! ¡ otra vez!»
deja claro que Bayoán y su alter-ego Hostos vuelven los
ojos al campo isleño después de haber probado la ciudad
y, en concreto, la ciudad europea. Por tanto «...su
mirada está decididamente marcada por su experiencia
en la metrópoli» I22.

El caribeño como viajero: simbología del mar y la


goleta.

El caribeño es viajero por necesidad, no en vano es


isleño. La novela se inicia a bordo de la goleta que lleva al
protagonista hacia España y Bayoán se identifica con el
barco: «el barco se parece a mí —dirá—: quiere andar y
se lo impiden los vientos contrarios» (p. 283). La lectura
intertextual más obvia remite a Lope de Vega y su «Pobre
barquilla mía»..., una de las mejores alegorías de la vida

122
Cordova Iturregui, Félix: «Laperegrinación de Bayoán, construcción»..., op.
cit., p. 93. Metrópoli que funciona en clave de poder, según la interpretación
algo sesgada de este crítico.

155
humana como esforzada lucha en medio del proceloso
mar del mundo. Le definen impotencia y desorientación:
«la fragata andaba como ando yo —seguirá anotando—,
empujado por un viento que aún no sé si lleva a puerto»
(p. 192). Incluso así, Bayoán está seguro de la necesidad
de su búsqueda que le impele a lanzarse al mar, pero la
intuye larga: «El buque, más feliz, encontrará su puerto:
yo, todavía tendré que navegar y navegar»... (p. 180). La
insularidad puede ser marco adecuado para la unidad
antillana, el espacio-puente hacia otras islas con las que
formar una patria supranacional.
En la novela aparece un mar sombrío, símbolo de
soledad (p. 101), o borrascoso en las costas del sur (p.
114)123. El viajero lo imagina como el mar tranquilo de
Colón (p. 113) y ese retorno al pasado se presta a la
evocación de su propia infancia (p. 221). Siempre es un
mar inmenso, «como mi dolor» —dirá el protagonista
(p. 179) con la típica connivencia romántica—. Mar
variadísimo, en fin, testimonio de las maravillas de la
bondad de Dios (p. 187), o mar de nácar, en el ocaso, de
una singular belleza (p. 222). Un mar que, como espacio
de libertad, también es fuente de vida124 y esperanza, la

123
Como la tormenta, la borrasca es uno de los tópicos de la literatura
romántica, por ejemplo en Víctor Hugo —Loes travaiUenrs de la mer— o en Balzar
— L 'enfant maudit—.
124
Juan-Eduardo Cirlot en su Dicáonario de símbolos (Barcelona, Labor, 1985,
6a ed.) lo define, entre otras cosas, como «...la fuente de la vida y el final de la
misma» (p. 298).

156
vía hacia la madurez y la salvación del destino isleño. Y
ése es el sentido último del viaje para su protagonista.

Las descripciones y su valor simbólico. La dicotomía


luz/sombras y su aplicación a personas,
acontecimientos y continentes.

Las dicotomías luz/tinieblas y sol/sombras tienen en


la novela el rendimiento previsible en un texto
romántico. Su simbología está predeterminada por toda
una tradición literaria que toma cuerpo en la Edad
Media desde el ¡fiat lux! del Génesis bíblico. Muchas de
las referencias ya fueron saliendo al hilo de la
«peregrinación por la naturaleza» por lo que escogeré
algunos ejemplos relevantes.
El binomio luz/sombras se aplica en varios ámbitos,
desde personas hasta acontecimientos históricos. A corto
plazo le sirve al narrador para caracterizar las
alternativas de relación entre los amantes125; hay un
continuo vaivén de luces y sombras, de amanecer y
ocaso según funcionen los sentimientos:
«Despuntaba en el oriente el alba, ahuyentaba las
sombras de la noche; la brisa cuchicheaba con las
125
Como recuerdan Jean-Michel Adam y André Petitjean en su libro LÍ> texte
desmptif. Poétique histonque et linguistique textuelk. París, Nathan, 1989, pp. 18-24, el
paisaje se presenta como reflejo del alma; a veces el mismo se focaliza con
tonalidades diferentes. Sirve de operador temporal, e informa al lector de la
evolución psicológica de los personajes.

157
plantas; murmuraba el arroyo; zumbaba,
despidiéndose, el insecto.
Vagué, no sé por dónde, respirando la brisa con
ansia, con placer, con avidez: la aurora iluminó el
espacio: despertó a las plantas y a los pájaros, y
anunció un día feliz.
Yo me sentía embriagado»... (p. 142).

Imperfectos iterativos para la naturaleza y


sentimientos del narrador, frente al indefinido perfectivo
con que se caracteriza a la aurora. La vectorización del
espacio es vaga, como corresponde a la posición móvil
del descriptor que utiliza una focalización variable. El día
se anuncia feliz y Bayoán tiene ojos sensibles para el
esplendoroso amanecer porque es feliz: acaba de
descubrir el amor y se siente correspondido por Marién.
A lo largo de la novela, el juego de luces y sombras tiene
mucho que ver con ella: Marién resplandece, incluso en
la noche, cuando es feliz. Por eso, su amante -a tono con
las claves románticas- le dice: «Mírame, por Dios; no me
niegues la luz de tu alma, la única luz que me ha
guiado»... (p. 175). Porque ha de tomar la primera
decisión radical: renunciar a su amor, momentáneamente,
en pro del deber, para volver a la amada cuando haya
ganado un nombre y cumplido con la sociedad. La
despedida de los amantes entrevera un pasaje proléptico
engañoso; despliega ante los ojos ilusionados una
felicidad que la muerte de Marién les escamoteará:

158
«...pensaré, trabajaré, conseguiré un puesto en esa
sociedad que se niega a respetar lo que no da, y
dentro de tres años, volveré (...) Nos uniremos para
siempre (...) nuestros hijos, que se parecerán a ti»...
(p. 178).

Desde el punto de vista de la simbología luz/sombras


es interesante el final de esta secuencia: el narrador
acota entre paréntesis sus sentimientos reflejados
mediante la simbología; la luz que irradia la amada
ilumina al amante, pero también incentiva la escritura:

«(Para contarte esto, quisiera, papel, rayos de


luz: con uno remedaría su mirada, su rubor y su
sonrisa, que han dado a mi alma tanta luz, que con
ella me alumbraré en el camino sombrío que
empiezo mañana a recorrer)» (p. 178).

En el polo opuesto de las correspondencias, el sol


puede brillar esplendoroso y ajeno al dolor del joven
puertorriqueño. La antítesis será la imagen que
traduzca, entonces, la incomprensión de la naturaleza
ante el sufrimiento de Bayoán. La mayoría de los
ejemplos corresponden a la enfermedad irreversible
de Marién. Tras la patética noche de bodas a las
puertas de la muerte, Bayoán anota en el amanecer
del 30 de julio:

159
«Ya sale el sol... Yo creí que no saldría: cuando
hay tanta oscuridad en un espíritu, ¿por qué viene a
recordar que hay luz en otra parte...?» (p. 319).

para cerrar —el 30 del mismo mes— contraponiendo


patéticamente el hermoso día, al instante en que un rayo
de lucidez le desvela a la amada la cruda realidad:
«...gritó desgarradoramente: me muero, madre mía.
Entonces fue cuando vi yo la alegría del cielo, y la del
sol y la del campo» (p. 347).
Hasta aquí un breve escorzo del rendimiento del
binomio luz/sombras por lo que se refiere a los amantes.
Pero además, esa simbología va a ser utilizada por el
protagonista en provecho propio a través de visiones
simbólicas que apuntan a su propio destino, heroico
pero condenado al fracaso. El fracaso de Colón se
convierte en agorero paradigma para quien busca la
«luz» que ilumine su vida. Así sucede con el largo y
densísimo pasaje descriptivo que ocupa toda la
anotación diarística de 20 de diciembre:

«De la tierra que lo abarca, ha brotado una


montaña: ¡qué montaña! ¿hay alguna en la tierra
que imite la osadía con que ésa se levanta en el
espacio? ¿hay alguna que imite sus corrientes de
brillantes, sus torrentes sombríos, sus árboles
inmensos, sus bosques colosales, la aureola que
corona su cúspide? Cerca de la montaña, una

160
caverna; veo su profundidad a favor de esa luz color
de púrpura: y a favor de esa luz, veo esos
fantasmas, esos monstruos extraños, esas sombras
pavorosas, queriendo penetrar en ella y
empujándose, codeándose, impidiéndose el paso,
golpeándose, destruyéndose, y volviendo a la nada
o transformándose» (pp. 222-223).

Los recursos retóricos -exclamaciones e


interrogaciones retóricas- están al servicio de las
ideas: una gran tierra -el Caribe- reclama un hombre
colosal, Hostos. Y sustantivos como «monstruos»,
«fantasmas»... o adjetivos como «pavorosos»,
«extraños»... se sitúan en la más pura línea del horror
del género fantástico de la época. Además, aunque no
sea muy canónico, el narrador maneja los gerundios
apoyándolos en el asíndeton y generando una
enumeración caótica capaz de golpear con fuerza al
lector. Al final del párrafo, las sombras pavorosas
oscurecen el cielo, en el que brilla el azul de las
estrellas. La exaltación de la belleza caribeña se
apoya en un simbolismo explícito:

«En mi cerebro hay un pensamiento triste, una


comparación amarga. La imaginación es un sol que
se pone eternamente: engendra un mundo, lo colora
con el resplandor de su invisible fuego, y cuando va
a perfeccionarlo, su mundo se oculta tras un velo, el

161
vapor de una noche irremediable lo sombrea, y la
oscuridad lo desvanece. En el cielo recuerdan las
estrellas la luz del sol ya puesto: en la imaginación
no queda nada; el aire es nada» (p. 223).

Lectura nihilista desde luego, ¿simbolismo


nietzschiano tan vez?... ¿Sería demasiado presuponer al
Schopenhauer de El mundo como voluntad y como
representación? De cualquier modo, ese visionarismo
será utilizado por el protagonista en provecho propio, a
través de visiones simbólicas -una inmensa montaña
con su profunda caverna, un hombre colosal...- que
apuntan a su destino heroico condenado al fracaso,
auténtico eje escondido de la novela. El 20 de
diciembre anota: «¿Qué me está sucediendo...? ¿Qué
tempestad me agita...?» (p. 150). A continuación,
Bayoán se desdobla en dos seres antitéticos: el hombre
viejo que se resiste a morir y el joven, que irrumpe
lleno de vida-luz:

«¿Qué extraña aparición veo ahí?


Confusamente, sí, pero la veo.
Son dos cosas a un tiempo: un hombre colosal,
envuelto en luz, que invoca, arrodillado, a un ser
invisible en quien espera; y un pueblo, que lucha
contra todos, e invoca la libertad, la igualdad y la
fraternidad, que lo defiende: el hombre colosal
acepta un cáliz, bebe en él, y bendice: el pueblo

162
acepta su lucha gigantesca, y vence: el hombre
colosal se sacrifica, y muere: el pueblo generoso
vive, y veo que se dilata y se dilata y va invadiendo
lo que antes lo invadía, y convirtiéndose de pueblo
en mundo, mientras que el cadáver del hombre
colosal se ha dirigido al cielo, dejando en la tierra
una luz que antes no había» (p. 151).

El texto es explícito: la lucha por la patria exige un


holocausto: de ahí la imagen de «beber el cáliz» con
reminiscencias evangélicas así como el «Todo se ha
consumado». El marco intertextual se presta a la
parodia: la inmolación del Hombre-Dios ha sido
sustituida por la del hombre-mártir y la redención de la
humanidad tiene su correlato en la liberación del pueblo
antillano de las ataduras de la metrópoli -todo esbozado
mediante una prolepsis narrativa-. Una lectura atenta
sugeriría entroncar la anotación de este 20 de diciembre,
con la inmediatamente anterior —15 del mismo mes— y
considerarlo climax de una trayectoria ascendente, la del
conflicto entre el amor de Marién y Bayoán y su deber
respecto a la patria. El joven ha venido increpándose:

«Mal hijo de mi patria, mal ciudadano, mal hombre,


porque me olvido de mi patria, que me necesita, de mis
conciudadanos, que me llaman a servirla, de la
humanidad, que como en todo hombre espera en mí
¿podré ser mañana esposo, padre?» (p. 149).

163
Y concluye reforzando un propósito que siempre le
ha rondado: «partiré. Quiero ver la verdad y
proclamarla ¡Verdad! Yo te veré» (p. 149). Algo
reiterativo en su ideario. ¿Ejemplos? «Quiero la luz
que me revele a Dios, la verdad, la justicia, la virtud»
(p. 112) —había escrito el 22 de octubre por la noche,
tras una serie de disquisiciones fruto del autoanálisis
al que se somete—. El vocablo «luz» es polisémico:
referido a Marién connota pureza, amor, felicidad,
inocencia... semas complementarios para perfilar a la
etérea mujer romántica. Por contra, aplicado a la
misión del protagonista simboliza la verdad y la
justicia. La visión del hombre colosal no es sino un
fogonazo de lo que todavía no ha conquistado Bayoán
en el plano personal -saber cuál es su auténtico
camino- ni en el político. Es consciente de su
peregrinación, es decir, de hallarse aún en la vía
purgativa y lo plasma por medio de visiones:

«Veo un mundo fantástico, semejante a la tierra:


(...) los hombres son los llanos, las playas, lo a un
nivel; el hombre que se eleva, el Chimborazo,
ardiendo interiormente en fuego eterno, cubierto
exteriormente de nubes perdurables» (p. 191) m.

126
A partir de Las confesiones de Rousseau, las «visiones» suelen ser muy
propias de los textos en primera persona y lógicamente tienen valor metafórico
desempeñando una función indicial. Cfr. Adam, Jean-Michel y André Petitjean:
Le teste descñptif..., op. cit., pp. 54 y ss.

164
La alegoría (sic) es muy clara: el hombre superior
descuella frente a los otros, fuego enmascarado por
nubes, altivo y seguro de su misión. En el texto, Bayoán
se desdobla en dos voces -corazón y razón- que entablan
una especie de disputa medieval:

«—Tímido corazón, ¡no tiembles! Mi razón, mi


conciencia, mi espíritu, hechos de otra cosa que de
carne, no quieren descender (...).
—¿Y si el espíritu es un gas, y la carne, la materia
corrompida, es quien la forma...?
—Miserable...! El Espíritu es Dios!» (p. 191).

