El Niño Adoptado. Capítulo V y VI
El Niño Adoptado. Capítulo V y VI
El Niño Adoptado. Capítulo V y VI
Respeto
Su hijo debe mostrar respeto en sus palabras y en su conducta, además de emplear
un lenguaje corporal respetuoso, como el contacto visual suave, expresiones
faciales adecuadas y voz apropiada. En nuestro trabajo con niños, mostramos
tolerancia cero con la falta de respeto, sea del tipo que sea, tanto si es falta de
respeto a los objetos, a las emociones, a la propiedad, al cuerpo o al espacio
corporal. Enseñamos a los niños a tratar a la gente y a ellos mismos con respeto.
Este respeto incluye no tocar cosas o a personas sin permiso.
Si un niño de cinco años le lanza un juguete a su amigo en lugar
de dárselo, su madre puede decir: «¡ey!, ¡los juguetes se tratan con respeto! Vamos
a repetirlo, pero esta vez tienes que tratar con respeto a Johnny y a su juguete».
Entonces, se le da la oportunidad de que practique la manera correcta de
hacerlo. Cuando entregue el juguete amablemente, se le elogia: «¡que bien le has
demostrado respeto!».
Usar palabras
Los niños en situación de riesgo suelen recurrir a las rabietas, a salir corriendo o a
la agresividad para expresar tristeza, miedo o frustración. Emplean la conducta
para comunicar lo que no pueden expresar verbalmente. Aunque debemos intentar
entender la conducta, hay que ayudarles a dejar de actuar de ese modo
animándoles constantemente a que utilicen palabras. Con la práctica y el aliento, el
niño aprenderá a emplear el lenguaje para comunicarse. Recuérdeselo
regularmente con la frase «usa palabras».
Por ejemplo, cuando el niño empiece a golpear la cama y grite, puede preguntarle
qué necesita y cómo se siente. Puede decir: «usa palabras para decirle a mamá qué
necesitas». Si el niño sigue atascado, puede plantearle más preguntas, que
requieran una respuesta de sí o no. Por ejemplo, puede preguntarle si está
enfadado. Los carteles que ilustran emociones también pueden ser una buena
ayuda visual y una herramienta de comunicación efectiva. Cuando el niño asienta,
puede preguntarle con suavidad: «¿por qué te has enfadado? Usa palabras para
explicármelo». Cuando lo logre, aplauda y dígale: «¡vaya! ¡Qué bien has usado las
palabras!».
Amabilidad y ternura
Muchos niños adoptados en situación de riesgo no saben cómo modular su propia
conducta. No saben distinguir entre un grito o un susurro, entre un golpe o una
caricia, entre una expresión facial desagradable o una sonrisa. Enseñarles y
orientarles a ser amables y tiernos les ayuda a superar estas dificultades. Este guion
empieza por aumentar la conciencia que el niño tiene de sí mismo, lo que le
permitirá autorregularse mejor. También ayuda al niño a mostrar empatía y
respeto por otras criaturas.
Una manera de practicar el guion es dejar que el niño toque a un cachorro de perro.
Antes de permitir que lo toque o que lo coja en brazos, el padre o la madre le
enseña cómo se hace. Se le enseña a acariciarle sin ir a contrapelo, a tocarle con
firmeza pero con ternura y a acunarle.
Consecuencias
Los niños han de aprender el concepto de consecuencia como parte del aprendizaje
de la toma de decisiones adecuadas. Puede hacerse muy fácilmente en el contexto
de la enseñanza de otros valores. Por ejemplo, puede hablar con su hijo sobre las
consecuencias negativas de tratar mal a un cachorro. Pueden hacer una lluvia de
ideas.
Contacto visual
El contacto visual es una manera excelente de conectar con su hijo.
Habituar a los niños a mirar a los ojos aumenta la concentración, el aprendizaje y la
conexión interpersonal. Los niños en situación de riesgo tienden a evitar el contacto
visual por varios motivos: defensa sensorial, depresión profunda, tabúes culturales
o traumas previos que causan temor. No presione a un niño temeroso hacia este
objetivo, pero con la práctica podrá ayudarle a superar el miedo.
Algunas maneras sencillas de fomentar el contacto visual:
• Moverse para que su cara esté en el campo visual del niño.