Se cierra la alegoría que conecta al héroe con la


eternidad. ¿El puente? No podría ser otro que el azul ya
que remite al ideal128. Por eso Bayoán, como
protagonista de la historia, termina su anotación diaria
contrastando el ideal del héroe con la medianía del
vulgo. En su holocausto Bayoán tiene un precedente con
el que gusta de identificarse: Colón. Él fue agente
involuntario de la historia al abrir las puertas del Nuevo
Mundo a lo que debería haber sido la civilización, la luz

127
Así denominada por el autor, aunque quizá no lo sea desde el purismo
retórico. Es, más bien, una visión simbólica.
128
Aquí Hostos conectaría con los románticos franceses, entre otros Víctor
Hugo para quien «l'art c'est l'azur»... y sería un precedente del azul dariano.
Entre ambos, Mallarmé...

165
que iluminara las tinieblas. Pero ¡ ay! no siempre fue así.
Habrá que reescribir la historia entonces:

«...empujado por mi amor a la verdad, por la larga


indignación que me ha costado el penetrar en las
profundidades de la Historia, y sobre todo, de ese
periodo prodigioso, feliz y desgraciado a un tiempo,
en que la fe del genio arrebató este mundo a las
tinieblas, peregrinaré»... (p. 109).

Carlos Rojas sintetiza el dilema constatando que la


historia es a la vez progreso y conflicto m. Una historia
en la que el pesimista Bayoán, forjado en la leyenda
negra, necesita creer. Por ello, aplica de nuevo la
simbología de la luz al futuro español, en una anotación
de 17 de octubre:

«Nación generosa al defenderla (la justicia),


pequeña al combatir la independencia, purga hoy su
pasada pequenez (...). Tuvo un momento de gloria,
brilló, resplandeció; luego, lo mismo que la hacía
temible (esta es la gloria miserable de los pueblos) la
hizo decaer; como las llamas, antes de apagarse,
destelló; volvió luego a brillar con resplandor
magnífico: lo que la había hecho pequeña, la hizo

129
Cfr. Rojas, Carlos. «El concepto de la historia en Eugenio María de
Hostos», en Hostos: sentido... ,op. cit., pp. 385-402.

166
grande, la augusta independencia: sofocó la de América
y murió: luchando por la suya resucita» (p. 106).

3. 3 .3. La peregrinación por la historia.

Tanto por su finalidad política como por la específica


búsqueda de identidad que lleva aparejada, La
peregrinación de Bayoán supone tomar el pulso a la
historia de la metrópoli en dos vertientes: las
consecuencias del descubrimiento y la historia
contemporánea española. Ambos asuntos son vistos con
pesimismo por un narrador -Hostos- que no quiere caer
en el sectarismo, pero critica con apasionamiento o
ironía. España no ha sido la metrópoli ideal: conquistó y
devastó los territorios antillanos y ahora los explota sin
tener en cuenta los lícitos anhelos de sus habitantes. Ése
es el mensaje global que recibe el lector, un mensaje
acorde con las preocupaciones de quien suele colocarse
al lado de los oprimidos y resalta los grandes momentos
de lucha libertaria protagonizados por la humanidad

El viaje de Colón: un oxymoron. El cuestionamiento


de la conquista.

«Estoy admirando los cayos que Colón llamó


Jardines de la Reina (...), un mar de poco fondo,
verde-claro; a la izquierda millares de islotes, de
bajos que rechazan a las olas; a la derecha, Ornofay,

167
en donde empieza el mar a desplegar sus olas, sin
otro valladar que Cuba.
Ornofay!... ¡Los Jardines de la Reina!.
Vamos a soñar como soñó Colón» (p. 122).

Esta última frase —y varias semejantes— da pie al


viaje por la historia, que arranca de la naturaleza. En
efecto, es la contemplación de las playas y mares
caribeños —en la primera parte del texto— lo que
propicia el salto atrás, a la América del descubrimiento
revisitada desde los ojos de Colón. Asimismo, lo que
desata el lamento por la destrucción subsiguiente a la
conquista y colonización de la isla desde la óptica de la
leyenda negra "°. Se abren en el texto dos planos
históricos, el presente y el inicio del siglo XVI. En
realidad se trata de una falacia, ya que el pasado es mera
proyección mental de un narrador-protagonista que
focaliza la realidad, mediatizándola.
La historia nos dice que Colón descubrió Puerto Rico
en su segundo viaje (19 de noviembre de 1493) 131. Y

130
Reactivada por ingleses y franceses cuyos nombres conoce bien y cita en
el prólogo de la segunda edición: «Raynal, Robertson, de Pradt, Prescott, Irving,
Chevalier me presentaron a América en el momento de la conquista y maldije al
conquistador» (p. 71). Cfr. Gerbi, Antonello. luí disputa del Nuevo Mundo. Historia
de una polémica (1750-1900). México, Fondo de Cultura Económica, 1982.
131
Con una nota de 17 naves parte Colón desde Cádiz el 25 de septiembre
del 93 y llega al Caribe recorriendo la Deseada, Marigalante, Guadalupe... «La
última isla reconocida antes de tocar en ha Española fue la de Puerto Rico que los indios
llamaban Bojiquen. El Almirante la bautizó San Juan de Puerto Rico»... Fernández

168
para aprender de la historia, o para seguir con su
titanismo romántico que le consagra como genio avant
la lettre, el narrador ha hecho el esfuerzo de ver con los
ojos colombinos, ateniéndose a las páginas de su Diario.
Como dice Cordova Iturregui:

«Existe en Bayoán una verdadera obsesión con la


mirada fresca de Colón al posarse por primera vez
sobre América en sus viajes. El diario del antillano
queda así emparentado con los diarios del
descubridor»... 132.

La mirada del narrador media entre el mundo


caribeño y la interioridad del protagonista, entre la
naturaleza y el texto colombino, entre el presente y la
historia... No extrañará entonces que la primera
referencia al tiempo del descubridor sea el ubi sunt, la
queja nostálgica por el deterioro de la tierra y sus
habitantes: nada queda de su feracidad y belleza, ni de la
inocencia de los moradores. El narrador conoce los
primeros textos sobre la isla de Puerto Rico: el libro
XVI de la Historia General y Natural de las Indias,
donde Gonzalo Fernández de Oviedo relata su
descubrimiento y colonización 133; el libro VI de la

Méndez, Eugenio: Historia cultural de Puerto Rico 1493-1968. San Juan de Puerto
Rico, El Cerní, 1995, p. 42 (ed. corregida).
132
Córdova Iturregui, Félix: «La peregrinación de Bajoán»..., op. cit., p. 92.
133
En el libro XVI de su Historia general j natural de las Indias, Gonzalo

169
Elegías de Varones Ilustres de Indias, de Juan de
Castellanos, primeros versos sobre el mismo asunto m ; o
las escasas páginas que Bartolomé de Las Casas le
dedica en su Historia de las Indias... Muy
probablemente tiene noticias también de la Relación de
Fray Pane acerca de las antigüedades de los indios
(1535)135 y de la Memoria del capitán Joan Melgarejo,
Gobernador de Puerto Rico (1582) 136..., entre otros
textos significativos. Casi todos se refieren a la isla de
Puerto Rico contextualizándola entre sus hermanas
caribeñas. Y aunque aluden a la feracidad y belleza de la
tierra que había sido conquistada y colonizada por Juan
Ponce de León en 1508, son testigos de escaramuzas y
levantamientos indígenas que certifican que la primera
colonización tuvo poco de Arcadia.

Fernández de Oviedo trata pormenorizadamente de Puerto Rico y las Antillas: la


sitúa respecto del archipiélago, da su longitud y latitud, señala la hermosa sierra
central y la ría de agua salada, los ríos Luysa, Camuy, Cairabon, Guaorabo,
Mayagüez, Coriquex, Xacagua, Guayama, Guayaney y Fajardo, bahías como
Yauco y Guánica y el cabo Rojo... en Crónicas de Puerto Rico..., op. cit., pp.38-39).
134
Castellanos escribe los primeros versos dedicados a Colón y en la vejez
recuerda su juventud isleña. Relata con dramatismo y fidelidad histórica
episodios bélicos entre españoles e indígenas, los primeros areytos (1511), los
ataques caribes a las primeras haciendas (1530), los despojos sufridos por los
naturales... y ensalza tanto a indígenas como a castellanos.
135
Su crónica contiene muchos datos de antropología y abarca también los
episodios de La Española.
136
Escrita por García Troche, nieto de Ponce de León y primer autor
criollo. Su crónica corresponde a un periodo posterior, al de las relaciones que
los gobernadores —en su caso Melgarejo— debían enviar a la metrópoli.
Abunda en interesantes descripciones de la naturaleza.

170
Pero, de momento, Bayoán prefiere olvidarlo. Fiel al
viaje colombino, no se ciñe sólo a Puerto Rico sino que
abarca otros puntos del archipiélago antillano,
superponiendo la nomenclatura indígena a la geografía
decimonónica. Como buen romántico se dirige a la
naturaleza, pregunta por sus habitantes de antaño, por el
cacique Guacanagarí137, amigo de Colón y considerado
traidor a los suyos, un hombre desgarrado entre dos
mundos y dos fidelidades. Por ello símbolo también de
Hostos, quien le compadece y tras acusarle de ser mal
hijo de su patria, acaba perdonándole.
El barco sigue costeando y los lugares avizorados
remiten a sus habitantes: Cibao y su sitiador Caonabo
(p. 104)138, el canal de Amona (p. 115) m, Punta Gorda
y Batabanó (p. 124)... «Guantánamo está ahí: ya no hay
chozas en las playas, ni haciendo hogueras, indios. Las
Casas ¿dónde están tus protegidos?» (p. 118) —dirá—.
En este caso, su propósito es más neto: denunciar
genocidios, al hilo de la leyenda negra que aún no se

137
Cacique de La Española que habitaba la comarca luego denominada
Vega Real... Ayudó a Colón a descargar la encallada Santa María y construir el
fuerte de Navidad, el 25 de diciembre del 92.
138
Región de La Española donde se decía abundaba el oro. Fue explorada
por Alonso de Ojeda quien fracasó estrepitosamente. En cuanto a Caonabo,
aparece en la Relación de fray Pane como uno de los asediantes a la fortaleza de la
Magdalena en La Española.
139
La Isla de La Mona está ya documentada por Fernández de Oviedo, a
mitad de camino entre La Española y Boriquen. Cfr. Historia... Libro XVI, op.
cit, p. 35.

171
cerró . Por eso estalla su indignación tras imaginar el
exterminio de los indios:
«El viento nos acerca a ti, montañosa Higüey: a
pesar del nublado, adivino tus bosques y cavernas:
figuróme a tus hijos, perseguidos en ellos, reducidos
de muchos a muy pocos (...) tú, que al llegar los
extranjeros, tenías pobladores que defendían tus
playas, tus florestas, tus breñas, tus abismos!
Ultimo amparo de la sencillez y la inocencia,
dame la cólera que dabas a tus hijos, su noble
indignación, su valor santo: lo que ellos con sus
armas, haré yo con mi voz» (pp. 114-115).

Detrás de esta apasionada imprecación no es difícil


rastrear al «buen salvaje» de Rousseau, en un XIX
romántico, generador de toda una literatura «indianista»
a su vez deudora del exotismo europeo. El narrador
recuerda cómo los primeros enclaves desaparecieron de
la faz americana a manos de la «...justicia providencial
que así castiga al que comete un crimen» (p. 115).

140
En sus obras posteriores, tanto en su oda El nacimiento del Mundo Nuevo
(poema muy flojo que puede leerse hoy en Los rostros..., op. cit., pp. 269-277),
como en su largo ensayo El descubrimiento y el descubridor, mantuvo e intensificó
esa visión que responde más a los modernos conceptos de «encuentro» o
«encubrimiento» y, de cualquier forma, es destructor para el indígena.
Igualmente en su ensayo Plácido idealiza la naturaleza paradisíaca antillana
destruida por los españoles y llora la pérdida indígena con lamentos panfletarios
cercanos al ubi sunt. Cfr. Obra literaria..., op. cit, pp. 209-270..

172
Sintagma muy fuerte en una novela destinada al público
español. ¿Sería demasiada extrapolación considerarlo
una advertencia subrepticia a la metrópoli, ante su
insensibilidad frente a las legítimas ansias de autonomía
de los puertorriqueños en ese momento? En resumen, el
ubi sunt suele desembocar en dos tipos de conclusiones:
o la indignación por la masacre física y moral; o la
prolepsis que propone una alternativa feliz, la de un
futuro que nunca existió ni existirá y en el que vuelven a
fundirse las acciones y destinos de Colón y Bayoán.
Pero ¿quién es el responsable último de todos los
desastres? ¿Quién generó el caos? ¡Colón! Bayoán le
increpa, acusándole de haber propiciado una catástrofe
al hacer visible el Nuevo Mundo al Viejo: "¿No la
cometió, y horrenda, cuando levantó el velo que tan
felizmente os ocultaba a ti, a Guanahaní, a Borinquen, a
los ojos de Europa? ¿No la cometió, y funesta,
señalándoos con su índice tenaz al ya ciego viejo
mundo?» (p. 105). Sin embargo, dos meses después da
una última vuelta de tuerca al asunto, más madura, con
un enfoque más sociohistórico, teñido de fatalismo, que
incluye al propio Dios cristiano a quien las riendas de la
historia se le habrían ido de las manos. Colón no sería
sino una víctima141.
141
Hostos fluctúa en su visión de la historia. Páginas atrás había dicho:
«Medito en la Providencia (sic), cuya mano veo en los acontecimientos de los
pueblos (...) es la compañera de la Historia (...), «resplandeciente de justicia»...
(p. 120). Es decir, brota en ocasiones la formación cristiana del autor, al

173
En definitiva, Hostos admira a Colón y lo enaltece,
autoenalteciéndose indirectamente al unir sus destinos.
Y después extrapola el problema a todo gran hombre
que inexorablemente sufre la incomprensión de los
suyos. Por ello, el citado 21 de enero, al evaluar la gesta
colombina, escribe:

«Y para eso viene al mundo un hombre que,


víctima primero de su fuego interior, lo es después
de los hombres, de la burla grosera de los pueblos, de
la sonrisa del sabio que no sabe, del desprecio del
magnate, de la indiferencia ofensiva de los reyes!
Y a eso viene al mundo un hombre que mendiga
para dar, que sufre para hacer feliz, que se empeña
en ofrecer lo que no quieren, que a pesar del
sarcasmo del mundo, le da lo que no tiene!»... (pp.
184-185).

¿Será ése el futuro que le acecha? —se pregunta en


el diario una y otra vez, un Bayoán transparente que
apenas oculta al joven Hostos?—. No en vano —y como
dice Beauchamp— «Colón es el mediador entre el
sujeto que aspira y los valores (sacrificio, sufrimiento,
verdad, etc.) a que aspira ese sujeto. Colón es el modelo
moral» ,42. Y esto será siempre así, hasta el punto de

presentar a un Dios —Providencia justiciera— que gobierna la Historia.


142
Beauchamp,JoséJ.: «La construcción de la cotidianidad»..., op. cit, p. 528.

174
que, años después, el puertorriqueño escribe un trabajo
extenso sobre su hombre titulado El descubrimiento y el
descubridor.
¿Miradas paralelas la de Colón y Bayoán? Cordova
Iturregui hace ver con acierto que tienen puntos de
arranque distintos: Colón parte de la perspectiva europea
y citadina, mientras que Bayoán se mueve entre dos
mundos y recela de la metrópoli por considerarla
siempre un centro de poder. Por eso sus caminos son
opuestos: si a Colón le correspondió condenar al Nuevo
Mundo al abrir nuevas tierras a la conciencia europea, a
Bayoán-Hostos debería corresponder la salvación de la
patria. En consecuencia, el final de su viaje debe ser la
España europea de quien depende la evolución política
de las Antillas.

El viaje a España —la Madre Patria— un viaje al


sepulcro: «Aquí murió España»... —palabras de
Bayoán frente a Cádiz—.

En el Puerto Rico colonial del XIX la atmósfera era


provinciana, con un impresionante atraso cultural; para
acceder a la enseñanza superior había que salir fuera.
Hombres como José Julián Acosta, Ruiz Belvis,
Baldorioty de Castro, Calixto Romero, José Gautier
Benítez, José Vargas, Jenaro Aranzamendi, Juan Viñals,
Federico González, Dámaso Saldaña, Alejandro Tapia y
Rivera... y el propio Hostos estudiaron en España y

175
aprovecharon su estancia para colaborar en la fuente
más antigua de la cultura isleña, la Biblioteca Histórica
de Puerto Rico (1854), editada por Tapia y Rivera, que
recoge fragmentos de crónicas, cédulas, memoriales,
cartas... de los primeros tiempos. Muchos de ellos
colaboraron además en la primicias literarias de la Isla,
llámese Aguinaldo puertorriqueño, o Álbum.
Hostos vino a estudiar a Bilbao y después se trasladó a
Madrid. Según el prólogo del 73, está en Madrid al menos
del 58 al 61. En La peregrinación de Bayoán, el narrador
alude una y otra vez a «otro viaje», «su primer viaje»...
Consta que volvió a la isla durante el 62, entre otras cosas,
por las muertes de sus hermanos Carlos y Eladia. En una
novela tan autobiográfica, podría concluirse que las
vivencias del propio Hostos se esconden tras los continuos
lamentos del narrador Bayoán:

«¿Por qué vuelvo a viajar? ¿Por qué me empeño


en conocer al mundo y en hacerme conocer de él si
toda mi felicidad consistía en vivir desconocido, y en
haber renegado para siempre de las grandezas de la
civilización que probé, al errar otra vez por ese
mundo?» (p. 110).

En la novela, el viaje a España se yergue como


símbolo de las esperanzas fallidas de los
hispanoamericanos:

176
«El viaje a España es la última parte de ese
destierro: esa trayectoria circular podría reflejar el
viaje circular a través de la historia que recorren las
repúblicas latinoamericanas, y que concluye en un
regreso involuntario, inevitable, a España, al
despotismo» 143.

Por eso, el viaje a España es dramático, conllevará


la muerte del anciano ya que la metrópoli no tiene
nada que ofertar. En cuanto a la pareja protagonista,
Marién será la víctima propiciatoria mientras que el
indeciso Bayoán se impone el viaje de vuelta a
«cualquier país» donde un hombre como él pueda ser
útil:

«América es mi patria; está sufriendo, y tal vez


su dolor calme los míos... Si puedo encontrar allí lo
que en vano he buscado en Europa; si en una de esas
repúblicas hay un lugar para un hombre que ama el
bien, después de recorrerlas todas, después de
estudiar sus necesidades presentes, y evocar su
porvenir, me fijaré en la que más reposo me
prometa... Si en ninguna lo encuentro, seguiré
peregrinando» (p. 355).

1
Rosa, Richard. «Puerto Rico a flote..., op. cit., p. 266.

177
Son las últimas palabras de Bayoán en la novela,
que preconizan la vida itinerante del autor. Si nos
atenemos al relato, el protagonista ya desde las Antillas
tiene los ojos puestos en la metrópoli y a su diario como
interlocutor. El 13 de febrero introduce un largo excurso
sobre el carácter nacional y la inviabilidad de las
relaciones con el otro lado del Atlántico; lamento e
imprecación contra una España personalizada a través
de la prosopopeya:

«Y a ti también te compadezco, ¡oh pobre


España!, te compadezco porque pudieras ser feliz y
no lo eres, porque puedes rehabilitarte a los ojos de
la historia y no lo haces (...). Pero, entre tanto, esos
pueblos del continente se desgarran y tú, España, los
dejas desgarrarse: las islas te piden un recuerdo y las
olvidas»... (pp. 216-217).

El puertorriqueño especula con la utopía de que la


vieja metrópoli tienda una mano a la isla, lo que podría
lograrse si los hombres que rigen los destinos de la
historia tuvieran inteligencia y buena voluntad: «...
buscarás con los ojos a este mundo que por tu sed de
riqueza te hizo pobre, y por tu sed de aventuras, cruel y
débil: en vez de esclavos, pedirás hermanos (...) la
civilización sentará en América sus reales, y el mundo
entero andará con paso firme» (p. 217). Una propuesta
visionaria que proclama llegada la hora de América, en la

178
línea de lo que cuarenta años atrás hiciera Bello en sus
Silvas. Y que supera la dicotomía sarmientina
civilización/barbarie sin invertirla necesariamente. Los
problemas comienzan cuando ese respeto no es mutuo —
vendrá a decir—. España no ha sabido darle cancha a los
caribeños:

«¿Por qué no comparten los hijos de mi patria con


los hijos de España, las tareas que sólo los de España
desempeñan? Que España nos dirija no lo siento;
pero que por nuestra debilidad nos prive del derecho
de ser hijos, y en vez de con nosotros gobiernen
nuestro país esos indiferentes que vienen y se van
encogiéndose de hombros!»...

Es obvio el desgarramiento interior de quien al


escribir su novela todavía apostaba por salvar ambos
mundos. Por eso, cuando avizoran las costas de Cádiz,
Bayoán ensalza ante su amada las bellezas de la
metrópoli. Para Marién, el Caribe es sol y luz, Europa
triste y angustiosa niebla. Bayoán comparte esa vivencia
física, pero su mirada es más amplia y le permite
afirmar que España —enlazando con esa utopía
posible— es bella y soleada en primavera144. Por otra
144
Bien es verdad que la descripción hostosiana es pobre y reiterativa: utiliza la
anáfora en sintagmas como «tu verás qué de»... mientras que reclama la atención
de su amada por medio de estructuras paralelísticas: «mira esas playas...mira a la
izquierda»... cfr. la entrada del 15 de marzo por la mañana en la página 248.

179
parte y después de una larga travesía, la risueña Cádiz
anuncia tierra para felicidad de los pasajeros hartos del
barco. Respecto al tratamiento de las ciudades
españolas, el narrador es muy escueto: consigna pocas,
con descripciones tópicas -el cielo azul, las casas
encaladas y refulgentes bajo el sol-; lo que importa es
la significación política, el papel desempeñado en la
historia. Sólo Cádiz -refugio de libertades en apuros- se
valora positivamente:

«...aquí vinieron las Cortes; aquí se constituyó


España: aquí dio un paso gigantesco que, dado con
valor, la hubiera hecho andar los siglos que le
faltaban para llegar al XIX: aquí el patriotismo, la
abnegación heroica, el espíritu elevado, han dejado
una atmósfera que respiro con placer. Aquí... no me
oigas, Marién, aquí murió España» (p. 250).

La anáfora refuerza la geografía de la ciudad costera


y luminosa que ha traicionado, sin embargo su glorioso
destino. Por ello el contoneo de la costa —Tarifa,
Trafalgar, Ceuta...— culmina en Gibraltar que no es
sino «...el sepulcro de las glorias de España» (p. 258).
Enfrente Madrid acapara los vicios del país, símbolo
del mal que afecta a la metrópoli y sus colonias; es la
mujer, la droga que esclaviza al amante. Hay que leer
desde esos parámetros la anotación del 29 de abril, que

180
deja entrever una larga historia de encuentros y
desencuentros de cuño autobiográfico:

«Aquí me tienes, Madrid. Vengo a pedirte lo que


tu no das: te he sacrificado mi adolescencia; vengo a
sacrificarte mi triste juventud.
Yo llegué aquí, lleno de esperanzas... las mataste:
ansioso de gloria y de virtud... trocaste mi ansia en
desaliento; anhelante de saber... me diste una sonrisa.
Me refugié en mí mismo; pero un día me espantó
mi soledad y huí de ti.
Las brisas de mi patria me calmaron; pero iba
haciendo lentamente sus efectos el veneno que
infiltraste en mí, y el anhelo de gloria me arrancó de
mi retiro.
Aquí me tienes, metrópoli de los vicios de
España; impura cortesana (...), Arrastrado por un
destino que bendigo y maldigo, y guiado por mi
voluntad, vuelvo a buscarte» (pp. 286-287)145.

No obstante, la búsqueda no tendrá final feliz. No


hay salvación en el Viejo Mundo para pueblos jóvenes
que deberán forjarse a sí mismos.

145
«Te he sacrificado mi adolescencia»... Esta frase, cuyo contenido no se
justifica en la ficción, avalaría la tesis de Ernesto Alvarez: la base sobre la que
ficcionaliza Hostos es su propio diario.

181
3. 3. 4. La peregrinación como búsqueda de identidad
antillana: colonialismo/liberación.

No es éste el único ni el último momento en que el


texto narrativo pone sobre el tapete el asunto de la
patria, su «problema por excelencia» -como afirma en el
prólogo a la segunda edición de la novela al sintetizar
los núcleos temáticos-:

«El problema de la patria y de su libertad, el


problema de la gloria y del amor, el ideal del
matrimonio y de la familia, el ideal del progreso
humano y del perfeccionamiento individual, la
noción de la verdad y la justicia, la noción de la
virtud personal y del bien universal, no eran para mí
meros estímulos intelectuales o afectivos; eran el
resultado de toda la actividad de mi razón, de mi
corazón y de mi voluntad; eran mi vida» (pp. 68-69).

Hostos describirá la evolución de un patriotismo sin


estrecheces nacionalistas, capaz de superar el mero
sentimiento en pro de la voluntad comprometida. Todo
ello puede ser constatado en el 73, cuando los
acontecimientos se han clarificado y sus ideas son más
radicales: España —piensa— es la nación que aherroja
la patria de Bayoán; habrá que luchar por su liberación a
costa de la personal felicidad. En ese sentido, el autor

182
afirma que el libro se concibió como «una acusación
fulminante contra España» (p. 82) y que este propósito
genera la escritura.
No obstante y por lo que se refiere al tratamiento de la
patria, puede observarse un desfase entre este prólogo y
el contenido del libro. En el primero el proceso se ha
cerrado, mientras que la novela refleja la fecha de
escritura, 1863, con las fluctuaciones de Hostos
plasmadas en Bayoán. De hecho, el libro no es una
acusación fulminante contra España, sino una búsqueda
de identidad puertorriqueña. El anciano, Bayoán como
alter-ego del autor en el 63 y el Hostos del prólogo
redactado diez años después no son sino momentos
distintos y consecutivos de un proceso. Y como telón de
fondo, tres amores —gloria, justicia y verdad—
perseguidos por todos como fruto de los deberes
patrióticos.

El anciano, memoria y profecía de Bayoán-Hostos.


La Patria a examen.

La historia del anciano se inserta en la travesía


atlántica a modo de trama secundaria. Desempeña la
función estructural de entretener al lector, pero cobra
auténtico sentido como alegoría proléptica: su aventura,
desgraciadamente fracasada, presagia lo mismo para el
joven. Ambos viajan pero el anciano, desengañado por
no haber podido redimir la patria, sólo espera la muerte.

183
Hostos, a través de su alter-ego Bayoán va en busca de
un ideal. "A nivel narrativo, entonces, la historia del
anciano es memoria y profecía: Yo era la alborada; él
era el ocaso de una fe. Yo creía en los hombres; él
dudaba»146 -dirá el protagonista-.
En el texto, la historia del anciano se imbrica tras las
referencias a un Colón fracasado... «víctima primero de
su fuego interior, lo es después de los hombres»... «que
mendiga para dar, que sufre para ser feliz»...
afirmaciones que pueden aplicarse a cualquier
visionario. Por si no fuera suficiente el paralelismo, el
texto tiende otro cable para enlazar la historia: el 21 de
enero se avizora Guanahaní, lo que provoca en el
narrador Bayoán un último soliloquio:

«Si fuera posible que el mundo se enmendase, su


enmienda más grata a los ojos del genio serían los
aplausos al infeliz que lo imite; que busque como él;
que como él, padezca; que dé sin esperar; que se
atormente y muera, sin recibir más que en la muerte
el premio de su vida»... (p. 186).

Así queda bien trabada la cadena que une a Colón


con el anciano patriota y abre puentes a la esperanza en
Bayoán y Hostos 147. En los dos primeros, la historia se

Rivera, J.M. : «Laperegrinación ..., op. cit., p. 45.


Los paralelismos textuales entre el anciano y Bayoán son múltiples:

184
ha cerrado y la valoración es negativa; pero tanto
Bayoán como Hostos no han fracasado todavía en el
nivel de la historia, se embarcan en su viaje iniciático.
Por lo que se refiere a la anécdota, de cuño krausista,
Bayoán descubre a un anciano, enfermo y tirado en la
borda con el que establecerá un diálogo más adelante, el 28
de enero, en que le describe: "mirando sus ojos, escondidos
en dos órbitas cavernosas, sus mejillas hundidas, su barba
perfilada, su delgadez mortal»... (p. 192). Soledad,
indiferencia, falta de cariño, lucidez y amargura
caracterizan sentimientos y palabras vertidas por quien
habla con la «hiél de la verdad», desde el rechazo de los
otros. Bayoán, que se había propuesto ser bueno con el
anciano, quiere además «hacer lo que otros no hacían»,
porque el hombre superior está obligado a ser distinto.
Las tres primeras apariciones del anciano en el texto
sirven, entonces, para caracterizarlo y definir su
cosmovisión. La microhistoria parece cerrada mientras
se suceden las alternativas de la historia de amor entre
Marién y Bayoán. Pero en un determinado momento se
produce el reencuentro con una variante, el deseo de
implicar a Marién:

ambos luchan o han luchado por la patria, ambos llevan un diario o escriben
unas memorias...Desde el punto de vista estructural Ángel Rivera interpreta la
historia del anciano y la alegoría proléptica que implica como una mise en abyme, o
espejo dentro del espejo. Y la enmarca en su tesis fundamental sobre la novela: se
trata de un viaje al caos, eso sí, con una cierta complejidad ya que ... «tiene un
mecanismo cuyo circuito de retroalimentación funciona en diferentes niveles».
Cfr. Rivera, A. luí peregrinación ..., op. cit., p. 530.