• Deje de hablar un momento. La pausa le picará la curiosidad o le preocupará y lo
más normal es que le mire.
• Diga algo y pronuncie su nombre en el contexto de una frase.
• Pídale directamente que establezca contacto visual, con frases como «déjame ver
esos ojos tan preciosos»
o «¿a ver esos preciosos ojos verdes?».
• Si se aleja, vuelva a entrar en su campo de visión como si estuviera jugando.
Escuchar y obedecer
Los padres son la autoridad en la familia y los niños han de responder a lo que se
les pide. No debería tener que alzar la voz ni gritar para lograr la cooperación de
su hijo; por el contrario, debería recordarle tranquilamente que «escuche y
obedezca». Cuando el niño coopere, elógiele y recuérdele lo que ha hecho bien.
«Muy bien, has escuchado y has obedecido.»
Puede ayudar al niño a practicar la obediencia en momentos
tranquilos, jugando a juegos como «Simón».
El juego puede modificarse, para que el niño imite conductas
(como «Simón dice “da un paso gigante hacia atrás”» o «Simón dice “da cinco
palmadas”», hable (como «Simón dice “¡cuenta hasta cinco!”») O incluso practique
expresiones faciales (como «Simón dice “imita la cara rara que pone mamá”»).
Permita que su hijo dé una ronda de instrucciones.
Otra manera de reforzar el mensaje de una manera lúdica es un juego que se llama
«¡Para y corre!». El niño corre, anda o incluso va en triciclo (o bicicleta) hasta que le
gritan «¡para!». Cuando lo oye, ha de quedarse congelado hasta que le digan
«¡corre!». Este juego le enseña a responder a una orden verbal incluso cuando está
inmerso en un frenesí de actividad. Elógiele cuando responda con rapidez.
Aceptar el «no»
Aunque intentemos satisfacer las necesidades de los niños y acceder a muchas de
sus peticiones, hay ocasiones en que deberemos decepcionarles. Para muchos
niños, la palabra no es como un botón que activa ataques de mala conducta. Algo
que funciona muy bien para interrumpir esa espiral descendente antes de que se
convierta en una catástrofe es decir rápidamente, antes de que haya tenido tiempo
de empezar la pataleta: «¡vaya! ¡Qué bien has aceptado el no!».
No use mucho esta técnica, porque es un desafío y pone al niño al límite. «Aceptar
el no» será mucho más fácil de tolerar si la mayoría de los elogios que recibe son
genuinos. Es mejor utilizar técnicas correctivas de este estilo con poca frecuencia, y
sólo cuando haya acumulado un saldo bastante elevado en la cuenta de confianza
con su hijo.
Pedir frases completas
El objetivo es enseñarle a su hijo habilidades de comunicación comprensibles para
todo el mundo. Por lo tanto, cuando el niño mejore en la utilización de palabras,
puede aumentar el nivel de exigencia y pedirle frases completas: «haz una frase
entera, cariño».
Por ejemplo, cuando su hija vuelva a casa de la escuela y diga «merienda», puede
pedir una aclaración preguntándole «¿quieres merendar?».
«Sí», contesta ella.
«¿Puedes pedírmelo con una frase entera?»
«¿Puedo merendar?»
«¡Muy bien esa frase entera! Sí, puedes merendar. Puedes merendar un plátano con
manteca de cacahuete o una barra de muesli. ¿Qué prefieres?»
Ofrecer opciones
Los niños se sienten más capaces y con más control sobre su entorno cuando se les
ofrecen opciones. Es conveniente limitar las opciones a dos o tres posibilidades
concretas, para no exigir demasiado de sus capacidades de razonamiento y de
toma de decisiones. Estas elecciones sencillas permiten que los niños ejerzan
niveles adecuados de control, pero sin que los padres pierdan autoridad.
Por ejemplo, su hijo de seis años se niega a guardar los juguetes antes de irse a
dormir. Puede elevar una mano frente a la cara del niño, enseñándole dos dedos,
que representan dos opciones. Le explica (ahora sólo con un dedo) «puedes
guardar los juguetes ahora y luego bañarte o (ahora ambos dedos) puedes bañarte
primero y luego guardar los juguetes. ¿Qué escoges?».
Concéntrate y hazlo
Los maltratos y las privaciones tempranas pueden hacer que el niño se vuelva
ansioso y presente déficit de atención que le dificulten concentrarse. A medida que
el niño se vaya sintiendo más seguro, irá siendo más capaz de prestar atención.
También puede ayudar al niño a concentrarse recordándole suavemente que debe
centrarse en lo que tiene entre manos. Por ejemplo, si en lugar de ponerse los
zapatos, como le había pedido, se encuentra al pequeño Harry jugando en el suelo
con los juguetes, puede decirle tranquilamente: «Harry, cariño, ¿qué te había
pedido?».
Si no se acuerda, quizás deba repetírselo y decirle: «tienes que calzarte. (Pausa.)
Harry, concéntrate y hazlo». Es posible que deba ser paciente y repetir
«concéntrate y hazlo» varias veces antes de que lo haga. El objetivo de esta
instrucción es ayudar a los niños a interiorizar la capacidad de centrarse en una
tarea.
Algunos valores de Therap.lay® para grupos se resumen en las frases «no hacer
daño», «mantenerse unidos» y «divertirse».
No hacer daño
Esta breve frase es fácil de entender incluso para niños muy pequeños y evoca
otros valores, como mostrar respeto y ser amable y tierno. Por ejemplo, si una niña
le tira del pelo a su hermana, puede detenerla físicamente y decir con firmeza «¡no
se hace daño!». Esta frase alude igualmente a no hacer daño al interior (insultando
o atacando con la palabra) ni al exterior (golpeando o dañando a personas u
objetos). Es una lección especialmente importante para niños con una historia de
maltrato.
Mantenerse unidos
El concepto de trabajar en equipo o en familia es desconocido para niños que han
crecido sintiendo que tenían que arreglárselos solos en un mundo amenazador.
Verbalizar y demostrar que «las familias se mantienen unidas» es un recordatorio
importante de que ahora están conectados y contribuye a evitar que se aíslen.
Intentamos inculcar en los niños que, para poder divertirse, antes necesitan los
valores de no hacer daño y de mantenerse unidos. No se puede tener el tercer
valor, divertirse, sin los dos primeros.
La escucha activa y atenta ayuda al niño a sentirse seguro y modela una conducta
adecuada. Es un ejemplo de cómo debe escuchar y mirar él cuando le hablan.
Puede ser útil cogerle de la mano con suavidad y/o arrodillarse para ponerse a su
altura mientras hablan. Mantenga el contacto visual, para transmitirle que está
disponible y receptivo.
Es posible que su hijo necesite ayuda durante más tiempo en algunas tareas. No
pasa nada. Poco a poco, a medida que lo vaya logrando, podrá irse retirando y
darle más autonomía. Su labor consiste en ayudar a su hijo a avanzar hasta que
pueda funcionar independientemente.
Fomente lo positivo
Inunde a su hijo de elogios y de entusiasmo siempre que pueda. Si detecta una
conducta que se parece a la adecuada, coméntelo con alegría. Refuerce todos los
mensajes positivos con una voz sincera y cálida y con un lenguaje corporal
coherente. Es extraordinariamente importante que ayude a su hijo a construir una
autoestima saludable diciéndole lo que hace bien, para que pueda curarse y
aprender.
Antes de empezar a hablar con su hijo o de darle alguna instrucción, deje lo que
esté haciendo y acérquese a él hasta que esté a un máximo de un metro de
distancia. Entonces, dígale lo que tenga que decirle. No le grite palabras desde el
otro lado de la habitación mientras hace otra cosa. Es imposible establecer
vínculos interpersonales profundos desde la distancia o mientras se va de un lado
a otrocomo un tren a la fuga.
Cuando las necesidades básicas de ropa, alimento y cobijo están satisfechas, es
mucho más beneficioso compartir actividades y tiempo con él que bañarle de
regalos pero regatearle nuestro tiempo. Al ofrecerles atención y tiempo, les
demostramos lo valiosos que son para nosotros y plantamos las semillas de una
relación afectuosa.
USTED MANDA
«¡Para!», gime Rheina. «¡Duele!»
Jason, sentado en el suelo, le tira a su prima otro bloque de madera, que le da en la
mandíbula, antes de caer al suelo.