185
«Yo quiero lo contrario, Marién; quiero la
constante propensión al bien, con todo su olvido de
la pequenez mundana, con todo su valor contra la
envidia, con todo su heroísmo contra la injusticia: y
no lo quiero para mí tan sólo: lo quiero para ti, para
cuantos me quieran y yo quiera, para cuantos me
estiman y yo estime. Sábelo, Marién: mi flaco
corazón puede inclinarse a un ser digno148 de mi
espíritu; puede querer, aún contra mi razón; pero
estimar y admirar y perpetuar su amor a un alma
débil, incapaz por flaqueza, del bien y la virtud, eso
no; yo no puedo estimar más que lo bueno» (p. 220)

El protagonista está definiendo el ideal femenino de


Hostos, no sólo mujer-objeto, frágil y exquisito ángel
del hogar, sino compañera a la que educar como
forjadora en el hogar de los hombres del mañana149. Este
es un asunto al que, andando el tiempo, dedicará gran
atención150; llegando a afirmar, incluso, la esencial

148
La edición del 63 dice «indigno», lo que responde al sentido del texto.
149
De hecho y cuando llegue el momento Hostos, como nuevo Pigmalión,
enseñará a leer y educará a su mujer Belinda, poniendo en práctica sus ideas.
150
Cfr. sus trabajos «La educación científica de la mujer» (Chile, 1873); «El
programa de los Independientes» (1876); «La educación de la mujer» (Santo
Domingo, 1881) y «La liga de Patriotas» (1898). También tocará
tangencialmente el tema en su Sociología (1880 y 1901) y en la Moral¿0¡2tf/(1888).
Cfr. Rivera Nieves, Irma ti. El tema de la mujer en el pensamiento social de Hostos. San
Juan de Puerto Rico, Instituto de Estudios Hostosianos y Universidad de Puerto
Rico, 1992.

186
igualdad de hombre y mujer. Y ello frente a preclaros
filósofos, como Schopenhauer, Kant o Hegel. No
obstante, no es un revolucionario; mantiene la
distinción genérica afirmando que el hogar es el ámbito
propio de la mujer, en lo que coincide con una
incipiente política educativa vertida en periódicos con
destinatario femenino.
Sea como fuere, de momento la delicada atención al
anciano se convierte en prueba amorosa que, no sin la
instintiva repugnancia inicial, será vencida. Es ahora
cuando el anciano toma la palabra y se convierte en el
centro del relato al referir su historia dolorosa y útil.
Establece, de entrada, un paralelismo explícito entre
ambos: «Ud es bueno: bueno, como he querido serlo yo»
(p. 231) —le dirá a Bayoán—. Su vida -cuyo relato ocupa
varias páginas- es imagen y síntesis de los avatares de los
independentistas americanos: lucha y consecución de la
libertad política, para comprobar al fin que esos pueblos,
capaces de una civilización grandiosa, se ven
empequeñecidos por sus hombres que «...se entregan al
placer del mando, al frenesí del despotismo (...), o caen
precipitados por la audacia —que si es el vencedor en
todas épocas, lo es con más razón en la de tempestad—, o
siguen sostenidos por la debilidad, y tiranizan» (p. 232).
El anciano es la metáfora del fracaso de las
incipientes nacionalidades, la del libertador Bolívar
arrollado en un proceso histórico imparable y triste. Así
lo reconoce Bayoán quien, en un largo parlamento,

187
identifica pueblos y hombres enfermos: lo que sucedió
en América es histórico, fruto del enmohecimiento de la
razón y de la falta de libertad durante siglos. Y al fin,
«los pueblos se acostumbran a no ser, lo mismo que un
individuo sin ideas se acostumbra a pasar por el mundo
sin objeto» (p. 233).
Estamos en el meollo del mensaje que derivará hacia
el patriotismo al contraponer el anciano... «el patriotismo
verdadero, el patriotismo que ve en el porvenir, que está
alerta en todos los momentos»... al «falso patriotismo»
escudado tras las máscaras de la hipocresía, la ambición,
el anhelo de mando y de fortuna». En la primera edición,
estos términos venían reforzados con una visión alegórica
abruptamente interpolada tras un desmayo de Bayoán.
Los pueblos americanos, como niños inmaduros, caminan
hacia el abismo creyendo ir al cielo en pos de quienes los
manejan con premeditada lucidez y maldad, imitando a
los europeos... sólo el león intenta escabullirse
aguijoneado por los demás que tiran de él hacia abajo. En
una visión posterior león y cóndor marchan juntos,
hermanados por la razón, en pos de un cielo azulado y
luminoso (pp. 235-236). En la edición del 73 el pasaje ha
desaparecido. ¿Consideraba fuera de lugar esa simbiosis
del león español y el cóndor americano tras los sucesos
del 68 y la decepcionante actuación de los liberales?
El anciano ya ha cumplido su misión: ser portavoz
del desconsuelo del autor, dejar constancia de los
desastres de la precaria paz americana. Por lo que esa

188
trama secundaria irá amainando, aunque quedan tres
breves secuencias interesantes desde el punto de vista
ideológico: el anuncio de la transmisión de un
manuscrito —la historia de su vida— necesario traspaso
generacional; el falso anuncio del desembarco en Cádiz,
frustrado porque España no tiene salvación que ofrecer a
sus colonias; y la macabra escena del reparto de los
bienes del anciano tras la fatídica muerte, que resalta el
valor del héroe al enfrentarse a la mezquindad de los
pasajeros.
A partir de ahora, la historia amorosa enfila su recta
final pero, antes de abordarla, quisiera hacer una
referencia a la simbología subyacente en los nombres de
los personajes, que responden al independentismo
hostosiano.

Los nombres de los personajes: una simbología


forzada.

En la «clave» -inserta en la edición del 73- el


narrador explica la simbología indígena de sus
personajes. En el momento de la publicación Hostos se
suma a la moda indianista del XIX, para lo cual disfraza
a sus personajes -criollos- con nombres precolombinos.
Y ni siquiera es fiel a la realidad isleña: en la
caracterización de algunos —como Guarionex o el
tangencial Agüeybana— se traiciona la historia
manipulándola desde la ficción. Ambos son nombres

189
tainos: el primero se estableció en la actual Guánica,
mientras que el segundo lo hacía en Utuado. El cacique
Guarionex está documentado ya en la Relación de fray
Pane de 1505:

«Estuvimos con aquel cacique Guarionex casi


dos años, enseñándole siempre nuestra santa fe y las
costumbres de los cristianos. Al principio mostró
buen deseo, y dio esperanza de que haría cuanto
nosotros quisiésemos y de querer ser Cristiano (...)
Pero después se enojó y abandonó su buen propósito,
por culpa de otros principales de aquel país, los
cuales le reprendían porque obedecía la ley
cristiana»... m .

En efecto, la relación sigue contando cómo Guarionex


se vuelve contra los españoles y sus imágenes, ordenando
destruirlas y organizando una conjuración que fracasa, no
sin haber matado antes a cuatro o cinco españoles. La
relación termina con tono milagrero: los indios entierran
las imágenes, y encima crecen ajíes en forma de cruz.
Curiosamente serán hallados por la pérfida madre de
Guarionex, quien concluye: «Este prodigio ha sido
mostrado por Dios, donde fueron halladas las imágenes.
Dios sabe por qué» 152.

151
«Relación»..., en Fernández Méndez, Eugenio: Crónicas..., p. 29.
i 5 2 Ibídem, p. 31.

190
También la Historia general y natural de las Indias
de Fernández de Oviedo se hace eco del asunto en el
libro XVI, que trata de la rebelión indígena y la
subsiguiente matanza de cristianos en San Juan. De
alguna forma, es Agüeybana quien impulsa a
Guarionex a comandar la rebelión de «más de tres mil
hombres»... Es decir, las crónicas en absoluto
presentan a un hombre equilibrado, pacífico, maduro...
como sucede con el personaje de La peregrinación de
Bayoán. La hospitalidad es el único rasgo que
corresponde a su biografía pero fue ampliamente
desmentida después.
A corto plazo Guarionex había cobrado actualidad
en La palma del cacique (1852) escrita por Alejandro
Tapia y Rivera, el costumbrista más popular del siglo
en la isla. Sin embargo, en ella Guarionex integra el
triángulo amoroso de la obra y no puede considerarse
fuente de Hostos; su temática no tiene nada en
común.
Sin referente inmediato, los nombres se utilizan a
partir del autoctonismo de moda. No obstante, diez años
después de su publicación Hostos refuerza la simbología
indígena de sus personajes desde su declarado
independentismo, a pesar de lo cual siguen siendo
postizos. Marién es una dama decimonónica y Bayoán
no tiene nada de indio.

191
3. 4. Del paratexto al texto:

3.4.1. El subtítulo y sus implicaciones narratológicas.

A lo largo de estas páginas se ha venido aludiendo a


las dos ediciones que Hostos hiciera de La
peregrinación de Bayoán. Separadas por diez años,
presentan algunas variantes como la supresión de un
largo pasaje alegórico en el episodio del anciano, o la
adición de una «clave» y un extenso prólogo que
documenta la recepción textual y la intencionalidad de
unas páginas que tienen mucho que ver con las
inquietudes políticas del autor. Cuestiones ya
examinadas aquí. Se trata ahora de abordar el subtítulo
porque atañe al estatuto narrativo. En efecto, la portada
de la primera edición (1863) dice así:
«La peregrinación de Bayoán. Diario. Recogido y
publicado por Eugenio María Hostos. Madrid, Imprenta
del Comercio, 1863".
En la segunda, que llegará diez años después al hilo
de su larga estancia en Chile, estampa la siguiente
portada:
«La peregrinación de Bayoán Diario. Recojido y
publicado por Eujenio María Hostos. Segunda edición.
Santiago, Imprenta Del Sud-América 153, 1873 154.

153
La grafía tiene mucho que ver con las polémicas lingüísticas en que
estaba embarcado el país. cfr. mi artículo «Las polémicas lingüísticas durante el

192
Es decir, en ambos casos, la obra que se ofrece al
público viene apostillada como «diario» a pesar de que
la crítica la consideró novela desde su publicación.
¿Cuáles fueron las causas? Quizá no la menos decisiva
que, a partir de un momento indeterminado, las
ediciones rotulan la obra como «novela».
Por cuanto se refiere al autor, el prólogo del 73 zanja
la cuestión. Allí nos habla de «un libro... que estaba
escrito en mi cerebro» y de un literato llamado Rada y
Delgado que le conmina «...a ir todas las noches a leerle
en su casa los diarios que durante el día hubiera escrito»
(p. 74). La obra se presenta como una especie de cajón
de sastre en la que el puertorriqueño, acuciado por la
imprenta, va integrando incluso fragmentos de su propio
diario de viaje escrito entre Madrid y la isla a lo largo
del 59. Es decir, la gestación de la obra no tuvo nada
que ver con la lenta elaboración de un texto literario; al
joven Hostos le interesaba exponer unas ideas todavía
nebulosamente intuidas, que fundían lo antropológico -
el ser del hombre, el deber...- y lo sociopolítico -el
problema de la patria-. En consecuencia, su atención se
dirige a la búsqueda de modelos, que pasarán por
España donde se ha formado y vive:

siglo XIX», en Letra en eltiempo.Ensayos de Uteratura Hispanoamericana. Sevilla,


Kronos-Universidad, 1997, pp. 55-72.
154
Cito por la edición que estamos manejando, pp. 48 y 64,
respectivamente, que fotocopian las portadas de los facsímiles correspondientes.

193
«...imaginé un plan en el cual estuvieran de tal modo
ligadas entre sí las ideas que deseaba exponer, que el
fin literario de la obra contribuyera a su objeto político
y social; y que éste, presentado como objeto secundario,
resplandeciera tanto más claramente cuanto más
absorbido pareciera por elfinliterario de la obra» (p. 78).

Las palabras son contundentes: literatura e ideología


deben imbricarse una al servicio de la otra.Y en ese
volver los ojos a la literatura del momento, topa con el
diario que junto a las cartas fueron moldes habituales de
las novelas del XVIII y principios del XIX. La novela
personal, es decir, una historia en primera persona tras la
que se esconde el autor pero cuyo protagonista es otro,
suele centrarse en la crisis interior del personaje, hasta el
punto de que algunas pueden considerarse auténticos
autorretratos y, desde luego, parte de la escritura de lo
íntimo. De duración breve, no importan los
acontecimientos, ni suele fijarse con precisión el tiempo;
importa la asociación de ideas. Hostos ha debido
conocer las novelas de Chateaubriand, en particular
Rene (1802) ya traducido y muy de moda en la
península. Novela confesional, cuyo protagonista es un
viajero que exalta la bondad de la vida natural en la
línea de Rousseau 155 y en el que, a su vez, se percibe el

155
Aunque Chateaubriand acabó distanciándose de Rousseau había leído las
Confesiones (1782 y 89), ¡a Nueva E/oisa (1761), Los Sueños...

194
influjo del Werther goethiano —la fascinación por la
muerte—. Más cercana aún, Oberman (1804), la novela
epistolar del Senancour discípulo de Rousseau, también
describe el mal del siglo en un texto en que se reduce la
ficción y aumenta lo filosófico y autobiográfico, hasta el
punto de que en su prefacio de 1833 Sainte-Beuve
identificó autor y protagonista. Es cierto que el autor
traspone en el personaje su amor por la naturaleza, el
spleen y la necesidad de la huida ciudadana o la
fascinación por los Alpes suizos... Además, en las dos
novelas aparece el viaje —a América, a la montaña
europea— como vía para la búsqueda de identidad de
sus protagonistas... Todo ello puntos de contacto con la
novela de Hostos.
Cartas y diario suponen una mirada sobre sí mismo
que salva una existencia del olvido y la muerte, en
terapia psicológica156, aunque el yo sea una construcción
textual. En conclusión, es creíble como aseveran Mora,
Álvarez y Beauchamp, que los diarios perdidos puedan
ser el genotexto narrativo, parte de ese «Diario de mi
vida empezado a los 18 años (circa 1857), con objeto de
estudiarme a mi mismo»... del que habla el

156 p o r } 0 q u e t i e n e ¿c filosófica y por utilizar el diario, algunos críticos han


hablado del Diario de un seductor (Arte de amar), de Sóren Kierkegaard como
modelo. N o me parece pertinente. Funciona el recurso de las cartas y el libro
encontrado en un cajón, libro que combina cartas y diario. Pero la estructura
formal no es semejante a la novela de Hostos Y el proceso de seducción de una
muchacha —argumento textual— está a años luz del idealismo krausista del
puertorriqueño.

195
puertorriqueño. Álvarez es el más entusiasta defensor de
esta teoría:
«Si se despojara a este Diario de la aureola de
novela con la que se presentó al público a través de la
imprenta, si suprimimos de nuestras conciencias de
lectores críticos el elemento simbólico del que está
dotado (...), notaremos que el que habla es el propio
Hostos de sus restantes Diarios, tomos I y II (...).
Hostos pretende presentar en Bayoán al personaje de
las Antillas, pero por su modo de autoanalizarse el
personaje y la forma de mirar su mundo, es Hostos
mismo. Hay una lógica transición de espíritu y de estilo
entre la novela y los Diarios subsiguientes (...). La
peregrinación de Bayoán, libro, poema-novela en
prosa, o novela, no deja de ser un tomo, hasta ahora
podemos aceptarlo como el primero, de los Diarios de
Hostos» 157.

3. 4. 2. Los modelos literarios: «Werther» y «Ultime


lettere di Jacopo Ortis».

¿Cuál era el panorama literario español en esos


momentos ?¿Qué leía ese privilegiado tanto por ciento de

157
Álvarez, Ernesto. Introducción a ha tela de araña..., op. cit, pp. 32-33. Por
cierto que a continuación defiende, con un entusiasmo y una falta de argumentos
fuera de lugar, la modernidad de ha peregrinación... auténtico poema en prosa
simbolista, avant la léttre —según cree siguiendo las palabras de Hostos—.

196
españoles al que se incorporaban cubanos y
puertorriqueños con objeto de formarse o participar
activamente en política en calidad de diputados o agentes
del malestar independentista? Porque la metrópoli era un
hervidero de antiabolicionistas. Uno de los más famosos
fue José Antonio Saco (1797-1879), cubano que vivió
entre Francia y España y fue tres veces diputado a Cortes
entre 1835 y 37, en defensa de la patria y el
abolicionismo. Escribió una Historia de la esclavitud de
la que vio publicados los primeros cuatro volúmenes
(1875-78, París y Barcelona) dejando dos postumos
(1883 y 1892). Personajes como él o como el poeta y
gestor cultural Magariños Cervantes, impulsor de la
Revista Española de Ambos Mundos (Madrid 1853-
1855), dinamizaron un panorama permanentemente
alterado por disturbios y controversias políticas.
En la lectura de La peregrinación de Bayoán pueden
rastrearse rasgos del folletín, por ejemplo los dualismos
que vertebran la novela: amor/deber, amor racional/amor
pasional... Los personajes son portavoces ideológicos y
presentan una configuración plana; el simbolismo
nominal es evidente. La historia tiene un marco
cronológico contemporáneo y la presencia del autor en el
texto se da por sentada. Existían, además, otras herencias
del Siglo de las Luces -didactismo y novela de tesis- que
pesaron en el puertorriqueño. Se filtran aún las secuelas
de la repulsa del XVIII hacia la novela, mirada con
desdén incluso en el país del Quijote.

197
En ese clima, no sorprende encontrar en el
puertorriqueño reticencias y rechazos hacia la literatura
y en particular la novela... "necesariamente malsana. Lo
es dos veces -dirá en su Moral social (1888)-: una para
los que la cultivan, otra para los que la leen". Para quien
es austero y perfeccionista, obsesionado por la
ejemplaridad del «hombre completo», la novela es un
pasatiempo pernicioso. Cuando redacta en Chile el
segundo prólogo a su obra, no puede evitar una
referencia agria a los mentores literarios del XIX,
«vagabundos de la fantasía», «idealidad enferma y
podrida»... corruptores de la sensibilidad y
entendimiento» a los que habría que combatir con los
grandes moralistas. Hostos confiesa haber leído sin
demasiada profundidad, a Goethe, Foseólo, Byron y
Espronceda —entre los primeros- y a Manou, Sócrates,
Jesús, Silvio Pellico, Marco Aurelio y Zimmermann —
entre los últimos—.
Esta confesión es útil para la cuestión de las fuentes.
Porque La peregrinación de Bayoán es deudora del
primer romanticismo por lo que atañe a la figura de
Marién caracterizada con un exagerado pudor y una
melancolía que, paulatina pero inexorablemente, lleva a
la muerte. No lo es tanto en la tipología del protagonista
masculino, siempre contenido, coartado por un deber
que cercena sus ilusiones inmediatas. Y recoge
estructuras prerrománticas, en concreto de Ultime lettere
de Jacopo Ortis, de Foseólo y Los sufrimientos del

198
joven Werther, de Goethe. Me estoy refiriendo al molde
formal —diario o estructura epistolar— más que a la
sensibilidad de sus protagonistas, a años-luz de Bayoán.
Montesinos recuerda cómo el Werther (1774, 1778
segunda edición reelaborada por el autor) se tradujo en
París hacia 1803 pero no se difundió hasta el 30.
Seguramente Hostos lo leyó en España, aunque el libro
se difundió también en América 158: Delmonte lo
conoció en su viaje a Europa del 27. No he conseguido
comprobar si el puertorriqueño recibe influjo del
cubano. Pero existen, al menos, otros dos puntos de
contacto entre ellos: Delmonte conocía las Ultime
lettere di Jacopo Ortis y, de hecho, glosó la traducción
argentina en su artículo «Foseólo y Miralla»... El otro
punto de contacto es más de fondo y se refiere a su
concepción de la literatura: a pesar de sus viajes y
lecturas, Delmonte fue incapaz de apreciar el
romanticismo europeo. Ello se debe a su concepto de la
poesía como instrumento útil al progreso de la
humanidad, propio de la ideología iluminista. Su
insistencia en la moralidad de la obra de arte le aparta
del romanticismo que considera «literatura de
reprobos». Sin llegar a tanto, en Hostos —que es mucho
más joven— se aunan la filantropía dirigista del XVIII y
su formación krausopositivista, impidiéndole gozar del
arte por el arte.

Cfr. Rukser, Udo. Goethe in der Spanucheti Welt. Stuttgart, 1958.

199
Creo, sin embargo, haber localizado la fuente de
inspiración de Hostos en las catorce conferencias que, a
lo largo de 1862, pronunció en el Ateneo de Madrid
Antonio Ángulo y Heredia (1837-1873), cubano y
divulgador del krausismo en España. Las recogió en un
libro bajo el título Goethe y Schiller. Su vida, sus obras
y su influencia en Alemania (1863), donde abundaba en
noticias y comentarios críticos sobre ambos autores. La
fecha y el lugar son interesantes porque el
puertorriqueño está en Madrid y frecuenta el Ateneo.
Por otro lado, podría decirse que tanto las Ultime
lettere... como el Werther eran los éxitos del momento.
Incluso —por ampliar la nómina con otro de los autores
citados por Hostos— también lo era Byron, más conocido
por sus actitudes que por su Childe Harold...159. En cuanto
al Werther, fue un libro tremendamente popular y provocó
suicidios en cadena. Su protagonista, enfermo moral e
inadaptado social que se ha refugiado en la naturaleza160
para serenar su psicología, se enamora violentamente de
una joven ya prometida. El proceso sufre un paulatino in

159
Por citar un ejemplo, el cubano Heredia los estudia y divulga en su Poetas
ingleses contemporáneos, aparecido en su revista Iris (México, 1826); y en el Ensayo
sobre ¡a novela, que editó en su revista 1M Miscelánea. México, marzo, abril v mavo
del 32.
160
Hay muchas semejanzas entre Werther y la Nouuelte Heloise de Rousseau,
novela en la que también hay un triángulo y cuyo protagonista se rebela contra la
sociedad en nombre del amor. La presencia de la naturaleza, como inocencia
incontaminada frente a la sociedad, es muy fuerte en ambas, adquiere carácter
protagónico, equilibrando los males causados por la sociedad.

200
crescendo mientras Lotte, objeto de su amor, considera a
Werther como amigo muy querido. Sólo alfinal,ya casada,
deberá plantearse si sus sentimientos son meramente
filiales. Tras una escena apasionada en que ella cae en sus
brazos y se deja besar, le rechaza pidiéndole que no vuelva.
Werther se suicida16i.
Si bien tanto Werther como Bayoán se enamoran a
primera vista y lo plasman con arrebato en el texto
diarístico o la carta al amigo, la historia de amor del
primero no puede tener menos puntos en común con
La peregrinación de Bayoán. Paradójicamente la
contención del protagonista caribeño queda lejos del
apasionamiento desequilibrado del centroeuropeo,
aunque el paralelismo entre los estados psíquicos y el
clima es patente. Les vuelve a distanciar el tema de la
patria, inoperante para el personaje goethiano...
Podríamos seguir comparando ambos textos, pero lo
interesante es que el molde formal ha sido sabiamente
copiado sin tapujos por Hostos, con leves diferencias
que no afectan a la estructura y presentación del texto.
Werther es una novela epistolar con un destinatario,
Guillermo, el amigo del protagonista 162. La

161
En los libros XII y XIII de Poes/aj VerdadGoethe evoca su etapa juvenil
en la que empezó a escribir su IPeither, una novela autobiográfica en la que se
funden su amor sin esperanza por Carlota Buff y el del joven Jerusalén,
enamorado hasta el suicidio de una mujer casada, Maxa Brentano.
162
Sólo he encontrado una referencia al diario que, supuestamente, escribe
Werther y que confiesa abandonado por su enamoramiento. Es lógico que así
sea, no lo necesita ya que tiene en el amigo un confidente que hace sus veces.

201
peregrinación... es un diario y, en ese sentido, el
destinatario es Bayoán. Salvando lo que tiene que ver
con la génesis y finalidad de la obra, aumentan las
semejanzas. En el caso del Werther, el lector se
encuentra ante un texto rotulado y dividido por fechas:
libro I, 4 de mayo de 1771- 10 de septiembre; libro II,
20 de octubre de 1771, hasta la penúltima carta fechada
el 20 de diciembre -la última, sin fecha y escrita unos
minutos antes del suicidio, sólo ajusta la hora del reloj-.
Lo curioso es que, en la recta final de la segunda
parte, cuyas cartas alcanzan hasta el seis de diciembre,
el editor entra en el texto explícitamente:

«¡Cuánto daría yo porque de los últimos


notables días de nuestro amigo hubiesen quedado
testimonios de su puño y letra suficientes para que
no me viere yo obligado a interrumpir con mi
relato la serie de cartas que él nos legara! (...) No
nos queda, pues, sino referir concienzudamente
aquello que a costa de reiterado esfuerzo pudimos
recoger, intercalar aquí las cartas que dejó el
difunto, sin desdeñar el menor de los papeles
hallados»... 163.

Cfr. Goethe, Joham W.. Los sufrimientos del joven Werther, en Obras Co?npletas.
Recopilación, traducción, estudio preliminar, preámbulo y notas de Rafael
Cansinos Assens. Madrid, Aguilar, 1974, tomo I, p. 1936.
163
Goethe, Johann W.: Los sufrimientos..., op. cit., p. 1969.

202
Se abre ahora una narración omnisciente que, a modo
de monólogo, entrevera el mundo interior del
protagonista con las tres últimas cartas. La estructura es
cada vez más caótica hasta que, el editor -narrador
omnisciente- cuenta el último encuentro de los
protagonistas y cierra el relato glosando los
acontecimientos.
La novela epistolar tuvo un gran apogeo a partir del
XVIII a través de las traducciones. Rousseau y
Richardson, impulsores del romanticismo y la novela
como vehículo del análisis sentimental, utilizaron con
frecuencia lo epistolar, medio de expresión capaz de
burlar la censura en tiempos comprometidos. Con otros
propósitos, las cartas de Madame de Sevigné recogen la
verdad íntima y social que no era oportuno dar a las
prensas. Es muy probable que Hostos leyera estos libros
tan populares siendo estudiante en España. Y aunque su
carácter racionalista le llevara a denostarlos, sin duda
retuvo sus esquemas y supo aprovecharlos para dar
salida a sus inquietudes.
Los sufrimientos del joven Werther, en consecuencia,
le da la pista sobre cómo hacer llegar al público un
diario, como tal, privado. En ese sentido, la novela de
Goethe es la matriz sobre la que trabaja la estructura de
su peregrinación... Además, en el prólogo chileno cita a
Byron, Hugo, Lamartine, Foseólo y Musset... La fama
del primero se asentaba, más que en la poesía, en su
vida aventurera. En cuanto a los franceses, Hugo tuvo

203
inmensa repercusión como novelista a partir de Nótre
Dame de París y Les miserables. Por lo que se refiere a
Lamartine, su influjo se extendió hasta América —la
María del colombiano Isaacs da fe de ello— y generó
todo un ciclo de novelas sentimentales para un público
mayoritariamente femenino. Musset se mueve entre lo
sentimental y la novela de aventuras absorbida por el
folletín... Hostos los cita más como modelos del día que
como lecturas propias.
Otro es el caso del italiano Foseólo (1778-1827) cuya
vida errante marcada por la política le atraía. El
puertorriqueño confiesa haberlo leído164: Ultime lettere
di Jacopo Ortis165 (1799, 1802) presenta puntos de
contacto con el Werther goethiano, como para
considerarlo también modelo de La peregrinación de
Bayoán. Es una novela epistolar con intromisiones
omniscientes del editor. De nuevo un suicida escribe a
un amigo para relatarle sus desventuras. Y, otra vez, lo
que sitúa al protagonista en el disparadero del suicidio es
el amor imposible, en este caso por Teresa. En cuanto al
registro formal, se trata de un libro abierto, iniciado en
1798 en Bologna a partir de una tentativa de novela

164
El crítico cubano Piñeyro (1839-1911) dedicó mucha atención a la
literatura italiana. En el Álbum cubano de lo buenoj de lo bello, revista fundada por la
Avellaneda, publicó en 1861 un estudio de conjunto sobre Foseólo, Manzoni,
Leopardi y Pellico. Cfr. Bueno, Salvador. «La crítica literaria de Enrique
Piñeyro», en LM crítica literaña..., op. cit., pp. 72-92.
165
Milano, Garzanti, 1974.

204
autobiográfica; una novela sentimental y elegiaca cuyo
exordio y algunos paréntesis se tiñen de política. El
dramatismo de Alfieri se superpone a la intensa
influencia del Werther, notoria en el diseño general de la
obra. La segunda y definitiva edición de 1802 se adapta
más al planteamiento autobiográfico del autor —«el libro
de mi corazón»—, un libro abierto166 en la propia obra de
Foseólo, cuya temática tendrá descendencia en prosa y
verso.
Más allá de su gestación o recepción bibliográfica,
interesa el molde epistolar entreverado con la narración
omnisciente de Lorenzo, editor de las cartas, y cuyas
intervenciones en el texto van siempre en cursiva. Casi
al final de la primera parte toma la palabra para
dirigirse «a quien leyere» y lo hace como un personaje
más.
Además, Foseólo coincide con Hostos en el amor
por la patria, uno de los temas fundamentales del Ortis
y de su poesía entre la que destacan los Sepolcri. De
hecho, la novela se abre con la desolación del
protagonista porque su patria ha sido sacrificada.
Napoleón entregó Venecia a los austríacos. Foseólo

166 p o r \0 q U e s e r e f i e r e a s u estructura, en dos partes, tras un preámbulo de


Lorenzo —el destinatario de las cartas— al lector. Se abren el 11 de octubre de
1797 y cierran un viernes más allá del 20 de marzo del año siguiente. En el
medio cartas a Lorenzo, fragmento de la historia de Lauretta, largas cartas a
Teresa, entreveradas de intromisiones de un narrador omnisciente que no es
otro que el editor.