«¡Auuu! ¡Por favor deja de pegarme!» La madre, que lo oye desde la cocina, corre a
la habitación. «¿Qué pasa aquí?», pregunta a los dos niños. «No hace más que
tirarme bloques de madera», dice Rheina. La madre se arrodilla, para ponerse a la
altura de su hijo y habla con firmeza: «NO se puede hacer daño con los bloques.
Déjame verte los ojos». El niño desvía la mirada, pero ella insiste. Se mueve, vuelve
a poner su rostro en la línea de visión del niño y repite: «déjame ver-
te los ojos».
Entonces, repite con firmeza: «NO puedes lanzar los bloques a las personas. No se
hace daño a la gente». Espera un momento a que el niño responda y, como no dice
nada, ella dice: «sí, mamá». Él sigue callado, así que ella repite: «he dicho “sí,
mamá”».
«Sí, mamá», dice Jason muy flojito.
«Si le vuelves a lanzar un bloque, te los quitaré y no podrás
jugar con ellos. ¿Entendido?»
«Sí, mamá.»
«Muy bien. A ver cómo juegas amablemente.»
El niño empieza a m ontar los bloques y no se los lanza a su prima. «Muy bien,
Jason, ahora juegas con amabilidad. Hay muchos otros juguetes con los que
también puedes jugar», le elogia la madre.
Unos diez minutos después, la madre vuelve a la habitación para comprobar que
todo va bien. Cuando ve que sí, vuelve a elogiar a Jason: «muy bien, Jason. Ahora
juegas con amabilidad».
Los niños pueden sorprendernos con su capacidad de asumir el control en casi
cualquier situación. Ponen a prueba los límites y desconciertan a los cuidadores. A
pesar de todos los desafíos, debe mantener el control de la situación y responder
inmediatamente a la conducta inapropiada.
Por motivos de seguridad, además de muchas otras, hay que establecer normas,
marcar límites y tomar decisiones sobre la vida familiar. El mundo del niño es más
predecible y menos estresante cuando los padres aportan estructura y autoridad
constantes.
Incluso cuando deba mostrarse firme y aplicar las normas, es fundamental que siga
mostrando respeto a su hijo en tanto que persona y que recuerde sus dificultades.
Intente acabar todas las actuaciones correctivas con una nota positiva. Entonces,
cuando el conflicto se haya resuelto, podrán volver a divertirse sin guardarse
rencor por la mala conducta anterior.
Recuerde: en lugar de enfadarse, deje claras sus expectativas, modele maneras
adecuadas de comunicarse y demuéstrele con tranquilidad a un niño difícil que
«quiero ayudarte a que lo hagas bien».
Es muy posible que la conducta del niño sea manipuladora, pero no es un fallo de
su carácter. Es una costumbre debida a la adversidad y a la necesidad. La
manipulación es un resultado natural del intento de sobrevivir en un entorno
difícil, sin cuidadores constantes y afectuosos. Cuando aplique normas y límites,
recuerde que:
• Ha habido muchos días o años en la vida de su hijo antes de que pudiera
protegerle.
• Con compasión y expectativas realistas, podrá satisfacer las necesidades de su
hijo y enseñarle estrategias nuevas y más saludables, para que no sólo pueda
sobrevivir, sino florecer, bajo sus cuidados.
• Ha de perseverar con firmeza y cariño en la reeducación durante tanto tiempo
como su hijo necesite para lograrlo.
Con este enfoque, no le reñirá por lo que haya hecho en el pasado y no negociará
con él lo que debe hacer en el futuro. Sencillamente, interactuará con él de una
manera afectuosa y productiva, en el aquí y el ahora, para que inicie el camino
hacia la recuperación.
Sea un «buen jefe»
La mayoría de niños en situación de riesgo han sido «mangoneados» por adultos
que no eran seguros y que les han hecho daño física, emocional y/o sexualmente.
Por eso, siempre ha de modular su actitud de autoridad, demostrando claramente
que, a pesar de ser el «jefe», es una persona segura en la que se puede confiar.
Además, ha de comunicar que es un jefe que puede sintonizar con las necesidades
de su hijo y que incluso está dispuesto a hacer concesiones.