205
había luchado contra los austro-rusos entre 1799-1800
e incluso fue herido... La desesperación del
protagonista es un trasunto de la suya, en un contexto
en que la unidad nacional italiana no se ha cerrado y el
tema de la patria está candente. Lo que sucede es que la
anécdota amorosa cercena lo patriótico —a diferencia
de La peregrinación...—.
En resumen: para darse a conocer al público
español un jovencísimo Eugenio María de Hostos
reconduce sus lecturas apropiándose de la estructura
de la novela epistolar que, a simple vista, coincide con
la estructura diarística 167. En Los sufrimientos del
joven Werther encuentra la solución para aunar
narrador y editor; solución confirmada en Ultime
lettere di Jacopo Ortis, aunque esta última novela le
aporte más bien el motivo patriótico y tal vez le dé la
pista sobre cómo sazonar lo político con una historia
de amor. Como nota curiosa, podría añadirse que, al
estudiar hoy las tres novelas y más allá de sus obvias
diferencias, se detectan afinidades que llegan hasta la
anécdota: por ejemplo las tres sufrieron una segunda
edición, en realidad una reelaboración definitiva por
parte de su autor.

167
De hecho es un cauce que parece atraerle. Cfr. 1M última carta de un
jugador, relato que Hostos publicó en El Cascabel de Madrid (15-X-1865),
constituido por una larga carta del protagonista a su madre.

206
3.4.3. La historia amorosa como subgénero narrativo
romántico: lógica de las acciones y caracterización de
los personajes.

Esta novela-diario, cuyo hilo conductor es la


peregrinación de quien sale al mundo cual héroe mítico,
se convierte en una historia de amor siguiendo las pautas
de la novela sentimental, entonces de moda. El puritano
Hostos que aborrece el romanticismo y denigra la
novela, se disculpa en su prólogo del 73: lo importante
es el deber, la patria, el ideal, la identidad... La historia
de amor es una concesión a la galería, una previsible
historia romántica heredada de Saint-Pierre.
El planteamiento arranca con el encuentro de los
protagonistas. Bayoán, que ha estado recorriendo el
Caribe en fragata, desembarca en Cuba y halla a su
amigo Guarionex quien le invita a visitarles en la
hacienda. La entrada del 28 de noviembre —una de las
más largas, con bastante diálogo y sumario narrativo—
lleva un subtítulo espectacular: «en el cielo» y dice así:
«Estoy en el cielo, todo es luz (...) Estaba triste: estoy
alegre: estaba desesperado; hoy espero (...) Vivía
indiferente: hoy amo» (p. 133). ¿Qué ha sucedido para
que se produzca un cambio tan radical en el carácter del
protagonista? Muy sencillo: en la hacienda le fue
presentada Marién, la jovencita hija del anfitrión. Y
entre ambos estalla el amor a primera vista, como
torrente desbocado que revoluciona al joven misántropo.

207
El fenómeno es doble, aunque se narre desde la óptica
del diarista -sólo el hombre tiene voz en la escritura
romántica-:

«Por una de las puertas salía en aquel momento


una mujer...
¡Mentira!
Una adolescente no es una mujer, porque no es
mujer un ángel (...) en la adolescente el espíritu y la
luz velan la carne: y luz es lo que se ve tras de los
ojos, espíritu y luz alrededor: ésa es su atmósfera (...)
¿Será esa adolescente la aurora de mi alma?» (pp.
134-135)16S.

Pues sí, lo será... De momento y tras las dudas


iniciales de Bayoán —el miedo a contaminar lo que
toca, el temor a complicarse la vida con el sufrimiento
amoroso— se abren dos ejes semánticos sustentadores
de la relación entre los enamorados: el conflicto
amor/deber y el conflicto amor-puritano/amor-deseo. Al
principio los deberes patrióticos ganan la partida tras
una serie de dudas: "Separarme de Marién, huir de mi

168
Todas las mujeres de las que se enamora Hostos son muy jóvenes:
conoció a su futura mujer, Belinda Ayala a sus quince años. El autor ha
recreado su enamoramiento en Inda, relato en molde diarístico publicado el 28
de abril del 78, reelaboración de la historia amorosa de Marién y Bayoán que
se abre así: «Como Bayoán a Marién, conocí yo a Inda»... Cfr. Los rostros..., op.
cit, pp. 49-69.

208
169
felicidad! ¿Puedo yo hacerlo?» (p. 158) . Ello es
visible en un diálogo con la madre, quien le augura la
desgracia si abandona a su hija. Sus agoreras palabras
adelantan, sin saberlo, el final de la historia:

«Pues bien, Bayoán; yo se lo digo: será Ud.


infeliz toda su vida, porque Ud. no ha tenido
compasión de la felicidad de un ángel: Marién
morirá»... (p. 163).

El protagonista cree estar obligado en conciencia a


«...hacer el sacrificio de mi felicidad actual para
merecerla mañana» (161). Interrogaciones retóricas,
exclamaciones... le sirven para cuestionarse sus propios
principios: «¿Y qué soy yo, que sacrifico a una idea la
realidad; a un oscuro mañana un hoy feliz?» (p. 168) —
se dirá a sí mismo—. El paso siguiente es convencer a la
amada -ya advertida por su madre- de la necesidad del
viaje. Marién reacciona con una madurez inusual en sus
pocos años:

«...comprendí mi desgracia y la acepté, porque tú


así lo quieres: te admiro, y te imito, porque te quiero
más que nunca»... (p. 16)).

169
Palabras proféticas por lo que se refiere al mismo Hostos quien
abandonó a varias enamoradas por seguir su destino patriótico. En el diario se
refiere al menos a Carolina (junio-octubre del 1870), la limeña Manola (1872) y
Carmela Lastarria (1873), hija del intelectual chileno.

209
Ante una respuesta así, Bayoán vacila... Además y en
un segundo momento, Marién, como cualquier mujer
romántica, no puede aceptar un amor controlado por la
razón. Se abre, entonces, uno de los diálogos más
creíbles y mejor construidos de la novela, en una
secuencia de bastante calidad:

—«Sí, yo sé que me quieres! ¿Viviría si lo


dudara? Pero tu amor es cruel; yo no quiero ese
amor, quiero otro amor, el amor que yo siento por ti
que acallaría a mi razón si llegara un momento en
que él y la razón desacordaran (...) yo no quiero para
nada tu razón (...) yo quiero tu alma»... (p. 170).

El texto recoge el impacto de esas palabras en el alma


de Bayoán, con la subsiguiente tormenta interior:
desgracia, crueldad, conciencia opresora... pensamientos
que agobian el alma de quien, tras una sorda lucha
interna, sale vencedor de la prueba. Tan vencedor que
pasa al ataque, acusando de egoísmo a la amada:

«Basta ya: no hay amor donde hay tanto


egoísmo; no hay amor donde no hay el acatamiento
de las sagradas decisiones de una conciencia
pura»... (p. 172)

Palabras bastante retóricas que transparentan su


voluntad... Marién vuelve a plegarse y, en la última

210
secuencia de este fragmento, la pareja pasea por el
jardín de la hacienda, en el marco idílico de El Dorado,
en un compás de espera que permite consolidar la
atracción inicial. Entre suspiros, lágrimas y protestas de
amor por ambas partes, Bayoán invoca de nuevo a su
amada: "no me niegues la luz de tu alma —le dirá— la
única luz que me ha guiado»... (p. 175)170. La armonía
del mundo impele al amante al rapto apasionado:
estrecha entre sus brazos a la que adora mientras que, en
el marco de la analogía romántica, el estallido de sus mil
besos silenciosos, repercute en tierra, aire y cielos: ...
«oímos murmurar la brisa, las hojas, el agua en sus
ensueños y vimos fulgurar miles de estrellas» —anotará
fielmente el protagonista en su diario (p. 176)—.
Armonía que parece pender de un hilo tan leve como
frágil es la dicha de Marién: el desmayo amoroso,
exigido por la estética del pudor al uso, es también un
aviso para el amante. La vida de la protagonista es como
hoja que el viento arrastra.
El conflicto amor/deber seguirá abierto a lo largo del
nudo narrativo, en gran medida ocupado por el viaje en
barco que, felizmente, vuelve a unir a los amantes. Los

170
Pasaje ya comentado al hablar del simbolismo de luz y sombras.
Simbolismo en parte también bíblico; no en vano Cristo ha dicho —como se lee
en las Sagradas Escrituras— «Yo soy la Luz del mundo». Una vez más el pasaje
tiene una doble lectura: secularización mundana y sacralización de la amada en el
marco del idilio. Es ella la que debe iluminar, como la candela en lo alto de la
mesa alumbra toda la casa.

211
padres de Marién han decidido llevarla a Europa para
curar su melancolía. La pareja irá conociéndose,
mientras el marco espacio-temporal del viaje permite al
narrador ir entreverando microhistorias como la del
anciano, al hilo del idilio, auténtico eje conductor. Al
constatar que la heroína languidece consumida por el
mal de amores, Bayoán decidirá casarse para salvarla:

«Ella ha dormido, mientras yo velaba: ella


murmuraba blandamente: "vamos a casarnos",
mientras que yo me repetía asustándome: "se lo he
prometido, sólo eso la salva"»... (p. 271).

Por su horror al patetismo, Hostos no enfrenta a los


amantes con la feliz noticia. La madre de Marién -dentro
de un código de época, el de la inmadurez femenina- es
quien recibe la buena nueva, en perfecta simetría con el
primitivo desaire de su futuro yerno. La trama amorosa
va progresando con avances y retrocesos: Bayoán se
declara enamorado; sin embargo Marién desconfía de
una decisión asumida como un deber. Protesta sobre
protesta, se suceden escenas en que la protagonista
vuelve a demostrar madurez y fortaleza:

«—Tú quieres que te crea, y mientras me


prometes la dicha que espero de ti, tú no la esperas y
te prometes en silencio buscarla en tus quimeras, no
faltar a tus propósitos, arrojarte en esa vida de

212
tormentos que secarán tu corazón y te harán inútil
para la felicidad (...)
—Juro por ti que antes del mes de junio seremos
nuestros ante los hombres, como hoy lo somos ante
nuestras conciencias» —le responderá él— (p. 270).

Y, en efecto, la boda se celebra ya en tierra, tras el


desembarco cerca de Alicante; una boda fúnebre a las
puertas de la muerte. A estas alturas del relato, a punto
de producirse el rápido desenlace, los diarios se han
cortado abruptamente por la intervención del editor. Y
será éste quien, como narrador omnisciente, narre la
boda (p. 303) y explique al lector la complicada
situación psicológica que está viviendo su —en la
ficción— amigo puertorriqueño. En efecto, Bayoán
sonríe, pero «...su sonrisa hacía daño; era la sonrisa de
una felicidad que llega tarde; de una alegría empañada
por un presentimiento aciago» (p. 303). Y su amigo
Hostos sintoniza con él hasta el punto de exclamar:

«Sí; aquello era la felicidad y yo la comprendía;


pero a pesar de comprenderla, me produjo un pesar
tan agudo, un sentimiento tan punzante, un desmayo
de corazón tan doloroso, que tuve que retirarme a un
balcón a respirar» (p. 303).

Es decir, los contrarios se funden como corresponde


a la antítesis tan querida por el romanticismo. Amor-

213
conciencia, amor-desgracia son binomios que el
protagonista aprenderá a conjugar —como reconoce el
editor en calidad de amigo—: «Predestinado al dolor,
Bayoán amaba el dolor; sufriendo, cumplía su misión
(...). La conciencia estaba en todo, y estuvo en el amor:
quien amaba a Marién, no era, pues Bayoán; era su
conciencia» (p. 299). De cualquier forma, a nivel de
relato las cuñas omniscientes (pp. 288-304) no hacen
sino adelantar, en un doblete semántico, lo que el diario
del protagonista seguirá reflejando después (pp. 304-
317).
El segundo eje sobre el que pivota la relación de la
pareja es el dilema amor puritano/amor deseo, por
decirlo de alguna manera. Muy lentamente la pasión se
va imponiendo al protagonista, como fruto de la
atracción por su amada, mujer-ángel, envuelta en el
halo de su espiritualidad. Por ello, la más leve mirada,
rozamiento... provoca la explosión de los sentimientos.
Marién es la típica heroína decimonónica: el rubor cubre
su rostro, la hiperestesia le provoca el desmayo. El
conflicto amor/deseo en ella es muy tenue; es incapaz de
identificar, en su inocencia, el desasosiego que siente
junto al amado. De hecho, el matrimonio no se consuma
porque Bayoán nunca lo exige.
Un simple y castísimo beso en la hacienda de El
Dorado, antes del viaje en barco, provoca el primer
desmayo de amor:

214
«Marién estaba desmayada; yo, enajenado, sólo
pensaba en besar aquella cabeza, reclinada en mi
hombro, y la besaba con delirio, con pasión, con
avidez (...)
Marién volvió: al abrir los ojos, y ver en dónde
estaba, se encendió y palideció, y por una timidez
que me dio los deleites purísimos del cielo, volvió a
reclinar en mi hombro su cabeza. Yo la besé otra
vez, y otra vez, y otras mil lo hubiera hecho, si no
hubiera sentido el estremecimiento doloroso de aquel
cuerpo delicado y frágil» (p. 177).

La protagonista, frágil «vaso de cristal lleno de


esencia» (p. 166), irá adivinando el mundo de los
sentidos protegida por su pudor. Sus reacciones sólo nos
llegan a través de Bayoán ya que es su diario lo que
leemos. Poco a poco, él se irá sintiendo como un sátiro,
el perverso descubridor de la carne. La escena de
veintiuno de diciembre modula bien los sentimientos de
ambos, siempre desde una óptica masculina teñida de
puritanismo:

«Yo acerqué con unción mis labios a su frente...


¿Qué es un beso que quema, que da sed de un amor,
lleno de fuego, de llamas, de desmayos, de ansias, de
torturas? (...)
Me prometí no volver a besarla: me avergonzaba
de verla avergonzada, me dolía el haber visto una

215
sola vez en la faz de la inocencia, el color del delito,
y me creía infame por haber revelado al ángel la
existencia de la carne, a la virgen enamorada la
mancha del amor» (p. 154).

En el marco del espiritualista código romántico todo


contacto es subversivo y mucho más en la cosmovisión
hostosiana escondida tras las palabras de Bayoán. El
puertorriqueño enfrenta de forma radical amor y deseo,
condenando este último con una exageración puritana
propia del mundo protestante. Un casto beso en la frente
se califica como «delito» y el amor es una «mancha» en
el ropaje virginal del alma femenina. El lector percibe
con alarma una deformación de la época, la
consideración del cuerpo como pecado m... Tras la
ceremonia matrimonial, Bayoán se embarca en una
durísima batalla contra sus instintos, que le reclaman la
consumación del sacramento: un mal entendido respeto
al pudor femenino se lo impide. En ese sentido la escena
del cinco de septiembre (pp. 326-328) está muy bien
lograda, es un ejemplo de los «tira y afloja» entre
ambos, con el descubrimiento de los encantos femeninos
—«ya no es una niña, es mujer» y el hurtársele de ella
con el subsiguiente enfado masculino:

171
El puritanismo del protagonista es absurdo. Estoy muy de acuerdo con
J.M. Rivera quien dice: «aire es lo que les falta a estos personajes encorsetados
en una moral asesina». «Laperegrinaáón de Bayoán»..., op. cit., p. 49.

216
«...tal vez porque empezaba a revelársele el
deleite que mis ojos le pedían ¿por qué cuando se
desasió de mis brazos y huyó atemorizada, sentí
cólera y corrí frenético tras ella y le dije con imperio
Tú eres mía» (p. 327).

A la connotación pecaminosa que siguen teniendo


los besos robados se une la acusación de Marién: «No
vuelvas a ser cruel, me has empeorado» (p. 328). Los
desmayos llegan a asemejarse a una antesala de la
muerte ra, pero cuando el amante esposo se retrae
inseguro de su virtud, la amada le provoca desde su
inocencia. El dilema amor/deseo, verdadero eje temático
de la última parte, alcanza su climax en una larga escena
-relatada el nueve de octubre- en que el beso adquiere
carácter de violación:

«...ella sorprendió aquella mirada, se cubrió el


seno, recogió su cuerpo, me miró y espantada del
desorden que había en mí, dio un grito lastimero, un
alarido aterrador:
—¡Bayoán! ¡Bayoán! ¡socorro!
—No te asustes, soy yo.
La lámpara se apagó en aquel momento
¡Aparta, demonio! ¡Bayoán, socorro!» (p. 339).

i' 2 Cfr. las pp. 328 y 339.

217
Y, por supuesto, se desmaya. Cuando vuelve en sí,
pregunta una y otra vez: «¿No era él, verdad?» (p.
340)... Las técnicas folletinescas son evidentes en
secuencias destinadas a resaltar la fortaleza moral de
Bayoán, vencedor de la lucha por mera soberbia:
«Duerme en paz, casta virgen; aún cuando tu salud no
lo exigiera, por el placer de vencerme, seguiré
venciéndome» (p. 333) m. Tranquiliza al protagonista
la certeza de que su amada muere virgen. Una vez más
será el editor —su amigo Hostos— quien como
narrador omnisciente lo refrende recordando el amor
pudoroso de «...aquellas dos almas (que) ardían en un
fuego» (p. 297) m.
Por fin, el desenlace: Marién parece mejorar y ello
provoca falsas expectativas (pp. 324-326). Sin embargo
está sentenciada y se suceden escenas de una

173
En la edición del 63, a estas palabras sigue un amplísimo párrafo
ensayístico, demasiado explícito y farragoso, que remacha aún más estas ideas del
vencimiento de la carne. Pienso que son válidas en sí mismas —«mientras el
espíritu impera, el hombre es algo, pero en el momento en que la materia lo
domina»... (p. 329) se lee en la anotación de seis de septiembre—. Pero desde mi
punto de vista, Hostos las aplica desafortunadamente en su relación matrimonial
con Marién. La carne no es mala cuando se convierte en atinado vehículo del
espíritu y el matrimonio cristiano santifica la ley natural.
174
A partir de esta virginidad en el matrimonio, algunos críticos han querido
ver un paralelismo con la pareja evangélica de José y María. Creo que hay un
gran trecho entre la castidad vivida por amor e ideales más grandes —es el caso
de la historia bíblica— y la mantenida por el placer soberbio de saberse por
encima de los demás.

218
desesperante agonía, atendida por los suyos, impotentes.
Para mantener el suspense, el narrador intercala una
microhistoria -la de la joven enferma- levemente
esbozada175 en función del paralelismo con la de Marién:
si la enferma muere, ella morirá; predicciones que por
desgracia se cumplen en ambos casos. No queda sino
relatar la muerte de Marién -en la ficción, el veintiuno
de noviembre- y lo hará el editor, rememorando la
escena como un personaje más (pp. 350-351). Bayoán,
destrozado por los acontecimientos, embarca para una
América a la que ofrece sus servicios, como
prefiguración de lo que en su día hará Hostos.

3. 4. 4. ¿Un diario que se transforma en novela o una


novela que retorna a los cauces diarísticos? Del diario
a la tercera persona. De la tercera persona al diario del
editor. Focalización y problemas de inserción en el
texto.

El lector se encuentra ante una novela en formato de


diario, casi con seguridad producto de la reescritura de
los primeros Diarios de Hostos. En este epígrafe
quisiera dar cuenta de una peculiaridad formal en la
estructura de la obra: transcurridas unas dos terceras
partes -páginas 101-288 de esta edición-, se produce una
fractura. El diario desaparece para dar lugar a un

175
En la edición que manejamos se desarrolla entre las pp. 331-344.

219
narrador omnisciente, un personaje transparente, el
editor Hostos. A partir de ahí alternan dos voces
narrativas y se van entreverando narración omnisciente
y diario. Con una variante y es que las últimas entradas
del diario —correspondientes a los días 15 de diciembre
y 8, 15, 21 y 23 de febrero, pp. 352-355— son «apuntes
del editor», subterfugio que pone de manifiesto el
autobiografismo de la novela.
Como ya se estudió aquí, la entrada del editor
justificándose en pro de la inteligibilidad textual está
copiada de Goethe:

«El editor de este diario, presumiendo que sus


pocos lectores anhelarán la explicación de las
frecuentes lagunas que desde aquí en adelante
encontrarán, va a decir lo que su amistad con
Bayoán, el conocimiento de su carácter y las
observaciones sobre él le permiten decir» (p. 289)

En consecuencia, cumplirá con el doloroso deber de


«referir al lector lo que Bayoán calla» (p. 317). Intérprete
de la situación, psicoanalista de su personaje, lo que relata
es el desenlace de la historia. A nivel de discurso, la
intromisión del autor ha sido poco comprendida por los
críticos que, sin reconocer sus modelos, vieron en ella el
naufragio de un joven escritor incapaz de culminar la
faena. Este planteamiento es tan empobrecedor como aquel
que, en las antípodas, pretende vender la modernidad de

220
esta «obra abierta». Hostos aprovecha el molde goethiano
para condensar el mensaje, perfilando aún más la
caracterización de su héroe. Y para ello utiliza la narración
omnisciente con sumarios en torno a la misión del hombre
superior, a su titanismo, su sensibilidad delicadísima, su
amor pudoroso avalado por la continencia, su heroico
romanticismo que le lleva a amar sólo lo digno... Es su
conciencia —concluye—, un ser completo (p. 296).
Y para que su personaje sea creible prolonga el
diario del 20 de junio al 24 de julio —pp. 304-317— en
lo que, a nivel de narración constituye uno de los
escasos fragmentos analépticos: Hostos editor-personaje
es llamado por su amigo Bayoán para que asista a su
boda... El relato vuelve atrás en forma de diario, con las
alternativas existenciales que desgarran al protagonista.
Este procedimiento agiliza el texto y mantiene el
suspense: son dos miradas sobre la fúnebre boda que
prefigura el funesto final casi inmediato.
Al narrador le quedan aún dos misiones: una de
orden narratológico: justificar la publicación con el
recurso al «manuscrito encontrado», es decir, la
transmisión de papeles del protagonista al editor. La
segunda misión es mucho más interesante para el autor:
justificar su obra y abstraer el mensaje:

«Cuando Bayoán me dijo: Toma ese manuscrito,


consérvalo y acuérdate de mí, yo no vi en el
manuscrito la historia de un hombre, la memoria de

221
unos amores; vi la historia del espíritu del hombre
(...), pensé que el espíritu era uno y uno mismo el
combate de la vida (...). Volví a leer el manuscrito: vi
en él la infelicidad de un hombre, producida por lo
mismo que debía haberle dado la ventura, y exclamé:
¿Será posible que el amor de sus deberes, el
sentimiento de lo justo y de lo injusto, las ansias de
verdad, la creencia de que sólo la virtud hace feliz al
hombre, haya hecho desgraciado a uno? Y entonces
¿qué hacemos en el mundo? ¿vivimos para morir,
nada más...? ¡Es imposible!» (pp. 301-302).

Este texto es parte de una larga digresión, dentro del


relato omnisciente, que abarca las 296-306 destinadas a
caracterizar al protagonista. En un movimiento
centrífugo, de lo concreto a lo abstracto, el narrador
aclara su misión: la suya es una ficción moralizadora, a
tono con el carácter y las inquietudes del joven
puertorriqueño. Hay que definir al hombre, bien sea
Hostos, el puertorriqueño, el hispanoamericano, o el
hombre con mayúsculas... Detrás de toda su fábula, un
problema: el sentido de la vida. Y, a corto plazo, un
destinatario: la juventud hispanoamericana. Apurando
algo, propongo considerar La peregrinación de Bayoán
como un pre-Ariel... fraguado poruña personalidad más
racionalista en moldes estéticamente menos valiosos
que la obra de Rodó. Pero su finalidad es la misma.
Novela autobiográfica o ensayo vertido en molde

222
narrativo aprovechando la simbología de La tempestad
shakespeariana, son intentos paralelos:

«Me decidí a dar el Diario al público: al


decidirme, se unió a mis deseos y a mi sed, una
intención; la intención de que viera en la vida de un
hombre la posibilidad de una ventura, más difícil, es
cierto, pero mejor que la que ansia. A esta intención
del hombre que se acuerda de los hombres, añado la
intención del patriota (...). Yo espero como él y
espero más que en nada, en la juventud de mi país.
Para ella arrebato a la oscuridad las meditaciones de
mi pobre amigo. Ahora, cumpla la juventud con su
deber» (p. 302).

A la hora de contextualizar, al puertorriqueño le ha


pesado más lo político —el tema de la patria— que no
es sino parte de un proyecto antropológico más amplio;
hunde sus raíces en el krausismo y justifica desde dentro
la actividad pedagógica y política del hombre público
Hostos.
Todo ello —narratológicamente hablando—
necesitaba del subterfugio del autor en el texto,
apelando mediante la anáfora una y otra vez a su
destinatario:

«Respondan los pocos lectores para quienes he


cometido la profanación de lanzar al mundo el

223
espíritu que gime en estas hojas de papel ¿qué
prefieren? ¿ser felices, olvidándose de sí mismos
(...), o ser desgraciados, pensando perpetuamente en
la necesidad de engrandecerse, de perfeccionarse
(...), obedeciendo a esa voz interior que nos ordena
elevarnos y buscar la luz?» (p. 301).

A la vista de los textos se consolida la interpretación


idealista de Hostos: su positivismo se aplicó a cosas
concretas -la educación de los pueblos- negándose siempre
a cercenar el espíritu en el hombre. Ese idealismo es un
cocktail: el deber por el deber kantiano, el racionalismo
armónico krausista y el ideario cristiano subyacente por su
formación familiar. Es justo lo que le permite dar el salto
del deber al amor en un vuelo insospechado.

224
Conclusiones

Con su centro en el intelectual puertorriqueño


Eugenio Ma de Hostos, mi trabajo se ha enmarcado en el
contexto del siglo XIX hispanoamericano en que se
agiganta la conexión del intelectual con el medio y se
afianza la conciencia del yo, plasmada en la
proliferación de memorias, recuerdos... entre la
apología y el testimonio. El autor se había trabajado
desde el plano político -la emancipación de la isla, el
apoyo a una confederación antillana-. Para conocer al
hombre se recurría a sus libros de madurez: la
Sociología, la Moral... teñidos de krausismo y
positivismo, muy afines al estoicismo de esta especie de
santo laico. Pero sólo al hilo de la edición crítica del
Instituto de Estudios Hostosianos en Puerto Rico se
apuntaban otros valores, interesantes desde el punto de
vista literario.
En primer lugar, tiene su sitio en la escritura personal
decimonónica: durante 1874, en un momento crítico de
su vida, redacta una Memoria que, aunque breve, es una

225
auténtica autobiografía. En el mismo año Alberdi edita
Mi vida privada... cinco años después Guido y Spano
publicará también su Carta confidencial a un amigo
que comete la indiscreción de publicarla... Estamos en
plena efervescencia memorialística y vindicativa. Pero
además, con una serie de intermitencias, escribe un
Diario, en el que se confiesa, donde quedan huellas de
su denodado esfuerzo por «ser un hombre completo» en
la línea de lo propugnado por el krausismo; y
testimonia su interés por la patria, que resalta más en el
Epistolario y se verterá en el cauce narrativo a base de
utilizar fragmentos de su propio diario. Aunque el autor
lo advierte en el prólogo de la segunda edición de su
novela autobiográfica, La peregrinación de Bayoán
(1873), no había sido tenido en cuenta. En
consecuencia, me pareció necesario estudiar
globalmente el autor y la obra, estableciendo el
pertinente juego de interrelaciones entre los textos
citados. Para ello es vital la cronología: el eje de mi
trabajo ha sido su novela, con el límite temporal de los
diez años que separan las dos ediciones (1863-1873),
lanzadas en Madrid y Santiago de Chile,
respectivamente. Límites que afectan también a la
lectura del Epistolario y del Diario: me he ceñido a la
etapa europea de su autor (Madrid 1866-París 1869).
De cualquier forma, abordar la personalidad
hostosiana en los textos exigía hablar de los contextos,
sociopolíticos, ideológicos y literarios. Eugenio María

226
crece en su isla, pero se forma en una España invadida
por traducciones francesas —Chateaubriand, Hugo,
George Sand, Sué, Dumas...— e inglesas —Walter Scott
y lord Byron— desde los treinta. Novela histórica,
novela social —cuyo auge corresponde a los cuarenta—,
folletines y novela por entregas serán los cauces del
romanticismo. Byron, Goethe y Foseólo, sus modelos en
cuanto a la estructura narrativa de La peregrinación de
Bayoán (1863).
La Memoria es su testamento autobiográfico. Urge
evaluar una vida ejemplar, para lo que rescata a sus padres
cuya ascendencia —madre dominicana y padre cubano—
parece predisponerle proféticamente a la confederación de
las Antillas. Una madre adorada, imagen sobre la que tejerá
la búsqueda de su futura esposa y un padre que se erige en
modelo ético de quien se sabe predestinado a una gran
misión. Para ejemplificarlo, se escogen dos episodios
fundadores —el nacimiento del nuevo hijo y la curación
casi milagrosa de una enfermedad— cuya simbología es
deudora del mesianismo: le aguarda un destino más trágico
que glorioso como certificará el narrador
metadiscursivamente. La cálida evocación de la infancia
apunta al titanismo romántico que, junto al mesianismo,
constituyen los dos pilares de su personalidad. El hombre
adulto —del que se dan sólo unas pinceladas— ha cuajado
su búsqueda del ideal como deber político —la
independencia y confederación antillana—, sin olvidar las
raíces éticas del pedagogo.