Un niño pequeño que siempre ha de ser su propio jefe no es un niño feliz. Al fin y
al cabo, ¿cómo puede un niño confiar plenamente en un adulto que ni siquiera le
controla a él, un renacuajo? Aunque es muy posible que su hijo se le resista al
principio, de hechoes todo un alivio para él no tener que estar al mando y no tener
que depender de sí mismo demasiado pronto. En el fondo, es un alivio para él
aprender a confiar en un adulto y a depender de él.
Utilice la técnica IDEAL
Es un acrónimo que le recordará cómo afrontar los retos a que se
enfrentará con su hijo. Lo llamamos la técnica «IDEAL»:
I: Responder inmediatamente, en menos de tres segundos después de la mala
conducta.
D: Responder directamente al niño, estableciendo contacto visual con él,
ofreciéndole toda su atención y acercándole a usted, para poder enseñarle y guiarle
mejor.
E: La respuesta es eficiente y medida. Utilice la mínima firmeza y el mínimo
esfuerzo correctivo necesarios. También emplee cuantas menos palabras le sea
posible, para ser claro.
Lo mejor de las repeticiones es que cogen una mala conducta en el acto y dicen:
«¡vaya! Vamos a hacer esto de otra manera». La práctica inmediata contribuye al
aprendizaje, como con cualquier otra habilidad, tanto si se trata de ir en bicicleta,
de aprender a leer o de aprender un juego nuevo. Al sustituir activamente la mala
conducta por la conducta correcta en la memoria de su hijo, puede ayudarle a
integrar la competencia. Las repeticiones «borran» la memoria motriz de la
conducta fallida y le dan al niño la experiencia física y emocional de sustituirla por
una experiencia de éxito.
Las repeticiones pueden ser tan sencillas o tan complejas como sea necesario. Su
hijo ha tenido muchas oportunidades de coger el mal camino, por lo que ahora
necesitará como mínimo las mismas para corregir cada paso en falso. En cada uno
de ellos, elógiele por lo bien que ha completado la repetición.
Las repeticiones son una herramienta fantástica para remodelar la conducta.
Ayudan a los niños a sentir que hacen las cosas bien y activan la memoria motriz.
Vigile la voz
Cuando las cosas van bien, use una voz amistosa, animada, tranquila y cálida. Sin
embargo, cuando van mal, la voz ha de ser distinta. Por desgracia, es muy fácil
dejar que el sonido se descontrole. Es muy tentador hablar de una manera
estridente o quejosa, o chillar, cuando uno se siente frustrado e intenta corregir a su
hijo. Lamentablemente, este tipo de señales vocales no transmiten el mensaje
adecuado.
Si el niño percibe una voz muy aguda, dubitativa o quejosa, entenderá que es una
voz débil y temerosa y que hay peligro. Si la voz es demasiado elevada o intensa, le
resultará muy amenazante. Cualquier extremo (una voz demasiado débil o
demasiado violenta) en un padre reducirá la sensación de seguridad de su hijo y
puede llevar a que se aterre o a que empeore la conducta.
Esta voz alerta al niño de que está asumiendo el control de la situación y de que
exige atención inmediata, pero no dispara un frenesí de lucha o huida. En cuanto el
niño cumpla la instrucción que le ha dado con la «voz de la autoridad», vuelva a
elogiarle, anímele e interactúe con él con su voz habitual.
Racione las palabras
Dos tercios de los niños en situación de riesgo con los que trabajamos tienen
dificultades a la hora de entender y de responder adecuadamente a la palabra
hablada. Si da demasiadas instrucciones orales con rapidez, los niños se bloquean y
se ahogan en las palabras.
Cuando dé instrucciones o trabaje la disciplina, piense en las palabras como en un
recurso precioso. No las derroche. Reduzca el flujo de palabras a un goteo. Una
manera fácil de lograrlo es intercalar pausas de cinco segundos entre repetición y
repetición.
Dé una instrucción una vez, con una voz firme, pero normal.
Pare. Mentalmente, cuente despacio: u n o ... dos... tres... cuatro...cinco... Mientras
espera una respuesta.
Acostúmbrese a escuchar la música y el ritmo de su voz, para poder ralentizarla
deliberadamente a un ritmo que le llegue a su hijo.