227
Frente a la visión totalizadora de la autobiografía, su
diario le acompañará durante su vida (1866-78 y 1898-
1903). Examen de conciencia laico, es confidente y
terapia salvadora, plasma la forja del carácter y el
itinerario ideológico del puertorriqueño. Se desenvuelve
en tres espacios: Madrid, Barcelona y París. La etapa
madrileña, del 66 al 67 atiende a la personalidad
acosada por limitaciones económicas y timideces de
todo tipo. Las estancias en Barcelona y París se abren a
lo profesional —trabajar en un periódico— y lo político
—contactos con los liberales, intervenciones en el
Ateneo al principio «torpes y teñidas de titubeos» para
culminar en la famosa de 20 de diciembre del 68 que le
consagra como hombre público y marca su ruptura
independentista con la metrópoli. Los objetivos se van
perfilando, el autoanálisis cede terreno a lo inmediato
siempre asumido en el texto desde su resonancia
interior, por contraposición a las memorias.
En consecuencia, el diario nos da un hombre de carne
y hueso que contraponer a la estatua del procer impoluto
acuñada por la crítica. El epistolario del 68 asiste a la
forja del político visionario pero prudente, que escribe
con pasión e inteligencia al destinatario: Fernández de los
Ríos, Olózaga, Sagasta, Castelar... los intelectuales y
políticos más relevantes. Y que gusta también de
reconstruir su historia, la titánica lucha por la libertad de
los hombres. Historia que plasma su evolución política
del autonomismo a la confederación de las islas. Historia

228
que recoge el desencanto ante los liberales españoles
hasta el 68 y su posterior peregrinación americana. A
fines del 73, las cartas son más largas —expone sus ideas
e intenta convencer—, el tono más seguro y más amplios
los párrafos en pro de la patria.
Eugenio María de Hostos describe sintéticamente su
proyecto vital en la Memoria, se confiesa una y otra vez
en la diacronía fragmentaria del Diario, vibra como
político apasionado en el Epistolario, pero incluso se
autodescribe indirectamente en la escenificación que
constituye el prólogo a la edición de su novela del 73.
Ahí están sus claves: el deber de ser un hombre
completo; el deber de abogar por la libertad; el deber de
ser útil sobre todo a la patria, a la que supedita la
escritura. En ese sentido, este prólogo es de nuevo una
autobiografía que completa y continúa la Memoria.
La peregrinación de Bayoán (1863) es el texto más
antiguo de Eugenio María de Hostos. Novela
autobiográfica en molde de diario, ha generado polémica
pero el consenso crítico es cada vez mayor: su génesis
debe estar en los propios diarios del puertorriqueño, que
parecen arrancar del 57: Gabriela Mora, Ernesto Álvarez,
José Juan Beauchamp... lo avalan. Diario y cartas estaban
ahí, como intertextos prestigiosos: Rene (1802) de
Chateaubriand, Oberman (1804) de Senancour, El diario
de un seductor del danés Kierkegaard, Las tribulaciones
del joven Werther de Goethe o Ultime lettere di Jacopo
Ortis, del italiano Foseólo... Goethe y Foseólo prestarán

229
el molde formal y los franceses el tono epocal: la
melancolía o mal de siglo, la huida ciudadana, la
exaltación de la vida natural, el mitema del viaje...
incluso el compromiso político en Foseólo; Kierkegaard
será el menos aprovechado.
En cuanto a la génesis e intencionalidad de la
temprana novela, conviene escuchar de nuevo al autor,
en su novela, en el Diario y en el ya citado prólogo del
73. El Diario consigna:

«...hasta 1863 quería gloria, y nació La


peregrinación de Bayoán. Aquello era la fábula de
una volición latente, y la crisis que produjo empezó a
elaborarse: quise patria, y como medio, aspiré a la
política; submedio de este fin secundario fue el
desenvolvimiento intelectual»... (p. 133).

Periodo que zanja los debates en torno al sentido


que tiene para Hostos la literatura: un medio de darse a
conocer —«adquirir gloria»— y servir a la patria.
Precisamente, porque el anonimato del autor y la
sagacidad de la censura abortaron la recepción, se ve
obligado a seguir con la pluma en la mano y lanzar
diez años después la edición chilena, contento porque
La peregrinación... es «el único de mis trabajos
literarios que contemplo con orgullo y puedo leer sin la
tristeza piadosa que tengo para las obras de
imaginación» —dirá (p. 68)—.

230
Por lo que se refiere a la novela, en su recta final el
editor Hostos salta al texto como un personaje más, un
amigo del protagonista: «para explicar las frecuentes
lagunas»... En realidad le urgen dos misiones: una de
orden narratológico: justificar la publicación con el
recurso al «manuscrito encontrado» que, en la ficción le
es entregado por Bayoán. La segunda, iluminar el
mensaje de esta ficción moralizadora que enlaza con el
prólogo originario y cierra circularmente la obra al
fundir texto y paratexto: «Bayoán me lo dijo: Feliz,
amigo mío, quien tiene el valor del sufrimiento; porque
ése al concluir su peregrinación por este mundo, habrá
encontrado su Jerusalén, su Dios» (p. 97).
Mensaje que se metaforiza en el título —símbolo de la
vida humana— y en el viaje iniciático, hilo conductor del
argumento de la novela, fundido con la novela
sentimental romántica. El paratexto cobra una singular
importancia en Hostos. Los prólogos del 63 y 73
sintetizan los ideales del autor. La clave —añadida en la
segunda edición— explícita la simbología escondida tras
los nombres de los protagonistas -la tan anhelada
confederación antillana-. El título «peregrinación» cuenta
con intertextos famosos —la Peregrinatio Egeriae, las
Peregrinaciones de una paria de Flora Tristán y el
Childe Harold de lord Byron, modelo intertextual más
cercano por la aureola de libertador... Todos ellos tienen
en común su calidad de viaje iniciático, travesía del caos
al orden en pro de la forja del carácter. La parábola de los

231
dos caminos —tomada del sofista Pródico, del evangelio
de Mateo, con resabios dantescos— se constituye en
alegoría del viaje iniciático.
La peregrinación por la naturaleza es focalizada a
través de intertextos famosos: El viaje equinoccial... del
barón von Humbolt; el Viaje a La Habana de la condesa
de Merlin, Hostos es caribeño, es decir viajero y
navegante por un mar plurisémico, cárcel y espacio de
libertad. Su acercamiento a la naturaleza contrapone
campo —sede de los valores patrios— a ciudad —
receptora del falso progreso—. Y focaliza el mundo
natural desde el recuerdo y la mirada europea -el Átala de
Chateaubriand- y, por supuesto, la colombina cuyo Diario
le sirve de guía. Heredero de la cosmovisión humanista de
la vieja Europa y de sus anhelos utópicos, lanza dardos
envenenados contra la corrupta civilización citadina.
Tópico inveterado, desde la antigüedad grecolatina hasta
el Menosprecio de corte y alabanza de aldea de
Guevara... acabará plasmándose en acusación irónica en
Concierto barroco (1974), la nouvelle del cubano Alejo
Carpentier cuyo protagonista reacciona contra la ridicula
lectura que Europa realiza de la América hispánica, de la
«invención de América»—como dijera O'Gorman—. Y
todo ello en el marco de simbologías universales -la lucha
de luz y sombras propia de los salmos bíblicos y las viejas
cosmogonías- y acorde a la estética romántica que prima
la fusión de sentimientos y naturaleza, de gran
rendimiento en el texto.

232
La peregrinación por la historia arranca de la
naturaleza caribeña, lo que propicia el salto a la América
del descubrimiento revisitada desde los ojos de Colón.
El foco del narrador media entre el mundo caribeño y la
interioridad del protagonista, entre la naturaleza y el
texto colombino, entre el presente y la historia. El
resultado es el ubi sunt manriqueño, la queja nostálgica
y la denuncia por el deterioro de la tierra y sus
habitantes. Hostos admira a Colón, gran hombre
víctima del destino que condenó al Nuevo Mundo al
abrirlo a la conciencia europea, desterrándolo del
paraíso. Oxymoron, auténtico viaje al revés, a Bayoán-
Hostos corresponde la salvación de la patria, que debería
generarse en la metrópoli. Pero ¡ay! el viaje a España es
un viaje al sepulcro. Para Marién, el Caribe es sol y luz;
Europa triste y angustiosa niebla. El mito de Cádiz cae
destrozado: aquí murieron las libertades... Todo lo
acaparó Madrid, símbolo del mal, eje de una historia de
desencuentros para Hostos. Por eso, la peregrinación
como búsqueda de identidad antillana está de antemano
condenada al fracaso. Autor y narrador, al asumir el
patriotismo, le explicarán al lector su paso de mero
sentimiento a voluntad comprometida que culmina en
una fulminante acusación contra España. La historia del
anciano patriota —trama secundaria de origen
autobiográfico— es metáfora del fracaso de la paz
americana que destruyó los sueños de Bolívar. Bayoán
como alter-ego del autor en el 63 y el Hostos del

233
prólogo chileno, diez años después, no son sino
momentos distintos y consecutivos del proceso.
Los textos que he trabajado constituyen un gran
panel de literatura personal, distintos desdoblamientos
de un único impulso autobiográfico que no sabe de
teorías, de moldes formales adecuados, ni siquiera de
excesiva calidad literaria. Disquisiciones ensayísticas,
visiones alegóricas, excesivas interrogaciones retóricas
y antítesis... detrás un hombre que busca vaciar su yo en
cualquier cauce: diario, carta, relato, ensayo... Y que,
tempranamente, supo plasmar su crisis personal
elevándola a categoría universal, en catarsis al servicio
de la felicidad de cualquiera. Lo hizo desde una doble
perspectiva, personal y política, como ciudadano de esa
polis que despreció y que en su vida errante tuvo
muchos nombres: Madrid, París, Nueva York, Santiago
de Chile, Santo Domingo... y otras urbes en las que no
habitó pero amó, porque siempre se supo ciudadano del
mundo.

234
Bibliografía

a) Obras de Eugenio María de Hostos

—La peregrinación de Bayoán. Diario recogido y


publicado por Eugenio María Hostos. Madrid, Imprenta
del Comercio, 1863.
—La peregrinación de Bayoán. Diario recojido y
publicado por Eujenio María Hostos. Santiago de Chile,
Imprenta del Sud-América, 1873, 2a ed.
—Moral Social. Santo Domingo, Imprenta de García
Hermanos, 1888.
—Tratado de Sociología. Madrid, Imprenta de Bailley-
Bailliére e hijos, 1904.
—Meditando... Hamlet. Plácido. Carlos Guido Spano.
Guillermo Matta. Lo que no quiso el lírico quisqueyano,
etc. París, Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas,
1909.
—Obras Completas. La Habana, Cuba, Cultural, S.A.,
1939. Edición conmemorativa del gobierno de Puerto
Rico con motivo del centenario de Hostos. Contenido: I-

235
II. Diario. III. Páginas íntimas. IV. Cartas. V. Madre
Isla. VI. Mi viaje al sur. VIL Temas sudamericanos.
VIII. La peregrinación de Bayoán. IX. Temas cubanos.
X. La cwna efe América. XI. Crítica. XII-XIII. Forjando
el porvenir americano. XIV. Hombre e ideas. XV.
Lecciones de derecho constitucional. XVI. Tratado de
moral. XVII. Tratado de sociología. XVIII-XX.
Ensayos didácticos.
—España y América. Prólogo por Francisco Elias de
Tejada. Recopilación y arreglo por Eugenio Carlos de
Hostos. París, Ediciones Literarias y Artísticas, 1954.
—Obras Completas. (2a ed. facsimilar de la
conmemorativa del Centenario). San Juan de Puerto
Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969,20 vols.
—Moral social. Sociología. Prólogo y cronología de
Manuel Maldonado Denís. Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1982.
—Estímulos de vidapara cada día (pensamientos). Sel.
Vivian Quíles-Calderín. Pról. Julio César López. Río
Piedras, P.R., Universidad de Puerto Rico, Instituto de
Estudios Hostosianos e Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1998.
—Obras Completas. San Juan de Puerto Rico, Comité
del Sesquicentenario de Eugenio María de Hoscos,
Instituto de Estudios Hostosianos, 1989 y ss.
—Diario (1866-1869). Obras Completas (Edición
Crítica). Vol. II. Tomo I. Edición revisada y anotada por
Julio César López y Vivian Quiles-Calderín, con la

236
colaboración de Gabriela Mora y Pedro Álvarez Ramos.
Prólogo por Gabriela Mora. San Juan de Puerto Rico,
Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña y
Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990.
—Epistolario (1865-1878). Obras Completas (Edición
Crítica). Vol. III. Tomo I. Compilación, revisión y
anotaciones por Vivian Quiles-Calderín, con la
colaboración de Julio César López. Estudio preliminar
por Julio César López. San Juan de Puerto Rico,
Instituto de Estudios Hostosianos, Editorial de la
Universidad de Puerto Rico, 2000.
—La peregrinación de Bayoán. Diario recogido y
publicado por Eugenio María Hostos. Obras Completas
(Edición Crítica). Vol I. Literatura. Tomo I. Edición
revisada y anotada por Julio César López, Vivian
Quiles-Calderín y Pedro Álvarez Ramos. Prólogo por
José Emilio González. San Juan de Puerto Rico,
Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña,
Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1988.

b) Antologías de Eugenio María de Hostos

—Hostos en Santo Domingo. Ciudad Trujillo, R.D.,


Imprenta. J. R. Vda. García Scs., 1939.
—Hostos y Cuba. Comisión cubana pro centenario de
Hostos, La Habana, Municipio de La Habana, 1939.
—Antología. Prólogo de Pedro Henríquez Ureña;
selección, arreglo y apéndice por Eugenio Carlos de

237
Hostos. Madrid, Imprenta, Litografía y Encuademación
J. Bravo, 1952.
—Obras. Compilación y prólogo por Camila Henríquez
Ureña. La Habana, Casa de las Américas, 1976.
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Universitat d'Alacant
Universidad de Alicante

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