Cuando dé una instrucción por primera vez, utilice una voz normal, para que su
hijo se acostumbre a obedecer a una voz dialogante. Aunque pueda estar
impaciente, no se deje arrastrar a un torrente de palabras que se atropellan las unas
a las otras. Esfuércese en racionar sus propias palabras.
Mantenga al niño cerca de usted
Es habitual que los padres manden a los niños a su habitación como castigo. La
pausa obligada es una técnica parecida y de gran aceptación, en la que también se
aleja al niño de la familia durante un período de tiempo. Estas estrategias de
aislamiento pueden funcionar con hijos biológicos que ya están conectados y
vinculados emocionalmente con sus familias. Sin embargo, las estrategias de
aislamiento y de separación son extraordinariamente problemáticas con niños en
situación de riesgo, porque ya están desconectados de las relaciones, tienen
dificultades de apego y son ligeramente disociativos, como consecuencia de sus
historias de maltrato y negligencia. El aislamiento no es terapéutico para ellos.
Uno de los problemas con las habitaciones de los niños es que suelen estar repletas
de entretenimientos, de juguetes y de aparatos electrónicos que les distraen y les
absorben.
Enviar a un niño a su habitación equivale, básicamente, a enviarle a una ludoteca
donde podrá divertirse solo, aislarse emocionalmente y olvidarse de los problemas
familiares. El aislamiento, por breve que sea, hace que el niño se centre en cosas y
en objetos, no en las relaciones.
Para curarse de verdad, estos niños necesitan una dieta regular de prácticas en
relaciones positivas. Mantenga al niño cerca de usted, incluso cuando le está
riñendo.
El rincón de pensar
Cuando quiera que su hijo adoptado o en acogida reflexione sobre su conducta,
utilice un «rincón de pensar». Es una versión de la pausa obligada y consiste en
que el niño pase un período de tiempo en un lugar escogido, cerca de la familia y
que ofrezca pocas distracciones. En cierto sentido, esta técnica se convierte en un
«acercamiento obligado» en el que en lugar de alejar al niño, se le acerca.
El niño no se queda solo, sino que el adulto le acompaña y se queda con él, en
silencio. Dígale al niño: «quiero que te sientes aquí. Yo me quedaré cerca.
Piensa en lo que has hecho mal y en cómo podrías hacerlo bien. Cuando puedas
usar palabras y explicarme lo que has hecho, dime “ya está”». (El niño ha de
sentarse cerca y a la vista, quizás en una silla infantil cerca de usted. No tiene que
haber juguetes que puedan distraerle.)
En cuanto el niño diga «ya está», acérquese a él, agáchese a su altura y establezca
contacto visual. Tienda las manos, con las palmas hacia arriba, pídale que él haga
lo mismo y cójaselas con suavidad. Deje que describa qué ha hecho mal y,
entonces, pregúntele cómo podría hacerlo bien.
Si el niño no sabe qué decir, ayúdele con una sugerencia. Y, entonces, diga: «vamos
a hacerlo ahora».
Vuelvan juntos a la «escena del crimen» exacta, el lugar de la mala conducta, y,
juntos, repitan la escena, esta vez correctamente.
«No está bien que no me hagas caso. Te he pedido que recogieras los juguetes. No
lo has hecho ni me has pedido un trato.»
«¿Puedo pedir un acuerdo?»
«Muy bien, has usado palabras. Hagamos un trato. Tienes dos
opciones.» (Levante dos dedos, con la mano adelantada, mientras lo dice.) «Puedes
recoger los juguetes ahora y entonces jugar conmigo durante cinco minutos.»
(Levante un dedo mientras explica la primera opción.) «O podemos jugar primero
durante cinco minutos y luego recoges los juguetes.» (Levante ambos dedos
mientras explica la segunda opción.) «¿Con cuál te quedas?»
Si el niño se hace el remolón e intenta evitar tomar una decisión, no se deje llevar a
una discusión. Repita las opciones sin añadir nada más: «puedes recoger los
juguetes ahora y luego jugar conmigocinco minutos o ...». Al final escogerá uno.
Supongamos que dice que quiere jugar primero. Ahora, refuerce su elección y
pídale que describa qué va a pasar a continuación. «Muy bien, ¡hemos hecho un
trato! ¿Qué va a pasar primero?» ‘«Vamos a jugar.» «Muy bien. ¿Durante cuánto
tiempo vamos a jugar?» «Cinco minutos.» «Exacto. Así que primero vamos a jugar
juntos durante cinco minutos. ¿Cuál es la otra parte del trato? ¿Qué pasará cuando
hayamos jugado durante cinco minutos?» Repita lo que diga y ayúdele a explicar
completamente el acuerdo al que han llegado. Repasar todos los detalles le
ayudará a cumplirlo luego. «Recogeré los juguetes.» «¡Muy bien! Entonces, cuando
te diga que se han acabado los cinco minutos de juego, ¿cuál es tu parte del trato?
¿Cuándo recogerás los juguetes?» «¿Los recojo enseguida?» «¡Muy bien! Los
recoges enseguida y sin quejarte, ¿vale?» «Vale.» «Muy bien, trato hecho. ¡Choca
esos cinco!» «¡Qué bien! ¡Un trato genial!» Entonces, deje que sea él quien ponga el
temporizador. Así le ayuda a codificar físicamente el tiempo acordado y le otorga
un papel activo en el ejercicio. Ahora, los dos pueden disfrutar jugando juntos.
Cuando se haya acabado el tiempo, diga «¡se acabó el tiempo! ¿Cuál es tu parte del
trato ahora?». «Recojo los juguetes sin protestar.»
Cuando haya terminado de recoger, elógiele de nuevo con un: «¡muy bien! Has
cumplido el trato y has recogido los juguetes».
Por qué funciona: cuando se ofrecen opciones y tratos, con un tono de voz cálido
pero con autoridad, el niño no suele contraatacar. Se implican en el proceso y
participan. Al hacer que el niño repita verbalmente todos los pasos de lo que haya
elegido y luego repetirlo usted, las expectativas son muy claras y predecibles.
La técnica del sándwich consiste en envolver cada frase negativa con dos positivas.
Así se asegura de enviar más mensajes positivos que negativos, al tiempo que se
mantiene claramente al mando.
La técnica del bocadillo es una manera fantástica de hacer que el niño obedezca,
pero sin minar su autoestima. En este ejemplo, la niña ha pedido ir a ver al
cachorrito del vecino justo antes de la hora de cenar.
Cuando se trata de disciplina con niños con necesidades especiales, cuantas menos
palabras, mejor.
Hable en serio y cumpla sus promesas. Si es inconsistente en la aplicación de las
normas, sin darse cuenta está enseñando a su hijo a portarse mal. Es una trampa en
la que los padres caen con mucha facilidad.
Por ejemplo, imagine que dice algo que su hijo no quiere escuchar en absoluto,
como «es la hora del baño». Él empieza a gritar y a aullar protestando. Horrorizado
por la posibilidad de que los aullidos no cesen, se rinde y dice: «vale, ya te bañarás
luego». El resultado es que su hijo aprende que los aullidos le permiten evitar el
baño. Es posible que los aullidos sólo hayan servido para retrasar el baño una hora,
pero esa esperanza es suficiente para que su hijo siga aullando, por si la estrategia
le sirve para salirse con la suya en otras situaciones.
Los psicólogos lo llaman refuerzo variable y es un factor de motivación muy
poderoso. El niño no sabe exactamente cuándo los aullidos darán resultado, pero
sabe que antes o después funcionarán, así que extinguir la conducta es
prácticamente imposible.
A veces, los padres adoptan la costumbre de bombardear al niño con palabras y
lanzarle una frase tras otra, con la esperanza de que alguna acabe calando.
Profieren amenazas y promesas e intentan engatusar y camelar al niño. Todas esas
palabras no son más que un sonido embarullado para el niño, porque sabe que los
padres no hablan en serio y que no cumplirán lo que dicen. Esta conducta
transmite el mensaje equivocado, porque enseña que sus acciones no tendrán
consecuencia alguna. Aún peor, transmite que es un líder débil y que no se puede
confiar en que cumpla sus promesas. ¡Evítelo a toda costa!
Los padres han de ser extraordinariamente cuidadosos con lo que sale por su boca.
Si no va a cumplirlo, no lo diga. Porque cuando lo haya dicho, tiene la
responsabilidad de cumplirlo y hacer que las palabras se conviertan en realidad.
Este cumplir siempre con lo que se dice no pretende ser cruel ni controlador, sino
crear un entorno predecible que genere confianza, sincronía y sintonía entre usted
y su hijo. Cuanto más vea su hijo que cumple su palabra, antes aprenderá a seguir
sus instrucciones y a controlarse.
Si siempre habla en serio y siempre cumple sus promesas, el niño aprende a
obedecer a su petición, no a su amenaza.
Recuerde: evite la palabrería a toda costa. Deje que el afecto genuino brille de
verdad.
Intente que todas las interacciones con su hijo rebosen de afecto.Esto incluye los
momentos complicados en que se porta mal y usted ha de mostrarse duro y firme.
El objetivo es no ser nunca punitivo y siempre correctivo: reeducar a su hijo y
ayudarle a alejarse de la mala conducta.
Antes de entrar en una situación en la que deba mostrarse realmente enérgico con
el niño, demuéstrele repetidamente lo mucho que le quiere de verdad. El niño
detecta instintivamente si se le quiere y se le respeta o no. Sabe si disfruta o no de
su compañía.
Cuando el afecto y el respeto son obvios, podrá decir «No» y el niño sabrá que no
se lo dice para castigarle. Sabe lo mucho que le quiere. Si disfruta de la compañía
del niño, las interacciones vuelven a ser alegres y productivas en cuanto se
resuelve el traspié conductual.
Se hace así. Inclúyalo entre tantas afirmaciones positivas como le sea posible y
elogie al niño antes de que haya tenido tiempo de darse cuenta de lo que ha
pasado. Un ejemplo: han estado en el parque, le ha llevado a hombros gran parte
de la tarde y ya empieza a estar cansado. Su hijo, Johnny, viene de los columpios
dispuesto a irse a casa (después de los recordatorios de quince, diez y cinco
minutos antes de la hora de irse). Ahora le pide que le lleve al coche a hombros.
La respuesta: «gracias por pedirlo, cariño, pero ahora tengo que decirte que no
porque estoy muy cansado». Entonces, elógiele antes de que haya tenido tiempo ni
de respirar. «¡Vaya! Qué bien has aceptado el no... ¡Estoy muy orgulloso de ti!»
Cuando le haya reforzado y elogiado la obediencia, le será más fácil seguirle la
corriente y disfrutar de los comentarios positivos. Le pilla haciéndolo bien antes de
que tenga tiempo de enfadarse. Elogie al niño antes de que se dé cuenta de lo que
pasa.
Este método le permite evitar la resistencia, reforzando positivamente al niño antes
de que haya tenido la oportunidad de resistirse. Empieza a aprender que no
siempre puede tener lo que desea, pero sin dolor (bueno, casi). Es esencial que
combine esta técnica con muchas interacciones positivas, para que el niño siga
confiando en usted al mismo tiempo que va aprendiendo a obedecer.
Es importante que el niño aprenda que mamá y papá también tienen necesidades.
Por ejemplo, pueden estar cansados de llevarle en brazos todo el día. Se le puede
explicar que mamá esta cansada, porque ya le ha llevado mucho rato y que ahora
necesita descansar.
Recuerde que pedirle que acepte un «no» le resulta muy difícil, por lo que no debe
hacerlo a la ligera. Antes de intentarlo en el parque, asegúrese de que no está
demasiado cansado o activado y de que no tiene hambre, porque eso reduce su
capacidad de obedecer. Si no es el momento adecuado, le saldrá más a cuenta
ofrecerle dos opciones para sustituir llevarle a hombros.
La estrategia de «aceptar el no» funciona mejor cuando se aplica en el contexto de
muchos síes. Cuanto más frecuentemente demuestre que está dispuesto a satisfacer
sus necesidades en la medida de lo posible, más fácil le resultará aceptar el no o las
opciones alternativas.
Mantenga viva la esperanza
Incluso en las ocasiones en que le pide que acepte el no, puede demostrarle que
está dispuesto a ayudarle a conseguir lo que quiere sugiriéndole que vuelva a
intentarlo en el futuro. Por ejemplo, después de haber elogiado su habilidad para
aceptar el no, puede añadir «pero pídemelo luego, cuando ya no esté tan cansada».
Entonces, hágalo cuando tenga la oportunidad.